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Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 30 
EL LIBRO DE ROMANOS 
VERSÍCULO POR VERSÍCULO 
(Segunda parte) 
Romanos 5 - 8 
Capítulo 1 
Introducción a la vida correcta 
Este es el segundo de una serie de cuatro fascículos con notas 
para quienes han escuchado nuestros programas de radio sobre la 
carta de Pablo a los romanos, versículo por versículo. Si usted no 
tiene el primero de estos fascículos, lo aliento a que se ponga en 
contacto con nosotros para que le enviemos un ejemplar. Si usted 
quiere aprender por su cuenta o compartir este estudio de Romanos 
con otros, necesitará el primer fascículo para tener continuidad y 
perspectiva. Si bien en esta serie de programas radiales yo enseño la 
carta de Pablo a los romanos versículo por versículo, en mi primer 
fascículo hice un resumen de los primeros cuatro capítulos de esta 
carta, y en éste sintetizaré los siguientes cuatro capítulos (5 – 8) de 
esta obra maestra teológica de Pablo. 
En los primeros cuatro capítulos de esta carta, Pablo relaciona 
la justificación con el pecador. Su conclusión es que todos nosotros 
somos pecadores, pero luego de esa mala noticia nos da la Buena 
Noticia de que Dios ha justificado, o declarado justos, a todos lo que 
deciden creerle cuando revela lo que ha hecho por nosotros a través 
de Jesucristo. En realidad, la conclusión de los primeros cuatro 
capítulos se encuentra en el primer versículo del capitulo cinco: 
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio 
de nuestro Señor Jesucristo”. 
En los siguientes cuatro capítulos de esta carta, Pablo
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
2 
relaciona la justificación con los que han sido declarados justos por 
su fe en lo que Jesucristo hizo por ellos en la cruz. Los pecadores que 
han sido declarados justos por Dios ya no tienen que vivir como 
pecadores, sino tienen que vivir correctamente. Pero, ¿cómo lo 
hacemos? Nuestra naturaleza de pecado, ¿fue quitada cuando 
confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador? ¿Dónde podemos 
encontrar el poder dinámico para vivir vidas justas, para vivir 
correctamente? 
Pablo contesta estas preguntas en los próximos cuatro 
capítulos, y comienza su respuesta en el segundo versículo del 
capítulo 5: “Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia 
en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la 
gloria de Dios”. Por la fe somos justificados por Jesucristo. Y por la 
fe tenemos acceso a la gracia que nos posibilita adoptar una posición 
por Cristo, para Cristo y con Cristo. Cuando aprendemos cómo hacer 
esto en este mundo pecaminoso, sin ser esclavos del pecado, 
podemos vivir una vida que glorifica a Dios. 
En nuestro primer estudio, resumido en el primer fascículo, 
aprendimos que el evangelio trata de dos hechos relativos a 
Jesucristo: su muerte y su resurrección. Por fe en el primer hecho del 
evangelio somos justificados y reconciliados de forma que llegamos 
a un estado de paz con Dios. Cuando Pablo dice que tenemos entrada 
por la fe a la gracia, nos está llevando a que pongamos nuestra fe en 
el segundo hecho del evangelio: la resurrección de Jesucristo. 
La palabra que Pablo escribió aquí y que se traduce como 
“gracia” es karis, en griego. La gracia de Dios no es solo la 
bendición y el favor de Dios que no merecemos, que no nos ganamos 
y que no logramos por nuestros propios esfuerzos. La gracia de Dios 
es la vida y el poder de Dios que obran en nosotros y a través de 
nosotros. Cuando la gracia obra en y por nosotros, se usa la palabra 
griega karisma. 
Gracia asombrosa 
En otro versículo maravilloso sobre la gracia que surge de la 
pluma del apóstol Pablo, leemos: “Y poderoso es Dios para hacer que 
abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en 
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” 
(itálicas agregadas para dar énfasis). Este es el versículo más 
categórico de la Biblia sobre la gracia que Dios ha puesto a 
disposición de su pueblo: 2 Corintios 9:8. 
Según Pablo, Dios puede hacer que toda gracia (no un 
poquito de gracia) abunde (no sea dada mezquinamente) en usted (no 
solo en Billy Graham, el pastor o el misionero, sino en usted), a fin 
de que (Pablo lo repite para enfatizar), teniendo siempre (no solo a 
veces) en todas las cosas (no solo en alguna cosas) todo lo suficiente 
(no solo parcialmente suficiente), abundemos (no solo andemos bien) 
para toda buena obra (no solo alguna buena obra). 
En resumen: ¡Toda gracia, abunde, siempre, todos ustedes, 
quiero decir todos ustedes, en todas las cosas, todo lo suficiente, en 
toda buena obra que Dios quiere hacer a través de ustedes! La iglesia
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
3 
del Nuevo Testamento trastornó el mundo porque creía y 
experimentaba la verdad que Pablo proclamó en este extraordinario 
versículo acerca de la gracia asombrosa de Dios. 
¿Está disponible esta gracia para los creyentes hoy? 
Una vez oí decir al Dr. A. W. Tozer, un gran maestro de la 
Biblia: “Cuando uno lee el Nuevo Testamento y mira las iglesias de 
hoy, no puede evitar pensar que Dios hizo publicidad engañosa en el 
Nuevo Testamento”. Dado que todas esas expresiones superlativas 
son verdaderas, ¿cómo podemos explicar la patética falta de 
atracción dinámica de nuestras iglesias hoy? 
Una vez oí decir a un pastor: “Cuando vuelva el Señor, mi 
congregación será la primera en ser resucitada, ¡porque el Nuevo 
Testamento dice que: ‘los muertos en Cristo resucitarán primero’!”. 
Otro pastor, que enfrentaba la misma falta de dinámica espiritual en 
su congregación, describió la impotencia espiritual de su gente de 
esta forma: ‘¡Preparados, listos, nunca!’. 
Dios dijo al apóstol Pablo: “Bástate mi gracia”. Parece 
apropiado, a la luz de la “anemia espiritual” de muchas de nuestras 
iglesias hoy, colocar después de esa afirmación la pregunta: 
“¿Verdadero o falso?”. Debemos concluir que la gracia está 
disponible para nosotros actualmente, pero no estamos accediendo a 
esa gracia. Tal vez no sabemos cómo acceder a la gracia de Dios hoy. 
¿O es que no creemos en la gracia de Dios en nuestro tiempo? 
Pablo comienza los segundos cuatro capítulos de esta carta 
diciendo que las personas que han sido declaradas justas pueden vivir 
correctamente si tienen la fe para acceder a la gracia de Dios. Escribe 
que, si tienen la fe, y saben cómo acceder a la gracia de Dios, pueden 
adoptar una posición por Cristo y para Cristo en un mundo 
pecaminoso. Luego pueden regocijarse en la esperanza de vivir una 
vida que glorifica a Dios. Esto introduce el tema de los siguientes 
cuatro capítulos que tratan, esencialmente, sobre cómo los pecadores 
que han sido declarados justos por Dios deben acceder a la gracia de 
Dios para poder vivir correctamente y glorificar a Dios. 
Regocijarse en el sufrimiento 
Pablo nos da su segundo punto de vista sobre cómo acceder a 
la gracia de Dios cuando exhorta a los creyentes de Roma –y a usted 
y a mí– a regocijarnos en nuestro sufrimiento. Ahora bien, ¿por qué 
habría de exhortarnos a regocijarnos en la tribulación o el 
sufrimiento? ¿Y qué tiene que ver el regocijarnos en nuestro 
sufrimiento con acceder a la gracia de Dios? 
Pablo dice que debemos regocijarnos en nuestro sufrimiento 
porque Dios a veces lo usa para llevarnos a acceder a la gracia 
descrita y prescrita en ese gran versículo que escribió a los corintios. 
Esa gracia está disponible para cada auténtico discípulo de Jesucristo. 
¿Cómo se debe sentir nuestro Dios cuando nos ve luchando 
para vivir como deberíamos en este mundo, sabiendo que Él nos ha 
provisto la forma de acceder a toda la gracia que necesitamos, y que 
no nos apropiamos de esa gracia? Después de escribir que podemos
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
4 
acceder a la gracia de Dios por fe, cuando nos exhorta por segunda 
vez a regocijarnos, Pablo nos informa una segunda forma de acceder 
a la gracia de Dios. Debemos regocijarnos porque su gracia nos 
equipa para darle gloria mediante una vida correcta, y debemos 
regocijarnos cuando Dios usa el sufrimiento para hacernos una oferta 
que no podemos rechazar. 
Hay niveles o grados de sufrimiento que simplemente no 
podemos soportar sin la gracia de Dios. Cuando nuestro sufrimiento 
no lleva más allá de los límites de los recursos humanos que 
podemos tener en nosotros, estos tiempos de severas pruebas se 
convierten en una oportunidad para que Dios nos provea su gracia. 
Un devoto compositor de himnos expresó esta verdad así: 
“Él da más gracia cuando aumentan las cargas 
Envía más fuerza al crecer la tarea 
A la mayor aflicción misericordia agrega 
A la múltiple pena su paz multiplicada. 
Cuando hemos agotado nuestra resistencia 
El día casi se ha ido y nuestra fuerza ha fallado 
Cuando hemos agotado nuestros recursos humanos 
Las dádivas plenas de nuestro Padre apenas comienzan. 
Su amor es sin límite 
Su gracia sin medida 
Su poder sin fronteras que se puedan marcar 
Pues de sus riquezas infinitas en Jesús 
Él da, y da y vuelve a dar”. 
Cuando experimentamos esa gracia, deberíamos regocijarnos 
en el sufrimiento que nos llevó a descubrirla. En los siguientes tres 
versículos, Pablo describe este proceso: “Y no sólo esto, sino que 
también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la 
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, 
esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha 
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos 
fue dado” (3-5). 
En estos versículos Pablo nos dice que la voluntad de Dios 
nunca nos llevará donde la gracia de Dios no nos pueda sostener. Sin 
embargo, la voluntad de Dios frecuentemente nos lleva donde solo la 
gracia de Él nos puede sostener. Esa verdad suele hacerse realidad en 
nuestras experiencias de sufrimiento. Pablo escribe que nuestro 
sufrimiento (o tribulación) “produce”. Cuando no podemos soportar 
nuestro sufrimiento y rogamos a Dios que nos dé la medida de gracia 
que necesitamos, se produce una virtud espiritual que se traduce aquí 
como “paciencia”. La palabra griega es hipomoné. En realidad, está 
formada por dos palabras que significan ‘morar’ y ‘bajo’. 
Hay ocasiones en que nos encontramos en situaciones 
difíciles y, cuando clamamos al Señor pidiendo liberación, Él 
contesta nuestra oración y nos libera de esas situaciones. Sin
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
5 
embargo, hay otras ocasiones en que no nos libra sino que nos da la 
gracia para permanecer bajo las presiones y tensiones de nuestras 
dificultades. 
Pablo pidió a los filipenses que oraran para que fuera liberado 
de la cárcel, y fue liberado. Sin embargo, Pablo tenía un problema 
que describió como un “aguijón en la carne” que estoy convencido 
de que era un problema de salud. En el original griego, Pablo dice 
literalmente a los gálatas que el problema de su ojo era de apariencia 
tan horrenda que daba ganas de escupir, que causaba nauseas. 
Cuando Pablo entró por primera vez en Galacia, el Espíritu le 
prohibió que entrara en Asia. En esa encrucijada de su viaje 
misionero, se le unió su amado médico, Lucas, que, al escribir el 
Libro de Hechos, cambia el pronombre, de “ellos” a “nosotros” 
(Gálatas 4:15, 6:11; Hechos 9:8; 18; 16:6, 10). Pablo pidió a Dios 
tres veces que lo liberara de esta enfermedad. Dios respondió 
diciéndole que no lo libraría, sino le daría la gracia para “morar 
debajo” del problema (2 Corintios 12:7-10). Pablo sabe, desde su 
experiencia personal, lo que está describiendo y prescribiendo para 
estos creyentes romanos. 
Según él, funciona así: cuando Dios nos da la gracia para 
enfrentar nuestros problemas, se desarrolla una cantidad de paciencia 
en nuestro carácter que se convierte en una dimensión vital de lo que 
somos y de quiénes somos en Cristo. Se dice que una naranja se 
convierte en una naranja simplemente porque permanece en el 
mismo lugar hasta que llega a ser una naranja. Según Pablo, este 
nivel especial de perseverancia produce carácter, y el carácter 
produce esperanza. Luego dice que la esperanza no avergüenza. En 
realidad, escribe: “La esperanza no puede ponerse en fuga” 
(Romanos 5:5). Significa que un discípulo con este carácter probado 
no dejará una situación difícil como hizo Juan Marcos, que se volvió 
a su casa cuando fueron perseguidos en su primer viaje misionero 
(Hechos 17:37-40). 
En una vista a misioneros en la frontera entre Pakistán y 
Afganistán, en 1977, aprendí que una de las cualidades más 
importantes que los líderes de las sociedades misioneras buscan en 
los candidatos para misioneros es lo que podríamos llamar “aguante”, 
la capacidad de mantenerse donde Dios nos ha puesto. ¿Puede usted 
ir a una cultura extraña, como algunos de los médicos misioneros que 
conocí en esa cultura difícil, y quedarse quince, veinte o veinticinco 
años? ¿Puede vivir una vida como la que vivió Cristo allí de forma 
tal que su vida sea un fragancia de Cristo, una declaración irrefutable 
del evangelio de Jesucristo a las personas que son hostiles hacia 
Cristo y sus seguidores? 
Las sociedades misioneras están buscando candidatos que 
tengan esa cualidad en su carácter, porque saben que, para ser un 
misionero fructífero en el largo plazo, en una situación transcultural, 
una de las características necesarias es la perseverancia. En su mayor 
parte, el trabajo misionero no consiste en predicar, sino en el desafío 
de vivir a Cristo en un contexto transcultural hasta que las personas 
que uno quiere alcanzar vean que “la vida de Jesús se manifieste en
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
6 
nuestra carne mortal”, para usar las palabras del más grande 
misionero de la historia de la iglesia (2 Corintios 4:11). 
Luego describe la experiencia de un discípulo que ha sido 
probado y aprobado por la persecución, cuando dice que “el amor de 
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo 
que nos fue dado” (5). Esta puede ser otra forma de describir lo que 
Pablo llama en otro lugar “ser llenos [ser controlados por] del 
Espíritu” (Efesios 5:18). Esto podría ser también lo que estaba 
describiendo Jesús en la última de sus “bienaventuradas actitudes”, 
cuando pronunció la bendición sobre los que padecen persecución a 
causa de la justicia (Mateo 5:10). 
¿Se da cuenta por qué Pablo escribe que debemos 
regocijarnos en nuestros sufrimientos porque el sufrimiento produce 
algo? El sufrimiento (o la tribulación) produce perseverancia, 
carácter, esperanza (“aguante”) o la paciencia resignada que no 
abandona ni huye del candelabro difícil en donde hemos sido puestos 
estratégicamente por el Cristo resucitado y vivo para brillar en un 
mundo oscuro. Dios entonces llena este tipo de discípulo con su 
amor, que es el fruto o la evidencia de la hermosa realidad de que el 
Espíritu Santo está controlando la vida de un discípulo de Jesús. 
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo 
murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un 
justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas 
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún 
pecadores, Cristo murió por nosotros. 
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él 
seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos 
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando 
reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que 
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por 
quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:6-11). 
Pablo ahora vuelve brevemente a su énfasis en el primer 
hecho relativo al evangelio, al escribir que el amor de Dios es 
extraordinario porque Dios nos amó en y a través de la muerte de 
Cristo mientras éramos pecadores, impíos y enemigos de Dios. La 
tremenda realidad de que Dios nos amó (y nos ama) a través de 
Cristo deja en claro que fuimos y somos totalmente indignos del 
amor de Dios. Nuestra condición perdida magnifica y eleva el amor 
de Dios, y no nuestra bondad ni nuestro merecimiento de la 
salvación. Por esta razón, una de los significados básicos de la 
palabra “gracia” es ‘favor inmerecido’. 
Ahora Pablo vuelve rápidamente al segundo hecho relativo al 
evangelio al hacer, en esencia, la siguiente pregunta: “Si fuimos 
reconciliados a Dios a través de la muerte de su Hijo, ¿cuánto más 
seremos salvados a través de la vida del Hijo de Dios resucitado y 
vivo?”. Y nos dice por qué los pecadores como usted y yo debemos 
creer en estos dos hechos relativos al evangelio cuando usa la palabra 
“reconciliación”. 
La consecuencia esencial de la reconciliación que tenemos 
con Dios, cuando somos justificados por fe en nuestro Señor
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
7 
Jesucristo, es paz con Dios. Por tercera vez, Pablo nos exhorta a 
regocijarnos. Nos ha exhortado a regocijarnos porque podemos vivir 
vidas que glorifiquen a Dios. Debemos regocijarnos en nuestros 
sufrimientos, porque hemos recibido reconciliación con nuestro Dios. 
A partir del versículo 12, en la segunda mitad de este 
capítulo, Pablo escribe lo que tal vez sea el pasaje más difícil de 
todos sus escritos. Estoy en deuda nuevamente con el Dr. David 
Stuart Briscoe por su sencillo, pero brillante, resumen de este pasaje, 
que está realmente en el corazón de la teología de la iglesia del 
Nuevo Testamento. 
Los cuatro conquistadores 
Según mi maestro de la Biblia favorito, en este pasaje Pablo 
nos habla de cuatro conquistadores. Cada uno de estos 
conquistadores entra en este mundo y abunda en él hasta que reina o 
conquista. El primer conquistador podría llamarse “rey Pecado”. 
Pablo no nos da un tratado sobre cómo el pecado entró, o entra, en el 
mundo o en nuestra vida. Simplemente reconoce la dura realidad de 
que el pecado y el mal están aquí, y están muy presentes en nuestra 
vida personal. 
El origen del mal es un problema que los teólogos y los 
filósofos han discutido durante miles de años. Los que son creyentes 
no pueden explicar cómo o de dónde surgió el mal si todo lo que creó 
Dios era bueno. La Biblia es suficientemente realista como para 
reconocer la realidad de la existencia de estos poderes, que son 
enemigos de Dios y de todo lo bueno, pero no nos dice claramente 
por qué o cómo Dios permitió que estuvieran aquí. 
Lo más cerca que llegamos a una explicación es en la 
parábola que enseñó Jesús sobre el trigo y la cizaña (Mateo 13:24- 
30). La buena semilla es plantada, pero este cultivo plantado es 
saboteado, probablemente de noche, cuando alguien con malas 
intenciones para con el labrador siembra cizaña o malezas que tienen 
un aspecto idéntico al trigo. Cuando ambos crecen juntos, es 
imposible diferenciar a uno del otro. Siguen una pregunta y una 
respuesta: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De 
dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto” 
(27, 28). 
Le recuerdo nuevamente que, como Moisés en el Libro de 
Génesis, Pablo no solo nos dice las cosas como eran en el pasado. 
Nos presenta principalmente estos cuatro conquistadores como son 
hoy. Siga el hilo del argumento: él está enseñando a pecadores que 
han sido declarado justos cómo pueden acceder a la gracia de Dios, 
por fe, y luego vivir rectamente en un mundo pecaminoso y 
decadente. 
Nos dice que el rey Pecado entra en nuestro mundo y nuestra 
vida. Su intención es prosperar en nuestra vida y nuestro mundo 
hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros. Un gran y 
experimentado pastor me enseñó: “¡No se puede coexistir con el 
pecado, así como no se puede coexistir con un cáncer maligno!”. 
Todo devoto seguidor de Cristo tiene que saber que el pecado es un
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
8 
conquistador. Cuando el pecado entró en este mundo o cuando entra 
en nuestra vida, su intención fue y sigue siendo crecer y prosperar 
hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros. 
El segundo conquistador que Pablo nos presenta en este 
contexto es la “reina Muerte”. Pablo concluye el próximo capítulo 
con la conclusión de que el pecado nos paga un salario, y que el 
salario que paga el pecado siempre es la muerte. Cuando usa la 
metáfora de la muerte, incluye la muerte literal, pero quiere decir 
más que eso. Está aplicando el rótulo de “muerte” a todas las 
consecuencias negativas de nuestro pecado en nuestro mundo y 
nuestra vida. Cuando el rey Pecado entra en nuestra vida, siempre 
estará acompañado por la reina Muerte. 
El anciano e inspirado autor del Libro de Salmos declara que 
debemos comer del fruto del trabajo de nuestras manos (Salmos 
128:2). El poeta nos dice: “Tarde o temprano, todo hombre debe 
sentarse al banquete de las consecuencias”. Jesús enfatizó 
fuertemente esta misma realidad innegable de que toda elección que 
hacemos nos conduce a sus consecuencias (Mateo 7:13-27). En este 
profundo mensaje, Pablo enseña la misma verdad, cuando declara 
que la reina Muerte siempre viene después del rey Pecado. 
Estos dos primeros conquistadores podrían ser rotulados 
como “malas noticias”. El tercer y cuarto conquistador son las 
buenas noticias. El tercer conquistador es el rey Jesús. El evangelio 
presentado por Pablo en esta carta es que Jesús entró en este mundo. 
Abundó en este mundo hasta que conquistó al pecado, al mal y a 
Satanás. Un día, Jesús reinará sobre su reino, que no tendrá fin. 
Jesucristo es el mayor Conquistador que este mundo ha 
conocido jamás. Durante dos milenios ha estado conquistando las 
vidas de personas de todo el mundo. Un día se sabrá que Él ha 
conquistado y reinado sobre personas de toda nación, origen étnico, 
raza y color de este mundo (Mateo 24:14; Apocalipsis 5:9). Según el 
último libro de la Biblia, un día Jesús conquistará literalmente como 
Rey de reyes y Señor de señores. 
Recuerde que el argumento sistemático que presenta Pablo es 
que es posible acceder a la gracia de Dios, que nos dará la dinámica 
espiritual para vivir correctamente, como deberían vivir personas que 
han sido declaradas justas. La verdad más dinámica en el Nuevo 
Testamento son las Buenas Nuevas de que el mismo Jesús que entró 
en este mundo para salvarnos de nuestros pecados puede entrar en su 
vida hoy como el Cristo vivo, ya que resucitó de los muertos. 
Cuando Jesús entró en este mundo, y cuando entra en 
nuestras vidas hoy, quiere abundar hasta reinar en su vida y en la mía 
(Romanos 5:17). Él dijo que vino para que tuviéramos vida y para 
que pudiéramos tener vida más abundante (Juan 10:10). Esto debería 
plantear algunas preguntas en su corazón y en el mío: ¿He sido 
justificado por fe en Jesucristo? ¿Sigo siendo conquistado 
habitualmente por el rey Pecado y por su “melliza”, la reina Muerte? 
¿Estoy comiendo continuamente del “banquete de las consecuencias” 
que me demuestra a mí y a los que me conocen que sigo siendo 
derrotado por estos dos reyes?
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
9 
Si usted está siendo derrotado continuamente por el pecado y 
sus consecuencias, entonces está listo para escuchar las Buenas 
Nuevas (el evangelio) sobre el cuarto conquistador en esta gran 
declaración con la que comienza Pablo su tratado sobre cómo vivir 
correctamente. El cuarto conquistador es el “rey Usted”. Luego de 
hablarnos de los tres conquistadores anteriores, Pablo escribe: “Pues 
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más 
reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la 
abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17). 
Hay tanta más verdad en este profundo pasaje que no tendré 
el espacio para presentarla aquí. La verdad importante que debemos 
obtener de este gran pasaje es que podemos entrar en Cristo, abundar 
en Cristo, reinar en Cristo y ser victoriosos sobre el pecado y la 
muerte. 
La hermosa metáfora de estos cuatro conquistadores 
comienza esta segunda sección de cuatro capítulos, que hablan de 
cómo podemos conquistar estos dos reyes, Pecado y Muerte, entrar 
en una vida en unión con Cristo y reinar en vida a través de nuestra 
relación con Él. Los capítulos 6, 7 y 8 desarrollarán esta enseñanza 
de una forma profunda e integral. ¡Pablo concluirá en el capítulo 8 
proclamando que podemos ser súper vencedores en y a través de 
Quien nos amó! (8:37). 
Finaliza esta enseñanza sobre los cuatro conquistadores 
relacionando el pecado de Adán, a través de quien fuimos hechos 
todos pecadores, con la obra de Cristo, a través de quien todos los 
que creen son hechos justos. 
“Así que, como por la transgresión de uno [Adán] vino la 
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia 
de uno [Jesús] vino a todos los hombres la justificación de vida. 
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos 
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, 
los muchos serán constituidos justos” (5:18, 19). 
El pecado de Adán resultó en juicio y la condena de muerte, 
en tanto que el acto justo de Jesucristo resultó en el regalo gratuito de 
la justificación y la vida para los que son los hijos de Abraham, 
porque ellos tienen la fe para creerle a Dios cuando les dice lo que ha 
hecho por ellos en Cristo. 
Pablo, entonces, resume su enseñanza en este punto al 
escribir que, cuando la Ley de Dios entró en el mundo a través de 
Moisés –dado que la función de la Ley fue y es hacernos conscientes 
de nuestro pecado–, en un sentido, la Ley hizo que la ofensa 
abundara. Sin embargo, la Buena Noticia fue y es que, cuando 
abundó el pecado, la gracia abundó aún más: “Pero la ley se 
introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado 
abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó 
para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida 
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (20, 21). 
El reinado del pecado llevó y lleva a la muerte, pero el 
reinado de la gracia llevó y lleva a la vida eterna a través de 
Jesucristo nuestro Señor. Pablo desarrollará esta verdad más en el
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
10 
capítulo 6, y concluirá la enseñanza que comienza aquí al final del 
capítulo 6 con estas palabras: “Porque la paga del pecado es muerte, 
mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” 
(6:23). 
Capítulo 2 
Dos tipos de esclavos 
(6:1-23) 
¿Cómo viven las personas que han sido declaradas justas por 
fe en lo que Jesucristo hizo por ellas? ¿Cómo deberíamos esperar que 
vivan las personas que han sido declaradas justas? ¿Dónde 
encuentran la dinámica para vivir de esa forma? Este es el tema entre 
el quinto y el principio del octavo capítulo de esta obra maestra 
teológica. 
Perspectiva del capítulo 6 
Al acercarnos a este capítulo, hay un versículo que debería 
ponerse al lado de las metáforas que Pablo usa aquí: “Hablo como 
humano, por vuestra humana debilidad” (6:19). Hay, también, una 
verdad que resume el tema del capítulo, y todo el capítulo debería 
estudiarse en el contexto de esta verdad: “No reine, pues, el pecado 
en vuestro cuerpo mortal, [...] Porque el pecado no se enseñoreará de 
vosotros” (6:12, 14). 
Relacione los primeros versículos de este capítulo con los 
últimos pensamientos de Pablo en el quinto capítulo. Dado que él 
terminó el capítulo anterior escribiendo que donde abundó el pecado, 
la gracia sobreabundó, comienza el capítulo seis con una pregunta 
que imagina que sus lectores tal vez le quieran hacer: “¿Qué, pues, 
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”. 
Su respuesta es: “De ninguna manera”. Luego comienza a usar 
metáforas que ilustran su respuesta enfática a esa pregunta. 
Su primera metáfora es la del bautismo. Esta ilustración de 
Pablo se interpreta de dos formas. Quienes creen que la inmersión es 
la forma correcta del bautismo consideran que Pablo está hablando 
aquí del bautismo que Jesús ordenó en su Gran Comisión (Mateo 
28:18-20). Pablo escribe, en otra carta, que todos somos bautizados 
en Cristo cuando creemos el evangelio (1 Corintios 12:13). Muchos 
creen que Pablo escribe sobre nuestro bautismo en Cristo en estos 
versículos. Como suele suceder, la respuesta no es una cosa o la otra, 
sino ambas. 
Cuando somos justificados por fe, si bien esto es un misterio 
que no comprendemos plenamente, somos bautizados en Cristo. 
Somos bautizados en su muerte y resurrección. Como nos ha dicho 
Pablo en el quinto capítulo, en un sentido muy real estamos todos “en 
Adán”. Estuvimos en Adán cuando el primer ser humano pecó. Por 
ese hombre y nuestra identificación con y en él, todos pecamos. En la 
medida que solo expresamos nuestra naturaleza de Adán –nuestra 
carne–, todos somos pecadores culpables que debemos ser
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
11 
justificados por fe. 
Esto es lo que Jesús quiso decir cuando le dijo a Nicodemo 
que ya somos condenados y por eso debemos creer en Él (ver Juan 
3:18). Cuando nos ocurre ese milagro, estamos ahora en Cristo, 
bautizados en su muerte y resurrección. Como estuvimos en Adán, 
ahora estamos en Cristo. Por eso Jesús es llamado el último Adán 
(ver 1 Corintios 15:45). 
El bautismo en agua, según lo ordenó Jesús, es simplemente 
una sombra de este bautismo espiritual más profundo. Cuando 
obedecemos la Gran Comisión de Jesús y somos bautizados, 
profesamos nuestra fe en Jesús de la forma que Jesús nos ordenó que 
debíamos profesar públicamente nuestra fe en Él. 
Pero el bautismo en agua representa una realidad más 
profunda. Las personas muertas no pecan. Pablo sabe que no estamos 
muertos y que seguimos pecando. Simplemente usa esto como una 
ilustración. Si estuviéramos muertos, no pecaríamos. En lo que se 
refiere al pecado, aun cuando no estemos muertos, deberíamos actuar 
como si estuviéramos muertos. 
El bautismo en agua por inmersión refleja e ilustra en forma 
hermosa lo que el apóstol escribe en este capítulo. Él identifica al que 
es bautizado con los dos hechos básicos relativos al evangelio: la 
muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando descendemos al agua, 
hacemos nuestra propia, personal y pública profesión de fe en la 
muerte de Jesús para nuestra salvación. 
Nuestro bautismo en el agua hace una profesión más 
profunda de fe en la muerte y resurrección de nuestro Salvador de 
una forma hermosa. Cuando descendemos al agua, profesamos 
nuestro compromiso de que morimos a nuestra vieja vida de pecado. 
Cuando salimos del agua, profesamos un compromiso de vivir una 
nueva vida en relación con el Cristo resucitado y vivo, una vida 
abundante que hace posible esa relación. 
Al pasar Pablo de la metáfora del bautismo a la metáfora de la 
muerte y resurrección de Cristo y luego desafiarnos a aplicar nuestra 
identificación con la muerte y la resurrección de Jesús a nuestro 
pecado y nuestra vida correcta, recuerde el versículo que es la clave 
para comprender este capítulo: “Hablo como humano, por vuestra 
humana debilidad” (6:19). Esta afirmación quiere decir, en esencia: 
“Uso ilustraciones humanas para ayudarlos a entender verdades 
espirituales que les estoy enseñando”. 
Jesucristo fue el mayor Maestro que este mundo haya 
conocido jamás, y era el Maestro absoluto en el uso de parábolas y 
metáforas. Obviamente, Pablo aprendió ese enfoque de la enseñanza 
del Cristo resucitado, quien enseñó a Pablo en el desierto de Arabia, 
según lo que este les escribe a los gálatas (Gálatas 1-2:10). El 
versículo clave para las metáforas de este capítulo simplemente dice 
que Pablo sigue las pisadas del mayor Maestro que haya tenido jamás 
este mundo al ilustrar gráficamente y claramente su enseñanza. 
Hay algunas otras palabras en este capítulo que son clave para 
la forma en que debemos interpretar y aplicar estas ilustraciones de 
Pablo a nuestra lucha con el pecado. Fíjese en el versículo 5, donde
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
12 
Pablo escribe que debemos ser semejantes a Jesús en su muerte y 
resurrección. Y, en el versículo 11, donde escribe: “Así también 
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en 
Cristo Jesús, Señor nuestro”. La palabra griega que Pablo usa aquí, 
que se traduce “consideraos”, sugiere otras traducciones, según los 
eruditos, que dicen, básicamente: “De la misma forma, considérense 
como muertos a la atracción y el poder del pecado, pero vivos para 
Dios a través de Cristo Jesús nuestro Señor”. 
Esto es muy importante para usted y para mí, al estudiar este 
capítulo. Pablo no nos está diciendo que estamos muertos 
literalmente. Una persona muerta no peca, y una persona muerta 
nunca se ve tentada a pecar. Si estuviésemos muertos, el pecado no 
sería problema alguno. Nuestro problema es que no estamos muertos 
al pecado. Pablo enseña que debemos responder al pecado y a las 
tentaciones del pecado como lo haríamos si estuviésemos muertos. 
