El graffiti en Honduras se ha transformado en una forma de expresión artística que, en lugar de ser positiva, se ha convertido en un medio de intimidación y amenazas desde 2009. A pesar de su origen cultural en Europa, en Tegucigalpa y Comayagüela se observa una proliferación de mensajes violentos y vulgares en espacios públicos. Se reconoce el derecho a la expresión, pero se enfatiza la necesidad de hacerlo sin insultos ni amenazas, buscando apoyo en la comunidad y la iglesia.