son recibidas en los más altos cielos, en donde contemplan el rostro de Dios en
esplendor y gloria, esperando la redención completa de sus cuerpos; y las almas
de los malvados son arrojadas al infierno donde permanecen en tormentos y
oscuridad absoluta, reservados para el juicio del gran día. Aparte de estos dos
lugares, la Escritura no muestra otro a donde vayan las almas al separarse de
sus cuerpos.
CAPITULO XXXIII: El Juicio Final. Dios tiene señalado un día cuando
juzgará al mundo con justicia por medio de Jesucristo, a quien el Padre ha en-
tregado toda autoridad y todo poder para juzgar. En ese día serán juzgados no
sólo los ángeles renegados sino también todos los seres humanos que hayan
vivido sobre la tierra. Todos comparecerán ante el tribunal de Cristo para dar
cuenta de sus pensamientos, sus palabras y sus acciones, y para recibir de
acuerdo con lo que hayan hecho por medio del cuerpo, sea bueno o sea malo.
NUEVOS CAPÍTULOS
CAPITULO XXXIV: El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Señor y
Dador de la vida y está presente en todo lugar; él es la fuente de todos los bue-
nos pensamientos, los deseos puros y los propósitos sagrados en los seres hu-
manos. Por él los profetas fueron movidos a proclamar la Palabra de Dios y por
él todos los escritores de la Sagrada Escritura fueron inspirados a escribir, sin
error, la mente y la voluntad de Dios. La dispensación del evangelio ha sido
encomendada especialmente al Espíritu Santo. El le abre camino, le acompaña
con su poder de persuasión y declara con urgencia su mensaje sobre la razón y
la conciencia humana. De esta manera, quienes rechazan su compasiva oferta,
no sólo quedan sin excusa sino que también son culpables de resistir al Espíritu
Santo.
CAPITULO XXXV: El Amor de Dios y El Evangelio (misiones).
En el Evangelio, o las buenas nuevas1
, Dios ofrece gratuitamente la salvación a
todos los seres humanos. Dios, en su amor infinito y perfecto, lo hizo posible
por el pacto de la gracia y a través de la mediación y el sacrificio del Señor
Jesucristo. Así, Dios proveyó en el evangelio un camino de vida y salvación, sufi-
ciente y adaptado para toda la raza humana perdida. Puesto que no hay otro
camino de salvación que aquél que ha sido revelado en el evangelio, y dado que
en el método ordinario de la gracia divinamente establecido, la fe viene por el
oír de la Palabra de Dios, Cristo ha comisionado a su iglesia para ir por todo el
mundo y hacer discípulos de todas las naciones. Por tanto, todos los creyentes
están obligados a obedecer las ordenanzas de la religión cristiana en donde-
quiera que ya estén establecidos, contribuir con sus oraciones, sus ofrendas y
esfuerzos personales para la extensión del reino de Cristo en toda la tierra.
Octubre de 2013Año 2, Nº 2.-
Iglesia Presbiteriana de Cristo
El Presbiterio de la Iglesia Presbiteriana de Cristo que agrupa las
Iglesias de Chillán Viejo, San Carlos y Yungay ha consolidado un trabajo,
a partir del año 1998, en el cual ha unido las membresías mencionadas
con el propósito de fortalecer el trabajo local de cada una de ellas.
Un primer paso lo constituyó el anhelo de que cada Iglesia tuvie-
ra su propio templo de manera de evitar los tristes episodios del pasado
en el cual los templos pertenecían a la Corporación Unión Evangélica,
formada a la sazón por solo 16 miembros que en la práctica eran los
dueños de todas las propiedades, las cuales, deliberada y caprichosamen-
te quitaron a sus ocupantes cuando éstos no estuvieron de acuerdo con
la política de administración de la Iglesia orientada al lucro a través de
instituciones educacionales, de salud y de asistencia social que llevaban
las cúpulas gobernantes.
Es así que en la actualidad, con un 10% que aporta mensualmen-
te cada congregación al Presbiterio sumado al esfuerzo de cada Iglesia
local, podemos contar con los 3 templos en Chillán Viejo, San Carlos y
Yungay, edificados con el esfuerzo económico de las Iglesias, del Presbi-
terio y el trabajo personal de cada miembro. Estos 3 templos reúnen
condiciones de buenas construcciones hechas con buen gusto y un gran
deseo de honrar y alabar a Dios, como también de servir a las comuni-
dades en medio de las cuales se encuentran insertos.
El propósito actual del Presbiterio está orientado a fortalecer el
conocimiento de la doctrina presbiteriana contenida en la Constitución
de la Iglesia, documento del cual en el presente cuaderno publicamos un
resumen de los aspectos más relevantes de la Confesión de Fe de West-
minster, y un detalle sucinto de los artículos de la Forma de Gobierno,
todo lo anterior con el fin de que cada miembro conozca mejor su doc-
trina la cual sirva de acicate para que los miembros fraternales adquieran
también la membresía formal y participen del gobierno de la Iglesia.
Página 2 Cuadernos Teológicos
FORMA DE GOBIERNO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA DE CRISTO
La forma de Gobierno que es la 2ª sección de la Constitución de la Iglesia
Presbiteriana de Cristo consta de 6 capítulos y un artículo transitorio se-
gún se detallan a continuación.
CAPITULO I: Naturaleza, Gobierno y Misión de la Iglesia
CAPITULO II: Organización de las Iglesia Locales
CAPITULO III: Clasificación: Derechos y Deberes de los Miembros de la
Iglesia
CAPITULO IV: Clasificación: Oficiales de la Iglesia: Pastores o ministros,
presbíteros regentes y diáconos.
CAPÍTULO V: Consejos: Consistorios (directorios de las Iglesias locales)
y Presbiterio que reúne los presbíteros de todas las iglesias.
CAPITULO VI: De la Elección y Ordenación de Presbíteros y Diáconos.
Artículo Transitorio. Art. 100.- Las situaciones no consideradas en la
presente Forma de Gobierno, ni en los otros libros de la presente Constitución, y
que afecten la vida de la Iglesia Local, serán resueltos con Plena Autoridad por
la Asamblea Congregacional Extraordinaria, que, con al menos el 80% de los
miembros en plena comunión, resuelva la materia con un quórum de los 2/3 de
la cifra señalada anteriormente. Si la materia afectare a más de una iglesia del
Presbiterio, la Resolución deberá adoptarse en iguales términos por la Asamblea
Extraordinaria del Presbiterio.
La Confesión de Fe de Westminster consideró 33 capítulos, sin embargo la Igle-
sia a través del tiempo consideró necesario incorporar 2 nuevos capítulos: el 34°
se refiere al Espíritu Santo, y el 35° corresponde al Amor de Dios y el Evangelio
(Las Misiones). A continuación se publica un resumen conteniendo los 35 artícu-
los.
Estimados hermanos y hermanas. Una gran preocupación
existe a nivel de Presbiterio por cuanto la incesante activi‐
dad de los creyentes en sus responsabilidades seculares ha
impedido el estudio profundo de nuestras doctrinas presbi‐
terianas que se encuentran contenidas en la Constitución
de la Iglesia Presbiteriana de Cristo. En razón de lo anterior
entregamos a Uds. El resumen de las capítulos de la Forma
de Gobierno y de la Confesión de Fe de Westminster para
retomar su estudio y enriquecernos con él.
José
Caamaño
Quiroz
Pastor
Página 11Volumen II, Nº 2
mundo. El elemento usado es el agua que se esparce sobre el creyente o sus
hijos menores, simbolizando la limpieza espiritual que Dios por medio de su
Espíritu Santo otorga a sus elegidos.
