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CALEB, UN HOMBRE DE FE
CALEB, UN HOMBRE DE FE
Introducción:
• Para servir al Señor no
importa la edad cronológica,
ni otras circunstancias
naturales, sino hacerlo bajo el
principio de la resurrección.
La figura y ejemplo de Caleb ilustran
éste y otros principios básicos del
servicio cristiano.
Caleb: una vida de resurrección
Caleb era Caleb - no porque él tuviera ochenta y cinco años de
edad, sino porque él no se sentía como tal. Él y Josué eran de la
generación de los israelitas que salió de Egipto. Debido a la
infidelidad de esa generación, Dios los hizo vagar en el desierto
hasta que esa generación entera se extinguió con la excepción de
sólo dos personas.
Asombrosamente ni Moisés, ni Aarón, ni María –los líderes
de esa generación– estuvieron entre los dos. Ninguno de
ellos cruzó al otro lado del Río Jordán. Los que entraron en
Canaán eran de una nueva generación.
Esto tiene una importante implicación espiritual: sólo la nueva criatura,
el hombre nacido de nuevo, no el viejo hombre, tiene acceso a Canaán,
sino la persona que ha nacido en Cristo. Josué y Caleb fueron las únicas
excepciones. Cuando Dios envió a doce espías que exploraran la tierra de
Canaán, sólo estos dos volvieron con un buen informe.
En realidad, todos los espías concordaron en una
cosa: que la tierra fluía leche y miel; la única
diferencia era que diez vieron y prestaron atención
al lado oscuro de la situación. Ellos dijeron: “La
tierra por donde pasamos para reconocerla, es
tierra que traga a sus moradores” (Números
13:32).
Sintieron que eran inferiores a sus enemigos, y se
frustraron. Los israelitas lamentaron haber dejado
Egipto, y se rebelaron. Como resultado de fijar la vista
en este punto, la ira de Dios causó que ellos vagaran en
el desierto durante cuarenta años (Ver Núm.14:34). Sólo
la nueva generación, junto a Josué y Caleb, podía entrar
en la tierra (Ver Núm.14:31).
¿TIEMPO DE JUBILARSE?
¿Quiénes eran estos dos hombres?
Caleb era la cabeza de la tribu de Judá y Josué la cabeza de la
tribu de Efraín. De los que salieron de Egipto, ambos fueron
los únicos que vieron sus sueños realizados, cuando pusieron
su pie en la tierra.
• Cuando Caleb habló esas palabras en Josué 14:6-15, él ya
había llegado a la tierra de Canaán. En el pensamiento
actual, a los ochenta y cinco años uno debe disfrutar su
jubilación, y tranquilizarse. ¿Por qué no debería Caleb
haberlo visto así, puesto que ya había cumplido su sueño?
Ya había probado lo que era el mundo, y disfrutado de
cuanto le podía ofrecer la vida. Había vivido ochenta y
cinco años implacables.
Cuando pensamos en nosotros mismos a los
ochenta y cinco años, pensamos en nuestra
debilidad y en la necesidad de retirarse. Tal
pensamiento, transportado al área de nuestra vida
espiritual, se manifiesta cuando asumimos que
hemos de dejar la carrera y permitir que los jóvenes
continúen.
Pero la Escritura nos da el ejemplo de Caleb, que no se
rindió ante su vejez. Nosotros tendemos a creer que
nuestros días siguen el calendario y que
inexorablemente nos veremos débiles o enfermos. Pero
la gente joven también puede crecer débil o enferma.
Cada día de nuestras vidas es producto de la gracia y
misericordia de Dios. Alabado sea su Nombre.
Hoy, por su gracia, Dios nos ha abierto un camino y nos ha
llamado para llevar a cabo su propósito. Cuán lejos vayamos
por este sendero, no es determinado por el calendario, sino
por la voluntad de Dios.
Dios llamó a Moisés cuando éste tenía ochenta años. Él
sentía que Dios había tardado en llamarle y que debía
haberlo hecho años antes. Pero recordemos que,
cuando Dios lo llamó, Moisés se negó cuatro veces a
obedecer el llamado de Dios (Ver Éxo.3:11, 4:1, 10, 13).
