El documento discute la brecha digital de género que existía en 1992, donde las mujeres tenían menos acceso y participación en la Sociedad de la Información debido a desigualdades estructurales como menor tiempo libre, enfoque previo de las tecnologías hacia los hombres, y barreras en el mercado laboral. También señala que la brecha es mayor en áreas rurales y países subdesarrollados, aunque es menor entre generaciones más jóvenes, y que se requieren políticas concretas para abordarla.