CAPITULO XXIX: La Cena del Señor. Nuestro Señor Jesús, la noche
cuando fue traicionado, instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre, llama-
do la Cena del Señor, para celebrarse en su Iglesia hasta el fin del mundo, para
perpetuo recuerdo del sacrificio de sí mismo en su muerte, para sellar todos sus
beneficios en los verdaderos creyentes, para su nutrimiento espiritual y su creci-
miento en él; para un mayor compromiso de ellos en todos sus deberes para
con el Señor, y para ser vínculo y promesa de los creyentes con él y de unos con
otros como miembros de su cuerpo místico. En este sacramento se emplean
simbólicamente el pan y el vino, los cuales, antes, durante y después del sacra-
mento siguen siendo pan y vino, solo son un símbolo del cuerpo y la sangre de
Cristo.
CAPITULO XXX: La Disciplina Eclesiástica. La disciplina de la Igle-
sia es necesaria para redargüir y ganar a los hermanos ofensores, para disuadir
a otros a no cometer las mismas ofensas, para quitar la mala levadura que
pudiera infectar a toda la masa, para vindicar el honor de Cristo y la santa pro-
clamación del evangelio, para prevenir la justa ira de Dios que pudiera caer
sobre la Iglesia al permitir que sus respectivos pacto y sellos sean profanados
por reconocidos y obstinados ofensores.
CAPITULO XXXI: Los Sínodos y los Concilios. Corresponde a los
sínodos y a los concilios, resolver ministerialmente las controversias de doctrina y
casos de conciencia, establecer reglamentos e instructivos para el mejor orden
en la adoración pública a Dios y para el gobierno de su Iglesia; recibir quejas en
casos de malos manejos administrativos, y, resolverlas con autoridad. Si tales
decisiones y acuerdos concuerdan con la Palabra de Dios, deben ser aceptados
con reverencia y sumisión, no sólo porque concuerdan con la Palabra, sino por
el poder con el cual son hechas como si fueran ordenanzas de Dios establecidas
en su Palabra.
CAPITULO XXXII: La Condición Humana Después de la Muer-
te y la Resurrección de los Muertos. Después de la muerte, los cuerpos
humanos regresan al polvo y se corrompen; pero sus almas, (que no duermen ni
mueren) teniendo una subsistencia inmortal, regresan de inmediato a Dios,
quien las dio. Las almas de los justos, habiendo sido perfeccionadas en santidad,
Página 10 Cuadernos teológicos
queden inseparablemente unidos, sin permitir su disolución a menos que sea
por muerte del esposo o la esposa. Sin embargo, puede ser que la debilidad de
uno o ambos esposos conduzca a una negación burda y persistente de los votos
matrimoniales, a tal grado que muera el corazón esencial del matrimonio y la
unión se haga intolerable. Con todo, la separación debe considerarse sólo en
caso de extrema e irremediable infidelidad, física o espiritual, donde no haya
arrepentimiento. Se acepta como permisible tal separación o divorcio, sólo por
el fracaso de uno o de ambos cónyuges y de ninguna manera desvirtúa la inten-
ción divina de que la unión matrimonial sea indisoluble.
CAPITULO XXV: La Iglesia. La Iglesia visible que también es católica y
universal bajo el evangelio, (no limitada a una nación como antes bajo la ley) se
integra con todos los que profesan la religión verdadera alrededor del mundo,
junto con sus hijos; la Iglesia es el reino del Señor Jesucristo, la casa y familia de
Dios por medio de la cual ordinariamente son salvos los seres humanos, cuya
unión con la Iglesia es indispensable para su máximo desarrollo y servicio.
CAPITULO XXVI: La Comunión de los Santos. Todos los santos
estando unidos a Cristo, su cabeza, mediante su Espíritu y por la fe, tienen co-
munión con él a través de sus gracias, sus sufrimientos, su muerte, resurrección
y gloria; y estando unidos unos a otros en amor, tienen comunión en los dones,
y virtudes de cada uno y están obligados al cumplimiento de todos los deberes
públicos y privados, conducente al bienestar común, tanto en lo material como
en lo espiritual.
CAPITULO XXVII: Los Sacramentos. Los sacramentos son sellos y
signos santos del pacto de la gracia, prontamente establecidos por Dios para
representar a Cristo y sus beneficios, y confirmar nuestro interés en Él; así tam-
bién para establecer una diferencia visible entre los miembros de la Iglesia y el
resto del mundo y, para comprometerles solemnemente al servicio de Dios en
Cristo, de acuerdo con su Palabra.
CAPITULO XXVIII: El Bautismo. El bautismo es un sacramento del
Nuevo Testamento, el cual fue establecido por Jesucristo, no sólo para el solem-
ne ingreso de la persona bautizada en la iglesia visible sino también para que le
sirva como signo y sello del pacto de la gracia y de su injerto en Cristo, de su
nuevo nacimiento, del perdón de sus pecados y de que se ha entregado a Dios
por medio de Jesucristo para andar en novedad de vida . Este sacramento de-
signado por Cristo mismo, debe ser continuado en su Iglesia hasta el fin del
Volumen II, Nº 2
(Manual para nuevos miembros, conteniendo resumidos capítulos de la Con-
fesión de fe y la Forma de Gobierno de la Iglesia)
La Iglesia Presbiteriana de Cristo es una Iglesia Reformada cuyo origen
histórico se remonta al siglo XVI en que Juan Calvino desarrolla su teo-
logía principalmente en Suiza, de donde se esparce a otros lugares del
mundo. Como tal el Presbiterianismo asume su nombre en Escocia don-
de llega a constituirse en la Religión Oficial del Estado bajo el liderazgo
de John Knox. Desde allí pasó a Inglaterra, América del Norte y desde
aquí –a través de las misiones- llega a los distintos confines del mundo.
Nuestra Iglesia adopta la Constitución Presbiteriana traída por los pri-
meros misioneros a Chile, con algunas enmiendas que responden a los
tiempos actuales e interpretación contemporánea, especialmente de la
Confesión de Fe de Westminster en su calidad de fundamento doctrina-
rio de nuestra iglesia.
La Constitución Presbiteriana consta de 4 secciones bien definidas:
1.- La Confesión de Fe. Ésta describe la doctrina y teología reformada o
calvinista que profesa nuestra Iglesia.
2.- La Forma de Gobierno. Se refiere al ordenamiento administrativo
que rige la vida de la Iglesia en todos sus ámbitos.
3.- El Libro de Disciplina. Esta parte de la Constitución cautela la convi-
vencia presbiteriana disponiendo los procedimientos para enfrentar los
problemas de disciplina debido a la ofensa, omisión o incumplimiento de
las responsabilidades asumidas por los miembros.
4.- El Manual de Culto. Es un documento que describe la Liturgia Refor-
mada, es decir la modalidad u orden presbiteriano en los cultos, oficios y
ceremonias que se realizan en la Iglesia.
1.- LA CONFESION DE FE DE WESTMINSTER
Este documento teológico y doctrinario fue confeccionado a instancias
del Parlamento Inglés, entre los años 1643 y 1647. La Comisión encarga-
da de la redacción de esta confesión estuvo formada por 121 teólogos,
10 Lores y 20 miembros de la Cámara de los Comunes. Esta Comisión
estuvo a cargo también de la preparación de los Catecismos Menor y
Mayor de Westminster. A pesar de la intervención de Oliverio Cro-
mwell que disolvió el Parlamento, la Comisión siguió trabajando hasta el
22 de febrero de 1649, siendo todo el período de su duración 5 años, 6
meses y 22 días, en cuyo tiempo tuvieron 1163 sesiones.
CONSTITUCIÓN IGLESIA PRESBITERIANA DE CRISTO
Página 3
Página 4 Cuadernos Teológicos
Originalmente la Confesión de Fe de Westminster estuvo constituida
por los 33 primeros capítulos que aparecen más adelante. Posteriormen-
te se agregaron los capítulos 34 y 35.