En Salmos 90:10, dice Moisés: “Los días de nuestra edad son
setenta años ... en los más robustos son ochenta.” Moisés
sentía que él ya había vivido diez años más de lo esperado;
por consiguiente, nunca esperó llegar a vivir ciento veinte
años.
Indudablemente, los caminos de Dios son diferentes de
los nuestros. Él condujo a Moisés de una manera especial,
porque tenía para él un llamamiento especial. Antes de
que el propósito y la obra de Dios fueran cumplidos en
Moisés, él no le permitiría ir mientras no cumpliera los
ochenta años.
Al final, Moisés sirvió a Dios por cuarenta años más. Moisés
intentó excusarse exponiendo diferentes razones, y quizá, con
que él era demasiado viejo. ¡Gracias al Señor!, cuando
Moisés reconoció su propia incapacidad, Dios empezó a
usarlo.
Su tarea sólo podría parecer apropiada para una persona
joven, pero Dios esperó hasta que Moisés encaneciera para
empezar a ocuparlo. Éste es un ejemplo claro de la Escritura
de que para servir en la causa de Dios no hay edad específica,
solamente que estemos dispuestos a creer en Dios y
obedecerle.
Mientras la tarea que Dios nos ha asignado
permanezca inacabada, no debemos mirar cuán
enfermos estamos y cuán difíciles puedan ser
nuestras circunstancias.
El Moisés de ochenta años
estaba viviendo con un tiempo
prestado; de acuerdo al orden
natural de las cosas, su vida
había terminado. Él había
muerto y había vivido de nuevo.
Éste es el principio de una vida
resucitada.
Su vida nueva debía
comenzar junto a una
zarza, Cristo Jesús.
CALEB NO PODÍA RETIRARSE TODAVÍA
Gracias al Señor porque es Su vida dentro de
nosotros la que nos sostiene y nos permite ir
adelante (Ver Gál.2:20).
No es el tiempo, el calendario, ni la edad lo que
determina la longitud de nuestro caminar en esta
tierra.
Lo que importa es si hemos acabado el camino que
Dios trazó para nosotros.
Aún a sus ochenta y cinco años, la responsabilidad
de Caleb no había terminado, porque Dios le había
dado la tierra de Hebrón –la tierra más selecta de
Canaán, el Canaán de Canaán.
Esta tierra fue habitada por Abran (ver Gén.13:18). Una
vez, Jacob envió a José de Canaán a Siquem; era
exactamente de Hebrón (ver Gén.37: 13,14), porque en
la mente de Dios Hebrón representa a Canaán.
Cuando volvieron los espías enviados por Moisés
para explorar la tierra de Canaán, atestiguaron: “La
tierra ... ciertamente fluye leche y miel”
(Números 13:27).
• Un solo racimo de uvas del valle de Escol
requirió de dos personas para ser
transportado. La riqueza de la tierra era
notoria.
El valle de Escol estaba en
Hebrón y su suelo producía lo
mejor de la tierra de Canaán. Y,
porque Caleb siguió al Señor
incondicionalmente, Dios le
había dado en recompensa lo
mejor de la tierra de Judá.
Todos concordamos en que
Canaán es extremadamente
bueno. En Canaán tenemos
nuestra herencia, que es vida.
Los cristianos que aman al Señor
tendrán esta herencia, pero sólo
Caleb la recibió como recompensa.
La tierra es tuya pero tienes que
poner el pie en ella para reclamar
tu pertenencia (Ver Gál.3:26-29;
Apoc.22:14; 21:27).
La Canaán terrenal es un pálido reflejo de la Canaán celestial.
(Ver 1Cor.2:9).
He aquí la razón por qué Caleb no podía retirarse,
pues aún él no había recibido su galardón. Caleb a
sus 85 años tenía el espíritu de un hombre joven. A
pesar de su vejez, él podría batallar todavía. Por
esta razón, Dios lo protegió.
