El viaje mistico
1
2
3
1.769
Viaje Místico
Cristóbal Ainoza
4
Espacio reservado para:
ISBN
DL
5
Dedicado a todos los médicos rurales
que desde siglos pasados han intentado
hacer el bien a la gente con sus curaciones,
con medios rudimentarios y mucha fe
lograron sacar la profesión adelante,
la mayoría de veces sin recibir nada a cambio.
6
7
Índice
Capítulo 1º LA PRESENTACIÓN..................................8
Capítulo 2º EL ENCUENTRO.......................................13
Capítulo 3º EL LABORATORIO...................................29
Capítulo 4º VIAJE DE LA MENTE...............................43
Capítulo 5º EL APRENDÍZ ...........................................82
Capítulo 6º LA VIRUELA ...........................................121
Capítulo 7º EL ENIGMA .............................................143
Capítulo 8º LOS ILUSTRADOS..................................190
Capítulo 9º A TRAVÉS DEL ESPEJO ........................217
Capítulo 10º LA JOVEN DEIDAD..............................247
Capítulo 11º EN BUSCA DE LA VERDAD ...............309
Capítulo 12º DOCE, LA LEYENDA DE LUXOR......351
8
Capítulo 1º LA PRESENTACIÓN
De como dos caracteres completamente diferentes
se unieron en una gran aventura esotérica para descifrar
los grandes poderes ocultos que pudieron dar un gran
giro en la historia del mundo. Tener el poder de traspasar
el fino hilo que separa la vida de la muerte, y como cada
uno de nosotros podía usarlos. Uno con estimable amor a
la ciencia y miras altruistas. El otro por su gran ambición,
aunque aun no lo sabia, de tener el máximo poder y
llegar a lo más alto de la escala social para vengarse de
su pasado.
Mi nombre es Francisco Ainoza Pedrosa, por
causas que más adelante explicaré todo el mundo cree
que soy de Salamanca, pero no es cierto. En mi ciudad se
me conoce como Francisco Pirria, en realidad nací en el
año 1718 en un pueblo llamado Barbastro en la provincia
de Huesca, soy descendiente de una saga de militares, la
cual rompió primero mi abuelo y después mi padre.
Heredé de mi padre todos sus conocimientos y
seguí su camino dedicándome a la medicina, soy
curandero, sanador, alquimista y más adelante como
podremos ver sanador magnético y viajero del
inframundo. Bartolomé, mi padre, fue quien me dejó
9
todas las claves para que yo intentara cambiar la historia,
él siempre fue perseguido por la iglesia acusado de
hereje. Fue un médico que hizo grandes descubrimientos
en el campo de la investigación, pero a medida que iba
sanando a la gente con sus nuevos métodos científicos el
clero acabó fijándose en él. Lo tachó de brujo y fue
censurado hasta llegar a su persecución.
Desarrollé todos mis conocimientos intentando
curar a todo tipo de personas, ya sea de la nobleza, la
clase media y los militares de la corte de Aragón, pero
ante la incredulidad e ignorancia de tal masa social no
tuve más remedio que hacerlo en los barrios y pueblos
más pobres de la comarca. Aquella gente no preguntaba,
sólo querían sanar y para ellos el médico era como un
sabio que siempre tenía la respuesta.
Ante una serie de acontecimientos que ocurrieron,
mi vida dio un vuelco inesperado. Un desconocido que
tenía órdenes muy concretas de mi padre, me entregó sus
cuadernos y apuntes. Mi padre había dejado dicho que si
no daba señales de vida en una fecha límite que él mismo
indicó, me fueran entregados todos sus conocimientos y
estudios.
Corría el 15 de Marzo de 1763 cuando fui
apresado en mi casa y llevado a Valladolid en presencia
del Tribunal Eclesiástico acusado de grandes crímenes.
Debía de comparecer ante el Gran Inquisidor, Don
Manuel Quintano Bonifaz, Arzobispo de Farsalia. Se me
atribuyeron los cargos de hereje, brujo y blasfemo por
usar artes ocultas curando al hijo de un alto noble que
padecía tisis. Logré sanarlo con una transfusión de sangre
y algún remedio más, pero esto no me preocupaba, yo
sabía que un día tenía que ocurrir. Mi padre me lo repitió
mil veces diciéndome que en el momento que esto
sucediera tenía que ser muy cauto. Primero debía
10
confesar que todo lo que se me imputaba era verdad,
como culpable arrepentido de todos mis pecados para que
así no fuera torturado hasta mi confesión, ya que
igualmente sería declarado culpable y condenado a morir
en la hoguera. Jamás nadie había salido indemne de un
tribunal de ese tipo.
Efectivamente fui condenado a morir en la
hoguera y encarcelado hasta mi ejecución en las
mazmorras del Castillo de la ciudad vallisoletana de
Torrelobatón. Fecharon el día de la ejecución el 14 de
abril del mismo año. Logré escapar como luego relataré y
huir a la ciudad de Barcelona, elegida por mi padre al
tener puerto importante y gran facilidad en caso de fuga,
tanto por tierra como por mar, en el caso de que llegara el
momento de hacerlo precipitadamente.
Estuve algún tiempo escondido en casa de una
familia por parte de madre que emigraron allí hacía unos
años, hasta que todo se calmara y dejaran de buscarme.
Pasado un tiempo prudencial, traje a vivir conmigo a mi
hijo Cristóbal, en un viaje secreto que organicé para no
levantar sospechas. Su madre había muerto al nacer y él
era la única familia que tenía a parte de mi padre que
llevaba un tiempo desaparecido. En este viaje pude
traerme todo el material importante que dejé allí, tanto
mío como de mi progenitor.
Con todos los cuadernos de apuntes en mis
manos ya podía empezar a estudiar e intentar acabar lo
que él inició y nunca pude saber si terminó, pues hace
años que desapareció y no he vuelto a tener noticias de
él.
Indagué y pregunté a personas en las que confiaba
y conocían la profesión para intentar encontrar a alguien
que pudiera ayudarme en esta empresa que iba a
emprender. Personas afines a mi modo de investigación y
11
que también andaban ocultos por los mismos problemas.
Necesitaba encontrar alguna persona que no fuera de este
país, joven y con ansias de aprender, para probar todo lo
que en mis manos tenía y no podía enseñar, alguien sin
escrúpulos y sin historia.
Todos mis amigos estaban de acuerdo en la
misma persona, ya se hablaba de él en Italia e Inglaterra,
incluso se decía que pertenecía a una Orden de
Francmasones muy importante.
Le envié una carta al candidato a través de un
amigo, con fecha dos de febrero de 1769 para asegurarme
que no cayera en manos extrañas. Le explicaba razones
muy convincentes para que viniera a verme. Nunca tuve
respuesta, al menos como yo esperaba.
Esta historia que duró seis meses, cambió el curso
de nuestras vidas hasta el punto más insospechado.
Mi compañero de viaje se llama Giuseppe
Balsamo, nacido en Palermo ciudad significativa de la
isla de Sicilia, en 1743. Todo lo que sé sobre él es lo que
algunos me han contado. Unos dicen que desciende de
una saga de nobles pero totalmente arruinados y que fue
abandonado y dejado en adopción a una familia pudiente
de la isla de Malta. Otros dicen que era hijo de artesanos,
nunca se lo pregunté, no tenía ninguna importancia para
mi investigación.
Creció aprendiendo las técnicas de la medicina y
otras artes ocultas que le enseñó su tutor. Al cumplir la
mayoría de edad ingresó en la logia de francmasones
llamada Orden Mística del Templo de Rosacruz de
Malta. Era un joven muy nervioso y ávido de sabiduría,
su gran objetivo era ser una persona importante y tener
todo el poder necesario para llegar a ostentar el título de
Gran Arquitecto Masón, conseguir títulos nobiliarios para
12
usarlos como arma política e interferir en el rumbo de los
países importantes de Europa.
Se casó a los veinticinco años con Lorenza
Feliciani que acababa de cumplir los dieciséis y era hija
de artesanos. Marchó a la corte de Londres en 1768 para
ejercer la medicina y unirse a la logia de este país y así
tener informados a sus superiores de Malta y Francia.
Poco más puedo explicar de él, su joven pasado
era desconocido. Mi carta no tuvo respuesta pero sé que
no dudó en salir a mi encuentro nada más leerla. Le
estaba ofreciendo lo que siempre había ansiado sin tener
que compartirlo con nadie.
El catorce de Marzo de 1769 embarcó en el
Puerto de Dover rumbo a Francia, junto a su mujer y dos
maletines con escasa ropa. Con una serie de carruajes fue
atravesando todo el país hasta llegar a Niza, para volver a
embarcar esta vez hacía Barcelona donde aunque no le
esperaban, sabía que era su destino.
Desembarcó en el puerto de Barcelona el treinta y
uno de Marzo, en un día soleado. En este día comienza
esta historia que voy a relatar. Dónde me encuentro y
desde dónde escribo no se los puedo contar, esta es otra
historia con otro final, el que yo tuve y del que espero
algún día salir.
No me arrepiento de nada de lo que he podido
hacer, toda mi vida la dedique a fines humanitarios y por
el bien de la sociedad. Nunca pondré a Dios como testigo
porque no creo en él, pero sí a la ciencia, que espero y
deseo haber ayudado en sus necesidades.
13
Capítulo 2º EL ENCUENTRO
Barcelona a uno de Abril de 1.769, ciudad
cosmopolita y puerto muy importante en el Mediterráneo,
un gran trasiego de barcos mercantes y de la flota real,
centro importante de las dársenas más significativas de
Europa, con grandes malecones de atraque y lonjas de
pescado.
Son las ocho de la mañana, vivo en la calle Peso
de La Paja número siete, cerca de la Plaza Real. En el
barrio más antiguo de la ciudad y muy cerca del puerto,
donde se desarrolla la mayoría de la vida cotidiana
barcelonesa. Los nobles catalanes y aragoneses habían
perdido todo su poder, sólo les quedaba el título, ya que
España había sido unificada por el padre del Rey que en
estos momentos gobernaba. Este no era otro que el
Borbón Carlos III, también llamado el Político.
Durante el día ejercía de médico para los
ciudadanos de clase media de la ciudad, gente con algún
poder adquisitivo como los artesanos importantes,
oficiales de la milicia y judíos llamados confesos de
generaciones anteriores. Con ello podía favorecerme
todas las investigaciones y ensayos que hacía en mi
laboratorio y conseguir de esta forma un nivel de vida
algo aceptable. Fabricaba también perfumes que vendía a
14
la alta sociedad y nobleza a través de matronas y
alcahuetas que tenían acceso a este medio social, pues yo
no quería acercarme a dicho estatus y darme a conocer
por las razones que ya he contado. Tenía que
mantenerme lejos de las personas afines a la iglesia, mi
cara aun habiendo pasado los años podía ser reconocida
por alguna persona.
Todas las noches, al sonar las doce campanadas,
salía para hacer curas y sanaciones por los barrios más
pobres de la localidad, gente que no podía pagar la visita
de un médico. Éste fue uno de los consejos que me dio
mi padre, a la vez que servía para probar las fórmulas y
brebajes que fabricaba también me ayudaba en la
investigación de algunas enfermedades no conocidas. Era
la única manera de probar mis remedios curativos
muchos de los cuales habían salido de los apuntes de los
cuadernos de mi antecesor.
Pasaba muchas horas al día haciendo pruebas en
mi laboratorio, cerrado con llave para todo el mundo,
incluso para Braulia, la mujer que limpiaba y cocinaba
para mí durante algunas horas del día. Era viuda de
marino mercante, tenía seis hijos que alimentar,
necesitaba el dinero, era una persona de mi total
confianza, aunque no le explicaba nada de lo que hacía
en mi laboratorio. Mujer de oronda redondez y cabello
desaliñado, muy juiciosa y útil en los quehaceres
domésticos.
A mi hijo Cristóbal lo tenía estudiando
navegación y cartografía en Salamanca, pues era el oficio
que el eligió. Siempre había soñado ser oficial en la
marina, poder recorrer todos los continentes y pasar mil
aventuras. Nunca intenté que siguiera mis pasos en la
medicina, ni el tampoco puso de su parte para aprenderlo.
15
Por la mañana llegué a casa después de mis visitas
médicas, las cuales se habían alargado un poco a causa
del Capitán Gonzalo Yánez, de la guardia portuaria de
aduanas, con una ulcera bastante grande en la boca. Entré
en casa con mi viejo maletín de cuero, también heredado
de mi padre, lleno de remedios y medicinas, sorprendido
escuché voces dentro de la sala. Me vino a la mente la
prohibición que Braulia tenía siempre de dejar entrar
enfermos en casa, pues solo visitaba a domicilio por
causas evidentes de encontrarme con sorpresas
desagradables, tenía demasiados secretos allí guardados
como para arriesgarme.
Con cara de estupor me encontré frente a un
hombre y una mujer sentados junto a la mesa de la sala,
bebiendo un vaso de agua, a lo que mi ama al girarse dijo
rápidamente con la voz temblorosa.
-Señor me han dicho estas personas que usted les
mando llamar y que podían esperarle.
Se levantaron los dos y él extendiéndome su
mano dijo:
- Me llamo Giuseppe Balsamo y esta es mi
señora, Lorenza ¿Como está usted señor?, creo que me
estaba esperando.
Un cosquilleo me recorrió todo el cuerpo, temía
que mi carta hubiera caído en saco roto y no tenía
esperanzas de que viniera.
- Bien, gracias, no le esperaba tan pronto.
Los observé atentamente a los dos mientras
dejaba el maletín encima de la mesa. El era muy alto y
enjuto, con largas melenas recogidas con un lazo en
forma de coleta, semblante serio, aparentaba unos veinte
y muchos años y llevaba una levita al más puro estilo
inglés, aunque denotaba su pobre estatus social por lo
usado de sus ropas.
16
Ella era muy joven todavía, esbozaba una sonrisa
pícara, era más bien bajita y delgada, vestía ropa de viaje
de tela muy burda pero con distinción, llevaba un gran
sombrero y guantes blancos.
- Soy Francisco Ainoza - dije en ese momento -
pero todos me conocen como Doctor Pirria. Aunque no
haya oído nunca hablar de mi, yo sí que tengo noticias de
sus trabajos como médico y por eso me puse en contacto
con usted, bueno, en la carta ya le avancé todo lo que
pude sobre el asunto que nos concierne.
- Encontré su carta muy interesante y por eso he
venido hasta aquí con presteza.
- Tomen asiento por favor.
- Ante todo debe saber que cualquier cosa que
diga, ensaye o vea tiene que quedar entre nosotros.
Nunca, jamás comentará nada de todo esto y todo
quedará en secreto entre estas cuatro paredes, no lo hará
bajo ningún concepto.
- Se lo prometo, palabra de caballero, - se
apresuro a decir Balsamo.
- Vivirá usted aquí, comerá, dormirá y se pegará a
mí como si de una lapa se tratara. Todos los apuntes
permanecerán en secreto y tendrá que instalar a su señora
en otra casa, esto es solo entre usted y yo.
- No hay ningún problema, bueno sí, el monetario
para poder alojar a mi mujer, pero no se preocupe,
cuando me casé con ella su padre la prostituía para no
tener que trabajar él y yo también lo hago de vez en
cuando si estamos escasos de dinero, usted solo tiene que
preocuparse de buscarle alojamiento.
- Yo no me voy a meter en esas cosas, allá usted
con su conciencia, solo tiene que saber las normas de esta
casa y todo irá bien.
Me dirigí hacia Braulia y le comenté:
17
- Braulia haga usted el favor de buscar acomodó
para la señora. Alguna pensión o cantina que conozca y
admitan huéspedes y luego le da la dirección al señor
Balsamo para que la acompañe. Sea discreta se lo
suplico.
- Así lo haré señor, ¿Los invitados se quedarán a
comer?
- Ponga de comer a los invitados, yo tengo
trabajo.
Al momento miré a Balsamo y le dije.
- Cuando acaben acompañé a su señora y al
regresar retírese a descansar. Empezaremos mañana,
cuando tenga la cabeza más despejada.
Este hombre no tenía escrúpulos para conseguir
todo lo que anhelaba en su carrera. Por tener a su alcance
el poder y la sabiduría, poseer todos los secretos ocultos
que yo podía ofrecerle, era capaz incluso de prostituir a
su mujer. No podía comprender porque se había casado.
Pero yo necesitaba a alguien sin escrúpulos,
alguien que no le importara llegar hasta el final fuera cual
fuera el precio que había que pagar. Sólo tenía que tener
cuidado con él, controlarlo, dosificar muy bien la
información y barajar mis cartas con cautela.
Braulia buscó acomodo a la señora de Balsamo en
la pequeña habitación de una casa de huéspedes en la
Plaza Palacios, así no estaría lejos del control de su
marido.
Al cabo de unas horas volvió solo a casa, el ama
lo acomodó en una habitación al lado de la mía, la que
había sido de mi hijo antes de partir hacia Salamanca.
No llevaba gran equipaje, sólo un maletín de
viaje, por lo que deduje que no poseía grandes
pertenencias. Cuando llegué de madrugada dormía
plácidamente en su cama. Me acerqué hasta mi
18
habitación, debía de dormir un rato, estaba muy cansado.
Me quité la túnica con capucha que llevaba puesta, era la
ropa que siempre vestía, parecida a la de los frailes pero
sin cordón en la cintura. Atusé ligeramente con la mano
mi larga barba canosa y me dispuse a acostarme, no antes
sin quitarme mis lentes, mi vista ya no era la de antes, sin
ellas estaba perdido.
Tengo ya cincuenta y un años y sigo teniendo
miedo de salir a la calle sin capucha, a veces caminando
vuelvo la vista atrás creyendo que me persiguen. Mi vida
había cambiado mucho desde que escapé de la hoguera,
estoy muy fatigado y casi no duermo, pero debo seguir
con lo que he empezado.
Le desperté a las seis de la mañana zarandeándolo
en su catre, le costó mucho levantarse, y le dije:
- Estoy en el salón, no tarde, el desayuno se está
enfriando.
- Ahora mismo voy, me arreglo un poco y estoy
con usted enseguida - dijo Balsamo.
Había hervido leche que me dejaba mi ama por la
noche antes de irse a casa, se la traían recién ordeñada los
vaqueros desde el campo. Dos cuencos de leche y una
hogaza de pan del día anterior estaban en la mesa junto a
mi cuando llego Balsamo. Un candelabro con tres velas
sobre la mesa iluminaban la estancia, pues aún no había
amanecido.
- Buenos días señor Ainoza.
- Espero que así sea, ¿ha dormido usted bien?, se
le veía cansado del viaje tan largo que ha hecho.
- Muy bien gracias, ¿y usted?
- Hace muchos años que duermo muy poco, soy
como una lechuza, me cuesta cerrar los ojos. Coma un
poco le hará falta mientras yo le explico lo mejor que
19
pueda el asunto que tenemos que tratar y por lo que ha
venido a verme desde tan lejos.
- Empiece cuando quiera, le escucho atentamente.
- Poca cosa heredé de mi padre, pero en ello
encontré casi todas las claves de los grandes hallazgos
que hizo. Como ve, este maletín de trabajo, y una serie de
libros, pergaminos y cuadernos es todo lo que me dejó.
Según sus notas este material es la clave de este
entramado y misterioso enigma que tenemos para
resolver entre los dos, si está usted dispuesto a ayudarme.
Me levanté de mi asiento, mientras mi invitado
había acabado su desayuno, estirando mi mano y
señalando con el índice le dije.
- Esta habitación es mi laboratorio y lugar de
trabajo, siempre permanece cerrada, nunca debe de entrar
nadie que no seamos usted y yo. Será su hogar durante
algún tiempo.
Me dirigí hacia la puerta del laboratorio, hice una
pausa mirando a mi invitado, su faz estaba llena de
asombro y le dije.
- Si tiene alguna duda o pregunta este es el
momento de hacerla, esto que va a ver y aprender le
traerá muchas complicaciones y tendrá que ser muy
valiente para soportarlo.
Me miró fijamente a los ojos durante unos
momentos y con voz segura espetó.
- Cuénteme primero algo de su padre, su historia,
sus conocimientos, ¿dónde está ahora, que fue de él?
- Para todo el mundo, incluso para mí, este es un
gran misterio aun no resuelto. Lo he visto curar
enfermedades que nadie conocía, ni siquiera tenían
nombre. Yo era muy joven y no lo comprendía, pero
nunca quiso revelarme sus grandes secretos. Recuerdo
que un día, al cumplir los veinte años, me dijo que
20
cuando el desapareciese y dejara de dar señales de vida,
sería el momento en el que debería empezar a averiguar
todos los secretos que había guardado para mi y de
comenzar a leer sus cuadernos. Descifrar lo que en ellos
se encontraba y así llegar al fondo de la verdad. ¿Qué
había sido de él y de dónde había sacado todos sus
conocimientos? Mi padre se llamaba Bartolomé Ainoza,
fue un ser fuera de lo común. Cuando me enseñaba el
oficio parecía que me escondía siempre detalles de sus
curaciones, ahora sé que lo hizo para protegerme.
Muchas veces desaparecía durante largos meses y nunca
sabíamos donde se encontraba ni teníamos noticias de él.
Cuando se le preguntaba decía que había viajado fuera
del país estudiando plantas o que había estado en la
montaña pensando y haciendo vida de asceta. Siempre
que volvía de dichas desapariciones se le veía con la
mirada perdida y una sonrisa que le iluminaba la cara. A
veces se encerraba en su laboratorio durante varios días y
no salía ni para comer, incluso le había oído hablar
idiomas que nadie entendía. Poco a poco volvía a la
normalidad y se acostaba a dormir durante dos o tres
días, al despertar parecía que no había pasado nada, que
no recordaba nada de donde había estado. Yo aprendí
todo lo que me enseñó acompañándole a sus visitas
médicas que hacía por todos los pueblos de Aragón y su
comarca, pero nunca pude entrar en su laboratorio ni
acceder a sus extraños jarabes y bebedizos que preparaba
en el mismo. Me decía que no estaba aun preparado, que
todo llegaría en su día, que tenía que tener paciencia.
- ¿Y que fue de su padre señor Ainoza?
- Mire, yo fui preso por la Santa Inquisición,
cuando unos nobles me denunciaron por una milagrosa
curación que hice a su hijo, de esto hace ya seis años. Fui
encarcelado en el castillo de Torrelobatón y condenado a
21
morir quemado en la hoguera por hereje y brujo. Mi
padre me vino a ver a las mazmorras, fue la última vez
que nos vimos. Hacía años que había desaparecido, le
habíamos dado por muerto, me dijo que no preguntara
nada, no había tiempo que perder, me entregó un
frasquito con un líquido espeso de color marrón y me
dijo.
- Tomate este elixir el día que venga el Abad para
confesarte, antes de la ejecución. Procura extenderte en
la confesión que le hagas de tus pecados para dar tiempo
a que surta efecto. En el momento que empieces a sentir
convulsiones coge la mano del confesor como si fueras a
besarla para tener contacto con él.
- No entiendo como pudo usted escapar – dijo
Balsamo.
- Yo tampoco lo entendí en ese momento, pero al
levantarme de mis convulsiones me percaté que el Abad
yacía en el suelo sin sentido. Cuando me acerqué a él y
retiré su capucha para auxiliarlo mi sorpresa fue que el
hombre tendido en el suelo era yo, el Abad tenía mi cara.
Lo zarandeé entre el estupor y el miedo. Atónito me
palpé la cara varias veces para ver si yo era el mismo,
pues no entendía nada. En esos momentos me desvanecí,
sentí un dolor punzante en mi cabeza como si me
estuvieran arrancando el cerebro y perdí la conciencia
totalmente. Había pasado algo increíble, el cuerpo del
Abad había desaparecido y dentro de sus hábitos estaba
el mío en el suelo sin sentido. Me levanté rápidamente,
había vuelto a la consciencia y de nuevo me palpé la
cara, era algo maravilloso lo que había pasado, mi cara
era vieja y arrugada, estaba completamente calvo, solo
una coronilla de pelo había en mi cabeza. Entonces
comprendí lo que había pasado, mi cerebro estaba dentro
22
del cuerpo del fraile y en el suelo yacía mi cuerpo sin
sentido.
Balsamo estaba expectante escuchando esta
increíble historia. Sus ojos eran de incredulidad y a la vez
de fascinación. Proseguí mi relato.
- Me sentí asustado, aunque empezaba a
comprender muchas cosas y rápidamente me puse a
pensar que debía de hacer, no tenía tiempo que perder, en
cualquier momento podía entrar alguien y ver el extraño
cambio que había experimentado y todo lo que mi padre
había planeado se iría al traste. Estaba sin fuerzas,
exhausto, pensé que lo que tenía que hacer era traspasar
las puertas de la celda, y solo lo podía hacer con el
cuerpo del Abad, pero mi gran temor era como
recuperaría mi cuerpo una vez fuera de estas murallas.
Desnudé al clérigo y cambié sus ropas por las mías, lo
apoyé sentado contra la pared y llamé al carcelero. Le
dije en voz muy baja que el preso dormía, que después de
haber confesado todos sus pecados y haber estado
llorando amargamente le dejaran descansar hasta el
momento de la ejecución, para quedar en paz con su
alma, qué no quería comer nada. El soldado asintió con la
cabeza y luego besó mi mano al despedirme. Despacio y
con paso de anciano salí de la fortificación rumbo al
convento tratando de pasar desapercibido en todo lo
posible. Fui por las calles más angostas, zigzagueando
aunque me costara más llegar. Algunas personas a mi
paso se santiguaban y yo les daba la bendición con la
mano desde lejos para no levantar sospechas. Estaba
fuera de la mazmorra, no me lo podía creer, mi cabeza
daba vueltas pensando como podía haber ocurrido esta
transposición de cuerpos y mentes. Al llegar al convento
golpeé la aldaba del portalón, tras varios segundos
apareció por una pequeña portezuela de madera a la
23
altura de la cabeza un joven fraile que me saludó y abrió
el portón rápidamente. Me hizo una reverencia
postrándose ante mí, clavando una rodilla en tierra y
besándome la mano. Le dije con voz muy tenue para no
levantar sospechas, que no me encontraba bien, que por
favor me cogiera del brazo y me acompañara a mis
aposentos. También le di órdenes para que no se me
molestara, necesitaba descansar y dormir un rato, para
que se me pasara el malestar. Me acompañó y me ayudó
a acostarme en mi cama, me preguntó si necesitaba
alguna cosa mientras yo con mi mano le hice ademán de
que me dejara solo y cerrara la puerta. A la mañana
siguiente entraron en la celda de la mazmorra el alguacil
y el carcelero, el Abad con mi aspecto y mis ropas yacía
en el suelo sin sentido. Venían a preguntarle si quería que
le practicasen la extremaunción, tuvieron que despertarle.
Al abrir los ojos se incorporó rápidamente preguntando
qué había pasado, estaba mareado y mirándose a si
mismo con cara de estupor vio que no llevaba sus hábitos
y que las manos y la cara no eran las suyas. Soltó un
alarido asustado y dijo bramando: “Esto es obra del
diablo, no os dais cuenta, no veis que realmente soy el
Abad Andrés poseído por el brujo Ainoza, escuchadme
por favor”. Al despertar se había dado cuenta de que su
cuerpo no era el que había entrado en la celda el día
anterior y gritaba sin parar: “Soy el Abad, soy el Abad”.
Tuvieron que sujetarlo entre varios carceleros que habían
entrado en la celda al escuchar los gritos, se
convulsionaba y forcejeaba con ellos.
Balsamo estaba cada vez más impresionado y
maravillado con el relato.
- El alguacil le preguntó al Abad con apariencia
de preso si quería la extremaunción, pues solo quedaba
una hora para el desenlace. Mientras el gritaba que era un
24
error, que los maldecía por no darse cuenta de quien era.
Volvió a insistir el alguacil y viendo que seguía fuera de
sí le dijo que estaba poseído por Satanás, nada se podía
hacer. “Francisco Ainoza si te arrepientes de tus pecados
aun podrás salvar tu alma y descansar en paz” - dijo el
alguacil - “Por última vez, ¿quieres que venga tu
confesor?, de lo contrario comenzaremos con la
ejecución”. El Abad seguía gritando y maldiciendo a
todos por no darse cuenta del error que estaban
cometiendo. Ataron de pies y manos al recluso y
abandonaron la estancia para hacer los preparativos.
Pensaron que no había nada que hacer y que cuando
muriera ya saldría de su cuerpo el espíritu del mal que lo
poseía. Mientras yo dormía en la celda de retiro del
convento, me despertaron unos golpes en la puerta que
daba un fraile, venia a avisarme de que iba a empezar la
ejecución y tenía que levantarme para acudir a ella. Le
dije que no me encontraba en condiciones, estaba muy
cansado y me flaqueaban las piernas. El fraile,
preocupado por mi salud me preguntó si quería que
avisara al galeno, le dije que no. Entonces me preguntó si
quería que el padre Teodoro fuese a la ejecución en mi
lugar, a lo que contesté que sí. Al rato salí a hurtadillas
del convento, casi no había nadie, todos estaban en el
gran espectáculo callejero, el asesinar a un hereje, según
ellos. Las calles estaban llenas de gente que iban hacia
allí, enfervorizada y con ganas de sangre iban chillando
sin parar “Hereje, hereje, muera en la hoguera”. Me
aposté en una esquina lejana de la plaza donde iban a
ocurrir los hechos, no debía ser visto, aunque yo tenía
una buena perspectiva para poder ver y oír todo lo que
estaba sucediendo.
25
Paseaba por la habitación, se me encogía el
estomago cada vez que revivía esta situación, pero
continué la narración.
- Por la calle adyacente pasaba el carro que tirado
por dos bueyes portaba detrás al recluso maniatado,
sentado con la cabeza entre las piernas sollozaba sin
parar, estaba sin fuerzas después de todos los
acontecimientos que le habían sucedido. Se paró el carro
unos metros más allá del poste en el cual iba a ser atado y
en el que unos grandes haces de leña rodeaban su base.
Al pie de los mismos se hallaban el capitán de la guardia,
el alguacil y un fraile, supongo que Teodoro, mi
sustituto. El verdugo le ayudó a bajar, ya no tenía fuerzas
para seguir luchando, lo había intentado todo pero sin
ningún resultado. Lo ató en el mástil con una gran soga
por los pies, la cintura y el cuello y se cruzó de brazos
mirando al alguacil y esperando la orden. El fraile se
acercó al abad y le dijo: “Por ultima vez, ¿te arrepientes
de tus pecados antes de morir y quieres pedir perdón a
Dios y a todos sus fieles por las brujerías que has
realizado?”. El Abad entre lágrimas y sin fuerzas para
gritar dijo, “Hermano Teodoro soy vuestro Abad, por el
amor de Dios sáqueme de aquí o cometerán una gran
injusticia, el hereje Ainoza ha poseído mi alma y mi
cuerpo, no lo veis, ¿estáis ciegos?”. El fraile se giró
hacia la muchedumbre y gritó, “No podemos hacer nada
por su alma, este hombre esta poseído y quiere
engañarnos, así pues que arda también su alma en la
hoguera para que el espíritu del mal nos abandone”.
Dicho esto se acercó el alguacil y le dijo “Francisco
Ainoza y Pedrosa por tus crímenes confesos y por atentar
contra la ley de Dios debes morir en la hoguera por
hereje, brujo y blasfemo”. Levantó la mano y miró al
capitán que a su vez desenfundó la espada de la vaina y
26
levantándola en alto indicó al verdugo que prendiera
fuego a la leña. Al rato las llamas ya empezaban a subir
por sus piernas, sus gritos eran ahora de dolor, en esos
momentos vi como todo el mundo se quedó estupefacto.
De los gritos de consigna de muerte al hereje se pasó a un
silencio sepulcral cuando vieron que la cara del reo iba
envejeciendo rápidamente mientras el fuego le consumía
y que iba apareciendo poco a poco la cara del Abad
Andrés. La gente soltó un “¡OH!” casi al unísono y
gritaba, “es cosa de brujerías, no miréis, no miréis,
puede que nos posea a nosotros, el demonio esta
saliendo de su cuerpo”. En esos mismos instantes sentí
como un estremecimiento dentro de mí. Mi cuerpo se
convulsionó durante unos instantes y pude ver como mis
manos perdían sus arrugas y se transformaban otra vez en
lo que yo era. Palpé suavemente mi cara, efectivamente
la metamorfosis había ocurrido. Salí corriendo hacia
casa, estaba asustado pero feliz, había vuelto a nacer.
Balsamo me interrumpió diciendo.
- Nunca le explicó su padre como pudo hacer esa
transformación, ¿qué ingredientes utilizó?
- La última vez que vi a mi padre fue el día que
me entregó el susodicho elíxir que obró tan extraña
transformación. Nunca supe nada más de él. Al poco
tiempo, un amigo de mi padre, abogado y cabeza visible
de una organización oculta de un grupo de eruditos se
puso en contacto conmigo y por mediación de mi hijo
hice traer toda la documentación que le dio y los enseres
que guardaba de sus investigaciones. Estuve estudiando
todos sus manuscritos para descubrir la fórmula de dicho
elixir y no encontré nada más que algunas cábalas para
muchas de los cuales todavía no tengo respuesta.
27
Balsamo se frotaba la cabeza y con cara de
incredulidad pensaba cuando podía acceder a toda esta
información y si él sería capaz de descifrarla.
- Alguien me dijo que había embarcado en uno de
sus largos viajes hacia las Indias Occidentales, pero nadie
me lo puede asegurar. Aun espero saber si está vivo o
alguna noticia suya, aunque ya he perdido toda
esperanza.
- ¿Qué ha hecho usted durante todos estos años
desde que escapó de la hoguera?
- He desarrollado e investigado algunos de sus
preparados y curaciones, también he realizado miles de
pruebas con ellos, pero no he podido descubrir todos sus
secretos, por eso me puse en contacto con usted. Los
viajes que tenemos que hacer no los puedo efectuar yo
solo, necesito a alguien que me ayude y con el que poder
descifrar todos los epigramas y acertijos que tienen sus
notas.
Tras una breve pausa, continué.
- Primero empezaremos por el orden exacto de los
apuntes que poseo, los dividiremos en grupos de trabajo
y usted los leerá atentamente para poder encontrar todo lo
que a mi se me pueda haber pasado por alto. Ahora le
enseñaré mi laboratorio con todos los cuadernos, libros y
artilugios que él me dejó.
Mientras decía esto saqué una gran llave de mi
bolsillo y le dije.
- Entremos sin demora y prepárese para que esta
estancia sea durante mucho tiempo su única vida y
pensamientos. Pasaremos la mayor parte del día y de la
noche en ella.
A lo que el joven doctor preguntó.
- ¿Esta usted seguro de compartir sus secretos
conmigo?, casi no me conoce.
28
- He estado al tanto de la historia de su vida a
través de amigos que tengo en Italia y sé de su avidez de
aprender todo lo sobrenatural que conlleva la medicina,
pero tiene razón, no le conozco lo suficiente. Aun así
tengo la certeza de que es la persona idónea para poder
ayudarme en estas incógnitas, los cuales no pueden ser
vistos todavía por la gente corriente, no están preparadas
para ello. Otro tema es qué uso hará usted con todo lo
que aprenda, pero estoy seguro que igualmente debo
arriesgarme por el beneficio de la ciencia y de la
humanidad.
- Celebro que deposite su confianza en mí, espero
ser un digno aprendiz y acompañarle en esta historia,
aunque no le puedo prometer nada, pues tenemos
diferentes maneras de pensar sobre la ciencia médica y
sus resultados, del uso o abuso de los proyectos
científicos.
Mi respuesta fue tajante.
- Aun así, debo arriesgarme.
A Balsamo le temblaban las piernas, sus ojos
anhelantes de sabiduría revelaban que su mente no
paraba de dar vueltas, esto era lo que había estado
esperando toda su vida, un maravilloso golpe de suerte
que por azar le había tocado. Por fin podría desarrollar
fórmulas y curas a las que nadie había tenido acceso,
tenía la fama delante de sus manos y no la iba a dejar
escapar.
29
Capítulo 3º EL LABORATORIO
Me dispuse a entrar yo primero y encendí varias
lámparas de aceite y algunas velas, la habitación se
iluminó poco a poco. Al entrar Balsamo notó un olor
mezcla de hierbas y humedad, no habían ventanas, no
entraba ningún resquicio de luz. Fue mirándolo todo con
ambición, era la habitación más grande de la casa,
totalmente cuadrada. Sus paredes estaban llenas de
estanterías, con botes de todos los tipos llenos de
productos que no llegaba a vislumbrar bien, pues la luz
era muy pobre.
En una parte de la habitación había una mesa
llena de pergaminos enrollados, cuadernos descoloridos y
con las tapas estropeadas por la humedad. El polvo era
testigo de la poca limpieza que reinaba en la habitación,
se notaba que ninguna persona había limpiado desde hace
mucho tiempo.
En el otro extremo de la habitación había un catre
con una manta y junto a este se encontraba una jofaina
con agua. También había más estanterías con legajos y
cientos de libros, de los que apenas se podían leer los
títulos.
30
En el centro de la habitación se encontraba una
gran mesa llena de alambiques y utensilios de metal,
cristal y como no, un gran crisol para fundir metales.
Junto a esta había un pupitre lleno de hojas de papel con
dibujos y anotaciones.
Balsamo se quedó unos minutos en silencio
mirando desde la puerta. Lo que veían sus ojos parecía
ser la historia de muchas horas de estudio y pruebas
inexplicables e incomprensibles para la gente inculta y
sobre todo para la iglesia, que llamaba a todo esto
brujería, sin saber que esto era ciencia.
Miré fijamente el rostro de Balsamo, era una
mezcla de impaciencia, asombro e incredulidad y le dije
con voz segura antes de cerrar la puerta.
- Pase y siéntese. Está a punto de venir Braulia y
no puede ver nada de lo que hay en esta habitación. Ya le
he dado órdenes para que durante algún tiempo deje cada
día en el umbral de la puerta lo necesario para nuestro
mantenimiento.
Balsamo se quedó embelesado con todo lo que
podía encontrar en la estancia.
- No sé por donde empezar - dijo.
- Primero le diré - dije acompañándole hasta las
estanterías y con un cuaderno en la mano - que todas las
plantas que puede ver en los estantes no las puede
encontrar en ningún lugar de este continente. Se las
encargué a un marinero amigo mío y me las trajo de sus
diversos viajes a la parte sur de América, a la selva del
río Amazonas y por las indias occidentales. Esta
información la saqué de este primer cuaderno de apuntes
de mi padre que empieza, como puede ver - dije
entregándole el libro a Balsamo - por los chamanes y sus
viajes a la conciencia.
31
Balsamo recogió de mi mano el cuaderno de
apuntes que le entregué y se dispuso a leerlo, estaba lleno
de dibujos de plantas que nunca había visto y de notas
escritas a mano, números, cantidades de mezclas y
nombres muy extraños. En ese momento observando
detenidamente su reacción le dije.
- ¿Está usted preparado para hacer un viaje por la
mente, propio de los chamanes Aymará del Amazonas?
- No entiendo lo que quiere decirme Ainoza, ¿a
que se refiere?
- Para que entienda mejor todo lo que relata este
cuaderno de apuntes tiene que realizar un viaje como los
que hacen los chamanes y conocer los secretos de la
selva, tiene que entrar en su mundo inconsciente, ver y
sentir todas sus experiencias sobrenaturales. Tendrá que
ganarse su confianza para que le cuenten sus secretos , si
no es así, enfrentarse a sus leyes y no poder ponerse
nunca más en contacto con ellos. Yo me ocuparé de
hacerlo regresar si el contacto tuviera más dificultades de
lo normal - a lo que Balsamo contestó.
- Estoy ansioso por empezar, por lo que cuenta,
deduzco que será peligroso, ¿pero cómo sabré lo que
tengo que hacer o decir para ganarme la confianza de
ellos?
- Nada de lo que viva usted en su mente durante
este viaje va a ser fácil. Será peligroso dependiendo de
como lo maneje. De su desenvoltura y astucia depende el
inexplicable mundo en el que se introducirá, tiene que
tener en cuenta que solo viajará su mente, pero puede
ocasionarle daños psíquicos, aunque ya sabe que la
ciencia reviste a veces estos problemas. Es usted el que
debe decidir si está dispuesto a arriesgarse, si lo hace,
tendrá que ser hasta el final.
32
- Si, estoy seguro, no he llegado hasta aquí para
no arriesgarme, pero antes me gustaría que saciase mi
curiosidad explicándome algunas cosas que he visto aquí
y no logro comprender, si todo este material que tiene no
son copias, ¿cómo las consiguió su padre?
Nos acercamos a la mesa donde estaban los
pergaminos y tomé uno al azar, estaban todos bastante
desordenados, se lo entregué a Balsamo y le dije.
- Realmente son originales, tienen más de tres mil
años, tenga cuidado al abrirlos pues podrían romperse,
son muy delicados. Aunque de entrada no entienda nada
de lo que dice en ellos si los estudia detenidamente verá
que pueden descifrarse.
Abrió con mucho cuidado el pergamino que le
había entregado, estaba muy deteriorado pero se podían
ver claramente los dibujos de su contenido, estaban
escritos en jeroglíficos egipcios. Levantó la mirada,
sonrió y me dijo.
- ¿Ya ha podido traducir todos los jeroglíficos de
los pergaminos?
- No me ha hecho falta, en estos tres libros que ve
usted a la derecha de aquella estantería está toda la
traducción hecha a mano por mi padre, la cual hizo
gracias a este dibujo que le voy a enseñar.
Desenrollé un gran legajo que había en la
estantería donde estaban los mapas guardados y lo
desplegué en la mesa apartando los pergaminos. Puse un
objeto pesado en cada punta del legajo.
- Mire con atención este gran dibujo, es una copia
exacta de la piedra Roseta, la cual sirve para poder
traducir los jeroglíficos, nunca se llegó a encontrar, pero
no se porque motivo vino a parar este dibujo a las manos
de mi padre. Como puede comprobar en los lomos de
estos libros escritos todos a mano por él, dice “Viajes a
33
Egipto”, lo que no sé es quien los hizo pero me puedo
hacer una idea.
- Todos datan de una dinastía, la XVIII, y hablan
de dos grandes faraones en concreto, la de Hatshepsut y
la de Menjaperra Thutmose, llamado Tutmosis III, madre
e hijo de dicha dinastía. Fueron dos faraones muy
importantes, construyeron muchos templos y edificios en
el valle del Nilo. Sus pergaminos hablan de la grandeza
de esta dinastía y como se hicieron grandes logros en
medicina y ocultismo.
- ¿Así nunca ha podido saber como llegó este
material a manos de su padre? Tendrían que haber
algunas notas explicándolo o, como mínimo, situarlo en
alguno de sus viajes - dijo Balsamo, a lo que contesté.
- No, pero para eso esta usted aquí. Vamos a
averiguar todo este misterio y probar todos los filtros y
brebajes que en estos libros encontremos, sobre todo
debemos averiguar como llegó a manos de mi padre. Con
el tiempo descubrí que el bebedizo que me dio en la celda
en la que estuve encerrado y de la que pude escapar está
escrito en este libro. Corresponde a un capitulo del Libro
de los Muertos, el cual no se haya en este laboratorio,
nadie sabe donde está enterrado, aunque dicen que está
en la tumba de Tutmosis III. Al parecer pasaba en
herencia de padres a hijos y cuando fallecía era enterrada
una copia de este, hecha por escribas del Faraón, los
cuales debían morir para no revelar su secreto.
Balsamo con cara de preocupación dijo entonces.
- Si nos pasara algún contratiempo nuestra
investigación quedaría en el olvido ¿ha pensado usted en
ello?
- Efectivamente, tiene razón, pero es un riesgo
que debemos correr, no tengo solución a ese problema - a
lo que Balsamo comentó.
34
- Hay muchas fórmulas en este libro que yo no
conozco, son nuevas para mi, supongo que en los demás
cuadernos y apuntes habrá muchas más, pero sea sincero
conmigo, hay algo más que una recopilación de
recetarios de plantas, elixires y productos de esta índole,
¿no es cierto?
- Tiene usted razón, pero no se lo desvelare hasta
que haya leído y estudiado todo lo que en esta habitación
se encuentra. Tiene que probar en usted o en enfermos
toda la ciencia que aquí se explica hasta llegar a la parte
mística y esotérica de este asunto, es la única manera de
entender todo el trasfondo que contiene esta información.
Balsamo asintió con la cabeza y se puso manos a
la obra, comenzó con una serie de cuadernos que
hablaban de la ciencia de los chamanes de la selva del
Amazonas y me comentó.
- Es increíble que reuniera todas estas plantas y
flores tan extrañas que aquí se nombran.
- No he logrado conseguirlas todas, es muy difícil
encargar todo este material a personas profanas en estos
temas. Aun siendo amigos los que me la han
proporcionado, son simples marineros mercantes y no es
fácil para ellos buscar o conseguir las plantas enseñando
un dibujo de lo que necesitaban en los poblados perdidos
del interior de la selva. De todas formas he conseguido
las suficientes para poder preparar las más importantes y
he podido comprender los tipos de curaciones que hacen
los diferentes tipos de chamanes, como los
Ayahuasqueros, Tabaqueros, Purgueros y Sobadores. La
cocción más esencial del ritual de estos personajes es la
que usted va a probar, la llaman Ayahuasca, con ella
realizará un viaje en el espacio tiempo a través de la
mente con el que se pondrá en contacto con el gran
chaman. Le deberá preguntar por todos sus secretos y los
35
de sus antepasados, haciéndose pasar por uno de sus
dioses. Yo mientras tanto, aprovecharé desde aquí para
apuntar todo lo que en su viaje se hable.
Balsamo acongojado y asustado me preguntó
- ¿Pero que veré en mis sueños, que sentiré?
dígame que ocurrió cuando tuvo esa experiencia.
- Cada experiencia es diferente, solo usted será
dueño de si mismo y lo haré volver antes de tiempo si la
situación fuera extrema. Para que yo pueda ir apuntando
usted tiene que repetir, como si de un eco se tratase, todo
lo que oiga. Esta noche haremos la prueba, no le diré
nada más porque debe ser una experiencia inolvidable y
tiene que enfrentarse solo ante sus miedos y temores.
Sentirá que ellos hablan otras lenguas, como la Aymará,
pero no se preocupe, entenderá lo que dicen y ellos a
usted. Recuerde que hablaran con sus mentes y tenga
cuidado de no tener algún tipo de pensamientos que nos
implique, pueden ser leídos por el gran chaman.
Esto intranquilizó aun más a Balsamo, se le
notaba preocupado y con cara de no entender nada, fue la
primera vez que vi a este hombre confuso y con
semblante de incredulidad, no era fácil con la arrogancia
y seguridad en si mismo.
- No debe temer nada, he efectuado este viaje
varias veces y sigo aquí, mi cuerpo y mi mente no han
sufrido ningún mal. Pero antes debemos prepararnos para
cuando le hagan preguntas los chamanes o los jefes
tribales. Debe contestar con seguridad para ganarse su
confianza y que crean que ha sido enviado por sus
antepasados, así pues repasaremos los apuntes.
Estuvimos todo el día estudiando los nombres de
los dioses y costumbres de este pueblo y aprendiendo sus
más importantes bebedizos, para que ellos vieran que no
era un extranjero o un espíritu maligno que venía a
36
castigarlos. Leyó y releyó sin parar, estaba asustado pero
emocionado a la vez.
Al anochecer le estuve dando los últimos consejos
y directrices antes de empezar el viaje.
- En este viaje usted verá al gran brujo
físicamente y él también le verá a usted. Irá desnudo, sin
ninguna prenda, podrá ver también a todos los seres
humanos que se crucen en su camino, pero para ellos
usted será invisible. Verá cosas indescriptibles. Tendrá
que pintar su cuerpo con los signos indispensables que
lleva todo curandero en los rituales, los cuales señalaran
que tipo de dioses lo envían. Siempre lo mirará a los ojos
en sus conversaciones y nunca gesticulará ni hará
movimientos extraños con su cuerpo. Tiene que dar ante
todo una sensación de seguridad.
Le enseñé unos apuntes con el dibujo de la cara,
pecho y brazos que iban a utilizar y le dije:
- Estos dibujos tardarán al menos quince días en
desaparecer, aunque los limpie con lo que quiera, como si
de un tatuaje se tratara. La pintura verde está hecha con
unas piedras que están en el fondo del río Amazonas y
sus afluentes, son de color verde oscuro y arcillosas, son
piedras sagradas, nadie más que un chaman las puede
tocar o caería en desgracia. Estas piedras se trituran hasta
convertirse en un polvo verde y se mezcla con una planta
llamada Ajo Sacha, también machacada, se impregnan
los dedos en la mezcla y se utiliza para pintar. Debe ser
usted mismo el que se los pinte según el ritual. Ahora
repasemos todo antes de empezar. Vaya usted
diciéndome lo que debe decirles.
- Cuando me haya ganado la confianza del
curandero será cuando se sentará conmigo y me dirá
“Por favor acepta esta comida”, a lo que deberé
contestar “Sí gracias”, así enlazaré vínculos antes de que
37
me pregunte por los dioses Aymará. Aceptaré el illa o
amuleto sagrado hecho de huesos humanos de sus
enemigos y piedras sagradas del altar, para tener su
consentimiento como integrante de la tribu de Seres
Humanos.
Balsamo siguió con su narración.
- Sus dioses más importantes son por este orden,
Papachama, la madre tierra, Wari dios del ganado, Waira
del viento, Khunu de las cumbres nevadas y del hielo y
para finalizar Eqeko dios de la abundancia, el cual será
del que vengo enviado. Si me pregunta cual es el motivo
de mi venida diré que Eqeko no está satisfecho con sus
ofrendas – en ese momento le interrumpí.
- Tiene buena memoria, creo que será suficiente
por el momento, si hubiera alguna pregunta
comprometida improvisará, se que usted sabrá salir de
cualquier aprieto.
- Estoy un poco asustado, no se si podré hacerlo,
¿y si se dan cuenta de que no soy lo que pretendo
aparentar? - a lo que le contesté.
- Es usted médico y curandero, sabrá decirles
cualquier cosa para convencerlos, como si de sus
pacientes se tratara, confío que no tendrá ningún
problema. Iremos preparando la cocción de las hierbas
para dejarlas reposar un rato antes de tomarlas, no se
preocupe más, esto le hará sentirse más seguro de si
mismo y más fuerte al pensar que va a ser de los pocos
elegidos en indagar en la mente humana.
Los dos miramos la página con las notas de dicho
brebaje y fuimos a buscar las plantas necesarias para ello.
- Mire son estas dos, un tipo de bejuco, también
llamado liana, la cual abunda en la Amazonia, pero tiene
que estar seca por los años y a punto de putrefacción. La
otra es de una planta llamada chacruna, cuyas hojas y
38
bayas una vez desecadas se mezclan con el bejuco y se
prepara una infusión a fuego lento con agua, añadiendo
las esporas de este tipo de hongo que aquí puede ver, el
cual todavía no he podido catalogar ni poner nombre, mi
padre tampoco lo hizo. Tanto la chacruna como el hongo
son alucinógenos muy potentes, si no se prepararan en
sus dosis exactas o se ingirieran directamente cualquiera
de ellas, podrían volver loca a una persona o incluso
causarle la muerte.
Balsamo puso a hervir agua en un cuenco de
cobre de la mesa del laboratorio, mientras yo le enseñaba
una serie de cacitos de metal que había mandado hacer a
un herrero para colocar dosis de hierbas trituradas en su
justa medida, todos ellos con un grabado numérico que
servía para distinguir el tipo de contenido. Balsamo
continuó preguntando.
- ¿Cuanto tiempo durará este viaje?
- Usted no se dará cuenta del tiempo, pueden
pasar varias horas, pero para su mente pueden ser días o
semanas quizás.
- ¿Y en dicho viaje cree que puedo encontrar
algún elemento que sea la panacea médica que tantas
personas han buscado?, gente con gran talento y
experiencia en la alquimia y nunca la han logrado
conseguir. No me refiero a convertir el plomo en oro, mi
búsqueda no es por razones de riquezas, si no por el
poder absoluto del hombre sobre las enfermedades y
enigmas de este mundo - a lo que contesté.
- Dudo mucho que estas tribus puedan ofrecernos
dicha panacea, pero sí pueden darnos algunos
conocimientos sacados de la naturaleza para iniciar este
camino hacia la verdad de muchas cosas. Lo que luego
sigue no se lo diré ahora, pues debemos seguir los pasos
previos igual que están marcados en estos cuadernos que
39
llenan las estanterías, numerados todos ellos como creo
que usted ya se habrá dado cuenta. Es así como mi padre
marcó que debía seguirlos. Sé que es usted joven e
impaciente pero no se preocupe más por ello, le dije que
entre los dos resolveríamos estos enigmas, lo demás está
por llegar.
Ya era medianoche, mi joven amigo no había
querido tomar nada para la cena, estaba muy nervioso,
daba vueltas alrededor de la mesa de trabajo, pensativo y
cabizbajo, no paraba de darle vueltas al asunto. Cuando
acabé de cenar decidí tenerlo un poco entretenido para
que dejara de dar vueltas le comenté.
- Triture mientras en ese mortero la piedra verde y
avíseme cuando esté pulverizada, mientras yo cojo un
nuevo cuaderno para datarlo en fecha de hoy con los
apuntes que me contará esta noche.
Al cabo de un rato me comento Balsamo.
- Creo que esto ya esta bien machacado,
realmente parece arena, ¿qué debo hacer ahora?
- Introduzca esa planta toda entera, hojas y flores,
en el mortero y tritúrelo también junto con la arena hasta
que consiga una pasta espesa a modo de pintura.
Cuando lo tuvo todo preparado se acercó hacia a
mí para enseñarme el resultado de la mezcla.
- Está perfecto, ahora déjelo aquí y vaya por las
plantas y los medidores para preparar el bebedizo, pues el
agua ya hierve.
Pusimos a hervir todos los componentes de la
ayahuasca mientras, me quité la túnica con la cual vestía,
hacía un poco de calor en la habitación y había cenado
demasiado. No solía cenar mucho pero a veces las horas
pasaban tan deprisa que cuando me paraba un momento a
pensar había pasado todo el día sin llevarme nada a la
boca.
40
Yo era todo lo opuesto físicamente a Balsamo, de
baja estatura más o menos un metro sesenta, bastante
delgado, pelo cano, barba blanca y según mis colegas con
cara de erudito, llevaba unas lentes redondas, pues mi
vista cada vez estaba peor. Guardé la túnica en un baúl
donde tenía mis ropas junto a algunos enseres y
revolviéndolas saqué una botella de ron que tenía
guardada para ocasiones especiales. En ese momento creí
que a Balsamo le hacía falta algo contundente para
apaciguar los nervios. Me acerqué a la mesa de trabajo,
Balsamo seguía con el brebaje, tomé dos copas que tenía
en la estantería y le dije.
- Espero que esto le ayude un poco a calmar su
ansiedad, es bebida de marineros pero entra bien, me lo
trajeron de las islas antillanas. Creo que es el momento
de brindar por esta empresa y que me hable mientras
tanto un poco de usted.
Llené las copas generosamente y le ofrecí una,
luego nos sentamos para hablar.
- Usted sabe de mí más de lo que yo creo, pero a
grandes rasgos mi vida ha sido un poco complicada. En
los asuntos monetarios siempre he tenido lo justo para
vivir sin grandes excesos, en fin me las he arreglado
como he podido. Se dice que mi familia verdadera era de
la nobleza siciliana pero estaba arruinada y como tenían
muchas deudas tuvieron que huir a Palermo. A mi me
dejaron en el camino cuando era un recién nacido, me
abandonaron en la isla de Malta, donde me adoptó una
familia amiga de mi padre. Eran artesanos de la madera,
tallaban piezas de artesanía para los buques de la armada,
nunca quisieron contarme quienes eran exactamente mis
padres, aunque yo insistía en saber algo de ellos.
- Tómese otra copa y siga contando por favor.
41
- Si gracias, es excelente este ron. Fui educado
por mi familia adoptiva hasta los doce años, es entonces
cuando decidieron mandarme a vivir con el hermano de
Vittorio, mi padrastro, para que sirviese de aprendiz y me
formara en la medicina, pero yo no tenía suficiente con
las enseñanzas de mi maestro y me pasaba todas las
noches en la biblioteca devorando libro tras libro, no me
importaba de que trataran, primordialmente de medicina,
herboristería y sanaciones. Cuando cumplí los veinte
años conocí al hombre que me abrió las puertas de lo más
selecto de la sociedad de la isla, no puedo decirle el
nombre por razones de lealtad, pero sepa que posee el
título de Gran Arquitecto de Los Francmasones de La
Orden del Templo de Rosacruz. - le interrumpí el relato y
le dije.
- He oído hablar de ello, gente muy poderosa y
con medios para cambiar muchas cosas en el mundo.
- Me captaron para su causa y se me permitió
ejercer de médico en la alta sociedad, con acceso a todos
los libros que dicha Orden poseía en su biblioteca. Cinco
años después me ordenaron que me casara y fuese a vivir
a Londres para ejercer la medicina y ponerme en contacto
con el alto rango de la logia masónica de ese país.
- No entiendo porque, si usted les era tan útil y el
Gran Arquitecto le apreciaba tanto, no tiene ningún
sentido que lo apartase de él - a lo que Balsamo contestó.
- Era evidente, yo subía como la espuma entre la
nobleza y entre los seguidores de la logia, había temor y
envidias de que un novato como yo pudiera ocupar algún
cargo importante en ella. Era muy joven pero demasiado
ávido de sabiduría, temían que llegara muy alto en el
escalafón. En estas logias las personas que no son de
rancio abolengo no pueden acceder a según que cargos en
la cúpula de mando y yo no podía demostrar mi linaje.
42
- Aquí en España no tengo noticias de que exista
alguna Orden parecida - le dije - pero si la hubiere
tendrían muchos problemas, realmente quien manda es la
iglesia. La Santa Inquisición hace y deshace a su antojo.
Me eché a reír a carcajadas, y le dije a mi joven
amigo.
- Es una broma, ya sabe que la iglesia y yo
tenemos cuentas pendientes y aun no estoy seguro de que
algún día me reconozcan. Bueno, creo que debemos dejar
la plática y ponernos en el asunto que nos importa.
Debemos comenzar el ritual, apuremos la última copa y
prepárese para una noche muy larga.
Apagué algunas luces del habitáculo y acerqué las
lámparas de aceite al camastro poniéndolas al pie y la
cabecera. Acerqué una silla y le entregué a Balsamo un
espejo para que pudiera pintarse.
- No debe asustarse, estaré en todo momento a su
lado.
43
Capítulo 4º VIAJE DE LA MENTE
Mientras se desnudaba Balsamo con respiración
casi jadeante, me acerqué a la mesa de trabajo y dije.
- Terminaré el preparado de hierbas, mientras
usted se va pintando los dibujos rituales, siéntese en la
cama y tenga este espejo - refiriéndome al espejo que
había en la pared sobre la jofaina para lavarse - yo se lo
sujetaré para que pueda tener más libertad de
movimientos.
Me acerqué con el mortero que contenía la mezcla
y la dejé encima de la silla junto al catre, luego abrí de
nuevo mi baúl y recogí una sábana doblándola varias
veces hasta conseguir una tira alargada. La deposité al
acostarse sobre sus genitales y al mirarme le comenté.
- Esto es para que no se sienta usted incomodo al
estar completamente desnudo, pues le veo un poco
rígido.
- Se lo agradezco - contestó Balsamo.
Procedió a untar dos dedos de su mano derecha en
la tintura y empezó a pintarse la cara. A ambos lados de
los mofletes se hizo tres líneas rectas horizontales
simulando los bigotes de un felino, bordeó todo el
contorno de los ojos y en la frente una raya también
horizontal que iba de lado a lado de las sienes. Luego
paso a los brazos, una línea ondulada desde los hombros
hasta las muñecas simulando unas grandes serpientes.
Sólo quedaba el pecho y se dispuso a ello, trazó en el
44
centro un sol de doce puntas y bajo él, cerca del ombligo,
una especie de línea quebrada como simulando un
macizo de montañas, todo ello igual que el dibujo del
cuaderno abierto sobre la mesa. El primer paso del ritual
estaba terminado. Balsamo preguntó entonces.
- ¿Que significan exactamente estos dibujos?
- Pues básicamente es la cara de un felino, dos
anacondas de la selva amazónica, el sol que es el gran
dios de las tribus, las montañas y la de la frente es el gran
río y la línea de la vida. Todos los elementos
imprescindibles en su existencia. La piedra que hemos
utilizado para esta pintura tiene residuos de esmeraldas,
como usted conocerá, una piedra preciosa usada por los
artesanos de la joyería. Estas piedras son desplazadas por
las corrientes de los ríos y son sagradas para estas tribus,
que utilizan en los rituales y la caza.
Balsamo después de un gran suspiro dijo con voz
temblorosa.
- Estoy preparado para empezar cuando quiera.
Me senté en el catre lentamente y le acerqué el
cuenco con el brebaje para que se lo tomara. Las pinturas
ya habían secado y brillaban a la luz de las lámparas
como un reflejo fluorescente que iluminaba su cuerpo.
Entonces le interrumpí.
- Debe tomárselo todo, sé que no huele bien ni
tiene buen sabor, pero si no lo hiciera el efecto no sería el
deseado. Le aconsejo que lo beba todo de un trago así no
será tan desagradable.
Así lo hizo, cerro los ojos y lo bebió todo de
golpe, soltando un grito de asco dijo.
- Esto tiene un sabor repugnante.
Chasqueo la lengua y se acostó lentamente boca
arriba en el catre. Mientras yo le puse la sábana doblada
tapando sus partes íntimas, a lo que preguntó.
45
- ¿Tardará mucho en hacer efecto?
- Unos minutos, cierre los ojos y notará los
efectos muy pronto. No se olvide que estoy en todo
momento a su lado, preparado para que narre lo que vea
y sienta. Disfrute de este maravilloso viaje.
- Creo que me esta empezando a surtir efecto, no
puedo casi abrir los ojos, el sueño me domina.
- Ya empezaron sus efectos. Suerte amigo.
Entró en un sueño muy profundo, le levanté un
parpado y observé su ojo, se estaba dilatando. El no notó
siquiera que le tocaba.
Pasado unos minutos empezó a moverse inquieto,
de pronto todo su cuerpo comenzó con una gran
agitación, como si estuviera teniendo un ataque de
espasmo y soltó un gran alarido de dolor que resonó en
toda la estancia.
Balsamo comenzó a relatar su viaje mental. Al
abrir los ojos se encontraba en un pozo sin luz, no se
veía el fondo. Su cuerpo caía a peso a gran velocidad
hacia el abismo, trataba de agarrarse estirando los brazos
pero no hallaba nada en su camino para hacerlo.
Mientras tanto yo inicié la escritura de todo lo que
me iba relatando.
“De pronto mi cuerpo queda flotando en el aire,
mi cabeza parece que va a estallar, un dolor tremendo
recorre mi cuerpo de punta a punta, como si me
estuvieran clavando cientos de lanzas, todo está
ocurriendo muy rápidamente.”
“Apenas han transcurrido unos segundos y todo
cambia de golpe. El dolor se convierte en una gran paz y
calma, ya no siento nada, sólo que floto en la oscuridad.
Intento proferir alguna palabra pero no escucho ningún
sonido, es como si estuviera sordo y mudo”
46
Unos instantes después.
“Mi cuerpo gira lentamente hacia delante y
quedo suspendido boca abajo como si fuera un pájaro
inmóvil en el aire. Comienzo a ver debajo de mi unos
destellos de colores, todo a mi alrededor se va
iluminando como si estuviera amaneciendo, entonces
puedo apreciar las luces y elementos que me rodean.”
En el catre su cuerpo ya descansaba placidamente,
tenía los ojos abiertos pero dormía profundamente.
“Ahora noto como mi cuerpo se desplaza
lentamente hacia delante y observo desde lo alto una
gran selva poblada de grandes árboles que no tienen fin.
Entre tanta espesura no es posible ver nada más de lo
oculto en ella. De repente veo un claro entre tantos
árboles, desde donde puedo ver un largo y ancho rió que
serpentea entre la espesura”
Me siento aturdido, intento mirar a todos lados
para saber donde me encuentro y localizar algún punto
de referencia, mi cuerpo de pronto empieza a caer al
vació a gran velocidad. Intento gritar pero no puedo”
“Se hace el silencio, mi mente se desvanece de
golpe y se queda en blanco”
Al rato sigue narrando.
“Me he despertado, he perdido la noción del
tiempo que ha pasado. Oigo el sonido de los pájaros y
aullidos de la selva, estoy en el suelo inerte sobre las
hojas de la vereda de un rió. Me palpo para comprobar
que no he sufrido ningún daño físico con tan aparatosa
47
caída. Intento incorporarme pero estoy mareado, me
siento en el suelo para tratar de recuperarme mientras
miro a todos lados, estoy muy asustado y pienso que no
me ha engañado, es increíble lo que me esta pasando”
“El ambiente rebosa humedad y un olor
característico a todo tipo de plantas. Tengo frío pero he
de sobreponerme y levantarme antes de que algún
peligro me aceche, no sé hacia donde encaminarme.
Decido seguir el curso del rió, mientras observo todo mi
entorno, árboles enormes que no dejan casi pasar la luz
del día, sólo hay claridad caminando por la vereda que
sigue al costado del rió. Observo los insectos, grandes
mariposas multicolores, estoy descalzo y desnudo, se
oyen continuamente los chillidos de algún tipo de
primate que no puedo ver”
“Tengo miedo de donde pisar, hay grandes
hormigas rojas pasando a mi lado, continuo caminando
sin dejar de mirar hacia atrás de vez en cuando, todo son
sonidos extraños y yo busco algún signo de vida humana
entre toda esta selva”
Después de un largo rato en silencio Balsamo
continuo con su relato, estaba inquieto.
“Pasadas unas horas me siento sobre el tronco de
un árbol caído en el suelo, exhausto y mareado aun. De
pronto noto que la maleza que hay detrás de mi se
mueve. Un murmullo de crujir de ramas me sobresalta,
me incorporo lentamente y giro mi cuerpo hacia donde
escucho el ruido.”
“Un rugido estremecedor que proveniente de la
espesura deja helado mi cuerpo. Puedo ver de entre las
ramas como lentamente un gran felino se acerca hacia
48
mi, es un jaguar con aspecto amenazante, las fauces
abiertas y profiriendo ronquidos cortos y sordos.”
Me quedo inmóvil, mi sangre no circula por las
venas, es tal el miedo que tengo en el cuerpo que me
orino encima, no puedo moverme, mi cuerpo no
responde. El felino da un salto hasta caer a mi lado, se
acerca lentamente a mis pies, no me mira a la cara. Da
unas vueltas alrededor mió y olisquea donde yo había
orinado. Suelta un gran rugido, mientras yo sigo inmóvil,
la selva se ha quedado muda, ya no se oyen a los monos
y los pájaros han dejado de cantar.”
“Sigue dando vueltas alrededor mió unos
segundos y continúa su camino con paso lento hasta que
se pierde por la espesura. En ese momento me desplomo
de golpe en el suelo, todos mis temores me han dejado
sin fuerzas, impertérrito y ofuscado sólo pienso porqué
ese animal no me ha hecho nada.”
“No puedo saber si el jaguar verdaderamente no
me ha podido ver, simplemente ha notado una presencia,
o por mis pinturas rituales ha pasado de largo sin
hacerme ningún daño, dejo de darle vueltas al asunto,
todo vuelve a la normalidad.”
“De repente me doy cuenta de que esta escena es
observada por alguien al que yo no puedo ver en esos
momentos tan peligrosos y a causa del pánico que paso,
hago un repaso a mis alrededores para comprobar que el
animal se ha marchado. Cual es mi sorpresa cuando alzo
la vista sobre una gigantesca piedra al lado del rió y
encuentro una silueta humana con el sol a sus espaldas
que está inmóvil sobre ella. No puedo verla claramente
porque el sol me da en la cara, me acerco lentamente al
pie de la roca. Sigue erguido sin moverse sosteniendo un
bastón en su mano derecha algo más alto que él,
entonces puedo verle perfectamente, es muy menudo,
49
tiene el pelo muy largo y canoso, tez muy oscura y
semblante serio. Lleva un taparrabos, collares y
brazaletes que le cubren las muñecas y los tobillos.”
“Es un anciano que no mide más de un metro
veinte y lleva un colmillo de algún animal atravesando su
nariz. En su cuerpo, lleno de tatuajes, puedo vislumbrar
símbolos parecidos a los que yo llevo. Por fin he
encontrado lo que he venido a buscar o alguien que
pueda ayudarme a conseguirlo.”
“Levanta su bastón en alto y desaparece
caminando detrás de la roca. Me parece que lo que
quiere es que le siga. Me encamino tras de él, miro
detrás de la roca pero ha desaparecido. Sigo caminando
por otra senda muy estrecha que se adentra en la selva,
mi mente me guía hacia allí, a lo lejos escucho sonrisas
de niños, veo humo por encima de los árboles. Creo que
por fin tendré contacto con alguna de estas tribus.”
“Al final del sendero oigo los ruidos más fuertes.
Escucho el sonido de niños jugando. Acelero el paso sin
dejar de mirar atrás. Siento una presencia, no sé si del
hombrecillo o de algún animal salvaje que pueda
seguirme, aun tengo el miedo metido en el cuerpo.”
“Por fin llego a un claro del bosque, me detengo,
ante mis ojos aparece un poblado con un puñado de
niños jugando con palos que se persiguen unos a otros.
Me acerco a ellos, no dejan de jugar, realmente no
pueden verme. Soy como un espíritu andante que puedo
pasar desapercibido a los ojos humanos. Observo una
serie de chozas dispuestas en forma de círculo y en el
centro del cual hay una más grande y vistosa. Están
hechas de ramas de árboles y coronadas con hojas
gigantescas muy verdes. En la choza central veo salir un
humo espeso. Ninguna tiene puerta para entrar, sólo la
50
de en medio posee algo parecido a una puerta hecha de
cañas.”
“Continúo caminando y observando todo lo que
me rodea, no sé que hacer. Algunas mujeres trabajan al
lado de un entarimado con techo de paja moliendo con
unos gruesos palos algo parecido a unas raíces, otras
salen de las chozas con pieles, dispuestas supongo a
curtirlas o coserlas. Ellas tampoco me miran, soy
invisible para todos.”
“No entiendo porque no hay hombres en esta
aldea. Ellas también van desnudas y sólo llevan un
pequeño taparrabos por atuendo. Están todas en plena
tarea para la comunidad mientras los niños juegan a ser
cazadores con sus palos. Todas ellas portan tatuajes y
pulseras, también llevan un colmillo atravesando su
nariz como el hombre que pude ver en la roca. Hay de
todas las edades desde niñas hasta ancianas, todas ellas
están trabajando.”
“Excepto en la entrada, una gran empalizada de
cañas de unos dos metros de altura rodea todo el
poblado, como si fuera la protección de un castillo. Estoy
solo, nadie echa cuentas de mí. No sé que hacer. Para
calentarme me siento al lado de uno de los fuegos que
hay encendidos y espero, supongo que en algún momento
vendrán los hombres y con ellos el chaman.”
“En otro fuego más apartado se está asando algo
parecido a una rata gigante, pinchada en un palo con
dos soportes de madera. Dentro del entarimado varias
hamacas vacías cuelgan de los palos del enrejado, no
hay nadie dentro. Parece un pueblo habitado solo por
mujeres y niños.”
“De pronto noto que una de las hamacas al fondo
se balancea a ambos lados. Me acerco sigilosamente
hacia ella y compruebo con estupor que el anciano con
51
el que tuve el encuentro está tumbado en ella, tiene los
ojos cerrados y mastica algo continuamente. Sus dientes
son escasos y rojizos a causa de la planta que mastica.
Tiene la piel arrugada, revelando los años y mil batallas
que lleva a sus espaldas. Compruebo que efectivamente
lo que atraviesa su nariz es un colmillo de jaguar, para
ellos es el animal sagrado de la selva. Su cuello rodeado
de collares con varios amuletos, piedras, plumas de
colores y algo que pueden ser huesos de manos o pies
humanos. En el centro del collar lleva un saquito de piel
atado con una cuerdecilla de esparto.”
“No puedo articular palabra alguna, estoy
asustado y no sé lo que debo hacer, cuando sin abrir los
ojos me dice el anciano.”
“- ¿Quién te envía?”
“Pienso rápidamente todo lo que hemos hablado
antes del viaje sobre este tema y contesto sin dudar.”
“- Me envía Papachama a través de su hijo
Eqeko, para hablar con el gran pueblo Chapapoyas.”
“- ¿Qué ordenan los dioses? - dice el anciano.”
“- Solo quieren avisaros de que se acerca un
tiempo de escasez y penalidades para tu pueblo.”
“- He visto como el jaguar te temía y también he
visto que venías del cielo. Tus signos demuestran que
eres un espíritu de la selva, pero no sé que podemos
hacer nosotros los seres humanos para calmar la cólera
de Eqeko y Papachama.”
“- Estoy aquí para ayudaros a cumplir las leyes
de los dioses y deciros lo que debéis hacer para que sean
benévolos con los seres humanos.”
“Estoy más tranquilo, la primera prueba está
superada con creces, la improvisación es una de mis
grandes facultades, ahora solo falta encontrar al gran
chaman y convencer a su pueblo.”
52
“- Soy Topapende – dice el anciano - Gran
Hechicero de todas las tribus de seres humanos que
existen en la selva.”
“Abre los ojos, se levanta con dificultad de la
hamaca, es más pequeño de lo que me había parecido y
me dice las palabras que yo he estado esperando –
“Camisaqui Maititan Manka” - ofreciéndome un cuenco
de madera con el fondo lleno de hojas frescas y lleno de
unos grandes gusanos blancos vivos que se retuercen sin
parar.”
“Nos sentamos en el suelo del entarimado con las
piernas cruzadas, tengo que hacer verdaderos esfuerzos
para no vomitar al comerme el primer gusano, pero no
debo despreciarlo, no puedo ofenderle. En ningún
momento Topapende aparta sus ojos de los míos, parece
que me está estudiando. No sé si alguna vez ha visto el
anciano a un hombre con la piel tan blanca como la mía
y eso me hace dudar de que sea algo extraño para él.”
“Engullo poco a poco los gusanos, casi sin
masticarlos, tengo verdaderas náuseas. No consigo
acabármelos y le entrego el cuenco.”
“- ¿No comes más?- me pregunta Topapende”
“- Los que servimos a los dioses no necesitamos
sustento, ellos nos mantienen a su lado eternamente para
ser sus emisarios, así pues nuestra naturaleza no es solo
humana - le contesté.”
“- Los hombres de la tribu han salido de caza,
solo estamos las mujeres, los niños y por supuesto yo
para proteger al poblado. Esta noche tendré una reunión
con los jefes y ancianos, decidiremos si eres el enviado
de Eqeko. Después nos dirás lo que desean de nosotros,
ahora descansa y duerme un poco hasta que llegue la
noche.”
53
“Ya sin temor y con la satisfacción de haber
conseguido contactar con el gran brujo me acuesto en
una hamaca que me ha ofrecido el chaman. Cierro los
ojos dibujando una leve sonrisa.”
Mientras tanto yo había estado anotando en mi
cuaderno todo lo que salía de la boca de Balsamo. De vez
en cuando le tomaba el pulso, muchas veces no entendía
lo que balbuceaba en sus sueños, pero tampoco me
importaba mucho. Cuando regresara de este viaje iba a
contarle la verdad sobre la experiencia. Su pulso era
normal y el cuerpo estaba relajado, había dejado de
hablar, comprendí que descansaba, dejé que continuara
con su odisea.
Salí del laboratorio, era media noche, cerré con
llave y me dirigí al puerto paseando para estirar las
piernas y tomar un poco el aire. Mi mente no dejaba de
dar vueltas preparando el gran viaje que me esperaba
cuando volviera Balsamo y apesadumbrado porque aun
quedaban demasiados misterios por descifrar.
Con las manos a la espalda me perdí entre los
barcos de pesca mientras las estrellas parecían saludarme
al pasar, traté de pasar desapercibido. Al rato pensé que
debía regresar, tomé la última bocanada de aire con olor a
mar y me dirigí hacia casa, estaba cansado y maltrecho
aun no siendo tan viejo como aparentaba, mi vida era un
continuo desasosiego, pero cuando me venían esos
pensamientos a la cabeza mi única distracción era
trabajar y trabajar. Esa era toda mi vida.
Al llegar Balsamo había empezado de nuevo su
relato.
“Noto una mano que me agarra el brazo y me
zarandea, me despierto de golpe, es el anciano. Está todo
54
oscuro solo se ven las luces de las hogueras, la noche ha
hecho acto de presencia.”
“- Despierta, es la hora, - dice el anciano -
todavía no sé tu nombre.”
“- Los que vivimos con los dioses, pero no lo
somos, no tenemos nombre.”
“- Entonces te llamaré Gigante Blanco.”
“Me incorporo de la hamaca y Topapende me
ofrece otro cuenco con comida. Espero que no sean más
gusanos, pero no, esta vez me da trozos de carne asados.
Realmente estoy hambriento y no pregunto de qué carne
se trata, aunque me lo imagino al no ver a ese gran
roedor ensartado en su palo, el que asaban la tarde
anterior.”
“- Come, come, es carne de cuye, la más
apreciada por nuestro pueblo.”
“- Jaisai Suma - muchas gracias, le contesto.”
“El anciano se da media vuelta y se aleja
caminando hacia el interior de la gran choza central. Al
abrir la puerta compruebo que hay más gente en ella. Me
apresuro a terminar la comida de mi cuenco y me dirijo
hacia la choza rápidamente.”
“Me quedo tras la puerta esperando, cuando oigo
la voz del chaman.”
“- Entra sin miedo.”
“Entro abriendo la puerta, tengo que agacharme,
no está hecha a mi medida. Un gran fuego central
preside el interior de la choza, alrededor hay una docena
de hombres, no me miran, parece que también soy
invisible para ellos, así que hablaremos a través del
anciano.”
“Todos ellos están sentados con sus piernas
cruzadas y semblante muy serio. Topapende les habla y
todos escuchan atentamente. Espero a que finalice de
55
hablar y me siento al lado del chaman mientras, voy
pensando que tipo de secretos me pueden ofrecer y que
debo hacer para conseguirlos.”
“A mi izquierda hay tres hombres, uno mayor y
dos jóvenes. A la derecha tengo sentados ocho hombres
muy ancianos. Por lo que parece los tres de mi izquierda
son el jefe de la tribu con sus dos hijos y herederos.
Llevan unos grandes penachos de plumas, el mayor es el
del jefe. Los ancianos se habían ganado el derecho a
estar allí por sus vivencias y sabidurías, alguno de ellos
había podido ejercer de chaman por las pinturas que
llevan. El hechicero me mira y me dice.”
“- Los seres humanos quieren saber que nombre
te puso Eqeko, yo les he dicho que Gigante Blanco.”
“- Los servidores de los dioses no tenemos
nombre - volví a insistir”
“- Pero ellos necesitan saber con quien hablo,
por eso les he contestado.”
“- Solo soy la voz de Eqeko es lo único necesario
para hablar conmigo, él habla a través de mi boca, el
dios de la abundancia, pero no soy más que un cuerpo
del que se sirve para acercarse a los seres humanos - a
lo que añadió Topapende.”
“- Sea pues así, acércate al círculo mágico con
nosotros, antes tendrás que contestar algunas preguntas
de los grandes jefes del poblado y de los ancianos, no te
pueden ver, pero yo seré tu voz.”
“Nos acercamos todos a la hoguera formando un
círculo más pequeño y nos sentamos. El hechicero me
ofreció la hoja de una planta para que masticara igual
que todos ellos. Lo hice, era amarga y lechosa.
Levantaron todos los brazos mirando hacia el cielo y
cantaron pidiendo ayuda a los dioses. La lengua y la
56
boca se me había dormido a causa de los efectos de la
planta que masticaba, debía ser algún alucinógeno.”
“Acabaron los cánticos y todos ellos bajaron la
cabeza y la pusieron entre sus piernas durante unos
segundos. Topapende cogió su báculo y se puso en pie
mirándome.”
“- Los ancianos han visto la luz, han contado
historias de gigantes blancos que nos han visitado varias
veces en el tiempo pasado. Eran los espíritus de los
dioses y han dicho que tenemos que obedecerte, si no, las
más grandes desgracias caerán sobre nosotros. Los más
jóvenes nunca han pasado por esa experiencia, por eso
tienen preguntas que hacerte.”
“- Hace muchas estaciones un gigante blanco fue
enviado por Papachama para que le explicaseis todos los
rituales y curaciones. Quería poder enseñarlo a otros
dioses de otros mundos y así convertirse en seres
humanos como vosotros. Gente que no creía en los
dioses, pero Papachama los convenció de que tenían que
adorar a la madre tierra igual que los Chapapoyas - dije
con voz solemne.”
“Era una estratagema para poder sonsacarles si
realmente habían enseñado sus artes a algún hombre
blanco o por el contrario, no iba a sacar nada en claro
de este asunto. Mientras tanto el chaman va diciéndoles
todo lo que yo hablo. Un anciano casi sin dientes y muy
delgado interrumpe la conversación.”
“- Yo viví más de dos estaciones con un gigante
blanco que dijo ser enviado por la madre tierra para
aprender nuestros rituales, yo mismo le enseñé, así pues
dice la verdad.”
“El jefe y sus hijos cuchicheaban en voz baja, uno
de ellos solo escuchaba, comprendí que podía ser el de
más alto escalafón y pensé que sería al que había de
57
convencer. En ese momento mandó callar a los otros dos,
se puso en pie y levantando los brazos dijo.”
“- Soy Apucho gran jefe y espíritu de mi pueblo y
quiero saber en que hemos ofendido a los dioses para
que vengan tiempos de escasez, nosotros entregamos
todas las ofrendas antes de las lluvias.”
“Miré al chaman y comencé a improvisar.”
“- Eqeko dice, no he recibido los sacrificios que
manda la madre tierra para purificarla – a lo que el jefe
contestó.”
“- Sí los hemos hecho, el pueblo es testigo de ello
y Topapende fue quien los ofreció. Díselo Gran
Hechicero.”
“- Es verdad, no comprendo nada entonces - dijo
Topapende.”
“- El no ha recibido ningún presente ni sacrificio,
los dioses no mienten. La causa podría ser que algún
espíritu maligno de la selva se haya adueñado de ellos,
por tanto Eqeko os da otra oportunidad de que podáis
intentarlo de nuevo. Los dioses no quieren luchar con
tales espíritus para cogerles las ofrendas.”
“Volvieron todos a murmurar entre ellos un largo
rato. Apucho entonces preguntó.”
“- ¿Tu conseguirás que el dios de la abundancia
reciba nuestros sacrificios y acabe con la escasez?”
“- Sí, debemos hacerlo y pronto. El espíritu del
mal cada vez es más poderoso y puede caer sobre los
seres humanos - el jefe volviéndose hacia los demás
preguntó.”
“- ¿Qué dice el Consejo de Ancianos? - a lo que
contestó Topapende.”
“- El Consejo y yo hemos decidido que el Gigante
Blanco habla verdaderamente por voz de Eqeko y que
debemos obedecerle.”
58
“- Sea entonces, dijo el jefe, lo que mandan los
dioses será ofrecido mañana después de ir a cazar.”
“Se retiraron todos y salieron de la choza a
dormir. Me quedé solo con el chaman, me invitó a
sentarme diciéndome.”
“- Puedes quedarte a dormir en la tienda
sagrada, hemos de prepararnos para mañana.”
“Saludó a sus dioses otra vez levantando los
brazos en alto. Era una choza muy austera, en el suelo
había varios enrejados de cañas que servían para dormir
y algunas pieles y trapos para taparse. Apoyados en los
costados había varios bastones de todo tipo y cuencos
con amuletos. Dejó el bastón que portaba en la mano y
lo puso al lado de los otros, entonces agarró uno
bastante ondulado y en forma de serpiente y lo colocó
entre las pieles con las que iba a taparse para dormir.”
“Empezaba a clarear, yo no dormía, no pude
pegar ojo en toda la noche entre lo incomodo de mi duro
colchón, los ruidos de la selva y las pisadas que se oían
continuamente fuera, los centinelas que rondaban por la
noche. La hoguera central estaba apagada, solo
quedaban rescoldos y empezaba a notarse la humedad
del amanecer.”
“Topapende no estaba bajo sus pieles. Salí
sigilosamente de la tienda y pude ver que no había nadie,
solo un vigilante cerca del fuego, llevaba arco y flechas y
un palo de madera coronado con un mugrón en forma de
mazo. Un par más rondaban por la puerta del poblado,
vi un tronco largo y grueso donde guardaban el agua y
me acerqué a lavarme la cara para avivarme de la mala
noche pasada.”
“De pronto oí unos pasos tras de mi, me giré
rápidamente y vi al anciano hechicero con un penacho
de cientos de plumas blancas en la cabeza y un bastón
59
completamente diferente a los anteriores que llevaba un
atado de huesos humanos en la parte superior. En la otra
mano sostenía un gran colmillo, pensé que no podía ser
de un jaguar por el tamaño que tenía, pero no me atreví
a preguntar. Se dirigió hacia mí y mirándome fijamente
dijo.”
“- Tu serás el que me ayudes a realizar esta
ofrenda a los dioses, esta vez no me acompañará mi
anciano padre, antiguo chaman de la tribu, el ser
humano más viejo que honramos entre los seres
humanos. Los jóvenes han ido a cazar a la selva los
animales que necesitamos para el rito de las ofrendas,
tienen que estar vivos, no sirven muertos para el ritual.”
