Prólogo del Fundador: Fe y Obras
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Rev. R. J. Rushdoony

Reimpreso de Hebreos, Santiago y Judas © Dorothy Rushdoony 2001, páginas 164-165.

Santiago 2:14-26

   14
      Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
   ¿Podrá la fe salvarle?
   15Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del

   mantenimiento de cada día,
   16
      y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas
   que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
   17
      Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
   18
      Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te
   mostraré mi fe por mis obras.
   19
      Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
   20
      ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
   21
      ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo
   Isaac sobre el altar?
   22
      ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las
   obras?
   23
      Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
   justicia, y fue llamado amigo de Dios.
   24
      Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la
   fe.
   25
      Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a
   los mensajeros y los envió por otro camino?
   26
      Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
   muerta.

La Teología vs. la Vida

Este bien puede ser el texto más controversial de toda la Biblia. Muchos evitan la epístola
de Santiago porque no quieren encontrarse con este texto.

Necesitamos reconocer que mucho de lo que puede separarse por medio del análisis no
puede separarse en la vida. Podemos y por necesidad analizamos el sistema respiratorio
humano y el sistema circulatorio de manera separada, pero ninguno de los dos puede existir
sin el otro. En la teología la fe está asociada con la doctrina de la salvación, y las obras con
la santificación, pero, así como respirar es algo necesario para la vida del corazón, así
también lo son las obras para la vida de fe. Esta es la razón por la cual Santiago puede
decir, “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por
la fe” (v. 24). Aquellos que quieren separar la fe y las obras pueden hacerlo sólo


                                              1
teológicamente, y así debiesen hacerlo, pero en la vida los dos son inseparables. Tomar una
distinción teológica y asumir que en la vida lo que de otra manera es una diferencia válida y
necesaria es una separación radical de lo uno y lo otro es confundir la disección con la vida.

Santiago nos confronta con este hecho: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno
dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (v. 14) ¿Puede un hombre vivir
solo con el corazón y no con los pulmones?

Luego Santiago usa una ilustración muy práctica de la interconexión que existe entre la fe y
las obras. Dada la necesidad de caridad en la sinagoga Cristiana de Jerusalén, y de las
iglesias en todas partes, su ejemplo es tanto contundente como real. Si un amigo creyente
está desprovisto de vestido y hambriento, y si simplemente decimos, “Id en paz, calentaos y
saciaos,” o, “vamos a orar por ti,” y nada más, ¿de qué aprovecha? Tal fe profesada, sin
tener obras, es muerta. Está muerta porque la fe no puede permanecer sola: se manifiesta en
las obras (vv. 15-17).

Santiago no está en contra de la teología; de lo que está es en contra de separar la teología
de la vida, la reducción de la fe a la creencia fácil, y a la negación de la acción como
expresión de la fe. Ni la fe válida ni las obras válidas se pueden separar las unas de las
otras. ¿Cómo puede cualquier hombre demostrar una fe válida sin obras? La fe se muestra
por las obras (v. 18).

La Creencia Fácil

La creencia simple no salva a ningún hombre. “Tú crees que Dios es uno; bien haces.
También los demonios creen, y tiemblan” (v. 19). No se puede imaginar una declaración
más contundente y elocuente del caso. Aquellos que están en el infierno, comenzando con
los mismos demonios, creen que Dios existe; el conocimiento los hace temblar, pero no los
salva.

“¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (v. 20) Tal hombre es
llamado vano por parte de Santiago. La palabra es kenos, que significa vacío, necio, sin
sentido, sin propósito; es algo altamente desfavorable. Santiago no dignifica la posición
como si fuese una posición válida de discrepancia: es la opinión de un necio.

Luego, en los versículos 21-24, Santiago se vuelve a Abraham, el padre del pacto,
reverenciado igualmente por Judíos y Cristianos. Dice sin explicaciones que Abraham “fue
justificado por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar” (v. 21). La realidad de
la fe de Abraham fue manifestada en su disposición a obedecer a Dios, hasta el punto de
atar a Isaac al altar (Gén. 22:9). Dios esperó hasta que la fe de Abraham se mostrase por
medio de sus obras antes de liberar a Isaac.

Santiago continúa, “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se
perfeccionó por las obras?” (v. 22). Santiago dice, literalmente, “la fe obró con sus obras.”
La fe llegó a hacerse obras, una realización de sí misma. La fe se expresó, o se reveló, en
las obras. Existe una conexión esencial entre las dos.



