Este poema conmemora a los muertos de una plaza en Santiago de Chile el 28 de enero de 1948. Recuerda a otros que murieron antes en diferentes partes de Chile, como San Gregorio, Lonquimay, Ranquil e Iquique, a manos de la violencia. El poeta dice que no viene a llorar aquí, sino a los vivos, recordando que la sangre y el sufrimiento de la gente común de Chile permanece a lo largo del país.