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EL PODER EN LA SOMBRA
El Affaire Graiver
Autor: Ramón J. A. Camps
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PROLOGO
Soy general del Ejército Argentino, y a pesar de
que sé que este libro sólo me va a traer dolores de
cabeza, lo debo escribir por mí mismo, por nuestra
lucha y en honor de los hombres que participaron
en ella. Durante toda mi vida bajo las armas no
imaginé jamás que un día iba a tener que sentarme
delante de una máquina de escribir para redactar
un libro de este tipo (es el segundo que publico) y
que debía tomar esta actividad como un acto de
servicio más. Servicio a la Patria y servicio a los
que la defendieron a mis órdenes. Ellos, muchos
están muertos, lo dieron todo y no tienen otra pre-
ocupación que disfrutar de la gloria merecida que
ganaron en combate: Los que por puro azar sobre-
vivieron, todos fueron combatientes disciplinados
que ajustaron sus acciones a una rígida cadena de
mando. Sin embargo, las mismas personas que
respiraban aliviadas con cada éxito que obtenía-
mos porque veían alejarse de su vida diaria el fan-
tasma del secuestro, el asesinato o la bomba des-
tructora de familias, nos preguntan ahora con in-
genuidad por qué peleábamos y empiezan a levan-
tar índices con intenciones acusadoras.
Escribo este libro porque quiero ser responsable
y porque no voy a permitir que ninguno de los
hombres que se jugó la vida por mis órdenes asu-
ma las responsabilidades que les corresponden a
otros. Es necesario que los argentinos conozcan a
fondo el enemigo contra el cual debimos luchar.
Yo acepto mis errores: mi trabajo no fue completo
y no tuve tiempo de llegar hasta las raíces del pro-
blema. Cuando el enfrentamiento era militar, cara
a cara -y eso ocurrió muy pocas veces por iniciati-
va del enemigo- mi gente supo triunfar, pero
cuando la lucha se diluía en una red de sombras,
figuras ambiguas, negocios complicados, sucios,
oscuros, surgieron razonamientos burocráticos que
me impidieron completar la tarea.
En 1976 vi claramente que el triunfo militar so-
bre la subversión debía ser consolidado con e1
triunfo sobre la subversión , política, económica y
cultural que la nutría. Las razones por las cuales
estoy convencido de que hay que completar esa
parte de la lucha son la razón de este libro.
En el período 1973-76 habían ocurrido en la Ar-
gentina 590 secuestros, 676 asesinatos, 279 aten-
tados terroristas y 9644 hechos subversivos. Es
común decir que los argentinos olvidamos nues-
tros errores y los volvemos a cometer otra vez. No
sé si eso es completamente cierto, pero estoy segu-
ro de una cosa: no nos vamos a olvidar de nuestras
virtudes, de los ideales que defendemos y del co-
raje que hace falta para mantenerlos en pie. E1
coraje es necesario para detener a los subversivos
armados, ¿pero, qué se puede hacer respecto de la
subversión de escritorio? El mito de que los ricos
no pueden ser revolucionarios y de que no son
posibles las complicidades entre el rédito capitalis-
ta y la subversión marxista ha facilitado desde los
primeros tiempos de la expansión comunista el
crecimiento de la organización financiera que le
sirve de base. Los capitales mal habidos tienen
siempre el buen tino de rodearse de secreto. Los
orígenes de algunas fortunas del mundo actual son
un enigma explicado al gran público con historie-
tas de golpes de suerte. En realidad, el movimiento
de fondos, las grandes transacciones, las relacio-
nes financieras, la titularidad de las empresas, son
a veces misterios que desafían al más suspicaz
investigador.
En un ambiente como éste, el capital al servicio
de la subversión goza de oportunidades estupendas
para crecer e infiltrarse cumpliendo sus objetivos.
La astucia de un policía y una respuesta delatora
permitieron que en 1977 estallara el "caso Grai-
ver". Seis años después se trata de echar un cóm-
plice manto de olvido. Pero, en realidad, el caso
había empezado mucho antes de 1977 y terminará
mucho después de 1983; esta historia sólo termi-
nará cuando muera el tremendo poder de la sub-
versión económica, que por ahora ha encontrado
sustitutos para la red que les desmantelamos.
Cuando fui nombrado jefe de 1a Policía de la
Provincia de Buenos Aires, tenía plena conciencia.
de los riesgos de una tarea que me fue encomen-
dada y que acepté sin vacilar. No sé si para uste-
des tienen importancia estas acciones: yo creo que
todo lo que vale -un ideal, un niño, un día de paz-
está apoyado sobre una red de acciones de coraje y
convicciones que ha sido tejida por muchos seres
anónimos. Si Dios no sintiese aprecio por el coraje
no hubiese hecho a los hombres que tuve a mis
órdenes tal como están hechos. Por ellos estoy
sentado aquí, escribiendo y asumiendo responsabi-
lidades.
En 1983, las exigencias morales son las mismas
que en abril de 1976, cuando ocupé la jefatura de
la Policía de Buenos Aires. Dije entonces: Esta-
mos viviendo una circunstancia . particular, y esa
circunstancia particular nos exige esfuerzos mayo-
4
res. Nos exige renunciamientos. Nos exige sacrifi-
cios. Nos exige una motar y una ética sanmarti-
niana y nos exige una honradez acrisolada. Soy
consciente de que todos estos atributos los tiene el
Cuerpo que dirijo, pero también soy consciente de
que, a partir de este momento, es indispensable
que ellos sean puestos de manifiesto en forma fe-
haciente.
-Mi coronel, ¿todavía tiene interés en los Grai-
ver? Sí, por supuesto.
Anochecía aquel día, allá por el mes de mayo de
1977, en mi despacho, en el departamento de Poli-
cía dé la ciudad de La Plata. El Comisario General
que me había hecho la pregunta parecía vacilar: -
Yo sé dónde puedo encontrar a Juan Graiver.
¿Quiere que lo detenga?
-Hágalo enseguida.
Me miró francamente antes de seguir hablando.
Después me espetó sin rodeos: -Mi coronel, ¿a
usted, quién lo apoya? Si los muchachos saben
que arriba no hay nadie, no se van a animar con
una carta tan brava.
-Deténgalo ahora mismo. Deje que yo asuma mis
responsabilidades y confíe en que vamos a salir
adelante.
El director general de Investigaciones de la Poli-
cía de la Provincia de Buenos Aires conocía su
oficio y ya se podían contar las horas que faltaban
para que los Graiver empezasen a dar explicacio-
nes sobre los desmesurados negocios que última-
mente estaban manejando. Marzo de 1977; otro
verano terminaba al son de las bombas y las em-
boscadas terroristas. Así nació el operativo cuyo
nombre en clave era "Amigo".
En junio de 1976 el ministro del Interior había
pedido al gobierno provincial un informe semanal
sobre todos los problemas graves que se produje-
sen en la provincia y que pudieran tener repercu-
siones políticas o sociales; también solicitaba una
evaluación de todas las situaciones potencialmente
peligrosas, para tener una visión previsora de los
acontecimientos. El gobernador dispuso que fuera
yo quien debía producir el informe. Recibirían
copias el gobernador Ibérico Saint Jean; su minis-
tro de Gobierno, Jaime Smart; el secretario de
Informaciones de la Provincia, el comandante del I
Cuerpo de Ejército, el comandante de la Décima
Brigada de Infantería, el comandante de Institutos
Militares, el del V Cuerpo de Ejército y el de la I
Brigada de Caballería Blindada.
Los informes se produjeron regularmente, y en
uno de ellos se indicó por primera vez la necesi-
dad de investigar las consecuencias de la desapari-
ción de David Graiver, hijo de Juan, y el desorde-
nado crecimiento de sus empresas, que ya no era
un secreto para nadie.
En aquel tiempo, todos quienes combatíamos a la
subversión sospechábamos que debían existir po-
derosas entidades financieras que apoyaban la
acción de los terroristas. Las informaciones reci-
bidas desde los frentes en los que combatía el
Ejército -en el norte y centro del país, y más cla-
ramente en la Capital Federal y la provincia de
Buenos Aires- coincidían en señalar que el aporte
logístico, económico y financiero de la subversión
partía de los centros más ricos: la Capital y la pro-
vincia de Buenos Aires.
Había que buscar el hilo que nos llevase a la
fuente del dinero que se gastaba en asesinar argen-
tinos: Por ejemplo, el mercado negro de divisas,
principalmente dólares, que funcionaba en La Pla-
ta y movía cifras siderales, era un foco ideal para
filtrar fondos para las bandas subversivas. Cortar-
les los fondos era una manera de cortarles "los
víveres". Cuando el comisario general me pregun-
tó si todavía andaba detrás de los Graiver y si que-
ría detenerlos asumí la responsabilidad no vacilé.
Una comisión de la Dirección General de Inves-
tigaciones fue hasta la avenida Santa Fe 2130, 6°
piso, departamento A, de la Capital Federal. Allí
se produce uno de esos golpes de suerte sin los
cuales el trabajo de la policía es casi imposible,
pero en este caso la suerte fue favorecida por la
astucia del jefe de la comisión, que le preguntó a
Juan Graiver: -Sabe usted quién lo ha detenido.
-Estoy en la duda ¿ejército o montoneros?
-Montoneros
-¡Ah! Con montoneros no hay problemas.
Yo soy hombre decente y conozco la deuda con la
organización. Puedo hablar con el jefe de ustedes.
En una dependencia de la Policía Provincial re-
inicié el diálogo precisamente en ese punto. Los
testimonios que se acumularon en poco tiempo
fueron tan graves que se los comuniqué al coman-
dantes del I Cuerpo de Ejército general Carlos
Suarez Mason, de quien dependían directamente
en todo lo relacionado con la lucha antisubversiva.
Compartíamos plenamente la forma de encarar el
problema. Le comente cual era la situación y me
respondió: prosiga con la investigación. Al único
5
que le informa esto es a mí. Todos los contactos
con el Comando en Jefe, con otras fuerzas, lo haré
yo, lo mismo que con el Gobierno Nacional.
A partir de ese momento tuve la mayor libertad
para llegar adelante las actuaciones, sin ningún
obstáculo, sin ninguna interrupción. Cuando ya
lograba resultados concretos entre las manos, vol-
ví a ver al comandante del I Cuerpo. Le informé
detalle de todo cuantos habíamos averiguado hasta
allí y me sugirió que hablase del tema con el
secretario de Informaciones de Estado. Yo
propuse que nos reuniésemos también con el Jefe
de la Policía Federal y con el ministro de Interior
pero obtuve una respuesta lacónica: - No, que se
enteren junto con el comandante en jefe.
Después de la reunión que habíamos programado
secretario de Informaciones de Estado, hice una
exposición de1 caso Graiver frente al comandante
en Jefe del Ejército general Videla, el Jefe y subje-
fe del Estado Mayor, el secretario de la SIDE, el
ministro del Interior y el jefe de la Policía Federal.
investigando, pero el comandante en Jefe y Presi-
dente de la Nación señaló la necesidad de nombrar
un general preventor, según lo establecido por la
Ley 21.460.
Creo que es importante explicar aquí un poco las
funciones del preventor. Su finalidad no es agotar
la investigación, sino, tal como dice textualmente
la ley, “reunir en forma inmediata los elementos
de prueba necesarios que acrediten la existencia de
delitos subversivos; determinar la persona de los
autores, cómplices o encubridores; practicar las
diligencias necesarias para la detención de los
imputados; posibilitar que, con los elementos de
prueba reunidos, pueda establecerse el tribunal
competente y que dicho tribunal pueda llegar a
pronunciarse sobre la responsabilidad de los impu-
tados”
Ante la propuesta del comandante en Jefe, el
ministro del Interior consultó una libreta y final-
mente la designación recayó sobre el general Ga-
llino. Inmediatamente fue llamado y yo recibí la
orden de entregarle todo lo actuado. Los detenidos
quedaban también a disposición del preventor. Al
día siguiente cumplí con la orden.
Por la tarde fui con el comandante del I Cuerpo y
un colaborador civil, el doctor Alberto Rodríguez
Varela, a la quinta Presidencial en Campo de Ma-
yo, donde hablamos en un aparte con el coman-
dante en Jefe y Presidente. El tema era qué hacer
con los diarios "La Opinión" y "Crónica", com-
prometidos con el imperio de los Graiver. Mi co-
laborador había preparado un decreto de clausura.
El Presidente no se opuso, pero explicó que hacía
falta reunir a la Junta Militar y que el tema debía,
además, ser analizado por la Comisión de Aseso-
ramiento Legislativo. '
De allí en más no volví a ocuparme directamente
de la investigación. Simplemente yo había queda-
do a un lado.
Más tarde informé de todo lo ocurrido al gober-
nador de la Provincia, que se mostraba satisfecho
e incluso había declarado a la prensa el 14 de
abril: No pasarán muchos días para que se den a
conocer detalles de una investigación trascendente
que va a conmover a la opinión pública. Y agregó:
Las investigaciones han sido puestas a disposición
del poder central, y el Presidente de la Nación,
teniente general Jorge Rafael Videla tendrá última
palabra al respecto. Las autoridades nacionales
han tomado en este momento las medidas procesa-
les que corresponden para continuar con la sustan-
ciación de las actuaciones. Son ellas las que van a
resolver en qué momento y qué es lo que se puede
dar a publicidad; de lo actuado.
Yo creo que ha llegado el tiempo de que se sepa
todo lo investigado por mí. En las páginas siguien-
tes va a desfilar una maraña asombrosa de nego-
cios turbios, componendas con asesinos subversi-
vos, irresponsables en la administración de bienes
" ajenos y mal uso de las funciones públicas. Que
el lector honesto preste atención. En este caso creo
permitido y aun provechoso el interés por el pecu-
lado, la traición, la estafa, porque en ellos vemos
funcionar un mecanismo compuesto por las partes
más peligrosas de una nación, una organización
indiferente al cuerpo social en el cual vive y pros-
pera, un sistema en el que cada uno de sus órganos
tiene una finalidad propia, egoísta, o se pone al
servicio de la muerte y el terror. También quedan
en pie muchos interrogantes, rincones oscuros a
los que la falta de tiempo y de medios impidió
llegar y por los que se escabulleron muchos que
aprovecharon estas circunstancias y la benignidad
de las leyes y procedimientos argentinos para es-
conder su papel. Desde el punto de vista anecdóti-
co no es una investigación completa; pero desde el
punto de vista político, las sombras del caso Grai-
ver son tan significativas como las luces.
6
I - BIENVENIDO MR. GRAIVER
Mientras los indicios en Buenos Aires señalaban
la necesidad de investigar las actividades locales
del grupo Graiver, las noticias que llegaban del
extranjero no eran tampoco tranquilizadoras. Los
diarios más importantes de la Argentina destaca-
ban la ola de rumores y contratiempos que había
levantado el paso de la familia por tres continen-
tes. Una crónica de la Agencia UPI firmada por
Roz Liston y James A. White tenía un subtítulo
sugestivo -"Bienvenido Mr. Graiver"- con el que
los periodistas querían destacar la benévola acogi-
da que los miembros de la familia tuvieron en los
círculos más altos de las finanzas mundiales. Las
esferas que manejan el dinero del mundo se mos-
traron en este caso bastante incautas y su impru-
dencia les pudo haber costado mucho más cara.
El 22 de enero de 1974 se hace la primera jugada
internacional importante del grupo. Ese día, en
Bruselas, delante del notario André Scheyven,
comparecen siete personas para constituir el Ban-
que pour 1'Amérique du Sud, o como lo llamaban
en sus charlas cotidianas, el "banco de Bélgica".
Los comparecientes son: David Graiver; adminis-
trador de banco; Juan Graiver, administrador de
banco; Isidoro Graiver, administrador de banco;
Jean Stordeur, administrador de sociedades, de
nacionalidad belga; Silvio Becher, economista;
Alberto Naón, administrador de banco; y Pedro
Martínez Segovia, abogado. David e Isidoro figu-
ran cada uno con veinte mil acciones de las sesen-
ta mil que componen la sociedad. Juan tiene
19.850. Los demás figuran con solo treinta accio-
nes cada uno.
Después de este primer paso el banquero húnga-
ro-chileno José Klein vendió a los Graiver el
Swiss-Isráel Trade Bank de Tel Aviv por cuatro
millones de dólares, precio que superaba holga-
damente el valor Xeal del banco. Con ramificacio-
nes . en Buenos Aires, Bruselas y Tel Aviv, los
Graiver se lanzaron a la conquista de la plaza nor-
teamericana, que era la que más les interesaba. La
desventajosa compra del Swiss sirvió de base para
poner un pie en el American Bank and Trust Co.,
en el que Klein tenía influencia. Pero la primera
compra en la plaza norteamericana fue el Century
National Bank, en siete millones y medio de dóla-
res. Formalinente, el American participaba con un
préstamo a los Graiver de cuatro millones, pero
nadie sabía de dónde salía la fortuna que le permi-
tía a la familia Argentina comprar bancos al por
mayor. Y nadie se lo preguntó hasta que ya fue
muy tarde.
En junio de 1975, un mes después de irse de la
Argentina, David Graiver atendía en una oficina
instalada en el American Bank. Este era un banco
que hasta cierto punto ya estaba desprestigiado por
una política insegura de créditos y había recibido
varias inspecciones de las autoridades norteameri-
canas, pero contaba con una estratégica red de
representantes situados en México, Uruguay, Pa-
namá y Colombia.
El éxito de los Graiver fue al comienzo especta-
cular. Empezaron a construir su imperio sin fijarse
de dónde venía el dinero. .Tomaban todo lo que
estaba a su alcance, pero para lograr esa extendida
red financiera buscaron primero apoyos políticos
que les cubrieran las espaldas. El ex secretario de
Estado norteamericano William Rogers, el ex pre-
sidente del City Bank, George Moore; el ex emba-
jador en la Argentina, Robert Hill; el secretario
general de la OEA, el argentino Alejandro Orfila;
el abogado laborista norteamericano Theodore
Kheel, son algunas de las personalidades que es-
cribieron cartas de recomendación para los Grai-
ver.
La revista "New York" -que había estado en las
miras de David Graiver y de su socio Jacobo Ti-
mermax- pintó a su manera la situación: En 1975
una sangrienta guerra civil se desarrollaba en la
Argentina y los compañeros de Graiver, incluyen-
do el ex ministro de Economía Gelbard y un fi-
nancista de alto vuelo llamado Rubinstein, fueron
responsables al menos de parte del derramamiento
de sangre, debido a su financiación del grupo gue-
rrillero montoneros.
Theodore Kheel entró en este extraño mundo
cuando Graiver y sus compatriotas de ideas simi-
lares se mudaron a Nueva York y compraron el
American Bank a un emigrado llamado Klein, que
entonces vivía en Chile. Para tener control de un
banco norteamericano se necesita aprobación de
las autoridades oficiales, no importa cuánto dinero
se tenga. En Nueva York esa aprobación requiere
influencias. El artículo trata de desvincular a
Kheel del grupo Graiver, lo cual es lógico porque
el abogado norteamericano había trabajado por el
"New York".
David Graiver contrató a Kheel para que lo ase-
sorara y escoltara en su ingreso al mundo de los
7
negocios norteamericano. Yo no me habría rela-
cionado con David 'si hubiera sabido que tenía
tratos con los guerrilleros, declaró más tarde
Kheel, pero mientras duraron las relaciones con el
grupo argcntino el prestigioso abogado laboralista
aprovechó sus propios contactos para introducir a
Graiver en los círculos sindicales norteamericanos
donde el banquero repartió créditos con asombrosa
liberalidad.
La actuación del ex embajador Hill fue también
importante para la tarea de infiltración de Graiver.
Además de pone a disposición del argentino sus
contactos personales, Hill envio una carta en la
que ,respaldaba la solidez del banco Comercial de
La Plata. Esta carta tuvo un papel determinante en
el ánimo de las autoridades norteamericanas por-
que estaba escrita en un papel con membrete de la
embajada norteamericana y el texto sugería tam-
bién que la embajada había hecho indagaciones
por su cuenta.
El diario "Excelsior" de México publicó una nota
en la que detallaba las conclusiones a las que
había llegado un informe confidencial preparado
por banqueros de Wall Street después que estalló
el escándalo Graiver. El informe -al cual el "Ex-
celsior" habría tenido acceso exclusivo- comenta
que Orfila habría recibido un préstamo de 300.000
dólares del American Bank. Orfila admitió este
préstamo pero negó toda otra vinculación con el
grupo. En una reunión de la OEA consiguió que el
organismo Te ratificara su confianza y que califi-
cara de "campaña de prensa difamatoria".las noti-
cias que aparecían sobre el tema.
Sin embargo, no fue éste el único rumor que co-
rría sobre Orfila. El diario "La Prensa" de Buenos
Aires publicó el 28 de abril de 197~ un informe
sobre una reunión entre José Ber Gelbard, David
Graiver y Orfila, en Santo Domingo. Gelbard lle-
gó al aeropuerto de esfa ciudad acompañado de
sus hijos Fernando y Silvia, a bordo del avión pri-
vado de Robert Lee Vesco, un Navión 265. Vesco
fue un financista que estuvo vinculado con nego-
cios poco claros que hicieron temblar a variosgo-
biernos del Caribe e incluso echaron sombras so-
bre funcionarios gubernamentales de los Estados
Unidos.
Desde Santo Domingo, Gelbard llamó por teléfo-
no a Orfila, en Washington, y lo invitó a participar
de una reunión al ,día siguiente. La reunión se
hizo el 8 de mayo de 1973 en el hotel "Embaja-
dor" y Orfila la volvió ese mismo día. Gelbard y
Graiver, en cambio, esperaron a que el señor M.
Warroquier~ obtuviera una sentencia de divorcio y
se casara inmediatamente, según la ley dominica-
na, con la señorita Silvia Graiver. Pocos días des-
pués todo eI grupo partió en el avión de Vesco
rumbo a las Bahamas. Allí se hospedaron en el
hotel "Sonesta", propiedad de Vesco, hasta que,
siempre en' el mismo avión, José Ber Gelbard par-
tió rumbo a Caracas. El 25 del mismo mes juró
"desempeñar con lealtad" el cargo de ministro de
Hacienda y Finanzas del gobierno de Cámpora.
Los temas que se trataron en la reunión de Santo
Domingo permanecen en el más impenetrable mis-
terio porque nadie se ocupó de investigar.
También William Rogers tuvo elogios para Grai-
ver: En una carta dirigida al superintendente de
bancos de Nueva York dice: He oído de amigos
comunes, incluso el señor Alejandro Orfila, que el
señor Graiver es un hombre de mucha influencia
en 1a Argentina, tiene posición económica muy
fuerte, es dueño de bancos y de plantas impresoras
y está considerado como una persona de integri-
dad e influencia.
A toda esta campaña de promoción se sumaron
actitudes personales que tenían por objeto rodear
de prestigio su persona. David Graiver se instaló
en un departamento decorado con una valiosa co-
lección de cuadros impresionistas franceses. El
alquiler de la vivienda costaba 6.500 dólares, más
unos 20.000 que gastaba en telefonear a todos los
lugares del mundo en los que tenía intereses. De-
lante de las personalidades importantes, hacía cada
tanto menciones casuales de su fortuna familiar,
que según él era de más de cien millones de dóla-
res: Yo tenía la impresión de que David necesitaba
hacer una gran transferencia de fondos desde la
Argentina y que estaba buscando donde invertir-
los. Esta declaración de su mentor norteamericano,
Kheel, puede dar exactamente en el clavo.
La relación entre Kheel y Graiver llegó a incluir
algunas transacciones comerciales. En marzo de
1976 la New Loring, compañía~ panameña de
Graiver, pagó más de 100.000 dólares por accio-
nes de Codetreisa, compañía inmobiliaria de
Kheel que operaba en la República Dominicana.
Graiver pagó la mitad del precio y recibió las ac-
ciones, pero nunca pagó el resto y usó las acciones
como garantía para préstamos del American Bank
a New Loring. Graiver también logró que Kheel lo
introdujera en la UV Industries Co., importante
compañía con intereses en minas de carbón y co-
bre. Graiver llegó a integrar el directorio de la UV
pero nunca pudo tener el control. Las relaciones
8
Graiver-Kheel terminaron con un juicio de éste
con la esperanza de poder probar que fue víctima
de defraudación.
A través de los buenos oficios de Kheel, Graiver
también conoció a Joseph Michaan, magnate del
carbón y de la petroquímica. El banquero le hizo
un préstamo a cambio del cual : le solicitó que
depositara sus fondos en el banco belga. Cuando
éste quebró, Michaan y una parte considerable de
su fortuna quedaron atrapados en las redes turbias
tendidas por Graiver.
Otro magnate del carbón, John Samuels III, crea-
dor y dueño de International Carbon and Minerals,
la empresa más grande en la cartera de clientes de
Graiver, pudo zafarse sin perder un centavo, según
sus propias declaraciones a Liston y White, a pe-
sar de haber librado un cheque de dos millones de
dólares el mismo día en que Graiver desapareció
en un accidente.
Un cable de la agencia UPI, en el que se informa
a la prensa mundial sobre la primicia del "Excel-
sior" respecto del documento de Wall Street sobre
el caso Graiver, cita textual mente este estudio:
Algo raro, extraño y sugestivo ocurrió cinco días
antes de la desaparición de Graiver. En los libros
del American Bank figuraban 600.000 dólares
como sobregiro contra el llamado Bankers Interna-
tional, uno de los fantasmas luxemburgueses crea-
dos por Graiver; y una deuda por 500.000 dólares
contra el Century National Bank, también de
Graiver. Esto significaba que Graiver tenía urgen-
cia en obtener un millón cien mil dólares.
John Samuels aporta entonces los fondos para
cubrir las necesidades del banquero argentino con
un cheque por dos millones. Pero al parecer el
magnate se arrepintió de lo que hizo y ordenó im-
pedir el pago del cheque. Aclaró que lo había dado
a Graiver para permitirle un respiro hasta que lo-
grase obtener esa suma antes que el cheque llegase
a la compensación bancaria de Nueva York ( . . . )
En los tres a cinco días que tarda la compensación,
Samuels recapacitó tras comenzar a comprender
los alcances de los problemas de Graiver.
Esta explicación no convenció, sin embargo, a la
autoridad bancaria norteamericana. La orden del
cese de operaciones del American Bank se basó
principalmente en el hecho de que el mismo Sa-
muels obtuvo créditos en el American Bank por
una suma cinco veces superior al límite legal esta-
blecido por esta institución bancaria.
Las autoridades habían estado presionando a
Gravier para que respaldara los créditos de su ban-
co con garantías sólidas David ofreció los dos
bancos argentinos y el banco israelí respaldo de
sus operaciones.
El 6 de septiembre de 1976, un mes después del
accidente aéreo, el Banque pour 1'Amérique du
Sud, de Bruselas fue intervenido por las autorida-
des de ese país debido a su situación sospechosa, y
el 13 del mismo mes fue declarado en bancarrota;
El asunto del Banque pour I'Amérique du Sud es
un verdadero laberinto y es único en la historia
belga, declaró el interventor de la institución.
Dos días después, el 15, el Departamento de
Bancos eh Nueva York cerró el American Bank
por "prácticas violatorias de la ley". La quiebra es
la cuarta en importancia en la historia de los ban-
cos norteamericanos.
Una de las funciones del American Bank habia
sido actuar como agente de ventas de certificados
de depósito del banco belga. Entre los principales
compradores de estos certificados hay muchos
inversores argentinos y mexicanos que querían
sacar dinero de sus países.
Las pérdidas de los inversores y depositantes del
banco belga fueron casi totales, "quizá de alrede-
dor del ochenta por ciento" según el superinten-
dente de bancos de Nueva York. El American
Bank, en cambio, fue rescatado en parte por el
banco Leumi, el más grande de Israel desde el
punto de vista comercial, con una oferta de más de
12 millones de dólares. El Century salió a remate
y fue comprado por un banco español.
En la red de intrigas financieras tejidas por Grai-
ver y de préstamos de sus bancos a compañías
ficticias que también dominaba él, se evaporaron
unos cincuenta millones de dólares de inversores
de tres continentes. El medio empleado para estas
operaciones incluía el sobregiro de cuentas perso-
nales. En el informe de Liston y White se mencio-
na un ejemplo significativo: el 29 de agosto del
'75, se abrieron en el American nueve cuentas per-
sonales de David con solo 200 dólares cada una:
Una semana después esas cuentas estaban sobregi-
radas por un total de 3,9 millones de dólares, y el
IS de setiembre las cuentas de Graiver en su banco
tenían un sobregiro de más de siete millones.
Después de su desaparición los negocios queda-
ron tan embarullados que las autoridades belgas y
norteamericanas tuvieron por lo menos una reu-
nión confirmada, en Canadá, para discutir los pro-
9
blemas comunes. Muchos perjudicados en Europa
presentaron querellas ante las autoridades nortea-
mericanas aduciendo que entre los dos bancos se
habían hecho transferencias que ellos no habían
autorizado.
En cuanto al destino del dinero faltante, solo
hubo especulaciones y rumores. Se habló de trans-
ferencias a Suiza y a montoneros, pero poco se
sabe concretamente. Los investigadores no han
podido rastrear el dinero porque la manera de ope-
rar de David Graiver tenía como base el secreto:
mantenía todas las operaciones en su memoria,
usaba nombres en clave y cuentas numeradas. En
su oficina de Nueva York, una máquina destructo-
ra de documentos es la guardiana insobornable de
los enigmas internacionales de los Graiver.
10
II - DAVID GRAIVER: UN FANTASMA QUE NO MUERE
LOS HECHOS
El viernes 6 de agosto de 1976 David Graiver,
banquero argentino que luchaba en Nueva York
por la ya improbable salvación del American Bank
and Trust Co. y de la Banque pour 1'Amérique du
Sud, llamó a las 13.30 a la compañía aérea Hansa
para contratar un viaje privado a Acapulco, Méxi-
co, a pesar de que una de sus secretarias le había
hecho una reserva en un vuelo regular de la acre-
ditada Eastern Airlines. "Quiero ir a mi manera",
dijo Graiver, con jets privados, como lo había
hecho los dos fines de semana anteriores, osten-
tando una riqueza que muchos ya ponían en duda:
Hizo algunas bromas, pero parecía empotrado en
una pared de tensiones, declaró más tarde un testi-
go. A las 17.05 salió de sus oficinas y fue a su
departamento, situado en la lujosa Quinta Aveni-
da.
A las 19, llegó al aeropuerto Fiorello La Guardia
acompañado de su chofer. Allí se encontró con el
piloto del avión, Michael Bann, de 34 años, y el
copiloto,. Kevin Barnes, de 25. Después de abra-
zar ampulosamente al chofer, subió al avión.
David Graiver era un hombre corpulento, con al-
gunos rasgos rechonchos, cuerpo sedentario for-
mado en poltronas de escritorio. Los ojos, la cabe-
llera, los bigotes y la barba, que entonces dejaba
crecer solo sobre el mentón, eran muy oscuros.
Tenía una alta opinión de sí mismo y de los desor-
denados negocios que dirigía. De todos los valo-
res, el que más estimaba era la "brillantez", pala-
bra que nunca logró definir con claridad. Pero no
dudaba de que é( era "brillante" y empleaba el
mismo adjetivo para las personas que le caían
simpáticas o que lo impresionaban. Despreciaba a
todos los demás.
Los colaboradores del magnate lo describían co-
mo un trabajador obsesivo que no salía de sus ofi-
cinas ni tenía una vida social activa. Algunas des-
cripciones bordean la exageración y hablan de una
especie de "santo de las finanzas", con un vestua-
rio de solo tres o cuatro trajes. Yo me encontré
con pruebas de que en Buenos Aires, David Grai-
ver mantenía el departamento de una de las más
conocidas "vedettes" de revista y le pasaba men-
sualmente un sobre con una buena cantidad de
dólares.
El vuelo empezó con dificultades porque tuvo
que esperar dos horas hasta que se le concedió una
pista de despegue. Ya en el aire, el piloto llamó a
las 21 a su compañía para anunciar que había de-
cidido cambiar de plan y hacer escala en Memphis
y Houston para reabastecerse de combustible. En
Memphis, quedó la firma del piloto en una cuenta
de 551 dólares por reaprovisíonamiento. En el
trayecto a Houston, Bann llamó a un amigo para
encontrarse en el aeropuerto de esa ciudad. Más
tarde éste declaró: Mike (Bann), además de estar
cansado, no andaba bien. Puedo decirlo por la
forma en que actuaba. Vi al pasajero, que agitaba
sus manos mientras hablaba por teléfono; a unos
cuarenta pies. Se parecía a la f oto de David Grai-
ver. Bann comentó que era una persona muy des-
tacada y que habían descendido únicamente por-
que el pasajero tenía que hacer una llamada impor-
tante. Los pilotos y el pasajero subieron al avión y
pocos minutos después la noche y el espacio se los
engullían.
La segunda esposa de David, Lidia Papaleo, y el
hermano del banquero, Isidoro Graiver, estaban
esperándolo en el aeropuerto le Acapulco cuando
la torre de control les avisó que el avión estaba en
emergencia. Isidoro recuerda que había hablado el
día interior con su hermano y éste le había pedido
que hiciese lo posible por esperarlo, porque quería
hablar con él. El aterrizaje en Acapulco estaba
previsto para las dos de la madrugada, aunque
David llamó durante el vuelo para avisar que tení-
an problemas. Cuando llegamos con Lidia al aero-
puerto -declaró Isidro- la noche estaba tormentosa
y no había casi nadie en las 2las. Como el avión se
demoraba, fue a las oficinas de la compañía aérea.
El empleado le explicó que, según el último con-
tacto, ya debía estar sobrevolando Acapulco. Des-
pués recibí el viso de que se había declarado el
estado de emergencia y se estaban consultando
otros aeropuertos hacia los que se podía hacer
desviado la máquina.
Los presagios se acumulaban. En las idas y veni-
das, Isidro oyó que en una oficina contigua cierto
funcionario hablaba por teléfono y de sus palabras
se deducía que un campesino que vía sobre la ruta
de vuelo había escuchado una explosión. El testi-
monio de Isidoro Graiver narra con claridad las
horas que siguieron a la supuesta tragedia. Volvi-
mos a casa de Lidia, y allí recibimos un llamado
telefónico de mi madre, desde su hotel, pregun-
tando por "Dudie" (este era el apodo familiar de
David) , luego por la razón de la demora.
11
Entonces resolvimos ir al hotel donde se alojaban
mis padres. Fuimos con Lidia, mi mujer y yo, a fin
de hacerles entender que ci avión podía haber te-
nido un desperfecto y que existía posibilidad de
que hubiese efectuado un aterrizaje de emergen-
cia. Por supuesto que agregamos todas las explica-
ciones que se dan en estos casos. Aunque ya no
tenía ninguna información más, me imaginaba La
verdad: había ocurrido un accidente.
Volvimos a1 aeropuerto, pues nos habían dicho
que con las primeras luces se iniciarían las opera-
ciones de rastreo.
Con anterioridad, desde la casa de Lidia, había
llamado a Gabriel Alarcón -persona muy promi-
nente en México-, para avisarle lo que estaba su-
cediendo con el avión de David. Alarcón viajó en
su avión hasta Acapulco acompañado de una per-
sona de nombre Valerio, de quien no recuerdo e1
apellido. llegó a primera hora de la mañana y lo
puso a Valerio a disposición de la familia para que
realizara cualquier tipo de gestión.
Había dificultades para conseguir pilotos, razón
por la cual se demoraron en iniciar las operaciones
de rastreo. En ese momento fuimos informados de
que podía pasar mucho tiempo antes de tener no-
vedades.
Sin embargo no fue así, no pasó mucho tiempo,
ya que a media mañana un funcionario del aero-
puerto nos reunió a mi madre, a Lidia, a mi mujer
y a mí, y nos dijo que se había Localizado el avión
y que no existían sobrevivientes. Nos confirmó
que el accidente ocurrió en Chilpancingo, a cin-
cuenta millas de Acapulco.
Isidoro Graiver alquiló un auto para ir al lugar
del accidente y viajó con Valerio. A1 llegar quiso
informarse del suceso y se preocupó especialmen-
te por los restos de su hermano David. Allí se en-
teró de que recién en ese momento comenzaba la
excursión de rescate hacia el lugar exacto donde
estaba el avión caído.
No me permitieron acompañar a la patrulla mili-
tar de rescate, razón por la que tuve que quedarme
en el hotel que se encuentra pegado a la funeraria
Gómez.
Antes de partir el jefe de la patrulla me dijo que
tardaría en regresar más o menos cinco horas. Para
que yo no fuera, me hizo ver lo peligroso que era
la marcha.
En la noche del 7 de agosto bajé a la funeraria
acompaña do por Valerio. Serían más o menos las
22.30. Entonces me informaron que ya habían
llegado los restos de David. Pese a los consejos en
contra, entré a La morgue o habitación que habían
habilitado para tal f in, donde pude ver sobre una
mesa tres montones, separados, de restos huma-
nos; uno de los cuales era un tronco, de fuerte con-
textura, con algunos restos de piel -diría que el
tronco estaba como en carne viva- que por su tono,
un poco más oscura que la mía, supuse que podían
corresponder a David. Por eso, unido a que los
otros dos restos eran solamente una bóveda cra-
neana y algunos pedazos de extremidades prácti-
camente irreconocibles, consideré que ese tronco
era de mi hermano. Me decidí por el volumen, la
contextura, por el color de la piel y por las refe-
rencias que me dieron los soldados que hicieron el
traslado, quienes me aseguraron que eran tres los
cuerpos encontrados.
Todo este cuadro hace que esté íntimamente con-
vencido de haber reconocido los restos de David, a
quien sin ninguna duda considero fallecido en el
accidente.
Hice los arreglos pertinentes, con la ayuda de Va-
lerio, para que enviaran los restos a una funeraria
de Acapulco, y yo me fui directamente a la casa de
mi cuñada, a quien Le confirme la infausta noticia.
Agregué que había reconocido los restos de David.
La familia entera regresó a la ciudad de México,
adonde llegamos el domingo 8 de agosto por la
tarde. Viajamos en dos aviones que alquilamos
especialmente.
Los restos de David llegaron el lunes y fueron
llevados directamente a la casa de velatorios. El
martes se retiró el ataúd y en el cementerio de Do-
lores se cremó su cadáver. Pedimos autorización,
mi cuñada Lidia y yo, para presenciar la introduc-
ción de los restos de David en el horno crematorio.
Al ser abierta la tapa Lidia se acercó y depositó un
beso en los restos. Esa fue la primera vez que ella
los vio. Inmediatamente se hizo la cremación, lue-
go se entregaron las cenizas en una urna que fue
conservada por Lidia.
Nos acompañaron, al retirarnos del cementerio,
los únicos que habían concurrido al lugar, mi es-
posa y Lidia Angarola. Puede haber estado alguna
otra persona, pero realmente no 1a recuerdo.
LAS DUDAS
En una carta personal, en la que me aclaraba al-
gunos puntos oscuros de las maniobras de David,
el subdirector del Federal Bureau of Investigation
12
de los Estados Unidos (FBI) me preguntó mi opi-
nión respecto de la posibilidad de que David Grai-
ver no estuviese en el avión caído. Le contesté que
no tenía pruebas para afirmarlo, pero que mucho
menos tenía para descartar la hipótesis. Por sus
maniobras financieras tenebrosas, el banquero
argentino había levantado una ola de indignación
en los Estados Unidos y México, incluso entre
miembros de la colectividad judía. Más aún, le
dije que no se podía descartar la posibilidad de un
atentado o de sabotaje.
El FBI llegó a la misma conclusión y declaró
"que no tiene información positiva de que Gráiver
esté muerto, pero tampoco tiene información de
que esté vivo", y abandonó el caso cuando el fiscal
del distrito de Manhattan, Robert Morgentesu,
convocó a un jurado especial para investigar la
posibilidad de homicidio en relación con la quie-
bra del American Bank.
La compañía aseguradora del avión también ini-
ció una investigación sobre la presencia de Grai-
ver en el avión y sus sospechas se basaban princi-
palmente en que el tramo HoustonAcapulco era
demasiado largo para la máquina y no había mane-
ra de explicar esto.
Las autoridades aéreas mexicanas no pudieron
tampoco llegar a una conclusión que explicase las
razones por las cuales el avión se estrelló- fuera de
su ruta, mientras volaba a una altura mínima me-
nor de la necesaria para entrar en Acapulco.
Las incógnitas caen una sobre otra y van espe-
sando el velo de misterio que rodea el accidente.
Solo tienen un punto en común y es que ninguna
de ellas ha sido resuelta satisfactoriamente por
ninguna de las autoridades que estudiaron el caso.
Incluso el avión, un Falcon matrícula 888AR, es
un factor más de misterio. La máquina era el único
bien que poseía la Colonial Allianee Corp., em-
presa creada en Nueva York en 1971, y de la cual
sospechaban los investigadores norteamericanos
que tenía como único objetivo facilitar las manio-
bras de evasión impositiva de los grandes contri-
buyentes amenazados por el implacable sistema
fiscal estadounidense. Para colmo, uno de los ac-
cionistas de Colonial Alliance, Arthur Cohen, al-
quilaba en el edificio Olimpic de Nueva York las
oficinas que ocupaba el American Bank del grupo
Graiver y había obtenido suculentos créditos del
mismo. Cohen era además presidente del directo-
rio de Arlen Realty and Developement Co., em-
presa que tenía sus oficinas en la Séptima Avenida
888. Cuando las autoridades preguntaron a otros
miembros de la Arlen la razón por la cual la matrí-
cula AR888 coincidía exactamente con las inicia-
les de la compañía y con el número de su direc-
ción, la respuesta fue u impávido: No veo la rela-
ción. Con métodos de investigación tan ingenuos
era verdaderamente difícil desenmascarar a una
organización que movía millones de dólares a la
sombra de la clandestinidad.
Uno de los principales miembros de la organiza-
ción montada por David Graiver, el abogado Or-
lando Reinoso, me hizo confidencias reveladoras.
Le pregunté si de acuerdo con su opinión personal
David Graiver estaba muerto o no, a lo que me
respondió: Tengo dudas sobre la realidad de su
muerte, por las siguientes razones: primero, por la
secretaria de David en el American Bank, sé que
el avión particular fue contratado en la mañana del
día de la partida, lo que excluye que la contrata-
ción se haya hecho por haber perdido et vuelo
regular a México. Segundo, existe una informa-
ción no con firmada y manifestada por uno de los
dueños de la compañía aérea, propietaria del
avión, que no había registro de entrada del aparato
en Houston, aunque podría ser un recurso de los
pilotos para no pagar el derecho del aeropuerto;
tercero, Lidia Papaleo me dijo que el señor Atar-
cón, amigo de ellos en México, le advirtió sobre
un rumor que corría sobre la prefabricación del
accidente, y que el rumor señalaba la existencia de
organizaciones delictivas que preparaban acciden-
tes simulados llevando hasta et lugar del hecho
piezas de otros aviones que luego incendiaban;
cuarto, me impresiona como demasiado oportuna
la muerte de Graiver dos días antes de provocarse
la primera falta de pagos de cheques expedidos
por él; por ejemplo: uno de dos millones de dóla-
res que debía cobrarse el día lunes siguiente.
Además, la falencia del Banque pour l'Amérique
du Sud creaba una situación imposible de detener.
Reinoso aclaró, además, que el vuelo regular de-
bía partir a las 19, tal como ocurrió, y que David
salió del banco a las 17, con tiempo de sobra para
llegar al aeropuerto y tomar el avión regular si
hubiese querido. Agregó finalmente que la secre-
taria de Graiver llamó a las 10 a la compañía par-
ticular para alquilar el avión y que a las 13.30 es-
taba la confirmación de que el avión podía utili-
zarse. EI vuelo regular salió del aeropuerto: Ken-
nedy, y Graiver tomó el avión particular en el ae-
ropuerto La Guardia, ambos próximos a la ciudad
de Nueva York; por lo tanto tenía tiempo suficien-
te para tomar cualquiera de los dos.
13
Cuando le pregunté a Lidia Papaleo sobre lo ocu-
rrido, ella me respondió: Estoy segura de que
"Dudie" ha muerto, porque era muy cariñoso con
nuestra hija María Sol, a la que no deje de bañar
personalmente un solo día. Si estuviera vivo no
podría estar lejos de su hija.
La cierto es que el tronco que supuestamente per-
teneciera a David Graiver fue cremado en el ce-
menterio de Dolores de la ciudad de México. Lidia
Papaleo pidió después autorización a las autorida-
des norteamericanas para introducir las "cenizas
de Davíd" en Estados Unidos, trámite innecesario,
pero que podría servir para tener pruebas y docu-
mentación burocrática que confirmasen la muerte
de David Graiver.
Lidia Papaleo dispuso también la cremación de
los restos de su marido, y lo hizo con el visto bue-
no de la familia. Esta es una práctica totalmente
desacostumbrada en la religión judía y la familia
Graiver es creyente y practicante activa de su reli-
gión, a tal punto que Lidia Papaleo y David habían
tenido que romper su noviazgo, anterior al primer
matrimonio de éste, por no ser ella judía. La pri-
mera esposa en cambio, era judía practicante.
En octubre de 1976 el gobierno mexicano emitió
un informe atribuyendo el accidente a un error del
piloto y descartó cualquier desperfecto mecánico.
Según dice el informe, Bann habría dado una in-
formación errónea, marcando una posición inco-
rrecta y comenzó el descenso demasiado pronto.
Un análisis del accidente indica que, aun cuando
Bann haya señalado mal su posición; el error de-
bería haber sido obvio a los controles de vuelo del
aeropuerto de Acapulco, con tiempo para permitir-
les impedir el accidente. El informe, además, se
contradice respecto de la hora en que ocurrió el
mismo hecho y tiene mal escrito los nombres de
los pilotos. También declara que los dos pilotos y
el pasajero murieron en el accidente, pero curio-
samente, no identifica al pasajero.
Un agente federal mexicano examinó personal-
mente el lugar del accidente y dijo que no halló
indicios de que hubiese sido provocado: No hubo
explosión, de eso estoy seguro. Según él, el piloto,
que había recibido instrucciones de volar entre
14.000 y 19.000 pies (4.200 a 5.700 metros) , lo
estaba haciendo a menos de 9.000 pies (2.700 me-
tros) al estrellarse el avión: Lo que pasó -agregó-
es que los pilotas no obedecieron las instrucciones
del aeropuerto de Acapulco o algo faltó en el
avión.
Un informe oficial publicado en México el 17 de
octubre de 1976 descartaba la .posibilidad de una
explosión, ya sea de una bomba o de algún ele-
mento del aparato. Pero de acuerdo con el mismo
informe las autoridades mexicanas no pueden ex-
plicarse por qué el avión se encontraba fuera de su
ruta y por debajo de la altura mínima requerida
para entrar en la pista del aeropuerto de Acapulco.
El diario azteca "El Sol" difundió fragmentos de
ese informe de los investigadores aeronáuticos de
la Junta Mexicana de Aviación Civil.
Por su parte, Hansa, la compañía que contrató el
viaje, dijo que su propio servicio meteorológico
informó que en la zona del impacto había tormen-
tas eléctricas y que según un testigo "se había pro-
ducido una fuerte explosión en el aire". Sin em-
bargo, las autoridades mexicanas descartaron que
se hubiese producido tal explosión.
El informe de las autoridades mexicanas, que fue
reproducido por la prensa, dice que la causa más
probable del choque del avión contra la montaña
"fue un error en la posición y el no volar a la altu-
ra autorizada para entrar en la pista de Acapulco
procediendo del rumbo norte". En otras palabras el
choque se produjo porque el avión estaba volando
muy bajo, para lo cual aparentemente no existe
ningún tipo de explicación. Si los instrumentos
hubiesen estado funcionando mal, el piloto 5 el
copiloto lo habrían advertido y comunicado por
radio, según estiman los investigadores.
El mismo informe cuestiona la decisión de las
autoridades: de Chilpancingo de certificar que
David Graiver era uno de lo; muertos, ya que no
se encontró nada entre los restos que
permitiera suponer que se había dado con el ca-
dáver de Graiver También señala que las graba-
ciones del vuelo y de la voz de lo pilotos no fue-
ron recuperadas por los miembros de las patrulla
de rescate. Sin embargo, un piloto norteamericano
llamado Robert Meyer declaró que había compra-
do fragmentos de la grabación de las voces y toda
la grabación del vuelo por solo cinco dólares que
pagó a mexicanos que viven cerca del lugar donde
se produjo el accidente. Meyer entregó o vendió
las grabaciones a los abogados que representaban
a la segunda esposa d David Graiver en el juicio
por el cobro de una indemnización de veinte mi-
llones de dólares. La grabación registra tan sol
diez minutos de conversación a bordo del avión,
pero no s pudo confirmar a qué tramo del vuelo
corresponden esas palabras.
14
A pesar de que los abogados pidieron a la Junta
Nacional de Transporte y al juez federal que con-
ducía la querella entablada por negligencia del
piloto, 1as pautas sobre la "forma de manejar estas
posibles piezas de evidencia", el gran jurado in-
vestigador que debió resolver sobre las querellas
por defraudación y falsificación de documento
público iniciadas contra David Graiver, no creyó
que estaba acusando a un hombre muer to. Así lo
declaró el fiscal al hacer el anuncio de los cargos.
La repercusión que tuvo en la Argentina el acci-
dente quedó reflejada en las notas de tono distinto
que sobre el mismo hecho publicaron "La Opi-
nión", dirigido por Jacobo Timerman,
"Correo de la Semana", de Francisco Manrique
(ambos elogiaban la personalidad de Graiver) , y
"Cabildo", de Ricardo Curuchet (que ponía serios
reparos a la actividad desarrollada en la Argentina
por el banquero desaparecido) .
Después del accidente quiebran estrepitosamente
el American Bank de Nueva York y el Banque
pour 1'Amérique du Sud, de Bruselas. Para algu-
nos periodistas el imperio financiero de Graiver se
desmoronaba por la desaparición de su factótum.
Yo estoy convencido de que el grupo financiero
estaba irremediablemente perdido por culpa de las
maniobras irresponsables de David Graiver antes
que éste muriera o prefiriera esfumarse en la tor-
mentosa noche mexicana.
Toda la familia Graiver, que vivía en México pa-
ra aprovechar las facilidades de evasión fiscal que
ofrecía el país; según declararon ellos mismos,
regresó a la Argentina cuando las autoridades
.norteamericanas estaban a punto de lanzar contra
ella una demanda penal. Poco después de llegar,
Lidia Papaleo inició los trámites sucesorios en
representación de la hija que había tenido con Da-
vid. El público empezó a enterarse atónito de las
vastas ramificaciones económicas de la fortuna de
David Graiver. Pero en la sombra quedaban aún
sorpresas mayores, que nada tenían que ver con la
economía.
LOS BIENES
Los Graiver dirigían directamente o por interme-
dio de testaferros el banco Comercial de La Plata,
el banco de Hurlingham, pero la empresa clave del
grupo era EGASA (Empresas Graiver Asociadas
Sociedad Anónima) , a cargo de la coordinación
económica y el manejo de los hilos financieros,
aunque esta razón social no participaba directa-
mente en los negocios sino que lo hacía a través de
innumerables sociedades anónimas, sociedades de
responsabilidad limitada o representantes persona-
les de probada fidelidad. Los miembros de la fa-
milia eran propietarios de valiosos inmuebles,
situados casi todos en la Capital Federal y la pro-
vincia de Buenos Aires, entre los cuales se conta-
ba el Bristol Center de Mar del Plata. La lista
completa de propiedades puede ser consultada en
el "Apéndice" de este libro.
Una parte importante del capital de los Graiver
había sido invertida en medios de comunicación, a
pesar de que el buen olfato financiero de los diri-
gentes del grupo sabía perfectamente que ese ramo
no era ni seguro, ni rentable. Este interés por in-
fluir en la opinión pública, demostrado por un
"holding" que exteriormente parecía apolítico, y
las grandes sumas invertidas en ese sector econó-
mico, fueron una de las pautas que nos indicaron
que detrás de los negocios había intenciones de
otro tipo: Los Graiver trataron de dominar todo el
sector periodístico comprando las acciones de Pa-
pel Prensa, industria madre destinada a abastecer a
la mayor parte de los diarios argentinos. David
Graiver también era dueño de acciones de Olta
S.A., propietaria del diario "La Opinión" de Bue-
nos Aires, dirigido por Tacobo Timerman, y de la
empresa gráfica que imprimía dicho diario. Ade-
más, en sociedad con José Gelbard y Ricardo Gar-
cía, poseía el vespertino "Ultima Hora". Directa o
índirectamente, el grupo procuraba influir en todos
los grandes diarios nacionales, sin olvidar "La
Opinión" de Trenque Lauquen. Finalmente, tam-
bién había logrado penetrar en el mundo de la te-
levisión, a través de Canal 2 de La Plata. La lectu-
ra atenta de las declaraciones de los miembros más
encumbrados del clan permitirá al lector verificar
hasta qué puntó se había avanzado en este terreno
cuando intervino la investigación.
Las enormes cantidades de dinero que manejaba
el grupo les aportaron a sus miembros un capital
adicional: poder, cargos públicos y la posibilidad
de intimidar a los simples ciudadanos que estuvie-
ron por debajo de ellos.
David Graiver empezó su carrera de honores du-
rante el gobierno del general Lanusse, como ase-
sor primero, y subsecretario después, del ministro
de Bienestar Social, Francisco Manrique. A pesar
del cambio de gobierno que se produjo en 1973,
cuando asumió Cámpora, y del antagonismo ideo-
lógico que separaba al nuevo presidente, de La-
nusse, David Graiver consiguió inmediatamente
infiltrarse en un puesto de asesor en el ministerio
15
de Economía, que por supuesto le interesaba mu-
cho más que Bienestar Social. A partir de este
momento su ascenso a las altas esferas fue impre-
sionante.
A través de las ventanas de uno de los edificios
más altos de Buenos Aires, situado en Suipacha y
Santa Fe, se puede ver la ciudad, que parece ten-
dida a los pies del observador. La estructura de
cristal y aluminio no ofrece ningún obstáculo a los
ojos, que se dirigen ávidos a los puntos neurálgi-
cos: la plaza San Martín y su añeja arboleda, el
puerto, la avenida Santa Fe y sus comercios. Por
momentos se tiene la sensación de que basta alar-
gar la mano para apoderarse de todo. Estas ofici-
nas eran el cerebro que movía toda la organiza-
ción. Por aquí desfilaban muchas de las personali-
dades más importantes de la política, la economía,
el comercio e incluso la cultura y los espectáculos.
Muy espaciadamente pasaban por aquí señores
discretos, que nadie conocía y que no demostraban
tener deseos de ser conocidos. Pero estos señores
merecen capítulos especiales.
LOS MALES
La investigación que inicié en 1977 descubrió
que los terroristas montoneros habían entregado a
Graiver 17 millones de dólares para que los
"trabajase". Este capital negro aumentó
enormemente las posibilidades de maniobrar en el
mercado financiero. Por esta "atención", David
Graiver pagaba mensualmente 133.000 dólares
que la organización gastaba en armas, explosivos,
sobornos y viajes al exterior para recibir
instrucciones e informar a sus dirigentes sobre el
desarrollo de la guerra.
Parte de los fondos de los subversivos provenía
del pago de los incontables secuestros extorsivos
que habían perpetrado hasta entonces, por ejemplo
el sonado rapto de los hermanos Born. Además,
muchas personas importantes que nunca tuvieron
problemas con la guerrilla, pagaban una cuota de
"seguridad" a los terroristas mediante un sistema
prácticamente igual al que habían montado las
bandas de gangsters norteamericanos en la década
del treinta o a "la protección" que brinda la mafia.
Muchas de estas personas nos alentaban y elogia-
ban cuando estábamos bajo el fuego enemigo,
pero hoy vuelven a comer con los izquierdistas y a
tender puentes en esa dirección. Muchos de ellos
no son ni siquiera fieles a la ideología subversiva:
su único interés son ellos mismos; en sus especu-
laciones no entran conceptos tales como "Nación"
o "familia", solo se preocupan por su seguridad
personal y la de sus fortunas sombrías.
Además de los intereses económicos, los subver-
sivos habían montado una vasta red de propaga-
ción de noticias y de cultura aderezada según sus
intereses. Las vinculaciones de David Graiver con
José Ber Gelbard y Jacobo Timerman, y las de
éstos con los subversivos, fueron apareciendo a la
luz de los interrogatorios, hasta que el caso salió
de mis manos.
Pero las causas profundas de los éxitos subversi-
vos hay que buscarlas en la situación política del
país y sus instituciones. En ocasión de la conme-
moración del día del Ejército, el 29 de mayo de
19'I7, dije: Es cierto que hemos señalado al
marxismo internacional como el gran responsable
de la desarticulación de los espíritus modernos.
Pero aún no nos hemos preguntado sobre qué
campo, sobre qué territorio espiritual actúa el
marxismo; sobre qué clase de poder, sobre qué
clase de debilidades actúa el marxismo.
Por este camino daremos con un diagnóstico en
donde nuestras culpas no estén ausentes. Porque si
hoy la Argentina es un país dividido donde se
combate en defensa de los valores legítimos; si
hoy la Argentina es un país sometido a la discor-
dia, con sus fuerzas sociales atomizadas, con al-
gunas de sus instituciones esclerosadas y con al-
gunos de estos dirigentes comprometidos en gran
parte en concesiones incomprensibles, si éste es
nuestro panorama y nuestro teatro de operaciones,
entonces el marxismo disociador ha operado sobre
un poder disociado, perimido, sobre un régimen
agotado.
16
III - COMO SE HICIERON LOS ARRESTOS
Digamos que me llamo. Patricia Q y que hablo
porque ya se ha difamado demasiado a la policía
de Buenos Aires, a la cual pertenezco.
A principios de 1977 me citaron a la jefatura de
La Plata. No sabía cuál podía ser el motivo. Hasta
entonces había trabajado como sumariante. Me
encontré en el despacho de un oficial de alta gra-
duación. Recuerdo que me llamó la atención su
juventud, sobre 'todo si se tiene encuenta el grado
que había alcanzado, y el gesto de preocupación
por el asunto que traía en manos. Me explicó so-
meramente que a partir de ese momento iba a in-
tegrar una unidad especial de alto riesgo y que no
podía regresar a mi casa por un lapso indetermina-
do. Pedí permiso para avisarle a mi madre -vivía
con ella-, pero por razones de seguridad no me lo
otorgaron. A partir de ese momento y por varios
meses la única persona secuestrada que vi era yo
misma.
No había oído nunca el nombre Graiver hasta ese
momento. Además, las explicaciones que nos die-
ron en Jefatura no nos aclaraban el panorama por-
que la investigación recién empezaba y nadie sa-
bía muy bien a dónde iba a terminar. Se formó un
grupo muy compacto. Al comienzo éramos seis
hombres y dos mujeres. Nos decían las chicas de
"misión imposible".
Desde los primeros días nos avisaron que en
cualquier momento podíamos toparnos con las
unidades combatientes de Montoneros, muy acti-
vas en aquellos años. Debíamos cuidar una depen-
dencia policial en la que se iba a centralizar todo
el operativo. Nuestra tarea era defender el lugar,
hacer guardias, asistir a las detenidas y hacer pes-
quisas y arrestos en la calle. La mayoría de las
personas buscadas era gente de mucho dinero y
tenía varios departamentos y casas. Ubicarla era
principalmente una cuestión de suerte. Las averi-
guaciones previas las hacíamos, naturalmente,
vestidas de civil, para no despertar sospechas, pero
cuando las encontrábamos teníamos que detener-
las para aprovechar el golpe de fortuna. Inventá-
bamos cualquier excusa para tratar de localizarlas.
Hablábamos con porteros, vecinos y comerciantes.
Recuerdo un caso en que entré en el departamento
de un hombre sin saber qué decir. Por suerte se me
ocurrió inventar que venía por una inmobiliaria,
para hablar de una operación que él había hecho.
Me dijo que estaba ocupado, que volviera quince
minutos más tarde. Consideré la posibilidad de
detenerlo inmediatamente, pero recordé que estaba
sola y si t apoyo. Hice lo que él decía y fue la de-
cisión correcta. Cuando volví con mi compañera
de misión y le anunciamos que nos tenía que
acompañar dio un salto y tomó un revólver tan
viejo y descuidado que si hubiera llegado a dispa-
rar seguramente le habría explotado en las manos.
Con el impulso del salto cayó al suelo y mi com-
pañera lo desarmó con una toma. Fue el único
hecho violento que presencié en aquel tiempo. De
todas maneras. el suyo fue un gesto absurdo, no
estaba muy complicado en el caso y quedó en li-
bertad pocos días después.
De todas maneras las órdenes eran precisas: nada
de violencia mientras no fuera imprescindible,
usar recursos diplomáticos y no tocar ninguna de
las pruebas que pudiéramos encontrar ni los obje-
tos privados.
Vivíamos tensos. Nos movíamos en uno o dos
coches y no sé si hubiéramos podido resistir un
ataque frontal de las unidades montoneros o del
erp, que en aquel año juntaban fácilmente treinta o
cuarenta subversivos en cualquier operación. Esa
tensión y mi coquetería casi me costaron la vida.
Muchos de los departamentos que inspeccionába-
mos eran inmensos, llenos de recovecos y pasillos,
viviendas fabulosas que una solo ve en cine. Una
vez, en uno de esos laberintos, decidí ir a la sala
de baño, un poco para retocarme el maquillaje, un
poco para ver cómo era el lugar. Era de puro
mármol. Mientras me estaba pintando golpearon la
puerta y ni me molesté en contestar, distraída co-
mo estaba. Cuando terminé el retoque eché un
último vistazo a1 lujo y salí: afuera, en el pasillo
en sombras, me esperaba la boca de una pistola.
Pensé que nos habían dado un golpe de mano.
Recuerdo que más que miedo sentí algo así como
resignación. ¡Y bueno! Me había tocado a mí. Mi-
ré la pistola, miré la mano que la empuñaba. Mis
ojos recorrieron despacio el brazo, el hombro,
hasta que se encontraron con otros ojos. Era un
muchacho de mi grupo que había sentido ruidos en
el baño y, como no obtuvo respuesta al golpear,
estaba casi seguro de que alguien sé había escon-
dido allí.
A veces disimulábamos nuestro aspecto para no
delatarnos o no alertar en el primer momento a los
sospechosos, como ocurrió en el caso de Juan
Graiver, que nos tomó por Montoneros. Yo pare-
cía una loca: usaba dos pelucas, una de un tono
17
grisáceo horrible que no sé de dónde había salido;
prefería otra -tipo afro look-, llena de motas.
Cuando aparecía así, mis compañeras empezaban
a golpear los muebles simulando el ruido de los
tam-tam de la selva.
Una de nuestras tareas era la atención y seguri-
dad de los detenidos. Por eso, durante los arrestos,
les sugeríamos que llevasen abrigo y algún libro
para cuando se les levantase la incomunicación.
No ganábamos nada con que estuviesen nerviosos
o deprimidos. Era más trabajo para nosotros. De
todas maneras era inevitable que sintiesen ansie-
dad. En el silencio de las celdas se les desarrollaba
la capacidad auditiva, atentos siempre a los golpes
de puertas y a los ruidos que venían de afuera.
Nosotros también acumulábamos nervios. A veces
hablábamos con la gente que hacía los interrogato-
rios. Usaban los mismos trucas que usan todas las
policías del mundo: simulaban saber más de lo que
realmente sabían o desconocer datos que en reali-
dad conocían. Por ellos nos enteramos que en los
interrogatorios saltaban nombres cada vez más
encumbrados.
Las horas de guardia eran interminables. A mí
me gusta leer. En uno de los procedimientos vi en
la biblioteca un libro con el nombre de uno de mis
autores favoritos -Agatha Christie- y se lo pedí al
dueño. Me miró de una manera extraña y me dijo:
`Usted debe ser muy culta'. No entendí qué quería
decir. Cuando en el puesto tuve que pasar una lar-
ga noche en vela saqué mi libro, lo abrí y no pude
leer ni una palabra. Estaba escrito en alemán. No
solo pasé la noche en blanco, sino que tuve que
soportar las bromas de mis compañeros.
El aspecto equívoco que teníamos con las pelucas
era un arma de doble filo, porque muchas veces
los buscados tenían crisis de nervios al creer que
éramos montoneros. Obviamente sentían pánico
ante la posibilidad de caer en manos de terroristas
y pasaban horas hasta que se calmaban y se con-
vencía: de que realmente estaban en manos de la
policía.
Nosotras estábamos a cargo de la custodia de las
mujeres. Comíamos todas la misma comida, y casi
siempre ellas mandaban a comprar platos especia-
les que compartíamos. Con el tiempo y 1a convi-
vencia llegó a haber cierta con fianza y como no
sabían nuestros nombres nos ponían sobrenom-
bres. A mí me decían "Astrakán" por la peluca con
motas.
En uno de los procedimientos teníamos la des-
cripción del edificio, pero no el número exacto.
Cuando llegamos al lugar comprobamos con
horror que todos los edificios eran iguales. Empe-
cé a preguntar puerta por puerta, pero como el
nombre de la persona que buscábamos era extran-
jero y dificilísimo, cada dos o tres puertas me ol-
vidaba del apellido y tenía que volver al coche
para aprenderlo de nuevo. Cuando un portero me
con firmó que era allí, le dije: "¡Ay! Tengo que
hablar con él. En un minute vuelvo con mi mari-
do!" En un minuto volví con la unidad completa y
el portero se quedó boquiabierto al ver que tenía
cinco maridos.
Otra detención la recuerdo como el procedimien-
to de "Buenas Tardes, Mucho Gusto". Fuimos a
unas oficinas que de afuera no decían nada, pero
que adentro eran fabulosas. Todas las puertas tení-
an blindaje y un sistema de cierre automático por
control remoto. Nos hicimos pasar por represen-
tantes de una editorial y tuvimos que esperar horas
hasta que la persona que nos interesaba nos aten-
dió. El oficial que me acompañaba encendía nue-
vos cigarrillos antes de apagar los que estaba fu-
mando, y yo no sabía muy bien qué cosa se podía
estar cocinando detrás de las puertas blindadas.
Por nerviosismo, me reía de nada. Al fin nos reci-
bió y cuando le dijimos que lo íbamos a detener
tuve que sostener la taza de café de sus manos
para que no se la derramase encima. Como siem-
pre, tratamos de tranquilizarlo y explicándole que
éramos fuerzas regulares y no Montoneros. Acep-
tó acompañarnos voluntariamente. Mientras sa-
líamos, cada vez que trasponíamos una de las
puertas blindadas, una secretaria nos saludaba:
"Buenas tardes, mucho gusto". No sé si sería algu-
na contraseña. No creo. Escuchamos el saludo
media docena de veces antes de volver a la calle.
Otra de las razones por las que teníamos que to-
mar tantas precauciones era que la investigación
había llegado muy alto y nuestros jefes temían que
se empezasen a mover "influencias" entorpecedo-
ras. Cuando se consideró que la situación de segu-
ridad estaba controlada se trasladó a los detenidos
a la jefatura de La Plata.
18
IV - JUAN GRAIVER Y LOS ORIGENES DEL GRUPO
En 1976 egresaron las primeras oficiales femeni-
nas de la policía de la provincia de Buenos Aires.
La mayoría de ellas fu destinada a tareas sin riesgo
o trabajos de oficina. En verdad estaban ansiosas
por comenzar a actuar en investigaciones.
Dos de estas mujeres tuvieron su primer misión
en la calle cuando se les ordeñó integrar una comi-
sión para hacer w arresto. Yo hablé después con
las jóvenes oficiales -dos chica que tenían el poder
de distraer todas las miradas masculinas y estaban
verdaderamente emocionadas y orgullosas porque
en su estreno habían atrapado un eslabón funda-
mental para la indagación: Juan Graiver, padre de
David e Isidoro.
Cuando comprendimos la seriedad del caso y sus
vinculaciones con las entonces muy activas bandas
de terroristas, que no vacilaban en atacar cuarteles
o dependencias policiales para liberar a sus adep-
tos, decidimos trasladar a los detenidos a una de-
pendencia policial en el sur del Gran Buenos Ai-
res, cuyo nombre en clave era "El Vasco". Las
personas investigadas estaban alojadas en celdas
de unos dos metros por tres, con cama, silla y me-
sita, aire y luz natural. Ningún lujo por supuesto,
pero tampoco ninguna privación mortificante. Ca-
da detenido era concienzudamente revisado por un
médico, y en este sentido se les prestaba una aten-
ción completa que les permitía iniciar o continuar
todos los tratamientos necesarios.
Por la mañana se les ofrecía un desayuno de mate
cocido con leche y algunas facturas, igual que la
merienda. Las comidas fuertes se componían de
sopa y un plato de carne, verduras o pastas. Los
baños estaban fuera de las celdas y sus ocupantes
eran escoltados hasta los excusados todas las ve-
ces que lo solicitaban. Los detenidos usaban sus
propias ropas.
Como es común en estos casas el período más
difícil para ellos era el de la incomunicación, por-
que lógicamente les estaba prohibido hablar con
otros detenidos, recibir visitas o leer. Una vez que
se les levantaba la incomunicación su situación
mejoraba. Ninguna de las circunstancias de su
vida de detenidos era distinta o peor que las de los
encausados comunes. Cuando se les levantaba la
incomunicación podían leer y compartían la celda
con otro detenido para que la soledad no los opri-
miese.
Recuerdo que cuando le preguntamos a Juan
Graiver acerca de sus actividades económicas me
llamó la atención que no recordara todas -ni si-
quiera la mayor parte- de las empresas a las cuales
pertenecía. Puda mencionar el banco Comercial de
La Plata, el de Hurlingham, el Century National
Bank de Estados Unidos, el American Bank and
Trúst Co., el Swiss-Israei Bank, Papel Prensa,
Construir, Santa Celía, Indalco, Devexpori,
EGASA, y por supuesto, Juan Graiver Inmobilia-
ria, la compañía que él había fundado.
Juan Graiver nació el 24 de abril de 1913 en la
Volhynia, llanura fértil y boscosa que perteneció a
Polonia hasta la Segunda Guerra Mundial (ac-
tualmente ha sido anexada por la Unión Soviéti-
ca).
No era ni el lugar ni el momento adecuado para
una familia judía. Tanto en Rusia como en Ale-
mania había fuertes sentimientos antisemitas. En
las dos poderosas naciones vecinas se estaban des-
arrollando acontecimientos políticos que no presa-
giaban nada bueno para Polonia, que ya tenía sufi-
cientes dolores de cabeza con sus angustias eco-
nómicas y las penurias de la población. La familia
Graíver debió emigrar a uno de sus hijos, Luis,
que vino a la Argentina. Nosotros, los argentinos,
como siempre, fomentábamos una política de in-
migración irrestricta y éramos la opción inevitable
para aquellas personas que, desesperadas por las
penurias o las persecuciones y sin amistades ni
preparación profesional para entrar en los países
de inmigración restringida, tenían que emigrar sin
un peso en los bolsillos.
Una vez que Luis pudo hacer pie en estas latitu-
des y verificó las espléndidas oportunidades que
aquí se ofrecían, mando cartas para que viniera su
hermano Juan, en 1932. Los primeros años fueron
bastante duros. Durante los interrogatorios y aun
fuera de ellos, Juan Graiver juraba obsesivamente
que él había llegado sin un peso, que durante los
primeros cuatro años tuvo que vender ropa en la
calle, que había hecha su fortuna de la nada. No
podía disimular un dejo de orgullo cada vez que
repetía esta última afirmación. Con lo que ahorró
y la ayuda de sus connacionales pudo instalar una
tienda en la ciudad de La Plata, centro de una vas-
ta zona que se estaba poblando rápidamente y en
la que la red de aprovisionamientos todavía no
estaba tendida eficazmente.
19
Juan Graiver no tenía una educación esmerada,
pero los cuatro años de calle en Buenos Aires le
habían servido para aguzar su buen olfato para los
negocios. En última instancia, su excelente sentido
común, de una solidez asombrosa, le servía de
brújula en estas tierras extrañas. A1 principio ven-
día todo tipo de mercaderías en su tienda, pero
rápidamente comprendió la; posibilidades que
ofrecía la especulación con tierras y los negocios
inmobiliarios. Así empezó a hacer dinero grande y
cuando su mujer, Eva Gitnach, le dio el primer
hijo, David, el inmigran te estaba ya en situación
de ofrecerles una vida cómoda, en la que nada les
faltase. Me parece que falló, sin embargo, en lo
que respecta a transmitirle a su hijo el prudente
sentido común, que era su mayor capital.
La familia, declaró Juan Graiver, se mudó en
1975 a Estados Unidos y después a México, por el
temor a los secuestros y la violencia terrorista que
se había desatado en la Argentina y que incluso
había golpeado dos veces a uno de sus hijos, Isido-
ro, que fue secuestrado por subversivos. La prime-
ra vez tuvo que pagar dos millones de pesos de
1970; la segunda pudo zafarse luchando con los
secuestradores.
Cuando estábamos en México, un fin de semana
llegó David y me comentó con alegría: "Mirá,
papá, conseguí mucho dinero en dólares". No me
dijo cuánto dinero era y cuando, le pregunté de
dónde lo había sacado, me contestó que venía de
alguna mafia. Insistí para que me aclarase esto, y
me dijo que se trataba de una "organización inter-
nacional". Un tiempo después me enteré, por Lidia
Papaleo, segunda esposa de David, que el dinero
venía de los "montos" . . . Sí, esa es la palabra que
usó y yo le pregunté qué quería decir y ella me
aclaró que eran los montoneros. No sé si también
fue Lidia la que me dijo que la cantidad era de 17
millones de dólares; tampoco me acuerdo si éste
era el capital solamente o el capital más los intere-
ses. Es muy difícil hablar con Juan Graiver sin que
el tema recaiga una y otra vez sobre el dinero.
Incluso hablando de otros temas con él, fuera de
los interrogatorios, la conversación se dirigía con
un poder inevitable hacia el mismo tema.
Cuando David me contó que había recibido el di-
nero, no estaba apesadumbrado; no creo que haya
sido coaccionado para recibir el dinero, me pare-
ció que ; un acuerdo en el que ambas partes se
entendían muy bien.
Mientras la organización montoneros actuó li-
bremente sus fondos fueron administrados por
José Ber Gelbard, pero cuando Perón los expulsó
de su movimiento y de la Plaza de Mayo en un
discurso muy claro, Gelbard debió desvincularse
de elles porque era el ministro de Economía del
presidente Perón. Entonces comenzó a traspasar la
tarea a su asesor, David Graiver. Por ser Gelbard
el origen del caso que estaba investigando, ha in-
sistido frecuentemente en la importancia que tenía
en los mecanismos subversivos. Sin embargo,
otras voces trataron siempre de minimizar su peso,
hasta el punto que nunca se lo indagó.
Juan Graiver no podía controlar el nerviosismo y
poco a poco sus facciones y sus gestos fueron
mostrando un temor ingobernable. Algunas gotas
de sudor le corrían por la frente. Su ropa, de exce-
lente calidad, le quedaba irremediablemente mal.
No parecía deprimido, pero a medida que pasaban
los días, iba descuidando su aspecto, no se pre-
ocupaba por lavarse y dejaba pasar varias jornadas
antes de decidirse por una afeitada. Me pareció
que meditando en su celda comprendió cabalmen-
te la situación en que estaba y las responsabilida-
des que le correspondían. A partir de entonces
demostró un afán desmedido por colaborar, trataba
de congraciarse con todo el mundo, aun con los
más humildes servidores. Durante los interrogato-
rios se apresuraba a contestar antes de que se le
hubiese formulado la pregunta.
A mí me interesaba desenmascarar a los cómpli-
ces de la "financiera de la subversión", pero Juan
Graiver parecía sincero cuando dijo que no cono-
cía los nombres ni había visto a ningún miembro
de la organización terrorista. En cambio nos dio
buenas pistas y referencias sobre los socios del
grupo Graiver De Jorge Rubinstein dijo que era
amigo de David desde hacía muchos años, que era
su principal asesor y que conocía los ne gocios de
David mejor que nadie. A Gelbard 1o vio un par
de veces y sabía que David era asesor de él e in-
cluso que el ex ministro de Economía veía en Da-
vid un sucesor para su cargo. A pesar de ello, sa-
bía también que Gelbard le había prestado a David
siete millones de dólares a un interés muy alto,
pero no nos pudo aclarar mucho las cosas, porque:
David tenía f rente a mí una impenetrable reserva.
Con el tiempo; cuando fui conociendo mejor a
toda la familia, comprendí que esta última decla-
ración podía muy bien ser cierta. Más allá del mis-
terio, la imagen de David se iba perfilando, a pesar
de las incógnitas que subsisten y subsistirán quizás
para siempre. El hijo mayor de los Graiver no cre-
ía que su padre y su hermano fuesen "brillantes".
20
Quizás los despreciase porque no habían podido
seguirlo en su enloquecido ascenso. En cambio
Juan Graiver sentía respeto por su primogénito y,
aun después de haber desaparecido, cierto temor
reverencial por aquel que había llegado a la más
altas esferas de las finanzas. La relación con su
otro hijo era fría. En cambio, el cariño que sentía
por sus nietos era cálido, fuerte y muy sincero.
Cuando quisimos averiguar dónde había ido a pa-
rar el dinero de los "montos", surgió el nombre de
José Klein. Se trata de un banquero judío, nacido
en Hungría pero con intereses en Chile, dueño de
un banco en Londres, otro en Ginebra y un tercero
en Bruselas. Klein fue quien vendió a David -
según Juan Graiver- el American Bank and Trust
Co. y el Swiss-Israel Bank. Este último es en rea-
lidad un banco sin importancia, que daba pérdidas,
pero Klein impuso como condición que para ven-
der el American, David debía comprar también el
Swiss: Para el total de esta operación David pagó
catorce millones de dólares, pero como el orga-
nismo estatal norteamericano encargado de apro-
bar la venta no dio su visto bueno, Juan Graiver
opina que Klein debe restituir el dinero a los here-
deros de David. Para conseguir esto fueron contra-
tados los mejores abogados estadounidenses, pero
Juan no recordaba sus nombres. Quizás el interro-
gado no quiso que saltasen nombres, pero a mí me
cuesta mucho creer que alguien que ha sentido
siempre un enorme respeto por el dinero, pueda
olvidar el nombre de la persona a la que se le ha
encomendado la recuperación de catorce millones
de dólares. En realidad, Juan Graiver trató de co-
locarse un poco al margen de los problemas di-
ciendo que él se ocupaba solo de su inmobiliaria y
que firmaba todo lo que le ordenaba David. Cuan-
do David desapareció, Jorge Rubinstein tomó las
riendas de los negocios.
Traté de buscar un hilo que me condujese direc-
tamente a los montoneros, pero obtuve poco. Juan
creía haber escuchado que el encargado de cobrar
los intereses para la organización era un abogado
platense, pero no sabía nada más. Cuando empeza-
ron las relaciones de David con los montoneros;
mi hijo estaba desesperado por conseguir dinero,
porque los negocios se le estaban escapando de las
manos. En ese momento David hubiera tomado
dinero de montoneros, tupamaros, erp, mafia o
cualquier organización que se lo diese -declaró
Juan Graiver-. Cuando le pregunté a David cómo
había hecho para garantizar el dinero que le habían
prestado me contestó que "la garantía era su vida".
21
V - ISIDORO GRAIVER: PERDIDO ENTRE DOLARES
Isidoro Graiver me causó la impresión de una
persona que camina siempre un paso atrás de los
acontecimientos. La manera en que el padre lo
trataba no revelaba por cierto un aprecio especial.
Isidoro recordaba con placer los tiempos en que
estaba al frente del banco de Hurlingham, entre
1971 y 1975, antes del torbellino en que lo intro-
dujo David y que lo llevó a ser un instrumento
consciente -aunque atemorizado- de los Montone-
ros. Cuando estuve frente a él me di cuenta de que
los terroristas no habían tenido muchos problemas
para hacer con ese hombre lo que quisieran.
Su robustez ya había llegado a la gordura, estaba
nervioso, lleno de ansiedad por demostrar que
quería quedar bien. Las personas que lo detuvieron
se asombraron por el lujo del departamento donde
vivía, inmenso y desordenado, con el mobiliario
incompleto, como sí recién se hubiese mudado o
se estuviese por ir. La "moquette" era de terciope-
lo y mis hombres me contaron que pasaban una y
otra vez la mano por el piso porque no lo podían
creer. En el coche se puso a temblar y llorar. Lo
trajeron vestido con un pantalón azul y una camisa
sport, de muy buena calidad, pero con tonos chi-
llones. Tuve que pedirle que se cambiase los pan-
talones porque se había orinado. Su padre lo vio
pasar en ese estado y le reprochó duramente su
cobardía.
Cuando se hubo calmado comenzó su relato.
Habló de la compra del American Bank and Trust
Co. al banquero José Klein (cuyo papel en la ope-
ración no es muy claro, pero que según los Graiver
se quedó con 14 millones de dólares) por una pri-
mera entrega de 18 millones de dólares. Isidoro
fue uno de los últimos miembros de la familia
Graiver 'que detuvimos. Había estado escurriéndo-
se entre los muchos departamentos que poseía, de
manera que cuando él habló ya estábamos acos-
tumbrados a oír la expresión "millones de dóla-
res". Pero en los primeros interrogatorios de la
investigación pude notar que mis colaboradores,
con sueldos que les alargaban la cara después del
veinte de cada mes, se quedaban con la boca abier-
ta y los dedos tecleando en cualquier parte de la
máquina de escribir cuando los declarantes habla-
ban de decenas de millones de dólares con toda
naturalidad.
Recién empezaban los tiempos de Martínez de
Hoz y para una persona común, salida del pueblo,
un dólar era algo mítico que se movía en una esfe-
ra incomprensible e inalcanzable. A medida que
avanzó la pesquisa nos acostumbramos a barajar
cifras astronómicas, y yo no podía dejar de reírme
cuando comparaba las cantidades que menciona-
ban los declarantes con al aspecto pobre, pobrísi-
mo, del puesto policial donde trabajábamos.
Vuelvo a la declaración de Isidoro y a los 18 mi-
llones por la compra del American Bank. Esta fue
una compra parcial, y el paquete accionario total
costó: Creo que algo así como 32 millones de dó-
lares. De dónde salió el dinero no tengo idea, es
imposible de determinar ... por lo menos para mí.
Pero la operación no quedó perfeccionada porque
las autoridades bancarias de Nueva. York nunca
aprobaron la venta. Esto suscitó una serie de situa-
ciones insólitas: en Ginebra, Suiza, empezó un
fuego graneado de juicios entre los Graiver y
Klein.
Quiero destacar que en un momento de la decla-
ración Isidoro dijo: Soy el único hermano de Da-
vid y siempre trabajamos juntos, hasta el primero
de enero de 1976. Hermanos y socios . . . pero no
sabía de dónde habían salido los 18 millones para
e1 primer pago del American Bank. La separación
de 1976 se produce por el temperamento absor-
bente y personal que tenía David para el manejo
de los negocios. No me daba participación ni res-
ponsabilidades, lo que me descolocada continua-
mente.
En marzo de 1975 David me contó que ya había
decidido lo del American Bank. Le pregunté cómo
iba a financiar esa compra y me contestó que él
conseguirla esa plata, que no me preocupara. Isi-
doro tuvo que ponerse tan firme como podía para
sacarle unas palabras masculladas entre dientes a
David: Yo consigo una guita jodida. Esta confe-
sión no era el mejor tranquilizante para el ánimo
de Isidoro, que pedía más explicaciones: Es un
dinero -dijo David- que yo mismo garantizo. Y ya
no habló más. Según las declaraciones de Isidoro,
éste trató de convencerlo para que se dejara de
hacer irresponsabilidades y la escena habría termi-
nado con un rotundo: ¡Estás loco!, de Isidoro, que
se fue convencido que se trataba de inversiones
negras de gremialistas. Para tranquilizarlo, David
le juró que tomaba toda la responsabilidad y que la
familia no corría ningún riesgo, pero esto era una
mentira flagrante por que en ese tiempo todo el
mundo estaba enterado de que uno de los métodos
22
habituales que empleaban los subversivos era la
extorsión por amenazas a los familiares.
Otro indicio de vinculación con montoneros salió
a la luz cuando Isidoro me contó sus secuestros.
En 1972 había pagado una fortuna por un secues-
tro del cual había sido víctima. El 14 de mayo de
1975 casi cae otra vez, en pleno centro, Ayacucho
entre Corrientes y Lavalle, a eso de las 21: Fue
una experiencia terrible, pero por suerte reaccioné
instintivamente; luché con todas mis fuerzas para
evitar que los terroristas me subiesen a un Peu-
geot. Me golpearon fuerte en la cabeza, pero pude
correr herido hasta Corrlentss haciendo gestas
desesperados. Una cupé Fiat me sacó de allí y más
tarde intervino 1a policía. Que trastornado. Lo
primero que hice fue contratar una custodia para
mí y mi familia. Unos días después, David, al ver
que no se me iba el miedo, me dijo que me queda-
ra tranquilo, que erp o montoneros no iban a inten-
tar nada más contra mí porque había hablado di-
rectamente con Quieto, jefe de una de las bandas.
Relacioné esto con la conversación anterior y re-
cién caí en la cuenta: "Ahora comprendo de dónde
era la guita". Pero David me contestó: "Cuanto
menos te imaginés, va a ser mejor"...
Después del susto del secuestro Isidoro se fue
con todos los Graiver a México y Estados Unidos,
donde David nombró a su padre y a su hermano
presidente y vice del Century Bank, sin funciones
ejecutivas. Además -declaró Isidoro- había una
circunstancia verdaderamente ridícula, porque las
autoridades anteriores seguían manejando todos
los negocios, mientras David estaba totalmente
dedicado a la compra del American, que era el
banco que realmente le interesaba.
Poco después del accidente de David llegó una
llamada de un funcionario del American Bank que
le dijo a Isidoro que había un problema muy grave
que había que resolver en seguida. Se trataba de
un cheque por dos millones de dólares, sin contar
otros cheques que podían esperar. Isidoro sugirió
interponer la garantía de un terreno en Caracas,
tasado en un millón. Quedaron en que los funcio-
narios del American Bank enviarían por télex un
convenio para que fuera firmado, pero cuando el
télex llegó, Isidoro ya había cambiado de opinión
y no firmó. En cambio, viajó a Nueva York con
todo el clan, incluidos Rubinstein y Alberto Naón,
director del Banque pour I'Amérique du Sud, o
banco de Bélgica, como lo llamaban en español:
Cuando nos reunimos con la gente del American,
éstos empezaron a sacar comprobantes de deudas
y más deudas y 'P pidieron a Naón que les explica-
se en qué situación estaba su banco. Naón empezó
con evasivas y de pronto se levantó y dijo que él
podía ser más útil en Bruselas, juntando informa-
ción y recopilando datos, y que se iba porque tenía
miedo de perder el avión. Los Graiver firmaron el
13 de agosto un convenio de garantía con los del
American Bank, a pesar de la oposición de Ru-
binstein. La familia volvió a México e Isidoro se
quedó solo en Nueva York, con sus angustias. Las
noticias de Europa hablaban de una quiebra inevi-
table del banco de Bélgica porque el American no
le pagaba los cheques.
En ese momento josé Ber Gelbard hace su apari-
ción, en el departamento de Isidoro. Le mostró un
cheque firmado por David y lo rompió delante de
Isidoro, que no tenía idea de la razón por la cual
Gelbard poseía el cheque.
Pero inmediatamente después vino lo importante.
Gelbard explicó que David había contraído una
deuda de siete millones de dólares con la Huesco
Hills -Isidoro no conocía esa compañía- y como
garantía había firmado cheques del American
Bank por siete millones de dólares. Gelbard le
mostró los cheques pero le aseguró que no había
prisa, aunque necesitaba una parte del dinero. Yo
estaba cada vez más sumergido, me confesó Isido-
ro durante su declaración. A partir de ese momen-
to Gelbard iba frecuentemente al departamento de
Isidoro con el pretexto de acompañarlo y serenar-
lo, pero después de unas pocas palabras formales
recaía en el tema de la deuda.
