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EL FEDÓN                                                                       FEDÓN.-¿Ni siquiera os habéis enterado, entonces, de qué manera se
                                                                               llevó a cabo el proceso?


Platón                                                                         EQUÉCRATES.-Si, eso nos lo ha contado alguien. Y nos extrañamos por
                                                                               cierto de que, acabado el juicio, hace bastante tiempo, muriera mucho
                                                                               después,según es evidente.¿Por qué fue asi, Fedón?

                                                                               FEDÓN.-Hubo con él, Equécrates, una coincidencia: el día antes del
                                                                               juicio dio la casualidad de que estaba con la guirnalda puesta la popa del
                                                                               navío que envían los atenienses a Delos.

                                                                               EQUÉCRATES.-Y ese navío, ¿qué es?

                                                                               FEDÓN.-La nave en la que, según dicen los atenienses, llevó Teseo un
                                                                               día a Creta a aquellas siete parejas, y no sólo las salvó, sino que también
INTRODUCCIÓN                                                                   él quedó a salvo. Hicieron entonces los atenienses, según se dice, el voto
                                                                               a Apolo de que si se salvaban llevarían todos los años a Delos una
(57a-59b)                                                                      peregrinación; peregrinación ésta que desde; entonces envían siempre
                                                                               cada año al dios, incluso ahora. Pues bien, una vez que comienzan la
Personajes del diálogo                                                         peregrinación, tienen la costumbre de tener libre de impureza a la ciudad
EQUÉCRATES, FEDÓN, APOLODORO, SÓCRATES, CEBES,
SIMMIAS, CRITÓN, EL SERVIDOR DE LOS ONCE.                                      durante ese tiempo, y de no dar muerte a nadie por orden estatal, hasta
                                                                               que la nave llegue a Delos y regrese de nuevo a Atenas. Y esto, a veces,
                                                                               cuando por una contingencia los vientos los detienen, lleva mucho
EQUÉCRATES.- ¿Estuviste tú, Fedón, con Sócrates el día aquel en que            tiempo. La peregrinación comienza una vez que el sacerdote de Apolo
bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro?                  corona la popa de la nave; y esta ceremonia, como digo, era la que
                                                                               casualmente se había celebrado la víspera del juicio. Por esta razón fue
FEDÓN.-Estuve yo personalmente, Equécrates.                                    mucho el tiempo que pasó Sócrates en la prisión desde su sentencia hasta
                                                                               su muerte.
EQUÉCRATES.-¿Y qué es lo que dijo antes de morir? ¿y cómo acabó
sus días? Con gusto te lo oiría contar, porque ningún ciudadano de             EQUÉCRATES.-Y ¿cómo fueron las circunstancias de la muerte? ¿Qué
Fliunte va ahora con frecuencia a Atenas, ni tampoco, desde hace mucho         fue lo que se dijo o se hizo? ¿Qué amigos fueron los que estuvieron con
tiempo, ha venido de allí forastero alguno que haya sido capaz de darnos       él? ¿O no les dejaron los magistrados estar presentes, y acabó sus días
noticia cierta sobre esta cuestión, a no ser lo de que bebió el veneno y       solo y sin amigos?
murió. De lo demás no han sabido decirnos nada.
                                                                           1
FEDÓN.-No, estaban allí algunos, muchos incluso.                                    EQUÉCRATES.-¿Y quiénes, Fedón, estaban por ventura allí presentes?

EQUÉCRATES.-Procura, entonces, relatarnos todo con la mayor                         FEDÓN.-Ese que te digo, Apolodoro, que formaba parte del grupo de sus
exactitud posible, si es que no tienes algún quehacer que te lo impida.             paisanos, juntamente con Critobulo, su padre: Hermógenes, Epígenes,
                                                                                    Escluines y Antístenes, y estaban también Ctesipo el Peanieo, Menéxeno
FEDÓN.-No, por cierto; estoy libre de ocupaciones, e intentaré                      y algunos otros del país. Platón estaba enfermo, según creo.
contároslo, pues el evocar la memoria de Sócrates, bien hable yo o le oiga
hablar a otro, es siempre para mí la cosa más agradable de todas.                   EQUÉCRATES.-¿Y había algún extranjero?

EQUÉCRATES.-Pues bien, Fedón, en los que te van a escuchar tienes a                 FEDÓN.-Sí, Simmias el tebano, Cebes y Fedonda de Mégara, Euclides y
otros tantos como tu. Ea, pues, intenta exponernos todo con la mayor                Terpsión.
precisión que puedas.
                                                                                    EQUÉCRATES.-¿Y qué? ¿Se encontraban con ellos Aristipo y
FEDÓN.-Por cierto que al estar yo allí me sucedió algo extraño. Pues no             Cleómbloto?
se apoderaba de mí la compasión en la idea de que asistía a la muerte de
un amigo, porque se me mostraba feliz, Equécrates, aquel varón: no sólo             FEDÓN.-No, por cierto. Se decía que estaban en Egina.
por su comportamiento, sino también por sus palabras. Tan tranquila y
noblemente moría, que se me ocurrió pensar que no descendía al Hades                EQUÉCRATES.-¿Estaba presente algun otro?
sin cierta asistencia divina, y que al llegar allí iba a tener una dicha cual
nunca tuvo otro alguno. Por esta razón no sentia en absoluto compasión,             FEDÓN.-Si no me equivoco, creo que fueron sólo éstos los que
como pareceria natural al asistir a un acontecimiento luctuoso, pero                estuvieron.
tampoco placer, como si estuviéramos entregados a la filosofía tal y como
acostumbrábamos; y eso que la conversación era de este tipo.                        EQUÉCRATES.-¿Y qué más? ¿Qué conversaciones dices que hubo?
Sencillamente, había en mí un sentimiento extraño, una mezcla
desacostumbrada de placer y de dolor, cuando pensaba que, de un
momento a otro, aquél iba a morir. Y todos los presentes estábamos más
o menos en un estado semejante: a veces reíamos y a veces llorábamos,
pero sobre todo uno de nosotros, Apolodoro. Pues ya lo conoces a él y su
modo de ser.

EQUÉCRATES.-¿Cómo no voy a conocerle?

FEDÓN.-Encontrábase, es cierto, en completo abatimiento; pero yo
también estaba conmovido, y asimismo los demás.


                                                                                2
-Critón, que se la lleve alguien a casa. Y a aquélla se la llevaron,
PRIMERA PARTE                                                                     chillando y golpeándose el pecho, unos criados de Critón.

FEDÓN                                                                             Sócrates, por su parte, sentándose en la cama, dobló la pierna,
                                                                                  restregósela con la mano, y, al tiempo que la friccionaba, dijo:
[59c-63b]
                                                                                  -¡Qué cosa más extraña, amigos, parece eso que los hombres llaman
FEDÓN.-Voy a intentar exponerte todo minuciosamente, desde el                     placer! ¡Cuán sorprendentemente está unido a lo que semeja su contrario:
principio. Te diré, pues, que ya los días anteriores solíamos ir sin falta,       el dolor! Los dos a la vez no quieren presentarse en el hombre, pero si se
tanto yo como los demás, a ver a Sócrates, reuniéndonos al amanecer en            persigue al uno y se le coge, casi siempre queda uno obligado a coger
el tribunal donde se habia celebrado el juicio, pues estaba cerca de la           también al otro, como si fueran dos seres ligados a una única cabeza. Y
cárcel. Allí esperábamos siempre a que se abriera la prisión, charlando           me parece - agregó - que si hubiera caído en la cuenta de ello Esopo
los unos con los otros, porque no se abría muy de mañana. Una vez                 hubiera compuesto una fábula que diria que la divinidad, queriendo
abierta, entrábamos a visitar a Sócrates, y las más de las veces pasábamos        imponer paz a la guerra que se hacían, como no pudiera conseguirlo, les
el día entero con él. Pero en aquella ocasión nos habíamos reunido aún            juntó en el mismo punto sus coronillas; y por esta razón en aquel que se
más temprano, porque el día anterior, cuando salimos de la prisión, a la          presenta el uno le sigue a continuación el otro. Así también me parece
caída de la tarde, nos enteramos de que la nave había regresado de Delos.         que ha ocurrido conmigo: una vez que por culpa de los grilletes estuvo en
En vista de ello, nos dimos los unos a los otros el aviso de llegar lo más        mi pierna el dolor, llegó ahora en pos suyo, según se ve, el placer.
pronto posible al lugar de costumbre. Llegamos, y saliéndonos al
encuentro el carcelero que solía abrirnos nos dijo que esperáramos y que          Interrumpiéndole entonces Cebes, le dijo:
no nos presentáramos allí hasta que él lo indicara.
                                                                                  -¡Por Zeus!, Sócrates, que has hecho bien en recordármelo. Sobre esos
-Los Once -nos dijo- están quitándole los grilletes a Sócrates y dándole la       poemas que has compuesto, poniendo en verso las fábulas de Esopo y el
noticia de que en este día morirá. Mas no tardó mucho rato en volver y            himno a Apolo, ya me han preguntado algunos, pero sobre todo Eveno,
nos invitó a entrar. Entramos, pues, y nos encontramos a Sócrates que             anteayer, por qué razón los hiciste una vez llegado aquí, cuando
acababa de ser desencadenado, y a Jantipa -ya la conoces- con su hijo en          anteriormente jamás habias compuesto ninguno. Si te importa, pues, que
brazos y sentada a su lado. Al vernos, Jantipa rompió a gritar y a decir          yo pueda responder a Eveno cuando de nuevo me pregunte, porque bien
cosas tales como las que acostumbran las mujeres.                                 sé que me preguntará, dime qué debo decir.

-¡Ay, Sócrates!, ésta es la última vez que te dirigirán la palabra los            -Pues dile, Cebes -le contestó-, la verdad; que no los hice por querer
amigos y tú se la dirigirás a ellos.                                              convertirme en rival suyo ni de sus poemas, pues sabía que esto no era
                                                                                  fácil, sino por tratar de enterarme qué significaban ciertos sueños, y
-Sócrates, entonces, lanzó una mirada a Critón y le dijo:                         también por cumplir con un deber religioso, por si acaso era ésta la
                                                                                  música que me prescribían componer. Tratábase, en efecto, de lo
                                                                                  siguiente: Con mucha frecuencia en el transcurso de mi vida se me había

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repetido en sueños la misma visión, que, aunque se mostraba cada vez             posiblemente no ejercerá sobre sí mismo violencia, pues esto, según
con distinta apariencia, siempre decía lo mismo: ¡Oh Sócrates, trabaja en        dicen, no es lícito. -Y al tiempo que decía esto hizo descender sus piernas
componer música! Yo, hasta ahora, entendí que me exhortaba y animaba             hasta tocar el suelo, y así sentado continuó el resto de la conversación.
a hacer precisamente lo que venía haciendo, y que al igual que los que
animan a los corredores, ordenábame el ensueño ocuparme de lo que me             Preguntóle entonces Cebes:
ocupaba, es decir, de hacer música, porque tenia yo la idea de que la
filosofía, que era de lo que me ocupaba, era la música más excelsa. Pero         -¿Cómo es que dices, Sócrates, por un lado esto de que no es lícito ejercer
ahora, después de que se celebró el juicio y la fiesta del dios me impidió       violencia sobre si mismo y por otro que el filósofo estaría deseoso de
morir, estimé que, por si acaso era esta música popular la que me                seguir al que muere?
ordenaba el sueño hacer,no debía desobedecerle, sino, al contrario; hacer
poesía; pues era para mí más seguro no marcharme de esta vida antes de           -¿Y que, Cebes, no habéis oído hablar, tu y Simmias, de tales cuestiones,
haber cumplido con este deber religioso, componiendo poemas y                    habiendo sido dicípulos de Filolao?
obedeciendo al ensueño. Así, pues, hice en primer lugar un poema al dios
a quien correspondía la fiesta que se estaba celebrando. Mas después de          -Con claridad, al menos, no, Sócrates.
haber hecho este poema al dios caí en la cuenta de que el poeta, si es que
se propone ser poeta, debe tratar en sus poemas mitos v no                       -Pues también yo hablo sobre esto de oídas. Asi que lo que buenamente
razonamientos; yo, empero, no era mitólogo, y por ello precisamente              he oido decir no tengo ningún inconveniente en repetirlo. Es más, tal vez
entre los mitos que tenía a la mano y me sabía - los de Esopo - di forma         sea lo más apropiado para el que esta a punto de emigrar allá el
poética a los primeros que al azar se me ocurrieron. Dile, pues, esto a          recapacitar y referir algún mito sobre cómo pensamos qué es esa
Eveno, Cebes, y que tenga salud, y que, si es hombre sensato, me siga lo         emigración. Y ¿qué otra cosa se podría hacer en el tiempo que falta hasta
más rápidamente posible. Me marcharé, según parece, hoy, puesto que lo           que se ponga el sol?
ordenan los atenienses.
                                                                                 -Entonces, Sócrates, ¿en qué se basan los que dicen que no es lícito darse
Entonces Simmias dijo:                                                           muerte a sí mismo? Porque yo, como tú me preguntabas hace un
                                                                                 momento, ya le oí decir a Filolao, cuando vivia con nosotros, y a algunos
-¡Qué consejo éste que le das a Eveno, Sócrates! Muchas son ya las veces         otros, que no se debía hacer eso. Pero algo definitivo sobre ello jamás se
que me he tropezado con ese hombre, y estoy por decir, a juzgar por lo           lo he oído a nadie.
que yo tengo visto, que en modo alguno te hará caso de buen grado.
                                                                                 -Pues es menester no desalentarse -dijo-, porque tal vez lo podrías oír. Sin
-¿Y qué? -replicó Sócrates-, ¿no es filósofo Eveno?                              embargo, quizá te parecerá extraño que seá ésta la única cuestión simple
                                                                                 entre todas y que jamás se presente al hombre como las demás. Hay
-A mí al menos me lo parece -contestó Simmias.                                   casos, sí, e individuos para quienes mejor les sería estar muertos que
                                                                                 vivir, pero lo que tal vez parezca chocante es que para esos individuos,
-Pues entonces Eveno se mostrara dispuesto a ello, como todo aquel que           para quienes vale más estar muertos, sea una impiedad el hacerse ese
tome por esa ocupación un interés digno de ella. Sin embargo,                    beneficio a sí mismos, y tengan que esperar a que sea otro su bienhechor.

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explicación, porque no cabe que el sabio crea que él cuidará mejor de sí
Entonces Cebes, sonriendo ligeramente, exclamó, hablando en su propia             mismo al estar en libertad. En cambio, un hombre insensato posiblemente
lengua:                                                                           creería que debe escapar de su amo, sin hacerse la reflexión de que no
                                                                                  debe uno huir de lo que es bueno, sino, al contrario, permanecer a su lado
-Sépalo Zeus.                                                                     lo más posible; de ahí que huyera irreflexivamente. Pero el que tiene
                                                                                  inteligencia es muy probable que deseara estar siempre junto a quien es
-En efecto -prosiguió Sócrates-, desde este punto de vista puede dar la           mejor que él.Y según esto, Sócrates, lo lógico es lo contrario de lo que se
impresión de algo ilógico. Sin embargo, no lo es y tal vez tenga alguna           decía hace un instante: a los sensatos es a quienes cuadra sentir enojo por
explicación. Y a propósito,lo que se dice en los misterios sobre esto, que        morir; a los insensatos, en cambio, alegría.
los hombres estamos en una especie de presidio, y que no debe liberarse
uno a sí mismo ni evadirse de él, me parece algo grandioso y de difícil           Al oírle, Sócrates me dio la impresión de que se alegraba con las
interpretación. Pero lo que sí me parece Cebes, que se dice con razón es          objeciones de Cebes; y dirigiendo la mirada hacia nosotros, dijo:
que los dioses son quienes se cuidan de nosotros y que nosotros los
hombres, somos una de sus posesiones. ¿No te parece así?                          -Siempre, es verdad, está Cebes rastreando algún argumento, y nunca se
                                                                                  muestra dispuesto a aceptar al pronto lo que se diga.
--A mí, sí -respondió Cebes.
                                                                                  -Pero el caso es, Sócrates -dijo Simmias-, que a mi también me parece
-Y tú, en tu caso -prosiguió-, si alguno de los seres que son de tu               que esta vez Cebes no dice ninguna tonteria. Pues ¿por qué razón unos
propiedad se suicidara, sin indicarle tu que quieres que muera, ¿no te            hombres, sabios de verdad, huirían de amos que son mejores que ellos y
irritarías con él?; y si pudieras aplicarle algún castigo, ¿no se lo              se apartarían tan a la ligera de su lado? Y me parece que es a ti a quien
aplicarías?                                                                       apunta Cebes en su razonamiento, porque con tanta facilidad soportas el
                                                                                  abandonar no sólo a nosotros, sino también a unos amos excelentes,
-Sin duda alguna -respondió Cebes.                                                según tú mismo reconoces, a los dioses.

-Pues bien, quizá desde este punto de vista no sea ilógica la obligación de
no darse muerte a sí mismo, hasta que la divinidad envíe un motivo
imperioso, como el que ahora se me ha presentado.

-Esto sí -dijo Cebes- es a todas luces verosímil. Pero lo que decías hace
un momento de que los filósofos estarían dispuestos con gusto a morir
eso, Sócrates, parece un absurdo, si está bien fundado lo que acabamos de
decir: que la divinidad es quien se cuida de nosotros y que nosotros
somos sus posesiones. Pues el que los hombres más sensatos no sientan
enojo por abandonar esa situación de servidumbre en la que tienen por
patronos a los mejores patronos que hay, a los dioses, no tiene

                                                                              5
-Está bien, lo intentaré -dijo-. Pero, antes que nada, preguntemos a
SEGUNDA PARTE                                                                   Critón, que está ahí, qué es lo que da la impresión de querer decirme
                                                                                desde hace rato.
FEDÓN
                                                                                -¿Y qué otra cosa va a ser, Sócrates, sino que desde hace tiempo me está
[63b-70b]                                                                       diciendo el que te va a dar el veneno que conviene advertirte que hables
                                                                                lo menos posible? Pues asegura que al charlar se acaloran demasiado, y
-Es justa vuestra observación -replico-, y, según creo, lo que vosotros         que no se debe poner un obstáculo semejante al veneno, pues si no, hay
queréis decir es que yo debo defenderme contra ella como si estuviera           casos en que se ven obligados a beberlo hasta dos o tres veces los que
ante un tribunal.                                                               obran así.

-Exactamente -dijo Simmias.                                                     -Mándale a paseo -le respondió Sócrates--. Que cuide tan sólo de preparar
                                                                                su veneno para darme doble dosis, o triple incluso, si es preciso.
-Pues ¡ea! -agregó-, intentaré defenderme ante vosotros más
convincentemente que ante los jueces. En efecto, ¡oh Simmias y Cebes!,          -Ya me suponía yo tu respuesta, pero hace un buen rato que me está
si yo no creyera, primero, que iba a llegar junto a otros dioses sabios y       molestando.
buenos, y después, junto a hombres muertos mejores que los de aquí,
cometería una falta si no me irritase con la muerte. Pero el caso es,           -Déjale -replicó-. Y ahora es a vosotros, los jueces, a quienes quiero ya
sabedlo bien, que tengo la esperanza de llegar junto a hombres que son          rendir cuentas de por qué me parece a mí natural que un hombre que ha
buenos; y aunque esto no lo afirmaría yo categóricamente, no obstante, el       pasado su vida entregado a la filosofía se muestre animoso cuando está en
que he de llegar junto a dioses que son amos excelentes insistiría en           trance de morir, y tenga la esperanza de que en el otro mundo va a
afirmarlo, tenedlo bien sabido, más que cualquier otra cosa semejante. De       conseguir los mayores bienes, una vez que acabe sus días. Y cómo puede
suerte que, por esta razón, no me irrito tanto como me irritaría en caso        ser esto así, oh Simmias y Cebes, voy a intentar explicároslo.
contrario, sino que tengo la esperanza de que hay algo reservado a los
muertos: y, como se dice desde antiguo, mucho mejor para los buenos             -Es muy posible, en efecto, que pase inadvertido a los demás que cuantos
que para los malos.                                                             se dedican por ventura a la filosofía en el recto sentido de la palabra no
                                                                                practican otra cosa que el morir y el estar muertos. Y si esto es verdad,
-¿Y entonces qué, Sócrates -dijo Simmias-, tienes la intención de               sería sin duda un absurdo el que durante toda su vida no pusieran su celo
marcharte quedándote tu solo con esa idea en la cabeza, y no nos harás          en otra cosa sino ésta, y el que, una vez llegada, se irritasen con aquello
participar de ella a nosotros también? Pues es algo común a todos               que desde tiempo atrás anhelaban y practicaban.
nosotros, según me parece, ese bien; y a la vez tendrás tu defensa, si
logras convencernos de lo que dices.                                            Entonces Simmias, echándose a reír, exclamó:

                                                                                -¡Por Zeus!, Sócrates, a pesar de que hace un momento no tenía en
                                                                                absoluto ganas de reírme, me has obligado a ello. Pues creo que, si el

                                                                            6
vulgo hubiera oído decir eso mismo, lo hubiera estimado muy bien dicho             -¿Y qué diremos, además, de los cuidados del cuerpo? ¿Te parece que los
respecto de los que se dedican a la filosofía. Y con el vulgo estarían de          considera dignos de estimación un hombre semejante? Asi, por ejemplo,
completo acuerdo nuestros compatriotas en que verdaderamente los que               la posesión de mantos y calzados distinguidos y los restantes adornos del
filosofan están moribundos. Y dirían, además, que a ellos no se les escapa         cuerpo ¿te da la impresión de apreciarlos o despreciarlos, salvo en lo que
que son dignos de padecer tal suerte.                                              sea de gran necesidad participar en ellos?

-Y dirían la verdad, Simmias, salvo en lo que a ellos no se les escapa eso.        -A mí me parece que los desprecia -respondió-, al menos, el filósofo de
Porque efectivamente les pasa inadvertido de qué modo están                        verdad.
moribundos, en qué sentido merecen la muerte, y qué clase de muerte
merecen los que son filósofos de verdad. Hablemos, pues, entre nosotros            -¿Y no te parece -prosiguió- que en su totalidad la ocupación de un
mismos -añadió-, y mandemos a aquéllos a paseo. ¿creemos que es algo               hombre semejante no versa sobre el cuerpo, sino, al contrario, en estar
la muerte?                                                                         separado lo más posible de él, y en aplicarse al alma?

-Sin duda alguna -le replicó Simmias.                                              -A mí, si.

-¿Y que no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo? ¿Y que            -¿Y en primer lugar, no está claro en tal conducta que el filósofo desliga
el estar muerto consiste en que el cuerpo, una vez separado del alma,              el alma de su comercio con el cuerpo lo más posible y con gran diferencia
queda a un lado solo en si mismo, y el alma a otro, separada del cuerpo, y         sobre los demás hombres?
sola en sí misma? ¿Es, acaso, la muerte otra cosa que eso?
                                                                                   -Resulta evidente.
-No - respondió - es eso.
                                                                                   -Y, sin duda, Simmias, parécele al vulgo que la vida de aquel que no
-En tal caso, mi buen amigo, mira a ver si eres de la misma opinión que            considera agradable ninguna de dichas cosas, ni toma parte en ellas, no
yo, pues a partir de vuestro asentimiento creo que adquiriremos mayor              merece la pena, y que es algo cercano a la muerte a lo que tiende quien no
conocimiento sobre lo que consideramos. ¿Te parece a ti propio del                 se cuida en nada de los placeres corporales.
filósofo el interesarse por los llamados placeres de la índole, por ejemplo,
de los de la comida y la bebida?                                                   -Es enteramente cierto lo que dices.

-De ningún modo, Sócrates -respondió Simmias.                                      -¿Y qué decir sobre la adquisición misma de la sabiduría? ¿Es o no un
                                                                                   obstáculo el cuerpo, si se le toma como compañero en la investigación? Y
-¿Y de los placeres del amor?                                                      te pongo por ejemplo lo siguiente: ofrecen, acaso, a los hombres alguna
                                                                                   garantía de verdad la vista y el oído, o viene a suceder lo que los poetas
-Tampoco.                                                                          nos están repitiendo siempre, que no oimos ni vemos nada con exactitud?
                                                                                   Y si entre los sentidos corporales éstos no son exactos, ni dignos de


                                                                               7
crédito, difícilmente lo serán los demás, puesto que son inferiores a ellos.
¿No te parece así?                                                                 -¡ Cómo no !

-Así, por completo -dijo.                                                          -Pues bien, ¿has visto ya con tus ojos en alguna ocasión alguna de tales
                                                                                   cosas?
-Entonces -replicó Sócrates- ¿cuándo alcanza el alma la verdad? Pues
siempre que intenta examinar algo juntamente con el cuerpo, está claro             -Nunca -respondió Simmias.
que es engañada por él.
                                                                                   -¿Las percibiste, acaso, con algún otro de los sentidos del cuerpo? Y
-Dices verdad.                                                                     estoy hablando de todo; por ejemplo, del tamaño, la salud, la fuerza; en
                                                                                   una palabra, de la realidad de todas las demás cosas, es decir, de lo que
-¿Y no es al reflexionar cuando, más que en ninguna otra ocasión, se le            cada una de ellas es. ¿Es, acaso, por medio del cuerpo como se contempla
muestra con evidencia alguna realidad?                                             lo más verdadero de ellas, u ocurre, por el contrario, que aquel de
                                                                                   nosotros que se prepara con el mayor rigor a reflexionar sobre la cosa en
-Sí.                                                                               sí misma, que es objeto de su consideración, es el que puede llegar más
                                                                                   cerca del conocer cada cosa?
-E indudablemente la ocasión en que reflexiona mejor es cuando no la
perturba ninguna de esas cosas, ni el oído, ni la vista, ni dolor, ni placer       -Así es, en efecto.
alguno, sino que, mandando a paseo el cuerpo, se queda en lo posible sola
consigo mismo y, sin tener en lo que puede comercio alguno ni contacto             -¿Y no haría esto de la manera más pura aquel que fuera a cada cosa tan
con él, aspira a alcanzar la realidad.                                             sólo con el mero pensamiento, sin servirse de la vista en el reflexionar y
                                                                                   sin arrastrar ningún otro sentido en su meditación, sino que, empleando el
-Así es.                                                                           mero pensamiento en sí mismo, en toda su pureza, intentara dar caza a
                                                                                   cada una de las realidades, sola, en sí misma y en toda su pureza, tras
-¿Y no siente en este momento el alma del filósofo un supremo desdén               haberse liberado en todo lo posible de los ojos, de los oídos y, por decirlo
por el cuerpo, y se escapa de él, y busca quedarse a solas consigo misma?          así, de todo el cuerpo, convencido de que éste perturba el alma y no la
                                                                                   permite entrar en posesión de la verdad y de la sabiduría, cuando tiene
-Tal parece.                                                                       comercio con ella? ¿Acaso no es éste, oh Simmias, quien alcanzará la
                                                                                   realidad, si es que la ha alcanzado alguno?
-¿Y qué ha de decirse de lo siguiente, Simmias: afirmamos que es algo lo
justo en sí, o lo negamos?                                                         -Es una verdad grandísima lo que dices, Sócrates -replicó Simmias.

-Lo afirmamos, sin duda, ¡por Zeus!                                                -Pues bien -continuó Sócrates-, después de todas estas consideraciones,
                                                                                   por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una
-¿Y que, asimismo, lo bello es algo y lo bueno también?                            creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: tal vez

                                                                               8
haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el            nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero.
razonamiento en la investigación], porque mientras tengamos el cuerpo y           Pues al que no es puro es de temer que le esté vedado el alcanzar lo puro.
esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de               He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a
manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la            otros todos los que son amantes del aprender en el recto sentido de la
verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el           palabra. ¿No te parece a ti asi?
cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca
alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores,          -Enteramente, Sócrates.
de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de
naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es               -Así, pues, compañero -dijo Sócrates-, si esto es verdad, hay una gran
posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y               esperanza de que, una vez llegado adonde me encamino, se adquirirá
luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la               plenamente allí, más que en ninguna otra parte, aquello por lo que tanto
adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a             nos hemos afanado en nuestra vida pasada; de suerte que el viaje que
adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos                 ahora se me ha ordenado se presenta unido a una buena esperanza, tanto
esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no                 para mí como para cualquier otro hombre que estime que tiene su
tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si       pensamiento preparado y, por decirlo así, purificado.
nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar
sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras               -Exacto -respondió Simmias.
investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal
manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el                   -¿Y la purificación no es, por ventura, lo que en la tradición se viene
contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez                 diciendo desde antiguo, el separar el alma lo más posible del cuerpo y el
hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y               acostumbrarla a concentrarse; a recogerse en si misma, retirándose de
contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según           todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo posible tanto en el presente
parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos                 como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una
enamorados, la sabiduria; tan sólo entonces, una vez muertos, según               atadura?
indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer
nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de             -Así es en efecto -dijo.
todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos
muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma,                   -¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y
separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con vida, más cerca           separación del alma con el cuerpo?
estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos
ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda               Sin duda alguna -respondió Simmias.
necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza,manteniéndonos puros
de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él.De esta manera,            -Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma,
purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos,              constante y propia tan sólo de los que filosofan en el recto sentido de la
como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por

                                                                              9
palabra; y la ocupación de los filósofos estriba precisamente en eso               -¿Y no te parece que es indicio suficiente de que un hombre no era
mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Si o no?           amante de la sabiduría, sino del cuerpo, el verle irritarse cuando está a
                                                                                   punto de morir? Y probablemente ese mismo hombre resulte también
-Así parece.                                                                       amante del dinero, o de honores, o una de estas dos cosas, o las dos a la
                                                                                   vez.
-¿Y no sería ridículo, como dije al principio, que un hombre que se ha
preparado durante su vida a vivir en un estado lo más cercano posible al           -Efectivamente -respondió--, ocurre tal y como dices.
de la muerte, se irrite luego cuando le llega ésta?
                                                                                   -¿Acaso no es, Simmias -prosiguió- lo que se llama valentía lo que más
-Sería ridículo. ¡Cómo no!                                                         conviene a los que son así?

-Luego, en realidad, oh Simmias -replicó Sócrates-, los que filosofan en           -Sin duda alguna -dijo.
el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a
quienes resulta menos temeroso el estar muertos. Y puedes colegirlo de lo          ¿Y no es la moderación, incluso eso que el vulgo llama moderación, es
siguiente: si están enemistados en todos los respectos con el cuerpo y             decir, el no dejarse excitar por los deseos, sino mostrarse indiferente y
desean tener el alma sola en sí misma, ¿no sería un gran absurdo que, al           mesurado ante ellos, lo que conviene a aquellos únicamente que,
producirse esto, sintieran temor y se irritasen y no marcharan gustosos            descuidándose en extremo del cuerpo, viven entregados a la filosofía?
allá, donde tienen esperanza de alcanzar a su llegada aquello de que
estuvieron enamorados a lo largo de su vida -que no es otra cosa que la            -Necesariamente -respondió.
sabiduría- y de librarse de la compañia de aquello con lo que estaban
enemistados? ¿No es cierto que al morir amores humanos, mancebos                   -En efecto -siguió Sócrates-, pues si quieres considerar la valentía y la
amados, esposas e hijos, fueron muchos los que se prestaron de buen                moderación de los demás, te parecerá que es extraña.
grado a ir en pos de ellos al Hades, impulsados por la esperanza de que
allí verían y se reunirían con los seres que añoraban? Y en cambio, si             -¿En qué sentido, Sócrates?
alguien ama de verdad la sabiduría, y tiene con vehemencia esa misma
esperanza, la de que no se encontrará con ella de una manera que valga la          -¿No sabes -prosiguió- que todos los demás consideran la muerte como
pena en otro lugar que en el Hades ¿se va a irritar por morir y marchará           uno de los grandes males?
allá a disgusto? Preciso es creer que no, compañero, si se trata de un
verdadero filósofo, pues tendrá la firme opinión de que en ninguna otra            -Lo sé, y muy bien -dijo.
parte, salvo allí, se encontrará con la sabiduría en estado de pureza. Y si
esto es así, como decía hace un momento, ¿ no sería un gran absurdo que            -¿Y cuando afrontan la muerte los que entre ellos son valientes no la
un hombre semejante tuviera miedo a la muerte?                                     afrontan por miedo a mayores males?

-Sí, por Zeus -dijo Simmias-, un gran absurdo.                                     -Así es.


                                                                              10
-Luego el tener miedo y el temor es lo que hace valientes a todos, salvo a          modo enigmático, que quien llega profano y sin iniciar al Hades yacerá
los filósofos; y eso que es ilógico que se sea valiente por temor y                 en el fango, mientras que el que allí llega purificado e iniciado habitará
cobardía.                                                                           con los dioses. Pues son, al decir de los que presiden las iniciaciones,
                                                                                    muchos los portatirsos, pero pocos los bacantes. Y éstos, en mi opinión,
-Completamente.                                                                     no son otros que los que se han dedicado a la filosofía en el recto sentido
                                                                                    de la palabra. Por llegar yo tambien a ser uno de ellos no omití en lo
-¿Y qué hemos de decir de los que entre ellos son moderados? ¿No les                posible cuanto estuvo de mi parte, a lo largo de mi vida, sino que me
ocurre lo mismo? ¿No es por una cierta intemperancia por lo que son                 afané de todo corazón. Y si mi afán fue el que la cosa merecía y he tenido
moderados? Aunque digamos que es imposible, sin embargo, lo que les                 éxito, al llegar allí, sabré, si Dios quiere, la exacta verdad, dentro de un
ocurre con respecto a esa necia moderación es algo semejante al caso                rato, según creo. Tal es, oh Simmias y Cebes -dijo-, la defensa que yo
anterior. Temen verse privados de los placeres que ansían, y se abstienen           hago para demostrar que es natural que no me duela ni me irrite el
de unos vencidos por otros. Y pese a que llaman intemperancia al dejarse            abandonaros a vosotros ni a mis amos de aquí, puesto que pienso que he
dominar por los placeres, les sucede, no obstante, que dominan unos, mas            de encontrarme allí, no menos que aquí, con buenos amos y compañeros.
por estar dominados por otros. Y esto equivale a lo que se decia hace un            [Pero éste es un punto que produce sus dudas en el vulgo]. Asi que, si en
momento, que en cierto modo se moderan por causa de una cierta                      mi defensa os resulta a vosotros más convincente que a los jueces de
intemperancia.                                                                      Atenas, me doy por satisfecho.

-Así parece.                                                                        Al acabar de decir esto Sócrates, Cebes, tomando la palabra, dijo:

-Y.tal vez, oh bienaventurado Simmias, no sea el recto cambio con                   -Oh Sócrates, todo lo demás me parece que está bien dicho, pero lo
respecto a la virtud, el trocar placeres por placeres, penas por penas y            relativo al alma produce en los hombres grandes dudas por el recelo que
temor por temor, es decir, cosas mayores por cosas menores, como si se              tienen de que, una vez que se separe del cuerpo, ya no exista en ninguna
tratara de monedas. En cambio, tal vez sea la única moneda buena, por la            parte, sino que se destruya y perezca en el mismo día en que el hombre
cual debe cambiarse todo eso, la sabiduría. Por ella y con ella quizá se            muera, y que tan pronto como se separe del cuerpo y de él salga,
compre y se venda de verdad todo, la valentía, la moderación, la justicia           disipándose como un soplo o como el humo se marche en un vuelo y ya
y, en una palabra, la verdadera virtud; con la sabiduría tan sólo, se añadan        no exista en ninguna parte. Pues, si verdaderamente estuviera en alguna
o no los placeres y los temores y todas las demás cosas de ese tipo. Pero           parte ella sola, concentrada en sí misma y liberada de esos males que
si se cambian entre sí, separadas de la sabiduria, es muy probable que una          hace un momento expusiste, habría una grande y hermosa esperanza, oh
virtud semejante sea una mera apariencia, una virtud en realidad propia             Sócrates, de que es verdad lo que tú dices. Pero tal vez requiera una
de esclavos y que no tiene nada de sano ni de verdadero. Por el contrario,          justificación y una demostración no pequeña eso de que existe el alma
la verdadera realidad tal vez sea una purificación de todas las cosas de            cuando el hombre ha muerto, y tiene capacidad de obrar y entendimiento.
este tipo, y asimismo la moderación, la justicia, la valentía y la misma
sabiduría, un medio de purificación. Igualmente es muy posible que                  -Verdad es lo que dices -replicó Sócrates-.
quienes no instituyeron los misterios no hayan sido hombres mediocres, y
que, al contrario, hayan estado en lo cierto al decir desde antiguo, de un

                                                                               11
-Pero, ¿qué debemos hacer? ¿quieres que charlemos sobre si es verosímil
que asi sea, o no?                                                             TERCERA PARTE
-Yo, por mi parte -repuso Cebes-, escucharia con gusto qué opinión
tienes sobre ello.                                                             Prueba basada en la existencia de contrarios
                                                                               [70b-72b]

                                                                               -Al menos -dijo Sócrates-, no creo que ahora dijera nadie que me
                                                                               escuchase, ni aunque fuera un poeta cómico, que soy un charlatán y que
                                                                               hablo sobre lo que no me atañe. Asi que, si te parece, será menester
                                                                               examinarlo. Y consideremos la cuestión de este modo: ¿tienen una
                                                                               existencia en el Hades las almas de los finados o no? Pues existe una
                                                                               antigua tradición, que hemos mencionado, que dice que, llegadas de este
                                                                               mundo al otro las almas, existen allí y de nuevo vuelven acá, naciendo de
                                                                               los muertos. Y si esto es verdad, si de los muertos renacen los vivos, ¿qué
                                                                               otra cosa cabe afirmar sino que nuestras almas tienen una existencia en el
                                                                               otro mundo?; pues no podrían volver a nacer si no existieran. Y la prueba
                                                                               suficiente de que esto es verdad sería el demostrar de una manera
                                                                               evidente que los vivos no tienen otro origen que los muertos. Si esto no
                                                                               es posible, sería preciso otro argumento.

                                                                               -Exacto -dijo Cebes.

                                                                               -Pues bien -prosiguió Sócrates-, si quieres comprender mejor la cuestión,
                                                                               no debes considerarla tan sólo en el caso de los hombres, sino también en
                                                                               el de todos los animales y plantas;en una palabra, tenemos que ver con
                                                                               respecto a todo lo que tiene un origen, si éste no es otro que su contrario
                                                                               en todos los seres que tienen algo que está con ellos en oposición análoga
                                                                               a aquella en que está lo bello con respecto a lo feo, lo justo con lo injusto,
                                                                               y otras innumerables cosas que están en la misma relación. Esto es, pues,
                                                                               lo que tenemos que considerar, si es necesario que todos los seres que
                                                                               tienen un contrario no tengan en absoluto otro origen que su contrario.
                                                                               Un ejemplo: cuando una cosa se hace mayor ¿no es necesario que de
                                                                               menor que era antes se haga luego mayor?


                                                                          12
-Sí.                                                                             unas en las otras y que la generación va mutuamente de cada una de ellas
                                                                                 a su contraria?
-Y en el caso de que se haga más pequeña, ¿no ocurrirá que de mayor que
era primero se hará después menor?                                               -En efecto -dijo.

-Así es -contestó.                                                               -Entonces ¿qué? -replicó Sócrates- ¿Hay algo que sea contrario al vivir
                                                                                 de la misma manera que el dormir es contrario al estar despierto?
-¿Y no es verdad que lo más débil procede de lo más fuerte y lo más
rápido de lo más lento?                                                          -Si, lo hay -respondió.
-Por supuesto.
                                                                                 -¿Qué?
-¿Y qué? ¿Lo que se hace peor, no procede de lo mejor, y lo más justo, de
lo más injusto?                                                                  -El estar muerto.

-Indudablemente.                                                                 -¿Y no se orìgina lo uno de lo otro, puesto que son contrarios? ¿y no son
                                                                                 dos las generaciones que hay entre ambos, puesto que son dos?
-¿Tenemos entonces probado -preguntó Sócrates- de un modo
satisfactorio, que todo se produce así, que las cosas contrarias nacen de        -Imposible es negarlo.
sus contrarias?
                                                                                 -Pues bien -prosiguió Sócrates-, yo te voy a hablar a ti de una de esas
-Sin duda.                                                                       parejas a las que me referia hace un momento, de ella y de sus
                                                                                 generaciones, y tú me vas a hablar a mí de la otra. Se trata del dormir y
-¿Y qué respondes ahora? ¿No hay en eso algo asi como dos                        del estar despierto, y digo que del dormir se origina el estar despierto y
generaciones entre cada par de contrarios, una que va del primero al             del estar despierto el dormir, siendo las generaciones de ambos una el
segundo y otra que va, a su vez, del segundo al primero? Entre una cosa          dormirse y la otra el despertarse. ¿Te basta con lo dicho, o no?
mayor y una menor ¿no hay un aumento y una disminución? ¿Y no
llamamos, en consecuencia, al primer acto aumentar y al segundo                  -Desde luego que sí.
disminuir?
                                                                                 -Responde tú ahora de igual manera -añadió-, a propósito de la vida y de
-Sí -contestó.                                                                   la muerte. ¿No afirmas que el estar muerto es lo contrario del vivir?

-¿Y con respecto al descomponerse y al componerse, al enfriarse y al             -Sí.
calentarse, y a todas las cosas que ofrecen una oposición semejante,
aunque a veces no tengamos nombres para denominarlas, no ocurre de               -¿Y que se origina lo uno de lo otro?
hecho lo mismo en todas ellas necesariamente, que tienen su origen las

                                                                            13
-Sí.                                                                           -Y si existe el revivir, ¿no será eso de revivir una generación que va de
                                                                               los muertos a los vivos?
-Entonces, ¿qué es lo que se produce de lo que vive?
                                                                               -Sin duda.
-Lo que está muerto -respondió.
                                                                               -Luego convenimos aquí también que los vivos proceden de los muertos
-¿Y qué se produce -replicó Sócrates- de lo que está muerto?                   no menos que los muertos de los vivos, y, siendo esto así, parece que hay
                                                                               indicio suficiente de que es necesario que las almas de los muertos
-Lo que vive, necesario es reconocerlo.                                        existan en alguna parte, de donde vuelvan a la vida.

-¿Proceden, entonces, de lo que está muerto, tanto las cosas que tienen        -Me parece, Sócrates -respondió-, que, según lo convenido, es necesario
vida, como los seres vivientes?                                                que así sea.

-Es evidente -respondió.                                                       -Pues bien, Cebes -dijo Sócrates-, que lo hemos convenido con razón
                                                                               puedes verlo, a mi entender, de esta manera. Si no hubiera una
-Luego nuestras almas existen en el Hades.                                     correspondencia constante en el nacimiento de unas cosas con el de otras
                                                                               como si se movieran en círculo, sino que la generación fuera en linea
-Tal parece.                                                                   recta, tan sólo de uno de los dos términos a su contrario, sin que de nuevo
                                                                               doblara la meta en dirección al otro, ni recorriera el camino en sentido
-Y de las dos generaciones que aqui intervienen, ¿no es obvia la una?;         inverso, ¿no te das cuenta de que todas las cosas acabarían por tener la
pues el morir es cosa evidente sin duda. ¿No es verdad?                        misma forma, experimentar el mismo cambio, y cesarían de producirse?

-Por compieto.                                                                 -¿Qué quieres decir? -preguntó.

