Este documento habla sobre la importancia de educar a los niños y jóvenes en la esperanza. Esto implica tres cosas: 1) Proyectarlos hacia el futuro a través de sueños y utopías, 2) Enseñarles a valorar el patrimonio recibido del pasado, y 3) Trabajar ese patrimonio en el presente para transmitirlo enriquecido a las próximas generaciones. Los educadores deben preparar a los estudiantes para recibir la semilla de la esperanza y ayudarlos a soñar con horizontes más grandes.