Este documento es la homilía de un sacerdote para el segundo domingo de Pascua. En ella, el sacerdote habla sobre cómo aunque los sacerdotes no están exentos del sufrimiento y la ausencia, es posible vivir con esperanza a través de una vida de oración y mirando las llagas de Jesús como hizo Tomás. También enfatiza la importancia de que los creyentes permanezcan unidos como testimonio efectivo de Cristo resucitado, y que debemos ser apóstoles de la misericordia al difundir la