No todas las doce tribus recibieron su herencia, porque
ellos no pusieron sus pies en la tierra. Al contrario, Caleb
recibió del Señor lo mejor de Canaán. Aunque puede ser
que hayamos llegado a Canaán literal, si todavía no
hemos obtenido la corona de vida y la corona de justicia,
necesitamos decir como lo hizo Caleb: “Dame, pues,
ahora este monte, del cual habló el Señor aquel
día” (Josué 14:12). Solo así recibiremos la Canaán
Celestial.
Lo que quiso el Caleb de ochenta y cinco años
era el territorio más peligroso. La tierra que
devoraba a sus moradores y que estaba
habitada por gigantes que los habían mantenido
errantes en el desierto.
A los cuarenta años, Caleb no tuvo temor; y así
tan valiente era a los ochenta y cinco. La
expresión “Dame ese monte” indica que
estaba listo para entrar a tomar esa tierra.
Gracias al Señor, Caleb había recibido esa tierra.
Vivamos para agradar al Señor
Hoy nosotros sólo necesitamos creer en Jesús para tener a Canaán como nuestra
herencia. Sin embargo, no podemos estar satisfechos sólo con conseguir la herencia.
Otras dos tribus habían sido destinadas para entrar en la tierra que fluye leche y
miel. Pero lamentablemente, después de haber vagado en el desierto durante
cuarenta años, se contentaron con permanecer en el lado oriental del río Jordán (La
tribu de Rubén y la tribu de Gad: Ver Núm.32:1-5). Eran como dos o tres
congregados en el nombre de Señor. Note que se contentaron con obtener un
territorio para su ganado, antes de cruzar el Jordán, esta actitud era similar a la de
Lot (Ver Gén.13:10-12). A pesar de esto, Dios estaba con ellos.
La pregunta es si están al oriente del Jordán o en la tierra de Canaán. Pero Caleb
tenía un espíritu diferente para desear lo mejor del Señor. Su persistencia y anhelo
no fueron afectados por su edad. Debemos seguir el espíritu juvenil y saludable de
Caleb. No crea en lo que vemos en el espejo o lo que nos dice nuestra edad. En
cambio, crea lo que el Señor nos dice en Su palabra.
Muchos creyentes hoy, de cuarenta y cincuenta años de
edad se rinden porque sienten que los días restantes de
su vida son pocos. Como resultado, viven
descuidadamente y a menudo lo lamentan, cuando
ocurre que viven todavía treinta años más.
Vivamos cada minuto nuestro y todos los días para
agradar al Señor. Él siempre tiene algo que quiere
cumplir en nosotros. Él dice: “Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo…” (Ver
Mar.8:34).
«Negarse a sí mismo» involucra muchas cosas, una de
las cuales es olvidarnos de nuestra edad. No cometa el
error de pensar que sólo los jóvenes son los soldados
cristianos, y que las personas mayores no pueden hacer
nada.
Uno de los muchos ejemplos que tenemos en la Biblia es el
ejemplo de Pablo: Cuando Pablo supo que el tiempo de su
partida estaba cercano, dijo: “Me está guardada la
corona de justicia...”, porque “...he peleado la buena
batalla, he acabado la carrera”.
(2 Timoteo 4:7-8).
Lógicamente, para Pablo era tiempo de relajarse y
calmarse; pero todavía le pidió a Timoteo que le trajera sus
pergaminos.
¿Por qué se molestaba él en leer, si su tiempo era casi
cumplido?
De hecho, Pablo era uno que correría hasta el final. Tener la
corona de justicia no le hizo relajarse en su búsqueda
espiritual.
Muchas personas mayores en la iglesia rechazan
hoy ceder ante su vejez. Ellos continúan siendo
diligentes en mantener y apoyar la iglesia.
Si permanecen con su mente activa de esta
manera y aman al Señor de verdad, el Señor los
mantendrá alertas en sus servicios, así como a
Caleb.
La comida de Caleb
Caleb era tan fuerte ahora –a los ochenta y cinco años–, como
fue a los cuarenta, porque el Señor lo había sostenido con
comida que no era comida ordinaria.
