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1045
RETIRO ESPIRITUAL
pongamos en práctica ese mandamiento
nuevo del amor” (ECP, 111). Por eso, “un
hombre o una sociedad que no reaccione
ante las tribulaciones o las injusticias, y
que no se esfuerce por aliviarlas, no son
un hombre o una sociedad a la medida del
amor del Corazón de Cristo. Los cristia-
nos –conservando siempre la más amplia
libertad a la hora de estudiar y de llevar a
la práctica las diversas soluciones y, por
tanto, con un lógico pluralismo–, han de
coincidir en el idéntico afán de servir a la
humanidad. De otro modo, su cristianismo
no será la Palabra y la Vida de Jesús: será
un disfraz, un engaño de cara a Dios y de
cara a los hombres” (ECP, 167).
De ahí que, dirigiéndose en particular a
los que viven y buscan la santidad en me-
dio del mundo, san Josemaría realice “una
llamada a que ejerzáis –¡a diario!, no sólo
en situaciones de emergencia– vuestros
derechos; y a que cumpláis noblemente
vuestras obligaciones como ciudadanos
–en la vida política, en la vida económica,
en la vida universitaria, en la vida profe-
sional–, asumiendo con valentía todas las
consecuencias de vuestras decisiones li-
bres, cargando con la independencia per-
sonal que os corresponde” (CONV, 117).
Voces relacionadas: Apostolado; Ejemplo,
Apostolado del; Filiación divina; Laicos; Liber-
tad; Libertad en las cuestiones temporales; Lu-
cha ascética; Virtudes: Consideración general;
Unidad de vida.
Bibliografía: AD, 11, 23-39, 69-76, 120, 263;
CONV, 28-29; ECP, 111, 167, 184; S, 945-977;
José Luis Illanes, “Iglesia en el mundo: la secu-
laridad de los miembros del Opus Dei”, en OIG,
pp. 255-264.
Giorgio FARO
RETIRO ESPIRITUAL
1. El retiro espiritual en la Tradición de la
Iglesia. 2. Los retiros espirituales en la vida
y en la práctica de san Josemaría.
El sustantivo “retiro” expresa el hecho
de apartarse, con objeto de prestar más
atención a una determinada realidad. El
retiro, como recogimiento para reflexio-
nar sobre temas concretos, es actividad
inseparable de la naturaleza humana. Si,
además, su motivo es religioso, para tratar
con Dios de realidades espirituales y pro-
gresar en la santidad, hablamos de “retiro
espiritual”. Este medio ocupó en la vida de
san Josemaría un lugar importante, en co-
nexión con su práctica en la tradición espi-
ritual cristiana.
1. El retiro espiritual en la Tradición de
la Iglesia
La Escritura muestra cómo el coloquio
hondo del alma con Dios es necesario; y
cómo la soledad del desierto, el aislamien-
to, es medio propicio para el encuentro
con el Señor: Moisés habla allí con Dios,
cuando le revela su Nombre (cfr. Ex, 3);
Elías, al iniciar su misión, se oculta en el to-
rrente Querit (cfr. 1 Re 17, 3); el Bautista se
prepara también morando en soledad (cfr.
Lc 1, 80); el mismo Jesús ora en el desierto
antes de su vida pública (cfr. Lc 4, 1 ss.);
Pablo se retirará a Arabia (cfr. Ga 1, 17).
La vida de la Iglesia, desde la época de
los Padres, testimonia esta práctica. Los
nombres y sistematización que ha recibido
variaron con el tiempo: en el siglo XII, Gui-
llermo de Saint-Thierry habla de spiritualia
exercitia, expresión análoga –para robus-
tecer el espíritu– a los exercitia corporalia,
para fortalecer el cuerpo. Los santos le die-
ron realce, cada uno con su propia apor-
tación. San Buenaventura, en su Solilo-
quium, invita a meditar sobre la vanidad del
mundo, los novísimos, la gloria...; en otras
obras recomienda contemplar la Pasión de
Cristo y anima al cambio de vida, a huir del
pecado, etc. Hasta finales del siglo XV di-
Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
1046
RETIRO ESPIRITUAL
versos autores –G. Zutphen, P. de Ailly, y J.