Un peatón que había estado bebiendo en exceso fue la 
primera persona en llegar a la escena de un accidente 
automovilístico. Un hombre que había sido herido en el accidente 
daba vueltas y vueltas al costado del camino gritando: “¡Llámame 
una ambulancia! ¡Llámame una ambulancia!”. El peatón borracho 
contestó: “Así que, ¡eres una ambulancia!”. Cuando confrontamos las 
tentaciones para pecar, Pablo nos desafía, a usted y a mí, a decirnos a 
nosotros mismos: “¡Llámame un muerto!”. 
Como muchos otros, nunca olvidaré como, cuando me 
convertí, aquellos que eran mis amigos pecadores se entristecieron 
cuando les anuncié que ya no me uniría a ellos en ese viejo estilo de 
vida. Cuando dije a uno de ellos que había decidido estudiar para el 
ministerio, me dijo que estaba apenado porque era casi como si me 
hubiera muerto. Se lamentó: “¡Y tenías una buena personalidad!”. 
Cuando me inscribí en una universidad cristiana para estudiar 
la Biblia, fui bendecido y alentado en uno de mis primeros cursos 
sobre la Biblia por algo que Pablo escribió a los gálatas al finalizar la 
carta que les envió. Él declaró que, gracias a la cruz de Jesucristo, el 
mundo estaba crucificado para él, y él para el mundo. En otras 
palabras, la cruz hacía que este mundo fuera algo muerto para él y lo 
hacía parecer como una persona muerta para quienes lo conocían en 
este mundo (Gálatas 6:14). 
Una de las verdades primarias que Pablo está enfatizando 
aquí es la que destacó en el segundo capítulo. Esa verdad es que 
nunca debemos tener una ceremonia religiosa sin la realidad de lo 
que está representado por esa ceremonia. Nuestro bautismo es a 
nuestra profesión de fe lo que la circuncisión era para el judío. 
Nunca, jamás, debemos reducir nuestra profesión de fe ceremonial a 
través del bautismo a un adorno religioso que no tiene ningún 
significado en cuanto a la realidad de nuestra fe en el poder del 
Cristo resucitado y nuestra experiencia de este poder. 
Que esta perspectiva lo guíe al interpretar y aplicar las 
profundas e inspiradas metáforas que usa Pablo a lo largo de este 
capítulo.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
13 
Un resumen de lo que Pablo enseña en el capítulo 6 
La primera verdad que Pablo enseña en este capítulo está 
ilustrada por la metáfora del bautismo. Esa verdad es que debemos 
relacionar nuestro descenso al agua con la muerte y sepultura de 
Jesús, y dejar nuestra vieja vida de pecado en el agua. Debemos 
relacionar nuestra salida del agua con la resurrección de Jesús, y con 
la vida completamente nueva que debemos vivir, libres del pecado 
(1-4). 
Esta verdad fue presentada, en realidad, en el segundo 
versículo del quinto capítulo, donde escribió que tenemos acceso por 
fe a la gracia que nos permite tomar una posición por Cristo en este 
mundo y vivir una vida que glorifica a Dios. 
En los siguientes siete versículos (5-11), refuerza esta 
enseñanza al presentar una verdad que suele enseñar en sus cartas: 
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos 
para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (6:11). Yo llamo a esta 
verdad “el evangelio en reversa”. Expresado simplemente, el 
evangelio es: “Cristo murió para que tú puedas vivir”. El evangelio 
en reversa es, simplemente: “Ahora es tu turno; muere (a tus deseos 
pecaminosos y ambiciones egoístas) para que Cristo pueda vivir”. 
Pablo enseñó esa misma verdad a los gálatas, como su propia 
experiencia en Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya 
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo 
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí 
mismo por mí” (Gálatas 2:20). 
Los siguientes tres versículos comienzan con esa importante 
palabra: “pues”. 
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo 
que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis 
vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino 
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, 
y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el 
pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino 
bajo la gracia” (12-14). 
Pablo usa la palabra “pues” para ayudarnos a seguir su 
inspirada lógica. Obviamente, está conectando estos tres versículos 
con lo que escribió acerca del evangelio en reversa. Si debemos 
morir al pecado para que Cristo pueda vivir a través de nosotros, pero 
seguimos pecando, Cristo no podrá vivir a través de nosotros. Eso, 
para este apóstol, es impensable. Cuando estábamos bajo la ley, no 
teníamos la gracia para vivir por sobre el pecado. Dado que la gracia 
y la verdad vinieron a través de Cristo (Juan 1:17), simplemente no 
debemos seguir estando bajo el dominio del pecado, porque ahora 
tenemos la gracia para vivir como debemos. 
Entonces llega al corazón de este capítulo, al introducir la 
metáfora de la esclavitud: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no 
estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No 
sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, 
sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, 
o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
14 
erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella 
forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del 
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 
“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así 
como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la 
inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad 
vuestros miembros para servir a la justicia” (6:15-19). 
Como señalé en mi comentario sobre el saludo con el que 
Pablo comienza su carta, cuando él la escribió, la mitad de las 
personas que vivían en Roma eran esclavas. Para las personas como 
Pablo, que habían nacido libres, la sola idea de ser un esclavo era 
terrible. La verdad que él describe dinámicamente y dramáticamente 
al usar esta metáfora es que uno es esclavo de quien uno sirve o de lo 
que uno sirve Si está controlado por el pecado, es esclavo del pecado. 
Si usted ha confiado en Jesucristo para su salvación, y ha 
elegido llamarlo Señor, ¡ser un esclavo del pecado es negar su fe en 
Él! (Lucas 6:46). Usted debería ser un esclavo de Jesucristo, y solo 
de Él, lo que lo hará libre del poder del pecado y de la muerte. Por 
eso Pablo se presenta en sus cartas como siervo de Jesucristo 
(Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1). 
“Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca 
de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales 
ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora 
que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, 
tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida 
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (20-23). 
En los últimos cuatro versículos del capitulo, vuelve a esa 
realidad innegable de las consecuencias. Pablo desafía a los romanos 
a pensar en ese “banquete de consecuencias” que ocurrió cada vez 
que entregaban los miembros de su cuerpo para ser esclavos del 
pecado. Su razonamiento es que, cuando servían al pecado, no 
podían servir a la justicia. Sin embargo, los desafía a pensar en el 
fruto o las consecuencias de los pecados de los que se avergüenzan 
ahora. A esas consecuencias les da el rótulo de “muerte”. 
En contraste con esta muerte, los exhorta a darse cuenta de 
que el fruto o las consecuencias de servir a la justicia llevará a la 
santidad y a la calidad eterna de vida que Jesucristo promete dar a 
todo el que confíe en Él como Salvador, lo corone como su Señor y 
viva el evangelio en reversa: morir a sí mismo y vivir para Cristo. 
Pablo resume su profunda enseñanza con ese versículo final 
en donde escribe que el pecado siempre paga el mismo salario. Aun 
en un mundo donde la inflación y los mercados hacen que fluctúen el 
valor del salario que recibimos y la riqueza que acumulamos, el 
pecado siempre paga el mismo salario. La mala noticia es que “la 
paga del pecado es muerte”. Pero la Buena Noticia es que “la dádiva 
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
15 
Capítulo 3 
Las cuatro leyes espirituales de Pablo 
(7:1 - 8:13) 
Cuando Pablo escribe este séptimo capítulo, relaciona el 
desafío de conquistar el pecado con su propia vida y comparte con 
nosotros su propio diario privado de cómo perdió y ganó sus batallas 
contra el pecado. Al comenzar el testimonio personal de sus propias 
luchas por la santificación, escribe la parte de esta carta que es la 
favorita para mí, así como para millones de personas. A modo de 
introducción a esta sección de la carta, fíjese en el énfasis del apóstol 
en el concepto de la ley. Comenzando en este capítulo y siguiendo 
hasta el versículo 17 del capítulo 8, Pablo presenta las “cuatro leyes 
espirituales”. Como personas que hemos sido declaradas justas, 
simplemente debemos entender estas cuatro leyes espirituales que 
leemos en este diario espiritual que Pablo comparte con nosotros. 
Al leer los capítulos 7 y 8 de esta carta, observe 
cuidadosamente lo que Pablo enseña acerca de: 
La Ley de Dios, 
La Ley del Pecado y la Muerte, 
La Ley del Espíritu de Vida en Cristo, y 
La Ley del Esquema Mental o la Forma de Pensar. 
Luego de presentar todas esas metáforas en el capítulo 6, 
Pablo comienza el séptimo capítulo con una metáfora más: “¿Acaso 
ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la 
ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la 
mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero 
si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si 
en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero 
si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se 
uniere a otro marido, no será adúltera. 
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley 
mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó 
de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque 
mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran 
por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en 
que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo 
del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (1-6). 
Ley espiritual número uno: la Ley de Dios 
Pablo ahora edifica sobre lo que ha escrito en esta inspirada, 
lógica y amplia presentación de la justificación por la fe. Ha escrito 
que estamos todos bajo el pecado, porque todos estamos bajo la Ley 
de Dios, que cierra nuestras bocas y nos muestra que todos somos 
pecadores. 
Note que antes de que Pablo comparta esta metáfora con la 
que comienza este capítulo, admite que sabe que está escribiendo a
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
16 
los que conocen la Ley de Dios. Esto significa que, como vimos en el 
segundo capítulo, se está dirigiendo, a lo largo de toda esta carta, a 
los judíos. Sigue pensando en aquellos judíos con los que se encontró 
cuando llegó a Roma (Hechos 28:17-29). Cuando leamos los 
primeros versículos del noveno capítulo de esta carta, entenderemos 
por qué este apóstol siempre piensa primero en los judíos, y luego en 
los griegos, cuando escribe, cuando predica y cuando enseña. 
Ahora se dirige a las personas que son como era él cuando era 
Saulo de Tarso. Como fariseo de fariseos, Saulo de Tarso había 
dedicado cada fibra de su ser a guardar la Ley de Dios. Los fariseos 
como Saulo de Tarso no tienen buena prensa en los Evangelios. Sin 
embargo, debemos darnos cuenta de que los fariseos tenían muchas 
cosas buenas. Por ejemplo, fueron formados para preservar la 
ortodoxia de la fe judía. Eran los fundamentalistas judíos del período 
del Nuevo Testamento de la historia hebrea. Los fariseos que eran tan 
fervorosos como Saulo de Tarso memorizaban la Ley de Moisés, es 
decir los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. La mayoría 
de los cristianos de hoy ni siquiera han leído completamente los 
primeros cinco libros de la Biblia. 
Eran personas increíblemente rectas. Su rectitud era un tipo 
de rectitud propia, legalista y ajustada a la letra de la ley a la que 
tanto Jesús como este apóstol se opusieron y confrontaron. Los 
fariseos obedecían fervorosamente la Ley de Dios porque creían que 
su salvación dependía de ello. Sin embargo, eran personas muy 
rectas, y muchas de ellas era muy buenas. 
Al leer los cuatro Evangelios, note el amor y la paciencia de 
Jesús al acercarse a fariseos como Nicodemo, José de Arimatea y 
aquellos con los cuales dialoga, aun cuando se trate de diálogos 
hostiles. El mayor ejemplo de amor de Jesús por los fariseos es la 
conversión de este apóstol en el camino a Damasco. Cuando el Cristo 
resucitado escogió al mayor misionero que ha conocido la iglesia 
jamás, escogió a este fariseo de fariseos. 
En un pasaje autobiográfico, que escribió a los filipenses, 
Pablo compartió con ellos que él consideraba que su dedicación a 
guardar la Ley era como basura, porque, como fariseo, creía que 
guardar la Ley le daría la salvación. Al escribir a la iglesia de Filipos, 
Pablo criticó esa dedicación enérgicamente. Sin embargo, tuvo 
mucha compasión para con los judíos rectos que eran fervorosos en 
su amor por la Ley de Dios. En su carta a los romanos, ahora se 
dirige a aquellos que tienen ese mismo nivel de dedicación a guardar 
la Ley de Dios. 
¿Cuál es su relación con la Ley de Dios una vez que se dan 
cuenta de que no pueden ser justificados por guardarla? La respuesta 
a esa pregunta se encuentra en la metáfora con la que Pablo comienza 
este capítulo. 
Cuando David describió al hombre bienaventurado en sus 
Salmos, escribió que el hombre bienaventurado encuentra su delicia 
en la Ley de Dios, es decir que la ama (Salmos 1:2). El salmo más 
largo de la Biblia fue escrito, obviamente, por alguien como Esdras, 
que tenía un gran amor por la Ley de Dios (Salmos 119).
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
17 
Cuando los judíos piadosos que amaban la Ley de Dios se 
dieron cuenta de que la Ley no los podía salvar, sintieron un dolor 
como el de un viudo que había perdido su compañera de toda la vida. 
Por lo tanto, Pablo presenta esta inspirada y brillante metáfora, que 
les recuerda que, cuando una persona pierde a su cónyuge, está libre 
para volver a casarse. Ahora que ellos han perdido a su “esposa” (la 
Ley), son libres para “casarse” con otra compañera. Pablo escribe 
que, si creen lo que les está presentando, están ahora “casados” con 
su Señor y Salvador resucitado y vivo: ¡Jesucristo! 
Aplicación personal 
¿Cuál es la aplicación personal y devocional para los romanos 
y para los que leen esta carta hoy? En principio, esta enseñanza se 
aplica a todo el que ha confiado en alguien o algo para su salvación y 
que, según aprende de esta obra teológica maestra, no los salva ni 
puede salvarlos. 
Hay una ilustración en el Evangelio de Juan que describe a 
este tipo de personas. Al entrar Jesús en Jerusalén, había una gran 
multitud de personas débiles, enfermas y lisiadas acostadas en los 
pórticos del estanque de Betesda. Estas personas creían en una 
superstición. Creían que, cuando el agua se movía, el primero en 
entrar en el agua sería sanado. Jesús sanó a un hombre que estaba allí 
porque había perdido toda esperanza de entrar en ese estanque. En mi 
comentario sobre esta historia (Fascículo número 24), comparé a esta 
multitud patética, reunida alrededor de esa superstición, con todos los 
que están buscando la salvación o que confían en alguien o en algo 
fuera de Jesucristo para la salvación. 
Pedro nos dice que no hay salvación fuera de Jesucristo: “Y 
en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el 
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 
4:12). Si usted confía en alguien o en algo fuera de Jesucristo para su 
salvación, está buscando la salvación en un “estanque de Betesda”, y 
esta metáfora con la que Pablo comienza el séptimo capítulo de esta 
carta se aplica a usted. 
Cuando usted cree lo que Pablo ha escrito en los primeros 
seis capítulos de esta carta, ¿qué hará sin lo que ha sido como una 
esposa o un esposo para usted? La respuesta es que usted debe 
considerar a aquello que no puede salvarlo como una esposa o un 
esposo muerto, y que debe estar casado con otro cónyuge: el 
Jesucristo resucitado y vivo. 
Otra aplicación personal es darse cuenta de que, así como 
Pablo se dirige al judío devoto en toda esta carta, se está dirigiendo 
también a todas las personas agradables o buenas que confían en su 
bondad para su salvación. Hay muchas personas en este mundo que 
creen que la salvación está basada en hacer las cosas lo mejor posible 
y vivir la vida sin hacerle daño a nadie. Si usted es una de esas 
personas que confían en la integridad, bondad o rectitud personal 
para su salvación, entonces esta metáfora se aplica a usted. 
En mi comentario sobre el tercer y cuarto capítulo de esta 
carta, planteé preguntas que usted debería contestarse, como:
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
18 
“¿Cómo puede uno saber cuándo ha hecho el bien suficiente?”. Y 
esta otra: “Si podemos salvarnos a nosotros mismos, ¿por qué tuvo 
que morir Jesús en la cruz?”. Aplique las ideas que Pablo dirige a los 
judíos en esta carta a usted, si es una de esas personas agradables, 
morales e íntegras que creen que la bondad es suficiente. 
Jesús habló con amor a un joven que era muy bueno y 
moralmente recto. Lo llamamos “el joven rico”. Leemos que, al 
mirarlo y amarlo, Jesús le dijo que su integridad moral no era 
suficiente (Marcos 10:21). 
En los siguientes cinco versículos (7:8-12), Pablo hace un 
cambio importante en su estilo de escritura. Se ha estado dirigiendo a 
sus lectores usando palabras como “ustedes” (vosotros) y “mis 
hermanos”. Ahora comienza a relacionar lo que escribe con él mismo 
y su propia experiencia con la Ley de Dios y su batalla contra el 
pecado. 
Ley espiritual número dos: La Ley del Pecado 
Pablo repite, para enfatizar, una verdad que ya ha dejado en 
claro: el propósito de la Ley nunca fue la salvación, sino hacernos 
conscientes de nuestro pecado y de nuestra necesidad de la salvación. 
Según Pablo, la Ley es como la regla de Dios que Él coloca junto a 
nuestras vidas torcidas, y Pablo estaría de acuerdo con Santiago en 
que la Ley o la Palabra de Dios es como un espejo en el que vemos 
nuestras imperfecciones (Santiago 1:23, 24). 
Pablo también escribe que la Ley es como un estricto ayo, o 
maestro de escuela, que nos lleva a Cristo (Gálatas 3:24). Pablo 
vuelve a establecer el propósito y el valor de la Ley de Dios cuando 
escribe: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna 
manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco 
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el 
pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda 
codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía 
en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo 
morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me 
resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el 
mandamiento, me engañó, y por él me mató” (Romanos 7:7-11). 
Entonces llega a la conclusión de que, en realidad, la Ley de 
Dios no tiene nada de malo. Su problema, y el problema que tenemos 
todos, no es con la Ley de Dios. Nuestro problema es con nosotros 
mismos. 
El profeta Jeremías estuvo de acuerdo con Pablo cuando 
predicó, en esencia, que, si queremos saber cuál es el problema y 
dónde se encuentra, debemos mirar en un espejo. Jeremías predicó 
constantemente de la inminente cautividad de los judíos en 
Babilonia. Una paráfrasis del pasaje que se indica arriba presenta la 
predicación de Jeremías: “Cuando alguien del pueblo o de los 
sacerdotes te pregunte: ‘Bueno, Jeremías, ¿cuál es la triste noticia 
que tienes del Señor hoy?’, tú les responderás: ‘¡Ustedes son la mala 
noticia!’” (Jeremías 23:33). 
Pablo escribe su propia versión de ese sermón predicado por
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
19 
Jeremías: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el 
mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a 
ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para 
mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es 
bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser 
sobremanera pecaminoso” (7:12, 13). 
Pablo, como Jesús, proclama que la Ley de Dios es buena si 
la interpretamos y la aplicamos de acuerdo con los propósitos de 
Dios al darnos su Ley (Mateo 5:17-20). Jesús cumplió la Ley de Dios 
al pasarla por el prisma del amor de Dios antes de aplicar esa Ley a 
las vidas del pueblo de Dios. Pablo hizo lo mismo, y lo llamó “el 
espíritu de la Ley” (ver 2 Corintios 3:6). Ahora se centra en uno de 
los propósitos para los cuales Dios nos dio su Ley: la Ley de Dios 
revela la Ley del Pecado. 
Confesiones verdaderas de un fariseo 
Pablo comienza ahora el pasaje más transparente, honesto y 
útil de la Biblia sobre el tema de la santificación, es decir la victoria 
sobre el pecado, que se haya escrito jamás. Todo creyente lucha con 
este “rey Pecado”, que quiere gobernar nuestras vidas hasta que la 
“reina Muerte” las destruya. Estos versículos nos muestran 
claramente y prácticamente cómo Pablo aplica la enseñanza bíblica 
sobre la santificación a su vida. 
Ahora está resumiendo, y está en el corazón y el alma mismo 
de la enseñanza que comenzó cuando escribió aquel segundo 
versículo del quinto capítulo: “Por quien [refiriéndose a Cristo] 
también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos 
firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. 
Recuerde que es aquí donde el apóstol comenzó a decir a los 
creyentes de Roma –y a usted y a mí– cómo podemos acceder a la 
gracia que necesitamos para vivir de la forma que se espera deben 
vivir las personas que han sido declaradas justas. 
Pablo sigue ese versículo inicial con sus exhortaciones a que 
nos regocijemos en todo lo que hace que la gracia de Dios sea 
accesible a nosotros por fe, aun los sufrimientos que nos fuerzan a 
acceder a la gracia de Dios. Esto fue seguido por la metáfora de los 
cuatro conquistadores: el rey Pecado, la reina Muerte, el rey Jesús y 
el rey Usted y Yo, cuando el Espíritu Santo de Dios ha venido para 
controlar nuestras vidas y hacernos más victoriosos. Luego, en el 
capítulo 6, usó las metáforas del bautismo, la muerte, la resurrección 
y la esclavitud para convencernos de que el pecado nunca debería 
controlar la vida de un creyente que ha sido declarado justo por fe en 
Jesucristo. 
Pablo continúa ahora su enseñanza sistemática sobre este 
tema con la enseñanza de sus cuatro leyes espirituales. Él ilustra 
vívidamente esas leyes con esta confesión transparente, en la que 
comparte su lucha personal. Luego comparte las claves para su 
victoria –que puede ser nuestra también– al proponerse que ese 
pecado no reinaría en su vida. Este tema puede encontrarse desde el 
versículo 13 del capítulo 8 y continúa hasta el final del capítulo 8, y
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
20 
hasta podría decirse que se extiende hasta el final del capítulo 11 de 
esta obra maestra teológica. 
Al leer este pasaje transparente y sincero, que se parece a una 
página del diario espiritual del apóstol, busque las cuatro leyes 
espirituales que Pablo describe aquí. También recuerde que usted 
está leyendo el diario espiritual de un hombre que amaba la Ley de 
Dios y probablemente intentó, más que cualquier hombre que haya 
vivido, cumplir esa Ley. 
“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, 
vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago 
lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, 
esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo 
quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en 
mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien 
está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, 
sino el mal que no quiero, eso hago. 
“Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado 
que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: 
que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en 
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela 
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado 
que está en mis miembros. 
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de 
muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, 
yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la 
ley del pecado” (7:14-25). 
La primera declaración de Pablo con relación a su lucha para 
vencer el pecado está relacionada con lo que ha aprendido sobre él 
mismo. Escribe: “Soy carnal, vendido al pecado”. Esta palabra, 
“carnal”, deriva de “carne”. Pablo continúa diciendo que en él –es 
decir, en su carne– no hay nada bueno. 
Pablo usa la palabra “carne” frecuentemente en sus escritos. 
Por lo tanto, es importante que entendamos lo que quiere decir 
cuando la usa. Un famoso erudito del idioma griego y profesor de 
Biblia de la Universidad de Edimburgo, Escocia, creía que la 
definición precisa de esta palabra, como la usa Pablo, debería ser ‘la 
naturaleza humana, sin la ayuda de Dios’. 
Cuando el apóstol concluye que no hay nada bueno en su 
carne, significa que no hay nada bueno en su naturaleza humana 
cuando esta naturaleza no está ayudada por Dios. Deberíamos 
agregar que los que viven en la carne, o en su naturaleza humana sin 
la ayuda de Dios, adoptan y viven según los valores y la filosofía de 
la naturaleza humana, que no tiene acceso a la gracia y la verdad 
reveladas y ordenadas en la Palabra de Dios. 
Esta definición tiene aplicaciones prácticas muy importantes 
para todo creyente que quiera vivir correctamente, porque ha sido 
justificado por la fe. Cuando Pablo mira su propio corazón, es 
sincero y transparente sobre lo que ve en su naturaleza humana. No 
solo no encuentra nada bueno, sino que descubre una ley: cuando 
desea hacer lo bueno, el mal está presente en él.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
21 
En otras palabras, cuando miraba su naturaleza humana 
descubría la Ley del Pecado. Pablo estaba de acuerdo con lo que la 
Ley de Dios le decía, y creía que esta Ley era buena. De hecho, él 
amaba la Ley de Dios. Tal vez se haya dicho, como un fariseo 
increíblemente disciplinado, que guardar la Ley de Dios era 
simplemente cuestión de fuerza de voluntad. Sin embargo, ahora nos 
dice que, debido a esta Ley del Pecado, descubrió que, cuando se 
proponía obedecer la Ley de Dios, finalmente se dio cuenta de que el 
problema con su fuerza de voluntad era que a su voluntad le faltaba 
fuerza constantemente. 
También concluyó que la Ley del Pecado estaba en guerra 
con lo que él llama “la Ley de la Mente”. Él da testimonio de que su 
batalla con el pecado no fue ganada en el campo de batalla de la 
fuerza de voluntad, es decir sus grandes poderes intelectuales. Luego 
de su confesión desesperada de que era un hombre desdichado, clama 
pidiendo liberación. Después declara que la batalla con el pecado es 
una guerra espiritual que no puede ganarse mirando hacia adentro. 
Según Pablo, él y nosotros no encontraremos nada al mirar hacia 
adentro que nos permita ganar nuestras batallas contra el pecado. 
Estas batallas solo serán ganadas cuando Dios agregue una 
dimensión espiritual a nuestra naturaleza humana. Esto significa que, 
cuando somos justificados por la fe, la Ley del Pecado no es quitada 
de nuestra carne. 
Al entrar al próximo capítulo, declara la muy buena noticia de 
que, cuando somos justificados por la fe, algo espiritual, sobrenatural 
y milagroso se agrega a nuestra carne. Sin embargo, aun luego de 
agregar el milagro, todavía debemos enfrentarnos a la dura realidad 
de la Ley del Pecado, que sigue estando presente con nosotros 
mientras estemos en estos cuerpos humanos. Cuando el Cristo 
resucitado y vivo vive en nuestro corazón a través del milagro del 
Espíritu Santo, descubriremos que el que está en nosotros es mayor 
que el que impulsa el poder de pecar –el diablo– y encontraremos 
nuestra victoria en Cristo. 
Capítulo 8 
¡La victoria! 
Dos leyes espirituales más de Pablo 
Al pasar del capítulo 7 al 8 de esta carta, le recuerdo que, 
cuando Pablo la escribió, no estaba dividida en capítulos y 
versículos. A menudo, las divisiones de los capítulos ocurren en 
medio de una declaración profunda, y este es el caso aquí, donde 
Pablo está escribiendo y la división de capítulos interrumpe la 
inspirada lógica de lo que está enseñando. 
Note la presencia de esa importante palabra, “pues”, al 
comenzar a leer el octavo capítulo de esta obra maestra. Cuando 
piensa en la razón por la que esa palabra se encuentra allí, fíjese que 
conecta lo que Pablo está por enseñar en el capítulo 8 con lo que ha 
estado enseñando. Obviamente, la enseñanza que está por presentar
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
22 
en este capítulo será la continuación de lo que dijo en las metáforas 
con las que comenzó el séptimo capítulo, a través de la forma 
transparente y sincera en que nos dejó ver su diario espiritual con sus 
propias luchas personales contra el pecado que vienen después de 
esas metáforas, y especialmente las últimas palabras que escribe al 
comenzar este octavo capítulo. 
Busque, también, la tercera y la cuarta ley espiritual que 
descubrimos cuando Pablo nos permite leer más de su diario 
espiritual: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están 
en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme 
al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha 
librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era 
imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, 
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del 
pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley 
se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino 
conforme al Espíritu. 
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la 
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque 
el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es 
vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra 
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los 
que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, 
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el 
Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el 
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive 
a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los 
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a 
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su 
Espíritu que mora en vosotros. 
“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que 
vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, 
moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, 
viviréis” (8:1-13). 
Ley espiritual número tres: la Ley del Espíritu de Vida en Cristo 
Jesús 
Hay tres importantes verdades en la primera oración de este 
octavo capítulo. Si volvemos atrás a cuando Pablo comienza a 
enseñar, en el versículo 17 del capítulo 1, este “pues” introduce la 
conclusión de que no hay ninguna condenación para los que están en 
Cristo Jesús y no andan según su naturaleza humana, sin la ayuda de 
Dios, sino según el Espíritu. Jesús y Pablo enseñaban que los que no 
creen están condenados porque no creen (Juan 3:18). Ambos también 
enseñan que la fe –en la obra terminada del Hijo de Dios por nuestra 
salvación personal– quita nuestra condenación eterna. 
Pablo mostrará más adelante en este capítulo que el Cristo 
vivo y resucitado no nos condena cuando fracasamos o no llegamos a 
la altura, a la medida, de glorificar a Dios en todo pensamiento,
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
23 
palabra y acción. Él es nuestro Padre celestial perfecto, y se nos dice 
que, como todo buen padre, conoce nuestra condición y se acuerda 
de que somos polvo (Salmos 103:14). 
¿Puede imaginar a un padre terrenal que le enseñe a su hijo a 
caminar y que lo reta o aun lo castigue cuando trastabilla y se cae 
mientras aprende? Jesús hizo esta misma comparación cuando 
enseñó que, si nosotros sabemos dar buenas cosas a nuestros hijos, 
debemos darnos cuenta de que nuestro Padre celestial ciertamente 
nos dará el Espíritu Santo y una relación con nuestro Dios cuando se 
lo pidamos (Lucas 11:11-13). Un Padre así no nos condenará cuando 
caigamos. 
Pablo enseña una segunda verdad importante cuando coincide 
con Santiago en que “la fe obra” y “la fe camina” (ver Santiago 2:14- 
26). La fe sola puede salvar, pero la fe que salva nunca está sola. Los 
que no están condenados porque están justificados por la fe validan 
su fe demostrando que no caminan según la carne sino según el 
Espíritu. Hay una diferencia entre caminar de acuerdo con la carne y 
estar en la carne. Caminar de acuerdo con a la carne es algo que una 
persona espiritual puede elegir hacer. Estar en la carne es la 
condición de los no espirituales o del hombre natural, que no tiene 
una relación con Dios y que no puede siquiera entender las cosas 
espirituales (ver 1 Corintios 2:14). 
Una tercera verdad que Pablo enseña en esta primera oración 
se encuentra en estas dos palabras que usa casi doscientas veces en el 
Nuevo Testamento. Una de las formas preferidas de Pablo de 
describir a los pecadores justificados que han descubierto esta tercera 
ley espiritual es decir que están “en Cristo”. Con esto quiere decir 
que están en Cristo así como una rama está en la vid, es decir está 
relacionada con la vid de la cual deriva la vida que le permite dar 
fruto (Juan 15:1-16). 
Pablo entonces presenta su tercera ley espiritual, al escribir: 
“La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley 
del pecado y de la muerte”. Cuando nos dice lo que puede hacer esta 
tercera ley, vuelve a su segunda ley y, esta vez, le agrega cuatro 
palabras. La llama “la ley del pecado y de la muerte”. Esto conecta 
las cuatro leyes espirituales de Pablo con los cuatro conquistadores 
que presentó en el quinto capítulo. ¿Recuerda al rey Pecado y la reina 
Muerte? La muerte es la consecuencia que siempre sigue al pecado. 
Así como los dos primeros conquistadores eran las malas 
noticias y el tercer y cuarto conquistador eran las buenas noticias, las 
primeras dos leyes espirituales son las malas noticias y la tercera y 
cuarta ley, las buenas noticias. Las buenas noticias acerca de esta 
tercera ley son que nos libera de la ley del pecado y de la muerte. 
Imagine un gran avión de pasajeros que ruge por la pista hasta 
alcanzar la velocidad suficiente para despegar como un ascensor con 
375 pasajeros y varias toneladas de equipaje y equipos hasta una 
altitud de diez mil metros. 
En una ocasión, estaba predicando un sermón sobre esta 
tercera ley espiritual y usé esta ilustración. Confesé que no tenía la 
menor idea de cómo los enormes aviones, en los que yo había
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
24 
viajado muchas veces, podían subir al cielo. Un profesor de física, 
fiel cristiano, que escuchó mi sermón, me enseñó luego, con gran 
paciencia, cómo ocurre esto. 
Su explicación fue que, mientras el gigantesco avión 
avanzaba rugiendo por la pista, su velocidad y el impulso de sus 
motores hacen posible que la ley de la aerodinámica venza la ley de 
la gravedad. Cuando ocurre esto, el avión se levanta hacia el cielo y 
vuela a diez mil metros durante miles de kilómetros hasta que llega a 
su destino. 
