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Traducida. presentada
)' cornentada
para las comunidades
cristia n as
cle Latinoamérica
y para los que buscan a Dios
Edición kvisada 2005
Diagramación e ilustración
Hernán Rodas
Textg íntegro
traducido del hebreo
y del griego
13 3 ." Edición
SAN PABLO
treditoriol verbo divino
Quito, a 26 de enero de 1989
PUEDE I},IPRIMIRSE.
tlm@/ xn¡onj.o j ' Goazatúl Z'
'
ARZOBISPO DE QUITO
RESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAI
ECUATORIANA
@ Bernardo Hurault
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Depósito legal: M-13.839-2007 :
ijesús ha resuc¡tado !
Ustedes que abren la Biblia, busquen a Jesús. La Biblia no es un libro solamente
para rezar, o para instn¡cción nuestra. La Biblia es Palabra de Dios para comunicÍunos
la vida.
En el centro de Ia Biblia esui la Cruz de Jesús y su Resurrección. Ustedes que siguen
un camino dificil y no divisan la luz al fin del túnel, aprendan de la Bibüa que eitln cami-
nando hacia la Resurrección. Y entiendan quién es, para ustedes, Jesús resucit¡do.
La Biblia..
La Biblia no ha iaído del cielo. Aquí esuin libros que no se proclamaron desde las
nubes, con algún parlante celesüal, sino que se reunieron pacientemente a lo largo de
siglos en el seno del Pueblo de Dios, gracias a Ia fe de sus minorías miils conscientes.
Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de lsrael descu-
brió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios Unico se había ligado a é1. Las expe-
riencias de Ia comunidad nacional, los llamados de esos hombres, denominados profe-
tas, que hablaban de parte de Dios, las inquietudes que se desarrollaban entre los
creyentes: todo esto pasó de una u otra nunera a esos libros. Y fueron los responsables
religiosos de [srael los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros; integrán-
dolos al Libro Sagrado.
Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia. Testamento se refiere a que
estos libros eran como la herencia m¡ás preciosa entregada por Dios a su pueblo escogido.
Después dg ¡¿¡tas experiencias, llegó para el pueblo de Israel un tiempo de crisis
en que Dios quiso llevarlo de una vez a la madurez de la fe. Para eso vino Jesús. Con
él se llevó a cabo la experiencia más trascendental de toda la historia. Jesús, sus
esfuerzos para salvar al pueblo judío de una destrucción inminente, su rechazo, su
muerte y, luego, su Resurrección: ésta fue la última palabra de Dios.
La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella
se escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia
pasaron a integrar el Nuevo Test¿mento.
... y la Tradición
Los libros de la Biblia no entregan su mensaje sino al que viene'a compartir la
experiencia de la comunidad en que se originaron estos libros. Hay una manera de
enteRder la Biblia que es propia del pueblo de Dios: es. lo que llainamos la Tradi-
ción del pueblo de Dios. Jesús recibió de su propia familia y de su pueblo esta tra-
dición. Luego, enseñó a sus apóstoles una nueva manera de comprender esta histo-
ria sagrada: por eso se habla de la Tradición de los apóstoles o de Tradición de la
Iglesia.
- Para entender bien la Biblia, no podemos f,rarnos de cualquier predicador que la
tira por su lado. Debemos recibirla tal como la entiende la Iglesia católica, que funda-
ron los apóstoles y que siempre se fijó en sús normas.
6*
¿POR DONDE EMPEZAR LA LECTURA DE LA BIBLIA?
Lo más sencillo es empezar con el Evangelio, en que nos encontramos directa-
mente con Cristo, que es la Luz, la Verdad y «La>> Palabra de Dios.
Por supuesto, Ias páginas del Antiguo Testamento contienen enseñanzas muy
importantes. Sin embargo, el que las lee después de haber oído a Cristo las comprende
mejor y les encuentra otro sabor.
Algunos suelen abrir la Biblia a la suerte y consideran que el párrafo encontrado pri-
mero les daná precisamente la palabra que necesitan en ese momento. Bien es cierto que
Dios puede contestar así a sus inquietudes, pero nunca se comprometió a comunicarse con
nosotros de esta manera.
En todo caso conviene haber leÍdo, una vez Por lo menos, en formá seguida, cada
uno de los libros del Nuevo Testamento. Lo.bueno es empezar con el Evangelio: léase al
respecto la «Introducción a los Cuatro Evangelios>>, al comienzo del Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento comprende
LOS CUATRO EVANGELIOS. La palabra Evangelio significa Buena Nueva.
Estos son los libros en que los apóstoles de Jesús escribieron lo Que habían visto y .
aprendido de é1.
Luego viene el libro de los HECHOS DE LOS APOSTOLES, escrito por Lucas,
el mismo que escribió el tercer Evangelio.
Luego vienen más de veinte CARTAS que los apóstoles dirigieron a las primeras
El Antiguo Testamento comprende
LOS LIBROS HISTORICOS. Aquí vemos la actuación de Dios para libertar a un
pucblo que quiere hacer que sea su pueblo. Lo vemos educar a ese pueblo y dar un
sentido a su historia nacional. En estos libros se destacan:
El Génesis. El Exodo. El Deuteronomio. Los libros de Samuel.
LOS LIBROS PROFETICOS. Dios interviene en la historia por medio de sus
profetas, encargados de transmitir su palabra.
LOS LIBROS DE LA SABIDURIA destacan la importancia de la educación y
del esfueruo del individuo para llegar a ser un hombre responsable y un creyente.
PARA MAT{EJAR EL PRESENTE LIBRO
Cada libro de Ia Biblia se divide en capítulos. Cada capítulo se divide en versí-
culos. Habitualmente se cita el libro en forma abreviada. Por ejemplo, Mt significa
Evangelio según Mateo. Estas abreviaturas están indicadas en el índice.
. Los capítulos son indicados con cifras muy grandes al comienzo de un párrafo:
Los versículos son indicados con números pequeños en el margen.
Para indicar un lugar de la Biblia se da primero el capítulo, y, después, el versícu-
io. Por ejemplo, Jn 20,13 significa Evangelio de Juan, capítulo 20, versículo 13. Lc 7
2,6-10 significa: Evangelio de Lucas, capítulo 2, del versículo 6 al 10.
El tLxto de la Biblia está todo en la parte superior de la página. Debajo pusinios
el comentario con uha letra diferente : '
Usamos letra cursiva:
as frases que son citaciones sacadas del Anti-
3 l, el evangelista aduce una frase del profeta
La Biblia
Para quien recore las páginas del libro, el Antiguo Testamento se pre-
senta como una sucesión de relatos que o bien se repiten o bien se conti-
núan con mayor o menor coherencia, y que a menudo nos sorprenden y a
veces nos escandalizan. En medio de esos relatos, algunos de los cuales
parece que están más cerca de la fábula que de la realidad, se deslizan dis-
cursos, reglas de moral, de liturgia o de vida social, reproches severos, pala-
bras de esperanza o gritos de ternura. Bajo ese aspecto el Antiguo Testa-
mento constituye uno de los más bellos textos de la literatura universal.
Pero en este libro o más bien en «estos libros», Dios está siempre pre-
sente y se lo nombra en cada página; el Antiguo Testamento en efecto nos
dice de qué manera Dios prepara a los hombres y muy especialmente al
pueblo de Israel para que reconozca y acoja en Jesús al que lleva a cabo su
misteriosa y maravillosa alianza con los hombres. La Biblia es inseparable-
ménte palabra de Dios y palabra de hornbre. Es por tanto imposible comen-
zar a leer estos libros dejando de lado una de estas dos dirnensiones. Si olvi-
damos que son palabra de Dios, se corre el riesgo de reducirlos a simples
documentos históricos. Si a Ia inversa olvidamos que Dios se comunicó al
hombre (y se comunica aún hoy día) en el corazón mismo de su historia,
transformamo§ esa palabra de,Dios en una colección de leyes religiosas o
de máximas ddificantes.
La Biblia no es un libro gue nos'habla de Dios, sino que es.el.libro en
el que Dios nos habla de él por medio de los testigos que él mismo se,eligió,
en medio de su pueblo de Israel. Los primeros cristianos no estabi¡.n equivo-
cados al respecio: «En diversas ocasione§ y bajo diferentes formas; pioS
habló a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos dÍas que
son los últimos, nos habló a nosotros.por medio del Hijo» (Heb 1,1). A tra-,
vés de los difererites libros del Antiguo Testamento vemos pues con,qué
paciencia Dios se revela a su pueblo y lo prepara para el encuentro'con'
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, <<Aquel en quien'rgsiile la plenitud de
la Divinidaói (Col 2,9).En el Nuevo Testarnento, para I
guo Testamento. Por ejernplo, en Mt 26,
Zacarías 13,7 .
gue se indican cada Yez en laEn el Antiguo Testamento, por varias razones
Introducción del libro.
Antes de Ia Bib
Durante muchos siglos la Biblia fue i<el>> libro del pueblo judío primero, y de la
Iglesia después. La fe no era sólo una cuestión personal. No se trataba únicamente de
conocer las leyes de Dios que nos conducen a la felicidad y a la recompensa eterna,
sino que toda la Biblia giraba en torno a una alianza de Dios con la hun¡aniiad. llabía
habido un punto de partida, etapas, y habría al final una recapitulación de nuestra riva
en Cristo y la integración del mundo creado en el misterio de Dios. La Biblia era pues .
una historia y quería ser la historia de la humanidad. Era no sólo el libro de las pala-
bras de Dios sino además una de las bases de nuestra cultura.
Pero es innegable que toda Ia historia bíblica fue escrita en el transcurSo de unos
pocos siglos en un pequeño rincón del mundo. Aunque este lugar fuera, como Io afir-
maremos más adelante, un sector muy privilegiado, los autores bÍblicos no podían ver
desde su ventana rnás que un pequeño uocito del espacio y del tiempo. Cuando busca-
ban miis allá de su historia particular, no alcanzaban más datos de los que transmitían
las antiguas tradiciones.
Para ellos no cabÍa duda alguna que Dios lo había creado todo <<al principio», es
decir, si nos atenemos a algunos datos brutos del Génesis, hacía más o menos 6.000
años. Posteriorrnente tampoco se dudó de que el mundo habitado no se extendía más
allá de Europa y del Oriente Medio, y que toda la humanidad había recibido el anuncio
del Evangelio; aunque regiones enteras, como los países <<moros>> hubiesen abandona.
do la fe. En el siglo XIII,.Santo Tomás de Aquino. sostenía que si por casualidad había
todavía alguien que siguiera ignorando el mensaje cristiano; como sería por ejemplo
alguien que hubiera pasado toda su vida en el fondo de un bosque, Dios no.dejaría de
mandarle a un ángel para darle a conocer su palabra.
Fue sólo en el siglo XVIII cuando Ia ciencia comenzó a hacer tambalear esas cer-
tezas. En primer lugar, la noción de tiempo. Un primer paso fue el descubrimiento de
la enormidad de tiempo que fue necesaria para que se formara la tierra, y de innumera-
bles especies de animales y vegetales que desaparecieron de la tierra dqspués de haber-
la habitado. Así se pasó rápidamente de los 6.000 años tradicionales a millones y a
miles de millones de años. Una segunda etapa afectó mucho más profundamente la
visión del mundo, y fue la intuición primero, y pruebas cada vez más numerosas des-
pués, de una verdadera historia de los seres vivientes. En un primer tiempo se esforza- ,
ron por clasificar a las especies vivientes o extinguidas según sus semejanzas o dife-
rencias; no fueron necesa¡ios muchos años para que el cuadro se transformara en un
árbol genealógico: las diversas especies procedían las unas de las otras. Se fueron dise-
ñando troncos comunes, ramificaciones, y las formas o articulaciones eran más o
menos parecidas según si el parentesco era más o menos lejano.
Esa nueva imagen de una creación en perpetuo crecimiento. cuadraba con las
intuiciones de algunos Padres de la Iglesia; fue vista sin embargo por todo el mundo
cristiano como una peligrosa.amenaza para la fe. Una de las razones'para rechazarla
fue la filosofía < por decir mejor la «fe»- racionalista o antir,religiosa de.numero-
IA
9* ANTES DE LA BIBUA
sos científicos de los dos últimos siglos. Les bastaba con haber aclarado algunos meca-
nismos de las pequeñas evoluciones para afirmar que todas las invenciones y maravi-
llas de la naturaleza se podían explicar del mismo modo, y aún más, para afirmar que
todos los mecanismos eran productos del azar a partir de la nada.
Por otro lado, los cristianos estaban acostumbrados a pensar en términos de verda-
des inmutables, lo que ciertamente era viílido para los dogmas de la fe, y les parecía que
Dios de igual modo debía haber someúdo el mundo celeste y terrestre a leyes inmuta-
bles: los astros debían contentarse con girar en círculo (como gran cosa se aceptaba una
órbita elíptica) y los seres,vivos tenían que reproducirse siempre iguales. Hubo que
esperar el segundo cuarto del siglo XX para que se superara por fin la oposición entre
una ciencia antirreligiosa en sus pretensiones, y una fe que queía ignorar los hechos.
¿A dónde queremos llegar con esto? Simplemente a que la visión de un mundo
en evolución encaja perfectamente con la concepción cristiana. del tiempo y de las
«edades» de la historia. Si estudiamos Ias cartas de Pablo, veremos que para éi toda la
historia de la humanidad es una pedagogía de Dios de la cual emerge el verdadero
Adán. Contrariamente a la imagen tan difundida de un Ad¿ín Tarzán, que, al comienzo
de los tiempos era tan bello y fuerte como se lo ve en los frescos de Miguel Angel,
pero que después habría caído de su pedestal, San Ireneo después de Pablo, veía a toda
la humanidad dirigida por la pedagogía de Dios hacia una completa realización de la
raza o de la comunidad humana.
Si uno entra en esta perspectiva no le es difícil pensar que toda la creación haya
sido hecha en el tiempo. El «big bang», si realmente lo hubo, expresa magníficamenre
el punto de partida del tiempo creado, un tiempo que parte de la eternidad y vuelve a la
eternidad- Veinte mil millones de años para Ia expansión de millones de galaxias, cada
una con sus rniles o millones de soles. Y en alguna parte, planetas. ¿Cuántos? Es t¡n
misterio. ¿Cuántos de ellos habitados? Es más misterioso aún. Pero también allí Ia fe
tiene sus intuiciones. Toda la Biblia recalca la libertad, la gratuidad de los gestos de
Dios. Un Dios que ama a todos los hombres y que los conduce a todos hacia é1, Io
conozcan o no, pero que además sabe elegir a quienquiera para darle lo que no les dará
a otros. Y el hecho de que Dios haya creado millones de galaxias no le impedirá, si
quiere, de escoger sólo a una de ellas; allí pondrá, en un rincón del universo, a esa rzva
de <<homo habilis» (hombre ernprendedor) a la que la Palabra de Dios ha elegido como
su punto de aterrizaje en la creación.-
No llegó pues-el hombre por pura casualidad. No es un mono que, por el efecto
de algunas transmutaciones. cromosómicas fortuitas, se haya despertado un día con la
capacidad de comprender; habría bastante que decir de esosjuegos del azar gracias a
los cuales, según algunos dicen, una raza de monos produjo sin mayor esfuerzo algu-
nos grandes músicos y un buen número de niñas guapas.
Miles de generaciones fueron necesarias para que apareciera nuestra humanidad.
Fueron innumerables los eslabones, Ios humildes antepasados a los que tal ttez Dios ya
conocía y amaba como nos ama a nosotros; pero ante ellos estaba el modelo y el.fin, y.
ése era Cristo.
Quisiéramos aquí recordar en pocas líneas las grandes etapas que precedieron a la
formación del pueblo de la Biblia.
..Losprimeros pasosdel hombre
¿Cuándo y cómo apareció el'hombre? Se podrá discutir sobre los términos: ¿de
qué hombre hablamos? ¿Del que partía,piedras, o del.que inventó el fuego, o del que
enterraba a sus muertos? Hablamos del hombre. verdadero, de aquel cuyo espíritu es a
imagen de Dios, y al que Dios conoce y.que puede conocer a Dios,
ANTES DE I.A BIBLIA 10"
Nadie puede responder a esta cuestión de manera precisa. Durante largos siglos el
hombre casi no cambió Ia faz de la tierra. Su género de vida y las creaciones de su
espíritu apenas lo distinguían de los primates antropomorfos de los cuales salió. Fami-
lias y grupos humanos habitaban en cavernas y cazaban en medio de los bosques.
Lentamente el hombre inventaba su lenguaje, hacía armas y herramientas. No se
interesaba solamente por lo útil y lo visible. Era un artista. En las cavern¿¡s y gn¡tas,
debajo de la tierra donde celebraba sus ritos mágicos, pintaba en la pared, lejos de la
luz del día, los animales que deseaba cazar. Hoy todavía nos admiramos de su genio
artístico.
' El hombre era un ser religioso. Enterraba a.sus difuntos con ritos destinados a
ase_guÍules una vida feliz en otro mundo. Siendo creado a la imagen de Dios, su inteli-
gencia pensaba instintivamente que continuaría viviendo después de la muerte. Por
primitivo que fuera, este hombre tenía una conciencia, podía amar, y descubría algo de
Dios, de acuerdo con su capacidad. Pero sus comienzos habían sido marcados profun-
damente por la violencia y los instintos egoístas comunes a todos los seres vivientes: el
pecado estaba en é1.
Las primeras c ivilíucion e s
Hace unos 10.000 años, un cambio se preparó en la humanidad. Los hombres se
agruparon en mayor número en las llanuras fértiles. En algunos siglos descubrieron la
manera de cultivar la tierra, de criar el ganado, de modelar y cocer la arcilla. Se levanta-
ron aldeas, que se unieron para defenderse y aprovechar mejor los recursos de la tierr¿
La primera civilización había nacido.
Después todo se hizo muy rápido. Sobre la tierra aparecieron cinco centros de
civilización.
Tres mil quinientos años antes de Cristo, en el sector geográfico llamado Medio
Oriente, y donde nacería el pueblo de la Biblia, se formaban dos imperios. Uno era
Egipto, el otro Caldea, país de donde saldría Abraham siglos más tarde. Caldea hizo
un sistema perfeccionado de riego, constnryó con tabiques cocidos, inventó un sistema
de escritura, tuvo leyes y administración centralizada- Egipto también tenía esos ade-
lantos: construía templos grandiosos para sus dioses y levantaba las Pirámides para
tumba de su faraones.
También en China y en India, como veinte siglos antes de Cristo, y en Centro-
América, diez siglos antes de é1, nacieron otras civilizaciones- Las de Centr.o'América,
China e India se desarrolla¡on por separado, ya que en este tiempo era muy difícil
recorrer los continentes.
En cambio, en el Medio Oriente, Caldea y Egipto mantenían contactos, a veces
agresivos, pero que tarde o temprano Ios obligarían a ver los límites de su cultura El
camino que iba de uno al otro país pasaba por un pequeño te¡¡itorio que más tarde se
llamaría la Palestina.
La Bülía y tas religiones de la Tierra
Estos breves recuerdos bastarán para mostrar que la historia y las tradiciones
bíblicas cubren sólo un Bequeñísimo settor de la história humana, el .que sin embargo
es uno de los m¡ís importantes como punto de convergencia de tres continentes. No
existe tal vez sobre eI planeta otro punto que haya experimentado tantas conmociones
11* ANTES DE t^ BIBUA
geológicas y humanas. Pero la mayor parte de la humanidad ha pasado al lado de esa
historia y ha tenido su propia experiencia de la vida y de Dios. Ésto no hay que otvi-
darlo.
El pueblo de la Biblia llegó tarde al escenario de los pueblos, y por mucho tiem_
po estuvo sin preocuparse por los que no habían recibido lá p¿aUra-¿é Dios de la cual
era portador.,Y por esto mismo, Dios tampoco le dijo nada al respecto, porque cuando
Dios nos habla, lo hace en_el
_lenguaje humano, y en nuestra propia cultüra, i".p"tunao
de algún modo nuestras limitaciones y nuestras ignoranciai. Pero Dios no lt nauiá
necesitado Para entregar a los hombres su palabra y su espÍritu. En algunos períodos el
pueblo de D-ios- pensó que todo lo que venía del extranjero era málo, qut s" oetá
rechlvar cualquier sabiduría que hubiera nacido fuera de los territorios judios o cristia-
nos. Pero ha habido tambiéh tiempos de curiosidad en los que la fe sé enriqueció en
contacto con otras culturas, sus profetas y sus pensadores.
No- debemos pues pedirle a la Bi-btia demasiadas respuestas sobre la manera
como Dios ha hablado en orras culturas, sobre cómo el Espíritu ha estado ,"tu*áo
",medio de ellas, sobre cómo las energías que irradian de Cristo resucitado atcanzan tráy.
en día a todas esas personas, y cómo se salvan por el único Salvador. La Biblia sólá'
nos dice que cuando Dios llamó a Abrahán, se dio comienzo a una gran aventura,
única en_su género, y que llevaba directamente al Hijo de Dios
-a
su úerbo, o sabi-
duría, o Palabra-, hecho hombre.
Después de la B¡blia.o-
Setenta generaciones de cristianos se han sucedido desde el tiempo de los apósto-
f"r. ftuUf.* áe-la Iglesia es hablar de estos hermanos nuestros; es fácil criticarlos 9 Pen-
rlqr" ¿"Ui"r-tlU"r sido rnejores; es más difícil conocer el mundo en que vivieron,
*"y-áif"r;;; del nuestro, y cómprender lo que trataron de realizar, iicvacios por su fe'
Hombres libres, vírgenes y tnártires
Los cristianos de los primeros siglos gozaron al sentirse liberados: liberados de
las supersticiones Paganas óomo de su propio temor y egoisr.ng' Pero pagaron c:ra esta
iiU.ná¿. gn su tiempio no había ley superior a la voluntad del emperador o a las cos-
;;Ñ"r ae su pueUto, pero ellos ponían a Cristo por encima de las autoridades huma-
,r. ,. oo. ser opositores de conciéncia, los trataron como a malhechores. EI amor cris-
;;;á;'1";t*in'idad insultaban los vicios del mundo Pagano'
-_ -óá
*rlóe los cristianos fueran perseguidos. Durante tres siglos hubo represión y
mártires, a veces en una provincia dél imperio, a veces en otra. En algunos períodos
;J; i; fuer¿as del podér se desencadenaron contra ellos y Pensafon acabar con el
"Lr"U*
¿" Cristo. Perb las multitudes, que prira divertirse iban a contemplar los supli-
ti.ri"iiigi¿rs a los cristianos, volvían ávergonzadas de su propia maldad y convenci-
das.de qui la verdadera humanidad eslaba en los perseguidos'
La conversión de Constantino
Mientras tanto el mundo romano entraba en decadencia. Antes de que fuera ven-
cido oor sus enemigos, se debilitaron las fuer¿as espirituales que lo habÍan encumbra-
do: yl no tenían vid'a las creencias antiguas. En el año 315, el propio emperador Cons-
ántino pidió ser bautizado y, después de é1, los gobernantes fueron cristiános. Este fue
un acontecimiento decisivo para la lglesia, que pasaba a ser protegida en Vez de perse-
guida.
" P"ro este triunfo trajo consigo desventajas que se iban a medir con el tiempo. En
adelante la lglesia debié ser la fuerza espiritual que necesitaban esos pueblos del
Imperio romano, reemplazando a las falsas religiones, y sus puertas se abrieron para
r""ibir a las muchedumbres en busca del bautismo. I,.a Iglesia ya no se Iimitaba a cre-
ventes bautizados después de ser convertidos y probados; tuvo que hacerse la educado-
í. d" un .<pueblo crisliano, que nQ difería mucho del anterior «pueblo pagano». Lo
qu" ." g*ubu
"n
cantidad se perdía en calidad. Los emperadores <<cristianos» tampoco
diferían-de sus predecesores. Así como éstos habían sido la suma autoridad en la reii'
t3* DESPOES DE l_A BIBUA
gión pagana, también quisieron dirigir la lglesia, nombrar y controlar a sus obispos:
protegían la fe y sometían las conciencias.
Por otra parte, al salir de la clandestinidad o de una situación posterlada, los cris-
tianos tuvieron que.meterse más en los problemas del mundo. ¿Cómo podían conciliar
la cultura de su tiempo con la fe? Ese fue el tiempo en que los obispos, a los que lla-
¡¡1¿¡ <<los Santos Padres>>, hicieron una amplia exposición de la fe respondiendo a las
preguntas de sus contempor{.neos. Entre los de más genio se destacó San AgustÍn.
Hay gente que prefiere no ver los puntos difíciles de la fe. Pero los que se atreven
a profundizarlos como se debe, no siempre se cuidan de los errores. El error que más
se difundió y por poco arrastró a la Iglesia, fue el «arrianismo»: por miedo a dividir el
Dios único, los arrianos negaban que Cristo fuera el Hijo igual al Padre; lo considera-
ban solamente como el primero entre los seres de toda la creación. Los emperadores
arrianos designaban obispos arrianos; pero como lo había promeúdo Jesús" ej Espíritu
Santo mantuvo la fe del pueblo cristiano y el error retrocedió.
En esos tiempos los cristianos deseosos de perfección, al ver que la Iglesia no era
ya la comunidad fervorosa del tiempo de los mártires, empezaron a organizarse en.
comunidades austeras y exigentes. Les pareció necesario aislarse de la vida cómoda
para buscar a Dios con toda el alma, y así, en los desiertos de Egipto primero, y luego
por todo el mundo cristiano, hubo monjes y ermitaños. Los monjes mantuvieron en la
Iglesia el ideal de una vida perfecta, totalmente entregada a Cristo. Su existencia tan
mofificada les permitió conocer hasta los úlúmos rincones del corazón humano. Y
Dios, por su parte, les hizo experimentar la transformación o divinización reservada a
quienes lo dejaron todo por é1.
Elfermento enlamasa
Cuando se dem¡mbó el Imperio romano, invadido por los bárbaros, devastado,
am¡inado, despedazado, pareció que fuera el f¡n del mundo. (Hablamos siempre del
Imperio romano, no porque fuera el único lugar poblado en el mundo sino porque, de
hecho, los predicadores cristianos no habían salido, o muy poco, de sus fronteras).
Pero, en realidad, esta destn¡cción anunciada por Juan en el Apocalipsis dio la par-
tida para otros tiempos; la Iglesia no pereció en ese torbellino, sino que descubrió una
nuevá tarea: evangelizar y educar a los pueblos que, después de las invasiones biírbaras,
habían vuelto a una sociedad más pobre, muy inculta y totalmente desorganizada.
Estos pueblos no conocían otra fuerza moral u otra institución firme que la de
la Iglesia. Muchas veces el obispo había sido el único que se constituyera en
«Defensor del pueblo» frente a los invasores. No había otros que los clérigos para
educar al pueblo; en los monasterios se guardaban, al lado de las Escrituras Sagra-
das, los libros de la'cultura antigua. La Iglesia fue el alr¡ia de esos pueblos primiti-
vos, cruelés, generosos y excesivo§ en todo. Y mientras luchaba perseverantemente.
para limitar guerras y venganzas, proteger a Ia mujer y al niño, desarrollar el sentido
del trabajo constructivo, ella misma se dejó penetrar por las supersticiones y la
comrpción. Por momentos pareció que hasta las más altas autoridades, los Papas, se
hundieran en los vicios del mundo, pero lo sembrado entre lágrimas floreció con el
tiempo.
Lo mismo que en la Historia Sagráda Dios había educado al pueblo primitivo de
Israel, dejando que muchos errores solamente se corrigieran con el tiempo, así pasó
con la llamada Cristiandad o sea, con esos pueblos d9 Europa que aprendían a ser
humanos, libres y responsables. Nació una civilización nueva cuya cultura, arte y,
más que todo, ideales, eran fruto de la fe.
DESPUES DE LA BIBLIA
Católicos v Ortodoxos: E!, Cisma
1,4*
La parte oriental del Imperio romano había resistido a las inv¿rsiones l¡árba-
ras. Esta parte de la lglesia, llamada Griega u Ortodoxa. y que luego evangelizaría
a Rusia, se apartó poco a poco de la parte occidental ocupada por los bárbaros ;"
animada por la Iglesia de Roma. Hubo dos Iglesias diferentes por la cultura, el
idioma y las prácticas religiosas, a pesar de que guardaban la misma fe, i esto no
era¡nalo. Pero ambas cometieron el pecado de fijarse más en sus propias costum-
brese en la fe común, y así, la Iglesia oriental se apartó del Papa, sucesor de
Pedro dn Roma.
Postériormente los turcos, que se adherían a Ia religión de Mahoma, conquistaron
los restos del Imperio romano en Oriente y solamente quedaron escasas comunidades
cristianas allí donde habían prosperado las antiguas Iglesias de Siria, PaleStina, EgiP-
to... En los tiempos actuales, Grecia, Rumania Y, m¿ís que todo, Rusia, forman Io más
importante del mundo ortodoxo.
La Iglesia y la Biblia
En el año 1460, los descubrimientos de Gutenberg permitíeron imprimir
Iibros. En tiempos anteriores no había sino libros escritos a mano, caros y escasos.
No estaba al alcance del hombre común tenér una Biblia, ni siquiera un Evangelio.
La Biblia se leía en la Iglesia y servía de base para la predicación. Y para que estu-
viera más presente en la memoria de los fieles, no se construían templos sin ador-
narlos por todas partes con pinturas, esculturas o vitrales que reprodücían escenas
bíblicas.
Pero en adelante cada uno podría tener las Escrituras'sagradas, con tal que
supiera leer. Este descubrimiento técniCo iba a precipitar una crisis latente en la
Iglesia. Porque durante siglos las instituciones de la Iglesia, su clero, sus religio-
sos, habían forjado la cultura y Ia unidad del mundo cristiano; siendo sus guías en
lo político como en lo espiritual, las preocupaciones materiales superaban muy a
menudo la dedicación por el Evangelio. Muchos hombres destacados, religiosos,
santos, habían protestado pidiendo reformas. Pero las reformas ng salían adelante.
Con la impresión de la Biblia, muchos pensaron que la única solución para refor-
mar Ia Iglesia era entregar a todos el Libro Sagrado para que, al leer.lo, bebieran el
mensajJen su misma fuente y corrigieran los áesvíos y malas costumbres estable-
cidas.
Cuando Martín Lutero tomó la iniciativa de una Iglesia reformada, apartiándose
de la Iglesia oficial, acometió Ia obra de traducir toda la Biblia al idioma de su pueblo,
el alemián, pues hasta entonces se publicaba casi siempre en latín.
Es que, en la Iglesia, la mayoría de los clérigos, desconociendo el provecho que'
se sacaía de la lectura individual de la Palabra de Dios, se fijaban más bien en los
peligros de qu.e cada uno se creyera capacitado pr¡ra comprenderlo todo sin error, si se
entregaba el Libro Sagrado a todos. No se equivocaban totalmente, pues apenriS Lutero
hubo traducido la Biblia, sus seguidores empezaron a pelear entre ellos y a fundar
Iglesias opuestÍrs,'segura cada una de retener sola la verdad:
Cuando, años después, la lglesia se reformó a sí misma, no por eso se.promovió
sufrcientemente el interés por la Biblia. Predicadores y misioneros no dejaban de ense-
ñar el Evangelio, pero todo llegaba al pueblo desde arriba, sin que fuera estimulado a
buscar -personalmente la verdad.
15*
Conquistadores y misioneros
DESPUES DE I-A BIBUA
Desde los Apóstoles,- los creyentes se han preocupado por transmitir su fe a los
demás. También hubo misioneros que se aventuraron entre los pueblos enemigos o de
otro idioma, para predicar el Evangelio. Pero cuando toda Europa se encontró más o
menos reunida en la cristiandad, o sea en el área cultural y social animada por la Igle-
sia, creyeron que se había cumplido la tarea misionera. ¿Qué había fuera de los países
cristianos? Ellos hubieran contestado: <<Los moros, nada más.» Los moros, es decir,
los pueblos árabes de religi§n musulmana, enemigos encar¡izados de los países cris-
tianos. Y no pensaban que hubiera pueblos más allá.
Algunos profetas como Francisco de Asís o Ramón Lull comprendieron que sería
mejor anuncia¡ a Cristo entre los.musulmanes que luchar contra ellos con armas. Tarn-
bién misioneros como Juan de Montecorvino recorrieron toda Asia a pie, hasta China.
Pero fueron excepciones. Ya en estos tiempos, que nos parecen lejanos; las Iglesias de
Europa tenían siglos de tradición; tenían su cultura, su manera propia de reflexionar la
fe y de vivir el Evangelio. Y para los hombres de ese tiempo era muy costoso com-
prender a pueblos de otra cultura y transmitirles el Evangelio de manera que pudieran
organizarse en Iglesia según su temperamento propio y conforme a su idiosincracia.
Por esto las Iglesias fundadas en los extremos del mundo no prosperaron y la Iglesia se
confundió con la cristiandad europea.
Pero cuando Marco Polo, Vascó de Garila y Cristóbal Colón abrieron el muro de
ignorancia que protegía a la cristiandad, la Iglesia conoció la dimensión real del
mundo que no había recibido todavía el Evangelio: Africa, Asia y América.
' Eran aventureros los conquistadores, pues la gente tranquila no suele arriesgarse
én ules cosas- Pero apenas descubrieron el Nuevo Mundo, los acompañaroh los áven-
tureros de la fe, ansiosos por conquistar para Cristo a los que todavía no lo conocían, y
entre Ios que partieron así sin armas, sin otra preparación que.su fe, no faltaron los
santos ni los m¿ártires.
La misión en América pareció que sería muy fácil y fecunda. Los españoles ha-
bían destruido las naciones indígenas y, a veces, arrasado su cultura. Los indios no se
resistieron a la fe, y en varios lugares se concedieron privilegios a los que se hacían
cristianos. Poca gente se dio cuenta de qüe la cristianización era muy superficial. Bajo
la película delgada de las pnácticas católicas los pueblos indios guardaban sus creen-
cias paganas. Seguían muy religiosos, como lo eran antes, pero a su manera, y, si bien
es cie¡to que la Iglesia suprimió costumbres inhumanas e hizo obra de eduéación
moral, loshombres, en su mayoría, no se encontraron con Cristo ni se'convirtieron a
su mensaje en forma responsable.
I-a rebeldía de los laicos
Al hablar de la cristiandad dijimos que la Iglesia se había hecho responsable de
muchos sectores de la vida pública, y esto, por necesida{ porque no había autoridad
civil o militar que s€ encargara de ellos. El clero fundaba y atendía las escuelas y uni-
versidades, los religiosos se hacían cargo de la salud pública: hospitales, hospicios,
orfanatos. Los monjes colonizaban y valorizaban las tierras sin cultivar.
Pero llegó el día en que los más conscientes entre los dirigentes. e intelectuales
comprendieron que todas estas tareas debían ser devueltas a las autoridades civiles. En
esto estaban de acuerdo con el Evangelio, que distinguió lo que es del César y lo que
es de Dios. Pero también en esto se enfrentaron con las ideas tradicionales. Raras
DESPUES DE t  BIBL¡A 16r
veces nos convencemos de que debemos transmitir a otro una.responsabilidad nuestra.
Así pasó con las autoridades de la Iglesia. De tal manera que los cambios necesarios paia
que 1a cristiandad decadente diera lugar a naciones modemas, a instituóiones laicas, a
ciencias independientes, se hicieron en forma de lucha. Todos saben el proceso ridículo
hecho al físico Galileo y los conflictos políticos que hubo entre los papas y los reyes.
La lglesia y el mundo moderno
En los últimos cuatro siglos, ei mundo ha conocido más crisis, más adelantos,
más cambios que en todos los tiempos anteriores. La fe cristiana había dado al hombre
europeo una energía, una seguridad, una ionciencia de su misión en el universo, que le
permitieron consiruir la ciencia, desarrollar las técnicas, dominar los otros continentes.
Por supuesto que las conquistas y la colonización obedecían a motivos muy extraños a
la fe, pero, aun con esto, llevaban a efecto el plan de Dios que, dexie ei comienzo,
contempló Ia reunificación de todos los pueblos.
La lglesia participó de esta extensión. En el siglo XIX hubo hasta 100.000 misio-
neros, saCerdotes y religiosas, empeñados en la evangelización y educación en Asia,
Africa y América.
Lo más importante, sin embargo, sucedía en Europa. La lglesia se veía enfrentada
a esta cultura moderna que había salido de ella, pero que, ahora independizada, se vol-
vía su enemiga. Los espíritus ilustrados pensaban comúnmente que erÍrn capaces de
da¡ a la humanidad progreso, felicidad y pu, y no veían en la Iglesia sino ignorancia y
prejuicios; en una palabra: el mayor obsáculo para la liberación de los hombres.
Muchos se aEevieron a predecir la muerte del cristianismo antes del siglo XX.
Esta situación compleja obligó a la Iglesia a salir de su seguridad y a responder a
interrogantes cada vez más cruciales. Bien era cierto que Cristo le había entregado la
verdad y reinaba después de resucitado. Pero la Iglesia tenía que descubrir y probar
cada día lo que significaba esta verdad para hombres diferentes. Y no era para ella el
momento de reinar, sino de servir en medio de humillaciones.
El gran siglo de la evangeliztción
El siglo XX parece que ha simplificado la situación. Por una parte, al cabo de tres
siglos de luchas estériles, la Iglesia se ha dado cuenta de que, al perder sus ¡ecursos, su
poder político y su monopolio cultural, ha vuelto a encontrar su verdadera misión, que
es la de ser en el mundo una fuente de amor y de unidad, la levadura en la masa.
La Iglesia no es más que una minoría en el mundo: unos 700 inillones de católi-
cos enúe;inco mil millonei de pobladores de la tierra. Pero son, más que nunca, una
minoría inquieta y preocupada por tdo lo humano, sabiendo que la obra de Dios es'
salvar todo lo humano.
Por otra parte, la cultura laicista que pretendía solucionar todos los apuros de la
humanidad sin recurrir a la fe, ha visto sus límites y, luego, su fracaso. t oS mejores
entre los que piensan, reconocen que la humanidad corre al caos si los hombres no
vuelven a tener una fe, una esperanza y una visión común de su destino. De otra mane-
ra, las tensiones entre ricos y pobres, el choque de las ideologías, el desconcierto de las
sabidurías humanas, nos lleva directamente a un enfrentamiento universal.
En muchas partes del mundo, la Iglesia, que antes'iba de la mano con los gober-
nrintes, es perseguida. Esto sucede en los países comunistas, decididos a eliminar toda
17" DESPUES DE I-A BIBLIA
religión; esto sucede en países dominados por otra religión, como son los musulmanes
y los hindúes; esto sucede en las mismas sociedades que se proclaman cristianas, pero
dan la espalda a la justicia y al respeto al hombre.
Ahóra bien, lá Iglesií entienie mejor lo que es da¡ testimonio de Cristo y entre-
gar su Buena Nueva a los pobres. Deja de ser una institución dirigida por una clase
superior, el clero, y vuelve a ser una comunidad de comunidades. La Iglesia entiende
que para todos los pueblos se acerca el desastre si no saben reconciliarse; y la reconci-
liación en base a la verdad, Ia justicia y el perdón, es el fruto de la Evangelización.
Para quien no se detiene en la mediocridad inevitable de la mayoría de los creyentes,
ni en los erores en el recorrido, ni en la lentitud de ciertos cambios, no cabe duda que
este siglo es el gran siglo de la evangelización de las naciones.
¿Habrá otro después?
18*
Una Biblia Ecuménica y Católica
Estas dos palabras, que en un comienzo tenían senridos muy parecidos, han tomado
caminos dit'erentes.
La Biblia que presentamos es ecuménica ante todo en el sentido de que Ia traducción
quiere ser honrada y no deforma los textos para favorecer una interpretación sectaria de
las Escrituras. Nos hemos esforzado además para que nada, ni en las inuoducciones ni
en los comentarios, pueda ofender a cristianos pertenecientes a otras Iglesias, y para evi-
tar todo juicio negativo sobre otras religiones.. No contentos con esto, hemos querido
mosü?r cómo la salvación única de Cristo no se opone a que Dios haya amado y condu-
cido por otros caminos a esa gran mayoía de los hombres que no comparten nuestra fe.
Véase al respecto la nota: ln salvación de los no-cristianos (pág.617).
Hay una manera católica de vivir Ia fe así como de entender las Escriruras. Lo uno va
unido a lo ouo. Pa¡a dar un ejemplo, tomado de uno de los temas miís conflictivos: sería
inútil cultivar en nuestros templos la devoción a María, Madre de Jesús, si no fuéramos
capaces de mostrar el lu-ear que ocupa en el corazón de las Escrituras, que es el misterio
del Hijo hecho hombre. Para nosotros no se trata de añadir una persona creada a las Per-
sonas divinas, como si la fe en Dios no fuera suficiente. Si aceptamos la visión de María
que mantiene la Iglesia católica, se nos abre ora visión de Dios, de la salvación y de las
relaciones de Dios con el universo.
El comentario bíblico no puede limita¡se a explicaciones de palabras o a daros históri-
cos, ya que no es monopolio de profesores. La inteligencia de la Palabra escrita se desa-
rrolla a partir de la experiencia de Dios, de la comunidad cristiana y de la vida de los
hombres. [a experiencia de los católicos va mucho más allá de sus ritos y de su teolo-eía-
Ma¡ca tan fuertemente a la p€rsona humana que nos hace diferentes. Es imposible [ue
efectos tan globales no tengan que ver con la Escritura y con el modo de entenderla.
Esto justifica las reservas, por no decir la oposición tradicional de la Iglesia carólica
respecto a Biblias claramente no católicas. En esto no se debe ver un simple temor a la
tergiversación de los textos, sino la convicción -que también expresó Lutero- de que la
Palabra de Dios es la Palabra proclamada por la iglesia.
E_l problema de los libros deuterocanónicos es uno de los muchos elementos en que
las Biblias católicas difieren de las demás, pero necesitarían una exposición más amplü.
Lo s Libro s De ut eroc an ónic o s
Los libros de Macabeos, Tobías, Judit, Ba¡uc, la sabiduría de salomón y Ia Sabiduía
de Ben Sirac no se encuenEan en las Biblias destinadas a los protestantes, io que plantea
una cuestiór¡ gravísima: si no hay acuerdo respecto a algunos libros, ¿con qué óritérios se
acePtaron los otros? ¿No se podría concluir que para ningún libro ñay céneza sino ran
só-lo una opinión común? ¿Qué decir, entonces, de la fe?
La Biblia no ha existido siempre. Durante muchos siglos la Palabra de Dios era üans-
mitida oralmente por sacerdotes y profetas. La idea dt una colección de los Escritos
1ag¡ado¡ se fue gestando poco a poco, después del regreso del destierro, y sobre todo con.
Esdras. Se pueden señalar Ios pasos siguientes:
1. Esdras (alrededor del 400 a.C.) reúne los libros de la Ley, y con mucha probábili-
dad también de los Profetas. Con el pasar del tiempo otros libros, reunidos bajó el nom-
b¡e de Escritos o Libros Sapienciales, vinieron a agregarse sin ninguna no.má a los pri-
mercs, desconociendo qué grado de autoridad había que otorgarles.
2t E 9l s1,elo siguiente, las Fscriruras sagradas son traducidas del hebreo al griego en
Alejand{-? (Egipto). Es la versión llamada de lt¡s Setenta. Estos libros.(en griego Oittta¡
serán utilizados por las comunidades judías del mundo mediterráneo, que iorman Ia
mayoría del pueblo judío (tal vez son cinco veces más numerosos que los judíos de
1q*
Paiestina). Esra: tsiblia. griega r:s ia que rrsarían ios epóstoles '.' !a que cita¡r lo:, libros ,:iei
Nuevo Testamento.
Una parte de los libros nuevos se lgre-s:aron a la Biblia -sriega
antes de que ,:irculi.rra¡
en Palestina. La Biblia griega por Io tanto tenía más libros. y se usaba incluso en 'll_eunas
sina_uogas de Palestina.
3. En ia época de Jesús. la comunidad religiosa no se había pronunciado rodavía
sobre el clnon, es decir, sobre una lista oficial y definitiva de los libros sagrados. Todos
consideraban los libros de Moisés como Escrirura. Los saduceos sinraban a los Prot-eras
y los Escritos en un segundo plano, mientras que las demás corrientes reli-giosas Ios
renían por inspirados.