“- ¿Qué animales has ordenado traer? -
pregunté”
“- Para pedir ayuda al dios de la abundancia nos
traerán tres animales, uno de la madre tierra, otro de las
alturas del cielo, y por último otro del agua, con esto
cerramos el círculo de la vida.”
“- Comencemos entonces,- le dije al hechicero.”
“Se dirigió hacia las afueras del poblado y fui
caminando tras él. Al salir del poblado sentí un
murmullo de voces que nos seguía, todas las personas
que habitaban allí iban saliendo de sus chozas y
caminaban a unos cuantos metros detrás de nosotros.
Hombres, mujeres y niños dejaban sus quehaceres y se
añadían al grupo. Los guerreros con sus penachos de
plumas, las mujeres y los niños con una especie de
diadema entretejida de ramas, solo faltaban los hombres
que habían salido a cazar.”
“Presidiendo la muchedumbre estaban los tres
jefes que la noche anterior habían estado conmigo, todos
ellos con grandes pinturas en sus cuerpos y llevando una
lanza en una mano y un bastón en la otra. Tras ellos
60
habían mujeres que llevaban en los brazos bultos de tela
convenientemente atados con sogas de liana.”
“Llegamos a un claro de la selva a unos
quinientos metros del poblado, en el centro de dicho
lugar había una especie de mesa rectangular construida
de piedra, con dos pilares laterales que formaban las
patas. Era más o menos de unos dos metros de largo por
uno de ancho y muy gruesa, estaba cubierta de hojas
secas caídas de los árboles.”
“Topapende dejó en el suelo lo que llevaba en las
manos y se dispuso a limpiar el altar de las hojas que lo
cubrían. Levantó los brazos hacia el cielo y se arrodilló
inclinando la cabeza hacia el suelo, estaba saludando a
sus dioses. Mientras, un anciano se acercó con un gran
cuenco lleno de un líquido que tenía un olor muy
extraño.”
“Se dispuso a iniciar la ceremonia. Me indicó con
la mano que me pusiera a su lado derecho mientras la
gente iba rodeando la gran mesa a unos metros de
distancia. Los jefes se colocaron detrás de nosotros y se
arrodillaron. La gente imitó el gesto y el hechicero
comenzó la ceremonia.”
“- Este es el bastón sagrado del pueblo
Chapapoyas, entregado por Papachama a mis
antepasados.”
“Lo colocó sobre el altar y añadió.”
“- Servirá para luchar si algún espíritu maligno
no está de acuerdo.”
“Abrió un atillo que le entregó una de las mujeres
ancianas y se dispuso para colocarlo sobre la mesa.”
“- Esta es la piedra del relámpago contra los
enemigos invisibles - dijo sacando una piedra del tamaño
de un puño de color negro.”
61
“- Esta es la piedra gorda para absorber los
males, sacando una piedra del mismo tamaño que la
anterior pero plana, de color gris y vetas amarillentas.”
“- Las tres conchas - sobre las que puso hojas de
tabaco.”
“- Sirve para evitar los malos vientos, los malos
aires y hechizos - dijo depositándolas también sobre el
altar.”
“Iba colocando todos los objetos de izquierda a
derecha en el altar por orden, la gente estaba callada no
se oía ni un murmullo, el ambiente era muy tenso y los
habitantes del poblado seguían de rodillas con la cabeza
inclinada mirando al suelo. Hizo un alto en sus ofrendas
y se arrodilló susurrando unos rezos que yo no entendí,
me arrodillé a su lado e hice ver que rezaba.”
“Se levantó y se dirigió en voz alta a su pueblo.”
“- Ahora debemos rezar a los dioses mientras
llegan los sacrificios.”
“Un gran murmullo de rezos empezó a
escucharse alrededor de la mesa, mientras un anciano
hacía entrega al chaman del cuenco con el bebedizo ya
preparado, el cual depositó en el altar y volvió a
extender los brazos en alto en señal de entrega.”
“- Cuando lleguen los jóvenes guerreros
tomaremos la ayahuasca para empezar el ritual - dijo
Topapende mirándome.”
“Otro anciano le entregó una vejiga de animal en
forma de odre conteniendo algún líquido. Mientras, otros
preparaban una gran pira con troncos y hojas secas en
la parte derecha del altar y colocaron una gran
plataforma de ramas trenzadas sobre ella.”
“De pronto se oyeron gritos en la lejanía del
enmarañado follaje y apareció un grupo de jóvenes
peleándose entre ellos. Todos querían llevar los animales
62
que traían atados por las extremidades en largos palos
sobre los hombros y que colgaban boca abajo. Otros
traían una especie de frazada de cuero que agarraba una
persona por cada uno de las cuatro puntas del recipiente
que iba salpicando agua.”
“Al llegar hasta nosotros hincaron sus rodillas en
la tierra saludando al chaman y depositaron en el suelo
los animales. En ese momento pude comprobar que se
trataba de un cuye, una especie de roedor de gran
tamaño que habita en esta selva. También traían una
especie de mono con sus cuatro miembros muy delgados
y larga cola al que llamaban mono araña, era del
tamaño de un conejo grande. Para finalizar en una
especie de bolsa con agua llevaban un gran pez de más
de un metro de largo, parecido a una anguila con unos
dientes en forma de sierra y largos bigotes laterales.”
“Los animales se retorcían en sus palos
amarrados y gritaban sin cesar queriéndose escapar, en
ese momento los jóvenes se incorporaron y se unieron al
grupo de habitantes del pueblo.”
“Topapende sacó el tapón del odre que le había
sido entregado y mojando su mano derecha con el
líquido que contenía se dirigió a los animales y los
impregno pasándoles la mano humedecida por el lomo
de los tres animales, mientras les pedía perdón. Les
decía que comunicaran a los otros animales que era un
honor dejarse cazar por los seres humanos.”
“El chaman encendió con una tea ardiendo las
hojas de tabaco que se hallaban sobre las tres grandes
conchas, con sus manos esparcía el humo que salía y se
llevaba las manos a la cara tapándosela de vez en
cuando. Un niño a su lado aguantaba la tea ardiendo, se
acercó con una concha donde quemaba el tabaco y se la
puso uno a uno delante del hocico, lo cual repitió varias
63
veces. Fue entonces cuando estupefacto observé que
dichos animales entraban en una especie de trance con
los ojos abiertos y dejaron de moverse.”
“Uno por uno soltó las ataduras de sus miembros
y los fue colocando en el altar sin que ellos, inertes
completamente hicieran cualquier movimiento. Primero
puso a la izquierda el gran roedor, en el centro el
primate y a la derecha el pez. Los saludó tres veces
agachando su cuerpo y su cabeza hacia delante, volvió
su rostro para mirarme y decirme.”
“- Es el momento de tomar la ayahuasca - a lo
que contesté saludando también.”
“- Los dioses nos miran desde las alturas,
empecemos.”
“Me acercó el cuenco con la bebida y me dijo.”
“- Tómalo tu primero, en honor de poder servir a
nuestros dioses desde su lado en el paraíso.”
“- Ellos te lo agradecerán, eres un gran servidor
de todos y siempre serás recordado en la selva como el
gran Topapende, gran chaman de los seres humanos.”
“Bebí la mitad del contenido del cuenco y
levantándolo después hacia el cielo con mis manos se lo
entregué al hechicero. Por el sabor y el olor de lo que
había tomado identifique el brebaje, era el mismo que
tome para emprender este viaje. Las dudas asaltaron mi
mente, si estaba bajo los efectos anteriores de dicha
pócima ¿Qué pasaría por haberla tomado otra vez sin
haber despertado mi consciencia?”
“Topapende bebió todo de un trago sin apenas
respirar y también saludó, puso sus manos sobre mis
hombros desnudos, no sin tremenda dificultad por la
estatura y musitó en voz baja.”
“- Solo así podremos verles, sean los dioses o
espíritus malignos - a lo que pregunté intrigado.”
64
“- ¿Solo nosotros podremos verles? ¿Qué
notaran y sentirán los seres humanos que nos rodean?”
“- Ellos no podrán ver ni sentir nada de lo que
nosotros veamos, pero tienen una gran fe en lo que
estamos haciendo, no necesitan pasar por este trance
para poder adorarlos y seguir sus mandatos.”
“Hacía rato que tomamos el bebedizo y parecía
que no proporcionaba el mismo efecto que la vez
anterior. Eso me preocupaba pero decidí dejar de pensar
en ello, al fin y al cabo el también tomó lo mismo y yo
estaba seguro de seguir hasta el final. Todos los avatares
que había padecido valían la pena.”
“Topapende agarró una especie de sonajas
hechas de conchas de moluscos pequeños y las hizo
sonar sobre todos los objetos y animales que en el altar
se hallaban. Con movimiento rítmico y rápido estuvo
unos minutos cantando y haciéndolas sonar. Paró de
golpe, un silencio sepulcral reinaba en la selva.”
“La cabeza empezó a darme vueltas, estaba muy
mareado, trataba de fijar la vista al frente para no
caerme al suelo. Entonces observé como el chaman tenía
unas grandes convulsiones en su cuerpo y caía de
rodillas a tierra. Al momento sentí que me pasaba lo
mismo, mi cabeza se desvaneció y me desplomé junto a
él, mi visión eran puntos destellantes de colores. Sin
fuerzas agarré su brazo para intentar levantarme pero a
duras penas me podía mover.”
“Por fin logré ponerme de rodillas a su lado,
sentía un gran vació en el cerebro, mirando a mi
acompañante comprendí que estaba pasando por el
mismo trance, balbuceando me dijo.”
“- Debemos esperar de rodillas hasta que
nuestras mentes logren tener contacto con los dioses y
nos autoricen para hacer las ofrendas.”
65
“Pasados unos minutos todo volvió a la
normalidad, al momento se volvieron a escuchar los
sonidos de la selva y volvieron las fuerzas a nuestros
cuerpos y mentes. Nos pusimos en pie y él se acercó al
altar postrándose encima y profiriendo algunos rezos
más.”
“- Debemos empezar el ritual, los dioses nos ven
y nos escuchan.”
“Sacó de otro atillo alargado un gran machete de
hierro con puño de madera y cuero y tomó el bastón de
la mesa. Levantó el báculo en su mano derecha y la
espada en la otra hacia el cielo y dijo mirando a toda la
gente que permanecía arrodillada y con la cabeza
agachada.”
“- Los dioses están aquí, noto su presencia, rogad
por todos los seres humanos.”
“Todos al unísono rezaban plegarias rituales y
uno a uno se aproximaron al altar depositando sobre él
algún objeto personal para que sus dioses les tuvieran en
cuenta en las oraciones. Mientras, Topapende había
vuelto a dejar el bastón y la espada sobre la mesa y
cogido el odre con aquel líquido que todavía no sabía de
que se trataba. Se acercó primero hacia mí y untando su
mano con él me lo pasó por la cabeza impregnándola.
Olía a perfume de flores y uno por uno conforme iban
pasando todos a depositar su ofrenda les hacía el mismo
ritual, unciendo sus cabezas con el perfume hasta que
terminaron todos y volvieron a ponerse de rodillas en el
mismo sitio de donde venían.”
“Los animales que esperaban el sacrificio
parecían dormir, seguían inertes donde estaban
colocados. Pensé que lo que había tomado ya no tenía
efecto alguno, pero lo demás estaba por llegar y yo no lo
sabía.”
66
“Se acercó lentamente hacia la gente y la saludó
de nuevo. Se dispuso a coger los animales, mientras mis
ojos veían el verdor de la selva un poco extraño, el verde
brillaba como si se reflejasen luces en él. El cielo
también brillaba intensamente, lo observaba todo y
parecía que transcurría con una lentitud casi siniestra.”
“Era aquel líquido con olor a flores el que como
pude observar en los demás surtía este efecto casi
alucinógeno. Podía ver a la gente como si tuvieran un
aura brillante alrededor de ellos y comprobé que el
hechicero también tenía las pupilas dilatadas - fue
cuando le pregunté.”
“- ¿Por qué se ve todo tan brillante?”
“- Estamos viendo a los espíritus de cada ser
humano para comprobar que no hay ninguno maligno.”
“- ¿Y que pasaría si lo hubiera?”
“- Los dioses no se manifestarían, no podríamos
empezar las ofrendas sin apartar el mal de nosotros.”
“Procedió entonces, empuñó el machete y
poniendo boca arriba el primer animal que era el cuye,
le hizo un corte limpio en su pecho de más de un palmo y
tan perfecto como si fuera un cirujano. Introdujo su
mano en la hendidura y con un estirón rápido y preciso
le arrancó el corazón. Era increíble no salía ni gota de
sangre de la herida, parecía que el animal estuviera
disecado, ni un solo quejido ni tampoco ningún
movimiento. Lo colocó encima de una de las tres grandes
conchas donde habían quemado las hojas de tabaco,
entonces pude ver que el corazón aun latía
milagrosamente, no lograba entender nada de lo que
pasaba, era algo sobrehumano.”
“Se dispuso sin mediar palabra ni tiempo, a
proceder con la misma operación, esta vez con el mono.
Por último hizo exactamente lo mismo con el pez,
67
siempre dejando el corazón en las otras conchas, con la
diferencia de que a éste le arrancó todas las vísceras.”
“Limpió seguidamente el machete con el líquido
sobrante del odre anterior y lo volvió a colocar sobre la
mesa. Las tres vísceras seguían latiendo sobre sus
respectivas conchas. Al principio pensé que era normal
que lo hicieran un rato hasta su muerte, pero no, seguían
igual que si estuvieran dentro de los cuerpos, tenían vida
propia.”
“Seguían las oraciones por enésima vez, cuando
una vez acabado me ordenó.”
“- Ayúdame a poner los cuerpos de los animales
en la pira sagrada, gran Gigante Blanco.”
“Fuimos colocando los animales en la plataforma
sobre la hoguera, al coger el roedor note con sorpresa
que aun respiraba y movía los ojos a veces pero sus
extremidades colgaban como si estuvieran sin vida. Se
me hacía muy difícil de creer lo que mis ojos estaban
viendo, era la experiencia más esotérica de mi vida -
entonces pregunté.”
“- ¿Pero estos animales aun respiran, como es
posible si hace un rato se les arrancó el órgano de la
vida?”
“- He arrancado el corazón como agradecimiento
a éstos, para que no se ofendan los animales de servir de
ofrenda a los dioses. Que anuncien a los otros animales
de la selva que es un gran honor ser cazado por los seres
humanos, sus cuerpos serán el tributo de los dioses y su
corazón habitará en los nuestros.”
“- No entiendo, ¿Qué haremos con los
corazones?”
“- Los corazones, símbolos de la vida en la tierra
debemos comerlos mientras laten para asegurar que
68
moren dentro de nuestro cuerpo, así nos hermanamos
con los animales.”
“Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, por un
momento pensé que esta tribu practicaba el canibalismo.
Topapende prosiguió.”
“- Solo comemos el corazón de las ofrendas, su
cuerpo no nos pertenece. Igual que hacen los jefes de la
tribu con sus enemigos después de acabar una batalla,
para conseguir la fuerza y el poder que poseían.”
“Esto último calmó un poco mi ansiedad, había
empezado a asustarme, pero después de sus palabras
comprendí porqué lo hacían.”
“- Ahora encendamos el fuego sagrado con la
antorcha que guardamos siempre. Es la antorcha de la
vida, partida por un rayo ancestralmente y que siempre
arde, sacrificio tras sacrificio. Los dioses aguardan, no
debemos hacerles esperar más.”
“Tapó los animales con grandes hojas verdes de
algún tipo de palmera y recogió la tea ardiendo de
manos del niño que la llevaba, prendiendo fuego a la
base de la leña. Volvió al altar y recogiendo los
corazones latientes los ofreció, uno a mi y otro al grupo
de los tres jefes que estaban detrás nuestro, quedándose
uno para él.”
“Observé horrorizado como el gran jefe y
Topapende asestaban un mordisco a cada una de sus
vísceras y luego las entregaban al pueblo para que cada
uno de ellos hiciera lo mismo.”
“En esos momentos me miró fijamente esperando
que yo también lo hiciera, no me lo podía creer, nunca
había comido carne cruda y viva, me daban náuseas solo
de tener ese órgano en mi mano latiendo y chorreando
sangre, pero debía de hacerlo. Cerré los ojos y clave mi
dentadura en el corazón del cuye, tragándome
69
rápidamente el pedazo para no notar su sabor a carne
cruda. Mi boca tenía el sabor metálico de la sangre y mi
cara estaba impregnada de ella al salpicar del mordisco.
Se lo enseñé al brujo y procedí a entregárselo a él para
que a su vez lo diera a quien creyera conveniente.”
“Todos se arrodillaron al acabar este ritual y
siguieron con sus rezos, el hechicero me tomó del brazo y
me indicó que debíamos arrodillarnos también pues aun
quedaba un tributo que ofrecer antes de que los dioses
aceptaran las ofrendas.”
“La selva quedó de nuevo en silencio, todos
estábamos postrados de rodillas cuando levantaron los
brazos en alto. Hice lo mismo mientras oía un murmullo
de ramas moviéndose frente a nosotros. De pronto se oyó
un fuerte rugido tras el follaje, era aun lejano pero
estremecedor. La selva seguía viéndola brillante y todo
lo de mi alrededor con un aura resplandeciente. Los ojos
me brillaban, ese rugido ya lo conocía y no tenía
recuerdos agradables de ello.”
“Topapende me puso la mano en el hombro al ver
que estaba asustado y me dijo.”
“- No debes temer al dios de la jungla, no te hará
nada, tu eres para el un ser humano invisible.”
“Esto me tranquilizó un poco. Se abrieron los
matorrales de golpe y apareció en la lejanía la cabeza de
un jaguar que poco a poco caminaba hacia nosotros.
Hice el gesto de levantarme pero me volvió a coger del
hombro sonriéndome para que me calmara. El animal se
acercaba cada vez más, lentamente llegó hasta el altar.
Era gigantesco, más grande que un humano, no tenía
nada que ver con el que me topé anteriormente. Sus ojos
brillaban, yo volvía a estar paralizado de miedo mientras
el chaman lo saludaba continuamente agachando la
70
cabeza hacia delante y abriendo sus brazos señalando el
altar.”
“El felino dio unas cuantas vueltas alrededor de
la mesa y de pronto de un salto subió encima, olisqueó
todo lo que se hallaba en ella, soltó otro gran rugido y
empezó a lamer la sangre que había en las tres conchas
que contuvieron los corazones. Poco a poco fue
terminando con ella mientras la pira ardía
completamente y se notaba el olor de la carne
quemándose de los animales.”
“El animal volvió a mirar a su alrededor y con
otro gran salto bajó a tierra rugiendo varias veces. La
gente seguía de rodillas, inmóvil, entonces el jaguar echó
a correr hacia la espesura y desapareció en ella. El
chaman sacó su mano de mi hombro y se levantó
mirando hacia su pueblo.”
“- El Gran Jaguar está feliz, el pueblo puede dar
gracias a la benevolencia de los dioses, el espíritu
maligno no osará aparecer mientras el nos proteja - yo
asustado le pregunté.”
“- ¿Por qué el Gran Jaguar no atacó a ninguno
de los seres humanos?, estaban indefensos ¿no pudo
verlos?”
“- Porque es un dios y como tal no necesita
devorar a los seres humanos, solo toma la parte de la
ofrenda que le corresponde.”
“Nos acercamos a la pira ardiendo, me dijo que
me volviera otra vez a poner de rodillas y mirando al
cielo gritó.”
“- He aquí nuestras ofrendas ¡OH! Gran Eqeko,
acéptalas y aparta de nosotros tu ira.”
“La columna de humo cada vez era más grande a
causa de las hojas verdes con que se habían tapado los
animales. Al final de la gran columna de humo se iba
71
formando un hongo que a su vez, se iba bifurcando en
brazos muy largos y se extendía lateralmente creando
una figura que todavía no tenía un perfil definible. Poco
a poco empezó a tomar forma. Era la imagen de un
águila gigantesca moviendo lentamente sus alas. De
súbito empezaron a escucharse todos los sonidos de la
selva y una gran luz cegadora impregnó todo el cielo
bajando un rayo luminoso sobre la pira.”
“Incomprensiblemente los tres animales que
habían ardido en la hoguera fueron subiendo
suspendidos por el haz de luz pero con su cuerpo en
forma gaseosa como si fueran dibujos hechos con humo
hasta llegar a las garras del águila. Apenas se podía ver
mirando hacia arriba, con las manos delante de los ojos
haciendo de pantalla pude verlo todo.”
“Cuando el águila tuvo a los animales en su
garra salió volando, perdiéndose en el cielo mientras su
cuerpo iba transformándose en una nube que se disipó
lentamente. La gran columna de humo de la pira
desapareció también de golpe. El cielo volvió a su luz
normal, de pronto se oyó un gran trueno en lo alto de las
copas de los árboles y un viento huracanado nos
traspaso en un segundo y nos hizo caer al suelo a todos.
Levanté la vista hacia arriba y quedé asombrado con lo
que vi, unos copos de luz de varios colores caían sobre
nosotros por toda la selva, disipándose al tocar el suelo.
Una sensación de paz y alegría nos recorrió el cuerpo.”
“La ceremonia había finalizado, todo el pueblo se
iba levantando y se preparaba para dirigirse a la aldea,
mientras una serie de ancianos recogían y limpiaban los
enseres del altar. Topapende recogió su bastón y el
machete mientras me decía.”
“- Todo ha ido bien, sé que los dioses están
contentos al habernos enviado a Waira, dios del viento y
72
a Khunu, dios de las nevadas. Ahora tenemos que volver
para descansar, nuestros cuerpos están agotados.
Mañana hablaremos antes de que vuelvas al lado de
Eqeko.”
“- No sé cuando tengo que volver, solo el sabe
cuando mandará por mi.”
“- Así sea, vayámonos entonces.”
“Lentamente como si fuera una procesión la
gente iba entrando en el poblado solitario hasta
entonces, nosotros detrás cerrábamos la marcha en
silencio. Cada uno siguió con sus quehaceres mientras
las mujeres se afanaban en preparar una gran
celebración para la noche.”
“Topapende me saludó agachando la cabeza en
la puerta de su choza diciendo.”
“- Voy a descansar, ya soy viejo y estos rituales
cada vez son más difíciles para mí, ¿quieres
acompañarme?”
“- Gracias, prefiero mirar lo que hace tu gente y
pasear para meditar un poco sobre todo lo que ha
pasado.”
“- Nuestro hogar es tu hogar, haz lo que tengas
en tu mente.”
“Paseé por todo el poblado fijándome en todo
para aprender, aprovechando que no me podían ver,
intentaba averiguar algo sobre sus secretos pero no
había indicios de nada que pudiera interesarme. Decidí
sentarme y observar.”
“Las mujeres preparaban la caza ya destripada
por lo guerreros y las cuales atravesaban con largos
palos para poder asar en el fuego. Otras molían en
recipientes hechos de troncos huecos de árboles algo
parecido a unos tubérculos grandes y alargados con la
corteza marrón pero blancos como la leche por dentro.
73
Las más ancianas masticaban unos frutos parecidos a
unas grandes bayas de color rojo que luego escupían
dentro de una calabaza seca que servía de recipiente.”
“Los niños seguían jugando a ser grandes
guerreros, mientras los adultos se pintaban entre ellos
con pinturas blancas y rojas que estaban colocadas en
unos recipientes parecidos a la cáscara de un coco y
arreglaban sus collares y amuletos para la ocasión. Solo
los ancianos estaban sin hacer nada, sentados en el suelo
unos enfrente de otros, hablaban y recordaban cuentos
ancestrales. Servían de libros para que las generaciones
siguientes supieran de su pasado.”
“Me tumbé en una hamaca esperando que llegara
la noche pero sin darme cuenta el sopor hizo presa en mi
hasta quedarme completamente dormido. Estaba sereno
y tranquilo, cuando de golpe sentí como alguien me
zarandeaba. Me costó mucho abrir los ojos, estaba todo
bastante oscuro, mire al cielo y no se veían estrellas, me
giré rápidamente para comprobar quien me despertaba,
había perdido la noción del tiempo.”
Balsamo se sobresaltó cuando abrió los ojos y se
encontró frente a mi, estábamos en el laboratorio con
apenas una lámpara encendida, el yacía en el catre boca
arriba igual que cuando se fue de viaje. Yo estaba
sentado a su lado mirándole seriamente y acercándole la
luz le dije.
- ¿Cómo se encuentra?
- Bien, estoy bien, tengo un poco de frío.
- Tenga tápese y no se incorpore todavía, espere
un rato.
- He vuelto antes de lo previsto, ¿qué ha pasado?,
¿por qué?
74
- Primero de todo beba un poco de agua, le quitará
el mal sabor de boca que dejan las hierbas.
- ¿Qué hago aquí? - dijo Balsamo con voz
temblorosa.
- No se ha movido usted de aquí en ningún
momento - contesté.
- Quiero decir que he vuelto demasiado pronto, no
he tenido tiempo suficiente para engañar al chaman y que
me contara más cosas, solo he asistido a un ritual de
ofrendas.
- Lo sé, no me he movido de su lado en todo este
tiempo.
- Me quedé dormido después de participar en la
celebración del sacrificio de animales al dios Eqeko.
Cuando me despertó creía que era Topapende, el
hechicero.
- Ha sido muy instructivo escucharle relatar sus
andanzas, en algunos momentos pensé en despertarlo,
estaba usted delirando y lo pasaba mal, pero aprecié que
supo solucionarlo.
Balsamo se incorporó y empezó a vestirse
mientras yo encendía más luces para poder sentarnos y
hablar.
- Estoy un poco mareado y me duele la cabeza,
pero en general estoy bien.
- ¿Quiere comer algo? - pregunté.
- No gracias, tengo la lengua muy áspera y seca.
- Beba, beba, eso le sentará bien.
- ¿Por qué me ha despertado si aun no había
conseguido gran cosa?, tengo que volver otra vez lo antes
posible.
- Tranquilícese, al despertar los efectos que notará
son como la resaca de haber tomado demasiado licor.
75
- Pero solo he estado dos días, ya lo tenía
completamente convencido de que me iba a quedar con él
algún tiempo y hablar sobre sus rituales.
- Ya lo sé - dije sonriendo de nuevo.
- ¿Cuánto tiempo he pasado en ese estado?, según
mi experiencia han pasado dos días.
- Su viaje ha durado exactamente - dije mientras
sacaba mi saboneta del bolsillo y abría la tapa - tres horas
y cuarenta y cinco minutos señor Balsamo, y no hubiera
durado mucho más pues los efectos habrían pasado en
una media hora.
- No puede ser, es increíble, debo volver.
- Le he despertado antes de tiempo porque no
tiene sentido seguir con el experimento de momento.
Para ser la primera experiencia ya tiene suficiente.
- Pero yo tomé otro cuenco de ayahuasca en mi
sueño, tendría que haber durado más el efecto.
- Se la tomó en su subconsciente, no era real.
- Entiendo. Ha sido maravilloso, es lo más
increíble que me ha pasado en la vida.
- Ahora debe dormir y descansar, mañana tendrá
las ideas más claras para hablar sobre el tema. Yo
también me retiraré a descansar.
Fuimos cada uno a nuestros aposentos a
descansar. A Balsamo se le notaba cara de preocupación,
se retiró cabizbajo y apesadumbrado, le costó mucho
dormir pero al final el sopor pudo con él. Yo también lo
intenté pero como siempre ese chasquido que yo
esperaba oír en mi cerebro de desunión no llegaba. Me
tumbé en mi cama y empecé a pensar en mis cosas, ya no
era aquel hombre de antes, la huida de la hoguera hace
años me dejó marcado y nunca volveré a ser el mismo. A
veces cuando consigo conciliar el sueño me despierto
sobresaltado al oír algún ruido a lo lejos o cuando llaman
76
a la puerta, mi mente vive en continuo estado de
ansiedad.
Hay demasiada gente en esta ciudad que puede
denunciarme si no tengo cuidado en mi manera de
comportarme, debo de representar mi papel de médico
serio y solitario para que no haya comentarios ni
habladurías por los barrios que frecuento. Solo los más
pobres nunca preguntan nada, no cuestionan el
funcionamiento de la medicina, para ellos era suficiente
que los pueda curar sin ninguna clase de pago, ya que no
poseen nada.
Al amanecer me dispuse a salir de la habitación,
apenas pude conciliar el sueño, mi vista estaba cansada y
mi cabeza bastante espesa. Abrí la puerta de la calle y
volví a cerrarla rápidamente, me molestaba la luz en los
ojos, tantas horas trabajando y viviendo en la oscuridad
hacían mella en mí.
Balsamo salía también de su aposento en esos
momentos con cara de cansancio y frotándose la frente
con los dedos como si se masajeara, cuando le pregunté.
- Buenos días, ¿Cómo ha dormido?
- Fatal, no he podido pegar ojo en toda la noche,
tengo un dolor de cabeza horrible y la boca muy seca.
- Tomaremos algo para desayunar, le sentará bien
un vaso de leche y un pedazo de pan recién hecho.
Salí de casa y me dirigí a los puestos enfrente de
la dársena del puerto, donde se ponían los aldeanos a
vender productos del campo y compré el desayuno para
ambos. Mientras, como siempre solía hacer, estuve
paseando un rato a orillas del mar aspirando grandes
bocanadas de aire, el olor a sal del ambiente me
tranquilizaba y me despejaba la mente.
77
Regresé a casa al cabo de un rato. Balsamo
sentado a la mesa leía los apuntes que yo estuve tomando
la noche anterior sobre su viaje y me dijo.
- Aquí hay muy poca cosa apuntada en el
cuaderno, presiento que no fui muy explícito en mis
comentarios mientras estaba en estado de inconsciencia.
Dejé sobre la mesa lo que llevaba en las manos
para el desayuno y le contesté.
- Ahora mientras desayunamos le explicaré.
En esos momentos llegó mi ama y dijo.
- Buenos días señores, han madrugado mucho por
lo que veo y ya han ido a buscar el desayuno.
- Buenos días Braulia, haga usted el favor de
prepararnos el desayuno, estamos rendidos de cansancio.
- ¿Tuvo usted mucho trabajo anoche por lo que
veo?
- Si, hubo muchas visitas y casi no hemos
dormido.
- Enseguida les preparo el desayuno.
Me dirigí mientras tanto al laboratorio abriendo la
puerta con llave y me encerré en el sin mediar palabra. Al
poco rato salí con varios cuadernos en las manos y
cerrando la puerta de nuevo.
- ¿Para qué son los cuadernos señor Ainoza?
- En ellos se hallan todas las respuestas a las
preguntas que seguro me va a hacer.
- ¿Pero y los apuntes de anoche?
- No sirven para nada.
- Explíquese, me deja usted anonadado.
- Comamos algo primero y después le contaré.
Acabamos de desayunar, mientras Braulia seguía
con sus quehaceres en las habitaciones, y por el rostro
que tenía Balsamo de preocupación decidí empezar a
contarle.
78
- Lo primero y más importante es que el viaje que
usted hizo con la mente formaba parte de una prueba que
debía pasar - me interrumpió preguntado.
- ¿Por qué? ¿Aun no se fía usted de mí?
- No es eso, era una experiencia que tenía que
sentir para comprender el significado de estos hallazgos
los cuales son muy difíciles de explicar. Tenía usted que
probarlo para estar a mi altura y le sirviera de
preparación para próximos viajes.
- Entonces ¿no tenía que averiguar los secretos de
estos pueblos?, la investigación quedó incompleta.
- No hace falta terminarla, no le dije toda la
verdad cuando le envié allí. Yo hace tiempo hice dos
viajes parecidos al suyo, lo mismo que pudo comprobar
lo hice yo más a fondo y aprendí cosas de su cultura, pero
todo lo que había que saber está en estos cuadernos de mi
padre, no hay nada más.
- ¿Qué me quiere decir entonces con eso?
- Que todos los rituales de los Chapapoyas,
bebedizos, y demás cuestiones esotéricas están relatadas
en los cuadernos de mi padre, el cual hizo muchos más
viajes en la mente que nosotros. Todo esto solamente le
ha servido para que compruebe que existe algo más allá
de nuestros medicamentos y nuestras mentalidades
cerradas. Ha servido para que usted se conciencie de lo
que vivirá más adelante.
- Le comprendo, era solo una experiencia
sobrenatural por la que tenía que pasar, ¿Pero era
necesario?
- Dígame usted mismo si lo que pudo ver y sentir
valió la pena.
- Realmente fue indescriptible, si no fuera por eso
estaría enfadado con usted por haberme mentido.
79
- Amigo, no es cuestión de pensar si fue una
mentira lo que hice, todo lo que esta escrito es pura
teórica, no puede nadie comprobarlo hasta que no lo ha
sentido en sus carnes, por ese motivo no le dije toda la
verdad.
-¿Así entonces no es necesario volver a efectuar
este viaje? - preguntó Balsamo.
- De momento no. Estos datos que están en los
cuadernos encima de la mesa es todo lo que va a
necesitar para comprobar y ensayar los poderes de los
grandes chamanes del Amazonas, los cuales dejo a su
disposición para que los estudie. No hablaremos del
próximo viaje hasta que esté preparado.
- ¿Habrán otros viajes?
- Los habrá, pero primero debe experimentar en
pacientes, junto a mí, todas las fórmulas curativas que
encuentre en sus estudios. Me acompañará a mis visitas
nocturnas en los barrios pobres, donde la gente no le
preguntará nunca nada, solo le agradecerá que les cure.
- ¿No puede adelantarme algo del próximo viaje?
- De ninguna manera, debe centrarse en el
material que yo le proporcione y sólo entones hablaremos
de ello.
- ¿No se extrañará la gente que yo le acompañe en
sus visitas?, no me conocen de nada.
- Les diremos que es usted mi aprendiz y que
viene de Londres, no necesitan saber nada más.
- Pero me preocupa pensar que no confíe en mí.
- Le estoy ofreciendo lo que más quería usted, el
poder infinito de la curación humana, espero que no me
defraude. Así que ya puede ir a conocer la ciudad, pasear
por ella o visitar a su mujer, lo que prefiera, más tarde
nos encontraremos aquí y comenzaremos con el material.
- Me acompaña usted ¿no?
80
- De acuerdo le acompañaré un rato, así también
me servirá para despejarme un poco - en esos momentos
entró Braulia a la sala y comentó.
- Doctor ayer una anciana me preguntó por usted,
es la madre del herrero, me dijo que toda la familia
estaba en cama a causa de unas fiebres muy altas. Viven
en el barrio gótico detrás la catedral, la mujer estaba muy
preocupada.
- Cuando anochezca me acercaré a ver que les
pasa, de momento dígale que les ponga paños húmedos
en la frente.
- Así lo haré señor.
- Comenzaremos esta noche señor Balsamo
visitando a esta familia en su casa, ahora salgamos.
Procure no llamar mucho la atención, piense que aquí los
extranjeros son víctima de la desconfianza entre la gente.
Mientras la iglesia tenga tanto poder los científicos
debemos andarnos con mucho cuidado.
- No se preocupe, seré muy cuidadoso.
- Le aconsejaría que se cambiara de ropas,
póngase algo más sencillo, algo de trabajo para que las
miradas no se vuelquen en usted. Tiene demasiado
aspecto de caballero para que le vean conmigo.
- Tengo algo de ropa de laboratorio, ahora mismo
me la pongo.
- Me adelanto paseando, pregunte usted por la
taberna de Ambrosio, allí le esperaré, no tiene pérdida,
todo el mundo la conoce. Así le presentaré algunos
amigos, todos ellos marineros y muy fieles
colaboradores. Son los que me consiguen los encargos
que les hago de ultramar y sin cuyos materiales sería
imposible realizar mis brebajes.
Le entregué la llave de casa en la mano en señal
de confianza.
81
- Tenga, por si acaso se fuera Braulia, cierre usted
mismo y sobre todo recuerde que la puerta del laboratorio
tiene que permanecer siempre cerrada, nos va la vida en
ello.
82
Capítulo 5º EL APRENDÍZ
Entré sigilosamente en la taberna y me acerqué a
una mesa del fondo. Siempre llevaba la capucha de mi
túnica puesta sobre la cabeza cuando iba por la calle, así
las miradas pasaban desapercibidas. Me senté y me tiré la
capucha hacia atrás. Al instante se dirigió hacia mi
Ambrosio, dueño y tabernero del local, único empleado
junto a su mujer que cocinaba y limpiaba en la trastienda.
También estaba el padre de éste que siempre se
encontraba en la puerta sentado en una silla tomando el
sol o dormitando, era un hombre muy anciano, antiguo
propietario de dicha taberna y bregado en mil batallas
con los marineros que la frecuentaban.
- Buenos días señor Pirria, ¿una jarra de vino
como siempre?
- Si, por favor, pero que sean dos, estoy esperando
a un amigo.
Muy pocas personas sabían que mi verdadero
apellido era Ainoza, solo las que yo consideraba que
podían serme fieles en todo momento. Para las demás era
Francisco Pirria y provenía de Salamanca, donde creían
que cursé mis estudios de Medicina y Botica.
En el momento que traía las jarras Ambrosio
entró Balsamo vestido con ropa de faena, más bien
parecía un artesano, tenía aspecto de campesino, se había
83
soltado el lazo de su coleta y llevaba el pelo suelto y
barba de varios días. Con mirada taciturna ojeó todo el
interior de la taberna hasta que me encontró.
Con paso cansino y casi sin mirar las mesas de
alrededor, se dirigió hacia mi sentándose a mi lado y el
tabernero preguntó.
- ¿Es usted nuevo en la ciudad? nunca le había
visto por mi taberna - a lo que me adelanté contestando.
- Es un compañero de oficio que está de paso y
aprovecha para echarme una mano y aprender alguna
cosa de nuestro país.
- Ah, ¿no es usted de aquí?, por sus ropas hubiera
jurado que era usted herrero o zapatero.
- Balsamo, me llamo Balsamo y vengo de Italia,
no haga caso de mi vestimenta, me han robado mis
maletas al bajar del barco y las que llevo son prestadas -
Ambrosio enfadado le dijo.
- Malditos rateros, siempre hacen quedar mal a
nuestra ciudad con sus hurtos.
- Gracias Ambrosio – dije - ahora déjenos solos,
tenemos que hablar algunos de asuntos nuestros.
Ambrosio asintió con la cabeza y se alejó para
atender otras mesas, pensé que preguntaba demasiado y
se lo comenté a mi compañero.
- Tenemos que aparecer en público lo menos
posible, la gente siempre pregunta demasiado y en estos
locales el cotilleo está a la orden del día. Es la primera
vez que me ven con alguna persona sin ser un paciente,
saben que soy un solitario.
Bebíamos nuestras jarras de vino cuando la mujer
de Ambrosio salió de su cuchitril y al verme se acercó
con paso raudo. Antonia era una mujer de pelo
desaliñado, bajita y una de las más grandes chismosas del
suburbio.
84
- Buenos días doctor.
- Que usted los tenga señora Antonia, ¿qué se le
ofrece?
Tenía una voz muy chillona, eso me irritaba cada
vez que hablaba con ella, todo el mundo acababa
escuchando siempre nuestras conversaciones.
- Mire usted, me han dicho que Régula y su
familia están todos enfermos con fiebre altísima,
pobrecillos.
- Sí, señora Antonia, ya lo sé, me lo ha dicho mi
ama - dije para quitármela de encima - los iré a ver hoy.
- ¿No me presenta a su amigo?
- Señor Balsamo le presento a la señora Antonia,
la esposa del tabernero.
- Mucho gusto señora - dijo Balsamo
levantándose de su silla - es un placer conocerla.
- Por el acento que tiene no debe usted ser
español.
- Vengo de Palermo para ayudar al señor Pirria.
Como vi que esta mujer no había forma de que se
fuera, apuré mi jarra de vino y levantándome dije.
- Nos vamos señor Balsamo, tenemos mucha tarea
todavía por delante, no se preocupe señora Antonia,
Braulia le tendrá al corriente de todo.
Marchemos paseando por las calles adyacentes al
puerto. Mientras andábamos mi compañero me preguntó.
- ¿Cuando empezaremos a probar nuestros
preparados y curas?, tengo ganas de empezar cuanto
antes.
- De momento cuando lleguemos a casa tiene que
ponerse manos a la obra con los apuntes de mi padre,
luego cuando oscurezca me acompañará a mis visitas.
Pero no hablaremos más de próximos proyectos hasta
85
que haya estudiado todo lo que en la mesa le dejé. Vamos
tenemos muchas cosas que hacer.
Fuimos caminando lentamente por las calles sin
mediar palabra, cada uno de nosotros pensaba en sus
cosas, paseábamos por la lonja de pescado, había
demasiada gente. Me puse de nuevo la capucha, odiaba
las muchedumbres.
Al llegar a casa fuimos directamente al
laboratorio y nos encerremos con llave.
- Puede empezar cuando quiera, yo mientras leeré
unos manuscritos que necesitan ser traducidos, si alguna
cosa no comprende no dude en preguntarlo.
- Siete, ocho y nueve, ¿estos son los cuadernos
que debo estudiar?, ¿no sería mejor primero comentar el
tema de lo que pasó en la selva? Hay cosas que todavía
no logro entender de todo aquello.
- Todo lo que debe hacer para entender lo
ocurrido esta aquí escrito en estos apuntes y todo lo que
no pudo averiguar, también.
Balsamo me miró con cara de resignación y se
dispuso a acomodarse en la silla con la mesa de trabajo al
frente para comenzar a estudiar todo lo que se le había
entregado.
El tiempo pasaba inapelablemente, Balsamo leía y
apuntaba en un cuaderno con gran avidez y ansia de
aprender, mientras yo también leía bajo la luz de una
lámpara un gran libro que en su tapa se podía leer
“Dinastía XVIII”.
Pasaron las horas rápidamente, no nos dimos
cuenta que se había hecho de noche, no existía ninguna
ventana para saberlo y pocas veces hacía uso de mi reloj.
Un ruido conocido llegó a mis oídos, me devolvió
al presente y dejé el libro en la mesa diciendo.
86
- La señora Braulia acaba de llegar, está dejando
nuestra cena al pie de la puerta, conozco el sonido de
arrastrar bandejas en el suelo, esta mujer es como un
cronómetro. Eso quiere decir que anocheció, debemos
prepararnos para salir, pero antes debemos cenar, ya nos
hemos saltado la comida de la tarde. Déjelo todo de
momento.
- No me había dado cuenta que el tiempo pasaba
tan rápidamente - espetó Balsamo.
Cenamos ligeramente, algo de fruta y un poco de
queso. Preparamos el maletín convenientemente para
llevar todo lo necesario y nos dispusimos a salir.
- Póngase esta capa por encima, aquí las noches
tienen un ambiente bastante húmedo y le hará falta -
Balsamo siempre tan amable dijo.
- ¿Quiere que le lleve el maletín?
- Sí, se lo agradezco. Este dichoso maletín cada
día pesa más o debo de ser yo que tengo menos fuerza
con el tiempo.
- Pues sí que pesa, parece que lleve todo el
laboratorio dentro – dijo soltando una carcajada
alegremente Balsamo.
- Nunca sabes lo que vas a necesitar y por eso
llevo todo lo imprescindible dentro de él.
- Tiene aspecto de tener muchos años este
maletín, no había visto nunca uno igual.
- Era de mi padre y creo que lo heredó del suyo.
Ya ve si tiene historias y secretos para contarnos,
normalmente suelen ser de tela estas maletas de mano,
pero esta es especial, está hecha de cuero repujado, no
verá otra igual. Para mi es un misterio saber quien fue el
artesano que lo hizo.
- Vayamos pues, estoy ansioso de empezar -
comentó con mucho ánimo el joven.
87
Nos introducimos por las estrellas calles del
Barrio Gótico de la ciudad, atravesando el Barrio Judío,
en las calles casi no había gente, algún borracho y unas
pocas prostitutas se divisaban a lo lejos. Calles sucias y
faltas de higiene, húmedas y siempre con el suelo
mojado, escaseaban los fanales y la luz era muy tenue, un
olor a orina y excrementos inundaban el ambiente.
Se nos acercó una prostituta y tomó del brazo a
Balsamo, diciéndole.
- Un cuarto de moneda guapo y serás más feliz
que en el cielo - a lo que contestó.
- Déjeme por favor tengo prisa señorita.
- ¿Tal vez por diez reales? - contestó ella.
En esos momentos me bajé la capucha y miré
fijamente a la chica, era joven pero su aspecto era muy
sucio, cuando sonreía se vislumbraban unos dientes
negros, aunque su semblante era de una guapa moza,
estaba muy estropeada.
- Perdone doctor no le había conocido, siento
haberles molestado señores, no me di cuenta.
- Muchacha, me han dicho que hay una familia
enferma por aquí, ¿has oído algo?, ¿sabrías decirnos
donde viven?
- Si señor, viven en la próxima calle a la derecha -
dijo señalando con el dedo la joven – es la casa del
herrero, no tiene perdida.
- Gracias muchacha - contesté.
Nos dirigimos con paso rápido hacia donde nos
había indicado y al fondo de la calle encontramos la
puerta grande de un establo, debía de ser allí. Junto a un
gran portalón había una entrada pequeña tapada con una
cortina burda de saco, no había nadie en la calle, todo
estaba en silencio.
88
Me asomé retirando la cortina y vi a dos ancianas
sentadas cada una de ellas en una silla de esparto, una
frente a la otra, justo en la entrada de la casa. Sus cabezas
cubiertas con pañuelos negros, cabizbajas, parecía que
rezaban. En ese momento pensé que no era un buen
augurio, que habíamos llegado demasiado tarde.
Una de las ancianas se levantó con cierta
dificultad al vernos entrar, se acercó a mí con los ojos
llorosos y sollozó.
- Señor doctor, mi hijo Pedro y su familia están
hace dos días en cama, los cuatro tienen mucha fiebre y
sus cuerpos están cubiertos de costras rojas, algunas con
pus, les hemos puesto paños de agua fría en la frente
durante los dos días, pero la fiebre no baja.
- Lléveme hasta ellos por favor y vigile que no
entre nadie, hay que comprobar si puede ser contagioso.
- De acuerdo doctor, sígame.
Ambos fuimos tras la anciana mujer por un
pasillo angosto y con una vela como única luz. Cada vez
era más intenso el olor a estiércol, había una entrada al
final del pasillo que daba directamente al establo y a la
derecha una habitación de pocas dimensiones con un
camastro a cada lado. Apagó la vela al entrar y quedó la
luz de una lámpara de aceite encima de un gran baúl de
madera que separaba los camastros.
En el camastro de la izquierda habitación yacían
dos personas adultas, un hombre y una mujer de mediana
edad y en el de la derecha dos niños de unos ocho y diez
años. Todos estaban tapados hasta el cuello y con
compresas en la cabeza.
Acerqué la luz al matrimonio y los destapé
completamente, portaban sendos camisones de dormir y
estaban todos mojados a causa del sudor, deliraban,
89
musitaban palabras que no logré comprender. Miré a
Balsamo y le dije.
- Compruebe la fiebre de Pedro, reconózcalo y
déme un diagnóstico, a mi me parece más serio de lo que
pensaba - dije abriendo el camisón y analizando las
pústulas del hombre.
- De acuerdo, acérqueme la luz por favor -
contestó.
Le puso una mano en la frente y con la otra agarró
su muñeca para tomarle el pulso, seguía sudando
copiosamente y no dejaba de delirar. Analizó su pecho
abriéndole todo el camisón y me dijo.
- Acérqueme el maletín por favor.
Sacó un pequeño bisturí y puso su parte cortante
en la llama de la lámpara, unos instantes después hizo un
pequeño corte en una de las pústulas del pecho, una de
las más grandes, y con un paño limpió la herida.
Asustado se levantó mientras limpiaba el bisturí con el
mismo paño.
- El pulso está muy acelerado y la fiebre es muy
alta. Todo ello, más el tipo de pústulas que envuelven su
cuerpo me hace llegar a la conclusión de que estamos
ante un caso avanzado de viruela. No tiene buen aspecto,
he visto otros casos antes y no me cabe la menor duda a
lo que nos enfrentamos.
- Dígame señora, ¿cuántos días llevan así?
- Pues mire señor, así en cama llevan dos días,
pero ya se encontraban mal hace una semana y unos
pequeños puntos rojos en la cara fue el comienzo de las
fiebres. Primero cayó el niño pequeño y después su
hermano, luego al día siguiente los padres. Hemos
intentado hacerles bajar la fiebre con todos los remedios
que conocemos, pero ha sido inútil.
90
- Vaya usted a la entrada señora y no deje pasar a
nadie a esta habitación, puede ser peligroso, esta
enfermedad es muy contagiosa. Si alguien le pregunta de
que enfermaron no diga usted nada todavía, si decimos
que es la viruela la gente se asustará y se los podrían
llevar al sanatorio para quemarlos.
La anciana se echó las manos a la cabeza, no
dejaba de llorar y de santiguarse. Silenciosamente fue a
la puerta como le ordené, donde la otra más anciana
todavía seguía rezando.
- Dígame señor Balsamo que podemos hacer por
ellos.
- Por ellos no podemos hacer nada, como usted ya
sabe la viruela se cura si el organismo es capaz de bajar
la infección, de lo contrario morirán o con un poco de
suerte solo quedaran ciegos. No tiene cura conocida,
intentaremos todos los métodos conocidos para que la
fiebre remita y poco más.
- Correcto, veo que conoce el tema, hace años
estuve luchando contra una epidemia de esta enfermedad,
en el pueblo de la provincia de donde soy nativo, con
poco éxito, casi murieron todos los infectados, al fin
pudimos aislar la epidemia. Cuente entonces lo que haría
para remitir la calentura.
- Supongo que las ancianas habrán utilizado todos
los remedios caseros conocidos, pero por si acaso yo
conozco un par de ellos que podemos utilizar.
- Yo conozco alguno más – dije - creo que lo
mejor será hacer las pruebas en cada individuo de la
familia y ver como responden.
- Señora, venga un momento por favor - dijo
Balsamo reclamando la presencia de la abuela.
La anciana se acercó con paso cansino y sin dejar
de sollozar miró fijamente a Balsamo.
91
- Necesito que ponga usted a hervir agua en un
caldero y leche en otro, tiene que traerme cebolla, azúcar
y ajos, luego me avisará cuando lo tenga todo.
- ¿Eso es todo? - le dije sorprendido.
- Bueno en realidad también necesito jengibre y
hojas de astrágalo, pero no creo que la señora tenga estas
plantas.
- Mire en el maletín - le dije sonriendo - ve usted
como valía la pena cargar con tan pesado equipaje. Como
sabía lo de la fiebre puse todos los remedios necesarios.
Balsamo lo abrió y buscó entre las bolsitas de
hierbas comprobando que estaba todo lo que precisaban.
- Señora ahora necesito que introduzca en el
caldero junto a la leche, las cebollas, el ajo y el azúcar, y
con el agua estas hierbas que le entrego.
- Ahora dígame usted señor Ainoza que remedios
conoce.
- Uno de ellos es - dije sacando un frasquito con
unos pétalos de flores blancas parecidos a la amapola y
otro con unas bayas arrugadas y secas - esta flor, se llama
Bobinzana y este fruto Toe, los cuales han llegado a mis
manos a través de mis contactos desde ultramar. Aunque
aun no he podido probarlos en seres humanos, si que lo
he hecho en pequeños animales con resultado
satisfactorio. Están detallados en un cuaderno de mi
padre como cura para las infecciones, baja la fiebre y
limpia también la sangre.
- Pongámonos en ello entones, ¿cómo se
preparan?
- Hay que molerlo todo en un mortero e ingerirlo
disuelto en agua cada tres horas como máximo - entonces
me volvió a preguntar.
- ¿Y la otra posibilidad que nos queda?
92
- Esa es la más complicada, nunca se ha probado
y necesitamos algunas cosas difíciles de encontrar.
En ese momento apareció de nuevo la abuela y le
dijo a mi compañero.
- Señor los calderos llevan rato hirviendo con
todo lo que me dijo.
- Traiga un vaso de cada caldero, le daremos a
Pedro la que contiene la cebolla y a su mujer la de las
hierbas. Déselos a beber cada tres horas y ahora tenga
estas flores y estos frutos y los machaca en un mortero,
cuando estén reducidos a polvo lo disuelve en un cuenco
con agua y hace lo mismo con su nieto mayor.
- ¿Y el pequeño señor?
- Esto se lo explicará luego el señor Pirria.
- Ahora tenemos que irnos, volveremos pronto no
se preocupe, debemos encontrar una vaquería con
bastantes cabezas de ganado.
Balsamo se quedó con cara de asombro al
escucharme. Me miró sonriendo, no entendía nada y
pensó que era una broma, lo cual no procedía en aquellos
momentos.
- ¿Vacas?, ¿qué tienen que ver estos animales con
el asunto que nos concierne?
Le miré yo también, pero la seriedad de mi rostro
le hizo comprender que hablaba en serio.
- Así es, lo ha oído bien, debemos encontrar unas
vaquerizas urgentemente, tengo que encontrar una cosa.
- ¿Pero, de que se trata?
Fui en busca de la anciana para preguntarle,
mientras el recogía todos los instrumentos del maletín.
- Señora mientras volvemos haga lo que le diré.
Siga usted con los paños fríos en la frente y no se olvide
de darles las infusiones que mi compañero le recetó.
93
La anciana estaba muy preocupada y seguía
llorando sin parar, mientras rezaba y no paraba de
santiguarse.
- Señor entonces, ¿nos contagiaremos todos?
- No se preocupe, no pasará nada, usted haga
solamente lo que se le ha dicho y todo irá bien.
- Por cierto ¿Sabe si alguien ha tenido contacto
con su familia aparte de usted y la señora de la entrada?
La anciana murmuró con cara pensativa y
rascándose la cabeza, su memoria no era muy buena.
- En estos dos días que se encuentran en cama
creo que no, pero anteriormente mi hijo aun no
encontrándose bien siguió trabajando.
- ¿Y dentro de la casa?
- No recuerdo bien, pero creo que no entró nadie.
Me acerqué hasta ella y le tomé la mano en señal
de cariño para despedirme hasta que encontrara lo
necesario para ayudarles.
- Bajo ningún concepto debe dejar entrar a nadie,
ni en la casa ni en el establo, si alguien le pregunta diga
que es orden del médico, sin ninguna explicación más.
La mujer cabizbaja asintió con la cabeza y se
dirigió hacia la habitación.
- Balsamo, debemos irnos rápidamente, las horas
van pasando y el trabajo que aun nos queda es
complicado.
Nos fuimos a toda prisa atravesando a oscuras el
pasillo de la casa hasta llegar a la puerta.
- ¿No puede explicarme algo más de lo que vamos
a buscar?
- Se lo contaré por el camino, ahora debemos
encontrar un medio de transporte para salir de la ciudad.
Nos dirigimos al Barrio Judío, allí sería más fácil
encontrar una calesa que nos trasladase con rapidez.
94
Balsamo seguía pensativo mientras caminábamos
con paso acelerado.
A lo lejos una calesa de un caballo estaba parada,
aceleramos más nuestra marcha hasta llegar a ella.
- Cochero, cochero - grité al acercarme.
- Perdonen señores, me estaba quedando dormido
y no les había visto, la noche está bastante tranquila y
cuando no hay trabajo suelo echar una cabezadita.
Subimos rápidamente al carruaje y cuando
estábamos acomodados le pregunté al cochero.
- Buenas noches, aunque le parezca extraño,
necesitamos encontrar alguna hacienda con vacas en las
afueras de la ciudad y si es posible con bastantes cabezas
de ganado.
El hombre se quedó un poco pensativo, le parecía
raro que a esas horas de la noche alguien buscara vacas.
- Soy el doctor Pirria, ya sé que es muy tarde,
pero necesito encontrar una cosa que solo en estos
lugares hay.
- Perdón doctor no le había reconocido.
Mi acompañante, nervioso espetó al cochero
- Es muy urgente, piense por favor.
- Conozco varias, pero les llevaré a la del “Cojo”
que es amigo mío y bastante grande por cierto.
- Emprendamos la marcha sin pérdida de tiempo
cochero, iremos a conocer a su amigo.
- Sus deseos son órdenes – dijo el cochero.
El pequeño hombrecillo arreó a su caballo con la
fusta y partimos raudo después de mis palabras, era
pequeño y vestía pantalón y casaca negros y un sombrero
coronaba su cabeza tan pequeña que casi cubría sus
orejas.
Balsamo no pudo aguantar más la tensión que le
embargaba y volvió a insistir en sus preguntas. Su cabeza
95
hacía cábalas imaginarias para intentar comprender lo
que pasaba.
- Me tiene usted en ascuas, ¿Quiere explicarme de
una vez que diablos tienen en común las vacas y la
viruela?
- Se lo voy a contar a grandes rasgos mientras
llegamos, pero no me extenderé mucho sobre el tema, no
tenemos tanto tiempo.
- Le escucho atentamente.
- En unos apuntes de mi progenitor que se hallan
en la estantería y todavía usted no ha visto leí hace años
una historia que trataba de una tribu africana la cual se
dedicaba al pastoreo de ovejas y un tipo de ganado
vacuno diferente al nuestro, pero que los proveía de
leche. El alimento esencial de esta gente era la leche y la
sangre de la vaca, la cual era ordeñada cada día y se le
procedía a extraer una pequeña cantidad de sangre
haciéndole un corte en el cuello con sumo cuidado, luego
se le taponaba la herida con una masa hecha de plantas y
barro.
Mi compañero cada vez tenía más cara de
extrañeza, nunca había oído lo que le estaba contando.
- Es algo muy interesante, siga, se lo ruego.
- Las mujeres eran las encargadas de ordeñar las
vacas y por falta de higiene unas pústulas parecidas a las
de la viruela surgían con el tiempo en las ubres de estos
animales, las cuales muchas veces acababan infectando
las manos de las que las ordeñaban.
- Entonces, ¿es la viruela por decirle algo,
africana?, ¿la contagian aquí también las vacas?
- Eso todavía no se lo puedo contestar, aun es un
enigma para mí, pero deje que termine con mi relato por
favor.
96
Mi joven amigo me desesperaba con tantas
preguntas, era muy impaciente y siempre tenía prisa por
aprender las cosas. Pensé que con el tiempo y la edad ya
aprendería la gran norma de un científico, la paciencia.
- Esa enfermedad era llamada por sus aborígenes
con un nombre extraño que ahora no recuerdo, pero mi
padre la llamo viruela boba, por la facilidad con la que se
contagia y se vuelve a curar.
- Por lo que veo sí que tiene cura, pero la nuestra
es diferente, sus síntomas son más extremos.
- En efecto, pero la bacteria puede ser parecida a
la que conocemos, nunca pude probarla, en los seis años
que llevo en esta ciudad no me he encontrado con ningún
caso, hasta el momento.
- Cuénteme como se curaban los indígenas.
- Reventaban las pústulas de las manos o de las
ubres y guardaban la secreción unos días, hasta que se
habían secado. Luego la mezclaban con la sangre de la
vaca y se las hacían beber a las mujeres contagiadas.
- ¿Así de simple? - comentó Balsamo extrañado.
- La persona que tomaba esta mezcla nunca volvía
a tener dicha enfermedad por raro que le parezca.
Balsamo seguía sin entender como podríamos
hacer nosotros lo mismo con la variedad de esta
enfermedad.
- Pero nosotros no podemos hacer lo mismo, si el
paciente ingiere más bacterias morirá rápidamente.
- Mi padre desarrolló la teoría de que esta mezcla
hacía de antídoto en la sangre del paciente. Pero también
es verdad que no hay notas de haber sido probada en sus
experimentos.
- ¿Su padre también estuvo en África?
- No lo sé a ciencia cierta, no tengo datos
suficientes para saberlo, pero los detalles con los que
97
identifica a estas tribus son demasiado extensos para
haberlos escrito de oídas.
Habíamos salido de la ciudad, íbamos trotando
por un sendero de tierra y solo la luz de la luna
alumbraba el camino.
- Estamos en la obligación de probarlo,
igualmente morirán si no hacemos nada, es el momento
para poder experimentar lo que luego le enseñaré en los
apuntes.
- Estoy dispuesto a todo, pero piense que lo más
normal que puede pasar es el efecto contrario, acelerando
la crisis final de la enfermedad. Aun así, quien nos
asegura encontrar lo que buscamos en esa vaquería.
Viendo su perplejidad, lo animé para levantarle la
moral un poco y que creyera más en mis estudios
científicos.
- No sea usted derrotista hombre, yo de joven he
visto estos mismos síntomas en personas que ordeñaban
las vacas en mi pueblo, eso demuestra mi teoría, ellos
nunca le habían dado importancia a esas llagas de las
manos porque curaban solas con el tiempo.
- En todos los continentes debe existir dicha
enfermedad, pero nunca nos habíamos fijado, yo me di
cuenta al estudiar los cuadernos de mi padre.
El coche aminoraba poco a poco el paso, a lo lejos
se veían luces en lo que podía ser una casa a nuestra
derecha. El olor intenso a estiércol confirmó lo que
pensaba, eran las tres de la madrugada, aun quedaba
tiempo para intentarlo.
- Me hubiera gustado conocer a su padre, era una
persona muy interesante por lo que me cuenta.
- Cuando le preguntaba después de alguna de sus
grandes ausencias donde había estado o porque tardaba
meses en aparecer, el sonreía y contestaba, “solo el
98
tiempo pasado vive en nuestro presente” y que su espíritu
de investigación vivía en todos los tiempos, tardé mucho
en comprenderlo.
- Estamos llegando señores, ven aquellas luces de
mi derecha, es la hacienda de el Cojo, tienen surte este
hombre duerme muy poco para vigilar a su ganado.
Estábamos ante una gran casona y un cercado
oscuro, solo las luces de las ventanas se reflejaban en
pleno valle. Salía humo de la chimenea cuando el ladrido
de unos perros rompió el silencio.
Me dispuse para apearme del carruaje, dando un
salto desde el último escalón cuando el cochero me
preguntó.
- Señores, ¿quieren que les espere?, el camino de
vuelta es muy largo para hacerlo a pie.
- Sí, se lo ruego - le contesté – con las prisas no
me había acordado de decírselo.
- No tiene importancia doctor.
Golpeé la puerta con los nudillos repetidamente
hasta que se oyó una voz ronca dentro de la casa.
- Va, va, ¿quién vive?
- Soy el doctor Pirria, vengo de la ciudad, es muy
importante que hable con usted de un asunto de vida o
muerte.
- ¿De qué?, ¿pasa algo?
- Es sobre una enfermedad contagiosa que circula
por Barcelona y tiene usted que ayudarnos.
- ¿Cómo dice?
El vaquero estaba muy reacio a abrir la puerta, la
gente del campo no se fiaba de nadie. Precavida y
asustadiza, más en plena noche, por miedo a los ladrones
y forajidos que mataban o robaban su ganado.
En ese momento el conductor de nuestra calesa se
ofreció a hablar con él.
99
- Cojo abre la puerta, soy Agustín el cochero de
Barcelona, abre por favor son gente de bien y los he
traído yo hasta aquí.
La puerta se abrió lentamente, tras ella apareció
un hombre muy obeso y bajito, llevaba en su brazo
derecho una muleta y en el izquierdo un candil, le faltaba
la pierna derecha a la altura de la rodilla.
Con voz muy ronca y apestando a vino nos invitó
a pasar dentro de la casa a los tres con su brazo extendido
indicando su conformidad.
- Perdonen señores, pero no saben que tipo de
gente anda de noche por estos lugares.
- Gracias señor, ¿cómo se llama usted?
- Me llamo José, pero todos me conocen por el
Cojo.
- Permítame que le haga unas preguntas José, es
de vital importancia que nos ayude en todo lo que pueda.
- Pasen dentro señores y les pondré un poco de
vino mientras hablamos.
Nos acompañó dentro de la estancia y nos invitó a
sentarnos en la mesa mientras iba a buscar una jarra de
vino. Un fuego con una gran chimenea alumbraba la
estancia desde la esquina y un par de lámparas de aceite
como única ayuda. Grandes manojos de maíz y otros
alimentos secos colgaban de las vigas de madera del
techo.
Muebles muy viejos y gastados de madera sin
pintar y varios cestos llenos de fruta y hortalizas se
hallaban en fila contra la pared, también decorada con
instrumentos de labranza.
- Es un buen hombre, les ayudará - dijo el cochero
con cara de pillo.
- Eso espero - le contesté - de no ser así
tendremos que buscar otra vaqueriza que lo haga.
100
Apareció de pronto saliendo de una habitación
contigua el tal José, portando en la mano izquierda una
jarra de vino y la puso en la mesa, luego se acerco a la
alacena y también trajo cuatro vasos, se sentó frente a
nosotros y apoyó la muleta tras la silla de burdo esparto.
- Sírvanse ustedes mismos señores, están en su
casa, y díganme ¿en qué les puedo ayudar?
- Es urgente, debemos de comprobar si alguna de
las personas que viven o trabajan en esta casa y se
encargan de ordeñar a las vacas tienen algunas heridas o
llagas en las manos, en el caso de que no fuera así
también me serviría comprobar si alguna de sus vacas
tiene pústulas en las ubres.
- Pues mire, a mis tres hijas, que son las
encargadas de estas labores, a veces en invierno sí que se
le llenaban las manos de granos rojos con pus, pero sanan
pasado el tiempo, en verano nunca les han salido.
- En estos momentos - interrumpió Balsamo -
¿ninguna de ellas tiene las señales que le explica el
doctor?
Mientras apuraban sus vasos de vino, el cochero
escuchaba perplejo toda la conversación, la paciencia de
Balsamo era poca y su intranquilidad le hacía intervenir
acalorado en la conversación.
- Déjeme a mí que me entienda con José, no se
ponga nervioso - le dije mientras me dirigía al vaquero.
- Piense por favor es muy importante.
- Creo que Aurora, mi hija pequeña, tiene ahora
algo en las manos, su madre me lo comentó hace unos
días.
Me puse serio de pronto, necesitaba ver a esa niña
para comprobar que la suerte estaba con nosotros.
- Estamos tratando una enfermedad que se llama
viruela, está a punto de matar a una familia entera en la
101
ciudad y creo que si pudiera enseñarme las manos de su
hija Aurora podríamos tratar de curarlos.
José pensativo se rasco la barbilla y llenándose
otra copa de vino nos contestó después de beberla.
- No sé que tiene que ver una cosa con la otra,
pero si Agustín asegura que son médicos no pasa nada
porque reconozcan las manos de mi hija, el único
problema es que duerme, mañana debe levantarse
temprano.
- Es muy urgente, le rogaría que la despertara, no
podemos esperar hasta mañana, compréndalo.
- Bueno, sea - contestó el Cojo con aspecto de
resignación, mientras se acercaba a una escalera tras la
mesa que daba al piso superior donde dormían las
personas de la casa. Sin subir más que un peldaño, se
agarró a la escalera y gritó.
- Luisa, mujer, despierta a la pequeña y que baje
deprisa, un médico de la ciudad quiere verla.
La mujer contestó también chillando, por unos
momentos pensé que al final despertarían a todos.
- Pero José, es muy tarde a la niña apenas le
quedan dos horas para dormir, que vuelva mañana.
- Luisa hazme caso o subiré yo por ella.
- Solo será un momento señores, bajará
rápidamente.
José, seguía bebiendo vino y cada vez que llenaba
su vaso nos ofrecía a nosotros también.
- No, gracias no queremos beber más - le contesté.
Luego miré hacia Agustín, el cochero y le susurré en voz
baja.
- Amigo Agustín, le agradecería que no contase
nada de lo oído y visto esta noche aquí. Sería terrible que
en la ciudad pensaran que esto es una epidemia y
cundiera el pánico. Prométamelo.
102
- Se lo prometo doctor, seré una tumba.
Por la escalera se oyeron pasos al crujir la
madera. Luisa la mujer del Cojo bajaba lentamente hasta
llegar a nosotros. Llevaba un vestido muy pobre con
delantal y cofia en la cabeza.
- Buenas noches señores - dijo con voz de estar
aun dormida, mientras se acercaba al fuego para atizarlo.
Al momento se volvieron a escuchar los pasos de
otra persona en la escalera, era la niña, aunque la luz de
la estancia era escasa en esa zona comprobé que su
cuerpo era menudo. Diez o doce años a lo sumo, llevaba
el pelo recogido con un lazo y una bata hasta sus pies
descalzos.
- Mándeme usted padre.
- Aurora ven aquí, el señor doctor tiene que mirar
una cosa de tus manos.
Era una niña muy guapa, con semblante muy serio
y la cabeza gacha. Sus mejillas sonrosadas revelaban su
vida en el campo, aunque parecía bien educada.
- Mira hija, estos señores son médicos, no te van a
hacer daño, no te preocupes solo quieren preguntarte una
cosa de tus manos.
- Pero padre, si lo que tengo siempre lo cura
madre.
- Si, ya lo sé, pero estos señores me están
diciendo que puede ser algo malo, enséñaselas para que
las vean.
La niña alargó los brazos dirigiéndolos hacia mí,
supongo que al ver mi vestimenta y mi edad pensó que
era el médico más listo de los tres.
Tomé sus manos entre las mías y las dirigí hacia
la mesa donde había más luz para poder observarlas
detenidamente.
103
- Siéntate Aurora, no tengas miedo, me llamo
Francisco, déjame ver lo que tienes ahí.
Acerqué el candil hacia nosotros y observé de
cerca las manos de la pequeña, pude comprobar que eran
pústulas con pus que estaban casi curando por lo resecas
que estaban. Miré a Balsamo, hacía rato que estaba
callado después de mi reprimenda.
Balsamo asintió con la cabeza mirándome
fijamente, desplacé la mirada hacia José y le dije en tono
suplicante.
- Tengo que pedirle dos favores, le rogaría
accediera a dejarme tomar unas muestras de estas pupas
de su hija, los necesito para hacer unas pruebas y poder
salvar a una familia de una muerte segura. También
necesito un recipiente con suero de vaca, en el caso de
que prepare usted queso en su granja el líquido sobrante
sería perfecto.
- No hay ningún problema señor doctor, si piensa
que puede servir para curar a alguien, a lo mejor también
podría servir para que mis niñas no vuelvan a tener ese
mal en las manos.
- Cuando haya terminado de preparar esta
medicación, si los resultados son satisfactorios, prometo
volver y solucionar el problema de sus hijas.
Nos miramos todos en silencio, mientras el dueño
de la casa se dirigió hacia la puerta para ir a buscar lo que
le había pedido. En el establo que estaba al lado de la
casa tenía los toneles de leche, con los que preparaba el
queso.
Mientras en la casa, la niña sentada a la mesa
tenía un poco de miedo, nunca le había visitado un
médico, era nuevo para ella, estaba asustada pues jamás
había enfermado.
104
- Tenga el maletín y proceda usted mismo a la
extracción señor Balsamo, en el encontrará todo lo
necesario.
Sacó un paño blanco y limpio del maletín y lo
extendió sobre la mesa como si fuera un mantel,
realmente era para intentar que la niña no se infectara de
tanta suciedad que flotaba en el ambiente.
- Pon las manos sobre el lienzo con las palmas
hacia abajo, no tengas miedo, seguro que no sentirás
ningún dolor - le dijo Balsamo esbozando una gran
sonrisa en su cara para tranquilizar a la pequeña.
Escogió uno de los varios bisturís que había en el
maletín, sacó un frasco con alcohol, retiró el tapón e
introdujo el bisturí en él. Seguidamente colocó la parte
cortante sobre una vela ardiendo hasta consumirse el
alcohol para desinfectarlo.
Yo saqué también una pequeña probeta con tapón
de corcho, la cual serviría para guardar la secreción de las
pústulas, y me acerqué a ellos para comprobar como mi
compañero procedía a la extracción.
Colocó el bisturí sobre el paño de la mesa para
que se enfriase, se lavó las manos en una jofaina que le
entregó la dueña de la casa. Recogiendo varios trozos de
algodón de otro envase procedió a impregnarlos con
alcohol y limpiar con ellos las manos de la niña,
restregando suavemente toda la superficie.
- Escuece un poco señor - dijo Aurora apartando
las manos repentinamente.
- Pasará enseguida - dijo Balsamo volviendo a
tomar sus manos y poniéndolas sobre la mesa.
-¡Ah! – chilló la niña al volverle a frotar las
manos con el algodón.
- ¿Verdad que no hace daño?, ahora mira para el
otro lado que voy a curarte estas pupas. Tranquila no
105
sentirás dolor, yo sé que eres una muchacha muy
valiente, ¿verdad?
- Si doctor, lo intento.
Balsamo procedió con mucho cuidado a ejecutar
cortes muy leves en varias pústulas con la punta cortante
de su pequeño utensilio, en la parte central, donde
contenía la infección.
- Acérquese con la probeta señor Pirria y
depositaré todo este material en ella.
Sosteniendo el recipiente con una mano y en la
otra un pequeño palito plano de madera fui apretando y
vaciando las llagas, depositándolo con la punta del palito
dentro de la probeta. Una vez puesto el tapón en ella, la
guardé dentro de mi maletín de consulta.
Balsamo limpió todo el material con que se había
trabajado y lo guardó. Impregnó de alcohol ambos lados
del tapete donde tenía las manos puesta Aurora y le dijo.
- Ves como no duele, ¿verdad que ha sido más
fácil de lo que pensabas?
- He pasado miedo, pero lo cierto es que casi no
me ha dolido, ¿ahora curaran mis manos con lo que me
ha hecho?
- Dentro de unos días vendremos a verte y si no se
han curado lo volveremos a intentar. Ahora tu madre
doblará sobre tus manos el trapo de la mesa y volverá a
escocerte un poco, pero debes aguantarlo un rato así.
- Señor José, le recomiendo que no deje a su
pequeña ordeñar ninguna vaca hasta que hayan secado
todas las heridas de su mano, de lo contrario volverá a
infectarse.
Fue la recomendación que le hice al vaquero,
mientras Balsamo recogía todos nuestros enseres para
irnos. El Cojo había llegado momentos antes portando en
106
su mano el suero, en un recipiente a modo de jarra, desde
el establo.
- Un vasito de vino señores, dijo José, el camino
de vuelta es muy largo y esto anima el cuerpo.
Agustín asintió, nosotros se lo agradecimos pero
no era el momento de beber, nuestras mentes debían estar
muy despejadas. Aun quedaba mucha noche por delante.
Debíamos despedirnos, tenía lo que necesitaba y
mucha prisa por irme. Traté de no ser descortés con los
que nos habían ayudado, pero me levanté de mi silla para
que se dieran cuenta de que se nos hacía tarde.
- Muchas gracias por todo José, no se puede
imaginar el gran favor que nos ha hecho, pero debemos
partir con premura, todavía falta mucho y solo hemos
empezado.
Saludé a la señora y a la niña mientras nos
encaminábamos hacia la puerta a grandes pasos. Balsamo
tuvo un gesto de cariño con la muchacha tocándole la
barbilla y sonriendo.
- Continua así de valiente, y haz caso del doctor y
de lo que digan tus padres, volveremos a vernos pronto
Aurora.
Subimos al carruaje y le dije al cochero la
dirección de mi casa. Se despidió con la mano desde su
asiento mientras José lo hacía también desde la entrada
de la puerta de su casa.
- Arre, arre, gritó Agustín, ¡corre caballo!
- Ahora cuénteme exactamente como
prepararemos todo lo que llevamos al laboratorio.
¿Haremos un bebedizo?, según me contó usted dichos
indígenas los hacían beber junto a la sangre del animal.
Con mi cabeza ladeándola a ambos lados y el
ceño fruncido le di a entender que no podía ser de esa
manera.
107
- Me temo que no, pienso que no sería
conveniente, pues aunque surtiera efecto posiblemente
tardaría en curar. Pedro y su familia ya están en la última
fase de la enfermedad y hay que agilizar.
- ¿Entonces? cuénteme como - balbuceó Balsamo
al no entender nada.
- Debemos inocularlo directamente en la sangre.
- ¿Sangre, leche, pus por la venas?, cada vez
entiendo menos lo que está pensando, explíquese por
favor.
- Tenemos el suero de la leche de vaca, el cual
tiene las suficientes propiedades para no espesar y tiene
todas las proteínas de la sangre, espere a llegar y le
contaré el resto de lo que vamos a probar.
Transcurrida más de media hora la calesa entraba
en la ciudad, aun faltaba un buen rato para amanecer, las
calles seguían vacías y pronto llegaríamos a casa. Mi
amigo seguía con la cara preocupada y dándole vueltas a
la cabeza para resolver el problema que le había
planteado.
Por fin entramos en la calle donde estaba mi
morada, me incorporé hacia delante y tocando el hombro
del conductor le expliqué.
- Agustín, déjenos por favor en esa esquina
oscura, prefiero llegar a pie, cuanta menos gente nos vea
mejor, usted siga camino de esa calle a la derecha.
Frenó de golpe estirando de las riendas hacia él,
las ató en la barandilla que rodeaba su asiento y bajó para
abrirnos la portezuela.
- Ya pueden apearse señores, si necesitan ustedes
algo de mi más adelante pregunten a cualquier cochero,
les dirán donde encontrarme.
- Gracias Agustín
108
Introduje mi mano en el bolsillo derecho de la
túnica y saqué una bolsa con monedas, una vez abierta le
entregué cuatro al cochero, miré mi reloj para ver la hora.
El cochero miró las monedas que tenía en la
palma de su mano y se dirigió a mí con cara de extrañeza.
- Esto es demasiado, señor.
- No se preocupe amigo Agustín, es por la
paciencia y la ayuda que nos ha prestado, se lo merece.
- Gracias doctor, dijo mientras se alejaba calle
abajo en la dirección que le había indicado.
Entramos en casa, debíamos de darnos prisa antes
que amaneciera no debían vernos entrar y salir tantas
veces de casa del herrero, la gente podía empezar a
sospechar algo y si morían tendríamos que explicar
muchas cosas a las autoridades y yo no estaba dispuesto a
permitirlo de ninguna manera. Todo lo que tenía
planeado podría irse al traste y todos mis esfuerzos y
estudios serían inútiles.
Crucé el umbral de la puerta delante de Balsamo,
las luces de los fanales cada vez eran más tenues y por
suerte no se divisaba nadie por la calle, entré y cerré la
puerta, Balsamo se adelantó y abrió con la llave que le
había entregado.
- Permítame que abra la puerta del laboratorio,
pero mientras explíqueme alguna cosa más del asunto.
- Prenda fuego al quemador del alambique y
ponga alcohol hasta que coja temperatura, yo mientras
buscaré mi jeringa en el baúl para desinfectarla.
Balsamo obedeciendo mis ordenes comenzó con
los preparativos. Saqué de mi maletín también la jarra del
suero que tan amablemente me habían dado los
campesinos y me acerqué a la mesa de trabajo con las dos
cosas.
109
Abrí el paquete donde guardaba el artilugio
mencionado y se lo enseñé a mi amigo, media docena de
plumas de ave, de alas de gaviota para ser exacto, todas
ellas sin pelo alguno, solo el cañón de estas servía como
inyección por la parte acabada en punta y hueca como las
de todas las aves. Al lado de ellas un odre redondo y
pequeño como un puño y de forma redondeada, achatada
por falta de aire en su interior y abierta por un lado con
un agujero diminuto, no más grande que la parte gruesa
del cañón de la pluma. Era un aparato de inyección que
copié en un viaje a Paris por asuntos médicos que no
vienen al caso.
- Había visto alguno de ellos en Inglaterra, pero
no lo he utilizado nunca, ¿Lo hizo usted o lo encargo a
algún artesano?
- Es de fabricación propia, ya tiene algunos años
de servicio pero funciona perfectamente.
Introduje una pluma y mi jeringa en una jofaina
con el alcohol que había calentado Balsamo. Debía
desinfectar el aparato antes de usarlo. Aparté la pluma
rápidamente para que no se deformara por el calor y dejé
un rato el odre hecho de vejiga de vaca. Me acerqué al
maletín y me dispuse a coger el recipiente que contenía el
pus de la niña.
- En el alambique que ha calentado el alcohol,
debemos introducir un poco de suero con el resultado de
la infección. Servirá para matar todos los efluvios que
hay en este líquido y también las del pus.
El preparado ya hervía, Balsamo lo retiró del
fuego mientras yo sacaba la parte de jeringa que aun
estaba en remojo. Con paciencia y delicadeza fuimos
llenando varios frascos con el líquido resultante de la
cocción y tapando rápidamente con corchos para que no
110
entrase ni una sola mota de polvo ni parásitos que en la
habitación se hallaran.
Recogí todo lo necesario y lo introduje en mi
maletín, por enésima vez miré mi reloj para saber la hora,
algo más de las cinco y media. Nervioso puse la mano en
la espalda de mi ayudante y lo empujé hacia la puerta.
- Vamos a casa de Pedro lo más rápido posible,
por el camino ya se enfriará el líquido de los frasquitos.
Casi corriendo salimos de casa sin descanso
alguno y sin tiempo para hablar. Vimos al fanalero
mientras apagaba sus luces y poco más, todavía no
empezaba a clarear pero estaba a punto de hacerlo. Una
brisa fresca que venia del mar inundó mis sentidos, era
mi olor preferido.
Al llegar a la puerta de la casa del herrero me paré
de golpe y abrí lentamente la cortina para mirar quien
había allí. En la entrada estaban las dos ancianas
dormitando en sus sillas, era muy tarde y sus cuerpos
demasiado viejos no habían aguantado toda la noche.
Agarré del brazo con delicadeza para no
sobresaltar a la madre del enfermo y despertó de golpe
asustada.
- No se asuste señora soy yo, el doctor, ya
estamos aquí de nuevo. Cuénteme como ha ido todo en
nuestra ausencia.
- Todo sigue igual señor, sigue la fiebre muy alta,
hace un rato les cambié las compresas y les di a beber sus
infusiones pero no han mejorado.
- Balsamo haga el favor de comprobar el pulso y
la fiebre de los enfermos, yo voy a preparar lo demás.
El hedor cada vez era más agudo en la habitación,
mientras reconocía a los padres comprobé que mi
aprendiz sacaba un pañuelo de su bolsillo y lo colocaba
sobre su boca para no respirar el olor tan desagradable
111
que flotaba en el ambiente. Continuó uno por uno su
tarea mirándome cariacontecido y me susurró.
- El matrimonio está peor, parece que están en el
brete final de la enfermedad, el pulso es muy débil y
Pedro ha perdido el conocimiento, en cambio el niño
mayor tiene menos fiebre, ya no arde su frente como
antes. Veo que las plantas que tomó han surtido efecto.
- ¿Y el pequeño? - pregunté
- El menor está más o menos como los padres,
tenemos que hacer algo rápido o los perderemos.
- No podemos inocularlos a todos, si algo fallara,
si no estuviéramos en lo cierto morirían los cuatro.
Probaremos en el pequeño, veremos como evoluciona el
mayor y si todo funciona bien y los padres aguantan
veinticuatro horas lo haremos a todos.
Monté mi aparato para inocular sujetando una vez
introducido el cañón en la perilla con un cordel para
apretarlo y me dispuse para absorber el líquido de una de
mis probetas con la seringa mientras conversaba con
Balsamo.
- Como yo estoy seguro de mis convicciones, y
creo que las suyas son iguales o parecidas no voy a pedir
a Dios que nos ayude, pues somos científicos y sabemos
que solo los hombre son capaces de buscar y encontrar su
destino.
Balsamo sonrió y acercó su mano para estrecharla
con la mía, dando a entender que estábamos de acuerdo
en demasiadas cosas.
Subí la manga del brazo derecho del niño y lo
extendí sobre el lecho, estaba inerte, sin sentido y le
enseñé a Balsamo el funcionamiento de dicho aparato.
- Primero se van haciendo pliegues en la perilla
hasta que salga el líquido por la punta del cañón de la
pluma y aguantaremos esta posición para que no pueda
112
penetrar el aire dentro de ella, sería mortal si ocurriera.
Ahora coja usted la punta de la pluma e insértela en la
vena del brazo, solo un centímetro.
- ¿No sería mejor que lo hiciera usted?, yo no lo
he hecho nunca, no tengo experiencia.
- Lo hará bien, no se preocupe, confío en sus
cualidades y alguna vez tendrá que ser la primera.
Insertó con mucho cuidado la punta en la vena,
brotó un poco de sangre, levantó la cabeza y me miró.
-Siga, siga, tiene que entrar un poco más, recuerde
un centímetro más o menos.
- Ya puede empezar cuando quiera, esto ya esta.
- Mientras introducimos el suero en la sangre
procure apretar el brazo del niño a la altura de la axila
para cortar el flujo sanguíneo y no ponga esa cara de
asustado, es usted médico ¿no?
Comencé a replegar la perilla poco a poco hasta
que ya no daba más de si y retiré la pluma del brazo
colocando el dedo sobre la herida para que no perdiera
más sangre.
- Hemos acabado, póngale un vendaje en la herida
cuando saque mi dedo y dóblele el brazo colocándolo
encima del pecho.
La suerte estaba echada, podría ocurrir cualquier
cosa, pero lo importante es que se tenía que intentar para
probar si el resultado podía ayudar a las generaciones
venideras, en todo caso si no lo hubiéramos hecho
nosotros tarde o temprano se hubiera desarrollado una
cura para esta enfermedad.
Guardé todo el material y me dispuse a salir de la
estancia, el cansancio de mis huesos cada vez era más
latente, el sueño y el mal olor asfixiaban a cualquier ser
humano, incluso Balsamo tenía unas ojeras
considerables, pero no se quejaba.
113
- Volvamos a casa - dije al abrir la cortina de la
entrada y comprobando que la claridad del día era ya
manifiesta - de momento no podemos hacer nada más
aquí.
La anciana se acercó a la puerta y entre sollozos
dijo con la voz entrecortada.
- ¿Que va a pasar doctor, cree que sanaran?
- No lo sé aun, vaya dándole a los mayores el
preparado que le dio el otro doctor y compruebe la fiebre
constantemente, si hay alguna novedad estaremos en mi
casa descansando, no dude en llamarnos.
