Unidad
7
Nombre y apellidos: __________________________________________ Fecha: ____________________
©EDUCACTIVA
S.A.C
Material fotocopiable
Género narrativo
Ficha de actividades
Primer
año
Primer
año
Lee los siguientes fragmentos y responde a las preguntas que aparecen a continuación.
Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban se detuvo a unos metros de ellos y quedó ob-
servando el ir y venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Parecía, por lo visto, que también en la
ciudad había seres humanos. ¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora?
¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, todos menos uno. Esteban quedó mirándolo, mientras
su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete que se había encontrado hace algún momento.
—¡Hola, hombre! —Hola... —respondió Esteban, susurrando casi. El chico era más o menos de su misma edad
y vestía pantalón y camisa de un mismo tono, algo que debió ser caqui en otros tiempos, pero que ahora
pertenecía a esa categoría de colores vagos e indefinibles. —¿Eres de por acá? —le preguntó a Esteban. —Sí,
este... —se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el cerro y que estaba de viaje de exploración a través
de la bestia de un millón de cabezas.
—¿De dónde, ah? —se había acercado y estaba frente a Esteban. Era más alto y sus ojos, inquietos, le recorrían
de arriba abajo—. ¿De dónde, ah? —volvió a preguntar. —De allá, del cerro —y Esteban señaló en la dirección
en que había venido. —¿San Cosme? Esteban meneó la cabeza negativamente. —¿Del Agustino? —¡Sí, de
ahí! —exclamó sonriendo. Ése era el nombre y ahora lo recordaba. Desde hacía meses, cuando se enteró de
la decisión de su tío de venir a radicarse a Lima, venía averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que
Lima era muy grande, demasiado grande tal vez; que había un sitio que se llamaba Callao y que ahí llegaban
buques de otros países; que había lugares muy bonitos, tiendas enormes, calles larguísimas... ¡Lima!... Su tío ha-
bía salido dos meses antes que ellos con el propósito de conseguir casa. Una casa. “¿En qué sitio será?”, le había
preguntado a su madre. Ella tampoco sabía. Los días corrieron y después de muchas semanas llegó la carta que
ordenaba partir. ¡Lima!... ¿El cerro del Agustino, Esteban? Pero él no lo llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre.
La choza que su tío había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y Esteban era el único que lo sabía.
—Yo no tengo casa... —dijo el chico, después de un rato. Tiró una bola contra la tierra y exclamó—: ¡Caray, no
tengo! —¿Dónde vives, entonces? —se animó a inquirir Esteban. El chico recogió la bola, la frotó en su mano
y luego respondió: —En el mercado; cuido la fruta, duermo a ratos... —amistoso y sonriente, puso una mano
sobre el hombro de Esteban y le preguntó—: ¿Cómo te llamas tú? —Esteban... —Yo me llamo Pedro —tiró la
bola al aire y la recibió en la palma de su mano—. Te juego, ¿ya, Esteban? Las bolas rodaron sobre la tierra, per-
siguiéndose mutuamente. Pasaron los minutos, pasaron hombres y mujeres junto a ellos, pasaron autos por la
calle, siguieron pasando los minutos. El juego había terminado,
El niño de Junto al cielo, Enrique Congrains
¡Pero qué mala pata, Chupitos! Desde chiquito la cosa había sido de una pata espantosa. El día que nació,
por ejemplo, en el Callejón de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una vecina dejó sobre un trapo la plancha
ardiente, encima de la tabla de planchar, y el trapo y la tabla se encendieron y el fuego se extendió por las pare-
des empapeladas con carátulas de revistas. Total: casi se quema el callejón. La madre tuvo que salir en brazos
del marido y una hermana de éste alzó al chiquillo de la cuna. A poco, los padres tuvieron que entregarlo a
una vecina para que lo lactara, no fuera que el susto de la madre se la pasara al muchacho. Luego fue creciendo
en un ambiente "sumamente peleador", como decía él, para explicar esa su pasión por las trompeaduras. ¿Qué
sucedía? Que su madre, zamba engreída, había salido un poco volantusa, según la severa y acaso exagerada
opinión de la hermana del marido, porque volantusería era, al fin y al cabo, eso de demorarse dos horas en la
plaza del mercado y llegar a la casa, a los dos cuartos del callejón humilde, toda sofocada y preguntando por
el marido:
-¿Ya llegó Demetrio?
Hasta que un día se armó la de Dios es Cristo y mueran los moros y vivan los cristianos. Chupitos tenía siete
años y se acordaba de todo. Sucedió que un día su mamá llegó con una oreja muy colorada y el revuelto pelo
1. Ordena del 1 al 4, según lo leído en el primer texto, la secuencia lógica de la narración.
2. ¿De qué trata el primer texto?
3. Escribe Verdadero o Falso dentro de los paréntesis con respecto de la segunda lectura.
4. ¿De qué trata el segundo texto?
5. Escribe tres características que hacen de estos, textos narrativos.
mal arreglado. El marido hizo la clásica pregunta:
-¿A dónde has estado?... La comida está fría y yo... ¡espera que te espera! A ver, vamos a ver...
