Salmos 33:18-21 LBLA
Salmos 33:18-21 LBLA
18 He aquí, los ojos del Señor están sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia,
19 para librar su alma de la muerte, y conservarlos con vida en tiempos de hambre.
20 Nuestra alma espera al Señor; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo;
21 pues en Él se regocija nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado.
Oración grupal inspirada en el Salmo 33:18-21
Padre Celestial,
Nos reunimos ante Ti como un solo cuerpo, unidos en fe, humillados en Tu presencia y llenos de asombro por Tu amor inquebrantable. Tú eres el Dios que vela por nosotros con ojos llenos de misericordia y compasión. Tú nos ven a cada uno de nosotros, no desde lejos, sino con la tierna mirada de un Padre que se preocupa profundamente por Sus hijos.
Señor, Tu Palabra nos dice que Tu ojo está sobre los que te temen, sobre los que ponen su esperanza en Tu amor inagotable. Y así, hoy, como pueblo llamado por tu nombre, proclamamos juntos: ponemos nuestra esperanza en ti. No en la fuerza del hombre, no en la riqueza del mundo, no en las promesas de los poderes terrenales, sino solo en Ti, nuestra Roca y nuestro Redentor.
Padre, te tememos, no con temor, sino con santa reverencia. Reconocemos Tu grandeza, Tu santidad y la profundidad ilimitada de Tu amor. Sabemos que andar en el temor del Señor es andar en sabiduría y verdad, y por eso te sometemos nuestra vida, nuestros planes y nuestros deseos. Enséñanos a vivir a la luz de Tu presencia, con corazones totalmente dedicados a Ti.
Señor, Tú eres el Libertador de nuestras almas. Tú nos rescatas de las trampas de la muerte, de las garras de la desesperación, del hambre del espíritu y de la sequía de la esperanza. Tú eres Aquel que nos sostiene cuando todo lo demás falla, que nos alimenta con Tu Palabra cuando el mundo nos deja vacíos. Por cada corazón en este lugar que está cansado, desanimado o desmayado, le pedimos: respire nueva vida. Fortalece lo que es débil. Sana lo que está roto. Nuestras almas te esperan, oh, Señor. En este momento, en esta temporada, en cada respiración, esperamos. No con ansiedad, sino con confianza. No con impaciencia, sino con expectativa. Porque no tardas en cumplir Tus promesas. Eres fiel en todos Tus caminos, y Tu tiempo es perfecto. Como grupo, declaramos: esperaremos en el Señor, porque Tú eres nuestra ayuda y nuestro escudo.
Padre, sé nuestra ayuda en toda prueba. Sé nuestra fuerza cuando somos débiles.
Protégenos de los dardos ardientes del enemigo, de las dudas que se arrastran, de las mentiras que buscan sacudir nuestros cimientos. Deja que Tu verdad sea una cubierta sobre nuestras mentes. Deja que Tu paz guarde nuestros corazones. Deja que Tu presencia vaya delante de nosotros, detrás de nosotros y a nuestro alrededor.
Y ahora, Señor, elevamos nuestros corazones con alegría. Porque no nos has dejado solos. No has apartado Tu rostro de nosotros. Incluso cuando caminamos por el valle, Tú estabas allí. Incluso cuando nos desviamos, Tu gracia nos persiguió. Incluso ahora, Tu Espíritu está entre nosotros, agitando nuestros corazones y levantando nuestros ojos hacia Ti. Confiamos en Tu santo nombre: Yahvé, nuestro Dios del Pacto. Jesús, nuestro Salvador y Pastor. Espíritu Santo, nuestro Consolador y Consejero. No confiamos en lo que vemos, sino en quién eres Tú. Nuestro gozo no está arraigado en las circunstancias, sino en Tu carácter inmutable.
Por eso, juntos como Tu pueblo, decimos:
Alégrense nuestros corazones en Ti.
Deja que nuestras vidas reflejen Tu fidelidad.
Que nuestra esperanza esté anclada en Tus promesas.
Que nuestra adoración se eleve como incienso ante Tu trono.
Y que nunca olvidemos, en cada temporada, que Tu ojo está sobre nosotros, Tu amor está sobre nosotros y Tu presencia está dentro de nosotros.
En el poderoso y santo nombre de Jesucristo, oramos.
Amén.