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24 Brecha 7 de agosto de 2015
D i e g o M i l o s
Desde Santiago de Chile
En el año 2000, después de nu-
merosas novelas publicadas por
Minuit, el proyecto literario de
Patrick Deville deja atrás la fic-
ción y se vuelca a las fuentes his-
tóricas: “Todos los hechos, los
personajes, las vidas y los luga-
res son verificables”, aclara. Es-
tas vidas, convertidas en perso-
najes de novela, desfilan por los
procesos que estructuran la épo-
ca actual, como el “progreso”
científico, médico o militar, la
colonización o la globalización
económica.
“Todas estas novelas co-
mienzan en 1860”, subraya De-
ville para aclarar que, aunque
parezca lejana, se trata de una
historia reciente y breve: “Un si-
glo y medio no es nada”, suele
decir.
De este siglo y medio De-
ville exhuma acontecimientos,
autores y héroes olvidados, es-
condidos o literalmente enterra-
dos, como el protagonista de su
novela Ecuatoria: “El tema me
lo sugirió sin saberlo el presi-
dente de Congo, Sassou-Ngues-
so, al tomar la curiosa decisión
de desenterrar por tercera vez a
Pietro Savorgnan di Brazzà, un
explorador que murió en Dakar
en 1905, al parecer envenenado
por los colonialistas. Sus res-
tos fueron llevados a Marsella y
luego a París, para ser enterrado
por primera vez en el cementerio
Père Lachaise, con honores na-
cionales. Luego su mujer lo sacó
de allí para enterrarlo en Argel
y finalmente el presidente man-
dó a buscarlo para ponerlo en un
mausoleo faraónico en Brazzavi-
lle, la capital de Congo”.
El escritor francés no sólo
es un aventurero en la investi-
gación histórica, sino también
en el arte de la digresión, con
el que hilvana los fragmentos
y escenas que componen su li-
teratura: “Está ese sueño de po-
ner una cámara y ver desfilando
en acelerado un siglo y medio”,
nos confía Deville: “Hice eso
con la calle Simón Bolívar, de
Managua, donde narro en cá-
mara rápida todo lo que podría
haber sucedido allí: está el Che
Guevara, creo que en 1953, está
la victoria de los sandinistas en
1979, que se suben a los techos
Con Patrick Deville, escritor y viajero francés
Destejiendo la historia
Entre viajes alrededor del mundo y estadías en archivos y bibliotecas, Patrick Deville se ha vuelto uno de los escritores
más elogiados en Francia (sólo en 2012 obtuvo los premios Fémina, Fnac y Prix des Prix), con novelas que él mismo
llama“sin ficción”y que abarcan los últimos 150 años de nuestra historia global. Por ellas desfilan artistas, políticos,
científicos y exploradores, como Artaud, Stalin, Rimbaud, Yersin, Neruda y Frida Kahlo, pero también personajes
olvidados que vivieron la utopía del progreso, la Guerra Fría, la colonización y la globalización.
El escritor estuvo en Chile en abril de este año y allí hablamos con él sobre cómo la ciencia, la política y la literatura
están más imbricadas de lo que parece cuando las vemos a la luz de la historia, y sobre la mirada al pasado y la
actualidad de sus novelas“Pura vida”(2004),“Peste y cólera”(2012) y“Viva”(2014).
de la catedral y que hacen ex-
plotar la estatua ecuestre de So-
moza, está el terremoto de 1972,
que causó el derrumbe de esa
misma catedral. Todo eso en la
misma calle”.
De un libro a otro desapa-
recen y reaparecen diversos
personajes de la vida real: po-
líticos, artistas, escritores y
científicos, como una troupe de
teatro repartida en un escenario.
“Algunos están al fondo, en la
oscuridad, y otros en la escena
central, y cuando se van unos
entran los otros –explica este
minucioso narrador de coinci-
dencias–. Por ejemplo, en Pu-
ra vida contaba brevemente la
muerte de Julio Antonio Mellas
ante los ojos de Tina Modotti,
pero sabía que más tarde iba a
escribir eso en detalle. Lo mis-
mo con Alexandre Yersin, que
aparece en Kampuchea, pero
sólo durante sus tres años de
explorador profesional, y luego
aparece constantemente delante
del escenario en Peste y cólera,
y después en Viva, mencionado
por Artaud, en México.”
—¿Y qué dice Artaud de Yer-
sin?
—Artaud está muy enojado
con Yersin, y con Pasteur, por-
que la peste, el cólera y la cruel-
dad son intuiciones poéticas, y
según él no se puede descubrir
el bacilo de las intuiciones poé-
ticas.
—¿Usted tiene necesidad de
simpatizar con sus personajes
para poder escribir sus novelas?
—Más bien hay empatía.