A continuación los capítulos que forman la Confesión de Fe:
CAPÍTULO I: Las Sagradas Escrituras. El primer capítulo está dedi-
cado a definir el Concepto de Sagrada Escritura como la voluntad de Dios
expresada en forma escrita para que los hombres conocieran esta voluntad. El
capítulo explica, al mismo tiempo el aspecto formal de la Biblia, dividida en
Antiguo y Nuevo Testamento con sus respectivos libros que los forman. Se
explicita, igualmente, que la Biblia es la única regla de fe y conducta que los
creyentes deben seguir para entender que están cumpliendo la voluntad divi-
na.
CAPÍTULO II: Dios y la Santa Trinidad. Este capítulo explica la exis-
tencia de un Dios Triuno, es decir que siendo Uno se manifiesta de 3 formas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ciertamente la palabra Trinidad no está conteni-
da en forma explícita en las Sagradas Escrituras, sin embargo, en forma implí-
cita la Santísima Trinidad está presente a través de todo el texto Sagrado.
CAPITULO III: Los Decretos Eternos de Dios. Dios ordenó desde
la eternidad todo lo que sucede, por su propia iniciativa libremente sin cambio
alguno y por medio del más sabio y santísimo consejo de su propia voluntad.
Pero lo hizo de tal manera que, ni es el autor del pecado ni hace violencia a la
voluntad de las criaturas, ni hace a un lado la libertad o incertidumbre de cau-
sas secundarias, sino más bien las establece. Por el decreto de Dios y para
manifestar su gloria, algunos seres humanos y algunos ángeles son predestina-
dos a vida eterna y otros preordenados a muerte eterna.
CAPITULO IV: La Creación. En el principio, Dios (el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo) tuvo a bien crear o hacer de la nada al mundo y todas las co-
sas visibles e invisibles que hay en él, todas ellas muy buenas y en el espacio
de seis días. Lo hizo para manifestación de su eterno poder, sabiduría y su
bondad.
CAPITULO V: La Providencia. Dios, el gran Creador de todas las co-
sas, sostiene, dirige, dispone, y gobierna todas las criaturas, acciones y cosas,
desde las más grandes y aún hasta las más pequeñas. Esto lo hace mediante
su suprema sabiduría y santa providencia de acuerdo con su conocimiento
Página 9Volumen II, Nº 2
Palabra, mediante un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a
todos los seres humanos de todos los tiempos, dispuso que se aparte un día de
los siete como descanso santo para El. Desde el principio del mundo hasta la
resurrección de Cristo, ese día fue el último de la semana. A partir de la resu-
rrección de Cristo, éste fue cambiado al primer día de la semana, que en la
Escritura se llama el día del Señor, el cual debe mantenerse hasta el fin del
mundo como el descanso cristiano.
CAPITULO XXII: Los Juramentos y los Votos Lícitos. Sólo debe
jurarse por el nombre de Dios, mencionándole con todo sagrado temor y reve-
rencia. Por lo tanto, el prestar juramento vana y ligeramente por ese nombre
glorioso y temible, así como jurar por cualquier otra cosa que no sea Dios es
pecaminoso y aborrecible. Sin embargo, de acuerdo con la Palabra de Dios en
el Nuevo Testamento, tanto como en el Antiguo, se puede prestar juramento
legal en asuntos delicados y de trascendencia, cuando así lo exijan las autori-
dades legítimas.
CAPITULO XXIII: El Gobernante Civil. Los gobernantes civiles no
deberán apropiarse de la administración de la Palabra y los Sacramentos, o el
poder de las llaves del Reino de los Cielos, y ni siquiera en grado mínimo inter-
venir en cuestiones de fe. Sin embargo, los gobernantes, como padres cuidado-
sos, tienen el deber de proteger a la Iglesia de nuestro Señor sin favoritismos
hacia una denominación cristiana en particular por encima de las demás. Lo
harán de tal manera que todas las personas eclesiásticas, cualesquiera que
sean, gocen de plena, libre e incuestionable libertad para el desempeño de
cada aspecto de sus funciones sagradas sin violencia o peligro. Y como Jesu-
cristo estableció un gobierno regular y una disciplina en su Iglesia, por tanto,
ninguna ley de ningún cuerpo político le concierne interferir, impedir y obstacu-
lizar el ejercicio de esas funciones a los voluntarios de cualquier denominación
cristiana que las ejerzan de acuerdo con su propia confesión y creencia. Los
gobernantes civiles deben proteger a la persona y a la reputación de todos sus
ciudadanos con tal efectividad, que a nadie se le permita escudarse tras la
religión o la irreligión para vejar, atropellar, abusar o tratar injustamente a
persona alguna. Adoptará además, las medidas pertinentes para que todas las
reuniones eclesiásticas y religiosas transcurran sin molestia ni disturbio.
CAPITULO XXIV: El Matrimonio y el Divorcio. El matrimonio es
la unión entre un hombre y una mujer ordenado por Dios para durar mientras
ambos vivan. La intención divina es que quienes entran al pacto matrimonial
Página 8 Cuadernos teológicos
tal, Dios la entregó sobre el Monte Sinaí en forma de Diez Mandamientos
esculpidos en tablas de piedra. Los primeros cuatro mandamientos hablan
acerca de nuestro deber hacia Dios, y los otros seis, de nuestro deber hacia
nuestros semejantes.
CAPITULO XX: La Libertad Cristiana y la Libertad de Con-
ciencia. La libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el evan-
gelio consiste en su libertad de la culpa de pecado, de la ira condenatoria de
Dios, de la maldición de la ley moral, de la maldad del mundo actual, de la
esclavitud de Satanás, del dominio del pecado, de la malignidad de las afliccio-
nes, de la amenaza y el terror de la muerte, del triunfo de la tumba, y de la
condenación eterna. Les permite, además, el libre acceso a Dios, y obedecerle
no con temor servil, sino con amor filial y una mente dispuesta. Todas estas
libertades fueron comunes también para los creyentes sujetos a la Ley; pero
bajo el Nuevo Testamento se ha ampliado aún más la libertad de los creyen-
tes, por el hecho de estar libres del yugo de la ley ceremonial a que estaba
sometida la iglesia judía, y en que tienen mayor confianza y osadía para ir al
trono de la gracia, gozar de comunicaciones más abundantes del libre Espíritu
de Dios que aquellas de las cuales participaron los creyentes bajo la Ley. Sólo
Dios es el Señor de la conciencia, y la ha dejado libre de doctrinas y manda-
mientos humanos que, en alguna forma sean contrarias a su Palabra o preten-
dan estar por encima de ella en asuntos de fe y de culto. Así que, creer tales
doctrinas u obedecer dichos mandamientos por causa de la conciencia, es trai-
cionar la verdadera libertad de conciencia; y demandar una fe sin explicacio-
nes y una obediencia ciega y absoluta, es destruir la libertad de conciencia y la
razón misma.
CAPITULO XXI: La Adoración Religiosa y el Día del Descanso.
El conocimiento de la naturaleza revela que hay un Dios con autoridad y po-
der soberano sobre todos. Dios es bueno y hace bien a todos; por tanto, Dios
debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido de todo corazón,
con toda el alma y con todas las fuerzas. Pero la manera aceptable de adorar
al Dios verdadero la establece Dios mismo y por tanto está limitada por su
propia voluntad revelada; así que, no puede adorársele de acuerdo con imagi-
naciones o invenciones humanas o sugerencias de Satanás valiéndose de re-
presentaciones visibles, ni mediante algún otro recurso no establecido en la
Sagrada Escritura. En general, es ley de la naturaleza que se separe una debi-
da porción del tiempo para adorar a Dios. De la misma manera, Dios, en su
Página 5Volumen II, Nº 2
previo e infalible o que nunca se equivoca y su libre consejo y sin variación de su
propia voluntad y para la alabanza de la gloria de su sabiduría, su poder, su
justicia, su bondad y misericordia.
