El fenómeno de El Niño se ha observado desde el siglo XVI por pescadores sudamericanos, y se confirmó como un ciclo climático en la década de 1920 a través de mediciones científicas. En las últimas décadas, los ciclos de El Niño han ocurrido con más frecuencia e intensidad, lo que se atribuye al calentamiento global y al aumento de las temperaturas oceánicas y atmosféricas.