Gerson, por citar algunos– ofrecen su pro-
pia visión. En el XVI, Ximénez de Cisneros,
con su Ejercitatorio de la vida espiritual, y
más tarde san Ignacio de Loyola, con sus
Ejercicios espirituales, marcan un paso
más en esta práctica cristiana. En el siglo
XX la impulsaron los papas; Pío XII la re-
comienda a la vez que defiende la libertad
en el modo o método de practicarlos: “en
cuanto a las diversas formas con que ta-
les ejercicios piadosos suelen practicarse,
tengan todos presente que en la Iglesia te-
rrena, no de otra suerte que en la celestial,
hay muchas moradas (cfr. Jn 14, 2), y que la
ascética no puede ser monopolio de nadie.
Uno solo es el Espíritu, que, sin embargo,
«sopla donde quiere» (Jn 3, 8), y por varios
dones y varios caminos dirige a la santidad
a las almas por él iluminadas” (MDe, 223).
Ese espíritu de libertad está también
presente en san Josemaría, por lo que mira
a la terminología para referirse a los días de
retiro. Solía utilizar la expresión “curso de
retiro”, porque el concepto “curso” entraña
la idea de una materia –espiritual, en este
caso– que exige una exposición orgánica,
unitaria y bien desarrollada, de modo que
suscite una respuesta viva al amor de Dios.
Además, para mantener el impulso espiri-
tual de un curso de retiro, san Josemaría
acostumbraba a hacer personalmente –y
así se lo inculcaba a todos– lo que solía lla-
mar, por su periodicidad, “retiro mensual”.
Consistía en dedicar unas horas, un día al
mes, a meditar distintas realidades de la
vida cristiana; de este modo, procuraba
mantener encendido el afán de identificar-
se con Cristo. Daba mucha importancia a
este retiro mensual y procuraba que los
temas de oración abarcasen, sucesiva-
mente, los principales aspectos de la vida
cristiana en el seguimiento de Cristo.
2. Los retiros espirituales en la vida y en
la práctica de san Josemaría
A lo largo de toda su vida, san Jose-
maría se retiraba, espiritualmente, a veces
un día, como acabamos de indicar; otras,
varios días, cada año. Al principio, por la
abundancia del trabajo pastoral, le era difí-
cil encontrar un hueco y esto le hacía sufrir;
baste su anotación de junio de 1932: “Ne-
cesito soledad. Suspiro por un retiro largo,
para tratar con Dios, lejos de todo. Si Él lo
quiere, ya me proporcionará ocasión. Allí
se posarían tantas cosas como llevo den-
tro de mí en ebullición; y Jesús, de seguro,
puntualizaría detalles importantes para su
Obra” (Apuntes íntimos, n. 746: AVP, I, p.
464). De hecho se esforzaba siempre por
encontrar tiempo y dedicar esas horas o
esos días a una oración y un examen in-
tensos. No fue casualidad que Dios le
mostrara su Voluntad, llamándole a hacer
el Opus Dei, precisamente en el silencio de
la oración, en un curso de retiro. Lo recor-
dará agradecido años después: “Y llegó el
2 de octubre de 1928. Yo hacía unos días
de retiro (…), y fue entonces cuando vino al
mundo el Opus Dei” (Meditación, 14II1964:
AVP, I, p. 296).
En los cursos de retiro que dirigió, muy
numerosos, centraba su predicación en
las verdades nucleares de la Revelación:
ahondaba en ellas y ofrecía a sus oyentes
la novedad siempre viva, gozosa y actual
del Misterio de Cristo, para estimular a la
conversión y renovar en sus almas el amor
a Dios y una vibrante vida cristiana. Y esto,
ya fueran sus oyentes miembros de comu-
nidades religiosas –les dirigió muchos re-
tiros–, sacerdotes o seglares que, en gran
número, asistieron a sus cursos de retiro.