Cuando uno trabaja mucho tiem-
po sobre una vida, incluso la de
un crápula absoluto, como Wi-
lliam Walker, de tanto tratar de
entender sus resortes y motiva-
ciones uno termina sintiendo
eso, como por cualquier vida
humana. Pero no es necesaria-
mente simpatía. Más que per-
sonajes simpáticos, hay héroes
positivos o negativos. Muchas
veces es más fácil escribir sobre
héroes negativos, como Walker,
que sobre héroes positivos, co-
mo Yersin, a quien no hay nada
que reprocharle salvo que nunca
en su vida cruzó la puerta de un
bar. Es positivo, pero yo no po-
dría pasar una semana con él en
la vida real.
—Entonces mejor hablemos
de William Walker. ¿Quién fue?
—Un aventurero gringo, un
filibustero que logra hacerse de
una pequeña república indepen-
diente que dura unos meses, en
Baja California y Sonora. A pe-
sar de su derrota invade Nicara-
gua y logra hacerse elegir presi-
dente. Va a estar en guerra con
los países de Centroamérica du-
rante siete años, con la intención
de hacer el canal interoceánico,
de restablecer la esclavitud y de
imponer el inglés como lengua
nacional de Nicaragua. En 1860
lo fusilan en una playa de Hon-
duras.
—En su novela Pura vida
compara a Walker con el Che
Guevara.
—Sí. Walker y Guevara tie-
nen en común esa especie de
sueño guerrero. Y son médicos,
al igual que Louis Ferdinand
Destouches, antes de ser conoci-
do como Céline, quien estuvo en
África, como el Che.
—Y con Louis Pasteur, como
Yersin…
—Al final de sus estudios de
medicina, Céline hizo una prác-
tica en el Instituto Pasteur y una
tesis doctoral sobre un pre-pas-
teuriano, Semmelweis, un tipo
extraordinario, un médico que
antes de Pasteur descubrió mu-
chas cosas sobre la trasmisión de
enfermedades, y que murió pro-
ducto de los golpes propinados
por el personal del hospital psi-
quiátrico en el que se internaba.
—Usted dice que Alexandre
Yersin es un héroe positivo, y
sin embargo en Peste y cólera lo
compara con Rimbaud, que no
es tan positivo…
—Yersin es irreprochable, sí,
pero también es un hombre que
cambia mucho. Se va de los lu-
gares dando portazos. Nace en
Suiza, ve el mar por la prime-
Fotos: Alejandro Olivares
      257 de agosto de 2015 Brecha
ra vez a los 26 años y se vuelve
marino, después de haber hecho
descubrimientos científicos im-
portantes junto a Pasteur. Eso lo
hace un personaje rimbaudiano.
Por su parte, el segundo Rim-
baud –el que se va a África– es
un poco yersiniano, ya que lo
que más quiere es ser ingeniero:
el “sabio supremo”, como él de-
cía. Rimbaud armó la bibliote-
ca científica más importante de
Abisinia, y encargó solamente
libros de trigonometría, de cien-
cia, de construcción, como lo ha-
bía hecho Yersin para su biblio-
teca en Annam.
—Como que invirtieron sus
roles…
—Sí, y desde la genialidad.
Yersin, cada vez que emprendió
algo, en todos los ámbitos, alcan-
zó un alto nivel y tuvo el talento
de ponerse en contacto con el me-
jor. En bacteriología, por ejem-
plo, Yersin entró al círculo de
Pasteur; cuando fue el primero
que comenzó a producir caucho
en Indochina, se puso a trabajar
con Michelin; para la fotogra-
fía, trabaja con Louis Lumière;
cuando se dedica a la astrono-
mía, publica en la revista de
Poincaré, el precursor de la rela-
tividad. Y luego trabaja con Ser-
pollet, que fue el primer produc-
tor mundial de automóviles y el
primero en tener un permiso de
conducir (Yersin será de hecho
el primero en importar uno de
estos autos a Asia).Y Rimbaud,
por su parte, siendo extremada-
mente joven, pone fin a la poesía
francesa alejandrina con un solo
poema de cien versos que gotean
magníficamente, absolutamente
soberbios: “di con muchas in-
creíbles Floridas,/ con ojos de
panteras y con pieles humanas/
mezclábamos arcoíris, tendidos
como bridas,/ al rebaño marino
de las verdosas lanas”.
—El siglo XIX de Yersin es
el siglo del progreso infinito,
luego entramos, con la guerra
de 1914, a la barbarie infinita.
¿Qué nos queda hoy del progre-
so de la cultura occidental?
—No lo sé. De todos modos,
el progreso con pe mayúscula,
esa idea de la segunda mitad del
siglo XIX de la salvación de la
humanidad gracias a las cien-
cias y las técnicas, desapareció.
