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RÉPLICA A DON GHALEB JABER IBRAHIM




             Autor:     Manuel S. Pérez Millos.
                  (Miembro de AGAI, Asociación Galega de
                  Amizade con Israel).
INDICE:

             Texto de la réplica ………………………… Pág. 3.
             Anexo ………………………………………. Pág. 39.




       El conflicto entre árabes e israelíes es asunto que, en mayor o menor
medida, a todos nos interesa. Sin duda fue por esa razón que leí con gran
cuidado sendas entrevistas que publica el FARO DE VIGO en su edición para
Vigo del día 6 de los corrientes. Una de ellas, al Sr. Gómez-Valadés; la otra, al
Sr. Ghaleb Jaber Ibrahim, cuyas declaraciones me dejaron estupefacto; y tanto
más cuando, tras leer la breve glosa que de él, bajo el epígrafe “FICHA
PERSONAL”, hace la periodista autora del reportaje, me entero de que se trata
de todo un Licenciado en Medicina y Cirugía y de un doctor en Periodismo,
amén de Presidente de la Fundación Araguaney, que persigue, por lo que pude
sacar de la lectura, ser nexo entre las culturas árabe e hispana. Además, y por
otras vías, estoy informado de que es un exitoso hombre de negocios.
No puedo, tras tan brillante currículum académico y empresarial, atribuir
al Sr. Ghaleb ningún déficit de inteligencia. No se obtienen dos licenciaturas y,
previsiblemente, otros tantos doctorados ni se prospera en el difícil mundo de
las grandes aventuras mercantiles o de las entidades de interés socio-cultural,
sin disponer de una privilegiada dotación intelectual. De no ser porque se que
es improbable, mismo podría acabar creyendo que falta Usted a la verdad.
Como seguramente es un mero error, le voy a explicar en que está Usted
equivocado.

       Aún recuerdo una conferencia suya en Vigo, durante la que exhibió
como argumento irrefutable las tesis contenidas en el libelo titulado LOS
PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN que, como cualquiera
medianamente informado conoce –el Sr. Ghaleb con mayor motivo- es un
plagio convenientemente adaptado para mayor provecho de una de las
furibundas campañas antijudías de la Rusia zarista. El Sr. Ghaleb Jaber, como
hombre ilustrado que es, sabe sobradamente que el panfleto en cuestión ha
sido abrumadoramente rechazado por demostradamente falaz, en los círculos
intelectual y científicamente más solventes, y solamente es aceptado como
documento fiable por dos grupos de personas: los más necios de entre los
judeófobos, y los ignorantes profundos. En el mismo acto, se dijo que Lord
Balfour y el Presidente Truman eran judíos, cosa que es totalmente falsa.

       Pese a la sombra de duda que me surge por los errores de
documentación en la charla a la que acabo de referirme, prefiero suscribir la
segunda hipótesis y pensar que cuando hizo las declaraciones que menciona el
FARO DE VIGO, el Sr. Ghaleb Jaber tenía uno de esos que suelen llamarse
“días malos” y que, de vez en cuando, todos padecemos. De no haber sido así,
no se explica uno como alguien brillante como el entrevistado puede incurrir en
contradicciones tan burdas, en mixturas tan heterogéneas y en inexactitudes
tan groseras como las que abundan en sus respuestas. Pero, claro está, “una
cosa es predicar y otra dar trigo”, como dice el refrán, y soy consciente de que
mis acusaciones no pasarían de vulgares infundios si no las demuestro, por lo
que, con su permiso, Sr. Ghaleb, me aplico a hacerlo seguidamente. Éste es el
resultado del análisis de las “perlas” que se le atribuyen en la transcripción de
la entrevista:

       Dice Vd. que “está claro que es el ejército israelí el que intercepta y
aborda los navíos…¿Acaso tienen ellos el derecho de matar y los activistas no
tienen el derecho a defenderse?” Pues bien, Sr. Ghaleb, tal y cómo plantea la
cuestión, no cabe sino calificarla de sofisma bastante torpe, si me disculpa tal
expresión. El procedimiento argumental de Vd. es el mismo que el que podría
hacerse contra un hipotético colega de usted, un cirujano que, tras haber
advertido a un paciente de los riesgos de no tratar convenientemente una
isquemia (pongamos por caso que causada por un ateroma), resultase que el
enfermo no atiende las indicaciones, y el doctor se ve obligado a amputarle un
miembro. ¿Se puede acusar al médico de ensañamiento por practicar una
técnica tan invasiva? Trasladado este sencillo ejemplo al campo de la realidad
del incidente en cuestión, lo que figura el ateroma causante, serían los misiles
lanzados por Hamas contra población civil israelí DESPUÉS DE ENTREGADO
EL TERRITORIO A LA AUTORIDAD NACIONAL PALESTINA; la isquemia, las
acciones que desencadena el comportamiento de Hamas en Gaza; las pautas
clínicas desobedecidas, serían las recomendaciones de Israel a los barcos de
los activistas de que no se tratara de violentar el bloqueo; en la mutilación
terapéutica podríamos identificar el abordaje en sí. Pues verá usted: en el caso
de la dichosa flotilla, hay estos hechos objetivos: 1) El convoy partió hacia una
zona bloqueada militarmente, lo cual es público y notorio (la licitud o ilegalidad
de esta medida puede ser, si usted lo estima pertinente, objeto de otra
discusión al margen de lo que estamos tratando, para no distraernos del asunto
principal –la entrevista y sus respuestas- con digresiones accesorias). 2) Los
barcos fueron advertidos para que se detuviesen y fuesen conducidos a puerto.
3) Quienes estaban al mando, hicieron caso omiso de las órdenes recibidas. 4)
Las imágenes difundidas por las cadenas de televisión en España (todas ellas
muy poco sospechosas de pro-israelíes), muestran que una marea de gente –
por cierto, previamente aprovisionados de instrumentos de ataque- capturan y
agreden a los soldados israelíes. Las imágenes demuestran que atina usted en
describir la situación pero, lamentablemente se equivoca -¿o no se trata, como
pienso (ojalá no sea con excesiva inocencia por mi parte) de un error
involuntario?- al adjudicar los papeles de atacados y atacantes.

       Al responder a la pregunta inicial de la periodista, incurre usted en la
primera contradicción, ya que indica que la comunidad internacional reacciona
con protesta y condena ante la acción contra la flotilla y, un poco más abajo,
dice que “nunca se actúa contra él [Israel]” que, según Vd., “al sentirse
protegido…va a seguir con la violencia”. El párrafo al que me remito, además,
contiene todo un rosario que, si no le ofendo con el término, calificaría de
dislates. Así, asegura que “fue condenado en muchas ocasiones”, callando,
supongo que por propio pudor, que las condenas –me refiero a las de la ONU,
ya que las privadas del mundo árabe son, por proceder de parte interesada,
menos relevantes-, las condenas, digo, provienen de una organización ubicada
en el bloque donde la presencia de países contrarios a Israel es mayoritaria:
países árabes, musulmanes, “no alineados” –tal vez sí, alienados-, otras
potencias que, ocasionalmente, mueven los peones del voto como mejor
conviene a la partida de sus intereses, etc., etc. Seguidamente, en una penosa
amnesia histórica, nos obsequia con que “Israel fue creado para servir unos
intereses económicos y políticos en la zona…” Al leer esto, valoro si tener que
admirarme de su sentido del humor, porque decir que la Rusia de Stalin y sus
países satélites –excepto Yugoslavia que, sin votar en contra, se abstuvo-
defendían los mismos intereses ¡económicos y geopolíticos! que Estados
Unidos, Canadá o Francia es tan presumible como suponer que las gallinas y el
raposo se alíen contra el perro del granjero. Lo de que cuenta con la protección
de Occidente para llevar 62 años asesinando, convendrá conmigo, Sr. Ghaleb,
en que es, sencillamente, esperpéntico. Le invito a repasar la Historia: Con
fecha 29-11-1947, en la ONU se votó la Resolución 181 que, con 33 sufragios
a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, aprobó la partición de Palestina, bajo
administración colonial británica, en dos territorios, uno para la constitución del
Estado de Israel y otro para los árabes, al margen de la ya creada (a finales de
mayo de 1946) nueva nación, Jordania, al este del Mar Muerto. En la
fragmentación territorial acordada, el territorio adjudicado a Israel comprendía,
en el nada despreciable porcentaje de un 45% del total, el árido desierto del
Neguev, un terreno yermo e inaprovechable. Por otra parte, la ciudad de
Jerusalén quedaba en la condición de “ciudad abierta” bajo administración
internacional. La reacción árabe a lo determinado por las Naciones Unidas fue,
como sin duda usted conoce, así: la Liga Árabe anunció por medio de su
Secretario General, Azzam Pachá, la inminencia de “una guerra de exterminio”;
el líder palestino Ahmed Chukeiry –nombre que, sin duda, le resultará familiar-
aseguró que tal contienda perseguía la “eliminación del Estado hebreo”; por su
parte, la Universidad Islámica de El Cairo decretó la guerra santa contra Israel.
La amenaza se hizo realidad el mismo día en que el Reino Unido abandonó el
territorio, momento en que los ejércitos mancomunados de Egipto, Siria,
Jordania, Líbano e Irak atacaron al nuevo Estado, nacido horas antes.

        No necesito recordarle, Sr. Ghaleb, que ese “mundo mundial” –y
discúlpeme la guasa- que según su criterio siempre protegió a Israel, asistió
impasible a la presumible consumación de la fallida Solución Final de Hitler y
sus secuaces. Seguramente, pensaría que si los árabes le hacían el trabajo
sucio de eliminar a Israel, 24 horas de lamentaciones y unas cuantas
declaraciones de condena sería un precio poco oneroso por librarse,
definitivamente, del problema de las ansias de los judíos cuanto a tener un
territorio propio que les cobijase o, en cualquier caso, que les proporcionara la
posibilidad de defenderse.

       Esta guerra permitió a Jordania anexionarse el territorio de la
Cisjordania, incluyendo Jerusalén. El resto del mundo, según usted tan
desconsiderado con el pueblo árabe, no exigió la internacionalización prevista
para la Ciudad Santa. Los árabes tampoco la reclamaron para los palestinos ni,
por descontado, los propios palestinos.

        La contienda a que me estoy refiriendo tuvo, sin embargo,
consecuencias importantes: por una parte, los habitantes árabes del territorio
quedaron desposeídos de sus propiedades, ya que las naciones atacantes les
animaron a salir el breve tiempo que, según sus cálculos, necesitarían para
borrar cualquier rastro de presencia judía allí. Además, y siempre según las
previsiones árabes, verían acrecentado su patrimonio con el reparto de lo
expoliado a los sionistas. Ésta es -a fuentes históricas fiables me remito- la
verdadera génesis de lo que vino a ser la llamada Catástrofe palestina. Por otra
parte, ocurrió que Jerusalén, ciudad de especial significación para tres
religiones monoteístas, quedó a merced de las decisiones de un estado cuyas
primeras decisiones fueron destruir todo vestigio de los judíos, por ejemplo la
joya cultural que fue la vieja Sinagoga de Hurva, y, en especial, el acceso al
Kotel o Muro de los Lamentos, y limitar las actividades de grupos cristianos.
Actualmente, bajo administración israelí, está garantizado el derecho de culto
para cualquiera.
Pasados alrededor de 8 años de los acontecimientos referidos, Gamal
Abdel Nasser, se dio en proporcionar apoyo a los llamados fedayim y, para
completar la maniobra de ahogamiento de Israel, le cerró las salidas al Índico,
mediante el bloqueo del Estrecho de Tirán, lo que desató otra guerra, de corta
duración, que supuso la anexión de la Península del Sinaí por parte de Israel.
No necesito recordarle, creo, que Francia e Inglaterra intervinieron en el
conflicto no tanto por apoyar a Israel sino, más bien, para defender sus
inversiones e intereses estratégicos. De hecho, hay constancia de que Gran
Bretaña dejó muy claro que actuaría contra los judíos, en caso de que éstos
atacaran a Jordania, en base a un tratado (a punto de expirar entonces) que
garantizaba la defensa del Reino Hachemita por los británicos.

        En 1967, una formidable coalición militar árabe puso cerco a las
fronteras israelíes, lo que motivó que el Estado hebreo interviniera para
conjurar una amenaza tan grave. Es evidente que fue Israel quien primero
disparó en esta nueva guerra, conocida como la “Guerra de los Seis Días”;
también es igualmente obvio que la concentración de efectivos bélicos por
parte de la RAU y sus aliados no respondía a un proyecto para organizar una
merienda de confraternización con los israelíes, ¿verdad? Esta suposición, u
otras semejantes, hay que descartarlas si tomamos en consideración el tono de
las declaraciones públicas del entonces presidente de la RAU. La “Guerra de
los Seis Días” permitió, entre otras cosas, la conquista por parte de Israel de la
totalidad de Jerusalén. Este status de ciudad reunificada no fue producto de un
acto de pillaje israelí; fue una conquista territorial en todo comparable a la del
territorio de Texas por EE.UU, de Gibraltar por Gran Bretaña, de las Kuriles por
Rusia o tantos otros actos de anexión de territorios por conquista. Al Sr. Ghaleb
le consta, por ser de dominio público que Israel, que según él “cuenta con la
protección de Occidente”, tenía embargado cualquier suministro de armas y
que, a mayor abundamiento, hasta el General De Gaulle prohibió la venta de
repuestos para los Mirage comprados por Israel. Si esto, que puede conocerse
a través de la prensa de la época, le parece al Dr. Ghaleb Jaber que es tener
apoyo…¡Dios me libre de tales muestras de simpatía!

       Una nueva guerra sacudió el Oriente Medio en 1973, concretamente el 6
de octubre de ese año: la conocida como “Guerra de Yom Kippur”. Ocurrió que,
como el Dr. Ghaleb Jaber sabe de sobra, el ejército egipcio y el sirio, con el
apoyo probado de unidades irakíes, marroquíes y, especialmente, jordanas, y,
casi con total seguridad, de Argelia y Libia, atacaron por sorpresa a Israel.
Cierto que, en ese entonces, tuvo apoyo logístico, en lo tocante a material de
guerra, de Estados Unidos, pero no es menos cierto que la URSS pertrechó
abundantemente a los árabes con lo más granado de su tecnología militar.

       Entre los años 1981 y 1982, en medio de ese avispero que es el Líbano,
Siria y la OLP arremetieron contra las fuerzas de las Falanges Libanesas, de
ideología cristiana. En principio se trataba, naturalmente, de un conflicto interno
libanés, no obstante lo cual los sirios aprovecharon para inmiscuirse a la
procura de una posición predominante en la política de aquel país –recuérdese
que Siria tradicionalmente consideró que el Líbano formaba parte de la Gran
Siria, y que no fue sino hasta fechas muy recientes, que se abrieron embajadas
entre ambos países-. A todo esto, la OLP atacaba intensamente el territorio
israelí de Galilea, estando registradas no menos de 240 acciones terroristas
durante ese período. Y no sólo se trataba de acciones de comandos que
incursionaran en Israel, ya que también se contabilizan operaciones de guerra
(v.gr. el bombardeo de unas 33 poblaciones con cañones soviéticos 133 mm.,
en junio de 1981). La impasibilidad se volvió imposibilidad para Israel, tras el
atentado que perpetró una célula de la OLP, a mediados de 1982, en Londres,
contra el embajador israelí (de nombre Shlomo Argov), amén de otros varios
actos terroristas contra intereses israelíes en Europa, alguno con resultado de
muertes.

       No necesito recordarle a Vd., Dr. Ghaleb, la oleada desmesurada de
protestas, manifestaciones, comunicados de repulsa, tensiones diplomáticas y
otras muestras de “cariño”, “apoyo” y “justificación” que recibió Israel entonces
–permítame la ironía-, de parte de ese Occidente tan complaciente y proclive a
exculpar, en opinión de usted, todo lo que se le ocurre hacer a Israel.

        Lleguemos, por último, a los años 2006 y 2008 (en los días 12 de julio y
27 de diciembre, respectivamente) cuando tienen lugar la Segunda Guerra del
Líbano y la “Operación Plomo Fundido”. Antecedentes de los acontecimientos,
según versión de la ONU: sobre las 9 de la mañana del día 12 de julio de 2006,
el grupo terrorista Hezbollah inició un ataque con cohetes contra posiciones
israelíes en la frontera israelo-libanesa. Posteriormente, un comando de dicha
organización acometió a un grupo de soldados con armamento antitanque y
capturó a los sargentos mayores Eldad Regev y Ehud Goldwasser, además de
destruir un tanque y matar a los cuatro soldados que componían su dotación,
durante la posterior operación de rescate de los secuestrados; éstos fueron
devueltos muertos cuatro días después, como cabía esperar de la gentuza que
los apresó, en un canje de prisioneros. El mundo Occidental, según la
tradicional liturgia de las ceremonias de “protección” a Israel de la que usted se
hace eco, organizó la habitual orgía de demonización de los agredidos, y ocultó
los detalles atenuantes –ya no digo aquellos que pudieran exonerarla- acerca
de la actuación israelí.

      Sobre el apoyo incondicional y exculpatorio de Occidente hacia Israel, le
haré una pregunta acerca de un detalle asaz elocuente: ¿Cuántos países del
mundo que mantengan relaciones diplomáticas con Israel tienen su Embajada
en Jerusalén?

        Acerca de la operación contra Gaza, que vamos a decir: alrededor de
3.000 cohetes (de guerra y mortíferos, que mutilan y que destruyen, Dr.
Ghaleb, no de verbena como procura hacernos creer la prensa con su perpetua
coletilla de “cohetes caseros”); 3.000 cohetes, digo, caídos en menos de un
año sobre población civil, sobre mujeres, ancianos y niños que, me lo admitirá
usted que es médico, que valen tanto como las mujeres, los ancianos y los
niños de Gaza. No digo que valgan más los israelíes que los palestinos; digo
que valen tanto los unos como los otros. En el caso que nos ocupa -y
sirviéndome, con su permiso, de sus propias palabras recogidas en la
entrevista-, “los hechos son simples: acción y reacción”. Ataques contra Israel,
la acción; neutralización de los atacantes, la reacción. Esta respuesta no es
exclusiva de la presunta ferocidad israelí: es la propia de todo país soberano,
digno y consecuente con sus obligaciones para con su población ¿Se cree
usted que cualquier nación (desde Canadá hasta Argentina; desde el este
hasta el oeste del planeta) obraría de otro modo? La opinión pública mundial y
los países occidentales alcahuetes –según manifiesta usted- de todos los
desmanes y felonías sionistas, obviaron o minimizaron que Hamas agredía con
contumacia a Israel; que según la propia Agencia de la ONU para Palestina,
desde los aledaños inmediatos del almacén de suministros volado durante un
bombardeo, se dispararon misiles contra Israel; que la aviación israelí,
sabedora de la “sana” costumbre de Hamas de parapetarse detrás de los
civiles, avisaba con antelación de los objetivos a atacar, para permitir que la
población civil los evacuase, y, como lo antedicho, muchos más ejemplos que
prueban que las Fuerzas Armadas israelíes son, con diferencia, el ejército con
una praxis más limpia y una ética más estricta de cuántos operan en el mundo.