- Así lo haré señor.
- Puede avisarme a través de mi ama, Braulia, si
no recibo noticias volveré mañana al anochecer.
Nos fuimos caminando hacia casa, lenta y
pausadamente, no teníamos ganas de hablar, la noche
había sido muy dura y larga, los habitantes salían de sus
casas dispuestos a empezar otra dura jornada, mientras
nosotros no hallábamos la manera de que nuestra vida
fuera tan simple como las suyas.
Dentro ya de casa encendí una lámpara y como si
nos hubiéramos puesto de acuerdo caímos de golpe
sentados en nuestras respectivas sillas.
- Estoy cansado pero a la vez nervioso, son
demasiadas experiencias para mi en un solo día, si me lo
permite me retiraré a descansar un poco, usted debería
hacer lo mismo, a su edad no sé como puede estar tanto
tiempo sin comer ni dormir.
- Creo que será lo mejor, yo también estoy
exhausto y sin fuerzas, será mejor dormir un rato, luego
ya podrá seguir leyendo los cuadernos, sé que no podré
dormir, pero por lo menos intentaré descansar.
Cada uno de nosotros se levantó en silencio de su
silla y desapareció en cada una de sus habitaciones. Tuve
114
que cerrar las ventanas ya que entraba luz de la calle, mis
ojos cansados estaban demasiado acostumbrados a la
noche y la claridad los cegaba.
Unos golpes en mi puerta desviaron mi
pensamiento, era Balsamo que tras ella me decía.
- No me deje dormir mucho tiempo, no quisiera
perder todo el día durmiendo cuando tengo tanto que
hacer.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Me recosté boca arriba sobre la cama y apagué la
vela de la mesilla, cerré los ojos e intenté dormir, no era
tan fácil. Aunque estaba agotado muchas cosas daban
vueltas en mi cabeza, sobre todo lo que había pasado en
estos tres días con Ainoza, tenía en mis manos miles de
fórmulas nuevas para curar enfermedades, pero no era
esa la pesadumbre más importante que rondaba mi
mente, sino que era la que guardaba en secreto el viejo
Ainoza. Yo todavía no sabía cual podía ser, pero estaba
seguro que era algo tan importante, incluso para él, que
no se atrevía a desvelarlo a cualquiera, todavía no tenía la
suficiente confianza en mi o me estaba poniendo a prueba
para saber hasta donde podía llegar.
Algo muy misterioso flotaba en el ambiente, no
podía comprender porque me había llamado a Londres
para que viniera, ¿qué era lo que no podía hacer solo?,
¿qué viaje era este tan extraño que no podía explicar
todavía?, ¿por qué tantos manuscritos egipcios? Poco a
poco mis preguntas se fueron desvaneciendo en mi
115
cerebro, el sueño pudo más que mi impaciencia y caí
dormido.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Mientras en la otra habitación, sentado en la cama
pensaba lo que había pasado esa noche. Como siempre
no valía la pena acostarse e intentar dormir, hacía tiempo
que no podía conciliar el sueño, mis preocupaciones por
acabar de descifrar el secreto de mi padre no me dejaban
vivir, ¿qué poder oculto encerraba cada uno de sus
viajes? Mis preguntas no encontraban la respuesta
adecuada, debía aleccionar a Balsamo para poder
conseguirlo.
Una vez acabada la tarea del aprendizaje de mi
joven amigo, el cual utilicé para sumergirlo en mi
enmarañada red, dándole toda la información en
cuentagotas y haciéndole descubrir todo un mundo nuevo
de formas de curación desconocidas para él y para la
mayoría de personas doctas en el oficio, lo tendría a mis
pies y dispuesto para ayudarme a descifrar todo lo que
buscaba. Sabía de la inteligencia de este hombre, su
mente ágil y ávida de sabiduría acabaría con mis secretos
y con el de mi padre, y esto es lo que yo buscaba, pero
debía tener cuidado, era un arma de doble filo pues quién
me aseguraba a mi que no acabaría robándolo.
Estuve horas con mis pensamientos, para
mantenerme despierto tomaba a veces un preparado
llamado Laudano, que aliviaba los dolores y quitaba el
sueño. A veces lo utilizaba también en mis pacientes para
aliviar algunos síntomas de sus enfermedades, dicho
116
bebedizo fue desarrollado hace doscientos años por el
gran alquimista, astrólogo y médico suizo Paracelso y
estaba compuesto de vino blanco dulce, azafrán, canela y
sustancias del opio. Nunca dije a nadie que lo tomaba,
era uno de mis secretos.
Horas más tarde me incorporé de la cama al oír
ruido de ollas y perolas en el salón, refresqué mi cara en
el agua de la jofaina y volví a desinfectarme las manos
con alcohol por seguridad, anoche no lo había hecho, no
era cuestión por aquel olvido de infectar a nadie. Abrí mi
puerta y me dirigí al salón, era Braulia que trabajaba en
la cocina.
- Buenos días doctor.
- Buenos días Braulia - dije con voz bucólica.
- ¿Ha dormido usted bien?
- La verdad es que casi no he podido conciliar el
sueño, llegamos muy tarde de casa de Pedro el herrero.
¿Qué hora es?
- Son las diez señor, ¿cómo esta la familia de
Pedro?, me ha dicho su madre esta mañana al pasar por
allí y preguntar por ellos que aun tienen fiebre y que
usted ha dicho que no se puede entrar a verles.
Compungido y sin ánimo de que me preguntara
más cosas sobre el asunto procuré ser ambiguo en mi
contestación.
- No se encuentran nada bien, la fiebre no remite,
estuve haciendo las curas y les receté algunas medicinas
pero no pinta nada bien.
- ¿Sabe usted ya que enfermedad tienen?
- De momento no hemos podido averiguarlo. Le
dejé dicho a la anciana que si había alguna novedad se
pusiera en contacto conmigo y si no me encontraba se lo
dijera a usted, luego ya me lo comunicaría.
117
Braulia siempre dispuesta para hacer favores a
cualquier persona que se lo pidiera, mujer de grandes
principios y lealtad.
- Si quiere doctor, cuando termine mi tarea aquí
pasaré a preguntar como se encuentran y les llevaré unas
tazas de caldo.
- Lléveles el caldo si quiere, pero no se preocupe
si pasa algo importante ya le avisaran, de momento
déjeles descansar.
- De acuerdo, ¿por cierto, donde está el señor
Balsamo?
- Es verdad - me había olvidado completamente
de él - Está en la habitación durmiendo, prepare por favor
el desayuno mientras voy a despertarle.
Me dirigí hacia la habitación donde descansaba
mi compañero, seguro que aun dormía, no estaba
acostumbrado a tanto ajetreo. Golpeé la puerta
suavemente.
- Señor Balsamo, es hora de levantarse, salga y
comeremos alguna cosa.
Balsamo abrió los ojos tras escuchar mi llamada y
soltó un resoplido, aun tenía sueño y estaba cansado igual
que cuando se acostó.
Hizo de tripas corazón y se incorporó lentamente
en la cama, se atusó el cabello, recogiendo y arreglando
su coleta y abrió la puerta.
- Buenos días.
- Tiene usted mala cara ¿cómo ha dormido?
- Como un niño, pero me ha sabido a poco, ¿y
usted?
- Mejor no se lo cuento, ya sabe que me cuesta
conciliar el sueño, pero no se preocupe, estoy bien.
- Me arreglo un poco y salgo enseguida.
118
Salió un momento fuera y se dirigió a la letrina,
mientras Braulia ya tenía preparado el desayuno, leche y
pan que había traído recién hecho como solía hacer todas
las mañanas.
Nos sentamos a la mesa y comimos en silencio,
teníamos bastante claro que no debíamos comentar nada
de lo ocurrido estando Braulia por allí haciendo sus
quehaceres.
Balsamo estaba acabando su pitanza cuando
decidió romper el silencio para preguntarme.
- ¿Cuál es el plan de trabajo para hoy?
- Usted siga leyendo los cuadernos, yo tengo que
intentar hacer vida normal. Llevo dos días sin aparecer
por mis lugares habituales de consulta para saber si hay
alguien que necesita mis servicios.
- ¿Pero, podré acompañarle en alguna ocasión a
sus visitas diurnas?, quiero conocer bien la ciudad y sus
barrios más elegantes.
- No es conveniente que la gente pregunte cosas,
no debemos responder de algunos asuntos y le aseguro
que ese tipo de personas preguntan mucho, se mueven en
un círculo demasiado peligroso para nosotros, conocen a
gente importante, oficiales, clérigos y de más alto rango.
Ya sabe usted que no me puedo permitir el lujo de que
investiguen nada sobre ninguno de los dos.
Debíamos ser muy cuidadosos, cualquier fallo
podía acabar con nuestras investigaciones.
- Tiene usted razón, con su permiso me retiro a
mis quehaceres, ¿cierro por dentro o tiene que entrar para
recoger algo?
- Voy a entrar yo también, tengo que preparar el
maletín para mis visitas y se halla todo dentro.
119
Preparé todas mis cosas mientras mi compañero
hincaba los codos en la mesa del laboratorio leyendo los
cuadernos. Me despedí al marcharme.
- Volveré antes de anochecer, prepare todo lo
necesario para nuestra visita al herrero y por precaución,
no salga solo a la calle.
Me alejé con paso cansado por la calle dirección a
la Plaza Real, mi método de trabajo era pasar por los
cuarteles militares y por la Catedral, allí es donde
dejaban dicho si había alguna persona enferma y su
dirección para poder visitarles, todas mis visitas eran a
domicilio.
Mientras Balsamo devoraba cuaderno tras
cuaderno, iba tomando apuntes sin parar, era todo tan
nuevo para él, no quería que se olvidara nada, de vez en
cuando observaba a lo lejos otros cuadernos y libros que
se hallaban en la estantería pero no se atrevía a cogerlos,
no quería que yo me diese cuenta y pudiese enfadarme,
tenía miedo que le dejase fuera de esta aventura.
El día transcurrió sin nada que reseñar, un par de
curas por heridas leves y algún catarro sin importancia,
mediada la tarde paré a comer algo en casa de un amigo,
artesano del cuero y a veces colaborador en mis inventos.
Después de un rato de charla decidí antes de que
anocheciera dirigirme para casa, tenía la vista cansada y
me dolía la cabeza.
Al abrir la puerta vi que no había nadie en la sala,
me acerqué a la puerta del laboratorio y golpeé con los
nudillos.
- ¿Esta usted ahí dentro, Balsamo?.
Unos pasos interiores se escucharon entonces, el
ruido de la llave girando y tras la puerta el rostro del
estudiante.
120
- BUF, me ha asustado, estaba tan enfrascado en
la lectura y los golpes en la puerta han roto el silencio
sepulcral de la habitación, he perdido la noción del
tiempo.
- Tiene que tomarse un descanso de vez en
cuando, si no le pasará como a mí, perderá vista y tendrá
que ponerse lentes.
- Lo sé, pero es tan interesante la lectura que no te
das cuenta de nada de lo que pasa a tu alrededor.
Me senté un rato en la silla, estaba cansado, pero
tenía que seguir con mi tarea, esta noche podría ser
crucial.
- Está a punto de anochecer, si quiere tomar algún
tentempié antes de que nos vayamos se lo agradecerá su
cuerpo, pues la noche será larga, yo ya lo he hecho.
- No tengo hambre, gracias de todas formas.
Nos dispusimos para hacer todos los preparativos
y recoger todo el material que Balsamo había dejado en
la mesa.
- Cuando usted quiera podemos irnos - dije
recogiendo la cajita con la jeringa que había estado todo
el día desinfectándose, mientras él tomo el pesado
maletín.
Salimos de casa con todos nuestros aperos de
trabajo, enfilando calle arriba hacia nuestro destino, la
cara de nerviosismo de mi compañero era lógica, tenía
ganas de saber que resultado nos encontraríamos al llegar
a casa de Pedro. Su juventud e inexperiencia eran el
resultado de tal angustia, la que no le dejaba vivir y
estaba haciendo que perdiera el apetito y las ganas de
dormir. Me recordaba a mí en muchos aspectos.
121
Capítulo 6º LA VIRUELA
Al llegar a casa de los enfermos aparté la cortina
como siempre para entrar, pero esta vez la puerta estaba
cerrada, era extraño y decidí llamar para que abrieran
mientras miraba a mí alrededor.
La primera vez no contestó nadie. Insistí de
nuevo.
Una anciana abrió la puerta, no era la madre de
Pedro sino la que vivía con ellos y habíamos visto el día
antes, nos dijo que pasáramos dentro y le pregunté.
- Señora, ¿dónde está la madre de Pedro?
- Está dentro con los enfermos, creo que dándoles
su medicina, a mi no me deja entrar.
Recorrimos otra vez el oscuro y pestilente pasillo
hasta llegar a la habitación acompañados por la anciana
que hacía de guía con una vela en las manos. Se quedó al
final y nos hizo pasar a la habitación.
- ¡Ufff¡ - dijo Balsamo - no soporto este hedor tan
agudo, nunca me acostumbraré a estas cosas.
Allí estaba la anciana madre de Pedro dándole de
beber la infusión en un cuenco a la mujer del herrero,
sobresaltada giró la cabeza mirando hacia la entrada para
ver quien era.
122
- Por fin esta usted aquí - dijo al vernos.
- No se asuste señora, ya hemos llegado, ¿dígame
como han pasado el día todos y como están ahora?
Se acercó apesadumbrada con paso muy cansado
y sollozando sin parar se dispuso a explicar lo que había
acontecido durante la jornada.
- Mi hijo y su mujer están peor, desde esta tarde
creo que han perdido el conocimiento, la fiebre sigue
muy alta y a mediados de la tarde estaban muy agitados y
diciendo cosas que no entendía. Los niños también han
tenido mucha fiebre, ahora parece que no tanto, el
pequeño hace unas horas que duerme tranquilamente.
- Vaya usted Balsamo a mirar a los niños, yo
comprobaré el estado de los mayores, tenga la lámpara.
Efectivamente, comprobé el pulso del matrimonio
y su fiebre, habían empeorado. Sus frentes ardían
considerablemente y las pústulas cada vez eran más
grandes y llenas de pus. El corazón latía lentamente en el
hombre y su respiración era muy pausada, posiblemente
estaban en la última fase de la enfermedad. Cada vez
empezaba a ser más preocupante y peligroso.
- Venga usted aquí señor Pirria.
Me acerqué hasta el catre de los niños y vi que el
pequeño había abierto los ojos, puse mi mano en su
frente y con sorpresa y alivio noté que su calentura había
bajado bastante y ya no sudaba.
- ¿Cómo te llamas? - le dije sonriendo.
- Álvaro señor, tengo mucha sed.
- Déle agua, pero a pequeños sorbos y que se
incorpore un poco para poder reconocerlo mejor.
Balsamo me miró con ojos saltones y una gran
sonrisa se esbozó en su rostro, parecía un novato en su
primera consulta.
123
- Creo que el resultado del experimento ha tenido
éxito, ¿no cree usted que lo hemos conseguido?
- Hay que ser prudentes, pero pienso que los
efectos de la inyección empiezan a funcionar, en las
próximas horas veremos como evoluciona. ¿Y el
hermano como se encuentra?
- Ahora duerme, aun tiene fiebre, pero no tanta
como ayer, las perspectivas son mejores, pero no ha
evolucionado tan bien como el pequeño.
- El preparado que se administró no lo curará,
pero ahora sabemos que las hierbas que tomó por lo
menos sirven y son efectivas para la fiebre, lo cual es un
buen resultado, ahora debemos hacer algo más.
- La idea entonces, es inyectar a los tres con la
vacuna que hemos preparado, ¿verdad? - preguntó
Balsamo.
- Mire, por el niño mayor no hay que temer de
momento, podemos seguir dándole el preparado mientras
seguimos la evolución del hermano pequeño, pero los
padres están en la fase más crítica de la enfermedad. Solo
quedan dos soluciones, primero podemos intentar bajar la
fiebre, cosa que dudo en el estado en que se encuentran.
También podemos inyectarles el suero directamente, lo
cual tampoco es seguro. No sabemos como pueden
reaccionar al introducir la bacteria en la sangre tan
infectada y en fase tan crítica.
-¿Qué le parece a usted?, ¿qué haría en este caso?
- pregunté a mi joven ayudante para que me diera su
opinión.
Balsamo estuvo unos segundos pensativo, se
mesaba el cabello continuamente cuando una duda le
embargaba.
- El caso es que si mueren por la enfermedad o
por la inoculación del preparado tiene una importancia
124
poco relevante en estos momentos, es difícil que se
salven. Yo sería partidario de intentarlo, no tienen nada
que perder. En conclusión la verdad es que estoy seguro
de que les quedan pocas horas de vida.
- Lógica solución, hagámoslo, no perdamos más
tiempo, ya casi estamos a punto de perderlos.
Preparé los inyectables y administremos una dosis
un poco más grande que la del niño a cada uno de ellos.
Lo hizo Balsamo bajo mi responsabilidad, primero a la
mujer y luego a su marido. Lo realizó tan bien como si
fuera un especialista, este muchacho aprendía rápido.
Luego hablé con la anciana para darle unas
recomendaciones a seguir cuando nos marcháramos.
- Señora, deje al matrimonio destapado y no los
pierda de vista en toda la noche, si lo que le hemos
puesto no funciona ya no tendremos tiempo real para
volverlo a intentar. Todo depende de lo que pase en las
próximas horas.
La anciana compungida seguía preguntando,
asustada y cansada de lo que estaba sufriendo.
- ¿Piensa usted que se salvarán?
- Solo el tiempo lo dirá, nosotros hemos hecho
todo lo humanamente posible, ahora queda ver como
evolucionan los niños, ahí está la clave para la curación
de esta terrible enfermedad.
- Ahora quiero que, pase lo que pase esta noche,
pregunte usted con disimulo a sus vecinos si saben de
alguien más que esté enfermo y tenga fiebres altas.
Dígales que estoy a punto de irme de viaje a Madrid y
que antes me gustaría reconocerles en el caso de que los
hubiera, así podremos saber si solo es un brote o por el
contrario se pudiera convertir en epidemia. Sobre todo no
comente nada de la enfermedad de su familia, dígales que
están un poco mejor y nada más.
125
La anciana mujer asintió con la cabeza y tomó mi
mano para besarla como agradecimiento por todo lo que
hacíamos por ellos. En su cara se reflejaba lo que estaba
padeciendo y las noches sin dormir hacían mella en un
cuerpo tan castigado por la vida, siempre trabajando.
- Quiero que vaya usted a comer algo y a dormir
un poco, nosotros nos quedaremos aquí un rato para
observar como evolucionan y no aceptaré un no por
respuesta.
Balsamo seguía tomando el pulso a los niños
sentado en una silla junto al catre y anotaba en su
cuaderno los síntomas que observaba. Me miró a los ojos
y se volvió a mesar sus cabellos.
- Este niño puede ser la clave de todo, ¿cuántas
horas será necesario para que la fiebre remita del todo?
- Quizás unas cuantas, quien sabe. Tiene que tener
usted preparada otra dosis para el mayor y varias más
para nosotros y las ancianas, no se sabe si también
estaremos infectados.
- En casa he dejado diez dosis preparadas y aquí
en el maletín quedan cuatro más, espero que no nos
encontremos frente a una epidemia.
Cogí una silla de un rincón y me senté junto a mi
joven amigo, reposé la cabeza contra la pared, estaba
cansado, la falta de sueño me estaba matando poco a
poco. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada, mi vida
no podía seguir así o acabaría enfermo.
De pronto me desperté sobresaltado, me había
quedado dormido un rato, busqué toda la sala y no
encontré a Balsamo, fui caminando hacia la puerta de
entrada, aun era de noche.
Balsamo paseaba por la calle arriba y abajo cerca
de la puerta, estaba fumando en pipa y con sus manos
atrás cogidas parecía cavilar.
126
- ¿He dormido mucho rato? - le pregunté.
- Un par de horas, son las cuatro de la madrugada
y me daba pena despertarlo, estaba tan profundamente
dormido.
- ¿Alguna novedad?
- Acompáñeme y le enseñaré.
Golpeó su pipa en la pared para vaciar el tabaco
ya quemado y la guardó en el bolsillo interior del
chaleco.
- ¿No sabía que fumaba?
- Hace meses que me propuse dejarlo pero hoy
realmente me hacía falta, los nervios han podido
conmigo.
Entramos los dos en la estancia, las ancianas no
estaban, habían ido a descansar como les había ordenado.
Al fondo pude ver como en el catre del
matrimonio solo había dos bultos completamente
tapados, incluso la cabeza, tuve el presentimiento que en
mi ausencia lo más trágico había podido pasar.
- ¿No hemos llegado a tiempo verdad? - pregunté
mirando hacia el catre.
- Hace apenas media hora murió Pedro y justo
antes de despertarse usted lo hizo la mujer, efectivamente
creo que no llegamos a tiempo, la infección estaba
demasiado avanzada.
- ¿Y los niños?
- El pequeño casi no tiene fiebre, como verá está
despierto y hasta me ha pedido algo para comer. Su
hermano evoluciona muy lentamente, las pústulas son
muy grandes y abundantes, espero que no se enfade
conmigo pero cuando murió su padre pensé que debía
ponerle una dosis del suero antes de que fuese demasiado
tarde, no pude esperar a que usted despertara.
127
- Bueno, es un poco precipitado pero seguramente
yo hubiera hecho lo mismo ante la gravedad del caso.
- ¿Saben algo los niños y las ancianas de la
muerte del herrero y su mujer?
- No, no saben nada, las señoras duermen hace
rato y a los niños les he dicho que sus padres también
están dormidos.
- Mejor así, tenemos que pensar que hacemos,
debemos llevar este asunto con mucho sigilo, no
podemos dejar ningún cabo suelto, si las autoridades se
enteran que corre la viruela o que nosotros hemos
experimentado alguna cura oculta sería nuestro fin, no lo
entenderían.
- ¿Qué podemos hacer?
- Pensemos, tenemos tiempo antes de que
amanezca, tiene que haber alguna manera de
solucionarlo.
Salimos los dos a la calle y nos apoyamos en la
pared de la casa. Balsamo encendió otra pipa más
mientras yo cavilaba y me estrujaba los sesos para pensar
lo que hacer.
- Creo que tengo la solución - dije, mientras el
humo de su pipa inundaba mi cara.
- Despierte a la madre de Pedro, mientras yo
preparo los cadáveres para hacerlos desaparecer.
- Esta usted loco, ¿qué piensa hacer?
- Haga lo que le digo, le contaré todos los detalles
sobre la marcha, no tenemos tiempo que perder.
Despertó a la anciana y la trajo ante mí en el
umbral de la puerta.
- Vamos todos al establo, por favor - les dije a
ambos.
- ¿Ocurre algo señor doctor? - dijo la anciana
medio dormida.
128
- Señora, no hemos podido salvar a su hijo ni a su
nuera, la enfermedad estaba muy avanzada.
Rompió a llorar desconsolada, Balsamo le dio un
abrazo recostando su cabeza cana y desaliñada en su
pecho, mientras daba palmadas en su espalda. Esperamos
unos momentos a que se rehiciera un poco para seguir
explicando.
- Sé que es muy duro para usted, pero tenemos
que ser muy cautos para que los demás no sepan lo
sucedido. Si alguien se entera y llega a oídos de las
autoridades, se podrían llevar a los niños por infectados y
no tendríamos ocasión de salvarles. Aunque nos duela
tiene que hacer lo que le diga y ha de ser ahora.
Nos miramos los tres, ella seguía llorando, el
joven siciliano esperaba impaciente mis órdenes. Yo
sabía que era una medida muy drástica la que se iba a
emplear pero si queríamos salir airosos de este trance no
había otra solución.
- Balsamo, usted vaya a buscar a Agustín, el
cochero que nos llevó a las afueras de la ciudad la otra
noche y dígale que necesitamos su ayuda urgentemente.
Usted señora venga conmigo, tenemos cosas que hacer.
Balsamo se fue raudo y veloz a cumplir mis
ordenes, no sin antes volverme a preguntar cual era la
resolución tan extraña que se me había ocurrido.
- Cuénteme por favor que medida ha pensado para
solventar este suceso.
- Cuando vuelva con Agustín se lo contaré todo,
si lo hiciera uno por uno perderíamos mucho tiempo y no
lo tenemos.
Encendí el fuego del horno del herrero y a golpe
de brazo apreté sin parar arriba y abajo el gran fuelle
atizando con el aire hasta que la fragua estuvo al rojo
129
vivo. Tomé a la anciana por el hombro y tragando saliva
tuve que decirle lo único que se podía hacer.
- Tenemos que sacar a los niños de esa habitación,
¿dónde podemos llevarlos y acostarlos?
- En mi habitación, la que comparto con mi
comadre.
- Se que es muy duro para usted, pero tiene que
ser fuerte, piense en esos pobres niños huérfanos.
Entre los dos trasladamos a los pequeños en
brazos hasta la habitación de la abuela, los desnudamos y
pusimos ropa limpia. Depositándolos con cuidado en la
cama, volvimos a la de los padres.
- Hay que desnudarlos a los dos y llevar todas las
ropas y los lienzos de las camas al establo. Lleve también
todo lo que se ha utilizado en esta habitación, cuencos,
compresas y demás enseres hasta allí, luego ponga a
hervir agua en un caldero y limpie todo el mobiliario de
esta habitación, suelos y demás objetos que aquí se
hallan. Hay que desinfectarlo todo, si es necesario
encontrará alcohol en mi maletín para que pueda usted
después restregarse manos y brazos.
La buena mujer, aun sin ánimos, se dispuso para
hacer todo lo que le había recomendado, mientras yo hice
un atillo con todo lo que se había sacado de la habitación
y me dirigí al establo. Debíamos quemarlo todo, no podía
quedar nada que pudiera causar el contagio.
Mi cabeza no paraba de dar vueltas, no quería
olvidar ningún detalle de aquella tremenda resolución
tomada, con la tristeza que sentía por hacerlo, era cruel
pero necesaria para todos.
Una vez habíamos acabado cada nuestra labor,
nos reunimos en el establo para concretar todo lo demás.
- ¿Qué tenemos que hacer ahora doctor?
- Confíe en mi, es lo mejor para todos.
130
Un ruido de cascos de caballos interrumpió la
conversación en el silencio de la noche. Entraron al
establo Agustín junto a Balsamo y al oírnos se reunieron
con nosotros. El cochero asustado no pudo más que
preguntar al vernos.
- ¿Qué ha pasado doctor?
- Lo que voy a contar debe quedar entre nosotros,
nunca debe salir de este establo. Escúchenme
atentamente.
- Como ya sabe, pues estuvo usted con nosotros
en casa de José “el Cojo”, aquí en esta casa se hallaban
cuatro personas que padecían de viruela. Pedro y su
mujer han muerto, no hemos podido hacer nada por ellos,
sin en embargo los niños han logrado salvarse gracias al
medicamento que hicimos con el material que nos
proporcionó su amigo. Pero como no debemos crear el
pánico en la ciudad y no queremos que nadie piense que
se hallan ante una epidemia tenemos que hacer algo. Por
eso necesitamos la ayuda de todos para poder encubrir lo
que aquí ha pasado.
Todos estaban pendientes de lo que acontecía y
no perdían detalle de mi relato.
- Deberán hacer todo lo que les diga, aunque
parezca horrible, es la única manera de salvar esta familia
de la ignorancia de las autoridades y del Clero. Ahora
asientan si están dispuestos.
Los tres agacharon la cabeza en señal de
disposición, aunque ya me esperaba este tipo de
preguntas.
- Doctor, pero y si nos infectamos todos, yo tengo
mujer e hijos que alimentar, ¿qué sería de ellos? - dijo
Agustín.
131
- No debe preocuparse. En el dudoso caso de que
se contagiara nosotros tenemos el remedio para el mal, si
es cogido a tiempo.
- He quemado todo lo que pudiera estar infectado
y ahora en la casa no hay signos de la enfermedad.
- Que quiere de nosotros, estamos dispuestos a
asumir todo lo que se haya de hacer sin reparos - dijo
Balsamo.
- Tenemos que enterrar los cuerpos en la montaña
fuera de la ciudad lo más profundo posible y sin que
nadie pueda verlo.
Rompió a llorar nuevamente la señora, era muy
duro para ella que parte de su familia acabara el fin de
sus días enterrados en un sitio no sagrado y sin la
bendición de Dios, pero no le quedaba más remedio, los
niños eran ahora lo más importante. Por otro lado, ya
había previsto que no todos estuvieran de acuerdo.
- Pero es muy peligroso, me podrían encerrar si
me descubrieran enterrando los cadáveres y mi familia,
¿qué iba a ser de ellos? - dijo Agustín.
Introduje la mano dentro del bolsillo derecho de
mi túnica y saqué una bolsa que guardaba con monedas.
Siempre solía llevar bastante dinero encima, nunca sabes
si te puede hacer falta y en este caso ya pensaba que
podría necesitarlas. Hay gente que necesita un aliciente
para prestar ayuda.
- Creo que esta bolsa podría resolver el problema,
¿no le parece Agustín?, aquí hay suficiente dinero como
para no tener que trabajar durante un par de años.
¿Resolvemos entonces el problema?
- Bueno, como soy tan buen samaritano creo que
les ayudaré, me quedaré el dinero por si enfermara o para
alguna cosa inesperada, pero conste que no lo hago por el
dinero de la bolsa.
132
Ya conocía a este tipo de personas, solo se
movían por asuntos monetarios. No les critico, se ganan
la vida honestamente trabajando, pero lo que no
soportaba era la falsedad de sus buenas acciones. La
anciana preocupada escuchando lo que tratábamos no
pudo por más que preguntar asustada.
- ¿La gente preguntará, querrá saber de ellos?, y
yo no sé que les voy a contar para que no sospechen.
- Dentro de un par de días les dirá que ya se
encuentran bien pero que han recibido una carta de un
familiar muy enfermo y se han ido rápidamente a
cuidarle. Usted se hará cargo de los niños en su ausencia,
dígales que no sabe cuando volverán.
- ¿Pero preguntarán a quién han ido a ver y
dónde?
- ¿Vive la madre de su nuera? - pregunté.
- Si, vive en Valencia y son hortelanos, hace
estuvo enferma y mi nuera fue a verla.
- Perfecto pues, dirá que han marchado hacia allí
avisados de que la madre de esta se encuentra muy grave,
con eso ganaremos algún tiempo para pensar que hacer.
- Usted y el cochero - le dije a Balsamo - irán en
la parte delantera de la calesa y los cuerpos atrás tapados
con mantas y sujetos al asiento, yo me quedaré aquí
revisando todo para que no quede ningún cabo suelto.
Agustín seguro que sabrá donde encontrarles sepultura.
La pobre mujer se acercó hacia a mí destrozada y
resignada a la vez para pedirme un ultimo favor, al cual
no me pude negar ante el evidente dolor con que la vi
pasar todo el trance.
- ¿Ni siquiera me dejará que me despida de ellos y
rece unas oraciones por sus almas?
133
- Claro que si señora, es lo menos que podíamos
hacer, pero tiene que ser breve, tenemos que terminarlo
todo antes de que amanezca.
Colocaron los cuerpos del matrimonio en la parte
trasera del coche, no sin antes vigilar entre todos las
calles y aledaños, subieron también ellos con presteza y
les entregué dos palas para cavar la tierra que había
encontrado en el establo. El carruaje se alejaba mientras
la mujer seguía rezando en la puerta. Al momento el
ruido de los cascos desapareció en la noche.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- No se preocupe caballero - le dijo Agustín a
Balsamo - sé de un lugar bastante abandonado al pie de la
montaña de Montjuïc, donde jugaba de niño con mis
amigos, ahora ya nadie se acerca por allí. Hace muchos
años se cavaron grandes fosas para enterrar a los
afectados de la peste negra el año que hubo la epidemia y
desde entonces ya casi nadie pasa por esos andurriales.
Balsamo pensaba en el lío que se había metido,
pero no le amedrentaba, era una persona demasiado
codiciosa para que dos cadáveres se interpusieran en su
camino, siempre pensó que “el fin justifica los medios”
En silencio llegaron al pie de la montaña y el
cochero paró debajo de unos árboles. Se apearon y
tomaron las palas, caminaron por una pequeña vereda
hasta encontrar el sitio idóneo para el enterramiento, solo
la luz de la luna y un fanal que Agustín trajo del carruaje
alumbraban sus pasos mientras el único sonido que se
134
escuchaba era el de los grillos y algún relincho del
caballo a lo lejos.
Agustín se paró bajo un pino enorme, en su base
no había casi hierba y la tierra parecía adecuada para
remover.
- Lo haremos aquí, me parece el sitio perfecto y
luego pondremos todas esas ramas y hojas secas sobre
ellos.
- Usted es el entendido, comencemos a cavar
rápidamente - le contesté al chofer.
Cavamos durante más de una hora, era agotador,
pero estábamos terminando. El agujero ya tenía la
suficiente profundidad para terminar con esta angustia y
miedo que teníamos de que nos vieran.
- Señor, le rogaría que fuera usted por los cuerpos
para traerlos, es joven y fuerte y yo tengo un poco de
miedo, podría infectarme.
- No se preocupe iré yo, mientras vaya recogiendo
maleza para taparlos después, solo debe faltar una hora
para amanecer.
Balsamo recorrió las dos veces los cincuenta
metros más o menos que nos separaban desde la calesa y
los depositó en el fondo de la fosa. De un salto salió de
ella y espetó al cochero.
- Rápido, cubramos el agujero con tierra y
acabemos de una vez con esto.
Cuando todo terminó salimos corriendo, sin
apenas resuello y completamente en silencio, dando
grades fustazos a su caballo.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
135
Mientras, yo repasaba todo con minuciosidad en
la casa y también pensaba en todos los detalles para que
no se me pasara nada por alto, me tomé un momento para
descansar y le pedí un vaso de agua a la anciana.
Pasaba el tiempo y la luz del día estaba apunto de
romper, empecé a ponerme nervioso, tardaban
demasiado. Miraba arriba y abajo la calle por si alguien
aparecía por ella. Por fin escuché a lo lejos el ruido de los
cascos del equino, respiré tranquilo y me puse tras la
puerta, escondido comprobando que efectivamente era
Agustín.
El carruaje paró en la esquina y Balsamo
descendió de él, con una manta bajo el brazo que
envolvía las dos palas de los enterradores, se acercó a la
puerta a paso rápido, mirando en todas direcciones y
asegurándose que no le observaba nadie. Con un ademán
moviendo su mano se despidió a lo lejos el cochero, éste
hizo girar la calesa hacia la calle contigua y se alejó
mientras comenzaba a amanecer.
- El plan ha salido según lo previsto, ni yo mismo
recordaría donde están enterrados los cuerpos. Solo sé
que están en un bosque de pinos y poco más.
- Bien, aquí está todo en orden y terminado, ahora
solo queda esperar y controlar la evolución de los niños.
Nos dispusimos a marchar, me despedí en la
puerta de la angustiada mujer besándola en la frente y
dándole un fuerte abrazo.
- Mañana volveremos para ver como siguen los
niños, recuerde todo lo que hemos hablado, es importante
que tengamos calma y el problema se solucionará.
136
- De acuerdo doctor, confío en usted, sé que no
tiene la culpa de lo que ha pasado, solo el destino manda
en nosotros y Dios lo conduce.
Balsamo se acercó a ella y dándole un fuerte
abrazo le dio el pésame. Antes de despedirse le dijo unas
palabras.
- Sea fuerte señora, el mundo sigue girando y
tiene usted dos muchachos que cuidar y educar. Agustín
me dijo que le diera el pésame y dedicara una plegaria de
su parte a sus seres queridos.
- También me preguntó - dijo dirigiéndose a mí -
en el caso de enfermar que debería de hacer. Le he dicho
que si tuviera algún problema se pusiera en contacto con
Braulia y acudiríamos en su ayuda.
- Ha hecho usted lo correcto, ahora debemos irnos
sin pérdida de tiempo. Adiós señora, hasta mañana.
Atravesando pequeñas calles para atajar y no ser
vistos, fuimos rápidamente camino de casa, la expresión
de la cara de mi aprendiz denotaba la preocupación
lógica de saber si se había hecho lo correcto.
Por fin en la puerta de casa, la claridad del día era
ya notoria y se podía ver a algún habitante por la calle,
entramos sin vacilar, un pequeño suspiro salió de
nuestras bocas, la noche había vuelto a ser muy larga y
agotadora. Balsamo tenía sus ropas manchadas de polvo
de la tierra que había levantado, esbozó una leve sonrisa
al mirarme como si hubiera disfrutado de la macabra
experiencia.
Se cambió de ropas y se lavó a conciencia las
manos y la cara, luego arregló correctamente su coleta.
Parecía tranquilo, como si nada hubiera pasado, alargó su
mano hacia mí para estrechármela.
- Ha sido emocionante, permítame que le dé las
gracias por hacerme partícipe de tal aventura.
137
- Es un honor trabajar con personas tan
profesionales - estreché su mano - pero no es nada
agradable vivir tales experiencias sin pensar en el dolor
humano. Sólo el hecho de poderles ayudar me sirve para
seguir adelante.
Balsamo se dejo caer de golpe en la silla del
salón, estaba cansado de tan tremendo esfuerzo y apenas
podía seguir conversando. Me dirigí a la alacena
buscando algo para ayudarnos un poco a olvidar lo
sucedido.
- ¡Una botella de coñac! Esto nos dará un poco de
ánimo en el cuerpo, ¿quiere usted una copa?
- Maravillosamente bien, sírvame por favor una
copa, esto nunca se puede rechazar y más si es francés
como este. Brindemos por el gran éxito conseguido.
- ¿Brindar?, ¿es que no tiene usted corazón?, hay
dos personas muertas y enterradas. Otras con un gran
dolor en el alma que además se quedaron sin padres.
- Sí, lo sé, pero siempre habrán bajas humanas
cuando está por medio la investigación y los
experimentos médicos. Piense que hemos encontrado el
remedio a un mal que mata a miles de personas en todo el
mundo cada vez que hay una epidemia, tiene usted que
ser más práctico.
- De que sirve tener una cura si no lo podemos
decir a nadie. Si este hallazgo es aireado en este país,
corremos el riesgo de que sea rechazada por La
Inquisición, la cual forma parte de la Junta de Doctores
de la ciudad, para todos ellos esto no es más que brujería
y artes ocultas. Rápidamente acabarían con nosotros.
- También está la envidia y el poder que tienen
dichos médicos en La Junta, jamás dispuestos a consentir
las investigaciones que personas como nosotros, según
138
ellos de dudosa procedencia, pudieran tener éxito y pasar
por encima de sus vanidades.
- Pero eso no va a ocurrir siempre, yo soy joven,
tengo que labrarme un futuro y quiero que sea importante
y por Belcebú, se que lo haré - dijo Balsamo.
- Me voy a retirar a mi habitación un rato a
descansar y repasar mis notas por si hubiera que
modificar la fórmula. Usted si no tiene sueño puede
seguir leyendo los cuadernos de mi padre, mi laboratorio
es suyo.
El día transcurrió normalmente, yo pude
descansar un rato, pero apenas logré conciliar el sueño.
Mientras Balsamo leía y leía sin parar dentro del
laboratorio, todo lo que había pasado encendía más su
espíritu de sabiduría y devoraba la lectura como si la vida
le fuera en ello.
Llegó la noche siguiente, nos encaminamos a casa
del herrero como prometimos, entramos esta vez sin tener
que llamar, no encontramos a nadie en su interior. En ese
momento me temí lo peor, tuvimos que atravesar el
pasillo a oscuras hasta el final. Por fin vimos un
resplandor al entrar a la habitación donde habían yacido
los difuntos. Los dos niños estaban sentados en la cama y
tomando cucharadas de algún caldo que su abuela les
daba pacientemente.
El pequeño sonrió al vernos, la anciana aun con
semblante serio dejó lo que estaba haciendo para venir a
saludarnos.
- Buenas noches doctor Pirria y compañía, pasen
ustedes por favor.
- ¿Cómo se encuentran estos muchachos? - dijo
Balsamo con voz ronca para bromear con ellos.
139
- Niños os presento a los señores médicos que han
curado vuestro mal.
- Buenas noches - contestaron los dos al unísono.
Tomé una silla y me senté junto a ellos, estuve
mirando sus pústulas, estaban casi secas y su pulso era
normal. La fiebre era ya muy poca, la cara de los dos
simplificaba el diagnóstico.
-¿Cómo te encuentras Álvaro? - pregunté al
menor
- Bien señor, mi abuela me ha dicho que padre y
madre ya están bien, pero han tenido que marchar a casa
de mis otros abuelos que están muy enfermos.
- Bueno, ahora solo tenéis que pensar en poneros
bien del todo, tenéis que ayudar mucho a vuestra abuela,
¿me lo prometéis?
- Lo haremos señor, no se preocupe.
- Balsamo, quédese un rato con los niños, yo
tengo que conversar con la señora de unas cosas.
En la puerta de la calle tuve una conversación con
ella, lo que no le dije es que podría pasar mucho tiempo
hasta volvernos a ver.
- ¿Ha pasado alguien a visitar a su hijo desde
ayer?
- Solo algún vecino, pero les dije todo lo que
usted me ordenó y no creo que sospecharan pues la
anciana madre de mi nuera hace tiempo que tiene
achaques.
- A partir de mañana mi ama, Braulia, pasará por
aquí todos los días a traerles comida. Esta bolsita que le
doy contiene monedas para que no pasen ninguno de
ustedes penalidades de momento, más adelante vendré a
verla y piense que debemos seguir con todo lo pactado.
En el caso de ocurrir alguna contrariedad no dude en
ponerse en contacto conmigo.
140
- Es usted un santo, no sabré nunca como
agradecérselo.
- No tiene nada que agradecer, lo hago con mi
más humilde agradecimiento hacia usted por todo lo que
hemos pasado.
En ese momento salió mi compañero a la puerta,
me despedí de ella y decidimos encaminarnos paseando
hacia otros barrios anexos para preguntar por algún
enfermo.
- Lastima de no poder airear dicho éxito, sería un
gran bien para la humanidad y para la ciencia - dije al
joven médico con resignación.
- No se preocupe, cuando vuelva a Londres,
suponiendo - dijo esbozando una gran sonrisa - que no
acabemos en la cárcel o nos mate alguno de sus viajes, yo
me encargaré de hablar con un joven colega, un
investigador muy erudito que lleva tiempo intentando
conseguir una vacuna contra La Peste Negra y la Viruela,
se llama doctor Edgard Jenner y vive en Glocester. Tiene
un importante círculo de amigos y mecenas que le
ayudan en todo.
- Me parece una idea excelente y muy altruista
por su parte, cada día me sorprende usted más.
- No tema, le diré que ha sido usted el descubridor
de tal maravilla, y que hizo usted mismo las pruebas en
enfermos de alto grado de infección.
- No es eso lo que me preocupa, no me interesa en
lo más mínimo que me pongan medallas ni que me
aplauda ningún colega, puede decir que lo descubrió
usted. Lo importante para mi es poder salvar a la gente.
Balsamo me miró con cara de asombro, no
comprendía que yo renunciara a la gloria y la riqueza de
este mundo.
141
- Se que no es muy honorable por mi parte, pero
yo si que la busco, es mi manera de entender la vida.
Comprendo su actitud pero para mi no hay nada más
importante que el poder y la gloria, es usted demasiado
altruista y en este mundo la gente que piensa así acaba
siendo débil y termina sus días en el anonimato. Pero no
tiene nada que ver con mi inmenso agradecimiento por
compartir su sabiduría y sus logros conmigo y como no, a
los descubrimientos de su padre.
- Ya me habían contado como pensaba usted, con
lo cual, no debe excusarse de nada de lo que dice, sabía
el riesgo al que me enfrentaba al llamarle.
- Siempre le escucharé y seguiré sus consejos
médicos, iré a todos sitios que me ordene, pero cuando
vuelva a Londres ya sabe el uso que haré de todos ellos.
Quiero su aprobación para ello, le estoy siendo muy
sincero.
- Lo único que le pido es que nunca desvele el
secreto de donde aprendió las cosas que usted desarrolle
en un futuro, ha negar siempre que me conoce, es más
seguro para los dos. Debe prometérmelo. A partir de
ahora tiene mi complacencia para atribuirse todos los
hallazgos que surjan en nuestros viajes. Puede probar,
desarrollar e investigar todo lo que le enseñe.
- Se lo prometo, me parece una condición más
que lógica y diría que muy generosa por su parte.
Estrechamos nuestra manos en señal de acuerdo
entre caballeros y proseguimos nuestro camino, el cual
debíamos de recorrer juntos pero sin saber cuando
llegaría el momento de separarnos.
Por fin habíamos tenido la conversación que
dejaba claro lo que pensaba cada uno. Aun no siendo
partidario de su manera tan egoísta de enfocar el poder de
142
la medicina, sabía que algún día tenía que pactar con el
diablo para asegurar la empresa que perseguía.
143
Capítulo 7º EL ENIGMA
Habíamos llegado a casa, aun no se vislumbraban
las luces del alba y como siempre no tenía sueño. Mis
últimos años habían pasado tan aceleradamente que mi
cuerpo tenía decidido anular algunas necesidades vitales
como el sueño y el hambre. Yo tenía asumido todo lo que
me encargaba el destino, siempre pensé que este
sufrimiento sería paliado por mis grandes
descubrimientos en la investigación y por resolver el gran
enigma que mi progenitor dejó encargado para mí.
Sentía que mi tiempo se acababa y necesitaba
llegar hasta el fondo del asunto, terminar lo que él no
pudo, aunque era consciente que tenía que pagar el precio
impuesto por la vida y el camino que había tomado, por
este motivo nunca salió una queja de mi boca, el destino
había decidido por mi.
Balsamo también se estaba volviendo un búho
como yo, no se acordaba nunca de comer y apenas
dormía. Su cabeza estaba continuamente dándole vueltas
al mismo asunto igual que la mía, pero resultaba más
enigmático para él, porque no tenía ni idea de lo que iba a
ocurrir.
144
Se despojó de algo de ropa, venía un poco
sofocado y refrescó su cara en un balde de agua,
sentándose luego conmigo a la mesa.
- Por lo que veo sus visitas nocturnas son un poco
tediosas, casos muy simples y de fácil solución.
- No siempre es así, realmente la noche a
transcurrido con tranquilidad si obviamos a la familia del
herrero.
- ¿Cómo acabará este asunto, ahora que lo
menciona?
- Debemos olvidarnos de ese tema por el
momento, en el peor de los casos disponemos de tiempo
suficiente para intentar acabar nuestras investigaciones.
Ahora lo esencial es que usted termine sus cuadernos y
seguidamente pasaremos a otro asunto mucho más
importante.
Cuando le hablaba de asuntos venideros, Balsamo
siempre respondía con cara de extrañeza, pero no volvía
a insistir en sus preguntas porque había comprendido que
sólo hablaría de ello en su momento.
Sin mediar palabra llenó un vaso de agua, se lo
bebió de un trago y se marchó directamente hacia el
laboratorio para seguir con sus deberes, no sin un gesto
de impaciencia en su serio rostro.
Le seguí hasta el laboratorio y me dispuse a
preparar y etiquetar todos los frasquitos del suero
preparado estos días y guardarlos en un rincón ya
reservado para estos fines en la fresquera. Una a una las
guardé dentro de una caja con paja para que no se
rompieran con el movimiento, entonces recordé que me
había olvidado de comentarle algunas cosas a mi
compañero.
Bajo la mesa de trabajo había una caja de madera
que contenía más frascos vacíos y al levantarla quedó una
145
portezuela cuadrada de unos cincuenta centímetros de
largo. Tiré de la pequeña argolla que sobresalía y la
levanté.
- Mire Balsamo, este es mi escondite secreto.
Quise decírselo antes pero se me olvidó.
Balsamo sorprendido se acercó y agachándose
bajo la mesa miró el hueco que había quedado al levantar
la tapa.
Tenía unos cuatro pies de profundidad y estaba
muy oscuro, acercó una lámpara para poder ver su
interior mientras pensaba que secretos podría guardar
allí. Ya con luz pudo ver varios atillos envueltos con tela,
atados con cuerda de varios tamaños, habían algunas
bolsitas y frascos, pero a primera vista no parecía nada
importante, por lo menos para esconderlo.
- Si no es indiscreción, ¿qué guarda en este
agujero? Así todo envuelto, no logro ver lo que es.
- Escondo todo lo que no puede ver nadie que no
esté preparado para ello y algunas fórmulas secretas con
las que pude ensayar y tuvieron éxito. De momento no
pueden salir a la luz, de eso se encargará usted. Cuando
yo falte o terminemos los viajes programados con éxito,
será todo suyo. La medicina se lo agradecerá, pero de
momento deben seguir aquí ocultas.
- También guardo dinero para momentos de
verdadera necesidad y entre estos objetos se hallan
algunas cosas que serán necesarias en nuestro próximo
viaje.
- ¿Nuestro, dice?, ¿iremos los dos juntos esta vez?
- Así es, en el próximo viaje es necesario por
seguridad que alguien me acompañe, por eso esta usted
aquí.
146
- ¿No puede adelantarme algo más sobre esta
aventura?, siento tanta curiosidad que cuando pienso en
ello la impaciencia me supera.
- Debemos ir por partes, lo primero es lo primero,
todo llegará a su tiempo, no desespere, no iré a ningún
sitio sin usted.
Balsamo disgustado creyó que no debía seguir
insistiendo sobre el tema, estaba claro que no iba a
conseguir nada de mi hasta que yo considerara el
momento oportuno y se alejó de la trampilla suspirando,
aun le quedaba mucho por leer y debía finalizar en el
menor tiempo posible.
Escuché sonidos procedentes de la sala y supuse
que era Braulia con sus quehaceres. Decidí salir para
tantearla un poco sobre los acontecimientos ocurridos en
casa del herrero.
Buenos días doctor, ¿cómo se encuentra esta
mañana?
- Bien gracias, esta noche hemos estado en casa
Pedro visitando a los niños y hemos llegado hace untar
de horas.
- ¿Se han recuperado de la enfermedad?
- Ya se encuentran bien, la fiebre pasó y les dejé
tomando un caldo de pollo con la abuela.
- ¿Sabe usted que enfermedad tenían?
- Está relacionado con algún alimento que han
comido hace unos días, pero por suerte nada grave.
- Esta mañana he pasado por su casa para
preguntar por su estado, la anciana madre me ha dicho
que los niños están aun en cama, pero se encuentran bien.
- Así es - dije.
- Me ha dicho la abuela que los padres han tenido
que partir hacía Valencia con muchas prisas, ya que la
madre de Susana está muy enferma, la pobre vieja está
147
muy preocupada, casi no se habían curado del todo y otro
revés que les da la vida. Los pobres no tenemos tiempo
de descansar ni siquiera de las penalidades.
- Es cierto, me lo ha dicho la abuela esta noche,
pero no se preocupe los padres estaban curados, solo un
poco de fatiga por estar tantos días en cama, pero poca
cosa más.
Braulia suspiró con gran alegría al saber que
todos estaban perfectamente y no era nada grave.
- ¡Gracias a Dios! Luego pasaré a ver a los niños
y les llevaré algo para comer, deben de estar
desfallecidos.
- Hágalo, se lo agradecerán mucho.
Me miró con cara de enfadada y se dispuso a
darme una regañina, como hacía a veces.
- ¿Supongo que, como siempre no habrán comido
nada?
- Bueno, está bien, prepárenos algo si no la vamos
a tener que oír todo el día refunfuñando, me voy dentro
ya lo dejará usted donde siempre.
Me introduje en el laboratorio, mi joven amigo
seguía su lectura, ni siquiera me miró al entrar,
concentrado en sus quehaceres. Por extraño que parezca
no me volvió a preguntar por el escondite ni por lo que
ahí guardaba.
Tapé de nuevo el agujero con la tapa y volví a
correr sobre ella la caja, retomé mis pergaminos con
jeroglíficos y los estudié por enésima vez, siempre lo
mismo, estaba estancado, necesitaba que Balsamo
acabara con su trabajo para que me echara una mano,
estaba ofuscado completamente en mi enmarañada
investigación.
El tiempo pasó inexorablemente, visita tras visita
y la lectura de todo lo que iba cayendo en sus manos hizo
148
del joven Balsamo un gran descubridor de métodos de
curación y preparación de brebajes, era fácil trabajar con
él, aprendía muy rápido. Acabó con todos los cuadernos
de notas de mi padre y con todo lo que allí se hallaba y
valía la pena estudiar, métodos africanos y asiáticos de
curación, remedios de los druidas galos y todo lo que mi
padre escribió en sus viajes. Habían pasado unos meses y
por fin decidí que estaba preparado.
Habíamos ensayado todo tipo de curaciones en
seres humanos durante las visitas nocturnas, no
encontramos ninguna extraña enfermedad para poder
desarrollar algunas teorías, pero sí pruebas de todo tipo,
sencillas, aunque con ingredientes diferentes descubiertos
en todos nuestros apuntes.
El asunto de la viruela había quedado
prácticamente olvidado, aunque seguíamos realizando
alguna visita a la anciana para saber como se encontraban
y cómo respondía la gente de su alrededor. Nuestra
coartada fue tomando forma y pudimos olvidar ese
suceso, dijimos a la gente que la suegra del herrero había
muerto y estos se quedaban a vivir en el campo para
hacerse cargo de la hacienda que tenían en Valencia, más
adelante vendrían a buscar a sus hijos y a la abuela.
Balsamo y yo habíamos llegado a tener una gran
complicidad, con un simple gesto nos entendíamos y su
gran maestría en aprender y desarrollar métodos
curativos me hizo ver claro que sería un gran médico.
Todo lo que hacía le llenaba de felicidad,
trabajaba mucho y dormía poco, siempre obedeciendo y
dando vueltas a las cosas para dar su opinión. Pensaba
que solo con lo que había aprendido ya tenía suficiente
para poder codearse con los grandes médicos franceses e
ingleses, pero quería más, nunca tenía bastante. No
volvió a preguntar nada sobre próximos viajes, todo lo
149
que estaba aprendiendo calmaba su ansiedad y sabía que
lo demás vendría por si solo.
Esa mañana anoté la fecha en un cuaderno, había
llegado el momento en el que íbamos a iniciar la
investigación de mi gran viaje, lo que Balsamo
desconocía hasta el momento. “Barcelona, treinta de
Julio de 1769 d.c., diario de Francisco Ainoza y
Giuseppe Balsamo, viaje a través del tiempo.
Balsamo había puesto fin al estudio y ensayos
Había escrito, recopilando de todas sus experiencias,
cinco grandes cuadernos, siempre asesorado por mi. Sus
resultados eran para él más que satisfactorios y creyó que
serían su gran tesoro, únicamente le faltaba la parte
oculta de lo que aun no había estudiado.
Son las doce del mediodía degustábamos un trozo
de queso y un poco de vino para recuperar fuerzas de la
noche anterior, pocas veces nos sentábamos en la mesa
de la sala, pero hoy era un día especial, nuestra
conversación giraba en torno de las últimas visitas a los
enfermos. Aquella noche tuvimos que amputar un brazo a
un pobre hombre por tener gangrena a causa de una
herida mal sanada. Al finalizar el almuerzo observé como
me miraba, estaba ansioso por hablarle de nuestra nueva
aventura y parece que me leyó el pensamiento.
- No quisiera que se lo tomara a mal, pero creo
que deberíamos empezar con algún asunto nuevo, algo
más importante, estoy terminando todo el material que
me suministró y además lo veo a usted cada vez más
preocupado.
- Así es, estoy angustiado porque últimamente no
me encuentro bien y tenemos demasiadas cosas que
estudiar para nuestro próximo viaje.
150
La cara empezó a brillarle, quizás había llegado la
hora de hablar de lo que estaba tan ansiosamente
esperando.
- ¿Vamos a comenzar pronto la gran aventura que
me prometió?
- Como pienso que ya está preparado, hoy mismo
comenzaremos los preparativos para el viaje, por lo cual
tiene usted que dejar aparte todo lo que aprendió,
despejar su mente para empezar de cero y entonces
hablaremos del tema que nos ocupa, el cual no tiene nada
que ver con lo que ha estado haciendo hasta ahora.
- Estoy preparado e impaciente, puede empezar
cuando guste.
- Se trata de un viaje a través del tiempo pasado.
- ¿Cómo es posible eso?
- Termine de comer, no es tema para discutirlo
aquí, podría entrar alguien mientras hablamos.
Balsamo ansioso se levantó de la silla
rápidamente, no quería seguir comiendo, su cara de
cansancio se tornó de golpe en satisfacción, parecía un
niño cuando se le da un premio.
- Ya veo que se ha quedado sin apetito, entremos
entonces en el laboratorio y empezaremos con los
detalles.
Encendimos todas las luces que había dentro del
laboratorio, la estancia se iluminó poco a poco hasta
tener la claridad suficiente para trabajar adecuadamente
con la lectura.
- Cierre la puerta y venga aquí debajo,
empezaremos por esto - dije dirigiéndome a mi amigo.
Balsamo cerró la puerta y se agachó bajo la mesa
de trabajo. Me ayudó a retirar la caja y le propuse que
fuera él quien lo manejara todo, al fin y al cabo ya no era
secreto.
151
- Levante la tapa y saque todo lo que vea atado o
envuelto en tela, son cuadernos y objetos muy antiguos,
los cuales necesitaremos para esta empresa.
Fue sacando con mucho cuidado todo lo que halló
con las referencias que le dije, se esmeró en su
manipulación como si de algo frágil se tratara y los fue
depositando uno a uno encima de la mesa, apartando los
cuadernos que había en ella de sus últimos estudios. De
nuevo un estremecimiento recorrió mi cuerpo al ver todo
aquel maravilloso tesoro después de tanto tiempo.
Me acerqué hasta la biblioteca y recogí algunos
libros y pergaminos para la cuestión y también los
deposité sobre la mesa, mientras Balsamo me miraba con
cara de estupefacción.
Nos sentemos a la mesa en silencio, solo las
miradas se cruzaban continuamente entre nosotros.
Empecé a desatar todo lo que había sacado de mi
escondite, primero un atado en el cual se encontraban tres
cuadernos con tapas duras en las que los enunciados
estaban escritos a mano.
Rompí el silencio para empezar a contarle al que
yo había llamado mi aprendiz el comienzo de este
rompecabezas.
- Solo escúcheme, este entramado de cosas es
muy complicado, de momento le voy a enseñar todos los
componentes y elementos, después podrá hacer preguntas
y comentarios.
- Este primer cuaderno en el que pone “Libro de
Amduat”, tiene una serie de apuntes del “Libro Sagrado
del Antiguo Egipto”, que habla sobre los viajes nocturnos
de Rha, Dios del Sol.
- El segundo cuaderno trata sobre el “Libro de los
Muertos” o también llamado “Libro Para Salir Al Día” y
el tercero habla sobre “El Ojo De Horus”, del que luego
152
estudiaremos con más detenimiento. Sé que necesita
hacer preguntas, pero de momento solo debe dejar que
termine con mi relato.
Balsamo estaba expectante a la vez que
impaciente siguiendo el relato.
- Estas anotaciones han sido traducidas de los
jeroglíficos y provienen del idioma Opto, que era la
lengua de los ancestros habitantes de la cuenca del río
Nilo. Los libros a los que hacen referencia tienen
alrededor de tres mil años. Nunca han sido encontrados
pero puede tener la seguridad de que han existido, no le
quepa la menor duda de ello, eran libros a los que solo
podía acceder el Sumo Sacerdote de este pueblo, los
cuales solo podían ser Faraones para ostentar dicho título,
nadie más podía verlos ni tocarlos y pasaban de padres a
hijos.
Mientras hablaba iba pasando las páginas con
sumo cuidado, no quería estropear tan valioso trofeo.
- Fueron escritos por sacerdotes designados para
tal efecto y a los cuales se les cortaba la lengua y se les
confinaba de por vida en Palacio. A la muerte del Faraón
eran enterrados vivos en la misma pirámide, para que
nunca pudiera contar nada. No sé como pudo llegar este
material a manos de mi padre, pero lo cierto es que
siempre se habló de los profanadores de tumbas, que
buscaban las riquezas enterradas en las pirámides,
aunque nunca se supo si alguno pudo salir de ellas con
vida.
Tras mirar detenidamente a Balsamo, le dije.
- Estos son los primeros apuntes a estudiar
detalladamente porque pueden ser las claves de esta
cábala.
153
Balsamo seguía callado, eso era casi un milagro,
se pasaba todo el tiempo preguntando lo que no entendía,
pero ahora había comprendido que debía escuchar en
silencio. Continué desatando envoltorios bajo su atenta
mirada.
- También tenemos estos tres libros de historia
escritos en latín hace dos siglos, por un viajero llamado
Arcadius. En ellos se habla de la XVIII Dinastía de
Faraones del Alto Egipto y se narran las vidas, obras y
secretos de dos grandes Reyes de dicha dinastía.
Coloqué todo ello en la mesa junto con los
cuadernos y procedí a enseñarle los pergaminos.
- Estos tres pergaminos los cuales no me atrevo a
datar su antigüedad, también son originales, están
escritos en jeroglíficos. Uno habla del calendario lunar, el
otro de las grandes obras de construcción del más joven
de los susodichos faraones y el último es el dibujo de la
Piedra Roseta, piedra filosofal para traducir dichos
epigramas.
Volví a cerrar los pergaminos ante la curiosa
mirada de Balsamo, eran muy antiguos y podían
resquebrajarse de no tener cuidado al manipularlos,
entonces seguí abriendo el resto del material.
- Esta figura de piedra de color azul con forma de
ojo humano es una réplica exacta tallada por los egipcios
del Ojo de Horus, hijo de Osiris o también llamado Ojo
de Udyat, que significa “el que está completo”, después
le explicaré su historia. – Cogiendo la figura con la mano
derecha proseguí - Este objeto es el primer elemento de
los doce que se necesitan para resolver el enigma al que
nos enfrentamos. Seis de los elementos son materiales y
los otros seis son signos de ayuda, una vez los
consigamos todos podremos comenzar nuestro viaje.
154
- El segundo elemento es este anillo de oro, en el
cual como puede apreciar, sobresale una estrella de doce
puntas, que es el signo del sol. Está confeccionado de oro
sin pulir, para significar lo imperfecto del ser humano y
en el centro de la imagen están los dos báculos de poder
de los Faraones, por lo que deduzco que perteneció a uno
de ellos.
Balsamo seguía mi explicación con la boca
abierta, casi pasmado de no entender como toda esta
historia pudo llegar a manos de mi padre. ¿Qué poderes
ocultos podía tener mi antecesor? Pero yo sabía que
detrás de esa mirada, en lo más íntimo de sus entrañas
sentía un inmenso deseo de empezar a trabajar con todo
este material. Continué con mis explicaciones abriendo
atillos uno tras otro.
- Este maletín ya lo conoce, ha estado llevándolo
noche tras noche en nuestras consultas médicas, es la
pieza más importante de las doce y la más fantástica, si
cabe la expresión. Fíjese en esto, parece normal y de
cuero muy viejo, pero tiene algo oculto que no podría
imaginarse.
A pesar que se lo había prohibido, no pudo por
más que interrumpir mi relato, pero fui benévolo en esta
ocasión al verlo tan sumamente estupefacto.
- No es posible, conozco ese maletín como la
palma de mi mano.
Vacié todo el interior del receptáculo y lo coloqué
en la mesa con sumo cuidado, le di la vuelta y lo puse
boca abajo.
- Mire aquí – dije señalando la base - en el centro
tiene un dibujo de un sol exactamente igual que el del
anillo y del mismo tamaño, como puede comprobar el
dibujo tiene un relieve exacto hacia dentro y sirve para
155
incrustar el sol del anillo en él. Esta pieza la podemos
catalogar como la número tres.
Me miraba y ponía cara de extrañeza, como si me
estuviera riendo de él, que todo parecía un cuento
después de lo del maletín.
- Tenga paciencia esto solo es el principio y
piense que yo nunca mentiría sobre algo tan importante
para mi.
- Esta bolsita parecida a la que utiliza la gente
para llevar las monedas - dije abriéndola y vaciando su
contenido sobre la mesa – guarda treinta números del
cero al nueve, todos ello repetidos en serie de tres. Puede
usted comprobar que diez son de plata, diez de bronce y
otros tantos de piedra. Sé que está un poco desorientado,
pero más adelante ya comprenderá, cuando acabe de
explicarle para que sirve cada objeto de los que hay sobre
la mesa. Estése tranquilo y tenga un poco de paciencia
conmigo, este será para nosotros el cuarto elemento.
- Hemos llegado al quinto elemento. Es una
pirámide de piedra, a pequeña escala y réplica exacta de
la pirámide donde yacen los restos mortales de Tutmosis
III. Tiene una base cuadrada naturalmente de tres
centímetros cada lado, lo cual suman doce.
- El sexto y último de los elementos materiales, es
el más extraño - dije sacando una urna con la forma y
tamaño de un cáliz, hecho de piedra muy poco pesado,
con una tapa cónica acabada en punta y cerrada a presión,
la tapa tenía la figura de Isis - Esta urna contiene las
cenizas de las vísceras del Faraón Menjeperra
Dyehuthymose.
- Buff - dijo Balsamo con rostro abatido - déme
un momento para recuperarme, estoy completamente
confuso, déme un respiro se lo ruego.
156
- Tranquilo, tómeselo con calma esto es solo la
punta que sobresale de este enigma, falta mucho aun por
comprender.
Pensé que este hombre necesitaba descansar un
momento de su agobio mental y me dispuse a servir un
par de copas de vino para hacer un alto en el relato.
La mesa estaba llena de objetos, todos ellos en
fila, los cuales mi joven amigo tomaba y observaba con
verdadera inquietud para comprender de donde habían
llegado y quien los pudo traer. Yo tenía una gran
satisfacción por poder enseñar todo lo que tras años
oculto quemaba mi impaciencia, deseaba mostrárselo a
alguien para que me creyera. Necesitaba saber que no me
había vuelto loco y sobre todo, tener ayuda para mi gran
investigación.
Tras unos instantes de reposo continué relatando
la historia de lo que me faltaba por enseñar.
- Resumiendo, tenemos los seis elementos
necesarios, uno aun por descubrir que será el último de
ellos. También disponemos de tres elementos epigrafitos,
los cuadernos, los libros y los pergaminos, total suman
nueve y el décimo es - abriendo una pequeña arqueta de
madera de algo más de un palmo de largo y de ancho -
este pequeño libro. Tenga ábralo y dígame que pone en
él.
Balsamo abrió el pequeño libro con tapas de
cuero lustrado y miró la primera página, leyó en voz alta
el título superior y única frase que había en ella.
- “Agosto de mil setecientos sesenta y nueve” - y
debajo - “Viaje Místico”
Balsamo me miró con cara de extrañeza, no
entendía nada. Siguió pasando páginas pero todas estaban
en blanco, no había nada escrito, tenía aspecto de un
diario sin comenzar y dispuesto para ello.
157
- ¿Esto es suyo, verdad?
- Todo lo que aquí se encuentra es mió, pero antes
perteneció a mi padre, yo lo heredé de él como usted
sabe.
- ¿Este diario también?
- Efectivamente - le dije esbozando una leve
sonrisa.
- ¿Pero si es de su padre, por qué viene esta fecha
venidera en el libro y qué significa lo de Viaje Místico?
- ¿No lo comprende? Es la fecha que decidió mi
padre para dicho viaje a través del tiempo, sus motivos
tendría, no lo sé, pero debemos respetar la fecha, estoy
seguro de que es una señal.
El tiempo pasaba sin darnos cuenta, no sabíamos
que hora era, de todas maneras nos daba igual. Absortos
en nuestros entresijos seguíamos preguntándonos
demasiadas cosas y nuestro cerebro trataba de asimilar
todo ello sin resultado alguno. Decidí terminar con la
explicación.
- Ahora solo nos faltan dos elementos, son los que
debemos descubrir, yo les llamo intangibles, porque no
se pueden ver. Se trata de la fecha exacta a la que
debemos viajar y de las palabras que debemos utilizar
para poder traspasar el agujero del tiempo.
- Pero todo esto debe hallarse en la
documentación que hay en la mesa - dijo mi joven amigo.
- Cierto, pero después de estudiarlo cientos de
veces no he conseguido dar con la respuesta adecuada.
- ¿Y a través de que artilugio traspasaremos la
barrera del tiempo? - comentó compungido al instante.
- Aquí es donde entra el último elemento que me
queda por mostrarle, el que habíamos catalogado como
tercero.
158
Me acerqué al maletín e introduje la base del
anillo en el interior de la muesca haciéndolo girar una
vuelta entera hacia la izquierda hasta que hizo tope, en
ese momento se soltó la base plana del maletín a modo de
bisagra y quedó levantada un par de centímetros. Acabé
de levantarla y apareció un compartimiento oculto de
pequeño grosor donde se encontraba un objeto plano del
mismo tamaño que la base del maletín, envuelto en una
tela que parecía seda.
- He aquí nuestro transporte - dije entregándole en
mano a Balsamo el objeto aun sin desenvolver.
Destapó el lienzo sobre la mesa y pudo ver el
objeto a que me refería, parecía un cuadro, era
exactamente un espejo de forma ovalada y de unos
setenta y cinco centímetros de largo por cincuenta de
ancho, completamente opaco, no reflejaba ninguna
imagen. Lo rodeaba un borde de tres dedos de ancho
haciendo de marco completamente dorado y con
epigramas extraños, tenía varios huecos alrededor de él,
esbozando figuras en relieve, huecas y una serie de
números en la parte superior.
Balsamo se quedó petrificado ante todos estos
objetos, no sabía que decir, esto si parecía cosa de brujas.
- No sé por donde empezar, quizás si me explica
algo más de este material tan antiguo pueda
comprenderlo mejor, aunque le aseguro que en estos
momentos estoy completamente maravillado.
- El fin no es otro que averiguar todo lo que
sabían los antiguos egipcios, sanaciones, operaciones
quirúrgicas e incluso la resurrección de los muertos a
través de sus libros y enseñanzas.
- ¿Está usted de broma supongo? Si no le
conociera, diría que está realmente loco.
159
- Nunca bromearía con una cosa tan seria. Este
tema ocupó toda la vida de mi padre y gran parte de la
mía, además puede que me ayude a saber de verdad sobre
si él estuvo allí y cual es su paradero actual.
- Estamos hablando de miles de años, ¿sabe usted
lo que me está diciendo? Nadie ha podido cruzar la
barrera del tiempo, científicamente es imposible y ¿usted
me dice que si es posible?
Me levanté y di unas vueltas alrededor de la
habitación pensando como convencerlo, como podía ser
que este hombre no creyera en mí después de haberle
contado todos mis secretos. Decidí extenderme más en
mi explicación.
- Le estoy hablando de un viaje astral a través del
tiempo, volver al pasado, ni mi progenitor ni yo estamos
locos, él es un hombre adelantado a su tiempo. De donde
sacó todo esto no lo sé, le mentiría si le dijera que lo
contrario, pero estoy seguro que cayó en sus manos de
una manera que sólo él puede explicar y seguramente en
este viaje podremos averiguarlo.
Balsamo cambio de parecer y pensó que una vez
acabado el relato decidiría que debía hacer.
- De acuerdo, le creo, ahora explíqueme todo más
minuciosamente, hay cosas que aun no las veo claras.
¿De qué manera podemos utilizar todos estos elementos
y qué orden de trabajo siguió usted con los manuscritos?
- Tendrá que leer los cuadernos y los libros para
descifrar las claves, yo no he tenido suerte hasta la feche,
se me escapan cosas importantes al traducirlos, confío en
su agudeza para que me sirva de ayuda.
Nos volvimos a sentar y antes de empezar la tarea
comprendí que debía explicarle algún detalle más.
- En primer lugar están los pergaminos que son
muy importantes. Vamos a separar el que se dibuja la
160
piedra Roseta, sólo nos va a ayudar a traducir. En cuanto
a los otros dos los debemos estudiar con detenimiento, ya
que presiento que tienen las claves necesarias para la
aventura. Por otro lado tenemos el calendario lunar que
debería indicarnos la fecha deseada, o eso creo. Y por
último tenemos este otro que contiene dibujos sobre la
vida y obra del Gran Rey, no podemos pasar por alto a su
padre Tutmosis II y a su madre Hatsheput, regente y
primera mujer que gobernó Egipto hasta que su hijo
cumplió la mayoría de edad.
- De acuerdo, nos centraremos en ellos, pero ¿el
espejo es el aparato a usar para el viaje?, no entiendo
como, además ¿por qué no se reflejan nuestras caras en
él? no tiene ningún sentido.
- Las muescas del espejo están muy claras, es
como si se tratara de un rompecabezas que hay que
armar. Las tres muescas en la parte inferior tienen la
misma forma que estos tres objetos, la pirámide, el ojo de
Horus y el sol del anillo, por lo que deben ser encajadas
en el espejo, en la parte superior tenemos diez muescas
en forma de números del cero al nueve, aquí es donde
entra nuestra primera investigación para averiguar la
fecha.
- ¿Pero nosotros tenemos treinta números en la
bolsita? - Interrumpió Balsamo.
- Si, es cierto, ésta es otra de las cosas que
debemos investigar, al igual que también necesitamos
saber para que sirve la urna con las cenizas.
- Son muchas cosas por descifrar y poco tiempo
para ello, recuerde que su padre fechó el diario que está
en blanco en el mes de Agosto.
- Debemos intentarlo, algo debe tener esa fecha de
particular, quizás sea una fecha límite o simplemente hay
una conexión magnética que no tienen otras.
161
Con el tiempo descubriría porque mi padre dató el
diario y pude comprender que no lo había hecho al azar.
Decidí ponerlo todo en orden para simplificar el
trabajo y empezar con este asunto de una vez por todas,
no quedaba tiempo que perder, Julio estaba terminando y
nosotros no sabíamos por donde empezar.
Separé a la izquierda de la mesa los tres
pergaminos, junto a estos los tres libros y a continuación
los tres cuadernos. A la derecha coloque el espejo, junto
a la pirámide, el anillo, el ojo de piedra y la bolsa con los
números. Guardé el diario en blanco dentro del maletín y
la urna sagrada la situé en el centro de la mesa.
- Recapitulemos señor Balsamo, nos quedan tres
enigmas por descifrar, la urna y los dos elementos
intangibles que nos ocupan, ya que no se pueden ver, uno
lo llamaremos “año del viaje” y al otro “frase oculta” ¿le
parece bien?
- Estoy de acuerdo, seguro que todo lo que
buscamos no lo ha podido encontrar porque todos los
epigramas y jeroglíficos no lo dicen con claridad, además
es posible que entre líneas haya algo escondido o con
alguna conexión que se le ha podido pasar por alto en sus
lecturas.
- Ahí es donde entra usted, yo he viciado mi
lectura de estos manuscritos y por mucho que los intente
descifrar siempre vuelvo al punto de partida, es más
complicado de lo que parece.
- Aunque sigo encontrando todo esto una locura
imposible, lo vamos a intentar, no tenemos nada que
perder y mucho que ganar. Perdone si he dudado de
usted, pero debe comprender que cada día no le ofrecen a
alguien un viaje tan fantástico e increíblemente esotérico.
162
- Créame que es posible, solo hace falta que
confíe usted a pie juntillas en mi y en lo que le cuento,
verá como todo lo narrado es verdad.
- Pongámonos a ello entonces, no perdamos más
tiempo - dijo con voz muy seria mi aprendiz.
- Necesitamos respirar aire puro y un buen ágape,
ahora saldremos a pasear, no sabemos cuanto tiempo
puede pasar sin que veamos la luz y de regreso,
descansaremos para empezar con la mente lo más
despejada posible. Mañana daré instrucciones a Braulia
de lo que necesitamos y para que no se nos moleste bajo
ningún concepto.
Paseamos por la playa durante un par de horas,
hacía mucho calor pero era muy gratificante, nunca pensé
que podía enamorarme del mar hasta tal punto. Cómo
podía haber vivido tantos años sin saber lo bonito y
relajante que era vivir cerca de las olas, ahora
comprendía un poco mejor a mi hijo cuando decidió que
el mar sería su casa.
Estábamos relajados, hablábamos de cosas
banales por primera vez en varios meses, el contaba
historias de su vida en Malta, algunas divertidas, reía sin
parar, era joven y tenía un gran futuro por delante.
Aunque yo no lo era, me hacía feliz viendo a la gente que
podía reírse de sus problemas.
Eran las tres de la tarde, decidimos acabar el
paseo, le pregunté al joven doctor interrumpiendo su
narración.
- ¿Le gusta a usted el pescado?
- Me encanta, piense que yo he vivido toda
siempre cerca del mar e incluso salí varias veces a pescar
con amigos.
- Entonces iremos a casa de un viejo amigo mío,
que es pescador y su mujer que parece haber nacido para
163
cocinar, de lo bien que lo hace, seguro que se alegrará de
verme.
Comimos opíparamente un plato característico de
la zona a base de varios pescados en salsa y bien regado
con vino y para celebrar nuestra visita nos puso unas
copas de ron. Ya era media tarde cuando nos despedimos
dando las gracias por tan suculenta comida.
Balsamo resoplaba de lleno que estaba, habíamos
pasado una tarde perfecta con el almuerzo y escuchando
los relatos de mi amigo Saturnino.
- No recuerdo la última vez que comí algo tan
exquisito, desde luego tenía usted razón, no tiene nada
que ver con la vianda tan austera que nos sirve Braulia, y
conste que no es una queja.
- La pobre sabe que soy de poco comer, por eso
no se esmera tanto a la hora de cocinar.
- ¿Qué hacemos ahora? - preguntó mientras nos
alejábamos del puerto.
- Debemos descansar, lo quiero en plenas
condiciones antes de empezar a estudiar, yo antes tengo
que pasar por algunos sitios para decir que me iré de
viaje pronto y así no recelaran de mi falta.
Al llegar a casa Balsamo ya se había retirado a su
habitación, me acerqué al laboratorio para prepararme
unas hierbas que me ayudaran a descansar, las tomé y me
dirigí lentamente a mi alcoba para acostarme, el calor era
sofocante y me despoje de casi toda la ropa que llevaba.
Lentamente se fueron cerrando mis ojos, por fin el
sueño podía conmigo, supongo que tras desvelar mis
secretos y compartirlos con alguien pude aliviar mi
angustia.
Al despertarme vi la luna llena a través de la
ventana, por fin había podido dormir varias horas
seguidas, empecé a pensar lo mal que la vida me había
164
tratado y en que tipo de aventura me había embarcado mi
padre, luego pensé si mi compañero estaría a la altura de
lo esperado y si cambiarían nuestras vidas después de
todo lo que estaba a punto de suceder.
Decidí dejar de pensar y dar más vueltas al
asunto. Me costó incorporarme, la vida tan desordenada
que llevaba había causado estragos en mi cuerpo, me
dolían los huesos, parecía un anciano con cincuenta y un
años, pero eso no era lo que más me preocupaba en esta
vida, solo deseaba acabar el trabajo que pensaba con
certeza se me había encomendado.
Fui hasta el laboratorio, por el camino mi cuerpo
se estremeció súbitamente, tuve que sentarme en una silla
del salón, de vez en cuando un mareo me sorprendía sin
avisar, al principio pensé que era la edad, con el tiempo
comprendí que los médicos también enfermaban, pero
debía sobreponerme y seguir sin desfallecer.
Al poco tiempo me incorporé, tomé un vaso de
agua y abrí la puerta de la estancia, Balsamo ya estaba
despierto, sentado a la mesa leía los cuadernos con tal
ahínco que no se dio cuenta de mi presencia.
- Veo que hoy se ha levantado antes que yo -
sobresaltado se levantó de golpe y la silla cayó al suelo.
- Perdone, me ha asustado, estaba tan enfrascado
en mi lectura que no le he oído entrar.
- Buenos días, señor Balsamo, veo que ha
dormido poco.
- Así es, no he podido dormir, llevo horas leyendo
- contestó poniendo sus brazos en jarras y con semblante
preocupado. La cabeza no me paraba de dar vueltas y
decidí ponerme a trabajar y aquí me tiene intentando
esclarecer algunos temas que no logro entender.
165
Viéndole tan preocupado traté de ser paciente y
darle unos consejos para que no le pasara como a mí y se
ofuscara con los libros nada más comenzar.
- No se ponga nervioso, no conduce a nada.
Tenemos que comprobar todo lo que hay escrito varias
veces, si es necesario, hasta encontrar el resultado del
enigma. Cifras, números y elementos deben ser cotejados
hasta que cuadren todos ellos y poder empezar.
Continué con mi charla para que pudiera
serenarse, con ese estado de impaciencia no llegaríamos a
ninguna parte.
- Como mi padre dejó claramente escrito, tenemos
los doce elementos necesarios para este engranaje: seis
elementos antiguos, cuatro escritos y dos rompecabezas.
Sabemos que algunos de ellos tienen que viajar con
nosotros, en caso contrario no podríamos volver a casa.
Debemos averiguar todo lo que debe viajar con nosotros
y descartar el resto.
Por su cara comprendí que lo había entendido, era
de vital importancia no olvidarse de ningún detalle.
- Si es así, los seis elementos antiguos deben ir
todos con nosotros pero, supongamos que ponemos la
fecha del viaje en el espejo, deduzco que tenemos que
poner una cifra de cuatro números, la primera debe estar
hecha de plata, la segunda de bronce y de piedra la
tercera, ¿pero y la última?
- No lo sé – contesté pensativo - su razonamiento
lo encuentro correcto, pero tiene usted razón, ¿de que
material se puede tratar?
- Tengo también una segunda cuestión, ¿qué
orden de metales debemos seguir a la hora de volver?
Balsamo verdaderamente le había estado dando
vueltas a su cabeza, comprendí que no me había
equivocado de persona, era un gran acierto.
166
- Por un momento imagine que colocamos la
fecha mil setecientos sesenta y nueve por el orden
descrito, intentamos volver y resulta que nos envía a
dicho año, pero antes de Cristo, volveríamos a viajar otra
vez más allá en el tiempo.
- Tiene usted razón, si solo reconociera el
calendario egipcio estaríamos viajando a través de todos
los siglos de su reinado y sería imposible traspasar el año
cero, así que póngase otra vez a cavilar, este imprevisto
no estaba entre mis resoluciones.
- Primero trataremos de averiguar el cuarto
número, tiene que haber una lógica, piense usted también
- me espetó mi joven amigo.
Fue al momento una vez pasada mi vista por la
mesa que se me ocurrió la idea.
- Tenemos un elemento que no sabemos para que
sirve, piense un poco. Por el orden exacto que se supone
que hay que incrustar los números, ¿después de la piedra
qué quedaría? - insistí a Balsamo.
- Para ellos el oro era lo más importante, era lo
esencial para las joyas y las riquezas, por eso el marco
del espejo es de oro, un signo de poder. Luego por este
orden, la plata también servía para fabricar todo tipo de
utensilios, joyas y demás. Después tenemos el bronce,
material indispensable para fabricar sus armas, en mi
lectura decía que todavía no conocían el hierro ni el
acero, por eso el metal más duro que tenían era este y por
último la piedra, material indispensable para sus grandes
construcciones, que más nos queda entonces si no el
polvo o la ceniza.
- Efectivamente, tiene usted razón, pero no ha
pensado en algo muy importante, no podemos rellenar el
agujero del último número con lo que está pensando.
- ¿Por qué?
167
- Evidentemente no puede usted mover el espejo
sin que se caiga la ceniza de la urna, es una cuestión de
lógica.
Me rasqué la barba y poco a poco una sonrisa
quedó latente en mi cara mientras lo miraba.
- Veo que todavía no ha leído todos los cuadernos
de este laboratorio, se le han pasado por alto los que
hablan sobre la teoría de la alquimia, que escribió mi
querido progenitor y yo he podido desarrollar.
- A esa parte no he llegado, me puede explicar
brevemente a que se refiere.
- Naturalmente, venga conmigo y le enseñaré.
Le hice levantar de su asiento y acompañarme
hasta una estantería de la biblioteca, tomé un libro
bastante grande y pesado donde se podía leer “Tabla de
Esmeralda o Hermética”, al abrirlo por la primera página
leyó “Teorías de Hermes Trimegisto” y “Notas de
Bartolomé Ainoza”.
Balsamo tomó en su mano el libro, y no pudo más
que preguntarme, ante su extrañeza y perplejidad.
- No he oído hablar de este tratado nunca, ¿quién
es el tal Hermes?
- Aun le queda mucho que aprender querido
amigo. Trimegisto fue un alquimista griego que escribió
este libro que muy poca gente ha tenido el privilegio de
leer, es el más famoso tratado que se conoce y solo
existen tres copias en todo el mundo. Por cierto, no
vuelva preguntar como llegó a manos de mi padre,
porque ya sabe la respuesta.
- Tengo que leerlo rápidamente, es algo
fantástico, debo aprender todo lo que contiene este
tratado, la alquimia es mi verdadera pasión desde que era
niño.
168
- Lo dejaremos para nuestra vuelta, no se
preocupe, tendrá suficiente tiempo de leerlo más
adelante.
- ¿Pero, y si no volviésemos?
Este hombre tenía razón, quien podía asegurarnos
que este viaje no tuviera un fin catastrófico y todos estos
años de lucha y sufrimiento no sirvieran para nada, aun
así traté de calmar y poder razonar con él.
- Pensar así no nos ayuda en nada, debemos creer
en lo que hacemos y confiar en que somos demasiado
inteligentes para no poder salir de cualquier situación, de
todas maneras no tiene usted tiempo material para ello,
debemos seguir con nuestra cábala sin distraernos.
Lo aceptó porque no tenía otro remedio, pero le
propuse para calmar sus ansias, una solución intermedia.
- Si lo desea, durante las horas que me retire a
descansar, puede aprovechar para leerlo, no le puedo
ofrecer nada más, soy consciente de que es muy
importante para sus estudios, por eso se lo propongo.
