El autor argumenta que el uso excesivo de la realidad virtual afecta negativamente la atención del lector. Según el autor, Internet actúa como una inteligencia artificial que encanta las facultades cerebrales y cuanto más contacto se tenga con la red, más dependiente del cerebro se vuelve de ella. Como resultado, leer un libro se vuelve aburrido para el lector cuyo cerebro está esclavizado a Internet. El autor concluye que el uso prudente de Internet es positivo, pero un uso excesivo siempre tiene consecuencias negativas.