Me encontraba en un estado de ánimo tal que so-
lo dormía tres horas y media por día y las malas
noticias me hicieron perder el sentido de la reali-
dad. Llamaba continuamente a Naón, en Bruselas,
y en cada llamado me decía una cosa distinta. Para
terminar, le pedí que viniera a Nueva York con
toda la información real. Cuando llegó me mostró
la lista de deudores del banco belga y cuando le
pregunté cómo era posible que se hubiese llegado
a esa situación reaccionó de mal modo y, mientras
sacaba de una carpeta fotocopias de avales firma-
dos por mi padre como vicepresidente del Banco
Comercial de La Plata, me gritaba que el banco
belga "estaba garantizado, estaba cubierto". Yo no
sabía si las firmas eran auténticas o si los papeles
habían sido firmados en blanco. Naón también
sacó una carpeta que comprometía al American
Bank a la compra indiscriminada de un paquete de
créditos del banco belga, creo que por nueve mi-
llones de dólares. Cuando supe esto quedé aplas-
23
tado, pero después entrevisté al funcionario del
American que había firmado la carta y cuando
examinó la fotocopia me aseguró que era falsa,
que el original ya había sido destruido.
Quedaba pendiente la garantía que habíamos
comprometido frente a la gente del American. En
esos días había vuelto Rubinstein, y cuando los del
American nos pidieron que firmásemos ,si docu-
mento, Rubinstein adujo que "por la responsabili-
dad que teníamos frente a los acreedores del banco
belga y f rente a las fuentes de trabajo de las em-
presas del grupo, no íbamos a firmar". Ahí la cosa
se puso dura. Los americanos dijeron que habían
sido estafados y que iban a llamar al FBI. El pre-
sidente del American se paró y anunció que iba a
hacer el llamado. Yo le contesté: "Llame a quien
quiera pero no le voy a firmar el papel". Yo quedé
completamente trastornado. .. no sabía qué hacer.
Isidoro volvió con toda la familia a la Argentina.
Apenas desembarco fue al banco de Hurlingham, a
saludar a sus antiguos colaboradores, pero se en-
contró con el ambiente revuelto. Tanto a ese banco
como al Comercial de La Plata habían llegado
inspectores del Banco Central. Fue corriendo a las
oficinas de la calle Suipacha, para hablar con Ru-
binstein, quien se mostró complacido de que la
familia hubiese vuelto, porque ya las empresas no
obedecían a su conducción. Rubinstein afirmó que
la situación era controlable, que había que "ence-
rrarse" y, sobre todo, no pagar ni una deuda. Isido-
ro le comentó que durante las entrevistas que
había tenido en Nueva York con Gelbard éste le
había pedido que entregase a un señor Manuel
Werner el 50 % de las acciones de una sociedad
que poseía tierras en el oeste de la provincia de
Buenos Aires, pero Rubinstein se mostró intransi-
gente porque: Werner va a aflojar. Sin embargo,
había dos deudas que Rubinstein aconsejaba pa-
gar: la primera era la que los Graiver tenían con él
mismo, por su trabajo de asesor, que era de
240.000 dólares por todo 1975 y unos diez o vein-
te mil dólares por los meses de 1976; la otra era
una deuda de 17 millones de dólares que tenían
con montoneros.
Me fui volando a casa de mi cuñada Lidia Papa-
leo -declaró Isidoro- y ambos coincidimos en que
el plan de Rubinstein de no pagar nada era una
locura; también era una locura tratar de pagar a
montoneros con las inspecciones del Banco Cen-
tral a cuestas. Decidimos desplazar a Rubinstein.
Cuando éste volvió de un viaje encontró que Lidia
había ocupado su despacho. Esperábamos su reac-
ción, pero fue cediendo posiciones sin resistencia.
Ya nadie respetaba su autoridad, por culpa de su
carácter inflexible.
A fines de diciembre del '76, Lidia nos dijo-a, mi
padre y a mí que los montoneros exigían una en-
trevista con los tres. Mí padre no quiso ir, pero yo
y Lidia fuimos por miedo a las consecuencias.
La entrevista se realizo en el departamento de
una de las colaboradoras cercanas de la familia,
Lidia Catalina Gesualdi, conocida también como
Lidia Angarola , por su segundo matrimonio. Allí
se encontraron con dos representantes de monto-
neros. Uno se hacía llamar "doctor Paz" y según la
descripción que me dio Isidoro era robusto, cabe-
llo claro, tirado hacia atrás, y usaba anteojos de
cristales redondos. El otro no abrió la boca, pero
aun así daba la impresión de tener más autoridad;
era de cabello oscuro, moreno, delgado.
A mi criterio -narra Isidoro- el "doctor Paz" no
manejaba bien el lenguaje técnico de las operacio-
nes financieras. Pero para un montonero éste no
era un obstáculo para hablar de negocios. Todo se
resolvió fácilmente: exigió perentoriamente el
pago en efectivo -dólares o pesos- o en papeles
negociables. Cuando los Graiver .confesaron que
no tenían dinero en ese momento "Paz" respondió
terminantemente: Ese no es mi problema. Eso lo
deben solucionar usted y su familia. Ustedes res-
ponden a la organización por los fondos con fiados
a David. Y eso significa que la vida de todos de-
pende del pago. Cuando dijeron "todos" -aclara
ingenuamente Isidoro-, se refería a toda la familia
Graiver. Después se fueron y nos ordenaron espe-
rar media hora antes de salir nosotros. Un buen
ejemplo de negocios hechos al estilo montonero.
24
VI - LIDIA PAPALEO: DEL COLEGIO NACIONAL AL TERRORISMO
INTERNACIONAL
Mientras escuchaba a la gente que me contaba su
actuación en grupos subversivos pude verificar
que las grandes claudicaciones de la conciencia no
son nunca abruptas y sorpresivas. Una larga serie
de situaciones equívocas va preparando el terreno,
y cuando llega el momento clave el sujeto ya no
está en condiciones de elegir entre el abismo y lo
que la sociedad espera de él.
Una pareja de compañeros de colegio se enamo-
ra, pero los padres de él se oponen por motivos
religiosos. Es muy difícil no sentir simpatía por un
romance juvenil frustrado por la dureza de los
parientes. Para colmo, ella proviene de un hogar
humilde donde todos trabajan para ayudar al padre
enfermo. Si un guionista propusiese esta historia
para un teleteatro los productores la rechazarían
por considerarla demasiado edulcorada. Sin em-
bargo, así empieza la historia personal de Lidia
Papaleo, segunda esposa de David Graiver.
Se conocieron en el Colegio Nacional de La Pla-
ta, y en un primer tiempo parece triunfar la intole-
rancia familiar. David se muda a Buenos Aires en
1965 y se casa dentro de su religión, con otra mu-
jer. Lidia se entera de la boda solo tres días antes.
Las situaciones equívocas empiezan poco des-
pués de que Lidia se recibe de psicóloga en La
Plata e instala su consultorio. David la llama insis-
tentemente para reanudar el romance, pero es re-
chazado. Ya sabemos que él no es una persona que
se amilane por un "no". Se entera por los diarios
de que Lidia ha tenido un accidente automovilísti-
co y va a visitarla a la clínica. El 28 de julio de
1973 ss va a vivir con ella, en un departamento de
la Capital, fuera de la religión judía de David y
fuera de la religión católica de Lidia.
Ella sigue ejerciendo su profesión mientras con-
viven, pero no se limita solo a esto: varias em-
pleadas de las empresas Graiver, algunas de ellas a
cargo de negocios al margen de la ley -Silvia Fan-
jul, Lidia Gesualdi son pacientes o ex pacientes de
Lidia Papaleo. Una persona que va a visitar a un
psicólogo es alguien que está pasando por una
situación crítica, por lo general un ser desconcer-
tado y golpeado que necesita aferrarse a un salva-
vidas seguro. La función del terapeuta es hacer de
salvavidas, para lo cual promueve una relación de
intimidad y confianza absoluta con el paciente,
hasta que éste llega a depender totalmente de su
salvavidas. En ese preciso momento Lidia Papaleo
las incorporaba al grupo Graiver y las ponía al
frente de los problemas más difíciles.
Quizá haya algo de verdad cuando Lidia me dijo
que no sabía nada de la relación entre Graiver y
montoneros hasta después de la muerte de David,
pero también es cierto que en ningún momento se
le pasó por la cabeza ponerse bajo la protección de
las autoridades legales, sino que siguió manejando
los asuntos por su cuenta: la relación con los sub-
versivos fue una herencia que aceptó íntegramen-
te. Ya no estaba en condiciones de ver el abismo.
Las primeras noticias que tuvo de los terroristas
fueron unas llamadas telefónicas que recibió en
México. Las voces tenían un acento "claramente
argentino", y el mensaje era inconfundible, como
hablan siempre los emisarios de la muerte: o pa-
gaban treinta millones de dólares o moría toda la
familia. En llamadas posteriores la cifra se fue
reduciendo a veinte y finalmente a 17 millones.
Las amenazas aumentaban en relación inversa.
En septiembre de 1976 volví a la Argentina. Al
mes siguiente -relata Lidia Papaleo- se presentó en
las oficinas de la calle Suipacha una persona que
se hacía llamar "doctor Paz" y supongo que las
empleadas ya lo conocían porque entró sin dificul-
tades. La descripción del "doctor Paz" coincide a
gran des rasgos con la de Isidoro Graiver, pero la
de Lidia es más de tallada: se fijó en el peinado
("con raya al costado, a la gomina"), en el color de
ojos ("ojos claros"), en la calidad de la ropa ("un
buen traje") . Actuaba a cara descubierta, sin ma-
quillaje ni pelucas.
Apenas hubo entrado, el hombre la tomó del bra-
zo y la arrastró hasta la pared de vidrio, a más de
setenta metros de la calle, en el piso 29°. Allí le
mostró un paquetito arrugado que contenía una
cápsula. Me dijo que todos los de la familia debían
reunirse con él. Si no, me iba hacer tragar la cáp-
sula de cianuro y la organización se encargaría de
los otros miembros de la familia. Lo único que
alcancé a balbucear fue "no tenemos dinero".
"Paz".se fue sin contestar".
Llegaron después las llamadas telefónicas con
voces que la citaban junto con Isidoro en distintos
puntos de la ciudad. El final del mensaje era siem-
25
pre el mismo, como si los que llamaban hubiesen
sustituido definitivamente de su lenguaje la pala-
bra "adiós" por un seco "los matamos a todos".
Lidia propuso finalmente un lugar para encon-
trarse, el departamento de una de sus ex pacientes,
Lidia Gesualdi. Recuerdo que al terminar su decla-
ración ante mí pidió expresamente que asentára-
mos en el testimonio que la Gesualdi no sabía para
qué le pedían el departamento, pero probablemen-
te Lidia Papaleo olvidó en ese momento que antes
había confesado que ya en México había hablado
con la Gesualdi sobre la vinculación con montone-
ros, contradicción que demuestra que hacía lo po-
sible por colocarse en la mejor situación y cubrir a
sus cómplices.
El departamento quedaba en Junín y Peña, y
montoneros ordenó a Lidia Papaleo e Isidoro pa-
searse por Junín y Las Heras hasta que hicieran
contactó. En un momento dado, se acercaron dos
hombres por detrás de nosotros. Uno de ellos era
"Paz"; nos mandó que no mirásemos a su compa-
ñero. Caminamos dos cuadras, nosotros adelante,
ellos detrás. Entramos en el departamento con una
llave que yo poseía; Lidia Gesualdi no estaba, por
supuesto. Era un domingo de diciembre.
Lo que me contó de la entrevista coincidía con la
declaración de Isidoro, pero agregó que finalmente
se había llegado a un acuerdo para que Montone-
ros no los "molestase" hasta que vendiesen los
bancos y las empresas.
Lidia Papaleo tenía en aquella época 33 años, y
aunque su domicilio era Av. Alvear al 1600, la
detuvimos en otro departamento, mientras cenaba
con amigos. No se mostró sorprendida. Era una
mujer de ojos claros y mirada dominante, ni muy
alta ni muy baja; el pelo le caía sobre los hombros.
Sus gestos y su manera de llevar la ropa demos-
traban una larga familiaridad con el lujo.
Después de contarnos sus tratos con montoneros
trató de esquivar responsabilidades pintándose
como una mujer que no entendía nada de negocios
y que nunca creyó que podía ser extorsionada,
porque no tenía dinero ni era heredera de David.
Solo intervenía en la sucesión para proteger los
derechos de su hija. Sin embargo, su hermano, el
periodista Osvaldo Jorge Papaleo, declaró que
Lidia había sido presidenta de Helycon, compañía
de películas que había producido "La Raulito",
con Marilina Ross, y "La Película". Otras declara-
ciones dejaron en claro que Lidia Papaleo debía
tener por lo menos buena experiencia en directo-
rios de empresas y operaciones financieras.
Para los que no están acostumbrados a este mun-
do en el que el dinero parece salir siempre de los
intersticios que deja el Código Penal, resulta difí-
cil imaginar el infierno que es una investigación
en la que se interroga a decenas de personas, todas
astutas, algunas muy inteligentes, Los intentos por
quedar en situación favorable, los ocultamientos
intencionales, las digresiones con propósito de
confundir, van tejiendo una tela de araña intrinca-
da que solo se puede desmontar con infinita pa-
ciencia. Yo me considero feliz por haber llegado a
muchas certezas.
En una segunda declaración Lidia Papaleo me
habló de las amistades de David Graiver. El pri-
mer nombre que salió a relucir fue el de Baruj
Tenenbaum, hombre calvo y atildado, de ojos azu-
les y modales refinados, que tenía una agencia de
viajes en Buenos Aires y era muy amigo de David.
Después del accidente en México, Tenenbaum la
citó en su lujoso hotel de Nueva York para ofre-
cerle ayuda, pero ella la rechazó: porque en reali-
dad siempre sentí desconfianza por ese individuo.
De regresó en Buenos Aires, Lidia recibió en su
departamento a Francisço Manrique y el tema re-
cayó sobre Tenenbaum. Manrique le aconsejó que
no tuviera ninguna relación con ese hombre: que
ni lo escuchara, porque creía que era un espía,
alguien que no estaba limpio, según me dijo Lidia
Papaleo. Tenenbaum visitaba las oficinas de Sui-
pacha y era también amigo de Rubinstein y Ber-
nardo Neustadt. Este fue una vez a interesarse a
las oficinas de Suipacha por un dinero que había
depositado en él Banco de Bélgica. El nombre de
este periodista surgía espontáneamente en casi
todos los interrogatorios. Lidia Papaleo no fue la
excepción: Lo encontré en la planta baja del hotel
Alvear, y me avisó que mi suegro Juan había sido
arrestado; me prometió mover sus."influencias"
para que no hubiese ningún problema. Otro nom-
bre que apareció fue el de Juan Pallí, que la visitó
después de su regreso al país para avisarle que
Canal 2, la empresa que él dirigía, daba pérdidas y
'había que venderla en seguida. Lidia Papaleo hizo
averiguaciones al respecto y llegó a la conclusión
de que era imposible que esa empresa diese pérdi-
das, pero no podía saber si se estaba robando o era
una mala administración.
También hablamos con Lidia Papaleo, de la ma-
no derecha de David, el Dr. Rubinstein. Recordaba
que el mismo día del velatorio de David en Méxi-
26
co, Rubinstein les exigió a los demás miembros de
la familia apoyo absoluto para su gestión al frente
de las empresas; también me contó el mismo epi-
sodio que Isidoro; respecto de "no pagar a nadie,
salvo a mí mismo y a los montoneros". De Gel-
bard recordaba que lo había visto frecuentemente
en reuniones sociales del grupo y me habló de una
tratativa con su representante, el Dr. Caraballo, en
la que se iba a intentar pagarle una deuda de siete
millones, o parte de ella, con el 50 % de las accio-
nes de "La Opinión" que tenían los Graiver. De
Timerman recordaba que era amigo de David ya
antes de su matrimonio con ella, pero hubo una
ruptura con él después de que publicó en "La Opi-
nión" varias notas desfavorables al grupo respecto
del problema de Papel Prensa. A partir de enton-
ces las relaciones quedaron en suspenso.
También me contó que mientras comía pizza en
"Los Inmortales" de M. T. de Alvear y Libertad,
habló con una empleada de confianza -Silvia Fan-
jul- sobre la deuda con montoneros. Tenía una
buena pista para ponerme detrás del asunto que
lógicamente me interesaba más, la "financiera de
los subversivos", aunque en la investigación y casi
sin proponérmelo, surgían delitos de otro tipo que
tenía la obligación de denunciar también.
27
VII- SILVIA FANJUL: UN PORTAFOLIO LLENO DE MUERTE
Estaba desesperada y necesitaba trabajar. Mien-
tras duró mi matrimonio, yo administraba una pe-
queña empresa de construcción que tenía mi mari-
do, pera cuando me separé tuve que dejar también
mi trabajo. Se lo comenté a mi psicóloga. Le dije
que yo era maestra y estudiante de ciencias eco-
nómicas.
Esa fue la persona que Lidia Papaleo eligió para
las tareas más comprometidas del grupo de empre-
sas de su marido. Silvia Fanjul estaba en trata-
miento con ella desde 1972, cuando el ginecólogo,
después de estudiar minuciosamente las razones
por las cuales no quedaba encinta de su marido,
llegó a la conclusión de que solo la podía ayudar
un psicoterapeuta.
La razón originaria del tratamiento desapareció
en 1974, cuando Silvia se separó de su marido. En
ese preciso momento la Papaleo le sugiere que
vaya a ver a un señor Rubinstein que está organi-
zando un grupo de empresas, o mejor dicho orga-
nizaba un "control superior" para coordinar el vas-
to imperio económico que había reunido David
Graiver.
A fines de agosto de 1974 Silvia empezó a traba-
jar. Notó que Rubinstein se ocupaba en aquel en-
tonces de la dirección ejecutiva y de los detalles,
mientras David se dedicaba a "relaciones públi-
cas" y los grandes negocios. Al mes se mudaron a
las oficinas de la calle Suipacha; y en mayo del 75
los Graiver se fueron y Rubinstein quedó al frente
de las empresas.
Antes del viaje de sus patrones había notado ya la
presencia en las oficinas de un hombre de hom-
bros anchos, mentón cuadrado, pelo castaño lacio,
modales mesurados, que se hacía llamar "doctor
Peñaloza", y era recibido efusivamente por David,
quien dejaba cualquier otra entrevista o tarea que
estuviese haciendo para abalanzarse a recibirlo. A
veces también venía una "secretaria" del doctor
"Peñaloza", atractiva, de ropa muy moderna, con
"minifaldas espectaculares". Cuando David se fue
a Estados Unidos el encargado de recibir a los
visitantes era el Dr. Rubinstein. Silvia comprobó
que "Peñaloza" o su "secretaria" se iban siempre
con un paquete bajo el brazo.
A partir de noviembre de 1975 Silvia Fanjul as-
cendió en la empresa y se le confió el manejo de
dinero. Todos los meses Rubinstein le ordenaba
retirar una cantidad equivalente a 133.000 dólares
al cambio del día y preparar con el dinero ün pa-
quete o bolsa. Después su jefe entregaba perso-
nalmente el paquete a "Peñaloza" o su "secreta-
ria".
En un día de enero de 1976 recibió órdenes de ir
a recibir a Rubinstein al Aeroparque, con el auto-
móvil de la custodia. Una vez llegado, Rubinstein
se dirigió con el coche a una confitería en la zona
de plaza Italia. Cuando estuvieron instalados en la
mesa, Rubinstein le dijo que apenas entrase la
persona que esperaban, ella debía ir al baño y no
volver por un buen rato. La fiel empleada cumplió
al pie de la letra las órdenes de su patrón y cuando
volvió de su involuntario exilio higiénico 'se en-
contró con el "doctor Peñaloza" que charlaba con
Rubinstein. Este los presentó formalmente. La
entrevista terminó pocos minutos después, entre
frases intrascendentes dichas con tono nerviosa.
Pocos días después su patrón le dijo que fuese a
unas oficinas de la Av. Córdoba al 1300 -donde
habitualmente se cobraban las cuotas de los depar-
tamentos del Bristol Center- para recibir un paque-
te de manos de "Peñaloza". El misterioso hombre
llegó a la cita con un portafolio inmenso y sin de-
cir una palabra lo abrió y le mostró el contenido a
Silvia: .estaba repleto de fajos de dólares. Con
vidrio en las venas la empleada cumplió todas las
instrucciones que le había dado Rubinstein: fue a
la casa central del banco de Galicia, donde encon-
tró, tal como había convenido, a otro empleado,
que trabajaba para un cambista llamado Francisco
Fernández. Los responsables de la operación no
vacilaban en comprometer en ella a sus subalter-
nos, para que corriesen los riesgos por cuenta de
los jefes. Silvia pensó que en el portafolio debía
haber un millón de dólares, pero cuando lo consi-
deró mejor comprendió que había mucho más. Yo
también me quedé asombrado cuando Silvia Fan-
jul me dijo que no recordaba exactamente cuántas
veces volvió a recibir de "Peñaloza" portafolios
con dólares.
Las cosas en el grupo Graiver cambiaron después
de la revolución del 24 de marzo de 1976. Rubins-
tein estaba fuera del país y se cuidó mucho de vol-
ver. FI rumor que corría entre los empleados de la
oficina decía que tenía antecedentes subversivos
desde su juventud y que podía encontrarse con
problemas ante las nuevas autoridades. Para tener-
lo al tanto de los negocios viajaba al exterior un
trío compuesto por Silvia, el doctor Reinoso, el
28
contador, y Bogani, que formaban una especie de
comité sin poder de decisión. Los primeros viajes
de consulta con Rubinstein los hacían a Río de
Janeiro; después fueron a Nueva York. Este medio
de administrar las empresas entorpecía, por su-
puesto, todos los negocios. Solo un asunto funcio-
nó regularmente: mes a mes, entre las instruccio-
nes venía una recomendación de no olvidarse de
hacer el pago al "doctor Peñaloza". Cuando habla-
ban por teléfono -tanto David Graiver como Ru-
binstein, pero sobre todo David- se mostraban
ansiosos por saber cómo iban 1os pagos a "Peña-
loza". Este no tenía teléfono ni oficina donde se lo
pudiera ubicar y no quedaba otro remedio que
esperar su llamado para concertar una cita, por lo
general en las oficinas de Graiver en la Av. Cór-
doba. Por orden de Dn· vid, cuando se hablaba por
teléfono había que referirse a "Peñaloza" con los
nombres claves de "Marisa" o "Pusy".
Un día "Peñaloza" no fue a la cita y Silvia, con el
bolso que desbordaba dinero y el corazón en la
boca, lo depositó en una agencia del Banco Co-
mercial de La Plata. Poco después reanudó el con-
tacto y pudo hacer la entrega, pero cuando le contó
a David por teléfono lo que había ocurrido, éste le
contestó que no se preocupase, que a partir de en-
tonces iba a recibir la visita de una persona "más
puntual". Así vuelve a escena nuestro conocido
"doctor Paz". Silvia le entrega el equivalente a
133.000 dólares durante los meses de mayo, junio
y julio.
Cuando la noticia del accidente llega a Buenos
Aires, "Paz" irrumpió en la oficina de Silvia en un
estado nervioso lamentable. Sus dedos tambori-
lleaban sobre el escritorio y con la mirada perdida
en el vacía decía con tono sombrío palabras inco-
nexas: Esto es terrible... no ha sido un accidente...
un atentado... para nosotros, David era un elemen-
to de recambio importante. . .
La voz de Silvia Fanjul quedó suspendida un
momento durante su declaración y vi un gesto de
inquietud en el rostro. Creo que había comprendi-
do que a partir de esas palabras no podía represen-
tar más el papel de empleada inocente porque los
propios hechos que narraba tenían un trasfondo
evidente. Admitió que sospechaba que el orïgen de
todas las entregas podía ser político.
Pero su inocencia se hizo añicos cuando admitió
también la cena en "Los Inmortales", con Isidoro y
Lidia Papaleo. En esa ocasión hablaron de los gra-
ves problemas que enfrentaba el grupo y, cuando
ya estaban por irse, Lidia comentó: Lo más terri-
ble es la deuda que reclaman los montos. Silvia
me dijo que estas palabras la sorprendieron, pero
más sorprendida aún se mostró Lidia cuando vio
que su interlocutora no estaba al tanto, o simulaba
no saberlo, o no quería saberlo. Después Lidia le
explicó que le debían 17 millones de dólares a la
"organización".
Silvia empezó a formarse un cuadro de la situa-
ción: David nunca se había quejado por los intere-
ses fabulosos que tenía que pagar mensualmente
ni hizo jamás un comentario en contra de los sub-
versivos a pesar de que la familia había tenido que
pagar un rescate muy alto por el primer secuestro
de Isidoro; además, los pagos de intereses se hací-
an siempre con dinero "negro", no provenían de
ninguna empresa y no quedaban asentados en nin-
guna parte. El agente de cambios "Paco" Fernán-
dez entregaba el dinero y se le acreditaba el equi-
valente en dólares en una cuenta del American
Bank de los Graiver, en Nueva York.
Cuando hablamos con Silvia de la gente que visi-
taba a los Graiver en su oficina, mencionó a Ber
Gelbard, Casildo Herreras y Patricio Guillermo
Kelly, "personaje siniestro del que nunca supe qué
quería". Más extensas fueron sus referencias sobre
Baruj Tenenbaum. Recordó que cuando empezó la
fiscalía en el Banco Comercial, David le recordó
por teléfono que hablara con Tenenbaum, "que era
un hombre muy contactado". En la oficina de Te-
nenbaum había unos carteles anunciando la "Fun-
dación del Reencuentro Argentino" y otra "Funda-
ción del Hombre". Bajo los auspicios de esta últi-
ma se publicó o se estuvo por publicar la "Gaceta
de la Historia". Para tratar este tema el señor Félix
Luna visitó a Graiver y Rubinstein en sus oficinas.
Aunque la fundación nunca se constituyó como
persona jurídica, la "Gaceta" salió a la calle como
publicación mensual y, además, se distribuyó gra-
tuitamente en reparticiones oficiales, cuarteles y
centros militares.
Silvia Fanjul terminó su relato con una anécdota
ambigua. Después del accidente aéreo la llamó
desde el extranjero Tenenbaum, que actuaba con
el apodo de "Astor", y luego de lamentar lo que
había ocurrido dijo: Espero que dentro de algunos
años nos podamos mirar bien de frente...
Recordé un hecho curioso, aunque sin importan-
cia. Entre los objetos y muebles de la oficina de la
calle Suipácha, el único que no tenía un uso prác-
tico era el cuadro que representaba un granadero.
Miré a esta mujer, menuda, morena, bronceada,
que trataba de bromear con todo el mundo y que
29
había transportado el dinero que servía para matar
soldados argentinos.
Hizo aún un comentario más. Me dijo que para
referirse a los montoneros, la familia Graiver usa-
ba el nombre clave de "los mexicanos". Entre la
gente del hampa, "mexicano" y "mexicanear" es el
nombre que se les da a los que roban a ladrones y
a la acción de robar lo robado, pero no puedo ase-
gurar que los Graiver conociesen tan bien el lun-
fardo.
30
VIII - JORGE RUBINSTEIN: EL BLUF Y LA MALA CARTA
Entre los objetos personales del Dr. Jorge Ru-
binstein que se secuestraron en las oficinas de la
calle Suipacha hay un mazo de cartas de póker.
Nunca me interesó saber si era verdaderamente
jugador, pero puedo afirmar que era un experto en
esconder sus cartas y que asumía con calma los
riesgos de sus apuestas.
Uno de los encargados de la vigilancia de Ru-
binstein llegó a tener cierta confianza con él y le
preguntó al margen de los interrogatorios: Pero,
¿cómo se metió en esto, doctor? Rubinstein, con
un gesto entre sonriente e irónico, contestó: Total
yo ya estoy jugado.
Era un hombre de cuerpo atlético, parecía fuerte
a pesar de sus canas, pero ya en el momento del
arresto nos explicó que el Dr. Favaloro le había
hecho una peligrosa operación de corazón de do-
ble bypass, y que su salud requería atención cons-
tante. Lo hice revisar por un médico, y después de
verificar sus declaraciones di órdenes para que le
suministrasen todos los medicamentos necesarios
mientras durase su detención. Recuerdo que estu-
ve presente durante la primera revisación y me
llamó la atención la profunda red de cicatrices que
había quedado en su tórax como recuerdo de la
operación. Su estado general había empeorado
mucho en octubre del año anterior a su detención,
cuando un accidente de auto lo postró durante tres
meses. Mientras se recuperaba en su departamento
en la ciudad de La Plata se prestó a un interrogato-
rio para una investigación previa. La causa avan-
zaba con otros testimonios cuando llegué a la con-
vicción de que Rubinstein era una de las personas
claves de todo el caso y que su libertad era un
riesgo cierto para el buen éxito de la pesquisa.
Además, ya tenía pruebas más que suficientes para
demostrar que había colaborado con las bandas de
montoneros por interés monetario e ideológico -
tenía notorios antecedentes comunistas, a pesar de
cobrar varios miles de dólares de honorarios men-
suales-. Lo más notable del primer interrogatorio,
en su domicilio, no estaba en la que decía sino en
lo que callaba puesto que en ningún momento in-
tentó poner en conocimiento de las autoridades
militares la maniobra de financiación de la subver-
sión. Durante el segundo interrogatorio, hecho por
la Policía de Buenos Aires después de su arresto,
comprendió hasta qué punto había llegado la pes-
quisa y que su juego había sido descubierto. A
medida que avanzaban las declaraciones la res-
ponsabilidad que a él le correspondía se iba espe-
sando en torno suyo como una atmósfera densa
que ya no lo dejarla en paz. Era abogado y conocía
su situación; solo podía esperar una larga condena.
A partir de ese momento no fue ya el hombre
perspicaz de los primeros días. Se dejó invadir por
la depresión; se abandonó físicamente. Los cuida-
dos médicos no podían llegar hasta su espíritu. El
futuro le reservaba una carta brava. Agobiado por
las tensiones Rubinstein murió de infarto en la
madrugada del 4 de abril de 1977. Ese tristísimo
día ordené practicar la autopsia. Estuvieron pre-
sentes ocho médicos forenses, policiales, militares
y delegados de la cátedra de Tórax del Hospital de
La Plata y del ministerio de Salud Pública, además
del fotógrafo y los testigos que prescribe la ley. La
autopsia reveló siete cicatrices operatorias de vieja
data y un doble bypass en la aorta. Después de dos
horas y media de estudio minucioso los médicos
llegaron à la conclusión que la muerte se debía a
insuficiencia cardiaca aguda. Tuvieron la pruden-
cia de agregar por propia iniciativa: No presenta
signos de violencia traumática interna ni tampoco
externa.
Una de las tácticas sistemáticas de las personas
que apoyan a la subversión es acusar a las autori-
dades de malos tratos ante cualquier enfermedad o
fallecimiento que se produce en los institutos pe-
nales. De allí la precaución de los forenses. El día
5 de abril el cuerpo fue entregado a la hija del oc-
ciso.
Rubinstein tenía al morir 51 años. Durante 1a
primera entrevista las pistas eran todavía vagas,
pero el interrogatorio aportó algunos detalles inte-
resantes, por ejemplo su conocimiento desde hacía
mucho tiempo del dirigente sindical y gobenador
de la Provincia de Bueno~s Aires, Victorio Cala-
bró. Particularmente llamativa es la declaración de
que lo volvió a ver a Calabró mientras Rubinstein
acompañaba a un funcionario del gobierno belga
que estaba en La Plata de "visita turística". La
Ptata, a pesar de merecerlo, no es un lugar habitual
de paso de turistas extranjeros, salvo los estudio-
sos que concurren al famoso museo; Bélgica es el
país donde operaba el Banque pour 1'Amérique du
Sud, del grupo Graiver, y Rubinstein declaró que
él había participado activamente en la fundación
del banco en 1974. También surgió el nombre de
31
Juan Destéfano, secretario general de la goberna-
ción, que durante la estada de David en los países
del norte se entrevistó varias veces con Rubinstein
para averiguar ,con indisimulado interés la fecha
de regreso del ausente.
La relación de Rubinstein con la familia Graiver
empezó cuando ésta le encomendó estudiar un
proyecto de adquisición de una planta de envasa-
miento de alimentos en cajas de aluminio, allá por
comienzos de la década de los setenta. Poco a
poco los asesoramientos de Rubinstein se
hicieron más frecuentes hasta que los Graiver le
pidieron que organizara un sistema central de in-
formación y contralor de las empresas que habían
reunido.
Rubinstein también tuvo participación preponde-
rante en la organización del Bristol Center de Mar
del Plata y en las sociedades inmobiliarias encar-
gadas de vender los departamentos del gigantesco
edificio, Fundar S. A. y Construir S. A. En esa
época corrían fuertes rumores de que detrás de la
construcción del Bristol Center había negocios
muy turbios. El origen evidente de estas murmura-
ciones era él proyecto original del edificio, que
por su altura taparía a partir de una hora temprana
de la tarde, el sol que se proyectaba sobre
la playa adyacente. Rubinstein habló muy vaga-
mente al respecto: "creía" que se habría obedecido
a una disposición de la municipalidad de General
Pueyrredón en cuanto a reducir la altura; sabía que
había sido donado a la municipalidad un auditorio
dentro del mismo inmueble. Pero cuando se le
preguntó concretamente si había oído algo respec-
to de gestiones oficiosas, "arreglos" o "coimas"
para solucionar el problema, fue categórico: Igno-
ro toda circunstancia vinculada a la pregunta.
También fue terminante cuando se le preguntó si
sabía si algunos funcionarios del gobierno provin-
cial anterior habían comprado directamente o por
intermedio de testaferros departamentos en el
Bristol:
Desconozco totalmente esas circunstancias. Yo,
en cambio, puedo afirmar que en eI momento en
que realicé la investigación, el Bristol Center tenía
una importancia económica secundaria, a pesar de
su valor fabuloso para la gente común, y era em-
pleado para tantear tentadoramente a los investi-
gadores; en otras palabras era una carnada para
"coimear". Pero esta es otra historia y otro capítulo
de este libro.
Después de su detención y de comprobar que ya
se habían destapado muchas cosas, la declaración
de Rubinstein tomó un nuevo rumbo y confirmó
rotundamente las vinculaciones de las Graiver con
los montoneros.
Lo que en un primer momento había sido una
simple relación de negocios resultó una amistad
profunda basada en la lealtad recíproca: Fui amigo
de David Grawer y recibí toda su confianza pues
lo asesoraba en todos los aspectos legales relacio-
nados con sus empresas. En mayo de 1976 viajé a
Nueva York, como lo hacía frecuentemente, para
verlo a David. Allá me dijo que había recibido una
suma importante de dinero en dólares. Desde et
primer momento me aclaró que el dinero venía de
los montoneros, con los que estaba en contacto por
entrevistas directas con Quieto y Firmenich -sus
jefes- y que el capital originario era de doce mi-
llones de dólares.
Esta cantidad enorme no podía ser invertida en
un solo negocio sin atraer la atención de las auto-
ridades fiscales. Por eso comenzó una operación
de fraccionamiento y disimulo del capital recibido
en la que participó directamente Rubinstein Unos
cuatro millones. Se invirtieron en el banco Centu-
ry, otros ocho en la compra deI American Bank
and Trust. El dinero ingresó en el mercado a través
de les bancos suizos. A partir de ese momento se
empezó a pagar intereses en Buenos Aires, pero
esta cantidad ( 133.000 dólares) no era ni remota-
mente la cantidad total que correspondía pagar.
Además los montoneros fueron entregando otras
sumas de dinero, de manera tal que al poco tiempo
la deuda con la organización terrorista había au-
mentado a 17 millones.
Después de esta confesión Rubinstein tomó un
camino parecido al que habían recorrido otros
imputados. Procuró esquivar responsabilidades
echándole. toda la culpa a David, su "amigo de
confianza". Rubinstein, como otros interrogados,
aseguró que había tratado de disuadir a David por
los riesgos que la operación implicaba. Pero su
socio le habría contestado que no se preocupase,
que esas operaciones eran en realidad "muy co-
munes" y que de esta manera quedaban a cubierto
de secuestros y atentados.
Con esto quedó claro para mí que, tanto en la
mente de David Graiver como en la de Rubinstein,
el triunfo final de los subversivos era un hecho
descontado. Además, Rubinstein hizo un comenta-
rio que, teniendo en cuenta las circunstancias,
había que tomarlo como una amenaza velada: Los
argumentos de David me tranquilizaron porque en
realidad eran bastante exactos. En otras palabras -
32
y para el que sabe leer entre líneas- me estaba di-
ciendo que para estar a salvo de secuestros y aten-
tados había que ponerse al servicio de los subver-
sivos.
Después confirmó en sus declaraciones la canti-
dad y manera de pagar los intereses a los monto-
neros, a través del "Dr. Peñaloza" o de su secreta-
ria, "delgada, de cabello largo".
Con las declaraciones de Rubinstein pude ir lle-
nando huecos que habían quedado. Por ejemplo,
Silvia Fanjul me había contado cómo le había sido
presentado formalmente el "Dr. Peñaloza", pero
por orden de Rubinstein había estado exiliada en
el baño durante la mayor parte de la entrevista que
en una confitería de Plaza Italia tuvieron Rubins-
tein, "Peñaloza" y ella. Por Rubinstein pude ente-
rarme de lo que habían hablado los dos hombres
mientras Silvia esperaba en el excusado: "Peñalo-
za" era un hombre permanentemente desconfiado.
Mientras estuvimos solos me dijo que sospechaba
que la organización de Graiver y los bancos que
de ella dependían ya no ofrecían garantías de se-
guridad, pero creo que en realidad me estaba son-
deando, porque en la misma charla me anunció
que montoneros quería depositar dos millones de
dólares más en nuestras manos. Me dijo que más
valía que la firma de Graiver fuese solvente, por-
que si no la organización tenga el brazo muy lar-
go. Pocos días después "Peñaloza" habló por telé-
fono con Rubinstein para confirmar la operación
de dos millones en la que Silvia Fanjul actuó co-
mo correo y Francisco Fernández como cambista.
Fernández, al enterarse de la cantidad en una en-
trevista con Rubinstein, quedó asombrado y le
preguntó si no era dinero "fulero" o de algún se-
cuestro, pero Rubinstein lo tranquilizó diciéndole
que: a lo sumo era dinero de algún negociado, y
eso no asombra a nadie en estos tiempos... por lo
menos a nadie del círculo de David Graiver.
Cuando los Graiver parten a México y Estados
Unidos, Rubinstein queda a cargo de los negocios
en Argentina, pero en el día en que las Fuerzas
Armadas toman el poder en marzo del 76 él: esta-
ba muy ocupado viajando entre EE.UU. y Bélgica,
porque estaba a cargo del Banque pour I'Amérique
du Sud. Esta última declaración me sorprendió
porque hasta entonces Rubinstein se había presen-
tado como si estuviera al frente de los negocios de
los Graiver solo en Argentina. Inferí que tenía que
haber otra razón para una ausencia prolongada
mientras el grupo de empresas quedaba sin direc-
ción. Recordé los rumores que corrían entre los
empleados de las oficinas de la calle Suipacha
respecto del temor de Rubinstein por sus antece-
dentes políticos, pero no pude llegar más allá.
La amistad con David no fue impedimento para
que Rubinstein comenzase a sentir cierto rencor
contra él por su personalidad absorbente y porque
no lo tenía al tanto de sus negocios. Cuando me
enteré de la muerte de David me apené por el es-
tado en que quedaban los negocios, por culpa de
su dirección caótica y egocéntrica. Debí viajar a
México. No tengo ninguna duda de que los restos
encontrados eran los de David.
En este último punto había una uniformidad
pasmosa en las declaraciones; ninguna de las per-
sonas interrogadas dudaba al respecto. Parecían
tener -o querían tener- más certeza que las autori-
dades mexicanas, el FBI o los jurados neoyorqui-
nos. Sin embargo, el informe del accidente era
explícito: se había hallado un torso, casi comple-
tamente carbonizado con solo unos pocos centíme-
tros de piel.
El resto de los informes que me proporcionó Ru-
binstein coin~cidía con otras declaraciones: seguí-
an danzando los nombres de Tenenbaum, cada vez
más misterioso, pero siempre ligado íntimamente
con David; de Ber Gelbard y las enormes deudas
que reclamaba en dólares y tierras; de las manio-
bras clandestinas de Marra y Daich para sacar del
país dinero negro con destino al banco de Bélgica;
de Casildo Herreras y sus cuentas en Bélgica; de
otros nombres cuyo papel no estaba claro.
Quedaban muchos interrogantes en el aire cuan-
do el destino hizo su jugada y Rubinstein perdió la
vida y yo la información que más me interesaba.
33
IX - LIIDIA GESUALDI: PSICOLOGA Y ALGO MAS
La secretaria privada de David Graiver entró en
la empresa por la misma senda que Silvia Fanjul:
el diván de psicóloga de Lidia Papaleo.
Nació en Chivilcoy, en 1937. Había una confu-
sión permanente respecto de su nombre porque
mucha gente la conocía por el apellido de su se-
gundo marido, Angarola, con quien se había casa-
do vía México. Lidia Gesualdi conoció a la Papa-
leo en una perfumería donde la primera trabajaba
en un "stand" de productos de ~ belleza para la
mujer. La psicóloga advirtió inmediatamente que
algo angustiaba a la Gesualdi y después de una
charla en la que se mostró cálida y amistosa con-
siguió sonsacarle que el motivo de sus preocupa-
ciones era la imposibilidad de quedar embarazada
a pesar de que tanto ella como su marido eran físi-
camente aptos. La psicóloga no tardó en conven-
cerla para que hiciese sesiones de terapia en su
consultorio. La terapia fue sorprendentemente
breve -apenas diez sesiones- y ya Lidia Gesualdi
"se sintió mejor", y quedó en estado de gran amis-
tad, agradecimiento y dependencia psíquica con su
nueva amiga, olvidándose del objetivo originario.
Renovada y con nuevos bríos, la Gesualdi renun-
ció a sus tareas de cosmetóloga en empresas de
belleza o con relación de dependencia con médi-
cos de piel, e instaló una perfumería por su cuenta.
Sin embargo no consiguió llevarse bien con su
socia comercial y el negocio se disolvió rápida-
mente. Sin trabajo, se dirigió a su amiga, que la
esperaba con una oferta para entrar en las próspe-
ras oficinas del grupo Graiver, donde desempeña-
ría las funciones de secretaria. privada de David.
Lidia Gesualdi entró por primera vez en las ofici-
nas de la calle Suipacha el 16 de setiembre de
1974.
En poco tiempo pudo conocer muy bien los as-
pectos exteriores de las actividades comerciales
del grupo porque su función en la oficina era pre-
cisamente recibir a los visitantes y atender las lla-
madas telefónicas para David o hacer las que Da-
vid le pedía. Su jefe tenía por norma no llamar
directamente a nadie, salvo a su esposa y a José
Ber Gelbard. La Gesualdi también recibía la co-
rrespondencia dirigida a David, pero al respecto
regía una norma inquebrantable: nadie abría sus
cartas salvo él mismo, y para las respuestas el em-
presario usaba una máquina portátil que tenía en
su oficina y las redactaba él mismo para que abso-
lutamente nadie se enterase del contenido. Lo úni-
co que podía observar Lidia Gesualdi al respecto
era que la mayoría de las cartas extranjeras prove-
nían de Bélgica, Estados Unidos o Israel.
La secretaria era la primera persona que recibía a
las visitas, después de ser palpadas por el personal
de custodia de la oficina. Una fuerte impresión le
quedó de la primera vez que se topó con el "Dr.
Peñaloza", que entró pidiendo hablar con David
Graiver. A la Gesualdi le llamó la atención su pre-
sencia porque David estaba en una reunión impor-
tante y no tenía anunciada ninguna entrevista. Le
preguntó al visitante si tenía concertada una cita,
pero éste le clavó una mirada dura y con voz que
no admitía réplicas le contestó: Dígale que está el
"Dr. Peñaloza". La secretaria habló por el dictáfo-
no con David y cuando le anunció el nombre del
visitante su jefe farfulló apresuradamente: Hacélo
pasar a un despacho privado, y pocos segundos
después dejó la reunión para atender al hombre de
la voz imperiosa. Después las visitas se repitieron
y la Gesualdi pudo advertir que el "Dr. Peñaloza"
llegaba siempre con las manos vacías y se iba con
un portafolio o bolso. A veces venía en su lugar
una joven muy delgada, de cabellos muy largos y
minifalda, particularmente llamativa "porque en
esa época no estaban de moda las polleras cortas".
La Gesualdi conservaba de su anterior profesión
de cosmetóloga la costumbre de observar atenta-
mente a sus visitantes. A1 "Dr. Peñaloza" me lo
describió así: De 1,80 de alto, cuerpo macizo, cue-
llo muy grueso, cara cuadrada, rasgos duros, cabe-
llos rojizos cortos peinados con raya a la izquier-
da. Lo más notable eran sus ojos celestes saltones,
de los cuales partía una mirada muy dura, muy
fea. Esto ocurría solo las pocas veces que miraba
de frente, porque la mayor parte del tiempo des-
viaba la vista. La piel era blanca, sonrosada en las
mejillas.
En mayo de 1975 David partió con toda su fami-
lia a México y Estados Unidos: padres, esposa,
hija, suegra, y hermano con su respectiva esposa,
hijos y suegros. A1 frente de la oficina quedó Ru-
binstein, que trataba a Lidia Gesualdi con una du-
reza que ella nunca se pudo explicar. Las tareas de
ésta seguían dependiendo directamente de David,
que la llamaba desde Estados Unidos hasta tres
veces por día para controlar a través de ella la
marcha de sus negocios. Además, también hablaba
34
por teléfono todos los días con Rubinstein y Silvia
Fanjul. David era un hombre ansioso y no repara-
ba en gastos. Una vez llamó a la casa de su secre-
taria para averiguar cómo había terminado el par-
tido que jugaba su equipo de fútbol favorito. Estu-
diantes de La Plata. Como la Gesualdi no tenía la
mejor idea sobre fútbol, encendió la radio y David
le pidió que lo dejase escuchar el relato deportivo
hasta ue terminase el partido.
Uno de los puntos que me hizo entrar en sospe-
cha respecto de la relación entre Lidia Gesualdi y
los Graiver, que la de una simple secretaria, fue la
conducta de ella después del accidente aéreo que
ocurrió el 7 de agosto de 1975. Al día siguiente
viajó a México para reunión con Lidia Papaleo,
gracias a que muy oportunamente, tenían el pasa-
porte al día por haber viajado recientemente a los
Estados Unidos. Los gastos y las precauciones en
la documentación me parecieron muy por encima
de una persona que simplemente atiende visitas y
recibe llamadas.
En México se alojó en casa de su amiga la psicó-
loga, a quien encontró presa de una crisis de temor
y ansiedad que superaba la circunstancia de la
posible muerte de su marido; en "realidad parecía
al borde del desequilibrio psíquico". Finalmente
las barreras cayeron y la Papaleo le confesó duran-
te una velada: estoy muy mal, desesperado por que
paso algo terrible y le debemos dinero a los "mu-
chachos". La Gesualdi no entendió la expresión y
le preguntó a su amiga que quería decir exacta-
mente. La respuesta pareció fantástica, irreal: Da-
vid les debía a los "montos" 16 0 17 millones de
dólares. Después la Papaleo recibió una llamada
más, que la dejó descompuesta y al borde de una
conmoción; habían sido "ellos" nuevamente otra
vez el mensaje llegaba junto con amenazas mortí-
feras.
Despúes de volver a la Argentina, y ya enterada
de la relación con la subversivos, la Gesualdi reci-
bió un pedido extraño de una amiga psicóloga:
necesitaba la llave de su departamento porque
quería hacer allí "una reunión de trabajo". Para
una empresaria que manejaba una fortuna desco-
munal el pedido era tan insólito como el de un
linyera que solicita un Mercedes Benz para ir a
dormir al Plaza Hotel. Sin embargo Lidia Gesualdi
me porfió una y otra vez que no había hallado na-
da extraño en el pedido, que ni siquiera le dio im-
portancia al asunto y que el mismo día le devol-
vieron la llave. De lo que no tengo dudas es que la
relación entre las dos mujeres iba más alla de una
simple dependencia laboral. La Gesualdi se que-
daba muchas veces en lo de Lidia Papaleo, sim-
plemente para hacerle compañía y por la amistad
íntima que las unía.
En las oficinas de Suipacha, Lidia Gesualdi fue
testigo una visita que un hombre hizo a la Papaleo.
Como no lo conocía le preguntó a otro empleado
quien era. Se trataba del "Dr.
Paz". Los ojos atentos de la secretaria no perdie-
ron detalle del nuevo personaje: Alrededor de 1,72
de estatura; delgado hasta la cintura, pero relleno
en las asentaderas; nada ágil ni desembarazado;
pelo ralo, rubio, apagado, peinado con fijador. El
cutis era blanco, muy pálido, como si nunca hubie-
ra tenido contacto con el sol.
Lidia Gesualdi confirmó las visitas de las otras
amistades de David Gravier, de las cuales yo esta-
ba enterado. Gelbard lo llamaba frecuentemente;
en cambio eran más las veces que David llamaba a
Casildo Herreras que las que este lo llamaba a él.
El dirigente sindical iba poco a las oficinas de la
calle Suipacha, pero una vez quedó a almorzar con
David, y -como era habitual cuando el empresario
comía en la oficina- le pidió a la Gesualdi que
encargara el menú en el restaurante Swissair: tru-
chas con almendras y lomo al estragón. El trato
entre los dos era muy cordial y amistoso. También
pasaba a visitarlo frecuentemente Bernardo Neus-
tad: aunque no sé si lo hacía por amistad o por
negocios. De todas maneras Lidia Gesualdi hizo
una deducción perspicaz al suponer que había ne-
gocios de por medio, puesto que comprobó en su
televisor Que los programas de Neustadt eran pa-
trocinados por las empresas del grupo Graiver
.
35
X - CELIA HALPERN: LAS FORMALIDADES
Es una abogada formada bajo la conducción de
Jorge Rubinstein. Antes de recibir su título ya tra-
bajaba como empleada en el estudio jurídico de
Rubinstein en La Plata, mientras completaba sus
estudios en la Univcrsidad de esa ciudad. En 1964
obtuvo el diploma y siguió ejerciendo en La Plata,
siempre en contacto con el que sería "número 2"
del ¡grupo Graiver. Entre 1965 y 1970 trabajó para
la empresa Wobron, de Julio Broner, cuñado de
Rubinstein y en la cual este era gerente. Pero ella
se mantuvo siempre en la órbita de dependencia de
Rubinstein, de quien llegó a ser una de las pocas
personas a las que el lugarteniente de David Grai-
ver otorgaba alguna confianza. Incluso cuando
trabajaba en Wobron, el encargado de pagarle los
honorarios era Rubinstein y no Broner. Fue tam-
bién Rubinstein quien perfeccionó sus conoci-
mientos -especialmente en el tema de asesora-
mientos y constitución de empresas- en un curso
de postgraduados que dictó en la Universidad de
La Plata en 1974, donde era profesor. También
Celia Halpern llegó a la docencia y enseñó dere-
cho Privado en la facultad de Ciencias Económi-
cas. Cuando Rubinstein se alejó de Wobron ella se
mantuvo junto a él, en su estudio. En esa época -
1973 y 1974- entra en escena el grupo Graiver en
la vida de Halpern.
Por orden de Rubinstein, la abogada fue al banco
Comercial de La Plata, sede Capital Federal, don-
de se encontró con Silvia Fanjul. Celia Halpern
comprobó rápidamente que la Fanjul desconocía
las normas más elementales del manejo de empre-
sas y trató de asesorarla respecto de la manera en
que debían hacerse las actas de las asambleas:
Traté de darle una base muy general, un esquema
de todo lo que tenía que hacer, declaró la Halpern.
Más tarde decidieron que era mejor trasladar a la
Fanjul a otras tareas y le ofrecieron a la Halpern la
secretaría del directorio del banco. Rápidamente
pude comprobar el gran desorden que se encontra-
ba toda. Poco después me instalé en la oficina nú-
mero cinco de la calle Suipacha, donde me hice
cargo de una cantidad importante de empresas del
grupo –los dos bancos, Fundar, la inmobiliaria,
Metropol, Electro Erosión-. Todo era un desqui-
cio. Traté de ir formando carpetas, pero tuve que
actuar con mucha diplomacia porque no quería
herir sensibilidades. Yo me limitaba, por supuesto,
a la parte institucional de las empresas y nunca me
ocupé de la parte financiera. Las empresas se mos-
traban remisas a enviar los antecedentes ante lo
que consideraban una intromisión en sus asuntos.
Poco a poco se fueron agregando a mis tareas
otros profesionales: el contador Bogani, asesor
impositivo, el contador Cepic, y otros colaborado-
res de menor importancia. Intentábamos lograr la
mayor concentración posible y centralizar la in-
formación para verificar el funcionamiento de
cada empresa. A mediados de 1975 dejé de perci-
bir honorarios y trabajé en relación de dependen-
cia. Lentamente fueron apareciendo más empresas
-las cuatro agropecuarias, Helycom, etc.-, pero
toda la información me llegaba en cuentagotas y
con retaceos. Por ejemplo, en un momento me que
pidieron que estudiara la ley 19.550, artículos 30
al 33, para considerar la participación de una so-
ciedad en otra, pero por mucho tiempo no supe
que la "otra sociedad" era Papel Prensa. Solo
cuando los Graiver ya se habían mudado a Estados
Unidos recibí una carta-poder para representarlos
en esa empresa. A veces constituía sociedades,
pero no me enteraba de si verdaderamente llega-
ban a funcionar, como en el caso de Devexport o
Construir.
Cuando los Graiver se fueron del país hubo que
salir a buscar personas que cubrieran los puestos
que quedaban vacantes en los directorios. Se usa-
ron como "prestanombres" a los empleados y a mí
me tocaron varias sindicaturas por mi título de
abogada.
Después del accidente aéreo, Rubinstein quedó
por un tiempo como el número uno de la jerarquía.
En varias reuniones del personal superior empe-
zamos a presentir un gran desastre gcneral porque
aparentemente el dinero se había evaporado. La
misma mujer de David, que había regresado para
instalarse en las oficinas, dijo una vez que su es-
poso se había vuelto loco y que ni el mismo Ru-
binstein sabía lo que estaba pasando. Cuando vi
este panorama le dije a Rubinstein y a la Fanjul
que quería salir de los directorios en que estaba,
previa aprobación de mi gestión por los accionis-
tas (los mismos miembros de la familia) . También
trabajé en el retiro de las otras personas que habí-
an actuado como "prestanombres". En la madru-
gada del 19 de octubre de 1976, en el camino Ge-
neral Belgrano, tuve un accidente con mi automó-
36
vil a resultas del cual quedé lesionada. También se
hirió el Dr. Rubinstein, que viajaba conmigo.
A partir de ese momento se hizo cargo de los
asuntos el Dr. Martínez Segovia. En realidad, nun-
ca tuve una amistad con los miembros del grupo y
mis relaciones eran profesionales. Estaba excluida
de los círculos sociales en que actuaban. Participé
solo en el divorcio por mutuo consentimiento de
David con su legítima esposa.
De las empresas extranjeras solo tenía referencias
indirectas, salvo que se presentase algún proble-
ma, como en el caso de Fundar clo Brasil; donde
un señor, Reno Gueraldo, había hecho agregados
por su cuenta a los estatutos de la empresa. Tuve
que viajar tres o cuatro veces para resolver este
problema. En otra ocasión recibí un resumen en
castellano de las leyes sobre sociedades comercia-
les de muchos países -Bahamas, Lichtenstein,
Luxemburgo y otros que ni siquiera sé dónde es-
tán-.
Yo me enteraba de la existencia de una sociedad
cuando era necesario hacer algo al respecto. De lo
contrario se silenciaba todo; había desconfianza,
recelo, y no sé a qué atribuirlo. Algunos profesio-
nales conocían la existencia de unas empresas y
otros no; todo ello era obra de indicaciones expre-
sas de David Graiver y Rubinstein.
37
XI - OSCAR MARASTONI: CORRE, VE Y ENTREGALES
Era el correo de confianza de David Graiver. Por
esta razón viajaba frecuentemente al exterior: a
Bruselas, para entregarle un sobre a Rubinstein; a
Ginebra para dejar un sobre en manos del emplea-
do personal de David Graiver, Alberto Salem; a
Nueva York, para hacer una entrega al abogado
Theodore Kheel; a Lima, para entrevistarse con
una persona de la que solo sabía que le decían el
"Ecuatoriano" y a la que le dio un sobre con un
cheque por una cantidad desconocida. Al Para-
guay fue muchas veces para retirar de una casilla
del Correo Central encomiendas y sobres cerrados
que después traía a la Argentina y entregaba a
David Graiver. Para evitar dificultades, el grupo
tenía un contacto que trabajaba como inspector de
Aduanas en el aeropuerto de Ezeiza. Si bien yo no
recuerdo el nombre, Silvia Fanjul y Lidia Gesualdi
deben saberlo, declaró Marastoni.
En una oportunidad me enviaron al Uruguay para
alquilar un bungalow para David Graiver.
El mismo Graiver me dijo que si tenía problemas
de dinero me dirigiese a Jacobo Timerman que
estaba en Punta del Este en esa época, febrero de
1974 ó 1975. Me entrevisté con la esposa de Ti-
merman quien me prestó $100.000 sin hacer nin-
guna pregunta.
Aquí en la Argentina distribuí muchos sobres. Al
Dr. Cao Saravia le entregué en propias manos un
sobre con una cantidad abultada de dinero que
había sido preparado por Rubïnstein y Lidia Ge-
sualdi. Era algo así como mil millones de pesos.
También me entrevisté varias veces con Francisco
Manrique, pero las entregas nunca fueron superio-
res a los diez millones. Cumplí diligencias simila-
res con Juan Destéfano, cuando éste era secretario
del ex gobernador de la provincia de Buenos Ai-
res, Victorio Calabró. A Destéjano le di sobres con
dinero y cheques, y por el tamaño de los billetes
que estaban en el sobre supongo que era moneda
norteamericana. También hacía entregas periódi-
cas a Bernardo Neustadt, Manuel Madanes, José
Ber Gelbard, que los recibía en el ministerio de
Economía, pero nunca personalmente, sino a tra-
vés de su secretaria, Teresita. También llevé so-
bres con dinero o documentación a Osvaldo Papa-
leo, en Radio Belgrano, al Sr. Giacobella, del dia-
rio "Mayoría", al Sr. Aberg Cobo, al Sr. Martínez
Segavia, al dirigente gremial Paladino.
Ignoro el destino de los sobres que le llevaba al
Sr. Destéfano, pero en aquel tiempo se oían ver-
siones de negocios entre Bercovich y Calabró que
consistían en adquirir los terrenos linderos a la
autopista proyectada entre Buenos Aires y La Pla-
ta.
También fui frecuentemente al diario "La Opi-
nión", donde la mayor parte de las veces me en-
trevistaba con el Sr. Rotemberg o con Timerman,
a los que les daba cheques y otros papeles.
Graiver me hacía firmar libros de actas y otros
documentos relacionados con distintas empresas,
aunque yo casi nunca asistía a las reuniones de
directorio.
Otra de las funciones que cumplía era la de ad-
quisición de cuadros y obras de arte para David
Graiver, pero las compras de joyas y otros regalos
las hacía Lidia Gesualdi.
38
XII - DR. MIGUEL ANCHORENA: UNA SUCESION CUANTIOSA
El Dr. Miguel Anchorena fue interrogado por es-
tar a cargo de la sucesión de los bienes de David
Graiver. Es un abogado que ejerce su profesión
desde 1942 y no se le conocía ninguna militancia
política.
Durante el interrogatorio nos explicó varias veces
que tenía que atender asuntos importantísimos, y
que "comprometía su honor de subteniente de re-
serva" en colaborar con la investigación y presen-
tarse cuantas veces fuese citado. Cuando le infor-
mamos de las graves sospechas que caían sobre el
grupo Graiver, estimó que nuestra causa era pa-
triótica y se mostró dispuesto a colaborar.
Destacó en primer lugar la importancia que tuvo
Francisco Manrique en los primeros tiempos de su
vinculación con Graiver. En realidad Manrique los
presentó personalmente. Cuando este político des-
empeñaba el cargo de ministro de Bienestar So-
cial, el Dr. Anchorena le pidió que le facilitase la
consulta de unos planos del Instituto Geográfico
Militar. Manrique le presentó a su subsecretario,
que no era otro. que David Graiver, inconmovible
funcionario situado siempre en puestos claves.
Después se volvieron a encontrar en reuniones
oficiales, pero aparentemente las relaciones no
fueron muy buenas en los primeros tiempos. A1
respecto nos contó una anécdota sin importancia
pero que ilustra muy bien acerca del trato que te-
nían las empresas del grupo Graiver con el públi-
co. Anchorena tomó un crédito común en el banco
Comercial de La Plata, sin saber siquiera que per-
tenecía a Graiver. Ya sea porque se olvidó de pa-
gar una cuota o porque hubo una confusión buro-
crática en el banco, alguien llamó a su casa recla-
mando groseramente la deuda a su esposa. Cuando
Anchorena fue al banco para aclarar el problema
se encontró con un empleado que con pésimas
maneras lo acusó de querer "clavar" a todo el
mundo y le reclamó el pago de los honorarios de
una abogada que tenía el "caso". Como el interpe-
lado es abogado y sabía perfectamente que no
había ningún j`caso" jurídico en danza se negó a
pagar otra cosa que no fuese la deuda más los inte-
reses. Pero como esa línea de créditos se otorgaba
a casi todo el mundo, yo deduzco que la táctica se
empleaba, quizá con conocimiento de los directo-
res, para sacarles unos pesos más a los incautos.
Cuando Anchorena se enteró que el dueño del
banco Comercial de La Plata era Graiver, lo llamó
muy enojado, le contó lo que había ocurrido y le
dijo que su banco era una "porquería". De todas
maneras y como era un asunto sin importancia,
Anchorena no rompió lanzas ni se consideró ofen-
dido, e incluso le presentó una pariente a David
para que le alquilase una quinta. A partir de ese
momento Graiver lo llamaba siempre quejándose
de las disputas entre los caseros y su propio "per-
sonal de custodia". El problema solo se resolvió
cuando la propietaria de la quinta, harta de dar
albergue a una guardia pretoriana de origen des-
conocido y que se portaba salvajemente, no reno-
vó más el contrato.
En mayo de 1976 reaparece en escena Manrique,
que venía de los Estados Unidos, donde había
conversado con Graiver, y le dijo que este tenía
una propuesta importante. Graiver se había comu-
nicado con Anchorena dos meses antes, exacta-
mente el 24 de marzo, y desde los Estados Unidos
le preguntó telefónicamente y muy preocupado "si
era verdad que se había ido el ministro de Econo-
mía". Los que se van son todos, contestó Ancho-
rena. Graiver aprovechó la oportunidad para ofre-
cerle un cargo de director de banco, pero recibió
una negativa. David insistió con otra llamada y
después con una carta. Algunos párrafos merecen
ser transcriptos porque echan luz sobre la opinión
que tenía sobre sí mismo y sobre sus empresas: En
los últimos seis años nuestra grupo creció vertigi-
nosamente en la Argentina. Contra lo que muchos
creen no f ue ni por extrañas asociaciones, ni por
privilegios, ni por acomodos, simplemente fue el
resultado de ua enorme esfuerzo de trabajo y con-
fianza para reinvertir permanentemente ere el país,
y por qué no decirlo, mucha buena suerte (sic) . En
todo este tiempo todo se hizo a topetazos y no
hubo tiempo de pulir las firmas y, lo que es más
importante, de asociar a la gente adecuada . . . Si
no entendemos que el estilo no concuerda ya con
nuestro tamaño, podemos correr el riesgo de des-
truir todo . . . Es por eso que pensé seriamente que
podrías ayudarme a buscar la gerente. No los figu-
rones, sino gente de prestigio, seriedad y talento, y
en primer término por supuesto pensé en vos . . :
Gracias a la intervención de Manrique, de quien
Anchorena es muy amigo, éste aceptó la propuesta
y Silvia Fanjul le informó superficialmente sobre
las empresas que componían el "holding". Des-
pués los acontecimientos se precipitan: en una
nueva llamada, Silvia Fanjul le avisa que al banco
Comercial ha llegado una inspección de la Comi-
sión Nacional Investigadora y otra del banco Cen-
39
tral. También se estaba tramitando un proceso que
la Asociación Bancaria había iniciado en un juz-
gado de instrucción reclamando la inversión de
fondos que había hecho en el banco Comercial de
La Plata. Con semejantes novedades, Anchorena
desistió de los planes de jerarquizar los directo-
rios.
Después del aecidente séreo, el Dr. Rubinstein le
propuso que se hiciera cargo de la sueesión. An-
chorena aceptó y nos contó cómo estaba llevando
el asunto. Había hecho tres ventas importantes.
Una de acciones de Galerías Da Vinci a los diarios
"La Nación", "La Razón" y "Clarín", por ocho
millones trescientos mil dólares, operación me-
diante la cual los diarios citados tomaban el con-
trol de Papel Prensa. La venta requería la aproba-
ción del representante del gobierno nacional, el
representante de menores (por haber menores de
edad con derechos sucesorios) y el juez. También
había tratos para vender el banco de Hurlingham
en tres millones de dólares, previa autorización del
banco Central y del juez. En cambio, Anchorena
no participó en la venta de las acciones del banco
Comercial de La Plata porque cuando se realizó
esta operación él se había tomado unas vacacio-
nes, pero de todas maneras creía que el precio del
banco había quedado "terriblemente bajo" por las
intervenciones y los rumores que corrían.
Según sus palabras, los conocimientos que tenía
sobre el patrimonio de los Graiver eran bastante
vagos para un abogado que está tramitando la su-
cesión de ese patrimonio. Jamás había sabido que
podían pertenecer al grupo Graiver las empresas
"Ultima Hora", "La Opinión", "Diario de la Tar-
de", "Criagro", "Kerik Publicitaria" y varias más.
Nunca había oído una palabra de las inversiones
en el exterior, salvo una en Brasil, otra en Para-
guay (la compra de un campo) y un grupo interna-
cional de bancos. De todo lo demás no sabía nada.
Los oficiales encargados de citar al doctor An-
chorena. me comentaron la sangre fría que su-
esposa demostró en ese momento. Los convidó
con las bebidas que más les apetecían e incluso se
preocupó por proveer un vaso de leche tibia a uno
de los hombres, que sufría de úlcera.
Después que yo dejé la función pública, un ami-
go cercano me invitó a una reunión privada en su
casa. Llegué a las 21 y esperaba encontrarme con
cuatro o cinco comensales. Mucho me sorprendió
hallarme en medio de una fiesta de más de cin-
cuenta personas que habían sido convocadas a las
20, con fotógrafos por todas partes. Una señora
elegante y amable me llevó aparte y conversó
amistosamente conmigo mientras nos retrataban.
Como no sabía quién era, después de algunas pa-
labras convencionales se lo pregunté. Precisamen-
te en ese momento apareció Anchorena, que me
abrazó teatralmente mientras los fotógrafos relam-
pagueaban más que antes. Había conocido a la
esposa de Anchorena.
Nunca me volvieron a invitar, nunca los volví a
ver y todavía me pregunto si habré salido bien en
las fotos.
40
XIII - HlPOLITO J. PAZ: PASO IMPRUDENTE
Este destacado abogado llegó a desempeñarse
como ministro de Relaciones Exteriores entre
1949 ~ 1951 y embajador en los Estados Unidos
desde 1951 a 1956.
Paz se vinculó con el grupo Graiver a través de
un amigo mutuo, el señor Alberto Salem, ex jefe
de Relaciones Públicas de la Ford y empleado de
Graiver después de desvincularse de la empresa.
Salem vino en abril de 1976 para entrevistarse con
el Dr. Mariano Montemayor y conmigo, para co-
municarnos que su jefe, David Graiver, quería
hacer una consulta con nosotros. Ni yo ni Monte-
mayor conocíamos a David Graiver, y solo sabía-
mos de él que era un empresario fuerte pero que se
mantenía en sombras, evitando toda publicidad.
Salem nos dijo que Graiver estaba en Río de Ja-
neiro, en un conclave can otros miembros de su
organización, y que debía regresar inmediatamente
a 1os Estados Unidos. En otras palabras, nosotros
debíamos viajar al día siguiente para entrevistar-
nos can él.
Los tres fuimos a Río en avión y allí nos instala-
mos en el hotel Copacabana. Un día después nos
reunimos con Graiver. El empresario nos dijo que
le llegaban versiones de Buenos Aires que lo acu-
saban de ser socio y testaferro de José Ber Gel-
bard, lo cual -según sus palabras- era manifiesta-
mente inexacto, puesto que é1 tenía más impor-
tancia económica que Gelbard. Nos Saclaró que
había hecho algunos negocios con Gelbard, como
los había hecho con mucha gente. Nos pidió dos
cosas: tratar de averiguar cuáles eran tas razones
de esa campaña y sugerir un plan para desvirtuar
1os rumores.
Graiver impuso un plazo de tres meses para
cumplir con lo que les había encomendado. Paz y
Montemayor hicieron consultas por separado y
llegaron a la misma conclusión: las imágenes de
Graiver ~ y Gelbard eran indisolubles y por lo
tanto, la segunda parte del plan -desvirtuar los
rumores- era impracticable. Después de informar
esto recibieron una invitación de Graiver para en-
trevistarse en Estados Unidos. Solo viajó el Dr.
Paz. En el aeropuerto neoyorquino lo esperaba
Salem, con quien conversó largamente. El em-
pleado de Graiver se quejaba de que, si bien su
sueldo era bueno y la relación con Graiver cordial,
él se sentía incómodo por la manera personal de
conducir los negocios que tenía su jefe. En reali-
dad, Salem desconocía casi todo lo que ocurría y
se pasaba los días sentado en la oficina sin tener
nada que hacer. Por lo menos esas fueron las razo-
nes que invocó para que el Dr. Paz intermediase
ante el secretario de la OEA, Alejandro Orfila, y le
consiguiese un cargo en ese organismo. Como
Graiver no estaba en Nueva York, Paz y Salem
viajaron a Washington para verlo a Orfila, quien
aceptó el pedido.
El lunes tuve la entrevista con Graiver -declara
Paz-~-. Le presenté con la mayor objetividad las
conclusiones a tas que habíamos llegado. Después
de escucharme, aceptó que había llevado sus ne-
gocios de una manera demasiado personalista,
pero que su propósito a partir de entonces era or-
ganizarse y crear una entidad empresaria del tipo
de Bunge y Born. Me dijo que tenía la intención
de derivar responsabilidades y me hizo una oferta
laboral, que decliné porque tenía otros compromi-
sos.
El Dr. Paz mantuvo contactos sociales con el ma-
trimonio Graiver en Nueva York y con Lidia Pa-
paleo en Buenos Aires, después del accidente. En
una oportunidad el Dr. Reinoso me o f reció un
cargo de vocal en el directorío de Electro Erosión,
de la cual era presidente el Dr. Miguel Anchorena,
con quien me vincula una relación muy antigua y
del que tengo el más alto concepto. Por eso decidí
aceptar y concurrí a la primera reunión de directo-
rio . . .que fue también la última.
A los dos días partí hacia Estados Unidos, en ca-
lidad de asesor, para gestionar la representación de
una marca. En Washington y Nueva York recogí
comentarios muy adversos sobre la manera des-
controlada que Graiver había manejado sus nego-
cios dejando un "tendal" de acreedores, y lo mis-
mo había ocurrido en México. En ciertos círculos
se comentaba en forma escéptica su accidente y se
presumía que había sido simulado.
Cuando volví a Buenos Aires informé a Lidia
Papaleo lo que había oído. Ella llamó a Reinoso y
Bogani, y me hizo repetir delante de ellos lo que le
había dicho. Esa fue la última vez que vi a Lidia
Papaleo y por supuesto le envié mi renuncia al Dr.
Anchorena.
41
XIV - MAURICIO WEINBERGER, EL CADETE CURIOSO Y UN
CALLEJON SIN SALIDA
Mientras investigábamos, recibimos una denun-
cia detallada sobre difusión de material subversivo
en una fábrica que pertenecía al señor Mauricio
Weinberger. Por el conocimiento preciso de la
fábrica y los hechos que revelaba el denunciante,
me pareció verosímil su relato.
Según él, en la firma Gawer, de Weinberger, ac-
tuaban células de apoyo subversivo. La actividad
terrorista en las fábricas era una línea de investi-
gación que en los primeros días de la indagación
del grupo Graiver debió ser dejada de lado por
asuntos más urgentes. Sin embargo, sospechába-
mos que en muchas fábricas actuaban grupos sub-
versivos, a veces incluso con el apoyo de sus due-
ños, y que la acción de esos grupos consistía tanto
en la recaudación de fondos para las células arma-
das de sus organizaciones como en la divulgación
de sus ideas entre los trabajadores.
El denunciante aseguró que en Gawer se recibía
mensualmente un paquete cuidadosamente envuel-
to para ocultar su contenido. El paquete traía
ejemplares del diario subversivo "Nuestra Pala-
bra", y quien lo entregaba era una persona que
tenía notorios antecedentes izquierdistas, Manuel
Piliavsky. También eran sospechosas las grandes
cantidades de dinero en efectivo 0 cheques que se
depositaban en un banco de la Capital Federal.
El capital acumulado en esta cuenta habría inclu-
so llamado la atención del cadete, de nombre Mi-
guel, encargado de hacer los trámites correspon-
dientes. En noviembre del '76, después de un nue-
vo depósito, el gerente del banco le dio una carta
dirigida al señor Weinberger que Miguel habría
abierto con vapor. La nota del gerente a Weinber-
ger le pedía que no depositara más dinero en la
cuenta porque ello comprometía al banco, y le
sugería que canalizara los fondos a través de una
cuenta de cooperativa.
A1 día siguiente Weinberger habría enviado al
mismo cadete a las oficinas de la calle Suipacha.
Junto con él subieron al ascensor dos jóvenes.
Mientras ascendían, uno de estos jóvenes habría
hecho un movimiento brusco que le permitió ver a
Miguel un revólver entre las ropas. Cuando llega-
ron a las oficinas de los Graiver, que en ese tiem-
po eran manejadas por Rubinstein, Miguel se que-
dó en el ascensor por sospechar que se trataba de
un asalto. Sin embargo, antes de seguir ascendien-
do, habría podido ver que una mujer recibía ama-
blemente a los dos hombres armados y les decía
en un susurro: ¡Por la causa!
Después de algunas cavilaciones Miguel habría
retornado á la oficina, donde recibió un sobre de
Rubinstein para Weinbergerber. El cadete también
habría violado este sobre para fotocopiar un men-
saje en el que el remitente tranquilizaría a Wein-
berger diciéndole que estaba vivo y que más ade-
lante le informaría sobre su paradero. A1 pie de la
nota había un emblema que combinaba una hoz,
un martillo y una estrella. La firma sería de David
Graiver. El cadete habría confesado a la fuente
que me informó, que pensaba "llegar muy alto"
con esa información.
Sin embargo, y a medida que pasaban los días,
Miguel se habría mostrado cada vez más parco y
atemorizado. Le dijo al informante que un amigo
le aconsejó quemar la fotocopia por que le podía
“costar la vida”. Antes de entrar en un mutismo
infranqueable; Miguel -la últimá vez qué se refilió
al tema habría dicho ál informante que había que-
mado la fotocopia. Unos días después Miguel se
negó a hablar del tema y negaba incluso que
hubiese tenido jamás una fotocopia en sus manos.
Cuando interrogué a Weinberget, éste me dijo
que conocía a Rubinstein desde 1963 y que el so-
cio de los Graiver era síndico de la fábrica de artí-
culos plásticos de Weinberger. Según su declara-
ción, Weinberger habría visto a David Graiver
solo una vez.
Admitió que un señor Piliavsky, miembro de la
cooperativa Chiclana, en la que Weinberger tenía
una cuenta, llevaba regularmente ejemplares de
"Nuestra Palabra" a su fábrica. También trató de
convencer a Weinberger para que se interesara en
fuentes periodísticas de ideología izquierdista por-
que "no se podía confiar en la gran prensa habi-
tual". Piliavsky suspendió las entregas de "Nuestra
Palabra" poco después de marzo de 1976.
Miguel Alfredo Leguizamón, el cadete de Wein-
berger, era un humilde trabajador nacido en San-
tiago del Estero, de poco más de veinte años, ca-
sado, que había llegado a Buenos Aires para mejo-
rar su suerte. No pude interrogarlo personalmente,
pero aquellos que lo hicieron se hallaron ante una
cerrada negativa a hablar. No admitió ninguna de
42
las sospechas que me había hecho llegar el infor-
mante.
Otros problemas urgentes me distrajeron hasta
que las investigaciones pasaron a una instancia
superior. El público lector de nuestros tiempos
está acostumbrado a las novelas policiales en las
que -en el último capítulo- todos los cabos sueltos
se reúnen y se resuelven todas las dudas. Por des-
gracia, la investigación policial verdadera no es
así, y mucho menos cuando lo que se investiga son
delitos en los que están comprometidos personajes
encumbrados, cuando en la danza entran cantida-
des de dinero capaces de marear a cualquiera,
cuando hay de por medio razones ideológicas que
despiertan sentimientos de cerrado fanatismo en
las personas adoctrinadas.
43
XV - DUDAS EN EL TINTERO
Las personas que desfilaron por mi despacho pa-
ra ser interrogadas respecto del caso Graiver fue-
ron muchísimas. En pocos días habíamos detecta-
do pruebas ciertas, pero también despuntaban in-
dicios que prometían resultados jugosos para la
justicia. Las "formalidades" impidieron que yo
completara la investigación y siguiera, hasta su
esclarecimiento completo, todos los indicios que
se me presentaron, pero quiero hacer un resumen
de algunas de las pistas secundarias y de las decla-
raciones de personas que estaban tenuemente vin-
culadas con el caso.
ARACELI NOEMI RUSSOMANO DE
GRAMANO
Tanto ella como su esposo, Juan Amadeo Gra-
mano, estuvieron implicados en actividades políti-
cas relacionadas con la subversión, por lo que se
los tuvo a disposición del Poder Ejecutivo. Juan
Amadeo Gramano era amigo personal de Victorio
Calabró, con el que mantenía reuniones familiares
en su domicilio o en dependencias de la goberna-
ción. También. operaba con Dante Marra y con el
banco Comercial de La Plata, en donde estaba
autorizado a tener cuantiosos descubiertos a pesar
de que su fortuna no los justificaban. Por ejemplo
en 1975, de un descubierto de nueve mil millones
subió hasta catorce mil millones. Particularmente
significativas son las concesiones que obtuvo Juan
Gramano antes de 1976: fue concesionario de los
hoteles dependientes del ministerio de Bienestar
Social ubicados en Río Tercero, Córdoba; de la
Escuela de Deportes de la Capital Federal, de los
Natatorios de Ezeiza, y subconcesionario de las
unidades turísticas de Chapadmalal. Una notable
acumulación de delegaciones estatales en lugares
claves para hacer llegar la prédica ideológica a la
juventud.
IGNACIO JORGE MAZZOLA
Conocí a David Graiver en 1969, en mi negocio
de ropas para hombre. Como concurría asidua-
mente nos hicimos amigos y nos encontrábamos
en mi negocio o en la confitería del Alvear. Cuan-
do David abrió el banco en Bélgica empecé a de-
positar en él. Incluso me invitó a la inauguración y
me mandó un pasaje pago a Bruselas, ida y vuelta.
A partir de entonces deposité regularmente en su
banco las ganancias de mi negocio, hasta llegar a
270.000 dólares. La señora Flora Dybner era la
encargada de hacerme llegar las boletas en las que
constaban los depósitos, pera en un momento de-
terminado las boletas no llegaron más. Llamé a
David a Estados Unidos y me dijo que me quedara
tranquilo, que el dinero estaba en buenas manos.
Tampoco pude cobrar nunca el doce por ciento de
interés que me habían prometido.
Después del accidente aéreo hablé con Isidoro,
que me prometió pagar con un inmueble del Bris-
tol Center, valuado en 130.000 dólares, o sea que
todavía me debían 140.000. David también recibió
40.000 dólares del Sr. Ernesto Sigal, propietario
de una agencia de autos; 30.000 de Ramón Igle-
sias, dueño de una librería; 50.000 de Jorge de
Frutos, dueño de una pequeña fábrica. Ninguno de
ellos cobró nunca intereses y a todos se les debe el
capital aportado. Es cierto que estábamos eva-
diendo divisas, pero queríamos asegurarnos el
porvenir.
MATILDE MATRAJT DE MADANES
Vinculada con la sociedad Pecerre, que controla-
ba la mayoría del paquete accionario de las gigan-
tescas empresas Fate y Aluar, recordó que su es-
poso, en ocasión de debatirse en el Congreso de la
Nación el caso Aluar, contrató los servicios de
Jacobo Timerman para que le ofreciera asesora-
miento periodístico en defensa de los contratos
preexistentes. Por esta razón Timerman recibió
una cantidad de dinero que la declarante no recor-
daba exactamente, "pero estimo que fue elevada".
Respecto de David Graiver admitió solo un cono-
cimiento superficial;, ,pero reconoció en cambio
que la familia Gelbard tenía acciones e intereses
en Pecerre, o sea que era socio de la empresa que
controlaba a Fate y Aluar.
MARTIN ANTONIO ABERG COBO
Es una persona que juega un papel fundamental
en los primeros tiempos del grupo. Aberg Cobo
tenía un puesto preponderante en el "holding" Er-
nesto Tornquist y Co. En 1971 conoció a David
Graiver,' que se presentó para solicitar una garan-
tía sobre el saldo de precio por la compra del ban-
co Comercial. El directorio del Tornquist decidió
acceder a esa solicitud siempre que quedase como
garantía del aval todo el paquete accionario que se
adquiriría. Como los vendedores exigieron una
garantía de un banco del exterior, intervino un
banco de Zurich, lo cuál encareció la operación
para los Graiver, que debieron; pagar dos comi-
siones de garantía, una a Tornquist y otra a Zurich.
Una operación similar se hizo cuando la familia
compró el banco de Hurliagham. Las relaciones
comerciales entre Tornquis, donde Aberg Cobo
44
era gerente general, y loa Graiver fueron buenas.
Por ejemplo, mientras los Graiver no obtuvieron
permiso para hacer operaciones de importación-
exportación con sus propios bancos, operaban en
este sector a través del banco Tornuist.
Cuando Aberg Cobo se separó del grupo Torn-
quist, manmo su relación con los Graiver y se aso-
ció con ellos en Didak~ S. A., creada con el objeto
de adquirir los fondos editoriales de libros escola-
res y manuales de dos empresas gráficas que
;taban en dïficultades -Peuser y Codex-. Gracias al
tipo de actividad de Didakta, sus socios obtuvieron
grandes beneficios ; exención impositiva.
Después de desvincularse de Tornquist, Aberg
Cobo actuó través de una compañía de servicios
llamada Sigma S.A. El anco Comercial respaldó
ampliamente esta empresa, otorgánole un crédito
rotativo de unos 300.000 pesos (de 1974) y la ga-
rantía del contrato de locación de las oficinas que
alquiló, en retribución de las atenciones y confian-
za que Aberg Cobo había mostrado al grupo du-
rante su trabajo en Tornquist.
GUSTAVO CARABALLO
Fue funcionario de Presidencia de la Nación des-
de 1958. Nombrado secretario general de Presi-
dencia durante el interregno de Lastiri, se le confió
la secretaría técnica de la Presidencia durante el
gobierno de Perón. Un mes después del falleci-
miento de éste renunció y fue nombrado embaja-
dor argentino ante UNESCO, función que ocupó
hasta 1976. Cuando todavía estaba en París, a car-
go de la UNESCO, pero después del cambio de
gobierno de 1976, Gelbard lo visitó muy preocu-
pado por los rumores que corrían de que se im-
plantaría la justicia revolucionaria. El ex ministro
le pidió que lo defendiera en el caso -muy proba-
ble- de que se le hicieran imputaciones. Caraballo
aceptó y actuó en una causa contra la revista "So-
mos", en la que aparecían declaraciones de com-
provincianos catamarqueños de Gelbard acusándo-
lo de comunista. Uno de los acusadores contestó
rectificándose; pero no hubo querella porque no
era posible iniciarla mientras el querellante, Gel-
bard, no volviese al país. Caraballo también trató
de averiguar las razones por las que se pedía la
extradición de Gelbard, se le hacía perder la ciu-
dadanía y se le interdictaban los bienes. Obvia-
mente, Gelbard no lo había puesto al tanto de sus
maniobras económicas e ideológicas, pero en
cambio sí se enteró de que David Graiver le había
pedido ayuda desesperadamente y Gelbard pudo
reunir unos "seis millones y medio de dólares", si
bien Caraballo nunca supo qué proporción exacta
de ese dinero era de Gelbard y cuánto había sido
aportado por otros financistas. Después del acci-
dente aéreo Caraballo tuvo una entrevista con
Gelbard en Nueva York y éste le entregó unas
cartas para la familia Graiver. Cuando dio la carta
a Lidia Papaleo, ésta se la devolvió después de
echarle un vistazo, para que la leyera también. En
ella Gelbard pedía "consideración" para la "gente
y los financistas que los habían ayudado". Des-
pués Caraballo intentó averiguar qué pensaban
hacer los Graiver, pero todos los esfuerzos fueron
infructuosos. Finalmente se enteró que el asunto
estaba en manos de un abogado belga y él se con-
sideró desligado de todo vínculo con Gelbard.
Caraballo había dado durante su gestión pruebas
abundantes de su fe antimarxista, y sus relaciones
con Gelbard no fueron más allá de las que un abo-
gado tiene con su cliente.
45
XVI - IMPERIO DE NOTICIAS
Los miembros del grupo Graiver demostraron
siempre un interés muy grande en las empresas de
comunicación social y medios de difusión infor-
mativa. Tenían su propia agencia de publicidad y
se les frustró un intento por imponer el vespertino
"La Tarde", que desapareció después de unos po-
cos números, en 1976. Pero la jugada más impor-
tante en este aspecto fue el intento de dominar
Papel Prensa S.A., enorme complejo situado en
San Pedro, provincia de Buenos Aires, cuyo obje-
tivo era producir la mayor parte del papel para
diario que se consumía en el país. Esta empresa
clave que permitiría ejercer presiones sobre prácti-
camente toda la prensa del país, fue comprada por
David, a través de Galerías Da Vinci, pero el in-
tento se malogró por razones técnicas de produc-
ción y por la presión ejercida por poderosos gru-
pos económicos. Los Graiver vendieron su parte
accionaría a un grupo de diarios.
Pero el grupo Graiver penetró concretamente en
varïos medios de gran influencia que llegaban a
enormes sectores de población. Una de las joyas
del collar de empresas periodísticas que poseía el
grupo era Canal 2 de Televisión, en la ciudad de
La Plata. Estrechamente vinculado con esta em-
presa figuraba el señor Juan Pallí; de origen cuba-
no y llegado al país bajo el patrocinio de Goar
Mestre, empresario de televisión, también cubano,
que había emigrado por disidencias con el régimen
de Fidel Castro. P'állí trabajó en empresas vincu-
ladas con la televisión, como Proartel, aunque
según sus antecedentes no tenía experiencia en el
ramo, puesto que en Cuba había estado empleado
en una compañía aérea. Pasado un tiempo en la
Argentina, Pallí, según propias declaraciones, em-
pezó a actuar por su cuenta, como asesor de em-
presas. Además, y esto me llamó la atención, me
aseguró que cumplia muchas tareas "sin fines de
lucro", pero siempre vinculadas con los medios de
comunicación social: asesor general de la Televi-
sión Iberoamericana, con sede en México; conse-
jero de la Fundación Kennedy Argentina; miem-
bro de la comisión de prensa de la FIFA para el
mundial de fútbol de 1978, y otras tareas de ese
tipo.
