Los Acuerdos de Basilea II, creados en 2004, dividen la medición de riesgos bancarios en tres pilares: requerimientos mínimos de capital, supervisión y disciplina de mercado. Estos acuerdos ayudan a los bancos a evaluar y cuantificar adecuadamente los riesgos de crédito, operacional y de mercado para mantener niveles de capitalización que les permitan operar de manera estable.