Ahora piense en esa segunda ley espiritual, la Ley del Pecado 
y de la Muerte, como una ley de “gravedad espiritual” que nos 
mantiene abajo y no nos deja volar espiritualmente. Cuando Pablo 
presenta su tercera ley espiritual, escribe que la Ley del Espíritu y de 
la Vida en Cristo Jesús es como una ley de “aerodinámica espiritual”, 
que nos levanta y nos permite volar por encima del poder y las 
consecuencias de la Ley del Pecado y de la Muerte. 
La buena noticia de esta tercera ley espiritual ha formado 
parte del Nuevo Testamento desde que fue escrito. ¿No deberíamos, 
entonces, esperar que todos los pecadores estuvieran volando por 
encima del poder y las consecuencias del pecado? ¿Cuál es, en 
realidad, la experiencia de muchos de los pecadores que han sido 
justificados por fe y que asisten a nuestras iglesias? 
Basándome en las observaciones que he hecho siendo pastor 
durante casi cinco décadas, estoy convencido de que la respuesta 
sincera y espontánea a esa pregunta es que demasiados de nosotros, 
durante demasiado tiempo, somos como gigantescos aviones que 
están posados sobre las pistas de la vida, con motores que son 
capaces de vencer la ley de la gravedad espiritual, rugiendo durante 
veinte, treinta, cuarenta años, o durante el resto de nuestra vida, ¡sin 
jamás levantar vuelo! ¿Por qué no estamos volando por encima de 
todo lo que está representado por la Ley del Pecado y de la Muerte, si 
esto nos cuesta tan caro? 
Ley espiritual número cuatro: la Ley del Esquema Mental o de la 
Forma de Pensar 
Simplemente no sabemos cómo implementar la gracia de 
Dios, o esta tercera ley espiritual, si no entendemos la cuarta ley 
espiritual de este gran apóstol. Busque la cuarta ley espiritual cuando 
vuelva a leer estos versículos: “Porque los que son de la carne 
piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las 
cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el 
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la 
carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de 
Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden 
agradar a Dios” (5-8). 
El concepto de un esquema mental, o forma de pensar, es 
muy importante para los deportistas y equipos deportivos. A menudo, 
no es el mejor equipo el que gana el campeonato de la Copa del 
Mundo o las medallas olímpicas. El que suele ganar es el equipo o el 
deportista que tiene el mejor esquema mental.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
25 
Los diplomáticos, que enfrentan desafíos impresionantes para 
intentar evitar la guerra convenciendo a las potencias que la paz es 
mejor que la guerra, deben tener un esquema mental adecuado antes 
de enfrentar el desafío de la negociación. Los vendedores, los 
médicos que realizan intervenciones quirúrgicas de vida o muerte, y 
las personas de todas las profesiones, ocupaciones, trabajos y 
posiciones sociales deben tener un esquema mental adecuado para 
tener éxito. 
Seguramente algo tan práctico como un esquema mental no 
tendría ningún lugar en nuestra victoria sobre el pecado... ¿o sí? En el 
pasaje que citamos anteriormente, al hablarnos de una cuarta ley 
espiritual, que es una parte crítica de nuestra victoria sobre el poder 
del pecado, ¡Pablo se refiere al esquema mental cinco veces! 
¿Ha revelado la Ley de Dios la Ley del Pecado en su vida? 
¿Ha descubierto la buena noticia milagrosa de la Ley del Espíritu de 
Vida en Cristo Jesús? ¿Está usted volando por encima del poder del 
pecado? ¿Está usted venciendo la “gravedad espiritual” con la 
“aerodinámica espiritual”? ¿O está haciendo rugir sus “motores” 
espirituales en la pista de la vida sin despegar espiritualmente nunca? 
Si su respuesta a esa pregunta es “sí”, usted necesita 
desesperadamente esta cuarta ley espiritual del apóstol Pablo: la Ley 
del Esquema Mental. 
Según Pablo, cuando tenemos la Ley del Espíritu de Vida en 
Cristo Jesús a nuestra disposición porque el Cristo resucitado y vivo 
vive en nosotros, tenemos una opción: podemos elegir vivir y 
caminar de acuerdo con la carne (nuestra naturaleza humana sin la 
ayuda de Dios) o podemos elegir vivir y caminar sometidos al 
control del Espíritu Santo (Gálatas 5:16-23). 
Pablo escribe más adelante sobre no estar en la carne sino en 
el Espíritu, y agrega una advertencia: si el Espíritu no mora en 
nosotros, no somos de Él y no pertenecemos a Dios. Esta no significa 
vivir de acuerdo con la carne, caminar en la carne o tener un esquema 
mental carnal. 
Pablo divide a toda la familia humana en dos grupos: las 
personas espirituales y las personas no espirituales. La persona que 
aún está en la carne es la persona no espiritual o el hombre natural 
que Pablo describe cuando escribe a los corintios. Según Pablo, este 
hombre natural no puede entender de ninguna manera los conceptos 
espirituales; para él, son una locura, porque solo las personas 
espirituales pueden entender la verdad espiritual (ver 1 Corintios 2:9- 
16). 
Cuando este apóstol escribe acerca de vivir según la carne, se 
refiere a algo muy diferente de lo que enseña cuando usa la expresión 
“en la carne”. Pablo declara aquí que esas personas espirituales, que 
escogen vivir de acuerdo con la carne, ponen sus mentes en la carne 
como un asunto de elección personal, y las personas espirituales que 
eligen deliberadamente poner sus mentes en el Espíritu. 
Pablo declara que aun las personas espirituales, que han 
tomado un compromiso de ser seguidores de Cristo, no pueden 
agradar a Dios cuando viven de acuerdo con la carne. Agrega que los
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
26 
que son espirituales también descubrirán que, cuando nuestra mente 
está centrada en la carne, el pecado siempre paga su salario. Ese 
salario es un banquete de consecuencias negativas que él describe 
como “muerte” (Romanos 6:23; 8:2). Al decir “muerte”, Pablo no se 
refiere a la muerte literal o a la muerte eterna, sino la muerte en el 
sentido de separación de Dios y de separación de la calidad de vida 
que surge de conocer a Dios (Juan 17:3). 
Las personas espirituales tienen una opción que no tienen las 
personas que no son espirituales. Concentrar la mente en el Espíritu 
lleva a la vida espiritual, lo que Jesús describió como “vida en 
abundancia” (Juan 10:10). El apóstol Juan resumió esta verdad al 
escribir: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y 
esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no 
tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11, 12). 
Jesús enseñó que, si nuestra mente es buena, o saludable, todo 
nuestro cuerpo estará lleno de luz, pero si la mente no es buena, todo 
nuestro cuerpo estará lleno de tinieblas. Según Jesús, la diferencia 
entre una vida llena de luz (felicidad) y una vida llena de tinieblas 
(infelicidad) es la forma en que vemos las cosas (ver Mateo 6:22, 
23). Jesús estaba dando una advertencia sombría sobre lo que 
podríamos llamar “esquizofrenia espiritual” o “visión doble 
espiritual”. Santiago 1:8 nos dice que un hombre de doble ánimo es 
inestable, inconstante, dubitativo, poco confiable e incierto en todo lo 
que piensa, siente y decide. Pablo da esa misma advertencia en el 
capítulo 6, 7 y 8 de esta carta a los romanos. 
Jesús, Pablo, otros apóstoles y los profetas denominaron a 
este esquema mental espiritual enfermizo con muchas expresiones 
elocuentes. El profeta Elías desafió al pueblo de Dios de su tiempo: 
“¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si 
Jehová es Dios, seguidle” (1 Reyes 18:21). 
El apóstol Juan registró una carta abierta del Cristo resucitado 
y vivo a la iglesia de Éfeso. Estaba recibiendo el último libro del 
Nuevo Testamento, por inspiración, del Cristo resucitado, mientras 
estaba preso por su fe en la isla de Patmos. Ese mensaje era, en 
esencia: “Preferiría que fueras caliente, pero, si no vas a ser caliente, 
entonces sé frío. Lo que no quiero es que seas tibio. Eso hace que me 
sienta mal del estómago y me da ganas de vomitarte” (ver 
Apocalipsis 3:15, 16). 
Santiago, que, junto con Pedro y Pablo fue uno de los grandes 
líderes de la primera generación de la iglesia del Nuevo Testamento, 
enseñó a los creyentes que debían pedir a Dios sabiduría cuando 
llegaban al punto en que simplemente no sabían qué hacer. Como 
una parte vital de esa exhortación, Santiago los desafió –y nos 
desafía a nosotros– a no flaquear en nuestra fe cuando le pidamos a 
Dios sabiduría. No debemos ser como las olas del mar, que son 
llevadas de un lado para otro. Su forma de rotular el problema que 
tratan Jesús, Pablo, Elías y Juan es la siguiente: “El hombre de doble 
ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
27 
Aplicación personal 
Una vez escuché a un profesor de psicología personal 
denominar a este problema: “compartimentos lógicamente estancos”. 
Nos dijo que debíamos pensar en nuestra mente como un círculo. 
Dentro de ese círculo tenemos un pensamiento, que es un 
pensamiento positivo; por ejemplo: “Tengo fe y no me preocupo por 
nada”. Luego tenemos otro pensamiento, que está en conflicto 
directo con nuestro primer pensamiento. Cuando estos dos 
pensamientos entran en conflicto en nuestra mente, causan úlceras 
estomacales, alta presión sanguínea y otros síntomas físicos, que nos 
enfrentan con la realidad innegable de que estamos preocupados; ¡en 
realidad, estamos asustados! 
Para vivir con estos pensamientos conflictivos, construimos 
una pared imaginaria por el medio de nuestras mentes y aislamos 
estos pensamientos en dos compartimentos lógicamente estancos. 
Mientras nos preocupamos, no nos permitimos pensar en el hecho de 
que tenemos fe. 
Cuando afirmamos nuestra fe y nos decimos que no estamos 
preocupados por nada, no permitimos el pensamiento de que tenemos 
síntomas físicos, que nos harían imposible negar nuestra 
preocupación. Nuestra mente, entonces, podría ser representada 
como un círculo con signos más y signos menos, aislados entre sí por 
una línea –esa línea imaginaria de la mente– que está trazada por el 
medio de ese círculo. 
El profesor entonces enseñó que todo pensamiento que 
tenemos pasa por los bancos de memoria de nuestro inconsciente y 
crea una reserva de conflicto que, con el tiempo, genera síntomas 
físicos, que se producen cuando nuestra mente inconsciente envía un 
mensaje a nuestra mente consciente indicándole que deberíamos 
resolver esos conflictos. 
Luego desafió a los que estaban capacitándose para ser 
consejeros a quitar cuidadosamente esa pared imaginaria que dividía 
y aislaba los pensamientos conflictivos de las personas aconsejadas. 
Les advirtió que las personas religiosas necesitan esto más que otras 
porque tienen muchas normas de integridad irrealmente elevadas con 
las que no pueden vivir en sus vidas cotidianas. ¡Concluyó su 
exposición con la declaración de que los que enseñan estos absolutos 
morales están enfermando mentalmente a las personas! 
Jesús enseñó que la Palabra de Dios es verdad, y que 
debemos leer la Palabra de Dios buscando la verdad. Además, 
debemos asumir el compromiso de que, cuando encontremos la 
verdad en la Palabra de Dios, la aplicaremos a nuestra vida personal 
(ver Juan 17:17; 7:17; 13:17). Esta perspectiva de nuestro Señor ha 
modelado todo mi enfoque de la Palabra de Dios. He descubierto –y 
usted también lo descubrirá– que esta es la forma de demostrar que la 
Biblia es la inspirada Palabra de Dios. 
Jesús enseñó también que su Palabra es como un vino que 
aún no ha fermentado. Advirtió que si el vino de su enseñanza se 
vertía en un odre viejo y quebradizo, al fermentar, se expande y hace 
presión dentro del odre. Si el odre no cede a la presión del vino que
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
28 
fermenta, se reventará y se destruirá. Esto también significa que el 
vino se perderá y se desperdiciará (Lucas 5:37, 38). 
Jesús estaba advirtiendo a los que escuchaban su enseñanza 
que si no recibían su Palabra con el compromiso de aplicar y 
obedecer la verdad que enseñaba, esa Palabra destruiría su mente. 
Compartí esa parábola de Jesús con el profesor de psicología. Su 
respuesta fue: “¿Ustedes le enseñan a la gente de sus iglesias lo que 
Jesús enseñó en esa parábola?”. Le aseguré que ciertamente lo 
hacemos. Durante más de cinco décadas he compartido esa parábola 
de Jesús, no solo con mis congregaciones, sino también con varios 
psiquiatras y psicólogos que creen que los que enseñamos la Palabra 
de Dios estamos enfermando a las personas. 
Al descubrir y obedecer la verdad que descubrí en la Palabra 
de Dios desde 1949, he llegado a la conclusión de que la Biblia es, 
toda, completamente verdadera. Sin embargo, hay una verdad 
revelada y una verdad descubierta. Cuando los consejeros, jueces, 
médicos y otras personas que ven a cientos de personas en su trabajo 
descubran la verdad en la vida de las personas con quienes se 
encuentran en su trabajo, descubrirán que la Biblia ya ha dicho lo que 
descubrieron, y lo ha dicho mejor. Podemos decir que la Biblia es 
verdadera porque la Biblia es inspirada. También podemos decir que 
la Biblia es inspirada porque la verdad que encontramos en la Biblia 
es muy verdadera. 
Resumen y aplicación personal 
Comparto este ejemplo de la psicología con usted para poner 
en perspectiva esta enseñanza de Jesús, Pablo y otros que 
encontramos en la Biblia. Al leer la carta de Pablo a los romanos, 
piense que su vida es como un círculo. Imagine que este círculo, que 
representa su vida, está lleno solamente de signos más. Esto 
representaría lo que enseñaba Jesús, cuando decía que debemos tener 
una mente buena si queremos tener un cuerpo lleno de luz o 
felicidad. Ese círculo también representaría el objetivo de lo que 
Pablo está enseñando mediante estas cuatro leyes espirituales. 
Ahora imagine que el círculo tiene tanto signos más como 
menos, con una línea trazada por el medio del círculo que divide a 
los signos más de los signos menos. Los signos más simbolizan la 
Ley de Dios, o la Palabra de Dios. En otras palabras, los signos más 
representan lo que usted cree son las inspiradas normas para la vida 
correcta, basadas en la enseñanza de la Palabra de Dios. Luego dese 
cuenta de que los signos menos simbolizan su comportamiento, que 
no cumple con lo que representan los signos más y lo que le exigen. 
El círculo dividido representa la confesión sincera de Pablo – 
este fariseo de fariseos– en el séptimo capítulo de esta carta. La 
mente dividida, la visión doble espiritual, es la descripción de lo que 
el apóstol se llama a sí mismo: un “desdichado”. 
La enfermedad psicosomática es enfermedad del cuerpo (en 
griego, soma), cuando la causa de la enfermedad está en la mente, o 
el alma (en griego, psyché). Una de las causas típicas y
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
29 
preponderantes de la enfermedad psicosomática es la culpa. Una de 
las causas más comunes de la culpa en los creyentes es tener una 
norma de lo que sabemos es la vida correcta (la Ley de Dios) en 
conflicto con nuestra vida cotidiana, cuando la forma de vivir no 
coincide con la norma de Dios para la vida correcta. 
Uno de los hombres más santos que vivió jamás fue el 
hombre que el Dios Todopoderoso describió como: “un varón 
conforme a su corazón” (ver 1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Este 
hombre nos mostró, más que ningún otro hombre, con la excepción 
de Moisés, lo que es la adoración y cómo debemos adorar. Sin 
embargo, la Palabra de Dios nos dice toda la verdad: ¡él pecó 
gravemente! Cometió adulterio, traicionó, asesinó y, durante un año 
entero, intentó cubrir esos terribles pecados. Ese debe de haber sido 
el año más triste de la vida de David. 
Piense en estas palabras escritas por David, que describen 
vívidamente cómo la terrible culpa que experimentó lo afectó 
físicamente, emocionalmente y espiritualmente: “Feliz el hombre a 
quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. 
Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no 
acusa de falta alguna. 
“Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo 
por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba 
sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía 
decaer. Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí 
confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste” (Salmos 32:1-5, 
Dios Habla Hoy). 
Estas palabras corresponden con las sinceras palabras de 
Pablo. Nos dan un ejemplo del Antiguo Testamento para poner al 
lado de la confesión de Pablo. Las sinceras confesiones de estos dos 
hombres piadosos nos sirven como un ejemplo tremendo. Pablo se 
llama a sí mismo un “desdichado”. 
Ahora imagine un círculo con solo signos menos adentro. 
Esto representaría la vida de una persona que nunca ha tenido 
ninguna luz ni ninguna enseñanza de la Ley o la Palabra de Dios. 
Estas serían las personas que Jesús describió como aquellas que no 
tienen luz y, por lo tanto, no tienen ningún conocimiento del pecado 
(ver Juan 9:40, 41; 15:22). Según Jesús, el pecado es el rechazo o la 
imposibilidad de vivir de acuerdo con la luz que hemos recibido. 
Los versículos de los primeros capítulos de esta carta nos 
desafían a preguntarnos si existe realmente una persona así (1:20). 
Sin embargo, si hubiera tal persona, no tendría ningún pecado, no 
tendría culpa y no tendría úlceras, dolores de cabeza o diarrea. 
Al leer el sexto capítulo de Romanos, piense en esa persona 
con un único y pecaminoso esquema mental, representado por el 
círculo con solo signos menos. Esta persona no sería inmoral porque 
no tendría ninguna norma de moral. Hoy, algunos llaman a esto 
“amoral”, con lo que quieren decir que no existe tal cosa como los 
absolutos morales o una norma moral de lo que está bien y lo que 
está mal. Obviamente, los que creen en la Ley de Dios creen en los
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
30 
absolutos morales, o una norma moral de lo que está bien y lo que 
está mal. 
Al escribir el sexto capítulo de esta carta, el fuerte énfasis de 
Pablo está en que los que hemos sido justificados por la fe, tenemos 
acceso a la gracia y creemos en la Palabra de Dios, nunca jamás 
deberíamos vernos reflejados como un círculo con solo signos 
menos. En otras palabras, ¡el pecado no debería tener absolutamente 
ningún dominio sobre nosotros! 
Al leer esta sincera confesión de Pablo, piense en ese círculo 
con tanto signos menos como signos más, separados por una línea 
trazada por el medio del círculo. Había una canción popular cuando 
era adolescente que decía: “Cuélgate de lo afirmativo; elimina lo 
negativo; ¡acentúa lo positivo y no te metas con el hombre que está 
en el medio!”. El Pablo que vemos en el séptimo capítulo es “el 
hombre que está en el medio”, según esa ridícula canción. Lo que es 
mucho más importante es esto: el “hombre que está en el medio” es 
descrito enfáticamente por Jesús, David, Elías, Juan, Santiago y por 
Pablo, al final de su confesión, como el hombre “desdichado” (7:24). 
Cuando lea el octavo capítulo de esta carta, imagínese un 
círculo con solo signos más. Ese círculo representaría la mente buena 
y la vida llena de luz y felicidad que enseñó Jesús. Sería la aplicación 
y la obediencia buscada por David, los apóstoles y los profetas. Un 
círculo lleno de signos más también representaría la aplicación de la 
tercera ley espiritual descrita por Pablo, que da al pecador justificado 
la dinámica para obedecer la Ley de Dios y vencer la Ley del Pecado 
y de la Muerte. 
La Ley del Esquema Mental es simplemente la elección 
deliberada que tenemos de implementar la tercera ley espiritual del 
apóstol Pablo. A diferencia del psicólogo, que no tiene ninguna 
dinámica para ofrecer a quienes quieren quitar la pared que los 
convierte en personas de doble ánimo y desdichadas, Pablo ofrece la 
Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, que puede vencer la Ley del 
Pecado y de la Muerte. 
Vuelva a leer estos versículos y, al hacerlo, note que Pablo 
refuerza y enfatiza la realidad absoluta de que, sin la dinámica del 
Espíritu de Dios, no solo no podemos ganar la batalla contra el 
pecado; si no tenemos el Espíritu Santo, ni siquiera pertenecemos a 
Cristo y a Dios. Sin embargo, si pertenecemos a Cristo, tenemos el 
Espíritu, y tenemos la promesa de que Él dará vida a nuestros 
cuerpos mortales: 
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, 
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el 
Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el 
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive 
a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los 
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a 
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su 
Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11).
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
31 
Él resume lo que ha escrito sobre sus cuatro leyes espirituales 
en estos versículos: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la 
carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís 
conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las 
obras de la carne, viviréis” (12, 13). 
Aplicación personal: ¿Dónde está usted? 
Lo que he ilustrado a través de las metáforas de estos círculos 
es el mensaje esencial de los capítulos 6, 7 y los primeros trece 
versículos del capítulo 8 de esta magnífica obra maestra teológica. 
¿En cuál de estos círculos se encuentra usted? ¿Se encuentra en el 
círculo que representa la verdad que Pablo enseña en el sexto 
capítulo? ¿No tiene ningún signo más en todo su esquema mental? Si 
eso es lo que es, usted necesita escuchar, entender y creer el 
evangelio que Pablo proclamó claramente en Roma y presenta de 
forma tan hermosa, sistemática y amplia en esta obra maestra de 
todas sus cartas. 
¿Se encuentra en ese círculo que tiene tanto signos más como 
menos? Entonces necesita moverse pasar al círculo que solo tiene 
signos más. En otras palabras, si usted no quiere ser un “desdichado”, 
debe encontrarse con la solución de su condición desdichada 
moviéndose en su experiencia del capítulo 7 al 8 de esta inspirada 
carta. 
Capítulo 4 
Más que vencedores 
(8:14-39) 
Al leer el resto de este octavo capítulo, note la declaración de 
Pablo de que Dios no está en todos. Dios está solo en aquellos que, 
por fe, han sido justificados y han encontrado, por fe, acceso personal 
a su gracia. Dios no está con todos. Dios está solo con los que lo 
obedecen. No está para todos. Solo está para los que lo aman y son 
llamados de acuerdo con sus propósitos. Sin embargo, Pablo llegará a 
la conclusión de que, si Dios está en nosotros, con nosotros y por 
nosotros, ningún poder de la tierra, bajo la tierra o sobre la tierra, en 
el pasado, presente o futuro, podrá separarnos del amor de Dios, y de 
lo que Él quiere hacer en nosotros, con nosotros, por nosotros y a 
través de nosotros. 
Los últimos veinticinco versículos del octavo capítulo de 
Romanos son considerados uno de los pasajes más sublimes de toda 
la Biblia. Este pasaje se compara con el resto de la Biblia de la 
misma forma que el pico de la montaña más alta del mundo se 
compara con las otras montañas de este mundo. 
Lo que yo he llamado “las cuatro leyes espirituales de Pablo”, 
presentadas ya por este apóstol. Sin embargo, el tema que comenzó 
en el quinto capítulo, con relación a cómo los pecadores que han sido 
declarados justos pueden vivir correctamente, seguirá en estos 
últimos versículos del octavo capítulo hasta que Pablo declara que
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
32 
podemos ser más que vencedores por medio de Cristo. La verdad que 
Pablo ahora presentará, que hace que éste sea un pasaje 
extraordinario de la Biblia, es que todos podemos ser 
súpervencedores porque Dios es la Fuente, el Poder que está detrás 
de nuestras conquistas espirituales, y también su propósito. 
Recuerde que, después de escribir en el segundo versículo del 
capítulo 5 que tenemos acceso por fe a la gracia, Pablo presenta la 
metáfora de los cuatro conquistadores, que nos muestra cómo reinar 
en vida a través de la gracia y en Cristo (5:17). El tema de la derrota 
del pecado y sus consecuencias ha continuado a través de los 
capítulos 6, 7 y los trece primeros versículos del capítulo 8. Pablo ha 
proclamado de forma osada, elocuente y profunda el mismo mensaje 
que declaró a través de su metáfora de los cuatro conquistadores 
presentando su metáfora de estas cuatro leyes espirituales. 
Sin embargo, se introduce otro gran tema en el glorioso punto 
culminante de esta inspirada presentación de la victoria espiritual del 
creyente. Ese tema es la intervención divina de un Dios soberano y 
conquistador, que quiere ganar la batalla en nosotros, a través de 
nosotros, con nosotros y por nosotros. Antes de introducir ese 
magnífico tema, Pablo desafía la identidad espiritual de las personas 
a las que escribe: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según 
el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si 
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está 
en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas 
el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que 
levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de 
los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos 
mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11). 
Las preguntas sobre la identidad espiritual que plantea Pablo 
aquí son del tipo: “¿Están ustedes en la carne o en el Espíritu?”. Para 
Pablo, hay solo dos posibilidades. O somos personas espirituales, 
porque el Espíritu Santo vive en nosotros, o somos personas 
naturales y no espirituales, porque el Espíritu Santo no vive en 
nosotros. Si el Espíritu Santo no vive en usted, usted no es un 
hombre espiritual y todo lo que escribe Pablo no se aplica a usted. 
Sin embargo, si el Espíritu Santo vive en usted, el que levantó a Jesús 
de los muertos dará vida a su cuerpo mortal. Esto no significa en la 
vida venidera, porque él se refiere a nuestro como mortal, un cuerpo 
que muere. El concepto de mortalidad significa que estamos aquí 
solo por un período de tiempo. Cuando vamos a un funeral, 
“entramos en contacto con nuestra mortalidad”, porque nos damos 
cuenta de que vamos a morir algún día. 
Esta pregunta sobre la identidad espiritual es seguida por otra 
pregunta; en esencia: “¿Eres un hijo de Dios?”. Pablo combina estos 
dos asuntos de la identidad espiritual personal y de ser un hijo al 
escribir: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, 
éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de 
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el 
espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu 
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
33 
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con 
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente 
con él seamos glorificados” (14-17). 
Una enseñanza popular es que Dios es el Padre de todos los 
seres humanos y, por lo tanto, todos los seres humanos somos 
hermanos y hermanas. El Evangelio de Juan dice claramente que a 
los que creen en Cristo y lo reciben se les da la potestad de ser hijos 
de Dios. La palabra griega que se traduce como ‘potestad’ es, en 
realidad, la que significa ‘autoridad’. 
Juan enseña que, al venir Jesús al mundo, cuando las personas 
respondieron a Él correctamente, o con fe, nacieron de nuevo y se les 
dio la autoridad para considerarse y llamarse hijos de Dios (Juan 
1:12, 13). Si toda la humanidad fuera hija de Dios, la vida y la 
muerte de Jesucristo habrían sido innecesarias. 
Cuando la Biblia usa el masculino “hijos”, no se refiere 
solamente a los varones, con exclusión de las mujeres. El término es 
genérico e incluye a todas las personas, independientemente de su 
género. A esto se refería Pablo cuando escribió que, en Cristo, no hay 
varón ni mujer (ver Gálatas 3:28). Somos todos uno en Cristo. 
Pablo describe grados de relación cuando escribe a los 
filipenses sobre un anciano que le había llevado ofrendas de amor de 
su iglesia a él, en la cárcel (ver Filipenses 2:25-30). Describe al 
anciano como su hermano, su colaborador, su compañero de milicia, 
su mensajero y ministrador de sus necesidades. Al decir “hermano”, 
Pablo quería decir que era un creyente que había recibido la potestad 
de ser llamado “hijo de Dios”. “Compañero de milicia” significa que 
había arriesgado con Pablo su vida por Cristo y el evangelio. Los 
significados de los otros títulos son obvios. 
Pablo dice, claramente y dogmáticamente, que aquellos en 
quienes vive el Espíritu pertenecen a Cristo. Luego conecta esa 
identidad espiritual personal con el ser “hijos de Dios” al escribir: 
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son 
hijos de Dios” (14). Pertenecemos a Cristo cuando el Espíritu Santo 
mora en nosotros, y cuando somos guiados por el Espíritu Santo 
somos hijos de Dios, según Pablo. 
Esto es seguido por una enseñanza fascinante, que es similar 
a una verdad que escribió a los gálatas. Dice, en esencia, en ambas 
cartas inspiradas que, cuando el Espíritu da testimonio a nuestro 
espíritu de que somos hijos de Dios, clamamos: “Abba, Padre” 
(Gálatas 4:6). La palabra abba significa ‘padre’ en árabe. Esto se 
refiere, obviamente, a una experiencia espiritual subjetiva, íntima y 
personal. 
Una vez pregunté a un mentor que me estaba entrenando 
cuando yo era un pastor muy joven: “¿Cómo se le da seguridad de la 
salvación a una persona que profesa ser creyente pero no tiene esa 
seguridad?”. Tenía mi anotador y mi bolígrafo listos para escribir. Su 
respuesta fue: “Uno no puede darle seguridad de salvación a nadie. 
Ese es un ministerio del Espíritu Santo”. Me explicó que podemos 
compartir evidencias que nos confirmen que la persona es salva y 
tiene fe. Hasta podemos hacer ciertas preguntas y ofrecer varios tipos
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
34 
de apoyo, aliento y afirmación cuando encontramos estas evidencias. 
Pero, en el análisis final, solo el Espíritu Santo puede dar testimonio 
a sus espíritus y darles la seguridad de que son hijos de Dios. 
Para seguir el siguiente pensamiento de Pablo, es necesario 
entender algo sobre la cultura romana de esa época. La costumbre 
romana era que el padre considerara a sus hijos como niños hasta que 
tenían catorce años. Cuando alcanzaban esa edad, en un tribunal de 
justicia, él los adoptaba como hijos y los declaraba herederos de todo 
lo que deseaba que heredaran de sus bienes. 
Esta es la metáfora que Pablo usa aquí cuando escribe que 
somos hijos, porque nacemos a la familia de Dios a través de nuestro 
nuevo nacimiento espiritual. Sin embargo, a través de nuestro acceso 
a la gracia de Dios, llegamos a ser algo más: “El Espíritu mismo da 
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, 
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” 
(Romanos 8:16, 17). Heredamos con Jesucristo, quien es el amado 
Hijo de Dios, todo lo que Él hereda de su Padre. Esto tiene un 
enorme costado positivo, pero hay, también, un costo involucrado. 
Recuerde que nos identificamos con Cristo en su muerte y en su 
resurrección. 
Ahora comienza su inspirado canto de alabanza por la 
conquista y la victoria, en que relaciona nuestra identificación con la 
muerte y resurrección de Cristo, que enseñó en el sexto capítulo, con 
nuestro sufrimiento por Cristo en este mundo. Proclama que, si 
sufrimos con Cristo, también seremos glorificados junto con Él en la 
vida venidera: 
“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y 
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para 
que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que 
las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria 
venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo 
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de 
Dios” (17-19). 
Pablo ahora hace dos cosas en su profunda presentación de la 
victoria espiritual de un pecador justificado sobre el pecado. Primero, 
relaciona la victoria y el crecimiento espiritual con el sufrimiento. 
Luego escribe la dimensión más inspiradora y majestuosa de su 
concepto al transportar su enseñanza sobre las victorias espirituales 
de un creyente al estado eterno. Antes de centrarme en lo que Pablo 
escribe acerca del crecimiento espiritual final y la victoria en la 
siguiente dimensión, es muy importante que usted considere conmigo 
lo que escribe acerca de la forma en que el sufrimiento se relaciona 
con nuestro crecimiento espiritual y las victorias de esta vida. 
Muchos están enseñando, falsamente, que Dios nunca quiere 
que su pueblo sufra, esté enfermo, pobre o aun pase por pruebas. 
Esto no es lo que la Biblia enseña, simplemente, y Pablo quiere que 
entendamos esta verdad. ¿Ha sido usted un creyente el tiempo 
suficiente como para darse cuenta de que el crecimiento y la victoria 
sobre el pecado pueden estar relacionados con el sufrimiento? Según
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
35 
Jesús, cuando somos como una rama fructífera porque estamos bien 
unidos a Él, como la vid, el Padre poda, recorta, la rama que somos 
nosotros, para que seamos más fructíferos (Juan 15:2). En este 
contexto, mucho de nuestro sufrimiento puede verse como un recorte 
más que un escollo y un impedimento para nuestra vida. 
El apóstol Pablo es un gran ejemplo de este tipo de 
sufrimiento. Fueron sus frecuentes prisiones las que le dieron el 
tiempo para producir cinco de sus más importantes cartas. Podría 
haber sido fructífero durante muchos de esos meses predicando y 
enseñando; sin embargo, Dios deseaba más fruto, y Pablo pasó ese 
tiempo en la prisión. Ahora, durante más de dos mil años, sus 
inspiradas cartas, escritas en la prisión, han traído salvación y 
bendición a millones de personas. 