- Es perfecto, gracias por no cerrarme la puerta a
nada de lo que le pido, es usted una persona muy
comprensiva.
- Ahora señor Balsamo - le enseñé mientras abría
el libro por el centro - voy a enseñarle una cosa que
nunca podría imaginarse.
Continué pasando páginas del libro hasta
encontrar lo que buscaba y le señalé con el dedo donde
debía leer. Balsamo leyó en voz alta.
- “Transmutación de las cenizas humanas a
material sólido a través del carbono, método utilizado en
Oriente a partir del siglo IV del calendario chino”.
- ¿Es eso posible?, esto es fantástico, cada día me
sorprende más señor Ainoza, ¿hay algo que no sepa?
169
- No se lo tome a broma, claro que hay muchas
cosas que aun no sé, pero le dije que aprendería mucho
conmigo y nunca miento.
- Resuma entonces lo que estas páginas explican y
hagámoslo lo más pronto posible, en el caso de que tal
experimento sea posible en corto espacio de tiempo.
- Necesitaremos unos días para ello, pero
seguimos teniendo un problema muy importante para
poderlo hacer.
- Tiene usted razón, nos hace falta el número
exacto de la última cifra del año al que nos dirigimos,
necesitamos saber un número más y solo tenemos el
nueve que corresponde a la última cifra del año en que
estamos y que precisamos para volver. Pero, ¿de qué
manera haremos los números?
- Primero deje que le explique como funciona esta
transposición, debemos someter a la ceniza a un grado
extremo de calor. Mientras esto ocurre debe ser prensado
el material hasta comprimirse también al máximo, este es
en resumen el sistema a utilizar.
- ¿En qué se transforma la ceniza? – preguntó.
- Exactamente lo que ocurre es que se separa la
materia inservible del carbono y al prensarse dicho
mineral se solidifica y se transforma en algo así como un
diamante no natural, pero con la misma consistencia,
como si fuera una piedra preciosa pero sin brillo alguno.
- Es increíble ¿tanto carbono tiene nuestro
cuerpo?
- Es el resultado de la combustión del cuerpo o
por el efecto del tiempo hasta llegar a cenizas, nunca lo
he probado, pero este libro no miente, lo sé con
seguridad.
- ¿Cómo haremos el molde para los logaritmos? -
cambió de tema de golpe el joven inquieto.
170
- Ese problema no me preocupa, lo tengo resuelto.
Mario, mi amigo alfarero, nos hará los moldes. El
material debe ser alabastro, resistente al calor y
suficientemente poroso para comprimirse.
- ¿No pensará enseñarle el espejo al alfarero?,
pienso que sería una temeridad por su parte.
- De ninguna manera, haremos un molde de los
números nosotros con la cera de unas cuantas velas y se
lo llevaremos.
Me miró sonriendo, no sabía si era de mi idea o
simplemente estaba contento con lo que estábamos
haciendo, pero me lo aclaró al momento.
- Realmente me da envidia la sabiduría que tiene
y lo rápido que piensa y afronta los retos que se le cruzan
por delante. Se lo digo muy en serio, es usted el espejo en
el que me gustaría mirarme cuando tenga su edad. En
estos momentos tan cruciales no le he visto perder la
calma ni un solo momento, nunca podía haber tenido
mejor maestro.
Las palabras de mi amigo me halagaban, pero yo
sabía que realmente nunca sería como yo, la ética no
existía en su interior, por eso pensé que nunca llegaría a
parecerse a mi, pero eso no estaba en mi mano. Le
contesté para que no se sintiera ofendido.
- Muchas gracias por su generosidad, pero no creo
ser tan sabio como dice, solamente he tenido suerte de
que las cosas más inverosímiles hayan caído en mis
manos.
- Debemos averiguar sin pérdida de tiempo la
fecha escondida para hacer los moldes y enviarlos
rápidamente - dijo Balsamo.
- En primer lugar colocaremos todas las piezas en
sus agujeros, por lo menos las que sabemos con
171
seguridad y volveremos a esconder el espejo mientras
resolvemos el tema numérico.
Balsamo cogió el espejo y lo levantó para ponerle
un trozo de manta entre el y la mesa y que no sufriera
ningún deterioro. Me miró y fue colocando las piezas una
a una.
- Ya estás todos los elementos en su sitio: la
pirámide, el ojo y el anillo, cuatro elementos sin
problema alguno, sabemos el uso de las cenizas de la
arqueta, solo nos queda averiguar los números.
Se quedó cavilando unos momentos, Balsamo le
estaba dando vueltas a alguna cosa y se tomó su tiempo
antes de decírmelo.
- Ya sé que cada vez que abro la boca es para
hacer una pregunta, pero sólo veo enigmas. Hay algo que
se nos ha pasado por alto, el espejo no refleja nuestras
caras al mirarnos, ¿debe ser así o se nos escapa alguna
cosa?
- Tiene razón, no había caído en ello. No debería
de ser opaco, lo lógico es que el espejo reflejara a las
personas que van a viajar.
- Con lo cual se alargan los enigmas, cada vez
está más complicado todo este asunto, no sé que pensar -
me dijo.
- No se desmoralice de esta manera, vayamos por
partes, tome usted un paño limpio de ese baúl y frote el
espejo para ver si es una capa de suciedad seca por los
años.
Tomó un lienzo blanco y limpio, frotó la
superficie, primero suavemente y luego viendo que no
surtía efecto lo hizo con más fuerza, todo fue inútil, el
espejo seguía igual que estaba.
- Lo único que he sacado en claro de este espejo
es que su parte reflectante esta hecha de una fina capa de
172
plata, seguramente pulida o bruñida, por lo demás ya ve
usted, no hemos tenido suerte.
- Puede ser que la solución la encontremos escrita
entre los documentos a estudiar, déjelo ya y pongámonos
con la fecha, puede ser que buscándola aparezca alguna
cita sobre la opacidad del espejo.
Nos pusimos manos a la obra, ni siquiera
sabíamos la hora ni el día en que nos hallábamos, no
recuerdo bien cuando fue la última vez que descansamos
para tomar algún tentempié, nuestro trabajo absorbía
completamente nuestros cerebros. Él empezó con los
cuadernos y yo con los mapas y pergaminos.
- Iremos comentando sobre el asunto cada vez que
alguno de los dos crea haber encontrado algo interesante
o que veamos alguna pista que mencione los elementos
de los que estamos tratando - le comenté al aprendiz
antes de empezar.
- De acuerdo, así lo haré.
Oí ruidos en la sala contigua y aproveche para
hablar con Braulia. Era una persona muy discreta,
después de algunos años conmigo nunca tuve ningún
problema con esta mujer, guardaba todos los secretos que
yo podía mandarle sin preguntar nada ni pedir nada a
cambio más que su salario. Ella sería mi mensajera en los
momentos en que yo me fuese de viaje y debía prepararla
a tal efecto.
Entré en la sala sigilosamente, para cerciorarme
que era ella. Braulia estaba recogiendo sus bártulos para
irse a casa, ya era de noche y había terminado con su
tarea.
- Buenas noches Doctor, hace días que no le veo.
La bandeja de comida de hace dos noches he tenido que
recogerla sin que ustedes la hayan ni probado. ¿Se
encuentran bien?
173
- Sí, estamos bien gracias, es el trabajo el que nos
hace perder la noción del tiempo, no se preocupe le
prometo que hoy nos lo comeremos todo.
- Entonces me voy más tranquila.
- Espere un momento, por favor, quiero hablar
con usted de un asunto. Mire querida amiga, mi colega el
doctor y yo tenemos que resolver una serie de problemas
referente a unas medicinas que no podemos encontrar
aquí. Estamos estudiando una enfermedad desconocida
hasta el momento y queremos buscar, por si fuese
necesaria una cura, de momento no se ha presentado
ningún caso en este país, pero tenemos que estar
prevenidos. Debemos viajar a Londres por este asunto. El
día que partamos le avisaré y usted dejará la casa a punto
para no volver hasta que nosotros regresemos de
Inglaterra.
- Se hará lo que usted mande señor. ¿Sabe cuando
partirán?
- No, todavía no, pero le avisaré con antelación. A
quien le pregunte solo tiene que responder que he
marchado a Londres por asuntos médicos y nada más.
- En la alacena le dejaré una bolsa con monedas,
es su salario de este mes. En Septiembre volverá par ver
si hemos regresado, si tiene que hacer algo en casa lo
dejo a su libre albedrío, en el caso de que no hayamos
vuelto, usted vendrá de vez en cuando para comprobarlo.
Como ya sabe, no debe dejar entrar a nadie en casa.
Confío en su discreción, sé que puedo fiarme en usted.
- Como usted mande doctor, ya nos veremos antes
de que partan de viaje y le da recuerdos al señor Balsamo
de mi parte.
- Así lo haré, buenas noches Braulia.
Le di un abrazo antes de marcharse, se quedó un
poco perpleja, yo era una persona muy seria y distante,
174
no entendía la efusividad de mi gesto, nunca lo había
hecho y eso le extrañaba. Se fue con semblante
preocupado, era una mujer muy lista y pensó que había
algo más en este asunto, rara vez le había estrechado la
mano y ahora lo ocurrido no lograba entenderlo. De todas
formas sabía que no debía preocuparme por ella, nunca
me fallaría.
Fui al encuentro de mi amigo en el laboratorio y
cerré la puerta con llave, me paré a pensar por un
momento si realmente esa puerta se abriría de nuevo.
Balsamo leía y apuntaba con semblante pensativo,
me senté enfrente de él sin decirle nada, la mesa nos
separaba. Alzó la vista y con una leve sonrisa, señalando
su cuaderno con el dedo dijo.
- Llega usted tarde, he empezado sin esperarle – y
yo contesté.
- No se preocupe y disfrute de lo que está
haciendo, es la única manera de aprender y piense que es
un privilegiado por tener todo este material en sus manos,
hay personas que matarían por ello.
Esbozó otra ligera sonrisa y volvió con su lectura.
- Por cierto – le interrumpí - el tema de nuestra
ausencia ya esta solucionado, dije que nos íbamos a
Londres unos días, Braulia no volverá hasta Septiembre,
la alacena está bien surtida y estaremos solos.
Leíamos y estudiábamos con ahínco, cientos de
anotaciones se guardaban para comentarlas al final de la
jornada. Yo traducía y el leía, devoraba uno a uno todos
los apuntes que tenía en sus manos.
Pasaban los días inexorablemente y con ellos un
calor absolutamente pegajoso, estábamos a mediados de
Agosto, la noción del tiempo no existía. Cual ratas de
laboratorio íbamos de aquí para allá continuamente
buscando apuntes en libros de historia.
175
Hacía apenas tres días me había despedido de mi
ama, el tiempo se acababa y quisimos zanjar esa cuestión.
Para el resto del mundo ya habíamos partido hacia
Londres, la suerte estaba echada, si no lo conseguíamos
en el plazo fijado no sabía que pasaría, por lo tanto el
último tramo de este estudio era crucial.
Nos turnábamos para dormir algún rato en el catre
que teníamos dentro de la estancia, aunque se podían
contar con los dedos de las manos las horas que
habíamos podido descansar, el aun dormía menos horas
que yo.
A Balsamo se le veía radiante, al fin y al cabo
estaba aprendiendo lo indecible y para él significaba un
nuevo mundo que se abría ante sus ojos. Para mi era
diferente, todo mi mundo se estaba resquebrajando poco
a poco al no poder encontrar lo que buscaba, mis fuerzas
flaqueaban.
- Señor Balsamo deberíamos parar un rato la
lectura y comer alguna cosa, debe estar desfallecido.
Fue entonces cuando observé en su cara un halo
de luz diferente a cuando soltaba alguna de sus sonrisas,
intuí que esta noche iba a ser por fin diferente al resto de
las demás. Levantó la vista de la mesa y dijo en voz baja.
- En seguida acabo amigo mío, creo que tengo
algo por fin y estoy con los últimos detalles.
Yo decidí ir a mi habitación a buscar un frasquito
de laudano que guardaba en la cómoda, el otro se había
terminado y mis dolores de huesos eran cada vez más
agudos, la cabeza estaba apunto de estallarme. Mientras
tanto el joven se ofreció para ir a buscar la comida.
Nos dimos un respiro, salió fuera a hurtadillas
para coger algo que llevarnos a la boca, su comida
preferida, queso, pan y vino. Parecíamos dos ladrones
moviéndonos a oscuras por el interior de la casa. Se
176
reunió conmigo dentro del laboratorio y puso los
comestibles en la mesa, me tenía en ascuas, necesitaba
algo, le pregunté sin demora.
- ¿Dígame que ha encontrado?, hace un momento
lo he visto muy poco eufórico.
- Después de leer y releer la historia de la vida de
Tutmosis III, y darle vueltas a que no pudo reinar hasta la
mayoría de edad. Su madres falleció en el parto y según
parece su padre murió cuando el era un niño, al ser hijo
único tomó las riendas del Estado su madrastra. Más
tarde, al subir al trono decidió seguir con los proyectos
que sus progenitores habían dejado en su legado sin
empezar, fueron ambos recordados por sus grandes obras
en la construcción de todo tipo, pero la más famosa fue la
de los seis enormes obeliscos situados en la entrada de la
ciudad - interrumpí para aseverarle.
- Lo sé, he leído tantas veces esa historia que la
conozco de memoria, siga, dígame que relación
encuentra en esos datos.
- Luego he cogido este pergamino que aun no
había visto, aquí está dibujada la entrada a la ciudad de
Luxor, y como puede usted comprobar están los seis
obeliscos, dos filas de tres cada uno.
- Siga, ¿a donde quiere usted ir a parar? - dije con
impaciencia, conocía esos dibujos perfectamente.
- Después de observar detenidamente los
obeliscos me fijé que en la base cuadrada de cada uno,
hay un dibujo que no se puede ver por lo diminuto que
es. Tenga esta lupa y observe con detenimiento cada uno
de ellos, verá que le es muy conocido.
Tomé la lupa de su mano y limpiando mis lentes
apresuradamente me puse a observar mientras Balsamo
me iba enumerando.
177
- Como verá, empezando por la izquierda, en el
primero hay un relieve de una pirámide, en el segundo un
sol de doce puntas y el nombre de Amón Rha, en el
tercero el ojo de Horus, luego en la parte derecha y por el
mismo orden, una serie de números pintados de varios
colores del cero al nueve, en el quinto se puede ver una
urna funeraria y en el sexto el más increíble, una especie
de espejo semejante al nuestro.
Mi cara de asombro hizo que mi joven amigo
dejase su relato un momento, como podía ser que yo no
hubiera visto lo que me estaba enseñando, me quité los
lentes y estrujé mis ojos y mis sienes con la cabeza
agachada.
- Es cierto sin duda, el tiempo y mi vista me han
jugado una mala pasada, estaba aquí y no pude verlo, son
los seis elementos antiguos que poseemos, esta clarísimo,
creo saber ahora que quiere decir. Expóngame primero su
teoría.
- Pienso que la fecha a la que debemos viajar es la
del año que se empezaron a construir los obeliscos, el
cual está datado por su padre en este cuaderno y es 1452
a.c. ¿coincide conmigo?
Todo un gran enigma había sido descubierto por
este hombre en menos de un mes, era increíble, yo en seis
años no había podido descifrarlo, en estos momentos me
sentía inútil ante tanta destreza en la observación.
- Es más listo de lo que pensaba, efectivamente yo
pienso lo mismo, esta misma noche saldré a escondidas
con los moldes a ver a mi amigo el alfarero.
La cara de felicidad de Balsamo era evidente,
como un niño jugando a los acertijos había logrado
encontrar la primera cábala.
- Aun hay más maestro.
178
- ¿Ha descubierto alguna cosa más? - le dije
extrañado.
- Hay una cosa que le estoy dando vueltas hace
días, el uso que hacían los dioses con las cenizas de las
vísceras de los Faraones.
- Supongo que se refiere usted a una parte de la
traducción del Libro de Los Muertos en la que se narra
como podían volver a la vida - le contesté.
- Exacto - dijo - según cuenta, la lucha entre ellos
era continua y alguno de los dioses podía morir en el
combate. Sus hijos podían volverlos a la vida frotándose
todo el cuerpo con ellas y luego mirándose en el Espejo
Sagrado, el cual servía para la transformación entre hijo y
padre. El reflejo es una de las claves, por lo que ahora le
toca a usted pensar sobre el tema, ya sabe por donde voy.
Me quedé pensativo, no entendía que me quería
decir, que podía reflejar el espejo si no la imagen de lo
que se asoma a él. Al momento recapacité y le dije
- Ahora empiezo a entender, a la hora de volver
de este viaje no podemos poner el año 1769, no
volveríamos nunca, nos perderíamos en el espacio
tiempo, debemos poner la misma fecha a la del viaje,
pero debemos invertir el tipo de metales en los números.
- Explíquese, no entiendo nada, ahora si que me
deja perplejo Ainoza, creía que esto que le contaba tenía
relación con la frase que debemos vocalizar ante el viaje.
- Espere, se lo mostraré para que lo vea claro,
mire, coloco el uno de plata en el espejo, el cuatro de
bronce y el cinco de piedra, de momento prescindiremos
del último. Como puede observar si yo coloco otro espejo
enfrente de los números ¿qué es lo que ve?
- Pues veo los números al revés - dijo con cara de
extrañeza y mirándome fijamente sin parpadear.
179
- Exacto, pero mire usted el orden de los metales
que están hechos, primero se refleja el que está vacío,
luego el de piedra, el de bronce y así sucesivamente.
- Claro, ahora lo comprendo, para volver hay que
invertir el orden de los metales, se supone que viajaremos
desde la parte contraria a donde iremos, muy bien
maestro ha sido una deducción sabia.
- Balsamo ahora sí tenemos claros los dígitos que
necesitamos fabricar, el uno y el dos. Yo me encargo de
todo y usted siga con lo que estaba haciendo, va por muy
buen camino.
- Gracias maestro, formamos los dos un excelente
equipo de estudios.
Sin pérdida de tiempo fui en busca de Mario, el
alfarero, con los dos moldes de cera que había preparado
en casa. Era de madrugada y me costó que abriera la
puerta, estuvimos hablando y le entregué los moldes de
cera, advirtiéndole que era de vital importancia la rapidez
y la discreción que constantemente hacía gala conmigo.
Después de mirar todo el material me dijo que en
dos días pasara a buscarlo.
A punto de amanecer entraba en casa, otra vez a
hurtadillas, el joven seguía estudiando y nuestra cena
continuaba en la mesa de trabajo.
- Deje eso Balsamo y coma algo, se ha ganado
descansar un rato. Mi amigo dice que pasado mañana
pasemos a por los moldes.
- Perfecto, sirva usted unas copas de vino y
charlemos un rato de lo que nos queda aun por encontrar
- me dijo el joven muy contento.
- Estamos muy cerca - le dije a mi entusiasmado
amigo - sin usted estoy seguro que seguiría encallado en
el mismo sitio y no lo habría logrado, aun así, tengo
miedo de no llegar hasta el final de este acertijo, debe
180
usted seguir así, leyendo entre líneas y fijándose en todo
lo que no vea claro.
- Creo – dijo - que todas las claves que faltan
deberían estar en los apuntes del “Libro de Los Muertos”,
pero según escribió su progenitor, está incompleto y no
tenemos todos los datos. Es posible que no lo hallemos.
- No estoy de acuerdo, no se hubiera tomado la
molestia de preparar un viaje de esta envergadura sin
poderme dar todos los indicios necesarios. Tuvo que
hacerlo de esta manera por miedo a que lo descubriera
alguna persona con fines distintos a los de él, por eso
preparó esta cábala.
Tras la cena nos dio sueño, después de tanto
tiempo en tensión el relajamiento y la tranquilidad de
haber descubierto ago tan importante, pudo con Balsamo.
- Con su permiso voy ha echarme un rato, me
hace mucha falta, despiérteme cuando crea conveniente.
Le miraba mientras dormía, solo envidiaba su
edad. Su talento era suficiente para llegar a ser lo que el
quisiera, tenía toda una vida por delante, no había tenido
que luchar ante las adversidades ni huir de los fantasmas
del pasado.
Pasaron los dos días y al fin pude recoger los
moldes que mi amigo tan afanosamente había hecho. Los
fui a recoger de madrugada conforme habíamos pactado
y le recompensé por sus servicios. No quería aceptar
nada a cambio, insistía en que era suficiente con los
favores prestados por mi a su familia, pero acabó
consintiendo cuando le dije que era por la causa.
Éramos un grupo de médicos y artesanos que nos
reuníamos varias veces al año para explicar nuestro
disgusto por la opresión del Estado y de La Iglesia.
Recaudábamos dinero para ayudar a los perseguidos y
marginados, todos éramos personas que en un momento
181
de nuestra vida habíamos tenido que huir de alguna
injusticia y desaparecer de nuestras ciudades para
empezar en secreto una nueva vida.
Entre nosotros lo llamábamos la causa, no le
poníamos ningún nombre al grupo para no ser
descubiertos, aun siendo una causa altruista debíamos
permanecer en secreto. Nunca hablé de ello con nadie, la
discreción era nuestra bandera y moriré sin decir nada.
Volví por las calles vacías de madrugada, mi vida
se desarrollaba de noche y me había acostumbrado a ello,
incluso mis sandalias estaban hechas de un cuero especial
acolchado para que mis pasos no se escucharan en el
silencio, igual que el murciélago podía recorrer toda
Barcelona casi sin luz y conocía todos los recovecos de la
ciudad.
Al entrar en casa me dirigí al laboratorio, el salón
estaba oscuro tal como había ordenado. Balsamo parecía
pegado a la mesa como una estatua, leyendo sin cesar.
- Traigo los moldes, ahora necesitamos
desplazarnos a casa del herrero para encender la fragua,
tenemos que conseguir la máxima temperatura en su
fundición y aquí no podemos hacerlo.
- ¿Quiere que le acompañe? - me preguntó
Balsamo apartando la vista de sus escritos.
- Si, venga conmigo, me ayudará y además le
servirá para que le de un poco el aire, está usted muy
pálido.
Hacía mucho calor. Nos dirigimos a casa de
Pedro, dónde seguía viviendo su madre con los niños.
Debíamos pedirle ese favor a la abuela y a la vez
interesarnos por su salud. Además nos serviría para
preguntar como marchaba nuestro asunto. Balsamo
encendió su pipa mientras caminábamos silenciosamente
hacia nuestro destino.
182
La puerta estaba abierta, la gente en estos barrios
era muy confiada ya que no poseían nada para ser
robado, entré en la estancia, estaba todo a oscuras y
susurrando en voz baja musite.
- Abuela, soy el doctor Pirria ¿está usted ahí?
La casa estaba en silencio ahora roto por mis
palabras, nadie contestaba y decidí adentrarme en el
pasillo. Una voz en la lejanía me tranquilizó, era la madre
de Pedro que contestaba.
- En seguida salgo doctor, déme un minuto para
vestirme por favor.
Mientras, encendí una vela en la entrada y me
dispuse a esperar que saliera de su habitación la anciana
mujer.
- ¿Ha pasado algo doctor?
- Este usted tranquila, no pasa nada, solo quería
saber como se encuentran y además pedirle un gran
favor.
- Estamos todos bien, gracias a Dios, de momento
todo transcurre como nos dijo usted y la gente del barrio
no sospecha nada.
- Me alegro de que todo vaya bien señora, ahora
le querría pedir que nos dejara usar la fragua para realizar
un experimento que necesitamos hacer, por eso he
pensado en usted y en su amabilidad.
- Claro que si doctor, no hay ningún problema,
dispongan de todo como si estuvieran en su casa.
No podía esperar menos de ella, después de los
malos ratos que habíamos pasado nuestros lazos eran
bastante fuertes y sabía que debíamos permanecer unidos
por una causa común.
Encendimos la fragua y esperamos a tener la
suficiente temperatura en las ascuas para poder efectuar
nuestra prueba. Dos moldes de alabastro de un palmo de
183
largo cada uno y rellenados convenientemente con la
ceniza por un agujero en forma de cánula en la parte
superior y tapado posteriormente con un trozo del mismo
material blando, calentado antes en nuestro alambique.
Con unas grandes tenazas fuimos colocando una a
una las dos piezas en la fragua y decidimos esperar las
dos horas que nos recomendó mi amigo Mario antes de
que pudiese resquebrajarse el material.
Salimos mientras tanto al portal para tomar el
fresco, allí dentro el calor era insoportable. Le dije a la
anciana que volviera a acostarse, lo dejaríamos todo
recogido antes de irnos.
Balsamo sacó su pipa y la llenó de tabaco de una
bolsita mientras pasaba el tiempo de la cocción.
- Últimamente está usted fumando mucho - le dije
para romper el hielo y tener algo de que hablar.
- ¿Le extraña? - contestó - hace meses que
nuestras vidas van por un camino tan aceleradamente
extraño y peligroso, que los nervios me atenazan y es la
única manera que tengo de calmarlos.
- No se lo digo como reproche, solo es un
comentario, no sé lo que se siente al fumar, nunca lo he
probado y a estas alturas tampoco lo haré.
- A veces pienso qué hubiera sido de mi vida si
usted no se hubiera cruzado en mi camino con todas estas
experiencias, posiblemente sería un médico más en
Londres y con una vida bastante anodina.
Lo tomé como un cumplido, ya que este hombre
no solía ser muy afectivo y su frialdad era su gran arma
para que nadie hurgara en su interior.
Pasado el tiempo fuimos otra vez al establo para
recoger las piezas, suponíamos que era suficiente desde
su introducción, las volvimos a coger con las tenazas y
184
procedimos a sumergirlas en un balde de agua después de
unos minutos.
- Vamos rápidamente al laboratorio, debemos
comprobar que todo ha salido bien, en caso contrario
deberemos repetir la operación - le comenté a Balsamo.
Ya en casa colocamos las piezas sobre la mesa y
me dispuse a buscar un pequeño mazo y un cincel para
partirlas, mientras mi amigo colocaba el espejo también a
su lado, era el momento de la verdad.
- Sujete esta pieza por ambos lados mientras trato
de abrirlas para que no salte nada en el caso de no
haberse fundido.
Golpeé con mucho cuidado y suavemente la
primera pieza por su parte lateral varias veces, hasta que
al fin cedió y se partió en dos partes desiguales, muy
suavemente las separé y maravillados comprobamos que
el número uno se hallaba solidificado en su interior con
restos de ceniza a su alrededor.
Tenía de color grisáceo y un poco transparente al
ponerlo a contraluz, era un gran éxito para la alquimia lo
que habíamos ensayado, después de limpiarlo, aun
caliente, lo coloqué en el hueco correspondiente del
espejo, entraba perfectamente, la primera parte estaba
correcta, lo volví a sacar para guardarlo, de momento este
no sería necesario, luego le dije a mi compañero.
- Balsamo, coja las piezas de alabastro sobrantes y
vacíe los restos que han quedado de ceniza en su interior,
dentro de la urna con el resto, nunca se sabe si puede
hacernos falta.
Con mucho cuidado hizo lo que le ordené y
procedimos para hacer lo mismo con la segunda pieza
golpeándola levemente hasta que también se partió. El
numero dos también había quedado perfectamente
moldeado y procedimos a probarlo igual que el anterior.
185
Encajaba correctamente, un leve suspiro salió de
mi boca, íbamos por el camino correcto. Balsamo se
acercó para recoger las piezas sobrantes cuando ocurrió
una fatalidad, tropezó con la silla que se hallaba a su lado
y se le cayeron sobre el espejo que descansaba en la
mesa.
- Lo siento, es una torpeza por mi parte, espero
que no haya quedado el espejo dañado, no me lo podría
perdonar.
- Tranquilo amigo, lo recogeremos con sumo
cuidado, esperemos que no haya sufrido ningún daño.
Retiré con delicadeza los restos de alabastro de
encima del espejo y los guarde junto a los otros. Tomé a
Balsamo por el hombro para que no se preocupara más
por ello y le emplacé a limpiar los restos de ceniza que
habían quedado.
- Ahora con un algodón vaya retirando hacia una
esquina del espejo la ceniza y la recogeremos con algo
plano de metal.
- No se puede imaginar la angustia que tengo por
esta torpeza mía, ahora lo limpiaré con mucho cuidado.
Restregó suavemente el algodón en la cara del
espejo para recogerlo, fue entonces cuando nuestros
rostros se quedaron paralizados. El trozo de espejo por
donde había pasado el algodón brillaba con reflejos
plateados, nos miremos y una sonrisa de complicidad
surgió espontáneamente.
- Traiga más ceniza Balsamo, rápido, su torpeza
se ha convertido en un golpe de suerte por una casualidad
de la vida.
- ¿Es lo que yo creo? - dijo balbuceando.
- Apostaría mi vida en ello, el azar ha hecho que
descifremos uno de enigmas que faltaban.
- ¿Cómo se nos pudo pasar por alto? - preguntó.
186
- Estaba ahí pero se no supimos verlo, recuerda la
cita que decía “frotando las cenizas de las vísceras del
faraón se podía volver a la vida”, pues ahí tiene el
significado, las cenizas abren también la puerta del
espejo para volver a otra vida.
Frotó con esmerado cuidado toda la parte opaca
del espejo y después de un rato vimos con gran
satisfacción que nuestras caras se reflejaban en él, nos
disponíamos a retirar la ceniza de la esquina donde la
habíamos apartado cuando ocurrió la cosa más
sobrenatural que en mis años de vida había visto.
Una ráfaga de aire como una turbulencia giro
dentro del laboratorio y apagó todas las velas y candiles
encendidos, de pronto se quedó todo a oscuras y un olor a
podredumbre seguido de un estremecimiento en el
cuerpo, nos dejó despavoridos.
Estuvimos unos momentos sin reaccionar, cuando
logré rehacerme volví a encender todas las lámparas para
ver que había pasado, era imposible que pudiera entrar tal
ventolera en esa habitación, no tenía ventanas y la puerta
estaba cerrada.
Nos miramos con cara de perplejidad y
comprobamos que no todo seguía en su sitio. La ceniza
del espejo había volado con el viento, fue entonces
cuando Balsamo me señaló con el dedo.
- Fíjese en ese libro que hay sobre la mesa, estaba
cerrado antes de este fenómeno tan extraño.
Me acerqué hacia él y miré el libro, estaba abierto
por una de sus páginas centrales, era el primer libro de la
vida de nuestro Faraón. Nunca entendí porque esta
página estaba en blanco, nunca lo había comprendido
hasta ahora.
La página estaba en blanco y sobre ella había
caído toda la ceniza que el viento trajo del espejo. En ese
187
momento tuve un presentimiento, por fin habíamos
logrado todos nuestros objetivos.
Balsamo estaba atónito no podía articular palabra
alguna, no comprendía lo que había pasado y lo hice
volver al presente zarandeándolo del brazo hasta que
reaccionó y pudo mirarme.
- No se da cuenta, esta era la señal que estábamos
esperando, no ha sido el azar, esto tenía que ocurrir si
descifrábamos los demás enigmas, es la última ayuda por
haber llegado hasta aquí.
- Si creyera en brujas diría que esto es magia
negra - contestó reponiéndose del susto.
- ¿Aun no lo entiende?, debe frotar esa página
donde han caído las cenizas para encontrar la última
cábala del misterio, es una señal de ultratumba.
- Pero este fenómeno tiene que tener alguna
explicación científica - insistió el joven perplejo.
- No la tiene amigo, como no la tiene de científica
la aventura a la que nos llevará, por eso no busque una
respuesta lógica, déjese llevar por lo sobrenatural y lo
podrá entender.
Con el algodón que restregó el espejo Balsamo,
repetí la misma operación en la hoja del libro. Conforme
frotaba iban apareciendo varias líneas con pictogramas
que cada vez se hacían más claros, soplé sobre la hoja
para apartar la ceniza sobrante.
Claramente se podían ver los dibujos, estaban
ocultos a la espera de que alguien los encontrara. Tomé
mi libro de traducción y empecé a descifrarlos. Balsamo
seguía sin reaccionar.
- Mire, aquí dice “Ruegos para Los Viajeros Del
Inframundo” - me interrumpió en ese momento.
188
- ¿Me está diciendo que este es el rezo final para
atravesar el espejo y viajar en el tiempo? no me lo puedo
creer, al fin lo vamos a conseguir.
- Eso es lo que creo, pero déjeme continuar. Deje
su alegría para después, todavía no sabemos si es esto lo
que estamos buscando.
- Disculpe, tiene razón, siga se lo ruego.
- Más abajo dice, “PERI-EM-HERU-RAN-
DUAT”
- ¿Y qué significa?
- Esta es la frase que andábamos buscando y que
gracias a su torpeza han desencadenado estos fenómenos
por algún poder sobrenatural que desconocemos.
- Es maravilloso, lástima no poder contárselo a
nadie, aunque tampoco nos creerían. Pero siga con la
lectura por favor.
Repasé mi cuaderno de traducciones y uno por
uno fui anotando en un papel todos los jeroglíficos de la
página.
- “Sal al día desde el Inframundo”, eso es todo lo
que dice, lo demás son los nombres de todos los dioses
de sus antepasados.
- Lo hemos conseguido - dijo Balsamo eufórico -
hagamos la prueba ahora mismo, no perdamos más
tiempo.
- No, todavía no, antes tenemos que prepararlo
todo, no lo haremos hasta mañana, debemos dejar la casa
y el laboratorio como si nos hubiéramos marchado de
viaje. Hay que esconder la ropa y algunas cosas más para
que piensen que no nos hemos marchado sin nada, hemos
de ser prudentes.
- ¿Cree usted que funcionará?, ¿podemos estar
seguros de no haber cometido algún error en nuestros
datos?
189
- Mañana hallará usted la respuesta, yo no lo sé,
ojala estuviéramos en lo cierto, solo quedan catorce días
para que acabe el mes y no podemos hacer muchos
intentos en vano.
190
Capítulo 8º LOS ILUSTRADOS
Nos dispusimos a comer algo antes de descansar,
exhaustos y nerviosos a la vez, pero con la gran
satisfacción de tener todo preparado para conseguir la
odisea de nuestras vidas. Comíamos lentamente y de vez
en cuando nuestras miradas se cruzaban, no nos
atrevimos a preguntar como nos sentíamos en ese
momento.
Yo había recorrido un largo camino hasta llegar
aquí, no tenía ninguna prisa, después de tantos años de
trasiego me encontraba verdaderamente bien, estaba en
paz conmigo mismo y por alguna extraña razón no me
dolía nada y mi cabeza estaba más lúcida que nunca.
No tenía miedo de lo que pudiera pasarme, era el
viaje de mi vida, la certeza de que podía desvelar todos
los secretos tanto tiempo soñados y de lo más importante,
estaba seguro de poder averiguar porque mi padre
preparó para mi este rompecabezas y si aun vivía
encontrar, poder encontrar su paradero.
Pensé por un momento que este ágape podría ser
el último en el caso de que no funcionase lo que iba a
ocurrir mañana, podíamos morir en este viaje o algo
sobrenatural se cruzara en nuestro camino. Muchas veces
191
me pregunté si alguien había traspasado este espejo y si
en caso positivo, si pudo regresar.
Balsamo rompió el silencio sepulcral del
laboratorio, estaba tan nervioso que no pudo aguantar
más.
- Nunca le había visto comer tanto y tan a gusto
querido maestro.
- Después de tanto tiempo de sufrimientos y
angustias, debo decirle, realmente me siento bien y hasta
yo estoy extrañado de degustar la comida con sumo
placer y de que no sienta ningún dolor en mi cuerpo viejo
y cansado.
Sonrió con complacencia y siguió charlando de
banalidades para calmar su inquietud y dejar de pensar en
la aventura que nos esperaba.
- Hace bien, el estómago era lo único que nos
quedaba por alegrar, esto merece un brindis.
- Este momento hay que regarlo con un buen vino
- dije mientras me levantaba de la mesa, me dirigí hacia
uno de mis baúles y saqué la botella de vino que me
quedaba.
Nos servimos unos vasos, era el momento de dar
rienda suelta a todo lo que nos apetecía, había que
celebrarlo a lo grande.
- Brindo por la gran aventura que nos espera y por
haberme hecho participe entre tantas personas, pero sobre
todo para agradecerle toda la confianza que depositó en
su momento en este su humilde aprendiz y ahora amigo.
- Salud amigo, ha sido una ardua tarea, pero ha
valido la pena y no se menosprecie, quizás sin usted no lo
hubiera conseguido nunca, necesitaba un aliciente,
alguien con la mente despierta, joven e inteligente y
dispuesto para arriesgarlo todo por encontrar las cosas
192
más increíbles de este mundo, las que a mi se me pasaban
por alto y no podía descifrar.
- Es usted muy amable, de verdad, pero quisiera
pedirle otro favor más si no le importa, será el último.
- Diga, le escucho.
- Quisiera visitar a mi esposa antes de irnos,
nunca se sabe lo que nos puede pasar. Comprenda que es
lógico después de tanto tiempo sin saber nada de mí, lo
menos que puedo hacer es despedirme de ella.
Asentí con la cabeza, antes de todas maneras
debía darle un consejo importante a mi joven amigo.
- Siempre que tenga cuidado de no ser visto de
ninguna de las maneras, recuerde que se supone que está
usted viajando a Londres.
- Tendré cuidado se lo prometo, me moveré en la
noche igual que un espectro, confié en mi.
Volví a recordarle otra cosa, tanto o más
importante que la anterior, aunque el ya lo sabía.
- Y además recuerde que no debe decirle nada de
nuestros proyectos, dígale que debe viajar conmigo por
asuntos médicos y que volverá pronto, no debemos dejar
ningún cabo suelto.
- De acuerdo, esperaré muy entrada la noche y
regresaré antes de que amanezca, y esté tranquilo, pasaré
desapercibido por la cuenta que me trae.
Entrada ya la noche Balsamo abrió la puerta de la
casa con sigilo y la luz apagada, vestido con un hábito
con capucha que le dejé para no ser reconocido. Hizo un
ademán con la mano de despedida y salió desapareciendo
en la oscuridad, llevaba un paquete en la mano, supuse
que sería algún obsequio para su mujer.
Mientras, me dediqué a poner en orden mis
apuntes y preparar todo hasta nuestro regreso, el sigilo
funcionaba de momento, pero la pesadumbre de que
193
pasara algo imprevisto no dejaba de rondar por mi
cabeza.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Caminaba por las calles casi vacías y calurosas,
encorvado para que no pudieran ver mi rostro, ya casi
estaba llegando a la casa de huéspedes en la que se
alojaba mi esposa, creo que nadie se había fijado en mí,
ahora el problema era entrar sin ser visto.
Me aposté junto a la ventana donde sabía que
dormía y la golpeé suavemente con los nudillos, al
momento la luz de una vela iluminó el interior de la
habitación y el perfil de una mujer asomó por ella.
Abrió levemente la puerta de la ventana, sonrió,
mientras yo le dije que guardara silencio poniendo mi
dedo vertical entre mis labios, entonces en voz muy baja
musitó.
- Giuseppe, ¿eres tú?, me ha parecido ver tu cara a
través de la ventana.
- Si, soy yo, déjame que entrar, ¿hay alguien
despierto en la casa?, no deben saber quien soy, es
importante.
- No te preocupes, con la capucha puesta no te
van a reconocer, cuando recibo clientes por las noches
nadie pregunta, algunos incluso tapan su cara con las
manos.
- Ábreme date prisa, debo de hablar contigo de
unos asuntos muy importantes.
194
Lorenza se apresuró por el pasillo hasta llegar a la
puerta de entrada, solo un par de comadres se calentaban
al fuego del hogar, no había ningún problema.
Me tomó del brazo al entrar y sonriendo a las
mujeres les deseó buenas noches, yo ocultaba mi cara
con las manos cerrando los laterales de la capucha. Me
llevó hasta su habitación y nos sentamos en el borde de la
cama, aparté mi capucha y le sonreí.
- Por fin, me estaba asfixiando de calor.
La besé en los labios, mientras tomaba su cabeza
entre mis manos, ella me abrazó fuertemente y continuó
el beso largamente deseado. Me quería a pesar de todas
las promesas de que un día todo iba a cambiar, eso le
llenaban de esperanza.
- Hablemos en voz baja, por favor, no debería
estar aquí, si alguien me viera Ainoza podría enfadarse y
lo que estamos haciendo se iría al traste.
- Hace más de un mes que no vienes a verme,
tenía miedo que te hubiera pasado algo amor mío.
- He tenido que resolver unos asuntos muy
importantes y no he podido venir, ya sabes como es el
carcamal del viejo, apenas me ha dejado dormir hasta
conseguir lo que quería.
- ¿Pero estás bien? ¿Has cenado?
- Si, no te preocupes ahora lo importante es que
hemos acabado nuestro trabajo y debemos viajar a
Londres para visitar unos compañeros.
- Por fin volvemos a Londres, es una buena
noticia, echo de menos mi ciudad.
- No, tú no puedes venir, lo siento Lorenza.
- ¿Por qué? - dijo enfadada, su cara había
cambiado de golpe, toda su felicidad se convirtió en
inquietud tras la desesperanza de mis palabras.
195
- Es un viaje secreto que puede poner fin a
nuestras penurias, debo ir solo con él, pero no desconfíes
te prometo que volveré.
- Y ¿cuanto tardarás en volver?, no me fió de ese
hombrecillo, ten mucho cuidado, esconde algo extraño en
su mirada.
- No te preocupes, me he ganado su confianza y
me está enseñando muchos de sus secretos, lo estoy
manejando con mucho tacto y hemos puesto las cosas
muy claras entre nosotros.
- Confío en ti cariño, pero prométeme que cuando
acabe el viaje nos iremos los dos de este lugar, no me
gusta mi manera de vivir - me dijo mirando al suelo.
- No sé lo que tardaré en volver, un mes a lo
sumo, pero debes tener paciencia y seguir mis
instrucciones al pie de la letra.
- Cuéntame que debo hacer y yo lo obedeceré, sea
lo que sea.
Lorenza estaba enamorada de mi hasta puntos
inimaginables, aun después de la vida que le daba seguía
haciéndolo, cualquier cosa que le pedía era una orden
para ella, sabía manejarla siempre a mi gusto para lograr
todo lo que necesitaba, era un instrumento más para mi
carrera hasta llegar a realizar mis fines.
Ella me quitó la ropa suavemente hasta quedarme
desnudo, poco a poco y con la maestría que tenía logró
excitarme como siempre lo hacía, recorrió con sus besos
todo mi torso hasta el ombligo, entonces la separé hacia
atrás cogiendo sus hombros y la miré fijamente.
- Espera, todavía no, antes debemos hablar de un
asunto.
- No lo demores más, cuéntame lo que quieras,
estoy tan excitada que no sé si podré aguantar.
196
Me levanté de la cama y tomé el paquete que
había traído, volví a sentarme junto a ella y lo desenvolví
hasta enseñarle su contenido.
- Espero que el viejo no se haya dado cuenta de
que he traído esto, escúchame bien es importante.
- Estas libretas son el resultado de mis apuntes de
todos estos meses de trabajo, aquí está toda la clave de la
medicina, es nuestro billete a París para poder triunfar en
La Corte y hacernos famosos y ricos.
- ¿Entonces por qué no huimos con ellas? - me
preguntó con una sonrisa pícara y graciosa mientras
acariciaba mis muslos.
- Todavía no, falta lo más importante, en el viaje
al que nos dirigimos encontraremos las respuestas que
nos faltan, es de suma importancia terminarlo y toda
nuestra vida cambiará.
- Hazlo entonces, dijo mientras acercaba su boca
entre mis piernas.
- Espera Lorenza, aun no he terminado lo que
estaba contando, solo será un momento, y debes prestar
atención. Por nuestra seguridad, nunca debe ver nadie
estos cuadernos, tienes que esconderlos y solo yo puedo
tener acceso a ellos, si algo ocurriera todos estos meses
de trabajo serían inútiles y tu tendrías que seguir con la
vida que llevas y ¿eso no te gustaría, verdad?
- Si es necesario daré mi vida por ellos, no te
preocupes, los esconderé donde nadie pueda
encontrarlos, confía en mi - dijo Lorenza.
Nuestras sonrisas al unísono certificaban el pacto
que habíamos adquirido, me empujó lentamente hacia
atrás hasta caer boca arriba en la cama y siguió con lo
que había empezado antes y tanto deseaba. Cerré los ojos
y disfruté del momento mágico que esa mujer me estaba
197
ofreciendo, yo gemía de placer, era una experta
trabajadora en sus artes.
Realmente no la quería, era otro instrumento más
que utilizaba para conseguir mis fines, una sirvienta que
se acostaba con gente importante para luego hacerme
participe de las confidencias que conseguía. Pero mi
necesidad de compañía la hacía cada vez más importante,
nunca una mujer me había hecho disfrutar tanto, su gran
lealtad hacía que me sintiera un gran hombre.
Dejó un momento de hacer tan exquisito trabajo y
se separó de mí para despojarse de su ropa, excitado y
maravillado disfrutaba como siempre al verla desnudarse,
todo lo hacía con tal exquisitez que me volvía loco.
Subió sobre mí mientras le acariciaba sus senos
pequeños y redondos, era una mujer muy menuda, pero
su cuerpo era apasionante, dejó que yo disfrutara del
momento mientras ella hacía todo el trabajo e hicimos el
amor muy despacio.
Lo repetimos varias veces durante horas, era un
desenfreno tremendamente placentero y tras cambiar
cien veces de posición nuestros cuerpos quedaron
finalmente agotados y exhaustos, nos tendimos boca
arriba, sin fuerzas y sin gota de aliento para poder hablar.
- Debo irme Lorenza, es muy tarde y tengo que
preparar muchas cosas antes de marcharme.
- ¿No podrías quedarte esta noche conmigo?, voy
a tardar mucho tiempo en volver a verte.
Me levanté de la cama y me vestí poco a poco con
aquella ropa tan estrecha que me había prestado Ainoza.
- No puedo, debes comprenderlo, pronto
estaremos juntos para siempre y nuestra vida será
maravillosa.
198
Se levantó también ella e hizo el ademán de
vestirse, la tomé por los hombros y con voz cariñosa le
dije.
- Quédate, saldré solo, descansa y recuerda todo
lo que hemos hablado, esconde rápidamente este paquete
y no te preocupes.
Nos fundimos en un abrazo durante unos minutos,
ella comenzó a llorar, la aparté de mi y acaricié su cara
sonriendo.
- Adiós querida, nos veremos pronto.
- Prométeme que tendrás mucho cuidado, no
podría soportarlo si te pasara algo y recuerda, no te fíes
del viejo, tengo un mal augurio. Piensa que te estaré
esperando con ansiedad - dijo sollozando.
Traspasé el oscuro pasillo hasta la sala, ya no
había nadie solo los rescoldos acababan de arder en el
hogar iluminando la estancia, abrí la puerta con cuidado
y asomé la cabeza para comprobar que no había nadie en
la calle, era el momento, me coloqué la capucha y con
paso acelerado atravesé las calles hacia mi destino.
Mientras caminaba iba pensando en todo el
enmarañado que estaba tramando, mi primer objetivo
había tenido éxito, los cuadernos estaban a buen recaudo,
solo quedaba pensar en lo siguiente, pero eso era más
complicado y debía resolverlo sobre la marcha, no todo
dependía de mí.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Escuché llamar a la puerta muy levemente, me
dispuse a mirar quien era abriéndola sutilmente,
199
escondiéndome tras ella, era Balsamo que volvía de su
visita nocturna.
- Soy yo maestro, ábrame por favor.
- Pase, ha tardado mucho, creía que le había
pasado algo y empezaba a inquietarme.
- No, todo ha ido bien - dijo Balsamo - ya sabe
usted como son las mujeres, no paraba de llorar y tuve
que estar un buen rato hasta que se calmó.
- ¿Ha tenido algún problema?, ¿le ha visto
alguien?
- No, todo ha ido a pedir de boca, seguí al pie de
la letra sus instrucciones y no encontré ningún
contratiempo.
- Mejor así, ¿ha logrado convencer a su mujer de
todo lo que hablamos?
- Con ella no hay problema alguno, ya le dije que
mi mujer siempre obedecía mis órdenes como si la vida
le fuera en ello, no debe preocuparse por este tema, está
todo arreglado.
En aquel momento tenía otro tema en la cabeza
que me estaba preocupando, hacía unas horas había
recibido una carta que podría hacernos cambiar nuestros
planes. Le miré con cara contrariada, no tuve más
remedio que contarle uno de mis grandes secretos que
nadie sabía y que no tenía previsto revelarle, pero ante tal
contratiempo debía hacerlo.
- Lo siento pero hoy no podremos hacer nuestro
viaje, ha surgido un imprevisto y debemos posponerlo.
Balsamo con cara de extrañeza empezó su retahíla
de preguntas que ya había previsto y debía contestar.
- ¿Qué ha pasado maestro?
- Debo reunirme la próxima noche con unos
caballeros para un asunto urgente y de vital importancia.
200
- ¿Pero si nadie sabe que estamos aquí?, usted
dijo que debíamos llevarlo estrictamente en secreto.
- Así es, pero después de irse a visitar a su esposa
oí como golpeaban en la puerta y pasaban una misiva por
debajo de ella, esta que tengo en las manos.
- ¿Tan urgente es como para tener que posponer
algo tan importante como lo nuestro?
- Es de suma importancia cuando recibo este tipo
de avisos asistir a las reuniones, nuestra vida depende de
ello.
- ¿Qué dice la misiva?
- Tenga, léala usted mismo, pero no hallará
ninguna respuesta en ella, la discreción es nuestra norma.
Leyó la carta Balsamo en voz alta tras mirar el
sello que presidía el enunciado, un dibujo representando
una paloma atrapada por una serpiente enroscada.
- “Es urgente reunirnos mañana, rumores de
peligro se ciernen últimamente por enfermedad” - decía
la carta.
- ¿Quiénes son estos señores? - dijo mi amigo
preocupado al no entender nada del asunto.
- Siéntese y le explicaré, piense que lo que voy a
contarle puede ser muy peligroso, por lo que no debe
contar nada de lo que oiga, si esto se supiera nuestro
viaje terminaría en este mismo instante.
- No se preocupe por ello, no sería capaz de
destruir todo mi trabajo a su lado por nada del mundo.
- Mejor así – dije mirándole con seriedad
fijamente a los ojos - Pertenezco a una sociedad secreta
llamada Los Ilustrados, mi padre era miembro en el Alto
Aragón. Es muy difícil entrar a formar parte de ella, el
único modo de conseguirlo es heredado de padres a hijos
o bien captando a sus integrantes. Estamos situados en
todo el país y nos reunimos regularmente cuatro veces al
201
año en distintas ciudades o, como en este caso, cuando
existe alguna urgencia importante.
- Pero, ¿quiénes son estos caballeros? - preguntó
Balsamo.
- Somos un grupo de ciudadanos, la mayoría
somos gente de la ciencia que luchamos por la igualdad
del hombre y su libertad de expresión, ayudamos a los
pobres y protegemos a la gente como yo, que por sus
creencias y maneras de trabajar están perseguidos por la
justicia y La Iglesia.
- Nunca había oído hablar de esta Sociedad, ¿son
ustedes muchos integrantes?
- Eso no se lo puedo decir, hay gente muy
importante entre ellos y sería peligroso que usted los
conociera. Tenemos arquitectos, científicos, astrónomos,
médicos e incluso ecónomos y artistas integran esta
sociedad secreta sin ánimo de lucro, queremos cambiar
las reglas pacíficamente y solo con nuestras voces
lograremos conseguirlo.
- ¿Pero esto puede dar al traste con nuestros
proyectos, tan urgente es dicha reunión como para
demorar lo que tanto anhela?
- Juré lealtad hasta la muerte, ellos me ayudaron
en su día y yo debo dejarlo todo cuando me necesitan.
Espero que se pueda solucionar, no disponemos casi de
tiempo, pero primero debo ir a la reunión.
- ¿Supongo que sería inútil decirle que me
gustaría asistir?
- Supone usted bien, no le dejarían entrar y
desapareceríamos tras haber roto el secretismo de esta
sociedad.
- Cuénteme algo más de ellos, ya sabe que yo
pertenezco a otra sociedad muy importante y tengo
202
curiosidad conocer más detalles, siempre que no me diga
nada que lo pueda poner en peligro.
- Poco más le puedo contar, mi padre perteneció a
la Hermandad mientras se dedicaba a ejercer la medicina
en otros ámbitos diferentes, antes de sus últimos años de
carrera. Como usted ya sabe los últimos años dejó todo
de lado para dedicarse a sus asuntos secretos y perdió
todo contacto con el mundo, solo le puedo decir que hace
algún tiempo me llevó en presencia de una de las
reuniones para presentarme y decir que yo ocuparía su
lugar permanentemente. No me pude negar, ni por amor a
mi padre ni por los ideales que me fueron expuestos en
esa junta.
- ¿No preguntaron a su padre el motivo por el que
abandonaba el puesto que ostentaba en dicha sociedad?
- No lo sé, pero ellos no me han preguntado por
su paradero y yo nunca quise hablar de ello ante tal
secretismo.
- ¿Contra quien luchan ustedes desde este grupo?
- preguntó siempre ávido de sabiduría mi joven amigo.
- En estos últimos tiempos tratamos de
concienciar a la gente del pueblo de la mala gestión de
nuestros gobernantes, nuestro Rey ha decidido que el
pueblo sea analfabeto y no pueda acceder a ningún tipo
de estudios, es la manera de tenerlos siempre bajo su
hospicio, cargarlos de impuestos para que trabajen más
tiempo diariamente y cuando vienen las vacas flacas
poder quitarles sus tierras y dárselas a los nobles para
poder explotarlas.
- Pero eso pasa en muchos países de Europa
maestro, es el escalafón social existente desde que se
conoce la historia, no tiene nada de particular - comentó
Balsamo con sonrisa burlona.
203
- Sí, lo sé, pero la mala gestión de este reinado ha
agravado todo el sistema, las Órdenes Eclesiásticas
siguen siendo las que escriben y guardan los libros en las
bibliotecas y sólo unos pocos privilegiados tienen acceso
a ellos.
- También ofrecemos ayuda médica a los menos
favorecidos, sólo la gente noble y sus familias tienen su
médico particular, el cual trabaja para ellos en exclusiva,
mientras tanto el pueblo se muere por cualquier tipo de
enfermedad que tendría cura si se le tratara a tiempo o
como es debido.
- Es un fin muy altruista Ainoza, pero los pobres
no deben tener acceso a todo lo que disfruta la gente con
alcurnia, sería un caos tremendo el que todos fuéramos
iguales.
- No se trata de ser todos iguales, siempre habrá
quien trabaje y quien gobierne, pero la población paga
sus impuestos y debe tener acceso a lo más básico e
imprescindible de su penosa vida, esto es lo que
queremos.
- No creía que hubiera personas con poder
adquisitivo suficiente dispuestas a preocuparse de las
miserias de los demás, los he visto ansiosos por atesorar
cada día más, nunca tienen suficiente, lo cual me llena de
extrañeza, pero tienen ustedes derecho a intentarlo, no
seré yo quien se lo reproche. Mi idea de la vida es
diferente, solo busco la grandeza, lo demás no tiene
importancia - fanfarroneó sin ningún tipo de tacto el
joven muchacho.
Cada vez que Balsamo hacía alarde de sus
pensamientos me mordía la lengua para no discutir, no
quería entender que sin los ciudadanos de más bajo
rango, gente como él jamás podría tener nada. Sin el
204
trabajo de los campesinos y pescadores no habría
impuestos a quien cobrar.
- Nosotros prestamos dinero a las personas que
han perdido la cosecha o la barca, para que vuelvan a
intentarlo, sé que no lo entiende, pero ha sido usted quien
me ha preguntado, yo no trato de convencerle, conozco
su manera de pensar y sabe que no la comparto.
- ¿Pero y los judíos?, siempre han prestado
dinero, ¿por qué no se lo piden a ellos?
- Sabe usted muy bien que esos préstamos
siempre se tienen que devolver con usura, no se lo
pueden permitir, siempre acaban perdiendo sus tierras,
nosotros lo hacemos sin interés alguno.
Dejé por inútil la conversación, no tenía ningún
sentido seguir contándole nada más sobre el asunto,
presentía que Balsamo se reía en su interior de todo ello y
no tenía ganas de enfadarme pues ya bastante preocupado
estaba por la reunión y sabía que no sacaría nada en claro
con este hombre.
Decidimos pasar el día leyendo y repasando
notas, apenas sin hablar entre nosotros, ansioso que
llegara la noche para poder averiguar que estaba pasando.
En todos los años anteriores solo una vez me llegó este
tipo de misiva y fue por la desaparición de uno de
nuestros miembros, encontrado más tarde ahorcado en un
árbol en las afueras de la ciudad.
De madrugada preparé mi maletín para no
levantar sospechas con cualquier encuentro no deseado y
me fui sin despedirme del joven que estaba durmiendo en
el catre del laboratorio, no tenía ganas de que me hiciera
más preguntas.
Atravesé Las Reales Atarazanas del puerto y me
dirigí hacia el palacete en el que residía el portavoz del
grupo, era donde se mantenían las reuniones secretas.
205
Crucé el jardín hasta llegar a la puerta principal de la
entrada, golpeé tres veces pausadas como contraseña con
el aldabón y tras ver que era observado desde una
ventana superior oí el ruido del cerrojo al abrirse.
Un lacayo me condujo hacia la biblioteca tras
pasar por el lujoso salón de la entrada, lleno de tapices y
cuadros en las paredes, con una gran alfombra roja que
cubría el suelo como un manto. El criado me hizo pasar y
cerró la puerta a mi espalda. En la sala había una larga
mesa de mármol negro presidida por el dueño de la casa
y portavoz de la sociedad. Esta se hallaba llena de gente
sentada que volvió la vista hacia mí al verme entrar.
El anfitrión era un viejo noble de alto abolengo
que había amasado su fortuna tras largos años en
América y decidió regresar a España para pasar en casa
lo que le quedaba de vida. Federico De Queiroz era su
nombre y tenía título de Varón.
Una veintena de hombres me esperaban sentados
alrededor de una gran mesa tomando una copa de coñac,
mientras el anfitrión se dirigió a mí con estas palabras.
- Siéntese Ainoza, sírvase usted mismo una copa,
ya podemos empezar, ha sido el último en llegar.
- Buenas noches Varón y a todos los presentes,
ruego excusen mi tardanza.
Me miraron todos en silencio e hicieron el
ademán de agachar sus cabezas como signo de
bienvenida.
- Vamos a ir al asunto directamente, la gravedad
del caso lo requiere. Ha llegado a nuestras manos unos
escritos procedentes de un confidente que tenemos en los
calabozos, el cual dice que unos oficiales del ejército
fueron a pedir los servicios del herrero y no lo hallaron
en su casa. La familia cuenta que partió a Valencia hace
206
unos meses por asuntos familiares graves, ¿sabe usted
algo de este asunto Ainoza?
- Algo sé caballero, ¿pero cual es el problema?
- El problema no existiría si no fuera porque hace
unos días en las continuas batidas que hace la guardia,
fomentadas por La Iglesia para salvar sus almas en los
barrios de prostitutas, una de ellas, ante la tortura a la que
fue sometida para obtener información de la existencia de
algún hereje, dijo que en la casa de Pedro “el herrero”
hubo continuas visitas nocturnas de dos hombres y uno
de ellos llevaba un maletín.
- ¿Y que relación hay entre estas dos cosas? -
pregunté para saber hasta donde podía estar al tanto del
asunto.
- Señor Ainoza, tenemos una incógnita por
resolver, la prostituta está encarcelada y anoche se
llevaron al calabozo a la madre del herrero, que jura y
perjura que esas visitas nocturnas eran para curar a sus
dos nietos de una grave enfermedad y que su hijo está en
Valencia. Antes de que la mujer se venga abajo y
encarcelen a todos los componentes de esta hermandad
por ejercer la medicina, debo saber todo sobre este asunto
y creo que usted es la persona que están buscando.
- Debo reconocerlo señores, soy el médico que les
atendió, pero este asunto es más complicado de lo que
parece.
- Le escuchamos atentamente.
- La familia entera estaba infectada por la viruela,
no pudimos hacer nada por los padres, murieron tras
varios días de agonía y los enterremos al pie de la
montaña de Montjuïc. Era de suma importancia que no
trascendiera la noticia.
- ¿Pero está usted loco, por qué no dio parte a las
autoridades?
207
- No lo hice por una razón de peso, pude salvar a
sus dos hijos de una muerte segura administrándoles un
remedio que había en los apuntes de mi padre y pensé
que si daba cuenta de ello se los llevarían a todos y
cundiría el pánico entre la población, me vi obligado a
ello.
- De nuevo aparece su padre en medio de este
asunto. No ha traído más que problemas a esta sociedad,
recuerde que por su culpa varios componentes fueron
encarcelados.
- Mi padre hizo lo que debía, nadie le puede
reprochar nada, siempre fue el primero en ayudar, pero
no lo entendía nadie.
- Nuestro pacto era muy claro, nunca debía poner
en peligro a ninguno de nosotros, ¿no lo recuerda?. Tenía
que comunicarnos cualquier cosa fuera de lo común antes
de probar ningún remedio y ahora nos ha puesto a todos
en peligro.
- Tuve que hacerlo, no había tiempo para
reuniones, hubieran fallecido también los niños y decidí
concretar con la anciana lo que se debía hacer para que se
salvaran.
- Ha quebrantado una de nuestras normas más
importantes. Tiene que solucionar este problema
rápidamente antes de que sea demasiado tarde. Vamos a
realizar una votación y decidir la única solución que
hemos hallado para zanjar este tema. Alcen la mano los
que estén de acuerdo en que el señor Ainoza se entregue
a las autoridades.
Uno a uno y lentamente fueron alzando la mano
en silencio hasta llegar a su totalidad, estaba claro que
nadie me apoyaba, no podía contar con ellos, pensé que
sería inútil discutir ni rebatir nada.
208
Ya habían decidido antes de que yo llegase cual
sería mi destino, la reunión había terminado antes de
empezar, era un terrible mazazo para mí, pero debía
afrontarlo con dignidad.
Me levanté de mi asiento, y lentamente me
acerqué a la puerta de salida de la biblioteca, me volví
hacia ellos y asintiendo varias veces les tranquilicé con
mis palabras.
- No se preocupen señores, haré lo que debo, en
estos momentos dejo de ser miembro de esta hermandad,
pero por decisión propia, no entienden el sufrimiento
humano. Estaba equivocado al pensar que lo
comprenderían. Yo juré muchas cosas cuando se me
admitió en este círculo, pero veo que estaba equivocado,
no son ustedes personas tan honradas como creía.
De Queiroz se acercó hacia mí para despedirme
en la puerta, siempre serio y adusto me comentó al oído.
- Tenía la esperanza que no siguiera los pasos de
su padre, pero veo que estaba equivocado, es usted fiel
retrato de su padre y lo lamento. Ainoza usted es un buen
médico pero los libros de su progenitor le han llenado la
cabeza de pájaros y estas son las consecuencias.
- Si de algo estoy orgulloso es de parecerme a mi
padre, ustedes nunca le comprendieron, él llegó más allá
de todo lo que cualquier hombre pueda buscar para
remediar el mal de la humanidad.
- Lo sé, pero en los tiempos que corren no
podemos permitirnos ningún error, pronto La Iglesia
dejará de tener el gran poder que ostenta y podremos salir
a la luz, mientras tanto debemos esperar. Este asunto
puede ser muy malicioso para la Sociedad, confió en su
discreción.
- ¿Qué será de los niños Varón?
209
- No debe preocuparse por ellos, nosotros nos
encargaremos de todo, es el último favor que le podemos
hacer.
- Le quedo muy agradecido por todo, me voy sin
rencor, cada uno de nosotros debe ser dueño de sus actos
en la vida y yo debo seguir lo que empecé.
- Por cierto Ainoza, ¿quién era la persona que le
acompañaba en sus visitas a casa del herrero?
- Solo un aprendiz que estaba de paso en nuestro
país y por casualidad nos conocimos, un joven italiano
sin importancia.
- ¿Le ha contado algo de nosotros? - comentó
preocupado el viejo noble arreglándose la peluca con las
manos.
- No tiene de que preocuparse, solo sabe lo que yo
le estoy enseñando y no tiene ningún sobre de mi vida
privada.
- Buenas noches Ainoza, le deseo toda la suerte
del mundo.
- Buenas noches, pronto tendrá noticias mías, no
se preocupe.
Traspasé la roja alfombra hasta la salida, ya en la
calle, hundido y preocupado fui paseando hasta el
malecón, me senté sobre una gran piedra y empecé a
pensar que solución debía tomar.
No quería posponer el viaje, era la última
posibilidad que me quedaba, pero tampoco podía olvidar
a la anciana y su sufrimiento, era una terrible dualidad y
debía tomar una decisión, por otra parte no dejaría que
Balsamo hiciera solo la aventura, nunca lo conseguiría.
Continué paseando, abrí mi maletín para tomar
una dosis de laudano, volvía a tener dolor, toda la euforia
anterior se había truncado de nuevo en sufrimiento, debía
pensar sin demora que resolución tomar.
210
De pronto me vino una idea a la cabeza, era
necesario agotar todas las posibilidades antes de tomar
una decisión.
Por la mañana me acerqué a la taberna de
Ambrosio para tratar de investigar que estaba pasando en
los calabozos. Cada día se reunía la milicia para beber y
conversar entre ellos. Sería fácil averiguar alguna cosa,
estaba convencido que Antonia estaría al corriente de
todo. Era difícil que esta mujer no hubiera escuchado la
conversación de la tropa.
Pero antes debía informar a Balsamo de todo lo
sucedido, tenía que estar preparado para iniciar el viaje
en cualquier momento, antes de que alguien se presentara
en casa buscándonos, en ese caso todo habría acabado sin
remisión.
Entré en casa a pie juntillas para no llamar la
atención, el alba estaba cercana y debíamos tenerlo todo
preparado. El joven seguía durmiendo en el catre y decidí
despertarle sin contemplaciones.
- Balsamo tenemos que hablar urgentemente,
despierte.
- Buenos días, ¿qué ha pasado?, le veo a usted con
mucho desasosiego, tranquilícese y cuénteme que ocurre.
- Tenemos un gran problema, se ha descubierto la
desaparición de Pedro y su mujer, y han encarcelado a la
abuela y a la prostituta que topó con usted la primera
noche.
- Diablos, que mala suerte y en la reunión de esta
noche, ¿qué ha sucedido?
- Me han comunicado el problema, al parecer las
autoridades están investigando quien los estuvo visitando
aquellos días. Después de torturar a la prostituta se
llevaron a la anciana y están interrogándola.
- ¿Han podido averiguar algo de nosotros?
211
- De momento parece que no, pero la abuela no
aguantará mucho y hablará.
- ¿Y de Agustín, saben algo?
- No era mucho de fiar pero de momento no ha
sido relacionado con nada, solo las dos mujeres están
detenidas.
- ¿Qué vamos ha hacer ahora? no podemos
posponer más el viaje - comentó Balsamo.
- Ya lo sé, pero no podemos dejar en la estacada a
la pobre anciana, debemos hacer alguna cosa por ella, he
pensado en realizar algunas preguntas al dueño de la
taberna, seguro que su mujer nos podrá informar.
Balsamo con las manos en la cabeza daba vueltas
alrededor de la habitación, su inquietud era agobiante, no
podía creer lo que estaba pasando.
- Mire señor Ainoza, sé que es muy duro para
usted, pero no podemos hacer nada por ella, si no
empezamos ahora con nuestro viaje lo maldecirá toda su
vida, es posible que queden solo horas para que vengan a
prenderle.
- Prendernos, querrá decir, saben que éramos dos
los que estuvimos implicados, así que debemos resolver
esto juntos.
- Maldita sea, yo no puedo acabar así con mi
carrera, si no quiere hacer el viaje huiré ahora mismo
fuera del país.
Traté de serenar los ánimos del joven,
humanamente era imposible salvar a la anciana si no me
entregaba, pero seguía teniendo la duda de que la
culparan de cómplice.
- Tranquilícese Balsamo, está amaneciendo, déme
usted unas pocas horas para averiguar algo más en la
taberna y le prometo que cuando vuelva tomaremos la
mejor resolución posible.
212
- ¿Y si vienen a buscarnos mientras está usted
fuera?
- Póngase una de mis túnicas y acérquese a casa
de mi amigo Mario, el marinero con el que estuvimos
comiendo hace unos días. Cuando finalicé mi indagación
iré a buscarle y tomaremos una decisión, ¿de acuerdo?
- Si dentro de cuatro horas no ha regresado,
recogeré a mi mujer y saldremos del país por el medio
más rápido que encontremos, eso es lo máximo que
puedo hacer por usted en estos momentos.
- De acuerdo, pero antes lo dejará todo preparado
para no perder tiempo si hiciera falta.
Tenía el estomago encogido, no podía acabar todo
de esta forma, era muy injusto después de tantas horas de
trabajo ocupadas en el experimento, mi cabeza decía una
cosa y mi corazón otra, pensé que era una pesadilla, esto
no podía estar realmente pasando. La rabia contenida
durante estos años me hizo dar un puñetazo en la mesa
mientras maldecía a Dios en mi interior.
Me dispuse a salir para dirigirme a la taberna,
tomamos un vaso de leche casi sin mirarnos, la estancia
estaba en silencio, nuestras caras reflejaban el temor y la
duda de lo que iba a acontecer.
- Balsamo, debemos irnos, salga usted primero y
vaya a casa de Mario, yo lo haré unos minutos más tarde.
- Recuerde maestro, debe volver antes de las dos
de la tarde, si no es así, partiré inmediatamente.
- No se preocupe, allí estaré.
Unos minutos más tarde tomé rumbo a la cantina,
me introduje por las callejuelas más recónditas y di un
rodeo para que no se me viera por las calles principales.
- Buenos días señor Pirria - dijo Ambrosio al
verme entrar en la taberna.
213
Por suerte solo un par de tertulianos se hallaban
en esos momentos tomando unos vinos dentro del
recinto, suspiré aliviado y me senté en la mesa del fondo
como siempre solía hacer cuando iba allí.
- Buenos días Ambrosio, ¿qué tenemos de bueno
por el barrio?
- Todo va bien amigo, peleando siempre con la
gente, ya sabe usted, esta vida es así de dura.
- ¿Alguna noticia nueva?, no he visto ninguna
nave mercante por el puerto, debe estar todo muy
tranquilo.
- Pues sí, últimamente no hay mucho movimiento
en el puerto, sólo están los pescadores y salieron hace
horas a faenar.
- ¿Ninguna persona enferma conocida? - continué
tanteándolo con mucho tacto esperando que no tardara en
salir su mujer al oír que hablaba conmigo.
- No sabría decirle, ahora en verano está todo muy
tranquilo, la gente de alto linaje se ha ido a sus palacetes
de verano y al acabarse la siega pocos campesinos vienen
por aquí.
En esos momentos entró por la puerta Antonia,
que venía de la calle y estaba muy sofocada. Fue hacia su
marido que ya se encontraba en el mostrador y le
cuchicheó algo oído. Acto seguido se dirigió hacia mí
para saludarme con su voz chillona.
- Buenos días doctor, que tragedia más grande ha
ocurrido, vengo con el alma encogida, que desgracia por
Dios.
- ¿Qué le ha pasado señora?, siéntese por favor,
está usted muy nerviosa y le puede dar un vahído.
- Que pena más grande, me han dicho que Rogelia
la madre de Pedro “el herrero” ha muerto en prisión, se le
paró el corazón de golpe a la pobre anciana.
214
- ¿Qué hacía presa la pobre señora?, ¿qué había
hecho? - debía disimular y parecer que no sabía nada.
Esta bruja era peligrosa, no se le podía confiar ningún
secreto o al rato lo sabría toda Barcelona.
- ¿No sabe usted nada de lo que pasó el otro día?
- Pues no, cuénteme por favor.
- Mire, el otro día fueron a su casa y la apresaron
por culpa de una puta chivata que dijo haber visto cosas
extrañas por las noches en su casa, y como su hijo y su
nuera han desaparecido hace tiempo la han estado
interrogando.
- ¿Pero su hijo no estaba en Valencia? - continué
disimulando.
- Sí, pero se ve que hay algo extraño, cuentan que
dos individuos estuvieron saliendo y entrando durante
algunas noches en su casa y que toda la familia estaba
muy enferma.
- Yo mismo les curé de una enfermedad intestinal
que tenían, pero no he sabido nada más de ellos.
- El caso es que se dice por ahí que el herrero
podría estar metido en algún asunto feo, algún grupo de
herejes o contrabandistas, pero ahora se han quedado los
pobres crios solos con la vieja comadre.
- Es una pena, pero la vida siempre suele ser cruel
con las personas más desvalidas, déle usted el pésame a
la familia de mi parte.
- Así lo haré señor Pirria, por cierto, había oído
que estaba usted de viaje.
- Habrá oído mal, el que marchó a Londres fue mi
amigo y joven aprendiz que me ayudó durante una
temporada.
- Igual lo entendí mal, perdone la equivocación
pero estoy tan apesadumbrada que no se lo que me digo.
215
- Supongo que ahora enviarán a los soldados a
Valencia para prenderlos - le dije levantándome de la
mesa para marcharme.
- Dicen que están indagando entre todas las gentes
que pudieron estar esas noches por el barrio, es posible
que también le pregunten a usted doctor.
- Debo irme, tengo mucha tarea por delante,
despídame de su marido. Le deseo buenos días señora.
Salí del local con mucha prisa, lamentando lo que
había pasado, pero en el fondo sentía un gran alivio, esta
desgracia serviría para darme el tiempo necesario y poder
salir de viaje antes de que vinieran a preguntarme. Me
encaminé directamente a casa de mi amigo en busca de
Balsamo.
Llegué a casa de Mario antes del tiempo previsto
que me había dado mi aprendiz, llamé a la puerta y me
abrió su mujer, me abrazó y me hizo pasar dentro de la
sala donde Balsamo en pie miraba a través de la ventana
con las manos cogidas a la espalda.
- Amigo mió - dijo la señora - estoy al corriente
de todo, no sabe que pena más grande tengo, ¿cómo ha
ido todo?
- Bien, bien, no se preocupe, de momento estamos
a salvo.
Balsamo se dirigió hacia mi, nervioso con la cara
desencajada, parecía haber pasado un mal rato esperando.
- Cuénteme que ha pasado por favor, me tiene con
el alma en vilo.
- Se lo contaré por el camino, no quisiera
involucrar más a esta familia, puede ser peligroso para
ellos.
- ¿Dónde está su marido?
216
- Salió temprano a trabajar, no volverá hasta el
atardecer si la pesca se le da bien, ¿quieren ustedes
quedarse a esperarlo?, les prepararé algo para comer.
- No gracias, se nos hace tarde y hemos de
terminar unas cuantas cosas. Déle recuerdos a Mario y
dígale que dentro de un tiempo me pondré en contacto
con él, de momento es peligroso que nos vean juntos.
- Así lo haré, no se preocupe y tengan mucho
cuidado, el asunto anda un poco revuelto, lo he oído en la
lonja.
- Gracias y hasta pronto, le agradezco todo lo que
ha hecho por mí.
Salimos de casa de Mario intentando pasar
desapercibidos. El calor era asfixiante y Balsamo me
miraba continuamente esperando una explicación de todo
lo ocurrido.
- ¿Qué ha pasado Ainoza?
- Supongo que ya se habrá enterado que la madre
de Pedro ha muerto. Su viejo y cansado corazón no pudo
aguantar el interrogatorio, por lo que me han contado
están investigando a toda la gente de la zona y a los que
rondaron por allí durante esas noches.
- Entonces, ¿todavía no saben nada de nosotros? -
continuó preguntado.
- No, pero tienen a la prostituta y acabarán
visitándonos también a nosotros, lo que nos da poco
margen de tiempo. Lo importante es que lo tenemos y
hay que apurarlo al máximo.
- Vayamos pues sin retraso y empecemos de una
vez todo el asunto antes de que sea demasiado tarde.
- Estoy de acuerdo con usted, debemos empezar
en cuanto lleguemos a casa.
217
Capítulo 9º A TRAVÉS DEL ESPEJO
Por fin llegamos a casa, el nerviosismo seguía
reflejado en nuestras caras. Albergábamos la duda de si
habíamos levantado sospechas y como dos ladrones
cerramos toda la casa para empezar el viaje.
Encendí una sola vela en el laboratorio, la más
gastada para que se apagara al cabo de unas horas de
marchar y dejara el menor rastro posible de nuestro
tiempo pasado en el laboratorio.
- Ha llegado la hora Balsamo, ya no hay vuelta
atrás, ¿está seguro de que quiere hacerlo?
- No lo dude ni un momento, ha sido un camino
demasiado largo para echarme atrás.
- Pues empecemos ahora mismo, acerque a la
cama el espejo con el maletín y que la suerte nos asista.
Balsamo hizo caso omiso a mis palabras y lo
trasladó todo, lo depositó en la cama y extendió su brazo
y me ofreció su mano para estrechármela.
- Pase lo que pase, quiero que sepa lo orgulloso
que estoy de todas sus enseñanzas y lo agradecido de
tenerle como maestro y amigo. Nunca podré
218
corresponderle lo suficiente la confianza que ha puesto
en mí.
Estreché su mano y mirándole a los ojos le dije.
- Agradezco sus palabras, pero usted se ha ganado
a pulso poder entrar en la historia con todos los honores.
Nos sentamos uno junto al otro, pero a Balsamo
aun le rondaban algunas dudas y me preguntó antes de
empezar.
- ¿Qué debemos hacer si aparecemos en sitios
diferentes?, esta pregunta me ha estado dando vueltas a la
cabeza últimamente.
- Nos iremos juntos y usted me agarrará del brazo
en el momento que traspasemos la puerta del tiempo.
Pase lo que pase no debe soltarse de mí, así podremos
llegar juntos al mismo sitio y con la otra mano agarrará
fuertemente el maletín. Debe tener mucho cuidado,
nuestra vida depende de ello.
- Y el espejo, ¿cómo sabe usted que viajará con
nosotros?
- Asiré fuertemente el espejo con ambas manos y
al cerrarse la puerta irá con nosotros, así que haremos el
viaje los tres.
Había llegado el momento. Balsamo me agarró
del brazo izquierdo y tomó el maletín con el derecho, me
sonrió y profirió un largo suspiro para tomar aliento.
Tomé el espejo con ambas manos y lo acerqué a nuestros
rostros. Tímidamente nos veíamos reflejados en él a
causa de la poca luz que reinaba en la habitación.
- “PERI EM HERU RAN DUAT” - salieron
espontáneamente de mi boca, la suerte estaba echada.
Tragamos saliva al unísono y esperamos pacientemente
que ocurriera lo inexplicable.
219
Pasaron dos minutos, todo seguía igual, mi mente
empezó a preocuparse, ¿habíamos hecho algo mal?, ¿nos
habíamos olvidado de algo?
- ¿Esto es normal? - preguntó el joven con cara de
impaciencia.
- Creo que nos falta algo, hay un punto en el que
hemos errado, comprobemos de nuevo todos los
elementos que estén correctamente colocados.
Lo desmontamos todo: números, figuras y las
piezas que estaban encajadas, parecía que estaba todo
correcto. Entonces me pregunté si podía ser la fecha o las
palabras las que no eran correctas.
- Hay algo que no estamos haciendo bien, pero no
sé que puede ser, maldita sea, no es el momento idóneo
para este obstáculo, pensemos Balsamo.
El joven tocó y retocó todas las piezas una y otra
vez, no se nos ocurría nada, hasta que me vino a la
memoria el momento en que liberé la trampilla secreta
del maletín con el anillo. Recordé que debía de girar el
anillo una vuelta hacia la izquierda para que se abriera.
- Probemos de nuevo Balsamo, póngalo todo en
sus sitio y trataré de girar el anillo en su hendidura una
vuelta entera hacia la izquierda.
Traté de girar el anillo y efectivamente noté que
un mecanismo interior de la hendidura dejaba hacerlo.
Complete la vuelta y me dispuse a repetir las palabras.
- Hagamos la prueba rápidamente, el tiempo pasa
y tengo un mal presentimiento - le dije preocupado al
joven.
Nos colocamos otra vez en nuestro punto de
partida y empecé de nuevo con el sortilegio.
- “PERI EM HERU RAN DUAT”
De repente una luz cegadora inundó toda la
estancia, un resplandor increíble, las partículas de polvo
220
que flotaban en la habitación brillaban como luciérnagas
doradas y giraban continuamente. Apenas podíamos abrir
los ojos con grandes esfuerzos, era como un gran
estallido luminoso. No separábamos la vista del reflejo
del espejo cuando vimos que nuestros rostros se iban
diluyendo y difuminándose en él. De pronto un ahogo se
apoderó de nuestras gargantas, parecía que faltase
oxígeno en la habitación. La cabeza nos daba vueltas, un
gran mareo llegó hasta nuestras mentes, las caras ya no se
reflejaban en el espejo y desde su interior unas decenas
de brazos en forma gaseosa, como si de largas y delgadas
mangas de humo se tratara, nos envolvían hasta cubrirnos
totalmente, serpenteaban y nos agarraban tirando de
nosotros hacia el interior del espejo.
Unos chillidos sordos machacaban nuestros oídos.
De pronto un gran estallido, hizo desaparecer la luz
cegadora que nos rodeaba, algo tiró fuertemente de
nosotros en la oscuridad. Habíamos traspasado la puerta,
el silencio y la nada se apoderó de nuestros cuerpos, una
paz interior nos envolvía. Era lo más parecido a estar
muerto pensé, no sentía mi cuerpo, solo la mente seguía
funcionando, intentaba articular alguna palabra pero era
inútil, no podía encontrar a mi compañero. Mi mente se
fue apagando lentamente como si entrase en un profundo
sueño, la oscuridad se había apoderado de mí. Desperté
de golpe, una gran turbulencia de aire me arrastraba
volteándome y girándome a gran velocidad, como una
bala atravesando el cañón de un arcabuz. Luces de
colores se apagaban y encendían continuamente a mi
alrededor, me asfixiaba, no podía respirar, solo caía y
caía en un pozo sin fin, otra vez la inconsciencia hizo
presa en mi.
Abrí los ojos, el sol abrasador quemaba mi cara,
tuve que cerrarlos rápidamente, me sentía agotado física
221
y mentalmente. Estaba tendido boca arriba en algún sitio
blando y caluroso. Traté de girarme pero las fuerzas me
flaqueaban, al fin pude abrir los ojos lentamente, tenía los
labios llenos de arena. Alcé la vista al horizonte y pude
comprobar que no había nada a mi alrededor, solo un
inmenso océano de arena. Estaba en pleno desierto, la
temperatura era altísima y el ambiente irrespirable.
Busqué en la lejanía a Balsamo, no lograba
encontrarlo, mi cabeza daba vueltas y seguía mareado.
Por fin pude incorporarme, oteé el horizonte y logré
divisar un cuerpo tendido en la arena. Con gran esfuerzo
me desplacé hasta él, me caí de rodillas varias veces,
parecía que me hubieran apaleado, sin fuerzas, grité unos
metros antes de llegar al cuerpo inerte.
- Balsamo, Balsamo ¿es usted?
El cuerpo yacía inmóvil en el suelo, pude llegar
arrastrándome hasta donde estaba, era él, yacía tendido
boca abajo. Lo zarandeé como pude varias veces pero no
despertaba, tomé su pulso y respiré tranquilo, estaba
vivo.
Le di la vuelta para que no se asfixiara. Se fue
despertando lentamente, le propiné unas palmadas en la
cara para que volviera en sí. Tenía agarrado el maletín
con fuerza y se asustó al despertar. Había cumplido todo
lo que le ordené, pero yo no pude cumplir con mi
objetivo, el espejo había desaparecido.
- ¿Dónde estoy? - preguntó.
- Tranquilícese amigo, está usted bien. Nos
debemos de encontrar en algún desierto, solo vislumbro
arena a nuestro alrededor.
- ¿Ha salido todo bien maestro?, no logro
incorporarme, me encuentro muy cansado y abatido.
- Vamos a averiguarlo - dije mientras le ayudaba a
levantarse - y suelte el maletín, el viaje ha terminado.
222
Creo que hemos llegado a nuestro destino, tenemos que
buscar algún signo de vida.
Nos sacudimos la arena de nuestros cuerpos, el
calor seguía abrasando inexorablemente. Nos volvimos a
sentar y decidimos tomar un momento de respiro hasta
recuperar las fuerzas.
- Tengo sed, es increíble el calor que hace -
balbuceó Balsamo con el cabello enmarañado y suelto
tras el gran remolino que atravesamos durante el viaje.
- Lo lamento pero no tenemos agua y tengo otra
mala noticia que darle, no sé donde está el espejo, algo
no ha salido bien y es de vital importancia encontrarlo.
- Señor Ainoza, con este calor y sin agua no
llegaremos muy lejos y si dejamos que caiga la noche
será imposible encontrarlo.
Abrí el maletín, por suerte teníamos una opción
de urgencia, podíamos recurrir a una serie de frasquitos
que traje con infusiones que había preparado para utilizar
como remedios curativos.
- Tenga, beba un poco de esta solución contra
cólicos intestinales, no le hará daño y le servirá para
refrescarse la boca.
Bebimos un sorbo y nos pusimos en pie, todo lo
que alcanzaba nuestra vista era igual, grandes dunas de
arena hasta el final del horizonte, esto si que parecía la
nada, incluso llegue a pensar que estábamos muertos y
habíamos llegado al infierno.
Una pregunta asaltó mi mente ¿Por dónde
debíamos empezar a buscar el espejo?
- Seguiremos el rastro que he dejado en la arena,
debería de estar por esa zona, en algún momento del
torbellino pudo escaparse de mis manos y caer cerca.