Y, torpemente, sin poder urdir la mentira tan clásica como la pregunta, la zamba había respondido rabiosa-
mente:
-¡Caramba! Ni que fuera una criminal...
Arguyó la impaciencia contenida del marido:
-Yo no digo que tú eres una criminal. Lo que quiero es saber adónde has estado. Nada más.
-En la esquina.
-¿En la esquina? ¿Y qué hacías en la esquina?
-Estaba con Juana Rosa...
Y dando una media vuelta que hizo revolar la falda, se fue a avivar los tizones y recalentar la carapulcra.
La comida fue en silencio. Chupitos no se atrevía a levantar las narices del plato y el padre apuraba, uno tras
otro, largos vasos de vino. Al terminar, el zambo se lió la bufanda al cuello, se terció la gorra sobre una oreja, y,
encendiendo un cigarrillo, salió dando un portazo.
La mujer no dijo ni chus ni mus. Vio salir al marido y adivinó a dónde iba: ¡a hablar con Juana Rosa! Y enton-
ces, sin reflexionar en la locura que iba a cometer, se envolvió en el pañolón, ató en una frazada unas cuantas
ropas y salió también de estampida dejando al pobre Chupitos que, de puro susto, se tragaba unas lágrimas
que le desbordaban los ojazos ingenuos sin saber el porqué. A medianoche regresó el marido con toda la ira
del engaño avivada por el alcohol; abrió la puerta de una patada y rabió la llamada:
-¡Aurora!
Le respondió el llanto del hijo:
-Se fue, papacito...
-De veras. Mujeres con quiñes, como si fueran trompos... ¡Ni de vainas!
El trompo, José Diez Canseco
(Adaptado de http://hdl.handle.net/10757/344090)
a) Esteban y Pedro se pusieron a jugar canicas varias veces. ( )
b) Esteban acariciaba el billete anaranjado que se había encontrado. ( )
c) Esteban le dijo a Pedro que vivía cerca al cerro de El Agustino. ( )
d) Pedro le contó a Esteban que no tenía casa, que vivía en la calle. ( )
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a) La mamá de Chupitos muere en un accidente automovilístico. ( )
b) Chupitos fue abandonado por su madre cuando era muy pequeño. ( )
c) Chupitos fue criado por su tía paterna al quedar sin madre ni padre. ( )
d) El padre había golpeado a la madre y a su amante, por eso fue a prisión. ( )
6. Describe en el cuadro las características de los personajes principales de cada texto.
ESTEBAN CHUPITOS
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  • 1. Unidad 7 Nombre y apellidos: __________________________________________ Fecha: ____________________ ©EDUCACTIVA S.A.C Material fotocopiable Género narrativo Ficha de actividades Primer año Primer año Lee los siguientes fragmentos y responde a las preguntas que aparecen a continuación. Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban se detuvo a unos metros de ellos y quedó ob- servando el ir y venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Parecía, por lo visto, que también en la ciudad había seres humanos. ¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora? ¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, todos menos uno. Esteban quedó mirándolo, mientras su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete que se había encontrado hace algún momento. —¡Hola, hombre! —Hola... —respondió Esteban, susurrando casi. El chico era más o menos de su misma edad y vestía pantalón y camisa de un mismo tono, algo que debió ser caqui en otros tiempos, pero que ahora pertenecía a esa categoría de colores vagos e indefinibles. —¿Eres de por acá? —le preguntó a Esteban. —Sí, este... —se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el cerro y que estaba de viaje de exploración a través de la bestia de un millón de cabezas. —¿De dónde, ah? —se había acercado y estaba frente a Esteban. Era más alto y sus ojos, inquietos, le recorrían de arriba abajo—. ¿De dónde, ah? —volvió a preguntar. —De allá, del cerro —y Esteban señaló en la dirección en que había venido. —¿San Cosme? Esteban meneó la cabeza negativamente. —¿Del Agustino? —¡Sí, de ahí! —exclamó sonriendo. Ése era el nombre y ahora lo recordaba. Desde hacía meses, cuando se enteró de la decisión de su tío de venir a radicarse a Lima, venía averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que Lima era muy grande, demasiado grande tal vez; que había un sitio que se llamaba Callao y que ahí llegaban buques de otros países; que había lugares muy bonitos, tiendas enormes, calles larguísimas... ¡Lima!... Su tío ha- bía salido dos meses antes que ellos con el propósito de conseguir casa. Una casa. “¿En qué sitio será?”, le había preguntado a su madre. Ella tampoco sabía. Los días corrieron y después de muchas semanas llegó la carta que ordenaba partir. ¡Lima!... ¿El cerro del Agustino, Esteban? Pero él no lo llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre. La choza que su tío había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y Esteban era el único que lo sabía. —Yo no tengo casa... —dijo el chico, después de un rato. Tiró una bola contra la tierra y exclamó—: ¡Caray, no tengo! —¿Dónde vives, entonces? —se