Piense en este pasaje, escrito por Pablo, que nos da una 
perspectiva de su propia experiencia de sufrimiento personal: 
“¿Son servidores de Cristo? ¡Qué locura! Yo lo soy más que 
ellos. He trabajado más arduamente, he sido encarcelado más veces, 
he recibido los azotes más severos, he estado en peligro de muerte 
repetidas veces. Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve 
azotes. Tres veces me golpearon con varas [esta forma de castigo era 
un costumbre romana similar a lo que se hace en lugares como 
Singapur, hoy; estas varas eran peores que un látigo, porque 
magullaban el tejido muscular y aun podían quebrar los huesos], una 
vez me apedrearon [Hechos 14], tres veces naufragué, y pasé un día y 
una noche como náufrago en alta mar [Hechos 27 y 28]. Mi vida ha 
sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, 
peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros 
a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, 
peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos. He pasado 
muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin 
dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en 
ayunas; he sufrido frío y desnudez” (2 Corintios 11:23-27, NVI). 
¿Puede ver por qué Pablo relaciona el crecimiento espiritual y 
la victoria con el sufrimiento? Dado que el sufrimiento es una de las 
muchas herramientas que Dios usa al hacernos sus criaturas, ¿ha 
usado Dios, o está permitiéndole usted que use, el sufrimiento ahora 
para hacerlo crecer espiritualmente? ¿Puede registrar también sus 
experiencias de este principio en su propio diario espiritual de fe? 
¡No desperdicie sus penas! 
Pablo escribe, en otra de sus inspiradas cartas, que todos 
somos hechura de Dios. Cuando un constructor que yo conocí 
terminaba una hermosa casa, solía llevar a una persona que buscaba 
un constructor de casas para que viera la que había completado, y les 
decía a esos potenciales clientes: “Por la gracia de Dios, esta casa es 
hechura mía”. Según Pablo, Dios quiere señalarnos, a cada uno de 
nosotros, y decir: “¡Esta es mi hechura!” (Efesios 2:10). 
Un pastor, mientras las parejas que había casado estaban en 
su luna de miel, solía ir a la casa o departamento de ellos y colocaba 
un cartel en la puerta principal que decía: “Cuidado: ¡Dios 
trabajando!”. Quería recordar a esas parejas que debían ser pacientes
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
36 
el uno con el otro y darse cuenta de que Dios estaba trabajando en 
sus vidas. Ese cartel podría ser colocado sobre la vida de cada 
creyente que ha sido justificado por la fe. 
Esto es cierto, no solo en esta vida, sino que, en un sentido, la 
hechura de Dios no estará completa hasta que seamos hechos 
perfectos en la eternidad a través de nuestra propia muerte y 
resurrección literales (Filipenses 1:6). 
Una vez, oí acerca de un pastor de la ciudad de Nueva York 
que estaba deprimido, al punto tal que no podía escribir su sermón. 
Decidió salir a caminar. Mientras caminaba por la ciudad, tan 
deprimido que estaba prácticamente en un estupor, llegó a una obra 
en construcción de una gran catedral. Estaban haciendo grandes 
refacciones para preservar la belleza y la longevidad de la gran 
catedral. 
El deprimido pastor se quedó parado allí, en su estado de 
estupor, contemplando a los obreros con la mirada perdida. Pasaron 
varios minutos antes que se diera cuenta de que estaba observando a 
un hombre que trabajaba en una gran piedra que tenía la forma de 
una enorme cruz. Pasado un tiempo, el habilidoso artesano se dio 
cuenta del pastor que lo estaba contemplando. Cuando se cruzaron 
sus miradas, el pastor le preguntó: “¿Qué está haciendo?”. El 
artesano le mostró una abertura en el campanario, arriba de ellos. La 
abertura tenía también la forma de una cruz. Le preguntó al pastor: 
“¿Ve esa abertura ahí arriba?”. Y entonces, mientras señalaba la 
enorme piedra que estaba tallando, el artesano le dijo: “¡Le estoy 
dando forma aquí para que encaje allá arriba!”. 
Mientras el pastor se alejaba caminando de la obra de 
construcción, dijo: “Gracias, Señor. ¡Esto es exactamente lo que 
necesitaba escuchar!”. Se dio cuenta de que muchos de los problemas 
y las presiones que lo habían llevado a su depresión, eran la manera 
en que Dios le estaba dando forma para que pudiera encajar allá 
arriba. 
Al relacionar Pablo el sufrimiento con el crecimiento 
espiritual y la victoria sobre el pecado en la vida de un creyente, está 
afirmando que Dios está férreamente dedicado a modelarnos como 
sus hijos e hijas, y a hacernos sus mensajeros aquí y ahora. También 
nos está dando forma para el estado eterno, cuando 
experimentaremos nuestra redención completa y la victoria total 
sobre el pecado. Piense en la siguiente paráfrasis de estos dos 
versículos, donde Pablo relaciona el sufrimiento con el magnífico 
futuro que Dios tiene reservado para nosotros: “En mi opinión, todo 
lo que tengamos que soportar ahora no es nada en comparación con 
el magnífico futuro que Dios tiene reservado para nosotros. Toda la 
creación está en puntas de pie para contemplar la maravillosa escena 
de los hijos de Dios que reciben lo que les corresponde” (Romanos 
8:18, 19). 
La vida en dos dimensiones: 
¿Alguna vez vio una libélula cuando está volando y usa sus 
magníficas alas dobles para ir de una flor a otra? A veces se queda
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
37 
sobrevolando, como un helicóptero, quieta y suspendida en el 
espacio. En realidad, la libélula puede mantenerse volando así todo el 
día. Estas asombrosas criaturas son una maravilla absoluta de la 
aerodinámica, con sus dos conjuntos de alas que las pueden mantener 
en vuelo perpetuamente. 
De hecho, la libélula pasa entre el primer y cuarto año de su 
existencia en el fondo de un cuerpo de agua. Si fuéramos a hacer, 
como lo haría un científico, un corte transversal de la libélula bajo el 
agua durante sus primeros años de vida, descubriríamos que está 
equipada con dos sistemas respiratorios. La libélula subacuática tiene 
un sistema respiratorio que le permite inhalar agua a través de su 
largo y delgado cuerpo y extraer el oxígeno del agua, como hacen 
muchas criaturas subacuáticas. También descubriríamos que esta 
fascinante criatura tiene un segundo sistema respiratorio que, un día, 
le permitirá respirar aire cuando ingrese a su segunda dimensión de 
vida. 
Cuando la primera existencia de la libélula –la subacuática– 
ha sido completada, asciende a la superficie del agua, se sube a la 
tierra, seca sus alas al sol, extiende esos dos magníficos conjuntos de 
alas y comienza, gloriosamente, la segunda dimensión de su 
existencia. Obviamente, la libélula ha sido diseñada por Dios para 
vivir su existencia en dos dimensiones. 
Nosotros compartimos esta característica con la libélula. 
Según Pablo, nosotros también fuimos diseñados por Dios para 
existir en dos dimensiones. Dios nos da un cuerpo terrenal para vivir 
nuestra vida aquí en la tierra, y Dios nos dará un cuerpo celestial que 
nos permitirá vivir para siempre en la segunda dimensión –la eterna– 
de nuestra existencia planeada providencialmente, en el cielo. 
Hablando figurativamente, si fuéramos a hacer un “corte 
transversal” de un creyente nacido de nuevo, descubriríamos que, al 
igual que la libélula, está equipado con dos sistemas vitales. Cada 
seguidor auténtico de Cristo está equipado con un cuerpo terrenal, un 
sistema vital, que le permite vivir la primera dimensión de su vida. 
También descubriríamos que todo verdadero creyente está equipado 
con lo que Pablo llama “la nueva creación” o “el nuevo hombre” o 
“el hombre interior”. Según Pablo, esta obra milagrosa de la nueva 
creación hecha por el Espíritu Santo, como el segundo sistema 
respiratorio de la libélula, prefigura el cuerpo espiritual que Dios 
dará a todos los creyentes y que les permitirá vivir eternamente en el 
cielo. 
La libélula es una maravilla aeronáutica en su segunda 
dimensión de vida. Cuando los creyentes son resucitados 
sobrenaturalmente, cuando Dios nos dé a usted y a mí cuerpos 
espirituales para nuestra segunda y eterna dimensión de vida, 
¡imagine cómo seremos! 
Cerca del final del Nuevo Testamento, en su primera carta, el 
anciano líder de la iglesia primitiva, el apóstol Juan, reflexiona sobre 
lo que somos y quiénes somos como creyentes, y quiénes y qué 
vamos a ser. Nos dice que aún no se ha revelado lo que seremos, pero 
será algo maravilloso, más allá de lo que podamos imaginar, porque,
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
38 
en el cielo, ¡seremos exactamente como el Cristo resucitado y vivo es 
ahora! (1 Juan 3:1, 2). 
Pablo escribe, de una forma tan hermosa, que todo el mundo 
está de puntas de pie, esperando ansiosamente, para ver este milagro 
glorioso de lo que seremos. Me han dicho que envejecer no es para 
cobardes. Al experimentar el envejecimiento, o al observar ese 
proceso en las personas que usted conoce y ama, nunca olvide que el 
cuerpo es solo el “traje terrenal” de un creyente. Dios nos da un 
cuerpo para que podamos vivir nuestra vida aquí, en la tierra. Dios 
dará a cada seguidor de Cristo un cuerpo espiritual, que nos permitirá 
vivir en el cielo, cuando, como hijos de Dios, recibiremos lo que nos 
corresponda. 
Estos dos versículos, que relacionan nuestro crecimiento y 
victoria con el sufrimiento y el estado eterno, son seguidos por 
algunos versículos profundos que nos dicen algunas verdades 
fascinantes acerca de este mundo que Dios ha creado y sostiene. Los 
hijos de Dios no son la única creación de Dios que necesita la 
continua obra creadora del Creador: “Porque la creación fue sujetada 
a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó 
en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la 
esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con 
dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:20-22). 
Para interpretar estos tres versículos, debemos entender la 
caída de la familia humana, según se la relata en los primeros 
capítulos del Libro de Génesis, y en el primer capítulo de esta carta 
que Pablo escribe a los romanos. Cuando el hombre peca, todo lo que 
toca es afectado por su pecado. Vemos los resultados del pecado 
humano en el medio ambiente de muchísimas formas hoy. La 
avaricia humana contamina nuestras aguas, el aire que respiramos y 
los alimentos que comemos. 
Según el relato bíblico, la creación fue influida 
dinámicamente por la caída del hombre. Estos versículos 
simplemente dicen que, cuando la redención del hombre sea 
completa, habrá una redención final y completa de este mundo. 
Cuando seamos redimidos, seremos nuevas criaturas. Pablo nos ha 
enseñado en esta carta que nuestro viejo hombre debe morir para que 
comience nuestra nueva vida. La Biblia enseña que un día Dios 
creará un nuevo cielo y una nueva tierra en los que reinará la justicia 
(2 Pedro 3:13). 
Pablo nos dice aquí, en el octavo capítulo de Romanos, que la 
creación presente gime y anhela por esa nueva creación: “Porque la 
creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por 
causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación 
misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad 
gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación 
gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo 
ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias 
del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, 
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
39 
esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es 
esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si 
esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” 
(Romanos 8:20-25). 
Ahora Pablo vuelve al tema de nuestra redención final y 
completa. Dice que somos salvados por esta esperanza de la 
redención de nuestros cuerpos. Quiere decir que, en un sentido, 
nunca seremos redimidos plenamente y finalmente hasta que seamos 
resucitados al estado eterno. Muchas personas piadosas mueren 
enfermas, y a veces nos preguntamos por qué no fueron sanadas 
físicamente. 
La respuesta se encuentra, al menos parcialmente, en estos 
versículos. Así como su redención no será plena y completa hasta 
que entren en la eternidad, su sanidad completa tampoco será total 
hasta que sean resucitadas…en el cielo. Cuando Dios les dé ese 
cuerpo espiritual que las equipará para vivir en el cielo, su sanidad y 
su redención serán completas. 
¡Oren igual! 
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra 
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, 
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos 
indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la 
intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios 
intercede por los santos” (26, 27). 
Observe el énfasis en los versículos que he citado que Pablo 
escribió a los corintios, y en los versículos 23 al 25 de este octavo 
capítulo de Romanos, sobre el hecho de que nuestros cuerpos y la 
creación gimen con el anhelo ferviente de experimentar esta 
redención plena y final. Pablo continúa con un pasaje que ha traído 
consolación a millones de creyentes durante casi dos mil años. 
Escribe que Dios escucha nuestro gemir y ministra a nuestras 
debilidades de forma hermosa. 
Todo creyente que esté instruido en la disciplina espiritual de 
la oración sabe que debemos orar en concordancia y de acuerdo con 
la voluntad de Dios. Sin embargo, nuestro problema es que a menudo 
no sabemos cuál es su voluntad cuando nos presentamos ante el 
Señor y le ofrecemos nuestras peticiones. Por lo tanto, algunos de 
nosotros no vamos ante Él en oración ni le presentamos estas 
peticiones. 
La instrucción de este apóstol es que, de todos modos, 
debemos orar. La explicación inspirada y profunda para este consejo 
es que el Espíritu Santo conoce la voluntad de Dios con relación a 
cada petición que presentamos ante Él en nuestras oraciones. 
Cuando, de todos modos, oramos, o aun si pedimos algo que no es su 
voluntad para nosotros o para quienes estamos orando, ¡el Espíritu 
Santo hará intercesión por nosotros de acuerdo con la voluntad de 
Dios! En palabras directas y simples, esto significa que, cuando 
pedimos algo incorrecto, si nuestros corazones están bien con Dios, 
el Espíritu Santo intercederá por nosotros y Dios nos dará lo que es
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
40 
su voluntad para nosotros o para las personas por quienes estamos 
orando. 
Yo agradezco a Dios por esta promesa, y porque no ha 
contestado algunas de mis oraciones. Ahora que soy más maduro, 
que he crecido en mi caminar en Cristo, y puedo mirar atrás y ver 
cómo Dios ha obrado en mi vida, puedo decir: “Gracias, Espíritu 
Santo, por interceder por mí cuando pedí cosas incorrectas”. 
En el Antiguo Testamento hay varios ejemplos de hombres 
piadosos que oraron pidiendo morir. Moisés, Elías, Job y Jonás 
llegaron a un punto de depresión y desesperación en el que pidieron a 
Dios que los matara. Aun estos grandes hombres de Dios estaban tan 
exhaustos físicamente, mentalmente, emocionalmente y hasta 
espiritualmente que le pidieron a Dios algo incorrecto. Dado que su 
corazón estaba bien con Dios, su amante Padre celestial no contestó 
su oración y no los mató. 
Dios dio a Moisés setenta hombres para ayudarlo a 
sobrellevar las cargas que lo habían reducido a la depresión y a la 
desesperación. Durante casi cuarenta años, Moisés había estado 
guiando a los hijos de Israel mientras daban vueltas por un terrible 
desierto que podían haber cruzado en once días. Estaba cansado, y 
estaba cansado de estar cansado. En nuestra cultura moderna lo 
llamamos “agotamiento” (ver Números 11:10-17). 
La belleza de la verdad que Pablo enseña en esta receta para 
la oración es que no deberíamos dejar que el hecho de no conocer la 
voluntad de Dios nos impida orar. Deberíamos orar de todas formas, 
porque el Espíritu Santo intercederá por nosotros y Dios nos dará lo 
correcto y lo que esté de acuerdo con su voluntad. 
El profeta Elías descuidó algo que me gusta llamar 
“mantenimiento del templo”. Pablo enseña que nuestro cuerpo es el 
Templo del Espíritu Santo. Dado que nuestra vida física, espiritual, 
mental y emocional forma un solo paquete, cuando la dimensión 
física de nuestro cuerpo es descuidada, el agotamiento físico implica 
un agotamiento mental, emocional y aun espiritual. Cuando Elías 
pide a Dios que lo mate, Dios lo hace dormir, lo despierta el tiempo 
suficiente como para alimentarlo y luego lo vuelve a dormir. Leemos 
que este gran profeta, que quería morir, fue totalmente restaurado y, 
con la fuerza que le dieron ese alimento y descanso, ¡viajó cuarenta 
días! Cuando pidió a Dios lo incorrecto, Dios le dio lo correcto (1 
Reyes 19:1-8). 
Si usted lee con cuidado los discursos de Job, verá que el 
sufrimiento de Job lo llevó al punto en que también hizo la oración 
que hicieron Moisés y Elías (Job 3:11, 10:18). El profeta Jonás se 
unió a estos otros tres hombres y también hizo esa oración (Jonás 4). 
Dios no mató a Job ni a Jonás. Cuando hicieron esa oración, Dios les 
dio la esencia de los dos libros que llevan sus nombres. Estos cuatro 
ejemplos nos enseñan que aun las personas piadosas pueden llegar a 
un punto en que pierden su perspectiva y piden a Dios lo incorrecto. 
Estos cuatro hombres son ejemplos de lo que Pablo enseña en esta 
extraordinaria y profunda receta de la oración. 
Estos dos versículos (Romanos 8:26, 27) son el trasfondo del
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
41 
versículo que sigue, que ha dado consolación e inspiración a millones 
de discípulos cristianos desde el momento en que fue escrito. Este 
maravilloso versículo también es, probablemente, el que ha sido más 
incorrectamente comprendido y aplicado entre los escritos inspirados 
del apóstol: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas 
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son 
llamados” (8:28). 
El versículo comienza con una maravillosa promesa de que 
todas las cosas obran juntas para el bien. Pablo usa esta frase, “todas 
las cosas”, frecuentemente, pero nunca livianamente o 
accidentalmente. Los creyentes y no creyentes han contemplado esa 
frase mientras sufrían por tragedias como las causadas por la guerra u 
otras expresiones de maldad descarnada. Estos trágicos sucesos a 
menudo parecen explicarse solo por un caos aleatorio, o por la dura 
realidad de que simplemente se encontraban en el lugar incorrecto en 
el momento incorrecto. Se quedan mirando este versículo y luego 
preguntan: “¿Todas las cosas, Pablo? ¿Aun esta horrible tragedia?”. 
Piense en esta paráfrasis/traducción de este versículo, que se 
aproxima bastante al idioma original y a la intención de Pablo 
cuando escribió estas palabras: “Más aun, sabemos que, para los que 
aman a Dios, que son llamados de acuerdo con su plan, todo lo que 
ocurre encaja en un patrón para bien” (28). Quisiera hacer dos 
observaciones básicas acerca de este versículo. Mi primera 
observación es que la promesa con que comienza el versículo es muy 
condicional. Deben cumplirse dos condiciones o requisitos previos 
antes de que esta promesa se aplique a la vida y los problemas que 
puede experimentar una persona: 
1) Debe amar a Dios. 
2) Debe ser llamada de acuerdo con su plan. 
¿Qué significa, exactamente, amar a Dios? El apóstol Juan 
nos informa que no es fácil amar a Dios. Nos desafía con una 
pregunta: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, 
es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, 
¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20). Según 
Pablo, mostramos que amamos a Dios siendo llamados de acuerdo 
con el plan de Dios. Cuando la prioridad de cada fibra de nuestro ser 
es ser llamados de acuerdo con el plan de Dios, como Moisés, Elías, 
Job y Jonás, estamos cumpliendo las condiciones y los requisitos 
previos que hacen posible que apliquemos este versículo a nuestra 
vida y nuestros problemas, no importa lo trágicos y sin sentido que 
puedan parecer. 
Algunas veces, después de predicar que todas las cosas obran 
para bien, tanto creyentes como no creyentes se me han acercado 
para cuestionar mi sermón. La tremenda, amarga y dura realidad es 
que si toda la orientación de sus vidas ha sido siempre poco 
espiritual, secular, egoísta y centrada en los valores de moda en su 
mundo secular, no pueden siquiera comenzar a aplicar este versículo 
a sus vidas y a sus trágicos problemas. 
Mi segunda observación es que, cuando se lo comprende, este 
versículo no dice que todo lo que pasa en la vida de un devoto
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
42 
seguidor de Cristo sea bueno. Tal vez no haya absolutamente nada 
bueno en lo que nos ha ocurrido. Jesús era sumamente realista, y 
también lo era este amado discípulo. 
Jesús enseñó que tendríamos aflicción (Juan 16:33) y, 
mediante su ejemplo y su enseñanza, este apóstol y el Señor dejan 
bien en claro que a menudo sufrimos porque el maligno odia a Cristo 
y a los suyos. La promesa de este versículo es que, si cumplimos los 
requisitos, nuestro Dios puede tomar todo lo que nos ocurre, aun 
cuando no haya nada bueno en nuestros trágicos problemas, y lo 
puede hacer encajar en un patrón para el bien. 
Esto plantea otra pregunta. ¿Al bien de quién nos estamos 
refiriendo aquí: el nuestro o el de Dios? Bueno, esa pregunta se 
contesta en las condiciones o requisitos previos en los que se basa 
esta promesa. Si amamos a Dios y nuestra pasión es ser llamados de 
acuerdo con su plan, el único bien que nos interesa es el bien de 
Dios. Cada vez que enfrentamos problemas trágicos, nuestra 
respuesta inmediata debería ser: “¿Cómo puede esta tragedia encajar 
en un patrón para el bien y la gloria de Dios?”. 
El salmista planteó una pregunta similar para cuando estamos 
sufriendo: “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el 
justo?” (Salmos 11:3). Basado en nuestro estudio de eruditos en el 
idioma hebreo, una traducción literal de las palabras hebreas escritas 
por este antiguo escritor de himnos sería: “¿Cuando los fundamentos 
de nuestra vida se están derrumbando, ¿qué está haciendo el Justo?”. 
Antes de que podamos aplicar la maravillosa promesa de que 
todas las cosas obran para bien, simplemente debemos entender y 
aplicar estas condiciones y requisitos previos. Nunca entenderemos o 
apreciaremos realmente este versículo hasta tanto lo hagamos. 
La providencia de Dios 
Pablo sigue estos tres grandes versículos sobre la perspectiva 
y la receta para la oración con una de las palabras más majestuosas y 
sublimes que hayan sido escritas jamás en la inspiración del Espíritu 
Santo. Recuerde que todavía está tratando el tema que comenzó en el 
segundo versículo del quinto capítulo: ¿Cómo pueden los pecadores 
que han sido declarados justos por Dios vivir vidas justas? Los cuatro 
conquistadores y las cuatro leyes espirituales han sido su respuesta. 
Él ahora nos da su respuesta más grande, fuerte, convincente, 
inspiradora y elocuente a esa pregunta, cuya conclusión es que 
podemos ser más que meros vencedores: ¡podemos ser 
súpervencedores! 
La esencia de este pico supremo en los sublimes e inspirados 
escritos de este apóstol es que nuestra victoria no es una cuestión de 
qué o quiénes somos. La victoria espiritual no es cuestión de lo que 
podemos o no podemos hacer. Nuestra victoria no tiene nada que ver 
con lo que queremos nosotros. La conquista espiritual tiene su origen 
y encuentra su dinámica en Quién y qué es Dios, en lo que Él puede 
hacer y en lo que Él quiere. Él es el Origen de nuestra victoria. Él es 
el Poder detrás de nuestra victoria, ahora y en el mundo venidero. Su 
gloria es el propósito de todo lo que nos ocurre: pecadores que están
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
43 
siendo declarados justos y que reciben el poder para vivir 
correctamente. 
Cuando concluye toda la sección de enseñanza de esta obra 
maestra, vuelve a usar esa frase, “todas las cosas”, de nuevo. Dice, 
simplemente: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A 
él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36). Estamos 
adelantándonos en la lectura, pero si usted lee los últimos cuatro 
versículos del capítulo 11 antes de leer el pasaje que vamos a 
considerar, le darán una perspectiva que le ayudará a entender este 
pasaje, que es la cumbre de todos los escritos inspiradores de este 
autor de la mitad del Nuevo Testamento. 
Comienza explicando que, cuando Dios decidió enviar a su 
Hijo a nuestro mundo para que pudiera declararnos y hacernos justos, 
a nosotros los pecadores, para que Dios aplicara ese milagro a usted 
y a mí, fueron necesarios tres milagros que solo Él podía realizar. 
También nos informa que, después de ser justificados, hay una 
dimensión futura en nuestra vida correcta que también involucra un 
milagro que solo Él puede lograr. 
Escribe: “Porque a los que antes conoció, también los 
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, 
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que 
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también 
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (8:29, 30). 
El milagro de la Providencia de Dios en nuestra justificación 
por la fe es que Dios sabía de antemano que nos declararía justos. 
Esto es simplemente una afirmación acerca de uno de los atributos de 
Dios. Cuando aplicamos el conocimiento previo a Dios, lo llamamos 
“omnisciencia”. Dado que el prefijo “omni” significa “todo”, esto 
simplemente significa que Dios conoce todo. Sabe todo sobre el 
pasado, el presente y el futuro. Dios nunca se sorprende por algo que 
ocurre. Cuando la familia humana cayó en Adán, Dios no se 
sorprendió. No tuvo que pasar a un “plan B”. Dios tuvo un plan para 
la redención del hombre caído desde siempre. 
El hecho de que supiera quiénes serían justificados no 
significa que violara el libre albedrío de quienes fueron declarados 
justos. El hecho de que Dios predestinara a quienes conoció de 
antemano no significa que escogió a éste para el cielo y a ése para el 
infierno. Cuando lleguemos al noveno capítulo, estudiaremos el 
concepto de la elección, que plantea estos temas. Aquí, la enseñanza 
es, simplemente, que Dios ha predestinado a los pecadores 
justificados para que sean conformados a la imagen de su Hijo. 
Cuando aquellos que han sido declarados justos viven 
correctamente, ¿cómo sabrán cómo es la vida correcta? Este es uno 
de los muchos propósitos para los cuales envió Dios a su amado Hijo 
a este mundo. Dios predestinó, o predeterminó, que su Hijo fuera el 
primero de muchos que serían tan parecidos a Él que serían como sus 
hermanos (Hebreos 2:11). 
Un tercer milagro que debe venir de Dios, para que podamos 
ser conformados a la imagen de su Hijo, es que a los que Él conoció 
de antemano y predestinó, también llamó. Ya he señalado que esta es
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
44 
una de las palabras favoritas de Pablo para describir a los seguidores 
de Cristo que experimentan la salvación. Ser justificado por la fe y 
encontrar acceso a la gracia por la fe es más que meramente una 
proposición intelectual. Es un “llamado” para tener una relación con 
el Cristo resucitado y vivo (1 Corintios 1:9). Dios quiere que 
conozcamos a su Hijo y que lleguemos a ser como Él. 
Estos tres milagros brindan el contexto para el mensaje 
central y principal de esta carta: a aquellos que conoció de antemano, 
predestinó y llamó, Dios justificó. Pablo luego va más allá de esta 
vida y profetiza una dimensión presente y futura de este gran 
milagro. A aquellos que justificó, también glorificó. Esto se refiere a 
aquellos grandes milagros que Pablo describió tan hermosamente a 
los corintios, cuando el Dios que nos dio un cuerpo terrenal para 
vivir esta vida nos dará un cuerpo espiritual y celestial, para vivir en 
el cielo. 
Sin embargo, este versículo también nos demuestra que la 
experiencia de ser glorificados comienza cuando somos justificados 
por fe y accedemos a la gracia de Dios. Cuando la gracia de Dios 
cambia nuestra vida y nos convertimos en nuevas criaturas, nuestro 
hombre interior prefigura ese estado glorificado que 
experimentaremos por toda la eternidad. 
Preguntas y respuestas 
Pablo plantea ahora siete preguntas que tienen respuestas muy 
apasionantes: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, 
¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino 
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él 
todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el 
que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; 
más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de 
Dios, el que también intercede por nosotros. 
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o 
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; 
Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas 
cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” 
(31-37). 
La primera pregunta que plantea Pablo nos desafía a 
responder a sus gloriosas declaraciones: ¿Qué tenemos que decir a 
todo esto? Esa parece ser la esencia de la primera pregunta. La 
segunda pregunta nos muestra lo que piensa Pablo. Si Dios nos llama 
a experimentar estos cinco milagros, y nuestra redención –nuestra 
redención final y completa– depende de Él más que de nosotros, 
entonces ¿quién puede estar contra nosotros? 
La tercera pregunta introduce un importante concepto en el 
punto cumbre de esta magnífica sección de la carta. Si un Dios 
amoroso nos amó tanto que nos dio a su Hijo, ¿no nos dará también 
libremente todo lo que necesitamos para seguir a su Hijo, nuestro 
Salvador y Señor? Pablo ha razonado anteriormente que, si somos
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
45 
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¿no seremos, mucho 
más, salvos por la vida de ese Hijo resucitado y vivo? (5:10). 
Piense en su cuarta pregunta en el contexto de un juicio del 
cual escribió en el segundo capítulo. ¿Quién presentará cargos contra 
los elegidos de Dios? Dios, ciertamente, no lo hará, porque Él es 
quien declara que nosotros, los pecadores, somos justos. Él ha 
vaciado el cielo y sacrificado a su Hijo para justificarnos. 
Ciertamente Él no nos condenará. 
Su quinta pregunta es: “¿Quién es el que condena?”. Hay dos 
conceptos implícitos aquí: Jesucristo ha sido designado como Aquel 
a quien Dios ha encomendado todo juicio (Juan 5:22). Por lo tanto, 
está calificado para condenarnos, pero dijo que no vino a condenar al 
mundo, sino para que el mundo fuera salvo por Él (ver Juan 3:17). 
Dado que Él ha pagado el precio de nuestra redención, no nos 
condenará. Jesús está sentado a la diestra de Dios intercediendo por 
nosotros (ver Hebreos 7:25; 1 Juan 2:1). 
Un segundo concepto implícito aquí se relaciona con una 
función del maligno. Se nos dice que el diablo es el acusador de los 
hermanos, y que los acusa día y noche. Cuando él sea destruido como 
el acusador, el reino de Dios florecerá con gran poder (ver 
Apocalipsis 12:10, 11). 
Uno de los eruditos de mi preferencia, con quien serví cuando 
yo era un pastor asociado interino, muy joven, parafraseó la palabra 
“justificado”, que significa “declarado justo”, y le dio el significado 
de “declarado valioso”. Las personas luchan y experimentan una 
inexpresable agonía intentando ganar algún valor propio mediante 
logros y buenas obras. El mensaje de esta obra maestra teológica de 
la Biblia es que Dios ofrece a este mundo de pecadores un valor 
declarado que no depende de su desempeño positivo o negativo. 
Pablo también escribe aquí que, cuando Dios declara valiosos 
a los pecadores que tienen muy poco valor propio, el maligno está 
allí mismo declarando la verdad opuesta: “Tú no tienes ningún 
valor”. Esto podría ser una aplicación más que una interpretación, 
pero piense en este versículo la próxima vez que se sienta condenado, 
o cuando alguien le diga que no tiene ningún valor. Recuerde resistir 
al acusador recordando y reafirmando la Buena Noticia de que Dios 
mismo ha declarado el valor de usted. El Espíritu Santo entonces 
dará testimonio a su espíritu de que es un hijo de Dios y que tiene 
valor. 
Su valor está seguro porque no está basado en su capacidad 
de tener éxito y no fracasar nunca. Este valor declarado, como el 
amor incondicional de Cristo, no se gana por un desempeño positivo 
ni se pierde por un desempeño negativo. Eso es lo que significa la 
gracia de Dios, y la misericordia de Dios significa que hay perdón 
cuando usted falla. Es Dios quien justifica. 
Su sexta pregunta y su respuesta a esa pregunta debería ser un 
tremendo consuelo y consolación para todos nosotros. “¿Quién o qué 
podría separarnos del amor de Cristo?”. Su séptima pregunta presenta 
una lista de aquellas cosas que creemos que nos pueden separar de 
nuestro Señor Jesucristo resucitado y vivo. El consuelo y la
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
46 
consolación vienen cuando Pablo nos informa que ninguna de estas 
cosas nos puede separar del amor de Dios que es en Jesucristo 
nuestro Señor. 
