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¿Será Scioli?
Prof. Lic. Jose Benito Cupeiro Ratti
Ituzaingó, PBA
12/01/2015
Scioli es, hoy, El Hombre.
En él encarna, se soporta, la crisis política que enmarca la sucesión Cristinista. Sobre su cuerpo
vapuleado –y apenas maltrecho– comienza a formarse el hongo atómico del cual emergerá un
kirchnerismo, o bien convertido en la segunda hegemonía política de la historia argentina luego de
aquella que se inició en la batalla de Pavón y concluyó en 1916 a manos de Hipólito Irigoyen; o bien lo
hará archivado como uno de los recursos tácticos con los que el campo nacional y popular ha intentado
desde 1945 alcanzarla sin éxito –aunque, a veces y por períodos más o menos cortos, conquistando el
gobierno– prolongando la extensa fase de crisis orgánica del régimen capitalista local.
Lo que no se espera que ocurra en diciembre de 2015 es un simple cambio de gobierno. Scioli sabe que,
otra vez, como en 2003, le toca ser la bisagra. Aquella vez fue la parte vieja de lo nuevo; esta vez cree
–está convencido– que puede lograr, como los alquimistas, convertir lo viejo en nuevo.
Scioli sabe que su accionar influye pero no define; el servicio que el kirchnerismo necesita que preste,
el último servicio, es quedarse donde está, conteniendo a muchos de los que se articulan en torno suyo,
hasta que la Presidenta nomine a su delfín como lo hizo Lula con Dilma el 20 de febrero de 2010, ocho
meses antes de las elecciones generales y con la futura Presidenta electa midiendo en las encuestas
menos que sus competidores. Scioli, en cambio, cree, como creyó en el ’89 respecto de su propia vida
mientras su Gran Argentina le amputaba el brazo derecho en el agua marrón del río Paraná, que su
proyecto político puede existir mientras haya esperanza; porque Scioli aprendió aquella tarde
chapoteando entre el dolor y la desolación, que no es la vida la que engendra la esperanza sino al revés.
Que es en la convicción específicamente humana de que algo puede existir, donde se origina la
existencia. Y su proyecto presidencial seguirá con vida mientras su fe persista.
Pero Scioli, incluso, está haciendo lo que debe, porque a la política se ingresa para hacer lo que hay que
hacer; en su caso, intentar ser el candidato presidencial del FPV en 2015. Intención que está obligado a
sostener por lo menos hasta que el impedimento surja de los hechos concretos y no de conjeturas.
Cuando esos hechos acontezcan veremos quien es Scioli. Veremos si Scioli es o se hace. Pero para eso
falta; hoy, su misión es querer ser e intentarlo.
Tiem-pista
En todo caso el problema es que la política, la construcción de poder, requiere tiempo; cuanto más
tiempo mejor, o al revés: cuanto menos tiempo peor. Y el tiempo que razonablemente puede estar su
candidatura sin despegar se está acabando; si su avión sigue carreteando y no levanta, allá adelante lo
espera el cerco perimetral de la pista y, pasando el cerco, de nuevo, el río amarronado.
En política los tiempos gruesos los pone la realidad –o sea todos y nadie– pero los finos los pone el
desarrollo de la contienda, el movimiento de las piezas en el tablero operado por cada voluntad
particular. Cuando Massa, es decir, cuando la fracción anti k del peronismo bonaerense y sus aliados
transversales, fijó fecha para el lanzamiento oficial de su candidatura presidencial y habilitó a la
corriente denarvaista a intervenir en la interna renovadora, la pista por la que Scioli viene carreteando
de pronto se acortó. Quien posee mayor incertidumbre sobre aquello que necesita conocer, es más débil.
Scioli percibe que a partir del 02 de febrero será poco a poco cada vez más débil respecto a Massa
cuanto más tiempo pase no pudiendo proclamar su propia candidatura porque su candidatura oficial,
creíble, solo será certeza cuando sea proclamada por el propio kirchnerismo.