Hoy todo el mundo le tiene mie-
do a los átomos. Está lo de Fuku-
shima, o el hecho de que las ar-
mas más eficaces y la informá-
tica también son utilizadas por
Daesh, al que no hay que llamar
Estado Islámico porque no es un
Estado.1
Si tuvieran sólo caba-
llos y sables serían mucho me-
nos peligrosos. Ya no se puede
hablar de un “progreso” del ar-
mamento para defender a la civi-
lización occidental.
—¿Hay responsabilidad de
los científicos en esta crisis?
—No. No se puede ni se de-
be obstaculizar la investigación.
Los científicos no tienen por qué
imaginar que alguien podría ha-
cer un mal uso de los resultados
de sus trabajos, salvo en momen-
tos precisos de la historia, como
lo que sucedió con la microfísica
de la escuela de Copenhague en
los años treinta, con Niels Bohr
y Heisenberg, que fue el gran
boom después de la bacteriolo-
gía del final del siglo XIX. Esos
científicos, por casualidad, en el
momento histórico en que llegan
al átomo y al electrón se ven en-
frentados a una situación terri-
ble, en que las únicas opciones
eran el nazismo, el estalinismo
y Estados Unidos.
—¿Y qué deciden entonces?
—Algunos se van a traba-
jar a Fuerte Álamo para hacer
la bomba atómica. Y los demás
no se sabe. Al comienzo de la
Segunda Guerra Mundial no se
sabe si Heisenberg trabaja o no
para Hitler. Después se sabrá
que no. Lo que sí se sabe es que
pronto alguien va a construir la
bomba atómica, pero no se sabe
si será Hitler o Stalin o Roose-
velt.
—En Peste y cólera esas
competencias geopolíticas y
científicas aparecen mucho an-
tes, en la segunda mitad del si-
glo XIX.
—Sí. Un buen ejemplo es
el caso de Yersin, que es sui-
zo y que comienza sus estudios
de medicina en Alemania y los
termina en Francia, por razones
pedagógicas, ya que es un hom-
bre práctico y quiere aprender la
medicina de cabecera. Pero lue-
go, por el hecho de ser bilingüe,
Pasteur lo manda a Berlín a ha-
cer espionaje científico.
—¿Espionaje científico?
—Sí. El Instituto Koch fue
creado antes que el Instituto
Pasteur, y Yersin va a seguir
los cursos de microbiología de
Robert Koch, el descubridor
del bacilo de la tuberculosis
en 1882, y del cólera, en 1883.
Mucho tiempo después, cuan-
do Yersin abandona la inves-
tigación científica y se vuelve
explorador en Vietnam, Pas-
teur le pide que vaya ensegui-
da a Hong Kong, por entonces
azotada por una epidemia de
peste, donde finalmente des-
cubrirá el bacilo que lleva su
nombre, Yersinia Pestis. Ahí
Yersin entra en conflicto con
los japoneses de Kitasato, que
también estudiaron microbio-
logía con Koch y que están
buscando el mismo bacilo.
—¿Ha pensado hacer una
novela de ucronía y desviar el
curso de la historia?
—A veces me acerco a eso,
pero no. Muchas veces cito a
Pascal y a Leibniz, que se pre-
guntan por detalles como la na-
riz de Cleopatra y ven que bas-
ta casi nada para que la historia
cambie de dirección. O la victo-
ria sobre el nazismo, que se ju-
gó en un asunto de técnica, de
meses, de casualidades. La ten-
tación de la ucronía es eso: in-
ventar un personaje que impide
a César cruzar el Rubicón.
—Su novela Viva, que narra
las vidas paralelas de Malcolm
Lowry y Leon Trotsky,2
termina
con una reflexión sobre el Méxi-
co actual. Ahora que se está pri-
vatizando lo que Lázaro Cárde-
nas había estatizado, ¿se puede
decir que la revolución mexica-
na llega a su fin?
—Es un ciclo. No es casuali-
dad. La nacionalización del pe-
tróleo de Tampico es justamen-
te lo que pone en peligro la vida
de Lowry. Toda su novela Bajo
el volcán gira en torno a eso: la
historia del cónsul Geoffrey Fir-
min es la historia de la ruptura de
las relaciones diplomáticas entre
México e Inglaterra. De ahí que
la visita especial de Peña Nieto
en 2011 a Londres para anunciar
la venta y la privatización del pe-
tróleo mexicano sea el símbolo
de un período que se acaba.
—También al final de Viva,
Artaud dice que la prohibición
de las drogas era lo más estú-
pido que se podía hacer, antici-
pando de algún modo el proble-
ma del narcotráfico.