Las circunstancias de los oyentes
–según fuesen religiosos, sacerdotes o se-
glares– eran un referente esencial que san
Josemaría tenía muy en cuenta para poner
a unos y otros –sin olvidar sus diferentes
situaciones– ante los precisos requeri-
mientos de la Palabra divina, a partir de la
Sagrada Escritura. Este era su modo habi-
tual de proceder: “Si interesa mi testimonio
personal, puedo decir que he concebido
siempre mi labor de sacerdote y de pas-
tor de almas como una tarea encaminada
Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
1047
RETIRO ESPIRITUAL
a situar a cada uno frente a las exigencias
completas de su vida, ayudándoles a des-
cubrir lo que Dios, en concreto, le pide”
(ECP, 99). Así lo testimonian no sólo las
personas que le escucharon, sino también
los guiones de predicación que se conser-
van (cfr. CECH, pp. 133-137).
El núcleo del retiro era el Misterio de
Cristo desde su Encarnación hasta su Re-
surrección y Ascensión gloriosas, y el con-
siguiente envío del Paráclito. A partir de
ese núcleo consideraba la riqueza de vir-
tudes que el cristiano debe incorporar a su
vida, conforme a la vocación concreta reci-
bida del Señor; y siempre desde la gozosa
realidad sobrenatural de la filiación divina,
fundamento del vivir cristiano y del espíritu
del Opus Dei. No faltaban las meditaciones
sobre los “novísimos”, la escatología, tan
centrada, por lo demás, en Cristo y en el
Espíritu. El enfoque cristológico y alenta-
dor de sus cursos de retiro, que animaba
a un vivir optimista, de cara al seguimiento
alegre y gozoso de Jesús –en el claustro
o en medio del mundo–, hizo que algunos
llegaran “a acusarle de predicar «ejerci-
cios de vida» en lugar de los tradicionales
«ejercicios de muerte»” (cfr. AVP, II, p. 675).
Quienes así hablaban se referían al modo
con que algunos predicadores hacían hin-
capié en la meditación de las postrimerías
con el fin de suscitar “un sobresalto en el
alma, para encaminarla luego dócilmente a
la conversión, convencidos de que cuanto
más se reavivara el terror a la muerte y al
infierno, tanto más fácil sería conseguir la
enmienda” (AVP, II, p. 677).
Su punto de apoyo fue siempre el Amor
de Dios manifestado en Cristo, desde el
que estimulaba la respuesta generosa de
sus oyentes. A tal fin contribuían, además
de su carácter vivo y espontáneo, su pro-
pia vida interior que, de algún modo, que-
daba como al descubierto en su palabra
vibrante y encendida en el amor divino; así
lo ha comprobado personalmente el autor
de esta voz, y también otros muchos, cu-
yos testimonios han quedado recogidos.
Ángel Suquía, más tarde cardenal
arzobispo de Madrid, asistió a un retiro
predicado por san Josemaría en Vitoria,
en 1939. Manifestaba que el predicador
era “un hombre sobrenatural en todo”, un
“hombre de fe”, que había predicado unos
ejercicios impregnados del “amor a Cristo
que respiraban todas sus frases” (AVP, II,
p. 677). Data también de 1939 un curso de
retiro que dirigió en Alacuás (Valencia) a sa-
cerdotes. Su impacto se refleja en la carta
que el rector del Real Colegio del Corpus
Christi envió al arzobispo de Valencia: “Me
complazco en expresar el unánime y ele-
vadísimo concepto que formamos del celo
apostólico del referido señor y de la sólida
formación y clara exposición de la doctrina
que sometió a nuestra consideración, lle-
nándonos de satisfacción el hecho de que
un sacerdote secular reuniera cualidades
tan excepcionales para dar ejercicios con
el provecho y eficacia que, a juicio de to-
dos, los dio el mencionado señor Escrivá”
(AGP, serie L.1.1, leg. 1, carp. 2, exp. 4).
San Josemaría fundamentaba el fruto
sobrenatural en copiosa oración y morti-
ficación, que hacía personalmente, y que
pedía a conocidos y amigos. En una carta
del 7 de junio de 1939 a don Santos Moro,
obispo de Ávila, escribe: “Ya comencé la
primera tanda de ejercicios y, para ésta y
las que me quedan, necesito que nuestro
Jesús, especialísimamente me ayude…, y
acudo a mi Señor Obispo, porque sé que
se lo dirá. ¡Él se lo pague!” (AGP, serie
A.3.4, 256-3, 390607-1). D. Santos, en su
declaración para el proceso de beatifica-
ción, escribiría: “Quiero destacar también
cómo D. Josemaría basaba siempre su
labor en modos y medios sobrenaturales.
