ARTÍCULOS 
LOS MITOS DE LA 
COSMOGONÍA ORFICA 
COMO INTRODUCCIÓN 
AL PITAGORISMO 
SANTIAGO GONZÁLEZ ESCUDERO 
OVIEDO 
reoiendemos comprender la evolución 
del pensamiento griego desde las bases 
que supuso la doctrina órfíca hasta el de­sarrollo 
alcanzado a través y por medio 
del pitagorismo, y el mero hecho de ma­nifestarlo 
de este modo significa que en­tendemos 
el problema planteado en los 
términos siguientes: 
a) que el pensamiento griego aparece dentro de lo 
que comúnmente se relega al campo de la religión e inclu­so 
de la fantasía, es decir del mito (1). 
b) Que la doctrina órfíca se encauza a través del pita­gorismo 
y se encuentra en la base del pensamiento griego. 
c) Que los pitagóricos encauzaron de una determi­nada 
forma el pensamiento griego y transformaron así la 
base doctrinal de los órfícos. 
Cada una de estas afirmaciones necesita de una 
amplia demostración y de un enfoque adecuado para 
poder ser utilizada en nuestra valoración del pitagorismo 
como un hito fundamental en el pensamiento griego. Ello 
quiere decir que no estamos de acuerdo con una simple 
valoración tradicional que establece, al viejo modo de 
Nestle, la diferencia entre mito y logos, siguiendo una 
delimitación platónica, si bien en un sentido distinto. Tal 
opinión nos llevaría sin más a admitir una fisura en el 
1) Aún respetando los aciertos que tuvo la doctrina de Wilhem Nestle 
en su enfoque sobre el nacimiento del pensamiento en el mundo griego, 
hemos de admitir que una obra como El desarrollo del Espíritu Griego, 
Ariel, mantiene posiciones predeterminadas y una ausencia de verdadera 
valoración de lo que se ha denominado mito. De igual manera enjuicia­mos 
la postura de Jaeger {Paideia, Fondo de Cultura Económica, La Teo-logh 
de los primeros filósofos griegos. 
pensamiento griego e incluso dentro de los propios pen­sadores; 
habría sin más que admitir la existencia de con­tradicciones 
en el «logos» desde Tales de Mileto hasta 
Parménides, ya que ambos, como todos los demás, se sir­vieron 
ampliamente del mito tanto para la expresión de 
sus ideas como para la fundamentación de las mismas. 
Pero es precisamente en los pitagóricos en donde el pro­blema 
se agravaría de tal modo que no podríamos com­prender 
cómo una doctrina mística puede llevar consigo 
la implantación (2) ideológica de un nivel operatorio 
como es el aritmético-matemático, es decir, no podríamos 
compaginar unos pitagóricos desarrollando la capacidad 
del número a la vez que la doctrina de la transmigración 
de las almas o la de la purificación ascética del cuerpo en 
medio de una asociación o convento místico (3). 
2) Sobre el concepto de «implantación» y el sentido en que aquí lo 
utilizamos remitimos al análisis del mismo que hace Gustavo Bueno en 
Ensayos Materialistas, Taurus, pág. 236 y ss. De acuerdo con la termi­nología 
que en ella se recoge, aplicamos implantación en el plano dia-mérico 
o sea «entre dos formas de conciencia». 
3) El problema de la relación que se puede establecer en los pita­góricos 
entre metafísica y matemáticas así como el papel que les corres­ponde 
en la Historia de la Ciencia occidental tomando sólo éff cuenta el 
último aspecto ha sido exagerado o por los menos valorado fuera de una 
visión de conjunto tal como corresponde ya desde la Paideia de Jaeger 
(pág. 160 y ss.). En la misma línea tenemos los estudios más concretos 
de Cornford («Mysticism and Science in the Pythagorean Tradition», 
1922, tomado de la recopilación de artículos de Mourelatos, en Anchor 
1974, y citado a partir de ahora como Cornford 1922; también en La 
filosofh no escrita, Ariel 1967, citado como Cornford 1967), en Kahn 
(«Pythagorean Philosophy», 1923, Mourelatos), en Nestle (op. cit. pág. 
68 y ss.), etc. En la recogida de textos e interpretación que ofrecen 
Kirk-Raven sobre los pitagóricos (Los filósofos presocráticos, Gredos, pág. 
306-325, citado a partir de ahora lürk-Raven) se reconoce la oscuridad 
de la tradición pitagórica, pero lo contradictorio de algunas afirmaciones 
dificulta una comprensión adecuada, a la vez que la utilización de cri­terios 
subjetivos, sobre todo en la consideración de lo que se puede 
denominar ciencia, desenfoca el problema más que lo aclara. Otros tra- 
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EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es
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Hemos de valorar previamente el mito no sólo apli­cándole 
el «logos», como sugiere Thomson (4), sino com­prendiéndole 
dentro del ambiente cultural y social en el 
que surge y cuyas transformaciones nos transmite; se 
impone desde el principio, por lo tanto, el acercamiento a 
la mitología como a la fuente de la que surge el pensa­miento 
griego y a la que se reduce la sustentación de 
nuestro estudio. 
l.l.ElMito 
La Mitología griega ha sido abordada desde una gran 
diversidad de puntos de vista, de escuelas y de ideologías, 
sin que, salvo raras excepciones, ninguna de ellas tenga en 
cuenta los posibles aciertos de las demás en este campo. 
De esta manera se puede decir que continuamente se 
avanza como si se tratase del primer enfoque, despre­ciando 
así a todos los demás con el argumento de que 
hasta el momento en que escribe cualquier nuevo estu­dioso 
del tema nadie ha entendido nada de los griegos. 
Una pretensión semejante dificulta el estudio del mi­to 
e invalida cuantos puntos acertados se hayan adquirido 
con anterioridad. 
Por otro lado, los hallazgos espectaculares de la an­tropología 
y la etnología desde Taylor a Lévi-Strauss sin 
duda alguna contribuyen a la comprensión de la elabora­ción 
mítica, no sólo aportando materiales desde el cono­cimiento 
directo de las sociedades primitivas sino, lo que 
es más importante, desde el punto de vista de una meto­dología 
rigurosa y operativa que les ha llevado a asentar 
procesos, fases y resultados en la construcción de lo que 
podríamos llamar la tradición de un pueblo. 
Sin embargo sus estudios y conclusiones han sido y 
son aún recibidos con tantas suspicacias y reservas por los 
bajos pretenden, aunque no siempre lo consiguen, ordenar y, en lo posi­ble, 
esclarecer el problema del pitagorismo y sus antecedentes o compo­nentes. 
Un brillante ejemplo es el ofrecido por Sinninge {Mattery and 
infinity in the praesocratic Schools and Plato, Van Gorkum, 1968, págs. 
49-85), que profundiza en la cuestión de los orígenes del pitagorismo, si 
bien en una segunda parte introduce conceptos matemáticos que desa­rrollan 
más que explican la posible teoría aritmética de la escuela. Gus­tavo 
Bueno (Metafáica Presocrática, págs. 119-169) atiende a los pro­blemas 
con los que se enfrenta la tradición pitagórica y ofrece un estudio 
pormenorizado al modo de Sinninge. Nos parece una aportación des­tacada 
el estudio del papel desempeñado por los pitagóricos en el logro 
de un modelo metafísico de cosmovisión; sin embargo, deja de lado la 
relación con otros modelos de cosmovisión generalizados incluso fuera 
del área griega y representados en ella por todo aquello que tradicional-mente 
se excluye de las listas de la filosofía, es decir los esquemas de 
pensamiento que podemos hallar en las obras de Homero y en la Teo­gonia 
de Hesiodo, además de las menciones a los órficos Dodds (Los 
griegos y lo irracional, Rev. de Occidente, pág. 130 y ss.), por su parte, 
profundiza sólo en el aspecto metafísico de los pitagóricos y en el papel 
que desempeñaron a niveles sociológicos. Estudia también las conexio­nes 
y dependencias respecto a los órficos y a la poesía épica, pero no 
relaciona sus análisis con la dimensión matemática de los pitagóricos. De 
todo ello deducimos la necesidad de profundizar en el tema y compro­bar 
hasta qué punto podemos hablar de una dimensión nueva a partir 
del pitagorismo. 
4) George Thomson, Los primens filósofos, Universidad autónoma 
de México 1959, pág. 185 y ss. aplica en el estudio de la escuela de Mi-leto 
los procedimientos que en páginas anteriores utilizó con la narra­ción 
de Hesiodo. 
investigadores del mundo griego que por lo general se re­chazan 
en la suposición de que los mitos griegos son abso­lutamente 
distintos, ya que tampoco podemos comparar 
la evolución cultural de los llamados actualmente «salva­jes 
» con la que se alcanzó en el ámbito helénico y que es 
el fundamento de nuestra cultura occidental. 
Incluso investigadores de tanta prestancia en este 
campo como Kirk (5), aunque recogen y reconocen a 
duras penas los aciertos metodológicos estructuralistas de 
Lévi-Strauss, no pueden por menos que censurar los pro­cedimientos, 
exagerar las limitaciones y, en definitiva, 
asegurar que no están bien estudiados los mitos así que, 
en todo caso, tampoco se pueden alcanzar de esta manera 
conclusiones válidas al efecto. Más adelante nos ocupare­mos 
de ello. 
Mayor inquina desarrollan estos investigadores 
contra la escuela lingüística de la mitología que aplica a 
ésta los métodos desarrollados en los estudios comparati­vos 
de las lenguas indoeuropeas, como es el caso de Du-mézil 
(6). Sus largos estudios y toda suerte de conclu­siones, 
fundamentales tanto en el aspecto de los mitos y 
sus repercusiones como en el campo general de la litera­tura, 
tan sólo han merecido tres referencias aisladas en la 
obra, por otro lado amplia y profunda, del profesor Kirk 
(7). En otros casos ni tan siquiera le citan y en ninguno le 
suelen tener en cuenta, pese a que no se puede entender 
un estudio mitológico serio sin profundizar en sus méto­dos 
y conclusiones. 
No vamos a negar aquí la diferencia entre los mitos 
que conocemos de los griegos y los recogidos en el estu­dio 
de las actuales sociedades primitivas, sobre todo si te­nemos 
en cuenta la elaboración literaria muy depurada 
5) Kirk, B/ Mito, su significado y funciones en las distintas Culturas, 
Barral, 1973, capit. II, citado a partir de ahora Kirk, 1973. 
6) Dumézil, Los dioses de los indoeuropeos, Seix-Barral, introducción, y 
sobre todo Mito y Epopeya, Seix-Barral, sobre todo la parte segunda, a 
partir de la página 245, en donde muestra su análisis desde el enfoque 
de la historia de las religiones indoeuropeas hasta su aplicación al caso 
concreto de los orígenes de Roma, guiado por los mitos recogidos por 
los llamados historiadores romanos, como Tito Livio, y por los poetas 
como Virgilio. 
7) ICirk, 1973, págs. 32, 247 y 299. En la 247 señala que es demasiado 
optimista hablar de un «método comparativo» en mitología. 
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del material helénico y su utilización para unos fines so­ciales 
y políticos que denotan un fuerte avance diacrónico 
comprobable por medios diríamos meta-mitológicos; lo 
que es evidente que no ocurre en sociedades de las que 
sólo cabe una sincronía incompleta en la mayoría de los 
casos. 
En lo que se refiere a los métodos comparativos al 
modo de la lingüística, podemos argumentar que son per-pectamente 
válidos siempre que se tengan en cuenta sus 
limitaciones. Esto es, que sólo se apliquen tal como lo lle­vó 
a cabo el propio Dumezil, con sociedades interrelacio-nadas 
lingüísticamente, como es el caso de las que habla­ron 
una lengua indoeuropea, aunque los logros hallados 
por ese camino son susceptibles de análisis sociológico y 
por lo tanto pueden originar conclusiones de ámbito ge­neral 
susceptibles de ser aplicadas en aquellas áreas de si­milares 
condiciones sociológicas. De esta manera enten­demos 
que Kirk no tiene razón cuando censura la teoría 
de las tres funciones de Dumezil, demostrada entre pue­blos 
indoeuropeos, por el hecho de que en los pueblos 
semitas, y por tanto no indoeuropeos, también se pueden 
encontrar el mismo aspecto tripartita: los indoeuropeos y 
los semitas desarrollan socialmente una estructura patriar­cal 
de semejante índole, lo que demuestra por el contra­rio 
la validez de la teoría de Diunezil. 
Con estos supuestos, ya aún en la idea de que vamos 
a resultar reiterativos y en lo que parece un lugar común 
de los tratadistas de la materia, vamos a comenzar nuestro 
estudio analizando lo que los propios griegos entendieron 
con el término «mythos». 
«Mythos» significa «relato», cualquier tipo de relato. 
Se trata de un término no marcado frente a «epos» (na­rración 
heroica) y ambos frente a «ergon» (hecho) tal co­mo 
recoge Homero (Iliada, 9, 443). 
Y si bien su etimología es dudosa, el término abarca 
todos los aspectos generales del relato y se opone a «isto-ríe 
» (8), palabra también de amplios sentidos, desde «in­vestigación 
» (Herodoto, 2, 29; Platón, Fedón, 96 a; Aris­tóteles, 
de Respir. 447a 7) hasta el más difundido poste­riormente 
por la obra de Herodoto de «escrito narrativo 
a partir de informaciones» (Herodoto 7, 96 entre otros). 
El margen prácticamente universal de un relato hace 
que la definición de mito resulte confusa, lo que redunda 
en mayor dificultad a la hora de establecer las pertinentes 
diferenciaciones que nos permitan servirnos de los que 
verdaderamente responde a la construcción mitológica, 
según lo que se entiende por tal. De esta manera surgen 
dos aspectos que contribuyen a oscurecer más que a acla­rar 
la cuestión: se trata de la posible diferencia entre el 
mito y el cuento popular, de un lado, y la separación 
entre mitología y religión, por el otro. Hay que tener en 
cuenta que no está trazada una línea divisoria entre estos 
campos, si es que decididamente se pueden considerar 
como tales, ni tampoco la mitología tiene un cierre cate-gorial 
establecido o fácil de establecer. 
8), Acerca del valor del término «istoria» y de su uso en Herodoto nos 
remitimos al amplio y magnífico estudio hecho por Chatelet en El naci­miento 
de la Historia, siglo XXI, 1978, tomo I. 
El cuento popular (los Marchen), desde las famosas 
recopilaciones de los hermanos Grimm en el siglo pasado, 
tratan de ocupar no sólo un puesto en la literatura sino de 
sentar las bases de una construcción popular oral (al decir 
de los Formalistas) capaz de confundirse con la propia ela­boración 
mitológica. Un análisis de los contenidos temáti­cos 
de los cuentos populares nos llevaría a enfrentarnos 
con personajes, situaciones y argumentos incluso usados 
por otro lado en los relatos mitológicos. 
Los folkloristas intentan diferenciar ambos campos y 
recurren a la siguiente proporción: 
mito 
religión 
cuento popular 
folklore 
Lo que bien mirada no deja claro nada sino más bien 
establece paralelos de difícil demostración, además de 
plantear problemas a la hora de definir exactamente lo 
que es folklore y lo que es religión, sin usar lógicamente 
en ambos casos a los otros dos términos de la proporción 
que se pretende demostrar. 
Malinowski trató de superar la dificultad que plantea­ba 
el mito recurriendo a las definiciones que daban los 
propios pueblos estudiados para quienes siempre se ve de 
diferente manera lo que constituye el aparato mitológico 
rodeado de un cierto carácter sagrado y serio de lo que es 
el contenido de los relatos populares, de los cuentos. Los 
seguidores de Malinowski mantienen como insalvable esta 
diferencia. 
Sin embargo Ruth Benedict (artículo de «Mito» en 
The Encyclopaedia of the Social Sciences, 1933, v. XI, pag. 
179) y Thomson, ambos folkloristas, aseguran la imposi­bilidad 
material de mantener con un mínimo grado de fia-bilidad 
esta creencia, basándose fundamentalmente en 
que muchos elementos del mito se encuentran de la mis­ma 
manera en los llamados cuentos populares y a la inver­sa 
sin que se sepa bien cuándo un relato entra en la cate­goría 
de mito y cuándo no. La seriedad atribuida por los 
pueblos primitivos a los mitos puede darse por su utili­zación 
en el ritual de la religión más que por una caracte­rística 
interna. 
E.W. Count {Myth as world view, citado por Kirk, 
pág. 52) asegura que el concepto de «cuento popular» fue 
una invención ochocentista. 