-¿Qué haremos entonces? ¿No vamos a admitir en compensación la                 -No es difícil comprender lo que digo -contestó Sócrates-. Por ejemplo: si
generación contraria, sino que ha de quedar coja en este aspecto la            existiera el dormirse, pero no se produjera en correspondencia el
naturaleza? ¿No es necesario más bien conceder al morir una generación         despertarse a partir de lo que está dormido, te das cuenta de que todas las
contraria?                                                                     cosas terminarían por mostrar que lo que le ocurrió a Endimión; es una
                                                                               bagatela; y no se le distinguiría a aquél en ninguna parte, por encontrarse
-De todo punto.                                                                todas las demás cosas en su mismo estado, en el de estar durmiendo. Y si
                                                                               todas las cosas se unieran y no se separaran, al punto ocurriría lo que dijo
-¿Cuál es esa?                                                                 Anaxágoras: "Todas las cosas en el mismo lugar".Y de la misma manera,
                                                                               oh querido Cebes, si muriera todo cuanto participa de la vida, y, después
-El revivir.                                                                   de morir, permaneciera lo que está muerto en dicha forma sin volver de


                                                                          14
nuevo a la vida, ¿no sería de gran necesidad que todo acabara por morir y
nada viviera? Pues aun en el caso de que lo que vive naciera de las demás         CUARTA PARTE
cosas que tienen vida, si lo que vive muere, ¿qué medio habría de impedir
que todo se consumiera en la muerte?                                              Prueba basada en la Teoría de la Reminiscencia

-Ninguno en absoluto, Sócrates -dijo Cebes-. Me parece enteramente que            [72b-77a]
dices la verdad.
                                                                                  -Y además -repuso Cebes interrumpiéndole-, según ese argumento,
-En efecto, Cebes, nada hay a mi entender más cierto; y nosotros, al              Sócrates, que tú sueles con tanta frecuencia repetir, de que el aprender no
reconocerlo asi no nos engañamos, sino que tan realidad es el revivir             es sino el recordar, resulta también, si dicho argumento no es falso, que
como el que los vivos proceden de los muertos, y el que las almas de              es necesario que nosotros hayamos aprendido en un tiempo anterior lo
éstos existen [ y a las que son buenas les va mejor; y a las que son malas        que ahora recordamos. Mas esto es imposible, a no ser que existiera
peor]                                                                             nuestra alma en alguna parte antes de llegar a estar en esta figura humana.
                                                                                  De suerte que también según esto parece que el alma es algo inmortal.

                                                                                  -Pero, oh Cebes replicó Simmias, tomando la palabra-, ¿cuáles son las
                                                                                  pruebas de esto? Recuérdamelas, pues en este momento no las conservo
                                                                                  bien en la memoria.

                                                                                  -Se basan -contestó Cebes- en un único y excelente argumento; al ser
                                                                                  interrogados los hombres, si se les hace la pregunta bien, responden de
                                                                                  por sí todo tal y como es; y ciertamente no serían capaces de hacerlo si el
                                                                                  conocimiento y el concepto exacto de las cosas no estuviera ya en ellos.
                                                                                  Asi, pues, si se les enfrenta con figuras geométricas o con otra cosa
                                                                                  similar, se delata de manera evídentísima que asi ocurre.

                                                                                  -Mas si con este argumento, Simmias -medió Sócrates-, no te convences,
                                                                                  mira a ver si, considerando la cuestión de este otro modo, te sumas a
                                                                                  nuestra opinión. Lo que pones en duda es el cómo lo que se llama
                                                                                  instrucción puede ser un recuerdo.

                                                                                  -No es que yo lo ponga en duda -replicó Simmias-, lo que yo pido es
                                                                                  experimentar en mí eso de que se está hablando, es decir que se me haga
                                                                                  recordar. Pero con lo que comenzó a decir Cebes, sobre poco más o
                                                                                  menos, recuerdo ya todo y estoy casi convencido. Sin embargo, no por

                                                                             15
eso dejaré ahora de escuchar con menor gusto cómo planteas tú la                   -Exacto -respondió.
cuestión.
                                                                                   -¿Y qué? -continuó Sócrates-. ¿Es posible, cuando se ve un caballo
-De este modo -respondió Sócrates-. Estamos, sin duda, de acuerdo en               dibujado o el dibujo de una lira, acordarse de un hombre, y recordar a
que si alguien recuerda algo tiene que haberlo sabido antes.                       Cebés, al ver un retrato de Simmias?

-En efecto -dijo Simmias.                                                          -Sí.

-¿Y no reconocemos también que cuando un conocimiento se presenta de               -¿Y no lo es también el acordarse de Simmias cuando ve uno su retrato?
la siguiente manera es un recuerdo? ¿Cuál es esa manera que digo? Esta.
Cuando al ver u oír algo, o al tener cualquier otra percepción, no sólo se         -En efecto, es posible -respondió.
conoce la cosa de que se trata, sino también se piensa en otra sobre la que
no versa dicho conocimiento sino otro ¿no decimos con razón que se                 -¿Y no sucede en todos estos casos que el recuerdo se produce a partir de
recordó aquello cuya idea vino a la mente?                                         cosas semejantes, o cosas diferentes?

-¿Cómo dices?                                                                      -Si, sucede.

-Por ejemplo, lo siguiente: el conocimiento de un hombre y el de una lira          -Pero, al menos en el caso de recordar algo a partir de cosas semejantes,
son dos cosas distintas.                                                           ¿no es necesario el que se nos venga además la idea de si a aquello le
                                                                                   falta algo o no en su semejanza con lo que se ha recordado?
-¡Cómo no!
                                                                                   -Si, es necesario - contestó.
-¿Y no sabes que a los enamorados, cuando ven una lira, o un manto, o
cualquier otro objeto que suele usar su amado, les ocurre lo que se ha             -Considera ahora -prosiguió Sócrates- si lo que ocurre es esto.
dicho? Reconocen la lira y al punto tienen en el pensamiento la imagen             Afirmamos que de algún modo existe lo igual, pero no me refiero a un
del muchacho a quien pertenecía. Esto es lo que es un recuerdo. De la              leño que sea igual a otro leño, ni a una piedra que sea igual a otra, ni a
misma manera que, cuando se ve a Simmias, muchas veces se acuerda                  ninguna igualdad de este tipo, sino a algo que, comparado con todo esto,
uno de Cebes, y se podrían citar otros mil casos similares.                        es otra cosa: lo igual en sí. ¿Debemos decir que es algo, o que no es
                                                                                   nada?
-Sí, por Zeus, otros mil -replicó Simmias.
                                                                                   -Digamos que es algo ¡por Zeus! -replicó Simmias- y - con una
-¿Y lo que entra en este tipo de cosas no es un recuerdo? ¿Y no lo es,             maravillosa convicción.
sobre todo, cuando le ocurre a uno esto con lo que se tenía olvidado por
el tiempo, o por no poner en ello atención?                                        -¿Sabemos acaso lo que es en sí mismo?


                                                                              16
-Sí -respondió.
                                                                                    -Sin duda alguna.
-¿De dónde hemos adquirido el conocimiento de ello? ¿Será tal vez de las
cosas de que hace un momento hablábamos? ¿Acaso al ver leños, piedras               -¿Y qué? -continuó-, ¿no nos ocurre algo similar en el caso de los leños y
u otras cosas iguales, cualesquiera que sean, pensamos por ellas en lo              de esas cosas iguales que hace un momento mencionábamos? ¿Acaso se
igual en el sentido mencionado, que es algo diferente de ellas? ¿O no se            nos presentan iguales de la misma manera que lo que es igual en sí? ¿Les
te muestra a ti como algo diferente? Considéralo también así: ¿No es                falta algo para ser tal y como es lo igual, o no les falta nada?
cierto que piedras y leños que son iguales, aun siendo los mismos,
parecen en ocasiones iguales a unos y a otros no?                                   -Les falta, y mucho -respondió.

-En efecto.                                                                         -Ahora bien, cuando se ve algo y se piensa: esto que estoy viendo yo
                                                                                    ahora quiere ser tal y como es cualquier otro ser, pero le falta algo y no
-¿Y qué? ¿Las cosas que son en realidad iguales se muestran a veces ante            puede ser tal y como es dicho ser, sino que es inferior, ¿no reconocemos
ti como desiguales, y la igualdad como desigualdad?                                 que es necesario que quien haya tenido este pensamiento se encontrara
                                                                                    previamente con el conocimiento de aquello a que dice que esto otro se
-Nunca, Sócrates.                                                                   asemeja, pero que le falta algo para una similitud completa?

-Luego no son lo mismo-replicó- las cosas esas iguales que lo igual en sí.          -Necesario es reconocerlo.

-No me lo parecen en modo alguno, Sócrates.                                         -¿Qué respondes entonces? ¿Nos ocurre o no lo mismo con respecto a las
                                                                                    cosas iguales y a lo igual en si?
-Pero, no obstante, ¿no son esas cosas iguales, a pesar de diferir de lo
igual en sí, las que te lo hicieron concebir y adquirir su conocimiento?            -Lo mismo enteramente.

-Es enteramente cierto lo que dices.                                                -Luego es necesario que nosotros hayamos conocido previamente lo
                                                                                    igual, con anterioridad al momento en que, al ver por primera vez las
-Y esto ¿no ocurre, bien porque es semejante a ellas, bien porque es                cosas iguales, pensamos que todas ellas tienden a ser como es lo igual,
diferente?                                                                          pero les falta algo para serlo.

-Exacto.                                                                            -Así es.

                                                                                    -Pero también convenimos que ni lo hemos pensado, ni es posible
-En efecto - dijo Sócrates - no hay en ello ninguna diferencia. Si al ver un        pensarlo por causa alguna que no sea el ver, el tocar o cualquier otra
objeto piensas a raíz de verlo en otro, bien sea semejante o diferente, es          percepción; que lo mismo digo de todas ellas.
necesario que este proceso haya sido un recuerdo.

                                                                               17
-En efecto, Sócrates, pues su caso es el mismo, al menos respecto de lo           lo que es igual en si, sino también lo mayor, lo menor y todas las demás
que pretende demostrar el razonamiento.                                           cosas de este tipo? Pues nuestro razonamiento no versa más sobre lo igual
                                                                                  en sí, que sobre lo bello en sí, lo bueno en sí, lo justo, lo santo, o sobre
-Pues bien, a juzgar por las percepciones, se debe pensar que todas las           todas aquellas cosas que, como digo, sellamos con el rótulo de lo que es
cosas iguales que ellas nos presentan aspiran a lo que es igual, pero son         en sí, tanto en las preguntas que planteamos como en las respuestas que
diferentes a esto. ¿Es así como lo decimos?                                       damos, de suerte que es necesario que hayamos adquirido antes de nacer
                                                                                  los conocimientos de todas estas cosas.
-Es asi.
                                                                                  -Así es.
-Luego, antes de que nosotros empezáramos a ver, a oír y a tener las
demás percepciones, fue preciso que hubiéramos adquirido ya de algún              -Y si, tras haberlos adquirido, no los olvidáramos cada vez, siempre
modo el conocimiento de lo que es lo igual en sí, si es que a esto íbamos         naceríamos con ese saber y siempre lo conservaríamos a lo largo de la
a referir las igualdades que nos muestran las percepciones en las cosas, y        vida. Pues, en efecto, el saber estriba en adquirir el conocimiento de algo
pensar, al referirlas, que todas ellas se esfuerzan por ser de la misma           y en conservarlo sin perderlo. Y por el contrario, Simmias, ¿no llamamos
índole que aquello, pero son, sin embargo, inferiores.                            olvido a la pérdida de un conocimiento?

-Necesario es, Sócrates, según lo dicho anteriormente.                            -Sin duda alguna, Sócrates -respondió.

-Y al instante de nacer, ¿no veíamos ya y oíamos y teníamos las restantes         -Pero si, como creo, tras haberlo adquirido antes de nacer, lo perdimos en
percepciones?                                                                     el momento de nacer, y despues gracias a usar en ello de nuestros
                                                                                  sentidos, recuperamos los conocimientos que tuvimos antaño, ¿no será lo
-Efectivamente.                                                                   que llamamos aprender el recuperar un conocimiento que era nuestro? ¿Y
                                                                                  si a este proceso le denominamos recordar, no le daríamos el nombre
-¿No fue preciso, decimos, tener ya adquirido con anterioridad a estas            exacto?
percepciones el conocimiento de lo igual?
                                                                                  -Completamente.
-Sí.
                                                                                  -Al menos, en efecto, se ha mostrado que es posible, cuando se percibe
-En ese caso, según parece, por necesidad lo teniamos adquirido antes de          algo, se ve, se oye o se experimenta otra sensación cualquiera, el pensar,
nacer.                                                                            gracias a la cosa percibida, en otra que se tenía olvidada, y a la que
                                                                                  aquélla se aproximaba bien por su diferencia o bien por su semejanza.
-Eso parece.                                                                      Asi que, como digo, una de dos, o nacemos con el conocimiento de
                                                                                  aquellas cosas y lo mantenemos todos a lo largo de nuestra vida o los que
-Pues bien, si lo adquirimos antes de nacer y nacimos con él, ¿no                 decimos que aprenden después no hacen más que recordar, y el aprender
sabiamos ya antes de nacer e inmediatamente después de nacer, no sólo             en tal caso es recuerdo.

                                                                             18
-No, sin duda alguna.
-Así es efectivamente, Sócrates.
                                                                                   -Luego fue anteriormente.
-Entonces, Simmias, ¿cuál de las dos cosas escoges? ¿Nacemos nosotros
en posesión del conocimiento o recordamos posteriormente aquello cuyo              -Sí.
conocimiento habiamos adquirido con anterioridad?
                                                                                   -En tal caso, Simmias, existen también las almas antes de estar en forma
No puedo, Sócrates, en este momento escoger.                                       humana, separadas de los cuerpos, y tenían inteligencia.

-¿Y qué? ¿Puedes tomar partido en esto otro y decir cuál es tu opinión             -A no ser, Sócrates, que adquiramos esos conocimientos al nacer, pues
sobre ello? Un hombre en posesión de un conocimiento, ¿podría dar                  aún queda ese momento.
razón de lo que conoce, o no?
                                                                                   -Sea, compañero. Pero, entonces, ¿en qué otro tiempo los perdemos?
-Eso es de estricta necesidad, Sócrates -respondió.                                Pues nacemos sin ellos, como acabamos de convenir ¿o es que los
                                                                                   perdemos en el instante en que los adquirimos? ¿Puedes acaso indicar
-¿Y te parece también que todos pueden dar razón de esas cosas de las              otro momento?
que hablábamos hace un momento?
                                                                                   -En absoluto, Sócrates, no me di cuenta que dije una tontería.
-Tal sería mi deseo, ciertamente -replicó Simmias-, pero, por el contrario,
mucho me temo que mañana a estas horas ya no haya ningún hombre                    -¿Y es que la cuestión, Simmias. se nos presenta así? -continuó Sócrates-.
capaz de hacerlo dignamente.                                                       Si, como repetimos una y otra vez, existe lo bello, lo bueno y todo lo que
                                                                                   es una realidad semejante, y a ella referimos todo lo que procede de las
-Luego ¿es que no crees, Simmias -preguntó Sócrates-, que todos tengan             sensaciones, porque encontramos en ella algo que existía anteriormente y
un conocimiento de ellas?                                                          nos pertenecía, es necesario que, de la misma manera que dichas
                                                                                   realidades existen, exista tambien nuestra alma, incluso antes de que
-En absoluto.                                                                      nosotros naciéramos. Pero si éstas no existen, ¿no se habría dicho en vano
                                                                                   este razonamiento? ¿No se presenta así la cuestión? ¿No hay una igual
-¿Recuerdan, entonces, lo que en su día aprendieron?                               necesidad de que existan estas realidades y nuestras almas antes, incluso,
                                                                                   de que nosotros naciéramos, y de que si no existen aquéllas tampoco
-Necesariamente.                                                                   existan éstas?

-¿Cuándo adquirieron nuestras almas el conocimiento de estas cosas?                -Es extraordinaria, Sócrates, la impresión que tengo -dijo Simmias- de
Pues evidentemente no ha sido después de haber tomado nosotros forma               que hay la misma necesidad. Y el razonamiento arriba a buen puerto, a
humana.                                                                            saber, que nuestras almas existen antes de nacer nosotros del mismo
                                                                                   modo que la realidad de la que acabas de hablar. Pues nada tengo por tan

                                                                              19
evidente como el que lo bello, lo bueno y todas las demás cosas de esta
índole de que hace un momento hablabas tienen existencia en grado              QUINTA PARTE
sumo; y en mi opinión, al menos, la demostración queda hecha de un
modo satisfactorio.                                                            Prueba basada en la indisolubilidad de lo Simple

-¿Y en la de Cebes, qué? -replicó Sócrates-, pues es preciso convencer         [77a-84c]
también a Cebes.
                                                                               -Lo mismo -dijo Simmias-, según creo. Y eso que es el hombre más
                                                                               reacio a dejarse convencer por los razonamientos. Sin embargo, creo que
                                                                               ha quedado plenamente convencido de que antes de nacer nosotros existía
                                                                               nuestra alma. Con todo, la cuestión de si, una vez que hayamos muerto,
                                                                               continuará existiendo,tampoco me parece a mí, Sócrates - agregó - que se
                                                                               haya demostrado. Antes bien, estimo que aún sigue en pie la objección
                                                                               que hizo Cebes hace un rato, el temor del vulgo de que, al morir el
                                                                               hombre, se disuelva el alma y sea para ella este momento el fin de su
                                                                               existencia. Pues ¿qué es lo que impide que nazca, se constituya y exista
                                                                               en cualquier otra parte, incluso antes de llegar al cuerpo humano, pero en
                                                                               el momento en que haya llegado a éste y se haya separado de él termine
                                                                               también su existencia y encuentre su destrucción?

                                                                               -Dices bien, Simmias -repuso Cebes-. Es evidente que se ha demostrado
                                                                               algo así como la mitad de lo que es menester demostrar: que antes de
                                                                               nacer nosotros existía nuestra alma, pero es preciso añadir lademostración
                                                                               de que, una vez que hayamos muerto, existirá exactamente igual que
                                                                               antes de nuestro nacimiento, si es que la demostración ha de quedar
                                                                               completa.

                                                                               -La demostración, ¡oh Simmias y Cebes! -dijo Sócrates-, queda hecha ya
                                                                               en este momento, si quereis combinar en uno solo este argumento con el
                                                                               que, con anterioridad a éste, admitimos aquel de que todo lo que tiene
                                                                               vida nace de lo que está muerto. En efecto, si el alma existe previamente,
                                                                               y es necesario que, cuando llegue a la vida y nazca, no nazca de otra cosa
                                                                               que de la muerte y del estado de muerte, ¿cómo no va a ser tambien
                                                                               necesario que exista, una vez que muera, puesto que tiene que nacer de
                                                                               nuevo? Queda demostrado, pues, lo que decís desde este momento

                                                                          20
incluso. No obstante, me parece que, tanto tú como Simmias, discutiríais         -¿Y lo que debemos preguntarnos a nosotros mismos -dijo Sócrates-, no
con gusto esta cuestión con mayor detenimiento, y que teméis, como los           es algo así como esto: a qué clase de ser le corresponde el ser pasible de
niños, que sea verdad que el viento disipe el alma y la disuelva con su          disolverse y con respecto a qué clase de seres debe temerse que ocurra
soplo mientras está saliendo del cuerpo, en especial cuando se muere no          este percance y con respecto a qué otra clase no? Y a continuación, ¿no
en un momento de calma, sino en un gran vendaval.                                debemos considerar a cuál de estas dos especies de seres pertenece el
                                                                                 alma y mostrarnos, según lo que resulte de ello, confiados o temerosos
Cebes, entonces, le dijo sonriendo:                                              con respecto a la nuestra?

-Como si tuviéramos ese temor, intenta convencernos, oh Sócrates. O              -Es verdad lo que dices -asintió Cebes.
mejor dicho, no como si fuéramos nosotros quienes lo tienen, pues tal vez
haya en nuestro interior un niño que sea quien sienta tales miedos.              -¿Y no es lo compuesto y lo que por naturaleza es complejo aquello a lo
Intenta, pues, disuadirle de temer a la muerte como al coco.                     que corresponde el sufrir este percance, es decir, el descomponerse tal y
                                                                                 como fue compuesto? Más si por ventura hay algo simple, ¿no es a eso
-Pues bien -replicó Sócrates-, preciso es aplicarte ensalmos cada dia,           solo, más que a otra cosa, a lo que corresponde el no padecerlo?
hasta que le hayáis curado por completo.
                                                                                 -Me parece que es asi -respondió Cebes.
-Y ¿de dónde sacaremos -respondió Cebes- un buen conjurador de tales
males, puesto que nos abandonas?                                                 -¿Y no es sumamente probable que lo que siempre se encuentra en el
                                                                                 mismo estado y de igual manera sea lo simple, y lo que cada vez se
-Grande es la Hélade, Cebes -repuso Sócrates-, en la que tiene que haber         presenta de una manera distinta y jamás se encuentra en el mismo estado
en alguna parte hombres de valía, y muchos son también los pueblos               sea lo compuesto?
bárbaros que debéis escudrinar en su totalidad en búsqueda de un tal
conjurador, sin ahorrar ni dineros ni trabajos, ya que no hay nada en lo         -Tal es, al menos, mi opinión.
que más oportunamente podríais gastar vuestros haberes. Y debéis
también buscarlo entre vosotros mismos, pues tal vez no podríais                 -Pasemos, pues -prosiguió-, a lo tratado en el argumento anterior. La
encontrar con facilidad a quienes pudieran hacer esto mejor que vosotros.        realidad en sí, de cuyo ser demos razón en nuestras preguntas y
                                                                                 respuestas, ¿se presenta siempre del mismo modo y en idéntico estado, o
-Así se hará, ciertamente -dijo Cebes-. Pero volvamos al punto en que            cada vez de manera distinta? Lo igual en sí, lo bello en sí, cada una de las
hemos quedado, si te place.                                                      realidades en sí, se admite en ellas un cambio cualquiera? ¿O
                                                                                 constantemente cada una de esas realidades que tienen en si y con
-Desde luego que me place, ¿cómo no iba a placerme?                              respecto a si misma una única forma, siempre se presenta en idéntico
                                                                                 modo y en idéntico estado, y nunca, en ningún momento y de ningún
-Dices bien -repuso Cebes.                                                       modo, admite cambio alguno?



                                                                            21
-Necesario es, Sócrates -respondió Cebes-, que se presente en idéntico             -Imposible sostener otra cosa.
modo y en idéntico estado.
                                                                                   -¿Y a cuál de esas dos especies diriamos que es más similar y más afín el
-¿Y qué ocurre con la multiplicidad de las cosas bellas, como, por                 cuerpo?
ejemplo, hombres, caballos, mantos o demás cosas, cualesquiera que
sean, que tienen esa cualidad, o que son iguales o con todas aquellas, en          -Claro es para todos que a la visible -respondió.
suma, que reciben el mismo nombre que esas realidades?; ¿Acaso se
presentan en idéntico estado, o todo lo contrario que aquéllas, no se              -¿Qué, y el alma? ¿Es algo visible o invisible?
presentan nunca, bajo ningún respecto, por decirlo así, en idéntico estado,
ni consigo mismas, ni entre si?                                                    -Los hombres, al menos, Sócrates, no la pueden ver.

-Asi ocurre con estas cosas -respondió Cebes-; jamás se presentan del              -Pero nosotros hablábamos de lo que es visible y de lo que no lo es para
mismo modo.                                                                        la naturaleza del hombre, ¿o con respecto a qué otra naturaleza crees que
                                                                                   hablamos?
-Y a estas últimas cosas, ¿no se las puede tocar y ver y percibir con los
demás sentidos, mientras que a las que siempre se encuentran en el                 -Con respecto a la de los hombres.
mismo estado es imposible aprehenderlas con otro órgano que no sea la
reflexión de la inteligencia, puesto que son invisibles y no se las puede          -¿Que decimos, pues, del alma? ¿Es algo que se puede ver o que no se
perrcibir con la vista?                                                            puede ver?

-Completamente cierto es lo que dices -respondió Cebes.                            -Que no se puede ver.

-¿Quieres que admitamos -prosiguió Sócrates- dos especies de realidades,           -¿Invisible, entonces?
una visible y la otra invisible?
                                                                                   -Si.
-Admitámoslo.
                                                                                   -Luego el alma es más semejante que el cuerpo a lo invisible, y éste, a su
-¿Y que la invisible siempre se encuentra en el mismo estado, mientras             vez, más semejante que aquélla a lo visible.
que la visible nunca lo está?
                                                                                   -De toda necesidad, Sócrates.
-Admitamos también esto -respondió Cebes.
                                                                                   -¿Y no decíamos también hace un momento que el alma, cuando usa del
-Sigamos, pues -prosiguio-, ¿hay una parte en nosotros que es el cuerpo y          cuerpo para considerar algo, bien sea mediante la vista, el oido o algún
otra que es el alma?                                                               otro sentido - pues es valerse del cuerpo como instrumento el considerar
                                                                                   algo mediante un sentido - es arrastrada por el cuerpo a lo que nunca se

                                                                              22
presenta en el mismo estado y se extravia, se embrolla y se marea como             apto por naturaleza para mandar y dirigir y lo mortal para ser mandado y
si estuviera ebria, por haber entrado en contacto con cosas de esta índole?        servir?

-En efecto.                                                                        -Tal es, al menos, mi parecer.

-¿Y no agregábamos que, por el contrario, cuando reflexiona a solas                -Pues bien, ¿a cuál de los dos semeja el alma?
consigo misma allá se va, a lo que es puro, existe siempre, es inmortal y
siempre se presenta del mismo modo? ¿Y que, como si fuera por                      -Evidente es, Sócrates, que el alma semeja a lo divino y el cuerpo a lo
afinidad, reúnese con ello siempre que queda a solas consigo misma y le            mortal.
es posible, y cesa su extravío y siempre queda igual y en el mismo estado
con relación a esas realidades, puesto que ha entrado en contacto con              -Considera ahora, Cebes -prosiguió-, si de todo lo dicho nos resulta que
objetos que, asimismo, son idénticos e inmutables? ¿Y que esta                     es a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que siempre
experiencia del alma se llama pensamiento?                                         se presenta en identidad consigo mismo y de igual manera, a lo que más
                                                                                   se asemeja el alma, y si, por el contrario, es a lo humano, mortal,
-Enteramente está bien y de acuerdo con la verdad lo que dices, oh                 multiforme, ininteligible, disoluble y que nunca se presenta en identidad
Sócrates -repuso.                                                                  consigo mismo, a lo que, a su vez, se asemeja más el cuerpo. ¿Podemos
                                                                                   decir contra esto otra cosa para demostrar que no es asi?
-Así, pues, ¿a cuál de esas dos especies, según lo dicho anteriormente y lo
dicho ahora, te parece que es el alma más semejante y más afin?                    -No podemos.

-Mi parecer, Sócrates -respondió Cebes-, es que todos, incluso los más             -¿Y entonces, qué? Estando asi las cosas ¿no le corresponde al cuerpo el
torpes para aprender, reconocerian, de acuerdo con este método, que el             disolverse prontamente, y al alma, por el contrario, el ser completamente
alma es por entero y en todo más semejante a lo que siempre se presenta            indisoluble o el aproximarse a ese estado?
de la misma manera que a lo que no.
                                                                                   -¡Cómo no!
-¿Y el cuerpo, qué?
                                                                                   -Pues bien, tú observas -dijo- que, cuando muere un hombre, su parte
-Se asemeja más a la otra especie.                                                 visible y que yace en lugar visible, es decir, su cuerpo, que denominamos
                                                                                   cadáver, y al que corresponde el disolverse, deshacerse y disiparse, no
-Considera ahora la cuestión, teniendo en cuenta el que, una vez que se            sufre inmediatamente ninguno de estos cambios, sino que se conserva
juntan alma y cuerpo en un solo ser, la naturaleza prescribe a éste el             durante un tiempo bastante largo, y si el finado tiene el cuerpo en buen
servir y el ser mandado, y a aquélla, en cambio, el mandar y el ser su             estado y muere en una buena estación del año, se mantiene incluso
dueña. Según esto también ¿cuál de estas dos atribuciones te parece más            mucho tiempo. Y si el cuerpo se pone enjuto y es embalsamado, como las
semejante a lo divino y cuál a lo mortal? ¿No estimas que lo divino es             momias de Egipto, consérvase entero, por decirlo así, un tiempo
                                                                                   indefinido. Además hay algunas partes del cuerpo, los huesos, los

                                                                              23
tendones y todo lo que es similar, que aunque aquí se pudra son, valga la             aprehenderse con la filosofía, está acostumbrada a odiarlo, temerlo y
palabra, inmortales. ¿No es verdad?                                                   rehuirlo; un alma que en tal estado se encuentre, ¿crees tú que se separa
                                                                                      del cuerpo, sola y en sí misma y sin estar contaminada?
-Sí.
                                                                                      -En lo más mínimo -respondió.
-Y el alma, entonces, la parte invisible, que se va a otro lugar de su
misma índole, noble, puro e invisible, al Hades en el verdadero sentido de            -¿Sepárase entonces, supongo, dislocada por el elemento corporal, que el
la palabra a reunirse con un dios bueno y sabio, a un lugar al que, si la             trato y la compañía del cuerpo hicieron connatural a ella, debido al
divinidad quiere, también habrá de encaminarse al punto mi alma; ese                  continuo estar juntos y a la gran solicitud que por él tuvo?
alma, repito, cuya índole es tal como hemos dicho, y que asi es por
naturaleza, ¿queda disipada y destruida, acto seguido de separarse del                -Exacto.
cuerpo, como afirma el vulgo? Ni por lo más remoto, oh amigos Cebes y
Simmias, sino que, muy al contrario, lo que sucede es esto. Si se separa              -Mas a éste, querido, preciso es considerarle pesado, agobiante, terrestre
del cuerpo en estado de pureza, no arrastra consigo nada de él, dado el               y visible. Al tenerlo, pues, un alma de esa indole es entorpecida y
que, por su voluntad, no ha tenido ningún comercio con él a lo largo de la            arrastrada de nuevo al lugar visible, por miedo de lo invisible y del
vida, sino que lo ha rehuido, y ha conseguido concentrarse en sí misma,               Hades, según se dice, y da vueltas alrededor de monumentos fúnebres y
por haberse ejercitado constantemente en ello. Y esto no es otra cosa que             sepulturas, en torno de los que se han visto algunos sombrios fantasmas
filosofar en el recto sentido de la palabra y, de hecho, ejercitarse a morir          de almas; imágenes ésas, que es lógico que produzcan tales almas, que no
con complacencia. ¿O es que esto no es una práctica de la muerte?                     se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible, por lo cual
                                                                                      se ven.
-Completamente.
                                                                                      -Es verosímil, Sócrates.
-Así, pues, si en tal estado se encuentra, se va a lo que es semejante a ella,
a lo invisible, divino, inmortal y sabio, adonde, una vez llegada, le será            -Es verosimil, ciertamente, Cebes. Y asimismo lo es que no sean esas
posible ser feliz, libre de extravío, insensatez, miedos, amores violentos y          almas las de los buenos, sino las de los malos, que son obligadas a errar
demás males humanos, como se dice de los iniciados, pasando                           en torno de tales lugares en castigo de su anterior modo de vivir, que fue
verdaderamente el resto del tiempo en compañía de los dioses. ¿Debemos                malo. Y andan errantes hasta el momento en que, por el deseo que siente
afirmarlo así, Cebes, o de otra manera?                                               su acompañante, el elemento corporal, son atadas a un cuerpo. Y, como
                                                                                      es natural, los cuerpos a que son atadas tienen las mismas costumbres que
-Pero en el caso, supongo yo, de que se libere del cuerpo manchada e                  ellas habían tenido en su vida.
impura, por tener con él continuo trato, cuidarle y amarle, hechizada por
él y por las pasiones y placeres, hasta el punto de no considerar que exista          -¿Qué clase de costumbres son ésas que dices, Sócrates?
otra verdad que lo corporal, que aquello que se puede tocar y ver, beber y
comer, o servirse de ello para gozo de amor, en tanto que aquello que es              -Digo, por ejemplo, que los que se han entregado a la glotonería, al
oscuro, a los ojos e invisible pero inteligible y susceptible de                      desenfreno, y han tenido desmedida afición a la bebida sin moderarse, es

                                                                                 24
natural que entren en el linaje de los asnos y de los animales de la misma          de los deseos corporales todos, mantiénense firmes, y no se entregan a
calaña. ¿No lo crees así?                                                           ellos; ni el temor a la ruina de su patrimonio, ni a la pobreza les arredra,
                                                                                    como al vulgo y a los amantes de la riqueza; ni temen tampoco la falta de
-Es completamente lógico lo que dices.                                              consideración y de gloria que entraña la miseria, como los amantes de
                                                                                    poder y de honores, por lo cual abstiénense de tales cosas.
-Y los que han puesto por encima de todo las injusticias, las tiranías y las
rapiñas, en el de los lobos, halcones y milanos. O ¿a qué otro lugar                -Efectivamente, Sócrates - dijo Cebes -, lo contrario no estaría en
decimos que pueden ir a parar tales almas?                                          consonancia con ellos.

-No hay duda -contestó Cebes-, a tales cuerpos.                                     -Sin duda alguna, ¡por Zeus! -repuso éste-.

-¿Y no está claro -prosiguió- con respecto a las demás almas, a dónde irá           Por eso las mandan a paseo en su totalidad quienes tienen algún cuidado
a parar cada una, según las semejanzas de sus costumbres?                           de su alma y no viven para el cuerpo, ocupados en modelarle, y no siguen
                                                                                    el mismo camino de aquéllos, en la idea de que no saben a donde van,
-Si lo está -respondió-, ¡cómo no va a estarlo!                                     sino que, pensando que no deben obrar en contra de la filosofía y de la
                                                                                    liberación y purificación que ésta procura, se encaminan en pos de ella
-Ahora bien, ¿no es cierto -continuó Sócrates- que aún dentro de este               por el camino que les indica.
grupo, los más felices y los que van a parar a mejor lugar son los que han
practicado la virtud popular y cívica, que llaman moderación y justicia,            -¿Cómo, Sócrates?
que nace de la costumbre y la práctica sin el concurso de la filosofía y de
la inteligencia?                                                                    -Yo te lo diré -respondió-. Conocen, en efecto, los deseosos de saber que,
                                                                                    cuando la filosofía se hace cargo del alma, ésta se encuentra
-¿Por qué son éstos los más felices?                                                sencillamente atada y ligada al cuerpo, y obligada a considerar las
                                                                                    realidades a través de él, como a través de una prisión, en vez de hacerlo
-Porque es natural que lleguen a un género de seres que sea tal como ellos          ella por su cuenta y por medio de sí misma, en una palabra, revolcándose
son, sociable y civilizado, como puede serlo el de las abejas, avispas y            en la total ignorancia; y que la filosofía ve que lo terrible de esa prisión es
hormigas, e incluso que retornen al mismo género humano, y de ellos                 que se opera por medio del deseo, de suerte que puede ser el mismo
nazcan hombres de bien.                                                             encadenado el mayor cooperador de su encadenamiento. Así, pues, como
                                                                                    digo, los amantes de aprender saben que, al hacerse cargo la filosofía de
-Es natural.                                                                        nuestra alma en tal estado, le da consejos suavemente e intenta liberarla,
                                                                                    mostrándole que está lleno de engaño el examen que se hace por medio
-Pero al linaje de los dioses, a ése es imposible arribar sin haber                 de los ojos, y también el que se realiza valiéndose de los oidos y demás
filosofado y partido en estado de completa pureza; que ahí sólo es licito           sentidos; que asimismo aconseja al alma retirarse de éstos y a no usar de
que llegue el deseoso de saber. Por esa razón, oh amigos Simmias y                  ellos en lo que no sea de necesidad, invitándola a recogerse y a
Cebes, los que son filósofos en el recto sentido de la palabra se abstienen         concentrarse en sí misma, sin confiar en nada más que en si sola, en lo

                                                                               25
que ella en si y de por sí capte con el pensamiento como realidad en sí y           manera que pronto cae de nuevo en otro cuerpo y en él echa raices, como
de por si; que, en cambio, lo que examina valiéndose de otros medios y              si hubiera sido sembrada, quedando, en consecuencia, privada de la
que en cada caso se presente de diferente modo, la enseña no considerarlo           existencia en común con lo divino, puro y que sólo tiene una única forma.
verdadero en nada; y también que lo que es así es sensible y visible,
mientras que lo que ella ve es inteligible e invisible. Así, pues, por creer        -Grandisima verdad es lo que dices, Sócrates -dijo Cebes.
el alma del verdadero filósofo que no se debe oponer a esta liberación, se
aparta consecuentemente de los placeres y deseos, penas y temores en lo             -Por tanto, Cebes, ésa es la razón de que los que reciben con justicia el
que puede, porque piensa que, una vez que se siente un intenso placer,              nombre de amantes del saber sean moderados y valientes, no la que aduce
temor, pena o deseo, no padece por ello uno de esos males tan grandes               el vulgo. ¿O tu crees que es ésta?
que pudieran pensarse, como, por ejemplo, el ponerse enfermo o el hacer
un derroche de dinero por culpa del deseo, sino que lo que sufre es el              -No, por cierto. Yo, no lo creo así.
mayor y el supremo de los males, y encima sin que lo tome en cuenta.
                                                                                    -No, sin duda. Por el contrario, así sería como calculara el alma de un
-¿Cuál es ese mal, Sócrates? -preguntó Cebes.                                       filósofo, y no creeria que, si a la filosofia atañe el desatarla, a ella, en
                                                                                    cambio, mientres aquélla la desata, le corresponde el entregarse a los
-Que el alma de todo hombre, a la vez que siente un intenso placer o                placeres y penas, para atarse de nuevo y realizar un trabajo sin fin, como
dolor en algo, es obligada también a considerar que aquello, con respecto           el de Penélope, manejando el telar en el sentido contrario. Antes bien,
a lo cual le ocurre esto en mayor grado, es lo más evidente y verdadero,            pone en calma las pasiones, sigue al razonamiento, y, sin separarse en
sin que sea asi. Y éste es el caso especialmente de las cosas visibles. ¿No         ningún momento de él, contemplando lo verdadero, divino y que no es
es verdad?                                                                          objeto de opinión, y alimentada por ello, cree que asi debe vivir mientras
                                                                                    viva, y que, una vez que su vida acabe, llegará a lo que es afin a sí misma
-Por completo.                                                                      y tal como ella es, liberándose de los males humanos. Y, como
                                                                                    consecuencia de tal régimen de vida, no hay peligro de que sienta temor
-¿Y no es cierto que en el momento de sentir tal afección es cuando el              [puesto que hase ejercitado en ello], oh Simmias y Cebes, de quedar
alma es encadenada más por el cuerpo?                                               esparcida en el momento de separarse del cuerpo, o de ser disipada por el
                                                                                    soplo de los vientos y de marcharse en un vuelo, sin existir ya en ninguna
-¿Cómo?                                                                             parte.

-Porque cada placer y dolor, como si tuviera un clavo, la clava al cuerpo,          Después de decir esto Sócrates, prodújose silencio durante mucho rato, y
la sujeta como con un broche, la hace corpórea y la obliga a figurarse que          tanto el mismo Sócrates, según se dejaba ver, como la mayor parte de
es verdadero lo que afirma el cuerpo. Pues por tener las mismas                     nosotros estábamos absortos en el argumento expuesto. Por su parte,
opiniones que el cuerpo y deleitarse con los mismos objetos, por fuerza             Cebes y Simmias conversaban entre ellos dos en voz baja. Al verles,
adquiere, según creo, las costumbres y el mismo régimen de vida que el              Sócrates les preguntó:
cuerpo, y se hace de tal calaña que nunca puede llegar al Hades en estado
de pureza, sino que parte allá contaminada siempre por el cuerpo, de tal

                                                                               26
SEXTA PARTE
     Pruebas basadas en críticas a Simil lira (Simmias) y Simil
     tejedor (Cebes)
     [84c-107a]

     -¿Qué? ¿Acaso os parece que lo dicho no ha quedado completo? Pues
     muchos puntos quedan aún que pueden dar pie a sospechas y reparos, si
     es que verdaderamente se ha de hacer una exposición, satisfactoria Si es
     otra cosa lo que consideráis, estoy hablando en vano; mas si es sobre algo
     de lo expuesto donde radica vuestra duda, no vaciléis, tomad vosotros la
     palabra y exponed la cuestión según os parezca que seria mejor dicha,
     tomándome a mí, a vuestra vez, como interlocutor, si creéis que con mi
     ayuda vais a tener más oportunidades de encontrar una solución.

     Simmias, entonces, le respondió:

     -Pues bien, Sócrates, te diré la verdad. Desde hace un rato estamos uno y
     otro en duda, y nos empujamos y nos animamos mutuamente a
     preguntarte, porque, si bien estamos deseosos de oirte, no nos atrevemos
     a importunarte, por temor a que nuestras preguntas te desagraden, dada la
     presente desdicha.