4. Después de la destrucción de Jerusalén por los romanos (70 d.C.), los fariseos reu-
nidos en Jamnia reorganizaron la comunidad judía (95 d.C.) y frjaron el canon de las
Escrituras, excluyendo sistemáticamente todos ios libros escritos en griego.
5. La Iglesia si,euió la práctica de los apóstoles. que habían usado la Biblia griega sin
hacer distinción entre sus diversos libros; las discusionés se centraron más bien en los
escritos que debían forma¡ el Nuevo Testamento. Un decreto del papa Dámaso fijó defi-
nitivamente en el año 384 el canon de la Biblia cristiana, ya aceptado en general; la lisra
retenía algunos libros de Ia Biblia griega rechazados por los judíos en Jamnia, que fueron
llamados Del,terocanónicos, es decir, libros de la segunda coiección.
Doce siglos más ta¡de, cuando se separaron los protestantes, hubo división respecto a
los deuterocanónicos y terminaron por excluirlos, llamándolos <<apócrifos>r, es decir, no
auténticos. Fue entonces que nació la teoría que incluía entre los tiempos del Antiguo
Testamento, durante los cuales Dios no podía hablar más que en hebreo, y los del Nuevo
Testamento, en que Dios habló griego; un período intertestamentario de cuatro siglos.
del cual estaban excluidos tanto la inspiración divina como el progreso de Ia fe.
Las ciencias bíblicas han destruido las bases de esa teoría, pues tanto los judíos como
los protestantes reconocen libros escritos después de Esdras. La joya del Antiguo Testa-
mento, el Canta¡, data, con mucha probabilidad, del siglo III, y Qohélet no debe ser anre-
rior. ¡Qué deci¡ de Ia segunda parte de Zacarías y de Joel, más recientes todavía, lo
mismo que la primera parte de los Proverbios! También se puede fijar con precisión la
fecha del libro de Daniel en el año 165. Con esto, el tiempo intenesmmentario ha pasado
a ser una ficción engañosa.
Los tres últimos siglos del Antiguo Testamento se cuentan entre los más fecundos, y
los libros griegos de ese período preparan los del Nuevo Testamento; dan testimonio
de la resistencia de Ia fe tradicional amenazada por Ia invasión de la cultura helenística
y pagana; reflejan los primeros esfuerzos para expresar la fe con los términos de la
nueva cultura; son los primeros testigos de la diáspora, un pueblo de Dios disperqo que
vive su fe en naciones extranjeras; en§eñan los comienzos de la fe en la resurrección
de los muertos y las primeras intuiciones que preparan la revelación del Verbo y del
Espíritu.
El pronunciamiento sobre el canon de los libros sagrados es esencial para la fe; pero
¿quién tiene autoridád para decidir? La promesa dice: ustedes recibirán al Espíritu
Santo, él los gr.úará en toda la verdad (Jn 14,26; 15;13). El Espíritu Santo no ha sido
únicamente para Ia jerarquía o para los doctores, sino para el pueblo cristiano en su
totalidad. Los obispos del concilio Tridentino, que confirmó él canon cristiano en el
siglo XVI, estaban divididos sobre el valor de los deuterocanónicos, pero desde hacía
quince siglos el pueblo cristiano los utilizaba sin hacer diferencia: ese fue el argumen-
to decisivo.
F
20:
El Misterio de la Trinidad
.
La fórmula del bautismo que encontramos en el Evangelio de Mateo ha sido siempre
Ia piedra de toque de la fe cristiana. Todo grupo que se niega a reconocer que el Nom-
bre único p€rtenece a las tres personas deja de ser cristiano. Mateo pone a las tres per-
sonas en pie de igualdad, a pesar de que en el lenguaje y las imágenes, el Hijo y el Espí-
ritu no parecen estar a Ia altura del Padre,.como se podría deducir de las palabras de
Jesús donde se pone debajo del Padre: Mt24,36; Jn 14,28. No obstante, sabiendo que el
misterio supera infinitamente a las imágenes y a las palabras, creemos.
Un sinnúmero de textos del Nuevo Testamento nombran juntas a las tres personas: Mc
1,10; Lc 1,35; Jn 3,34;14,26;15,26; Rom 1,4; Rorn 8,11;8,16; lCo 6,ll; lZ,4;2Co
13,1a; Ap 1,4.1-atgiesía, pu"i, * "u"ila
en decir '1a Trinidad' para nombrar al Único.
Al habla¡ de Ia Trinidad, a menudo nos contentamos con palábras, y la igualdad o
semejanza entre ellas puede ser mal interpretada. Un ejemplo: al leer la traducción clá-
sica de Jn 1,3, "Por él todo ha sido hecho", muchos entienden, no que todo ha sido
hecho "a través de é1", sino que él lo ha hecho todo. ¿En qué se distinguiría' pues, el
Hijo del Padre creador?
Más a menudo nos confunde la idea de Dios establecido en una eternidad inmutable,
que debemos al filósofo Aristóteles. Es cierto que nada puede afectar al Ser supremo:
lo conoce todo y no necesita ni depende de nada. Es uno y no puede haber en él algo o
alguno que no sea totalmente uno con é1. Sin embargo es difícil decirlo sin desvirtuar
al Dios vivo que la Biblia nos enseña. Esta imagen del Dios uno ha sido una causa de
tropiezo tanto para los judÍos como p¿rra los griegos, y lo es todavía hoy para muchas
personas.
Moisés y la Trinidad
Se enfrenta frecuentemente la revelación del Dios único hecha a Moisés y.la fe del
Nuevo Testamento. Es cierto que.Dios no ha revelado todo su misterio a'Moisés; sin
embargo, cuando le comunicalu.nombre, "Yo soy Yo-Soy-, añade algo más que una
definición del Ser divino, como si dijera: 'lYo soy el que existe por sí mismo y que
existe siempre". Estamos ante una afinnación del Ser divino, que se encontrará con
más fuerza en Is 45. Dios es ihseparable de la afirmación de sí mismo; Dios no existe
sin Ia "Palabra" que proyecta. Tenemos, pues, aquí a Dios y su Verbo (Jn I ,I ), a Dios
y su Sabiduía (Pro 8,22).
Tal vez algunos vean en esta afirrnación de sí mismo el autoritarismo de un Dios
patriarcal y machista, pero los que saben que Dios es el Amor reconocerán en tal afir-
mación la expansión y la generosidad del amor. Recordemos qtJe generosidad y
engendrar tienen Ia misma raíz: aquí está la relación padre-hijo. ,-
La revelación de Dios Amor
Je§ús nos habla del único Dios que es el Padre (Mt 19,17; Mc 14,36). Y nos enseña que
la naturatreza de Dios y su ley propia son las del amor (Lc 1,47i Jn 15,9; T6,27). Con esto
intuimos que la generosidad del Amor Dios lo hace salir de sí mismo. En el é"¡nor-Dios
hay a la vez superabundancia y debilidad (Rom 5,6-8; lCo 1;21); como lo manifiesta su
gran misericordia (Lc 15,7).
Las tres Personas no.son.solamenté divinas",también son las trés ca¡as complemen-
tarias del Amor sin origen (lJn 4,8), caras tan inSeparables como lo son en noiotros el
ser y el actuar, el cuerpo y la energía. No puede haber existencia, ni étemidad, ni uni-
dad, ni Dios que no se juegue entre ellas. El Hijo ha nacido del Padre, pero no se
puede añadir a Dios; habiéndolo recibido todo, ha de devolverlo todo para ser retoma-
21*
do en la unidad (fn 19,3ó). El Evangelio de Juan afirma miís de rreinta veces (6,39;
17,18) que el Hijo es el enviado del Padre y que vuelve al Padre. Con esto no pretend.e
solamente destacar la autoridad de Jesús, sino que éxpresa también que el misterio de
su persona está en este doble movimiento (Jn 6,62;20,17).
El Hijo se desprende de lo que ha recibido, es decir, de su condición divina, para
entr¿¡r en el tiempo (véase la nota de Fil 2,6). Miís exactamente, el momento en que
pone su tienda entre los humanos (Jn 1,14), es en el plan de Dios el origen del tiempo
y del universo. Todo lo que ha venido antes de él (Jn 1,30)depende del instante en que
el "f,raf'de María se confunda con el "sí, yo voy" de Heb 10,6. su empobrecimienro
va a ser fuente de riqueza (2Co 8,9); reducido á la nada, pasa a ser el "principio', de
una creación sometida al tiempo y la materia (Col l,l8).
Se podría decir que la persona del Hijo le da a Dios su ritmo: de lo infinito a lo ínfi-
mo. su hazaña ha permitido que la pequeñez se aloje al lado de Dios. Así aparece un
universo en que se manifiesta tanto el esplendor como la debilidad, ta debilidad de lo
que sólo dura un tiempo y que debe morir para ser retomado en Dios (Qo 12,7). por el
Hijo hecho carne la humanidad pecadora, con todo su bagaje de criaturas, tieras y
estrellas es y será salvada (Jn 12,32). Hoy mismo, a lo largo del día, cada uno de noso-
tros ha estado buscando la otra faz de su ser, que está en la sala del banquete (Is 25,6;
Nlt22,11), en Ia eternidad.
El Espírüu de Dios
El Amor-Dios sin origen se ha proyectado, estableciendo su Iey y su ritmo, en la
persona del Hijo. Esta "generación" del Hijo (Jn 5,19) a su vez implica al Espíritu.
El Espíritu será la energía diviira que magnetiza toda criatura. Se repartirá por todo
el universo-al compás del tiempo; conforme a la vocación de cada criatura- Múltiple en
Ies criaturas (Ap l,a), armoniza en una sola alabanza todas las vibraciones del rnr¡ndo.
El es a la vez el don y'el reiomo al Dios del amor de todo ser que ama (Jn 1a,17). Un
amor que puede ser sucesivamente añoranza de. lo eterno, éxtasis o pena de amor,
indignación ante el mal, ternura, fuerza inquebrantable, entrega de sí mismo. El Espíri-
tu uno y múltiple (mríltiple a nuestros ojos, uno a los ojos de Dios) procede de Dios y
es Dios.
Amor y eleccün
Dios es Amor. Amor es amante, y no hay arnante que no elija. Si hablamos del Hijo,
en el que se complace el Padre, es difícil hablar de "elección", puesto que el Hijo es
único. No obstante, la palabra que recibe con ocasión del bautismo y de nuevo en la
Transfiguración, lo llama 'lel elegido". Ha sido amado y elegido para reconciliar al
mundo; asimismo el amor de Dios por el mundo será:siempre el origen de llamadas y
elecciones. No hay distorsión más grave de la fe cristiana que,olvidar la llamada gra-
tuita que nos ha hecho pueblo de Dios (Rom 8,29; lCo 1,26i lPe 2,9), EI Magníficat
de María propla¡na esta libertad del Amor que podía no gustarles a los espíritus igua-
22*
Dios se inclina sobre aquello que es pequeño
El Hijo nos ha descubierto la profundidad del misterio divino: el Dios qu. o.no ,.
inclina sobre aquello que es pequeño (Sal I13,6). Tal vez tengamos aquí otra cualidad
propia de Dios. La elección de los pequeños no es un detalle sin importancia para
conocer el misterio de Dios. La Biblia la recuerda a cada momento y la confiesa al
hablar de Ia cólera de Dios contra todo lo que se enaltece (Is 2,1 l-16; Lc 16,15). A su
vez el Credo confirma este aspecto misterioso del Ser divino: el Hijo se hizo hombre
"por nuestra salvación".
Siempre nos asaltarán dudas al confrontarnos con el misterio de Dios: ¿cómo puede
haber un Amor sin ori-sen, sin causá. sin que haya un lugar donde recibirlo...? Estas
dudas y otras más surgen de los fantasmas de nuestra imaginación, porque nuestra
razón sólo funciona con un cerebro material encerrado en las tres dimensiones del
espacio. I-a Escritura nos dice: "¿Cómo podrán comprender al Dios que ha hecho
todas las cosas?" (Jdt 8,14). Sin embargo, si abrimos nuestro espíritu y nuestro cora-
zón a lo que nos revéla la Escritura, esta clase de dudas no provendrá del misterio de
tres Personas que son un mismo Dios. Esta revelación es tan bella y tan rica que no
nos costará aceptarla.
La salvación de los no-cristianos
La fe y el modo de vida de los cristianos pueden plantear un problema a los que no
las comparten, pero el interrogante es mucho más fuerte todavía para el cristiano que
se fija en los demás. En primer lugar porque cree que ninguna vida humana alcanza
su término ni consi-sue pleno sentido si no ha sids salvada; y después porque cree en
un solo salvador y mediador, el Hijo de Dios hecho hombre.
Ahora bien, es un hecho que Ia mayoía de los hombres desconoce a este salvador,
y que aparentemente a muchos no les perjudica prescindir de él; sin él espíritus muy
nobles perseveran en una búsqueda espiritual que les depara grandes satisfacciones.
¿Qué han perdido no haciéndose cristianos? ¿Tendrá Dios muchos rostros y verda-
des?
¿Acas o somos sectarios ?
Estas cuestiones son nuevas. Si indagamos en la Biblia, es muy poco lo que encon-
traremos en el Antiguo Testamento, pero también el Nuevo Testamento poOrá aes-
concertarnos.
Cuando el Apocalipsis, que cierra el libro sagrado, se refiere a loi tiempos venide-
ros, no habla más que de una lucha sin piedad de las potencias del mal contra la Igle-
sia naciente. El libro quiere alentar a los cristianos perse-euidos: son asociados á Ia -
vicroria de Cristo, Señor de la historia. Es notable, sin embargo, que en ningún
momento se mencione a los demás, esos mismos con lgs que nos codearnos todo§ los
días, que no han sido ni testigos de la Palabra ni instrúmentos del diablo. Parece
como que no hübieran existido nunca.
Lo mismo sucede en las cartas de Pablo: Ios no cristianos. son los de fuera (lCor
5,12), un nuotdo en el cual el espíritu maligno actúa libremente (Ef 2,2). Incluso el
texto de lTim 2,4 (Dios quiere que todo.t los hombres se salven...).pa§a por alto nues-
tra cuestión; sólo expresa la voluntad divina de que llegue a todbs los hombres el .
mensaje de la salvación.
23"'
Ignorar'hasta ese punto a los que constituyen la mayoría de la humanidad podría
hacer del cristianismo un mensaje sectario; ya dijimos una palabra sobre ese "fuera de
Ia Iglesia no hay salvación" a propósito de Mc 16,16. No debemos sin embargo sor-
prendemos: Ios libros del Nuevo Testamento iban diri-eidos a pequeñas comunidades,
cuyos problemas habitualmente no iban mrís allá de su ciudad. Allí estaba el combare
para esos cristianos a menudo mal vistos o perseguidos.
Hay sin embargo en los textos más fundamentales del Antiguo Testamento af,rrma-
ciones que se consideran, a veces erróneamente, como restos de un antiguo politeísmo.
En el Deuteronomio 4,19 leemos: "Cuando mires al cielo y veas los astros del firma-
mento, no te dejes arrastrar a adorarlos como dioses y a servirlos, pues Yavé, tu Dios,
dejó que fueran la parte de los demás pueblos, pero a ustedes los tomó para que fueran
su propio pueblo y su propia herencia". Se nbs revela, pues, que Dios puso a ios demás
pueblos en un camino diferente y que él los enciugó a otros señores del mundo sobre-
natural (Dt 32,8; 33,3), de tal manera que se cumple el plan de Dios cuando obedecen
a estos maestros; sirviéndoles con prácticas prohibidas a los israelitas, están realizando
el plan de Dios.
Esta certeza se vuelve a encontrar en forma implícita a lo largo de toda la Biblia y,
si pasamos al Evangelio, no encontraremos ninguna condena o discriminación de los
que no recibieron la revelación bíblica. Veamos cómo actúa Jesús con los no Judíos en
Mc 7 ,24-8,10. Del mismo modo la parábola del Juicio final (Mt 25,31) no hace ningu-
na distinción entre creyentes y no creyentes.
La tentación del liberalismo
Ciertamente resultará útil y conveniente replantear el problema de la salvación de
los que no han recibido la fe. No es tanto cuestión de sabér si Dios tiene el espíritu lo
bastánte amplio como para interesarse de "los de afuera", sino de tratar de comprender
cómo ha dispuesto la historia humana a fin de que todos sean salvados por el único
Salvador, pero que sólo una minoría deba conocer al Hijo hecho hombre. ¿Por qué
vocaciones tan opuestas: conocer o no conocer la gran manifestación divina? Si cree-
mos que Dios actúa con una. generosidad sin límites y sin distinción de personas,
¿cómo podemos ver en eso una ob¡a digna de él?
A muchos cristianos de hoy les gustaría pensar que solamente el lenguaje y la cul-
tura nos separan de quienes no cornparten nuestra fe y que la verdad debe éncontrar-
se más allá de los diferentes credos. La revelación cri§tiana se opone a ese tipo de
concesiones: aun cuando aceptemos que haya otras revelaciones de Dios y gue otrás
religiones se apoyen en profetas que no son los nuestros, pero que debemos respetar,
el Hijo"es único; así como Dios es uno (Jn I,1 ; lTm 215).
Sin renegar de la unicidad de la salvación cristiana, podemos ampliar nuestrá yisión
tradicional. Durante siglos se ha querido tranquilizar rebajando esas otras sabidufas y
religiones: no son más que balbuceos humanos, se decía, mientras que a nosotros se
nos da la luz divina. ¿Por qué entonces no reconocer que son dos caminos igualmente
queridos por Dios, aunque el espíritu del mal haya sembrado toda clase de confusión?
.
"?,::#:":f::::::;":;:::;i:*u, p".o no podsmos concruir por ei,o que
Dios sólo salva a los demás "por añadidura'l. Dios salva a unos manifestándose y a
otros dejándoles que busquen (He 17,27); lo que aquí nos parece una contradicción es
tal vez una exigencia de la santidad de Dios, porque Dios no. se puede descubrir sin
quedar al mi§mo tiempo oculto; no puede prometer y comproineterse en'alguna parte'
sin volver a hundirse inmediaiamente en el misterio o, si preferimos, hundirnos noso-'
tros en nuestra condición de criatura.
24'
Dios es Santo: esto si-snifica que se nos escapa siempre, tanto más que nos ha
hecho testigos de su acción siempre imprevisible. Los acontecimientos que vivimos,
con su buena dosis de tragedias y de escándalos, se presentan como un juego divino:
se desarrollan en la superficie de una realidad mucho más espesa, donde no hay más
que el misterio de la libertad divina. Nuestro Dios es wt fuego devorador (Dt 4,24), y
quedamos sin recursos frente a las iniciativas y a la exuberancia de sus riquezas inal-
canzables, a menudo terribles. En Dios no hay tinieblas y en El todo es luz (lJn 1,5),
pero esa luz no es la nuestra y nos ciega.
Ese misterio de la luz que se da y que se niega está en lo más profundo de la obra de
salvación. Las tensiones que en Dios mismo se anudan y concluyen con la vuelta a la
unidad de las Personas divinas, son la razón última de las contradicciones inscritas en
el plan de salvación con sus diversos caminos. El Dios Santo ha querido algo inconce-
bible para la razón humana: hacer que seres creados vuelvan a El en su eternidad. Asu-
mió en eso riesgos sorprendentes: ¿qué pueden y qué deben conocer de Dios? ¿Qué
experiencias deben efectuar en el curso de su existencia, tan limitada en el tiempo?
¿Qué deben adivinar del Ser superior del cual provienen para que su vida présente sea
un preludio de la etemidad? ¿Qué traumatismos son necesarios para prePararlos para
esa metamorfosis?
El Dios de los muchos caminos
La perspectiva ideal de una familia humana unida en una misma religión, en una
misma adoración y en una misma acción de gracias por los beneficios de la Providen-
cia es muy conmovedora, pero ¿es cierto que la sabiduría divina puede expresar ahí
todas sus riquezas? ¿Quién podrá decir lo que debe ser la acción de Dios si quiere a la
vez respetar la libenad de los que han salido de él y reencontrar al fin de Ia historia lo
que había de ser su término? De hecho Dios ha decidido manifestarse de dos maneras..
Antes de que empezara la revelación bíblica, y después al lado de ella, inspiró lo
mejor de lo que transmiten las varias religiones. Ha previsto que pueblos enteros no
conocieran al Salvador durante su vida en la tierra, porque ello es bueno y le conviene,
al menos en eI estado actual de la humanidad, (es bueno por el momento, pero no
excluye de ninguna manera el deber y la urgencia de la misión, como lo diremos más
abajo). Estos pueblos buscarán al ser divino (He 17,27) por su cuenta y riesgo, y Dios
se reserva darles la iluminación interior (Jn 1,9). Su misma ignorancia acerca de Cris-
to, sus andanzas entre verdades parciales pueden haberlos llevado a la profundización
de otros aspectos de la condición humana.
Dios quiso también manifestarse a un pueblo que hizo suyo, porque eso también es
bueno y necesario. El llamado a Abrahán primero, el llamado a creer en Cristo des-
pués, hicieron nacer un pueblo, no superioia los demás, sino diferente- Ese pueblo es
reálmente privilegiado porque Dios se dio a sí mismo. No sólo lo conocemos, sino
que nos.ejercitamos desde ya en lo que será la vida de todos en la eternidad, la rela-
ción de amor mutuo en Ia ternura y en Ia fidelidad. Ese pueblo désempeña una fun-
ción esencial en la historia aunque haya escrito muchas páginas poco brillantes. Entre
los que han experimentado las riquezas del amor de Cristo, ¿dudará alguno en decir-
que ha recibido Ia mejor parte?
lJn pueblo elegido e infiel
Hay en el mundó un pueblo de Dios, cuya presencia pernrrba a los pueblos y sus
religiones: Este pueblo da un testimonio extraño, Ileno de contradicciones, en el que el
Espíritu Santo respeta las libertades individuales y se complace eD.actuar entre som-
bras y lüces. Pasados'veinte siglos descubrimos que toda la historia se puso en marcha,
que el saber ha invadido la existencia.humana, que las cefezas seculares y paralizantes
25'
son puestas en tela de juicio, que la persona, el amor y Ia paz y hasta el perdón, han
venido a ser los valores esenciales. Pueblo de Dios: instn¡mento del plan universal de
Dios'
¿Habría que decir que ese privilegio inmerecido nos da una superioridad sobre los
que no fueron llamados? Pablo ya respondía a ese interrogante en su carta a los Roma-
nos cap. 3. Es el momento de mirar miís de cerca la contrapartida del don de Dios. Si
la revelación de la Biblia nos ofreciese plena se-euridad e hiciese de nosotros ejemplos
de virtud, podríamos hablar de desigualdad. Pero.no es así, pues el Dios Santo es el
que nos ha acercado a é1, y nosotros vamos a quem¿unos en el fuego de su santidad.
¿Quién soportará el peso del primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo
ru corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas?" ¿Y quién actuará mejor que esos
apóstoles a los que Jesús reprochaba en cada momento su falta de fe?
En cuanto un pueblo es o se cree portador de una revelación divina, pasa a ser presa
de la intolerancia y de los recelos respecto de los extranjeros. ¡Dios está con nosotros!
He aquí una buena razón para dejar de buscar a Dios. Y hablamos mucho de Dios y de
las cosas de Dios, pero no nos conocemos a nosotros mismos.
El escándalo de la cruz
De nada serviría alar-ear la lista de las infidelidades que recuerda la Biblia y que
continúan en la historia de la Iglesia, como si debiéramos acusar constantementé a
nuestros antepasados; mejor será comprender que tales infidelidades forman parte del
plan de Dios. Pablo recuerda que.una de las finalidades del pueblo de Dios es la de
manifestar al mundo la sabiduría misteriosa de Dios (.lCo 2,6). Pablo habla de una
sabiduría que es locura, de una fuerza que se manifiesta en la debilidad (2Co 12,9), y
lo condensa en uria frase definitiva: el "escándalo de la cruz" (lCo 1,22).
No sería suficiente que la Iglesia predique la muerte en cruz del Salvador. Dios
quiere además que su pueblo, instrumento de su revelación, trasmita siempre las rique-
zas eternas con medios pobres y, atrevámonos a decirlo, en medio de escándalos. Este
pueblo escogido es pecador'tanto o más que cualquier otro, deja pasar las oportunida-
des históricas y trasmite el mensaje del que es portador con cuenta gotas. Así se resta-
blece el equilibrio (Mal'l,l l-12).
Dios ¡nantiene su'lüenad de decidir
El espíritu "ecuménico'; nos permitirá suavizar las polémicas y la incomprensión
entre cristianos y no cristianos; pero es vano pensar que un espíritu más abierto perrr¡r-
tirá alcanzar intelectualmente un lugar más elevado, desde el cual podamos equiparar
o juz-ear todas las religiones; Ia Biblia queda aparte por estar destinada a un pueblo
elegido, y esa elección es confirmada por la palabra gracia (la gratuidad total de los
dones de Dios), que sólo la fe cristiana pone en el centro de nuestras relaciones con él-
Algunos preguntarán: ¿Es posible que unos sean ele-eidos y otros sean menos ama-
dos? Ciertamente que no todos han sido amados del mismo modo, y algunos han reci-
bido sin comparación más que otros; Dios no es un empresario que paga a todos lo
mismo cuando se presentan con méritos iguales. Sus criaturas no vienen a presentarse
ante é1, sino que desde un comienzo él ha creado a cada uno con su destino, que es
siempre graciá y sobreabundancia. Y si decidió que algunos recibieran y fueran más,
no por eso olvidó dar a otros más de lo que hubieran podido imaginar, desea¡ y com-
prender.
La situación privilegiada del creyente lo incita a llevar la luz a quienes no compar-
ten nuestra fe, pero sería un error creer que han sido menos amados; aurique.nos vea-
mos más ricos, esta superioridad sólo es temporal. Cuando pasemos a la eternidad,
26*
ricos y pobres se encontrarán,en pie de igualdad, o más bien, cimentados para formur
un solo "hombre nuevo".
I-afidelidad y la gracía
Recordemos lo que Pablo dice con relación a la doble actitud de Dios con respecto a
los judíos y a los no judíos en Rom 15,8. Pablo ve una manifestación de las dos gran-
des-cualidades que toda la tradición profética atribuye a Dios: la gracia y la fidelidad.
Esta intuición de Pablo seguramente se aplica más allá del caso de los judíos y de los
no judíos. Si creemos que Dios hizo de Ia creación su juego (un hindú diría su danza),
y que quiso expresar en el tiempo lo que él es y lo que vive en la eternidad, tendremos
una clave para comprender que se haya revelado sólo a una minoría, mientras salvaba
a Ia humanidad entera.
Con los primeros Dios hace la experiencia de una relación mutua, que es ya en el
tiempo lo que será en la eternidad: ahí cabe la plabrafdelidad. Dios hace promesas,
nosotros le respondemos, Ie lanzamos desafíos. le amamos con sencillez" y la eterni-
dad ya está ahí aunque en Ia sombra. Fue lo mismo que vivió en Galilea el Verbo eter-
no, una historia que no fue más que un instante en el tiempo de los hombres, pero en la
que estaba encerrado el todo de Dios.
Estamos mal ubicados para poder decir lo que Dios hace con los demás que no han
conocido a Dios hecho carne. Sin embargo Pablo hablade gracia, y bajo esapalabra
tan elástica pone todo lo imprevisto de las iniciativas divinas. Es probable que Dios no
pudiqse conducir a él la historia humana sin que al cabo se tenga la impresión de que
todos se equivocaron sobre lo que sé esperaba de ellos y que, al final, la fiesta es pura
y sencillamente lo que han hecho la creatividad y Ia generosidad de Dios. Y la alegría
será más grande por vibrar la humanidad entera y para siempre, con la sorpresa de
"aquellos a quienes él no había sido anunciado" (Rom 15,21).
Entonies se hará patente que todos los caminos eran necesariós, non tanto por culpa
de las limitaciones humanas, sino más todaví¿ para que la generosidad y las ambicio-
nes del Amor-Dios pudiesen satisfacerse plenamente. Pablo Io dice con otras palabras
en Ef 3,6.
Todas estas consideraciones no desvelan ni eliminan el misterio. Tan sólo quieren
invitar a buscar una respuesta en el misterio de Dios y no en lo que simplificaría la vida
del rnundo: Más importante es lo que a Dios Ie conviene; y solorél conoce la otra cara de
nuestro ser.o la otra cara.de la¡ealidad, que es la.humanidad en Dios y su eternidad.
L"A ENSEÑANZA BíBUCA
LA ENSEÑANZA BIBLICA
El Antiguo Testamento: DIOS EDUCA A SU PUEBLO
27*
1. Dios CreadoF;
Dios de todos
'Ios hombres
Dios concede a
Abraham su
Alianza
10
13
t4
17
18
El universo es obra de Dios: Gén 1; Is 44,24; Sal 8,4; 18,2:
32,6. Dios Creador de los Cielos y de la tierra: Gén
1,1; Gén 14,9;22.Dios ciea de la nada: 2 Ma 7,28.
Dios crea con Sabiduría: Sal LCÉ,24. Dios crea mediante
su Sabiduría: Pro 8,22; Sab 8,6; Sir 24,9; o rnedianre su
Espíritu: Sal 33,6;104,30; Jdt 16,14. Dios crea con peso,
número y medida: Sab 11,20.
Los apóstoles descubren que esta Sabiduría es el Verbo
o Hijo de Dios: Jn 1,3; Col 1,16. Por él Dios dispone
el desarrollo de la historia: Heb 1,2. Dios hace madu-
rar la creación infundiéndole su Espíritu: Sab l,l-'7;
Sab 10; 11,20- 12,2.
Dios nos ha creado en su Hijo: nos hace hijos (<en
él»: Gál 3,26-29;4,4-7;Ef 1,3-4. Y da vida a la per-
sona humana con su palabra y su Sabiduría: Dt 8,3;
Pro 8,1-21; Lc 1,50-55. Ejemplos en Ex 3; Jue 6; I R
19,6-8; Is 6,8; Jer 15,19:21 (ver también 153-156).
EI universo alaba a su Creador: Sal 18,2; 148; Ba
3,34; Dn 3,56-80.
Dios gobierna el universo: Sal 33;96; Ap 4,1-10. Diri-
ge los acontecimientos para nuestro bien: Mt 6,31;
Lc 12,5-7; Jn 16,23; Rom 8,28. Dios cuida de todas
sus criaturas: Sal 104; Jonás 4,1 l; Sab 11,23-26.
En el desarrollo del universo y la ejecución de los pla-
nes divinos intervienen criaturas espirituales llama-
das ángeles:Za l; Ex 23,23; Tobías; Dn 3,49;9-11.
Dios ha bendecido la humanidad y su desarrollo:
Gén 1,28. Renovó su bendición después del pecado:
Gén 8,21;9. Es Dios de todos los pueblos: Dt 33,3;
Mal l,l l; y salvador de todos: Jon 4,11
Dios castiga los pecados de los hombres (Ex 7-10),
pero nunca deja de querer a los hombres: Gén 8,21 .
Dios da signos a todos los hombres (He 14,17; Mt 2,1)
y también les da profetas para interpretar esos signos:
Núrn. 22-2,4; I Sam 6; Jonás. FIay santos fuera del
pueblo de Dios: Henoc (Gén 5,?3), Melquisedec (Gén
14,18), Job y Daniel (Ez 14,14).
Sin ernbarBo, para llevar a cabo su obra de salvación,
no desde afuem, sino dentro del marco de Ia historia,
y respetando las etapas necesarias, Dios se elige un
pueblo suyo mediante el cual sus promesas llegarán
a todos los pueblos: Gén 12,3; Gál 3,8 y 14 (ver 37),
Primer paso de la Historia Sagrada: Dios llama a Abra-
ham: Gén lz,L EI llamado de Dios a Abraham incluye
una doble promesa: él le dará una descendencia (Gén
l5l; 18,10) y r¡na tierm: Gén t23.
Dios hace una Alianza con é1. En adelante será el Dios
de Abraham y sus descendientes para siempre: Gén
15,18; 17,7i Is 51,2.
IA ENSENANZA BIBUCA
22
23
25
26
27
28
Moisés y el
Exodo. El Dios
Libertador
y Justo
31
32
33
28"
Esta Alianza hace de Abraham (y sus descendientes) el
servidor de Dios y su obra en este mundo, para- que
la bendición de Dios llegue a todas las naciones:
Gén 12,3;28,14.
En varias oportunidades Abratram demuestra su fe en
las promesas de Dios, para el cual nada es imposi-
ble: Gén 15,1 -6;22.
Dios deja en claro que se siente agradecido por la fe de
Abraham (Gén 15,6) y por su obediencia (Gén
22,26 y Stgo 2,2I) más que por el cumplimiento de
cualquier práctica religiosa (Rom 4,34 y 4,19-22).
La fe de Abraharn lo hace amigo de Dios: Is 41,8; Dn
3,35; Stgo 2,23; y que vive con Dios más allá de la
muerte: Lc 20,38.
Por su fe Abratram pasa a ser persona que cuenta a los
ojos de Dios y es tomado en cuenta cuando él toma
sus decisiones: Gén 19,17-33; Is 41,9; 43,1;49,4.
La fe de Abraham indica el camino que, etr adelante, se
impondrá a todos los hombres para recibir las prome-
sas de Dios: la fe en las promesas de Dios (Rom
4,2O) el que puede incluso resucitar a los muertos:
Heb I l,[7-19.
La Ali anza con Abraharn es confirmada a sus descen-
dientes: (Gén 28,10; 32,23: 49,28). Pero dicha
alianza sigue siendo un favor de Dios y que se
transmite, no a todos sus hijos por derecho de fami-
lia, sino a los que,Dios designa: Gén 21,12;25,23;
Rom 9,6-13.
Dios ve las humillaciones de su pueblo en Egipto (Ex
2,24 y 3,'7),y se acuerda de su ÁIianza con Abratram
(Ex 2,24 y 3,16). Dios llama a Moisés (Ex 3,1 y
6,28) para liberar a Israel.
En la cultura hebrqa, el que libera una cosa o una per-
sona es el que la compra o la quita a su dueño para
hacerla suya. Israel,es liberado del poder de los egip-
cios para pertenecer a Dios: Ex 3,10 y 3,L2; I9,4 y
19,6:2O,2 y 2O,3
El Dios que libera a Israel Ie enseña su propio Nom-
bre, o sea, atgo de su rnisterio. Nombie con el que
Israel lo invocará: Ex 3,14-15.
Yavé: Yo Soy. Ver com. de Ex 3,1.y Jn 8.
Yavé, El que Es, El que hace existir, el Dios que se fija
en lo que no es y no cuenta, para humillar a los que
se creen: I Sam 2,4-81 Sal lL3,'7; Rom 4,L7;1 Cor
4,L7. Ver com. de Ex 3 y 4.
Yavé es el Dios Unico (Dt 6,4), al que ng se puede
figurar sin rebajarlo (Ex 2O,4), totalmente diferente
de todo lo que puede imaginar y forjar el hombre, o
sea, de todo lo que se puede ver (Dt 4,12) y solamente
por su palabra lo conocemos (Dt 4,12; Jn 5,38). Con-
tra las imágenes: Dt 4,15 y com. de Is 46,5 y Ba 6.
Dios es Santo (Am 4,2; Os I 1,9). La santidad significa
vitalidad irresistible, pero muy interior, energía que
34
4t
29', LA ENSEÑANZA EíAUCA
devora y a la vez da vida. Dios es santo, y santo es
su Nombre (Am 2,7; Lev 2O,3; Is 57,1 5). Nadie
puede soportar su presencia cuando se acerca (Ex
19,16; Is 6,1). EI hombre no lo puede ver: Ex 3,2
y 33,20; Jn 1, I 8; Col 1, 15; I Tirn | ,L-l ; com. de
Gén 16,1. El hombre no puede juzgar sus actuacio-
nes: Is 40,2 1:Ez 18,29: Job 38 y a2; Rom 11,33; I
Cor 2,9.
Dios es Celoso (Ex 20,5): no soporta que un extraño
venga a profanar aquello que eligió o en que él se
fijó, santificándolo por el hecho mismo (Núm 17,l).
No soporta que sus empresas fracasen: Ez 36,22; Ex
32,12. No puede ceder su gloria a otro: Is 48,11.
Fuego_devorador y Dios celoso: Dt 4,23; Heb IZ,Z?.
Dios es Jr¡sto. Perdona el pecado, pero no lo deja sin ca{i-
go: Ex 2O,5; Jue 2,13-22; 2 Sarn 12: Jer 3; Os 2-3. Saca
a luz los pecados: Jos; 1 R 21,20;Ís 22,14:'2 Mt 12,37.-
Dios es justo y sl¡s mandamientos nos exigen ser jr¡s-
tos: Ex 20,l-17. Ver 50.
El Dios Unico, Santo, Celoso y Justo es un Dios que
actúa dentro de la historia y pide a los suyos actuar
en Ia historia" a diferencia de los otros üoses que son
dioses de la naturaleza (ver com. de 1 R L-l). El Dios
Libertador (Ex 14;15; 16 y 17) también exige la con-
quista de la Tiema de Canaán: Ex 34,11-13; Núm 14
) corr: de Ex 32.
En adelante la religión de Israel, en vez de recordar sólo
cosÍts del pasado, esperará nuevas liberaciones (Jue 4-
6: I Sam l7;2 R 18-19; I Ma 4;Lc 1,73; He 1,6) y se
fijará nuevas metas: Is 4G42; 65-66; Za 8,2U23; Dn
7,26-27;He 1,8.
En eI Sinaí Dios celebra una Alianza con el pueblo
que será su servidor para actuar dentro de la historia:
Is 49,1-9; Sal 2; Sal 149,6-9.
Los hace pueblo de sacerdotes y nación consagrada:
Ex 19,6; 24,3-1 l; 1 P 2,9.
Renovación de la Alianza: Jos 8,30; Jos 24;2 R 23,21;
Ne 8. Hacia una Nueva Alianza: Jer 31,3 1;F;236,22;
Mal 3,1.
I-a tradición hebrea considerará a Moisés como el primero
de los profetas (Dt 18,18-20; 34,1G12). Afirma que tue
el primero en conocer el verdadero rostro de Dios:
Misericordioso y Clemente, rico en Amor y Fideli-
dad: Ex 34,1-9.
A partir de David se d-esarrolla el profetismo en Israel.
Los profetas afinrian que Dios es Amor y Fidelidad,
:en'especial en el Deuteronomio.
Tiempo de los
Reyes
a) Los primeros
profetas
enseñan que
Dios es
Amor y
Fidelidad
35
36
37
38
39
vers.Amor y Fidelidad: refrán del salmo
2,3,15,25,29,34,50. Dt 7,9;2 S 2,6.
Amor (o Favor, o gracia) de Dios para Israel. Lo
escoge sin: mérito suyo: D¡ 7,7;9,5; 10,15. l-e, da Ia
Tierra (la tierra de Canaán) en herencia: Dt 4,1;4,38;
6,10. Y lo hacehijo suyo: Dt 32,5-6; Os ll,1; Is 1,2.
LA ENSEÑANZA BÍBLICA
12
30*
-ue rla. prosperidad en la Tierra; Dt 7"i2.-i5:
Israel guardará los dones de Dios si cumple
Dios: Dt 1,10; 6,10- i 9; 1 1 , i 2-?l .
Si Israel falm a Dios, él le quitará prosperidad y Tierra:
Dt 4,24-31; 28,15-68. Pero Dios, siempre fiel, conver-
tirá a Israel después de castigarlo: Dt 30,1-10. Un
resto de Israel se salvará (ver I R 19,18 y 60,69). El
destino de Israel, elegido, castigado y restaurado: Dt
32. Entonces los amaré: Os L4,5.
Amor (o Favor) de Dios a David. Le entrega el
Reino y lo hace hijo suyo: 2 Sam 7,12-16. En
Israel, solamente los reyes eran considerados hijos
de Dios: 2 Sam 7,L4; Sal 89,27-28; Sal 2,7. Por arnor
a David, Dios mantiene a sus descendientes:
1 R 8,25; 1l ,34.
Por sus faltas ellos merecen que Dios los rechace: Jer
22,24. Pero é1, misericordioso y fiel, establecerá nue-
vamente un descendiente de David (ver 60-69).
Fidelidad o Verdad: en hebreo es la misma palabrd, y
es equiparada a amén, que significa: ¡es verdad I (2
Cor 2,18-20). Toda palabra de Dios es fiel y se cum-
plirá: I R 8,26; Ne 9,33. La fidelidad de Dios con
Israel no puede desmentirse: Rom 1 1,28; 15,8.
Los reyes deben conformar su potítica a las exigencias
de la Alianza (Dt L7,L6-2O; L R 13; 2 R 9,6-10).
Mientras los sacerdotes condenan las desobediencias
a la Ley de Dios (2 Cro 26,16), los profetas se fijan
en las iniciativas que desmienten el espíritu de la
Alianza: 2 Cro 2O,36;2 Cro 25,L5.
Amarás a Dios con todo tu corazón, toda tu alrna...:
Dt 6,4. El amor a Dios, actitud interior, vale más
que el culto: Os 6,6 y los sacrificios costosos: Mi
6,'7-8;'Jer 2,2.
El amor verdadero procede del conocimiento de Dios:
Is, 1,3; Jer 3L,34; Os 2,22; Os 3,5. Conocer a Dios es
reconocer su manera de actuar en los aconteci-
mientos: Is 1,1-6;22,8-14; 28,23-29; 30; 31,1-9;
42,18-25; Jer 6,10-16; Am 4,4-13; y escuchar a sus
profetas: Is 6,9-t2; 8,11-18; 41,21-29; Jer 13,15-17;
Am 5;6-8;2a7,9-12.
Amor y ionocimiento de Dios serán-los fiutos de la Nueva
Alianza, interior y don de Dios: Jer 31,31; y obra del
Espírituz 8236,27-30; Jl 3,1-2; alianza de Dios con [os
humildes y pobres de espíritu: So 3,11.
La Alianza debe tornarse en un verdadero matrimonio.
Israel, novia de Yavé: Is 54;61,10; 6?,1-5. Israel
comparado a novia infiel: Os 2; Jer 2-3; Ez L6 y 23.
Las futuras bodas en el Amor y la Fidelidad: Os
2,20-25; Jn 1,17; Ap 21,24;21,9.
Dios, J.usto y Santo, exige la Justicia social. Volver a
una'sociedad igualitaria y fratemal: Jer 34,8-19. El
rico es un opresor: Is 5,8-9; Mi 3,9-1 1; Mi 2,9. La
desigualdad, fuente de violencia: Is 5,7; Ez 22,23-25:
8,i8-¡9.
v arna a
Tiempo de los
Reyes
b) Los grandes
profetas
hablan de
Amor, de
Justicia Y de
Humildad
51
31* t-A ENSEÑANZA AÍeLlCn
24,6-8; Am 5,7-13; Mi 2,,1-5.
10,1-2; Am 5,7.
Las leyes injustas: Is
Dios odia el orgullo procedente del dinero: Is 2,6-22;
3,16-24. Odia el orgullo procedente del poder: Is
14,5-21:. 36,22-29; 47; Ha 2,6- 13.
Dios prepara un Juicio destructor, llamado DÍa de
Yayé: Is I ,24-28; Am'5,14-21; So l,l4-18; 3,1-8. Un
Juicio que restablecerá la justicia: Is 2,1-5; 4,2-6; Ez
34; y dará la paz definitiva: Is 9,1-7; 1l,l-9; 3Z,lS-
20. Prepara una Ciudad de Justicia: Is 1,26; 60; Za
8,1-17. Y un triunfo de los humildes: Is 26,1-6; So
3,12-18. Y un consuelo a los oprimidos: Is 6l,l-3.
La palabra Redención significa en la Biblia lo
mismo que Liberación. Uno Iibera algún objeto o
persona que estaba en poder de otro, para hacerlo
suyo: es un poco como comprar. Ver en Lev 25 la
redención de los esclavos y las tierras empeñadas.
Más todavía: Rut 2,2A;3,L2;4.
Dios Redentor saca a su pueblo del poder de los extran-
jeros: Jue 2,13-17; Dt 4,34; Ex 20,1; 3,8. Después de
la primera liberación de Egipro y nurnerosas libera-
ciones (Jue 3; 4;1 Sam 7; 2 R 19) se acreditá en
tiernpos del Destierro la idea de que se acerca una
liberación definitiva: Is 40; 41,8; 43,1-7.