Cuando los espías volvieron de la tierra de Canaán con su
informe y el pueblo se rebeló, Caleb les dijo: “No seáis
rebeldes contra el Señor, ni temáis al pueblo de esta
tierra, porque nosotros los comeremos como pan”
(Núm. 14:9).
El Señor había guardado a Caleb durante cuarenta y cinco
años porque él tuvo un alimento especial que otros no
tuvieron. Él no huyó de las dificultades ni dio esa
responsabilidad a la gente joven. En cambio, dijo: “Dame
este monte… los echaré…”
Los gigantes y las dificultades no nos tragarán, sino serán
tragados por nosotros. Las personas mayores no pueden
detenerse por un pequeño problema, dolor, ni
enfermedad grave –para desalentarse, deprimirse,
rendirse, o incluso para dejar la carrera.
En lugar de ser tragados, nosotros debemos tragar todos
nuestros problemas y debemos hacerlos nuestra comida.
A menudo no es la enfermedad, sino un espíritu de
aflicción que nos causa una muerte antes de tiempo.
Recuerde el secreto de Caleb: su comida son sus
enemigos. Por la gracia de Dios, tendremos este alimento
diariamente para que logremos lo que el Señor quiere
que obtengamos, la tierra de Canaán.
Conclusión:
(1) Caleb, hijo de Jefone, el quenizita: Representante de la tribu de Judá entre los
espías que fueron enviados desde Cadés a explorar Canaán.
(2) A su retorno, él y Josué combatieron los informes exagerados de la mayoría, los
otros diez espías que proponían que era mejor regresar a Egipto; trataron
infructuosamente de tranquilizar a la gente, y en el motín que estalló por poco
caen víctimas de la furia popular.
(3) En recompensa por su conducta quedaron exentos del decreto que condenaba a
la población adulta a morir en el desierto. (Ver Números 13 - 14; Deut. 1:19-36).
(4) Caleb fue nombrado como uno de los comisionados para dividir la tierra
prometida entre las tribus. (Núm. 34:19). Basado en la promesa divina que se le
hizo en Cadés en los tiempos del motín (Núm. 14: 24), pidió y obtuvo su porción
en el territorio de Hebrón (Josué 14: 6); sin embargo, la ciudad misma fue
asignada a los sacerdotes (Jos. 21: 11-13).
(5) Aunque tenía 85 años de edad, aún poseía el total vigor de la masculinidad y
entró en campaña para conquistar el territorio que se le había asignado (Jos.
14:7; 15:13).
(6) Oímos de él por última vez en relación con el matrimonio de su hija Aksá con su
hermano Otniel (Jos. 15: 16-19; Jueces 1: 12-15). Es necesario destacar que
probablemente mi “hermano” no deben tomarse en sentido literal.
(7).Caleb es alabado por uno de los hijos de Sirá con los grandes
hombres de Israel (Eclesiástico 46:9) y Matatías lo incluye entre los
israelitas que se distinguieron por su celo y fe (1 Macabeos. 2:56).
(8). Aunque fue una figura prominente en la historia hebrea, Caleb
parece no haber sido israelita de nacimiento, sino que llegó a ser un
miembro del pueblo escogido por medio de la adopción en la tribu de
Judá. Esto se da a entender en Josué 15:13 donde Caleb se distingue
de los hijos de Judá, por la designación de quenizita. Un Quenaz
aparece entre los nietos de Esaú (Génesis 36:11.15.42), y una tribu de
quenizitas, sin duda descendientes de este Quenaz, se menciona en
Gen. 15:19. Caleb probablemente estaba relacionado con esa tribu.
(9). La admisión a la membresía total de una tribu de extranjeros que
abrazaban la religión y costumbres hebreas no era una práctica hebrea
extraña, y los edomitas, hijos de Abraham e Isaac, serían fácilmente
recibidos debido a su afinidad racial. (Deut. 23:7,8, donde, sin
embargo, el acceso se restringe a la tercera generación.)