En realidad, sin negar entidad, al menos literaria, al 
cuento popular, sí podemos eliminar la oposición al mito, 
entendiendo que se trata de dos elementos diferentes y 
que la mitología como estructura de comunicación puede 
usarse en la construcción de cuentos populares del mismo 
•modo que cabe su utilización en la tragedia, poesía, etc. 
Al eliminar la oposición mito / cuento popular hemos 
de enfrentarnos a la correspondencia con la religión. La 
religión se establece normalmente como un sentimiento 
de vinculación con lo sobrenatural entendido como algo 
divino (numen). En lo que se refiere, pues, a esta vincu­lación 
parece fuera de toda duda su carácter propio y su 
fundamento en la fe del creyente, sin embargo la elabora­ción 
de la divinidad requiere un espectro de considera­ciones 
más o menos racionalizadas en el único conjunto 
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de explicaciones generales disponible: la mitología. Tam­bién 
necesita una manifestación práctica de su vinculación 
con la divinidad, de la unión o correspondencia entre la 
divinidad y el mundo: el ceremonial y el rito, que a su vez 
también encuentra su racionalización en el conjunto mito­lógico. 
De esta forma la mitología aparece aislada con carac­terísticas 
propias que, con todo, muchas veces hemos de 
deducir a través de la amplia gama de manifestaciones 
ideológicas: religión, ritual, arte, historia, cuentos popula­res, 
etc., pero que no podemos en ningún caso confundir 
con ellas mismas, a pesar de que nos veamos obligados a 
recoger de sus manifestaciones el contenido mitológico, 
junto con las de la poesía y el arte. 
Llegados a este punto es preciso que establezcamos 
un sistema de comprensión de la mitología que, a través 
de todos sus cauces fenomenológicos, nos conduzca a es­tudiar 
adecuadamente la génesis y estructura del pensa­miento 
en el caso de órficos y pitagóricos. Si, como se 
suele hacer en la mayoría de los estudios sobre este tema, 
dejamos de lado este aspecto, nos veremos desde el prin­cipio 
imposibilitados para encauzar adecuadamente el 
contenido y la génesis del pensamiento helénico en un 
momento crucial de despegue como fue el de los pitagóri­cos. 
Con todas estas premisas vamos a centrar y limitar 
nuestro estudio del mito a los siguientes puntos: 
a. recoger la estructura mítica en los puntos de 
acuerdo entre las diversas fuentes y establecerla dentro de 
un campo mitológico más amplio en el que podemos ci­frar 
sus orígenes. 
b. una vez establecida la estructura mítica órfica, en 
la medida de lo posible, vamos a compararla con la que 
podríamos llamar «tradicional» en el pensamiento griego; 
nos referimos a la que se recoge en Homero y a la que 
puede colegirse siguiendo la Teogonia de Hesiodo. En 
esta comparación trataremos de encontrar posibles ele­mentos 
comunes y posibles discrepancias; la Historia nos 
servirá para tratar de explicar ambas. 
c. explicaremos la estructura de los mitos órficos de 
acuerdo con aquello que representan desde el punto de 
vista socio-político, a la vez que estudiaremos su inserción 
en la línea doctrinal anterior. 
d. Trataremos el paso de la doctrina y cosmovisión 
órfica a la pitagórica, analizando similitudes y discrepan­cias, 
en relación con la creación doctrinal de esta escuela y 
su repercusión en el pensamiento occidental. 
De esta manera y en consonancia con lo anterior­mente 
expuesto, vamos a emplear el mito como un len­guaje, 
entendido en el sentido de construcción sistemática 
cómo lo definen Ducrov-Todorov en sü Diccionario (9), 
pero no estableciendo un parangón con la lengua, al 
modo con el que los estructuralistas pretenden trabajar. 
9) Oswald Ducrot-Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopédico de las cien­cias 
del Lenguaje, siglo XXI, 1974, pág. 126). 
que nos llevaría a establecer unidades mínimas (los «mite-mas 
» de Lévi-Strauss) (10) y a construir toda una gramá­tica 
del mito (con sincronías desde el punto de vista de las 
líneas de parentesco, como hace Lévi-Strauss, o desde 
aspectos psicoanalíticos como, hace Paul Diel) (11). Se 
trata de un código que se apoya en la lengua en que se 
expresa y que coroplementa, amplía y desarrolla sus posi­bilidades 
hasta constituir por sí mismo un modo de comu­nicación 
intelectual y social; algo semejante a la función 
de la literatura que «ejemplifica la imposición de un se­gundo 
código sobre el lenguaje (por ejemplo, las imposi­ciones 
formales de la poesía o el relato); al mismo tiempo, 
utiliza las palabras (sobre todo en los tropos) como símbo­los 
más que como signos» (12). 
En esta idea del mito trataremos de comprobar el 
desarrollo de las creencias órficas. 
1.2. Los mitos órficos 
Orfeo, de acuerdo con la tradición literaria que reco­ge 
Graves (13), aparece como el hijo de rey de Tracia 
Oeagro y de la musa Calíope. El nombre del padre, 
Oeagró, aparece relacionado con una divinidad preheléni­ca 
de los ríos. En la leyenda se pueden establecer los si­guientes 
puntos: 
a. Tras una visita a Egipto, Orfeo se une a los Argo­nautas. 
Su música, pues siempre se vincula a Orfeo con la 
capacidad catártica de la música, resulta de gran utilidad 
para superar las dificultades del viaje. A su vuelta se casa 
con Eurídice y se queda a vivir entre los ciconios de Tra­cia. 
b. A causa de una mordedura de serpiente muere 
Eurídice. Orfeo baja al Tártaro a buscarla. Por medio de 
su música convence a Hades para que devuelva a la vida a 
Eurídice, lo que logra a condición de no mirarla durante 
el viaje de regreso del Tártaro. Orfeo no puede resistir el 
mirarla y la pierde para siempre. 
c. Orfeo se enfrenta a Dionisos. Se retira a vivir 
como saceJrdote de Apolo pero Dionisos envía a las Mé­nades 
para que le venguen. Estas encuentran a Orfeo y le 
despedazan. 
Junto a estos puntos fundamentales para la leyenda 
se encuentran ima serie de elementos característicos para 
el estudio sociológico del mito, pero que realmente exce- 
10) Los análisis de Levi-Strauss, que a lo largo de sus Mitológicas com­prenden 
el campo específicamente etnográfico, vamos a circunscribirlas 
a las contenidas en Antropología Estructural, Eudeba., en donde atienden 
incluso a un mito griego como el de Edipo que descompone en unida­des 
mínimas. 
11) Paul Diel, El simbolismo en la Mitología Griega, Labor, 1976, funda­mentalmente 
en la introducción (págs. 11-43) en donde expone los 
fundamentos metodológicos. 
12) Ducrot-Todorov, op. cit. pág. 127. 
13) Graves, Ihe Greek Myths, Penguin B,ooks, 1955, 28 passim, apoya­do 
en Píndaro, Pítica IV y escolios. Esquilo, Agamenón 1629-30, Eurí­pides, 
Bacantes 561-4 y Apolonio de Rodas I, 28-31. 
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den las posibilidades de un simple artículo y, por otra 
parte, no son pertinentes en el desarrollo doctrinal pita­górico. 
En estos puntos podemos comprobar unas caracte­rísticas 
fundamentales: vinculación de Orfeo con Apolo y 
las musas (Pausanias, IX, 30, 3) • Sospechosa oposición a 
Dionisos, en tanto que el supuesto castigo que le infringe 
Dionisos, castigo que la tragedia nos muestra desarrollado 
en la persona del rey tracio Penteo (14) -rescate de la 
muerte, por un lado, más muerte y destrucción del cuer­po, 
por otro, elementos que son característicos de las di­vinidades 
de la fecundidad propias de las sociedades agra­rias 
(mito de Osiris en Egipto, por ejemplo). 
Orfeo, según Kirk (15), es una divinidad de la fertili­dad 
y Eurídice también lo es, encontrándose paralelos a 
esta leyenda en toda el área mediterránea. La relación mí­tica 
con Eurídice es susceptible de interpretación de 
acuerdo con la oposición muerte / inmortalidad a lo que se 
añaden «una narración sobre la fertilidad y un motivo de 
cuento popular». Lo cual en realidad no supone la super­posición 
de tres mitos sino el desarrollo de uno solo, ya 
que en el contenido del problema referente a la fertili­dad 
/ esterilidad subyace la oposición a que antes nos re­feríamos 
y el relato ilativo responde, como es lógico, al 
estilo y modo de la literatura popular. 
Por otra parte, de acuerdo con el método de 
Lévi-Strauss, nos encontraríamos ante un dilema, contra­dicción, 
antítesis, etc., resuelta o al menos planteada de 
modo dialéctico que lleva consigo la introducción de un 
factor mítico (Orfeo-Apolo y el dominio de la música) 
para mediar entre los dos polos opuestos. 
Para resolver estas construcciones míticas en las que 
no se puede hablar de necesidades etiológicas dado que 
no sirve para introducir nuevos sistemas o modos de vida, 
ni de un afán especulativo puesto que tampoco introdu­cen 
una cosmovisión ni siquiera un nivel teórico mínimo, 
Kirk alude a lo que denomina «modo evaluativo», es 
decir que, ante una oposición existente, la construcción 
mítica se limita a plantear el problema inclinándose sen­siblemente 
a uno de los polos. Si bien nosotros añadiría­mos 
que dialécticamente, lo que deja a la estructura míti­ca 
la libertad necesaria para ser utilizada por modos de 
expresión sociológicamente contrapuestos; es decir, que 
de esta manera el mito puede ser reescrito por sucesivas 
opciones ideológicas y servir de vehículo de expresión 
para afanes más ambiciosos como, puede ser el de una 
cosmología. 
Dodds (16) opina, a riesgo de ser acusado de «pan-chamanista 
», como él mismo reconoce, que «la patria de 
Orfeo es Tracia, y en Tracia es el adorador o compañero 
de un dios a quien los griegos identificaron con Apolo. 
Combina las profesiones de poeta, mago, maestro religio­so 
y emisor de oráculos. Como ciertos chamanes legenda­rios 
de Siberia, puede con su música hacer que vengan a 
escuchar los pájaros y las bestias. Como los chamanes de 
14) Eurípides, Las Bacantes. Vid. C. Miralles, Tragedia y polüica en Es­quilo, 
pág. 141-2, acerca del tratamiento anterior de este tema. 
15) Kirk, 1973,233. 
16) Dodds, opc. cit. loe. cit. 
todas partes, hace una visita a los infiernos, y su motivo es 
un motivo muy corriente entre los chamanes: rescatar un 
alma robada... Concluyo que Orfeo es una figura tracia 
prácticamente de la misma índole que Zalmoxis, un cha­mán 
mítico o prototipo de chamanes». 
No estaría de más añadir que Diógenes Laercio (17) 
recoge a Zalmoxis, según la opinión de algunas fuentes, 
como un esclavo de Pitágoras. 
De todas las maneras, la opinión de Dodds no solu­ciona 
los problemas planteados en el mito, e incluso se 
le podría tachar de cierto evemerismo por cuanto se limi­ta 
a explicarnos las posibilidades de existencia real de una 
figura como la de Orfeo. Sin embargo, lo importante es 
señalar que en el origen de una creencia o doctrina la per­sonalidad 
del chamán, del hombre extraordinario se en­tiende 
sólo a modo de prestigio, de propaganda y en suma 
como elemento aglutinador que dé origen a una escuela, 
separándolo de esta forma de lo que más tarde se le atri­buye 
como doctrina o dogma propio. 
En resumen, tanto de Dodds como de Graven, Kirk 
y de cualquier otro que haya abordado con seriedad estas 
cuestiones, podemos deducir la vinculación de Orfeo con 
los mitos y creencias de la fertilidad propias de una socie­dad 
agraria, en donde la oposición muerte / inmortalidad 
es sujeto de tratamiento y necesita una explicación. 
La unión Orfeo-Apolo-Dionisos entendida a modo 
dialéctico de acuerdo con la inclinación a uno de los dos 
polos de la oposión aparece de esta manera dentro de la 
misma corriente mitológica, lo que lleva a pensar que no 
se trata de niveles mitológicos o sociológicos diferentes. 
El relato mítico, el nexo de las leyendas, puede reci­bir 
un tratamiento diferente y sucesivas transformaciones 
de acuerdo con el tipo de sociedad que lo reescriba y del 
tipo de cultura que se encargue de hacerlo, funcionando 
el comportamiento dialéctico de modo independiente al 
mito propiamente dicho hasta llegar a parecer dos ele­mentos 
diferentes. 
Esto puede explicar el que Orfeo simbolizase una 
«nueva» tendencia, una corriente extraña a la construc­ción 
mitológica efectuada por los griegos desde la época 
homérica y sancionada en las estructuraciones de Hesio-do, 
cuando no se trata más que de una nueva lectura o 
escritura del mismo estadio mitológico distanciado por 
una tradición ideológica propia elaborada desde un pri­mer 
momento. 
1.3,.. Contenido de los mitos órfícos 
A los órficos se les atribuye una cosmogonía. La ver­dad 
es que tenemos muy pocas noticias sobre ella, pero sí 
podemos admitir como cierta la referencia a la misma, 
dada la pluralidad de fuentes antiguas que la mencionan. 
No hay duda de que en cierta manera se les reconoce un 
campo doctrinal originario, aunque impreciso, si bien 
poco podemos decir sobre él fuera de lo divulgado por 
(17) Diógenes Laercio, Vita Philosophorum, VIII, 2. 
EL BASILISCO 13
EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es 
los pitagóricos, e incluso con relación a estos últimos las 
más de las veces guiados por noticias indirectas y no por 
una obra original. 
Una exégesis cuidadosa de la Antigüedad nos obliga­ría 
a establecer a ciencia cierta quiénes eran los órficos y 
qué representó un movimiento social de tal índole si es 
que llegamos a admitirlo. En esto nos encontramos con 
una serie de noticias y estudios contradictorios en los his­toriadores, 
a pesar del interés y de los afanes de Guthrie 
{The Greeks and their Gods, 1950, capit. XI) por asignar 
un lugar específico a los órficos en la fesfera de la religión 
griega. 
Dodds (18) presenta como extremadamente dudoso 
todo lo que se refiere a esta doctrina, y confiesa que no 
encuentra verdaderos testimonios anteriores a la época 
clásica, e incluso la helenística, sobre la existencia real de 
la secta o escuela órfica; e incluso los testimonios poste­riores 
la presentan confimdida con los pitagóricos. 
Admite que Orfeo, como iatromanteus, como cha­mán, 
sería el autor de fórmulas mágicas, especie de «re­cetas 
medicamentosas» según afirma Luis Gil apoyándose 
en Eurípides (19). 
El chamán, el iatromanteus, por otra parte, no redu­cía 
su labor a la curación sino que «es un héroe religioso 
cuyos milagros, aunque en contenido y forma puedan pa­recer 
magia, no son sino teurgia y con frecuencia inme- 
. diato efluvio de la fuerza divina, que pasa a su través y en 
él se derrama como en un recipiente» (20). 
18) Dodds, op. cit. pág. 142 y ss. 
19) Luis Gil, Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico. Guada­rrama, 
1969, pág. 76, recoge los versos 967 y ss. del Alcestis de Eurípi­des 
(edición de Oxford): 
ep^offois év oovfaiv, tis 
'0p9eCas xaT£ypct<|,ev 
Y^püS» oÚ6*oaá íotpo? *AaHTiitLi£6aLS Sóuxe 
• ^¿p^axa -noXóirovoLS ávTLTepuv ppoToíTaiv* 
«En las inscripciones tracias, que escribió la voz de Orfeo, ni en cuantos 
remedios dio Febo a los descendientes de Esculapio, remedios escogidos 
para los mortales sometidos a muchos males». 
20) Luis Gil, op. cit. pág. 78. 
Lo cual nos lleva a ver una relación entre Orfeo y sus 
seguidores, y a rechazar la hipótesis de Dodds de que 
Orfeo y el orfísmo son dos cosas diferentes entre sí. 
Según afirmábamos anteriormente, lo que el chamán 
en definitiva establece es una especie de círculo doctrinal 
en torno a él que evoluciona por sí mismo en manos de 
los discípulos tras la muerte del maestro. Para su evolu­ción 
y desarrollo aprovecha sin duda alguna el prestigio, 
el carisma teúrgico del maestro desaparecido y vincula a 
su vida y obras las nuevas interpretaciones que se introdu­cen 
en el círculo. 