También Dios hizo esperar que, salvando a su pueblo,
daría paz a toda la tierra: Gén 12,3; Is 49,6. Esta
esperanza tomó forma con el rey David: Israel
creyó haber encontrado en este ungido (o Mesías)
el rey perfecto. A él se refieren Gén 49,10; Núm24,7
y 17.
Luego consideriron a David y sus descendientes como
revestidos de un carácter sagrado, esperaron Ia venida
de un Mesías semejante a David: Sal 132; Sat 72; Jer
30,9. Pero también entendieron que el Mesías aventa-
jaría a todos los soberanos de la tierra y establecería el
reino de Justicia y par; ls 4,2;9,1-7; I 1,1-9; Sat 2; Sal
110. 
Durante el Destierro el autor de Ia 2." parte de Isaías ve .
en la minoría rnás creyente de Israel el Servidor de
Yavé, instrumento de su salvación: Is 49,1-6; 50,1-9;
52,13-53,12.
La figura de un Mesías sufrido aparece también en Za
12,10-12.
En Dn 7,13 el Hijo del Hombre, que viene de Dios
mismo, era tal vez una figura del Pueblo Santo
(7,27). Pero Jesús lo considerará como un anuncio de
él: Mt 24,30 y 26,64.
Varios textos de la Biblia nos dejan en la duda: ¿no
será Dios mismo el que visitará a su pueblo para
encontrarse con aquellos que lo esperan? Is 25,6-10;
52,7 -12; 63,19; So 3, 14- I 8; Za 2,14-17 .
Cuando la Biblia habla del Pastor que regirá a trsrael,
designa a veces al Rey Mesías (Jer 23,4; Mi 5 ,4i Za
El Dios
Redentor
y su Mesías
tA ENSEÑANZA BÍBLICA
7. Los tiempos
del Judaísmo:
Ia religión
de la Ley
76
32*
13,-l), a veces a Dios (Is 40,1; Mi 7,t4; Cantar 2,161
Sal 23,L; Sal 28,9; Sal 80,2) y fácilrnente asocia el
uno al otro: Ez 34,LI-25. '
La Ley designa a veces el conjunto de leyes de la Biblia
(Mt 22,36), a veces la misma Biblia (Jn L2,34), a veces
la religión judía (Gál 2,19). La Ley y los Profetas, o
La Ley, los hofetas y los Salmos, son dos expresio-
nes para designar la Biblia (Mt 7 ,12; Í-c,24,4).
La I*y manifiesta dos exigencias principales: Jtrsticia
y Santidad. Santidad, o sea, respeto a Dios y las
reglas de pureza. La primera se nota más en los Diez
Mandamientos de Moisés (Ex 2O,l-17). La segunda
en los Mandamientos de Dios, tal como están en Ex
34,t0-26.
Leyes de Justicia: Ex 2l-22; Lev 16,18-20; Lev
19,10-18 y 19,35-36; Dt L9 y 24.
Leyes de santidad: Lev 17- l8; Dt 23.
La Ley era a la vez expresión de la voluntad de Dios y
expresión de la cultura judía. En ella se nota el
esfuerzo de Dios para transforrnar las costumbres de
lsrael y educar a los creyentes: Ex 15,15; com. de
Lev 8,1; 1 l, 1 ; 24,17 .
La Ley distingue días comunes y días consagrados a
Dios. El sábado: Gén 2,3; Ex 20,8;23,L2;34,21;
Núm 15,32; 28,9-10. Las lunas nuevas: Núm
28,L 1- 15.
Las tres fiestas de la Pascua, de las Semanas (Pente-
costés) y de los Tabernáculos (de las Chozas): Dt
16; Ex 23,L4-17; Lev 23; Núm 28,1l-3 1; Núm 29,1-
6 y 12-39.
Sobre la Pascua en especial: Ex l2,l-27 y 43-51.
El Día del Perdón: Lev t6; Núm29,7.
La Ley determina lo puro y lo impuro, o sea, las con-
diciones para participar en el culto divino (Lev
15,3 I ).
La Circuncisión: Gén 17,9-14; Ex 12,48.
Pureza en Ia vida sexual: Lev l2,l-8; Lev 15.
Enfermedades: Lev 13-14.
Contacto de muertos y de animales impuros: I-ev LL,z+
4O; lrev 2L,l-12; I-ev ll,15-16.
No mezclar materias o aparejar ar-rimales de dos
Lev 19- 19.
La Ley prohÍbe ciertos alimentos:
La sangre: Gén 9,4; Dt 12,L6; Lev 17 ,10- 14.
La grasa: Dt L4,21; Lev 7,22-25.
Ciertos animales: Dt l.4,3; Lev 11,1-23. .
La Ley contiene una moral sexual: Ex 2|,7-ll; Lev
[8; Lev 20,ll-21; Lev 21,13-15; Dt 22,13-30.
La Ley enseña la solidaridad dentro del pueblo de
Dios:
Amarás a tu prójimo (de tu misma raza y pueblo):
Lev 19,18. Pero pide la separación y agresividad
con los extranjeros: Ex 23,32; Dt 22,9-11 ; 23,4, y
77
33* LA ENSeñnNzA eÍeucn
en 9s_pe_cial condena el matrirnonio con extranjeras:
Dt 7,3-5.
Formas de solidaridad con el pobre: Ex zz,z5-27; Dt
22,1-4; 24,10-22; 23,20; Lev I 9,9- I 1 ; 23,ZZ; 25,35.
.fp",o a los desamparados, la viuda, at huérfano y
al forastero: Ex 22,22-24.
El año de la Redención: Lev 25,13.
La Ley enseña el don a Dios y sus sacerdotes:
Los diezmos: Ex 23,19;34,26; Núm LB,ZI-3Z; Dr
14,22-29.
Los sacrificios: Lev
Los sacrificios voluntarios: Ex 25,L; Núm Dt
16,1 6-17 .
Derechos de los sacerdotes: Lev '7,9; 7,34-36; Núm
18, 25-28; Dt 18,8-19.
La Biblia hace de Salomón el primero y el modeló
de los sabios: I R 4,29-34; Sir 47, 14. El sueño y el
juicio de Salomón: I R 3. se le atribuyen vaiios
libros de sabiduría posteriores a é1: Pro l,l ; Ecl 1,1;
Sab 9,Lz
La sabiduría significa: Inteligencia prácrica para regir
su casa y alcanzar el éxito: I R 10,6; E Z8,L-7.
Luego, esfuerzo para educarse y ser hombre respon-
sable: Pro l,2O-27; 9,1-5. Después, capacidad para
ordenar su vida de acuerdo con la Ley de Dios: Pro
l6,l- 1 I ; Sir 15, 1-5 ; 24,23-30.
¿Cómo adquirir Ia sabiduría? La sabiduría es don de
Dios: Sir l,l; Sab 6,14-16; 9,1-6. Se encuentra en los
dichos de los sabios y la meditación de sus prover-
bios: Pro [,6; L3,20; Sir 6,34-36. En la dominaéión de
los caprichos: Sir 11,1-10; 23,1-7; Pro L6,32. En la
perseverancia en las pruebas: Sir 2,1-L4 y en el estu-
dio: Sir 6,23-33. En la meditación de la Ley: Sir 32,7-
24;39,1-[ l; 5l,l-7-21; Sal I19. En la reflexión sobre
la experiencia: Ecl L,L2-18;2,1-11; Sir 34,9-ll:
Los sabios preguntan: ¿qué es eI hombre? La casi
totalidad del Antiguo Testamento se escribió enrre
judíos de cultura hebrea y expresa los conceptos de
dicha cultura. Esta no distinguía en el hombre,
como lo hacemos nosotros, una parte espiritual, o
alma, y uha parte material o cuerpo, sino que veían
el hornbre como uno solo y, al hablar de la carne,
del cuerpo, del corazón, designaban sus varios
aspectos. El hombre es llamado carne y sangre por
cuanto es criatura mortal. Se llama alma por cuanto
es ser viviente. El alma significa aliento (Gén 2,7 y
7 ,22) y los judíos identificaban fácilmenre el aliento
con la vida (Sal 104,29). Además, creían que la
vida estaba en la sangre (Lev 17,10-14). El espíritu
designa su abertura a Dios. El corazón designa lo
interior del hombre, no solamente sus sentimientos,
sino su mente y su conciencia. Muy a menudo mi
alma debe traducirse: mi persona, mi vida, o yo.
La enseñanza
de los Sabios
r-A ENsEñANZA eiautcn
84
85
86
87
88
34*
ciei hombre recibe
(Gén 2,7). El espí-
,v Espíritu de Dios
35.* I-A ENSEÑANZA EÍELICA
Sin embargo, algunos hacen resaltar las numerosas
excepciones a esta retribución: Job 2l y 24;E;cl 7,15-
16; 8,l'1-14 (ver también en 90-92).
Sabiduría de Dios y sabiduría del hombre. Los sabios
reconocen poco a poco en la Sabiduría de Dios algo
que es como distinto de é1, aunque uno con é1: Pro
8,22 y 30. Por rnedio de ella Dios creó el universo
(Pro 8,22-30; Sir 24,3-4) y ella reluce en él: Sir 43.
Ella asegura el desarrollo del plan de salvación: Sab
10 y Sir 24, 9-29. Sabiduría que supera totalmenre la
mente humana (Job 9 y 28; Ecl 3,10) y solamenre se
comunica por revelación de Dios (Ba 3,9-29 y 4,1-2;
Sir 24,8- I 2 y 23-25). La sabiduría es alirnento sali-
do de Ia boca de Dios: Dt 8,3; Pro 9,5; Sir 24,3 y
19; Sal 19,11 y 81 ,t7.
Según enseña Jesús (Lc 24,27), toda la Biblia anuncia-
ba la resurrección. Con sólo hablar de una Alianza de
Dios vivo con el hombre mortal, daba a entender que
debe cornpartir con él la vida para siempre: Ex 3,6 y
Mc 12,26; Sal 16,1 I;23,6;73,25-26.
Pero eso no lo veían los creyentes del Antiguo Testa-
.mento, que solamente hablaban de una sobrevivencia
triste y fantasmática en el Seol, o Lugar de los Muer-
tos: Is 38,18-19; Sal 88,12-13; Sal 115,17-18.
La persecución del tiempo de los Macabeos obli-qó e
reflexionar sobre la suerte de los mártires y llegó d
ser evidente que no habría justicia de Dios si él no
los levantara (los resucitara) para una vida feliz en
su presencia. Como la cultura hebrea no distinguía
cuerpo y alma (ver 83), afirmaron que el honrbre l;ur-
giría del polvo, o volvería ¿: tener vida en cl tnomen-
to del Juicio: Dn 12,2;2}da7.
Pero en ese misrno tiernpo penetró en Israel la cultura
grieg&, la cual consideraba en el hombre algo mate-
rial, el cuerpo, y el alma (que lo anima), muchas
veces distinta del espíritu, que busca la verdad y el
bien: I Tes 5,23. Por eso, el último de los libros del
Antiguo Testamento, la Sabiduría, afirma que el alma
(o el espíritu) del hombre es inmortal y encuentra a
Dios en la muerte: Sab 2 y 3. Esta certeza se encon-
trará luego en todos los libros del Nuevo Testamento:
Mt 10,28; 2 Cor 5,1-8.
ento: LA FE DE LOS APOSTOLES
Después de hablar tantas veces mediante los profetas,
Dios habló una última yez mediante su Hijo (Heb
1,1) cuando llegó la plenitud de los tiempos (Gál
4,4). Jesús es el Hijo único y eterno (Col 1,13-15), el
Verbo que es en Dios y es Dios frente al Padre (Jn
1,1; Ap 19,13).
El Hijo de Dios se
A iiferencia de lt¡s anirnaies, el ¿rlma
algo del Espíritu, o soplo Ce Dios
ritu es a la .¿ez espíritu del hombre
en el hombre (Eci 12,7).
El hombre es libre Y resPonsable de sus actos: S ir
15,1 l-21 y 17,3-14.
El hombre es pecador desde su nacirniento (Sal 51,7;
Job 10 y 13). Este peso del pecado sobre é1 es el
resultado del pecado de sus antepasados: él lleva las
consecuencias de SuS errores: Gén 3; Jer 31,29;'Lam
5,7; Sal 106,6; Tob 3,3-
El mal profundo del hombre es la muerte: Job 14; Ecl
3,18-22;6,1-10; 8,7; Sir 42,9-14.
¿Cómo debe ser la pareja? Se afirma la igualdad del
hornbre y de la mujer en el comienzo de la Biblia:
ver los comentarios de Gén l -26 y 2.20, Pero eso va
en contra de toda la corriente de la cultura hebrea,
que es puy machista. La inferioridad de _la qqe_r,
reconocida Por la Ley (Dt 24,1; Núm 5,1 1; Lev 27 ,3-
7), es aceptada por los sabios: Ecl 7 ,27 -28. La hacen
responsable de los pecados del hombre (Pro 1 ,5-27;
y piOen vigitarla: Sir 42,9-12; Sir 25 ,15-26) y la elo-
gián por cuanto sirve bien al señor marido: Pro
31,10-3 1; Sir 36,23-26. Solamente el Cantar recono-
ce su igualdad en el amor.
El trabajo y el esfuerzo del hombre son la condición
de su superación: Pro 6,6-11; 27,23-27; Sir 7,15- El
trabajo ocupa al hombre (especialmente al esclavo) y
lo disciplina: Sir 33,25-28. El trabajo no es todo en la
vida: Ecl 2,4-ll; 4,7 -12.
En cuanto a las relaciones sociales, el orden social es
aceptado con sus distinciones entre ricos y pobres,
reyes y súbditos: Ecl 5,7-8;4,1-3; Sir 8,1-3. El rey es
respetado como representante de Dios: Pro 16, 10_y
2421. Pero su compañía es peligrosa (Ecl 8,2-4; Sir
13,9-10) y se temen sus caprichos: Sir 16,12'15. Se
debe vigilar a los inferiores (Sir 33,25-30) y a los
jóvenesl desconfiar de su libertad y educarlos con
firmeza: Sir 30,1-13.
Para agradar a Dios, el hombre debe ser humilde (Sir
10,6-26), misericordioso (Sir 28,1-7) y debe ser
generoso con los pobres (Job'30 y 31; Sir 4, l-10;
29, t - 13).
¿Cómo premia Dios al justo? Los sabios del Antiguo
Testarnento no sabían todavía del más allá (Ecl 3,17-
22; 8,7-8; Sir 17 ,27 -30). Por eso, sabiendo que Dios
es justo,' Se esforzaban por averiguar ia retribución
divina en la presente vida. Dios es justo y no deja a
los malos sin castigo (Job 18 y 20). Premia a los
suyos, si no con dinero y larga vida (Pro 10,22-30;
t 1,20-2L; L3,2L-23), a lo menos dándoles Paz y
seguridad. Puede probarlos (Job'36; Sab 3,1-6), Plro
al-final les devolverá: Sab 3-5; Sir 1,23; l l ,21-26-
La Resurrscción
y el rnás allá
90
El Nuevo Tes
10. La persona de 100
Jesús. Jesus y
María
101 hizo hombre (Jn 1,14). Jesús, hom-
L,r ENseñnNzA eiaucn
102
103
104
105
106
36"
bre verdadero y no fantasma de hombre, ni Dios ves-
tido de hombre, tomó la condición de esclavo-y
rnurió en cruz (Fil 2,6-ll; Gál 4,4). Fuera de su
Transfiguración (Lc 9,32) no se manifestó en su
humanidad la Gloria que le correspondía como Hijo
(Jn 1,14 y 17,5), sino que quiso madurar mediante el
sufrimiento, como cualquier hombre (Heb 5,7-8).
Desde el comienzo Jesús estuvo consciente de quién
era (Lc 2,49 y Heb 10,5). Pero no por eso lo sabía
todo (com. de Mc 6,2), y descubrió poco a poco,las
exigencias de su misión (com. de Lc 3,21 y Lc 9,3 l).
Jesús se ubica en nuestra historia. El Evangelio sitúa
su nacirniento (Lc 2,1 y Mt 2,1; Jn 7 ,42); el comienzo
de su ministerio público (Lc 3,1-2: 3,22); su muerte
en tiempo,del gobernador Pilato y el Sumo Sacerdote
Caifás (Jn 1 1,49). Nacido en Belén, se cría en Nazaret
(Mt 2,23; Lc 4,16), donde trabaja; no sale para hacer-
se discípulo de algún maestro (Jn 7,15).
Jesús empieza predicando en las sinagogas (Lc 4,15;
Mc L,zl) e inaugurando el Reino de Dios (Mc 1,15 y
110-118). Llega a reunir muchedumbres (Mt 5,1 y
14,14). Después de un tiempo se produce una crisis
(Jn 6,66) y Jesús se dedica a formar a sus discípu-
los (Mc 9,30) que formarán el núcleo de su Iglesia
(Mt 16,16; Lc 22,24-32).Luego, se prepara para su
muerte (130-138), que corona su resurrección (ver
140-148).
Jesús hacía milagros, igual que los profetas, pero de
otra manera que ellos, corno quien tiene autoridad
divina (Mc 4,35-38). Habla con autoridad (Mc 2,27;
Mt 5,21; 5,28;5,32). Fácilmente se coloca en el lugar
que a Dios le corresponde (Mc 2,1-12; Lc 7,36-5O;
Mc 8,34-38). Afinna ser una sola cosa con el Padre
(Mt 11,26-27; Jn 5,18; 8,58;,10,30; 10,37-38).
Jesús se negó habitualmente a que lo llamaran hijo de
Dios (Mc 3,1l; 5,7) porque este título se daba tradi-
cionalmente a los reyes de Israel (2 Sam 7,141' Sal
89,2-l) y Jesús lo era en forrna muy diferente de
ellos. Prefiere llamarse Hijo del Hombre (Mt 26,64)
refiriéndose a Daniel 7,13 (ver 65). Pero Pedro pri-
rnero (Mt 16,16), y luego la Iglesia reconoció a Jesús
como el Hijo de Dios (He 9,2O). Ver 140-145.
El Hijo eterno del Padre no llegó del cielo a la humani-
dad, sino que nació de un pueblo, Israel, y de unar
mujer (Gál 4,4), María, asociada en forma única al
designio eterno del Padre (com. de Lc 1,26). El que
debía ser recibido por la «virgen de Israel» (Is 7,i+;
Sol 3,14; Za 2,14;9,9), nació de una madre virgen
(Mt l;18; Lc 1,26 y com. de Mc 6,1).Lafe y el con-
sentimiento de María permitieron que se realizara en
ella la obra del Espíritu Santo (Lc 1,45).
María interviene en el Evangelio: para la santificación
de Juan Bautista (Lc 1,39), para que Jesús inicie su
to7
115
L1.
108
Jesr¡s proclama 110
e[ Reino
de Dios
111
LLz
LA ENSENANZA BIBLICA
ministerio (Jn 2; Caná), para recibirnos como hijos
adoptivos (Jn 19,25). Se habla de ella en el naci-
miento y la infancia de Jesús (Lc 2; Mt 2). Dos rex-
tos nos obligan a reconocer que su grandeza no está
en haber dado la vida a Jesús según la carne, sino en
haber sido el modelo de los creyentes (Mc 3,3 1; Lc
LL,27). La nombran en el primer núcleo de la Iglesia
(He 1,14).
Estos son los teitos bíblicos que nos ayudan a expre-
sar lo que es María para Diós y para ia Iglesia: ben
3,15; Is 7,14- Cant 4,L2-16; Pro 8,22-31; Jdt 13,18-
20;16' 9-10; Ap 12.
Jesús empieza proclamando tiernpos nuevos, anuncia-
dos por los profetas, tiempos de la gracia de Dios:
Mc l,14; Lc 4,21; Lc 4,L9.
Jesús proclama el Reino de Dios (o Reino de los Cie-
los: Mt 5,1 y corn. de Mt 6,9). Y sus milagros son
signos de que este Reino de Dios ya está entre los
hombres (Mr L1,26-27; Lc 17,21), con poder para
sanar todos sus males: Mt 9,35.
El Reino de Dios significa que Dios ahora se da a
conocer como Padre (Mt 6,1; 6,9; 6, 18;...) y debe
ser reconocido como tal por sus hijos (Mt 11,26-27).
Toda la novedad del Reino está en un conocimiento
nuevo de Dios (Jn 4,23), conocimiento del Padre (Jn
7,28-29) y del Hijo (Jn 17,3), borrando la imagen
antigua del Dios castigadof (Lc 9,54 y 14,2; Jn 9,3),
fuerte con su poder (Mt 11,29; Jn 12,34-35), muy
lejos de los hombres (Jn 14,8).
El Reino de los Cielos es proclamado primeramente
a los pobres (Lc 4,181' 6,20;7,22). Ellos enrran pri-
mero (Lc 16,9) y tendrán un papel decisivo en la
extensión del Reino: Lc 12,32-34; I Cor 1,26; Stgo
2,5-7. No porque los pobres sean mejores, sino por-
que Ia fuerza de Dios se manifiesta mejor en la fla-
queza humana (1 Sarn 17; I Cor 1,29; I Ma 3,18; 2
Cor L2,9) y le gusta salvar lo que estaba perdido (Is
49,2;Lc 1,25; 19,10). Rebaja a los orgullosos y llega
a los humildes: I c 16,15; I Sam 2,3-8.
Es significativo que las primeras promesas del Reino
sean para un rey fastuoso (2 Sarn 7,13; I R 8,24), y
las últimas para los pobres de Yavé (So 3,12;Za 9,9;
Sal 132,15), creyentes oprimidos (Dn 3,30; I Ma
2,7), eiplotados por los ricos y oportunistas (Sal 55;
58; 123,3). Estos acogen mejor el Evangelio (Lc 2,8;
HT¿:i;-¿lthe Dios reine no significa que tos hom-
bres en adelante lo dejarán actuar: más bien actua-
rán con más libertad, liberándose de prejuicios (Mc
7,15; He 10,15 y 34) y leyes (Lc 14,3; Col 2,16), pre-
ocupados por hacer fructificar sus talentos (Mt
25,14-30).
La salvación de los hombres no se hace desde arriba,
114
L- ENSEÑANZA BIBLICA
116
ll7
118
119
L2. Jesús prepara 120
su Iglesia
tz1:
L22
38*
exterminando a los malos (Mt 13,24; 26,53), sino
que es cosa sembrada entre los hombres (Mt l3;1;
13,3 1), que crece lentamente (Mc 4,26), Prirnera-
rnente en las personas (Mc 4,14; Mt 13,44; Jn 3,3), y
luego se hace realidad visible (Mt 5,14; Lc 12,32)
que se concreta en la Iglesia (Mt 16,18).
LoI contemporáneos de Jesús creían que el Reino
empez aría después del Juicio de Dios, que separaría
a buenos y malos (Is 1,25-28; 4,2-5; So 1,14; Mal
3,1-?; Mt 3,9-12). Jesús dice que este juicio no es
para hoy (Mt 13,32; He I ,7). Sin ernbargo, de{" yu
los hombres se juzgan Por Su actitud frente al Evan-
gelio (Jn 3,18-20; 12,46). Los pueblos también: Lc
10,13; 14,L9; Mt 23,37.
Jesús se presenta en esto como el Enviado del Padre
(Jn 6,29; 10,36) y sus apóstoles descubren la relación
única que lo une al Padre (Lc l1,l; Mc 1,35; Lc 6,12;
Mc 14,37; Jn 4,31-34; 16,32). Jesús dice: Mi Padre
(Mt 7,21;10,32; 16,17; Mc 25,34) y el Padre de uste-
des (Mt 5,16; 10,20). Nunca dice: nuestro Padre.
Para tos judíos la conversión al Reino de Dios signifi-
caba a la vez: reconocer que vivían en un tiempo
excepcional (Lc 12,54; Mt ll,}L; 12,41), y que de-
bían superar la crisis que los dividía (Lc 12,57; 13,5)
aceptando esta nueva visión de Dios Padre y de una
primacía de la misericordia (Lc 15) y la reconci-
liación (Mt 19,23).
El pueblo judío, en Su gran mayoría, no Se convirtió
a este llamado (Mt 12,45; Lc 13,34) y su fanatis-
mo lo llevó a la catástrofe anunciada por Jesús (Mt
21,43: 22,7 ; 23,35-37; Lc 21,23 y 23,28-3 1).
La Iglesia (He 9,31) y las Iglesias (Gál 1,22). La lgle-
sia de Dios (He 20,28) y las Iglesias de Dios (1 Cor
11,16; I Tes 2,L4), La Iglesia es el pueblo espiritual
de Dios. Iglesia significa: la Asarnblea convocada
por Dios, o la Asamblea de los elegidos de Dios.
Estos son llamados también santos: las Iglesias de
los santos ( I Cor 14,33).
Para renovar Israel, y luego extender el Reino a las
naciones (Mt 10,5; 15,24), Jesús proyecta su Iglesia
fundada sobre Pedro (Mt 16,18) y los apóstoles (Mt
10,1). La incredulidad de su pueblo lo lleva a pensar
la Iglesia como un nuevo pueblo de Dios, abierto a
todJs los pueblos (Mt 8,1Ó; Jn 10; Mt 21,43;22,1i
23,37), €tr que se concretará el Reino (ver cop. de
Mt 13,31).
A Jesús lo siguen discípulos que creen en él (Lc 6,17;
19,37). Dentro de ellos escoge a quienes quiere (Mc
3, I 3; Jn 15, I 6) para que sean sus apóstoles (Mc
3,16). Fllos serán el núcleo de su Iglesia (Lc 22,28-
30). Jesús les pide rupturas (Mc. 8,34; Lc 9,57) y
fidelidad total a su persona (Mt 10,37; Lc 14,25).
Jesús les enseña las bases de la convivencia en la123
134
39*
13. El Sacrificio
de Jesús
124
131
t32
133
L- ENSEÑANZA gÍaucn
Iglesia. El más grande se hará servidor de los
demás (Ivlc 10,43; Mt 18,6 y 10). Ninguno se hará
Padre, Maestro o Doctor, sino que la. autoridad res-
petará la igualdad fundamental de todos y su rela-
ción directa a Dios (Mt 23,8). La Ley suprema será
el amor (Jn 13,34-35 y 15,12-14). El amor se mani-
festará priméramente 'en el perdón (Mt 18,2 I y 23)
y la preocupación por unir (Jn 17,21). Las decisio-
nes de la Iglesia serán ratificadas por Dios (Mt
16, 19 y 18,18).
El crecimiento del Reino dentro de un rnundo que
rechaza la luz es fuente de conflictos y traerá perse-
cuciones a Ia Iglesia (Lc 12,49-53; Jn 15,18-25; tv{c
13,13 Mt 5,11; Ap 12,13-18). -Una primera crisis se
producirá con la destrucción de la nación judía (Mc
13,5-23; 13,28-3 1). Ver com. de Mt 24. Otras crisis
seguirán hasta la última que verá la nuelta de Cristo
y el Juicio: Mt 16,27; He 3,21; l Tes 4,16; Mc 13,24-
27; 2 Tes 2; Ap 19,1 l-21;20,7 .
La muerte de Jesús no es un accidente en su vida (Heb
10,5). Desde el comienzo, él se preparó para enfren-
tarla (Mt 24,28; Jn 1 1,9; 12,27). La anunció reperi-
das veces (Mc 8,31; 9,9 9,30; L0,32; Lc 13,31). Se
hizo totalrnente responsable de ella (Jn 10,28-30;
19,30), sabiendo que esta Hona era la de su triunfo
(Jn 7 ,6-8; 12,31; 17,1 -2).
, El sacrificio de Jesús es corno una segunda revelación
de la justicia de Dios (Rom 3,25-26), que viene a
completar la del Antiguo Testamenro. El Dios casti-
gador echaba fuera a los pecadores (Gén 3,22-23);
Dios hecho hombre sana a los malos aceptando que
lo rechacen (Jn 1,1 1; Mt 2l',37). El Dios libertador
dernostraba su soberanía (Ex 15; Dn 4 y 5); Jesús
escoge el último lugar para salvar (Mt 20,28).
Los que fueron víctimas de la sociedad son los .que
después de muertos tienen mayor poder para inquie-
tarnos; Jesús escoge el último lugar (Fil 2,8) para
después llevar al arrepentimiento a la sociedad que
lo condení (Za 12,10; Jn 19,37; Ap 1,7) y, con eso,
arae a todos hacia él (Jn 12,32).
Desde los orígenes de la humanidad los hombres ofre-
cían sacrificios. El holocausto (eso es víctima total-
mente quemada) expresaba la total sumisión a Dios:
Lev 1,1; 1 Sam' 15,22; Sal 51,18; Heb 10,6-7. La
sangre derramada expiaba los pecados (Lev 5;
17,11; Heb 9,22). Las víctimas que se comÍan en un
banquete de comunión hacían beñeficiar a los partici-
i pantés de Ia santidad divina (1 Cor 10,18). El sacrifi-
cio del cordero renovaba la alianza de Dios con los
suyos (Ex 12; Sal 50,5)"
La muerte y resurrección de Jesús constituyen el nuevo
y definitivo sacrificio que reemplaza a todos los
demás (Heb 7,27; 9,25). Por eso, Jesús es llamado
LA ENsEñANZA eieucn
135
136
137
14. La
Resurrección.
Jesús Señor
de la Historia
40*
Cordero de Dios (Jn 1,29). Su sacrificio se identifi-
ca con la Pascua Nueva (Pascua significa: Paso) que
lleva a la existencia santa y definiuiva (Lc 12,50;
22,16; Rom 6,4; 1 Cor 5,7, com. Mc 15,16).
El sacrificio de Jesús le permitió alcanzar su perfección y
recibir las dotes que hacen de él el Jefe y la Cabeza de
la humanidad (Is 53,1 1- 12;He 2,33; Heb 2,lO; 5,7) (ver
203).
Su muerle dolorosa con efusión de sangre consigue el
perdón de los pecados de toda la humanidad (Is
53;10; Mt 26,28; Rom 3,2L; 5,9; 5,19; 8,3), nos
reconcilia con Dios (Rom 5,10; 5,2O; 2 Cor 5,L7',
Col l,zl), nos rescata (1 Pe 1,18), nos da la liber-
tad (Rom 7,4; Ef 1,17), inicia un proceso que lleva a
la solución de todas las contradicciones que hay en el
universo (Rom 8,19; Ef 2,16; Col 1,20).
El sacrificio de Cristo nos manifiesta ei amor de Dios,
que es tanto generosidad del Padre (Rom 8,3; Jn
3,16; I Jn 4, l0) corno obediencia del Hijo (Mc
14,36; Rom 5,6; I Jn 3,16). En el corazón abierto
de Jesús (Jn 19,34) contemplamos el secreto del
amor de Dios, que quiso deslumbrarnos con su capa-
cidad de entregarse totalmente para restaurar la con-
ftanza en su creatura perdida (Rom 5,8).
La muerte y la resurrección de Jesús nos enseñan el
sentido de nuestra propia vida: el que sacrifica su
vida la lleva al nuevo nacimiento (Lc 17,33; Jn
12,24-26; 16,21; 17,9). Nos indican las exigencias
del amor verdadero (Jn 15,13) y del apostolado (2
Cor 6,3-10; 12,14) y el valor de nuestras pruebas (Jn
15,2; 2 Cor 12,9-t 0).
Jesús ha resucitado, conforrne lo había dicho (Mc 9,9-
l0I conforme a Ias Escrituras (Lc 24,25-27; I Cor
15,4; He 2,30). Las manifestaciones de Jesús resucita-
do en Jerusalén y en Galilea: Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn
20 y 2L; I Cor 15-5-8.
La Resurrección tiene dos senüdos: Jesús ha vuelto a
la vida (Lc 24,5; He 2,24) y Jesús ha sido glorifica-
do, o exaltado (Jn 17,l; He 2,33: 3,13). La última
manifestación de Jesús (o Ascensión) expresa este
segundo aspecto de la resurrección (Mt 28,17.20' Lc
24,50; He 1,9).
Al resucitar Jesús, su humanidad acabó de ser transfor-
mada por las energías divinas, recibiendo en pleni¡
tud la vida que el Padre comunica a su Hijo (Jn
l,l4; l-7,1; He 2,32; Rom 1,3). Jesús ahora es reco-
nocido corno Hijo de Dios. Siendo el Hijo resplan-
dor del Padre (Heb 1,1), Jesús, Hijo de Dios hecho
hombre, es en este universo creado, la manifestación
del Dios Invisible (Jn 14,9; Col I,l5). En él se cum-
plen las promesas del Antiguo.Testamento (Mt
12,4L-42; 23,35,-36; Jn 8,56; Ap 5. El es, ahora en
cuanto hombre, la cabeza de toda la creación (Col
47"
15. La Nueva
Creación
-eldon del
Espíritu , el
Misterio de la
Reconciliación
742
143
145
rs0
I-A ENSEÑANZA AÍEUCA
1, l8), superior a toda criatura, material o espiritual
(Heb 1,4-14).
Jesús ha salido de Dios (Jn 13,3 ; L6,27; 1.7,g) y vuelve
al Padre por su muerte y resurrección (Jn l6pg) para
q-ug llegue_1 sy pgrfgcción la relación filial que l,o'une
al Padre (He 2,33; Rom 1,4). para expresar su fe en
Jesús, Hrjo de Dios hecho hombre, un solo Dios con
el Padre, la Iglesia lo llama Señor. De los dos nom-
brgs que designa_ban a Dios, Dios y señor, reservó el
prirnerg pala el Padre, y el segundo para Cristo (ver
Rom 10,9;-Fil l,1l; com. de Jn !1,2; 13,2;2O,2).
Jesús reemplaza-la lsura del Dios-sorrero por-la del
Dios-comunió¡. comunión enrre el padre y el Hrjo
(Jn 1,1; 1,18; com. de Jn 5,19;'Mt Ll,Z6; jn 1332;
L7>. cornunión en el Espíritu santo (Jn 14,16; l5,z¿).'
La Iglesia de los Apóstoles bautiza en el nombre únióo
del Padre, del l-{ij"_y del Espíritu sanro (Mt zg,l9) y
reconoce un solo Dios con tres Personas divinas, ál
gye llamarnos santísima Trinidad: l cor 6, l1;
12,4;2 Cor 13,14; Ap l.
Jesús resucitado es añora señor de ra Historia: es
decil qug domin a_ y dirige las fuerzas materiales y
espirituales, visibles e invisibles que plasman nues-
tra historia: Jn 12,31i ap l,l8; 6; Co[ l,1g 2,1O; y
com. de Mc 16,9. Pablo muestra a Cristo superior á
las Fuerzas celestiales gue, en aquel tiempo, eran
consideradas dueñas del destino y de la hi§toria de
los hombres (Ef 1,10; 1,29; Col 11,6). Este dominio
de Cristo.signifi-ca_que Ia hurnanidad ha llegado a su
mayoría de edad (Gal 4,3-5).
En adelante la salvación se hace por el Nombre de
Jesús, o sea, por el po9_er divino (Fil 2,9- l0) que
irradia de su persona (He 4,3O; I J Z,l2; com. de
Mc 16, l7). Toda obra salvadora proviene al mismo
tiempo de cristg y del Espíritu ( I cor Lz,4-6;2 Cor
3,16- 17) y_e_s
-arribuida a cristo señor o a su Espíri-
tu (Jn 6,35-36;'7,38-39; Mc 9,38; Lc 11,20; Ef'4,7;
I Cor 12,7).
Jesús no vino solamente para reparar los pecados de los
hombres, sino para rehacer nueya Ia creación (Jn
5,20). Esta nueva creación se realiza mediante el don
del Espíritu Santo (l Cor 15,45). Esra obra significa
antes que nada una resurrección de Ias personas y
una reconciliación universal (Jn 5,21).
La violación del sábado por Jesús (Mc 2,zg y Jn 5,zg)
y el reemplazo del sábado por eI domingo (ver com.
de He 2o,7) significa una voluntad de reordenar la
primera creación en seis días (Jn 5,17 y com. de Gén
?,3; Ap 3.1_a) Cfryp_liendo lo anunciado por los pro-
fetas (Is 25,6-10; 32,15-20:' 65,17-19:. Ez 37; 47,1-
l2). La muerte de Jesús expresa la muerte de todo
lo anterior a él (2 Cor 5,14; Gál 2,19). Se perdonan
los pecados (Rom 6,10; Heb 9,28). caducan-las leyes
151
I-A ENSEÑANZA BÍBLICA
t52
153
1,54
155
42*
y formas de religiól enseñadas
-pPr
la misma Biblia
(Ro* 7,4; Gál 4,5;5,4-6; Col 2,16)'
Se niegan iodas las distincio-ne; de sexo, de clase y
de nación-Gál 3,28;6,15; l Cor 12,13; col 3,11)-
somos criaturas nuevas (2 Cor 5,1,7; Gál 6,15;
Col 1,15; Ef 2,10; 2,15), que tienden a una perfecta
semej'aniucon Dios Padre (Ef 4,24; Col 3,10). Esta
nueva creación debe abarcar todo el universo: Rom
8,18-25.
En forma especial, la nueva creación signiñca una abo-
lición ae ias leyes del Antiguo Testamento- Estas
no era" *ai qu; la sombra dé las realidades definiti-
vas (Coi Z ,Li; Heb 8,5; 10,1; Mt 11,13) -qu9^e-Tqi:-
zan con cristo. contar con la circuncisión (Gál-S?=;
6,12) o con las otras prácticas de [a Ley (Col 2,16',
Rom 14,1 4-20) es volver atrás y renegar de la gracia
de Dios (Cot 2,20; Gát 2,18)' ql qge- qli-ele-s:I
justo .on Iracticas y méritos (Lc 18,9; Fil 3,7-9)
ii"ra" fa ¡u'sticia y santidad verdaderas, don de Dios
én Cristo: Cot 2,ll; Fil 3,9 -
La nueva creación se realz'.amediante el don del E_spí-
ritu santo que da vida (sal 104,30; Jn 6,63; Rom
g,Z). d;to¡ficación de jesús debía_preceder el don
¿Lr' esfiiiru (Jn 7 ,37 -39; H9 2,32-33; Jn 16,7)'
-El
E;pfrir:" nos'hace libres (Gát 4,7; 5,13-18). Nos
comunr.u
"1-perdón
de los pecados (Jn 2A,22; 1 CoI
6,1 1). Nos ñu." hijos (Róm 8,14- l7). Nos da el
conocimiento de los
-designios
misteriosos de Dios ( I
Cor 2,L-O-12', I Jn 2,20t. Las comunicaciones del
Espírii., .n la Iglesia son p_rimicias (Rom 8,23) y
garantla (Ef t, i4; 2 Cor l-22; 5,5) de nuestra total
transformacién por él en el mundo venidero ( 1 Jn
3,2-3; Rom 8,18)-
La nueya creación no conoce la muerte, consecuen-
cia del pácado (Rqm 5,1?i Ap 20,15; 2l). Es cierto
que una parte de nosotros llamada hombre exterior (2
Óo, 4, 16t ; hombre viejo
-(B-o*
6,6; Ef 4,22; Col
3,9) o
"í*" Q Cor 4,1t; Gál 6,8; Rom 8'3) slq"'
caminando hacia la rnuerte (Rom 8,10; 2 Cor 5,16;
13,4; I P 3,18), Pero el hombre interior (Rom 7,22;
Ef'¡,f Ol es ,idu por participar del Espíritu (Rom
8,10- I 1).
Jesis resucitado es er.que nos comunica las fuerzas de
resurre."iOn (Jn 5 ,25: Cot 2,12;3,1; Rom 512l-1'-616-:
-S,+i
V el que nos resucitará (Jn 5,28;6,39-58; LL,25;
Rom 8,10-11; Fil 3,20)-
Ahoia bien, da a conocer el Misterio (Ef 3,3 Ap 102:
, o sea, el plan asombroso qye
-
guard-ubu secreto (Ef
3,9;Rom
^16,25;
Cot 1,26). Tgda su obra de creación,
de salvación y de santificación tenía p-ol fin la ala'
banza de ,rr-gracia y generosidad (Ef 1,6; 1,12)-
Todo lo teníu á"posita¿o en su Hrjo Amado (Ef 1-,1-
6) y por él Io relibpn todos los hombres. Todos los
43"
16.
rs6
161
162
t- ENSEÑANZA AÍEUCN
pueblos son llarnados a ser un solo cuerpo en él (Ef
1,22; 3,5-6) y por él entran a comparrir la misma
Gloria de Dios (Col 1,27; Ef 2,6). Este plan empeza-
ba con la salvación de Israel (Rom I 1,25) y se
extiende al universo entero (Col 1,27)
Este Misterio exige una reconciliación universal en un
universo dividido por la naturaleza, los prejuicios y
el pecado (Ef 2,14-16; ver 151: distinciones). El
ministerio de los apóstoles es de proclamar y exten-
der esta reconciliación (2 Cor 5,20-21; Rom 15,16)
ya anunciada por Jesús (Lc 4,19); el culto propio del
Nuevo Testamento consiste en llevar a cabo esta
reconciliación (Rom 15, l 6).
En esta obra Jesús aparece como'el Mediador único
entre Dios y los hombres (1 Ti 2,5; Heb 9,15; 12,24),
siendo el que intercede por ellos (Heb 2,17-18; 4,15-
16) y les consigue Ios bienes propios de la Nueva'
Alianza (He 13,34; Heb 9,11; 10,20).
Entramos a la nueva creación por don de Dios (Mt Ll,Z7;
Jn 6,43; Ef 2,8). Este paso decisivo (Col l,12-13), esra
salvación nuestra (1 P 1,9-10), no es el premio de
nuestros méritos y obras buenas (Rom 4; Fil 3,4-6),
sino que se da mediante la fe (Rom 3,21; Fil 3,9).
Según Juan, creer es reconocer al Enviado de Dios (Jn
5,38; 6,29). Es reconocer que Dios nos ama primero
y nos perdona (1 Jn 4,10; Jn 2,L6). Es aceptar que
Dios nos transfonne y nos divinice (Jn 12,42-45). Es
reconocer que Jesús es el Cristo (1 Jn 2,22-29; S-l); o
sea, el Hijo Unico que ha salido de Dios y vuelve a
Dios (Jn 6,62).
Según Pedro y Paülo, creer es reconocer el amor de
Dios, que entregó a su Hijo por los pecadores
(Rom 5,24-25; Gál 3,1). Es confesar que Dios lo ha
resucitado de entre los muertos (Rom 4,23; 10,9) y Io
hizo Señor (He 2,36; I Cor 12,3; Fil 2-ll). Es reco-
nocer que todas las promesas de Dios se han cumpli-
do en él (2 Cor 1,20).
La fe que salva se apoya en el testimonio de las Escri-
turas (He 17,3; 18,28; Rom L6,26;2 P 1,19), pero
también es descubrimiento de una palabra que Dios
nos dice hoy (Heb 1,1 y corn. de Mc 11,29). Los con-
temporáneos de Jesús tuvieron que reconocer a este
Enviado mediante signos que él mostraba (Jn 6,26;
lA32; 15,24). Luego, se apoyaron en el testimonio y
los signos que presentaban los apóstoles (Mc 16,17;
He 8,7; I Tes 1,5). La fe nunca se lirnita a aceptar
creencias, sino que renoce el designio de Dios (Vtt
11,16-24: Lc 7,30) a través de los acontecimientos
actuales (Lc 12,56; 19,4) y las voces proféticas de
la Iglesia (Ef 3,5; I Tes 5,19).
La fe nos lleva a incorporarnos al pueblo de Dios (Ef
2,19-22) mediante el bautismo (Mt 28,19; Mc 16,16;
Col 2,ll- 13).
La Salvación
por Ia fe
LA ENSEÑANZA BIBLICA
165
44"
La fe nos consigue un estado de santidad llamadg Por
la Biblia justfcia o justificación (ver co-m' de Rom
1,16; .up?tulos 4-8 ¿" Romanos; 'l Jn 2,1-6). N9t
hace gratos a Dios, reconciliados con é1 (Rom 5 ,l'2)
y llevá*"t la semeianzadivina (Rom 8,28; Col 3,10;
bt q,zq. La fe nós introduce al Reino de su Hij-o
tCof
't,t¡),
eD el cual recibimos uIIa Pl11?ra comuni-
cación det Espíritu (Ef l,l3; 2 Cor 1,22) (ver tam-
bién 153-154).