- Me aligeraré de ropa, no soporto más este calor -
dijo el joven mientras el sudor recorría todo su cuerpo.
223
- No lo haga, será peor, el sol podría quemarle y
se resecará rápidamente. En los frascos no tenemos
suficiente líquido para sobrevivir mucho tiempo.
Caminamos lentamente tras las huellas que había
dejado hasta llegar al punto donde me desperté. Fuimos
girando lentamente oteando los alrededores, no se veía
nada ni siquiera una maldita piedra.
De pronto mi compañero me señaló hacia el este
de donde estábamos.
- Mire Ainoza allí, algo brilla como un reflejo
resplandeciente.
Nos miramos como si nos hubiéramos puesto de
acuerdo echando a correr hacia ese punto. Al acercarnos
un respiro de alivio salió de nuestras almas, era un canto
dorado del espejo que estaba enterrado en la arena y
brillaba con el sol.
Lo desenterramos con mucho cuidado para
comprobar que no había sufrido daño alguno, todas las
piezas estaban en su lugar y no faltaba nada, volví a
respirar tranquilo.
- Por un momento pensé que se había ido todo al
traste, no me perdonaría nunca que por mi culpa
hubiéramos perdido el espejo, es nuestro salvoconducto
para regresar y no debería haber tenido ese fallo.
- No se preocupe amigo, le podía haber pasado a
cualquiera, fue tremendo el impacto del viaje, no lo
olvidaré nunca.
Antes de guardar el espejo en su receptáculo
secreto, giré el anillo hacia la derecha una vuelta, lo
desacoplé del espejo y me lo coloqué en el dedo. Después
procedí a sacar todos los elementos restantes.
- El Ojo de Horus y la Pirámide los guardará
usted en cada uno de sus bolsillos. Los números los
guardaré yo en la bolsita. Debemos de llevar todos los
224
elementos por separado, así aseguraremos ante cualquier
peligro que no sean fáciles de perder.
Una vez todo guardado minuciosamente
decidimos esperar a que cayera la noche para continuar
nuestra marcha y no ser pasto de la voracidad de ese sol
fuertemente abrasante, ahora solo hacía falta decidir el
camino a tomar, pregunta que no tardó Balsamo en hacer.
- ¿Cómo sabremos donde dirigirnos si no tenemos
ningún punto de referencia?
- Cuando anochezca utilizaremos la misma
fórmula que hacen servir los navegantes cuando no
tienen brújula, nos guiaremos por las estrellas.
Al anochecer todo el calor del día se tornó en frió
y ventisca de arena, aun así decidimos seguir la estrella
Polar, era más probable encontrar vestigios humanos
hacia el norte del desierto.
Caminábamos lentamente, la tormenta de arena
era muy fuerte y venía de cara, lo que hacía más difícil el
camino. Los pies se hundían por completo en las dunas, a
veces hasta la rodillas, subíamos y bajábamos
interminables y costosas montañas de arena, cansados y
ateridos de frió decidimos, al cabo de unas horas, poner
fin a nuestra marcha e intentar dormir un poco.
Espalda contra espalda nos sentamos y tapamos
nuestras bocas con lo que pudimos para intentar dormir.
No sabíamos cuanto tiempo más teníamos que seguir la
marcha hasta llegar a un lugar civilizado y eso nos
preocupaba.
Me desperté con desasosiego, ya amanecía, la
calma había llegado, era el momento más plácido del día.
El sol estaba saliendo y no hacía frío ni calor, debíamos
aprovechar esas horas para seguir caminando.
225
- Despierte Balsamo, tenemos que seguir ahora
antes de que el sol esté muy alto y haga un calor
sofocante.
- Ainoza estoy agotado, lo poco que he dormido
no me ha servido de nada - contestó al despertarse.
- Ánimo, no hemos llegado hasta aquí para
rendirnos ahora, es usted joven y se recuperará.
Habíamos dejado nuestro calzado a unos metros
de distancia en forma de flecha indicando el norte, para
poder seguir la dirección adecuada, pero la arena los
había tapado, ahora solo faltaba encontrarlos y no fue
tarea fácil. Tras dar con ellos continuamos la marcha.
Estuvimos unas horas andando hasta que con el
sol de mediodía creí ver un espejismo a lo lejos, algo se
movía en la lejanía y se acercaba hacia nosotros.
No podía ver claramente de que se trataba, la
reflexión del sol hacía toda la visión borrosa y ondulante.
Indiqué a Balsamo la dirección y con las manos
resguardándose los ojos del sol, trató de ver lo que era, él
tenía mejor la vista que yo.
- Parecen camellos, una caravana de camellos, al
fin algo que no es arena, estamos salvados maestro.
- No se precipite, no sabemos que intenciones
tienen y para ellos somos gente extraña. Es seguro que no
hablan nuestra lengua, así que nos comunicaremos por
señas, procure no ponerse nervioso y déjeme hablar a mí.
Efectivamente al acercarse a nosotros pudimos
comprobar que era una hilera de camélidos, unos
cuarenta más o menos, portaban alforjas a ambos lados y
cerraba el séquito media docena de hombres armados con
lanzas. Gente de tez oscura, vestidos con túnicas blancas
y casco puntiagudo. Los que portaban los animales con la
carga iban con la cabeza rapada y llevaban una túnica
roja.
226
Los camellos estaban atados unos a otros
formando una larga hilera. El grupo aminoró la marcha
hasta llegar a nuestra altura, mientras los de la zaga
arreaban su montura para adelantarles y acercársenos.
Pude observar que aparte de las lanzas llevaban
todos espadas al cinto, parecían soldados uniformados.
La cosa no pintaba bien, agarré de la muñeca a Balsamo
y tiré de ella antes de que se intentara acercar a ellos.
- Calma amigo, son soldados, no se mueva y
déjeme hablar a mi. No gesticule, ellos no saben quienes
somos.
- Esto no me gusta nada - dijo el joven.
- No deben notar que estamos nerviosos ni que
tenemos miedo, ya se me ocurrirá alguna cosa.
Se apearon de sus monturas rápidamente y se
dirigieron hacia nosotros. Llevaban el borde de los ojos
pintados y sandalias entrelazadas con cuerdas hasta la
rodilla, el gesto de sus caras me hizo temer lo peor.
Nos rodearon totalmente y pusieron sus lanzas en
nuestra espalda. Uno de ellos se acercó hacia mí y puso
su frente casi tocando la mía en plan amenazador. Nos
pinchaban en la espalda con sus armas para intimidarnos,
mientras chillaban en algún idioma que no entendíamos.
- Haga lo mismo que yo Balsamo, arrodíllese y no
los mire a la cara, no deben creer que los desafiamos.
Caímos de rodillas y abrí los brazos en forma de
cruz para que vieran que no íbamos armados, pero el
cabecilla seguía chillándome con tono amenazador,
mirándonos con extrañeza y crueldad.
- Salúdelos agachando la cabeza varias veces
Balsamo, esto suele ser habitual en casi todas las
civilizaciones - le dije a mi amigo, que sollozaba como
un niño del miedo que tenía.
227
El jefe señalaba el maletín con su espada,
Balsamo lo había dejado caer al suelo del susto. Lo
recogí sin levantar la cabeza y se lo acerqué al individuo,
cada vez notaba más la punta de la lanza clavarse en mi
espalda, el miedo nos inundaba mientras seguían
profiriendo amenazadores gritos.
- No haga ningún movimiento brusco y déle todo
lo que le pida, esto se está poniendo muy peligroso.
- Estoy muy asustado maestro, creo que esto es el
fin, nos van a matar.
El jefe del grupo repitió varias veces la misma
frase señalando el maletín, entonces Balsamo
desencajado se derrumbó y mirándome muy asustado me
gritó desconsoladamente.
- Ábrales el maletín, por el amor de Dios, ábralo,
no ve que nos van a matar si no obedecemos.
Cuidadosamente abrí la bolsa de trabajo, con
lentitud lo acerqué hasta sus pies, mientras cuatro
soldados se disponían para atarnos las manos a la
espalda. Una vez maniatados nos palparon la ropa para
comprobar que no íbamos armados, fue entonces cuando
aliviaron nuestras espaldas de las lanzas. Recogieron
todo lo que había en nuestros bolsillos y lo guardaron en
las alforjas de uno de sus camellos.
El jefe hurgaba dentro del maletín, separaba las
cosas sin ningún tacto para averiguar su contenido, por
suerte no sacó nada de él, una vez comprobado lo ató
también al estribo del animal.
Nos alzaron bruscamente hasta ponernos en pie,
su cara era desafiante, ordenó a sus soldados que nos
ataran del cuello con una cuerda larga y nos amarraron a
sus monturas.
- Hemos tenido suerte amigo, nos van a llevar
prisioneros hacia algún lugar poblado, creo que de
228
momento hemos salvado nuestro pellejo. Debe
tranquilizarse, esa actitud no nos va a ayudar en nada.
- Perdone Ainoza, he pasado un mal rato, estaba
seguro de morir, lo siento. Pensé que iba a ser más fuerte
pero me he derrumbado.
- Trate de calmarse, tenemos que ahorrar fuerzas
para el camino.
- ¿Dónde cree que nos llevarán? - preguntó el
joven.
- No lo sé, pero por lo que veo vamos en
dirección opuesta a la que nos encaminábamos nosotros.
Dejaron pasar delante la caravana que llevaba la
mercancía y la siguieron a paso lento por el tórrido
desierto. Nosotros íbamos tras ellos, atados y caminando
penosamente, sin fuerzas hacia nuestro nuevo destino.
- ¡Ojala estemos cerca! sin agua no duraremos
mucho, yo estoy muy viejo para estas penalidades.
- No sé que es por - dijo Balsamo - que nos maten
ellos o que lo haga el calor del desierto.
- Deje de hablar Balsamo, gasta energías y le van
a hacer falta, además si nos oyen se podrían enfadar y
será peor.
Tras todo el día caminando agotadoramente por
fin llegó la noche, varias veces habíamos caído
desplomados en la arena por el cansancio, pero ellos se
apeaban de sus camellos, entre gritos y empujones nos
hacían levantar de nuevo. Un verdadero calvario que
estaba a punto de acabar con nuestras fuerzas.
Cuando empezó a anochecer los soldados
ordenaron detener la caravana, haciendo un círculo con
los camellos y obligándoles a postrarse para descansar.
En el centro procedieron a encender una hoguera, nos
ataron espalda contra espalda y nos sentaron cerca del
fuego. Un soldado se quedó a nuestro lado mientras los
229
otros se repartían la guardia nocturna, los personajes con
la túnica roja se sentaron todos juntos y sacaron varios
odres y canastos para ponerlos a su lado, se arrodillaron
en torno al fuego y juntando las palmas de la mano entre
si, se dispusieron a susurrar un buen rato algo parecido a
unos rezos.
La ventisca de arena ya había empezado, pero casi
no se notaba gracias a la disposición de los camellos. Se
iban repartiendo una especie de hogazas de pan plano y
oscuro, con uva, manzanas y otro tipo de frutas que
desconocíamos. Bebían de los odres mientras nosotros
los mirábamos con cara desfallecida.
Uno de ellos, algo más viejo que los demás se
acercó a nosotros con un odre en la mano y se arrodilló
para ofrecérnoslo, pero el soldado lo paró y le increpó
gritando varias veces, el hombre lo miró fijamente y le
dijo alguna cosa que le hizo retroceder, abrió el tapón y
escanció un buen chorro a cada uno de nosotros en la
boca, nos dirigió unas palabras que no entendimos, pero
se lo agradecimos.
- Gracias, señor, muchas gracias - le dije casi sin
fuerzas para hablar y agachando la cabeza en tono de
saludo.
- Debemos dormir Balsamo, tenemos que
recuperar fuerzas para mañana, no sabemos cuanto
tiempo más tendremos que andar, recuéstese junto a mi,
con el fuego a nuestro lado no pasaremos frío.
No tardamos nada en dormirnos, nuestros cuerpos
extenuados yacían en la arena. Totalmente agotados el
sueño pudo con nosotros, ni siquiera tenía fuerzas para
preocuparme por lo que nos podía pasar.
Un golpe nos despertó, era ya de día y la caravana
estaba a punto para continuar su marcha. Un soldado nos
ayudó a incorporarnos y nos señaló con la lanza hacia los
230
camellos para que nos pudiera atar. Había dormido
profundamente toda la noche, observé a Balsamo y lo vi
muy pálido y ojeroso.
- ¿Cómo ha pasado la noche?, he notado que a
veces se convulsionaba y hablaba solo.
- He tenido muchas pesadillas esta noche, además
no me encuentro bien, me duele mucho el estomago y la
cabeza.
- No se preocupe, debe ser por los efectos del sol
y la deshidratación, tiene que ser fuerte, no puede
rendirse ahora.
- Lo intentaré se lo prometo, si algo me ocurriera
jure que seguirá con el viaje, aunque solo sea por mi.
- No le va ha suceder nada, si un viejo como yo
puede aguantarlo usted también, hay que sacar fuerzas de
donde sea.
Nos ataron de nuevo a los animales y empezaron
la marcha tras las grandes dunas de ese gigantesco
desierto. Durante horas anduvimos sin parar, la gran
suerte que teníamos es que el paso lento y cansino de los
camellos tiraba de nosotros sin brusquedad y no era tan
costoso seguirles la marcha, pero notaba que Balsamo no
estaba bien, sus piernas flaqueaban y tenía la mirada fija
en la arena.
- ¿Cómo se encuentra?, le veo muy cansado.
- Creo que voy a desfallecer de un momento a
otro, estoy mareado y sin fuerzas - contestó.
- No se rinda ahora, siga se lo ruego. No creo que
tardemos mucho en parar a descansar, el ardor de este sol
los hará parar para beber.
Subíamos una enorme duna cuando Balsamo cayó
al suelo desplomado, el fuerte tirón al camello lo hizo
frenar y relinchar. El soldado que iba montado en él
volvió la vista rápidamente hacia atrás y al verle en el
231
suelo gritó a sus compañeros y paró. Se apeó y se dirigió
hacia él con cara de pocos amigos, le puso la punta de la
lanza en el cuello y gritándole le conminó a que se
levantara. Me acerqué a él y le ayudé.
- Un poco más amigo, aguante un poco más.
Con gestos le pedí que le diera un poco de agua,
nos dijo algo ininteligible señalando al horizonte tras la
gran duna que estábamos atravesando y volvió a subirse a
su camello, estaba claro que no iban a darnos de beber y
que debíamos seguir en esa dirección.
Tras la penosa subida se paró la caravana y se
bajaron todos de las monturas, caímos desplomados en la
arena, por fin un descanso, hablaban entre ellos, reían y
bebían. Al momento se acercó el mismo hombre que nos
había dado de beber esa noche y nos volcó un odre de
agua sobre las cabezas para refrescarnos.
- Gracias señor - le dije aunque no podía
entenderme - menos mal que hay una persona compasiva
entre tantos facinerosos.
Balsamo se incorporó y sentado en el suelo
trataba de respirar con normalidad, abrió los ojos y
mirando sobre lo alto de la duna comenzó a gritar.
- ¡Estamos salvados! ¡Estamos salvados! Mire
Ainoza ahí abajo, no parece un espejismo, dígame que
no.
Levanté la vista y mi sorpresa fue cuando en el
fondo al final de la montaña de arena que habíamos
penosamente subido se vislumbraba una especie de
pueblo con casas de barro y mucha vegetación a su
alrededor, a su lado una laguna que brillaba bajo el cálido
sol.
- Si, hemos llegado, por fin una sombra para
protegernos del sol, le dije que tuviera confianza y aquí
lo tiene.
232
- Pero maestro, esto no era lo que buscábamos, no
es más que un oasis perdido en el desierto.
- Es cierto, pero no creo que toda esta carga que
llevan sea para proveer un oasis, sería ilógico con tantos
soldados, debe de ser una parada para tomar fuerzas y
proseguir el camino.
Se volvió a poner en marcha la caravana y
nosotros tras ellos, fuimos bajando la extensa duna hasta
llegar al poblado. Una decena de casas hechas de adobe
de color rojizo se hallaban bajo una extensa planicie llena
de grandes palmeras y todo tipo de vegetación. A su lado
una laguna rodeada de cañas y algunas mujeres haciendo
sus tareas que iban con túnicas de color azul oscuro,
tapando sus cabezas.
Saludaron a toda la comitiva mientras nos dejaban
sentados alrededor de una palmera y se disponían a llevar
a sus camellos a beber agua. Se fueron todos dentro de
una de las casas de donde salió una vieja mujer y
acercándose a nosotros nos ofreció un cuenco con fruta y
un odre de agua. Un soldado nos desató y se quedó a
poca distancia para vigilarnos.
- Coma Balsamo tiene que recuperar fuerzas, los
dátiles tienen muchas vitaminas y le ayudaran.
Comimos afanosamente, bebimos y refrescamos
nuestras cabezas, era un alivio después de tan largo
camino. Balsamo se atusó el cabello, tenía barba de
varios días e incluso alguna cana, me miró y sonrió sin
mucho convencimiento.
- Ainoza, ¿sabe usted lo que daría por darme un
baño?, la arena dentro de la ropa me está matando.
- Podemos intentarlo, le dije.
Me incorporé y al ponerme en pie se acercó
rápidamente el soldado que hacía guardia, indicándome
con su lanza que me volviera a sentar. Con gestos
233
tocándome mi ropa y señalando hacia el lago quise
hacerle entender nuestras intenciones, solo queríamos
darnos un baño. Se quedó pensativo, no sabía si lo había
comprendido, pero alargó su brazo y sonrió. Nos
levantamos y nos dirigimos al agua mientras nos seguía
pinchando con la punta de su lanza en la espalda.
Nos despojamos de casi toda nuestra ropa y
caminando por la orilla pudimos darnos un baño
refrescante junto a los camellos que seguían bebiendo.
No más de dos minutos tardó el soldado en increparnos
con sus voceríos para que saliéramos del agua y
obedecimos sin rechistar. Nos hicieron sentar otra vez
bajo la palmera y nos ataron con sogas alrededor de ellas
para pasar la noche.
La oscuridad caía, los soldados hicieron una
hoguera cerca de nosotros y se dispusieron a montar
guardia en sitios estratégicos, no había nadie fuera de las
casas, solo se veían las luces que salían de sus ventanas y
el humo de las chimeneas. El murmullo de las
conversaciones imposibles de entender era el único
sonido que flotaba en el ambiente. La luna llena se
reflejaba en la laguna como algo fantasmagórico y
solitario.
- ¿Cree que nos van a matar?
- Supongo que no, no sería normal tomarse la
molestia de llevarnos tan lejos para luego matarnos.
- ¿Entonces a dónde nos llevan y para qué?
- Pues no sé si su idea es vendernos como
esclavos o quizás al vernos tan extraños y hablando una
lengua desconocida quieran llevarnos en presencia de
algún mandatario para interrogarnos, la verdad no sé que
decirle. Debemos de ser muy cautos, esta gente es fiel a
muchas de sus creencias religiosas y no podemos
ofenderles.
234
- Pero no nos comprenden, ¿cómo haremos para
poder explicarles quienes somos y de donde venimos?
- Por señas y por dibujos, no hay otra manera,
debemos hacerles entender que somos personas que
curamos a la gente y tenemos poderes sobrenaturales, si
no acabaremos de esclavos en alguna cantera.
- Todo esto se está complicando demasiado, no
entiendo como fuimos a parar tan lejos de nuestro
destino, ¿qué pudimos hacer mal, Ainoza?
- No tiene sentido, debíamos haber traspasado la
puerta y salir a la luz en la ciudad de Luxor de donde
viene el espejo. Algo pasó en el viaje que no logro
entender, pero ahora eso no tiene importancia, nuestra
misión principal es llegar allí como sea.
- No lo veo nada claro, es muy difícil que nos
lleven en presencia del Faraón, creo que es usted
demasiado optimista.
- No debe perder la confianza, ha estado a punto
de fallecer en el desierto y no ha sido así, ¿verdad?
- Tiene razón, sabíamos a lo que podíamos
exponernos, no le daré más vueltas al asunto, ahora
debemos dormir un poco, no sabemos lo que nos espera
mañana.
- Así es, procure descansar, le hace falta.
Dormimos toda la noche, a veces nos despertaban
los ruidos de los soldados y sus conversaciones, pero ante
la gran fatiga de nuestros cuerpos volvíamos a caer
dormidos, el calor de la hoguera aplacaba el frió que
hacía por la noche.
A la mañana siguiente nos despertó el ajetreo que
había a nuestro alrededor, los soldados preparaban sus
monturas mientras los demás sentados en el suelo oraban
y las mujeres todas de oscura tez llenaban los odres de
agua en la laguna. Debíamos emprender la marcha.
235
Bastante más descansados y repuestas nuestras
fuerzas fuimos atados nuevamente y enganchados a los
camellos, el horizonte que se veía tras del oasis era más
llano, como si el desierto se hubiera humanizado, aunque
seguía siendo el sol dueño y amo de todo el entorno.
Comenzó el camino, Balsamo había cambiado de
actitud, se le veía más animado, aunque supongo que en
su interior seguía con sus dudas y temores, realmente no
era una persona valiente, pero ciertamente quien lo podía
ser ante un futuro tan dudoso y enigmático.
Largas horas de calor y dura marcha nos estaban
dejando exhaustos, por más que miraba el horizonte solo
lograba ver arena, debía de contener mi desesperación,
no podía flaquear ahora, eso no ayudaría a mi
compañero, tenía que demostrar que era posible resistir
hasta llegar al fin de mi búsqueda sorteando todas las
adversidades necesarias.
A mediodía volvimos a hacer un alto para beber y
dejar descansar a los camellos, los soldados reían y
bromeaban entre ellos, no comprendíamos porque
estaban tan contentos después de tantas horas en el
desierto. Los demás, siempre con cara seria y adusta, solo
hablaban entre sí cuchicheando y en voz baja, fue
entonces cuando pensé que podría tratarse de algún tipo
de sacerdotes, pero no comprendía porque motivo
viajaban con los soldados y su enigmático cargamento.
Volvimos a emprender la marcha acabado el
descanso y seguimos el arduo camino hacia el sur. Las
sandalias me estaban destrozando los pies y me quemaba
la arena. Balsamo había dejado atrás su casaca junto a la
palmera, había decidido que era una carga para él, de vez
en cuando le preguntaba como se encontraba para poder
animarle, pero sin resuello siempre me contestaba
asintiendo con la cabeza.
236
Empezaba a caer la noche cuando a lo lejos divisé
un reflejo de luz muy grande que se iba haciendo más
intenso cuanto más anochecía. Unos enormes edificios se
adivinaban al fondo del valle, hacía rato que la arena
empezaba a cubrirse poco a poco de algo de vegetación,
era un terreno más duro y compacto. Conforme nos
íbamos acercando mi alma se iba sobresaltando, aquello
parecía una gran ciudad, por fin habíamos llegado.
- Mire Balsamo, estamos llegando a una ciudad y
parece muy grande.
- Si, la veo, fíjese en la entrada, hacen de pórtico
seis enormes obeliscos alineados antes de entrar en ella -
dijo el joven.
- Esto confirma mis sospechas – respondí -
estamos ante la ciudad sagrada de Luxor, al fin hemos
llegado a nuestro destino. Lo que no comprendo es
porque fuimos a parar tan lejos de aquí, tal vez lo hizo a
propósito mi padre para que no apareciéramos de repente
dentro de la ciudad, rodeados de tanta gente.
La caravana recorrió todo el tramo que quedaba
entre el jolgorio de los que la componían, unos rezaban
en voz alta y otros se expresaban con largos gritos
guturales de alegría antes de pasar por en medio de los
gigantescos obeliscos que franqueaban la entrada.
Nosotros con las fuerzas muy mermadas nos
mirábamos entre caras de asombro y de temor por lo que
estábamos viendo y por lo que nos esperaba dentro de
esta gran ciudad, pero al fin y al cabo habíamos llegado a
nuestro destino y eso era lo importante del viaje.
Dentro de la ciudad recorrimos sus calles
empedradas a través de grandes edificaciones de piedra y
estatuas de gran tamaño dedicadas a sus dioses hasta
llegar a unas pequeñas casas de adobe donde nos
esperaban más soldados. La gente flanqueaba nuestro
237
paso gritando y cantando de alegría mientras saludaba a
la comitiva.
- ¿Cómo haremos para que nos entiendan,
maestro? Esto va a ser más complicado de lo que
pensábamos.
- Estoy igual de preocupado que usted, va a ser
imposible poder explicarle de donde venimos, pero
debemos intentarlo como sea, nuestra vida depende de
ello.
- Quizás cuando vean lo que llevamos piensen
que somos sacerdotes o sabios procedentes de otras
tierras.
- Esperaremos primero a ver donde nos llevan y
decidiremos sobre la marcha. Sobre todo no grite ni haga
gestos extraños para que no piensen que queremos
atacarles o huir.
Nos desataron de los camellos y nos llevaron a las
puertas de una casa larga y con la fachada llena de
símbolos y jeroglíficos, donde unos grandes soportes se
encontraban llenos de lanzas alineadas unas tras otras y
una decena de soldados esperaban armados. Al frente de
ellos un militar con ropaje más vistoso nos hizo pensar
que se trataba de un oficial de alto rango.
El jefe de los soldados que nos habían traído hasta
allí se apeó de su montura y se acercó a él, doblando su
brazo hasta golpearse el pecho con el puño en forma de
saludo. El oficial escuchaba atentamente la explicación
de su subordinado y señalándonos se acercaron los dos
hasta nosotros, mientras otro soldado traía el maletín y
todo lo que llevábamos en los bolsillos para mostrárselo.
Se acercó a un palmo de nuestras narices y nos
recorrió con su vista en silencio con cara de extrañeza.
No lograba descifrar por nuestros ropajes de donde
procedíamos. De pronto empezó a preguntarnos cosas en
238
voz alta y en tono amenazador, no sabía que decirle, no
me entendería.
- Venimos de tierras muy lejanas, más allá de los
cofines de la tierra para hablar con el Faraón - contesté
con voz temblorosa.
Miró nuevamente a su subordinado y le gritó algo
que hizo que éste subiera rápidamente a su camello y
saliera disparado hacia el centro de la ciudad, mientras
tanto abrió el maletín y sacó todo lo que había dentro.
Otros soldados le trajeron un asiento y una pequeña mesa
que parecían hechos de madera y esparto, se sentó y puso
todo lo que encontró sobre la ella.
Observaba detenidamente todas las piezas y los
frasquitos que encontró en el interior, lo miraba todo con
asombro, no entendía para qué podían servir y tocaba con
su mano el exterior del maletín. Nunca había visto un
bolso de cuero tan bien trabajado y curtido. En esos
momentos tuve miedo, pensé que descubriría el espejo.
Volvió dirigirse a nosotros, esta vez con un timbre
de voz más agudo, casi gritando y nos señaló el suelo con
el dedo. Los soldados que estaban detrás de nosotros nos
empujaron para que nos pusiéramos de rodillas.
Teníamos las manos fuertemente atadas a la espalda, lo
que limitaba nuestros movimientos.
Se levantó de su silla y lentamente traspasó la
puerta del habitáculo hasta desaparecer, mientras los
guardias hablaban entre ellos y se saludaban, nosotros
yacíamos de rodillas en el suelo sin explicarnos que
estaba sucediendo.
- Han mandado un emisario para dar noticia de
nuestra captura, creo que estos hombres solo son la
guardia de la entrada a la ciudad y no tienen poder de
decisión, por eso han ido a buscar a algún personaje más
239
importante para que nos interrogue o nos lleven a su
presencia - dije en voz baja a Balsamo.
- Tengo miedo maestro, estoy seguro que
acabaran matándonos sin haber entendido nada de lo que
les intentamos explicar, y creo que si supieran nuestras
intenciones acabarían haciéndolo igualmente.
Seguíamos postrados de rodillas en el suelo, el
tiempo pasaba y nadie se acercaba a nosotros. La gente
que paseaba por los alrededores se paraba un momento
para observarnos y cuchichear. Para ellos éramos seres
extraños, solo los dos guardianes seguían impasibles
detrás nuestro. El sol era muy fuerte y nadie se había
dignado a darnos un poco de agua. Allí en medio de la
calle como perros atados parecían desvanecerse todas
nuestras inquietudes y ansias de sabiduría con las que
habíamos emprendido este viaje.
El sol estaba en lo alto y el calor era sofocante
cuando un soldado entró corriendo en busca del jefe de la
guardia. Éste salió al momento arreglándose el casco y
colocando al cinto su espada, pasó por nuestro lado sin
mirarnos y tras un grito hizo que se formara la guardia.
Se acercaban un grupo de soldados que portaban una
especie de cama con dosel, sujetada por cuatro hombres,
uno a cada esquina, como si fuera un trono portátil. Iban
ataviados con una túnica blanca, las cabezas rapadas y
los ojos pintados en color negro. Me fijé en la persona
que se hallaba recostada en el interior del trono, parecía
muy anciano, llevaba una túnica roja y en la mano
portaba un báculo pequeño de oro.
Los soldados lo saludaron hincando una rodilla en
tierra y golpeándose el pecho con el brazo, lo ayudaron a
bajar del pedestal y se apartaron caminando hacia atrás.
El jefe se acercó hacia él y lo saludó de la misma forma.
240
El anciano le hizo un ademán con la mano para que se
incorporara y mantuvieron una conversación.
Al finalizar se acercó a nosotros y esbozando una
leve sonrisa les indicó a los soldados que nos ayudaran a
incorporarnos. Dio vueltas alrededor nuestro mirándonos
de arriba a bajo, observándonos meticulosamente,
siempre en silencio hasta que el jefe de los soldados le
indicó con su mano todos los objetos que estaban sobre la
mesa. Se dirigió hacia ella con las manos a la espalda,
golpeándose con el báculo levemente. En ese momento
vimos como su cara cambió de forma tajante, dijo alguna
cosa al jefe de la guardia y este le contestó con su brazo
cruzado en el pecho en señal de saludo y obediencia.
Lentamente se dirigió hacia su medio de
transporte, se volvió a recostar en él, levantó la mano y
los porteadores levantaron la camilla. Dando media
vuelta se marcharon por donde habían venido mientras
toda la tropa se volvía a saludarlo rodilla en tierra. No
entendíamos nada de lo que estaba pasando, tanto secreto
estaba acabando con nuestros nervios, cerré los ojos en
señal de cansancio, estaba realmente destrozado pero
debía de pensar en algo, no podíamos rendirnos ahora.
A la orden del jefe cuatro soldados bien armados
nos hicieron levantar, pinchándonos con sus lanzas para
que camináramos. Íbamos andando a través de las vastas
calles de esa gran ciudad hacia algún destino que había
decidido el hombre de la túnica roja. Nuestros enseres
viajaban también con nosotros portados por uno de los
soldados, era la clave por lo que todavía seguíamos con
vida. La cara del anciano delataba su sorpresa al verlos y
eso me había dado la idea de que en un tiempo no muy
lejano habían tenido diferente dueño y el hombrecillo lo
sabía.
241
Íbamos pasando junto a grandes construcciones,
en cada recodo de las calles aparecían templos, grandes
bloques de piedra eran arrastrados con cuerdas para ser
depositados junto a las enormes construcciones que se
estaban levantando, era algo colosal, más que una ciudad
parecía un mausoleo dedicado a los dioses. Todo eran
riquezas, grandes estatuas rodeaban la ciudad como
vigilantes pétreos de este esplendor, miles de personas
trabajaban sin descanso para levantar esa gran obra
majestuosa que veían nuestros ojos atónitos.
- Estamos viendo como se construyó la ciudad de
Luxor amigo Balsamo, estamos viviendo la historia y no
podemos hacer nada para entrar en ella, es desesperante
toda esta situación, pero vale la pena solo por ver como
una civilización pudo levantar este imperio con medios
tan rudimentarios y solo con la fuerza de tanta gente que
dejó su vida en ello.
- ¿Dónde cree usted que nos van a llevar?, piense
algo mientras tanto, se lo ruego, si nos encarcelan todo
habrá acabado. Finalizaremos nuestros días como estos
pobres obreros transportando piedras, soy demasiado
joven para que mi vida acabe de esta manera.
- No se preocupe, estoy seguro de que nos llevan
en presencia de algún personaje más importante, somos
demasiado insólitos para ellos y necesitan saber más de
nosotros. Alguien cuyo encuentro no será algo nuevo,
tengo la corazonada de que nos llevaremos una sorpresa
mayúscula y que esta situación la han vivido
anteriormente.
- ¿Qué quiere decir con eso?, ¿piensa que saben
de donde venimos o quienes somos? No creo que
podamos entendernos nunca, para ellos solo somos
extranjeros, mano de obra de balde parar sus fines.
242
Balsamo enseñaba su parte negativa, fruto de la
desesperación y el miedo que había pasado, estaba
abatido, no veía más allá, pero yo presentía que nuestro
idioma había sido escuchado antes por estos habitantes
de las orillas del Nilo. No era momento de razonar con
mi aprendiz, sería mejor dejar transcurrir los
acontecimientos que se avecinaban para que se diera
cuenta de que estaba equivocado.
Lentamente nuestro séquito fue llegando a las
puertas de un colosal templo y unas largas escalinatas de
piedra precedían su entrada. A ambos lados de ésta se
elevaban dos grandes estatuas con la efigie de la diosa
Isis, que nos hizo levantar la cabeza para poder admirar
la increíble altura de las mismas y la majestuosidad de la
construcción.
Los soldados nos instaron a subir las escaleras,
mientras nos precedía el hombrecillo de la túnica roja. Se
paró un momento en el último peldaño antes de entrar al
templo, saludó con las manos juntas como si estuviera
orando y agachó la cabeza en señal de respeto. Entramos
los cinco dentro del recinto y dos guardias que presidían
la puerta se afanaron a cerrarla detrás de nosotros.
Entramos en una inmensa sala en la que habían
grandes murales de piedra pintada en varios colores, con
signos, dibujos de dioses y jeroglíficos. Grandes
columnas se elevaban alrededor de la sala y en el centro,
tallada también en piedra, había una gran nave marina
pintada con colores dorados. Estaba claro que nos
hallábamos en el templo de la diosa Isis, pero no
sabíamos el motivo.
Nuestras miradas se cruzaron con expresión de
extrañeza, no comprendíamos porque nos habían llevado
allí, yo seguía mirando todo mi entorno con cara de
estupefacción y maravillado por lo que veían mis ojos,
243
era todo tan real e impresionante que no podía articular
palabra alguna. Me encontraba inmerso en la historia sin
pertenecer a ella, esto lo hacía aun más fantástico y
gratificante. En esos momentos no tenía miedo por lo que
me deparara el futuro, solo pensaba que había merecido
la pena todo mi esfuerzo y poder admirar esta maravilla.
En ese momento nuestros vigilantes nos pusieron
las puntas de sus lanzas en la espalda y nos empujaron
para que nos arrodillásemos, el hombre con la túnica roja
se había ido tras el monumento de la nave central, por
unas escaleras y desapareció por ellas.
Se oyeron unos pasos que se acercaban a
nosotros, mientras las lanzas seguían pegadas en nuestras
nucas. Al momento notamos un profundo silencio, los
soldados se postraron también de rodillas junto a
nosotros, mirando hacia el suelo. Levanté la mirada
levemente sin mover la cabeza, ante mi vi un dosel
parecido al anterior, portado por cuatro soldados que
habían dejado suavemente sobre el suelo. Un anciano con
la cabeza completamente rapada, estaba recostado en él,
llevaba los ojos pintados completamente de azul y vestía
una túnica blanca. En su mano derecha portaba un
pequeño báculo dorado, coronado con una cabeza de
serpiente, cuyos ojos eran dos gemas rojas brillantes y
resplandecientes.
Habló con los dos soldados y se pusieron en pie,
nos hicieron levantar y acercarnos a unos metros del
venerable anciano. Éste nos miró, una sonrisa alargó su
rostro y con la mano izquierda nos señaló, como
esperando que habláramos.
- No sé quien sois vos señor - dije con voz serena
- venimos de los confines de la tierra para ponernos al
servicio del Gran Faraón, como sus más humildes
esclavos.
244
Balsamo me miró con cara de extrañeza, no
entendía porque le estaba diciendo tal cosa, pero yo sabía
lo que estaba haciendo, tenía muy claro que la manera de
poder introducirme en su mundo era a base de elogios y
entrega, aunque no tenía nada claro que me hubiera
entendido.
La escolta le ayudó a bajar de su transporte y se
acercó hacia nosotros lentamente, con paso cansino por
su avanzada edad. Me miró fijamente a los ojos y me
preguntó con voz entrecortada.
- ¿Tu nombre?
Todo mi cuerpo se estremeció, me quedé sin
habla, ese anciano estaba hablando mi idioma, era algo
increíble. Balsamo me agarró del brazo asustado, mi
mente volvió a funcionar al instante y recuperándome de
la impresión contesté rápidamente.
- Mi nombre es Francisco Ainoza y mi
acompañante se llama Balsamo, sería un honor saber con
quien estamos hablando para que nos de su bendición y
perdone la osadía de estos humildes humanos.
- ¿Qué hacéis aquí en tierra sagrada? - volvió a
preguntar sin hacer caso de mis palabras.
- Como os he dicho venimos de los confines de la
tierra y nuestro largo viaje ha llegado a su fin, hemos
encontrado lo que buscábamos y ruego aceptéis que
tengamos el honor de ser vuestros fieles esclavos.
El anciano se rascó la barbilla y paseando a un
lado y a otro de la sala parecía pensar en nuestras
palabras. Tuve la duda si realmente nos había entendido,
pero pronto lo supe.
- Hace muchas estaciones tuvimos el honor de
acoger a un hombre llamado como tu, nos enseñó muchas
cosas y nosotros a el también, pero tu no puedes ser el
245
mismo, yo le conocí y tenía otra cara, ¿no serás un dios
maligno que trata de engañarme?
Balsamo iba a decir algo cuando yo le puse la
mano en la boca para que callase, no era momento de
meter la pata. Mi corazón se encogió al escuchar lo que
el anciano me había dicho.
- No somos nada maligno, se lo puedo asegurar.
El que decís que se llama como yo no es otro que mi
padre, del cual hace años que no sé nada.
- Tendréis tiempo de demostrarlo, si en verdad no
mentís. El que llamáis vuestro padre era un hombre
bueno, nos enseñó a curar dolencias, a operar
enfermedades incurables y también nos enseño su lengua,
la lengua del otro mundo como el nos dijo.
- Sabéis gran señor cual es su paradero, es muy
importante para mí después de tantas penalidades.
- De eso hablaremos después de que me halláis
demostrado las intenciones que tenéis, y si sois realmente
quien decís.
- Apelo a vuestra benevolencia, por favor
decidme ¿qué fue de él?
- No toleraré más intromisiones - dijo el anciano -
las cosas se harán como deben hacerse, estáis hablando
con el sacerdote Sem y por el gran Horus que no
permitiré ninguna insumisión más.
Comprendí que debía guardar silencio, no debía
echar por tierra las posibilidades que teníamos de lograr
nuestro cometido, la suerte estaba con nosotros, nuestro
calvario había terminado por fin, solo era cuestión de
manejar correctamente el asunto y esperar un poco.
- Ahora me retiraré al Sanctasantorum para
meditar, seréis confinados en el Templo hasta que
hallamos decidido que hacer con vosotros y consultar con
los ministros del Faraón.
246
Una mezcla de inquietud junto a un sosiego
contenido llenó todo mi ser, los acontecimientos se
estaban desarrollando mejor de lo que pensaba. Desde
que habíamos llegado todo tipo de vicisitudes se juntaron
para que nos abocásemos a un fracaso sin vuelta atrás en
nuestra misión, pero ahora todo había cambiado. El curso
de los acontecimientos se parecía más a lo que yo tenía
previsto, ahora solo quedaba tranquilizar a mi compañero
y ponernos de acuerdo en nuestras consignas.
247
Capítulo 10º LA JOVEN DEIDAD
Seguidos por nuestra ahora guardia personal,
cuatro soldados nos llevaron a unas dependencias dentro
del templo, atravesamos largos pasillos angostos con la
única luz de las antorchas que portaban los dos vigilantes
que nos precedían, hasta llegar a una estancia muy
amplia a modo de habitación, donde habían dos hamacas
de madera llenas de almohadones de seda de varios
colores y en el centro había una mesa del mismo
material. Las cuatro esquinas estaban presididas por
efigies de sus dioses y dos lámparas de aceite, una
pequeña en la mesa y otra más grande colgada en la
pared donde se esbozaban dibujos en colores de escenas
de la vida cotidiana de la corte del Faraón. La luz era
pobre pero nosotros estábamos acostumbrados después
de tanto tiempo encerrados en mi laboratorio.
No nos dirigimos la palabra en todo el camino,
mirábamos asombrados todo lo que nos rodeaba, era tan
sorprendente que sobraban las palabras, sumergidos en
un mundo fantástico y deseando averiguar todo sobre el
gran enigma que estos antepasados nuestros consiguieron
descifrar y esconder a lo largo de los tiempos.
Era una estancia cerrada, no tenía ninguna salida,
solo el estrecho pasadizo por donde habíamos entrado. A
juzgar por las escaleras que habíamos descendido pensé
248
que se trataba de un piso inferior del templo, como un
sótano que al parecer, por las muchas bifurcaciones que
habíamos visto, era un lugar inmenso.
Dos de los soldados se marcharon y los otros dos
quedaron en la puerta de entrada para hacer la guardia.
Sí, estábamos cautivos, pero las condiciones del lugar
denotaba que no era una mazmorra, si no un lugar de
recogimiento en espera de algo que no lográbamos
imaginar. Me tranquilizaba el trato recibido, estaba
seguro que querían saber de nosotros y que ya habían
pasado por este trance alguna vez.
Cansados y muertos de hambre nos sentamos en
una de las camas. Después de atusarme mi blanca barba
miré a mi compañero que noté cansado y extenuado e
intenté tranquilizarlo.
- Amigo, creo que debemos serenarnos, pienso
que nuestra búsqueda comienza a partir de ahora, debe
olvidar todos los malos momentos pasados y empezar a
pensar que nuestro camino ha llegado al lugar indicado.
Si hubieran querido acabar con nosotros ya lo hubieran
hecho, pero tengo la certeza de que en estos momentos
está siendo informado el Faraón de nuestra llegada.
- Estoy de acuerdo con usted, pero aun tengo el
miedo en el cuerpo, nunca pensé en pasar tales
vicisitudes, espero que haya valido la pena.
- Ahora debemos tranquilizarnos y pensar lo que
queremos explicar cuando nos reciban para interrogarnos,
tenemos que ser muy prudentes, hay que escuchar y
sobre la marcha les contaremos lo que nos interese que
crean de nosotros.
En esos momentos entraron cuatro mujeres, todas
ellas vestían túnicas blancas, llevaban un excelente
maquillaje que resaltaba sus caras menudas y jóvenes,
con una larga cabellera negra y unas arquetas de madera
249
en sus manos. Tras ellas un par de sirvientes, uno con una
jofaina llena de agua y otro con una bandeja de plata
repleta de todo tipo de frutas, fue entonces cuando por fin
vi sonreír a Balsamo después de tantos días de agobio.
Depositaron la bandeja de frutas en la mesa
central junto a una gran jarra también de plata y dos
copas del mismo metal, eran dos hombres de piel muy
oscura, africanos tal vez, de gran corpulencia y
considerable altura, un arete de metal colgaba de sus
grandes y achatadas narices. Luego se acercaron a
nosotros y mientras las mujeres permanecían de pie tras
la mesa, se dispusieron con gran cuidado a despojarnos
de nuestras vestimentas, sucias y harapientas hasta
dejarnos desnudos. Mi compañero se tapó con las manos
sus genitales con evidentes signos de rubor y volvió su
cara hacia mí esbozando un gesto de ignorancia e
incredibilidad.
- No se preocupe joven amigo, tienen miedo de
nosotros, quizás piensen que nos han enviado dioses
malignos, pero está claro que quieren asearnos para ser
presentados a alguien importante cercano a su Faraón y
así poder asegurarse de quienes somos.
- Espero que esté usted en lo cierto pero no me
hace ninguna gracia estar desnudo y desprotegido ante
tanta gente, soy bastante pudoroso.
Nos señalaron una parte del habitáculo para que
nos dirigiéramos hacia allí, una gran cortina de seda
negra cubría ese rincón. Uno de los altos hombres de
color la retiró y nos indicó que entráramos, en el suelo
nos encontramos con una especie de terma parecida a un
aljibe, entramos en ella con cuidado y permanecimos de
pie con el agua hasta las rodillas.
Los dos hombre procedieron entonces, uno
aguantaba una jofaina con un líquido amarillento y de
250
muy buena olor, mientras el otro con una esponja marina
en su mano la introdujo en el agua hasta quedar
empapada, luego con delicadeza y precisión comenzó a
restregarla por el cuerpo de Balsamo mientras este seguía
tapándose sus genitales con las dos manos. Era una
especie de espuma lo que chorreaba por su cuerpo al
restregar la esponja y poco a poco fue aseándolo mientras
la suciedad iba a parar al agua del aljibe.
Realmente mi compañero estaba pasándolo mal,
nunca pensé que un hombre con tan pocos escrúpulos
tuviera tanta vergüenza y recato con su cuerpo, traté de
romper el hielo para que se sintiera más cómodo.
- Venga amigo, no se preocupe, estoy seguro de
que muchas mujeres le han visto desnudo y no ha pasado
este rato tan vergonzoso que estoy viendo.
- Lo sé maestro, pero nunca me había aseado un
hombre y jamás pensé que lo haría, es contranatural y
humillante.
- Pero no debe preocuparse - dije esbozando una
sonrisa burlona - estos esclavos son eunucos, me he
fijado en uno de ellos al abrir la boca y no tienen lengua,
según la historia se les prohibía hablar y además eran
castrados, con lo cual podían hacer tareas que a otras
personas no se les estaba permitido. No debe tener
miedo, no le harán nada que le pueda humillar -
volviendo a sonreír al mirar su cara de espanto.
- No es momento para bromas Ainoza, no tiene
ninguna gracia, no me parece bien ni correcto que un
hombre haga estas tareas, ni que alguien dude de mi
honorabilidad como hombre.
- Era una broma amigo, no se lo tome usted a la
tremenda, después de lo vivido estos días debe relajarse y
disfrutar de todo lo que ve y siente, es una ocasión única
para ello.
251
Una vez acabado con Balsamo empezó conmigo
mientras mi amigo se sumergía en el agua para
deshacerse de toda la espuma que quedaba en su cuerpo.
Tras secarnos con unos lienzos fuimos conducidos hasta
donde estaban las cuatro hermosas mujeres y sus
arquetas.
Las abrieron y sacaron de ellas dos especies de
faldas cortas hasta la rodilla y unas telas alargadas con
las que nos vistieron ellas mismas, primero la parte baja y
luego las telas a forma de túnica cruzada y sujeta con un
broche lateralmente que tapaba todo el torso menos un
lado del hombro. Sentí en mi cuerpo esas gasas suaves y
limpias, de un blanco casi celestial. Agradecí esa
sensación de bienestar que por fin sentí en mi cuerpo
después de tanto tiempo pasado en la arena. Al finalizar
nos pusieron en nuestros pies una especie de sandalias de
cuero acordonadas un palmo más arriba del talón.
Nos ofrecieron sentarnos en la mesa central y nos
acercaron las bandejas de fruta, luego nos sirvieron en las
copas metálicas un líquido semejante al vino y se
retiraron rápidamente junto a los dos eunucos que habían
estado recogiendo nuestras ropas sucias. Sólo quedamos
los dos en la estancia y los vigilantes seguían en la
puerta. Más tranquilos comimos hasta saciarnos y
disfrutamos de aquel vino dulce de color tostado y
oloroso, era momento de hacer algunas reflexiones.
- Doy por sentado que estos individuos saben algo
sobre el paradero de mi padre, están ocultando alguna
cosa, pero no pararé hasta que me lo digan, es muy
extraño el cambio en la manera de tratarnos, creo que no
somos los únicos que deseamos averiguar lo que aquí se
esconde.
- ¿Quiere usted decir que puede estar prisionero
por algún motivo y no quieren decirlo?
252
- No lo sé, pero hay algo extraño en su
comportamiento que me está dando vueltas por la cabeza
y no consigo deducir que puede ser.
- Quizás su padre desveló algunos misterios que
ellos no querían airear. Secretos y enigmas de sus dioses.
- Lo averiguaré aunque me cueste la vida, ahora
repongamos fuerzas para poder seguir con nuestro
cometido, nos esperan acontecimientos muy importantes
y debemos estar preparados para ello.
- ¿En presencia de quien cree que nos llevaran
para interrogarnos?, ¿quizás ante el mismísimo Faraón?
- No lo creo, primero supongo que debemos
comparecer ante sus grandes sabios, sacerdotes o
militares, deben estar seguros que no vamos a hacerle
ningún daño a su divinidad, ante todo debemos escuchar
y averiguar que es lo que saben exactamente.
Me levanté de la silla para poder examinar más
detenidamente la sala, después de tan agradable ágape me
sentía mucho mejor. Pude comprobar que la estancia era
muy grande pero austera como debe ser una habitación
de un templo donde hacer sus quehaceres diarios, solo los
grandes dibujos y jeroglíficos de las paredes llamaban la
atención y con aquella luz tan tenue parecía una sala de
las que tantas veces vi en los dibujos de los apuntes de mi
progenitor, se asemejaba a los compartimentos estancos
del interior de una pirámide.
Balsamo se había recostado mientras tanto en uno
de los divanes y se había quedado dormido, el cansancio
pudo con él, andaba escaso de fuerzas después de tantas
emociones. Decidí sorber un último trago de aquel
maravilloso elixir y recostarme también en el otro diván,
debía esperar los acontecimientos con calma y un
descanso era lo oportuno en esos momentos.
253
Cerré los ojos lentamente y con la imagen del
recuerdo de mi padre caí en los brazos de Morfeo sin
darme apenas cuenta, las imágenes de toda mi vida
pasaron por mi mente, no era una pesadilla, simplemente
un resumen de la vida tan dura que me tocó vivir y que
yo acepté con toda resignación para poder averiguar los
límites de la medicina y los del ser humano. Debía
ayudar a todos en lo que fuera necesario.
Abrí los ojos de golpe, asustado y sudoroso, no
sabía donde me encontraba, alcé la vista y comprobé que
seguía en la misma habitación y que mis vigilantes no se
habían movido de su sitio, no sabía cuanto tiempo había
pasado desde que me quedé dormido. La misma luz de
las lámparas y sin ninguna ventana, hacían imposible
saber la hora ni el día en que nos hallábamos, solo
recordaba los sueños que había tenido y al final de ellos
una pesadilla, la de que mi padre estaba muerto.
- Despierte Balsamo - le dije a mi amigo
zarandeándolo del brazo - tenemos que hablar de algunas
cosas importantes.
- ¿Qué hora es? me quedé dormido mientras usted
paseaba por la habitación y he perdido la noción del
tiempo.
- No tengo ni idea del tiempo que hemos dormido,
pero creo que ha sido mucho, ahora debemos acordar lo
que tenemos que decirles, antes de que vengan a
buscarnos y no creo que tarden mucho. Como puede
comprobar sólo tenemos un vigilante en la entrada,
supongo que el otro fue para avisar de que habíamos
despertado.
- Dígame que cree que es lo más acertado, algo
que se parezca a la que contó su padre al venir aquí, sería
muy conflictivo que creyeran que estamos mintiendo.
254
- Por eso debo pensar que pudo decirles mi padre
para ganar su confianza, debo razonar del mismo modo
como si estuviera dentro de él. Aunque nunca supe todo
lo que pensaba, sé que creyó que lo mejor sería decirles
la verdad, a su manera claro. Debían ser palabras que
pudieran entender, la diferencia de épocas es demasiado
grande y no creo que quisiera ser tomado como un brujo
maligno o algo parecido.
- Será mejor que hable usted, yo podría
equivocarme, yo solo contestaré cuando me pregunten a
mí, le seguiré el juego de todo lo que diga. Si me
presenta como su ayudante ellos se dirigirán a usted
directamente.
- Así lo haremos, no se preocupe he salido bien
parado de muchas situaciones conflictivas, la vida me ha
enseñado mucho y de momento no han podido conmigo.
En esos momentos entraron a la estancia cuatro
soldados y dos sacerdotes con una túnica naranja, eran
los dos muy jóvenes y también llevaban la cabeza rapada.
Se dirigieron hacia nosotros y nos invitaron con gestos a
que les acompañáramos y respondimos con el mismo
saludo juntando las dos manos y agachando la cabeza.
Fuimos tras ellos con los dos guardias que nos seguían y
recorrimos el estrecho pasillo hasta llegar a la sala
principal donde habíamos sido recibidos por primera vez.
Cuando llegamos al centro del amplio mausoleo
vimos que delante de la nave central se encontraban ocho
personas sentadas en sus majestuosas sillas. Seis
sacerdotes ancianos, cinco de ellos con la túnica blanca y
el otro con una túnica dorada. Flanqueándoles en sus
asientos había dos militares con arneses de cuero,
adornos dorados, que llevaban gorros de cuero redondos
y alargados, acabados en punta. Nuestros vigilantes nos
255
hicieron hincar las rodillas en el suelo y nos bajaron la
cabeza para que no los mirásemos a la cara.
Me había dado tiempo de observar todos los
detalles necesarios para mis apuntes, antes de hacernos
humillar en el suelo. Llevaban en su mano derecha un
báculo dorado rematado con una punta de marfil
semejando la efigie de un lobo y todos tenían la cabeza
afeitada, con los bordes de los ojos pintados de color azul
muy llamativo. El del centro con la túnica dorada portaba
en el cuello un collar de oro y de éste sobresalía la figura
de un sol de doce puntas semejante al de mi anillo. Esto
me hizo comprender algunas cosas.
Comenzó hablando en voz baja con las
autoridades que lo flanqueaban y tras observarnos
detenidamente me señaló con su báculo. Su voz, aunque
grave y en tono bajo, resonó en toda la sala como un eco
ensordecedor.
- ¿Quién eres extranjero, y de dónde vienes?
Contéstanos la verdad y seremos benévolos contigo y tu
criado, estás ante el consejo de la ciudad divina de Egipto
y los dioses están con nosotros. Habla, nosotros
entendemos tu lengua.
Miré de reojo a Balsamo, comprobé que seguía
arrodillado mirando hacia el suelo y me dispuse a
levantarme para contestar, al momento el guardia que
tenía a la espalda clavó la punta de su lanza en mi cogote
y comprendí que debía hablar en esa posición, sin mirar
nunca la cara del sacerdote.
- Mi nombre es Francisco Ainoza y soy viajero en
el tiempo, vengo de otros pueblos allende del mar y de
otra época futura. Tres mil años después de vuestro gran
imperio.
Iba a continuar cuando me interrumpió el Gran
Sacerdote en tono sarcástico y riendo a carcajadas, al que
256
se unieron el resto de sus acompañantes sentados en sus
tronos.
- ¿Crees que somos ignorantes? quizás piensas
que puedes engañarnos.
- Nunca se me ocurriría pensar tal cosa, os digo la
verdad, si no me creéis ponedme a prueba y os lo
demostraré.
- Necio, ¿intentas decirme que eres un dios y
puedes viajar en la nave del Inframundo igual que Osiris?
- No soy ningún dios, ni vengo enviado por
ninguno de ellos, soy simplemente un mortal que
encontró la llave para poder viajar a través del tiempo y
buscar a mi padre. He venido para ponerme al servicio
del Faraón en todo lo que sé y pueda enseñaros a cambio
de que me instruyáis en vuestra cultura.
- ¿Qué eres entonces, un brujo, un espíritu
maligno? pagarás cara tu osadía con la muerte, mentirme
a mi es como engañar a nuestro sumo sacerdote, el gran
Tutmosis y a todos nuestros dioses.
Balsamo temblaba, estaba muy asustado,
comprendí que no iba por buen camino, tenía que
convencerle pero sería nada fácil. En su cultura todo lo
que no provenía de sus dioses era pagano y por lo tanto
enemigo del Imperio.
- Gran Sacerdote, ruego me dejéis demostrar todo
lo que antes he podido explicar con vuestra benevolencia,
no soy ningún espíritu maligno, solo soy un médico que
cura las enfermedades del cuerpo igual que lo fue mi
padre.
- ¿Por qué dices que buscas a tu padre?
- Estoy seguro que hace unos años mi padre, que
se llamaba como yo, convivió con vosotros. Él me dejó la
clave para poder venir hasta aquí, pero desconozco su
paradero.
257
- Dices que estuvo entre nosotros, ¿acaso era un
viajero del inframundo como vosotros? explícame como.
- Señor, si comprobáis nuestras pertenencias, las
que nos fueron confiscadas por los soldados, podréis
comprobar que poseemos una serie de objetos sagrados
con los que hemos realizado dicho prodigio.
- ¿Te refieres a este odre de piel lleno de líquidos
extraños?
- Si, a ese me refiero, dentro hallareis todas las
claves de nuestro viaje. Todo este material era de mi
padre y me lo dejó al desaparecer.
- Todo esto no es más que elixires o venenos, no
podréis engañarme, no hay nada de sagrado en todo ello.
- Mirad todas las estatuillas y objetos que hay en
el fondo de la bolsa y podréis comprobar que no miento.
Un soldado vació todo el contenido del maletín y
fue depositando todas las piezas en el suelo, delante de
sus pies uno por uno. Fue entonces cuando se hizo un
gran silencio en toda la estancia, durante unos minutos
oía como conversaban entre ellos en su lengua y luego
volvió otra vez el silencio.
- No mientas, ¿de dónde han salido todos estos
objetos sagrados?
- De mi padre, ya lo he dicho antes, no osaría
mentiros, sé que en ello me va la vida, creedme os lo
ruego.
- Estas piezas fueron robadas hace años de la
cámara secreta del Gran Faraón, decidme como sabíais
para que servían o moriréis.
- Sé que mi padre hizo más de un viaje con ellas a
esta época del tiempo, estoy seguro. Dejó toda la
información para utilizarla en unos libros y papiros que
me fueron entregados junto con todo ese material,
también dejó escrita la fecha en la que debía venir y por
258
ello he viajado, para averiguar qué hizo el aquí y por qué
debía venir yo.
Fue entonces cuando me dijo levantándose de su
asiento y acercándose hacia mí con paso lento y cansino.
- Levanta y mírame a los ojos, contesta, ¿dónde
está el espejo?
- Está perdido en el desierto donde fuimos
capturados, estábamos buscándolo cuando vimos la
caravana venir hacia nosotros.
- No mientas gusano, nadie puede utilizar el
conjuro sagrado sin poseer el número secreto, nadie sabe
como se fabrica. Sólo el Sumo Sacerdote y nosotros
sabemos resolver la cábala.
Me miraba fijamente a los ojos, su anciana cara
tenía un gesto de indignación, tuve miedo que creyera
que le estaba engañando con el espejo, pero era una
opción que no debía descubrir. No debía enseñar todas
mis cartas, ya que éste era nuestro único salvoconducto
para regresar y no estaba dispuesto a entregárselo.
- Soy médico y alquimista. Logré fundir el
número con las cenizas del Faraón y resolví el enigma,
podéis comprobarlo entre las piezas que hay en el suelo.
- ¿Acaso tu eres un sabio como nosotros?
¿Quieres que te arranquemos la lengua por no decir la
verdad?
- Jamás os mentiría, he venido para ser vuestro
amigo y ayudaros en todo lo que mandéis, no me
atrevería nunca a mentir a un sabio como vos.
- Explícame una cosa, si el Faraón no está muerto
¿como puedes tener sus cenizas y haber resuelto el
enigma?
- De la época de donde yo vengo, del Faraón solo
quedaban sus cenizas después de tantos siglos de su
259
muerte, si no preguntad a vuestros galenos y me darán la
razón.
- Si eso es verdad, ¿quién profanó su tumba para
robar todos sus bienes terrenales? acaso, dudáis del
trabajo de nuestros embalsamadores. El cuerpo de un
Faraón nunca se corrompe. Quizás también lo quemasteis
- Nada de eso es cierto, nunca profanaría la tumba
de un dios, las cenizas estaban en una urna y son las de
sus vísceras, éstas sí que se convierten en cenizas.
- Sabéis demasiado, debo consultar con el
Consejo para decidir que hacemos con vosotros. Mandaré
a la guardia al desierto en busca del espejo y rezad a
vuestro dios para que aparezca, de lo contrario será
vuestro fin.
- Apelando a vuestra benevolencia - dije
poniéndome de rodillas - decidme por favor que fue de
mi padre, os lo ruego.
- Yo nunca he dicho nada de vuestro padre,
apartad y dejad de hacerme preguntas o mandaré azotaros
por vuestra insolencia.
Se alejó lentamente mientras los soldados
recogían las piezas del suelo y las introducían en un
pequeño cofre de oro. Los asistentes al interrogatorio
también se levantaron y entre conversaciones fueron
desapareciendo por el fondo de la sala. Los soldados nos
hicieron levantar con malos modos y nos escoltaron hasta
la habitación donde habíamos pasado la noche.
- Tranquilícese amigo - le dije al joven - lo peor
ya ha pasado, como puede ver saben mucho más de lo
que pensaba, quieren estar seguros de quienes somos,
antes de confesar la existencia de otro anterior viajero.
Balsamo aun temblaba, su poca experiencia en
asuntos tan complicados le hacían pensar que nos iban a
ejecutar allí mismo. No creía que tuviera preparada la
260
respuesta a la pregunta referente al espejo, sabía que
debía ganar tiempo por si las cosas se ponían peor.
Una vez sentados en el diván de la habitación el
joven rompió a llorar a causa del mal trago pasado y
entre sollozos balbuceó.
- Como se le ha ocurrido decirle que habíamos
perdido el espejo, podían habernos matado.
- No amigo, mientras no tengan el espejo en su
poder no nos harán nada. Hubiera sido nuestro fin si lo
entregamos, ahora debemos esperar que no lo encuentren
hasta que nosotros hallamos acabado nuestro trabajo o
ganado su confianza.
- Pero, debía habérmelo dicho, si me lo hubieran
preguntado a mí probablemente me hubiera derrumbado.
- Por eso no le dije nada, yo sabía que no se
dirigirían a usted, ellos creen que es mi sirviente o mi
esclavo.
- ¿Y qué haremos ahora?, mi corazón ya no
aguantará más sobresaltos, soy muy joven para morir.
- Descanse y no piense más en ello, ahora solo
queda esperar, ellos darán el siguiente paso y espero que
sea pronto, la próxima vez seré yo quien los asuste un
poco.
Pensativo me recosté y empecé a darle vueltas a la
cabeza pensando en la próxima comparecencia ante estos
seres desconfiados y temerosos de lo que no comprenden.
Ajeno a sus grandes creencias religiosas, otra vez el
fanatismo se volvía a cruzar en mi vida, nunca comprendí
porque mi agnosticismo era tan difícil de comprender y
de tolerar.
Mientras mi joven amigo seguía preocupado por
su vida. Nunca pensé que este hombre iba a soportar tan
desoladamente las adversidades de esta impresionante
aventura, creí que sus grandes ansias de poder le harían
261
tan fuerte como yo, pero me equivoqué, de todas maneras
serviría para mi empresa, era otra cosa la que yo buscaba
en él.
Traté de serenarlo y levantarle la moral, no me
interesaba que se derrumbase y echara a perder todo lo
que tenía planeado.
- Pensé que era usted un poco más valiente ante
las vicisitudes, después de lo bien que llevó su viaje
mental en la Selva Amazónica.
- No sé que me pasa, todo esto me supera, yo
también creía que este sería el viaje de mi vida, pero
tengo miedo, al fin y al cabo el viaje anterior no era
exactamente real y eso me dio fuerzas.
- No debe disculparse, sé que es muy duro, pero
debe sobreponerse y no demostrarles que tiene miedo,
será mucho mejor para las negociaciones.
- Lo intentaré amigo, haré todo lo posible para
que me vean sereno y tranquilo, pero aun tengo miedo,
cada vez que nos pinchan con sus lanzas se me cae el
alma al suelo.
- Debe creerme, no nos harán nada, somos
demasiado valiosos y quieren recuperar todo lo que les
fue robado, aunque dudo que mi padre lo hiciera. He de
intentar sonsacarles todo lo que saben.
- ¿De cree qué estarán hablando ahora, amigo
Ainoza?
- Supongo que dudan todavía que hacer, saben
que es verdad lo que digo, pero no se atreven a decírselo
todavía al Faraón hasta que no hayan recuperado todos
sus objetos sagrados, lo cual no nos interesa pues
entonces dejaríamos de serles útiles.
- ¿Cree que encontraran el espejo?
- Esperemos que no, si ha podido pasar
desapercibido tantos años en su escondite lo hará algún
262
tiempo más, de todas formas lo que está claro es que hay
varias personas que conocen nuestra lengua, esto refuerza
mi creencia de que mi progenitor o quizás alguna persona
más de nuestro tiempo han estado aquí.
- Mi teoría es que los visitantes fueron bien
tratados y se relacionaron, compartieron secretos y
aprendieron el idioma mutuamente - dijo Balsamo ahora
mucho más sosegado, sentado a mi lado.
- Por eso creo que no debemos temer nada, tarde o
temprano lo tendrán que decir para conseguir que les
contemos todos nuestros secretos, saben debemos
alcanzar un acuerdo mutuo o no lograrán su objetivo.
Pasaron tres días, tal vez cuatro, no lo podíamos
saber con exactitud en aquella estancia cerrada sin una
gota de luz natural y solo como referencia las veces con
que éramos agasajados con ricos ágapes y vino. A alguna
ocasión traían una bebida semejante a la cerveza pero
mucho más turbia y ropa limpia, solo salíamos de la
estancia para hacer nuestras necesidades orgánicas,
aunque nos tapaban los ojos con una venda y nos guiaban
hasta una pequeña salita donde un agujero en el suelo
servía para ello. No querían que viéramos la serie de
pasillos y entresijos que se hallaban bajo el templo,
evitando que pudiéramos escapar.
Balsamo seguía impaciente, la tranquilidad de
aquel receptáculo y su comodidad no eran objeto de su
complacencia, no paraba de repetir que estar preso en una
jaula de cristal no era suficiente motivo para estar
tranquilo y se desesperaba hasta perder la paciencia. Yo
sabía que el objetivo primordial del sacerdote era
encontrar el espejo y hasta que no lo hallara o agotara su
búsqueda, no volvería a encontrarse con nosotros.
A los pocos días nos encontrábamos comiendo y
charlando de botánica con mi aprendiz cuando me
263
percaté que entraban varios soldados a la estancia.
Sorprendidos no pusimos en pie, la guardia se apartó para
dejar paso al anciano sacerdote ante nuestras muecas de
asombro, rápidamente agarré a Balsamo por la nuca y lo
empujé hacia delante para que se pusiera de rodillas
como yo hice.
- Levantad, podéis mirarme a la cara, debo hablar
con vosotros, he venido solo porque quiero daros otra
oportunidad y ésta será la última.
La guardia le acercó un asiento para que
descansara, andaba muy lentamente y casi no podía
moverse por la edad. Con la mano hizo un ademán a los
soldados y sin mediar palabra salieron todos, incluso
nuestra guardia personal, estaba claro que sabía que no
íbamos a escapar y no quería testigos de lo que iba a
decir.
- Sentaos, ¿es de vuestra complacencia la comida
y la bebida que os traen?
- Es excesivo para nosotros, le estamos muy
agradecidos y espero que acepte nuestros respetos señor.
- El espejo no ha sido encontrado, decidme donde
está y os dejaré libres, pensad que los generales del
ejército no serán tan benévolos con vosotros.
- Os doy mi palabra de que yo no lo tengo ni
nunca lo robé, ya os dije que fue la herencia de mi padre.
- Entonces, decidme donde puede estar, no
quisiera perder la paciencia, no le hemos comunicado
todavía vuestra existencia a nuestro Faraón, el Gran
Tutmosis, para evitarle ansiedad, todavía es muy joven e
inexperto.
- Decidme vos donde está mi padre y que trato
tuvo con vosotros para poder vivir en la corte, es el
precio que debéis pagar si deseáis tanto lo que me pedís.
264
- ¡Insolente! No sabéis con quien estáis hablando,
¿acaso soy yo el prisionero?
- No quiero ofenderos, pero los dos sabemos que
es la única manera de averiguar el paradero de mi padre.
- Solo conseguirás que os maten, soy yo quien
pone las condiciones, de lo contrario os entregaré a los
soldados y os cortaran la cabeza para que vaguéis sin
alma por el inframundo.
- Ruego perdonéis mi osadía, pero sigo
insistiendo, debéis darme algo a cambio, en caso
contrario me llevaré mi secreto a la tumba.
- De acuerdo, esto tiene que quedar entre nosotros
tres, nadie más debe saber lo que os voy a contar.
Decidme lo que queréis saber sobre el viajero del tiempo
que estuvo con nosotros.
- Primero decidme el motivo de tanto secreto,
¿por qué no sabe nada el Faraón y dejáis al margen a los
demás sacerdotes y a los jefes militares?
- Si mi visita llegara a oídos de ciertas personas
moriríamos todos al instante. Acercaos un poco más, las
paredes pueden tener oídos.
- ¿Dónde está la guardia de la entrada? ¿No tiene
miedo de que le oigan hablar con nosotros? han visto
como ha entrado su excelencia en esta sala.
- No debe preocuparte eso, mi guardia personal es
infinitamente leal, además para estar a mi servicio se les
corta la lengua, así nunca podrán delatar a nadie.
- Le escuchamos con atención mi aprendiz y yo,
pero debe contarnos toda la verdad, de lo contrario
moriremos con nuestro secreto.
- Me llamo Menjeperraseneb, soy el Gran
Sacerdote, Profeta de Amón y Ministro de Finanzas del
Faraón Tutmosis III, también soy su consejero desde
niño. Nuestro dios en la tierra es muy joven, apenas
265
veintidós años y tiene muchos enemigos, su padre murió
joven y lo puso en el trono siendo muy niño. El Consejo
de Sacerdotes consintió que mientras no llegara a la
mayoría de edad fuese su madrastra Hatshepsut quien
gobernase el gran Imperio de Egipto hasta hace apenas
dos años. Luchó con todo el Consejo para quedarse como
reina ya que todos sabían que el joven rey no era
legítimo, era hijo de una princesa Siria que fue amante de
su esposo en tierras paganas durante las guerras en Asia y
murió en el parto. Hay un complot contra el Faraón, su
madrastra quiere que gobierne su hija Neferure y está
intentando desestabilizar el gobierno con mentiras y
sobornos, por eso es tan importante que podamos
recuperar todos los objetos sagrados que nos fueron
robados, si cayeran en manos de Hatshepsut sería el fin
del joven dios y de los sacerdotes.
Después de una breve vacilación, el sacerdote
continuó.
- Se me ha encomendado la misión de controlar a
todos los grandes sacerdotes del país e intentar por todos
los medios que no negocien con el enemigo, algunos de
ellos tienen muchas riquezas escondidas y debo averiguar
sus nombres, ayudadme y os recompensaré.
- Lo entiendo señor, le ayudaremos en todo lo
posible, pero antes de que me cuente la odisea de mi
padre quisiera saber quien robo todas las piezas de tan
mágico entramado, sabe que mi padre no pudo ser.
- Sí, lo sé, si hubiera sido el no podría haber
viajado en el barco de Osiris hasta nosotros, es un enigma
que aun debo resolver. Su padre llamado por nosotros
Naukratis, viajero del barco de la muerte, nos juró lealtad
y devolvernos todos los elementos, pero dijo que nunca
diría quien se lo dio, solo cuando volviera a su mundo
desvelaría el secreto. Llegó hace doce años, apareció de
266
la nada ante nuestros ojos como venido del cielo, y
estuvo entre nosotros cuatro estaciones hasta que un día
desapareció de la misma forma y se llevó otra vez todo lo
necesario para poder volver. Confiábamos en él, pero nos
defraudó.
- No creo que esté mintiendo pero le aseguro que
mi progenitor nunca obraría de esa manera si no tuviese
algún motivo para ello, cuénteme algo más sobre él por
favor ¿qué hizo durante el tiempo que estuvo aquí?
- Aun sigo pensando que era una persona de
corazón digno y respetuoso, pero no logré entender nunca
por qué desapareció con el espejo de Osiris, nosotros
podríamos haberlo enviado a su mundo sin necesidad de
llevárselo.
- Cuénteme más sobre su paso por las tierras del
Nilo, ¿qué vida llevó mi padre compartiendo su cultura?
Por fin llegábamos a entendernos, muy
desesperado debía estar el anciano sacerdote para
confiarnos todos sus secretos casi sin conocernos.
Mientras Balsamo seguía atónito toda la conversación sin
intervenir en ella, su rostro era de extrañeza pero se le
veía más tranquilo, por fin se había calmado, sus ojos
volvían a tener ese brillo de maldad, mientras el
sacerdote continuó su relato con voz pausada y semblante
preocupado.
- Cuando apareció ante nosotros nos ofreció de
buen grado todos los símbolos sagrados que llevaba, se
preocupó por nuestra cultura y fue presentado al
jovencísimo Faraón y a su madrastra. Le aconsejé que
toda la corte debiera aprender su lengua, ya que
comprobamos que tenía muchos poderes, curaba a
enfermos que nosotros habíamos desahuciado con sus
remedios mágicos y sus plantas sagradas. Por las noches
explicaba historias de su mundo a la joven deidad,
267
aprendió nuestra lengua y nuestras costumbres hasta el
punto de ser uno más de nosotros, le enseñamos nuestros
secretos, aunque muchos de ellos ya los conocía y fue
ordenado sacerdote, incluso tuvo el honor de ser
consejero de la corte.
- Aun me parece más extraño después de su relato
que desapareciese sin decir nada y volviera a robar todo
lo necesario para el viaje sin dar ninguna explicación -
dije interrumpiendo el relato del fatigado anciano.
- Nosotros le enseñamos todo lo necesario para
intervenir en operaciones de trepanación, curar males del
cerebro y otras técnicas que solo nuestro pueblo conoce y
él nos enseñó a curar enfermedades que hasta ahora
habían matado a mucha gente y se habían convertido en
plagas incurables, fue un acuerdo mutuo, con su
sabiduría pudimos ser más poderosos de lo que ya
éramos.
Balsamo intentó interrumpir el relato, ansioso por
intervenir en el diálogo, pero le tape la boca dándole a
entender que callara. No quería que el sacerdote se
sintiera ofendido ante las preguntas de un siervo.
- Perdone al muchacho gran sacerdote, su ansia de
sabiduría le ha traicionado pero no volverá a suceder,
siga usted contando lo acaecido.
- Su padre tenía un gran problema, la entonces
reina de nuestro pueblo, Hatshepsut, no veía con buenos
ojos el poder que se le había otorgado y siempre tuvo
vigilancia especial por parte de su guardia personal.
Muchas veces nos reuníamos a escondidas y tratábamos
de aprender sobre su mundo aun a riesgo de ser
encontrados por ella.
- Mire señor, yo también soy médico y curandero
como él, todo su legado pasó a mis manos y he podido
desarrollar casi todas sus teorías, sé que era un gran
268
hombre y estoy aquí solo por él. Debo encontrarlo o
saber que ha sido de él, de lo contrario más vale que
vuelva a mi mundo y todos saldremos perdiendo.
- Debemos llegar a un acuerdo, yo lavaré tus
manos y vos las mías, debemos acabar con esta inquina
que tantos años dura, servidme y os ayudaré. Solo hay
una condición, el espejo sagrado debe volver a su sitio, es
demasiado peligroso que alguien lo pueda encontrar y
entre en la pirámide que se construye para nuestro dios
Tutmosis desde su nacimiento.
- De acuerdo, sellemos el trato, pero debo ser
presentado a la corte, necesito hablar con el Faraón y
saber de las historias de mi padre, también quiero ver sus
objetos personales y vivir donde lo hizo él, es la única
manera de averiguar todo este entramado y así poder
ayudaros también en vuestro proyecto.
- Será complicado, pero lo haremos como dices,
deberéis ser muy precavido, los enemigos acechan y el
tiempo está en nuestra contra. El Faraón tomó por esposa
hace un año a una princesa de un país de oriente, llamada
Merire y está a punto de darle un heredero, varón según
los profetas, esto ha encolerizado más a su madrastra.
- Mi aprendiz vendrá siempre conmigo, le
necesito en todas mis tareas y debo tener acceso a todos
vuestros libros sagrados y papiros de los dioses, incluso
el Libro Sagrado de los Muertos, debo estudiar todos los
pormenores para ayudarnos mutuamente, en caso
contrario el pacto se romperá de inmediato.
Una vez dicho esto respiré en mi interior, había
tenido la osadía de ponerle condiciones a mi carcelero y
todo se estaba desarrollando mejor de lo que pensaba,
incluso no tendría que esconderme para robarles sus
secretos. Agachó la cabeza, pensativo, por un momento
creí que había ido demasiado lejos en mi intervención,
269
pero me lo había puesto demasiado fácil, tras unos
segundos volvió a mirarme y me contestó.
- Me estáis pidiendo demasiado, podría pasarme
lo mismo que con tu padre, no puedo acceder a esa
locura.
- He estudiado todos vuestros secretos durante
años y no debéis temer, vos tenéis las piezas que encajan
en el espejo y yo sé donde se encuentra. Por otra parte
soy el único que puede convertir las cenizas en los
números necesarios para el viaje, debo insistir que
aceptéis mi oferta.
- Haré todo lo que esté en mis manos, pero no
podrás acceder a los libros sagrados, no están en mi
poder.
-Me conformaré con los apuntes y enseres de mi
progenitor para que veáis que yo también cedo en mis
condiciones.
- Intuyo que no me queda otro remedio que
asentir a vuestras condiciones, para mi lo más importante
es la vida de nuestro Faraón, ahora debo hablar con
nuestros profetas y aleccionarlos para que digan que sois
enviados por los dioses para redimir los pecados de
vuestro padre y convencer al Consejo. Será una tares
ardua y difícil pero es la única manera de engañarlos, sé
que algún general del ejercito es afín a los traidores y
debemos tener cuidado, luego le contaré toda la verdad al
Faraón y seréis presentado ante él, confió en vosotros, no
os atreváis a defraudarme.
- Puede estar tranquilo, los dos deseamos lo
mismo, sé que encontraré las claves de todo este
entramado y vos podréis derrotar a vuestros enemigos.
- Ahora os dejo, mañana seréis conducidos a las
estancias en el Palacio Real, donde estuvo morando
vuestro progenitor, debéis tener cuidado no sólo yo hablo
270
vuestra lengua, también la entiende el Faraón, su
madrastra, algunos importantes sacerdotes, ministros y
sobre todo tened cuidado con el general Hapset, también
la aprendió y es la mano derecha de Hatshepsut. Ahora
descansad, mañana vendrán a buscaros criados
designados por mí y os vestirán de sacerdotes antes de
salir del templo.
- Os agradezco vuestra confianza, no os
arrepentiréis. Por cierto, necesito que me devolváis el
maletín con mis preparados, las piezas sagradas son
vuestras, las devolvemos y deseamos que sirvan para
mantener nuestra confianza. Que vuestros dioses os
acompañen.
- Buenas noches, recordad nuestro trato, ahora
volverá la guardia para protegeros, sed cautos y
comprobad que todos mis sirvientes tienen en la oreja
derecha un colgante con la efigie de Isis, así podréis
reconocerlos sin temor a ninguna treta del enemigo.
Se alejó lentamente hacia el pasillo de salida
mientras Balsamo y yo nos mirábamos con cara de
estupefacción, había sido demasiado fácil, mi mente
albergaba demasiadas dudas sobre lo que había pasado
esa noche, pero debíamos arriesgarnos si queríamos
averiguar lo que pasó. El joven por fin rompió el silencio
sepulcral de la sala mientras comprobamos que volvía la
guardia a la entrada.
- ¿Qué consecuencia debemos sacar de todo lo
que acaba de pasar, querido maestro?
- No lo sé, desconfío de todos, ¿quién sabe si nos
ha dicho toda la verdad? Ha sido demasiado fácil que
accediera a nuestros deseos.
- Reconozco que ha sabido llevar muy bien la
conversación, tengo mucho que aprender de usted, ha
271
dejado que accediera al pacto para luego pedirle el
maletín y no se pudiera negar.
- He notado que estaba desesperado y podía
sonsacarle cualquier cosa y he apostado fuerte, somos
demasiado importantes para él y eso nos da un
salvoconducto para proteger nuestras vidas ante ellos y
sus enemigos.
- ¿Qué espera encontrar en la sala donde vivió su
padre?
-Quizás nada, pero estoy seguro que conociendo
su manera de dejar pistas secretas encontraré la solución
a este rompecabezas, mientras tanto podremos tener
acceso a todos sus libros y nuestro viaje por fin servirá
para desentrañar todos los enigmas ocultos de esta
civilización. Usted tomará notas en latín para que no lo
entiendan y volveremos del viaje con todo el material que
ellos poseen.
- Es usted un genio, hace pocos días estábamos
presos en el desierto y a punto de morir, pero ahora
nosotros decidimos el futuro, permítame otra vez que le
felicite y sea su más humilde servidor.
- No hace falta que me adule, la edad y las
circunstancias hacen que haya aprendido a manejar las
cosas con mucho tacto y a estudiarlas sobre la marcha.
Ahora dejémonos de pláticas y dispongámonos a
descansar, mañana nos espera un día muy duro y debo
pensar en todo lo ocurrido y poder convencer al Faraón.
- Tiene usted razón, la empresa es demasiado
arriesgada y debe pensar como resolverla, mañana al
levantarnos espero que me explique su decisión.
- Buenas noches Balsamo, procure dormir.
- Buenas noches maestro y perdone mi
impaciencia, no lo puedo remediar.
272
Recostado seguí pensando en lo sucedido, el
vuelco impresionante y la suerte de llegar en estos
momentos tan revueltos en el país, había hecho propicio
la más impresionante empresa por mi emprendida.
Quizás también mi padre tuvo algo que ver en la llegada
a estas tierras en la fecha adecuada. No debía de
extrañarme, el azar no tenía nada que ver, mi padre sabía
cuando se iba a casar el joven Tutmosis y que la revuelta
comenzaría con la llegada de su primer hijo, así lo
dispuso mi anciano padre para que yo fuera parte de la
historia y a cambio me llevara los secretos que él no pudo
conseguir.
El sueño pudo conmigo, aun en circunstancias tan
extrañas después de tantos años de no poder dormir, por
fin consigo conciliar el sueño cada noche, este viaje logró
desquiciar mi vida antes de empezarlo, pero ahora todo
ha vuelto a la normalidad, no me asusta nada, estoy a las
puertas de mi meta y eso me llena de tranquilidad y
sosiego. No le pido nada más a la vida, creo que ha sido
demasiado generosa conmigo.
Me despertaron unos pasos que procedían del
final del pasillo, supuse que ya había amanecido, mi
compañero seguía durmiendo en su cama y me incorporé
para ver de quien se trataba. Cuatro hermosas mujeres de
pelo negro y sedoso encabezaban la comitiva, tras ellas
cuatro soldados armados con lanzas y espadas, un
puntiagudo casco de cuero coronaba sus cabezas y sus
rostros eran negros como el azabache. Efectivamente
llevaban un arete en la oreja derecha. La guardia de la
puerta se apartó dejando libre el acceso y tras ellos
apareció un sacerdote muy alto que lucía en su frente una
pintura igual a los pendientes de los soldados.
273
En esos momentos se despertó Balsamo que se
sobresaltó al verles, se dirigió hacia donde me hallaba
incorporado y dijo.
- Vaya susto, el no saber la hora me hace dormir
demasiado, ¿son ellos, verdad?
El sacerdote se inclinó y nos saludó, hizo un
ademán con la mano y se acercaron las muchachas hacia
nosotros con majestuosas túnicas blancas y su borde
realzado con hilo de oro. Sorprendidos y aturdidos vimos
como nos desnudaban y nos colocaban con mimo nuestra
nueva vestimenta, Balsamo ya se había acostumbrado y
no puso reparo en ello.
Los soldados se acercaron hacia nosotros,
saludándonos agachando la cabeza y profiriéndose un
golpe en el pecho. Con el brazo nos señalaron la entrada,
colocándose dos de ellos delante nuestro y otros dos a
nuestra zaga, les seguían las esclavas y cerraba la
comitiva el sacerdote.
Con antorchas atravesamos el largo pasillo hasta
llegar a la sala principal del templo donde nos esperaba
Menjeperraseneb con semblante de preocupación. En la
entrada más soldados esperaban nuestra llegada, no tenía
buen aspecto lo que estaba pasando.
- He hablado con el Consejo, ha costado mucho
convencerles de todo lo que hablamos y han decidido que
deben estar en la audiencia que os concederá mañana el
Faraón, asistirán todos los ministros junto a los seis
generales del ejército. Yo deseaba que fuese un encuentro
más privado pero Hatshepsut ha insistido en estar
presente junto alguno de sus afines, no he podido hacer
más, debemos ser prudentes, he tenido una larga
conversación esta noche con el Faraón y le he aconsejado
que tenga cuidado en sus preguntas, su vida corre peligro.
274
- ¿Y los guardias de la entrada? - pregunté al
anciano sacerdote.
- No he podido negarme, los generales han
insistido que podéis ser peligrosos y escapar en cualquier
descuido, como hizo su padre.
- ¿Eso quiere decir que seguimos prisioneros?
- No exactamente, yo tengo la custodia y decido,
pero no se fían de mí y piensan que podéis atentar contra
el Rey.
- Así pues, la entrevista será una pantomima,
tenemos que representar una farsa para no levantar
sospechas.
- Así debe ser, ya me encargaré más adelante de
concertar un encuentro secreto con el joven dios para que
os explique todos los detalles necesarios en vuestra
investigación, él está de acuerdo.