     Al oirle, Sócrates sonrió levemente y respondió:

     -¡Ay, Simmias! Difícilmente, no cabe duda, podré persuadir a los demás
     de que no tengo por desdicha la presente situación, cuando ni siquiera a
     vosotros os puedo persuadir de ello, y teméis que me encuentre ahora de
     peor humor que en el resto de mi vida. Es más; al parecer, en lo que
     respecta a dotes adivinatorias, soy, en vuestra opinión, inferior a los
     cisnes, que, una vez que danse cuenta de que tienen que morir, aun
     cuando antes también cantaban, cantan entonces más que nunca y del
     modo más bello, llenos de alegría porque van a reunirse con el dios del
27
que son siervos. Mas los hombres, por su propio miedo a la muerte,
calumnian incluso a los cisnes y dicen que,lamentando su muerte,                     -Tal vez, amigo dijo Sócrates-, lo que te parece sea verdad. Ea, pues, di
entonan, movidos de dolor un canto de despedida, sin tener en cuenta que             en qué te parece que hay deficiencia.
no hay ningún ave que cante cuando tiene hambre, frío o padece algún
otro sufrimiento, ni el propio ruiseñor, ni la golondrina, ni la abubilla,           -En esto, creo yo -repuso Simmias-: en el hecho de que sobre la armonía,
que, según dicen, cantan deplorando su pena. Pero, a mi modo de ver, ni              la lira y las cuerdas se podría emplear el mismo argumento, a saber, que
estas aves ni tampoco los cisnes cantan por dolor, sino que, según creo,             la armonía es algo indivisible, incorpóreo, completamente bello y divino
como son de Apolo, son adivinos, y por prever los bienes del Hades                   que hay en la lira afinada, pero que la lira en sí y las cuerdas son cuerpos,
cantan y se regocijan aquel día, como nunca lo hicieran hasta entonces. Y            cosas materiales, compuestas, terrestres y emparentadas con lo mortal.
en lo que a mí respecta, me considero compañero de esclavitud de los
cisnes y consagrado al mismo dios, y en no peores condiciones que ellos              Así, pues, supongamos que, una vez que se rompe o se corta la lira y se
en lo tocante a la facultad de adivinar que otorga mi señor, ni tampoco en           arrancan sus cuerdas, alguien sostiene, empleando el mismo argumento
mayor acatimiento que ellos por abandonar la vida. Por esta razón, pues,             que tú, que es necesario que exista todavía aquella armonía y que no se
debéis hablar y preguntarme lo que queráis, mientras lo permitan los                 haya perdido. Porque sería de todo punto imposible que dijera que si bien
Once de Atenas.                                                                      la lira existe todavia, aun cuando hayan sido arrancadas sus cuerdas, y
                                                                                     siguen también existiendo éstas que son mortales, en tanto que la
-Dices bien -repuso Simmias-. Así que te voy a decir mi duda, y éste, a su           armonía, en cambio, que tiene la misma naturaleza que lo divino e
vez, te dirá en qué no admite lo expuesto. A mí me parece, oh Sócrates,              inmortal, y con ello está emparentada, perece antes que lo mortal. Antes
sobre las cuestiones de esta índole tal vez lo mismo que a ti, que un                bien, lo que aquél diría es que es necesario que la armonia exista aún en
conocimiento exacto de ellas es imposible o sumamente dificil de                     alguna parte, y que las maderas y cuerdas se pudren antes de que a
adquirir en esta vida, pero que el no examinar por todos los medios                  aquélla le ocurra nada. Pues bien, Sócrates, creo que tú también has
posibles lo que se dice sobre ellas, o el desistir de hacerlo, antes de              pensado que es precisamente así, sobre poco más o menos, como
haberse cansado de considerarlas bajo todos los puntos de vista, es propio           nosotros creemos que es el alma, es decir, que estando nuestro cuerpo,
de hombre muy cobarde. Porque lo que se debe conseguir con respecto a                valga la palabra, tensado y sostenido por lo caliente y lo frío, lo seco y lo
dichas cuestiones es una de estas cosas: aprender o descubrir por uno                húmedo y algunos opuestos similares, nuestra alma es la mezcla y la
mismo qué es lo que hay de ellas, o bien, si esto es imposible, tomar al             armonía de éstos, una vez que se han mezclado bien y proporcionalmente
menos la tradicón humana mejor y más difícil de rebatir y, embarcándose              entre sí. Así, pues, si resulta que el alma es una especie de armonía, está
en ella, como en una balsa, arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si        claro que, cuando nuestro cuerpo se relaja o se tensa en exceso por las
es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío                enfermedades o demás males, se presenta al punto la necesidad de que el
más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad. Así, pues,             alma, a pesar de ser sumamente divina, se destruya como las demás
yo, por mi parte, no tendré vergüenza de preguntarte, ya que tú nos                  armonías existentes en los sonidos y en las obras artísticas todas, en tanto
invitas a ello, nì me echaré en cara después que ahora no te dije mi                 que los restos de cada cuerpo perduran mucho tiempo, hasta que se les
opinión. Porque a mí, oh Sócrates, tras haber considerado conmigo                    quema o se pudren. Mira, por consiguiente, qué vamos a responder a este
mismo y con éste lo expuesto, no me parece que haya quedado                          argumento, en el caso de que alguien pretenda que el alma, por ser la
suficientemente demostrado.

                                                                                28
mezcla de los elementos del cuerpo, es la primera que perece en lo que           de que el manto que le cubría y que él mismo tejió se conserva y no ha
llamamos muerte.                                                                 perecido; preguntara, si alguno no le creía: "¿Cuál de estas dos cosas es
                                                                                 más duradera, el género humano o el de los mantos que usa y lleva el
Mirándole entonces Sócrates fijamente, como acostumbraba las más de              hombre? y, al respondérsele que es mucho más duradero el género de los
las veces, le dijo sonriendo:                                                    hombres, se figurara que había quedado demostrado que, con mucha
                                                                                 mayor razón, el hombre conserva la existencia, puesto que lo menos
-Justo es, ciertamente, lo que dice Simmias. Así, pues, si alguno de             duradero no ha perecido. Pero esto, oh Simmias, creo que no es así.
vosotros se encuentra en mayor abundancia de recursos que yo, ¿por qué           Examina también tú lo que digo. Todo el mundo reconocería que dice
no le ha contestado ya? Pues no parece hombre que acometa a la ligera el         una necedad el que tal cosa sostiene. En efecto, el tejedor de nuestro
argumento. No obstante, me parece que, antes de dar una respuesta, es            ejemplo, que ha gastado y ha tejido muchos mantos semejantes,perece
preciso oír a Cebes qué es lo que a su vez censura al argumento, a fin de        después de aquéllos, que son muchos, pero antes del último, y no por esto
que, con tiempo por medio, deliberemos qué es lo que vamos a                     hay mayor razón para pensar que el hombre es inferior y más débil que
responder. Después, tras de haberles escuchado les daremos la razón, en          un manto. Esta misma comparación, a mi entender, podría admitirla el
el caso de que nos parezca que van acordes, y, si no, es el momento ya de        alma con relación al cuerpo, y para mí seria evidente que se diría lo
defender el argumento. Ea, pues, Cebes -le animó-, di qué fue lo que a ti        adecuado, si tal cosa se dijera de ambos: que el alma es más duradera y el
te perturbaba.                                                                   cuerpo más débil y menos duradero. Pero asimismo habria de afirmarse
-Ahora lo diré -dijo Cebes-. Para mí es evidente que el razonamiento se          que, si bien cada una de las almas desgasta muchos cuerpos,
encuentra aún en el mismo punto, y que es susceptible de la misma                especialmente cuando la vida dura muchos años -pues si el cuerpo fluye y
censura que le hacíamos anteriormente. El que nuestra alma existía, antes        se pierde, mientras el hombre está aún con vida, el alma, en cambio,
incluso de venir a parar a esta forma, es algo que no me vuelve atrás en         constantemente vuelve a tejer lo deteriorado - no obstante, es necesario
afirmar que ha quedado demostrado de un modo que me place                        que, cuando el alma perezca se encuentre en posesión de su postrer tejido,
sumamente, y, si no es molesto el decirlo, convincente por completo.             y sea éste el único a quien precéda aquélla en su ruina. Y, aniquilada el
Pero el que, una vez muertos nosotros, sigue existiendo en alguna parte,         alma, entonces mostrará ya el cuerpo su natural debilidad y, pudriéndose,
ya no me lo parece así. Mas tampoco concedo a la objeción de Simmias             desaparecerá pronto. De manera que aún no está justificado el confiar,
que el alma es algo menos consistente y menos duradero que el cuerpo:            por prestar fe a este argumento, en que, una vez que muramos, sigue
en todos estos puntos me parece que el alma es muy superior al cuerpo.           existiendo nuestra alma en alguna parte. Pues, aunque se concediera a
Entonces, ¿por qué -me diría el razonamiento- persistes en tus dudas, ya         quien lo emplea más aún de lo que tú dices, otorgándole no sólo el que
que ves que, muerto el hombre, lo que es más débil continúa existiendo?          nuestras almas existían antes incluso de que nosotros naciéramos, sino
¿No crees que es necesario que lo más duradero siga mientras tanto               tambien el que nada impide que que, una vez que hayamos muerto, las
conservándose? Atiende ahora a esto, a ver si es razonable lo que digo,          almas de algunos continúen existiendo en ese momento y más adelante,
pues, al parecer, también yo, como Simmias, necesito un símil. En efecto,        dando lugar a futuros nacimientos y nuevas muertes, pues es por
a mi me parece que la anterior afirmación se hace de un modo parecido a          naturaleza el alma algo tan consistente que puede resistir muchos
como pudiera hacer alguien, a propósito de un viejo tejedor que ha               nacimientos; ni aún haciéndole esta concesión, se le podria conceder que
muerto, la de que el individuo en cuestión no ha perecido, sino que              al alma no sufre en los múltiples nacimientos, y que, por último, no queda
conserva la existencia en alguna parte; presentara como prueba el hecho          totalmente aniquilida en una cualquiera de esas muertes. Més esa muerte

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y esa separación del cuerpo que trae al alma la destrucción, habría que a         estuve a su lado. El que supiera encontrar una respuesta tal vez no tiene
que afirmar que nadie la conoce, pues es imposible para cualquiera de             nada de extraño. Pero lo que más me maravilló de él fue, ante todo, con
nosotros el darse cuenta de ello. Y si esto es así, nadie tiene derecho a         cuánto placer, benevolencia y deferencia acogió la argumentación de los
mostrarse confiado ante la muerte sin que su confianza sea una                    jóvenes, luego, con cuánta penetración percibió el efecto que había
insensatez, a no ser que pueda demostrar que el alma es algo                      producido en nosotros la argumentación de aquéllos. Y, por último, cuán
completamente inmortal e indestructible. Pero si no puede, es necesario           bien supo curarnos. Estábamos en fuga y derrotados, por decirlo así, y él
que el que está a punto de morir tema siempre respecto de su alma que,            nos llamó de nuevo al combate, impulsándonos a seguirle y a considerar
en el momento de su separación con el cuerpo, quede completamente                 con él el razonamiento.
destruida.
                                                                                  EQUÉCRATES.-¿Cómo?
Después de oirles hablar, todos quedamos a disgusto,según nos
confesamos más tarde mutuamente, porque parecía que, tras haber                   FEDÓN.-Yo te lo diré. Me encontraba por casualidad a su derecha,
quedado nosotros sumamente convencidos por el razonamiento anterior,              sentado en un banquillo junto a la cama, y él estaba en un asiento mucho
nos habían de nuevo puesto en confusión e infundido desconfianza, no              más elevado que yo. Acaricióme la cabeza y estrujándome los cabellos
sólo frente a los razonamientos hasta entonces dichos, sino también frente        que me caían sobre el cuello - pues tenía la costumbre de jugar con mi
a los que iban a pronunciarse después, unida al recelo de que no fuéramos         melena, cuando la ocasión se presentaba - me dijo:
jueces de ninguna valia, o que la cuestión en sí se prestara a dudas.
                                                                                  -Mañana tal vez, oh Fedón, te cortarás esta hermosa cabellera.
EQUECRÁTES.-¡Por los dioses!, oh Fedón, que os disculpo. Pues
tambiéa a mí al escucharte ahora se me ocurre decirme a mi mismo: ¿A              -Es natural, Sócrates -le respondí.
qué argumento entonces daremos crédito? ¡Tan convincente que era el
razonamiento que hizo Sócrates, y ahora se ha hundido en la                       -No, si me haces caso.
incertidumbre! Pues me subyuga de manera extraordinaria, ahora y
siempre, ese decir que nuestra alma es una especie de armonía y, al ser           -¿Qué quieres decir? -repuse.
mencionado, me hizo recordar, por decirlo así, que éste habia sido
también mi parecer. Y de nuevo, como al principio, estoy sumamente                -Que es hoy -replicó- cuando debemos cortarnos, tú esos cabellos y yo
necesitado de cualquier otro argumento que me convenza de que el alma             los míos, si el razonamiento se nos muere y no podemos hacerle
del que fallece no fallece junto con él. Así pues, dime, ¡por Zeus!, ¿cómo        revivir.Al menos yo, si fuera tal, y se me escapara el argumento, me
abordó Sócrates el razonamiento? Mostróse tambien él, como dices que              obligaría por juramento, como los argivos, a no llevar el pelo largo, antes
estabaís vosotros, disgustado por algo, o acudió, por el contrario, con           de vencer, volviendo a la carga, la argumentación de Simmias y de
calma en ayuda de su argumento? ¿Fue eficaz la ayuda que le prestó o              Cebes.
insuficiente? Explícanoslo todo en la forma más detallada que puedas.
                                                                                  -Pero - le objeté yo - contra dos, se dice, ni siquiera Heracles puede.
FEDÓN.-En verdad, oh Equécrates, que, pese a haber admirado a
Sócrates muchas veces, nunca le admiré más que en aquella ocasión que             -Pues llámame a mí en ayuda, a tu Yolao, mientras haya todavía luz.

                                                                             30
-El caso, por ejemplo - respondió - de las cosas sumamente pequeñas y
-Esta bien. Te llamo en ayuda, pero no como Heracles, sino como Yolao              grandes. ¿Crees que hay algo más raro de encontrar que un hombre, un
a Heracles.                                                                        perro, o cualquier otra cosa sumamente grande o pequeña? ¿Y no ocurre
                                                                                   otro tanto con las rápidas o lentas, bellas y feas, negras o blancas? ¿No te
-Lo mismo dará -replicó-. Pero cuidemos primero de que no nos ocurra               has percatado de que entre todas las cosas de esta indole las que son los
un percance.                                                                       extremos de los opuestos son escasas y pocas, en tanto que las que están
                                                                                   en un término medio son abundantes y muchas?
-¿Cuál? -le pregunté.
                                                                                   -Por completo -le respondí.
-El de convertirnos - dijo - en misólogos, de la misma manera que los que
se hacen misántropos; porque no hay peor percance que le pueda a uno               -¿No crees, entonces -prosiguió-, que si se propusiera un certamen de
suceder que el de tomar odio a los razonamientos. Y la misología se                maldad, serían también muy pocos los que en él se revelaran los
produce de la misma manera que la misantropía. En efecto, la                       primeros?
misantropía se insinúa en nosotros como consecuencia de tener sin
conocimiento excesiva confianza en alguien, y considerar a dicho                   -Al menos, es probable -respondí yo.
individuo completamente franco, sano y digno de fe, descubriendo poco
después que era malvado, desleal y, en una palabra, otro. Y cuando esto            -Es probable, en efecto - dijo -. Mas no es en este punto donde radica la
le ocurre a uno muchas veces, y especialmente ante los que se habia                semejanza de los razonamientos con los hombres -pero como eras tú
podido considerar como los más intimos y más amigos, por tropezarse                ahora quien iba delante, yo te segui-, sino más bien en este otro; cuando
con frecuencia, termina uno por odiar a todos y considerar que en nadie            sin el concurso del arte de los razonamientos se tiene fe en que un
hay nada sano en absoluto. ¿No te has percatado de que esto se produce             razonamiento es verdadero, y luego, acto seguido, se opina que es falso,
más o menos así?                                                                   siéndolo efectivamente algunas veces, pero otras no, y se sigue de nuevo
                                                                                   opinando que es de una manera o de otra. Y son precisamente los que se
-Por completo -le respondí.                                                        dedican a razonar el pro y el contra de las cosas los que, según me consta,
                                                                                   terminan por creer que han adquirido la suprema sabiduría y que son los
-¿Y no es cierto -prosiguió- que esto está mal, y manifiesto que el que así        únicos que han comprendido que, ni en las cosas hay nada de ellas que
obra intenta, sin tener conocimiento de las cosas humanas, tratar a los            sea sano ni cierto, ni tampoco en los razonamientos, sino que la realidad
hombres? Pues si los hubiera tratado con conocimiento, hubiera                     en su totalidad va y viene de arriba para abajo, ni más ni menos que si
considerado las cosas tal como son, que los buenos en exceso, o malos              estuviera en el Euripo, y no permanece quieta ni un momento en ningún
redomados son unos y otros escasos, mientras que los intermedios son               punto.
muchísimos.
                                                                                   -Gran verdad es --dije yo- lo que dices.
-¿Qué quieres decir? -le pregunté.
                                                                                   -Así pues, oh Fedón - prosiguió -, sería un percance lamentable el que,
                                                                                   siendo un razonamiento verdadero, cierto y posible de entender, por el

                                                                              31
hecho de tropezarse con otros que son así, pero que a las mismas                  no, oponeos con toda clase de argumentos, procurando que mi celo no
personas unas veces les parecen verdaderos y otras no, no se atribuyera           nos engañe ni a mí ni a vosotros, y me marche como una abeja
uno a sí mismo la culpa o a su propia incompetencia, y por despecho               habiéndoos dejado el aguijón metido dentro.
terminara por desprenderse alegremente la culpa de sí mismo y colgársela
a los razonamientos, pasando desde entonces el resto de la vida                   -Ea, pues, en marcha -prosiguió-. Pero, ante todo, recordádme lo que
odiándolos y vituperándoles, y quedando así privado del verdadero                 decíais, si veis que no me acuerdo. Simmias, por un lado, según creo,
conocimiento de las realidades.                                                   tiene sus dudas y el temor de que el alma, a pesar de ser algo más divino
                                                                                  y más bello que el cuerpo, perezca antes que éste, por ser una especie de
-Sí, por Zeus -le dije-, sería un percance lamentable, sin duda.                  armonía. Por otra parte, Cebes pareció que me hacía esta concesión, a
                                                                                  saber: que el alma es algo más duradero que el cuerpo, pero que hay algo
-Por consiguiente -continuó-, ante todo precavámonos de él, y no                  que es incierto para todo el mundo. Helo aquí: tal vez el alma, tras haber
dejemos entrar en nuestra alma la idea de que hay peligro de que no haya          desgastado muchos cuerpos y muchas veces, al abandonar el último
nada sano en los razonamientos, sino que, muy al contrario, debemos               cuerpo, quede entonces destruida, y precisamente en esto estribe la
inculcarle la de que somos nosotros los que aún no estamos en estado              muerte, en la destrucción del alma, ya que el cuerpo, está pereciendo
sano, y que debemos virilmente aspirar a estarlo: tú y los demás, en razón        incesantemente. ¿Es esto, oh Simmias y Cebes, u otra cueslión lo que
de toda la vida que os queda, y yo en razón de la muerte misma, pues tal          tenemos que considerar?
vez esté en un tris en el momento presente de no encontrarme en el estado
de un verdadero amante de la sabiduría sino en el de un amante del                Ambos reconocieron que era lo dicho.
triunfo, como los que carecen totalmente de instrucción. Pues a tales
hombres, cuando discuten de algo, no les interesa cómo es en realidad             -En ese caso, admitís en su totalidad los argumentos anteriores, o unos sí
aquello de lo que tratan; en cambio en conseguir que los presentes                y otros no?
aprueben las tesis que sostienen, en eso sí que ponen su mayor celo. En
cuanto a mí, estimo que en el momento presente me voy a diferenciar de            -Unos sí, pero otros no -dijeron.
ellos tan sólo en esto: no es en conseguir que los presentes opinen que es
verdad lo que yo digo, a no ser como un efecto accesorio, en lo que               -¿Qué decís,entonces,de aquel razonamiento en el que afirmábamos que
pondré mi empeño, sino en que me parezca a mí mismo lo más posible                el aprender era un recuerdo, y que, al ser eso así, era necesario que
que asi es en realidad. Pues calculo, oh querido amigo - y mira cuán              nuestra alma existiera en otro lugar antes de ser encadenada al cuerpo?
interesadamente -, que si resulta verdad lo que digo está bien el dejarse
convencer, y, si después de la muerte no hay nada, al menos el momento            -Yo, por mi parte -respondió Cebes-, si entonces me dejó convencido de
justo de antes de morir molestaré menos con mis lamentos a los que me             una forma maravillosa, ahora también sigo aferrado a él como a ningún
rodean, y esta insensatez mía no perdurará tampoco - lo que sería una             otro argumento.
desgracia - sino que perecerá poco despues. Ahora, oh Simmias y Cebes,
una vez preparado de esta manera, abordo el asunto. Vosotros, por                 -Y, por cierto - dijo Cebes -, también yo me encuentro en ese caso, y
vuestra parte, si me hacéis caso, habéis de preocuparos de Sócrates poco,         mucho me asombraria que cambiara alguna vez de opinión sobre ese
de la verdad mucho más; si os parece que digo la verdad, reconocedlo; si          asunto.

                                                                             32
valiéndose de verosimilitudes, son impostores, y, si no se mantiene uno
-Pues por necesidad, oh huésped tebano - repuso entonces Sócrates -                en guardia ante ellos, engañan con suma facilidad, no sólo en geometria,
tienes que cambiar de opinion, si es que persiste la creencia de que la            sino también en todo lo demás. En cambio, el argumento referente al
armonía es algo compuesto, y el alma una armonía constituida por los               recuerdo y al aprender se ha desarrollado sobre un principio digno de
elementos que hay en tensión en el cuerpo. Pues, sin duda, no te                   aceptarse. Pues lo que se vino a decir fue que nuestra alma existía antes
consentirás a ti mismo decir que la armonia estaba constituida antes de            incluso de venir a parar al cuerpo, de la misma manera que existe su
que existieran los elementos con los que tenía que componerse. ¿Lo                 realidad que tiene por nombre el de lo que es. Este es el principio que yo,
consentirás acaso?                                                                 estoy convencido, he aceptado plenamente y con razón. Necesariamente,
                                                                                   pues, como es natural, por esta causa no debo admitir, ni a mí ni a nadie,
-De ningún modo, Sócrates -respondió.                                              el decir que el alma es una armonía.

-¿Te das cuenta, entonces - continuó Sócrates -, de que es el sostener esto        -¿Y qué opinas, Simmias, de esta otra cuestión? -dijo Sócrates-. ¿Te
la consecuencia a que llegas, cuando afirmas, por una parte, que el alma           parece que a la armonía o a cualquier otra composición le corresponde
existía, antes incluso de venir a parar a la figura y cuerpo del hombre, y,        tener otra modalidad de ser que aquella que tengan los componentes con
por otra, que estaba constituida de elementos aún no existentes? Pues              los que se constituye?
efectivamente, la armonía no es cosa de la misma indole que aquello con
lo que la comparas, sino que lo que primero nace es la lira, las cuerdas y         -En absoluto.
los sonidos, sin estar aún armonizados, y lo que se constituye en último
término y primero perece es la armonía. Así que ¿cómo va a estar acorde            -¿Ni tampoco, a lo que se me alcanza, el hacer o padecer algo que no se
este tu aserto con aquél otro?                                                     ajuste a lo que aquéllos hagan o padezcan?

-No podrá estarlo en modo alguno - respondió Simmias -.                            -Simmias le dio su asentimiento.

-Y eso que -dijo Sócrates-, si a algún aserto le conviene estar acorde, es         -Luego a la armonía no le corresponde el guiar a los elementos con los
precisamente al que trata de la armonia.                                           que haya sido compuesta, sino el seguirlos.

-En efecto, le conviene -dijo Simmias.                                             -Simmias compartió esta opinión.

-Pero este tuyo no lo está. Ea, pues, mira cuál de estos dos asertos               -Luego muy lejos está la armonía de moverse o de sonar en sentido
escoges, que el aprender es un recuerdo o que el alma es una armonía.              contrario a sus propias partes, o de oponerse a ellas en cualquier otra
                                                                                   cosa.
-Con mucho, el primero, Sócrates. Pues el último se me ha ocurrido sin
demostración, con la ayuda de cierta verosimilitud especiosa, que es               -Muy lejos, en efecto -respondió.
también la que suscita esta opinión en la mayoría de los hombres. Pero yo
estoy consciente de que los argumentos que realizan las demostraciónes,

                                                                              33
-¿Y qué? ¿No es por naturaleza la armonía de tal suerte que cada armonía
es tal y como es armonizada?                                                     -Sin embargo, -repuso Sócrates-, se ha convenido anteriormente que un
                                                                                 alma no es ni más ni menos alma que otra. Y el contenido de este
-No comprendo -dijo Simmias.                                                     asentimiento es que tampoco una armonía es ni mayor, ni inferior, ni
                                                                                 menor que otra. ¿No es verdad?
-¿Es que -continuó Sócrates en el caso de que sea armonizada más y en
mayor extensión - en el supuesto de que esto sea posible - no habría             -Enteramente.
armonía en mayor intensidad y extensión, y si lo fuera menos y en menor
extensión no sería ya armonía menor en intensidad y extensión?                   -¿Y que la armonía, que no es ni mayor ni menor, tampoco está más o
                                                                                 menos armonizada? ¿Es así?
-Exacto.
                                                                                 -Por completo.
-¿Ocurre, acaso, eso con respecto al alma, de tal manera que un alma sea
más que otra, aun en la más mínima proporción, bien en extensión e               -¿Y es posible que la armonía que no está armonizada ni más ni menos
intensidad, o en pequeñez e inferioridad, eso mismo: alma?                       participe en mayor o menor grado de la armonía, o tiene que participar en
                                                                                 igual medida?
-En modo alguno -respondió.
                                                                                 -En igual medida.
-Adelante, pues, ¡por Zeus! --siguió Sócrates--.¿Se dice de unas almas
que tienen sensatez y virtud y que son buenas, y de otras, en cambio, que        -Luego un alma, puesto que no es en mayor ni en rnenor grado que otra
son insensatas y malvadas? ¿Se dice también esto de acuerdo con la               eso mismo, alma, ¿tampoco está más o menos armonizada?
verdad?
                                                                                 -Asi es.
-De acuerdo con la verdad, sin duda.
                                                                                 -Y al ocurrirle esto, ¿tampoco participará más de inarmonía ni de
-En tal caso, ¿qué diria que son esas cosas que hay en las almas,la              armonia?
virtud,la maldad, uno cualquiera de los que opinan que el alma es una
armonía? Acaso que son a su vez otra especie de armonia e inarmonía?             -No, sin duda alguna.
¿Que una de ellas, la buena, está armonizada y tiene en sí, siendo
armonía, otra armonia, y que la otra no está de por sí armonizada y no           -Y al ocurrirle a su vez esto, ¿acaso podría tener un alma mayor
tiene en sí misma otra armonía?                                                  participación que otra en maldad o en virtud, una vez admitido que la
                                                                                 maldad es inarmonía y la virtud armonía?
-Yo, por mi parte -respondió Simmias-, no sé responder. Pero está claro
que sería algo por el estilo lo que diría quien sustentara la anterior           -No podrá tenerla mayor.
opinión.

                                                                            34
-O, mejor dicho aún, según el razonamiento correcto: ningún alma
participará en la maldad, puesto que es armonía. Pues, sin duda alguna, la        -Completamente.
armonía, al ser completamente eso mismo, armonía, nunca tendrá
participación en la inarmonía.                                                    -Pero, ¿no hemos convenido, por el contrario, en nuestros argumentos
                                                                                  anteriores, que nunca, al menos en el caso de que sea armonía, cantaría en
-Nunca, es cierto.                                                                sentido contrario a las tensiones, relajamientos, vibraciones, y cualquier
                                                                                  otra afección que experimentaran los elementos con los que estaba
-Y tampoco, es evidente, la tendrá el alma en la maldad, puesto que es            constituida, sino que los seguía y nunca podía guiarlos?
completamente alma.
                                                                                  -Lo convenimos -respondió, ¡Cómo no!
-En efecto, ¿cómo podría tenerla, al menos según lo dicho anteriormente?
                                                                                  -¿Entonces, qué? ¿No se nos muestra ahora realizando todo lo contrario?
-Luego, de acuerdo con este razonamiento, todas las almas de todos los            Guía a todos esos elementos con los que se dice que está compuesta;
seres vivos serán buenas por igual, ya que por naturaleza las almas son           poco le falta para oponerse a todos durante toda la vida; es dueña y
por igual eso mismo, almas.                                                       señora en todos sus modales: reprime unas cosas, las que entran en el
                                                                                  campo de la gimnástica y de la medicina, con excesivo rigor y por medio
-Al menos, a mí me lo parece, Sócrates -dijo Simmias.                             de sufrimientos; otras, en cambio, con más blandura, en parte con
                                                                                  amenazas, en parte con consejos; en fin, conversa con los deseos, las
-¿Y te parece también -replico- que está bien dicho en esa forma nuestro          cóleras y los temores, como si ella fuera diferente y se tratara de otros
argumento? ¿No te parece que le ocurriria esto, si fuera exacta la                seres. Más o menos tal y como lo describe Homero en la Odisea, donde
hipótesis de que el alma es una armonía?                                          dice de Ulises:

-De ningún modo está bien dicho -respondió.                                       Y golpeándose el pecho reprendió a su corazón con [estas palabras:
                                                                                  Aguanta, corazón, que cosa aún más perra antaño soportaste]
-¿Y qué? -prosiguió Sócrates-. Entre todas las cosas que hay en el
hombre, ¿es posible que digas que sea otra que el alma la que mande,              ¿Crees, acaso, que el poeta compuso estos versos con la idea de que el
sobre todo si es sensata?                                                         alma es armonía y susceptible de ser conducida por las afecciones del
                                                                                  cuerpo, y no en la de que es capaz de guiarlas y domeñarlas como cosa
-Yo, al menos, no lo digo.                                                        que es excesivamente divina para ser comparada con una simple
                                                                                  armonía?
-¿Cede, acaso, a las afecciones del cuerpo, o se opone a ellas? Y quiero
decir lo siguiente: por ejemplo, el que cuando se tiene calor y sed nos           -¡Por Zeus!, Sócrates, asi me parece.
arrastre hacia lo contrario, a no beber, y cuando se tiene hambre a no
comer, y otros mil casos similares, en los que vemos al alma oponerse a           -Luego, entonces, oh excelente amigo, en modo alguno nos está bien
los apetitos del cuerpo ¿No es verdad?                                            decir que el alma es una especie de armonía. Pues, en tal caso, al parecer,

                                                                             35
no estaríamos de acuerdo ni con Homero, ese poeta divino, ni con                  supone para ella el principio de su ruina, a la manera de una enfermedad.
nosotros mismos.                                                                  Y de este modo vive en medio de penalidades esta vida y, cuando llega a
                                                                                  su término, queda destruida en lo que se llama muerte. Y nada importa,
-Asi es -respondió.                                                               dices, el que vaya una sola vez o muchas a un cuerpo, al menos en lo que
                                                                                  respecta al temor de cada uno de nosotros; pues temer es lo que cuadra, si
-¡Sea pues! -dijo Sócrates-. Lo que respecta a Armonía la Tebana, según           no se es insensato, a quien no sepa o no dar razón de que es algo
parece, nos ha salido propicio de un modo adecuado. Pero ahora -agregó-           inmortal. Tales son, más o menos, según creo, las razones que dices. Y
¿qué vamos a hacer, Cebes, con Cadmo? ¿Cómo nos le haremos propicio,              adrede vuelvo sobre ellas muchas veces, para que no se nos escape nada,
y con qué razonamiento?                                                           y para que añadas o quites lo que quieras.

-Tú me parece que lo encontrarás -respondió Cebes-. Al menos, este                -Por el momento - dijo Cebes - no necesito quitar ni añadir nada. Eso es
razonamiento que has hecho contra la armonía me resultó                           justamente lo que digo.
extraordinariamente imprevisto. En efecto, al exponer Simmias su
dificultad, chocábame en extremo que alguien pudiera manejarse con su             Sócrates, entonces, tras de haberse callado durante un largo rato y
argumento. Así, pues, me pareció sumamente extraño que no pudiera                 considerar algo consigo mismo, dijo: No es cosa baladí, Cebes, lo que
aguantar, acto seguido, el primer ataque del tuyo. Por ello no me                 buscas. En efecto, es preciso tratar a fondo de una forma total la causa de
sorprendería que le ocurriera lo mismo al razonamiento de Cadmo.                  la generación y de la destrucción. Con que, si quieres, te voy a contar mis
                                                                                  propias experiencias sobre el asunto. Luego, si te parece de utilidad algo
-Oh buen hombre -repuso Sócrates-. No hagas excesivas presunciones, no            de lo que te digo, lo utilizarás para hacer convincente lo que tu dices.
sea que algún mal de ojo nos ponga en fuga al razonamiento que está a
punto de aparecer. Pero de esto se cuidará la divinidad. Nosotros, por            -Desde luego que quiero -repuso Cebes.
nuestra parte, llegando al cuerpo a cuerpo como los héroes de Homero,
probemos si dices algo de peso. Lo que buscas es, en resumen, lo                  -Escúchame, pues, como a quien se dispone a hacer un discurso. Yo,
siguiente: pretendes que se demuestre que nuestra alma es indestructible e        Cebes, cuando era joven - comenzó Sócrates -, deseé extraordinariamente
inmortal, sin lo cual, el filósofo que está a punto de morir, al mostrarse        ese saber que llaman investigación de la naturaleza. Parecíame
confiado y al creer que una vez muerto encontrará en el otro mundo una            espléndido, en efecto, conocer las causas de cada cosa, el porqué se
felicidad mucho mayor que si hubiera llevado hasta el fin de sus días otra        produce, el porqué se destruye, y el porqué es cada cosa. Y muchas veces
vida distinta, es de temer que tenga una confianza insensata y necia. Mas         daba vueltas a mi cabeza considerando en primer lugar cuestiones de esta
el demostrar que el alma es algo consistente y divino y que existia ya,           índole: ¿acaso es cuando lo caliente y lo frío alcanzan una especie de
antes de que nosotros nos convirtiéramos en hombres, no impide en nada,           putrefacción, como afirman algunos, el momento en que se forman los
según afirmas, que no sea inmortalidad lo que todas esas notas indican,           seres vìvos?; o bien: ¿es la sangre aquello con que pensamos, o es el aire
sino el hecho de que el alma es algo muy duradero y existió                       o el fuego? ¿O no es ninguna de estas cosas, sino el cerebro, que es quien
anteriormente un tiempo incalculable, teniendo conocimiento y                     procura las sensaciones del oído, la vista y el olfato, y de éstas se originan
realizando un montón de diversas acciones. Pero no por ello el alma es            la memoria y la opinión, y de la memoria y la opinión, cuando alcanzan
inmortal, sino que el hecho en sí de venir a parar a un cuerpo humano             la estabilidad, nace, siguiendo este proceso, el conocimiento? Luego

                                                                             36
consideraba yo, a su vez, las destrucciones de estas cosas, los cambios del         dos, a saber, el encuentro derivado de su mutua yuxtaposición. Y
cielo y de la tierra, y acabé por juzgarme tan exento de dotes para esta            tampoco puedo convencerme de que, cuando se divide una unidad, sea, a
investigación como más no podía darse. Y la prueba que te daré te                   la inversa, la división la causa de que se produzcan dos, pues ésta es
bastará: en lo que anteriormente sabía con certeza, al menos según mi               contraria a la causa anterior de que se produjeran dos; porque entonces
opinión y la de los demás, quedé entonces tan sumamente cegado por esa              fue el hecho de juntar y de añadir lo uno a lo otro, y ahora lo es el de
investigación, que olvidé incluso eso que antes creía saber, entre otras            separar y retirar lo uno de lo otro. Y asimismo ya no puedo convencerme
muchas cosas, por ejemplo, el porqué crece el hombre. Hasta entonces,               a mí mismo de que sé en virtud de qué se produce la unidad, ni, en una
efectivamente, creía que para todo el mundo estaba claro que era por el             palabra, el porqué se produce, perece o es ninguna otra cosa, según este
comer y el beber; pues una vez que por los alimentos se añadían carnes a            método de investigación. Pero yo me amaso, como buenamente sale, otro
las carnes y huesos a los huesos, y de esta manera y en la misma                    método diferente, pues el anterior no me agrada en absoluto.
proporción se añadía a las restantes partes del cuerpo lo que le es propio a
cada una, lo que tenía poco volumen adquiría después mucho, y de esta               Y una vez oí decir a alguien mientras leía de un libro, de Anaxágoras,
forma se hacía grande el hombre que era pequeño. Así creía yo entonces.             según dijo, que es la mente lo que pone todo en orden y la causa de todas
¿No te parece que con razón?                                                        las cosas. Regocijéme con esta causa y me pareció que, en cierto modo,
                                                                                    era una ventaja que fuera la mente la causa de todas las cosas. Pensé que,
- A mí, sí -dijo Cebes.                                                             si eso era así, la mente ordenadora ordenaría y colocaría todas y cada una
                                                                                    de las cosas allí donde mejor estuvieran. Así, pues, si alguno queria
-Considera esto todavía. Creía que mi opinión era acertada cuando un                encontrar la causa de cada cosa, según la cual nace, perece o existe, debía
hombre grande, al ponerse al lado de uno pequeño, se me mostraba                    encontrar sobre ello esto: cómo es mejor para ella ser, padecer o realizar
mayor justamente en la cabeza, y lo mismo un caballo respecto de otro               lo que fuere. Y, según este razonamiento, resultaba que al hombre no le
caballo. Y casos aún más claros que éstos: diez me parecían más que                 correspondía examinar ni sobre eso mismo, ni sobre las demás cosas nada
ocho porque a éstos se añadían dos, y dos más que uno, porque                       que no fuera lo mejor y lo más conveniente, pues, a la vez, por fuerza
sobrepasaban a éste en la mitad.                                                    conocería también lo peor, puesto que el conocimiento que versa sobre
                                                                                    esos objetos es el mismo. Haciéndome, pues, con deleite estos cálculos,
-Y ahora -preguntó Cebes- ¿qué opinas sobre ello?                                   pensé que había encontrado en Anaxágoras a un maestro de la causa de
                                                                                    los seres de acuerdo con mi deseo, y que primero me haría conocer si la
-Estoy lejos de creer, ¡por Zeus! -respondió Sócrates, que conozco la               tierra es plana o esférica, y, una vez que lo hubiera hecho, me explicaría a
causa de ninguna manera de estas cosas, pues me resisto a admitir                   continuación la causa y la necesidad, diciéndome lo que era lo mejor, y
siquiera que, cuando se agrega una unidad a una unidad, sea la unidad a             también que lo mejor era que fuera de tal forma. Y si dijera que estaba en
la que se ha añadido la otra la que se ha convertido en dos, o que sea la           el centro, me explicaria acto seguido que lo mejor era que estuviera en el
unidad añadida, o bien que sean la agregada y aquélla a la que se le                centro. Y si me demostraba esto, estaba dispuesto a no echar de menos
agregó la otra las que se conviertan en dos por la adición de la una a la           otra especie de causa. E igualmente estaba dispuesto a informarme sobre
otra. Porque si cuando cada una de ellas estaba separada de la otra                 el sol, la luna y los demás astros, a propósito de sus velocidades relativas,
constituía una unidad y no eran entonces dos, me extraña que, una vez               sus revoluciones y demás cambios, del porqué es mejor que cada uno
que se juntan entre sí, sea precisamente la causa de que se conviertan en           haga y padezca lo que hace y padece. Pues no hubiera creído nunca que,

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diciendo que habían sido ordenados por la mente, les asignaría otra causa           capaz de llevar a la práctica mi decisión, diria la verdad. Sin embargo, el
que el hecho de que lo mejor es que estén tal y como están. Así, pues,              decir que por ellas hago lo que hago, y eso obrando con la mente, en vez
creía que, al atribuir la causa a cada una de esas cosas y a todas en               de decir que es por la elección de lo mejor, podría ser una grande y grave
común, explicaría también lo que es mejor para cada una de ellas y el               ligereza de expresión. Pues, en efecto, lo es el no ser capaz de distinguir
bien común a todas. ¡Por nada del mundo hubiera vendido mis                         que una cosa es la causa real de algo, y otra aquello sin lo cual la causa
esperanzas! Antes bien, con gran diligencia cogí los libros y los leí lo más        nunca podría ser causa. Y esto, según se ve, es a lo que los más, andando
rápidamente que pude, para saber cuanto antes lo mejor y lo peor.                   a tientas como en las tinieblas, le dan el nombre de causa, empleando un
Mas mi maravillosa esperanza, oh compañero, la abandoné una vez que,                término que no le corresponde. Por ello, el uno, poniendo alrededor de la
avanzando en la lectura, vi que mi hombre no usaba para nada la mente,              tierra un torbellino, formado por el cielo, hace que así se mantenga en su
ni le imputaba ninguna causa en lo referente a la ordenación de las cosas,          lugar; el otro, como si fuera una ancha artesa, le pone como apoyo y base
sino que las causas las asignaba al aire, al éter y a otras muchas cosas            el aire. Pero la potencia que hace que esas cosas estén colocadas ahora en
extrañas. Me pareció que le ocurría algo sumamente parecido a alguien               la forma mejor que pueden colocarse, a esa ni la buscan, ni creen
que dijera que Sócrates todo lo que hace lo hace con la mente y, acto               tampoco que tenga una fuerza divina, sino que estiman que un día
seguido, al intentar enumerar las causas de cada uno de los actos que               podrían descubrir a un Atlante más fuerte, más inmortal que el del mito y
realize, dijera en primer lugar que estoy aquí sentado, porque mi cuerpo            que sostenga mejor todas las cosas, sin pensar que es el bien y lo debido
se compone de huesos y tendones; que los huesos son duros y tienen                  lo que verdaderamente ata y sostiene todas las cosas. Pues bien, por
articulaciones que los separan los unos de los otros, en tanto que los              aprender cómo es tal causa, me hubiera hecho con grandísimo placer
tendones tienen la facultad de ponerse en tensión y de relajarse, y                 discípulo de cualquiera; pero, ya que me vi privado de ella, y no fui capaz
envuelven los huesos juntamente con las carnes y la piel que los sostiene;          de descubrirla por mí mismo, ni de aprenderla de otro, ¿quieres que te
que, en consecuencia, al balancearse los huesos en sus coyunturas, los              exponga, Cebes, la segunda navegación que en busca de la causa he
tendones con su relajamiento y su tensión hacen que sea yo ahora capaz              realizado?
de doblar los miembros, y que ésa es la causa de que yo esté aquí sentado
con las piernas dobladas. E igualmente, con respecto a mi conversación              -Lo deseo extraordinariamente -respondió.
con vosotros, os expusiera otras causas análogas imputándolo a la voz, al
aire, al oído y a otras mil cosas de esta índole, y descuidándose de decir          -Pues bien -dijo Sócrates-, después de esto y una vez que me había
las verdaderas causas, a saber, que puesto que a los atenienses les ha              cansado de investigar las cosas, creí que debía prevenirme de que no me
parecido lo mejor el condenarme, por esta razón a mí también me ha                  ocurriera lo que les pasa a los que contemplan y examinan el sol durante
parecido lo mejor el estar aquí sentado, y lo más justo el someterme,               un eclipse. En efecto, hay algunos que pierden la vista, si no contemplan
quedándome aquí, a la pena que ordenen. Pues, ¡por el perro!, tiempo ha,            la imagen del astro en el agua o en algún otro objeto similar. Tal fue, más
según creo, que estos tendones y estos huesos estarían en Mégara o en               o menos, lo que yo pensé, y se apoderó de mí el temor de quedarme
Boecia, llevados por la apariencia de lo mejor, de no haber creído yo que           completamente ciego de alma si miraba a las cosas con los ojos y
lo más justo y lo más bello era, en vez de escapar y huir, el someterme en          pretendía alcanzarlas con cada uno de los sentidos. Así, pues, me pareció
acatamiento a la ciudad a la pena que me impusiera. Llamar causas a                 que era menester refugiarme en los conceptos y contemplar en aquéllos la
cosas de aquel tipo es excesivamente extraño. Pero si alguno dijera que,            verdad de las cosas. Tal vez no se parezca esto en cierto modo a aquello
sin tener tales cosas, huesos, tendones y todo lo demás que tengo, no sería         con lo que lo compare, pues no admito en absoluto que el que examina

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las cosas en los conceptos las examine en imágenes más bien que en su             dice que una cosa cualquiera es bella, bien por su brillante color, o por su
realidad. Así que por aquí es por donde me he lanzado siempre, y                  forma, o cualquier otro motivo de esta índole -mando a paseo a los
tomando en cada ocasión como fundamento el juicio que juzgo el más                demás, pues me embrollo en todos ellos-, tengo en mí mismo esta simple,
sólido, lo que me parece estar en consonancia con él lo establezco como           sencilla y quizá ingenua convicción de que no la hace bella otra cosa que
si fuera verdadero, no sólo en lo referente a la causa, sino también en lo        la presencia o participación de aquella belleza en sí, la tenga por donde
referente a todas las demás cosas, y lo que no, como no verdadero. Pero           sea y del modo que sea. Esto ya no insisto en afirmarlo; sí, en cambio,
quiero explicarte con mayor claridad lo que digo porque, según creo,              que es por la belleza por lo que todas las cosas bellas son bellas. Pues
ahora tú no me comprendes.                                                        esto me parece lo más seguro para responder, tanto para mí como para
                                                                                  cualquier otro; y pienso que ateniéndome a ello jamás habré de caer, que
-No, ¡Por Zeus! -dijo Cebes-, no demasiado bien.                                  seguro es de responder para mí y para otro cualquiera que por la belleza
                                                                                  las cosas bellas son bellas. ¿No te lo parece también a ti?
-Pues lo que quiero decir -repuso Sócrates- no es nada nuevo, sino eso
que nunca he dejado de decir en ningún momento, tanto en otras                    -Sí.
ocasiones como en el razonamiento pasado. Así es que voy a intentar
exponerte el tipo de causa con el que me he ocupado, y de nuevo iré a             -¿Y también que por la grandeza son grandes las cosas grandes y mayores
aquellas cosas que repetimos siempre, y en ellas pondré el comienzo de            las mayores, y por la pequeñez pequeñas las pequeñas?
mi exposición, aceptando como principio que hay algo que es bello en sí
y por sí, bueno, grande y que igualmente existen las demás realidades de          -Sí.
esta índole. Si me concedes esto y reconoces que existen estas cosas,
espero que a partir de ellas descubriré y te demostraré la causa de que el        -Luego tampoco admitirías que alguien dijera que un hombre es mayor
alma sea algo inmortal.                                                           que otro por la cabeza, y que el más pequeño es más pequeño por eso
                                                                                  mismo, sino que jurarias que lo que tú dices no es otra cosa que todo lo
-Ea, pues -replicó Cebes-, hazte a la idea de que yo te lo concedo: no            que es mayor que otra cosa no lo es por otro motivo que el tamaño, y que
tienes más que acabar.                                                            por eso es mayor, por el tamaño, en tanto que lo que es más pequeño no
                                                                                  es más pequeño por otra razón que no sea la pequeñez. Pues, si no me
-Considera, entonces -dijo Sócrates-, si en lo que viene a continuación de        engaño, tendrías miedo de que te saliera al paso una objeción, si sostienes
esto compartes mi opinión. A mi me parece que, si existe otra cosa bella          que alguien es mayor y menor por la cabeza, en primer lugar, la de que
aparte de lo bello en sí, no es bella por ninguna otra causa sino por el          por el mismo motivo lo mayor sea mayor y lo menor menor Y, en
hecho de que participa de eso que hemos dicho que es bello en sí. Y lo            segundo lugar, la de que por la cabeza que es pequeña lo mayor sea
mismo digo de todo. ¿Estás de acuerdo con dicha causa?                            mayor. Y esto es algo prodigioso, el que por algo pequeño alguien sea
                                                                                  grande. ¿No tendrias miedo de esto?
-Estoy de acuerdo -respondió.
                                                                                  -Yo, sí -respondió Cebes, echándose a reír.
-En tal caso -continuó Sócrates-, ya no comprendo ni puedo dar crédito a
las otras causas, a esas que aducen los sabios. Así, pues, si alguien me

                                                                             39
-¿Y no tendrías miedo de decir -continuó Sócrates- que diez son más que            -Dices muchisima verdad -exclamaron a la vez Simmias y Cebes.
ocho en dos, y que ésta es la causa de su ventaja, en vez de decir que lo
son en cantidad y por causa de la cantidad? ¿Y que lo que mide dos codos           EQUÉCRATES.-¡Por Zeus!, Fedón, es natural. Pues me parece que
es más que lo que mide uno en la mitad y no en el tamaño? Pues el                  expuso esto con maravillosa claridad, incluso para quien tenga una corta
motivo de temor es el mismo.                                                       inteligencia.

