Este documento presenta varios principios bíblicos sobre las finanzas. Primero, enfatiza que el dinero no es ni bueno ni malo en sí mismo, sino cómo lo usamos. Luego, discute la importancia de establecer metas financieras, hacer un presupuesto y perseverar. También advierte sobre los peligros de obsesionarse con lo material o comprometerse con las deudas de otros. Finalmente, concluye que nuestro valor viene de Dios, no de las posesiones temporales.