No nos cabe la menor duda de que Orfeo puede 
incluirse entre los chamanes tracios; en torno a su figura 
surgiría un círculo de discípulos de donde parte la tradi- • 
ción de lo que Platón llama |3í|3?i(Ov Ofxaóov y Eurípides 
JtoA,XoJv YpaniiáxüJv Kajtvoijs (21). Dodds, (22) lo inter­preta 
en el sentido de que existieron numerosas varian­tes 
de doctrina órfica y Jaeger lo aprovecha para afirmar 
que no es posible hablar de un dogma órfico uniforme. 
Jaeger (23), apoyándose en Platón, habla de la existencia 
de numerosos profetas órficos, diferentes entre sí, que 
asediaban las casas de los ricos para darles indicaciones 
sobre encantamientos capaces de liberarles de las muchas 
faltas que sobrecargaban su conciencia. Incluso llega a 
afirmar Jaeger (24) que una de estas sectas fue la de los 
pitagóricos. 
Esto es lo que podemos afirmar sobre esta cuestión 
guiándonos por noticias indirectas. Sin embargo, de esta 
manera han llegado hasta nosotros fragmentos sobre una 
cosmogonía órfica. Curiosamente estos fragmentos pre­sentan 
una coherencia innegable entre sí, y no las contra­dicciones 
que cabría esperar si, como afirma Jaeger y se­ñalábamos 
anteriormente, hubiéramos de admitir diversi­dad 
entre los «profetas» órficos. Jaeger, con todo, solu­ciona 
el problema atribuyendo todos los fragmentos acer­ca 
de la cosmogonía órfica a una sola secta, la de los pita­góricos, 
con lo que aparentemente deja la puerta abierta a 
otras, narraciones y variantes que no nos han llegado pero 
que pudieron existir. Encuentra apoyo para semejante 
teoría en el hecho de que todas las informaciones que te­nemos 
son bastante posteriores al desarrollo del fenóme­no 
órfico y al pitagórico. Considerada en sí misma la cues­tión 
parece poco relevante, ya que queda bastante clara la 
existencia de una cosmogonía órfica que luego pasará a 
reelaborarse en manos de los pitagóricos, independiente­mente 
de que hubiera otras variantes desechadas; lo que 
viene a redundar en el carácter abierto y no dogmático de 
la doctrina, al contrario de lo que sucede con la religión y 
creencias oficiales mantenidas en la sociedad familiar grie­ga 
en este momento. 
Por otra parte, si tenemos en cuenta la cosmogonía o 
teogonia oficial dando este carácter a la que podemos leer 
en Hesiodo, plantearíamos el problema desde otro punto 
21) Platón, República, 364 E: «cantidad de libros». Eurípides, Hipólito, 
V. 954. «himios de muchas letras». 
22) Dodds, op. cit. pág. 161 y ss. 
23) Werner Jaeger, Teóloga de los primeros filósofos, pág. 62. 
24) W. Jaeger. Cristianismo primitivo y paideia griega, F.C.E. pág. 18 y 
nota; se apoya en Platón, República, 364 b-c. 
14 EL BASILISCO
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de vista mucho más amplio, como vamos a intentar a con­tinuación. 
Y es que nos veríamos obligados a admitir que toda 
cosmología de los griegos es en el fondo una cosmología 
órfíca, o bien que todas proceden de una primitiva que no 
nos consta. 
2. Contenido de la cosmogonía órfíca 
Desde un principio hemos de llamar la atención so­bre 
las tendencias que llevan a ver en toda construcción 
mítica importante, y sin duda alguna las cosmogonías lo 
son, un mero reflejo o sistema etiológico elaborado a 
partir de un determinado rito. Esto ocurre sobre todo con 
el tipo de cultos mistéricos, puesto que exigen de los can­didatos 
a la iniciación pasar por una serie de preceptos 
muy tipificados. Linforth (25), apoyándose en semejante 
proceder, afirma que toda idea relacionada con cualquier 
rito se consideraba órfíca, al menos hasta el siglo IV a. C. 
En nuestro acercamiento al orfísmo vamos a rechazar 
esta postura por cuanto que, con anterioridad a la fecha 
propuesta por Linforth, encontramos suficientes testimo­nios 
en nada confusos de ideas órftcas fuera del ritual. Por 
ello nos vamos a servir de una fuente griega antigua, 
como es el coro de Las Aves del comediógrafo ático Aris­tófanes, 
a pesar de que se trate de una obra literaria y no 
filosófica, al menos de filosofía académica. 
Ante todo, es preciso que hagamos nuestras las pala­bras 
con las que Luis Gil (26) ha señalado recientemente 
Jos límites de utilización de la información socio-política 
que pudiéramos rastrear en la comedia. 
«La comedia no reproduce la realidad tal cual es, sino 
aquellos hechos que pudieran darse en el marco de esa 
realidad, lo que limita considerablemente, pero no exclu­ye, 
su valor referencial». 
Por otra parte, el hecho de que la comedia arranque 
de aquello que los ciudadanos encuentran en su vida dia­ria 
es lo que garantiza su propio valor de espejo crítico e 
incluso su vena humorística. Es este el sentido en el que 
Lesky (27) llama a la obra de Aristófanes «comedia polí­tica 
». Sin embargo, otros autores como Bodin-Mazon 
(28) certifican que precisamente la obra de la que nos va­mos 
a ocupar no puede incluirse en semejante clasifica­ción 
por la ausencia de un argumento comprometido con 
la situación de la ciudad, de Atenas. Opinión por demás 
muy discutible y que en absoluto compartimos, aunque 
dejamos para otra ocasión el profundizar más sobre la 
cuestión, pero incluso resulta fuera de lugar ya que el 
'sentido en que Lesky aplica «comedia política» no se ciñe 
exclusivamente al argumento sino que atañe fundamental­mente 
a todo tipo de idea que se manifieste en la obra y 
es precisamente así por cuanto Aristófanes no utiliza 
25) Linforth. TheArt ofOrpheus, 1941, citado en Kirk-Raven, pág. 61. 
26) Luis Gil «La comedía ática», en Historia 16, a° 35, pág. 112. 
27) Albin Lesky. Historia de la Literatura Griega, Grados, pág. 447. 
28) Bodin-Mazon, Extraits de Aristophane et Hénandre, 1960 pág. 145. 
pensamientos ajenos al común de ciudadanos, espectado­res 
y jueces de sus comedias. Por ello la cosmogonía o 
creencia órfica que vamos a rastrear de su coro podemos 
considerarla de principio idea corriente en su época. 
El coro de las Aves a que nos referimos ocupa los 
versos 685-703 y corresponde a la parábasis, parte gene­ralmente 
central de la comedia. Las parábasis propiamente 
dichas aparecen hechas con ritmo anapéstico, el apropiado 
tanto a la recitación como a la marcha o evolución del co­ro. 
En lo que se refiere al estilo de la parábasis que tra­tamos 
se puede señalar el hecho de que está llena de re­miniscencias 
homéricas recogidas como lugar común por 
la generalidad de los poetas líricos, y de citas casi textua­les 
de Hesiodo. Veamos algunos ejemplos: 
La palabra con la que las aves saludan a la estirpe 
humana, afxatJpópioi (29), es un compuesto del autor en 
base a áfiavpóg, «sombra», idea que encontramos desa­rrollada 
en la definición pindárica de hombre: OKÍag 
ovap (Pírica, VIII, 96) y que se repite en el cliché lírico 
que viene a continuación: (jp6A,X,cov Y^VES JipooófiOiOL 
(Iliada VI, 146); además en los versos que siguen, hasta 
£i^e>.ó(xeipoi,, Aristófanes convierte la imagen de Píndaro 
en una doble metáfora que, por separado, acumula 
ambos aspectos. Las aves se adjudican el papel de diosas 
y comienzan su cosmogonía, cuya traducción es como si­gue: 
29) Los V. de Aristófanes a que nos referimos son los siguientes (según 
la edición de Oxford): 
, Sye 6íí qjíoiv Svópes á)Uiup¿pi.oi, 9ÍX<ov YEVE^ npo0iS)ioi.oi., 
óiTo5pav¿e;, icXíanaxa iiiiXoO, oxLoei5¿a tpOX'óneviivií, 
áxT?!v€! é9T])i£pi,oL TaaoT. PpoTol ávÉpes eíxeiSvei,poi., 
Jtpooíx^'t^ tov voOv Tots iSavÍTOis Tititv ToiTs aitv ÉOOCTIV, 
Tots oíaepfoi.5 TotToiv ¿ifíípijis %aX% á<pSiT(i |ir)6o|íévoiaiv, 
tv'óxoíoavxes itávxa nap'njiSv ópíCSs it£pl TCSV |icTeúpuv, 
ipáffiv oíuvOv Y^veoCv TC *eí!v TioTapBv T"Epípous te Xáouc te 
eífiáxE! Óp9i3;, npoSÍWj) itap'éiioO VX&ÍÍ^ efntite xb Xofnov. 
Xíos ív xal Ni? 'Epepís.xe (ifxav npSxov xal Tápxopos Eupís, 
Yfi 6*oÚ5'áíip oús'oúpavbs í v 'Ep£po«s 6'év ónefpoai. xíXitoi! 
xfxxei iipiSxtoxov úntivániov Kú5 íl neXavénxepos (jív, 
¿5 o5 nepi-TEXKotíÉvítis úpKis épXooxEv "Epus ó itoSeivás, 
<JxCpuv vOxov itxEpáyoiv Xpuaa.iTv, eíxQ; áve^xEOi. 6fvai,s. 
OSTOS i X<£EI. itxepÍEvxi HI-Y^^S vuxf^ xoxíi; Típxapov EÚpbv 
íveáitxeuaev Y^^OS rit»íxepov, xaX itpOxov ÍVIÍYIYEV ¿O ¡pOs. 
upíxEpov 6'o6x ív Y^VOS ó^avíxuv, nplv 'Epus ^UVÍIIEL^EV Snavxa* 
Suiífu.YVw^ívtiíV 6'ix¿p(i)v éxÉpois YÍvex'oúpovbs ¿XEavás xe 
«al YI nívxuv TE *e!Sv ^laxípuv Y^^OS áy^iTov. 
«Ea, pues, hombres sombríos de naturaleza, a la estirpe de las hojas 
semejantes, débiles, modelados de barro, razas inconsistentes, como 
sombras, hombres efímeros, mortales sin alas parecidos a los sueños, 
prestad atención a nosotros los inmortales, los que siempre están, los 
habitantes de lo alto, que sin envejecer piensan en lo incorruptible; para 
que oyendo todas las verdades sobre los fenómenos celestes de nosotras, 
la raza de las aves, sabiendo bien la estirpe de los dioses, de ios ríos, del 
Erebo y del Caos, digáis de mi parte a Pródico que llore lo demás: En el 
principio existían Caos, Noche, Erebo negro y ancho Tártaro; en cambio 
no existían ni tierra ni aire ni cielo. En los infinitos senos de Erebo No­che 
la de negras alas, genera en principio un huevo hueco, del cual, en el 
tiempo marcado, surgió Eros, el deseable, con la espalda brillante por 
dos alas de oro, semejante a los torbellinos rápidos como el viento. Y 
éste, en la noche, mezclándose a Caos, alado, engendró nuestra raza; la 
condujo hacia la luz la primera, pues no existía la estirpe de los inmor­tales 
antes de que Eros conjuntase todo y, uniendo uno con otro, crea­se 
cielo, océano, tierra y la estirpe indistructible de todos ¡os dioses 
bienaventurados». 
EL BASILISCO 15
«En principio era el Caos, la Noche, el negro Erebo 
y el ancho Tártaro. No existían ni la Tierra, ni el Aire ni 
el Cielo. En los ilimitados senos del Erebo, la Noche de 
negras alas da a luz un primer huevo sin germen; de 
éste, en la estación fijada, salió Eros, el deseable, de es­palda 
resplandeciente por dos alas de oro, semejante a 
los torbellinos que lleva el viento. Y él, uniéndose al ala- 
'do Caos en medio de la noche en el ancho Tártaro, en­gendró 
a nuestra estirpe y la sacó a la luz la primera. Pe­ro 
no fue la primera la estirpe de los inmortales, antes 
de que Eros hubiera unido todas las cosas: uniéndose 
unas con otras, surgió el Cielo, el Océano y la Tierra in­destructible, 
linaje de todos los felices dioses». 
Esta es la narración en la que, desde un punto de vis­ta 
filológico, nos encontramos con una serie de elementos 
característicos: 
1. El relato mitológico utiliza expresiones incluso 
similares a las de los fragmentos órficos (30), como en los 
de las Argonaüticas (31), poema órfico inscrito en una tra­dición 
de este nombre de la que nos han llegado noticias 
de más de cincuenta poemas, como atestigua la Suda (32). 
2. A partir de TÍKxei,,, Ni5| no es posible separar el 
contenido que aparece aquí del que figura en la Teogonia 
de Hesiodo, a no ser por el mito del «huevo cósmico» 
que no aparece en ésta. 
3. Eros aparece en los fragmentos órficos como Pa­nes 
(Kern 65). Eros.como elemento activo primigenio 
aparece en Platón {Banquete, 178, a). El que todos los in­mortales 
aparezcan alados (JtTepóevTi) se debe a que los 
que están hablando en la comedia son las aves. 
Fuera de esta elaboración de conjunto que encontra­mos 
en Aristófanes, tenemos menciones muy sumarias 
en Platón y sobre algunos puntos concretos de la doctri­na 
en Aristóteles; más sistemáticas, aunque posteriores, 
son las recopilaciones neoplatónicas, como la de Damas-cio 
(33), aunque llenas de influjo pitagórico. Todas ellas 
aparecen recogidas en la recopilación de Kern. 
Estos fragmentos van más allá de lo que recogió Aris­tófanes 
y con ellos al menos podemos hacernos idea de 
los hitos fundamentales de la cosmogonía. Así podemos 
resumir lo siguiente: 
a) Cronos produjo a Éter y a Caos (frag. 66, 107). 
Llama la atención el que en el frag. 107 Caos aparece 
definido como jieya xcto^a jt8X,cí)piov igual al verso 740 
de la Teogonia de Hesiodo (Kirk-Raven, pág. 66). 
Llama la atención también la adjetivación antropo-mórfica 
de Cronos (áyiripaos, áqjciTOfiT]XLg), así como la 
materialización de un tercer elemento (Caos) definido 
como negación de Éter. 
30) Bodin-Mazon, op. cit. pág. 164, nota 2. 
31) Argonaüticas, Kern, Orphicorum Fragmenta, 1, vid. Mondolfo, I, 20. 
32) Suda, léxico griego: 'Opqpevg "lEpoi J-oyoi e pailícoóiaig K8 Lesky 
op. cit. pág. 186 y n. 127. 
33) Hamascío, De principas, 123, 124. 
16 
b) surge el huevo engendrado por Cronos en el Éter, 
un «huevo de plata» como manifiesta hteralmente el frag­mento 
(fragm. 70). 
c) el huevo se abre en dos y sale Panes (fragm. 72). 
d) Panes aparece descrito con alas de oro (fragm. 
78), bisexual y autofecundante (fragm. 81). Kirk-Raven 
señalan que se trata de un mero desarrollo del Eros de 
Hesiodo. Pero en realidad en Hesiodo Eros no aparece 
con estas características, ni tampoco en Aristófanes, como 
ya hemos tenido ocasión de comprobar. Sin embargo en 
Platón (34) se recogen las opiniones acerca de Eros y se 
alude al carácter bisexual y autofecundante. En realidad 
parece más bien que aquí Panes no es un simple desarro­llo 
del Eros Hesiódico, sino una descripción propia, con 
independencia de que en otros contextos órficos se le lla­me 
también Eros (al igual que. también se le denomina 
Metis, Protógonos, Erikepaios y Dionisos, cómo atesti­guan 
los fragm. 86 y 170). 
Además hemos de reconocer aún otro carácter a Pa­nes, 
tal como estudia Graves, (35): se le describe con 
cuatro cabezas, toro, carnero, león y serpiente (fragm. 
79). Graves pone esa característica en relación con otros 
ejemplos míticos similares: las tres cabezas de Hécate 
(león, caballo y perro), las metamorfosis dionisíacas se- 
34) Platón, Banquete, 178 a y ss. 
35) Graves, op. cit. pág. 132, 2. 