Nota: Cuanto éxito no tendría la iglesia hoy, si hubieran hombres y
mujeres que tuvieran el espíritu, el coraje y la valentía de Caleb. Que
aunque hoy hay las mismas dificultades dijeran: No seáis rebeldes
contra el Señor, ni temáis al pueblo de esta tierra, porque
nosotros los comeremos como pan” Ciertamente que, el mundo
ya hubiera sido evangelizado, y estaríamos listos para recibir al Señor
en Gloria.

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  • 2. CALEB, UN HOMBRE DE FE Introducción: • Para servir al Señor no importa la edad cronológica, ni otras circunstancias naturales, sino hacerlo bajo el principio de la resurrección. La figura y ejemplo de Caleb ilustran éste y otros principios básicos del servicio cristiano.
  • 3. Caleb: una vida de resurrección Caleb era Caleb - no porque él tuviera ochenta y cinco años de edad, sino porque él no se sentía como tal. Él y Josué eran de la generación de los israelitas que salió de Egipto. Debido a la infidelidad de esa generación, Dios los hizo vagar en el desierto hasta que esa generación entera se extinguió con la excepción de sólo dos personas. Asombrosamente ni Moisés, ni Aarón, ni María –los líderes de esa generación– estuvieron entre los dos. Ninguno de ellos cruzó al otro lado del Río Jordán. Los que entraron en Canaán eran de una nueva generación. Esto tiene una importante implicación espiritual: sólo la nueva criatura, el hombre nacido de nuevo, no el viejo hombre, tiene acceso a Canaán, sino la persona que ha nacido en Cristo. Josué y Caleb fueron las únicas excepciones. Cuando Dios envió a doce espías que exploraran la tierra de Canaán, sólo estos dos volvieron con un buen informe.
  • 4. En realidad, todos los espías concordaron en una cosa: que la tierra fluía leche y miel; la única diferencia era que diez vieron y prestaron atención al lado oscuro de la situación. Ellos dijeron: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores” (Números 13:32). Sintieron que eran inferiores a sus enemigos, y se frustraron. Los israelitas lamentaron haber dejado Egipto, y se rebelaron. Como resultado de fijar la vista en este punto, la ira de Dios causó que ellos vagaran en el desierto durante cuarenta años (Ver Núm.14:34). Sólo la nueva generación, junto a Josué y Caleb, podía entrar en la tierra (Ver Núm.14:31).
  • 5. ¿TIEMPO DE JUBILARSE? ¿Quiénes eran estos dos hombres? Caleb era la cabeza de la tribu de Judá y Josué la cabeza de la tribu de Efraín. De los que salieron de Egipto, ambos fueron los únicos que vieron sus sueños realizados, cuando pusieron su pie en la tierra. • Cuando Caleb habló esas palabras en Josué 14:6-15, él ya había llegado a la tierra de Canaán. En el pensamiento actual, a los ochenta y cinco años uno debe disfrutar su jubilación, y tranquilizarse. ¿Por qué no debería Caleb haberlo visto así, puesto que ya había cumplido su sueño? Ya había probado lo que era el mundo, y disfrutado de cuanto le podía ofrecer la vida. Había vivido ochenta y cinco años implacables.
  • 6. Cuando pensamos en nosotros mismos a los ochenta y cinco años, pensamos en nuestra debilidad y en la necesidad de retirarse. Tal pensamiento, transportado al área de nuestra vida espiritual, se manifiesta cuando asumimos que hemos de dejar la carrera y permitir que los jóvenes continúen. Pero la Escritura nos da el ejemplo de Caleb, que no se rindió ante su vejez. Nosotros tendemos a creer que nuestros días siguen el calendario y que inexorablemente nos veremos débiles o enfermos. Pero la gente joven también puede crecer débil o enferma. Cada día de nuestras vidas es producto de la gracia y misericordia de Dios. Alabado sea su Nombre.
