El Gran Maestro de un monasterio budista colocó un jarrón con una rosa en el centro de la sala y dijo que el monje que resolviera el problema se convertiría en el nuevo Guardián. Los monjes se quedaron confundidos por el enigma. Finalmente, uno tomó su espada y destruyó el jarrón y la rosa de un golpe, eliminando el problema. El Gran Maestro lo nombró nuevo Guardián, enseñando que a veces los problemas deben ser eliminados sin importar su apariencia.