animó a inquirir Esteban. El chico recogió la bola, la frotó en su mano y luego respondió: —En el mercado; cuido la fruta, duermo a ratos... —amistoso y sonriente, puso una mano sobre el hombro de Esteban y le preguntó—: ¿Cómo te llamas tú? —Esteban... —Yo me llamo Pedro —tiró la bola al aire y la recibió en la palma de su mano—. Te juego, ¿ya, Esteban? Las bolas rodaron sobre la tierra, per- siguiéndose mutuamente. Pasaron los minutos, pasaron hombres y mujeres junto a ellos, pasaron autos por la calle, siguieron pasando los minutos. El juego había terminado, El niño de Junto al cielo, Enrique Congrains ¡Pero qué mala pata, Chupitos! Desde chiquito la cosa había sido de una pata espantosa. El día que nació, por ejemplo, en el Callejón de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una vecina dejó sobre un trapo la plancha ardiente, encima de la tabla de planchar, y el trapo y la tabla se encendieron y el fuego se extendió por las pare- des empapeladas con carátulas de revistas. Total: casi se quema el callejón. La madre tuvo que salir en brazos del marido y una hermana de éste alzó al chiquillo de la cuna. A poco, los padres tuvieron que entregarlo a una vecina para que lo lactara, no fuera que el susto de la madre se la pasara al muchacho. Luego fue creciendo en un ambiente "sumamente peleador", como decía él, para explicar esa su pasión por las trompeaduras. ¿Qué sucedía? Que su madre, zamba engreída, había salido un poco volantusa, según la severa y acaso exagerada opinión de la hermana del marido, porque volantusería era, al fin y al cabo, eso de demorarse dos horas en la plaza del mercado y llegar a la casa, a los dos cuartos del callejón humilde, toda sofocada y preguntando por el marido: -¿Ya llegó Demetrio? Hasta que un día se armó la de Dios es Cristo y mueran los moros y vivan los cristianos. Chupitos tenía siete años y se acordaba de todo. Sucedió que un día su mamá llegó con una oreja muy colorada y el revuelto pelo
  • 2. 1. Ordena del 1 al 4, según lo leído en el primer texto, la secuencia lógica de la narración. 2. ¿De qué trata el primer texto? 3. Escribe Verdadero o Falso dentro de los paréntesis con respecto de la segunda lectura. 4. ¿De qué trata el segundo texto? 5. Escribe tres características que hacen de estos, textos narrativos. mal arreglado. El marido hizo la clásica pregunta: -¿A dónde has estado?... La comida está fría y yo... ¡espera que te espera! A ver, vamos a ver... Y, torpemente, sin poder urdir la mentira tan clásica como la pregunta, la zamba había respondido rabiosa- mente: -¡Caramba! Ni que fuera una criminal... Arguyó la impaciencia contenida del marido: -Yo no digo que tú eres una criminal. Lo que quiero es saber adónde has estado. Nada más. -En la esquina. -¿En la esquina? ¿Y qué hacías en la esquina? -Estaba con Juana Rosa... Y dando una media vuelta que hizo revolar la falda, se fue a avivar los tizones y recalentar la carapulcra. La comida fue en silencio. Chupitos no se atrevía a levantar las narices del plato y el padre apuraba, uno tras otro, largos vasos de vino. Al terminar, el zambo se lió la bufanda al cuello, se terció la gorra sobre una oreja, y, encendiendo un cigarrillo, salió dando un portazo. La mujer no dijo ni chus ni mus. Vio salir al marido y adivinó a dónde iba: ¡a hablar con Juana Rosa! Y enton- ces, sin reflexionar en la locura que iba a cometer, se envolvió en el pañolón, ató en una frazada unas cuantas ropas y salió también de estampida dejando al pobre Chupitos que, de puro susto, se tragaba unas lágrimas que le desbordaban los ojazos ingenuos sin saber el porqué. A medianoche regresó el marido con toda la ira del engaño avivada por el alcohol; abrió la puerta de una patada y rabió la llamada: -¡Aurora! Le respondió el llanto del hijo: -Se fue, papacito... -De veras. Mujeres con quiñes, como si fueran trompos... ¡Ni de vainas! El trompo, José Diez Canseco (Adaptado de http://hdl.handle.net/10757/344090) a) Esteban y Pedro se pusieron a jugar canicas varias veces. ( ) b) Esteban acariciaba el billete anaranjado que se había encontrado. ( ) c) Esteban le dijo a Pedro que vivía cerca al cerro de El Agustino. ( ) d) Pedro le contó a Esteban que no tenía casa, que vivía en la calle. ( ) ___________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________ a) La mamá de Chupitos muere en un accidente automovilístico. ( ) b) Chupitos fue abandonado por su madre cuando era muy pequeño. ( ) c) Chupitos fue criado por su tía paterna al quedar sin madre ni padre. ( ) d) El padre había golpeado a la madre y a su amante, por eso fue a prisión. ( )
  • 3. 6. Describe en el cuadro las características de los personajes principales de cada texto. ESTEBAN CHUPITOS ____________________________________ ____________________________________ ____________________________________ ____________________________________ ____________________________________ ____________________________________