—Artaud tiene perfectamen-
te razón. Es interesante porque
están los productos de primera
necesidad, sobre los cuales des-
cansa la economía mundial, co-
mo el petróleo hoy en día, en la
economía legal. Luego viene el
café, que no es un producto de
primera necesidad. Y habría que
agregar la cocaína, en economía
paralela, que es ilegal por una
decisión voluntaria, porque la
cocaína no es más peligrosa que
el café. Pepe Mujica legalizó el
cannabis en Uruguay y no creó
problemas económicos ni de sa-
lud pública. Entonces se podría
decidir mañana que la cocaína
fuera legal, y aparecerían fábri-
cas de producción de cocaína y
demanda de cocaína, etcétera, y
entonces, ¿qué sucedería?
—¿Los cárteles desaparece-
rían?
—No, eso es imposible. No
van a desaparecer, van a tomar
el poder en México, encontra-
rán otra cosa, como el petróleo.
Ahora es la cocaína, pero eso
puede cambiar. Las civilizacio-
nes siempre descansan en un
producto, como nuestras civili-
zaciones, que van a desaparecer,
ahora o no sé cuándo, a las que
llamarán la Edad del Petróleo o
de la Informática o del Átomo…
—Como las civilizaciones
antiguas…
—Sí. Es muy interesante lo
que sucedió en el siglo XII an-
tes de nuestra era, es decir hace
32 siglos, en la zona que va de
lo que hoy es Egipto y Grecia a
Irak. Todas esas civilizaciones
brillantes, inmensas y poderosas
de la Edad del Bronce, estaban
interconectadas comercialmen-
te por un producto: el estaño. En
un par de décadas esas civiliza-
ciones, con sus rutas, sus navíos
y su comercio, se derrumbaron
y desaparecieron para siempre.
Y al lado de las minas de esta-
ño había charcos de petróleo, sin
que nadie supiera qué hacer con
ellos, hasta que más tarde los la-
tinos lo llamarían petro-oleum,
aceite de piedra...
—¿Se puede comparar la
violencia de Stalin, que acabó
con Trotsky, con la violencia y
el horror del narcotráfico mexi-
cano?
—Es difícil. En los cárteles
no hay ideología alguna, mien-
tras que los comunistas que es-
tán del lado equivocado, como
Neruda3
o Modotti, tienen un
ideal político por el cual están
dispuestos a perder la vida. Los
jefes de los cárteles no tienen
eso. Los Zetas son un regimien-
to militar de elite, creado con el
fin de combatir al Cártel del Gol-
fo, que terminaron desertando en
bloque y creando su propio cár-
tel. Ahí no hay ninguna idea po-
lítica.
—Ahora está escribiendo un
libro sobre Francia, ¿también
hay guiños a la actualidad?
—Ahora lo que quiero es
partir desde 1860 hasta las elec-
ciones francesas de 1917. Quie-
ro seguir esa campaña electoral,
en la que aumenta drásticamente
el apoyo al Frente Nacional y a
la extrema derecha.
—Dijo que para escribir ese
libro iba a leer Sumisión, la úl-
tima novela de Houellebecq.4
¿Por qué?
—Voy a leer a todos los de-
cadentistas franceses de un solo
golpe, por eso no he leído toda-
vía Sumisión.
—Usted estuvo en Cuba a
comienzos de los noventa, ¿cuál
es su impresión de lo que sucede
ahora?
—Bueno, hay que ver… Es
divertido, porque estuve en La
Habana entre 1993 y 1994, justo
cuando Estados Unidos decidió
terminar con el bloqueo a Viet-
nam. En Cuba esa noticia levan-
tó una gran esperanza. “Le acaba
de tocar a Vietnam, ahora veni-
mos nosotros”, decían. Pero no
pasó nada, hasta ahora. Demoró
20 años más que Vietnam.
—¿Por qué demoró tanto?
—Porque fueron los vietna-
mitas de California los que con-
siguieron hacer que se pusiera
fin al bloqueo, y no por razones
políticas sino económicas. Ellos
estaban al frente de Vietnam
viendo lo que pasaba con la eco-
nomía y querían invertir, mien-
tras que los cubanos de Miami
lo que querían era vengarse. Es-
taban con sus títulos de propie-
dad, diciendo “quiero recuperar
mi departamento, mis tierras...”.
Por eso demoró 20 años, lo que
significa también el fin de una
generación. Los cubanos que
huyeron en 1959, los “gusanos”,
ya no están ahí con los papeles
reclamando.
—¿Para qué fue a Cuba?
—Para ver. Al comienzo al
menos era eso. No pensaba que-
darme tanto tiempo. Para mí fue
una gran ventana abierta. Apren-
dí español, muy mal, pero lo
aprendí solo. Estuve ahí en el
peor momento de lo que se co-
noce como el “período especial
de los tiempos de paz”, que to-
davía existe oficialmente. Había
viajado mucho por los llamados
“países del Este” desde la caída
del muro en 1989 y la desapari-
ción de la Urss en 1991. En ese
entonces estaban todos conven-
cidos de que el último dominó de
la cadena era Cuba. n
1. 	