  • 7. Hoy, por su gracia, Dios nos ha abierto un camino y nos ha llamado para llevar a cabo su propósito. Cuán lejos vayamos por este sendero, no es determinado por el calendario, sino por la voluntad de Dios. Dios llamó a Moisés cuando éste tenía ochenta años. Él sentía que Dios había tardado en llamarle y que debía haberlo hecho años antes. Pero recordemos que, cuando Dios lo llamó, Moisés se negó cuatro veces a obedecer el llamado de Dios (Ver Éxo.3:11, 4:1, 10, 13). En Salmos 90:10, dice Moisés: “Los días de nuestra edad son setenta años ... en los más robustos son ochenta.” Moisés sentía que él ya había vivido diez años más de lo esperado; por consiguiente, nunca esperó llegar a vivir ciento veinte años.
  • 8. Indudablemente, los caminos de Dios son diferentes de los nuestros. Él condujo a Moisés de una manera especial, porque tenía para él un llamamiento especial. Antes de que el propósito y la obra de Dios fueran cumplidos en Moisés, él no le permitiría ir mientras no cumpliera los ochenta años. Al final, Moisés sirvió a Dios por cuarenta años más. Moisés intentó excusarse exponiendo diferentes razones, y quizá, con que él era demasiado viejo. ¡Gracias al Señor!, cuando Moisés reconoció su propia incapacidad, Dios empezó a usarlo. Su tarea sólo podría parecer apropiada para una persona joven, pero Dios esperó hasta que Moisés encaneciera para empezar a ocuparlo. Éste es un ejemplo claro de la Escritura de que para servir en la causa de Dios no hay edad específica, solamente que estemos dispuestos a creer en Dios y obedecerle.
  • 9. Mientras la tarea que Dios nos ha asignado permanezca inacabada, no debemos mirar cuán enfermos estamos y cuán difíciles puedan ser nuestras circunstancias. El Moisés de ochenta años estaba viviendo con un tiempo prestado; de acuerdo al orden natural de las cosas, su vida había terminado. Él había muerto y había vivido de nuevo. Éste es el principio de una vida resucitada. Su vida nueva debía comenzar junto a una zarza, Cristo Jesús.
  • 10. CALEB NO PODÍA RETIRARSE TODAVÍA Gracias al Señor porque es Su vida dentro de nosotros la que nos sostiene y nos permite ir adelante (Ver Gál.2:20). No es el tiempo, el calendario, ni la edad lo que determina la longitud de nuestro caminar en esta tierra. Lo que importa es si hemos acabado el camino que Dios trazó para nosotros.
  • 11. Aún a sus ochenta y cinco años, la responsabilidad de Caleb no había terminado, porque Dios le había dado la tierra de Hebrón –la tierra más selecta de Canaán, el Canaán de Canaán. Esta tierra fue habitada por Abran (ver Gén.13:18). Una vez, Jacob envió a José de Canaán a Siquem; era exactamente de Hebrón (ver Gén.37: 13,14), porque en la mente de Dios Hebrón representa a Canaán. Cuando volvieron los espías enviados por Moisés para explorar la tierra de Canaán, atestiguaron: “La tierra ... ciertamente fluye leche y miel” (Números 13:27).
  • 12. • Un solo racimo de uvas del valle de Escol requirió de dos personas para ser transportado. La riqueza de la tierra era notoria. El valle de Escol estaba en Hebrón y su suelo producía lo mejor de la tierra de Canaán. Y, porque Caleb siguió al Señor incondicionalmente, Dios le había dado en recompensa lo mejor de la tierra de Judá.
  • 13. Todos concordamos en que Canaán es extremadamente bueno. En Canaán tenemos nuestra herencia, que es vida. Los cristianos que aman al Señor tendrán esta herencia, pero sólo Caleb la recibió como recompensa. La tierra es tuya pero tienes que poner el pie en ella para reclamar tu pertenencia (Ver Gál.3:26-29; Apoc.22:14; 21:27). La Canaán terrenal es un pálido reflejo de la Canaán celestial. (Ver 1Cor.2:9).
  • 14. He aquí la razón por qué Caleb no podía retirarse, pues aún él no había recibido su galardón. Caleb a sus 85 años tenía el espíritu de un hombre joven. A pesar de su vejez, él podría batallar todavía. Por esta razón, Dios lo protegió. No todas las doce tribus recibieron su herencia, porque ellos no pusieron sus pies en la tierra. Al contrario, Caleb recibió del Señor lo mejor de Canaán. Aunque puede ser que hayamos llegado a Canaán literal, si todavía no hemos obtenido la corona de vida y la corona de justicia, necesitamos decir como lo hizo Caleb: “Dame, pues, ahora este monte, del cual habló el Señor aquel día” (Josué 14:12). Solo así recibiremos la Canaán Celestial.