(…) Me rogaba que encomendara al Señor
(…), que ofreciera oraciones por los ejerci-
cios espirituales que dirigía a sacerdotes o
religiosos, a universitarios o profesionales”
(AGP, serie A.5, leg. 228, carp. 1, exp. 17).
Voces relacionadas: Oración; Recogimiento.
Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
1048
ROMA (1946-1956)
Bibliografía: AVP, I, pp. 290-292, 463-474 y II,
409-416; CECH, pp. 133-137; Félix Carmona
Moreno, O.S.A., Apuntes de Ejercicios Espiri-
tuales con san Josemaría Escrivá, San Lorenzo
de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 20042
;
José Antonio Loarte, “La predicación de san
Josemaría. Descripción de una fuente docu-
mental”, SetD, 1 (2007), pp. 221-231; Francisco
Vives Unzué, “Retiros espirituales”, en GER, XX,
pp. 176-178.
José Antonio GARCÍA-PRIETO SEGURA
ROMA (1946-1956)
1. Primeros pasos en la Ciudad Eterna. 2. El
itinerario hacia la aprobación pontificia.
3. Asentando la sede del Opus Dei en
Roma. 4. Los primeros años de la Región
de Italia. 5. Expansión por el mundo. 6. La
formación de los miembros del Opus Dei.
7. Desarrollo general e institucional del
Opus Dei.
El encuentro de san Josemaría Escrivá
de Balaguer con Roma tuvo lugar en 1946.
Amaba a su país de origen, pero como
católico se sentía universal y, por lo tanto,
romano, muy unido a la ciudad que es el
centro del catolicismo, la sede de Pedro.
Le llevaba a Roma la misión recibida el 2
de octubre de 1928: dar vida al Opus Dei,
en servicio de la difusión de la llamada uni-
versal a la santidad y al apostolado. En la
Urbe iba a residir veintinueve años, hasta
su muerte acaecida en junio de 1975.
1. Primeros pasos en la Ciudad Eterna
San Josemaría consideró desde anti-
guo que debía trasladarse a Roma, pero lo
hizo tal vez antes de lo que había previsto.
Acudió cuando su más estrecho colabora-
dor, don Álvaro del Portillo, que se había
desplazado allí en 1946 para gestionar la
aprobación pontificia del Opus Dei, escu-
chó de labios de una personalidad de la
Curia la siguiente afirmación: “Llegan us-
tedes con un siglo de anticipación”. De-
bido a la novedad de su espíritu, la Obra
no tenía un acomodo jurídico claro en el
Código de Derecho Canónico entonces
vigente y para abrir camino era necesario
un empeño grande. Don Álvaro escribió a
España solicitando la presencia del funda-
dor en Roma. Ese era, argumentó, el único
modo de seguir adelante con el iter o cami-
no jurídico, algo que se concluiría muchos
años después, en 1982, con la erección del
Opus Dei en prelatura personal.
A pesar de padecer una enfermedad
grave, el fundador decidió hacer el viaje
después de haberlo consultado con el
Consejo General del Opus Dei. El viaje de
san Josemaría resultó difícil debido a una
fuerte tempestad marítima que se abatió
sobre el barco en el que se desplazaba de
Barcelona a Génova. Al día siguiente de
su llegada, tras haberse detenido única-
mente para celebrar la santa Misa, conti-
nuó viaje en automóvil hasta Roma, donde
entró por la Via Aurelia la tarde del 23 de
junio de 1946. Aunque llegó muy cansado,
san Josemaría quiso pasar esa primera
noche en oración, en la terraza de un piso
alquilado en la plaza de la Città Leonina,
junto a los muros vaticanos, contemplan-
do los apartamentos pontificios y rezando
por el papa Pío XII. El fundador del Opus
Dei rezaba desde hacía muchos años la
jaculatoria Omnes cum Petro ad Iesum
per Mariam! (¡Todos con Pedro, a Jesús,
por María!). Y con una gran seguridad, que
mantuvo también en momentos de incom-
prensión y dificultades, no vaciló en escri-
bir: “Me siento romano. Roma, para mí, es
Pedro. (…) de Roma, del Papa, no puede
venirme más que la luz y el bien” (AVP, III,
pp. 98-99).