-Por completo -replicó.                                                            FEDÓN.-Efectivamente, Equécrates, asi nos pareció también a todos los
                                                                                   presentes.
-¿Y qué? ¿No te guardarías de decir que, cuando se agrega una unidad a
una unidad, es la adición la causa de que se produzcan dos, o cuando se            EQUÉCRATES.-Y a nosotros los ausentes que ahora te escucháamos.
divide algo, lo es la división? Es mas, dirías a voces que desconoces otro         Pero ¿qué fue lo que se díjo a continuación?
modo de producirse cada cosa que no sea la participación en la esencia
propia de todo aquello en lo que participe; y que en estos casos                   FEDÓN.-Según creo, una vez que se pusieron de acuerdo con él en esto,
particulares no puedes señalar otra causa de la producción de dos que la           y se convino en que cada una de las ideas era algo, y que, por participar
participación en la dualidad; y que es necesario que en ella participen las        en éstas, las demás cosas reciben de ellas su nombre, preguntó a
cosas que hayan de ser dos, así como lo es también que participe en la             continuación:
unidad lo que haya de ser una sola cosa. En cuanto a esas divisiones,
adiciones y restantes sutilezas de ese tipo las mandarías a paseo,                 -Si dices esto asi, ¿no dices entonces, cuando aseguras que Simmias es
abandonando esas respuestas a los que son más sabios que tú. Tú, en                más grande que Sócrates, pero más pequeño que Fedón, que en Simmias
cambio, temiendo, como se dice, tu propia sombra y tu falta de pericia,            se dan ambas cosas: la grandeza y la pequeñez?
afianzándote en la seguridad que confiere ese principio, responderías
como se ha dicho. Mas si alguno se aferrase al principio en si, le                 -Sí.
mandarías a paseo y no le responderías hasta que hubieras examinado si             -Sin embargo -dijo Sócrates-, ¿no reconoces que el que Simmias
las consecuencias que de él derivan concuerdan o no entre sí. Mas una              sobrepase a Sócrates no es en realidad tal y como se expresa de palabra?
vez que te fuera preciso dar razón del principio en sí, la darías                  Pues la naturaleza de Simmias no es tal que sobresalga por eso, por ser
procediendo de la misma manera, admitiendo de nuevo otro principio,                Simmias, sino por el tamaño que da la casualidad que tiene. Ni tampoco
aquel que se te mostrase como el mejor entre los más generales, hasta que          le sobrepasa a Sócrates porque Sócrates es Sócrates, sino porque Sócrates
llegases a un resultado satisfactorio. Pero no harías un amasijo como los          tiene pequeñez en comparación con el tamaño de aquél.
que discuten el pro y el contra, hablando a la vez del principio y de las
consecuencias que de él derivan, si es que quieres descubrir alguna                -Es verdad.
realidad. Pues tal vez esos hombres no discuten ni se preocupan en
absoluto de eso, porque tienen la capacidad, a pesar de embrollar todo por         -Ni tampoco es sobrepasado por Fedón porque Fedón es Fedón, sino
su sabiduria, de contentarse a sí mismos. Pero tú, si verdaderamente               porque Fedón tiene grandeza en comparación con la pequeñez de
perteneces al grupo de los filósofos, creo que harías como yo digo.                Simmias.


                                                                              40
-Así es.                                                                            estribaba la generación de los contrarios, en proceder de sus contrarios?
                                                                                    Ahora, en cambio, me parece que se dice que esto nunca podría suceder.
-Luego, por esta razón, Simmias recibe el nombre de pequeño y de
grande, estando entre medias de ambos: al tamaño de uno ofrece su                   -Sócrates, entonces, volviendo hacia él su cabeza, le dijo, tras escucharle:
pequeñez, de suerte que le sobrepasa éste, y al otro presenta su grandeza,
que sobrepasa la pequeñez de este último -y, a la vez que sonreía,                  -Te has portado como un hombre al recordarlo; sin embargo, no adviertes
anadió-: Parece que voy a hablar como un escritor artificioso, pero en              la diferencia existente entre lo que se dice ahora y lo que se dijo entonces.
realidad ocurre, sobre poco más o menos, lo que digo.                               Entonces se decia que de la cosa contraria nace la contraria; ahora, que el
                                                                                    contrario jamás puede ser contrario a sí mismo, ni el que se da en
Cebes le dio su asentimiento.                                                       nosotros, ni el que se da en la naturaleza. Entonces, amigo mio,
                                                                                    hablábamos de las cosas que tienen en sí a los contrarios, y les dábamos
-Y lo digo porque quiero que tu compartas mi opinión. En efecto, a mi               el mismo nombre de aquéllos, pero ahora hablamos de los contrarios en
me parece que no sólo la grandeza en sí nunca quiere ser a la vez grande            si, que están en las cosas, y cuyo nombre reciben aquellas que los
y pequeña, sino también que la grandeza que hay en nosotros jamás                   contienen. Y son precìsamente esos contrarios los que decimos que jamás
acepta lo pequeño, ni quiere ser sobrepasada, sino que, una de dos, o               querrían recibir su origen los unos de los otros - y mirando al mismo
huye y deja libre el puesto cuando sobre ella avanza su contrario, lo               tiempo a Cebes, le dijo -: ¿Acaso también a ti, oh Cebes, te ha inquietado
pequeño, o bien perece al avanzar sobre ella éste. Pero si espera a pie             algo de lo que ha dicho éste?
firme y aguanta a la pequeñez, no quiere ser otra cosa que lo que fue. Asi,
por ejemplo, yo, que he recibido y aguantado a pie firme la pequeñez,               -No -le respondió Cebes-, no me ha ocurrido así. Con todo, no puedo
mientras sea todavía quien soy, soy ese mismo hombre pequeño.                       decir que no haya muchas cosas que me inquieten.
Asimismo, aquello que es grande no se atreve a ser pequeño. Y de igual
manera también, la pequeñez que hay en nosotros nunca quiere hacerse ni             -Lo que hemos convenido -replicó Sócrates- es simplemente esto: que
ser grande, ni tampoco ninguno de los contrarios, mientras siga siendo lo           jamás un contrario será contrario a sí mismo.
que era, quiere hacerse y ser a la vez su contrario, sino que, o se retira o
perece en ese cambio.                                                               -Exactamente -dijo Cebes.

-Asi me parece a mí por completo -repuso Cebes.                                     -Considera entonces también esto otro -continuó Sócrates-: a ver si te
                                                                                    muestras de acuerdo conmigo: ¿hay algo que llamas caliente y algo que
Y oyéndole uno de los presentes - no me acuerdo exactamente quién fue -             llamas frío?
dijo:
                                                                                    -Sí.
-¡Por los dioses! ¿No convinimos en los razonamientos anteriores
precisamente lo contrario de lo que ahora se dice, que lo mayor se                  -¿Acaso es lo mismo que la nieve y el fuego?
produce de lo menor y lo menor de lo mayor, y que en esto simplemente
                                                                                    -No, ¡Por Zeus!

                                                                               41
que siempre se le debe designar con su propio nombre y además con el de
-¿Entonces lo caliente es una cosa distinta del fuego y lo frío una cosa             impar, a pesar-de que lo impar no es exactamente lo mismo que el
distinta de la nieve?                                                                número tres? Pero, con todo, el número tres, como el cinco y la mitad
                                                                                     entera de los números, son tales por naturaleza que, a pesar de no ser
-Si.                                                                                 precisamente lo mismo que lo impar, siempre es impar cada uno de ellos.
                                                                                     Y, a la inversa, el dos, el cuatro y la otra serie completa de los números,
Sin embargo, creo que, asimismo, opinas que la nieve, en cuanto tal, si              aunque no son lo mismo que lo par, son, sin embargo, siempre pares
recibe el calor, jamás volverá a ser lo que era, como decíamos                       todos ellos. ¿Estás de acuerdo, o no?
anteriormente, es decir, nieve y calor a la vez, sino que, al acercarse el
calor, o le cederá el puesto o perecerá.                                             -¡Cómo no voy a estarlo! -dijo Cebes.

-Exacto.                                                                             -Considera, entonces -añadió- lo que quiero mostrarte. Es esto:
                                                                                     evidentemente, no son sólo aquellos contrarios de que hablábamos los
-Y el fuego, a su vez al aproximársele el frío, o retrocederá, o perecerá,           que no se admiten entre sí, sino que, al parecer, todas las cosas que, aún
pero jamás, recibiendo la frialdad, se atreverá a ser lo que era, es decir, a        no siendo mutuamente contrarias tienen en sí uno de esos contrarios,
ser fuego a la vez que frío.                                                         tampoco admiten la idea contraria a la que hay en ellos, sino que, cuando
                                                                                     sobreviene ésta, o dejan de existir, o dejan libre el campo. ¿O no vamos a
-Es verdad lo que dices -respondió Cebes.                                            decir que el tres perecerá o sufrirá cualquier cosa, antes de consentir,
                                                                                     siendo todavia tres, el convertirse en par?
-Mas es posible -prosiguió Sócrates-, con respecto a algunas de tales
cosas, que no sólo sea la propia idea lo que reclame para sí el mismo                -Desde luego que sí -respondió Cebes.
nombre para siempre, sino también otra cosa que no es aquella, pero que
tiene, cuando existe, su forma. Pero con este ejemplo quedará aún más                -Y, no obstante -añadió-, el número dos no es contrario al número tres.
claro lo que digo. Lo impar debe siempre recibir el mismo nombre que
acabamos de decir. ¿No es verdad?                                                    -Efectivamente, no lo es.

                                                                                     -Luego no son solamente las ideas contrarias las que no consienten su
-Por completo.                                                                       mutua aproximación, sino que hay también algunas otras cosas que no
                                                                                     aguantan la aproximación de los contrarios.
-Pues lo que yo pregunto es esto: ¿Es, acaso, la única realidad con la que
ocurre esto, o existe otra cosa que no es exactamente lo impar, y no                 -Grandísima verdad es la que dices -respondió.
obstante, debemos darle siempre ese nombre, además del suyo propio,
porque es tal, por naturaleza, que jamás se separa de lo impar? Y lo que             -¿Quieres, pues, que definamos -prosiguió Sócrates-, si somos capaces,
digo es, por ejemplo, lo que ocurre con el número tres y otros muchos                qué clase de cosas son éstas?
números. Pero considera la cuestión en el caso del tres. ¿No te parece a ti

                                                                                42
-Con mucho gusto.                                                                 -Entonces, el tres es impar.

-¿Podrían ser acaso, Cebes -prosiguió-, aquellas que cuando ocupan                -Sí.
cualquier cosa la obligan no sólo a adquirir su propia idea, sino también
la de algo que siempre es contrario a algo?                                       -He aquí, pues, lo que decía que iba a definir, qué clase de cosas, a pesar
                                                                                  de no ser contrarias a algo no admiten la cualidad contraria. Por ejemplo,
-¿Qué quieres decir?                                                              en el caso presente, el número tres, a pesar de no ser contrario a lo par, no
                                                                                  por ello lo admite en si, pues lleva siempre consigo lo que es contrario a
-Lo que decíamos hace un momento. Sabes sin duda que las cosas de las             lo par, de la misma manera que el dos lleva en sí lo contrario de lo impar
que se apodere la idea de tres no sólo han de ser tres por necesidad, sino        y el fuego de lo frío, y así otras muchísimas cosas. Ea, pues, mira si das la
también impares.                                                                  definición de esta manera: no sólo es lo contrario lo que no admite a su
                                                                                  contrario, sino también aquello que trae consigo algo contrario al objeto
-Desde luego.                                                                     en que se presenta, es decir, lo que en sí lleva algo, jamás admite lo
                                                                                  contrario de lo que lleva. Y de nuevo haz memoria, pues no es malo oírlo
-Ahora bien, a lo que es de tal índole jamás, según decimos, podrá                muchas veces. El cinco no admite la idea de par; ni el diez, su doble, la
llegarle la idea contraria a la forma aquella que lo produce.                     de impar. Y éste, aunque también sea contrario a otra cosa, no admite la
                                                                                  idea de impar; ní tampoco los tres medios, ni las restantes fracciones
-No.                                                                              semejantes, el medio, el tercio y las demás fracciones de este tipo
                                                                                  admiten la idea del entero, si es que me sigues y estás de acuerdo
-¿Y lo produjo la idea de impar?                                                  conmigo.

-Sí.                                                                              -Te sigo estupendamente, y comparto plenamente tu opinión -contestó.

-¿Y la idea contraria a ésta es la de par?                                        -Ahora, respóndeme de nuevo -dijo Sócrates-, volviendo al principio.
                                                                                  Pero no me contestes con los términos con los que te pregunte, sino
-Sí.                                                                              imitándome a mí. Y lo digo, porque además de aquella respuesta segura
                                                                                  de la que primero hablé, veo, según se desprende de lo dicho ahora, otra
-Luego nunca llegará al tres la idea de par.                                      garantía de seguridad. En efecto, si me preguntaras qué debe producirse
                                                                                  en el cuerpo de algo para que se ponga caliente, no te daré aquella
-No, sin duda alguna.                                                             respuesta segura y necia de que tiene que ser el calor, sino otra más aguda
                                                                                  que se deduce de lo ahora dicho, a saber, la de que debe ser el fuego.Y si
-Luego el tres no participa en lo par.                                            me preguntaras qué debe producirse en un cuerpo para que se ponga
                                                                                  enfermo, no te contestaré que una enfermedad, sino que tiene que
-No participa.                                                                    producirse en él fiebre. Y lo mismo si tu pregunta es qué debe producirse
                                                                                  en un número para que se haga impar, no te diré que la imparidad, sino

                                                                             43
una unidad, y lo mismo haré con lo demás. Ea, pues, mira si te has
enterado bien de lo que quiero.                                                 -¿Y a lo que no admite lo justo o la cultura?

-Perfectamente -respondìó Cebes.                                                -Inculto e injusto -respondió.

-Contesta, pues -prosiguió Sócrates-, ¿qué debe producirse en un cuerpo         -Bien. Y a lo que no admite la muerte, ¿qué le llamamos?
para que tenga vida?
                                                                                -Inmortal.
-Un alma -contestó.
                                                                                -¿Y no es cierto que el alma no admite la muerte?
-¿Y esto es siempre así?
                                                                                -Sí.
-¡Cómo no va a serlo! -dijo Cebes.
                                                                                -Luego el alma es algo inmortal.
-¿Entonces el alma siempre trae la vida a aquello que ocupa?
                                                                                -Sí.
-La trae, ciertamente.
                                                                                -Está bien, dijo-. ¿Debemos decir, pues, que esto ha quedado
-¿Y hay algo contrario a la vìda, o no hay nada?                                demostrado? ¿Qué te parece?

-Lo hay -contestó Cebes.                                                        -Que ha quedado perfectamente demostrado, Sócrates.

-¿Qué?                                                                          -¿Y qué, Cebes, -prosiguió-, si a lo impar le fuera necesario el ser
                                                                                indestructible, ¿no sería el tres indestructible?
-La muerte.
                                                                                -¡Cómo no iba a serlo!
-¿Luego el alma nunca admitirá lo contrario a lo que trae consigo, según
se ha reconocido anteriormente?                                                 -¿Y no es cierto también que si lo no-caliente fuera indestructible, cuando
                                                                                se arrimara calor a la nieve, se retiraría ésta sana y salva y sin fundirse?
-Sin duda alguna -dijo Cebes.                                                   Pues no cesaria de existir, ni tampoco recibiría el calor esperándolo a pie
                                                                                firme.
-¿Entonces qué? A lo que no admitía la idea de par qué le llamábamos
hace un momento?                                                                -Es verdad lo que dices -repuso Cebes.

-Impar.

                                                                           44
-Y de igual manera, creo yo, si lo no-frío fuera indestructible, cuando se            -Todos, sin duda, ¡por Zeus!, hombres y dioses -dijo Cebes-, éstos con
lanzara contra el fuego algo frío, jamás se apagaria ni pereceria, sino que           mayor razón aún, si no me equivoco.
se marcharía sano y salvo.
                                                                                      -Pues bien, desde el momento en que lo inmortal es incorruptible, si el
-Necesariamente -dijo Cebes.                                                          alma es inmortal, ¿no sería también indestructible?

-¿Y no es necesario también hablar así a propósito de lo inmortal? Si lo              -De toda necesidad.
inmortal es, asimismo, indestructible, le es imposible al alma perecer
cuando la muerte marche contra ella. Pues, según lo dicho, no admitirá la             -Luego cuando se acerca la muerte al hombre, su parte mortal, como es
muerte ni quedará muerta, de la misma manera, decíamos, que el tres ni                natural, perece, pero la inmortal se retira sin corromperse, cediendo el
lo impar será par, ni el fuego ni el calor que hay en él será frio. Pero ¿qué         puesto a aquélla.
es lo que impide -diría alguno- el que, por más que lo impar no se haga
par cuando se le acerca lo par, según se ha convenido, se convierta, en               -Es evidente.
cambio, una vez que deja de existir en par en lugar de lo que era? Al que
así hablara no le podriamos refutar diciendo que lo impar no perece,                  -Entonces, con mayor motivo que nada, el alma es algo inmortal e
puesto que lo impar no es indestructible. Pues si hubiéramos reconocido               indestructible, y nuestras almas tendrán una existencia real en el Hades.
eso, fácilmente le refutaríamos diciendo que cuando se aproxima lo par,
tanto lo impar como el tres se retiran. Y en lo relativo al fuego, y al calor,        -Yo, por mi parte, Sócrates -dijo Cebes-, no puedo objetar nada en contra
y a las demás cosas, le refutaríamos de la misma manera. ¿No es verdad?               de esto, ni encuentro motivo para desconfiar de tus palabras. Pero si
                                                                                      Simmias, aquí presente, o algún otro tiene algo que decir, lo indicado es
-Por completo.                                                                        que no se calle; pues de no ser ésta, no sé porque otra ocasión lo aplazará,
                                                                                      si quiere decir o escuchar algo sobre estas cuestiones.
-Luego ahora también, si convenimos con respecto a lo inmortal que es
indestructible, el alma sería, además de inmortal, indestructible. Si no,             -Pues bien -intervino Simmias, tampoco yo tengo motivo para desconfiar
sería preciso otro razonamiento.                                                      después de las razones expuestas. No obstante, por la magnitud del
                                                                                      asunto sobre el que versa nuestra conversación, y la poca estima en que
-Pero no se necesita para nada -replicó Cebes por esta razón: difícilmente            tengo a la debilidad humana, me veo obligado a sentir todavía en mis
podría haber otra cosa que no admitiera la destrucción, si lo inmortal, que           adentros desconfianza sobre lo dicho.
es eterno, la admitiese.
                                                                                      -No sólo es comprensible que la tengas, Simmias - dijo Sócrates -, sino
-En todo caso -repuso Sócrates- la divinidad, la idea misma de la vida y              que tienes razón en lo que dices, e incluso los supuestos primeros, por
todo lo demás que pueda ser inmortal, según creo, estarán todos de                    más que os parezcan dignos de crédito, han de someterse a un examen
acuerdo en que no perecen nunca.                                                      más preciso. Y si los analizáis suficientemente, seguiréis, según creo, el
                                                                                      argumento en el grado mayor que le es posible a un hombre seguirlo. Y si


                                                                                 45
esto queda claro, no llevaréis en punto alguno la investigación más
adelante.                                                                  SEPTIMA PARTE
-Es verdad lo que dices -repuso Simmias.
                                                                           El mito final
                                                                           [107a-114e]

                                                                           -Pues bien, amigos -prosiguió Sócrates-, justo es pensar también en que,
                                                                           si el alma es inmortal, requiere cuidado no en atención a ese tiempo en
                                                                           que transcurre lo que llamamos vida, sino en atención a todo el tiempo. Y
                                                                           ahora sí que el peligro tiene las trazas de ser terrible, si alguien se
                                                                           descuidara de ella. Pues si la muerte fuera la liberación de todo, sería una
                                                                           gran suerte para los males cuando mueren el liberarse a la vez del cuerpo
                                                                           y de su propia maldad juntamente con el alma. Pero desde el momento en
                                                                           que se muestra inmortal, no le queda otra salvación y escape de males
                                                                           que el hacerse lo mejor y más sensata posible. Pues vase el alma al Hades
                                                                           sin llevar consigo otro equipaje que su educación y crianza, cosas que,
                                                                           según se dice, son las que más ayudan o dañan al finado desde el
                                                                           comienzo mismo de su viaje hacia allá. Y he aqui lo que se cuenta: a cada
                                                                           cual, una vez muerto, le intenta llevar su propio genio, el mismo que le
                                                                           había tocado en vida, a cierto lugar, donde los que alli han sido reunidos
                                                                           han de someterse a juicio, para emprender después la marcha al Hades en
                                                                           compañía del guía a quien está encomendado el conducir allá a los que
                                                                           llegan de aquí. Y tras de haber obtenido alli lo que debían obtener y
                                                                           cuando han permanecido en el Hades el tiempo debido, de nuevo otro
                                                                           guía les conduce aquí, una vez transcurridos muchos y largos periodos de
                                                                           tiempo. Y no es ciertamente el camino, como dice el Télefo de Esquilo.
                                                                           Afirma éste que es simple el camino que conduce al Hades, pero el tal
                                                                           camino no se me muestra a mí ni simple, ni únìco, que en tal caso no
                                                                           habría necesidad de guías, pues no lo erraría nadie en ninguna dirección,
                                                                           por no haber más que uno. Antes bien, parece que tiene bifurcaciones y
                                                                           encrucijadas en gran número. Y lo digo tomando como indicios los
                                                                           sacrificios y los cultos de aquí. Así, pues, el alma comedida y sensata le
                                                                           sigue y no desconoce su presente situación, mientras que la que tiene un
                                                                           vehemente apego hacia el cuerpo, como dije anteriormente, y por mucho
                                                                           tiempo ha sentido impulsos hacia éste y el lugar visible, tras mucho
                                                                      46
resistirse y sufrir, a duras penas y a la fuerza se deja conducir por el genio        objeto que tiene en todas sus partes igualdad de peso, colocado en medio
a quien se le ha encomendado esto. Y una vez que llega adonde están las               de algo homogeneo, no podrá inclinarse más o menos en una u otra
demás, el alma impura y que ha cometido un crimen tal como un                         dirección, sino que quedará inmóvil en la misma posición. He aquí lo
homicidio injusto, u otros delitos de este tipo, que son hermanos de éstos            primero - dijo - de lo que estoy convencido.
y obra de almas hermanas, a ésa la rehúye todo el mundo y se aparta de
ella, y nadie quiere ser ni su compañero de camino ni su guia, sino que               -Y con razón -replicó Simmias.
anda errante, sumida en la mayor indigencia hasta que pasa cierto tiempo,
transcurrido el cual es llevada por la necesidad a la residencia que le               -Pero además lo estoy -continuó- de que es algo sumamente grande, y de
corresponde. Y, al contrario, el alma que ha pasado su vida pura y                    que nosotros, los que vivimos desde Fáside a las Columnas de Heracles,
comedidamente alcanza como compañeros de viaje y guías a los dioses, y                habitamos en una minúscula porción, agrupados en torno al mar como
habita en el lugar que merece. Y tiene la tierra muchos lugares                       hormigas o ranas alrededor de una charca; y, asimismo, de que hay otros
maravillosos, y no es, ni en su forma ni en su tamaño, tal y como piensan             muchos hombres en otros sitios que viven en lugares semejantes. Pues
los que están acostumbrados a hablar sobre ella, según me ha convencido               hay alrededor de la tierra por todas partes muchas cavidades de muy
alguien.                                                                              diferente forma y tamaño, en las que han confluido el agua, la niebla y el
                                                                                      aire. En cuanto a la tierra, está situada pura en el cielo puro, en el que se
-¿Qué quieres decir con esto, Sócrates? -le preguntó entonces Simmias-.               encuentran los astros y al que llaman éter la mayoria de los que suelen
Sobre la tierra, es cierto, también he oído yo contar muchas cosas, pero,             hablar de estas cuestiones. De él precisamente son sedimento aquellos
con todo, no he oído decir eso que a ti te convence. Asi que te lo                    elementos que confluyen siempre en las cavidades de la tierra. Y en
escucharía con gusto.                                                                 dichas cavidades vivimos nosotros sin advertirlo, creyendo que
                                                                                      habitamos arriba, en la superficie de la tierra, de la misma manera que
-Ciertamente, Simmias, no me parece que sea preciso el arte de Glauco                 uno que habitara en el fondo del piélago creería morar en su superficie y
para exponerte lo que es. Sin embargo, al demostrar que es verdad, según              pensaría, al ver el sol y los demás astros a través del agua, que el mar era
mi modo de ver, es demasiado difícil, incluso para el arte de Glauco; y a             el cielo, sin que jamás por culpa de su torpeza y debilidad hubiera llegado
la vez quizá no fuera yo capaz de hacerlo, y aunque lo supiera hacer, mi              a flor del mar, ni visto, sacando la cabeza fuera del agua y dirigiéndola en
vida, Simmias, me parece que no sería suficiente para la extensión del                dirección a este lugar de aquí, cuánto más puro y más bello es que aquel
relato. Con todo, nada me impide decir cómo, según mi convicción, es la               en que ellos viven, ni tampoco se lo hubiera oido contar a otro que lo
forma de la tierra y cómo son sus lugares.                                            hubiera visto. Y esto es precisamente lo mismo que nos ocurre a
                                                                                      nosotros: a pesar de que vivimos en una concavidad de la tierra, creemos
-Pues eso basta -replicó Simmias.                                                     que habitamos sobre ella y llamamos al aire cielo, como si
                                                                                      verdaderamente lo fuera y a través de él se movieran los astros. Y en esto
-Pues bien, estoy convencido -comenzó Sócrates-, en primer lugar, de                  también el caso es el mismo: por debilidad y torpeza somos incapaces de
que, si la tierra está en el centro del cielo y es redonda, no necesita para          atravesar el aire hasta su extremo; pues, si alguien llegara a su cumbre, o
nada el aire ni ninguna otra necesidad de este tipo para no caer, sino que            saliéndole alas se remontara volando, y divisara las cosas de allí,
se basta para sostenerla la propia homogeneidad del cielo consigo mismo               levantando la cabeza tal y como la levantan los peces desde el mar para
en todas sus partes y la igualdad de peso de la propia tierra. Pues un                ver las cosas de aquí, en el supuesto de que fuera capaz su naturaleza para

                                                                                 47
resistir esta contemplación, reconocería que aquello es el verdadero cielo,           causa es que aquellas piedras son puras y no están corroídas ni
la verdadera luz y la verdadera tierra. Pues esta tierra, estas piedras y todo        estropeadas como las de aquí por la podredumbre y la salobridad debidas
el lugar de aquí está echado a perder y corroido, como lo están por el                a los elementos que aquí confluyen y que tanto a las piedras como a la
agua salada las cosas del mar, en la que no se produce nada digno de                  tierra y, asimismo, a animales y plantas producen deformidades y
mención ni, por decirlo así, perfecto, sino tan sólo hendiduras, arena,               enfermedades. Mas la verdadera tierra está adornada con todos estos
fango en cantidades inmensas y cenagales, incluso donde hay tierra; nada,             primores, a los que hay que añadir el oro, la plata y demás cosas de este
por consiguiente, que pueda considerarse valioso en lo más mínimo en                  tipo. Son éstas brillantes por naturnleza, pero como son muchas en
comparación con las bellezas que hay entre nosotros. Pero mucho mayor                 número Y grandes, y se encuentran por todas las partes de la tierra,
aún se mostraría la ventaja que sacan a su vez aquellas cosas a las que               resulta que el verla es un espectáculo propio de bienaventurados
hay entre nosotros. Y si está bien contar un mito ahora, vale la pena                 espectadores. Y hay en ella muchos seres vivos, entre los cuáles hay
escuchar, oh Simmias, cómo son las cosas que hay sobre la tierra                      tambien hombres que habitan, unos en el interior, otros alrededor del aire,
inmediatamente debajo del cielo.                                                      de la misma manera que nosotros vívimos alrededor del mar, otros en
                                                                                      islas que circunda el aire y que están cerca del continente. En una
-Pues, a decir verdad, Sócrates dijo Simmias -, por nuestra parte                     palabra: lo que para nosotros es el agua y el mar con respecto a nuestras
escucharíamos con gusto ese mito.                                                     necesidades, allí lo es el aire; y lo que para nosotros es el aire, para
                                                                                      aquéllos es el éter. Y tienen las estaciones del año una temperatura tal,
-Pues bien, amigo -empezó Sócrates-, se dice, en primer lugar, que la                 que aquéllos están exentos de enfermedades y viven mucho más tiempo
tierra se presenta a la vista, si alguien la contempla desde arriba, como las         que los de aquí. Y en lo tocante a la vista, el oido, la inteligencia y todas
pelotas de doce pieles, abigarrada, con franjas de diferentes colores,                las facultades de este tipo, media entre ellos y nosotros la misma
siendo los que hay aquí y emplean los pintores algo así como muestras de              distancia que hay entre el aire y el agua, o el éter y el aire en lo que
aquellos. Allí, en cambio, la tierra entera está formada tales colores y de           respecta a pureza. Tienen también recintos sagrados de los dioses y
otros, aún mucho más resplandecientes y puros que éstos: una parte es de              templos, en los que los dioses habitan realmente, y entre ellos y éstos se
púrpura y de maravillosa belleza, otra de color de oro, la otra                       producen mensajes, profecias, apariciones divinas y tratos semejantes.
completamente blanca, más blanca que el yeso o la nieve; y de igual                   Ven, además, el sol, la luna y las estrellas tal como son en realidad, y el
manera está compuesta de los restantes colores y de otros aún mayores en              resto de su bienaventuranza sigue en todo a esto. Tal es la constitución de
número y más bellos que cuantos hemos visto nosotros, pues incluso sus                la tierra en su totalidad y la de lo que rodea a la tierra. Pero hay en ella,
propias cavidades, que están llenas de agua y de aire, proporcionan un                en toda su periferia, conforme a sus cavidades muchos lugares: unos son
tono especial de color que brilla en medio del abigarramiento de los                  más profundos y más abiertos que aquel en que vivimos; otros son más
demás, de tal suerte que ofrece un aspecto unitario continuamente                     profundos, pero tienen la abertura más pequeña que la de nuestro lugar, y
abigarrado. Y siendo ella asi, lo que en ella nace está en proporción,                los hay también que son menores en profundidad que el de aquí y más
árboles, flores y frutos. E igualmente sus montañas y sus piedras son en              anchos. Todos estos lugares están en muchas partes comunicados entre sí
la misma proporción más bellas en tersura, diafanidad y color. De ellas               bajo tierra mediante orificios, unos más anchos y otros más estrechos, y
precisamente son fragmentos esas piedrecillas de aquí tan apreciadas: las             tienen, asimismo, desagües, por los que corre de unos a otros, como si se
coralinas, los jaspes, las esmeraldas y demás piedras preciosas. Allí por el          vertiera en cráteras, mucha agua. La magnitud de estos ríos eternos que
contrario, no hay nada que no sea igual, o aún más bello que éstas. Y la              hay bajo tierra es inmensa y sus aguas son calientes y frías. Hay tambien

                                                                                 48
fuego en abundancia y grandes ríos de fuego, como asimismo los hay en                completamente enfrente del lugar de donde habían salido, otras hacia la
gandes cantidades de fango líquido más claro o más cenagoso, como esos               misma parte. Algunas hay también que dan una vuelta completa,
ríos de cieno que corren en Sicilia antes de la lava, y también el propio            enroscándose una o varias veces alrededor de la tierra como las
torrente de lava. De éstos, precisamente, se llenan todos los lugares,               serpientes, y que, tras descender todo lo que pueden, desembocan de
según les llega en cada ocasión, a cada uno la corriente circular. Y todos           nuevo. Y en uno y otro sentido es posible descender hasta el centro, más
estos ríos se mueven hacia arriba y hacia abajo, como si hubiera en el               allá no, pues una y otra parte quedan cuesta arriba para ambas corrientes.
interior de la tierra una especie de movimiento de vaivén. Y dicho                   Las restantes corrientes son muchas, grandes y de todas clases, pero en
movimiento de vaivén se debe a las siguientes condiciones naturales. Una             esta gran multitud se distinguen cuatro. De ellas es la mayor el llamado
de las simas de la tierra, aparte de ser la más grande, atraviesa de extremo         Océano, cuyo curso circular es el más externo. Enfrente de éste corre en
a extremo toda la tierra. Es ésa de que habla Homero, cuando dice:                   sentido contrario el Aqueronte, que, además de recorrer lugares
                                                                                     desérticos y pasar bajo tierra, llega a la laguna Aquerusíade, adonde van a
Muy lejos, allí donde bajo tierra está el abismo más profundo                        parar la mayoría de los muertos y, trás pasar allí el tiempo marcado por el
y que en otros pasajes él y otros muchos poetas han denominado Tártaro.              destino, unas más corto y otras más largo, son enviadas de nuevo a las
En esta sima confluyen todos los ríos y de nuevo arrancan de ella. Cada              generaciones de los seres vivos. Un tercer río brota entre medias de éstos,
uno de ellos, por otra parte, se hace tal y como es la tierra que recorre. Y         y cerca de su nacimiento va a parar a un gran lugar consumido por
la causa de que todas las corrientes tengan su punto de partida y de                 ingente fuego, formando un lago, mayor que nuestro mar, de agua y cieno
llegada ahí es la de que ese líquido no tiene ni fondo ni lecho. Por eso             hirviente. De allí, turbio y cenagoso, avanza en círculo y, después de
oscila y, se mueve hacia arriba y hacia abajo. Y lo mismo hacen el aire y            rodear en espiral la tierra, llega entre otras partes a los confines de la
el viento que lo rodea. Pues le sigue siempre, tanto cuando se lanza hacia           laguna Aquerusíade sin mezclarse con el agua de ésta; desemboca en la
la parte de allá de la tierra como cuando se lanza hacia la parte de acá; y,         parte más baja del Tártaro, habiendo dado muchas vueltas bajo tierra.
de la misma manera que el aire de los que respiran forma siempre una                 Este es el que llaman Piriflegetonte, cuyas corrientes de lava despiden
corriente espiratoria o inspiratoria, allí tambien, oscilando al mismo               fragmentos incluso en la superfcie de la tierra alli donde encuentran
tiempo que el liquido, da lugar a terribles e inmensos vendavales, tanto al          salida. Y, a su vez. enfrente de éste hay un cuarto río que aboca primero a
entrar como al salir. Así, pues, cuando se retira el agua hacia el lugar que         un lugar terrible y agreste, según se cuenta, que tiene en su totalidad un
llamamos inferior, las corrientes afluyen hacia las regiones de allá a               color como el del lapislázuli. A este lugar le llaman Estigio, y a la laguna
través de la tierra, y las llenan de una forma similar a como hacen los que          que forma el rio, al desaguar en él, Estigia. Tras haberse precipitado aquí,
riegan. En cambio, cuando se retiran de allí y se lanzan hacia acá, llenan           y después de haber adquirido en su agua terribles poderes, se hunde en la
a su vez las regiones de aquí, y en las partes que han quedado llenas                tierra, avanza dando giros en dirección opuesta al Piriflegetonte y se
discurren a través de canales y de la tierra, y cada una de ellas llega a los        encuentra con él de frente en la laguna Aquerusíade. Y tampoco el agua
lugares hacia los que tiene hecho camino formando mares, lagunas, ríos y             de este río se mezcla con ninguna, sino que, después de habcr hecho un
fuentes. De aqui, sumergiéndose de nuevo en la tierra, tras dar las unas             recorrido circular, desemboca en el Tártaro por el lado opuesto al del
mayores y más numerosos rodeos, y las otras menos numerosos y más                    Piriflegetonte. Su nombre es, según dicen los poetas, Cócito. Siendo tal
cortos, desembocan de nuevo en el Tártaro, algunas mucho más abajo de                como se ha dicho la naturaleza de estos parajes, una vez qne los finados
donde se había efectuado el riego, otras un poco solamente. Pero todas               llegan al lugar a que conduce a cada uno su genio, son antes que nada
tienen su punto de llegada más abajo que el de partida, algunas                      sometidos a juicio, tanto los que vivieron bien santamente como los que

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no. Los que se estima que han vivido en el término medio, se encaminan               es hermoso el galardón y la esperanza grande. Ahora bien, el sostener con
al Aqueronte, suben a las barcas que hay para ellos y, a bordo de éstas,             empeño que esto es tal como yo lo he expuesto, no es lo que conviene a
arriban a la laguna, donde moran purificándose; y mediante la expiación              un hombre sensato. Sin embargo, que tal es o algo semejante lo que
de sus delitos, si alguno ha delinquido en algo, son absueltos, recibiendo           ocurre con nuestras almas y sus moradas, puesto que el alma se ha
asimismo cada uno la recompensa de sus buenas acciones conforme a su                 mostrado como algo inmortal, eso sí estimo que conviene creerlo, y que
mérito. Los que, por el contrario, se estima que no tienen remedio por               vale la pena correr el riesgo de creer que es así. Pues el riesgo es
causa de la gravedad de sus yerros, bien porque hayan cometido muchos                hermoso, y con tales creencias es preciso, por decirlo así, encantarse a sí
y grandes robos sacrílegos, u homicidios injustos e ilegales en gran                 mismo; razón ésta por la cual me estoy extendiendo yo en el mito desde
número, o cuantos demás delitos hay del mismo género, a ésos el destino              hace rato. Así que, por todos estos motivos, debe mostrarse animoso con
que les corresponde les arroja al Tártaro, de donde no salen jamás. En               respecto de su propia alma todo hombre que durante su vida haya enviado
cambio, quienes se estima que han cometido delitos que tienen remedio,               a paseo los placeres y ornatos del cuerpo, en la idea de que eran para él
pero graves, como, por ejemplo, aquellos que han ejercido violencia                  algo ajeno, y en la convicción de que producen más mal que bien; todo
contra su padre o su madre en un momento de cólera, pero viven el resto              hombre que se haya afanado, en cambio, en los placeres que versan sobre
de su vida con el arrepentimiento de su acción, o bien se han convertido             el aprender y adornada su alma, no con galas ajenas, sino con las que le
en homicidas en forma similar, éstos habrán de ser precipitados en el                son propias: la moderación, la justicia, la valentía, la libertad, la verdad; y
Tártaro por necesidad; pero, una vez que lo han sido y han pasado allí un            en tal disposición espera ponerse en camino del Hades con el
año, los arroja afuera el oleaje: a los homicidas frente al Cócito, y a los          convencimiento de que lo emprenderá cuando le llame el destino.
que maltrataron a su padre o a su madre frente al Piriflegetonte. Y una              Vosotros, Oh Simmias, Cebes y demás amigos, os marcharéis después
vez que, llevados por la corriente, llegan a la altura de la laguna                  cada uno en un momento dado.
Aquerusíade, llaman entonces a gritos, los unos a los que mataron, los
otros a quienes ofendieron, y después de llamarlos les suplican y les
piden que les permitan salir a la laguna y les acojan. Si logran
convencerlos, salen y cesan sus males; si no, son llevados de nuevo al
Tártaro y de aquí otra vez a los ríos, y no cesan de padecer este tormento
hasta que consiguen persuadir a quienes agraviaron. Tal es, en efecto, el
castigo que les fue impuesto por los jueces. Por último, los que se estima
que se han distinguido por su piadoso vivir son los que, liberados de estos
lugares del interior de la tierra y escapando de ellos como de una prisión,
llegan arriba a la pura morada y se establecen sobre la tierra. Y entre
éstos, los que se han purificado de un modo suficiente por la filosofía
viven completamente sín cuerpos para toda la eternidad, y llegan a
moradas aún más bellas que éstas, que no es fácil describir, ni el tiempo
basta para ello en el actual momento. Pues bien, oh Simmias, por todas
estas cosas que hemos expuesto, es menester poner de nuestra parte todo
para tener participación durante la vida en la virtud y en la sabiduría, pues

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agregó - salidme fiadores ante Critón, pero de la fianza contraria a la que
OCTAVA PARTE                                                                        éste presentó ante los jueces. Pues éste garantizó que yo permanecería.
                                                                                    Vosotros garantizad que no permaneceré una vez que muera, sino que me
Últimos momentos en la vida de Sócrates                                             marcharé para que así Critón lo soporte mejor, y al ver quemar o enterrar
                                                                                    mi cuerpo no se irrite como si yo estuviera padeciendo cosas terribles, ni
A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de tragedia, y casi es la         diga durante el funeral que expone, lleva a enterrar o está enterrando a
hora del encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una              Sócrates.Pues ten bien sabido, oh excelente Critón - añadió - que el no
vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver.               hablar con propiedad no sólo es una falta en eso mismo, sino también
                                                                                    produce mal en las almas. Ea, pues, es preciso que estés animoso, y que
Al acabar de decir esto, le preguntó Critón:                                        digas que es mi cuerpo lo que sepultas, y que lo sepultas como a ti te
                                                                                    guste y pienses que está más de acuerdo con las costumbres.
-Está bien, Sócrates. Pero ¿qué es lo que nos encargas hacer a éstos o a
mí, bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquier otra cosa, que         Al terminar de decir esto, se levantó y se fue a una habitación para
pudiera ser más de tu agrado si lo hiciéramos?                                      lavarse. Critón le siguió, pero a nosotros nos mandó que le esperáramos
                                                                                    allí. Esperámos, pues, charlando entre nosotros sobre lo dicho y
-Lo que siempre estoy diciendo, Critón -respondió- nada nuevo. Si os                volviéndolo a considerar, a ratos, tambien comentando cuán grande era la
cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis no sólo será de mi            desgracia que nos había acontecido, pues pensábamos que íbamos a pasar
agrado, sino también del agrado de los míos y del propio vuestro, aunque            el resto de la vida huérfanos, como si hubiéramos sido privados de
ahora no lo reconozcáis. En cambio, si os descuidáis de vosotros mismos             nuestro padre. Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus
y no quereis vivir siguiendo, por decirlo así, las huellas de lo que ahora y        hijos - pues tenía dos pequeños y uno ya crecido - y llegaron también las
en el pasado se ha dicho, por más que ahora hagáis muchas vehementes                mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y,
promesas, no conseguiréis nada.                                                     después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las
                                                                                    mujeres y a los niños, y vino a reunirse con nosotros. El sol estaba ya
-Descuida -replicó- que pondremos nuestro empeño en hacerlo así. Pero               cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién
¿de qué manera debemos sepultarte?                                                  lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el servidor
                                                                                    de los Once y, deteniéndose a su lado, le dijo:
-Como queráis -respondió-, si es que me cogéis y no me escapo de
vosotros. Y, a la vez que sonreia serenamente, nos dijo, dirigiendo su              -Oh Sócrates, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se
mirada hacia nosotros: no logro, amigos, convencer a Critón de que yo               irritan contra mí y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el
soy ese Sócrates que conversa ahora con vosotros y que ordena cada cosa             veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido en otras
qué se dice, sino que cree que soy aquel que verá cadáver dentro de un              ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor
rato, y me pregunta por eso cómo debe hacer mi sepelio. Y el que yo                 mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también bien
desde hace rato esté dando muchas razones para probar que, en cuanto                sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los
beba el veneno, ya no permaneceré con vosotros, sino que me iré hacia               culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo,
una felicidad propia de bienaventurados, parécele vano empeño y que lo
hago para consolaros a vosotros al tiempo que a mí mismo. Así que -
                                                                               51
salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario. Y
rompiendo a llorar, dióse la vuelta y se retiró.                                    Y, a la vez que dijo esto, tendió la copa a Sócrates.

Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo:                         Tomóla éste con gran tranquilidad, Equécrates, sin el más leve temblor y
                                                                                    sin alterarse en lo más minimo ni en su color ni en su semblante, miró al
-También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos. -Y,                      individuo de reojo como un toro, según tenía por costumbre, y le dijo:
dirigiéndose después a nosotros, agregó--: ¡Qué hombre tan amable!
Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de vez
en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora ¡qué                       -¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna
noblemente me llora! Así que, hagámosle caso, Critón, y que traiga                  divinidad? ¿Se puede o no?
alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no que lo triture nuestro
hombre.                                                                             -Tan sólo trituramos, Sócrates - le respondió - la cantidad que juzgamos
                                                                                    precisa para beber.
-Pero, Sócrates -le dijo Critón:- el sol, según creo, está todavía sobre las
montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido                  -Me doy cuenta - contestó -. Pero al menos es posible, y también se debe,
otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la                suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto
orden, y tras haber comido y bebido a placer, y algunos, incluso, tras              es lo que suplico: ¡que así sea!
haber tenido contacto con aquellos que deseaban. Ea pues, no te
apresures, que todavía hay tiempo.                                                  Y después de decir estas palabras, lo bebió conteniendo la respiración, sin
                                                                                    repugnancia y sin dificultad.
-Es natural que obren así, Critón -repuso Sócrates-, ésos que tú dices,
pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no           Hasta este momento la mayor parte de nosotros fue lo suficientemente
lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco                 capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había
después, que el de incurrir en ridículo conmigo mismo, mostrándome                  bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y contra mi voluntad,
ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna. Anda,               caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el
obedéceme - terminó - y haz como te digo.                                           rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien
                                                                                    lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo.
Al oírle, Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su          Critón, como aún antes que yo no había sido capaz de contener las
lado. Salió éste, y despues de un largo rato regresó con el que debía darle         lágrimas, se habia levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no
el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó:         habia cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre
                                                                                    lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo
-Y bien, buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer?             nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no
                                                                                    conmoviera.
-Nada más que beberlo y pasearte - le respondió - hasta que se te pongan
las piernas pesadas, y luego tumbarte. Así hará su efecto.                          Pero entonces nos dijo:

                                                                               52
-¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres
fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues              FIN
tengo oido que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues,
estad tranquilos y mostraos fuertes.

Y, al oirle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. El, por su
parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas
las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el
hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el veneno le cogió los
pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego, le apretó
fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A
continuación hizo lo mismo con las piernas, y yendo subiendo de este
modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y siguióle
tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría.

Tenia ya casi fría la región del vientre cuando, descubriendo su rostro
-pues se lo había cubierto -, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras:

-Oh Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pagad la deuda, y no la paséis
por alto.

-Descuida, que asi se hará - le respondió Critón -. Mira si tienes que decir
algo más.

A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato,
tuvo un estremecimiento, y el hombre le descubrió: tenía la mirada
inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.

Asi fue, oh Equécrates, el fin de nuestro amigo, de un varón que, como
podriamos afirmar, fue el mejor a más de ser el más sensato y justo de los
hombres de su tiempo que tratamos.




