Los tres conceptos de Iglesia, laico y ministro han sido malentendidos, lo que ha dificultado el éxito de la iglesia. La iglesia no solo debe ser un centro de adoración, sino también de instrucción y capacitación. Todo creyente que se bautiza pasa a formar parte del pueblo de Dios y es considerado un laico. Finalmente, todo creyente que usa sus dones para edificar la iglesia es considerado un ministro, no solo aquellos que reciben un nombramiento o pago.