La arquitectura manierista rechazó el equilibrio y la armonía clásica, enfocándose en el contraste entre norma y transgresión. Se caracterizó por la pérdida de las coordenadas axiales y la preferencia por espacios longitudinales, lo que rompió la lógica espacial renacentista. Algunos ejemplos notables son la Villa Rotonda de Palladio y la Basílica de Vicenza, conocida por su uso de columnas a dos escalas.