Este documento examina si las personas son lo suficientemente buenas para ir al cielo al comparar sus vidas con los Diez Mandamientos de Dios. Concluye que todos son culpables de violar los mandamientos en algún grado y, por lo tanto, merecen el castigo eterno del infierno. Sin embargo, Jesús murió en la cruz para pagar el precio de los pecados de la humanidad, por lo que cualquiera puede ser perdonado y recibir la vida eterna si se arrepiente de sus pecados y acepta a Jesús como su salvador.