Pallí era amigo de David Graiver desde los tiem-
pos de subsecretario de éste. Concurna habitual-
mente a la quinta que los Graiver alquilaban en
San Isidro. En noviembre del '74 empieza a traba-
jar para ellos. Lidia Papaleo no tenía recuerdos
precisos de él hasta que, de regreso en la Argenti-
na después del accidente, Pallí le habló respecto
de la situación del canal. Le informó que a los
sucesores de David les pertenecía un 40 % de las
acciones; el otro socio importante era José Ber
Gelbard, también con 40 por ciento, quien habría
cedido a Pallí un 10 % y a otro asesor, llamado
Seoane, el 10 % restante. Me aseguró -dice Lidia
Papaleo- que había que vender el canal porque
daba pérdidas y para ponerlo en marcha hacía falta
una inversión muy grande. Yo hice averiguaciones
por mi cuenta y descubrí que lo que me decía era
totalmente inexacto, por lo que supuse que había
algo raro detrás de este asunto. Hablé nuevamente
con Pallí y le aclaré que "no pensaba que estuviese
robando", sino que simplemente había administra-
do mal. Pallí quedó en hacer consultas con Seoane
y enviarme un memorando con las conclusiones.
Todavía estoy esperándolo.
Cuando interrogué a Pallí pude conocer detalles
más precisos sobre Canal 2. Dos personas conoci-
das, los señores Sánchez y Seoane, me consultaron
sobre el precio de Canal 2 porque estaban en trata-
tivas con el presidente para una eventual compra-
venta. Mi estimación era muy baja porque el canal
estaba prácticamente en quiebra, de cincuenta a
ciento cincuenta millones de pesos de 1974, según
los resultados que arrojase una auditoria que en
esos momentos se realizaba. Finalmente la opera-
ción se concretó en cincuenta millones y mis
honorarios fueron la tercera parte de lo pagado. Le
presté esa suma a Seoane que completó el resta:
De esta manera quedé incorporado, pero nos hacía
falta capital para sacar la empresa del pozo en que
se hallaba y para pagar una fortuna que se debía
por leyes sociales. Con el f in de asegurarnos nos
pusimos en contacto con David Graiver, quien
aceptó aportar el capital de trabajo sin siquiera
averiguar cuánto sería la cantidad exacta, pero
pidió que le dejásemos un 60 % del paquete ac-
cionario en caución. Como éstas acciones son no-
minativas, fueron puestas a nombre de una señora
Siglier, vinculada con otras empresas de los Grai-
ver. A partir de entonces, las inversiones de los
Graiver en Canal 2 se hacían a través de la empre-
sa publicitaria Producciones Helycom, que parti-
cipaba "a cuenta de futuras emisiones".
46
Un año y medio después, en una reunión social
en Nueva York, supe que Gelbard controlaba el 50
% del paquete de 1a señora Siglier. Cuando murió
David yo estaba casualmente en Miami y volé a
México a tiempo para ir al velatorio. Después me
entrevisté con Rubinstein, en Buenos Aires, que
me dijo que, por cinco mil millones me dejaba el
paquete accionario que le corresponda al grupo y
daba por saldadas todas las cuentas. Hablé de esta
propuesta con Seoane y Gelbard, los otros intere-
sados. Gelbard no demostró interés en la opera-
ción; le parecío "muy pequeña" y que por lo que a
él concernía "le daba lo mismo cualquier arreglo"
y así podía transmitírselo yo a Rubinstein. En
cambio se mostró preocupado por la suma, aparen-
temente grande, que había perdido con las quie-
bras de los bancos del grupo Gravier en el exte-
rior. Hablé con Lidia Papaleo de este tema y me
dijo que efectivamente había deudas con Gelbard
y con muchas personas más; ya vería hasta dónde
alcanzaba la plata. De esta manera el problema de
Canal 2 quedó vinculado a una negociación global
de las deudas de los Graiver con Gelbard. Cuando
hablé con Rubinstein éste se mostró evasivo y le
dio largas a la respuesta, con la excusa de un acci-
dente automovilístico.
Pallí fue socio fundador del vespertino "Correo
de la Tarde", del cual también era socio con un 33
% Francisco Manrique, a pesar de no figurar en el
acta de constitución. Manrique. conocía a David
Graiver y tenía un buen concepto de él, y ha llega-
do a demostrarle su amistad por escrito -me dijo
Pallí mediante una carta a una persona encumbra-
da, no estoy seguro; pero podría ser el Dr. Podestá
o el Dr. Martínez de Hoz, en momentos en que se
estaba discerniendo sobre las personas que debían
ser incluidas en el acta de responsabilidad institu-
cional, después de marzo de 1976.
El grupo Graiver también intervino en un medio
de gran influencia en los círculos económicos del
país, "El Cronista Comercial"
Al respecto recuerda Juan Pallí: En octubre de
1975 fui llamado para hacer un plan de ordena-
miento administrativo y financiero que evitase la
quiebra inminente del diario. Con un pequeño
equipo logramos que se vendiera la empresa sin
graves quebrantos para los viejos accionistas. No
sé si Graiver era formalmente accionista, pero
positivamente facilitó en préstamo el capital nece-
sario para mantener la empresa hasta que se con-
cretara la transferencia del ciento por ciento de las
acciones a un nueva grupo.
A través de las declaraciones de Orlando Reinoso
me enteré de las vinculaciones de los Graiver con
la Editorial Trenque Lauquen, que editaba el dia-
rio "La Opinión" de Trenque Lauquen. La inver-
sión se hizo en 1974 y el objetivo fundamental era
apoyar al director del diario, Juan Ramón Nazar.
En 1977 se volcaron 3.500 millones de pesos, y se
dotó al diario de modernísimas maquinarias de
"offset" y fotocomposición importadas. Esto no
era una donación graciosa. El grupo no hacía in-
versiones si no había un interés económico o ideo-
lógico detrás.
Tanto Reinoso como Juan Graiver confirmaron la
vinculación entre David Graiver y Jacobo Timer-
man, director de "La Opinión" de Buenos Aires.
Lidia Papaleo también me habló de este tema: A
Timerman lo conocía y lo traté superficialmente
en reuniones sociales. Cuando regresé a la Argen-
tina después del accidente aéreo me vino a ver una
vez para hablar de la sociedad que tenía con Da-
vid. "La Opinión" pertenecía a David, que era e1
que hab£a aportado todo el capital. En esa entre-
vista Timerman se mostró ansioso por saber lo que
yo pensal5a hacer y puso énfasis en lo que podía
decir "1a opinión pública" Veladamente me ame-
nazó de muerte durante una charla en la confitería
del Alvear. No llegamos a nada definitivo y que-
damos en entrevistarnos nuevamente. Después de
esto Timerman publicó en su "Opinión" dos o tres
artículos completamente desfavorables respecto de
Papel Prensa. Como no podía haber mcís diálogo
con él, Isidoro y yo concertamos una entrevista
con el señor Rotenberg, que era algo así como el
contador de la empresa y había tenido vinculacio-
nes con David. Le dijimos que queríamos terminar
toda relación. Esta última entrevista fue en febrero
de 1977, poco antes de la investigación que hici-
mos, razón por la cual quedó pendiente otra cita
con Timerman para marzo. Por supuesto que la
relación de David con Timerman era antigua. Mi
marido había aportado todo el dinero para montar
el diario de Timerman, y a éste le correspondía
solamente la conducción periodística de la publi-
cación.
Si David Graiver hubiera tenido éxito en todos
sus intentos, habría fundado un "imperio de la
información" en la Argentina capaz de tener peso
decisivo en la opinión pública. Uno de los diarios
de mayor circulación en Buenos Aires y de enor-
me penetración popular estuvo también en las mi-
ras de los intereses del grupo. La Editorial Sar-
miento publicaba el día; "Crónica" y las revistas
47
"Así", "Así es Boca" y otras. Su propietario era el
periodista Héctor Ricardo García. El diario "Cró-
nica" había sufrido clausuras tanto de gobiernos de
facto como electivos- por la línea irresponsable y
sensacionalista sus informaciones.
Ya en 1970 fue clausurado por decreto a causa de
la presunta falsedad de una noticia sobre el falle-
cimiento de un estudiante en Córdoba. Otro decre-
to levantó la clausura un mes después. En marzo
de 1974 el gobierno de Isabel Martínez de Perón
inició una demanda contra el diario por violación
del artículo 212 del Código Penal, que prohíbe la
publicación de comunicados guerrilleros. En di-
ciembre de ese año el mismo gobierno dispuso la
clausura definitiva del diario por infracción del
artículo 22 de la Constitución. Concretamente,
"Crónica" había promovido una campaña de reclu-
tamiento voluntario para una fuerza expediciona-
ria que recuperaría las Malvinas.
En este punto intervienen José Ber Gelbard y
David Graiver, que obtienen de las autoridades el
permiso para mantener en marcha los talleres grá-
ficos y publicar un nuevo diario. Con este fin se
fundó Editorial Ultima Hora, que editaría un diario
-llamado también "Ultima Hora"- de característi-
cas gráficas iguales a las de "Crónica". La Edito-
rial Ultima Hora contrataba con Editorial Sarmien-
to la edición completa de las tiradas matutina y
vespertina del diario "Ultima Hora". Este diario
tenía el mismo personal que el clausurado "Cróni-
ca", salvo que el nombre de Héctor García no apa-
recía como editor responsable. Gelbard y Graiver
se hicieron cargo, mediante préstamos a Editorial
Sarmiento, de los sueldos durante el período que
medió entre la clausura de "Crónica" y la apari-
ción de "Ultima Hora".
El panorama varió completamente cuando el 13
de diciembre de 1975 la Corte Suprema admitió
una acción de amparo de Editorial Sarmiento y
levantó la clausura de "Crónica". Poco después se
reunieron David Graiver, Gelbard y García en Río
de Janeiro, para resolver que "Ultima Hora" conti-
nuase como matutino pero cediese el turno vesper-
tino al rehabilitado "Crónica". En 1976 David in-
vita a García a una reunión en Nueva York para
tratar la reunificación de los diarios. García no va,
pero en su lugar viaja el general (RE) Delfor Ote-
ro; que figuraba como presidente de Editorial Ul-
tima Hora. Es esa reunión -en la que también in-
terviene Gelbard- se decide unificar ambas tiradas
bajo el nombre de "Crónica" y qué un 13 % de la
recaudación bruta de publicidad del diario sea
entregado a Graiver y otro 13 % a Gelbard. En una
carta ern viada al diario "La Nación", Héctor Ri-
cardo García desmiente una información según la
cual él compartía el 50 % de la; acciones de "Cró-
nica" ,con Gelbard y Graiver, lo cual es real mente
falso, pero se cuida de hacer mención de todos los
antecedentes de "Ultima Hora" y del acuerdo por
el cual Gelbarc y Graiver cobrában una parte de
los ingresos de "Crónica" Entre la documentación
que secuestramos había, por fortuna una carta
"ayuda memoria" de García a Lidia Papaleo en la
que se detallaban todas las vinculaciones de Grai-
ver con. lo: diarios de García.
Le tocó al país el tiempo de la confusión. Las
ideologías de turno atomizaron las clases políticas
y alteraron durante nuestra identidad, confundien-
do a nuestros héroes, distorsionando las tradicio-
nes; todas las instituciones sufrieron el proceso de
impecable disolución que se apoderó de las menta-
lidades argentinas.
Hubo que negar todas las memorias para justifi-
car los crudos pragmatismos. Hubo que rehacer 1a
historia para explicar las luchas subalternas por el
poder político.
Y nuestra patria, que nunca había sufrido una de-
rrota, fue soportando durante décadas el asedio de
los derrotadas. Había llegado la época de las
"grandes palabras". Era el momento
del triunfo de los esquemas rígidos, de los es-
quemas importados, de los facilismos de todo cu-
ño.
La crítica sarcástica, la frase oportunista, el gesto
complaciente, fueron reemplazando en los espíri-
tus a la meditada prudencia de la inteligencia.
El país, sometido al impulso de la irreflexión, fue
sucumbiendo ante la pérdida de sentido de sus
instituciones y ante generaciones enteras sacrifi-
cadas por apetitos inconfesables o por símbolos
vacíos.
Pronuncié estas palabras en diciembre de 1976.
Preveo su vigencia por mucho tiempo.
48
XVII - TIMERMAN Y EL GRUPO GRAIVER
E1 caso Timerman es lo suficientemente com-
plejo e importante para dedicarle un libro com-
pleto ("Púnto Final", R. J. Camps, Ed. Tribuna
Abierta, Buenos Aires, 1982), pero sus vincula-
ciones con los Graiver eran tan estrechas que es
imposible dar una idea completa de la organiza-
ción sin dedicarle un capítulo al director de "La
Opinión" de Buenos Aires.
Apenas comenzó la investigación, Jacobo Ti-
merman desapareció de su trabajo y fue muy
difícil hallarlo. Finalmente se lo detuvo en su
casa, adonde fuimos llevados por Enrique Jara
Pagani, subdirector del diario. Cuando estuvo
frente a mí le dije sinceramente: Timerman, us-
ted se encuentra detenido para averiguar su vin-
culación con David Graiver, quien administraba
los fondos de la organización terrorista montone-
ros. Está detenido por arden mía. Soy el coronel
Ramón Juan Alberto Camps, jefe de la policía de
la provincia de Buenos Aires, que como usted
sabe, actúa bajo el control operacional del co-
mandante del I Cuerpo de Ejército. La detención
se hizo efectiva en la jefatura de policía, donde
habían sido trasladados otros presos por conside-
rarse que los problemas iniciales de seguridad
estaban superados, pues la detención de Timer-
man se produjo recién veinte días después de la
de los primeros implicados en el caso.
La reacción inicial de Timerman fue negar todo
lo que lo pudiera relacionar con los Graiver. Más
tarde, cuando recuperó su libertad, tomó una
actitud común a todos los subversivos derrota-
dos: se fue del país y desde el extranjero se dedi-
có a mentir insistentemente hasta que algo que-
dase pegado en 1os oídos del público. Una de las
mentiras más inconsistentes fue la muerte de un
supuesto co.mpañero de celda. Los compañeros
de celda de Timerman fueron el Dr. Raúl Berco-
vich, investigado por una causa paralela, y Juan
Pallí. Ambos viven en la Argentina y pueden
confirmar que el trato que recibió Timerman fue
el normal de todos los detenidos. También fue
asistido por médicos y sacerdotes que pueden
relatar la verdad sobre el trato que se le dio al
periodista. Sin embargo, ninguno de los medios
internacionales, que tan rápidamente erigieron en
héroe y víctima a Jacobo Timerman vino a la
Argentina a averiguar objetivamente lo que,
había ocurrido. Se levantó una leyenda porque
había muchos intereses que la necesitaban.
Ahora veamos la verdad. Timerman tenía vin-
culaciones con el financista de los montoneros
David Graiver y además instigaba a la actividad
subversiva desde el diario "La Opinión" donde
trabajaban muchos terroristas confesos. Entre los
principales colaboradores de Timerman en su
diario estaban Andrés Alsina Bea, militante del
erp que intervino y fue condenado por el secues-
tro y asesinato del industrial italiano Sallustro;
Francisco Urondo, integrante de far, responsable
entre otros hechos del asesinato del almirante
Berisso; Juan Gelman y Miguel Bonasso, del
nivel superior de la .conducción de montoneros;
Tomás Eloy Martínez, apologista de Trelew, y
muchos más. La tendencia ideológica de los co-
laboradores de Timerman se reflejaba natural-
mente en los artículos del diario, tanto en las
secciones de política nacional, internacional,
como en las secciones y suplementos culturales.
El editor responsable de todo el material era el
mismo Jacobo Timerman.
La estructura jurídica dentro de 1a cual se juz-
gaba a los implicados en el caso Graiver, y por
.consiguiente al señor Timerman, estaba dada
por la ley 20.840, que castiga a quien, para lo-
grar la finalidad de los postulados ideológicos de
la subversión, "intente o preconice por cualquier
medio alterar o suprimir el orden institucional y
la paz social de la Nación por vías no estableci-
das por la Constitución Nacional y las disposi-
ciones legales que organizan la vida política
económica y social de la Nación". La ley incluye
expresamente "al que imprima, edite, reproduz-
ca, distribuya o suministre, por cualquier medio,
material impreso o grabado, por el que se infor-
men o propaguen hechos, comunicaciones o
imágenes de las conductas subversivas".
Entre las acciones no relacionadas con los
Graiver que Timerman confesó con orgullo, fi-
gura la fundación por él de la revista "Confirma-
do" para propiciar la caída del gobierno constitu-
cional de Arturo Illia, tal como finalmente suce-
dió en 1966. Después de esta fecha, aparecen en
"Confirmado" artículos en los que el director se
vanagloria de haber propiciado y pronosticado el
golpe de 1966, . y de tener estrechos contactos
con muchos de los militares que lo protagoniza-
49
ron. En otras palabras, Timerman no creía en
aquel tiempo que todos los militares argentinos
fuesen "fascistas" ni sentía un respeto muy gran-
de por el orden constitucional. Sin embargo,
después de su liberación, se presentó ante la
prensa internacional como un ferviente demócra-
ta y acusó de "fascistas" a todas las Fuerzas Ar-
madas argentinas.
Por confidencias de un periodista de su diario,
Timerman supo dónde estaba secuestrado el di-
rector de Fiat, Oberdam Sallustro, pero "no con-
sideró importante" dar aviso a la policía. Sallus-
tro murió asesinado por sus secuestradores. Sin
embargo, el director de "La Opinión" también se
presentó ante la prensa internacional como fer-
viente defensor de los derechos humanos. Pero
para quien tiene memoria es fácil recordar que
demostró muy poca preocupación por las vícti-
mas de la subversión en el período 1971-74, y
que en aquel tiempo su diario hablaba frecuen-
temente de "ajusticiados" cuando se refería a
soldados muertos por terroristas. Tampoco se
destacan mucho las noticias referidas a atenta-
dos, bombas o incendios terroristas. Su principal
preocupación editorial de ese período era justifi-
car la política devastadora de Jasé Ber Gelbard --
que el mismo gobierno peronista debió reformar
drásticamente con el "rodrigazo"- y apoyar el
avance táctico de los montoneros dentro del mo-
vimiento peronista. A través de los aportes que
hacía su socia, David Graiver, se beneficiaba de
los secuestros y extorsiones subversivos.
Cuando la subversión fue derrotada en el país,
Timerman se puso al servicio de los terroristas
que actuaban en el extranjero. Pero sus mentiras
tropezaron, durante una mesa redonda organiza-
da por la Sociedad Interamericana de Prensa, con
la refutación de todos los editores y periodistas
argentinos que estaban allí.
Durante el interrogatorio, Timerman admitió
inicialmente que Graiver tenía participación en
su empresa, un 4 % dcl diario, un 2 % de la im-
prenta, que provendría de un aporte hecho al
iniciarse la empresa y cuyo monto "no recordaba
exactamente". En cambio, otro socio -Jorge Ro-
temberg .-figuraba con el 30 %. Todo esto no
estaba claro para mí porque yo había oído de
labios de Lidia Papaleo, que la mayor parte de
las acciones de "La Opinión" pertenecían a los
Graiver y que Rotemberg no era más que un tes-
taferro de ellos. El mismo me aclaró este punto:
Al crear Olta S. A. recibí de David Graiver el
primer aporte de capital. Este jue administrado
por Jorge Rotemberg, a1 igual que el resto de los
aportes que el mismo Graiver realizó hasta su
desaparición... El total del capital para la crea-
ción de "La Opinión" fue aportado por David
Graiver, y no como manifesté antes. La distribu-
ción del paquete accianario jue acordado con
David Graiver y Jorge Rotemberg en los siguien-
tes porcentajes: 45 % para mí; 45 % para David
Graiver y 10 % para Rotemberg. Pero esos no
fueron los porcentajes denunciados ante el Re-
gistro de las Personas Jurídicas. En este registro,
figura Oscar MaTastoni como poseedor del 75 %
Le pedí a Timerman que me hablara de su rela-
ción con David: En el mes de junio de 1976 vi
por última vez a David. Fui a esa ciudad para
editar allí un diario de las mismas características
de "La Opinión". Cuañdo David se enteró de esa
idea me buscó y me presentó a su abogado,
Theodore Keel. Graiver se metía en todo, todo le
gustaba y era un tipo medio delirante. Antes de
esa fecha ya me había entrevistado con Graiver,
en Febrero, también en Nueva York. Cada vez
que me citaba con él, los pasajes aéreos eran
pagados con dinero de la empresa. Además de
hablar del diario, tocamos temas políticos, eco-
nómicos, relacionados con el país y su futuro.
Graiver me dijo que sentía desconfianza, pero yo
le contesté que de todos modos me quedaba sin
la Argentina. Al regresar de un viaje por Europa
me enteré de su accidente. En Europa había ocu-
rrido algo curioso: Graiver había dicho en mu-
chos lugares que era él quien controlaba la em-
presa y que el diario: también era de él. No le di
importancia porque muchas veces ocurre esto en
el periodismo. Por ejemplo, cuando hice la revis-
ta "Confirmado" para preparar el golpe que de-
rrocó a Arturo Illia, todo el mundo decía que la
revista era pagada por Gelbard. Graiver, no sé
por qué, tenía siempre la costumbre -sabré todo
cuando estaba en el extranjero- de decir que ma-
nejaba la empresa y que el diario era de él. En
una oportunidad, al volver de uno de sus viajes,
supe que un señor llamado Garzón Maceda había
pedido una entrevista con Rotemberg, y le ofre-
ció comprar el diario por tres millones de dóla-
res. Rotemberg dijo que tenía que consultar
conmigo, que era quien poseía la mayoría de las
acciones, pero su interlocutor le respondió que
ellos tenían información distinta, que tanto Ro-
temberg como yo teníamos la minoría.
50
Para mí, toda esta historia de "no darle impor-
tancia" a las declaraciones de Graiver según las
cuales Timerman no era el dueño de "La Opi-
nión", tienen un aire desconfiable y ocultan otros
problemas más importantes.
No conozco en absoluto la vinculación que
pueda tener Graiver con montoneros -siguió de-
clarando Timerman- ni oí tampoco referencias
sobre el tema. Las únicas dos o tres oportunida-
des en que hablamos sobre esto, Graiver, sin
mencionar especialmente a montoneros, sino a
"la pesada", me recomendó que no siguíera es-
cribiendo cosas duras en el diario porque si no
me iban a hacer la "boleta".
Graiver aportó entre quince y veinte millones
de pesos a mi empresa, pero los avales eran más
importantes: Estos me los otorgó para Aleman y
Co., que era la que, imprimía el diario y que nos
abrió un crédito por varios meses Graiver me dio
dinero y avales. Ahora tiene una minoría peque-
ña y las relaciones se deterioraron porque se res-
tringieron los créditos bancarios, al punto que un
giro de ellos al exterior por quinientos mil dóla-
res, se lo robaron. Los finlandeses, que espera-
ban el giro por una venta de papel, hicieron plei-
to al banco Comercial de La Plata.
Después del accidente aéreo nunca negué a Li-
dia Papaleo la participación de Graiver en mi
empresa y considero que ella debe tener las ac-
ciones. No recuerdo que ella me haya pregunta-
do alguna vez sobre esto. A Lidia Papaleo la vi
una sola vez después de haber llegado al país.
Recuerdo que me llamó y me pidió consejo. Le
contesté que tenía que ver a un buen abogado
para que manejara sus problemas. Después, nun-
ca más la volví a ver. Sé que se enojó mucho a
raíz de unos artículos publicados en mi diario, en
los cuales se decía que Graiver no debía vender
Papel Prensa.
Respecto de esta empresa se sabía en el am-
biente periodístico, de papeleros, y de compra y
venta de papel, que la empresa era de César Ci-
vita. Cuando necesitó avales en el Banco Indus-
trial, el ministro Gelbard no se los quiso dar, con
la cual Civita se sintió muy ahogado y tuvo que
vender al asesor de Gelbard, David Graiver. Fue
como un chantaje. No sé si Graiver y Gelbard
son socios. Sé lo que puede recoger un periodis-
ta, chimentos, pero todo el mundo los confirma:
No pueda indicar dónde hay un papel o una
constancia de -ello, pero era evidente, porque
Gelbard y Graiver tenían una relación muy estre-
cha. Por otra parte, todo Buenos Aires comenta-
ba que Graiver le debía a Gelbard una suma de
dinero que éste había depositado en el banco y
que nunca se la pagaron. Algunos hablan de un
millón de dólares, otros de ocho o diez.
No sé si fue Gelbard quien propuso a un señor
Martínez Segovia como director de Papel Prensa.
En los comunicados y tos papeles oficiales siem-
pre aparece Martínez Segovia como presidente o
director de la empresa.
Tuve más amistad con Graiver durante su pri-
mer matrimonio que después, cuando se casó
con Lidia Papaleo. Mi relación con Lidia fue
bastante mala porque no había afinidad. A mi
mujer tampoco le gustaba. Las conversaciones
eran muy violentas. Nos molestaba que fuesen
tan violentas.
No sé si actualmente tengo periodistas marxis-
tas en el diario. Sí los he tenido en otra época, y
muchos: marxistas y montoneros, como así tam-
bién guerrilleros. En determinado momento casi
se quedan con el diario. Por supuesto yo no sabía
que eran montoneros y guerrilleros. Fue una
época en que ninguno de los periodistas vetera-
nos quería ir a trabajar a "La Opinión" Recuerdo
que entre los montoneros estaban Miguel Bona-
zo, Victoria Walsh, Juan Gelman, Andrés Alsi-
na.
Respecto de mi negocio con David en Nueva
York, él quería entrar en el diario que yo pensa-
ba editar en ese país. Se contactó conmigo y me
recomendó que viera a su abogado. Ouería aso-
ciarme con una revista de altá que se llama "The
Village Voice", asociarme con el señor Clay
Fleux, que era el director en aquet tiempo. En
realidad eran dos revistas, la que nombré y el
"New York Magazine". El abogado de esas re-
vistas era también abogado de Graiver. Después
ocurrió el accidente.
Con David también hablamos sobre la candida-
tura para presidente del general Lanusse. Yo
consideré que el resultado de este "proceso" te-
nía que ser la continuidad de. un candidato dos
aceptados por las Fuerzas Armadas. En las elec-
ciones se tendría que elegir únicamente dos can-
didatos a uno, fijado por las Fuerzas Armadas.
Esto es todo lo que tengo que decir.
51
XVIII - FLORA DYBNER: LA CULTURA DE LA GUERRILLA
Más de una vez en este caso, he hallado personas
que han podido hacer "callar de la conciencia el
fiel murmullo. . . ", como dice el verso de un viejo
poeta, impulsadas por sus propios intereses.
En 1971, después de una estada en Norteamérica,
Flora Dybner de Ravel volvió a la Argentina y un
amigo común la presentó al arquitecto Benjamín
Glasser, quien le ofreció un trabajo que ella acep-
tó. Se trataba de atender el teléfono y pasar en
limpio los borradores que el mismo Glasser esbo-
zaba. El lugar de trabajo era una oficina situada en
la calle Florida al trescientos. Lo primero que lla-
mó la atención de Flora Dybner fue que todas sus
tareas estaban vinculadas con una institución cul-
tural llamada "Fundación del hombre", pero en la
oficina no había ni una señal que delatase la exis-
tencia. El único letrero rezaba: "Enrique Brodsky,
cerealista". Brodsky era el suegro de Isidoro Grai-
ver, y si bien fue interrogado, no recordaba -o pre-
tendía no recordar- casi nada de sus relaciones con
el misterioso arquitecto que ocupaba su oficina.
Sin embargo, Flora Dybner sabía que las relacio-
nes entre ellos eran tirantes, principalmente por-
que el carácter de Glasser era autoritario, difícil, y
actuaba en la oficina como si fuera el dueño y no
como quien recibe un favor.
Las actividades de la "Fundación del Hombre"
hubieran sido un misterio para mí si la buena for-
tuna no hubiese permitido que encontrásemos una
serie de memorandos de Glasser al presidente de
la Fundación, David Graiver, escritos de una ma-
nera que parecen informes de un subordinado a su
superior. Toda la documentación de la Fundación
está redactada en un tono altruista, sentando prin-
cipios que difícilmente puedan ser discutidos pon
ninguna persona civilizada. Sin embargo, por la
misma vaguedad de las declaraciones, la institu-
ción no estaba atada a ningún fin concreto ni par-
ticipaba de obras de bien específicas. Apenas pude
leer con detenimiento la documentación, no tuve
tudas de que me hallaba frente a una de las cober-
turas de los enemigos y que la finalidad real de la
Fundación era promover causas que favoreciesen
los planes subversivos y penetrar cuan profunda-
mente pudiese en la mente de los argentinos a tra-
vés de los medios de comunicación, principalmen-
te aquellos que pertenecían al grupo Graiver.
En un documento llamado "Objetivos de 1a Fun-
dación del hombre" se puede leer, después de va-
gas adhesiones a los derechos a la paz y la educa-
ción, despachadas en pocas líneas, lo ue constituye
el objetivo principal de la Fundación: tratar de
conseguir un pasaporte invulnerable para cual-
quier tipo de idea política y despejar el terreno
para que circulen con entera libertad. En los párra-
fos quinto y sexto se propone difundir estas ideas.
Lo que más llama la atención es que en ningún
momento habla de promover la República, por
ejemplo, a través del respeto a los conciudadanos
y las tradiciones del país.
Otros documentos están relacionados con la
transmisión de un programa por los canales 13 y 2
de televisión. El programa un concierto dirigido
por el famoso violonchelista y compositor Pablo
Casals, en homenaje al Día de los Derechos
Humas, e incluía una pequeña ceremonia en la que
Graiver, después
de viajar a Nueva York invitado por su misma
fundación, propone a Casals venir a la Argentina y
lo designa presidente honorario de la fundación,
para usar su nombre como cobertura prestigiosa.
También hay documentos sobre programas dedi-
cados a la Fundación por Félix Luna, en su espa-
cio "Temas que queman" de Canal 7. Las listas
previas de invitados incluyen personas insospe-
chables junto con nombres al servicio de los Grai-
ver y de la "ideología montonera".
Particularmente interesante es un recibo extendi-
do por la cadena de televisión norteamericana
CBS, por 750 dólares. El hombre que representó a
la fundación en Nueva York durante la . compra
del programa del concierto de Casals, era un viejo
fantasma de la investigación: Baruj Tenenbaum.
Otro de los propósitos de la "Fundación del
Hombre" es la promoción de las comunicaciones
vía satélite para crear grandes redes de comunica-
ción. Más de diez años después las Naciones Uni-
das y su organización para la educación
(UNESCO) se declararon contrarias a las cadenas
mundiales de televisión, porque dejan desprotegi-
dos a los países menos desarrollados frente a las
ambiciones de los grandes imperios de nuestro
tiempo.
Es muy probable que Florá Dybner solo haya
cumplido un papel de peón en la "Fundación del
Hombre". Pero los cerebros que manejaban el
52
grupo Graiver le tenían reservadas funciones me-
nos inocentes.
En diciembre de 1971, Glasser cerró las activida-
des. de la fundación y despidió a su secretaria.
Esta se dirigió al señor Brodsky, que ocupaba un
cargo en el banco Comercial de La Plata, para
pedirle empleo. Brodsky tomó nota de su solicitud
pero no la llamó hasta mayo de 1972. Entonces le
propone organizar una oficina dedicada a 1a com-
praventa de rezagos de papel. El lugar de trabajo
era la misma ofi.ciña de Florida al 300. En mayo
de 1975 -pocos días antes de partir todo el grupo;
incluso Brodsky, hacia Estados Unidos- Flora
Dybner es llamada por David Gxaiver, a quien
había sido presentada por Brodsky, y el magnate
le propone que colabore en "la recepción de depó-
sitos" del banco de Bruselas.
El procedimiento empleado por la Dybner para
recíbir depósitos era el siguiente: se presentaba la
persona que quería hacer el depósito y la empleada
llamaba por teléfono al cambista Francisco Fer-
nández para averiguar la cotización del dólar en el
mercado negro. Con la cifra correspondiente hacía
la conversión y preparaba un memo con los datos
del inversor, la suma depositada en dólares, tarjeta
de registro de firma y una declaración impresa en
la que se juraba que el dinero no provenía de capi-
tales belgas. La documentación y el dinero partían
hacia las oficinas de la calle Suipacha, donde Ru-
binstein recibía el dinero y a veces mandaba cam-
biarlo inmediatamente por dólares. Flora Dybner
retiraba diariamente de las oficinas centrales las
boletas que acreditaban los -depósitos en Bélgica
y las llevaba a su oficina. Por allí pasaba más tarde
el cliente para recibir el comprobante de su depó-
sito.
Flora Dybner me dijo que su impresión era que
por la oficina de Florida pasaban solo los clientes
menores, los que depositaban entre quinientos y
cinco mil dólares, y que los clientes más importan-
tes eran atendidos directamente por Rubinstein en
la calle Suipacha. Cuando los Graiver compraron
el American Bank, muchos clientes pasaron sus
depósitos al nuevo banco de los Graiver porque la
plaza belga pagaba menos intereses que la nor-
teamericana. Las operaciones de depósito no se
hacían casi nunca directamente en Bélgica, sino
por intermedio de bancos norteamericanos que
retransferían a Bélgica, principalmente el Ameri-
can Bank, por supuesto.
No se exigía absolutamente ninguna demostra-
ción de la identidad del cliente. Podía ocurrir que
lo depositado por una persona estuviese a nombre
de otra. También se aceptaban "nombres de fanta-
sía" o seudónimos que tenían la titularidad de la
cuenta sin necesidad de que figurase ningún nom-
bre. Este era un "servicio especial" que ofrecía
David Graiver basándose en que los inversionistas
eran conocidos suyos y en su prodigiosa memoria.
En la oficina de Florida no había archivos ni com-
probantes y David Graiver había dispuesto expre-
samente que no se guardase ninguna documenta-
ción.
Cuando se produjo la quiebra del banco de Bél-
gica, Lidia Papaleo e Isidoro Graiver le pidieron
que confeccionase una lista de depositantes con
los datos que los interesados hacían llegar. Según
esta lista, se habrían depositado en Bélgica a tra-
vés de la oficina de la calle Florida unos siete mi-
llones y medio de dólares, pero es necesario re-
cordar que los inversionistas importantes trataban
directamente con Graiver y Rubinstein. Flora
Dybner había decidido mientras tanto, dejar su
trabajo: primeramente porque ya no había nada
que hacer y en segundo lugar porque el ambiente
no era nada tranquilizador. Impulsada por sus tar-
díos escrúpulos trató con Isidoro el tema de la
indemnización laboral. La respuesta fue un conse-
jo, que cambiase de domicilio y de número de
teléfono, más otras medidas del mismo tipo para
evitar la ira de los inversores. Pero respecto del
tema dinero, Isidoro pronunciaba siempre un eva-
sivo "y qué sé yo. . .". Cuando la Dybner com-
prendió que por esa vía no iba a llegar a nada
habló con un abogado, el Dr. Parisier, quien con-
vino con Isidoro una indemnización laboral de
ocho millones de pesos, de los cuales se cobró $
1.600.000 de honorarios. Las listas de inversores
del baneo Belga las entregué después del arregla,
porque así cuadró, no porque las haya usado para
coaccionar a Isidoro, me aclaró Flora Dybner.
La libertad mal interpretada es la causa de todas
las degradaciones y de todas las servidumbres, y la
libertad bien enten~lida". es la que genera todas
las virtudes y todos .los heroísmos.
En fin, la verdadera libertad debe tener la cendi-
çión de ser además, busna. Si no es buena, el
hombre se entrega al mal, y su semetimiento, no
por ser voluntario, deja de ser degradación y es-
clavitud.
LPor qué me cito a mí mismo? Porque así como
reconozco haber cometido errores y haber dejado
muchas tareas incompletas, también me lamento
53
de haber previsto en 1976 muchas de las situacio-
nes que estamos viviendo en la década del 80.
54
XIX - ORLANDO REINOSO. NEGOCIOS, NEGOCIADOS
Me recibí de abogado en la facultad de Derecho y
Ciencias Sociales dependiente de la Universidad
de la ciudad de Buenos Aires, en el año 1957. Na-
cí en 1926, en la Capital, y vivo allí. A los 17 años
comencé a trabajar en el diario "El Pueblo", que
ya no sale más. También trabajé en la municipali-
dad de Lanús, en el ministerio de Obras Públicas -
en la
oficina de sumarios, después en la asesoría legal-.
Empecé a ejercer independientemente mi profe-
sión en 1966. En el '69 trabajé como abogado es-
pecializado en asuntos laborales en la firma Wo-
bron, de Julio Broner. En 1973 me separé de mi
esposa y me fui a vivir a General Acha, en La
Pampa. Hasta aquí una historia personal como la
de cualquier otro hombre que lucha por vivir cada
vez mejor.
Orlando Benjamín Reinoso debió creer que la
fortuna llamaba a su puerta cuando el Dr. Rubins-
tein le pidió en 1975 que entrase como asesor le-
gal en el grupo de empresas que estaba formando.
Se trataba, al comienzo, de asesorar y resolver
problemas jurídicos, redactar contratos, despedir
personal y otras obligaciones de ese tipo, cuyo
límite no estaba fijado con precisión.
Entramos así en el mundo de los vericuetos lega-
les y financieros que escondían a un enemigo que
a la larga se mostró más temible y más duro de
combatir que las bandas terroristas: la subversión
económica, -muchas veces orientada ideológica-
mente, otras veces delinquiendo por simple afán
de ganancias fáciles.
Cuando Reinoso se incorporó al "holding", el
mando del grupo Graiver en la Argentina estaba
ya en manos de Rubinstein, por delegación de
David Graiver. Completaban el triunvirato que
formalmente dirigía el "holding", la Dra. Betty
Halpem y después el mismo Reinoso:
Rubinstein me ofreció la tarea; porque entre la
empresa central EGASA y las demás empresas
existía una gran confusión, desinteligencias y des-
orden .administrativo. Yo traté de corregir los
problemas, pero todo fue infructuoso.
Las mismas in fracciones que se cometían en las
maniobras internacionales bancarias, se cometie-
ron aquí: préstamos derivados a empresas del gru-
po y adelantos en cuentas corrientes que se desti-
naban a negocios personales dé los Graiver. Todo
esto quedó en descubierto ya cuando intervinieron
los veedores del banco Central. .
La conducción de Papel Prensa era irracional y
deficitaria. Siempre me resultó muy sospechosa la
debilidad y complacencia con que se trató a la
empresa contratista de la obra civil -Ingeniería
Tauro- y descubrí irregularidades tales como so-
breprecios y sobremárgenes en cada una de las
contrataciones, cuyas diferencias seguramente
terminaban en los bolsillos de Graiver. Fundar
S.A. tenía irregularidades evidentes en su adminis-
tración y en servicios, pero lo peor eran las contra-
taciones totalmente inconvenientes. Como simple
ejemplo recuerdo que con el hormigón-y la albañi-
lería gruesa se adoptó un sistema de costo y coiste
que al no poder ser controlado se convirtió en un
colador de dinero.
En el rubro agropecuario el.. grupo poseía un
campo de 9.000 ha. en Puán, La Pochocha, con
3.000 cabezas de ganado. Era la mejcr de un grupo
de estancias representadas por las empresas Indal-
co (estancia La Pampita, en La Pampa), Timbó
(estancia San José, en Villegas), Santa Celia (es-
tancia Huelén, Carlos Tejedor) y otras menores.
Parte de estos bienes los empleó Isidoro Graiver
para pagar al Sr. Werner -representante de Gel-
bard- una deuda contraída en el exterior con un
grupo ile amigos de Gelbard que habían deposita-
do dinero en el banco de Bélgica. Rubinstein or-
denó, después del accidente aéreo y antes de acon-
sejar a Isidoro y Lidia Papaleo que no paguen na-
da, entregar a Werner el cincuenta por ciento
exacto de las cuatro sociedades. Werner firmó
recibo por estas acciones. El representante de Gel-
bard pretendió al poco tiempo y sobre la base de
irregularidades y sospechas, ejercer la administra-
ción total, incluso la disposición de fondos, de las
empresas. Esto originó una situación tensa con
Rubinstein -ya existía una vieja enemistad entre
los dos- hasta que se llegó a un acuerdo por el que
se le entrega a Werner el establecimiento San Jo-
sé, con el que se esperaba poder pagar las deudas
contraídas con los amigos de Gelbard, aunque por
supuesto en ningún momento se pensó en pagar
las deudas multimillonarias en dólares que los
Graiver tenían con todos los damnificados por la
quiebra del banco Belga.
A mí me parecieron equívocas las razones que
adujo Werner para justificar su dominio de los
bienes con los cuales iba a comprar las estancias.
55
Cuando le pregunté sobre la real legitimidad de
sus capitales, Werner se turbó y su abogado me
pidió un poco de tiempo. En ese tiempo Werner
viajó a Panamá para justificar el origen de sus
fondos. Werner también era miembro del directo-
rio de "La Opinión". Su mandante, Gelbard, usaba
los bienes- del grupo Graiver sin objeciones de
éstos, principalmente un avión que pertenecía a
una de las empresas agropecuarias. Eran todos
indicios de que estos señores tenían intereses en
las empresas.
A propósito de "La Opinión", Lidia Papaleo le
comentó a Reinoso a comienzos de 1977, que no
había otra alternativa que denunciar ese bien en la
sucesión de David: Vos sabés que nosotros somos
dueños de la mitad del diario, le dijo. La otra al-
ternativa sería renegociar con Timerman la sindi-
cación y la mitad del paquete, porque es muy difí-
cil la coparticipación en el manejo del negocio con
Timerman de por medio.
Salvo David, los Graiver nunca pudieron influir
en la redacción del diario, e incluso recibieron
fuertes ataques periodísticos por ese lado.
Reinoso conocía bien el funcionamiento interno
del banco Comercial de La Plata, porque había
sido designado director del mismo y presidente,
hasta que en febrero de 1977 se entregó el banco a
sus nuevos propietarios. El presidente anterior,
Omar Espósito, había sido procesado criminal-
mente por un turbio manejo de fondos de la Aso-
ciación Bancaria.
El Bristol Center era originariamente una inver-
sión prudendente, pues se compró la obra cuando
ya estaba en los primeros tramos de construcción.
Pero poco a poco el proyecto originario se fue
agigantando hasta convertirse en un monstruo que
devoraba todas las inversiones. David enviaba
desde el extranjero entre 300.000 y 500.000 dóla-
res mensuales, pero las cabezas más serenas del
grupo sugerían que se lo convirtiese en un proyec-
to verdaderamente realizable y rentable. Graiver
manejaba personalísimamente sus negocios y ni
siquiera después de su muerte se encontraron las
chequeras y los comprobantes de pago que pudie-
ran poner orden en la administración. Otra persona
que creaba constantemente problemas era Rubins-
tein, principalmente en el tema de los sueldos y las
asignaciones, donde se mostraba severo y muy
poco generoso, al punto de tener problemas con
los ejecutivos de sus empresas, que eran los únicos
que podían o se atrevían a hablar directamente can
él. Del grupo dependían unas 1.000 familias ar-
gentinas.
Por razones de evasión impositiva o por necesi-
dad de dinero negro, eran frecuentes las firmas de
escrituras de traslación de dominio por cantidades
menores de las que figuraban en los boletos. Esto
ocurrió con Galerías Da Vinci, Indalco y Santa
Celia.
Cuando Lidia Papaleo dio su "golpe de mano" y
desplazó a Rubinstein de la empresa, el grupo de
dirigentes en la cumbre cambió y quedó constitui-
do por Lidia, Isidoro y el contador Bobani, pero
las irregularidades continuaron, aunque Reinoso
fue diplomáticamente puesto en un cargo formal.
Por ejemplo, la hacienda de los establecimientos
agropecuarios se facturaba siempre con sobrepre-
cio -600.000.000 para Santa Celia y 237.000.000
para Indalco en 1977- y los cheques correspon-
dientes fueron entregados a Lidia Papaleo, que a
su vez se los dio a Silvia Fanjul.
En otra oportunidad pudo enterarse Reinoso por
un accionista de Electro Erosión de la existencia
de un costoso equipo para fabricar jeringas descar-
tables que había sido importado desde Israel.
Cuando pidió informes más precisos al gerente de
la firma, se enteró que el equipo probablemente no
funcionaría nunca y que se había pagado por él
unos 80.000 dólares, casi seguramente con sobre-
facturación, para poder sacar dinero negro de la
Argentina hacia el extranjero.
Reinoso me contó algunos detalles que echaban
luz sobre el estado desesperante de las finanzas de
David dos o tres meses antes de su desaparición:
En ese tiempo mandó pedir desde Nueva York que
se le hicieran préstamos financieros para cubrir
distintas obligaciones. El pedido llegó vía Silvia
Fanjul, y ella .ordenó a todas las empresas que se
solicitara el máximo posible de créditos. Las em-
presas agropecuarias solicitaron y obtuvieron cré-
ditos del banco de Hurlingham y del Comercial
por unos 10.000.000.000 de pesos moneda nacio-
nal. En -otras palabras se derivaban los fondos
captados por los bancos del grupo hacia empresas
privadas dé los mismos Graiver, donde ese dinero
podía ser manejado libremente. Estos créditos
fueron cancelados, según presume Reinoso, con
las diferencias superiores a los precios de escritu-
ración de los inmuebles de Galería Da Vinci, Hue-
lén, La Pampita y otros.
El grupo también poseía una empresa de seguros,
la Metropol, con la cual estaban obligadas a con-
56
tratar todas las otras firmas del "holding". Esto
originaba una importante cantidad de comisiones
por seguros que pasaba directamente a los bolsi-
llos de los Graiver, que compartían una parte de
esta suma con los gerentes de los bancos.
Uno de los momentos más claros de la declara-
ción de Reinoso se refiere a los negociados en los
bancos: El negociado sí existió en el circuito ban-
cario argentino parte del que también existió en el
banco de Bélgica y en el American-. Estos nego-
ciados consistían en derivar fondos bancarios a
través de adelantos en cuentas corrientes de los
Graiver o de personas vinculadas a ellos. Los
Graiver usufructuaban estos dineros para sus ne-
gocios personales. También obtenían fondos a
través de la adjudicación de préstamos hechos a
personas o empresas vinculadas al grupo, aunque
no perteneciesen a él. Esta adjudicación de prés-
tamos tuvo todas las variantes posibles de imagi-
nar, y se aprovechaban incluso los préstamos per-
sonales, que si bien eran individualmente de poca
importancia, agrupados en grandes cantidades
rindieron cifras considerables. A mi juicio, éste es
uno de los verdaderos negociados de los Graiver,
además del aprovechamiento de los fondos de
aceptaciones bancarias que se derivaban a com-
pras de moneda extranjera. Las aceptaciones y sus
intereses se carcelaban con las diferencias de
cambio propias de la época, de 1973 a 1977.
A estas mismas conclusiones habían llegado los
veedores del banco Central. Con el dinero que los
Graiver obtuvieron de esta manera se compraron
campos en la Argentina y el Paraguay: Solo con
toda la documentación a la vista -dijo Reinoso- se
podría tener una idea de la extensión de los nego-
ciados.
Tambíén existe un sorprendente sobredimensio-
namiento del equipo comprado a la firma Bu-
rroughs para las operaciones computabilizadas de
los bancos de los Graiver. El equipo excedía y
excede la real necesidad de computación de los
dos bancos. Si a esto se agrega el hecho de haber-
se construido en la ciudad de La Plata cuatro pisos
especialmente preparados para este equipo, con
detalles de verdadero lujo, es evidente que ha sido
necesario subsidiar y cancelar el déficit de explo-
tación con fondos que seguramente provenían de
las irregularidades bancarias. Esto es particular-
mente evidente en el caso del Comercial, que con-
cedió créditos y descubiertos en exceso de la real
capacidad de la empresa que compraba los equi-
pos, la Complat S.A. Esta empresa tenía su sede
en calle 7 entre 39 y 40, y había sido dirigida por
les doctores Espósito, Manzanares y Arias, todos
vinculados al grupo.
El dinero mal retirado de los bancos también se
empleó para comprar una larga serie de inmuebles.
La lista de esos inmuebles fue incluida en un in-
forme sobre la capacidad económica de los Grai-
ver que un inspector de la Comisión Bancaria Bel-
ga elevó a sus superiores. Cuando le pregunté a
Reinoso si el anterior presidente del banco Co-
mercial conocía también estas maniobras me con-
testó con un rotundo "sí". El manejo de abundante
dinero efectivo y las variaciones de cotización del
dólar permitían hacer en aquel tiempo provecho-
sos negocios inmobiliarios.
El tema siguiente fue Papel Prensa: A mi ingreso
en el grupo me encontré con que el caudal en for-
mación que debía provenir de esa empresa de ma-
nera normal y abundante, carecía totalmente de
regularidad. Por el volumen cuantioso de inver-
sión en juego, los asesores insistían en que se les
dieran instrucciones en el sentido de que el presi-
dente, Dr. Pedro Martínez Segovia, suministrara
información amplia y regular, para así poder vigi-
lar la inversión. Como no se obtuvo lo que se
había pedido se generó un conflicto entre EGASA
y Papel Prensa. Me parece que esto ocurría porque
Graiver tenía otro tipo de compromiso que obsta-
culizaba su capacidad de decisión al respecto.
También era sugestiva 1a manera exagerada de
gastar, el derroche en las construcciones y la com-
placencia con la contratista, Ingeniería Tauro. La
explicación es otra que la de simple descontrol y
habría que hacer un análisis a fondo de todo lo
pagado a Tauro y su justificación contractual. Esto
arrojaría mucha luz sobre el criterio técnico y con-
tractual empleado para los reajustes de certificados
de mano de obra y construcción, la reiterada prefe-
rencia par esta empresa en las licitaciones. Por
ejemplo, además del control de los f uncionarios
de Papel Prensa sobre
el montaje de la maquinaria y el que hacía la fir-
ma proveedora extranjera, también se contrató un
control de Tauro. Así mismo dio pésimos resulta-
dos el plan de forestación concebido para auto-
abastecerse de madera en diez años.
Reinoso recibió órdenes de los Graiver de redac-
tar el contrato de venta del banco de Hurlingham.
Así se pudo enterar de que el precio pactado origi-
nariamente era de siete millones de dólares. Pero
después se rectificaron las instrucciones y el pre-
cio se redujo en 1.050.000 dólares. Esta no era una
57
rebaja real del precio sino un desvío de capitales,
puesto que los honorarios por asesoramiento que
se reconocería a EGASA eran de . . . un millón
cincuenta mil dólares, exactamente.
58
XX - FRANCISCO FERNANDEZ: "CON USURA . . ."
Con usura nadie tiene una casa de sólida piedra .
. . dice el gran poeta norteamericano Ezra Pound,
quien a pesar de su discutida colaboración con las
radios italianas durante la Segunda Guerra Mun-
dial, vio con profundidad los alcances negativos
del ansia desmedida de riquezas obtenidas por
cualquier medio. La vida de Francisco Fernández,
"Paco" para los amigos, parece dominada hasta
1976 por esta ansia irreprimible.
Nació en un pueblito de la provincia de Ponteve-
dra, en España, en 1928. Vino con su familia a la
Argentina y aquí se naturalizó. A los 19 años en-
tró' en el banco de Galicia, donde ascendió hasta
subgerente de cambios. En esta etapa empiezan los
tropiezos de su vida: el directorio del banco lo citó
en julio de 1966 para comunicarle que estaba ente-
rado de sus actividades extra bancarias en el mer-
cado paralelo, o mercado negro, y que a partir de
ese momento iban a trasladarlo. a una sección ad-
ministrativa, privándolo del uso del teléfono.
Con usura la línea se hace tosca, con usura no
hay límites claros . . . sigue el Canto XLV de
Pound. Ante el planteo del directorio, Fernández
no lo pensó dos veces: renunció a su empleo con
la excusa de que "no quería comprometer el nom-
bre del banco; en realidad una confesión velada de
que no tenía ninguna intención de cambiar de con-
ducta. A partir de ese momento instaló una oficina
de cambios junto con sus nuevos socios, con los
cuales compró por diez mil dólares una acción del
Mercado de Valores; para extender sus actividades
a la bolsa de valores.
Sus transacciones al margen de la ley siguen el
ritmo de los controles de cambio que imponen los
distintos gobiernos. Empiezan con el control que
hace el gobierno de los radicales del pueblo en
1964, cuando Fernández trabajaba todavía como
empleado del banco de Galicia, y esa etapa dura
hasta el 13 de marzo de 1967, cuando Krieger Va-
sena decreta el mercado totalmente libre, durante
el gobierno de Onganía. Lanusse reimpone un
control restringido y empiezan nuevamente los
negocios ."paralelos" de Fernández hasta que en
marzo de 1976 la policía detecta sus maniobras y
le hace una advertencia, puesto ~ que la ley no
reprime la tenencia de divisas extranjeras, sino
solamente su negociación fuera de los mercados
controlados por el banco Central, lo cual dificulta
terriblemente la acción represiva de estos delitos.
Fernández promete formalmente "no hacer más
maniobras en paralelo". Sin embargo, las visitas
de la policía se repitieron e incluso hubo una ins-
pección del banco Central. Nadie pudo demostrar
nada en contra de él ni encontrar pruebas de sus
manejos.
Solo cuando durante el interrogatorio que le
hicimos nosotros comprendió que lo que estaba en
juego era su vinculación con la guerrilla -delito
mucho más grave que el contrabando de divisas-
se decidió a hablar claramente sobre sus negocios.
Tenía una oficina en Lavalle al 500, plena zona de
bancos y casas de cambio, en la que operaba con
tres líneas telefónicas. Todas las transacciones se
hacían por teléfono y quedaban registradas en la
memoria de Fernández, sin ninguna anotación que
pudiera volverse en su contra durante alguna ins-
pección. Esa era la clave del fracaso de todas las
acciones policiales y bancarias. Para sacar las di-
visas del país se enviaba un télex un cómplice en
Montevideo, que a su vez se encargaba de re-
transmitir la orden de crédito al país correspon-
diente. Estas comunicaciones se hacían frecuen-
temente usando el servicio oficial de télex, desde
las cabinas públicas habilitadas. También me acla-
ró que hacía "algunos negocios bursátiles autori-
zados".
La usura es una plaga . . . dice Pound
En octubre de 1974 David Graiver cita a Fernán-
dez en sus oficinas de la calle Suipacha. No se
conocían, pero Fernández sabía que su interlocutor
manejaba dinero grande, porque el cambista ope-
raba una cuenta del banco Comercial de La Plata
en su propia oficina. Se pusieron de acuerdo sobre
los márgenes que ganaría Fernández y sobre la
manera de operar: pasaría todas las mañanas a
partir de ese día por la oficina de Suipacha para
recibir directamente de Graiver las instrucciones
del día. Nada escrito y ni siquiera usaban el telé-
fono. Todo se hacía directamente y personalmente,
lo cual obstaculizaba la pesquisa porque nos te-
níamos que limitar a lo que declarasen los imputa-
dos.
En esta primera entrevista Graiver-Fernández,
surgió un solo punto de conflicto. El cambísta
sabía que David operaba con "colegas" del parale-
lo y tuvo reparos "éticos" en birlarles al cliente,
pero Graiver lo tranquilizó rápidamente explicán-
dole que sus "colegas" no tenían suficiente agili-
dad o disponibilidad de fondos para operar ,con un
magnate como él. De esta manera Fernández que-
59
dó incorporado al grupo Graiver y, con los viajes
de David, pudo conocer a sus sustitutos, el Dr.
Rubinstein y Silvia Fanjul.
De las operaciones que hizo con el grupo le lla-
mó la atención una, ordenada por Rubinstein, por
dos millones de dólares. Fernández volvió al día
siguiente para asegurarse de que ese dinero -una
cantidad enorme- no fuese producto de alguno de
los secuestros que en enero de 1976 estaban a la
orden del día, pero Rubinstein lo negó rotunda-
mente: No . . . lo más grave que podría ser . . :
bueno, digamos un negociado. . . replicó burlona-
mente, casi con "cinismo", según recuerda Fer-
nández. La operación quedó convenida y el cam-
bista pidió, por razones de seguridad; que le hicie-
ran la entrega de dólares en la sala central del ban-
co de Galicia; con el cual seguía operando como
particular a pesar de los antecedentes que tenía en
la institución. Allí llegó Silvia Fanjul con un gran
portafolios y; después de pasar a una sala privada,
contaron el dinero con la ayuda de dos cajeros del
banco a los que Fernández explicó que el dinero
era para comprar bonos externos. Después deposi-
tó la fortuna en una caja de seguridad que tenía en
el mismo banco. Unos días más tarde transfirió los
dólares al American Bank de los Graiver, a cuenta
de New Loring, una de las empresas vacías que los
Graiver habían fundado en Panamá para manejar
dinero turbio. Hubo un paso de comedia cuando el
día siguiente al de la entrega de los dos millones,
Rubinstein quiso comprar doscientos mil dólares y
Fernández le llevó parte del mismo dinero que
había recibido. Cuando le contó a Rubinstein qué
dinero le había traído, el personero de los Graiver
ni se inmutó y pegó la doble comisión que le co-
rrespondía a Fernández por transferir dos millones
de dólares al exterior y por vender doscientos mil
dólares a Rubinstein. Según me dijo, había una
segunda intención en todo lo que había hecho y
era verificar si el dinero podía estar "marcado" por
provenir de algún delito, y comprobar de esta ma-
nera si Rubinstein se negaba a tomarlo. Como no
hubo problemas, Fernández supuso que se trataba
de dinero más o menos limpio.
Mientras estaba detenido pudo charlar con Isido-
ro, quien le hizo una confidencia relacionada con
un "dinero jodido" que había tomado su hermano
en marzo de 1975, "dinero garantizado por uno
mismo". El cambista relacionó inmediatamente
esta confidencia con una operación de cuatro mi-
llones doscientos mil dólares que se transfirieron
en varias entregas desde Estados Unidos al banco
Comercial de La Plata.
Por lo que él pudo enterarse de las operaciones
financieras, la cantidad de dinero del grupo que
pasó por sus manos desde que empezó a trabajar
con los Graiver, era de "55 ó 60 millones de dóla-
res", de los cuales habrían salido del país unos 25
millones y entraron unos 35. La diferencia de diez
millones pudo haber sido empleada en la cons-
trucción del Bristol Center, en Papel Prensa y
otras empresas, pero "nunca quiso decirme" -
aseguró Fernández- de dónde salían y a dónde
fueron a parar los 25 millones originarios, aunque
me confesó que había oído en "círculos financie-
ros responsables" que una suma de unos cincuenta
millones de dólares estaba en el banco de Bélgica
y que provendría de depósitos de la Argentina y
México, más ;veinte millones depositados en Bru-
selas por el American Bank. El gerente del banco
belga, Naón, le confirmó a Fernández esta última
cifra.
Los mismos "círculos financieros responsables"
de Nueva York estaban convencidos de que Grai-
ver "no ha muerto" y a lo cuano aceptaban la posi-
bilidad de que hubiera sido "liquidado".
Cuando traté de averiguar si quedaba alguna do-
cumentación de las operaciones, Fernández solo
me pudo indicar la existencia de un libro con el
movimiento de su cuenta en el American Bank,
pero no sabía si el documento estaba en una caja
de seguridad de Estados Unidos o en manos de
algún abogado norteamericano. Los registros en
Montevideo habían sido quemados oportunamen-
te, en marzo de 1976. En la .Argentina, ni un pa-
pel.
Fernández tenía de David Graiver una opinión
muy particular si se considera que hacía con él
operaciones multimillonarias en dólares: En sus
conversaciones David se jactaba siempre de sus
relaciones con gente que estaba "en la pomada":
Francisco Manrique, Bernardo Neustadt, Casildo
Herreras. Una vez David me pidió diez mil dólares
"a buen precio porque son para el amigo Casildo".
Sus socios tampoco estaban muy tranquilos res-
pecto de Graiver. Cuando almorzaron en Estados
Unidos con David, y si bien les pareció un empre-
sario joven, impetuoso, de buena fortuna, creían
también que no consolidaba sus negocios porque
antes de terminar una operación ya empieza otra.
Le aconsejaron: que se consolidara, porque de otro
modo, cuando cayera iba a hacer más ruido que el
Empire States. De todas maneras Fernández tran-
60
quilizó a sus socios destacando las ventajas y ju-
gosas comisiones que quedaban de las operaciones
con los Graiver. En la declaración trató de cubrir a
sus socios y a él mismo negando toda vinculación
o conocimiento de operaciones con subversivos, a
pesar de que me había confesado
sus sospechas al respecto durante las transferen-
cias multimillonarias del '75 y '76.
El poema de Pound termina con dos versos pro-
féticos: Las cadáveres han sido servidos en el ban-
quete, por orden de la usura.
61
XXI - DANTE MARRA Y JULIO DAICH: DOLARES EN LA PLATA
Las operaciones en el mercado paralelo del grupo
Graiver llevaron la investigación a un ámbito del
cual ni yo ni la mayor parte de la gente que traba-
jaba a mis órdenes conocía su manera de operar.
En realidad, las indagaciones salían aparentemente
del campo específico de la subversión terrorista y
entraban en modalidades delictivas de tipo eco-
nómico que están muy difundidas en el país e in-
cluso cuentan con cierta complacencia social.
Actué hasta donde mi deber, mis atribuciones y
mis posibilidades me lo permitían, y las causas de
este tipo fueron derivadas después a la justicia
común. Yo tenía en 1977 una idea clara de la in-
fluencia venenosa que tiene la subversión econó-
mica, son aquella que no está dirigida por una
ideología específica. Pero con el correr de los años
y la observación de lo que ocurría en mi país pude
transformar esa idea en una dolorosa vivencia.
Ahora sé con convicción absoluta que ningún go-
bierno sano podrá prosperar en la Argentina mien-
tras no se controle este tipo de actividades, que
nunca declaran la guerra frontal al país -sería ma-
tar la gallina de los huevos de oro-, pero que orga-
nizan y mantienen un clima deletéreo que impide
el desarrollo normal de todas las otras esferas y
socava con ganancias fabulosas la moral del traba-
ja y la producción. La delincuencia económica
como la ideológica- actúan en las sombras, y am-
bas se fortalecen haciéndoles creer a la gente que
no existen.
Muchas veces la delincuencia económica y las
prácticas viciosas y corruptas florecen al amparo
de una maraña de reglamentaciones burocráticas
restrictivas, a veces toleradas y aun propiciadas
por quienes detentan temporariamente el poder
político. Controles de cambio, trabas excesivas al
movimiento de divisas, derechos de exportación,
altos aranceles, aforos, permisos de importación o
exportación, etc., ofrecen vericuetos que son, para
los inescrupulosos, la oportunidad de realizar pin-
gües beneficios. El paso siguiente a la adquisición
de enormes ganancias es aspirar al poder político,
obtenido, igual que su dinero, mediante la realiza-
ción sistemática de prácticas y conductas violato-
rias de la ley y de los principios morales.
Yo afirmé que ésta es la patria de las cosas que se
deben decir, que siempre es tiempo de decir las
cosas tal como son, tanto en el '77 como en el '83,
y así he actuado y actúo, para romper el silencio
que cae sobre nuestros males.
El agente de cambio con el cual los Graíver hací-
an sus operaciones paralelas en La Plata se llama
Dante Marra, argentino, oriundo de esa ciudad.
Había hecho una fortuna cuantiosa: tenía intereses
-además de sus proficuas actividades cambiarias-
en comercio exterior, construcciones, negocios
inmobiliarios, textiles, y varios locales de venta al
público. Aceptó sin retaceos su actividad en el
mercado negro: Hace tiempo que trabajo en ese
rubro y controlo 1as operaciones de compra y ven-
ta en el mostrador de un local de billetes de lote-
ría. La mayor parte de mis operaciones son en
dólares, que hago vender en el mostrador, si pue-
do, y si no los "descargo" en Buenos Aires. En el
local de la lotería estoy solo dos horas por día, de
diez a doce; el resto del tiempo lo dedicó a mis
negocios. Allí me ocupo de los pedidos telefónicos
de clientes y amigos, y vigilo a los empleados que
atienden al público. No hago operaciones de prés-
tamo, pero sí toma dinero al ocho por ciento men-
sual. Tamblén tomo dolares al 1 ó 1,25'% men-
sual. Para atender mis negocios en el exterior ten-
go cuentas en el City Bank de Uruguay, el banco
de Talca, de Chile; los City de Brasil, Perú, Fran-
cia, Inglaterra y Alemania; el banco di Napoli, de
Italia; y el HispanoAmericano, de España, donde
tengo una cuenta en pesetas y otra en dólares.
En el mostrador del local de lotería mi empleado
de confianza es Julio Daich, que recibe los clien-
tes, en su mayor parte estudiantes extranjeros o
gente que quiere transferir dinero n Israel. Las
operaciones de transferencia de dólares a este país
se hacen por intermedio de una casa de cambio de
Nueva York, Perera Inc., que a su vez se encarga
de transferir al país de destino. Todo se realiza
mediante un sistema de créditos y débitos. Los
créditos en Perera se manejan mediante el envío
de cheques en distintas monedas, que se endosan y
se remiten por correo a Nueva York. Daich debe
estar más al tanto que yo de estas operaciones.
Cuando la policía llegó a mi local de lotería su-
pongo que habría allí unos 35 millones de pesos.
Con los Graiver hice algunos negocios: hace dos
años le compré a Juan cuatro departamentos y tres
locales. Mucho antes ya habíamos hecho otra ope-
ración inmobiliaria. Cuando David controlaba el
banco Comercial de La Plata me otorgó un crédi-
tos por diez millones.
Las operaciones en paralelo con los Graiver las
hacíamos por teléfono. lo pagaba en moneda na-
62
cional y enviaba el dinero a la inmobiliaria de
Juan. Pero todo esto ocurría antes de que las Grai-
ver se fueran a Estados Unidos. Cuando volvieron
no tuve trato con ellos, salvo el reclamo que le
hice a Juan de un cheque por seis mil dólares. To-
davía no pagó.
Reconozco plenamente mi responsabilidad en el
tema del cambio. Solo puedo alegar que he depo-
sitado en el país mis ganancias y las he invertido
en industrias y negocios que dan trabajo a unas
cien personas, con las que no he tenido nunca -
tanto empleados como obreros- ninguna diferen-
cia.
El empleado de confianza de Marra, Julio Daich,
trabajaba desde hacía más de cinco años con él:
Respecto de la compra y venta de divisas, yo
cumplía estrictamente las órdenes y disposiciones
que me daba Marra, que era el dueño del negocio.
No creo que nuestras transferencias llegasen a
cinco mil dólares mensuales. Las operaciones se
hacían con Perera, de Nueva York, pero la mayor
parte de las veces los inversionistas, para no dejar
constancia escrita de sus datas, compraban un
cheque en la agencia por la cantidad que querían
depositar.
Cuando llegó la policía al local había dólares, li-
bras esterlinas de oro, cruzeiros, uruguayos, pese-
tas y otras monedas, por un valor total que estimo
entre cincuenta y sesenta millones de pesos.
Trabajamos según la cotización del paralelo. La
casa de cambios opera exclusivamente con el
cambio oficial, pero a ambos lados de la agencia
de lotería de Marra, donde se trabaja con el "para-
lelo", hay dos negocios del mismo tipo que nos
hacen la competencia, también en "paralelo". No
nos queda otra salida que trabajar con ese sistema.
Las casas vecinas son Scafatti y Alegretti, y hay
otra más, llamada Sotes, que por supuesto opera
de la misma manera.
Los Graiver compraban cheques por intermedio
de Saúl Schilin, a quien yo atendía en el mostra-
dor. En un año y medio habrá comprado un millón
de dólares.
De la confrontación de ambas declaraciones, sur-
ge la contradicción entre las cifras de dinero que
había en el local en el momento de la inspección.
En realidad eran nueve millones, que por tratarse
de una casa de cambio, pasaron automáticamente
al Banco Central. ¿Por qué mintieron contradi-
ciéndose? No lo sé.
63
XXII - EL MUNDO Y SU PRECIO
Para los miembros del grupo Graiver, el universo
era una mercancía y el único problema consistía
en ponerse de acuerdo en el precio. En este sentido
se manejaban y hablaban con una soltura que reve-
laba una larga experiencia en las artes del soborno,
la compra de voluntades y de favores. En ningún
momento se les podía ocurrir que hubiese obstácu-
los morales de parte del que recibía sus ofertas.
Tenían una larga experiencia de aceptaciones a sus
propuestas que es también una radiografía de los
ambientes en que se movían y del estado moral de
esos círculos.
Ya en los primeros momentos, cuando Juan
Graiver creía que había sido capturado por monto-
neros, empezó a ofrecer dinero a cambio de su
libertad.
Un día, en el puesto "El Vasco", vi relucir en la
mano morena y humilde de uno de los encargados
de la custodia, un encendedor de oro. Cuando le
pregunté de dónde lo había sacado, me respondió
que era un "regalo de Lidia Papaleo". Hice devol-
ver inmediatamente la joya, reprendí al hombre
(de cuya buena fe no podía dudar, porque de lo
contrario no hubiese exhibido el encendedor en mi
presencia) y prohibí la aceptación de cualquier
tipo de "regalos". De todas maneras los miembros
del grupo seguían haciendo ostentación de sus
fortunas y en sus alardes siempre estaba implícito
que aquellos: que los favoreciesen recibirían más
tarde su recompensa. Después del incidente del
encendedor, el único medio real de impresionar a
sus guardias era mandar a comprar cantidades
enormes de manjares, siempre mucho más de lo
que ellos podían comer, para que lo que sobrase
sirviese de refuerzo al humilde rancho de los
guardias.
Entonces las ofertas se dirigieron directamente a
mí y a otros oficiales superiores, que a su vez in-
formábamos inmediatamente a nuestros mandos.
Nos pusimos de acuerdo entre el personal superior
en escuchar en silencio hasta dónde llegaran las
ofertas y en sacar la mayor información posible de
ellas. Los encargados de tratar de corrompernos
fueron Juan Graiver y Dante Marra. Llegó un
momento en que quedó claro para mí que ellos
nunca iban a comprender que podía haber princi-
pios que impiden a un hombre aceptar dinero o
bienes que no le corresponden. La última proposi-
ción de Juan Graiver fue de cinco millones de dó-
lares más el Bristol Center. En el sumario y como
causa accesoria, se informó la superioridad de
todo este "remate de conciencias" fallado.
Así como algunos miembros del grupo no tienen
límites para corromper, otros no los tienen para
mentir. Por ejemplo, Lidia Papaleo, una vez en
libertad, en una conversación que está grabada,
hizo acusaciones de que se la había violado sobre
una camilla, repetidas veces y en presencia de más
de treinta personas que se reían a carcajadas.
Esta escena afiebrada es una mentira total. El ob-
jetivo era el público internacional y mediante ella
se trataba de hacer recaer sobre los militares ar-
gentinos el viejo arquetipo de las películas del
tiempo de la Segunda Guerra Mundial, en las que
el enemigo era un militar monstruoso y entregado
a todos los vicios. Por supuesto, estas películas
eran parte de un esfuerzo de propaganda de guerra
y no tenían por qué ajustarse a la verdad, pero el
arquetipo quedó prendido en el fondo de la con-
ciencia de muchas personas y para la campaña
difamatoria antiargentina es más fácil y ventajoso
recurrir a una imagen negativa que ya existe en la
gente que tratar de dilucidar la verdad de las cosas.
Y la verdad es que nadie nunca intentó ninguna
aproximación de ningún tipo con las detenidas. El
personal que las custodiaba estaba compuesto solo
por mujeres, que a su vez tenían órdenes expresas
de no hablar con los hombres salvo por las vías
jerárquicas naturales: La úni.ca nota de este tipo la
dieron Isidoro Graiver y su esposa, que se besaban
apasionadamente en presencia de otros presos,
hasta que se produjo la reacción indignada de Juan
Graiver. Cuando me enteré del problema prohibí
todo contacto entre los matrimonios.
Parece absurdo que yo tenga que hablar de estas
cosas, pero ésta es también una de las realidades
de la guerra subversiva. La difamación internacio-
nal no solo me tocó a mí, sino que fue una campa-
ña dirigida contra todo el país y no se detuvo ante
ninguna mentira, ante ninguna fantasía, por más
enfermiza qué fuera: En realidad, aplicaban el
principio del ministro de propaganda nazi, Goeb-
be's, que repite a Lenin que ya lo habíadicho antes
del '20: mentir, mentir, mentir . . . algo queda
siempre.
Sé que las mentiras van a continuar fluyendo sin
la menor preocupación por la verdad. Es parte de
la carga que me corresponde por la lucha que em-
prendí. Estoy firme y pienso seguir así, y si se
64
toman la molestia de difamarme es seguramente
porque soy un obstáculo para sus designios.
Estoy seguro de que voy a morir angustiado, pero
no por los ataques que reciba, sino por la duda de
no haber hecho todo lo posible por la defensa de
mis ideales.
65
XXIII - JORGE RODRIGUEZ Y RICARDO PERERA: LA FICCION Y LA
VERDAD
Una de las pistas que se siguieron durante la in-
vestigación condujo al esclarecimiento de una
situación insólita cuya finalidad era obviamente
presionar a los Graiver para que se desprendieran
de sus empresas.
La primera señal de alarma la dio Lidia Papaleo,
que me dijo: Hace poco tiempo Isidoro fue a cenar
a lo del Dr. Jorge Rodríguez, donde se reunió con
un coronel del Ejército, que, con dureza, le sugirió
que vendiese todo y se alejase de 1as actividades
'que hasta entonces había desarrollado el grupo
Graiver. Además, y según las palabras del coronel,
parecía que Rodríguez contaba con el aval o la
confianza de las Fuerzas Armadas para desempe-
ñarse al frente de las empresas del grupo Graiver.
Cuando interrogué a Isidoro Graiver sobre el te-
ma empezaron a surgir detalles cuya inverosimili-
tud no era comprendida por los mismos declaran-
tes. Me olía mal, pero no tenía los elementos para
llegar a la verdad que yacía en el fondo. Al tiempo
que se tomaban las declaraciones de los implica-
dos y se las comparaba con los datos ya obtenidos,
iba surgiendo una "fuga musical a tres voces" en la
que, si bien los puntos básicos concordaban, las
motivaciones y los detalles variaban grandemente
delatando así las intenciones de cada "voz" y sus
intentos por "cubrirse" y situarse en la mejor posi-
ción
posible, puesto que ya era evidente que su juego
había sido des tapado por las declaraciones de las
"otras voces".
PRIMERA VOZ: ISIDORO GRAIVER
Yo me enteré que la X Brigada estaba investi-
gando las actividades de nuestro grupo. Ya habían
entrevistado a Rubinstein y al Dr. Robbiano, de
Fundar, y había llegado un pedid de informes al
banco Comercial de La Plata. Le comenté estos
hechos a uno de nuestros asesores, el Dr. en cien-
cias económicas Jorge Rodríguez, que había figu-
rado como vicepresidente en el banco Comercial.
Yo estaba convencido de que una entrevista con
alguien que tuviese influencia en la Brigada podría
aclarar todo.
Rodríguez me aseguró que iba a hacer lo posible
para conseguir la entrevista, y a los dos días me
invitó a una cena en; su casa, de la que participarí-
an solo tres personas: yo, el mismo Rodríguez y
un coronel del Ejército. Tácitamente quedaba;
excluida Lidia Papaleo. La cena se hizo el 20 de
febrero y yo llegué unos minutos después de las
21 y 30. Rodriguez me presentó a una persona que
estaba con él y me dijo que era el coronel Pereda
Muñoz. Era un hombre no muy alto que fumaba
incesantemente.
El coronel me dijo que ya era evidente que el
grupo Graiver era una gran estafa internacional,
pero que no se quería desatar un escándalo. Me
habló de un plan de las Fuerzas Armadas respecto
de este problema, un plan de dos etapas. La Etapa
I consistía en permitir la venta de los paquetes
accionarios del banco Comercial, del de Hurling-
ham y de Papel Prensa, y ya había sido cumplida.
La Etapa II comenzaba en esos momentos y con-
sistía en la, desaparición del grupo de todos los
círculos financieros y comerciales.
Anunció que venta encomendado por un superior
-creo que en ese momento mencionó al general
Viola- y que nada de lo que se dijese en la cena
podía ser repetido por mí, puesto que él tenía in-
cluso una coartada que demostraba que en ese
mismo momento estaba en otra parte. Después
hablamos de las empresas del grupo y de su situa-
ción. Me aseguró que no debíamos pagar a nadie,
porque era dinero mal habido; en otras palabras,
que nuestra obligaçión era na , pagar. Se mostró
bastante enterado de nuestras relaciones con "La
Opinión" y con Gelbard. Incluso mencionó a un
testaferro de Gelbard, Gramanu, que había obteni-
do créditos sospechosos en uno de nuestros ban-
cos.
Aproveché para preguntarle si me dejarían enca-
rar negocios de exportación e importación, y me
contestó que sí, que hasta podíamos construir un
nuevo Bristol Center si queríamos, pero que no
podíamos seguir vinculados con los asuntos de
David Graiver. De todas maneras el hecho de que
despareciésemos formalmente de las empresas no
significaba necesariamente que no continuáramos
manejándolas. En otras palabras me daba a enten-
der que existía la posibilidad de una simulación
con testaferros. Recuerdo que comentó que inclu-
so había gente que estaba actualmente en el go-
bierno y ocupaba cargos muy importantes a pesar
de haber tenido problemas como los nuestros; dijo
que ahora "eran grandes señores" gracias a 'las
maravillas que en dos o tres años habían hecho los
mecanismos de publicidad y creación de imagen.
66
En otro momento de la conversación comentó
que el Dr. Rodríguez era un hombre en el que las
Fuerzas Armadas confiaban y creían. Cuando el
coronel se fue, le dije a Rodríguez: "Este tipo lar-
ga cartuchazos", porque me había dado la impre-
sión de estar disparando a ciegas.
Al día siguiente Rodríguez me sugirió, en nues-
tras oficinas de Suipacha, que el coronel no era
coronel, sino general de la Nación, pero no quiso
decirme el nombre. Otro día, paseando por Flori-
da, me recordó la confianza que le tenían las Fuer-
zas Armadas, según el comentario que había
hecho el misterioso personaje de la cena.
Cuando mi padre fue detenido, corrí a la oficina
de Rodríguez, pero antes de llegar me lo encontré
en la calle. Entramos en su despacho y apenas nos
instalamos levantó el teléfono, discó un número y
dijo: "¡Hola, general! Habla el doctor Jorge Ro-
dríguez para informarle de un problema que le ha
ocurrido al padre de la persona con la que estuvi-
mos cenando la otra noche. . .". Por las palabras de
Rodríguez supuse que el interlocutor le habría
contestado que en media hora lo llama- ría.' Cuan-
do colgó, Rodríguez me dijo: "La persona con la
que hablé era el general Vaquero, que fue quien
cenó con usted en mi casa". Después me aclaró
que el general Vaquero era el segundo del general
Viola. Finalmente recibió una llamada para avisar-
le -por lo menos eso fue lo que me dijo a mí que
"seguramente el problema se va a resolver en poco
tiempo".
A partir de ese momento, y hasta que se ordena
mi propia detención, me mantuve en contacto tele-
fónico permanente con Rodríguez, a la espera de
noticias. Incluso llegué a pedirle una entrevista
con el general Vaquero, porque me parecía que
tenía cierta responsabilidad conmigo después de
nuestra cena juntos. Sin embargo, Rodríguez me
dijo, tiempo después, que el general Vaquero lo
había atendido muy fríamente y se había apartado
del problema. En cuanto a mi padre no sabía con
precisión dónde estaba.
Comprendí que me hallaba en una vía muerta y
busqué por otros medios. A través de Francisco
Manrique logré una entrevista con el general Vio-
la, en el Comando en Jefe del Ejército. El general
Viola me recibió y me presentó a su colaborador,
el general Vaquero: no era la persona que había
estado cenando conmigo en lo de Rodríguez.
Cuando me recuperé de mi sorpresa les conté los
detalles de la cena y de las llamadas telefónicas de
Rodríguez. Se mostraron absolutamente sorpren-
didos.
SEGUNDA VOZ: RICARDO ANIBAL PERERA
Me habla un hombre de más de cincuenta años,
semicalvo, de bigotes, que fuma incesantemente.
A Jorge Rodríguez lo conocí en 1961 cuando yo
trabajaba como intendente en un edificio de la
calle Florida en el que él tenía una oficina. Des-
pués hicimos negocios juntos, porque soy vende-
dor de inmuebles. Estrechamos nuestra amistad a
pesar de ® que teníamos ideas políticas opuestas.
De los Graiver, en cambio, no sé casi nada. Re-
cuerdo solo que hace unos años, cuando vendía
terrenos en un "country" muy exclusivo, un com-
pañero me contó que había venido una _ persona
dispuesta a comprar un lote y cuando llegó el
momento de tomarle el nombre dijo que era David
Graiver. El vendedor no pudo evitar una expresión
de contrariedad -porque la norma era no vender a
artistas de variedades, personas de origen judío,
divorciadas o separadas- pero el comprador lo
tentó en seguida con la posibilidad de ganarse la
comisión "a pesar de que ya sé que nosotros no
podemos comprar". Yo, a David, lo había visto
personalmente una vez, cuando era subsecretario
de Manrique. Traté de interesarlo en una opera-
ción de compra de un edificio para el ministerio en
Rosario, pero si bien me escuchó atentamente no
se llegó a nada concreto porque ya se había com-
prado otro inmueble diez días antes.. .
Más recientemente, Rodríguez me comentó que
era miembro del directorio del banco Comercial.
Un día me citó en la oficina y me explicó concre-
tamente que el banco tenía problemas porque per-
tenecía al grupo Graiver: era necesario que la fa-
milia declarase todos los bienes de David en la
sucesión y se desvinculase de ellos porque le esta-
ban haciendo un mal al país. Para convencerlos de
esto, me pidió que me hiciera pasar por un oficial
de Ejército -"para evitar un mal que incluso podía
afectar a la República" aprovechando que Isidoro
le había pedido precisamente una entrevista con
un oficial. Yo le contesté que era una locura, pero
él insistió comentando que los negocios de la fa-
milia Graiver iban por tan mal camino que ya los
estaba investigando la X Brigada, "y es una obra
patriótica frenar a los Graiver en sus negociados".
Con estos argumentos y por un sentido de amistad
que ahora comprendo que no ejercité de manera
correcta acepté la propuesta. Quedé citado en casa
de Rodríguez y nos pusimos de acuerdo para tratar
67
de convencerlo a Isidoro de que encarrilara todas
sus actividades por canales normales.
Apenas Rodríguez me presentó a Isidoro en su
casa, yo aclaré que venia a una reunión informal,
que no representaba a nadie ni a nada, y cuando
me llamó "coronel" le dije que me tratara simple-
mente de "señor".
Isidoro me explicó que había venido al país ex-
clusivamente para limpiar el apellido de su her-
mano y Poder continuar aquí su obra. Le contesté
que el nombre de su hermano no era susceptible
de ser limpiado porque, sus negocios habían co-
menzando con estafas y así seguían. También le
que ésta era la oportunidad de demostrar pública-
mente su interés en hacer las cosas bien denun-
ciando en la sucesión todos los bienes, para que
todo
-absolutamente todo- fuese a parar a la testamen-
tería. Como quería dar más convicción a mis pala-
bras nombré algunas de las empresas que me había
mencionado Rodríguez. Isidoro me preguntó si le
estaría permitido después de "limpiar el nombre de
su hermano", . tener negocios en otros rubros y le
contesté porque así lo sentía- que nadie le iba a
prohibir desarrollar actividades honestas.
Reconozco haber cometido un error, pero obré
sin ningún interés, sin intenciones de obtener ven-
tajas, impulsado por el más puro sentimiento de
amistad y convencido de que era necesario que los
Graiver enderezaran sus actividades para evitar
mayores perjuicios a la Nación. Soy una persona
de hogar, con mujer y tres hijos (entre sus datos
personales figuraba, sin embargo, "legalmente
separado"); tengo una vida entera de trabajo y de
buena conducta. Pido que se estudien con ecuani-
midad las razones por las que adopté la personali-
dad de un coronel del Ejército.
Yo no sé nada de lo que ocurrió después. A Ro-
dríguez lo seguía viendo porque me había encar-
gado la venta de su oficina, pero nunca me contó
las consecuencias de aquella cena ni el ascenso de
"coronel Perera Muñoz" a "general Vaquero" que
se había operado en mi persona.
LA TERCERA VOZ: JORGE RODRIGUEZ
Me vinculé al grupo Graiver en diciembre de
1976 gracias al Dr. Hipólito J. Paz. Mi tarea era
redactar los contratos de venta de los bancos
Comercial y de Hurlingham. Lidia Papaleo me
dijo que si la venta de los bancos terminaba exito-
samente me iban a reconocer una comisión. Yo
aclaré que no cobraba comisiones, sino honora-
rios, pero que ése no era el momento de fijarlos
porque no sabía realmente las tareas que había que
realizar para completar la operación. Le pedí que
una vez concluida la venta de los dos bancos que-
ría que se fijaran los honorarios de común acuer-
do. Cuando hube cumplido le anuncié a la viuda
de David que me consideraba librado del com-
promiso, el 28 de febrero de 1977. Durante esos
tres meses percibí 200.000 de honorarios mensua-
les más dos meses de sueldo de vicepresidente del
banco Comercial, a cuyo directorio me había in-
corporado para facilitar el reordenamiento de la
institución. En conversaciones posteriores Lidia
me ofreció 20.000 dólares, que recién iban a pagar
a partir de julio. Yo le expliqué que esa cifra esta-
ba bastante lejos de lo que mi trabajo había valido,
principalmente si se tiene en cuenta que la canti-
dad obtenida por la venta de los bancos era de más
de catorce millones de dólares, si bien el pago
estaba todavía sujeto a la aprobación del juez de la
sucesión de David, del banco Central y del asesor
de menores. Lidia me contestó que cualquier cifra
por encima de 20.000 dólares debía tratarla con
Isidoro. Días después hablé con él y le dije que,
como base, debíamos pensar en una cantidad que
fuese el doble de lo que me proponían, y que el
pago debía ser inmediato. La cuestión quedó sus-
pendida en este punto.
En diciembre la X Brigada había solicitado al
banco toda la información relacionada con las
firmas Fundar y Construir. Por este motivo me
entrevisté con un oficial de la Brigada que me
pidió la documentación. Se la envié inmediata-
mente y comenté lo que había ocurrido a Isidoro
Graiver, quien me pidió que lo conectase con al-
guien para averiguar el origen del pedido de in-
formes.
Yo había comprendido que en los negocios de los
Graiver había cosas muy oscuras. Algunas empre-
sas eran deficitarias y necesitaban mensualmente
el auxilio de jondos que no les pertenecían, ya
fuese a través de créditos o de aportes directos del
grupo. Algunos pagos se hacían incluso con me-
tros cuadrados del Bristol. A veces había que acu-
dir a solventar los gastos más elementales de las
empresas. Deduje que quien posee empresas que
les producen pérdidas y trabajan en una permanen-
te desorganización, debe tener motivos ocultos
para que esas empresas sigan funcionando. Hablé
de este tema con el Dr. Anchorena. Nos citamos
en la Richmond de Florida y ambos llegamos a la
misma conclusión: que salvo inmobiliaria Juan
68
Graiver, el resto de las empresas se había formado
durante la gestión de David y que por lo tanto de-
bían ser incluidas en la sucesión.
