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ORDEN FRANCISCANA SEGLAR ESPAÑA.
COMISIÓN DE FORMACIÓN
ORACIÓN DE NAVIDAD: VIVIENDO CRECCIO
AMBIENTACIÓN:
No tiene sentido quedarnos preparando Creccio, es momento de vivirlo. Es momento de adorar
desde mi pequeñez y humildad la grandeza del Niño-Dios, que nace para quien tiene necesidad
de Él.
Debo sentirme pastor y llevarle mis obras de amor y dejarme mirar por Él y recrearme en su
mirada y en su sonrisa.
Es el momento de dejar de ser mediocres para darlo todo desde la humildad. Es tiempo de
sembrar Amor y Misericordia para cosechar Alegría. ES TIEMPO DE REGALAR NAVIDAD.
ORACIÓN INICIAL
“Señor no me permitas olvidar el porqué de Tu venida al mundo”
Si naciste en un pesebre para enseñarme la humildad, hazme humilde de pensamiento,
palabra y obra.
Si escogiste por madre a una doncella pura, ayúdame a llevar en el corazón un ápice si
quiera de la pureza de María.
Si los mismos Reyes llegaron a adorarte, graba en mi cerebro el mensaje de esa
adoración: que el poder mundano, la riqueza material y la gloria terrenal no tienen
valor alguno frente a la eternidad de Tu propio reino.
Si fueron los pastores a los que Tu ejército celestial dieron aviso de Tu nacimiento,
enséñame a amar a mis hermanos menos afortunados así como Tú pensaste también
en ellos.
Si naciste, padeciste y moriste por mostrarme de lo que es capaz Tu amor, no permites
que cruce por la vida sin amar cuanto de bello y de bueno pongas a mi paso.
Jesús que me conmueves como niño en los brazos de Tu madre, que me oprimes el
corazón cuando Te veo en la cruz agonizando por nosotros, hazme digno siquiera de
arrodillarme también ante tu pesebre.
No dejes que esta navidad pase indiferente ante tu iglesia…no permitas que las
frivolidades de la vida mundana me hagan olvidarme de ti.
Ilumina mi entendimiento para que esta Navidad mi corazón se inunde de sincero
amor a Ti y a mis semejantes. Haz que te rinda culto no con brindis, ni con cascabeles si
no con el perdón y la misericordia, con la humildad y la devoción, CON MI ENTREGA
ABSOLUTA A TI. Amén.
TEXTO BÍBLICO:
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a
luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían
sitio en el alojamiento.
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante
la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su
luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado
en un pesebre.»
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios,
diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se
complace.»
TEXTO FRANCISCANO: LA NAVIDAD DE GRECCIO CELEBRADA POR SAN FRANCISCO (1223)
Celano 1
Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años
antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor
Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor
tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de
noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del
espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó,
como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta
del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la
memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo
que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado
sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y
preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.
Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y
mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas
para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años.
Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y
se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la
simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se
convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los
hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos.
La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos
las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios
está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en
inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de
singular consolación.
El santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el
santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los
premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del
Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces,
al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y,
pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna
afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la lengua por los labios
como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras.
Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una admirable
visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios
y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido, puesto que el niño
Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su
siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la
solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría.
Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa
misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto:
muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de
este heno, curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos,
colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con
personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males.
El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo
padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que,
donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de
continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e
incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable
amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por
todos los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya.
SALMO DESDE LA ALABANZA GOZOSA
CUENTO: La pequeña Estrella de Navidad
SIGNO Y REFLEXIÓN.
CANCIÓN.
PRECES Y ACCIÓN DE GRACIAS.
PADRE NUESTRO.
ORACIÓN FINAL Y CANCIÓN FINAL
Dulce Niño de Belén, haz que penetremos con toda el alma
en este profundo misterio de la Navidad.
Pon en el corazón de los hombres esa paz que buscan,
a veces con tanta violencia, y que tú sólo puedes dar.
Ayúdales a conocerse mejor
y a vivir fraternalmente como hijos del mismo Padre.
Descúbreles también tu hermosura,
tu santidad y tu pureza.
Despierta en su corazón el amor
y la gratitud a tu infinita bondad.
Únelos en tu caridad. Y danos a todos tu celeste paz. Amén
JUAN XXIII
FELIZ NAVIDAD
SALMO DESDE LA ALABANZA GOZOSA (salmo 33)
Te bendigo, Señor, con el corazón gozoso, en todo tiempo;
día y noche, cuando trabajo o descanso, quiero alabarte;
mi corazón sólo en ti encuentra vida, amor y lealtad;
yo me alegro, Señor, con todos los hombres que te alaban.