  • 15. Lo que quiso el Caleb de ochenta y cinco años era el territorio más peligroso. La tierra que devoraba a sus moradores y que estaba habitada por gigantes que los habían mantenido errantes en el desierto. A los cuarenta años, Caleb no tuvo temor; y así tan valiente era a los ochenta y cinco. La expresión “Dame ese monte” indica que estaba listo para entrar a tomar esa tierra. Gracias al Señor, Caleb había recibido esa tierra.
  • 16. Vivamos para agradar al Señor Hoy nosotros sólo necesitamos creer en Jesús para tener a Canaán como nuestra herencia. Sin embargo, no podemos estar satisfechos sólo con conseguir la herencia. Otras dos tribus habían sido destinadas para entrar en la tierra que fluye leche y miel. Pero lamentablemente, después de haber vagado en el desierto durante cuarenta años, se contentaron con permanecer en el lado oriental del río Jordán (La tribu de Rubén y la tribu de Gad: Ver Núm.32:1-5). Eran como dos o tres congregados en el nombre de Señor. Note que se contentaron con obtener un territorio para su ganado, antes de cruzar el Jordán, esta actitud era similar a la de Lot (Ver Gén.13:10-12). A pesar de esto, Dios estaba con ellos. La pregunta es si están al oriente del Jordán o en la tierra de Canaán. Pero Caleb tenía un espíritu diferente para desear lo mejor del Señor. Su persistencia y anhelo no fueron afectados por su edad. Debemos seguir el espíritu juvenil y saludable de Caleb. No crea en lo que vemos en el espejo o lo que nos dice nuestra edad. En cambio, crea lo que el Señor nos dice en Su palabra.
  • 17. Muchos creyentes hoy, de cuarenta y cincuenta años de edad se rinden porque sienten que los días restantes de su vida son pocos. Como resultado, viven descuidadamente y a menudo lo lamentan, cuando ocurre que viven todavía treinta años más. Vivamos cada minuto nuestro y todos los días para agradar al Señor. Él siempre tiene algo que quiere cumplir en nosotros. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo…” (Ver Mar.8:34). «Negarse a sí mismo» involucra muchas cosas, una de las cuales es olvidarnos de nuestra edad. No cometa el error de pensar que sólo los jóvenes son los soldados cristianos, y que las personas mayores no pueden hacer nada.
  • 18. Uno de los muchos ejemplos que tenemos en la Biblia es el ejemplo de Pablo: Cuando Pablo supo que el tiempo de su partida estaba cercano, dijo: “Me está guardada la corona de justicia...”, porque “...he peleado la buena batalla, he acabado la carrera”. (2 Timoteo 4:7-8). Lógicamente, para Pablo era tiempo de relajarse y calmarse; pero todavía le pidió a Timoteo que le trajera sus pergaminos. ¿Por qué se molestaba él en leer, si su tiempo era casi cumplido? De hecho, Pablo era uno que correría hasta el final. Tener la corona de justicia no le hizo relajarse en su búsqueda espiritual.
  • 19. Muchas personas mayores en la iglesia rechazan hoy ceder ante su vejez. Ellos continúan siendo diligentes en mantener y apoyar la iglesia. Si permanecen con su mente activa de esta manera y aman al Señor de verdad, el Señor los mantendrá alertas en sus servicios, así como a Caleb.