Scioli entró el viernes 02/01 al Espacio Clarín y se sentó el sábado 10/01 a cenar con Mirtha para
iniciar una labor: intentar forzar que se definan las condiciones de resolución de las candidaturas antes
de que se termine el asfalto de su pista. Y eso implica hacer hacia dentro lo que el kirchnerismo hace
todo el tiempo hacia fuera: polarizar. El destinatario del mensaje todavía no es tanto la opinión publica
ni el electorado sino el peronismo; todo el peronismo, incluso el que ya se había resignado a ir por
afuera del FPV.
Scioli utilizó la secuencia Espacio Clarín-Mirtha Legrand para avisar: que tiene vocación de pelear; y
que tiene disposición a ampliar el espectro y la orientación de su política de alianzas. Los avisados
fueron todos los peronismos existentes: el k, el no-k y el anti-k.
La reacción de Scioli, quizás más instintiva que planificada, fue lógica: buscó espacio donde sabe que
lo tiene; es decir a la derecha. Allí se superponen candidatos trajinando los mismos clivajes; mucha
gente para no tanto espacio. Y por eso más allá de la incomodidad inicial que su despliegue produjo en
el vértice k, el impacto negativo de su incursión afecta especialmente a los que buscan el patrocinio del
Grupo para sacar una cabeza de ventaja. El televidente que simpatizó con Scioli mientras Mirtha lo
arropaba con la amorosa severidad que practican las madres con sus hijos más traviesos, viene
simpatizando con el FR, con el Pro o con el Faunen.
En el fondo, para el kirchnerismo puro y duro, la secuencia supuso menos perdidas que ganancias
porque de algo no se duda: el liderazgo de Cristina sobresale porque la relación con su base política y
electoral está intacta y con las franjas del ancho campo no-k (según Juan Pablo Varsky: la ancha
avenida del medio), que acompañan en las presidenciales y toman distancia en las legislativas, se está
recomponiendo de la mano de una economía que luego de una década y pico demuestra que a pesar de
los problemas tiene cuerda para rato y se exhibe orientada hacia una dirección que reúne alto consenso
social: producción, empleo y consumo. En cambio, en el campo anti k, las incursiones de Scioli
contribuyen a licuar los tímidos liderazgos que asoman auspiciados por el Grupo.
Ahora bien: ¿podría ser Scioli el candidato del FPV en 2015 si la salud relativa del liderazgo Cristinista
no se debilita en los próximos tres meses? ¿Tiene chances Daniel Scioli de heredar el gobierno k?
Democracia tutelada
La democracia argentina se origina históricamente en la administración colonial que ayudó a configurar
los grupos sociales, las elites, que aprovecharían la invasión napoleónica de España para independizarse
y construir su propio Estado Nacional.
El vector económico de esa organización estatal se desplazó desde siempre sobre dos rieles: el político
y el militar. Las elites intentaron durante décadas formatear una democracia, un sistema de convivencia,
tutelado manu militari. Los ejércitos realistas y luego los revolucionarios, las milicias a cargo de correr
la frontera agrícola-ganadera empujando al indio, las montoneras de los caudillos, la mazorca rosista
fueron ejemplos de cómo la proto organización estatal, incipientemente institucionalizada, se apoyaba
en última instancia en sus resortes coercitivos. No hay por cierto nada específicamente argentino ni
americano en este desarrollo; así se construyeron las bases del Occidente capitalista cuando los ejércitos
romanos emprendieron la conquista de Europa sometiendo y asimilando a sus pueblos originarios. Así
como los colonos, comerciantes y generales romanos proveyeron los linajes que fundaron la nobleza
europea que organizo junto al clero los Estados Nación que hoy conocemos, en América, varios siglos
después, los estancieros, comerciantes, funcionarios y milicias que engordaron las administraciones
coloniales alimentaron las elites que fundaron nuestros Estados nacionales.
La relación entre coerción y consenso, más allá de los análisis filosóficos y epistemológicos que se
puedan emprender, en el subcontinente y en la Argentina en particular, históricamente condensó en la
siempre tensa y muchas veces trágica relación entre democracia, en tanto soberanía popular, y
mecanismos tutelares ejercidos por las elites por medio de los dispositivos de coerción estatal y para-
estatal enfrentados por el campo nacional y popular mediante diversas tácticas y estrategias según las
circunstancias históricas.
