Este documento discute la discriminación lingüística y cómo los problemas lingüísticos son también problemas sociales. Argumenta que las sociedades deben reconocer y promover la diversidad lingüística en lugar de idealizar una sola lengua homogénea. También señala que las escuelas a menudo castigan a los estudiantes por usar sus dialectos nativos, creando barreras entre grupos. El documento concluye instando a las escuelas a respetar y mantener todas las lenguas y culturas.