CAPITULO VI: La Caída del Ser Humano, el Pecado y su Casti-
go. Nuestros primeros padres siendo seducidos por la sutileza y tentación de
Satanás, pecaron al comer del fruto prohibido. Dios tuvo a bien permitir este
pecado conforme a su santo y sabio consejo habiéndose propuesto ordenarlo
para su propia gloria. Por este pecado, nuestros primeros padres perdieron su
justicia original y la comunión con Dios. Como resultado de esto quedaron muer-
tos en pecado, y completamente corrompidos en todas sus facultades y partes
del alma y del cuerpo.
CAPITULO VII: El Pacto de Dios con el Ser Humano. Es tan enor-
me el distanciamiento entre Dios y las criaturas racionales que, aunque los seres
humanos le deben obediencia por ser su Creador; sin embargo, jamás hubieran
podido disfrutar de Dios por medio de sus bendiciones y recompensas, a no ser
por alguna condescendencia voluntaria de parte de Dios, la cual él tuvo a bien
expresar por medio de un pacto. El primer pacto de Dios con el ser humano fue
un pacto de obras en el cual se garantizaba la vida a Adán, y en él a sus des-
cendientes, a cambio de una obediencia perfecta y personal. Como el ser hu-
mano por su caída en pecado se incapacitó para la vida por medio de aquel
pacto, el Señor tuvo a bien establecer un segundo, más conocido como el pacto
de la gracia. Por medio de este pacto, Dios ofreció gratuitamente vida y salva-
ción a los pecadores por medio de Jesucristo, requiriendo de ellos fe en Él para
que pudiesen ser salvos, prometiendo dar su Espíritu Santo a todos los que Él
ordenó para vida, a fin de que quieran y puedan creer en Él.
CAPITULO VIII: Cristo el Mediador. Dios, en su propósito eterno, tuvo
a bien escoger y ordenar a su Hijo Unigénito, el Señor Jesucristo, para ser el
Mediador entre Dios y el ser humano, el Profeta, Sacerdote, y Rey, Cabeza y
Salvador de su Iglesia, el Heredero de todo y juez del mundo. Desde la eterni-
dad, Dios le entregó un pueblo para que fuese su simiente y a su tiempo ser por
él redimido, llamado, justificado, santificado y glorificado.
CAPITULO IX: La Libertad de la Voluntad Humana (Libre Al-
bedrío). Por su caída en estado de pecado, el ser humano perdió completa-
mente su habilidad para siquiera desear algún bien espiritual conducente a la
salvación. Así que como ser natural siendo completamente contrario al bien, y al
estar muerto en pecado, perdió la capacidad de convertirse por su propia fuer-
Página 6
Página 6 Cuadernos Teológicos
za o de prepararse a sí mismo para la conversión.
CAPITULO X: El Llamamiento Eficaz. Dios ha tenido a bien llamar
con beneplácito a quienes él ha predestinado para vida, y solamente a ellos, en
su tiempo designado y aceptable, por medio de su Palabra y su Espíritu, a fin de
que salgan del estado de pecado y muerte en que se encuentran por naturale-
za, a uno de gracia y salvación por medio de Jesucristo: esto lo realiza iluminan-
do sus mentes en forma espiritual y salvadora para que comprendan las cosas
de Dios, quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne. Al llamarles
renueva su voluntad con su poder supremo, inclinándoles a obrar lo bueno y
acercándoles eficazmente a Jesucristo. Sin embargo, ellos responden voluntaria-
mente y en absoluta libertad habiendo sido motivados por la gracia de Dios
para desearlo así.
CAPITULO XI: La Justificación. A quienes Dios llama eficazmente, tam-
bién los justifica gratuitamente no por infundir justicia en ellos sino por perdo-
narles sus pecados, tener y aceptar sus personas como justos; no por algo hecho
en ellos o por ellos sino solamente por causa de Cristo; no por acreditar la fe
misma, ni el hecho de creer o cualquier otra obediencia evangélica, como justicia
propia, sino acreditando a ellos la obediencia y la satisfacción de Cristo; y ellos
recibiendo y apoyándose en su justicia por la fe; fe que no proviene de ellos mis-
mos sino que es un don de Dios.
CAPITULO XII: La Adopción. Todos los que son justificados en y por
medio de su único Hijo Jesucristo, Dios se compromete a hacerles partícipes de
la gracia de adopción; por lo cual, son contados entre los hijos de Dios para dis-
frutar de sus libertades y privilegios: llevan sobre ellos el nombre de Dios, reci-
ben el Espíritu de adopción, se allegan confiadamente hasta el trono de la gra-
cia, pueden clamar, Abba, Padre, son compadecidos, son protegidos, son cuida-
dos, y son corregidos por Dios como un padre; sin embargo nunca son desecha-
dos sino que están sellados para el día de la redención y heredarán las prome-
sas como herederos de la salvación eterna.
CAPITULO XIII: La Santificación. Quienes han sido llamados y regene-
rados eficazmente, por haberles creado un corazón nuevo y un espíritu nuevo,
son además santificados de manera personal y verdadera por el poder de la
muerte y resurrección de Cristo, así como por su Palabra y su Espíritu que habi-
ta en ellos. El dominio de todo el cuerpo de pecado es destruido en ellos y sus
diversas concupiscencias son cada vez más debilitadas y mortificadas. Así, ellos
son más y más vivificados y fortalecidos en todas las gracias salvadoras para la
Página 7Volumen II, Nº 2
práctica de la verdadera santidad, sin la cual ninguno verá al Señor.
CAPITULO XIV: La Fe que Salva. La gracia de la fe por medio de la
cual los elegidos son habilitados para creer para la salvación de sus almas, es
obra del Espíritu de Cristo en sus corazones. La fe se realiza ordinariamente
por el ministerio de la Palabra, por medio de la cual, y por la administración de
los sacramentos, y la oración, crece y se fortalece.
CAPITULO XV: El Arrepentimiento para Vida. Cuando un pecador
se arrepiente, le angustian sus pecados y los odia no sólo porque ve y siente su
peligro, sino porque ellos mismos son viles y odiosos, contrarios a la naturaleza
santa y a la justa ley de Dios. Al comprender la misericordia de Dios en Cristo
hacia quienes se arrepienten, entonces el pecador se duele de todos sus peca-
dos y los odia, de tal manera que se vuelve a Dios proponiéndose y esforzándo-
se por andar con Dios en todos los caminos de sus mandamientos.
CAPITULO XVI: Las Buenas Obras. Estas buenas obras son hechas
en obediencia a los mandamientos de Dios y son fruto y evidencia de una fe
viva y verdadera. Con sus obras buenas los creyentes manifiestan su gratitud,
refuerzan su seguridad, edifican a sus hermanos y hermanas, prestigian el testi-
monio del evangelio, callan a los adversarios, y glorifican a Dios. Los creyentes
son obra de Dios, creados en Jesucristo para buenas obras, para que, al fructifi-
car en santidad, obtengan al final la vida eterna.
CAPITULO XVII: La Perseverancia de los Santos. Quienes Dios
aceptó en su Amado Hijo, los llamó y eficazmente los santificó por medio de su
Espíritu, no pueden caer del estado de gracia de manera total y definitiva, sino
que perseverarán hasta el fin para ser salvos por la eternidad.
CAPITULO XVIII: La Seguridad de la Gracia y la Salvación. Aun-
que es posible que los hipócritas y otros no regenerados se engañen en vano a
ellos mismos con falsas esperanzas y presunciones carnales de estar en el favor
de Dios y de ser salvos, dicha esperanza perecerá. Pero quienes verdaderamen-
te creen en el Señor Jesús, le aman con sinceridad y se esfuerzan en caminar
ante Él con limpia conciencia, en esta vida pueden tener la seguridad de que
permanecerán en estado de gracia, y pueden regocijarse en la esperanza de la
gloria de Dios. Dicha esperanza jamás los avergonzará.