La democracia viene siempre de la no democracia: es decir de lo estamental, lo aristocrático y lo
corporativo. La democracia popular implica que los estamentos, las aristocracias y las corporaciones se
someten a la voluntad popular que significa ejercer el gobierno a través del Estado puesto al servicio del
interés de las mayorías populares y sus sistemas de valores humanistas.
La no democracia no siempre es sinónimo de dictadura sino a menudo de una modalidad de
organización democrática en la cual las mayorías populares se ven obligadas coercitivamente a moderar
sus impulsos democratizantes, es decir, a ejercer sus derechos menos cabalmente. Las tutelas ejercidas
por estamentos, aristocracias y corporaciones bajan la calidad de la democracia; la tornan menos
intensa, limitándola.
Del Colimba al Pibe Chorro
Cuando en 1983 el campo popular inició el desarme de la tutela ejercida por el Partido Militar desde
1880, las fuerzas democratizantes emprendieron un largo camino que tuvo avances y retrocesos y que
alumbró tres hitos: 1) el Juicio a las Juntas en 1985; 2) la eliminación del Servicio Militar Obligatorio
en 1994; y 3) la sanción de la ley 25779 que en 2003 activó el cierre del ciclo de impunidad.
De los tres el segundo tuvo el valor estratégico de conectar dos etapas del ejercicio tutelar: la anterior,
protagonizada por las Fuerzas Armadas, con la actual, protagonizada por las Fuerzas de Seguridad
interior. En la medida que el nexo que vinculaba a la sociedad civil con el cuartel en tanto usina de
producción de sentido común y, por ello, de gobernanza, era el colimba, su desactivación aisló al
cuartel clausurando el partido militar mientras sus funciones coercitivas y disciplinadoras migraban
hacia las Fuerzas de Seguridad entendidas como el Complejo Judicial, Penitenciario y Policial
popularmente conocido en la provincia de Buenos Aires como “la Bonaerense”.
Los pibes de las capas sociales empobrecidas que hasta el noventipico asumían la personificación del
colimba en este nuevo paradigma tutelar encarnan en los pibes chorros mientras el viejo cuartel se
recicló como juzgado, cárcel y comisaría.
Ni bien quedó claro que la zona de roce, de fricción social e institucional se había mudado del cuartel al
territorio, deconcentrándose, fragmentándose pero también multiplicándose y diversificándose, las
elites, el círculo rojo, supieron que el foco de la atención y la preocupación social debían colocarse en
un lugar privilegiado: la Inseguridad, debía dominar la agenda social, política y mediática facilitando:
a) transferencias netas de poder a la Bonaerense habilitando grados crecientes de autonomía y
discrecionalidad para todo el Complejo; b) relajación de los mecanismos de control políticos e
institucionales; y c) ascenso del umbral de tolerancia social a la violencia institucional.
Y si bien la presión social suscitada por el crimen de José Luis Cabezas originó un repliegue táctico de
la Bonaerense ante la ofensiva que supuso la Reforma de Arslanian impuesta a Duahalde en abril de
1998 y desactivada por Ruckauff en agosto de 1999, la Contrarreforma iniciada por Scioli en 2007, de
la mano de Stornelli y Casal, revirtió el proceso democratizador respecto de la tutela ejercida por las
elites a través de la Bonaerense con un impacto similar al que la sanción de las leyes de impunidad y el
indulto a las Juntas supuso para el proceso de ruptura de la tutela militar.
Es cierto que la decisión de Néstor Kirchner de contener a las elites bonaerenses ofreciéndoles la
candidatura a gobernador de Scioli implicaba una perdida de impulso al proceso reformista, pero la
sorpresiva decisión del gobernador electo de poner su gobierno en manos de la Bonaerense se tradujo
además en la consolidación de un espacio de reagrupamiento y producción de iniciativa política por
parte de la fracción bonaerense de las elites filo tutelares.
¿Quien es Scioli?
Entonces Scioli es, hoy, El Hombre. Pero ¿Quién es realmente Scioli? ¿Qué y a quienes representa?