Jesús prepara su Iglesia: ver L2O't24'
f-a fgflsii no proc-ede de una voluntad humana, sino de
- gl designio eterno de Dios, y en ella se concreta el
Misterió, o sea (Ef 3,5) el plan salvador de Dios que
reúne a iodos los hombrés bajo una sola cabeza'
Crirto (Ef 1,5-12; L,22). Por eso, la lglesia, es santa,
porque su destino depende Tát de los designios del
ira¿ie que de la iniciativa de los hombres.
Cristo, ul d* lot pasos que llevan a su fundación; no
actúa por su toiu inicñtiva, sino q99 :9 deja g-u¡1t
poitas in¿icaciones del Padre (Jn 135-5 1; Mt 16'18;
L" 6,L2; He 1,7; Jn 17 ,6; 17 ,9-12)' Las lBlesias de
crisio (Filem 16). La Iglesia esrá somerida a Cristo,
que la amó y se entrygó por ella (Ef 5,24-25: Jn
il,lg). La Iglesia de Dlot qg" él se adquirió por.su
própiá sangrér H9 20,28. L{Slesia es su espg:a (J!
,zb; Ef s|l; Mt 22,2;2 cór 11,1; AP 21,2) Y el
cuerpo (col L,24;1 Cor 12,12) delque.es cabeza-
La Igle3iu nuce el día de penrecostés (He 2) a consecuen-
ciá de la efusión del Espíritu prornetido (ver 150)'
La proclamación por 1o1 apóitoles de la fe en Jesús
- ,átucitado acompaña la-efusión del Espírii" gn
1 5,26-27 He 1,7:8) para constituir la Iglesia (He
2,L4-39; t Tes 1,5). La integran todos aquellos que
"í"uchan
el llamado a la conversión y creen que
recibirán el perdón de sus pecados (He 2,38) y-el don
det Espíritu iu" 2,39) mediante la fe en el poder sal-
vador áe Jesús y el bautismo (ver 181)'
La Iglesia está t rnAaaa sobre Pedro y lgs apóstoles (Mt
ló18; 10,1).La fe de la Iglesia se conforrna a la de los
¿p"ttoles'(Í Cor 15,11; 2 Pe l,16-21)- Pertenecen a la
Illesia quienes aceptan el testimonio de los apóstoles y
d; rur *"esores (in l7 ,20; 2O,2!)-V .s9l reconocidos
por ellos (1 Cor 14,38;2 Cor 10,6; 13,10). Pstaryos
gn comunión cqn Dios estando en comunión Óon
que sus deciiioles_no-prle9.* oponerse al plan divino
(Mt 16,19; 18,18; I-c 10,16), a Pe¡g-d? gYe e-s palelle
q,r" ellós fallan de rnil manerai (Gál 2,l; He 15,37;
it,ZO). La lglesla será p_al1 la eternidad lo que la
hicieron los afrstotes (Lc 22,30', Ap 21,-14)'
La lglesi.a
"s
.rnu comunión (He 2,4; Heb 13,16)' La
comunión que existe entre los bautizados Y las Perso-
nas divinai tZ Cor 13,13; 1 Cor 1,9; 10,16) origina
17. La Iglesia de
Dios
t70
17L
t72
173
t74
1^75
L76
45"
18.
t77
180
181
182
I-A ENSEÑANZA EÍEUCN
una comunión entre ellos mismos (1 Jn L,7). Comu-
nión tanto en lo espiritual (He 2,42; Fil 1,5 ; 2,1)
como en lo rnaterial (Rom 15,27; Gál 6,6).
La Iglesia es la presencia en nuestro mundo de la Ver-
dad divina (1 Tim 3,15). Es la manifestación del
amor de Dios (1 Cor L,26;2 Cor 4,7) y, a pesar de la
debilidad de sus miembros, es un signo de la presen-
cia salvadora de Dios (2 Cor 4) y él le da su fuerza
(Ap 2,8;3,8).
La Iglesia es una comunión de creyentes en la cual
Dios se hace presente (ver com. de Mt 16, 18), y por
eso decimos que es sacramento de Dios (ver com.
de Mt 18,11). Varios ritos de la Iglesia, que llarna-
mos sacramentos, nos vienen de Cristo y sus apósto-
les; expresan y hacen presente la acción salvadora de
Dios.
El Bautismo con el agua y el Espíritu Santo (Jn 3,5),
con el Espíritu y el fuego (Mt 3,1 I ), con el agua
junto con la palabra (Ef 5,26), e tr el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Sanro (Mt 28,19), en
el nombre del Señor Jesús (He 2,38; 8,16). El bautis-
mo para los muertos ( I Cor 15,29). El bautismo y
los bautismos (Heb 6,2 y com. Lc 3 ,7).
Se bautiza al que cree (Mc 16,16) para que reciba el
perdón de los pecados (He 2,38; 22,16). El bautismo
significa la muerte a un pasado de pecado (Rom 6,3-
9) y la entrada a una vida resucitada (Rom 6,4; Col
2,ll-LZ). Es una purificación interior ( I Pe 1,22) por
la sangre de Cristo (1 Pe 1,2). Es un nacer de nuevo,
de arriba (Jn 3,8), un nacer del Espíritu (Jn 3,6; Col
2,12). El único bautismo de la única fe nos reúne en
un solo cuerpo ( 1 Cor 12,13). El bautismo nos intro-
duce a la vida «en Cristo>>, la vida cristiana (Fil
4,1...) (ver 200)..
La imposición de las manos para confirmar el bautis-
mo y recibir los dones del Espíritu (He 8,14; 19,6),
rito que no puede conferir cualquier ministro (He
8,1+17). Ver también Heb 6,2.
El poder de perdonar los pecados: ver com. de Stgo
5,16.'El bautizado debe temer el decaimiento de laÍe
y la perdida de la esperanza, con los cuales ya no hay
deseo ni posibilidad de recibir otra vez el perdón de
los pecados (Lc 13,7-9; Heb 6,4-8; 12-15). Este es el
pecado que lleva a la muerte (1 Jn 5,16).La Iglesia
puede excluir al pecador si no se enmienda (Mr
18,1'l', L Cor 5,11-13). Puede pedir a Dios que lo
lleve a escarmiento con castigos en su cuerpo ( I Cor
5,4-5; Ap 2,22).
La unción de los enfermos practicada por los misione-
ros de Jesús (Lc 10,1) y encargada a los presbíteros
de la Iglesia (Stgo 5,14).
Lia imposición de las manos para consagrar a los
ministros de la Iglesia (l Tim 4,14;5,22;2 Tim 1,6).
Los
sacramentos
de Ia Iglesia
r-A ENseñnNzA aieucn
L87
189
46*
El matrimonio de los cristianos tiene exigencias pro-
pias (1 Cor 7,10-12 y com. de I Cor ll,2 y de-1 Pe
3,1) y tiene valor de sacrarnento, pbr ser una figura y
presencia de la unión de Cristo con la Iglesia (Ef
5,22-23).
La Eucaristía, o Cena del Señor ( 1 Cor t 1,20), o frac-
ción del pan (He 2,42; 2O,7; 1 Cor 10,16). Ver
comentarios de la promesa de la Eucaristía (Jn 6,22-
58), de su institución (Mc L4,12;1 Cor 11,23).
Algunos textos del Antiguo Testamento figuran de ante-
mano y aclaran el sentido de los sacramentos. En
forma miís especial: el bautismo (Gén 6-7; Ex 14-15;
Jos 3; 2 R 5; Is Lz,l; 55,l; h 13,1 ; Ez 36,25; Ez 47 ,l),
la eucaristía (Ex 12; 16;1 R 19,5; Gén 14,14: Mat 1,11),
el rnatrimonio (Gén 1,26;2,L8;Tob 8,4--7; Cantar).
El Espíritu Santo (ver 143 y L44) que procede del
Padre (Jn L4,16; L5,26; 16,tr5) y es enviado por el
Hijo (Jn 14,16; 15,26; 16,7), Espíritu de Dios (1 Cor
z,ll; 7,40; L Jn 4,2) y Espíritu de Jesús (He 8,39;
13, L6; 2 Cor 3,17; Gál 4,6; Ap 3,1).
Ya antes de Cristo se hablaba del Espíritu de Yavé,
fuerza sobrenatural que revestía a los libertadores
(Jue 6,34; 11,29; 14,6), a los profetas (Núrn 11,25;
Ez37), a los artistas (Ex 31,3) y a los sabios (Sab 1).
Fuerza activa en la creación (Gén 1,2; Sal 104,30; y
com. de Jn 7,37).
A consecuencia de la glorificación de Jesús, el Espíritu
es comunicado a los creyentes (Jn 7 ,39. Ver 153 y
He 9,17; L9,2; Rom 5,5; Gál 3,2:Ef 1,3; I Jn 3,24).
Lo reciben al entrar a la Iglesia, rnediante el rito de la
imposición de las manos (He 8,15; 19,6) que acom-
paña nolmalrnente el bautismo (He 2,38; Ti 3,5; Jn
3,5). Pero Dios puede hacer excepciones y no está
atado a los sacramentos (He 10,45).
El Espíritu se comunica a cada cual según la medida del
don de Cristo (Rom 12,3; Ef 4,7 i Heb 2,4) y mani-
fiesta su presencia con dones diversos ( I Cor 12,3;
12,7-ll; Gál 3,5; Fil [,19). Estos dones del Espíritu
hacen de nosotros miembros de un mismo cuerpo
diversificado (Rom 12,5-8) y organizado (Ef 4,16).
Los dones espirituales (se usa -á menudo la palabra
carisma, que significa don: 1 Cor 1,7;7,7; L2,31; I
Pe 4,10) son para bien de la comunidad (l Cor L+,1-
6: 14-19; 14,32). Por eso, merecen ser llamados tam-
bién servicios (o ministerios), y obras (Rom 12,'7; I
Cor 12,5). Aun sabiendo que los dones.y ministerios
valen por cuanto fomenlan el amor verdadero y la
comunión (t Cor L2,31; Ef 4,3), los ministerios más
importantes son los ministerios. apostólicos: fundado-
res y responsables de Iglesias (1 Cor 12,28; Ef 4,1l).
En cuanto a los ministerios de gobierno, ver com. de
He 14,2L. Se nombran los apóstoles, no solamente
los Doce, sino
'algunos
más ( I Cor 1,1; 9,1-6). Los
L9. El Espíritu en
la Iglesia.
Carismas
y Ministerios
190
19L
t92
193
19s
47?
2A. El Espíritu
yIa
Espiritualidad
cristiana
I-A ENSEÑANZA BÍBLICA
Plofetas (l Cor 12,28; Ef 2,)A:3,5; 4,20; Ap 11,10;
16,6; 18,?9). Muy posiblemenre Apolo era piofeta, y
tarnbién Tirnoreo y Tito (ver com. de He t t,t9; r3,í;
15,32; I Tes 5,19; Heb 7,1; l Tim 4,14;2 Tim t,6).
Los obispos (o sea, inspectores), elementos activos
de los consejos de presbíteros (He zo,zg; Fil 1,1; I
Tirn 3,1; Tit L,7). Los presbíteros (esro es, ancia-
nos): He 11,30; 14,23; L5,Z-23; 2L,L8; I Tim 5,19;
Tit 1,5; Stgo 5,14; l Pe 5,1. Los diáconos: Fil 1,1; í
Tirn 3,1 y com. de He 6.
Los dones espirituales, por diversos que sean, vienen de
Cristo, cabeza única, y deben ordénarse con miras a
la unidad del- cuerpo que va creciend,o: Jn 17 ,zl; Ef
2,L8; 2,22; 4,3 ; 4,12-13.
196
2Ar
202
La vida cristiana era llarnada antiguamente el camino
(He 9,2; 19,9; 16,17:, 18,25 ; Z Pe 2,2) y no se apoya
en mandamienros especiales (He l5,lg). e ta punio
que Pablo relaciona las exigencias de la moral
sexual con la fe en Cristo y no con alguna ley ( I Cor
6, 1; 1 Tes 4,2). Los cristianos de fórrnacién'judía
hablaron a veces como si Jesús hubiera confirñrado
la T-ey del Antiguo Testamenro (Stgo l,Z5; Z,l2;
4,lL). Pero habitualmente enrendieron que la nueva
Ley proclamada por Jesús (corn. de Mi5,17) reem-
qly_aba a Ia Ley del Anriguo Tesrarnenro (Mt 5,zz;
5,28...). El mandamiento único del amor (Mt
22,39) sustituyg 1 los numerosos precepros de la L.y
de Moisés (Mr 22,40;Rom 13,8; Gál S,t+).
Pero también se nos dice que Cristo nos liberó de toda
Luy hgmana_ (y no solamenre de Ia Ley judía): Rom
7,4; Gál 4,5; Ef 2,15. Comprendarnos, pues,-que al
hablar de Ley de cristo, sé le da otro ientidó a Ia
palabra ley (Rom 2,27; 8,2).No valorizamos derna-
siado el esfuemo del hombre por cumplir Ia ley (Mc
10,21; 1A,27; Gál 2,16;3,5), sino que debemoi invi-
tarlo J gue ¡e deje guiar por el Eipíritu (Lc 10,33;
Rom 8,14; Gál 5,16) que sólo transforrna el corazón
(Ez 39,25; 89* 2:29) y hace posible el cumplirnien-
to de la ley (Rom 8,4).
La entrada a la Iglesia (ver L92) hace de nosotros cria-
turas nuevas (2 Cor 5,L7; Gál 6,15; Ef 4,24).
Recreados en el Hijo (Ef 2,10), hijos del padre (Rom
8,15; Jn 1,13), ya én la presente rida se nos
"o*uni-gu gl trspíritu (Rom 12,11; Gál 4,6) como un anricipo
de lo que será la vida definitiva y sanra en el cieto
(Rom 8,1 I ; 8,23; Ef 1,14). En adelante, estarnos en
comunión con las Tres Personas divinas (Jn 14-17
I Jn 1,3; 3,21-24:4,15).
La vida cristiana supone la cooperación constante del
hombre con Dios, que actúa en él mediante el Espí-
ritu. Hemos muerto al pecado (RoE 6,11) y debembs
hacer morir las obras de la <<c&rre>> (Rom 8,13).
Hemos sido renovados y debemos andar por caminós
r.-A ENsEñaxzn sielrcA
20s
2L. La' Fe y la
Esperanza
2ro
2t1
212
4g*
nuevos (Rom 7,6). Hemos sido hechos justos y- san-
tos (Rom 6,2; 1 Cor 6,1 1) y debemos andar como
santos (Rom 6,13; 6, 19; Gál 5,25).'Fuimos liberados
(Rom 6,14; 8,2) y debemos liberarnos (1 Cor 7,L5;
7,23). Se nos dio el amor de Dios (Rom 5,5; Jn
L7 ,26) y debemos perseverar y progresar en el amor
(Jn 15,9; 1 Cor 16,14; Fil 1,9; I Tes 3,12).
La vida nueva del cristiano se va vigorizando con la
participación en la eucaristía (Jn 6,48-58), con las
obras buenas (Stgo 2,14-28;1Jn 3,18;2 Tes 1,11;
Tit 2,L4;3,8; Heb 10,24;2 Pe 1,10), con la oración
(ver 230). Es fuente de alegría (Jn 16,24; He L3,52;
Rom L4,t'7;2 Cor'7,4; Gát; 5,22; I Tes 1,6; I Pe
1,8), de libertad (Jn 8,32;8,36;2 Cor 3,17; Gál 5,1;
2 Tim 1,7; I Pe 2,L6), de paz (2 Cor 13,4; Gál 5,22;
Ef 6,23) y de acción de gracias (R.om i"i,6; Ef 5,20;
Col 3,17; I Tes 5,18). Obra, con la perseverancia
(I-c 8,15;21,19; Rom 2,'7i 5,3; Col 1,11; Heb 10,36;
Stgo 1,4), una transformación de todo el ser (Rom
12,2: I Tes 5,23) haciéndolo capaz de tratar con Dios
como hüo (Rom 8,15-17; 1 Jn 4,17-L8) y de ser pie-
dra viva del edificio espiritual (Ef 2,22; I Pe 2,5).
La vida cristiana se manifiesta antes que nada por tres
fuerzas que solemos llamar virtudes teológicas, o
sea, procedentes de Dios y orientadas hacia é1, que
son la fe, la esperanza y el arnor: I Cor 13,13; Gál
5,5-6; Ef 1,15-16; Col 1,4-5; 1 Tes 1,3; 5,8.
La fe designa: 1) el acto de fe que, en la
nos consigue la santidad o justicia propia
no (ver 165).
2) El don de fe, que consigue los
Stgo 1,5; Mc LL,2O-24 y com.;
3) La primera de las virtudes teológicas (ver 205 y
ZLL), nacida del primer acto de fe.
La fe del cristiano sigue siendo sumisión a Ia Palabra
de Dios (Jn L2,44-46; Rom 10,[4; 2 Tim 3,15;4,3),
recibida de los profetas y de Cristo mediante el testi-
monio de los apóstoles (ver 163). Acepta sin añadir ni
recortar (Dt 4,2; Ap 22,18) toda la doctrina de fe (Ti
l,l3; 3,10-11) que guarda la Iglesia como Tradición
de los apóstoles: 1 Tim 4,6;2 Tim 2,8;3,L4.
EI cristiano tiene la misma actitud de fe de los creyen-
tes del Antiguo Testamento (Rom 4,23-25; Heb ld).
Pero ahora nos han llegado las palabras definitivas
(Heb 1,1-2; Jn 3,3 l:4,26) en la persona del que es
La Palabra de Dios (Jn 1,1; 1,18; Heb 2,2-3) (ver
L52). En la persona de Jesús, Dios nos habla sin
parábolas ni figuras (Jn 16,25-29).
L-a fe actria mediante eI amor (Gál 5,6) y se demuestra
con las obras del arnor (Stgo 2,14;1 Cor 13,13). I-a fe
debe crecer (2 Cor 10,1 5; 2 P 3, 18) junto con el conoci-
miento de Dios. Junto con el arnor, la fe es actitud pro-
pia del que üve en la luz (Rom L3,12; Ef 5,8; Col t,L2;
conversión,
del cristia-
I Cor 13,2;
49."
215
216
217
r-A ENSEÑaNZA eial-lcn
L Jn L,7;2,9) y es una luz para el mundo (l Tes 5,5).
La esperanza nace de Ia fe en las promesas de Dios
(Ef 3,5-10; Heb 3,L4:'6,11-ZA: l P 5,9). Esperarnos
lo q.ue no vemos (Rom 8,4; Heb 11,1) y que ni
siquiera nos habríamos atrevido a pensar ( 1 Cór 2,9;
2 P 1,4). Creemos que Dios es fiel (ver 40-44). Con-
f,ramos en Dios, que puede mantenernos en la fe y el
amor (Fil 2,12;1 Tes 5,23;2 Tes 3,3; I Cor 1,8)- La
esperanza significa perseverancia y constancia en
las pmebas (ver 204 y 2L7).
Israel esperaba de Dios prosperidad en su Tierra (ver
42) y Reino de justicia (ver 56 y 62). Al proclamar el
Reino, Jesús recuerda que nuestra esperanza es algo
colectivo (Mt 22; Lc 22,28-30; Mt 25,31-40), peio
destaca el aspecto personal de la salvación (t"tt
10,28: t0,32), desarrollando la fe en Ia Resurrección
(ver 92-93).
Esperamos compartir la Gloria de Dios. Seremos
semejantes a Dios, porque lo veremos (1 Jn 3,2).
Resucitaremos juntos ( 1 Cor 15,23) para ver a Dios
(1 cor 13,12) y formar un solo cuerpo en cristo (Ef
2,16-22). En Dios solo encontraremos nuestra felici-
dad (Mt 25,21; Ap 21,6), y la humanidad, su fin (l
Cor 15,28; Ap 22,1-5). Esta es nuestra herencia (Lc
18,1,8;1P 1,4).
El Reino de Dios ya está presente en el hombre que
vive en la gracia de Dios. Por eso, todos los aconteci-
mientos de su vida y sus mismas necesidades mate-
riales tienen:algo qüe ver con este Reino de Dios y
con su propio progreso en la vida cristiana. Por tanto,
siendo h,jo de Dios, espera del Padre el pan de cada
día (Mt 6,1 1) y pide tanto por sus necesidades (Fil 4,6)
como por las del mundo (I-c 18,1), sabiendo que Dios
le proporcionará lo necesario para eue, a su vez, pueda
dar a otros (2 Cor 9,9). ,
La espera de la venida de Cristo está en el centro de la
esperanza cristiana (He 1, I I ). Venida, llamada
<<parusía>r, o sea, visita (Mt 24,27; I Cor L5,23; l Tes
3,13; I Jn 2,28; Ap 3,10) o manifestación (l Tim
6,141,2 Tim 1,10; Tit 2,13). Esta venida parecía rnuy
cercana' a los primeros cristianos ( 1 Tes 4,L3; Heb
LO,25-37; I Pe 4,7; Stgo 5,8). Esta espera signiñca
una actitud de vigilancia (Lc 12,32-48; Mt 25,1):
estar despiertos para no hundirse en los proyectos y
las codicias de este mundo (Lc 21,34; ver com. de
Mc 13,33). Nos lleva a ser constantes y perseveran-
tes en las pruebas (Fil 3,10; Rom 8,17 (ver 184) y las
persecuciones (Heb 12,2;2 Tes 3,5; Lc 21,19; Mt
10,22; Ap 2,10;3,2L; I Pe 3,14). Trae la alegría aun
en el sufrimiento (1 Pe 4,18; Mt 5,1l). Nos hace
sobrios (1 Tes 5;8) y desprendidos (l Cor 7,29;Tit
2,12; I Pe l,l3),
22. El arnor El amor es fuerza que viene de Dios. En Dios el amor
L.A. ENSENANZA BIBLICA.
221
222
2?3
224
225
226
50*
se iientifica con ia cor?unión eiitre sí de ias Tres
Personas divinas (ver 143). Dios se había dado a
conocer a lvloisés como El que exist'e y como Miseri-
cordioso (ver 32 y 39). Pero, después de conocer a
Cristo, Juan dice: Dios es amor (1 Jn 4,8).
En el Anti-9uo Testamento se manifestó el amor de
Dios mientras é1 se iba comunicando con los horn-
bres. Israel, el rnirar cómo Dios lo eligió, 1o guió
(Sal 89; 105; 106; 107; Is 63,7), 1o perdona (Ex
32,L1-14) y lo rescata (Is 40;41), entiende el 'amor
celoso de Dios por su pueblo (Is 5; 54,6-8). Los pro-
fetas, al tomar conciencia de la relación cada vez
más estrecha que se establece entre Dios y ellos,
comprenden el amor fuerte (Ez 3,8; Mi 2,8), tierno (l
R 19) y exigente (Jer 15,10; 2O,7) de Dios con sus
amigos.
El amor a Dios es el primer mandamiento para Israel
(Deut 6,1 ; 30) y seguirá siéndolo para los cristianos
(Mc 12,28)
Al venir Jesr¡s, trata de descubrirnos algo del amor único
que el Padre tiene a su Hijo (Jn 3,35;5,2O;1724 (ver
1L7). El, a su vez, coresponde al arnor del Padre con una
entega total (Mc 1,35; Mt 11,25) y una conformidad per-
fecta a la voluntad del Padre (Heb 10,5; In 4,34; 6,38).
Este amor divino, que brota de su cotazón, lo demuesEla a
sus amigos (Jn 11; Jn 13,1; 15,9-17; 18,8), a los margina-
dos (1VIc 1,4O), a los pecadores (Ir 7,36;19,1), a sus mis-
mos enemigos (I* 23,33), a todos Mt 11,28; He 10,38).
Y trata de que también ellos entiendan el amor. que les
tiene el Padre Dios (ver 137). Nosotros amamos a Jesús
guardando su Palabra (Jn 14,15-23) y renunciando a todo
para seguirlo Mc 10,17-21; I-c L4,25).
En su Pasión y su muerte, Jesús llega a la cumbre del
amor. Amor al Pad.re, obedeciéndolo hasta la muerte
de la cn¡z (Mt 26,39;27,46; Heb 4, 15), mientras
Dios calla; atenciones y perdón a los hombres (Lc
23,28; ln L9,26; Lc 23,34-43). Jesús da todo a todos
(Mc 10,45; 14,24; 2 Cor 5,14).
El amor al prójimo se nombra en algunos textos del
Antiguo Testamento (Lev 19,18; Deut 10,8). Pero en
muchísimos lugares de la Ley (Ex 2A,12-17) y de los
profetas (Am 1-2; Is l,l4-17; lO,2;65,13; Jer 9,2-5;
Ez 18,5-9; Ml 3,5) se afirma que no podemos agra-
dar a Dios sin respetar al prójlmo, hacerte justiéiá,
liberarlo de toda opresión (Is 58) y promover a los
más humildes (Ex 22,20-26;23,4-12; Jer 9,4;22,L5:
Jesús relaciona estrechamente los dos mandamientos
principales (Mc 12,28-33). El amor al prójimo es la
base de Ia moral cristiana (ver 2Ol y 203) en la medi-
da. en.que trata de imitar el amor del Padre perfegtg y
misericordioso (Mt 5,48; Lc 6,3e; gf 5,1; i Jn 4,1 1)
y es una respuesta al amor con que Dios nos amó pri-
mero (l Jn 3,16;4,10-19).El amor es fuerza que nos
5l*
23. La oración
comunicó el Espíritu
con la contemplación
(Ef 3,18; 2 Cor 5,14).
En vísperas de su Pasión, Jesús presenta el arnor entre
hermanos como su mandamiento nuevo: Jn 13,12-15;
13,34-35; 15,9-13; I Jn 2,6-8.
El amor cristiano es'don sin lírnite, llevándonos a
hacernos esclavos unos de otros (Gál 5,13). Va a
todps sin respetar las barreras sociales (Mc 2,13; Lc
10,29; 14,13; Gal 3,28). Se demuestra con el perdón
(Mt 5,43, cornentario y referencias; Mt 18,21) y no
se niega a los enemigos. Inspira un esfuerzo por
comprender al otro, respetar sus ideas (Rom 12,15-
l8; 14,1-10), soportar sus limitaciones (1 Cor l3). El
amor, que acepta dar y recibir, construye la Iglesia
( 1 Cor 8,1; Ef 4,16) (ver 196) y nos lleva a la perfec-
ción (Fil 1,9).
En toda la Biblia la oración es inseparable de la
acción. Los modelos de la oración son aquellos que
encabezan el pueblo de Dios. Intercesión-de Moiiés
por Israel (Ex 17,8;32, 11;32,20;33,L2; Núm
11,11; 14,13). Moisés da Ia pauta de la intercesión:
recuerda a Dios su fidelidad; su propio honor lo
obliga a no abandonar a Israel, sino más bien a per-
donarlo. Oración de David (2 Sam 7,18), de Salo-
món (1 R 8,22-60), de Ezequías (2 R 19,15), de
Judas Macabeo (l M 5,33; 11 ,7 1;2 M 8,29; 15,20),
de Ester (4,17), de Judit (9,2).Oración de peniten-
cia de Esdras (9,6), de Nehemías ( 1,4), dé Daniel
(3,26;9,4).
La oración de intercesión es propia de los profetas: su
palabra y oración hacen y deshacen los acoriteci-
mientos. Así, Abraham (llamado profeta a conse-
cuencia de su poder de intercesión: (Gén 2O,7),
rogando por Sodoma (Gén 18,22). Así, Elías (l R
18,36), Amós (7,1), Jeremías (10,23; 14,7; 37,3). El
profeta se siente dividido entre la compasión por su
pueblo castigado (Jer 14,19; 8,18; Ex 9,8) y su celo
por Dios raicionado (Jer 2-3; Ez t 6). Su oración es
un enfrentamiento con Dios (Núm l'7,6; Ez 13,5;
22,30).
También es oración el diálogo continuo de los profetas
con Dios a raíz de su llamado (Ex 4; 5,22: L7,4; Jer
l2,l; 15,10; 20,7), llegando al encuentro cara a cara
(Ex33,18;1R19,9).
Los Salmos son el libro de oración del pueblo de Dios.
Ver página: Oremos con los salmos, p. 960. La ora-
ción surge de las mismas necesidades del que suplica.
No pide cosas celestiales, sino la salvacidn concreta
que necesita en ese preciso momento. Pero constante-
mente se olvida de sí para alabar a Dios: Sal 47; 81;
89;95;98; 113; lL7; 135. Y no olvida que en Dios
está todo su bien, pidiendo ver a Dios y morar en su
I-A ENSEÑANZA AíNLICN
Santo (Rom 5,5) y se alimenra
del amor sin límite de Cristo
I-A ENSEÑANZA BÍBLICA
238
52"
casa (Sal 16,23; 27,7 ; 63,2; 65,5; 73,24).
Jesús ora (Mc 1,35; Mt 11,25; Lc 22,32; 23,33; Jn
| 1,42) especialmente antes de torirar decisiones
importantes (Lc 3,21; 6,12; 9,18; 9,,29:' 23,46; Mc
14,36; Jn 8,29). Ver también Heb 5,7;7,25. Jesús hace
sus milagros para aquellos que le piden con fe (Lc
7 ,L; Mc 10,46) y que perseveran hasta que él los
atienda (Mt 7,24); y nos dice que ésa es la manera de
pedir al Padre (Lc 11,5-13; 18,1; Mc 9,23; 11,22).
Pero también nos enseña a pedir antes que nada que
se haga la voluntad del Padre (Mt 6,10t 7,21; 12,50;
Jn 4,34;7,17).Nos enseña lo que debemos pedir al
Padre y cómo pedirlo: el Padrenuestro (Mt 6,9; Lc
11,1 y también Mt 6,5).
La oración de la Iglesia primitiya. En el mismo Tem-
plo de los judíos (Lc 24,5; He 3,!, 5,12) con las
manos levantadas ( I Tim 2,8) o de rodillas (He
9,40). Oración cornunitaria (He 1,14; Mt 18,19) fren-
te a las situaciones difíciles (He 4,24;6,6; 12,5).
Las cartas de Pablo contienen invitaciones a orar (Ef
6,18; Col 1,3; I Tes 5,,17; Rom 15,30; I Cor 7,15; I
Tim 2,1; I Tim 5,5) y acciones de gracias improvi-
sadas (Rom 8,31; 11,33;16,25;2 Cor 1,3; Ef 1). La
oración de intercesión es para él una lucha (ver
231); Rom 16,30; Fil 1,30; Col 4,LZ y com. de Col
2,1; ver también com. de Gén 32,23). Siempre hay
equilibrio entre la suplicación y la acción de gracias
(Fil 4,6).
La oración en nombre de Jesús es propia del que com-
parte la misión de Jesús y se deja guiar por su Espíri-
tu (Jn 14,12-13_ 16,23). Es la oración perfecta del
que ha llegado a la negación de sí mismo; no se guía
por codicias humanas (Stgo 4,3), sino que lo inspira
eI Espíritu de los hijos adoptivos (Rom 8,15; 8,26).
Esta oración se dirige al Padre (Gál 4,6), nos lleva a
desear con todo nuestro ser lo que él quiere y lo que
adelanta su Reino. Le pedimos cosas concretas (Mt
7,ll), pero en otro sentido el Espíritu Santo es el que
esperamos (Lc I l,l3). Esta oración siempre escucha-
da trae el gozo (Jn 16,24).
Otros textos: I Pe 3,'7;4,7; Stgo 1,6; 5,16; Ap 5,8.
La palabra misión significa envío (com. de Mt 10,1).
Jesús era el enviado del Padre para dar la Buena
Nueva a Israel (Jn 3,1'7; 4,34;6,38;9,4; 10,36; 17,18;
Mt 15,24), a los pobres y afligidos (Is 61,1; com. de
Mt 5,1; Lc 7 ,22). Al dejar esta tierra Jesús envía a los
apóstoles (Jn 20,21; Mt 28, 19; He 1,8) y los acredita
con señales del Espíritu Santo (Mc 16,17 y com. de
Lc 10,1). Apóstol significa enviado (Lc 6,13). Des-
pués de los Doce, la Iglesia seguirá enviando a los
apóstoles y misioneros (com. de Lc 5,1). Uno debe
ser enviado por la Iglesia, lo mismo como los Doce
por Cristo (Mc 3,13; He 26,16; 13,2; 19,14).
24. La misión y la
evangelización
240
53"
241
A2
243
2M
245
LA ENSEÑNNZA BÍBLICA
La tarea misionera es obra común de los apóstoles y
del Espíritu Santo (Jn 14,)6, Lc 24,49: He L,4), que
dará testimonio junto con ellos (Jn 15,26} El Espíri-
tu anima al apóstol ( I Pe 1, 12), pero luego la palábra
del apóstol hace que el Espíritu venga a sus audito-
res. Quien recibe a los apóstoles recibe al Padre y al
Hijo (Lc 10, 16).
Los misioneros anuncian el Evangelio (eso es la Buena
Nueva). En boca de Jesús, la Buena Nueva significa
la llegada del Reino de Dios (ver 110-116) y la
acompañan las numerosas curaciones que Jesús obra
(com. de Mt 9,35; Lc 7 ,22). En boca de los apósroles
la Buena Nueva significa Ia realización de las prome-
sas de Dios a Israel (He 13,32). Es la gracia del per-
dón y el don del Espíritu (He 2,38; 3,26; t0,43;
13,38). La Buena Nueva está toda en la venida de
Jesús (Mc 1, I ), que nos trae la paz (He 10,36; Ef
2,14).Para Pablo el Evangelio es el plan de salvi-
ción de Dios para todos los hombres (Rom 15,9; Ef
3,6). Su centro es la muerte y resurrección de Jesús
(1 Cor 15,1). Es una fuerza que va conquistando el
mundo (Rom 1,l'6; Col 1,6).
La predicación del Evangelio, cuando es acogida, rl1e.
consigo arrepentimiento (He 2,37 -38; 3,19; 17,30;
26,20) y conversión (Mt 4,17; Mc 6,12 (ver f82).
El hombre reconoce la situación de pecado en que
estaba, junto con un mundo perdido (He 2,40; 3,26)
y cree en el perdón que Dios le ofrece por Cristo
(He 5,3 1, (ver 160-164). Esta conversión del cora-
z6n y del ser profundo es diferente de la que cen-
siste solamente en dejar sus vicios (ver com. de Lc
3,7 y 7,24). Es obra de Dios (Ez 36; 1 R 18,37;
Rom 2,4). En cambio, al rechazar la predicación,
personas y sociedades se pierden (Mt I 1,20; 12,41;
Mc 16,16).
Evangelizar no es solamente anunciar el Evangelio,
sino hacer que sea la Buena Nueva que a uno lo
libera en las circunstancias concretas en que vive
(com. de Mt 28,1 6). El Evangelio significa una
sanación de toda la persona humana. Liberación de
los prejuicios religiosos (Col 2,16-22: Gál 4,8-11) y
de las barreras sociales (Gál 2,1 1). Trae una renova-
ción de toda la cultura y una crítica radical del
orden social ( I Cor 7 ,17 -24). Lleva a una madurez
de juicio y de las relaciones con los demás (Ef 4,14;
4,22-32).
Los que anuncian el Evangelio se presentan corno los
testigos de Cristo (He 1,8; Jn 15,27). Después de
Jesús, testigo fiel (Ap 1,5; 3,14) que viene al rnundo
para dar testimonio de lo que ha oído del Padre (Jn
1,18;3,11) y que da testimonio de lo que es él (Jn,
8,13; L Tim 6,13), los apóstoles a su vez dan testimo-
nio de él (Jn 15,17;20,21). Mediante su testirnonio,
Dios es e[ que da testimonio (1 Jn 5,9).
rA ENSEñANZA aíauca
?46
25. EI porvenir
del mundo,
el Juicio y Ia
Resurrección
54"
IVIártir, en idioma griego, signif,ica testigo. Llamamos
m¿futir al que sufrió y dio su vid.a para ser consecuente
con su testimonio (Ap 2,13i 6,9; l l,3: 17,6; Mc 13,9; y
com. de Mt 10,16). Debido al odio del demonio conrra
Ia Iglesia, será¡r nurnerosos los miírtires (Ap li,6). Ellos
son los verdaderos vencedores del mundo (Ap 12,11).
El Reino de Dios se desarrolla dentro del mundo,
obra de Dios, como un fermento (Mt 13,33), capaz
de transformarlo y de salvarlo (Jn 3, 16). Eire
rnundo, sin embargo, está bajo el poder del MaIo
(ver com. de Jn 3,11 y Jn 5,19) a consecuencia de la
caída del hombre que alienó su libertad (Jn 8,34;
Rom 8,18). Jesús, al morir, le ha quitado su poder
de alguna manera (Mt 12,29; Jn lz,3l). sin embar-
go, al juzgar según las apariencias, sigue nnuy influ-
yente (Mt 16,18) y anirna una corriente poderosa
que se opone a la verdad y la justicia (Jn 3,19) y
que odia más que todo a los restigos de Cristo (Jn
I 5, 1 8; Mt I 0, I 6; Ap lZ,l7) y a su Iglesia (Ap
L2,13). Esta corriente hostil es llamada a veces ..el
mundo>> (Jn 16,33). A veces se llama <<mundo>> a
los que no conocen su vocación de hijos de Dios
(Jn 14,19:' 16,20; 17,23; I Cor 5,10). Ver también
I Jn 2,15.
Los creyentes están dentro del mundo sin ser del
mundo (Jn 17,15). La Iglesia está al servicio del
mundo para llevarlo a su fin verdadero (Mc 16,15;
Col I,20). No está al servicio de los proyecros del
mundo (Stgo 4,4) ni de los ideales humanoi de felici-
d?d,_de justicia y de paz, siempre Iimitados (Lc
12,13; 12,51), que olvidan la situación real del hom-
bre pecador (Mt 4, I ) y no entienden la salvación
mediante la cruz (Mt 16,23; Lc 24,26 1 Cor 1,20).
Sin embargo, al fijarnos en el Antiguo Testamento,
descubrimos gna pedagogía divina. para que el
hombre entienda su vocación divina, necesita probar
los bienes de Ia tierra y luchar por ideales humanos
(ver com. de Gén 13,'7; Ex 3,16; Intr. a I R; com. de
Mt 5,1), ideales limitados que Dios los ayudará a
purificar poco a poco, llegando a entender el misterio
de Ia cren (ver com. de Lc 24,13):
Para su propio crecimiento, como para bien del mundo,
el creyente se compromete en tás tareas del mundd
(Mt 25,14;2 Tes 3,10; I Tim 4,3; Tit 3,8; com. de Mc
13,33) y con esto se hace cooperador de Dios Crea-
dor, que sigue actuando y éreando (com. de Gén
1,28; Jn 5,7)..La Iglesia puede esperar ti.*pos de paz
y lna irradiación del- Evangétio (Ap 2O,l ¡.
^Su
influ,encia será manifiesta (com. de Mt 13,3 l) e insti-
tucid'"gr humanas de toda clase.se coui¡arán a su
sombrilMt 1.3,32). sin
"*u*!t, habrá pt.r""ucio-
nes (ver 251), además de los escándalos áentro de Ia
55"
254
255
256
257
258
I-A ENSEÑANZA BÍBLICA
Iglesia (Mt 13,47). El demonio favorecerá, conrra
ella, las falsas religiones (Ap 13,11) y los regímenes
totalitarios (Ap 13,2) y a veces dará la impresión de
haberla vencido (Ap Ll,7; 13,14-17).
Jesús nos advierte respecto de los conflictos que la
Iglesia enfrentará. Los tiempos futuros, tal vez largos
(Ivft 28,24; Lc 21,24) serán una segunda erapa de la
historia sagrada: el Evangelio predicado a los no
judíos (Mc 13,10) para que acojan la fe y formen
parte del pueblo de Dios (He 26,17-18). Maduración
de la hurnanidad (Ef 4,13) en busca de su unidad en
el Hombre Nuevo. La Iglesia se extenderá dando
impulso y protección a muchas novedades (Mt
13,3 1; Ap 20,1). No faltarán los escándalos dentro de
la Iglesia. (Mt 13,4'7:18,7). La historia será un conti-
nuo juicio de Dios (Ap 13-18) sobre las naciones, las
culturas y ia Iglesia misma (Ap 1-3). Todas las con:
tradicciones de nuestra historia serán puestas a la luz
(Lc 2,35; Jn 9,39).
El demonir-' se valdrá de los errores contra la lglesia
(Ap l3,i i) favorecerá religiones puras en que la vio-
lencia se disirnula (Jn 16,2; He 22,34) y los sisremas
totalitarios (Ap 13,2). Parecerá muchas veces que ha
sido vencedor (Ap ll,7; 13 ,14-17). Después de
muchas crisis el mundo estará maduro para un último
enfrentarniento (ver LZ.): apostasía de las naciones y'
venida del anticristo (2 Tes 2,3-9; I Jn 2,18). Esto será
el preludio de la vuelta de Cristo (Mc 13,26) y de la
Resurrección (1 Tes 5,15; I Cor 15).
Estamos esperando un juicio de Dios sobre la hisroria y
una resurrección. No vivimos sino una vez (Lc
L6,27;20,27; Heb 6,4-8;9,27) y nuestra eternidad se
juega toda en esta vida (com. de Mt 13,36).
¿Cuál será nuestra existencia después de la resurrec-
ción? Ver Lc 20,27 y 1 Cor 15. Compartiremos la
Gloria de Dios (Rom 8,17; 8,30). Verlo y amarlo
como él se ama y se ve a sí rnismo, y ser con El un
solo espíritu (1 Cor 6,L7; 13,13; 1 Jn 3,2). Jesús
muestra que esa vida en Dios tiene un aspecto comu-
nitario (Mt 22;25,L-30; Lc 22,30). Plenitud del uni-
verso inmerso en la Gloria de Dios (Rom 8,21-23;
Ap 21,22).
¿Acaso los muertos están sin vida alguna antes de la
Resurrección? La duda queda en el Antiguo Testa-
mento (ver 92); (Dn l2,l-5 y 12,13). El Nuevo habla
claramente al respecto: Lc 23,43;2 Cor 5,8; Fil 1,23;
1 p 4,6; Ap L4,3
La Biblia afirrna repetidamente que algunos van con
toda su voluntad a una perdiclón ¿éfinitiva. Esta
existencia fuera de Dios y para siempre es compara-
da con el suplicio del fuego: Mt 13,30; L3,42; Mc
9,43; Lc 16,23; Ap21,8.
LA ENseñnNzA eieucn
259
56*
Ninguno se acercará a Dios sin haber sido purificado
de- todo pecado e impureza. La Iglesia siempre afir-
mó qu" ün" purificaóión se da en el momento de la
muerte e incluso después para todos aquellos que se
quedaron apegados á sus irnperfecciones y deseos
humanos (2 Ma 12,43;1 Cor 3,15)
RESUMEN Y FECHAS DE LA HISTORIA SAGRADA
1800 a 1700: Abraham.
1600 a 150O: Jacob.
La historia de los
Patriarcas es, antes
que nada, un elogio
de la fe auténtica (ver
Heb ll,8-ll). Se
cuenta en Génesis l2
a 50.
1250: Exodo de Moisés.
Toda esta historia
está en Exodo l-20;
24: 32-34. También
en Números I l-14 y
20-25.
Según la Biblia, los
israelitas estuvieron
40 años en Cadés:
Números 14.
1200: Josué.
Ver mapa p. 260.
1000: David toma Jerusalén.
Profecía de Natán en
2 Samuel T ,14.
V70 a9322 Reinado de Salornó,n.
Entonces se redactan
las partes más anti-
Podemos dividir la Historia de Israel en cuatro grandes
períodos:' los Patriarcas, el Exodo y la Conquista, el-tiempo
de los Reyes y la Comunidad judía después del destierro.
El tiempo de los Patriarcas
Antes de que Israel fuera un pueblo, familias nómadas, de
faza amorrea, recorrían con sus rebaños los territorios de
Mesopotamia, de Siria y de Canaán, llegando hasta Egipto.
Israel guardaba recuerdos de esos lejanos antepasados, en
especial de dos de ellos:-Abraham
había marchado de Jarán a Canaánr.por una prome-
sa de Dios que le daría una tierra y una descendencia en ese país.
Jacob había recibido nuevamente bendiciones de Dios
mientras se esforzaba por establecerse en Canaán.
Abraham y Jacob y sus semejantes eran nómadas pobres y
analfabetos. Se desplazaban con sus carpas y rebaños en los
confines de las dos grandes civilizaciones de aquel tiempo:
Mesopotamia y Egipto. A ellos los llamaba Dios para que de
ellos saliera su pueblo, instrumento suyo para llevar a madu-
rezy afeliz término la historia de toda la humanidad.