                                                                               53

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Plat¢n fed¢n

  • 1. EL FEDÓN FEDÓN.-¿Ni siquiera os habéis enterado, entonces, de qué manera se llevó a cabo el proceso? Platón EQUÉCRATES.-Si, eso nos lo ha contado alguien. Y nos extrañamos por cierto de que, acabado el juicio, hace bastante tiempo, muriera mucho después,según es evidente.¿Por qué fue asi, Fedón? FEDÓN.-Hubo con él, Equécrates, una coincidencia: el día antes del juicio dio la casualidad de que estaba con la guirnalda puesta la popa del navío que envían los atenienses a Delos. EQUÉCRATES.-Y ese navío, ¿qué es? FEDÓN.-La nave en la que, según dicen los atenienses, llevó Teseo un día a Creta a aquellas siete parejas, y no sólo las salvó, sino que también INTRODUCCIÓN él quedó a salvo. Hicieron entonces los atenienses, según se dice, el voto a Apolo de que si se salvaban llevarían todos los años a Delos una (57a-59b) peregrinación; peregrinación ésta que desde; entonces envían siempre cada año al dios, incluso ahora. Pues bien, una vez que comienzan la Personajes del diálogo peregrinación, tienen la costumbre de tener libre de impureza a la ciudad EQUÉCRATES, FEDÓN, APOLODORO, SÓCRATES, CEBES, SIMMIAS, CRITÓN, EL SERVIDOR DE LOS ONCE. durante ese tiempo, y de no dar muerte a nadie por orden estatal, hasta que la nave llegue a Delos y regrese de nuevo a Atenas. Y esto, a veces, cuando por una contingencia los vientos los detienen, lleva mucho EQUÉCRATES.- ¿Estuviste tú, Fedón, con Sócrates el día aquel en que tiempo. La peregrinación comienza una vez que el sacerdote de Apolo bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro? corona la popa de la nave; y esta ceremonia, como digo, era la que casualmente se había celebrado la víspera del juicio. Por esta razón fue FEDÓN.-Estuve yo personalmente, Equécrates. mucho el tiempo que pasó Sócrates en la prisión desde su sentencia hasta su muerte. EQUÉCRATES.-¿Y qué es lo que dijo antes de morir? ¿y cómo acabó sus días? Con gusto te lo oiría contar, porque ningún ciudadano de EQUÉCRATES.-Y ¿cómo fueron las circunstancias de la muerte? ¿Qué Fliunte va ahora con frecuencia a Atenas, ni tampoco, desde hace mucho fue lo que se dijo o se hizo? ¿Qué amigos fueron los que estuvieron con tiempo, ha venido de allí forastero alguno que haya sido capaz de darnos él? ¿O no les dejaron los magistrados estar presentes, y acabó sus días noticia cierta sobre esta cuestión, a no ser lo de que bebió el veneno y solo y sin amigos? murió. De lo demás no han sabido decirnos nada. 1
  • 2. FEDÓN.-No, estaban allí algunos, muchos incluso. EQUÉCRATES.-¿Y quiénes, Fedón, estaban por ventura allí presentes? EQUÉCRATES.-Procura, entonces, relatarnos todo con la mayor FEDÓN.-Ese que te digo, Apolodoro, que formaba parte del grupo de sus exactitud posible, si es que no tienes algún quehacer que te lo impida. paisanos, juntamente con Critobulo, su padre: Hermógenes, Epígenes, Escluines y Antístenes, y estaban también Ctesipo el Peanieo, Menéxeno FEDÓN.-No, por cierto; estoy libre de ocupaciones, e intentaré y algunos otros del país. Platón estaba enfermo, según creo. contároslo, pues el evocar la memoria de Sócrates, bien hable yo o le oiga hablar a otro, es siempre para mí la cosa más agradable de todas. EQUÉCRATES.-¿Y había algún extranjero? EQUÉCRATES.-Pues bien, Fedón, en los que te van a escuchar tienes a FEDÓN.-Sí, Simmias el tebano, Cebes y Fedonda de Mégara, Euclides y otros tantos como tu. Ea, pues, intenta exponernos todo con la mayor Terpsión. precisión que puedas. EQUÉCRATES.-¿Y qué? ¿Se encontraban con ellos Aristipo y FEDÓN.-Por cierto que al estar yo allí me sucedió algo extraño. Pues no Cleómbloto? se apoderaba de mí la compasión en la idea de que asistía a la muerte de un amigo, porque se me mostraba feliz, Equécrates, aquel varón: no sólo FEDÓN.-No, por cierto. Se decía que estaban en Egina. por su comportamiento, sino también por sus palabras. Tan tranquila y noblemente moría, que se me ocurrió pensar que no descendía al Hades EQUÉCRATES.-¿Estaba presente algun otro? sin cierta asistencia divina, y que al llegar allí iba a tener una dicha cual nunca tuvo otro alguno. Por esta razón no sentia en absoluto compasión, FEDÓN.-Si no me equivoco, creo que fueron sólo éstos los que como pareceria natural al asistir a un acontecimiento luctuoso, pero estuvieron. tampoco placer, como si estuviéramos entregados a la filosofía tal y como acostumbrábamos; y eso que la conversación era de este tipo. EQUÉCRATES.-¿Y qué más? ¿Qué conversaciones dices que hubo? Sencillamente, había en mí un sentimiento extraño, una mezcla desacostumbrada de placer y de dolor, cuando pensaba que, de un momento a otro, aquél iba a morir. Y todos los presentes estábamos más o menos en un estado semejante: a veces reíamos y a veces llorábamos, pero sobre todo uno de nosotros, Apolodoro. Pues ya lo conoces a él y su modo de ser. EQUÉCRATES.-¿Cómo no voy a conocerle? FEDÓN.-Encontrábase, es cierto, en completo abatimiento; pero yo también estaba conmovido, y asimismo los demás. 2
  • 3. -Critón, que se la lleve alguien a casa. Y a aquélla se la llevaron, PRIMERA PARTE chillando y golpeándose el pecho, unos criados de Critón. FEDÓN Sócrates, por su parte, sentándose en la cama, dobló la pierna, restregósela con la mano, y, al tiempo que la friccionaba, dijo: [59c-63b] -¡Qué cosa más extraña, amigos, parece eso que los hombres llaman FEDÓN.-Voy a intentar exponerte todo minuciosamente, desde el placer! ¡Cuán sorprendentemente está unido a lo que semeja su contrario: principio. Te diré, pues, que ya los días anteriores solíamos ir sin falta, el dolor! Los dos a la vez no quieren presentarse en el hombre, pero si se tanto yo como los demás, a ver a Sócrates, reuniéndonos al amanecer en persigue al uno y se le coge, casi siempre queda uno obligado a coger el tribunal donde se habia celebrado el juicio, pues estaba cerca de la también al otro, como si fueran dos seres ligados a una única cabeza. Y cárcel. Allí esperábamos siempre a que se abriera la prisión, charlando me parece - agregó - que si hubiera caído en la cuenta de ello Esopo los unos con los otros, porque no se abría muy de mañana. Una vez hubiera compuesto una fábula que diria que la divinidad, queriendo abierta, entrábamos a visitar a Sócrates, y las más de las veces pasábamos imponer paz a la guerra que se hacían, como no pudiera conseguirlo, les el día entero con él. Pero en aquella ocasión nos habíamos reunido aún juntó en el mismo punto sus coronillas; y por esta razón en aquel que se más temprano, porque el día anterior, cuando salimos de la prisión, a la presenta el uno le sigue a continuación el otro. Así también me parece caída de la tarde, nos enteramos de que la nave había regresado de Delos. que ha ocurrido conmigo: una vez que por culpa de los grilletes estuvo en En vista de ello, nos dimos los unos a los otros el aviso de llegar lo más mi pierna el dolor, llegó ahora en pos suyo, según se ve, el placer. pronto posible al lugar de costumbre. Llegamos, y saliéndonos al encuentro el carcelero que solía abrirnos nos dijo que esperáramos y que Interrumpiéndole entonces Cebes, le dijo: no nos presentáramos allí hasta que él lo indicara. -¡Por Zeus!, Sócrates, que has hecho bien en recordármelo. Sobre esos -Los Once -nos dijo- están quitándole los grilletes a Sócrates y dándole la poemas que has compuesto, poniendo en verso las fábulas de Esopo y el noticia de que en este día morirá. Mas no tardó mucho rato en volver y himno a Apolo, ya me han preguntado algunos, pero sobre todo Eveno, nos invitó a entrar. Entramos, pues, y nos encontramos a Sócrates que anteayer, por qué razón los hiciste una vez llegado aquí, cuando acababa de ser desencadenado, y a Jantipa -ya la conoces- con su hijo en anteriormente jamás habias compuesto ninguno. Si te importa, pues, que brazos y sentada a su lado. Al vernos, Jantipa rompió a gritar y a decir yo pueda responder a Eveno cuando de nuevo me pregunte, porque bien cosas tales como las que acostumbran las mujeres. sé que me preguntará, dime qué debo decir. -¡Ay, Sócrates!, ésta es la última vez que te dirigirán la palabra los -Pues dile, Cebes -le contestó-, la verdad; que no los hice por querer amigos y tú se la dirigirás a ellos. convertirme en rival suyo ni de sus poemas, pues sabía que esto no era fácil, sino por tratar de enterarme qué significaban ciertos sueños, y -Sócrates, entonces, lanzó una mirada a Critón y le dijo: también por cumplir con un deber religioso, por si acaso era ésta la música que me prescribían componer. Tratábase, en efecto, de lo siguiente: Con mucha frecuencia en el transcurso de mi vida se me había 3
  • 4. repetido en sueños la misma visión, que, aunque se mostraba cada vez posiblemente no ejercerá sobre sí mismo violencia, pues esto, según con distinta apariencia, siempre decía lo mismo: ¡Oh Sócrates, trabaja en dicen, no es lícito. -Y al tiempo que decía esto hizo descender sus piernas componer música! Yo, hasta ahora, entendí que me exhortaba y animaba hasta tocar el suelo, y así sentado continuó el resto de la conversación. a hacer precisamente lo que venía haciendo, y que al igual que los que animan a los corredores, ordenábame el ensueño ocuparme de lo que me Preguntóle entonces Cebes: ocupaba, es decir, de hacer música, porque tenia yo la idea de que la filosofía, que era de lo que me ocupaba, era la música más excelsa. Pero -¿Cómo es que dices, Sócrates, por un lado esto de que no es lícito ejercer ahora, después de que se celebró el juicio y la fiesta del dios me impidió violencia sobre si mismo y por otro que el filósofo estaría deseoso de morir, estimé que, por si acaso era esta música popular la que me seguir al que muere? ordenaba el sueño hacer,no debía desobedecerle, sino, al contrario; hacer poesía; pues era para mí más seguro no marcharme de esta vida antes de -¿Y que, Cebes, no habéis oído hablar, tu y Simmias, de tales cuestiones, haber cumplido con este deber religioso, componiendo poemas y habiendo sido dicípulos de Filolao? obedeciendo al ensueño. Así, pues, hice en primer lugar un poema al dios a quien correspondía la fiesta que se estaba celebrando. Mas después de -Con claridad, al menos, no, Sócrates. haber hecho este poema al dios caí en la cuenta de que el poeta, si es que se propone ser poeta, debe tratar en sus poemas mitos v no -Pues también yo hablo sobre esto de oídas. Asi que lo que buenamente razonamientos; yo, empero, no era mitólogo, y por ello precisamente he oido decir no tengo ningún inconveniente en repetirlo. Es más, tal vez entre los mitos que tenía a la mano y me sabía - los de Esopo - di forma sea lo más apropiado para el que esta a punto de emigrar allá el poética a los primeros que al azar se me ocurrieron. Dile, pues, esto a recapacitar y referir algún mito sobre cómo pensamos qué es esa Eveno, Cebes, y que tenga salud, y que, si es hombre sensato, me siga lo emigración. Y ¿qué otra cosa se podría hacer en el tiempo que falta hasta más rápidamente posible. Me marcharé, según parece, hoy, puesto que lo que se ponga el sol? ordenan los atenienses. -Entonces, Sócrates, ¿en qué se basan los que dicen que no es lícito darse Entonces Simmias dijo: muerte a sí mismo? Porque yo, como tú me preguntabas hace un momento, ya le oí decir a Filolao, cuando vivia con nosotros, y a algunos -¡Qué consejo éste que le das a Eveno, Sócrates! Muchas son ya las veces otros, que no se debía hacer eso. Pero algo definitivo sobre ello jamás se que me he tropezado con ese hombre, y estoy por decir, a juzgar por lo lo he oído a nadie. que yo tengo visto, que en modo alguno te hará caso de buen grado. -Pues es menester no desalentarse -dijo-, porque tal vez lo podrías oír. Sin -¿Y qué? -replicó Sócrates-, ¿no es filósofo Eveno? embargo, quizá te parecerá extraño que seá ésta la única cuestión simple entre todas y que jamás se presente al hombre como las demás. Hay -A mí al menos me lo parece -contestó Simmias. casos, sí, e individuos para quienes mejor les sería estar muertos que vivir, pero lo que tal vez parezca chocante es que para esos individuos, -Pues entonces Eveno se mostrara dispuesto a ello, como todo aquel que para quienes vale más estar muertos, sea una impiedad el hacerse ese tome por esa ocupación un interés digno de ella. Sin embargo, beneficio a sí mismos, y tengan que esperar a que sea otro su bienhechor. 4
  • 5. explicación, porque no cabe que el sabio crea que él cuidará mejor de sí Entonces Cebes, sonriendo ligeramente, exclamó, hablando en su propia mismo al estar en libertad. En cambio, un hombre insensato posiblemente lengua: creería que debe escapar de su amo, sin hacerse la reflexión de que no debe uno huir de lo que es bueno, sino, al contrario, permanecer a su lado -Sépalo Zeus. lo más posible; de ahí que huyera irreflexivamente. Pero el que tiene inteligencia es muy probable que deseara estar siempre junto a quien es -En efecto -prosiguió Sócrates-, desde este punto de vista puede dar la mejor que él.Y según esto, Sócrates, lo lógico es lo contrario de lo que se impresión de algo ilógico. Sin embargo, no lo es y tal vez tenga alguna decía hace un instante: a los sensatos es a quienes cuadra sentir enojo por explicación. Y a propósito,lo que se dice en los misterios sobre esto, que morir; a los insensatos, en cambio, alegría. los hombres estamos en una especie de presidio, y que no debe liberarse uno a sí mismo ni evadirse de él, me parece algo grandioso y de difícil Al oírle, Sócrates me dio la impresión de que se alegraba con las interpretación. Pero lo que sí me parece Cebes, que se dice con razón es objeciones de Cebes; y dirigiendo la mirada hacia nosotros, dijo: que los dioses son quienes se cuidan de nosotros y que nosotros los hombres, somos una de sus posesiones. ¿No te parece así? -Siempre, es verdad, está Cebes rastreando algún argumento, y nunca se muestra dispuesto a aceptar al pronto lo que se diga. --A mí, sí -respondió Cebes. -Pero el caso es, Sócrates -dijo Simmias-, que a mi también me parece -Y tú, en tu caso -prosiguió-, si alguno de los seres que son de tu que esta vez Cebes no dice ninguna tonteria. Pues ¿por qué razón unos propiedad se suicidara, sin indicarle tu que quieres que muera, ¿no te hombres, sabios de verdad, huirían de amos que son mejores que ellos y irritarías con él?; y si pudieras aplicarle algún castigo, ¿no se lo se apartarían tan a la ligera de su lado? Y me parece que es a ti a quien aplicarías? apunta Cebes en su razonamiento, porque con tanta facilidad soportas el abandonar no sólo a nosotros, sino también a unos amos excelentes, -Sin duda alguna -respondió Cebes. según tú mismo reconoces, a los dioses. -Pues bien, quizá desde este punto de vista no sea ilógica la obligación de no darse muerte a sí mismo, hasta que la divinidad envíe un motivo imperioso, como el que ahora se me ha presentado. -Esto sí -dijo Cebes- es a todas luces verosímil. Pero lo que decías hace un momento de que los filósofos estarían dispuestos con gusto a morir eso, Sócrates, parece un absurdo, si está bien fundado lo que acabamos de decir: que la divinidad es quien se cuida de nosotros y que nosotros somos sus posesiones. Pues el que los hombres más sensatos no sientan enojo por abandonar esa situación de servidumbre en la que tienen por patronos a los mejores patronos que hay, a los dioses, no tiene 5
  • 6. -Está bien, lo intentaré -dijo-. Pero, antes que nada, preguntemos a SEGUNDA PARTE Critón, que está ahí, qué es lo que da la impresión de querer decirme desde hace rato. FEDÓN -¿Y qué otra cosa va a ser, Sócrates, sino que desde hace tiempo me está [63b-70b] diciendo el que te va a dar el veneno que conviene advertirte que hables lo menos posible? Pues asegura que al charlar se acaloran demasiado, y -Es justa vuestra observación -replico-, y, según creo, lo que vosotros que no se debe poner un obstáculo semejante al veneno, pues si no, hay queréis decir es que yo debo defenderme contra ella como si estuviera casos en que se ven obligados a beberlo hasta dos o tres veces los que ante un tribunal. obran así. -Exactamente -dijo Simmias. -Mándale a paseo -le respondió Sócrates--. Que cuide tan sólo de preparar su veneno para darme doble dosis, o triple incluso, si es preciso. -Pues ¡ea! -agregó-, intentaré defenderme ante vosotros más convincentemente que ante los jueces. En efecto, ¡oh Simmias y Cebes!, -Ya me suponía yo tu respuesta, pero hace un buen rato que me está si yo no creyera, primero, que iba a llegar junto a otros dioses sabios y molestando. buenos, y después, junto a hombres muertos mejores que los de aquí, cometería una falta si no me irritase con la muerte. Pero el caso es, -Déjale -replicó-. Y ahora es a vosotros, los jueces, a quienes quiero ya sabedlo bien, que tengo la esperanza de llegar junto a hombres que son rendir cuentas de por qué me parece a mí natural que un hombre que ha buenos; y aunque esto no lo afirmaría yo categóricamente, no obstante, el pasado su vida entregado a la filosofía se muestre animoso cuando está en que he de llegar junto a dioses que son amos excelentes insistiría en trance de morir, y tenga la esperanza de que en el otro mundo va a afirmarlo, tenedlo bien sabido, más que cualquier otra cosa semejante. De conseguir los mayores bienes, una vez que acabe sus días. Y cómo puede suerte que, por esta razón, no me irrito tanto como me irritaría en caso ser esto así, oh Simmias y Cebes, voy a intentar explicároslo. contrario, sino que tengo la esperanza de que hay algo reservado a los muertos: y, como se dice desde antiguo, mucho mejor para los buenos -Es muy posible, en efecto, que pase inadvertido a los demás que cuantos que para los malos. se dedican por ventura a la filosofía en el recto sentido de la palabra no practican otra cosa que el morir y el estar muertos. Y si esto es verdad, -¿Y entonces qué, Sócrates -dijo Simmias-, tienes la intención de sería sin duda un absurdo el que durante toda su vida no pusieran su celo marcharte quedándote tu solo con esa idea en la cabeza, y no nos harás en otra cosa sino ésta, y el que, una vez llegada, se irritasen con aquello participar de ella a nosotros también? Pues es algo común a todos que desde tiempo atrás anhelaban y practicaban. nosotros, según me parece, ese bien; y a la vez tendrás tu defensa, si logras convencernos de lo que dices. Entonces Simmias, echándose a reír, exclamó: -¡Por Zeus!, Sócrates, a pesar de que hace un momento no tenía en absoluto ganas de reírme, me has obligado a ello. Pues creo que, si el 6
  • 7. vulgo hubiera oído decir eso mismo, lo hubiera estimado muy bien dicho -¿Y qué diremos, además, de los cuidados del cuerpo? ¿Te parece que los respecto de los que se dedican a la filosofía. Y con el vulgo estarían de considera dignos de estimación un hombre semejante? Asi, por ejemplo, completo acuerdo nuestros compatriotas en que verdaderamente los que la posesión de mantos y calzados distinguidos y los restantes adornos del filosofan están moribundos. Y dirían, además, que a ellos no se les escapa cuerpo ¿te da la impresión de apreciarlos o despreciarlos, salvo en lo que que son dignos de padecer tal suerte. sea de gran necesidad participar en ellos? -Y dirían la verdad, Simmias, salvo en lo que a ellos no se les escapa eso. -A mí me parece que los desprecia -respondió-, al menos, el filósofo de Porque efectivamente les pasa inadvertido de qué modo están verdad. moribundos, en qué sentido merecen la muerte, y qué clase de muerte merecen los que son filósofos de verdad. Hablemos, pues, entre nosotros -¿Y no te parece -prosiguió- que en su totalidad la ocupación de un mismos -añadió-, y mandemos a aquéllos a paseo. ¿creemos que es algo hombre semejante no versa sobre el cuerpo, sino, al contrario, en estar la muerte? separado lo más posible de él, y en aplicarse al alma? -Sin duda alguna -le replicó Simmias. -A mí, si. -¿Y que no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo? ¿Y que -¿Y en primer lugar, no está claro en tal conducta que el filósofo desliga el estar muerto consiste en que el cuerpo, una vez separado del alma, el alma de su comercio con el cuerpo lo más posible y con gran diferencia queda a un lado solo en si mismo, y el alma a otro, separada del cuerpo, y sobre los demás hombres? sola en sí misma? ¿Es, acaso, la muerte otra cosa que eso? -Resulta evidente. -No - respondió - es eso. -Y, sin duda, Simmias, parécele al vulgo que la vida de aquel que no -En tal caso, mi buen amigo, mira a ver si eres de la misma opinión que considera agradable ninguna de dichas cosas, ni toma parte en ellas, no yo, pues a partir de vuestro asentimiento creo que adquiriremos mayor merece la pena, y que es algo cercano a la muerte a lo que tiende quien no conocimiento sobre lo que consideramos. ¿Te parece a ti propio del se cuida en nada de los placeres corporales. filósofo el interesarse por los llamados placeres de la índole, por ejemplo, de los de la comida y la bebida? -Es enteramente cierto lo que dices. -De ningún modo, Sócrates -respondió Simmias. -¿Y qué decir sobre la adquisición misma de la sabiduría? ¿Es o no un obstáculo el cuerpo, si se le toma como compañero en la investigación? Y -¿Y de los placeres del amor? te pongo por ejemplo lo siguiente: ofrecen, acaso, a los hombres alguna garantía de verdad la vista y el oído, o viene a suceder lo que los poetas -Tampoco. nos están repitiendo siempre, que no oimos ni vemos nada con exactitud? Y si entre los sentidos corporales éstos no son exactos, ni dignos de 7
  • 8. crédito, difícilmente lo serán los demás, puesto que son inferiores a ellos. ¿No te parece así? -¡ Cómo no ! -Así, por completo -dijo. -Pues bien, ¿has visto ya con tus ojos en alguna ocasión alguna de tales cosas? -Entonces -replicó Sócrates- ¿cuándo alcanza el alma la verdad? Pues siempre que intenta examinar algo juntamente con el cuerpo, está claro -Nunca -respondió Simmias. que es engañada por él. -¿Las percibiste, acaso, con algún otro de los sentidos del cuerpo? Y -Dices verdad. estoy hablando de todo; por ejemplo, del tamaño, la salud, la fuerza; en una palabra, de la realidad de todas las demás cosas, es decir, de lo que -¿Y no es al reflexionar cuando, más que en ninguna otra ocasión, se le cada una de ellas es. ¿Es, acaso, por medio del cuerpo como se contempla muestra con evidencia alguna realidad? lo más verdadero de ellas, u ocurre, por el contrario, que aquel de nosotros que se prepara con el mayor rigor a reflexionar sobre la cosa en -Sí. sí misma, que es objeto de su consideración, es el que puede llegar más cerca del conocer cada cosa? -E indudablemente la ocasión en que reflexiona mejor es cuando no la perturba ninguna de esas cosas, ni el oído, ni la vista, ni dolor, ni placer -Así es, en efecto. alguno, sino que, mandando a paseo el cuerpo, se queda en lo posible sola consigo mismo y, sin tener en lo que puede comercio alguno ni contacto -¿Y no haría esto de la manera más pura aquel que fuera a cada cosa tan con él, aspira a alcanzar la realidad. sólo con el mero pensamiento, sin servirse de la vista en el reflexionar y sin arrastrar ningún otro sentido en su meditación, sino que, empleando el -Así es. mero pensamiento en sí mismo, en toda su pureza, intentara dar caza a cada una de las realidades, sola, en sí misma y en toda su pureza, tras -¿Y no siente en este momento el alma del filósofo un supremo desdén haberse liberado en todo lo posible de los ojos, de los oídos y, por decirlo por el cuerpo, y se escapa de él, y busca quedarse a solas consigo misma? así, de todo el cuerpo, convencido de que éste perturba el alma y no la permite entrar en posesión de la verdad y de la sabiduría, cuando tiene -Tal parece. comercio con ella? ¿Acaso no es éste, oh Simmias, quien alcanzará la realidad, si es que la ha alcanzado alguno? -¿Y qué ha de decirse de lo siguiente, Simmias: afirmamos que es algo lo justo en sí, o lo negamos? -Es una verdad grandísima lo que dices, Sócrates -replicó Simmias. -Lo afirmamos, sin duda, ¡por Zeus! -Pues bien -continuó Sócrates-, después de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una -¿Y que, asimismo, lo bello es algo y lo bueno también? creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: tal vez 8
  • 9. haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero. razonamiento en la investigación], porque mientras tengamos el cuerpo y Pues al que no es puro es de temer que le esté vedado el alcanzar lo puro. esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la otros todos los que son amantes del aprender en el recto sentido de la verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el palabra. ¿No te parece a ti asi? cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, -Enteramente, Sócrates. de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es -Así, pues, compañero -dijo Sócrates-, si esto es verdad, hay una gran posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y esperanza de que, una vez llegado adonde me encamino, se adquirirá luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la plenamente allí, más que en ninguna otra parte, aquello por lo que tanto adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a nos hemos afanado en nuestra vida pasada; de suerte que el viaje que adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos ahora se me ha ordenado se presenta unido a una buena esperanza, tanto esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no para mí como para cualquier otro hombre que estime que tiene su tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si pensamiento preparado y, por decirlo así, purificado. nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras -Exacto -respondió Simmias. investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el -¿Y la purificación no es, por ventura, lo que en la tradición se viene contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez diciendo desde antiguo, el separar el alma lo más posible del cuerpo y el hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y acostumbrarla a concentrarse; a recogerse en si misma, retirándose de contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo posible tanto en el presente parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una enamorados, la sabiduria; tan sólo entonces, una vez muertos, según atadura? indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de -Así es en efecto -dijo. todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, -¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con vida, más cerca separación del alma con el cuerpo? estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda Sin duda alguna -respondió Simmias. necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza,manteniéndonos puros de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él.De esta manera, -Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma, purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, constante y propia tan sólo de los que filosofan en el recto sentido de la como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por 9
  • 10. palabra; y la ocupación de los filósofos estriba precisamente en eso -¿Y no te parece que es indicio suficiente de que un hombre no era mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Si o no? amante de la sabiduría, sino del cuerpo, el verle irritarse cuando está a punto de morir? Y probablemente ese mismo hombre resulte también -Así parece. amante del dinero, o de honores, o una de estas dos cosas, o las dos a la vez. -¿Y no sería ridículo, como dije al principio, que un hombre que se ha preparado durante su vida a vivir en un estado lo más cercano posible al -Efectivamente -respondió--, ocurre tal y como dices. de la muerte, se irrite luego cuando le llega ésta? -¿Acaso no es, Simmias -prosiguió- lo que se llama valentía lo que más -Sería ridículo. ¡Cómo no! conviene a los que son así? -Luego, en realidad, oh Simmias -replicó Sócrates-, los que filosofan en -Sin duda alguna -dijo. el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes resulta menos temeroso el estar muertos. Y puedes colegirlo de lo ¿Y no es la moderación, incluso eso que el vulgo llama moderación, es siguiente: si están enemistados en todos los respectos con el cuerpo y decir, el no dejarse excitar por los deseos, sino mostrarse indiferente y desean tener el alma sola en sí misma, ¿no sería un gran absurdo que, al mesurado ante ellos, lo que conviene a aquellos únicamente que, producirse esto, sintieran temor y se irritasen y no marcharan gustosos descuidándose en extremo del cuerpo, viven entregados a la filosofía? allá, donde tienen esperanza de alcanzar a su llegada aquello de que estuvieron enamorados a lo largo de su vida -que no es otra cosa que la -Necesariamente -respondió. sabiduría- y de librarse de la compañia de aquello con lo que estaban enemistados? ¿No es cierto que al morir amores humanos, mancebos -En efecto -siguió Sócrates-, pues si quieres considerar la valentía y la amados, esposas e hijos, fueron muchos los que se prestaron de buen moderación de los demás, te parecerá que es extraña. grado a ir en pos de ellos al Hades, impulsados por la esperanza de que allí verían y se reunirían con los seres que añoraban? Y en cambio, si -¿En qué sentido, Sócrates? alguien ama de verdad la sabiduría, y tiene con vehemencia esa misma esperanza, la de que no se encontrará con ella de una manera que valga la -¿No sabes -prosiguió- que todos los demás consideran la muerte como pena en otro lugar que en el Hades ¿se va a irritar por morir y marchará uno de los grandes males? allá a disgusto? Preciso es creer que no, compañero, si se trata de un verdadero filósofo, pues tendrá la firme opinión de que en ninguna otra -Lo sé, y muy bien -dijo. parte, salvo allí, se encontrará con la sabiduría en estado de pureza. Y si esto es así, como decía hace un momento, ¿ no sería un gran absurdo que -¿Y cuando afrontan la muerte los que entre ellos son valientes no la un hombre semejante tuviera miedo a la muerte? afrontan por miedo a mayores males? -Sí, por Zeus -dijo Simmias-, un gran absurdo. -Así es. 10
  • 11. -Luego el tener miedo y el temor es lo que hace valientes a todos, salvo a modo enigmático, que quien llega profano y sin iniciar al Hades yacerá los filósofos; y eso que es ilógico que se sea valiente por temor y en el fango, mientras que el que allí llega purificado e iniciado habitará cobardía. con los dioses. Pues son, al decir de los que presiden las iniciaciones, muchos los portatirsos, pero pocos los bacantes. Y éstos, en mi opinión, -Completamente. no son otros que los que se han dedicado a la filosofía en el recto sentido de la palabra. Por llegar yo tambien a ser uno de ellos no omití en lo -¿Y qué hemos de decir de los que entre ellos son moderados? ¿No les posible cuanto estuvo de mi parte, a lo largo de mi vida, sino que me ocurre lo mismo? ¿No es por una cierta intemperancia por lo que son afané de todo corazón. Y si mi afán fue el que la cosa merecía y he tenido moderados? Aunque digamos que es imposible, sin embargo, lo que les éxito, al llegar allí, sabré, si Dios quiere, la exacta verdad, dentro de un ocurre con respecto a esa necia moderación es algo semejante al caso rato, según creo. Tal es, oh Simmias y Cebes -dijo-, la defensa que yo anterior. Temen verse privados de los placeres que ansían, y se abstienen hago para demostrar que es natural que no me duela ni me irrite el de unos vencidos por otros. Y pese a que llaman intemperancia al dejarse abandonaros a vosotros ni a mis amos de aquí, puesto que pienso que he dominar por los placeres, les sucede, no obstante, que dominan unos, mas de encontrarme allí, no menos que aquí, con buenos amos y compañeros. por estar dominados por otros. Y esto equivale a lo que se decia hace un [Pero éste es un punto que produce sus dudas en el vulgo]. Asi que, si en momento, que en cierto modo se moderan por causa de una cierta mi defensa os resulta a vosotros más convincente que a los jueces de intemperancia. Atenas, me doy por satisfecho. -Así parece. Al acabar de decir esto Sócrates, Cebes, tomando la palabra, dijo: -Y.tal vez, oh bienaventurado Simmias, no sea el recto cambio con -Oh Sócrates, todo lo demás me parece que está bien dicho, pero lo respecto a la virtud, el trocar placeres por placeres, penas por penas y relativo al alma produce en los hombres grandes dudas por el recelo que temor por temor, es decir, cosas mayores por cosas menores, como si se tienen de que, una vez que se separe del cuerpo, ya no exista en ninguna tratara de monedas. En cambio, tal vez sea la única moneda buena, por la parte, sino que se destruya y perezca en el mismo día en que el hombre cual debe cambiarse todo eso, la sabiduría. Por ella y con ella quizá se muera, y que tan pronto como se separe del cuerpo y de él salga, compre y se venda de verdad todo, la valentía, la moderación, la justicia disipándose como un soplo o como el humo se marche en un vuelo y ya y, en una palabra, la verdadera virtud; con la sabiduría tan sólo, se añadan no exista en ninguna parte. Pues, si verdaderamente estuviera en alguna o no los placeres y los temores y todas las demás cosas de ese tipo. Pero parte ella sola, concentrada en sí misma y liberada de esos males que si se cambian entre sí, separadas de la sabiduria, es muy probable que una hace un momento expusiste, habría una grande y hermosa esperanza, oh virtud semejante sea una mera apariencia, una virtud en realidad propia Sócrates, de que es verdad lo que tú dices. Pero tal vez requiera una de esclavos y que no tiene nada de sano ni de verdadero. Por el contrario, justificación y una demostración no pequeña eso de que existe el alma la verdadera realidad tal vez sea una purificación de todas las cosas de cuando el hombre ha muerto, y tiene capacidad de obrar y entendimiento. este tipo, y asimismo la moderación, la justicia, la valentía y la misma sabiduría, un medio de purificación. Igualmente es muy posible que -Verdad es lo que dices -replicó Sócrates-. quienes no instituyeron los misterios no hayan sido hombres mediocres, y que, al contrario, hayan estado en lo cierto al decir desde antiguo, de un 11
  • 12. -Pero, ¿qué debemos hacer? ¿quieres que charlemos sobre si es verosímil que asi sea, o no? TERCERA PARTE -Yo, por mi parte -repuso Cebes-, escucharia con gusto qué opinión tienes sobre ello. Prueba basada en la existencia de contrarios [70b-72b] -Al menos -dijo Sócrates-, no creo que ahora dijera nadie que me escuchase, ni aunque fuera un poeta cómico, que soy un charlatán y que hablo sobre lo que no me atañe. Asi que, si te parece, será menester examinarlo. Y consideremos la cuestión de este modo: ¿tienen una existencia en el Hades las almas de los finados o no? Pues existe una antigua tradición, que hemos mencionado, que dice que, llegadas de este mundo al otro las almas, existen allí y de nuevo vuelven acá, naciendo de los muertos. Y si esto es verdad, si de los muertos renacen los vivos, ¿qué otra cosa cabe afirmar sino que nuestras almas tienen una existencia en el otro mundo?; pues no podrían volver a nacer si no existieran. Y la prueba suficiente de que esto es verdad sería el demostrar de una manera evidente que los vivos no tienen otro origen que los muertos. Si esto no es posible, sería preciso otro argumento. -Exacto -dijo Cebes. -Pues bien -prosiguió Sócrates-, si quieres comprender mejor la cuestión, no debes considerarla tan sólo en el caso de los hombres, sino también en el de todos los animales y plantas;en una palabra, tenemos que ver con respecto a todo lo que tiene un origen, si éste no es otro que su contrario en todos los seres que tienen algo que está con ellos en oposición análoga a aquella en que está lo bello con respecto a lo feo, lo justo con lo injusto, y otras innumerables cosas que están en la misma relación. Esto es, pues, lo que tenemos que considerar, si es necesario que todos los seres que tienen un contrario no tengan en absoluto otro origen que su contrario. Un ejemplo: cuando una cosa se hace mayor ¿no es necesario que de menor que era antes se haga luego mayor? 12
  • 13. -Sí. unas en las otras y que la generación va mutuamente de cada una de ellas a su contraria? -Y en el caso de que se haga más pequeña, ¿no ocurrirá que de mayor que era primero se hará después menor? -En efecto -dijo. -Así es -contestó. -Entonces ¿qué? -replicó Sócrates- ¿Hay algo que sea contrario al vivir de la misma manera que el dormir es contrario al estar despierto? -¿Y no es verdad que lo más débil procede de lo más fuerte y lo más rápido de lo más lento? -Si, lo hay -respondió. -Por supuesto. -¿Qué? -¿Y qué? ¿Lo que se hace peor, no procede de lo mejor, y lo más justo, de lo más injusto? -El estar muerto. -Indudablemente. -¿Y no se orìgina lo uno de lo otro, puesto que son contrarios? ¿y no son dos las generaciones que hay entre ambos, puesto que son dos? -¿Tenemos entonces probado -preguntó Sócrates- de un modo satisfactorio, que todo se produce así, que las cosas contrarias nacen de -Imposible es negarlo. sus contrarias? -Pues bien -prosiguió Sócrates-, yo te voy a hablar a ti de una de esas -Sin duda. parejas a las que me referia hace un momento, de ella y de sus generaciones, y tú me vas a hablar a mí de la otra. Se trata del dormir y -¿Y qué respondes ahora? ¿No hay en eso algo asi como dos del estar despierto, y digo que del dormir se origina el estar despierto y generaciones entre cada par de contrarios, una que va del primero al del estar despierto el dormir, siendo las generaciones de ambos una el segundo y otra que va, a su vez, del segundo al primero? Entre una cosa dormirse y la otra el despertarse. ¿Te basta con lo dicho, o no? mayor y una menor ¿no hay un aumento y una disminución? ¿Y no llamamos, en consecuencia, al primer acto aumentar y al segundo -Desde luego que sí. disminuir? -Responde tú ahora de igual manera -añadió-, a propósito de la vida y de -Sí -contestó. la muerte. ¿No afirmas que el estar muerto es lo contrario del vivir? -¿Y con respecto al descomponerse y al componerse, al enfriarse y al -Sí. calentarse, y a todas las cosas que ofrecen una oposición semejante, aunque a veces no tengamos nombres para denominarlas, no ocurre de -¿Y que se origina lo uno de lo otro? hecho lo mismo en todas ellas necesariamente, que tienen su origen las 13
  • 14. -Sí. -Y si existe el revivir, ¿no será eso de revivir una generación que va de los muertos a los vivos? -Entonces, ¿qué es lo que se produce de lo que vive? -Sin duda. -Lo que está muerto -respondió. -Luego convenimos aquí también que los vivos proceden de los muertos -¿Y qué se produce -replicó Sócrates- de lo que está muerto? no menos que los muertos de los vivos, y, siendo esto así, parece que hay indicio suficiente de que es necesario que las almas de los muertos -Lo que vive, necesario es reconocerlo. existan en alguna parte, de donde vuelvan a la vida. -¿Proceden, entonces, de lo que está muerto, tanto las cosas que tienen -Me parece, Sócrates -respondió-, que, según lo convenido, es necesario vida, como los seres vivientes? que así sea. -Es evidente -respondió. -Pues bien, Cebes -dijo Sócrates-, que lo hemos convenido con razón puedes verlo, a mi entender, de esta manera. Si no hubiera una -Luego nuestras almas existen en el Hades. correspondencia constante en el nacimiento de unas cosas con el de otras como si se movieran en círculo, sino que la generación fuera en linea -Tal parece. recta, tan sólo de uno de los dos términos a su contrario, sin que de nuevo doblara la meta en dirección al otro, ni recorriera el camino en sentido -Y de las dos generaciones que aqui intervienen, ¿no es obvia la una?; inverso, ¿no te das cuenta de que todas las cosas acabarían por tener la pues el morir es cosa evidente sin duda. ¿No es verdad? misma forma, experimentar el mismo cambio, y cesarían de producirse? -Por compieto. -¿Qué quieres decir? -preguntó. -¿Qué haremos entonces? ¿No vamos a admitir en compensación la -No es difícil comprender lo que digo -contestó Sócrates-. Por ejemplo: si generación contraria, sino que ha de quedar coja en este aspecto la existiera el dormirse, pero no se produjera en correspondencia el naturaleza? ¿No es necesario más bien conceder al morir una generación despertarse a partir de lo que está dormido, te das cuenta de que todas las contraria? cosas terminarían por mostrar que lo que le ocurrió a Endimión; es una bagatela; y no se le distinguiría a aquél en ninguna parte, por encontrarse -De todo punto. todas las demás cosas en su mismo estado, en el de estar durmiendo. Y si todas las cosas se unieran y no se separaran, al punto ocurriría lo que dijo -¿Cuál es esa? Anaxágoras: "Todas las cosas en el mismo lugar".Y de la misma manera, oh querido Cebes, si muriera todo cuanto participa de la vida, y, después -El revivir. de morir, permaneciera lo que está muerto en dicha forma sin volver de 14
  • 15. nuevo a la vida, ¿no sería de gran necesidad que todo acabara por morir y nada viviera? Pues aun en el caso de que lo que vive naciera de las demás CUARTA PARTE cosas que tienen vida, si lo que vive muere, ¿qué medio habría de impedir que todo se consumiera en la muerte? Prueba basada en la Teoría de la Reminiscencia -Ninguno en absoluto, Sócrates -dijo Cebes-. Me parece enteramente que [72b-77a] dices la verdad. -Y además -repuso Cebes interrumpiéndole-, según ese argumento, -En efecto, Cebes, nada hay a mi entender más cierto; y nosotros, al Sócrates, que tú sueles con tanta frecuencia repetir, de que el aprender no reconocerlo asi no nos engañamos, sino que tan realidad es el revivir es sino el recordar, resulta también, si dicho argumento no es falso, que como el que los vivos proceden de los muertos, y el que las almas de es necesario que nosotros hayamos aprendido en un tiempo anterior lo éstos existen [ y a las que son buenas les va mejor; y a las que son malas que ahora recordamos. Mas esto es imposible, a no ser que existiera peor] nuestra alma en alguna parte antes de llegar a estar en esta figura humana. De suerte que también según esto parece que el alma es algo inmortal. -Pero, oh Cebes replicó Simmias, tomando la palabra-, ¿cuáles son las pruebas de esto? Recuérdamelas, pues en este momento no las conservo bien en la memoria. -Se basan -contestó Cebes- en un único y excelente argumento; al ser interrogados los hombres, si se les hace la pregunta bien, responden de por sí todo tal y como es; y ciertamente no serían capaces de hacerlo si el conocimiento y el concepto exacto de las cosas no estuviera ya en ellos. Asi, pues, si se les enfrenta con figuras geométricas o con otra cosa similar, se delata de manera evídentísima que asi ocurre. -Mas si con este argumento, Simmias -medió Sócrates-, no te convences, mira a ver si, considerando la cuestión de este otro modo, te sumas a nuestra opinión. Lo que pones en duda es el cómo lo que se llama instrucción puede ser un recuerdo. -No es que yo lo ponga en duda -replicó Simmias-, lo que yo pido es experimentar en mí eso de que se está hablando, es decir que se me haga recordar. Pero con lo que comenzó a decir Cebes, sobre poco más o menos, recuerdo ya todo y estoy casi convencido. Sin embargo, no por 15
  • 16. eso dejaré ahora de escuchar con menor gusto cómo planteas tú la -Exacto -respondió. cuestión. -¿Y qué? -continuó Sócrates-. ¿Es posible, cuando se ve un caballo -De este modo -respondió Sócrates-. Estamos, sin duda, de acuerdo en dibujado o el dibujo de una lira, acordarse de un hombre, y recordar a que si alguien recuerda algo tiene que haberlo sabido antes. Cebés, al ver un retrato de Simmias? -En efecto -dijo Simmias. -Sí. -¿Y no reconocemos también que cuando un conocimiento se presenta de -¿Y no lo es también el acordarse de Simmias cuando ve uno su retrato? la siguiente manera es un recuerdo? ¿Cuál es esa manera que digo? Esta. Cuando al ver u oír algo, o al tener cualquier otra percepción, no sólo se -En efecto, es posible -respondió. conoce la cosa de que se trata, sino también se piensa en otra sobre la que no versa dicho conocimiento sino otro ¿no decimos con razón que se -¿Y no sucede en todos estos casos que el recuerdo se produce a partir de recordó aquello cuya idea vino a la mente? cosas semejantes, o cosas diferentes? -¿Cómo dices? -Si, sucede. -Por ejemplo, lo siguiente: el conocimiento de un hombre y el de una lira -Pero, al menos en el caso de recordar algo a partir de cosas semejantes, son dos cosas distintas. ¿no es necesario el que se nos venga además la idea de si a aquello le falta algo o no en su semejanza con lo que se ha recordado? -¡Cómo no! -Si, es necesario - contestó. -¿Y no sabes que a los enamorados, cuando ven una lira, o un manto, o cualquier otro objeto que suele usar su amado, les ocurre lo que se ha -Considera ahora -prosiguió Sócrates- si lo que ocurre es esto. dicho? Reconocen la lira y al punto tienen en el pensamiento la imagen Afirmamos que de algún modo existe lo igual, pero no me refiero a un del muchacho a quien pertenecía. Esto es lo que es un recuerdo. De la leño que sea igual a otro leño, ni a una piedra que sea igual a otra, ni a misma manera que, cuando se ve a Simmias, muchas veces se acuerda ninguna igualdad de este tipo, sino a algo que, comparado con todo esto, uno de Cebes, y se podrían citar otros mil casos similares. es otra cosa: lo igual en sí. ¿Debemos decir que es algo, o que no es nada? -Sí, por Zeus, otros mil -replicó Simmias. -Digamos que es algo ¡por Zeus! -replicó Simmias- y - con una -¿Y lo que entra en este tipo de cosas no es un recuerdo? ¿Y no lo es, maravillosa convicción. sobre todo, cuando le ocurre a uno esto con lo que se tenía olvidado por el tiempo, o por no poner en ello atención? -¿Sabemos acaso lo que es en sí mismo? 16
  • 17. -Sí -respondió. -Sin duda alguna. -¿De dónde hemos adquirido el conocimiento de ello? ¿Será tal vez de las cosas de que hace un momento hablábamos? ¿Acaso al ver leños, piedras -¿Y qué? -continuó-, ¿no nos ocurre algo similar en el caso de los leños y u otras cosas iguales, cualesquiera que sean, pensamos por ellas en lo de esas cosas iguales que hace un momento mencionábamos? ¿Acaso se igual en el sentido mencionado, que es algo diferente de ellas? ¿O no se nos presentan iguales de la misma manera que lo que es igual en sí? ¿Les te muestra a ti como algo diferente? Considéralo también así: ¿No es falta algo para ser tal y como es lo igual, o no les falta nada? cierto que piedras y leños que son iguales, aun siendo los mismos, parecen en ocasiones iguales a unos y a otros no? -Les falta, y mucho -respondió. -En efecto. -Ahora bien, cuando se ve algo y se piensa: esto que estoy viendo yo ahora quiere ser tal y como es cualquier otro ser, pero le falta algo y no -¿Y qué? ¿Las cosas que son en realidad iguales se muestran a veces ante puede ser tal y como es dicho ser, sino que es inferior, ¿no reconocemos ti como desiguales, y la igualdad como desigualdad? que es necesario que quien haya tenido este pensamiento se encontrara previamente con el conocimiento de aquello a que dice que esto otro se -Nunca, Sócrates. asemeja, pero que le falta algo para una similitud completa? -Luego no son lo mismo-replicó- las cosas esas iguales que lo igual en sí. -Necesario es reconocerlo. -No me lo parecen en modo alguno, Sócrates. -¿Qué respondes entonces? ¿Nos ocurre o no lo mismo con respecto a las cosas iguales y a lo igual en si? -Pero, no obstante, ¿no son esas cosas iguales, a pesar de diferir de lo igual en sí, las que te lo hicieron concebir y adquirir su conocimiento? -Lo mismo enteramente. -Es enteramente cierto lo que dices. -Luego es necesario que nosotros hayamos conocido previamente lo igual, con anterioridad al momento en que, al ver por primera vez las -Y esto ¿no ocurre, bien porque es semejante a ellas, bien porque es cosas iguales, pensamos que todas ellas tienden a ser como es lo igual, diferente? pero les falta algo para serlo. -Exacto. -Así es. -Pero también convenimos que ni lo hemos pensado, ni es posible -En efecto - dijo Sócrates - no hay en ello ninguna diferencia. Si al ver un pensarlo por causa alguna que no sea el ver, el tocar o cualquier otra objeto piensas a raíz de verlo en otro, bien sea semejante o diferente, es percepción; que lo mismo digo de todas ellas. necesario que este proceso haya sido un recuerdo. 17
  • 18. -En efecto, Sócrates, pues su caso es el mismo, al menos respecto de lo lo que es igual en si, sino también lo mayor, lo menor y todas las demás que pretende demostrar el razonamiento. cosas de este tipo? Pues nuestro razonamiento no versa más sobre lo igual en sí, que sobre lo bello en sí, lo bueno en sí, lo justo, lo santo, o sobre -Pues bien, a juzgar por las percepciones, se debe pensar que todas las todas aquellas cosas que, como digo, sellamos con el rótulo de lo que es cosas iguales que ellas nos presentan aspiran a lo que es igual, pero son en sí, tanto en las preguntas que planteamos como en las respuestas que diferentes a esto. ¿Es así como lo decimos? damos, de suerte que es necesario que hayamos adquirido antes de nacer los conocimientos de todas estas cosas. -Es asi. -Así es. -Luego, antes de que nosotros empezáramos a ver, a oír y a tener las demás percepciones, fue preciso que hubiéramos adquirido ya de algún -Y si, tras haberlos adquirido, no los olvidáramos cada vez, siempre modo el conocimiento de lo que es lo igual en sí, si es que a esto íbamos naceríamos con ese saber y siempre lo conservaríamos a lo largo de la a referir las igualdades que nos muestran las percepciones en las cosas, y vida. Pues, en efecto, el saber estriba en adquirir el conocimiento de algo pensar, al referirlas, que todas ellas se esfuerzan por ser de la misma y en conservarlo sin perderlo. Y por el contrario, Simmias, ¿no llamamos índole que aquello, pero son, sin embargo, inferiores. olvido a la pérdida de un conocimiento? -Necesario es, Sócrates, según lo dicho anteriormente. -Sin duda alguna, Sócrates -respondió. -Y al instante de nacer, ¿no veíamos ya y oíamos y teníamos las restantes -Pero si, como creo, tras haberlo adquirido antes de nacer, lo perdimos en percepciones? el momento de nacer, y despues gracias a usar en ello de nuestros sentidos, recuperamos los conocimientos que tuvimos antaño, ¿no será lo -Efectivamente. que llamamos aprender el recuperar un conocimiento que era nuestro? ¿Y si a este proceso le denominamos recordar, no le daríamos el nombre -¿No fue preciso, decimos, tener ya adquirido con anterioridad a estas exacto? percepciones el conocimiento de lo igual? -Completamente. -Sí. -Al menos, en efecto, se ha mostrado que es posible, cuando se percibe -En ese caso, según parece, por necesidad lo teniamos adquirido antes de algo, se ve, se oye o se experimenta otra sensación cualquiera, el pensar, nacer. gracias a la cosa percibida, en otra que se tenía olvidada, y a la que aquélla se aproximaba bien por su diferencia o bien por su semejanza. -Eso parece. Asi que, como digo, una de dos, o nacemos con el conocimiento de aquellas cosas y lo mantenemos todos a lo largo de nuestra vida o los que -Pues bien, si lo adquirimos antes de nacer y nacimos con él, ¿no decimos que aprenden después no hacen más que recordar, y el aprender sabiamos ya antes de nacer e inmediatamente después de nacer, no sólo en tal caso es recuerdo. 18
  • 19. -No, sin duda alguna. -Así es efectivamente, Sócrates. -Luego fue anteriormente. -Entonces, Simmias, ¿cuál de las dos cosas escoges? ¿Nacemos nosotros en posesión del conocimiento o recordamos posteriormente aquello cuyo -Sí. conocimiento habiamos adquirido con anterioridad? -En tal caso, Simmias, existen también las almas antes de estar en forma No puedo, Sócrates, en este momento escoger. humana, separadas de los cuerpos, y tenían inteligencia. -¿Y qué? ¿Puedes tomar partido en esto otro y decir cuál es tu opinión -A no ser, Sócrates, que adquiramos esos conocimientos al nacer, pues sobre ello? Un hombre en posesión de un conocimiento, ¿podría dar aún queda ese momento. razón de lo que conoce, o no? -Sea, compañero. Pero, entonces, ¿en qué otro tiempo los perdemos? -Eso es de estricta necesidad, Sócrates -respondió. Pues nacemos sin ellos, como acabamos de convenir ¿o es que los perdemos en el instante en que los adquirimos? ¿Puedes acaso indicar -¿Y te parece también que todos pueden dar razón de esas cosas de las otro momento? que hablábamos hace un momento? -En absoluto, Sócrates, no me di cuenta que dije una tontería. -Tal sería mi deseo, ciertamente -replicó Simmias-, pero, por el contrario, mucho me temo que mañana a estas horas ya no haya ningún hombre -¿Y es que la cuestión, Simmias. se nos presenta así? -continuó Sócrates-. capaz de hacerlo dignamente. Si, como repetimos una y otra vez, existe lo bello, lo bueno y todo lo que es una realidad semejante, y a ella referimos todo lo que procede de las -Luego ¿es que no crees, Simmias -preguntó Sócrates-, que todos tengan sensaciones, porque encontramos en ella algo que existía anteriormente y un conocimiento de ellas? nos pertenecía, es necesario que, de la misma manera que dichas realidades existen, exista tambien nuestra alma, incluso antes de que -En absoluto. nosotros naciéramos. Pero si éstas no existen, ¿no se habría dicho en vano este razonamiento? ¿No se presenta así la cuestión? ¿No hay una igual -¿Recuerdan, entonces, lo que en su día aprendieron? necesidad de que existan estas realidades y nuestras almas antes, incluso, de que nosotros naciéramos, y de que si no existen aquéllas tampoco -Necesariamente. existan éstas? -¿Cuándo adquirieron nuestras almas el conocimiento de estas cosas? -Es extraordinaria, Sócrates, la impresión que tengo -dijo Simmias- de Pues evidentemente no ha sido después de haber tomado nosotros forma que hay la misma necesidad. Y el razonamiento arriba a buen puerto, a humana. saber, que nuestras almas existen antes de nacer nosotros del mismo modo que la realidad de la que acabas de hablar. Pues nada tengo por tan 19
  • 20. evidente como el que lo bello, lo bueno y todas las demás cosas de esta índole de que hace un momento hablabas tienen existencia en grado QUINTA PARTE sumo; y en mi opinión, al menos, la demostración queda hecha de un modo satisfactorio. Prueba basada en la indisolubilidad de lo Simple -¿Y en la de Cebes, qué? -replicó Sócrates-, pues es preciso convencer [77a-84c] también a Cebes. -Lo mismo -dijo Simmias-, según creo. Y eso que es el hombre más reacio a dejarse convencer por los razonamientos. Sin embargo, creo que ha quedado plenamente convencido de que antes de nacer nosotros existía nuestra alma. Con todo, la cuestión de si, una vez que hayamos muerto, continuará existiendo,tampoco me parece a mí, Sócrates - agregó - que se haya demostrado. Antes bien, estimo que aún sigue en pie la objección que hizo Cebes hace un rato, el temor del vulgo de que, al morir el hombre, se disuelva el alma y sea para ella este momento el fin de su existencia. Pues ¿qué es lo que impide que nazca, se constituya y exista en cualquier otra parte, incluso antes de llegar al cuerpo humano, pero en el momento en que haya llegado a éste y se haya separado de él termine también su existencia y encuentre su destrucción? -Dices bien, Simmias -repuso Cebes-. Es evidente que se ha demostrado algo así como la mitad de lo que es menester demostrar: que antes de nacer nosotros existía nuestra alma, pero es preciso añadir lademostración de que, una vez que hayamos muerto, existirá exactamente igual que antes de nuestro nacimiento, si es que la demostración ha de quedar completa. -La demostración, ¡oh Simmias y Cebes! -dijo Sócrates-, queda hecha ya en este momento, si quereis combinar en uno solo este argumento con el que, con anterioridad a éste, admitimos aquel de que todo lo que tiene vida nace de lo que está muerto. En efecto, si el alma existe previamente, y es necesario que, cuando llegue a la vida y nazca, no nazca de otra cosa que de la muerte y del estado de muerte, ¿cómo no va a ser tambien necesario que exista, una vez que muera, puesto que tiene que nacer de nuevo? Queda demostrado, pues, lo que decís desde este momento 20