La ciudad de Roma, tal y como la co-
noció san Josemaría en el verano de 1946,
no carecía de problemas. En los años trein-
ta había vivido importantes trabajos de edi-
ficación, sobre todo la construcción de la
via della Conciliazione, que hizo desapare-
cer un barrio medieval. Los barrios pobres
habían sido desplazados hacia la periferia,
cada vez más desvinculados del centro, de
Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
Aviso de Copyright
Cada una de las voces que se ofrecen en esta Biblioteca Virtual
forma parte del Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer y
son propiedad de la Editorial Monte Carmelo, estando protegidas
por las leyes de derecho de autor.
Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei

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Voz-Retiro-espiritual- una ayuda para avanzar

  • 1. 1045 RETIRO ESPIRITUAL pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor” (ECP, 111). Por eso, “un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo. Los cristia- nos –conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo–, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres” (ECP, 167). De ahí que, dirigiéndose en particular a los que viven y buscan la santidad en me- dio del mundo, san Josemaría realice “una llamada a que ejerzáis –¡a diario!, no sólo en situaciones de emergencia– vuestros derechos; y a que cumpláis noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos –en la vida política, en la vida económica, en la vida universitaria, en la vida profe- sional–, asumiendo con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones li- bres, cargando con la independencia per- sonal que os corresponde” (CONV, 117). Voces relacionadas: Apostolado; Ejemplo, Apostolado del; Filiación divina; Laicos; Liber- tad; Libertad en las cuestiones temporales; Lu- cha ascética; Virtudes: Consideración general; Unidad de vida. Bibliografía: AD, 11, 23-39, 69-76, 120, 263; CONV, 28-29; ECP, 111, 167, 184; S, 945-977; José Luis Illanes, “Iglesia en el mundo: la secu- laridad de los miembros del Opus Dei”, en OIG, pp. 255-264. Giorgio FARO RETIRO ESPIRITUAL 1. El retiro espiritual en la Tradición de la Iglesia. 2. Los retiros espirituales en la vida y en la práctica de san Josemaría. El sustantivo “retiro” expresa el hecho de apartarse, con objeto de prestar más atención a una determinada realidad. El retiro, como recogimiento para reflexio- nar sobre temas concretos, es actividad inseparable de la naturaleza humana. Si, además, su motivo es religioso, para tratar con Dios de realidades espirituales y pro- gresar en la santidad, hablamos de “retiro espiritual”. Este medio ocupó en la vida de san Josemaría un lugar importante, en co- nexión con su práctica en la tradición espi- ritual cristiana. 1. El retiro espiritual en la Tradición de la Iglesia La Escritura muestra cómo el coloquio hondo del alma con Dios es necesario; y cómo la soledad del desierto, el aislamien- to, es medio propicio para el encuentro con el Señor: Moisés habla allí con Dios, cuando le revela su Nombre (cfr. Ex, 3); Elías, al iniciar su misión, se oculta en el to- rrente Querit (cfr. 1 Re 17, 3); el Bautista se prepara también morando en soledad (cfr. Lc 1, 80); el mismo Jesús ora en el desierto antes de su vida pública (cfr. Lc 4, 1 ss.); Pablo se retirará a Arabia (cfr. Ga 1, 17). La vida de la Iglesia, desde la época de los Padres, testimonia esta práctica. Los nombres y sistematización que ha recibido variaron con el tiempo: en el siglo XII, Gui- llermo de Saint-Thierry habla de spiritualia exercitia, expresión análoga –para robus- tecer el espíritu– a los exercitia corporalia, para fortalecer el cuerpo. Los santos le die- ron realce, cada uno con su propia apor- tación. San Buenaventura, en su Solilo- quium, invita a meditar sobre la vanidad del mundo, los novísimos, la gloria...; en otras obras recomienda contemplar la Pasión de Cristo y anima al cambio de vida, a huir del pecado, etc. Hasta finales del siglo XV di- Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