EI Exodo y Ia Conquista
A Egipto entraban y de Egipto salían los nómadas. Uno de
esos grupos huyó de la esclavitud bajo la conducta de Moi-
sés. El milagro con que fueron favorecidos, pasando el Mar
Rojo, fue para ellos la señal de que Dios los libraba para
ponerlos a su servicio. Moisés fue su guía y su profeta, ense-
ñándoles a Yavé Unico.
En el Sinaí se concluye la Alianza entre Yavé e Israel:
ustedes serán mi propio pueblo entre todos los pueblos de Ia
tierra (Ex 19,6).
En los oasis de Cadés el grupo de Moisés se junta con
otros de su misma raza que adoptan la Ley de Moisés: Dios
Unico, Celoso y Justo no tolera ninguna imagen divina. El
Pueblo de Dios deberá imponerse por las arrnas antes que
pactar con la civilización y la religión de los cananeos.
Muerto Moisés, Josué, con una fracción de Israel, con-
quista parte de la tierra de Canaán. El pueblo de las 12 tribus,
todavía muy independientes, toma conciencia de su identidad
en el siglo siguiente, mientras los <<.Jueces» encabezan sus
luchas contra los opresores.
El tiempo de los Reyes
La llegada por m¿r de los filisteos, que ocupan la costa e
invaden los valles de Palestina, obliga a los israelitas a unirse
para defender su independencia. Después de SaúIr eue muere en
la guerra, David conquista Palestina y sus alrededores. Al tomar
Jerusalén, hace de ella el centro de la unidad nacional. David se
porta como servidor de Yavé y profeta, y recibe de Dios una
promesa para sus descendientes que reinarán después de é1.
Salomón, hijo de David, construye el Templo de Jerusa-
lén, que reemplazará todos los antiguos santuarios. Hace de
Israel una nación de sedentarios, organizada y urbanizada.

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BIBLIA CATOLICA, ANTIGUO TESTAMENTO, INTRODUCCION GENERAL, PARTE 1 DE 47

  • 1. Traducida. presentada )' cornentada para las comunidades cristia n as cle Latinoamérica y para los que buscan a Dios Edición kvisada 2005 Diagramación e ilustración Hernán Rodas Textg íntegro traducido del hebreo y del griego 13 3 ." Edición SAN PABLO treditoriol verbo divino
  • 2. Quito, a 26 de enero de 1989 PUEDE I},IPRIMIRSE. tlm@/ xn¡onj.o j ' Goazatúl Z' ' ARZOBISPO DE QUITO RESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAI ECUATORIANA @ Bernardo Hurault ó $;i;á;á iiiuli.u catolica Internacio-lal (SOBICAIN) Protasio Gómez, 15 -28027 IWDRID E-mail: sobicain@sobicain.org lmprimatur: Manuelsánchez B. (T) - Azobíspo deConcepción - Chile Coeditan SAN PABLO Protasio. Gómez, 75' 28027 MADRID Tel-:'+ Sq gt l4Z 5t 13 - Fax: + 34 91 505 77 29 E-mail: spiexPort@sobicain.org EDITORIAL VERBO DTVINO . Avda. de Pamplona,4l - 31200 ESTELI-A (Navarra) Tel.: + 34948'55 65 05 - Fax: + 34948 55 45 06 E-mail: evd@verbodivino.es lmprime: Artes Gráficas Carasa, S'A.'p;i. t"¡: úb" Cátté¡u'- Brañuelas, 1 bls - 28940 FUENTABRADA (Madrid) Encuadernación Gómez AParicio ./ Bgrtíil ili);i. t.d. Pueria de Madrid - 28977 CASARRUBUELOS (Madrid) Impreso en España'Printed in Spain ISBN San Pablo: 9V8-84-285'O415-7 i§eñ várUo Oivino:978-84-81G9-326-3 (cartoné) 978-84-8169-3_{9;{(blanca) gt á-áa-á i oé-gzz -o (nacariná ) 978-84'8 1 6 I -328'7 ( pielina) Depósito legal: M-13.839-2007 : ijesús ha resuc¡tado ! Ustedes que abren la Biblia, busquen a Jesús. La Biblia no es un libro solamente para rezar, o para instn¡cción nuestra. La Biblia es Palabra de Dios para comunicÍunos la vida. En el centro de Ia Biblia esui la Cruz de Jesús y su Resurrección. Ustedes que siguen un camino dificil y no divisan la luz al fin del túnel, aprendan de la Bibüa que eitln cami- nando hacia la Resurrección. Y entiendan quién es, para ustedes, Jesús resucit¡do. La Biblia.. La Biblia no ha iaído del cielo. Aquí esuin libros que no se proclamaron desde las nubes, con algún parlante celesüal, sino que se reunieron pacientemente a lo largo de siglos en el seno del Pueblo de Dios, gracias a Ia fe de sus minorías miils conscientes. Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de lsrael descu- brió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios Unico se había ligado a é1. Las expe- riencias de Ia comunidad nacional, los llamados de esos hombres, denominados profe- tas, que hablaban de parte de Dios, las inquietudes que se desarrollaban entre los creyentes: todo esto pasó de una u otra nunera a esos libros. Y fueron los responsables religiosos de [srael los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros; integrán- dolos al Libro Sagrado. Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia. Testamento se refiere a que estos libros eran como la herencia m¡ás preciosa entregada por Dios a su pueblo escogido. Después dg ¡¿¡tas experiencias, llegó para el pueblo de Israel un tiempo de crisis en que Dios quiso llevarlo de una vez a la madurez de la fe. Para eso vino Jesús. Con él se llevó a cabo la experiencia más trascendental de toda la historia. Jesús, sus esfuerzos para salvar al pueblo judío de una destrucción inminente, su rechazo, su muerte y, luego, su Resurrección: ésta fue la última palabra de Dios. La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella se escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia pasaron a integrar el Nuevo Test¿mento. ... y la Tradición Los libros de la Biblia no entregan su mensaje sino al que viene'a compartir la experiencia de la comunidad en que se originaron estos libros. Hay una manera de enteRder la Biblia que es propia del pueblo de Dios: es. lo que llainamos la Tradi- ción del pueblo de Dios. Jesús recibió de su propia familia y de su pueblo esta tra- dición. Luego, enseñó a sus apóstoles una nueva manera de comprender esta histo- ria sagrada: por eso se habla de la Tradición de los apóstoles o de Tradición de la Iglesia. - Para entender bien la Biblia, no podemos f,rarnos de cualquier predicador que la tira por su lado. Debemos recibirla tal como la entiende la Iglesia católica, que funda- ron los apóstoles y que siempre se fijó en sús normas.
  • 3. 6* ¿POR DONDE EMPEZAR LA LECTURA DE LA BIBLIA? Lo más sencillo es empezar con el Evangelio, en que nos encontramos directa- mente con Cristo, que es la Luz, la Verdad y «La>> Palabra de Dios. Por supuesto, Ias páginas del Antiguo Testamento contienen enseñanzas muy importantes. Sin embargo, el que las lee después de haber oído a Cristo las comprende mejor y les encuentra otro sabor. Algunos suelen abrir la Biblia a la suerte y consideran que el párrafo encontrado pri- mero les daná precisamente la palabra que necesitan en ese momento. Bien es cierto que Dios puede contestar así a sus inquietudes, pero nunca se comprometió a comunicarse con nosotros de esta manera. En todo caso conviene haber leÍdo, una vez Por lo menos, en formá seguida, cada uno de los libros del Nuevo Testamento. Lo.bueno es empezar con el Evangelio: léase al respecto la «Introducción a los Cuatro Evangelios>>, al comienzo del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento comprende LOS CUATRO EVANGELIOS. La palabra Evangelio significa Buena Nueva. Estos son los libros en que los apóstoles de Jesús escribieron lo Que habían visto y . aprendido de é1. Luego viene el libro de los HECHOS DE LOS APOSTOLES, escrito por Lucas, el mismo que escribió el tercer Evangelio. Luego vienen más de veinte CARTAS que los apóstoles dirigieron a las primeras El Antiguo Testamento comprende LOS LIBROS HISTORICOS. Aquí vemos la actuación de Dios para libertar a un pucblo que quiere hacer que sea su pueblo. Lo vemos educar a ese pueblo y dar un sentido a su historia nacional. En estos libros se destacan: El Génesis. El Exodo. El Deuteronomio. Los libros de Samuel. LOS LIBROS PROFETICOS. Dios interviene en la historia por medio de sus profetas, encargados de transmitir su palabra. LOS LIBROS DE LA SABIDURIA destacan la importancia de la educación y del esfueruo del individuo para llegar a ser un hombre responsable y un creyente. PARA MAT{EJAR EL PRESENTE LIBRO Cada libro de Ia Biblia se divide en capítulos. Cada capítulo se divide en versí- culos. Habitualmente se cita el libro en forma abreviada. Por ejemplo, Mt significa Evangelio según Mateo. Estas abreviaturas están indicadas en el índice. . Los capítulos son indicados con cifras muy grandes al comienzo de un párrafo: Los versículos son indicados con números pequeños en el margen. Para indicar un lugar de la Biblia se da primero el capítulo, y, después, el versícu- io. Por ejemplo, Jn 20,13 significa Evangelio de Juan, capítulo 20, versículo 13. Lc 7 2,6-10 significa: Evangelio de Lucas, capítulo 2, del versículo 6 al 10. El tLxto de la Biblia está todo en la parte superior de la página. Debajo pusinios el comentario con uha letra diferente : ' Usamos letra cursiva: as frases que son citaciones sacadas del Anti- 3 l, el evangelista aduce una frase del profeta La Biblia Para quien recore las páginas del libro, el Antiguo Testamento se pre- senta como una sucesión de relatos que o bien se repiten o bien se conti- núan con mayor o menor coherencia, y que a menudo nos sorprenden y a veces nos escandalizan. En medio de esos relatos, algunos de los cuales parece que están más cerca de la fábula que de la realidad, se deslizan dis- cursos, reglas de moral, de liturgia o de vida social, reproches severos, pala- bras de esperanza o gritos de ternura. Bajo ese aspecto el Antiguo Testa- mento constituye uno de los más bellos textos de la literatura universal. Pero en este libro o más bien en «estos libros», Dios está siempre pre- sente y se lo nombra en cada página; el Antiguo Testamento en efecto nos dice de qué manera Dios prepara a los hombres y muy especialmente al pueblo de Israel para que reconozca y acoja en Jesús al que lleva a cabo su misteriosa y maravillosa alianza con los hombres. La Biblia es inseparable- ménte palabra de Dios y palabra de hornbre. Es por tanto imposible comen- zar a leer estos libros dejando de lado una de estas dos dirnensiones. Si olvi- damos que son palabra de Dios, se corre el riesgo de reducirlos a simples documentos históricos. Si a Ia inversa olvidamos que Dios se comunicó al hombre (y se comunica aún hoy día) en el corazón mismo de su historia, transformamo§ esa palabra de,Dios en una colección de leyes religiosas o de máximas ddificantes. La Biblia no es un libro gue nos'habla de Dios, sino que es.el.libro en el que Dios nos habla de él por medio de los testigos que él mismo se,eligió, en medio de su pueblo de Israel. Los primeros cristianos no estabi¡.n equivo- cados al respecio: «En diversas ocasione§ y bajo diferentes formas; pioS habló a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos dÍas que son los últimos, nos habló a nosotros.por medio del Hijo» (Heb 1,1). A tra-, vés de los difererites libros del Antiguo Testamento vemos pues con,qué paciencia Dios se revela a su pueblo y lo prepara para el encuentro'con' Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, <<Aquel en quien'rgsiile la plenitud de la Divinidaói (Col 2,9).En el Nuevo Testarnento, para I guo Testamento. Por ejernplo, en Mt 26, Zacarías 13,7 . gue se indican cada Yez en laEn el Antiguo Testamento, por varias razones Introducción del libro.
  • 4. Antes de Ia Bib Durante muchos siglos la Biblia fue i<el>> libro del pueblo judío primero, y de la Iglesia después. La fe no era sólo una cuestión personal. No se trataba únicamente de conocer las leyes de Dios que nos conducen a la felicidad y a la recompensa eterna, sino que toda la Biblia giraba en torno a una alianza de Dios con la hun¡aniiad. llabía habido un punto de partida, etapas, y habría al final una recapitulación de nuestra riva en Cristo y la integración del mundo creado en el misterio de Dios. La Biblia era pues . una historia y quería ser la historia de la humanidad. Era no sólo el libro de las pala- bras de Dios sino además una de las bases de nuestra cultura. Pero es innegable que toda Ia historia bíblica fue escrita en el transcurSo de unos pocos siglos en un pequeño rincón del mundo. Aunque este lugar fuera, como Io afir- maremos más adelante, un sector muy privilegiado, los autores bÍblicos no podían ver desde su ventana rnás que un pequeño uocito del espacio y del tiempo. Cuando busca- ban miis allá de su historia particular, no alcanzaban más datos de los que transmitían las antiguas tradiciones. Para ellos no cabÍa duda alguna que Dios lo había creado todo <<al principio», es decir, si nos atenemos a algunos datos brutos del Génesis, hacía más o menos 6.000 años. Posteriorrnente tampoco se dudó de que el mundo habitado no se extendía más allá de Europa y del Oriente Medio, y que toda la humanidad había recibido el anuncio del Evangelio; aunque regiones enteras, como los países <<moros>> hubiesen abandona. do la fe. En el siglo XIII,.Santo Tomás de Aquino. sostenía que si por casualidad había todavía alguien que siguiera ignorando el mensaje cristiano; como sería por ejemplo alguien que hubiera pasado toda su vida en el fondo de un bosque, Dios no.dejaría de mandarle a un ángel para darle a conocer su palabra. Fue sólo en el siglo XVIII cuando Ia ciencia comenzó a hacer tambalear esas cer- tezas. En primer lugar, la noción de tiempo. Un primer paso fue el descubrimiento de la enormidad de tiempo que fue necesaria para que se formara la tierra, y de innumera- bles especies de animales y vegetales que desaparecieron de la tierra dqspués de haber- la habitado. Así se pasó rápidamente de los 6.000 años tradicionales a millones y a miles de millones de años. Una segunda etapa afectó mucho más profundamente la visión del mundo, y fue la intuición primero, y pruebas cada vez más numerosas des- pués, de una verdadera historia de los seres vivientes. En un primer tiempo se esforza- , ron por clasificar a las especies vivientes o extinguidas según sus semejanzas o dife- rencias; no fueron necesa¡ios muchos años para que el cuadro se transformara en un árbol genealógico: las diversas especies procedían las unas de las otras. Se fueron dise- ñando troncos comunes, ramificaciones, y las formas o articulaciones eran más o menos parecidas según si el parentesco era más o menos lejano. Esa nueva imagen de una creación en perpetuo crecimiento. cuadraba con las intuiciones de algunos Padres de la Iglesia; fue vista sin embargo por todo el mundo cristiano como una peligrosa.amenaza para la fe. Una de las razones'para rechazarla fue la filosofía < por decir mejor la «fe»- racionalista o antir,religiosa de.numero- IA 9* ANTES DE LA BIBUA sos científicos de los dos últimos siglos. Les bastaba con haber aclarado algunos meca- nismos de las pequeñas evoluciones para afirmar que todas las invenciones y maravi- llas de la naturaleza se podían explicar del mismo modo, y aún más, para afirmar que todos los mecanismos eran productos del azar a partir de la nada. Por otro lado, los cristianos estaban acostumbrados a pensar en términos de verda- des inmutables, lo que ciertamente era viílido para los dogmas de la fe, y les parecía que Dios de igual modo debía haber someúdo el mundo celeste y terrestre a leyes inmuta- bles: los astros debían contentarse con girar en círculo (como gran cosa se aceptaba una órbita elíptica) y los seres,vivos tenían que reproducirse siempre iguales. Hubo que esperar el segundo cuarto del siglo XX para que se superara por fin la oposición entre una ciencia antirreligiosa en sus pretensiones, y una fe que queía ignorar los hechos. ¿A dónde queremos llegar con esto? Simplemente a que la visión de un mundo en evolución encaja perfectamente con la concepción cristiana. del tiempo y de las «edades» de la historia. Si estudiamos Ias cartas de Pablo, veremos que para éi toda la historia de la humanidad es una pedagogía de Dios de la cual emerge el verdadero Adán. Contrariamente a la imagen tan difundida de un Ad¿ín Tarzán, que, al comienzo de los tiempos era tan bello y fuerte como se lo ve en los frescos de Miguel Angel, pero que después habría caído de su pedestal, San Ireneo después de Pablo, veía a toda la humanidad dirigida por la pedagogía de Dios hacia una completa realización de la raza o de la comunidad humana. Si uno entra en esta perspectiva no le es difícil pensar que toda la creación haya sido hecha en el tiempo. El «big bang», si realmente lo hubo, expresa magníficamenre el punto de partida del tiempo creado, un tiempo que parte de la eternidad y vuelve a la eternidad- Veinte mil millones de años para Ia expansión de millones de galaxias, cada una con sus rniles o millones de soles. Y en alguna parte, planetas. ¿Cuántos? Es t¡n misterio. ¿Cuántos de ellos habitados? Es más misterioso aún. Pero también allí Ia fe tiene sus intuiciones. Toda la Biblia recalca la libertad, la gratuidad de los gestos de Dios. Un Dios que ama a todos los hombres y que los conduce a todos hacia é1, Io conozcan o no, pero que además sabe elegir a quienquiera para darle lo que no les dará a otros. Y el hecho de que Dios haya creado millones de galaxias no le impedirá, si quiere, de escoger sólo a una de ellas; allí pondrá, en un rincón del universo, a esa rzva de <<homo habilis» (hombre ernprendedor) a la que la Palabra de Dios ha elegido como su punto de aterrizaje en la creación.- No llegó pues-el hombre por pura casualidad. No es un mono que, por el efecto de algunas transmutaciones. cromosómicas fortuitas, se haya despertado un día con la capacidad de comprender; habría bastante que decir de esosjuegos del azar gracias a los cuales, según algunos dicen, una raza de monos produjo sin mayor esfuerzo algu- nos grandes músicos y un buen número de niñas guapas. Miles de generaciones fueron necesarias para que apareciera nuestra humanidad. Fueron innumerables los eslabones, Ios humildes antepasados a los que tal ttez Dios ya conocía y amaba como nos ama a nosotros; pero ante ellos estaba el modelo y el.fin, y. ése era Cristo. Quisiéramos aquí recordar en pocas líneas las grandes etapas que precedieron a la formación del pueblo de la Biblia. ..Losprimeros pasosdel hombre ¿Cuándo y cómo apareció el'hombre? Se podrá discutir sobre los términos: ¿de qué hombre hablamos? ¿Del que partía,piedras, o del.que inventó el fuego, o del que enterraba a sus muertos? Hablamos del hombre. verdadero, de aquel cuyo espíritu es a imagen de Dios, y al que Dios conoce y.que puede conocer a Dios,
  • 5. ANTES DE I.A BIBLIA 10" Nadie puede responder a esta cuestión de manera precisa. Durante largos siglos el hombre casi no cambió Ia faz de la tierra. Su género de vida y las creaciones de su espíritu apenas lo distinguían de los primates antropomorfos de los cuales salió. Fami- lias y grupos humanos habitaban en cavernas y cazaban en medio de los bosques. Lentamente el hombre inventaba su lenguaje, hacía armas y herramientas. No se interesaba solamente por lo útil y lo visible. Era un artista. En las cavern¿¡s y gn¡tas, debajo de la tierra donde celebraba sus ritos mágicos, pintaba en la pared, lejos de la luz del día, los animales que deseaba cazar. Hoy todavía nos admiramos de su genio artístico. ' El hombre era un ser religioso. Enterraba a.sus difuntos con ritos destinados a ase_guÍules una vida feliz en otro mundo. Siendo creado a la imagen de Dios, su inteli- gencia pensaba instintivamente que continuaría viviendo después de la muerte. Por primitivo que fuera, este hombre tenía una conciencia, podía amar, y descubría algo de Dios, de acuerdo con su capacidad. Pero sus comienzos habían sido marcados profun- damente por la violencia y los instintos egoístas comunes a todos los seres vivientes: el pecado estaba en é1. Las primeras c ivilíucion e s Hace unos 10.000 años, un cambio se preparó en la humanidad. Los hombres se agruparon en mayor número en las llanuras fértiles. En algunos siglos descubrieron la manera de cultivar la tierra, de criar el ganado, de modelar y cocer la arcilla. Se levanta- ron aldeas, que se unieron para defenderse y aprovechar mejor los recursos de la tierr¿ La primera civilización había nacido. Después todo se hizo muy rápido. Sobre la tierra aparecieron cinco centros de civilización. Tres mil quinientos años antes de Cristo, en el sector geográfico llamado Medio Oriente, y donde nacería el pueblo de la Biblia, se formaban dos imperios. Uno era Egipto, el otro Caldea, país de donde saldría Abraham siglos más tarde. Caldea hizo un sistema perfeccionado de riego, constnryó con tabiques cocidos, inventó un sistema de escritura, tuvo leyes y administración centralizada- Egipto también tenía esos ade- lantos: construía templos grandiosos para sus dioses y levantaba las Pirámides para tumba de su faraones. También en China y en India, como veinte siglos antes de Cristo, y en Centro- América, diez siglos antes de é1, nacieron otras civilizaciones- Las de Centr.o'América, China e India se desarrolla¡on por separado, ya que en este tiempo era muy difícil recorrer los continentes. En cambio, en el Medio Oriente, Caldea y Egipto mantenían contactos, a veces agresivos, pero que tarde o temprano Ios obligarían a ver los límites de su cultura El camino que iba de uno al otro país pasaba por un pequeño te¡¡itorio que más tarde se llamaría la Palestina. La Bülía y tas religiones de la Tierra Estos breves recuerdos bastarán para mostrar que la historia y las tradiciones bíblicas cubren sólo un Bequeñísimo settor de la história humana, el .que sin embargo es uno de los m¡ís importantes como punto de convergencia de tres continentes. No existe tal vez sobre eI planeta otro punto que haya experimentado tantas conmociones 11* ANTES DE t^ BIBUA geológicas y humanas. Pero la mayor parte de la humanidad ha pasado al lado de esa historia y ha tenido su propia experiencia de la vida y de Dios. Ésto no hay que otvi- darlo. El pueblo de la Biblia llegó tarde al escenario de los pueblos, y por mucho tiem_ po estuvo sin preocuparse por los que no habían recibido lá p¿aUra-¿é Dios de la cual era portador.,Y por esto mismo, Dios tampoco le dijo nada al respecto, porque cuando Dios nos habla, lo hace en_el _lenguaje humano, y en nuestra propia cultüra, i".p"tunao de algún modo nuestras limitaciones y nuestras ignoranciai. Pero Dios no lt nauiá necesitado Para entregar a los hombres su palabra y su espÍritu. En algunos períodos el pueblo de D-ios- pensó que todo lo que venía del extranjero era málo, qut s" oetá rechlvar cualquier sabiduría que hubiera nacido fuera de los territorios judios o cristia- nos. Pero ha habido tambiéh tiempos de curiosidad en los que la fe sé enriqueció en contacto con otras culturas, sus profetas y sus pensadores. No- debemos pues pedirle a la Bi-btia demasiadas respuestas sobre la manera como Dios ha hablado en orras culturas, sobre cómo el Espíritu ha estado ,"tu*áo ",medio de ellas, sobre cómo las energías que irradian de Cristo resucitado atcanzan tráy. en día a todas esas personas, y cómo se salvan por el único Salvador. La Biblia sólá' nos dice que cuando Dios llamó a Abrahán, se dio comienzo a una gran aventura, única en_su género, y que llevaba directamente al Hijo de Dios -a su úerbo, o sabi- duría, o Palabra-, hecho hombre.
  • 6. Después de la B¡blia.o- Setenta generaciones de cristianos se han sucedido desde el tiempo de los apósto- f"r. ftuUf.* áe-la Iglesia es hablar de estos hermanos nuestros; es fácil criticarlos 9 Pen- rlqr" ¿"Ui"r-tlU"r sido rnejores; es más difícil conocer el mundo en que vivieron, *"y-áif"r;;; del nuestro, y cómprender lo que trataron de realizar, iicvacios por su fe' Hombres libres, vírgenes y tnártires Los cristianos de los primeros siglos gozaron al sentirse liberados: liberados de las supersticiones Paganas óomo de su propio temor y egoisr.ng' Pero pagaron c:ra esta iiU.ná¿. gn su tiempio no había ley superior a la voluntad del emperador o a las cos- ;;Ñ"r ae su pueUto, pero ellos ponían a Cristo por encima de las autoridades huma- ,r. ,. oo. ser opositores de conciéncia, los trataron como a malhechores. EI amor cris- ;;;á;'1";t*in'idad insultaban los vicios del mundo Pagano' -_ -óá *rlóe los cristianos fueran perseguidos. Durante tres siglos hubo represión y mártires, a veces en una provincia dél imperio, a veces en otra. En algunos períodos ;J; i; fuer¿as del podér se desencadenaron contra ellos y Pensafon acabar con el "Lr"U* ¿" Cristo. Perb las multitudes, que prira divertirse iban a contemplar los supli- ti.ri"iiigi¿rs a los cristianos, volvían ávergonzadas de su propia maldad y convenci- das.de qui la verdadera humanidad eslaba en los perseguidos' La conversión de Constantino Mientras tanto el mundo romano entraba en decadencia. Antes de que fuera ven- cido oor sus enemigos, se debilitaron las fuer¿as espirituales que lo habÍan encumbra- do: yl no tenían vid'a las creencias antiguas. En el año 315, el propio emperador Cons- ántino pidió ser bautizado y, después de é1, los gobernantes fueron cristiános. Este fue un acontecimiento decisivo para la lglesia, que pasaba a ser protegida en Vez de perse- guida. " P"ro este triunfo trajo consigo desventajas que se iban a medir con el tiempo. En adelante la lglesia debié ser la fuerza espiritual que necesitaban esos pueblos del Imperio romano, reemplazando a las falsas religiones, y sus puertas se abrieron para r""ibir a las muchedumbres en busca del bautismo. I,.a Iglesia ya no se Iimitaba a cre- ventes bautizados después de ser convertidos y probados; tuvo que hacerse la educado- í. d" un .<pueblo crisliano, que nQ difería mucho del anterior «pueblo pagano». Lo qu" ." g*ubu "n cantidad se perdía en calidad. Los emperadores <<cristianos» tampoco diferían-de sus predecesores. Así como éstos habían sido la suma autoridad en la reii' t3* DESPOES DE l_A BIBUA gión pagana, también quisieron dirigir la lglesia, nombrar y controlar a sus obispos: protegían la fe y sometían las conciencias. Por otra parte, al salir de la clandestinidad o de una situación posterlada, los cris- tianos tuvieron que.meterse más en los problemas del mundo. ¿Cómo podían conciliar la cultura de su tiempo con la fe? Ese fue el tiempo en que los obispos, a los que lla- ¡¡1¿¡ <<los Santos Padres>>, hicieron una amplia exposición de la fe respondiendo a las preguntas de sus contempor{.neos. Entre los de más genio se destacó San AgustÍn. Hay gente que prefiere no ver los puntos difíciles de la fe. Pero los que se atreven a profundizarlos como se debe, no siempre se cuidan de los errores. El error que más se difundió y por poco arrastró a la Iglesia, fue el «arrianismo»: por miedo a dividir el Dios único, los arrianos negaban que Cristo fuera el Hijo igual al Padre; lo considera- ban solamente como el primero entre los seres de toda la creación. Los emperadores arrianos designaban obispos arrianos; pero como lo había promeúdo Jesús" ej Espíritu Santo mantuvo la fe del pueblo cristiano y el error retrocedió. En esos tiempos los cristianos deseosos de perfección, al ver que la Iglesia no era ya la comunidad fervorosa del tiempo de los mártires, empezaron a organizarse en. comunidades austeras y exigentes. Les pareció necesario aislarse de la vida cómoda para buscar a Dios con toda el alma, y así, en los desiertos de Egipto primero, y luego por todo el mundo cristiano, hubo monjes y ermitaños. Los monjes mantuvieron en la Iglesia el ideal de una vida perfecta, totalmente entregada a Cristo. Su existencia tan mofificada les permitió conocer hasta los úlúmos rincones del corazón humano. Y Dios, por su parte, les hizo experimentar la transformación o divinización reservada a quienes lo dejaron todo por é1. Elfermento enlamasa Cuando se dem¡mbó el Imperio romano, invadido por los bárbaros, devastado, am¡inado, despedazado, pareció que fuera el f¡n del mundo. (Hablamos siempre del Imperio romano, no porque fuera el único lugar poblado en el mundo sino porque, de hecho, los predicadores cristianos no habían salido, o muy poco, de sus fronteras). Pero, en realidad, esta destn¡cción anunciada por Juan en el Apocalipsis dio la par- tida para otros tiempos; la Iglesia no pereció en ese torbellino, sino que descubrió una nuevá tarea: evangelizar y educar a los pueblos que, después de las invasiones biírbaras, habían vuelto a una sociedad más pobre, muy inculta y totalmente desorganizada. Estos pueblos no conocían otra fuerza moral u otra institución firme que la de la Iglesia. Muchas veces el obispo había sido el único que se constituyera en «Defensor del pueblo» frente a los invasores. No había otros que los clérigos para educar al pueblo; en los monasterios se guardaban, al lado de las Escrituras Sagra- das, los libros de la'cultura antigua. La Iglesia fue el alr¡ia de esos pueblos primiti- vos, cruelés, generosos y excesivo§ en todo. Y mientras luchaba perseverantemente. para limitar guerras y venganzas, proteger a Ia mujer y al niño, desarrollar el sentido del trabajo constructivo, ella misma se dejó penetrar por las supersticiones y la comrpción. Por momentos pareció que hasta las más altas autoridades, los Papas, se hundieran en los vicios del mundo, pero lo sembrado entre lágrimas floreció con el tiempo. Lo mismo que en la Historia Sagráda Dios había educado al pueblo primitivo de Israel, dejando que muchos errores solamente se corrigieran con el tiempo, así pasó con la llamada Cristiandad o sea, con esos pueblos d9 Europa que aprendían a ser humanos, libres y responsables. Nació una civilización nueva cuya cultura, arte y, más que todo, ideales, eran fruto de la fe.
  • 7. DESPUES DE LA BIBLIA Católicos v Ortodoxos: E!, Cisma 1,4* La parte oriental del Imperio romano había resistido a las inv¿rsiones l¡árba- ras. Esta parte de la lglesia, llamada Griega u Ortodoxa. y que luego evangelizaría a Rusia, se apartó poco a poco de la parte occidental ocupada por los bárbaros ;" animada por la Iglesia de Roma. Hubo dos Iglesias diferentes por la cultura, el idioma y las prácticas religiosas, a pesar de que guardaban la misma fe, i esto no era¡nalo. Pero ambas cometieron el pecado de fijarse más en sus propias costum- brese en la fe común, y así, la Iglesia oriental se apartó del Papa, sucesor de Pedro dn Roma. Postériormente los turcos, que se adherían a Ia religión de Mahoma, conquistaron los restos del Imperio romano en Oriente y solamente quedaron escasas comunidades cristianas allí donde habían prosperado las antiguas Iglesias de Siria, PaleStina, EgiP- to... En los tiempos actuales, Grecia, Rumania Y, m¿ís que todo, Rusia, forman Io más importante del mundo ortodoxo. La Iglesia y la Biblia En el año 1460, los descubrimientos de Gutenberg permitíeron imprimir Iibros. En tiempos anteriores no había sino libros escritos a mano, caros y escasos. No estaba al alcance del hombre común tenér una Biblia, ni siquiera un Evangelio. La Biblia se leía en la Iglesia y servía de base para la predicación. Y para que estu- viera más presente en la memoria de los fieles, no se construían templos sin ador- narlos por todas partes con pinturas, esculturas o vitrales que reprodücían escenas bíblicas. Pero en adelante cada uno podría tener las Escrituras'sagradas, con tal que supiera leer. Este descubrimiento técniCo iba a precipitar una crisis latente en la Iglesia. Porque durante siglos las instituciones de la Iglesia, su clero, sus religio- sos, habían forjado la cultura y Ia unidad del mundo cristiano; siendo sus guías en lo político como en lo espiritual, las preocupaciones materiales superaban muy a menudo la dedicación por el Evangelio. Muchos hombres destacados, religiosos, santos, habían protestado pidiendo reformas. Pero las reformas ng salían adelante. Con la impresión de la Biblia, muchos pensaron que la única solución para refor- mar Ia Iglesia era entregar a todos el Libro Sagrado para que, al leer.lo, bebieran el mensajJen su misma fuente y corrigieran los áesvíos y malas costumbres estable- cidas. Cuando Martín Lutero tomó la iniciativa de una Iglesia reformada, apartiándose de la Iglesia oficial, acometió Ia obra de traducir toda la Biblia al idioma de su pueblo, el alemián, pues hasta entonces se publicaba casi siempre en latín. Es que, en la Iglesia, la mayoría de los clérigos, desconociendo el provecho que' se sacaía de la lectura individual de la Palabra de Dios, se fijaban más bien en los peligros de qu.e cada uno se creyera capacitado pr¡ra comprenderlo todo sin error, si se entregaba el Libro Sagrado a todos. No se equivocaban totalmente, pues apenriS Lutero hubo traducido la Biblia, sus seguidores empezaron a pelear entre ellos y a fundar Iglesias opuestÍrs,'segura cada una de retener sola la verdad: Cuando, años después, la lglesia se reformó a sí misma, no por eso se.promovió sufrcientemente el interés por la Biblia. Predicadores y misioneros no dejaban de ense- ñar el Evangelio, pero todo llegaba al pueblo desde arriba, sin que fuera estimulado a buscar -personalmente la verdad. 15* Conquistadores y misioneros DESPUES DE I-A BIBUA Desde los Apóstoles,- los creyentes se han preocupado por transmitir su fe a los demás. También hubo misioneros que se aventuraron entre los pueblos enemigos o de otro idioma, para predicar el Evangelio. Pero cuando toda Europa se encontró más o menos reunida en la cristiandad, o sea en el área cultural y social animada por la Igle- sia, creyeron que se había cumplido la tarea misionera. ¿Qué había fuera de los países cristianos? Ellos hubieran contestado: <<Los moros, nada más.» Los moros, es decir, los pueblos árabes de religi§n musulmana, enemigos encar¡izados de los países cris- tianos. Y no pensaban que hubiera pueblos más allá. Algunos profetas como Francisco de Asís o Ramón Lull comprendieron que sería mejor anuncia¡ a Cristo entre los.musulmanes que luchar contra ellos con armas. Tarn- bién misioneros como Juan de Montecorvino recorrieron toda Asia a pie, hasta China. Pero fueron excepciones. Ya en estos tiempos, que nos parecen lejanos; las Iglesias de Europa tenían siglos de tradición; tenían su cultura, su manera propia de reflexionar la fe y de vivir el Evangelio. Y para los hombres de ese tiempo era muy costoso com- prender a pueblos de otra cultura y transmitirles el Evangelio de manera que pudieran organizarse en Iglesia según su temperamento propio y conforme a su idiosincracia. Por esto las Iglesias fundadas en los extremos del mundo no prosperaron y la Iglesia se confundió con la cristiandad europea. Pero cuando Marco Polo, Vascó de Garila y Cristóbal Colón abrieron el muro de ignorancia que protegía a la cristiandad, la Iglesia conoció la dimensión real del mundo que no había recibido todavía el Evangelio: Africa, Asia y América. ' Eran aventureros los conquistadores, pues la gente tranquila no suele arriesgarse én ules cosas- Pero apenas descubrieron el Nuevo Mundo, los acompañaroh los áven- tureros de la fe, ansiosos por conquistar para Cristo a los que todavía no lo conocían, y entre Ios que partieron así sin armas, sin otra preparación que.su fe, no faltaron los santos ni los m¿ártires. La misión en América pareció que sería muy fácil y fecunda. Los españoles ha- bían destruido las naciones indígenas y, a veces, arrasado su cultura. Los indios no se resistieron a la fe, y en varios lugares se concedieron privilegios a los que se hacían cristianos. Poca gente se dio cuenta de qüe la cristianización era muy superficial. Bajo la película delgada de las pnácticas católicas los pueblos indios guardaban sus creen- cias paganas. Seguían muy religiosos, como lo eran antes, pero a su manera, y, si bien es cie¡to que la Iglesia suprimió costumbres inhumanas e hizo obra de eduéación moral, loshombres, en su mayoría, no se encontraron con Cristo ni se'convirtieron a su mensaje en forma responsable. I-a rebeldía de los laicos Al hablar de la cristiandad dijimos que la Iglesia se había hecho responsable de muchos sectores de la vida pública, y esto, por necesida{ porque no había autoridad civil o militar que s€ encargara de ellos. El clero fundaba y atendía las escuelas y uni- versidades, los religiosos se hacían cargo de la salud pública: hospitales, hospicios, orfanatos. Los monjes colonizaban y valorizaban las tierras sin cultivar. Pero llegó el día en que los más conscientes entre los dirigentes. e intelectuales comprendieron que todas estas tareas debían ser devueltas a las autoridades civiles. En esto estaban de acuerdo con el Evangelio, que distinguió lo que es del César y lo que es de Dios. Pero también en esto se enfrentaron con las ideas tradicionales. Raras
  • 8. DESPUES DE t BIBL¡A 16r veces nos convencemos de que debemos transmitir a otro una.responsabilidad nuestra. Así pasó con las autoridades de la Iglesia. De tal manera que los cambios necesarios paia que 1a cristiandad decadente diera lugar a naciones modemas, a instituóiones laicas, a ciencias independientes, se hicieron en forma de lucha. Todos saben el proceso ridículo hecho al físico Galileo y los conflictos políticos que hubo entre los papas y los reyes. La lglesia y el mundo moderno En los últimos cuatro siglos, ei mundo ha conocido más crisis, más adelantos, más cambios que en todos los tiempos anteriores. La fe cristiana había dado al hombre europeo una energía, una seguridad, una ionciencia de su misión en el universo, que le permitieron consiruir la ciencia, desarrollar las técnicas, dominar los otros continentes. Por supuesto que las conquistas y la colonización obedecían a motivos muy extraños a la fe, pero, aun con esto, llevaban a efecto el plan de Dios que, dexie ei comienzo, contempló Ia reunificación de todos los pueblos. La lglesia participó de esta extensión. En el siglo XIX hubo hasta 100.000 misio- neros, saCerdotes y religiosas, empeñados en la evangelización y educación en Asia, Africa y América. Lo más importante, sin embargo, sucedía en Europa. La lglesia se veía enfrentada a esta cultura moderna que había salido de ella, pero que, ahora independizada, se vol- vía su enemiga. Los espíritus ilustrados pensaban comúnmente que erÍrn capaces de da¡ a la humanidad progreso, felicidad y pu, y no veían en la Iglesia sino ignorancia y prejuicios; en una palabra: el mayor obsáculo para la liberación de los hombres. Muchos se aEevieron a predecir la muerte del cristianismo antes del siglo XX. Esta situación compleja obligó a la Iglesia a salir de su seguridad y a responder a interrogantes cada vez más cruciales. Bien era cierto que Cristo le había entregado la verdad y reinaba después de resucitado. Pero la Iglesia tenía que descubrir y probar cada día lo que significaba esta verdad para hombres diferentes. Y no era para ella el momento de reinar, sino de servir en medio de humillaciones. El gran siglo de la evangeliztción El siglo XX parece que ha simplificado la situación. Por una parte, al cabo de tres siglos de luchas estériles, la Iglesia se ha dado cuenta de que, al perder sus ¡ecursos, su poder político y su monopolio cultural, ha vuelto a encontrar su verdadera misión, que es la de ser en el mundo una fuente de amor y de unidad, la levadura en la masa. La Iglesia no es más que una minoría en el mundo: unos 700 inillones de católi- cos enúe;inco mil millonei de pobladores de la tierra. Pero son, más que nunca, una minoría inquieta y preocupada por tdo lo humano, sabiendo que la obra de Dios es' salvar todo lo humano. Por otra parte, la cultura laicista que pretendía solucionar todos los apuros de la humanidad sin recurrir a la fe, ha visto sus límites y, luego, su fracaso. t oS mejores entre los que piensan, reconocen que la humanidad corre al caos si los hombres no vuelven a tener una fe, una esperanza y una visión común de su destino. De otra mane- ra, las tensiones entre ricos y pobres, el choque de las ideologías, el desconcierto de las sabidurías humanas, nos lleva directamente a un enfrentamiento universal. En muchas partes del mundo, la Iglesia, que antes'iba de la mano con los gober- nrintes, es perseguida. Esto sucede en los países comunistas, decididos a eliminar toda 17" DESPUES DE I-A BIBLIA religión; esto sucede en países dominados por otra religión, como son los musulmanes y los hindúes; esto sucede en las mismas sociedades que se proclaman cristianas, pero dan la espalda a la justicia y al respeto al hombre. Ahóra bien, lá Iglesií entienie mejor lo que es da¡ testimonio de Cristo y entre- gar su Buena Nueva a los pobres. Deja de ser una institución dirigida por una clase superior, el clero, y vuelve a ser una comunidad de comunidades. La Iglesia entiende que para todos los pueblos se acerca el desastre si no saben reconciliarse; y la reconci- liación en base a la verdad, Ia justicia y el perdón, es el fruto de la Evangelización. Para quien no se detiene en la mediocridad inevitable de la mayoría de los creyentes, ni en los erores en el recorrido, ni en la lentitud de ciertos cambios, no cabe duda que este siglo es el gran siglo de la evangelización de las naciones. ¿Habrá otro después?