¡La vida es difícil! Jesús y el apóstol son sumamente realistas 
sobre la aflicción y el sufrimiento involucrado en seguir a Cristo, 
quien es odiado por este mundo (Juan 16:33; Hechos 14:6-22). Pablo 
menciona muchos de los tremendos desafíos que han sido y son 
enfrentados hoy por los discípulos de Jesucristo. La lista incluye la 
tribulación causada por la persecución, aun al punto de la muerte por 
espada. Su sorprendente respuesta es que somos súpervencedores en 
todas estas cosas porque, ¡lo cierto es que nada nos puede separar del 
amor de Dios! 
El Salmo del Pastor de David nos dice que la misericordia, o 
el amor incondicional de Cristo, verdaderamente nos seguirá todos 
los días de nuestra vida, y estará con nosotros en el estado eterno, 
¡para siempre! (Salmos 23:6). Tal vez sea eso lo que tiene en mente 
el apóstol cuando contesta su séptima y última pregunta: “Por lo cual 
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni 
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni 
lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor 
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (38, 39). 
Este es una gran declaración resumida de Pablo al llegar al 
glorioso punto culminante de uno de los pasajes más sublimes del 
Nuevo Testamento, que ha comenzado en el segundo versículo del 
capítulo 5. Ha descrito detalladamente cómo es posible que se 
declare que un pecador impío, que era enemigo de Dios, tiene un 
cierto valor, sino que también puede acceder a la gracia que le 
posibilitará vivir una vida que glorifica a Dios. 
La clave última para la victoria del pecador que ha sido 
declarado justo por la fe es el amor de Dios en Cristo Jesús nuestro 
Señor. La clave de la victoria no viene de nosotros sino de Dios, y en 
Cristo. Esta es la base para la firme seguridad de este apóstol. 
En realidad, no hay nada realmente nuevo en esta gran 
declaración final de Pablo. Es meramente una conclusión resumida 
de todo lo que viene enseñando. Pablo anuncia que está persuadido 
de que la muerte no nos separará del amor de Cristo. Escribió a los 
corintios que estar ausente en el cuerpo es estar presente con el Señor 
(ver 2 Corintios 5:6-8). Declaró a los filipenses que el vivir es Cristo 
y el morir ganancia, y que preferiría morir y estar con Cristo (ver 
Filipenses 1:20-23). Por lo tanto, la muerte no lo separaría a él –ni a 
nosotros– del amor de Cristo. 
También está persuadido de que nada en esta vida nos puede 
separar del amor de Cristo. Pablo era absolutamente temerario frente 
a la muerte, porque creía que el vivir era Cristo y el morir, ganancia. 
Los devotos discípulos de Jesucristo, que realmente creen en los 
valores eternos del evangelio, no deberían temer a la muerte. 
Sin embargo, algunos creyentes temen a la vida más que a la 
muerte. Cuando tenemos la filosofía de la muerte de Pablo, no 
temeremos la muerte porque el morir es ganancia. También tenemos 
que darnos cuenta de que tampoco debemos temer la vida si tenemos
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
47 
su filosofía de la vida: que el vivir es Cristo. Según Pablo, no hay 
nada en la muerte y no hay nada en la vida que nos pueda separar del 
amor de Dios en Cristo. 
Pablo estaba convencido –y lo enseña– que hay una 
dimensión espiritual de la vida en la que los ángeles, y lo que designa 
como principados y potestades, afectan nuestra vida positivamente y 
negativamente. Escribió a los efesios: “Porque no tenemos lucha 
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, 
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes 
espirituales de maldad en las regiones celestes [espirituales]” 
(Efesios 6:12). Él está plenamente persuadido de que ninguna fuerza 
espiritual nos puede separar del amor de Dios en Cristo. 
No hay nada absolutamente en nuestras circunstancias 
presentes y no habrá nada en nuestra vida futura que pueda 
separarnos de este amor. Luego menciona la altura y la profundidad. 
Esta es una referencia a la enseñanza de Pablo de que Jesús ascendió 
a las alturas y descendió a las profundidades, donde liberó a cautivos 
y dio dones a los hombres (Efesios 4:8-10). 
El tema y el énfasis de su carta a los efesios nos desafían a 
vivir en las alturas celestiales o espirituales, donde podemos poseer 
todas las bendiciones espirituales en Cristo (Efesios 1:3). Otra 
aplicación práctica y devocional serían los altos y los bajos que todos 
experimentamos en nuestra vida. La promesa, entonces, es que no 
hay ninguna altura o profundidad espiritual que nos pueda separar del 
amor de Cristo. 
La última declaración que hace Pablo es que “ninguna cosa 
creada” puede lograr esta separación. Las palabras originales dan a 
entender que quiere decir “ninguna otra creación”. En el siglo XXI 
oímos especulaciones sobre la vida en otros planetas. Casi cien años 
atrás, un gran erudito de la Biblia preguntó: “Si hay vida en Marte, 
¿cómo serían salvos esos seres?”. Y lo respondió: “Si hay vida en 
Marte, entonces tienen una Biblia que comienza: ‘En el principio 
Dios creó el cielo y Marte’. ¡Esa Biblia entonces les habla acerca del 
amor y la salvación de Dios para los que viven en Marte!”. 
Tal vez Pablo esté declarando que, si hay una creación en 
alguna parte de este universo de lo cual él no sabe nada, aun esa 
creación no podría separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús. 
Aplicación personal 
Somos pecadores de poco valor con un valor declarado 
gracias a la vida y muerte del Hijo de Dios. Y tenemos acceso a la 
gracia que nos posibilita vivir correctamente y glorificar al Dios que 
ha declarado que tenemos valor. Cuatro conquistadores nos muestran 
a los pecadores justificados cómo podemos reinar en la vida. Cuatro 
leyes espirituales nos demuestran cómo elevarnos por encima de la 
ley del pecado y sus terribles consecuencias. ¡Luego, esta majestuosa 
declaración de la intervención divina de Dios, que tiene 
conocimiento previo, predetermina, llama, justifica y glorifica a 
pecadores sin valor para que sean más que vencedores, en esta vida y 
en la venidera!
Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 
48 
¡Pablo escribe que está plenamente persuadido de que esta 
letanía de milagros es absolutamente verdadera! ¿Está usted 
persuadido? ¿Ha sido justificado por la fe, o aun está intentando 
salvarse guardando la Ley que fue hecha para quebrarlo, cerrar su 
boca y llevarlo a confesar que necesita un Salvador y no puede 
salvarse a sí mismo? 
¿Está persuadido de que el Dios que es el Origen de este 
milagro también es el Poder que hay detrás de ese milagro y 
completará la obra que comenzó cuando lo declaró justo a usted? 
Entonces crea lo que ha leído en los primeros ocho capítulos de esta 
obra maestra teológica. Responda al llamado de Dios. Sea justificado 
por la fe. ¡Sea glorificado en esta vida y en la vida venidera! 
Querido lector, este es solo el segundo fascículo de nuestro 
estudio del Libro de Romanos. Si no ha leído el primero, le aliento a 
que escriba y lo solicite. Asegúrese de solicitar también el Fascículo 
número 31, donde continuaremos este maravilloso estudio. También, 
cuando escriba, me gustaría saber si ha llegado a creer ya. Si ha sido 
justificado por la fe y encuentra la gracia para vivir correctamente, 
me gustaría saber cómo Dios ha usado estos estudios de su Palabra 
en su vida.

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  • 1. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 30 EL LIBRO DE ROMANOS VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Segunda parte) Romanos 5 - 8 Capítulo 1 Introducción a la vida correcta Este es el segundo de una serie de cuatro fascículos con notas para quienes han escuchado nuestros programas de radio sobre la carta de Pablo a los romanos, versículo por versículo. Si usted no tiene el primero de estos fascículos, lo aliento a que se ponga en contacto con nosotros para que le enviemos un ejemplar. Si usted quiere aprender por su cuenta o compartir este estudio de Romanos con otros, necesitará el primer fascículo para tener continuidad y perspectiva. Si bien en esta serie de programas radiales yo enseño la carta de Pablo a los romanos versículo por versículo, en mi primer fascículo hice un resumen de los primeros cuatro capítulos de esta carta, y en éste sintetizaré los siguientes cuatro capítulos (5 – 8) de esta obra maestra teológica de Pablo. En los primeros cuatro capítulos de esta carta, Pablo relaciona la justificación con el pecador. Su conclusión es que todos nosotros somos pecadores, pero luego de esa mala noticia nos da la Buena Noticia de que Dios ha justificado, o declarado justos, a todos lo que deciden creerle cuando revela lo que ha hecho por nosotros a través de Jesucristo. En realidad, la conclusión de los primeros cuatro capítulos se encuentra en el primer versículo del capitulo cinco: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. En los siguientes cuatro capítulos de esta carta, Pablo
  • 2. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 2 relaciona la justificación con los que han sido declarados justos por su fe en lo que Jesucristo hizo por ellos en la cruz. Los pecadores que han sido declarados justos por Dios ya no tienen que vivir como pecadores, sino tienen que vivir correctamente. Pero, ¿cómo lo hacemos? Nuestra naturaleza de pecado, ¿fue quitada cuando confiamos en Jesucristo como nuestro Salvador? ¿Dónde podemos encontrar el poder dinámico para vivir vidas justas, para vivir correctamente? Pablo contesta estas preguntas en los próximos cuatro capítulos, y comienza su respuesta en el segundo versículo del capítulo 5: “Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Por la fe somos justificados por Jesucristo. Y por la fe tenemos acceso a la gracia que nos posibilita adoptar una posición por Cristo, para Cristo y con Cristo. Cuando aprendemos cómo hacer esto en este mundo pecaminoso, sin ser esclavos del pecado, podemos vivir una vida que glorifica a Dios. En nuestro primer estudio, resumido en el primer fascículo, aprendimos que el evangelio trata de dos hechos relativos a Jesucristo: su muerte y su resurrección. Por fe en el primer hecho del evangelio somos justificados y reconciliados de forma que llegamos a un estado de paz con Dios. Cuando Pablo dice que tenemos entrada por la fe a la gracia, nos está llevando a que pongamos nuestra fe en el segundo hecho del evangelio: la resurrección de Jesucristo. La palabra que Pablo escribió aquí y que se traduce como “gracia” es karis, en griego. La gracia de Dios no es solo la bendición y el favor de Dios que no merecemos, que no nos ganamos y que no logramos por nuestros propios esfuerzos. La gracia de Dios es la vida y el poder de Dios que obran en nosotros y a través de nosotros. Cuando la gracia obra en y por nosotros, se usa la palabra griega karisma. Gracia asombrosa En otro versículo maravilloso sobre la gracia que surge de la pluma del apóstol Pablo, leemos: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (itálicas agregadas para dar énfasis). Este es el versículo más categórico de la Biblia sobre la gracia que Dios ha puesto a disposición de su pueblo: 2 Corintios 9:8. Según Pablo, Dios puede hacer que toda gracia (no un poquito de gracia) abunde (no sea dada mezquinamente) en usted (no solo en Billy Graham, el pastor o el misionero, sino en usted), a fin de que (Pablo lo repite para enfatizar), teniendo siempre (no solo a veces) en todas las cosas (no solo en alguna cosas) todo lo suficiente (no solo parcialmente suficiente), abundemos (no solo andemos bien) para toda buena obra (no solo alguna buena obra). En resumen: ¡Toda gracia, abunde, siempre, todos ustedes, quiero decir todos ustedes, en todas las cosas, todo lo suficiente, en toda buena obra que Dios quiere hacer a través de ustedes! La iglesia
  • 3. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 3 del Nuevo Testamento trastornó el mundo porque creía y experimentaba la verdad que Pablo proclamó en este extraordinario versículo acerca de la gracia asombrosa de Dios. ¿Está disponible esta gracia para los creyentes hoy? Una vez oí decir al Dr. A. W. Tozer, un gran maestro de la Biblia: “Cuando uno lee el Nuevo Testamento y mira las iglesias de hoy, no puede evitar pensar que Dios hizo publicidad engañosa en el Nuevo Testamento”. Dado que todas esas expresiones superlativas son verdaderas, ¿cómo podemos explicar la patética falta de atracción dinámica de nuestras iglesias hoy? Una vez oí decir a un pastor: “Cuando vuelva el Señor, mi congregación será la primera en ser resucitada, ¡porque el Nuevo Testamento dice que: ‘los muertos en Cristo resucitarán primero’!”. Otro pastor, que enfrentaba la misma falta de dinámica espiritual en su congregación, describió la impotencia espiritual de su gente de esta forma: ‘¡Preparados, listos, nunca!’. Dios dijo al apóstol Pablo: “Bástate mi gracia”. Parece apropiado, a la luz de la “anemia espiritual” de muchas de nuestras iglesias hoy, colocar después de esa afirmación la pregunta: “¿Verdadero o falso?”. Debemos concluir que la gracia está disponible para nosotros actualmente, pero no estamos accediendo a esa gracia. Tal vez no sabemos cómo acceder a la gracia de Dios hoy. ¿O es que no creemos en la gracia de Dios en nuestro tiempo? Pablo comienza los segundos cuatro capítulos de esta carta diciendo que las personas que han sido declaradas justas pueden vivir correctamente si tienen la fe para acceder a la gracia de Dios. Escribe que, si tienen la fe, y saben cómo acceder a la gracia de Dios, pueden adoptar una posición por Cristo y para Cristo en un mundo pecaminoso. Luego pueden regocijarse en la esperanza de vivir una vida que glorifica a Dios. Esto introduce el tema de los siguientes cuatro capítulos que tratan, esencialmente, sobre cómo los pecadores que han sido declarados justos por Dios deben acceder a la gracia de Dios para poder vivir correctamente y glorificar a Dios. Regocijarse en el sufrimiento Pablo nos da su segundo punto de vista sobre cómo acceder a la gracia de Dios cuando exhorta a los creyentes de Roma –y a usted y a mí– a regocijarnos en nuestro sufrimiento. Ahora bien, ¿por qué habría de exhortarnos a regocijarnos en la tribulación o el sufrimiento? ¿Y qué tiene que ver el regocijarnos en nuestro sufrimiento con acceder a la gracia de Dios? Pablo dice que debemos regocijarnos en nuestro sufrimiento porque Dios a veces lo usa para llevarnos a acceder a la gracia descrita y prescrita en ese gran versículo que escribió a los corintios. Esa gracia está disponible para cada auténtico discípulo de Jesucristo. ¿Cómo se debe sentir nuestro Dios cuando nos ve luchando para vivir como deberíamos en este mundo, sabiendo que Él nos ha provisto la forma de acceder a toda la gracia que necesitamos, y que no nos apropiamos de esa gracia? Después de escribir que podemos
  • 4. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 4 acceder a la gracia de Dios por fe, cuando nos exhorta por segunda vez a regocijarnos, Pablo nos informa una segunda forma de acceder a la gracia de Dios. Debemos regocijarnos porque su gracia nos equipa para darle gloria mediante una vida correcta, y debemos regocijarnos cuando Dios usa el sufrimiento para hacernos una oferta que no podemos rechazar. Hay niveles o grados de sufrimiento que simplemente no podemos soportar sin la gracia de Dios. Cuando nuestro sufrimiento no lleva más allá de los límites de los recursos humanos que podemos tener en nosotros, estos tiempos de severas pruebas se convierten en una oportunidad para que Dios nos provea su gracia. Un devoto compositor de himnos expresó esta verdad así: “Él da más gracia cuando aumentan las cargas Envía más fuerza al crecer la tarea A la mayor aflicción misericordia agrega A la múltiple pena su paz multiplicada. Cuando hemos agotado nuestra resistencia El día casi se ha ido y nuestra fuerza ha fallado Cuando hemos agotado nuestros recursos humanos Las dádivas plenas de nuestro Padre apenas comienzan. Su amor es sin límite Su gracia sin medida Su poder sin fronteras que se puedan marcar Pues de sus riquezas infinitas en Jesús Él da, y da y vuelve a dar”. Cuando experimentamos esa gracia, deberíamos regocijarnos en el sufrimiento que nos llevó a descubrirla. En los siguientes tres versículos, Pablo describe este proceso: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (3-5). En estos versículos Pablo nos dice que la voluntad de Dios nunca nos llevará donde la gracia de Dios no nos pueda sostener. Sin embargo, la voluntad de Dios frecuentemente nos lleva donde solo la gracia de Él nos puede sostener. Esa verdad suele hacerse realidad en nuestras experiencias de sufrimiento. Pablo escribe que nuestro sufrimiento (o tribulación) “produce”. Cuando no podemos soportar nuestro sufrimiento y rogamos a Dios que nos dé la medida de gracia que necesitamos, se produce una virtud espiritual que se traduce aquí como “paciencia”. La palabra griega es hipomoné. En realidad, está formada por dos palabras que significan ‘morar’ y ‘bajo’. Hay ocasiones en que nos encontramos en situaciones difíciles y, cuando clamamos al Señor pidiendo liberación, Él contesta nuestra oración y nos libera de esas situaciones. Sin
  • 5. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 5 embargo, hay otras ocasiones en que no nos libra sino que nos da la gracia para permanecer bajo las presiones y tensiones de nuestras dificultades. Pablo pidió a los filipenses que oraran para que fuera liberado de la cárcel, y fue liberado. Sin embargo, Pablo tenía un problema que describió como un “aguijón en la carne” que estoy convencido de que era un problema de salud. En el original griego, Pablo dice literalmente a los gálatas que el problema de su ojo era de apariencia tan horrenda que daba ganas de escupir, que causaba nauseas. Cuando Pablo entró por primera vez en Galacia, el Espíritu le prohibió que entrara en Asia. En esa encrucijada de su viaje misionero, se le unió su amado médico, Lucas, que, al escribir el Libro de Hechos, cambia el pronombre, de “ellos” a “nosotros” (Gálatas 4:15, 6:11; Hechos 9:8; 18; 16:6, 10). Pablo pidió a Dios tres veces que lo liberara de esta enfermedad. Dios respondió diciéndole que no lo libraría, sino le daría la gracia para “morar debajo” del problema (2 Corintios 12:7-10). Pablo sabe, desde su experiencia personal, lo que está describiendo y prescribiendo para estos creyentes romanos. Según él, funciona así: cuando Dios nos da la gracia para enfrentar nuestros problemas, se desarrolla una cantidad de paciencia en nuestro carácter que se convierte en una dimensión vital de lo que somos y de quiénes somos en Cristo. Se dice que una naranja se convierte en una naranja simplemente porque permanece en el mismo lugar hasta que llega a ser una naranja. Según Pablo, este nivel especial de perseverancia produce carácter, y el carácter produce esperanza. Luego dice que la esperanza no avergüenza. En realidad, escribe: “La esperanza no puede ponerse en fuga” (Romanos 5:5). Significa que un discípulo con este carácter probado no dejará una situación difícil como hizo Juan Marcos, que se volvió a su casa cuando fueron perseguidos en su primer viaje misionero (Hechos 17:37-40). En una vista a misioneros en la frontera entre Pakistán y Afganistán, en 1977, aprendí que una de las cualidades más importantes que los líderes de las sociedades misioneras buscan en los candidatos para misioneros es lo que podríamos llamar “aguante”, la capacidad de mantenerse donde Dios nos ha puesto. ¿Puede usted ir a una cultura extraña, como algunos de los médicos misioneros que conocí en esa cultura difícil, y quedarse quince, veinte o veinticinco años? ¿Puede vivir una vida como la que vivió Cristo allí de forma tal que su vida sea un fragancia de Cristo, una declaración irrefutable del evangelio de Jesucristo a las personas que son hostiles hacia Cristo y sus seguidores? Las sociedades misioneras están buscando candidatos que tengan esa cualidad en su carácter, porque saben que, para ser un misionero fructífero en el largo plazo, en una situación transcultural, una de las características necesarias es la perseverancia. En su mayor parte, el trabajo misionero no consiste en predicar, sino en el desafío de vivir a Cristo en un contexto transcultural hasta que las personas que uno quiere alcanzar vean que “la vida de Jesús se manifieste en
  • 6. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 6 nuestra carne mortal”, para usar las palabras del más grande misionero de la historia de la iglesia (2 Corintios 4:11). Luego describe la experiencia de un discípulo que ha sido probado y aprobado por la persecución, cuando dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (5). Esta puede ser otra forma de describir lo que Pablo llama en otro lugar “ser llenos [ser controlados por] del Espíritu” (Efesios 5:18). Esto podría ser también lo que estaba describiendo Jesús en la última de sus “bienaventuradas actitudes”, cuando pronunció la bendición sobre los que padecen persecución a causa de la justicia (Mateo 5:10). ¿Se da cuenta por qué Pablo escribe que debemos regocijarnos en nuestros sufrimientos porque el sufrimiento produce algo? El sufrimiento (o la tribulación) produce perseverancia, carácter, esperanza (“aguante”) o la paciencia resignada que no abandona ni huye del candelabro difícil en donde hemos sido puestos estratégicamente por el Cristo resucitado y vivo para brillar en un mundo oscuro. Dios entonces llena este tipo de discípulo con su amor, que es el fruto o la evidencia de la hermosa realidad de que el Espíritu Santo está controlando la vida de un discípulo de Jesús. “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:6-11). Pablo ahora vuelve brevemente a su énfasis en el primer hecho relativo al evangelio, al escribir que el amor de Dios es extraordinario porque Dios nos amó en y a través de la muerte de Cristo mientras éramos pecadores, impíos y enemigos de Dios. La tremenda realidad de que Dios nos amó (y nos ama) a través de Cristo deja en claro que fuimos y somos totalmente indignos del amor de Dios. Nuestra condición perdida magnifica y eleva el amor de Dios, y no nuestra bondad ni nuestro merecimiento de la salvación. Por esta razón, una de los significados básicos de la palabra “gracia” es ‘favor inmerecido’. Ahora Pablo vuelve rápidamente al segundo hecho relativo al evangelio al hacer, en esencia, la siguiente pregunta: “Si fuimos reconciliados a Dios a través de la muerte de su Hijo, ¿cuánto más seremos salvados a través de la vida del Hijo de Dios resucitado y vivo?”. Y nos dice por qué los pecadores como usted y yo debemos creer en estos dos hechos relativos al evangelio cuando usa la palabra “reconciliación”. La consecuencia esencial de la reconciliación que tenemos con Dios, cuando somos justificados por fe en nuestro Señor
  • 7. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 7 Jesucristo, es paz con Dios. Por tercera vez, Pablo nos exhorta a regocijarnos. Nos ha exhortado a regocijarnos porque podemos vivir vidas que glorifiquen a Dios. Debemos regocijarnos en nuestros sufrimientos, porque hemos recibido reconciliación con nuestro Dios. A partir del versículo 12, en la segunda mitad de este capítulo, Pablo escribe lo que tal vez sea el pasaje más difícil de todos sus escritos. Estoy en deuda nuevamente con el Dr. David Stuart Briscoe por su sencillo, pero brillante, resumen de este pasaje, que está realmente en el corazón de la teología de la iglesia del Nuevo Testamento. Los cuatro conquistadores Según mi maestro de la Biblia favorito, en este pasaje Pablo nos habla de cuatro conquistadores. Cada uno de estos conquistadores entra en este mundo y abunda en él hasta que reina o conquista. El primer conquistador podría llamarse “rey Pecado”. Pablo no nos da un tratado sobre cómo el pecado entró, o entra, en el mundo o en nuestra vida. Simplemente reconoce la dura realidad de que el pecado y el mal están aquí, y están muy presentes en nuestra vida personal. El origen del mal es un problema que los teólogos y los filósofos han discutido durante miles de años. Los que son creyentes no pueden explicar cómo o de dónde surgió el mal si todo lo que creó Dios era bueno. La Biblia es suficientemente realista como para reconocer la realidad de la existencia de estos poderes, que son enemigos de Dios y de todo lo bueno, pero no nos dice claramente por qué o cómo Dios permitió que estuvieran aquí. Lo más cerca que llegamos a una explicación es en la parábola que enseñó Jesús sobre el trigo y la cizaña (Mateo 13:24- 30). La buena semilla es plantada, pero este cultivo plantado es saboteado, probablemente de noche, cuando alguien con malas intenciones para con el labrador siembra cizaña o malezas que tienen un aspecto idéntico al trigo. Cuando ambos crecen juntos, es imposible diferenciar a uno del otro. Siguen una pregunta y una respuesta: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto” (27, 28). Le recuerdo nuevamente que, como Moisés en el Libro de Génesis, Pablo no solo nos dice las cosas como eran en el pasado. Nos presenta principalmente estos cuatro conquistadores como son hoy. Siga el hilo del argumento: él está enseñando a pecadores que han sido declarado justos cómo pueden acceder a la gracia de Dios, por fe, y luego vivir rectamente en un mundo pecaminoso y decadente. Nos dice que el rey Pecado entra en nuestro mundo y nuestra vida. Su intención es prosperar en nuestra vida y nuestro mundo hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros. Un gran y experimentado pastor me enseñó: “¡No se puede coexistir con el pecado, así como no se puede coexistir con un cáncer maligno!”. Todo devoto seguidor de Cristo tiene que saber que el pecado es un
  • 8. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 8 conquistador. Cuando el pecado entró en este mundo o cuando entra en nuestra vida, su intención fue y sigue siendo crecer y prosperar hasta conquistarnos y reinar sobre nosotros. El segundo conquistador que Pablo nos presenta en este contexto es la “reina Muerte”. Pablo concluye el próximo capítulo con la conclusión de que el pecado nos paga un salario, y que el salario que paga el pecado siempre es la muerte. Cuando usa la metáfora de la muerte, incluye la muerte literal, pero quiere decir más que eso. Está aplicando el rótulo de “muerte” a todas las consecuencias negativas de nuestro pecado en nuestro mundo y nuestra vida. Cuando el rey Pecado entra en nuestra vida, siempre estará acompañado por la reina Muerte. El anciano e inspirado autor del Libro de Salmos declara que debemos comer del fruto del trabajo de nuestras manos (Salmos 128:2). El poeta nos dice: “Tarde o temprano, todo hombre debe sentarse al banquete de las consecuencias”. Jesús enfatizó fuertemente esta misma realidad innegable de que toda elección que hacemos nos conduce a sus consecuencias (Mateo 7:13-27). En este profundo mensaje, Pablo enseña la misma verdad, cuando declara que la reina Muerte siempre viene después del rey Pecado. Estos dos primeros conquistadores podrían ser rotulados como “malas noticias”. El tercer y cuarto conquistador son las buenas noticias. El tercer conquistador es el rey Jesús. El evangelio presentado por Pablo en esta carta es que Jesús entró en este mundo. Abundó en este mundo hasta que conquistó al pecado, al mal y a Satanás. Un día, Jesús reinará sobre su reino, que no tendrá fin. Jesucristo es el mayor Conquistador que este mundo ha conocido jamás. Durante dos milenios ha estado conquistando las vidas de personas de todo el mundo. Un día se sabrá que Él ha conquistado y reinado sobre personas de toda nación, origen étnico, raza y color de este mundo (Mateo 24:14; Apocalipsis 5:9). Según el último libro de la Biblia, un día Jesús conquistará literalmente como Rey de reyes y Señor de señores. Recuerde que el argumento sistemático que presenta Pablo es que es posible acceder a la gracia de Dios, que nos dará la dinámica espiritual para vivir correctamente, como deberían vivir personas que han sido declaradas justas. La verdad más dinámica en el Nuevo Testamento son las Buenas Nuevas de que el mismo Jesús que entró en este mundo para salvarnos de nuestros pecados puede entrar en su vida hoy como el Cristo vivo, ya que resucitó de los muertos. Cuando Jesús entró en este mundo, y cuando entra en nuestras vidas hoy, quiere abundar hasta reinar en su vida y en la mía (Romanos 5:17). Él dijo que vino para que tuviéramos vida y para que pudiéramos tener vida más abundante (Juan 10:10). Esto debería plantear algunas preguntas en su corazón y en el mío: ¿He sido justificado por fe en Jesucristo? ¿Sigo siendo conquistado habitualmente por el rey Pecado y por su “melliza”, la reina Muerte? ¿Estoy comiendo continuamente del “banquete de las consecuencias” que me demuestra a mí y a los que me conocen que sigo siendo derrotado por estos dos reyes?