- No demoremos más el encuentro, seré juicioso,
no se preocupe, ¿habéis traído mi maletín?
- Ya lo tenéis en vuestros aposentos como
quedamos ayer, he mandado también que os sean
entregados todos los libros y enseres que dejó su padre.
Espero sea de vuestra complacencia.
- Gracias Ministro, se lo agradezco.
Al salir por la puerta el destacamento de soldados
recibió órdenes de que nos flanquearan para seguir
nuestro recorrido hacia el palacio. La gente se paraba a
mirarnos con extrañeza mientras comenzábamos nuestra
marcha. Anchas calles empedradas con enormes losas
parecían brillar con el reflejo del sol de la mañana.
Vastos y magníficos edificios se hallaban ante nuestros
ojos, piedra y mármol hacían de esta ciudad la más
majestuosa vista por los humanos. Allí vivían los más
ricos y poderosos de la ciudad, según me explicaba el
sacerdote durante el recorrido, aunque la mitad de todos
275
los enormes edificios eran templos dedicados a cada uno
de sus dioses. La gente humilde y trabajadora moraba en
los alrededores de la ciudad en pequeñas casas de barro,
junto a la ribera del río campesinos y ganaderos
desarrollaban su actividad.
El camino era largo, pero ya se veía al fondo un
gran palacio y los destellos brillantes de las efigies de la
entrada. Nunca pude imaginar tanta majestuosidad en la
construcción, miles de obreros trabajaban a mi paso
desplazando grandes bloques de piedra hacia las afueras
de la ciudad, mientras Menjeperraseneb iba relatando el
nombre del dios al que iba dedicado cada templo que
cruzábamos y explicando sus bondades.
Al fin llegamos a palacio, nuestra guardia fue
sustituida por la que nos esperaba en la puerta, todos
ellos con vistosas indumentarias y exóticas pinturas.
Unas grandes escalinatas de mármol precedían la
gigantesca entrada y fuimos invitados a subirlas junto
con el sacerdote y la guardia real. Mientras los demás se
quedaban al pie de ella, nuestra vista se perdía ante tan
colosal monumento. Al final de la gradería dos soldados
de gran envergadura empujaron las dos enormes puertas
para que pudiéramos acceder al interior del edificio.
- Tome nota Balsamo - le dije mirándolo de reojo
- nunca sus ojos verán nada tan extraordinario como lo
que estamos viviendo en estos días. Está usted siendo
parte de la historia jamás vista por ningún ser humano de
nuestra época y no podrá contárselo a nadie, jamás le
creerían.
Sonrió y tragó saliva, no era miedo lo que tenía,
simplemente estaba anonadado ante tanta belleza y
majestuosidad, ahora su cara reflejaba la felicidad
inmensa de poder haber llegado hasta aquí, empezaba a
sentirse importante, sus gestos lo delataban.
276
Fuimos conducidos a través de grandes salones
donde el oro y el marfil adornaban todas las efigies y
estatuas que se encontraban a nuestro paso. Fuentes y
pequeños jardines se hallaban dentro de cada estancia y
su altísimo techo estaba coronado con dibujos de sus
grandes hazañas. Había sirvientes por todos lados que
iban y venían sin cesar, al fondo del último salón entre
grandes cortinas de gasa que el viento hacía ondear,
había un grupo de personas que nos esperaban de pie y
hablando entre ellos.
Al llegar comprobé que se trataba de varios
sacerdotes y militares de alto rango, seguramente toda la
cúpula de personas que rodeaba al Faraón. Consejeros,
generales y sacerdotes, algunos ya los conocíamos de la
primera audiencia. Nuestro anciano amigo saludó a todos
los concurrentes al acto y después de ser observados
atentamente bajo sus atentas miradas procedimos a entrar
a un inmenso salón donde un gran trono dorado lo
presidía y a su lado vimos otro sillón más pequeño,
ambos vacíos.
Nos acercaron hacia los sitiales y nos dejaron de
pie al borde de una pequeña escalinata. Todos los demás
junto con Menjeperraseneb se quedaron rezagados
musitando entre ellos durante algún tiempo, se notaba
nerviosismo en el ambiente. El Faraón no se veía por
ningún lado, tras una gran comitiva de esclavas apareció
una mujer de edad madura ataviada con una larga túnica
dorada. Llevaba una impresionante diadema de oro y
piedras preciosas, rematada en el centro con la cabeza de
una serpiente. Se sentó en el trono más pequeño y sus
esclavas la rodearon.
El anciano sacerdote se acercó a nosotros y se
postró de rodillas ante la mujer. Al verlo hicimos lo
mismo y permanecimos en silencio casi un minuto hasta
277
que la mujer hablando en su idioma comenzó a dirigirse a
nuestro acompañante.
Tras una larga conversación, y la mirada clavada
en el suelo, nos dijo el sacerdote.
- Es Hatshepsut, la madre del rey, el gran dios no
vendrá, no tendréis el honor de poder hablar con él por el
momento, una grave circunstancia se lo ha impedido,
pero su honorable madre tiene que haceros algunas
preguntas.
- ¿La gran y honorable madre de Tutmosis
entenderá nuestro lengua? - pregunté sin mirarla a la
cara.
- No hace falta que te dirijas al ministro,
extranjero, yo hablo vuestra lengua pagana igual que
todos ellos - dijo con voz grave la mujer.
- Perdonad mi estupidez gran señora, no sabía que
vos supierais hablar mi lengua.
- Incorpórate y mírame cuando yo te pregunte,
quiero ver si dices la verdad.
Me levanté y miré fijamente su rostro, el gesto de
su cara era de crueldad, las arrugas de su faz denotaban el
paso del tiempo, sin embargo se percibía que hace algún
tiempo había sido bella y hermosa.
- Tu no, dijo gritando al ver que Balsamo también
se incorporaba, los esclavos no pueden mirar a los dioses,
a no ser que quieras morir ahora mismo.
- Perdonadlo gran señora, viene de otras tierras y
no sabe como comportarse ante las divinas deidades.
- ¿Acaso son todos paganos en tu tierra?
- No, adoran a otros dioses, pero hay que ser
benévolos con ellos, no tienen ninguna cultura.
- Me ha dicho Menjeperraseneb que vienes de
otros mundos igual que el viajero que vivió con nosotros
hace muchas estaciones ¿es cierto?
278
- Si divina señora, el extranjero que estuvo aquí
era mi padre, he venido siguiendo su rastro y a pedirle
consejo al Faraón, para ponerme a su servicio y ayudaros
en todo lo que decidáis.
- ¿No sabes entonces que tu padre nos robó todas
las piezas sagradas de Osiris?
- Os pido perdón en su nombre y quiero
devolveros todo lo que os pertenece con mi más humilde
pesar por lo sucedido.
- Todo no ha sido devuelto, os ordeno que me
entreguéis a mi personalmente el espejo, de lo contrario
pagaréis las consecuencias de los errores cometidos por
vuestro padre.
- No se halla en mi poder gran señora,
desapareció en el desierto al finalizar el viaje por el
tiempo, pero os doy mi palabra de que lo encontraremos.
- Mi hijo no hablará con vosotros hasta que esté
en mi poder el objeto, mientras se os tratará con
benevolencia por orden expresa del Faraón, pero no
juguéis conmigo, os estaré vigilando y si se os ocurre
escapar seréis decapitados al instante. Nunca me fié de
vuestro padre y no lo haré de vosotros.
- Os lo agradezco señora, se hará lo que vos digáis
y no tema, no escaparemos, nuestra voluntad es ser sus
humildes servidores.
Comprendí el talante que gastaba dicha mujer y
procuré ser lo más gentil que pude, ahora entendía al
anciano sacerdote, nunca se había resignado a perder el
poder que tenía mientras fue regente de su hijo y parecía
empeñada a toda costa en destronarlo. Necesitaba el
espejo para poderlo conseguir.
- Podéis retiraros, más adelante hablaré con
vosotros de algunas cosas importantes, de momento os
alojaréis en palacio y me tendréis informada de todo.
279
Recordad que mi hijo es muy joven y algunos asuntos
tengo que vigilarlos personalmente.
- Que los dioses os protejan gran señora, gracias
por vuestra benevolencia - le contesté mientras se
marchaba con su séquito.
Cuando se alejaba traté de averiguar preguntando
al anciano porque motivo nos había recibido la madre y
no el hijo. Me dirigí al sacerdote y le pregunté.
- ¿Qué ha pasado ministro, cual es el motivo de
este cambio tan repentino en el último momento?
- Ahora no podemos hablar, sería muy peligroso
que nos escucharan, os acompañaré a vuestros aposentos
con mi guardia personal y allí podremos conversar con
tranquilidad.
- Levántese Balsamo, ya puede usted respirar. Ha
podido ver como hay que tener mucho cuidado con esta
mujer, hasta yo he tenido miedo cuando me preguntaba.
- No se preocupe Ainoza, igualmente no habría
podido articular palabra alguna, estaba realmente
asustado.
Toda la corte se fue marchando comentando cosas
entre ellos y al momento apareció nuestra escolta
personal, la del sacerdote que se unió a nosotros para
conducirnos a nuestras habitaciones en una de las
dependencias del palacio.
Una vez en la majestuosa estancia los soldados se
repartieron en la entrada y en el pasillo que llevaba a ella
y cerraron la puerta, dejándonos dentro a los tres. Nos
ofreció sentarnos en un gran diván de madera lacada,
forrado de tela roja y empezó a contestar mis preguntas.
- Ha ocurrido un extraño accidente, Merire, la
esposa del Faraón parece ser que ha caído por las
escaleras que conducen a su habitación y no vuelve en sí.
Respira pero no es consciente y existe la posibilidad de
280
que su hijo nazca muerto. Ha ocurrido al amanecer, es un
extraño suceso y temo por su vida.
- ¿Cómo ha podido pasar precisamente hoy y
faltando poco para dar a luz al nuevo rey? lo encuentro
muy extraño.
- Mucho me temo que detrás de todo esto hay una
mano traidora y con vuestra llegada ha pensado en
adelantar los acontecimientos. Debemos ser prudentes se
avecinan tiempos difíciles, es el momento de averiguar
cuanta gente es leal al joven Faraón.
- Ahora comprendo porque ha tratado de
amedrentarnos esa mujer, necesita urgentemente el
espejo para poder derrocar a Tutmosis y hacerse con el
poder.
- Os lo avisé, habéis llegado en un terrible
momento para la nación, es urgente que me digáis donde
está el espejo sagrado antes de que caiga en manos
extrañas.
- Primero quisiera pediros un favor, dejadme
intentar que salve a la esposa de la joven deidad y al hijo
que están esperando. Si pudiéramos lograrlo frenaríamos
los planes de los insurrectos y ambos tendríamos tiempo
de averiguar cosas de mi padre, deberíamos correr ese
riesgo.
- Hablaré con el Faraón, pero no creo que acceda,
confía en sus sabios y médicos, no os conoce para dejar
en manos de un extraño la suerte de su futuro.
- Decidle que tengo medicinas traídas de mi
mundo que sus sabios no conocen, intentad convencerlo.
- Lo probaré, esperad aquí mientras tanto, encima
de la mesa tenéis vuestro maletín como os prometí. El
Faraón no será fácil de convencer, su madre está en
medio de todo y se negará.
281
El anciano marchó raudo con su cometido. Al
salir por la puerta Balsamo y yo nos miramos con
desasosiego y rápidamente fuimos a buscar el maletín, el
corazón me latía aceleradamente, tenía miedo que no
estuviera el espejo en su escondite y todo se hubiera
acabado.
Abrí el bolso y comprobé que estaba todo mi
material, mis utensilios, mis brebajes y mis hierbas. Lo
vacié rápidamente en la mesa y volteé el maletín, el
fondo no estaba manipulado, respiré tranquilo.
- Está todo amigo, aun tenemos el salvoconducto
en nuestro poder - dije estrechando la mano de mi
aprendiz que de nuevo estaba espantado. Le pregunté que
le pasaba.
- ¿Sabe usted lo que ha hecho maestro? si no
salvamos a esa mujer de la muerte nosotros sí que
moriremos.
- Si no lo hacen ellos lo hará la madre, la cuestión
es que no queda más remedio que intentarlo, es la única
manera de salir de esta encrucijada, no podemos esperar
que estalle una guerra civil en este país antes de poder
volver a nuestro tiempo, quedaríamos atrapados aquí y no
habría servido de nada haber pasado tantas penalidades.
Confíe en mí, amigo, sabe que soy hombre de recursos.
- Yo confío en usted pero no sabemos que vamos
a encontrar, quizás estén muertos la madre y el niño.
- Esté preparado para todo, puede ser que
tengamos que intervenir quirúrgicamente, pero sobre
todo, no pierda de vista el maletín, no mire ni hable con
el Faraón y solo haga lo que yo le diga.
- Está bien, estamos juntos en esto y lo
solucionaremos como podamos, no oirá más
lamentaciones de mi boca, seré fuerte se lo prometo.
282
- Ese es el Balsamo que yo quiero, recuerde la
primera vez que nos vimos, esa seguridad y altivez es lo
que necesito de usted.
Esperando aviso del sacerdote, fuimos oteando
todo lo que se hallaba en aquella habitación, nuestras
camas de fino lienzo estaban separadas por unas gasas
transparentes en forma de cortina, lujosas y grandes
camas con dosel, divanes por toda la habitación y
estanterías llenas de libros y rollos de papiros. Un largo
mirador ajardinado, mesas llenas de frutas exóticas, jarras
plateadas de vino, parecía la estancia de un Rey, pero a
mi solo me interesaban los objetos de las estanterías,
posiblemente otro gran legado de mi padre.
- Va a ser difícil saber por donde empezar con
tanto material, su padre no perdía el tiempo, mire esto -
dijo el joven abriendo un papiro sobre la mesa de trabajo
- parecen los planos de la entrada de la ciudad, y esta
letra, es latín, creo que vamos a descubrir más secretos de
su padre de los que usted imaginaba.
Era cierto, lo que había encontrado era un boceto
de las columnas y la entrada de la ciudad, no podía ser
cierto, ¿Mi padre había diseñado los obeliscos de Luxor?,
me quedé sin habla, que recónditos secretos iba a
encontrar aquí, un temblor recorrió todo mi cuerpo,
¿quizás alguien pudo cambiar la historia?
- Póngame una copa de vino, me hace falta, si
todo esto es lo que aparenta, vamos a encontrar más
cosas de las que yo pensaba y después de tantos años de
lucha ahora creo que no estoy preparado.
- Siéntese maestro, tiene usted mala cara, no es el
momento, tiene que tener la mente lúcida si viene el
sacerdote a buscarnos, ya comenzaremos más adelante a
revisar todo, ahora siéntese y descanse.
283
Me senté, pero mi mente no dejaba de dar vueltas
sobre el tema, todo el cariño que le profesaba a mi padre
se estaba convirtiendo por momentos en admiración,
nunca antes nadie pudo vivir lo que le aconteció y gracias
a su bondad me estaba haciendo participe de ello, ahora
si que debía saber de su paradero, tenía la obligación
moral de encontrarlo.
El tiempo pasaba y no había noticias del
sacerdote, el sol iba cayendo y se acercaba la noche, yo
seguía turbado y nervioso. Todo lo que había intentado
inculcar en Balsamo, valentía y seguridad, se estaba
tornando contra mi y ahora yo parecía el aprendiz
asustadizo.
La puerta se abrió de golpe y nos sobresaltó,
estábamos en el mirador observando la puesta de sol y en
silencio tomando unas copas de vino cuando entró el
anciano con su sequito y se acercó hacia mí
susurrándome en la oreja.
- Ha sido tarea difícil, nuestros médicos dicen que
ya no pueden hacer nada por ellos, el Faraón está muy
nervioso y enfadado, así que podéis intentarlo. Pero me
he enterado por mis confidentes que la madre está
furiosa, sabed que nos va la vida en ello, si no lo
conseguís nuestras vidas estarán acabadas.
- Debéis confiar en mí, he pasado por estas
situaciones y pienso que podemos salvar a alguno de los
dos, he traído al mundo a muchos niños y no siempre ha
sido fácil.
- Venid conmigo, os llevaré en presencia del
Faraón, no se ha movido del lado de su esposa en ningún
momento.
- Coja el maletín Balsamo, ha llegado la hora de
la verdad, llévenos hasta allí señor y vaya rezando a su
dios.
284
Recorrimos medio palacio hasta llegar a la puerta
donde se hallaba la joven mujer de Tutmosis. La guardia
se apartó de la puerta para que pudiéramos acceder a la
sala y la cerro detrás de nosotros. Dentro de la habitación
un grupo de ancianos de la ciudad rodeaban a la mujer,
sentada en el fondo bebiendo de una copa se hallaba la
madrastra con cara de pocos amigos y varias sirvientas
dispuestas para ayudar en el pie de la cama. Mis ojos
recorrieron la estancia buscando al joven Faraón, pero no
había rastro de él.
Hatshepsut se levantó al vernos y se encaminó
hasta nosotros con la copa en la mano y seguida por dos
de sus fieles esclavas aguantándole el gran velo que
arrastraba por el suelo. Se puso frente a mí y
sarcásticamente sonrió al decir.
- ¿Sabéis a ciencia cierta lo que vais a hacer? la
vida os va en ello, mi hijo mandará mataros si no cumplís
vuestra fanfarronería y los salváis.
- Solo sé, honorable reina, que haré todo lo
posible y pondré todos mis conocimientos en ayudar ante
tan tremenda situación.
- Llamaré a mi hijo para saber si os da
consentimiento - dijo riendo otra vez.
Salió hacia el gran balcón por donde entraba aun
un poco de claridad y al instante apareció con el hombre
más poderoso de todo Egipto, joven, delgado y con una
especie de falda blanca, alto y con el torso desnudo, su
cabeza rapada y su gesto de dolor le hacía más humano
de lo que la gente pensaba.
Nos postramos todos de rodillas y saludamos sin
levantar la cabeza hasta que vi sus pies vestidos con unas
sandalias de cuero delante de mí, nadie se movió, el
silencio era absoluto, solo el susurro de los ancianos
285
médicos y sabios se escuchaba al fondo de la sala. De
pronto con voz altiva y sosegada escuchamos.
- Así que tú eres el hijo del extranjero que
convivió entre nosotros.
- Si, gran Faraón - su madre interrumpió al
momento gritándome.
- Maldito pagano, habla solo cuando se te dé
permiso ¿acaso no sabes quien tienes delante?
- Dejadlo madre, quiero saber hasta donde está
dispuesto a llegar para servirme. Levantaos, podéis
mirarme y hablar pero tened cuidado con lo que decís,
estáis hablando con un Dios.
Me incorporé, solo yo tenía permiso, le miré a la
cara y vi ese rostro acongojado que no era capaz de
aguantar su altivez aunque lo intentaba, pensé
rápidamente lo que debía de hacer y le dije con voz
pausada y suave.
- Gran señor soy médico en mi mundo y deseo
paliar vuestro dolor, dejad que lo intente, esa será mi
recompensa, serviros en todo.
- Decidme que necesitáis y comenzad rápido,
temo por la vida de ambos. Mis sabios dicen que no
pueden hacer nada, que mi esposa y mi hijo han
empezado el viaje hacia el barco de Osiris.
- Necesito a mi ayudante, mi maleta con los
instrumentos y algunas esclavas para que me traigan lo
que preciso. Os ruego que me acompañe
Menjeperraseneb para que me sirva de traductor y que se
quede en la estancia la menor gente posible.
- Decidme quien debe marcharse y lo ordenaré.
- Deben marcharse los médicos, los sabios,
vuestra madre y sus esclavas, necesito que la sala esté en
calma.
286
La madre se acercó a él y se alejaron para tener
una silenciosa discusión. Acalorada y en su lengua
trataba de convencer a su hijo, pero este la mando
postrase de rodillas y ella con malos modos salió de la
sala con paso lento y firme, dedicándome una mirada de
desprecio.
- He hecho lo que me habéis aconsejado, pero
debe quedar un médico elegido por mi madre para ver
vuestra forma de curar, no hará falta la guardia, el
ministro es vuestro valedor y confío en él ¿qué debo
hacer?
- Su divinidad debe quedarse, si despertara de su
trance debe estar aquí para darle ánimos, pero debéis
quedaros al fondo sentado y tranquilo, os necesito aquí
por si hay que tomar alguna decisión.
El joven dios se aposentó en la silla en la que
había estado sentada su madre y se dispuso a esperar los
acontecimientos, mientras yo ordenaba al anciano
sacerdote que las esclavas trajeran agua caliente y
muchos lienzos limpios para la ocasión.
- Balsamo prepare todo el material, saque el
alcohol, la aguja, el bisturí y el hilo de tripa, por si lo
necesitamos.
Me acerqué a la cama, era casi una niña, joven y
bella, parecía que dormía, desnuda y tapada con una
gasa, tenía hematomas en la cara y en un brazo. El golpe
debía haber sido terrible al caer, aparté el lienzo que la
tapaba y meneando la cabeza a ambos lados le comenté a
mi joven aprendiz.
- Como puede ver tiene todo el cuerpo lleno de
cataplasmas de hojas que le han puesto los médicos, la
raíz de su mal no está en el cuerpo, está en su cabeza
donde ha recibido el golpe - le dije mostrándole la nuca
al moverle la cabeza hacia un lado.
287
- Tiene usted razón maestro, no hay herida pero lo
abultado de esta parte demuestra que el golpe es interno,
lo que no sabemos es si hay hemorragia o ha dañado
algún nervio del bulbo raquídeo.
- Como siempre ha acertado en su diagnostico,
este es el Balsamo que me gusta, ahora compruebe el
ritmo de los latidos del corazón de la madre y del niño.
Después de haberlo hecho Balsamo comprobó el
ritmo cardiaco de ambos y me comentó compungido en
voz baja, por temor a que le escucharan.
- El corazón del niño no aguantará mucho tiempo,
sus latidos son muy débiles, el de la madre lo encuentro
estable, debemos hacer algo rápidamente querido Ainoza.
- Estoy de acuerdo, compruebe que no tiene el
cordón umbilical enrollado en su cuerpo mientras yo
hablo con el Faraón del tema.
Balsamo se lavó las manos en una jofaina de agua
caliente, se secó pulcramente y se las untó con grasa
animal que había mandado traer a las sirvientas, Para
comprobar el estado del feto, introdujo su mano plana en
el interior de la vagina. Tras esta operación me miró
fijamente y me susurró.
- Debemos intervenir rápidamente, esto está muy
complicado, el niño se está asfixiando, maldita sea, nos
ha metido usted en un buen lío.
- Le tengo dicho que debe confiar en mí, nosotros
llevamos ventaja comparados con ellos, si se hubiera
dignado a leer todos los apuntes que le di sobre la XVIII
Dinastía Faraónica sabría que Tutmosis III tuvo su
primer hijo cuando tenía veintidós años con su esposa
Merire y que fue llamado Amenofis II, el cual reinó
durante veintiséis años, ¿lo comprende ahora?, debe
confiar siempre en mí.
- Es cierto, con los nervios lo había olvidado.
288
Me dirigí al fondo de la sala en compañía del
anciano sacerdote, a quien le pregunté, antes de estar en
presencia del joven rey.
- Decidme señor ¿cuánto tiempo le faltaba a
Merire para dar a luz?
- Apenas dos o tres semanas creo - me comentó el
anciano.
Al llegar hasta el Divino, tomé aliento para
contarle lo que debíamos hacer, cabizbajo y con la
cabeza entre las manos su pesar se hacía latente, se
levantó al verme y con su cetro de oro en la mano me
dijo.
- Podéis explicaros, tenéis autorización, decidme
que pensáis de la situación y quiero la verdad, no me
expliquéis vaguedades como mis sabios.
- La situación es muy complicada y peligrosa, os
pediría permiso primero para sacar el niño del útero
materno antes de que pueda morir, luego trataremos el
mal de vuestra esposa, su corazón aun esta fuerte y
aguantará la operación.
- ¿Cómo pretendéis sacar a mi joven hijo del
vientre de su madre? nuestros médicos en estas
situaciones optan por sacrificar a la madre ante tales
situaciones.
- No os preocupéis, no será necesario hacerlo, los
métodos de mi mundo salvan vidas sin hacer tales
sacrificios.
- Hacedlo pues, tenéis mi permiso, si me engañáis
moriréis, yo mismo me encargaré de ello.
Me acerqué hacia la cama y le ordené al sacerdote
que dijera a las sirvientas que estuvieran dispuestas.
Incorporé las piernas de la mujer hacia arriba y
dispusimos varios lienzos bajo ella a ambos lados hasta
taparla, dejando sólo sus partes íntimas a la vista.
289
- Tráigame el alcohol Balsamo, vamos a empezar,
yo haré la incisión y después usted coserá la herida,
¿supongo que lo la hecho alguna vez?
- He cosido heridas de reyertas, pero nunca una de
este tipo, aunque lo he visto hacer y creo que no tendré
ningún problema.
- Una vez hecha la incisión debemos sacar
rápidamente al niño, con cuidado de no estrangularlo con
el cordón, yo me encargaré de él, mientras usted coserá la
herida con ayuda de las sirvientas.
Preparé una jofaina vacía e introduje el bisturí y la
aguja con la que íbamos a coser, rocié un chorro de
alcohol sobre ellos y le prendí fuego con una antorcha
que tenía preparada. El líquido quemó hasta consumirse y
desinfectar los utensilios, mientras Balsamo preparaba el
rodillo de cuerda hecha de tripa de cerdo secada y
enrollada por mí para estas ocasiones.
Me acerqué lentamente al vientre de la mujer y
ordené que rociaran la barriga y las gasas con alcohol, mi
ayudante procedió a abrirle las piernas y aguantarlas en
esa posición. Me detuve un momento, limpié mis lentes
empañados con el sudor de mi frente y procedí a la
incisión.
- ¿De cuántos centímetros hablamos para el corte
maestro? - preguntó el joven.
- Siendo primeriza debemos hacer el corte de
unos seis dedos de largo o quizás más, eso dependerá de
la postura del feto.
Clavé con precisión el bisturí más abajo del
ombligo e hice un corte limpio y recto hasta el final. Las
esclavas se asustaban de la cantidad de sangre que salía,
les señale con las manos que taparan la herida con las
gasas laterales impregnadas en alcohol y así lo hicieron.
290
Miré a Balsamo mientras dejaba el bisturí a un lado y le
apremié.
- Es el momento, debemos intervenir, abra bien
las piernas y yo intentaré sacar la cabeza hacia fuera.
Introduje las manos en esa gran herida sangrante
y tocando con cuidado la cabeza del niño aparté el
cordón enrollado en su cuello hasta liberarla. La tomé por
ambos lados y apreté hacia dentro sus hombros mientras
tiraba de él, por fin salió la cabeza y poniéndolo con
cuidado de lado estiré hasta sacarlo. Efectivamente era un
niño, corté con mi bisturí su cordón umbilical y lo até
haciendo un nudo.
Me lo llevé hasta una mesa donde estaban
dispuestos los calderos con agua caliente y los lienzos.
Con mucho cuidado lo introduje en uno de ellos para
limpiarlo con agua todo el cuerpo, parecía muerto. Puse
mi oreja en su pecho y no se oían los latidos de su
corazón, quizás habíamos llegado tarde, entonces pensé
en uno de los partos a los que asistí con mi padre y me
vino a la memoria alguna de sus enseñanzas.
Lo tendí boca arriba, estirando sus brazos en todas
direcciones: hacia atrás, hacia delante, a ambos lados,
persistí durante más de un minuto e intenté escuchar sus
latidos, sin éxito. Puse la palma de mi mano sobre su
pecho y con la otra cerré el puño y golpeé varias veces
hasta que creí conveniente, puse el oído en su pecho y
por fin se oyó un lento golpeteo en su pequeño corazón.
Lo sequé rápidamente con un lienzo y cogiéndole de los
pies lo puse en el aire boca abajo durante un rato. Una
pequeña palmada en sus nalgas no sirvió de nada, volví
repetidas veces a efectuar la operación, hasta que al fin el
nonato se puso a llorar, lo había conseguido. La historia
podía seguir afortunadamente sin que se hubiera creado
una paradoja mediando en ella, toda la estancia se llenó
291
de sonrisas de los asistentes, el Faraón estaba situado
detrás mió.
Envolviéndolo suavemente en ropas limpias se lo
entregué a la sirvienta que me ayudaba, fue entonces
cuando el joven dios estiró sus brazos para que se lo
entregaran. Lo tomó y sonriendo con cara de dulzura
suspiró tranquilo, luego me miró a mí y me dijo.
- Habéis servido bien a vuestro amo, salvad
también a mi esposa y os concederé cualquier deseo que
tengáis.
El anciano sacerdote me saludó juntando sus
manos e inclinándose, mientras yo me acercaba donde
yacía la joven mujer para comprobar si Balsamo tenía
alguna dificultad con su cometido. Mientras el anciano
me decía en voz baja.
- Gracias a Osiris hemos podido salvar el reino
por el momento, esto no va a ser del agrado de
Hatshepsut, lograd salvar a la reina y los favores de
Tutmosis serán vuestros, os lo prometo.
Sin contestar y en silencio me hallé al pie de la
cama, no era momento de lindezas y halagos, la tarea
estaba a medias y no había tiempo que perder. Comprobé
que mi aprendiz estaba finalizando la tarea mejor de lo
que yo pensaba, tenía buena mano para la medicina.
- Estoy terminando, todo ha ido bien pero ha
perdido mucha sangre, no sobrevivirá si no hacemos algo
pronto.
- Termine y luego desinfecte la herida yo mandaré
que se le cambie de lecho y velaremos toda la noche para
ver los cambios que puedan ocurrir. Ahora he de hablar
con el sacerdote, esta joven necesita urgentemente
recuperar la sangre que ha perdido.
292
Llamé con la mano al anciano, estaba junto al
Faraón observando al pequeño recién nacido, saludó a su
amo y se acercó a mí lentamente.
- Decidme, en que os puedo ayudar.
- La esposa necesita un suministro de sangre
urgentemente, necesitamos a un familiar de ella para
extraerle sangre y ponérsela. Tiene que ser ahora, no
podemos perder tiempo.
- No podemos mandar a buscar ningún familiar, la
princesa es de las tierras de oriente, de Siria y
tardaríamos semanas en traerlos, por desgracia no hay
nadie de su estirpe cerca.
- Entonces debo hablar otra vez con el Faraón,
habrá que hacerlo de otra manera y es muy arriesgado,
deberá tomar una decisión.
- De acuerdo, antes quería informaros de que el
dios en la tierra quiere saber si su madre y nuestros
galenos pueden entrar para ver al futuro Rey.
- No es conveniente, aun tengo que intentar curar
a la reina y no considero conveniente estar observado
para poder intentar hacer bien mi trabajo, además
debemos mantener al margen a la madre, no quisiera que
intentara alguna felonía mientras trabajamos. Salid y
decidles a todos que el niño se encuentra bien, pero que
la madre se debate entre la vida y la muerte y si entraran
correría peligro de infección, debéis ser convincente.
- Así lo haré, se lo comunicaré al Faraón y luego
saldré a decídselo a todos los demás.
El Faraón había salido al mirador para tomar el
aire después de haber presenciado la intervención de su
esposa, el niño descansaba en una cuna de mimbre
envuelta en sedas y cuidado por sus niñeras. Conversaba
en su lengua con el anciano, mientras yo me acercaba a
ellos para comunicarle la decisión que debíamos tomar.
293
El sacerdote terminó y con el saludo pertinente salió de la
estancia para su cometido. Yo me aproximé con
seguridad y aplomo, cuando se volvió y me dijo con cara
de satisfacción.
- Se llamará Aajeperura Amenhotep y será
conocido por Amenofis II, en honor a un antepasado
nuestro que nació de una madre muerta y por eso lo
honraremos.
- Todavía se puede salvar señor, necesito que
toméis una decisión, vuestro ministro me ha dicho que
Merire no tiene nadie de su familia cerca y es urgente
hacerle una transfusión de sangre, no podemos esperar.
- ¿De qué magia o poderes ocultos me estáis
hablando? ¿qué significa transfusión? Hablad, rápido.
- No es magia, ni tampoco maligno, en nuestro
mundo es posible extraer sangre a una persona sana y
dársela a otra persona que la ha perdido por cualquier
motivo.
- Me estás diciendo que daréis de beber la sangre
de otra persona a mi esposa y así sanará.
- No exactamente, debemos extraer la sangre a
una persona a través de un artilugio médico sin que sufra
daño alguno y al mismo tiempo introducirla en las venas
de la reina.
- No entiendo nada de lo que estás diciendo, pero
no me queda otra alternativa, podéis continuar con
vuestra curación.
- El problema es que debe ser la sangre de una
persona de la familia, tiene que tener lazos sanguíneos
para que surta efecto.
- Lo que me pides es imposible extranjero, nada
puedo hacer en ese sentido por ayudaros.
294
- Por eso no puedo daros la seguridad de que todo
salga bien, debemos arriesgarnos y hacerlo con la sangre
de otra persona aun a riesgo de que muera.
- Hacedlo, si no encontráis otra solución, dime la
persona que debe hacer el honor de intentar dar la vida a
mi esposa y la traeré.
- Gracias gran señor, lo pensaré y se os
comunicará.
Había un riesgo importante, pero debía afrontarlo
con aplomo y seguridad. Me acerqué al lecho donde
Balsamo cuidaba a la joven y lo tomé del brazo para
hablar con él, nos retiramos hacía un rincón de la
estancia.
- Amigo, tenemos el permiso del Faraón para
hacer la transfusión, pero existe un gran problema, no
hay nadie con lazos consanguíneos de la afectada.
- Sabe usted maestro lo peligroso que es, la
posibilidad de rechazo es muy elevada.
- Si, pero no hay otra solución, prepare la cánula y
todo lo necesario para proceder sin demora, ahora hay
que pensar en la persona idónea para la extracción.
- Tengo una idea Ainoza, déjeme que sea yo esa
persona, piense que si todo va bien seremos aceptados
íntegramente en su entorno y todo nos ira mejor, quizás
nos enseñen sus secretos.
- Me parece una sabía decisión, ahora debemos
informar al Faraón.
En esos momentos entraba el viejo sacerdote de
su plática con los representantes del gobierno. Su rostro
no era muy halagüeño, pero contaba con ello, esa bruja
no consentiría quedarse al margen de nada que pudiera
hacer peligrar sus planes.
- Decidme señor, ¿cómo ha ido todo ahí fuera?
295
- Hatshepsut está furiosa, quiera hablar con su
hijo, no tolerará que un extranjero le dé órdenes y está
intentando convencer al Consejo para poneros en contra.
- Contaba con ello, no os preocupéis, ahora debéis
hablar con el Faraón que marchó a descansar a sus
aposentos. Debéis comunicarle que tenemos al donante
de sangre, mi propio sirviente será quien tenga el honor
de ofrecerse voluntariamente, decidle que yo doy fe de
que está sano y al ser joven surtirá mejor efecto.
- Ahora mismo se lo comunicaré, he apostado más
guardias en la puerta. De todas maneras no creo que sea
capaz de entrar la madre sin permiso del divino.
Nos dispusimos a empezar con los preparativos.
Primero llené dos copas de vino de la mesa y le ofrecí
una a mi amigo, mientras lo hacía sentar en la cama y
tomaba mi maletín.
- Tómese esa copa de vino, le hará bien, no
sentirá dolor alguno. Esperaremos la venida del sacerdote
para confirmar la decisión de su amo.
Balsamo apuró su copa y sonrió. Le até una
cuerda con un nudo muy apretado en el brazo derecho a
la altura del hombro y le comenté.
- Esta jeringa es de poco contenido, tendremos
que hacerlo en tres o cuatro veces y debe de ser rápido, si
la sangre se enfriara habría riesgo de coagulación.
Cuando se la extraiga usted taponará con este algodón
impregnado en alcohol el agujero que le haré con la
pluma, ¿de acuerdo?
Asintió con la cabeza, mientras le daba otra copa
de vino y esperaba la presencia del enviado.
- Nunca pude imaginar todas las aventuras que he
vivido en estos meses, pase lo que pase ha valido la pena
viejo amigo.
296
En esos momentos vino el sacerdote y desde la
puerta nos dijo.
- La vida de Merire está en vuestras manos,
podéis empezar.
Las sirvientas seguían tras de nosotros esperando
siempre prestas para ayudar y el anciano médico
observaba atentamente todas nuestras acciones sin
pestañear y en silencio, aunque hubiera dicho algo
tampoco lo hubiéramos entendido, pero por su cara
notaba que estaba completamente maravillado al ver
nuestros aparatos y manera de trabajar. Tenían mucho
que aprender de nosotros.
Mi primer objetivo fue la joven a la que le hice la
incisión en el brazo con mi cánula de pluma de ave, le
puse luego un algodón y con un gesto mandé a otra mujer
de mediana edad que parecía ser la encargada de todas
ellas, que lo sujetara. Luego me dirigí hacia Balsamo e
hice la misma operación, le dejé la cánula clavada en el
brazo mientras hacía presión en la jeringa para soltar todo
el aire. La coloqué en la cánula y procedí a la extracción,
para inyectarla en la paciente poco a poco, así hasta
cuatro veces calculando que podía ser más o menos un
litro.
Al finalizar le ofrecí algo de fruta a mi aprendiz
para que se repusiera del mareo y me dirigí hacia la
puerta para llamar al sacerdote. Era bien entrada la
noche, un calor asfixiante inundaba toda la habitación,
mientras dos de las sirvientas daban aire con unos
grandes abanicos de palma a la enferma, siguiendo mis
instrucciones.
- Entrad señor, debo hablaros de algunas cosas -
dije con voz solemne tras atravesar la puerta y viendo
como ya solo quedaba la guardia, el anciano ministro y
297
un par de consejeros más, los demás se habían retirado a
sus aposentos.
El niño y su cuna habían abandonado también la
estancia junto con el padre, era cuestión de organizarse y
preparar lo que quedaba por delante, las próximas horas
iban a ser cruciales para el desenlace.
- Señor ministro, le he mandado llamar para
decirle que durante la noche debe de quedar la estancia
vacía, sólo quedaran dos sirvientas que yo mismo elegiré
y si no queda más remedio también puede quedarse el
médico que ha estado durante todo el día observando
nuestro trabajo. Mi aprendiz y yo no nos moveremos de
aquí hasta terminar con la curación de la reina, nadie
puede entrar sin mi permiso, si alguien requiriera de mis
servicios o alguna información lo hará a través de usted,
vos seréis el encargado de que todo se cumpla al pie de la
letra.
- Me complace vuestra serenidad, se hará como
vos decís, durante la noche extremaré la guardia y pasaré
a visitaros de vez en cuando para que seamos informados
con detalle, ¿no necesitáis nada más?
- Si así fuera le informaré de ello al instante,
buenas noches.
El ministro apremió a las muchachas para que se
marchasen. Él mismo me aconsejó a dos de ellas para que
se quedaran a ayudarnos, una de mediana edad y otra más
joven que no se separaba de ella. El viejo médico, como
yo pensaba, decidió quedarse. Me fui en busca de
Balsamo que se hallaba en el mirador y procedí a
intercambiar opiniones con él.
Por fin la sala se hallaba en silencio, el viejo
médico recostado en un diván intentaba descansar su
esquelético y derrotado cuerpo, las esclavas disponían la
mesa para prepararnos algún ágape y no desfallecer
298
durante la noche, antes decidimos comprobar el pulso y
el estado de la joven.
Parecía dormida, su cara angelical no reflejaba el
sufrimiento que estaba pasando y no dudo que para ella
había sido mejor no estar despierta ante la operación
quirúrgica que habíamos realizado. Después de
comprobar la herida y el estado de salud de la joven,
Balsamo me explicó.
- Parece que se mantiene, la herida no sangra y no
hay infección, creo que el problema del parto está
resuelto, ahora debe usted contarme la manera de
proceder para que deje su estado inerte.
- Mientras comemos alguna vianda hablaremos
sobre el tema, le contaré ciertas cosas que aun no he
tenido tiempo de explicarle sobre algunas de las
curaciones, no debe sorprenderse, son detalles que no
deben salir a la luz, prométame que guardará el secreto.
- Délo por hecho amigo mió, puede usted
contarme lo que crea pertinente y le prometo total y
absoluta discreción.
Nos sentamos a la mesa, las dos esclavas vinieron
prestas para prepararnos los avios y servirnos, apuré mi
copa de un solo trago y procedí a la explicación.
- El mal que aqueja a la joven es bien simple, se
halla en estado inconsciente, muerta en vida, a causa de
un coágulo de sangre en la nuca. Exactamente su
localización se halla en el hipotálamo y puede morir en
cualquier momento o pasarse años en este estado si se le
va alimentando.
- ¿Cómo ha llegado usted a concretar este
diagnóstico, Ainoza?
- He visto algunos casos de este tipo, lo que la
gente llama vulgarmente desnucarse, pero no se encontró
nunca el remedio para ello, un diez por ciento más o
299
menos de la gente que lo padecía volvió a la consciencia
al cabo de algún tiempo, pero la mayoría de veces con
problemas cerebrales.
- ¿Hay algo más que podamos hacer? presiento
que tiene usted alguna solución para este problema,
¿verdad, maestro?
- La hay efectivamente, pero es tan peligrosa
como rápida en su efectividad. Es un elixir preparado con
una fruta llamada Guanábana, que crece en un árbol
denominado Graviola y solo se encuentra en una parte de
las Indias Occidentales. El zumo que se extrae de esta
fruta se mezcla con limaduras de cinabrio y de oro, este
compendio hace que rápidamente se disuelva el coágulo
de sangre. El problema es que no sabemos como afectará
al cerebro de la joven, todo depende del daño existente.
- ¿De dónde ha sacado este remedio tan extraño? -
preguntó el joven con asombro y estupefacción.
- Venía en un tratado de brujería y santería que
encontré entre los enseres de mi padre. Este brebaje
procede de una isla llamada La Española, situada en las
Indias Occidentales y ya lo he probado con éxito en
alguna ocasión.
- ¿No me dirá usted, que lleva todo lo necesario
para su preparación en el maletín de trabajo?
- Así es, acérqueme la maleta y se lo mostraré.
Preparé todo lo que necesitaba a conciencia, soy un
hombre previsor.
- No me lo puedo creer, ha pensado usted en todos
los detalles.
Rebusqué entre mis cajitas donde guardaba entre
algodones algunos frascos sellados y etiquetados para
identificar el contenido de cada uno de ellos. Extraje uno
que contenía un líquido amarillento con un poso en el
fondo de limaduras brillantes.
300
- Aquí lo tiene, en la etiqueta pone Graviola, llevo
siempre un frasquito preparado en todas mis visitas
médicas. Este hace tiempo que lo guardo, espero que no
haya perdido sus propiedades.
- Está usted seguro de utilizarlo, antes tendrá que
poner en antecedentes al Faraón y explicarle el riesgo que
corre.
- No, no lo entenderían, sería peor si no surtiese
efecto, lo haremos por nuestra cuenta. Comprobaremos
que el anciano médico duerme y las sirvientas estén
despistadas, no debe saberlo nadie. Si se muere, podrían
creer que la hemos envenenado.
- De acuerdo, soy del mismo parecer, ante el
riesgo debemos ser muy cautos. Aprovechemos ahora
que el anciano dormita, mientras usted se lo hace ingerir
y yo distraigo a las sirvientas.
Se acercó hacia ellas y gesticulando se las llevó
hasta la balconada. Al entrar me hizo una señal con la
mano y rápidamente me acerqué a la enferma mientras
agitaba el frasquito para que se mezclara el contenido.
Abrí la boca de la joven con una mano y vacié el franco
lentamente, mientras con la otra mano masajeaba su
cuello para facilitar la ingesta. La suerte estaba echada,
cerré su boca y acaricié su mejilla. Su tez blanca era casi
de color de mármol, me hubiera gustado saber que sentía
la gente que se hallaba en esos trances, nadie pudo
conocer nunca si escuchaban las conversaciones de su
alrededor o si sentían algún dolor físico, era un enigma
para la ciencia.
Salí al mirador tras haber comprobado el estado
en que se encontraba la joven reina y viendo que dentro
de la gravedad no empeoraba, llamé a Balsamo para que
entrara. Debíamos descansar un poco, aun quedaba toda
la noche por delante.
301
- Ahora descansaremos un poco, la medicina
tardará algunas horas en surtir efecto, debemos
mantenernos despejados y preparados para lo que pueda
acontecer.
- Tiene usted razón, dormiremos y dejaremos
vigilando a una de las sirvientas, yo mismo se lo intentaré
explicar con gestos para que me entienda - dijo Balsamo,
que después de tanto tiempo de abstinencia parecía que
había puesto el ojo en la más joven. A su edad era lo más
normal del mundo, no sería yo quien se lo reprochara.
Dormitamos hasta que un claro de luz entró por la
ventana que estaba abierta toda la noche para paliar el
tremendo calor de estas latitudes. Empezaba a amanecer
cuando abrí los ojos, la sala se encontraba en calma y la
joven sirvienta sentada al pie de la cama de la paciente
vigilaba ante la posibilidad de algún movimiento por
parte de ésta. Balsamo dormía placidamente y el viejo
doctor también.
Me aproximé hacia la cama de la joven reina y
saludé a la sirvienta que velaba sus sueños, ella se
levantó y se alejó al verme.
Volví a tomar su pulso y a poner la oreja en su
pecho para escuchar los latidos de su corazón. La destapé
y aparté las gasas para comprobar que la herida no había
sangrado durante estas horas a causa del anticoagulante
que le había suministrado. Todo estaba bien, la suerte nos
acompañaba, ahora solo cabía esperar acontecimientos,
no tardarían mucho en venir para comprobar el estado de
la reina.
Desperté a mi ayudante, debíamos cambiar los
vendajes de la enferma y necesitaba ayuda para
incorporarla, quería que tuviera buen aspecto cuando
apareciera su marido, mientras la joven esclava despertó
a su compañera y al anciano y nos preparó el desayuno.
302
- Despierte, ya amaneció, debemos limpiar bien la
herida, cambiar todos los lienzos y vendas.
- Estaba soñando, ahora me levanto, me ha pillado
usted en medio de un sueño, pero mejor no se lo cuento,
¿cómo se encuentra la enferma? ¿Ha habido algún
cambio?
- De momento todo transcurre normal, sigue
inconsciente pero por lo demás su estado es bueno.
- ¿Quiere que la examine maestro?
- No es preciso, lo he hecho hace apenas un
momento, tomemos algo para desayunar antes de que
empiece el desfile de autoridades, hace rato que oigo
voces tras de la puerta, han madrugado mucho.
- ¿Qué les va a decir cuando vengan?
- Necesitamos tiempo, hay que convencerles para
que sigamos aquí el tiempo suficiente hasta que haya
cambios apreciables en la enferma. Hablaré con el
ministro cuando venga y le diré que necesitamos
veinticuatro horas más para conocer el desenlace.
Nos sirvieron un tazón de leche, pan, queso y
miel. Que maravilla poder degustar tan ínfimos manjares,
extrañados hace días por nuestro paladar, estaba todo
realmente exquisito. Al momento la puerta se abrió e
irrumpió Menjeperraseneb quien entró en la alcoba con
cara de pocos amigos, se acercó hasta nosotros y nos
saludó. Cuando intentamos levantarnos para devolverle el
saludo, insistió en que siguiéramos sentados.
- Perdonad que os moleste, no era mi intención,
pero en la entrada está todo el Consejo reunido esperando
al Faraón y a su madre para saber noticias de la reina.
- Ya lo esperaba, ¿cómo se encuentra el niño? – le
pregunté
303
- Varios médicos de la corte cuidan de su salud, el
pequeño está bien. Tras un largo reconocimiento los
sabios dicen que está sano.
- Decidle al Faraón que la salud de su esposa no
ha sufrido ningún cambio por el momento. Puede venir a
visitarla, pero dada la grave situación debe entrar el solo.
El Consejo debe esperar fuera igual que su madre,
decidle que esta es mi recomendación, nadie debe tocar
ni manipular ningún alimento ni medicina que yo no haya
comprobado antes. Vos ya sabéis de lo que estoy
hablando, confío en vuestra capacidad de persuasión ante
el joven dios.
- Gracias a los dioses aun confía en mí nuestro
rey. Aunque no se acaba de creer las manipulaciones de
su madrastra, casi siempre sigue mi consejo, pero nos
hallamos ante una persona realmente malvada, con sus
mimos y halagos trata de convencer a su hijo y lo
manipula a su voluntad.
- No tengo poder para dar ordenes, pero confío en
su inteligencia señor ministro para resolver este asunto.
Marchó al momento, mientras Balsamo había
acabado su comida y estaba junto a la cama con las dos
sirvientas haciendo las curas pertinentes que le había
dicho. Me senté pensativo, ¿cómo podía acelerar los
acontecimientos y volver a la vida a esta joven reina,
antes de que todo este intento no sirviera de nada y
tardara demasiado tiempo en despertar o morir?
- No se preocupe maestro, todo saldrá bien, le
estoy viendo cavilar demasiado, no podemos hacer nada
más.
- Ya lo sé, trataba de recordar todo lo que leí hace
tiempo de esta dinastía, y por más que pienso no recuerdo
nada de la suerte que corrió la primera mujer de Tutmosis
III. Recuerdo que tuvo un hijo varón a los veintidós años
304
y que en sus cincuenta y cuatro años de vida tuvo tres
esposas diferentes, pero no logro recordar si Merire
murió en el parto.
- Yo tampoco lo recuerdo, solo los datos que me
está contando pero vagamente. Tendremos que creer en
la suerte y esperar.
Habían transcurrido varias horas, por la posición
del sol calculé que era mediodía, cada media hora más o
menos comprobábamos el estado de la muchacha, nadie
había aparecido por esa puerta todavía. Por un momento
pensé que ya no le daban importancia a la joven una vez
nacido el heredero, pero luego recapacité y comprendí
que se debía a las discusiones que seguramente estaban
teniendo toda la mañana madre e hijo y el Consejo de
Estado intentando mediar.
La puerta se abrió de golpe, giré la vista hacia ella
y observé como un gran grupo de gente se hallaba tras
ella vociferando mientras el Faraón entraba y la guardia
la cerraba por fuera. Las muchachas y el anciano se
precipitaron corriendo para llegar hasta sus pies y
postrarse de rodillas mirando hacia el suelo. Miré a
Balsamo y le hice un gesto para que hiciéramos lo mismo
y su voz rompió el silencio de la sala.
- Marchaos mujeres, dime extranjero que noticias
tenéis para contarme - mientras se acercaba al lecho de su
esposa.
- No ha sufrido ningún cambio todavía señor,
estamos haciendo todo lo humanamente posible para
curarla.
- ¿Morirá?, dime la verdad, piensa que estás
hablando con un Dios, no se te ocurra mentirme.
- No puedo contestaros a esa pregunta, es
demasiado pronto para saberlo, necesito más tiempo.
305
- ¿Más tiempo?, no sé que extraños y maléficos
sortilegios estás utilizando para curarla pero necesito
saber si vivirá.
- Tenéis que darme un día más, es demasiado
pronto para que hagan efecto los remedios que le he
suministrado.
- ¿Tenéis? sabes acaso con quien estás hablando
maldito pagano.
- Perdonadme gran rey no quise decir eso, quise
decir que rogaría al gran Dios que me concediera un poco
más de tiempo para sanar a su esposa.
- Eso está mucho mejor, pero el país está en crisis
política, mis enemigos piensan que en estos momentos
soy más frágil y el Consejo está dividido.
- Os lo vuelvo a rogar, si mañana a estas horas no
hubiera ningún cambio podéis hacer con nosotros lo que
os plazca.
- Tienes mi palabra, no me falles, espero tener
noticias vuestras en breve, mientras yo trataré de calmar
al Consejo y a mi madre.
Se sentó en la cama y tomó la mano de Merire
mientras la miraba tiernamente, todos lo contemplamos
en silencio, no podía engañarme, su seriedad y rigidez no
eran más que fingidas para poder gobernar y no podía
demostrar su flaqueza en aquellos momentos, pero yo
sabía por sus ojos que la amaba, era muy duro para él
todo lo que sucedía pero no podía mostrarlo en público.
Se levantó sin más de la cama y con mirada seria
se dirigió hacia la puerta sin despedirse. Desapareció tras
ella y por fin pude respirar, no era mucho pero un nuevo
plazo y debíamos aprovecharlo.
- Ya ha oído Balsamo, tenemos un día para
resolver el entuerto, por un momento tuve miedo, no sé
como pude meter la pata diciéndole lo que debía darnos.
306
- Es cierto maestro, creí que su desliz fonético iba
a tener consecuencias.
- No debemos temer la ira del Faraón, a quien
debemos temer es a su madre, estoy seguro de que
intentará alguna treta mientras nos hallamos aquí dentro.
Nos turnaremos para descansar y no dejaremos sola a la
joven en ningún momento, ahora vaya hacia esa mesa y
tome nota de todo lo acontecido desde antes del parto
hasta este momento. Debemos dejar constancia por si
algo nos sucediese.
Balsamo se fue a tomar nota de sus apuntes, una
mesa repleta de papiros en blanco, una pluma de ave y un
pequeño cuenco conteniendo algo parecido a la tinta, de
color morado le hacía el servicio suficiente para ello.
Mientras seguía sentado en el diván me preparé para
pasar las horas venideras sin perder de vista el lecho de la
reina.
Pasaron varias horas, hacía mucho rato que
habíamos vuelto a comer y mi joven amigo descansar de
sus apuntes, en la balconada tomábamos el aire los dos y
hablábamos de cosas triviales para no pensar en el tiempo
que pasaba inexorablemente sin mejoría alguna.
- No sabe usted Ainoza lo que daría ahora mismo
por tener aquí mi pipa y mi tabaco, me sirve para calmar
los nervios y usted ¿cómo los calma cuando está en
situaciones tan adversas?
- Amigo mío, a mi me los calma la edad, tenemos
que estar serenos en los momentos difíciles y haber
vivido situaciones al límite para comprender lo que le
digo, pero no se preocupe el tiempo hará de usted un gran
médico y con la experiencia llegará su paz interior y no
necesitará la pipa.
- Me da usted envidia, quisiera tener su
experiencia y capacidad de trabajo, pero ese ha sido
307
siempre mi gran problema, la impaciencia. De niño
decidí que iba a ser alguien muy importante y desde
entonces no he cejado en el intento. La providencia le
puso a usted en mi camino y lo estoy aprovechando.
Estaré ayudándole el tiempo que me deje, siempre que
usted lo acepte, hasta aprender lo máximo posible.
- Ya tendremos tiempo de hablar de todo ello
cuando regresemos de este viaje, ahora debemos
recopilar toda la información necesaria, y llevarnos todo
el material posible de mi padre.
- Es cierto, pero aun tenemos que salir de esta
situación en la que nos hallamos. Da usted por hecho que
volveremos, yo no estaría tan seguro, aunque siempre ha
tenido razón cuando decía lo que pasaría, debo
reconocerlo.
Pasaban las horas, el ocaso del sol estaba cercano
y seguía sin haber ninguna novedad. El joven aprendiz
paseaba de arriba abajo como una fiera enjaulada, ya no
sabíamos de que hablar, los nervios le estaban
consumiendo.
Unos gritos se oyeron de repente en la estancia,
entramos los dos desde el mirador para ver de que se
trataba, las sirvientas se abrazaban entre ellas con gran
júbilo cuando dirigí la mirada hacia el lecho y con
sorpresa pude ver como la joven enferma parpadeaba
ligeramente y movía los labios intentando hablar. Nos
miramos los dos, reímos a carcajadas y nos abrazamos.
El anciano médico se levantó de su silla e intentó
encaminarse hacia la puerta para comunicar a todos el
desenlace. Dejé de abrazar a Balsamo y le apremié.
- No deje que salga el anciano, rápido impídale
que abra la puerta.
Balsamo corrió hacia él, no fue difícil cogerlo, sus
pasos lentos y pausados por la edad no le dejaban
308
moverse con soltura. Lo tomó por el brazo y lo acompañó
otra vez hasta su asiento, mientras yo me acercaba a la
joven Balsamo preguntó.
- ¿Por qué no deja que se marche?
- No quiero esto lleno de gente hasta que no haya
comprobado cual es el estado de la joven.
La miré a los ojos, intentaba decirme algo y
acerqué mi oreja a su boca, no entendía lo que decía, abrí
sus parpados para comprobar el estado de su iris y le
tomé el pulso. Estaba acelerado, intentó levantarse pero
no tenía fuerzas, le puse la mano en la frente y la calmé
para que no hiciera esfuerzos, ella no sabía nada de lo
que había pasado.
- Es el momento de asegurarnos que todo va bien,
necesito hablar con ella para ver si ha sufrido algún daño
cerebral. Mientras yo sujeto al anciano, usted entreabra
un poco la puerta para que el ministro le vea y hágale
pasar. De momento no vamos a decirles nada, antes
debemos asegurarnos.
Así lo hizo. Volví a tomar la mano de la joven y
me sonrió. Demasiadas emociones en tan poco tiempo,
nuestras miradas y nuestro silencio lo decían todo, lo
habíamos conseguido.
La puerta se volvió a abrir para dejar paso a
Menjeperraseneb, que se acercó a mí.
- ¿Qué deseáis? - preguntó con voz lastimosa y
apenada.
- Necesito vuestro silencio y que me ayudéis a
traducir lo que vais a oír. Quiero vuestra palabra de que
no me engañareis.
- Estamos en vuestras manos, decidme lo que hay
que traducir, no diré nada de lo que aquí se hable, tenéis
mi palabra.
309
Capítulo 11º EN BUSCA DE LA VERDAD
El Anciano acercó el oído a la paciente, así se lo
había ordenado, la joven dormía placidamente. Tomé la
mano de la muchacha para intentar despertarla y abrió los
ojos ante la atenta mirada del ministro. El sobresalto del
pobre hombre fue mayúsculo, se incorporó y cambió su
semblante serio por el de asombro.
- ¡La habéis hecho volver! Estaba seguro que no
me equivocaba con vos, sois igual que vuestro padre,
siempre cumplía lo que prometía.
- La joven está despierta, pero debemos
reconocerla a fondo y antes quisiera saber lo que está
diciendo. Susurra palabras casi inaudibles y no las
entiendo, os ruego intentéis traducirme lo que musita.
El anciano volvió a poner su oreja pegada a la
boca de la muchacha y escuchó las palabras, no sin antes
poner cara de extrañeza, eran difíciles de escuchar hasta
que al fin se separó de ella y sonriente contestó.
- Pregunta por su esposo y su hijo, quiere verles,
eso repite continuamente.
- Preguntadle como se encuentra, si siente mucho
dolor y decidle que no debe moverse bajo ninguna
310
circunstancia, luego ya podréis explicarle todo lo
sucedido.
Le preguntó en su lengua todo lo que yo le había
dicho y volvió a poner su oreja para escuchar. Le
comenté a Balsamo que hablaría a solas con el sacerdote
y que él se ocupase de comprobar todas las funciones de
la joven antes de que abandonáramos la estancia.
- Dice que el dolor invade todo su cuerpo, pero
está feliz, solo repite que quiere ver a su esposo y a su
hijo.
- Venid conmigo señor debemos hablar. Nosotros
hemos terminado nuestro trabajo, ahora debemos
concentrarnos en lo que nos ha traído hasta aquí.
- Decidme doctor, os escucho.
- Vamos a retirarnos a nuestras habitaciones,
debemos estudiar el legado de mi padre, nuestra función
en este complicado parto ya no necesita de nuestros
servicios, ahora debéis encargar a vuestros médicos de
confianza que se ocupen de su recuperación. Pero debéis
tener mucho cuidado, no se puede quedar sola, en su
estado es muy peligroso y algunas visitas pueden tener
consecuencias graves, vos sabéis de lo que hablo. No la
dejéis a solas con la madre del Faraón ni con ninguna
persona afín a ésta, si algo ocurriese vosotros seréis el
responsable. Los médicos deben llamarnos en caso de
gravedad, si todo siguiera su curso no hará falta que
seamos molestados, tenemos mucha tarea por delante.
- No os preocupéis así se hará, yo mismo
comunicaré a nuestro amo la gran curación que habéis
obrado y hablaré con el Consejo para que no seáis
molestados, se os ayudará en todo lo posible, solo tenéis
que pedir lo que necesitéis y me será comunicado.
La conversación fue corta pero concluyente,
sabíamos lo que queríamos cada uno y cómo podíamos
311
ayudarnos. Se marchó rápidamente de la sala, mi joven
aprendiz seguía con su chequeo a la joven.
- ¿Cómo la encuentra, ha comprobado también
sus heridas?
- Todo parece bien, incluso el bulto de su cabeza
ha descendido considerablemente, creo que podemos
respirar tranquilos.
- ¿Ha escuchado lo que ha dicho la joven cuando
el sacerdote ha hablado con ella? ¿No le ha parecido
extraño amigo Balsamo?
- ¿A que se refiere? no entiendo lo que quiere
decir.
- La joven ha preguntado por su esposo y su hijo,
¿No le parece raro que sepa que ya ha tenido el niño si
estaba muerta cerebralmente?
- No había caído en ello, es verdad, ¿cómo lo ha
podido saber?
- Me hace pensar que inconscientemente ha
vivido todo el proceso con lucidez, escuchaba, pero no
podía quejarse, su cuerpo estaba inerme, solo su mente
sentía lo que pasaba a su alrededor.
- Efectivamente es extraño, lo apuntaré en mis
anotaciones y hablaremos sobre el tema más adelante.
- Bien, debemos irnos, es necesario que iniciemos
cuanto antes nuestras investigaciones, me he dado cuenta
que hay demasiados conjuros en esta corte y no sabemos
del tiempo que disponemos. Es posible que estén
planeando algo en nuestra contra.
Tomé del hombro al joven y nos dispusimos a
salir de la estancia, no sin antes saludar a las amables
sirvientas y despedirnos del anciano médico que seguía
sentado en su silla sin entender nada.
Tras la puerta nuestra guardia personal nos
esperaba después de haber recibido las órdenes
312
pertinentes de Menjeperraseneb para escoltarnos a
nuestros aposentos y después de la larga caminata por fin
pudimos encontrarnos a solas para poder hablar
tranquilamente una vez llegado a nuestro destino.
- ¿Por dónde vamos a empezar? esto va a ser muy
complicado, por lo que estoy viendo su padre dejó
muchos manuscritos.
- No lo sé, quizás lo primero que debíamos de
encontrar sería algo parecido a un diario personal, alguna
cosa que nos sirviera de referencia para encontrar el
punto de partida. Usted comience por la estantería de
abajo y yo por la siguiente, cuando veamos algo que
pueda servir de guía pararemos para estudiarlo.
Empezamos con la tarea, tomé todos lo cuadernos
de apuntes que se hallaban en la segunda estantería y los
puse sobre la mesa en la que íbamos a trabajar, siete
grandes cuadernos numerados en los que comprobé que
el número doce era el último de ellos. Faltaban cinco
cuadernos sin orden ninguno, el numero uno, el dos, el
tres, el siete y el once. No comprendía el significado,
cuando de pronto pensé en varios de los que había dejado
en mi laboratorio, eran exactamente iguales a estos,
numerados y con un título en el frontal del libro.
Miré todas las portadas para intentar saber de que
trataban, cada uno de ellos hablaba de alguna técnica de
trabajo médico que había aprendido en el lugar donde me
encontraba. Por ejemplo, el número cuatro decía,
“Técnica de Trepanación Ósea”, en el quinto y el sexto se
podía leer “Soldadura de los huesos” y así hasta el doce.
Varias técnicas diferentes. De pronto empecé a
comprender.
- Mire Balsamo, esta serie de manuscritos está
incompleta, faltan cinco de libros, los cuales se hallan en
313
mi laboratorio. Esto demuestra la teoría de que mi padre
hizo varios viajes y fue llevando material en cada uno de
ellos. Ahora el problema es que no sabemos porque
interrumpió este transporte continuo, aquí se hallan
reflejadas todas las formas empleadas por estos médicos
para operar el cuerpo humano. Exactamente esto no es lo
que buscamos, pero debemos tenerlo en cuenta.
- Yo solo he encontrado entre estos papiros
dibujos y bocetos de lo que puede ser la ciudad de Luxor,
de momento no hay nada que comentar, intento
descifrarlos para ver si alguno de ellos tiene algún mapa
o indicio de algo escondido por los Faraones que indique
la situación de alguno de sus libros sagrados o algo que
se le parezca.
- Siga usted con eso amigo, yo rebuscaré entre los
cuadernos de la parte superior de la biblioteca.
Seguí abriendo libro tras libro y leyendo el
enunciado y las primeras páginas para intentar hallar
alguna clave que me sirviera de guía para saber por
donde empezar. La noche caía sin que nosotros, tras
muchas horas de trabajo, halláramos nada en concreto,
solo grandes obras de medicina escritas por él y de valor
incalculable, pero nada tan importante como para haber
concebido este fabuloso viaje. Era algo más lo que aquí
se escondía y debíamos encontrarlo.
Se abrió la puerta ante nuestros cansados ojos
después de tanto releer manuscritos, habían pasado las
horas y nos traían la cena dos esclavas. Una de ellas fue
reconocida rápidamente por Balsamo, era la joven que
estuvo con nosotros en la sala de la reina. La depositó
sobre la mesa que se hallaba al lado de los divanes y la
sirvieron, luego se apartaron y siguieron en pie esperando
hasta que la puerta se volvió a abrir y entró el viejo
sacerdote.
314
- Buenas noches, el Faraón pregunta si la estancia
es de vuestro agrado y os halláis cómodos en ella. Una
vez finalicéis vuestro ágape, ordena comparezcáis ante él,
también os envía estas dos sirvientas para cualquiera de
vuestras necesidades, serán vuestras esclavas personales
si lo deseáis.
- Dadle las gracias en nuestro nombre, y decidle
que nos place donde nos hallamos, no será necesario que
se queden las sirvientas, se lo agradecemos de todas
maneras. Será un honor ser recibidos por vuestro Dios.
- Maestro - dijo Balsamo - ¿No creéis que sería
más llevadero este trabajo si pudiéramos quedarnos con
las sirvientas para ayudarnos? se lo ruego, no nos
entienden, no pienso que pudiera ser peligroso y a mi me
reconfortaría.
- De acuerdo, pero con la condición de que
deberán de salir cuando la ocasión lo requiera. Podéis
marchad anciano, estamos dispuestos a ser recibidos
cuando lo creáis conveniente.
Una vez se marchó el sacerdote nos sentamos a la
mesa para reponer fuerzas con aquellos ricos manjares,
uva, codornices, dátiles y quesos de la tierra. Mi joven
amigo estaba inquieto y contento, solo tenía ojos para
una de las jóvenes. Bendita juventud, no me sentí con
corazón de negárselo, al fin y al cabo después de lo que
había sufrido se merecía un pequeño premio.
- Sea usted discreto Balsamo, las paredes oyen y
no deben pensar de nosotros que nos aprovechamos de
las circunstancias, procure centrarse en el trabajo,
después haga lo que quiera con sus ratos de descanso.
- Gracias por acceder a mi petición, le aseguro
que seré muy discreto, después de tanto tiempo necesito
tener una mujer al lado que me alegre la vista - sonrió
pícaramente mientras comía.
315
Era bien entrada la noche, seguíamos con nuestra
lectura cuando golpearon la puerta tres veces y me
acerqué a ella para mirar de quien se trataba. Al abrir la
guardia del Faraón estaba esperando y su jefe me señaló
con la mano que le siguiera, me giré para decírselo a
Balsamo cuando éste se me adelantó y dijo.
- Vaya usted amigo, yo seguiré con la lectura, no
creo que haga falta mi presencia, ya me contará como ha
ido todo.
Esbocé una sonrisa al mirarle y el me contestó
con otra. Entendí que quería aprovechar cualquier
momento disponible para estar a solas con la joven, en
fin, no valía la pena insistir, igualmente hubiera tenido
que estar callado en la entrevista y no era estrictamente
necesario que viniera.
Tras los pasos de la guardia fui conducido hasta
una estancia secreta después de muchos pasadizos y de
comprobaciones oculares de la escolta de que no nos
seguía nadie. La pequeña estancia tenía aspecto de ser
unos baños termales de grandes dimensiones donde la
joven deidad sentada al borde de un aljibe remojaba sus
pies entre el humo que salía del agua caliente. Desnudo
solo con un taparrabos de gasa miraba el agua como
ausente, mientras el anciano sacerdote en un rincón lo
observaba. No había nadie más en la habitación, era ya
muy tarde y la gente dormía. Entré y me arrodillé ante él.
- Incorpórate, ¿deseas bañarte mientras hablamos?
- Os lo agradezco, pero no merezco tener la gracia
de tantos favores - le contesté con voz sumisa.
- Siéntate entonces y hablemos.
- Decidme gran señor en que puedo ayudaros, los
deseos del Faraón son órdenes para mí.
- Te he mandado buscar para agradecerte todo lo
que has hecho por mi familia, sé que mi ministro ya te ha
316
puesto en antecedentes de los rumores de conspiración de
algunos militares a causa de la maquinación de mi
madrastra. Si mi mujer o mi hijo hubieran muerto podría
haber tenido graves consecuencias en mi reinado, espero
que ahora las aguas vuelvan poco a poco a su cauce.
- Estoy informado de todo gran rey, contad
conmigo para lo que necesitéis.
- Ahora solo nos quedan dos asuntos que zanjar,
puedes pedirme cualquier cosa que desees y te lo
concederé, los dioses no olvidan a quien los han servido
bien.
- No necesito nada, os ruego que me dejéis
trabajar en mi estancia, si alguna vez fuera necesario
estoy seguro que la recompensa que os pida será de
vuestra complacencia, por el momento tengo todo lo
necesario.
- Muy bien, cuando llegue el momento y estés
preparado zanjaremos ese tema, pero me queda otro por
resolver y no permitiré ninguna excusa más. ¿Quiero
saber dónde está el espejo? no puede caer en otras manos
que no sean las mías, es muy peligroso, has de contestar.
- El espejo está escondido en una zona del
desierto que solo sabemos mi ayudante y yo, es nuestro
salvoconducto y os lo entregaré en el momento que
pueda realizar el viaje de vuelta, no puedo deciros más.
- ¿Esperas acaso que te crea igual que a tu padre
para luego traicionarme por tener el poder de Osiris?
- Debéis confiar en mi, vos tenéis las piezas
necesarias para el viaje y sin ellas no podré volver,
cuando me marche lo haré delante vuestro y lo podréis
recuperar, nadie más podrá otra vez viajar en el tiempo.
No tengo ánimos de riquezas, mi viaje se resume
fácilmente, saber que fue de mi padre y donde
encontrarlo si aun vive.
317
Miró fijamente al sacerdote y este se acercó hacia
nosotros, la duda le embargaba, era demasiado joven para
tomar grandes decisiones y su gran soporte era ese viejo
y cansado ministro que le había ayudado desde su niñez.
- Debéis confiar en él, gran Faraón, mientras
poseamos los cinco elementos restantes no podrá
traicionarnos, le necesitamos tanto como el a nosotros, os
aconsejo que accedáis a sus suplicas - argumentó el
ministro en voz baja.
- Bien, te daremos una oportunidad como a tu
padre, no pienses que flaqueo, siempre he seguido los
consejos de mi anciano siervo y lo haré también ahora, si
me engañas moriréis los dos. Puedes marcharte.
- Nos retiramos después de saludar, y volvimos a
atravesar ese laberinto de túneles hasta llegar a la sala
principal donde el anciano se dispuso a despedirse de mí.
Yo aproveché para intentar sonsacarle más detalles de la
desaparición de mi padre.
- Decidme señor, ¿verdaderamente no sabéis el
paradero de mi padre?, ¿por qué se fue de esa manera?
- Siempre fue un enigma, os prometo que nunca
entendimos porque se fue sin decir nada y nos robó tan
preciado tesoro. Averiguadlo vos y limpiad su nombre si
fuera necesario, os ayudaré en todo.
- Ahora debo retirarme a mis aposentos, mi
aprendiz sigue estudiando el material de mi padre y debo
ayudarle. Buenas noches señor ministro, cualquier noticia
le será comunicada.
Me saludó y se retiró con dos de sus vigilantes y
sus antorchas hacia otras estancias. Me dirigí hacia mi
habitación lentamente y pensativo a causa de la anterior
entrevista. No podía tardar mucho en devolver el espejo,
cada vez que nos veíamos salía el mismo asunto, temí
318
que acabaran cansándose de esperar y tomaran medidas
mucho más drásticas y preocupantes.
Abrí la puerta con sigilo tras ser saludado por la
guardia de la entrada y comprobé que casi no había luz
en la habitación, apenas una lámpara de aceite en el
fondo. Debían dormir todos, me acerqué hacia mi lecho
para estirarme y descansar cuando vi la silueta de
Balsamo en su cama abrazado a la joven esclava y
desnudos, ambos dormían y no se dieron cuenta de mi
entrada en la sala. Debían haber sido dos horas
agotadoras para ellos. Sonreí y me recosté, debía dormir
un poco, no quedaban muchas horas para el amanecer.
Un ruido de risas me despertó. Me incorporé
frotándome los ojos, se habían levantado todos, el joven
desayunaba en la mesa mientras trataba de enseñar
nuestro idioma a las jóvenes entre sonrisas y gestos.
Volvió la cabeza al verme y me saludó efusivamente.
- Buenos días maestro, veo que es el último en
despertar, ¿ha dormido bien?
- Buenos días, en verdad si he dormido
placidamente, a usted no hace falta preguntárselo, veo
que está de muy buen humor, ya comprobé anoche al
llegar que todo había ido bien ¿no es así?
- Me ruboriza usted amigo mío, espero que no
viera nada desagradable, en fin, echaba mucho de menos
el calor de una mujer, bueno usted ya comprende.
- No se preocupe, aunque yo sea un viejo
decrépito le entiendo perfectamente, es usted demasiado
joven para tanta abstinencia - dije en tono burlón.
- Cuénteme como le fue anoche la audiencia con
el Faraón, ¿hay alguna novedad?
- No, todo va bien, su esposa e hijo están
perfectamente. Me hizo llamar para ofrecerme el favor
que le pidiéramos por haber ayudado a su familia, yo le
319
dije en pocas palabras que lo guardara para cuando lo
necesitáramos. Estuvimos hablando de los problemas de
conspiración que se rumorean en la corte y como no,
volvió a insistir con el asunto del espejo. Este es el
resumen más o menos de la entrevista en la que sólo
estuvimos tres personas por motivos de seguridad, la
tercera fue Menjeperraseneb.
- El asunto del espejo empieza a ser preocupante,
debemos acelerar la tarea antes de que acaben con su
paciencia. Anoche como comprobó no pude trabajar
mucho, pero hoy le prometo dedicarme plenamente a
ello, dejaré los amoríos para más adelante.
- Acabe primero de desayunar, yo tomaré solo un
vaso de leche y empezaremos cuanto antes.
Después de mi austero desayuno nos pusimos
manos a la obra. Leímos libro por libro, cuaderno por
cuaderno, todos ellos en latín, lo cual no resultaba ningún
problema para nosotros. Habíamos sido estudiosos de
esta lengua y no necesitábamos traducción alguna.
Comentábamos cosas importantes cuando las hallábamos
y volvíamos a seguir, hora tras hora, día tras día e incluso
algunas noches enteras seguíamos con los cuadernos.
Pasó más de una semana y no hallábamos nada para
poder empezar, entre comidas y paseos pasábamos los
pocos ratos de asueto. Balsamo hacía alguna noche algo
más que un paseo, pero era muy discreto, no tenía nada
que objetar mientras hiciera bien su trabajo.
Un día ocurrió algo inesperado, Balsamo tomo de
la estantería un viejo y polvoriento cuaderno y al ponerlo
sobre la mesa cayó una pequeña hoja de papel que se
hallaba dentro. Creí que podía ser un apunte, lo
desplegué y comencé a leerlo. Parecía más una poesía
que una nota, la leí en voz alta para que la oyera mi joven
amigo.
320
- “Doce son los animales del horóscopo, doce los
meses del año, doce apóstoles, doce peldaños tuvo un
Dios, doce peldaños de piedra hasta llegar al rey sol,
cuando al mediodía brilla se refleja en Amón”
Nos quedemos perplejos, parecía una poesía, pero
¿qué significado tenía esa oda tan corta y escondida entre
las páginas de un libro? Nos miremos mutuamente con
cara de no entender nada, podía ser una clave para
descubrir algo, pero dada su ambigüedad nos dejó
perplejos.
- ¿Cree que tiene algún significado?
- Estoy seguro que sí, mi padre no era poeta, tiene
algo que ver con el numero doce, pero no sé a que se
refiere, pensemos.
- Si es una cábala para resolver debe estar entre
estas cuatro paredes, no señala ningún lugar más que el
sol, con lo cual debemos revisar lo que nos queda hasta
hallar algún tratado que hable sobre el astro - deducía
Balsamo.
- No - le contesté - si estuviera en un libro lo
encontraríamos al leerlo tarde o temprano. No está en
ningún libro, usted lo ha dicho claramente la clave está
en las paredes.
Una ráfaga repentina de aire ondeó las cortinas de
gasa que conducían hasta el balcón y el reflejo de la luz
entró por un momento en la estancia. Fue entonces
cuando me di cuenta de todos los grabados y dibujos con
que estaban pintadas y adornadas las paredes de la
estancia, ahí estaba la clave.
- Amigo Balsamo creo que lo ha descubierto
usted sin querer, fíjese bien en los grabados que nos
rodean, jeroglíficos, dibujos de escenas de caza y de la
vida cotidiana de esta gente y sobre todo la de sus dioses.
Venga acérquese y mire este grabado.
321
- Es verdad, no le había dado importancia a estos
dibujos ¿cree que puede estar aquí la solución al enigma?
- Mire usted aquí, una escalera piramidal, cuente
los escalones y dígame que ve en lo alto del último
peldaño.
- Es cierto, tiene doce peldaños, y sobre el último
un sol como el del anillo de su padre pintado de color
dorado ¿pero qué significa? ¿No entiendo donde quiere ir
a parar? cuénteme.
- Si no me equivoco este sol nos dará la clave del
asunto, todo gira alrededor del número doce, y por último
habla del reflejo del sol, ahí lo tiene.
- Sigo sin comprenderlo maestro explíquese con
más claridad.
- Aparte usted las cortinas del balcón y
esperaremos a que sea mediodía, exactamente las doce.
Será entonces cuando descubramos el significado de tal
acertijo. Cuando yo era un niño mi padre jugaba conmigo
y lo que más nos gustaba eran los acertijos y los papeles
con claves para encontrar una moneda que previamente
el había escondido. Por eso se me ha ocurrido que podía
tratarse de uno de sus juegos, de los cuales siempre salía
airoso gracias a sus enseñanzas y explicaciones.
- Cada día me sorprende usted más, ¿hay algo que
no sepa hacer? creo que nunca podré aprender todo lo
que usted sabe, tiene una mente privilegiada.
- Déjese de cumplidos y abra la cortina, no creo
que falte mucho para llegar el mediodía, y si no llegamos
a tiempo deberemos esperar hasta mañana.
Balsamo cumplió mis órdenes y apartó por
completo la fina cortina hasta que la luz del sol inundó la
habitación casi por completo. No cubría totalmente el
dibujo de las escaleras pero le faltaba muy poco. Nos
sentamos a esperar mirando fijamente el grabado como
322
dos necios que no tienen otra cosa que hacer, hasta que
por fin la luz inundo el dibujo plenamente y vimos como
un haz de luz reflejado en el sol dorado sobre la pirámide
salía despedido hacia uno de los objetos que adornaban la
estantería de los libros y que se hallaba en la parte
contraria a la pared.
No habíamos dado importancia a esos objetos,
eran pequeñas figuras de algún material como la arcilla o
alabastro, lacados en negro. Había varias piezas, todas de
unos veinte centímetros de altura y representando cada
una de ellas a un dios de su religión. El reflejo de la luz
se acabó difuminando, pero habíamos visto sobre cual se
había parado.
Nos acercamos hacia ella, y la tomé en mis
manos. Pesaba muy poco, posiblemente era de barro o
arcilla y efectivamente era la efigie de Amón Rha, dios
de los dioses de los egipcios.
- ¿Esto nos lleva hasta otro acertijo, maestro? -
me preguntó el joven abriendo los brazos.
- Esta es la solución, compruebe que no pesa
nada, debe de estar hueco, tenga mírelo.
Lo agarró y lo miró de todas las formas posibles,
boca arriba, boca abajo, seguía sin entender nada. Me lo
devolvió y su rostro pensativo me demostraba que no
tenía la menor idea de lo que hacer con ella.
- Mire - dije dejando caer al suelo la estatuilla sin
avisar.
Se partió por varios sitios al caer, era roja por
dentro, estaba hecha de arcilla, pero de su interior salía
un atillo redondo, algún folio doblado en forma de canuto
para que cupiese dentro y atado con una cinta negra.
Separé las partes rotas de la figura hasta liberar
completamente la misiva, le deshice el lazo con mucho
cuidado y mientras la abría miré a Balsamo.
323
- Aquí tiene la respuesta al acertijo, ¿qué le
parece?
- Realmente subliminal, su padre era un artista
montando cabalas y usted resolviéndolas, pero no me
tenga en ascuas y léala por favor.
Un espantó recorrió mi cuerpo mientras
desdoblaba la carta, me embargaba la ansiedad de saber
alguna noticia de mi padre. Lo único que esperaba era
que no fueran malas noticias. El largo trecho de mi vida y
sufrimientos no se merecía ningún fin que no fuera el
esclarecimiento de la verdad. Eran dos hojas escritas y
efectivamente era la letra de mi padre. Empecé a leer con
voz temblorosa lo que allí explicaba.
“Querido hijo, si estás leyendo esta carta
significará que todo mi empeño en que viajaras al
pasado ha tenido éxito, si es otro la que la está leyendo
comprenderé que ha sido por algún motivo acertado, he
convivido con estos habitantes durante un año y he
realizado dos viajes en el tiempo, por lo menos eso es lo
que ellos creen. Tuve que desaparecer a causa de la
intriga que sufrí por parte de la madre del Faraón, reina
regente en esos momentos. Sé que le fallé a algunas
personas buenas que aquí encontrarás, pero el motivo
era evidente. He estado viajando en secreto varias veces
más a su mundo sin que ellos tuvieran constancia de ello.
El viaje apenas duraba un día, ellos no me vieron pero
he estado trayendo en cada uno de ellos el material que
escribí. Por motivos que espero que averigües tu mismo,
tuve que suspenderlos. En cuanto a los cuadernos que
faltan di órdenes de que se te entregaran y espero que
estén en tu poder, el resto se encuentra en mi biblioteca,
en Luxor. Los cuadernos numerados del uno al doce
tienen la clave que buscamos, en ellos están reflejados
todos los escritos del Libro de los Muertos. Podrás
324
reunir el compendio anotando todas las líneas doce, de
las páginas numero doce y sus múltiplos de cada uno de
los cuadernos, una vez reunidos tendrás la trascripción
completa. Comprobarás que es inquietante y maravilloso
a la vez. Tu sabrás que hacer de su uso pero encontrarás
cosas que no te van a gustar, sabrás que la inmortalidad
tiene un precio, confío en ti. Una vez resuelto todo, debes
volver para recuperar los libros que te entregué y acabar
la tarea. Nunca debes decir nada de lo que posees, es
muy peligroso. Al final del enigma encontrarás la verdad
sobre mi y si aun vivo, te dirá donde encontrarme.”
“Una cosa más, si carecieras de algún elemento
para volver a tu época debes saber que se guardan en un
arca. Está ubicada en la cripta secreta de la pirámide
que se empezó a construir en el momento del nacimiento
de Tutmosis III. He tenido la previsión de que puedas
acceder a ella. Si sigues la fila de miniaturas de arcilla
donde has encontrado esta carta, hallarás un busto de
Isis, dentro encontrarás el elixir que probaste una vez, el
que te salvo de la hoguera. La pócima de la
transposición de cuerpos, úsala si es necesario para
llegar hasta lo que necesites, pero como toda poción
mística tiene un problema, debes saber que la persona
que utilices para la conversión de tu cuerpo debe morir
para que tu recuperes el tuyo.”
“Espero que encuentres la verdad que tanto he
buscado y la sepas utilizar por el bien de la humanidad,
si no ocurriera así solo tu conciencia sería la culpable de
vagar con ese peso tan grande. Sé que lo conseguirás, no
debes flaquear en ningún momento. Hasta siempre hijo
mío”
Durante unos instantes el silencio se apoderó de
nosotros, al fin había tenido noticias de mi querido padre
pero no designaba su paradero. Estaba feliz y triste a la
325
vez, después de todos estos años sabía que él no había
traicionado a nadie y que seguramente dio su vida para
que yo pudiera concluir lo que el no pudo. Pensé que
debía reponerme de todo y terminar con lo que había
empezado.
- Una gran persona su padre, un genio que vivió
para buscar la verdad sobre la vida y la muerte. Sé que
está usted muy afectado pero debe pensar que era su
voluntad y depositó su confianza en usted. Debemos
acabar con todo esto y volver.
- Lo sé, soy consciente de ello, entre los dos
podemos volver con el material necesario para acabar
con el enigma. Debemos recuperar los cinco elementos
restantes y regresar con los siete libros para terminar la
cábala en casa. Aunque creo también que deberíamos
dejar aquí todos ellos aquí para que nadie pueda repetir lo
mismo. Mi cabeza piensa una cosa pero mi corazón otra.
- Podíamos convencer a Menjeperraseneb para
que él sostuviera el espejo mientras comenzamos el viaje,
así todo volvería a caer en las manos de sus auténticos
dueños. No traicionaría a su padre ni tampoco a usted
mismo - propuso Balsamo.