Pensé que hacía falta alguien que hiciera com-
prender la situación a los dueños del grupo. Hablé
con un amigo, Ricardo Perera, al que 1e expliqué
el problema y le hice ver la necesidad de frenar los
desbordes que se producían en las empresas del
grupo. El Banco Comercial de La Plata, por ejem-
plo, se encontraba prácticamente en cesación de
actividades; no se conocía la posición financiera
de la institución; no se tenía la aprobación del
banco Central para el último balance; no se había
confeccionado la fórmula 198 del banco Central,
relacionada con el estado patrimonial del banco;
no se habían confeccionado los balances mensua-
les consolidados; no se sabía a qué tasa de interés
había que captar dinero.
Perera aceptó de mala gana mi propuesta, y me-
nos aun cuando le dije que para reafirmar su posi-
ción sería interesante que yo lo presentase como el
"coronel Pereda Muñoz". De todas maneras se
avino por amistad y porque comprendió que mis
intenciones eran sanas.
La cena fue corta y Perera dijo que todos los bie-
nes debían ingresar en la sucesión y que si alguien
tenía derechos contra cualquiera de los Graiver los
reclamara ante la justicia. Isidoro contestó que
ellos habían venido a1 país a dar la cara y querían
lavar todo lo falso que se había dicho, pero Perera
lo interrumpió muy duramente para puntualizar
que debían realizar las cosas dentro de las reglas
de juego legales. En ningún momento Perera men-
cionó al general Viola ni dijo que venla en repre-
sentación de sus supuestos superiores jerárquicos,
y no lo podría haber hecho sin contradecirse por-
que al comienzo de la conversación había aclarado
que actuaba amistosamente y por cuenta propia.
También se habló de la posibilidad de que los
Graiver iniciaran otro tipo de actividades; Isidoro
incluso mencionó que era "especialista en comer-
cio exterior" y quería encarar sus negocios en esa
dirección. También se habló de un cliente del ban-
co Comercial, de nombre Gramano, que había
absorbido una cantidad enorme de créditos, aun-
que no tuviese antecedentes para operar con ese
volumen, y había dejado una abultada cifra de
deudas con el banco.
Al día siguiente le sugerí a Graiver que la perso-
na con la que habla estado comiendo no era coro-
nel ni su apellido era Pereda Muñoz. Isidoro insis-
tió en saber quién era en realidad y yo le dije que
"a lo mejor" había estado cenando con el general
Vaquero. No lo afirmé de manera expresa.
Otro día vino desesperado Isidoro a mi oficina
porque no tenía noticias de su padre y temía que
hubiese sido secuestrado por terroristas. Estaba
descompuesto y tuvo que ir al "toilette". Después
me pidió ayuda y yo tomé el teléfono e hice una
llamada simulada; es decir disqué unos números
sin llegar a completar una llamada; hablé como si
me interesase en averiguar el paradero de Juan
Graiver, pero sin dar nombres de las personas con
las que estuviese hablando. Fingí quedar a la espe-
ra de noticias y poco después recibí un llamado sin
ninguna relación con este asunto, que yo aprove-
ché para decirle a Isidoro que tenía una respuesta
y que se suponía que a Juan Graiver Io habían
detenido; que se quedara tranquilo y que si le pe-
dían que se presentase no dejara de hacerlo. Grai-
ver me agradeció lo que hacía por él en ese mo-
mento difícil y yo le pedí que fuera a casa de su
madre para acompañarla y que esperase mis lla-
madas.
69
XXIV - FINAL ABIERTO
En el edificio Libertador, sede del Comando en
Jefe del Ejército, se realizó el 19 de abril de 1977,
pocos días después de. empezar la investigación,
una conferencia de prensa en la que hablaron, con
la mesura que se imponía por no estar terminadas
las actuaciones, los generales Jáuregui, Martínez y
Viola.
Después tomó la palabra el comandante en jefe
del Ejército y presidente de la Nación, teniente
general Jorge Rafael Videla. Su declaración se
fundó en un informe detallado que yo le había
entregado durante una reunión anterior, en el
mismo edificio, a la que asistieron los generales
Viola, Suárez Mason, Harguindeguy, Laidlaw,
Ojeda y Vaquero. El general Videla, con el estilo
lacónico que lo caracteriza, afirmó que la decisión
de investigar el caso Graiver era "irrevocable" y
sería llevada "hasta las últimas consecuencias".
Mientras estuve al irente de la investigación cum-
plí con el deber que me señalaron y estoy orgullo-
so de ello.
En otros países el caso Graiver continúa. En los
Estados Unidos hay causas entabladas por sus
estafas. por su muerte improbable y reclamos de
indemnización a la supuesta viuda.
En Bélgica, uno de los testaferros de Graiver fue
sentado en el banquillo de los acusados para res-
ponder por la quiebra fraudulenta del Banque pour
l'Amérique du Sud. La cifra en juego es de 2.470
millones de francos, o sea más de 82 millones de
dólares. Entre los damnificados en Europa hay 28
personas que tienen su domicilio en la Argentina.
El caso Graiver retorna siempre a sus orígenes.
Sin embargo, es precisamente en la Argentina
donde las sotribras parecen querer apresurarse a
cubrir todo con un manto de silencio.
Los miembros del grupo fueron juzgados por un
consejo de Guerra Especial que dependía del co-
mandante del Primer Cuerpo de Ejército. En di-
ciembre de 1977 Juan Graiver, Isidoro Graiver y
Lidia Papaleo fueron condenados a quince años de
reclusión, con la accesoria de inhabilitación abso-
luta y perpetua por el delito de asociación ilícita
calificada. El tribunal aceptó que, por sus activi-
dades, los acusados formaban parte de la banda
subversiva montoneros.
El día 19 de julio de 1982, el juez Dr. Fernando
Zavalía, sobreseyó a Juan Graiver y otorgó la ex-
carcelación bajo caución juratoria de Lidia Papa-
leo e Isidoro Graiver, debido a que habían cumpli-
do en prisión los cinco años que había solicitado el
fiscal como pena por "asistencia económica a la
subversión".
Yo creo que hay todavía personas que están eco-
nómica e ideológicamente dispuestas a continuar
con la tarea de financiar la subversión. Lo que
hemos informado en éste libro acerca del caso
Graiver y de sus imputados era en, su mayor parte
desconocido por los argentinos, y por eso este
libro se dirige a ellos y confía en su buen juicio y
en la fuerza de la verdad. No tengo ningún interés
en reavivar odios y rencores, pero estoy seguro de
que mi lucha tuvo sentido, y de que lo seguirá
teniendo durante mucho tiempo.
70
XXV - ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?
Hasta aquí el caso Graiver ha sido descripto des-
de una doble óptica: dentro del contexto de un
episodio policial y señalando también los aspectos
relacionados con la subversión, que desborda el
marco policial para enmarcarse dentro de una
perspectiva política.
Las vinculaciones y ramificaciones del imperio
espurio que formó el grupo Graiver exceden la
capacidad de asombro del investigador más escép-
tico. Personas aparentemente intachables, de su-
puestos antecedentes valiosos, profesionales, em-
presarios, personas de orígenes sociales distintos,
aparecen salpicadas, cuando no inmersas, en el
lodazal de la corrupción, de mentiras y fraudes
que fue el "modus operandi" de David Graiver y
su grupo.
Una perspectiva que enfoque el problema desde
un punto de vista ético puede explicar muchas
conductas, presentándolas como graves falencias
en la formación de la personalidad moral de los
miembros del clan. El apetito desordenado e in-
controlado por el dinero y por el poder que aquél
trae aparejado en una sociedad regida por el mate-
rialismo, explica sin duda, algunas claves del caso
Graiver. Pero la concupiscencia de dinero es solo
uno de los anzuelos que permitieron a David
reclutar cómplices, adeptos, ingenuos, socios, per-
sonas influyentes.
Encandilados por el poder económico y político
que parecía irradiar Graiver, muchos se prestaron
a colaborar con él ignorando el trasfondo ideoló-
gico y las vinculaciones políticas de los negocios
que hacía la "financiera de subversión" Otros, en
cambio, de comprobados antecedentes marxistas y
leninistas (Gelbard, Rubinstein, Timermam) , eran
perfectamente conscientes de los vastos alcances
de la actividad de David y colaboraron en la obra
de disgregación y corrupción que caracterizó al
siniestro personaje.
Importantes grupos financieros estuvieron direc-
tamente implicados en la gestación de los grandes
movimientos revolucionarios modernos. La bur-
guesía parisina, por ejemplo, apoyó la Revolución
Francesa, y los consorcios de banqueros interna-
cionales financiaron y apoyaron a Lenin en 1917.
Por 1o tanto no debe extrañar que en la Argentina,
desde antes de 1973, hubo grupos económicos que
apoyaron y fomentaron la subversión. Con el caso
Graiver queda demostrado que entre la subversión
marxista y algunos financistas hubo conexiones y
coincidencia de intereses. Investigar los alcances
de la participación de estas personas en la obra de
disolución nacional que emprendió David Graíver
(junto con Gelbard, Broner, Rubínstein, Rotem-
berg, Timerman) , va a convertirse en una necesi-
dad para esclarecer y purificar la convivencia en-
tre los argentinos.
Un conocido política -Francisco Manrique-- que
se autodenomina "de centro" nombró a David en
el ministerio de Bienestar Social. Gelbard, minis-
tro de Economía de otra fuerza política, nombró a
David asesor suyo en la resolución oficial número
una que tomó como funcionario público. El socio
del ministro de Economía que fue designado en
1976, fue también hombre de confianza y colabo-
rador de David Graiver en Papel Prensa y el banco
de Bélgica.
Todo ello me lleva a pensar que el caso Graiver
fue un episodio que se inserta en un contexto mu-
cho más amplio que las diferencias política loca-
les: la guerra subversiva, el enfrentamiento entre
las dos grandes potencias, la situación de los paí-
ses que están involucrados en esa contienda, las
respuestas que da la doctrina social de la Iglesia,
los medios de acción de la guerra subversiva, son
el marco de referencia para entender cabalmente el
trasfondo del caso Graiver.
Creo que conviene echar un poco de luz sobre
ese trasfondo para comprender mejor los motivos,
las acciones y las intenciones de los protagonistas
del caso.
Para comenzar, un poco de historia. La especula-
ción consciente acerca de cuál era el sistema polí-
tico que protegía mejor los intereses del hombre
comenzó en la antigua "polis" griega, la ciudad
que era la unidad política fundamental en el perío-
do helénico clásico. Así nacieron los primeros
intentos de institucionalizar la democracia, si bien
las ideas políticas griegas del s.V. a.C.. estaban
muy lejos de lo que hoy se considera como demo-
cracia. Pero fue el origen.
Roma tuvo la tarea de concebir una unidad polí-
tica mayor y más poderosa: el Estado, regido por
una normatividad racional basada en ideas de jus-
ticia para sus ciudadanos; así nace y se perfeccio-
na el derecho. Pero tanto en Grecia como en Roma
la especulación política tiende a proteger a los
"ciudadanos". grupo privilegiado que incluye solo
71
una minoría de las habitantes de la polis o del Es-
tado.
El Cristianismo, con sus armas poderosas y sen-
cillas -la bondad, la caridad, el amor al prójimo, la
consideración de todos los seres humanos como
entidades trascendentes e iguales, el libre albedrío
espiritual- configura definitivamente el núcleo de
valores que hoy llamamos Occidente, o mundo
Occidental y Cristiano, expresiones que tanta irri-
tación causan en los enemigos de esos valores, que
saben que la herencia cultural y religiosa de nues-
tro mundo es el obstáculo más formidable para
detener la imposición de ideologías extrañas. Por
eso dirigen las armas contra ese núcleo de valores.
El desafío de nuestro tiempo es la restauración y
defensa de esos valores morales, sin adhesiones
oportunistas a las políticos dominantes del mo-
mento, buscando un camino auténtico y libre de
toda potencia dominante.
La primera fisura en el muro de los valores de
Occidente ocurrió en el Renacimiento, cuando
aparecen las acumulaciones desproporcionadas del
capital y éstas empiezan a tener peso político. La
reforma religiosa y el surgimiento de una moral
protestante en la que se concibe el trabajo como
valor en sí y la acumulación de bienes como prue-
ba de la aprobación divina, fomentan desmesura-
damente el atesoramiento de valores. Conviene
aclarar que la acumulación de bienes y su destino
a la producción de otros bienes es la esencia del
capitalismo, y que en este sentido estricto la pala-
bra puede ser aplicada tanto a un régimen político
de principios liberales como a un sistema autorita-
rio, o despótico, o marxista. Más que el problema
del capitalismo en sí, lo que importa son los valo-
res 'éticos y filosóficos que tienen vigencia dentro
de una economía. En este sentido el capitalismo se
opone a las economías de trabajo, en las cuales el
motor fundamental para la transformación de los
bienes era el trabajo del hombre.
El capitalismo, concebido como fin en sí mismo,
y el tecnologismo descontrolado produjeron una
corriente de bienestar como nunca antes se había
conocido en la Historia, pero también son el ori-
gen de muchos problemas de nuestro tiempo: la
acumulación de bienes descontrolada forjó un tipo
de hombre cuya mayor preocupación son los me-
dios de producción, la renta del capital, la conquis-
ta de mercados. Ante el "hombre trascendente"
que propone el Cristianismo -el hombre volcado a
los valores morales- se erige el "hombre inmanen-
te"; cuya única preocupación son los valores mate-
riales. Pero esta ambición material descontrolada
tiene un efecto inevitable: la falta de una orienta-
ción moral caritativa genera la competencia des-
piadada o la formación de monopolios, que son la
causa de situaciones graves de desigualdad social,
no solo en el nivel nacional, sino también entre las
naciones mismas. De esta manera el capitalismo
que actúa sin la inspiración de una filosofía moral
engendra una corriente caudalosa de descontento.
Por supuesto, no tardan en aparecer ideologías
que tratan de aprovechar ese descontento. El
marxismo tiene sus mejores armas en los defectos
del capitalismo descontrolado y las seguirá tenien-
do allí mientras Occidente no emprenda una tarea
de regeneración a fondo. El marxismo promete
tanto satisfacciones materiales como espirituales,
y si bien la experiencia histórica ya permite asegu-
rar que esto no se cumple en la realidad, las pro-
mesas siguen teniendo peso como mitos que sub-
levan a la gente haciéndole creer que la vida plena
está al alcance de la mano con solo adoptar la
ideología marxista. La lucha ha sido planteada en
la conciencia del hombre: se pelea más por la cap-
tación de conciencias que por territorios. De allí la
obsesión marxista por dominar los medios de co-
municación social. La guerra se dirige al intelecto.
El éxito de la doctrina marxista depende funda-
mentalmente de que los hombres se conciban a sí
mismos como seres alejados de los valores cristia-
nos. ¿Nadie da su vida por el producto bruto inter-
no?; millones de hombres murieron sin vacilar por
la Cruz.
Sin embargo, las potencias que por su poder eco-
nómico y militar dirigen a Occidente no compren-
den aún la importancia del elemento espiritual en
la lucha por el dominio del mundo. Estados Uni-
dos, por ejemplo, no tiene una política coherente
en este aspecto, y si bien hay algunos' sectores de
ese país -admirable por los logros que ha obtenido
en todos los campos de la tecnología- que tienen
presente también los valores fundamentales que le
dan sentido al avance tecnológico, la acción nor-
teamericana en el mundo se ve sometida a los vai-
venes que produce la sucesión de equipos guber-
namentales con ideas contradictorias entre sí.
Hay otros factores que comprometen seriamente
la acción de Estados Unidos: el temor obsesivo a
una guerra nuclear, su dependencia energética y de
materias primas, la infiltración en sus medios de
.comunicación social de elementos irresponsables,
o incluso de marxistas, que cuestionan las institu-
ciones y valores fundamentales del país. Todo esto
72
produce miopía en la población y los gobernantes
norteamericanos, y los impulsa a apoyar y tratar
de imponer en el exterior conceptos que no siem-
pre son aplicables en las realidades extranjeras. El
resultado de ello son sorpresas como las de Viet-
nam o Irán, en donde los acontecimientos descolo-
caron a los gobiernos norteamericanos sin que
éstos comprendieran por qué habían fallado sus
refinados y costosos elementos de información e
inteligencia. Estados Unidos no ha entendido ca-
balmente la estrategia que emplea su rival -la
Unión Soviética- y el uso que dentro de esa estra-
tegia imperialista soviética se hace de la ideología
marxista. Tampoco comprende muchas de las si-
tuaciones políticas locales en las que la estrategia
soviética interviene con intenciones de dominio.
Los fracasos y la incomprensión han creado en los
Estados Unidos un espíritu de derrota, abdicación
del liderazgo en el mundo libre, renuncia a tomar
las medidas adecuadas para la defensa de los prin-
cipios del bloque que debería conducir. Sin em-
bargo, Occidente necesita de Estados Unidos, de
su poder. Occidente necesita el respaldo de una
potencia que esté correctamente situada en sus
percepciones y decididamente asentada sobre los
principios que dan sentido a la lucha.
Frente a este "primer mundo" en crisis se yergue
el "segundo mundo", el bloque marxista, con sus
variantes leninistas, maoísta y otras alternativas.
Su cabeza, la Unión Soviética, maneja una política
coherente y tiene un objetivo claro: el dominio
global. Para ello afila sus armas: acrecentar tanto
como sea posible su poderío nacional y militar;
debilitar por todos los medios a su rival; expandir
el área de influencia por medios militares, políti-
cos y, más frecuentemente, por habilísimas com-
binaciones de ambos; aprovechar la política de
coexistencia pacífica y la credulidad de las demo-
cracias. Consciente de las consecuencias que un
enfrentamiento atómico total traería al mundo, la
Unión Soviética ha desarrollado sutiles sistemas
de lucha contra Occidente que no implican nunca
el riesgo de una guerra total pero le permiten ir
comiéndose la torta, migaja a migaja. No vacilan
en declamar una política por la paz cuando ello les
conviene, mientras al mismo tiempo y en otro es-
cenario buscan extender su influencia por medio
de operaciones políticas, económicas, subversivas.
Para socavar a sus rivales emplea eficazmente la
información y la propaganda dirigida contra todas
las instituciones y personas que se opongan a sus
fines.
La variedad, flexibilidad y sutileza de recursos de
los soviéticos desconciertan a su rival. El segundo
mundo emplea regularmente los engranajes políti-
cos, incluidos los partidos comunistas locales,
siempre obedientes a las directivas moscovitas; la
subversión armada, económica e intelectual; la
información y la desinformación; el espionaje, la
infiltración, la diplomacia, y finalmente la fuerza
militar, usada directamente -Hungría, Checoslova-
quia, Afganistán- o indirectamente -como el caso
de Polonia. Este variado arsenal tiene una enorme
eficacia porque en su empleo no participa sola-
mente la Unión Soviética, sino que alternan, según
aconsejan las circunstancias, los países satélites
del bloque.. El resultado es una máquina de poder
temible y enorme, pero a la vez sutil y capaz de
adaptarse a cada situación e incluso de retirarse
temporariamente para esperar una oportunidad
más propicia. El mismo Occidente contribuye a
aumentar el poder de la maquinaria soviética su-
ministrándole los conocimientos científicos y tec-
nológicos qué el comunismo no puede desarrollar
por su cuenta.
La política expansiva de los zares de la vieja Ru-
sia y el imperialismo soviético actual, coinciden.
En ambos casos la ideología no es más que una
excusa para convertir a todo el mundo en un gran
imperio.
En el segundo mundo también actúa la China, y
si bien sus ambiciones ideológicas son grandes, su
acción efectiva está por ahora recortada por los
problemas internos (explosión demográfica, con-
flicto de límites y de ideología con la URSS) y la
dependencia económica y científica.
Hay también un grupo de naciones que trata de
mantenerse al margen de la contienda entre el
primer y el segundo mundo. Son naciones que se
proclaman neutralistas, pacifistas y no comprome-
tidas con ningún bloque, pero los hechos desmien-
ten reiteradamente estas aspiraciones. La puja en-
tre el occidente y los marxistas es tan importante
para el destino de la humanidad que no es posible
mantenerse al margen de ella. La estrategia
marxista no podía descuidar un terreno tan fructí-
fero como el que representa un conjunto de nacio-
nes débiles y sin respaldo militar ni político. La
prueba de los éxitos de las , maniobras de infiltra-
ción hechos por la Unión Soviética entre los no
alineados es que los dos últimos presidentes de
este bloque son marxistas confesos: Tito y Fidel
Castro.
73
Este "tercer mundo" es el campo de batalla ideal
para que los dos bloques vayan probando sus fuer-
zas a la espera de un conflicto definitivo. En él se
desarrollan las acciones políticas, militares y eco-
nómicas que preludian lo que ya podemos llamar
claramente "la tercera guerra mundial", un conflic-
to insólito lento, cuyas batallas se libran en las
regiones más distantes, del globo, y sin que apa-
rentemente haya ningún nexo que las relacione.
La composición política del tercer mundo acen-
túa su debilidad: conviven en este bloque demo-
cracias; monarquías, gobiernos despóticos; un
espectro contradictorio que no configura ninguna
tendencia real. Sin embargo, aun las naciones que
pertenecen al bloque no alineado deben decidir si
se inclinan por el primer o el segundo mundo, de-
ben elegir entre capitalismo y marxismo, porque
esa contienda ha invadido su esfera y es uno de los
factores que más influyen en el tercer mundo. Esto
no quiere decir que la afiliación al tercer mundo
sea inútil. Los terceristas están en buena situación
para lograr ventajas económicas y, menos frecuen-
temente (porque en este caso hay que jugar las
cartas con prudencia de zorro) , también políticas.
Pertenecer al tercer mundo no significa, por lo
tanto, desentenderse del conflicto principal. La
Unión Soviética tiene países totalmente marxistas
y obedientes que se han infiltrado en el bloque no
alineado hasta lograr posiciones importantes: es el
caso de Cuba, presidente de los no alineados hasta
1983. Estados Unidos, en cambio, no tiene un país
que cumpla un rol semejante al de Cuba desde el
asesinato de Sadat.
La Unión Soviética cuenta con una ventaja adi-
cional para influir en el grupo de los no alineados.
Hasta el s.XX el imperialismo soviético trabajó
para ampliar su propio territorio, y si bien esta
política cambió actualmente, la historia de Rusia
está libre de directas aventuras coloniales en tie-
rras alejadas. Ahora bien, la mayor parte de las
naciones del tercer mundo son africanas y asiáti-
cas, y han sufrido en carne propia las consecuen-
cias del despiadado colonialismo de los países que
son líderes de Occidente. Por esta razón la mayo-
ría de los no alineados desconfía de los-
accidentales y prefiere escuchar las argumentacio-
nes soviéticas.
EI bloque marxista ha logrado una situación ven-
tajosa para obtener el dominio del mundo, pero la
batalla no está perdida ni mucho menos.
El imperialismo soviético actúa principalmente a
través del marxismo, pero tiene varios disfraces
alternativos para el caso en que el marxismo no se
pueda abrir pasó en una sociedad, tal como ocurre
en la Argentina. Por ejemplo, dentro de la estrate-
gia sin moral destinada a vencer el espíritu y la
cultura de Occidente, la variante del Eurocomu-
nismo es una de las más exitosas y ha logrado im-
portantes triunfos en las principales repúblicas
europeas. Pero la política imperial soviética y sus
agresiones desembozadas han abierto los ojos de
los pueblos y la penetración directa del marxismo
se ha hecho difícil por sus mismos pecados. Por
esta razón el imperialismo soviético ha resucitado
un viejo concepto afín que, sin embargo, pasa ac-
tualmente ante los pueblos incautos, por ser una
alternativa válida frente al marxismo: la socialde-
mocracia.
En el plano ideológico; los socialistas solo se di-
ferencian de loa marxistas en que sustituyen el
concepto de lucha de clases por apelaciones a la
moralidad y al humanitarismo. En 1868 Fernando
Lasalle fundó, con un programa esencialmente
marxista, el Partido Social Demócrata.
La alternativa de moderación o radicalismo se
planteó en un congreso del Partido Obrero Social
Demócrata, de Rusia, reunido en Londres en 1903.
Él sector radical, liderado por Lenin, obtuvo la
mayoría ("bolcheviques", en rusa) y el sector mo-
derado quedó en minoría ("mencheviques") .
Después del triunfo de la revolución de 1917 el
bolcheviquismo dominó aparentemente todo el
campo del socialismo, pero en realidad no fue así,
pues sobrevivieron otras tendencias, la democráti-
ca y la evolutiva, que defendían. la idea de que el
Estado socialista debía triunfar como consecuen-
cia de las transformaciones naturales de la econo-
mía.
De estas últimas tendencias renació después de la
Segunda Guerra Mundial el "socialismo moder-
no". Su propuesta más importante es la asunción
por parte del Estado de la responsabilidad para el
control del sistema económico total, pero sin lle-
gar a la anulación de la propiedad privada. En la
realidad, la socialdemocracia actúa como preludio
del marxismo en aquellos países donde, por la
naturaleza e ideales naturales del pueblo, es impo-
sible la doctrina soviética directamente. La social-
democracia ha obtenido triunfos resonantes en
Alemania, Francia, España, y está actuando con
éxito creciente en América Latina. Venezuela y
Colombia son ya bases de acción de esta tenden-
74
cia. En el plano internacional, los países domina-
dos por la social-democracia actúan siempre de
acuerdo con los países del bloque marxista, tal
como lo demuestran las votaciones en las Nacio-
nes Unidas.
En la Argentina, la social-democracia no tiene
fuerza para vencer por sí sola, pero ha logrado
importantes triunfos infiltrándose en los principa-
les partidos políticos -radicalismo y peronismo-.
Con fuerte apoyo internacional, esta tendencia ha
logrado en nuestro país hacer surgir inesperada-
mente líderes que; si bien actúan formalmente
dentro de los partidos, propugnan ideas que son
completamente contradictorias con la tradición
histórica de estos dos partidos. Estas figuras, que
la prensa rodea de un prestigio que la realidad
desmiente, son el principal desafío del presente a
la prudencia y sagacidad política de los argentinos.
En un acto de homenaje a los heridos en comba-
te, en diciembre de 1977, hice una descripción de
la situación interna del país, que irónicamente tie-
ne más vigencia en 1983 que en aquel tiempo:
Cualquier equivocación, cualquier error de apre-
ciación, pueden conducirnos: a repeticiones histó-
ricas inadmisibles. Ha llegado el momento de en-
tender el significado preciso de esta tercera guerra
mundial y proyectarse significado al diagnóstico
global de la política Argentina.
No puede verse el fenómeno de la violencia co-
mo una respuesta aislada a ciertos desajustes de un
sistema o como una espontánea y justiciera reac-
ción de los débiles frente a los fuertes. La violen-
cia es, en el mundo contemporáneo, una construc-
ción política, una ideología, que bajo el disfraz de
la rebeldía y la justicia, encubre una estrategia
sistemática de dominación de una gran potencia,
en el marco de una lucha generalizada por el poder
y el sometimiento del mundo.
Hoy escuchamos por todas partes y en todo el
mundo voces apresuradas que proclaman la conce-
sión y la negociación como valores supremos.
Nosotros hemos sufrido con nuestra propia sangre
el sofisma, cuando no la complicidad, que esa
proposición contiene.
El verdadero progreso del espíritu de una nación
no se funda primeramente en concesiones arbitra-
rias o en maniobras negociadoras. Se constituye
principalmente sobre la afirmación orgullosa de
sus banderas y a través de la voluntad inteligente
de sus logros políticos.
Debemos ante los soldados y combatientes pro-
clamar que la victoria no está basada en ninguna
clase de estrategia de retirada o en la hipótesis de
algún oportuno retorno a políticas superadas. La
victoria, por la cual han muerto los argentinos
gloriosos y hemos combatido los argentinos res-
ponsables; no puede regalarse en. la retaguardia o
confundirse con una posición política que no po-
sea como objetivo supremo la construcción de un
nuevo futuro.
El triunfo sobre el enemigo implica simultánea-
mente la elaboración precisa y concluyente de un
proyecto de nación que nos reclama. De este mo-
do, la victoria misma es el futuro, porque ella su-
pone la articulación de una verdadera ofensiva de
la Argentina en el mundo, con el objeto de asegu-
rar la solidez, la madurez y la coherencia de nues-
tra historia.
75
XXVI - ¿COMO ACTUA EL ENEMIGO?
De todas las armas que emplea la estrategia so-
viética me interesa analizar en este libro el con-
cepto de "guerra subversiva".
La idea es muy simple. Se trata de desencadenar
un conflicto armado que beneficie los intereses
soviéticos, pero en el que la principal potencia
marxista no interviene directamente. En otras pa-
labras, la URSS dirige, financia y presta apoyo
informativo a un conflicto en el que luchan los
nativos, pero no participa en él. Toda su actuación
queda siempre en sombras, entre bambalinas.
Bandas como tupamaros, eta, erp, montoneros
reciben directivas, fondos e instrucción militar de
la Unión Soviética. Está plenamente probado que
la instrucción militar e ideológica de los dirigentes
guerrilleros se cumple en Alemania comunista,
Cuba, Moscú, Libia y Vietnam. Alemania oriental,
Rumania y fundamentalmente Cuba son los apo-
yos de montoneros y erp. En Rusia, la universidad
"Patrice Lumumba" es el principal centro de ins-
trucción ideológica.
Una vez que el grupo de nativos ha sido adoctri-
nado comienza su acción, dirigida principalmente
a la política, 1a economía, o mejor aún, a los me-
canismos que permiten golpear a todo el cuerpo
social de la nación elegida como víctima: la edu-
cación, la cultura y los medios de información. De
esta manera la -Unión Soviética puede mantenerse
en la ofensiva eligiendo sus blancos y obligando a
su rival a mantenerse en la defensiva. El sentido
final de esta acción es minar el frente interno del
mundo libre reduciendo su campo de acción y
sometiéndolo a todo tipo de dudas ideológicas,
hasta perturbar las bases mismas de la democracia.
En resumidas cuentas, es una lucha en la que el
agresor actúa con gran coherencia, que proviene
de una doctrina común, un apoyo logístico común,
y objetivos comunes; mientras los agredidos se
debaten en un mar de dudas fomentadas por sus
mismos enemigos.
Una vez instalados en el terreno de lucha, los
subversivos adoctrinados procuran encubrirse in-
filtrándose en movimientos políticos locales, en
las instituciones importantes, en los puestos cla-
ves. Esta acción disfrazada tiene una razón simple
y clara: la actuación de la Unión Soviética en con-
flictos como los de Afganistán, Polonia, Hungría y
Checoslovaquia ya no suscita ilusiones en nadie;
nadie tiene deseos de pelear por Moscú. Por ello
necesitan la cobertura de las tendencias políticas
locales y procuran ahondar los conflictos lugare-
ños para poder desarrollar su acción. "Subversivo"
es por consiguiente, aquel que busca demoler los
valores, la cultura y el orden de un país que ha
sido elegido como objetivo de una agresión ideo-
lógica, agresión que a su vez tiene por objetivo
dominar al país para asimilarlo a un bloque políti-
co al que no pertenece naturalmente. En sus oríge-
nes, es una acción netamente intelectual y psicoló-
gica, puesto que la nación agredida vive por lo
general una situación de paz que atenta contra las
ambiciones de dominio del agresor. Por eso los
primeros pasos subversivos procuran desencade-
nar la alteración social, educacional, religiosa y
económica, pasos previos a la acción armada, o
terrorismo. A partir de un país que vive en paz --
con los conflictos naturales de todo organismo
político libre- los subversivos se enquistan en los
conflictos latentes hasta lograr crear un abismo
entre la población y cualquiera de los gobiernos
que intenten dirigirla. En este aspecto la Argentina
es un ejemplo avanzado y preocupante de éxito de
la acción psicológica subversiva, cuyos efectos
subsisten aun después de haber sido derrotados los
terroristas. Esta derrota no altera los planes
marxistas puesto que la lucha genera más desor-
den y crea "mártires marxistas" que más adelante
son bien aprovechados por el Kremlin. En otras
palabras, a la seducción ideológica subversiva que
procura dominar las conciencias, sigue el terror a
través del miedo y la intimidación en la que, si es
necesario, los peones locales de Moscú son envia-
dos sin contemplaciones al sacrificio por los ideó-
logos extranjeros que los manejan.
La guerra subversiva contemporánea tiene carac-
terísticas . bien definidas: es interna, se desarrolla
dentro de las fronteras de un Estado y en ella pe-
lean los nativos de ese país; el bando agresor reci-
be, sin embargo, apoyo exterior para facilitar el
triunfo de la doctrina marxista en el país.
Los combatientes que se enfrentan en este tipo de
guerra están en condiciones psicológicas distintas.
Mientras los agresores marxistas luchan por una
ideología en la que han sido cuidadosamente adoc-
trinados hasta llevarlos al fanatismo, los que de-
fienden los valores nacionales están a la defensiva,
sin prometer "mundos perfectos" que nunca son
realidad. Muchas veces -por culpa de los excesos
del materialismo de algunas saciedades capitalis-
tas- los defensores no tienen completamente en
claro la pureza de los valores que defienden, no
76
saben con precisión qué defienden y-por causa de
las maniobras de encubrimiento de los subversi-
vos- no saben exactamente qué están atacando.
Creo que la lucha antisubversiva requiere funda-
mentalmente el esclarecimiento y afianzamiento
de los valores por los que luchan los defensores de
la nacionalidad del país agredido. En otras pala-
bras, es imprescindible ir a la lucha apoyados por
la restauración, actualización y revitalización de la
doctrina que se va a oponer al marxismo. No es
posible luchar mientras la mayoría de los agredi-
dos ignora que está en guerra. En la Argentina,
mientras se peleaba con las armas en la mano para
evitar la expansión subversiva, sectores fundamen-
tales de la Nación ignoraban esa lucha o no la
comprendían, y actuaban como si se viviesen
tiempos de paz. Me refiero especialmente a impor-
tantes sectores de la vida económica.
Estas, guerras no. las comienza nunca el anti-
marxismo. La jugada inicial la hace siempre el
marxismo. Por lo general, cuando las fuerzas na-
cionales se lanzan a la lucha los acontecimientos
han llegado a un punto tal que se pelea simple-
mente para evitar que a uno lo maten o asesinen a
su familia, sin tiempo para esclarecer en la pobla-
ción y los combatientes los valores trascendentales
que están en juego. En la década del '70 los terro-
ristas pasaron en la Argentina de la lucha ideoló-
gica al enfrentamiento armado, pero creo que ya
aprendieron la lección. En la del '80 van a actuar
en el campo político, eludiendo el enfrentamiento
con las Fuerzas Armadas. La infiltración política
no se va a dirigir a un solo partido; van a tratar de
entrar en todos los que puedan servir a sus objeti-
vos, y también en las organizaciones sociales, cul-
turales y educacionales. Se van a empeñar en se-
ducir a toda la población. Van a hacer todo lo po-
sible para evitar cualquier salida que no sirva a sus
fines. Es tiempo que erijamos contra esta invasión
una doctrina sólida, verdadera e integradora de
todos los valores que nos son queridos y por los
que peleamos. En el '76 la lucha se emprendió
principalmente en el campo armado. Hubo algu-
nos esfuerzos hechos para detener la infiltración
en política y educación. Yo fui uno de los que
intentaron medirse con la todopoderosa subversión
económica, que al fin fue la que consiguió malo-
grar todo el esfuerzo realizado. Ahora ha llegado
el momento de formular una solución integral.
En 1976 se inició una política económica que no
solo se desentendía de la lucha
antisubversiva, sino que incluso permitió que el
materialismo descontrolado actuara en la práctica
como aliado de la subversión. No se puede subor-
dinar la lucha contra la subversión a la política
económica. Esto lo afirmé en el '76 y lo reafirmo
ahora. Las cosas deben ser al revés: la política
económica debe auxiliar a la doctrina que opon-
dremos a los nuevos intentos subversivos. Yo no
puedo pelear contra los terroristas mientras los
especuladores hacen Cerrar fábricas.
Los terroristas luchan contra la sociedad sin apli-
car ninguna convención. Sus combatientes no usan
uniforme, ni llevan armas a la vista, no tienen las
características que definen a los combatientes am-
parados por la convención de Ginebra. Su enemi-
go es toda la sociedad: es lo que se llama acción
psicológica o intimidatoria. Ejemplos reales y fre-
cuentes de la acción terrorista son poner bombas
en escuelas, asesinar familiares indefensos de sus
adversarios y destruir los bienes públicos como
transportes o centrales eléctricas. La estructura de
apoyo a los subversivos procura que se divulguen
y se juzguen severamente las acciones de sus
enemigos, pero calla al mismo tiempo las atroci-
dades de sus combatientes. Lo asombroso es que
países en donde los hechos acusan tan claramente
a los terroristas como iniciadores y actores de las
mayores atrocidades, caigan en la trampa de la
acción psicológica subversiva y en poco tiempo se
ocupen solo de juzgar las acciones de aquellos que
combatieron en defensa de los valores nacionales
y olviden completamente el orden real de los
acontecimientos y la naturaleza de la agresión
terrorista. El efecto desmoralizador que tiene este
tipo de acción psicológica es mucho más devasta-
dor qué el poder de las bombas terroristas.
La táctica fundamental de los guerrilleros es el
"golpe de mano", acción reducida, inesperada y
breve que les permite copar por unos instantes una
dependencia militar, fábrica, escuela o cualquier
otro lugar. Sus agresiones pueden ser tanto indis-
criminadas como selectivas. Una bomba en una
confitería, en un supermercado, en una esquina
concurrida es una acción indiscriminada, y en la
década del setenta la Argentina sufrió millares de
éstas. Recuerdo el caso de un oficial policial que
desarmó en un solo día doce bombas terroristas
colocadas en la calle; murió mientras trataba de
desarmar la decimotercera, que había sido coloca-
da en un auto.
El secuestro o asesinato de una persona determi-
nada es el caso típico. de acción terrorista selecti-
77
va. Muchas veces estas acciones tienen , por fina-
lidad eliminar a un enemigo particularmente peli-
groso para los terroristas o intimidar a todo un
grupo de gente. El asesinato de un empresario -
especialmente elegido- tiene el efecto extenso de
intimidar a todos los empresarios y facilitar por lo
tanto la extorsión de ellos.
Los primeros intentos teóricos para elaborar una
respuesta contra la acción subversiva nacieron en
Francia -donde se estudió el problema desde el
punto de vista político- y Estados Unidos -donde
se estudió el problema desde el punto de vista mi-
litar, para lograr apoyo a sus tropas que combatían
en Vietnam . Pero el primer ejército que aplicó
coherentemente una teoría de guerra antiterrorista
en su propio país fue el argentino. Nuestras Fuer-
zas Armadas no solo tuvieron éxito en la lucha,
sino también en esclarecer y convencer a la pobla-
ción de la necesidad de apoyar el esfuerzo antite-
rrorista. Este éxito se vio favorecido por la misma
naturaleza de las acciones terroristas en la década
del setenta, cuando para cualquiera era evidente la
catadura facciosa y criminal de los terroristas. Pe-
ro la subversión económica y la acción psicológica
marxista borraron del recuerdo de los argentinos
esta lucha por la supervivencia de la Nación en la
que, a partir de 1976, coincidieron las Fuerzas
Armadas y la inmensa mayoría del pueblo, sin
distinciones políticas o sociales.
Una de las condiciones fundamentales para que
la acción subversiva tenga éxito es el apoyo de la
población. En este sentido ya hay antecedentes .en
Latinoamérica' de poblaciones que rechazan de
plano la acción terrorista. El más notorio es el fra-
caso del "Che" Guevara en Bolivia. En la Argenti-
na, el erp fue el encargado de aplicar en Tucumán
una guerra similar a la de Fidel Castro en Sierra
Maestra y a la del "Che" en Bolivia. Este foco de
subversión rural fracasó rotundamente gracias a la
acción de las Fuerzas Armadas y al rechazo de la
población. El campesino tucumano tiene senti-
mientos e ideas propias muy arraigados y no se
adhirió a la propuesta guerrillera. En este sentido
creo que fue fundamental la actitud que tomó Pe-
rón al expulsar a los montoneros de Plaza de Ma-
yo. Perón sabía que tenía infiltrada en sus filas una
organización que no era peronista, sino marxista.
Tomó esa actitud en un momento en el que toda-
vía no había quedado totalmente descubierto sobre
el tapete la naturaleza de la agresión subversiva.
En la Argentina, los marxistas emplearon dos
tácticas: el "entrismo" y el "foquismo". El "en-
trismo" es una técnica combatiente creada por el
ideólogo de los montoneros, Miguel Brezano, que
consiste en penetrar en una organización política
mayoritaria, dominar esa organización y radicalí-
zarla desde adentro. Aquí el objetivo fue el pero-
nismo y esta táctica tuxo éxito parcial el 25 de
mayo de 1973, cuando asumió Cámpora, pero se
frustró definitivamente cuando Perón la desen-
mascaró en Plaza de Mayo. Pero éste no fue el
único intento de "entrismo". También se aplicó en
la Iglesia Católica, donde el movimiento de "curas
del tercer mundo" trató de radicalizar a este pilar
de la saciedad. El tercer ámbito en el que se aplicó
el "entrismo", además del político y el religioso,
fue el educacional. En realidad, la educación Ar-
gentina es la víctima más antigua del "entrismo",
pues ha sido un objetivo marxista desde mediados
de la década del cincuenta.
Los frutos del "entrismo" empezaron a madurar
en 1969, cuando estallan el cordobazo, el rosaria-
zo y otros "azos". El gobierno de aquel tiempo no
vio en estos hechos el resultado de una paciente
acción de infiltración de los marxistas, no vio un
movimiento político medulosamente preparado,
sino una simple reacción de descontento. Esta
miopía impidió que se adoptara una respuesta co-
rrecta y coherente, y el "entrismo" progres6 hasta
el punto de copar el movimiento peronista. Era la
época en la que se aceptaban estribillos como "si
Evita viviera sería montonera". Cualquiera que
tenga una idea del carácter y de las ideas simples y
ardientemente peronistas de esta mujer no puede
comprender este lema. En 1973 se enfrentaron en
Ezeiza los montoneros con el peronismo nacional.
La balanza se inclina a favor de éste, pero monto-
neros actúa en la legalidad hasta 1974, cuando
Perón los echa de la plaza. Hasta ese momento,
José Ber Gelbard, ministro de Economía peronista,
administraba los dineros de montoneros.
Hoy el conflicto que suscitaron los marxista en la
Argentina parece superado, pero esto no es más
que otra trampa que nos tienden los ideólogos de
Moscú. En realidad, los movimientos subversivos
no son estables. No son ellos los que están en jue-
go, y cuando al Kremlin le conviene sacrificar los
miembros de una de estás organizaciones, lo hace
sin vacilar. Para los ideólogos marxistas no es una
verdadera derrota, porque cuando las circunstan-
cias vuelven a ser propicias a la subversi8n no
tienen inconvenientes en crear nuevas organiza-
ciones mejor adaptadas a las nuevas circunstan-
cias. Por ejemplo, en 1976 había-268 movimientos
78
subversivos en el mundo -en 1983 hay 313- de los
cuales 18 actuaban en la Argentina. Había incluso
diez que actuaban en Estados Unidos, donde se los
combatió como hechos policiales, error de pers-
pectiva que en el futuro puede costar caro a esa
potencia.
La acción de los Graiver, Gelbard y Timerman
estaba al servicio de esta técnica de "entrismo". De
allí la importancia que le daban a los medios de
difusión social, a la penetración en organizaciones
económicas, culturales y políticas.
La otra técnica subversiva es el "foquísmo". La
aplicó el erp en Tucumán, según el modelo del
"Che" Guevara en Bolivia. Sin embargo, la elabo-
ración teórica del "foquismo" es obra de un iz-
quierdista extranjero, Regis Debray, asesor actual
~ primer ministro francés socialista François Mit-
terrand. La idea básica del "foquismo" es crear un
foco de rebelión estable una su vez generará otros
focos de insurrección, hasta provocar incendio de
todo el país agredido. Esta táctica tuvo éxito en
Sierra Maestra, pero fracasó en Tucumán. El fra-
caso del "foquismo" fue más evidente que el del
"entrismo" porque la primera de estas técnicas
requiere enfrentamientos armados con la fuerzas
regulares y apoyo de la población. En ambos fren-
tes fracasó el "foquismo". La acción del "entris-
mo" es, en cambio mucho más sutil y sus derrotas
pasan casi tan inadvertidas como sus triunfos, por-
que el medio natural de acción de esta táctica es la
sombra y todo lo que se hace está cubierto por el
mayor secreto. Sin embargo, ha demostrado ser un
arma de gran eficacia y las próximas agresiones
que el marxismo planea en Argentina' estarán sig-
nadas por la táctica del "entrismo".
Actualmente, después de los triunfos contra la
subversión los argentinos tendemos a creer que el
problema ha sido resuelto definitivamente y nos
olvidamos de él. Pero las estructuras, internaciona-
les que facilitaron los brotes subversivos de la
cada del setenta siguen intactas y van a volver a
golpear. puede haber soluciones para el país mien-
tras se ignore esta alidad internacional. También
siguen intactas, para impone marxismo, las estruc-
turas subversivas económicas -tanto las ideológi-
cas, que explotan nuestras debilidades, como las
materialistas, que hunden al país con usura y espe-
culación por puro afán de ganancia de una mino-
ría-. No puede haber estabilidad política mientras
no se esclarezcan y corrijan estos problemas.
No se ha hablado a fondo sobre el tema de la
subversión económica. Por supuesto, existen los
empresarios que hacen cualquier tipo de negocios,
dentro y fuera de la ley, para conseguir fondos de
apoyo a movimientos izquierdistas, o derechistas.
Pero el problema es mucho más hondo. Mientras
yo combatía un tipo de subversión económica,
algunos círculos de poder practicaban otro tipo de
subversión económica. Yo combatía contra Grai-
ver, Gelbard y Timerman, capitalistas de la guerri-
lla; mientras ciertos sectores de poder incentivaba
la .especulación con el dinero en desmedro del
trabajo y el ahorro, que son instrumentos funda-
mentales para la realización serena de los valores
trascendentales del hombre, tal como lo concibe
nuestra cultura occidental.
En última instancia, subversión económica es to-
da actividad que impide que el hombre goce de los
bienes que son razonables esperar según los ade-
lantos de esta época. La frustración económica
trae como consecuencia la frustración social y, por
consiguiente, también la política. Y sin una base
mínima económica, social y política, no es posible
una realización espiritual tal como la conciben
nuestra Iglesia y nuestra cultura. Estas son las ra-
zones por las que creo que el problema de la sub-
versión económica debe ser puesto en el tapete y
debe ser uno de los temas fundamentales del mo-
mento, antes que discutir sobre una fecha de elec-
ciones en las que se va a elegir un gobierno que
inevitablemente va a ser golpeado por la subver-
sión-económica, política las e ideológica hasta
hacerle imposible la supervivencia. Mientras los
partidos discuten problemas coyunturales e inclu-
so alientan sentimientos de desquite, queda oculto
el problema de fondo. La democracia no tiene por
cierto nada objetable, pero aquellos que alentamos
sentimientos honestos no podemos hablar de insti-
tucionalización cerrando los ojos a la realidad de
la agresión subversiva, no creemos que un voto
depositado pueda solucionar el problema de la
guerrilla internacional y la especulación interna-
cional. La única actitud leal que cabe es un debate
esclarecedor sobre el tema y tomar después las
medidas necesarias para que cualquier gobierno
argentino que asuma el poder pueda serse libre de
este flagelo que le impediría gobernar pacífica-
mente.
Ante las primeras agresiones terroristas la Argen-
tina reaccionó como si estuviese en presencia de
delincuentes comunes, y dejó el problema en ma-
nos de jueces y leyes que han sido planeadas para
circunstancias completamente distintas. Con estos
medios no se pudo evitar una expansión acelerada
79
de la guerrilla en el país. No se puede juzgar el
problema subversivo fuera del contexto global de
la contienda política más importante de este siglo.
También Estados Unidos comete el mismo error
cuando considera los movimientos subversivos
como problemas locales de cada país. Recién aho-
ra está saliendo de su falsa perspectiva. La subver-
sión no es un hecho policial; es un hecho político.
Nadie monta una organización para poner bombas
por el puro placer de hacer daño detrás hay siem-
pre un plan de largo alcance que responde a una
ideología, a una organización, a un objetivo y a
una estrategia. En otras palabras, estamos frente a
un hecho político y no frente a un hecho policial,
estamos frente a una agresión política seria, apo-
yada por una de las mayores potencias militares de
la Historia, que se propone cambiar todos los valo-
res que Occidente ha atesorado durante 25 siglos.
La paz es, principalmente ahora, una reflexión
sobre nuestro comportamiento político -dije en un
discurso en 1977-, sobre aquellos de nuestros mo-
delos que imposibilitaron realizarnos y que logra-
ron hacer crecer hasta el límite las frustraciones, el
desasosiego y el desaliento, debilidades espiritua-
les que pueden causar el agotamiento de cualquier
proceso histórico.
Por eso la paz significa aquí la estabilización de
nuestro f rente interno, la producción de un pro-
yecto que una realmente las conciencias argentinas
en torno de metas movilizadoras y de ideales
grandes.
Necesitamos, para ello, no solamente superar
cierto orgullo que nos puede conducir al aisla-
miento y superar cierta autocensura que lleva ne-
cesariamente a la inercia, sino también concluir
definitivamente con la tendencia a evaluar el país
y a su situación histórica por cantidades objetivas,
por cifras huecas, por medidas mecanicistas.
La historia de los grandes pueblos nunca se mi-
dió por la cantidad de cosas realizadas, sino más
bien por el vigor, por la profundidad, por el grado
de unidad espiritual que poseían y que posibilita-
ron como condición esencial su realización.
Una de las estratagemas empleadas por el enemi-
go fue presentar la intervención de las Fuerzas
Armadas en 1976 como el resultado de una psico-
sis militarista que veía marxistas en todas partes.
La batalla que se dio a partir de entonces fue una
necesidad imperiosa que se podía deducir clara-
mente de la realidad que vivía el país. Pero lamen-
tablemente éste no es un tipo de guerra en la que
sus participantes, después de librar las batallas,
puedan descansar confiados. La victoria militar
pierde do significado si no es acompañada por
victorias en otros terrenos, para que así se genere
una realidad política que sea la base de un triunfo
definitivo: la subversión gana cuando no pierda y
las Fuerzas Armadas pierden si no ganan. No hay
medias tintas. Esta realidad vale tanto para la Ar-
gentina como para cualquier otro país del mundo.
Los subversivos no pelean para con seguir con-
quistas parciales. Esta puede ser una de sus estra-
tegia momentáneas, pero su objetivo final es la
victoria completa, la transacción ni las conversa-
ciones de paz. Su idea de la guerra es total, e in-
cluye la lucha armada; política, psicológica, eco-
nómica y cultural. Tienen, es cierto, una ventaja
importante sobre los que luchan por los valores
nacionales, porque actúan unánimemente, en blo-
que, sin desgastarse entre ellos con las críticas,
dudas y confusiones que caracterizan a los lucha-
dores de la verdadera libertad. Pero la guerra -
como decía el escritor Drieu La Rochelle- "solo
mata a los pueblos moribundos", y la Argentina no
está ni estará jamás en ese trance: Por eso no tu-
vimos miedo a la lucha, ni lo tendremos en el futu-
ro.
Insisto en que el esfuerzo solo tiene sentido si
hay objetivos claros que sirvan de verdaderas guí-
as permanentes para la acción y las operaciones
militares, objetivos que permitan que toda lucha
de las Fuerzas Armadas se refleje en una estructu-
ra que contenga los mejores ideales de los argenti-
nos. Este es el único camino que permitirá evitar
hasta la más remota posibilidad de volver a empe-
zar el mismo camino doloroso.
Los subversivos están y estarán siempre dispues-
tos a recomenzar sus aventaras sangrientas porque
uno de los conceptos que manejan sus estrategos
es el de "guerra por tiempo indefinido". Los ideó-
logos de Moscú no vacilan en mandar a la muerte
a toda una generación de adictos nativos porque
saben que mediante la infiltración cultural, e ideo-
lógica y educativa podrán reclutar en el futuro
nuevas cosechas de ingenuos y lanzar una nueva
ofensiva cuando las circunstancias sean más pro-
picias. Ante tal desafío la única solución perma-
nente es la unión definitiva de los argentinos en
torno de los principios históricos y espirituales que
dan sentido a su existencia.
La respuesta al desafío debe basarse en un lide-
razgo político sólido, firme, con principios políti-
cos claro que sean defendidos sin vacilaciones; un
80
liderazgo que no se funde en intereses personales
ni en coyunturas momentáneas. Debemos estar
advertidos de que cualquier resquicio que ofrezca
nuestra organización política será aprovechado por
el marxismo para introducir el desaliento, las du-
das, los rencores y todos los elementos que facili-
ten la debilitación del frente nacional. Debemos
revisar permanentemente la solidez de nuestras
instituciones para que cumplan sus fines que son
la defensa de nuestros ideales, de nuestros valores-
y evitar que se conviertan en fórmulas huecas que
se sirvan a sí mismas y a un formulismo sin senti-
do trascendentes.
Hay momentos claves en una nación en los que
se puede detectar el hilo que tomará su historia en
los próximos años. El período 1976-77 es uno de
esos momentos. Por razones naturales, por amor a
la paz, por generosa tradición histórica, tratamos
de creer que ese periodo no se volverá a repetir.
Pero el enemigo piensa exactamente lo contrario:
hará todo lo que esté a su alcance para que la san-
gre, las balas, la confusión de valores, las dudas
espirituales e ideológicas del 76 y el 77 se repitan
con la mayor virulencia posible.
Hemos tratado de poner en claro los factores
complejos que alimentan a la subversión, pero hay
uno de ellos que en estos momentos debe ser teni-
do especialmente en cuenta: la subversión tiene un
poderoso aliado en la desmoralización, y la ali-
menta porque sabe que por esa vía se le abrirán
brechas propicias. Para ello se vale de todos los
medios imaginables, desde la lucubración de teo-
rías siquiátricas que, sin ningún fundamento cien-
tífico, estimulan la disolución de el marco espiri-
tual del hombre su familia, su religión, sus ideales-
hasta las teorías políticas utópicas y radicalizadas
que inevitablemente generan el descontento en las
personas que no pueden aceptar que este mundo
no es el paraíso y que siempre habrá problemas en
él, cuya solución no pasa por la aplicación de una
teoría-panacea, sino por el esfuerzo de la buena fe
y de la voluntad de amor entre los conciudadanos.
Frente a la agresión sustentada en una ideología
llena de promesas falaces, el primer mundo solo
opone su interés por los bienes de producción y
ofrece al hombre bienes de consumo que muchas
veces, por sus características exageradamente sun-
tuarias o por ser simplemente inútiles, rozan el
ridículo. Este esquema puede crear satisfacción en
una minoría, descontento en una mayoría, pero no
mueve a nadie a luchar decididamente. Hasta
nuestro exaltado Roberto Arlt reconocía: "El mal
del siglo, la irreligión, nos ha destrozado el enten-
dimiento. . . Necesitamos de una religión para
salvarnos de esa catástrofe que ha caído sobre
nuestras cabezas".
Nosotros, tenemos aquí por razones históricas,
formación espiritual y convicción íntima- una mo-
tivación por la que estamos dispuestos a luchar y
morir. Más allá de la lucha ideológica, económica
y militar, el arma más sólida con que contamos es
nuestra religión y sus valores espirituales. Gran
parte de la penetración ideológica marxista se hizo
entre ingenuos bien intencionados que no conocí-
an cabalmente el espíritu de la doctrina cristiana y
no comprendían que los cambios que ellos preten-
dían -y aun otros muchos más profundos- están
todos en germen en la doctrina social de la Iglesia.
Las reflexiones que sobre estos problemas ha
hecho la Iglesia no son nuevas. Ya en 1892 dio a
conocer la encíclica "Rerum Novarum", en la que
se hace una crítica lúcida al marxismo, y también
al liberalismo y al capitalismo materialista. A par-
tir de ese momento la Iglesia adopta una posición
propia; aparte de las dos ideologías qué se van a
disputar el mundo en el siglo veinte: La Iglesia
plantea correctamente desde el comienzo el pro-
blema de las reivindicaciones sociales, porque lo
hace dentro de una perspectiva filosófica trascen-
dente, porque concibe al hombre como un ser es-
piritual, sin olvidar sus necesidades materiales;
porque ofrece una respuesta equilibrada e íntegra.
Creo que es importante destacar la diferencia que
hace la Iglesia entre la condena que pronuncia
contra el marxismo y la crítica que hace al capita-
lismo. El marxismo es simplemente irrecuperable
porque es ateo y niega el fin último del hombre
que es la salvación, es la contrarrevolución impen-
sable que nos hace retroceder a la noche de la his-
toria. En cambio, el liberalismo que la Iglesia con-
dena absolutamente es aquél de los primeros tiem-
pos de la Revolución Francesa, cuando se demolía
iglesias y se endiosaba a la Razón. Actualmente, la
doctrina liberal condena especialmente los aspec-
tos que fomentan el ateísmo que atenten contra la
manera católica de interpretar al hombre sujeto de
los derechos naturales que le confieren a su digni-
dad trascendente que está por encima de la libertad
y sus peripecias.
En la lucha antimarxista la palabra oficial de la
Iglesia, a través de los Pontífices es clara:
He aquí, venerables hermanos, el nuevo presunto
evangelio que el comunismo bolchevique y ateo
81
anuncia a la humanidad, como mensaje de reden-
ción y de salud. Un sistema lleno de errores y so-
fismas, que contradice la razón y la revolución
divina, subversivo del orden social porque equiva-
le a la destrucción de sus bases fundamentales,
negando los derechos de la persona, su dignidad y
libertad. (Pío XI, Divini Redemptris).
No hay dos clases de hombres, los obreros y los
no obreros. Pensar así es engañarse sobre el aspec-
to actual de la cuestión social; es mecerse en la
molesta ilusión de que la Iglesia no conquistará a
los obreros sino a condición de doblegarse a todas
sus exigencias, por muy irrealizables que sean.
(Pío XII, discurso pronunciado el 3-10-1950) .
Estas son las razones que nos obligan; como han
obligado a nuestras predecesores, y con ellos a
cuantos estiman los valores religiosos, a condenar
los sistemas ideológicos que niegan a Dios y su-
primen y oprimen a la Iglesia, sistemas frecuente-
mente identificados con regímenes económicos,
políticos y sociales, y entre ellos especialmente al
comunismo ateo. (Paulo VI, Ecclesiam Suam) .
El socialismo, ya se considere como doctrina, ya
como hecho histórico es incompatible con los
dogmas de la Iglesia, ya que su manera de conce-
bir la sociedad se opone diametralmente a la ver-
dad cristiana. Socialismo religioso o socialismo
cristiano son términos contradictorios: nadie pue-
de ser al propio tiempo buen católico , y socialista
verdadero. (Pío XI, Quadragesimus Annus) .
La experiencia efectivamente atestigua que don-
de falta la iniciativa personal de los particulares
hay tiranía política. También en esta materia debe
seguirse el principio de subsidiariedad, según el
cual no deben extender su propiedad el Estado u
otras entidades de derecho público, sino cuando lo
exigen motivos de manifiesta y verdadera necesi-
dad de bien común, y no con el fin de reducir la
propiedad privada, y menos aun de eliminarla.
(Juan XXIII, Mater et magistra) .
La historia y la experiencia atestiguan que en los
regímenes políticos que no reconocen el derecho
de propiedad privada de los bienes -incluso los
productivos-,. son oprimidas y sofocadas las ex-
presiones fundamentales de la libertad. (Juan
XXIII, Mater et magistra).
Creo que es indispensable no confundir ideología
con política económica. Cristianismo, liberalismo
y marxismo son ideologías que establecen concep-
ciones distintas de la vida, en donde el orden eco-
nómico es uno de los aspectos de esa valorización.
La iglesia católica condena al marxismo y al libe-
ralismo, "se asiste a una renovación de la ideolo-
gía liberal . . . , olvidando fácilmente que en su
raíz misma el liberalismo filosófico es una afirma-
ción errónea de la autonomía del individuo en su
actividad, sus motivaciones, el ejercicio de la li-
bertad' (de la carta Apostólica de Paulo VI al Car-
denal Mauricio Roy, 1971) .
La Iglesia no se opone a ninguna política econó-
mica si ella no contraviene sus principios. En el
campo económico se pueden observar sistemas de
planificación centralizada o socialista y de econo-
mía de mercado con mayor, menor o ninguna in-
tervención estatal. Descartado el primero, se po-
drá, entonces ser más o menos liberal con relación
al rol del estado en la economía.
Pero aquí la palabra liberal tiene un sentido, un
significado distinto. Así como en los
Estados Unidos a los liberales se los ubica en una
corriente radical. En definitiva, es un problema
semántico. No hace a las esencias de cada una de
las ideologías mencionadas, que, como hemos
visto, son contrapuestas.
Estas aclaraciones son necesarias porque se pue-
de coincidir con los principios, pero disentir con
las políticas. Estas solo aplican las técnicas que les
suministra la ciencia económica, mientras que
aquellos se nutren en la filosofía, que al buen decir
de Ortega, "es siempre lo que es".
Este es el sentido final de la lucha que emprendí.
El resultado no está asegurado. El caso Graiver no
es más que un detalle de un paisaje completo y
complejo, pero es un detalle revelador porque
anuncia por dónde puede volver el peligro en los
próximos años.
Buenos Aires, 7 de marzo de 1983
82
83
APÉNDICES
84
EMPRESAS DEL GRUPO EN EL PAIS, SU FORMACION BAGUAL S. C. A.:
Se dedicaba al campo y fue propiedad de David
Graiver y Arón Beilínson. La dirección y adminis-
tración era colectiva, al igual que la representación
legal de la misma.
BANCO COMERCIAL DE LA PLATA:
Se compró en el año 1967 en u$s 3.000.000. El
grupo Graiver pagó la mitad al contado y el resto a
uno y dos años. En 8quella oportunidad eran los
vendedores: Sr. Del Grosso, Sr. Artola, Ing. Rucci,
hijas de Pedro Isnardi y otros, todos de la ciudad
de La Plata. A principios de 1977 se vende al gru-
po Alianza cuyos principales accionistas son los
señores Martinengui y Pueyrredón. En Ia opera-
ción intervienen, como representantes legales de
Astilleros Alíanza, los doctores Cejas, Montes y
Castelnuovo. La operación se concreta en la suma
de u$s 7.000.000, dinero que hasta ahora el grupo
Graiver no cobró. Entre los principales directivos
que pasaron por la entidad mencionada durante la
gestión Graiver figuran Dr. Omar Amilcar Espósi-
to, Dr. José Raham, Dr. Alfonso Fernández,Dr.
Rodolfo Estanislao de Urraza, Dr. Augusto Màllo
Rivas, Cont. Jacinto Shuger, Cont. Luis L. Lubel,
Cont. Mirta Rajner, Dr. Rodolfo Colautti.
BANCO DE HURLINGHAM S. A..
Comprado aproximadamente en e? año 1971, por
los Graiver, que invirtieron en esa oportunidad u$s
600.000. Los vendedores fueron los señores Fon-
tana, Grillo y otros. A fines del año 1976 se vende
a los señores Chavanne, Grassi y al estudio Bom-
chil, en u$s 5.950.000. Si bien se realizó un pago
de u$s 400.000, este fue para cubrir los pasivos de
la entidad. La parte mayoritaria estaba a nombre
de Isidoro Graiver y el resto ingresó a la sucesión
de David. Se destacan, algunos presidentes o di-
rectores de la entidad mencionada: Dr. Julio Mel-
cer, Cap. Juan Carlos Mario Carosella, Arq. Ser-
gio Omar Casellas, Dr. Mauricio Lichtensztein,
Dr: Ernesto Raúl Elfman, Dra. Hilda N. Copel-
man, Sr. Francisco García Ordas.
EMPRESAS GRAIVER ASOCIADAS (EGASA):
Fundadas a fines del año 1974 por David Graiver
y el doctor Jorge Rubinstein con la finalidad de
centralizar, analizar, evaluar, controlar y dirigir las
distintas empresas de la Argentina.
Esta empresa fue dirigida por el doctor Jorge Ru-
binstein, Silvia Fanjul, Hugo Bogani, y se encar-
gaba de prestar asesoramiento en la parte legal,
impositiva, estatutaria y de coordinar el flujo de
fondos de las distintas empresas del grupo. Luego
del supuesto fallecimiento de David la familia
regresa a Buenos Aires en el mes de setiembre del
año 1976 y se hacen cargo de esta empresa Lidia
Papaleo e Isídoro Graiver, quienes comienzan a
encarar las gestiones de venta de las distintas em-
presas y los reclamos de los acreedores. Era presi-
denta de la misma Lidia Papaleo.
DIARIO LA TARDE:
Fue una de las sociedades formadas por David
Graiver y Jacobo Timerman.
CANAL 2 LA PLATA:
Se ignora la fecha de compra de Rivadavia Tele-
visión S. A., propietaria del mencionado canal. Sí
se conoce que la referida empresa estaba al borde
de la quiebra y es muy posible que la venta se
haya realizado haciéndose cargo del pasivo David
Graiver y José Ber Gelbard. Fue intermediario en
la operación el señor Juan Pallí.
DIARIO LA OPINION
Editado por Editorial Olta en los talleres Gustavo
S. A. Los dueños eran Jacobo Timerman con un
50 %, y Jorge Rotemberg con el otro 50 %; este
último sería el testaferro de David Graiver, dado
que los aportes de capital los efectuaba David.
DIARIO ULTIMA HORA:
Al poco tiempo de cerrarse el diario Crónica,
David le entrega a Héctor Ricardo García dinero
para la apertura de un nuevo diario que reemplaza-
ría a Crónica. En esa sociedad participa también
José Ber Gelbard. En la misma actuaba el general
Delfor Otero.
CIRCULO S. C. A.:
Otra de las sociedades creadas para la venta de
construcciones. Al frente de la misma figuraban
David Graiver y su madre Eva Gitnach. La direc-
ción y administración era manejada colectivamen-
te, al igual que la representación legal.
COM-PLAT S. A.:
Esta empresa se dedicaba a computación y proce-
samiento de datos, en la ciudad de La Plata, Calle
7, entre 39 y 40. Fue fundada en el año 1973 por el
grupo Graiver; hasta 1977 fue dirigida por los doc-
tores Omar Espósito, Manzanares, Arias. El edifi-
cio en que funciona es propio y fue construido por
Fundar S. A. El computador de procesamiento era
alquilado, pero se había hecho un convenio de
compra. El nuevo directorio se formaría con los
siguientes nombres Juan Graiver, Lidia Papaleo de
85
Graiver, Isidoro Miguel Graiver, contadora María
Ana Vilner.
CONSTRUCCIONES SOCIALES S. A.:
Esta empresa no tuvo mayor actividad y también
fue creada como subsidiaria de Fundar S. A. Su
directorio estaba compuesto por la Dra. Celia
Betty Halpern, Dr. Jorge Rubinstein, Dra. Josefina
K. de Katz.
CONSTRUIR S. A.:
Se dedicaba a construcción de edificios de pro-
piedad horizontal en la zona de La Plata. Se la
consideraba deficitaria, y en 1977 era la empresa
que vendía parte del Brístol Center. En su directo-
rio; entre otros, figuraban: Lidia Papaleo de Grai-
ver, Isidoro Miguel Graiver, Hugo Oscar Bogani,
Saul Reichler.
DEVEXPORT S. A.:
Importadora y exportadora. Fue fundada en el
año 1975 por David y el Dr. Jorge Rubinstein. En
el manejo de la misma estaba el almirante Rabbio-
ne, a quien David había conocido cuando el almi-
rante era funcionario del banco Central. Según el
grupo Graiver, hasta 1977 solo generó gastos. En-
tre otros, formaban su directorio: Dra: Celia Betty
Halpern, Dr. Jorge Rubinstein, Dra. Josefa C. de
Katz.
EDITORIAL TRENQUE LAUQUEN S.A.:
Fue fundada en el año 1975 por David y Juan
Ramón Nazar, amigo de David y funcionario de la
C.G.E. de la provincia de Buenos Aires. La idea
era publicar el diario "La Opinión" de Trenque
Lauquen, el cual era dirigido en 1977 por el Dr.
Alfredo Asuir. Síndico titular, la Dra. Celia Betty
Halpern. El edificio era propiedad de la empresa y
había una costosa fotocomputadora importada.
ELECTRO EROSION S. A.:
Esta empresa se dedicaba a la fabricación de je-
ringas y tubuladuras descartables esterilizadas por
energía atómica. En 1972 fue adquirida al señor
Julio Gitnach, primo de David e Isidoro. La em-
presa estaba casi fundida y se le dejó al anterior
propietario una participación de las utilidades.
Estaba ubicada sobre la Av. Garzón, en Matade-
ros. Su capital se estima en u$s 1.200.000. En el
directorio de la misma figuraban: Dr. Miguel An-
chorena, Dr. Orlando Benjamín Reinoso, Cont.
Hugo Oscar Bogani, Dra. Celia Betty Halpern.
EURO-EXPORT S. C. A.
Similar a Devexport S.A. Titulares: David e Isi-
doro, más un grupo de socios colectivos.
FUNDAR S: A.
Se dedicaba a la construcción de obras públicas y
privadas. Fue fundada por el grupo Graiver en el
año 1965. Era conducida directamente por David y
el Dr. Jorge Grimbaum, luego por Isidoro, y des-
pués por el Dr. Jorge Rubinstein. Dado la impor-
tancia de esta empresa se destacan sus principales
obras:
- Edificio de 16 pisos, en las calles 7 y 39 de La
Plata. - Edificio de departamentos, en calle 7 esq.
58 La Plata. - En 7 y 48, edificio en construcción
de 16 pisos.
- Construcción del nuevo edificio de la Asocia-
ción Bancaria, en Sarmiento entre Reconquista y
25 de Mayo, Capital Federal.
- Brístol Center, de Mar del Plata, edificio de tres
torres, una entregada y dos en construcción.
- Esta empresa contaba, además, con una inmen-
sa cantidad de bienes inmuebles, y era la más im-
portante del grupo. Su directorio estaba formado
por: Lidia Papaleo, Isidoro J. Graiver, Juan Grai-
ver, Dr. José Raham, Cont. Jacinto Shuger.
FUNDAR DEL SUR S. A.:
Fue creada para la compra de algunos aviones
privados, pero no llegó a funcionar a pleno. Fue
creada por David.
GALERIA DA VINCI S. A.:
Ubicada en la Av. Santa Fe 1600, de Capital Fe-
deral; fue comprada aproximadamente en el año
1970. El objeto inicial de la sociedad fue la explo-
tación de la galería mencionada, luego se le suma-
ron otras actividades, como la compra de 200 Ha.
de tierra en Berazategui y también la compra de
una importante cantidad de acciones de Papel
Prensa S. A. El directorio estaba formado por las
siguientes personas: Lidia Papaleo, Isidoro Miguel
Graiver, Lidia Gesualdi y María Ana Vilner.
INDALCO S.A.; SANTA CELIA,
AGROPECUARIA TIMBO S. A., CRIAGRO S.
A.
Estas cuatro propiedades se compraron en el año
1974, por el grupo Graiver a Adela S. A. De la
operación participó el Dr. Manuel Werner. Estas
cuatro empresas son propietarias de tres campos,
uno en Gral. Villegas, otro en Carlos Tejedor y el
último en La Pampa. Los directorios fueron en un
principio ocupados por los Graiver, y luego por
los Dres. Rubinstein y Reinoso. Dos de estos cam-
pos fueron vendidos a fines de 1976, participando
86
en la operación, la firma Colombo y Magliano. El
tercero estaba a nombre de Juan Graiver,
JUAN GRAIVER INMOBILIARIA S. A.:
Fundada en el año 1946 por Juan, con sede en
calle 5, N° 1063 La Plata. Estaba a cargo de Saúl
Reischeer en 1977, quien pertenecía a la misma
desde su ingreso como cadete.
METROPOL S. A.:
Era una compañía de seguros que el grupo Grai-
ver compró en el año 1973 a los señores Grado y
Schlimovich. Se estima que esta operación se con-
cretó en le suma de u$s 200.000, con sede en la
calle Cerrito al 800 de Capital Federal, con ofici-
nas propias. Esta empresa se vendió en el año
1976 a Astilleros Alianza S. A. en la suma
aproximada de u$s 600.000. Entre los presidentes
y directores que pasaron por la misma se puede
mencionar a Pedro Bardi, Dr. Miguel Joaquín An-
chorena, Dr. Ernesto Nicolás Robbiano.
PRODUCCIONES HELYCON S. A.:
Empresa de publicidad que no funcionó a pleno.
En su directorio figuraban el contador Hugo Oscar
Bogoni, Dra. Celia Betty Halpern, contador Ja-
cinto Schujer. Esta empresa fue también creada
por David Graiver para atender a otras empresas
del grupo.
TRIANGULO S. C. A.:
Fundada por David Graiver para operaciones
menores. Al igual que otras no funcionó en un
nivel importante y eran sus socios principales Da-
vid e Isidoro Graiver.
TECNION S: A.:
Es también otra empresa menor, de las que no
llegaron a alcanzar un nivel importante. Sí se sabe
que era su presidente la Dra. Celia Betty Halpern y
su síndico titular el Dr. Jorge Rubinstein.
VECCIA S. A.:
Esta empresa fue adquirida por el grupo a los
hermanos Veccia. Se dedicaba a la fabricación de
ollas de aluminio y estaba ubicada en el barrio de
Boedo. El señor Jorge Rotemberg, amigo personal
de David, es quien estaba a cargo de la misma y
quien reclamaba en 1977 el cincuenta por ciento
de la mencionada empresa, dado que, según él, le
pertenecía. La misma estaría valuada en u$s
300.000.
PAPEL PRENSA S. A.:
Se trata de una fábrica de papel de diario ubicada
en el pueblo de San Pedro, provincia de Buenos
Aires. Existía en esa empresa una participación
estatal. En el año 1973 compraron las acciones del
ingeniero Rey y del señor César Doretti. Esta
compra fue realizada por David para Galería Da
Vinci S. A. Luego estas acciones se suscriben y se
prestan al señor Rafael Ianover. David Graiver, a
título personal, suscribe acciones. El 2 de noviem-
bre de 1979 se vende a los diarios "La Razón"
"Clarín" y ``La Nación", que integran una socie-
dad llamada Papel S. A. Como intermediario en la
operación participa el señor Guillermo Gainza Paz
y hace el remate de la misma el doctor Miguel
Anchorena quien habría sugerido que debía ven-
derse a los diarios, pues de esta forma sería apro-
bada la operación por el Estado.
87
EMPRESAS EN EL EXTERIOR
FUNDAR DO BRASIL S. A.:
Se funda en el año 1974, apareciendo en la ope-
ración el señor Reno Geraldo y otras personas de
Brasil. Estos contaban con el asesoramiento direc-
to del señor Orio Marinelli y el ingeniero Maler,
quienes se desempeñaban en Fundar S. A. de Ar-
gentina. Esta sociedad tenía como objeto la cons-
trucción de inmuebles. Se llegaron a construir al-
gunas casas en San Pablo.
Luego se construye un edificio de departamentos,
todo esto financiado por David Graiver, ignorán-
dose hasta el momento la fuente de donde prove-
nía el dinero. Las inversiones o préstamos que se
otorgaron a esta empresa son de u$s 1.200.000.
OGA PORA S. A.:
Radicada en Paraguay y adquirida al ingeniero
César Doretti en el año 1975 por David Graiver,
figurando para esta operación el doctor Rubins-
tein. La valuación se estimaba en 1977 en u$s
700.000. Se trata de 23 mil Ha. ubicadas cerca del
límite con Brasil y en una zona arbolada. La em-
presa estaba a cargo del señor Anciaux, quien es
residente en Paraguay y dueño de un aserradero.
PACOCH S. A.:
Esta empresa de origen panameño es creada a fi-
nes del año 75 por David Graiver y el Dr. Rubins-
tein, con la intención de poder obtener créditos en
el American Bank y en el Banco de Bélgica.
PROTEKAIR S. A.:
Funcionaba en Nueva York desde fines del año
1975, cuando fue comprada por David Graiver una
participación a los doctores Jack Wells y Rogers.
Dentro del acuerdo se incluyó también el otorga-
miento de un préstamo para la mencionada com-
pañía del American Bank. Esta empresa se dedi-
caba a la producción de aerosoles sin gas carbóni-
co.
COMPAÑIA DE COMPUTACION:
Funciona en Nueva York y fue comprada en el
año 1976 por David y el doctor Rubinstein. Esta
empresa se dedicaba al procesamiento de informa-
ción de distintos temas.
XAVIER ENTERPRISE:
También con asiento en Panamá, fue creada por
David y el doctor Rubinstein en el año 1975. Se
desconoce su actividad, pero se supone que la úni-
ca finalidad de esta empresa era la de servir de
conducto para la obtención de préstamos en Euro-
pa.
CENTURY NATLONAL BANK:
Esta empresa funcionaba en Nueva York. David
Graiver la compra en el año 1974, figurando en
dicha operación su padre juan Graiver. El negocio
se concretó en la suma de u$s 7,5 millones. Los
vendedores eran el señor Marquini y el señor Al-
bano. Se ignora la procedencia del dinero que
aportó David hasta la posesión: se supone que
sería con dinero entregado por montoneros.
BANQUE POUR L'AMERIQUE DU SUD:
Fundada en el año 1974, en la ciudad de Bruse-
las. David había pensado en la apertura de una
fuente de financiación en el exterior en razón de
que la fuente de financiación interna se le iba ago-
tando. Por tal motivo encomienda a los doctores
Alberto Naón y Martínez Segovia, que alguna vez
lo habían asesorado, la búsqueda de un banco en
Europa. Luego, a raíz de la desaparición de David
Graiver, se descubre que la totalidad de los depó-
sitos así como el capital del banco habían sido
dirigidos en préstamos a empresas o personas in-
existentes, o sin el menor aval patrimonial. Se
estima que el total general de préstamos otorgados
en esas condiciones es de u$s 40 millones.
SWISS-ISRAEL BANK:
Esta empresa funcionaba en Israel. Se compra en
el segan
do semestre de 1974 al señor José Klein en la
suma de u$s 4 millones pagados en corto plazo.
Comprado por David Graiver. Este banco es dado
en garantía al Federal Deposit Insurance Corpora-
tion (liquidador del American Bank and Trust) . El
grupo no podía usarlo en razón de esa garantía.
Las acciones son de propiedad de la Holding
(compañía dueña de otras compañías) de Luxem-
burgo, cuyo directorio fue cambiado, figurando
Lidia Papaleo como presidenta y Juan e Isidoro
como directores. Un porcentaje del 40 0 45 %
quedó retenido por el liquidador del banco belga,
que aparentemente estuvo allá como consecuencia
de una comisión a favor de Huesco Hills.
HOTEL PARK:
Esta empresa funciona en Israel. El 50 % de la
propiedad del hotel es del grupo privado y el otro
50 % pertenece a una organización estatal. Del 50
% privado, el 12 y medio fue adquirido por el gru-
88
po Graiver. Se pagaron u$s 300.000 proximada-
mente, en 19770. La procedencia del dinero se
origina a través de operaciones financieras. Se
obtiene luego la explotación del hotel por otra
sociedad con los mismos porcentajes. No existe
persona nombrada por los Graiver para adminis-
trar esta empresa,
ANDELSO S. A.:
Fue creada en 1976 por Isidoro y tenía su sede en
Venezuela. Figuraban como titulares el arquitecto
Albo, quien se iba a radicar y ponerse al frente de
la empresa, y otra persona cuyo nombre se desco-
noce. Dicha empresa adquirió un lote para cons-
truir un edificio en la urbanización Los Naranjos.
Se hizo el proyecto y el trámite de aprobación y la
gestión de los créditos para la financiación de la
construcción. El total de lo invertido llegó a u$s
1.200.000. Al producirse el problema en el Ameri-
can Bank, Isidoro dio en garantía de las deudas
este terreno. Se vendió quedando un saldo neto
para Isidoro de u$s 770.000. Dicha venta se reali-
zó en enero de 1977.
INGRA WORLD TRADING COMPANY:
Fundada en Nueva York por Isidoro, en febrero
de 1976, para el comercio de importación y expor-
tación con un capital de u$s 100.400. Importó pu-
llóveres del Uruguay, pescado de 1a Argentina y
telas para jean de nuestro país. A1 fallecer David y
producirse el derrumbe general, se le cortaron to-
dos los créditos a esta empresa y dejó de funcio-
nar. El presidente de la empresa era el señor Jorge
Ianus, residente en Nueva York desde hace más de
20 años.
DEVEXPORT S. A.:
Creada en Israel por el doctor Rubinstein; por in-
dicación de David, se supone que en 1976, y no se
sabe si tuvo actividad.
AMERICAN BANK AND TRUST :
Fue comprado en 1975 por David al señor José
Klein o a una sociedad de este. Primero compra: el
51 % del paquete accionario (se cree que en la
suma de u$s 18 millones una parte al contado y
otra financiada) . Se ignora la procedencia del
dinero obtenido por David para el pago (sería en
estas circunstancias cuando comienza a recibir
dinero por parte de montoneros) . Más adelante, en
diciembre de 1975, adquiere el resto e las accio-
nes, 49 % aproximadamente, también a Klein y
otros, por lo que habría pagado la suma de u$s 14
millones. Se sabe que de la suma de u$s 32 millo-
nes que hacen el total, a la desaparición de David
solamente había llegado a pagar la suma de u$s 14
millones, tomándose conocimiento que los crédi-
tos otorgados a diversas empresas sin aval sufi-
ciente llegarían a la suma de u$s 14 millones. En
1977 el banco se hallaba en posesión del Bank
Leumi, ignorándose cuál fue el mecanismo de
venta o traspaso. Los Graiver inician un juicio a
Klein, pues este habría vendido por segunda vez el
banco, lo que no se podría haber hecho legalmen-
te.
BANKERS INTERNATIONAL:
Fue creada en 1975, en el mes de diciembre, por
David y el Dr. Rubinstein; exclusivamente para
recibir préstamos del Américai Bank y del Banco
de Bélgica, y eventualmente para producir inver-
siones. Operaba en Nueva York pero ni siquiera
tenía oficinas, y su sede nominal era Luxemburgo.
SANTA FE MANAGEMENT:
Funcionaba en el edificio Panam de Nueva York
y fue creada por David y el Dr. Rubinstein en
1976, con la finalidad de centralizar los negocios y
empresas del exterior (cumplía igual finalidad que
Empresas Graiver Asociadas S. A. en Argentina) .
Estaba al frente de la oficina el Dr. Jorge Rubins-
tein y el contador Ivin Mansu. En esta empresa
trabajó como asesor el señor Alberto Salem, quien
se ocupaba de las relaciones públicas. Por medio
de esta empresa el señor Alejandro Orfila, secreta-
rio general de la OEA, trabó relación con David
Graiver. Según Isidoro y Silvia Fanjul, el señor
Alejandro Orfila retiró poco antes de la muerte de
David un importante depósito que tenía en el ban-
co belga. También se tiene conocimiento que en
varias oportunidades almorzaban en la OEA, Da-
vid, Salem, Orfila, y que también fue invitado y
concurrió Isidoro.
NEW LORING:
Fue creada por David en el año 75, en Panamá.
Se utilizó para servir de base en distintas inversio-
nes y obtener créditos de los bancos ya menciona-
dos. Esta empresa realizó exportaciones de camio-
nes y acoplados de Estados Unidos a Venezuela.
Estaba al frente de la misma el señor Alejandro
Mugica (hermano del fallecido padre Mugica) .
Esta empresa también realizó una inversión de
compra de un importante porcentaje accionario en
una sociedad llamada Codetreisa, dueña de tierra
en la República Dominicana.
FILMACIONES EVANS:
Fue creada por David y tenía su sede en Nueva
York. Solamente se sabe de la misma que habría
filmado una película en Estados Unidos que fue un
fracaso.
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INVEX S. A., FINEX S. A., EURAM S. A.,
URRIS S. A., TEXCO S. A., EUFIX S. A.:
Estas seis compañías fueron creadas en Panamá,
durante el año 1976, por Isidoro Graiver, después
de haberse separado de David, con la finalidad de
facilitar los movimientos de negocios de importa-
ción y exportación. Pero primordialmente fueron
utilizadas para la solicitud de créditos al American
Bank y al banco belga.
BICTON:
Esta empresa es de origen panameño, creada en
el año 1975 por David y el Dr. Rubinstein. No se
sabe a qué se dedicaba, pero se supone que servía
para la obtención de créditos. Se sabe también que
hizo una compra de acciones en la bolsa de Nueva
York por la orden neta de u$s 750.000, que fueron
percibidos por el American Bank cuando se ven-
dieron por la su- puesta muerte de David Graiver.
Esta sociedad es deudora del American Bank y del
banco de Bélgica; no tiene oficinas ni personal.
90
LISTA DE PROPIEDADES DEL GRUPO GRAIVER
INMUEBLES PERTENECIENTES A JUAN GRAIVER:
1) Una casa en calle 5, Ѱ 1061/65, La Plata.
2) Una casa en calle 13, e/18 y 519, La Plata.
3) Unidad Familiar, N° 8, planta baja, calle 38, e/2 y 3, La Plata.
4) Una chacra, en Bahía Blanca.
5) Un local, en la esquina de calle 2 y 47, La Plata.
6) Tres lotes en City Bell.
7) Quince lotes, en La Plata.
INMUEBLES PERTENECIENTES A DAVID GRAIVER (SUCESIÓN)
1) Una casa, calle 23, N° 1682, La Plata.
2) Un lote en calle 1l, La Plata.
3) Un departamento, en Darragueira 2842, Cap. Fed.
4) Lote 8, manzana L, City Bell.
5) Dos lotes, en Camilo de Guerrero, Ruta 2.
6) 18 cocheras, en piso 1°, Darragueira 2842, Cap. Fed.
7) 1 Departamento, en consorcio Teodoro García, Cap. Fed.
8) 1 local, en calle Nueva York 4631, Berisso.
9) Unidad Familiar N° 2, calle 42, N° 448, La Plata.
10) 3 lotes, manzana N° 117, 115, sección B, La Cumbre.
11) 1 casa, diagonal 79, e / 2 y 3, La Plata.
12) 1 casa, calle l, N° 605, La Plata.
13) 1 lote, en Cestino y Cìrtiz de Rosas, Ensenada.
14) 1 casa, en calle 48 y 2, La Plata.
15) 1 departamento, en calle 8, e/48 y 49; La Plata.
16) 17.1 lote, calle 139, e/56 y 57, La Plata.
17) 1 lote en calle 2 bis, N° 236; La Plata.
18) 1 local del Banco; calle 30; esq: 29, Verónica, Magdalena.
19) 8 locales y Banco, en Arana y Camino Centenario, V. Elisa.
20) Consorcio de Teodoro García, Cap. Fed. 22. 8 lotes baldíos, en La Plata.
INMUEBLES PERTENECIENTES A LA FAMILIA:
1 .1 local, en calle 2, N° 796, La Plata.
2. 1 casa, en calle 38; N° 188, La Plata.
3. 8 lotes, en Villa Elisa.
4.1 lote, en City Bell.
5.1 lote, en La Plata.
6.Unidad Familiar 70, en calle 8 e/48 y 49, La Plata.
91
7. 1 casa, calle 69, N° 697, La Plata.
8.1 casa; Diagonal 9, N° 799, La Plata.
9. 69 lotes, en el Barrio "La Cumbre".
10.1 departamento, en Diagonal 80, esq. 1, La Plata.