  • 9. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 9 Si usted está siendo derrotado continuamente por el pecado y sus consecuencias, entonces está listo para escuchar las Buenas Nuevas (el evangelio) sobre el cuarto conquistador en esta gran declaración con la que comienza Pablo su tratado sobre cómo vivir correctamente. El cuarto conquistador es el “rey Usted”. Luego de hablarnos de los tres conquistadores anteriores, Pablo escribe: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17). Hay tanta más verdad en este profundo pasaje que no tendré el espacio para presentarla aquí. La verdad importante que debemos obtener de este gran pasaje es que podemos entrar en Cristo, abundar en Cristo, reinar en Cristo y ser victoriosos sobre el pecado y la muerte. La hermosa metáfora de estos cuatro conquistadores comienza esta segunda sección de cuatro capítulos, que hablan de cómo podemos conquistar estos dos reyes, Pecado y Muerte, entrar en una vida en unión con Cristo y reinar en vida a través de nuestra relación con Él. Los capítulos 6, 7 y 8 desarrollarán esta enseñanza de una forma profunda e integral. ¡Pablo concluirá en el capítulo 8 proclamando que podemos ser súper vencedores en y a través de Quien nos amó! (8:37). Finaliza esta enseñanza sobre los cuatro conquistadores relacionando el pecado de Adán, a través de quien fuimos hechos todos pecadores, con la obra de Cristo, a través de quien todos los que creen son hechos justos. “Así que, como por la transgresión de uno [Adán] vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno [Jesús] vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (5:18, 19). El pecado de Adán resultó en juicio y la condena de muerte, en tanto que el acto justo de Jesucristo resultó en el regalo gratuito de la justificación y la vida para los que son los hijos de Abraham, porque ellos tienen la fe para creerle a Dios cuando les dice lo que ha hecho por ellos en Cristo. Pablo, entonces, resume su enseñanza en este punto al escribir que, cuando la Ley de Dios entró en el mundo a través de Moisés –dado que la función de la Ley fue y es hacernos conscientes de nuestro pecado–, en un sentido, la Ley hizo que la ofensa abundara. Sin embargo, la Buena Noticia fue y es que, cuando abundó el pecado, la gracia abundó aún más: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (20, 21). El reinado del pecado llevó y lleva a la muerte, pero el reinado de la gracia llevó y lleva a la vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor. Pablo desarrollará esta verdad más en el
  • 10. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 10 capítulo 6, y concluirá la enseñanza que comienza aquí al final del capítulo 6 con estas palabras: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (6:23). Capítulo 2 Dos tipos de esclavos (6:1-23) ¿Cómo viven las personas que han sido declaradas justas por fe en lo que Jesucristo hizo por ellas? ¿Cómo deberíamos esperar que vivan las personas que han sido declaradas justas? ¿Dónde encuentran la dinámica para vivir de esa forma? Este es el tema entre el quinto y el principio del octavo capítulo de esta obra maestra teológica. Perspectiva del capítulo 6 Al acercarnos a este capítulo, hay un versículo que debería ponerse al lado de las metáforas que Pablo usa aquí: “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad” (6:19). Hay, también, una verdad que resume el tema del capítulo, y todo el capítulo debería estudiarse en el contexto de esta verdad: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, [...] Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros” (6:12, 14). Relacione los primeros versículos de este capítulo con los últimos pensamientos de Pablo en el quinto capítulo. Dado que él terminó el capítulo anterior escribiendo que donde abundó el pecado, la gracia sobreabundó, comienza el capítulo seis con una pregunta que imagina que sus lectores tal vez le quieran hacer: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”. Su respuesta es: “De ninguna manera”. Luego comienza a usar metáforas que ilustran su respuesta enfática a esa pregunta. Su primera metáfora es la del bautismo. Esta ilustración de Pablo se interpreta de dos formas. Quienes creen que la inmersión es la forma correcta del bautismo consideran que Pablo está hablando aquí del bautismo que Jesús ordenó en su Gran Comisión (Mateo 28:18-20). Pablo escribe, en otra carta, que todos somos bautizados en Cristo cuando creemos el evangelio (1 Corintios 12:13). Muchos creen que Pablo escribe sobre nuestro bautismo en Cristo en estos versículos. Como suele suceder, la respuesta no es una cosa o la otra, sino ambas. Cuando somos justificados por fe, si bien esto es un misterio que no comprendemos plenamente, somos bautizados en Cristo. Somos bautizados en su muerte y resurrección. Como nos ha dicho Pablo en el quinto capítulo, en un sentido muy real estamos todos “en Adán”. Estuvimos en Adán cuando el primer ser humano pecó. Por ese hombre y nuestra identificación con y en él, todos pecamos. En la medida que solo expresamos nuestra naturaleza de Adán –nuestra carne–, todos somos pecadores culpables que debemos ser
  • 11. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 11 justificados por fe. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando le dijo a Nicodemo que ya somos condenados y por eso debemos creer en Él (ver Juan 3:18). Cuando nos ocurre ese milagro, estamos ahora en Cristo, bautizados en su muerte y resurrección. Como estuvimos en Adán, ahora estamos en Cristo. Por eso Jesús es llamado el último Adán (ver 1 Corintios 15:45). El bautismo en agua, según lo ordenó Jesús, es simplemente una sombra de este bautismo espiritual más profundo. Cuando obedecemos la Gran Comisión de Jesús y somos bautizados, profesamos nuestra fe en Jesús de la forma que Jesús nos ordenó que debíamos profesar públicamente nuestra fe en Él. Pero el bautismo en agua representa una realidad más profunda. Las personas muertas no pecan. Pablo sabe que no estamos muertos y que seguimos pecando. Simplemente usa esto como una ilustración. Si estuviéramos muertos, no pecaríamos. En lo que se refiere al pecado, aun cuando no estemos muertos, deberíamos actuar como si estuviéramos muertos. El bautismo en agua por inmersión refleja e ilustra en forma hermosa lo que el apóstol escribe en este capítulo. Él identifica al que es bautizado con los dos hechos básicos relativos al evangelio: la muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando descendemos al agua, hacemos nuestra propia, personal y pública profesión de fe en la muerte de Jesús para nuestra salvación. Nuestro bautismo en el agua hace una profesión más profunda de fe en la muerte y resurrección de nuestro Salvador de una forma hermosa. Cuando descendemos al agua, profesamos nuestro compromiso de que morimos a nuestra vieja vida de pecado. Cuando salimos del agua, profesamos un compromiso de vivir una nueva vida en relación con el Cristo resucitado y vivo, una vida abundante que hace posible esa relación. Al pasar Pablo de la metáfora del bautismo a la metáfora de la muerte y resurrección de Cristo y luego desafiarnos a aplicar nuestra identificación con la muerte y la resurrección de Jesús a nuestro pecado y nuestra vida correcta, recuerde el versículo que es la clave para comprender este capítulo: “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad” (6:19). Esta afirmación quiere decir, en esencia: “Uso ilustraciones humanas para ayudarlos a entender verdades espirituales que les estoy enseñando”. Jesucristo fue el mayor Maestro que este mundo haya conocido jamás, y era el Maestro absoluto en el uso de parábolas y metáforas. Obviamente, Pablo aprendió ese enfoque de la enseñanza del Cristo resucitado, quien enseñó a Pablo en el desierto de Arabia, según lo que este les escribe a los gálatas (Gálatas 1-2:10). El versículo clave para las metáforas de este capítulo simplemente dice que Pablo sigue las pisadas del mayor Maestro que haya tenido jamás este mundo al ilustrar gráficamente y claramente su enseñanza. Hay algunas otras palabras en este capítulo que son clave para la forma en que debemos interpretar y aplicar estas ilustraciones de Pablo a nuestra lucha con el pecado. Fíjese en el versículo 5, donde
  • 12. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 12 Pablo escribe que debemos ser semejantes a Jesús en su muerte y resurrección. Y, en el versículo 11, donde escribe: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. La palabra griega que Pablo usa aquí, que se traduce “consideraos”, sugiere otras traducciones, según los eruditos, que dicen, básicamente: “De la misma forma, considérense como muertos a la atracción y el poder del pecado, pero vivos para Dios a través de Cristo Jesús nuestro Señor”. Esto es muy importante para usted y para mí, al estudiar este capítulo. Pablo no nos está diciendo que estamos muertos literalmente. Una persona muerta no peca, y una persona muerta nunca se ve tentada a pecar. Si estuviésemos muertos, el pecado no sería problema alguno. Nuestro problema es que no estamos muertos al pecado. Pablo enseña que debemos responder al pecado y a las tentaciones del pecado como lo haríamos si estuviésemos muertos. Un peatón que había estado bebiendo en exceso fue la primera persona en llegar a la escena de un accidente automovilístico. Un hombre que había sido herido en el accidente daba vueltas y vueltas al costado del camino gritando: “¡Llámame una ambulancia! ¡Llámame una ambulancia!”. El peatón borracho contestó: “Así que, ¡eres una ambulancia!”. Cuando confrontamos las tentaciones para pecar, Pablo nos desafía, a usted y a mí, a decirnos a nosotros mismos: “¡Llámame un muerto!”. Como muchos otros, nunca olvidaré como, cuando me convertí, aquellos que eran mis amigos pecadores se entristecieron cuando les anuncié que ya no me uniría a ellos en ese viejo estilo de vida. Cuando dije a uno de ellos que había decidido estudiar para el ministerio, me dijo que estaba apenado porque era casi como si me hubiera muerto. Se lamentó: “¡Y tenías una buena personalidad!”. Cuando me inscribí en una universidad cristiana para estudiar la Biblia, fui bendecido y alentado en uno de mis primeros cursos sobre la Biblia por algo que Pablo escribió a los gálatas al finalizar la carta que les envió. Él declaró que, gracias a la cruz de Jesucristo, el mundo estaba crucificado para él, y él para el mundo. En otras palabras, la cruz hacía que este mundo fuera algo muerto para él y lo hacía parecer como una persona muerta para quienes lo conocían en este mundo (Gálatas 6:14). Una de las verdades primarias que Pablo está enfatizando aquí es la que destacó en el segundo capítulo. Esa verdad es que nunca debemos tener una ceremonia religiosa sin la realidad de lo que está representado por esa ceremonia. Nuestro bautismo es a nuestra profesión de fe lo que la circuncisión era para el judío. Nunca, jamás, debemos reducir nuestra profesión de fe ceremonial a través del bautismo a un adorno religioso que no tiene ningún significado en cuanto a la realidad de nuestra fe en el poder del Cristo resucitado y nuestra experiencia de este poder. Que esta perspectiva lo guíe al interpretar y aplicar las profundas e inspiradas metáforas que usa Pablo a lo largo de este capítulo.
  • 13. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 13 Un resumen de lo que Pablo enseña en el capítulo 6 La primera verdad que Pablo enseña en este capítulo está ilustrada por la metáfora del bautismo. Esa verdad es que debemos relacionar nuestro descenso al agua con la muerte y sepultura de Jesús, y dejar nuestra vieja vida de pecado en el agua. Debemos relacionar nuestra salida del agua con la resurrección de Jesús, y con la vida completamente nueva que debemos vivir, libres del pecado (1-4). Esta verdad fue presentada, en realidad, en el segundo versículo del quinto capítulo, donde escribió que tenemos acceso por fe a la gracia que nos permite tomar una posición por Cristo en este mundo y vivir una vida que glorifica a Dios. En los siguientes siete versículos (5-11), refuerza esta enseñanza al presentar una verdad que suele enseñar en sus cartas: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (6:11). Yo llamo a esta verdad “el evangelio en reversa”. Expresado simplemente, el evangelio es: “Cristo murió para que tú puedas vivir”. El evangelio en reversa es, simplemente: “Ahora es tu turno; muere (a tus deseos pecaminosos y ambiciones egoístas) para que Cristo pueda vivir”. Pablo enseñó esa misma verdad a los gálatas, como su propia experiencia en Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Los siguientes tres versículos comienzan con esa importante palabra: “pues”. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (12-14). Pablo usa la palabra “pues” para ayudarnos a seguir su inspirada lógica. Obviamente, está conectando estos tres versículos con lo que escribió acerca del evangelio en reversa. Si debemos morir al pecado para que Cristo pueda vivir a través de nosotros, pero seguimos pecando, Cristo no podrá vivir a través de nosotros. Eso, para este apóstol, es impensable. Cuando estábamos bajo la ley, no teníamos la gracia para vivir por sobre el pecado. Dado que la gracia y la verdad vinieron a través de Cristo (Juan 1:17), simplemente no debemos seguir estando bajo el dominio del pecado, porque ahora tenemos la gracia para vivir como debemos. Entonces llega al corazón de este capítulo, al introducir la metáfora de la esclavitud: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque
  • 14. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 14 erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia” (6:15-19). Como señalé en mi comentario sobre el saludo con el que Pablo comienza su carta, cuando él la escribió, la mitad de las personas que vivían en Roma eran esclavas. Para las personas como Pablo, que habían nacido libres, la sola idea de ser un esclavo era terrible. La verdad que él describe dinámicamente y dramáticamente al usar esta metáfora es que uno es esclavo de quien uno sirve o de lo que uno sirve Si está controlado por el pecado, es esclavo del pecado. Si usted ha confiado en Jesucristo para su salvación, y ha elegido llamarlo Señor, ¡ser un esclavo del pecado es negar su fe en Él! (Lucas 6:46). Usted debería ser un esclavo de Jesucristo, y solo de Él, lo que lo hará libre del poder del pecado y de la muerte. Por eso Pablo se presenta en sus cartas como siervo de Jesucristo (Romanos 1:1; Filipenses 1:1; Tito 1:1). “Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (20-23). En los últimos cuatro versículos del capitulo, vuelve a esa realidad innegable de las consecuencias. Pablo desafía a los romanos a pensar en ese “banquete de consecuencias” que ocurrió cada vez que entregaban los miembros de su cuerpo para ser esclavos del pecado. Su razonamiento es que, cuando servían al pecado, no podían servir a la justicia. Sin embargo, los desafía a pensar en el fruto o las consecuencias de los pecados de los que se avergüenzan ahora. A esas consecuencias les da el rótulo de “muerte”. En contraste con esta muerte, los exhorta a darse cuenta de que el fruto o las consecuencias de servir a la justicia llevará a la santidad y a la calidad eterna de vida que Jesucristo promete dar a todo el que confíe en Él como Salvador, lo corone como su Señor y viva el evangelio en reversa: morir a sí mismo y vivir para Cristo. Pablo resume su profunda enseñanza con ese versículo final en donde escribe que el pecado siempre paga el mismo salario. Aun en un mundo donde la inflación y los mercados hacen que fluctúen el valor del salario que recibimos y la riqueza que acumulamos, el pecado siempre paga el mismo salario. La mala noticia es que “la paga del pecado es muerte”. Pero la Buena Noticia es que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
  • 15. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 15 Capítulo 3 Las cuatro leyes espirituales de Pablo (7:1 - 8:13) Cuando Pablo escribe este séptimo capítulo, relaciona el desafío de conquistar el pecado con su propia vida y comparte con nosotros su propio diario privado de cómo perdió y ganó sus batallas contra el pecado. Al comenzar el testimonio personal de sus propias luchas por la santificación, escribe la parte de esta carta que es la favorita para mí, así como para millones de personas. A modo de introducción a esta sección de la carta, fíjese en el énfasis del apóstol en el concepto de la ley. Comenzando en este capítulo y siguiendo hasta el versículo 17 del capítulo 8, Pablo presenta las “cuatro leyes espirituales”. Como personas que hemos sido declaradas justas, simplemente debemos entender estas cuatro leyes espirituales que leemos en este diario espiritual que Pablo comparte con nosotros. Al leer los capítulos 7 y 8 de esta carta, observe cuidadosamente lo que Pablo enseña acerca de: La Ley de Dios, La Ley del Pecado y la Muerte, La Ley del Espíritu de Vida en Cristo, y La Ley del Esquema Mental o la Forma de Pensar. Luego de presentar todas esas metáforas en el capítulo 6, Pablo comienza el séptimo capítulo con una metáfora más: “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (1-6). Ley espiritual número uno: la Ley de Dios Pablo ahora edifica sobre lo que ha escrito en esta inspirada, lógica y amplia presentación de la justificación por la fe. Ha escrito que estamos todos bajo el pecado, porque todos estamos bajo la Ley de Dios, que cierra nuestras bocas y nos muestra que todos somos pecadores. Note que antes de que Pablo comparta esta metáfora con la que comienza este capítulo, admite que sabe que está escribiendo a
  • 16. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 16 los que conocen la Ley de Dios. Esto significa que, como vimos en el segundo capítulo, se está dirigiendo, a lo largo de toda esta carta, a los judíos. Sigue pensando en aquellos judíos con los que se encontró cuando llegó a Roma (Hechos 28:17-29). Cuando leamos los primeros versículos del noveno capítulo de esta carta, entenderemos por qué este apóstol siempre piensa primero en los judíos, y luego en los griegos, cuando escribe, cuando predica y cuando enseña. Ahora se dirige a las personas que son como era él cuando era Saulo de Tarso. Como fariseo de fariseos, Saulo de Tarso había dedicado cada fibra de su ser a guardar la Ley de Dios. Los fariseos como Saulo de Tarso no tienen buena prensa en los Evangelios. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que los fariseos tenían muchas cosas buenas. Por ejemplo, fueron formados para preservar la ortodoxia de la fe judía. Eran los fundamentalistas judíos del período del Nuevo Testamento de la historia hebrea. Los fariseos que eran tan fervorosos como Saulo de Tarso memorizaban la Ley de Moisés, es decir los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. La mayoría de los cristianos de hoy ni siquiera han leído completamente los primeros cinco libros de la Biblia. Eran personas increíblemente rectas. Su rectitud era un tipo de rectitud propia, legalista y ajustada a la letra de la ley a la que tanto Jesús como este apóstol se opusieron y confrontaron. Los fariseos obedecían fervorosamente la Ley de Dios porque creían que su salvación dependía de ello. Sin embargo, eran personas muy rectas, y muchas de ellas era muy buenas. Al leer los cuatro Evangelios, note el amor y la paciencia de Jesús al acercarse a fariseos como Nicodemo, José de Arimatea y aquellos con los cuales dialoga, aun cuando se trate de diálogos hostiles. El mayor ejemplo de amor de Jesús por los fariseos es la conversión de este apóstol en el camino a Damasco. Cuando el Cristo resucitado escogió al mayor misionero que ha conocido la iglesia jamás, escogió a este fariseo de fariseos. En un pasaje autobiográfico, que escribió a los filipenses, Pablo compartió con ellos que él consideraba que su dedicación a guardar la Ley era como basura, porque, como fariseo, creía que guardar la Ley le daría la salvación. Al escribir a la iglesia de Filipos, Pablo criticó esa dedicación enérgicamente. Sin embargo, tuvo mucha compasión para con los judíos rectos que eran fervorosos en su amor por la Ley de Dios. En su carta a los romanos, ahora se dirige a aquellos que tienen ese mismo nivel de dedicación a guardar la Ley de Dios. ¿Cuál es su relación con la Ley de Dios una vez que se dan cuenta de que no pueden ser justificados por guardarla? La respuesta a esa pregunta se encuentra en la metáfora con la que Pablo comienza este capítulo. Cuando David describió al hombre bienaventurado en sus Salmos, escribió que el hombre bienaventurado encuentra su delicia en la Ley de Dios, es decir que la ama (Salmos 1:2). El salmo más largo de la Biblia fue escrito, obviamente, por alguien como Esdras, que tenía un gran amor por la Ley de Dios (Salmos 119).
  • 17. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 17 Cuando los judíos piadosos que amaban la Ley de Dios se dieron cuenta de que la Ley no los podía salvar, sintieron un dolor como el de un viudo que había perdido su compañera de toda la vida. Por lo tanto, Pablo presenta esta inspirada y brillante metáfora, que les recuerda que, cuando una persona pierde a su cónyuge, está libre para volver a casarse. Ahora que ellos han perdido a su “esposa” (la Ley), son libres para “casarse” con otra compañera. Pablo escribe que, si creen lo que les está presentando, están ahora “casados” con su Señor y Salvador resucitado y vivo: ¡Jesucristo! Aplicación personal ¿Cuál es la aplicación personal y devocional para los romanos y para los que leen esta carta hoy? En principio, esta enseñanza se aplica a todo el que ha confiado en alguien o algo para su salvación y que, según aprende de esta obra teológica maestra, no los salva ni puede salvarlos. Hay una ilustración en el Evangelio de Juan que describe a este tipo de personas. Al entrar Jesús en Jerusalén, había una gran multitud de personas débiles, enfermas y lisiadas acostadas en los pórticos del estanque de Betesda. Estas personas creían en una superstición. Creían que, cuando el agua se movía, el primero en entrar en el agua sería sanado. Jesús sanó a un hombre que estaba allí porque había perdido toda esperanza de entrar en ese estanque. En mi comentario sobre esta historia (Fascículo número 24), comparé a esta multitud patética, reunida alrededor de esa superstición, con todos los que están buscando la salvación o que confían en alguien o en algo fuera de Jesucristo para la salvación. Pedro nos dice que no hay salvación fuera de Jesucristo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Si usted confía en alguien o en algo fuera de Jesucristo para su salvación, está buscando la salvación en un “estanque de Betesda”, y esta metáfora con la que Pablo comienza el séptimo capítulo de esta carta se aplica a usted. Cuando usted cree lo que Pablo ha escrito en los primeros seis capítulos de esta carta, ¿qué hará sin lo que ha sido como una esposa o un esposo para usted? La respuesta es que usted debe considerar a aquello que no puede salvarlo como una esposa o un esposo muerto, y que debe estar casado con otro cónyuge: el Jesucristo resucitado y vivo. Otra aplicación personal es darse cuenta de que, así como Pablo se dirige al judío devoto en toda esta carta, se está dirigiendo también a todas las personas agradables o buenas que confían en su bondad para su salvación. Hay muchas personas en este mundo que creen que la salvación está basada en hacer las cosas lo mejor posible y vivir la vida sin hacerle daño a nadie. Si usted es una de esas personas que confían en la integridad, bondad o rectitud personal para su salvación, entonces esta metáfora se aplica a usted. En mi comentario sobre el tercer y cuarto capítulo de esta carta, planteé preguntas que usted debería contestarse, como:
  • 18. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 18 “¿Cómo puede uno saber cuándo ha hecho el bien suficiente?”. Y esta otra: “Si podemos salvarnos a nosotros mismos, ¿por qué tuvo que morir Jesús en la cruz?”. Aplique las ideas que Pablo dirige a los judíos en esta carta a usted, si es una de esas personas agradables, morales e íntegras que creen que la bondad es suficiente. Jesús habló con amor a un joven que era muy bueno y moralmente recto. Lo llamamos “el joven rico”. Leemos que, al mirarlo y amarlo, Jesús le dijo que su integridad moral no era suficiente (Marcos 10:21). En los siguientes cinco versículos (7:8-12), Pablo hace un cambio importante en su estilo de escritura. Se ha estado dirigiendo a sus lectores usando palabras como “ustedes” (vosotros) y “mis hermanos”. Ahora comienza a relacionar lo que escribe con él mismo y su propia experiencia con la Ley de Dios y su batalla contra el pecado. Ley espiritual número dos: La Ley del Pecado Pablo repite, para enfatizar, una verdad que ya ha dejado en claro: el propósito de la Ley nunca fue la salvación, sino hacernos conscientes de nuestro pecado y de nuestra necesidad de la salvación. Según Pablo, la Ley es como la regla de Dios que Él coloca junto a nuestras vidas torcidas, y Pablo estaría de acuerdo con Santiago en que la Ley o la Palabra de Dios es como un espejo en el que vemos nuestras imperfecciones (Santiago 1:23, 24). Pablo también escribe que la Ley es como un estricto ayo, o maestro de escuela, que nos lleva a Cristo (Gálatas 3:24). Pablo vuelve a establecer el propósito y el valor de la Ley de Dios cuando escribe: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató” (Romanos 7:7-11). Entonces llega a la conclusión de que, en realidad, la Ley de Dios no tiene nada de malo. Su problema, y el problema que tenemos todos, no es con la Ley de Dios. Nuestro problema es con nosotros mismos. El profeta Jeremías estuvo de acuerdo con Pablo cuando predicó, en esencia, que, si queremos saber cuál es el problema y dónde se encuentra, debemos mirar en un espejo. Jeremías predicó constantemente de la inminente cautividad de los judíos en Babilonia. Una paráfrasis del pasaje que se indica arriba presenta la predicación de Jeremías: “Cuando alguien del pueblo o de los sacerdotes te pregunte: ‘Bueno, Jeremías, ¿cuál es la triste noticia que tienes del Señor hoy?’, tú les responderás: ‘¡Ustedes son la mala noticia!’” (Jeremías 23:33). Pablo escribe su propia versión de ese sermón predicado por
  • 19. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 19 Jeremías: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso” (7:12, 13). Pablo, como Jesús, proclama que la Ley de Dios es buena si la interpretamos y la aplicamos de acuerdo con los propósitos de Dios al darnos su Ley (Mateo 5:17-20). Jesús cumplió la Ley de Dios al pasarla por el prisma del amor de Dios antes de aplicar esa Ley a las vidas del pueblo de Dios. Pablo hizo lo mismo, y lo llamó “el espíritu de la Ley” (ver 2 Corintios 3:6). Ahora se centra en uno de los propósitos para los cuales Dios nos dio su Ley: la Ley de Dios revela la Ley del Pecado. Confesiones verdaderas de un fariseo Pablo comienza ahora el pasaje más transparente, honesto y útil de la Biblia sobre el tema de la santificación, es decir la victoria sobre el pecado, que se haya escrito jamás. Todo creyente lucha con este “rey Pecado”, que quiere gobernar nuestras vidas hasta que la “reina Muerte” las destruya. Estos versículos nos muestran claramente y prácticamente cómo Pablo aplica la enseñanza bíblica sobre la santificación a su vida. Ahora está resumiendo, y está en el corazón y el alma mismo de la enseñanza que comenzó cuando escribió aquel segundo versículo del quinto capítulo: “Por quien [refiriéndose a Cristo] también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Recuerde que es aquí donde el apóstol comenzó a decir a los creyentes de Roma –y a usted y a mí– cómo podemos acceder a la gracia que necesitamos para vivir de la forma que se espera deben vivir las personas que han sido declaradas justas. Pablo sigue ese versículo inicial con sus exhortaciones a que nos regocijemos en todo lo que hace que la gracia de Dios sea accesible a nosotros por fe, aun los sufrimientos que nos fuerzan a acceder a la gracia de Dios. Esto fue seguido por la metáfora de los cuatro conquistadores: el rey Pecado, la reina Muerte, el rey Jesús y el rey Usted y Yo, cuando el Espíritu Santo de Dios ha venido para controlar nuestras vidas y hacernos más victoriosos. Luego, en el capítulo 6, usó las metáforas del bautismo, la muerte, la resurrección y la esclavitud para convencernos de que el pecado nunca debería controlar la vida de un creyente que ha sido declarado justo por fe en Jesucristo. Pablo continúa ahora su enseñanza sistemática sobre este tema con la enseñanza de sus cuatro leyes espirituales. Él ilustra vívidamente esas leyes con esta confesión transparente, en la que comparte su lucha personal. Luego comparte las claves para su victoria –que puede ser nuestra también– al proponerse que ese pecado no reinaría en su vida. Este tema puede encontrarse desde el versículo 13 del capítulo 8 y continúa hasta el final del capítulo 8, y
  • 20. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 20 hasta podría decirse que se extiende hasta el final del capítulo 11 de esta obra maestra teológica. Al leer este pasaje transparente y sincero, que se parece a una página del diario espiritual del apóstol, busque las cuatro leyes espirituales que Pablo describe aquí. También recuerde que usted está leyendo el diario espiritual de un hombre que amaba la Ley de Dios y probablemente intentó, más que cualquier hombre que haya vivido, cumplir esa Ley. “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (7:14-25). La primera declaración de Pablo con relación a su lucha para vencer el pecado está relacionada con lo que ha aprendido sobre él mismo. Escribe: “Soy carnal, vendido al pecado”. Esta palabra, “carnal”, deriva de “carne”. Pablo continúa diciendo que en él –es decir, en su carne– no hay nada bueno. Pablo usa la palabra “carne” frecuentemente en sus escritos. Por lo tanto, es importante que entendamos lo que quiere decir cuando la usa. Un famoso erudito del idioma griego y profesor de Biblia de la Universidad de Edimburgo, Escocia, creía que la definición precisa de esta palabra, como la usa Pablo, debería ser ‘la naturaleza humana, sin la ayuda de Dios’. Cuando el apóstol concluye que no hay nada bueno en su carne, significa que no hay nada bueno en su naturaleza humana cuando esta naturaleza no está ayudada por Dios. Deberíamos agregar que los que viven en la carne, o en su naturaleza humana sin la ayuda de Dios, adoptan y viven según los valores y la filosofía de la naturaleza humana, que no tiene acceso a la gracia y la verdad reveladas y ordenadas en la Palabra de Dios. Esta definición tiene aplicaciones prácticas muy importantes para todo creyente que quiera vivir correctamente, porque ha sido justificado por la fe. Cuando Pablo mira su propio corazón, es sincero y transparente sobre lo que ve en su naturaleza humana. No solo no encuentra nada bueno, sino que descubre una ley: cuando desea hacer lo bueno, el mal está presente en él.
  • 21. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 21 En otras palabras, cuando miraba su naturaleza humana descubría la Ley del Pecado. Pablo estaba de acuerdo con lo que la Ley de Dios le decía, y creía que esta Ley era buena. De hecho, él amaba la Ley de Dios. Tal vez se haya dicho, como un fariseo increíblemente disciplinado, que guardar la Ley de Dios era simplemente cuestión de fuerza de voluntad. Sin embargo, ahora nos dice que, debido a esta Ley del Pecado, descubrió que, cuando se proponía obedecer la Ley de Dios, finalmente se dio cuenta de que el problema con su fuerza de voluntad era que a su voluntad le faltaba fuerza constantemente. También concluyó que la Ley del Pecado estaba en guerra con lo que él llama “la Ley de la Mente”. Él da testimonio de que su batalla con el pecado no fue ganada en el campo de batalla de la fuerza de voluntad, es decir sus grandes poderes intelectuales. Luego de su confesión desesperada de que era un hombre desdichado, clama pidiendo liberación. Después declara que la batalla con el pecado es una guerra espiritual que no puede ganarse mirando hacia adentro. Según Pablo, él y nosotros no encontraremos nada al mirar hacia adentro que nos permita ganar nuestras batallas contra el pecado. Estas batallas solo serán ganadas cuando Dios agregue una dimensión espiritual a nuestra naturaleza humana. Esto significa que, cuando somos justificados por la fe, la Ley del Pecado no es quitada de nuestra carne. Al entrar al próximo capítulo, declara la muy buena noticia de que, cuando somos justificados por la fe, algo espiritual, sobrenatural y milagroso se agrega a nuestra carne. Sin embargo, aun luego de agregar el milagro, todavía debemos enfrentarnos a la dura realidad de la Ley del Pecado, que sigue estando presente con nosotros mientras estemos en estos cuerpos humanos. Cuando el Cristo resucitado y vivo vive en nuestro corazón a través del milagro del Espíritu Santo, descubriremos que el que está en nosotros es mayor que el que impulsa el poder de pecar –el diablo– y encontraremos nuestra victoria en Cristo. Capítulo 8 ¡La victoria! Dos leyes espirituales más de Pablo Al pasar del capítulo 7 al 8 de esta carta, le recuerdo que, cuando Pablo la escribió, no estaba dividida en capítulos y versículos. A menudo, las divisiones de los capítulos ocurren en medio de una declaración profunda, y este es el caso aquí, donde Pablo está escribiendo y la división de capítulos interrumpe la inspirada lógica de lo que está enseñando. Note la presencia de esa importante palabra, “pues”, al comenzar a leer el octavo capítulo de esta obra maestra. Cuando piensa en la razón por la que esa palabra se encuentra allí, fíjese que conecta lo que Pablo está por enseñar en el capítulo 8 con lo que ha estado enseñando. Obviamente, la enseñanza que está por presentar
  • 22. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 22 en este capítulo será la continuación de lo que dijo en las metáforas con las que comenzó el séptimo capítulo, a través de la forma transparente y sincera en que nos dejó ver su diario espiritual con sus propias luchas personales contra el pecado que vienen después de esas metáforas, y especialmente las últimas palabras que escribe al comenzar este octavo capítulo. Busque, también, la tercera y la cuarta ley espiritual que descubrimos cuando Pablo nos permite leer más de su diario espiritual: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (8:1-13). Ley espiritual número tres: la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús Hay tres importantes verdades en la primera oración de este octavo capítulo. Si volvemos atrás a cuando Pablo comienza a enseñar, en el versículo 17 del capítulo 1, este “pues” introduce la conclusión de que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús y no andan según su naturaleza humana, sin la ayuda de Dios, sino según el Espíritu. Jesús y Pablo enseñaban que los que no creen están condenados porque no creen (Juan 3:18). Ambos también enseñan que la fe –en la obra terminada del Hijo de Dios por nuestra salvación personal– quita nuestra condenación eterna. Pablo mostrará más adelante en este capítulo que el Cristo vivo y resucitado no nos condena cuando fracasamos o no llegamos a la altura, a la medida, de glorificar a Dios en todo pensamiento,
  • 23. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 23 palabra y acción. Él es nuestro Padre celestial perfecto, y se nos dice que, como todo buen padre, conoce nuestra condición y se acuerda de que somos polvo (Salmos 103:14). ¿Puede imaginar a un padre terrenal que le enseñe a su hijo a caminar y que lo reta o aun lo castigue cuando trastabilla y se cae mientras aprende? Jesús hizo esta misma comparación cuando enseñó que, si nosotros sabemos dar buenas cosas a nuestros hijos, debemos darnos cuenta de que nuestro Padre celestial ciertamente nos dará el Espíritu Santo y una relación con nuestro Dios cuando se lo pidamos (Lucas 11:11-13). Un Padre así no nos condenará cuando caigamos. Pablo enseña una segunda verdad importante cuando coincide con Santiago en que “la fe obra” y “la fe camina” (ver Santiago 2:14- 26). La fe sola puede salvar, pero la fe que salva nunca está sola. Los que no están condenados porque están justificados por la fe validan su fe demostrando que no caminan según la carne sino según el Espíritu. Hay una diferencia entre caminar de acuerdo con la carne y estar en la carne. Caminar de acuerdo con a la carne es algo que una persona espiritual puede elegir hacer. Estar en la carne es la condición de los no espirituales o del hombre natural, que no tiene una relación con Dios y que no puede siquiera entender las cosas espirituales (ver 1 Corintios 2:14). Una tercera verdad que Pablo enseña en esta primera oración se encuentra en estas dos palabras que usa casi doscientas veces en el Nuevo Testamento. Una de las formas preferidas de Pablo de describir a los pecadores justificados que han descubierto esta tercera ley espiritual es decir que están “en Cristo”. Con esto quiere decir que están en Cristo así como una rama está en la vid, es decir está relacionada con la vid de la cual deriva la vida que le permite dar fruto (Juan 15:1-16). Pablo entonces presenta su tercera ley espiritual, al escribir: “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. Cuando nos dice lo que puede hacer esta tercera ley, vuelve a su segunda ley y, esta vez, le agrega cuatro palabras. La llama “la ley del pecado y de la muerte”. Esto conecta las cuatro leyes espirituales de Pablo con los cuatro conquistadores que presentó en el quinto capítulo. ¿Recuerda al rey Pecado y la reina Muerte? La muerte es la consecuencia que siempre sigue al pecado. Así como los dos primeros conquistadores eran las malas noticias y el tercer y cuarto conquistador eran las buenas noticias, las primeras dos leyes espirituales son las malas noticias y la tercera y cuarta ley, las buenas noticias. Las buenas noticias acerca de esta tercera ley son que nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Imagine un gran avión de pasajeros que ruge por la pista hasta alcanzar la velocidad suficiente para despegar como un ascensor con 375 pasajeros y varias toneladas de equipaje y equipos hasta una altitud de diez mil metros. En una ocasión, estaba predicando un sermón sobre esta tercera ley espiritual y usé esta ilustración. Confesé que no tenía la menor idea de cómo los enormes aviones, en los que yo había
  • 24. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 24 viajado muchas veces, podían subir al cielo. Un profesor de física, fiel cristiano, que escuchó mi sermón, me enseñó luego, con gran paciencia, cómo ocurre esto. Su explicación fue que, mientras el gigantesco avión avanzaba rugiendo por la pista, su velocidad y el impulso de sus motores hacen posible que la ley de la aerodinámica venza la ley de la gravedad. Cuando ocurre esto, el avión se levanta hacia el cielo y vuela a diez mil metros durante miles de kilómetros hasta que llega a su destino. Ahora piense en esa segunda ley espiritual, la Ley del Pecado y de la Muerte, como una ley de “gravedad espiritual” que nos mantiene abajo y no nos deja volar espiritualmente. Cuando Pablo presenta su tercera ley espiritual, escribe que la Ley del Espíritu y de la Vida en Cristo Jesús es como una ley de “aerodinámica espiritual”, que nos levanta y nos permite volar por encima del poder y las consecuencias de la Ley del Pecado y de la Muerte. La buena noticia de esta tercera ley espiritual ha formado parte del Nuevo Testamento desde que fue escrito. ¿No deberíamos, entonces, esperar que todos los pecadores estuvieran volando por encima del poder y las consecuencias del pecado? ¿Cuál es, en realidad, la experiencia de muchos de los pecadores que han sido justificados por fe y que asisten a nuestras iglesias? Basándome en las observaciones que he hecho siendo pastor durante casi cinco décadas, estoy convencido de que la respuesta sincera y espontánea a esa pregunta es que demasiados de nosotros, durante demasiado tiempo, somos como gigantescos aviones que están posados sobre las pistas de la vida, con motores que son capaces de vencer la ley de la gravedad espiritual, rugiendo durante veinte, treinta, cuarenta años, o durante el resto de nuestra vida, ¡sin jamás levantar vuelo! ¿Por qué no estamos volando por encima de todo lo que está representado por la Ley del Pecado y de la Muerte, si esto nos cuesta tan caro? Ley espiritual número cuatro: la Ley del Esquema Mental o de la Forma de Pensar Simplemente no sabemos cómo implementar la gracia de Dios, o esta tercera ley espiritual, si no entendemos la cuarta ley espiritual de este gran apóstol. Busque la cuarta ley espiritual cuando vuelva a leer estos versículos: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (5-8). El concepto de un esquema mental, o forma de pensar, es muy importante para los deportistas y equipos deportivos. A menudo, no es el mejor equipo el que gana el campeonato de la Copa del Mundo o las medallas olímpicas. El que suele ganar es el equipo o el deportista que tiene el mejor esquema mental.