                                             2
Esto, dice Santiago, es lo que la Escritura significa cuando dice, “Abraham creyó a Dios, y
le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (v. 23).

Es en 2 Crónicas 20:7 que Abraham es llamado “amigo de Dios para siempre.” En Génesis
15:6 se nos dice que Abraham “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” Pablo cita
este versículo en Romanos 4:3 y Gálatas 3:6. Pablo usa el texto para criticar la idea de la
salvación por medio de las obras, y Santiago, para llamar la atención de la vacuidad de la fe
sin las obras. Fue Pablo quien, en Romanos 3:31, dijo, “¿Luego por la fe invalidamos la
ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.” Por sobre todo, nuestro Señor en
Mateo 7:16 presenta con total claridad que “por sus frutos los conoceréis,” i.e., por sus
obras.

Está claro, insiste Santiago, que un hombre es justificado por sus obras, no solamente por
su fe (v. 24). Las obras manifiestan la realidad de la fe de un hombre, de modo que se
muestra que su justificación es real por sus obras, no solamente por su fe.

Luego, Santiago presenta otra ilustración, Rahab. El registro en Josué presenta de manera
obvia el terror de la gente de Jericó. Ellos sabían lo que Dios les había hecho a otros
pueblos, de modo que creían que el Dios de los Hebreos estaba obrando para destruir a sus
enemigos. Solamente Rahab actuó con base en esa fe; solo sus obras mostraron la realidad
de su fe. Por ende, Santiago dice, ella fue justificada por sus obras, i.e., su justificación se
manifestó en sus obras.

Es muy claro en todo lo que Santiago tiene que decir que tanto la fe como las obras hacen
referencia a Dios y a Su ley. El Concilio de Trento asoció la fe con el asentimiento dado a
la iglesia, y demasiados grupos Protestantes han tenido la tendencia, en la práctica, a hacer
lo mismo. Tanto la fe como las obras deben ser vistas como esencialmente una confianza y
obediencia a Dios y a Su Palabra escrita.

Santiago concluye con otra declaración contundente: “Porque como el cuerpo sin espíritu
está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (v. 26). Santiago no dice que es débil,
sino más bien que está muerta. Aquí, una vez más, como en el Sermón del Monte, y en
todos los evangelios y epístolas, se nos dice como “juzgar con justo juicio” (Jn. 7:24). Hay
muchos que siguen el antiguo modo Griego de pensar al decir que no podemos conocer el
corazón de un hombre, y por lo tanto, no podemos juzgarle, mientras que nuestro Señor
dice sencillamente, “por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20). Las obras son la fe en
acción, la fe hecha manifiesta.