  • 2. 1046 RETIRO ESPIRITUAL versos autores –G. Zutphen, P. de Ailly, y J. Gerson, por citar algunos– ofrecen su pro- pia visión. En el XVI, Ximénez de Cisneros, con su Ejercitatorio de la vida espiritual, y más tarde san Ignacio de Loyola, con sus Ejercicios espirituales, marcan un paso más en esta práctica cristiana. En el siglo XX la impulsaron los papas; Pío XII la re- comienda a la vez que defiende la libertad en el modo o método de practicarlos: “en cuanto a las diversas formas con que ta- les ejercicios piadosos suelen practicarse, tengan todos presente que en la Iglesia te- rrena, no de otra suerte que en la celestial, hay muchas moradas (cfr. Jn 14, 2), y que la ascética no puede ser monopolio de nadie. Uno solo es el Espíritu, que, sin embargo, «sopla donde quiere» (Jn 3, 8), y por varios dones y varios caminos dirige a la santidad a las almas por él iluminadas” (MDe, 223). Ese espíritu de libertad está también presente en san Josemaría, por lo que mira a la terminología para referirse a los días de retiro. Solía utilizar la expresión “curso de retiro”, porque el concepto “curso” entraña la idea de una materia –espiritual, en este caso– que exige una exposición orgánica, unitaria y bien desarrollada, de modo que suscite una respuesta viva al amor de Dios. Además, para mantener el impulso espiri- tual de un curso de retiro, san Josemaría acostumbraba a hacer personalmente –y así se lo inculcaba a todos– lo que solía lla- mar, por su periodicidad, “retiro mensual”. Consistía en dedicar unas horas, un día al mes, a meditar distintas realidades de la vida cristiana; de este modo, procuraba mantener encendido el afán de identificar- se con Cristo. Daba mucha importancia a este retiro mensual y procuraba que los temas de oración abarcasen, sucesiva- mente, los principales aspectos de la vida cristiana en el seguimiento de Cristo. 2. Los retiros espirituales en la vida y en la práctica de san Josemaría A lo largo de toda su vida, san Jose- maría se retiraba, espiritualmente, a veces un día, como acabamos de indicar; otras, varios días, cada año. Al principio, por la abundancia del trabajo pastoral, le era difí- cil encontrar un hueco y esto le hacía sufrir; baste su anotación de junio de 1932: “Ne- cesito soledad. Suspiro por un retiro largo, para tratar con Dios, lejos de todo. Si Él lo quiere, ya me proporcionará ocasión. Allí se posarían tantas cosas como llevo den- tro de mí en ebullición; y Jesús, de seguro, puntualizaría detalles importantes para su Obra” (Apuntes íntimos, n. 746: AVP, I, p. 464). De hecho se esforzaba siempre por encontrar tiempo y dedicar esas horas o esos días a una oración y un examen in- tensos. No fue casualidad que Dios le mostrara su Voluntad, llamándole a hacer el Opus Dei, precisamente en el silencio de la oración, en un curso de retiro. Lo recor- dará agradecido años después: “Y llegó el 2 de octubre de 1928. Yo hacía unos días de retiro (…), y fue entonces cuando vino al mundo el Opus Dei” (Meditación, 14II1964: AVP, I, p. 296). En los cursos de retiro que dirigió, muy numerosos, centraba su predicación en las verdades nucleares de la Revelación: ahondaba en ellas y ofrecía a sus oyentes la novedad siempre viva, gozosa y actual del Misterio de Cristo, para estimular a la conversión y renovar en sus almas el amor a Dios y una vibrante vida cristiana. Y esto, ya fueran sus oyentes miembros de comu- nidades religiosas –les dirigió muchos re- tiros–, sacerdotes o seglares que, en gran número, asistieron a sus cursos de retiro. Las circunstancias de los oyentes –según fuesen religiosos, sacerdotes o se- glares– eran un referente esencial que san Josemaría tenía muy en cuenta para poner a unos y otros –sin olvidar sus diferentes situaciones– ante los precisos requeri- mientos de la Palabra divina, a partir de la Sagrada Escritura. Este era su modo habi- tual de proceder: “Si interesa mi testimonio personal, puedo decir que he concebido siempre mi labor de sacerdote y de pas- tor de almas como una tarea encaminada Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