Daesh es un acrónimo que en lengua
árabe significa Nación Islámica de
Irak y la Gran Siria.
2. 	 www.theclinic.cl/2015/06/10/la-
vuelta-al-mundo-en-un-siglo-y-me-
dio/
3. 	 www.theclinic.cl/2015/04/14/si-
queiros-fondeado-en-chillan/
4.	 www.latercera.com/noticia/
cultura/2015/04/1453-624981-9-
patrick-deville-basta-caminar-un-

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  • 1. 24 Brecha 7 de agosto de 2015 D i e g o M i l o s Desde Santiago de Chile En el año 2000, después de nu- merosas novelas publicadas por Minuit, el proyecto literario de Patrick Deville deja atrás la fic- ción y se vuelca a las fuentes his- tóricas: “Todos los hechos, los personajes, las vidas y los luga- res son verificables”, aclara. Es- tas vidas, convertidas en perso- najes de novela, desfilan por los procesos que estructuran la épo- ca actual, como el “progreso” científico, médico o militar, la colonización o la globalización económica. “Todas estas novelas co- mienzan en 1860”, subraya De- ville para aclarar que, aunque parezca lejana, se trata de una historia reciente y breve: “Un si- glo y medio no es nada”, suele decir. De este siglo y medio De- ville exhuma acontecimientos, autores y héroes olvidados, es- condidos o literalmente enterra- dos, como el protagonista de su novela Ecuatoria: “El tema me lo sugirió sin saberlo el presi- dente de Congo, Sassou-Ngues- so, al tomar la curiosa decisión de desenterrar por tercera vez a Pietro Savorgnan di Brazzà, un explorador que murió en Dakar en 1905, al parecer envenenado por los colonialistas. Sus res- tos fueron llevados a Marsella y luego a París, para ser enterrado por primera vez en el cementerio Père Lachaise, con honores na- cionales. Luego su mujer lo sacó de allí para enterrarlo en Argel y finalmente el presidente man- dó a buscarlo para ponerlo en un mausoleo faraónico en Brazzavi- lle, la capital de Congo”. El escritor francés no sólo es un aventurero en la investi- gación histórica, sino también en el arte de la digresión, con el que hilvana los fragmentos y escenas que componen su li- teratura: “Está ese sueño de po- ner una cámara y ver desfilando en acelerado un siglo y medio”, nos confía Deville: “Hice eso con la calle Simón Bolívar, de Managua, donde narro en cá- mara rápida todo lo que podría haber sucedido allí: está el Che Guevara, creo que en 1953, está la victoria de los sandinistas en 1979, que se suben a los techos Con Patrick Deville, escritor y viajero francés Destejiendo la historia Entre viajes alrededor del mundo y estadías en archivos y bibliotecas, Patrick Deville se ha vuelto uno de los escritores más elogiados en Francia (sólo en 2012 obtuvo los premios Fémina, Fnac y Prix des Prix), con novelas que él mismo llama“sin ficción”y que abarcan los últimos 150 años de nuestra historia global. Por ellas desfilan artistas, políticos, científicos y exploradores, como Artaud, Stalin, Rimbaud, Yersin, Neruda y Frida Kahlo, pero también personajes olvidados que vivieron la utopía del progreso, la Guerra Fría, la colonización y la globalización. El escritor estuvo en Chile en abril de este año y allí hablamos con él sobre cómo la ciencia, la política y la literatura están más imbricadas de lo que parece cuando las vemos a la luz de la historia, y sobre la mirada al pasado y la actualidad de sus novelas“Pura vida”(2004),“Peste y cólera”(2012) y“Viva”(2014). de la catedral y que hacen ex- plotar la estatua ecuestre de So- moza, está el terremoto de 1972, que causó el derrumbe de esa misma catedral. Todo eso en la misma calle”. De un libro a otro desapa- recen y reaparecen diversos personajes de la vida real: po- líticos, artistas, escritores y científicos, como una troupe de teatro repartida en un escenario. “Algunos están al fondo, en la oscuridad, y otros en la escena central, y cuando se van unos entran los otros –explica este minucioso narrador de coinci- dencias–. Por ejemplo, en Pu- ra vida contaba brevemente la muerte de Julio Antonio Mellas ante los ojos de Tina Modotti, pero sabía que más tarde iba a escribir eso en detalle. Lo mis- mo con Alexandre Yersin, que aparece en Kampuchea, pero sólo durante sus tres años de explorador profesional, y luego aparece constantemente delante del escenario en Peste y cólera, y después en Viva, mencionado por Artaud, en México.” —¿Y qué dice Artaud de Yer- sin? —Artaud está muy enojado con Yersin, y con Pasteur, por- que