Este documento discute el segundo mandamiento bíblico de no hacer imágenes para adorarlas. Explica que sólo Dios merece ser venerado y que la Biblia habla de la exclusividad del culto a Dios, no a ángeles, hombres o imágenes. También cita a San Agustín diciendo que aquellos que adoran imágenes convierten la verdad de Dios en mentira y que debemos honrar a los santos imitándolos, no rindiéndoles culto que sólo es debido a Dios.