  • 3. 1047 RETIRO ESPIRITUAL a situar a cada uno frente a las exigencias completas de su vida, ayudándoles a des- cubrir lo que Dios, en concreto, le pide” (ECP, 99). Así lo testimonian no sólo las personas que le escucharon, sino también los guiones de predicación que se conser- van (cfr. CECH, pp. 133-137). El núcleo del retiro era el Misterio de Cristo desde su Encarnación hasta su Re- surrección y Ascensión gloriosas, y el con- siguiente envío del Paráclito. A partir de ese núcleo consideraba la riqueza de vir- tudes que el cristiano debe incorporar a su vida, conforme a la vocación concreta reci- bida del Señor; y siempre desde la gozosa realidad sobrenatural de la filiación divina, fundamento del vivir cristiano y del espíritu del Opus Dei. No faltaban las meditaciones sobre los “novísimos”, la escatología, tan centrada, por lo demás, en Cristo y en el Espíritu. El enfoque cristológico y alenta- dor de sus cursos de retiro, que animaba a un vivir optimista, de cara al seguimiento alegre y gozoso de Jesús –en el claustro o en medio del mundo–, hizo que algunos llegaran “a acusarle de predicar «ejerci- cios de vida» en lugar de los tradicionales «ejercicios de muerte»” (cfr. AVP, II, p. 675). Quienes así hablaban se referían al modo con que algunos predicadores hacían hin- capié en la meditación de las postrimerías con el fin de suscitar “un sobresalto en el alma, para encaminarla luego dócilmente a la conversión, convencidos de que cuanto más se reavivara el terror a la muerte y al infierno, tanto más fácil sería conseguir la enmienda” (AVP, II, p. 677). Su punto de apoyo fue siempre el Amor de Dios manifestado en Cristo, desde el que estimulaba la respuesta generosa de sus oyentes. A tal fin contribuían, además de su carácter vivo y espontáneo, su pro- pia vida interior que, de algún modo, que- daba como al descubierto en su palabra vibrante y encendida en el amor divino; así lo ha comprobado personalmente el autor de esta voz, y también otros muchos, cu- yos testimonios han quedado recogidos. Ángel Suquía, más tarde cardenal arzobispo de Madrid, asistió a un retiro predicado por san Josemaría en Vitoria, en 1939. Manifestaba que el predicador era “un hombre sobrenatural en todo”, un “hombre de fe”, que había predicado unos ejercicios impregnados del “amor a Cristo que respiraban todas sus frases” (AVP, II, p. 677). Data también de 1939 un curso de retiro que dirigió en Alacuás (Valencia) a sa- cerdotes. Su impacto se refleja en la carta que el rector del Real Colegio del Corpus Christi envió al arzobispo de Valencia: “Me complazco en expresar el unánime y ele- vadísimo concepto que formamos del celo apostólico del referido señor y de la sólida formación y clara exposición de la doctrina que sometió a nuestra consideración, lle- nándonos de satisfacción el hecho de que un sacerdote secular reuniera cualidades tan excepcionales para dar ejercicios con el provecho y eficacia que, a juicio de to- dos, los dio el mencionado señor Escrivá” (AGP, serie L.1.1, leg. 1, carp. 2, exp. 4). San Josemaría fundamentaba el fruto sobrenatural en copiosa oración y morti- ficación, que hacía personalmente, y que pedía a conocidos y amigos. En una carta del 7 de junio de 1939 a don Santos Moro, obispo de Ávila, escribe: “Ya comencé la primera tanda de ejercicios y, para ésta y las que me quedan, necesito que nuestro Jesús, especialísimamente me ayude…, y acudo a mi Señor Obispo, porque sé que se lo dirá. ¡Él se lo pague!” (AGP, serie A.3.4, 256-3, 390607-1). D. Santos, en su declaración para el proceso de beatifica- ción, escribiría: “Quiero destacar también cómo D. Josemaría basaba siempre su labor en modos y medios sobrenaturales. (…) Me rogaba que encomendara al Señor (…), que ofreciera oraciones por los ejerci- cios espirituales que dirigía a sacerdotes o religiosos, a universitarios o profesionales” (AGP, serie A.5, leg. 228, carp. 1, exp. 17). Voces relacionadas: Oración; Recogimiento. Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
