El noveno mandamiento prohíbe los pensamientos y deseos impuros, así como la codicia de los bienes ajenos. La lucha contra la concupiscencia pasa por purificar el corazón a través de la oración, la castidad y la pureza de intención, para así alcanzar la visión de Dios. La pureza del corazón requiere prácticas como el pudor, la paciencia y la discreción para preservar la intimidad de la persona.