El profeta Samuel fue enviado por Dios a ungir al próximo rey de Israel. Aunque inicialmente consideró a Eliab, Dios lo rechazó porque mira el corazón y no la apariencia. Tampoco escogió a los otros siete hijos de Isaí. Finalmente, Dios eligió a David, el más joven, quien cuidaba las ovejas y tenía un corazón limpio ante Dios. Samuel ungió a David como futuro rey, y el Espíritu Santo se posó sobre él.