  • 9. 18* Una Biblia Ecuménica y Católica Estas dos palabras, que en un comienzo tenían senridos muy parecidos, han tomado caminos dit'erentes. La Biblia que presentamos es ecuménica ante todo en el sentido de que Ia traducción quiere ser honrada y no deforma los textos para favorecer una interpretación sectaria de las Escrituras. Nos hemos esforzado además para que nada, ni en las inuoducciones ni en los comentarios, pueda ofender a cristianos pertenecientes a otras Iglesias, y para evi- tar todo juicio negativo sobre otras religiones.. No contentos con esto, hemos querido mosü?r cómo la salvación única de Cristo no se opone a que Dios haya amado y condu- cido por otros caminos a esa gran mayoía de los hombres que no comparten nuestra fe. Véase al respecto la nota: ln salvación de los no-cristianos (pág.617). Hay una manera católica de vivir Ia fe así como de entender las Escriruras. Lo uno va unido a lo ouo. Pa¡a dar un ejemplo, tomado de uno de los temas miís conflictivos: sería inútil cultivar en nuestros templos la devoción a María, Madre de Jesús, si no fuéramos capaces de mostrar el lu-ear que ocupa en el corazón de las Escrituras, que es el misterio del Hijo hecho hombre. Para nosotros no se trata de añadir una persona creada a las Per- sonas divinas, como si la fe en Dios no fuera suficiente. Si aceptamos la visión de María que mantiene la Iglesia católica, se nos abre ora visión de Dios, de la salvación y de las relaciones de Dios con el universo. El comentario bíblico no puede limita¡se a explicaciones de palabras o a daros históri- cos, ya que no es monopolio de profesores. La inteligencia de la Palabra escrita se desa- rrolla a partir de la experiencia de Dios, de la comunidad cristiana y de la vida de los hombres. [a experiencia de los católicos va mucho más allá de sus ritos y de su teolo-eía- Ma¡ca tan fuertemente a la p€rsona humana que nos hace diferentes. Es imposible [ue efectos tan globales no tengan que ver con la Escritura y con el modo de entenderla. Esto justifica las reservas, por no decir la oposición tradicional de la Iglesia carólica respecto a Biblias claramente no católicas. En esto no se debe ver un simple temor a la tergiversación de los textos, sino la convicción -que también expresó Lutero- de que la Palabra de Dios es la Palabra proclamada por la iglesia. E_l problema de los libros deuterocanónicos es uno de los muchos elementos en que las Biblias católicas difieren de las demás, pero necesitarían una exposición más amplü. Lo s Libro s De ut eroc an ónic o s Los libros de Macabeos, Tobías, Judit, Ba¡uc, la sabiduría de salomón y Ia Sabiduía de Ben Sirac no se encuenEan en las Biblias destinadas a los protestantes, io que plantea una cuestiór¡ gravísima: si no hay acuerdo respecto a algunos libros, ¿con qué óritérios se acePtaron los otros? ¿No se podría concluir que para ningún libro ñay céneza sino ran só-lo una opinión común? ¿Qué decir, entonces, de la fe? La Biblia no ha existido siempre. Durante muchos siglos la Palabra de Dios era üans- mitida oralmente por sacerdotes y profetas. La idea dt una colección de los Escritos 1ag¡ado¡ se fue gestando poco a poco, después del regreso del destierro, y sobre todo con. Esdras. Se pueden señalar Ios pasos siguientes: 1. Esdras (alrededor del 400 a.C.) reúne los libros de la Ley, y con mucha probábili- dad también de los Profetas. Con el pasar del tiempo otros libros, reunidos bajó el nom- b¡e de Escritos o Libros Sapienciales, vinieron a agregarse sin ninguna no.má a los pri- mercs, desconociendo qué grado de autoridad había que otorgarles. 2t E 9l s1,elo siguiente, las Fscriruras sagradas son traducidas del hebreo al griego en Alejand{-? (Egipto). Es la versión llamada de lt¡s Setenta. Estos libros.(en griego Oittta¡ serán utilizados por las comunidades judías del mundo mediterráneo, que iorman Ia mayoría del pueblo judío (tal vez son cinco veces más numerosos que los judíos de 1q* Paiestina). Esra: tsiblia. griega r:s ia que rrsarían ios epóstoles '.' !a que cita¡r lo:, libros ,:iei Nuevo Testamento. Una parte de los libros nuevos se lgre-s:aron a la Biblia -sriega antes de que ,:irculi.rra¡ en Palestina. La Biblia griega por Io tanto tenía más libros. y se usaba incluso en 'll_eunas sina_uogas de Palestina. 3. En ia época de Jesús. la comunidad religiosa no se había pronunciado rodavía sobre el clnon, es decir, sobre una lista oficial y definitiva de los libros sagrados. Todos consideraban los libros de Moisés como Escrirura. Los saduceos sinraban a los Prot-eras y los Escritos en un segundo plano, mientras que las demás corrientes reli-giosas Ios renían por inspirados. 4. Después de la destrucción de Jerusalén por los romanos (70 d.C.), los fariseos reu- nidos en Jamnia reorganizaron la comunidad judía (95 d.C.) y frjaron el canon de las Escrituras, excluyendo sistemáticamente todos ios libros escritos en griego. 5. La Iglesia si,euió la práctica de los apóstoles. que habían usado la Biblia griega sin hacer distinción entre sus diversos libros; las discusionés se centraron más bien en los escritos que debían forma¡ el Nuevo Testamento. Un decreto del papa Dámaso fijó defi- nitivamente en el año 384 el canon de la Biblia cristiana, ya aceptado en general; la lisra retenía algunos libros de Ia Biblia griega rechazados por los judíos en Jamnia, que fueron llamados Del,terocanónicos, es decir, libros de la segunda coiección. Doce siglos más ta¡de, cuando se separaron los protestantes, hubo división respecto a los deuterocanónicos y terminaron por excluirlos, llamándolos <<apócrifos>r, es decir, no auténticos. Fue entonces que nació la teoría que incluía entre los tiempos del Antiguo Testamento, durante los cuales Dios no podía hablar más que en hebreo, y los del Nuevo Testamento, en que Dios habló griego; un período intertestamentario de cuatro siglos. del cual estaban excluidos tanto la inspiración divina como el progreso de Ia fe. Las ciencias bíblicas han destruido las bases de esa teoría, pues tanto los judíos como los protestantes reconocen libros escritos después de Esdras. La joya del Antiguo Testa- mento, el Canta¡, data, con mucha probabilidad, del siglo III, y Qohélet no debe ser anre- rior. ¡Qué deci¡ de Ia segunda parte de Zacarías y de Joel, más recientes todavía, lo mismo que la primera parte de los Proverbios! También se puede fijar con precisión la fecha del libro de Daniel en el año 165. Con esto, el tiempo intenesmmentario ha pasado a ser una ficción engañosa. Los tres últimos siglos del Antiguo Testamento se cuentan entre los más fecundos, y los libros griegos de ese período preparan los del Nuevo Testamento; dan testimonio de la resistencia de Ia fe tradicional amenazada por Ia invasión de la cultura helenística y pagana; reflejan los primeros esfuerzos para expresar la fe con los términos de la nueva cultura; son los primeros testigos de la diáspora, un pueblo de Dios disperqo que vive su fe en naciones extranjeras; en§eñan los comienzos de la fe en la resurrección de los muertos y las primeras intuiciones que preparan la revelación del Verbo y del Espíritu. El pronunciamiento sobre el canon de los libros sagrados es esencial para la fe; pero ¿quién tiene autoridád para decidir? La promesa dice: ustedes recibirán al Espíritu Santo, él los gr.úará en toda la verdad (Jn 14,26; 15;13). El Espíritu Santo no ha sido únicamente para Ia jerarquía o para los doctores, sino para el pueblo cristiano en su totalidad. Los obispos del concilio Tridentino, que confirmó él canon cristiano en el siglo XVI, estaban divididos sobre el valor de los deuterocanónicos, pero desde hacía quince siglos el pueblo cristiano los utilizaba sin hacer diferencia: ese fue el argumen- to decisivo.
  • 10. F 20: El Misterio de la Trinidad . La fórmula del bautismo que encontramos en el Evangelio de Mateo ha sido siempre Ia piedra de toque de la fe cristiana. Todo grupo que se niega a reconocer que el Nom- bre único p€rtenece a las tres personas deja de ser cristiano. Mateo pone a las tres per- sonas en pie de igualdad, a pesar de que en el lenguaje y las imágenes, el Hijo y el Espí- ritu no parecen estar a Ia altura del Padre,.como se podría deducir de las palabras de Jesús donde se pone debajo del Padre: Mt24,36; Jn 14,28. No obstante, sabiendo que el misterio supera infinitamente a las imágenes y a las palabras, creemos. Un sinnúmero de textos del Nuevo Testamento nombran juntas a las tres personas: Mc 1,10; Lc 1,35; Jn 3,34;14,26;15,26; Rom 1,4; Rorn 8,11;8,16; lCo 6,ll; lZ,4;2Co 13,1a; Ap 1,4.1-atgiesía, pu"i, * "u"ila en decir '1a Trinidad' para nombrar al Único. Al habla¡ de Ia Trinidad, a menudo nos contentamos con palábras, y la igualdad o semejanza entre ellas puede ser mal interpretada. Un ejemplo: al leer la traducción clá- sica de Jn 1,3, "Por él todo ha sido hecho", muchos entienden, no que todo ha sido hecho "a través de é1", sino que él lo ha hecho todo. ¿En qué se distinguiría' pues, el Hijo del Padre creador? Más a menudo nos confunde la idea de Dios establecido en una eternidad inmutable, que debemos al filósofo Aristóteles. Es cierto que nada puede afectar al Ser supremo: lo conoce todo y no necesita ni depende de nada. Es uno y no puede haber en él algo o alguno que no sea totalmente uno con é1. Sin embargo es difícil decirlo sin desvirtuar al Dios vivo que la Biblia nos enseña. Esta imagen del Dios uno ha sido una causa de tropiezo tanto para los judÍos como p¿rra los griegos, y lo es todavía hoy para muchas personas. Moisés y la Trinidad Se enfrenta frecuentemente la revelación del Dios único hecha a Moisés y.la fe del Nuevo Testamento. Es cierto que.Dios no ha revelado todo su misterio a'Moisés; sin embargo, cuando le comunicalu.nombre, "Yo soy Yo-Soy-, añade algo más que una definición del Ser divino, como si dijera: 'lYo soy el que existe por sí mismo y que existe siempre". Estamos ante una afinnación del Ser divino, que se encontrará con más fuerza en Is 45. Dios es ihseparable de la afirmación de sí mismo; Dios no existe sin Ia "Palabra" que proyecta. Tenemos, pues, aquí a Dios y su Verbo (Jn I ,I ), a Dios y su Sabiduía (Pro 8,22). Tal vez algunos vean en esta afirrnación de sí mismo el autoritarismo de un Dios patriarcal y machista, pero los que saben que Dios es el Amor reconocerán en tal afir- mación la expansión y la generosidad del amor. Recordemos qtJe generosidad y engendrar tienen Ia misma raíz: aquí está la relación padre-hijo. ,- La revelación de Dios Amor Je§ús nos habla del único Dios que es el Padre (Mt 19,17; Mc 14,36). Y nos enseña que la naturatreza de Dios y su ley propia son las del amor (Lc 1,47i Jn 15,9; T6,27). Con esto intuimos que la generosidad del Amor Dios lo hace salir de sí mismo. En el é"¡nor-Dios hay a la vez superabundancia y debilidad (Rom 5,6-8; lCo 1;21); como lo manifiesta su gran misericordia (Lc 15,7). Las tres Personas no.son.solamenté divinas",también son las trés ca¡as complemen- tarias del Amor sin origen (lJn 4,8), caras tan inSeparables como lo son en noiotros el ser y el actuar, el cuerpo y la energía. No puede haber existencia, ni étemidad, ni uni- dad, ni Dios que no se juegue entre ellas. El Hijo ha nacido del Padre, pero no se puede añadir a Dios; habiéndolo recibido todo, ha de devolverlo todo para ser retoma- 21* do en la unidad (fn 19,3ó). El Evangelio de Juan afirma miís de rreinta veces (6,39; 17,18) que el Hijo es el enviado del Padre y que vuelve al Padre. Con esto no pretend.e solamente destacar la autoridad de Jesús, sino que éxpresa también que el misterio de su persona está en este doble movimiento (Jn 6,62;20,17). El Hijo se desprende de lo que ha recibido, es decir, de su condición divina, para entr¿¡r en el tiempo (véase la nota de Fil 2,6). Miís exactamente, el momento en que pone su tienda entre los humanos (Jn 1,14), es en el plan de Dios el origen del tiempo y del universo. Todo lo que ha venido antes de él (Jn 1,30)depende del instante en que el "f,raf'de María se confunda con el "sí, yo voy" de Heb 10,6. su empobrecimienro va a ser fuente de riqueza (2Co 8,9); reducido á la nada, pasa a ser el "principio', de una creación sometida al tiempo y la materia (Col l,l8). Se podría decir que la persona del Hijo le da a Dios su ritmo: de lo infinito a lo ínfi- mo. su hazaña ha permitido que la pequeñez se aloje al lado de Dios. Así aparece un universo en que se manifiesta tanto el esplendor como la debilidad, ta debilidad de lo que sólo dura un tiempo y que debe morir para ser retomado en Dios (Qo 12,7). por el Hijo hecho carne la humanidad pecadora, con todo su bagaje de criaturas, tieras y estrellas es y será salvada (Jn 12,32). Hoy mismo, a lo largo del día, cada uno de noso- tros ha estado buscando la otra faz de su ser, que está en la sala del banquete (Is 25,6; Nlt22,11), en Ia eternidad. El Espírüu de Dios El Amor-Dios sin origen se ha proyectado, estableciendo su Iey y su ritmo, en la persona del Hijo. Esta "generación" del Hijo (Jn 5,19) a su vez implica al Espíritu. El Espíritu será la energía diviira que magnetiza toda criatura. Se repartirá por todo el universo-al compás del tiempo; conforme a la vocación de cada criatura- Múltiple en Ies criaturas (Ap l,a), armoniza en una sola alabanza todas las vibraciones del rnr¡ndo. El es a la vez el don y'el reiomo al Dios del amor de todo ser que ama (Jn 1a,17). Un amor que puede ser sucesivamente añoranza de. lo eterno, éxtasis o pena de amor, indignación ante el mal, ternura, fuerza inquebrantable, entrega de sí mismo. El Espíri- tu uno y múltiple (mríltiple a nuestros ojos, uno a los ojos de Dios) procede de Dios y es Dios. Amor y eleccün Dios es Amor. Amor es amante, y no hay arnante que no elija. Si hablamos del Hijo, en el que se complace el Padre, es difícil hablar de "elección", puesto que el Hijo es único. No obstante, la palabra que recibe con ocasión del bautismo y de nuevo en la Transfiguración, lo llama 'lel elegido". Ha sido amado y elegido para reconciliar al mundo; asimismo el amor de Dios por el mundo será:siempre el origen de llamadas y elecciones. No hay distorsión más grave de la fe cristiana que,olvidar la llamada gra- tuita que nos ha hecho pueblo de Dios (Rom 8,29; lCo 1,26i lPe 2,9), EI Magníficat de María propla¡na esta libertad del Amor que podía no gustarles a los espíritus igua-
  • 11. 22* Dios se inclina sobre aquello que es pequeño El Hijo nos ha descubierto la profundidad del misterio divino: el Dios qu. o.no ,. inclina sobre aquello que es pequeño (Sal I13,6). Tal vez tengamos aquí otra cualidad propia de Dios. La elección de los pequeños no es un detalle sin importancia para conocer el misterio de Dios. La Biblia la recuerda a cada momento y la confiesa al hablar de Ia cólera de Dios contra todo lo que se enaltece (Is 2,1 l-16; Lc 16,15). A su vez el Credo confirma este aspecto misterioso del Ser divino: el Hijo se hizo hombre "por nuestra salvación". Siempre nos asaltarán dudas al confrontarnos con el misterio de Dios: ¿cómo puede haber un Amor sin ori-sen, sin causá. sin que haya un lugar donde recibirlo...? Estas dudas y otras más surgen de los fantasmas de nuestra imaginación, porque nuestra razón sólo funciona con un cerebro material encerrado en las tres dimensiones del espacio. I-a Escritura nos dice: "¿Cómo podrán comprender al Dios que ha hecho todas las cosas?" (Jdt 8,14). Sin embargo, si abrimos nuestro espíritu y nuestro cora- zón a lo que nos revéla la Escritura, esta clase de dudas no provendrá del misterio de tres Personas que son un mismo Dios. Esta revelación es tan bella y tan rica que no nos costará aceptarla. La salvación de los no-cristianos La fe y el modo de vida de los cristianos pueden plantear un problema a los que no las comparten, pero el interrogante es mucho más fuerte todavía para el cristiano que se fija en los demás. En primer lugar porque cree que ninguna vida humana alcanza su término ni consi-sue pleno sentido si no ha sids salvada; y después porque cree en un solo salvador y mediador, el Hijo de Dios hecho hombre. Ahora bien, es un hecho que Ia mayoía de los hombres desconoce a este salvador, y que aparentemente a muchos no les perjudica prescindir de él; sin él espíritus muy nobles perseveran en una búsqueda espiritual que les depara grandes satisfacciones. ¿Qué han perdido no haciéndose cristianos? ¿Tendrá Dios muchos rostros y verda- des? ¿Acas o somos sectarios ? Estas cuestiones son nuevas. Si indagamos en la Biblia, es muy poco lo que encon- traremos en el Antiguo Testamento, pero también el Nuevo Testamento poOrá aes- concertarnos. Cuando el Apocalipsis, que cierra el libro sagrado, se refiere a loi tiempos venide- ros, no habla más que de una lucha sin piedad de las potencias del mal contra la Igle- sia naciente. El libro quiere alentar a los cristianos perse-euidos: son asociados á Ia - vicroria de Cristo, Señor de la historia. Es notable, sin embargo, que en ningún momento se mencione a los demás, esos mismos con lgs que nos codearnos todo§ los días, que no han sido ni testigos de la Palabra ni instrúmentos del diablo. Parece como que no hübieran existido nunca. Lo mismo sucede en las cartas de Pablo: Ios no cristianos. son los de fuera (lCor 5,12), un nuotdo en el cual el espíritu maligno actúa libremente (Ef 2,2). Incluso el texto de lTim 2,4 (Dios quiere que todo.t los hombres se salven...).pa§a por alto nues- tra cuestión; sólo expresa la voluntad divina de que llegue a todbs los hombres el . mensaje de la salvación. 23"' Ignorar'hasta ese punto a los que constituyen la mayoría de la humanidad podría hacer del cristianismo un mensaje sectario; ya dijimos una palabra sobre ese "fuera de Ia Iglesia no hay salvación" a propósito de Mc 16,16. No debemos sin embargo sor- prendemos: Ios libros del Nuevo Testamento iban diri-eidos a pequeñas comunidades, cuyos problemas habitualmente no iban mrís allá de su ciudad. Allí estaba el combare para esos cristianos a menudo mal vistos o perseguidos. Hay sin embargo en los textos más fundamentales del Antiguo Testamento af,rrma- ciones que se consideran, a veces erróneamente, como restos de un antiguo politeísmo. En el Deuteronomio 4,19 leemos: "Cuando mires al cielo y veas los astros del firma- mento, no te dejes arrastrar a adorarlos como dioses y a servirlos, pues Yavé, tu Dios, dejó que fueran la parte de los demás pueblos, pero a ustedes los tomó para que fueran su propio pueblo y su propia herencia". Se nbs revela, pues, que Dios puso a ios demás pueblos en un camino diferente y que él los enciugó a otros señores del mundo sobre- natural (Dt 32,8; 33,3), de tal manera que se cumple el plan de Dios cuando obedecen a estos maestros; sirviéndoles con prácticas prohibidas a los israelitas, están realizando el plan de Dios. Esta certeza se vuelve a encontrar en forma implícita a lo largo de toda la Biblia y, si pasamos al Evangelio, no encontraremos ninguna condena o discriminación de los que no recibieron la revelación bíblica. Veamos cómo actúa Jesús con los no Judíos en Mc 7 ,24-8,10. Del mismo modo la parábola del Juicio final (Mt 25,31) no hace ningu- na distinción entre creyentes y no creyentes. La tentación del liberalismo Ciertamente resultará útil y conveniente replantear el problema de la salvación de los que no han recibido la fe. No es tanto cuestión de sabér si Dios tiene el espíritu lo bastánte amplio como para interesarse de "los de afuera", sino de tratar de comprender cómo ha dispuesto la historia humana a fin de que todos sean salvados por el único Salvador, pero que sólo una minoría deba conocer al Hijo hecho hombre. ¿Por qué vocaciones tan opuestas: conocer o no conocer la gran manifestación divina? Si cree- mos que Dios actúa con una. generosidad sin límites y sin distinción de personas, ¿cómo podemos ver en eso una ob¡a digna de él? A muchos cristianos de hoy les gustaría pensar que solamente el lenguaje y la cul- tura nos separan de quienes no cornparten nuestra fe y que la verdad debe éncontrar- se más allá de los diferentes credos. La revelación cri§tiana se opone a ese tipo de concesiones: aun cuando aceptemos que haya otras revelaciones de Dios y gue otrás religiones se apoyen en profetas que no son los nuestros, pero que debemos respetar, el Hijo"es único; así como Dios es uno (Jn I,1 ; lTm 215). Sin renegar de la unicidad de la salvación cristiana, podemos ampliar nuestrá yisión tradicional. Durante siglos se ha querido tranquilizar rebajando esas otras sabidufas y religiones: no son más que balbuceos humanos, se decía, mientras que a nosotros se nos da la luz divina. ¿Por qué entonces no reconocer que son dos caminos igualmente queridos por Dios, aunque el espíritu del mal haya sembrado toda clase de confusión? . "?,::#:":f::::::;":;:::;i:*u, p".o no podsmos concruir por ei,o que Dios sólo salva a los demás "por añadidura'l. Dios salva a unos manifestándose y a otros dejándoles que busquen (He 17,27); lo que aquí nos parece una contradicción es tal vez una exigencia de la santidad de Dios, porque Dios no. se puede descubrir sin quedar al mi§mo tiempo oculto; no puede prometer y comproineterse en'alguna parte' sin volver a hundirse inmediaiamente en el misterio o, si preferimos, hundirnos noso-' tros en nuestra condición de criatura.
  • 12. 24' Dios es Santo: esto si-snifica que se nos escapa siempre, tanto más que nos ha hecho testigos de su acción siempre imprevisible. Los acontecimientos que vivimos, con su buena dosis de tragedias y de escándalos, se presentan como un juego divino: se desarrollan en la superficie de una realidad mucho más espesa, donde no hay más que el misterio de la libertad divina. Nuestro Dios es wt fuego devorador (Dt 4,24), y quedamos sin recursos frente a las iniciativas y a la exuberancia de sus riquezas inal- canzables, a menudo terribles. En Dios no hay tinieblas y en El todo es luz (lJn 1,5), pero esa luz no es la nuestra y nos ciega. Ese misterio de la luz que se da y que se niega está en lo más profundo de la obra de salvación. Las tensiones que en Dios mismo se anudan y concluyen con la vuelta a la unidad de las Personas divinas, son la razón última de las contradicciones inscritas en el plan de salvación con sus diversos caminos. El Dios Santo ha querido algo inconce- bible para la razón humana: hacer que seres creados vuelvan a El en su eternidad. Asu- mió en eso riesgos sorprendentes: ¿qué pueden y qué deben conocer de Dios? ¿Qué experiencias deben efectuar en el curso de su existencia, tan limitada en el tiempo? ¿Qué deben adivinar del Ser superior del cual provienen para que su vida présente sea un preludio de la etemidad? ¿Qué traumatismos son necesarios para prePararlos para esa metamorfosis? El Dios de los muchos caminos La perspectiva ideal de una familia humana unida en una misma religión, en una misma adoración y en una misma acción de gracias por los beneficios de la Providen- cia es muy conmovedora, pero ¿es cierto que la sabiduría divina puede expresar ahí todas sus riquezas? ¿Quién podrá decir lo que debe ser la acción de Dios si quiere a la vez respetar la libenad de los que han salido de él y reencontrar al fin de Ia historia lo que había de ser su término? De hecho Dios ha decidido manifestarse de dos maneras.. Antes de que empezara la revelación bíblica, y después al lado de ella, inspiró lo mejor de lo que transmiten las varias religiones. Ha previsto que pueblos enteros no conocieran al Salvador durante su vida en la tierra, porque ello es bueno y le conviene, al menos en eI estado actual de la humanidad, (es bueno por el momento, pero no excluye de ninguna manera el deber y la urgencia de la misión, como lo diremos más abajo). Estos pueblos buscarán al ser divino (He 17,27) por su cuenta y riesgo, y Dios se reserva darles la iluminación interior (Jn 1,9). Su misma ignorancia acerca de Cris- to, sus andanzas entre verdades parciales pueden haberlos llevado a la profundización de otros aspectos de la condición humana. Dios quiso también manifestarse a un pueblo que hizo suyo, porque eso también es bueno y necesario. El llamado a Abrahán primero, el llamado a creer en Cristo des- pués, hicieron nacer un pueblo, no superioia los demás, sino diferente- Ese pueblo es reálmente privilegiado porque Dios se dio a sí mismo. No sólo lo conocemos, sino que nos.ejercitamos desde ya en lo que será la vida de todos en la eternidad, la rela- ción de amor mutuo en Ia ternura y en Ia fidelidad. Ese pueblo désempeña una fun- ción esencial en la historia aunque haya escrito muchas páginas poco brillantes. Entre los que han experimentado las riquezas del amor de Cristo, ¿dudará alguno en decir- que ha recibido Ia mejor parte? lJn pueblo elegido e infiel Hay en el mundó un pueblo de Dios, cuya presencia pernrrba a los pueblos y sus religiones: Este pueblo da un testimonio extraño, Ileno de contradicciones, en el que el Espíritu Santo respeta las libertades individuales y se complace eD.actuar entre som- bras y lüces. Pasados'veinte siglos descubrimos que toda la historia se puso en marcha, que el saber ha invadido la existencia.humana, que las cefezas seculares y paralizantes 25' son puestas en tela de juicio, que la persona, el amor y Ia paz y hasta el perdón, han venido a ser los valores esenciales. Pueblo de Dios: instn¡mento del plan universal de Dios' ¿Habría que decir que ese privilegio inmerecido nos da una superioridad sobre los que no fueron llamados? Pablo ya respondía a ese interrogante en su carta a los Roma- nos cap. 3. Es el momento de mirar miís de cerca la contrapartida del don de Dios. Si la revelación de la Biblia nos ofreciese plena se-euridad e hiciese de nosotros ejemplos de virtud, podríamos hablar de desigualdad. Pero.no es así, pues el Dios Santo es el que nos ha acercado a é1, y nosotros vamos a quem¿unos en el fuego de su santidad. ¿Quién soportará el peso del primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo ru corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas?" ¿Y quién actuará mejor que esos apóstoles a los que Jesús reprochaba en cada momento su falta de fe? En cuanto un pueblo es o se cree portador de una revelación divina, pasa a ser presa de la intolerancia y de los recelos respecto de los extranjeros. ¡Dios está con nosotros! He aquí una buena razón para dejar de buscar a Dios. Y hablamos mucho de Dios y de las cosas de Dios, pero no nos conocemos a nosotros mismos. El escándalo de la cruz De nada serviría alar-ear la lista de las infidelidades que recuerda la Biblia y que continúan en la historia de la Iglesia, como si debiéramos acusar constantementé a nuestros antepasados; mejor será comprender que tales infidelidades forman parte del plan de Dios. Pablo recuerda que.una de las finalidades del pueblo de Dios es la de manifestar al mundo la sabiduría misteriosa de Dios (.lCo 2,6). Pablo habla de una sabiduría que es locura, de una fuerza que se manifiesta en la debilidad (2Co 12,9), y lo condensa en uria frase definitiva: el "escándalo de la cruz" (lCo 1,22). No sería suficiente que la Iglesia predique la muerte en cruz del Salvador. Dios quiere además que su pueblo, instrumento de su revelación, trasmita siempre las rique- zas eternas con medios pobres y, atrevámonos a decirlo, en medio de escándalos. Este pueblo escogido es pecador'tanto o más que cualquier otro, deja pasar las oportunida- des históricas y trasmite el mensaje del que es portador con cuenta gotas. Así se resta- blece el equilibrio (Mal'l,l l-12). Dios ¡nantiene su'lüenad de decidir El espíritu "ecuménico'; nos permitirá suavizar las polémicas y la incomprensión entre cristianos y no cristianos; pero es vano pensar que un espíritu más abierto perrr¡r- tirá alcanzar intelectualmente un lugar más elevado, desde el cual podamos equiparar o juz-ear todas las religiones; Ia Biblia queda aparte por estar destinada a un pueblo elegido, y esa elección es confirmada por la palabra gracia (la gratuidad total de los dones de Dios), que sólo la fe cristiana pone en el centro de nuestras relaciones con él- Algunos preguntarán: ¿Es posible que unos sean ele-eidos y otros sean menos ama- dos? Ciertamente que no todos han sido amados del mismo modo, y algunos han reci- bido sin comparación más que otros; Dios no es un empresario que paga a todos lo mismo cuando se presentan con méritos iguales. Sus criaturas no vienen a presentarse ante é1, sino que desde un comienzo él ha creado a cada uno con su destino, que es siempre graciá y sobreabundancia. Y si decidió que algunos recibieran y fueran más, no por eso olvidó dar a otros más de lo que hubieran podido imaginar, desea¡ y com- prender. La situación privilegiada del creyente lo incita a llevar la luz a quienes no compar- ten nuestra fe, pero sería un error creer que han sido menos amados; aurique.nos vea- mos más ricos, esta superioridad sólo es temporal. Cuando pasemos a la eternidad,
  • 13. 26* ricos y pobres se encontrarán,en pie de igualdad, o más bien, cimentados para formur un solo "hombre nuevo". I-afidelidad y la gracía Recordemos lo que Pablo dice con relación a la doble actitud de Dios con respecto a los judíos y a los no judíos en Rom 15,8. Pablo ve una manifestación de las dos gran- des-cualidades que toda la tradición profética atribuye a Dios: la gracia y la fidelidad. Esta intuición de Pablo seguramente se aplica más allá del caso de los judíos y de los no judíos. Si creemos que Dios hizo de Ia creación su juego (un hindú diría su danza), y que quiso expresar en el tiempo lo que él es y lo que vive en la eternidad, tendremos una clave para comprender que se haya revelado sólo a una minoría, mientras salvaba a Ia humanidad entera. Con los primeros Dios hace la experiencia de una relación mutua, que es ya en el tiempo lo que será en la eternidad: ahí cabe la plabrafdelidad. Dios hace promesas, nosotros le respondemos, Ie lanzamos desafíos. le amamos con sencillez" y la eterni- dad ya está ahí aunque en Ia sombra. Fue lo mismo que vivió en Galilea el Verbo eter- no, una historia que no fue más que un instante en el tiempo de los hombres, pero en la que estaba encerrado el todo de Dios. Estamos mal ubicados para poder decir lo que Dios hace con los demás que no han conocido a Dios hecho carne. Sin embargo Pablo hablade gracia, y bajo esapalabra tan elástica pone todo lo imprevisto de las iniciativas divinas. Es probable que Dios no pudiqse conducir a él la historia humana sin que al cabo se tenga la impresión de que todos se equivocaron sobre lo que sé esperaba de ellos y que, al final, la fiesta es pura y sencillamente lo que han hecho la creatividad y Ia generosidad de Dios. Y la alegría será más grande por vibrar la humanidad entera y para siempre, con la sorpresa de "aquellos a quienes él no había sido anunciado" (Rom 15,21). Entonies se hará patente que todos los caminos eran necesariós, non tanto por culpa de las limitaciones humanas, sino más todaví¿ para que la generosidad y las ambicio- nes del Amor-Dios pudiesen satisfacerse plenamente. Pablo Io dice con otras palabras en Ef 3,6. Todas estas consideraciones no desvelan ni eliminan el misterio. Tan sólo quieren invitar a buscar una respuesta en el misterio de Dios y no en lo que simplificaría la vida del rnundo: Más importante es lo que a Dios Ie conviene; y solorél conoce la otra cara de nuestro ser.o la otra cara.de la¡ealidad, que es la.humanidad en Dios y su eternidad. L"A ENSEÑANZA BíBUCA LA ENSEÑANZA BIBLICA El Antiguo Testamento: DIOS EDUCA A SU PUEBLO 27* 1. Dios CreadoF; Dios de todos 'Ios hombres Dios concede a Abraham su Alianza 10 13 t4 17 18 El universo es obra de Dios: Gén 1; Is 44,24; Sal 8,4; 18,2: 32,6. Dios Creador de los Cielos y de la tierra: Gén 1,1; Gén 14,9;22.Dios ciea de la nada: 2 Ma 7,28. Dios crea con Sabiduría: Sal LCÉ,24. Dios crea mediante su Sabiduría: Pro 8,22; Sab 8,6; Sir 24,9; o rnedianre su Espíritu: Sal 33,6;104,30; Jdt 16,14. Dios crea con peso, número y medida: Sab 11,20. Los apóstoles descubren que esta Sabiduría es el Verbo o Hijo de Dios: Jn 1,3; Col 1,16. Por él Dios dispone el desarrollo de la historia: Heb 1,2. Dios hace madu- rar la creación infundiéndole su Espíritu: Sab l,l-'7; Sab 10; 11,20- 12,2. Dios nos ha creado en su Hijo: nos hace hijos (<en él»: Gál 3,26-29;4,4-7;Ef 1,3-4. Y da vida a la per- sona humana con su palabra y su Sabiduría: Dt 8,3; Pro 8,1-21; Lc 1,50-55. Ejemplos en Ex 3; Jue 6; I R 19,6-8; Is 6,8; Jer 15,19:21 (ver también 153-156). EI universo alaba a su Creador: Sal 18,2; 148; Ba 3,34; Dn 3,56-80. Dios gobierna el universo: Sal 33;96; Ap 4,1-10. Diri- ge los acontecimientos para nuestro bien: Mt 6,31; Lc 12,5-7; Jn 16,23; Rom 8,28. Dios cuida de todas sus criaturas: Sal 104; Jonás 4,1 l; Sab 11,23-26. En el desarrollo del universo y la ejecución de los pla- nes divinos intervienen criaturas espirituales llama- das ángeles:Za l; Ex 23,23; Tobías; Dn 3,49;9-11. Dios ha bendecido la humanidad y su desarrollo: Gén 1,28. Renovó su bendición después del pecado: Gén 8,21;9. Es Dios de todos los pueblos: Dt 33,3; Mal l,l l; y salvador de todos: Jon 4,11 Dios castiga los pecados de los hombres (Ex 7-10), pero nunca deja de querer a los hombres: Gén 8,21 . Dios da signos a todos los hombres (He 14,17; Mt 2,1) y también les da profetas para interpretar esos signos: Núrn. 22-2,4; I Sam 6; Jonás. FIay santos fuera del pueblo de Dios: Henoc (Gén 5,?3), Melquisedec (Gén 14,18), Job y Daniel (Ez 14,14). Sin ernbarBo, para llevar a cabo su obra de salvación, no desde afuem, sino dentro del marco de Ia historia, y respetando las etapas necesarias, Dios se elige un pueblo suyo mediante el cual sus promesas llegarán a todos los pueblos: Gén 12,3; Gál 3,8 y 14 (ver 37), Primer paso de la Historia Sagrada: Dios llama a Abra- ham: Gén lz,L EI llamado de Dios a Abraham incluye una doble promesa: él le dará una descendencia (Gén l5l; 18,10) y r¡na tierm: Gén t23. Dios hace una Alianza con é1. En adelante será el Dios de Abraham y sus descendientes para siempre: Gén 15,18; 17,7i Is 51,2.
  • 14. IA ENSENANZA BIBUCA 22 23 25 26 27 28 Moisés y el Exodo. El Dios Libertador y Justo 31 32 33 28" Esta Alianza hace de Abraham (y sus descendientes) el servidor de Dios y su obra en este mundo, para- que la bendición de Dios llegue a todas las naciones: Gén 12,3;28,14. En varias oportunidades Abratram demuestra su fe en las promesas de Dios, para el cual nada es imposi- ble: Gén 15,1 -6;22. Dios deja en claro que se siente agradecido por la fe de Abraham (Gén 15,6) y por su obediencia (Gén 22,26 y Stgo 2,2I) más que por el cumplimiento de cualquier práctica religiosa (Rom 4,34 y 4,19-22). La fe de Abraharn lo hace amigo de Dios: Is 41,8; Dn 3,35; Stgo 2,23; y que vive con Dios más allá de la muerte: Lc 20,38. Por su fe Abratram pasa a ser persona que cuenta a los ojos de Dios y es tomado en cuenta cuando él toma sus decisiones: Gén 19,17-33; Is 41,9; 43,1;49,4. La fe de Abraham indica el camino que, etr adelante, se impondrá a todos los hombres para recibir las prome- sas de Dios: la fe en las promesas de Dios (Rom 4,2O) el que puede incluso resucitar a los muertos: Heb I l,[7-19. La Ali anza con Abraharn es confirmada a sus descen- dientes: (Gén 28,10; 32,23: 49,28). Pero dicha alianza sigue siendo un favor de Dios y que se transmite, no a todos sus hijos por derecho de fami- lia, sino a los que,Dios designa: Gén 21,12;25,23; Rom 9,6-13. Dios ve las humillaciones de su pueblo en Egipto (Ex 2,24 y 3,'7),y se acuerda de su ÁIianza con Abratram (Ex 2,24 y 3,16). Dios llama a Moisés (Ex 3,1 y 6,28) para liberar a Israel. En la cultura hebrqa, el que libera una cosa o una per- sona es el que la compra o la quita a su dueño para hacerla suya. Israel,es liberado del poder de los egip- cios para pertenecer a Dios: Ex 3,10 y 3,L2; I9,4 y 19,6:2O,2 y 2O,3 El Dios que libera a Israel Ie enseña su propio Nom- bre, o sea, atgo de su rnisterio. Nombie con el que Israel lo invocará: Ex 3,14-15. Yavé: Yo Soy. Ver com. de Ex 3,1.y Jn 8. Yavé, El que Es, El que hace existir, el Dios que se fija en lo que no es y no cuenta, para humillar a los que se creen: I Sam 2,4-81 Sal lL3,'7; Rom 4,L7;1 Cor 4,L7. Ver com. de Ex 3 y 4. Yavé es el Dios Unico (Dt 6,4), al que ng se puede figurar sin rebajarlo (Ex 2O,4), totalmente diferente de todo lo que puede imaginar y forjar el hombre, o sea, de todo lo que se puede ver (Dt 4,12) y solamente por su palabra lo conocemos (Dt 4,12; Jn 5,38). Con- tra las imágenes: Dt 4,15 y com. de Is 46,5 y Ba 6. Dios es Santo (Am 4,2; Os I 1,9). La santidad significa vitalidad irresistible, pero muy interior, energía que 34 4t 29', LA ENSEÑANZA EíAUCA devora y a la vez da vida. Dios es santo, y santo es su Nombre (Am 2,7; Lev 2O,3; Is 57,1 5). Nadie puede soportar su presencia cuando se acerca (Ex 19,16; Is 6,1). EI hombre no lo puede ver: Ex 3,2 y 33,20; Jn 1, I 8; Col 1, 15; I Tirn | ,L-l ; com. de Gén 16,1. El hombre no puede juzgar sus actuacio- nes: Is 40,2 1:Ez 18,29: Job 38 y a2; Rom 11,33; I Cor 2,9. Dios es Celoso (Ex 20,5): no soporta que un extraño venga a profanar aquello que eligió o en que él se fijó, santificándolo por el hecho mismo (Núm 17,l). No soporta que sus empresas fracasen: Ez 36,22; Ex 32,12. No puede ceder su gloria a otro: Is 48,11. Fuego_devorador y Dios celoso: Dt 4,23; Heb IZ,Z?. Dios es Jr¡sto. Perdona el pecado, pero no lo deja sin ca{i- go: Ex 2O,5; Jue 2,13-22; 2 Sarn 12: Jer 3; Os 2-3. Saca a luz los pecados: Jos; 1 R 21,20;Ís 22,14:'2 Mt 12,37.- Dios es justo y sl¡s mandamientos nos exigen ser jr¡s- tos: Ex 20,l-17. Ver 50. El Dios Unico, Santo, Celoso y Justo es un Dios que actúa dentro de la historia y pide a los suyos actuar en Ia historia" a diferencia de los otros üoses que son dioses de la naturaleza (ver com. de 1 R L-l). El Dios Libertador (Ex 14;15; 16 y 17) también exige la con- quista de la Tiema de Canaán: Ex 34,11-13; Núm 14 ) corr: de Ex 32. En adelante la religión de Israel, en vez de recordar sólo cosÍts del pasado, esperará nuevas liberaciones (Jue 4- 6: I Sam l7;2 R 18-19; I Ma 4;Lc 1,73; He 1,6) y se fijará nuevas metas: Is 4G42; 65-66; Za 8,2U23; Dn 7,26-27;He 1,8. En eI Sinaí Dios celebra una Alianza con el pueblo que será su servidor para actuar dentro de la historia: Is 49,1-9; Sal 2; Sal 149,6-9. Los hace pueblo de sacerdotes y nación consagrada: Ex 19,6; 24,3-1 l; 1 P 2,9. Renovación de la Alianza: Jos 8,30; Jos 24;2 R 23,21; Ne 8. Hacia una Nueva Alianza: Jer 31,3 1;F;236,22; Mal 3,1. I-a tradición hebrea considerará a Moisés como el primero de los profetas (Dt 18,18-20; 34,1G12). Afirma que tue el primero en conocer el verdadero rostro de Dios: Misericordioso y Clemente, rico en Amor y Fideli- dad: Ex 34,1-9. A partir de David se d-esarrolla el profetismo en Israel. Los profetas afinrian que Dios es Amor y Fidelidad, :en'especial en el Deuteronomio. Tiempo de los Reyes a) Los primeros profetas enseñan que Dios es Amor y Fidelidad 35 36 37 38 39 vers.Amor y Fidelidad: refrán del salmo 2,3,15,25,29,34,50. Dt 7,9;2 S 2,6. Amor (o Favor, o gracia) de Dios para Israel. Lo escoge sin: mérito suyo: D¡ 7,7;9,5; 10,15. l-e, da Ia Tierra (la tierra de Canaán) en herencia: Dt 4,1;4,38; 6,10. Y lo hacehijo suyo: Dt 32,5-6; Os ll,1; Is 1,2.