11 .1 garaje, calle 42, esq. 4, La Plata.
12.1 casa, calle 48, N° 342, La Plata.
13.1 local, calle 47, e/11 y 12, La Plata.
14.1 casa, en calle 23, e/66 y 67, La Plata.
15.1 lote, en City Bell.
16 .1 lote, en calle 139, e /56 y 57, La Plata.
17 .1 lote, en calle 2 bis, e 1529 y 530, La Plata.
18. 1 departamento. en calle Corrientes 2314, Cap. Fed. 19. 1 quinta, en Don Torcuato.
70. 15 lotes. en La Plata. 21. 3 lotes, en City Bell. 22. 1 lote, en City Bell.
23. 1 propiedad, en Av. Corrientes 629, Cap. Fed.
INMUEBLES DEL GRUPO, A NOMBRE DE TERCEROS
1) 1finca, en la Av. Corrientes 2029, Cap. Fed.
2) 1 vivienda en Villa Tessei, Morón.
3) 1 finca, calle Lavalle 1140, Cap. Fed.
4) 1 finca, calle Bartolomé Mitre 764, Cap. Fed.
5) 1 finca, calle 7 y 529, La Plata.
6) 1 finca, en Quilmes.
7) 1 lote, en "El Peligro", Abasto.
8) 1 finca, en Villa Bosch.
9) 1 fínca, Boulevard 83, N° 257, La Plata.
10) 1 finca, calle 32 y 135, La Plata.
11) 1 finca, en Santa Fe 2142, Martínez.
12) 6 departamentos, en Av. Corrientes 2029, Cap. Fed.
13) 1 finca, en Av. Gobernador Bergara, esq. Poeta Riso, Villa Tessei.
14) 47 cocheras, calle Lavalle 1149, Cap. Fed.
15) 1 edificio de oficinas, calle Bartolomé Mitre 754, Cap. Fed.
16) 1 edificio en construcción, de 6 pisos, en calle 7 y 520, La Plata.
17) 1 lote baldío, calle Alte. Brown 566, Quilmes.
INMUEBLES DEL GRUPO GRAIVER:
1) 1 campo, "La Pochona", partido de Puán.
2) Oficinas, en calle 7, N° 1076, piso 5°, La Plata.
3) Oficinas en calle 11 y 41, La Plata.
4) Construcción destinada a banco, en Sarmiento y Reconquista, Cap. Fed.
92
5) 1 depósito, en calle 57, N° 1666, La Plata.
6) 1 depósito, en Comodoro Rivadavia.
7) 1 finca, en Villa Libertad.
8) 1 galería, en Av. Santa Fe 1638, Cap. Fed.
9) l finca, calle Ensenada 261, Cap. Fed.
10) Sede comercial, calle Miralla 1938, Cap. Fed.
11) Sede Comercial, calle Garzón 5430, Cap. Fed.
12) 1 campo, en la localidad de Hurgal, La Pampa.
13) Sede Comercial, calle 7, N° 1209, La Plata.
14) Oficinas, en calle 7 e / 39 y 40, La Plata.
15) Oficinas, en Trenque Lauquen.
16) Sucursal, banco, de Hurlingham.
17) Sucursal banco, en Bella Vista.
18) Sucursal banco, en José C. Paz.
19) Sucursal banco, en Av: Corrientes 2037, Cap. Fed.
20) Sucursal banco, en Grand Bourg.
21) Sucursal banco, en Moreno.
22) 1 finca, en City Bell.
23) 1 finca, en Diagonal 80; e ~ 42 y 115, La Plata.
24) 1 finca, en Gonnet.
25) 1 finca, en Av. Santa Fe 2130, Cap. Fed.
26) 2 lotes, en Abasto, La Plata.
27) Oficinas, en Av. Córdoba 1318, piso ll, Cap. Fed.
28) Oficinas, en Paraguay 875, Cap. Fed.
29) 1 finca, en calle 135, N° 1323, La Plata.
30) 1 finca, calle 3, N° 1046, La Plata.
31) 1 finca, calle 14, e/79 y 80, La Plata.
32) 1 finca, calle 26 bis, e/79 y 80, La Plata.
33) Local y oficinas, en calle 7 y 58; La Plata. 244
34) 1 depósito, en calle 53, N° 428; La Plata.
35) 5 lotes, en calle 519, ej 169 y 170, La Plata.
36) 2 lotes, en City Bell.
37) Depósito, en Plaza Italia, N° 109, La Plata.
38) Depósito, en calle 53, N° 428, La Plata.
39) 1 finca, en Magdalena.
40) 1 edificio, en calle Agote y Levene, Cap. Fed.
41) 4 lotes, en San Juan de Pereira; Berazategui.
93
42) 5 lotes, Barrio Santa Teresita, City Bell.
43) 1 lote, City Bell. 45. 4 lotes, en City Bell.
44) 1 lote, en calle 79, e/ 117 y 118, La Plata.
45) 1 departamento, en calle 57, N° 586, La Plata.
46) l lote, en calle 64, e j 162 y 163, La Plata:
47) 33 locales ..de galería, en Av: corrientes 314, Cap. Fed.
48) 6 departamentos, en calle 47 y 11, La Plata.
49) 60 lotes, en calle 6, e / 104 y 105, La Plata.
50) 1 finca, en Av. Gaona 1852, Cap. Fed. 53. 1 lote, en la Prov. de Río Negro.
94
INDICE
PROLOGO...................................................................................................................................................3
I - BIENVENIDO MR. GRAIVER .............................................................................................................6
II - DAVID GRAIVER: UN FANTASMA QUE NO MUERE................................................................10
Los hechos .............................................................................................................................................10
Las dudas ...............................................................................................................................................11
Los bienes ..............................................................................................................................................14
Los males ...............................................................................................................................................15
III - COMO SE HICIERON LOS ARRESTOS ........................................................................................16
IV - JUAN GRAIVER Y LOS ORIGENES DEL GRUPO ......................................................................18
V - ISIDORO GRAIVER: PERDIDO ENTRE DOLARES......................................................................21
VI - LIDIA PAPALEO: DEL COLEGIO NACIONAL AL TERRORISMO INTERNACIONAL.........24
VII- SILVIA FANJUL: UN PORTAFOLIO LLENO DE MUERTE.......................................................27
VIII - JORGE RUBINSTEIN: EL BLUF Y LA MALA CARTA ............................................................30
IX - LIIDIA GESUALDI: PSICOLOGA Y ALGO MAS.........................................................................33
X - CELIA HALPERN: LAS FORMALIDADES....................................................................................35
XI - OSCAR MARASTONI: CORRE, VE Y ENTREGALES ................................................................37
XII - DR. MIGUEL ANCHORENA: UNA SUCESION CUANTIOSA..................................................38
XIII - HlPOLITO J. PAZ: PASO IMPRUDENTE....................................................................................40
XIV - MAURICIO WEINBERGER, EL CADETE CURIOSO Y UN CALLEJON SIN SALIDA ........41
XV - DUDAS EN EL TINTERO ..............................................................................................................43
XVI - IMPERIO DE NOTICIAS...............................................................................................................45
XVII - TIMERMAN Y EL GRUPO GRAIVER.......................................................................................48
XVIII - FLORA DYBNER: LA CULTURA DE LA GUERRILLA ........................................................51
XIX - ORLANDO REINOSO. NEGOCIOS, NEGOCIADOS.................................................................54
XX - FRANCISCO FERNANDEZ: "CON USURA . . .".........................................................................58
XXI - DANTE MARRA Y JULIO DAICH: DOLARES EN LA PLATA...............................................61
XXII - EL MUNDO Y SU PRECIO..........................................................................................................63
XXIII - JORGE RODRIGUEZ Y RICARDO PERERA: LA FICCION Y LA VERDAD ......................65
XXIV - FINAL ABIERTO........................................................................................................................69
XXV - ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?.........................................................................................................70
XXVI - ¿COMO ACTUA EL ENEMIGO?...............................................................................................75
APÉNDICES..............................................................................................................................................83
EMPRESAS DEL GRUPO EN EL PAIS, SU FORMACION BAGUAL S. C. A.:.............................84
EMPRESAS EN EL EXTERIOR..........................................................................................................87
LISTA DE PROPIEDADES DEL GRUPO GRAIVER........................................................................90

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El Poder en la Sobre -El Affaire Graiver- by Ramon Camps

  • 1. 1 EL PODER EN LA SOMBRA El Affaire Graiver Autor: Ramón J. A. Camps
  • 2. 2
  • 3. 3 PROLOGO Soy general del Ejército Argentino, y a pesar de que sé que este libro sólo me va a traer dolores de cabeza, lo debo escribir por mí mismo, por nuestra lucha y en honor de los hombres que participaron en ella. Durante toda mi vida bajo las armas no imaginé jamás que un día iba a tener que sentarme delante de una máquina de escribir para redactar un libro de este tipo (es el segundo que publico) y que debía tomar esta actividad como un acto de servicio más. Servicio a la Patria y servicio a los que la defendieron a mis órdenes. Ellos, muchos están muertos, lo dieron todo y no tienen otra pre- ocupación que disfrutar de la gloria merecida que ganaron en combate: Los que por puro azar sobre- vivieron, todos fueron combatientes disciplinados que ajustaron sus acciones a una rígida cadena de mando. Sin embargo, las mismas personas que respiraban aliviadas con cada éxito que obtenía- mos porque veían alejarse de su vida diaria el fan- tasma del secuestro, el asesinato o la bomba des- tructora de familias, nos preguntan ahora con in- genuidad por qué peleábamos y empiezan a levan- tar índices con intenciones acusadoras. Escribo este libro porque quiero ser responsable y porque no voy a permitir que ninguno de los hombres que se jugó la vida por mis órdenes asu- ma las responsabilidades que les corresponden a otros. Es necesario que los argentinos conozcan a fondo el enemigo contra el cual debimos luchar. Yo acepto mis errores: mi trabajo no fue completo y no tuve tiempo de llegar hasta las raíces del pro- blema. Cuando el enfrentamiento era militar, cara a cara -y eso ocurrió muy pocas veces por iniciati- va del enemigo- mi gente supo triunfar, pero cuando la lucha se diluía en una red de sombras, figuras ambiguas, negocios complicados, sucios, oscuros, surgieron razonamientos burocráticos que me impidieron completar la tarea. En 1976 vi claramente que el triunfo militar so- bre la subversión debía ser consolidado con e1 triunfo sobre la subversión , política, económica y cultural que la nutría. Las razones por las cuales estoy convencido de que hay que completar esa parte de la lucha son la razón de este libro. En el período 1973-76 habían ocurrido en la Ar- gentina 590 secuestros, 676 asesinatos, 279 aten- tados terroristas y 9644 hechos subversivos. Es común decir que los argentinos olvidamos nues- tros errores y los volvemos a cometer otra vez. No sé si eso es completamente cierto, pero estoy segu- ro de una cosa: no nos vamos a olvidar de nuestras virtudes, de los ideales que defendemos y del co- raje que hace falta para mantenerlos en pie. E1 coraje es necesario para detener a los subversivos armados, ¿pero, qué se puede hacer respecto de la subversión de escritorio? El mito de que los ricos no pueden ser revolucionarios y de que no son posibles las complicidades entre el rédito capitalis- ta y la subversión marxista ha facilitado desde los primeros tiempos de la expansión comunista el crecimiento de la organización financiera que le sirve de base. Los capitales mal habidos tienen siempre el buen tino de rodearse de secreto. Los orígenes de algunas fortunas del mundo actual son un enigma explicado al gran público con historie- tas de golpes de suerte. En realidad, el movimiento de fondos, las grandes transacciones, las relacio- nes financieras, la titularidad de las empresas, son a veces misterios que desafían al más suspicaz investigador. En un ambiente como éste, el capital al servicio de la subversión goza de oportunidades estupendas para crecer e infiltrarse cumpliendo sus objetivos. La astucia de un policía y una respuesta delatora permitieron que en 1977 estallara el "caso Grai- ver". Seis años después se trata de echar un cóm- plice manto de olvido. Pero, en realidad, el caso había empezado mucho antes de 1977 y terminará mucho después de 1983; esta historia sólo termi- nará cuando muera el tremendo poder de la sub- versión económica, que por ahora ha encontrado sustitutos para la red que les desmantelamos. Cuando fui nombrado jefe de 1a Policía de la Provincia de Buenos Aires, tenía plena conciencia. de los riesgos de una tarea que me fue encomen- dada y que acepté sin vacilar. No sé si para uste- des tienen importancia estas acciones: yo creo que todo lo que vale -un ideal, un niño, un día de paz- está apoyado sobre una red de acciones de coraje y convicciones que ha sido tejida por muchos seres anónimos. Si Dios no sintiese aprecio por el coraje no hubiese hecho a los hombres que tuve a mis órdenes tal como están hechos. Por ellos estoy sentado aquí, escribiendo y asumiendo responsabi- lidades. En 1983, las exigencias morales son las mismas que en abril de 1976, cuando ocupé la jefatura de la Policía de Buenos Aires. Dije entonces: Esta- mos viviendo una circunstancia . particular, y esa circunstancia particular nos exige esfuerzos mayo-
  • 4. 4 res. Nos exige renunciamientos. Nos exige sacrifi- cios. Nos exige una motar y una ética sanmarti- niana y nos exige una honradez acrisolada. Soy consciente de que todos estos atributos los tiene el Cuerpo que dirijo, pero también soy consciente de que, a partir de este momento, es indispensable que ellos sean puestos de manifiesto en forma fe- haciente. -Mi coronel, ¿todavía tiene interés en los Grai- ver? Sí, por supuesto. Anochecía aquel día, allá por el mes de mayo de 1977, en mi despacho, en el departamento de Poli- cía dé la ciudad de La Plata. El Comisario General que me había hecho la pregunta parecía vacilar: - Yo sé dónde puedo encontrar a Juan Graiver. ¿Quiere que lo detenga? -Hágalo enseguida. Me miró francamente antes de seguir hablando. Después me espetó sin rodeos: -Mi coronel, ¿a usted, quién lo apoya? Si los muchachos saben que arriba no hay nadie, no se van a animar con una carta tan brava. -Deténgalo ahora mismo. Deje que yo asuma mis responsabilidades y confíe en que vamos a salir adelante. El director general de Investigaciones de la Poli- cía de la Provincia de Buenos Aires conocía su oficio y ya se podían contar las horas que faltaban para que los Graiver empezasen a dar explicacio- nes sobre los desmesurados negocios que última- mente estaban manejando. Marzo de 1977; otro verano terminaba al son de las bombas y las em- boscadas terroristas. Así nació el operativo cuyo nombre en clave era "Amigo". En junio de 1976 el ministro del Interior había pedido al gobierno provincial un informe semanal sobre todos los problemas graves que se produje- sen en la provincia y que pudieran tener repercu- siones políticas o sociales; también solicitaba una evaluación de todas las situaciones potencialmente peligrosas, para tener una visión previsora de los acontecimientos. El gobernador dispuso que fuera yo quien debía producir el informe. Recibirían copias el gobernador Ibérico Saint Jean; su minis- tro de Gobierno, Jaime Smart; el secretario de Informaciones de la Provincia, el comandante del I Cuerpo de Ejército, el comandante de la Décima Brigada de Infantería, el comandante de Institutos Militares, el del V Cuerpo de Ejército y el de la I Brigada de Caballería Blindada. Los informes se produjeron regularmente, y en uno de ellos se indicó por primera vez la necesi- dad de investigar las consecuencias de la desapari- ción de David Graiver, hijo de Juan, y el desorde- nado crecimiento de sus empresas, que ya no era un secreto para nadie. En aquel tiempo, todos quienes combatíamos a la subversión sospechábamos que debían existir po- derosas entidades financieras que apoyaban la acción de los terroristas. Las informaciones reci- bidas desde los frentes en los que combatía el Ejército -en el norte y centro del país, y más cla- ramente en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires- coincidían en señalar que el aporte logístico, económico y financiero de la subversión partía de los centros más ricos: la Capital y la pro- vincia de Buenos Aires. Había que buscar el hilo que nos llevase a la fuente del dinero que se gastaba en asesinar argen- tinos: Por ejemplo, el mercado negro de divisas, principalmente dólares, que funcionaba en La Pla- ta y movía cifras siderales, era un foco ideal para filtrar fondos para las bandas subversivas. Cortar- les los fondos era una manera de cortarles "los víveres". Cuando el comisario general me pregun- tó si todavía andaba detrás de los Graiver y si que- ría detenerlos asumí la responsabilidad no vacilé. Una comisión de la Dirección General de Inves- tigaciones fue hasta la avenida Santa Fe 2130, 6° piso, departamento A, de la Capital Federal. Allí se produce uno de esos golpes de suerte sin los cuales el trabajo de la policía es casi imposible, pero en este caso la suerte fue favorecida por la astucia del jefe de la comisión, que le preguntó a Juan Graiver: -Sabe usted quién lo ha detenido. -Estoy en la duda ¿ejército o montoneros? -Montoneros -¡Ah! Con montoneros no hay problemas. Yo soy hombre decente y conozco la deuda con la organización. Puedo hablar con el jefe de ustedes. En una dependencia de la Policía Provincial re- inicié el diálogo precisamente en ese punto. Los testimonios que se acumularon en poco tiempo fueron tan graves que se los comuniqué al coman- dantes del I Cuerpo de Ejército general Carlos Suarez Mason, de quien dependían directamente en todo lo relacionado con la lucha antisubversiva. Compartíamos plenamente la forma de encarar el problema. Le comente cual era la situación y me respondió: prosiga con la investigación. Al único
  • 5. 5 que le informa esto es a mí. Todos los contactos con el Comando en Jefe, con otras fuerzas, lo haré yo, lo mismo que con el Gobierno Nacional. A partir de ese momento tuve la mayor libertad para llegar adelante las actuaciones, sin ningún obstáculo, sin ninguna interrupción. Cuando ya lograba resultados concretos entre las manos, vol- ví a ver al comandante del I Cuerpo. Le informé detalle de todo cuantos habíamos averiguado hasta allí y me sugirió que hablase del tema con el secretario de Informaciones de Estado. Yo propuse que nos reuniésemos también con el Jefe de la Policía Federal y con el ministro de Interior pero obtuve una respuesta lacónica: - No, que se enteren junto con el comandante en jefe. Después de la reunión que habíamos programado secretario de Informaciones de Estado, hice una exposición de1 caso Graiver frente al comandante en Jefe del Ejército general Videla, el Jefe y subje- fe del Estado Mayor, el secretario de la SIDE, el ministro del Interior y el jefe de la Policía Federal. investigando, pero el comandante en Jefe y Presi- dente de la Nación señaló la necesidad de nombrar un general preventor, según lo establecido por la Ley 21.460. Creo que es importante explicar aquí un poco las funciones del preventor. Su finalidad no es agotar la investigación, sino, tal como dice textualmente la ley, “reunir en forma inmediata los elementos de prueba necesarios que acrediten la existencia de delitos subversivos; determinar la persona de los autores, cómplices o encubridores; practicar las diligencias necesarias para la detención de los imputados; posibilitar que, con los elementos de prueba reunidos, pueda establecerse el tribunal competente y que dicho tribunal pueda llegar a pronunciarse sobre la responsabilidad de los impu- tados” Ante la propuesta del comandante en Jefe, el ministro del Interior consultó una libreta y final- mente la designación recayó sobre el general Ga- llino. Inmediatamente fue llamado y yo recibí la orden de entregarle todo lo actuado. Los detenidos quedaban también a disposición del preventor. Al día siguiente cumplí con la orden. Por la tarde fui con el comandante del I Cuerpo y un colaborador civil, el doctor Alberto Rodríguez Varela, a la quinta Presidencial en Campo de Ma- yo, donde hablamos en un aparte con el coman- dante en Jefe y Presidente. El tema era qué hacer con los diarios "La Opinión" y "Crónica", com- prometidos con el imperio de los Graiver. Mi co- laborador había preparado un decreto de clausura. El Presidente no se opuso, pero explicó que hacía falta reunir a la Junta Militar y que el tema debía, además, ser analizado por la Comisión de Aseso- ramiento Legislativo. ' De allí en más no volví a ocuparme directamente de la investigación. Simplemente yo había queda- do a un lado. Más tarde informé de todo lo ocurrido al gober- nador de la Provincia, que se mostraba satisfecho e incluso había declarado a la prensa el 14 de abril: No pasarán muchos días para que se den a conocer detalles de una investigación trascendente que va a conmover a la opinión pública. Y agregó: Las investigaciones han sido puestas a disposición del poder central, y el Presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla tendrá última palabra al respecto. Las autoridades nacionales han tomado en este momento las medidas procesa- les que corresponden para continuar con la sustan- ciación de las actuaciones. Son ellas las que van a resolver en qué momento y qué es lo que se puede dar a publicidad; de lo actuado. Yo creo que ha llegado el tiempo de que se sepa todo lo investigado por mí. En las páginas siguien- tes va a desfilar una maraña asombrosa de nego- cios turbios, componendas con asesinos subversi- vos, irresponsables en la administración de bienes " ajenos y mal uso de las funciones públicas. Que el lector honesto preste atención. En este caso creo permitido y aun provechoso el interés por el pecu- lado, la traición, la estafa, porque en ellos vemos funcionar un mecanismo compuesto por las partes más peligrosas de una nación, una organización indiferente al cuerpo social en el cual vive y pros- pera, un sistema en el que cada uno de sus órganos tiene una finalidad propia, egoísta, o se pone al servicio de la muerte y el terror. También quedan en pie muchos interrogantes, rincones oscuros a los que la falta de tiempo y de medios impidió llegar y por los que se escabulleron muchos que aprovecharon estas circunstancias y la benignidad de las leyes y procedimientos argentinos para es- conder su papel. Desde el punto de vista anecdóti- co no es una investigación completa; pero desde el punto de vista político, las sombras del caso Grai- ver son tan significativas como las luces.
  • 6. 6 I - BIENVENIDO MR. GRAIVER Mientras los indicios en Buenos Aires señalaban la necesidad de investigar las actividades locales del grupo Graiver, las noticias que llegaban del extranjero no eran tampoco tranquilizadoras. Los diarios más importantes de la Argentina destaca- ban la ola de rumores y contratiempos que había levantado el paso de la familia por tres continen- tes. Una crónica de la Agencia UPI firmada por Roz Liston y James A. White tenía un subtítulo sugestivo -"Bienvenido Mr. Graiver"- con el que los periodistas querían destacar la benévola acogi- da que los miembros de la familia tuvieron en los círculos más altos de las finanzas mundiales. Las esferas que manejan el dinero del mundo se mos- traron en este caso bastante incautas y su impru- dencia les pudo haber costado mucho más cara. El 22 de enero de 1974 se hace la primera jugada internacional importante del grupo. Ese día, en Bruselas, delante del notario André Scheyven, comparecen siete personas para constituir el Ban- que pour 1'Amérique du Sud, o como lo llamaban en sus charlas cotidianas, el "banco de Bélgica". Los comparecientes son: David Graiver; adminis- trador de banco; Juan Graiver, administrador de banco; Isidoro Graiver, administrador de banco; Jean Stordeur, administrador de sociedades, de nacionalidad belga; Silvio Becher, economista; Alberto Naón, administrador de banco; y Pedro Martínez Segovia, abogado. David e Isidoro figu- ran cada uno con veinte mil acciones de las sesen- ta mil que componen la sociedad. Juan tiene 19.850. Los demás figuran con solo treinta accio- nes cada uno. Después de este primer paso el banquero húnga- ro-chileno José Klein vendió a los Graiver el Swiss-Isráel Trade Bank de Tel Aviv por cuatro millones de dólares, precio que superaba holga- damente el valor Xeal del banco. Con ramificacio- nes . en Buenos Aires, Bruselas y Tel Aviv, los Graiver se lanzaron a la conquista de la plaza nor- teamericana, que era la que más les interesaba. La desventajosa compra del Swiss sirvió de base para poner un pie en el American Bank and Trust Co., en el que Klein tenía influencia. Pero la primera compra en la plaza norteamericana fue el Century National Bank, en siete millones y medio de dóla- res. Formalinente, el American participaba con un préstamo a los Graiver de cuatro millones, pero nadie sabía de dónde salía la fortuna que le permi- tía a la familia Argentina comprar bancos al por mayor. Y nadie se lo preguntó hasta que ya fue muy tarde. En junio de 1975, un mes después de irse de la Argentina, David Graiver atendía en una oficina instalada en el American Bank. Este era un banco que hasta cierto punto ya estaba desprestigiado por una política insegura de créditos y había recibido varias inspecciones de las autoridades norteameri- canas, pero contaba con una estratégica red de representantes situados en México, Uruguay, Pa- namá y Colombia. El éxito de los Graiver fue al comienzo especta- cular. Empezaron a construir su imperio sin fijarse de dónde venía el dinero. .Tomaban todo lo que estaba a su alcance, pero para lograr esa extendida red financiera buscaron primero apoyos políticos que les cubrieran las espaldas. El ex secretario de Estado norteamericano William Rogers, el ex pre- sidente del City Bank, George Moore; el ex emba- jador en la Argentina, Robert Hill; el secretario general de la OEA, el argentino Alejandro Orfila; el abogado laborista norteamericano Theodore Kheel, son algunas de las personalidades que es- cribieron cartas de recomendación para los Grai- ver. La revista "New York" -que había estado en las miras de David Graiver y de su socio Jacobo Ti- mermax- pintó a su manera la situación: En 1975 una sangrienta guerra civil se desarrollaba en la Argentina y los compañeros de Graiver, incluyen- do el ex ministro de Economía Gelbard y un fi- nancista de alto vuelo llamado Rubinstein, fueron responsables al menos de parte del derramamiento de sangre, debido a su financiación del grupo gue- rrillero montoneros. Theodore Kheel entró en este extraño mundo cuando Graiver y sus compatriotas de ideas simi- lares se mudaron a Nueva York y compraron el American Bank a un emigrado llamado Klein, que entonces vivía en Chile. Para tener control de un banco norteamericano se necesita aprobación de las autoridades oficiales, no importa cuánto dinero se tenga. En Nueva York esa aprobación requiere influencias. El artículo trata de desvincular a Kheel del grupo Graiver, lo cual es lógico porque el abogado norteamericano había trabajado por el "New York". David Graiver contrató a Kheel para que lo ase- sorara y escoltara en su ingreso al mundo de los
  • 7. 7 negocios norteamericano. Yo no me habría rela- cionado con David 'si hubiera sabido que tenía tratos con los guerrilleros, declaró más tarde Kheel, pero mientras duraron las relaciones con el grupo argcntino el prestigioso abogado laboralista aprovechó sus propios contactos para introducir a Graiver en los círculos sindicales norteamericanos donde el banquero repartió créditos con asombrosa liberalidad. La actuación del ex embajador Hill fue también importante para la tarea de infiltración de Graiver. Además de pone a disposición del argentino sus contactos personales, Hill envio una carta en la que ,respaldaba la solidez del banco Comercial de La Plata. Esta carta tuvo un papel determinante en el ánimo de las autoridades norteamericanas por- que estaba escrita en un papel con membrete de la embajada norteamericana y el texto sugería tam- bién que la embajada había hecho indagaciones por su cuenta. El diario "Excelsior" de México publicó una nota en la que detallaba las conclusiones a las que había llegado un informe confidencial preparado por banqueros de Wall Street después que estalló el escándalo Graiver. El informe -al cual el "Ex- celsior" habría tenido acceso exclusivo- comenta que Orfila habría recibido un préstamo de 300.000 dólares del American Bank. Orfila admitió este préstamo pero negó toda otra vinculación con el grupo. En una reunión de la OEA consiguió que el organismo Te ratificara su confianza y que califi- cara de "campaña de prensa difamatoria".las noti- cias que aparecían sobre el tema. Sin embargo, no fue éste el único rumor que co- rría sobre Orfila. El diario "La Prensa" de Buenos Aires publicó el 28 de abril de 197~ un informe sobre una reunión entre José Ber Gelbard, David Graiver y Orfila, en Santo Domingo. Gelbard lle- gó al aeropuerto de esfa ciudad acompañado de sus hijos Fernando y Silvia, a bordo del avión pri- vado de Robert Lee Vesco, un Navión 265. Vesco fue un financista que estuvo vinculado con nego- cios poco claros que hicieron temblar a variosgo- biernos del Caribe e incluso echaron sombras so- bre funcionarios gubernamentales de los Estados Unidos. Desde Santo Domingo, Gelbard llamó por teléfo- no a Orfila, en Washington, y lo invitó a participar de una reunión al ,día siguiente. La reunión se hizo el 8 de mayo de 1973 en el hotel "Embaja- dor" y Orfila la volvió ese mismo día. Gelbard y Graiver, en cambio, esperaron a que el señor M. Warroquier~ obtuviera una sentencia de divorcio y se casara inmediatamente, según la ley dominica- na, con la señorita Silvia Graiver. Pocos días des- pués todo eI grupo partió en el avión de Vesco rumbo a las Bahamas. Allí se hospedaron en el hotel "Sonesta", propiedad de Vesco, hasta que, siempre en' el mismo avión, José Ber Gelbard par- tió rumbo a Caracas. El 25 del mismo mes juró "desempeñar con lealtad" el cargo de ministro de Hacienda y Finanzas del gobierno de Cámpora. Los temas que se trataron en la reunión de Santo Domingo permanecen en el más impenetrable mis- terio porque nadie se ocupó de investigar. También William Rogers tuvo elogios para Grai- ver: En una carta dirigida al superintendente de bancos de Nueva York dice: He oído de amigos comunes, incluso el señor Alejandro Orfila, que el señor Graiver es un hombre de mucha influencia en 1a Argentina, tiene posición económica muy fuerte, es dueño de bancos y de plantas impresoras y está considerado como una persona de integri- dad e influencia. A toda esta campaña de promoción se sumaron actitudes personales que tenían por objeto rodear de prestigio su persona. David Graiver se instaló en un departamento decorado con una valiosa co- lección de cuadros impresionistas franceses. El alquiler de la vivienda costaba 6.500 dólares, más unos 20.000 que gastaba en telefonear a todos los lugares del mundo en los que tenía intereses. De- lante de las personalidades importantes, hacía cada tanto menciones casuales de su fortuna familiar, que según él era de más de cien millones de dóla- res: Yo tenía la impresión de que David necesitaba hacer una gran transferencia de fondos desde la Argentina y que estaba buscando donde invertir- los. Esta declaración de su mentor norteamericano, Kheel, puede dar exactamente en el clavo. La relación entre Kheel y Graiver llegó a incluir algunas transacciones comerciales. En marzo de 1976 la New Loring, compañía~ panameña de Graiver, pagó más de 100.000 dólares por accio- nes de Codetreisa, compañía inmobiliaria de Kheel que operaba en la República Dominicana. Graiver pagó la mitad del precio y recibió las ac- ciones, pero nunca pagó el resto y usó las acciones como garantía para préstamos del American Bank a New Loring. Graiver también logró que Kheel lo introdujera en la UV Industries Co., importante compañía con intereses en minas de carbón y co- bre. Graiver llegó a integrar el directorio de la UV pero nunca pudo tener el control. Las relaciones
  • 8. 8 Graiver-Kheel terminaron con un juicio de éste con la esperanza de poder probar que fue víctima de defraudación. A través de los buenos oficios de Kheel, Graiver también conoció a Joseph Michaan, magnate del carbón y de la petroquímica. El banquero le hizo un préstamo a cambio del cual : le solicitó que depositara sus fondos en el banco belga. Cuando éste quebró, Michaan y una parte considerable de su fortuna quedaron atrapados en las redes turbias tendidas por Graiver. Otro magnate del carbón, John Samuels III, crea- dor y dueño de International Carbon and Minerals, la empresa más grande en la cartera de clientes de Graiver, pudo zafarse sin perder un centavo, según sus propias declaraciones a Liston y White, a pe- sar de haber librado un cheque de dos millones de dólares el mismo día en que Graiver desapareció en un accidente. Un cable de la agencia UPI, en el que se informa a la prensa mundial sobre la primicia del "Excel- sior" respecto del documento de Wall Street sobre el caso Graiver, cita textual mente este estudio: Algo raro, extraño y sugestivo ocurrió cinco días antes de la desaparición de Graiver. En los libros del American Bank figuraban 600.000 dólares como sobregiro contra el llamado Bankers Interna- tional, uno de los fantasmas luxemburgueses crea- dos por Graiver; y una deuda por 500.000 dólares contra el Century National Bank, también de Graiver. Esto significaba que Graiver tenía urgen- cia en obtener un millón cien mil dólares. John Samuels aporta entonces los fondos para cubrir las necesidades del banquero argentino con un cheque por dos millones. Pero al parecer el magnate se arrepintió de lo que hizo y ordenó im- pedir el pago del cheque. Aclaró que lo había dado a Graiver para permitirle un respiro hasta que lo- grase obtener esa suma antes que el cheque llegase a la compensación bancaria de Nueva York ( . . . ) En los tres a cinco días que tarda la compensación, Samuels recapacitó tras comenzar a comprender los alcances de los problemas de Graiver. Esta explicación no convenció, sin embargo, a la autoridad bancaria norteamericana. La orden del cese de operaciones del American Bank se basó principalmente en el hecho de que el mismo Sa- muels obtuvo créditos en el American Bank por una suma cinco veces superior al límite legal esta- blecido por esta institución bancaria. Las autoridades habían estado presionando a Gravier para que respaldara los créditos de su ban- co con garantías sólidas David ofreció los dos bancos argentinos y el banco israelí respaldo de sus operaciones. El 6 de septiembre de 1976, un mes después del accidente aéreo, el Banque pour 1'Amérique du Sud, de Bruselas fue intervenido por las autorida- des de ese país debido a su situación sospechosa, y el 13 del mismo mes fue declarado en bancarrota; El asunto del Banque pour I'Amérique du Sud es un verdadero laberinto y es único en la historia belga, declaró el interventor de la institución. Dos días después, el 15, el Departamento de Bancos eh Nueva York cerró el American Bank por "prácticas violatorias de la ley". La quiebra es la cuarta en importancia en la historia de los ban- cos norteamericanos. Una de las funciones del American Bank habia sido actuar como agente de ventas de certificados de depósito del banco belga. Entre los principales compradores de estos certificados hay muchos inversores argentinos y mexicanos que querían sacar dinero de sus países. Las pérdidas de los inversores y depositantes del banco belga fueron casi totales, "quizá de alrede- dor del ochenta por ciento" según el superinten- dente de bancos de Nueva York. El American Bank, en cambio, fue rescatado en parte por el banco Leumi, el más grande de Israel desde el punto de vista comercial, con una oferta de más de 12 millones de dólares. El Century salió a remate y fue comprado por un banco español. En la red de intrigas financieras tejidas por Grai- ver y de préstamos de sus bancos a compañías ficticias que también dominaba él, se evaporaron unos cincuenta millones de dólares de inversores de tres continentes. El medio empleado para estas operaciones incluía el sobregiro de cuentas perso- nales. En el informe de Liston y White se mencio- na un ejemplo significativo: el 29 de agosto del '75, se abrieron en el American nueve cuentas per- sonales de David con solo 200 dólares cada una: Una semana después esas cuentas estaban sobregi- radas por un total de 3,9 millones de dólares, y el IS de setiembre las cuentas de Graiver en su banco tenían un sobregiro de más de siete millones. Después de su desaparición los negocios queda- ron tan embarullados que las autoridades belgas y norteamericanas tuvieron por lo menos una reu- nión confirmada, en Canadá, para discutir los pro-
  • 9. 9 blemas comunes. Muchos perjudicados en Europa presentaron querellas ante las autoridades nortea- mericanas aduciendo que entre los dos bancos se habían hecho transferencias que ellos no habían autorizado. En cuanto al destino del dinero faltante, solo hubo especulaciones y rumores. Se habló de trans- ferencias a Suiza y a montoneros, pero poco se sabe concretamente. Los investigadores no han podido rastrear el dinero porque la manera de ope- rar de David Graiver tenía como base el secreto: mantenía todas las operaciones en su memoria, usaba nombres en clave y cuentas numeradas. En su oficina de Nueva York, una máquina destructo- ra de documentos es la guardiana insobornable de los enigmas internacionales de los Graiver.
  • 10. 10 II - DAVID GRAIVER: UN FANTASMA QUE NO MUERE LOS HECHOS El viernes 6 de agosto de 1976 David Graiver, banquero argentino que luchaba en Nueva York por la ya improbable salvación del American Bank and Trust Co. y de la Banque pour 1'Amérique du Sud, llamó a las 13.30 a la compañía aérea Hansa para contratar un viaje privado a Acapulco, Méxi- co, a pesar de que una de sus secretarias le había hecho una reserva en un vuelo regular de la acre- ditada Eastern Airlines. "Quiero ir a mi manera", dijo Graiver, con jets privados, como lo había hecho los dos fines de semana anteriores, osten- tando una riqueza que muchos ya ponían en duda: Hizo algunas bromas, pero parecía empotrado en una pared de tensiones, declaró más tarde un testi- go. A las 17.05 salió de sus oficinas y fue a su departamento, situado en la lujosa Quinta Aveni- da. A las 19, llegó al aeropuerto Fiorello La Guardia acompañado de su chofer. Allí se encontró con el piloto del avión, Michael Bann, de 34 años, y el copiloto,. Kevin Barnes, de 25. Después de abra- zar ampulosamente al chofer, subió al avión. David Graiver era un hombre corpulento, con al- gunos rasgos rechonchos, cuerpo sedentario for- mado en poltronas de escritorio. Los ojos, la cabe- llera, los bigotes y la barba, que entonces dejaba crecer solo sobre el mentón, eran muy oscuros. Tenía una alta opinión de sí mismo y de los desor- denados negocios que dirigía. De todos los valo- res, el que más estimaba era la "brillantez", pala- bra que nunca logró definir con claridad. Pero no dudaba de que é( era "brillante" y empleaba el mismo adjetivo para las personas que le caían simpáticas o que lo impresionaban. Despreciaba a todos los demás. Los colaboradores del magnate lo describían co- mo un trabajador obsesivo que no salía de sus ofi- cinas ni tenía una vida social activa. Algunas des- cripciones bordean la exageración y hablan de una especie de "santo de las finanzas", con un vestua- rio de solo tres o cuatro trajes. Yo me encontré con pruebas de que en Buenos Aires, David Grai- ver mantenía el departamento de una de las más conocidas "vedettes" de revista y le pasaba men- sualmente un sobre con una buena cantidad de dólares. El vuelo empezó con dificultades porque tuvo que esperar dos horas hasta que se le concedió una pista de despegue. Ya en el aire, el piloto llamó a las 21 a su compañía para anunciar que había de- cidido cambiar de plan y hacer escala en Memphis y Houston para reabastecerse de combustible. En Memphis, quedó la firma del piloto en una cuenta de 551 dólares por reaprovisíonamiento. En el trayecto a Houston, Bann llamó a un amigo para encontrarse en el aeropuerto de esa ciudad. Más tarde éste declaró: Mike (Bann), además de estar cansado, no andaba bien. Puedo decirlo por la forma en que actuaba. Vi al pasajero, que agitaba sus manos mientras hablaba por teléfono; a unos cuarenta pies. Se parecía a la f oto de David Grai- ver. Bann comentó que era una persona muy des- tacada y que habían descendido únicamente por- que el pasajero tenía que hacer una llamada impor- tante. Los pilotos y el pasajero subieron al avión y pocos minutos después la noche y el espacio se los engullían. La segunda esposa de David, Lidia Papaleo, y el hermano del banquero, Isidoro Graiver, estaban esperándolo en el aeropuerto le Acapulco cuando la torre de control les avisó que el avión estaba en emergencia. Isidoro recuerda que había hablado el día interior con su hermano y éste le había pedido que hiciese lo posible por esperarlo, porque quería hablar con él. El aterrizaje en Acapulco estaba previsto para las dos de la madrugada, aunque David llamó durante el vuelo para avisar que tení- an problemas. Cuando llegamos con Lidia al aero- puerto -declaró Isidro- la noche estaba tormentosa y no había casi nadie en las 2las. Como el avión se demoraba, fue a las oficinas de la compañía aérea. El empleado le explicó que, según el último con- tacto, ya debía estar sobrevolando Acapulco. Des- pués recibí el viso de que se había declarado el estado de emergencia y se estaban consultando otros aeropuertos hacia los que se podía hacer desviado la máquina. Los presagios se acumulaban. En las idas y veni- das, Isidro oyó que en una oficina contigua cierto funcionario hablaba por teléfono y de sus palabras se deducía que un campesino que vía sobre la ruta de vuelo había escuchado una explosión. El testi- monio de Isidoro Graiver narra con claridad las horas que siguieron a la supuesta tragedia. Volvi- mos a casa de Lidia, y allí recibimos un llamado telefónico de mi madre, desde su hotel, pregun- tando por "Dudie" (este era el apodo familiar de David) , luego por la razón de la demora.
  • 11. 11 Entonces resolvimos ir al hotel donde se alojaban mis padres. Fuimos con Lidia, mi mujer y yo, a fin de hacerles entender que ci avión podía haber te- nido un desperfecto y que existía posibilidad de que hubiese efectuado un aterrizaje de emergen- cia. Por supuesto que agregamos todas las explica- ciones que se dan en estos casos. Aunque ya no tenía ninguna información más, me imaginaba La verdad: había ocurrido un accidente. Volvimos a1 aeropuerto, pues nos habían dicho que con las primeras luces se iniciarían las opera- ciones de rastreo. Con anterioridad, desde la casa de Lidia, había llamado a Gabriel Alarcón -persona muy promi- nente en México-, para avisarle lo que estaba su- cediendo con el avión de David. Alarcón viajó en su avión hasta Acapulco acompañado de una per- sona de nombre Valerio, de quien no recuerdo e1 apellido. llegó a primera hora de la mañana y lo puso a Valerio a disposición de la familia para que realizara cualquier tipo de gestión. Había dificultades para conseguir pilotos, razón por la cual se demoraron en iniciar las operaciones de rastreo. En ese momento fuimos informados de que podía pasar mucho tiempo antes de tener no- vedades. Sin embargo no fue así, no pasó mucho tiempo, ya que a media mañana un funcionario del aero- puerto nos reunió a mi madre, a Lidia, a mi mujer y a mí, y nos dijo que se había Localizado el avión y que no existían sobrevivientes. Nos confirmó que el accidente ocurrió en Chilpancingo, a cin- cuenta millas de Acapulco. Isidoro Graiver alquiló un auto para ir al lugar del accidente y viajó con Valerio. A1 llegar quiso informarse del suceso y se preocupó especialmen- te por los restos de su hermano David. Allí se en- teró de que recién en ese momento comenzaba la excursión de rescate hacia el lugar exacto donde estaba el avión caído. No me permitieron acompañar a la patrulla mili- tar de rescate, razón por la que tuve que quedarme en el hotel que se encuentra pegado a la funeraria Gómez. Antes de partir el jefe de la patrulla me dijo que tardaría en regresar más o menos cinco horas. Para que yo no fuera, me hizo ver lo peligroso que era la marcha. En la noche del 7 de agosto bajé a la funeraria acompaña do por Valerio. Serían más o menos las 22.30. Entonces me informaron que ya habían llegado los restos de David. Pese a los consejos en contra, entré a La morgue o habitación que habían habilitado para tal f in, donde pude ver sobre una mesa tres montones, separados, de restos huma- nos; uno de los cuales era un tronco, de fuerte con- textura, con algunos restos de piel -diría que el tronco estaba como en carne viva- que por su tono, un poco más oscura que la mía, supuse que podían corresponder a David. Por eso, unido a que los otros dos restos eran solamente una bóveda cra- neana y algunos pedazos de extremidades prácti- camente irreconocibles, consideré que ese tronco era de mi hermano. Me decidí por el volumen, la contextura, por el color de la piel y por las refe- rencias que me dieron los soldados que hicieron el traslado, quienes me aseguraron que eran tres los cuerpos encontrados. Todo este cuadro hace que esté íntimamente con- vencido de haber reconocido los restos de David, a quien sin ninguna duda considero fallecido en el accidente. Hice los arreglos pertinentes, con la ayuda de Va- lerio, para que enviaran los restos a una funeraria de Acapulco, y yo me fui directamente a la casa de mi cuñada, a quien Le confirme la infausta noticia. Agregué que había reconocido los restos de David. La familia entera regresó a la ciudad de México, adonde llegamos el domingo 8 de agosto por la tarde. Viajamos en dos aviones que alquilamos especialmente. Los restos de David llegaron el lunes y fueron llevados directamente a la casa de velatorios. El martes se retiró el ataúd y en el cementerio de Do- lores se cremó su cadáver. Pedimos autorización, mi cuñada Lidia y yo, para presenciar la introduc- ción de los restos de David en el horno crematorio. Al ser abierta la tapa Lidia se acercó y depositó un beso en los restos. Esa fue la primera vez que ella los vio. Inmediatamente se hizo la cremación, lue- go se entregaron las cenizas en una urna que fue conservada por Lidia. Nos acompañaron, al retirarnos del cementerio, los únicos que habían concurrido al lugar, mi es- posa y Lidia Angarola. Puede haber estado alguna otra persona, pero realmente no 1a recuerdo. LAS DUDAS En una carta personal, en la que me aclaraba al- gunos puntos oscuros de las maniobras de David, el subdirector del Federal Bureau of Investigation
  • 12. 12 de los Estados Unidos (FBI) me preguntó mi opi- nión respecto de la posibilidad de que David Grai- ver no estuviese en el avión caído. Le contesté que no tenía pruebas para afirmarlo, pero que mucho menos tenía para descartar la hipótesis. Por sus maniobras financieras tenebrosas, el banquero argentino había levantado una ola de indignación en los Estados Unidos y México, incluso entre miembros de la colectividad judía. Más aún, le dije que no se podía descartar la posibilidad de un atentado o de sabotaje. El FBI llegó a la misma conclusión y declaró "que no tiene información positiva de que Gráiver esté muerto, pero tampoco tiene información de que esté vivo", y abandonó el caso cuando el fiscal del distrito de Manhattan, Robert Morgentesu, convocó a un jurado especial para investigar la posibilidad de homicidio en relación con la quie- bra del American Bank. La compañía aseguradora del avión también ini- ció una investigación sobre la presencia de Grai- ver en el avión y sus sospechas se basaban princi- palmente en que el tramo HoustonAcapulco era demasiado largo para la máquina y no había mane- ra de explicar esto. Las autoridades aéreas mexicanas no pudieron tampoco llegar a una conclusión que explicase las razones por las cuales el avión se estrelló- fuera de su ruta, mientras volaba a una altura mínima me- nor de la necesaria para entrar en Acapulco. Las incógnitas caen una sobre otra y van espe- sando el velo de misterio que rodea el accidente. Solo tienen un punto en común y es que ninguna de ellas ha sido resuelta satisfactoriamente por ninguna de las autoridades que estudiaron el caso. Incluso el avión, un Falcon matrícula 888AR, es un factor más de misterio. La máquina era el único bien que poseía la Colonial Allianee Corp., em- presa creada en Nueva York en 1971, y de la cual sospechaban los investigadores norteamericanos que tenía como único objetivo facilitar las manio- bras de evasión impositiva de los grandes contri- buyentes amenazados por el implacable sistema fiscal estadounidense. Para colmo, uno de los ac- cionistas de Colonial Alliance, Arthur Cohen, al- quilaba en el edificio Olimpic de Nueva York las oficinas que ocupaba el American Bank del grupo Graiver y había obtenido suculentos créditos del mismo. Cohen era además presidente del directo- rio de Arlen Realty and Developement Co., em- presa que tenía sus oficinas en la Séptima Avenida 888. Cuando las autoridades preguntaron a otros miembros de la Arlen la razón por la cual la matrí- cula AR888 coincidía exactamente con las inicia- les de la compañía y con el número de su direc- ción, la respuesta fue u impávido: No veo la rela- ción. Con métodos de investigación tan ingenuos era verdaderamente difícil desenmascarar a una organización que movía millones de dólares a la sombra de la clandestinidad. Uno de los principales miembros de la organiza- ción montada por David Graiver, el abogado Or- lando Reinoso, me hizo confidencias reveladoras. Le pregunté si de acuerdo con su opinión personal David Graiver estaba muerto o no, a lo que me respondió: Tengo dudas sobre la realidad de su muerte, por las siguientes razones: primero, por la secretaria de David en el American Bank, sé que el avión particular fue contratado en la mañana del día de la partida, lo que excluye que la contrata- ción se haya hecho por haber perdido et vuelo regular a México. Segundo, existe una informa- ción no con firmada y manifestada por uno de los dueños de la compañía aérea, propietaria del avión, que no había registro de entrada del aparato en Houston, aunque podría ser un recurso de los pilotos para no pagar el derecho del aeropuerto; tercero, Lidia Papaleo me dijo que el señor Atar- cón, amigo de ellos en México, le advirtió sobre un rumor que corría sobre la prefabricación del accidente, y que el rumor señalaba la existencia de organizaciones delictivas que preparaban acciden- tes simulados llevando hasta et lugar del hecho piezas de otros aviones que luego incendiaban; cuarto, me impresiona como demasiado oportuna la muerte de Graiver dos días antes de provocarse la primera falta de pagos de cheques expedidos por él; por ejemplo: uno de dos millones de dóla- res que debía cobrarse el día lunes siguiente. Además, la falencia del Banque pour l'Amérique du Sud creaba una situación imposible de detener. Reinoso aclaró, además, que el vuelo regular de- bía partir a las 19, tal como ocurrió, y que David salió del banco a las 17, con tiempo de sobra para llegar al aeropuerto y tomar el avión regular si hubiese querido. Agregó finalmente que la secre- taria de Graiver llamó a las 10 a la compañía par- ticular para alquilar el avión y que a las 13.30 es- taba la confirmación de que el avión podía utili- zarse. EI vuelo regular salió del aeropuerto: Ken- nedy, y Graiver tomó el avión particular en el ae- ropuerto La Guardia, ambos próximos a la ciudad de Nueva York; por lo tanto tenía tiempo suficien- te para tomar cualquiera de los dos.
  • 13. 13 Cuando le pregunté a Lidia Papaleo sobre lo ocu- rrido, ella me respondió: Estoy segura de que "Dudie" ha muerto, porque era muy cariñoso con nuestra hija María Sol, a la que no deje de bañar personalmente un solo día. Si estuviera vivo no podría estar lejos de su hija. La cierto es que el tronco que supuestamente per- teneciera a David Graiver fue cremado en el ce- menterio de Dolores de la ciudad de México. Lidia Papaleo pidió después autorización a las autorida- des norteamericanas para introducir las "cenizas de Davíd" en Estados Unidos, trámite innecesario, pero que podría servir para tener pruebas y docu- mentación burocrática que confirmasen la muerte de David Graiver. Lidia Papaleo dispuso también la cremación de los restos de su marido, y lo hizo con el visto bue- no de la familia. Esta es una práctica totalmente desacostumbrada en la religión judía y la familia Graiver es creyente y practicante activa de su reli- gión, a tal punto que Lidia Papaleo y David habían tenido que romper su noviazgo, anterior al primer matrimonio de éste, por no ser ella judía. La pri- mera esposa en cambio, era judía practicante. En octubre de 1976 el gobierno mexicano emitió un informe atribuyendo el accidente a un error del piloto y descartó cualquier desperfecto mecánico. Según dice el informe, Bann habría dado una in- formación errónea, marcando una posición inco- rrecta y comenzó el descenso demasiado pronto. Un análisis del accidente indica que, aun cuando Bann haya señalado mal su posición; el error de- bería haber sido obvio a los controles de vuelo del aeropuerto de Acapulco, con tiempo para permitir- les impedir el accidente. El informe, además, se contradice respecto de la hora en que ocurrió el mismo hecho y tiene mal escrito los nombres de los pilotos. También declara que los dos pilotos y el pasajero murieron en el accidente, pero curio- samente, no identifica al pasajero. Un agente federal mexicano examinó personal- mente el lugar del accidente y dijo que no halló indicios de que hubiese sido provocado: No hubo explosión, de eso estoy seguro. Según él, el piloto, que había recibido instrucciones de volar entre 14.000 y 19.000 pies (4.200 a 5.700 metros) , lo estaba haciendo a menos de 9.000 pies (2.700 me- tros) al estrellarse el avión: Lo que pasó -agregó- es que los pilotas no obedecieron las instrucciones del aeropuerto de Acapulco o algo faltó en el avión. Un informe oficial publicado en México el 17 de octubre de 1976 descartaba la .posibilidad de una explosión, ya sea de una bomba o de algún ele- mento del aparato. Pero de acuerdo con el mismo informe las autoridades mexicanas no pueden ex- plicarse por qué el avión se encontraba fuera de su ruta y por debajo de la altura mínima requerida para entrar en la pista del aeropuerto de Acapulco. El diario azteca "El Sol" difundió fragmentos de ese informe de los investigadores aeronáuticos de la Junta Mexicana de Aviación Civil. Por su parte, Hansa, la compañía que contrató el viaje, dijo que su propio servicio meteorológico informó que en la zona del impacto había tormen- tas eléctricas y que según un testigo "se había pro- ducido una fuerte explosión en el aire". Sin em- bargo, las autoridades mexicanas descartaron que se hubiese producido tal explosión. El informe de las autoridades mexicanas, que fue reproducido por la prensa, dice que la causa más probable del choque del avión contra la montaña "fue un error en la posición y el no volar a la altu- ra autorizada para entrar en la pista de Acapulco procediendo del rumbo norte". En otras palabras el choque se produjo porque el avión estaba volando muy bajo, para lo cual aparentemente no existe ningún tipo de explicación. Si los instrumentos hubiesen estado funcionando mal, el piloto 5 el copiloto lo habrían advertido y comunicado por radio, según estiman los investigadores. El mismo informe cuestiona la decisión de las autoridades: de Chilpancingo de certificar que David Graiver era uno de lo; muertos, ya que no se encontró nada entre los restos que permitiera suponer que se había dado con el ca- dáver de Graiver También señala que las graba- ciones del vuelo y de la voz de lo pilotos no fue- ron recuperadas por los miembros de las patrulla de rescate. Sin embargo, un piloto norteamericano llamado Robert Meyer declaró que había compra- do fragmentos de la grabación de las voces y toda la grabación del vuelo por solo cinco dólares que pagó a mexicanos que viven cerca del lugar donde se produjo el accidente. Meyer entregó o vendió las grabaciones a los abogados que representaban a la segunda esposa d David Graiver en el juicio por el cobro de una indemnización de veinte mi- llones de dólares. La grabación registra tan sol diez minutos de conversación a bordo del avión, pero no s pudo confirmar a qué tramo del vuelo corresponden esas palabras.
  • 14. 14 A pesar de que los abogados pidieron a la Junta Nacional de Transporte y al juez federal que con- ducía la querella entablada por negligencia del piloto, 1as pautas sobre la "forma de manejar estas posibles piezas de evidencia", el gran jurado in- vestigador que debió resolver sobre las querellas por defraudación y falsificación de documento público iniciadas contra David Graiver, no creyó que estaba acusando a un hombre muer to. Así lo declaró el fiscal al hacer el anuncio de los cargos. La repercusión que tuvo en la Argentina el acci- dente quedó reflejada en las notas de tono distinto que sobre el mismo hecho publicaron "La Opi- nión", dirigido por Jacobo Timerman, "Correo de la Semana", de Francisco Manrique (ambos elogiaban la personalidad de Graiver) , y "Cabildo", de Ricardo Curuchet (que ponía serios reparos a la actividad desarrollada en la Argentina por el banquero desaparecido) . Después del accidente quiebran estrepitosamente el American Bank de Nueva York y el Banque pour 1'Amérique du Sud, de Bruselas. Para algu- nos periodistas el imperio financiero de Graiver se desmoronaba por la desaparición de su factótum. Yo estoy convencido de que el grupo financiero estaba irremediablemente perdido por culpa de las maniobras irresponsables de David Graiver antes que éste muriera o prefiriera esfumarse en la tor- mentosa noche mexicana. Toda la familia Graiver, que vivía en México pa- ra aprovechar las facilidades de evasión fiscal que ofrecía el país; según declararon ellos mismos, regresó a la Argentina cuando las autoridades .norteamericanas estaban a punto de lanzar contra ella una demanda penal. Poco después de llegar, Lidia Papaleo inició los trámites sucesorios en representación de la hija que había tenido con Da- vid. El público empezó a enterarse atónito de las vastas ramificaciones económicas de la fortuna de David Graiver. Pero en la sombra quedaban aún sorpresas mayores, que nada tenían que ver con la economía. LOS BIENES Los Graiver dirigían directamente o por interme- dio de testaferros el banco Comercial de La Plata, el banco de Hurlingham, pero la empresa clave del grupo era EGASA (Empresas Graiver Asociadas Sociedad Anónima) , a cargo de la coordinación económica y el manejo de los hilos financieros, aunque esta razón social no participaba directa- mente en los negocios sino que lo hacía a través de innumerables sociedades anónimas, sociedades de responsabilidad limitada o representantes persona- les de probada fidelidad. Los miembros de la fa- milia eran propietarios de valiosos inmuebles, situados casi todos en la Capital Federal y la pro- vincia de Buenos Aires, entre los cuales se conta- ba el Bristol Center de Mar del Plata. La lista completa de propiedades puede ser consultada en el "Apéndice" de este libro. Una parte importante del capital de los Graiver había sido invertida en medios de comunicación, a pesar de que el buen olfato financiero de los diri- gentes del grupo sabía perfectamente que ese ramo no era ni seguro, ni rentable. Este interés por in- fluir en la opinión pública, demostrado por un "holding" que exteriormente parecía apolítico, y las grandes sumas invertidas en ese sector econó- mico, fueron una de las pautas que nos indicaron que detrás de los negocios había intenciones de otro tipo: Los Graiver trataron de dominar todo el sector periodístico comprando las acciones de Pa- pel Prensa, industria madre destinada a abastecer a la mayor parte de los diarios argentinos. David Graiver también era dueño de acciones de Olta S.A., propietaria del diario "La Opinión" de Bue- nos Aires, dirigido por Tacobo Timerman, y de la empresa gráfica que imprimía dicho diario. Ade- más, en sociedad con José Gelbard y Ricardo Gar- cía, poseía el vespertino "Ultima Hora". Directa o índirectamente, el grupo procuraba influir en todos los grandes diarios nacionales, sin olvidar "La Opinión" de Trenque Lauquen. Finalmente, tam- bién había logrado penetrar en el mundo de la te- levisión, a través de Canal 2 de La Plata. La lectu- ra atenta de las declaraciones de los miembros más encumbrados del clan permitirá al lector verificar hasta qué puntó se había avanzado en este terreno cuando intervino la investigación. Las enormes cantidades de dinero que manejaba el grupo les aportaron a sus miembros un capital adicional: poder, cargos públicos y la posibilidad de intimidar a los simples ciudadanos que estuvie- ron por debajo de ellos. David Graiver empezó su carrera de honores du- rante el gobierno del general Lanusse, como ase- sor primero, y subsecretario después, del ministro de Bienestar Social, Francisco Manrique. A pesar del cambio de gobierno que se produjo en 1973, cuando asumió Cámpora, y del antagonismo ideo- lógico que separaba al nuevo presidente, de La- nusse, David Graiver consiguió inmediatamente infiltrarse en un puesto de asesor en el ministerio
  • 15. 15 de Economía, que por supuesto le interesaba mu- cho más que Bienestar Social. A partir de este momento su ascenso a las altas esferas fue impre- sionante. A través de las ventanas de uno de los edificios más altos de Buenos Aires, situado en Suipacha y Santa Fe, se puede ver la ciudad, que parece ten- dida a los pies del observador. La estructura de cristal y aluminio no ofrece ningún obstáculo a los ojos, que se dirigen ávidos a los puntos neurálgi- cos: la plaza San Martín y su añeja arboleda, el puerto, la avenida Santa Fe y sus comercios. Por momentos se tiene la sensación de que basta alar- gar la mano para apoderarse de todo. Estas ofici- nas eran el cerebro que movía toda la organiza- ción. Por aquí desfilaban muchas de las personali- dades más importantes de la política, la economía, el comercio e incluso la cultura y los espectáculos. Muy espaciadamente pasaban por aquí señores discretos, que nadie conocía y que no demostraban tener deseos de ser conocidos. Pero estos señores merecen capítulos especiales. LOS MALES La investigación que inicié en 1977 descubrió que los terroristas montoneros habían entregado a Graiver 17 millones de dólares para que los "trabajase". Este capital negro aumentó enormemente las posibilidades de maniobrar en el mercado financiero. Por esta "atención", David Graiver pagaba mensualmente 133.000 dólares que la organización gastaba en armas, explosivos, sobornos y viajes al exterior para recibir instrucciones e informar a sus dirigentes sobre el desarrollo de la guerra. Parte de los fondos de los subversivos provenía del pago de los incontables secuestros extorsivos que habían perpetrado hasta entonces, por ejemplo el sonado rapto de los hermanos Born. Además, muchas personas importantes que nunca tuvieron problemas con la guerrilla, pagaban una cuota de "seguridad" a los terroristas mediante un sistema prácticamente igual al que habían montado las bandas de gangsters norteamericanos en la década del treinta o a "la protección" que brinda la mafia. Muchas de estas personas nos alentaban y elogia- ban cuando estábamos bajo el fuego enemigo, pero hoy vuelven a comer con los izquierdistas y a tender puentes en esa dirección. Muchos de ellos no son ni siquiera fieles a la ideología subversiva: su único interés son ellos mismos; en sus especu- laciones no entran conceptos tales como "Nación" o "familia", solo se preocupan por su seguridad personal y la de sus fortunas sombrías. Además de los intereses económicos, los subver- sivos habían montado una vasta red de propaga- ción de noticias y de cultura aderezada según sus intereses. Las vinculaciones de David Graiver con José Ber Gelbard y Jacobo Timerman, y las de éstos con los subversivos, fueron apareciendo a la luz de los interrogatorios, hasta que el caso salió de mis manos. Pero las causas profundas de los éxitos subversi- vos hay que buscarlas en la situación política del país y sus instituciones. En ocasión de la conme- moración del día del Ejército, el 29 de mayo de 19'I7, dije: Es cierto que hemos señalado al marxismo internacional como el gran responsable de la desarticulación de los espíritus modernos. Pero aún no nos hemos preguntado sobre qué campo, sobre qué territorio espiritual actúa el marxismo; sobre qué clase de poder, sobre qué clase de debilidades actúa el marxismo. Por este camino daremos con un diagnóstico en donde nuestras culpas no estén ausentes. Porque si hoy la Argentina es un país dividido donde se combate en defensa de los valores legítimos; si hoy la Argentina es un país sometido a la discor- dia, con sus fuerzas sociales atomizadas, con al- gunas de sus instituciones esclerosadas y con al- gunos de estos dirigentes comprometidos en gran parte en concesiones incomprensibles, si éste es nuestro panorama y nuestro teatro de operaciones, entonces el marxismo disociador ha operado sobre un poder disociado, perimido, sobre un régimen agotado.
  • 16. 16 III - COMO SE HICIERON LOS ARRESTOS Digamos que me llamo. Patricia Q y que hablo porque ya se ha difamado demasiado a la policía de Buenos Aires, a la cual pertenezco. A principios de 1977 me citaron a la jefatura de La Plata. No sabía cuál podía ser el motivo. Hasta entonces había trabajado como sumariante. Me encontré en el despacho de un oficial de alta gra- duación. Recuerdo que me llamó la atención su juventud, sobre 'todo si se tiene encuenta el grado que había alcanzado, y el gesto de preocupación por el asunto que traía en manos. Me explicó so- meramente que a partir de ese momento iba a in- tegrar una unidad especial de alto riesgo y que no podía regresar a mi casa por un lapso indetermina- do. Pedí permiso para avisarle a mi madre -vivía con ella-, pero por razones de seguridad no me lo otorgaron. A partir de ese momento y por varios meses la única persona secuestrada que vi era yo misma. No había oído nunca el nombre Graiver hasta ese momento. Además, las explicaciones que nos die- ron en Jefatura no nos aclaraban el panorama por- que la investigación recién empezaba y nadie sa- bía muy bien a dónde iba a terminar. Se formó un grupo muy compacto. Al comienzo éramos seis hombres y dos mujeres. Nos decían las chicas de "misión imposible". Desde los primeros días nos avisaron que en cualquier momento podíamos toparnos con las unidades combatientes de Montoneros, muy acti- vas en aquellos años. Debíamos cuidar una depen- dencia policial en la que se iba a centralizar todo el operativo. Nuestra tarea era defender el lugar, hacer guardias, asistir a las detenidas y hacer pes- quisas y arrestos en la calle. La mayoría de las personas buscadas era gente de mucho dinero y tenía varios departamentos y casas. Ubicarla era principalmente una cuestión de suerte. Las averi- guaciones previas las hacíamos, naturalmente, vestidas de civil, para no despertar sospechas, pero cuando las encontrábamos teníamos que detener- las para aprovechar el golpe de fortuna. Inventá- bamos cualquier excusa para tratar de localizarlas. Hablábamos con porteros, vecinos y comerciantes. Recuerdo un caso en que entré en el departamento de un hombre sin saber qué decir. Por suerte se me ocurrió inventar que venía por una inmobiliaria, para hablar de una operación que él había hecho. Me dijo que estaba ocupado, que volviera quince minutos más tarde. Consideré la posibilidad de detenerlo inmediatamente, pero recordé que estaba sola y si t apoyo. Hice lo que él decía y fue la de- cisión correcta. Cuando volví con mi compañera de misión y le anunciamos que nos tenía que acompañar dio un salto y tomó un revólver tan viejo y descuidado que si hubiera llegado a dispa- rar seguramente le habría explotado en las manos. Con el impulso del salto cayó al suelo y mi com- pañera lo desarmó con una toma. Fue el único hecho violento que presencié en aquel tiempo. De todas maneras. el suyo fue un gesto absurdo, no estaba muy complicado en el caso y quedó en li- bertad pocos días después. De todas maneras las órdenes eran precisas: nada de violencia mientras no fuera imprescindible, usar recursos diplomáticos y no tocar ninguna de las pruebas que pudiéramos encontrar ni los obje- tos privados. Vivíamos tensos. Nos movíamos en uno o dos coches y no sé si hubiéramos podido resistir un ataque frontal de las unidades montoneros o del erp, que en aquel año juntaban fácilmente treinta o cuarenta subversivos en cualquier operación. Esa tensión y mi coquetería casi me costaron la vida. Muchos de los departamentos que inspeccionába- mos eran inmensos, llenos de recovecos y pasillos, viviendas fabulosas que una solo ve en cine. Una vez, en uno de esos laberintos, decidí ir a la sala de baño, un poco para retocarme el maquillaje, un poco para ver cómo era el lugar. Era de puro mármol. Mientras me estaba pintando golpearon la puerta y ni me molesté en contestar, distraída co- mo estaba. Cuando terminé el retoque eché un último vistazo a1 lujo y salí: afuera, en el pasillo en sombras, me esperaba la boca de una pistola. Pensé que nos habían dado un golpe de mano. Recuerdo que más que miedo sentí algo así como resignación. ¡Y bueno! Me había tocado a mí. Mi- ré la pistola, miré la mano que la empuñaba. Mis ojos recorrieron despacio el brazo, el hombro, hasta que se encontraron con otros ojos. Era un muchacho de mi grupo que había sentido ruidos en el baño y, como no obtuvo respuesta al golpear, estaba casi seguro de que alguien sé había escon- dido allí. A veces disimulábamos nuestro aspecto para no delatarnos o no alertar en el primer momento a los sospechosos, como ocurrió en el caso de Juan Graiver, que nos tomó por Montoneros. Yo pare- cía una loca: usaba dos pelucas, una de un tono
  • 17. 17 grisáceo horrible que no sé de dónde había salido; prefería otra -tipo afro look-, llena de motas. Cuando aparecía así, mis compañeras empezaban a golpear los muebles simulando el ruido de los tam-tam de la selva. Una de nuestras tareas era la atención y seguri- dad de los detenidos. Por eso, durante los arrestos, les sugeríamos que llevasen abrigo y algún libro para cuando se les levantase la incomunicación. No ganábamos nada con que estuviesen nerviosos o deprimidos. Era más trabajo para nosotros. De todas maneras era inevitable que sintiesen ansie- dad. En el silencio de las celdas se les desarrollaba la capacidad auditiva, atentos siempre a los golpes de puertas y a los ruidos que venían de afuera. Nosotros también acumulábamos nervios. A veces hablábamos con la gente que hacía los interrogato- rios. Usaban los mismos trucas que usan todas las policías del mundo: simulaban saber más de lo que realmente sabían o desconocer datos que en reali- dad conocían. Por ellos nos enteramos que en los interrogatorios saltaban nombres cada vez más encumbrados. Las horas de guardia eran interminables. A mí me gusta leer. En uno de los procedimientos vi en la biblioteca un libro con el nombre de uno de mis autores favoritos -Agatha Christie- y se lo pedí al dueño. Me miró de una manera extraña y me dijo: `Usted debe ser muy culta'. No entendí qué quería decir. Cuando en el puesto tuve que pasar una lar- ga noche en vela saqué mi libro, lo abrí y no pude leer ni una palabra. Estaba escrito en alemán. No solo pasé la noche en blanco, sino que tuve que soportar las bromas de mis compañeros. El aspecto equívoco que teníamos con las pelucas era un arma de doble filo, porque muchas veces los buscados tenían crisis de nervios al creer que éramos montoneros. Obviamente sentían pánico ante la posibilidad de caer en manos de terroristas y pasaban horas hasta que se calmaban y se con- vencía: de que realmente estaban en manos de la policía. Nosotras estábamos a cargo de la custodia de las mujeres. Comíamos todas la misma comida, y casi siempre ellas mandaban a comprar platos especia- les que compartíamos. Con el tiempo y 1a convi- vencia llegó a haber cierta con fianza y como no sabían nuestros nombres nos ponían sobrenom- bres. A mí me decían "Astrakán" por la peluca con motas. En uno de los procedimientos teníamos la des- cripción del edificio, pero no el número exacto. Cuando llegamos al lugar comprobamos con horror que todos los edificios eran iguales. Empe- cé a preguntar puerta por puerta, pero como el nombre de la persona que buscábamos era extran- jero y dificilísimo, cada dos o tres puertas me ol- vidaba del apellido y tenía que volver al coche para aprenderlo de nuevo. Cuando un portero me con firmó que era allí, le dije: "¡Ay! Tengo que hablar con él. En un minute vuelvo con mi mari- do!" En un minuto volví con la unidad completa y el portero se quedó boquiabierto al ver que tenía cinco maridos. Otra detención la recuerdo como el procedimien- to de "Buenas Tardes, Mucho Gusto". Fuimos a unas oficinas que de afuera no decían nada, pero que adentro eran fabulosas. Todas las puertas tení- an blindaje y un sistema de cierre automático por control remoto. Nos hicimos pasar por represen- tantes de una editorial y tuvimos que esperar horas hasta que la persona que nos interesaba nos aten- dió. El oficial que me acompañaba encendía nue- vos cigarrillos antes de apagar los que estaba fu- mando, y yo no sabía muy bien qué cosa se podía estar cocinando detrás de las puertas blindadas. Por nerviosismo, me reía de nada. Al fin nos reci- bió y cuando le dijimos que lo íbamos a detener tuve que sostener la taza de café de sus manos para que no se la derramase encima. Como siem- pre, tratamos de tranquilizarlo y explicándole que éramos fuerzas regulares y no Montoneros. Acep- tó acompañarnos voluntariamente. Mientras sa- líamos, cada vez que trasponíamos una de las puertas blindadas, una secretaria nos saludaba: "Buenas tardes, mucho gusto". No sé si sería algu- na contraseña. No creo. Escuchamos el saludo media docena de veces antes de volver a la calle. Otra de las razones por las que teníamos que to- mar tantas precauciones era que la investigación había llegado muy alto y nuestros jefes temían que se empezasen a mover "influencias" entorpecedo- ras. Cuando se consideró que la situación de segu- ridad estaba controlada se trasladó a los detenidos a la jefatura de La Plata.
  • 18. 18 IV - JUAN GRAIVER Y LOS ORIGENES DEL GRUPO En 1976 egresaron las primeras oficiales femeni- nas de la policía de la provincia de Buenos Aires. La mayoría de ellas fu destinada a tareas sin riesgo o trabajos de oficina. En verdad estaban ansiosas por comenzar a actuar en investigaciones. Dos de estas mujeres tuvieron su primer misión en la calle cuando se les ordeñó integrar una comi- sión para hacer w arresto. Yo hablé después con las jóvenes oficiales -dos chica que tenían el poder de distraer todas las miradas masculinas y estaban verdaderamente emocionadas y orgullosas porque en su estreno habían atrapado un eslabón funda- mental para la indagación: Juan Graiver, padre de David e Isidoro. Cuando comprendimos la seriedad del caso y sus vinculaciones con las entonces muy activas bandas de terroristas, que no vacilaban en atacar cuarteles o dependencias policiales para liberar a sus adep- tos, decidimos trasladar a los detenidos a una de- pendencia policial en el sur del Gran Buenos Ai- res, cuyo nombre en clave era "El Vasco". Las personas investigadas estaban alojadas en celdas de unos dos metros por tres, con cama, silla y me- sita, aire y luz natural. Ningún lujo por supuesto, pero tampoco ninguna privación mortificante. Ca- da detenido era concienzudamente revisado por un médico, y en este sentido se les prestaba una aten- ción completa que les permitía iniciar o continuar todos los tratamientos necesarios. Por la mañana se les ofrecía un desayuno de mate cocido con leche y algunas facturas, igual que la merienda. Las comidas fuertes se componían de sopa y un plato de carne, verduras o pastas. Los baños estaban fuera de las celdas y sus ocupantes eran escoltados hasta los excusados todas las ve- ces que lo solicitaban. Los detenidos usaban sus propias ropas. Como es común en estos casas el período más difícil para ellos era el de la incomunicación, por- que lógicamente les estaba prohibido hablar con otros detenidos, recibir visitas o leer. Una vez que se les levantaba la incomunicación su situación mejoraba. Ninguna de las circunstancias de su vida de detenidos era distinta o peor que las de los encausados comunes. Cuando se les levantaba la incomunicación podían leer y compartían la celda con otro detenido para que la soledad no los opri- miese. Recuerdo que cuando le preguntamos a Juan Graiver acerca de sus actividades económicas me llamó la atención que no recordara todas -ni si- quiera la mayor parte- de las empresas a las cuales pertenecía. Puda mencionar el banco Comercial de La Plata, el de Hurlingham, el Century National Bank de Estados Unidos, el American Bank and Trúst Co., el Swiss-Israei Bank, Papel Prensa, Construir, Santa Celía, Indalco, Devexpori, EGASA, y por supuesto, Juan Graiver Inmobilia- ria, la compañía que él había fundado. Juan Graiver nació el 24 de abril de 1913 en la Volhynia, llanura fértil y boscosa que perteneció a Polonia hasta la Segunda Guerra Mundial (ac- tualmente ha sido anexada por la Unión Soviéti- ca). No era ni el lugar ni el momento adecuado para una familia judía. Tanto en Rusia como en Ale- mania había fuertes sentimientos antisemitas. En las dos poderosas naciones vecinas se estaban des- arrollando acontecimientos políticos que no presa- giaban nada bueno para Polonia, que ya tenía sufi- cientes dolores de cabeza con sus angustias eco- nómicas y las penurias de la población. La familia Graíver debió emigrar a uno de sus hijos, Luis, que vino a la Argentina. Nosotros, los argentinos, como siempre, fomentábamos una política de in- migración irrestricta y éramos la opción inevitable para aquellas personas que, desesperadas por las penurias o las persecuciones y sin amistades ni preparación profesional para entrar en los países de inmigración restringida, tenían que emigrar sin un peso en los bolsillos. Una vez que Luis pudo hacer pie en estas latitu- des y verificó las espléndidas oportunidades que aquí se ofrecían, mando cartas para que viniera su hermano Juan, en 1932. Los primeros años fueron bastante duros. Durante los interrogatorios y aun fuera de ellos, Juan Graiver juraba obsesivamente que él había llegado sin un peso, que durante los primeros cuatro años tuvo que vender ropa en la calle, que había hecha su fortuna de la nada. No podía disimular un dejo de orgullo cada vez que repetía esta última afirmación. Con lo que ahorró y la ayuda de sus connacionales pudo instalar una tienda en la ciudad de La Plata, centro de una vas- ta zona que se estaba poblando rápidamente y en la que la red de aprovisionamientos todavía no estaba tendida eficazmente.
  • 19. 19 Juan Graiver no tenía una educación esmerada, pero los cuatro años de calle en Buenos Aires le habían servido para aguzar su buen olfato para los negocios. En última instancia, su excelente sentido común, de una solidez asombrosa, le servía de brújula en estas tierras extrañas. A1 principio ven- día todo tipo de mercaderías en su tienda, pero rápidamente comprendió la; posibilidades que ofrecía la especulación con tierras y los negocios inmobiliarios. Así empezó a hacer dinero grande y cuando su mujer, Eva Gitnach, le dio el primer hijo, David, el inmigran te estaba ya en situación de ofrecerles una vida cómoda, en la que nada les faltase. Me parece que falló, sin embargo, en lo que respecta a transmitirle a su hijo el prudente sentido común, que era su mayor capital. La familia, declaró Juan Graiver, se mudó en 1975 a Estados Unidos y después a México, por el temor a los secuestros y la violencia terrorista que se había desatado en la Argentina y que incluso había golpeado dos veces a uno de sus hijos, Isido- ro, que fue secuestrado por subversivos. La prime- ra vez tuvo que pagar dos millones de pesos de 1970; la segunda pudo zafarse luchando con los secuestradores. Cuando estábamos en México, un fin de semana llegó David y me comentó con alegría: "Mirá, papá, conseguí mucho dinero en dólares". No me dijo cuánto dinero era y cuando, le pregunté de dónde lo había sacado, me contestó que venía de alguna mafia. Insistí para que me aclarase esto, y me dijo que se trataba de una "organización inter- nacional". Un tiempo después me enteré, por Lidia Papaleo, segunda esposa de David, que el dinero venía de los "montos" . . . Sí, esa es la palabra que usó y yo le pregunté qué quería decir y ella me aclaró que eran los montoneros. No sé si también fue Lidia la que me dijo que la cantidad era de 17 millones de dólares; tampoco me acuerdo si éste era el capital solamente o el capital más los intere- ses. Es muy difícil hablar con Juan Graiver sin que el tema recaiga una y otra vez sobre el dinero. Incluso hablando de otros temas con él, fuera de los interrogatorios, la conversación se dirigía con un poder inevitable hacia el mismo tema. Cuando David me contó que había recibido el di- nero, no estaba apesadumbrado; no creo que haya sido coaccionado para recibir el dinero, me pare- ció que ; un acuerdo en el que ambas partes se entendían muy bien. Mientras la organización montoneros actuó li- bremente sus fondos fueron administrados por José Ber Gelbard, pero cuando Perón los expulsó de su movimiento y de la Plaza de Mayo en un discurso muy claro, Gelbard debió desvincularse de elles porque era el ministro de Economía del presidente Perón. Entonces comenzó a traspasar la tarea a su asesor, David Graiver. Por ser Gelbard el origen del caso que estaba investigando, ha in- sistido frecuentemente en la importancia que tenía en los mecanismos subversivos. Sin embargo, otras voces trataron siempre de minimizar su peso, hasta el punto que nunca se lo indagó. Juan Graiver no podía controlar el nerviosismo y poco a poco sus facciones y sus gestos fueron mostrando un temor ingobernable. Algunas gotas de sudor le corrían por la frente. Su ropa, de exce- lente calidad, le quedaba irremediablemente mal. No parecía deprimido, pero a medida que pasaban los días, iba descuidando su aspecto, no se pre- ocupaba por lavarse y dejaba pasar varias jornadas antes de decidirse por una afeitada. Me pareció que meditando en su celda comprendió cabalmen- te la situación en que estaba y las responsabilida- des que le correspondían. A partir de entonces demostró un afán desmedido por colaborar, trataba de congraciarse con todo el mundo, aun con los más humildes servidores. Durante los interrogato- rios se apresuraba a contestar antes de que se le hubiese formulado la pregunta. A mí me interesaba desenmascarar a los cómpli- ces de la "financiera de la subversión", pero Juan Graiver parecía sincero cuando dijo que no cono- cía los nombres ni había visto a ningún miembro de la organización terrorista. En cambio nos dio buenas pistas y referencias sobre los socios del grupo Graiver De Jorge Rubinstein dijo que era amigo de David desde hacía muchos años, que era su principal asesor y que conocía los ne gocios de David mejor que nadie. A Gelbard 1o vio un par de veces y sabía que David era asesor de él e in- cluso que el ex ministro de Economía veía en Da- vid un sucesor para su cargo. A pesar de ello, sa- bía también que Gelbard le había prestado a David siete millones de dólares a un interés muy alto, pero no nos pudo aclarar mucho las cosas, porque: David tenía f rente a mí una impenetrable reserva. Con el tiempo; cuando fui conociendo mejor a toda la familia, comprendí que esta última decla- ración podía muy bien ser cierta. Más allá del mis- terio, la imagen de David se iba perfilando, a pesar de las incógnitas que subsisten y subsistirán quizás para siempre. El hijo mayor de los Graiver no cre- ía que su padre y su hermano fuesen "brillantes".
  • 20. 20 Quizás los despreciase porque no habían podido seguirlo en su enloquecido ascenso. En cambio Juan Graiver sentía respeto por su primogénito y, aun después de haber desaparecido, cierto temor reverencial por aquel que había llegado a la más altas esferas de las finanzas. La relación con su otro hijo era fría. En cambio, el cariño que sentía por sus nietos era cálido, fuerte y muy sincero. Cuando quisimos averiguar dónde había ido a pa- rar el dinero de los "montos", surgió el nombre de José Klein. Se trata de un banquero judío, nacido en Hungría pero con intereses en Chile, dueño de un banco en Londres, otro en Ginebra y un tercero en Bruselas. Klein fue quien vendió a David - según Juan Graiver- el American Bank and Trust Co. y el Swiss-Israel Bank. Este último es en rea- lidad un banco sin importancia, que daba pérdidas, pero Klein impuso como condición que para ven- der el American, David debía comprar también el Swiss: Para el total de esta operación David pagó catorce millones de dólares, pero como el orga- nismo estatal norteamericano encargado de apro- bar la venta no dio su visto bueno, Juan Graiver opina que Klein debe restituir el dinero a los here- deros de David. Para conseguir esto fueron contra- tados los mejores abogados estadounidenses, pero Juan no recordaba sus nombres. Quizás el interro- gado no quiso que saltasen nombres, pero a mí me cuesta mucho creer que alguien que ha sentido siempre un enorme respeto por el dinero, pueda olvidar el nombre de la persona a la que se le ha encomendado la recuperación de catorce millones de dólares. En realidad, Juan Graiver trató de co- locarse un poco al margen de los problemas di- ciendo que él se ocupaba solo de su inmobiliaria y que firmaba todo lo que le ordenaba David. Cuan- do David desapareció, Jorge Rubinstein tomó las riendas de los negocios. Traté de buscar un hilo que me condujese direc- tamente a los montoneros, pero obtuve poco. Juan creía haber escuchado que el encargado de cobrar los intereses para la organización era un abogado platense, pero no sabía nada más. Cuando empeza- ron las relaciones de David con los montoneros; mi hijo estaba desesperado por conseguir dinero, porque los negocios se le estaban escapando de las manos. En ese momento David hubiera tomado dinero de montoneros, tupamaros, erp, mafia o cualquier organización que se lo diese -declaró Juan Graiver-. Cuando le pregunté a David cómo había hecho para garantizar el dinero que le habían prestado me contestó que "la garantía era su vida".