  • 21. incluso. No obstante, me parece que, tanto tú como Simmias, discutiríais -¿Y lo que debemos preguntarnos a nosotros mismos -dijo Sócrates-, no con gusto esta cuestión con mayor detenimiento, y que teméis, como los es algo así como esto: a qué clase de ser le corresponde el ser pasible de niños, que sea verdad que el viento disipe el alma y la disuelva con su disolverse y con respecto a qué clase de seres debe temerse que ocurra soplo mientras está saliendo del cuerpo, en especial cuando se muere no este percance y con respecto a qué otra clase no? Y a continuación, ¿no en un momento de calma, sino en un gran vendaval. debemos considerar a cuál de estas dos especies de seres pertenece el alma y mostrarnos, según lo que resulte de ello, confiados o temerosos Cebes, entonces, le dijo sonriendo: con respecto a la nuestra? -Como si tuviéramos ese temor, intenta convencernos, oh Sócrates. O -Es verdad lo que dices -asintió Cebes. mejor dicho, no como si fuéramos nosotros quienes lo tienen, pues tal vez haya en nuestro interior un niño que sea quien sienta tales miedos. -¿Y no es lo compuesto y lo que por naturaleza es complejo aquello a lo Intenta, pues, disuadirle de temer a la muerte como al coco. que corresponde el sufrir este percance, es decir, el descomponerse tal y como fue compuesto? Más si por ventura hay algo simple, ¿no es a eso -Pues bien -replicó Sócrates-, preciso es aplicarte ensalmos cada dia, solo, más que a otra cosa, a lo que corresponde el no padecerlo? hasta que le hayáis curado por completo. -Me parece que es asi -respondió Cebes. -Y ¿de dónde sacaremos -respondió Cebes- un buen conjurador de tales males, puesto que nos abandonas? -¿Y no es sumamente probable que lo que siempre se encuentra en el mismo estado y de igual manera sea lo simple, y lo que cada vez se -Grande es la Hélade, Cebes -repuso Sócrates-, en la que tiene que haber presenta de una manera distinta y jamás se encuentra en el mismo estado en alguna parte hombres de valía, y muchos son también los pueblos sea lo compuesto? bárbaros que debéis escudrinar en su totalidad en búsqueda de un tal conjurador, sin ahorrar ni dineros ni trabajos, ya que no hay nada en lo -Tal es, al menos, mi opinión. que más oportunamente podríais gastar vuestros haberes. Y debéis también buscarlo entre vosotros mismos, pues tal vez no podríais -Pasemos, pues -prosiguió-, a lo tratado en el argumento anterior. La encontrar con facilidad a quienes pudieran hacer esto mejor que vosotros. realidad en sí, de cuyo ser demos razón en nuestras preguntas y respuestas, ¿se presenta siempre del mismo modo y en idéntico estado, o -Así se hará, ciertamente -dijo Cebes-. Pero volvamos al punto en que cada vez de manera distinta? Lo igual en sí, lo bello en sí, cada una de las hemos quedado, si te place. realidades en sí, se admite en ellas un cambio cualquiera? ¿O constantemente cada una de esas realidades que tienen en si y con -Desde luego que me place, ¿cómo no iba a placerme? respecto a si misma una única forma, siempre se presenta en idéntico modo y en idéntico estado, y nunca, en ningún momento y de ningún -Dices bien -repuso Cebes. modo, admite cambio alguno? 21
  • 22. -Necesario es, Sócrates -respondió Cebes-, que se presente en idéntico -Imposible sostener otra cosa. modo y en idéntico estado. -¿Y a cuál de esas dos especies diriamos que es más similar y más afín el -¿Y qué ocurre con la multiplicidad de las cosas bellas, como, por cuerpo? ejemplo, hombres, caballos, mantos o demás cosas, cualesquiera que sean, que tienen esa cualidad, o que son iguales o con todas aquellas, en -Claro es para todos que a la visible -respondió. suma, que reciben el mismo nombre que esas realidades?; ¿Acaso se presentan en idéntico estado, o todo lo contrario que aquéllas, no se -¿Qué, y el alma? ¿Es algo visible o invisible? presentan nunca, bajo ningún respecto, por decirlo así, en idéntico estado, ni consigo mismas, ni entre si? -Los hombres, al menos, Sócrates, no la pueden ver. -Asi ocurre con estas cosas -respondió Cebes-; jamás se presentan del -Pero nosotros hablábamos de lo que es visible y de lo que no lo es para mismo modo. la naturaleza del hombre, ¿o con respecto a qué otra naturaleza crees que hablamos? -Y a estas últimas cosas, ¿no se las puede tocar y ver y percibir con los demás sentidos, mientras que a las que siempre se encuentran en el -Con respecto a la de los hombres. mismo estado es imposible aprehenderlas con otro órgano que no sea la reflexión de la inteligencia, puesto que son invisibles y no se las puede -¿Que decimos, pues, del alma? ¿Es algo que se puede ver o que no se perrcibir con la vista? puede ver? -Completamente cierto es lo que dices -respondió Cebes. -Que no se puede ver. -¿Quieres que admitamos -prosiguió Sócrates- dos especies de realidades, -¿Invisible, entonces? una visible y la otra invisible? -Si. -Admitámoslo. -Luego el alma es más semejante que el cuerpo a lo invisible, y éste, a su -¿Y que la invisible siempre se encuentra en el mismo estado, mientras vez, más semejante que aquélla a lo visible. que la visible nunca lo está? -De toda necesidad, Sócrates. -Admitamos también esto -respondió Cebes. -¿Y no decíamos también hace un momento que el alma, cuando usa del -Sigamos, pues -prosiguio-, ¿hay una parte en nosotros que es el cuerpo y cuerpo para considerar algo, bien sea mediante la vista, el oido o algún otra que es el alma? otro sentido - pues es valerse del cuerpo como instrumento el considerar algo mediante un sentido - es arrastrada por el cuerpo a lo que nunca se 22
  • 23. presenta en el mismo estado y se extravia, se embrolla y se marea como apto por naturaleza para mandar y dirigir y lo mortal para ser mandado y si estuviera ebria, por haber entrado en contacto con cosas de esta índole? servir? -En efecto. -Tal es, al menos, mi parecer. -¿Y no agregábamos que, por el contrario, cuando reflexiona a solas -Pues bien, ¿a cuál de los dos semeja el alma? consigo misma allá se va, a lo que es puro, existe siempre, es inmortal y siempre se presenta del mismo modo? ¿Y que, como si fuera por -Evidente es, Sócrates, que el alma semeja a lo divino y el cuerpo a lo afinidad, reúnese con ello siempre que queda a solas consigo misma y le mortal. es posible, y cesa su extravío y siempre queda igual y en el mismo estado con relación a esas realidades, puesto que ha entrado en contacto con -Considera ahora, Cebes -prosiguió-, si de todo lo dicho nos resulta que objetos que, asimismo, son idénticos e inmutables? ¿Y que esta es a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que siempre experiencia del alma se llama pensamiento? se presenta en identidad consigo mismo y de igual manera, a lo que más se asemeja el alma, y si, por el contrario, es a lo humano, mortal, -Enteramente está bien y de acuerdo con la verdad lo que dices, oh multiforme, ininteligible, disoluble y que nunca se presenta en identidad Sócrates -repuso. consigo mismo, a lo que, a su vez, se asemeja más el cuerpo. ¿Podemos decir contra esto otra cosa para demostrar que no es asi? -Así, pues, ¿a cuál de esas dos especies, según lo dicho anteriormente y lo dicho ahora, te parece que es el alma más semejante y más afin? -No podemos. -Mi parecer, Sócrates -respondió Cebes-, es que todos, incluso los más -¿Y entonces, qué? Estando asi las cosas ¿no le corresponde al cuerpo el torpes para aprender, reconocerian, de acuerdo con este método, que el disolverse prontamente, y al alma, por el contrario, el ser completamente alma es por entero y en todo más semejante a lo que siempre se presenta indisoluble o el aproximarse a ese estado? de la misma manera que a lo que no. -¡Cómo no! -¿Y el cuerpo, qué? -Pues bien, tú observas -dijo- que, cuando muere un hombre, su parte -Se asemeja más a la otra especie. visible y que yace en lugar visible, es decir, su cuerpo, que denominamos cadáver, y al que corresponde el disolverse, deshacerse y disiparse, no -Considera ahora la cuestión, teniendo en cuenta el que, una vez que se sufre inmediatamente ninguno de estos cambios, sino que se conserva juntan alma y cuerpo en un solo ser, la naturaleza prescribe a éste el durante un tiempo bastante largo, y si el finado tiene el cuerpo en buen servir y el ser mandado, y a aquélla, en cambio, el mandar y el ser su estado y muere en una buena estación del año, se mantiene incluso dueña. Según esto también ¿cuál de estas dos atribuciones te parece más mucho tiempo. Y si el cuerpo se pone enjuto y es embalsamado, como las semejante a lo divino y cuál a lo mortal? ¿No estimas que lo divino es momias de Egipto, consérvase entero, por decirlo así, un tiempo indefinido. Además hay algunas partes del cuerpo, los huesos, los 23
  • 24. tendones y todo lo que es similar, que aunque aquí se pudra son, valga la aprehenderse con la filosofía, está acostumbrada a odiarlo, temerlo y palabra, inmortales. ¿No es verdad? rehuirlo; un alma que en tal estado se encuentre, ¿crees tú que se separa del cuerpo, sola y en sí misma y sin estar contaminada? -Sí. -En lo más mínimo -respondió. -Y el alma, entonces, la parte invisible, que se va a otro lugar de su misma índole, noble, puro e invisible, al Hades en el verdadero sentido de -¿Sepárase entonces, supongo, dislocada por el elemento corporal, que el la palabra a reunirse con un dios bueno y sabio, a un lugar al que, si la trato y la compañía del cuerpo hicieron connatural a ella, debido al divinidad quiere, también habrá de encaminarse al punto mi alma; ese continuo estar juntos y a la gran solicitud que por él tuvo? alma, repito, cuya índole es tal como hemos dicho, y que asi es por naturaleza, ¿queda disipada y destruida, acto seguido de separarse del -Exacto. cuerpo, como afirma el vulgo? Ni por lo más remoto, oh amigos Cebes y Simmias, sino que, muy al contrario, lo que sucede es esto. Si se separa -Mas a éste, querido, preciso es considerarle pesado, agobiante, terrestre del cuerpo en estado de pureza, no arrastra consigo nada de él, dado el y visible. Al tenerlo, pues, un alma de esa indole es entorpecida y que, por su voluntad, no ha tenido ningún comercio con él a lo largo de la arrastrada de nuevo al lugar visible, por miedo de lo invisible y del vida, sino que lo ha rehuido, y ha conseguido concentrarse en sí misma, Hades, según se dice, y da vueltas alrededor de monumentos fúnebres y por haberse ejercitado constantemente en ello. Y esto no es otra cosa que sepulturas, en torno de los que se han visto algunos sombrios fantasmas filosofar en el recto sentido de la palabra y, de hecho, ejercitarse a morir de almas; imágenes ésas, que es lógico que produzcan tales almas, que no con complacencia. ¿O es que esto no es una práctica de la muerte? se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible, por lo cual se ven. -Completamente. -Es verosímil, Sócrates. -Así, pues, si en tal estado se encuentra, se va a lo que es semejante a ella, a lo invisible, divino, inmortal y sabio, adonde, una vez llegada, le será -Es verosimil, ciertamente, Cebes. Y asimismo lo es que no sean esas posible ser feliz, libre de extravío, insensatez, miedos, amores violentos y almas las de los buenos, sino las de los malos, que son obligadas a errar demás males humanos, como se dice de los iniciados, pasando en torno de tales lugares en castigo de su anterior modo de vivir, que fue verdaderamente el resto del tiempo en compañía de los dioses. ¿Debemos malo. Y andan errantes hasta el momento en que, por el deseo que siente afirmarlo así, Cebes, o de otra manera? su acompañante, el elemento corporal, son atadas a un cuerpo. Y, como es natural, los cuerpos a que son atadas tienen las mismas costumbres que -Pero en el caso, supongo yo, de que se libere del cuerpo manchada e ellas habían tenido en su vida. impura, por tener con él continuo trato, cuidarle y amarle, hechizada por él y por las pasiones y placeres, hasta el punto de no considerar que exista -¿Qué clase de costumbres son ésas que dices, Sócrates? otra verdad que lo corporal, que aquello que se puede tocar y ver, beber y comer, o servirse de ello para gozo de amor, en tanto que aquello que es -Digo, por ejemplo, que los que se han entregado a la glotonería, al oscuro, a los ojos e invisible pero inteligible y susceptible de desenfreno, y han tenido desmedida afición a la bebida sin moderarse, es 24
  • 25. natural que entren en el linaje de los asnos y de los animales de la misma de los deseos corporales todos, mantiénense firmes, y no se entregan a calaña. ¿No lo crees así? ellos; ni el temor a la ruina de su patrimonio, ni a la pobreza les arredra, como al vulgo y a los amantes de la riqueza; ni temen tampoco la falta de -Es completamente lógico lo que dices. consideración y de gloria que entraña la miseria, como los amantes de poder y de honores, por lo cual abstiénense de tales cosas. -Y los que han puesto por encima de todo las injusticias, las tiranías y las rapiñas, en el de los lobos, halcones y milanos. O ¿a qué otro lugar -Efectivamente, Sócrates - dijo Cebes -, lo contrario no estaría en decimos que pueden ir a parar tales almas? consonancia con ellos. -No hay duda -contestó Cebes-, a tales cuerpos. -Sin duda alguna, ¡por Zeus! -repuso éste-. -¿Y no está claro -prosiguió- con respecto a las demás almas, a dónde irá Por eso las mandan a paseo en su totalidad quienes tienen algún cuidado a parar cada una, según las semejanzas de sus costumbres? de su alma y no viven para el cuerpo, ocupados en modelarle, y no siguen el mismo camino de aquéllos, en la idea de que no saben a donde van, -Si lo está -respondió-, ¡cómo no va a estarlo! sino que, pensando que no deben obrar en contra de la filosofía y de la liberación y purificación que ésta procura, se encaminan en pos de ella -Ahora bien, ¿no es cierto -continuó Sócrates- que aún dentro de este por el camino que les indica. grupo, los más felices y los que van a parar a mejor lugar son los que han practicado la virtud popular y cívica, que llaman moderación y justicia, -¿Cómo, Sócrates? que nace de la costumbre y la práctica sin el concurso de la filosofía y de la inteligencia? -Yo te lo diré -respondió-. Conocen, en efecto, los deseosos de saber que, cuando la filosofía se hace cargo del alma, ésta se encuentra -¿Por qué son éstos los más felices? sencillamente atada y ligada al cuerpo, y obligada a considerar las realidades a través de él, como a través de una prisión, en vez de hacerlo -Porque es natural que lleguen a un género de seres que sea tal como ellos ella por su cuenta y por medio de sí misma, en una palabra, revolcándose son, sociable y civilizado, como puede serlo el de las abejas, avispas y en la total ignorancia; y que la filosofía ve que lo terrible de esa prisión es hormigas, e incluso que retornen al mismo género humano, y de ellos que se opera por medio del deseo, de suerte que puede ser el mismo nazcan hombres de bien. encadenado el mayor cooperador de su encadenamiento. Así, pues, como digo, los amantes de aprender saben que, al hacerse cargo la filosofía de -Es natural. nuestra alma en tal estado, le da consejos suavemente e intenta liberarla, mostrándole que está lleno de engaño el examen que se hace por medio -Pero al linaje de los dioses, a ése es imposible arribar sin haber de los ojos, y también el que se realiza valiéndose de los oidos y demás filosofado y partido en estado de completa pureza; que ahí sólo es licito sentidos; que asimismo aconseja al alma retirarse de éstos y a no usar de que llegue el deseoso de saber. Por esa razón, oh amigos Simmias y ellos en lo que no sea de necesidad, invitándola a recogerse y a Cebes, los que son filósofos en el recto sentido de la palabra se abstienen concentrarse en sí misma, sin confiar en nada más que en si sola, en lo 25
  • 26. que ella en si y de por sí capte con el pensamiento como realidad en sí y manera que pronto cae de nuevo en otro cuerpo y en él echa raices, como de por si; que, en cambio, lo que examina valiéndose de otros medios y si hubiera sido sembrada, quedando, en consecuencia, privada de la que en cada caso se presente de diferente modo, la enseña no considerarlo existencia en común con lo divino, puro y que sólo tiene una única forma. verdadero en nada; y también que lo que es así es sensible y visible, mientras que lo que ella ve es inteligible e invisible. Así, pues, por creer -Grandisima verdad es lo que dices, Sócrates -dijo Cebes. el alma del verdadero filósofo que no se debe oponer a esta liberación, se aparta consecuentemente de los placeres y deseos, penas y temores en lo -Por tanto, Cebes, ésa es la razón de que los que reciben con justicia el que puede, porque piensa que, una vez que se siente un intenso placer, nombre de amantes del saber sean moderados y valientes, no la que aduce temor, pena o deseo, no padece por ello uno de esos males tan grandes el vulgo. ¿O tu crees que es ésta? que pudieran pensarse, como, por ejemplo, el ponerse enfermo o el hacer un derroche de dinero por culpa del deseo, sino que lo que sufre es el -No, por cierto. Yo, no lo creo así. mayor y el supremo de los males, y encima sin que lo tome en cuenta. -No, sin duda. Por el contrario, así sería como calculara el alma de un -¿Cuál es ese mal, Sócrates? -preguntó Cebes. filósofo, y no creeria que, si a la filosofia atañe el desatarla, a ella, en cambio, mientres aquélla la desata, le corresponde el entregarse a los -Que el alma de todo hombre, a la vez que siente un intenso placer o placeres y penas, para atarse de nuevo y realizar un trabajo sin fin, como dolor en algo, es obligada también a considerar que aquello, con respecto el de Penélope, manejando el telar en el sentido contrario. Antes bien, a lo cual le ocurre esto en mayor grado, es lo más evidente y verdadero, pone en calma las pasiones, sigue al razonamiento, y, sin separarse en sin que sea asi. Y éste es el caso especialmente de las cosas visibles. ¿No ningún momento de él, contemplando lo verdadero, divino y que no es es verdad? objeto de opinión, y alimentada por ello, cree que asi debe vivir mientras viva, y que, una vez que su vida acabe, llegará a lo que es afin a sí misma -Por completo. y tal como ella es, liberándose de los males humanos. Y, como consecuencia de tal régimen de vida, no hay peligro de que sienta temor -¿Y no es cierto que en el momento de sentir tal afección es cuando el [puesto que hase ejercitado en ello], oh Simmias y Cebes, de quedar alma es encadenada más por el cuerpo? esparcida en el momento de separarse del cuerpo, o de ser disipada por el soplo de los vientos y de marcharse en un vuelo, sin existir ya en ninguna -¿Cómo? parte. -Porque cada placer y dolor, como si tuviera un clavo, la clava al cuerpo, Después de decir esto Sócrates, prodújose silencio durante mucho rato, y la sujeta como con un broche, la hace corpórea y la obliga a figurarse que tanto el mismo Sócrates, según se dejaba ver, como la mayor parte de es verdadero lo que afirma el cuerpo. Pues por tener las mismas nosotros estábamos absortos en el argumento expuesto. Por su parte, opiniones que el cuerpo y deleitarse con los mismos objetos, por fuerza Cebes y Simmias conversaban entre ellos dos en voz baja. Al verles, adquiere, según creo, las costumbres y el mismo régimen de vida que el Sócrates les preguntó: cuerpo, y se hace de tal calaña que nunca puede llegar al Hades en estado de pureza, sino que parte allá contaminada siempre por el cuerpo, de tal 26
  • 27. SEXTA PARTE Pruebas basadas en críticas a Simil lira (Simmias) y Simil tejedor (Cebes) [84c-107a] -¿Qué? ¿Acaso os parece que lo dicho no ha quedado completo? Pues muchos puntos quedan aún que pueden dar pie a sospechas y reparos, si es que verdaderamente se ha de hacer una exposición, satisfactoria Si es otra cosa lo que consideráis, estoy hablando en vano; mas si es sobre algo de lo expuesto donde radica vuestra duda, no vaciléis, tomad vosotros la palabra y exponed la cuestión según os parezca que seria mejor dicha, tomándome a mí, a vuestra vez, como interlocutor, si creéis que con mi ayuda vais a tener más oportunidades de encontrar una solución. Simmias, entonces, le respondió: -Pues bien, Sócrates, te diré la verdad. Desde hace un rato estamos uno y otro en duda, y nos empujamos y nos animamos mutuamente a preguntarte, porque, si bien estamos deseosos de oirte, no nos atrevemos a importunarte, por temor a que nuestras preguntas te desagraden, dada la presente desdicha. Al oirle, Sócrates sonrió levemente y respondió: -¡Ay, Simmias! Difícilmente, no cabe duda, podré persuadir a los demás de que no tengo por desdicha la presente situación, cuando ni siquiera a vosotros os puedo persuadir de ello, y teméis que me encuentre ahora de peor humor que en el resto de mi vida. Es más; al parecer, en lo que respecta a dotes adivinatorias, soy, en vuestra opinión, inferior a los cisnes, que, una vez que danse cuenta de que tienen que morir, aun cuando antes también cantaban, cantan entonces más que nunca y del modo más bello, llenos de alegría porque van a reunirse con el dios del 27
  • 28. que son siervos. Mas los hombres, por su propio miedo a la muerte, calumnian incluso a los cisnes y dicen que,lamentando su muerte, -Tal vez, amigo dijo Sócrates-, lo que te parece sea verdad. Ea, pues, di entonan, movidos de dolor un canto de despedida, sin tener en cuenta que en qué te parece que hay deficiencia. no hay ningún ave que cante cuando tiene hambre, frío o padece algún otro sufrimiento, ni el propio ruiseñor, ni la golondrina, ni la abubilla, -En esto, creo yo -repuso Simmias-: en el hecho de que sobre la armonía, que, según dicen, cantan deplorando su pena. Pero, a mi modo de ver, ni la lira y las cuerdas se podría emplear el mismo argumento, a saber, que estas aves ni tampoco los cisnes cantan por dolor, sino que, según creo, la armonía es algo indivisible, incorpóreo, completamente bello y divino como son de Apolo, son adivinos, y por prever los bienes del Hades que hay en la lira afinada, pero que la lira en sí y las cuerdas son cuerpos, cantan y se regocijan aquel día, como nunca lo hicieran hasta entonces. Y cosas materiales, compuestas, terrestres y emparentadas con lo mortal. en lo que a mí respecta, me considero compañero de esclavitud de los cisnes y consagrado al mismo dios, y en no peores condiciones que ellos Así, pues, supongamos que, una vez que se rompe o se corta la lira y se en lo tocante a la facultad de adivinar que otorga mi señor, ni tampoco en arrancan sus cuerdas, alguien sostiene, empleando el mismo argumento mayor acatimiento que ellos por abandonar la vida. Por esta razón, pues, que tú, que es necesario que exista todavía aquella armonía y que no se debéis hablar y preguntarme lo que queráis, mientras lo permitan los haya perdido. Porque sería de todo punto imposible que dijera que si bien Once de Atenas. la lira existe todavia, aun cuando hayan sido arrancadas sus cuerdas, y siguen también existiendo éstas que son mortales, en tanto que la -Dices bien -repuso Simmias-. Así que te voy a decir mi duda, y éste, a su armonía, en cambio, que tiene la misma naturaleza que lo divino e vez, te dirá en qué no admite lo expuesto. A mí me parece, oh Sócrates, inmortal, y con ello está emparentada, perece antes que lo mortal. Antes sobre las cuestiones de esta índole tal vez lo mismo que a ti, que un bien, lo que aquél diría es que es necesario que la armonia exista aún en conocimiento exacto de ellas es imposible o sumamente dificil de alguna parte, y que las maderas y cuerdas se pudren antes de que a adquirir en esta vida, pero que el no examinar por todos los medios aquélla le ocurra nada. Pues bien, Sócrates, creo que tú también has posibles lo que se dice sobre ellas, o el desistir de hacerlo, antes de pensado que es precisamente así, sobre poco más o menos, como haberse cansado de considerarlas bajo todos los puntos de vista, es propio nosotros creemos que es el alma, es decir, que estando nuestro cuerpo, de hombre muy cobarde. Porque lo que se debe conseguir con respecto a valga la palabra, tensado y sostenido por lo caliente y lo frío, lo seco y lo dichas cuestiones es una de estas cosas: aprender o descubrir por uno húmedo y algunos opuestos similares, nuestra alma es la mezcla y la mismo qué es lo que hay de ellas, o bien, si esto es imposible, tomar al armonía de éstos, una vez que se han mezclado bien y proporcionalmente menos la tradicón humana mejor y más difícil de rebatir y, embarcándose entre sí. Así, pues, si resulta que el alma es una especie de armonía, está en ella, como en una balsa, arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si claro que, cuando nuestro cuerpo se relaja o se tensa en exceso por las es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío enfermedades o demás males, se presenta al punto la necesidad de que el más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad. Así, pues, alma, a pesar de ser sumamente divina, se destruya como las demás yo, por mi parte, no tendré vergüenza de preguntarte, ya que tú nos armonías existentes en los sonidos y en las obras artísticas todas, en tanto invitas a ello, nì me echaré en cara después que ahora no te dije mi que los restos de cada cuerpo perduran mucho tiempo, hasta que se les opinión. Porque a mí, oh Sócrates, tras haber considerado conmigo quema o se pudren. Mira, por consiguiente, qué vamos a responder a este mismo y con éste lo expuesto, no me parece que haya quedado argumento, en el caso de que alguien pretenda que el alma, por ser la suficientemente demostrado. 28
  • 29. mezcla de los elementos del cuerpo, es la primera que perece en lo que de que el manto que le cubría y que él mismo tejió se conserva y no ha llamamos muerte. perecido; preguntara, si alguno no le creía: "¿Cuál de estas dos cosas es más duradera, el género humano o el de los mantos que usa y lleva el Mirándole entonces Sócrates fijamente, como acostumbraba las más de hombre? y, al respondérsele que es mucho más duradero el género de los las veces, le dijo sonriendo: hombres, se figurara que había quedado demostrado que, con mucha mayor razón, el hombre conserva la existencia, puesto que lo menos -Justo es, ciertamente, lo que dice Simmias. Así, pues, si alguno de duradero no ha perecido. Pero esto, oh Simmias, creo que no es así. vosotros se encuentra en mayor abundancia de recursos que yo, ¿por qué Examina también tú lo que digo. Todo el mundo reconocería que dice no le ha contestado ya? Pues no parece hombre que acometa a la ligera el una necedad el que tal cosa sostiene. En efecto, el tejedor de nuestro argumento. No obstante, me parece que, antes de dar una respuesta, es ejemplo, que ha gastado y ha tejido muchos mantos semejantes,perece preciso oír a Cebes qué es lo que a su vez censura al argumento, a fin de después de aquéllos, que son muchos, pero antes del último, y no por esto que, con tiempo por medio, deliberemos qué es lo que vamos a hay mayor razón para pensar que el hombre es inferior y más débil que responder. Después, tras de haberles escuchado les daremos la razón, en un manto. Esta misma comparación, a mi entender, podría admitirla el el caso de que nos parezca que van acordes, y, si no, es el momento ya de alma con relación al cuerpo, y para mí seria evidente que se diría lo defender el argumento. Ea, pues, Cebes -le animó-, di qué fue lo que a ti adecuado, si tal cosa se dijera de ambos: que el alma es más duradera y el te perturbaba. cuerpo más débil y menos duradero. Pero asimismo habria de afirmarse -Ahora lo diré -dijo Cebes-. Para mí es evidente que el razonamiento se que, si bien cada una de las almas desgasta muchos cuerpos, encuentra aún en el mismo punto, y que es susceptible de la misma especialmente cuando la vida dura muchos años -pues si el cuerpo fluye y censura que le hacíamos anteriormente. El que nuestra alma existía, antes se pierde, mientras el hombre está aún con vida, el alma, en cambio, incluso de venir a parar a esta forma, es algo que no me vuelve atrás en constantemente vuelve a tejer lo deteriorado - no obstante, es necesario afirmar que ha quedado demostrado de un modo que me place que, cuando el alma perezca se encuentre en posesión de su postrer tejido, sumamente, y, si no es molesto el decirlo, convincente por completo. y sea éste el único a quien precéda aquélla en su ruina. Y, aniquilada el Pero el que, una vez muertos nosotros, sigue existiendo en alguna parte, alma, entonces mostrará ya el cuerpo su natural debilidad y, pudriéndose, ya no me lo parece así. Mas tampoco concedo a la objeción de Simmias desaparecerá pronto. De manera que aún no está justificado el confiar, que el alma es algo menos consistente y menos duradero que el cuerpo: por prestar fe a este argumento, en que, una vez que muramos, sigue en todos estos puntos me parece que el alma es muy superior al cuerpo. existiendo nuestra alma en alguna parte. Pues, aunque se concediera a Entonces, ¿por qué -me diría el razonamiento- persistes en tus dudas, ya quien lo emplea más aún de lo que tú dices, otorgándole no sólo el que que ves que, muerto el hombre, lo que es más débil continúa existiendo? nuestras almas existían antes incluso de que nosotros naciéramos, sino ¿No crees que es necesario que lo más duradero siga mientras tanto tambien el que nada impide que que, una vez que hayamos muerto, las conservándose? Atiende ahora a esto, a ver si es razonable lo que digo, almas de algunos continúen existiendo en ese momento y más adelante, pues, al parecer, también yo, como Simmias, necesito un símil. En efecto, dando lugar a futuros nacimientos y nuevas muertes, pues es por a mi me parece que la anterior afirmación se hace de un modo parecido a naturaleza el alma algo tan consistente que puede resistir muchos como pudiera hacer alguien, a propósito de un viejo tejedor que ha nacimientos; ni aún haciéndole esta concesión, se le podria conceder que muerto, la de que el individuo en cuestión no ha perecido, sino que al alma no sufre en los múltiples nacimientos, y que, por último, no queda conserva la existencia en alguna parte; presentara como prueba el hecho totalmente aniquilida en una cualquiera de esas muertes. Més esa muerte 29
  • 30. y esa separación del cuerpo que trae al alma la destrucción, habría que a estuve a su lado. El que supiera encontrar una respuesta tal vez no tiene que afirmar que nadie la conoce, pues es imposible para cualquiera de nada de extraño. Pero lo que más me maravilló de él fue, ante todo, con nosotros el darse cuenta de ello. Y si esto es así, nadie tiene derecho a cuánto placer, benevolencia y deferencia acogió la argumentación de los mostrarse confiado ante la muerte sin que su confianza sea una jóvenes, luego, con cuánta penetración percibió el efecto que había insensatez, a no ser que pueda demostrar que el alma es algo producido en nosotros la argumentación de aquéllos. Y, por último, cuán completamente inmortal e indestructible. Pero si no puede, es necesario bien supo curarnos. Estábamos en fuga y derrotados, por decirlo así, y él que el que está a punto de morir tema siempre respecto de su alma que, nos llamó de nuevo al combate, impulsándonos a seguirle y a considerar en el momento de su separación con el cuerpo, quede completamente con él el razonamiento. destruida. EQUÉCRATES.-¿Cómo? Después de oirles hablar, todos quedamos a disgusto,según nos confesamos más tarde mutuamente, porque parecía que, tras haber FEDÓN.-Yo te lo diré. Me encontraba por casualidad a su derecha, quedado nosotros sumamente convencidos por el razonamiento anterior, sentado en un banquillo junto a la cama, y él estaba en un asiento mucho nos habían de nuevo puesto en confusión e infundido desconfianza, no más elevado que yo. Acaricióme la cabeza y estrujándome los cabellos sólo frente a los razonamientos hasta entonces dichos, sino también frente que me caían sobre el cuello - pues tenía la costumbre de jugar con mi a los que iban a pronunciarse después, unida al recelo de que no fuéramos melena, cuando la ocasión se presentaba - me dijo: jueces de ninguna valia, o que la cuestión en sí se prestara a dudas. -Mañana tal vez, oh Fedón, te cortarás esta hermosa cabellera. EQUECRÁTES.-¡Por los dioses!, oh Fedón, que os disculpo. Pues tambiéa a mí al escucharte ahora se me ocurre decirme a mi mismo: ¿A -Es natural, Sócrates -le respondí. qué argumento entonces daremos crédito? ¡Tan convincente que era el razonamiento que hizo Sócrates, y ahora se ha hundido en la -No, si me haces caso. incertidumbre! Pues me subyuga de manera extraordinaria, ahora y siempre, ese decir que nuestra alma es una especie de armonía y, al ser -¿Qué quieres decir? -repuse. mencionado, me hizo recordar, por decirlo así, que éste habia sido también mi parecer. Y de nuevo, como al principio, estoy sumamente -Que es hoy -replicó- cuando debemos cortarnos, tú esos cabellos y yo necesitado de cualquier otro argumento que me convenza de que el alma los míos, si el razonamiento se nos muere y no podemos hacerle del que fallece no fallece junto con él. Así pues, dime, ¡por Zeus!, ¿cómo revivir.Al menos yo, si fuera tal, y se me escapara el argumento, me abordó Sócrates el razonamiento? Mostróse tambien él, como dices que obligaría por juramento, como los argivos, a no llevar el pelo largo, antes estabaís vosotros, disgustado por algo, o acudió, por el contrario, con de vencer, volviendo a la carga, la argumentación de Simmias y de calma en ayuda de su argumento? ¿Fue eficaz la ayuda que le prestó o Cebes. insuficiente? Explícanoslo todo en la forma más detallada que puedas. -Pero - le objeté yo - contra dos, se dice, ni siquiera Heracles puede. FEDÓN.-En verdad, oh Equécrates, que, pese a haber admirado a Sócrates muchas veces, nunca le admiré más que en aquella ocasión que -Pues llámame a mí en ayuda, a tu Yolao, mientras haya todavía luz. 30
  • 31. -El caso, por ejemplo - respondió - de las cosas sumamente pequeñas y -Esta bien. Te llamo en ayuda, pero no como Heracles, sino como Yolao grandes. ¿Crees que hay algo más raro de encontrar que un hombre, un a Heracles. perro, o cualquier otra cosa sumamente grande o pequeña? ¿Y no ocurre otro tanto con las rápidas o lentas, bellas y feas, negras o blancas? ¿No te -Lo mismo dará -replicó-. Pero cuidemos primero de que no nos ocurra has percatado de que entre todas las cosas de esta indole las que son los un percance. extremos de los opuestos son escasas y pocas, en tanto que las que están en un término medio son abundantes y muchas? -¿Cuál? -le pregunté. -Por completo -le respondí. -El de convertirnos - dijo - en misólogos, de la misma manera que los que se hacen misántropos; porque no hay peor percance que le pueda a uno -¿No crees, entonces -prosiguió-, que si se propusiera un certamen de suceder que el de tomar odio a los razonamientos. Y la misología se maldad, serían también muy pocos los que en él se revelaran los produce de la misma manera que la misantropía. En efecto, la primeros? misantropía se insinúa en nosotros como consecuencia de tener sin conocimiento excesiva confianza en alguien, y considerar a dicho -Al menos, es probable -respondí yo. individuo completamente franco, sano y digno de fe, descubriendo poco después que era malvado, desleal y, en una palabra, otro. Y cuando esto -Es probable, en efecto - dijo -. Mas no es en este punto donde radica la le ocurre a uno muchas veces, y especialmente ante los que se habia semejanza de los razonamientos con los hombres -pero como eras tú podido considerar como los más intimos y más amigos, por tropezarse ahora quien iba delante, yo te segui-, sino más bien en este otro; cuando con frecuencia, termina uno por odiar a todos y considerar que en nadie sin el concurso del arte de los razonamientos se tiene fe en que un hay nada sano en absoluto. ¿No te has percatado de que esto se produce razonamiento es verdadero, y luego, acto seguido, se opina que es falso, más o menos así? siéndolo efectivamente algunas veces, pero otras no, y se sigue de nuevo opinando que es de una manera o de otra. Y son precisamente los que se -Por completo -le respondí. dedican a razonar el pro y el contra de las cosas los que, según me consta, terminan por creer que han adquirido la suprema sabiduría y que son los -¿Y no es cierto -prosiguió- que esto está mal, y manifiesto que el que así únicos que han comprendido que, ni en las cosas hay nada de ellas que obra intenta, sin tener conocimiento de las cosas humanas, tratar a los sea sano ni cierto, ni tampoco en los razonamientos, sino que la realidad hombres? Pues si los hubiera tratado con conocimiento, hubiera en su totalidad va y viene de arriba para abajo, ni más ni menos que si considerado las cosas tal como son, que los buenos en exceso, o malos estuviera en el Euripo, y no permanece quieta ni un momento en ningún redomados son unos y otros escasos, mientras que los intermedios son punto. muchísimos. -Gran verdad es --dije yo- lo que dices. -¿Qué quieres decir? -le pregunté. -Así pues, oh Fedón - prosiguió -, sería un percance lamentable el que, siendo un razonamiento verdadero, cierto y posible de entender, por el 31
  • 32. hecho de tropezarse con otros que son así, pero que a las mismas no, oponeos con toda clase de argumentos, procurando que mi celo no personas unas veces les parecen verdaderos y otras no, no se atribuyera nos engañe ni a mí ni a vosotros, y me marche como una abeja uno a sí mismo la culpa o a su propia incompetencia, y por despecho habiéndoos dejado el aguijón metido dentro. terminara por desprenderse alegremente la culpa de sí mismo y colgársela a los razonamientos, pasando desde entonces el resto de la vida -Ea, pues, en marcha -prosiguió-. Pero, ante todo, recordádme lo que odiándolos y vituperándoles, y quedando así privado del verdadero decíais, si veis que no me acuerdo. Simmias, por un lado, según creo, conocimiento de las realidades. tiene sus dudas y el temor de que el alma, a pesar de ser algo más divino y más bello que el cuerpo, perezca antes que éste, por ser una especie de -Sí, por Zeus -le dije-, sería un percance lamentable, sin duda. armonía. Por otra parte, Cebes pareció que me hacía esta concesión, a saber: que el alma es algo más duradero que el cuerpo, pero que hay algo -Por consiguiente -continuó-, ante todo precavámonos de él, y no que es incierto para todo el mundo. Helo aquí: tal vez el alma, tras haber dejemos entrar en nuestra alma la idea de que hay peligro de que no haya desgastado muchos cuerpos y muchas veces, al abandonar el último nada sano en los razonamientos, sino que, muy al contrario, debemos cuerpo, quede entonces destruida, y precisamente en esto estribe la inculcarle la de que somos nosotros los que aún no estamos en estado muerte, en la destrucción del alma, ya que el cuerpo, está pereciendo sano, y que debemos virilmente aspirar a estarlo: tú y los demás, en razón incesantemente. ¿Es esto, oh Simmias y Cebes, u otra cueslión lo que de toda la vida que os queda, y yo en razón de la muerte misma, pues tal tenemos que considerar? vez esté en un tris en el momento presente de no encontrarme en el estado de un verdadero amante de la sabiduría sino en el de un amante del Ambos reconocieron que era lo dicho. triunfo, como los que carecen totalmente de instrucción. Pues a tales hombres, cuando discuten de algo, no les interesa cómo es en realidad -En ese caso, admitís en su totalidad los argumentos anteriores, o unos sí aquello de lo que tratan; en cambio en conseguir que los presentes y otros no? aprueben las tesis que sostienen, en eso sí que ponen su mayor celo. En cuanto a mí, estimo que en el momento presente me voy a diferenciar de -Unos sí, pero otros no -dijeron. ellos tan sólo en esto: no es en conseguir que los presentes opinen que es verdad lo que yo digo, a no ser como un efecto accesorio, en lo que -¿Qué decís,entonces,de aquel razonamiento en el que afirmábamos que pondré mi empeño, sino en que me parezca a mí mismo lo más posible el aprender era un recuerdo, y que, al ser eso así, era necesario que que asi es en realidad. Pues calculo, oh querido amigo - y mira cuán nuestra alma existiera en otro lugar antes de ser encadenada al cuerpo? interesadamente -, que si resulta verdad lo que digo está bien el dejarse convencer, y, si después de la muerte no hay nada, al menos el momento -Yo, por mi parte -respondió Cebes-, si entonces me dejó convencido de justo de antes de morir molestaré menos con mis lamentos a los que me una forma maravillosa, ahora también sigo aferrado a él como a ningún rodean, y esta insensatez mía no perdurará tampoco - lo que sería una otro argumento. desgracia - sino que perecerá poco despues. Ahora, oh Simmias y Cebes, una vez preparado de esta manera, abordo el asunto. Vosotros, por -Y, por cierto - dijo Cebes -, también yo me encuentro en ese caso, y vuestra parte, si me hacéis caso, habéis de preocuparos de Sócrates poco, mucho me asombraria que cambiara alguna vez de opinión sobre ese de la verdad mucho más; si os parece que digo la verdad, reconocedlo; si asunto. 32
  • 33. valiéndose de verosimilitudes, son impostores, y, si no se mantiene uno -Pues por necesidad, oh huésped tebano - repuso entonces Sócrates - en guardia ante ellos, engañan con suma facilidad, no sólo en geometria, tienes que cambiar de opinion, si es que persiste la creencia de que la sino también en todo lo demás. En cambio, el argumento referente al armonía es algo compuesto, y el alma una armonía constituida por los recuerdo y al aprender se ha desarrollado sobre un principio digno de elementos que hay en tensión en el cuerpo. Pues, sin duda, no te aceptarse. Pues lo que se vino a decir fue que nuestra alma existía antes consentirás a ti mismo decir que la armonia estaba constituida antes de incluso de venir a parar al cuerpo, de la misma manera que existe su que existieran los elementos con los que tenía que componerse. ¿Lo realidad que tiene por nombre el de lo que es. Este es el principio que yo, consentirás acaso? estoy convencido, he aceptado plenamente y con razón. Necesariamente, pues, como es natural, por esta causa no debo admitir, ni a mí ni a nadie, -De ningún modo, Sócrates -respondió. el decir que el alma es una armonía. -¿Te das cuenta, entonces - continuó Sócrates -, de que es el sostener esto -¿Y qué opinas, Simmias, de esta otra cuestión? -dijo Sócrates-. ¿Te la consecuencia a que llegas, cuando afirmas, por una parte, que el alma parece que a la armonía o a cualquier otra composición le corresponde existía, antes incluso de venir a parar a la figura y cuerpo del hombre, y, tener otra modalidad de ser que aquella que tengan los componentes con por otra, que estaba constituida de elementos aún no existentes? Pues los que se constituye? efectivamente, la armonía no es cosa de la misma indole que aquello con lo que la comparas, sino que lo que primero nace es la lira, las cuerdas y -En absoluto. los sonidos, sin estar aún armonizados, y lo que se constituye en último término y primero perece es la armonía. Así que ¿cómo va a estar acorde -¿Ni tampoco, a lo que se me alcanza, el hacer o padecer algo que no se este tu aserto con aquél otro? ajuste a lo que aquéllos hagan o padezcan? -No podrá estarlo en modo alguno - respondió Simmias -. -Simmias le dio su asentimiento. -Y eso que -dijo Sócrates-, si a algún aserto le conviene estar acorde, es -Luego a la armonía no le corresponde el guiar a los elementos con los precisamente al que trata de la armonia. que haya sido compuesta, sino el seguirlos. -En efecto, le conviene -dijo Simmias. -Simmias compartió esta opinión. -Pero este tuyo no lo está. Ea, pues, mira cuál de estos dos asertos -Luego muy lejos está la armonía de moverse o de sonar en sentido escoges, que el aprender es un recuerdo o que el alma es una armonía. contrario a sus propias partes, o de oponerse a ellas en cualquier otra cosa. -Con mucho, el primero, Sócrates. Pues el último se me ha ocurrido sin demostración, con la ayuda de cierta verosimilitud especiosa, que es -Muy lejos, en efecto -respondió. también la que suscita esta opinión en la mayoría de los hombres. Pero yo estoy consciente de que los argumentos que realizan las demostraciónes, 33
  • 34. -¿Y qué? ¿No es por naturaleza la armonía de tal suerte que cada armonía es tal y como es armonizada? -Sin embargo, -repuso Sócrates-, se ha convenido anteriormente que un alma no es ni más ni menos alma que otra. Y el contenido de este -No comprendo -dijo Simmias. asentimiento es que tampoco una armonía es ni mayor, ni inferior, ni menor que otra. ¿No es verdad? -¿Es que -continuó Sócrates en el caso de que sea armonizada más y en mayor extensión - en el supuesto de que esto sea posible - no habría -Enteramente. armonía en mayor intensidad y extensión, y si lo fuera menos y en menor extensión no sería ya armonía menor en intensidad y extensión? -¿Y que la armonía, que no es ni mayor ni menor, tampoco está más o menos armonizada? ¿Es así? -Exacto. -Por completo. -¿Ocurre, acaso, eso con respecto al alma, de tal manera que un alma sea más que otra, aun en la más mínima proporción, bien en extensión e -¿Y es posible que la armonía que no está armonizada ni más ni menos intensidad, o en pequeñez e inferioridad, eso mismo: alma? participe en mayor o menor grado de la armonía, o tiene que participar en igual medida? -En modo alguno -respondió. -En igual medida. -Adelante, pues, ¡por Zeus! --siguió Sócrates--.¿Se dice de unas almas que tienen sensatez y virtud y que son buenas, y de otras, en cambio, que -Luego un alma, puesto que no es en mayor ni en rnenor grado que otra son insensatas y malvadas? ¿Se dice también esto de acuerdo con la eso mismo, alma, ¿tampoco está más o menos armonizada? verdad? -Asi es. -De acuerdo con la verdad, sin duda. -Y al ocurrirle esto, ¿tampoco participará más de inarmonía ni de -En tal caso, ¿qué diria que son esas cosas que hay en las almas,la armonia? virtud,la maldad, uno cualquiera de los que opinan que el alma es una armonía? Acaso que son a su vez otra especie de armonia e inarmonía? -No, sin duda alguna. ¿Que una de ellas, la buena, está armonizada y tiene en sí, siendo armonía, otra armonia, y que la otra no está de por sí armonizada y no -Y al ocurrirle a su vez esto, ¿acaso podría tener un alma mayor tiene en sí misma otra armonía? participación que otra en maldad o en virtud, una vez admitido que la maldad es inarmonía y la virtud armonía? -Yo, por mi parte -respondió Simmias-, no sé responder. Pero está claro que sería algo por el estilo lo que diría quien sustentara la anterior -No podrá tenerla mayor. opinión. 34
  • 35. -O, mejor dicho aún, según el razonamiento correcto: ningún alma participará en la maldad, puesto que es armonía. Pues, sin duda alguna, la -Completamente. armonía, al ser completamente eso mismo, armonía, nunca tendrá participación en la inarmonía. -Pero, ¿no hemos convenido, por el contrario, en nuestros argumentos anteriores, que nunca, al menos en el caso de que sea armonía, cantaría en -Nunca, es cierto. sentido contrario a las tensiones, relajamientos, vibraciones, y cualquier otra afección que experimentaran los elementos con los que estaba -Y tampoco, es evidente, la tendrá el alma en la maldad, puesto que es constituida, sino que los seguía y nunca podía guiarlos? completamente alma. -Lo convenimos -respondió, ¡Cómo no! -En efecto, ¿cómo podría tenerla, al menos según lo dicho anteriormente? -¿Entonces, qué? ¿No se nos muestra ahora realizando todo lo contrario? -Luego, de acuerdo con este razonamiento, todas las almas de todos los Guía a todos esos elementos con los que se dice que está compuesta; seres vivos serán buenas por igual, ya que por naturaleza las almas son poco le falta para oponerse a todos durante toda la vida; es dueña y por igual eso mismo, almas. señora en todos sus modales: reprime unas cosas, las que entran en el campo de la gimnástica y de la medicina, con excesivo rigor y por medio -Al menos, a mí me lo parece, Sócrates -dijo Simmias. de sufrimientos; otras, en cambio, con más blandura, en parte con amenazas, en parte con consejos; en fin, conversa con los deseos, las -¿Y te parece también -replico- que está bien dicho en esa forma nuestro cóleras y los temores, como si ella fuera diferente y se tratara de otros argumento? ¿No te parece que le ocurriria esto, si fuera exacta la seres. Más o menos tal y como lo describe Homero en la Odisea, donde hipótesis de que el alma es una armonía? dice de Ulises: -De ningún modo está bien dicho -respondió. Y golpeándose el pecho reprendió a su corazón con [estas palabras: Aguanta, corazón, que cosa aún más perra antaño soportaste] -¿Y qué? -prosiguió Sócrates-. Entre todas las cosas que hay en el hombre, ¿es posible que digas que sea otra que el alma la que mande, ¿Crees, acaso, que el poeta compuso estos versos con la idea de que el sobre todo si es sensata? alma es armonía y susceptible de ser conducida por las afecciones del cuerpo, y no en la de que es capaz de guiarlas y domeñarlas como cosa -Yo, al menos, no lo digo. que es excesivamente divina para ser comparada con una simple armonía? -¿Cede, acaso, a las afecciones del cuerpo, o se opone a ellas? Y quiero decir lo siguiente: por ejemplo, el que cuando se tiene calor y sed nos -¡Por Zeus!, Sócrates, asi me parece. arrastre hacia lo contrario, a no beber, y cuando se tiene hambre a no comer, y otros mil casos similares, en los que vemos al alma oponerse a -Luego, entonces, oh excelente amigo, en modo alguno nos está bien los apetitos del cuerpo ¿No es verdad? decir que el alma es una especie de armonía. Pues, en tal caso, al parecer, 35
  • 36. no estaríamos de acuerdo ni con Homero, ese poeta divino, ni con supone para ella el principio de su ruina, a la manera de una enfermedad. nosotros mismos. Y de este modo vive en medio de penalidades esta vida y, cuando llega a su término, queda destruida en lo que se llama muerte. Y nada importa, -Asi es -respondió. dices, el que vaya una sola vez o muchas a un cuerpo, al menos en lo que respecta al temor de cada uno de nosotros; pues temer es lo que cuadra, si -¡Sea pues! -dijo Sócrates-. Lo que respecta a Armonía la Tebana, según no se es insensato, a quien no sepa o no dar razón de que es algo parece, nos ha salido propicio de un modo adecuado. Pero ahora -agregó- inmortal. Tales son, más o menos, según creo, las razones que dices. Y ¿qué vamos a hacer, Cebes, con Cadmo? ¿Cómo nos le haremos propicio, adrede vuelvo sobre ellas muchas veces, para que no se nos escape nada, y con qué razonamiento? y para que añadas o quites lo que quieras. -Tú me parece que lo encontrarás -respondió Cebes-. Al menos, este -Por el momento - dijo Cebes - no necesito quitar ni añadir nada. Eso es razonamiento que has hecho contra la armonía me resultó justamente lo que digo. extraordinariamente imprevisto. En efecto, al exponer Simmias su dificultad, chocábame en extremo que alguien pudiera manejarse con su Sócrates, entonces, tras de haberse callado durante un largo rato y argumento. Así, pues, me pareció sumamente extraño que no pudiera considerar algo consigo mismo, dijo: No es cosa baladí, Cebes, lo que aguantar, acto seguido, el primer ataque del tuyo. Por ello no me buscas. En efecto, es preciso tratar a fondo de una forma total la causa de sorprendería que le ocurriera lo mismo al razonamiento de Cadmo. la generación y de la destrucción. Con que, si quieres, te voy a contar mis propias experiencias sobre el asunto. Luego, si te parece de utilidad algo -Oh buen hombre -repuso Sócrates-. No hagas excesivas presunciones, no de lo que te digo, lo utilizarás para hacer convincente lo que tu dices. sea que algún mal de ojo nos ponga en fuga al razonamiento que está a punto de aparecer. Pero de esto se cuidará la divinidad. Nosotros, por -Desde luego que quiero -repuso Cebes. nuestra parte, llegando al cuerpo a cuerpo como los héroes de Homero, probemos si dices algo de peso. Lo que buscas es, en resumen, lo -Escúchame, pues, como a quien se dispone a hacer un discurso. Yo, siguiente: pretendes que se demuestre que nuestra alma es indestructible e Cebes, cuando era joven - comenzó Sócrates -, deseé extraordinariamente inmortal, sin lo cual, el filósofo que está a punto de morir, al mostrarse ese saber que llaman investigación de la naturaleza. Parecíame confiado y al creer que una vez muerto encontrará en el otro mundo una espléndido, en efecto, conocer las causas de cada cosa, el porqué se felicidad mucho mayor que si hubiera llevado hasta el fin de sus días otra produce, el porqué se destruye, y el porqué es cada cosa. Y muchas veces vida distinta, es de temer que tenga una confianza insensata y necia. Mas daba vueltas a mi cabeza considerando en primer lugar cuestiones de esta el demostrar que el alma es algo consistente y divino y que existia ya, índole: ¿acaso es cuando lo caliente y lo frío alcanzan una especie de antes de que nosotros nos convirtiéramos en hombres, no impide en nada, putrefacción, como afirman algunos, el momento en que se forman los según afirmas, que no sea inmortalidad lo que todas esas notas indican, seres vìvos?; o bien: ¿es la sangre aquello con que pensamos, o es el aire sino el hecho de que el alma es algo muy duradero y existió o el fuego? ¿O no es ninguna de estas cosas, sino el cerebro, que es quien anteriormente un tiempo incalculable, teniendo conocimiento y procura las sensaciones del oído, la vista y el olfato, y de éstas se originan realizando un montón de diversas acciones. Pero no por ello el alma es la memoria y la opinión, y de la memoria y la opinión, cuando alcanzan inmortal, sino que el hecho en sí de venir a parar a un cuerpo humano la estabilidad, nace, siguiendo este proceso, el conocimiento? Luego 36
  • 37. consideraba yo, a su vez, las destrucciones de estas cosas, los cambios del dos, a saber, el encuentro derivado de su mutua yuxtaposición. Y cielo y de la tierra, y acabé por juzgarme tan exento de dotes para esta tampoco puedo convencerme de que, cuando se divide una unidad, sea, a investigación como más no podía darse. Y la prueba que te daré te la inversa, la división la causa de que se produzcan dos, pues ésta es bastará: en lo que anteriormente sabía con certeza, al menos según mi contraria a la causa anterior de que se produjeran dos; porque entonces opinión y la de los demás, quedé entonces tan sumamente cegado por esa fue el hecho de juntar y de añadir lo uno a lo otro, y ahora lo es el de investigación, que olvidé incluso eso que antes creía saber, entre otras separar y retirar lo uno de lo otro. Y asimismo ya no puedo convencerme muchas cosas, por ejemplo, el porqué crece el hombre. Hasta entonces, a mí mismo de que sé en virtud de qué se produce la unidad, ni, en una efectivamente, creía que para todo el mundo estaba claro que era por el palabra, el porqué se produce, perece o es ninguna otra cosa, según este comer y el beber; pues una vez que por los alimentos se añadían carnes a método de investigación. Pero yo me amaso, como buenamente sale, otro las carnes y huesos a los huesos, y de esta manera y en la misma método diferente, pues el anterior no me agrada en absoluto. proporción se añadía a las restantes partes del cuerpo lo que le es propio a cada una, lo que tenía poco volumen adquiría después mucho, y de esta Y una vez oí decir a alguien mientras leía de un libro, de Anaxágoras, forma se hacía grande el hombre que era pequeño. Así creía yo entonces. según dijo, que es la mente lo que pone todo en orden y la causa de todas ¿No te parece que con razón? las cosas. Regocijéme con esta causa y me pareció que, en cierto modo, era una ventaja que fuera la mente la causa de todas las cosas. Pensé que, - A mí, sí -dijo Cebes. si eso era así, la mente ordenadora ordenaría y colocaría todas y cada una de las cosas allí donde mejor estuvieran. Así, pues, si alguno queria -Considera esto todavía. Creía que mi opinión era acertada cuando un encontrar la causa de cada cosa, según la cual nace, perece o existe, debía hombre grande, al ponerse al lado de uno pequeño, se me mostraba encontrar sobre ello esto: cómo es mejor para ella ser, padecer o realizar mayor justamente en la cabeza, y lo mismo un caballo respecto de otro lo que fuere. Y, según este razonamiento, resultaba que al hombre no le caballo. Y casos aún más claros que éstos: diez me parecían más que correspondía examinar ni sobre eso mismo, ni sobre las demás cosas nada ocho porque a éstos se añadían dos, y dos más que uno, porque que no fuera lo mejor y lo más conveniente, pues, a la vez, por fuerza sobrepasaban a éste en la mitad. conocería también lo peor, puesto que el conocimiento que versa sobre esos objetos es el mismo. Haciéndome, pues, con deleite estos cálculos, -Y ahora -preguntó Cebes- ¿qué opinas sobre ello? pensé que había encontrado en Anaxágoras a un maestro de la causa de los seres de acuerdo con mi deseo, y que primero me haría conocer si la -Estoy lejos de creer, ¡por Zeus! -respondió Sócrates, que conozco la tierra es plana o esférica, y, una vez que lo hubiera hecho, me explicaría a causa de ninguna manera de estas cosas, pues me resisto a admitir continuación la causa y la necesidad, diciéndome lo que era lo mejor, y siquiera que, cuando se agrega una unidad a una unidad, sea la unidad a también que lo mejor era que fuera de tal forma. Y si dijera que estaba en la que se ha añadido la otra la que se ha convertido en dos, o que sea la el centro, me explicaria acto seguido que lo mejor era que estuviera en el unidad añadida, o bien que sean la agregada y aquélla a la que se le centro. Y si me demostraba esto, estaba dispuesto a no echar de menos agregó la otra las que se conviertan en dos por la adición de la una a la otra especie de causa. E igualmente estaba dispuesto a informarme sobre otra. Porque si cuando cada una de ellas estaba separada de la otra el sol, la luna y los demás astros, a propósito de sus velocidades relativas, constituía una unidad y no eran entonces dos, me extraña que, una vez sus revoluciones y demás cambios, del porqué es mejor que cada uno que se juntan entre sí, sea precisamente la causa de que se conviertan en haga y padezca lo que hace y padece. Pues no hubiera creído nunca que, 37
