La devoción a la Virgen María ha existido desde los primeros siglos del cristianismo, como se evidencia en las representaciones de María y el Niño Jesús en las catacumbas romanas. Los Padres de la Iglesia primitiva, como San Ignacio de Antioquía y San Justino, enfatizaron la maternidad divina de María y su virginidad perpetua. Para el siglo IV, María era venerada como Theotokos (Madre de Dios) y se establecieron las primeras fiestas marianas, mientras que los privilegios marianos como