La salmonicultura en Chile usa antibióticos para tratar enfermedades en los peces, pero estos contaminan el agua y crean zonas muertas. El uso de antibióticos está regulado, pero aún se detectan residuos en los salmones exportados que superan los límites permitidos en los mercados de destino. La resistencia a los antibióticos en bacterias es un problema creciente.