Oh Dios, que todos los pueblos te engrandezcan;
que todos los pueblos ensalcen tu nombre por siempre;
te he buscado, Señor, y ahora mi corazón se llena de gozo,
porque me has librado de todos mis miedos y tensiones.
Mis ojos te miran y tu luz me inunda de alegría;
me siento feliz, me siento tranquilo cuando te alabo.
Yo soy pobre de corazón, Señor; a ti grito y tú me respondes;
siempre estás a punto para sacarme de mis angustias.
Tú acampas en tu tienda junto al pueblo escogido;
eres como una columna firme en medio de los que en ti creemos.
¡Oh Dios, yo he gustado y he visto lo bueno que eres tú!
Yo soy dichoso al haberte escogido como el centro de mi vida.
Ante ti, Señor, siento respeto y reverencia;
a tu lado yo he experimentado que nada me falta.
Los que pasan de ti, se quedan pobres y vacíos;
los que te buscamos, Señor, quedamos saciados.
Yo camino hacia ti, Señor, y abro mi oído a tu palabra;
quiero aprender a tu lado tu sabiduría y tu amor,
quiero vivir bajo la norma de tus mandatos.
Oh Dios, Dios de la vida, yo amo el vivir; oh Dios,
mi corazón desea gozar siempre de tu presencia.
Guarda, Señor, mi lengua del mal, de la palabra falsa;
no permitas que mis labios se encadenen a la mentira.
Quiero apartarme del mal, Señor, y obrar el bien cada día;
quiero buscar la paz y trabajar en servicio del perdón.
Tú tienes, Señor, los ojos abiertos sobre nosotros,
porque tu corazón vela por la obra de tus manos;
tu rostro brilla lleno de tu gloria y tu poder,
y al mirarte la vida se siente segura y feliz.
Tú eres grande, eres maravilloso, eres único, Señor:
nuestros gritos tú los oyes y los acoges con ternura;
nuestras ansiedades y angustias las haces tuyas.
Tú estás cerca, Señor, de quien tiene roto el corazón,
y estás pronto a salvar a los que se sienten hundidos.
¡Qué hermoso, Señor, es tenerte a ti como Dios y como Padre!
¡Qué dichoso me siento al saberme hijo tuyo,!
Yo confío en ti, lo espero todo de tu misericordia;
confío porque me amas y defiendes siempre mi vida.
Te alabo, Señor, con el corazón lleno de gozo.
CUENTO: LA PEQUEÑA ESTRELLA DE NAVIDAD
De entre todas las estrellas que brillan en el cielo, siempre había existido una más brillante y bella
que las demás. Todos los planetas y estrellas del cielo la contemplaban con admiración, y se
preguntaban cuál sería la importante misión que debía cumplir. Y lo mismo hacía la estrella,
consciente de su incomparable belleza.
Las dudas se acabaron cuando un grupo de ángeles fue a buscar a la gran estrella:
- Corre. Ha llegado tu momento, el Señor te llama para encargarte una importante misión.
Y ella acudió tan rápido como pudo para enterarse de que debía indicar el lugar en que ocurriría el
suceso más importante de la historia.
La estrella se llenó de orgullo, se vistió con sus mejores brillos, y se dispuso a seguir a los ángeles
que le indicarían el lugar. Brillaba con tal fuerza y belleza, que podía ser vista desde todos los lugares
de la tierra, y hasta un grupo de sabios decidió seguirla, sabedores de que debía indicar algo
importante.
Durante días la estrella siguió a los ángeles, indicando el camino, ansiosa por descubrir cómo sería
el lugar que iba a iluminar. Pero cuando los ángeles se pararon, y con gran alegría dijeron “Aquí es”,
la estrella no lo podía creer. No había ni palacios, ni castillos, ni mansiones, ni oro ni joyas. Sólo un
pequeño establo medio abandonado, sucio y maloliente.
- ¡Ah, no! ¡Eso no! ¡Yo no puedo desperdiciar mi brillo y mi belleza alumbrando un lugar como
éste! ¡Yo nací para algo más grande!
Y aunque los ángeles trataron de calmarla, la furia de la estrella creció y creció, y llegó a juntar
tanta soberbia y orgullo en su interior, que comenzó a arder. Y así se consumió en sí misma,
desapareciendo.