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  • 1. Prólogo del Fundador: Fe y Obras ____________________________ Rev. R. J. Rushdoony Reimpreso de Hebreos, Santiago y Judas © Dorothy Rushdoony 2001, páginas 164-165. Santiago 2:14-26 14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. La Teología vs. la Vida Este bien puede ser el texto más controversial de toda la Biblia. Muchos evitan la epístola de Santiago porque no quieren encontrarse con este texto. Necesitamos reconocer que mucho de lo que puede separarse por medio del análisis no puede separarse en la vida. Podemos y por necesidad analizamos el sistema respiratorio humano y el sistema circulatorio de manera separada, pero ninguno de los dos puede existir sin el otro. En la teología la fe está asociada con la doctrina de la salvación, y las obras con la santificación, pero, así como respirar es algo necesario para la vida del corazón, así también lo son las obras para la vida de fe. Esta es la razón por la cual Santiago puede decir, “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (v. 24). Aquellos que quieren separar la fe y las obras pueden hacerlo sólo 1
  • 2. teológicamente, y así debiesen hacerlo, pero en la vida los dos son inseparables. Tomar una distinción teológica y asumir que en la vida lo que de otra manera es una diferencia válida y necesaria es una separación radical de lo uno y lo otro es confundir la disección con la vida. Santiago nos confronta con este hecho: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (v. 14) ¿Puede un hombre vivir solo con el corazón y no con los pulmones? Luego Santiago usa una ilustración muy práctica de la interconexión que existe entre la fe y las obras. Dada la necesidad de caridad en la sinagoga Cristiana de Jerusalén, y de las iglesias en todas partes, su ejemplo es tanto contundente como real. Si un amigo creyente está desprovisto de vestido y hambriento, y si simplemente decimos, “Id en paz, calentaos y saciaos,” o, “vamos a orar por ti,” y nada más, ¿de qué aprovecha? Tal fe profesada, sin tener obras, es muerta. Está muerta porque la fe no puede permanecer sola: se manifiesta en las obras (vv. 15-17). Santiago no está en contra de la teología; de lo que está es en contra de separar la teología de la vida, la reducción de la fe a la creencia fácil, y a la negación de la acción como expresión de la fe. Ni la fe válida ni las obras válidas se pueden separar las unas de las otras. ¿Cómo puede cualquier hombre demostrar una fe válida sin obras? La fe se muestra por las obras (v. 18). La Creencia Fácil La creencia simple no salva a ningún hombre. “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (v. 19). No se puede imaginar una declaración más contundente y elocuente del caso. Aquellos que están en el infierno, comenzando con los mismos demonios, creen que Dios existe; el conocimiento los hace temblar, pero no los salva. “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (v. 20) Tal hombre es llamado vano por parte de Santiago. La palabra es kenos, que significa vacío, necio, sin sentido, sin propósito; es algo altamente desfavorable. Santiago no dignifica la posición como si fuese una posición válida de discrepancia: es la opinión de un necio. Luego, en los versículos 21-24, Santiago se vuelve a Abraham, el padre del pacto, reverenciado igualmente por Judíos y Cristianos. Dice sin explicaciones que Abraham “fue justificado por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar” (v. 21). La realidad de la fe de Abraham fue manifestada en su disposición a obedecer a Dios, hasta el punto de atar a Isaac al altar (Gén. 22:9). Dios esperó hasta que la fe de Abraham se mostrase por medio de sus obras antes de liberar a Isaac. Santiago continúa, “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (v. 22). Santiago dice, literalmente, “la fe obró con sus obras.” La fe llegó a hacerse obras, una realización de sí misma. La fe se expresó, o se reveló, en las obras. Existe una conexión esencial entre las dos. 2
  • 3. Esto, dice Santiago, es lo que la Escritura significa cuando dice, “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (v. 23). Es en 2 Crónicas 20:7 que Abraham es llamado “amigo de Dios para siempre.” En Génesis 15:6 se nos dice que Abraham “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” Pablo cita este versículo en Romanos 4:3 y Gálatas 3:6. Pablo usa el texto para criticar la idea de la salvación por medio de las obras, y Santiago, para llamar la atención de la vacuidad de la fe sin las obras. Fue Pablo quien, en Romanos 3:31, dijo, “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.” Por sobre todo, nuestro Señor en Mateo 7:16 presenta con total claridad que “por sus frutos los conoceréis,” i.e., por sus obras. Está claro, insiste Santiago, que un hombre es justificado por sus obras, no solamente por su fe (v. 24). Las obras manifiestan la realidad de la fe de un hombre, de modo que se muestra que su justificación es real por sus obras, no solamente por su fe. Luego, Santiago presenta otra ilustración, Rahab. El registro en Josué presenta de manera obvia el terror de la gente de Jericó. Ellos sabían lo que Dios les había hecho a otros pueblos, de modo que creían que el Dios de los Hebreos estaba obrando para destruir a sus enemigos. Solamente Rahab actuó con base en esa fe; solo sus obras mostraron la realidad de su fe. Por ende, Santiago dice, ella fue justificada por sus obras, i.e., su justificación se manifestó en sus obras. Es muy claro en todo lo que Santiago tiene que decir que tanto la fe como las obras hacen referencia a Dios y a Su ley. El Concilio de Trento asoció la fe con el asentimiento dado a la iglesia, y demasiados grupos Protestantes han tenido la tendencia, en la práctica, a hacer lo mismo. Tanto la fe como las obras deben ser vistas como esencialmente una confianza y obediencia a Dios y a Su Palabra escrita. Santiago concluye con otra declaración contundente: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (v. 26). Santiago no dice que es débil, sino más bien que está muerta. Aquí, una vez más, como en el Sermón del Monte, y en todos los evangelios y epístolas, se nos dice como “juzgar con justo juicio” (Jn. 7:24). Hay muchos que siguen el antiguo modo Griego de pensar al decir que no podemos conocer el corazón de un hombre, y por lo tanto, no podemos juzgarle, mientras que nuestro Señor dice sencillamente, “por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20). Las obras son la fe en acción, la fe hecha manifiesta. ____________________________ 3