La regulación de la glicemia es crucial para mantener una glucosa plasmática constante, la cual varía entre 0.8 g/l y 1.2 g/l en personas sanas. Este proceso es regulado por las hormonas insulina y glucagón, las cuales actúan sobre el hígado, músculos y tejido adiposo. La insulina disminuye la glicemia al facilitar la absorción de glucosa y almacenar glucógeno, mientras que el glucagón aumenta la glicemia al liberar glucosa almacenada.