        También dice usted, siguiendo con la entrevista, que “nunca un israelí
fue condenado por un acto genocida”. En esta afirmación estoy plenamente de
acuerdo con usted. Discrepo, desde luego, en el sentido que da a su
aseveración. Yo concuerdo con usted en que nunca Israel fue condenado por
genocidio, y ello por la misma razón que yo nunca lo fui por robar un banco a
mano armada ni usted por volar la Catedral de Santiago: sencillamente, porque
nunca hemos cometido tales delitos. No se me escapa que con sus palabras,
usted pretende inducir la idea de que Israel es un genocida impune. Y eso, Sr.
Ghaleb, no es cierto. Como no le conozco personalmente, ni por casualidad
oso pensar que sea usted un mentiroso; quiero suponer que, como tantos de
nosotros y en tantas cosas, está usted equivocado. Le recuerdo que genocida
es el que persigue la eliminación de un grupo humano por razón de sus
caraterísticas. En este sentido, por causa de raza fue genocida el nazismo con
judíos y gitanos; lo fue el régimen de Sadam Husein con los kurdos; otro tanto
Turquía con kurdos y armenios; Estados Unidos con los indios. Por motivos de
religión, todos, o casi todos, los países árabes con los cristianos. Por razones
políticas, la URSS de Stalin o la España franquista. Debido a la orientación
sexual, Irán. Eso es genocidio, Dr. Ghaleb. En Israel yo he visto curar a los
palestinos en los hospitales; se sabe que a Gaza entran cientos de camiones
con suministros cada semana –por cierto, ¿por qué no se dice esto?-; hasta la
misma hija de un líder de Hamas fue trasladada a Israel y atendida en un
centro sanitario mientras no llegó un helicóptero medicalizado jordano para
trasladarla a Amán, según los deseos de su padre. La página WebIslam –que
intuyo tiene poco de pro-israelí- dice que en 10 años (de 1997 a 2007), la
población palestina creció un 30%. Si los “salvajes” israelíes fueran tan
eficaces genocidas como se les imputa, sencillamente habría desaparecido el
pueblo palestino, pues medios para hacerlo, si quisieran los judíos, no les
faltan. De genocida es advertir (ante la vergonzosa pasividad de sus corifeos
anti-Israel) de la intención de eliminar a ese Estado del mapa. Genocida es el
que apoyó e instruyó a los que entraron en la Villa Olímpica de Munich (año
1972) y asesinaron once atletas israelíes. Genocidas fueron los que asaltaron
en octubre de 1985 el Achile Lauro y, sólo por ser judío, tiraron al mar a un
viejo inválido con su silla de ruedas. Genocida fue Idi Amin Dada cuando
secuestró un avión civil en el aeropuerto de Entebbe, a principios de julio de
1976. Genocidas fueron los que asesinaron a un grupo numeroso de críos y
adolescentes en una escuela. Genocidas son los que tienen secuestrado a
Gilad Shalit y no le permiten visitas de Cruz Roja ni, por descontado, recibir
cartas de su familia. Genocidas y xenófobos fueron quienes usaron los
materiales de las tumbas del cementerio judío de Jerusalén para construir
letrinas. Genocidas y xenófobos son los que se regodean cuando ven judíos
despedazados. Genocidas potenciales y xenófobos son los que se conmueven
ante los traumas de guerra de los niños palestinos –y, en efecto, son dignos de
lástima- pero que no dicen ni una palabra para condolerse por las criaturas
conmocionadas y aterrorizadas por los kasam de Hamas. ¿Cómo se puede
llamar terrorista y genocida a quien unilateralmente abandona un territorio
dotándolo antes de la cesión, de infraestructuras importantes? ¿Cómo se
puede llamar genocida y terrorista a quien, al retirarse motu proprio, deja
equipamientos agrícolas modernísimos para que sean explotados por aquellos
a quienes se devuelve el terreno?

       Sigue diciendo usted que “si tú [o alguien] insultas a un judío eres
acusado de inmediato de antisemita”. ¡Pues claro que sí, faltaría más! Y si se
insulta a un negro, se es un racista; o si a un inválido, un inhumano. Lo que no
dice es que en las escuelas palestinas se enseña Geografía a los niños con
mapas que soslayan la ubicación del Estado de Israel, que los imanes y otros
enseñadores árabes del islamismo predican que los judíos son hijos de cerdo y
mono. ¿Eso no es antisemitismo? ¿No es judeofobia pura y dura la viñeta de
Forges? ¿No lo son las de Davila? ¿No son antisemitismo las amenazas de
Ahmadineyad? ¿Y qué me dice de los habituales comentarios de ciertos
columnistas y contertulios que frecuentan los medios de comunicación
españoles? ¿No son judeófobas las posiciones de Hugo Chávez? ¿Qué es
para usted, doctor, el antisemitismo? ¿Cree compatibles sus intentos de
difundir la cultura árabe con el intento de linchamiento de un científico que
protagonizaron unos brutos impresentables (por definirlos con enorme
delicadeza) en la UAM? ¿Es la cultura árabe que difunde la Fundación
Araguaney el guardar silencio ante tamaña imagen de barbarie? ¿Por qué la
Fundación que usted preside no inculca la noción de que un científico experto
en ecología –o en otra especialidad-, y tanto da que sea palestino, israelí,
europeo o chino, es una persona que aporta progreso y que, por tanto, aunque
se desprecie su etnia o su nacionalidad, merece ser respetado su
conocimiento? Doctor Ghaleb Jaber: lamento decirle que, a mi modesto
entender, en materia de aportaciones a la ciencia, el pueblo árabe, solamente
presenta –salvo escasísimas excepciones- el recuerdo de su historia y
descubrimientos aplicables, por desgracia, a la balística.

      Sostiene usted que “existe una exagerada discriminación positiva hacia
el pueblo israelí”. Al respecto he de decirle que en Europa y, particularmente en
España, donde tenemos usted y yo nuestra residencia, ocurre todo lo contrario.
Y, si me lo permite, se lo pruebo. ¿Le parece que discrimina positivamente a
favor de Israel nuestro Presidente cuando califica de acto indebido el
bombardeo de Sderot y Ashkelon? ¿Considera que discrimina positivamente el
Sr. Moratinos cuando reprende al Embajador de Israel por decir que España es
antisemita? ¿Discrimina negativamente cada ayuntamiento que establece
horarios extraordinarios en las piscinas municipales porque los musulmanes no
permiten el baño a sus mujeres compartiendo instalaciones con varones? ¿Se
discrimina positivamente a Israel cuando en Gran Bretaña se suprimen de los
libros de Historia las menciones al Holocausto para no molestar a los árabes?
¿Es un signo de discriminación positiva hacia Israel que la Sra. Tzipi Livni, jefa
de la oposición israelí, tenga que cancelar un viaje a Inglaterra por temor a ser
detenida? ¿Acaso algún gobierno pensó en encausar a un líder británico por
los excesos cometidos por los gurkas? ¿Es discriminar a los árabes que se
permita en Europa construir mezquitas y, en una flagrante vulneración del
principio de reciprocidad –hablo de Derecho Internacional-, no se exija en
países árabes que se autorice la construcción de iglesias cristianas? ¿Es
discriminación positiva a favor de Israel constatar que allí TODOS los cultos
están protegidos por el Gobierno, TODAS las opciones sexuales son lícitas,
TODAS las críticas a la Administración del Estado son admitidas, TODAS las
personas están sometidas a la actuación de la Ley para salvaguarda de sus
derechos y de los ajenos? De ser así, le sugiero que acuda a Gaza a bañarse
en la playa acompañado de señoras que luzcan bikini, que vaya a Teherán y se
declare homosexual, que alquile un coche para que lo conduzca su esposa en
Riad, o que en Rabat critique al rey Mohamed VI. Si después de solventados
los problemas que se le presenten, va a cualquier ciudad de Israel y, haciendo
lo equivalente, tiene usted la más mínima incomodidad, me comprometo desde
ahora mismo a una pública retractación de lo que acabo de decir, o a cualquier
otra penitencia que quiera usted imponerme.

       En un determinado momento de la entrevista que nos ocupa, la
periodista le pregunta si, para usted, los activistas tenían otras intenciones
aparte de la entrega de la ayuda que transportaban. Usted responde que lo que
le parece es que “Israel es como un psicópata patológico que está asesinando
y matando y ve peligros por todas partes.”

       De entrada, incurre usted en una tautología, ya que todo psicópata es un
caso patológico. Pero como nuestro propósito no es tratar de estilo sino
comentar lo que usted dice, consideremos esto como una mera anécdota. Lo
que sí es importante, penosamente sustancioso, es que usted define, ni más ni
menos, una serie de pródromos anunciadores, en su opinión, de las
manifestaciones vesánicas de Israel, los cuales son, por llamarlos de modo
amable, una concatenación de disparates. Supongo que usted no quiere
engañar a los lectores del FARO DE VIGO ni aprovecharse de su posible
ignorancia o falta de información para “colarles” filfas de tan grueso calibre;
insisto en lo que dije anteriormente: estos errores notabilísimos han de
deberse, sin duda, a que tuvo usted uno de esos días en los que se tiene la
mente especialmente ofuscada. Porque vamos a ver: la primera acepción de
asesinar es, si no estoy equivocado, quitar voluntaria y planificadamente la vida
a otra persona. A la vista de lo que dice el diccionario castellano, yo le pregunto
a Vd. lo siguiente: ¿Qué encaja mejor en la definición de asesinato, las muertes
–siempre penosas- producidas durante una acción militar, o la explosión de un
suicida en medio de un supermercado, dentro de un autobús, en una calle
concurrida o en el interior de un restaurante? Según su entender, ¿quién
merece ser calificado de asesino: el que en defensa propia mata a civiles
convertidos en escudos humanos, o el que pone un explosivo que vuela un
edificio? ¿El que ataca o el que repele la agresión? Es posible que yo haya
perdido la cordura, o quizás sean otros los que se hayan vuelto locos; la
cuestión es que cuando se trata de Israel, se le acusa sin pruebas, se tapan
con increíble desvergüenza las provocaciones que recibe, se disimulan los
daños que se le infligen, se justifican las acciones criminales contra él, se
adultera la realidad y se exacerban las críticas más feroces. Ante todo este
panorama, no faltan mendaces que multiplican sus intervenciones, necios que
se las creen y coadyuvan a difundirlas, perversos que las gestan, cándidos a
los que se engaña u obnubilados, seguramente temporales, que inducen al
equívoco. Esto, por no mencionar a los memos que pontifican sobre asuntos de
los que no tienen ni el más escaso conocimiento.

       Sigue diciendo usted, doctor, que “Israel ve peligros por todas partes”.
Desgraciadamente, si los acontecimientos bélicos y de terrorismo que le referí
más atrás, si las amenazas iraníes –peligrosamente corroboradas por el hecho
de que un país que posee la tercera mayor reserva de petróleo diga que
necesita enriquecer uranio aceleradamente ¡para proveerse de energía!-, si los
continuos ataques de Hamas, si la carrera armamentista de Hezbollah, si
expedientes adolecientes de objetiva falta de limpieza e imparcialidad (por
ejemplo, el Informe Goldstone), si la patente (y patética) hostilidad de Hugo
Chávez y Fidel Castro, si los continuos llamamientos al boicot internacional
contra Israel, si el rosario de atentados contra el Estado judío, si estar sometido
al permanente proceso de inquisitoria por parte de organismos de tan poca
credibilidad como la ONU que, en el colmo del sarcasmo, incorpora al
representante iraní a la Comisión de Derechos de la Mujer, o a Arabia Saudí,
Cuba o Pakistán al de Derechos Humanos, si todo eso no le parecen peligros
“por todas partes”, le agradecería me indicara que cosas pueden ser
consideradas de riesgo. En cierta medida (sólo en cierta medida) coincido con
su apreciación de que Israel ve peligros por todas partes. Los ve –como los veo
yo o cualquiera con dos dedos de frente y dos ojos y dos oídos en la cara-
porque existen, son reales, no son las elucubraciones sin fundamento de un
paranoico, tal y como usted insinúa.

      En su respuesta a la pregunta que estamos tratando, emplea usted los
verbos “asaltar” y “atacar” a buques. Supongo que la razón de que haya
empleado tales términos, habrá sido la premura por contestar. De no ser ese el
motivo, se quedó usted, como suele decirse, en flagrante “fuera de juego”, toda
vez que las imágenes que se vieron en los medios de comunicación muestran
a unos soldados bajando por una cuerda y sin hacer uso de sus armas, que
son acometidos por una turba pertrechada con diversos instrumentos lesivos.
Mire usted, doctor Ghaleb, si las tropas israelíes hubieran tenido la intención de
matar que se presupone de acuerdo con sus palabras, simplemente, habrían
disparado desde sus lanchas y helicópteros, ¿no le parece? Por otra parte, le
recordaré que aun siendo cierto que el punto donde se produjo el abordaje eran
aguas no jurisdiccionales, el derecho internacional ampara estas acciones si un
bloqueo está manifestado oficialmente y en tiempo y forma ante los organismos
supranacionales competentes; además de esto, debe ser comunicado con
antelación a los potenciales quebrantadores del cerco. Ambas condiciones
habían sido cumplidas por Israel, como usted sabe.

      Por otra parte, es sospechoso que de todos los navíos de la flotilla,
solamente hubiera habido incidentes en el Mavi Marmara donde, curiosamente,
estaban enrolados activistas turcos de sospechosas vinculaciones, voluntarios
–a sus propias declaraciones me remito- más que para llevar ayuda a Gaza
para ser promovidos a mártires, y periodistas afines al chavismo y de medios
árabes. ¿No cree que son demasiadas casualidades como para obedecer a
motivos fortuitos?

        Por mi parte, pregunto a usted: Si los miembros de la ONG (u ONGs)
patrocinadoras del periplo de la flotilla y usted mismo consideran un acto injusto
que se les haya impedido cumplir su propósito, ¿apoyaría usted que, por
ejemplo, un grupo de solidarios solicitara visitar a Gilad Shalit? Por cierto,
convendrá conmigo en que la conciencia humanitaria de los activistas es, por
no llamarla por su verdadero nombre, cuando menos muy singular, ya que los
padres del soldado prisionero les encarecieron que llevaran una carta para su
hijo, y se negaron rotundamente. Chocante, ¿no?

        A continuación, usted parece cambiar la orientación de su discurso y da
la impresión de derivarlo hacia terrenos más favorables a la propaganda anti-
israelí. Insisto en puntualizar que es lo que aparenta ocurrir, no que lo haya
hecho ni, muchísimo menos, que fuera deliberado. Así, en una especie de
totum revolutum, se mete en un jardín al afirmar que “desde 1948, en el que
cedemos parte de nuestro territorio en la zona de Gaza para crear el Estado de
Israel, las matanzas no han cesado”. Convendrá conmigo, Sr. Ghaleb, que el
problema al tratar de manipular la Historia reciente, aunque sea
involuntariamente, es que puede haber personas que, por razón de su edad o
por cualquier otro motivo, dispongan de información cierta sobre los sucesos en
cuestión. Por eso, aunque a los mozalbetes y a los de menos años que el
medio siglo se les pueda obsequiar con semejantes trapacerías sin que se den
cuenta del engaño, a los más provectos resulta más difícil, ya que suelen
recordar cosas de su infancia y juventud. Me tomo la libertad de hacerle esta
recomendación porque ni en el año 1948 ni antes, los palestinos cedieron parte
alguna de su territorio, ya fuera en Gaza o en otro sitio para crear el Estado de
Israel. Como indiqué anteriormente y usted sabe perfectamente, el Estado de
Israel fue creado por la ONU en 1947, el 29 de noviembre de ese año,
mediante la resolución 181, conocida como Decreto de Partición. No hubo
ninguna cesión palestina sino, más bien, una repartición de lo que, tras la
constitución del Estado que hoy conocemos como Jordania, quedaba del
territorio gobernado por Gran Bretaña. ¿Verdad que recuerda usted que fue
así, tal como yo lo digo?

        Sin embargo, concluye tan desafortunada frase con una verdad
incontrovertible: que desde 1948 “las matanzas no han cesado”. Concuerdo
con su apreciación y apostillo que la mortandad, como antes tuve oportunidad
de enumerar sucintamente, fueron desatadas por el pueblo árabe, tanto que
quienes tuvieron que pagar un enorme precio de sacrificio y vidas para que no
se consumase contra ellos ninguna “nakba” han sido, precisamente, los
israelíes. No lo digo yo; lo dicen las hemerotecas. Lo del número de casas
destruidas (tanto si fueran las 150.000 que usted dice, o que haya sido una y
media), ¿le parece, Dr. Ghaleb, que el daño pudo haber sido mucho mayor si
Israel –Estado genocida y asesino bajo su punto de vista- no hubiera tenido el
miramiento de procurar minimizar los daños? Sobre el número de 1.600
fallecidos, ya me pronuncié antes. Solamente reitero que una vida humana que
se pierde, una sola, es un desastre irreparable, tanto si son árabes, negros,
latinos o sajones. Esto me lo enseñaron, en primera instancia de los judíos.
Curioso, ¿no le parece? Pero volviendo a los muertos, le diré que catalogarlos
de asesinados es, cuando menos inexacto. Y ello por estas razones: 1) Si una
acción se enmarca dentro del cuadro de una guerra, no son los victimarios los
que matan a civiles en el campo de batalla; lo son los que se entremezclan con
gente no combatiente para usarlos como lo que se da en llamar “escudos
humanos”. 2) La responsabilidad y, por ende, la calidad de verdaderos
homicidas es de quienes utilizan edificios civiles para actos de guerra, no para
quienes los neutralizan con los elementos de que disponen. 3) Hay
documentación gráfica bastante para probar fehacientemente la poco
encomiable costumbre de Hamas y Hezbollah de utilizar instalaciones y
transportes sanitarios para acciones bélicas y traslado de terroristas, o hasta le
concedo que se les llame combatientes. Puedo asegurarle que si Hamas dejara
de hostigar a civiles israelíes, nunca la Operación Plomo Fundido habría
pasado, como mucho, de un mero borrador de plan militar.

       Sobre que los palestinos tienen vedado recurrir al Tribunal Internacional
de La Haya porque no son un Estado, le replico que no lo son porque ellos no
quieren. No necesito darle nombres de Conferencias internacionales en las que
los palestinos, sin duda presionados por el mundo árabe, se empecinaron en
un absurdo Todo-O Nada. ¿Necesito recordarle los acuerdos de Oslo o la
Conferencia de Camp David? Y es que, reconózcamelo gallardamente, Sr.
Ghaled, no se trata de compartir una determinada área geográfica; el objetivo
es eliminar a Israel. Los árabes tratan de aniquilar a Israel, e Israel –muy
razonablemente, me parece-, procura que no lo exterminen.

       Su respuesta a la siguiente pregunta, vamos, que no tiene desperdicio
tocante a confundir, como dice el refrán, “churras con merinas”, a mezclar todo
en el tiempo y en el espacio, y a no distinguir –no sé si intencionadamente- lo
habido y lo por haber. Creo que, de haber dispuesto de tiempo bastante,
acabaría por tratar de hacernos creer que un abadejo no es un pez sino que es
un abad de menoscabada reputación. Y, me admitirá usted, esto no es serio.
Fundamenta sus conclusiones partiendo de premisas claramente falsas o,
cuando menos, sofismáticas: Israel no habla siempre de Hamas. Israel habla
de paz, y propone vías para lograrla (buenas, regulares o malas, según el
criterio de quien las juzgue); habla de ciencia y de progreso, aunque haya
presuntos oligofrénicos que aborten el discurso enriquecedor de los expertos;
habla de derechos humanos, reclamándolos para sí y otorgándolos a los
demás; habla de religión (llamo su atención a que no digo judaísmo sino
religión); habla de solidaridad, y habla de economía, de arte, de gastronomía,
de educación, de política y, en fin, de cualquier tema que se le ocurra a sus
ciudadanos, como corresponde a un país que hace de la democracia más
ortodoxa su praxis cotidiana.

       Como cabe dentro de lo posible que usted no concuerde a priori con mis
opiniones, me tomo la libertad de explicarle por qué las considero ciertas, y
hasta axiomáticas. Le digo: sostengo que Israel habla de paz porque desde su
fundación como nación soberana, siempre propuso concordia y relaciones de
cooperación con sus vecinos. Supongo que conoce este párrafo de la
Declaración de Independencia: “Extendemos nuestra mano a todos los Estados
vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad…El Estado de
Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso
de todo Medio Oriente.” Israel, le recuerdo, Sr. Ghaleb, no ha rehuido ningún
foro donde se pudiera establecer un plan razonablemente sólido de paz para la
región. Israel ha devuelto a Egipto la península del Sinaí –por cierto, y si no
recuerdo mal, el único territorio bajo dominio israelí donde puede hallarse
petróleo- cuando se alcanzó un acuerdo que garantizó la convivencia sin
agresiones. Israel cedió lo inimaginable en los encuentros de Camp David y
Oslo. Israel mantiene un aceptable grado de armonía con Jordania. Israel no
emprende acciones militares en Cisjordania desde que bajó la intensidad de los
ataques contra su territorio, y ello pese a intifadas, ataques terroristas a
asentamientos, muertes violentas de policías, atentados contra civiles, etc.

       Le decía que Israel habla de ciencia y de progreso porque de sus
universidades salen Premios Nobel, Príncipe de Asturias y otros de semejante
rango en cantidad solamente comparable a la que aportan las naciones más
pobladas, más sobresalientes culturalmente y más veteranas en labrar los
campos del saber. Israel habla de ciencia y de progreso porque sus
laboratorios, hospitales, fábricas de altísima tecnología, sus descubrimientos
aplicados a la agricultura, a la captación de energía, al crecimiento sostenible,
a técnicas forestales, al tratamiento ecológico, a la farmacología y a los más
variados sectores, le conceden un privilegiado lugar entre los países más
avanzados. Israel, Sr. Ghaleb, habla de ciencia, de cultura, de saber, y cuando
habla de esto no desentona entre los más selectos contertulios a nivel mundial
porque se aplica al estudio, a la dotación de universidades, a la construcción de
colegios, al mantenimiento de bibliotecas, a instalar museos y a otras
semejantes honrosas ocupaciones, tanto por manos privadas como oficiales.
Israel no cuenta con líderes que alardean de solidarios con su pueblo pero que
engrosan sus cuentas bancarias en el extranjero, ni con paradigmas de
compromiso fraterno pero que hacen residir a sus familias en los lugares más
selectos de Europa, ni con educadores que enseñan a los niños a practicar la
guerra. Por eso, porque Israel se preocupa de que los niños israelíes ante todo
vayan a guarderías y a la escuela, en las casas israelíes se ven placas solares
en los tejados y en las de territorio árabe antenas parabólicas.

