El trabajo en los tiempos de robots
Se supone que estudiamos y aprendemos para expandir nuestras capacidades, para apreciar el arte, conocer como funcionan las cosas, como se relacionan las personas y el universo. Se supone que trabajar es transformar la naturaleza y a nosotros mismos para cohabitar en armonía con animales, personas y cosas que creamos. Pero cuando las cosas que creamos son más importantes que nosotros, hay algo fundamentalmente equivocado en nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Creamos el mercado para que nos de garantías de oportunidades y libertades, no para depender de sus sobrenaturales reglas.
El mercado, como los dioses, los ídolos o el arte, son creaciones humanas, deben servirnos para vivir mejor y no al revés. La economía y los mercados se ciernen sobre nuestras vidas como realidades, no sólo abstractas, lejanas e incomprensibles, sino también como sistemas complejos, inexpugnables, incuestionables. No vaya a ser que el mercado se comprima porque algunos comen las comidas diarias que requieren, tengan leyes que les protejan en su integridad, seguridad física o psicológica; trabajen menos horas, tengan tiempo para sus familias o simplemente para el ocio creativo. Cuidemos al mercado, cuidemos los indicadores, cuidemos a los propietarios del capital que "dan trabajo". El trabajo como mercancía, como cosa, sólo en su valor de uso. Eso es vivir en lo ajeno, estar presos en la jaula de oro.
No es el mercado, somos las personas a las que hay que cuidar y si es necesario habrá que alterar una y mil veces el mercado, debemos hacerlo para garantizar que somos creadores, dueños del tiempo y no al revés. El reloj vino a ser la creación que permitió vender nuestro tiempo por horas. Antes, los artesanos medían el tiempo por el sol y las sombras y el trabajo era auténtica fuente de emoción, creatividad y sentido. De principio a fin. Ahora, el robotismo lo domina todo. Incluso la discusión pública falta de argumentos, de sentido humano. Se escuchan robots de todos los tonos emitir opiniones propias como si fueran verdades. Se escuchan robots en el parlamento, en las calles, en las radios, repitiendo una y otra vez manidas frases, mitos aprendidos en las cavernas, que dicen que el trabajo solo tiene la función de generar bienes y servicios que den dinero a sus ejecutores para que alimenten el comsumo sinfin de una economía (inversionistas) insaciable, que tiene al mundo al borde el colapso. Los robots nos dicen (y se equivocan una y otra vez´como Sísifo) que el trabajo debe dominarlo todo: nuestra identidad pública, nuestras relaciones sociales y hasta la vida personal. En lo ajeno, enajenados, así vivimos.
¿Cuando fue que pasamos de educarnos para ser mejores personas a ser piezas de lego de un engranaje inefable? ¿Cuándo, (quién dijo) que hay sólo una forma de producir basada en la competencia del todo vale o del que gana se lo lleva todo? ¿Cuándo el futuro, nuestro futuro, estuvo más cerca de ser lo que los grandes maestros espirituales prescribieron para nosotros y cuándo - a la vez- estuvimos más lejos de cumplir esos preceptos?
Docente Universitario
5 añosMe gustó, está muy bueno. Probablemente las IA irrumpirán de todas formas, como las máquinas lo hicieron dando paso a la edad moderna, pero aun podemos pensar para que nos servirán
Trabajadora Social Senior, Consultora y Asesora Técnica en Gestión de la Intervención con Enfoque de Calidad y Mejora Continua en organizaciones de Protección a la Niñez y Juventud
5 añosMuy lúcida, pertinente y asertiva tu reflexión Héctor......comparto tus ideas y sobre todo las preguntas