CAPITULO XIX: La Ley de Dios. Después de la Caída, esta ley (dada
en un comienzo a Adán) continuó siendo una regla perfecta de justicia. Como

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La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
CATECISMO IGLESIA CATÓLICA
Iglesia total
05 introduccion al catecismo de la iglesia
Iglesia 8 (y fin): Iglesia Invisible
Historia de la Iglesia
Compendio
Catecismo iglesia catolica
Int. Catecismo 1
Lex Credendi VI - Creo en la iglesia
Curso Eclesiología I
Lex Credendi VIII - Creo en el perdon de los pecados
Introducción a la eclesiología
2º eso tema 7 la misión de la iglesia. esquema
Curso Eclesiología IV
Caracteristicas de la iglesia
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Cuadernos Teologicos

  • 1. son recibidas en los más altos cielos, en donde contemplan el rostro de Dios en esplendor y gloria, esperando la redención completa de sus cuerpos; y las almas de los malvados son arrojadas al infierno donde permanecen en tormentos y oscuridad absoluta, reservados para el juicio del gran día. Aparte de estos dos lugares, la Escritura no muestra otro a donde vayan las almas al separarse de sus cuerpos. CAPITULO XXXIII: El Juicio Final. Dios tiene señalado un día cuando juzgará al mundo con justicia por medio de Jesucristo, a quien el Padre ha en- tregado toda autoridad y todo poder para juzgar. En ese día serán juzgados no sólo los ángeles renegados sino también todos los seres humanos que hayan vivido sobre la tierra. Todos comparecerán ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus pensamientos, sus palabras y sus acciones, y para recibir de acuerdo con lo que hayan hecho por medio del cuerpo, sea bueno o sea malo. NUEVOS CAPÍTULOS CAPITULO XXXIV: El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Señor y Dador de la vida y está presente en todo lugar; él es la fuente de todos los bue- nos pensamientos, los deseos puros y los propósitos sagrados en los seres hu- manos. Por él los profetas fueron movidos a proclamar la Palabra de Dios y por él todos los escritores de la Sagrada Escritura fueron inspirados a escribir, sin error, la mente y la voluntad de Dios. La dispensación del evangelio ha sido encomendada especialmente al Espíritu Santo. El le abre camino, le acompaña con su poder de persuasión y declara con urgencia su mensaje sobre la razón y la conciencia humana. De esta manera, quienes rechazan su compasiva oferta, no sólo quedan sin excusa sino que también son culpables de resistir al Espíritu Santo. CAPITULO XXXV: El Amor de Dios y El Evangelio (misiones). En el Evangelio, o las buenas nuevas1 , Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los seres humanos. Dios, en su amor infinito y perfecto, lo hizo posible por el pacto de la gracia y a través de la mediación y el sacrificio del Señor Jesucristo. Así, Dios proveyó en el evangelio un camino de vida y salvación, sufi- ciente y adaptado para toda la raza humana perdida. Puesto que no hay otro camino de salvación que aquél que ha sido revelado en el evangelio, y dado que en el método ordinario de la gracia divinamente establecido, la fe viene por el oír de la Palabra de Dios, Cristo ha comisionado a su iglesia para ir por todo el mundo y hacer discípulos de todas las naciones. Por tanto, todos los creyentes están obligados a obedecer las ordenanzas de la religión cristiana en donde- quiera que ya estén establecidos, contribuir con sus oraciones, sus ofrendas y esfuerzos personales para la extensión del reino de Cristo en toda la tierra. Octubre de 2013Año 2, Nº 2.- Iglesia Presbiteriana de Cristo El Presbiterio de la Iglesia Presbiteriana de Cristo que agrupa las Iglesias de Chillán Viejo, San Carlos y Yungay ha consolidado un trabajo, a partir del año 1998, en el cual ha unido las membresías mencionadas con el propósito de fortalecer el trabajo local de cada una de ellas. Un primer paso lo constituyó el anhelo de que cada Iglesia tuvie- ra su propio templo de manera de evitar los tristes episodios del pasado en el cual los templos pertenecían a la Corporación Unión Evangélica, formada a la sazón por solo 16 miembros que en la práctica eran los dueños de todas las propiedades, las cuales, deliberada y caprichosamen- te quitaron a sus ocupantes cuando éstos no estuvieron de acuerdo con la política de administración de la Iglesia orientada al lucro a través de instituciones educacionales, de salud y de asistencia social que llevaban las cúpulas gobernantes. Es así que en la actualidad, con un 10% que aporta mensualmen- te cada congregación al Presbiterio sumado al esfuerzo de cada Iglesia local, podemos contar con los 3 templos en Chillán Viejo, San Carlos y Yungay, edificados con el esfuerzo económico de las Iglesias, del Presbi- terio y el trabajo personal de cada miembro. Estos 3 templos reúnen condiciones de buenas construcciones hechas con buen gusto y un gran deseo de honrar y alabar a Dios, como también de servir a las comuni- dades en medio de las cuales se encuentran insertos. El propósito actual del Presbiterio está orientado a fortalecer el conocimiento de la doctrina presbiteriana contenida en la Constitución de la Iglesia, documento del cual en el presente cuaderno publicamos un resumen de los aspectos más relevantes de la Confesión de Fe de West- minster, y un detalle sucinto de los artículos de la Forma de Gobierno, todo lo anterior con el fin de que cada miembro conozca mejor su doc- trina la cual sirva de acicate para que los miembros fraternales adquieran también la membresía formal y participen del gobierno de la Iglesia.