        No quiero agotar muy exhaustivamente la relación de temas que le
mencioné y sobre los que habla Israel. Pero tampoco me puedo permitir el lujo
de que mis afirmaciones se tomen por baladronadas. Por tanto, mencionaré
muy de pasada algo acerca de los temas de conversación nacional en Israel y
que hice notar expresamente. Cité la economía y, sobre el particular, le diré
que sin duda es usted sabedor de que el Estado de Israel goza de la más alta
calificación otorgada por los más prestigiosos analistas de riesgos. Dicho esto,
y teniendo en cuenta que yo le estoy dando (o eso creo) datos contrastables,
por favor, absténgase de hablarme –si quiere privilegiarme con una réplica a lo
que le estoy diciendo- del “lobby” judío; ni tampoco de la Santa Compaña o de
cualquier otro colectivo fantasmal. Iba comentando, a todo esto, que la
economía israelí es sólida, aun sin percibir la ayuda internacional a fondo
perdido que reciben los palestinos. Ni falta que le hace, y le diré por qué: la
economía israelí se fundamenta en orientar sus esfuerzos y creatividad a crear
prosperidad. Esa es la causa de que el Neguev no sea un desierto árido sino
una plantación floreciente, de que Haifa compita muy dignamente con Silicon
Valley, de que las Universidades de Jerusalén o la Technion (sólo por citar
algunas) estén a la altura de las mejores del mundo, de que en las vegas de
Gaza y el Israel limítrofe se distingan a vista de pájaro cuáles son los cultivos
israelíes y cuáles los palestinos (los primeros están perfectamente ordenados y
limpios, en tanto que los palestinos se asemejan a una zahúrda, o poco
menos), de que la industria de Israel compita ventajosamente en los mercados
mundiales, y tantas otras precisiones semejantes. Sin duda que el hecho de
que se invierta en construir para la comunidad antes que en amontonar
patrimonio, en abonarse a la corrupción o en destruir al vecino, seguramente
influirá en la buena salud socioeconómica de Israel. Tal vez también fuera
digno de que se emulara la buena costumbre israelí de aprovechar lo útil, hasta
tal punto que una cárcel usada por los británicos fue musealizada. Marcado
contraste lo que ofrecieron los telediarios cuando informaron de la retirada
israelí de ciertos asentamientos cuyas tierras fueron entregadas a los
palestinos los cuales, en gozosa orgía de destrucción, se afanaron en arrasar
las instalaciones recién conseguidas.

       Por lo demás, es tan obvio como natural que hable de Hamas y, añado,
de Hezbollah, y de Siria, y de Irán, y de Venezuela, y de Cuba, de tantos otros
países…y de España. ¿Cómo espera usted que no hable de los que se le
muestran hostiles? ¿Cómo no va a hablar del foco, o de los focos, de violencia
contra él? Usted, como médico que es, ¿se sorprende de que un paciente,
aparte de comentar los avatares de su equipo de fútbol favorito, de lo buenos
mozos que son sus hijos, de lo complicado que es llegar a fin de mes sin
privaciones, además de todas estas cuestiones tópicas, le asombra, pregunto,
que hable también de su dolencia? Sin duda alguna, en el caso de que Hamas
dejase de bombardear Israel, esta nación dejaría de hablar de ellos; y el resto
del mundo, con toda seguridad que también.

       Mencioné que también habla de religión. Y habla de religión, Dr. Ghaleb,
porque es el único país de la zona, repito: el único, que por ley garantiza la
libertad de culto. Desde los Bahai (con su suntuoso santuario en Haifa) hasta la
rama más extremada del judaísmo (los ultraortodoxos haredim), pasando por
los jasidim (cabalistas), los ortodoxos, los reformados, los mesiánicos y todas
las demás opciones religiosas de los judíos, los protestantes, los católicos, los
ortodoxos y, por descontado los musulmanes, a todos los nombrados los he
visto practicar en Israel sus actos piadosos, en público y con toda la protección
legal que hubieren menester. Hasta se puede decir públicamente que se es
ateo o agnóstico, y no pasa nada. ¿Puede usted decir que lo mismo ocurre en
los países islámicos?

        Asimismo cité que habla de solidaridad. Esto sí que es algo que me
sorprende hasta emocionarme: que un país tan injuriado sea el primero en
acudir en auxilio de los afligidos por alguna catastófe. No importa si es en Irán,
o en Haití, o en otro sitio. Donde ocurre una hecatombe, allí aparece el socorro
de Israel. Esto en cuanto a acciones solidarias en el exterior. A nivel interno,
como ya apunté en otro sitio, los centros sanitarios israelíes atienden
indistintamente a israelíes o palestinos, o a árabes (usted sabe de casos en los
que ciudadanos de estados árabes fueron tratados por los israelíes con
técnicas terapéuticas de las que carecían en sus países). Qué decirle de Israel,
un país microscópico, que sufraga planes de regadío y aprovechamiento
agrícola en naciones mucho más extensas y mucho más menesterosas.

       Concluyo este asunto con una brevísima referencia a mi alusión a
presumibles conversaciones sobre arte, gastronomía, educación y política,
entre otros variopintos y casi innumerables asuntos. Es decir, lo que ocurre en
cualquier país civilizado y avanzado. El pueblo israelí constaté que es un
contingente asombrosamente culto. Allí no vale la presuposición de que un
artesano o un obrero no cualificado será persona de limitados conocimientos.
Los estereotipos no funcionan en Israel, donde es normal el poliglotismo, es
corriente que cualquiera sepa tocar uno o varios instrumentos musicales, suele
ocurrir que heterogéneos profesionales compongan tertulias acerca de los más
variados temas de auténtica enjundia, donde sus grupos artísticos
profesionales y de aficionados poseen un magnífico nivel, sus pintores,
escultores o cineastas son de primera magnitud, y para qué hablar de sus
orquestas. De todo esto, y de la pugna entre Maccabi y Hapoel, pongamos por
caso, así como de otros temas menores es de lo que se habla en Israel.
Porque Israel, Sr. Ghaleb, es un país perfectamente homologable a los más
avanzados del mundo. De esto tiene mucha culpa la educación que se recibe
desde la infancia. Porque repito lo que ya dije anteriormente: Israel no se
interesa tanto en fabricar niños soldados, ni adolescentes “mártires”, ni adultos
aborrecedores como en inculcar desde la más temprana edad el amor al
conocimiento. Por esa sana obsesión de saber, sucede que sus educandos
comienzan ganando certámenes en diversas disciplinas, acaban ganando
Premios Nobel y, entre medias, permiten que el resto de la Humanidad gane en
progreso. Deberían tomar nota los instigadores del boicot a productos israelíes
que sus móviles y ordenadores, entre otras muchas cosas de que se sirven
cotidianamente, son tecnología israelí y, por pura coherencia, procedería que
se abstuviesen de utilizarlos.

       La gastronomía fue citada por mí –he de confesárselo- del todo
accidentalmente. Me referí a este tema como pudiera haberlo hecho, por
ejemplo, al gradiente de incremento del colesterol por la ingesta de un huevo
de avestruz. Fue un tema que surgió de forma totalmente azarosa, para ilustrar
que en Israel se habla de todo: desde lo más trivial a lo más grave. Me
permitirá, pues, que no pormenorice al respecto.

       Si quiero detenerme algo en el tema de la política. Y es que la política
israelí es cosa por demás asombrosa. Ocurre que allí cualquiera puede
promover un partido político, presentarse a los varios comicios y, de resultar
elegido, ocupar un escaño en el parlamento. Esta amplia libertad tiene el
inconveniente, entre otros, de fragmentar demasiado la cámara legislativa.
Pero, como contrapartida, es la vía más eficaz para que todas las
sensibilidades y tendencias sean tenidas en cuenta. En Israel hay desde
formaciones ultrarreligiosas hasta asociaciones de extrema izquierda. En tan
amplio abanico, no ocupa lugar menor un partido palestino con representación
parlamentaria. Reconozco, Dr. Ghaleb, que mi memoria es sumamente
defiente; más que dar servicio, da lástima. Por eso apelo a su amabilidad para
que me ilustre sobre lo siguiente: ¿Recuerda de algún país árabe que tenga un
grupo parlamentario judío? ¿Me podría decir si en algún país árabe hubo
mujeres ejerciendo de Primer Ministro? ¿Y de Presidente del Parlamento o del
Tribunal Supremo –o su equivalente, vaya-? Es que me parece que en Israel sí
se dio el caso. Y ya que hablamos de política y del mundo árabe: corríjame si
me equivoco, pero me da la impresión que es cierto que en los países árabes
las diferencias suelen resolverse usando formas menos serenas: talibanes a
tiros contra todos los demás en Afganistán, Hamas provocando una carnicería
entre los de Al Fatah, chiíes a tiros y bombazos contra suníes en Irak, o las
matanzas entre islamistas y cristianos en el Líbano, por no hablar, para no
alargar el asunto, de Irán, Marruecos, Arabia Saudí o Libia donde, los
contrarios al régimen, parece ser que van directamente a la cárcel…o al
cementerio. Hay, afortunadamente, naciones que prefieren el debate y que
dejan que cada cual tenga sus ideas. Claro que ese suele ser el detalle, acaso
menor, que distingue a los países democráticos de los que no lo son. En lo que
a usted respecta, Sr. Ghaleb, intuyo que es persona de firmes convicciones
democráticas y mi presentimiento no me engaña, ¿verdad?

        De lo que sigue (“Israel…siempre habla de terrorismo y él es tan
terrorista o más”) ni siquiera me parece que merezca sino una brevísima
reflexión (por supuesto hipotética): el que yo matase a 10 de la familia de mi
vecino, nunca se podría justificar diciendo que él mató a 20 de la mía. Una
persona moral no defiende un daño injusto en base al mayor perjuicio causado
por otro. Tras la mención a Hamas y Al Qaeda que hace la periodista, la
respuesta que le atribuyen a usted responde a un esquema similar a éste: ya
que el agua del mar es salada, luego la inseminación artificial de los bóvidos es
recomendable. Colijo que alguien culto y con principios éticos como los que le
supongo a usted, habrá querido decir otra cosa. Sin duda que habrá sido así.

        Su respuesta, según la ofrece el periódico, continua con que “Gaza sufre
un bloqueo desde hace muchos años”. Tengo la sólida sospecha de que no se
recoge la totalidad de lo dicho por usted. Mi suposición se basa en que, no
teniendo ningún motivo para acusarle de falta de ecuanimidad, es poco
sostenible que no dijera usted que Gaza sufre un bloqueo por: Primero, porque
está en guerra con Israel (no conozco ningún caso –salvo una fantasía de
Goscigny y Uderzo- en que dos bandos contendientes establezcan horarios
para combatir y, cuando no están ocupados en la refriega, se dispensen toda
clase de cortesías). Segundo, porque el bloqueo procura evitar que entren
“juguetes” mortíferos que susceptibles de ser usados contra la integridad de los
habitantes israelíes fronterizos. Tercero, porque el terrorismo palestino tiene la
mala costumbre de disimular entre fardos y contenedores de mercancías
inocuas, misiles, explosivos y otras materias inicuas respecto a su uso. Cuarto,
porque es mentira que Israel tenga en la indigencia a Gaza, ya que diariamente
pasan convoyes de camiones desde el territorio israelí al palestino, amén de
electricidad, agua, y otras cosas necesarias (a la vista de los antecedentes, me
atrevo a apostar que los palestinos no harían igual con Israel). Quinto, porque
el tráfico de personas entre territorio palestino e Israel es tan fluido como lo
permiten las medidas de seguridad que debe adoptar un país ante vecinos que
varias veces han logrado, y muchas otras lo intentaron, pasar de matute a
gentes que sustituyeron el cinturón y el chaleco fabricados con materiales ad
hoc, por otros confeccionados con explosivos.

       El diario sigue poniendo en boca de usted afirmaciones realmente
peregrinas, tales que ésta: “Desde 1948, Israel se comporta como un estado
pirata y asesino”. Después de las pruebas documentales que tuve el gusto de
repasar con usted bastantes párrafos atrás, creo que en la frase recién
transcrita faltan algunas palabras y que hay alguna discordancia de número.
Pienso debería haberse redactado así: “Desde 1948, Israel se comporta como
un estado cualquiera que es atacado por piratas y asesinos” (las negritas son
las correcciones que propongo; también podría mejorarse la sintaxis, pero no
es cuestión de pararse en futesas).

      Parece que, seguidamente, habla usted de “la gran inversión con Bin
Laden” y lamenta que “mientras, al pueblo palestino se le siguen recortando
derechos, cada día tiene menos.” De ser exactamente así lo que usted dijo, le
ruego me aclare los siguientes hechos: El primero, que según la OIM, el
número de desplazados en el mundo ascendía, en 2008, a 26.000.000 de
personas. La misma Agencia cifra en 16.000.000 los refugiados, y otros
organismos dan un censo de 22,5 millones. La UNRWA da el dato de menos
de 5 millones de palestinos en esa situación, desde la guerra de 1948; no
necesito recordarle lo que mencioné en otro momento: que la mayor parte
fueron invitados por los propios árabes a salir temporalmente de sus lugares de
residencia. El segundo, si le parece menoscabar los derechos palestinos el
que, mientras todos los refugiados son atendidos por un solo Organismo
(ACNUR), ellos dispongan de una Agencia específica (UNRWA). El tercero, si
es disminuir los derechos palestinos dar la consideración de refugiado no sólo
a los que abandonaron sus hogares en 1948 sino también a sus
descendientes. Esto es, que un bisnieto de un palestino, nacido en cualquier
país, además de los derechos consustanciales a su condición de ciudadano de
ese Estado, goza también de los beneficios derivados de su condición de
refugiado. El cuarto, que, según tengo entendido, un palestino no tiene que
acreditar su lugar de nacimiento para tener la consideración de refugiado. Si
eso es así, ¿dónde está el perjuicio a sus derechos con relación a otros en
semejante situación?

      Al mero intento de llevar con un cierto orden lo que escribo, las
connotaciones de orden patrimonial o de renta las trataré más adelante.

        Su respuesta a la siguiente pregunta de la periodista es de un realismo
palmario. En efecto, estoy plenamente de acuerdo con usted en que “la
manipulación informativa es desmesurada”. Inclusive añadiría el calificativo de
soez. La agencia Reuters hubo de reconocer que manipuló una de las
fotografías tomadas con ocasión del asalto a la flotilla. Los medios informativos
alteran convenientemente los hechos cotidianos; así, dan puntualmente cuenta
de cada palestino que es abatido por Israel y callan, generalmente y salvo que
haya un significativo número de víctimas, los ataques de los que es objeto
Israel; los tertulianos de los coloquios radiofónicos –particularmente en ciertas
cadenas muy concretas-, muestran una parcialidad insultante, resistiéndose
como si en ello les fuera la vida, a reconocer lo acaecido día a día; los
articulistas –gente de reconocida valía intelectual- se esfuerzan en verter
cuanta basura pueden sobre Israel; las viñetas de los humoristas (¡?) destilan
xenofobia, tanto en los textos que ponen como en los estereotipos que dibujan;
incluso se da el detalle –en modo alguno banal- de que en cualquier acción
violenta es Israel el protagonista: los judíos SON LOS QUE matan a los
palestinos y SON LOS QUE mueren a manos de ellos (rara vez se informa de
que un palestino mata a un judío). Mire hasta que punto se manipula la
información, como usted bien dice, que cuando en abril de 2002, ciento y pico
de palestinos armados se hicieron fuertes en la Basílica de la Natividad, en
Belén, se habló hasta la saciedad en los medios informativos de la penuria de
los pobres infelices, sometidos a la rendición por hambre (no se mencionó que
tamaña calamidad afectaría también a los religiosos del convento. Eso no
importaba. Lo relevante era que se supiera que los palestinos estaban en
obligado ayuno). Pues bien, hubo un especial cuidado de que no se vieran para
nada ni se dijera una palabra de los camiones del Tzahal (el ejército israelí) que
diariamente llevaban raciones de comida –iguales a las que consumen los
militares de Israel- para los cercados. Ocurrió, sin embargo, que otros medios
no españoles y, a todas luces menos arbitrarios y más observantes de la
deontología periodística, si dieron esa información y difundieron las imágenes
que la acompañaban. También se ocultó por casi todos los periodistas que los
respetuosos palestinos mearon y defecaron en la iglesia cristiana que los
acogía sin mostrar el menor respeto a un sitio sagrado para otros –pero
caricaturas de Mahoma desataron la publicación de fatwas reclutando sicarios
que matasen a los dibujantes, que ni eran musulmanes ni estaban en un país
musulmán-. No contentos con profanar el lugar de culto, se sabe que asaltaron
sin contemplaciones la despensa del convento.

        Para que vea usted, Dr. Ghaleb, cuan extremada es la manipulación, le
informo de que, con todo descaro, se difunde que el entrevistado que comparte
página con usted, el Sr. Gómez-Valadés, es miembro a sueldo del Mossad.
Comprenderá lo burdo del fraude si le comento que es absurdo que los
Servicios Secretos israelíes, que tienen renombre de ser de los mejores del
mundo, vayan a permitir que se sepa quienes son sus agentes. Pero por
desgracia –especialmente para ellos- hay estúpidos que se lo creen. De ese
mismo señor, a quien tengo el honor de conocer personalmente, se propaga el
chisme embustero de que es un ex-combatiente de las Israel Defense Forces
(IDF por sus siglas). Si usted lo conoce personalmente, no me dejará mentir al
afirmar que el Sr. Gómez-Valadés está, desde niño, imposibilitado para ser
militar en activo y, muchísimo menos, en una milicia tan especializada como las
Fuerzas Armadas israelíes.

        Posiblemente, a una persona de la sensibilidad y calidad humana que,
me parece, acredita usted, le espantará tal grado de bajeza y, seguramente,
tanto cretinismo en quienes se lo creen. Pero posponga un momento
manifestar su desagrado y déme tiempo, por favor, para que le cuente otra
muestra más de esa manipulación informativa que, colijo, tanto le desagrada.
Verá usted lo que pasó: hace poco más de dos años determiné conocer in situ
la monumentalidad de Petra. El guía oficial que la agencia de turismo jordana
puso a disposición de los excursionistas, nos amenizó el viaje relatándonos mil
cosas curiosas de los lugares por los que pasábamos. Todo muy interesante.
Pero, hete aquí que, al pasar por un cierto paraje, al informarnos de alguna
escaramuza bélica durante la Guerra de los Seis Días, nos contó de otra
batalla de blindados que tuvo lugar contra los sirios (tal vez en la Guerra de
Yom Kippur, no lo recuerdo exactamente), en la que, para que nos
percatáramos de la increíble crueldad sionista, nos aseguró que los mandos
israelíes ¡habían atado con cadenas a los tripulantes de los carros de combate
para evitar que desertasen! No crea usted, Dr. Ghaleb, que me estoy
inventando la “batallita”. Pueden atestiguar que digo la verdad el resto de los
veinte o treinta pasajeros que me acompañaban en el autobús. Como bien
supondrá usted, eso no sólo es una manipulación informativa; es, además,
quedar como un majadero al pensar que sus oyentes éramos unos completos
simples y que nos íbamos a creer el dislate. En efecto, unos cuantos viajeros
reflexionamos del siguiente modo: si un tanquista israelí quisiera desertar, no
necesitaría sino dos cosas, a saber: un trapo blanco (un pañuelo, un talit, unos
calzoncillos) e insertar la directa en la caja de cambios del tanque (si es que
esos artefactos llevan caja de cambios; mi cultura en máquinas militares, debo
reconocer que es vergonzosamente limitada), y a ver quien lo pillaba ¡Pues no
son rápidos los Merkava!. Con tales requisitos previos cumplimentados, no
tendría más que hacer que dirigirse a las posiciones sirias, que ya se
encargarían ellos de tronzar las cadenas, ¿no le parece a usted?

       Como lo de que “Palestina renunció a parte de su territorio en
Cisjordania y Gaza hace más de sesenta años” ya hemos visto hace un rato
que es rigurosamente falso, atribuimos el error a un incómodo lapsus cálami y
lo dejamos ahí.