  • 25. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 25 Los diplomáticos, que enfrentan desafíos impresionantes para intentar evitar la guerra convenciendo a las potencias que la paz es mejor que la guerra, deben tener un esquema mental adecuado antes de enfrentar el desafío de la negociación. Los vendedores, los médicos que realizan intervenciones quirúrgicas de vida o muerte, y las personas de todas las profesiones, ocupaciones, trabajos y posiciones sociales deben tener un esquema mental adecuado para tener éxito. Seguramente algo tan práctico como un esquema mental no tendría ningún lugar en nuestra victoria sobre el pecado... ¿o sí? En el pasaje que citamos anteriormente, al hablarnos de una cuarta ley espiritual, que es una parte crítica de nuestra victoria sobre el poder del pecado, ¡Pablo se refiere al esquema mental cinco veces! ¿Ha revelado la Ley de Dios la Ley del Pecado en su vida? ¿Ha descubierto la buena noticia milagrosa de la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús? ¿Está usted volando por encima del poder del pecado? ¿Está usted venciendo la “gravedad espiritual” con la “aerodinámica espiritual”? ¿O está haciendo rugir sus “motores” espirituales en la pista de la vida sin despegar espiritualmente nunca? Si su respuesta a esa pregunta es “sí”, usted necesita desesperadamente esta cuarta ley espiritual del apóstol Pablo: la Ley del Esquema Mental. Según Pablo, cuando tenemos la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús a nuestra disposición porque el Cristo resucitado y vivo vive en nosotros, tenemos una opción: podemos elegir vivir y caminar de acuerdo con la carne (nuestra naturaleza humana sin la ayuda de Dios) o podemos elegir vivir y caminar sometidos al control del Espíritu Santo (Gálatas 5:16-23). Pablo escribe más adelante sobre no estar en la carne sino en el Espíritu, y agrega una advertencia: si el Espíritu no mora en nosotros, no somos de Él y no pertenecemos a Dios. Esta no significa vivir de acuerdo con la carne, caminar en la carne o tener un esquema mental carnal. Pablo divide a toda la familia humana en dos grupos: las personas espirituales y las personas no espirituales. La persona que aún está en la carne es la persona no espiritual o el hombre natural que Pablo describe cuando escribe a los corintios. Según Pablo, este hombre natural no puede entender de ninguna manera los conceptos espirituales; para él, son una locura, porque solo las personas espirituales pueden entender la verdad espiritual (ver 1 Corintios 2:9- 16). Cuando este apóstol escribe acerca de vivir según la carne, se refiere a algo muy diferente de lo que enseña cuando usa la expresión “en la carne”. Pablo declara aquí que esas personas espirituales, que escogen vivir de acuerdo con la carne, ponen sus mentes en la carne como un asunto de elección personal, y las personas espirituales que eligen deliberadamente poner sus mentes en el Espíritu. Pablo declara que aun las personas espirituales, que han tomado un compromiso de ser seguidores de Cristo, no pueden agradar a Dios cuando viven de acuerdo con la carne. Agrega que los
  • 26. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 26 que son espirituales también descubrirán que, cuando nuestra mente está centrada en la carne, el pecado siempre paga su salario. Ese salario es un banquete de consecuencias negativas que él describe como “muerte” (Romanos 6:23; 8:2). Al decir “muerte”, Pablo no se refiere a la muerte literal o a la muerte eterna, sino la muerte en el sentido de separación de Dios y de separación de la calidad de vida que surge de conocer a Dios (Juan 17:3). Las personas espirituales tienen una opción que no tienen las personas que no son espirituales. Concentrar la mente en el Espíritu lleva a la vida espiritual, lo que Jesús describió como “vida en abundancia” (Juan 10:10). El apóstol Juan resumió esta verdad al escribir: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11, 12). Jesús enseñó que, si nuestra mente es buena, o saludable, todo nuestro cuerpo estará lleno de luz, pero si la mente no es buena, todo nuestro cuerpo estará lleno de tinieblas. Según Jesús, la diferencia entre una vida llena de luz (felicidad) y una vida llena de tinieblas (infelicidad) es la forma en que vemos las cosas (ver Mateo 6:22, 23). Jesús estaba dando una advertencia sombría sobre lo que podríamos llamar “esquizofrenia espiritual” o “visión doble espiritual”. Santiago 1:8 nos dice que un hombre de doble ánimo es inestable, inconstante, dubitativo, poco confiable e incierto en todo lo que piensa, siente y decide. Pablo da esa misma advertencia en el capítulo 6, 7 y 8 de esta carta a los romanos. Jesús, Pablo, otros apóstoles y los profetas denominaron a este esquema mental espiritual enfermizo con muchas expresiones elocuentes. El profeta Elías desafió al pueblo de Dios de su tiempo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle” (1 Reyes 18:21). El apóstol Juan registró una carta abierta del Cristo resucitado y vivo a la iglesia de Éfeso. Estaba recibiendo el último libro del Nuevo Testamento, por inspiración, del Cristo resucitado, mientras estaba preso por su fe en la isla de Patmos. Ese mensaje era, en esencia: “Preferiría que fueras caliente, pero, si no vas a ser caliente, entonces sé frío. Lo que no quiero es que seas tibio. Eso hace que me sienta mal del estómago y me da ganas de vomitarte” (ver Apocalipsis 3:15, 16). Santiago, que, junto con Pedro y Pablo fue uno de los grandes líderes de la primera generación de la iglesia del Nuevo Testamento, enseñó a los creyentes que debían pedir a Dios sabiduría cuando llegaban al punto en que simplemente no sabían qué hacer. Como una parte vital de esa exhortación, Santiago los desafió –y nos desafía a nosotros– a no flaquear en nuestra fe cuando le pidamos a Dios sabiduría. No debemos ser como las olas del mar, que son llevadas de un lado para otro. Su forma de rotular el problema que tratan Jesús, Pablo, Elías y Juan es la siguiente: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
  • 27. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 27 Aplicación personal Una vez escuché a un profesor de psicología personal denominar a este problema: “compartimentos lógicamente estancos”. Nos dijo que debíamos pensar en nuestra mente como un círculo. Dentro de ese círculo tenemos un pensamiento, que es un pensamiento positivo; por ejemplo: “Tengo fe y no me preocupo por nada”. Luego tenemos otro pensamiento, que está en conflicto directo con nuestro primer pensamiento. Cuando estos dos pensamientos entran en conflicto en nuestra mente, causan úlceras estomacales, alta presión sanguínea y otros síntomas físicos, que nos enfrentan con la realidad innegable de que estamos preocupados; ¡en realidad, estamos asustados! Para vivir con estos pensamientos conflictivos, construimos una pared imaginaria por el medio de nuestras mentes y aislamos estos pensamientos en dos compartimentos lógicamente estancos. Mientras nos preocupamos, no nos permitimos pensar en el hecho de que tenemos fe. Cuando afirmamos nuestra fe y nos decimos que no estamos preocupados por nada, no permitimos el pensamiento de que tenemos síntomas físicos, que nos harían imposible negar nuestra preocupación. Nuestra mente, entonces, podría ser representada como un círculo con signos más y signos menos, aislados entre sí por una línea –esa línea imaginaria de la mente– que está trazada por el medio de ese círculo. El profesor entonces enseñó que todo pensamiento que tenemos pasa por los bancos de memoria de nuestro inconsciente y crea una reserva de conflicto que, con el tiempo, genera síntomas físicos, que se producen cuando nuestra mente inconsciente envía un mensaje a nuestra mente consciente indicándole que deberíamos resolver esos conflictos. Luego desafió a los que estaban capacitándose para ser consejeros a quitar cuidadosamente esa pared imaginaria que dividía y aislaba los pensamientos conflictivos de las personas aconsejadas. Les advirtió que las personas religiosas necesitan esto más que otras porque tienen muchas normas de integridad irrealmente elevadas con las que no pueden vivir en sus vidas cotidianas. ¡Concluyó su exposición con la declaración de que los que enseñan estos absolutos morales están enfermando mentalmente a las personas! Jesús enseñó que la Palabra de Dios es verdad, y que debemos leer la Palabra de Dios buscando la verdad. Además, debemos asumir el compromiso de que, cuando encontremos la verdad en la Palabra de Dios, la aplicaremos a nuestra vida personal (ver Juan 17:17; 7:17; 13:17). Esta perspectiva de nuestro Señor ha modelado todo mi enfoque de la Palabra de Dios. He descubierto –y usted también lo descubrirá– que esta es la forma de demostrar que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios. Jesús enseñó también que su Palabra es como un vino que aún no ha fermentado. Advirtió que si el vino de su enseñanza se vertía en un odre viejo y quebradizo, al fermentar, se expande y hace presión dentro del odre. Si el odre no cede a la presión del vino que
  • 28. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 28 fermenta, se reventará y se destruirá. Esto también significa que el vino se perderá y se desperdiciará (Lucas 5:37, 38). Jesús estaba advirtiendo a los que escuchaban su enseñanza que si no recibían su Palabra con el compromiso de aplicar y obedecer la verdad que enseñaba, esa Palabra destruiría su mente. Compartí esa parábola de Jesús con el profesor de psicología. Su respuesta fue: “¿Ustedes le enseñan a la gente de sus iglesias lo que Jesús enseñó en esa parábola?”. Le aseguré que ciertamente lo hacemos. Durante más de cinco décadas he compartido esa parábola de Jesús, no solo con mis congregaciones, sino también con varios psiquiatras y psicólogos que creen que los que enseñamos la Palabra de Dios estamos enfermando a las personas. Al descubrir y obedecer la verdad que descubrí en la Palabra de Dios desde 1949, he llegado a la conclusión de que la Biblia es, toda, completamente verdadera. Sin embargo, hay una verdad revelada y una verdad descubierta. Cuando los consejeros, jueces, médicos y otras personas que ven a cientos de personas en su trabajo descubran la verdad en la vida de las personas con quienes se encuentran en su trabajo, descubrirán que la Biblia ya ha dicho lo que descubrieron, y lo ha dicho mejor. Podemos decir que la Biblia es verdadera porque la Biblia es inspirada. También podemos decir que la Biblia es inspirada porque la verdad que encontramos en la Biblia es muy verdadera. Resumen y aplicación personal Comparto este ejemplo de la psicología con usted para poner en perspectiva esta enseñanza de Jesús, Pablo y otros que encontramos en la Biblia. Al leer la carta de Pablo a los romanos, piense que su vida es como un círculo. Imagine que este círculo, que representa su vida, está lleno solamente de signos más. Esto representaría lo que enseñaba Jesús, cuando decía que debemos tener una mente buena si queremos tener un cuerpo lleno de luz o felicidad. Ese círculo también representaría el objetivo de lo que Pablo está enseñando mediante estas cuatro leyes espirituales. Ahora imagine que el círculo tiene tanto signos más como menos, con una línea trazada por el medio del círculo que divide a los signos más de los signos menos. Los signos más simbolizan la Ley de Dios, o la Palabra de Dios. En otras palabras, los signos más representan lo que usted cree son las inspiradas normas para la vida correcta, basadas en la enseñanza de la Palabra de Dios. Luego dese cuenta de que los signos menos simbolizan su comportamiento, que no cumple con lo que representan los signos más y lo que le exigen. El círculo dividido representa la confesión sincera de Pablo – este fariseo de fariseos– en el séptimo capítulo de esta carta. La mente dividida, la visión doble espiritual, es la descripción de lo que el apóstol se llama a sí mismo: un “desdichado”. La enfermedad psicosomática es enfermedad del cuerpo (en griego, soma), cuando la causa de la enfermedad está en la mente, o el alma (en griego, psyché). Una de las causas típicas y
  • 29. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 29 preponderantes de la enfermedad psicosomática es la culpa. Una de las causas más comunes de la culpa en los creyentes es tener una norma de lo que sabemos es la vida correcta (la Ley de Dios) en conflicto con nuestra vida cotidiana, cuando la forma de vivir no coincide con la norma de Dios para la vida correcta. Uno de los hombres más santos que vivió jamás fue el hombre que el Dios Todopoderoso describió como: “un varón conforme a su corazón” (ver 1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Este hombre nos mostró, más que ningún otro hombre, con la excepción de Moisés, lo que es la adoración y cómo debemos adorar. Sin embargo, la Palabra de Dios nos dice toda la verdad: ¡él pecó gravemente! Cometió adulterio, traicionó, asesinó y, durante un año entero, intentó cubrir esos terribles pecados. Ese debe de haber sido el año más triste de la vida de David. Piense en estas palabras escritas por David, que describen vívidamente cómo la terrible culpa que experimentó lo afectó físicamente, emocionalmente y espiritualmente: “Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna. “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer. Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste” (Salmos 32:1-5, Dios Habla Hoy). Estas palabras corresponden con las sinceras palabras de Pablo. Nos dan un ejemplo del Antiguo Testamento para poner al lado de la confesión de Pablo. Las sinceras confesiones de estos dos hombres piadosos nos sirven como un ejemplo tremendo. Pablo se llama a sí mismo un “desdichado”. Ahora imagine un círculo con solo signos menos adentro. Esto representaría la vida de una persona que nunca ha tenido ninguna luz ni ninguna enseñanza de la Ley o la Palabra de Dios. Estas serían las personas que Jesús describió como aquellas que no tienen luz y, por lo tanto, no tienen ningún conocimiento del pecado (ver Juan 9:40, 41; 15:22). Según Jesús, el pecado es el rechazo o la imposibilidad de vivir de acuerdo con la luz que hemos recibido. Los versículos de los primeros capítulos de esta carta nos desafían a preguntarnos si existe realmente una persona así (1:20). Sin embargo, si hubiera tal persona, no tendría ningún pecado, no tendría culpa y no tendría úlceras, dolores de cabeza o diarrea. Al leer el sexto capítulo de Romanos, piense en esa persona con un único y pecaminoso esquema mental, representado por el círculo con solo signos menos. Esta persona no sería inmoral porque no tendría ninguna norma de moral. Hoy, algunos llaman a esto “amoral”, con lo que quieren decir que no existe tal cosa como los absolutos morales o una norma moral de lo que está bien y lo que está mal. Obviamente, los que creen en la Ley de Dios creen en los
  • 30. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 30 absolutos morales, o una norma moral de lo que está bien y lo que está mal. Al escribir el sexto capítulo de esta carta, el fuerte énfasis de Pablo está en que los que hemos sido justificados por la fe, tenemos acceso a la gracia y creemos en la Palabra de Dios, nunca jamás deberíamos vernos reflejados como un círculo con solo signos menos. En otras palabras, ¡el pecado no debería tener absolutamente ningún dominio sobre nosotros! Al leer esta sincera confesión de Pablo, piense en ese círculo con tanto signos menos como signos más, separados por una línea trazada por el medio del círculo. Había una canción popular cuando era adolescente que decía: “Cuélgate de lo afirmativo; elimina lo negativo; ¡acentúa lo positivo y no te metas con el hombre que está en el medio!”. El Pablo que vemos en el séptimo capítulo es “el hombre que está en el medio”, según esa ridícula canción. Lo que es mucho más importante es esto: el “hombre que está en el medio” es descrito enfáticamente por Jesús, David, Elías, Juan, Santiago y por Pablo, al final de su confesión, como el hombre “desdichado” (7:24). Cuando lea el octavo capítulo de esta carta, imagínese un círculo con solo signos más. Ese círculo representaría la mente buena y la vida llena de luz y felicidad que enseñó Jesús. Sería la aplicación y la obediencia buscada por David, los apóstoles y los profetas. Un círculo lleno de signos más también representaría la aplicación de la tercera ley espiritual descrita por Pablo, que da al pecador justificado la dinámica para obedecer la Ley de Dios y vencer la Ley del Pecado y de la Muerte. La Ley del Esquema Mental es simplemente la elección deliberada que tenemos de implementar la tercera ley espiritual del apóstol Pablo. A diferencia del psicólogo, que no tiene ninguna dinámica para ofrecer a quienes quieren quitar la pared que los convierte en personas de doble ánimo y desdichadas, Pablo ofrece la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, que puede vencer la Ley del Pecado y de la Muerte. Vuelva a leer estos versículos y, al hacerlo, note que Pablo refuerza y enfatiza la realidad absoluta de que, sin la dinámica del Espíritu de Dios, no solo no podemos ganar la batalla contra el pecado; si no tenemos el Espíritu Santo, ni siquiera pertenecemos a Cristo y a Dios. Sin embargo, si pertenecemos a Cristo, tenemos el Espíritu, y tenemos la promesa de que Él dará vida a nuestros cuerpos mortales: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11).
  • 31. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 31 Él resume lo que ha escrito sobre sus cuatro leyes espirituales en estos versículos: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (12, 13). Aplicación personal: ¿Dónde está usted? Lo que he ilustrado a través de las metáforas de estos círculos es el mensaje esencial de los capítulos 6, 7 y los primeros trece versículos del capítulo 8 de esta magnífica obra maestra teológica. ¿En cuál de estos círculos se encuentra usted? ¿Se encuentra en el círculo que representa la verdad que Pablo enseña en el sexto capítulo? ¿No tiene ningún signo más en todo su esquema mental? Si eso es lo que es, usted necesita escuchar, entender y creer el evangelio que Pablo proclamó claramente en Roma y presenta de forma tan hermosa, sistemática y amplia en esta obra maestra de todas sus cartas. ¿Se encuentra en ese círculo que tiene tanto signos más como menos? Entonces necesita moverse pasar al círculo que solo tiene signos más. En otras palabras, si usted no quiere ser un “desdichado”, debe encontrarse con la solución de su condición desdichada moviéndose en su experiencia del capítulo 7 al 8 de esta inspirada carta. Capítulo 4 Más que vencedores (8:14-39) Al leer el resto de este octavo capítulo, note la declaración de Pablo de que Dios no está en todos. Dios está solo en aquellos que, por fe, han sido justificados y han encontrado, por fe, acceso personal a su gracia. Dios no está con todos. Dios está solo con los que lo obedecen. No está para todos. Solo está para los que lo aman y son llamados de acuerdo con sus propósitos. Sin embargo, Pablo llegará a la conclusión de que, si Dios está en nosotros, con nosotros y por nosotros, ningún poder de la tierra, bajo la tierra o sobre la tierra, en el pasado, presente o futuro, podrá separarnos del amor de Dios, y de lo que Él quiere hacer en nosotros, con nosotros, por nosotros y a través de nosotros. Los últimos veinticinco versículos del octavo capítulo de Romanos son considerados uno de los pasajes más sublimes de toda la Biblia. Este pasaje se compara con el resto de la Biblia de la misma forma que el pico de la montaña más alta del mundo se compara con las otras montañas de este mundo. Lo que yo he llamado “las cuatro leyes espirituales de Pablo”, presentadas ya por este apóstol. Sin embargo, el tema que comenzó en el quinto capítulo, con relación a cómo los pecadores que han sido declarados justos pueden vivir correctamente, seguirá en estos últimos versículos del octavo capítulo hasta que Pablo declara que
  • 32. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 32 podemos ser más que vencedores por medio de Cristo. La verdad que Pablo ahora presentará, que hace que éste sea un pasaje extraordinario de la Biblia, es que todos podemos ser súpervencedores porque Dios es la Fuente, el Poder que está detrás de nuestras conquistas espirituales, y también su propósito. Recuerde que, después de escribir en el segundo versículo del capítulo 5 que tenemos acceso por fe a la gracia, Pablo presenta la metáfora de los cuatro conquistadores, que nos muestra cómo reinar en vida a través de la gracia y en Cristo (5:17). El tema de la derrota del pecado y sus consecuencias ha continuado a través de los capítulos 6, 7 y los trece primeros versículos del capítulo 8. Pablo ha proclamado de forma osada, elocuente y profunda el mismo mensaje que declaró a través de su metáfora de los cuatro conquistadores presentando su metáfora de estas cuatro leyes espirituales. Sin embargo, se introduce otro gran tema en el glorioso punto culminante de esta inspirada presentación de la victoria espiritual del creyente. Ese tema es la intervención divina de un Dios soberano y conquistador, que quiere ganar la batalla en nosotros, a través de nosotros, con nosotros y por nosotros. Antes de introducir ese magnífico tema, Pablo desafía la identidad espiritual de las personas a las que escribe: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11). Las preguntas sobre la identidad espiritual que plantea Pablo aquí son del tipo: “¿Están ustedes en la carne o en el Espíritu?”. Para Pablo, hay solo dos posibilidades. O somos personas espirituales, porque el Espíritu Santo vive en nosotros, o somos personas naturales y no espirituales, porque el Espíritu Santo no vive en nosotros. Si el Espíritu Santo no vive en usted, usted no es un hombre espiritual y todo lo que escribe Pablo no se aplica a usted. Sin embargo, si el Espíritu Santo vive en usted, el que levantó a Jesús de los muertos dará vida a su cuerpo mortal. Esto no significa en la vida venidera, porque él se refiere a nuestro como mortal, un cuerpo que muere. El concepto de mortalidad significa que estamos aquí solo por un período de tiempo. Cuando vamos a un funeral, “entramos en contacto con nuestra mortalidad”, porque nos damos cuenta de que vamos a morir algún día. Esta pregunta sobre la identidad espiritual es seguida por otra pregunta; en esencia: “¿Eres un hijo de Dios?”. Pablo combina estos dos asuntos de la identidad espiritual personal y de ser un hijo al escribir: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
  • 33. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 33 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (14-17). Una enseñanza popular es que Dios es el Padre de todos los seres humanos y, por lo tanto, todos los seres humanos somos hermanos y hermanas. El Evangelio de Juan dice claramente que a los que creen en Cristo y lo reciben se les da la potestad de ser hijos de Dios. La palabra griega que se traduce como ‘potestad’ es, en realidad, la que significa ‘autoridad’. Juan enseña que, al venir Jesús al mundo, cuando las personas respondieron a Él correctamente, o con fe, nacieron de nuevo y se les dio la autoridad para considerarse y llamarse hijos de Dios (Juan 1:12, 13). Si toda la humanidad fuera hija de Dios, la vida y la muerte de Jesucristo habrían sido innecesarias. Cuando la Biblia usa el masculino “hijos”, no se refiere solamente a los varones, con exclusión de las mujeres. El término es genérico e incluye a todas las personas, independientemente de su género. A esto se refería Pablo cuando escribió que, en Cristo, no hay varón ni mujer (ver Gálatas 3:28). Somos todos uno en Cristo. Pablo describe grados de relación cuando escribe a los filipenses sobre un anciano que le había llevado ofrendas de amor de su iglesia a él, en la cárcel (ver Filipenses 2:25-30). Describe al anciano como su hermano, su colaborador, su compañero de milicia, su mensajero y ministrador de sus necesidades. Al decir “hermano”, Pablo quería decir que era un creyente que había recibido la potestad de ser llamado “hijo de Dios”. “Compañero de milicia” significa que había arriesgado con Pablo su vida por Cristo y el evangelio. Los significados de los otros títulos son obvios. Pablo dice, claramente y dogmáticamente, que aquellos en quienes vive el Espíritu pertenecen a Cristo. Luego conecta esa identidad espiritual personal con el ser “hijos de Dios” al escribir: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (14). Pertenecemos a Cristo cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, y cuando somos guiados por el Espíritu Santo somos hijos de Dios, según Pablo. Esto es seguido por una enseñanza fascinante, que es similar a una verdad que escribió a los gálatas. Dice, en esencia, en ambas cartas inspiradas que, cuando el Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, clamamos: “Abba, Padre” (Gálatas 4:6). La palabra abba significa ‘padre’ en árabe. Esto se refiere, obviamente, a una experiencia espiritual subjetiva, íntima y personal. Una vez pregunté a un mentor que me estaba entrenando cuando yo era un pastor muy joven: “¿Cómo se le da seguridad de la salvación a una persona que profesa ser creyente pero no tiene esa seguridad?”. Tenía mi anotador y mi bolígrafo listos para escribir. Su respuesta fue: “Uno no puede darle seguridad de salvación a nadie. Ese es un ministerio del Espíritu Santo”. Me explicó que podemos compartir evidencias que nos confirmen que la persona es salva y tiene fe. Hasta podemos hacer ciertas preguntas y ofrecer varios tipos
  • 34. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 34 de apoyo, aliento y afirmación cuando encontramos estas evidencias. Pero, en el análisis final, solo el Espíritu Santo puede dar testimonio a sus espíritus y darles la seguridad de que son hijos de Dios. Para seguir el siguiente pensamiento de Pablo, es necesario entender algo sobre la cultura romana de esa época. La costumbre romana era que el padre considerara a sus hijos como niños hasta que tenían catorce años. Cuando alcanzaban esa edad, en un tribunal de justicia, él los adoptaba como hijos y los declaraba herederos de todo lo que deseaba que heredaran de sus bienes. Esta es la metáfora que Pablo usa aquí cuando escribe que somos hijos, porque nacemos a la familia de Dios a través de nuestro nuevo nacimiento espiritual. Sin embargo, a través de nuestro acceso a la gracia de Dios, llegamos a ser algo más: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16, 17). Heredamos con Jesucristo, quien es el amado Hijo de Dios, todo lo que Él hereda de su Padre. Esto tiene un enorme costado positivo, pero hay, también, un costo involucrado. Recuerde que nos identificamos con Cristo en su muerte y en su resurrección. Ahora comienza su inspirado canto de alabanza por la conquista y la victoria, en que relaciona nuestra identificación con la muerte y resurrección de Cristo, que enseñó en el sexto capítulo, con nuestro sufrimiento por Cristo en este mundo. Proclama que, si sufrimos con Cristo, también seremos glorificados junto con Él en la vida venidera: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (17-19). Pablo ahora hace dos cosas en su profunda presentación de la victoria espiritual de un pecador justificado sobre el pecado. Primero, relaciona la victoria y el crecimiento espiritual con el sufrimiento. Luego escribe la dimensión más inspiradora y majestuosa de su concepto al transportar su enseñanza sobre las victorias espirituales de un creyente al estado eterno. Antes de centrarme en lo que Pablo escribe acerca del crecimiento espiritual final y la victoria en la siguiente dimensión, es muy importante que usted considere conmigo lo que escribe acerca de la forma en que el sufrimiento se relaciona con nuestro crecimiento espiritual y las victorias de esta vida. Muchos están enseñando, falsamente, que Dios nunca quiere que su pueblo sufra, esté enfermo, pobre o aun pase por pruebas. Esto no es lo que la Biblia enseña, simplemente, y Pablo quiere que entendamos esta verdad. ¿Ha sido usted un creyente el tiempo suficiente como para darse cuenta de que el crecimiento y la victoria sobre el pecado pueden estar relacionados con el sufrimiento? Según
  • 35. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 35 Jesús, cuando somos como una rama fructífera porque estamos bien unidos a Él, como la vid, el Padre poda, recorta, la rama que somos nosotros, para que seamos más fructíferos (Juan 15:2). En este contexto, mucho de nuestro sufrimiento puede verse como un recorte más que un escollo y un impedimento para nuestra vida. El apóstol Pablo es un gran ejemplo de este tipo de sufrimiento. Fueron sus frecuentes prisiones las que le dieron el tiempo para producir cinco de sus más importantes cartas. Podría haber sido fructífero durante muchos de esos meses predicando y enseñando; sin embargo, Dios deseaba más fruto, y Pablo pasó ese tiempo en la prisión. Ahora, durante más de dos mil años, sus inspiradas cartas, escritas en la prisión, han traído salvación y bendición a millones de personas. Piense en este pasaje, escrito por Pablo, que nos da una perspectiva de su propia experiencia de sufrimiento personal: “¿Son servidores de Cristo? ¡Qué locura! Yo lo soy más que ellos. He trabajado más arduamente, he sido encarcelado más veces, he recibido los azotes más severos, he estado en peligro de muerte repetidas veces. Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con varas [esta forma de castigo era un costumbre romana similar a lo que se hace en lugares como Singapur, hoy; estas varas eran peores que un látigo, porque magullaban el tejido muscular y aun podían quebrar los huesos], una vez me apedrearon [Hechos 14], tres veces naufragué, y pasé un día y una noche como náufrago en alta mar [Hechos 27 y 28]. Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos. He pasado muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez” (2 Corintios 11:23-27, NVI). ¿Puede ver por qué Pablo relaciona el crecimiento espiritual y la victoria con el sufrimiento? Dado que el sufrimiento es una de las muchas herramientas que Dios usa al hacernos sus criaturas, ¿ha usado Dios, o está permitiéndole usted que use, el sufrimiento ahora para hacerlo crecer espiritualmente? ¿Puede registrar también sus experiencias de este principio en su propio diario espiritual de fe? ¡No desperdicie sus penas! Pablo escribe, en otra de sus inspiradas cartas, que todos somos hechura de Dios. Cuando un constructor que yo conocí terminaba una hermosa casa, solía llevar a una persona que buscaba un constructor de casas para que viera la que había completado, y les decía a esos potenciales clientes: “Por la gracia de Dios, esta casa es hechura mía”. Según Pablo, Dios quiere señalarnos, a cada uno de nosotros, y decir: “¡Esta es mi hechura!” (Efesios 2:10). Un pastor, mientras las parejas que había casado estaban en su luna de miel, solía ir a la casa o departamento de ellos y colocaba un cartel en la puerta principal que decía: “Cuidado: ¡Dios trabajando!”. Quería recordar a esas parejas que debían ser pacientes
  • 36. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 36 el uno con el otro y darse cuenta de que Dios estaba trabajando en sus vidas. Ese cartel podría ser colocado sobre la vida de cada creyente que ha sido justificado por la fe. Esto es cierto, no solo en esta vida, sino que, en un sentido, la hechura de Dios no estará completa hasta que seamos hechos perfectos en la eternidad a través de nuestra propia muerte y resurrección literales (Filipenses 1:6). Una vez, oí acerca de un pastor de la ciudad de Nueva York que estaba deprimido, al punto tal que no podía escribir su sermón. Decidió salir a caminar. Mientras caminaba por la ciudad, tan deprimido que estaba prácticamente en un estupor, llegó a una obra en construcción de una gran catedral. Estaban haciendo grandes refacciones para preservar la belleza y la longevidad de la gran catedral. El deprimido pastor se quedó parado allí, en su estado de estupor, contemplando a los obreros con la mirada perdida. Pasaron varios minutos antes que se diera cuenta de que estaba observando a un hombre que trabajaba en una gran piedra que tenía la forma de una enorme cruz. Pasado un tiempo, el habilidoso artesano se dio cuenta del pastor que lo estaba contemplando. Cuando se cruzaron sus miradas, el pastor le preguntó: “¿Qué está haciendo?”. El artesano le mostró una abertura en el campanario, arriba de ellos. La abertura tenía también la forma de una cruz. Le preguntó al pastor: “¿Ve esa abertura ahí arriba?”. Y entonces, mientras señalaba la enorme piedra que estaba tallando, el artesano le dijo: “¡Le estoy dando forma aquí para que encaje allá arriba!”. Mientras el pastor se alejaba caminando de la obra de construcción, dijo: “Gracias, Señor. ¡Esto es exactamente lo que necesitaba escuchar!”. Se dio cuenta de que muchos de los problemas y las presiones que lo habían llevado a su depresión, eran la manera en que Dios le estaba dando forma para que pudiera encajar allá arriba. Al relacionar Pablo el sufrimiento con el crecimiento espiritual y la victoria sobre el pecado en la vida de un creyente, está afirmando que Dios está férreamente dedicado a modelarnos como sus hijos e hijas, y a hacernos sus mensajeros aquí y ahora. También nos está dando forma para el estado eterno, cuando experimentaremos nuestra redención completa y la victoria total sobre el pecado. Piense en la siguiente paráfrasis de estos dos versículos, donde Pablo relaciona el sufrimiento con el magnífico futuro que Dios tiene reservado para nosotros: “En mi opinión, todo lo que tengamos que soportar ahora no es nada en comparación con el magnífico futuro que Dios tiene reservado para nosotros. Toda la creación está en puntas de pie para contemplar la maravillosa escena de los hijos de Dios que reciben lo que les corresponde” (Romanos 8:18, 19). La vida en dos dimensiones: ¿Alguna vez vio una libélula cuando está volando y usa sus magníficas alas dobles para ir de una flor a otra? A veces se queda