  • 2. Página 2 Cuadernos Teológicos FORMA DE GOBIERNO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA DE CRISTO La forma de Gobierno que es la 2ª sección de la Constitución de la Iglesia Presbiteriana de Cristo consta de 6 capítulos y un artículo transitorio se- gún se detallan a continuación. CAPITULO I: Naturaleza, Gobierno y Misión de la Iglesia CAPITULO II: Organización de las Iglesia Locales CAPITULO III: Clasificación: Derechos y Deberes de los Miembros de la Iglesia CAPITULO IV: Clasificación: Oficiales de la Iglesia: Pastores o ministros, presbíteros regentes y diáconos. CAPÍTULO V: Consejos: Consistorios (directorios de las Iglesias locales) y Presbiterio que reúne los presbíteros de todas las iglesias. CAPITULO VI: De la Elección y Ordenación de Presbíteros y Diáconos. Artículo Transitorio. Art. 100.- Las situaciones no consideradas en la presente Forma de Gobierno, ni en los otros libros de la presente Constitución, y que afecten la vida de la Iglesia Local, serán resueltos con Plena Autoridad por la Asamblea Congregacional Extraordinaria, que, con al menos el 80% de los miembros en plena comunión, resuelva la materia con un quórum de los 2/3 de la cifra señalada anteriormente. Si la materia afectare a más de una iglesia del Presbiterio, la Resolución deberá adoptarse en iguales términos por la Asamblea Extraordinaria del Presbiterio. La Confesión de Fe de Westminster consideró 33 capítulos, sin embargo la Igle- sia a través del tiempo consideró necesario incorporar 2 nuevos capítulos: el 34° se refiere al Espíritu Santo, y el 35° corresponde al Amor de Dios y el Evangelio (Las Misiones). A continuación se publica un resumen conteniendo los 35 artícu- los. Estimados hermanos y hermanas. Una gran preocupación existe a nivel de Presbiterio por cuanto la incesante activi‐ dad de los creyentes en sus responsabilidades seculares ha impedido el estudio profundo de nuestras doctrinas presbi‐ terianas que se encuentran contenidas en la Constitución de la Iglesia Presbiteriana de Cristo. En razón de lo anterior entregamos a Uds. El resumen de las capítulos de la Forma de Gobierno y de la Confesión de Fe de Westminster para retomar su estudio y enriquecernos con él. José Caamaño Quiroz Pastor Página 11Volumen II, Nº 2 mundo. El elemento usado es el agua que se esparce sobre el creyente o sus hijos menores, simbolizando la limpieza espiritual que Dios por medio de su Espíritu Santo otorga a sus elegidos. CAPITULO XXIX: La Cena del Señor. Nuestro Señor Jesús, la noche cuando fue traicionado, instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre, llama- do la Cena del Señor, para celebrarse en su Iglesia hasta el fin del mundo, para perpetuo recuerdo del sacrificio de sí mismo en su muerte, para sellar todos sus beneficios en los verdaderos creyentes, para su nutrimiento espiritual y su creci- miento en él; para un mayor compromiso de ellos en todos sus deberes para con el Señor, y para ser vínculo y promesa de los creyentes con él y de unos con otros como miembros de su cuerpo místico. En este sacramento se emplean simbólicamente el pan y el vino, los cuales, antes, durante y después del sacra- mento siguen siendo pan y vino, solo son un símbolo del cuerpo y la sangre de Cristo. CAPITULO XXX: La Disciplina Eclesiástica. La disciplina de la Igle- sia es necesaria para redargüir y ganar a los hermanos ofensores, para disuadir a otros a no cometer las mismas ofensas, para quitar la mala levadura que pudiera infectar a toda la masa, para vindicar el honor de Cristo y la santa pro- clamación del evangelio, para prevenir la justa ira de Dios que pudiera caer sobre la Iglesia al permitir que sus respectivos pacto y sellos sean profanados por reconocidos y obstinados ofensores. CAPITULO XXXI: Los Sínodos y los Concilios. Corresponde a los sínodos y a los concilios, resolver ministerialmente las controversias de doctrina y casos de conciencia, establecer reglamentos e instructivos para el mejor orden en la adoración pública a Dios y para el gobierno de su Iglesia; recibir quejas en casos de malos manejos administrativos, y, resolverlas con autoridad. Si tales decisiones y acuerdos concuerdan con la Palabra de Dios, deben ser aceptados con reverencia y sumisión, no sólo porque concuerdan con la Palabra, sino por el poder con el cual son hechas como si fueran ordenanzas de Dios establecidas en su Palabra. CAPITULO XXXII: La Condición Humana Después de la Muer- te y la Resurrección de los Muertos. Después de la muerte, los cuerpos humanos regresan al polvo y se corrompen; pero sus almas, (que no duermen ni mueren) teniendo una subsistencia inmortal, regresan de inmediato a Dios, quien las dio. Las almas de los justos, habiendo sido perfeccionadas en santidad,
  • 3. Página 10 Cuadernos teológicos queden inseparablemente unidos, sin permitir su disolución a menos que sea por muerte del esposo o la esposa. Sin embargo, puede ser que la debilidad de uno o ambos esposos conduzca a una negación burda y persistente de los votos matrimoniales, a tal grado que muera el corazón esencial del matrimonio y la unión se haga intolerable. Con todo, la separación debe considerarse sólo en caso de extrema e irremediable infidelidad, física o espiritual, donde no haya arrepentimiento. Se acepta como permisible tal separación o divorcio, sólo por el fracaso de uno o de ambos cónyuges y de ninguna manera desvirtúa la inten- ción divina de que la unión matrimonial sea indisoluble. CAPITULO XXV: La Iglesia. La Iglesia visible que también es católica y universal bajo el evangelio, (no limitada a una nación como antes bajo la ley) se integra con todos los que profesan la religión verdadera alrededor del mundo, junto con sus hijos; la Iglesia es el reino del Señor Jesucristo, la casa y familia de Dios por medio de la cual ordinariamente son salvos los seres humanos, cuya unión con la Iglesia es indispensable para su máximo desarrollo y servicio. CAPITULO XXVI: La Comunión de los Santos. Todos los santos estando unidos a Cristo, su cabeza, mediante su Espíritu y por la fe, tienen co- munión con él a través de sus gracias, sus sufrimientos, su muerte, resurrección y gloria; y estando unidos unos a otros en amor, tienen comunión en los dones, y virtudes de cada uno y están obligados al cumplimiento de todos los deberes públicos y privados, conducente al bienestar común, tanto en lo material como en lo espiritual. CAPITULO XXVII: Los Sacramentos. Los sacramentos son sellos y signos santos del pacto de la gracia, prontamente establecidos por Dios para representar a Cristo y sus beneficios, y confirmar nuestro interés en Él; así tam- bién para establecer una diferencia visible entre los miembros de la Iglesia y el resto del mundo y, para comprometerles solemnemente al servicio de Dios en Cristo, de acuerdo con su Palabra. CAPITULO XXVIII: El Bautismo. El bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, el cual fue establecido por Jesucristo, no sólo para el solem- ne ingreso de la persona bautizada en la iglesia visible sino también para que le sirva como signo y sello del pacto de la gracia y de su injerto en Cristo, de su nuevo nacimiento, del perdón de sus pecados y de que se ha entregado a Dios por medio de Jesucristo para andar en novedad de vida . Este sacramento de- signado por Cristo mismo, debe ser continuado en su Iglesia hasta el fin del Volumen II, Nº 2 (Manual para nuevos miembros, conteniendo resumidos capítulos de la Con- fesión de fe y la Forma de Gobierno de la Iglesia) La Iglesia Presbiteriana de Cristo es una Iglesia Reformada cuyo origen histórico se remonta al siglo XVI en que Juan Calvino desarrolla su teo- logía principalmente en Suiza, de donde se esparce a otros lugares del mundo. Como tal el Presbiterianismo asume su nombre en Escocia don- de llega a constituirse en la Religión Oficial del Estado bajo el liderazgo de John Knox. Desde allí pasó a Inglaterra, América del Norte y desde aquí –a través de las misiones- llega a los distintos confines del mundo. Nuestra Iglesia adopta la Constitución Presbiteriana traída por los pri- meros misioneros a Chile, con algunas enmiendas que responden a los tiempos actuales e interpretación contemporánea, especialmente de la Confesión de Fe de Westminster en su calidad de fundamento doctrina- rio de nuestra iglesia. La Constitución Presbiteriana consta de 4 secciones bien definidas: 1.- La Confesión de Fe. Ésta describe la doctrina y teología reformada o calvinista que profesa nuestra Iglesia. 