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gún las estaciones del año (toro, león, serpiente) y, fuera 
de la mitología griega, con la visión de Ezequi 1 (Ezequiel, 
I): toro, león, águila y serpiente. En definitiva el parale­lismo 
se establece con los signos del Zodíaco para equino-cios 
y solsticios solares. Estas características de Fanes nos 
sirven no sólo para delimitar esta narración mítica sino 
para relacionarla con el ciclo de la vegetación del área me­diterránea 
(36). 
d) A Fanes le corresponde una divinidad que podría­mos 
considerar femenina, la Noche, que hace de madre, 
esposa e hija a la vez (fragms. 105-109) a la que transmite 
su poder (fragms. 101-102) y que le da dos hijos: Urano y 
Gea (fragm. 109). 
e) Urano y Gea engendran a los Titanes, Titánidas, 
Cronos y Rea (114). 
f) Se recoge también el episodio de la mutilación de 
Urano con el surgimiento de Zeus (fragm. 127). 
g) Zeus se traga a Fanes, asumiendo así su capacidad 
creadora, y construye el universo (fragm. 168). 
h) Zeus transmite el poder a Dionisos, que es una 
especie de reencarnación de Fanes; fenómenos caracterís­tico 
de los ciclos de la vegetación y de las divinidades de 
este tipo (fragm. 207). 
„ 4. Contenido de la Teogonia de Hesiodo. La cosmo­gonía 
y teogonia que nos ha transmitido Hesiodo ofrecen 
el esquema al que se ajustan las creencias griegas que 
encontramos por primera vez en los poemas homéricos, si 
36) Rasgos parecidos al mito de la cosmología órfica y hesiódica se con­tienen 
en una cosmogonía fenicia que recoge Eusebio {Praeparatio Evan­gélica, 
I, 10, 1-6) vid. Sinninge, op, cit. pág. 54 en la que estudia y 
compara este texto con otros similares, aunque con más profundidad, y . 
en concreto referido a las cosmologías con lenguaje mítico griego y con 
términos no míticos en Anaxágoras y en Demócrito, lo estudia O. Eiss-feldt, 
Phonische und Griechische Kosmogonie, como aportación al trabajo 
de conjunto: Eléments orientaux dans la Religión Grecque ancienne, colo­quio 
de Estrasburgo de mayo 1958, pág. 1-15. Eusebio asegura que to­mó 
la información de un tal Filón de Biblos de quien no se tiene otra 
noticia; este personaje, según Sinninge «...under the ñame of this author 
no other writings have been preserved, wich means that it is extremely 
hard to asses his reliability. The account as quoted above seems so-mewhat 
muddled and mixed-up, as if it were a compilation from various 
sources». Eissfeldt, por su parte, prescinde la verosimilitud o no de 
Filón de Biblos y atiende al texto, estudiándolo dentro de los que se 
conservan en la literatura sumeria e hitita en concreto, acudiendo a las 
tablillas de Ras-Samrá, la antigua Ugarit, y las hititas de Bogaz-key, la 
antigua Hatusas; pues lo que trata de ver es «über die Beziehungen 
zwischen der von Philo Byblius dem Sanchunjaton des zweiten Jahrtau-sends 
v. Chr. zugeschrieben «Euhemeristischen» Theogonie der 
Phónikeer zu der von Hesiod überlieferten griechischen Theogonie...», 
una vez fijados ios diferentes elementos míticos coincidentes en el área 
mediterránea. La traducción al castellano del mencionado texto de Euse­bio 
es la siguiente: 
«En el principio de todas las cosas establece un aire oscuro, de la. natu­raleza 
del viento, o bien un soplo de aire oscuro y un Caos sombrío y 
tenebroso. Estableció que éste fuera ilimitado y que por mucho tiempo 
no tuviera fin. Cuando el viento, dice, se enamoró de sus propios prin­cipios 
y llegó a la unión, aquel entrelazamiento fue llamado Deseo 
(Póthos) y fue el principio de la creación de todo. Sin embargo él no co­nocía 
su propia génesis. De su unión con el Viento surgió Mot. Algunos 
dicen que éste era limo, otros que putrefacción de mezcla acuosa. De 
esta unión surgió toda la .simiente de la creación y del origen de todas las 
cosas: había unos animales sin consciencia, de los que surgieron animales 
con entendimiento que fueron llamados Zofasemin, esto es «observado­res 
del cielo». Mot les conformó igual a un huevo, que hizo resplande­cer 
a la vez que el sol, la luna, las estrellas y los grandes astros». 
bien en ellos no encontramos la exposición sistemática 
que caracteriza a la composición que comentamos. 
a. En principio señala Hesiodo el Caos y luego la 
Tierra (w. 116-117).' Es difícil señalar una interpretación 
segura para el hesiódico Caos. Kirk-Raven aceptan, a falta 
de otra interpretación mejor, la que sugiere Cornford de 
«resquicio» para la separación del Cielo y la Tierra (37). 
En realidad Ife trata de una explicación etimológica a par­tir 
de la raíz de esta palabra que significa «abertura». 
Desde el punto de vista de la construcción mitológica 
tendríamos que presuponer una especie de «huevo cósmi­co 
» anterior en donde surgiría este resquicio; lo cual, co­mo 
veremos más adelante, no es nada disparatado, pero 
no figura en Hesiodo. 
b) surge Eros como fuerza (v. 120-123). 
La descripción del Eros en Hesiodo (38) presenta 
más de un problema, y es que aparece dotado de unas 
características que no corresponden al estadio de la narra­ción, 
tal como la ha hecho hasta que introduce este perso­naje 
y, de otro lado, tampoco va a verse un desarrollo 
posterior en el poema de las mismas características. Es 
decir, el Amor aparece pintado como «capaz de romper 
los miembros», «doma el corazón y el pensamiento de 
hombres y dioses», etc. Mazón (39), en su edición de 
Hesiodo, considera que el poeta está tomando datos de 
un modelo diferente y que Eros dispone así de caracterís­ticas 
propias, y aduce el testimonio de Pausanias (40) que 
habla de un culto antiguo al Amor. 
c. Del Caos surgen Erebo y la Noche, y de la Noche 
Éter y Día. En principio Tierra dio a luz Cielo Estrellado, 
Montañas y Ninfas. Sin ayuda del amor, dio a luz el Mar. 
Luego, unida al Cielo, dio a luz a Coiss, Crios, Hiperion, 
Japeto, Theia, Reia, Themis, Mnemosine, Febo, Thetis y 
Cronos, es decir, a los Titanes y Titánidas. Luego a los Cí­clopes 
y Gigantes. Todos odiados por su padre, (w. 
123-160). 
Vemos que el papel creador corresponde aquí a la 
Tierra. Hemos de notar que Hesiodo no confiere papel 
alguno a las anteriores personificaciones, incluida Eros, ya 
37) Kirk-Raven, pág. 48. El sentido de-Kháos como «resquicio» radica 
en la etimología a partir de la raíz kha-, vid. los verbos griegos; 
Xaiveoj, xóoKSiv. 
38) Hesiodo, w . 120-123. 
T|6"Epos» os'^)«£XX.i0Toí h> •¿«O'ííh&Vot-'S'eóTrai, 
AÚaLjxeX^S» návTtóV 6t ftefiSv TOSVCÍÜV T av^píSitwv 
Silivatcci év «rtíífteaoi víov xal ÉitCippova gouXíiv. 
«... y Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, rompedor de 
miembros, en el pecho de todos los dioses y hombres domeña la mente 
y el sensato querer». 
39) Hesiode, texte établi et traduít par Paul Mazon, Budé, París 1967, pág. 
27: «Ce n'est pas Hésiode qui a donné a l'Amour la place que celui-ci 
occupe, dans la Theogonie, immédiatement aprés le Vide et la Terre, car 
le role qu'IL lu préte ne justifie pas cette place... Cé n'est done pas Hé­siode 
qui a inventé cet Amour, dont 11 méconnait la raison d'étre. II l'a 
pris ailleurs». 
40) Pausanias, IX, 27, 1 asegura que vio en Tespia vestigios de un culto 
muy antiguo a Eros. 
EL BASILISCO 17
EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es 
que el amor con él qué la Tierra da a luz no está en abso­luto 
personificado y se trata de algo diferente a Eros, de 
acuerdo con la diferencia terminológica que el poeta esta­blece. 
d. Cielo, que odia a sus engendros, oculta a sus 
criaturas en el seno de Tierra, con lo que ésta gemía de 
dolor. Cronos venga a su madre castrando a Urano, el 
Cielo, (w. 170-210). 
e. La Noche también da a luz hijos, caracterizados 
de modo tenebroso: Sueño, Sarcasmo, Parcas, Némesis, 
Vejez, etc. (w. 210-232). 
f. El Mar también engendra hijos; uno de ellos, 
Nereo, crea una larga estirpe unido a la Tierra; a su vez se 
producen diversas imiones entre ellos (232-450). 
g. Reia y Cronos engendran a Histía, Démeter, He-ra. 
Hades y Zeus. Cronos devora a sus hijos para evitar 
que puedan obstaculizar su poder. Zeus escapa a esta 
suerte y más adelante consigue que su padre vomite a los 
hijos que se había comido y le quita el poder, fundando 
así la estirpe de los inmortales bajo su égida (vv. 
450-505). 
h. El mito de Prometeo explicará a su vez el comien­zo 
del progreso entre los hombres, (w. 506 y ss.). 
En realidad el esquema teogónico de Hesiodo es sus­ceptible 
de ser analizado, dentro de sus propios límites, 
como excesivamente genealógico en torno a la idea del 
Caos inicial, por cuanto que los principios abstractos, en 
él convertidos en dioses, son cada uno por sí mismo fuen­te 
u origen de su propia generación (41). El procedimien­to 
es etiológico y cabe dentro del sistema de las viejas 
familias aristocráticas empeñadas en establecer una proce­dencia 
divina indiscutible y la antigüedad capaz de confe­rirlas 
el poder popular que necesitaban. Semejante modo 
de obrar, que constimye la tradición literaria de las genea­logías, 
se inscribe entre los orígenes de lo que más tarde 
llamaremos Historia en Hecateo de Mileto y en el mismo 
Heródoto. 
Además de la explicación etiológica en torno a Caos, 
encontramos un nexo ilativo hasta llegar a Cronos propio 
del estilo de una auténtica cosmogonía que coincide con 
las nociones órflcas y que se resiste al modo de analizar 
por etiología, pero que cae de Heno en el «modo evalua-tivo 
». Nos referimos a los conocidos episodios de Urano 
hasta llegar a Zeus. Los encontramos de igual manera en­tre 
los órficos, si bien la evaluación de Hesiodo es dife­rente, 
a fin de conferir el protagonismo ordenador y rec­tor, 
lo que Dumézil denomina «primera función», a Zeus. 
Llama nuestra atención el que Hesiodo adapta su re­lato 
al esquema tradicional indoeuropeo y por ello perma­nece 
inmerso en los esquemas de la vieja sociedad fami­liar, 
representada por Zeus como el orden tras el caos sin 
posibilidad de nuevas transformaciones. De esta manera 
41) Bisson, en Chatelet, Historia de las Ideologñs, I, pág. 74-86: «Se ob­serva 
que todos los seres provienen de un desorden inicia], y sólo se ma­nifiestan 
como formas específicas, en la medida en que el medio informe 
de que salen queda sujeto a un proceso de división». 
Eros, generado como una fuerza capaz de todos los cam­bios 
dentro de la cosmogonía agraria, queda limitado a un 
papel por completo exterior al relato, fuera del ámbito de 
los protagonistas como una especie de entidad poético-ro-mántica. 
Los límites oficiales, es decir, los de la sociedad esta­blecida 
en el siglo VIH, cuando entona Hesiodo (42) su 
poema, a pesar de las amargas quejas que brotan de la 
boca del poeta en otras obras, impide trazar un marco 
alternativo... 
La Teogonia de Hesiodo, con todo, señala un final de 
perspectivas y ese final radica en el propio orden de Zeus, 
que no es otra cosa que el orden social contemporáneo al 
autor. 
Conclusiones. El análisis que hemos esbozado de la 
cosmología griega no nos Ueva a establecer con certeza la 
existencia de una cosmología única dentro del área medi­terránea, 
de la que pueda partir la que nos brinda Hesio­do 
y las contenidas en los fragmentos del orfismo. El mi­to, 
como segundo lenguaje, aporta elementos y construc­ciones 
que, en sucesivos momentos históricos, sirve para 
elaborar el entramado fundamental de la cosmovisión de 
la época, Cuanto más se separa el mito del lenguaje coti­diano, 
cuanto más carácter simbólico adopta, mejor 
rescribe su capacidad ideológica, su reflejo de la sociedad, 
como muy bien señala Barthes (43). 
En este sentido rastreamos una serie de elementos 
comunes entre las cosmologías de Hesiodo, de los órficos 
e incluso de los semitas. Estos elementos comunes consti­tuirían 
la mitología agraria mediterránea a la que sí pode­mos 
calificar de única, al menos ante los modelos griegos. 
Veamos a continuación algunas de estas ideas coinciden­tes: 
42) Thomson, en Los primeros filósofos griegos, pág. 176 y ss. trata de de­mostrar 
la existencia de una sola cosmogonía de la que Hesiodo trataría 
de enfocar la cosmovisión de la sociedad de su época. Vernant, Mito y 
pensamiento en la Grecia antigua, pág. 5 3, opina que resulta por completo 
anacrónico pensar que Hesiodo estuviera influenciado por corrientes ór-ficas. 
43) Roland Barthes, Mithologiques, parte II. 
18 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es 
a. idea de sucesión generadora como elemento bási­co 
del relato. 
b. línea de dioses superiores con el relato de violen­cias, 
como la de Cronos y más tarde la de Zeus. 
c. divinidades extraordinarias, fuera del esquema 
antropomórfico, que añaden nuevos mitos no uti­lizados 
directamente en el relato. 
Como elementos diferentes entre el relato de Hesio-do 
y el de los órficos tenemos: 
1. el punto de partida: Cronos para los órficos. 
Caos para Hesiodo. 
2. el huevo-cósmico en los órficos que no se encuen­tra 
en Hesiodo. 
3. Eros-Fanes como elemento generador fundamen­tal, 
usado sólo entre los órficos. 
Las diferencias no suponen innovaciones en cada cos­mogonía, 
los mitos utilizados se pueden encontrar en 
otros estadios o en otros entramados cosmológicos. Lo 
característico es su utilización como término marcado en 
el relato mítico, o bien su desaprovechamiento como tal, 
del que se deduce una diferencia ideológica importante 
por cuanto que de ella arranca una cosmovisión original y 
característica. 
Caos, visto por Hesiodo como una etapa de desorden 
inicial, en consonancia con otros mitos cosmogónicos, es 
sustituido en ese puesto por Cronos y el huevo entre los 
órficos. En realidad se trata de establecer la unidad modu­lar 
de la que partirá el universo y que dialécticamente se 
va a replantear a lo largo de toda la narración. 
Podemos buscar razones históricas a la cosmovisión 
oficial griega que aporta Hesiodo, como recordar el prin­cipio 
ordenador de los indoeuropeos, que conlleva la idea 
de orden como sometimiento al poder establecido, tal 
como figura en las culturas de índole patriarcal, al modo 
como lo establece Dumézil. 
Pero en realidad lo que se trata de reconocer es que 
la narración órfica supone algo original dentro del lengua­je 
mitológico al uso. Hemos de recurrir, aunque sólo 
como referencia, al estudio de las circunstancias históri-co- 
políticas si tratamos de comprender esta variante. Va­riante 
incluso si consideramos las cosmologías mediterrá­neas 
de las que toman las modificaciones que no se en­cuentran 
en Hesiodo, como la del huevo cósmico. En las 
cosmologías mediterráneas este mito tan sólo sirve de. 
elemento generador sin el tratamiento modular dialéctico 
como entre los órficos; y es que en definitiva las x;Osmo-logías 
mediterráneas se originan, como la dé Hesiodo, 
dentro de la esfera oficial; por ello no admiten el juego 
dialéctico capaz de poner en tela de juicio el orden polí­tico 
establecido. Hemos de comprobar, por tanto, cómo 
el choque entre la polis y la vieja sociedad aristocrática se 
plantea en condiciones dialécticas: el ciudadano generali­zado 
como unidad modular y a la vez condicionado por la 
pluralidad de ciudadanos. 
El continuo hecho de acudir a la unidad modular 
(huevo cósmico, Panes, Zeus, Dionisos) frente a la plura­lidad 
(cosmos, dioses, hombres) al modo dialéctico es la 
idea del progreso frente al conservadurismo estático que 
aparece sin solución en Hesiodo, frente a la sociedad 
gentilicia basada en lo que los romanos denominarán la 
«mos maiorum». De esta manera es cierto que los órficos 
supusieron un atentado contra la sociedad, estado y fami­lia, 
como apunta García López (44), pero sólo entendien­do 
por tales los establecidos antes del desarrollo de la 
polis. 