Una Trabajadora Social del municipio, un Psicólogo del Sedronar o el Cpa, un operador de algún
programa municipal o provincial de inclusión educativa, las chicas del gabinete o del equipo de
orientación de la escuela, un agente de Anses, un tallerista de la campaña de alfabetización, un militante
o referente partidario, cualquier recurso humano que diaria o semanalmente camina los barrios
bonaerenses, recorre los pasillos y tiene contacto fluido con sus dinámicas conoce aunque no quiera,
aunque quiera no conocer, aquello que los organismos de seguridad que buscan esa información no
pueden ignorar: quienes y donde ofertan drogas, armas, “laburos” y todo el abanico de las múltiples
actividades criminales que a un pesquisa voluntarioso podría conducirlo desde la punta del ovillo
minorista a las fuentes de suministro mayorista que alimenta ese comercio y esos mercados de “trabajo”
y consumo.
Sin embargo jueces, fiscales y policías optan casi siempre por atacar la criminalidad emergente
ignorando sus fuentes encarcelando al pibe chorro –normalmente un adicto– que vende para consumir
mientras proliferan cocinas, depósitos, redes de distribución, sustancias de corte y precursores.
De Scioli se podrán decir, según se lo estime o no, muchas cosas buenas y malas; pero sin dudas Scioli
es el hombre que restituyó a la Bonaerense sus capacidades de ejercer tutela sobre la democracia
impulsada por el campo popular.
Hoy, sin embargo, la restauración del autogobierno judicial, penitenciario y policial resuelta por Scioli
en 2007 está haciendo crisis en la proliferación de armas y drogas duras muy baratas que inundan las
barriadas populares traduciéndose en crecientes tasas de criminalidad. Todo indica que la pauperización
institucional que emerge a través de esos indicadores ha llegado a un punto de saturación que podría
estar generando condiciones suficientes para el despliegue de una iniciativa política equivalente a la
eliminación del Servicio Militar Obligatorio.
De hecho la Reforma de Arslanian preveía, en igual sentido que la decisión menemista de eliminar la
colimba, la interposición de fiscalías y personal no policial en contacto directo con la situación de
infracción –la instrucción– y la pesquisa a fin de interrumpir mecanismos de reproducción institucional
de la actividad micro delictual y, a su vez, contactar la punta del ovillo de la red criminal, es decir, al
protagonista del micro delito, para, a través de él, descubrir, perseguir, reprimir y desbaratar las fuentes
de suministro, abastecimiento y logística sin las cuales el micro delito perdería volumen y vigor,
permitiendo mejores desempeños en el accionar de las agencias públicas y privadas que en el nivel
territorial despliegan esfuerzos mitigadores y reparadores, especialmente dirigidos a niños y jóvenes en
condiciones de marginalidad estructural.
La democratización de la Bonaerense tiene aun pendiente definir cuales serán sus hitos: los ciclos de
Reforma emprendidos por Arslanian –especialmente el segundo de 2004 a 2007– podrían ser uno de
ellos.
Cristina Conducción
Es imposible saber que puede pasar en 2015 con la sucesión Cristinista porque el reordenamiento
político se vislumbra tan drástico y profundo que arriesgar escenarios sería como frotar la bola de
cristal.
Sin embargo parece poco probable que Cristina opine que Scioli es lo nuevo, lo que viene; es posible
que para el vértice del poder k Scioli esté en verdad más cerca de oficiar de último vagón de un tren que
comenzó su retirada hace más de diez años que de aportar alguna novedad en clave nacional y popular.
Desde esa perspectiva el fracaso del proyecto electoral sciolista más bien podría verse como el cierre
definitivo de una etapa.
Cristina difícilmente le ceda el gobierno a Scioli no porque haya ido a la playa de Clarín o a la cena de
Mirtha sino porque hacerlo tornaría al movimiento político cuyo parto se llevó incluso la vida de su
compañero y fundador, en una experiencia política fallida, anómala.
Facilitar la llegada de la Bonaerense al sillón de Balcarce 50 no parece una opción razonable para un
proyecto político que ha hecho de la lucha contra las tutelas estamentales, aristocráticas y corporativas
su marca en el orillo.
