El documento critica las pruebas estandarizadas como método de evaluación de estudiantes. Señala que el proceso de administrar estas pruebas es degradante y una pérdida de tiempo. Además, argumenta que la ciencia de la educación tiene una historia triste en cuanto a la evaluación, remontándose a cuando se empezaron a usar pruebas de inteligencia. El autor tiene una actitud negativa hacia las pruebas estandarizadas y propone que no son la mejor manera de evaluar a los estudiantes.