Lo que ya no parece tan seguro es que los órficos no 
fuesen una ideología popular, como asegura el mismo 
García López (45), apoyándose en que se difundían en 
base a círculos de elegidos rodeados de misterio e inacce­sibles 
a los no iniciados. Pero en realidad esto sólo afecta 
al método de difusión y propaganda, que de por sí única­mente 
sirve para asegurar la no utilización de su doctrina 
desde las esferas oficiales y es en suma el método que han 
seguido y siguen sistemas ideológicos perfectamente en­raizados 
en el pueblo. 
El que los órficos generalizaron su doctrina es un 
hecho indiscutible. Cualquier referencia al modo de pen­sar 
de Italia griega aparece impregnado de doctrinas órfi-cas, 
como muestran Píndaro (46) y Platón sin ir más lejos. 
Sin embargo hemos de reconocer que en manos de 
los órficos esta cosmología no alcanzó un nivel teórico y 
práctico suficientes como para elevarla al nivel doctrinal 
necesario en el caso de constituir un sistema filosófico o 
político completo. Tampoco lo consiguió Hesiodo más 
que suponiendo el establecido previamente. 
El nivel doctrinal sólo puede esperar conseguirse 
analizando y rescribiendo el lenguaje del mito eliminando 
las operaciones, mitológicas en este caso, tal como inten­taron 
llevar a cabo los jonios. 
Ese nivel doctrinal, reescribiendo las operaciones con 
una primera eliminación del mito, lo alcanzarán los pita­góricos 
y después Platón. Pero el mito en manos de los 
órficos sin duda sirvió para asentar el bagaje de pensa­miento 
del nuevo tipo de sociedad que se va a instaurar 
en Grecia y que constituye la base de la sociedad occi­dental: 
una sociedad urbana, comerciante e industrial, en 
donde el individuo, el ciudadano, es la única base de refe­rencia 
y actividad posible, siempre que se le entienda 
dialécticamente y como módulo para la pluralidad de los 
habitantes de la polis. 
44) García López, La Religión Griega, Istmo, pág. 133. 
45) García López, op. cit. pág. 145 y ss. 
46) Píndaro, Olímpicas, Olímpica II, 56 y ss. 
47) Vid. estudio de esta terminología en Gustavo Bueno Martínez, £/ 
Basilisco, n° 2. 
EL BASILISCO 19

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  • 1. ARTÍCULOS LOS MITOS DE LA COSMOGONÍA ORFICA COMO INTRODUCCIÓN AL PITAGORISMO SANTIAGO GONZÁLEZ ESCUDERO OVIEDO reoiendemos comprender la evolución del pensamiento griego desde las bases que supuso la doctrina órfíca hasta el de­sarrollo alcanzado a través y por medio del pitagorismo, y el mero hecho de ma­nifestarlo de este modo significa que en­tendemos el problema planteado en los términos siguientes: a) que el pensamiento griego aparece dentro de lo que comúnmente se relega al campo de la religión e inclu­so de la fantasía, es decir del mito (1). b) Que la doctrina órfíca se encauza a través del pita­gorismo y se encuentra en la base del pensamiento griego. c) Que los pitagóricos encauzaron de una determi­nada forma el pensamiento griego y transformaron así la base doctrinal de los órfícos. Cada una de estas afirmaciones necesita de una amplia demostración y de un enfoque adecuado para poder ser utilizada en nuestra valoración del pitagorismo como un hito fundamental en el pensamiento griego. Ello quiere decir que no estamos de acuerdo con una simple valoración tradicional que establece, al viejo modo de Nestle, la diferencia entre mito y logos, siguiendo una delimitación platónica, si bien en un sentido distinto. Tal opinión nos llevaría sin más a admitir una fisura en el 1) Aún respetando los aciertos que tuvo la doctrina de Wilhem Nestle en su enfoque sobre el nacimiento del pensamiento en el mundo griego, hemos de admitir que una obra como El desarrollo del Espíritu Griego, Ariel, mantiene posiciones predeterminadas y una ausencia de verdadera valoración de lo que se ha denominado mito. De igual manera enjuicia­mos la postura de Jaeger {Paideia, Fondo de Cultura Económica, La Teo-logh de los primeros filósofos griegos. pensamiento griego e incluso dentro de los propios pen­sadores; habría sin más que admitir la existencia de con­tradicciones en el «logos» desde Tales de Mileto hasta Parménides, ya que ambos, como todos los demás, se sir­vieron ampliamente del mito tanto para la expresión de sus ideas como para la fundamentación de las mismas. Pero es precisamente en los pitagóricos en donde el pro­blema se agravaría de tal modo que no podríamos com­prender cómo una doctrina mística puede llevar consigo la implantación (2) ideológica de un nivel operatorio como es el aritmético-matemático, es decir, no podríamos compaginar unos pitagóricos desarrollando la capacidad del número a la vez que la doctrina de la transmigración de las almas o la de la purificación ascética del cuerpo en medio de una asociación o convento místico (3). 2) Sobre el concepto de «implantación» y el sentido en que aquí lo utilizamos remitimos al análisis del mismo que hace Gustavo Bueno en Ensayos Materialistas, Taurus, pág. 236 y ss. De acuerdo con la termi­nología que en ella se recoge, aplicamos implantación en el plano dia-mérico o sea «entre dos formas de conciencia». 3) El problema de la relación que se puede establecer en los pita­góricos entre metafísica y matemáticas así como el papel que les corres­ponde en la Historia de la Ciencia occidental tomando sólo éff cuenta el último aspecto ha sido exagerado o por los menos valorado fuera de una visión de conjunto tal como corresponde ya desde la Paideia de Jaeger (pág. 160 y ss.). En la misma línea tenemos los estudios más concretos de Cornford («Mysticism and Science in the Pythagorean Tradition», 1922, tomado de la recopilación de artículos de Mourelatos, en Anchor 1974, y citado a partir de ahora como Cornford 1922; también en La filosofh no escrita, Ariel 1967, citado como Cornford 1967), en Kahn («Pythagorean Philosophy», 1923, Mourelatos), en Nestle (op. cit. pág. 68 y ss.), etc. En la recogida de textos e interpretación que ofrecen Kirk-Raven sobre los pitagóricos (Los filósofos presocráticos, Gredos, pág. 306-325, citado a partir de ahora lürk-Raven) se reconoce la oscuridad de la tradición pitagórica, pero lo contradictorio de algunas afirmaciones dificulta una comprensión adecuada, a la vez que la utilización de cri­terios subjetivos, sobre todo en la consideración de lo que se puede denominar ciencia, desenfoca el problema más que lo aclara. Otros tra- EL BASILISCO EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es
  • 2. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es Hemos de valorar previamente el mito no sólo apli­cándole el «logos», como sugiere Thomson (4), sino com­prendiéndole dentro del ambiente cultural y social en el que surge y cuyas transformaciones nos transmite; se impone desde el principio, por lo tanto, el acercamiento a la mitología como a la fuente de la que surge el pensa­miento griego y a la que se reduce la sustentación de nuestro estudio. l.l.ElMito La Mitología griega ha sido abordada desde una gran diversidad de puntos de vista, de escuelas y de ideologías, sin que, salvo raras excepciones, ninguna de ellas tenga en cuenta los posibles aciertos de las demás en este campo. De esta manera se puede decir que continuamente se avanza como si se tratase del primer enfoque, despre­ciando así a todos los demás con el argumento de que hasta el momento en que escribe cualquier nuevo estu­dioso del tema nadie ha entendido nada de los griegos. Una pretensión semejante dificulta el estudio del mi­to e invalida cuantos puntos acertados se hayan adquirido con anterioridad. Por otro lado, los hallazgos espectaculares de la an­tropología y la etnología desde Taylor a Lévi-Strauss sin duda alguna contribuyen a la comprensión de la elabora­ción mítica, no sólo aportando materiales desde el cono­cimiento directo de las sociedades primitivas sino, lo que es más importante, desde el punto de vista de una meto­dología rigurosa y operativa que les ha llevado a asentar procesos, fases y resultados en la construcción de lo que podríamos llamar la tradición de un pueblo. Sin embargo sus estudios y conclusiones han sido y son aún recibidos con tantas suspicacias y reservas por los bajos pretenden, aunque no siempre lo consiguen, ordenar y, en lo posi­ble, esclarecer el problema del pitagorismo y sus antecedentes o compo­nentes. Un brillante ejemplo es el ofrecido por Sinninge {Mattery and infinity in the praesocratic Schools and Plato, Van Gorkum, 1968, págs. 49-85), que profundiza en la cuestión de los orígenes del pitagorismo, si bien en una segunda parte introduce conceptos matemáticos que desa­rrollan más que explican la posible teoría aritmética de la escuela. Gus­tavo Bueno (Metafáica Presocrática, págs. 119-169) atiende a los pro­blemas con los que se enfrenta la tradición pitagórica y ofrece un estudio pormenorizado al modo de Sinninge. Nos parece una aportación des­tacada el estudio del papel desempeñado por los pitagóricos en el logro de un modelo metafísico de cosmovisión; sin embargo, deja de lado la relación con otros modelos de cosmovisión generalizados incluso fuera del área griega y representados en ella por todo aquello que tradicional-mente se excluye de las listas de la filosofía, es decir los esquemas de pensamiento que podemos hallar en las obras de Homero y en la Teo­gonia de Hesiodo, además de las menciones a los órficos Dodds (Los griegos y lo irracional, Rev. de Occidente, pág. 130 y ss.), por su parte, profundiza sólo en el aspecto metafísico de los pitagóricos y en el papel que desempeñaron a niveles sociológicos. Estudia también las conexio­nes y dependencias respecto a los órficos y a la poesía épica, pero no relaciona sus análisis con la dimensión matemática de los pitagóricos. De todo ello deducimos la necesidad de profundizar en el tema y compro­bar hasta qué punto podemos hablar de una dimensión nueva a partir del pitagorismo. 4) George Thomson, Los primens filósofos, Universidad autónoma de México 1959, pág. 185 y ss. aplica en el estudio de la escuela de Mi-leto los procedimientos que en páginas anteriores utilizó con la narra­ción de Hesiodo. investigadores del mundo griego que por lo general se re­chazan en la suposición de que los mitos griegos son abso­lutamente distintos, ya que tampoco podemos comparar la evolución cultural de los llamados actualmente «salva­jes » con la que se alcanzó en el ámbito helénico y que es el fundamento de nuestra cultura occidental. Incluso investigadores de tanta prestancia en este campo como Kirk (5), aunque recogen y reconocen a duras penas los aciertos metodológicos estructuralistas de Lévi-Strauss, no pueden por menos que censurar los pro­cedimientos, exagerar las limitaciones y, en definitiva, asegurar que no están bien estudiados los mitos así que, en todo caso, tampoco se pueden alcanzar de esta manera conclusiones válidas al efecto. Más adelante nos ocupare­mos de ello. Mayor inquina desarrollan estos investigadores contra la escuela lingüística de la mitología que aplica a ésta los métodos desarrollados en los estudios comparati­vos de las lenguas indoeuropeas, como es el caso de Du-mézil (6). Sus largos estudios y toda suerte de conclu­siones, fundamentales tanto en el aspecto de los mitos y sus repercusiones como en el campo general de la litera­tura, tan sólo han merecido tres referencias aisladas en la obra, por otro lado amplia y profunda, del profesor Kirk (7). En otros casos ni tan siquiera le citan y en ninguno le suelen tener en cuenta, pese a que no se puede entender un estudio mitológico serio sin profundizar en sus méto­dos y conclusiones. No vamos a negar aquí la diferencia entre los mitos que conocemos de los griegos y los recogidos en el estu­dio de las actuales sociedades primitivas, sobre todo si te­nemos en cuenta la elaboración literaria muy depurada 5) Kirk, B/ Mito, su significado y funciones en las distintas Culturas, Barral, 1973, capit. II, citado a partir de ahora Kirk, 1973. 6) Dumézil, Los dioses de los indoeuropeos, Seix-Barral, introducción, y sobre todo Mito y Epopeya, Seix-Barral, sobre todo la parte segunda, a partir de la página 245, en donde muestra su análisis desde el enfoque de la historia de las religiones indoeuropeas hasta su aplicación al caso concreto de los orígenes de Roma, guiado por los mitos recogidos por los llamados historiadores romanos, como Tito Livio, y por los poetas como Virgilio. 7) ICirk, 1973, págs. 32, 247 y 299. En la 247 señala que es demasiado optimista hablar de un «método comparativo» en mitología. 10 EL BASILISCO
  • 3. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es del material helénico y su utilización para unos fines so­ciales y políticos que denotan un fuerte avance diacrónico comprobable por medios diríamos meta-mitológicos; lo que es evidente que no ocurre en sociedades de las que sólo cabe una sincronía incompleta en la mayoría de los casos. En lo que se refiere a los métodos comparativos al modo de la lingüística, podemos argumentar que son per-pectamente válidos siempre que se tengan en cuenta sus limitaciones. Esto es, que sólo se apliquen tal como lo lle­vó a cabo el propio Dumezil, con sociedades interrelacio-nadas lingüísticamente, como es el caso de las que habla­ron una lengua indoeuropea, aunque los logros hallados por ese camino son susceptibles de análisis sociológico y por lo tanto pueden originar conclusiones de ámbito ge­neral susceptibles de ser aplicadas en aquellas áreas de si­milares condiciones sociológicas. De esta manera enten­demos que Kirk no tiene razón cuando censura la teoría de las tres funciones de Dumezil, demostrada entre pue­blos indoeuropeos, por el hecho de que en los pueblos semitas, y por tanto no indoeuropeos, también se pueden encontrar el mismo aspecto tripartita: los indoeuropeos y los semitas desarrollan socialmente una estructura patriar­cal de semejante índole, lo que demuestra por el contra­rio la validez de la teoría de Diunezil. Con estos supuestos, ya aún en la idea de que vamos a resultar reiterativos y en lo que parece un lugar común de los tratadistas de la materia, vamos a comenzar nuestro estudio analizando lo que los propios griegos entendieron con el término «mythos». «Mythos» significa «relato», cualquier tipo de relato. Se trata de un término no marcado frente a «epos» (na­rración heroica) y ambos frente a «ergon» (hecho) tal co­mo recoge Homero (Iliada, 9, 443). Y si bien su etimología es dudosa, el término abarca todos los aspectos generales del relato y se opone a «isto-ríe » (8), palabra también de amplios sentidos, desde «in­vestigación » (Herodoto, 2, 29; Platón, Fedón, 96 a; Aris­tóteles, de Respir. 447a 7) hasta el más difundido poste­riormente por la obra de Herodoto de «escrito narrativo a partir de informaciones» (Herodoto 7, 96 entre otros). El margen prácticamente universal de un relato hace que la definición de mito resulte confusa, lo que redunda en mayor dificultad a la hora de establecer las pertinentes diferenciaciones que nos permitan servirnos de los que verdaderamente responde a la construcción mitológica, según lo que se entiende por tal. De esta manera surgen dos aspectos que contribuyen a oscurecer más que a acla­rar la cuestión: se trata de la posible diferencia entre el mito y el cuento popular, de un lado, y la separación entre mitología y religión, por el otro. Hay que tener en cuenta que no está trazada una línea divisoria entre estos campos, si es que decididamente se pueden considerar como tales, ni tampoco la mitología tiene un cierre cate-gorial establecido o fácil de establecer. 