Scioli hace rato eligió representar al sistema de intereses tutelares que se articulan en y desde la
Bonaerense. Eso hace difícil que se convierta en El Hombre elegido por la Presidenta para sucederla en
la instrumentación del programa democratizante que viene impulsando desde hace más de diez años el
proyecto nacional y popular que ella conduce.-
Será Scioli.pdf

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  • 1. ¿Será Scioli? Prof. Lic. Jose Benito Cupeiro Ratti Ituzaingó, PBA 12/01/2015 Scioli es, hoy, El Hombre. En él encarna, se soporta, la crisis política que enmarca la sucesión Cristinista. Sobre su cuerpo vapuleado –y apenas maltrecho– comienza a formarse el hongo atómico del cual emergerá un kirchnerismo, o bien convertido en la segunda hegemonía política de la historia argentina luego de aquella que se inició en la batalla de Pavón y concluyó en 1916 a manos de Hipólito Irigoyen; o bien lo hará archivado como uno de los recursos tácticos con los que el campo nacional y popular ha intentado desde 1945 alcanzarla sin éxito –aunque, a veces y por períodos más o menos cortos, conquistando el gobierno– prolongando la extensa fase de crisis orgánica del régimen capitalista local. Lo que no se espera que ocurra en diciembre de 2015 es un simple cambio de gobierno. Scioli sabe que, otra vez, como en 2003, le toca ser la bisagra. Aquella vez fue la parte vieja de lo nuevo; esta vez cree –está convencido– que puede lograr, como los alquimistas, convertir lo viejo en nuevo. Scioli sabe que su accionar influye pero no define; el servicio que el kirchnerismo necesita que preste, el último servicio, es quedarse donde está, conteniendo a muchos de los que se articulan en torno suyo, hasta que la Presidenta nomine a su delfín como lo hizo Lula con Dilma el 20 de febrero de 2010, ocho meses antes de las elecciones generales y con la futura Presidenta electa midiendo en las encuestas menos que sus competidores. Scioli, en cambio, cree, como creyó en el ’89 respecto de su propia vida mientras su Gran Argentina le amputaba el brazo derecho en el agua marrón del río Paraná, que su proyecto político puede existir mientras haya esperanza; porque Scioli aprendió aquella tarde chapoteando entre el dolor y la desolación, que no es la vida la que engendra la esperanza sino al revés. Que es en la convicción específicamente humana de que algo puede existir, donde se origina la existencia. Y su proyecto presidencial seguirá con vida mientras su fe persista. Pero Scioli, incluso, está haciendo lo que debe, porque a la política se ingresa para hacer lo que hay que hacer; en su caso, intentar ser el candidato presidencial del FPV en 2015. Intención que está obligado a sostener por lo menos hasta que el impedimento surja de los hechos concretos y no de conjeturas. Cuando esos hechos acontezcan veremos quien es Scioli. Veremos si Scioli es o se hace. Pero para eso falta; hoy, su misión es querer ser e intentarlo. Tiem-pista En todo caso el problema es que la política, la construcción de poder, requiere tiempo; cuanto más tiempo mejor, o al revés: cuanto menos tiempo peor. Y el tiempo que razonablemente puede estar su candidatura sin despegar se está acabando; si su avión sigue carreteando y no levanta, allá adelante lo espera el cerco perimetral de la pista y, pasando el cerco, de nuevo, el río amarronado. En política los tiempos gruesos los pone la realidad –o sea todos y nadie– pero los finos los pone el desarrollo de la contienda, el movimiento de las piezas en el tablero operado por cada voluntad particular. Cuando Massa, es decir, cuando la fracción anti k del peronismo bonaerense y sus aliados transversales, fijó fecha para el lanzamiento oficial de su candidatura presidencial y habilitó a la corriente denarvaista a intervenir en la interna renovadora, la pista por la que Scioli viene carreteando de pronto se acortó. Quien posee mayor incertidumbre sobre aquello que necesita conocer, es más débil. Scioli percibe que a partir del 02 de febrero será poco a poco cada vez más débil respecto a Massa cuanto más tiempo pase no pudiendo proclamar su propia candidatura porque su candidatura oficial, creíble, solo será certeza cuando sea proclamada por el propio kirchnerismo.