       No deja de sorprenderme la afirmación de que “el pueblo palestino
acepta un estado israelí.” Me causa extrañeza porque no entiendo como, de
ser la cosa así como se dice, en lugar de entablar negociaciones ya de una
vez, se prosigue con los ataques en las fronteras, se continúa la progresión
armamentista (no hace mucho, se difundió la noticia de que un submarino
español detectó y fotografió un cargamento, cuando menos, bastante
sospechoso), se insiste en el descrédito unidireccional, se prolonga la
incomunicación del y acerca del soldado Gilad Shalit, se mantiene el principio
fundacional de hacer desaparecer a Israel y, en suma, no se cesa en el
hostigamiento contra Israel. Creo que no es fácil comprender que si de dos
partes en conflicto una de ellas manifiesta tener ánimo de acercamiento
constructivo hacia la otra, sin embargo persevere en una actitud
declaradamente hostil.

       Respecto de que los palestinos “seguimos siendo humillados en nuestro
propio territorio”, debo reconocer que no alcanzo a interpretar qué se quiere
decir con ello. Si se refiere a que los palestinos son derrotados cuando Israel
se harta de que lo agredan, pues he de admitir que, efectivamente, suele
suceder así. Pero también me ha de reconocer usted dos cosas: una, que no
es infrecuente que si se ataca a quien es más fuerte, esto redunde en perjuicio
del provocador; otra, que la presunta vejación tiene una solución simple y,
afortunadamente, empírica: que cesen las acometidas contra Israel y, como
ocurrió con Egipto, con Jordania, con Cisjordania y, aunque más
precariamente, con Líbano y Siria, se habrán terminado para los palestinos las
humillaciones de la derrota

       Entender lo de sufrir alguna clase de afrenta “en nuestro propio territorio”
en el sentido de que fuerzas invasoras israelíes ocupen tierra de Gaza es, lisa
y llanamente, una tontería: los israelíes se retiraron unilateralmente de allí,
aproximadamente, en el año 2005. Esto es sabido por todos porque apareció
profusamente en la prensa internacional ¿No es verdad?

        Prosigo leyendo y me encuentro con que, a modo de insostenible
consecuencia lógica, se dice que “…más del 50% de la población en Gaza es
pobre: vive con menos de un dólar al día. Es un pueblo castigado por Israel.”
Sr. Ghaleb, acaso involuntariamente, creo que, según el tenor de la entrevista,
se ha metido usted en un jardín. Pero bueno, no me supone ninguna molestia
tratar de rescatarle a usted. Como punto de partida, le haré notar que, quizás
por desgracia, el mundo está dividido, usando una de las más primarias
clasificaciones que pueden utilizarse, en ricos y pobres. Por eso a mí,
pongamos por caso, me gustaría tener las rentas de un magnate, y no las
tengo. Un obrero en Polonia o en Portugal, querría cobrar lo que su colega
danés o noruego, pero no es así. Esto dicho como primera aproximación a lo
que se lee en el diario. Lo que sigue, esto es, que más de la mitad de la
población de Gaza vive con tan solo unos céntimos de euro al día admito que
puede ser verdad, tristemente. Pero claro, me hace sospechar que se trate de
una argucia interesada, ya que no se dice ni una palabra del nivel de renta del
otro casi 50%. ¿Es posible que el problema de los habitantes de Gaza no sea
tanto la falta de dinero como el mal reparto del que poseen? Porque verá usted,
doctor, no me cuadra tanta miseria con los datos de que dispongo y que, con
mucho gusto, comparto con usted: La Conferencia Internacional de Donantes
para el Estado Palestino, en su reunión celebrada en Francia, en París
concretamente, con fecha 16-12-2007, acordó librar un montante de
5.100.000.000 de euros para los siguientes tres años, de los cuales,
2.015.000.000 serían transferidos en 2008 (mi fuente, una tan poco
sospechosa de proclividad hacia Israel como la Cadena SER). Según un
informe de fecha 22-05-2006, difundido por la Organización Mundial de la
Salud, el Banco Mundial dispuso una aportación de 25.000.000 de euros para
atender pagos a 80.000 funcionarios y jubilados en Palestina (fuente, Globedia)
En una parte del Anexo de ese mismo dictamen se censan en 140.000 los
funcionarios a sueldo del bicéfalo gobierno palestino. Una organización tan
simpatizante de Israel –entiéndase que hablo con mucha ironía- como Intermon
Oxfam, declara, en un informe suyo que ennoblecería a Goebels (no necesito
aclararle a quien nombro, ¿no es cierto?), que en los últimos diez años la
comunidad internacional envió 12.000.000.000 $ (una sencilla cuenta de dividir
nos aclara que sale una media de 1.200.000.000$/año). El colectivo citado, en
el mismo informe, comunica que en la Conferencia para la Reconstrucción de
Gaza, que tuvo lugar en marzo de 2009, el ministro Moratinos anunció un
desembolso de 180.000.000 para los dos años siguientes. ¿A dónde va a parar
esa inmensidad de dinero? Y aun sin tener en cuenta que a los montos
indicados habrá que sumar, digo yo, la riqueza que genera la propia Palestina
mediante la explotación de sus recursos y las plusvalías del tráfico comercial
ordinario. Si reconvertimos los datos aportados a ratios anuales nos salen, muy
aproximadamente, los siguientes números: la comunidad internacional envía
1.700.000.000 de euros a Palestina, lo que supone una media mensual de más
de 141,5 millones de euros al mes. Los 1.200.000.000$/año, supone hablar de
cien millones de dólares al mes. Para la superficie y número de habitantes de la
población palestina, ¿cree Vd. que alguien cuerdo pueda pensar en que en
Palestina falta dinero (le apunto que la página WebIslam cifró en poco más de
3.700.000 las personas que vivían en Palestina en 2007)?

        La población palestina, Sr. Ghaleb, es un pueblo castigado, pero no por
Israel. Cierto que Israel se defiende –hace lo que haríamos usted y yo, faltaría
más- pero no es quien atormenta a los palestinos. Al pueblo palestino, y con
muchísima diferencia en Gaza, quien de veras lo aflige son sus autoridades. Y,
para ser más preciso, pienso que lo ahogan por tres vías, que son: La primera,
sacrificando su bienestar al perpetrar ataques contra Israel parapetándose
detrás de población civil, utilizando viviendas como áreas de lanzamiento de
misiles, amparándose en la inmunidad de vehículos sanitarios y sirviéndose de
ellos para el traslado de personas armadas, o convirtiendo hospitales y
escuelas en arsenales paramilitares. Desaprovechando el potencial propio para
la generación de riqueza, y esto, a su vez, de dos maneras: una, por concentrar
recursos –económicos, técnicos y humanos- no tanto en la producción de
rentas y en la construcción de patrimonio sino, prioritariamente, en la
destrucción del vecino sionista. Otra, por no conservar lo que se obtiene.

        La segunda, por esa paradigmática corrupción que, por una parte, se
manifiesta directamente en una bulimia de avaricia y, por otra, en una especie
de neoplasia funcionarial que, por todo beneficio, sirve para producir una
administración elefantiásica y mantener las adhesiones de estómagos –y más
cosas- agradecidos. ¿Se da cuenta, Sr. Ghaleb Jaber, que 140.000
funcionarios equivalen, más o menos, a casi un 4% de la población
administrada o en el mejor de los casos, si nos quedamos con un número de
80.000, a más del 2%? Y eso en una estructura político-administrativa
relativamente simple como la palestina y donde, según informan fuentes
palestinas, escasean escuelas y centros médicos. Esto son menos de 26,5
habitantes por funcionario, considerando un total de 140.000 empleados
públicos o, si lo dejamos en 80.000, nos da una relación habitantes/ funcionario
de 46,25/1. En España, por establecer una comparación, con todo su aparato
autonómico, con el importante número de maestros, profesores, catedráticos,
sanitarios de cualquier categoría, con todos sus empleados municipales, con
un importante número de Diputaciones Provinciales, hay un funcionario por
cada 18 habitantes (fuente: CincoDías). La enormidad de un censo funcionarial
de 140.000 efectivos se percibe mejor si digo que equivale a la suma de las
tres poblaciones más numerosas de la provincia de Pontevedra, excluido Vigo.
Si nos quedamos con los 80.000 trabajadores públicos, diré que es algo inferior
a la de Santiago de Compostela, casi igual a la de Lugo, prácticamente igual a
la de Ferrol y mayor que la de Pontevedra Capital (fuente: IGE/Padrón 2000).

       La tercera vía de agobio al pueblo palestino es, a mi juicio, lo que yo
llamo “el marketing palestino”, es decir, una estrategia política orientada a
vender miseria y tribulaciones. Claro está que, por regla general, se vende lo
que se produce y se despacha a quienes lo consumen, en este caso, a los
adictos a una droga, por cierto, muy antigua y de diseño, que se llama
judeofobia que, por más detalles, actualmente se comercializa bajo la marca de
antisionismo. Con los infelices palestinos se está jugando –por favor, tómelo
como una opinión muy personal- un cruel juego de damas o de ajedrez en el
que, sin piedad, se sacrifican piezas menores para conservar las de más valor
y forzar unas inacabables tablas, ya que conviene, por tan evidentes como
tenebrosas razones, mantener el statu quo vigente. Fundamento mi suposición
en algunos hechos muy explícitos: mientras se vende la imagen de las
condiciones insalubres de los campamentos de refugiados, la esposa –hoy
viuda- y la demás familia del más representativo líder palestino vive en la zona
más selecta de París. Un diario tan afín a la causa palestina como EL PAÍS,
con fecha 08-02-2005, se hace eco de una noticia publicada en el FINANCIAL
TIMES según la cual, la OLP estaba inmersa en la recuperación de varios
cientos de millones de dólares que ese personaje tendría repartidos en varias
cuentas secretas repartidas por ahí. Otros medios la cuantifican en cifras
todavía más exageradas.

        ¿Dónde está, a su modo de ver, la sentida solidaridad árabe con los
palestinos? ¿Acaso estará imbricada en obras tan faraónicas como inútiles?
¿O en fastuosos palacios? ¿Se oculta, quizá, bajo la apariencia de jaimas que
parecen sacadas de algún relato de Las Mil y Una Noches? Si la nación árabe
en su conjunto, y las autoridades palestinas en particular quisieran, la población
palestina incrementaría de un modo sorprendente su nivel de calidad de vida.
Si se precisan los emplazamientos de campamentos palestinos, se constatará
que, parte de ellos, son como islas de miseria en medio de poblamientos con
un razonable –y, a veces, alto o altísimo- nivel de opulencia. ¿Por qué,
pregunto, los riquísimos países árabes no destinan una ínfima parte de su PIB
a acondicionar esos campamentos? Le diré el único porqué que se me ocurre:
porque hay en juego un interés de superior envergadura: predisponer a la
opinión pública en contra de Israel. ¿En qué es diferente la tierra de cultivo de
Gaza de la de Ashdod? ¿En qué es superior la del Neguev a cualquier otro
terreno palestino? ¿Por qué, si las autoridades palestinas tanto se duelen de
los escasos recursos de su pueblo, en lugar de destrozar lo productivo que
dejan los israelíes cuando se retiran, no lo aprovechan como sería lo juicioso?
¿A qué se destinan exactamente los opulentos libramientos dinerarios que
ingresan los diferentes países, en general, y los que hacen las naciones árabes
en concreto? Se habla mucho, Sr. Ghaleb, de que los judíos apoyan a Israel
con sus dineros. En cierto modo es verdad; yo mismo he visto varios proyectos
ejecutados con la aportación de judíos residentes fuera de Israel. Pero ocurre
que los cuartos –dicho de modo coloquial- que ingresan en Israel procedentes
de donativos, se convierten en museos, proyectos de investigación, mecenazgo
artístico, financiación de cátedras universitarias y otras muchas cosas más que
contribuyen a crear riqueza, al bienestar del mundo y a alimentar las mentes de
los estudiosos. ¿Se aplican a tales fines los dineros que entran en las arcas
palestinas? El palestino, Sr. Ghaleb, a lo que parece no es un pueblo castigado
por Israel sino por sus propios gobernantes, que sacan un enorme rédito
político de mantenerlo en la precariedad para poder exhibirlo ante el mundo
como un colectivo, si puedo usar la memorable descripción que hizo Quevedo
del Dómine Cabra, “archipobre y protomiseria”.

        Si lo que viene a continuación se trasladó correctamente, como se suele
decir informalmente no tiene desperdicio. Sugerir que Egipto es aliado de
Israel, si se refiere a que no está en guerra con él y que hay intercambiadas
entre ambos legaciones diplomáticas, es igual –o muy parecido- a suponer que
como usted y yo no andamos liados a bofetones, necesariamente yo soy socio
suyo en sus importantes negocios.

       Si considera que Egipto es aliado de Israel por razón de tener cerrada la
frontera con Gaza en el paso de Rafah, le diré que, en buen castellano, un
término más adecuado sería, por ejemplo, coincidente. Y es que hacen lo
mismo, pero independientemente el uno del otro. Es más, me parece que poca
gracia les haría a los egipcios que usted les amistara con Israel hasta el
extremo de convertirlos en asociados. De todos modos, tal vez sería
interesante recordar como fueron las cosas cuando algunos países árabes se
constituyeron en hospedadores de los gobiernos palestinos en el exilio. Creo
que no necesito sino mencionar muy someramente que los jordanos
expulsaron a la OLP a tiros de su país, que en Túnez hubieron de soportar un
bombardeo por sus incesantes actos terroristas, que en el Líbano montaron
zapatiestas cada vez que tuvieron oportunidad…¿debo seguir enumerando
acontecimientos semejantes?

       Como final de la respuesta, el periódico pone en su boca estas palabras,
no sé si acertadamente o no: “Tampoco cuenta con Europa, con su
comprensión internacional”. Si por comprensión internacional hemos de
entender que internacionalmente se les muestra indiferencia a los palestinos,
es evidente que tendré que acudir con urgencia a un especialista que me trate
la gravísima amnesia que padezco porque, verá usted, doctor, sospecho que
se me olvidó algo tan simple como contar. En efecto, me parece recordar que
en la ONU se da el caso de que se votan con frecuencia resoluciones,
declaraciones, comunicados y demás que condenan a Israel; y las voces que
se oyen condenándolo son bastante más numerosas que las que lo exculpan o
que se abstienen. No preciso indicar que países como Venezuela, Cuba, Corea
del Norte o Bolivia, entre otros, muestran un descuido tan enorme por la causa
palestina que sólo les falta desplazarse allá a despedazar sionistas (aunque,
según van las cosas, todo se andará). En estas mismas naciones, los intereses
no israelíes sino de conciudadanos judíos, sufren permanentes acosos cuando
no atentados. Esta circunstancia tan poco ejemplar, se da, asimismo, en
Estados, por nombrar uno, como Argentina. ¿No está de acuerdo conmigo?

       Si la incomprensión que menciona se circunscribe a Europa, el caso ya
me preocupa, en lo estrictamente personal, muchísimo más, porque me hace
pensar en inequívocos signos de una esquizofrenia de evolución galopante. Le
indico, si bien sucintamente, por qué creo notar estos síntomas inquietantes:
porque leo en la prensa, veo en la televisión y oigo por la radio que, en el mejor
de los casos, las noticias sobre Oriente Medio se limitan a dar constancia de lo
que ocurre –por supuesto, eso es lo que tienen que hacer los periodistas, que
conste- y, muy habitualmente, llegan a un retorcimiento de los sucesos para
que, aun teniendo que hacer auténticos malabarismos informativos, haya lugar
a mencionar algún hecho que pueda inculpar a Israel. Porque en toda Europa
(y particularmente en España) sólo muy esporádicamente hay manifestaciones
ciudadanas denunciando los atropellos perversos que padece Israel en tanto
que, con una celeridad que envidiaría Supermán, se convocan actos
reivindicando sanciones, boicots, cese de relaciones diplomáticas y toda suerte
de represalias contra el Estado israelí cada vez que actúa en defensa propia.
Porque hay gobiernos europeos a los que no duelen prendas en reprender
pública y severamente a Israel, pero que se muestran tibios –por no decir
complacientes- con las tropelías palestinas y las provocaciones de sus
adláteres. Porque países con enorme tradición de respetabilidad, suprimen
capítulos de la Historia para no “herir sensibilidades” en los colectivos
islámicos. Porque los copiosos atentados y profanaciones de lugares sagrados
judíos quedan, por lo general, impunes. Porque Europa no aplica la Ley de
Reciprocidad. Porque al bombardeo palestino que desencadenó la Operación
Plomo Fundido, hubo algún país europeo que lo calificó de acto indebido.
Porque un jefe del principal partido de la oposición y, a la postre, Presidente de
Gobierno de un Estado de la UE, se fotografió con una keffiyeh al cuello.
Porque universidades de prestigio, en naciones con ínfulas de avanzadas y
cultas, vetan la participación de figuras relevantes del saber porque son
israelíes. Porque lo normal es que cuando hay un acto cultural con
participación israelí, a las puertas del local donde se celebra, se junta una
caterva de mamarrachos que con alaridos y aullidos estentóreos, increpan a los
que quieren ejercer su derecho democrático de asistir a dónde les apetezca y
de posicionarse a favor de quién quieren. Porque energúmenos
“pseudoprogres” pueden coartar la libertad de reunión de gentes –hasta ese
momento libres- por el expeditivo procedimiento de reventar conferencias.
Porque para vergüenza mía y de miles de mis compatriotas el mundo vio las
imágenes de un rebaño de violentos que, ante la pasividad de autoridades
ejemplarmente diligentes en apresar elementos de la kale borroka, pueden
permitirse el lujo de atacar vehículos policiales, impedir la sesión de un
seminario científico e intentar el linchamiento de uno de los ponentes. Decir
que el mundo en general, y en particular Europa, simpatizan con Israel y no con
los palestinos, es como proclamar que los periquitos azules no son pajarillos
sino que son billetes de veinte euros enrollados. Señor Ghaleb: si el periódico
puso lo que usted dijo, sencillamente está usted equivocado en sus
apreciaciones. Y si las evidencias que acabo de presentarle no le parecieran
suficientes, dispongo de más, debidamente documentadas, que, con mucho
gusto puedo aportarle.

       La periodista que realiza la entrevista que venimos comentando, le hace
una postrera pregunta. La respuesta que presuntamente da usted, es
encomiable por su clarividencia: “La violencia existirá mientras que persista la
causa”. En mi modesta opinión, es así. Esto quiere decir, bajo mi punto de
vista, que las acometidas israelíes persistirán, necesariamente, en tanto que
Hamás, Hezbolah y demás patulea insista en atacar a Israel. La causa
desencadenante de la tensión no es otra que la ferocidad con que se hostiga a
Israel; en cuanto los belicosos cesen en sus agresiones, las respuestas
enérgicas de Israel habrán terminado, por la sencilla razón de que serán
innecesarias.

       Disiento, por tanto, de su pesimismo al afirmar –según puede leerse-
que “la solución es muy difícil”. Congratulémonos usted y yo porque, en
realidad, es muy fácil. Tal vez sea laboriosa, más o menos dolorosa para
ambas partes y, acaso, más lenta de lo que nos gustaría; pero, reitero, es muy
poco compleja: que los palestinos renuncien a destruir a Israel; que eviten la
brutalidad de los secuestros, que impidan los atentados salvajes y que
desmonten los kasam y ocupen su tiempo, por ejemplo, en confeccionar
algunas de esas hermosísimas Kashan; que se sienten a hablar, no digo que
con sus amigos, pero con sus vecinos judíos. Eso, dentro de las peculiaridades
de cada situación, es lo que normalmente hacemos quienes nos incluimos en el
conjunto formado por “cualquier ser humano…” que, como muy bien apunta
usted seguidamente, a lo que parece, “…no puede renunciar a ser libre” para
pensar, para elegir opciones, para no ser dominado y para vivir. Pero,
naturalmente, tampoco los israelíes pueden desistir de tener también eso
mismo, ¿no le parece a usted?

       Aun a riesgo de parecer pedante y presuntuoso, creo que puedo
solucionar una más que razonable ansiedad que, según deduzco de lo que
publica el FARO DE VIGO, le abate a usted. Tengo la respuesta a su
angustiosa pregunta sobre “¿dónde están los derechos de los refugiados
palestinos?” Pues mire usted, doctor, en el mismo sitio donde están, o deberían
estarlo, los de los kurdos, de los grecochipriotas, de los pakistaníes, de los de
Sri Lanka, de los de Somalia, de los serbios, de los croatas, de los saharauis,
de los de Irak, Birmania, Somalia, ¿debo seguir enumerando?…, ¡Ah! Y
también los de los israelíes. Porque, sabrá usted, que un número de judíos, al
menos similar al de palestinos, fue expulsado de los países árabes (Jordania,
Siria, Marruecos, Libia, Irak, por citar algunos).