  • 37. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 37 sobrevolando, como un helicóptero, quieta y suspendida en el espacio. En realidad, la libélula puede mantenerse volando así todo el día. Estas asombrosas criaturas son una maravilla absoluta de la aerodinámica, con sus dos conjuntos de alas que las pueden mantener en vuelo perpetuamente. De hecho, la libélula pasa entre el primer y cuarto año de su existencia en el fondo de un cuerpo de agua. Si fuéramos a hacer, como lo haría un científico, un corte transversal de la libélula bajo el agua durante sus primeros años de vida, descubriríamos que está equipada con dos sistemas respiratorios. La libélula subacuática tiene un sistema respiratorio que le permite inhalar agua a través de su largo y delgado cuerpo y extraer el oxígeno del agua, como hacen muchas criaturas subacuáticas. También descubriríamos que esta fascinante criatura tiene un segundo sistema respiratorio que, un día, le permitirá respirar aire cuando ingrese a su segunda dimensión de vida. Cuando la primera existencia de la libélula –la subacuática– ha sido completada, asciende a la superficie del agua, se sube a la tierra, seca sus alas al sol, extiende esos dos magníficos conjuntos de alas y comienza, gloriosamente, la segunda dimensión de su existencia. Obviamente, la libélula ha sido diseñada por Dios para vivir su existencia en dos dimensiones. Nosotros compartimos esta característica con la libélula. Según Pablo, nosotros también fuimos diseñados por Dios para existir en dos dimensiones. Dios nos da un cuerpo terrenal para vivir nuestra vida aquí en la tierra, y Dios nos dará un cuerpo celestial que nos permitirá vivir para siempre en la segunda dimensión –la eterna– de nuestra existencia planeada providencialmente, en el cielo. Hablando figurativamente, si fuéramos a hacer un “corte transversal” de un creyente nacido de nuevo, descubriríamos que, al igual que la libélula, está equipado con dos sistemas vitales. Cada seguidor auténtico de Cristo está equipado con un cuerpo terrenal, un sistema vital, que le permite vivir la primera dimensión de su vida. También descubriríamos que todo verdadero creyente está equipado con lo que Pablo llama “la nueva creación” o “el nuevo hombre” o “el hombre interior”. Según Pablo, esta obra milagrosa de la nueva creación hecha por el Espíritu Santo, como el segundo sistema respiratorio de la libélula, prefigura el cuerpo espiritual que Dios dará a todos los creyentes y que les permitirá vivir eternamente en el cielo. La libélula es una maravilla aeronáutica en su segunda dimensión de vida. Cuando los creyentes son resucitados sobrenaturalmente, cuando Dios nos dé a usted y a mí cuerpos espirituales para nuestra segunda y eterna dimensión de vida, ¡imagine cómo seremos! Cerca del final del Nuevo Testamento, en su primera carta, el anciano líder de la iglesia primitiva, el apóstol Juan, reflexiona sobre lo que somos y quiénes somos como creyentes, y quiénes y qué vamos a ser. Nos dice que aún no se ha revelado lo que seremos, pero será algo maravilloso, más allá de lo que podamos imaginar, porque,
  • 38. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 38 en el cielo, ¡seremos exactamente como el Cristo resucitado y vivo es ahora! (1 Juan 3:1, 2). Pablo escribe, de una forma tan hermosa, que todo el mundo está de puntas de pie, esperando ansiosamente, para ver este milagro glorioso de lo que seremos. Me han dicho que envejecer no es para cobardes. Al experimentar el envejecimiento, o al observar ese proceso en las personas que usted conoce y ama, nunca olvide que el cuerpo es solo el “traje terrenal” de un creyente. Dios nos da un cuerpo para que podamos vivir nuestra vida aquí, en la tierra. Dios dará a cada seguidor de Cristo un cuerpo espiritual, que nos permitirá vivir en el cielo, cuando, como hijos de Dios, recibiremos lo que nos corresponda. Estos dos versículos, que relacionan nuestro crecimiento y victoria con el sufrimiento y el estado eterno, son seguidos por algunos versículos profundos que nos dicen algunas verdades fascinantes acerca de este mundo que Dios ha creado y sostiene. Los hijos de Dios no son la única creación de Dios que necesita la continua obra creadora del Creador: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:20-22). Para interpretar estos tres versículos, debemos entender la caída de la familia humana, según se la relata en los primeros capítulos del Libro de Génesis, y en el primer capítulo de esta carta que Pablo escribe a los romanos. Cuando el hombre peca, todo lo que toca es afectado por su pecado. Vemos los resultados del pecado humano en el medio ambiente de muchísimas formas hoy. La avaricia humana contamina nuestras aguas, el aire que respiramos y los alimentos que comemos. Según el relato bíblico, la creación fue influida dinámicamente por la caída del hombre. Estos versículos simplemente dicen que, cuando la redención del hombre sea completa, habrá una redención final y completa de este mundo. Cuando seamos redimidos, seremos nuevas criaturas. Pablo nos ha enseñado en esta carta que nuestro viejo hombre debe morir para que comience nuestra nueva vida. La Biblia enseña que un día Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra en los que reinará la justicia (2 Pedro 3:13). Pablo nos dice aquí, en el octavo capítulo de Romanos, que la creación presente gime y anhela por esa nueva creación: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en
  • 39. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 39 esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8:20-25). Ahora Pablo vuelve al tema de nuestra redención final y completa. Dice que somos salvados por esta esperanza de la redención de nuestros cuerpos. Quiere decir que, en un sentido, nunca seremos redimidos plenamente y finalmente hasta que seamos resucitados al estado eterno. Muchas personas piadosas mueren enfermas, y a veces nos preguntamos por qué no fueron sanadas físicamente. La respuesta se encuentra, al menos parcialmente, en estos versículos. Así como su redención no será plena y completa hasta que entren en la eternidad, su sanidad completa tampoco será total hasta que sean resucitadas…en el cielo. Cuando Dios les dé ese cuerpo espiritual que las equipará para vivir en el cielo, su sanidad y su redención serán completas. ¡Oren igual! “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (26, 27). Observe el énfasis en los versículos que he citado que Pablo escribió a los corintios, y en los versículos 23 al 25 de este octavo capítulo de Romanos, sobre el hecho de que nuestros cuerpos y la creación gimen con el anhelo ferviente de experimentar esta redención plena y final. Pablo continúa con un pasaje que ha traído consolación a millones de creyentes durante casi dos mil años. Escribe que Dios escucha nuestro gemir y ministra a nuestras debilidades de forma hermosa. Todo creyente que esté instruido en la disciplina espiritual de la oración sabe que debemos orar en concordancia y de acuerdo con la voluntad de Dios. Sin embargo, nuestro problema es que a menudo no sabemos cuál es su voluntad cuando nos presentamos ante el Señor y le ofrecemos nuestras peticiones. Por lo tanto, algunos de nosotros no vamos ante Él en oración ni le presentamos estas peticiones. La instrucción de este apóstol es que, de todos modos, debemos orar. La explicación inspirada y profunda para este consejo es que el Espíritu Santo conoce la voluntad de Dios con relación a cada petición que presentamos ante Él en nuestras oraciones. Cuando, de todos modos, oramos, o aun si pedimos algo que no es su voluntad para nosotros o para quienes estamos orando, ¡el Espíritu Santo hará intercesión por nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios! En palabras directas y simples, esto significa que, cuando pedimos algo incorrecto, si nuestros corazones están bien con Dios, el Espíritu Santo intercederá por nosotros y Dios nos dará lo que es
  • 40. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 40 su voluntad para nosotros o para las personas por quienes estamos orando. Yo agradezco a Dios por esta promesa, y porque no ha contestado algunas de mis oraciones. Ahora que soy más maduro, que he crecido en mi caminar en Cristo, y puedo mirar atrás y ver cómo Dios ha obrado en mi vida, puedo decir: “Gracias, Espíritu Santo, por interceder por mí cuando pedí cosas incorrectas”. En el Antiguo Testamento hay varios ejemplos de hombres piadosos que oraron pidiendo morir. Moisés, Elías, Job y Jonás llegaron a un punto de depresión y desesperación en el que pidieron a Dios que los matara. Aun estos grandes hombres de Dios estaban tan exhaustos físicamente, mentalmente, emocionalmente y hasta espiritualmente que le pidieron a Dios algo incorrecto. Dado que su corazón estaba bien con Dios, su amante Padre celestial no contestó su oración y no los mató. Dios dio a Moisés setenta hombres para ayudarlo a sobrellevar las cargas que lo habían reducido a la depresión y a la desesperación. Durante casi cuarenta años, Moisés había estado guiando a los hijos de Israel mientras daban vueltas por un terrible desierto que podían haber cruzado en once días. Estaba cansado, y estaba cansado de estar cansado. En nuestra cultura moderna lo llamamos “agotamiento” (ver Números 11:10-17). La belleza de la verdad que Pablo enseña en esta receta para la oración es que no deberíamos dejar que el hecho de no conocer la voluntad de Dios nos impida orar. Deberíamos orar de todas formas, porque el Espíritu Santo intercederá por nosotros y Dios nos dará lo correcto y lo que esté de acuerdo con su voluntad. El profeta Elías descuidó algo que me gusta llamar “mantenimiento del templo”. Pablo enseña que nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo. Dado que nuestra vida física, espiritual, mental y emocional forma un solo paquete, cuando la dimensión física de nuestro cuerpo es descuidada, el agotamiento físico implica un agotamiento mental, emocional y aun espiritual. Cuando Elías pide a Dios que lo mate, Dios lo hace dormir, lo despierta el tiempo suficiente como para alimentarlo y luego lo vuelve a dormir. Leemos que este gran profeta, que quería morir, fue totalmente restaurado y, con la fuerza que le dieron ese alimento y descanso, ¡viajó cuarenta días! Cuando pidió a Dios lo incorrecto, Dios le dio lo correcto (1 Reyes 19:1-8). Si usted lee con cuidado los discursos de Job, verá que el sufrimiento de Job lo llevó al punto en que también hizo la oración que hicieron Moisés y Elías (Job 3:11, 10:18). El profeta Jonás se unió a estos otros tres hombres y también hizo esa oración (Jonás 4). Dios no mató a Job ni a Jonás. Cuando hicieron esa oración, Dios les dio la esencia de los dos libros que llevan sus nombres. Estos cuatro ejemplos nos enseñan que aun las personas piadosas pueden llegar a un punto en que pierden su perspectiva y piden a Dios lo incorrecto. Estos cuatro hombres son ejemplos de lo que Pablo enseña en esta extraordinaria y profunda receta de la oración. Estos dos versículos (Romanos 8:26, 27) son el trasfondo del
  • 41. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 41 versículo que sigue, que ha dado consolación e inspiración a millones de discípulos cristianos desde el momento en que fue escrito. Este maravilloso versículo también es, probablemente, el que ha sido más incorrectamente comprendido y aplicado entre los escritos inspirados del apóstol: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (8:28). El versículo comienza con una maravillosa promesa de que todas las cosas obran juntas para el bien. Pablo usa esta frase, “todas las cosas”, frecuentemente, pero nunca livianamente o accidentalmente. Los creyentes y no creyentes han contemplado esa frase mientras sufrían por tragedias como las causadas por la guerra u otras expresiones de maldad descarnada. Estos trágicos sucesos a menudo parecen explicarse solo por un caos aleatorio, o por la dura realidad de que simplemente se encontraban en el lugar incorrecto en el momento incorrecto. Se quedan mirando este versículo y luego preguntan: “¿Todas las cosas, Pablo? ¿Aun esta horrible tragedia?”. Piense en esta paráfrasis/traducción de este versículo, que se aproxima bastante al idioma original y a la intención de Pablo cuando escribió estas palabras: “Más aun, sabemos que, para los que aman a Dios, que son llamados de acuerdo con su plan, todo lo que ocurre encaja en un patrón para bien” (28). Quisiera hacer dos observaciones básicas acerca de este versículo. Mi primera observación es que la promesa con que comienza el versículo es muy condicional. Deben cumplirse dos condiciones o requisitos previos antes de que esta promesa se aplique a la vida y los problemas que puede experimentar una persona: 1) Debe amar a Dios. 2) Debe ser llamada de acuerdo con su plan. ¿Qué significa, exactamente, amar a Dios? El apóstol Juan nos informa que no es fácil amar a Dios. Nos desafía con una pregunta: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20). Según Pablo, mostramos que amamos a Dios siendo llamados de acuerdo con el plan de Dios. Cuando la prioridad de cada fibra de nuestro ser es ser llamados de acuerdo con el plan de Dios, como Moisés, Elías, Job y Jonás, estamos cumpliendo las condiciones y los requisitos previos que hacen posible que apliquemos este versículo a nuestra vida y nuestros problemas, no importa lo trágicos y sin sentido que puedan parecer. Algunas veces, después de predicar que todas las cosas obran para bien, tanto creyentes como no creyentes se me han acercado para cuestionar mi sermón. La tremenda, amarga y dura realidad es que si toda la orientación de sus vidas ha sido siempre poco espiritual, secular, egoísta y centrada en los valores de moda en su mundo secular, no pueden siquiera comenzar a aplicar este versículo a sus vidas y a sus trágicos problemas. Mi segunda observación es que, cuando se lo comprende, este versículo no dice que todo lo que pasa en la vida de un devoto
  • 42. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 42 seguidor de Cristo sea bueno. Tal vez no haya absolutamente nada bueno en lo que nos ha ocurrido. Jesús era sumamente realista, y también lo era este amado discípulo. Jesús enseñó que tendríamos aflicción (Juan 16:33) y, mediante su ejemplo y su enseñanza, este apóstol y el Señor dejan bien en claro que a menudo sufrimos porque el maligno odia a Cristo y a los suyos. La promesa de este versículo es que, si cumplimos los requisitos, nuestro Dios puede tomar todo lo que nos ocurre, aun cuando no haya nada bueno en nuestros trágicos problemas, y lo puede hacer encajar en un patrón para el bien. Esto plantea otra pregunta. ¿Al bien de quién nos estamos refiriendo aquí: el nuestro o el de Dios? Bueno, esa pregunta se contesta en las condiciones o requisitos previos en los que se basa esta promesa. Si amamos a Dios y nuestra pasión es ser llamados de acuerdo con su plan, el único bien que nos interesa es el bien de Dios. Cada vez que enfrentamos problemas trágicos, nuestra respuesta inmediata debería ser: “¿Cómo puede esta tragedia encajar en un patrón para el bien y la gloria de Dios?”. El salmista planteó una pregunta similar para cuando estamos sufriendo: “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” (Salmos 11:3). Basado en nuestro estudio de eruditos en el idioma hebreo, una traducción literal de las palabras hebreas escritas por este antiguo escritor de himnos sería: “¿Cuando los fundamentos de nuestra vida se están derrumbando, ¿qué está haciendo el Justo?”. Antes de que podamos aplicar la maravillosa promesa de que todas las cosas obran para bien, simplemente debemos entender y aplicar estas condiciones y requisitos previos. Nunca entenderemos o apreciaremos realmente este versículo hasta tanto lo hagamos. La providencia de Dios Pablo sigue estos tres grandes versículos sobre la perspectiva y la receta para la oración con una de las palabras más majestuosas y sublimes que hayan sido escritas jamás en la inspiración del Espíritu Santo. Recuerde que todavía está tratando el tema que comenzó en el segundo versículo del quinto capítulo: ¿Cómo pueden los pecadores que han sido declarados justos por Dios vivir vidas justas? Los cuatro conquistadores y las cuatro leyes espirituales han sido su respuesta. Él ahora nos da su respuesta más grande, fuerte, convincente, inspiradora y elocuente a esa pregunta, cuya conclusión es que podemos ser más que meros vencedores: ¡podemos ser súpervencedores! La esencia de este pico supremo en los sublimes e inspirados escritos de este apóstol es que nuestra victoria no es una cuestión de qué o quiénes somos. La victoria espiritual no es cuestión de lo que podemos o no podemos hacer. Nuestra victoria no tiene nada que ver con lo que queremos nosotros. La conquista espiritual tiene su origen y encuentra su dinámica en Quién y qué es Dios, en lo que Él puede hacer y en lo que Él quiere. Él es el Origen de nuestra victoria. Él es el Poder detrás de nuestra victoria, ahora y en el mundo venidero. Su gloria es el propósito de todo lo que nos ocurre: pecadores que están
  • 43. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 43 siendo declarados justos y que reciben el poder para vivir correctamente. Cuando concluye toda la sección de enseñanza de esta obra maestra, vuelve a usar esa frase, “todas las cosas”, de nuevo. Dice, simplemente: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36). Estamos adelantándonos en la lectura, pero si usted lee los últimos cuatro versículos del capítulo 11 antes de leer el pasaje que vamos a considerar, le darán una perspectiva que le ayudará a entender este pasaje, que es la cumbre de todos los escritos inspiradores de este autor de la mitad del Nuevo Testamento. Comienza explicando que, cuando Dios decidió enviar a su Hijo a nuestro mundo para que pudiera declararnos y hacernos justos, a nosotros los pecadores, para que Dios aplicara ese milagro a usted y a mí, fueron necesarios tres milagros que solo Él podía realizar. También nos informa que, después de ser justificados, hay una dimensión futura en nuestra vida correcta que también involucra un milagro que solo Él puede lograr. Escribe: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (8:29, 30). El milagro de la Providencia de Dios en nuestra justificación por la fe es que Dios sabía de antemano que nos declararía justos. Esto es simplemente una afirmación acerca de uno de los atributos de Dios. Cuando aplicamos el conocimiento previo a Dios, lo llamamos “omnisciencia”. Dado que el prefijo “omni” significa “todo”, esto simplemente significa que Dios conoce todo. Sabe todo sobre el pasado, el presente y el futuro. Dios nunca se sorprende por algo que ocurre. Cuando la familia humana cayó en Adán, Dios no se sorprendió. No tuvo que pasar a un “plan B”. Dios tuvo un plan para la redención del hombre caído desde siempre. El hecho de que supiera quiénes serían justificados no significa que violara el libre albedrío de quienes fueron declarados justos. El hecho de que Dios predestinara a quienes conoció de antemano no significa que escogió a éste para el cielo y a ése para el infierno. Cuando lleguemos al noveno capítulo, estudiaremos el concepto de la elección, que plantea estos temas. Aquí, la enseñanza es, simplemente, que Dios ha predestinado a los pecadores justificados para que sean conformados a la imagen de su Hijo. Cuando aquellos que han sido declarados justos viven correctamente, ¿cómo sabrán cómo es la vida correcta? Este es uno de los muchos propósitos para los cuales envió Dios a su amado Hijo a este mundo. Dios predestinó, o predeterminó, que su Hijo fuera el primero de muchos que serían tan parecidos a Él que serían como sus hermanos (Hebreos 2:11). Un tercer milagro que debe venir de Dios, para que podamos ser conformados a la imagen de su Hijo, es que a los que Él conoció de antemano y predestinó, también llamó. Ya he señalado que esta es
  • 44. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 44 una de las palabras favoritas de Pablo para describir a los seguidores de Cristo que experimentan la salvación. Ser justificado por la fe y encontrar acceso a la gracia por la fe es más que meramente una proposición intelectual. Es un “llamado” para tener una relación con el Cristo resucitado y vivo (1 Corintios 1:9). Dios quiere que conozcamos a su Hijo y que lleguemos a ser como Él. Estos tres milagros brindan el contexto para el mensaje central y principal de esta carta: a aquellos que conoció de antemano, predestinó y llamó, Dios justificó. Pablo luego va más allá de esta vida y profetiza una dimensión presente y futura de este gran milagro. A aquellos que justificó, también glorificó. Esto se refiere a aquellos grandes milagros que Pablo describió tan hermosamente a los corintios, cuando el Dios que nos dio un cuerpo terrenal para vivir esta vida nos dará un cuerpo espiritual y celestial, para vivir en el cielo. Sin embargo, este versículo también nos demuestra que la experiencia de ser glorificados comienza cuando somos justificados por fe y accedemos a la gracia de Dios. Cuando la gracia de Dios cambia nuestra vida y nos convertimos en nuevas criaturas, nuestro hombre interior prefigura ese estado glorificado que experimentaremos por toda la eternidad. Preguntas y respuestas Pablo plantea ahora siete preguntas que tienen respuestas muy apasionantes: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (31-37). La primera pregunta que plantea Pablo nos desafía a responder a sus gloriosas declaraciones: ¿Qué tenemos que decir a todo esto? Esa parece ser la esencia de la primera pregunta. La segunda pregunta nos muestra lo que piensa Pablo. Si Dios nos llama a experimentar estos cinco milagros, y nuestra redención –nuestra redención final y completa– depende de Él más que de nosotros, entonces ¿quién puede estar contra nosotros? La tercera pregunta introduce un importante concepto en el punto cumbre de esta magnífica sección de la carta. Si un Dios amoroso nos amó tanto que nos dio a su Hijo, ¿no nos dará también libremente todo lo que necesitamos para seguir a su Hijo, nuestro Salvador y Señor? Pablo ha razonado anteriormente que, si somos
  • 45. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 45 reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¿no seremos, mucho más, salvos por la vida de ese Hijo resucitado y vivo? (5:10). Piense en su cuarta pregunta en el contexto de un juicio del cual escribió en el segundo capítulo. ¿Quién presentará cargos contra los elegidos de Dios? Dios, ciertamente, no lo hará, porque Él es quien declara que nosotros, los pecadores, somos justos. Él ha vaciado el cielo y sacrificado a su Hijo para justificarnos. Ciertamente Él no nos condenará. Su quinta pregunta es: “¿Quién es el que condena?”. Hay dos conceptos implícitos aquí: Jesucristo ha sido designado como Aquel a quien Dios ha encomendado todo juicio (Juan 5:22). Por lo tanto, está calificado para condenarnos, pero dijo que no vino a condenar al mundo, sino para que el mundo fuera salvo por Él (ver Juan 3:17). Dado que Él ha pagado el precio de nuestra redención, no nos condenará. Jesús está sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros (ver Hebreos 7:25; 1 Juan 2:1). Un segundo concepto implícito aquí se relaciona con una función del maligno. Se nos dice que el diablo es el acusador de los hermanos, y que los acusa día y noche. Cuando él sea destruido como el acusador, el reino de Dios florecerá con gran poder (ver Apocalipsis 12:10, 11). Uno de los eruditos de mi preferencia, con quien serví cuando yo era un pastor asociado interino, muy joven, parafraseó la palabra “justificado”, que significa “declarado justo”, y le dio el significado de “declarado valioso”. Las personas luchan y experimentan una inexpresable agonía intentando ganar algún valor propio mediante logros y buenas obras. El mensaje de esta obra maestra teológica de la Biblia es que Dios ofrece a este mundo de pecadores un valor declarado que no depende de su desempeño positivo o negativo. Pablo también escribe aquí que, cuando Dios declara valiosos a los pecadores que tienen muy poco valor propio, el maligno está allí mismo declarando la verdad opuesta: “Tú no tienes ningún valor”. Esto podría ser una aplicación más que una interpretación, pero piense en este versículo la próxima vez que se sienta condenado, o cuando alguien le diga que no tiene ningún valor. Recuerde resistir al acusador recordando y reafirmando la Buena Noticia de que Dios mismo ha declarado el valor de usted. El Espíritu Santo entonces dará testimonio a su espíritu de que es un hijo de Dios y que tiene valor. Su valor está seguro porque no está basado en su capacidad de tener éxito y no fracasar nunca. Este valor declarado, como el amor incondicional de Cristo, no se gana por un desempeño positivo ni se pierde por un desempeño negativo. Eso es lo que significa la gracia de Dios, y la misericordia de Dios significa que hay perdón cuando usted falla. Es Dios quien justifica. Su sexta pregunta y su respuesta a esa pregunta debería ser un tremendo consuelo y consolación para todos nosotros. “¿Quién o qué podría separarnos del amor de Cristo?”. Su séptima pregunta presenta una lista de aquellas cosas que creemos que nos pueden separar de nuestro Señor Jesucristo resucitado y vivo. El consuelo y la
  • 46. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 46 consolación vienen cuando Pablo nos informa que ninguna de estas cosas nos puede separar del amor de Dios que es en Jesucristo nuestro Señor. ¡La vida es difícil! Jesús y el apóstol son sumamente realistas sobre la aflicción y el sufrimiento involucrado en seguir a Cristo, quien es odiado por este mundo (Juan 16:33; Hechos 14:6-22). Pablo menciona muchos de los tremendos desafíos que han sido y son enfrentados hoy por los discípulos de Jesucristo. La lista incluye la tribulación causada por la persecución, aun al punto de la muerte por espada. Su sorprendente respuesta es que somos súpervencedores en todas estas cosas porque, ¡lo cierto es que nada nos puede separar del amor de Dios! El Salmo del Pastor de David nos dice que la misericordia, o el amor incondicional de Cristo, verdaderamente nos seguirá todos los días de nuestra vida, y estará con nosotros en el estado eterno, ¡para siempre! (Salmos 23:6). Tal vez sea eso lo que tiene en mente el apóstol cuando contesta su séptima y última pregunta: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (38, 39). Este es una gran declaración resumida de Pablo al llegar al glorioso punto culminante de uno de los pasajes más sublimes del Nuevo Testamento, que ha comenzado en el segundo versículo del capítulo 5. Ha descrito detalladamente cómo es posible que se declare que un pecador impío, que era enemigo de Dios, tiene un cierto valor, sino que también puede acceder a la gracia que le posibilitará vivir una vida que glorifica a Dios. La clave última para la victoria del pecador que ha sido declarado justo por la fe es el amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor. La clave de la victoria no viene de nosotros sino de Dios, y en Cristo. Esta es la base para la firme seguridad de este apóstol. En realidad, no hay nada realmente nuevo en esta gran declaración final de Pablo. Es meramente una conclusión resumida de todo lo que viene enseñando. Pablo anuncia que está persuadido de que la muerte no nos separará del amor de Cristo. Escribió a los corintios que estar ausente en el cuerpo es estar presente con el Señor (ver 2 Corintios 5:6-8). Declaró a los filipenses que el vivir es Cristo y el morir ganancia, y que preferiría morir y estar con Cristo (ver Filipenses 1:20-23). Por lo tanto, la muerte no lo separaría a él –ni a nosotros– del amor de Cristo. También está persuadido de que nada en esta vida nos puede separar del amor de Cristo. Pablo era absolutamente temerario frente a la muerte, porque creía que el vivir era Cristo y el morir, ganancia. Los devotos discípulos de Jesucristo, que realmente creen en los valores eternos del evangelio, no deberían temer a la muerte. Sin embargo, algunos creyentes temen a la vida más que a la muerte. Cuando tenemos la filosofía de la muerte de Pablo, no temeremos la muerte porque el morir es ganancia. También tenemos que darnos cuenta de que tampoco debemos temer la vida si tenemos
  • 47. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 47 su filosofía de la vida: que el vivir es Cristo. Según Pablo, no hay nada en la muerte y no hay nada en la vida que nos pueda separar del amor de Dios en Cristo. Pablo estaba convencido –y lo enseña– que hay una dimensión espiritual de la vida en la que los ángeles, y lo que designa como principados y potestades, afectan nuestra vida positivamente y negativamente. Escribió a los efesios: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes [espirituales]” (Efesios 6:12). Él está plenamente persuadido de que ninguna fuerza espiritual nos puede separar del amor de Dios en Cristo. No hay nada absolutamente en nuestras circunstancias presentes y no habrá nada en nuestra vida futura que pueda separarnos de este amor. Luego menciona la altura y la profundidad. Esta es una referencia a la enseñanza de Pablo de que Jesús ascendió a las alturas y descendió a las profundidades, donde liberó a cautivos y dio dones a los hombres (Efesios 4:8-10). El tema y el énfasis de su carta a los efesios nos desafían a vivir en las alturas celestiales o espirituales, donde podemos poseer todas las bendiciones espirituales en Cristo (Efesios 1:3). Otra aplicación práctica y devocional serían los altos y los bajos que todos experimentamos en nuestra vida. La promesa, entonces, es que no hay ninguna altura o profundidad espiritual que nos pueda separar del amor de Cristo. La última declaración que hace Pablo es que “ninguna cosa creada” puede lograr esta separación. Las palabras originales dan a entender que quiere decir “ninguna otra creación”. En el siglo XXI oímos especulaciones sobre la vida en otros planetas. Casi cien años atrás, un gran erudito de la Biblia preguntó: “Si hay vida en Marte, ¿cómo serían salvos esos seres?”. Y lo respondió: “Si hay vida en Marte, entonces tienen una Biblia que comienza: ‘En el principio Dios creó el cielo y Marte’. ¡Esa Biblia entonces les habla acerca del amor y la salvación de Dios para los que viven en Marte!”. Tal vez Pablo esté declarando que, si hay una creación en alguna parte de este universo de lo cual él no sabe nada, aun esa creación no podría separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús. Aplicación personal Somos pecadores de poco valor con un valor declarado gracias a la vida y muerte del Hijo de Dios. Y tenemos acceso a la gracia que nos posibilita vivir correctamente y glorificar al Dios que ha declarado que tenemos valor. Cuatro conquistadores nos muestran a los pecadores justificados cómo podemos reinar en la vida. Cuatro leyes espirituales nos demuestran cómo elevarnos por encima de la ley del pecado y sus terribles consecuencias. ¡Luego, esta majestuosa declaración de la intervención divina de Dios, que tiene conocimiento previo, predetermina, llama, justifica y glorifica a pecadores sin valor para que sean más que vencedores, en esta vida y en la venidera!
  • 48. Fascículo 30: El Libro de Romanos, versículo por versículo (Segunda parte) 48 ¡Pablo escribe que está plenamente persuadido de que esta letanía de milagros es absolutamente verdadera! ¿Está usted persuadido? ¿Ha sido justificado por la fe, o aun está intentando salvarse guardando la Ley que fue hecha para quebrarlo, cerrar su boca y llevarlo a confesar que necesita un Salvador y no puede salvarse a sí mismo? ¿Está persuadido de que el Dios que es el Origen de este milagro también es el Poder que hay detrás de ese milagro y completará la obra que comenzó cuando lo declaró justo a usted? Entonces crea lo que ha leído en los primeros ocho capítulos de esta obra maestra teológica. Responda al llamado de Dios. Sea justificado por la fe. ¡Sea glorificado en esta vida y en la vida venidera! Querido lector, este es solo el segundo fascículo de nuestro estudio del Libro de Romanos. Si no ha leído el primero, le aliento a que escriba y lo solicite. Asegúrese de solicitar también el Fascículo número 31, donde continuaremos este maravilloso estudio. También, cuando escriba, me gustaría saber si ha llegado a creer ya. Si ha sido justificado por la fe y encuentra la gracia para vivir correctamente, me gustaría saber cómo Dios ha usado estos estudios de su Palabra en su vida.