¡Menudo problema! Tan sólo faltaban unos días para el gran momento, y se habían quedado sin
estrella. Los ángeles, presa del pánico, corrieron al Cielo a contar a Dios lo que había ocurrido. Éste,
después de meditar durante un momento, les dijo:
- Buscad y llamad entonces a la más pequeña, a la más humilde y alegre de todas las estrellas que
encontréis.
Sorprendidos por el mandato, pero sin dudarlo, porque el Señor solía hacer esas cosas, los ángeles
volaron por los cielos en busca de la más diminuta y alegre de las estrellas. Era una estrella
pequeñísima, tan pequeña como un granito de arena. Se sabía tan poca cosa, que no daba ninguna
importancia a su brillo, y dedicaba todo el tiempo a reír y charlar con sus amigas las estrellas más
grandes. Cuando llegó ante el Señor, este le dijo:
- La estrella más perfecta de la creación, la más maravillosa y brillante, me ha fallado por su
soberbia. He pensado que tú, la más humilde y alegre de todas las estrellas, serías la indicada para
ocupar su lugar y alumbrar el hecho más importante de la historia: el nacimiento del Niño Dios en
Belén.
Tanta emoción llenó a nuestra estrellita, y tanta alegría sintió, que ya había llegado a Belén tras los
ángeles cuando se dio cuenta de que su brillo era insignificante y que, por más que lo intentara, no
era capaz de brillar mucho más que una luciérnaga.
“Claro”, se dijo. “Pero cómo no lo habré pensado antes de aceptar el encargo. ¡Si soy la estrella
más pequeña! Es totalmente imposible que yo pueda hacerlo tan bien como aquella gran estrella
brillante... ¡Que pena! Mira que ir a desaprovechar una ocasión que envidiarían todas las estrellas del
mundo...”.
Entonces pensó de nuevo “todas las estrellas del mundo”. ¡Seguro que estarían encantadas de
participar en algo así! Y sin dudarlo, surcó los cielos con un mensaje para todas sus amigas:
"El 25 de diciembre, a medianoche, quiero compartir con vosotras la mayor gloria que puede
haber para una estrella: ¡alumbrar el nacimiento de Dios! Os espero en el pueblecito de Belén, junto a
un pequeño establo."
Y efectivamente, ninguna de las estrellas rechazó tan generosa invitación. Y tantas y tantas
estrellas se juntaron, que entre todas formaron la Estrella de Navidad más bella que se haya visto
nunca, aunque a nuestra estrellita ni siquiera se la distinguía entre tanto brillo. Y encantado por su
excelente servicio, y en premio por su humildad y generosidad, Dios convirtió a la pequeña
mensajera en una preciosa estrella fugaz, y le dio el don de conceder deseos cada vez que alguien
viera su bellísima estela brillar en el cielo.
Pedro Pablo Sacristán

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Oración de navidad 2015

  • 1. ORDEN FRANCISCANA SEGLAR ESPAÑA. COMISIÓN DE FORMACIÓN ORACIÓN DE NAVIDAD: VIVIENDO CRECCIO AMBIENTACIÓN: No tiene sentido quedarnos preparando Creccio, es momento de vivirlo. Es momento de adorar desde mi pequeñez y humildad la grandeza del Niño-Dios, que nace para quien tiene necesidad de Él. Debo sentirme pastor y llevarle mis obras de amor y dejarme mirar por Él y recrearme en su mirada y en su sonrisa. Es el momento de dejar de ser mediocres para darlo todo desde la humildad. Es tiempo de sembrar Amor y Misericordia para cosechar Alegría. ES TIEMPO DE REGALAR NAVIDAD. ORACIÓN INICIAL “Señor no me permitas olvidar el porqué de Tu venida al mundo” Si naciste en un pesebre para enseñarme la humildad, hazme humilde de pensamiento, palabra y obra. Si escogiste por madre a una doncella pura, ayúdame a llevar en el corazón un ápice si quiera de la pureza de María. Si los mismos Reyes llegaron a adorarte, graba en mi cerebro el mensaje de esa adoración: que el poder mundano, la riqueza material y la gloria terrenal no tienen valor alguno frente a la eternidad de Tu propio reino. Si fueron los pastores a los que Tu ejército celestial dieron aviso de Tu nacimiento, enséñame a amar a mis hermanos menos afortunados así como Tú pensaste también en ellos. Si naciste, padeciste y moriste por mostrarme de lo que es capaz Tu amor, no permites que cruce por la vida sin amar cuanto de bello y de bueno pongas a mi paso. Jesús que me conmueves como niño en los brazos de Tu madre, que me oprimes el corazón cuando Te veo en la cruz agonizando por nosotros, hazme digno siquiera de arrodillarme también ante tu pesebre. No dejes que esta navidad pase indiferente ante tu iglesia…no permitas que las frivolidades de la vida mundana me hagan olvidarme de ti. Ilumina mi entendimiento para que esta Navidad mi corazón se inunde de sincero amor a Ti y a mis semejantes. Haz que te rinda culto no con brindis, ni con cascabeles si no con el perdón y la misericordia, con la humildad y la devoción, CON MI ENTREGA ABSOLUTA A TI. Amén. TEXTO BÍBLICO: Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