  • 4. 1048 ROMA (1946-1956) Bibliografía: AVP, I, pp. 290-292, 463-474 y II, 409-416; CECH, pp. 133-137; Félix Carmona Moreno, O.S.A., Apuntes de Ejercicios Espiri- tuales con san Josemaría Escrivá, San Lorenzo de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 20042 ; José Antonio Loarte, “La predicación de san Josemaría. Descripción de una fuente docu- mental”, SetD, 1 (2007), pp. 221-231; Francisco Vives Unzué, “Retiros espirituales”, en GER, XX, pp. 176-178. José Antonio GARCÍA-PRIETO SEGURA ROMA (1946-1956) 1. Primeros pasos en la Ciudad Eterna. 2. El itinerario hacia la aprobación pontificia. 3. Asentando la sede del Opus Dei en Roma. 4. Los primeros años de la Región de Italia. 5. Expansión por el mundo. 6. La formación de los miembros del Opus Dei. 7. Desarrollo general e institucional del Opus Dei. El encuentro de san Josemaría Escrivá de Balaguer con Roma tuvo lugar en 1946. Amaba a su país de origen, pero como católico se sentía universal y, por lo tanto, romano, muy unido a la ciudad que es el centro del catolicismo, la sede de Pedro. Le llevaba a Roma la misión recibida el 2 de octubre de 1928: dar vida al Opus Dei, en servicio de la difusión de la llamada uni- versal a la santidad y al apostolado. En la Urbe iba a residir veintinueve años, hasta su muerte acaecida en junio de 1975. 1. Primeros pasos en la Ciudad Eterna San Josemaría consideró desde anti- guo que debía trasladarse a Roma, pero lo hizo tal vez antes de lo que había previsto. Acudió cuando su más estrecho colabora- dor, don Álvaro del Portillo, que se había desplazado allí en 1946 para gestionar la aprobación pontificia del Opus Dei, escu- chó de labios de una personalidad de la Curia la siguiente afirmación: “Llegan us- tedes con un siglo de anticipación”. De- bido a la novedad de su espíritu, la Obra no tenía un acomodo jurídico claro en el Código de Derecho Canónico entonces vigente y para abrir camino era necesario un empeño grande. Don Álvaro escribió a España solicitando la presencia del funda- dor en Roma. Ese era, argumentó, el único modo de seguir adelante con el iter o cami- no jurídico, algo que se concluiría muchos años después, en 1982, con la erección del Opus Dei en prelatura personal. A pesar de padecer una enfermedad grave, el fundador decidió hacer el viaje después de haberlo consultado con el Consejo General del Opus Dei. El viaje de san Josemaría resultó difícil debido a una fuerte tempestad marítima que se abatió sobre el barco en el que se desplazaba de Barcelona a Génova. Al día siguiente de su llegada, tras haberse detenido única- mente para celebrar la santa Misa, conti- nuó viaje en automóvil hasta Roma, donde entró por la Via Aurelia la tarde del 23 de junio de 1946. Aunque llegó muy cansado, san Josemaría quiso pasar esa primera noche en oración, en la terraza de un piso alquilado en la plaza de la Città Leonina, junto a los muros vaticanos, contemplan- do los apartamentos pontificios y rezando por el papa Pío XII. El fundador del Opus Dei rezaba desde hacía muchos años la jaculatoria Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam! (¡Todos con Pedro, a Jesús, por María!). Y con una gran seguridad, que mantuvo también en momentos de incom- prensión y dificultades, no vaciló en escri- bir: “Me siento romano. Roma, para mí, es Pedro. (…) de Roma, del Papa, no puede venirme más que la luz y el bien” (AVP, III, pp. 98-99). La ciudad de Roma, tal y como la co- noció san Josemaría en el verano de 1946, no carecía de problemas. En los años trein- ta había vivido importantes trabajos de edi- ficación, sobre todo la construcción de la via della Conciliazione, que hizo desapare- cer un barrio medieval. Los barrios pobres habían sido desplazados hacia la periferia, cada vez más desvinculados del centro, de Biblioteca Virtual Josemaría Escrivá de Balaguer y Opus Dei
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