la peste, el cólera y la cruel- dad son intuiciones poéticas, y según él no se puede descubrir el bacilo de las intuiciones poé- ticas. —¿Usted tiene necesidad de simpatizar con sus personajes para poder escribir sus novelas? —Más bien hay empatía. Cuando uno trabaja mucho tiem- po sobre una vida, incluso la de un crápula absoluto, como Wi- lliam Walker, de tanto tratar de entender sus resortes y motiva- ciones uno termina sintiendo eso, como por cualquier vida humana. Pero no es necesaria- mente simpatía. Más que per- sonajes simpáticos, hay héroes positivos o negativos. Muchas veces es más fácil escribir sobre héroes negativos, como Walker, que sobre héroes positivos, co- mo Yersin, a quien no hay nada que reprocharle salvo que nunca en su vida cruzó la puerta de un bar. Es positivo, pero yo no po- dría pasar una semana con él en la vida real. —Entonces mejor hablemos de William Walker. ¿Quién fue? —Un aventurero gringo, un filibustero que logra hacerse de una pequeña república indepen- diente que dura unos meses, en Baja California y Sonora. A pe- sar de su derrota invade Nicara- gua y logra hacerse elegir presi- dente. Va a estar en guerra con los países de Centroamérica du- rante siete años, con la intención de hacer el canal interoceánico, de restablecer la esclavitud y de imponer el inglés como lengua nacional de Nicaragua. En 1860 lo fusilan en una playa de Hon- duras. —En su novela Pura vida compara a Walker con el Che Guevara. —Sí. Walker y Guevara tie- nen en común esa especie de sueño guerrero. Y son médicos, al igual que Louis Ferdinand Destouches, antes de ser conoci- do como Céline, quien estuvo en África, como el Che. —Y con Louis Pasteur, como Yersin… —Al final de sus estudios de medicina, Céline hizo una prác- tica en el Instituto Pasteur y una tesis doctoral sobre un pre-pas- teuriano, Semmelweis, un tipo extraordinario, un médico que antes de Pasteur descubrió mu- chas cosas sobre la trasmisión de enfermedades, y que murió pro- ducto de los golpes propinados por el personal del hospital psi- quiátrico en el que se internaba. —Usted dice que Alexandre Yersin es un héroe positivo, y sin embargo en Peste y cólera lo compara con Rimbaud, que no es tan positivo… —Yersin es irreprochable, sí, pero también es un hombre que cambia mucho. Se va de los lu- gares dando portazos. Nace en Suiza, ve el mar por la prime- Fotos: Alejandro Olivares
  • 2.       257 de agosto de 2015 Brecha ra vez a los 26 años y se vuelve marino, después de haber hecho descubrimientos científicos im- portantes junto a Pasteur. Eso lo hace un personaje rimbaudiano. Por su parte, el segundo Rim- baud –el que se va a África– es un poco yersiniano, ya que lo que más quiere es ser ingeniero: el “sabio supremo”, como él de- cía. Rimbaud armó la bibliote- ca científica más importante de Abisinia, y encargó solamente libros de trigonometría, de cien- cia, de construcción, como lo ha- bía hecho Yersin para su biblio- teca en Annam. —Como que invirtieron sus roles… —Sí, y desde la genialidad. Yersin, cada vez que emprendió algo, en todos los ámbitos, alcan- zó un alto nivel y tuvo el talento de ponerse en contacto con el me- jor. En bacteriología, por ejem- plo, Yersin entró al círculo de Pasteur; cuando fue el primero que comenzó a producir caucho en Indochina, se puso a trabajar con Michelin; para la fotogra- fía, trabaja con Louis Lumière; cuando se dedica a la astrono- mía, publica en la revista de Poincaré, el precursor de la rela- tividad. Y luego trabaja con Ser- pollet, que fue el primer produc- tor mundial de automóviles y el primero en tener un permiso de conducir (Yersin será de hecho el primero en importar uno de estos autos a Asia).Y Rimbaud, por su parte, siendo extremada- mente joven, pone fin a la poesía francesa alejandrina con un solo poema de cien versos que gotean magníficamente, absolutamente soberbios: “di con muchas in- creíbles Floridas,/ con ojos de panteras y con pieles humanas/ mezclábamos arcoíris, tendidos como bridas,/ al rebaño marino de las verdosas lanas”. —El siglo XIX de Yersin es el siglo del progreso infinito, luego entramos, con la guerra de 1914, a la barbarie infinita. ¿Qué nos queda hoy del progre- so de la cultura occidental? —No lo sé. De todos modos, el progreso con pe mayúscula, esa idea de la segunda mitad del siglo XIX de la salvación de la humanidad gracias a las cien- cias y las