La revolución francesa (1789-1799) transformó radicalmente las estructuras políticas, económicas y sociales de Francia, marcando el inicio de la era contemporánea. Sus antecedentes incluyen la crisis económica, el absolutismo y la influencia de la ilustración, que planteó ideas sobre derechos individuales y soberanía popular. La conquista de derechos y la abolición del feudalismo sentaron las bases para un nuevo orden social y político en el país.