       No caigamos, Sr. Ghaleb, en el axioma del antes mentado Goebels,
cuando apostilló sus procedimientos propagandísticos diciendo que “una
mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad”. Es posible que, en
algún caso, este método funcione; pero al hacerlo, además de las zozobras
que nos acometen a los que como usted y como yo presumimos de decentes,
se corre el riesgo de que se cumpla lo que enunció, me parece, Lincoln, “se
podrá engañar a mucha gente algunas veces; se podrá engañar a alguna gente
muchas veces; pero es imposible engañar a toda la gente todas las veces”. Los
que tal intentáramos quedaríamos, y justificadamente, en evidencia. Porque la
cuestión es que hay algunas personas –entre las que me cuento- que hemos
visto sobre el terreno lo que ocurre y, por consiguiente, cuando oímos a alguien
denostar a Israel, sabemos que los agravios que se le imputan son injustos e
infundados, y nos da la impresión de que el injuriador nos hace la célebre
pregunta de Groucho Marx: “¿A quién va a creer: a mí o a lo que ven sus
ojos?”


                                        Manuel S. Pérez Millos.
                               ___________________
ANEXO:


   Texto de las entrevistas al Dr. Ghilab Jaber Ibrahim y a
                  D. Pedro Gómez-Valadés.

                          ------------

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Respuesta a Ghaleb

  • 1. RÉPLICA A DON GHALEB JABER IBRAHIM Autor: Manuel S. Pérez Millos. (Miembro de AGAI, Asociación Galega de Amizade con Israel).
  • 2. INDICE: Texto de la réplica ………………………… Pág. 3. Anexo ………………………………………. Pág. 39. El conflicto entre árabes e israelíes es asunto que, en mayor o menor medida, a todos nos interesa. Sin duda fue por esa razón que leí con gran cuidado sendas entrevistas que publica el FARO DE VIGO en su edición para Vigo del día 6 de los corrientes. Una de ellas, al Sr. Gómez-Valadés; la otra, al Sr. Ghaleb Jaber Ibrahim, cuyas declaraciones me dejaron estupefacto; y tanto más cuando, tras leer la breve glosa que de él, bajo el epígrafe “FICHA PERSONAL”, hace la periodista autora del reportaje, me entero de que se trata de todo un Licenciado en Medicina y Cirugía y de un doctor en Periodismo, amén de Presidente de la Fundación Araguaney, que persigue, por lo que pude sacar de la lectura, ser nexo entre las culturas árabe e hispana. Además, y por otras vías, estoy informado de que es un exitoso hombre de negocios.
  • 3. No puedo, tras tan brillante currículum académico y empresarial, atribuir al Sr. Ghaleb ningún déficit de inteligencia. No se obtienen dos licenciaturas y, previsiblemente, otros tantos doctorados ni se prospera en el difícil mundo de las grandes aventuras mercantiles o de las entidades de interés socio-cultural, sin disponer de una privilegiada dotación intelectual. De no ser porque se que es improbable, mismo podría acabar creyendo que falta Usted a la verdad. Como seguramente es un mero error, le voy a explicar en que está Usted equivocado. Aún recuerdo una conferencia suya en Vigo, durante la que exhibió como argumento irrefutable las tesis contenidas en el libelo titulado LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN que, como cualquiera medianamente informado conoce –el Sr. Ghaleb con mayor motivo- es un plagio convenientemente adaptado para mayor provecho de una de las furibundas campañas antijudías de la Rusia zarista. El Sr. Ghaleb Jaber, como hombre ilustrado que es, sabe sobradamente que el panfleto en cuestión ha sido abrumadoramente rechazado por demostradamente falaz, en los círculos intelectual y científicamente más solventes, y solamente es aceptado como documento fiable por dos grupos de personas: los más necios de entre los judeófobos, y los ignorantes profundos. En el mismo acto, se dijo que Lord Balfour y el Presidente Truman eran judíos, cosa que es totalmente falsa. Pese a la sombra de duda que me surge por los errores de documentación en la charla a la que acabo de referirme, prefiero suscribir la segunda hipótesis y pensar que cuando hizo las declaraciones que menciona el FARO DE VIGO, el Sr. Ghaleb Jaber tenía uno de esos que suelen llamarse “días malos” y que, de vez en cuando, todos padecemos. De no haber sido así, no se explica uno como alguien brillante como el entrevistado puede incurrir en contradicciones tan burdas, en mixturas tan heterogéneas y en inexactitudes tan groseras como las que abundan en sus respuestas. Pero, claro está, “una cosa es predicar y otra dar trigo”, como dice el refrán, y soy consciente de que mis acusaciones no pasarían de vulgares infundios si no las demuestro, por lo que, con su permiso, Sr. Ghaleb, me aplico a hacerlo seguidamente. Éste es el resultado del análisis de las “perlas” que se le atribuyen en la transcripción de la entrevista: Dice Vd. que “está claro que es el ejército israelí el que intercepta y aborda los navíos…¿Acaso tienen ellos el derecho de matar y los activistas no tienen el derecho a defenderse?” Pues bien, Sr. Ghaleb, tal y cómo plantea la cuestión, no cabe sino calificarla de sofisma bastante torpe, si me disculpa tal expresión. El procedimiento argumental de Vd. es el mismo que el que podría hacerse contra un hipotético colega de usted, un cirujano que, tras haber advertido a un paciente de los riesgos de no tratar convenientemente una isquemia (pongamos por caso que causada por un ateroma), resultase que el enfermo no atiende las indicaciones, y el doctor se ve obligado a amputarle un miembro. ¿Se puede acusar al médico de ensañamiento por practicar una técnica tan invasiva? Trasladado este sencillo ejemplo al campo de la realidad del incidente en cuestión, lo que figura el ateroma causante, serían los misiles
  • 4. lanzados por Hamas contra población civil israelí DESPUÉS DE ENTREGADO EL TERRITORIO A LA AUTORIDAD NACIONAL PALESTINA; la isquemia, las acciones que desencadena el comportamiento de Hamas en Gaza; las pautas clínicas desobedecidas, serían las recomendaciones de Israel a los barcos de los activistas de que no se tratara de violentar el bloqueo; en la mutilación terapéutica podríamos identificar el abordaje en sí. Pues verá usted: en el caso de la dichosa flotilla, hay estos hechos objetivos: 1) El convoy partió hacia una zona bloqueada militarmente, lo cual es público y notorio (la licitud o ilegalidad de esta medida puede ser, si usted lo estima pertinente, objeto de otra discusión al margen de lo que estamos tratando, para no distraernos del asunto principal –la entrevista y sus respuestas- con digresiones accesorias). 2) Los barcos fueron advertidos para que se detuviesen y fuesen conducidos a puerto. 3) Quienes estaban al mando, hicieron caso omiso de las órdenes recibidas. 4) Las imágenes difundidas por las cadenas de televisión en España (todas ellas muy poco sospechosas de pro-israelíes), muestran que una marea de gente – por cierto, previamente aprovisionados de instrumentos de ataque- capturan y agreden a los soldados israelíes. Las imágenes demuestran que atina usted en describir la situación pero, lamentablemente se equivoca -¿o no se trata, como pienso (ojalá no sea con excesiva inocencia por mi parte) de un error involuntario?- al adjudicar los papeles de atacados y atacantes. Al responder a la pregunta inicial de la periodista, incurre usted en la primera contradicción, ya que indica que la comunidad internacional reacciona con protesta y condena ante la acción contra la flotilla y, un poco más abajo, dice que “nunca se actúa contra él [Israel]” que, según Vd., “al sentirse protegido…va a seguir con la violencia”. El párrafo al que me remito, además, contiene todo un rosario que, si no le ofendo con el término, calificaría de dislates. Así, asegura que “fue condenado en muchas ocasiones”, callando, supongo que por propio pudor, que las condenas –me refiero a las de la ONU, ya que las privadas del mundo árabe son, por proceder de parte interesada, menos relevantes-, las condenas, digo, provienen de una organización ubicada en el bloque donde la presencia de países contrarios a Israel es mayoritaria: países árabes, musulmanes, “no alineados” –tal vez sí, alienados-, otras potencias que, ocasionalmente, mueven los peones del voto como mejor conviene a la partida de sus intereses, etc., etc. Seguidamente, en una penosa amnesia histórica, nos obsequia con que “Israel fue creado para servir unos intereses económicos y políticos en la zona…” Al leer esto, valoro si tener que admirarme de su sentido del humor, porque decir que la Rusia de Stalin y sus países satélites –excepto Yugoslavia que, sin votar en contra, se abstuvo- defendían los mismos intereses ¡económicos y geopolíticos! que Estados Unidos, Canadá o Francia es tan presumible como suponer que las gallinas y el raposo se alíen contra el perro del granjero. Lo de que cuenta con la protección de Occidente para llevar 62 años asesinando, convendrá conmigo, Sr. Ghaleb, en que es, sencillamente, esperpéntico. Le invito a repasar la Historia: Con fecha 29-11-1947, en la ONU se votó la Resolución 181 que, con 33 sufragios a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, aprobó la partición de Palestina, bajo administración colonial británica, en dos territorios, uno para la constitución del Estado de Israel y otro para los árabes, al margen de la ya creada (a finales de
  • 5. mayo de 1946) nueva nación, Jordania, al este del Mar Muerto. En la fragmentación territorial acordada, el territorio adjudicado a Israel comprendía, en el nada despreciable porcentaje de un 45% del total, el árido desierto del Neguev, un terreno yermo e inaprovechable. Por otra parte, la ciudad de Jerusalén quedaba en la condición de “ciudad abierta” bajo administración internacional. La reacción árabe a lo determinado por las Naciones Unidas fue, como sin duda usted conoce, así: la Liga Árabe anunció por medio de su Secretario General, Azzam Pachá, la inminencia de “una guerra de exterminio”; el líder palestino Ahmed Chukeiry –nombre que, sin duda, le resultará familiar- aseguró que tal contienda perseguía la “eliminación del Estado hebreo”; por su parte, la Universidad Islámica de El Cairo decretó la guerra santa contra Israel. La amenaza se hizo realidad el mismo día en que el Reino Unido abandonó el territorio, momento en que los ejércitos mancomunados de Egipto, Siria, Jordania, Líbano e Irak atacaron al nuevo Estado, nacido horas antes. No necesito recordarle, Sr. Ghaleb, que ese “mundo mundial” –y discúlpeme la guasa- que según su criterio siempre protegió a Israel, asistió impasible a la presumible consumación de la fallida Solución Final de Hitler y sus secuaces. Seguramente, pensaría que si los árabes le hacían el trabajo sucio de eliminar a Israel, 24 horas de lamentaciones y unas cuantas declaraciones de condena sería un precio poco oneroso por librarse, definitivamente, del problema de las ansias de los judíos cuanto a tener un territorio propio que les cobijase o, en cualquier caso, que les proporcionara la posibilidad de defenderse. Esta guerra permitió a Jordania anexionarse el territorio de la Cisjordania, incluyendo Jerusalén. El resto del mundo, según usted tan desconsiderado con el pueblo árabe, no exigió la internacionalización prevista para la Ciudad Santa. Los árabes tampoco la reclamaron para los palestinos ni, por descontado, los propios palestinos. La contienda a que me estoy refiriendo tuvo, sin embargo, consecuencias importantes: por una parte, los habitantes árabes del territorio quedaron desposeídos de sus propiedades, ya que las naciones atacantes les animaron a salir el breve tiempo que, según sus cálculos, necesitarían para borrar cualquier rastro de presencia judía allí. Además, y siempre según las previsiones árabes, verían acrecentado su patrimonio con el reparto de lo expoliado a los sionistas. Ésta es -a fuentes históricas fiables me remito- la verdadera génesis de lo que vino a ser la llamada Catástrofe palestina. Por otra parte, ocurrió que Jerusalén, ciudad de especial significación para tres religiones monoteístas, quedó a merced de las decisiones de un estado cuyas primeras decisiones fueron destruir todo vestigio de los judíos, por ejemplo la joya cultural que fue la vieja Sinagoga de Hurva, y, en especial, el acceso al Kotel o Muro de los Lamentos, y limitar las actividades de grupos cristianos. Actualmente, bajo administración israelí, está garantizado el derecho de culto para cualquiera.
  • 6. Pasados alrededor de 8 años de los acontecimientos referidos, Gamal Abdel Nasser, se dio en proporcionar apoyo a los llamados fedayim y, para completar la maniobra de ahogamiento de Israel, le cerró las salidas al Índico, mediante el bloqueo del Estrecho de Tirán, lo que desató otra guerra, de corta duración, que supuso la anexión de la Península del Sinaí por parte de Israel. No necesito recordarle, creo, que Francia e Inglaterra intervinieron en el conflicto no tanto por apoyar a Israel sino, más bien, para defender sus inversiones e intereses estratégicos. De hecho, hay constancia de que Gran Bretaña dejó muy claro que actuaría contra los judíos, en caso de que éstos atacaran a Jordania, en base a un tratado (a punto de expirar entonces) que garantizaba la defensa del Reino Hachemita por los británicos. En 1967, una formidable coalición militar árabe puso cerco a las fronteras israelíes, lo que motivó que el Estado hebreo interviniera para conjurar una amenaza tan grave. Es evidente que fue Israel quien primero disparó en esta nueva guerra, conocida como la “Guerra de los Seis Días”; también es igualmente obvio que la concentración de efectivos bélicos por parte de la RAU y sus aliados no respondía a un proyecto para organizar una merienda de confraternización con los israelíes, ¿verdad? Esta suposición, u otras semejantes, hay que descartarlas si tomamos en consideración el tono de las declaraciones públicas del entonces presidente de la RAU. La “Guerra de los Seis Días” permitió, entre otras cosas, la conquista por parte de Israel de la totalidad de Jerusalén. Este status de ciudad reunificada no fue producto de un acto de pillaje israelí; fue una conquista territorial en todo comparable a la del territorio de Texas por EE.UU, de Gibraltar por Gran Bretaña, de las Kuriles por Rusia o tantos otros actos de anexión de territorios por conquista. Al Sr. Ghaleb le consta, por ser de dominio público que Israel, que según él “cuenta con la protección de Occidente”, tenía embargado cualquier suministro de armas y que, a mayor abundamiento, hasta el General De Gaulle prohibió la venta de repuestos para los Mirage comprados por Israel. Si esto, que puede conocerse a través de la prensa de la época, le parece al Dr. Ghaleb Jaber que es tener apoyo…¡Dios me libre de tales muestras de simpatía! Una nueva guerra sacudió el Oriente Medio en 1973, concretamente el 6 de octubre de ese año: la conocida como “Guerra de Yom Kippur”. Ocurrió que, como el Dr. Ghaleb Jaber sabe de sobra, el ejército egipcio y el sirio, con el apoyo probado de unidades irakíes, marroquíes y, especialmente, jordanas, y, casi con total seguridad, de Argelia y Libia, atacaron por sorpresa a Israel. Cierto que, en ese entonces, tuvo apoyo logístico, en lo tocante a material de guerra, de Estados Unidos, pero no es menos cierto que la URSS pertrechó abundantemente a los árabes con lo más granado de su tecnología militar. Entre los años 1981 y 1982, en medio de ese avispero que es el Líbano, Siria y la OLP arremetieron contra las fuerzas de las Falanges Libanesas, de ideología cristiana. En principio se trataba, naturalmente, de un conflicto interno libanés, no obstante lo cual los sirios aprovecharon para inmiscuirse a la procura de una posición predominante en la política de aquel país –recuérdese que Siria tradicionalmente consideró que el Líbano formaba parte de la Gran
  • 7. Siria, y que no fue sino hasta fechas muy recientes, que se abrieron embajadas entre ambos países-. A todo esto, la OLP atacaba intensamente el territorio israelí de Galilea, estando registradas no menos de 240 acciones terroristas durante ese período. Y no sólo se trataba de acciones de comandos que incursionaran en Israel, ya que también se contabilizan operaciones de guerra (v.gr. el bombardeo de unas 33 poblaciones con cañones soviéticos 133 mm., en junio de 1981). La impasibilidad se volvió imposibilidad para Israel, tras el atentado que perpetró una célula de la OLP, a mediados de 1982, en Londres, contra el embajador israelí (de nombre Shlomo Argov), amén de otros varios actos terroristas contra intereses israelíes en Europa, alguno con resultado de muertes. No necesito recordarle a Vd., Dr. Ghaleb, la oleada desmesurada de protestas, manifestaciones, comunicados de repulsa, tensiones diplomáticas y otras muestras de “cariño”, “apoyo” y “justificación” que recibió Israel entonces –permítame la ironía-, de parte de ese Occidente tan complaciente y proclive a exculpar, en opinión de usted, todo lo que se le ocurre hacer a Israel. Lleguemos, por último, a los años 2006 y 2008 (en los días 12 de julio y 27 de diciembre, respectivamente) cuando tienen lugar la Segunda Guerra del Líbano y la “Operación Plomo Fundido”. Antecedentes de los acontecimientos, según versión de la ONU: sobre las 9 de la mañana del día 12 de julio de 2006, el grupo terrorista Hezbollah inició un ataque con cohetes contra posiciones israelíes en la frontera israelo-libanesa. Posteriormente, un comando de dicha organización acometió a un grupo de soldados con armamento antitanque y capturó a los sargentos mayores Eldad Regev y Ehud Goldwasser, además de destruir un tanque y matar a los cuatro soldados que componían su dotación, durante la posterior operación de rescate de los secuestrados; éstos fueron devueltos muertos cuatro días después, como cabía esperar de la gentuza que los apresó, en un canje de prisioneros. El mundo Occidental, según la tradicional liturgia de las ceremonias de “protección” a Israel de la que usted se hace eco, organizó la habitual orgía de demonización de los agredidos, y ocultó los detalles atenuantes –ya no digo aquellos que pudieran exonerarla- acerca de la actuación israelí. Sobre el apoyo incondicional y exculpatorio de Occidente hacia Israel, le haré una pregunta acerca de un detalle asaz elocuente: ¿Cuántos países del mundo que mantengan relaciones diplomáticas con Israel tienen su Embajada en Jerusalén? Acerca de la operación contra Gaza, que vamos a decir: alrededor de 3.000 cohetes (de guerra y mortíferos, que mutilan y que destruyen, Dr. Ghaleb, no de verbena como procura hacernos creer la prensa con su perpetua coletilla de “cohetes caseros”); 3.000 cohetes, digo, caídos en menos de un año sobre población civil, sobre mujeres, ancianos y niños que, me lo admitirá usted que es médico, que valen tanto como las mujeres, los ancianos y los niños de Gaza. No digo que valgan más los israelíes que los palestinos; digo que valen tanto los unos como los otros. En el caso que nos ocupa -y
  • 8. sirviéndome, con su permiso, de sus propias palabras recogidas en la entrevista-, “los hechos son simples: acción y reacción”. Ataques contra Israel, la acción; neutralización de los atacantes, la reacción. Esta respuesta no es exclusiva de la presunta ferocidad israelí: es la propia de todo país soberano, digno y consecuente con sus obligaciones para con su población ¿Se cree usted que cualquier nación (desde Canadá hasta Argentina; desde el este hasta el oeste del planeta) obraría de otro modo? La opinión pública mundial y los países occidentales alcahuetes –según manifiesta usted- de todos los desmanes y felonías sionistas, obviaron o minimizaron que Hamas agredía con contumacia a Israel; que según la propia Agencia de la ONU para Palestina, desde los aledaños inmediatos del almacén de suministros volado durante un bombardeo, se dispararon misiles contra Israel; que la aviación israelí, sabedora de la “sana” costumbre de Hamas de parapetarse detrás de los civiles, avisaba con antelación de los objetivos a atacar, para permitir que la población civil los evacuase, y, como lo antedicho, muchos más ejemplos que prueban que las Fuerzas Armadas israelíes son, con diferencia, el ejército con una praxis más limpia y una ética más estricta de cuántos operan en el mundo. También dice usted, siguiendo con la entrevista, que “nunca un israelí fue condenado por un acto genocida”. En esta afirmación estoy plenamente de acuerdo con usted. Discrepo, desde luego, en el sentido que da a su aseveración. Yo concuerdo con usted en que nunca Israel fue condenado por genocidio, y ello por la misma razón que yo nunca lo fui por robar un banco a mano armada ni usted por volar la Catedral de Santiago: sencillamente, porque nunca hemos cometido tales delitos. No se me escapa que con sus palabras, usted pretende inducir la idea de que Israel es un genocida impune. Y eso, Sr. Ghaleb, no es cierto. Como no le conozco personalmente, ni por casualidad oso pensar que sea usted un mentiroso; quiero suponer que, como tantos de nosotros y en tantas cosas, está usted equivocado. Le recuerdo que genocida es el que persigue la eliminación de un grupo humano por razón de sus caraterísticas. En este sentido, por causa de raza fue genocida el nazismo con judíos y gitanos; lo fue el régimen de Sadam Husein con los kurdos; otro tanto Turquía con kurdos y armenios; Estados Unidos con los indios. Por motivos de religión, todos, o casi todos, los países árabes con los cristianos. Por razones políticas, la URSS de Stalin o la España franquista. Debido a la orientación sexual, Irán. Eso es genocidio, Dr. Ghaleb. En Israel yo he visto curar a los palestinos en los hospitales; se sabe que a Gaza entran cientos de camiones con suministros cada semana –por cierto, ¿por qué no se dice esto?-; hasta la misma hija de un líder de Hamas fue trasladada a Israel y atendida en un centro sanitario mientras no llegó un helicóptero medicalizado jordano para trasladarla a Amán, según los deseos de su padre. La página WebIslam –que intuyo tiene poco de pro-israelí- dice que en 10 años (de 1997 a 2007), la población palestina creció un 30%. Si los “salvajes” israelíes fueran tan eficaces genocidas como se les imputa, sencillamente habría desaparecido el pueblo palestino, pues medios para hacerlo, si quisieran los judíos, no les faltan. De genocida es advertir (ante la vergonzosa pasividad de sus corifeos anti-Israel) de la intención de eliminar a ese Estado del mapa. Genocida es el que apoyó e instruyó a los que entraron en la Villa Olímpica de Munich (año
