Tarde de domingo
- 1. TARDE DE DOMINGO Salí del hotel, esa tarde de domingo, allí elegí alojarme mientras durara mi permanencia en la gran ciudad. No me quedaría más de unos seis o siete días en Buenos Aires. Siempre que viajaba a la capital me hospedaba en el mismo hotel familiar pues me resultaba muy cómodo. Estaba muy bien ubicado en el barrio de Recoleta y no me cobraban demasiado. Además yo estaba cerca de los lugares en donde tenía que hacer todos mis trámites. Camine algunas cuadras hasta llegar a la plaza Intendente Alvear en donde funciona la feria de artesanías, los fines de semana. y una vez en ella elegí un banco solitario, para sentarme, iluminado por un anémico sol de otoño. ¡Que bueno era estar sola! Creo que nunca como ese día me sentí tan libre. Quizás la brisa fresca que venia del río animarían mi espíritu y lo iban a serenar haciendo que me olvide de los trajines que me esperaban al día siguiente. Ya algunos artesanos comenzaban a guarda sus pertenencias para regresar a sus domicilios. Entonces me prepare para acercarme a los puestos de venta, Comencé a caminar mirando todo y preguntando precios. Estaba convencida que algo iba a comprar, podría ser un anillo, una pulsera, o unos aros, para llevarme de recuerdo o para regalar a alguien. Quizás me decida, ¿por que no? Por un mate forrado en cuero con su correspondiente bombilla. En fin como a toda mujer gastadora, algo seguramente me va a tentar y seguro comprare. Efectivamente eso sucedió, al fin me compre un anillo de plata con una hermosa piedra verde. De inmediato lo puse en un dedo de mi mano izquierda para lucirlo, aunque allá nadie me conocía no me importaba, yo me miraba la mano y me gustaba como me quedaba el anillo. Entonces camine unos minutos mas curioseando todo .Era temprano aun para regresar al hotel, así que resolví quedarme un rato mas y nuevamente busque asiento en otro banco .Ese banco ya estaba ocupado por un señor de mediana edad, podía ser cuarenta y cinco
- 2. o cincuenta y cinco años Después de saludarlo y decir unas cuantas palabras con respecto al tiempo, el hombre me dijo:” hermosa tarde señora, no dan ganas de irse…” Yo le dije,” si, esta muy linda la plaza, tranquila, sin bullicio, pues hay poca gente. Realmente una tarde y un lugar especial para disfrutar.” - Todo es hermoso señora, como también lo es usted. “Lastima que la policía pronto vendrá a buscarme. y no podre disfrutar mas de su grata compañía. Muy asustada, le respondí… ¿a buscarlo? ¿Y porque? ¿Desgraciadamente yo estoy preso por robo en la cárcel de Ezeiza y hace tres días me escape. En un momento me llamo la atención la vestimenta que tenia puesta, vi que era una especie de mameluco gris muy gastado, parecido al que usan los obreros de las fábricas, pero como cada uno se viste como puede y como quiere, me despreocupe de la ropa con la cual estaba vestido aquel hombre. ¿ Què podía importar la vestimenta de un desconocido? De inmediato escuchamos las sirenas de la policía y todos nos sorprendimos. Ellos frenaron en la plaza, muy cerquita nuestro y bajaron los uniformados con las esposas listas para inmovilizar al hombre, pero antes de que lo apresen, el alcanzo a decirme: “disculpe señora mi atrevimiento pero: usted que tiene cara de buena ¿seria capaz de darme el anillo de piedra verde que tiene en su mano izquierda para que yo se lo regale a mi madre cuando ella venga a visitarme? POBRE VIEJA, EL DOMINGO ES SU CUMPLEAÑOS y no tengo nada para obsequiarle. A ella también le gustan mucho los anillos y nunca pude comprarle uno. Me saque el anillo y se lo entregue, mientras observaba como dos policías lo tomaban de sus brazos y lo ayudaban a subir al patrullero que lo llevaría de vuelta a la cárcel. Desde el patrullero aquel desconocido, en una tarde de domingo, me gritò “gracias”. María Teresita Etcheverry