  • 21. 21 V - ISIDORO GRAIVER: PERDIDO ENTRE DOLARES Isidoro Graiver me causó la impresión de una persona que camina siempre un paso atrás de los acontecimientos. La manera en que el padre lo trataba no revelaba por cierto un aprecio especial. Isidoro recordaba con placer los tiempos en que estaba al frente del banco de Hurlingham, entre 1971 y 1975, antes del torbellino en que lo intro- dujo David y que lo llevó a ser un instrumento consciente -aunque atemorizado- de los Montone- ros. Cuando estuve frente a él me di cuenta de que los terroristas no habían tenido muchos problemas para hacer con ese hombre lo que quisieran. Su robustez ya había llegado a la gordura, estaba nervioso, lleno de ansiedad por demostrar que quería quedar bien. Las personas que lo detuvieron se asombraron por el lujo del departamento donde vivía, inmenso y desordenado, con el mobiliario incompleto, como sí recién se hubiese mudado o se estuviese por ir. La "moquette" era de terciope- lo y mis hombres me contaron que pasaban una y otra vez la mano por el piso porque no lo podían creer. En el coche se puso a temblar y llorar. Lo trajeron vestido con un pantalón azul y una camisa sport, de muy buena calidad, pero con tonos chi- llones. Tuve que pedirle que se cambiase los pan- talones porque se había orinado. Su padre lo vio pasar en ese estado y le reprochó duramente su cobardía. Cuando se hubo calmado comenzó su relato. Habló de la compra del American Bank and Trust Co. al banquero José Klein (cuyo papel en la ope- ración no es muy claro, pero que según los Graiver se quedó con 14 millones de dólares) por una pri- mera entrega de 18 millones de dólares. Isidoro fue uno de los últimos miembros de la familia Graiver 'que detuvimos. Había estado escurriéndo- se entre los muchos departamentos que poseía, de manera que cuando él habló ya estábamos acos- tumbrados a oír la expresión "millones de dóla- res". Pero en los primeros interrogatorios de la investigación pude notar que mis colaboradores, con sueldos que les alargaban la cara después del veinte de cada mes, se quedaban con la boca abier- ta y los dedos tecleando en cualquier parte de la máquina de escribir cuando los declarantes habla- ban de decenas de millones de dólares con toda naturalidad. Recién empezaban los tiempos de Martínez de Hoz y para una persona común, salida del pueblo, un dólar era algo mítico que se movía en una esfe- ra incomprensible e inalcanzable. A medida que avanzó la pesquisa nos acostumbramos a barajar cifras astronómicas, y yo no podía dejar de reírme cuando comparaba las cantidades que menciona- ban los declarantes con al aspecto pobre, pobrísi- mo, del puesto policial donde trabajábamos. Vuelvo a la declaración de Isidoro y a los 18 mi- llones por la compra del American Bank. Esta fue una compra parcial, y el paquete accionario total costó: Creo que algo así como 32 millones de dó- lares. De dónde salió el dinero no tengo idea, es imposible de determinar ... por lo menos para mí. Pero la operación no quedó perfeccionada porque las autoridades bancarias de Nueva. York nunca aprobaron la venta. Esto suscitó una serie de situa- ciones insólitas: en Ginebra, Suiza, empezó un fuego graneado de juicios entre los Graiver y Klein. Quiero destacar que en un momento de la decla- ración Isidoro dijo: Soy el único hermano de Da- vid y siempre trabajamos juntos, hasta el primero de enero de 1976. Hermanos y socios . . . pero no sabía de dónde habían salido los 18 millones para e1 primer pago del American Bank. La separación de 1976 se produce por el temperamento absor- bente y personal que tenía David para el manejo de los negocios. No me daba participación ni res- ponsabilidades, lo que me descolocada continua- mente. En marzo de 1975 David me contó que ya había decidido lo del American Bank. Le pregunté cómo iba a financiar esa compra y me contestó que él conseguirla esa plata, que no me preocupara. Isi- doro tuvo que ponerse tan firme como podía para sacarle unas palabras masculladas entre dientes a David: Yo consigo una guita jodida. Esta confe- sión no era el mejor tranquilizante para el ánimo de Isidoro, que pedía más explicaciones: Es un dinero -dijo David- que yo mismo garantizo. Y ya no habló más. Según las declaraciones de Isidoro, éste trató de convencerlo para que se dejara de hacer irresponsabilidades y la escena habría termi- nado con un rotundo: ¡Estás loco!, de Isidoro, que se fue convencido que se trataba de inversiones negras de gremialistas. Para tranquilizarlo, David le juró que tomaba toda la responsabilidad y que la familia no corría ningún riesgo, pero esto era una mentira flagrante por que en ese tiempo todo el mundo estaba enterado de que uno de los métodos
  • 22. 22 habituales que empleaban los subversivos era la extorsión por amenazas a los familiares. Otro indicio de vinculación con montoneros salió a la luz cuando Isidoro me contó sus secuestros. En 1972 había pagado una fortuna por un secues- tro del cual había sido víctima. El 14 de mayo de 1975 casi cae otra vez, en pleno centro, Ayacucho entre Corrientes y Lavalle, a eso de las 21: Fue una experiencia terrible, pero por suerte reaccioné instintivamente; luché con todas mis fuerzas para evitar que los terroristas me subiesen a un Peu- geot. Me golpearon fuerte en la cabeza, pero pude correr herido hasta Corrlentss haciendo gestas desesperados. Una cupé Fiat me sacó de allí y más tarde intervino 1a policía. Que trastornado. Lo primero que hice fue contratar una custodia para mí y mi familia. Unos días después, David, al ver que no se me iba el miedo, me dijo que me queda- ra tranquilo, que erp o montoneros no iban a inten- tar nada más contra mí porque había hablado di- rectamente con Quieto, jefe de una de las bandas. Relacioné esto con la conversación anterior y re- cién caí en la cuenta: "Ahora comprendo de dónde era la guita". Pero David me contestó: "Cuanto menos te imaginés, va a ser mejor"... Después del susto del secuestro Isidoro se fue con todos los Graiver a México y Estados Unidos, donde David nombró a su padre y a su hermano presidente y vice del Century Bank, sin funciones ejecutivas. Además -declaró Isidoro- había una circunstancia verdaderamente ridícula, porque las autoridades anteriores seguían manejando todos los negocios, mientras David estaba totalmente dedicado a la compra del American, que era el banco que realmente le interesaba. Poco después del accidente de David llegó una llamada de un funcionario del American Bank que le dijo a Isidoro que había un problema muy grave que había que resolver en seguida. Se trataba de un cheque por dos millones de dólares, sin contar otros cheques que podían esperar. Isidoro sugirió interponer la garantía de un terreno en Caracas, tasado en un millón. Quedaron en que los funcio- narios del American Bank enviarían por télex un convenio para que fuera firmado, pero cuando el télex llegó, Isidoro ya había cambiado de opinión y no firmó. En cambio, viajó a Nueva York con todo el clan, incluidos Rubinstein y Alberto Naón, director del Banque pour I'Amérique du Sud, o banco de Bélgica, como lo llamaban en español: Cuando nos reunimos con la gente del American, éstos empezaron a sacar comprobantes de deudas y más deudas y 'P pidieron a Naón que les explica- se en qué situación estaba su banco. Naón empezó con evasivas y de pronto se levantó y dijo que él podía ser más útil en Bruselas, juntando informa- ción y recopilando datos, y que se iba porque tenía miedo de perder el avión. Los Graiver firmaron el 13 de agosto un convenio de garantía con los del American Bank, a pesar de la oposición de Ru- binstein. La familia volvió a México e Isidoro se quedó solo en Nueva York, con sus angustias. Las noticias de Europa hablaban de una quiebra inevi- table del banco de Bélgica porque el American no le pagaba los cheques. En ese momento josé Ber Gelbard hace su apari- ción, en el departamento de Isidoro. Le mostró un cheque firmado por David y lo rompió delante de Isidoro, que no tenía idea de la razón por la cual Gelbard poseía el cheque. Pero inmediatamente después vino lo importante. Gelbard explicó que David había contraído una deuda de siete millones de dólares con la Huesco Hills -Isidoro no conocía esa compañía- y como garantía había firmado cheques del American Bank por siete millones de dólares. Gelbard le mostró los cheques pero le aseguró que no había prisa, aunque necesitaba una parte del dinero. Yo estaba cada vez más sumergido, me confesó Isido- ro durante su declaración. A partir de ese momen- to Gelbard iba frecuentemente al departamento de Isidoro con el pretexto de acompañarlo y serenar- lo, pero después de unas pocas palabras formales recaía en el tema de la deuda. Me encontraba en un estado de ánimo tal que so- lo dormía tres horas y media por día y las malas noticias me hicieron perder el sentido de la reali- dad. Llamaba continuamente a Naón, en Bruselas, y en cada llamado me decía una cosa distinta. Para terminar, le pedí que viniera a Nueva York con toda la información real. Cuando llegó me mostró la lista de deudores del banco belga y cuando le pregunté cómo era posible que se hubiese llegado a esa situación reaccionó de mal modo y, mientras sacaba de una carpeta fotocopias de avales firma- dos por mi padre como vicepresidente del Banco Comercial de La Plata, me gritaba que el banco belga "estaba garantizado, estaba cubierto". Yo no sabía si las firmas eran auténticas o si los papeles habían sido firmados en blanco. Naón también sacó una carpeta que comprometía al American Bank a la compra indiscriminada de un paquete de créditos del banco belga, creo que por nueve mi- llones de dólares. Cuando supe esto quedé aplas-
  • 23. 23 tado, pero después entrevisté al funcionario del American que había firmado la carta y cuando examinó la fotocopia me aseguró que era falsa, que el original ya había sido destruido. Quedaba pendiente la garantía que habíamos comprometido frente a la gente del American. En esos días había vuelto Rubinstein, y cuando los del American nos pidieron que firmásemos ,si docu- mento, Rubinstein adujo que "por la responsabili- dad que teníamos frente a los acreedores del banco belga y f rente a las fuentes de trabajo de las em- presas del grupo, no íbamos a firmar". Ahí la cosa se puso dura. Los americanos dijeron que habían sido estafados y que iban a llamar al FBI. El pre- sidente del American se paró y anunció que iba a hacer el llamado. Yo le contesté: "Llame a quien quiera pero no le voy a firmar el papel". Yo quedé completamente trastornado. .. no sabía qué hacer. Isidoro volvió con toda la familia a la Argentina. Apenas desembarco fue al banco de Hurlingham, a saludar a sus antiguos colaboradores, pero se en- contró con el ambiente revuelto. Tanto a ese banco como al Comercial de La Plata habían llegado inspectores del Banco Central. Fue corriendo a las oficinas de la calle Suipacha, para hablar con Ru- binstein, quien se mostró complacido de que la familia hubiese vuelto, porque ya las empresas no obedecían a su conducción. Rubinstein afirmó que la situación era controlable, que había que "ence- rrarse" y, sobre todo, no pagar ni una deuda. Isido- ro le comentó que durante las entrevistas que había tenido en Nueva York con Gelbard éste le había pedido que entregase a un señor Manuel Werner el 50 % de las acciones de una sociedad que poseía tierras en el oeste de la provincia de Buenos Aires, pero Rubinstein se mostró intransi- gente porque: Werner va a aflojar. Sin embargo, había dos deudas que Rubinstein aconsejaba pa- gar: la primera era la que los Graiver tenían con él mismo, por su trabajo de asesor, que era de 240.000 dólares por todo 1975 y unos diez o vein- te mil dólares por los meses de 1976; la otra era una deuda de 17 millones de dólares que tenían con montoneros. Me fui volando a casa de mi cuñada Lidia Papa- leo -declaró Isidoro- y ambos coincidimos en que el plan de Rubinstein de no pagar nada era una locura; también era una locura tratar de pagar a montoneros con las inspecciones del Banco Cen- tral a cuestas. Decidimos desplazar a Rubinstein. Cuando éste volvió de un viaje encontró que Lidia había ocupado su despacho. Esperábamos su reac- ción, pero fue cediendo posiciones sin resistencia. Ya nadie respetaba su autoridad, por culpa de su carácter inflexible. A fines de diciembre del '76, Lidia nos dijo-a, mi padre y a mí que los montoneros exigían una en- trevista con los tres. Mí padre no quiso ir, pero yo y Lidia fuimos por miedo a las consecuencias. La entrevista se realizo en el departamento de una de las colaboradoras cercanas de la familia, Lidia Catalina Gesualdi, conocida también como Lidia Angarola , por su segundo matrimonio. Allí se encontraron con dos representantes de monto- neros. Uno se hacía llamar "doctor Paz" y según la descripción que me dio Isidoro era robusto, cabe- llo claro, tirado hacia atrás, y usaba anteojos de cristales redondos. El otro no abrió la boca, pero aun así daba la impresión de tener más autoridad; era de cabello oscuro, moreno, delgado. A mi criterio -narra Isidoro- el "doctor Paz" no manejaba bien el lenguaje técnico de las operacio- nes financieras. Pero para un montonero éste no era un obstáculo para hablar de negocios. Todo se resolvió fácilmente: exigió perentoriamente el pago en efectivo -dólares o pesos- o en papeles negociables. Cuando los Graiver .confesaron que no tenían dinero en ese momento "Paz" respondió terminantemente: Ese no es mi problema. Eso lo deben solucionar usted y su familia. Ustedes res- ponden a la organización por los fondos con fiados a David. Y eso significa que la vida de todos de- pende del pago. Cuando dijeron "todos" -aclara ingenuamente Isidoro-, se refería a toda la familia Graiver. Después se fueron y nos ordenaron espe- rar media hora antes de salir nosotros. Un buen ejemplo de negocios hechos al estilo montonero.
  • 24. 24 VI - LIDIA PAPALEO: DEL COLEGIO NACIONAL AL TERRORISMO INTERNACIONAL Mientras escuchaba a la gente que me contaba su actuación en grupos subversivos pude verificar que las grandes claudicaciones de la conciencia no son nunca abruptas y sorpresivas. Una larga serie de situaciones equívocas va preparando el terreno, y cuando llega el momento clave el sujeto ya no está en condiciones de elegir entre el abismo y lo que la sociedad espera de él. Una pareja de compañeros de colegio se enamo- ra, pero los padres de él se oponen por motivos religiosos. Es muy difícil no sentir simpatía por un romance juvenil frustrado por la dureza de los parientes. Para colmo, ella proviene de un hogar humilde donde todos trabajan para ayudar al padre enfermo. Si un guionista propusiese esta historia para un teleteatro los productores la rechazarían por considerarla demasiado edulcorada. Sin em- bargo, así empieza la historia personal de Lidia Papaleo, segunda esposa de David Graiver. Se conocieron en el Colegio Nacional de La Pla- ta, y en un primer tiempo parece triunfar la intole- rancia familiar. David se muda a Buenos Aires en 1965 y se casa dentro de su religión, con otra mu- jer. Lidia se entera de la boda solo tres días antes. Las situaciones equívocas empiezan poco des- pués de que Lidia se recibe de psicóloga en La Plata e instala su consultorio. David la llama insis- tentemente para reanudar el romance, pero es re- chazado. Ya sabemos que él no es una persona que se amilane por un "no". Se entera por los diarios de que Lidia ha tenido un accidente automovilísti- co y va a visitarla a la clínica. El 28 de julio de 1973 ss va a vivir con ella, en un departamento de la Capital, fuera de la religión judía de David y fuera de la religión católica de Lidia. Ella sigue ejerciendo su profesión mientras con- viven, pero no se limita solo a esto: varias em- pleadas de las empresas Graiver, algunas de ellas a cargo de negocios al margen de la ley -Silvia Fan- jul, Lidia Gesualdi son pacientes o ex pacientes de Lidia Papaleo. Una persona que va a visitar a un psicólogo es alguien que está pasando por una situación crítica, por lo general un ser desconcer- tado y golpeado que necesita aferrarse a un salva- vidas seguro. La función del terapeuta es hacer de salvavidas, para lo cual promueve una relación de intimidad y confianza absoluta con el paciente, hasta que éste llega a depender totalmente de su salvavidas. En ese preciso momento Lidia Papaleo las incorporaba al grupo Graiver y las ponía al frente de los problemas más difíciles. Quizá haya algo de verdad cuando Lidia me dijo que no sabía nada de la relación entre Graiver y montoneros hasta después de la muerte de David, pero también es cierto que en ningún momento se le pasó por la cabeza ponerse bajo la protección de las autoridades legales, sino que siguió manejando los asuntos por su cuenta: la relación con los sub- versivos fue una herencia que aceptó íntegramen- te. Ya no estaba en condiciones de ver el abismo. Las primeras noticias que tuvo de los terroristas fueron unas llamadas telefónicas que recibió en México. Las voces tenían un acento "claramente argentino", y el mensaje era inconfundible, como hablan siempre los emisarios de la muerte: o pa- gaban treinta millones de dólares o moría toda la familia. En llamadas posteriores la cifra se fue reduciendo a veinte y finalmente a 17 millones. Las amenazas aumentaban en relación inversa. En septiembre de 1976 volví a la Argentina. Al mes siguiente -relata Lidia Papaleo- se presentó en las oficinas de la calle Suipacha una persona que se hacía llamar "doctor Paz" y supongo que las empleadas ya lo conocían porque entró sin dificul- tades. La descripción del "doctor Paz" coincide a gran des rasgos con la de Isidoro Graiver, pero la de Lidia es más de tallada: se fijó en el peinado ("con raya al costado, a la gomina"), en el color de ojos ("ojos claros"), en la calidad de la ropa ("un buen traje") . Actuaba a cara descubierta, sin ma- quillaje ni pelucas. Apenas hubo entrado, el hombre la tomó del bra- zo y la arrastró hasta la pared de vidrio, a más de setenta metros de la calle, en el piso 29°. Allí le mostró un paquetito arrugado que contenía una cápsula. Me dijo que todos los de la familia debían reunirse con él. Si no, me iba hacer tragar la cáp- sula de cianuro y la organización se encargaría de los otros miembros de la familia. Lo único que alcancé a balbucear fue "no tenemos dinero". "Paz".se fue sin contestar". Llegaron después las llamadas telefónicas con voces que la citaban junto con Isidoro en distintos puntos de la ciudad. El final del mensaje era siem-
  • 25. 25 pre el mismo, como si los que llamaban hubiesen sustituido definitivamente de su lenguaje la pala- bra "adiós" por un seco "los matamos a todos". Lidia propuso finalmente un lugar para encon- trarse, el departamento de una de sus ex pacientes, Lidia Gesualdi. Recuerdo que al terminar su decla- ración ante mí pidió expresamente que asentára- mos en el testimonio que la Gesualdi no sabía para qué le pedían el departamento, pero probablemen- te Lidia Papaleo olvidó en ese momento que antes había confesado que ya en México había hablado con la Gesualdi sobre la vinculación con montone- ros, contradicción que demuestra que hacía lo po- sible por colocarse en la mejor situación y cubrir a sus cómplices. El departamento quedaba en Junín y Peña, y montoneros ordenó a Lidia Papaleo e Isidoro pa- searse por Junín y Las Heras hasta que hicieran contactó. En un momento dado, se acercaron dos hombres por detrás de nosotros. Uno de ellos era "Paz"; nos mandó que no mirásemos a su compa- ñero. Caminamos dos cuadras, nosotros adelante, ellos detrás. Entramos en el departamento con una llave que yo poseía; Lidia Gesualdi no estaba, por supuesto. Era un domingo de diciembre. Lo que me contó de la entrevista coincidía con la declaración de Isidoro, pero agregó que finalmente se había llegado a un acuerdo para que Montone- ros no los "molestase" hasta que vendiesen los bancos y las empresas. Lidia Papaleo tenía en aquella época 33 años, y aunque su domicilio era Av. Alvear al 1600, la detuvimos en otro departamento, mientras cenaba con amigos. No se mostró sorprendida. Era una mujer de ojos claros y mirada dominante, ni muy alta ni muy baja; el pelo le caía sobre los hombros. Sus gestos y su manera de llevar la ropa demos- traban una larga familiaridad con el lujo. Después de contarnos sus tratos con montoneros trató de esquivar responsabilidades pintándose como una mujer que no entendía nada de negocios y que nunca creyó que podía ser extorsionada, porque no tenía dinero ni era heredera de David. Solo intervenía en la sucesión para proteger los derechos de su hija. Sin embargo, su hermano, el periodista Osvaldo Jorge Papaleo, declaró que Lidia había sido presidenta de Helycon, compañía de películas que había producido "La Raulito", con Marilina Ross, y "La Película". Otras declara- ciones dejaron en claro que Lidia Papaleo debía tener por lo menos buena experiencia en directo- rios de empresas y operaciones financieras. Para los que no están acostumbrados a este mun- do en el que el dinero parece salir siempre de los intersticios que deja el Código Penal, resulta difí- cil imaginar el infierno que es una investigación en la que se interroga a decenas de personas, todas astutas, algunas muy inteligentes, Los intentos por quedar en situación favorable, los ocultamientos intencionales, las digresiones con propósito de confundir, van tejiendo una tela de araña intrinca- da que solo se puede desmontar con infinita pa- ciencia. Yo me considero feliz por haber llegado a muchas certezas. En una segunda declaración Lidia Papaleo me habló de las amistades de David Graiver. El pri- mer nombre que salió a relucir fue el de Baruj Tenenbaum, hombre calvo y atildado, de ojos azu- les y modales refinados, que tenía una agencia de viajes en Buenos Aires y era muy amigo de David. Después del accidente en México, Tenenbaum la citó en su lujoso hotel de Nueva York para ofre- cerle ayuda, pero ella la rechazó: porque en reali- dad siempre sentí desconfianza por ese individuo. De regresó en Buenos Aires, Lidia recibió en su departamento a Francisço Manrique y el tema re- cayó sobre Tenenbaum. Manrique le aconsejó que no tuviera ninguna relación con ese hombre: que ni lo escuchara, porque creía que era un espía, alguien que no estaba limpio, según me dijo Lidia Papaleo. Tenenbaum visitaba las oficinas de Sui- pacha y era también amigo de Rubinstein y Ber- nardo Neustadt. Este fue una vez a interesarse a las oficinas de Suipacha por un dinero que había depositado en él Banco de Bélgica. El nombre de este periodista surgía espontáneamente en casi todos los interrogatorios. Lidia Papaleo no fue la excepción: Lo encontré en la planta baja del hotel Alvear, y me avisó que mi suegro Juan había sido arrestado; me prometió mover sus."influencias" para que no hubiese ningún problema. Otro nom- bre que apareció fue el de Juan Pallí, que la visitó después de su regreso al país para avisarle que Canal 2, la empresa que él dirigía, daba pérdidas y 'había que venderla en seguida. Lidia Papaleo hizo averiguaciones al respecto y llegó a la conclusión de que era imposible que esa empresa diese pérdi- das, pero no podía saber si se estaba robando o era una mala administración. También hablamos con Lidia Papaleo, de la ma- no derecha de David, el Dr. Rubinstein. Recordaba que el mismo día del velatorio de David en Méxi-
  • 26. 26 co, Rubinstein les exigió a los demás miembros de la familia apoyo absoluto para su gestión al frente de las empresas; también me contó el mismo epi- sodio que Isidoro; respecto de "no pagar a nadie, salvo a mí mismo y a los montoneros". De Gel- bard recordaba que lo había visto frecuentemente en reuniones sociales del grupo y me habló de una tratativa con su representante, el Dr. Caraballo, en la que se iba a intentar pagarle una deuda de siete millones, o parte de ella, con el 50 % de las accio- nes de "La Opinión" que tenían los Graiver. De Timerman recordaba que era amigo de David ya antes de su matrimonio con ella, pero hubo una ruptura con él después de que publicó en "La Opi- nión" varias notas desfavorables al grupo respecto del problema de Papel Prensa. A partir de enton- ces las relaciones quedaron en suspenso. También me contó que mientras comía pizza en "Los Inmortales" de M. T. de Alvear y Libertad, habló con una empleada de confianza -Silvia Fan- jul- sobre la deuda con montoneros. Tenía una buena pista para ponerme detrás del asunto que lógicamente me interesaba más, la "financiera de los subversivos", aunque en la investigación y casi sin proponérmelo, surgían delitos de otro tipo que tenía la obligación de denunciar también.
  • 27. 27 VII- SILVIA FANJUL: UN PORTAFOLIO LLENO DE MUERTE Estaba desesperada y necesitaba trabajar. Mien- tras duró mi matrimonio, yo administraba una pe- queña empresa de construcción que tenía mi mari- do, pera cuando me separé tuve que dejar también mi trabajo. Se lo comenté a mi psicóloga. Le dije que yo era maestra y estudiante de ciencias eco- nómicas. Esa fue la persona que Lidia Papaleo eligió para las tareas más comprometidas del grupo de empre- sas de su marido. Silvia Fanjul estaba en trata- miento con ella desde 1972, cuando el ginecólogo, después de estudiar minuciosamente las razones por las cuales no quedaba encinta de su marido, llegó a la conclusión de que solo la podía ayudar un psicoterapeuta. La razón originaria del tratamiento desapareció en 1974, cuando Silvia se separó de su marido. En ese preciso momento la Papaleo le sugiere que vaya a ver a un señor Rubinstein que está organi- zando un grupo de empresas, o mejor dicho orga- nizaba un "control superior" para coordinar el vas- to imperio económico que había reunido David Graiver. A fines de agosto de 1974 Silvia empezó a traba- jar. Notó que Rubinstein se ocupaba en aquel en- tonces de la dirección ejecutiva y de los detalles, mientras David se dedicaba a "relaciones públi- cas" y los grandes negocios. Al mes se mudaron a las oficinas de la calle Suipacha; y en mayo del 75 los Graiver se fueron y Rubinstein quedó al frente de las empresas. Antes del viaje de sus patrones había notado ya la presencia en las oficinas de un hombre de hom- bros anchos, mentón cuadrado, pelo castaño lacio, modales mesurados, que se hacía llamar "doctor Peñaloza", y era recibido efusivamente por David, quien dejaba cualquier otra entrevista o tarea que estuviese haciendo para abalanzarse a recibirlo. A veces también venía una "secretaria" del doctor "Peñaloza", atractiva, de ropa muy moderna, con "minifaldas espectaculares". Cuando David se fue a Estados Unidos el encargado de recibir a los visitantes era el Dr. Rubinstein. Silvia comprobó que "Peñaloza" o su "secretaria" se iban siempre con un paquete bajo el brazo. A partir de noviembre de 1975 Silvia Fanjul as- cendió en la empresa y se le confió el manejo de dinero. Todos los meses Rubinstein le ordenaba retirar una cantidad equivalente a 133.000 dólares al cambio del día y preparar con el dinero ün pa- quete o bolsa. Después su jefe entregaba perso- nalmente el paquete a "Peñaloza" o su "secreta- ria". En un día de enero de 1976 recibió órdenes de ir a recibir a Rubinstein al Aeroparque, con el auto- móvil de la custodia. Una vez llegado, Rubinstein se dirigió con el coche a una confitería en la zona de plaza Italia. Cuando estuvieron instalados en la mesa, Rubinstein le dijo que apenas entrase la persona que esperaban, ella debía ir al baño y no volver por un buen rato. La fiel empleada cumplió al pie de la letra las órdenes de su patrón y cuando volvió de su involuntario exilio higiénico 'se en- contró con el "doctor Peñaloza" que charlaba con Rubinstein. Este los presentó formalmente. La entrevista terminó pocos minutos después, entre frases intrascendentes dichas con tono nerviosa. Pocos días después su patrón le dijo que fuese a unas oficinas de la Av. Córdoba al 1300 -donde habitualmente se cobraban las cuotas de los depar- tamentos del Bristol Center- para recibir un paque- te de manos de "Peñaloza". El misterioso hombre llegó a la cita con un portafolio inmenso y sin de- cir una palabra lo abrió y le mostró el contenido a Silvia: .estaba repleto de fajos de dólares. Con vidrio en las venas la empleada cumplió todas las instrucciones que le había dado Rubinstein: fue a la casa central del banco de Galicia, donde encon- tró, tal como había convenido, a otro empleado, que trabajaba para un cambista llamado Francisco Fernández. Los responsables de la operación no vacilaban en comprometer en ella a sus subalter- nos, para que corriesen los riesgos por cuenta de los jefes. Silvia pensó que en el portafolio debía haber un millón de dólares, pero cuando lo consi- deró mejor comprendió que había mucho más. Yo también me quedé asombrado cuando Silvia Fan- jul me dijo que no recordaba exactamente cuántas veces volvió a recibir de "Peñaloza" portafolios con dólares. Las cosas en el grupo Graiver cambiaron después de la revolución del 24 de marzo de 1976. Rubins- tein estaba fuera del país y se cuidó mucho de vol- ver. FI rumor que corría entre los empleados de la oficina decía que tenía antecedentes subversivos desde su juventud y que podía encontrarse con problemas ante las nuevas autoridades. Para tener- lo al tanto de los negocios viajaba al exterior un trío compuesto por Silvia, el doctor Reinoso, el
  • 28. 28 contador, y Bogani, que formaban una especie de comité sin poder de decisión. Los primeros viajes de consulta con Rubinstein los hacían a Río de Janeiro; después fueron a Nueva York. Este medio de administrar las empresas entorpecía, por su- puesto, todos los negocios. Solo un asunto funcio- nó regularmente: mes a mes, entre las instruccio- nes venía una recomendación de no olvidarse de hacer el pago al "doctor Peñaloza". Cuando habla- ban por teléfono -tanto David Graiver como Ru- binstein, pero sobre todo David- se mostraban ansiosos por saber cómo iban 1os pagos a "Peña- loza". Este no tenía teléfono ni oficina donde se lo pudiera ubicar y no quedaba otro remedio que esperar su llamado para concertar una cita, por lo general en las oficinas de Graiver en la Av. Cór- doba. Por orden de Dn· vid, cuando se hablaba por teléfono había que referirse a "Peñaloza" con los nombres claves de "Marisa" o "Pusy". Un día "Peñaloza" no fue a la cita y Silvia, con el bolso que desbordaba dinero y el corazón en la boca, lo depositó en una agencia del Banco Co- mercial de La Plata. Poco después reanudó el con- tacto y pudo hacer la entrega, pero cuando le contó a David por teléfono lo que había ocurrido, éste le contestó que no se preocupase, que a partir de en- tonces iba a recibir la visita de una persona "más puntual". Así vuelve a escena nuestro conocido "doctor Paz". Silvia le entrega el equivalente a 133.000 dólares durante los meses de mayo, junio y julio. Cuando la noticia del accidente llega a Buenos Aires, "Paz" irrumpió en la oficina de Silvia en un estado nervioso lamentable. Sus dedos tambori- lleaban sobre el escritorio y con la mirada perdida en el vacía decía con tono sombrío palabras inco- nexas: Esto es terrible... no ha sido un accidente... un atentado... para nosotros, David era un elemen- to de recambio importante. . . La voz de Silvia Fanjul quedó suspendida un momento durante su declaración y vi un gesto de inquietud en el rostro. Creo que había comprendi- do que a partir de esas palabras no podía represen- tar más el papel de empleada inocente porque los propios hechos que narraba tenían un trasfondo evidente. Admitió que sospechaba que el orïgen de todas las entregas podía ser político. Pero su inocencia se hizo añicos cuando admitió también la cena en "Los Inmortales", con Isidoro y Lidia Papaleo. En esa ocasión hablaron de los gra- ves problemas que enfrentaba el grupo y, cuando ya estaban por irse, Lidia comentó: Lo más terri- ble es la deuda que reclaman los montos. Silvia me dijo que estas palabras la sorprendieron, pero más sorprendida aún se mostró Lidia cuando vio que su interlocutora no estaba al tanto, o simulaba no saberlo, o no quería saberlo. Después Lidia le explicó que le debían 17 millones de dólares a la "organización". Silvia empezó a formarse un cuadro de la situa- ción: David nunca se había quejado por los intere- ses fabulosos que tenía que pagar mensualmente ni hizo jamás un comentario en contra de los sub- versivos a pesar de que la familia había tenido que pagar un rescate muy alto por el primer secuestro de Isidoro; además, los pagos de intereses se hací- an siempre con dinero "negro", no provenían de ninguna empresa y no quedaban asentados en nin- guna parte. El agente de cambios "Paco" Fernán- dez entregaba el dinero y se le acreditaba el equi- valente en dólares en una cuenta del American Bank de los Graiver, en Nueva York. Cuando hablamos con Silvia de la gente que visi- taba a los Graiver en su oficina, mencionó a Ber Gelbard, Casildo Herreras y Patricio Guillermo Kelly, "personaje siniestro del que nunca supe qué quería". Más extensas fueron sus referencias sobre Baruj Tenenbaum. Recordó que cuando empezó la fiscalía en el Banco Comercial, David le recordó por teléfono que hablara con Tenenbaum, "que era un hombre muy contactado". En la oficina de Te- nenbaum había unos carteles anunciando la "Fun- dación del Reencuentro Argentino" y otra "Funda- ción del Hombre". Bajo los auspicios de esta últi- ma se publicó o se estuvo por publicar la "Gaceta de la Historia". Para tratar este tema el señor Félix Luna visitó a Graiver y Rubinstein en sus oficinas. Aunque la fundación nunca se constituyó como persona jurídica, la "Gaceta" salió a la calle como publicación mensual y, además, se distribuyó gra- tuitamente en reparticiones oficiales, cuarteles y centros militares. Silvia Fanjul terminó su relato con una anécdota ambigua. Después del accidente aéreo la llamó desde el extranjero Tenenbaum, que actuaba con el apodo de "Astor", y luego de lamentar lo que había ocurrido dijo: Espero que dentro de algunos años nos podamos mirar bien de frente... Recordé un hecho curioso, aunque sin importan- cia. Entre los objetos y muebles de la oficina de la calle Suipácha, el único que no tenía un uso prác- tico era el cuadro que representaba un granadero. Miré a esta mujer, menuda, morena, bronceada, que trataba de bromear con todo el mundo y que
  • 29. 29 había transportado el dinero que servía para matar soldados argentinos. Hizo aún un comentario más. Me dijo que para referirse a los montoneros, la familia Graiver usa- ba el nombre clave de "los mexicanos". Entre la gente del hampa, "mexicano" y "mexicanear" es el nombre que se les da a los que roban a ladrones y a la acción de robar lo robado, pero no puedo ase- gurar que los Graiver conociesen tan bien el lun- fardo.
  • 30. 30 VIII - JORGE RUBINSTEIN: EL BLUF Y LA MALA CARTA Entre los objetos personales del Dr. Jorge Ru- binstein que se secuestraron en las oficinas de la calle Suipacha hay un mazo de cartas de póker. Nunca me interesó saber si era verdaderamente jugador, pero puedo afirmar que era un experto en esconder sus cartas y que asumía con calma los riesgos de sus apuestas. Uno de los encargados de la vigilancia de Ru- binstein llegó a tener cierta confianza con él y le preguntó al margen de los interrogatorios: Pero, ¿cómo se metió en esto, doctor? Rubinstein, con un gesto entre sonriente e irónico, contestó: Total yo ya estoy jugado. Era un hombre de cuerpo atlético, parecía fuerte a pesar de sus canas, pero ya en el momento del arresto nos explicó que el Dr. Favaloro le había hecho una peligrosa operación de corazón de do- ble bypass, y que su salud requería atención cons- tante. Lo hice revisar por un médico, y después de verificar sus declaraciones di órdenes para que le suministrasen todos los medicamentos necesarios mientras durase su detención. Recuerdo que estu- ve presente durante la primera revisación y me llamó la atención la profunda red de cicatrices que había quedado en su tórax como recuerdo de la operación. Su estado general había empeorado mucho en octubre del año anterior a su detención, cuando un accidente de auto lo postró durante tres meses. Mientras se recuperaba en su departamento en la ciudad de La Plata se prestó a un interrogato- rio para una investigación previa. La causa avan- zaba con otros testimonios cuando llegué a la con- vicción de que Rubinstein era una de las personas claves de todo el caso y que su libertad era un riesgo cierto para el buen éxito de la pesquisa. Además, ya tenía pruebas más que suficientes para demostrar que había colaborado con las bandas de montoneros por interés monetario e ideológico - tenía notorios antecedentes comunistas, a pesar de cobrar varios miles de dólares de honorarios men- suales-. Lo más notable del primer interrogatorio, en su domicilio, no estaba en la que decía sino en lo que callaba puesto que en ningún momento in- tentó poner en conocimiento de las autoridades militares la maniobra de financiación de la subver- sión. Durante el segundo interrogatorio, hecho por la Policía de Buenos Aires después de su arresto, comprendió hasta qué punto había llegado la pes- quisa y que su juego había sido descubierto. A medida que avanzaban las declaraciones la res- ponsabilidad que a él le correspondía se iba espe- sando en torno suyo como una atmósfera densa que ya no lo dejarla en paz. Era abogado y conocía su situación; solo podía esperar una larga condena. A partir de ese momento no fue ya el hombre perspicaz de los primeros días. Se dejó invadir por la depresión; se abandonó físicamente. Los cuida- dos médicos no podían llegar hasta su espíritu. El futuro le reservaba una carta brava. Agobiado por las tensiones Rubinstein murió de infarto en la madrugada del 4 de abril de 1977. Ese tristísimo día ordené practicar la autopsia. Estuvieron pre- sentes ocho médicos forenses, policiales, militares y delegados de la cátedra de Tórax del Hospital de La Plata y del ministerio de Salud Pública, además del fotógrafo y los testigos que prescribe la ley. La autopsia reveló siete cicatrices operatorias de vieja data y un doble bypass en la aorta. Después de dos horas y media de estudio minucioso los médicos llegaron à la conclusión que la muerte se debía a insuficiencia cardiaca aguda. Tuvieron la pruden- cia de agregar por propia iniciativa: No presenta signos de violencia traumática interna ni tampoco externa. Una de las tácticas sistemáticas de las personas que apoyan a la subversión es acusar a las autori- dades de malos tratos ante cualquier enfermedad o fallecimiento que se produce en los institutos pe- nales. De allí la precaución de los forenses. El día 5 de abril el cuerpo fue entregado a la hija del oc- ciso. Rubinstein tenía al morir 51 años. Durante 1a primera entrevista las pistas eran todavía vagas, pero el interrogatorio aportó algunos detalles inte- resantes, por ejemplo su conocimiento desde hacía mucho tiempo del dirigente sindical y gobenador de la Provincia de Bueno~s Aires, Victorio Cala- bró. Particularmente llamativa es la declaración de que lo volvió a ver a Calabró mientras Rubinstein acompañaba a un funcionario del gobierno belga que estaba en La Plata de "visita turística". La Ptata, a pesar de merecerlo, no es un lugar habitual de paso de turistas extranjeros, salvo los estudio- sos que concurren al famoso museo; Bélgica es el país donde operaba el Banque pour 1'Amérique du Sud, del grupo Graiver, y Rubinstein declaró que él había participado activamente en la fundación del banco en 1974. También surgió el nombre de
  • 31. 31 Juan Destéfano, secretario general de la goberna- ción, que durante la estada de David en los países del norte se entrevistó varias veces con Rubinstein para averiguar ,con indisimulado interés la fecha de regreso del ausente. La relación de Rubinstein con la familia Graiver empezó cuando ésta le encomendó estudiar un proyecto de adquisición de una planta de envasa- miento de alimentos en cajas de aluminio, allá por comienzos de la década de los setenta. Poco a poco los asesoramientos de Rubinstein se hicieron más frecuentes hasta que los Graiver le pidieron que organizara un sistema central de in- formación y contralor de las empresas que habían reunido. Rubinstein también tuvo participación preponde- rante en la organización del Bristol Center de Mar del Plata y en las sociedades inmobiliarias encar- gadas de vender los departamentos del gigantesco edificio, Fundar S. A. y Construir S. A. En esa época corrían fuertes rumores de que detrás de la construcción del Bristol Center había negocios muy turbios. El origen evidente de estas murmura- ciones era él proyecto original del edificio, que por su altura taparía a partir de una hora temprana de la tarde, el sol que se proyectaba sobre la playa adyacente. Rubinstein habló muy vaga- mente al respecto: "creía" que se habría obedecido a una disposición de la municipalidad de General Pueyrredón en cuanto a reducir la altura; sabía que había sido donado a la municipalidad un auditorio dentro del mismo inmueble. Pero cuando se le preguntó concretamente si había oído algo respec- to de gestiones oficiosas, "arreglos" o "coimas" para solucionar el problema, fue categórico: Igno- ro toda circunstancia vinculada a la pregunta. También fue terminante cuando se le preguntó si sabía si algunos funcionarios del gobierno provin- cial anterior habían comprado directamente o por intermedio de testaferros departamentos en el Bristol: Desconozco totalmente esas circunstancias. Yo, en cambio, puedo afirmar que en eI momento en que realicé la investigación, el Bristol Center tenía una importancia económica secundaria, a pesar de su valor fabuloso para la gente común, y era em- pleado para tantear tentadoramente a los investi- gadores; en otras palabras era una carnada para "coimear". Pero esta es otra historia y otro capítulo de este libro. Después de su detención y de comprobar que ya se habían destapado muchas cosas, la declaración de Rubinstein tomó un nuevo rumbo y confirmó rotundamente las vinculaciones de las Graiver con los montoneros. Lo que en un primer momento había sido una simple relación de negocios resultó una amistad profunda basada en la lealtad recíproca: Fui amigo de David Grawer y recibí toda su confianza pues lo asesoraba en todos los aspectos legales relacio- nados con sus empresas. En mayo de 1976 viajé a Nueva York, como lo hacía frecuentemente, para verlo a David. Allá me dijo que había recibido una suma importante de dinero en dólares. Desde et primer momento me aclaró que el dinero venía de los montoneros, con los que estaba en contacto por entrevistas directas con Quieto y Firmenich -sus jefes- y que el capital originario era de doce mi- llones de dólares. Esta cantidad enorme no podía ser invertida en un solo negocio sin atraer la atención de las auto- ridades fiscales. Por eso comenzó una operación de fraccionamiento y disimulo del capital recibido en la que participó directamente Rubinstein Unos cuatro millones. Se invirtieron en el banco Centu- ry, otros ocho en la compra deI American Bank and Trust. El dinero ingresó en el mercado a través de les bancos suizos. A partir de ese momento se empezó a pagar intereses en Buenos Aires, pero esta cantidad ( 133.000 dólares) no era ni remota- mente la cantidad total que correspondía pagar. Además los montoneros fueron entregando otras sumas de dinero, de manera tal que al poco tiempo la deuda con la organización terrorista había au- mentado a 17 millones. Después de esta confesión Rubinstein tomó un camino parecido al que habían recorrido otros imputados. Procuró esquivar responsabilidades echándole. toda la culpa a David, su "amigo de confianza". Rubinstein, como otros interrogados, aseguró que había tratado de disuadir a David por los riesgos que la operación implicaba. Pero su socio le habría contestado que no se preocupase, que esas operaciones eran en realidad "muy co- munes" y que de esta manera quedaban a cubierto de secuestros y atentados. Con esto quedó claro para mí que, tanto en la mente de David Graiver como en la de Rubinstein, el triunfo final de los subversivos era un hecho descontado. Además, Rubinstein hizo un comenta- rio que, teniendo en cuenta las circunstancias, había que tomarlo como una amenaza velada: Los argumentos de David me tranquilizaron porque en realidad eran bastante exactos. En otras palabras -
  • 32. 32 y para el que sabe leer entre líneas- me estaba di- ciendo que para estar a salvo de secuestros y aten- tados había que ponerse al servicio de los subver- sivos. Después confirmó en sus declaraciones la canti- dad y manera de pagar los intereses a los monto- neros, a través del "Dr. Peñaloza" o de su secreta- ria, "delgada, de cabello largo". Con las declaraciones de Rubinstein pude ir lle- nando huecos que habían quedado. Por ejemplo, Silvia Fanjul me había contado cómo le había sido presentado formalmente el "Dr. Peñaloza", pero por orden de Rubinstein había estado exiliada en el baño durante la mayor parte de la entrevista que en una confitería de Plaza Italia tuvieron Rubins- tein, "Peñaloza" y ella. Por Rubinstein pude ente- rarme de lo que habían hablado los dos hombres mientras Silvia esperaba en el excusado: "Peñalo- za" era un hombre permanentemente desconfiado. Mientras estuvimos solos me dijo que sospechaba que la organización de Graiver y los bancos que de ella dependían ya no ofrecían garantías de se- guridad, pero creo que en realidad me estaba son- deando, porque en la misma charla me anunció que montoneros quería depositar dos millones de dólares más en nuestras manos. Me dijo que más valía que la firma de Graiver fuese solvente, por- que si no la organización tenga el brazo muy lar- go. Pocos días después "Peñaloza" habló por telé- fono con Rubinstein para confirmar la operación de dos millones en la que Silvia Fanjul actuó co- mo correo y Francisco Fernández como cambista. Fernández, al enterarse de la cantidad en una en- trevista con Rubinstein, quedó asombrado y le preguntó si no era dinero "fulero" o de algún se- cuestro, pero Rubinstein lo tranquilizó diciéndole que: a lo sumo era dinero de algún negociado, y eso no asombra a nadie en estos tiempos... por lo menos a nadie del círculo de David Graiver. Cuando los Graiver parten a México y Estados Unidos, Rubinstein queda a cargo de los negocios en Argentina, pero en el día en que las Fuerzas Armadas toman el poder en marzo del 76 él: esta- ba muy ocupado viajando entre EE.UU. y Bélgica, porque estaba a cargo del Banque pour I'Amérique du Sud. Esta última declaración me sorprendió porque hasta entonces Rubinstein se había presen- tado como si estuviera al frente de los negocios de los Graiver solo en Argentina. Inferí que tenía que haber otra razón para una ausencia prolongada mientras el grupo de empresas quedaba sin direc- ción. Recordé los rumores que corrían entre los empleados de las oficinas de la calle Suipacha respecto del temor de Rubinstein por sus antece- dentes políticos, pero no pude llegar más allá. La amistad con David no fue impedimento para que Rubinstein comenzase a sentir cierto rencor contra él por su personalidad absorbente y porque no lo tenía al tanto de sus negocios. Cuando me enteré de la muerte de David me apené por el es- tado en que quedaban los negocios, por culpa de su dirección caótica y egocéntrica. Debí viajar a México. No tengo ninguna duda de que los restos encontrados eran los de David. En este último punto había una uniformidad pasmosa en las declaraciones; ninguna de las per- sonas interrogadas dudaba al respecto. Parecían tener -o querían tener- más certeza que las autori- dades mexicanas, el FBI o los jurados neoyorqui- nos. Sin embargo, el informe del accidente era explícito: se había hallado un torso, casi comple- tamente carbonizado con solo unos pocos centíme- tros de piel. El resto de los informes que me proporcionó Ru- binstein coin~cidía con otras declaraciones: seguí- an danzando los nombres de Tenenbaum, cada vez más misterioso, pero siempre ligado íntimamente con David; de Ber Gelbard y las enormes deudas que reclamaba en dólares y tierras; de las manio- bras clandestinas de Marra y Daich para sacar del país dinero negro con destino al banco de Bélgica; de Casildo Herreras y sus cuentas en Bélgica; de otros nombres cuyo papel no estaba claro. Quedaban muchos interrogantes en el aire cuan- do el destino hizo su jugada y Rubinstein perdió la vida y yo la información que más me interesaba.
  • 33. 33 IX - LIIDIA GESUALDI: PSICOLOGA Y ALGO MAS La secretaria privada de David Graiver entró en la empresa por la misma senda que Silvia Fanjul: el diván de psicóloga de Lidia Papaleo. Nació en Chivilcoy, en 1937. Había una confu- sión permanente respecto de su nombre porque mucha gente la conocía por el apellido de su se- gundo marido, Angarola, con quien se había casa- do vía México. Lidia Gesualdi conoció a la Papa- leo en una perfumería donde la primera trabajaba en un "stand" de productos de ~ belleza para la mujer. La psicóloga advirtió inmediatamente que algo angustiaba a la Gesualdi y después de una charla en la que se mostró cálida y amistosa con- siguió sonsacarle que el motivo de sus preocupa- ciones era la imposibilidad de quedar embarazada a pesar de que tanto ella como su marido eran físi- camente aptos. La psicóloga no tardó en conven- cerla para que hiciese sesiones de terapia en su consultorio. La terapia fue sorprendentemente breve -apenas diez sesiones- y ya Lidia Gesualdi "se sintió mejor", y quedó en estado de gran amis- tad, agradecimiento y dependencia psíquica con su nueva amiga, olvidándose del objetivo originario. Renovada y con nuevos bríos, la Gesualdi renun- ció a sus tareas de cosmetóloga en empresas de belleza o con relación de dependencia con médi- cos de piel, e instaló una perfumería por su cuenta. Sin embargo no consiguió llevarse bien con su socia comercial y el negocio se disolvió rápida- mente. Sin trabajo, se dirigió a su amiga, que la esperaba con una oferta para entrar en las próspe- ras oficinas del grupo Graiver, donde desempeña- ría las funciones de secretaria. privada de David. Lidia Gesualdi entró por primera vez en las ofici- nas de la calle Suipacha el 16 de setiembre de 1974. En poco tiempo pudo conocer muy bien los as- pectos exteriores de las actividades comerciales del grupo porque su función en la oficina era pre- cisamente recibir a los visitantes y atender las lla- madas telefónicas para David o hacer las que Da- vid le pedía. Su jefe tenía por norma no llamar directamente a nadie, salvo a su esposa y a José Ber Gelbard. La Gesualdi también recibía la co- rrespondencia dirigida a David, pero al respecto regía una norma inquebrantable: nadie abría sus cartas salvo él mismo, y para las respuestas el em- presario usaba una máquina portátil que tenía en su oficina y las redactaba él mismo para que abso- lutamente nadie se enterase del contenido. Lo úni- co que podía observar Lidia Gesualdi al respecto era que la mayoría de las cartas extranjeras prove- nían de Bélgica, Estados Unidos o Israel. La secretaria era la primera persona que recibía a las visitas, después de ser palpadas por el personal de custodia de la oficina. Una fuerte impresión le quedó de la primera vez que se topó con el "Dr. Peñaloza", que entró pidiendo hablar con David Graiver. A la Gesualdi le llamó la atención su pre- sencia porque David estaba en una reunión impor- tante y no tenía anunciada ninguna entrevista. Le preguntó al visitante si tenía concertada una cita, pero éste le clavó una mirada dura y con voz que no admitía réplicas le contestó: Dígale que está el "Dr. Peñaloza". La secretaria habló por el dictáfo- no con David y cuando le anunció el nombre del visitante su jefe farfulló apresuradamente: Hacélo pasar a un despacho privado, y pocos segundos después dejó la reunión para atender al hombre de la voz imperiosa. Después las visitas se repitieron y la Gesualdi pudo advertir que el "Dr. Peñaloza" llegaba siempre con las manos vacías y se iba con un portafolio o bolso. A veces venía en su lugar una joven muy delgada, de cabellos muy largos y minifalda, particularmente llamativa "porque en esa época no estaban de moda las polleras cortas". La Gesualdi conservaba de su anterior profesión de cosmetóloga la costumbre de observar atenta- mente a sus visitantes. A1 "Dr. Peñaloza" me lo describió así: De 1,80 de alto, cuerpo macizo, cue- llo muy grueso, cara cuadrada, rasgos duros, cabe- llos rojizos cortos peinados con raya a la izquier- da. Lo más notable eran sus ojos celestes saltones, de los cuales partía una mirada muy dura, muy fea. Esto ocurría solo las pocas veces que miraba de frente, porque la mayor parte del tiempo des- viaba la vista. La piel era blanca, sonrosada en las mejillas. En mayo de 1975 David partió con toda su fami- lia a México y Estados Unidos: padres, esposa, hija, suegra, y hermano con su respectiva esposa, hijos y suegros. A1 frente de la oficina quedó Ru- binstein, que trataba a Lidia Gesualdi con una du- reza que ella nunca se pudo explicar. Las tareas de ésta seguían dependiendo directamente de David, que la llamaba desde Estados Unidos hasta tres veces por día para controlar a través de ella la marcha de sus negocios. Además, también hablaba
  • 34. 34 por teléfono todos los días con Rubinstein y Silvia Fanjul. David era un hombre ansioso y no repara- ba en gastos. Una vez llamó a la casa de su secre- taria para averiguar cómo había terminado el par- tido que jugaba su equipo de fútbol favorito. Estu- diantes de La Plata. Como la Gesualdi no tenía la mejor idea sobre fútbol, encendió la radio y David le pidió que lo dejase escuchar el relato deportivo hasta ue terminase el partido. Uno de los puntos que me hizo entrar en sospe- cha respecto de la relación entre Lidia Gesualdi y los Graiver, que la de una simple secretaria, fue la conducta de ella después del accidente aéreo que ocurrió el 7 de agosto de 1975. Al día siguiente viajó a México para reunión con Lidia Papaleo, gracias a que muy oportunamente, tenían el pasa- porte al día por haber viajado recientemente a los Estados Unidos. Los gastos y las precauciones en la documentación me parecieron muy por encima de una persona que simplemente atiende visitas y recibe llamadas. En México se alojó en casa de su amiga la psicó- loga, a quien encontró presa de una crisis de temor y ansiedad que superaba la circunstancia de la posible muerte de su marido; en "realidad parecía al borde del desequilibrio psíquico". Finalmente las barreras cayeron y la Papaleo le confesó duran- te una velada: estoy muy mal, desesperado por que paso algo terrible y le debemos dinero a los "mu- chachos". La Gesualdi no entendió la expresión y le preguntó a su amiga que quería decir exacta- mente. La respuesta pareció fantástica, irreal: Da- vid les debía a los "montos" 16 0 17 millones de dólares. Después la Papaleo recibió una llamada más, que la dejó descompuesta y al borde de una conmoción; habían sido "ellos" nuevamente otra vez el mensaje llegaba junto con amenazas mortí- feras. Despúes de volver a la Argentina, y ya enterada de la relación con la subversivos, la Gesualdi reci- bió un pedido extraño de una amiga psicóloga: necesitaba la llave de su departamento porque quería hacer allí "una reunión de trabajo". Para una empresaria que manejaba una fortuna desco- munal el pedido era tan insólito como el de un linyera que solicita un Mercedes Benz para ir a dormir al Plaza Hotel. Sin embargo Lidia Gesualdi me porfió una y otra vez que no había hallado na- da extraño en el pedido, que ni siquiera le dio im- portancia al asunto y que el mismo día le devol- vieron la llave. De lo que no tengo dudas es que la relación entre las dos mujeres iba más alla de una simple dependencia laboral. La Gesualdi se que- daba muchas veces en lo de Lidia Papaleo, sim- plemente para hacerle compañía y por la amistad íntima que las unía. En las oficinas de Suipacha, Lidia Gesualdi fue testigo una visita que un hombre hizo a la Papaleo. Como no lo conocía le preguntó a otro empleado quien era. Se trataba del "Dr. Paz". Los ojos atentos de la secretaria no perdie- ron detalle del nuevo personaje: Alrededor de 1,72 de estatura; delgado hasta la cintura, pero relleno en las asentaderas; nada ágil ni desembarazado; pelo ralo, rubio, apagado, peinado con fijador. El cutis era blanco, muy pálido, como si nunca hubie- ra tenido contacto con el sol. Lidia Gesualdi confirmó las visitas de las otras amistades de David Gravier, de las cuales yo esta- ba enterado. Gelbard lo llamaba frecuentemente; en cambio eran más las veces que David llamaba a Casildo Herreras que las que este lo llamaba a él. El dirigente sindical iba poco a las oficinas de la calle Suipacha, pero una vez quedó a almorzar con David, y -como era habitual cuando el empresario comía en la oficina- le pidió a la Gesualdi que encargara el menú en el restaurante Swissair: tru- chas con almendras y lomo al estragón. El trato entre los dos era muy cordial y amistoso. También pasaba a visitarlo frecuentemente Bernardo Neus- tad: aunque no sé si lo hacía por amistad o por negocios. De todas maneras Lidia Gesualdi hizo una deducción perspicaz al suponer que había ne- gocios de por medio, puesto que comprobó en su televisor Que los programas de Neustadt eran pa- trocinados por las empresas del grupo Graiver .
  • 35. 35 X - CELIA HALPERN: LAS FORMALIDADES Es una abogada formada bajo la conducción de Jorge Rubinstein. Antes de recibir su título ya tra- bajaba como empleada en el estudio jurídico de Rubinstein en La Plata, mientras completaba sus estudios en la Univcrsidad de esa ciudad. En 1964 obtuvo el diploma y siguió ejerciendo en La Plata, siempre en contacto con el que sería "número 2" del ¡grupo Graiver. Entre 1965 y 1970 trabajó para la empresa Wobron, de Julio Broner, cuñado de Rubinstein y en la cual este era gerente. Pero ella se mantuvo siempre en la órbita de dependencia de Rubinstein, de quien llegó a ser una de las pocas personas a las que el lugarteniente de David Grai- ver otorgaba alguna confianza. Incluso cuando trabajaba en Wobron, el encargado de pagarle los honorarios era Rubinstein y no Broner. Fue tam- bién Rubinstein quien perfeccionó sus conoci- mientos -especialmente en el tema de asesora- mientos y constitución de empresas- en un curso de postgraduados que dictó en la Universidad de La Plata en 1974, donde era profesor. También Celia Halpern llegó a la docencia y enseñó dere- cho Privado en la facultad de Ciencias Económi- cas. Cuando Rubinstein se alejó de Wobron ella se mantuvo junto a él, en su estudio. En esa época - 1973 y 1974- entra en escena el grupo Graiver en la vida de Halpern. Por orden de Rubinstein, la abogada fue al banco Comercial de La Plata, sede Capital Federal, don- de se encontró con Silvia Fanjul. Celia Halpern comprobó rápidamente que la Fanjul desconocía las normas más elementales del manejo de empre- sas y trató de asesorarla respecto de la manera en que debían hacerse las actas de las asambleas: Traté de darle una base muy general, un esquema de todo lo que tenía que hacer, declaró la Halpern. Más tarde decidieron que era mejor trasladar a la Fanjul a otras tareas y le ofrecieron a la Halpern la secretaría del directorio del banco. Rápidamente pude comprobar el gran desorden que se encontra- ba toda. Poco después me instalé en la oficina nú- mero cinco de la calle Suipacha, donde me hice cargo de una cantidad importante de empresas del grupo –los dos bancos, Fundar, la inmobiliaria, Metropol, Electro Erosión-. Todo era un desqui- cio. Traté de ir formando carpetas, pero tuve que actuar con mucha diplomacia porque no quería herir sensibilidades. Yo me limitaba, por supuesto, a la parte institucional de las empresas y nunca me ocupé de la parte financiera. Las empresas se mos- traban remisas a enviar los antecedentes ante lo que consideraban una intromisión en sus asuntos. Poco a poco se fueron agregando a mis tareas otros profesionales: el contador Bogani, asesor impositivo, el contador Cepic, y otros colaborado- res de menor importancia. Intentábamos lograr la mayor concentración posible y centralizar la in- formación para verificar el funcionamiento de cada empresa. A mediados de 1975 dejé de perci- bir honorarios y trabajé en relación de dependen- cia. Lentamente fueron apareciendo más empresas -las cuatro agropecuarias, Helycom, etc.-, pero toda la información me llegaba en cuentagotas y con retaceos. Por ejemplo, en un momento me que pidieron que estudiara la ley 19.550, artículos 30 al 33, para considerar la participación de una so- ciedad en otra, pero por mucho tiempo no supe que la "otra sociedad" era Papel Prensa. Solo cuando los Graiver ya se habían mudado a Estados Unidos recibí una carta-poder para representarlos en esa empresa. A veces constituía sociedades, pero no me enteraba de si verdaderamente llega- ban a funcionar, como en el caso de Devexport o Construir. Cuando los Graiver se fueron del país hubo que salir a buscar personas que cubrieran los puestos que quedaban vacantes en los directorios. Se usa- ron como "prestanombres" a los empleados y a mí me tocaron varias sindicaturas por mi título de abogada. Después del accidente aéreo, Rubinstein quedó por un tiempo como el número uno de la jerarquía. En varias reuniones del personal superior empe- zamos a presentir un gran desastre gcneral porque aparentemente el dinero se había evaporado. La misma mujer de David, que había regresado para instalarse en las oficinas, dijo una vez que su es- poso se había vuelto loco y que ni el mismo Ru- binstein sabía lo que estaba pasando. Cuando vi este panorama le dije a Rubinstein y a la Fanjul que quería salir de los directorios en que estaba, previa aprobación de mi gestión por los accionis- tas (los mismos miembros de la familia) . También trabajé en el retiro de las otras personas que habí- an actuado como "prestanombres". En la madru- gada del 19 de octubre de 1976, en el camino Ge- neral Belgrano, tuve un accidente con mi automó-
  • 36. 36 vil a resultas del cual quedé lesionada. También se hirió el Dr. Rubinstein, que viajaba conmigo. A partir de ese momento se hizo cargo de los asuntos el Dr. Martínez Segovia. En realidad, nun- ca tuve una amistad con los miembros del grupo y mis relaciones eran profesionales. Estaba excluida de los círculos sociales en que actuaban. Participé solo en el divorcio por mutuo consentimiento de David con su legítima esposa. De las empresas extranjeras solo tenía referencias indirectas, salvo que se presentase algún proble- ma, como en el caso de Fundar clo Brasil; donde un señor, Reno Gueraldo, había hecho agregados por su cuenta a los estatutos de la empresa. Tuve que viajar tres o cuatro veces para resolver este problema. En otra ocasión recibí un resumen en castellano de las leyes sobre sociedades comercia- les de muchos países -Bahamas, Lichtenstein, Luxemburgo y otros que ni siquiera sé dónde es- tán-. Yo me enteraba de la existencia de una sociedad cuando era necesario hacer algo al respecto. De lo contrario se silenciaba todo; había desconfianza, recelo, y no sé a qué atribuirlo. Algunos profesio- nales conocían la existencia de unas empresas y otros no; todo ello era obra de indicaciones expre- sas de David Graiver y Rubinstein.
  • 37. 37 XI - OSCAR MARASTONI: CORRE, VE Y ENTREGALES Era el correo de confianza de David Graiver. Por esta razón viajaba frecuentemente al exterior: a Bruselas, para entregarle un sobre a Rubinstein; a Ginebra para dejar un sobre en manos del emplea- do personal de David Graiver, Alberto Salem; a Nueva York, para hacer una entrega al abogado Theodore Kheel; a Lima, para entrevistarse con una persona de la que solo sabía que le decían el "Ecuatoriano" y a la que le dio un sobre con un cheque por una cantidad desconocida. Al Para- guay fue muchas veces para retirar de una casilla del Correo Central encomiendas y sobres cerrados que después traía a la Argentina y entregaba a David Graiver. Para evitar dificultades, el grupo tenía un contacto que trabajaba como inspector de Aduanas en el aeropuerto de Ezeiza. Si bien yo no recuerdo el nombre, Silvia Fanjul y Lidia Gesualdi deben saberlo, declaró Marastoni. En una oportunidad me enviaron al Uruguay para alquilar un bungalow para David Graiver. El mismo Graiver me dijo que si tenía problemas de dinero me dirigiese a Jacobo Timerman que estaba en Punta del Este en esa época, febrero de 1974 ó 1975. Me entrevisté con la esposa de Ti- merman quien me prestó $100.000 sin hacer nin- guna pregunta. Aquí en la Argentina distribuí muchos sobres. Al Dr. Cao Saravia le entregué en propias manos un sobre con una cantidad abultada de dinero que había sido preparado por Rubïnstein y Lidia Ge- sualdi. Era algo así como mil millones de pesos. También me entrevisté varias veces con Francisco Manrique, pero las entregas nunca fueron superio- res a los diez millones. Cumplí diligencias simila- res con Juan Destéfano, cuando éste era secretario del ex gobernador de la provincia de Buenos Ai- res, Victorio Calabró. A Destéjano le di sobres con dinero y cheques, y por el tamaño de los billetes que estaban en el sobre supongo que era moneda norteamericana. También hacía entregas periódi- cas a Bernardo Neustadt, Manuel Madanes, José Ber Gelbard, que los recibía en el ministerio de Economía, pero nunca personalmente, sino a tra- vés de su secretaria, Teresita. También llevé so- bres con dinero o documentación a Osvaldo Papa- leo, en Radio Belgrano, al Sr. Giacobella, del dia- rio "Mayoría", al Sr. Aberg Cobo, al Sr. Martínez Segavia, al dirigente gremial Paladino. Ignoro el destino de los sobres que le llevaba al Sr. Destéfano, pero en aquel tiempo se oían ver- siones de negocios entre Bercovich y Calabró que consistían en adquirir los terrenos linderos a la autopista proyectada entre Buenos Aires y La Pla- ta. También fui frecuentemente al diario "La Opi- nión", donde la mayor parte de las veces me en- trevistaba con el Sr. Rotemberg o con Timerman, a los que les daba cheques y otros papeles. Graiver me hacía firmar libros de actas y otros documentos relacionados con distintas empresas, aunque yo casi nunca asistía a las reuniones de directorio. Otra de las funciones que cumplía era la de ad- quisición de cuadros y obras de arte para David Graiver, pero las compras de joyas y otros regalos las hacía Lidia Gesualdi.
  • 38. 38 XII - DR. MIGUEL ANCHORENA: UNA SUCESION CUANTIOSA El Dr. Miguel Anchorena fue interrogado por es- tar a cargo de la sucesión de los bienes de David Graiver. Es un abogado que ejerce su profesión desde 1942 y no se le conocía ninguna militancia política. Durante el interrogatorio nos explicó varias veces que tenía que atender asuntos importantísimos, y que "comprometía su honor de subteniente de re- serva" en colaborar con la investigación y presen- tarse cuantas veces fuese citado. Cuando le infor- mamos de las graves sospechas que caían sobre el grupo Graiver, estimó que nuestra causa era pa- triótica y se mostró dispuesto a colaborar. Destacó en primer lugar la importancia que tuvo Francisco Manrique en los primeros tiempos de su vinculación con Graiver. En realidad Manrique los presentó personalmente. Cuando este político des- empeñaba el cargo de ministro de Bienestar So- cial, el Dr. Anchorena le pidió que le facilitase la consulta de unos planos del Instituto Geográfico Militar. Manrique le presentó a su subsecretario, que no era otro. que David Graiver, inconmovible funcionario situado siempre en puestos claves. Después se volvieron a encontrar en reuniones oficiales, pero aparentemente las relaciones no fueron muy buenas en los primeros tiempos. A1 respecto nos contó una anécdota sin importancia pero que ilustra muy bien acerca del trato que te- nían las empresas del grupo Graiver con el públi- co. Anchorena tomó un crédito común en el banco Comercial de La Plata, sin saber siquiera que per- tenecía a Graiver. Ya sea porque se olvidó de pa- gar una cuota o porque hubo una confusión buro- crática en el banco, alguien llamó a su casa recla- mando groseramente la deuda a su esposa. Cuando Anchorena fue al banco para aclarar el problema se encontró con un empleado que con pésimas maneras lo acusó de querer "clavar" a todo el mundo y le reclamó el pago de los honorarios de una abogada que tenía el "caso". Como el interpe- lado es abogado y sabía perfectamente que no había ningún j`caso" jurídico en danza se negó a pagar otra cosa que no fuese la deuda más los inte- reses. Pero como esa línea de créditos se otorgaba a casi todo el mundo, yo deduzco que la táctica se empleaba, quizá con conocimiento de los directo- res, para sacarles unos pesos más a los incautos. Cuando Anchorena se enteró que el dueño del banco Comercial de La Plata era Graiver, lo llamó muy enojado, le contó lo que había ocurrido y le dijo que su banco era una "porquería". De todas maneras y como era un asunto sin importancia, Anchorena no rompió lanzas ni se consideró ofen- dido, e incluso le presentó una pariente a David para que le alquilase una quinta. A partir de ese momento Graiver lo llamaba siempre quejándose de las disputas entre los caseros y su propio "per- sonal de custodia". El problema solo se resolvió cuando la propietaria de la quinta, harta de dar albergue a una guardia pretoriana de origen des- conocido y que se portaba salvajemente, no reno- vó más el contrato. En mayo de 1976 reaparece en escena Manrique, que venía de los Estados Unidos, donde había conversado con Graiver, y le dijo que este tenía una propuesta importante. Graiver se había comu- nicado con Anchorena dos meses antes, exacta- mente el 24 de marzo, y desde los Estados Unidos le preguntó telefónicamente y muy preocupado "si era verdad que se había ido el ministro de Econo- mía". Los que se van son todos, contestó Ancho- rena. Graiver aprovechó la oportunidad para ofre- cerle un cargo de director de banco, pero recibió una negativa. David insistió con otra llamada y después con una carta. Algunos párrafos merecen ser transcriptos porque echan luz sobre la opinión que tenía sobre sí mismo y sobre sus empresas: En los últimos seis años nuestra grupo creció vertigi- nosamente en la Argentina. Contra lo que muchos creen no f ue ni por extrañas asociaciones, ni por privilegios, ni por acomodos, simplemente fue el resultado de ua enorme esfuerzo de trabajo y con- fianza para reinvertir permanentemente ere el país, y por qué no decirlo, mucha buena suerte (sic) . En todo este tiempo todo se hizo a topetazos y no hubo tiempo de pulir las firmas y, lo que es más importante, de asociar a la gente adecuada . . . Si no entendemos que el estilo no concuerda ya con nuestro tamaño, podemos correr el riesgo de des- truir todo . . . Es por eso que pensé seriamente que podrías ayudarme a buscar la gerente. No los figu- rones, sino gente de prestigio, seriedad y talento, y en primer término por supuesto pensé en vos . . : Gracias a la intervención de Manrique, de quien Anchorena es muy amigo, éste aceptó la propuesta y Silvia Fanjul le informó superficialmente sobre las empresas que componían el "holding". Des- pués los acontecimientos se precipitan: en una nueva llamada, Silvia Fanjul le avisa que al banco Comercial ha llegado una inspección de la Comi- sión Nacional Investigadora y otra del banco Cen-
  • 39. 39 tral. También se estaba tramitando un proceso que la Asociación Bancaria había iniciado en un juz- gado de instrucción reclamando la inversión de fondos que había hecho en el banco Comercial de La Plata. Con semejantes novedades, Anchorena desistió de los planes de jerarquizar los directo- rios. Después del aecidente séreo, el Dr. Rubinstein le propuso que se hiciera cargo de la sueesión. An- chorena aceptó y nos contó cómo estaba llevando el asunto. Había hecho tres ventas importantes. Una de acciones de Galerías Da Vinci a los diarios "La Nación", "La Razón" y "Clarín", por ocho millones trescientos mil dólares, operación me- diante la cual los diarios citados tomaban el con- trol de Papel Prensa. La venta requería la aproba- ción del representante del gobierno nacional, el representante de menores (por haber menores de edad con derechos sucesorios) y el juez. También había tratos para vender el banco de Hurlingham en tres millones de dólares, previa autorización del banco Central y del juez. En cambio, Anchorena no participó en la venta de las acciones del banco Comercial de La Plata porque cuando se realizó esta operación él se había tomado unas vacacio- nes, pero de todas maneras creía que el precio del banco había quedado "terriblemente bajo" por las intervenciones y los rumores que corrían. Según sus palabras, los conocimientos que tenía sobre el patrimonio de los Graiver eran bastante vagos para un abogado que está tramitando la su- cesión de ese patrimonio. Jamás había sabido que podían pertenecer al grupo Graiver las empresas "Ultima Hora", "La Opinión", "Diario de la Tar- de", "Criagro", "Kerik Publicitaria" y varias más. Nunca había oído una palabra de las inversiones en el exterior, salvo una en Brasil, otra en Para- guay (la compra de un campo) y un grupo interna- cional de bancos. De todo lo demás no sabía nada. Los oficiales encargados de citar al doctor An- chorena. me comentaron la sangre fría que su- esposa demostró en ese momento. Los convidó con las bebidas que más les apetecían e incluso se preocupó por proveer un vaso de leche tibia a uno de los hombres, que sufría de úlcera. Después que yo dejé la función pública, un ami- go cercano me invitó a una reunión privada en su casa. Llegué a las 21 y esperaba encontrarme con cuatro o cinco comensales. Mucho me sorprendió hallarme en medio de una fiesta de más de cin- cuenta personas que habían sido convocadas a las 20, con fotógrafos por todas partes. Una señora elegante y amable me llevó aparte y conversó amistosamente conmigo mientras nos retrataban. Como no sabía quién era, después de algunas pa- labras convencionales se lo pregunté. Precisamen- te en ese momento apareció Anchorena, que me abrazó teatralmente mientras los fotógrafos relam- pagueaban más que antes. Había conocido a la esposa de Anchorena. Nunca me volvieron a invitar, nunca los volví a ver y todavía me pregunto si habré salido bien en las fotos.
  • 40. 40 XIII - HlPOLITO J. PAZ: PASO IMPRUDENTE Este destacado abogado llegó a desempeñarse como ministro de Relaciones Exteriores entre 1949 ~ 1951 y embajador en los Estados Unidos desde 1951 a 1956. Paz se vinculó con el grupo Graiver a través de un amigo mutuo, el señor Alberto Salem, ex jefe de Relaciones Públicas de la Ford y empleado de Graiver después de desvincularse de la empresa. Salem vino en abril de 1976 para entrevistarse con el Dr. Mariano Montemayor y conmigo, para co- municarnos que su jefe, David Graiver, quería hacer una consulta con nosotros. Ni yo ni Monte- mayor conocíamos a David Graiver, y solo sabía- mos de él que era un empresario fuerte pero que se mantenía en sombras, evitando toda publicidad. Salem nos dijo que Graiver estaba en Río de Ja- neiro, en un conclave can otros miembros de su organización, y que debía regresar inmediatamente a 1os Estados Unidos. En otras palabras, nosotros debíamos viajar al día siguiente para entrevistar- nos can él. Los tres fuimos a Río en avión y allí nos instala- mos en el hotel Copacabana. Un día después nos reunimos con Graiver. El empresario nos dijo que le llegaban versiones de Buenos Aires que lo acu- saban de ser socio y testaferro de José Ber Gel- bard, lo cual -según sus palabras- era manifiesta- mente inexacto, puesto que é1 tenía más impor- tancia económica que Gelbard. Nos Saclaró que había hecho algunos negocios con Gelbard, como los había hecho con mucha gente. Nos pidió dos cosas: tratar de averiguar cuáles eran tas razones de esa campaña y sugerir un plan para desvirtuar 1os rumores. Graiver impuso un plazo de tres meses para cumplir con lo que les había encomendado. Paz y Montemayor hicieron consultas por separado y llegaron a la misma conclusión: las imágenes de Graiver ~ y Gelbard eran indisolubles y por lo tanto, la segunda parte del plan -desvirtuar los rumores- era impracticable. Después de informar esto recibieron una invitación de Graiver para en- trevistarse en Estados Unidos. Solo viajó el Dr. Paz. En el aeropuerto neoyorquino lo esperaba Salem, con quien conversó largamente. El em- pleado de Graiver se quejaba de que, si bien su sueldo era bueno y la relación con Graiver cordial, él se sentía incómodo por la manera personal de conducir los negocios que tenía su jefe. En reali- dad, Salem desconocía casi todo lo que ocurría y se pasaba los días sentado en la oficina sin tener nada que hacer. Por lo menos esas fueron las razo- nes que invocó para que el Dr. Paz intermediase ante el secretario de la OEA, Alejandro Orfila, y le consiguiese un cargo en ese organismo. Como Graiver no estaba en Nueva York, Paz y Salem viajaron a Washington para verlo a Orfila, quien aceptó el pedido. El lunes tuve la entrevista con Graiver -declara Paz-~-. Le presenté con la mayor objetividad las conclusiones a tas que habíamos llegado. Después de escucharme, aceptó que había llevado sus ne- gocios de una manera demasiado personalista, pero que su propósito a partir de entonces era or- ganizarse y crear una entidad empresaria del tipo de Bunge y Born. Me dijo que tenía la intención de derivar responsabilidades y me hizo una oferta laboral, que decliné porque tenía otros compromi- sos. El Dr. Paz mantuvo contactos sociales con el ma- trimonio Graiver en Nueva York y con Lidia Pa- paleo en Buenos Aires, después del accidente. En una oportunidad el Dr. Reinoso me o f reció un cargo de vocal en el directorío de Electro Erosión, de la cual era presidente el Dr. Miguel Anchorena, con quien me vincula una relación muy antigua y del que tengo el más alto concepto. Por eso decidí aceptar y concurrí a la primera reunión de directo- rio . . .que fue también la última. A los dos días partí hacia Estados Unidos, en ca- lidad de asesor, para gestionar la representación de una marca. En Washington y Nueva York recogí comentarios muy adversos sobre la manera des- controlada que Graiver había manejado sus nego- cios dejando un "tendal" de acreedores, y lo mis- mo había ocurrido en México. En ciertos círculos se comentaba en forma escéptica su accidente y se presumía que había sido simulado. Cuando volví a Buenos Aires informé a Lidia Papaleo lo que había oído. Ella llamó a Reinoso y Bogani, y me hizo repetir delante de ellos lo que le había dicho. Esa fue la última vez que vi a Lidia Papaleo y por supuesto le envié mi renuncia al Dr. Anchorena.
  • 41. 41 XIV - MAURICIO WEINBERGER, EL CADETE CURIOSO Y UN CALLEJON SIN SALIDA Mientras investigábamos, recibimos una denun- cia detallada sobre difusión de material subversivo en una fábrica que pertenecía al señor Mauricio Weinberger. Por el conocimiento preciso de la fábrica y los hechos que revelaba el denunciante, me pareció verosímil su relato. Según él, en la firma Gawer, de Weinberger, ac- tuaban células de apoyo subversivo. La actividad terrorista en las fábricas era una línea de investi- gación que en los primeros días de la indagación del grupo Graiver debió ser dejada de lado por asuntos más urgentes. Sin embargo, sospechába- mos que en muchas fábricas actuaban grupos sub- versivos, a veces incluso con el apoyo de sus due- ños, y que la acción de esos grupos consistía tanto en la recaudación de fondos para las células arma- das de sus organizaciones como en la divulgación de sus ideas entre los trabajadores. El denunciante aseguró que en Gawer se recibía mensualmente un paquete cuidadosamente envuel- to para ocultar su contenido. El paquete traía ejemplares del diario subversivo "Nuestra Pala- bra", y quien lo entregaba era una persona que tenía notorios antecedentes izquierdistas, Manuel Piliavsky. También eran sospechosas las grandes cantidades de dinero en efectivo 0 cheques que se depositaban en un banco de la Capital Federal. El capital acumulado en esta cuenta habría inclu- so llamado la atención del cadete, de nombre Mi- guel, encargado de hacer los trámites correspon- dientes. En noviembre del '76, después de un nue- vo depósito, el gerente del banco le dio una carta dirigida al señor Weinberger que Miguel habría abierto con vapor. La nota del gerente a Weinber- ger le pedía que no depositara más dinero en la cuenta porque ello comprometía al banco, y le sugería que canalizara los fondos a través de una cuenta de cooperativa. A1 día siguiente Weinberger habría enviado al mismo cadete a las oficinas de la calle Suipacha. Junto con él subieron al ascensor dos jóvenes. Mientras ascendían, uno de estos jóvenes habría hecho un movimiento brusco que le permitió ver a Miguel un revólver entre las ropas. Cuando llega- ron a las oficinas de los Graiver, que en ese tiem- po eran manejadas por Rubinstein, Miguel se que- dó en el ascensor por sospechar que se trataba de un asalto. Sin embargo, antes de seguir ascendien- do, habría podido ver que una mujer recibía ama- blemente a los dos hombres armados y les decía en un susurro: ¡Por la causa! Después de algunas cavilaciones Miguel habría retornado á la oficina, donde recibió un sobre de Rubinstein para Weinbergerber. El cadete también habría violado este sobre para fotocopiar un men- saje en el que el remitente tranquilizaría a Wein- berger diciéndole que estaba vivo y que más ade- lante le informaría sobre su paradero. A1 pie de la nota había un emblema que combinaba una hoz, un martillo y una estrella. La firma sería de David Graiver. El cadete habría confesado a la fuente que me informó, que pensaba "llegar muy alto" con esa información. Sin embargo, y a medida que pasaban los días, Miguel se habría mostrado cada vez más parco y atemorizado. Le dijo al informante que un amigo le aconsejó quemar la fotocopia por que le podía “costar la vida”. Antes de entrar en un mutismo infranqueable; Miguel -la últimá vez qué se refilió al tema habría dicho ál informante que había que- mado la fotocopia. Unos días después Miguel se negó a hablar del tema y negaba incluso que hubiese tenido jamás una fotocopia en sus manos. Cuando interrogué a Weinberget, éste me dijo que conocía a Rubinstein desde 1963 y que el so- cio de los Graiver era síndico de la fábrica de artí- culos plásticos de Weinberger. Según su declara- ción, Weinberger habría visto a David Graiver solo una vez. Admitió que un señor Piliavsky, miembro de la cooperativa Chiclana, en la que Weinberger tenía una cuenta, llevaba regularmente ejemplares de "Nuestra Palabra" a su fábrica. También trató de convencer a Weinberger para que se interesara en fuentes periodísticas de ideología izquierdista por- que "no se podía confiar en la gran prensa habi- tual". Piliavsky suspendió las entregas de "Nuestra Palabra" poco después de marzo de 1976. Miguel Alfredo Leguizamón, el cadete de Wein- berger, era un humilde trabajador nacido en San- tiago del Estero, de poco más de veinte años, ca- sado, que había llegado a Buenos Aires para mejo- rar su suerte. No pude interrogarlo personalmente, pero aquellos que lo hicieron se hallaron ante una cerrada negativa a hablar. No admitió ninguna de
  • 42. 42 las sospechas que me había hecho llegar el infor- mante. Otros problemas urgentes me distrajeron hasta que las investigaciones pasaron a una instancia superior. El público lector de nuestros tiempos está acostumbrado a las novelas policiales en las que -en el último capítulo- todos los cabos sueltos se reúnen y se resuelven todas las dudas. Por des- gracia, la investigación policial verdadera no es así, y mucho menos cuando lo que se investiga son delitos en los que están comprometidos personajes encumbrados, cuando en la danza entran cantida- des de dinero capaces de marear a cualquiera, cuando hay de por medio razones ideológicas que despiertan sentimientos de cerrado fanatismo en las personas adoctrinadas.
  • 43. 43 XV - DUDAS EN EL TINTERO Las personas que desfilaron por mi despacho pa- ra ser interrogadas respecto del caso Graiver fue- ron muchísimas. En pocos días habíamos detecta- do pruebas ciertas, pero también despuntaban in- dicios que prometían resultados jugosos para la justicia. Las "formalidades" impidieron que yo completara la investigación y siguiera, hasta su esclarecimiento completo, todos los indicios que se me presentaron, pero quiero hacer un resumen de algunas de las pistas secundarias y de las decla- raciones de personas que estaban tenuemente vin- culadas con el caso. ARACELI NOEMI RUSSOMANO DE GRAMANO Tanto ella como su esposo, Juan Amadeo Gra- mano, estuvieron implicados en actividades políti- cas relacionadas con la subversión, por lo que se los tuvo a disposición del Poder Ejecutivo. Juan Amadeo Gramano era amigo personal de Victorio Calabró, con el que mantenía reuniones familiares en su domicilio o en dependencias de la goberna- ción. También. operaba con Dante Marra y con el banco Comercial de La Plata, en donde estaba autorizado a tener cuantiosos descubiertos a pesar de que su fortuna no los justificaban. Por ejemplo en 1975, de un descubierto de nueve mil millones subió hasta catorce mil millones. Particularmente significativas son las concesiones que obtuvo Juan Gramano antes de 1976: fue concesionario de los hoteles dependientes del ministerio de Bienestar Social ubicados en Río Tercero, Córdoba; de la Escuela de Deportes de la Capital Federal, de los Natatorios de Ezeiza, y subconcesionario de las unidades turísticas de Chapadmalal. Una notable acumulación de delegaciones estatales en lugares claves para hacer llegar la prédica ideológica a la juventud. IGNACIO JORGE MAZZOLA Conocí a David Graiver en 1969, en mi negocio de ropas para hombre. Como concurría asidua- mente nos hicimos amigos y nos encontrábamos en mi negocio o en la confitería del Alvear. Cuan- do David abrió el banco en Bélgica empecé a de- positar en él. Incluso me invitó a la inauguración y me mandó un pasaje pago a Bruselas, ida y vuelta. A partir de entonces deposité regularmente en su banco las ganancias de mi negocio, hasta llegar a 270.000 dólares. La señora Flora Dybner era la encargada de hacerme llegar las boletas en las que constaban los depósitos, pera en un momento de- terminado las boletas no llegaron más. Llamé a David a Estados Unidos y me dijo que me quedara tranquilo, que el dinero estaba en buenas manos. Tampoco pude cobrar nunca el doce por ciento de interés que me habían prometido. Después del accidente aéreo hablé con Isidoro, que me prometió pagar con un inmueble del Bris- tol Center, valuado en 130.000 dólares, o sea que todavía me debían 140.000. David también recibió 40.000 dólares del Sr. Ernesto Sigal, propietario de una agencia de autos; 30.000 de Ramón Igle- sias, dueño de una librería; 50.000 de Jorge de Frutos, dueño de una pequeña fábrica. Ninguno de ellos cobró nunca intereses y a todos se les debe el capital aportado. Es cierto que estábamos eva- diendo divisas, pero queríamos asegurarnos el porvenir. MATILDE MATRAJT DE MADANES Vinculada con la sociedad Pecerre, que controla- ba la mayoría del paquete accionario de las gigan- tescas empresas Fate y Aluar, recordó que su es- poso, en ocasión de debatirse en el Congreso de la Nación el caso Aluar, contrató los servicios de Jacobo Timerman para que le ofreciera asesora- miento periodístico en defensa de los contratos preexistentes. Por esta razón Timerman recibió una cantidad de dinero que la declarante no recor- daba exactamente, "pero estimo que fue elevada". Respecto de David Graiver admitió solo un cono- cimiento superficial;, ,pero reconoció en cambio que la familia Gelbard tenía acciones e intereses en Pecerre, o sea que era socio de la empresa que controlaba a Fate y Aluar. MARTIN ANTONIO ABERG COBO Es una persona que juega un papel fundamental en los primeros tiempos del grupo. Aberg Cobo tenía un puesto preponderante en el "holding" Er- nesto Tornquist y Co. En 1971 conoció a David Graiver,' que se presentó para solicitar una garan- tía sobre el saldo de precio por la compra del ban- co Comercial. El directorio del Tornquist decidió acceder a esa solicitud siempre que quedase como garantía del aval todo el paquete accionario que se adquiriría. Como los vendedores exigieron una garantía de un banco del exterior, intervino un banco de Zurich, lo cuál encareció la operación para los Graiver, que debieron; pagar dos comi- siones de garantía, una a Tornquist y otra a Zurich. Una operación similar se hizo cuando la familia compró el banco de Hurliagham. Las relaciones comerciales entre Tornquis, donde Aberg Cobo
  • 44. 44 era gerente general, y loa Graiver fueron buenas. Por ejemplo, mientras los Graiver no obtuvieron permiso para hacer operaciones de importación- exportación con sus propios bancos, operaban en este sector a través del banco Tornuist. Cuando Aberg Cobo se separó del grupo Torn- quist, manmo su relación con los Graiver y se aso- ció con ellos en Didak~ S. A., creada con el objeto de adquirir los fondos editoriales de libros escola- res y manuales de dos empresas gráficas que ;taban en dïficultades -Peuser y Codex-. Gracias al tipo de actividad de Didakta, sus socios obtuvieron grandes beneficios ; exención impositiva. Después de desvincularse de Tornquist, Aberg Cobo actuó través de una compañía de servicios llamada Sigma S.A. El anco Comercial respaldó ampliamente esta empresa, otorgánole un crédito rotativo de unos 300.000 pesos (de 1974) y la ga- rantía del contrato de locación de las oficinas que alquiló, en retribución de las atenciones y confian- za que Aberg Cobo había mostrado al grupo du- rante su trabajo en Tornquist. GUSTAVO CARABALLO Fue funcionario de Presidencia de la Nación des- de 1958. Nombrado secretario general de Presi- dencia durante el interregno de Lastiri, se le confió la secretaría técnica de la Presidencia durante el gobierno de Perón. Un mes después del falleci- miento de éste renunció y fue nombrado embaja- dor argentino ante UNESCO, función que ocupó hasta 1976. Cuando todavía estaba en París, a car- go de la UNESCO, pero después del cambio de gobierno de 1976, Gelbard lo visitó muy preocu- pado por los rumores que corrían de que se im- plantaría la justicia revolucionaria. El ex ministro le pidió que lo defendiera en el caso -muy proba- ble- de que se le hicieran imputaciones. Caraballo aceptó y actuó en una causa contra la revista "So- mos", en la que aparecían declaraciones de com- provincianos catamarqueños de Gelbard acusándo- lo de comunista. Uno de los acusadores contestó rectificándose; pero no hubo querella porque no era posible iniciarla mientras el querellante, Gel- bard, no volviese al país. Caraballo también trató de averiguar las razones por las que se pedía la extradición de Gelbard, se le hacía perder la ciu- dadanía y se le interdictaban los bienes. Obvia- mente, Gelbard no lo había puesto al tanto de sus maniobras económicas e ideológicas, pero en cambio sí se enteró de que David Graiver le había pedido ayuda desesperadamente y Gelbard pudo reunir unos "seis millones y medio de dólares", si bien Caraballo nunca supo qué proporción exacta de ese dinero era de Gelbard y cuánto había sido aportado por otros financistas. Después del acci- dente aéreo Caraballo tuvo una entrevista con Gelbard en Nueva York y éste le entregó unas cartas para la familia Graiver. Cuando dio la carta a Lidia Papaleo, ésta se la devolvió después de echarle un vistazo, para que la leyera también. En ella Gelbard pedía "consideración" para la "gente y los financistas que los habían ayudado". Des- pués Caraballo intentó averiguar qué pensaban hacer los Graiver, pero todos los esfuerzos fueron infructuosos. Finalmente se enteró que el asunto estaba en manos de un abogado belga y él se con- sideró desligado de todo vínculo con Gelbard. Caraballo había dado durante su gestión pruebas abundantes de su fe antimarxista, y sus relaciones con Gelbard no fueron más allá de las que un abo- gado tiene con su cliente.