8), Acerca del valor del término «istoria» y de su uso en Herodoto nos remitimos al amplio y magnífico estudio hecho por Chatelet en El naci­miento de la Historia, siglo XXI, 1978, tomo I. El cuento popular (los Marchen), desde las famosas recopilaciones de los hermanos Grimm en el siglo pasado, tratan de ocupar no sólo un puesto en la literatura sino de sentar las bases de una construcción popular oral (al decir de los Formalistas) capaz de confundirse con la propia ela­boración mitológica. Un análisis de los contenidos temáti­cos de los cuentos populares nos llevaría a enfrentarnos con personajes, situaciones y argumentos incluso usados por otro lado en los relatos mitológicos. Los folkloristas intentan diferenciar ambos campos y recurren a la siguiente proporción: mito religión cuento popular folklore Lo que bien mirada no deja claro nada sino más bien establece paralelos de difícil demostración, además de plantear problemas a la hora de definir exactamente lo que es folklore y lo que es religión, sin usar lógicamente en ambos casos a los otros dos términos de la proporción que se pretende demostrar. Malinowski trató de superar la dificultad que plantea­ba el mito recurriendo a las definiciones que daban los propios pueblos estudiados para quienes siempre se ve de diferente manera lo que constituye el aparato mitológico rodeado de un cierto carácter sagrado y serio de lo que es el contenido de los relatos populares, de los cuentos. Los seguidores de Malinowski mantienen como insalvable esta diferencia. Sin embargo Ruth Benedict (artículo de «Mito» en The Encyclopaedia of the Social Sciences, 1933, v. XI, pag. 179) y Thomson, ambos folkloristas, aseguran la imposi­bilidad material de mantener con un mínimo grado de fia-bilidad esta creencia, basándose fundamentalmente en que muchos elementos del mito se encuentran de la mis­ma manera en los llamados cuentos populares y a la inver­sa sin que se sepa bien cuándo un relato entra en la cate­goría de mito y cuándo no. La seriedad atribuida por los pueblos primitivos a los mitos puede darse por su utili­zación en el ritual de la religión más que por una caracte­rística interna. E.W. Count {Myth as world view, citado por Kirk, pág. 52) asegura que el concepto de «cuento popular» fue una invención ochocentista. En realidad, sin negar entidad, al menos literaria, al cuento popular, sí podemos eliminar la oposición al mito, entendiendo que se trata de dos elementos diferentes y que la mitología como estructura de comunicación puede usarse en la construcción de cuentos populares del mismo •modo que cabe su utilización en la tragedia, poesía, etc. Al eliminar la oposición mito / cuento popular hemos de enfrentarnos a la correspondencia con la religión. La religión se establece normalmente como un sentimiento de vinculación con lo sobrenatural entendido como algo divino (numen). En lo que se refiere, pues, a esta vincu­lación parece fuera de toda duda su carácter propio y su fundamento en la fe del creyente, sin embargo la elabora­ción de la divinidad requiere un espectro de considera­ciones más o menos racionalizadas en el único conjunto EL BASILISCO 11
  • 4. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es de explicaciones generales disponible: la mitología. Tam­bién necesita una manifestación práctica de su vinculación con la divinidad, de la unión o correspondencia entre la divinidad y el mundo: el ceremonial y el rito, que a su vez también encuentra su racionalización en el conjunto mito­lógico. De esta forma la mitología aparece aislada con carac­terísticas propias que, con todo, muchas veces hemos de deducir a través de la amplia gama de manifestaciones ideológicas: religión, ritual, arte, historia, cuentos popula­res, etc., pero que no podemos en ningún caso confundir con ellas mismas, a pesar de que nos veamos obligados a recoger de sus manifestaciones el contenido mitológico, junto con las de la poesía y el arte. Llegados a este punto es preciso que establezcamos un sistema de comprensión de la mitología que, a través de todos sus cauces fenomenológicos, nos conduzca a es­tudiar adecuadamente la génesis y estructura del pensa­miento en el caso de órficos y pitagóricos. Si, como se suele hacer en la mayoría de los estudios sobre este tema, dejamos de lado este aspecto, nos veremos desde el prin­cipio imposibilitados para encauzar adecuadamente el contenido y la génesis del pensamiento helénico en un momento crucial de despegue como fue el de los pitagóri­cos. Con todas estas premisas vamos a centrar y limitar nuestro estudio del mito a los siguientes puntos: a. recoger la estructura mítica en los puntos de acuerdo entre las diversas fuentes y establecerla dentro de un campo mitológico más amplio en el que podemos ci­frar sus orígenes. b. una vez establecida la estructura mítica órfica, en la medida de lo posible, vamos a compararla con la que podríamos llamar «tradicional» en el pensamiento griego; nos referimos a la que se recoge en Homero y a la que puede colegirse siguiendo la Teogonia de Hesiodo. En esta comparación trataremos de encontrar posibles ele­mentos comunes y posibles discrepancias; la Historia nos servirá para tratar de explicar ambas. c. explicaremos la estructura de los mitos órficos de acuerdo con aquello que representan desde el punto de vista socio-político, a la vez que estudiaremos su inserción en la línea doctrinal anterior. d. Trataremos el paso de la doctrina y cosmovisión órfica a la pitagórica, analizando similitudes y discrepan­cias, en relación con la creación doctrinal de esta escuela y su repercusión en el pensamiento occidental. De esta manera y en consonancia con lo anterior­mente expuesto, vamos a emplear el mito como un len­guaje, entendido en el sentido de construcción sistemática cómo lo definen Ducrov-Todorov en sü Diccionario (9), pero no estableciendo un parangón con la lengua, al modo con el que los estructuralistas pretenden trabajar. 9) Oswald Ducrot-Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopédico de las cien­cias del Lenguaje, siglo XXI, 1974, pág. 126). que nos llevaría a establecer unidades mínimas (los «mite-mas » de Lévi-Strauss) (10) y a construir toda una gramá­tica del mito (con sincronías desde el punto de vista de las líneas de parentesco, como hace Lévi-Strauss, o desde aspectos psicoanalíticos como, hace Paul Diel) (11). Se trata de un código que se apoya en la lengua en que se expresa y que coroplementa, amplía y desarrolla sus posi­bilidades hasta constituir por sí mismo un modo de comu­nicación intelectual y social; algo semejante a la función de la literatura que «ejemplifica la imposición de un se­gundo código sobre el lenguaje (por ejemplo, las imposi­ciones formales de la poesía o el relato); al mismo tiempo, utiliza las palabras (sobre todo en los tropos) como símbo­los más que como signos» (12). En esta idea del mito trataremos de comprobar el desarrollo de las creencias órficas. 1.2. Los mitos órficos Orfeo, de acuerdo con la tradición literaria que reco­ge Graves (13), aparece como el hijo de rey de Tracia Oeagro y de la musa Calíope. El nombre del padre, Oeagró, aparece relacionado con una divinidad preheléni­ca de los ríos. En la leyenda se pueden establecer los si­guientes puntos: a. Tras una visita a Egipto, Orfeo se une a los Argo­nautas. Su música, pues siempre se vincula a Orfeo con la capacidad catártica de la música, resulta de gran utilidad para superar las dificultades del viaje. A su vuelta se casa con Eurídice y se queda a vivir entre los ciconios de Tra­cia. b. A causa de una mordedura de serpiente muere Eurídice. Orfeo baja al Tártaro a buscarla. Por medio de su música convence a Hades para que devuelva a la vida a Eurídice, lo que logra a condición de no mirarla durante el viaje de regreso del Tártaro. Orfeo no puede resistir el mirarla y la pierde para siempre. c. Orfeo se enfrenta a Dionisos. Se retira a vivir como saceJrdote de Apolo pero Dionisos envía a las Mé­nades para que le venguen. Estas encuentran a Orfeo y le despedazan. Junto a estos puntos fundamentales para la leyenda se encuentran ima serie de elementos característicos para el estudio sociológico del mito, pero que realmente exce- 10) Los análisis de Levi-Strauss, que a lo largo de sus Mitológicas com­prenden el campo específicamente etnográfico, vamos a circunscribirlas a las contenidas en Antropología Estructural, Eudeba., en donde atienden incluso a un mito griego como el de Edipo que descompone en unida­des mínimas. 11) Paul Diel, El simbolismo en la Mitología Griega, Labor, 1976, funda­mentalmente en la introducción (págs. 11-43) en donde expone los fundamentos metodológicos. 12) Ducrot-Todorov, op. cit. pág. 127. 13) Graves, Ihe Greek Myths, Penguin B,ooks, 1955, 28 passim, apoya­do en Píndaro, Pítica IV y escolios. Esquilo, Agamenón 1629-30, Eurí­pides, Bacantes 561-4 y Apolonio de Rodas I, 28-31. 12 EL BASILISCO
  • 5. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es den las posibilidades de un simple artículo y, por otra parte, no son pertinentes en el desarrollo doctrinal pita­górico. En estos puntos podemos comprobar unas caracte­rísticas fundamentales: vinculación de Orfeo con Apolo y las musas (Pausanias, IX, 30, 3) • Sospechosa oposición a Dionisos, en tanto que el supuesto castigo que le infringe Dionisos, castigo que la tragedia nos muestra desarrollado en la persona del rey tracio Penteo (14) -rescate de la muerte, por un lado, más muerte y destrucción del cuer­po, por otro, elementos que son característicos de las di­vinidades de la fecundidad propias de las sociedades agra­rias (mito de Osiris en Egipto, por ejemplo). Orfeo, según Kirk (15), es una divinidad de la fertili­dad y Eurídice también lo es, encontrándose paralelos a esta leyenda en toda el área mediterránea. La relación mí­tica con Eurídice es susceptible de interpretación de acuerdo con la oposición muerte / inmortalidad a lo que se añaden «una narración sobre la fertilidad y un motivo de cuento popular». Lo cual en realidad no supone la super­posición de tres mitos sino el desarrollo de uno solo, ya que en el contenido del problema referente a la fertili­dad / esterilidad subyace la oposición a que antes nos re­feríamos y el relato ilativo responde, como es lógico, al estilo y modo de la literatura popular. Por otra parte, de acuerdo con el método de Lévi-Strauss, nos encontraríamos ante un dilema, contra­dicción, antítesis, etc., resuelta o al menos planteada de modo dialéctico que lleva consigo la introducción de un factor mítico (Orfeo-Apolo y el dominio de la música) para mediar entre los dos polos opuestos. Para resolver estas construcciones míticas en las que no se puede hablar de necesidades etiológicas dado que no sirve para introducir nuevos sistemas o modos de vida, ni de un afán especulativo puesto que tampoco introdu­cen una cosmovisión ni siquiera un nivel teórico mínimo, Kirk alude a lo que denomina «modo evaluativo», es decir que, ante una oposición existente, la construcción mítica se limita a plantear el problema inclinándose sen­siblemente a uno de los polos. Si bien nosotros añadiría­mos que dialécticamente, lo que deja a la estructura míti­ca la libertad necesaria para ser utilizada por modos de expresión sociológicamente contrapuestos; es decir, que de esta manera el mito puede ser reescrito por sucesivas opciones ideológicas y servir de vehículo de expresión para afanes más ambiciosos como, puede ser el de una cosmología. Dodds (16) opina, a riesgo de ser acusado de «pan-chamanista », como él mismo reconoce, que «la patria de Orfeo es Tracia, y en Tracia es el adorador o compañero de un dios a quien los griegos identificaron con Apolo. Combina las profesiones de poeta, mago, maestro religio­so y emisor de oráculos. Como ciertos chamanes legenda­rios de Siberia, puede con su música hacer que vengan a escuchar los pájaros y las bestias. Como los chamanes de 14) Eurípides, Las Bacantes. Vid. C. Miralles, Tragedia y polüica en Es­quilo, pág. 141-2, acerca del tratamiento anterior de este tema. 15) Kirk, 1973,233. 16) Dodds, opc. cit. loe. cit. todas partes, hace una visita a los infiernos, y su motivo es un motivo muy corriente entre los chamanes: rescatar un alma robada... Concluyo que Orfeo es una figura tracia prácticamente de la misma índole que Zalmoxis, un cha­mán mítico o prototipo de chamanes». No estaría de más añadir que Diógenes Laercio (17) recoge a Zalmoxis, según la opinión de algunas fuentes, como un esclavo de Pitágoras. De todas las maneras, la opinión de Dodds no solu­ciona los problemas planteados en el mito, e incluso se le podría tachar de cierto evemerismo por cuanto se limi­ta a explicarnos las posibilidades de existencia real de una figura como la de Orfeo. Sin embargo, lo importante es señalar que en el origen de una creencia o doctrina la per­sonalidad del chamán, del hombre extraordinario se en­tiende sólo a modo de prestigio, de propaganda y en suma como elemento aglutinador que dé origen a una escuela, separándolo de esta forma de lo que más tarde se le atri­buye como doctrina o dogma propio. En resumen, tanto de Dodds como de Graven, Kirk y de cualquier otro que haya abordado con seriedad estas cuestiones, podemos deducir la vinculación de Orfeo con los mitos y creencias de la fertilidad propias de una socie­dad agraria, en donde la oposición muerte / inmortalidad es sujeto de tratamiento y necesita una explicación. La unión Orfeo-Apolo-Dionisos entendida a modo dialéctico de acuerdo con la inclinación a uno de los dos polos de la oposión aparece de esta manera dentro de la misma corriente mitológica, lo que lleva a pensar que no se trata de niveles mitológicos o sociológicos diferentes. El relato mítico, el nexo de las leyendas, puede reci­bir un tratamiento diferente y sucesivas transformaciones de acuerdo con el tipo de sociedad que lo reescriba y del tipo de cultura que se encargue de hacerlo, funcionando el comportamiento dialéctico de modo independiente al mito propiamente dicho hasta llegar a parecer dos ele­mentos diferentes. Esto puede explicar el que Orfeo simbolizase una «nueva» tendencia, una corriente extraña a la construc­ción mitológica efectuada por los griegos desde la época homérica y sancionada en las estructuraciones de Hesio-do, cuando no se trata más que de una nueva lectura o escritura del mismo estadio mitológico distanciado por una tradición ideológica propia elaborada desde un pri­mer momento. 1.3,.. Contenido de los mitos órfícos A los órficos se les atribuye una cosmogonía. La ver­dad es que tenemos muy pocas noticias sobre ella, pero sí podemos admitir como cierta la referencia a la misma, dada la pluralidad de fuentes antiguas que la mencionan. No hay duda de que en cierta manera se les reconoce un campo doctrinal originario, aunque impreciso, si bien poco podemos decir sobre él fuera de lo divulgado por (17) Diógenes Laercio, Vita Philosophorum, VIII, 2. EL BASILISCO 13