  • 38. diciendo que habían sido ordenados por la mente, les asignaría otra causa capaz de llevar a la práctica mi decisión, diria la verdad. Sin embargo, el que el hecho de que lo mejor es que estén tal y como están. Así, pues, decir que por ellas hago lo que hago, y eso obrando con la mente, en vez creía que, al atribuir la causa a cada una de esas cosas y a todas en de decir que es por la elección de lo mejor, podría ser una grande y grave común, explicaría también lo que es mejor para cada una de ellas y el ligereza de expresión. Pues, en efecto, lo es el no ser capaz de distinguir bien común a todas. ¡Por nada del mundo hubiera vendido mis que una cosa es la causa real de algo, y otra aquello sin lo cual la causa esperanzas! Antes bien, con gran diligencia cogí los libros y los leí lo más nunca podría ser causa. Y esto, según se ve, es a lo que los más, andando rápidamente que pude, para saber cuanto antes lo mejor y lo peor. a tientas como en las tinieblas, le dan el nombre de causa, empleando un Mas mi maravillosa esperanza, oh compañero, la abandoné una vez que, término que no le corresponde. Por ello, el uno, poniendo alrededor de la avanzando en la lectura, vi que mi hombre no usaba para nada la mente, tierra un torbellino, formado por el cielo, hace que así se mantenga en su ni le imputaba ninguna causa en lo referente a la ordenación de las cosas, lugar; el otro, como si fuera una ancha artesa, le pone como apoyo y base sino que las causas las asignaba al aire, al éter y a otras muchas cosas el aire. Pero la potencia que hace que esas cosas estén colocadas ahora en extrañas. Me pareció que le ocurría algo sumamente parecido a alguien la forma mejor que pueden colocarse, a esa ni la buscan, ni creen que dijera que Sócrates todo lo que hace lo hace con la mente y, acto tampoco que tenga una fuerza divina, sino que estiman que un día seguido, al intentar enumerar las causas de cada uno de los actos que podrían descubrir a un Atlante más fuerte, más inmortal que el del mito y realize, dijera en primer lugar que estoy aquí sentado, porque mi cuerpo que sostenga mejor todas las cosas, sin pensar que es el bien y lo debido se compone de huesos y tendones; que los huesos son duros y tienen lo que verdaderamente ata y sostiene todas las cosas. Pues bien, por articulaciones que los separan los unos de los otros, en tanto que los aprender cómo es tal causa, me hubiera hecho con grandísimo placer tendones tienen la facultad de ponerse en tensión y de relajarse, y discípulo de cualquiera; pero, ya que me vi privado de ella, y no fui capaz envuelven los huesos juntamente con las carnes y la piel que los sostiene; de descubrirla por mí mismo, ni de aprenderla de otro, ¿quieres que te que, en consecuencia, al balancearse los huesos en sus coyunturas, los exponga, Cebes, la segunda navegación que en busca de la causa he tendones con su relajamiento y su tensión hacen que sea yo ahora capaz realizado? de doblar los miembros, y que ésa es la causa de que yo esté aquí sentado con las piernas dobladas. E igualmente, con respecto a mi conversación -Lo deseo extraordinariamente -respondió. con vosotros, os expusiera otras causas análogas imputándolo a la voz, al aire, al oído y a otras mil cosas de esta índole, y descuidándose de decir -Pues bien -dijo Sócrates-, después de esto y una vez que me había las verdaderas causas, a saber, que puesto que a los atenienses les ha cansado de investigar las cosas, creí que debía prevenirme de que no me parecido lo mejor el condenarme, por esta razón a mí también me ha ocurriera lo que les pasa a los que contemplan y examinan el sol durante parecido lo mejor el estar aquí sentado, y lo más justo el someterme, un eclipse. En efecto, hay algunos que pierden la vista, si no contemplan quedándome aquí, a la pena que ordenen. Pues, ¡por el perro!, tiempo ha, la imagen del astro en el agua o en algún otro objeto similar. Tal fue, más según creo, que estos tendones y estos huesos estarían en Mégara o en o menos, lo que yo pensé, y se apoderó de mí el temor de quedarme Boecia, llevados por la apariencia de lo mejor, de no haber creído yo que completamente ciego de alma si miraba a las cosas con los ojos y lo más justo y lo más bello era, en vez de escapar y huir, el someterme en pretendía alcanzarlas con cada uno de los sentidos. Así, pues, me pareció acatamiento a la ciudad a la pena que me impusiera. Llamar causas a que era menester refugiarme en los conceptos y contemplar en aquéllos la cosas de aquel tipo es excesivamente extraño. Pero si alguno dijera que, verdad de las cosas. Tal vez no se parezca esto en cierto modo a aquello sin tener tales cosas, huesos, tendones y todo lo demás que tengo, no sería con lo que lo compare, pues no admito en absoluto que el que examina 38
  • 39. las cosas en los conceptos las examine en imágenes más bien que en su dice que una cosa cualquiera es bella, bien por su brillante color, o por su realidad. Así que por aquí es por donde me he lanzado siempre, y forma, o cualquier otro motivo de esta índole -mando a paseo a los tomando en cada ocasión como fundamento el juicio que juzgo el más demás, pues me embrollo en todos ellos-, tengo en mí mismo esta simple, sólido, lo que me parece estar en consonancia con él lo establezco como sencilla y quizá ingenua convicción de que no la hace bella otra cosa que si fuera verdadero, no sólo en lo referente a la causa, sino también en lo la presencia o participación de aquella belleza en sí, la tenga por donde referente a todas las demás cosas, y lo que no, como no verdadero. Pero sea y del modo que sea. Esto ya no insisto en afirmarlo; sí, en cambio, quiero explicarte con mayor claridad lo que digo porque, según creo, que es por la belleza por lo que todas las cosas bellas son bellas. Pues ahora tú no me comprendes. esto me parece lo más seguro para responder, tanto para mí como para cualquier otro; y pienso que ateniéndome a ello jamás habré de caer, que -No, ¡Por Zeus! -dijo Cebes-, no demasiado bien. seguro es de responder para mí y para otro cualquiera que por la belleza las cosas bellas son bellas. ¿No te lo parece también a ti? -Pues lo que quiero decir -repuso Sócrates- no es nada nuevo, sino eso que nunca he dejado de decir en ningún momento, tanto en otras -Sí. ocasiones como en el razonamiento pasado. Así es que voy a intentar exponerte el tipo de causa con el que me he ocupado, y de nuevo iré a -¿Y también que por la grandeza son grandes las cosas grandes y mayores aquellas cosas que repetimos siempre, y en ellas pondré el comienzo de las mayores, y por la pequeñez pequeñas las pequeñas? mi exposición, aceptando como principio que hay algo que es bello en sí y por sí, bueno, grande y que igualmente existen las demás realidades de -Sí. esta índole. Si me concedes esto y reconoces que existen estas cosas, espero que a partir de ellas descubriré y te demostraré la causa de que el -Luego tampoco admitirías que alguien dijera que un hombre es mayor alma sea algo inmortal. que otro por la cabeza, y que el más pequeño es más pequeño por eso mismo, sino que jurarias que lo que tú dices no es otra cosa que todo lo -Ea, pues -replicó Cebes-, hazte a la idea de que yo te lo concedo: no que es mayor que otra cosa no lo es por otro motivo que el tamaño, y que tienes más que acabar. por eso es mayor, por el tamaño, en tanto que lo que es más pequeño no es más pequeño por otra razón que no sea la pequeñez. Pues, si no me -Considera, entonces -dijo Sócrates-, si en lo que viene a continuación de engaño, tendrías miedo de que te saliera al paso una objeción, si sostienes esto compartes mi opinión. A mi me parece que, si existe otra cosa bella que alguien es mayor y menor por la cabeza, en primer lugar, la de que aparte de lo bello en sí, no es bella por ninguna otra causa sino por el por el mismo motivo lo mayor sea mayor y lo menor menor Y, en hecho de que participa de eso que hemos dicho que es bello en sí. Y lo segundo lugar, la de que por la cabeza que es pequeña lo mayor sea mismo digo de todo. ¿Estás de acuerdo con dicha causa? mayor. Y esto es algo prodigioso, el que por algo pequeño alguien sea grande. ¿No tendrias miedo de esto? -Estoy de acuerdo -respondió. -Yo, sí -respondió Cebes, echándose a reír. -En tal caso -continuó Sócrates-, ya no comprendo ni puedo dar crédito a las otras causas, a esas que aducen los sabios. Así, pues, si alguien me 39
  • 40. -¿Y no tendrías miedo de decir -continuó Sócrates- que diez son más que -Dices muchisima verdad -exclamaron a la vez Simmias y Cebes. ocho en dos, y que ésta es la causa de su ventaja, en vez de decir que lo son en cantidad y por causa de la cantidad? ¿Y que lo que mide dos codos EQUÉCRATES.-¡Por Zeus!, Fedón, es natural. Pues me parece que es más que lo que mide uno en la mitad y no en el tamaño? Pues el expuso esto con maravillosa claridad, incluso para quien tenga una corta motivo de temor es el mismo. inteligencia. -Por completo -replicó. FEDÓN.-Efectivamente, Equécrates, asi nos pareció también a todos los presentes. -¿Y qué? ¿No te guardarías de decir que, cuando se agrega una unidad a una unidad, es la adición la causa de que se produzcan dos, o cuando se EQUÉCRATES.-Y a nosotros los ausentes que ahora te escucháamos. divide algo, lo es la división? Es mas, dirías a voces que desconoces otro Pero ¿qué fue lo que se díjo a continuación? modo de producirse cada cosa que no sea la participación en la esencia propia de todo aquello en lo que participe; y que en estos casos FEDÓN.-Según creo, una vez que se pusieron de acuerdo con él en esto, particulares no puedes señalar otra causa de la producción de dos que la y se convino en que cada una de las ideas era algo, y que, por participar participación en la dualidad; y que es necesario que en ella participen las en éstas, las demás cosas reciben de ellas su nombre, preguntó a cosas que hayan de ser dos, así como lo es también que participe en la continuación: unidad lo que haya de ser una sola cosa. En cuanto a esas divisiones, adiciones y restantes sutilezas de ese tipo las mandarías a paseo, -Si dices esto asi, ¿no dices entonces, cuando aseguras que Simmias es abandonando esas respuestas a los que son más sabios que tú. Tú, en más grande que Sócrates, pero más pequeño que Fedón, que en Simmias cambio, temiendo, como se dice, tu propia sombra y tu falta de pericia, se dan ambas cosas: la grandeza y la pequeñez? afianzándote en la seguridad que confiere ese principio, responderías como se ha dicho. Mas si alguno se aferrase al principio en si, le -Sí. mandarías a paseo y no le responderías hasta que hubieras examinado si -Sin embargo -dijo Sócrates-, ¿no reconoces que el que Simmias las consecuencias que de él derivan concuerdan o no entre sí. Mas una sobrepase a Sócrates no es en realidad tal y como se expresa de palabra? vez que te fuera preciso dar razón del principio en sí, la darías Pues la naturaleza de Simmias no es tal que sobresalga por eso, por ser procediendo de la misma manera, admitiendo de nuevo otro principio, Simmias, sino por el tamaño que da la casualidad que tiene. Ni tampoco aquel que se te mostrase como el mejor entre los más generales, hasta que le sobrepasa a Sócrates porque Sócrates es Sócrates, sino porque Sócrates llegases a un resultado satisfactorio. Pero no harías un amasijo como los tiene pequeñez en comparación con el tamaño de aquél. que discuten el pro y el contra, hablando a la vez del principio y de las consecuencias que de él derivan, si es que quieres descubrir alguna -Es verdad. realidad. Pues tal vez esos hombres no discuten ni se preocupan en absoluto de eso, porque tienen la capacidad, a pesar de embrollar todo por -Ni tampoco es sobrepasado por Fedón porque Fedón es Fedón, sino su sabiduria, de contentarse a sí mismos. Pero tú, si verdaderamente porque Fedón tiene grandeza en comparación con la pequeñez de perteneces al grupo de los filósofos, creo que harías como yo digo. Simmias. 40
  • 41. -Así es. estribaba la generación de los contrarios, en proceder de sus contrarios? Ahora, en cambio, me parece que se dice que esto nunca podría suceder. -Luego, por esta razón, Simmias recibe el nombre de pequeño y de grande, estando entre medias de ambos: al tamaño de uno ofrece su -Sócrates, entonces, volviendo hacia él su cabeza, le dijo, tras escucharle: pequeñez, de suerte que le sobrepasa éste, y al otro presenta su grandeza, que sobrepasa la pequeñez de este último -y, a la vez que sonreía, -Te has portado como un hombre al recordarlo; sin embargo, no adviertes anadió-: Parece que voy a hablar como un escritor artificioso, pero en la diferencia existente entre lo que se dice ahora y lo que se dijo entonces. realidad ocurre, sobre poco más o menos, lo que digo. Entonces se decia que de la cosa contraria nace la contraria; ahora, que el contrario jamás puede ser contrario a sí mismo, ni el que se da en Cebes le dio su asentimiento. nosotros, ni el que se da en la naturaleza. Entonces, amigo mio, hablábamos de las cosas que tienen en sí a los contrarios, y les dábamos -Y lo digo porque quiero que tu compartas mi opinión. En efecto, a mi el mismo nombre de aquéllos, pero ahora hablamos de los contrarios en me parece que no sólo la grandeza en sí nunca quiere ser a la vez grande si, que están en las cosas, y cuyo nombre reciben aquellas que los y pequeña, sino también que la grandeza que hay en nosotros jamás contienen. Y son precìsamente esos contrarios los que decimos que jamás acepta lo pequeño, ni quiere ser sobrepasada, sino que, una de dos, o querrían recibir su origen los unos de los otros - y mirando al mismo huye y deja libre el puesto cuando sobre ella avanza su contrario, lo tiempo a Cebes, le dijo -: ¿Acaso también a ti, oh Cebes, te ha inquietado pequeño, o bien perece al avanzar sobre ella éste. Pero si espera a pie algo de lo que ha dicho éste? firme y aguanta a la pequeñez, no quiere ser otra cosa que lo que fue. Asi, por ejemplo, yo, que he recibido y aguantado a pie firme la pequeñez, -No -le respondió Cebes-, no me ha ocurrido así. Con todo, no puedo mientras sea todavía quien soy, soy ese mismo hombre pequeño. decir que no haya muchas cosas que me inquieten. Asimismo, aquello que es grande no se atreve a ser pequeño. Y de igual manera también, la pequeñez que hay en nosotros nunca quiere hacerse ni -Lo que hemos convenido -replicó Sócrates- es simplemente esto: que ser grande, ni tampoco ninguno de los contrarios, mientras siga siendo lo jamás un contrario será contrario a sí mismo. que era, quiere hacerse y ser a la vez su contrario, sino que, o se retira o perece en ese cambio. -Exactamente -dijo Cebes. -Asi me parece a mí por completo -repuso Cebes. -Considera entonces también esto otro -continuó Sócrates-: a ver si te muestras de acuerdo conmigo: ¿hay algo que llamas caliente y algo que Y oyéndole uno de los presentes - no me acuerdo exactamente quién fue - llamas frío? dijo: -Sí. -¡Por los dioses! ¿No convinimos en los razonamientos anteriores precisamente lo contrario de lo que ahora se dice, que lo mayor se -¿Acaso es lo mismo que la nieve y el fuego? produce de lo menor y lo menor de lo mayor, y que en esto simplemente -No, ¡Por Zeus! 41
  • 42. que siempre se le debe designar con su propio nombre y además con el de -¿Entonces lo caliente es una cosa distinta del fuego y lo frío una cosa impar, a pesar-de que lo impar no es exactamente lo mismo que el distinta de la nieve? número tres? Pero, con todo, el número tres, como el cinco y la mitad entera de los números, son tales por naturaleza que, a pesar de no ser -Si. precisamente lo mismo que lo impar, siempre es impar cada uno de ellos. Y, a la inversa, el dos, el cuatro y la otra serie completa de los números, Sin embargo, creo que, asimismo, opinas que la nieve, en cuanto tal, si aunque no son lo mismo que lo par, son, sin embargo, siempre pares recibe el calor, jamás volverá a ser lo que era, como decíamos todos ellos. ¿Estás de acuerdo, o no? anteriormente, es decir, nieve y calor a la vez, sino que, al acercarse el calor, o le cederá el puesto o perecerá. -¡Cómo no voy a estarlo! -dijo Cebes. -Exacto. -Considera, entonces -añadió- lo que quiero mostrarte. Es esto: evidentemente, no son sólo aquellos contrarios de que hablábamos los -Y el fuego, a su vez al aproximársele el frío, o retrocederá, o perecerá, que no se admiten entre sí, sino que, al parecer, todas las cosas que, aún pero jamás, recibiendo la frialdad, se atreverá a ser lo que era, es decir, a no siendo mutuamente contrarias tienen en sí uno de esos contrarios, ser fuego a la vez que frío. tampoco admiten la idea contraria a la que hay en ellos, sino que, cuando sobreviene ésta, o dejan de existir, o dejan libre el campo. ¿O no vamos a -Es verdad lo que dices -respondió Cebes. decir que el tres perecerá o sufrirá cualquier cosa, antes de consentir, siendo todavia tres, el convertirse en par? -Mas es posible -prosiguió Sócrates-, con respecto a algunas de tales cosas, que no sólo sea la propia idea lo que reclame para sí el mismo -Desde luego que sí -respondió Cebes. nombre para siempre, sino también otra cosa que no es aquella, pero que tiene, cuando existe, su forma. Pero con este ejemplo quedará aún más -Y, no obstante -añadió-, el número dos no es contrario al número tres. claro lo que digo. Lo impar debe siempre recibir el mismo nombre que acabamos de decir. ¿No es verdad? -Efectivamente, no lo es. -Luego no son solamente las ideas contrarias las que no consienten su -Por completo. mutua aproximación, sino que hay también algunas otras cosas que no aguantan la aproximación de los contrarios. -Pues lo que yo pregunto es esto: ¿Es, acaso, la única realidad con la que ocurre esto, o existe otra cosa que no es exactamente lo impar, y no -Grandísima verdad es la que dices -respondió. obstante, debemos darle siempre ese nombre, además del suyo propio, porque es tal, por naturaleza, que jamás se separa de lo impar? Y lo que -¿Quieres, pues, que definamos -prosiguió Sócrates-, si somos capaces, digo es, por ejemplo, lo que ocurre con el número tres y otros muchos qué clase de cosas son éstas? números. Pero considera la cuestión en el caso del tres. ¿No te parece a ti 42
  • 43. -Con mucho gusto. -Entonces, el tres es impar. -¿Podrían ser acaso, Cebes -prosiguió-, aquellas que cuando ocupan -Sí. cualquier cosa la obligan no sólo a adquirir su propia idea, sino también la de algo que siempre es contrario a algo? -He aquí, pues, lo que decía que iba a definir, qué clase de cosas, a pesar de no ser contrarias a algo no admiten la cualidad contraria. Por ejemplo, -¿Qué quieres decir? en el caso presente, el número tres, a pesar de no ser contrario a lo par, no por ello lo admite en si, pues lleva siempre consigo lo que es contrario a -Lo que decíamos hace un momento. Sabes sin duda que las cosas de las lo par, de la misma manera que el dos lleva en sí lo contrario de lo impar que se apodere la idea de tres no sólo han de ser tres por necesidad, sino y el fuego de lo frío, y así otras muchísimas cosas. Ea, pues, mira si das la también impares. definición de esta manera: no sólo es lo contrario lo que no admite a su contrario, sino también aquello que trae consigo algo contrario al objeto -Desde luego. en que se presenta, es decir, lo que en sí lleva algo, jamás admite lo contrario de lo que lleva. Y de nuevo haz memoria, pues no es malo oírlo -Ahora bien, a lo que es de tal índole jamás, según decimos, podrá muchas veces. El cinco no admite la idea de par; ni el diez, su doble, la llegarle la idea contraria a la forma aquella que lo produce. de impar. Y éste, aunque también sea contrario a otra cosa, no admite la idea de impar; ní tampoco los tres medios, ni las restantes fracciones -No. semejantes, el medio, el tercio y las demás fracciones de este tipo admiten la idea del entero, si es que me sigues y estás de acuerdo -¿Y lo produjo la idea de impar? conmigo. -Sí. -Te sigo estupendamente, y comparto plenamente tu opinión -contestó. -¿Y la idea contraria a ésta es la de par? -Ahora, respóndeme de nuevo -dijo Sócrates-, volviendo al principio. Pero no me contestes con los términos con los que te pregunte, sino -Sí. imitándome a mí. Y lo digo, porque además de aquella respuesta segura de la que primero hablé, veo, según se desprende de lo dicho ahora, otra -Luego nunca llegará al tres la idea de par. garantía de seguridad. En efecto, si me preguntaras qué debe producirse en el cuerpo de algo para que se ponga caliente, no te daré aquella -No, sin duda alguna. respuesta segura y necia de que tiene que ser el calor, sino otra más aguda que se deduce de lo ahora dicho, a saber, la de que debe ser el fuego.Y si -Luego el tres no participa en lo par. me preguntaras qué debe producirse en un cuerpo para que se ponga enfermo, no te contestaré que una enfermedad, sino que tiene que -No participa. producirse en él fiebre. Y lo mismo si tu pregunta es qué debe producirse en un número para que se haga impar, no te diré que la imparidad, sino 43
  • 44. una unidad, y lo mismo haré con lo demás. Ea, pues, mira si te has enterado bien de lo que quiero. -¿Y a lo que no admite lo justo o la cultura? -Perfectamente -respondìó Cebes. -Inculto e injusto -respondió. -Contesta, pues -prosiguió Sócrates-, ¿qué debe producirse en un cuerpo -Bien. Y a lo que no admite la muerte, ¿qué le llamamos? para que tenga vida? -Inmortal. -Un alma -contestó. -¿Y no es cierto que el alma no admite la muerte? -¿Y esto es siempre así? -Sí. -¡Cómo no va a serlo! -dijo Cebes. -Luego el alma es algo inmortal. -¿Entonces el alma siempre trae la vida a aquello que ocupa? -Sí. -La trae, ciertamente. -Está bien, dijo-. ¿Debemos decir, pues, que esto ha quedado -¿Y hay algo contrario a la vìda, o no hay nada? demostrado? ¿Qué te parece? -Lo hay -contestó Cebes. -Que ha quedado perfectamente demostrado, Sócrates. -¿Qué? -¿Y qué, Cebes, -prosiguió-, si a lo impar le fuera necesario el ser indestructible, ¿no sería el tres indestructible? -La muerte. -¡Cómo no iba a serlo! -¿Luego el alma nunca admitirá lo contrario a lo que trae consigo, según se ha reconocido anteriormente? -¿Y no es cierto también que si lo no-caliente fuera indestructible, cuando se arrimara calor a la nieve, se retiraría ésta sana y salva y sin fundirse? -Sin duda alguna -dijo Cebes. Pues no cesaria de existir, ni tampoco recibiría el calor esperándolo a pie firme. -¿Entonces qué? A lo que no admitía la idea de par qué le llamábamos hace un momento? -Es verdad lo que dices -repuso Cebes. -Impar. 44
  • 45. -Y de igual manera, creo yo, si lo no-frío fuera indestructible, cuando se -Todos, sin duda, ¡por Zeus!, hombres y dioses -dijo Cebes-, éstos con lanzara contra el fuego algo frío, jamás se apagaria ni pereceria, sino que mayor razón aún, si no me equivoco. se marcharía sano y salvo. -Pues bien, desde el momento en que lo inmortal es incorruptible, si el -Necesariamente -dijo Cebes. alma es inmortal, ¿no sería también indestructible? -¿Y no es necesario también hablar así a propósito de lo inmortal? Si lo -De toda necesidad. inmortal es, asimismo, indestructible, le es imposible al alma perecer cuando la muerte marche contra ella. Pues, según lo dicho, no admitirá la -Luego cuando se acerca la muerte al hombre, su parte mortal, como es muerte ni quedará muerta, de la misma manera, decíamos, que el tres ni natural, perece, pero la inmortal se retira sin corromperse, cediendo el lo impar será par, ni el fuego ni el calor que hay en él será frio. Pero ¿qué puesto a aquélla. es lo que impide -diría alguno- el que, por más que lo impar no se haga par cuando se le acerca lo par, según se ha convenido, se convierta, en -Es evidente. cambio, una vez que deja de existir en par en lugar de lo que era? Al que así hablara no le podriamos refutar diciendo que lo impar no perece, -Entonces, con mayor motivo que nada, el alma es algo inmortal e puesto que lo impar no es indestructible. Pues si hubiéramos reconocido indestructible, y nuestras almas tendrán una existencia real en el Hades. eso, fácilmente le refutaríamos diciendo que cuando se aproxima lo par, tanto lo impar como el tres se retiran. Y en lo relativo al fuego, y al calor, -Yo, por mi parte, Sócrates -dijo Cebes-, no puedo objetar nada en contra y a las demás cosas, le refutaríamos de la misma manera. ¿No es verdad? de esto, ni encuentro motivo para desconfiar de tus palabras. Pero si Simmias, aquí presente, o algún otro tiene algo que decir, lo indicado es -Por completo. que no se calle; pues de no ser ésta, no sé porque otra ocasión lo aplazará, si quiere decir o escuchar algo sobre estas cuestiones. -Luego ahora también, si convenimos con respecto a lo inmortal que es indestructible, el alma sería, además de inmortal, indestructible. Si no, -Pues bien -intervino Simmias, tampoco yo tengo motivo para desconfiar sería preciso otro razonamiento. después de las razones expuestas. No obstante, por la magnitud del asunto sobre el que versa nuestra conversación, y la poca estima en que -Pero no se necesita para nada -replicó Cebes por esta razón: difícilmente tengo a la debilidad humana, me veo obligado a sentir todavía en mis podría haber otra cosa que no admitiera la destrucción, si lo inmortal, que adentros desconfianza sobre lo dicho. es eterno, la admitiese. -No sólo es comprensible que la tengas, Simmias - dijo Sócrates -, sino -En todo caso -repuso Sócrates- la divinidad, la idea misma de la vida y que tienes razón en lo que dices, e incluso los supuestos primeros, por todo lo demás que pueda ser inmortal, según creo, estarán todos de más que os parezcan dignos de crédito, han de someterse a un examen acuerdo en que no perecen nunca. más preciso. Y si los analizáis suficientemente, seguiréis, según creo, el argumento en el grado mayor que le es posible a un hombre seguirlo. Y si 45
  • 46. esto queda claro, no llevaréis en punto alguno la investigación más adelante. SEPTIMA PARTE -Es verdad lo que dices -repuso Simmias. El mito final [107a-114e] -Pues bien, amigos -prosiguió Sócrates-, justo es pensar también en que, si el alma es inmortal, requiere cuidado no en atención a ese tiempo en que transcurre lo que llamamos vida, sino en atención a todo el tiempo. Y ahora sí que el peligro tiene las trazas de ser terrible, si alguien se descuidara de ella. Pues si la muerte fuera la liberación de todo, sería una gran suerte para los males cuando mueren el liberarse a la vez del cuerpo y de su propia maldad juntamente con el alma. Pero desde el momento en que se muestra inmortal, no le queda otra salvación y escape de males que el hacerse lo mejor y más sensata posible. Pues vase el alma al Hades sin llevar consigo otro equipaje que su educación y crianza, cosas que, según se dice, son las que más ayudan o dañan al finado desde el comienzo mismo de su viaje hacia allá. Y he aqui lo que se cuenta: a cada cual, una vez muerto, le intenta llevar su propio genio, el mismo que le había tocado en vida, a cierto lugar, donde los que alli han sido reunidos han de someterse a juicio, para emprender después la marcha al Hades en compañía del guía a quien está encomendado el conducir allá a los que llegan de aquí. Y tras de haber obtenido alli lo que debían obtener y cuando han permanecido en el Hades el tiempo debido, de nuevo otro guía les conduce aquí, una vez transcurridos muchos y largos periodos de tiempo. Y no es ciertamente el camino, como dice el Télefo de Esquilo. Afirma éste que es simple el camino que conduce al Hades, pero el tal camino no se me muestra a mí ni simple, ni únìco, que en tal caso no habría necesidad de guías, pues no lo erraría nadie en ninguna dirección, por no haber más que uno. Antes bien, parece que tiene bifurcaciones y encrucijadas en gran número. Y lo digo tomando como indicios los sacrificios y los cultos de aquí. Así, pues, el alma comedida y sensata le sigue y no desconoce su presente situación, mientras que la que tiene un vehemente apego hacia el cuerpo, como dije anteriormente, y por mucho tiempo ha sentido impulsos hacia éste y el lugar visible, tras mucho 46
  • 47. resistirse y sufrir, a duras penas y a la fuerza se deja conducir por el genio objeto que tiene en todas sus partes igualdad de peso, colocado en medio a quien se le ha encomendado esto. Y una vez que llega adonde están las de algo homogeneo, no podrá inclinarse más o menos en una u otra demás, el alma impura y que ha cometido un crimen tal como un dirección, sino que quedará inmóvil en la misma posición. He aquí lo homicidio injusto, u otros delitos de este tipo, que son hermanos de éstos primero - dijo - de lo que estoy convencido. y obra de almas hermanas, a ésa la rehúye todo el mundo y se aparta de ella, y nadie quiere ser ni su compañero de camino ni su guia, sino que -Y con razón -replicó Simmias. anda errante, sumida en la mayor indigencia hasta que pasa cierto tiempo, transcurrido el cual es llevada por la necesidad a la residencia que le -Pero además lo estoy -continuó- de que es algo sumamente grande, y de corresponde. Y, al contrario, el alma que ha pasado su vida pura y que nosotros, los que vivimos desde Fáside a las Columnas de Heracles, comedidamente alcanza como compañeros de viaje y guías a los dioses, y habitamos en una minúscula porción, agrupados en torno al mar como habita en el lugar que merece. Y tiene la tierra muchos lugares hormigas o ranas alrededor de una charca; y, asimismo, de que hay otros maravillosos, y no es, ni en su forma ni en su tamaño, tal y como piensan muchos hombres en otros sitios que viven en lugares semejantes. Pues los que están acostumbrados a hablar sobre ella, según me ha convencido hay alrededor de la tierra por todas partes muchas cavidades de muy alguien. diferente forma y tamaño, en las que han confluido el agua, la niebla y el aire. En cuanto a la tierra, está situada pura en el cielo puro, en el que se -¿Qué quieres decir con esto, Sócrates? -le preguntó entonces Simmias-. encuentran los astros y al que llaman éter la mayoria de los que suelen Sobre la tierra, es cierto, también he oído yo contar muchas cosas, pero, hablar de estas cuestiones. De él precisamente son sedimento aquellos con todo, no he oído decir eso que a ti te convence. Asi que te lo elementos que confluyen siempre en las cavidades de la tierra. Y en escucharía con gusto. dichas cavidades vivimos nosotros sin advertirlo, creyendo que habitamos arriba, en la superficie de la tierra, de la misma manera que -Ciertamente, Simmias, no me parece que sea preciso el arte de Glauco uno que habitara en el fondo del piélago creería morar en su superficie y para exponerte lo que es. Sin embargo, al demostrar que es verdad, según pensaría, al ver el sol y los demás astros a través del agua, que el mar era mi modo de ver, es demasiado difícil, incluso para el arte de Glauco; y a el cielo, sin que jamás por culpa de su torpeza y debilidad hubiera llegado la vez quizá no fuera yo capaz de hacerlo, y aunque lo supiera hacer, mi a flor del mar, ni visto, sacando la cabeza fuera del agua y dirigiéndola en vida, Simmias, me parece que no sería suficiente para la extensión del dirección a este lugar de aquí, cuánto más puro y más bello es que aquel relato. Con todo, nada me impide decir cómo, según mi convicción, es la en que ellos viven, ni tampoco se lo hubiera oido contar a otro que lo forma de la tierra y cómo son sus lugares. hubiera visto. Y esto es precisamente lo mismo que nos ocurre a nosotros: a pesar de que vivimos en una concavidad de la tierra, creemos -Pues eso basta -replicó Simmias. que habitamos sobre ella y llamamos al aire cielo, como si verdaderamente lo fuera y a través de él se movieran los astros. Y en esto -Pues bien, estoy convencido -comenzó Sócrates-, en primer lugar, de también el caso es el mismo: por debilidad y torpeza somos incapaces de que, si la tierra está en el centro del cielo y es redonda, no necesita para atravesar el aire hasta su extremo; pues, si alguien llegara a su cumbre, o nada el aire ni ninguna otra necesidad de este tipo para no caer, sino que saliéndole alas se remontara volando, y divisara las cosas de allí, se basta para sostenerla la propia homogeneidad del cielo consigo mismo levantando la cabeza tal y como la levantan los peces desde el mar para en todas sus partes y la igualdad de peso de la propia tierra. Pues un ver las cosas de aquí, en el supuesto de que fuera capaz su naturaleza para 47
  • 48. resistir esta contemplación, reconocería que aquello es el verdadero cielo, causa es que aquellas piedras son puras y no están corroídas ni la verdadera luz y la verdadera tierra. Pues esta tierra, estas piedras y todo estropeadas como las de aquí por la podredumbre y la salobridad debidas el lugar de aquí está echado a perder y corroido, como lo están por el a los elementos que aquí confluyen y que tanto a las piedras como a la agua salada las cosas del mar, en la que no se produce nada digno de tierra y, asimismo, a animales y plantas producen deformidades y mención ni, por decirlo así, perfecto, sino tan sólo hendiduras, arena, enfermedades. Mas la verdadera tierra está adornada con todos estos fango en cantidades inmensas y cenagales, incluso donde hay tierra; nada, primores, a los que hay que añadir el oro, la plata y demás cosas de este por consiguiente, que pueda considerarse valioso en lo más mínimo en tipo. Son éstas brillantes por naturnleza, pero como son muchas en comparación con las bellezas que hay entre nosotros. Pero mucho mayor número Y grandes, y se encuentran por todas las partes de la tierra, aún se mostraría la ventaja que sacan a su vez aquellas cosas a las que resulta que el verla es un espectáculo propio de bienaventurados hay entre nosotros. Y si está bien contar un mito ahora, vale la pena espectadores. Y hay en ella muchos seres vivos, entre los cuáles hay escuchar, oh Simmias, cómo son las cosas que hay sobre la tierra tambien hombres que habitan, unos en el interior, otros alrededor del aire, inmediatamente debajo del cielo. de la misma manera que nosotros vívimos alrededor del mar, otros en islas que circunda el aire y que están cerca del continente. En una -Pues, a decir verdad, Sócrates dijo Simmias -, por nuestra parte palabra: lo que para nosotros es el agua y el mar con respecto a nuestras escucharíamos con gusto ese mito. necesidades, allí lo es el aire; y lo que para nosotros es el aire, para aquéllos es el éter. Y tienen las estaciones del año una temperatura tal, -Pues bien, amigo -empezó Sócrates-, se dice, en primer lugar, que la que aquéllos están exentos de enfermedades y viven mucho más tiempo tierra se presenta a la vista, si alguien la contempla desde arriba, como las que los de aquí. Y en lo tocante a la vista, el oido, la inteligencia y todas pelotas de doce pieles, abigarrada, con franjas de diferentes colores, las facultades de este tipo, media entre ellos y nosotros la misma siendo los que hay aquí y emplean los pintores algo así como muestras de distancia que hay entre el aire y el agua, o el éter y el aire en lo que aquellos. Allí, en cambio, la tierra entera está formada tales colores y de respecta a pureza. Tienen también recintos sagrados de los dioses y otros, aún mucho más resplandecientes y puros que éstos: una parte es de templos, en los que los dioses habitan realmente, y entre ellos y éstos se púrpura y de maravillosa belleza, otra de color de oro, la otra producen mensajes, profecias, apariciones divinas y tratos semejantes. completamente blanca, más blanca que el yeso o la nieve; y de igual Ven, además, el sol, la luna y las estrellas tal como son en realidad, y el manera está compuesta de los restantes colores y de otros aún mayores en resto de su bienaventuranza sigue en todo a esto. Tal es la constitución de número y más bellos que cuantos hemos visto nosotros, pues incluso sus la tierra en su totalidad y la de lo que rodea a la tierra. Pero hay en ella, propias cavidades, que están llenas de agua y de aire, proporcionan un en toda su periferia, conforme a sus cavidades muchos lugares: unos son tono especial de color que brilla en medio del abigarramiento de los más profundos y más abiertos que aquel en que vivimos; otros son más demás, de tal suerte que ofrece un aspecto unitario continuamente profundos, pero tienen la abertura más pequeña que la de nuestro lugar, y abigarrado. Y siendo ella asi, lo que en ella nace está en proporción, los hay también que son menores en profundidad que el de aquí y más árboles, flores y frutos. E igualmente sus montañas y sus piedras son en anchos. Todos estos lugares están en muchas partes comunicados entre sí la misma proporción más bellas en tersura, diafanidad y color. De ellas bajo tierra mediante orificios, unos más anchos y otros más estrechos, y precisamente son fragmentos esas piedrecillas de aquí tan apreciadas: las tienen, asimismo, desagües, por los que corre de unos a otros, como si se coralinas, los jaspes, las esmeraldas y demás piedras preciosas. Allí por el vertiera en cráteras, mucha agua. La magnitud de estos ríos eternos que contrario, no hay nada que no sea igual, o aún más bello que éstas. Y la hay bajo tierra es inmensa y sus aguas son calientes y frías. Hay tambien 48
  • 49. fuego en abundancia y grandes ríos de fuego, como asimismo los hay en completamente enfrente del lugar de donde habían salido, otras hacia la gandes cantidades de fango líquido más claro o más cenagoso, como esos misma parte. Algunas hay también que dan una vuelta completa, ríos de cieno que corren en Sicilia antes de la lava, y también el propio enroscándose una o varias veces alrededor de la tierra como las torrente de lava. De éstos, precisamente, se llenan todos los lugares, serpientes, y que, tras descender todo lo que pueden, desembocan de según les llega en cada ocasión, a cada uno la corriente circular. Y todos nuevo. Y en uno y otro sentido es posible descender hasta el centro, más estos ríos se mueven hacia arriba y hacia abajo, como si hubiera en el allá no, pues una y otra parte quedan cuesta arriba para ambas corrientes. interior de la tierra una especie de movimiento de vaivén. Y dicho Las restantes corrientes son muchas, grandes y de todas clases, pero en movimiento de vaivén se debe a las siguientes condiciones naturales. Una esta gran multitud se distinguen cuatro. De ellas es la mayor el llamado de las simas de la tierra, aparte de ser la más grande, atraviesa de extremo Océano, cuyo curso circular es el más externo. Enfrente de éste corre en a extremo toda la tierra. Es ésa de que habla Homero, cuando dice: sentido contrario el Aqueronte, que, además de recorrer lugares desérticos y pasar bajo tierra, llega a la laguna Aquerusíade, adonde van a Muy lejos, allí donde bajo tierra está el abismo más profundo parar la mayoría de los muertos y, trás pasar allí el tiempo marcado por el y que en otros pasajes él y otros muchos poetas han denominado Tártaro. destino, unas más corto y otras más largo, son enviadas de nuevo a las En esta sima confluyen todos los ríos y de nuevo arrancan de ella. Cada generaciones de los seres vivos. Un tercer río brota entre medias de éstos, uno de ellos, por otra parte, se hace tal y como es la tierra que recorre. Y y cerca de su nacimiento va a parar a un gran lugar consumido por la causa de que todas las corrientes tengan su punto de partida y de ingente fuego, formando un lago, mayor que nuestro mar, de agua y cieno llegada ahí es la de que ese líquido no tiene ni fondo ni lecho. Por eso hirviente. De allí, turbio y cenagoso, avanza en círculo y, después de oscila y, se mueve hacia arriba y hacia abajo. Y lo mismo hacen el aire y rodear en espiral la tierra, llega entre otras partes a los confines de la el viento que lo rodea. Pues le sigue siempre, tanto cuando se lanza hacia laguna Aquerusíade sin mezclarse con el agua de ésta; desemboca en la la parte de allá de la tierra como cuando se lanza hacia la parte de acá; y, parte más baja del Tártaro, habiendo dado muchas vueltas bajo tierra. de la misma manera que el aire de los que respiran forma siempre una Este es el que llaman Piriflegetonte, cuyas corrientes de lava despiden corriente espiratoria o inspiratoria, allí tambien, oscilando al mismo fragmentos incluso en la superfcie de la tierra alli donde encuentran tiempo que el liquido, da lugar a terribles e inmensos vendavales, tanto al salida. Y, a su vez. enfrente de éste hay un cuarto río que aboca primero a entrar como al salir. Así, pues, cuando se retira el agua hacia el lugar que un lugar terrible y agreste, según se cuenta, que tiene en su totalidad un llamamos inferior, las corrientes afluyen hacia las regiones de allá a color como el del lapislázuli. A este lugar le llaman Estigio, y a la laguna través de la tierra, y las llenan de una forma similar a como hacen los que que forma el rio, al desaguar en él, Estigia. Tras haberse precipitado aquí, riegan. En cambio, cuando se retiran de allí y se lanzan hacia acá, llenan y después de haber adquirido en su agua terribles poderes, se hunde en la a su vez las regiones de aquí, y en las partes que han quedado llenas tierra, avanza dando giros en dirección opuesta al Piriflegetonte y se discurren a través de canales y de la tierra, y cada una de ellas llega a los encuentra con él de frente en la laguna Aquerusíade. Y tampoco el agua lugares hacia los que tiene hecho camino formando mares, lagunas, ríos y de este río se mezcla con ninguna, sino que, después de habcr hecho un fuentes. De aqui, sumergiéndose de nuevo en la tierra, tras dar las unas recorrido circular, desemboca en el Tártaro por el lado opuesto al del mayores y más numerosos rodeos, y las otras menos numerosos y más Piriflegetonte. Su nombre es, según dicen los poetas, Cócito. Siendo tal cortos, desembocan de nuevo en el Tártaro, algunas mucho más abajo de como se ha dicho la naturaleza de estos parajes, una vez qne los finados donde se había efectuado el riego, otras un poco solamente. Pero todas llegan al lugar a que conduce a cada uno su genio, son antes que nada tienen su punto de llegada más abajo que el de partida, algunas sometidos a juicio, tanto los que vivieron bien santamente como los que 49
  • 50. no. Los que se estima que han vivido en el término medio, se encaminan es hermoso el galardón y la esperanza grande. Ahora bien, el sostener con al Aqueronte, suben a las barcas que hay para ellos y, a bordo de éstas, empeño que esto es tal como yo lo he expuesto, no es lo que conviene a arriban a la laguna, donde moran purificándose; y mediante la expiación un hombre sensato. Sin embargo, que tal es o algo semejante lo que de sus delitos, si alguno ha delinquido en algo, son absueltos, recibiendo ocurre con nuestras almas y sus moradas, puesto que el alma se ha asimismo cada uno la recompensa de sus buenas acciones conforme a su mostrado como algo inmortal, eso sí estimo que conviene creerlo, y que mérito. Los que, por el contrario, se estima que no tienen remedio por vale la pena correr el riesgo de creer que es así. Pues el riesgo es causa de la gravedad de sus yerros, bien porque hayan cometido muchos hermoso, y con tales creencias es preciso, por decirlo así, encantarse a sí y grandes robos sacrílegos, u homicidios injustos e ilegales en gran mismo; razón ésta por la cual me estoy extendiendo yo en el mito desde número, o cuantos demás delitos hay del mismo género, a ésos el destino hace rato. Así que, por todos estos motivos, debe mostrarse animoso con que les corresponde les arroja al Tártaro, de donde no salen jamás. En respecto de su propia alma todo hombre que durante su vida haya enviado cambio, quienes se estima que han cometido delitos que tienen remedio, a paseo los placeres y ornatos del cuerpo, en la idea de que eran para él pero graves, como, por ejemplo, aquellos que han ejercido violencia algo ajeno, y en la convicción de que producen más mal que bien; todo contra su padre o su madre en un momento de cólera, pero viven el resto hombre que se haya afanado, en cambio, en los placeres que versan sobre de su vida con el arrepentimiento de su acción, o bien se han convertido el aprender y adornada su alma, no con galas ajenas, sino con las que le en homicidas en forma similar, éstos habrán de ser precipitados en el son propias: la moderación, la justicia, la valentía, la libertad, la verdad; y Tártaro por necesidad; pero, una vez que lo han sido y han pasado allí un en tal disposición espera ponerse en camino del Hades con el año, los arroja afuera el oleaje: a los homicidas frente al Cócito, y a los convencimiento de que lo emprenderá cuando le llame el destino. que maltrataron a su padre o a su madre frente al Piriflegetonte. Y una Vosotros, Oh Simmias, Cebes y demás amigos, os marcharéis después vez que, llevados por la corriente, llegan a la altura de la laguna cada uno en un momento dado. Aquerusíade, llaman entonces a gritos, los unos a los que mataron, los otros a quienes ofendieron, y después de llamarlos les suplican y les piden que les permitan salir a la laguna y les acojan. Si logran convencerlos, salen y cesan sus males; si no, son llevados de nuevo al Tártaro y de aquí otra vez a los ríos, y no cesan de padecer este tormento hasta que consiguen persuadir a quienes agraviaron. Tal es, en efecto, el castigo que les fue impuesto por los jueces. Por último, los que se estima que se han distinguido por su piadoso vivir son los que, liberados de estos lugares del interior de la tierra y escapando de ellos como de una prisión, llegan arriba a la pura morada y se establecen sobre la tierra. Y entre éstos, los que se han purificado de un modo suficiente por la filosofía viven completamente sín cuerpos para toda la eternidad, y llegan a moradas aún más bellas que éstas, que no es fácil describir, ni el tiempo basta para ello en el actual momento. Pues bien, oh Simmias, por todas estas cosas que hemos expuesto, es menester poner de nuestra parte todo para tener participación durante la vida en la virtud y en la sabiduría, pues 50
  • 51. agregó - salidme fiadores ante Critón, pero de la fianza contraria a la que OCTAVA PARTE éste presentó ante los jueces. Pues éste garantizó que yo permanecería. Vosotros garantizad que no permaneceré una vez que muera, sino que me Últimos momentos en la vida de Sócrates marcharé para que así Critón lo soporte mejor, y al ver quemar o enterrar mi cuerpo no se irrite como si yo estuviera padeciendo cosas terribles, ni A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de tragedia, y casi es la diga durante el funeral que expone, lleva a enterrar o está enterrando a hora del encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una Sócrates.Pues ten bien sabido, oh excelente Critón - añadió - que el no vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver. hablar con propiedad no sólo es una falta en eso mismo, sino también produce mal en las almas. Ea, pues, es preciso que estés animoso, y que Al acabar de decir esto, le preguntó Critón: digas que es mi cuerpo lo que sepultas, y que lo sepultas como a ti te guste y pienses que está más de acuerdo con las costumbres. -Está bien, Sócrates. Pero ¿qué es lo que nos encargas hacer a éstos o a mí, bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquier otra cosa, que Al terminar de decir esto, se levantó y se fue a una habitación para pudiera ser más de tu agrado si lo hiciéramos? lavarse. Critón le siguió, pero a nosotros nos mandó que le esperáramos allí. Esperámos, pues, charlando entre nosotros sobre lo dicho y -Lo que siempre estoy diciendo, Critón -respondió- nada nuevo. Si os volviéndolo a considerar, a ratos, tambien comentando cuán grande era la cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis no sólo será de mi desgracia que nos había acontecido, pues pensábamos que íbamos a pasar agrado, sino también del agrado de los míos y del propio vuestro, aunque el resto de la vida huérfanos, como si hubiéramos sido privados de ahora no lo reconozcáis. En cambio, si os descuidáis de vosotros mismos nuestro padre. Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus y no quereis vivir siguiendo, por decirlo así, las huellas de lo que ahora y hijos - pues tenía dos pequeños y uno ya crecido - y llegaron también las en el pasado se ha dicho, por más que ahora hagáis muchas vehementes mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y, promesas, no conseguiréis nada. después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las mujeres y a los niños, y vino a reunirse con nosotros. El sol estaba ya -Descuida -replicó- que pondremos nuestro empeño en hacerlo así. Pero cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién ¿de qué manera debemos sepultarte? lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el servidor de los Once y, deteniéndose a su lado, le dijo: -Como queráis -respondió-, si es que me cogéis y no me escapo de vosotros. Y, a la vez que sonreia serenamente, nos dijo, dirigiendo su -Oh Sócrates, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se mirada hacia nosotros: no logro, amigos, convencer a Critón de que yo irritan contra mí y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el soy ese Sócrates que conversa ahora con vosotros y que ordena cada cosa veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido en otras qué se dice, sino que cree que soy aquel que verá cadáver dentro de un ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor rato, y me pregunta por eso cómo debe hacer mi sepelio. Y el que yo mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también bien desde hace rato esté dando muchas razones para probar que, en cuanto sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los beba el veneno, ya no permaneceré con vosotros, sino que me iré hacia culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, una felicidad propia de bienaventurados, parécele vano empeño y que lo hago para consolaros a vosotros al tiempo que a mí mismo. Así que - 51
  • 52. salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario. Y rompiendo a llorar, dióse la vuelta y se retiró. Y, a la vez que dijo esto, tendió la copa a Sócrates. Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo: Tomóla éste con gran tranquilidad, Equécrates, sin el más leve temblor y sin alterarse en lo más minimo ni en su color ni en su semblante, miró al -También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos. -Y, individuo de reojo como un toro, según tenía por costumbre, y le dijo: dirigiéndose después a nosotros, agregó--: ¡Qué hombre tan amable! Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de vez en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora ¡qué -¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna noblemente me llora! Así que, hagámosle caso, Critón, y que traiga divinidad? ¿Se puede o no? alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no que lo triture nuestro hombre. -Tan sólo trituramos, Sócrates - le respondió - la cantidad que juzgamos precisa para beber. -Pero, Sócrates -le dijo Critón:- el sol, según creo, está todavía sobre las montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido -Me doy cuenta - contestó -. Pero al menos es posible, y también se debe, otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto orden, y tras haber comido y bebido a placer, y algunos, incluso, tras es lo que suplico: ¡que así sea! haber tenido contacto con aquellos que deseaban. Ea pues, no te apresures, que todavía hay tiempo. Y después de decir estas palabras, lo bebió conteniendo la respiración, sin repugnancia y sin dificultad. -Es natural que obren así, Critón -repuso Sócrates-, ésos que tú dices, pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no Hasta este momento la mayor parte de nosotros fue lo suficientemente lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había después, que el de incurrir en ridículo conmigo mismo, mostrándome bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y contra mi voluntad, ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna. Anda, caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el obedéceme - terminó - y haz como te digo. rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo. Al oírle, Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su Critón, como aún antes que yo no había sido capaz de contener las lado. Salió éste, y despues de un largo rato regresó con el que debía darle lágrimas, se habia levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó: habia cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo -Y bien, buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer? nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no conmoviera. -Nada más que beberlo y pasearte - le respondió - hasta que se te pongan las piernas pesadas, y luego tumbarte. Así hará su efecto. Pero entonces nos dijo: 52
  • 53. -¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues FIN tengo oido que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes. Y, al oirle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. El, por su parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el veneno le cogió los pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego, le apretó fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A continuación hizo lo mismo con las piernas, y yendo subiendo de este modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y siguióle tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría. Tenia ya casi fría la región del vientre cuando, descubriendo su rostro -pues se lo había cubierto -, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras: -Oh Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pagad la deuda, y no la paséis por alto. -Descuida, que asi se hará - le respondió Critón -. Mira si tienes que decir algo más. A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento, y el hombre le descubrió: tenía la mirada inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos. Asi fue, oh Equécrates, el fin de nuestro amigo, de un varón que, como podriamos afirmar, fue el mejor a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos. 53