  • 45. 45 XVI - IMPERIO DE NOTICIAS Los miembros del grupo Graiver demostraron siempre un interés muy grande en las empresas de comunicación social y medios de difusión infor- mativa. Tenían su propia agencia de publicidad y se les frustró un intento por imponer el vespertino "La Tarde", que desapareció después de unos po- cos números, en 1976. Pero la jugada más impor- tante en este aspecto fue el intento de dominar Papel Prensa S.A., enorme complejo situado en San Pedro, provincia de Buenos Aires, cuyo obje- tivo era producir la mayor parte del papel para diario que se consumía en el país. Esta empresa clave que permitiría ejercer presiones sobre prácti- camente toda la prensa del país, fue comprada por David, a través de Galerías Da Vinci, pero el in- tento se malogró por razones técnicas de produc- ción y por la presión ejercida por poderosos gru- pos económicos. Los Graiver vendieron su parte accionaría a un grupo de diarios. Pero el grupo Graiver penetró concretamente en varïos medios de gran influencia que llegaban a enormes sectores de población. Una de las joyas del collar de empresas periodísticas que poseía el grupo era Canal 2 de Televisión, en la ciudad de La Plata. Estrechamente vinculado con esta em- presa figuraba el señor Juan Pallí; de origen cuba- no y llegado al país bajo el patrocinio de Goar Mestre, empresario de televisión, también cubano, que había emigrado por disidencias con el régimen de Fidel Castro. P'állí trabajó en empresas vincu- ladas con la televisión, como Proartel, aunque según sus antecedentes no tenía experiencia en el ramo, puesto que en Cuba había estado empleado en una compañía aérea. Pasado un tiempo en la Argentina, Pallí, según propias declaraciones, em- pezó a actuar por su cuenta, como asesor de em- presas. Además, y esto me llamó la atención, me aseguró que cumplia muchas tareas "sin fines de lucro", pero siempre vinculadas con los medios de comunicación social: asesor general de la Televi- sión Iberoamericana, con sede en México; conse- jero de la Fundación Kennedy Argentina; miem- bro de la comisión de prensa de la FIFA para el mundial de fútbol de 1978, y otras tareas de ese tipo. Pallí era amigo de David Graiver desde los tiem- pos de subsecretario de éste. Concurna habitual- mente a la quinta que los Graiver alquilaban en San Isidro. En noviembre del '74 empieza a traba- jar para ellos. Lidia Papaleo no tenía recuerdos precisos de él hasta que, de regreso en la Argenti- na después del accidente, Pallí le habló respecto de la situación del canal. Le informó que a los sucesores de David les pertenecía un 40 % de las acciones; el otro socio importante era José Ber Gelbard, también con 40 por ciento, quien habría cedido a Pallí un 10 % y a otro asesor, llamado Seoane, el 10 % restante. Me aseguró -dice Lidia Papaleo- que había que vender el canal porque daba pérdidas y para ponerlo en marcha hacía falta una inversión muy grande. Yo hice averiguaciones por mi cuenta y descubrí que lo que me decía era totalmente inexacto, por lo que supuse que había algo raro detrás de este asunto. Hablé nuevamente con Pallí y le aclaré que "no pensaba que estuviese robando", sino que simplemente había administra- do mal. Pallí quedó en hacer consultas con Seoane y enviarme un memorando con las conclusiones. Todavía estoy esperándolo. Cuando interrogué a Pallí pude conocer detalles más precisos sobre Canal 2. Dos personas conoci- das, los señores Sánchez y Seoane, me consultaron sobre el precio de Canal 2 porque estaban en trata- tivas con el presidente para una eventual compra- venta. Mi estimación era muy baja porque el canal estaba prácticamente en quiebra, de cincuenta a ciento cincuenta millones de pesos de 1974, según los resultados que arrojase una auditoria que en esos momentos se realizaba. Finalmente la opera- ción se concretó en cincuenta millones y mis honorarios fueron la tercera parte de lo pagado. Le presté esa suma a Seoane que completó el resta: De esta manera quedé incorporado, pero nos hacía falta capital para sacar la empresa del pozo en que se hallaba y para pagar una fortuna que se debía por leyes sociales. Con el f in de asegurarnos nos pusimos en contacto con David Graiver, quien aceptó aportar el capital de trabajo sin siquiera averiguar cuánto sería la cantidad exacta, pero pidió que le dejásemos un 60 % del paquete ac- cionario en caución. Como éstas acciones son no- minativas, fueron puestas a nombre de una señora Siglier, vinculada con otras empresas de los Grai- ver. A partir de entonces, las inversiones de los Graiver en Canal 2 se hacían a través de la empre- sa publicitaria Producciones Helycom, que parti- cipaba "a cuenta de futuras emisiones".
  • 46. 46 Un año y medio después, en una reunión social en Nueva York, supe que Gelbard controlaba el 50 % del paquete de 1a señora Siglier. Cuando murió David yo estaba casualmente en Miami y volé a México a tiempo para ir al velatorio. Después me entrevisté con Rubinstein, en Buenos Aires, que me dijo que, por cinco mil millones me dejaba el paquete accionario que le corresponda al grupo y daba por saldadas todas las cuentas. Hablé de esta propuesta con Seoane y Gelbard, los otros intere- sados. Gelbard no demostró interés en la opera- ción; le parecío "muy pequeña" y que por lo que a él concernía "le daba lo mismo cualquier arreglo" y así podía transmitírselo yo a Rubinstein. En cambio se mostró preocupado por la suma, aparen- temente grande, que había perdido con las quie- bras de los bancos del grupo Gravier en el exte- rior. Hablé con Lidia Papaleo de este tema y me dijo que efectivamente había deudas con Gelbard y con muchas personas más; ya vería hasta dónde alcanzaba la plata. De esta manera el problema de Canal 2 quedó vinculado a una negociación global de las deudas de los Graiver con Gelbard. Cuando hablé con Rubinstein éste se mostró evasivo y le dio largas a la respuesta, con la excusa de un acci- dente automovilístico. Pallí fue socio fundador del vespertino "Correo de la Tarde", del cual también era socio con un 33 % Francisco Manrique, a pesar de no figurar en el acta de constitución. Manrique. conocía a David Graiver y tenía un buen concepto de él, y ha llega- do a demostrarle su amistad por escrito -me dijo Pallí mediante una carta a una persona encumbra- da, no estoy seguro; pero podría ser el Dr. Podestá o el Dr. Martínez de Hoz, en momentos en que se estaba discerniendo sobre las personas que debían ser incluidas en el acta de responsabilidad institu- cional, después de marzo de 1976. El grupo Graiver también intervino en un medio de gran influencia en los círculos económicos del país, "El Cronista Comercial" Al respecto recuerda Juan Pallí: En octubre de 1975 fui llamado para hacer un plan de ordena- miento administrativo y financiero que evitase la quiebra inminente del diario. Con un pequeño equipo logramos que se vendiera la empresa sin graves quebrantos para los viejos accionistas. No sé si Graiver era formalmente accionista, pero positivamente facilitó en préstamo el capital nece- sario para mantener la empresa hasta que se con- cretara la transferencia del ciento por ciento de las acciones a un nueva grupo. A través de las declaraciones de Orlando Reinoso me enteré de las vinculaciones de los Graiver con la Editorial Trenque Lauquen, que editaba el dia- rio "La Opinión" de Trenque Lauquen. La inver- sión se hizo en 1974 y el objetivo fundamental era apoyar al director del diario, Juan Ramón Nazar. En 1977 se volcaron 3.500 millones de pesos, y se dotó al diario de modernísimas maquinarias de "offset" y fotocomposición importadas. Esto no era una donación graciosa. El grupo no hacía in- versiones si no había un interés económico o ideo- lógico detrás. Tanto Reinoso como Juan Graiver confirmaron la vinculación entre David Graiver y Jacobo Timer- man, director de "La Opinión" de Buenos Aires. Lidia Papaleo también me habló de este tema: A Timerman lo conocía y lo traté superficialmente en reuniones sociales. Cuando regresé a la Argen- tina después del accidente aéreo me vino a ver una vez para hablar de la sociedad que tenía con Da- vid. "La Opinión" pertenecía a David, que era e1 que hab£a aportado todo el capital. En esa entre- vista Timerman se mostró ansioso por saber lo que yo pensal5a hacer y puso énfasis en lo que podía decir "1a opinión pública" Veladamente me ame- nazó de muerte durante una charla en la confitería del Alvear. No llegamos a nada definitivo y que- damos en entrevistarnos nuevamente. Después de esto Timerman publicó en su "Opinión" dos o tres artículos completamente desfavorables respecto de Papel Prensa. Como no podía haber mcís diálogo con él, Isidoro y yo concertamos una entrevista con el señor Rotenberg, que era algo así como el contador de la empresa y había tenido vinculacio- nes con David. Le dijimos que queríamos terminar toda relación. Esta última entrevista fue en febrero de 1977, poco antes de la investigación que hici- mos, razón por la cual quedó pendiente otra cita con Timerman para marzo. Por supuesto que la relación de David con Timerman era antigua. Mi marido había aportado todo el dinero para montar el diario de Timerman, y a éste le correspondía solamente la conducción periodística de la publi- cación. Si David Graiver hubiera tenido éxito en todos sus intentos, habría fundado un "imperio de la información" en la Argentina capaz de tener peso decisivo en la opinión pública. Uno de los diarios de mayor circulación en Buenos Aires y de enor- me penetración popular estuvo también en las mi- ras de los intereses del grupo. La Editorial Sar- miento publicaba el día; "Crónica" y las revistas
  • 47. 47 "Así", "Así es Boca" y otras. Su propietario era el periodista Héctor Ricardo García. El diario "Cró- nica" había sufrido clausuras tanto de gobiernos de facto como electivos- por la línea irresponsable y sensacionalista sus informaciones. Ya en 1970 fue clausurado por decreto a causa de la presunta falsedad de una noticia sobre el falle- cimiento de un estudiante en Córdoba. Otro decre- to levantó la clausura un mes después. En marzo de 1974 el gobierno de Isabel Martínez de Perón inició una demanda contra el diario por violación del artículo 212 del Código Penal, que prohíbe la publicación de comunicados guerrilleros. En di- ciembre de ese año el mismo gobierno dispuso la clausura definitiva del diario por infracción del artículo 22 de la Constitución. Concretamente, "Crónica" había promovido una campaña de reclu- tamiento voluntario para una fuerza expediciona- ria que recuperaría las Malvinas. En este punto intervienen José Ber Gelbard y David Graiver, que obtienen de las autoridades el permiso para mantener en marcha los talleres grá- ficos y publicar un nuevo diario. Con este fin se fundó Editorial Ultima Hora, que editaría un diario -llamado también "Ultima Hora"- de característi- cas gráficas iguales a las de "Crónica". La Edito- rial Ultima Hora contrataba con Editorial Sarmien- to la edición completa de las tiradas matutina y vespertina del diario "Ultima Hora". Este diario tenía el mismo personal que el clausurado "Cróni- ca", salvo que el nombre de Héctor García no apa- recía como editor responsable. Gelbard y Graiver se hicieron cargo, mediante préstamos a Editorial Sarmiento, de los sueldos durante el período que medió entre la clausura de "Crónica" y la apari- ción de "Ultima Hora". El panorama varió completamente cuando el 13 de diciembre de 1975 la Corte Suprema admitió una acción de amparo de Editorial Sarmiento y levantó la clausura de "Crónica". Poco después se reunieron David Graiver, Gelbard y García en Río de Janeiro, para resolver que "Ultima Hora" conti- nuase como matutino pero cediese el turno vesper- tino al rehabilitado "Crónica". En 1976 David in- vita a García a una reunión en Nueva York para tratar la reunificación de los diarios. García no va, pero en su lugar viaja el general (RE) Delfor Ote- ro; que figuraba como presidente de Editorial Ul- tima Hora. Es esa reunión -en la que también in- terviene Gelbard- se decide unificar ambas tiradas bajo el nombre de "Crónica" y qué un 13 % de la recaudación bruta de publicidad del diario sea entregado a Graiver y otro 13 % a Gelbard. En una carta ern viada al diario "La Nación", Héctor Ri- cardo García desmiente una información según la cual él compartía el 50 % de la; acciones de "Cró- nica" ,con Gelbard y Graiver, lo cual es real mente falso, pero se cuida de hacer mención de todos los antecedentes de "Ultima Hora" y del acuerdo por el cual Gelbarc y Graiver cobrában una parte de los ingresos de "Crónica" Entre la documentación que secuestramos había, por fortuna una carta "ayuda memoria" de García a Lidia Papaleo en la que se detallaban todas las vinculaciones de Grai- ver con. lo: diarios de García. Le tocó al país el tiempo de la confusión. Las ideologías de turno atomizaron las clases políticas y alteraron durante nuestra identidad, confundien- do a nuestros héroes, distorsionando las tradicio- nes; todas las instituciones sufrieron el proceso de impecable disolución que se apoderó de las menta- lidades argentinas. Hubo que negar todas las memorias para justifi- car los crudos pragmatismos. Hubo que rehacer 1a historia para explicar las luchas subalternas por el poder político. Y nuestra patria, que nunca había sufrido una de- rrota, fue soportando durante décadas el asedio de los derrotadas. Había llegado la época de las "grandes palabras". Era el momento del triunfo de los esquemas rígidos, de los es- quemas importados, de los facilismos de todo cu- ño. La crítica sarcástica, la frase oportunista, el gesto complaciente, fueron reemplazando en los espíri- tus a la meditada prudencia de la inteligencia. El país, sometido al impulso de la irreflexión, fue sucumbiendo ante la pérdida de sentido de sus instituciones y ante generaciones enteras sacrifi- cadas por apetitos inconfesables o por símbolos vacíos. Pronuncié estas palabras en diciembre de 1976. Preveo su vigencia por mucho tiempo.
  • 48. 48 XVII - TIMERMAN Y EL GRUPO GRAIVER E1 caso Timerman es lo suficientemente com- plejo e importante para dedicarle un libro com- pleto ("Púnto Final", R. J. Camps, Ed. Tribuna Abierta, Buenos Aires, 1982), pero sus vincula- ciones con los Graiver eran tan estrechas que es imposible dar una idea completa de la organiza- ción sin dedicarle un capítulo al director de "La Opinión" de Buenos Aires. Apenas comenzó la investigación, Jacobo Ti- merman desapareció de su trabajo y fue muy difícil hallarlo. Finalmente se lo detuvo en su casa, adonde fuimos llevados por Enrique Jara Pagani, subdirector del diario. Cuando estuvo frente a mí le dije sinceramente: Timerman, us- ted se encuentra detenido para averiguar su vin- culación con David Graiver, quien administraba los fondos de la organización terrorista montone- ros. Está detenido por arden mía. Soy el coronel Ramón Juan Alberto Camps, jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires, que como usted sabe, actúa bajo el control operacional del co- mandante del I Cuerpo de Ejército. La detención se hizo efectiva en la jefatura de policía, donde habían sido trasladados otros presos por conside- rarse que los problemas iniciales de seguridad estaban superados, pues la detención de Timer- man se produjo recién veinte días después de la de los primeros implicados en el caso. La reacción inicial de Timerman fue negar todo lo que lo pudiera relacionar con los Graiver. Más tarde, cuando recuperó su libertad, tomó una actitud común a todos los subversivos derrota- dos: se fue del país y desde el extranjero se dedi- có a mentir insistentemente hasta que algo que- dase pegado en 1os oídos del público. Una de las mentiras más inconsistentes fue la muerte de un supuesto co.mpañero de celda. Los compañeros de celda de Timerman fueron el Dr. Raúl Berco- vich, investigado por una causa paralela, y Juan Pallí. Ambos viven en la Argentina y pueden confirmar que el trato que recibió Timerman fue el normal de todos los detenidos. También fue asistido por médicos y sacerdotes que pueden relatar la verdad sobre el trato que se le dio al periodista. Sin embargo, ninguno de los medios internacionales, que tan rápidamente erigieron en héroe y víctima a Jacobo Timerman vino a la Argentina a averiguar objetivamente lo que, había ocurrido. Se levantó una leyenda porque había muchos intereses que la necesitaban. Ahora veamos la verdad. Timerman tenía vin- culaciones con el financista de los montoneros David Graiver y además instigaba a la actividad subversiva desde el diario "La Opinión" donde trabajaban muchos terroristas confesos. Entre los principales colaboradores de Timerman en su diario estaban Andrés Alsina Bea, militante del erp que intervino y fue condenado por el secues- tro y asesinato del industrial italiano Sallustro; Francisco Urondo, integrante de far, responsable entre otros hechos del asesinato del almirante Berisso; Juan Gelman y Miguel Bonasso, del nivel superior de la .conducción de montoneros; Tomás Eloy Martínez, apologista de Trelew, y muchos más. La tendencia ideológica de los co- laboradores de Timerman se reflejaba natural- mente en los artículos del diario, tanto en las secciones de política nacional, internacional, como en las secciones y suplementos culturales. El editor responsable de todo el material era el mismo Jacobo Timerman. La estructura jurídica dentro de 1a cual se juz- gaba a los implicados en el caso Graiver, y por .consiguiente al señor Timerman, estaba dada por la ley 20.840, que castiga a quien, para lo- grar la finalidad de los postulados ideológicos de la subversión, "intente o preconice por cualquier medio alterar o suprimir el orden institucional y la paz social de la Nación por vías no estableci- das por la Constitución Nacional y las disposi- ciones legales que organizan la vida política económica y social de la Nación". La ley incluye expresamente "al que imprima, edite, reproduz- ca, distribuya o suministre, por cualquier medio, material impreso o grabado, por el que se infor- men o propaguen hechos, comunicaciones o imágenes de las conductas subversivas". Entre las acciones no relacionadas con los Graiver que Timerman confesó con orgullo, fi- gura la fundación por él de la revista "Confirma- do" para propiciar la caída del gobierno constitu- cional de Arturo Illia, tal como finalmente suce- dió en 1966. Después de esta fecha, aparecen en "Confirmado" artículos en los que el director se vanagloria de haber propiciado y pronosticado el golpe de 1966, . y de tener estrechos contactos con muchos de los militares que lo protagoniza-
  • 49. 49 ron. En otras palabras, Timerman no creía en aquel tiempo que todos los militares argentinos fuesen "fascistas" ni sentía un respeto muy gran- de por el orden constitucional. Sin embargo, después de su liberación, se presentó ante la prensa internacional como un ferviente demócra- ta y acusó de "fascistas" a todas las Fuerzas Ar- madas argentinas. Por confidencias de un periodista de su diario, Timerman supo dónde estaba secuestrado el di- rector de Fiat, Oberdam Sallustro, pero "no con- sideró importante" dar aviso a la policía. Sallus- tro murió asesinado por sus secuestradores. Sin embargo, el director de "La Opinión" también se presentó ante la prensa internacional como fer- viente defensor de los derechos humanos. Pero para quien tiene memoria es fácil recordar que demostró muy poca preocupación por las vícti- mas de la subversión en el período 1971-74, y que en aquel tiempo su diario hablaba frecuen- temente de "ajusticiados" cuando se refería a soldados muertos por terroristas. Tampoco se destacan mucho las noticias referidas a atenta- dos, bombas o incendios terroristas. Su principal preocupación editorial de ese período era justifi- car la política devastadora de Jasé Ber Gelbard -- que el mismo gobierno peronista debió reformar drásticamente con el "rodrigazo"- y apoyar el avance táctico de los montoneros dentro del mo- vimiento peronista. A través de los aportes que hacía su socia, David Graiver, se beneficiaba de los secuestros y extorsiones subversivos. Cuando la subversión fue derrotada en el país, Timerman se puso al servicio de los terroristas que actuaban en el extranjero. Pero sus mentiras tropezaron, durante una mesa redonda organiza- da por la Sociedad Interamericana de Prensa, con la refutación de todos los editores y periodistas argentinos que estaban allí. Durante el interrogatorio, Timerman admitió inicialmente que Graiver tenía participación en su empresa, un 4 % dcl diario, un 2 % de la im- prenta, que provendría de un aporte hecho al iniciarse la empresa y cuyo monto "no recordaba exactamente". En cambio, otro socio -Jorge Ro- temberg .-figuraba con el 30 %. Todo esto no estaba claro para mí porque yo había oído de labios de Lidia Papaleo, que la mayor parte de las acciones de "La Opinión" pertenecían a los Graiver y que Rotemberg no era más que un tes- taferro de ellos. El mismo me aclaró este punto: Al crear Olta S. A. recibí de David Graiver el primer aporte de capital. Este jue administrado por Jorge Rotemberg, a1 igual que el resto de los aportes que el mismo Graiver realizó hasta su desaparición... El total del capital para la crea- ción de "La Opinión" fue aportado por David Graiver, y no como manifesté antes. La distribu- ción del paquete accianario jue acordado con David Graiver y Jorge Rotemberg en los siguien- tes porcentajes: 45 % para mí; 45 % para David Graiver y 10 % para Rotemberg. Pero esos no fueron los porcentajes denunciados ante el Re- gistro de las Personas Jurídicas. En este registro, figura Oscar MaTastoni como poseedor del 75 % Le pedí a Timerman que me hablara de su rela- ción con David: En el mes de junio de 1976 vi por última vez a David. Fui a esa ciudad para editar allí un diario de las mismas características de "La Opinión". Cuañdo David se enteró de esa idea me buscó y me presentó a su abogado, Theodore Keel. Graiver se metía en todo, todo le gustaba y era un tipo medio delirante. Antes de esa fecha ya me había entrevistado con Graiver, en Febrero, también en Nueva York. Cada vez que me citaba con él, los pasajes aéreos eran pagados con dinero de la empresa. Además de hablar del diario, tocamos temas políticos, eco- nómicos, relacionados con el país y su futuro. Graiver me dijo que sentía desconfianza, pero yo le contesté que de todos modos me quedaba sin la Argentina. Al regresar de un viaje por Europa me enteré de su accidente. En Europa había ocu- rrido algo curioso: Graiver había dicho en mu- chos lugares que era él quien controlaba la em- presa y que el diario: también era de él. No le di importancia porque muchas veces ocurre esto en el periodismo. Por ejemplo, cuando hice la revis- ta "Confirmado" para preparar el golpe que de- rrocó a Arturo Illia, todo el mundo decía que la revista era pagada por Gelbard. Graiver, no sé por qué, tenía siempre la costumbre -sabré todo cuando estaba en el extranjero- de decir que ma- nejaba la empresa y que el diario era de él. En una oportunidad, al volver de uno de sus viajes, supe que un señor llamado Garzón Maceda había pedido una entrevista con Rotemberg, y le ofre- ció comprar el diario por tres millones de dóla- res. Rotemberg dijo que tenía que consultar conmigo, que era quien poseía la mayoría de las acciones, pero su interlocutor le respondió que ellos tenían información distinta, que tanto Ro- temberg como yo teníamos la minoría.
  • 50. 50 Para mí, toda esta historia de "no darle impor- tancia" a las declaraciones de Graiver según las cuales Timerman no era el dueño de "La Opi- nión", tienen un aire desconfiable y ocultan otros problemas más importantes. No conozco en absoluto la vinculación que pueda tener Graiver con montoneros -siguió de- clarando Timerman- ni oí tampoco referencias sobre el tema. Las únicas dos o tres oportunida- des en que hablamos sobre esto, Graiver, sin mencionar especialmente a montoneros, sino a "la pesada", me recomendó que no siguíera es- cribiendo cosas duras en el diario porque si no me iban a hacer la "boleta". Graiver aportó entre quince y veinte millones de pesos a mi empresa, pero los avales eran más importantes: Estos me los otorgó para Aleman y Co., que era la que, imprimía el diario y que nos abrió un crédito por varios meses Graiver me dio dinero y avales. Ahora tiene una minoría peque- ña y las relaciones se deterioraron porque se res- tringieron los créditos bancarios, al punto que un giro de ellos al exterior por quinientos mil dóla- res, se lo robaron. Los finlandeses, que espera- ban el giro por una venta de papel, hicieron plei- to al banco Comercial de La Plata. Después del accidente aéreo nunca negué a Li- dia Papaleo la participación de Graiver en mi empresa y considero que ella debe tener las ac- ciones. No recuerdo que ella me haya pregunta- do alguna vez sobre esto. A Lidia Papaleo la vi una sola vez después de haber llegado al país. Recuerdo que me llamó y me pidió consejo. Le contesté que tenía que ver a un buen abogado para que manejara sus problemas. Después, nun- ca más la volví a ver. Sé que se enojó mucho a raíz de unos artículos publicados en mi diario, en los cuales se decía que Graiver no debía vender Papel Prensa. Respecto de esta empresa se sabía en el am- biente periodístico, de papeleros, y de compra y venta de papel, que la empresa era de César Ci- vita. Cuando necesitó avales en el Banco Indus- trial, el ministro Gelbard no se los quiso dar, con la cual Civita se sintió muy ahogado y tuvo que vender al asesor de Gelbard, David Graiver. Fue como un chantaje. No sé si Graiver y Gelbard son socios. Sé lo que puede recoger un periodis- ta, chimentos, pero todo el mundo los confirma: No pueda indicar dónde hay un papel o una constancia de -ello, pero era evidente, porque Gelbard y Graiver tenían una relación muy estre- cha. Por otra parte, todo Buenos Aires comenta- ba que Graiver le debía a Gelbard una suma de dinero que éste había depositado en el banco y que nunca se la pagaron. Algunos hablan de un millón de dólares, otros de ocho o diez. No sé si fue Gelbard quien propuso a un señor Martínez Segovia como director de Papel Prensa. En los comunicados y tos papeles oficiales siem- pre aparece Martínez Segovia como presidente o director de la empresa. Tuve más amistad con Graiver durante su pri- mer matrimonio que después, cuando se casó con Lidia Papaleo. Mi relación con Lidia fue bastante mala porque no había afinidad. A mi mujer tampoco le gustaba. Las conversaciones eran muy violentas. Nos molestaba que fuesen tan violentas. No sé si actualmente tengo periodistas marxis- tas en el diario. Sí los he tenido en otra época, y muchos: marxistas y montoneros, como así tam- bién guerrilleros. En determinado momento casi se quedan con el diario. Por supuesto yo no sabía que eran montoneros y guerrilleros. Fue una época en que ninguno de los periodistas vetera- nos quería ir a trabajar a "La Opinión" Recuerdo que entre los montoneros estaban Miguel Bona- zo, Victoria Walsh, Juan Gelman, Andrés Alsi- na. Respecto de mi negocio con David en Nueva York, él quería entrar en el diario que yo pensa- ba editar en ese país. Se contactó conmigo y me recomendó que viera a su abogado. Ouería aso- ciarme con una revista de altá que se llama "The Village Voice", asociarme con el señor Clay Fleux, que era el director en aquet tiempo. En realidad eran dos revistas, la que nombré y el "New York Magazine". El abogado de esas re- vistas era también abogado de Graiver. Después ocurrió el accidente. Con David también hablamos sobre la candida- tura para presidente del general Lanusse. Yo consideré que el resultado de este "proceso" te- nía que ser la continuidad de. un candidato dos aceptados por las Fuerzas Armadas. En las elec- ciones se tendría que elegir únicamente dos can- didatos a uno, fijado por las Fuerzas Armadas. Esto es todo lo que tengo que decir.
  • 51. 51 XVIII - FLORA DYBNER: LA CULTURA DE LA GUERRILLA Más de una vez en este caso, he hallado personas que han podido hacer "callar de la conciencia el fiel murmullo. . . ", como dice el verso de un viejo poeta, impulsadas por sus propios intereses. En 1971, después de una estada en Norteamérica, Flora Dybner de Ravel volvió a la Argentina y un amigo común la presentó al arquitecto Benjamín Glasser, quien le ofreció un trabajo que ella acep- tó. Se trataba de atender el teléfono y pasar en limpio los borradores que el mismo Glasser esbo- zaba. El lugar de trabajo era una oficina situada en la calle Florida al trescientos. Lo primero que lla- mó la atención de Flora Dybner fue que todas sus tareas estaban vinculadas con una institución cul- tural llamada "Fundación del hombre", pero en la oficina no había ni una señal que delatase la exis- tencia. El único letrero rezaba: "Enrique Brodsky, cerealista". Brodsky era el suegro de Isidoro Grai- ver, y si bien fue interrogado, no recordaba -o pre- tendía no recordar- casi nada de sus relaciones con el misterioso arquitecto que ocupaba su oficina. Sin embargo, Flora Dybner sabía que las relacio- nes entre ellos eran tirantes, principalmente por- que el carácter de Glasser era autoritario, difícil, y actuaba en la oficina como si fuera el dueño y no como quien recibe un favor. Las actividades de la "Fundación del Hombre" hubieran sido un misterio para mí si la buena for- tuna no hubiese permitido que encontrásemos una serie de memorandos de Glasser al presidente de la Fundación, David Graiver, escritos de una ma- nera que parecen informes de un subordinado a su superior. Toda la documentación de la Fundación está redactada en un tono altruista, sentando prin- cipios que difícilmente puedan ser discutidos pon ninguna persona civilizada. Sin embargo, por la misma vaguedad de las declaraciones, la institu- ción no estaba atada a ningún fin concreto ni par- ticipaba de obras de bien específicas. Apenas pude leer con detenimiento la documentación, no tuve tudas de que me hallaba frente a una de las cober- turas de los enemigos y que la finalidad real de la Fundación era promover causas que favoreciesen los planes subversivos y penetrar cuan profunda- mente pudiese en la mente de los argentinos a tra- vés de los medios de comunicación, principalmen- te aquellos que pertenecían al grupo Graiver. En un documento llamado "Objetivos de 1a Fun- dación del hombre" se puede leer, después de va- gas adhesiones a los derechos a la paz y la educa- ción, despachadas en pocas líneas, lo ue constituye el objetivo principal de la Fundación: tratar de conseguir un pasaporte invulnerable para cual- quier tipo de idea política y despejar el terreno para que circulen con entera libertad. En los párra- fos quinto y sexto se propone difundir estas ideas. Lo que más llama la atención es que en ningún momento habla de promover la República, por ejemplo, a través del respeto a los conciudadanos y las tradiciones del país. Otros documentos están relacionados con la transmisión de un programa por los canales 13 y 2 de televisión. El programa un concierto dirigido por el famoso violonchelista y compositor Pablo Casals, en homenaje al Día de los Derechos Humas, e incluía una pequeña ceremonia en la que Graiver, después de viajar a Nueva York invitado por su misma fundación, propone a Casals venir a la Argentina y lo designa presidente honorario de la fundación, para usar su nombre como cobertura prestigiosa. También hay documentos sobre programas dedi- cados a la Fundación por Félix Luna, en su espa- cio "Temas que queman" de Canal 7. Las listas previas de invitados incluyen personas insospe- chables junto con nombres al servicio de los Grai- ver y de la "ideología montonera". Particularmente interesante es un recibo extendi- do por la cadena de televisión norteamericana CBS, por 750 dólares. El hombre que representó a la fundación en Nueva York durante la . compra del programa del concierto de Casals, era un viejo fantasma de la investigación: Baruj Tenenbaum. Otro de los propósitos de la "Fundación del Hombre" es la promoción de las comunicaciones vía satélite para crear grandes redes de comunica- ción. Más de diez años después las Naciones Uni- das y su organización para la educación (UNESCO) se declararon contrarias a las cadenas mundiales de televisión, porque dejan desprotegi- dos a los países menos desarrollados frente a las ambiciones de los grandes imperios de nuestro tiempo. Es muy probable que Florá Dybner solo haya cumplido un papel de peón en la "Fundación del Hombre". Pero los cerebros que manejaban el
  • 52. 52 grupo Graiver le tenían reservadas funciones me- nos inocentes. En diciembre de 1971, Glasser cerró las activida- des. de la fundación y despidió a su secretaria. Esta se dirigió al señor Brodsky, que ocupaba un cargo en el banco Comercial de La Plata, para pedirle empleo. Brodsky tomó nota de su solicitud pero no la llamó hasta mayo de 1972. Entonces le propone organizar una oficina dedicada a 1a com- praventa de rezagos de papel. El lugar de trabajo era la misma ofi.ciña de Florida al 300. En mayo de 1975 -pocos días antes de partir todo el grupo; incluso Brodsky, hacia Estados Unidos- Flora Dybner es llamada por David Gxaiver, a quien había sido presentada por Brodsky, y el magnate le propone que colabore en "la recepción de depó- sitos" del banco de Bruselas. El procedimiento empleado por la Dybner para recíbir depósitos era el siguiente: se presentaba la persona que quería hacer el depósito y la empleada llamaba por teléfono al cambista Francisco Fer- nández para averiguar la cotización del dólar en el mercado negro. Con la cifra correspondiente hacía la conversión y preparaba un memo con los datos del inversor, la suma depositada en dólares, tarjeta de registro de firma y una declaración impresa en la que se juraba que el dinero no provenía de capi- tales belgas. La documentación y el dinero partían hacia las oficinas de la calle Suipacha, donde Ru- binstein recibía el dinero y a veces mandaba cam- biarlo inmediatamente por dólares. Flora Dybner retiraba diariamente de las oficinas centrales las boletas que acreditaban los -depósitos en Bélgica y las llevaba a su oficina. Por allí pasaba más tarde el cliente para recibir el comprobante de su depó- sito. Flora Dybner me dijo que su impresión era que por la oficina de Florida pasaban solo los clientes menores, los que depositaban entre quinientos y cinco mil dólares, y que los clientes más importan- tes eran atendidos directamente por Rubinstein en la calle Suipacha. Cuando los Graiver compraron el American Bank, muchos clientes pasaron sus depósitos al nuevo banco de los Graiver porque la plaza belga pagaba menos intereses que la nor- teamericana. Las operaciones de depósito no se hacían casi nunca directamente en Bélgica, sino por intermedio de bancos norteamericanos que retransferían a Bélgica, principalmente el Ameri- can Bank, por supuesto. No se exigía absolutamente ninguna demostra- ción de la identidad del cliente. Podía ocurrir que lo depositado por una persona estuviese a nombre de otra. También se aceptaban "nombres de fanta- sía" o seudónimos que tenían la titularidad de la cuenta sin necesidad de que figurase ningún nom- bre. Este era un "servicio especial" que ofrecía David Graiver basándose en que los inversionistas eran conocidos suyos y en su prodigiosa memoria. En la oficina de Florida no había archivos ni com- probantes y David Graiver había dispuesto expre- samente que no se guardase ninguna documenta- ción. Cuando se produjo la quiebra del banco de Bél- gica, Lidia Papaleo e Isidoro Graiver le pidieron que confeccionase una lista de depositantes con los datos que los interesados hacían llegar. Según esta lista, se habrían depositado en Bélgica a tra- vés de la oficina de la calle Florida unos siete mi- llones y medio de dólares, pero es necesario re- cordar que los inversionistas importantes trataban directamente con Graiver y Rubinstein. Flora Dybner había decidido mientras tanto, dejar su trabajo: primeramente porque ya no había nada que hacer y en segundo lugar porque el ambiente no era nada tranquilizador. Impulsada por sus tar- díos escrúpulos trató con Isidoro el tema de la indemnización laboral. La respuesta fue un conse- jo, que cambiase de domicilio y de número de teléfono, más otras medidas del mismo tipo para evitar la ira de los inversores. Pero respecto del tema dinero, Isidoro pronunciaba siempre un eva- sivo "y qué sé yo. . .". Cuando la Dybner com- prendió que por esa vía no iba a llegar a nada habló con un abogado, el Dr. Parisier, quien con- vino con Isidoro una indemnización laboral de ocho millones de pesos, de los cuales se cobró $ 1.600.000 de honorarios. Las listas de inversores del baneo Belga las entregué después del arregla, porque así cuadró, no porque las haya usado para coaccionar a Isidoro, me aclaró Flora Dybner. La libertad mal interpretada es la causa de todas las degradaciones y de todas las servidumbres, y la libertad bien enten~lida". es la que genera todas las virtudes y todos .los heroísmos. En fin, la verdadera libertad debe tener la cendi- çión de ser además, busna. Si no es buena, el hombre se entrega al mal, y su semetimiento, no por ser voluntario, deja de ser degradación y es- clavitud. LPor qué me cito a mí mismo? Porque así como reconozco haber cometido errores y haber dejado muchas tareas incompletas, también me lamento
  • 53. 53 de haber previsto en 1976 muchas de las situacio- nes que estamos viviendo en la década del 80.
  • 54. 54 XIX - ORLANDO REINOSO. NEGOCIOS, NEGOCIADOS Me recibí de abogado en la facultad de Derecho y Ciencias Sociales dependiente de la Universidad de la ciudad de Buenos Aires, en el año 1957. Na- cí en 1926, en la Capital, y vivo allí. A los 17 años comencé a trabajar en el diario "El Pueblo", que ya no sale más. También trabajé en la municipali- dad de Lanús, en el ministerio de Obras Públicas - en la oficina de sumarios, después en la asesoría legal-. Empecé a ejercer independientemente mi profe- sión en 1966. En el '69 trabajé como abogado es- pecializado en asuntos laborales en la firma Wo- bron, de Julio Broner. En 1973 me separé de mi esposa y me fui a vivir a General Acha, en La Pampa. Hasta aquí una historia personal como la de cualquier otro hombre que lucha por vivir cada vez mejor. Orlando Benjamín Reinoso debió creer que la fortuna llamaba a su puerta cuando el Dr. Rubins- tein le pidió en 1975 que entrase como asesor le- gal en el grupo de empresas que estaba formando. Se trataba, al comienzo, de asesorar y resolver problemas jurídicos, redactar contratos, despedir personal y otras obligaciones de ese tipo, cuyo límite no estaba fijado con precisión. Entramos así en el mundo de los vericuetos lega- les y financieros que escondían a un enemigo que a la larga se mostró más temible y más duro de combatir que las bandas terroristas: la subversión económica, -muchas veces orientada ideológica- mente, otras veces delinquiendo por simple afán de ganancias fáciles. Cuando Reinoso se incorporó al "holding", el mando del grupo Graiver en la Argentina estaba ya en manos de Rubinstein, por delegación de David Graiver. Completaban el triunvirato que formalmente dirigía el "holding", la Dra. Betty Halpem y después el mismo Reinoso: Rubinstein me ofreció la tarea; porque entre la empresa central EGASA y las demás empresas existía una gran confusión, desinteligencias y des- orden .administrativo. Yo traté de corregir los problemas, pero todo fue infructuoso. Las mismas in fracciones que se cometían en las maniobras internacionales bancarias, se cometie- ron aquí: préstamos derivados a empresas del gru- po y adelantos en cuentas corrientes que se desti- naban a negocios personales dé los Graiver. Todo esto quedó en descubierto ya cuando intervinieron los veedores del banco Central. . La conducción de Papel Prensa era irracional y deficitaria. Siempre me resultó muy sospechosa la debilidad y complacencia con que se trató a la empresa contratista de la obra civil -Ingeniería Tauro- y descubrí irregularidades tales como so- breprecios y sobremárgenes en cada una de las contrataciones, cuyas diferencias seguramente terminaban en los bolsillos de Graiver. Fundar S.A. tenía irregularidades evidentes en su adminis- tración y en servicios, pero lo peor eran las contra- taciones totalmente inconvenientes. Como simple ejemplo recuerdo que con el hormigón-y la albañi- lería gruesa se adoptó un sistema de costo y coiste que al no poder ser controlado se convirtió en un colador de dinero. En el rubro agropecuario el.. grupo poseía un campo de 9.000 ha. en Puán, La Pochocha, con 3.000 cabezas de ganado. Era la mejcr de un grupo de estancias representadas por las empresas Indal- co (estancia La Pampita, en La Pampa), Timbó (estancia San José, en Villegas), Santa Celia (es- tancia Huelén, Carlos Tejedor) y otras menores. Parte de estos bienes los empleó Isidoro Graiver para pagar al Sr. Werner -representante de Gel- bard- una deuda contraída en el exterior con un grupo ile amigos de Gelbard que habían deposita- do dinero en el banco de Bélgica. Rubinstein or- denó, después del accidente aéreo y antes de acon- sejar a Isidoro y Lidia Papaleo que no paguen na- da, entregar a Werner el cincuenta por ciento exacto de las cuatro sociedades. Werner firmó recibo por estas acciones. El representante de Gel- bard pretendió al poco tiempo y sobre la base de irregularidades y sospechas, ejercer la administra- ción total, incluso la disposición de fondos, de las empresas. Esto originó una situación tensa con Rubinstein -ya existía una vieja enemistad entre los dos- hasta que se llegó a un acuerdo por el que se le entrega a Werner el establecimiento San Jo- sé, con el que se esperaba poder pagar las deudas contraídas con los amigos de Gelbard, aunque por supuesto en ningún momento se pensó en pagar las deudas multimillonarias en dólares que los Graiver tenían con todos los damnificados por la quiebra del banco Belga. A mí me parecieron equívocas las razones que adujo Werner para justificar su dominio de los bienes con los cuales iba a comprar las estancias.
  • 55. 55 Cuando le pregunté sobre la real legitimidad de sus capitales, Werner se turbó y su abogado me pidió un poco de tiempo. En ese tiempo Werner viajó a Panamá para justificar el origen de sus fondos. Werner también era miembro del directo- rio de "La Opinión". Su mandante, Gelbard, usaba los bienes- del grupo Graiver sin objeciones de éstos, principalmente un avión que pertenecía a una de las empresas agropecuarias. Eran todos indicios de que estos señores tenían intereses en las empresas. A propósito de "La Opinión", Lidia Papaleo le comentó a Reinoso a comienzos de 1977, que no había otra alternativa que denunciar ese bien en la sucesión de David: Vos sabés que nosotros somos dueños de la mitad del diario, le dijo. La otra al- ternativa sería renegociar con Timerman la sindi- cación y la mitad del paquete, porque es muy difí- cil la coparticipación en el manejo del negocio con Timerman de por medio. Salvo David, los Graiver nunca pudieron influir en la redacción del diario, e incluso recibieron fuertes ataques periodísticos por ese lado. Reinoso conocía bien el funcionamiento interno del banco Comercial de La Plata, porque había sido designado director del mismo y presidente, hasta que en febrero de 1977 se entregó el banco a sus nuevos propietarios. El presidente anterior, Omar Espósito, había sido procesado criminal- mente por un turbio manejo de fondos de la Aso- ciación Bancaria. El Bristol Center era originariamente una inver- sión prudendente, pues se compró la obra cuando ya estaba en los primeros tramos de construcción. Pero poco a poco el proyecto originario se fue agigantando hasta convertirse en un monstruo que devoraba todas las inversiones. David enviaba desde el extranjero entre 300.000 y 500.000 dóla- res mensuales, pero las cabezas más serenas del grupo sugerían que se lo convirtiese en un proyec- to verdaderamente realizable y rentable. Graiver manejaba personalísimamente sus negocios y ni siquiera después de su muerte se encontraron las chequeras y los comprobantes de pago que pudie- ran poner orden en la administración. Otra persona que creaba constantemente problemas era Rubins- tein, principalmente en el tema de los sueldos y las asignaciones, donde se mostraba severo y muy poco generoso, al punto de tener problemas con los ejecutivos de sus empresas, que eran los únicos que podían o se atrevían a hablar directamente can él. Del grupo dependían unas 1.000 familias ar- gentinas. Por razones de evasión impositiva o por necesi- dad de dinero negro, eran frecuentes las firmas de escrituras de traslación de dominio por cantidades menores de las que figuraban en los boletos. Esto ocurrió con Galerías Da Vinci, Indalco y Santa Celia. Cuando Lidia Papaleo dio su "golpe de mano" y desplazó a Rubinstein de la empresa, el grupo de dirigentes en la cumbre cambió y quedó constitui- do por Lidia, Isidoro y el contador Bobani, pero las irregularidades continuaron, aunque Reinoso fue diplomáticamente puesto en un cargo formal. Por ejemplo, la hacienda de los establecimientos agropecuarios se facturaba siempre con sobrepre- cio -600.000.000 para Santa Celia y 237.000.000 para Indalco en 1977- y los cheques correspon- dientes fueron entregados a Lidia Papaleo, que a su vez se los dio a Silvia Fanjul. En otra oportunidad pudo enterarse Reinoso por un accionista de Electro Erosión de la existencia de un costoso equipo para fabricar jeringas descar- tables que había sido importado desde Israel. Cuando pidió informes más precisos al gerente de la firma, se enteró que el equipo probablemente no funcionaría nunca y que se había pagado por él unos 80.000 dólares, casi seguramente con sobre- facturación, para poder sacar dinero negro de la Argentina hacia el extranjero. Reinoso me contó algunos detalles que echaban luz sobre el estado desesperante de las finanzas de David dos o tres meses antes de su desaparición: En ese tiempo mandó pedir desde Nueva York que se le hicieran préstamos financieros para cubrir distintas obligaciones. El pedido llegó vía Silvia Fanjul, y ella .ordenó a todas las empresas que se solicitara el máximo posible de créditos. Las em- presas agropecuarias solicitaron y obtuvieron cré- ditos del banco de Hurlingham y del Comercial por unos 10.000.000.000 de pesos moneda nacio- nal. En -otras palabras se derivaban los fondos captados por los bancos del grupo hacia empresas privadas dé los mismos Graiver, donde ese dinero podía ser manejado libremente. Estos créditos fueron cancelados, según presume Reinoso, con las diferencias superiores a los precios de escritu- ración de los inmuebles de Galería Da Vinci, Hue- lén, La Pampita y otros. El grupo también poseía una empresa de seguros, la Metropol, con la cual estaban obligadas a con-
  • 56. 56 tratar todas las otras firmas del "holding". Esto originaba una importante cantidad de comisiones por seguros que pasaba directamente a los bolsi- llos de los Graiver, que compartían una parte de esta suma con los gerentes de los bancos. Uno de los momentos más claros de la declara- ción de Reinoso se refiere a los negociados en los bancos: El negociado sí existió en el circuito ban- cario argentino parte del que también existió en el banco de Bélgica y en el American-. Estos nego- ciados consistían en derivar fondos bancarios a través de adelantos en cuentas corrientes de los Graiver o de personas vinculadas a ellos. Los Graiver usufructuaban estos dineros para sus ne- gocios personales. También obtenían fondos a través de la adjudicación de préstamos hechos a personas o empresas vinculadas al grupo, aunque no perteneciesen a él. Esta adjudicación de prés- tamos tuvo todas las variantes posibles de imagi- nar, y se aprovechaban incluso los préstamos per- sonales, que si bien eran individualmente de poca importancia, agrupados en grandes cantidades rindieron cifras considerables. A mi juicio, éste es uno de los verdaderos negociados de los Graiver, además del aprovechamiento de los fondos de aceptaciones bancarias que se derivaban a com- pras de moneda extranjera. Las aceptaciones y sus intereses se carcelaban con las diferencias de cambio propias de la época, de 1973 a 1977. A estas mismas conclusiones habían llegado los veedores del banco Central. Con el dinero que los Graiver obtuvieron de esta manera se compraron campos en la Argentina y el Paraguay: Solo con toda la documentación a la vista -dijo Reinoso- se podría tener una idea de la extensión de los nego- ciados. Tambíén existe un sorprendente sobredimensio- namiento del equipo comprado a la firma Bu- rroughs para las operaciones computabilizadas de los bancos de los Graiver. El equipo excedía y excede la real necesidad de computación de los dos bancos. Si a esto se agrega el hecho de haber- se construido en la ciudad de La Plata cuatro pisos especialmente preparados para este equipo, con detalles de verdadero lujo, es evidente que ha sido necesario subsidiar y cancelar el déficit de explo- tación con fondos que seguramente provenían de las irregularidades bancarias. Esto es particular- mente evidente en el caso del Comercial, que con- cedió créditos y descubiertos en exceso de la real capacidad de la empresa que compraba los equi- pos, la Complat S.A. Esta empresa tenía su sede en calle 7 entre 39 y 40, y había sido dirigida por les doctores Espósito, Manzanares y Arias, todos vinculados al grupo. El dinero mal retirado de los bancos también se empleó para comprar una larga serie de inmuebles. La lista de esos inmuebles fue incluida en un in- forme sobre la capacidad económica de los Grai- ver que un inspector de la Comisión Bancaria Bel- ga elevó a sus superiores. Cuando le pregunté a Reinoso si el anterior presidente del banco Co- mercial conocía también estas maniobras me con- testó con un rotundo "sí". El manejo de abundante dinero efectivo y las variaciones de cotización del dólar permitían hacer en aquel tiempo provecho- sos negocios inmobiliarios. El tema siguiente fue Papel Prensa: A mi ingreso en el grupo me encontré con que el caudal en for- mación que debía provenir de esa empresa de ma- nera normal y abundante, carecía totalmente de regularidad. Por el volumen cuantioso de inver- sión en juego, los asesores insistían en que se les dieran instrucciones en el sentido de que el presi- dente, Dr. Pedro Martínez Segovia, suministrara información amplia y regular, para así poder vigi- lar la inversión. Como no se obtuvo lo que se había pedido se generó un conflicto entre EGASA y Papel Prensa. Me parece que esto ocurría porque Graiver tenía otro tipo de compromiso que obsta- culizaba su capacidad de decisión al respecto. También era sugestiva 1a manera exagerada de gastar, el derroche en las construcciones y la com- placencia con la contratista, Ingeniería Tauro. La explicación es otra que la de simple descontrol y habría que hacer un análisis a fondo de todo lo pagado a Tauro y su justificación contractual. Esto arrojaría mucha luz sobre el criterio técnico y con- tractual empleado para los reajustes de certificados de mano de obra y construcción, la reiterada prefe- rencia par esta empresa en las licitaciones. Por ejemplo, además del control de los f uncionarios de Papel Prensa sobre el montaje de la maquinaria y el que hacía la fir- ma proveedora extranjera, también se contrató un control de Tauro. Así mismo dio pésimos resulta- dos el plan de forestación concebido para auto- abastecerse de madera en diez años. Reinoso recibió órdenes de los Graiver de redac- tar el contrato de venta del banco de Hurlingham. Así se pudo enterar de que el precio pactado origi- nariamente era de siete millones de dólares. Pero después se rectificaron las instrucciones y el pre- cio se redujo en 1.050.000 dólares. Esta no era una
  • 57. 57 rebaja real del precio sino un desvío de capitales, puesto que los honorarios por asesoramiento que se reconocería a EGASA eran de . . . un millón cincuenta mil dólares, exactamente.
  • 58. 58 XX - FRANCISCO FERNANDEZ: "CON USURA . . ." Con usura nadie tiene una casa de sólida piedra . . . dice el gran poeta norteamericano Ezra Pound, quien a pesar de su discutida colaboración con las radios italianas durante la Segunda Guerra Mun- dial, vio con profundidad los alcances negativos del ansia desmedida de riquezas obtenidas por cualquier medio. La vida de Francisco Fernández, "Paco" para los amigos, parece dominada hasta 1976 por esta ansia irreprimible. Nació en un pueblito de la provincia de Ponteve- dra, en España, en 1928. Vino con su familia a la Argentina y aquí se naturalizó. A los 19 años en- tró' en el banco de Galicia, donde ascendió hasta subgerente de cambios. En esta etapa empiezan los tropiezos de su vida: el directorio del banco lo citó en julio de 1966 para comunicarle que estaba ente- rado de sus actividades extra bancarias en el mer- cado paralelo, o mercado negro, y que a partir de ese momento iban a trasladarlo. a una sección ad- ministrativa, privándolo del uso del teléfono. Con usura la línea se hace tosca, con usura no hay límites claros . . . sigue el Canto XLV de Pound. Ante el planteo del directorio, Fernández no lo pensó dos veces: renunció a su empleo con la excusa de que "no quería comprometer el nom- bre del banco; en realidad una confesión velada de que no tenía ninguna intención de cambiar de con- ducta. A partir de ese momento instaló una oficina de cambios junto con sus nuevos socios, con los cuales compró por diez mil dólares una acción del Mercado de Valores; para extender sus actividades a la bolsa de valores. Sus transacciones al margen de la ley siguen el ritmo de los controles de cambio que imponen los distintos gobiernos. Empiezan con el control que hace el gobierno de los radicales del pueblo en 1964, cuando Fernández trabajaba todavía como empleado del banco de Galicia, y esa etapa dura hasta el 13 de marzo de 1967, cuando Krieger Va- sena decreta el mercado totalmente libre, durante el gobierno de Onganía. Lanusse reimpone un control restringido y empiezan nuevamente los negocios ."paralelos" de Fernández hasta que en marzo de 1976 la policía detecta sus maniobras y le hace una advertencia, puesto ~ que la ley no reprime la tenencia de divisas extranjeras, sino solamente su negociación fuera de los mercados controlados por el banco Central, lo cual dificulta terriblemente la acción represiva de estos delitos. Fernández promete formalmente "no hacer más maniobras en paralelo". Sin embargo, las visitas de la policía se repitieron e incluso hubo una ins- pección del banco Central. Nadie pudo demostrar nada en contra de él ni encontrar pruebas de sus manejos. Solo cuando durante el interrogatorio que le hicimos nosotros comprendió que lo que estaba en juego era su vinculación con la guerrilla -delito mucho más grave que el contrabando de divisas- se decidió a hablar claramente sobre sus negocios. Tenía una oficina en Lavalle al 500, plena zona de bancos y casas de cambio, en la que operaba con tres líneas telefónicas. Todas las transacciones se hacían por teléfono y quedaban registradas en la memoria de Fernández, sin ninguna anotación que pudiera volverse en su contra durante alguna ins- pección. Esa era la clave del fracaso de todas las acciones policiales y bancarias. Para sacar las di- visas del país se enviaba un télex un cómplice en Montevideo, que a su vez se encargaba de re- transmitir la orden de crédito al país correspon- diente. Estas comunicaciones se hacían frecuen- temente usando el servicio oficial de télex, desde las cabinas públicas habilitadas. También me acla- ró que hacía "algunos negocios bursátiles autori- zados". La usura es una plaga . . . dice Pound En octubre de 1974 David Graiver cita a Fernán- dez en sus oficinas de la calle Suipacha. No se conocían, pero Fernández sabía que su interlocutor manejaba dinero grande, porque el cambista ope- raba una cuenta del banco Comercial de La Plata en su propia oficina. Se pusieron de acuerdo sobre los márgenes que ganaría Fernández y sobre la manera de operar: pasaría todas las mañanas a partir de ese día por la oficina de Suipacha para recibir directamente de Graiver las instrucciones del día. Nada escrito y ni siquiera usaban el telé- fono. Todo se hacía directamente y personalmente, lo cual obstaculizaba la pesquisa porque nos te- níamos que limitar a lo que declarasen los imputa- dos. En esta primera entrevista Graiver-Fernández, surgió un solo punto de conflicto. El cambísta sabía que David operaba con "colegas" del parale- lo y tuvo reparos "éticos" en birlarles al cliente, pero Graiver lo tranquilizó rápidamente explicán- dole que sus "colegas" no tenían suficiente agili- dad o disponibilidad de fondos para operar ,con un magnate como él. De esta manera Fernández que-
  • 59. 59 dó incorporado al grupo Graiver y, con los viajes de David, pudo conocer a sus sustitutos, el Dr. Rubinstein y Silvia Fanjul. De las operaciones que hizo con el grupo le lla- mó la atención una, ordenada por Rubinstein, por dos millones de dólares. Fernández volvió al día siguiente para asegurarse de que ese dinero -una cantidad enorme- no fuese producto de alguno de los secuestros que en enero de 1976 estaban a la orden del día, pero Rubinstein lo negó rotunda- mente: No . . . lo más grave que podría ser . . : bueno, digamos un negociado. . . replicó burlona- mente, casi con "cinismo", según recuerda Fer- nández. La operación quedó convenida y el cam- bista pidió, por razones de seguridad; que le hicie- ran la entrega de dólares en la sala central del ban- co de Galicia; con el cual seguía operando como particular a pesar de los antecedentes que tenía en la institución. Allí llegó Silvia Fanjul con un gran portafolios y; después de pasar a una sala privada, contaron el dinero con la ayuda de dos cajeros del banco a los que Fernández explicó que el dinero era para comprar bonos externos. Después deposi- tó la fortuna en una caja de seguridad que tenía en el mismo banco. Unos días más tarde transfirió los dólares al American Bank de los Graiver, a cuenta de New Loring, una de las empresas vacías que los Graiver habían fundado en Panamá para manejar dinero turbio. Hubo un paso de comedia cuando el día siguiente al de la entrega de los dos millones, Rubinstein quiso comprar doscientos mil dólares y Fernández le llevó parte del mismo dinero que había recibido. Cuando le contó a Rubinstein qué dinero le había traído, el personero de los Graiver ni se inmutó y pegó la doble comisión que le co- rrespondía a Fernández por transferir dos millones de dólares al exterior y por vender doscientos mil dólares a Rubinstein. Según me dijo, había una segunda intención en todo lo que había hecho y era verificar si el dinero podía estar "marcado" por provenir de algún delito, y comprobar de esta ma- nera si Rubinstein se negaba a tomarlo. Como no hubo problemas, Fernández supuso que se trataba de dinero más o menos limpio. Mientras estaba detenido pudo charlar con Isido- ro, quien le hizo una confidencia relacionada con un "dinero jodido" que había tomado su hermano en marzo de 1975, "dinero garantizado por uno mismo". El cambista relacionó inmediatamente esta confidencia con una operación de cuatro mi- llones doscientos mil dólares que se transfirieron en varias entregas desde Estados Unidos al banco Comercial de La Plata. Por lo que él pudo enterarse de las operaciones financieras, la cantidad de dinero del grupo que pasó por sus manos desde que empezó a trabajar con los Graiver, era de "55 ó 60 millones de dóla- res", de los cuales habrían salido del país unos 25 millones y entraron unos 35. La diferencia de diez millones pudo haber sido empleada en la cons- trucción del Bristol Center, en Papel Prensa y otras empresas, pero "nunca quiso decirme" - aseguró Fernández- de dónde salían y a dónde fueron a parar los 25 millones originarios, aunque me confesó que había oído en "círculos financie- ros responsables" que una suma de unos cincuenta millones de dólares estaba en el banco de Bélgica y que provendría de depósitos de la Argentina y México, más ;veinte millones depositados en Bru- selas por el American Bank. El gerente del banco belga, Naón, le confirmó a Fernández esta última cifra. Los mismos "círculos financieros responsables" de Nueva York estaban convencidos de que Grai- ver "no ha muerto" y a lo cuano aceptaban la posi- bilidad de que hubiera sido "liquidado". Cuando traté de averiguar si quedaba alguna do- cumentación de las operaciones, Fernández solo me pudo indicar la existencia de un libro con el movimiento de su cuenta en el American Bank, pero no sabía si el documento estaba en una caja de seguridad de Estados Unidos o en manos de algún abogado norteamericano. Los registros en Montevideo habían sido quemados oportunamen- te, en marzo de 1976. En la .Argentina, ni un pa- pel. Fernández tenía de David Graiver una opinión muy particular si se considera que hacía con él operaciones multimillonarias en dólares: En sus conversaciones David se jactaba siempre de sus relaciones con gente que estaba "en la pomada": Francisco Manrique, Bernardo Neustadt, Casildo Herreras. Una vez David me pidió diez mil dólares "a buen precio porque son para el amigo Casildo". Sus socios tampoco estaban muy tranquilos res- pecto de Graiver. Cuando almorzaron en Estados Unidos con David, y si bien les pareció un empre- sario joven, impetuoso, de buena fortuna, creían también que no consolidaba sus negocios porque antes de terminar una operación ya empieza otra. Le aconsejaron: que se consolidara, porque de otro modo, cuando cayera iba a hacer más ruido que el Empire States. De todas maneras Fernández tran-
  • 60. 60 quilizó a sus socios destacando las ventajas y ju- gosas comisiones que quedaban de las operaciones con los Graiver. En la declaración trató de cubrir a sus socios y a él mismo negando toda vinculación o conocimiento de operaciones con subversivos, a pesar de que me había confesado sus sospechas al respecto durante las transferen- cias multimillonarias del '75 y '76. El poema de Pound termina con dos versos pro- féticos: Las cadáveres han sido servidos en el ban- quete, por orden de la usura.
  • 61. 61 XXI - DANTE MARRA Y JULIO DAICH: DOLARES EN LA PLATA Las operaciones en el mercado paralelo del grupo Graiver llevaron la investigación a un ámbito del cual ni yo ni la mayor parte de la gente que traba- jaba a mis órdenes conocía su manera de operar. En realidad, las indagaciones salían aparentemente del campo específico de la subversión terrorista y entraban en modalidades delictivas de tipo eco- nómico que están muy difundidas en el país e in- cluso cuentan con cierta complacencia social. Actué hasta donde mi deber, mis atribuciones y mis posibilidades me lo permitían, y las causas de este tipo fueron derivadas después a la justicia común. Yo tenía en 1977 una idea clara de la in- fluencia venenosa que tiene la subversión econó- mica, son aquella que no está dirigida por una ideología específica. Pero con el correr de los años y la observación de lo que ocurría en mi país pude transformar esa idea en una dolorosa vivencia. Ahora sé con convicción absoluta que ningún go- bierno sano podrá prosperar en la Argentina mien- tras no se controle este tipo de actividades, que nunca declaran la guerra frontal al país -sería ma- tar la gallina de los huevos de oro-, pero que orga- nizan y mantienen un clima deletéreo que impide el desarrollo normal de todas las otras esferas y socava con ganancias fabulosas la moral del traba- ja y la producción. La delincuencia económica como la ideológica- actúan en las sombras, y am- bas se fortalecen haciéndoles creer a la gente que no existen. Muchas veces la delincuencia económica y las prácticas viciosas y corruptas florecen al amparo de una maraña de reglamentaciones burocráticas restrictivas, a veces toleradas y aun propiciadas por quienes detentan temporariamente el poder político. Controles de cambio, trabas excesivas al movimiento de divisas, derechos de exportación, altos aranceles, aforos, permisos de importación o exportación, etc., ofrecen vericuetos que son, para los inescrupulosos, la oportunidad de realizar pin- gües beneficios. El paso siguiente a la adquisición de enormes ganancias es aspirar al poder político, obtenido, igual que su dinero, mediante la realiza- ción sistemática de prácticas y conductas violato- rias de la ley y de los principios morales. Yo afirmé que ésta es la patria de las cosas que se deben decir, que siempre es tiempo de decir las cosas tal como son, tanto en el '77 como en el '83, y así he actuado y actúo, para romper el silencio que cae sobre nuestros males. El agente de cambio con el cual los Graíver hací- an sus operaciones paralelas en La Plata se llama Dante Marra, argentino, oriundo de esa ciudad. Había hecho una fortuna cuantiosa: tenía intereses -además de sus proficuas actividades cambiarias- en comercio exterior, construcciones, negocios inmobiliarios, textiles, y varios locales de venta al público. Aceptó sin retaceos su actividad en el mercado negro: Hace tiempo que trabajo en ese rubro y controlo 1as operaciones de compra y ven- ta en el mostrador de un local de billetes de lote- ría. La mayor parte de mis operaciones son en dólares, que hago vender en el mostrador, si pue- do, y si no los "descargo" en Buenos Aires. En el local de la lotería estoy solo dos horas por día, de diez a doce; el resto del tiempo lo dedicó a mis negocios. Allí me ocupo de los pedidos telefónicos de clientes y amigos, y vigilo a los empleados que atienden al público. No hago operaciones de prés- tamo, pero sí toma dinero al ocho por ciento men- sual. Tamblén tomo dolares al 1 ó 1,25'% men- sual. Para atender mis negocios en el exterior ten- go cuentas en el City Bank de Uruguay, el banco de Talca, de Chile; los City de Brasil, Perú, Fran- cia, Inglaterra y Alemania; el banco di Napoli, de Italia; y el HispanoAmericano, de España, donde tengo una cuenta en pesetas y otra en dólares. En el mostrador del local de lotería mi empleado de confianza es Julio Daich, que recibe los clien- tes, en su mayor parte estudiantes extranjeros o gente que quiere transferir dinero n Israel. Las operaciones de transferencia de dólares a este país se hacen por intermedio de una casa de cambio de Nueva York, Perera Inc., que a su vez se encarga de transferir al país de destino. Todo se realiza mediante un sistema de créditos y débitos. Los créditos en Perera se manejan mediante el envío de cheques en distintas monedas, que se endosan y se remiten por correo a Nueva York. Daich debe estar más al tanto que yo de estas operaciones. Cuando la policía llegó a mi local de lotería su- pongo que habría allí unos 35 millones de pesos. Con los Graiver hice algunos negocios: hace dos años le compré a Juan cuatro departamentos y tres locales. Mucho antes ya habíamos hecho otra ope- ración inmobiliaria. Cuando David controlaba el banco Comercial de La Plata me otorgó un crédi- tos por diez millones. Las operaciones en paralelo con los Graiver las hacíamos por teléfono. lo pagaba en moneda na-
  • 62. 62 cional y enviaba el dinero a la inmobiliaria de Juan. Pero todo esto ocurría antes de que las Grai- ver se fueran a Estados Unidos. Cuando volvieron no tuve trato con ellos, salvo el reclamo que le hice a Juan de un cheque por seis mil dólares. To- davía no pagó. Reconozco plenamente mi responsabilidad en el tema del cambio. Solo puedo alegar que he depo- sitado en el país mis ganancias y las he invertido en industrias y negocios que dan trabajo a unas cien personas, con las que no he tenido nunca - tanto empleados como obreros- ninguna diferen- cia. El empleado de confianza de Marra, Julio Daich, trabajaba desde hacía más de cinco años con él: Respecto de la compra y venta de divisas, yo cumplía estrictamente las órdenes y disposiciones que me daba Marra, que era el dueño del negocio. No creo que nuestras transferencias llegasen a cinco mil dólares mensuales. Las operaciones se hacían con Perera, de Nueva York, pero la mayor parte de las veces los inversionistas, para no dejar constancia escrita de sus datas, compraban un cheque en la agencia por la cantidad que querían depositar. Cuando llegó la policía al local había dólares, li- bras esterlinas de oro, cruzeiros, uruguayos, pese- tas y otras monedas, por un valor total que estimo entre cincuenta y sesenta millones de pesos. Trabajamos según la cotización del paralelo. La casa de cambios opera exclusivamente con el cambio oficial, pero a ambos lados de la agencia de lotería de Marra, donde se trabaja con el "para- lelo", hay dos negocios del mismo tipo que nos hacen la competencia, también en "paralelo". No nos queda otra salida que trabajar con ese sistema. Las casas vecinas son Scafatti y Alegretti, y hay otra más, llamada Sotes, que por supuesto opera de la misma manera. Los Graiver compraban cheques por intermedio de Saúl Schilin, a quien yo atendía en el mostra- dor. En un año y medio habrá comprado un millón de dólares. De la confrontación de ambas declaraciones, sur- ge la contradicción entre las cifras de dinero que había en el local en el momento de la inspección. En realidad eran nueve millones, que por tratarse de una casa de cambio, pasaron automáticamente al Banco Central. ¿Por qué mintieron contradi- ciéndose? No lo sé.
  • 63. 63 XXII - EL MUNDO Y SU PRECIO Para los miembros del grupo Graiver, el universo era una mercancía y el único problema consistía en ponerse de acuerdo en el precio. En este sentido se manejaban y hablaban con una soltura que reve- laba una larga experiencia en las artes del soborno, la compra de voluntades y de favores. En ningún momento se les podía ocurrir que hubiese obstácu- los morales de parte del que recibía sus ofertas. Tenían una larga experiencia de aceptaciones a sus propuestas que es también una radiografía de los ambientes en que se movían y del estado moral de esos círculos. Ya en los primeros momentos, cuando Juan Graiver creía que había sido capturado por monto- neros, empezó a ofrecer dinero a cambio de su libertad. Un día, en el puesto "El Vasco", vi relucir en la mano morena y humilde de uno de los encargados de la custodia, un encendedor de oro. Cuando le pregunté de dónde lo había sacado, me respondió que era un "regalo de Lidia Papaleo". Hice devol- ver inmediatamente la joya, reprendí al hombre (de cuya buena fe no podía dudar, porque de lo contrario no hubiese exhibido el encendedor en mi presencia) y prohibí la aceptación de cualquier tipo de "regalos". De todas maneras los miembros del grupo seguían haciendo ostentación de sus fortunas y en sus alardes siempre estaba implícito que aquellos: que los favoreciesen recibirían más tarde su recompensa. Después del incidente del encendedor, el único medio real de impresionar a sus guardias era mandar a comprar cantidades enormes de manjares, siempre mucho más de lo que ellos podían comer, para que lo que sobrase sirviese de refuerzo al humilde rancho de los guardias. Entonces las ofertas se dirigieron directamente a mí y a otros oficiales superiores, que a su vez in- formábamos inmediatamente a nuestros mandos. Nos pusimos de acuerdo entre el personal superior en escuchar en silencio hasta dónde llegaran las ofertas y en sacar la mayor información posible de ellas. Los encargados de tratar de corrompernos fueron Juan Graiver y Dante Marra. Llegó un momento en que quedó claro para mí que ellos nunca iban a comprender que podía haber princi- pios que impiden a un hombre aceptar dinero o bienes que no le corresponden. La última proposi- ción de Juan Graiver fue de cinco millones de dó- lares más el Bristol Center. En el sumario y como causa accesoria, se informó la superioridad de todo este "remate de conciencias" fallado. Así como algunos miembros del grupo no tienen límites para corromper, otros no los tienen para mentir. Por ejemplo, Lidia Papaleo, una vez en libertad, en una conversación que está grabada, hizo acusaciones de que se la había violado sobre una camilla, repetidas veces y en presencia de más de treinta personas que se reían a carcajadas. Esta escena afiebrada es una mentira total. El ob- jetivo era el público internacional y mediante ella se trataba de hacer recaer sobre los militares ar- gentinos el viejo arquetipo de las películas del tiempo de la Segunda Guerra Mundial, en las que el enemigo era un militar monstruoso y entregado a todos los vicios. Por supuesto, estas películas eran parte de un esfuerzo de propaganda de guerra y no tenían por qué ajustarse a la verdad, pero el arquetipo quedó prendido en el fondo de la con- ciencia de muchas personas y para la campaña difamatoria antiargentina es más fácil y ventajoso recurrir a una imagen negativa que ya existe en la gente que tratar de dilucidar la verdad de las cosas. Y la verdad es que nadie nunca intentó ninguna aproximación de ningún tipo con las detenidas. El personal que las custodiaba estaba compuesto solo por mujeres, que a su vez tenían órdenes expresas de no hablar con los hombres salvo por las vías jerárquicas naturales: La úni.ca nota de este tipo la dieron Isidoro Graiver y su esposa, que se besaban apasionadamente en presencia de otros presos, hasta que se produjo la reacción indignada de Juan Graiver. Cuando me enteré del problema prohibí todo contacto entre los matrimonios. Parece absurdo que yo tenga que hablar de estas cosas, pero ésta es también una de las realidades de la guerra subversiva. La difamación internacio- nal no solo me tocó a mí, sino que fue una campa- ña dirigida contra todo el país y no se detuvo ante ninguna mentira, ante ninguna fantasía, por más enfermiza qué fuera: En realidad, aplicaban el principio del ministro de propaganda nazi, Goeb- be's, que repite a Lenin que ya lo habíadicho antes del '20: mentir, mentir, mentir . . . algo queda siempre. Sé que las mentiras van a continuar fluyendo sin la menor preocupación por la verdad. Es parte de la carga que me corresponde por la lucha que em- prendí. Estoy firme y pienso seguir así, y si se
  • 64. 64 toman la molestia de difamarme es seguramente porque soy un obstáculo para sus designios. Estoy seguro de que voy a morir angustiado, pero no por los ataques que reciba, sino por la duda de no haber hecho todo lo posible por la defensa de mis ideales.
  • 65. 65 XXIII - JORGE RODRIGUEZ Y RICARDO PERERA: LA FICCION Y LA VERDAD Una de las pistas que se siguieron durante la in- vestigación condujo al esclarecimiento de una situación insólita cuya finalidad era obviamente presionar a los Graiver para que se desprendieran de sus empresas. La primera señal de alarma la dio Lidia Papaleo, que me dijo: Hace poco tiempo Isidoro fue a cenar a lo del Dr. Jorge Rodríguez, donde se reunió con un coronel del Ejército, que, con dureza, le sugirió que vendiese todo y se alejase de 1as actividades 'que hasta entonces había desarrollado el grupo Graiver. Además, y según las palabras del coronel, parecía que Rodríguez contaba con el aval o la confianza de las Fuerzas Armadas para desempe- ñarse al frente de las empresas del grupo Graiver. Cuando interrogué a Isidoro Graiver sobre el te- ma empezaron a surgir detalles cuya inverosimili- tud no era comprendida por los mismos declaran- tes. Me olía mal, pero no tenía los elementos para llegar a la verdad que yacía en el fondo. Al tiempo que se tomaban las declaraciones de los implica- dos y se las comparaba con los datos ya obtenidos, iba surgiendo una "fuga musical a tres voces" en la que, si bien los puntos básicos concordaban, las motivaciones y los detalles variaban grandemente delatando así las intenciones de cada "voz" y sus intentos por "cubrirse" y situarse en la mejor posi- ción posible, puesto que ya era evidente que su juego había sido des tapado por las declaraciones de las "otras voces". PRIMERA VOZ: ISIDORO GRAIVER Yo me enteré que la X Brigada estaba investi- gando las actividades de nuestro grupo. Ya habían entrevistado a Rubinstein y al Dr. Robbiano, de Fundar, y había llegado un pedid de informes al banco Comercial de La Plata. Le comenté estos hechos a uno de nuestros asesores, el Dr. en cien- cias económicas Jorge Rodríguez, que había figu- rado como vicepresidente en el banco Comercial. Yo estaba convencido de que una entrevista con alguien que tuviese influencia en la Brigada podría aclarar todo. Rodríguez me aseguró que iba a hacer lo posible para conseguir la entrevista, y a los dos días me invitó a una cena en; su casa, de la que participarí- an solo tres personas: yo, el mismo Rodríguez y un coronel del Ejército. Tácitamente quedaba; excluida Lidia Papaleo. La cena se hizo el 20 de febrero y yo llegué unos minutos después de las 21 y 30. Rodriguez me presentó a una persona que estaba con él y me dijo que era el coronel Pereda Muñoz. Era un hombre no muy alto que fumaba incesantemente. El coronel me dijo que ya era evidente que el grupo Graiver era una gran estafa internacional, pero que no se quería desatar un escándalo. Me habló de un plan de las Fuerzas Armadas respecto de este problema, un plan de dos etapas. La Etapa I consistía en permitir la venta de los paquetes accionarios del banco Comercial, del de Hurling- ham y de Papel Prensa, y ya había sido cumplida. La Etapa II comenzaba en esos momentos y con- sistía en la, desaparición del grupo de todos los círculos financieros y comerciales. Anunció que venta encomendado por un superior -creo que en ese momento mencionó al general Viola- y que nada de lo que se dijese en la cena podía ser repetido por mí, puesto que él tenía in- cluso una coartada que demostraba que en ese mismo momento estaba en otra parte. Después hablamos de las empresas del grupo y de su situa- ción. Me aseguró que no debíamos pagar a nadie, porque era dinero mal habido; en otras palabras, que nuestra obligaçión era na , pagar. Se mostró bastante enterado de nuestras relaciones con "La Opinión" y con Gelbard. Incluso mencionó a un testaferro de Gelbard, Gramanu, que había obteni- do créditos sospechosos en uno de nuestros ban- cos. Aproveché para preguntarle si me dejarían enca- rar negocios de exportación e importación, y me contestó que sí, que hasta podíamos construir un nuevo Bristol Center si queríamos, pero que no podíamos seguir vinculados con los asuntos de David Graiver. De todas maneras el hecho de que despareciésemos formalmente de las empresas no significaba necesariamente que no continuáramos manejándolas. En otras palabras me daba a enten- der que existía la posibilidad de una simulación con testaferros. Recuerdo que comentó que inclu- so había gente que estaba actualmente en el go- bierno y ocupaba cargos muy importantes a pesar de haber tenido problemas como los nuestros; dijo que ahora "eran grandes señores" gracias a 'las maravillas que en dos o tres años habían hecho los mecanismos de publicidad y creación de imagen.
  • 66. 66 En otro momento de la conversación comentó que el Dr. Rodríguez era un hombre en el que las Fuerzas Armadas confiaban y creían. Cuando el coronel se fue, le dije a Rodríguez: "Este tipo lar- ga cartuchazos", porque me había dado la impre- sión de estar disparando a ciegas. Al día siguiente Rodríguez me sugirió, en nues- tras oficinas de Suipacha, que el coronel no era coronel, sino general de la Nación, pero no quiso decirme el nombre. Otro día, paseando por Flori- da, me recordó la confianza que le tenían las Fuer- zas Armadas, según el comentario que había hecho el misterioso personaje de la cena. Cuando mi padre fue detenido, corrí a la oficina de Rodríguez, pero antes de llegar me lo encontré en la calle. Entramos en su despacho y apenas nos instalamos levantó el teléfono, discó un número y dijo: "¡Hola, general! Habla el doctor Jorge Ro- dríguez para informarle de un problema que le ha ocurrido al padre de la persona con la que estuvi- mos cenando la otra noche. . .". Por las palabras de Rodríguez supuse que el interlocutor le habría contestado que en media hora lo llama- ría.' Cuan- do colgó, Rodríguez me dijo: "La persona con la que hablé era el general Vaquero, que fue quien cenó con usted en mi casa". Después me aclaró que el general Vaquero era el segundo del general Viola. Finalmente recibió una llamada para avisar- le -por lo menos eso fue lo que me dijo a mí que "seguramente el problema se va a resolver en poco tiempo". A partir de ese momento, y hasta que se ordena mi propia detención, me mantuve en contacto tele- fónico permanente con Rodríguez, a la espera de noticias. Incluso llegué a pedirle una entrevista con el general Vaquero, porque me parecía que tenía cierta responsabilidad conmigo después de nuestra cena juntos. Sin embargo, Rodríguez me dijo, tiempo después, que el general Vaquero lo había atendido muy fríamente y se había apartado del problema. En cuanto a mi padre no sabía con precisión dónde estaba. Comprendí que me hallaba en una vía muerta y busqué por otros medios. A través de Francisco Manrique logré una entrevista con el general Vio- la, en el Comando en Jefe del Ejército. El general Viola me recibió y me presentó a su colaborador, el general Vaquero: no era la persona que había estado cenando conmigo en lo de Rodríguez. Cuando me recuperé de mi sorpresa les conté los detalles de la cena y de las llamadas telefónicas de Rodríguez. Se mostraron absolutamente sorpren- didos. SEGUNDA VOZ: RICARDO ANIBAL PERERA Me habla un hombre de más de cincuenta años, semicalvo, de bigotes, que fuma incesantemente. A Jorge Rodríguez lo conocí en 1961 cuando yo trabajaba como intendente en un edificio de la calle Florida en el que él tenía una oficina. Des- pués hicimos negocios juntos, porque soy vende- dor de inmuebles. Estrechamos nuestra amistad a pesar de ® que teníamos ideas políticas opuestas. De los Graiver, en cambio, no sé casi nada. Re- cuerdo solo que hace unos años, cuando vendía terrenos en un "country" muy exclusivo, un com- pañero me contó que había venido una _ persona dispuesta a comprar un lote y cuando llegó el momento de tomarle el nombre dijo que era David Graiver. El vendedor no pudo evitar una expresión de contrariedad -porque la norma era no vender a artistas de variedades, personas de origen judío, divorciadas o separadas- pero el comprador lo tentó en seguida con la posibilidad de ganarse la comisión "a pesar de que ya sé que nosotros no podemos comprar". Yo, a David, lo había visto personalmente una vez, cuando era subsecretario de Manrique. Traté de interesarlo en una opera- ción de compra de un edificio para el ministerio en Rosario, pero si bien me escuchó atentamente no se llegó a nada concreto porque ya se había com- prado otro inmueble diez días antes.. . Más recientemente, Rodríguez me comentó que era miembro del directorio del banco Comercial. Un día me citó en la oficina y me explicó concre- tamente que el banco tenía problemas porque per- tenecía al grupo Graiver: era necesario que la fa- milia declarase todos los bienes de David en la sucesión y se desvinculase de ellos porque le esta- ban haciendo un mal al país. Para convencerlos de esto, me pidió que me hiciera pasar por un oficial de Ejército -"para evitar un mal que incluso podía afectar a la República" aprovechando que Isidoro le había pedido precisamente una entrevista con un oficial. Yo le contesté que era una locura, pero él insistió comentando que los negocios de la fa- milia Graiver iban por tan mal camino que ya los estaba investigando la X Brigada, "y es una obra patriótica frenar a los Graiver en sus negociados". Con estos argumentos y por un sentido de amistad que ahora comprendo que no ejercité de manera correcta acepté la propuesta. Quedé citado en casa de Rodríguez y nos pusimos de acuerdo para tratar
  • 67. 67 de convencerlo a Isidoro de que encarrilara todas sus actividades por canales normales. Apenas Rodríguez me presentó a Isidoro en su casa, yo aclaré que venia a una reunión informal, que no representaba a nadie ni a nada, y cuando me llamó "coronel" le dije que me tratara simple- mente de "señor". Isidoro me explicó que había venido al país ex- clusivamente para limpiar el apellido de su her- mano y Poder continuar aquí su obra. Le contesté que el nombre de su hermano no era susceptible de ser limpiado porque, sus negocios habían co- menzando con estafas y así seguían. También le que ésta era la oportunidad de demostrar pública- mente su interés en hacer las cosas bien denun- ciando en la sucesión todos los bienes, para que todo -absolutamente todo- fuese a parar a la testamen- tería. Como quería dar más convicción a mis pala- bras nombré algunas de las empresas que me había mencionado Rodríguez. Isidoro me preguntó si le estaría permitido después de "limpiar el nombre de su hermano", . tener negocios en otros rubros y le contesté porque así lo sentía- que nadie le iba a prohibir desarrollar actividades honestas. Reconozco haber cometido un error, pero obré sin ningún interés, sin intenciones de obtener ven- tajas, impulsado por el más puro sentimiento de amistad y convencido de que era necesario que los Graiver enderezaran sus actividades para evitar mayores perjuicios a la Nación. Soy una persona de hogar, con mujer y tres hijos (entre sus datos personales figuraba, sin embargo, "legalmente separado"); tengo una vida entera de trabajo y de buena conducta. Pido que se estudien con ecuani- midad las razones por las que adopté la personali- dad de un coronel del Ejército. Yo no sé nada de lo que ocurrió después. A Ro- dríguez lo seguía viendo porque me había encar- gado la venta de su oficina, pero nunca me contó las consecuencias de aquella cena ni el ascenso de "coronel Perera Muñoz" a "general Vaquero" que se había operado en mi persona. LA TERCERA VOZ: JORGE RODRIGUEZ Me vinculé al grupo Graiver en diciembre de 1976 gracias al Dr. Hipólito J. Paz. Mi tarea era redactar los contratos de venta de los bancos Comercial y de Hurlingham. Lidia Papaleo me dijo que si la venta de los bancos terminaba exito- samente me iban a reconocer una comisión. Yo aclaré que no cobraba comisiones, sino honora- rios, pero que ése no era el momento de fijarlos porque no sabía realmente las tareas que había que realizar para completar la operación. Le pedí que una vez concluida la venta de los dos bancos que- ría que se fijaran los honorarios de común acuer- do. Cuando hube cumplido le anuncié a la viuda de David que me consideraba librado del com- promiso, el 28 de febrero de 1977. Durante esos tres meses percibí 200.000 de honorarios mensua- les más dos meses de sueldo de vicepresidente del banco Comercial, a cuyo directorio me había in- corporado para facilitar el reordenamiento de la institución. En conversaciones posteriores Lidia me ofreció 20.000 dólares, que recién iban a pagar a partir de julio. Yo le expliqué que esa cifra esta- ba bastante lejos de lo que mi trabajo había valido, principalmente si se tiene en cuenta que la canti- dad obtenida por la venta de los bancos era de más de catorce millones de dólares, si bien el pago estaba todavía sujeto a la aprobación del juez de la sucesión de David, del banco Central y del asesor de menores. Lidia me contestó que cualquier cifra por encima de 20.000 dólares debía tratarla con Isidoro. Días después hablé con él y le dije que, como base, debíamos pensar en una cantidad que fuese el doble de lo que me proponían, y que el pago debía ser inmediato. La cuestión quedó sus- pendida en este punto. En diciembre la X Brigada había solicitado al banco toda la información relacionada con las firmas Fundar y Construir. Por este motivo me entrevisté con un oficial de la Brigada que me pidió la documentación. Se la envié inmediata- mente y comenté lo que había ocurrido a Isidoro Graiver, quien me pidió que lo conectase con al- guien para averiguar el origen del pedido de in- formes. Yo había comprendido que en los negocios de los Graiver había cosas muy oscuras. Algunas empre- sas eran deficitarias y necesitaban mensualmente el auxilio de jondos que no les pertenecían, ya fuese a través de créditos o de aportes directos del grupo. Algunos pagos se hacían incluso con me- tros cuadrados del Bristol. A veces había que acu- dir a solventar los gastos más elementales de las empresas. Deduje que quien posee empresas que les producen pérdidas y trabajan en una permanen- te desorganización, debe tener motivos ocultos para que esas empresas sigan funcionando. Hablé de este tema con el Dr. Anchorena. Nos citamos en la Richmond de Florida y ambos llegamos a la misma conclusión: que salvo inmobiliaria Juan
  • 68. 68 Graiver, el resto de las empresas se había formado durante la gestión de David y que por lo tanto de- bían ser incluidas en la sucesión. Pensé que hacía falta alguien que hiciera com- prender la situación a los dueños del grupo. Hablé con un amigo, Ricardo Perera, al que 1e expliqué el problema y le hice ver la necesidad de frenar los desbordes que se producían en las empresas del grupo. El Banco Comercial de La Plata, por ejem- plo, se encontraba prácticamente en cesación de actividades; no se conocía la posición financiera de la institución; no se tenía la aprobación del banco Central para el último balance; no se había confeccionado la fórmula 198 del banco Central, relacionada con el estado patrimonial del banco; no se habían confeccionado los balances mensua- les consolidados; no se sabía a qué tasa de interés había que captar dinero. Perera aceptó de mala gana mi propuesta, y me- nos aun cuando le dije que para reafirmar su posi- ción sería interesante que yo lo presentase como el "coronel Pereda Muñoz". De todas maneras se avino por amistad y porque comprendió que mis intenciones eran sanas. La cena fue corta y Perera dijo que todos los bie- nes debían ingresar en la sucesión y que si alguien tenía derechos contra cualquiera de los Graiver los reclamara ante la justicia. Isidoro contestó que ellos habían venido a1 país a dar la cara y querían lavar todo lo falso que se había dicho, pero Perera lo interrumpió muy duramente para puntualizar que debían realizar las cosas dentro de las reglas de juego legales. En ningún momento Perera men- cionó al general Viola ni dijo que venla en repre- sentación de sus supuestos superiores jerárquicos, y no lo podría haber hecho sin contradecirse por- que al comienzo de la conversación había aclarado que actuaba amistosamente y por cuenta propia. También se habló de la posibilidad de que los Graiver iniciaran otro tipo de actividades; Isidoro incluso mencionó que era "especialista en comer- cio exterior" y quería encarar sus negocios en esa dirección. También se habló de un cliente del ban- co Comercial, de nombre Gramano, que había absorbido una cantidad enorme de créditos, aun- que no tuviese antecedentes para operar con ese volumen, y había dejado una abultada cifra de deudas con el banco. Al día siguiente le sugerí a Graiver que la perso- na con la que habla estado comiendo no era coro- nel ni su apellido era Pereda Muñoz. Isidoro insis- tió en saber quién era en realidad y yo le dije que "a lo mejor" había estado cenando con el general Vaquero. No lo afirmé de manera expresa. Otro día vino desesperado Isidoro a mi oficina porque no tenía noticias de su padre y temía que hubiese sido secuestrado por terroristas. Estaba descompuesto y tuvo que ir al "toilette". Después me pidió ayuda y yo tomé el teléfono e hice una llamada simulada; es decir disqué unos números sin llegar a completar una llamada; hablé como si me interesase en averiguar el paradero de Juan Graiver, pero sin dar nombres de las personas con las que estuviese hablando. Fingí quedar a la espe- ra de noticias y poco después recibí un llamado sin ninguna relación con este asunto, que yo aprove- ché para decirle a Isidoro que tenía una respuesta y que se suponía que a Juan Graiver Io habían detenido; que se quedara tranquilo y que si le pe- dían que se presentase no dejara de hacerlo. Grai- ver me agradeció lo que hacía por él en ese mo- mento difícil y yo le pedí que fuera a casa de su madre para acompañarla y que esperase mis lla- madas.