- Sería una solución, pero el problema que veo es
que el anciano no accederá nunca a devolvernos los
elementos, no creo que quiera sentirse traicionado de
nuevo y fallarle a su dios, ya confió una vez en mi padre
y está convencido de que le engañó.
- Tiene razón, solo creo que pueda acceder si le
decimos que poseemos los doce elementos, de esa
manera confiaría en nuestra voluntad de devolverlos.
- Pero ya ha escuchado lo que ha escrito mi padre,
si utilizamos la pócima para introducirnos en la pirámide
deberemos matar al poseedor de nuestro cuerpo. Yo no
he matado nunca a nadie ni quiero hacerlo, toda la gente
326
que tiene acceso a esas dependencias nos han ayudado,
sería incapaz de realizar ese acto.
Balsamo se quedó pensativo, en esos momentos
su parte más malvada empezaba a maquinar una solución
al dilema. Sabía que sería incapaz de abandonar ahora
que tenía todo el poder en sus manos y nada ni nadie iba
a interponerse en su camino. Lo delataban sus ojos, ese
brillo que había visto alguna vez y que nunca me gustó,
pero debía acabar lo empezado como fuera, se lo debía a
mi padre.
Balsamo salió al mirador y se apoyó en un gran
busto de piedra, su mente seguía maquinando la solución.
Yo estaba bastante afectado, no podía pensar, esa carta
había trastocado todo mi mundo y mis convicciones. En
ese momento entraron las dos sirvientas para prepararnos
la mesa, ni siquiera las miré, trataba de pensar pero mis
recuerdos inundaban mi cabeza y me sentía incapaz de
razonar.
A los pocos minutos entró el joven a la sala, tras
darle vueltas a la cabeza se sentó a la mesa mientras
servía dos copas de vino y acariciaba la mano de la joven
esclava. Su sonrisa me hizo temer que ya había pensado
en todo y que no iba a tardar mucho en decírmelo por el
rictus de sonrisa forzada que tenía en el semblante de su
cara, me ofreció una copa y empezó su argumentación.
- Siéntese maestro, beba una copa, le hace falta.
Sé que su condición humana le hace tener un conflicto en
su interior de difícil solución, créame que le entiendo,
pero no hemos llegado hasta aquí para que un dilema de
esa envergadura acabe con nuestras ilusiones. Tengo la
solución, escúcheme atentamente y por favor no me
interrumpa. Quizás no le guste lo que voy a decirle pero
es la única posibilidad que tenemos de acabar con este
problema.
327
- Le escucho atentamente - susurré mientras
sorbía de mi copa.
- Lo haré yo, es la única manera de que usted no
se sienta culpable. Yo tomaré el elixir y buscaré las
piezas restantes para el viaje mientras usted se encarga de
guardar todos los cuadernos en algún pequeño baúl fácil
de transportar. También le dejaré que hable con el viejo
sacerdote para comunicarle nuestro regreso y si quiere
estar presente para recuperar todos los objetos.
- ¿Y en quién ha pensado para sacrificar en este
trance amigo Balsamo?
- Será el último favor que le hagamos al Faraón,
la elegida será la madrastra, estoy seguro que ella sabe
como llegar hasta la cripta secreta.
- ¿Ha pensado usted como va a acceder a ella?
¿Qué treta se le ha ocurrido para poder ser recibido a
solas ante semejante arpía?
- He pensado en todo, usted a través del anciano
debe averiguar todo lo que pueda sobre ella. Buscaremos
su punto débil y entonces entraré yo en liza, será difícil,
pero tengo muchas habilidades con las mujeres, se lo
puedo asegurar.
- Sabe usted que va a ser complicado. Mi querido
amigo, no sé como va a poder hacerlo sin levantar
sospechas.
- Una vez pique el anzuelo intentaré ser recibido
cuando todos se vayan a dormir. Creerán que duermo con
ella y tendré toda la noche para cumplir con mi cometido.
Usted me esperará junto con Menjeperraseneb en algún
lugar acordado.
- De acuerdo podemos intentarlo, le agradezco
que se encargue usted de la parte más tenebrosa del
asunto, ¿ha pensado cómo y cuándo acabará con ella?
328
- A la vuelta con las piezas en mi poder volveré a
su estancia y la mataré mientras duerme, nuestra joven
sirvienta le avisará cuando haya terminado el trabajo.
- Veo que ha pensado en todo, realmente me
parece una trama muy bien urdida. Sigo diciendo que no
me gusta nada el asunto pero en estos momentos no
encuentro otra solución alternativa a la suya.
- Sé que no es de su agrado, pero es la única
manera de conseguirlo teniendo que sacrificar una vida
humana. Pienso que esa mujer es mala por naturaleza y
no tardaría en morir en manos de su hijo antes que lo
derrocara, por lo cual no vamos a cambiar la historia y le
hacemos un gran favor a este país.
- Siento reconocer que tiene usted razón, mañana
mismo hablaré con el sacerdote para sonsacarle lo que
pueda. Usted encárguese de la muchacha, yo prepararé
un filtro con plantas de adormidera para que se lo dé a
ella esa noche.
Todo se había acelerado, nuestra estancia aquí
tenía que ser más larga para aprender el máximo de lo
que pudiéramos de sus maneras de curar y encontrar
remedios a algunos males, pero dado el estado de la
situación era mucho mejor irnos con los resultados que
teníamos. Aquello era muy peligroso y el asunto del
espejo no se podía demorar por mucho tiempo. Debía
convencer al sacerdote de que confiara en mí por última
vez y la tarea iba a ser difícil. Abrí uno de los siete libros
que quedaban numerados y comprobé la página doce,
veinticuatro, treinta y seis, etcétera, era correcto, hablaba
de sortilegios de ultratumba y de materiales mágicos que
no paré a descifrar. Lo importante era que estaba todo allí
y debía guardarlos y protegerlos con mi vida si era
necesario.
329
El día transcurrió con normalidad, leímos,
apuntamos y preparamos todo el material necesario que
debíamos transportar en nuestro viaje de retorno. Preparé
el bebedizo con la adormidera y rompimos la figura con
la efigie de Isis para rescatar el elixir que guardó mi
padre de la transposición de cuerpos. Una vez escondido
todo debidamente y sin nadie que nos viera decidimos
repasar el plan para no tener ninguna duda.
- Este es el frasco con el preparado de mi padre
que tiene que tomar usted en el momento de contacto con
ella, su líquido es viscoso y marrón. Este otro líquido
verdoso, es la infusión que deberá tomar ella en el mismo
momento que usted ingiera el suyo. Dispondrá de cinco o
seis horas como máximo antes de que despierte. La
manera de convencerla se la dejo a su libre albedrío, yo
esperaré en la estancia de Menjeperraseneb con todo el
material preparado, hasta que la joven muchacha me
avise y realizaremos el viaje ante los ojos del anciano.
- Espero maestro que sus dotes de convicción
propicien la preparación del plan y que convenza al
ministro de nuestra buena voluntad. Esta noche trataré de
hacer entender a la pequeña Sira lo que debe hacer por
mí.
La noche extendía su manto sobre la ciudad. Lo
contemplaba desde aquel maravilloso mirador, mientras
Balsamo yacía en su lecho con la joven muchacha. Yo no
podía dormir, aun siendo una traidora, no veía con
buenos ojos esa parte del plan, era incapaz de matar a
nadie por muy maquiavélica que fuera esa persona. No
fui educado para quitar la vida si no todo lo contrario y
era del parecer de que nadie tenía derecho a ser el
ejecutor de otro de su misma especie. La noche era larga
y oscura, sabía que me sería imposible dormir mientras
mis pensamientos siguieran dándole vueltas al tema. En
330
mi interior sentía una rabia contenida pensando que había
estado cerca de mi padre y no podía seguir buscándolo.
Volver significaba perder su rastro y abandonar la
quimera con la que emprendí este viaje. Lo confieso, para
mi era mucho más importante encontrarlo que todos los
poderes ocultos que podía obtener de esta gente.
La noche transcurrió lenta y tediosamente, había
vuelto otra vez a mi vida esa tremenda verdad. Esas
largas noches de insomnio que fracturaban mi mente
poco a poco hasta el desasosiego, nada había cambiado.
Tremendamente angustiado vi como el alba hacía su
aparición, desde el balcón había oído susurrar dentro de
la estancia la alegre sinfonía de la vida. Balsamo
complacido por la joven dormía después de los suaves
gemidos del acalorado contacto compartido por ambos.
Entre murmullos escuchaba como Balsamo trataba de
hacerse entender en una larga y difícil conversación hasta
llegar la somnolencia y quedarse dormidos.
Decidí que antes de desayunar debía hablar con el
sacerdote, debíamos zanjar el tema cuanto antes, pero
pensé que lo dejaría para más tarde, primero debía
averiguar algo de la madre, era mejor seguir los pasos
pertinentes.
Sin hacer ruido para no despertar a la pareja me
aproximé a la puerta de entrada y la abrí con cuidado.
Allí estaban nuestra guardia personal, pronuncié la
palabra Menjeperraseneb, me entendieron y uno de ellos
se encaminó a buscarlo. Entré otra vez intentando no
hacer ruido alguno, Balsamo ya estaba en pie y la joven
se vestía rápidamente al verme aparecer.
- Siento haberles despertado, intenté ser sigiloso
pero veo que no lo he conseguido.
331
- No se preocupe, hoy es un día importante para
nosotros, madrugar no le hace daño a nadie y más si la
noche ha sido fructífera.
- No pude dormir en toda la noche, estuve
pensando en el balcón, pero no pude evitar oírles.
- Espero que no le hayamos molestado querido
amigo, lamento que no haya podido dormir, pero lo de
fructífero no era por lo que usted piensa. Me refería a que
he logrado convencerla de que nos ayude en nuestros
planes.
- No esperaba menos de usted. H mandado llamar
al ministro, no tardará en llegar, ahora me toca a mí ser
convincente. Sería recomendable que no estuviera usted
presente por si algún gesto nos delatara o pensara que
tramamos alguna cosa.
- Me quedaré desayunando fuera, espero que
tenga suerte amigo.
Se abrieron las puertas al cabo de un rato, el
sacerdote entró con su habitual saludo y me deseó un
buen día antes de preguntarme a que se debía mi llamada
tan temprana. Al otro lado las sirvientas preparaban la
mesa tras haber servido a Balsamo en la parte exterior.
- Siéntese querido amigo, acompáñeme usted en
este sabroso desayuno, es un honor poder hablar con vos.
- Gracias, lo haré con sumo agrado, aunque el mío
será más austero, hace tiempo que solo tomo fruta por la
mañana, este viejo y gastado cuerpo no necesita gran
cosa para mantenerse.
- Sírvase usted mismo, tenía ganas de platicar con
vos, explicarle un poco como van nuestros estudios y que
preguntarle si hay alguna novedad en la Corte. Ya ve,
aunque me supera en edad yo también tengo el cuerpo
fatigado, apenas puedo dormir y ocupo la mayoría del día
en mis pensamientos.
332
- ¿Algo os preocupa?, decidme en que puedo
ayudaros.
- No estoy preocupado, este oficio mío es el que
me hace pensar demasiado, la ciencia y el estudio de las
enfermedades, pero dígame, ¿cómo se encuentran la
madre y el niño?
- Sus médicos están maravillados con la rápida
curación de ambos, están perfectamente y nuestros viejos
galenos arden en deseos que acabéis vuestros estudios
para conversar sobre las grandes curaciones que puede
enseñarles.
- ¿Y el Faraón?,
- Siempre en sus quehaceres, pronto tendrá que
partir a comprobar como van las guerras que
mantenemos con los pueblos del oeste de Asia. Hace
tiempo fueron conquistadas pero continuamente los
rebeldes se levantan en armas y nos causan muchas bajas,
es el precio de la conquista. Es necesaria su presencia
para que las tropas no desfallezcan y también para
controlar los bienes recaudados.
- ¿Quién quedará al mando del reino cuando se
vaya?, tiene que ser alguien que le inspire confianza,
supongo.
- Sé a que os referís. Los ministros se encargarán
de que todo funcione y el Consejo decidirá todo cuanto
sea necesario. En caso de extrema gravedad será
consultado antes de tomar una decisión. Por disposición
expresa de nuestro querido Dios, la madre deberá estar al
margen de todo ello. Hace tiempo que la tolera solamente
porque se lo pidió su padre al morir.
- Cuénteme algo más de esa mujer, ¿cómo vive
después de haber reinado y saber que su hijastro ocuparía
su lugar?
333
- Vive rodeada de innumerables esclavas e intenta
siempre estar en todos los grandes momentos de su hijo
para tenerlo controlado. Tiene a su lado varios sacerdotes
influidos por su ansia de poder y dos generales del
ejército, que nosotros sepamos estarían dispuestos a
seguirla. La gran suntuosidad de la que se rodea hace que
la gente siempre hable de ella. Posee innumerables joyas
y tesoros particulares que le regaló su esposo traídos de
los más recónditos lugares del mundo. Su disipada y loca
manera de comportarse tiene a la corte desquiciada.
- ¿Su comportamiento no está a la altura de su
rango? contadme amigo, me interesa mucho el tema para
escribir sobre ello.
- Se dice que muchas noches la visitan jóvenes
soldados, incluso algunos esclavos también han yacido
en sus aposentos. Noche tras noche su verdadera
obsesión es la bebida, casi siempre está ebria hasta la
madrugada. El jolgorio y la celebración nunca tienen fin
según su estado de humor, son comentarios que circulan
por palacio, nadie ha entrado nunca sin su permiso en sus
aposentos, pero de esta mujer se puede creer cualquier
cosa.
- Me deja usted perplejo, pensé que una mujer que
quiere gobernar debía ser lista y minuciosa en su
comportamiento, supongo que su hijo lo sabe.
- Lo es, es extremadamente lista, pero hace unos
años su mente perturbada le hizo caer en la bebida y la
perversión, de esta forma calma los placeres que buscaba
en el poder.
- En fin amigo, he disfrutado de la charla. Dígales
a sus médicos que pronto podremos reunirnos para
comentar los asuntos que ellos crean convenientes. Los
estudios sobre el material de mi padre van por buen
334
camino, les agradezco la paciencia y la calma con la que
nos dejan trabajar.
- Yo también he disfrutado de la charla, siempre
es gratificante hablar con alguien que vive en un mundo
futuro, pero no se preocupe, no le preguntaré por el
futuro de nuestro reino, no quiero saberlo, prefiero morir
cuando los dioses quieran sabiendo que somos el gran
Egipto, cuna de dioses y dueños del mundo.
- Gracias por su visita, nos veremos pronto.
- Que los dioses os ayuden a encontrar lo que
buscáis - dijo mientras se marchaba lentamente.
Salí hasta el Balcón en busca de Balsamo, sentado
y mirando el paisaje parecía absorto y pensativo. A su
lado las dos sirvientas esperaban órdenes para poder
entrar y seguir con sus quehaceres.
- ¿Ha escuchado la conversación?
- Si, la he seguido con atención, es usted un
maestro de la persuasión, lo ha llevado en un momento al
terreno más propicio, ahora sabemos por donde podemos
engañarla, debo convencer a Sira para que le hable de mi
a esa mujer, decirle que estoy maravillado por su belleza
y que me gustaría agasajarla, ese será nuestro caballo de
Troya. Dispensadme de la lectura hoy, debo intentar
hacer comprender lo que quiero a la joven y es difícil sin
traducción, pero ya empezamos a entendernos.
- Haga usted lo necesario, yo seguiré con la
lectura y recuerde, sea discreto, sería terrible que su
joven amiga explicara el asunto donde no debiera
hacerlo, nuestras oportunidades desaparecerían por
completo.
Absorto en mi lectura contemplaba los mapas de
la ciudad, todos los dibujos estaban realizados con gran
precisión, fechas de construcción y bocetos de grandes
monumentos. Era una lástima no poderse llevar todo el
335
material, pero debía de ser consciente de que solo podía
viajar con nosotros lo imprescindible, exclusivamente lo
que pudiéramos sujetar entre los dos y eran demasiados
los documentos allí existentes. Libros con dibujos de
complicadas operaciones en el cráneo y columna
vertebral, aparatos para vaciar la sangre de las venas y
sustituirlo por líquidos que podían conservar el cuerpo
durante miles de años, oraciones sacerdotales y hechizos
para hablar con los dioses. Mi padre no perdió el tiempo
en su estancia aquí, hizo un gran compendio de sus
investigaciones que pensó podía traer poco a poco sin
tener que compartirlo con nadie que pudiera
aprovecharse de tan maravilloso logro.
Pasaban las horas, solo y abrumado por tanta
maravilla no había tenido tiempo de comer y pronto
anochecería. Balsamo seguía ausente con la joven y mi
silenciosa sirvienta seguía en pie junto a la mesa, siempre
dispuesta a las ordenes que le diera para servirme al
instante.
Entró Balsamo a la estancia mientras yo intentaba
desentumecer mis músculos, después de tantas horas en
la misma posición de lectura. Saludó con una sonrisa y
corrió hacia la mesa para sentarse junto a mí.
- Estoy hambriento maestro, ha costado mucho
que entendiera lo que quería de ella, pero con paciencia
se consigue cualquier cosa.
- Eso quiere decir que todo ha ido bien ¿no?
- Perfectamente amigo, no entiende el motivo
pero sí lo que debe de hacer, con eso es suficiente. Me he
pasado todo el día intentándolo y no he tenido tiempo de
almorzar, pero ahora me comería una vaca entera.
- ¿Todo el día para convencerla? no sea mentiroso
Balsamo.
336
- Bueno, también yacimos un rato, no le voy a
engañar, la carne es débil y puede ser que no vuelva a
verla, me estoy acostumbrando a ella.
- ¿No se cansa usted nunca? las mujeres no traen
más que problemas, acuérdese de lo que le digo, y a usted
le gustan demasiado, no se lo digo por decir.
Devoró todos los manjares de la mesa, parecía un
lobo hambriento. Yo como siempre procuré que la última
comida del día no fuese muy indigesta, tomé un poco de
queso, pan y vino, con eso tenía suficiente y necesitaba
dormir. Después de estar en vela la noche anterior mi
cuerpo estaba cansado y ahora que la trama se empezaba
a desarrollar lo requería más que nunca.
- Me retiro a descansar Balsamo, estoy agotado y
necesito que mi mente se relaje un poco, no creo que
suceda nada esta noche.
-Yo me quedaré un rato a tomar el fresco aquí
fuera, no tardaré, duerma usted y no se preocupe, todo irá
bien.
Dormí placidamente toda la noche. Cuando me
levanté Balsamo ya estaba despierto, era asombrosa la
energía que poseía, me acordé de lo mal que lo pasó en el
desierto y en el cautiverio, pero a este hombre le
proporcionas buena comida y mujeres, y es todo brío.
- Buenos días maestro.
- ¿Hace mucho que está en pie?
- Ainoza, la vida es bella y maravillosa, tenemos
todo lo que necesitamos y seremos famosos en poco
tiempo, ¿se puede pedir algo más?
- Le veo muy optimista, ¿a qué se debe?
- Amigo mió, hace un rato me he encontrado en
secreto con mi amiga Sira y me ha dicho que alabó ante
la madrastra mis habilidades y que ya que usted no se
337
digna en recibirla, le gustaría esta tarde que fuera a sus
aposentos para hablar de nuestro mundo, ¿qué le parece?
- Maldita arpía, ella cree que podrá sonsacarle
algo sobre el espejo, pero no sabe lo que va a encontrar.
- ¿Entiende ahora por qué estoy contento?
- Es muy precipitado Balsamo, apenas tenemos el
día de hoy para poder planearlo todo con minuciosidad.
- Es cierto, pero tenemos que aprovechar la
ocasión, quizás no tengamos otra oportunidad.
- Debemos prepararnos para hacer el viaje esta
misma noche, pediré audiencia con el ministro en sus
aposentos y se lo comunicaré. Él deberá decidir como
desea llevar este asunto, espero que entre en razón y en el
caso de que no fuera así, realizaremos el viaje de vuelta
de la misma manera que vinimos, con todos los
elementos sagrados, la decisión está en sus manos.
- Repasemos el plan, debemos coincidir en todo
momento con al horario previsto. Usted maestro me
esperará en las habitaciones de Menjeperraseneb hasta
que la muchacha vaya para avisarle de que todo ha salido
como estaba planeado, en ese momento vendrán hasta
nuestros aposentos para proceder al viaje junto con el
pequeño baúl y los libros que tenemos escondidos. En el
caso de que el ministro no accediera, deberá usted atarle
y amordazarle, eso nos dará el tiempo suficiente para
ejecutar nuestro cometido. Sira lo vigilará si es necesario.
- Espero que no sea preciso todo ello, casi
prefiero darle algún bebedizo y dejarlo dormido, ya sabe
que no soy partidario de la violencia, sería incapaz de
maniatar a un anciano.
- Hágalo como crea conveniente, pero no deje que
todo el plan se vaya al traste, no es el momento de andar
con remilgos, nos jugamos la vida en ello y yo tengo la
338
tarea más peligrosa, es importante que sigamos el plan al
dedillo.
- Tiene usted razón, no se preocupe ejecutaré mi
parte del plan como hemos convenido, no flaquearé en
ningún momento. Ahora quisiera, suponiendo que todo
vaya bien y se gane su confianza, ¿cómo hará para poder
acceder a la cámara secreta cuando sus cuerpos se hallen
cambiados? ¿Quién le llevará hasta ella?
- En mis largas conversaciones con Sira, bueno si
se puede llamar así, ya que nos entendemos muchas
veces a base de dibujos y gestos, he podido saber que
Hatshepsut visita más de una noche la cripta secreta para
comprobar lo que allí se guarda. No se fía de nadie y
quiere ser la primera en saber si el espejo es guardado en
aquel lugar sin que ella sea informada.
- ¿Cómo puede ser que tenga acceso a la cámara
sin permiso de su hijo? eso es imposible.
- No lo es, esa esperpéntica mujer tiene sobornado
al arquitecto que trabaja en la pirámide durante la noche.
Le ha prometido riquezas y le ha dado su palabra de que
no morirá cuando esté acabada dicha obra. Como usted
bien sabe todos los que trabajan en el laberíntico
entramado de las cámaras interiores de dichos
monumentos deben morir para no desvelar nunca los
secretos que allí se esconden, además varios oficiales de
la guardia personal de Tutmosis son sicarios pagados por
ella y estos son los que la llevan hasta allí.
- Esto increíble, la corrupción de tanta gente hace
peligrar este país más de lo que yo pensaba, ¿por qué no
me lo dijo antes?
- Tenía miedo que se lo contara usted al ministro,
y eso complicaría nuestra estancia más de lo necesario.
No se preocupe, una vez acabe esta noche los problemas
de esta nación se habrán acabado.
339
La mente de Balsamo era terriblemente
maquiavélica, lo tenía todo calculado, estaba viendo la
cara más peligrosa de este hombre y me asustaba, no
tenía limites en su búsqueda por el poder absoluto que
podía tener en sus manos, tenía que tener mucho cuidado
cuando volviéramos a nuestra época, no sé hasta que
punto sería capaz de utilizar todo lo que averiguáramos
en estos apuntes para su mayor gloria. Todo este material
en manos de los Masones podía resultar un arma de doble
filo para cualquier gobierno de mundo. Ahora no era el
momento de pensar como debía llevar el asunto una vez
llegado a Barcelona, pero debía concebir un plan para
que no se me fuera de las manos.
Decidí pasar el día recopilando apuntes que
consideraba de gran importancia para utilizar en mis
proyectos cuando estuviera en casa y así lo hice. Balsamo
siguió con la muchacha tratando de repasar el plan y que
no hubiera ningún error por parte de ella. Esperé a que
cayera la tarde para entablar conversaciones con el
sacerdote, debía darle tiempo al joven aprendiz para que
cenara con Hatshepsut y ejecutara su plan.
- Es media tarde Balsamo, debe prepararse, no
tardaran en venir a buscarle para su cita. Compruebe el
estado de los dos frascos y escóndalos hábilmente para
que nadie se de cuenta y recuerde, no se vaya a equivocar
al tomárselo.
- Confíe en mí Ainoza, todo saldrá bien. Sira
vendrá conmigo y se hará cargo de transmitir todo le que
le he explicado, calcule usted unas seis horas más o
menos después de que vengan a buscarme para que el
plan se haya ejecutado con éxito. Si amanece y no he
dado señales de vida debe tener cuidado, negaré a toda
costa que sea un complot nuestro, acusaré de ello a la
madre del Faraón y les diré que me sedujo y me sobornó.
340
- No admito discusiones, los dos lo empezamos y
los dos seguiremos hasta el final, no hay más que hablar
de este tema.
- Como usted quiera, es usted muy testarudo, no
hay manera de hacerle entrar en razón.
- Ya que ha pensado usted en todo, ¿no cree que
puede ser peligroso que la otra sirvienta nos delate si la
joven se lo llega a contar?
- No debe preocuparse tampoco por ello, la otra
esclava es su madre, y no creo que aun sabiéndolo
delatara a su propia hija.
- Veo que no ha perdido usted el tiempo, ha
pensado en todo, parece usted el maestro y yo el
despistado aprendiz.
- No se burle de mi, he puesto todo mi empeño en
esta aventura para salir los dos airosos. Le tengo un
inmenso respeto, a veces pienso que mi vida no sería
nada si no le hubiera conocido.
Dos fuertes golpes en la puerta delataban la
llegada de alguien, tras el sonido se abrieron y media
docena de soldados de uniforme muy liviano y con
dorados brazaletes en sus antebrazos hicieron acto de
presencia. Con ellos dos jóvenes esclavas se acercaron a
Balsamo y le colocaron sendos brazaletes, le pusieron por
encima una especie de capa dorada igual que la que
portaban los soldados que venían a buscarlo, un casco de
cuero que tapaba su cabeza y escondieron su larga coleta
de cabello tras el vestido. La arpía lo tenía todo bien
pensado, haría pasar a Balsamo por un soldado de su
guardia, para no levantar sospechas y que nadie supiera
que se entrevista con él.
Balsamo sin mediar palabra se lo dejó hacer todo,
ni se inmutó y antes de salir de la sala se giró y me sonrió
con ese gesto burlón que yo reconocía después de tanto
341
tiempo juntos. Estaba dispuesto, realmente se encontraba
como pez en el agua en esas situaciones, sabía manejar a
las mujeres a su antojo, había que reconocerlo, por eso yo
estaba tranquilo con esa parte del plan, lo difícil sería
llegar hasta lo que buscábamos.
Debían de ser las nueve y empezaba a oscurecer,
tomé un folio de mi libreta de apuntes y escribí en él una
nota para el anciano sacerdote. La joven había marchado
con mi amigo y me quedé a solas su madre. Me senté a la
mesa y mientras la mujer me llenaba una copa de vino
empecé a escribir. Mi intención era cenar en los
aposentos del ministro.
“Honorable Menjeperraseneb, sería de mi alto
agrado cenar con vos esta noche para comentar asuntos
muy urgentes relacionados con mi investigación y que no
requieren demora alguna. Espero contestación de su
complacencia a dicho asunto que debe llevarse con
riguroso secreto” - decía la misiva.
Me aproximé hasta la puerta y salí de la estancia
entregándole la nota doblada a uno de mis guardianes y
diciendo la palabra clave, Menjeperraseneb, ellos ya
sabían qué debían hacer. Volví a entrar y me senté de
nuevo en la mesa, pensativo y absorto en mis cábalas le
indiqué a la mujer que podía retirarse, no la necesitaría
más esa noche.
Una vez solo, volví a repasar todo el material
guardado en el baúl, escondido dentro de otro gran baúl
donde se guardaban nuestras antiguas ropas y enseres, y
comprobé por enésima vez que todo estaba en orden.
Paseé hasta el balcón y respiré profundamente, solo
quedaba esperar noticias.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
342
Vestido como la guardia personal de Hatshepsut,
fui conducido hasta sus aposentos. Mientras un soldado
abría levemente la puerta para no hacer ruido, me quedé
anonadado al observar la gran sala que apareció ante mis
ojos. Tenía una mesa central de más de veinte metros de
largada llena de ricos manjares y bebidas, adornada de
exquisitas frutas y flores de todos los colores. Al fondo,
entre doseles de transparentes gasas había una gigantesca
cama redonda, llena de grandes almohadones, espejos y
botes de perfumes que inundaban el salón. Esclavas por
doquier, todas jóvenes y bellas, grandes estatuas de oro
adornaban cada rincón de la gran estancia. Lo único que
faltaba allí era la anfitriona, después de mirarlo todo
desde la entrada con minuciosidad y recelo no lograba
verla. De pronto oí una voz de mujer que hablaba en mi
lengua, con un acento característico, sin ver de donde
procedía.
- Puedes despojarte de esas ropas y sentarte
extranjero, en un momento estaré contigo.
La voz salía de detrás de un biombo al lado de la
cama donde algunas esclavas se afanaban en ayudarla a
vestir para la ocasión. Dejé el ropaje militar encima de
una especie de canapé junto a la entrada y me senté a la
mesa, mientras una de las jóvenes me servía una copa de
vino. Sira, que hasta aquel momento no se había movido
de mi lado se apartó hacia una esquina y se quedó
esperando por si se le diera alguna orden.
En aquel momento apareció Hatshepsut, con un
vestido casi transparente de gasa azul claro y un peinado
recogido en una trenza muy gruesa, toda ella envuelta en
hilos de oro. Una diadema también de oro rematada con
gemas de color rojo ceñía su pelo negro como el
343
azabache, sus ojos maquillados con verdes llameantes y
los labios de color fuego. No era muy alta, el paso del
tiempo se notaba entre sus ropas, las arrugas de su cara y
sus senos caídos delataban su edad, aunque se imaginaba
al verla que tiempo atrás había sido muy bella. Me
levanté rápidamente y la saludé agachando la cabeza
igual que hacía con su hijo.
- Levántate y siéntate aquí a mi lado,
conversaremos mejor.
- Es un gran honor ser recibido por la madre de
vuestro dios, debéis saber que soy vuestro humilde
servidor.
- No hace falta que utilices ese tono de sumiso
ante mi, te he hecho venir para hablar de la vida en
vuestro mundo, quiero saber algo más de vosotros, no
quiero que penséis que soy vuestra enemiga.
- Tampoco quisiera yo que nos tomara a nosotros
como tal, podéis estar segura que cualquier orden vuestra
será para mí un placer obedecerla.
- No estoy muy segura de ello, vuestro maestro
parece bastante reticente a mi presencia, no ha tenido la
delicadeza de tenerme informada de todo lo que ocurrió
en el parto, es más, creo que fue por orden suya que
debía mantenerme al margen, yo solo quería ayudar en
tan tremenda desgracia.
- No debéis afligiros por eso, es una persona muy
reservada, tiene una mentalidad demasiado desconfiada y
a través de los años se ha vuelto muy huraño, solo hay
que saber como tratarlo.
- Tú pareces diferente, mis espías me han dicho
que te gusta la buena vida, las mujeres y todos los
placeres terrenales. No hace falta que pongas esa cara de
extrañeza, yo estoy informada de todo lo que sucede en
palacio, no creas que me vas a engañar.
344
- No es esa mi intención, he venido para ponerme
a vuestra disposición y a informaros de todos los avances
que hemos conseguido con los estudios de todo la
materia que dejó aquí el padre de mi amo, ¿lo conocisteis
vos?
- Más de lo que crees. Durante mucho tiempo fui
la reina de los egipcios, nada de lo que se hiciera se podía
realizar sin mi permiso. Era un hombre de gran valentía,
tuve que usar la persistencia para obtener sus favores.
- ¿Qué me podéis contar de él?
- Veo que aun no te han informado de todo lo que
pasó con el extranjero, me parece extraño que nadie os
haya informado que fuimos amantes durante algún
tiempo. Nunca pensé que me engañara de esa manera, lo
mandé buscar para matarle pero había desaparecido.
- No lo sabía y seguro que mi maestro tampoco.
Menjeperraseneb es el único contacto con vuestro mundo
al que el ha dado su confianza, pero nadie nos ha
informado de eso.
- Durante algún tiempo pude disfrutar de su
sabiduría y de sus encantos, se volvió demasiado
codicioso y tuve que elegir entre él y mi país. En aquellos
tiempos yo luchaba contra el Consejo para conseguir ser
nombrada reina y gobernante, pero no lo conseguí, solo
pude estar de regente hasta la mayoría de edad de mi
hijo.
- Es muy interesante lo que me contáis pero,
¿estáis segura que era el padre de mi amo del que
habláis?
- No hay duda alguna, la nariz, sus ojos y esa
manera de hablar atestiguan que no estoy equivocada.
Nunca podré perdonarle el robo de nuestras preciadas
joyas ocultas.
345
- ¿Lo volvisteis a ver más adelante?, ¿sabéis algo
de su paradero? mi amo está intentando encontrarlo sin
éxito.
- Nunca más se supo de él, su habitación se vigiló
durante algunos años por si regresaba de la misma
manera que la vez anterior. Solo sé que sus apuntes
fueron robados, pero nunca se supo quien había sido.
Seguíamos la interesante conversación mientras
degustábamos algunos de los manjares bajo la atenta
mirada de Sira y las demás esclavas. Procuré no beber
demasiado dado las circunstancias que me esperaban.
Ella apenas comía, su copa era llenada continuamente por
una de sus sirvientas, nunca vi a una mujer beber de tal
manera y seguir sobria mientras conversaba. La plática
había hecho romper la frialdad que yo me esperaba,
ahora solo debía llevarla al terreno más propicio para
seducirla y conseguir mi objetivo.
- Cambiemos de tema, son heridas que no quiero
volver a recordar. No me has dicho cual es tu nombre.
- Me llamo Giuseppe, soy de un país llamado
Italia, al norte de estas tierras cruzando el mar.
- ¿Tienes alguna mujer que te espera en tu tierra?
- No hay nadie que me espere, vivo de país en
país buscando aprender la medicina para poder ser un
famoso galeno y así poder resarcirme de la pobre infancia
que tuve.
- Un hombre tan alto y tan apuesto como tú debe
volver locas a todas las mujeres, ¿no es así, Giuseppe?
- No tengo tiempo para ello, mi carrera ocupa casi
toda mi vida y las mujeres necesitan mucho mimo y
tiempo para los romances.
- Mejor así, ¿ya sabes que no podrás volver a tu
tierra?, lo que necesitáis está en poder del Faraón y él no
os lo dará nunca.
346
- Tal vez, pero nosotros poseemos la parte más
importante de las piezas para realizar el viaje, sin el
espejo el resto no valen nada.
- ¿Lo tenéis escondido en palacio, tal vez?
- Yo no sé el lugar donde está, pero mi viejo
maestro si lo sabe. Confió en él plenamente, aunque
últimamente lo encuentro muy reacio a explicarme las
cosas.
Seguía bebiendo sin parar, se acercaba el
momento en que ella descubriría sus cartas, necesitaba
que siguiera bebiendo para tenerla a mi merced. La noche
pasaba sin remisión y el asunto no podía tardar mucho en
zanjarse. Me entretuve un momento pensando cómo le
iría a Ainoza en su intento de convencer al sacerdote.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Nervioso en mi estancia esperaba la llamada del
ministro mientras mi mente hacía cábalas sobre todo este
urdido plan. Esperaba que a Balsamo le fuera todo como
estaba planeado y recorría la sala de punta a punta como
animal enjaulado a la espera de noticias.
Se oyó el ruido de las puertas al abrirse y por fin
un soldado me señaló que le siguiera. Habían pasado ya
dos horas desde que se marchó mi joven aprendiz y el
tiempo se nos echaba encima inexorablemente. Debía
actuar rápidamente, sin tapujos, tenía que comprender
que era la única manera de solucionar este problema.
Tras la guardia llegué hasta los aposentos del
anciano, entré sin llamar, me estaba esperando sentado en
347
su diván y leyendo unos papiros que guardó rápidamente
al verme y se incorporó para saludarme.
- ¿Qué os acongoja tanto? me tiene preocupado
desde que mandó la reseña, ¿qué asunto tan urgente le ha
traído?
- Necesito que me escuchéis con atención, es de
suma importancia que comprendáis todo lo que voy a
contaros y tratéis de decidiros lo antes posible.
- Me asustáis con vuestras palabras, contadme y
sentaos por favor, os veo bastante nervioso.
- Después de estudiar todos los apuntes que dejó
mi padre, no he hallado indicio alguno de su paradero.
Debo confesaros que me duele amargamente pero he de
seguir mi camino.
- No sabe cuanto lo siento, tanto tiempo
buscándolo y se encuentra usted en el mismo punto de
partida, debe resignarse y pensar que dedicó su vida a los
objetivos que se había marcado, y si estos eran traerle a
usted hasta aquí debe pensar que lo consiguió y que se
sentiría satisfecho si pudiera verle.
- Cierto, debo zanjar ese tema en mi vida, pero
hay algo más importante por lo cual he venido a verle.
Nuestros estudios han finalizado, tenemos todos los
apuntes necesarios para poder volver a nuestro tiempo,
espero que no haya ningún impedimento por vuestra
parte para poderlo realizar.
- Todo lo referente a su padre ha sido estudiado
por nuestros sabios, nada que pueda hacer peligrar
nuestros secretos se hallan sus libros, por lo cual no hay
ningún impedimento. El problema es que no podéis
disponer de las piezas, los elementos necesarios para
marcharos.
- De ese tema quería hablar con vos, necesito todo
el material para hacer este viaje y espero que me ayudéis.
348
- ¿Estáis loco?, ¿esperáis que os confiemos los
elementos para que nos los volváis a robar? no quiero
escucharos más, marchaos y haré como si no os hubiera
oído.
- Tenéis que escucharme os lo ruego,
realizaremos el viaje delante de vos y al marcharnos
quedaréis en posesión de los seis elementos, os doy mi
palabra de honor. Debéis ser nuestro cómplice en lo que
le pido y así ayudaréis al Faraón.
- De ninguna manera, es mucho lo que me pedís,
ahora que tenemos los elementos no podemos dejar
escaparlos de nuevo.
- Insisto, os ruego que confiéis en mí, está todo
planeado para que cuando partamos Egipto pueda
guardar sus secretos más ocultos y le doy mi palabra de
que nunca serán desvelados.
- Aun que accediera a vuestra proposición sería
imposible que os pudiera entregar todo lo que me pedís.
Sólo el Faraón y algunas personas con su permiso pueden
acceder a la cámara funeraria donde están guardados.
- Ya le he dicho que está todo planeado, yo poseo
la formula de un elixir que hará que mi aprendiz se
transforme en Hatshepsut y pueda introducirse en la
cripta donde se hallan los elementos. Él los traerá y
vendrá hasta aquí para realizar el sortilegio.
- ¿Me estáis diciendo que con artes sobrenaturales
lo podéis conseguir?
- No puedo explicaros más de esta pócima ni
entrar en detalles, solo quiero vuestro consentimiento
para poder realizar el viaje.
- Estoy aturdido, no entiendo nada, ¿y qué haréis
con la madre del divino?
- Este es el tema más peliagudo del plan, os
prometo que no hay otra solución, mi compañero está
349
dispuesto a mataros si no accedéis a ello y llevarse todas
las piezas otra vez a nuestro tiempo presente. He sido yo
quien le ha convencido para resolverlo de esta forma.
Ante todo quiero limpiar el pasado de mi padre y que lo
recordéis como un buen hombre.
- No habéis contestado a mi pregunta, ¿qué será
de Hatshepsut si se transforma en su aprendiz?
- No existe otro remedio, para que mi joven
amigo vuelva a su cuerpo debe morir la instigadora. Es la
única manera, créame que lo siento, pero como dice
Balsamo le haremos un gran favor a Tutmosis, le
libraremos de su nefasta madre traidora y recuperará todo
el favor de su pueblo.
- Es una locura lo que me estáis pidiendo, no
puedo acceder a ello, la locura se ha apoderado de su
mente igual que le pasó a su padre.
- Sabéis que es un buen trato, usted se parece a mí
en el sentido moral, yo también le estuve dando muchas
vueltas a este asunto, pero no hay otra solución.
- ¿Estáis seguro de que esa mujer puede acceder a
la cámara secreta sin permiso de su hijo? yo no estaría
tan seguro de ello.
- Debéis confiar en mí, mi aprendiz ha indagado
sobre ese tema y sabe que hay gente traidora al Faraón
que tiene acceso a muchas más cosas de las que se
imagina.
- Debo pensarlo cuidadosamente, si todo esto
llegara a oídos del gran dios sería el fin de todos
nosotros.
- Lo siento, pero no tenemos tiempo, debe
decidirse cuanto antes, Balsamo ya ha empezado a
ejecutar el plan.
- Por todos los dioses, me ponéis en una gran
encrucijada.
350
- Pensad que yo tengo el espejo y moriré antes de
decir donde está. Le haría un flaco favor a su amo si no
accediera.
- ¿Qué puedo hacer entonces si vos lo tenéis todo
decidido, no me dejáis ninguna alternativa, yo soy ya
muy viejo, si todo saliera mal tampoco importaría, no le
temo a la muerte.
- Entiendo que está diciendo que accede,
entonces.
- Espero que Osiris me perdone cuando tenga que
realizar el viaje al inframundo por todo esto que voy a
consentir. Os pido que no me deis más detalles de cómo
sucederá todo, no quiero saber nada, cumpliré mi parte
del pacto y espero no veros nunca más por aquí, me
habéis decepcionado.
- Yo no empecé todo esto, pero debo terminarlo
cuanto antes, me hubiera gustado ser su amigo y
compartir todo lo que sé con vos. Las cosas no siempre
son agradables. Elegí mi camino y no debo mirar atrás,
espero que algún día me comprendáis y penséis que era
lo mejor para todos.
- Decidme que debo hacer ahora para que
vuestros planes tengan el resultado que esperáis.
- No debéis hacer nada, más que esperar.
351
Capítulo 12º- DOCE, LA LEYENDA DE LUXOR
La arpía y yo seguíamos en su estancia, bebiendo,
riendo y hablando sobre temas insignificantes, su estado
de embriaguez era ya bastante acusado. De pronto se
puso sería y se levantó, no sin muchas dificultades, miró
a sus sirvientas y haciendo un ademán con la mano les
instó a que se marchasen de la alcoba con una leve
sonrisa. Sira y yo nos miramos y con un movimiento de
mis ojos comprendió que también debía marcharse, hasta
que yo le pudiera dar el aviso pertinente.
- Podéis retiraros, no necesitaré de vuestros
servicios esta noche - dijo tambaleándose a las esclavas.
Se marcharon a una habitación contigua al fondo
de la estancia, mientras Sira lo hacía la última y se
escondió tras el biombo cuando no se dieron cuenta. De
momento todo estaba sucediendo a pedir de boca y mi
joven amiga parecía haber entendido su parte del plan.
- Decidme mi querida señora cual es el asunto del
que queríais hablar conmigo a solas - mientas la ayudaba
a sentarse en un gran sofá y le servía otra copa.
- Te he traído aquí porque quiero ser generosa
contigo, necesito que me ayudes en algunas cosas,
digamos un poco complicadas.
- Os escucho con atención, pedidme lo que
queráis.
352
- Quizás no te va a gustar, pero pareces un
hombre inteligente y me gusta estar rodeada de gente
como tu. Debes estar a mi lado en todo lo que te voy a
proponer y yo colmaré de riquezas tus servicios, veo en ti
a una persona ávida de poder y puedo ayudarte.
- Seguid por favor, me tenéis intrigado.
- Debes conseguir que tu maestro te diga donde
esconde el espejo y traérmelo, si cayera en otras manos
peligraría la vida de mi hijo ¿lo entendéis, verdad?
- Tenéis razón señora.
- Y vosotros no queréis que peligre la vida de mi
querido hijo ¿no es así?
- Por supuesto que no, el gran dios Tutmosis nos
ha aceptado y ayudado para seguir nuestras
investigaciones.
- Pero el es muy joven querido amigo, yo debo
velar por su reinado, no me gustaría que alguien usurpase
su poder, sería terrible.
Su lengua era peor que la de una serpiente, con
tono maternal intentaba engatusarme haciendo creer que
todo lo que hacía era para ayudar a su hijo. Haría
cualquier cosa por conseguir su objetivo, no sabía que le
estaba siguiendo el juego y pensó que yo también me
encontraba en estado de embriaguez. Creía que sería fácil
convencerme, nada más lejos de su corto entendimiento,
no sabía con quien estaba tratando, era mi punto fuerte, la
seducción y el engaño a las mujeres.
- Pero me estáis pidiendo que traicione a mi
maestro, él me lo ha enseñado todo y me acogió en su
seno para ser su sucesor, no podría hacerlo.
- Parece que no me has entendido bien, te he
dicho que te colmaré de riquezas y podrás vivir con
nosotros casi como un rey, ¿no crees que merece la pena?
353
- Por supuesto señora, nada anhelo más que el
poder y la riqueza, pero ¿qué sería de mi maestro si yo le
engañase?
- Te prometo que no le pasará nada, hablaré con
mi hijo para que tenga el honor de pertenecer al grupo de
médicos de la corte.
- Es una oferta muy halagadora, necesitaría
tiempo para pensarlo, aunque es muy duro lo que me
pedís.
- No hay mucha elección, vosotros no podréis
regresar nunca a vuestro mundo, debes hacerte a la idea
de que el tiempo que te queda de vida debes pasarlo en
nuestro reino. ¿No sería mucho mejor vivirlo con
opulencia?, te estoy pidiendo que seas mi confidente en
todo lo que se diga a mis espaldas. ¿Crees que es pedir
demasiado?
Aun ebria trataba de usar todo su poder de
convencimiento, yo sabía que no debía acceder sin antes
hacerme de rogar lo suficiente para que creyera que debía
usar todas sus artes de persuasión y no pensara que yo
estaba predispuesto, necesitaba que estuviera más
embriagada para seguir con mi plan.
Viendo que no accedía, trató de utilizar sus artes
hasta el final y pensó que debía seducirme para que no
pudiera negarme. Me tomó de la mano, me llevó hasta la
gran cama redonda situada en el centro de la habitación y
me hizo sentar en ella. Sonriendo, dejó caer su
transparente túnica apartándola de sus hombros hasta
quedarse desnuda, me agarró por el cuello y estrechó sus
senos contra mi cara.
- Disculpadme señora - dije levantando la vista y
mirándola a los ojos.
- ¿Acaso me rechazas?, ¿osas ofenderme
extranjero?
354
- No mi gran señora, permitidme que me acerque
hasta la mesa y sirva unas copas para celebrar este gran
momento.
Rompió a carcajadas y me estiró de mi largo
cabello como si de un niño malo se tratara. Me soltó y se
dejó caer en el lecho esperando que hiciera lo propuesto.
Me levanté y me acerqué hasta la gran mesa al otro lado
del salón. De espaldas a ella y con sigilo saque del
cinturón que rodeaba la cintura de mi túnica los dos
frasquitos que contenían los preparados correspondientes,
los vertí en ambas copas y las llené de vino, colocando en
mi mano derecha la que debía tomar ella.
Me aproximé con una leve sonrisa mientras ella
seguía riendo sin parar. Le ofrecí la copa y la vació de un
trago mientras yo sostenía la mía en mi otra mano y la
miraba con ternura y lujuria.
- ¿No brindas tu también por este momento? -
preguntó con la voz rota y embriagada.
- Dejadme antes que me maraville con la vista de
vuestro cuerpo y estudie cada rincón de vuestros
sensuales atractivos.
Rompió otra vez a reír, su estado era ya muy
lamentable. Yo no sabía cuanto tardaría en hacer efecto
el bebedizo, pensé que sería mejor complacer sus deseos
carnales para darle tiempo, al fin y al cabo yo no era una
persona remilgada, había yacido con mujeres más viejas
y estropeadas que ella para conseguir mis fines, eso me
daría el tiempo necesario.
Me acosté junto a ella y me despojé de mi túnica.
No se había dado cuenta que había dejado la copa en el
suelo bajo la cama, suavemente le acaricie todo su cuerpo
mientras ella gemía de placer y yo trataba de excitarme
para poder seguir el plan. Al poco rato la penetre con mi
miembro ya erecto sin dejarla de mirar esperando los
355
efectos del somnífero. Al cabo de unos minutos yacía
inerte y dormida bajo mi cuerpo, entonces aceleré en mis
penetraciones para llegar al clímax y terminar lo
empezado, era cuestión de orgullo, nunca antes había
dejado nada de esta índole sin finalizar y no iba a ser esta
la primera.
Había llegado el momento, me incorporé y tomé
la copa de donde estaba escondida, lo bebí de un solo
trago, amargo y nauseabundo. La incorporé y la tomé
entre mis brazos antes de que me hiciera efecto la
pócima, mientras con una mano le iba despojando de sus
joyas para colocármelas y no llamar la atención. Sira
salía en ese momento de detrás del biombo, lo había visto
todo, se acercó hacia mí y me sonrió tímidamente, yo
respondí besándole suavemente en señal de cariño.
Ella sabía que no debía de intervenir hasta que se
hubiesen producido cambios en nuestros cuerpos, estaba
alertada de lo que yo sufriría, pero tenía orden de no
hacer nada por ello. Poco a poco mi mente se fue
nublando y un gran dolor empezó a recorrer todo mi
cuerpo, parecía que me estaban despedazando desde el
interior de mis entrañas, traté de no gritar y aguanté como
pude el dolor hasta que me desvanecí.
Desperté con un amargo sabor de boca y con un
cierto mareo, lo primero que vi fue el rostro de Sira,
asustada y zarandeándome para que volviera en mí. Me
incorporé poco a poco y aunque lo sabía me sobresalté al
ver mi cuerpo tendido en el lecho, desnudo y sin sentido.
Miré mis manos y mi cuerpo, era una sensación
inexplicable, nunca pensé como iba a sentirme en un
cuerpo de mujer, era un sentimiento muy extraño, difícil
de explicar.
Me apresuré a vestirme y colocarme todas las
alhajas de la reina. Le indiqué a Sira su cometido, debía
356
avisar a los oficiales de su guardia para que llamaran al
arquitecto. Como muchas noches a esas horas la madre
del Dios quería visitar de nuevo la cripta para asegurarse
de que no había ninguna novedad.
Salió rauda a su compromiso mientras yo me
miraba al espejo y me sonreía a mi mismo al ver mi
rostro. Tomé las pinturas que había en un cajón y me
maquillé igual que haría ella para no levantar sospechas,
debía repasar mi plan mentalmente, no podía hablar en
ningún momento, Sira lo haría por mi alegando una
tremenda afonía que me aquejaba, y debía traer un
pequeño baúl vacío del tamaño que le había indicado.
Al cabo de media hora entró Sira con el objeto
que le pedí, me indicó que todos estaban dispuestos tras
la puerta, era hora de marchar. No debía esforzarme en
andar como una mujer, todos sabían la usual embriaguez
de esta mujer a esas horas de la noche. Salimos hasta el
pasillo de la entrada, dos oficiales y un hombre muy
rechoncho de baja estatura nos esperaban y tras
saludarme rodilla en tierra, les indiqué con el brazo que
debíamos continuar.
Era más de medianoche, en nuestro trayecto por
los anchos pasillos y salas de palacio apenas se podían
ver algunos soldados apostados en sitios estratégicos, la
corte dormía y todo estaba en silencio. En la entrada del
palacio habían dos extraños carruajes sin techo tirados
por caballos que esperaban junto a la guardia. Subí con
Sira a uno de ellos y los demás lo hicieron en el otro para
iniciar la marcha hacia las afueras de la ciudad. A lo
lejos, en pleno desierto vi una gran construcción, una
pirámide inacabada por su parte superior se divisaba con
el reflejo de la luna llena.
Al llegar a la explanada donde se hallaba la
construcción se detuvieron los carruajes, dos oficiales
357
nos ayudarnos a bajar de él. Sira que llevaba en sus
manos el baúl vacío, les había explicado que eran unos
presentes, joyas que deseaba guardar junto a los tesoros
del Faraón, así no levantaría sospechas. Nos condujeron
al interior del descomunal monumento funerario donde
con antorchas atravesamos un laberíntico entramado de
pasillos. Íbamos precedidos por el arquitecto y con los
oficiales a la zaga hasta llegar a una pared sin salida. En
ese momento el obeso hombre se puso a contar las
piedras de izquierda a derecha hasta empujar una hacia
dentro. Al instante pude ver como una puerta de piedra
disimulada corría hacia un lado con gran estruendo y
ruido hasta dejar al descubierto una entrada apenas de un
metro de alto por medio metro de ancho. Algún
mecanismo oculto la había provocado que se deslizara
dejando al descubierto la entrada. Dentro no había luz,
empezó a iluminarse al entrar los soldados con las
antorchas. Mire a Sira y entramos una tras otra.
Una sala gigantesca aun por terminar en sus
detalles se iluminó, grandes arcones y estatuas de oro la
llenaban. Mesas y tronos repletos de oro y piedras
preciosas, jarrones y porcelana de todo tipo, era inmenso
y poderosamente excitante estar rodeado por ese gran
tesoro. Ordené a Sira que dejase el baúl en el suelo y
despedí con la mano haciendo un gesto despectivo a los
soldados y al arquitecto, que salieron dejándonos solas.
Recorrí con la vista todos los objetos, buscaba el
cofre donde se guardaban los elementos sagrados, habían
demasiados objetos allí, iba a necesitar mucho tiempo
para encontrarlo y no disponía de él. Empezamos a abrir
todo lo que encontrábamos y comprobábamos su interior,
joyas y más joyas, monedas de oro y plata, diademas y
armas labradas en noble metal, no hallábamos lo que
habíamos venido a buscar. Hasta que al fin dentro de un
358
gran cofre de madera encontramos uno más pequeño,
más o menos del mismo tamaño del que habíamos traído.
Lo destapé con cuidado anhelando en mi interior
que fuese el que estábamos buscando. Suspiré tranquilo,
allí estaban escondidos todo los elementos. Uno por uno
los fuimos colocando en el cofre que trajimos nosotros,
agarré a la joven del brazo y le indiqué con la cabeza que
fuera a buscar a la guardia. De pronto se me ocurrió una
idea, ¿por qué no buscar y ver como era el Libro de Los
Muertos?, perder unos minutos más no sería de gran
importancia.
- Espera Sira y vigila que no entre nadie – le hice
volver cuando se marchaba - he de buscar una cosa.
Me acerqué al sarcófago ya preparado y vacío en
el que supuse yacerían los restos de Tutmosis cuando
muriera. La tapa estaba apoyada en la pared, toda pintada
de oro y negro con su efigie. El sarcófago no contenía
absolutamente nada, miré a los pies de éste y vi un
pequeño baúl también dorado y a su lado unas pequeñas
urnas funerarias. Lo intenté abrir, pero estaba cerrado con
llave, tomé una espada de las que adornaban las paredes e
hice palanca para intentar abrirlo. Después de muchos
esfuerzos y procurando hacer el menor ruido posible la
cerradura cedió.
Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, allí estaba,
era muy grande y pesado con las tapas negras y gruesas
de cuero, adornadas y escritas con letras doradas. Un
pequeño cierre sellaba sus tapas, costó mucho menos de
abrir que la otra cerradura. Me senté en un trono dorado
que presidía el monumento funerario y acerqué una
antorcha para verlo mejor.
Abrí la tapa y la locura de mis sentidos
envolvieron la estancia, un frió estremecedor se apoderó
de mí dejándome helado, un sonido de susurros de
359
ultratumba hacían eco en toda la cámara. Sira cayó de
rodillas y empezó a rezar, el miedo se apoderó de mi
cuerpo y dejé caer el libro al suelo, algo del otro mundo
se estaba apoderando del lugar. Unos pequeños hilos de
humo empezaron a salir de las hojas del libro abierto que
se hallaba en el suelo. Ese humo iba tomando formas
humanas, transparentes y no paraban de susurrar frases
que no entendía. Mi cuerpo estaba helado igual que mi
mente, las almas de los faraones del inframundo me
estaban avisando que había roto el sello de la cerradura
del libro y se acercaban hacia mí lentamente flotando en
el aire.
Tomé aliento y salté sobre el libro cerrándolo de
golpe, apretándolo contra mi cuerpo. El frió y las
imágenes se disiparon, solo las voces se oían, cada vez
con menos intensidad hasta que callaron. Todo volvió a
la normalidad, me incorporé, aun me temblaban las
piernas, el susto había sido fantasmagórico. Comprendí
que la idea que se me había pasado por la cabeza de
llevarme dicho libro era imposible, por el tamaño y el
peso y porque solo el poseedor de la llave podría acceder
a él sin ser atacado por las almas. Romper el sello no fue
buena idea, podía haber acabado con todo mi plan. Lo
volví a guardar en el cofre y me aproximé a la salida,
agarré del brazo a Sira para levantarla de sus rezos y le
indiqué que llamara a los soldados mientras le entregaba
el pequeño cofre con los elementos.
Salimos de la cámara, el arquitecto volvió a
sellarla y nos dirigimos hacía el exterior por el mismo
laberinto de pasillos por los que habíamos llegado y
emprendimos el camino de regreso.
Si Ainoza hubiera estado aquí se habría enojado
enormemente por lo que había intentado hacer, debía
tener más cuidado, en mis manos estaba el poder de la
360
vida y la muerte y casi lo echo a perder por esa tontería.
Ya teníamos la trascripción y no hacía falta el libro, a
veces mi insensatez me acarreaba algunos problemas.
Volví a respirar tranquilo, todo había vuelto a la
normalidad y el plan se estaba cumpliendo a la
perfección.
Una vez en palacio fuimos conducidas hasta las
habitaciones de Hatshepsut, aun no había amanecido, no
sabía a ciencia cierta de cuanto tiempo disponía, pero era
crucial, tenía que suceder todo mientras la corte dormía.
Entré con la joven a la habitación y al cerrarse la puerta
respiré tranquilo. Me aproximé hasta el lecho de
Hatshepsut y comprobé que seguía dormida. Mi cuerpo
desnudo yacía en la cama igual que cuando me fui, había
que proceder a la siguiente fase del plan.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En la estancia del sacerdote, seguíamos esperando
el aviso de Balsamo, habían pasado varias horas y aun no
había dado señales de vida. Me empecé a intranquilizar,
el sacerdote postrado de rodillas ante una estatua de
Osiris rezaba, llevaba horas haciéndolo, el tiempo pasaba
muy lento y yo me desesperaba. Aquel viejo no ayudaba
mucho a calmar mi ansiedad, el siseo de sus rezos
penetraban continuamente en mi cabeza. Debía esperar
un poco más, sabía que la tarea de mi joven aprendiz no
era fácil y estaba seguro que la llevaría a cabo con éxito.
361
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Me senté en la cama con Sira antes de ejecutar lo
más sangriento de este plan. Intenté hacerle comprender
algunas cosas, ella no entraba en mis planes y decidí
terminar con ese ridículo amorío.
- Mira Sira, sé que no me entiendes, voy a tratar
de explicarme como pueda. Para venir de viaje conmigo
debes tomar esta bebida que te hará invisible para pasar
hasta el otro mundo. Debes confiar en mí, yo ya la he
tomado y estoy preparado.
Sí, le había prometido que la llevaría conmigo,
era la condición que me había impuesto ella para
ayudarme. A base de signos se lo hice entender y accedió
con una sonrisa en la boca. Llené una copa con el frasco
que le había robado a mi maestro de su maletín y se lo
ofrecí a ella, lo tomó sin rechistar y me abrazó
cálidamente.
Lo que le di para beber era arsénico, de aquí a
unos minutos moriría casi sin dolor, no estaba dispuesto a
llevarla conmigo, ya no necesitaba su ayuda y
generosamente le ayudé a morir haciéndole un favor
inmenso. Había servido lealmente a todo lo que le pedí,
pero no estaba dispuesto a llevar una carga a cuestas en el
viaje de vuelta, igualmente hubiera sido ejecutada por el
Faraón después de saber que había participado en la
trama.
Quizás también le hice un favor a mi maestro, no
estaba seguro del por qué esa sustancia se hallaba en su
maletín, si lo tenía para utilizarlo en casos extremos de
alguno de sus pacientes o simplemente lo guardaba para
362
poder utilizarlo cuando se viera acorralado en alguno de
sus enfrentamientos con la Iglesia, para no darle el gusto
de que lo mataran.
Unos instantes después Sira cayó desplomada
entre mis brazos, se marchó sin darse cuenta, un ahogo
envolvió su ser y se desvaneció sin poder cumplir su
sueño. La recosté en un diván y me despedí de ella con
un beso en los labios, ya no había marcha atrás debía
seguir con lo previsto.
Busqué en la habitación cualquier cosa cortante
para poder acabar con la vida de mi enemiga y poder
recuperar mi cuerpo. Tras una infructuosa búsqueda
decidí que no había más remedio que utilizar el cordel
que rodeaba mi túnica, y así lo hice. Me acerqué hasta el
cuerpo inerte en el lecho y rodeé su cuello con la cuerda.
Di dos vueltas alrededor de éste y apreté con todas mis
fuerzas. De pronto abrió los ojos y me asusté, trató de
gritar pero la fuerza con que la asfixiaba no se lo
permitía. Luchó dando patadas y cogiéndome del cabello
para zafarse, pero todo fue inútil, seguí apretando con
toda la fuerza del mundo hasta que un último suspiro
salió de su garganta. Estaba muerta.
Me desplomé ante los brutales dolores que
acuciaban mi cuerpo y me retorcí en el suelo de
sufrimiento hasta que vi que mis manos se estaban
transformando. Todo mi cuerpo se estiraba y
transfiguraba de nuevo en lo que era, el cambio había
terminado.
En su lecho yacía muerta Hatshepsut, con los ojos
abiertos y la lengua fuera de su sitio parecía un monigote,
una parodia de lo que había sido. La tapé con un lienzo y
le desenrollé la cuerda de su garganta, me vestí con la
misma ropa que había entrado en la habitación y me
arreglé el pelo ligeramente para dar un aire de
363
tranquilidad a mi salida. Podía verme alguien pero ya
tenía pensado hacia donde dirigirme, solo debía tener
suerte de no ser visto
Me quedé sentado un rato para pensar en todo lo
que debía hacer y saqué todas las piezas del cofre, las
puse en un atillo de ropa que encontré y me dirigí al
jardín para cumplir con mis proyectos. Según me había
contado Sira la habitación contigua a la de la madrastra
era la que ocupaban sus esclavas para estar siempre
dispuestas en cualquier momento a satisfacer sus
caprichos o necesidades. Podía descolgarme entre unas
enredaderas del balcón para saltar hasta el otro, allí solían
tener su escape los amantes nocturnos de esa mujer y en
la puerta de entrada solo había un guardia, que a esas
horas solía estar dormido. Era un eunuco que cuidaba de
ellas y nunca decía nada, no tenía lengua.
Me enganché en el enramado hasta que, sorteando
los salientes, accedí al balcón de las esclavas. Allí me
deslicé con sumo cuidado y atravesé la habitación sin
hacer ruido para no despertarlas, dormían placidamente
todas agrupadas en tres grandes lechos. Agarré un jarrón
metálico que había en una de las mesas y procedí a abrir
la puerta con sumo cuidado. Saqué la cabeza para mirar
en el corredor, efectivamente el guardián dormía sentado
en una silla junto a la puerta de las mujeres. Me aproximé
a él lenta y sigilosamente, lo golpeé en la cabeza con el
jarrón fuertemente y perdió el sentido al instante. Con la
puerta entreabierta deslicé el jarrón dentro de ella y la
cerré con sumo cuidado.
Primero acomodé bien al guardián para que
pareciera dormido en su silla. No se iban a extrañar si lo
veían, todos sabían que a esas dormía plácidamente.
Pegado a las paredes me deslicé con mi atillo, vigilando y
observando todo a mí alrededor hasta estar fuera de
364
peligro, entonces me dirigí directamente a mi estancia
para terminar por fin con mi parte del plan.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Por fin Menjeperraseneb dejó de rezar, era un
alivio después de la incertidumbre que estaba pasando.
Necesitaba hablar con alguien, las horas transcurrían y ya
no podía esperar más, me temía lo peor. Balsamo no
había podido terminar su trabajo, era lo único que
rondaba por mi cabeza.
- Me estoy preocupando en grado extremo, ya
tendría que haber vuelto regresado, falta poco tiempo
para que amanezca, debemos estar preparados para loo
que sea querido amigo.
- He rezado toda la noche por mi dios para que
todo lo que ha de pasar no lo haga caer en desgracia. Que
la muerte de su madrastra sea solo un bien para la
humanidad y no cause pena en su corazón.
- Todo esto está apunto de acabar, si en una hora
no aparece Balsamo tendremos que investigar que ha
pasado, está a punto de amanecer y puede ser peligroso.
- Antes de ponerme a rezar he ordenado la
retirada de la guardia, tanto de mi puerta como de la
vuestra, he pensado que así facilitaría los movimientos de
su amigo y no levantaría sospechas. Aun así tengo el
presentimiento de que algo va a ocurrir y no será nada
que nos agrade. Ponga en paz su alma, igual lo necesita,
la mía ya está preparada.
365
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Entré en mi habitación con las piezas que había
recuperado, no había guardia en la entrada, supuse que
Ainoza se había encargado de ello. Lo dejé todo sobre la
mesa y me dispuse a sacar de su escondite el espejo.
Tomé el maletín y el pequeño baúl que contenía todos
nuestros cuadernos para el viaje y lo coloqué también
sobre la mesa. Busqué las ropas con la que emprendí esta
aventura y procedí a vestirme, solté el nudo del paquete y
saqué todos los elementos. A su lado coloqué la diadema
y los brazaletes de oro y piedras preciosas que llevaba
puestos la madre del rey, no iba a irme de allí sin
llevarme algo de botín que me ayudara a empezar una
nueva vida holgada y sin preocupaciones. Sé que mi
maestro no lo hubiera permitido, pero esto no era de su
incumbencia.
Abrí el fondo secreto con el anillo en forma de sol
y saqué con mucho cuidado el espejo. Lo puse boca
arriba encima de la mesa. Fui colocando todas las piezas,
número por número en su sitio correspondiente, luego
coloqué las joyas junto con los escritos y miré alrededor
de toda la sala como si me despidiera de todo ello. La
suerte estaba echada.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
366
En la habitación del sacerdote una pequeña
claridad entraba por las ventanas, yo me acababa de
desesperar y ya no podía esperar más, debía averiguar lo
que estaba pasando antes de que volviera la guardia.
- Acompañadme ministro debemos comprobar
que ha ocurrido, el tiempo se acabó y la joven emisaria
no ha venido a dar noticias.
- Me temo lo peor, su amigo debe de estar cautivo
y pronto vendrán a buscarnos también a nosotros.
- Os lo ruego acompañadme, vayamos a las
habitaciones de Hatshepsut y veamos que ha sucedido. Si
me acompañáis la guardia no pondrá ningún obstáculo
para que podamos entrar.
- Seguidme, yo hablaré con la guardia.
Atravesamos las salas contiguas hasta llegar a la
puerta de la estancia de la madre de Tutmosis, donde
cuatro guardias la custodiaban. El sacerdote conversó con
ellos hasta que consintieron nuestra entrada, nos abrieron
la puerta y entramos.
En la cama yacía la mujer y la esclava estaba
inerte en el diván. Me acerqué hasta la joven y la
zarandeé para que despertara. Su cuerpo se movió como
una marioneta sin vida. Le tomé el pulso, no tenía, estaba
muerta. Ahora sí que empezaba a asustarme. Miré hacia
el lecho y vi como el anciano se tapaba la cara con
expresión de horror, la arpía yacía muerta boca arriba,
con los ojos abiertos y su semblante era de terror.
- Lo ha hecho, la ha matado, su joven amigo ha
cumplido su propósito.
- Dejadme comprobar algo anciano.
Le tome el pulso y comprobé su temperatura
poniéndole la mano en la frente, estaba fría, demasiado
367
fría, seguí sin explicarme porque estaba muerta la otra
joven ¿qué había pasado para tan tremendo desenlace?
- Están muertas los dos, Hatshepsut tiene marcas
en el cuello, ha sido asfixiada y por su rigus mortis hace
ya un rato. La joven no tiene señal alguna, quizás ha sido
envenenada con algo letal.
- ¿Qué haremos ahora? en cualquier momento
despertarán sus esclavas y la verán, vos me habéis metido
en todo esto.
- Vayamos hasta mi estancia, comprobemos si mi
aprendiz ha pasado por allí, si no, me temo lo peor.
Salimos de la habitación con toda discreción y el
anciano le dijo a la guardia que la madrastra no se
encontraba bien y no debía ser molestada bajo ningún
concepto. Nos dirigimos hasta mi aposento para
comprobar lo que pasaba.
Abrí la puerta de golpe, una luz cegadora nos
deslumbró en ese momento. Al instante desapareció y dio
paso a unas partículas doradas que flotaban dentro de la
sala, mientras se apagaba el resplandor. Cerré los ojos y
respiré, todo mi ser se tambaleó. Después de tantos años
siendo firme y resolutivo no me sirvieron para nada. Me
eché a llorar como un niño, Balsamo me había engañado,
acababa de emprender el viaje abandonándome a mi
suerte en este lugar. Lo tenía todo planeado y yo no fui
capaz de darme cuenta, se había llevado todo lo que
necesitaba, incluso los seis elementos que yo prometí
devolver.
Me acerqué lentamente hasta el escondite donde
se hallaba el maletín y los libros, efectivamente se lo
había llevado todo. En el baúl solo se hallaba una carta
escrita por su puño y letra. La tomé y entre mis lágrimas
empecé a leerla, mientras el sacerdote de rodillas rezaba
y lloraba a la vez.
368
“Lo siento querido maestro, sé que le será difícil
de comprenderme, su manera de pensar es demasiado
altruista para mis fines. Este material es excesivamente
valioso para compartirlo con alguien que antepone el
sufrimiento de la gente a los principios básicos que yo
deseo. El poder, la riqueza y la gloria son para mí la
piedra filosofal de la vida y usted viejo y caduco en sus
pensamientos no iba a permitir que me lucrara de todo
ello. Por consiguiente he decidido emprender el regreso
solo y con la satisfacción del deber cumplido. No le debo
nada, nada en absoluto, fue usted el que vino a buscarme
y se arriesgo para poder conseguir unos poderes
sobrehumanos. Debe resignarse e intentar vivir el tiempo
que le queda en armonía con la época en la que está. Sé
que sabrá sobrevivir porque me lo ha demostrado,
procure no convertir mi huida en algo que le lastre de
por vida en su memoria. Cuando alguien me pregunte
quien me enseñó todo lo que sé, les diré que fue el doctor
Ainoza, que murió por sus convicciones y por dejarme
este maravilloso legado.”
Tragué saliva sin éxito, todo lo que sufrimos en
este periplo pasó por mi mente en unos segundos.
Confiado de mí, ¿cómo no pude darme cuenta del
engaño? ¿Qué iba a ser de nuestro mundo con un
monstruo de tal magnitud capaz de cualquier cosa por el
poder y la sabiduría?
¿Qué iba a ser de mi?, la posición en la que me
quedaba no era la más idónea para sobrevivir, pronto
descubrirían todo lo ocurrido y nuestras vidas, la mía y la
del pobre sacerdote, no valdrían ni un solo real.
- Hemos sido víctimas del engaño anciano amigo,
os juro que no sabía nada de lo que iba a suceder, ¿qué va
a ser de nosotros?
369
- No lo sé, el Faraón no será comprensivo con
nosotros Aun odiando a su madre como la odiaba,
cuando sepa que han desaparecido otra vez los elementos
arderá en cólera y mandará matarnos, ahora vuestras
vidas no valen nada, ya no poseéis el espejo.
- Quiero que me hagáis un último favor ministro.
- A estas alturas pocos favores os puedo conceder,
decidme.
- Quiero que volváis a vuestras habitaciones y
digáis cuando vengan a buscaros que no habéis tenido
nada que ver con el asunto. Que cuando fuimos a las
habitaciones de su madre usted se encontraba amenazado
con una daga en su espalda y no pudo oponerse. Que este
crimen y robo solo fue tramado por mí y mi ayudante,
utilizando los poderes ocultos de que disponemos.
Hacedme este último favor.
- No creo que nadie pueda creerme, de todas
formas ya os dije que estoy en paz con mi alma y
preparado para lo que sea.
- Intentadlo por favor, no tenéis nada que perder.
- Me voy, me retiro a mis habitaciones, los dioses
serán testigos de lo que tenga que acaecer. Después de
todo lo que ha pasado quiero deciros que ha sido un
placer conoceros, creo en vuestra buena voluntad y estoy
seguro de que no tenéis culpa alguna de este engaño.
Quizás encontréis a vuestro padre en el mundo de los
muertos, decidle que lo habéis intentado.
- Adiós querido amigo, yo también me alegro de
haberle conocido, nos veremos donde vuestro dios
quiera.
Salió de la sala apesadumbrado y cabizbajo, había
hecho todo lo que humanamente creía correcto, una vez
más el destino había decidido por nosotros. Me senté
sobre la cama y tapé mi cara con las manos pensando en
370
lo ocurrido y maldiciendo la hora en que se me ocurrió
traerme ese muchacho conmigo, ¿por qué confiaba tanto
en la naturaleza humana si nadie me había demostrado
que lo merecía?
Me sentí solo como nunca me había sentido,
incluso maldije a mi padre por embarcarme en esta
odisea. ¿Qué podía hacer yo en esos momentos?, solo la
desesperación se encontraba en mi alma. Traté de hacer
un resumen de mi azarosa vida mientras esperaba que
vinieran a buscarme. Hice un recuento de toda mi
existencia y no hallé ningún momento de felicidad. ¿Qué
será de mi querido hijo? Nadie podrá explicarle que pasó
con su padre, que fue de él, si murió con las mismas
convicciones con las que vivió o si realmente mi vida no
sirvió para nada.
Balsamo poseía el espejo, quizás alguna vez
regresara. No, dentro de mi ser sabía que no iba a ser así,
no debía engañarme a mi mismo, pero en estos
momentos de desesperación no había nada a que
aferrarse. Si disponía de algún tiempo debía emplearlo en
dejar una carta para mi hijo con la esperanza de que
algún día pudiera llegar hasta sus manos.
Me incorporé y me fui hasta la mesa donde tomé
pluma y papel para escribirla. Me serví una última copa
de vino y empecé.
“Tengo la confianza de que algún día esta carta
llegue hasta tus manos. Sé que nunca he sido un padre
cariñoso y atento, pero no debes dudar que siempre os
quise a tu madre y a ti. Las circunstancias de la vida me
han llevado hasta un punto que no sé si podrás
comprender. Tu abuelo me dejó un legado escondido de
sabiduría y grandeza, yo seguí sus pasos para
encontrarlo y poder utilizarlo en aras de la medicina,
para ayudar a toda la gente necesitada. Esta búsqueda
371
se resume en unos largos viajes, algunos de ellos a través
del tiempo pasado. Es cierto, créeme. Este último viaje
iba a ser el definitivo, el más grande de todos, el que
descubriría el poder absoluto sobre el bien y el mal, el de
la inmortalidad. Estoy en Egipto, tres mil años antes de
nuestra era, sé que parece increíble pero es así. Por
circunstancias de la vida y de otras cosas que no vale la
pena explicar he quedado atrapado en el tiempo y en
esta civilización. No hay nada humanamente posible que
se pueda hacer para remediarlo, debes resignarte como
lo estoy haciendo yo en estos momentos de amargura.”
“Sé que nunca te he dado grandes cosas, pero
estoy seguro que lo que pude enseñarte sobre el sentido
de la vida, el amor a tu prójimo y la seguridad con que
debes llevar tus convicciones es el gran legado que
puedo dejarte. Nunca he hecho daño a nadie y pienso
que tú seguirás mis pasos. No te molestes en averiguar
nada sobre mi paradero, no hallarás la respuesta, piensa
solo que siempre estarás en mi pensamiento y que estoy
muy orgulloso de ti. Mi única alegría sería que tú lo
estuvieras también de mí. Todos los libros que hallarás
en casa pueden ser muy peligrosos si caen en manos de
algún desaprensivo, haz de ellos lo que mejor convenga,
quémalos si es necesario, tuya es la decisión.”
“Recuerda mis últimas palabras cuando te
despediste para ser marino, el hombre no es lo que
busca, siempre es lo que encuentra. Te llevaré en mi
corazón y perdóname por todo lo que no fui.”
Doblé las dos hojas escritas y las metí dentro de
uno de los libros que aun quedaban en la estantería.
Cansado y abatido no hallaba paz en mi mismo, ni
siquiera tenía mi maletín para poder utilizar algún veneno
con que quitarme la vida, no era capaz de utilizar ningún
arma, ni siquiera contra mi mismo.
372
La recopilación de mis sufrimientos ni siquiera se
asemejaba al dolor que sentía en estos momentos. Le
había fallado a mi padre, no fui capaz de volver con todo
su legado ni tampoco de encontrar alguna pista de su
paradero. Me sentía decepcionado y pensaba que si él me
viese también lo estaría, ahora solo quedaba esperar
acontecimientos, no sé lo que harán conmigo, si por el
azar de la vida pudiera salvarme de la muerte dedicaría
todo el resto de mi existencia al estudio de esta
maravillosa civilización y morir en el intento de saber
que fue de mi amado padre.
Pero esta es otra historia, si la hubiera. Solo el
destino lo podrá decir y yo contarla si sobrevivo. El
anterior relato es la más tenebrosa historia de la vida de
ese hombre, Giuseppe Balsamo, el futuro se encargará de
él.
FIN
El viaje mistico
Este libro fue distribuido por cortesía de:
Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS
hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net
Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática,
mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:
Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener
agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si
"publicas un comentario para este libro aquí".
INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR
Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho
material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede
constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:
http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

Más contenido relacionado

PDF
Hoja249
PDF
Libro cuarto “La Historia de Kurt Von Subermann”
PPTX
biografia san pedro claver
PPTX
19 jose de anchieta y pedro claver
PPT
San Pedro Claver
PPTX
San pedro claver
DOC
Arlt roberto un hombre extraño
PDF
Biffi giacomo---el-quinto-evangelio we74k689
Hoja249
Libro cuarto “La Historia de Kurt Von Subermann”
biografia san pedro claver
19 jose de anchieta y pedro claver
San Pedro Claver
San pedro claver
Arlt roberto un hombre extraño
Biffi giacomo---el-quinto-evangelio we74k689

La actualidad más candente (15)

DOCX
Padre miguel a
PPS
San pedro claver
DOCX
Gargantua y pantagruel
PDF
AQUELLOS POLVOS (1916) Joaquín Belda
PPTX
San pedro claver
PDF
Gary jennings-sangre-azteca 1
PDF
Fortunata y jacinta benito perez galdos
DOC
Dublineses
PDF
Gargantua y pantagruel
DOCX
San ignacio de loyola
PPT
La Misiones Datos 2009
DOCX
Atahualpa marcha a cajamarca
DOC
Joyce, James. Dublineses
DOC
Cabrera, Lydia Venganzas Y Castigos De Los Orishas
PDF
Vida con el_lama
Padre miguel a
San pedro claver
Gargantua y pantagruel
AQUELLOS POLVOS (1916) Joaquín Belda
San pedro claver
Gary jennings-sangre-azteca 1
Fortunata y jacinta benito perez galdos
Dublineses
Gargantua y pantagruel
San ignacio de loyola
La Misiones Datos 2009
Atahualpa marcha a cajamarca
Joyce, James. Dublineses
Cabrera, Lydia Venganzas Y Castigos De Los Orishas
Vida con el_lama
Publicidad

Similar a El viaje mistico (20)

DOC
La divina aventura
PDF
Escribe hermano leon nº 111
PDF
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA – William Thomas Walsh
PDF
El hechicero de meudon
PDF
Yaloja ajedrez esoterico
PDF
ISA Lee en la Feria Libro 2009
PDF
Essentials Of Biostatistics In Public Health 3rd Edition Lisa M Sullivan
PDF
Nautical Illustrations 681 Royaltyfree Illustrations From Nineteenthcentury S...
PPTX
San pedro claver
DOC
El Parsifal Develado
PDF
La rebelión contra el poder opresor. textos feria del libr…
PDF
El medico del Tibet
DOC
El medico de_lhasa
PDF
Primo Levi - Si Esto es un Hombre (completo)
PDF
CUENTAS SALDADAS (1978) Mary Gordon
PDF
La posada del silencio nº 63, curso v
PDF
Escribe hermano leon nº 97
PDF
El pársifal develado
DOCX
San ignacio 2
PDF
BREVE HISTORIA DE MÉXICO.-José Vasconcelos-
La divina aventura
Escribe hermano leon nº 111
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA – William Thomas Walsh
El hechicero de meudon
Yaloja ajedrez esoterico
ISA Lee en la Feria Libro 2009
Essentials Of Biostatistics In Public Health 3rd Edition Lisa M Sullivan
Nautical Illustrations 681 Royaltyfree Illustrations From Nineteenthcentury S...
San pedro claver
El Parsifal Develado
La rebelión contra el poder opresor. textos feria del libr…
El medico del Tibet
El medico de_lhasa
Primo Levi - Si Esto es un Hombre (completo)
CUENTAS SALDADAS (1978) Mary Gordon
La posada del silencio nº 63, curso v
Escribe hermano leon nº 97
El pársifal develado
San ignacio 2
BREVE HISTORIA DE MÉXICO.-José Vasconcelos-
Publicidad

Más de Hamiltonn Casallas (20)

PDF
Sistema Ubuntu
PDF
Compilador CCS y simulador proteus para microcontroladores PIC
PDF
Electricidad básica y aplicaciones
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 12
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 11
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 10
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 09
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 08
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 07
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 06
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 05
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 04
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 03
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 01
PDF
Curso de microcontroladores capitulo 02
PDF
Reparacion de radios AM/FM
PDF
Armado de un amplificador para automovil.
PDF
Circuitos impresos
PDF
Amplificadores en puente.
PDF
Disipadores de calor
Sistema Ubuntu
Compilador CCS y simulador proteus para microcontroladores PIC
Electricidad básica y aplicaciones
Curso de microcontroladores capitulo 12
Curso de microcontroladores capitulo 11
Curso de microcontroladores capitulo 10
Curso de microcontroladores capitulo 09
Curso de microcontroladores capitulo 08
Curso de microcontroladores capitulo 07
Curso de microcontroladores capitulo 06
Curso de microcontroladores capitulo 05
Curso de microcontroladores capitulo 04
Curso de microcontroladores capitulo 03
Curso de microcontroladores capitulo 01
Curso de microcontroladores capitulo 02
Reparacion de radios AM/FM
Armado de un amplificador para automovil.
Circuitos impresos
Amplificadores en puente.
Disipadores de calor

Último (20)

DOCX
Programa_Sintetico_Fase_4.docx 3° Y 4°..
PDF
La lluvia sabe por qué: una historia sobre amistad, resiliencia y esperanza e...
PPTX
LAS MIGRACIONES E INVASIONES Y EL INICIO EDAD MEDIA
PDF
CURRICULAR DE PRIMARIA santa ursula..pdf
PDF
Didáctica de las literaturas infantiles.
DOCX
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - PRIMER GRADO.docx
PDF
Ficha de Atencion a Estudiantes RE Ccesa007.pdf
PDF
Ernst Cassirer - Antropologia Filosofica.pdf
PDF
Cuaderno_Castellano_6°_grado.pdf 000000000000000001
PDF
Introduccion a la Investigacion Cualitativa FLICK Ccesa007.pdf
PDF
Uso de la Inteligencia Artificial en la IE.pdf
PDF
MODULO I ENFERMERIA BASICA.pdf HIstoria en enfermeria
PDF
Ficha de Atencion a Padres de Familia IE Ccesa007.pdf
PDF
Lo que hacen los Mejores Profesores de la Universidad - Ken Bain Ccesa007.pdf
PDF
Telos 127 Generacion Al fa Beta - fundaciontelefonica
PDF
Házlo con Miedo - Scott Allan Ccesa007.pdf
PDF
Como usar el Cerebro en las Aulas SG2 NARCEA Ccesa007.pdf
DOCX
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - CUARTO GRADO.docx
PDF
Los10 Mandamientos de la Actitud Mental Positiva Ccesa007.pdf
PDF
ciencia_tecnologia_sociedad Mitcham Carl. (1994)..pdf
Programa_Sintetico_Fase_4.docx 3° Y 4°..
La lluvia sabe por qué: una historia sobre amistad, resiliencia y esperanza e...
LAS MIGRACIONES E INVASIONES Y EL INICIO EDAD MEDIA
CURRICULAR DE PRIMARIA santa ursula..pdf
Didáctica de las literaturas infantiles.
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - PRIMER GRADO.docx
Ficha de Atencion a Estudiantes RE Ccesa007.pdf
Ernst Cassirer - Antropologia Filosofica.pdf
Cuaderno_Castellano_6°_grado.pdf 000000000000000001
Introduccion a la Investigacion Cualitativa FLICK Ccesa007.pdf
Uso de la Inteligencia Artificial en la IE.pdf
MODULO I ENFERMERIA BASICA.pdf HIstoria en enfermeria
Ficha de Atencion a Padres de Familia IE Ccesa007.pdf
Lo que hacen los Mejores Profesores de la Universidad - Ken Bain Ccesa007.pdf
Telos 127 Generacion Al fa Beta - fundaciontelefonica
Házlo con Miedo - Scott Allan Ccesa007.pdf
Como usar el Cerebro en las Aulas SG2 NARCEA Ccesa007.pdf
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - CUARTO GRADO.docx
Los10 Mandamientos de la Actitud Mental Positiva Ccesa007.pdf
ciencia_tecnologia_sociedad Mitcham Carl. (1994)..pdf

El viaje mistico

  • 2. 1
  • 3. 2
  • 6. 5 Dedicado a todos los médicos rurales que desde siglos pasados han intentado hacer el bien a la gente con sus curaciones, con medios rudimentarios y mucha fe lograron sacar la profesión adelante, la mayoría de veces sin recibir nada a cambio.