2.- La Forma de Gobierno. Se refiere al ordenamiento administrativo que rige la vida de la Iglesia en todos sus ámbitos. 3.- El Libro de Disciplina. Esta parte de la Constitución cautela la convi- vencia presbiteriana disponiendo los procedimientos para enfrentar los problemas de disciplina debido a la ofensa, omisión o incumplimiento de las responsabilidades asumidas por los miembros. 4.- El Manual de Culto. Es un documento que describe la Liturgia Refor- mada, es decir la modalidad u orden presbiteriano en los cultos, oficios y ceremonias que se realizan en la Iglesia. 1.- LA CONFESION DE FE DE WESTMINSTER Este documento teológico y doctrinario fue confeccionado a instancias del Parlamento Inglés, entre los años 1643 y 1647. La Comisión encarga- da de la redacción de esta confesión estuvo formada por 121 teólogos, 10 Lores y 20 miembros de la Cámara de los Comunes. Esta Comisión estuvo a cargo también de la preparación de los Catecismos Menor y Mayor de Westminster. A pesar de la intervención de Oliverio Cro- mwell que disolvió el Parlamento, la Comisión siguió trabajando hasta el 22 de febrero de 1649, siendo todo el período de su duración 5 años, 6 meses y 22 días, en cuyo tiempo tuvieron 1163 sesiones. CONSTITUCIÓN IGLESIA PRESBITERIANA DE CRISTO Página 3
  • 4. Página 4 Cuadernos Teológicos Originalmente la Confesión de Fe de Westminster estuvo constituida por los 33 primeros capítulos que aparecen más adelante. Posteriormen- te se agregaron los capítulos 34 y 35. A continuación los capítulos que forman la Confesión de Fe: CAPÍTULO I: Las Sagradas Escrituras. El primer capítulo está dedi- cado a definir el Concepto de Sagrada Escritura como la voluntad de Dios expresada en forma escrita para que los hombres conocieran esta voluntad. El capítulo explica, al mismo tiempo el aspecto formal de la Biblia, dividida en Antiguo y Nuevo Testamento con sus respectivos libros que los forman. Se explicita, igualmente, que la Biblia es la única regla de fe y conducta que los creyentes deben seguir para entender que están cumpliendo la voluntad divi- na. CAPÍTULO II: Dios y la Santa Trinidad. Este capítulo explica la exis- tencia de un Dios Triuno, es decir que siendo Uno se manifiesta de 3 formas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ciertamente la palabra Trinidad no está conteni- da en forma explícita en las Sagradas Escrituras, sin embargo, en forma implí- cita la Santísima Trinidad está presente a través de todo el texto Sagrado. CAPITULO III: Los Decretos Eternos de Dios. Dios ordenó desde la eternidad todo lo que sucede, por su propia iniciativa libremente sin cambio alguno y por medio del más sabio y santísimo consejo de su propia voluntad. Pero lo hizo de tal manera que, ni es el autor del pecado ni hace violencia a la voluntad de las criaturas, ni hace a un lado la libertad o incertidumbre de cau- sas secundarias, sino más bien las establece. Por el decreto de Dios y para manifestar su gloria, algunos seres humanos y algunos ángeles son predestina- dos a vida eterna y otros preordenados a muerte eterna. CAPITULO IV: La Creación. En el principio, Dios (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) tuvo a bien crear o hacer de la nada al mundo y todas las co- sas visibles e invisibles que hay en él, todas ellas muy buenas y en el espacio de seis días. Lo hizo para manifestación de su eterno poder, sabiduría y su bondad. CAPITULO V: La Providencia. Dios, el gran Creador de todas las co- sas, sostiene, dirige, dispone, y gobierna todas las criaturas, acciones y cosas, desde las más grandes y aún hasta las más pequeñas. Esto lo hace mediante su suprema sabiduría y santa providencia de acuerdo con su conocimiento Página 9Volumen II, Nº 2 Palabra, mediante un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a todos los seres humanos de todos los tiempos, dispuso que se aparte un día de los siete como descanso santo para El. Desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo, ese día fue el último de la semana. A partir de la resu- rrección de Cristo, éste fue cambiado al primer día de la semana, que en la Escritura se llama el día del Señor, el cual debe mantenerse hasta el fin del mundo como el descanso cristiano. CAPITULO XXII: Los Juramentos y los Votos Lícitos. Sólo debe jurarse por el nombre de Dios, mencionándole con todo sagrado temor y reve- rencia. Por lo tanto, el prestar juramento vana y ligeramente por ese nombre glorioso y temible, así como jurar por cualquier otra cosa que no sea Dios es pecaminoso y aborrecible. Sin embargo, de acuerdo con la Palabra de Dios en el Nuevo Testamento, tanto como en el Antiguo, se puede prestar juramento legal en asuntos delicados y de trascendencia, cuando así lo exijan las autori- dades legítimas. CAPITULO XXIII: El Gobernante Civil. Los gobernantes civiles no deberán apropiarse de la administración de la Palabra y los Sacramentos, o el poder de las llaves del Reino de los Cielos, y ni siquiera en grado mínimo inter- venir en cuestiones de fe. Sin embargo, los gobernantes, como padres cuidado- sos, tienen el deber de proteger a la Iglesia de nuestro Señor sin favoritismos hacia una denominación cristiana en particular por encima de las demás. Lo harán de tal manera que todas las personas eclesiásticas, cualesquiera que sean, gocen de plena, libre e incuestionable libertad para el desempeño de cada aspecto de sus funciones sagradas sin violencia o peligro. Y como Jesu- cristo estableció un gobierno regular y una disciplina en su Iglesia, por tanto, ninguna ley de ningún cuerpo político le concierne interferir, impedir y obstacu- lizar el ejercicio de esas funciones a los voluntarios de cualquier denominación cristiana que las ejerzan de acuerdo con su propia confesión y creencia. Los gobernantes civiles deben proteger a la persona y a la reputación de todos sus ciudadanos con tal efectividad, que a nadie se le permita escudarse tras la religión o la irreligión para vejar, atropellar, abusar o tratar injustamente a persona alguna. Adoptará además, las medidas pertinentes para que todas las reuniones eclesiásticas y religiosas transcurran sin molestia ni disturbio. CAPITULO XXIV: El Matrimonio y el Divorcio. El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer ordenado por Dios para durar mientras ambos vivan. La intención divina es que quienes entran al pacto matrimonial
  • 5. Página 8 Cuadernos teológicos tal, Dios la entregó sobre el Monte Sinaí en forma de Diez Mandamientos esculpidos en tablas de piedra. Los primeros cuatro mandamientos hablan acerca de nuestro deber hacia Dios, y los otros seis, de nuestro deber hacia nuestros semejantes. CAPITULO XX: La Libertad Cristiana y la Libertad de Con- ciencia. La libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el evan- gelio consiste en su libertad de la culpa de pecado, de la ira condenatoria de Dios, de la maldición de la ley moral, de la maldad del mundo actual, de la esclavitud de Satanás, del dominio del pecado, de la malignidad de las afliccio- nes, de la amenaza y el terror de la muerte, del triunfo de la tumba, y de la condenación eterna. Les permite, además, el libre acceso a Dios, y obedecerle no con temor servil, sino con amor filial y una mente dispuesta. Todas estas libertades fueron comunes también para los creyentes sujetos a la Ley; pero bajo el Nuevo Testamento se ha ampliado aún más la libertad de los creyen- tes, por el hecho de estar libres del yugo de la ley ceremonial a que estaba sometida la iglesia judía, y en que tienen mayor confianza y osadía para ir al trono de la gracia, gozar de comunicaciones más abundantes del libre Espíritu de Dios que aquellas de las cuales participaron los creyentes bajo la Ley. Sólo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha dejado libre de doctrinas y manda- mientos humanos que, en alguna forma sean contrarias a su Palabra o preten- dan estar por encima de ella en asuntos de fe y de culto. Así que, creer tales doctrinas u obedecer dichos mandamientos por causa de la conciencia, es trai- cionar la verdadera libertad de conciencia; y demandar una fe sin explicacio- nes y una obediencia ciega y absoluta, es destruir la libertad de conciencia y la razón misma. CAPITULO XXI: La Adoración Religiosa y el Día del Descanso. El conocimiento de la naturaleza revela que hay un Dios con autoridad y po- der soberano sobre todos. Dios es bueno y