  • 15. LA ENSEÑANZA BÍBLICA 12 30* -ue rla. prosperidad en la Tierra; Dt 7"i2.-i5: Israel guardará los dones de Dios si cumple Dios: Dt 1,10; 6,10- i 9; 1 1 , i 2-?l . Si Israel falm a Dios, él le quitará prosperidad y Tierra: Dt 4,24-31; 28,15-68. Pero Dios, siempre fiel, conver- tirá a Israel después de castigarlo: Dt 30,1-10. Un resto de Israel se salvará (ver I R 19,18 y 60,69). El destino de Israel, elegido, castigado y restaurado: Dt 32. Entonces los amaré: Os L4,5. Amor (o Favor) de Dios a David. Le entrega el Reino y lo hace hijo suyo: 2 Sam 7,12-16. En Israel, solamente los reyes eran considerados hijos de Dios: 2 Sam 7,L4; Sal 89,27-28; Sal 2,7. Por arnor a David, Dios mantiene a sus descendientes: 1 R 8,25; 1l ,34. Por sus faltas ellos merecen que Dios los rechace: Jer 22,24. Pero é1, misericordioso y fiel, establecerá nue- vamente un descendiente de David (ver 60-69). Fidelidad o Verdad: en hebreo es la misma palabrd, y es equiparada a amén, que significa: ¡es verdad I (2 Cor 2,18-20). Toda palabra de Dios es fiel y se cum- plirá: I R 8,26; Ne 9,33. La fidelidad de Dios con Israel no puede desmentirse: Rom 1 1,28; 15,8. Los reyes deben conformar su potítica a las exigencias de la Alianza (Dt L7,L6-2O; L R 13; 2 R 9,6-10). Mientras los sacerdotes condenan las desobediencias a la Ley de Dios (2 Cro 26,16), los profetas se fijan en las iniciativas que desmienten el espíritu de la Alianza: 2 Cro 2O,36;2 Cro 25,L5. Amarás a Dios con todo tu corazón, toda tu alrna...: Dt 6,4. El amor a Dios, actitud interior, vale más que el culto: Os 6,6 y los sacrificios costosos: Mi 6,'7-8;'Jer 2,2. El amor verdadero procede del conocimiento de Dios: Is, 1,3; Jer 3L,34; Os 2,22; Os 3,5. Conocer a Dios es reconocer su manera de actuar en los aconteci- mientos: Is 1,1-6;22,8-14; 28,23-29; 30; 31,1-9; 42,18-25; Jer 6,10-16; Am 4,4-13; y escuchar a sus profetas: Is 6,9-t2; 8,11-18; 41,21-29; Jer 13,15-17; Am 5;6-8;2a7,9-12. Amor y ionocimiento de Dios serán-los fiutos de la Nueva Alianza, interior y don de Dios: Jer 31,31; y obra del Espírituz 8236,27-30; Jl 3,1-2; alianza de Dios con [os humildes y pobres de espíritu: So 3,11. La Alianza debe tornarse en un verdadero matrimonio. Israel, novia de Yavé: Is 54;61,10; 6?,1-5. Israel comparado a novia infiel: Os 2; Jer 2-3; Ez L6 y 23. Las futuras bodas en el Amor y la Fidelidad: Os 2,20-25; Jn 1,17; Ap 21,24;21,9. Dios, J.usto y Santo, exige la Justicia social. Volver a una'sociedad igualitaria y fratemal: Jer 34,8-19. El rico es un opresor: Is 5,8-9; Mi 3,9-1 1; Mi 2,9. La desigualdad, fuente de violencia: Is 5,7; Ez 22,23-25: 8,i8-¡9. v arna a Tiempo de los Reyes b) Los grandes profetas hablan de Amor, de Justicia Y de Humildad 51 31* t-A ENSEÑANZA AÍeLlCn 24,6-8; Am 5,7-13; Mi 2,,1-5. 10,1-2; Am 5,7. Las leyes injustas: Is Dios odia el orgullo procedente del dinero: Is 2,6-22; 3,16-24. Odia el orgullo procedente del poder: Is 14,5-21:. 36,22-29; 47; Ha 2,6- 13. Dios prepara un Juicio destructor, llamado DÍa de Yayé: Is I ,24-28; Am'5,14-21; So l,l4-18; 3,1-8. Un Juicio que restablecerá la justicia: Is 2,1-5; 4,2-6; Ez 34; y dará la paz definitiva: Is 9,1-7; 1l,l-9; 3Z,lS- 20. Prepara una Ciudad de Justicia: Is 1,26; 60; Za 8,1-17. Y un triunfo de los humildes: Is 26,1-6; So 3,12-18. Y un consuelo a los oprimidos: Is 6l,l-3. La palabra Redención significa en la Biblia lo mismo que Liberación. Uno Iibera algún objeto o persona que estaba en poder de otro, para hacerlo suyo: es un poco como comprar. Ver en Lev 25 la redención de los esclavos y las tierras empeñadas. Más todavía: Rut 2,2A;3,L2;4. Dios Redentor saca a su pueblo del poder de los extran- jeros: Jue 2,13-17; Dt 4,34; Ex 20,1; 3,8. Después de la primera liberación de Egipro y nurnerosas libera- ciones (Jue 3; 4;1 Sam 7; 2 R 19) se acreditá en tiernpos del Destierro la idea de que se acerca una liberación definitiva: Is 40; 41,8; 43,1-7. También Dios hizo esperar que, salvando a su pueblo, daría paz a toda la tierra: Gén 12,3; Is 49,6. Esta esperanza tomó forma con el rey David: Israel creyó haber encontrado en este ungido (o Mesías) el rey perfecto. A él se refieren Gén 49,10; Núm24,7 y 17. Luego consideriron a David y sus descendientes como revestidos de un carácter sagrado, esperaron Ia venida de un Mesías semejante a David: Sal 132; Sat 72; Jer 30,9. Pero también entendieron que el Mesías aventa- jaría a todos los soberanos de la tierra y establecería el reino de Justicia y par; ls 4,2;9,1-7; I 1,1-9; Sat 2; Sal 110. Durante el Destierro el autor de Ia 2." parte de Isaías ve . en la minoría rnás creyente de Israel el Servidor de Yavé, instrumento de su salvación: Is 49,1-6; 50,1-9; 52,13-53,12. La figura de un Mesías sufrido aparece también en Za 12,10-12. En Dn 7,13 el Hijo del Hombre, que viene de Dios mismo, era tal vez una figura del Pueblo Santo (7,27). Pero Jesús lo considerará como un anuncio de él: Mt 24,30 y 26,64. Varios textos de la Biblia nos dejan en la duda: ¿no será Dios mismo el que visitará a su pueblo para encontrarse con aquellos que lo esperan? Is 25,6-10; 52,7 -12; 63,19; So 3, 14- I 8; Za 2,14-17 . Cuando la Biblia habla del Pastor que regirá a trsrael, designa a veces al Rey Mesías (Jer 23,4; Mi 5 ,4i Za El Dios Redentor y su Mesías
  • 16. tA ENSEÑANZA BÍBLICA 7. Los tiempos del Judaísmo: Ia religión de la Ley 76 32* 13,-l), a veces a Dios (Is 40,1; Mi 7,t4; Cantar 2,161 Sal 23,L; Sal 28,9; Sal 80,2) y fácilrnente asocia el uno al otro: Ez 34,LI-25. ' La Ley designa a veces el conjunto de leyes de la Biblia (Mt 22,36), a veces la misma Biblia (Jn L2,34), a veces la religión judía (Gál 2,19). La Ley y los Profetas, o La Ley, los hofetas y los Salmos, son dos expresio- nes para designar la Biblia (Mt 7 ,12; Í-c,24,4). La I*y manifiesta dos exigencias principales: Jtrsticia y Santidad. Santidad, o sea, respeto a Dios y las reglas de pureza. La primera se nota más en los Diez Mandamientos de Moisés (Ex 2O,l-17). La segunda en los Mandamientos de Dios, tal como están en Ex 34,t0-26. Leyes de Justicia: Ex 2l-22; Lev 16,18-20; Lev 19,10-18 y 19,35-36; Dt L9 y 24. Leyes de santidad: Lev 17- l8; Dt 23. La Ley era a la vez expresión de la voluntad de Dios y expresión de la cultura judía. En ella se nota el esfuerzo de Dios para transforrnar las costumbres de lsrael y educar a los creyentes: Ex 15,15; com. de Lev 8,1; 1 l, 1 ; 24,17 . La Ley distingue días comunes y días consagrados a Dios. El sábado: Gén 2,3; Ex 20,8;23,L2;34,21; Núm 15,32; 28,9-10. Las lunas nuevas: Núm 28,L 1- 15. Las tres fiestas de la Pascua, de las Semanas (Pente- costés) y de los Tabernáculos (de las Chozas): Dt 16; Ex 23,L4-17; Lev 23; Núm 28,1l-3 1; Núm 29,1- 6 y 12-39. Sobre la Pascua en especial: Ex l2,l-27 y 43-51. El Día del Perdón: Lev t6; Núm29,7. La Ley determina lo puro y lo impuro, o sea, las con- diciones para participar en el culto divino (Lev 15,3 I ). La Circuncisión: Gén 17,9-14; Ex 12,48. Pureza en Ia vida sexual: Lev l2,l-8; Lev 15. Enfermedades: Lev 13-14. Contacto de muertos y de animales impuros: I-ev LL,z+ 4O; lrev 2L,l-12; I-ev ll,15-16. No mezclar materias o aparejar ar-rimales de dos Lev 19- 19. La Ley prohÍbe ciertos alimentos: La sangre: Gén 9,4; Dt 12,L6; Lev 17 ,10- 14. La grasa: Dt L4,21; Lev 7,22-25. Ciertos animales: Dt l.4,3; Lev 11,1-23. . La Ley contiene una moral sexual: Ex 2|,7-ll; Lev [8; Lev 20,ll-21; Lev 21,13-15; Dt 22,13-30. La Ley enseña la solidaridad dentro del pueblo de Dios: Amarás a tu prójimo (de tu misma raza y pueblo): Lev 19,18. Pero pide la separación y agresividad con los extranjeros: Ex 23,32; Dt 22,9-11 ; 23,4, y 77 33* LA ENSeñnNzA eÍeucn en 9s_pe_cial condena el matrirnonio con extranjeras: Dt 7,3-5. Formas de solidaridad con el pobre: Ex zz,z5-27; Dt 22,1-4; 24,10-22; 23,20; Lev I 9,9- I 1 ; 23,ZZ; 25,35. .fp",o a los desamparados, la viuda, at huérfano y al forastero: Ex 22,22-24. El año de la Redención: Lev 25,13. La Ley enseña el don a Dios y sus sacerdotes: Los diezmos: Ex 23,19;34,26; Núm LB,ZI-3Z; Dr 14,22-29. Los sacrificios: Lev Los sacrificios voluntarios: Ex 25,L; Núm Dt 16,1 6-17 . Derechos de los sacerdotes: Lev '7,9; 7,34-36; Núm 18, 25-28; Dt 18,8-19. La Biblia hace de Salomón el primero y el modeló de los sabios: I R 4,29-34; Sir 47, 14. El sueño y el juicio de Salomón: I R 3. se le atribuyen vaiios libros de sabiduría posteriores a é1: Pro l,l ; Ecl 1,1; Sab 9,Lz La sabiduría significa: Inteligencia prácrica para regir su casa y alcanzar el éxito: I R 10,6; E Z8,L-7. Luego, esfuerzo para educarse y ser hombre respon- sable: Pro l,2O-27; 9,1-5. Después, capacidad para ordenar su vida de acuerdo con la Ley de Dios: Pro l6,l- 1 I ; Sir 15, 1-5 ; 24,23-30. ¿Cómo adquirir Ia sabiduría? La sabiduría es don de Dios: Sir l,l; Sab 6,14-16; 9,1-6. Se encuentra en los dichos de los sabios y la meditación de sus prover- bios: Pro [,6; L3,20; Sir 6,34-36. En la dominaéión de los caprichos: Sir 11,1-10; 23,1-7; Pro L6,32. En la perseverancia en las pruebas: Sir 2,1-L4 y en el estu- dio: Sir 6,23-33. En la meditación de la Ley: Sir 32,7- 24;39,1-[ l; 5l,l-7-21; Sal I19. En la reflexión sobre la experiencia: Ecl L,L2-18;2,1-11; Sir 34,9-ll: Los sabios preguntan: ¿qué es eI hombre? La casi totalidad del Antiguo Testamento se escribió enrre judíos de cultura hebrea y expresa los conceptos de dicha cultura. Esta no distinguía en el hombre, como lo hacemos nosotros, una parte espiritual, o alma, y uha parte material o cuerpo, sino que veían el hornbre como uno solo y, al hablar de la carne, del cuerpo, del corazón, designaban sus varios aspectos. El hombre es llamado carne y sangre por cuanto es criatura mortal. Se llama alma por cuanto es ser viviente. El alma significa aliento (Gén 2,7 y 7 ,22) y los judíos identificaban fácilmenre el aliento con la vida (Sal 104,29). Además, creían que la vida estaba en la sangre (Lev 17,10-14). El espíritu designa su abertura a Dios. El corazón designa lo interior del hombre, no solamente sus sentimientos, sino su mente y su conciencia. Muy a menudo mi alma debe traducirse: mi persona, mi vida, o yo. La enseñanza de los Sabios
  • 17. r-A ENsEñANZA eiautcn 84 85 86 87 88 34* ciei hombre recibe (Gén 2,7). El espí- ,v Espíritu de Dios 35.* I-A ENSEÑANZA EÍELICA Sin embargo, algunos hacen resaltar las numerosas excepciones a esta retribución: Job 2l y 24;E;cl 7,15- 16; 8,l'1-14 (ver también en 90-92). Sabiduría de Dios y sabiduría del hombre. Los sabios reconocen poco a poco en la Sabiduría de Dios algo que es como distinto de é1, aunque uno con é1: Pro 8,22 y 30. Por rnedio de ella Dios creó el universo (Pro 8,22-30; Sir 24,3-4) y ella reluce en él: Sir 43. Ella asegura el desarrollo del plan de salvación: Sab 10 y Sir 24, 9-29. Sabiduría que supera totalmenre la mente humana (Job 9 y 28; Ecl 3,10) y solamenre se comunica por revelación de Dios (Ba 3,9-29 y 4,1-2; Sir 24,8- I 2 y 23-25). La sabiduría es alirnento sali- do de Ia boca de Dios: Dt 8,3; Pro 9,5; Sir 24,3 y 19; Sal 19,11 y 81 ,t7. Según enseña Jesús (Lc 24,27), toda la Biblia anuncia- ba la resurrección. Con sólo hablar de una Alianza de Dios vivo con el hombre mortal, daba a entender que debe cornpartir con él la vida para siempre: Ex 3,6 y Mc 12,26; Sal 16,1 I;23,6;73,25-26. Pero eso no lo veían los creyentes del Antiguo Testa- .mento, que solamente hablaban de una sobrevivencia triste y fantasmática en el Seol, o Lugar de los Muer- tos: Is 38,18-19; Sal 88,12-13; Sal 115,17-18. La persecución del tiempo de los Macabeos obli-qó e reflexionar sobre la suerte de los mártires y llegó d ser evidente que no habría justicia de Dios si él no los levantara (los resucitara) para una vida feliz en su presencia. Como la cultura hebrea no distinguía cuerpo y alma (ver 83), afirmaron que el honrbre l;ur- giría del polvo, o volvería ¿: tener vida en cl tnomen- to del Juicio: Dn 12,2;2}da7. Pero en ese misrno tiernpo penetró en Israel la cultura grieg&, la cual consideraba en el hombre algo mate- rial, el cuerpo, y el alma (que lo anima), muchas veces distinta del espíritu, que busca la verdad y el bien: I Tes 5,23. Por eso, el último de los libros del Antiguo Testamento, la Sabiduría, afirma que el alma (o el espíritu) del hombre es inmortal y encuentra a Dios en la muerte: Sab 2 y 3. Esta certeza se encon- trará luego en todos los libros del Nuevo Testamento: Mt 10,28; 2 Cor 5,1-8. ento: LA FE DE LOS APOSTOLES Después de hablar tantas veces mediante los profetas, Dios habló una última yez mediante su Hijo (Heb 1,1) cuando llegó la plenitud de los tiempos (Gál 4,4). Jesús es el Hijo único y eterno (Col 1,13-15), el Verbo que es en Dios y es Dios frente al Padre (Jn 1,1; Ap 19,13). El Hijo de Dios se A iiferencia de lt¡s anirnaies, el ¿rlma algo del Espíritu, o soplo Ce Dios ritu es a la .¿ez espíritu del hombre en el hombre (Eci 12,7). El hombre es libre Y resPonsable de sus actos: S ir 15,1 l-21 y 17,3-14. El hombre es pecador desde su nacirniento (Sal 51,7; Job 10 y 13). Este peso del pecado sobre é1 es el resultado del pecado de sus antepasados: él lleva las consecuencias de SuS errores: Gén 3; Jer 31,29;'Lam 5,7; Sal 106,6; Tob 3,3- El mal profundo del hombre es la muerte: Job 14; Ecl 3,18-22;6,1-10; 8,7; Sir 42,9-14. ¿Cómo debe ser la pareja? Se afirma la igualdad del hornbre y de la mujer en el comienzo de la Biblia: ver los comentarios de Gén l -26 y 2.20, Pero eso va en contra de toda la corriente de la cultura hebrea, que es puy machista. La inferioridad de _la qqe_r, reconocida Por la Ley (Dt 24,1; Núm 5,1 1; Lev 27 ,3- 7), es aceptada por los sabios: Ecl 7 ,27 -28. La hacen responsable de los pecados del hombre (Pro 1 ,5-27; y piOen vigitarla: Sir 42,9-12; Sir 25 ,15-26) y la elo- gián por cuanto sirve bien al señor marido: Pro 31,10-3 1; Sir 36,23-26. Solamente el Cantar recono- ce su igualdad en el amor. El trabajo y el esfuerzo del hombre son la condición de su superación: Pro 6,6-11; 27,23-27; Sir 7,15- El trabajo ocupa al hombre (especialmente al esclavo) y lo disciplina: Sir 33,25-28. El trabajo no es todo en la vida: Ecl 2,4-ll; 4,7 -12. En cuanto a las relaciones sociales, el orden social es aceptado con sus distinciones entre ricos y pobres, reyes y súbditos: Ecl 5,7-8;4,1-3; Sir 8,1-3. El rey es respetado como representante de Dios: Pro 16, 10_y 2421. Pero su compañía es peligrosa (Ecl 8,2-4; Sir 13,9-10) y se temen sus caprichos: Sir 16,12'15. Se debe vigilar a los inferiores (Sir 33,25-30) y a los jóvenesl desconfiar de su libertad y educarlos con firmeza: Sir 30,1-13. Para agradar a Dios, el hombre debe ser humilde (Sir 10,6-26), misericordioso (Sir 28,1-7) y debe ser generoso con los pobres (Job'30 y 31; Sir 4, l-10; 29, t - 13). ¿Cómo premia Dios al justo? Los sabios del Antiguo Testarnento no sabían todavía del más allá (Ecl 3,17- 22; 8,7-8; Sir 17 ,27 -30). Por eso, sabiendo que Dios es justo,' Se esforzaban por averiguar ia retribución divina en la presente vida. Dios es justo y no deja a los malos sin castigo (Job 18 y 20). Premia a los suyos, si no con dinero y larga vida (Pro 10,22-30; t 1,20-2L; L3,2L-23), a lo menos dándoles Paz y seguridad. Puede probarlos (Job'36; Sab 3,1-6), Plro al-final les devolverá: Sab 3-5; Sir 1,23; l l ,21-26- La Resurrscción y el rnás allá 90 El Nuevo Tes 10. La persona de 100 Jesús. Jesus y María 101 hizo hombre (Jn 1,14). Jesús, hom-
  • 18. L,r ENseñnNzA eiaucn 102 103 104 105 106 36" bre verdadero y no fantasma de hombre, ni Dios ves- tido de hombre, tomó la condición de esclavo-y rnurió en cruz (Fil 2,6-ll; Gál 4,4). Fuera de su Transfiguración (Lc 9,32) no se manifestó en su humanidad la Gloria que le correspondía como Hijo (Jn 1,14 y 17,5), sino que quiso madurar mediante el sufrimiento, como cualquier hombre (Heb 5,7-8). Desde el comienzo Jesús estuvo consciente de quién era (Lc 2,49 y Heb 10,5). Pero no por eso lo sabía todo (com. de Mc 6,2), y descubrió poco a poco,las exigencias de su misión (com. de Lc 3,21 y Lc 9,3 l). Jesús se ubica en nuestra historia. El Evangelio sitúa su nacirniento (Lc 2,1 y Mt 2,1; Jn 7 ,42); el comienzo de su ministerio público (Lc 3,1-2: 3,22); su muerte en tiempo,del gobernador Pilato y el Sumo Sacerdote Caifás (Jn 1 1,49). Nacido en Belén, se cría en Nazaret (Mt 2,23; Lc 4,16), donde trabaja; no sale para hacer- se discípulo de algún maestro (Jn 7,15). Jesús empieza predicando en las sinagogas (Lc 4,15; Mc L,zl) e inaugurando el Reino de Dios (Mc 1,15 y 110-118). Llega a reunir muchedumbres (Mt 5,1 y 14,14). Después de un tiempo se produce una crisis (Jn 6,66) y Jesús se dedica a formar a sus discípu- los (Mc 9,30) que formarán el núcleo de su Iglesia (Mt 16,16; Lc 22,24-32).Luego, se prepara para su muerte (130-138), que corona su resurrección (ver 140-148). Jesús hacía milagros, igual que los profetas, pero de otra manera que ellos, corno quien tiene autoridad divina (Mc 4,35-38). Habla con autoridad (Mc 2,27; Mt 5,21; 5,28;5,32). Fácilmente se coloca en el lugar que a Dios le corresponde (Mc 2,1-12; Lc 7,36-5O; Mc 8,34-38). Afinna ser una sola cosa con el Padre (Mt 11,26-27; Jn 5,18; 8,58;,10,30; 10,37-38). Jesús se negó habitualmente a que lo llamaran hijo de Dios (Mc 3,1l; 5,7) porque este título se daba tradi- cionalmente a los reyes de Israel (2 Sam 7,141' Sal 89,2-l) y Jesús lo era en forrna muy diferente de ellos. Prefiere llamarse Hijo del Hombre (Mt 26,64) refiriéndose a Daniel 7,13 (ver 65). Pero Pedro pri- rnero (Mt 16,16), y luego la Iglesia reconoció a Jesús como el Hijo de Dios (He 9,2O). Ver 140-145. El Hijo eterno del Padre no llegó del cielo a la humani- dad, sino que nació de un pueblo, Israel, y de unar mujer (Gál 4,4), María, asociada en forma única al designio eterno del Padre (com. de Lc 1,26). El que debía ser recibido por la «virgen de Israel» (Is 7,i+; Sol 3,14; Za 2,14;9,9), nació de una madre virgen (Mt l;18; Lc 1,26 y com. de Mc 6,1).Lafe y el con- sentimiento de María permitieron que se realizara en ella la obra del Espíritu Santo (Lc 1,45). María interviene en el Evangelio: para la santificación de Juan Bautista (Lc 1,39), para que Jesús inicie su to7 115 L1. 108 Jesr¡s proclama 110 e[ Reino de Dios 111 LLz LA ENSENANZA BIBLICA ministerio (Jn 2; Caná), para recibirnos como hijos adoptivos (Jn 19,25). Se habla de ella en el naci- miento y la infancia de Jesús (Lc 2; Mt 2). Dos rex- tos nos obligan a reconocer que su grandeza no está en haber dado la vida a Jesús según la carne, sino en haber sido el modelo de los creyentes (Mc 3,3 1; Lc LL,27). La nombran en el primer núcleo de la Iglesia (He 1,14). Estos son los teitos bíblicos que nos ayudan a expre- sar lo que es María para Diós y para ia Iglesia: ben 3,15; Is 7,14- Cant 4,L2-16; Pro 8,22-31; Jdt 13,18- 20;16' 9-10; Ap 12. Jesús empieza proclamando tiernpos nuevos, anuncia- dos por los profetas, tiempos de la gracia de Dios: Mc l,14; Lc 4,21; Lc 4,L9. Jesús proclama el Reino de Dios (o Reino de los Cie- los: Mt 5,1 y corn. de Mt 6,9). Y sus milagros son signos de que este Reino de Dios ya está entre los hombres (Mr L1,26-27; Lc 17,21), con poder para sanar todos sus males: Mt 9,35. El Reino de Dios significa que Dios ahora se da a conocer como Padre (Mt 6,1; 6,9; 6, 18;...) y debe ser reconocido como tal por sus hijos (Mt 11,26-27). Toda la novedad del Reino está en un conocimiento nuevo de Dios (Jn 4,23), conocimiento del Padre (Jn 7,28-29) y del Hijo (Jn 17,3), borrando la imagen antigua del Dios castigadof (Lc 9,54 y 14,2; Jn 9,3), fuerte con su poder (Mt 11,29; Jn 12,34-35), muy lejos de los hombres (Jn 14,8). El Reino de los Cielos es proclamado primeramente a los pobres (Lc 4,181' 6,20;7,22). Ellos enrran pri- mero (Lc 16,9) y tendrán un papel decisivo en la extensión del Reino: Lc 12,32-34; I Cor 1,26; Stgo 2,5-7. No porque los pobres sean mejores, sino por- que Ia fuerza de Dios se manifiesta mejor en la fla- queza humana (1 Sarn 17; I Cor 1,29; I Ma 3,18; 2 Cor L2,9) y le gusta salvar lo que estaba perdido (Is 49,2;Lc 1,25; 19,10). Rebaja a los orgullosos y llega a los humildes: I c 16,15; I Sam 2,3-8. Es significativo que las primeras promesas del Reino sean para un rey fastuoso (2 Sarn 7,13; I R 8,24), y las últimas para los pobres de Yavé (So 3,12;Za 9,9; Sal 132,15), creyentes oprimidos (Dn 3,30; I Ma 2,7), eiplotados por los ricos y oportunistas (Sal 55; 58; 123,3). Estos acogen mejor el Evangelio (Lc 2,8; HT¿:i;-¿lthe Dios reine no significa que tos hom- bres en adelante lo dejarán actuar: más bien actua- rán con más libertad, liberándose de prejuicios (Mc 7,15; He 10,15 y 34) y leyes (Lc 14,3; Col 2,16), pre- ocupados por hacer fructificar sus talentos (Mt 25,14-30). La salvación de los hombres no se hace desde arriba, 114
  • 19. L- ENSEÑANZA BIBLICA 116 ll7 118 119 L2. Jesús prepara 120 su Iglesia tz1: L22 38* exterminando a los malos (Mt 13,24; 26,53), sino que es cosa sembrada entre los hombres (Mt l3;1; 13,3 1), que crece lentamente (Mc 4,26), Prirnera- rnente en las personas (Mc 4,14; Mt 13,44; Jn 3,3), y luego se hace realidad visible (Mt 5,14; Lc 12,32) que se concreta en la Iglesia (Mt 16,18). LoI contemporáneos de Jesús creían que el Reino empez aría después del Juicio de Dios, que separaría a buenos y malos (Is 1,25-28; 4,2-5; So 1,14; Mal 3,1-?; Mt 3,9-12). Jesús dice que este juicio no es para hoy (Mt 13,32; He I ,7). Sin ernbargo, de{" yu los hombres se juzgan Por Su actitud frente al Evan- gelio (Jn 3,18-20; 12,46). Los pueblos también: Lc 10,13; 14,L9; Mt 23,37. Jesús se presenta en esto como el Enviado del Padre (Jn 6,29; 10,36) y sus apóstoles descubren la relación única que lo une al Padre (Lc l1,l; Mc 1,35; Lc 6,12; Mc 14,37; Jn 4,31-34; 16,32). Jesús dice: Mi Padre (Mt 7,21;10,32; 16,17; Mc 25,34) y el Padre de uste- des (Mt 5,16; 10,20). Nunca dice: nuestro Padre. Para tos judíos la conversión al Reino de Dios signifi- caba a la vez: reconocer que vivían en un tiempo excepcional (Lc 12,54; Mt ll,}L; 12,41), y que de- bían superar la crisis que los dividía (Lc 12,57; 13,5) aceptando esta nueva visión de Dios Padre y de una primacía de la misericordia (Lc 15) y la reconci- liación (Mt 19,23). El pueblo judío, en Su gran mayoría, no Se convirtió a este llamado (Mt 12,45; Lc 13,34) y su fanatis- mo lo llevó a la catástrofe anunciada por Jesús (Mt 21,43: 22,7 ; 23,35-37; Lc 21,23 y 23,28-3 1). La Iglesia (He 9,31) y las Iglesias (Gál 1,22). La lgle- sia de Dios (He 20,28) y las Iglesias de Dios (1 Cor 11,16; I Tes 2,L4), La Iglesia es el pueblo espiritual de Dios. Iglesia significa: la Asarnblea convocada por Dios, o la Asamblea de los elegidos de Dios. Estos son llamados también santos: las Iglesias de los santos ( I Cor 14,33). Para renovar Israel, y luego extender el Reino a las naciones (Mt 10,5; 15,24), Jesús proyecta su Iglesia fundada sobre Pedro (Mt 16,18) y los apóstoles (Mt 10,1). La incredulidad de su pueblo lo lleva a pensar la Iglesia como un nuevo pueblo de Dios, abierto a todJs los pueblos (Mt 8,1Ó; Jn 10; Mt 21,43;22,1i 23,37), €tr que se concretará el Reino (ver cop. de Mt 13,31). A Jesús lo siguen discípulos que creen en él (Lc 6,17; 19,37). Dentro de ellos escoge a quienes quiere (Mc 3, I 3; Jn 15, I 6) para que sean sus apóstoles (Mc 3,16). Fllos serán el núcleo de su Iglesia (Lc 22,28- 30). Jesús les pide rupturas (Mc. 8,34; Lc 9,57) y fidelidad total a su persona (Mt 10,37; Lc 14,25). Jesús les enseña las bases de la convivencia en la123 134 39* 13. El Sacrificio de Jesús 124 131 t32 133 L- ENSEÑANZA gÍaucn Iglesia. El más grande se hará servidor de los demás (Ivlc 10,43; Mt 18,6 y 10). Ninguno se hará Padre, Maestro o Doctor, sino que la. autoridad res- petará la igualdad fundamental de todos y su rela- ción directa a Dios (Mt 23,8). La Ley suprema será el amor (Jn 13,34-35 y 15,12-14). El amor se mani- festará priméramente 'en el perdón (Mt 18,2 I y 23) y la preocupación por unir (Jn 17,21). Las decisio- nes de la Iglesia serán ratificadas por Dios (Mt 16, 19 y 18,18). El crecimiento del Reino dentro de un rnundo que rechaza la luz es fuente de conflictos y traerá perse- cuciones a Ia Iglesia (Lc 12,49-53; Jn 15,18-25; tv{c 13,13 Mt 5,11; Ap 12,13-18). -Una primera crisis se producirá con la destrucción de la nación judía (Mc 13,5-23; 13,28-3 1). Ver com. de Mt 24. Otras crisis seguirán hasta la última que verá la nuelta de Cristo y el Juicio: Mt 16,27; He 3,21; l Tes 4,16; Mc 13,24- 27; 2 Tes 2; Ap 19,1 l-21;20,7 . La muerte de Jesús no es un accidente en su vida (Heb 10,5). Desde el comienzo, él se preparó para enfren- tarla (Mt 24,28; Jn 1 1,9; 12,27). La anunció reperi- das veces (Mc 8,31; 9,9 9,30; L0,32; Lc 13,31). Se hizo totalrnente responsable de ella (Jn 10,28-30; 19,30), sabiendo que esta Hona era la de su triunfo (Jn 7 ,6-8; 12,31; 17,1 -2). , El sacrificio de Jesús es corno una segunda revelación de la justicia de Dios (Rom 3,25-26), que viene a completar la del Antiguo Testamenro. El Dios casti- gador echaba fuera a los pecadores (Gén 3,22-23); Dios hecho hombre sana a los malos aceptando que lo rechacen (Jn 1,1 1; Mt 2l',37). El Dios libertador dernostraba su soberanía (Ex 15; Dn 4 y 5); Jesús escoge el último lugar para salvar (Mt 20,28). Los que fueron víctimas de la sociedad son los .que después de muertos tienen mayor poder para inquie- tarnos; Jesús escoge el último lugar (Fil 2,8) para después llevar al arrepentimiento a la sociedad que lo condení (Za 12,10; Jn 19,37; Ap 1,7) y, con eso, arae a todos hacia él (Jn 12,32). Desde los orígenes de la humanidad los hombres ofre- cían sacrificios. El holocausto (eso es víctima total- mente quemada) expresaba la total sumisión a Dios: Lev 1,1; 1 Sam' 15,22; Sal 51,18; Heb 10,6-7. La sangre derramada expiaba los pecados (Lev 5; 17,11; Heb 9,22). Las víctimas que se comÍan en un banquete de comunión hacían beñeficiar a los partici- i pantés de Ia santidad divina (1 Cor 10,18). El sacrifi- cio del cordero renovaba la alianza de Dios con los suyos (Ex 12; Sal 50,5)" La muerte y resurrección de Jesús constituyen el nuevo y definitivo sacrificio que reemplaza a todos los demás (Heb 7,27; 9,25). Por eso, Jesús es llamado
  • 20. LA ENsEñANZA eieucn 135 136 137 14. La Resurrección. Jesús Señor de la Historia 40* Cordero de Dios (Jn 1,29). Su sacrificio se identifi- ca con la Pascua Nueva (Pascua significa: Paso) que lleva a la existencia santa y definiuiva (Lc 12,50; 22,16; Rom 6,4; 1 Cor 5,7, com. Mc 15,16). El sacrificio de Jesús le permitió alcanzar su perfección y recibir las dotes que hacen de él el Jefe y la Cabeza de la humanidad (Is 53,1 1- 12;He 2,33; Heb 2,lO; 5,7) (ver 203). Su muerle dolorosa con efusión de sangre consigue el perdón de los pecados de toda la humanidad (Is 53;10; Mt 26,28; Rom 3,2L; 5,9; 5,19; 8,3), nos reconcilia con Dios (Rom 5,10; 5,2O; 2 Cor 5,L7', Col l,zl), nos rescata (1 Pe 1,18), nos da la liber- tad (Rom 7,4; Ef 1,17), inicia un proceso que lleva a la solución de todas las contradicciones que hay en el universo (Rom 8,19; Ef 2,16; Col 1,20). El sacrificio de Cristo nos manifiesta ei amor de Dios, que es tanto generosidad del Padre (Rom 8,3; Jn 3,16; I Jn 4, l0) corno obediencia del Hijo (Mc 14,36; Rom 5,6; I Jn 3,16). En el corazón abierto de Jesús (Jn 19,34) contemplamos el secreto del amor de Dios, que quiso deslumbrarnos con su capa- cidad de entregarse totalmente para restaurar la con- ftanza en su creatura perdida (Rom 5,8). La muerte y la resurrección de Jesús nos enseñan el sentido de nuestra propia vida: el que sacrifica su vida la lleva al nuevo nacimiento (Lc 17,33; Jn 12,24-26; 16,21; 17,9). Nos indican las exigencias del amor verdadero (Jn 15,13) y del apostolado (2 Cor 6,3-10; 12,14) y el valor de nuestras pruebas (Jn 15,2; 2 Cor 12,9-t 0). Jesús ha resucitado, conforrne lo había dicho (Mc 9,9- l0I conforme a Ias Escrituras (Lc 24,25-27; I Cor 15,4; He 2,30). Las manifestaciones de Jesús resucita- do en Jerusalén y en Galilea: Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20 y 2L; I Cor 15-5-8. La Resurrección tiene dos senüdos: Jesús ha vuelto a la vida (Lc 24,5; He 2,24) y Jesús ha sido glorifica- do, o exaltado (Jn 17,l; He 2,33: 3,13). La última manifestación de Jesús (o Ascensión) expresa este segundo aspecto de la resurrección (Mt 28,17.20' Lc 24,50; He 1,9). Al resucitar Jesús, su humanidad acabó de ser transfor- mada por las energías divinas, recibiendo en pleni¡ tud la vida que el Padre comunica a su Hijo (Jn l,l4; l-7,1; He 2,32; Rom 1,3). Jesús ahora es reco- nocido corno Hijo de Dios. Siendo el Hijo resplan- dor del Padre (Heb 1,1), Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, es en este universo creado, la manifestación del Dios Invisible (Jn 14,9; Col I,l5). En él se cum- plen las promesas del Antiguo.Testamento (Mt 12,4L-42; 23,35,-36; Jn 8,56; Ap 5. El es, ahora en cuanto hombre, la cabeza de toda la creación (Col 47" 15. La Nueva Creación -eldon del Espíritu , el Misterio de la Reconciliación 742 143 145 rs0 I-A ENSEÑANZA AÍEUCA 1, l8), superior a toda criatura, material o espiritual (Heb 1,4-14). Jesús ha salido de Dios (Jn 13,3 ; L6,27; 1.7,g) y vuelve al Padre por su muerte y resurrección (Jn l6pg) para q-ug llegue_1 sy pgrfgcción la relación filial que l,o'une al Padre (He 2,33; Rom 1,4). para expresar su fe en Jesús, Hrjo de Dios hecho hombre, un solo Dios con el Padre, la Iglesia lo llama Señor. De los dos nom- brgs que designa_ban a Dios, Dios y señor, reservó el prirnerg pala el Padre, y el segundo para Cristo (ver Rom 10,9;-Fil l,1l; com. de Jn !1,2; 13,2;2O,2). Jesús reemplaza-la lsura del Dios-sorrero por-la del Dios-comunió¡. comunión enrre el padre y el Hrjo (Jn 1,1; 1,18; com. de Jn 5,19;'Mt Ll,Z6; jn 1332; L7>. cornunión en el Espíritu santo (Jn 14,16; l5,z¿).' La Iglesia de los Apóstoles bautiza en el nombre únióo del Padre, del l-{ij"_y del Espíritu sanro (Mt zg,l9) y reconoce un solo Dios con tres Personas divinas, ál gye llamarnos santísima Trinidad: l cor 6, l1; 12,4;2 Cor 13,14; Ap l. Jesús resucitado es añora señor de ra Historia: es decil qug domin a_ y dirige las fuerzas materiales y espirituales, visibles e invisibles que plasman nues- tra historia: Jn 12,31i ap l,l8; 6; Co[ l,1g 2,1O; y com. de Mc 16,9. Pablo muestra a Cristo superior á las Fuerzas celestiales gue, en aquel tiempo, eran consideradas dueñas del destino y de la hi§toria de los hombres (Ef 1,10; 1,29; Col 11,6). Este dominio de Cristo.signifi-ca_que Ia hurnanidad ha llegado a su mayoría de edad (Gal 4,3-5). En adelante la salvación se hace por el Nombre de Jesús, o sea, por el po9_er divino (Fil 2,9- l0) que irradia de su persona (He 4,3O; I J Z,l2; com. de Mc 16, l7). Toda obra salvadora proviene al mismo tiempo de cristg y del Espíritu ( I cor Lz,4-6;2 Cor 3,16- 17) y_e_s -arribuida a cristo señor o a su Espíri- tu (Jn 6,35-36;'7,38-39; Mc 9,38; Lc 11,20; Ef'4,7; I Cor 12,7). Jesús no vino solamente para reparar los pecados de los hombres, sino para rehacer nueya Ia creación (Jn 5,20). Esta nueva creación se realiza mediante el don del Espíritu Santo (l Cor 15,45). Esra obra significa antes que nada una resurrección de Ias personas y una reconciliación universal (Jn 5,21). La violación del sábado por Jesús (Mc 2,zg y Jn 5,zg) y el reemplazo del sábado por eI domingo (ver com. de He 2o,7) significa una voluntad de reordenar la primera creación en seis días (Jn 5,17 y com. de Gén ?,3; Ap 3.1_a) Cfryp_liendo lo anunciado por los pro- fetas (Is 25,6-10; 32,15-20:' 65,17-19:. Ez 37; 47,1- l2). La muerte de Jesús expresa la muerte de todo lo anterior a él (2 Cor 5,14; Gál 2,19). Se perdonan los pecados (Rom 6,10; Heb 9,28). caducan-las leyes 151
  • 21. I-A ENSEÑANZA BÍBLICA t52 153 1,54 155 42* y formas de religiól enseñadas -pPr la misma Biblia (Ro* 7,4; Gál 4,5;5,4-6; Col 2,16)' Se niegan iodas las distincio-ne; de sexo, de clase y de nación-Gál 3,28;6,15; l Cor 12,13; col 3,11)- somos criaturas nuevas (2 Cor 5,1,7; Gál 6,15; Col 1,15; Ef 2,10; 2,15), que tienden a una perfecta semej'aniucon Dios Padre (Ef 4,24; Col 3,10). Esta nueva creación debe abarcar todo el universo: Rom 8,18-25. En forma especial, la nueva creación signiñca una abo- lición ae ias leyes del Antiguo Testamento- Estas no era" *ai qu; la sombra dé las realidades definiti- vas (Coi Z ,Li; Heb 8,5; 10,1; Mt 11,13) -qu9^e-Tqi:- zan con cristo. contar con la circuncisión (Gál-S?=; 6,12) o con las otras prácticas de [a Ley (Col 2,16', Rom 14,1 4-20) es volver atrás y renegar de la gracia de Dios (Cot 2,20; Gát 2,18)' ql qge- qli-ele-s:I justo .on Iracticas y méritos (Lc 18,9; Fil 3,7-9) ii"ra" fa ¡u'sticia y santidad verdaderas, don de Dios én Cristo: Cot 2,ll; Fil 3,9 - La nueva creación se realz'.amediante el don del E_spí- ritu santo que da vida (sal 104,30; Jn 6,63; Rom g,Z). d;to¡ficación de jesús debía_preceder el don ¿Lr' esfiiiru (Jn 7 ,37 -39; H9 2,32-33; Jn 16,7)' -El E;pfrir:" nos'hace libres (Gát 4,7; 5,13-18). Nos comunr.u "1-perdón de los pecados (Jn 2A,22; 1 CoI 6,1 1). Nos ñu." hijos (Róm 8,14- l7). Nos da el conocimiento de los -designios misteriosos de Dios ( I Cor 2,L-O-12', I Jn 2,20t. Las comunicaciones del Espírii., .n la Iglesia son p_rimicias (Rom 8,23) y garantla (Ef t, i4; 2 Cor l-22; 5,5) de nuestra total transformacién por él en el mundo venidero ( 1 Jn 3,2-3; Rom 8,18)- La nueya creación no conoce la muerte, consecuen- cia del pácado (Rqm 5,1?i Ap 20,15; 2l). Es cierto que una parte de nosotros llamada hombre exterior (2 Óo, 4, 16t ; hombre viejo -(B-o* 6,6; Ef 4,22; Col 3,9) o "í*" Q Cor 4,1t; Gál 6,8; Rom 8'3) slq"' caminando hacia la rnuerte (Rom 8,10; 2 Cor 5,16; 13,4; I P 3,18), Pero el hombre interior (Rom 7,22; Ef'¡,f Ol es ,idu por participar del Espíritu (Rom 8,10- I 1). Jesis resucitado es er.que nos comunica las fuerzas de resurre."iOn (Jn 5 ,25: Cot 2,12;3,1; Rom 512l-1'-616-: -S,+i V el que nos resucitará (Jn 5,28;6,39-58; LL,25; Rom 8,10-11; Fil 3,20)- Ahoia bien, da a conocer el Misterio (Ef 3,3 Ap 102: , o sea, el plan asombroso qye - guard-ubu secreto (Ef 3,9;Rom ^16,25; Cot 1,26). Tgda su obra de creación, de salvación y de santificación tenía p-ol fin la ala' banza de ,rr-gracia y generosidad (Ef 1,6; 1,12)- Todo lo teníu á"posita¿o en su Hrjo Amado (Ef 1-,1- 6) y por él Io relibpn todos los hombres. Todos los 43" 16. rs6 161 162 t- ENSEÑANZA AÍEUCN pueblos son llarnados a ser un solo cuerpo en él (Ef 1,22; 3,5-6) y por él entran a comparrir la misma Gloria de Dios (Col 1,27; Ef 2,6). Este plan empeza- ba con la salvación de Israel (Rom I 1,25) y se extiende al universo entero (Col 1,27) Este Misterio exige una reconciliación universal en un universo dividido por la naturaleza, los prejuicios y el pecado (Ef 2,14-16; ver 151: distinciones). El ministerio de los apóstoles es de proclamar y exten- der esta reconciliación (2 Cor 5,20-21; Rom 15,16) ya anunciada por Jesús (Lc 4,19); el culto propio del Nuevo Testamento consiste en llevar a cabo esta reconciliación (Rom 15, l 6). En esta obra Jesús aparece como'el Mediador único entre Dios y los hombres (1 Ti 2,5; Heb 9,15; 12,24), siendo el que intercede por ellos (Heb 2,17-18; 4,15- 16) y les consigue Ios bienes propios de la Nueva' Alianza (He 13,34; Heb 9,11; 10,20). Entramos a la nueva creación por don de Dios (Mt Ll,Z7; Jn 6,43; Ef 2,8). Este paso decisivo (Col l,12-13), esra salvación nuestra (1 P 1,9-10), no es el premio de nuestros méritos y obras buenas (Rom 4; Fil 3,4-6), sino que se da mediante la fe (Rom 3,21; Fil 3,9). Según Juan, creer es reconocer al Enviado de Dios (Jn 5,38; 6,29). Es reconocer que Dios nos ama primero y nos perdona (1 Jn 4,10; Jn 2,L6). Es aceptar que Dios nos transfonne y nos divinice (Jn 12,42-45). Es reconocer que Jesús es el Cristo (1 Jn 2,22-29; S-l); o sea, el Hijo Unico que ha salido de Dios y vuelve a Dios (Jn 6,62). Según Pedro y Paülo, creer es reconocer el amor de Dios, que entregó a su Hijo por los pecadores (Rom 5,24-25; Gál 3,1). Es confesar que Dios lo ha resucitado de entre los muertos (Rom 4,23; 10,9) y Io hizo Señor (He 2,36; I Cor 12,3; Fil 2-ll). Es reco- nocer que todas las promesas de Dios se han cumpli- do en él (2 Cor 1,20). La fe que salva se apoya en el testimonio de las Escri- turas (He 17,3; 18,28; Rom L6,26;2 P 1,19), pero también es descubrimiento de una palabra que Dios nos dice hoy (Heb 1,1 y corn. de Mc 11,29). Los con- temporáneos de Jesús tuvieron que reconocer a este Enviado mediante signos que él mostraba (Jn 6,26; lA32; 15,24). Luego, se apoyaron en el testimonio y los signos que presentaban los apóstoles (Mc 16,17; He 8,7; I Tes 1,5). La fe nunca se lirnita a aceptar creencias, sino que renoce el designio de Dios (Vtt 11,16-24: Lc 7,30) a través de los acontecimientos actuales (Lc 12,56; 19,4) y las voces proféticas de la Iglesia (Ef 3,5; I Tes 5,19). La fe nos lleva a incorporarnos al pueblo de Dios (Ef 2,19-22) mediante el bautismo (Mt 28,19; Mc 16,16; Col 2,ll- 13). La Salvación por Ia fe
