La caída de la Unión Soviética generó un dilema en Europa sobre su identidad. Se produjo una pérdida de coordenadas geográficas, políticas, económicas y sociales. Esto llevó a una polarización entre el este y el oeste, donde el modelo occidental se impuso como el óptimo. El caso de Alemania muestra esta división, con mayores niveles de desempleo en el este. El inglés también pasó a ser el idioma predominante, dejando de lado otros idiomas europeos.