hace bien a todos; por tanto, Dios debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido de todo corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero la establece Dios mismo y por tanto está limitada por su propia voluntad revelada; así que, no puede adorársele de acuerdo con imagi- naciones o invenciones humanas o sugerencias de Satanás valiéndose de re- presentaciones visibles, ni mediante algún otro recurso no establecido en la Sagrada Escritura. En general, es ley de la naturaleza que se separe una debi- da porción del tiempo para adorar a Dios. De la misma manera, Dios, en su Página 5Volumen II, Nº 2 previo e infalible o que nunca se equivoca y su libre consejo y sin variación de su propia voluntad y para la alabanza de la gloria de su sabiduría, su poder, su justicia, su bondad y misericordia. CAPITULO VI: La Caída del Ser Humano, el Pecado y su Casti- go. Nuestros primeros padres siendo seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron al comer del fruto prohibido. Dios tuvo a bien permitir este pecado conforme a su santo y sabio consejo habiéndose propuesto ordenarlo para su propia gloria. Por este pecado, nuestros primeros padres perdieron su justicia original y la comunión con Dios. Como resultado de esto quedaron muer- tos en pecado, y completamente corrompidos en todas sus facultades y partes del alma y del cuerpo. CAPITULO VII: El Pacto de Dios con el Ser Humano. Es tan enor- me el distanciamiento entre Dios y las criaturas racionales que, aunque los seres humanos le deben obediencia por ser su Creador; sin embargo, jamás hubieran podido disfrutar de Dios por medio de sus bendiciones y recompensas, a no ser por alguna condescendencia voluntaria de parte de Dios, la cual él tuvo a bien expresar por medio de un pacto. El primer pacto de Dios con el ser humano fue un pacto de obras en el cual se garantizaba la vida a Adán, y en él a sus des- cendientes, a cambio de una obediencia perfecta y personal. Como el ser hu- mano por su caída en pecado se incapacitó para la vida por medio de aquel pacto, el Señor tuvo a bien establecer un segundo, más conocido como el pacto de la gracia. Por medio de este pacto, Dios ofreció gratuitamente vida y salva- ción a los pecadores por medio de Jesucristo, requiriendo de ellos fe en Él para que pudiesen ser salvos, prometiendo dar su Espíritu Santo a todos los que Él ordenó para vida, a fin de que quieran y puedan creer en Él. CAPITULO VIII: Cristo el Mediador. Dios, en su propósito eterno, tuvo a bien escoger y ordenar a su Hijo Unigénito, el Señor Jesucristo, para ser el Mediador entre Dios y el ser humano, el Profeta, Sacerdote, y Rey, Cabeza y Salvador de su Iglesia, el Heredero de todo y juez del mundo. Desde la eterni- dad, Dios le entregó un pueblo para que fuese su simiente y a su tiempo ser por él redimido, llamado, justificado, santificado y glorificado. CAPITULO IX: La Libertad de la Voluntad Humana (Libre Al- bedrío). Por su caída en estado de pecado, el ser humano perdió completa- mente su habilidad para siquiera desear algún bien espiritual conducente a la salvación. Así que como ser natural siendo completamente contrario al bien, y al estar muerto en pecado, perdió la capacidad de convertirse por su propia fuer-
  • 6. Página 6 Página 6 Cuadernos Teológicos za o de prepararse a sí mismo para la conversión. CAPITULO X: El Llamamiento Eficaz. Dios ha tenido a bien llamar con beneplácito a quienes él ha predestinado para vida, y solamente a ellos, en su tiempo designado y aceptable, por medio de su Palabra y su Espíritu, a fin de que salgan del estado de pecado y muerte en que se encuentran por naturale- za, a uno de gracia y salvación por medio de Jesucristo: esto lo realiza iluminan- do sus mentes en forma espiritual y salvadora para que comprendan las cosas de Dios, quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne. Al llamarles renueva su voluntad con su poder supremo, inclinándoles a obrar lo bueno y acercándoles eficazmente a Jesucristo. Sin embargo, ellos responden voluntaria- mente y en absoluta libertad habiendo sido motivados por la gracia de Dios para desearlo así. CAPITULO XI: La Justificación. A quienes Dios llama eficazmente, tam- bién los justifica gratuitamente no por infundir justicia en ellos sino por perdo- narles sus pecados, tener y aceptar sus personas como justos; no por algo hecho en ellos o por ellos sino solamente por causa de Cristo; no por acreditar la fe misma, ni el hecho de creer o cualquier otra obediencia evangélica, como justicia propia, sino acreditando a ellos la obediencia y la satisfacción de Cristo; y ellos recibiendo y apoyándose en su justicia por la fe; fe que no proviene de ellos mis- mos sino que es un don de Dios. CAPITULO XII: La Adopción. Todos los que son justificados en y por medio de su único Hijo Jesucristo, Dios se compromete a hacerles partícipes de la gracia de adopción; por lo cual, son contados entre los hijos de Dios para dis- frutar de sus libertades y privilegios: llevan sobre ellos el nombre de Dios, reci- ben el Espíritu de adopción, se allegan confiadamente hasta el trono de la gra- cia, pueden clamar, Abba, Padre, son compadecidos, son protegidos, son cuida- dos, y son corregidos por Dios como un padre; sin embargo nunca son desecha- dos sino que están sellados para el día de la redención y heredarán las prome- sas como herederos de la salvación eterna. CAPITULO XIII: La Santificación. Quienes han sido llamados y regene- rados eficazmente, por haberles creado un corazón nuevo y un espíritu nuevo, son además santificados de manera personal y verdadera por el poder de la muerte y resurrección de Cristo, así como por su Palabra y su Espíritu que habi- ta en ellos. El dominio de todo el cuerpo de pecado es destruido en ellos y sus diversas concupiscencias son cada vez más debilitadas y mortificadas. Así, ellos son más y más vivificados y fortalecidos en todas las gracias salvadoras para la Página 7Volumen II, Nº 2 práctica de la verdadera santidad, sin la cual ninguno verá al Señor. CAPITULO XIV: La Fe que Salva. La gracia de la fe por medio de la cual los elegidos son habilitados para creer para la salvación de sus almas, es obra del Espíritu de Cristo en sus corazones. La fe se realiza ordinariamente por el ministerio de la Palabra, por medio de la cual, y por la administración de los sacramentos, y la oración, crece y se fortalece. CAPITULO XV: El Arrepentimiento para Vida. Cuando un pecador se arrepiente, le angustian sus pecados y los odia no sólo porque ve y siente su peligro, sino porque ellos mismos son viles y odiosos, contrarios a la naturaleza santa y a la justa ley de Dios. Al comprender la misericordia de Dios en Cristo hacia quienes se arrepienten, entonces el pecador se duele de todos sus peca- dos y los odia, de tal manera que se vuelve a Dios proponiéndose y esforzándo- se por andar con Dios en todos los caminos de sus mandamientos. CAPITULO XVI: Las Buenas Obras. Estas buenas obras son hechas en obediencia a los mandamientos de Dios y son fruto y evidencia de una fe viva y verdadera. Con sus obras buenas los creyentes manifiestan su gratitud, refuerzan su seguridad, edifican a sus hermanos y hermanas, prestigian el testi- monio del evangelio, callan a los adversarios, y glorifican a Dios. Los creyentes son obra de Dios, creados en Jesucristo para buenas obras, para que, al fructifi- car en santidad, obtengan al final la vida eterna. CAPITULO XVII: La Perseverancia de los Santos. Quienes Dios aceptó en su Amado Hijo, los llamó y eficazmente los santificó por medio de su Espíritu, no pueden caer del estado de gracia de manera total y definitiva, sino que perseverarán hasta el fin para ser salvos por la eternidad. CAPITULO XVIII: La Seguridad de la Gracia y la Salvación. Aun- que es posible que los hipócritas y otros no regenerados se engañen en vano a ellos mismos con falsas esperanzas y presunciones carnales de estar en el favor de Dios y de ser salvos, dicha esperanza perecerá. Pero quienes verdaderamen- te creen en el Señor Jesús, le aman con sinceridad y se esfuerzan en caminar ante Él con limpia conciencia, en esta vida pueden tener la seguridad de que permanecerán en estado de gracia, y pueden regocijarse en la esperanza de la gloria de Dios. Dicha esperanza jamás los avergonzará. CAPITULO XIX: La Ley de Dios. Después de la Caída, esta ley (dada en un comienzo a Adán) continuó siendo una regla perfecta de justicia. Como