Este documento discute dos principios fundamentales del protestantismo: 1) la Biblia es la única fuente de revelación divina, y 2) cada individuo tiene el derecho de interpretar la Biblia por sí mismo. El autor argumenta que los protestantes no pueden fundamentar estos principios ni demostrar por qué la Biblia es Palabra de Dios. También señala que la Tradición católica, rechazada por los protestantes, es necesaria para entender y garantizar que la Biblia es inspirada por Dios.