técnicas, desapareció. Hoy todo el mundo le tiene mie- do a los átomos. Está lo de Fuku- shima, o el hecho de que las ar- mas más eficaces y la informá- tica también son utilizadas por Daesh, al que no hay que llamar Estado Islámico porque no es un Estado.1 Si tuvieran sólo caba- llos y sables serían mucho me- nos peligrosos. Ya no se puede hablar de un “progreso” del ar- mamento para defender a la civi- lización occidental. —¿Hay responsabilidad de los científicos en esta crisis? —No. No se puede ni se de- be obstaculizar la investigación. Los científicos no tienen por qué imaginar que alguien podría ha- cer un mal uso de los resultados de sus trabajos, salvo en momen- tos precisos de la historia, como lo que sucedió con la microfísica de la escuela de Copenhague en los años treinta, con Niels Bohr y Heisenberg, que fue el gran boom después de la bacteriolo- gía del final del siglo XIX. Esos científicos, por casualidad, en el momento histórico en que llegan al átomo y al electrón se ven en- frentados a una situación terri- ble, en que las únicas opciones eran el nazismo, el estalinismo y Estados Unidos. —¿Y qué deciden entonces? —Algunos se van a traba- jar a Fuerte Álamo para hacer la bomba atómica. Y los demás no se sabe. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial no se sabe si Heisenberg trabaja o no para Hitler. Después se sabrá que no. Lo que sí se sabe es que pronto alguien va a construir la bomba atómica, pero no se sabe si será Hitler o Stalin o Roose- velt. —En Peste y cólera esas competencias geopolíticas y científicas aparecen mucho an- tes, en la segunda mitad del si- glo XIX. —Sí. Un buen ejemplo es el caso de Yersin, que es sui- zo y que comienza sus estudios de medicina en Alemania y los termina en Francia, por razones pedagógicas, ya que es un hom- bre práctico y quiere aprender la medicina de cabecera. Pero lue- go, por el hecho de ser bilingüe, Pasteur lo manda a Berlín a ha- cer espionaje científico. —¿Espionaje científico? —Sí. El Instituto Koch fue creado antes que el Instituto Pasteur, y Yersin va a seguir los cursos de microbiología de Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis en 1882, y del cólera, en 1883. Mucho tiempo después, cuan- do Yersin abandona la inves- tigación científica y se vuelve explorador en Vietnam, Pas- teur le pide que vaya ensegui- da a Hong Kong, por entonces azotada por una epidemia de peste, donde finalmente des- cubrirá el bacilo que lleva su nombre, Yersinia Pestis. Ahí Yersin entra en conflicto con los japoneses de Kitasato, que también estudiaron microbio- logía con Koch y que están buscando el mismo bacilo. —¿Ha pensado hacer una novela de ucronía y desviar el curso de la historia? —A veces me acerco a eso, pero no. Muchas veces cito a Pascal y a Leibniz, que se pre- guntan por detalles como la na- riz de Cleopatra y ven que bas- ta casi nada para que la historia cambie de dirección. O la victo- ria sobre el nazismo, que se ju- gó en un asunto de técnica, de meses, de casualidades. La ten- tación de la ucronía es eso: in- ventar un personaje que impide a César cruzar el Rubicón. —Su novela Viva, que narra las vidas paralelas de Malcolm Lowry y Leon Trotsky,2 termina con una reflexión sobre el Méxi- co actual. Ahora que se está pri- vatizando lo que Lázaro Cárde- nas había estatizado, ¿se puede decir que la revolución mexica- na llega a su fin? —Es un ciclo. No es casuali- dad. La nacionalización del pe- tróleo de Tampico es justamen- te lo que pone en peligro la vida de Lowry. Toda su novela Bajo el volcán gira en torno a eso: la historia del cónsul Geoffrey Fir- min es la historia de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México e Inglaterra. De ahí que la visita especial de Peña Nieto en 2011 a Londres para anunciar la venta y la privatización del pe- tróleo mexicano sea el símbolo de un período que se acaba. —También al final de Viva, Artaud dice que la prohibición de las drogas era lo más estú- pido que se podía hacer, antici- pando de algún modo el proble- ma del narcotráfico. —Artaud tiene perfectamen- te razón. Es interesante porque están los productos de primera necesidad, sobre los cuales des- cansa la economía mundial, co- mo el petróleo hoy en día, en la economía legal. Luego viene el café, que no es un producto de primera necesidad. Y habría que agregar la cocaína, en economía paralela, que es ilegal por una