El autor argumenta que cuando alguien te regala un reloj, en realidad no solo te están regalando el reloj sino también las obligaciones y preocupaciones que vienen con él. Te obligan a darle cuerda todos los días, a verificar constantemente la hora exacta, y a vivir con el miedo de que se pierda o se rompa. En última instancia, no es que te regalen un reloj, sino que tú pasas a ser el objeto regalado que está atado a la responsabilidad del reloj.