  • 2. Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» TEXTO FRANCISCANO: LA NAVIDAD DE GRECCIO CELEBRADA POR SAN FRANCISCO (1223) Celano 1 Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado. Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación. El santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y, pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras. Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría. Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno, curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos, colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males. El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que,
  • 3. donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por todos los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya. SALMO DESDE LA ALABANZA GOZOSA CUENTO: La pequeña Estrella de Navidad SIGNO Y REFLEXIÓN. CANCIÓN. PRECES Y ACCIÓN DE GRACIAS. PADRE NUESTRO. ORACIÓN FINAL Y CANCIÓN FINAL Dulce Niño de Belén, haz que penetremos con toda el alma en este profundo misterio de la Navidad. Pon en el corazón de los hombres esa paz que buscan, a veces con tanta violencia, y que tú sólo puedes dar. Ayúdales a conocerse mejor y a vivir fraternalmente como hijos del mismo Padre. Descúbreles también tu hermosura, tu santidad y tu pureza. Despierta en su corazón el amor y la gratitud a tu infinita bondad. Únelos en tu caridad. Y danos a todos tu celeste paz. Amén JUAN XXIII FELIZ NAVIDAD
  • 4. SALMO DESDE LA ALABANZA GOZOSA (salmo 33) Te bendigo, Señor, con el corazón gozoso, en todo tiempo; día y noche, cuando trabajo o descanso, quiero alabarte; mi corazón sólo en ti encuentra vida, amor y lealtad; yo me alegro, Señor, con todos los hombres que te alaban. Oh Dios, que todos los pueblos te engrandezcan; que todos los pueblos ensalcen tu nombre por siempre; te he buscado, Señor, y ahora mi corazón se llena de gozo, porque me has librado de todos mis miedos y tensiones. Mis ojos te miran y tu luz me inunda de alegría; me siento feliz, me siento tranquilo cuando te alabo. Yo soy pobre de corazón, Señor; a ti grito y tú me respondes; siempre estás a punto para sacarme de mis angustias. Tú acampas en tu tienda junto al pueblo escogido; eres como una columna firme en medio de los que en ti creemos. ¡Oh Dios, yo he gustado y he visto lo bueno que eres tú! Yo soy dichoso al haberte escogido como el centro de mi vida. Ante ti, Señor, siento respeto y reverencia; a tu lado yo he experimentado que nada me falta. Los que pasan de ti, se quedan pobres y vacíos; los que te buscamos, Señor, quedamos saciados. Yo camino hacia ti, Señor, y abro mi oído a tu palabra; quiero aprender a tu lado tu sabiduría y tu amor, quiero vivir bajo la norma de tus mandatos. Oh Dios, Dios de la vida, yo amo el vivir; oh Dios, mi corazón desea gozar siempre de tu presencia. Guarda, Señor, mi lengua del mal, de la palabra falsa; no permitas que mis labios se encadenen a la mentira. Quiero apartarme del mal, Señor, y obrar el bien cada día; quiero buscar la paz y trabajar en servicio del perdón. Tú tienes, Señor, los ojos abiertos sobre nosotros, porque tu corazón vela por la obra de tus manos; tu rostro brilla lleno de tu gloria y tu poder, y al mirarte la vida se siente segura y feliz. Tú eres grande, eres maravilloso, eres único, Señor: nuestros gritos tú los oyes y los acoges con ternura; nuestras ansiedades y angustias las haces tuyas. Tú estás cerca, Señor, de quien tiene roto el corazón, y estás pronto a salvar a los que se sienten hundidos. ¡Qué hermoso, Señor, es tenerte a ti como Dios y como Padre! ¡Qué dichoso me siento al saberme hijo tuyo,! Yo confío en ti, lo espero todo de tu misericordia; confío porque me amas y defiendes siempre mi vida. Te alabo, Señor, con el corazón lleno de gozo.