  • 6. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es los pitagóricos, e incluso con relación a estos últimos las más de las veces guiados por noticias indirectas y no por una obra original. Una exégesis cuidadosa de la Antigüedad nos obliga­ría a establecer a ciencia cierta quiénes eran los órficos y qué representó un movimiento social de tal índole si es que llegamos a admitirlo. En esto nos encontramos con una serie de noticias y estudios contradictorios en los his­toriadores, a pesar del interés y de los afanes de Guthrie {The Greeks and their Gods, 1950, capit. XI) por asignar un lugar específico a los órficos en la fesfera de la religión griega. Dodds (18) presenta como extremadamente dudoso todo lo que se refiere a esta doctrina, y confiesa que no encuentra verdaderos testimonios anteriores a la época clásica, e incluso la helenística, sobre la existencia real de la secta o escuela órfica; e incluso los testimonios poste­riores la presentan confimdida con los pitagóricos. Admite que Orfeo, como iatromanteus, como cha­mán, sería el autor de fórmulas mágicas, especie de «re­cetas medicamentosas» según afirma Luis Gil apoyándose en Eurípides (19). El chamán, el iatromanteus, por otra parte, no redu­cía su labor a la curación sino que «es un héroe religioso cuyos milagros, aunque en contenido y forma puedan pa­recer magia, no son sino teurgia y con frecuencia inme- . diato efluvio de la fuerza divina, que pasa a su través y en él se derrama como en un recipiente» (20). 18) Dodds, op. cit. pág. 142 y ss. 19) Luis Gil, Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico. Guada­rrama, 1969, pág. 76, recoge los versos 967 y ss. del Alcestis de Eurípi­des (edición de Oxford): ep^offois év oovfaiv, tis '0p9eCas xaT£ypct<|,ev Y^püS» oÚ6*oaá íotpo? *AaHTiitLi£6aLS Sóuxe • ^¿p^axa -noXóirovoLS ávTLTepuv ppoToíTaiv* «En las inscripciones tracias, que escribió la voz de Orfeo, ni en cuantos remedios dio Febo a los descendientes de Esculapio, remedios escogidos para los mortales sometidos a muchos males». 20) Luis Gil, op. cit. pág. 78. Lo cual nos lleva a ver una relación entre Orfeo y sus seguidores, y a rechazar la hipótesis de Dodds de que Orfeo y el orfísmo son dos cosas diferentes entre sí. Según afirmábamos anteriormente, lo que el chamán en definitiva establece es una especie de círculo doctrinal en torno a él que evoluciona por sí mismo en manos de los discípulos tras la muerte del maestro. Para su evolu­ción y desarrollo aprovecha sin duda alguna el prestigio, el carisma teúrgico del maestro desaparecido y vincula a su vida y obras las nuevas interpretaciones que se introdu­cen en el círculo. No nos cabe la menor duda de que Orfeo puede incluirse entre los chamanes tracios; en torno a su figura surgiría un círculo de discípulos de donde parte la tradi- • ción de lo que Platón llama |3í|3?i(Ov Ofxaóov y Eurípides JtoA,XoJv YpaniiáxüJv Kajtvoijs (21). Dodds, (22) lo inter­preta en el sentido de que existieron numerosas varian­tes de doctrina órfica y Jaeger lo aprovecha para afirmar que no es posible hablar de un dogma órfico uniforme. Jaeger (23), apoyándose en Platón, habla de la existencia de numerosos profetas órficos, diferentes entre sí, que asediaban las casas de los ricos para darles indicaciones sobre encantamientos capaces de liberarles de las muchas faltas que sobrecargaban su conciencia. Incluso llega a afirmar Jaeger (24) que una de estas sectas fue la de los pitagóricos. Esto es lo que podemos afirmar sobre esta cuestión guiándonos por noticias indirectas. Sin embargo, de esta manera han llegado hasta nosotros fragmentos sobre una cosmogonía órfica. Curiosamente estos fragmentos pre­sentan una coherencia innegable entre sí, y no las contra­dicciones que cabría esperar si, como afirma Jaeger y se­ñalábamos anteriormente, hubiéramos de admitir diversi­dad entre los «profetas» órficos. Jaeger, con todo, solu­ciona el problema atribuyendo todos los fragmentos acer­ca de la cosmogonía órfica a una sola secta, la de los pita­góricos, con lo que aparentemente deja la puerta abierta a otras, narraciones y variantes que no nos han llegado pero que pudieron existir. Encuentra apoyo para semejante teoría en el hecho de que todas las informaciones que te­nemos son bastante posteriores al desarrollo del fenóme­no órfico y al pitagórico. Considerada en sí misma la cues­tión parece poco relevante, ya que queda bastante clara la existencia de una cosmogonía órfica que luego pasará a reelaborarse en manos de los pitagóricos, independiente­mente de que hubiera otras variantes desechadas; lo que viene a redundar en el carácter abierto y no dogmático de la doctrina, al contrario de lo que sucede con la religión y creencias oficiales mantenidas en la sociedad familiar grie­ga en este momento. Por otra parte, si tenemos en cuenta la cosmogonía o teogonia oficial dando este carácter a la que podemos leer en Hesiodo, plantearíamos el problema desde otro punto 21) Platón, República, 364 E: «cantidad de libros». Eurípides, Hipólito, V. 954. «himios de muchas letras». 22) Dodds, op. cit. pág. 161 y ss. 23) Werner Jaeger, Teóloga de los primeros filósofos, pág. 62. 24) W. Jaeger. Cristianismo primitivo y paideia griega, F.C.E. pág. 18 y nota; se apoya en Platón, República, 364 b-c. 14 EL BASILISCO
  • 7. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es de vista mucho más amplio, como vamos a intentar a con­tinuación. Y es que nos veríamos obligados a admitir que toda cosmología de los griegos es en el fondo una cosmología órfíca, o bien que todas proceden de una primitiva que no nos consta. 2. Contenido de la cosmogonía órfíca Desde un principio hemos de llamar la atención so­bre las tendencias que llevan a ver en toda construcción mítica importante, y sin duda alguna las cosmogonías lo son, un mero reflejo o sistema etiológico elaborado a partir de un determinado rito. Esto ocurre sobre todo con el tipo de cultos mistéricos, puesto que exigen de los can­didatos a la iniciación pasar por una serie de preceptos muy tipificados. Linforth (25), apoyándose en semejante proceder, afirma que toda idea relacionada con cualquier rito se consideraba órfíca, al menos hasta el siglo IV a. C. En nuestro acercamiento al orfísmo vamos a rechazar esta postura por cuanto que, con anterioridad a la fecha propuesta por Linforth, encontramos suficientes testimo­nios en nada confusos de ideas órftcas fuera del ritual. Por ello nos vamos a servir de una fuente griega antigua, como es el coro de Las Aves del comediógrafo ático Aris­tófanes, a pesar de que se trate de una obra literaria y no filosófica, al menos de filosofía académica. Ante todo, es preciso que hagamos nuestras las pala­bras con las que Luis Gil (26) ha señalado recientemente Jos límites de utilización de la información socio-política que pudiéramos rastrear en la comedia. «La comedia no reproduce la realidad tal cual es, sino aquellos hechos que pudieran darse en el marco de esa realidad, lo que limita considerablemente, pero no exclu­ye, su valor referencial». Por otra parte, el hecho de que la comedia arranque de aquello que los ciudadanos encuentran en su vida dia­ria es lo que garantiza su propio valor de espejo crítico e incluso su vena humorística. Es este el sentido en el que Lesky (27) llama a la obra de Aristófanes «comedia polí­tica ». Sin embargo, otros autores como Bodin-Mazon (28) certifican que precisamente la obra de la que nos va­mos a ocupar no puede incluirse en semejante clasifica­ción por la ausencia de un argumento comprometido con la situación de la ciudad, de Atenas. Opinión por demás muy discutible y que en absoluto compartimos, aunque dejamos para otra ocasión el profundizar más sobre la cuestión, pero incluso resulta fuera de lugar ya que el 'sentido en que Lesky aplica «comedia política» no se ciñe exclusivamente al argumento sino que atañe fundamental­mente a todo tipo de idea que se manifieste en la obra y es precisamente así por cuanto Aristófanes no utiliza 25) Linforth. TheArt ofOrpheus, 1941, citado en Kirk-Raven, pág. 61. 26) Luis Gil «La comedía ática», en Historia 16, a° 35, pág. 112. 27) Albin Lesky. Historia de la Literatura Griega, Grados, pág. 447. 28) Bodin-Mazon, Extraits de Aristophane et Hénandre, 1960 pág. 145. pensamientos ajenos al común de ciudadanos, espectado­res y jueces de sus comedias. Por ello la cosmogonía o creencia órfica que vamos a rastrear de su coro podemos considerarla de principio idea corriente en su época. El coro de las Aves a que nos referimos ocupa los versos 685-703 y corresponde a la parábasis, parte gene­ralmente central de la comedia. Las parábasis propiamente dichas aparecen hechas con ritmo anapéstico, el apropiado tanto a la recitación como a la marcha o evolución del co­ro. En lo que se refiere al estilo de la parábasis que tra­tamos se puede señalar el hecho de que está llena de re­miniscencias homéricas recogidas como lugar común por la generalidad de los poetas líricos, y de citas casi textua­les de Hesiodo. Veamos algunos ejemplos: La palabra con la que las aves saludan a la estirpe humana, afxatJpópioi (29), es un compuesto del autor en base a áfiavpóg, «sombra», idea que encontramos desa­rrollada en la definición pindárica de hombre: OKÍag ovap (Pírica, VIII, 96) y que se repite en el cliché lírico que viene a continuación: (jp6A,X,cov Y^VES JipooófiOiOL (Iliada VI, 146); además en los versos que siguen, hasta £i^e>.ó(xeipoi,, Aristófanes convierte la imagen de Píndaro en una doble metáfora que, por separado, acumula ambos aspectos. Las aves se adjudican el papel de diosas y comienzan su cosmogonía, cuya traducción es como si­gue: 29) Los V. de Aristófanes a que nos referimos son los siguientes (según la edición de Oxford): , Sye 6íí qjíoiv Svópes á)Uiup¿pi.oi, 9ÍX<ov YEVE^ npo0iS)ioi.oi., óiTo5pav¿e;, icXíanaxa iiiiXoO, oxLoei5¿a tpOX'óneviivií, áxT?!v€! é9T])i£pi,oL TaaoT. PpoTol ávÉpes eíxeiSvei,poi., Jtpooíx^'t^ tov voOv Tots iSavÍTOis Tititv ToiTs aitv ÉOOCTIV, Tots oíaepfoi.5 TotToiv ¿ifíípijis %aX% á<pSiT(i |ir)6o|íévoiaiv, tv'óxoíoavxes itávxa nap'njiSv ópíCSs it£pl TCSV |icTeúpuv, ipáffiv oíuvOv Y^veoCv TC *eí!v TioTapBv T"Epípous te Xáouc te eífiáxE! Óp9i3;, npoSÍWj) itap'éiioO VX&ÍÍ^ efntite xb Xofnov. Xíos ív xal Ni? 'Epepís.xe (ifxav npSxov xal Tápxopos Eupís, Yfi 6*oÚ5'áíip oús'oúpavbs í v 'Ep£po«s 6'év ónefpoai. xíXitoi! xfxxei iipiSxtoxov úntivániov Kú5 íl neXavénxepos (jív, ¿5 o5 nepi-TEXKotíÉvítis úpKis épXooxEv "Epus ó itoSeivás, <JxCpuv vOxov itxEpáyoiv Xpuaa.iTv, eíxQ; áve^xEOi. 6fvai,s. OSTOS i X<£EI. itxepÍEvxi HI-Y^^S vuxf^ xoxíi; Típxapov EÚpbv íveáitxeuaev Y^^OS rit»íxepov, xaX itpOxov ÍVIÍYIYEV ¿O ¡pOs. upíxEpov 6'o6x ív Y^VOS ó^avíxuv, nplv 'Epus ^UVÍIIEL^EV Snavxa* Suiífu.YVw^ívtiíV 6'ix¿p(i)v éxÉpois YÍvex'oúpovbs ¿XEavás xe «al YI nívxuv TE *e!Sv ^laxípuv Y^^OS áy^iTov. «Ea, pues, hombres sombríos de naturaleza, a la estirpe de las hojas semejantes, débiles, modelados de barro, razas inconsistentes, como sombras, hombres efímeros, mortales sin alas parecidos a los sueños, prestad atención a nosotros los inmortales, los que siempre están, los habitantes de lo alto, que sin envejecer piensan en lo incorruptible; para que oyendo todas las verdades sobre los fenómenos celestes de nosotras, la raza de las aves, sabiendo bien la estirpe de los dioses, de ios ríos, del Erebo y del Caos, digáis de mi parte a Pródico que llore lo demás: En el principio existían Caos, Noche, Erebo negro y ancho Tártaro; en cambio no existían ni tierra ni aire ni cielo. En los infinitos senos de Erebo No­che la de negras alas, genera en principio un huevo hueco, del cual, en el tiempo marcado, surgió Eros, el deseable, con la espalda brillante por dos alas de oro, semejante a los torbellinos rápidos como el viento. Y éste, en la noche, mezclándose a Caos, alado, engendró nuestra raza; la condujo hacia la luz la primera, pues no existía la estirpe de los inmor­tales antes de que Eros conjuntase todo y, uniendo uno con otro, crea­se cielo, océano, tierra y la estirpe indistructible de todos ¡os dioses bienaventurados». EL BASILISCO 15
  • 8. «En principio era el Caos, la Noche, el negro Erebo y el ancho Tártaro. No existían ni la Tierra, ni el Aire ni el Cielo. En los ilimitados senos del Erebo, la Noche de negras alas da a luz un primer huevo sin germen; de éste, en la estación fijada, salió Eros, el deseable, de es­palda resplandeciente por dos alas de oro, semejante a los torbellinos que lleva el viento. Y él, uniéndose al ala- 'do Caos en medio de la noche en el ancho Tártaro, en­gendró a nuestra estirpe y la sacó a la luz la primera. Pe­ro no fue la primera la estirpe de los inmortales, antes de que Eros hubiera unido todas las cosas: uniéndose unas con otras, surgió el Cielo, el Océano y la Tierra in­destructible, linaje de todos los felices dioses». Esta es la narración en la que, desde un punto de vis­ta filológico, nos encontramos con una serie de elementos característicos: 1. El relato mitológico utiliza expresiones incluso similares a las de los fragmentos órficos (30), como en los de las Argonaüticas (31), poema órfico inscrito en una tra­dición de este nombre de la que nos han llegado noticias de más de cincuenta poemas, como atestigua la Suda (32). 2. A partir de TÍKxei,,, Ni5| no es posible separar el contenido que aparece aquí del que figura en la Teogonia de Hesiodo, a no ser por el mito del «huevo cósmico» que no aparece en ésta. 3. Eros aparece en los fragmentos órficos como Pa­nes (Kern 65). Eros.como elemento activo primigenio aparece en Platón {Banquete, 178, a). El que todos los in­mortales aparezcan alados (JtTepóevTi) se debe a que los que están hablando en la comedia son las aves. Fuera de esta elaboración de conjunto que encontra­mos en Aristófanes, tenemos menciones muy sumarias en Platón y sobre algunos puntos concretos de la doctri­na en Aristóteles; más sistemáticas, aunque posteriores, son las recopilaciones neoplatónicas, como la de Damas-cio (33), aunque llenas de influjo pitagórico. Todas ellas aparecen recogidas en la recopilación de Kern. Estos fragmentos van más allá de lo que recogió Aris­tófanes y con ellos al menos podemos hacernos idea de los hitos fundamentales de la cosmogonía. Así podemos resumir lo siguiente: a) Cronos produjo a Éter y a Caos (frag. 66, 107). Llama la atención el que en el frag. 107 Caos aparece definido como jieya xcto^a jt8X,cí)piov igual al verso 740 de la Teogonia de Hesiodo (Kirk-Raven, pág. 66). Llama la atención también la adjetivación antropo-mórfica de Cronos (áyiripaos, áqjciTOfiT]XLg), así como la materialización de un tercer elemento (Caos) definido como negación de Éter. 30) Bodin-Mazon, op. cit. pág. 164, nota 2. 31) Argonaüticas, Kern, Orphicorum Fragmenta, 1, vid. Mondolfo, I, 20. 32) Suda, léxico griego: 'Opqpevg "lEpoi J-oyoi e pailícoóiaig K8 Lesky op. cit. pág. 186 y n. 127. 33) Hamascío, De principas, 123, 124. 16 b) surge el huevo engendrado por Cronos en el Éter, un «huevo de plata» como manifiesta hteralmente el frag­mento (fragm. 70). c) el huevo se abre en dos y sale Panes (fragm. 72). d) Panes aparece descrito con alas de oro (fragm. 78), bisexual y autofecundante (fragm. 81). Kirk-Raven señalan que se trata de un mero desarrollo del Eros de Hesiodo. Pero en realidad en Hesiodo Eros no aparece con estas características, ni tampoco en Aristófanes, como ya hemos tenido ocasión de comprobar. Sin embargo en Platón (34) se recogen las opiniones acerca de Eros y se alude al carácter bisexual y autofecundante. En realidad parece más bien que aquí Panes no es un simple desarro­llo del Eros Hesiódico, sino una descripción propia, con independencia de que en otros contextos órficos se le lla­me también Eros (al igual que. también se le denomina Metis, Protógonos, Erikepaios y Dionisos, cómo atesti­guan los fragm. 86 y 170). Además hemos de reconocer aún otro carácter a Pa­nes, tal como estudia Graves, (35): se le describe con cuatro cabezas, toro, carnero, león y serpiente (fragm. 79). Graves pone esa característica en relación con otros ejemplos míticos similares: las tres cabezas de Hécate (león, caballo y perro), las metamorfosis dionisíacas se- 34) Platón, Banquete, 178 a y ss. 35) Graves, op. cit. pág. 132, 2. EL BASILISCO EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es