  • 9. 1972) y asesinaron once atletas israelíes. Genocidas fueron los que asaltaron en octubre de 1985 el Achile Lauro y, sólo por ser judío, tiraron al mar a un viejo inválido con su silla de ruedas. Genocida fue Idi Amin Dada cuando secuestró un avión civil en el aeropuerto de Entebbe, a principios de julio de 1976. Genocidas fueron los que asesinaron a un grupo numeroso de críos y adolescentes en una escuela. Genocidas son los que tienen secuestrado a Gilad Shalit y no le permiten visitas de Cruz Roja ni, por descontado, recibir cartas de su familia. Genocidas y xenófobos fueron quienes usaron los materiales de las tumbas del cementerio judío de Jerusalén para construir letrinas. Genocidas y xenófobos son los que se regodean cuando ven judíos despedazados. Genocidas potenciales y xenófobos son los que se conmueven ante los traumas de guerra de los niños palestinos –y, en efecto, son dignos de lástima- pero que no dicen ni una palabra para condolerse por las criaturas conmocionadas y aterrorizadas por los kasam de Hamas. ¿Cómo se puede llamar terrorista y genocida a quien unilateralmente abandona un territorio dotándolo antes de la cesión, de infraestructuras importantes? ¿Cómo se puede llamar genocida y terrorista a quien, al retirarse motu proprio, deja equipamientos agrícolas modernísimos para que sean explotados por aquellos a quienes se devuelve el terreno? Sigue diciendo usted que “si tú [o alguien] insultas a un judío eres acusado de inmediato de antisemita”. ¡Pues claro que sí, faltaría más! Y si se insulta a un negro, se es un racista; o si a un inválido, un inhumano. Lo que no dice es que en las escuelas palestinas se enseña Geografía a los niños con mapas que soslayan la ubicación del Estado de Israel, que los imanes y otros enseñadores árabes del islamismo predican que los judíos son hijos de cerdo y mono. ¿Eso no es antisemitismo? ¿No es judeofobia pura y dura la viñeta de Forges? ¿No lo son las de Davila? ¿No son antisemitismo las amenazas de Ahmadineyad? ¿Y qué me dice de los habituales comentarios de ciertos columnistas y contertulios que frecuentan los medios de comunicación españoles? ¿No son judeófobas las posiciones de Hugo Chávez? ¿Qué es para usted, doctor, el antisemitismo? ¿Cree compatibles sus intentos de difundir la cultura árabe con el intento de linchamiento de un científico que protagonizaron unos brutos impresentables (por definirlos con enorme delicadeza) en la UAM? ¿Es la cultura árabe que difunde la Fundación Araguaney el guardar silencio ante tamaña imagen de barbarie? ¿Por qué la Fundación que usted preside no inculca la noción de que un científico experto en ecología –o en otra especialidad-, y tanto da que sea palestino, israelí, europeo o chino, es una persona que aporta progreso y que, por tanto, aunque se desprecie su etnia o su nacionalidad, merece ser respetado su conocimiento? Doctor Ghaleb Jaber: lamento decirle que, a mi modesto entender, en materia de aportaciones a la ciencia, el pueblo árabe, solamente presenta –salvo escasísimas excepciones- el recuerdo de su historia y descubrimientos aplicables, por desgracia, a la balística. Sostiene usted que “existe una exagerada discriminación positiva hacia el pueblo israelí”. Al respecto he de decirle que en Europa y, particularmente en España, donde tenemos usted y yo nuestra residencia, ocurre todo lo contrario.
  • 10. Y, si me lo permite, se lo pruebo. ¿Le parece que discrimina positivamente a favor de Israel nuestro Presidente cuando califica de acto indebido el bombardeo de Sderot y Ashkelon? ¿Considera que discrimina positivamente el Sr. Moratinos cuando reprende al Embajador de Israel por decir que España es antisemita? ¿Discrimina negativamente cada ayuntamiento que establece horarios extraordinarios en las piscinas municipales porque los musulmanes no permiten el baño a sus mujeres compartiendo instalaciones con varones? ¿Se discrimina positivamente a Israel cuando en Gran Bretaña se suprimen de los libros de Historia las menciones al Holocausto para no molestar a los árabes? ¿Es un signo de discriminación positiva hacia Israel que la Sra. Tzipi Livni, jefa de la oposición israelí, tenga que cancelar un viaje a Inglaterra por temor a ser detenida? ¿Acaso algún gobierno pensó en encausar a un líder británico por los excesos cometidos por los gurkas? ¿Es discriminar a los árabes que se permita en Europa construir mezquitas y, en una flagrante vulneración del principio de reciprocidad –hablo de Derecho Internacional-, no se exija en países árabes que se autorice la construcción de iglesias cristianas? ¿Es discriminación positiva a favor de Israel constatar que allí TODOS los cultos están protegidos por el Gobierno, TODAS las opciones sexuales son lícitas, TODAS las críticas a la Administración del Estado son admitidas, TODAS las personas están sometidas a la actuación de la Ley para salvaguarda de sus derechos y de los ajenos? De ser así, le sugiero que acuda a Gaza a bañarse en la playa acompañado de señoras que luzcan bikini, que vaya a Teherán y se declare homosexual, que alquile un coche para que lo conduzca su esposa en Riad, o que en Rabat critique al rey Mohamed VI. Si después de solventados los problemas que se le presenten, va a cualquier ciudad de Israel y, haciendo lo equivalente, tiene usted la más mínima incomodidad, me comprometo desde ahora mismo a una pública retractación de lo que acabo de decir, o a cualquier otra penitencia que quiera usted imponerme. En un determinado momento de la entrevista que nos ocupa, la periodista le pregunta si, para usted, los activistas tenían otras intenciones aparte de la entrega de la ayuda que transportaban. Usted responde que lo que le parece es que “Israel es como un psicópata patológico que está asesinando y matando y ve peligros por todas partes.” De entrada, incurre usted en una tautología, ya que todo psicópata es un caso patológico. Pero como nuestro propósito no es tratar de estilo sino comentar lo que usted dice, consideremos esto como una mera anécdota. Lo que sí es importante, penosamente sustancioso, es que usted define, ni más ni menos, una serie de pródromos anunciadores, en su opinión, de las manifestaciones vesánicas de Israel, los cuales son, por llamarlos de modo amable, una concatenación de disparates. Supongo que usted no quiere engañar a los lectores del FARO DE VIGO ni aprovecharse de su posible ignorancia o falta de información para “colarles” filfas de tan grueso calibre; insisto en lo que dije anteriormente: estos errores notabilísimos han de deberse, sin duda, a que tuvo usted uno de esos días en los que se tiene la mente especialmente ofuscada. Porque vamos a ver: la primera acepción de asesinar es, si no estoy equivocado, quitar voluntaria y planificadamente la vida
  • 11. a otra persona. A la vista de lo que dice el diccionario castellano, yo le pregunto a Vd. lo siguiente: ¿Qué encaja mejor en la definición de asesinato, las muertes –siempre penosas- producidas durante una acción militar, o la explosión de un suicida en medio de un supermercado, dentro de un autobús, en una calle concurrida o en el interior de un restaurante? Según su entender, ¿quién merece ser calificado de asesino: el que en defensa propia mata a civiles convertidos en escudos humanos, o el que pone un explosivo que vuela un edificio? ¿El que ataca o el que repele la agresión? Es posible que yo haya perdido la cordura, o quizás sean otros los que se hayan vuelto locos; la cuestión es que cuando se trata de Israel, se le acusa sin pruebas, se tapan con increíble desvergüenza las provocaciones que recibe, se disimulan los daños que se le infligen, se justifican las acciones criminales contra él, se adultera la realidad y se exacerban las críticas más feroces. Ante todo este panorama, no faltan mendaces que multiplican sus intervenciones, necios que se las creen y coadyuvan a difundirlas, perversos que las gestan, cándidos a los que se engaña u obnubilados, seguramente temporales, que inducen al equívoco. Esto, por no mencionar a los memos que pontifican sobre asuntos de los que no tienen ni el más escaso conocimiento. Sigue diciendo usted, doctor, que “Israel ve peligros por todas partes”. Desgraciadamente, si los acontecimientos bélicos y de terrorismo que le referí más atrás, si las amenazas iraníes –peligrosamente corroboradas por el hecho de que un país que posee la tercera mayor reserva de petróleo diga que necesita enriquecer uranio aceleradamente ¡para proveerse de energía!-, si los continuos ataques de Hamas, si la carrera armamentista de Hezbollah, si expedientes adolecientes de objetiva falta de limpieza e imparcialidad (por ejemplo, el Informe Goldstone), si la patente (y patética) hostilidad de Hugo Chávez y Fidel Castro, si los continuos llamamientos al boicot internacional contra Israel, si el rosario de atentados contra el Estado judío, si estar sometido al permanente proceso de inquisitoria por parte de organismos de tan poca credibilidad como la ONU que, en el colmo del sarcasmo, incorpora al representante iraní a la Comisión de Derechos de la Mujer, o a Arabia Saudí, Cuba o Pakistán al de Derechos Humanos, si todo eso no le parecen peligros “por todas partes”, le agradecería me indicara que cosas pueden ser consideradas de riesgo. En cierta medida (sólo en cierta medida) coincido con su apreciación de que Israel ve peligros por todas partes. Los ve –como los veo yo o cualquiera con dos dedos de frente y dos ojos y dos oídos en la cara- porque existen, son reales, no son las elucubraciones sin fundamento de un paranoico, tal y como usted insinúa. En su respuesta a la pregunta que estamos tratando, emplea usted los verbos “asaltar” y “atacar” a buques. Supongo que la razón de que haya empleado tales términos, habrá sido la premura por contestar. De no ser ese el motivo, se quedó usted, como suele decirse, en flagrante “fuera de juego”, toda vez que las imágenes que se vieron en los medios de comunicación muestran a unos soldados bajando por una cuerda y sin hacer uso de sus armas, que son acometidos por una turba pertrechada con diversos instrumentos lesivos. Mire usted, doctor Ghaleb, si las tropas israelíes hubieran tenido la intención de
  • 12. matar que se presupone de acuerdo con sus palabras, simplemente, habrían disparado desde sus lanchas y helicópteros, ¿no le parece? Por otra parte, le recordaré que aun siendo cierto que el punto donde se produjo el abordaje eran aguas no jurisdiccionales, el derecho internacional ampara estas acciones si un bloqueo está manifestado oficialmente y en tiempo y forma ante los organismos supranacionales competentes; además de esto, debe ser comunicado con antelación a los potenciales quebrantadores del cerco. Ambas condiciones habían sido cumplidas por Israel, como usted sabe. Por otra parte, es sospechoso que de todos los navíos de la flotilla, solamente hubiera habido incidentes en el Mavi Marmara donde, curiosamente, estaban enrolados activistas turcos de sospechosas vinculaciones, voluntarios –a sus propias declaraciones me remito- más que para llevar ayuda a Gaza para ser promovidos a mártires, y periodistas afines al chavismo y de medios árabes. ¿No cree que son demasiadas casualidades como para obedecer a motivos fortuitos? Por mi parte, pregunto a usted: Si los miembros de la ONG (u ONGs) patrocinadoras del periplo de la flotilla y usted mismo consideran un acto injusto que se les haya impedido cumplir su propósito, ¿apoyaría usted que, por ejemplo, un grupo de solidarios solicitara visitar a Gilad Shalit? Por cierto, convendrá conmigo en que la conciencia humanitaria de los activistas es, por no llamarla por su verdadero nombre, cuando menos muy singular, ya que los padres del soldado prisionero les encarecieron que llevaran una carta para su hijo, y se negaron rotundamente. Chocante, ¿no? A continuación, usted parece cambiar la orientación de su discurso y da la impresión de derivarlo hacia terrenos más favorables a la propaganda anti- israelí. Insisto en puntualizar que es lo que aparenta ocurrir, no que lo haya hecho ni, muchísimo menos, que fuera deliberado. Así, en una especie de totum revolutum, se mete en un jardín al afirmar que “desde 1948, en el que cedemos parte de nuestro territorio en la zona de Gaza para crear el Estado de Israel, las matanzas no han cesado”. Convendrá conmigo, Sr. Ghaleb, que el problema al tratar de manipular la Historia reciente, aunque sea involuntariamente, es que puede haber personas que, por razón de su edad o por cualquier otro motivo, dispongan de información cierta sobre los sucesos en cuestión. Por eso, aunque a los mozalbetes y a los de menos años que el medio siglo se les pueda obsequiar con semejantes trapacerías sin que se den cuenta del engaño, a los más provectos resulta más difícil, ya que suelen recordar cosas de su infancia y juventud. Me tomo la libertad de hacerle esta recomendación porque ni en el año 1948 ni antes, los palestinos cedieron parte alguna de su territorio, ya fuera en Gaza o en otro sitio para crear el Estado de Israel. Como indiqué anteriormente y usted sabe perfectamente, el Estado de Israel fue creado por la ONU en 1947, el 29 de noviembre de ese año, mediante la resolución 181, conocida como Decreto de Partición. No hubo ninguna cesión palestina sino, más bien, una repartición de lo que, tras la constitución del Estado que hoy conocemos como Jordania, quedaba del
  • 13. territorio gobernado por Gran Bretaña. ¿Verdad que recuerda usted que fue así, tal como yo lo digo? Sin embargo, concluye tan desafortunada frase con una verdad incontrovertible: que desde 1948 “las matanzas no han cesado”. Concuerdo con su apreciación y apostillo que la mortandad, como antes tuve oportunidad de enumerar sucintamente, fueron desatadas por el pueblo árabe, tanto que quienes tuvieron que pagar un enorme precio de sacrificio y vidas para que no se consumase contra ellos ninguna “nakba” han sido, precisamente, los israelíes. No lo digo yo; lo dicen las hemerotecas. Lo del número de casas destruidas (tanto si fueran las 150.000 que usted dice, o que haya sido una y media), ¿le parece, Dr. Ghaleb, que el daño pudo haber sido mucho mayor si Israel –Estado genocida y asesino bajo su punto de vista- no hubiera tenido el miramiento de procurar minimizar los daños? Sobre el número de 1.600 fallecidos, ya me pronuncié antes. Solamente reitero que una vida humana que se pierde, una sola, es un desastre irreparable, tanto si son árabes, negros, latinos o sajones. Esto me lo enseñaron, en primera instancia de los judíos. Curioso, ¿no le parece? Pero volviendo a los muertos, le diré que catalogarlos de asesinados es, cuando menos inexacto. Y ello por estas razones: 1) Si una acción se enmarca dentro del cuadro de una guerra, no son los victimarios los que matan a civiles en el campo de batalla; lo son los que se entremezclan con gente no combatiente para usarlos como lo que se da en llamar “escudos humanos”. 2) La responsabilidad y, por ende, la calidad de verdaderos homicidas es de quienes utilizan edificios civiles para actos de guerra, no para quienes los neutralizan con los elementos de que disponen. 3) Hay documentación gráfica bastante para probar fehacientemente la poco encomiable costumbre de Hamas y Hezbollah de utilizar instalaciones y transportes sanitarios para acciones bélicas y traslado de terroristas, o hasta le concedo que se les llame combatientes. Puedo asegurarle que si Hamas dejara de hostigar a civiles israelíes, nunca la Operación Plomo Fundido habría pasado, como mucho, de un mero borrador de plan militar. Sobre que los palestinos tienen vedado recurrir al Tribunal Internacional de La Haya porque no son un Estado, le replico que no lo son porque ellos no quieren. No necesito darle nombres de Conferencias internacionales en las que los palestinos, sin duda presionados por el mundo árabe, se empecinaron en un absurdo Todo-O Nada. ¿Necesito recordarle los acuerdos de Oslo o la Conferencia de Camp David? Y es que, reconózcamelo gallardamente, Sr. Ghaled, no se trata de compartir una determinada área geográfica; el objetivo es eliminar a Israel. Los árabes tratan de aniquilar a Israel, e Israel –muy razonablemente, me parece-, procura que no lo exterminen. Su respuesta a la siguiente pregunta, vamos, que no tiene desperdicio tocante a confundir, como dice el refrán, “churras con merinas”, a mezclar todo en el tiempo y en el espacio, y a no distinguir –no sé si intencionadamente- lo habido y lo por haber. Creo que, de haber dispuesto de tiempo bastante, acabaría por tratar de hacernos creer que un abadejo no es un pez sino que es un abad de menoscabada reputación. Y, me admitirá usted, esto no es serio.
  • 14. Fundamenta sus conclusiones partiendo de premisas claramente falsas o, cuando menos, sofismáticas: Israel no habla siempre de Hamas. Israel habla de paz, y propone vías para lograrla (buenas, regulares o malas, según el criterio de quien las juzgue); habla de ciencia y de progreso, aunque haya presuntos oligofrénicos que aborten el discurso enriquecedor de los expertos; habla de derechos humanos, reclamándolos para sí y otorgándolos a los demás; habla de religión (llamo su atención a que no digo judaísmo sino religión); habla de solidaridad, y habla de economía, de arte, de gastronomía, de educación, de política y, en fin, de cualquier tema que se le ocurra a sus ciudadanos, como corresponde a un país que hace de la democracia más ortodoxa su praxis cotidiana. Como cabe dentro de lo posible que usted no concuerde a priori con mis opiniones, me tomo la libertad de explicarle por qué las considero ciertas, y hasta axiomáticas. Le digo: sostengo que Israel habla de paz porque desde su fundación como nación soberana, siempre propuso concordia y relaciones de cooperación con sus vecinos. Supongo que conoce este párrafo de la Declaración de Independencia: “Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad…El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo Medio Oriente.” Israel, le recuerdo, Sr. Ghaleb, no ha rehuido ningún foro donde se pudiera establecer un plan razonablemente sólido de paz para la región. Israel ha devuelto a Egipto la península del Sinaí –por cierto, y si no recuerdo mal, el único territorio bajo dominio israelí donde puede hallarse petróleo- cuando se alcanzó un acuerdo que garantizó la convivencia sin agresiones. Israel cedió lo inimaginable en los encuentros de Camp David y Oslo. Israel mantiene un aceptable grado de armonía con Jordania. Israel no emprende acciones militares en Cisjordania desde que bajó la intensidad de los ataques contra su territorio, y ello pese a intifadas, ataques terroristas a asentamientos, muertes violentas de policías, atentados contra civiles, etc. Le decía que Israel habla de ciencia y de progreso porque de sus universidades salen Premios Nobel, Príncipe de Asturias y otros de semejante rango en cantidad solamente comparable a la que aportan las naciones más pobladas, más sobresalientes culturalmente y más veteranas en labrar los campos del saber. Israel habla de ciencia y de progreso porque sus laboratorios, hospitales, fábricas de altísima tecnología, sus descubrimientos aplicados a la agricultura, a la captación de energía, al crecimiento sostenible, a técnicas forestales, al tratamiento ecológico, a la farmacología y a los más variados sectores, le conceden un privilegiado lugar entre los países más avanzados. Israel, Sr. Ghaleb, habla de ciencia, de cultura, de saber, y cuando habla de esto no desentona entre los más selectos contertulios a nivel mundial porque se aplica al estudio, a la dotación de universidades, a la construcción de colegios, al mantenimiento de bibliotecas, a instalar museos y a otras semejantes honrosas ocupaciones, tanto por manos privadas como oficiales. Israel no cuenta con líderes que alardean de solidarios con su pueblo pero que engrosan sus cuentas bancarias en el extranjero, ni con paradigmas de compromiso fraterno pero que hacen residir a sus familias en los lugares más