  • 2. Scioli entró el viernes 02/01 al Espacio Clarín y se sentó el sábado 10/01 a cenar con Mirtha para iniciar una labor: intentar forzar que se definan las condiciones de resolución de las candidaturas antes de que se termine el asfalto de su pista. Y eso implica hacer hacia dentro lo que el kirchnerismo hace todo el tiempo hacia fuera: polarizar. El destinatario del mensaje todavía no es tanto la opinión publica ni el electorado sino el peronismo; todo el peronismo, incluso el que ya se había resignado a ir por afuera del FPV. Scioli utilizó la secuencia Espacio Clarín-Mirtha Legrand para avisar: que tiene vocación de pelear; y que tiene disposición a ampliar el espectro y la orientación de su política de alianzas. Los avisados fueron todos los peronismos existentes: el k, el no-k y el anti-k. La reacción de Scioli, quizás más instintiva que planificada, fue lógica: buscó espacio donde sabe que lo tiene; es decir a la derecha. Allí se superponen candidatos trajinando los mismos clivajes; mucha gente para no tanto espacio. Y por eso más allá de la incomodidad inicial que su despliegue produjo en el vértice k, el impacto negativo de su incursión afecta especialmente a los que buscan el patrocinio del Grupo para sacar una cabeza de ventaja. El televidente que simpatizó con Scioli mientras Mirtha lo arropaba con la amorosa severidad que practican las madres con sus hijos más traviesos, viene simpatizando con el FR, con el Pro o con el Faunen. En el fondo, para el kirchnerismo puro y duro, la secuencia supuso menos perdidas que ganancias porque de algo no se duda: el liderazgo de Cristina sobresale porque la relación con su base política y electoral está intacta y con las franjas del ancho campo no-k (según Juan Pablo Varsky: la ancha avenida del medio), que acompañan en las presidenciales y toman distancia en las legislativas, se está recomponiendo de la mano de una economía que luego de una década y pico demuestra que a pesar de los problemas tiene cuerda para rato y se exhibe orientada hacia una dirección que reúne alto consenso social: producción, empleo y consumo. En cambio, en el campo anti k, las incursiones de Scioli contribuyen a licuar los tímidos liderazgos que asoman auspiciados por el Grupo. Ahora bien: ¿podría ser Scioli el candidato del FPV en 2015 si la salud relativa del liderazgo Cristinista no se debilita en los próximos tres meses? ¿Tiene chances Daniel Scioli de heredar el gobierno k? Democracia tutelada La democracia argentina se origina históricamente en la administración colonial que ayudó a configurar los grupos sociales, las elites, que aprovecharían la invasión napoleónica de España para independizarse y construir su propio Estado Nacional. El vector económico de esa organización estatal se desplazó desde siempre sobre dos rieles: el político y el militar. Las elites intentaron durante décadas formatear una democracia, un sistema de convivencia, tutelado manu militari. Los ejércitos realistas y luego los revolucionarios, las milicias a cargo de correr la frontera agrícola-ganadera empujando al indio, las montoneras de los caudillos, la mazorca rosista fueron ejemplos de cómo la proto organización estatal, incipientemente institucionalizada, se apoyaba en última instancia en sus resortes coercitivos. No hay por cierto nada específicamente argentino ni americano en este desarrollo; así se construyeron las bases del Occidente capitalista cuando los ejércitos romanos emprendieron la conquista de Europa sometiendo y asimilando a sus pueblos originarios. Así como los colonos, comerciantes y generales romanos proveyeron los linajes que fundaron la nobleza europea que organizo junto al clero los Estados Nación que hoy conocemos, en América, varios siglos después, los estancieros, comerciantes, funcionarios y milicias que engordaron las administraciones coloniales alimentaron las elites que fundaron nuestros Estados nacionales. La relación entre coerción y consenso, más allá de los análisis filosóficos y epistemológicos que se puedan emprender, en el subcontinente y en la Argentina en particular, históricamente condensó en la siempre tensa y muchas veces trágica relación entre democracia, en tanto soberanía popular, y mecanismos tutelares ejercidos por las elites por medio de los dispositivos de coerción estatal y para- estatal enfrentados por el campo nacional y popular mediante diversas tácticas y estrategias según las circunstancias históricas.
