La reforma católica, impulsada por figuras como San Ignacio de Loyola y el Concilio de Trento, se desarrolló tras la reforma protestante, destacando el papel de España y su imperio en la expansión cristiana. Durante el siglo XVII, Francia se convirtió en la principal potencia europea, mientras las guerras de religión culminaron en el Edicto de Nantes, que otorgó tolerancia a los hugonotes. El siglo XVIII trajo la ilustración, caracterizada por un rechazo de la religión revelada y una crítica a la verdad religiosa, reflejada en movimientos como el deísmo y en la obra de pensadores como Descartes y Voltaire.