Millennials, el problema equivocado
¿El bueno, el malo, el feo...? ¿Es necesaria la clasificación?
Evito las etiquetas. Trato de tener presente siempre que detrás del género, nacionalidad, edad, profesión, hay gente. Si. Personas que pueden ser lo que quieran ser más allá de una característica demográfica. Y un evento reciente confirmó mi postura.
Los millennials. Tema de conversación común hoy en día, sobre todo cuando se trata de escenarios laborales. Trabajo con personas dispersas por el mundo, una gestión propia de los emprendimientos digitales que puede ser compleja, si. Pero, ¿es un asunto de millennials? Quizá no tanto.
Tuve experiencia reciente con tres jóvenes profesionales. Uno de ellos en México, lo que carece de experiencia lo tiene en entrega y compromiso. Él está más pendiente que yo de sus entregas. Un bálsamo trabajar con este nivel de responsabilidad y ganas de aprender.
Quisimos probar la misma tarea con un profesional local, mejorar el trabajo con la cercanía era la apuesta. Fue un verdadero desastre: irresponsabilidad, falta de ética, poca comunicación y entrega incompleta. Perdimos dinero, si, pero no mucho más de lo que esa persona perdió aunque, seguramente, nunca se de cuenta.
Esa misma semana entrevistamos a una chica muy joven. Con la pasión propia de los estudiantes y la madurez de un profesional. Con muchas ganas de aprender y muy agradecida por la oportunidad.
Tres historias. Misma edad. El bueno, el malo, el feo. Uno por demostrar, la otra por fallar y una tercera como promesa aún desconocida. Una gama que no admite etiquetas. Son distintos, porque la ética, la pasión y la entrega no la enseña ninguna universidad. Ser buena persona vuelve a ser tan o más relevante que un currículo. Y la edad sugiere, pero no determina. Gente, diversa, que cambia, que se entrega o que pierde grandes oportunidades. Mejor, sin etiquetas.