  • 5. CUENTO: LA PEQUEÑA ESTRELLA DE NAVIDAD De entre todas las estrellas que brillan en el cielo, siempre había existido una más brillante y bella que las demás. Todos los planetas y estrellas del cielo la contemplaban con admiración, y se preguntaban cuál sería la importante misión que debía cumplir. Y lo mismo hacía la estrella, consciente de su incomparable belleza. Las dudas se acabaron cuando un grupo de ángeles fue a buscar a la gran estrella: - Corre. Ha llegado tu momento, el Señor te llama para encargarte una importante misión. Y ella acudió tan rápido como pudo para enterarse de que debía indicar el lugar en que ocurriría el suceso más importante de la historia. La estrella se llenó de orgullo, se vistió con sus mejores brillos, y se dispuso a seguir a los ángeles que le indicarían el lugar. Brillaba con tal fuerza y belleza, que podía ser vista desde todos los lugares de la tierra, y hasta un grupo de sabios decidió seguirla, sabedores de que debía indicar algo importante. Durante días la estrella siguió a los ángeles, indicando el camino, ansiosa por descubrir cómo sería el lugar que iba a iluminar. Pero cuando los ángeles se pararon, y con gran alegría dijeron “Aquí es”, la estrella no lo podía creer. No había ni palacios, ni castillos, ni mansiones, ni oro ni joyas. Sólo un pequeño establo medio abandonado, sucio y maloliente. - ¡Ah, no! ¡Eso no! ¡Yo no puedo desperdiciar mi brillo y mi belleza alumbrando un lugar como éste! ¡Yo nací para algo más grande! Y aunque los ángeles trataron de calmarla, la furia de la estrella creció y creció, y llegó a juntar tanta soberbia y orgullo en su interior, que comenzó a arder. Y así se consumió en sí misma, desapareciendo. ¡Menudo problema! Tan sólo faltaban unos días para el gran momento, y se habían quedado sin estrella. Los ángeles, presa del pánico, corrieron al Cielo a contar a Dios lo que había ocurrido. Éste, después de meditar durante un momento, les dijo: - Buscad y llamad entonces a la más pequeña, a la más humilde y alegre de todas las estrellas que encontréis. Sorprendidos por el mandato, pero sin dudarlo, porque el Señor solía hacer esas cosas, los ángeles volaron por los cielos en busca de la más diminuta y alegre de las estrellas. Era una estrella pequeñísima, tan pequeña como un granito de arena. Se sabía tan poca cosa, que no daba ninguna importancia a su brillo, y dedicaba todo el tiempo a reír y charlar con sus amigas las estrellas más grandes. Cuando llegó ante el Señor, este le dijo: - La estrella más perfecta de la creación, la más maravillosa y brillante, me ha fallado por su soberbia. He pensado que tú, la más humilde y alegre de todas las estrellas, serías la indicada para ocupar su lugar y alumbrar el hecho más importante de la historia: el nacimiento del Niño Dios en Belén. Tanta emoción llenó a nuestra estrellita, y tanta alegría sintió, que ya había llegado a Belén tras los ángeles cuando se dio cuenta de que su brillo era insignificante y que, por más que lo intentara, no era capaz de brillar mucho más que una luciérnaga. “Claro”, se dijo. “Pero cómo no lo habré pensado antes de aceptar el encargo. ¡Si soy la estrella más pequeña! Es totalmente imposible que yo pueda hacerlo tan bien como aquella gran estrella brillante... ¡Que pena! Mira que ir a desaprovechar una ocasión que envidiarían todas las estrellas del mundo...”. Entonces pensó de nuevo “todas las estrellas del mundo”. ¡Seguro que estarían encantadas de participar en algo así! Y sin dudarlo, surcó los cielos con un mensaje para todas sus amigas: "El 25 de diciembre, a medianoche, quiero compartir con vosotras la mayor gloria que puede haber para una estrella: ¡alumbrar el nacimiento de Dios! Os espero en el pueblecito de Belén, junto a un pequeño establo." Y efectivamente, ninguna de las estrellas rechazó tan generosa invitación. Y tantas y tantas estrellas se juntaron, que entre todas formaron la Estrella de Navidad más bella que se haya visto nunca, aunque a nuestra estrellita ni siquiera se la distinguía entre tanto brillo. Y encantado por su excelente servicio, y en premio por su humildad y generosidad, Dios convirtió a la pequeña mensajera en una preciosa estrella fugaz, y le dio el don de conceder deseos cada vez que alguien viera su bellísima estela brillar en el cielo. Pedro Pablo Sacristán