decisión voluntaria, porque la cocaína no es más peligrosa que el café. Pepe Mujica legalizó el cannabis en Uruguay y no creó problemas económicos ni de sa- lud pública. Entonces se podría decidir mañana que la cocaína fuera legal, y aparecerían fábri- cas de producción de cocaína y demanda de cocaína, etcétera, y entonces, ¿qué sucedería? —¿Los cárteles desaparece- rían? —No, eso es imposible. No van a desaparecer, van a tomar el poder en México, encontra- rán otra cosa, como el petróleo. Ahora es la cocaína, pero eso puede cambiar. Las civilizacio- nes siempre descansan en un producto, como nuestras civili- zaciones, que van a desaparecer, ahora o no sé cuándo, a las que llamarán la Edad del Petróleo o de la Informática o del Átomo… —Como las civilizaciones antiguas… —Sí. Es muy interesante lo que sucedió en el siglo XII an- tes de nuestra era, es decir hace 32 siglos, en la zona que va de lo que hoy es Egipto y Grecia a Irak. Todas esas civilizaciones brillantes, inmensas y poderosas de la Edad del Bronce, estaban interconectadas comercialmen- te por un producto: el estaño. En un par de décadas esas civiliza- ciones, con sus rutas, sus navíos y su comercio, se derrumbaron y desaparecieron para siempre. Y al lado de las minas de esta- ño había charcos de petróleo, sin que nadie supiera qué hacer con ellos, hasta que más tarde los la- tinos lo llamarían petro-oleum, aceite de piedra... —¿Se puede comparar la violencia de Stalin, que acabó con Trotsky, con la violencia y el horror del narcotráfico mexi- cano? —Es difícil. En los cárteles no hay ideología alguna, mien- tras que los comunistas que es- tán del lado equivocado, como Neruda3 o Modotti, tienen un ideal político por el cual están dispuestos a perder la vida. Los jefes de los cárteles no tienen eso. Los Zetas son un regimien- to militar de elite, creado con el fin de combatir al Cártel del Gol- fo, que terminaron desertando en bloque y creando su propio cár- tel. Ahí no hay ninguna idea po- lítica. —Ahora está escribiendo un libro sobre Francia, ¿también hay guiños a la actualidad? —Ahora lo que quiero es partir desde 1860 hasta las elec- ciones francesas de 1917. Quie- ro seguir esa campaña electoral, en la que aumenta drásticamente el apoyo al Frente Nacional y a la extrema derecha. —Dijo que para escribir ese libro iba a leer Sumisión, la úl- tima novela de Houellebecq.4 ¿Por qué? —Voy a leer a todos los de- cadentistas franceses de un solo golpe, por eso no he leído toda- vía Sumisión. —Usted estuvo en Cuba a comienzos de los noventa, ¿cuál es su impresión de lo que sucede ahora? —Bueno, hay que ver… Es divertido, porque estuve en La Habana entre 1993 y 1994, justo cuando Estados Unidos decidió terminar con el bloqueo a Viet- nam. En Cuba esa noticia levan- tó una gran esperanza. “Le acaba de tocar a Vietnam, ahora veni- mos nosotros”, decían. Pero no pasó nada, hasta ahora. Demoró 20 años más que Vietnam. —¿Por qué demoró tanto? —Porque fueron los vietna- mitas de California los que con- siguieron hacer que se pusiera fin al bloqueo, y no por razones políticas sino económicas. Ellos estaban al frente de Vietnam viendo lo que pasaba con la eco- nomía y querían invertir, mien- tras que los cubanos de Miami lo que querían era vengarse. Es- taban con sus títulos de propie- dad, diciendo “quiero recuperar mi departamento, mis tierras...”. Por eso demoró 20 años, lo que significa también el fin de una generación. Los cubanos que huyeron en 1959, los “gusanos”, ya no están ahí con los papeles reclamando. —¿Para qué fue a Cuba? —Para ver. Al comienzo al menos era eso. No pensaba que- darme tanto tiempo. Para mí fue una gran ventana abierta. Apren- dí español, muy mal, pero lo aprendí solo. Estuve ahí en el peor momento de lo que se co- noce como el “período especial de los tiempos de paz”, que to- davía existe oficialmente. Había viajado mucho por los llamados “países del Este” desde la caída del muro en 1989 y la desapari- ción de la Urss en 1991. En ese entonces estaban todos conven- cidos de que el último dominó de la cadena era Cuba. n 1. Daesh es un acrónimo que en lengua árabe significa Nación Islámica de Irak y la Gran Siria. 2. www.theclinic.cl/2015/06/10/la- vuelta-al-mundo-en-un-siglo-y-me- dio/ 3. www.theclinic.cl/2015/04/14/si- queiros-fondeado-en-chillan/ 4. www.latercera.com/noticia/ cultura/2015/04/1453-624981-9- patrick-deville-basta-caminar-un-