El documento defiende la práctica de la comunión en la mano, argumentando que esta no es una falta de respeto hacia la Eucaristía, y explica su origen y evolución histórica. Se menciona que en los primeros siglos de la Iglesia esta práctica era común, pero con el tiempo se impuso la comunión en la boca debido a consideraciones de respeto. Finalmente, se concluye que ambos métodos son válidos y que la fe del fiel es lo más importante al recibir la Eucaristía.
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