  • 3. La democracia viene siempre de la no democracia: es decir de lo estamental, lo aristocrático y lo corporativo. La democracia popular implica que los estamentos, las aristocracias y las corporaciones se someten a la voluntad popular que significa ejercer el gobierno a través del Estado puesto al servicio del interés de las mayorías populares y sus sistemas de valores humanistas. La no democracia no siempre es sinónimo de dictadura sino a menudo de una modalidad de organización democrática en la cual las mayorías populares se ven obligadas coercitivamente a moderar sus impulsos democratizantes, es decir, a ejercer sus derechos menos cabalmente. Las tutelas ejercidas por estamentos, aristocracias y corporaciones bajan la calidad de la democracia; la tornan menos intensa, limitándola. Del Colimba al Pibe Chorro Cuando en 1983 el campo popular inició el desarme de la tutela ejercida por el Partido Militar desde 1880, las fuerzas democratizantes emprendieron un largo camino que tuvo avances y retrocesos y que alumbró tres hitos: 1) el Juicio a las Juntas en 1985; 2) la eliminación del Servicio Militar Obligatorio en 1994; y 3) la sanción de la ley 25779 que en 2003 activó el cierre del ciclo de impunidad. De los tres el segundo tuvo el valor estratégico de conectar dos etapas del ejercicio tutelar: la anterior, protagonizada por las Fuerzas Armadas, con la actual, protagonizada por las Fuerzas de Seguridad interior. En la medida que el nexo que vinculaba a la sociedad civil con el cuartel en tanto usina de producción de sentido común y, por ello, de gobernanza, era el colimba, su desactivación aisló al cuartel clausurando el partido militar mientras sus funciones coercitivas y disciplinadoras migraban hacia las Fuerzas de Seguridad entendidas como el Complejo Judicial, Penitenciario y Policial popularmente conocido en la provincia de Buenos Aires como “la Bonaerense”. Los pibes de las capas sociales empobrecidas que hasta el noventipico asumían la personificación del colimba en este nuevo paradigma tutelar encarnan en los pibes chorros mientras el viejo cuartel se recicló como juzgado, cárcel y comisaría. Ni bien quedó claro que la zona de roce, de fricción social e institucional se había mudado del cuartel al territorio, deconcentrándose, fragmentándose pero también multiplicándose y diversificándose, las elites, el círculo rojo, supieron que el foco de la atención y la preocupación social debían colocarse en un lugar privilegiado: la Inseguridad, debía dominar la agenda social, política y mediática facilitando: a) transferencias netas de poder a la Bonaerense habilitando grados crecientes de autonomía y discrecionalidad para todo el Complejo; b) relajación de los mecanismos de control políticos e institucionales; y c) ascenso del umbral de tolerancia social a la violencia institucional. Y si bien la presión social suscitada por el crimen de José Luis Cabezas originó un repliegue táctico de la Bonaerense ante la ofensiva que supuso la Reforma de Arslanian impuesta a Duahalde en abril de 1998 y desactivada por Ruckauff en agosto de 1999, la Contrarreforma iniciada por Scioli en 2007, de la mano de Stornelli y Casal, revirtió el proceso democratizador respecto de la tutela ejercida por las elites a través de la Bonaerense con un impacto similar al que la sanción de las leyes de impunidad y el indulto a las Juntas supuso para el proceso de ruptura de la tutela militar. Es cierto que la decisión de Néstor Kirchner de contener a las elites bonaerenses ofreciéndoles la candidatura a gobernador de Scioli implicaba una perdida de impulso al proceso reformista, pero la sorpresiva decisión del gobernador electo de poner su gobierno en manos de la Bonaerense se tradujo además en la consolidación de un espacio de reagrupamiento y producción de iniciativa política por parte de la fracción bonaerense de las elites filo tutelares. ¿Quien es Scioli? Entonces Scioli es, hoy, El Hombre. Pero ¿Quién es realmente Scioli? ¿Qué y a quienes representa? Una Trabajadora Social del municipio, un Psicólogo del Sedronar o el Cpa, un operador de algún programa municipal o provincial de inclusión educativa, las chicas del gabinete o del equipo de orientación de la escuela, un agente de Anses, un tallerista de la campaña de alfabetización, un militante o referente partidario, cualquier recurso humano que diaria o semanalmente camina los barrios
