El documento aborda la importancia de centrar el proceso educativo en el estudiante, promoviendo el acceso a tecnologías, la formación laboral y el desarrollo de potencias individuales en un contexto de equidad y diversidad. Se analizan varias situaciones que ilustran cómo los docentes pueden adaptar sus prácticas pedagógicas para atender las necesidades y características de cada alumno, así como la relevancia de planificar actividades significativas que fomenten la participación activa y el aprendizaje significativo. Además, se enfatiza la necesidad de una planificación flexible y contextualizada que impulse un aprendizaje inclusivo y comprometido con la diversidad.