  • 15. selectos de Europa, ni con educadores que enseñan a los niños a practicar la guerra. Por eso, porque Israel se preocupa de que los niños israelíes ante todo vayan a guarderías y a la escuela, en las casas israelíes se ven placas solares en los tejados y en las de territorio árabe antenas parabólicas. No quiero agotar muy exhaustivamente la relación de temas que le mencioné y sobre los que habla Israel. Pero tampoco me puedo permitir el lujo de que mis afirmaciones se tomen por baladronadas. Por tanto, mencionaré muy de pasada algo acerca de los temas de conversación nacional en Israel y que hice notar expresamente. Cité la economía y, sobre el particular, le diré que sin duda es usted sabedor de que el Estado de Israel goza de la más alta calificación otorgada por los más prestigiosos analistas de riesgos. Dicho esto, y teniendo en cuenta que yo le estoy dando (o eso creo) datos contrastables, por favor, absténgase de hablarme –si quiere privilegiarme con una réplica a lo que le estoy diciendo- del “lobby” judío; ni tampoco de la Santa Compaña o de cualquier otro colectivo fantasmal. Iba comentando, a todo esto, que la economía israelí es sólida, aun sin percibir la ayuda internacional a fondo perdido que reciben los palestinos. Ni falta que le hace, y le diré por qué: la economía israelí se fundamenta en orientar sus esfuerzos y creatividad a crear prosperidad. Esa es la causa de que el Neguev no sea un desierto árido sino una plantación floreciente, de que Haifa compita muy dignamente con Silicon Valley, de que las Universidades de Jerusalén o la Technion (sólo por citar algunas) estén a la altura de las mejores del mundo, de que en las vegas de Gaza y el Israel limítrofe se distingan a vista de pájaro cuáles son los cultivos israelíes y cuáles los palestinos (los primeros están perfectamente ordenados y limpios, en tanto que los palestinos se asemejan a una zahúrda, o poco menos), de que la industria de Israel compita ventajosamente en los mercados mundiales, y tantas otras precisiones semejantes. Sin duda que el hecho de que se invierta en construir para la comunidad antes que en amontonar patrimonio, en abonarse a la corrupción o en destruir al vecino, seguramente influirá en la buena salud socioeconómica de Israel. Tal vez también fuera digno de que se emulara la buena costumbre israelí de aprovechar lo útil, hasta tal punto que una cárcel usada por los británicos fue musealizada. Marcado contraste lo que ofrecieron los telediarios cuando informaron de la retirada israelí de ciertos asentamientos cuyas tierras fueron entregadas a los palestinos los cuales, en gozosa orgía de destrucción, se afanaron en arrasar las instalaciones recién conseguidas. Por lo demás, es tan obvio como natural que hable de Hamas y, añado, de Hezbollah, y de Siria, y de Irán, y de Venezuela, y de Cuba, de tantos otros países…y de España. ¿Cómo espera usted que no hable de los que se le muestran hostiles? ¿Cómo no va a hablar del foco, o de los focos, de violencia contra él? Usted, como médico que es, ¿se sorprende de que un paciente, aparte de comentar los avatares de su equipo de fútbol favorito, de lo buenos mozos que son sus hijos, de lo complicado que es llegar a fin de mes sin privaciones, además de todas estas cuestiones tópicas, le asombra, pregunto, que hable también de su dolencia? Sin duda alguna, en el caso de que Hamas
  • 16. dejase de bombardear Israel, esta nación dejaría de hablar de ellos; y el resto del mundo, con toda seguridad que también. Mencioné que también habla de religión. Y habla de religión, Dr. Ghaleb, porque es el único país de la zona, repito: el único, que por ley garantiza la libertad de culto. Desde los Bahai (con su suntuoso santuario en Haifa) hasta la rama más extremada del judaísmo (los ultraortodoxos haredim), pasando por los jasidim (cabalistas), los ortodoxos, los reformados, los mesiánicos y todas las demás opciones religiosas de los judíos, los protestantes, los católicos, los ortodoxos y, por descontado los musulmanes, a todos los nombrados los he visto practicar en Israel sus actos piadosos, en público y con toda la protección legal que hubieren menester. Hasta se puede decir públicamente que se es ateo o agnóstico, y no pasa nada. ¿Puede usted decir que lo mismo ocurre en los países islámicos? Asimismo cité que habla de solidaridad. Esto sí que es algo que me sorprende hasta emocionarme: que un país tan injuriado sea el primero en acudir en auxilio de los afligidos por alguna catastófe. No importa si es en Irán, o en Haití, o en otro sitio. Donde ocurre una hecatombe, allí aparece el socorro de Israel. Esto en cuanto a acciones solidarias en el exterior. A nivel interno, como ya apunté en otro sitio, los centros sanitarios israelíes atienden indistintamente a israelíes o palestinos, o a árabes (usted sabe de casos en los que ciudadanos de estados árabes fueron tratados por los israelíes con técnicas terapéuticas de las que carecían en sus países). Qué decirle de Israel, un país microscópico, que sufraga planes de regadío y aprovechamiento agrícola en naciones mucho más extensas y mucho más menesterosas. Concluyo este asunto con una brevísima referencia a mi alusión a presumibles conversaciones sobre arte, gastronomía, educación y política, entre otros variopintos y casi innumerables asuntos. Es decir, lo que ocurre en cualquier país civilizado y avanzado. El pueblo israelí constaté que es un contingente asombrosamente culto. Allí no vale la presuposición de que un artesano o un obrero no cualificado será persona de limitados conocimientos. Los estereotipos no funcionan en Israel, donde es normal el poliglotismo, es corriente que cualquiera sepa tocar uno o varios instrumentos musicales, suele ocurrir que heterogéneos profesionales compongan tertulias acerca de los más variados temas de auténtica enjundia, donde sus grupos artísticos profesionales y de aficionados poseen un magnífico nivel, sus pintores, escultores o cineastas son de primera magnitud, y para qué hablar de sus orquestas. De todo esto, y de la pugna entre Maccabi y Hapoel, pongamos por caso, así como de otros temas menores es de lo que se habla en Israel. Porque Israel, Sr. Ghaleb, es un país perfectamente homologable a los más avanzados del mundo. De esto tiene mucha culpa la educación que se recibe desde la infancia. Porque repito lo que ya dije anteriormente: Israel no se interesa tanto en fabricar niños soldados, ni adolescentes “mártires”, ni adultos aborrecedores como en inculcar desde la más temprana edad el amor al conocimiento. Por esa sana obsesión de saber, sucede que sus educandos comienzan ganando certámenes en diversas disciplinas, acaban ganando
  • 17. Premios Nobel y, entre medias, permiten que el resto de la Humanidad gane en progreso. Deberían tomar nota los instigadores del boicot a productos israelíes que sus móviles y ordenadores, entre otras muchas cosas de que se sirven cotidianamente, son tecnología israelí y, por pura coherencia, procedería que se abstuviesen de utilizarlos. La gastronomía fue citada por mí –he de confesárselo- del todo accidentalmente. Me referí a este tema como pudiera haberlo hecho, por ejemplo, al gradiente de incremento del colesterol por la ingesta de un huevo de avestruz. Fue un tema que surgió de forma totalmente azarosa, para ilustrar que en Israel se habla de todo: desde lo más trivial a lo más grave. Me permitirá, pues, que no pormenorice al respecto. Si quiero detenerme algo en el tema de la política. Y es que la política israelí es cosa por demás asombrosa. Ocurre que allí cualquiera puede promover un partido político, presentarse a los varios comicios y, de resultar elegido, ocupar un escaño en el parlamento. Esta amplia libertad tiene el inconveniente, entre otros, de fragmentar demasiado la cámara legislativa. Pero, como contrapartida, es la vía más eficaz para que todas las sensibilidades y tendencias sean tenidas en cuenta. En Israel hay desde formaciones ultrarreligiosas hasta asociaciones de extrema izquierda. En tan amplio abanico, no ocupa lugar menor un partido palestino con representación parlamentaria. Reconozco, Dr. Ghaleb, que mi memoria es sumamente defiente; más que dar servicio, da lástima. Por eso apelo a su amabilidad para que me ilustre sobre lo siguiente: ¿Recuerda de algún país árabe que tenga un grupo parlamentario judío? ¿Me podría decir si en algún país árabe hubo mujeres ejerciendo de Primer Ministro? ¿Y de Presidente del Parlamento o del Tribunal Supremo –o su equivalente, vaya-? Es que me parece que en Israel sí se dio el caso. Y ya que hablamos de política y del mundo árabe: corríjame si me equivoco, pero me da la impresión que es cierto que en los países árabes las diferencias suelen resolverse usando formas menos serenas: talibanes a tiros contra todos los demás en Afganistán, Hamas provocando una carnicería entre los de Al Fatah, chiíes a tiros y bombazos contra suníes en Irak, o las matanzas entre islamistas y cristianos en el Líbano, por no hablar, para no alargar el asunto, de Irán, Marruecos, Arabia Saudí o Libia donde, los contrarios al régimen, parece ser que van directamente a la cárcel…o al cementerio. Hay, afortunadamente, naciones que prefieren el debate y que dejan que cada cual tenga sus ideas. Claro que ese suele ser el detalle, acaso menor, que distingue a los países democráticos de los que no lo son. En lo que a usted respecta, Sr. Ghaleb, intuyo que es persona de firmes convicciones democráticas y mi presentimiento no me engaña, ¿verdad? De lo que sigue (“Israel…siempre habla de terrorismo y él es tan terrorista o más”) ni siquiera me parece que merezca sino una brevísima reflexión (por supuesto hipotética): el que yo matase a 10 de la familia de mi vecino, nunca se podría justificar diciendo que él mató a 20 de la mía. Una persona moral no defiende un daño injusto en base al mayor perjuicio causado por otro. Tras la mención a Hamas y Al Qaeda que hace la periodista, la
  • 18. respuesta que le atribuyen a usted responde a un esquema similar a éste: ya que el agua del mar es salada, luego la inseminación artificial de los bóvidos es recomendable. Colijo que alguien culto y con principios éticos como los que le supongo a usted, habrá querido decir otra cosa. Sin duda que habrá sido así. Su respuesta, según la ofrece el periódico, continua con que “Gaza sufre un bloqueo desde hace muchos años”. Tengo la sólida sospecha de que no se recoge la totalidad de lo dicho por usted. Mi suposición se basa en que, no teniendo ningún motivo para acusarle de falta de ecuanimidad, es poco sostenible que no dijera usted que Gaza sufre un bloqueo por: Primero, porque está en guerra con Israel (no conozco ningún caso –salvo una fantasía de Goscigny y Uderzo- en que dos bandos contendientes establezcan horarios para combatir y, cuando no están ocupados en la refriega, se dispensen toda clase de cortesías). Segundo, porque el bloqueo procura evitar que entren “juguetes” mortíferos que susceptibles de ser usados contra la integridad de los habitantes israelíes fronterizos. Tercero, porque el terrorismo palestino tiene la mala costumbre de disimular entre fardos y contenedores de mercancías inocuas, misiles, explosivos y otras materias inicuas respecto a su uso. Cuarto, porque es mentira que Israel tenga en la indigencia a Gaza, ya que diariamente pasan convoyes de camiones desde el territorio israelí al palestino, amén de electricidad, agua, y otras cosas necesarias (a la vista de los antecedentes, me atrevo a apostar que los palestinos no harían igual con Israel). Quinto, porque el tráfico de personas entre territorio palestino e Israel es tan fluido como lo permiten las medidas de seguridad que debe adoptar un país ante vecinos que varias veces han logrado, y muchas otras lo intentaron, pasar de matute a gentes que sustituyeron el cinturón y el chaleco fabricados con materiales ad hoc, por otros confeccionados con explosivos. El diario sigue poniendo en boca de usted afirmaciones realmente peregrinas, tales que ésta: “Desde 1948, Israel se comporta como un estado pirata y asesino”. Después de las pruebas documentales que tuve el gusto de repasar con usted bastantes párrafos atrás, creo que en la frase recién transcrita faltan algunas palabras y que hay alguna discordancia de número. Pienso debería haberse redactado así: “Desde 1948, Israel se comporta como un estado cualquiera que es atacado por piratas y asesinos” (las negritas son las correcciones que propongo; también podría mejorarse la sintaxis, pero no es cuestión de pararse en futesas). Parece que, seguidamente, habla usted de “la gran inversión con Bin Laden” y lamenta que “mientras, al pueblo palestino se le siguen recortando derechos, cada día tiene menos.” De ser exactamente así lo que usted dijo, le ruego me aclare los siguientes hechos: El primero, que según la OIM, el número de desplazados en el mundo ascendía, en 2008, a 26.000.000 de personas. La misma Agencia cifra en 16.000.000 los refugiados, y otros organismos dan un censo de 22,5 millones. La UNRWA da el dato de menos de 5 millones de palestinos en esa situación, desde la guerra de 1948; no necesito recordarle lo que mencioné en otro momento: que la mayor parte fueron invitados por los propios árabes a salir temporalmente de sus lugares de
  • 19. residencia. El segundo, si le parece menoscabar los derechos palestinos el que, mientras todos los refugiados son atendidos por un solo Organismo (ACNUR), ellos dispongan de una Agencia específica (UNRWA). El tercero, si es disminuir los derechos palestinos dar la consideración de refugiado no sólo a los que abandonaron sus hogares en 1948 sino también a sus descendientes. Esto es, que un bisnieto de un palestino, nacido en cualquier país, además de los derechos consustanciales a su condición de ciudadano de ese Estado, goza también de los beneficios derivados de su condición de refugiado. El cuarto, que, según tengo entendido, un palestino no tiene que acreditar su lugar de nacimiento para tener la consideración de refugiado. Si eso es así, ¿dónde está el perjuicio a sus derechos con relación a otros en semejante situación? Al mero intento de llevar con un cierto orden lo que escribo, las connotaciones de orden patrimonial o de renta las trataré más adelante. Su respuesta a la siguiente pregunta de la periodista es de un realismo palmario. En efecto, estoy plenamente de acuerdo con usted en que “la manipulación informativa es desmesurada”. Inclusive añadiría el calificativo de soez. La agencia Reuters hubo de reconocer que manipuló una de las fotografías tomadas con ocasión del asalto a la flotilla. Los medios informativos alteran convenientemente los hechos cotidianos; así, dan puntualmente cuenta de cada palestino que es abatido por Israel y callan, generalmente y salvo que haya un significativo número de víctimas, los ataques de los que es objeto Israel; los tertulianos de los coloquios radiofónicos –particularmente en ciertas cadenas muy concretas-, muestran una parcialidad insultante, resistiéndose como si en ello les fuera la vida, a reconocer lo acaecido día a día; los articulistas –gente de reconocida valía intelectual- se esfuerzan en verter cuanta basura pueden sobre Israel; las viñetas de los humoristas (¡?) destilan xenofobia, tanto en los textos que ponen como en los estereotipos que dibujan; incluso se da el detalle –en modo alguno banal- de que en cualquier acción violenta es Israel el protagonista: los judíos SON LOS QUE matan a los palestinos y SON LOS QUE mueren a manos de ellos (rara vez se informa de que un palestino mata a un judío). Mire hasta que punto se manipula la información, como usted bien dice, que cuando en abril de 2002, ciento y pico de palestinos armados se hicieron fuertes en la Basílica de la Natividad, en Belén, se habló hasta la saciedad en los medios informativos de la penuria de los pobres infelices, sometidos a la rendición por hambre (no se mencionó que tamaña calamidad afectaría también a los religiosos del convento. Eso no importaba. Lo relevante era que se supiera que los palestinos estaban en obligado ayuno). Pues bien, hubo un especial cuidado de que no se vieran para nada ni se dijera una palabra de los camiones del Tzahal (el ejército israelí) que diariamente llevaban raciones de comida –iguales a las que consumen los militares de Israel- para los cercados. Ocurrió, sin embargo, que otros medios no españoles y, a todas luces menos arbitrarios y más observantes de la deontología periodística, si dieron esa información y difundieron las imágenes que la acompañaban. También se ocultó por casi todos los periodistas que los respetuosos palestinos mearon y defecaron en la iglesia cristiana que los
  • 20. acogía sin mostrar el menor respeto a un sitio sagrado para otros –pero caricaturas de Mahoma desataron la publicación de fatwas reclutando sicarios que matasen a los dibujantes, que ni eran musulmanes ni estaban en un país musulmán-. No contentos con profanar el lugar de culto, se sabe que asaltaron sin contemplaciones la despensa del convento. Para que vea usted, Dr. Ghaleb, cuan extremada es la manipulación, le informo de que, con todo descaro, se difunde que el entrevistado que comparte página con usted, el Sr. Gómez-Valadés, es miembro a sueldo del Mossad. Comprenderá lo burdo del fraude si le comento que es absurdo que los Servicios Secretos israelíes, que tienen renombre de ser de los mejores del mundo, vayan a permitir que se sepa quienes son sus agentes. Pero por desgracia –especialmente para ellos- hay estúpidos que se lo creen. De ese mismo señor, a quien tengo el honor de conocer personalmente, se propaga el chisme embustero de que es un ex-combatiente de las Israel Defense Forces (IDF por sus siglas). Si usted lo conoce personalmente, no me dejará mentir al afirmar que el Sr. Gómez-Valadés está, desde niño, imposibilitado para ser militar en activo y, muchísimo menos, en una milicia tan especializada como las Fuerzas Armadas israelíes. Posiblemente, a una persona de la sensibilidad y calidad humana que, me parece, acredita usted, le espantará tal grado de bajeza y, seguramente, tanto cretinismo en quienes se lo creen. Pero posponga un momento manifestar su desagrado y déme tiempo, por favor, para que le cuente otra muestra más de esa manipulación informativa que, colijo, tanto le desagrada. Verá usted lo que pasó: hace poco más de dos años determiné conocer in situ la monumentalidad de Petra. El guía oficial que la agencia de turismo jordana puso a disposición de los excursionistas, nos amenizó el viaje relatándonos mil cosas curiosas de los lugares por los que pasábamos. Todo muy interesante. Pero, hete aquí que, al pasar por un cierto paraje, al informarnos de alguna escaramuza bélica durante la Guerra de los Seis Días, nos contó de otra batalla de blindados que tuvo lugar contra los sirios (tal vez en la Guerra de Yom Kippur, no lo recuerdo exactamente), en la que, para que nos percatáramos de la increíble crueldad sionista, nos aseguró que los mandos israelíes ¡habían atado con cadenas a los tripulantes de los carros de combate para evitar que desertasen! No crea usted, Dr. Ghaleb, que me estoy inventando la “batallita”. Pueden atestiguar que digo la verdad el resto de los veinte o treinta pasajeros que me acompañaban en el autobús. Como bien supondrá usted, eso no sólo es una manipulación informativa; es, además, quedar como un majadero al pensar que sus oyentes éramos unos completos simples y que nos íbamos a creer el dislate. En efecto, unos cuantos viajeros reflexionamos del siguiente modo: si un tanquista israelí quisiera desertar, no necesitaría sino dos cosas, a saber: un trapo blanco (un pañuelo, un talit, unos calzoncillos) e insertar la directa en la caja de cambios del tanque (si es que esos artefactos llevan caja de cambios; mi cultura en máquinas militares, debo reconocer que es vergonzosamente limitada), y a ver quien lo pillaba ¡Pues no son rápidos los Merkava!. Con tales requisitos previos cumplimentados, no