  • 20. La comida de Caleb Caleb era tan fuerte ahora –a los ochenta y cinco años–, como fue a los cuarenta, porque el Señor lo había sostenido con comida que no era comida ordinaria. Cuando los espías volvieron de la tierra de Canaán con su informe y el pueblo se rebeló, Caleb les dijo: “No seáis rebeldes contra el Señor, ni temáis al pueblo de esta tierra, porque nosotros los comeremos como pan” (Núm. 14:9). El Señor había guardado a Caleb durante cuarenta y cinco años porque él tuvo un alimento especial que otros no tuvieron. Él no huyó de las dificultades ni dio esa responsabilidad a la gente joven. En cambio, dijo: “Dame este monte… los echaré…”
  • 21. Los gigantes y las dificultades no nos tragarán, sino serán tragados por nosotros. Las personas mayores no pueden detenerse por un pequeño problema, dolor, ni enfermedad grave –para desalentarse, deprimirse, rendirse, o incluso para dejar la carrera. En lugar de ser tragados, nosotros debemos tragar todos nuestros problemas y debemos hacerlos nuestra comida. A menudo no es la enfermedad, sino un espíritu de aflicción que nos causa una muerte antes de tiempo. Recuerde el secreto de Caleb: su comida son sus enemigos. Por la gracia de Dios, tendremos este alimento diariamente para que logremos lo que el Señor quiere que obtengamos, la tierra de Canaán.
  • 22. Conclusión: (1) Caleb, hijo de Jefone, el quenizita: Representante de la tribu de Judá entre los espías que fueron enviados desde Cadés a explorar Canaán. (2) A su retorno, él y Josué combatieron los informes exagerados de la mayoría, los otros diez espías que proponían que era mejor regresar a Egipto; trataron infructuosamente de tranquilizar a la gente, y en el motín que estalló por poco caen víctimas de la furia popular. (3) En recompensa por su conducta quedaron exentos del decreto que condenaba a la población adulta a morir en el desierto. (Ver Números 13 - 14; Deut. 1:19-36). (4) Caleb fue nombrado como uno de los comisionados para dividir la tierra prometida entre las tribus. (Núm. 34:19). Basado en la promesa divina que se le hizo en Cadés en los tiempos del motín (Núm. 14: 24), pidió y obtuvo su porción en el territorio de Hebrón (Josué 14: 6); sin embargo, la ciudad misma fue asignada a los sacerdotes (Jos. 21: 11-13). (5) Aunque tenía 85 años de edad, aún poseía el total vigor de la masculinidad y entró en campaña para conquistar el territorio que se le había asignado (Jos. 14:7; 15:13). (6) Oímos de él por última vez en relación con el matrimonio de su hija Aksá con su hermano Otniel (Jos. 15: 16-19; Jueces 1: 12-15). Es necesario destacar que probablemente mi “hermano” no deben tomarse en sentido literal.
  • 23. (7).Caleb es alabado por uno de los hijos de Sirá con los grandes hombres de Israel (Eclesiástico 46:9) y Matatías lo incluye entre los israelitas que se distinguieron por su celo y fe (1 Macabeos. 2:56). (8). Aunque fue una figura prominente en la historia hebrea, Caleb parece no haber sido israelita de nacimiento, sino que llegó a ser un miembro del pueblo escogido por medio de la adopción en la tribu de Judá. Esto se da a entender en Josué 15:13 donde Caleb se distingue de los hijos de Judá, por la designación de quenizita. Un Quenaz aparece entre los nietos de Esaú (Génesis 36:11.15.42), y una tribu de quenizitas, sin duda descendientes de este Quenaz, se menciona en Gen. 15:19. Caleb probablemente estaba relacionado con esa tribu. (9). La admisión a la membresía total de una tribu de extranjeros que abrazaban la religión y costumbres hebreas no era una práctica hebrea extraña, y los edomitas, hijos de Abraham e Isaac, serían fácilmente recibidos debido a su afinidad racial. (Deut. 23:7,8, donde, sin embargo, el acceso se restringe a la tercera generación.) Nota: Cuanto éxito no tendría la iglesia hoy, si hubieran hombres y mujeres que tuvieran el espíritu, el coraje y la valentía de Caleb. Que aunque hoy hay las mismas dificultades dijeran: No seáis rebeldes contra el Señor, ni temáis al pueblo de esta tierra, porque nosotros los comeremos como pan” Ciertamente que, el mundo ya hubiera sido evangelizado, y estaríamos listos para recibir al Señor en Gloria.