  • 69. 69 XXIV - FINAL ABIERTO En el edificio Libertador, sede del Comando en Jefe del Ejército, se realizó el 19 de abril de 1977, pocos días después de. empezar la investigación, una conferencia de prensa en la que hablaron, con la mesura que se imponía por no estar terminadas las actuaciones, los generales Jáuregui, Martínez y Viola. Después tomó la palabra el comandante en jefe del Ejército y presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla. Su declaración se fundó en un informe detallado que yo le había entregado durante una reunión anterior, en el mismo edificio, a la que asistieron los generales Viola, Suárez Mason, Harguindeguy, Laidlaw, Ojeda y Vaquero. El general Videla, con el estilo lacónico que lo caracteriza, afirmó que la decisión de investigar el caso Graiver era "irrevocable" y sería llevada "hasta las últimas consecuencias". Mientras estuve al irente de la investigación cum- plí con el deber que me señalaron y estoy orgullo- so de ello. En otros países el caso Graiver continúa. En los Estados Unidos hay causas entabladas por sus estafas. por su muerte improbable y reclamos de indemnización a la supuesta viuda. En Bélgica, uno de los testaferros de Graiver fue sentado en el banquillo de los acusados para res- ponder por la quiebra fraudulenta del Banque pour l'Amérique du Sud. La cifra en juego es de 2.470 millones de francos, o sea más de 82 millones de dólares. Entre los damnificados en Europa hay 28 personas que tienen su domicilio en la Argentina. El caso Graiver retorna siempre a sus orígenes. Sin embargo, es precisamente en la Argentina donde las sotribras parecen querer apresurarse a cubrir todo con un manto de silencio. Los miembros del grupo fueron juzgados por un consejo de Guerra Especial que dependía del co- mandante del Primer Cuerpo de Ejército. En di- ciembre de 1977 Juan Graiver, Isidoro Graiver y Lidia Papaleo fueron condenados a quince años de reclusión, con la accesoria de inhabilitación abso- luta y perpetua por el delito de asociación ilícita calificada. El tribunal aceptó que, por sus activi- dades, los acusados formaban parte de la banda subversiva montoneros. El día 19 de julio de 1982, el juez Dr. Fernando Zavalía, sobreseyó a Juan Graiver y otorgó la ex- carcelación bajo caución juratoria de Lidia Papa- leo e Isidoro Graiver, debido a que habían cumpli- do en prisión los cinco años que había solicitado el fiscal como pena por "asistencia económica a la subversión". Yo creo que hay todavía personas que están eco- nómica e ideológicamente dispuestas a continuar con la tarea de financiar la subversión. Lo que hemos informado en éste libro acerca del caso Graiver y de sus imputados era en, su mayor parte desconocido por los argentinos, y por eso este libro se dirige a ellos y confía en su buen juicio y en la fuerza de la verdad. No tengo ningún interés en reavivar odios y rencores, pero estoy seguro de que mi lucha tuvo sentido, y de que lo seguirá teniendo durante mucho tiempo.
  • 70. 70 XXV - ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO? Hasta aquí el caso Graiver ha sido descripto des- de una doble óptica: dentro del contexto de un episodio policial y señalando también los aspectos relacionados con la subversión, que desborda el marco policial para enmarcarse dentro de una perspectiva política. Las vinculaciones y ramificaciones del imperio espurio que formó el grupo Graiver exceden la capacidad de asombro del investigador más escép- tico. Personas aparentemente intachables, de su- puestos antecedentes valiosos, profesionales, em- presarios, personas de orígenes sociales distintos, aparecen salpicadas, cuando no inmersas, en el lodazal de la corrupción, de mentiras y fraudes que fue el "modus operandi" de David Graiver y su grupo. Una perspectiva que enfoque el problema desde un punto de vista ético puede explicar muchas conductas, presentándolas como graves falencias en la formación de la personalidad moral de los miembros del clan. El apetito desordenado e in- controlado por el dinero y por el poder que aquél trae aparejado en una sociedad regida por el mate- rialismo, explica sin duda, algunas claves del caso Graiver. Pero la concupiscencia de dinero es solo uno de los anzuelos que permitieron a David reclutar cómplices, adeptos, ingenuos, socios, per- sonas influyentes. Encandilados por el poder económico y político que parecía irradiar Graiver, muchos se prestaron a colaborar con él ignorando el trasfondo ideoló- gico y las vinculaciones políticas de los negocios que hacía la "financiera de subversión" Otros, en cambio, de comprobados antecedentes marxistas y leninistas (Gelbard, Rubinstein, Timermam) , eran perfectamente conscientes de los vastos alcances de la actividad de David y colaboraron en la obra de disgregación y corrupción que caracterizó al siniestro personaje. Importantes grupos financieros estuvieron direc- tamente implicados en la gestación de los grandes movimientos revolucionarios modernos. La bur- guesía parisina, por ejemplo, apoyó la Revolución Francesa, y los consorcios de banqueros interna- cionales financiaron y apoyaron a Lenin en 1917. Por 1o tanto no debe extrañar que en la Argentina, desde antes de 1973, hubo grupos económicos que apoyaron y fomentaron la subversión. Con el caso Graiver queda demostrado que entre la subversión marxista y algunos financistas hubo conexiones y coincidencia de intereses. Investigar los alcances de la participación de estas personas en la obra de disolución nacional que emprendió David Graíver (junto con Gelbard, Broner, Rubínstein, Rotem- berg, Timerman) , va a convertirse en una necesi- dad para esclarecer y purificar la convivencia en- tre los argentinos. Un conocido política -Francisco Manrique-- que se autodenomina "de centro" nombró a David en el ministerio de Bienestar Social. Gelbard, minis- tro de Economía de otra fuerza política, nombró a David asesor suyo en la resolución oficial número una que tomó como funcionario público. El socio del ministro de Economía que fue designado en 1976, fue también hombre de confianza y colabo- rador de David Graiver en Papel Prensa y el banco de Bélgica. Todo ello me lleva a pensar que el caso Graiver fue un episodio que se inserta en un contexto mu- cho más amplio que las diferencias política loca- les: la guerra subversiva, el enfrentamiento entre las dos grandes potencias, la situación de los paí- ses que están involucrados en esa contienda, las respuestas que da la doctrina social de la Iglesia, los medios de acción de la guerra subversiva, son el marco de referencia para entender cabalmente el trasfondo del caso Graiver. Creo que conviene echar un poco de luz sobre ese trasfondo para comprender mejor los motivos, las acciones y las intenciones de los protagonistas del caso. Para comenzar, un poco de historia. La especula- ción consciente acerca de cuál era el sistema polí- tico que protegía mejor los intereses del hombre comenzó en la antigua "polis" griega, la ciudad que era la unidad política fundamental en el perío- do helénico clásico. Así nacieron los primeros intentos de institucionalizar la democracia, si bien las ideas políticas griegas del s.V. a.C.. estaban muy lejos de lo que hoy se considera como demo- cracia. Pero fue el origen. Roma tuvo la tarea de concebir una unidad polí- tica mayor y más poderosa: el Estado, regido por una normatividad racional basada en ideas de jus- ticia para sus ciudadanos; así nace y se perfeccio- na el derecho. Pero tanto en Grecia como en Roma la especulación política tiende a proteger a los "ciudadanos". grupo privilegiado que incluye solo
  • 71. 71 una minoría de las habitantes de la polis o del Es- tado. El Cristianismo, con sus armas poderosas y sen- cillas -la bondad, la caridad, el amor al prójimo, la consideración de todos los seres humanos como entidades trascendentes e iguales, el libre albedrío espiritual- configura definitivamente el núcleo de valores que hoy llamamos Occidente, o mundo Occidental y Cristiano, expresiones que tanta irri- tación causan en los enemigos de esos valores, que saben que la herencia cultural y religiosa de nues- tro mundo es el obstáculo más formidable para detener la imposición de ideologías extrañas. Por eso dirigen las armas contra ese núcleo de valores. El desafío de nuestro tiempo es la restauración y defensa de esos valores morales, sin adhesiones oportunistas a las políticos dominantes del mo- mento, buscando un camino auténtico y libre de toda potencia dominante. La primera fisura en el muro de los valores de Occidente ocurrió en el Renacimiento, cuando aparecen las acumulaciones desproporcionadas del capital y éstas empiezan a tener peso político. La reforma religiosa y el surgimiento de una moral protestante en la que se concibe el trabajo como valor en sí y la acumulación de bienes como prue- ba de la aprobación divina, fomentan desmesura- damente el atesoramiento de valores. Conviene aclarar que la acumulación de bienes y su destino a la producción de otros bienes es la esencia del capitalismo, y que en este sentido estricto la pala- bra puede ser aplicada tanto a un régimen político de principios liberales como a un sistema autorita- rio, o despótico, o marxista. Más que el problema del capitalismo en sí, lo que importa son los valo- res 'éticos y filosóficos que tienen vigencia dentro de una economía. En este sentido el capitalismo se opone a las economías de trabajo, en las cuales el motor fundamental para la transformación de los bienes era el trabajo del hombre. El capitalismo, concebido como fin en sí mismo, y el tecnologismo descontrolado produjeron una corriente de bienestar como nunca antes se había conocido en la Historia, pero también son el ori- gen de muchos problemas de nuestro tiempo: la acumulación de bienes descontrolada forjó un tipo de hombre cuya mayor preocupación son los me- dios de producción, la renta del capital, la conquis- ta de mercados. Ante el "hombre trascendente" que propone el Cristianismo -el hombre volcado a los valores morales- se erige el "hombre inmanen- te"; cuya única preocupación son los valores mate- riales. Pero esta ambición material descontrolada tiene un efecto inevitable: la falta de una orienta- ción moral caritativa genera la competencia des- piadada o la formación de monopolios, que son la causa de situaciones graves de desigualdad social, no solo en el nivel nacional, sino también entre las naciones mismas. De esta manera el capitalismo que actúa sin la inspiración de una filosofía moral engendra una corriente caudalosa de descontento. Por supuesto, no tardan en aparecer ideologías que tratan de aprovechar ese descontento. El marxismo tiene sus mejores armas en los defectos del capitalismo descontrolado y las seguirá tenien- do allí mientras Occidente no emprenda una tarea de regeneración a fondo. El marxismo promete tanto satisfacciones materiales como espirituales, y si bien la experiencia histórica ya permite asegu- rar que esto no se cumple en la realidad, las pro- mesas siguen teniendo peso como mitos que sub- levan a la gente haciéndole creer que la vida plena está al alcance de la mano con solo adoptar la ideología marxista. La lucha ha sido planteada en la conciencia del hombre: se pelea más por la cap- tación de conciencias que por territorios. De allí la obsesión marxista por dominar los medios de co- municación social. La guerra se dirige al intelecto. El éxito de la doctrina marxista depende funda- mentalmente de que los hombres se conciban a sí mismos como seres alejados de los valores cristia- nos. ¿Nadie da su vida por el producto bruto inter- no?; millones de hombres murieron sin vacilar por la Cruz. Sin embargo, las potencias que por su poder eco- nómico y militar dirigen a Occidente no compren- den aún la importancia del elemento espiritual en la lucha por el dominio del mundo. Estados Uni- dos, por ejemplo, no tiene una política coherente en este aspecto, y si bien hay algunos' sectores de ese país -admirable por los logros que ha obtenido en todos los campos de la tecnología- que tienen presente también los valores fundamentales que le dan sentido al avance tecnológico, la acción nor- teamericana en el mundo se ve sometida a los vai- venes que produce la sucesión de equipos guber- namentales con ideas contradictorias entre sí. Hay otros factores que comprometen seriamente la acción de Estados Unidos: el temor obsesivo a una guerra nuclear, su dependencia energética y de materias primas, la infiltración en sus medios de .comunicación social de elementos irresponsables, o incluso de marxistas, que cuestionan las institu- ciones y valores fundamentales del país. Todo esto
  • 72. 72 produce miopía en la población y los gobernantes norteamericanos, y los impulsa a apoyar y tratar de imponer en el exterior conceptos que no siem- pre son aplicables en las realidades extranjeras. El resultado de ello son sorpresas como las de Viet- nam o Irán, en donde los acontecimientos descolo- caron a los gobiernos norteamericanos sin que éstos comprendieran por qué habían fallado sus refinados y costosos elementos de información e inteligencia. Estados Unidos no ha entendido ca- balmente la estrategia que emplea su rival -la Unión Soviética- y el uso que dentro de esa estra- tegia imperialista soviética se hace de la ideología marxista. Tampoco comprende muchas de las si- tuaciones políticas locales en las que la estrategia soviética interviene con intenciones de dominio. Los fracasos y la incomprensión han creado en los Estados Unidos un espíritu de derrota, abdicación del liderazgo en el mundo libre, renuncia a tomar las medidas adecuadas para la defensa de los prin- cipios del bloque que debería conducir. Sin em- bargo, Occidente necesita de Estados Unidos, de su poder. Occidente necesita el respaldo de una potencia que esté correctamente situada en sus percepciones y decididamente asentada sobre los principios que dan sentido a la lucha. Frente a este "primer mundo" en crisis se yergue el "segundo mundo", el bloque marxista, con sus variantes leninistas, maoísta y otras alternativas. Su cabeza, la Unión Soviética, maneja una política coherente y tiene un objetivo claro: el dominio global. Para ello afila sus armas: acrecentar tanto como sea posible su poderío nacional y militar; debilitar por todos los medios a su rival; expandir el área de influencia por medios militares, políti- cos y, más frecuentemente, por habilísimas com- binaciones de ambos; aprovechar la política de coexistencia pacífica y la credulidad de las demo- cracias. Consciente de las consecuencias que un enfrentamiento atómico total traería al mundo, la Unión Soviética ha desarrollado sutiles sistemas de lucha contra Occidente que no implican nunca el riesgo de una guerra total pero le permiten ir comiéndose la torta, migaja a migaja. No vacilan en declamar una política por la paz cuando ello les conviene, mientras al mismo tiempo y en otro es- cenario buscan extender su influencia por medio de operaciones políticas, económicas, subversivas. Para socavar a sus rivales emplea eficazmente la información y la propaganda dirigida contra todas las instituciones y personas que se opongan a sus fines. La variedad, flexibilidad y sutileza de recursos de los soviéticos desconciertan a su rival. El segundo mundo emplea regularmente los engranajes políti- cos, incluidos los partidos comunistas locales, siempre obedientes a las directivas moscovitas; la subversión armada, económica e intelectual; la información y la desinformación; el espionaje, la infiltración, la diplomacia, y finalmente la fuerza militar, usada directamente -Hungría, Checoslova- quia, Afganistán- o indirectamente -como el caso de Polonia. Este variado arsenal tiene una enorme eficacia porque en su empleo no participa sola- mente la Unión Soviética, sino que alternan, según aconsejan las circunstancias, los países satélites del bloque.. El resultado es una máquina de poder temible y enorme, pero a la vez sutil y capaz de adaptarse a cada situación e incluso de retirarse temporariamente para esperar una oportunidad más propicia. El mismo Occidente contribuye a aumentar el poder de la maquinaria soviética su- ministrándole los conocimientos científicos y tec- nológicos qué el comunismo no puede desarrollar por su cuenta. La política expansiva de los zares de la vieja Ru- sia y el imperialismo soviético actual, coinciden. En ambos casos la ideología no es más que una excusa para convertir a todo el mundo en un gran imperio. En el segundo mundo también actúa la China, y si bien sus ambiciones ideológicas son grandes, su acción efectiva está por ahora recortada por los problemas internos (explosión demográfica, con- flicto de límites y de ideología con la URSS) y la dependencia económica y científica. Hay también un grupo de naciones que trata de mantenerse al margen de la contienda entre el primer y el segundo mundo. Son naciones que se proclaman neutralistas, pacifistas y no comprome- tidas con ningún bloque, pero los hechos desmien- ten reiteradamente estas aspiraciones. La puja en- tre el occidente y los marxistas es tan importante para el destino de la humanidad que no es posible mantenerse al margen de ella. La estrategia marxista no podía descuidar un terreno tan fructí- fero como el que representa un conjunto de nacio- nes débiles y sin respaldo militar ni político. La prueba de los éxitos de las , maniobras de infiltra- ción hechos por la Unión Soviética entre los no alineados es que los dos últimos presidentes de este bloque son marxistas confesos: Tito y Fidel Castro.
  • 73. 73 Este "tercer mundo" es el campo de batalla ideal para que los dos bloques vayan probando sus fuer- zas a la espera de un conflicto definitivo. En él se desarrollan las acciones políticas, militares y eco- nómicas que preludian lo que ya podemos llamar claramente "la tercera guerra mundial", un conflic- to insólito lento, cuyas batallas se libran en las regiones más distantes, del globo, y sin que apa- rentemente haya ningún nexo que las relacione. La composición política del tercer mundo acen- túa su debilidad: conviven en este bloque demo- cracias; monarquías, gobiernos despóticos; un espectro contradictorio que no configura ninguna tendencia real. Sin embargo, aun las naciones que pertenecen al bloque no alineado deben decidir si se inclinan por el primer o el segundo mundo, de- ben elegir entre capitalismo y marxismo, porque esa contienda ha invadido su esfera y es uno de los factores que más influyen en el tercer mundo. Esto no quiere decir que la afiliación al tercer mundo sea inútil. Los terceristas están en buena situación para lograr ventajas económicas y, menos frecuen- temente (porque en este caso hay que jugar las cartas con prudencia de zorro) , también políticas. Pertenecer al tercer mundo no significa, por lo tanto, desentenderse del conflicto principal. La Unión Soviética tiene países totalmente marxistas y obedientes que se han infiltrado en el bloque no alineado hasta lograr posiciones importantes: es el caso de Cuba, presidente de los no alineados hasta 1983. Estados Unidos, en cambio, no tiene un país que cumpla un rol semejante al de Cuba desde el asesinato de Sadat. La Unión Soviética cuenta con una ventaja adi- cional para influir en el grupo de los no alineados. Hasta el s.XX el imperialismo soviético trabajó para ampliar su propio territorio, y si bien esta política cambió actualmente, la historia de Rusia está libre de directas aventuras coloniales en tie- rras alejadas. Ahora bien, la mayor parte de las naciones del tercer mundo son africanas y asiáti- cas, y han sufrido en carne propia las consecuen- cias del despiadado colonialismo de los países que son líderes de Occidente. Por esta razón la mayo- ría de los no alineados desconfía de los- accidentales y prefiere escuchar las argumentacio- nes soviéticas. EI bloque marxista ha logrado una situación ven- tajosa para obtener el dominio del mundo, pero la batalla no está perdida ni mucho menos. El imperialismo soviético actúa principalmente a través del marxismo, pero tiene varios disfraces alternativos para el caso en que el marxismo no se pueda abrir pasó en una sociedad, tal como ocurre en la Argentina. Por ejemplo, dentro de la estrate- gia sin moral destinada a vencer el espíritu y la cultura de Occidente, la variante del Eurocomu- nismo es una de las más exitosas y ha logrado im- portantes triunfos en las principales repúblicas europeas. Pero la política imperial soviética y sus agresiones desembozadas han abierto los ojos de los pueblos y la penetración directa del marxismo se ha hecho difícil por sus mismos pecados. Por esta razón el imperialismo soviético ha resucitado un viejo concepto afín que, sin embargo, pasa ac- tualmente ante los pueblos incautos, por ser una alternativa válida frente al marxismo: la socialde- mocracia. En el plano ideológico; los socialistas solo se di- ferencian de loa marxistas en que sustituyen el concepto de lucha de clases por apelaciones a la moralidad y al humanitarismo. En 1868 Fernando Lasalle fundó, con un programa esencialmente marxista, el Partido Social Demócrata. La alternativa de moderación o radicalismo se planteó en un congreso del Partido Obrero Social Demócrata, de Rusia, reunido en Londres en 1903. Él sector radical, liderado por Lenin, obtuvo la mayoría ("bolcheviques", en rusa) y el sector mo- derado quedó en minoría ("mencheviques") . Después del triunfo de la revolución de 1917 el bolcheviquismo dominó aparentemente todo el campo del socialismo, pero en realidad no fue así, pues sobrevivieron otras tendencias, la democráti- ca y la evolutiva, que defendían. la idea de que el Estado socialista debía triunfar como consecuen- cia de las transformaciones naturales de la econo- mía. De estas últimas tendencias renació después de la Segunda Guerra Mundial el "socialismo moder- no". Su propuesta más importante es la asunción por parte del Estado de la responsabilidad para el control del sistema económico total, pero sin lle- gar a la anulación de la propiedad privada. En la realidad, la socialdemocracia actúa como preludio del marxismo en aquellos países donde, por la naturaleza e ideales naturales del pueblo, es impo- sible la doctrina soviética directamente. La social- democracia ha obtenido triunfos resonantes en Alemania, Francia, España, y está actuando con éxito creciente en América Latina. Venezuela y Colombia son ya bases de acción de esta tenden-
  • 74. 74 cia. En el plano internacional, los países domina- dos por la social-democracia actúan siempre de acuerdo con los países del bloque marxista, tal como lo demuestran las votaciones en las Nacio- nes Unidas. En la Argentina, la social-democracia no tiene fuerza para vencer por sí sola, pero ha logrado importantes triunfos infiltrándose en los principa- les partidos políticos -radicalismo y peronismo-. Con fuerte apoyo internacional, esta tendencia ha logrado en nuestro país hacer surgir inesperada- mente líderes que; si bien actúan formalmente dentro de los partidos, propugnan ideas que son completamente contradictorias con la tradición histórica de estos dos partidos. Estas figuras, que la prensa rodea de un prestigio que la realidad desmiente, son el principal desafío del presente a la prudencia y sagacidad política de los argentinos. En un acto de homenaje a los heridos en comba- te, en diciembre de 1977, hice una descripción de la situación interna del país, que irónicamente tie- ne más vigencia en 1983 que en aquel tiempo: Cualquier equivocación, cualquier error de apre- ciación, pueden conducirnos: a repeticiones histó- ricas inadmisibles. Ha llegado el momento de en- tender el significado preciso de esta tercera guerra mundial y proyectarse significado al diagnóstico global de la política Argentina. No puede verse el fenómeno de la violencia co- mo una respuesta aislada a ciertos desajustes de un sistema o como una espontánea y justiciera reac- ción de los débiles frente a los fuertes. La violen- cia es, en el mundo contemporáneo, una construc- ción política, una ideología, que bajo el disfraz de la rebeldía y la justicia, encubre una estrategia sistemática de dominación de una gran potencia, en el marco de una lucha generalizada por el poder y el sometimiento del mundo. Hoy escuchamos por todas partes y en todo el mundo voces apresuradas que proclaman la conce- sión y la negociación como valores supremos. Nosotros hemos sufrido con nuestra propia sangre el sofisma, cuando no la complicidad, que esa proposición contiene. El verdadero progreso del espíritu de una nación no se funda primeramente en concesiones arbitra- rias o en maniobras negociadoras. Se constituye principalmente sobre la afirmación orgullosa de sus banderas y a través de la voluntad inteligente de sus logros políticos. Debemos ante los soldados y combatientes pro- clamar que la victoria no está basada en ninguna clase de estrategia de retirada o en la hipótesis de algún oportuno retorno a políticas superadas. La victoria, por la cual han muerto los argentinos gloriosos y hemos combatido los argentinos res- ponsables; no puede regalarse en. la retaguardia o confundirse con una posición política que no po- sea como objetivo supremo la construcción de un nuevo futuro. El triunfo sobre el enemigo implica simultánea- mente la elaboración precisa y concluyente de un proyecto de nación que nos reclama. De este mo- do, la victoria misma es el futuro, porque ella su- pone la articulación de una verdadera ofensiva de la Argentina en el mundo, con el objeto de asegu- rar la solidez, la madurez y la coherencia de nues- tra historia.
  • 75. 75 XXVI - ¿COMO ACTUA EL ENEMIGO? De todas las armas que emplea la estrategia so- viética me interesa analizar en este libro el con- cepto de "guerra subversiva". La idea es muy simple. Se trata de desencadenar un conflicto armado que beneficie los intereses soviéticos, pero en el que la principal potencia marxista no interviene directamente. En otras pa- labras, la URSS dirige, financia y presta apoyo informativo a un conflicto en el que luchan los nativos, pero no participa en él. Toda su actuación queda siempre en sombras, entre bambalinas. Bandas como tupamaros, eta, erp, montoneros reciben directivas, fondos e instrucción militar de la Unión Soviética. Está plenamente probado que la instrucción militar e ideológica de los dirigentes guerrilleros se cumple en Alemania comunista, Cuba, Moscú, Libia y Vietnam. Alemania oriental, Rumania y fundamentalmente Cuba son los apo- yos de montoneros y erp. En Rusia, la universidad "Patrice Lumumba" es el principal centro de ins- trucción ideológica. Una vez que el grupo de nativos ha sido adoctri- nado comienza su acción, dirigida principalmente a la política, 1a economía, o mejor aún, a los me- canismos que permiten golpear a todo el cuerpo social de la nación elegida como víctima: la edu- cación, la cultura y los medios de información. De esta manera la -Unión Soviética puede mantenerse en la ofensiva eligiendo sus blancos y obligando a su rival a mantenerse en la defensiva. El sentido final de esta acción es minar el frente interno del mundo libre reduciendo su campo de acción y sometiéndolo a todo tipo de dudas ideológicas, hasta perturbar las bases mismas de la democracia. En resumidas cuentas, es una lucha en la que el agresor actúa con gran coherencia, que proviene de una doctrina común, un apoyo logístico común, y objetivos comunes; mientras los agredidos se debaten en un mar de dudas fomentadas por sus mismos enemigos. Una vez instalados en el terreno de lucha, los subversivos adoctrinados procuran encubrirse in- filtrándose en movimientos políticos locales, en las instituciones importantes, en los puestos cla- ves. Esta acción disfrazada tiene una razón simple y clara: la actuación de la Unión Soviética en con- flictos como los de Afganistán, Polonia, Hungría y Checoslovaquia ya no suscita ilusiones en nadie; nadie tiene deseos de pelear por Moscú. Por ello necesitan la cobertura de las tendencias políticas locales y procuran ahondar los conflictos lugare- ños para poder desarrollar su acción. "Subversivo" es por consiguiente, aquel que busca demoler los valores, la cultura y el orden de un país que ha sido elegido como objetivo de una agresión ideo- lógica, agresión que a su vez tiene por objetivo dominar al país para asimilarlo a un bloque políti- co al que no pertenece naturalmente. En sus oríge- nes, es una acción netamente intelectual y psicoló- gica, puesto que la nación agredida vive por lo general una situación de paz que atenta contra las ambiciones de dominio del agresor. Por eso los primeros pasos subversivos procuran desencade- nar la alteración social, educacional, religiosa y económica, pasos previos a la acción armada, o terrorismo. A partir de un país que vive en paz -- con los conflictos naturales de todo organismo político libre- los subversivos se enquistan en los conflictos latentes hasta lograr crear un abismo entre la población y cualquiera de los gobiernos que intenten dirigirla. En este aspecto la Argentina es un ejemplo avanzado y preocupante de éxito de la acción psicológica subversiva, cuyos efectos subsisten aun después de haber sido derrotados los terroristas. Esta derrota no altera los planes marxistas puesto que la lucha genera más desor- den y crea "mártires marxistas" que más adelante son bien aprovechados por el Kremlin. En otras palabras, a la seducción ideológica subversiva que procura dominar las conciencias, sigue el terror a través del miedo y la intimidación en la que, si es necesario, los peones locales de Moscú son envia- dos sin contemplaciones al sacrificio por los ideó- logos extranjeros que los manejan. La guerra subversiva contemporánea tiene carac- terísticas . bien definidas: es interna, se desarrolla dentro de las fronteras de un Estado y en ella pe- lean los nativos de ese país; el bando agresor reci- be, sin embargo, apoyo exterior para facilitar el triunfo de la doctrina marxista en el país. Los combatientes que se enfrentan en este tipo de guerra están en condiciones psicológicas distintas. Mientras los agresores marxistas luchan por una ideología en la que han sido cuidadosamente adoc- trinados hasta llevarlos al fanatismo, los que de- fienden los valores nacionales están a la defensiva, sin prometer "mundos perfectos" que nunca son realidad. Muchas veces -por culpa de los excesos del materialismo de algunas saciedades capitalis- tas- los defensores no tienen completamente en claro la pureza de los valores que defienden, no
  • 76. 76 saben con precisión qué defienden y-por causa de las maniobras de encubrimiento de los subversi- vos- no saben exactamente qué están atacando. Creo que la lucha antisubversiva requiere funda- mentalmente el esclarecimiento y afianzamiento de los valores por los que luchan los defensores de la nacionalidad del país agredido. En otras pala- bras, es imprescindible ir a la lucha apoyados por la restauración, actualización y revitalización de la doctrina que se va a oponer al marxismo. No es posible luchar mientras la mayoría de los agredi- dos ignora que está en guerra. En la Argentina, mientras se peleaba con las armas en la mano para evitar la expansión subversiva, sectores fundamen- tales de la Nación ignoraban esa lucha o no la comprendían, y actuaban como si se viviesen tiempos de paz. Me refiero especialmente a impor- tantes sectores de la vida económica. Estas, guerras no. las comienza nunca el anti- marxismo. La jugada inicial la hace siempre el marxismo. Por lo general, cuando las fuerzas na- cionales se lanzan a la lucha los acontecimientos han llegado a un punto tal que se pelea simple- mente para evitar que a uno lo maten o asesinen a su familia, sin tiempo para esclarecer en la pobla- ción y los combatientes los valores trascendentales que están en juego. En la década del '70 los terro- ristas pasaron en la Argentina de la lucha ideoló- gica al enfrentamiento armado, pero creo que ya aprendieron la lección. En la del '80 van a actuar en el campo político, eludiendo el enfrentamiento con las Fuerzas Armadas. La infiltración política no se va a dirigir a un solo partido; van a tratar de entrar en todos los que puedan servir a sus objeti- vos, y también en las organizaciones sociales, cul- turales y educacionales. Se van a empeñar en se- ducir a toda la población. Van a hacer todo lo po- sible para evitar cualquier salida que no sirva a sus fines. Es tiempo que erijamos contra esta invasión una doctrina sólida, verdadera e integradora de todos los valores que nos son queridos y por los que peleamos. En el '76 la lucha se emprendió principalmente en el campo armado. Hubo algu- nos esfuerzos hechos para detener la infiltración en política y educación. Yo fui uno de los que intentaron medirse con la todopoderosa subversión económica, que al fin fue la que consiguió malo- grar todo el esfuerzo realizado. Ahora ha llegado el momento de formular una solución integral. En 1976 se inició una política económica que no solo se desentendía de la lucha antisubversiva, sino que incluso permitió que el materialismo descontrolado actuara en la práctica como aliado de la subversión. No se puede subor- dinar la lucha contra la subversión a la política económica. Esto lo afirmé en el '76 y lo reafirmo ahora. Las cosas deben ser al revés: la política económica debe auxiliar a la doctrina que opon- dremos a los nuevos intentos subversivos. Yo no puedo pelear contra los terroristas mientras los especuladores hacen Cerrar fábricas. Los terroristas luchan contra la sociedad sin apli- car ninguna convención. Sus combatientes no usan uniforme, ni llevan armas a la vista, no tienen las características que definen a los combatientes am- parados por la convención de Ginebra. Su enemi- go es toda la sociedad: es lo que se llama acción psicológica o intimidatoria. Ejemplos reales y fre- cuentes de la acción terrorista son poner bombas en escuelas, asesinar familiares indefensos de sus adversarios y destruir los bienes públicos como transportes o centrales eléctricas. La estructura de apoyo a los subversivos procura que se divulguen y se juzguen severamente las acciones de sus enemigos, pero calla al mismo tiempo las atroci- dades de sus combatientes. Lo asombroso es que países en donde los hechos acusan tan claramente a los terroristas como iniciadores y actores de las mayores atrocidades, caigan en la trampa de la acción psicológica subversiva y en poco tiempo se ocupen solo de juzgar las acciones de aquellos que combatieron en defensa de los valores nacionales y olviden completamente el orden real de los acontecimientos y la naturaleza de la agresión terrorista. El efecto desmoralizador que tiene este tipo de acción psicológica es mucho más devasta- dor qué el poder de las bombas terroristas. La táctica fundamental de los guerrilleros es el "golpe de mano", acción reducida, inesperada y breve que les permite copar por unos instantes una dependencia militar, fábrica, escuela o cualquier otro lugar. Sus agresiones pueden ser tanto indis- criminadas como selectivas. Una bomba en una confitería, en un supermercado, en una esquina concurrida es una acción indiscriminada, y en la década del setenta la Argentina sufrió millares de éstas. Recuerdo el caso de un oficial policial que desarmó en un solo día doce bombas terroristas colocadas en la calle; murió mientras trataba de desarmar la decimotercera, que había sido coloca- da en un auto. El secuestro o asesinato de una persona determi- nada es el caso típico. de acción terrorista selecti-
  • 77. 77 va. Muchas veces estas acciones tienen , por fina- lidad eliminar a un enemigo particularmente peli- groso para los terroristas o intimidar a todo un grupo de gente. El asesinato de un empresario - especialmente elegido- tiene el efecto extenso de intimidar a todos los empresarios y facilitar por lo tanto la extorsión de ellos. Los primeros intentos teóricos para elaborar una respuesta contra la acción subversiva nacieron en Francia -donde se estudió el problema desde el punto de vista político- y Estados Unidos -donde se estudió el problema desde el punto de vista mi- litar, para lograr apoyo a sus tropas que combatían en Vietnam . Pero el primer ejército que aplicó coherentemente una teoría de guerra antiterrorista en su propio país fue el argentino. Nuestras Fuer- zas Armadas no solo tuvieron éxito en la lucha, sino también en esclarecer y convencer a la pobla- ción de la necesidad de apoyar el esfuerzo antite- rrorista. Este éxito se vio favorecido por la misma naturaleza de las acciones terroristas en la década del setenta, cuando para cualquiera era evidente la catadura facciosa y criminal de los terroristas. Pe- ro la subversión económica y la acción psicológica marxista borraron del recuerdo de los argentinos esta lucha por la supervivencia de la Nación en la que, a partir de 1976, coincidieron las Fuerzas Armadas y la inmensa mayoría del pueblo, sin distinciones políticas o sociales. Una de las condiciones fundamentales para que la acción subversiva tenga éxito es el apoyo de la población. En este sentido ya hay antecedentes .en Latinoamérica' de poblaciones que rechazan de plano la acción terrorista. El más notorio es el fra- caso del "Che" Guevara en Bolivia. En la Argenti- na, el erp fue el encargado de aplicar en Tucumán una guerra similar a la de Fidel Castro en Sierra Maestra y a la del "Che" en Bolivia. Este foco de subversión rural fracasó rotundamente gracias a la acción de las Fuerzas Armadas y al rechazo de la población. El campesino tucumano tiene senti- mientos e ideas propias muy arraigados y no se adhirió a la propuesta guerrillera. En este sentido creo que fue fundamental la actitud que tomó Pe- rón al expulsar a los montoneros de Plaza de Ma- yo. Perón sabía que tenía infiltrada en sus filas una organización que no era peronista, sino marxista. Tomó esa actitud en un momento en el que toda- vía no había quedado totalmente descubierto sobre el tapete la naturaleza de la agresión subversiva. En la Argentina, los marxistas emplearon dos tácticas: el "entrismo" y el "foquismo". El "en- trismo" es una técnica combatiente creada por el ideólogo de los montoneros, Miguel Brezano, que consiste en penetrar en una organización política mayoritaria, dominar esa organización y radicalí- zarla desde adentro. Aquí el objetivo fue el pero- nismo y esta táctica tuxo éxito parcial el 25 de mayo de 1973, cuando asumió Cámpora, pero se frustró definitivamente cuando Perón la desen- mascaró en Plaza de Mayo. Pero éste no fue el único intento de "entrismo". También se aplicó en la Iglesia Católica, donde el movimiento de "curas del tercer mundo" trató de radicalizar a este pilar de la saciedad. El tercer ámbito en el que se aplicó el "entrismo", además del político y el religioso, fue el educacional. En realidad, la educación Ar- gentina es la víctima más antigua del "entrismo", pues ha sido un objetivo marxista desde mediados de la década del cincuenta. Los frutos del "entrismo" empezaron a madurar en 1969, cuando estallan el cordobazo, el rosaria- zo y otros "azos". El gobierno de aquel tiempo no vio en estos hechos el resultado de una paciente acción de infiltración de los marxistas, no vio un movimiento político medulosamente preparado, sino una simple reacción de descontento. Esta miopía impidió que se adoptara una respuesta co- rrecta y coherente, y el "entrismo" progres6 hasta el punto de copar el movimiento peronista. Era la época en la que se aceptaban estribillos como "si Evita viviera sería montonera". Cualquiera que tenga una idea del carácter y de las ideas simples y ardientemente peronistas de esta mujer no puede comprender este lema. En 1973 se enfrentaron en Ezeiza los montoneros con el peronismo nacional. La balanza se inclina a favor de éste, pero monto- neros actúa en la legalidad hasta 1974, cuando Perón los echa de la plaza. Hasta ese momento, José Ber Gelbard, ministro de Economía peronista, administraba los dineros de montoneros. Hoy el conflicto que suscitaron los marxista en la Argentina parece superado, pero esto no es más que otra trampa que nos tienden los ideólogos de Moscú. En realidad, los movimientos subversivos no son estables. No son ellos los que están en jue- go, y cuando al Kremlin le conviene sacrificar los miembros de una de estás organizaciones, lo hace sin vacilar. Para los ideólogos marxistas no es una verdadera derrota, porque cuando las circunstan- cias vuelven a ser propicias a la subversi8n no tienen inconvenientes en crear nuevas organiza- ciones mejor adaptadas a las nuevas circunstan- cias. Por ejemplo, en 1976 había-268 movimientos
  • 78. 78 subversivos en el mundo -en 1983 hay 313- de los cuales 18 actuaban en la Argentina. Había incluso diez que actuaban en Estados Unidos, donde se los combatió como hechos policiales, error de pers- pectiva que en el futuro puede costar caro a esa potencia. La acción de los Graiver, Gelbard y Timerman estaba al servicio de esta técnica de "entrismo". De allí la importancia que le daban a los medios de difusión social, a la penetración en organizaciones económicas, culturales y políticas. La otra técnica subversiva es el "foquísmo". La aplicó el erp en Tucumán, según el modelo del "Che" Guevara en Bolivia. Sin embargo, la elabo- ración teórica del "foquismo" es obra de un iz- quierdista extranjero, Regis Debray, asesor actual ~ primer ministro francés socialista François Mit- terrand. La idea básica del "foquismo" es crear un foco de rebelión estable una su vez generará otros focos de insurrección, hasta provocar incendio de todo el país agredido. Esta táctica tuvo éxito en Sierra Maestra, pero fracasó en Tucumán. El fra- caso del "foquismo" fue más evidente que el del "entrismo" porque la primera de estas técnicas requiere enfrentamientos armados con la fuerzas regulares y apoyo de la población. En ambos fren- tes fracasó el "foquismo". La acción del "entris- mo" es, en cambio mucho más sutil y sus derrotas pasan casi tan inadvertidas como sus triunfos, por- que el medio natural de acción de esta táctica es la sombra y todo lo que se hace está cubierto por el mayor secreto. Sin embargo, ha demostrado ser un arma de gran eficacia y las próximas agresiones que el marxismo planea en Argentina' estarán sig- nadas por la táctica del "entrismo". Actualmente, después de los triunfos contra la subversión los argentinos tendemos a creer que el problema ha sido resuelto definitivamente y nos olvidamos de él. Pero las estructuras, internaciona- les que facilitaron los brotes subversivos de la cada del setenta siguen intactas y van a volver a golpear. puede haber soluciones para el país mien- tras se ignore esta alidad internacional. También siguen intactas, para impone marxismo, las estruc- turas subversivas económicas -tanto las ideológi- cas, que explotan nuestras debilidades, como las materialistas, que hunden al país con usura y espe- culación por puro afán de ganancia de una mino- ría-. No puede haber estabilidad política mientras no se esclarezcan y corrijan estos problemas. No se ha hablado a fondo sobre el tema de la subversión económica. Por supuesto, existen los empresarios que hacen cualquier tipo de negocios, dentro y fuera de la ley, para conseguir fondos de apoyo a movimientos izquierdistas, o derechistas. Pero el problema es mucho más hondo. Mientras yo combatía un tipo de subversión económica, algunos círculos de poder practicaban otro tipo de subversión económica. Yo combatía contra Grai- ver, Gelbard y Timerman, capitalistas de la guerri- lla; mientras ciertos sectores de poder incentivaba la .especulación con el dinero en desmedro del trabajo y el ahorro, que son instrumentos funda- mentales para la realización serena de los valores trascendentales del hombre, tal como lo concibe nuestra cultura occidental. En última instancia, subversión económica es to- da actividad que impide que el hombre goce de los bienes que son razonables esperar según los ade- lantos de esta época. La frustración económica trae como consecuencia la frustración social y, por consiguiente, también la política. Y sin una base mínima económica, social y política, no es posible una realización espiritual tal como la conciben nuestra Iglesia y nuestra cultura. Estas son las ra- zones por las que creo que el problema de la sub- versión económica debe ser puesto en el tapete y debe ser uno de los temas fundamentales del mo- mento, antes que discutir sobre una fecha de elec- ciones en las que se va a elegir un gobierno que inevitablemente va a ser golpeado por la subver- sión-económica, política las e ideológica hasta hacerle imposible la supervivencia. Mientras los partidos discuten problemas coyunturales e inclu- so alientan sentimientos de desquite, queda oculto el problema de fondo. La democracia no tiene por cierto nada objetable, pero aquellos que alentamos sentimientos honestos no podemos hablar de insti- tucionalización cerrando los ojos a la realidad de la agresión subversiva, no creemos que un voto depositado pueda solucionar el problema de la guerrilla internacional y la especulación interna- cional. La única actitud leal que cabe es un debate esclarecedor sobre el tema y tomar después las medidas necesarias para que cualquier gobierno argentino que asuma el poder pueda serse libre de este flagelo que le impediría gobernar pacífica- mente. Ante las primeras agresiones terroristas la Argen- tina reaccionó como si estuviese en presencia de delincuentes comunes, y dejó el problema en ma- nos de jueces y leyes que han sido planeadas para circunstancias completamente distintas. Con estos medios no se pudo evitar una expansión acelerada
  • 79. 79 de la guerrilla en el país. No se puede juzgar el problema subversivo fuera del contexto global de la contienda política más importante de este siglo. También Estados Unidos comete el mismo error cuando considera los movimientos subversivos como problemas locales de cada país. Recién aho- ra está saliendo de su falsa perspectiva. La subver- sión no es un hecho policial; es un hecho político. Nadie monta una organización para poner bombas por el puro placer de hacer daño detrás hay siem- pre un plan de largo alcance que responde a una ideología, a una organización, a un objetivo y a una estrategia. En otras palabras, estamos frente a un hecho político y no frente a un hecho policial, estamos frente a una agresión política seria, apo- yada por una de las mayores potencias militares de la Historia, que se propone cambiar todos los valo- res que Occidente ha atesorado durante 25 siglos. La paz es, principalmente ahora, una reflexión sobre nuestro comportamiento político -dije en un discurso en 1977-, sobre aquellos de nuestros mo- delos que imposibilitaron realizarnos y que logra- ron hacer crecer hasta el límite las frustraciones, el desasosiego y el desaliento, debilidades espiritua- les que pueden causar el agotamiento de cualquier proceso histórico. Por eso la paz significa aquí la estabilización de nuestro f rente interno, la producción de un pro- yecto que una realmente las conciencias argentinas en torno de metas movilizadoras y de ideales grandes. Necesitamos, para ello, no solamente superar cierto orgullo que nos puede conducir al aisla- miento y superar cierta autocensura que lleva ne- cesariamente a la inercia, sino también concluir definitivamente con la tendencia a evaluar el país y a su situación histórica por cantidades objetivas, por cifras huecas, por medidas mecanicistas. La historia de los grandes pueblos nunca se mi- dió por la cantidad de cosas realizadas, sino más bien por el vigor, por la profundidad, por el grado de unidad espiritual que poseían y que posibilita- ron como condición esencial su realización. Una de las estratagemas empleadas por el enemi- go fue presentar la intervención de las Fuerzas Armadas en 1976 como el resultado de una psico- sis militarista que veía marxistas en todas partes. La batalla que se dio a partir de entonces fue una necesidad imperiosa que se podía deducir clara- mente de la realidad que vivía el país. Pero lamen- tablemente éste no es un tipo de guerra en la que sus participantes, después de librar las batallas, puedan descansar confiados. La victoria militar pierde do significado si no es acompañada por victorias en otros terrenos, para que así se genere una realidad política que sea la base de un triunfo definitivo: la subversión gana cuando no pierda y las Fuerzas Armadas pierden si no ganan. No hay medias tintas. Esta realidad vale tanto para la Ar- gentina como para cualquier otro país del mundo. Los subversivos no pelean para con seguir con- quistas parciales. Esta puede ser una de sus estra- tegia momentáneas, pero su objetivo final es la victoria completa, la transacción ni las conversa- ciones de paz. Su idea de la guerra es total, e in- cluye la lucha armada; política, psicológica, eco- nómica y cultural. Tienen, es cierto, una ventaja importante sobre los que luchan por los valores nacionales, porque actúan unánimemente, en blo- que, sin desgastarse entre ellos con las críticas, dudas y confusiones que caracterizan a los lucha- dores de la verdadera libertad. Pero la guerra - como decía el escritor Drieu La Rochelle- "solo mata a los pueblos moribundos", y la Argentina no está ni estará jamás en ese trance: Por eso no tu- vimos miedo a la lucha, ni lo tendremos en el futu- ro. Insisto en que el esfuerzo solo tiene sentido si hay objetivos claros que sirvan de verdaderas guí- as permanentes para la acción y las operaciones militares, objetivos que permitan que toda lucha de las Fuerzas Armadas se refleje en una estructu- ra que contenga los mejores ideales de los argenti- nos. Este es el único camino que permitirá evitar hasta la más remota posibilidad de volver a empe- zar el mismo camino doloroso. Los subversivos están y estarán siempre dispues- tos a recomenzar sus aventaras sangrientas porque uno de los conceptos que manejan sus estrategos es el de "guerra por tiempo indefinido". Los ideó- logos de Moscú no vacilan en mandar a la muerte a toda una generación de adictos nativos porque saben que mediante la infiltración cultural, e ideo- lógica y educativa podrán reclutar en el futuro nuevas cosechas de ingenuos y lanzar una nueva ofensiva cuando las circunstancias sean más pro- picias. Ante tal desafío la única solución perma- nente es la unión definitiva de los argentinos en torno de los principios históricos y espirituales que dan sentido a su existencia. La respuesta al desafío debe basarse en un lide- razgo político sólido, firme, con principios políti- cos claro que sean defendidos sin vacilaciones; un
  • 80. 80 liderazgo que no se funde en intereses personales ni en coyunturas momentáneas. Debemos estar advertidos de que cualquier resquicio que ofrezca nuestra organización política será aprovechado por el marxismo para introducir el desaliento, las du- das, los rencores y todos los elementos que facili- ten la debilitación del frente nacional. Debemos revisar permanentemente la solidez de nuestras instituciones para que cumplan sus fines que son la defensa de nuestros ideales, de nuestros valores- y evitar que se conviertan en fórmulas huecas que se sirvan a sí mismas y a un formulismo sin senti- do trascendentes. Hay momentos claves en una nación en los que se puede detectar el hilo que tomará su historia en los próximos años. El período 1976-77 es uno de esos momentos. Por razones naturales, por amor a la paz, por generosa tradición histórica, tratamos de creer que ese periodo no se volverá a repetir. Pero el enemigo piensa exactamente lo contrario: hará todo lo que esté a su alcance para que la san- gre, las balas, la confusión de valores, las dudas espirituales e ideológicas del 76 y el 77 se repitan con la mayor virulencia posible. Hemos tratado de poner en claro los factores complejos que alimentan a la subversión, pero hay uno de ellos que en estos momentos debe ser teni- do especialmente en cuenta: la subversión tiene un poderoso aliado en la desmoralización, y la ali- menta porque sabe que por esa vía se le abrirán brechas propicias. Para ello se vale de todos los medios imaginables, desde la lucubración de teo- rías siquiátricas que, sin ningún fundamento cien- tífico, estimulan la disolución de el marco espiri- tual del hombre su familia, su religión, sus ideales- hasta las teorías políticas utópicas y radicalizadas que inevitablemente generan el descontento en las personas que no pueden aceptar que este mundo no es el paraíso y que siempre habrá problemas en él, cuya solución no pasa por la aplicación de una teoría-panacea, sino por el esfuerzo de la buena fe y de la voluntad de amor entre los conciudadanos. Frente a la agresión sustentada en una ideología llena de promesas falaces, el primer mundo solo opone su interés por los bienes de producción y ofrece al hombre bienes de consumo que muchas veces, por sus características exageradamente sun- tuarias o por ser simplemente inútiles, rozan el ridículo. Este esquema puede crear satisfacción en una minoría, descontento en una mayoría, pero no mueve a nadie a luchar decididamente. Hasta nuestro exaltado Roberto Arlt reconocía: "El mal del siglo, la irreligión, nos ha destrozado el enten- dimiento. . . Necesitamos de una religión para salvarnos de esa catástrofe que ha caído sobre nuestras cabezas". Nosotros, tenemos aquí por razones históricas, formación espiritual y convicción íntima- una mo- tivación por la que estamos dispuestos a luchar y morir. Más allá de la lucha ideológica, económica y militar, el arma más sólida con que contamos es nuestra religión y sus valores espirituales. Gran parte de la penetración ideológica marxista se hizo entre ingenuos bien intencionados que no conocí- an cabalmente el espíritu de la doctrina cristiana y no comprendían que los cambios que ellos preten- dían -y aun otros muchos más profundos- están todos en germen en la doctrina social de la Iglesia. Las reflexiones que sobre estos problemas ha hecho la Iglesia no son nuevas. Ya en 1892 dio a conocer la encíclica "Rerum Novarum", en la que se hace una crítica lúcida al marxismo, y también al liberalismo y al capitalismo materialista. A par- tir de ese momento la Iglesia adopta una posición propia; aparte de las dos ideologías qué se van a disputar el mundo en el siglo veinte: La Iglesia plantea correctamente desde el comienzo el pro- blema de las reivindicaciones sociales, porque lo hace dentro de una perspectiva filosófica trascen- dente, porque concibe al hombre como un ser es- piritual, sin olvidar sus necesidades materiales; porque ofrece una respuesta equilibrada e íntegra. Creo que es importante destacar la diferencia que hace la Iglesia entre la condena que pronuncia contra el marxismo y la crítica que hace al capita- lismo. El marxismo es simplemente irrecuperable porque es ateo y niega el fin último del hombre que es la salvación, es la contrarrevolución impen- sable que nos hace retroceder a la noche de la his- toria. En cambio, el liberalismo que la Iglesia con- dena absolutamente es aquél de los primeros tiem- pos de la Revolución Francesa, cuando se demolía iglesias y se endiosaba a la Razón. Actualmente, la doctrina liberal condena especialmente los aspec- tos que fomentan el ateísmo que atenten contra la manera católica de interpretar al hombre sujeto de los derechos naturales que le confieren a su digni- dad trascendente que está por encima de la libertad y sus peripecias. En la lucha antimarxista la palabra oficial de la Iglesia, a través de los Pontífices es clara: He aquí, venerables hermanos, el nuevo presunto evangelio que el comunismo bolchevique y ateo
  • 81. 81 anuncia a la humanidad, como mensaje de reden- ción y de salud. Un sistema lleno de errores y so- fismas, que contradice la razón y la revolución divina, subversivo del orden social porque equiva- le a la destrucción de sus bases fundamentales, negando los derechos de la persona, su dignidad y libertad. (Pío XI, Divini Redemptris). No hay dos clases de hombres, los obreros y los no obreros. Pensar así es engañarse sobre el aspec- to actual de la cuestión social; es mecerse en la molesta ilusión de que la Iglesia no conquistará a los obreros sino a condición de doblegarse a todas sus exigencias, por muy irrealizables que sean. (Pío XII, discurso pronunciado el 3-10-1950) . Estas son las razones que nos obligan; como han obligado a nuestras predecesores, y con ellos a cuantos estiman los valores religiosos, a condenar los sistemas ideológicos que niegan a Dios y su- primen y oprimen a la Iglesia, sistemas frecuente- mente identificados con regímenes económicos, políticos y sociales, y entre ellos especialmente al comunismo ateo. (Paulo VI, Ecclesiam Suam) . El socialismo, ya se considere como doctrina, ya como hecho histórico es incompatible con los dogmas de la Iglesia, ya que su manera de conce- bir la sociedad se opone diametralmente a la ver- dad cristiana. Socialismo religioso o socialismo cristiano son términos contradictorios: nadie pue- de ser al propio tiempo buen católico , y socialista verdadero. (Pío XI, Quadragesimus Annus) . La experiencia efectivamente atestigua que don- de falta la iniciativa personal de los particulares hay tiranía política. También en esta materia debe seguirse el principio de subsidiariedad, según el cual no deben extender su propiedad el Estado u otras entidades de derecho público, sino cuando lo exigen motivos de manifiesta y verdadera necesi- dad de bien común, y no con el fin de reducir la propiedad privada, y menos aun de eliminarla. (Juan XXIII, Mater et magistra) . La historia y la experiencia atestiguan que en los regímenes políticos que no reconocen el derecho de propiedad privada de los bienes -incluso los productivos-,. son oprimidas y sofocadas las ex- presiones fundamentales de la libertad. (Juan XXIII, Mater et magistra). Creo que es indispensable no confundir ideología con política económica. Cristianismo, liberalismo y marxismo son ideologías que establecen concep- ciones distintas de la vida, en donde el orden eco- nómico es uno de los aspectos de esa valorización. La iglesia católica condena al marxismo y al libe- ralismo, "se asiste a una renovación de la ideolo- gía liberal . . . , olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirma- ción errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de la li- bertad' (de la carta Apostólica de Paulo VI al Car- denal Mauricio Roy, 1971) . La Iglesia no se opone a ninguna política econó- mica si ella no contraviene sus principios. En el campo económico se pueden observar sistemas de planificación centralizada o socialista y de econo- mía de mercado con mayor, menor o ninguna in- tervención estatal. Descartado el primero, se po- drá, entonces ser más o menos liberal con relación al rol del estado en la economía. Pero aquí la palabra liberal tiene un sentido, un significado distinto. Así como en los Estados Unidos a los liberales se los ubica en una corriente radical. En definitiva, es un problema semántico. No hace a las esencias de cada una de las ideologías mencionadas, que, como hemos visto, son contrapuestas. Estas aclaraciones son necesarias porque se pue- de coincidir con los principios, pero disentir con las políticas. Estas solo aplican las técnicas que les suministra la ciencia económica, mientras que aquellos se nutren en la filosofía, que al buen decir de Ortega, "es siempre lo que es". Este es el sentido final de la lucha que emprendí. El resultado no está asegurado. El caso Graiver no es más que un detalle de un paisaje completo y complejo, pero es un detalle revelador porque anuncia por dónde puede volver el peligro en los próximos años. Buenos Aires, 7 de marzo de 1983
  • 82. 82
  • 84. 84 EMPRESAS DEL GRUPO EN EL PAIS, SU FORMACION BAGUAL S. C. A.: Se dedicaba al campo y fue propiedad de David Graiver y Arón Beilínson. La dirección y adminis- tración era colectiva, al igual que la representación legal de la misma. BANCO COMERCIAL DE LA PLATA: Se compró en el año 1967 en u$s 3.000.000. El grupo Graiver pagó la mitad al contado y el resto a uno y dos años. En 8quella oportunidad eran los vendedores: Sr. Del Grosso, Sr. Artola, Ing. Rucci, hijas de Pedro Isnardi y otros, todos de la ciudad de La Plata. A principios de 1977 se vende al gru- po Alianza cuyos principales accionistas son los señores Martinengui y Pueyrredón. En Ia opera- ción intervienen, como representantes legales de Astilleros Alíanza, los doctores Cejas, Montes y Castelnuovo. La operación se concreta en la suma de u$s 7.000.000, dinero que hasta ahora el grupo Graiver no cobró. Entre los principales directivos que pasaron por la entidad mencionada durante la gestión Graiver figuran Dr. Omar Amilcar Espósi- to, Dr. José Raham, Dr. Alfonso Fernández,Dr. Rodolfo Estanislao de Urraza, Dr. Augusto Màllo Rivas, Cont. Jacinto Shuger, Cont. Luis L. Lubel, Cont. Mirta Rajner, Dr. Rodolfo Colautti. BANCO DE HURLINGHAM S. A.. Comprado aproximadamente en e? año 1971, por los Graiver, que invirtieron en esa oportunidad u$s 600.000. Los vendedores fueron los señores Fon- tana, Grillo y otros. A fines del año 1976 se vende a los señores Chavanne, Grassi y al estudio Bom- chil, en u$s 5.950.000. Si bien se realizó un pago de u$s 400.000, este fue para cubrir los pasivos de la entidad. La parte mayoritaria estaba a nombre de Isidoro Graiver y el resto ingresó a la sucesión de David. Se destacan, algunos presidentes o di- rectores de la entidad mencionada: Dr. Julio Mel- cer, Cap. Juan Carlos Mario Carosella, Arq. Ser- gio Omar Casellas, Dr. Mauricio Lichtensztein, Dr: Ernesto Raúl Elfman, Dra. Hilda N. Copel- man, Sr. Francisco García Ordas. EMPRESAS GRAIVER ASOCIADAS (EGASA): Fundadas a fines del año 1974 por David Graiver y el doctor Jorge Rubinstein con la finalidad de centralizar, analizar, evaluar, controlar y dirigir las distintas empresas de la Argentina. Esta empresa fue dirigida por el doctor Jorge Ru- binstein, Silvia Fanjul, Hugo Bogani, y se encar- gaba de prestar asesoramiento en la parte legal, impositiva, estatutaria y de coordinar el flujo de fondos de las distintas empresas del grupo. Luego del supuesto fallecimiento de David la familia regresa a Buenos Aires en el mes de setiembre del año 1976 y se hacen cargo de esta empresa Lidia Papaleo e Isídoro Graiver, quienes comienzan a encarar las gestiones de venta de las distintas em- presas y los reclamos de los acreedores. Era presi- denta de la misma Lidia Papaleo. DIARIO LA TARDE: Fue una de las sociedades formadas por David Graiver y Jacobo Timerman. CANAL 2 LA PLATA: Se ignora la fecha de compra de Rivadavia Tele- visión S. A., propietaria del mencionado canal. Sí se conoce que la referida empresa estaba al borde de la quiebra y es muy posible que la venta se haya realizado haciéndose cargo del pasivo David Graiver y José Ber Gelbard. Fue intermediario en la operación el señor Juan Pallí. DIARIO LA OPINION Editado por Editorial Olta en los talleres Gustavo S. A. Los dueños eran Jacobo Timerman con un 50 %, y Jorge Rotemberg con el otro 50 %; este último sería el testaferro de David Graiver, dado que los aportes de capital los efectuaba David. DIARIO ULTIMA HORA: Al poco tiempo de cerrarse el diario Crónica, David le entrega a Héctor Ricardo García dinero para la apertura de un nuevo diario que reemplaza- ría a Crónica. En esa sociedad participa también José Ber Gelbard. En la misma actuaba el general Delfor Otero. CIRCULO S. C. A.: Otra de las sociedades creadas para la venta de construcciones. Al frente de la misma figuraban David Graiver y su madre Eva Gitnach. La direc- ción y administración era manejada colectivamen- te, al igual que la representación legal. COM-PLAT S. A.: Esta empresa se dedicaba a computación y proce- samiento de datos, en la ciudad de La Plata, Calle 7, entre 39 y 40. Fue fundada en el año 1973 por el grupo Graiver; hasta 1977 fue dirigida por los doc- tores Omar Espósito, Manzanares, Arias. El edifi- cio en que funciona es propio y fue construido por Fundar S. A. El computador de procesamiento era alquilado, pero se había hecho un convenio de compra. El nuevo directorio se formaría con los siguientes nombres Juan Graiver, Lidia Papaleo de
  • 85. 85 Graiver, Isidoro Miguel Graiver, contadora María Ana Vilner. CONSTRUCCIONES SOCIALES S. A.: Esta empresa no tuvo mayor actividad y también fue creada como subsidiaria de Fundar S. A. Su directorio estaba compuesto por la Dra. Celia Betty Halpern, Dr. Jorge Rubinstein, Dra. Josefina K. de Katz. CONSTRUIR S. A.: Se dedicaba a construcción de edificios de pro- piedad horizontal en la zona de La Plata. Se la consideraba deficitaria, y en 1977 era la empresa que vendía parte del Brístol Center. En su directo- rio; entre otros, figuraban: Lidia Papaleo de Grai- ver, Isidoro Miguel Graiver, Hugo Oscar Bogani, Saul Reichler. DEVEXPORT S. A.: Importadora y exportadora. Fue fundada en el año 1975 por David y el Dr. Jorge Rubinstein. En el manejo de la misma estaba el almirante Rabbio- ne, a quien David había conocido cuando el almi- rante era funcionario del banco Central. Según el grupo Graiver, hasta 1977 solo generó gastos. En- tre otros, formaban su directorio: Dra: Celia Betty Halpern, Dr. Jorge Rubinstein, Dra. Josefa C. de Katz. EDITORIAL TRENQUE LAUQUEN S.A.: Fue fundada en el año 1975 por David y Juan Ramón Nazar, amigo de David y funcionario de la C.G.E. de la provincia de Buenos Aires. La idea era publicar el diario "La Opinión" de Trenque Lauquen, el cual era dirigido en 1977 por el Dr. Alfredo Asuir. Síndico titular, la Dra. Celia Betty Halpern. El edificio era propiedad de la empresa y había una costosa fotocomputadora importada. ELECTRO EROSION S. A.: Esta empresa se dedicaba a la fabricación de je- ringas y tubuladuras descartables esterilizadas por energía atómica. En 1972 fue adquirida al señor Julio Gitnach, primo de David e Isidoro. La em- presa estaba casi fundida y se le dejó al anterior propietario una participación de las utilidades. Estaba ubicada sobre la Av. Garzón, en Matade- ros. Su capital se estima en u$s 1.200.000. En el directorio de la misma figuraban: Dr. Miguel An- chorena, Dr. Orlando Benjamín Reinoso, Cont. Hugo Oscar Bogani, Dra. Celia Betty Halpern. EURO-EXPORT S. C. A. Similar a Devexport S.A. Titulares: David e Isi- doro, más un grupo de socios colectivos. FUNDAR S: A. Se dedicaba a la construcción de obras públicas y privadas. Fue fundada por el grupo Graiver en el año 1965. Era conducida directamente por David y el Dr. Jorge Grimbaum, luego por Isidoro, y des- pués por el Dr. Jorge Rubinstein. Dado la impor- tancia de esta empresa se destacan sus principales obras: - Edificio de 16 pisos, en las calles 7 y 39 de La Plata. - Edificio de departamentos, en calle 7 esq. 58 La Plata. - En 7 y 48, edificio en construcción de 16 pisos. - Construcción del nuevo edificio de la Asocia- ción Bancaria, en Sarmiento entre Reconquista y 25 de Mayo, Capital Federal. - Brístol Center, de Mar del Plata, edificio de tres torres, una entregada y dos en construcción. - Esta empresa contaba, además, con una inmen- sa cantidad de bienes inmuebles, y era la más im- portante del grupo. Su directorio estaba formado por: Lidia Papaleo, Isidoro J. Graiver, Juan Grai- ver, Dr. José Raham, Cont. Jacinto Shuger. FUNDAR DEL SUR S. A.: Fue creada para la compra de algunos aviones privados, pero no llegó a funcionar a pleno. Fue creada por David. GALERIA DA VINCI S. A.: Ubicada en la Av. Santa Fe 1600, de Capital Fe- deral; fue comprada aproximadamente en el año 1970. El objeto inicial de la sociedad fue la explo- tación de la galería mencionada, luego se le suma- ron otras actividades, como la compra de 200 Ha. de tierra en Berazategui y también la compra de una importante cantidad de acciones de Papel Prensa S. A. El directorio estaba formado por las siguientes personas: Lidia Papaleo, Isidoro Miguel Graiver, Lidia Gesualdi y María Ana Vilner. INDALCO S.A.; SANTA CELIA, AGROPECUARIA TIMBO S. A., CRIAGRO S. A. Estas cuatro propiedades se compraron en el año 1974, por el grupo Graiver a Adela S. A. De la operación participó el Dr. Manuel Werner. Estas cuatro empresas son propietarias de tres campos, uno en Gral. Villegas, otro en Carlos Tejedor y el último en La Pampa. Los directorios fueron en un principio ocupados por los Graiver, y luego por los Dres. Rubinstein y Reinoso. Dos de estos cam- pos fueron vendidos a fines de 1976, participando
  • 86. 86 en la operación, la firma Colombo y Magliano. El tercero estaba a nombre de Juan Graiver, JUAN GRAIVER INMOBILIARIA S. A.: Fundada en el año 1946 por Juan, con sede en calle 5, N° 1063 La Plata. Estaba a cargo de Saúl Reischeer en 1977, quien pertenecía a la misma desde su ingreso como cadete. METROPOL S. A.: Era una compañía de seguros que el grupo Grai- ver compró en el año 1973 a los señores Grado y Schlimovich. Se estima que esta operación se con- cretó en le suma de u$s 200.000, con sede en la calle Cerrito al 800 de Capital Federal, con ofici- nas propias. Esta empresa se vendió en el año 1976 a Astilleros Alianza S. A. en la suma aproximada de u$s 600.000. Entre los presidentes y directores que pasaron por la misma se puede mencionar a Pedro Bardi, Dr. Miguel Joaquín An- chorena, Dr. Ernesto Nicolás Robbiano. PRODUCCIONES HELYCON S. A.: Empresa de publicidad que no funcionó a pleno. En su directorio figuraban el contador Hugo Oscar Bogoni, Dra. Celia Betty Halpern, contador Ja- cinto Schujer. Esta empresa fue también creada por David Graiver para atender a otras empresas del grupo. TRIANGULO S. C. A.: Fundada por David Graiver para operaciones menores. Al igual que otras no funcionó en un nivel importante y eran sus socios principales Da- vid e Isidoro Graiver. TECNION S: A.: Es también otra empresa menor, de las que no llegaron a alcanzar un nivel importante. Sí se sabe que era su presidente la Dra. Celia Betty Halpern y su síndico titular el Dr. Jorge Rubinstein. VECCIA S. A.: Esta empresa fue adquirida por el grupo a los hermanos Veccia. Se dedicaba a la fabricación de ollas de aluminio y estaba ubicada en el barrio de Boedo. El señor Jorge Rotemberg, amigo personal de David, es quien estaba a cargo de la misma y quien reclamaba en 1977 el cincuenta por ciento de la mencionada empresa, dado que, según él, le pertenecía. La misma estaría valuada en u$s 300.000. PAPEL PRENSA S. A.: Se trata de una fábrica de papel de diario ubicada en el pueblo de San Pedro, provincia de Buenos Aires. Existía en esa empresa una participación estatal. En el año 1973 compraron las acciones del ingeniero Rey y del señor César Doretti. Esta compra fue realizada por David para Galería Da Vinci S. A. Luego estas acciones se suscriben y se prestan al señor Rafael Ianover. David Graiver, a título personal, suscribe acciones. El 2 de noviem- bre de 1979 se vende a los diarios "La Razón" "Clarín" y ``La Nación", que integran una socie- dad llamada Papel S. A. Como intermediario en la operación participa el señor Guillermo Gainza Paz y hace el remate de la misma el doctor Miguel Anchorena quien habría sugerido que debía ven- derse a los diarios, pues de esta forma sería apro- bada la operación por el Estado.
  • 87. 87 EMPRESAS EN EL EXTERIOR FUNDAR DO BRASIL S. A.: Se funda en el año 1974, apareciendo en la ope- ración el señor Reno Geraldo y otras personas de Brasil. Estos contaban con el asesoramiento direc- to del señor Orio Marinelli y el ingeniero Maler, quienes se desempeñaban en Fundar S. A. de Ar- gentina. Esta sociedad tenía como objeto la cons- trucción de inmuebles. Se llegaron a construir al- gunas casas en San Pablo. Luego se construye un edificio de departamentos, todo esto financiado por David Graiver, ignorán- dose hasta el momento la fuente de donde prove- nía el dinero. Las inversiones o préstamos que se otorgaron a esta empresa son de u$s 1.200.000. OGA PORA S. A.: Radicada en Paraguay y adquirida al ingeniero César Doretti en el año 1975 por David Graiver, figurando para esta operación el doctor Rubins- tein. La valuación se estimaba en 1977 en u$s 700.000. Se trata de 23 mil Ha. ubicadas cerca del límite con Brasil y en una zona arbolada. La em- presa estaba a cargo del señor Anciaux, quien es residente en Paraguay y dueño de un aserradero. PACOCH S. A.: Esta empresa de origen panameño es creada a fi- nes del año 75 por David Graiver y el Dr. Rubins- tein, con la intención de poder obtener créditos en el American Bank y en el Banco de Bélgica. PROTEKAIR S. A.: Funcionaba en Nueva York desde fines del año 1975, cuando fue comprada por David Graiver una participación a los doctores Jack Wells y Rogers. Dentro del acuerdo se incluyó también el otorga- miento de un préstamo para la mencionada com- pañía del American Bank. Esta empresa se dedi- caba a la producción de aerosoles sin gas carbóni- co. COMPAÑIA DE COMPUTACION: Funciona en Nueva York y fue comprada en el año 1976 por David y el doctor Rubinstein. Esta empresa se dedicaba al procesamiento de informa- ción de distintos temas. XAVIER ENTERPRISE: También con asiento en Panamá, fue creada por David y el doctor Rubinstein en el año 1975. Se desconoce su actividad, pero se supone que la úni- ca finalidad de esta empresa era la de servir de conducto para la obtención de préstamos en Euro- pa. CENTURY NATLONAL BANK: Esta empresa funcionaba en Nueva York. David Graiver la compra en el año 1974, figurando en dicha operación su padre juan Graiver. El negocio se concretó en la suma de u$s 7,5 millones. Los vendedores eran el señor Marquini y el señor Al- bano. Se ignora la procedencia del dinero que aportó David hasta la posesión: se supone que sería con dinero entregado por montoneros. BANQUE POUR L'AMERIQUE DU SUD: Fundada en el año 1974, en la ciudad de Bruse- las. David había pensado en la apertura de una fuente de financiación en el exterior en razón de que la fuente de financiación interna se le iba ago- tando. Por tal motivo encomienda a los doctores Alberto Naón y Martínez Segovia, que alguna vez lo habían asesorado, la búsqueda de un banco en Europa. Luego, a raíz de la desaparición de David Graiver, se descubre que la totalidad de los depó- sitos así como el capital del banco habían sido dirigidos en préstamos a empresas o personas in- existentes, o sin el menor aval patrimonial. Se estima que el total general de préstamos otorgados en esas condiciones es de u$s 40 millones. SWISS-ISRAEL BANK: Esta empresa funcionaba en Israel. Se compra en el segan do semestre de 1974 al señor José Klein en la suma de u$s 4 millones pagados en corto plazo. Comprado por David Graiver. Este banco es dado en garantía al Federal Deposit Insurance Corpora- tion (liquidador del American Bank and Trust) . El grupo no podía usarlo en razón de esa garantía. Las acciones son de propiedad de la Holding (compañía dueña de otras compañías) de Luxem- burgo, cuyo directorio fue cambiado, figurando Lidia Papaleo como presidenta y Juan e Isidoro como directores. Un porcentaje del 40 0 45 % quedó retenido por el liquidador del banco belga, que aparentemente estuvo allá como consecuencia de una comisión a favor de Huesco Hills. HOTEL PARK: Esta empresa funciona en Israel. El 50 % de la propiedad del hotel es del grupo privado y el otro 50 % pertenece a una organización estatal. Del 50 % privado, el 12 y medio fue adquirido por el gru-
  • 88. 88 po Graiver. Se pagaron u$s 300.000 proximada- mente, en 19770. La procedencia del dinero se origina a través de operaciones financieras. Se obtiene luego la explotación del hotel por otra sociedad con los mismos porcentajes. No existe persona nombrada por los Graiver para adminis- trar esta empresa, ANDELSO S. A.: Fue creada en 1976 por Isidoro y tenía su sede en Venezuela. Figuraban como titulares el arquitecto Albo, quien se iba a radicar y ponerse al frente de la empresa, y otra persona cuyo nombre se desco- noce. Dicha empresa adquirió un lote para cons- truir un edificio en la urbanización Los Naranjos. Se hizo el proyecto y el trámite de aprobación y la gestión de los créditos para la financiación de la construcción. El total de lo invertido llegó a u$s 1.200.000. Al producirse el problema en el Ameri- can Bank, Isidoro dio en garantía de las deudas este terreno. Se vendió quedando un saldo neto para Isidoro de u$s 770.000. Dicha venta se reali- zó en enero de 1977. INGRA WORLD TRADING COMPANY: Fundada en Nueva York por Isidoro, en febrero de 1976, para el comercio de importación y expor- tación con un capital de u$s 100.400. Importó pu- llóveres del Uruguay, pescado de 1a Argentina y telas para jean de nuestro país. A1 fallecer David y producirse el derrumbe general, se le cortaron to- dos los créditos a esta empresa y dejó de funcio- nar. El presidente de la empresa era el señor Jorge Ianus, residente en Nueva York desde hace más de 20 años. DEVEXPORT S. A.: Creada en Israel por el doctor Rubinstein; por in- dicación de David, se supone que en 1976, y no se sabe si tuvo actividad. AMERICAN BANK AND TRUST : Fue comprado en 1975 por David al señor José Klein o a una sociedad de este. Primero compra: el 51 % del paquete accionario (se cree que en la suma de u$s 18 millones una parte al contado y otra financiada) . Se ignora la procedencia del dinero obtenido por David para el pago (sería en estas circunstancias cuando comienza a recibir dinero por parte de montoneros) . Más adelante, en diciembre de 1975, adquiere el resto e las accio- nes, 49 % aproximadamente, también a Klein y otros, por lo que habría pagado la suma de u$s 14 millones. Se sabe que de la suma de u$s 32 millo- nes que hacen el total, a la desaparición de David solamente había llegado a pagar la suma de u$s 14 millones, tomándose conocimiento que los crédi- tos otorgados a diversas empresas sin aval sufi- ciente llegarían a la suma de u$s 14 millones. En 1977 el banco se hallaba en posesión del Bank Leumi, ignorándose cuál fue el mecanismo de venta o traspaso. Los Graiver inician un juicio a Klein, pues este habría vendido por segunda vez el banco, lo que no se podría haber hecho legalmen- te. BANKERS INTERNATIONAL: Fue creada en 1975, en el mes de diciembre, por David y el Dr. Rubinstein; exclusivamente para recibir préstamos del Américai Bank y del Banco de Bélgica, y eventualmente para producir inver- siones. Operaba en Nueva York pero ni siquiera tenía oficinas, y su sede nominal era Luxemburgo. SANTA FE MANAGEMENT: Funcionaba en el edificio Panam de Nueva York y fue creada por David y el Dr. Rubinstein en 1976, con la finalidad de centralizar los negocios y empresas del exterior (cumplía igual finalidad que Empresas Graiver Asociadas S. A. en Argentina) . Estaba al frente de la oficina el Dr. Jorge Rubins- tein y el contador Ivin Mansu. En esta empresa trabajó como asesor el señor Alberto Salem, quien se ocupaba de las relaciones públicas. Por medio de esta empresa el señor Alejandro Orfila, secreta- rio general de la OEA, trabó relación con David Graiver. Según Isidoro y Silvia Fanjul, el señor Alejandro Orfila retiró poco antes de la muerte de David un importante depósito que tenía en el ban- co belga. También se tiene conocimiento que en varias oportunidades almorzaban en la OEA, Da- vid, Salem, Orfila, y que también fue invitado y concurrió Isidoro. NEW LORING: Fue creada por David en el año 75, en Panamá. Se utilizó para servir de base en distintas inversio- nes y obtener créditos de los bancos ya menciona- dos. Esta empresa realizó exportaciones de camio- nes y acoplados de Estados Unidos a Venezuela. Estaba al frente de la misma el señor Alejandro Mugica (hermano del fallecido padre Mugica) . Esta empresa también realizó una inversión de compra de un importante porcentaje accionario en una sociedad llamada Codetreisa, dueña de tierra en la República Dominicana. FILMACIONES EVANS: Fue creada por David y tenía su sede en Nueva York. Solamente se sabe de la misma que habría filmado una película en Estados Unidos que fue un fracaso.
  • 89. 89 INVEX S. A., FINEX S. A., EURAM S. A., URRIS S. A., TEXCO S. A., EUFIX S. A.: Estas seis compañías fueron creadas en Panamá, durante el año 1976, por Isidoro Graiver, después de haberse separado de David, con la finalidad de facilitar los movimientos de negocios de importa- ción y exportación. Pero primordialmente fueron utilizadas para la solicitud de créditos al American Bank y al banco belga. BICTON: Esta empresa es de origen panameño, creada en el año 1975 por David y el Dr. Rubinstein. No se sabe a qué se dedicaba, pero se supone que servía para la obtención de créditos. Se sabe también que hizo una compra de acciones en la bolsa de Nueva York por la orden neta de u$s 750.000, que fueron percibidos por el American Bank cuando se ven- dieron por la su- puesta muerte de David Graiver. Esta sociedad es deudora del American Bank y del banco de Bélgica; no tiene oficinas ni personal.
  • 90. 90 LISTA DE PROPIEDADES DEL GRUPO GRAIVER INMUEBLES PERTENECIENTES A JUAN GRAIVER: 1) Una casa en calle 5, Ѱ 1061/65, La Plata. 2) Una casa en calle 13, e/18 y 519, La Plata. 3) Unidad Familiar, N° 8, planta baja, calle 38, e/2 y 3, La Plata. 4) Una chacra, en Bahía Blanca. 5) Un local, en la esquina de calle 2 y 47, La Plata. 6) Tres lotes en City Bell. 7) Quince lotes, en La Plata. INMUEBLES PERTENECIENTES A DAVID GRAIVER (SUCESIÓN) 1) Una casa, calle 23, N° 1682, La Plata. 2) Un lote en calle 1l, La Plata. 3) Un departamento, en Darragueira 2842, Cap. Fed. 4) Lote 8, manzana L, City Bell. 5) Dos lotes, en Camilo de Guerrero, Ruta 2. 6) 18 cocheras, en piso 1°, Darragueira 2842, Cap. Fed. 7) 1 Departamento, en consorcio Teodoro García, Cap. Fed. 8) 1 local, en calle Nueva York 4631, Berisso. 9) Unidad Familiar N° 2, calle 42, N° 448, La Plata. 10) 3 lotes, manzana N° 117, 115, sección B, La Cumbre. 11) 1 casa, diagonal 79, e / 2 y 3, La Plata. 12) 1 casa, calle l, N° 605, La Plata. 13) 1 lote, en Cestino y Cìrtiz de Rosas, Ensenada. 14) 1 casa, en calle 48 y 2, La Plata. 15) 1 departamento, en calle 8, e/48 y 49; La Plata. 16) 17.1 lote, calle 139, e/56 y 57, La Plata. 17) 1 lote en calle 2 bis, N° 236; La Plata. 18) 1 local del Banco; calle 30; esq: 29, Verónica, Magdalena. 19) 8 locales y Banco, en Arana y Camino Centenario, V. Elisa. 20) Consorcio de Teodoro García, Cap. Fed. 22. 8 lotes baldíos, en La Plata. INMUEBLES PERTENECIENTES A LA FAMILIA: 1 .1 local, en calle 2, N° 796, La Plata. 2. 1 casa, en calle 38; N° 188, La Plata. 3. 8 lotes, en Villa Elisa. 4.1 lote, en City Bell. 5.1 lote, en La Plata. 6.Unidad Familiar 70, en calle 8 e/48 y 49, La Plata.
  • 91. 91 7. 1 casa, calle 69, N° 697, La Plata. 8.1 casa; Diagonal 9, N° 799, La Plata. 9. 69 lotes, en el Barrio "La Cumbre". 10.1 departamento, en Diagonal 80, esq. 1, La Plata. 11 .1 garaje, calle 42, esq. 4, La Plata. 12.1 casa, calle 48, N° 342, La Plata. 13.1 local, calle 47, e/11 y 12, La Plata. 14.1 casa, en calle 23, e/66 y 67, La Plata. 15.1 lote, en City Bell. 16 .1 lote, en calle 139, e /56 y 57, La Plata. 17 .1 lote, en calle 2 bis, e 1529 y 530, La Plata. 18. 1 departamento. en calle Corrientes 2314, Cap. Fed. 19. 1 quinta, en Don Torcuato. 70. 15 lotes. en La Plata. 21. 3 lotes, en City Bell. 22. 1 lote, en City Bell. 23. 1 propiedad, en Av. Corrientes 629, Cap. Fed. INMUEBLES DEL GRUPO, A NOMBRE DE TERCEROS 1) 1finca, en la Av. Corrientes 2029, Cap. Fed. 2) 1 vivienda en Villa Tessei, Morón. 3) 1 finca, calle Lavalle 1140, Cap. Fed. 4) 1 finca, calle Bartolomé Mitre 764, Cap. Fed. 5) 1 finca, calle 7 y 529, La Plata. 6) 1 finca, en Quilmes. 7) 1 lote, en "El Peligro", Abasto. 8) 1 finca, en Villa Bosch. 9) 1 fínca, Boulevard 83, N° 257, La Plata. 10) 1 finca, calle 32 y 135, La Plata. 11) 1 finca, en Santa Fe 2142, Martínez. 12) 6 departamentos, en Av. Corrientes 2029, Cap. Fed. 13) 1 finca, en Av. Gobernador Bergara, esq. Poeta Riso, Villa Tessei. 14) 47 cocheras, calle Lavalle 1149, Cap. Fed. 15) 1 edificio de oficinas, calle Bartolomé Mitre 754, Cap. Fed. 16) 1 edificio en construcción, de 6 pisos, en calle 7 y 520, La Plata. 17) 1 lote baldío, calle Alte. Brown 566, Quilmes. INMUEBLES DEL GRUPO GRAIVER: 1) 1 campo, "La Pochona", partido de Puán. 2) Oficinas, en calle 7, N° 1076, piso 5°, La Plata. 3) Oficinas en calle 11 y 41, La Plata. 4) Construcción destinada a banco, en Sarmiento y Reconquista, Cap. Fed.
  • 92. 92 5) 1 depósito, en calle 57, N° 1666, La Plata. 6) 1 depósito, en Comodoro Rivadavia. 7) 1 finca, en Villa Libertad. 8) 1 galería, en Av. Santa Fe 1638, Cap. Fed. 9) l finca, calle Ensenada 261, Cap. Fed. 10) Sede comercial, calle Miralla 1938, Cap. Fed. 11) Sede Comercial, calle Garzón 5430, Cap. Fed. 12) 1 campo, en la localidad de Hurgal, La Pampa. 13) Sede Comercial, calle 7, N° 1209, La Plata. 14) Oficinas, en calle 7 e / 39 y 40, La Plata. 15) Oficinas, en Trenque Lauquen. 16) Sucursal, banco, de Hurlingham. 17) Sucursal banco, en Bella Vista. 18) Sucursal banco, en José C. Paz. 19) Sucursal banco, en Av: Corrientes 2037, Cap. Fed. 20) Sucursal banco, en Grand Bourg. 21) Sucursal banco, en Moreno. 22) 1 finca, en City Bell. 23) 1 finca, en Diagonal 80; e ~ 42 y 115, La Plata. 24) 1 finca, en Gonnet. 25) 1 finca, en Av. Santa Fe 2130, Cap. Fed. 26) 2 lotes, en Abasto, La Plata. 27) Oficinas, en Av. Córdoba 1318, piso ll, Cap. Fed. 28) Oficinas, en Paraguay 875, Cap. Fed. 29) 1 finca, en calle 135, N° 1323, La Plata. 30) 1 finca, calle 3, N° 1046, La Plata. 31) 1 finca, calle 14, e/79 y 80, La Plata. 32) 1 finca, calle 26 bis, e/79 y 80, La Plata. 33) Local y oficinas, en calle 7 y 58; La Plata. 244 34) 1 depósito, en calle 53, N° 428; La Plata. 35) 5 lotes, en calle 519, ej 169 y 170, La Plata. 36) 2 lotes, en City Bell. 37) Depósito, en Plaza Italia, N° 109, La Plata. 38) Depósito, en calle 53, N° 428, La Plata. 39) 1 finca, en Magdalena. 40) 1 edificio, en calle Agote y Levene, Cap. Fed. 41) 4 lotes, en San Juan de Pereira; Berazategui.
  • 93. 93 42) 5 lotes, Barrio Santa Teresita, City Bell. 43) 1 lote, City Bell. 45. 4 lotes, en City Bell. 44) 1 lote, en calle 79, e/ 117 y 118, La Plata. 45) 1 departamento, en calle 57, N° 586, La Plata. 46) l lote, en calle 64, e j 162 y 163, La Plata: 47) 33 locales ..de galería, en Av: corrientes 314, Cap. Fed. 48) 6 departamentos, en calle 47 y 11, La Plata. 49) 60 lotes, en calle 6, e / 104 y 105, La Plata. 50) 1 finca, en Av. Gaona 1852, Cap. Fed. 53. 1 lote, en la Prov. de Río Negro.
  • 94. 94 INDICE PROLOGO...................................................................................................................................................3 I - BIENVENIDO MR. GRAIVER .............................................................................................................6 II - DAVID GRAIVER: UN FANTASMA QUE NO MUERE................................................................10 Los hechos .............................................................................................................................................10 Las dudas ...............................................................................................................................................11 Los bienes ..............................................................................................................................................14 Los males ...............................................................................................................................................15 III - COMO SE HICIERON LOS ARRESTOS ........................................................................................16 IV - JUAN GRAIVER Y LOS ORIGENES DEL GRUPO ......................................................................18 V - ISIDORO GRAIVER: PERDIDO ENTRE DOLARES......................................................................21 VI - LIDIA PAPALEO: DEL COLEGIO NACIONAL AL TERRORISMO INTERNACIONAL.........24 VII- SILVIA FANJUL: UN PORTAFOLIO LLENO DE MUERTE.......................................................27 VIII - JORGE RUBINSTEIN: EL BLUF Y LA MALA CARTA ............................................................30 IX - LIIDIA GESUALDI: PSICOLOGA Y ALGO MAS.........................................................................33 X - CELIA HALPERN: LAS FORMALIDADES....................................................................................35 XI - OSCAR MARASTONI: CORRE, VE Y ENTREGALES ................................................................37 XII - DR. MIGUEL ANCHORENA: UNA SUCESION CUANTIOSA..................................................38 XIII - HlPOLITO J. PAZ: PASO IMPRUDENTE....................................................................................40 XIV - MAURICIO WEINBERGER, EL CADETE CURIOSO Y UN CALLEJON SIN SALIDA ........41 XV - DUDAS EN EL TINTERO ..............................................................................................................43 XVI - IMPERIO DE NOTICIAS...............................................................................................................45 XVII - TIMERMAN Y EL GRUPO GRAIVER.......................................................................................48 XVIII - FLORA DYBNER: LA CULTURA DE LA GUERRILLA ........................................................51 XIX - ORLANDO REINOSO. NEGOCIOS, NEGOCIADOS.................................................................54 XX - FRANCISCO FERNANDEZ: "CON USURA . . .".........................................................................58 XXI - DANTE MARRA Y JULIO DAICH: DOLARES EN LA PLATA...............................................61 XXII - EL MUNDO Y SU PRECIO..........................................................................................................63 XXIII - JORGE RODRIGUEZ Y RICARDO PERERA: LA FICCION Y LA VERDAD ......................65 XXIV - FINAL ABIERTO........................................................................................................................69 XXV - ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?.........................................................................................................70 XXVI - ¿COMO ACTUA EL ENEMIGO?...............................................................................................75 APÉNDICES..............................................................................................................................................83 EMPRESAS DEL GRUPO EN EL PAIS, SU FORMACION BAGUAL S. C. A.:.............................84 EMPRESAS EN EL EXTERIOR..........................................................................................................87 LISTA DE PROPIEDADES DEL GRUPO GRAIVER........................................................................90