  • 21. tendría más que hacer que dirigirse a las posiciones sirias, que ya se encargarían ellos de tronzar las cadenas, ¿no le parece a usted? Como lo de que “Palestina renunció a parte de su territorio en Cisjordania y Gaza hace más de sesenta años” ya hemos visto hace un rato que es rigurosamente falso, atribuimos el error a un incómodo lapsus cálami y lo dejamos ahí. No deja de sorprenderme la afirmación de que “el pueblo palestino acepta un estado israelí.” Me causa extrañeza porque no entiendo como, de ser la cosa así como se dice, en lugar de entablar negociaciones ya de una vez, se prosigue con los ataques en las fronteras, se continúa la progresión armamentista (no hace mucho, se difundió la noticia de que un submarino español detectó y fotografió un cargamento, cuando menos, bastante sospechoso), se insiste en el descrédito unidireccional, se prolonga la incomunicación del y acerca del soldado Gilad Shalit, se mantiene el principio fundacional de hacer desaparecer a Israel y, en suma, no se cesa en el hostigamiento contra Israel. Creo que no es fácil comprender que si de dos partes en conflicto una de ellas manifiesta tener ánimo de acercamiento constructivo hacia la otra, sin embargo persevere en una actitud declaradamente hostil. Respecto de que los palestinos “seguimos siendo humillados en nuestro propio territorio”, debo reconocer que no alcanzo a interpretar qué se quiere decir con ello. Si se refiere a que los palestinos son derrotados cuando Israel se harta de que lo agredan, pues he de admitir que, efectivamente, suele suceder así. Pero también me ha de reconocer usted dos cosas: una, que no es infrecuente que si se ataca a quien es más fuerte, esto redunde en perjuicio del provocador; otra, que la presunta vejación tiene una solución simple y, afortunadamente, empírica: que cesen las acometidas contra Israel y, como ocurrió con Egipto, con Jordania, con Cisjordania y, aunque más precariamente, con Líbano y Siria, se habrán terminado para los palestinos las humillaciones de la derrota Entender lo de sufrir alguna clase de afrenta “en nuestro propio territorio” en el sentido de que fuerzas invasoras israelíes ocupen tierra de Gaza es, lisa y llanamente, una tontería: los israelíes se retiraron unilateralmente de allí, aproximadamente, en el año 2005. Esto es sabido por todos porque apareció profusamente en la prensa internacional ¿No es verdad? Prosigo leyendo y me encuentro con que, a modo de insostenible consecuencia lógica, se dice que “…más del 50% de la población en Gaza es pobre: vive con menos de un dólar al día. Es un pueblo castigado por Israel.” Sr. Ghaleb, acaso involuntariamente, creo que, según el tenor de la entrevista, se ha metido usted en un jardín. Pero bueno, no me supone ninguna molestia tratar de rescatarle a usted. Como punto de partida, le haré notar que, quizás por desgracia, el mundo está dividido, usando una de las más primarias clasificaciones que pueden utilizarse, en ricos y pobres. Por eso a mí,
  • 22. pongamos por caso, me gustaría tener las rentas de un magnate, y no las tengo. Un obrero en Polonia o en Portugal, querría cobrar lo que su colega danés o noruego, pero no es así. Esto dicho como primera aproximación a lo que se lee en el diario. Lo que sigue, esto es, que más de la mitad de la población de Gaza vive con tan solo unos céntimos de euro al día admito que puede ser verdad, tristemente. Pero claro, me hace sospechar que se trate de una argucia interesada, ya que no se dice ni una palabra del nivel de renta del otro casi 50%. ¿Es posible que el problema de los habitantes de Gaza no sea tanto la falta de dinero como el mal reparto del que poseen? Porque verá usted, doctor, no me cuadra tanta miseria con los datos de que dispongo y que, con mucho gusto, comparto con usted: La Conferencia Internacional de Donantes para el Estado Palestino, en su reunión celebrada en Francia, en París concretamente, con fecha 16-12-2007, acordó librar un montante de 5.100.000.000 de euros para los siguientes tres años, de los cuales, 2.015.000.000 serían transferidos en 2008 (mi fuente, una tan poco sospechosa de proclividad hacia Israel como la Cadena SER). Según un informe de fecha 22-05-2006, difundido por la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial dispuso una aportación de 25.000.000 de euros para atender pagos a 80.000 funcionarios y jubilados en Palestina (fuente, Globedia) En una parte del Anexo de ese mismo dictamen se censan en 140.000 los funcionarios a sueldo del bicéfalo gobierno palestino. Una organización tan simpatizante de Israel –entiéndase que hablo con mucha ironía- como Intermon Oxfam, declara, en un informe suyo que ennoblecería a Goebels (no necesito aclararle a quien nombro, ¿no es cierto?), que en los últimos diez años la comunidad internacional envió 12.000.000.000 $ (una sencilla cuenta de dividir nos aclara que sale una media de 1.200.000.000$/año). El colectivo citado, en el mismo informe, comunica que en la Conferencia para la Reconstrucción de Gaza, que tuvo lugar en marzo de 2009, el ministro Moratinos anunció un desembolso de 180.000.000 para los dos años siguientes. ¿A dónde va a parar esa inmensidad de dinero? Y aun sin tener en cuenta que a los montos indicados habrá que sumar, digo yo, la riqueza que genera la propia Palestina mediante la explotación de sus recursos y las plusvalías del tráfico comercial ordinario. Si reconvertimos los datos aportados a ratios anuales nos salen, muy aproximadamente, los siguientes números: la comunidad internacional envía 1.700.000.000 de euros a Palestina, lo que supone una media mensual de más de 141,5 millones de euros al mes. Los 1.200.000.000$/año, supone hablar de cien millones de dólares al mes. Para la superficie y número de habitantes de la población palestina, ¿cree Vd. que alguien cuerdo pueda pensar en que en Palestina falta dinero (le apunto que la página WebIslam cifró en poco más de 3.700.000 las personas que vivían en Palestina en 2007)? La población palestina, Sr. Ghaleb, es un pueblo castigado, pero no por Israel. Cierto que Israel se defiende –hace lo que haríamos usted y yo, faltaría más- pero no es quien atormenta a los palestinos. Al pueblo palestino, y con muchísima diferencia en Gaza, quien de veras lo aflige son sus autoridades. Y, para ser más preciso, pienso que lo ahogan por tres vías, que son: La primera, sacrificando su bienestar al perpetrar ataques contra Israel parapetándose detrás de población civil, utilizando viviendas como áreas de lanzamiento de
  • 23. misiles, amparándose en la inmunidad de vehículos sanitarios y sirviéndose de ellos para el traslado de personas armadas, o convirtiendo hospitales y escuelas en arsenales paramilitares. Desaprovechando el potencial propio para la generación de riqueza, y esto, a su vez, de dos maneras: una, por concentrar recursos –económicos, técnicos y humanos- no tanto en la producción de rentas y en la construcción de patrimonio sino, prioritariamente, en la destrucción del vecino sionista. Otra, por no conservar lo que se obtiene. La segunda, por esa paradigmática corrupción que, por una parte, se manifiesta directamente en una bulimia de avaricia y, por otra, en una especie de neoplasia funcionarial que, por todo beneficio, sirve para producir una administración elefantiásica y mantener las adhesiones de estómagos –y más cosas- agradecidos. ¿Se da cuenta, Sr. Ghaleb Jaber, que 140.000 funcionarios equivalen, más o menos, a casi un 4% de la población administrada o en el mejor de los casos, si nos quedamos con un número de 80.000, a más del 2%? Y eso en una estructura político-administrativa relativamente simple como la palestina y donde, según informan fuentes palestinas, escasean escuelas y centros médicos. Esto son menos de 26,5 habitantes por funcionario, considerando un total de 140.000 empleados públicos o, si lo dejamos en 80.000, nos da una relación habitantes/ funcionario de 46,25/1. En España, por establecer una comparación, con todo su aparato autonómico, con el importante número de maestros, profesores, catedráticos, sanitarios de cualquier categoría, con todos sus empleados municipales, con un importante número de Diputaciones Provinciales, hay un funcionario por cada 18 habitantes (fuente: CincoDías). La enormidad de un censo funcionarial de 140.000 efectivos se percibe mejor si digo que equivale a la suma de las tres poblaciones más numerosas de la provincia de Pontevedra, excluido Vigo. Si nos quedamos con los 80.000 trabajadores públicos, diré que es algo inferior a la de Santiago de Compostela, casi igual a la de Lugo, prácticamente igual a la de Ferrol y mayor que la de Pontevedra Capital (fuente: IGE/Padrón 2000). La tercera vía de agobio al pueblo palestino es, a mi juicio, lo que yo llamo “el marketing palestino”, es decir, una estrategia política orientada a vender miseria y tribulaciones. Claro está que, por regla general, se vende lo que se produce y se despacha a quienes lo consumen, en este caso, a los adictos a una droga, por cierto, muy antigua y de diseño, que se llama judeofobia que, por más detalles, actualmente se comercializa bajo la marca de antisionismo. Con los infelices palestinos se está jugando –por favor, tómelo como una opinión muy personal- un cruel juego de damas o de ajedrez en el que, sin piedad, se sacrifican piezas menores para conservar las de más valor y forzar unas inacabables tablas, ya que conviene, por tan evidentes como tenebrosas razones, mantener el statu quo vigente. Fundamento mi suposición en algunos hechos muy explícitos: mientras se vende la imagen de las condiciones insalubres de los campamentos de refugiados, la esposa –hoy viuda- y la demás familia del más representativo líder palestino vive en la zona más selecta de París. Un diario tan afín a la causa palestina como EL PAÍS, con fecha 08-02-2005, se hace eco de una noticia publicada en el FINANCIAL TIMES según la cual, la OLP estaba inmersa en la recuperación de varios
  • 24. cientos de millones de dólares que ese personaje tendría repartidos en varias cuentas secretas repartidas por ahí. Otros medios la cuantifican en cifras todavía más exageradas. ¿Dónde está, a su modo de ver, la sentida solidaridad árabe con los palestinos? ¿Acaso estará imbricada en obras tan faraónicas como inútiles? ¿O en fastuosos palacios? ¿Se oculta, quizá, bajo la apariencia de jaimas que parecen sacadas de algún relato de Las Mil y Una Noches? Si la nación árabe en su conjunto, y las autoridades palestinas en particular quisieran, la población palestina incrementaría de un modo sorprendente su nivel de calidad de vida. Si se precisan los emplazamientos de campamentos palestinos, se constatará que, parte de ellos, son como islas de miseria en medio de poblamientos con un razonable –y, a veces, alto o altísimo- nivel de opulencia. ¿Por qué, pregunto, los riquísimos países árabes no destinan una ínfima parte de su PIB a acondicionar esos campamentos? Le diré el único porqué que se me ocurre: porque hay en juego un interés de superior envergadura: predisponer a la opinión pública en contra de Israel. ¿En qué es diferente la tierra de cultivo de Gaza de la de Ashdod? ¿En qué es superior la del Neguev a cualquier otro terreno palestino? ¿Por qué, si las autoridades palestinas tanto se duelen de los escasos recursos de su pueblo, en lugar de destrozar lo productivo que dejan los israelíes cuando se retiran, no lo aprovechan como sería lo juicioso? ¿A qué se destinan exactamente los opulentos libramientos dinerarios que ingresan los diferentes países, en general, y los que hacen las naciones árabes en concreto? Se habla mucho, Sr. Ghaleb, de que los judíos apoyan a Israel con sus dineros. En cierto modo es verdad; yo mismo he visto varios proyectos ejecutados con la aportación de judíos residentes fuera de Israel. Pero ocurre que los cuartos –dicho de modo coloquial- que ingresan en Israel procedentes de donativos, se convierten en museos, proyectos de investigación, mecenazgo artístico, financiación de cátedras universitarias y otras muchas cosas más que contribuyen a crear riqueza, al bienestar del mundo y a alimentar las mentes de los estudiosos. ¿Se aplican a tales fines los dineros que entran en las arcas palestinas? El palestino, Sr. Ghaleb, a lo que parece no es un pueblo castigado por Israel sino por sus propios gobernantes, que sacan un enorme rédito político de mantenerlo en la precariedad para poder exhibirlo ante el mundo como un colectivo, si puedo usar la memorable descripción que hizo Quevedo del Dómine Cabra, “archipobre y protomiseria”. Si lo que viene a continuación se trasladó correctamente, como se suele decir informalmente no tiene desperdicio. Sugerir que Egipto es aliado de Israel, si se refiere a que no está en guerra con él y que hay intercambiadas entre ambos legaciones diplomáticas, es igual –o muy parecido- a suponer que como usted y yo no andamos liados a bofetones, necesariamente yo soy socio suyo en sus importantes negocios. Si considera que Egipto es aliado de Israel por razón de tener cerrada la frontera con Gaza en el paso de Rafah, le diré que, en buen castellano, un término más adecuado sería, por ejemplo, coincidente. Y es que hacen lo mismo, pero independientemente el uno del otro. Es más, me parece que poca
  • 25. gracia les haría a los egipcios que usted les amistara con Israel hasta el extremo de convertirlos en asociados. De todos modos, tal vez sería interesante recordar como fueron las cosas cuando algunos países árabes se constituyeron en hospedadores de los gobiernos palestinos en el exilio. Creo que no necesito sino mencionar muy someramente que los jordanos expulsaron a la OLP a tiros de su país, que en Túnez hubieron de soportar un bombardeo por sus incesantes actos terroristas, que en el Líbano montaron zapatiestas cada vez que tuvieron oportunidad…¿debo seguir enumerando acontecimientos semejantes? Como final de la respuesta, el periódico pone en su boca estas palabras, no sé si acertadamente o no: “Tampoco cuenta con Europa, con su comprensión internacional”. Si por comprensión internacional hemos de entender que internacionalmente se les muestra indiferencia a los palestinos, es evidente que tendré que acudir con urgencia a un especialista que me trate la gravísima amnesia que padezco porque, verá usted, doctor, sospecho que se me olvidó algo tan simple como contar. En efecto, me parece recordar que en la ONU se da el caso de que se votan con frecuencia resoluciones, declaraciones, comunicados y demás que condenan a Israel; y las voces que se oyen condenándolo son bastante más numerosas que las que lo exculpan o que se abstienen. No preciso indicar que países como Venezuela, Cuba, Corea del Norte o Bolivia, entre otros, muestran un descuido tan enorme por la causa palestina que sólo les falta desplazarse allá a despedazar sionistas (aunque, según van las cosas, todo se andará). En estas mismas naciones, los intereses no israelíes sino de conciudadanos judíos, sufren permanentes acosos cuando no atentados. Esta circunstancia tan poco ejemplar, se da, asimismo, en Estados, por nombrar uno, como Argentina. ¿No está de acuerdo conmigo? Si la incomprensión que menciona se circunscribe a Europa, el caso ya me preocupa, en lo estrictamente personal, muchísimo más, porque me hace pensar en inequívocos signos de una esquizofrenia de evolución galopante. Le indico, si bien sucintamente, por qué creo notar estos síntomas inquietantes: porque leo en la prensa, veo en la televisión y oigo por la radio que, en el mejor de los casos, las noticias sobre Oriente Medio se limitan a dar constancia de lo que ocurre –por supuesto, eso es lo que tienen que hacer los periodistas, que conste- y, muy habitualmente, llegan a un retorcimiento de los sucesos para que, aun teniendo que hacer auténticos malabarismos informativos, haya lugar a mencionar algún hecho que pueda inculpar a Israel. Porque en toda Europa (y particularmente en España) sólo muy esporádicamente hay manifestaciones ciudadanas denunciando los atropellos perversos que padece Israel en tanto que, con una celeridad que envidiaría Supermán, se convocan actos reivindicando sanciones, boicots, cese de relaciones diplomáticas y toda suerte de represalias contra el Estado israelí cada vez que actúa en defensa propia. Porque hay gobiernos europeos a los que no duelen prendas en reprender pública y severamente a Israel, pero que se muestran tibios –por no decir complacientes- con las tropelías palestinas y las provocaciones de sus adláteres. Porque países con enorme tradición de respetabilidad, suprimen capítulos de la Historia para no “herir sensibilidades” en los colectivos
  • 26. islámicos. Porque los copiosos atentados y profanaciones de lugares sagrados judíos quedan, por lo general, impunes. Porque Europa no aplica la Ley de Reciprocidad. Porque al bombardeo palestino que desencadenó la Operación Plomo Fundido, hubo algún país europeo que lo calificó de acto indebido. Porque un jefe del principal partido de la oposición y, a la postre, Presidente de Gobierno de un Estado de la UE, se fotografió con una keffiyeh al cuello. Porque universidades de prestigio, en naciones con ínfulas de avanzadas y cultas, vetan la participación de figuras relevantes del saber porque son israelíes. Porque lo normal es que cuando hay un acto cultural con participación israelí, a las puertas del local donde se celebra, se junta una caterva de mamarrachos que con alaridos y aullidos estentóreos, increpan a los que quieren ejercer su derecho democrático de asistir a dónde les apetezca y de posicionarse a favor de quién quieren. Porque energúmenos “pseudoprogres” pueden coartar la libertad de reunión de gentes –hasta ese momento libres- por el expeditivo procedimiento de reventar conferencias. Porque para vergüenza mía y de miles de mis compatriotas el mundo vio las imágenes de un rebaño de violentos que, ante la pasividad de autoridades ejemplarmente diligentes en apresar elementos de la kale borroka, pueden permitirse el lujo de atacar vehículos policiales, impedir la sesión de un seminario científico e intentar el linchamiento de uno de los ponentes. Decir que el mundo en general, y en particular Europa, simpatizan con Israel y no con los palestinos, es como proclamar que los periquitos azules no son pajarillos sino que son billetes de veinte euros enrollados. Señor Ghaleb: si el periódico puso lo que usted dijo, sencillamente está usted equivocado en sus apreciaciones. Y si las evidencias que acabo de presentarle no le parecieran suficientes, dispongo de más, debidamente documentadas, que, con mucho gusto puedo aportarle. La periodista que realiza la entrevista que venimos comentando, le hace una postrera pregunta. La respuesta que presuntamente da usted, es encomiable por su clarividencia: “La violencia existirá mientras que persista la causa”. En mi modesta opinión, es así. Esto quiere decir, bajo mi punto de vista, que las acometidas israelíes persistirán, necesariamente, en tanto que Hamás, Hezbolah y demás patulea insista en atacar a Israel. La causa desencadenante de la tensión no es otra que la ferocidad con que se hostiga a Israel; en cuanto los belicosos cesen en sus agresiones, las respuestas enérgicas de Israel habrán terminado, por la sencilla razón de que serán innecesarias. Disiento, por tanto, de su pesimismo al afirmar –según puede leerse- que “la solución es muy difícil”. Congratulémonos usted y yo porque, en realidad, es muy fácil. Tal vez sea laboriosa, más o menos dolorosa para ambas partes y, acaso, más lenta de lo que nos gustaría; pero, reitero, es muy poco compleja: que los palestinos renuncien a destruir a Israel; que eviten la brutalidad de los secuestros, que impidan los atentados salvajes y que desmonten los kasam y ocupen su tiempo, por ejemplo, en confeccionar algunas de esas hermosísimas Kashan; que se sienten a hablar, no digo que con sus amigos, pero con sus vecinos judíos. Eso, dentro de las peculiaridades
  • 27. de cada situación, es lo que normalmente hacemos quienes nos incluimos en el conjunto formado por “cualquier ser humano…” que, como muy bien apunta usted seguidamente, a lo que parece, “…no puede renunciar a ser libre” para pensar, para elegir opciones, para no ser dominado y para vivir. Pero, naturalmente, tampoco los israelíes pueden desistir de tener también eso mismo, ¿no le parece a usted? Aun a riesgo de parecer pedante y presuntuoso, creo que puedo solucionar una más que razonable ansiedad que, según deduzco de lo que publica el FARO DE VIGO, le abate a usted. Tengo la respuesta a su angustiosa pregunta sobre “¿dónde están los derechos de los refugiados palestinos?” Pues mire usted, doctor, en el mismo sitio donde están, o deberían estarlo, los de los kurdos, de los grecochipriotas, de los pakistaníes, de los de Sri Lanka, de los de Somalia, de los serbios, de los croatas, de los saharauis, de los de Irak, Birmania, Somalia, ¿debo seguir enumerando?…, ¡Ah! Y también los de los israelíes. Porque, sabrá usted, que un número de judíos, al menos similar al de palestinos, fue expulsado de los países árabes (Jordania, Siria, Marruecos, Libia, Irak, por citar algunos). No caigamos, Sr. Ghaleb, en el axioma del antes mentado Goebels, cuando apostilló sus procedimientos propagandísticos diciendo que “una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad”. Es posible que, en algún caso, este método funcione; pero al hacerlo, además de las zozobras que nos acometen a los que como usted y como yo presumimos de decentes, se corre el riesgo de que se cumpla lo que enunció, me parece, Lincoln, “se podrá engañar a mucha gente algunas veces; se podrá engañar a alguna gente muchas veces; pero es imposible engañar a toda la gente todas las veces”. Los que tal intentáramos quedaríamos, y justificadamente, en evidencia. Porque la cuestión es que hay algunas personas –entre las que me cuento- que hemos visto sobre el terreno lo que ocurre y, por consiguiente, cuando oímos a alguien denostar a Israel, sabemos que los agravios que se le imputan son injustos e infundados, y nos da la impresión de que el injuriador nos hace la célebre pregunta de Groucho Marx: “¿A quién va a creer: a mí o a lo que ven sus ojos?” Manuel S. Pérez Millos. ___________________
  • 28. ANEXO: Texto de las entrevistas al Dr. Ghilab Jaber Ibrahim y a D. Pedro Gómez-Valadés. ------------