  • 22. LA ENSEÑANZA BIBLICA 165 44" La fe nos consigue un estado de santidad llamadg Por la Biblia justfcia o justificación (ver co-m' de Rom 1,16; .up?tulos 4-8 ¿" Romanos; 'l Jn 2,1-6). N9t hace gratos a Dios, reconciliados con é1 (Rom 5 ,l'2) y llevá*"t la semeianzadivina (Rom 8,28; Col 3,10; bt q,zq. La fe nós introduce al Reino de su Hij-o tCof 't,t¡), eD el cual recibimos uIIa Pl11?ra comuni- cación det Espíritu (Ef l,l3; 2 Cor 1,22) (ver tam- bién 153-154). Jesús prepara su Iglesia: ver L2O't24' f-a fgflsii no proc-ede de una voluntad humana, sino de - gl designio eterno de Dios, y en ella se concreta el Misterió, o sea (Ef 3,5) el plan salvador de Dios que reúne a iodos los hombrés bajo una sola cabeza' Crirto (Ef 1,5-12; L,22). Por eso, la lglesia, es santa, porque su destino depende Tát de los designios del ira¿ie que de la iniciativa de los hombres. Cristo, ul d* lot pasos que llevan a su fundación; no actúa por su toiu inicñtiva, sino q99 :9 deja g-u¡1t poitas in¿icaciones del Padre (Jn 135-5 1; Mt 16'18; L" 6,L2; He 1,7; Jn 17 ,6; 17 ,9-12)' Las lBlesias de crisio (Filem 16). La Iglesia esrá somerida a Cristo, que la amó y se entrygó por ella (Ef 5,24-25: Jn il,lg). La Iglesia de Dlot qg" él se adquirió por.su própiá sangrér H9 20,28. L{Slesia es su espg:a (J! ,zb; Ef s|l; Mt 22,2;2 cór 11,1; AP 21,2) Y el cuerpo (col L,24;1 Cor 12,12) delque.es cabeza- La Igle3iu nuce el día de penrecostés (He 2) a consecuen- ciá de la efusión del Espíritu prornetido (ver 150)' La proclamación por 1o1 apóitoles de la fe en Jesús - ,átucitado acompaña la-efusión del Espírii" gn 1 5,26-27 He 1,7:8) para constituir la Iglesia (He 2,L4-39; t Tes 1,5). La integran todos aquellos que "í"uchan el llamado a la conversión y creen que recibirán el perdón de sus pecados (He 2,38) y-el don det Espíritu iu" 2,39) mediante la fe en el poder sal- vador áe Jesús y el bautismo (ver 181)' La Iglesia está t rnAaaa sobre Pedro y lgs apóstoles (Mt ló18; 10,1).La fe de la Iglesia se conforrna a la de los ¿p"ttoles'(Í Cor 15,11; 2 Pe l,16-21)- Pertenecen a la Illesia quienes aceptan el testimonio de los apóstoles y d; rur *"esores (in l7 ,20; 2O,2!)-V .s9l reconocidos por ellos (1 Cor 14,38;2 Cor 10,6; 13,10). Pstaryos gn comunión cqn Dios estando en comunión Óon que sus deciiioles_no-prle9.* oponerse al plan divino (Mt 16,19; 18,18; I-c 10,16), a Pe¡g-d? gYe e-s palelle q,r" ellós fallan de rnil manerai (Gál 2,l; He 15,37; it,ZO). La lglesla será p_al1 la eternidad lo que la hicieron los afrstotes (Lc 22,30', Ap 21,-14)' La lglesi.a "s .rnu comunión (He 2,4; Heb 13,16)' La comunión que existe entre los bautizados Y las Perso- nas divinai tZ Cor 13,13; 1 Cor 1,9; 10,16) origina 17. La Iglesia de Dios t70 17L t72 173 t74 1^75 L76 45" 18. t77 180 181 182 I-A ENSEÑANZA EÍEUCN una comunión entre ellos mismos (1 Jn L,7). Comu- nión tanto en lo espiritual (He 2,42; Fil 1,5 ; 2,1) como en lo rnaterial (Rom 15,27; Gál 6,6). La Iglesia es la presencia en nuestro mundo de la Ver- dad divina (1 Tim 3,15). Es la manifestación del amor de Dios (1 Cor L,26;2 Cor 4,7) y, a pesar de la debilidad de sus miembros, es un signo de la presen- cia salvadora de Dios (2 Cor 4) y él le da su fuerza (Ap 2,8;3,8). La Iglesia es una comunión de creyentes en la cual Dios se hace presente (ver com. de Mt 16, 18), y por eso decimos que es sacramento de Dios (ver com. de Mt 18,11). Varios ritos de la Iglesia, que llarna- mos sacramentos, nos vienen de Cristo y sus apósto- les; expresan y hacen presente la acción salvadora de Dios. El Bautismo con el agua y el Espíritu Santo (Jn 3,5), con el Espíritu y el fuego (Mt 3,1 I ), con el agua junto con la palabra (Ef 5,26), e tr el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Sanro (Mt 28,19), en el nombre del Señor Jesús (He 2,38; 8,16). El bautis- mo para los muertos ( I Cor 15,29). El bautismo y los bautismos (Heb 6,2 y com. Lc 3 ,7). Se bautiza al que cree (Mc 16,16) para que reciba el perdón de los pecados (He 2,38; 22,16). El bautismo significa la muerte a un pasado de pecado (Rom 6,3- 9) y la entrada a una vida resucitada (Rom 6,4; Col 2,ll-LZ). Es una purificación interior ( I Pe 1,22) por la sangre de Cristo (1 Pe 1,2). Es un nacer de nuevo, de arriba (Jn 3,8), un nacer del Espíritu (Jn 3,6; Col 2,12). El único bautismo de la única fe nos reúne en un solo cuerpo ( 1 Cor 12,13). El bautismo nos intro- duce a la vida «en Cristo>>, la vida cristiana (Fil 4,1...) (ver 200).. La imposición de las manos para confirmar el bautis- mo y recibir los dones del Espíritu (He 8,14; 19,6), rito que no puede conferir cualquier ministro (He 8,1+17). Ver también Heb 6,2. El poder de perdonar los pecados: ver com. de Stgo 5,16.'El bautizado debe temer el decaimiento de laÍe y la perdida de la esperanza, con los cuales ya no hay deseo ni posibilidad de recibir otra vez el perdón de los pecados (Lc 13,7-9; Heb 6,4-8; 12-15). Este es el pecado que lleva a la muerte (1 Jn 5,16).La Iglesia puede excluir al pecador si no se enmienda (Mr 18,1'l', L Cor 5,11-13). Puede pedir a Dios que lo lleve a escarmiento con castigos en su cuerpo ( I Cor 5,4-5; Ap 2,22). La unción de los enfermos practicada por los misione- ros de Jesús (Lc 10,1) y encargada a los presbíteros de la Iglesia (Stgo 5,14). Lia imposición de las manos para consagrar a los ministros de la Iglesia (l Tim 4,14;5,22;2 Tim 1,6). Los sacramentos de Ia Iglesia
  • 23. r-A ENseñnNzA aieucn L87 189 46* El matrimonio de los cristianos tiene exigencias pro- pias (1 Cor 7,10-12 y com. de I Cor ll,2 y de-1 Pe 3,1) y tiene valor de sacrarnento, pbr ser una figura y presencia de la unión de Cristo con la Iglesia (Ef 5,22-23). La Eucaristía, o Cena del Señor ( 1 Cor t 1,20), o frac- ción del pan (He 2,42; 2O,7; 1 Cor 10,16). Ver comentarios de la promesa de la Eucaristía (Jn 6,22- 58), de su institución (Mc L4,12;1 Cor 11,23). Algunos textos del Antiguo Testamento figuran de ante- mano y aclaran el sentido de los sacramentos. En forma miís especial: el bautismo (Gén 6-7; Ex 14-15; Jos 3; 2 R 5; Is Lz,l; 55,l; h 13,1 ; Ez 36,25; Ez 47 ,l), la eucaristía (Ex 12; 16;1 R 19,5; Gén 14,14: Mat 1,11), el rnatrimonio (Gén 1,26;2,L8;Tob 8,4--7; Cantar). El Espíritu Santo (ver 143 y L44) que procede del Padre (Jn L4,16; L5,26; 16,tr5) y es enviado por el Hijo (Jn 14,16; 15,26; 16,7), Espíritu de Dios (1 Cor z,ll; 7,40; L Jn 4,2) y Espíritu de Jesús (He 8,39; 13, L6; 2 Cor 3,17; Gál 4,6; Ap 3,1). Ya antes de Cristo se hablaba del Espíritu de Yavé, fuerza sobrenatural que revestía a los libertadores (Jue 6,34; 11,29; 14,6), a los profetas (Núrn 11,25; Ez37), a los artistas (Ex 31,3) y a los sabios (Sab 1). Fuerza activa en la creación (Gén 1,2; Sal 104,30; y com. de Jn 7,37). A consecuencia de la glorificación de Jesús, el Espíritu es comunicado a los creyentes (Jn 7 ,39. Ver 153 y He 9,17; L9,2; Rom 5,5; Gál 3,2:Ef 1,3; I Jn 3,24). Lo reciben al entrar a la Iglesia, rnediante el rito de la imposición de las manos (He 8,15; 19,6) que acom- paña nolmalrnente el bautismo (He 2,38; Ti 3,5; Jn 3,5). Pero Dios puede hacer excepciones y no está atado a los sacramentos (He 10,45). El Espíritu se comunica a cada cual según la medida del don de Cristo (Rom 12,3; Ef 4,7 i Heb 2,4) y mani- fiesta su presencia con dones diversos ( I Cor 12,3; 12,7-ll; Gál 3,5; Fil [,19). Estos dones del Espíritu hacen de nosotros miembros de un mismo cuerpo diversificado (Rom 12,5-8) y organizado (Ef 4,16). Los dones espirituales (se usa -á menudo la palabra carisma, que significa don: 1 Cor 1,7;7,7; L2,31; I Pe 4,10) son para bien de la comunidad (l Cor L+,1- 6: 14-19; 14,32). Por eso, merecen ser llamados tam- bién servicios (o ministerios), y obras (Rom 12,'7; I Cor 12,5). Aun sabiendo que los dones.y ministerios valen por cuanto fomenlan el amor verdadero y la comunión (t Cor L2,31; Ef 4,3), los ministerios más importantes son los ministerios. apostólicos: fundado- res y responsables de Iglesias (1 Cor 12,28; Ef 4,1l). En cuanto a los ministerios de gobierno, ver com. de He 14,2L. Se nombran los apóstoles, no solamente los Doce, sino 'algunos más ( I Cor 1,1; 9,1-6). Los L9. El Espíritu en la Iglesia. Carismas y Ministerios 190 19L t92 193 19s 47? 2A. El Espíritu yIa Espiritualidad cristiana I-A ENSEÑANZA BÍBLICA Plofetas (l Cor 12,28; Ef 2,)A:3,5; 4,20; Ap 11,10; 16,6; 18,?9). Muy posiblemenre Apolo era piofeta, y tarnbién Tirnoreo y Tito (ver com. de He t t,t9; r3,í; 15,32; I Tes 5,19; Heb 7,1; l Tim 4,14;2 Tim t,6). Los obispos (o sea, inspectores), elementos activos de los consejos de presbíteros (He zo,zg; Fil 1,1; I Tirn 3,1; Tit L,7). Los presbíteros (esro es, ancia- nos): He 11,30; 14,23; L5,Z-23; 2L,L8; I Tim 5,19; Tit 1,5; Stgo 5,14; l Pe 5,1. Los diáconos: Fil 1,1; í Tirn 3,1 y com. de He 6. Los dones espirituales, por diversos que sean, vienen de Cristo, cabeza única, y deben ordénarse con miras a la unidad del- cuerpo que va creciend,o: Jn 17 ,zl; Ef 2,L8; 2,22; 4,3 ; 4,12-13. 196 2Ar 202 La vida cristiana era llarnada antiguamente el camino (He 9,2; 19,9; 16,17:, 18,25 ; Z Pe 2,2) y no se apoya en mandamienros especiales (He l5,lg). e ta punio que Pablo relaciona las exigencias de la moral sexual con la fe en Cristo y no con alguna ley ( I Cor 6, 1; 1 Tes 4,2). Los cristianos de fórrnacién'judía hablaron a veces como si Jesús hubiera confirñrado la T-ey del Antiguo Testamenro (Stgo l,Z5; Z,l2; 4,lL). Pero habitualmente enrendieron que la nueva Ley proclamada por Jesús (corn. de Mi5,17) reem- qly_aba a Ia Ley del Anriguo Tesrarnenro (Mt 5,zz; 5,28...). El mandamiento único del amor (Mt 22,39) sustituyg 1 los numerosos precepros de la L.y de Moisés (Mr 22,40;Rom 13,8; Gál S,t+). Pero también se nos dice que Cristo nos liberó de toda Luy hgmana_ (y no solamenre de Ia Ley judía): Rom 7,4; Gál 4,5; Ef 2,15. Comprendarnos, pues,-que al hablar de Ley de cristo, sé le da otro ientidó a Ia palabra ley (Rom 2,27; 8,2).No valorizamos derna- siado el esfuemo del hombre por cumplir Ia ley (Mc 10,21; 1A,27; Gál 2,16;3,5), sino que debemoi invi- tarlo J gue ¡e deje guiar por el Eipíritu (Lc 10,33; Rom 8,14; Gál 5,16) que sólo transforrna el corazón (Ez 39,25; 89* 2:29) y hace posible el cumplirnien- to de la ley (Rom 8,4). La entrada a la Iglesia (ver L92) hace de nosotros cria- turas nuevas (2 Cor 5,L7; Gál 6,15; Ef 4,24). Recreados en el Hijo (Ef 2,10), hijos del padre (Rom 8,15; Jn 1,13), ya én la presente rida se nos "o*uni-gu gl trspíritu (Rom 12,11; Gál 4,6) como un anricipo de lo que será la vida definitiva y sanra en el cieto (Rom 8,1 I ; 8,23; Ef 1,14). En adelante, estarnos en comunión con las Tres Personas divinas (Jn 14-17 I Jn 1,3; 3,21-24:4,15). La vida cristiana supone la cooperación constante del hombre con Dios, que actúa en él mediante el Espí- ritu. Hemos muerto al pecado (RoE 6,11) y debembs hacer morir las obras de la <<c&rre>> (Rom 8,13). Hemos sido renovados y debemos andar por caminós
  • 24. r.-A ENsEñaxzn sielrcA 20s 2L. La' Fe y la Esperanza 2ro 2t1 212 4g* nuevos (Rom 7,6). Hemos sido hechos justos y- san- tos (Rom 6,2; 1 Cor 6,1 1) y debemos andar como santos (Rom 6,13; 6, 19; Gál 5,25).'Fuimos liberados (Rom 6,14; 8,2) y debemos liberarnos (1 Cor 7,L5; 7,23). Se nos dio el amor de Dios (Rom 5,5; Jn L7 ,26) y debemos perseverar y progresar en el amor (Jn 15,9; 1 Cor 16,14; Fil 1,9; I Tes 3,12). La vida nueva del cristiano se va vigorizando con la participación en la eucaristía (Jn 6,48-58), con las obras buenas (Stgo 2,14-28;1Jn 3,18;2 Tes 1,11; Tit 2,L4;3,8; Heb 10,24;2 Pe 1,10), con la oración (ver 230). Es fuente de alegría (Jn 16,24; He L3,52; Rom L4,t'7;2 Cor'7,4; Gát; 5,22; I Tes 1,6; I Pe 1,8), de libertad (Jn 8,32;8,36;2 Cor 3,17; Gál 5,1; 2 Tim 1,7; I Pe 2,L6), de paz (2 Cor 13,4; Gál 5,22; Ef 6,23) y de acción de gracias (R.om i"i,6; Ef 5,20; Col 3,17; I Tes 5,18). Obra, con la perseverancia (I-c 8,15;21,19; Rom 2,'7i 5,3; Col 1,11; Heb 10,36; Stgo 1,4), una transformación de todo el ser (Rom 12,2: I Tes 5,23) haciéndolo capaz de tratar con Dios como hüo (Rom 8,15-17; 1 Jn 4,17-L8) y de ser pie- dra viva del edificio espiritual (Ef 2,22; I Pe 2,5). La vida cristiana se manifiesta antes que nada por tres fuerzas que solemos llamar virtudes teológicas, o sea, procedentes de Dios y orientadas hacia é1, que son la fe, la esperanza y el arnor: I Cor 13,13; Gál 5,5-6; Ef 1,15-16; Col 1,4-5; 1 Tes 1,3; 5,8. La fe designa: 1) el acto de fe que, en la nos consigue la santidad o justicia propia no (ver 165). 2) El don de fe, que consigue los Stgo 1,5; Mc LL,2O-24 y com.; 3) La primera de las virtudes teológicas (ver 205 y ZLL), nacida del primer acto de fe. La fe del cristiano sigue siendo sumisión a Ia Palabra de Dios (Jn L2,44-46; Rom 10,[4; 2 Tim 3,15;4,3), recibida de los profetas y de Cristo mediante el testi- monio de los apóstoles (ver 163). Acepta sin añadir ni recortar (Dt 4,2; Ap 22,18) toda la doctrina de fe (Ti l,l3; 3,10-11) que guarda la Iglesia como Tradición de los apóstoles: 1 Tim 4,6;2 Tim 2,8;3,L4. EI cristiano tiene la misma actitud de fe de los creyen- tes del Antiguo Testamento (Rom 4,23-25; Heb ld). Pero ahora nos han llegado las palabras definitivas (Heb 1,1-2; Jn 3,3 l:4,26) en la persona del que es La Palabra de Dios (Jn 1,1; 1,18; Heb 2,2-3) (ver L52). En la persona de Jesús, Dios nos habla sin parábolas ni figuras (Jn 16,25-29). L-a fe actria mediante eI amor (Gál 5,6) y se demuestra con las obras del arnor (Stgo 2,14;1 Cor 13,13). I-a fe debe crecer (2 Cor 10,1 5; 2 P 3, 18) junto con el conoci- miento de Dios. Junto con el arnor, la fe es actitud pro- pia del que üve en la luz (Rom L3,12; Ef 5,8; Col t,L2; conversión, del cristia- I Cor 13,2; 49." 215 216 217 r-A ENSEÑaNZA eial-lcn L Jn L,7;2,9) y es una luz para el mundo (l Tes 5,5). La esperanza nace de Ia fe en las promesas de Dios (Ef 3,5-10; Heb 3,L4:'6,11-ZA: l P 5,9). Esperarnos lo q.ue no vemos (Rom 8,4; Heb 11,1) y que ni siquiera nos habríamos atrevido a pensar ( 1 Cór 2,9; 2 P 1,4). Creemos que Dios es fiel (ver 40-44). Con- f,ramos en Dios, que puede mantenernos en la fe y el amor (Fil 2,12;1 Tes 5,23;2 Tes 3,3; I Cor 1,8)- La esperanza significa perseverancia y constancia en las pmebas (ver 204 y 2L7). Israel esperaba de Dios prosperidad en su Tierra (ver 42) y Reino de justicia (ver 56 y 62). Al proclamar el Reino, Jesús recuerda que nuestra esperanza es algo colectivo (Mt 22; Lc 22,28-30; Mt 25,31-40), peio destaca el aspecto personal de la salvación (t"tt 10,28: t0,32), desarrollando la fe en Ia Resurrección (ver 92-93). Esperamos compartir la Gloria de Dios. Seremos semejantes a Dios, porque lo veremos (1 Jn 3,2). Resucitaremos juntos ( 1 Cor 15,23) para ver a Dios (1 cor 13,12) y formar un solo cuerpo en cristo (Ef 2,16-22). En Dios solo encontraremos nuestra felici- dad (Mt 25,21; Ap 21,6), y la humanidad, su fin (l Cor 15,28; Ap 22,1-5). Esta es nuestra herencia (Lc 18,1,8;1P 1,4). El Reino de Dios ya está presente en el hombre que vive en la gracia de Dios. Por eso, todos los aconteci- mientos de su vida y sus mismas necesidades mate- riales tienen:algo qüe ver con este Reino de Dios y con su propio progreso en la vida cristiana. Por tanto, siendo h,jo de Dios, espera del Padre el pan de cada día (Mt 6,1 1) y pide tanto por sus necesidades (Fil 4,6) como por las del mundo (I-c 18,1), sabiendo que Dios le proporcionará lo necesario para eue, a su vez, pueda dar a otros (2 Cor 9,9). , La espera de la venida de Cristo está en el centro de la esperanza cristiana (He 1, I I ). Venida, llamada <<parusía>r, o sea, visita (Mt 24,27; I Cor L5,23; l Tes 3,13; I Jn 2,28; Ap 3,10) o manifestación (l Tim 6,141,2 Tim 1,10; Tit 2,13). Esta venida parecía rnuy cercana' a los primeros cristianos ( 1 Tes 4,L3; Heb LO,25-37; I Pe 4,7; Stgo 5,8). Esta espera signiñca una actitud de vigilancia (Lc 12,32-48; Mt 25,1): estar despiertos para no hundirse en los proyectos y las codicias de este mundo (Lc 21,34; ver com. de Mc 13,33). Nos lleva a ser constantes y perseveran- tes en las pruebas (Fil 3,10; Rom 8,17 (ver 184) y las persecuciones (Heb 12,2;2 Tes 3,5; Lc 21,19; Mt 10,22; Ap 2,10;3,2L; I Pe 3,14). Trae la alegría aun en el sufrimiento (1 Pe 4,18; Mt 5,1l). Nos hace sobrios (1 Tes 5;8) y desprendidos (l Cor 7,29;Tit 2,12; I Pe l,l3), 22. El arnor El amor es fuerza que viene de Dios. En Dios el amor
  • 25. L.A. ENSENANZA BIBLICA. 221 222 2?3 224 225 226 50* se iientifica con ia cor?unión eiitre sí de ias Tres Personas divinas (ver 143). Dios se había dado a conocer a lvloisés como El que exist'e y como Miseri- cordioso (ver 32 y 39). Pero, después de conocer a Cristo, Juan dice: Dios es amor (1 Jn 4,8). En el Anti-9uo Testamento se manifestó el amor de Dios mientras é1 se iba comunicando con los horn- bres. Israel, el rnirar cómo Dios lo eligió, 1o guió (Sal 89; 105; 106; 107; Is 63,7), 1o perdona (Ex 32,L1-14) y lo rescata (Is 40;41), entiende el 'amor celoso de Dios por su pueblo (Is 5; 54,6-8). Los pro- fetas, al tomar conciencia de la relación cada vez más estrecha que se establece entre Dios y ellos, comprenden el amor fuerte (Ez 3,8; Mi 2,8), tierno (l R 19) y exigente (Jer 15,10; 2O,7) de Dios con sus amigos. El amor a Dios es el primer mandamiento para Israel (Deut 6,1 ; 30) y seguirá siéndolo para los cristianos (Mc 12,28) Al venir Jesr¡s, trata de descubrirnos algo del amor único que el Padre tiene a su Hijo (Jn 3,35;5,2O;1724 (ver 1L7). El, a su vez, coresponde al arnor del Padre con una entega total (Mc 1,35; Mt 11,25) y una conformidad per- fecta a la voluntad del Padre (Heb 10,5; In 4,34; 6,38). Este amor divino, que brota de su cotazón, lo demuesEla a sus amigos (Jn 11; Jn 13,1; 15,9-17; 18,8), a los margina- dos (1VIc 1,4O), a los pecadores (Ir 7,36;19,1), a sus mis- mos enemigos (I* 23,33), a todos Mt 11,28; He 10,38). Y trata de que también ellos entiendan el amor. que les tiene el Padre Dios (ver 137). Nosotros amamos a Jesús guardando su Palabra (Jn 14,15-23) y renunciando a todo para seguirlo Mc 10,17-21; I-c L4,25). En su Pasión y su muerte, Jesús llega a la cumbre del amor. Amor al Pad.re, obedeciéndolo hasta la muerte de la cn¡z (Mt 26,39;27,46; Heb 4, 15), mientras Dios calla; atenciones y perdón a los hombres (Lc 23,28; ln L9,26; Lc 23,34-43). Jesús da todo a todos (Mc 10,45; 14,24; 2 Cor 5,14). El amor al prójimo se nombra en algunos textos del Antiguo Testamento (Lev 19,18; Deut 10,8). Pero en muchísimos lugares de la Ley (Ex 2A,12-17) y de los profetas (Am 1-2; Is l,l4-17; lO,2;65,13; Jer 9,2-5; Ez 18,5-9; Ml 3,5) se afirma que no podemos agra- dar a Dios sin respetar al prójlmo, hacerte justiéiá, liberarlo de toda opresión (Is 58) y promover a los más humildes (Ex 22,20-26;23,4-12; Jer 9,4;22,L5: Jesús relaciona estrechamente los dos mandamientos principales (Mc 12,28-33). El amor al prójimo es la base de Ia moral cristiana (ver 2Ol y 203) en la medi- da. en.que trata de imitar el amor del Padre perfegtg y misericordioso (Mt 5,48; Lc 6,3e; gf 5,1; i Jn 4,1 1) y es una respuesta al amor con que Dios nos amó pri- mero (l Jn 3,16;4,10-19).El amor es fuerza que nos 5l* 23. La oración comunicó el Espíritu con la contemplación (Ef 3,18; 2 Cor 5,14). En vísperas de su Pasión, Jesús presenta el arnor entre hermanos como su mandamiento nuevo: Jn 13,12-15; 13,34-35; 15,9-13; I Jn 2,6-8. El amor cristiano es'don sin lírnite, llevándonos a hacernos esclavos unos de otros (Gál 5,13). Va a todps sin respetar las barreras sociales (Mc 2,13; Lc 10,29; 14,13; Gal 3,28). Se demuestra con el perdón (Mt 5,43, cornentario y referencias; Mt 18,21) y no se niega a los enemigos. Inspira un esfuerzo por comprender al otro, respetar sus ideas (Rom 12,15- l8; 14,1-10), soportar sus limitaciones (1 Cor l3). El amor, que acepta dar y recibir, construye la Iglesia ( 1 Cor 8,1; Ef 4,16) (ver 196) y nos lleva a la perfec- ción (Fil 1,9). En toda la Biblia la oración es inseparable de la acción. Los modelos de la oración son aquellos que encabezan el pueblo de Dios. Intercesión-de Moiiés por Israel (Ex 17,8;32, 11;32,20;33,L2; Núm 11,11; 14,13). Moisés da Ia pauta de la intercesión: recuerda a Dios su fidelidad; su propio honor lo obliga a no abandonar a Israel, sino más bien a per- donarlo. Oración de David (2 Sam 7,18), de Salo- món (1 R 8,22-60), de Ezequías (2 R 19,15), de Judas Macabeo (l M 5,33; 11 ,7 1;2 M 8,29; 15,20), de Ester (4,17), de Judit (9,2).Oración de peniten- cia de Esdras (9,6), de Nehemías ( 1,4), dé Daniel (3,26;9,4). La oración de intercesión es propia de los profetas: su palabra y oración hacen y deshacen los acoriteci- mientos. Así, Abraham (llamado profeta a conse- cuencia de su poder de intercesión: (Gén 2O,7), rogando por Sodoma (Gén 18,22). Así, Elías (l R 18,36), Amós (7,1), Jeremías (10,23; 14,7; 37,3). El profeta se siente dividido entre la compasión por su pueblo castigado (Jer 14,19; 8,18; Ex 9,8) y su celo por Dios raicionado (Jer 2-3; Ez t 6). Su oración es un enfrentamiento con Dios (Núm l'7,6; Ez 13,5; 22,30). También es oración el diálogo continuo de los profetas con Dios a raíz de su llamado (Ex 4; 5,22: L7,4; Jer l2,l; 15,10; 20,7), llegando al encuentro cara a cara (Ex33,18;1R19,9). Los Salmos son el libro de oración del pueblo de Dios. Ver página: Oremos con los salmos, p. 960. La ora- ción surge de las mismas necesidades del que suplica. No pide cosas celestiales, sino la salvacidn concreta que necesita en ese preciso momento. Pero constante- mente se olvida de sí para alabar a Dios: Sal 47; 81; 89;95;98; 113; lL7; 135. Y no olvida que en Dios está todo su bien, pidiendo ver a Dios y morar en su I-A ENSEÑANZA AíNLICN Santo (Rom 5,5) y se alimenra del amor sin límite de Cristo
  • 26. I-A ENSEÑANZA BÍBLICA 238 52" casa (Sal 16,23; 27,7 ; 63,2; 65,5; 73,24). Jesús ora (Mc 1,35; Mt 11,25; Lc 22,32; 23,33; Jn | 1,42) especialmente antes de torirar decisiones importantes (Lc 3,21; 6,12; 9,18; 9,,29:' 23,46; Mc 14,36; Jn 8,29). Ver también Heb 5,7;7,25. Jesús hace sus milagros para aquellos que le piden con fe (Lc 7 ,L; Mc 10,46) y que perseveran hasta que él los atienda (Mt 7,24); y nos dice que ésa es la manera de pedir al Padre (Lc 11,5-13; 18,1; Mc 9,23; 11,22). Pero también nos enseña a pedir antes que nada que se haga la voluntad del Padre (Mt 6,10t 7,21; 12,50; Jn 4,34;7,17).Nos enseña lo que debemos pedir al Padre y cómo pedirlo: el Padrenuestro (Mt 6,9; Lc 11,1 y también Mt 6,5). La oración de la Iglesia primitiya. En el mismo Tem- plo de los judíos (Lc 24,5; He 3,!, 5,12) con las manos levantadas ( I Tim 2,8) o de rodillas (He 9,40). Oración cornunitaria (He 1,14; Mt 18,19) fren- te a las situaciones difíciles (He 4,24;6,6; 12,5). Las cartas de Pablo contienen invitaciones a orar (Ef 6,18; Col 1,3; I Tes 5,,17; Rom 15,30; I Cor 7,15; I Tim 2,1; I Tim 5,5) y acciones de gracias improvi- sadas (Rom 8,31; 11,33;16,25;2 Cor 1,3; Ef 1). La oración de intercesión es para él una lucha (ver 231); Rom 16,30; Fil 1,30; Col 4,LZ y com. de Col 2,1; ver también com. de Gén 32,23). Siempre hay equilibrio entre la suplicación y la acción de gracias (Fil 4,6). La oración en nombre de Jesús es propia del que com- parte la misión de Jesús y se deja guiar por su Espíri- tu (Jn 14,12-13_ 16,23). Es la oración perfecta del que ha llegado a la negación de sí mismo; no se guía por codicias humanas (Stgo 4,3), sino que lo inspira eI Espíritu de los hijos adoptivos (Rom 8,15; 8,26). Esta oración se dirige al Padre (Gál 4,6), nos lleva a desear con todo nuestro ser lo que él quiere y lo que adelanta su Reino. Le pedimos cosas concretas (Mt 7,ll), pero en otro sentido el Espíritu Santo es el que esperamos (Lc I l,l3). Esta oración siempre escucha- da trae el gozo (Jn 16,24). Otros textos: I Pe 3,'7;4,7; Stgo 1,6; 5,16; Ap 5,8. La palabra misión significa envío (com. de Mt 10,1). Jesús era el enviado del Padre para dar la Buena Nueva a Israel (Jn 3,1'7; 4,34;6,38;9,4; 10,36; 17,18; Mt 15,24), a los pobres y afligidos (Is 61,1; com. de Mt 5,1; Lc 7 ,22). Al dejar esta tierra Jesús envía a los apóstoles (Jn 20,21; Mt 28, 19; He 1,8) y los acredita con señales del Espíritu Santo (Mc 16,17 y com. de Lc 10,1). Apóstol significa enviado (Lc 6,13). Des- pués de los Doce, la Iglesia seguirá enviando a los apóstoles y misioneros (com. de Lc 5,1). Uno debe ser enviado por la Iglesia, lo mismo como los Doce por Cristo (Mc 3,13; He 26,16; 13,2; 19,14). 24. La misión y la evangelización 240 53" 241 A2 243 2M 245 LA ENSEÑNNZA BÍBLICA La tarea misionera es obra común de los apóstoles y del Espíritu Santo (Jn 14,)6, Lc 24,49: He L,4), que dará testimonio junto con ellos (Jn 15,26} El Espíri- tu anima al apóstol ( I Pe 1, 12), pero luego la palábra del apóstol hace que el Espíritu venga a sus audito- res. Quien recibe a los apóstoles recibe al Padre y al Hijo (Lc 10, 16). Los misioneros anuncian el Evangelio (eso es la Buena Nueva). En boca de Jesús, la Buena Nueva significa la llegada del Reino de Dios (ver 110-116) y la acompañan las numerosas curaciones que Jesús obra (com. de Mt 9,35; Lc 7 ,22). En boca de los apósroles la Buena Nueva significa Ia realización de las prome- sas de Dios a Israel (He 13,32). Es la gracia del per- dón y el don del Espíritu (He 2,38; 3,26; t0,43; 13,38). La Buena Nueva está toda en la venida de Jesús (Mc 1, I ), que nos trae la paz (He 10,36; Ef 2,14).Para Pablo el Evangelio es el plan de salvi- ción de Dios para todos los hombres (Rom 15,9; Ef 3,6). Su centro es la muerte y resurrección de Jesús (1 Cor 15,1). Es una fuerza que va conquistando el mundo (Rom 1,l'6; Col 1,6). La predicación del Evangelio, cuando es acogida, rl1e. consigo arrepentimiento (He 2,37 -38; 3,19; 17,30; 26,20) y conversión (Mt 4,17; Mc 6,12 (ver f82). El hombre reconoce la situación de pecado en que estaba, junto con un mundo perdido (He 2,40; 3,26) y cree en el perdón que Dios le ofrece por Cristo (He 5,3 1, (ver 160-164). Esta conversión del cora- z6n y del ser profundo es diferente de la que cen- siste solamente en dejar sus vicios (ver com. de Lc 3,7 y 7,24). Es obra de Dios (Ez 36; 1 R 18,37; Rom 2,4). En cambio, al rechazar la predicación, personas y sociedades se pierden (Mt I 1,20; 12,41; Mc 16,16). Evangelizar no es solamente anunciar el Evangelio, sino hacer que sea la Buena Nueva que a uno lo libera en las circunstancias concretas en que vive (com. de Mt 28,1 6). El Evangelio significa una sanación de toda la persona humana. Liberación de los prejuicios religiosos (Col 2,16-22: Gál 4,8-11) y de las barreras sociales (Gál 2,1 1). Trae una renova- ción de toda la cultura y una crítica radical del orden social ( I Cor 7 ,17 -24). Lleva a una madurez de juicio y de las relaciones con los demás (Ef 4,14; 4,22-32). Los que anuncian el Evangelio se presentan corno los testigos de Cristo (He 1,8; Jn 15,27). Después de Jesús, testigo fiel (Ap 1,5; 3,14) que viene al rnundo para dar testimonio de lo que ha oído del Padre (Jn 1,18;3,11) y que da testimonio de lo que es él (Jn, 8,13; L Tim 6,13), los apóstoles a su vez dan testimo- nio de él (Jn 15,17;20,21). Mediante su testirnonio, Dios es e[ que da testimonio (1 Jn 5,9).
  • 27. rA ENSEñANZA aíauca ?46 25. EI porvenir del mundo, el Juicio y Ia Resurrección 54" IVIártir, en idioma griego, signif,ica testigo. Llamamos m¿futir al que sufrió y dio su vid.a para ser consecuente con su testimonio (Ap 2,13i 6,9; l l,3: 17,6; Mc 13,9; y com. de Mt 10,16). Debido al odio del demonio conrra Ia Iglesia, será¡r nurnerosos los miírtires (Ap li,6). Ellos son los verdaderos vencedores del mundo (Ap 12,11). El Reino de Dios se desarrolla dentro del mundo, obra de Dios, como un fermento (Mt 13,33), capaz de transformarlo y de salvarlo (Jn 3, 16). Eire rnundo, sin embargo, está bajo el poder del MaIo (ver com. de Jn 3,11 y Jn 5,19) a consecuencia de la caída del hombre que alienó su libertad (Jn 8,34; Rom 8,18). Jesús, al morir, le ha quitado su poder de alguna manera (Mt 12,29; Jn lz,3l). sin embar- go, al juzgar según las apariencias, sigue nnuy influ- yente (Mt 16,18) y anirna una corriente poderosa que se opone a la verdad y la justicia (Jn 3,19) y que odia más que todo a los restigos de Cristo (Jn I 5, 1 8; Mt I 0, I 6; Ap lZ,l7) y a su Iglesia (Ap L2,13). Esta corriente hostil es llamada a veces ..el mundo>> (Jn 16,33). A veces se llama <<mundo>> a los que no conocen su vocación de hijos de Dios (Jn 14,19:' 16,20; 17,23; I Cor 5,10). Ver también I Jn 2,15. Los creyentes están dentro del mundo sin ser del mundo (Jn 17,15). La Iglesia está al servicio del mundo para llevarlo a su fin verdadero (Mc 16,15; Col I,20). No está al servicio de los proyecros del mundo (Stgo 4,4) ni de los ideales humanoi de felici- d?d,_de justicia y de paz, siempre Iimitados (Lc 12,13; 12,51), que olvidan la situación real del hom- bre pecador (Mt 4, I ) y no entienden la salvación mediante la cruz (Mt 16,23; Lc 24,26 1 Cor 1,20). Sin embargo, al fijarnos en el Antiguo Testamento, descubrimos gna pedagogía divina. para que el hombre entienda su vocación divina, necesita probar los bienes de Ia tierra y luchar por ideales humanos (ver com. de Gén 13,'7; Ex 3,16; Intr. a I R; com. de Mt 5,1), ideales limitados que Dios los ayudará a purificar poco a poco, llegando a entender el misterio de Ia cren (ver com. de Lc 24,13): Para su propio crecimiento, como para bien del mundo, el creyente se compromete en tás tareas del mundd (Mt 25,14;2 Tes 3,10; I Tim 4,3; Tit 3,8; com. de Mc 13,33) y con esto se hace cooperador de Dios Crea- dor, que sigue actuando y éreando (com. de Gén 1,28; Jn 5,7)..La Iglesia puede esperar ti.*pos de paz y lna irradiación del- Evangétio (Ap 2O,l ¡. ^Su influ,encia será manifiesta (com. de Mt 13,3 l) e insti- tucid'"gr humanas de toda clase.se coui¡arán a su sombrilMt 1.3,32). sin "*u*!t, habrá pt.r""ucio- nes (ver 251), además de los escándalos áentro de Ia 55" 254 255 256 257 258 I-A ENSEÑANZA BÍBLICA Iglesia (Mt 13,47). El demonio favorecerá, conrra ella, las falsas religiones (Ap 13,11) y los regímenes totalitarios (Ap 13,2) y a veces dará la impresión de haberla vencido (Ap Ll,7; 13,14-17). Jesús nos advierte respecto de los conflictos que la Iglesia enfrentará. Los tiempos futuros, tal vez largos (Ivft 28,24; Lc 21,24) serán una segunda erapa de la historia sagrada: el Evangelio predicado a los no judíos (Mc 13,10) para que acojan la fe y formen parte del pueblo de Dios (He 26,17-18). Maduración de la hurnanidad (Ef 4,13) en busca de su unidad en el Hombre Nuevo. La Iglesia se extenderá dando impulso y protección a muchas novedades (Mt 13,3 1; Ap 20,1). No faltarán los escándalos dentro de la Iglesia. (Mt 13,4'7:18,7). La historia será un conti- nuo juicio de Dios (Ap 13-18) sobre las naciones, las culturas y ia Iglesia misma (Ap 1-3). Todas las con: tradicciones de nuestra historia serán puestas a la luz (Lc 2,35; Jn 9,39). El demonir-' se valdrá de los errores contra la lglesia (Ap l3,i i) favorecerá religiones puras en que la vio- lencia se disirnula (Jn 16,2; He 22,34) y los sisremas totalitarios (Ap 13,2). Parecerá muchas veces que ha sido vencedor (Ap ll,7; 13 ,14-17). Después de muchas crisis el mundo estará maduro para un último enfrentarniento (ver LZ.): apostasía de las naciones y' venida del anticristo (2 Tes 2,3-9; I Jn 2,18). Esto será el preludio de la vuelta de Cristo (Mc 13,26) y de la Resurrección (1 Tes 5,15; I Cor 15). Estamos esperando un juicio de Dios sobre la hisroria y una resurrección. No vivimos sino una vez (Lc L6,27;20,27; Heb 6,4-8;9,27) y nuestra eternidad se juega toda en esta vida (com. de Mt 13,36). ¿Cuál será nuestra existencia después de la resurrec- ción? Ver Lc 20,27 y 1 Cor 15. Compartiremos la Gloria de Dios (Rom 8,17; 8,30). Verlo y amarlo como él se ama y se ve a sí rnismo, y ser con El un solo espíritu (1 Cor 6,L7; 13,13; 1 Jn 3,2). Jesús muestra que esa vida en Dios tiene un aspecto comu- nitario (Mt 22;25,L-30; Lc 22,30). Plenitud del uni- verso inmerso en la Gloria de Dios (Rom 8,21-23; Ap 21,22). ¿Acaso los muertos están sin vida alguna antes de la Resurrección? La duda queda en el Antiguo Testa- mento (ver 92); (Dn l2,l-5 y 12,13). El Nuevo habla claramente al respecto: Lc 23,43;2 Cor 5,8; Fil 1,23; 1 p 4,6; Ap L4,3 La Biblia afirrna repetidamente que algunos van con toda su voluntad a una perdiclón ¿éfinitiva. Esta existencia fuera de Dios y para siempre es compara- da con el suplicio del fuego: Mt 13,30; L3,42; Mc 9,43; Lc 16,23; Ap21,8.
  • 28. LA ENseñnNzA eieucn 259 56* Ninguno se acercará a Dios sin haber sido purificado de- todo pecado e impureza. La Iglesia siempre afir- mó qu" ün" purificaóión se da en el momento de la muerte e incluso después para todos aquellos que se quedaron apegados á sus irnperfecciones y deseos humanos (2 Ma 12,43;1 Cor 3,15) RESUMEN Y FECHAS DE LA HISTORIA SAGRADA 1800 a 1700: Abraham. 1600 a 150O: Jacob. La historia de los Patriarcas es, antes que nada, un elogio de la fe auténtica (ver Heb ll,8-ll). Se cuenta en Génesis l2 a 50. 1250: Exodo de Moisés. Toda esta historia está en Exodo l-20; 24: 32-34. También en Números I l-14 y 20-25. Según la Biblia, los israelitas estuvieron 40 años en Cadés: Números 14. 1200: Josué. Ver mapa p. 260. 1000: David toma Jerusalén. Profecía de Natán en 2 Samuel T ,14. V70 a9322 Reinado de Salornó,n. Entonces se redactan las partes más anti- Podemos dividir la Historia de Israel en cuatro grandes períodos:' los Patriarcas, el Exodo y la Conquista, el-tiempo de los Reyes y la Comunidad judía después del destierro. El tiempo de los Patriarcas Antes de que Israel fuera un pueblo, familias nómadas, de faza amorrea, recorrían con sus rebaños los territorios de Mesopotamia, de Siria y de Canaán, llegando hasta Egipto. Israel guardaba recuerdos de esos lejanos antepasados, en especial de dos de ellos:-Abraham había marchado de Jarán a Canaánr.por una prome- sa de Dios que le daría una tierra y una descendencia en ese país. Jacob había recibido nuevamente bendiciones de Dios mientras se esforzaba por establecerse en Canaán. Abraham y Jacob y sus semejantes eran nómadas pobres y analfabetos. Se desplazaban con sus carpas y rebaños en los confines de las dos grandes civilizaciones de aquel tiempo: Mesopotamia y Egipto. A ellos los llamaba Dios para que de ellos saliera su pueblo, instrumento suyo para llevar a madu- rezy afeliz término la historia de toda la humanidad. EI Exodo y Ia Conquista A Egipto entraban y de Egipto salían los nómadas. Uno de esos grupos huyó de la esclavitud bajo la conducta de Moi- sés. El milagro con que fueron favorecidos, pasando el Mar Rojo, fue para ellos la señal de que Dios los libraba para ponerlos a su servicio. Moisés fue su guía y su profeta, ense- ñándoles a Yavé Unico. En el Sinaí se concluye la Alianza entre Yavé e Israel: ustedes serán mi propio pueblo entre todos los pueblos de Ia tierra (Ex 19,6). En los oasis de Cadés el grupo de Moisés se junta con otros de su misma raza que adoptan la Ley de Moisés: Dios Unico, Celoso y Justo no tolera ninguna imagen divina. El Pueblo de Dios deberá imponerse por las arrnas antes que pactar con la civilización y la religión de los cananeos. Muerto Moisés, Josué, con una fracción de Israel, con- quista parte de la tierra de Canaán. El pueblo de las 12 tribus, todavía muy independientes, toma conciencia de su identidad en el siglo siguiente, mientras los <<.Jueces» encabezan sus luchas contra los opresores. El tiempo de los Reyes La llegada por m¿r de los filisteos, que ocupan la costa e invaden los valles de Palestina, obliga a los israelitas a unirse para defender su independencia. Después de SaúIr eue muere en la guerra, David conquista Palestina y sus alrededores. Al tomar Jerusalén, hace de ella el centro de la unidad nacional. David se porta como servidor de Yavé y profeta, y recibe de Dios una promesa para sus descendientes que reinarán después de é1. Salomón, hijo de David, construye el Templo de Jerusa- lén, que reemplazará todos los antiguos santuarios. Hace de Israel una nación de sedentarios, organizada y urbanizada.