  • 9. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es gún las estaciones del año (toro, león, serpiente) y, fuera de la mitología griega, con la visión de Ezequi 1 (Ezequiel, I): toro, león, águila y serpiente. En definitiva el parale­lismo se establece con los signos del Zodíaco para equino-cios y solsticios solares. Estas características de Fanes nos sirven no sólo para delimitar esta narración mítica sino para relacionarla con el ciclo de la vegetación del área me­diterránea (36). d) A Fanes le corresponde una divinidad que podría­mos considerar femenina, la Noche, que hace de madre, esposa e hija a la vez (fragms. 105-109) a la que transmite su poder (fragms. 101-102) y que le da dos hijos: Urano y Gea (fragm. 109). e) Urano y Gea engendran a los Titanes, Titánidas, Cronos y Rea (114). f) Se recoge también el episodio de la mutilación de Urano con el surgimiento de Zeus (fragm. 127). g) Zeus se traga a Fanes, asumiendo así su capacidad creadora, y construye el universo (fragm. 168). h) Zeus transmite el poder a Dionisos, que es una especie de reencarnación de Fanes; fenómenos caracterís­tico de los ciclos de la vegetación y de las divinidades de este tipo (fragm. 207). „ 4. Contenido de la Teogonia de Hesiodo. La cosmo­gonía y teogonia que nos ha transmitido Hesiodo ofrecen el esquema al que se ajustan las creencias griegas que encontramos por primera vez en los poemas homéricos, si 36) Rasgos parecidos al mito de la cosmología órfica y hesiódica se con­tienen en una cosmogonía fenicia que recoge Eusebio {Praeparatio Evan­gélica, I, 10, 1-6) vid. Sinninge, op, cit. pág. 54 en la que estudia y compara este texto con otros similares, aunque con más profundidad, y . en concreto referido a las cosmologías con lenguaje mítico griego y con términos no míticos en Anaxágoras y en Demócrito, lo estudia O. Eiss-feldt, Phonische und Griechische Kosmogonie, como aportación al trabajo de conjunto: Eléments orientaux dans la Religión Grecque ancienne, colo­quio de Estrasburgo de mayo 1958, pág. 1-15. Eusebio asegura que to­mó la información de un tal Filón de Biblos de quien no se tiene otra noticia; este personaje, según Sinninge «...under the ñame of this author no other writings have been preserved, wich means that it is extremely hard to asses his reliability. The account as quoted above seems so-mewhat muddled and mixed-up, as if it were a compilation from various sources». Eissfeldt, por su parte, prescinde la verosimilitud o no de Filón de Biblos y atiende al texto, estudiándolo dentro de los que se conservan en la literatura sumeria e hitita en concreto, acudiendo a las tablillas de Ras-Samrá, la antigua Ugarit, y las hititas de Bogaz-key, la antigua Hatusas; pues lo que trata de ver es «über die Beziehungen zwischen der von Philo Byblius dem Sanchunjaton des zweiten Jahrtau-sends v. Chr. zugeschrieben «Euhemeristischen» Theogonie der Phónikeer zu der von Hesiod überlieferten griechischen Theogonie...», una vez fijados ios diferentes elementos míticos coincidentes en el área mediterránea. La traducción al castellano del mencionado texto de Euse­bio es la siguiente: «En el principio de todas las cosas establece un aire oscuro, de la. natu­raleza del viento, o bien un soplo de aire oscuro y un Caos sombrío y tenebroso. Estableció que éste fuera ilimitado y que por mucho tiempo no tuviera fin. Cuando el viento, dice, se enamoró de sus propios prin­cipios y llegó a la unión, aquel entrelazamiento fue llamado Deseo (Póthos) y fue el principio de la creación de todo. Sin embargo él no co­nocía su propia génesis. De su unión con el Viento surgió Mot. Algunos dicen que éste era limo, otros que putrefacción de mezcla acuosa. De esta unión surgió toda la .simiente de la creación y del origen de todas las cosas: había unos animales sin consciencia, de los que surgieron animales con entendimiento que fueron llamados Zofasemin, esto es «observado­res del cielo». Mot les conformó igual a un huevo, que hizo resplande­cer a la vez que el sol, la luna, las estrellas y los grandes astros». bien en ellos no encontramos la exposición sistemática que caracteriza a la composición que comentamos. a. En principio señala Hesiodo el Caos y luego la Tierra (w. 116-117).' Es difícil señalar una interpretación segura para el hesiódico Caos. Kirk-Raven aceptan, a falta de otra interpretación mejor, la que sugiere Cornford de «resquicio» para la separación del Cielo y la Tierra (37). En realidad Ife trata de una explicación etimológica a par­tir de la raíz de esta palabra que significa «abertura». Desde el punto de vista de la construcción mitológica tendríamos que presuponer una especie de «huevo cósmi­co » anterior en donde surgiría este resquicio; lo cual, co­mo veremos más adelante, no es nada disparatado, pero no figura en Hesiodo. b) surge Eros como fuerza (v. 120-123). La descripción del Eros en Hesiodo (38) presenta más de un problema, y es que aparece dotado de unas características que no corresponden al estadio de la narra­ción, tal como la ha hecho hasta que introduce este perso­naje y, de otro lado, tampoco va a verse un desarrollo posterior en el poema de las mismas características. Es decir, el Amor aparece pintado como «capaz de romper los miembros», «doma el corazón y el pensamiento de hombres y dioses», etc. Mazón (39), en su edición de Hesiodo, considera que el poeta está tomando datos de un modelo diferente y que Eros dispone así de caracterís­ticas propias, y aduce el testimonio de Pausanias (40) que habla de un culto antiguo al Amor. c. Del Caos surgen Erebo y la Noche, y de la Noche Éter y Día. En principio Tierra dio a luz Cielo Estrellado, Montañas y Ninfas. Sin ayuda del amor, dio a luz el Mar. Luego, unida al Cielo, dio a luz a Coiss, Crios, Hiperion, Japeto, Theia, Reia, Themis, Mnemosine, Febo, Thetis y Cronos, es decir, a los Titanes y Titánidas. Luego a los Cí­clopes y Gigantes. Todos odiados por su padre, (w. 123-160). Vemos que el papel creador corresponde aquí a la Tierra. Hemos de notar que Hesiodo no confiere papel alguno a las anteriores personificaciones, incluida Eros, ya 37) Kirk-Raven, pág. 48. El sentido de-Kháos como «resquicio» radica en la etimología a partir de la raíz kha-, vid. los verbos griegos; Xaiveoj, xóoKSiv. 38) Hesiodo, w . 120-123. T|6"Epos» os'^)«£XX.i0Toí h> •¿«O'ííh&Vot-'S'eóTrai, AÚaLjxeX^S» návTtóV 6t ftefiSv TOSVCÍÜV T av^píSitwv Silivatcci év «rtíífteaoi víov xal ÉitCippova gouXíiv. «... y Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, rompedor de miembros, en el pecho de todos los dioses y hombres domeña la mente y el sensato querer». 39) Hesiode, texte établi et traduít par Paul Mazon, Budé, París 1967, pág. 27: «Ce n'est pas Hésiode qui a donné a l'Amour la place que celui-ci occupe, dans la Theogonie, immédiatement aprés le Vide et la Terre, car le role qu'IL lu préte ne justifie pas cette place... Cé n'est done pas Hé­siode qui a inventé cet Amour, dont 11 méconnait la raison d'étre. II l'a pris ailleurs». 40) Pausanias, IX, 27, 1 asegura que vio en Tespia vestigios de un culto muy antiguo a Eros. EL BASILISCO 17
  • 10. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es que el amor con él qué la Tierra da a luz no está en abso­luto personificado y se trata de algo diferente a Eros, de acuerdo con la diferencia terminológica que el poeta esta­blece. d. Cielo, que odia a sus engendros, oculta a sus criaturas en el seno de Tierra, con lo que ésta gemía de dolor. Cronos venga a su madre castrando a Urano, el Cielo, (w. 170-210). e. La Noche también da a luz hijos, caracterizados de modo tenebroso: Sueño, Sarcasmo, Parcas, Némesis, Vejez, etc. (w. 210-232). f. El Mar también engendra hijos; uno de ellos, Nereo, crea una larga estirpe unido a la Tierra; a su vez se producen diversas imiones entre ellos (232-450). g. Reia y Cronos engendran a Histía, Démeter, He-ra. Hades y Zeus. Cronos devora a sus hijos para evitar que puedan obstaculizar su poder. Zeus escapa a esta suerte y más adelante consigue que su padre vomite a los hijos que se había comido y le quita el poder, fundando así la estirpe de los inmortales bajo su égida (vv. 450-505). h. El mito de Prometeo explicará a su vez el comien­zo del progreso entre los hombres, (w. 506 y ss.). En realidad el esquema teogónico de Hesiodo es sus­ceptible de ser analizado, dentro de sus propios límites, como excesivamente genealógico en torno a la idea del Caos inicial, por cuanto que los principios abstractos, en él convertidos en dioses, son cada uno por sí mismo fuen­te u origen de su propia generación (41). El procedimien­to es etiológico y cabe dentro del sistema de las viejas familias aristocráticas empeñadas en establecer una proce­dencia divina indiscutible y la antigüedad capaz de confe­rirlas el poder popular que necesitaban. Semejante modo de obrar, que constimye la tradición literaria de las genea­logías, se inscribe entre los orígenes de lo que más tarde llamaremos Historia en Hecateo de Mileto y en el mismo Heródoto. Además de la explicación etiológica en torno a Caos, encontramos un nexo ilativo hasta llegar a Cronos propio del estilo de una auténtica cosmogonía que coincide con las nociones órflcas y que se resiste al modo de analizar por etiología, pero que cae de Heno en el «modo evalua-tivo ». Nos referimos a los conocidos episodios de Urano hasta llegar a Zeus. Los encontramos de igual manera en­tre los órficos, si bien la evaluación de Hesiodo es dife­rente, a fin de conferir el protagonismo ordenador y rec­tor, lo que Dumézil denomina «primera función», a Zeus. Llama nuestra atención el que Hesiodo adapta su re­lato al esquema tradicional indoeuropeo y por ello perma­nece inmerso en los esquemas de la vieja sociedad fami­liar, representada por Zeus como el orden tras el caos sin posibilidad de nuevas transformaciones. De esta manera 41) Bisson, en Chatelet, Historia de las Ideologñs, I, pág. 74-86: «Se ob­serva que todos los seres provienen de un desorden inicia], y sólo se ma­nifiestan como formas específicas, en la medida en que el medio informe de que salen queda sujeto a un proceso de división». Eros, generado como una fuerza capaz de todos los cam­bios dentro de la cosmogonía agraria, queda limitado a un papel por completo exterior al relato, fuera del ámbito de los protagonistas como una especie de entidad poético-ro-mántica. Los límites oficiales, es decir, los de la sociedad esta­blecida en el siglo VIH, cuando entona Hesiodo (42) su poema, a pesar de las amargas quejas que brotan de la boca del poeta en otras obras, impide trazar un marco alternativo... La Teogonia de Hesiodo, con todo, señala un final de perspectivas y ese final radica en el propio orden de Zeus, que no es otra cosa que el orden social contemporáneo al autor. Conclusiones. El análisis que hemos esbozado de la cosmología griega no nos Ueva a establecer con certeza la existencia de una cosmología única dentro del área medi­terránea, de la que pueda partir la que nos brinda Hesio­do y las contenidas en los fragmentos del orfismo. El mi­to, como segundo lenguaje, aporta elementos y construc­ciones que, en sucesivos momentos históricos, sirve para elaborar el entramado fundamental de la cosmovisión de la época, Cuanto más se separa el mito del lenguaje coti­diano, cuanto más carácter simbólico adopta, mejor rescribe su capacidad ideológica, su reflejo de la sociedad, como muy bien señala Barthes (43). En este sentido rastreamos una serie de elementos comunes entre las cosmologías de Hesiodo, de los órficos e incluso de los semitas. Estos elementos comunes consti­tuirían la mitología agraria mediterránea a la que sí pode­mos calificar de única, al menos ante los modelos griegos. Veamos a continuación algunas de estas ideas coinciden­tes: 42) Thomson, en Los primeros filósofos griegos, pág. 176 y ss. trata de de­mostrar la existencia de una sola cosmogonía de la que Hesiodo trataría de enfocar la cosmovisión de la sociedad de su época. Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia antigua, pág. 5 3, opina que resulta por completo anacrónico pensar que Hesiodo estuviera influenciado por corrientes ór-ficas. 43) Roland Barthes, Mithologiques, parte II. 18 EL BASILISCO
  • 11. EL BASILISCO, número 9, enero-abril 1980, www.fgbueno.es a. idea de sucesión generadora como elemento bási­co del relato. b. línea de dioses superiores con el relato de violen­cias, como la de Cronos y más tarde la de Zeus. c. divinidades extraordinarias, fuera del esquema antropomórfico, que añaden nuevos mitos no uti­lizados directamente en el relato. Como elementos diferentes entre el relato de Hesio-do y el de los órficos tenemos: 1. el punto de partida: Cronos para los órficos. Caos para Hesiodo. 2. el huevo-cósmico en los órficos que no se encuen­tra en Hesiodo. 3. Eros-Fanes como elemento generador fundamen­tal, usado sólo entre los órficos. Las diferencias no suponen innovaciones en cada cos­mogonía, los mitos utilizados se pueden encontrar en otros estadios o en otros entramados cosmológicos. Lo característico es su utilización como término marcado en el relato mítico, o bien su desaprovechamiento como tal, del que se deduce una diferencia ideológica importante por cuanto que de ella arranca una cosmovisión original y característica. Caos, visto por Hesiodo como una etapa de desorden inicial, en consonancia con otros mitos cosmogónicos, es sustituido en ese puesto por Cronos y el huevo entre los órficos. En realidad se trata de establecer la unidad modu­lar de la que partirá el universo y que dialécticamente se va a replantear a lo largo de toda la narración. Podemos buscar razones históricas a la cosmovisión oficial griega que aporta Hesiodo, como recordar el prin­cipio ordenador de los indoeuropeos, que conlleva la idea de orden como sometimiento al poder establecido, tal como figura en las culturas de índole patriarcal, al modo como lo establece Dumézil. Pero en realidad lo que se trata de reconocer es que la narración órfica supone algo original dentro del lengua­je mitológico al uso. Hemos de recurrir, aunque sólo como referencia, al estudio de las circunstancias históri-co- políticas si tratamos de comprender esta variante. Va­riante incluso si consideramos las cosmologías mediterrá­neas de las que toman las modificaciones que no se en­cuentran en Hesiodo, como la del huevo cósmico. En las cosmologías mediterráneas este mito tan sólo sirve de. elemento generador sin el tratamiento modular dialéctico como entre los órficos; y es que en definitiva las x;Osmo-logías mediterráneas se originan, como la dé Hesiodo, dentro de la esfera oficial; por ello no admiten el juego dialéctico capaz de poner en tela de juicio el orden polí­tico establecido. Hemos de comprobar, por tanto, cómo el choque entre la polis y la vieja sociedad aristocrática se plantea en condiciones dialécticas: el ciudadano generali­zado como unidad modular y a la vez condicionado por la pluralidad de ciudadanos. El continuo hecho de acudir a la unidad modular (huevo cósmico, Panes, Zeus, Dionisos) frente a la plura­lidad (cosmos, dioses, hombres) al modo dialéctico es la idea del progreso frente al conservadurismo estático que aparece sin solución en Hesiodo, frente a la sociedad gentilicia basada en lo que los romanos denominarán la «mos maiorum». De esta manera es cierto que los órficos supusieron un atentado contra la sociedad, estado y fami­lia, como apunta García López (44), pero sólo entendien­do por tales los establecidos antes del desarrollo de la polis. Lo que ya no parece tan seguro es que los órficos no fuesen una ideología popular, como asegura el mismo García López (45), apoyándose en que se difundían en base a círculos de elegidos rodeados de misterio e inacce­sibles a los no iniciados. Pero en realidad esto sólo afecta al método de difusión y propaganda, que de por sí única­mente sirve para asegurar la no utilización de su doctrina desde las esferas oficiales y es en suma el método que han seguido y siguen sistemas ideológicos perfectamente en­raizados en el pueblo. El que los órficos generalizaron su doctrina es un hecho indiscutible. Cualquier referencia al modo de pen­sar de Italia griega aparece impregnado de doctrinas órfi-cas, como muestran Píndaro (46) y Platón sin ir más lejos. Sin embargo hemos de reconocer que en manos de los órficos esta cosmología no alcanzó un nivel teórico y práctico suficientes como para elevarla al nivel doctrinal necesario en el caso de constituir un sistema filosófico o político completo. Tampoco lo consiguió Hesiodo más que suponiendo el establecido previamente. El nivel doctrinal sólo puede esperar conseguirse analizando y rescribiendo el lenguaje del mito eliminando las operaciones, mitológicas en este caso, tal como inten­taron llevar a cabo los jonios. Ese nivel doctrinal, reescribiendo las operaciones con una primera eliminación del mito, lo alcanzarán los pita­góricos y después Platón. Pero el mito en manos de los órficos sin duda sirvió para asentar el bagaje de pensa­miento del nuevo tipo de sociedad que se va a instaurar en Grecia y que constituye la base de la sociedad occi­dental: una sociedad urbana, comerciante e industrial, en donde el individuo, el ciudadano, es la única base de refe­rencia y actividad posible, siempre que se le entienda dialécticamente y como módulo para la pluralidad de los habitantes de la polis. 44) García López, La Religión Griega, Istmo, pág. 133. 45) García López, op. cit. pág. 145 y ss. 46) Píndaro, Olímpicas, Olímpica II, 56 y ss. 47) Vid. estudio de esta terminología en Gustavo Bueno Martínez, £/ Basilisco, n° 2. EL BASILISCO 19