  • 4. bonaerenses, recorre los pasillos y tiene contacto fluido con sus dinámicas conoce aunque no quiera, aunque quiera no conocer, aquello que los organismos de seguridad que buscan esa información no pueden ignorar: quienes y donde ofertan drogas, armas, “laburos” y todo el abanico de las múltiples actividades criminales que a un pesquisa voluntarioso podría conducirlo desde la punta del ovillo minorista a las fuentes de suministro mayorista que alimenta ese comercio y esos mercados de “trabajo” y consumo. Sin embargo jueces, fiscales y policías optan casi siempre por atacar la criminalidad emergente ignorando sus fuentes encarcelando al pibe chorro –normalmente un adicto– que vende para consumir mientras proliferan cocinas, depósitos, redes de distribución, sustancias de corte y precursores. De Scioli se podrán decir, según se lo estime o no, muchas cosas buenas y malas; pero sin dudas Scioli es el hombre que restituyó a la Bonaerense sus capacidades de ejercer tutela sobre la democracia impulsada por el campo popular. Hoy, sin embargo, la restauración del autogobierno judicial, penitenciario y policial resuelta por Scioli en 2007 está haciendo crisis en la proliferación de armas y drogas duras muy baratas que inundan las barriadas populares traduciéndose en crecientes tasas de criminalidad. Todo indica que la pauperización institucional que emerge a través de esos indicadores ha llegado a un punto de saturación que podría estar generando condiciones suficientes para el despliegue de una iniciativa política equivalente a la eliminación del Servicio Militar Obligatorio. De hecho la Reforma de Arslanian preveía, en igual sentido que la decisión menemista de eliminar la colimba, la interposición de fiscalías y personal no policial en contacto directo con la situación de infracción –la instrucción– y la pesquisa a fin de interrumpir mecanismos de reproducción institucional de la actividad micro delictual y, a su vez, contactar la punta del ovillo de la red criminal, es decir, al protagonista del micro delito, para, a través de él, descubrir, perseguir, reprimir y desbaratar las fuentes de suministro, abastecimiento y logística sin las cuales el micro delito perdería volumen y vigor, permitiendo mejores desempeños en el accionar de las agencias públicas y privadas que en el nivel territorial despliegan esfuerzos mitigadores y reparadores, especialmente dirigidos a niños y jóvenes en condiciones de marginalidad estructural. La democratización de la Bonaerense tiene aun pendiente definir cuales serán sus hitos: los ciclos de Reforma emprendidos por Arslanian –especialmente el segundo de 2004 a 2007– podrían ser uno de ellos. Cristina Conducción Es imposible saber que puede pasar en 2015 con la sucesión Cristinista porque el reordenamiento político se vislumbra tan drástico y profundo que arriesgar escenarios sería como frotar la bola de cristal. Sin embargo parece poco probable que Cristina opine que Scioli es lo nuevo, lo que viene; es posible que para el vértice del poder k Scioli esté en verdad más cerca de oficiar de último vagón de un tren que comenzó su retirada hace más de diez años que de aportar alguna novedad en clave nacional y popular. Desde esa perspectiva el fracaso del proyecto electoral sciolista más bien podría verse como el cierre definitivo de una etapa. Cristina difícilmente le ceda el gobierno a Scioli no porque haya ido a la playa de Clarín o a la cena de Mirtha sino porque hacerlo tornaría al movimiento político cuyo parto se llevó incluso la vida de su compañero y fundador, en una experiencia política fallida, anómala. Facilitar la llegada de la Bonaerense al sillón de Balcarce 50 no parece una opción razonable para un proyecto político que ha hecho de la lucha contra las tutelas estamentales, aristocráticas y corporativas su marca en el orillo. Scioli hace rato eligió representar al sistema de intereses tutelares que se articulan en y desde la Bonaerense. Eso hace difícil que se convierta en El Hombre elegido por la Presidenta para sucederla en la instrumentación del programa democratizante que viene impulsando desde hace más de diez años el proyecto nacional y popular que ella conduce.-