  • 7. 6
  • 8. 7 Índice Capítulo 1º LA PRESENTACIÓN..................................8 Capítulo 2º EL ENCUENTRO.......................................13 Capítulo 3º EL LABORATORIO...................................29 Capítulo 4º VIAJE DE LA MENTE...............................43 Capítulo 5º EL APRENDÍZ ...........................................82 Capítulo 6º LA VIRUELA ...........................................121 Capítulo 7º EL ENIGMA .............................................143 Capítulo 8º LOS ILUSTRADOS..................................190 Capítulo 9º A TRAVÉS DEL ESPEJO ........................217 Capítulo 10º LA JOVEN DEIDAD..............................247 Capítulo 11º EN BUSCA DE LA VERDAD ...............309 Capítulo 12º DOCE, LA LEYENDA DE LUXOR......351
  • 9. 8 Capítulo 1º LA PRESENTACIÓN De como dos caracteres completamente diferentes se unieron en una gran aventura esotérica para descifrar los grandes poderes ocultos que pudieron dar un gran giro en la historia del mundo. Tener el poder de traspasar el fino hilo que separa la vida de la muerte, y como cada uno de nosotros podía usarlos. Uno con estimable amor a la ciencia y miras altruistas. El otro por su gran ambición, aunque aun no lo sabia, de tener el máximo poder y llegar a lo más alto de la escala social para vengarse de su pasado. Mi nombre es Francisco Ainoza Pedrosa, por causas que más adelante explicaré todo el mundo cree que soy de Salamanca, pero no es cierto. En mi ciudad se me conoce como Francisco Pirria, en realidad nací en el año 1718 en un pueblo llamado Barbastro en la provincia de Huesca, soy descendiente de una saga de militares, la cual rompió primero mi abuelo y después mi padre. Heredé de mi padre todos sus conocimientos y seguí su camino dedicándome a la medicina, soy curandero, sanador, alquimista y más adelante como podremos ver sanador magnético y viajero del inframundo. Bartolomé, mi padre, fue quien me dejó
  • 10. 9 todas las claves para que yo intentara cambiar la historia, él siempre fue perseguido por la iglesia acusado de hereje. Fue un médico que hizo grandes descubrimientos en el campo de la investigación, pero a medida que iba sanando a la gente con sus nuevos métodos científicos el clero acabó fijándose en él. Lo tachó de brujo y fue censurado hasta llegar a su persecución. Desarrollé todos mis conocimientos intentando curar a todo tipo de personas, ya sea de la nobleza, la clase media y los militares de la corte de Aragón, pero ante la incredulidad e ignorancia de tal masa social no tuve más remedio que hacerlo en los barrios y pueblos más pobres de la comarca. Aquella gente no preguntaba, sólo querían sanar y para ellos el médico era como un sabio que siempre tenía la respuesta. Ante una serie de acontecimientos que ocurrieron, mi vida dio un vuelco inesperado. Un desconocido que tenía órdenes muy concretas de mi padre, me entregó sus cuadernos y apuntes. Mi padre había dejado dicho que si no daba señales de vida en una fecha límite que él mismo indicó, me fueran entregados todos sus conocimientos y estudios. Corría el 15 de Marzo de 1763 cuando fui apresado en mi casa y llevado a Valladolid en presencia del Tribunal Eclesiástico acusado de grandes crímenes. Debía de comparecer ante el Gran Inquisidor, Don Manuel Quintano Bonifaz, Arzobispo de Farsalia. Se me atribuyeron los cargos de hereje, brujo y blasfemo por usar artes ocultas curando al hijo de un alto noble que padecía tisis. Logré sanarlo con una transfusión de sangre y algún remedio más, pero esto no me preocupaba, yo sabía que un día tenía que ocurrir. Mi padre me lo repitió mil veces diciéndome que en el momento que esto sucediera tenía que ser muy cauto. Primero debía
  • 11. 10 confesar que todo lo que se me imputaba era verdad, como culpable arrepentido de todos mis pecados para que así no fuera torturado hasta mi confesión, ya que igualmente sería declarado culpable y condenado a morir en la hoguera. Jamás nadie había salido indemne de un tribunal de ese tipo. Efectivamente fui condenado a morir en la hoguera y encarcelado hasta mi ejecución en las mazmorras del Castillo de la ciudad vallisoletana de Torrelobatón. Fecharon el día de la ejecución el 14 de abril del mismo año. Logré escapar como luego relataré y huir a la ciudad de Barcelona, elegida por mi padre al tener puerto importante y gran facilidad en caso de fuga, tanto por tierra como por mar, en el caso de que llegara el momento de hacerlo precipitadamente. Estuve algún tiempo escondido en casa de una familia por parte de madre que emigraron allí hacía unos años, hasta que todo se calmara y dejaran de buscarme. Pasado un tiempo prudencial, traje a vivir conmigo a mi hijo Cristóbal, en un viaje secreto que organicé para no levantar sospechas. Su madre había muerto al nacer y él era la única familia que tenía a parte de mi padre que llevaba un tiempo desaparecido. En este viaje pude traerme todo el material importante que dejé allí, tanto mío como de mi progenitor. Con todos los cuadernos de apuntes en mis manos ya podía empezar a estudiar e intentar acabar lo que él inició y nunca pude saber si terminó, pues hace años que desapareció y no he vuelto a tener noticias de él. Indagué y pregunté a personas en las que confiaba y conocían la profesión para intentar encontrar a alguien que pudiera ayudarme en esta empresa que iba a emprender. Personas afines a mi modo de investigación y
  • 12. 11 que también andaban ocultos por los mismos problemas. Necesitaba encontrar alguna persona que no fuera de este país, joven y con ansias de aprender, para probar todo lo que en mis manos tenía y no podía enseñar, alguien sin escrúpulos y sin historia. Todos mis amigos estaban de acuerdo en la misma persona, ya se hablaba de él en Italia e Inglaterra, incluso se decía que pertenecía a una Orden de Francmasones muy importante. Le envié una carta al candidato a través de un amigo, con fecha dos de febrero de 1769 para asegurarme que no cayera en manos extrañas. Le explicaba razones muy convincentes para que viniera a verme. Nunca tuve respuesta, al menos como yo esperaba. Esta historia que duró seis meses, cambió el curso de nuestras vidas hasta el punto más insospechado. Mi compañero de viaje se llama Giuseppe Balsamo, nacido en Palermo ciudad significativa de la isla de Sicilia, en 1743. Todo lo que sé sobre él es lo que algunos me han contado. Unos dicen que desciende de una saga de nobles pero totalmente arruinados y que fue abandonado y dejado en adopción a una familia pudiente de la isla de Malta. Otros dicen que era hijo de artesanos, nunca se lo pregunté, no tenía ninguna importancia para mi investigación. Creció aprendiendo las técnicas de la medicina y otras artes ocultas que le enseñó su tutor. Al cumplir la mayoría de edad ingresó en la logia de francmasones llamada Orden Mística del Templo de Rosacruz de Malta. Era un joven muy nervioso y ávido de sabiduría, su gran objetivo era ser una persona importante y tener todo el poder necesario para llegar a ostentar el título de Gran Arquitecto Masón, conseguir títulos nobiliarios para
  • 13. 12 usarlos como arma política e interferir en el rumbo de los países importantes de Europa. Se casó a los veinticinco años con Lorenza Feliciani que acababa de cumplir los dieciséis y era hija de artesanos. Marchó a la corte de Londres en 1768 para ejercer la medicina y unirse a la logia de este país y así tener informados a sus superiores de Malta y Francia. Poco más puedo explicar de él, su joven pasado era desconocido. Mi carta no tuvo respuesta pero sé que no dudó en salir a mi encuentro nada más leerla. Le estaba ofreciendo lo que siempre había ansiado sin tener que compartirlo con nadie. El catorce de Marzo de 1769 embarcó en el Puerto de Dover rumbo a Francia, junto a su mujer y dos maletines con escasa ropa. Con una serie de carruajes fue atravesando todo el país hasta llegar a Niza, para volver a embarcar esta vez hacía Barcelona donde aunque no le esperaban, sabía que era su destino. Desembarcó en el puerto de Barcelona el treinta y uno de Marzo, en un día soleado. En este día comienza esta historia que voy a relatar. Dónde me encuentro y desde dónde escribo no se los puedo contar, esta es otra historia con otro final, el que yo tuve y del que espero algún día salir. No me arrepiento de nada de lo que he podido hacer, toda mi vida la dedique a fines humanitarios y por el bien de la sociedad. Nunca pondré a Dios como testigo porque no creo en él, pero sí a la ciencia, que espero y deseo haber ayudado en sus necesidades.
  • 14. 13 Capítulo 2º EL ENCUENTRO Barcelona a uno de Abril de 1.769, ciudad cosmopolita y puerto muy importante en el Mediterráneo, un gran trasiego de barcos mercantes y de la flota real, centro importante de las dársenas más significativas de Europa, con grandes malecones de atraque y lonjas de pescado. Son las ocho de la mañana, vivo en la calle Peso de La Paja número siete, cerca de la Plaza Real. En el barrio más antiguo de la ciudad y muy cerca del puerto, donde se desarrolla la mayoría de la vida cotidiana barcelonesa. Los nobles catalanes y aragoneses habían perdido todo su poder, sólo les quedaba el título, ya que España había sido unificada por el padre del Rey que en estos momentos gobernaba. Este no era otro que el Borbón Carlos III, también llamado el Político. Durante el día ejercía de médico para los ciudadanos de clase media de la ciudad, gente con algún poder adquisitivo como los artesanos importantes, oficiales de la milicia y judíos llamados confesos de generaciones anteriores. Con ello podía favorecerme todas las investigaciones y ensayos que hacía en mi laboratorio y conseguir de esta forma un nivel de vida algo aceptable. Fabricaba también perfumes que vendía a
  • 15. 14 la alta sociedad y nobleza a través de matronas y alcahuetas que tenían acceso a este medio social, pues yo no quería acercarme a dicho estatus y darme a conocer por las razones que ya he contado. Tenía que mantenerme lejos de las personas afines a la iglesia, mi cara aun habiendo pasado los años podía ser reconocida por alguna persona. Todas las noches, al sonar las doce campanadas, salía para hacer curas y sanaciones por los barrios más pobres de la localidad, gente que no podía pagar la visita de un médico. Éste fue uno de los consejos que me dio mi padre, a la vez que servía para probar las fórmulas y brebajes que fabricaba también me ayudaba en la investigación de algunas enfermedades no conocidas. Era la única manera de probar mis remedios curativos muchos de los cuales habían salido de los apuntes de los cuadernos de mi antecesor. Pasaba muchas horas al día haciendo pruebas en mi laboratorio, cerrado con llave para todo el mundo, incluso para Braulia, la mujer que limpiaba y cocinaba para mí durante algunas horas del día. Era viuda de marino mercante, tenía seis hijos que alimentar, necesitaba el dinero, era una persona de mi total confianza, aunque no le explicaba nada de lo que hacía en mi laboratorio. Mujer de oronda redondez y cabello desaliñado, muy juiciosa y útil en los quehaceres domésticos. A mi hijo Cristóbal lo tenía estudiando navegación y cartografía en Salamanca, pues era el oficio que el eligió. Siempre había soñado ser oficial en la marina, poder recorrer todos los continentes y pasar mil aventuras. Nunca intenté que siguiera mis pasos en la medicina, ni el tampoco puso de su parte para aprenderlo.
  • 16. 15 Por la mañana llegué a casa después de mis visitas médicas, las cuales se habían alargado un poco a causa del Capitán Gonzalo Yánez, de la guardia portuaria de aduanas, con una ulcera bastante grande en la boca. Entré en casa con mi viejo maletín de cuero, también heredado de mi padre, lleno de remedios y medicinas, sorprendido escuché voces dentro de la sala. Me vino a la mente la prohibición que Braulia tenía siempre de dejar entrar enfermos en casa, pues solo visitaba a domicilio por causas evidentes de encontrarme con sorpresas desagradables, tenía demasiados secretos allí guardados como para arriesgarme. Con cara de estupor me encontré frente a un hombre y una mujer sentados junto a la mesa de la sala, bebiendo un vaso de agua, a lo que mi ama al girarse dijo rápidamente con la voz temblorosa. -Señor me han dicho estas personas que usted les mando llamar y que podían esperarle. Se levantaron los dos y él extendiéndome su mano dijo: - Me llamo Giuseppe Balsamo y esta es mi señora, Lorenza ¿Como está usted señor?, creo que me estaba esperando. Un cosquilleo me recorrió todo el cuerpo, temía que mi carta hubiera caído en saco roto y no tenía esperanzas de que viniera. - Bien, gracias, no le esperaba tan pronto. Los observé atentamente a los dos mientras dejaba el maletín encima de la mesa. El era muy alto y enjuto, con largas melenas recogidas con un lazo en forma de coleta, semblante serio, aparentaba unos veinte y muchos años y llevaba una levita al más puro estilo inglés, aunque denotaba su pobre estatus social por lo usado de sus ropas.
  • 17. 16 Ella era muy joven todavía, esbozaba una sonrisa pícara, era más bien bajita y delgada, vestía ropa de viaje de tela muy burda pero con distinción, llevaba un gran sombrero y guantes blancos. - Soy Francisco Ainoza - dije en ese momento - pero todos me conocen como Doctor Pirria. Aunque no haya oído nunca hablar de mi, yo sí que tengo noticias de sus trabajos como médico y por eso me puse en contacto con usted, bueno, en la carta ya le avancé todo lo que pude sobre el asunto que nos concierne. - Encontré su carta muy interesante y por eso he venido hasta aquí con presteza. - Tomen asiento por favor. - Ante todo debe saber que cualquier cosa que diga, ensaye o vea tiene que quedar entre nosotros. Nunca, jamás comentará nada de todo esto y todo quedará en secreto entre estas cuatro paredes, no lo hará bajo ningún concepto. - Se lo prometo, palabra de caballero, - se apresuro a decir Balsamo. - Vivirá usted aquí, comerá, dormirá y se pegará a mí como si de una lapa se tratara. Todos los apuntes permanecerán en secreto y tendrá que instalar a su señora en otra casa, esto es solo entre usted y yo. - No hay ningún problema, bueno sí, el monetario para poder alojar a mi mujer, pero no se preocupe, cuando me casé con ella su padre la prostituía para no tener que trabajar él y yo también lo hago de vez en cuando si estamos escasos de dinero, usted solo tiene que preocuparse de buscarle alojamiento. - Yo no me voy a meter en esas cosas, allá usted con su conciencia, solo tiene que saber las normas de esta casa y todo irá bien. Me dirigí hacia Braulia y le comenté:
  • 18. 17 - Braulia haga usted el favor de buscar acomodó para la señora. Alguna pensión o cantina que conozca y admitan huéspedes y luego le da la dirección al señor Balsamo para que la acompañe. Sea discreta se lo suplico. - Así lo haré señor, ¿Los invitados se quedarán a comer? - Ponga de comer a los invitados, yo tengo trabajo. Al momento miré a Balsamo y le dije. - Cuando acaben acompañé a su señora y al regresar retírese a descansar. Empezaremos mañana, cuando tenga la cabeza más despejada. Este hombre no tenía escrúpulos para conseguir todo lo que anhelaba en su carrera. Por tener a su alcance el poder y la sabiduría, poseer todos los secretos ocultos que yo podía ofrecerle, era capaz incluso de prostituir a su mujer. No podía comprender porque se había casado. Pero yo necesitaba a alguien sin escrúpulos, alguien que no le importara llegar hasta el final fuera cual fuera el precio que había que pagar. Sólo tenía que tener cuidado con él, controlarlo, dosificar muy bien la información y barajar mis cartas con cautela. Braulia buscó acomodo a la señora de Balsamo en la pequeña habitación de una casa de huéspedes en la Plaza Palacios, así no estaría lejos del control de su marido. Al cabo de unas horas volvió solo a casa, el ama lo acomodó en una habitación al lado de la mía, la que había sido de mi hijo antes de partir hacia Salamanca. No llevaba gran equipaje, sólo un maletín de viaje, por lo que deduje que no poseía grandes pertenencias. Cuando llegué de madrugada dormía plácidamente en su cama. Me acerqué hasta mi
  • 19. 18 habitación, debía de dormir un rato, estaba muy cansado. Me quité la túnica con capucha que llevaba puesta, era la ropa que siempre vestía, parecida a la de los frailes pero sin cordón en la cintura. Atusé ligeramente con la mano mi larga barba canosa y me dispuse a acostarme, no antes sin quitarme mis lentes, mi vista ya no era la de antes, sin ellas estaba perdido. Tengo ya cincuenta y un años y sigo teniendo miedo de salir a la calle sin capucha, a veces caminando vuelvo la vista atrás creyendo que me persiguen. Mi vida había cambiado mucho desde que escapé de la hoguera, estoy muy fatigado y casi no duermo, pero debo seguir con lo que he empezado. Le desperté a las seis de la mañana zarandeándolo en su catre, le costó mucho levantarse, y le dije: - Estoy en el salón, no tarde, el desayuno se está enfriando. - Ahora mismo voy, me arreglo un poco y estoy con usted enseguida - dijo Balsamo. Había hervido leche que me dejaba mi ama por la noche antes de irse a casa, se la traían recién ordeñada los vaqueros desde el campo. Dos cuencos de leche y una hogaza de pan del día anterior estaban en la mesa junto a mi cuando llego Balsamo. Un candelabro con tres velas sobre la mesa iluminaban la estancia, pues aún no había amanecido. - Buenos días señor Ainoza. - Espero que así sea, ¿ha dormido usted bien?, se le veía cansado del viaje tan largo que ha hecho. - Muy bien gracias, ¿y usted? - Hace muchos años que duermo muy poco, soy como una lechuza, me cuesta cerrar los ojos. Coma un poco le hará falta mientras yo le explico lo mejor que
  • 20. 19 pueda el asunto que tenemos que tratar y por lo que ha venido a verme desde tan lejos. - Empiece cuando quiera, le escucho atentamente. - Poca cosa heredé de mi padre, pero en ello encontré casi todas las claves de los grandes hallazgos que hizo. Como ve, este maletín de trabajo, y una serie de libros, pergaminos y cuadernos es todo lo que me dejó. Según sus notas este material es la clave de este entramado y misterioso enigma que tenemos para resolver entre los dos, si está usted dispuesto a ayudarme. Me levanté de mi asiento, mientras mi invitado había acabado su desayuno, estirando mi mano y señalando con el índice le dije. - Esta habitación es mi laboratorio y lugar de trabajo, siempre permanece cerrada, nunca debe de entrar nadie que no seamos usted y yo. Será su hogar durante algún tiempo. Me dirigí hacia la puerta del laboratorio, hice una pausa mirando a mi invitado, su faz estaba llena de asombro y le dije. - Si tiene alguna duda o pregunta este es el momento de hacerla, esto que va a ver y aprender le traerá muchas complicaciones y tendrá que ser muy valiente para soportarlo. Me miró fijamente a los ojos durante unos momentos y con voz segura espetó. - Cuénteme primero algo de su padre, su historia, sus conocimientos, ¿dónde está ahora, que fue de él? - Para todo el mundo, incluso para mí, este es un gran misterio aun no resuelto. Lo he visto curar enfermedades que nadie conocía, ni siquiera tenían nombre. Yo era muy joven y no lo comprendía, pero nunca quiso revelarme sus grandes secretos. Recuerdo que un día, al cumplir los veinte años, me dijo que
  • 21. 20 cuando el desapareciese y dejara de dar señales de vida, sería el momento en el que debería empezar a averiguar todos los secretos que había guardado para mi y de comenzar a leer sus cuadernos. Descifrar lo que en ellos se encontraba y así llegar al fondo de la verdad. ¿Qué había sido de él y de dónde había sacado todos sus conocimientos? Mi padre se llamaba Bartolomé Ainoza, fue un ser fuera de lo común. Cuando me enseñaba el oficio parecía que me escondía siempre detalles de sus curaciones, ahora sé que lo hizo para protegerme. Muchas veces desaparecía durante largos meses y nunca sabíamos donde se encontraba ni teníamos noticias de él. Cuando se le preguntaba decía que había viajado fuera del país estudiando plantas o que había estado en la montaña pensando y haciendo vida de asceta. Siempre que volvía de dichas desapariciones se le veía con la mirada perdida y una sonrisa que le iluminaba la cara. A veces se encerraba en su laboratorio durante varios días y no salía ni para comer, incluso le había oído hablar idiomas que nadie entendía. Poco a poco volvía a la normalidad y se acostaba a dormir durante dos o tres días, al despertar parecía que no había pasado nada, que no recordaba nada de donde había estado. Yo aprendí todo lo que me enseñó acompañándole a sus visitas médicas que hacía por todos los pueblos de Aragón y su comarca, pero nunca pude entrar en su laboratorio ni acceder a sus extraños jarabes y bebedizos que preparaba en el mismo. Me decía que no estaba aun preparado, que todo llegaría en su día, que tenía que tener paciencia. - ¿Y que fue de su padre señor Ainoza? - Mire, yo fui preso por la Santa Inquisición, cuando unos nobles me denunciaron por una milagrosa curación que hice a su hijo, de esto hace ya seis años. Fui encarcelado en el castillo de Torrelobatón y condenado a
  • 22. 21 morir quemado en la hoguera por hereje y brujo. Mi padre me vino a ver a las mazmorras, fue la última vez que nos vimos. Hacía años que había desaparecido, le habíamos dado por muerto, me dijo que no preguntara nada, no había tiempo que perder, me entregó un frasquito con un líquido espeso de color marrón y me dijo. - Tomate este elixir el día que venga el Abad para confesarte, antes de la ejecución. Procura extenderte en la confesión que le hagas de tus pecados para dar tiempo a que surta efecto. En el momento que empieces a sentir convulsiones coge la mano del confesor como si fueras a besarla para tener contacto con él. - No entiendo como pudo usted escapar – dijo Balsamo. - Yo tampoco lo entendí en ese momento, pero al levantarme de mis convulsiones me percaté que el Abad yacía en el suelo sin sentido. Cuando me acerqué a él y retiré su capucha para auxiliarlo mi sorpresa fue que el hombre tendido en el suelo era yo, el Abad tenía mi cara. Lo zarandeé entre el estupor y el miedo. Atónito me palpé la cara varias veces para ver si yo era el mismo, pues no entendía nada. En esos momentos me desvanecí, sentí un dolor punzante en mi cabeza como si me estuvieran arrancando el cerebro y perdí la conciencia totalmente. Había pasado algo increíble, el cuerpo del Abad había desaparecido y dentro de sus hábitos estaba el mío en el suelo sin sentido. Me levanté rápidamente, había vuelto a la consciencia y de nuevo me palpé la cara, era algo maravilloso lo que había pasado, mi cara era vieja y arrugada, estaba completamente calvo, solo una coronilla de pelo había en mi cabeza. Entonces comprendí lo que había pasado, mi cerebro estaba dentro
  • 23. 22 del cuerpo del fraile y en el suelo yacía mi cuerpo sin sentido. Balsamo estaba expectante escuchando esta increíble historia. Sus ojos eran de incredulidad y a la vez de fascinación. Proseguí mi relato. - Me sentí asustado, aunque empezaba a comprender muchas cosas y rápidamente me puse a pensar que debía de hacer, no tenía tiempo que perder, en cualquier momento podía entrar alguien y ver el extraño cambio que había experimentado y todo lo que mi padre había planeado se iría al traste. Estaba sin fuerzas, exhausto, pensé que lo que tenía que hacer era traspasar las puertas de la celda, y solo lo podía hacer con el cuerpo del Abad, pero mi gran temor era como recuperaría mi cuerpo una vez fuera de estas murallas. Desnudé al clérigo y cambié sus ropas por las mías, lo apoyé sentado contra la pared y llamé al carcelero. Le dije en voz muy baja que el preso dormía, que después de haber confesado todos sus pecados y haber estado llorando amargamente le dejaran descansar hasta el momento de la ejecución, para quedar en paz con su alma, qué no quería comer nada. El soldado asintió con la cabeza y luego besó mi mano al despedirme. Despacio y con paso de anciano salí de la fortificación rumbo al convento tratando de pasar desapercibido en todo lo posible. Fui por las calles más angostas, zigzagueando aunque me costara más llegar. Algunas personas a mi paso se santiguaban y yo les daba la bendición con la mano desde lejos para no levantar sospechas. Estaba fuera de la mazmorra, no me lo podía creer, mi cabeza daba vueltas pensando como podía haber ocurrido esta transposición de cuerpos y mentes. Al llegar al convento golpeé la aldaba del portalón, tras varios segundos apareció por una pequeña portezuela de madera a la
  • 24. 23 altura de la cabeza un joven fraile que me saludó y abrió el portón rápidamente. Me hizo una reverencia postrándose ante mí, clavando una rodilla en tierra y besándome la mano. Le dije con voz muy tenue para no levantar sospechas, que no me encontraba bien, que por favor me cogiera del brazo y me acompañara a mis aposentos. También le di órdenes para que no se me molestara, necesitaba descansar y dormir un rato, para que se me pasara el malestar. Me acompañó y me ayudó a acostarme en mi cama, me preguntó si necesitaba alguna cosa mientras yo con mi mano le hice ademán de que me dejara solo y cerrara la puerta. A la mañana siguiente entraron en la celda de la mazmorra el alguacil y el carcelero, el Abad con mi aspecto y mis ropas yacía en el suelo sin sentido. Venían a preguntarle si quería que le practicasen la extremaunción, tuvieron que despertarle. Al abrir los ojos se incorporó rápidamente preguntando qué había pasado, estaba mareado y mirándose a si mismo con cara de estupor vio que no llevaba sus hábitos y que las manos y la cara no eran las suyas. Soltó un alarido asustado y dijo bramando: “Esto es obra del diablo, no os dais cuenta, no veis que realmente soy el Abad Andrés poseído por el brujo Ainoza, escuchadme por favor”. Al despertar se había dado cuenta de que su cuerpo no era el que había entrado en la celda el día anterior y gritaba sin parar: “Soy el Abad, soy el Abad”. Tuvieron que sujetarlo entre varios carceleros que habían entrado en la celda al escuchar los gritos, se convulsionaba y forcejeaba con ellos. Balsamo estaba cada vez más impresionado y maravillado con el relato. - El alguacil le preguntó al Abad con apariencia de preso si quería la extremaunción, pues solo quedaba una hora para el desenlace. Mientras el gritaba que era un
  • 25. 24 error, que los maldecía por no darse cuenta de quien era. Volvió a insistir el alguacil y viendo que seguía fuera de sí le dijo que estaba poseído por Satanás, nada se podía hacer. “Francisco Ainoza si te arrepientes de tus pecados aun podrás salvar tu alma y descansar en paz” - dijo el alguacil - “Por última vez, ¿quieres que venga tu confesor?, de lo contrario comenzaremos con la ejecución”. El Abad seguía gritando y maldiciendo a todos por no darse cuenta del error que estaban cometiendo. Ataron de pies y manos al recluso y abandonaron la estancia para hacer los preparativos. Pensaron que no había nada que hacer y que cuando muriera ya saldría de su cuerpo el espíritu del mal que lo poseía. Mientras yo dormía en la celda de retiro del convento, me despertaron unos golpes en la puerta que daba un fraile, venia a avisarme de que iba a empezar la ejecución y tenía que levantarme para acudir a ella. Le dije que no me encontraba en condiciones, estaba muy cansado y me flaqueaban las piernas. El fraile, preocupado por mi salud me preguntó si quería que avisara al galeno, le dije que no. Entonces me preguntó si quería que el padre Teodoro fuese a la ejecución en mi lugar, a lo que contesté que sí. Al rato salí a hurtadillas del convento, casi no había nadie, todos estaban en el gran espectáculo callejero, el asesinar a un hereje, según ellos. Las calles estaban llenas de gente que iban hacia allí, enfervorizada y con ganas de sangre iban chillando sin parar “Hereje, hereje, muera en la hoguera”. Me aposté en una esquina lejana de la plaza donde iban a ocurrir los hechos, no debía ser visto, aunque yo tenía una buena perspectiva para poder ver y oír todo lo que estaba sucediendo.
  • 26. 25 Paseaba por la habitación, se me encogía el estomago cada vez que revivía esta situación, pero continué la narración. - Por la calle adyacente pasaba el carro que tirado por dos bueyes portaba detrás al recluso maniatado, sentado con la cabeza entre las piernas sollozaba sin parar, estaba sin fuerzas después de todos los acontecimientos que le habían sucedido. Se paró el carro unos metros más allá del poste en el cual iba a ser atado y en el que unos grandes haces de leña rodeaban su base. Al pie de los mismos se hallaban el capitán de la guardia, el alguacil y un fraile, supongo que Teodoro, mi sustituto. El verdugo le ayudó a bajar, ya no tenía fuerzas para seguir luchando, lo había intentado todo pero sin ningún resultado. Lo ató en el mástil con una gran soga por los pies, la cintura y el cuello y se cruzó de brazos mirando al alguacil y esperando la orden. El fraile se acercó al abad y le dijo: “Por ultima vez, ¿te arrepientes de tus pecados antes de morir y quieres pedir perdón a Dios y a todos sus fieles por las brujerías que has realizado?”. El Abad entre lágrimas y sin fuerzas para gritar dijo, “Hermano Teodoro soy vuestro Abad, por el amor de Dios sáqueme de aquí o cometerán una gran injusticia, el hereje Ainoza ha poseído mi alma y mi cuerpo, no lo veis, ¿estáis ciegos?”. El fraile se giró hacia la muchedumbre y gritó, “No podemos hacer nada por su alma, este hombre esta poseído y quiere engañarnos, así pues que arda también su alma en la hoguera para que el espíritu del mal nos abandone”. Dicho esto se acercó el alguacil y le dijo “Francisco Ainoza y Pedrosa por tus crímenes confesos y por atentar contra la ley de Dios debes morir en la hoguera por hereje, brujo y blasfemo”. Levantó la mano y miró al capitán que a su vez desenfundó la espada de la vaina y
  • 27. 26 levantándola en alto indicó al verdugo que prendiera fuego a la leña. Al rato las llamas ya empezaban a subir por sus piernas, sus gritos eran ahora de dolor, en esos momentos vi como todo el mundo se quedó estupefacto. De los gritos de consigna de muerte al hereje se pasó a un silencio sepulcral cuando vieron que la cara del reo iba envejeciendo rápidamente mientras el fuego le consumía y que iba apareciendo poco a poco la cara del Abad Andrés. La gente soltó un “¡OH!” casi al unísono y gritaba, “es cosa de brujerías, no miréis, no miréis, puede que nos posea a nosotros, el demonio esta saliendo de su cuerpo”. En esos mismos instantes sentí como un estremecimiento dentro de mí. Mi cuerpo se convulsionó durante unos instantes y pude ver como mis manos perdían sus arrugas y se transformaban otra vez en lo que yo era. Palpé suavemente mi cara, efectivamente la metamorfosis había ocurrido. Salí corriendo hacia casa, estaba asustado pero feliz, había vuelto a nacer. Balsamo me interrumpió diciendo. - Nunca le explicó su padre como pudo hacer esa transformación, ¿qué ingredientes utilizó? - La última vez que vi a mi padre fue el día que me entregó el susodicho elíxir que obró tan extraña transformación. Nunca supe nada más de él. Al poco tiempo, un amigo de mi padre, abogado y cabeza visible de una organización oculta de un grupo de eruditos se puso en contacto conmigo y por mediación de mi hijo hice traer toda la documentación que le dio y los enseres que guardaba de sus investigaciones. Estuve estudiando todos sus manuscritos para descubrir la fórmula de dicho elixir y no encontré nada más que algunas cábalas para muchas de los cuales todavía no tengo respuesta.
  • 28. 27 Balsamo se frotaba la cabeza y con cara de incredulidad pensaba cuando podía acceder a toda esta información y si él sería capaz de descifrarla. - Alguien me dijo que había embarcado en uno de sus largos viajes hacia las Indias Occidentales, pero nadie me lo puede asegurar. Aun espero saber si está vivo o alguna noticia suya, aunque ya he perdido toda esperanza. - ¿Qué ha hecho usted durante todos estos años desde que escapó de la hoguera? - He desarrollado e investigado algunos de sus preparados y curaciones, también he realizado miles de pruebas con ellos, pero no he podido descubrir todos sus secretos, por eso me puse en contacto con usted. Los viajes que tenemos que hacer no los puedo efectuar yo solo, necesito a alguien que me ayude y con el que poder descifrar todos los epigramas y acertijos que tienen sus notas. Tras una breve pausa, continué. - Primero empezaremos por el orden exacto de los apuntes que poseo, los dividiremos en grupos de trabajo y usted los leerá atentamente para poder encontrar todo lo que a mi se me pueda haber pasado por alto. Ahora le enseñaré mi laboratorio con todos los cuadernos, libros y artilugios que él me dejó. Mientras decía esto saqué una gran llave de mi bolsillo y le dije. - Entremos sin demora y prepárese para que esta estancia sea durante mucho tiempo su única vida y pensamientos. Pasaremos la mayor parte del día y de la noche en ella. A lo que el joven doctor preguntó. - ¿Esta usted seguro de compartir sus secretos conmigo?, casi no me conoce.
  • 29. 28 - He estado al tanto de la historia de su vida a través de amigos que tengo en Italia y sé de su avidez de aprender todo lo sobrenatural que conlleva la medicina, pero tiene razón, no le conozco lo suficiente. Aun así tengo la certeza de que es la persona idónea para poder ayudarme en estas incógnitas, los cuales no pueden ser vistos todavía por la gente corriente, no están preparadas para ello. Otro tema es qué uso hará usted con todo lo que aprenda, pero estoy seguro que igualmente debo arriesgarme por el beneficio de la ciencia y de la humanidad. - Celebro que deposite su confianza en mí, espero ser un digno aprendiz y acompañarle en esta historia, aunque no le puedo prometer nada, pues tenemos diferentes maneras de pensar sobre la ciencia médica y sus resultados, del uso o abuso de los proyectos científicos. Mi respuesta fue tajante. - Aun así, debo arriesgarme. A Balsamo le temblaban las piernas, sus ojos anhelantes de sabiduría revelaban que su mente no paraba de dar vueltas, esto era lo que había estado esperando toda su vida, un maravilloso golpe de suerte que por azar le había tocado. Por fin podría desarrollar fórmulas y curas a las que nadie había tenido acceso, tenía la fama delante de sus manos y no la iba a dejar escapar.
  • 30. 29 Capítulo 3º EL LABORATORIO Me dispuse a entrar yo primero y encendí varias lámparas de aceite y algunas velas, la habitación se iluminó poco a poco. Al entrar Balsamo notó un olor mezcla de hierbas y humedad, no habían ventanas, no entraba ningún resquicio de luz. Fue mirándolo todo con ambición, era la habitación más grande de la casa, totalmente cuadrada. Sus paredes estaban llenas de estanterías, con botes de todos los tipos llenos de productos que no llegaba a vislumbrar bien, pues la luz era muy pobre. En una parte de la habitación había una mesa llena de pergaminos enrollados, cuadernos descoloridos y con las tapas estropeadas por la humedad. El polvo era testigo de la poca limpieza que reinaba en la habitación, se notaba que ninguna persona había limpiado desde hace mucho tiempo. En el otro extremo de la habitación había un catre con una manta y junto a este se encontraba una jofaina con agua. También había más estanterías con legajos y cientos de libros, de los que apenas se podían leer los títulos.
  • 31. 30 En el centro de la habitación se encontraba una gran mesa llena de alambiques y utensilios de metal, cristal y como no, un gran crisol para fundir metales. Junto a esta había un pupitre lleno de hojas de papel con dibujos y anotaciones. Balsamo se quedó unos minutos en silencio mirando desde la puerta. Lo que veían sus ojos parecía ser la historia de muchas horas de estudio y pruebas inexplicables e incomprensibles para la gente inculta y sobre todo para la iglesia, que llamaba a todo esto brujería, sin saber que esto era ciencia. Miré fijamente el rostro de Balsamo, era una mezcla de impaciencia, asombro e incredulidad y le dije con voz segura antes de cerrar la puerta. - Pase y siéntese. Está a punto de venir Braulia y no puede ver nada de lo que hay en esta habitación. Ya le he dado órdenes para que durante algún tiempo deje cada día en el umbral de la puerta lo necesario para nuestro mantenimiento. Balsamo se quedó embelesado con todo lo que podía encontrar en la estancia. - No sé por donde empezar - dijo. - Primero le diré - dije acompañándole hasta las estanterías y con un cuaderno en la mano - que todas las plantas que puede ver en los estantes no las puede encontrar en ningún lugar de este continente. Se las encargué a un marinero amigo mío y me las trajo de sus diversos viajes a la parte sur de América, a la selva del río Amazonas y por las indias occidentales. Esta información la saqué de este primer cuaderno de apuntes de mi padre que empieza, como puede ver - dije entregándole el libro a Balsamo - por los chamanes y sus viajes a la conciencia.
  • 32. 31 Balsamo recogió de mi mano el cuaderno de apuntes que le entregué y se dispuso a leerlo, estaba lleno de dibujos de plantas que nunca había visto y de notas escritas a mano, números, cantidades de mezclas y nombres muy extraños. En ese momento observando detenidamente su reacción le dije. - ¿Está usted preparado para hacer un viaje por la mente, propio de los chamanes Aymará del Amazonas? - No entiendo lo que quiere decirme Ainoza, ¿a que se refiere? - Para que entienda mejor todo lo que relata este cuaderno de apuntes tiene que realizar un viaje como los que hacen los chamanes y conocer los secretos de la selva, tiene que entrar en su mundo inconsciente, ver y sentir todas sus experiencias sobrenaturales. Tendrá que ganarse su confianza para que le cuenten sus secretos , si no es así, enfrentarse a sus leyes y no poder ponerse nunca más en contacto con ellos. Yo me ocuparé de hacerlo regresar si el contacto tuviera más dificultades de lo normal - a lo que Balsamo contestó. - Estoy ansioso por empezar, por lo que cuenta, deduzco que será peligroso, ¿pero cómo sabré lo que tengo que hacer o decir para ganarme la confianza de ellos? - Nada de lo que viva usted en su mente durante este viaje va a ser fácil. Será peligroso dependiendo de como lo maneje. De su desenvoltura y astucia depende el inexplicable mundo en el que se introducirá, tiene que tener en cuenta que solo viajará su mente, pero puede ocasionarle daños psíquicos, aunque ya sabe que la ciencia reviste a veces estos problemas. Es usted el que debe decidir si está dispuesto a arriesgarse, si lo hace, tendrá que ser hasta el final.
  • 33. 32 - Si, estoy seguro, no he llegado hasta aquí para no arriesgarme, pero antes me gustaría que saciase mi curiosidad explicándome algunas cosas que he visto aquí y no logro comprender, si todo este material que tiene no son copias, ¿cómo las consiguió su padre? Nos acercamos a la mesa donde estaban los pergaminos y tomé uno al azar, estaban todos bastante desordenados, se lo entregué a Balsamo y le dije. - Realmente son originales, tienen más de tres mil años, tenga cuidado al abrirlos pues podrían romperse, son muy delicados. Aunque de entrada no entienda nada de lo que dice en ellos si los estudia detenidamente verá que pueden descifrarse. Abrió con mucho cuidado el pergamino que le había entregado, estaba muy deteriorado pero se podían ver claramente los dibujos de su contenido, estaban escritos en jeroglíficos egipcios. Levantó la mirada, sonrió y me dijo. - ¿Ya ha podido traducir todos los jeroglíficos de los pergaminos? - No me ha hecho falta, en estos tres libros que ve usted a la derecha de aquella estantería está toda la traducción hecha a mano por mi padre, la cual hizo gracias a este dibujo que le voy a enseñar. Desenrollé un gran legajo que había en la estantería donde estaban los mapas guardados y lo desplegué en la mesa apartando los pergaminos. Puse un objeto pesado en cada punta del legajo. - Mire con atención este gran dibujo, es una copia exacta de la piedra Roseta, la cual sirve para poder traducir los jeroglíficos, nunca se llegó a encontrar, pero no se porque motivo vino a parar este dibujo a las manos de mi padre. Como puede comprobar en los lomos de estos libros escritos todos a mano por él, dice “Viajes a
  • 34. 33 Egipto”, lo que no sé es quien los hizo pero me puedo hacer una idea. - Todos datan de una dinastía, la XVIII, y hablan de dos grandes faraones en concreto, la de Hatshepsut y la de Menjaperra Thutmose, llamado Tutmosis III, madre e hijo de dicha dinastía. Fueron dos faraones muy importantes, construyeron muchos templos y edificios en el valle del Nilo. Sus pergaminos hablan de la grandeza de esta dinastía y como se hicieron grandes logros en medicina y ocultismo. - ¿Así nunca ha podido saber como llegó este material a manos de su padre? Tendrían que haber algunas notas explicándolo o, como mínimo, situarlo en alguno de sus viajes - dijo Balsamo, a lo que contesté. - No, pero para eso esta usted aquí. Vamos a averiguar todo este misterio y probar todos los filtros y brebajes que en estos libros encontremos, sobre todo debemos averiguar como llegó a manos de mi padre. Con el tiempo descubrí que el bebedizo que me dio en la celda en la que estuve encerrado y de la que pude escapar está escrito en este libro. Corresponde a un capitulo del Libro de los Muertos, el cual no se haya en este laboratorio, nadie sabe donde está enterrado, aunque dicen que está en la tumba de Tutmosis III. Al parecer pasaba en herencia de padres a hijos y cuando fallecía era enterrada una copia de este, hecha por escribas del Faraón, los cuales debían morir para no revelar su secreto. Balsamo con cara de preocupación dijo entonces. - Si nos pasara algún contratiempo nuestra investigación quedaría en el olvido ¿ha pensado usted en ello? - Efectivamente, tiene razón, pero es un riesgo que debemos correr, no tengo solución a ese problema - a lo que Balsamo comentó.
  • 35. 34 - Hay muchas fórmulas en este libro que yo no conozco, son nuevas para mi, supongo que en los demás cuadernos y apuntes habrá muchas más, pero sea sincero conmigo, hay algo más que una recopilación de recetarios de plantas, elixires y productos de esta índole, ¿no es cierto? - Tiene usted razón, pero no se lo desvelare hasta que haya leído y estudiado todo lo que en esta habitación se encuentra. Tiene que probar en usted o en enfermos toda la ciencia que aquí se explica hasta llegar a la parte mística y esotérica de este asunto, es la única manera de entender todo el trasfondo que contiene esta información. Balsamo asintió con la cabeza y se puso manos a la obra, comenzó con una serie de cuadernos que hablaban de la ciencia de los chamanes de la selva del Amazonas y me comentó. - Es increíble que reuniera todas estas plantas y flores tan extrañas que aquí se nombran. - No he logrado conseguirlas todas, es muy difícil encargar todo este material a personas profanas en estos temas. Aun siendo amigos los que me la han proporcionado, son simples marineros mercantes y no es fácil para ellos buscar o conseguir las plantas enseñando un dibujo de lo que necesitaban en los poblados perdidos del interior de la selva. De todas formas he conseguido las suficientes para poder preparar las más importantes y he podido comprender los tipos de curaciones que hacen los diferentes tipos de chamanes, como los Ayahuasqueros, Tabaqueros, Purgueros y Sobadores. La cocción más esencial del ritual de estos personajes es la que usted va a probar, la llaman Ayahuasca, con ella realizará un viaje en el espacio tiempo a través de la mente con el que se pondrá en contacto con el gran chaman. Le deberá preguntar por todos sus secretos y los
  • 36. 35 de sus antepasados, haciéndose pasar por uno de sus dioses. Yo mientras tanto, aprovecharé desde aquí para apuntar todo lo que en su viaje se hable. Balsamo acongojado y asustado me preguntó - ¿Pero que veré en mis sueños, que sentiré? dígame que ocurrió cuando tuvo esa experiencia. - Cada experiencia es diferente, solo usted será dueño de si mismo y lo haré volver antes de tiempo si la situación fuera extrema. Para que yo pueda ir apuntando usted tiene que repetir, como si de un eco se tratase, todo lo que oiga. Esta noche haremos la prueba, no le diré nada más porque debe ser una experiencia inolvidable y tiene que enfrentarse solo ante sus miedos y temores. Sentirá que ellos hablan otras lenguas, como la Aymará, pero no se preocupe, entenderá lo que dicen y ellos a usted. Recuerde que hablaran con sus mentes y tenga cuidado de no tener algún tipo de pensamientos que nos implique, pueden ser leídos por el gran chaman. Esto intranquilizó aun más a Balsamo, se le notaba preocupado y con cara de no entender nada, fue la primera vez que vi a este hombre confuso y con semblante de incredulidad, no era fácil con la arrogancia y seguridad en si mismo. - No debe temer nada, he efectuado este viaje varias veces y sigo aquí, mi cuerpo y mi mente no han sufrido ningún mal. Pero antes debemos prepararnos para cuando le hagan preguntas los chamanes o los jefes tribales. Debe contestar con seguridad para ganarse su confianza y que crean que ha sido enviado por sus antepasados, así pues repasaremos los apuntes. Estuvimos todo el día estudiando los nombres de los dioses y costumbres de este pueblo y aprendiendo sus más importantes bebedizos, para que ellos vieran que no era un extranjero o un espíritu maligno que venía a
  • 37. 36 castigarlos. Leyó y releyó sin parar, estaba asustado pero emocionado a la vez. Al anochecer le estuve dando los últimos consejos y directrices antes de empezar el viaje. - En este viaje usted verá al gran brujo físicamente y él también le verá a usted. Irá desnudo, sin ninguna prenda, podrá ver también a todos los seres humanos que se crucen en su camino, pero para ellos usted será invisible. Verá cosas indescriptibles. Tendrá que pintar su cuerpo con los signos indispensables que lleva todo curandero en los rituales, los cuales señalaran que tipo de dioses lo envían. Siempre lo mirará a los ojos en sus conversaciones y nunca gesticulará ni hará movimientos extraños con su cuerpo. Tiene que dar ante todo una sensación de seguridad. Le enseñé unos apuntes con el dibujo de la cara, pecho y brazos que iban a utilizar y le dije: - Estos dibujos tardarán al menos quince días en desaparecer, aunque los limpie con lo que quiera, como si de un tatuaje se tratara. La pintura verde está hecha con unas piedras que están en el fondo del río Amazonas y sus afluentes, son de color verde oscuro y arcillosas, son piedras sagradas, nadie más que un chaman las puede tocar o caería en desgracia. Estas piedras se trituran hasta convertirse en un polvo verde y se mezcla con una planta llamada Ajo Sacha, también machacada, se impregnan los dedos en la mezcla y se utiliza para pintar. Debe ser usted mismo el que se los pinte según el ritual. Ahora repasemos todo antes de empezar. Vaya usted diciéndome lo que debe decirles. - Cuando me haya ganado la confianza del curandero será cuando se sentará conmigo y me dirá “Por favor acepta esta comida”, a lo que deberé contestar “Sí gracias”, así enlazaré vínculos antes de que
  • 38. 37 me pregunte por los dioses Aymará. Aceptaré el illa o amuleto sagrado hecho de huesos humanos de sus enemigos y piedras sagradas del altar, para tener su consentimiento como integrante de la tribu de Seres Humanos. Balsamo siguió con su narración. - Sus dioses más importantes son por este orden, Papachama, la madre tierra, Wari dios del ganado, Waira del viento, Khunu de las cumbres nevadas y del hielo y para finalizar Eqeko dios de la abundancia, el cual será del que vengo enviado. Si me pregunta cual es el motivo de mi venida diré que Eqeko no está satisfecho con sus ofrendas – en ese momento le interrumpí. - Tiene buena memoria, creo que será suficiente por el momento, si hubiera alguna pregunta comprometida improvisará, se que usted sabrá salir de cualquier aprieto. - Estoy un poco asustado, no se si podré hacerlo, ¿y si se dan cuenta de que no soy lo que pretendo aparentar? - a lo que le contesté. - Es usted médico y curandero, sabrá decirles cualquier cosa para convencerlos, como si de sus pacientes se tratara, confío que no tendrá ningún problema. Iremos preparando la cocción de las hierbas para dejarlas reposar un rato antes de tomarlas, no se preocupe más, esto le hará sentirse más seguro de si mismo y más fuerte al pensar que va a ser de los pocos elegidos en indagar en la mente humana. Los dos miramos la página con las notas de dicho brebaje y fuimos a buscar las plantas necesarias para ello. - Mire son estas dos, un tipo de bejuco, también llamado liana, la cual abunda en la Amazonia, pero tiene que estar seca por los años y a punto de putrefacción. La otra es de una planta llamada chacruna, cuyas hojas y
  • 39. 38 bayas una vez desecadas se mezclan con el bejuco y se prepara una infusión a fuego lento con agua, añadiendo las esporas de este tipo de hongo que aquí puede ver, el cual todavía no he podido catalogar ni poner nombre, mi padre tampoco lo hizo. Tanto la chacruna como el hongo son alucinógenos muy potentes, si no se prepararan en sus dosis exactas o se ingirieran directamente cualquiera de ellas, podrían volver loca a una persona o incluso causarle la muerte. Balsamo puso a hervir agua en un cuenco de cobre de la mesa del laboratorio, mientras yo le enseñaba una serie de cacitos de metal que había mandado hacer a un herrero para colocar dosis de hierbas trituradas en su justa medida, todos ellos con un grabado numérico que servía para distinguir el tipo de contenido. Balsamo continuó preguntando. - ¿Cuanto tiempo durará este viaje? - Usted no se dará cuenta del tiempo, pueden pasar varias horas, pero para su mente pueden ser días o semanas quizás. - ¿Y en dicho viaje cree que puedo encontrar algún elemento que sea la panacea médica que tantas personas han buscado?, gente con gran talento y experiencia en la alquimia y nunca la han logrado conseguir. No me refiero a convertir el plomo en oro, mi búsqueda no es por razones de riquezas, si no por el poder absoluto del hombre sobre las enfermedades y enigmas de este mundo - a lo que contesté. - Dudo mucho que estas tribus puedan ofrecernos dicha panacea, pero sí pueden darnos algunos conocimientos sacados de la naturaleza para iniciar este camino hacia la verdad de muchas cosas. Lo que luego sigue no se lo diré ahora, pues debemos seguir los pasos previos igual que están marcados en estos cuadernos que
  • 40. 39 llenan las estanterías, numerados todos ellos como creo que usted ya se habrá dado cuenta. Es así como mi padre marcó que debía seguirlos. Sé que es usted joven e impaciente pero no se preocupe más por ello, le dije que entre los dos resolveríamos estos enigmas, lo demás está por llegar. Ya era medianoche, mi joven amigo no había querido tomar nada para la cena, estaba muy nervioso, daba vueltas alrededor de la mesa de trabajo, pensativo y cabizbajo, no paraba de darle vueltas al asunto. Cuando acabé de cenar decidí tenerlo un poco entretenido para que dejara de dar vueltas le comenté. - Triture mientras en ese mortero la piedra verde y avíseme cuando esté pulverizada, mientras yo cojo un nuevo cuaderno para datarlo en fecha de hoy con los apuntes que me contará esta noche. Al cabo de un rato me comento Balsamo. - Creo que esto ya esta bien machacado, realmente parece arena, ¿qué debo hacer ahora? - Introduzca esa planta toda entera, hojas y flores, en el mortero y tritúrelo también junto con la arena hasta que consiga una pasta espesa a modo de pintura. Cuando lo tuvo todo preparado se acercó hacia a mí para enseñarme el resultado de la mezcla. - Está perfecto, ahora déjelo aquí y vaya por las plantas y los medidores para preparar el bebedizo, pues el agua ya hierve. Pusimos a hervir todos los componentes de la ayahuasca mientras, me quité la túnica con la cual vestía, hacía un poco de calor en la habitación y había cenado demasiado. No solía cenar mucho pero a veces las horas pasaban tan deprisa que cuando me paraba un momento a pensar había pasado todo el día sin llevarme nada a la boca.
  • 41. 40 Yo era todo lo opuesto físicamente a Balsamo, de baja estatura más o menos un metro sesenta, bastante delgado, pelo cano, barba blanca y según mis colegas con cara de erudito, llevaba unas lentes redondas, pues mi vista cada vez estaba peor. Guardé la túnica en un baúl donde tenía mis ropas junto a algunos enseres y revolviéndolas saqué una botella de ron que tenía guardada para ocasiones especiales. En ese momento creí que a Balsamo le hacía falta algo contundente para apaciguar los nervios. Me acerqué a la mesa de trabajo, Balsamo seguía con el brebaje, tomé dos copas que tenía en la estantería y le dije. - Espero que esto le ayude un poco a calmar su ansiedad, es bebida de marineros pero entra bien, me lo trajeron de las islas antillanas. Creo que es el momento de brindar por esta empresa y que me hable mientras tanto un poco de usted. Llené las copas generosamente y le ofrecí una, luego nos sentamos para hablar. - Usted sabe de mí más de lo que yo creo, pero a grandes rasgos mi vida ha sido un poco complicada. En los asuntos monetarios siempre he tenido lo justo para vivir sin grandes excesos, en fin me las he arreglado como he podido. Se dice que mi familia verdadera era de la nobleza siciliana pero estaba arruinada y como tenían muchas deudas tuvieron que huir a Palermo. A mi me dejaron en el camino cuando era un recién nacido, me abandonaron en la isla de Malta, donde me adoptó una familia amiga de mi padre. Eran artesanos de la madera, tallaban piezas de artesanía para los buques de la armada, nunca quisieron contarme quienes eran exactamente mis padres, aunque yo insistía en saber algo de ellos. - Tómese otra copa y siga contando por favor.
  • 42. 41 - Si gracias, es excelente este ron. Fui educado por mi familia adoptiva hasta los doce años, es entonces cuando decidieron mandarme a vivir con el hermano de Vittorio, mi padrastro, para que sirviese de aprendiz y me formara en la medicina, pero yo no tenía suficiente con las enseñanzas de mi maestro y me pasaba todas las noches en la biblioteca devorando libro tras libro, no me importaba de que trataran, primordialmente de medicina, herboristería y sanaciones. Cuando cumplí los veinte años conocí al hombre que me abrió las puertas de lo más selecto de la sociedad de la isla, no puedo decirle el nombre por razones de lealtad, pero sepa que posee el título de Gran Arquitecto de Los Francmasones de La Orden del Templo de Rosacruz. - le interrumpí el relato y le dije. - He oído hablar de ello, gente muy poderosa y con medios para cambiar muchas cosas en el mundo. - Me captaron para su causa y se me permitió ejercer de médico en la alta sociedad, con acceso a todos los libros que dicha Orden poseía en su biblioteca. Cinco años después me ordenaron que me casara y fuese a vivir a Londres para ejercer la medicina y ponerme en contacto con el alto rango de la logia masónica de ese país. - No entiendo porque, si usted les era tan útil y el Gran Arquitecto le apreciaba tanto, no tiene ningún sentido que lo apartase de él - a lo que Balsamo contestó. - Era evidente, yo subía como la espuma entre la nobleza y entre los seguidores de la logia, había temor y envidias de que un novato como yo pudiera ocupar algún cargo importante en ella. Era muy joven pero demasiado ávido de sabiduría, temían que llegara muy alto en el escalafón. En estas logias las personas que no son de rancio abolengo no pueden acceder a según que cargos en la cúpula de mando y yo no podía demostrar mi linaje.
  • 43. 42 - Aquí en España no tengo noticias de que exista alguna Orden parecida - le dije - pero si la hubiere tendrían muchos problemas, realmente quien manda es la iglesia. La Santa Inquisición hace y deshace a su antojo. Me eché a reír a carcajadas, y le dije a mi joven amigo. - Es una broma, ya sabe que la iglesia y yo tenemos cuentas pendientes y aun no estoy seguro de que algún día me reconozcan. Bueno, creo que debemos dejar la plática y ponernos en el asunto que nos importa. Debemos comenzar el ritual, apuremos la última copa y prepárese para una noche muy larga. Apagué algunas luces del habitáculo y acerqué las lámparas de aceite al camastro poniéndolas al pie y la cabecera. Acerqué una silla y le entregué a Balsamo un espejo para que pudiera pintarse. - No debe asustarse, estaré en todo momento a su lado.
  • 44. 43 Capítulo 4º VIAJE DE LA MENTE Mientras se desnudaba Balsamo con respiración casi jadeante, me acerqué a la mesa de trabajo y dije. - Terminaré el preparado de hierbas, mientras usted se va pintando los dibujos rituales, siéntese en la cama y tenga este espejo - refiriéndome al espejo que había en la pared sobre la jofaina para lavarse - yo se lo sujetaré para que pueda tener más libertad de movimientos. Me acerqué con el mortero que contenía la mezcla y la dejé encima de la silla junto al catre, luego abrí de nuevo mi baúl y recogí una sábana doblándola varias veces hasta conseguir una tira alargada. La deposité al acostarse sobre sus genitales y al mirarme le comenté. - Esto es para que no se sienta usted incomodo al estar completamente desnudo, pues le veo un poco rígido. - Se lo agradezco - contestó Balsamo. Procedió a untar dos dedos de su mano derecha en la tintura y empezó a pintarse la cara. A ambos lados de los mofletes se hizo tres líneas rectas horizontales simulando los bigotes de un felino, bordeó todo el contorno de los ojos y en la frente una raya también horizontal que iba de lado a lado de las sienes. Luego paso a los brazos, una línea ondulada desde los hombros hasta las muñecas simulando unas grandes serpientes. Sólo quedaba el pecho y se dispuso a ello, trazó en el
  • 45. 44 centro un sol de doce puntas y bajo él, cerca del ombligo, una especie de línea quebrada como simulando un macizo de montañas, todo ello igual que el dibujo del cuaderno abierto sobre la mesa. El primer paso del ritual estaba terminado. Balsamo preguntó entonces. - ¿Que significan exactamente estos dibujos? - Pues básicamente es la cara de un felino, dos anacondas de la selva amazónica, el sol que es el gran dios de las tribus, las montañas y la de la frente es el gran río y la línea de la vida. Todos los elementos imprescindibles en su existencia. La piedra que hemos utilizado para esta pintura tiene residuos de esmeraldas, como usted conocerá, una piedra preciosa usada por los artesanos de la joyería. Estas piedras son desplazadas por las corrientes de los ríos y son sagradas para estas tribus, que utilizan en los rituales y la caza. Balsamo después de un gran suspiro dijo con voz temblorosa. - Estoy preparado para empezar cuando quiera. Me senté en el catre lentamente y le acerqué el cuenco con el brebaje para que se lo tomara. Las pinturas ya habían secado y brillaban a la luz de las lámparas como un reflejo fluorescente que iluminaba su cuerpo. Entonces le interrumpí. - Debe tomárselo todo, sé que no huele bien ni tiene buen sabor, pero si no lo hiciera el efecto no sería el deseado. Le aconsejo que lo beba todo de un trago así no será tan desagradable. Así lo hizo, cerro los ojos y lo bebió todo de golpe, soltando un grito de asco dijo. - Esto tiene un sabor repugnante. Chasqueo la lengua y se acostó lentamente boca arriba en el catre. Mientras yo le puse la sábana doblada tapando sus partes íntimas, a lo que preguntó.
  • 46. 45 - ¿Tardará mucho en hacer efecto? - Unos minutos, cierre los ojos y notará los efectos muy pronto. No se olvide que estoy en todo momento a su lado, preparado para que narre lo que vea y sienta. Disfrute de este maravilloso viaje. - Creo que me esta empezando a surtir efecto, no puedo casi abrir los ojos, el sueño me domina. - Ya empezaron sus efectos. Suerte amigo. Entró en un sueño muy profundo, le levanté un parpado y observé su ojo, se estaba dilatando. El no notó siquiera que le tocaba. Pasado unos minutos empezó a moverse inquieto, de pronto todo su cuerpo comenzó con una gran agitación, como si estuviera teniendo un ataque de espasmo y soltó un gran alarido de dolor que resonó en toda la estancia. Balsamo comenzó a relatar su viaje mental. Al abrir los ojos se encontraba en un pozo sin luz, no se veía el fondo. Su cuerpo caía a peso a gran velocidad hacia el abismo, trataba de agarrarse estirando los brazos pero no hallaba nada en su camino para hacerlo. Mientras tanto yo inicié la escritura de todo lo que me iba relatando. “De pronto mi cuerpo queda flotando en el aire, mi cabeza parece que va a estallar, un dolor tremendo recorre mi cuerpo de punta a punta, como si me estuvieran clavando cientos de lanzas, todo está ocurriendo muy rápidamente.” “Apenas han transcurrido unos segundos y todo cambia de golpe. El dolor se convierte en una gran paz y calma, ya no siento nada, sólo que floto en la oscuridad. Intento proferir alguna palabra pero no escucho ningún sonido, es como si estuviera sordo y mudo”
  • 47. 46 Unos instantes después. “Mi cuerpo gira lentamente hacia delante y quedo suspendido boca abajo como si fuera un pájaro inmóvil en el aire. Comienzo a ver debajo de mi unos destellos de colores, todo a mi alrededor se va iluminando como si estuviera amaneciendo, entonces puedo apreciar las luces y elementos que me rodean.” En el catre su cuerpo ya descansaba placidamente, tenía los ojos abiertos pero dormía profundamente. “Ahora noto como mi cuerpo se desplaza lentamente hacia delante y observo desde lo alto una gran selva poblada de grandes árboles que no tienen fin. Entre tanta espesura no es posible ver nada más de lo oculto en ella. De repente veo un claro entre tantos árboles, desde donde puedo ver un largo y ancho rió que serpentea entre la espesura” Me siento aturdido, intento mirar a todos lados para saber donde me encuentro y localizar algún punto de referencia, mi cuerpo de pronto empieza a caer al vació a gran velocidad. Intento gritar pero no puedo” “Se hace el silencio, mi mente se desvanece de golpe y se queda en blanco” Al rato sigue narrando. “Me he despertado, he perdido la noción del tiempo que ha pasado. Oigo el sonido de los pájaros y aullidos de la selva, estoy en el suelo inerte sobre las hojas de la vereda de un rió. Me palpo para comprobar que no he sufrido ningún daño físico con tan aparatosa
  • 48. 47 caída. Intento incorporarme pero estoy mareado, me siento en el suelo para tratar de recuperarme mientras miro a todos lados, estoy muy asustado y pienso que no me ha engañado, es increíble lo que me esta pasando” “El ambiente rebosa humedad y un olor característico a todo tipo de plantas. Tengo frío pero he de sobreponerme y levantarme antes de que algún peligro me aceche, no sé hacia donde encaminarme. Decido seguir el curso del rió, mientras observo todo mi entorno, árboles enormes que no dejan casi pasar la luz del día, sólo hay claridad caminando por la vereda que sigue al costado del rió. Observo los insectos, grandes mariposas multicolores, estoy descalzo y desnudo, se oyen continuamente los chillidos de algún tipo de primate que no puedo ver” “Tengo miedo de donde pisar, hay grandes hormigas rojas pasando a mi lado, continuo caminando sin dejar de mirar hacia atrás de vez en cuando, todo son sonidos extraños y yo busco algún signo de vida humana entre toda esta selva” Después de un largo rato en silencio Balsamo continuo con su relato, estaba inquieto. “Pasadas unas horas me siento sobre el tronco de un árbol caído en el suelo, exhausto y mareado aun. De pronto noto que la maleza que hay detrás de mi se mueve. Un murmullo de crujir de ramas me sobresalta, me incorporo lentamente y giro mi cuerpo hacia donde escucho el ruido.” “Un rugido estremecedor que proveniente de la espesura deja helado mi cuerpo. Puedo ver de entre las ramas como lentamente un gran felino se acerca hacia
  • 49. 48 mi, es un jaguar con aspecto amenazante, las fauces abiertas y profiriendo ronquidos cortos y sordos.” Me quedo inmóvil, mi sangre no circula por las venas, es tal el miedo que tengo en el cuerpo que me orino encima, no puedo moverme, mi cuerpo no responde. El felino da un salto hasta caer a mi lado, se acerca lentamente a mis pies, no me mira a la cara. Da unas vueltas alrededor mió y olisquea donde yo había orinado. Suelta un gran rugido, mientras yo sigo inmóvil, la selva se ha quedado muda, ya no se oyen a los monos y los pájaros han dejado de cantar.” “Sigue dando vueltas alrededor mió unos segundos y continúa su camino con paso lento hasta que se pierde por la espesura. En ese momento me desplomo de golpe en el suelo, todos mis temores me han dejado sin fuerzas, impertérrito y ofuscado sólo pienso porqué ese animal no me ha hecho nada.” “No puedo saber si el jaguar verdaderamente no me ha podido ver, simplemente ha notado una presencia, o por mis pinturas rituales ha pasado de largo sin hacerme ningún daño, dejo de darle vueltas al asunto, todo vuelve a la normalidad.” “De repente me doy cuenta de que esta escena es observada por alguien al que yo no puedo ver en esos momentos tan peligrosos y a causa del pánico que paso, hago un repaso a mis alrededores para comprobar que el animal se ha marchado. Cual es mi sorpresa cuando alzo la vista sobre una gigantesca piedra al lado del rió y encuentro una silueta humana con el sol a sus espaldas que está inmóvil sobre ella. No puedo verla claramente porque el sol me da en la cara, me acerco lentamente al pie de la roca. Sigue erguido sin moverse sosteniendo un bastón en su mano derecha algo más alto que él, entonces puedo verle perfectamente, es muy menudo,
  • 50. 49 tiene el pelo muy largo y canoso, tez muy oscura y semblante serio. Lleva un taparrabos, collares y brazaletes que le cubren las muñecas y los tobillos.” “Es un anciano que no mide más de un metro veinte y lleva un colmillo de algún animal atravesando su nariz. En su cuerpo, lleno de tatuajes, puedo vislumbrar símbolos parecidos a los que yo llevo. Por fin he encontrado lo que he venido a buscar o alguien que pueda ayudarme a conseguirlo.” “Levanta su bastón en alto y desaparece caminando detrás de la roca. Me parece que lo que quiere es que le siga. Me encamino tras de él, miro detrás de la roca pero ha desaparecido. Sigo caminando por otra senda muy estrecha que se adentra en la selva, mi mente me guía hacia allí, a lo lejos escucho sonrisas de niños, veo humo por encima de los árboles. Creo que por fin tendré contacto con alguna de estas tribus.” “Al final del sendero oigo los ruidos más fuertes. Escucho el sonido de niños jugando. Acelero el paso sin dejar de mirar atrás. Siento una presencia, no sé si del hombrecillo o de algún animal salvaje que pueda seguirme, aun tengo el miedo metido en el cuerpo.” “Por fin llego a un claro del bosque, me detengo, ante mis ojos aparece un poblado con un puñado de niños jugando con palos que se persiguen unos a otros. Me acerco a ellos, no dejan de jugar, realmente no pueden verme. Soy como un espíritu andante que puedo pasar desapercibido a los ojos humanos. Observo una serie de chozas dispuestas en forma de círculo y en el centro del cual hay una más grande y vistosa. Están hechas de ramas de árboles y coronadas con hojas gigantescas muy verdes. En la choza central veo salir un humo espeso. Ninguna tiene puerta para entrar, sólo la
  • 51. 50 de en medio posee algo parecido a una puerta hecha de cañas.” “Continúo caminando y observando todo lo que me rodea, no sé que hacer. Algunas mujeres trabajan al lado de un entarimado con techo de paja moliendo con unos gruesos palos algo parecido a unas raíces, otras salen de las chozas con pieles, dispuestas supongo a curtirlas o coserlas. Ellas tampoco me miran, soy invisible para todos.” “No entiendo porque no hay hombres en esta aldea. Ellas también van desnudas y sólo llevan un pequeño taparrabos por atuendo. Están todas en plena tarea para la comunidad mientras los niños juegan a ser cazadores con sus palos. Todas ellas portan tatuajes y pulseras, también llevan un colmillo atravesando su nariz como el hombre que pude ver en la roca. Hay de todas las edades desde niñas hasta ancianas, todas ellas están trabajando.” “Excepto en la entrada, una gran empalizada de cañas de unos dos metros de altura rodea todo el poblado, como si fuera la protección de un castillo. Estoy solo, nadie echa cuentas de mí. No sé que hacer. Para calentarme me siento al lado de uno de los fuegos que hay encendidos y espero, supongo que en algún momento vendrán los hombres y con ellos el chaman.” “En otro fuego más apartado se está asando algo parecido a una rata gigante, pinchada en un palo con dos soportes de madera. Dentro del entarimado varias hamacas vacías cuelgan de los palos del enrejado, no hay nadie dentro. Parece un pueblo habitado solo por mujeres y niños.” “De pronto noto que una de las hamacas al fondo se balancea a ambos lados. Me acerco sigilosamente hacia ella y compruebo con estupor que el anciano con
  • 52. 51 el que tuve el encuentro está tumbado en ella, tiene los ojos cerrados y mastica algo continuamente. Sus dientes son escasos y rojizos a causa de la planta que mastica. Tiene la piel arrugada, revelando los años y mil batallas que lleva a sus espaldas. Compruebo que efectivamente lo que atraviesa su nariz es un colmillo de jaguar, para ellos es el animal sagrado de la selva. Su cuello rodeado de collares con varios amuletos, piedras, plumas de colores y algo que pueden ser huesos de manos o pies humanos. En el centro del collar lleva un saquito de piel atado con una cuerdecilla de esparto.” “No puedo articular palabra alguna, estoy asustado y no sé lo que debo hacer, cuando sin abrir los ojos me dice el anciano.” “- ¿Quién te envía?” “Pienso rápidamente todo lo que hemos hablado antes del viaje sobre este tema y contesto sin dudar.” “- Me envía Papachama a través de su hijo Eqeko, para hablar con el gran pueblo Chapapoyas.” “- ¿Qué ordenan los dioses? - dice el anciano.” “- Solo quieren avisaros de que se acerca un tiempo de escasez y penalidades para tu pueblo.” “- He visto como el jaguar te temía y también he visto que venías del cielo. Tus signos demuestran que eres un espíritu de la selva, pero no sé que podemos hacer nosotros los seres humanos para calmar la cólera de Eqeko y Papachama.” “- Estoy aquí para ayudaros a cumplir las leyes de los dioses y deciros lo que debéis hacer para que sean benévolos con los seres humanos.” “Estoy más tranquilo, la primera prueba está superada con creces, la improvisación es una de mis grandes facultades, ahora solo falta encontrar al gran chaman y convencer a su pueblo.”
  • 53. 52 “- Soy Topapende – dice el anciano - Gran Hechicero de todas las tribus de seres humanos que existen en la selva.” “Abre los ojos, se levanta con dificultad de la hamaca, es más pequeño de lo que me había parecido y me dice las palabras que yo he estado esperando – “Camisaqui Maititan Manka” - ofreciéndome un cuenco de madera con el fondo lleno de hojas frescas y lleno de unos grandes gusanos blancos vivos que se retuercen sin parar.” “Nos sentamos en el suelo del entarimado con las piernas cruzadas, tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no vomitar al comerme el primer gusano, pero no debo despreciarlo, no puedo ofenderle. En ningún momento Topapende aparta sus ojos de los míos, parece que me está estudiando. No sé si alguna vez ha visto el anciano a un hombre con la piel tan blanca como la mía y eso me hace dudar de que sea algo extraño para él.” “Engullo poco a poco los gusanos, casi sin masticarlos, tengo verdaderas náuseas. No consigo acabármelos y le entrego el cuenco.” “- ¿No comes más?- me pregunta Topapende” “- Los que servimos a los dioses no necesitamos sustento, ellos nos mantienen a su lado eternamente para ser sus emisarios, así pues nuestra naturaleza no es solo humana - le contesté.” “- Los hombres de la tribu han salido de caza, solo estamos las mujeres, los niños y por supuesto yo para proteger al poblado. Esta noche tendré una reunión con los jefes y ancianos, decidiremos si eres el enviado de Eqeko. Después nos dirás lo que desean de nosotros, ahora descansa y duerme un poco hasta que llegue la noche.”
  • 54. 53 “Ya sin temor y con la satisfacción de haber conseguido contactar con el gran brujo me acuesto en una hamaca que me ha ofrecido el chaman. Cierro los ojos dibujando una leve sonrisa.” Mientras tanto yo había estado anotando en mi cuaderno todo lo que salía de la boca de Balsamo. De vez en cuando le tomaba el pulso, muchas veces no entendía lo que balbuceaba en sus sueños, pero tampoco me importaba mucho. Cuando regresara de este viaje iba a contarle la verdad sobre la experiencia. Su pulso era normal y el cuerpo estaba relajado, había dejado de hablar, comprendí que descansaba, dejé que continuara con su odisea. Salí del laboratorio, era media noche, cerré con llave y me dirigí al puerto paseando para estirar las piernas y tomar un poco el aire. Mi mente no dejaba de dar vueltas preparando el gran viaje que me esperaba cuando volviera Balsamo y apesadumbrado porque aun quedaban demasiados misterios por descifrar. Con las manos a la espalda me perdí entre los barcos de pesca mientras las estrellas parecían saludarme al pasar, traté de pasar desapercibido. Al rato pensé que debía regresar, tomé la última bocanada de aire con olor a mar y me dirigí hacia casa, estaba cansado y maltrecho aun no siendo tan viejo como aparentaba, mi vida era un continuo desasosiego, pero cuando me venían esos pensamientos a la cabeza mi única distracción era trabajar y trabajar. Esa era toda mi vida. Al llegar Balsamo había empezado de nuevo su relato. “Noto una mano que me agarra el brazo y me zarandea, me despierto de golpe, es el anciano. Está todo
  • 55. 54 oscuro solo se ven las luces de las hogueras, la noche ha hecho acto de presencia.” “- Despierta, es la hora, - dice el anciano - todavía no sé tu nombre.” “- Los que vivimos con los dioses, pero no lo somos, no tenemos nombre.” “- Entonces te llamaré Gigante Blanco.” “Me incorporo de la hamaca y Topapende me ofrece otro cuenco con comida. Espero que no sean más gusanos, pero no, esta vez me da trozos de carne asados. Realmente estoy hambriento y no pregunto de qué carne se trata, aunque me lo imagino al no ver a ese gran roedor ensartado en su palo, el que asaban la tarde anterior.” “- Come, come, es carne de cuye, la más apreciada por nuestro pueblo.” “- Jaisai Suma - muchas gracias, le contesto.” “El anciano se da media vuelta y se aleja caminando hacia el interior de la gran choza central. Al abrir la puerta compruebo que hay más gente en ella. Me apresuro a terminar la comida de mi cuenco y me dirijo hacia la choza rápidamente.” “Me quedo tras la puerta esperando, cuando oigo la voz del chaman.” “- Entra sin miedo.” “Entro abriendo la puerta, tengo que agacharme, no está hecha a mi medida. Un gran fuego central preside el interior de la choza, alrededor hay una docena de hombres, no me miran, parece que también soy invisible para ellos, así que hablaremos a través del anciano.” “Todos ellos están sentados con sus piernas cruzadas y semblante muy serio. Topapende les habla y todos escuchan atentamente. Espero a que finalice de
  • 56. 55 hablar y me siento al lado del chaman mientras, voy pensando que tipo de secretos me pueden ofrecer y que debo hacer para conseguirlos.” “A mi izquierda hay tres hombres, uno mayor y dos jóvenes. A la derecha tengo sentados ocho hombres muy ancianos. Por lo que parece los tres de mi izquierda son el jefe de la tribu con sus dos hijos y herederos. Llevan unos grandes penachos de plumas, el mayor es el del jefe. Los ancianos se habían ganado el derecho a estar allí por sus vivencias y sabidurías, alguno de ellos había podido ejercer de chaman por las pinturas que llevan. El hechicero me mira y me dice.” “- Los seres humanos quieren saber que nombre te puso Eqeko, yo les he dicho que Gigante Blanco.” “- Los servidores de los dioses no tenemos nombre - volví a insistir” “- Pero ellos necesitan saber con quien hablo, por eso les he contestado.” “- Solo soy la voz de Eqeko es lo único necesario para hablar conmigo, él habla a través de mi boca, el dios de la abundancia, pero no soy más que un cuerpo del que se sirve para acercarse a los seres humanos - a lo que añadió Topapende.” “- Sea pues así, acércate al círculo mágico con nosotros, antes tendrás que contestar algunas preguntas de los grandes jefes del poblado y de los ancianos, no te pueden ver, pero yo seré tu voz.” “Nos acercamos todos a la hoguera formando un círculo más pequeño y nos sentamos. El hechicero me ofreció la hoja de una planta para que masticara igual que todos ellos. Lo hice, era amarga y lechosa. Levantaron todos los brazos mirando hacia el cielo y cantaron pidiendo ayuda a los dioses. La lengua y la
  • 57. 56 boca se me había dormido a causa de los efectos de la planta que masticaba, debía ser algún alucinógeno.” “Acabaron los cánticos y todos ellos bajaron la cabeza y la pusieron entre sus piernas durante unos segundos. Topapende cogió su báculo y se puso en pie mirándome.” “- Los ancianos han visto la luz, han contado historias de gigantes blancos que nos han visitado varias veces en el tiempo pasado. Eran los espíritus de los dioses y han dicho que tenemos que obedecerte, si no, las más grandes desgracias caerán sobre nosotros. Los más jóvenes nunca han pasado por esa experiencia, por eso tienen preguntas que hacerte.” “- Hace muchas estaciones un gigante blanco fue enviado por Papachama para que le explicaseis todos los rituales y curaciones. Quería poder enseñarlo a otros dioses de otros mundos y así convertirse en seres humanos como vosotros. Gente que no creía en los dioses, pero Papachama los convenció de que tenían que adorar a la madre tierra igual que los Chapapoyas - dije con voz solemne.” “Era una estratagema para poder sonsacarles si realmente habían enseñado sus artes a algún hombre blanco o por el contrario, no iba a sacar nada en claro de este asunto. Mientras tanto el chaman va diciéndoles todo lo que yo hablo. Un anciano casi sin dientes y muy delgado interrumpe la conversación.” “- Yo viví más de dos estaciones con un gigante blanco que dijo ser enviado por la madre tierra para aprender nuestros rituales, yo mismo le enseñé, así pues dice la verdad.” “El jefe y sus hijos cuchicheaban en voz baja, uno de ellos solo escuchaba, comprendí que podía ser el de más alto escalafón y pensé que sería al que había de
  • 58. 57 convencer. En ese momento mandó callar a los otros dos, se puso en pie y levantando los brazos dijo.” “- Soy Apucho gran jefe y espíritu de mi pueblo y quiero saber en que hemos ofendido a los dioses para que vengan tiempos de escasez, nosotros entregamos todas las ofrendas antes de las lluvias.” “Miré al chaman y comencé a improvisar.” “- Eqeko dice, no he recibido los sacrificios que manda la madre tierra para purificarla – a lo que el jefe contestó.” “- Sí los hemos hecho, el pueblo es testigo de ello y Topapende fue quien los ofreció. Díselo Gran Hechicero.” “- Es verdad, no comprendo nada entonces - dijo Topapende.” “- El no ha recibido ningún presente ni sacrificio, los dioses no mienten. La causa podría ser que algún espíritu maligno de la selva se haya adueñado de ellos, por tanto Eqeko os da otra oportunidad de que podáis intentarlo de nuevo. Los dioses no quieren luchar con tales espíritus para cogerles las ofrendas.” “Volvieron todos a murmurar entre ellos un largo rato. Apucho entonces preguntó.” “- ¿Tu conseguirás que el dios de la abundancia reciba nuestros sacrificios y acabe con la escasez?” “- Sí, debemos hacerlo y pronto. El espíritu del mal cada vez es más poderoso y puede caer sobre los seres humanos - el jefe volviéndose hacia los demás preguntó.” “- ¿Qué dice el Consejo de Ancianos? - a lo que contestó Topapende.” “- El Consejo y yo hemos decidido que el Gigante Blanco habla verdaderamente por voz de Eqeko y que debemos obedecerle.”
  • 59. 58 “- Sea entonces, dijo el jefe, lo que mandan los dioses será ofrecido mañana después de ir a cazar.” “Se retiraron todos y salieron de la choza a dormir. Me quedé solo con el chaman, me invitó a sentarme diciéndome.” “- Puedes quedarte a dormir en la tienda sagrada, hemos de prepararnos para mañana.” “Saludó a sus dioses otra vez levantando los brazos en alto. Era una choza muy austera, en el suelo había varios enrejados de cañas que servían para dormir y algunas pieles y trapos para taparse. Apoyados en los costados había varios bastones de todo tipo y cuencos con amuletos. Dejó el bastón que portaba en la mano y lo puso al lado de los otros, entonces agarró uno bastante ondulado y en forma de serpiente y lo colocó entre las pieles con las que iba a taparse para dormir.” “Empezaba a clarear, yo no dormía, no pude pegar ojo en toda la noche entre lo incomodo de mi duro colchón, los ruidos de la selva y las pisadas que se oían continuamente fuera, los centinelas que rondaban por la noche. La hoguera central estaba apagada, solo quedaban rescoldos y empezaba a notarse la humedad del amanecer.” “Topapende no estaba bajo sus pieles. Salí sigilosamente de la tienda y pude ver que no había nadie, solo un vigilante cerca del fuego, llevaba arco y flechas y un palo de madera coronado con un mugrón en forma de mazo. Un par más rondaban por la puerta del poblado, vi un tronco largo y grueso donde guardaban el agua y me acerqué a lavarme la cara para avivarme de la mala noche pasada.” “De pronto oí unos pasos tras de mi, me giré rápidamente y vi al anciano hechicero con un penacho de cientos de plumas blancas en la cabeza y un bastón
  • 60. 59 completamente diferente a los anteriores que llevaba un atado de huesos humanos en la parte superior. En la otra mano sostenía un gran colmillo, pensé que no podía ser de un jaguar por el tamaño que tenía, pero no me atreví a preguntar. Se dirigió hacia mí y mirándome fijamente dijo.” “- Tu serás el que me ayudes a realizar esta ofrenda a los dioses, esta vez no me acompañará mi anciano padre, antiguo chaman de la tribu, el ser humano más viejo que honramos entre los seres humanos. Los jóvenes han ido a cazar a la selva los animales que necesitamos para el rito de las ofrendas, tienen que estar vivos, no sirven muertos para el ritual.” “- ¿Qué animales has ordenado traer? - pregunté” “- Para pedir ayuda al dios de la abundancia nos traerán tres animales, uno de la madre tierra, otro de las alturas del cielo, y por último otro del agua, con esto cerramos el círculo de la vida.” “- Comencemos entonces,- le dije al hechicero.” “Se dirigió hacia las afueras del poblado y fui caminando tras él. Al salir del poblado sentí un murmullo de voces que nos seguía, todas las personas que habitaban allí iban saliendo de sus chozas y caminaban a unos cuantos metros detrás de nosotros. Hombres, mujeres y niños dejaban sus quehaceres y se añadían al grupo. Los guerreros con sus penachos de plumas, las mujeres y los niños con una especie de diadema entretejida de ramas, solo faltaban los hombres que habían salido a cazar.” “Presidiendo la muchedumbre estaban los tres jefes que la noche anterior habían estado conmigo, todos ellos con grandes pinturas en sus cuerpos y llevando una lanza en una mano y un bastón en la otra. Tras ellos
  • 61. 60 habían mujeres que llevaban en los brazos bultos de tela convenientemente atados con sogas de liana.” “Llegamos a un claro de la selva a unos quinientos metros del poblado, en el centro de dicho lugar había una especie de mesa rectangular construida de piedra, con dos pilares laterales que formaban las patas. Era más o menos de unos dos metros de largo por uno de ancho y muy gruesa, estaba cubierta de hojas secas caídas de los árboles.” “Topapende dejó en el suelo lo que llevaba en las manos y se dispuso a limpiar el altar de las hojas que lo cubrían. Levantó los brazos hacia el cielo y se arrodilló inclinando la cabeza hacia el suelo, estaba saludando a sus dioses. Mientras, un anciano se acercó con un gran cuenco lleno de un líquido que tenía un olor muy extraño.” “Se dispuso a iniciar la ceremonia. Me indicó con la mano que me pusiera a su lado derecho mientras la gente iba rodeando la gran mesa a unos metros de distancia. Los jefes se colocaron detrás de nosotros y se arrodillaron. La gente imitó el gesto y el hechicero comenzó la ceremonia.” “- Este es el bastón sagrado del pueblo Chapapoyas, entregado por Papachama a mis antepasados.” “Lo colocó sobre el altar y añadió.” “- Servirá para luchar si algún espíritu maligno no está de acuerdo.” “Abrió un atillo que le entregó una de las mujeres ancianas y se dispuso para colocarlo sobre la mesa.” “- Esta es la piedra del relámpago contra los enemigos invisibles - dijo sacando una piedra del tamaño de un puño de color negro.”
  • 62. 61 “- Esta es la piedra gorda para absorber los males, sacando una piedra del mismo tamaño que la anterior pero plana, de color gris y vetas amarillentas.” “- Las tres conchas - sobre las que puso hojas de tabaco.” “- Sirve para evitar los malos vientos, los malos aires y hechizos - dijo depositándolas también sobre el altar.” “Iba colocando todos los objetos de izquierda a derecha en el altar por orden, la gente estaba callada no se oía ni un murmullo, el ambiente era muy tenso y los habitantes del poblado seguían de rodillas con la cabeza inclinada mirando al suelo. Hizo un alto en sus ofrendas y se arrodilló susurrando unos rezos que yo no entendí, me arrodillé a su lado e hice ver que rezaba.” “Se levantó y se dirigió en voz alta a su pueblo.” “- Ahora debemos rezar a los dioses mientras llegan los sacrificios.” “Un gran murmullo de rezos empezó a escucharse alrededor de la mesa, mientras un anciano hacía entrega al chaman del cuenco con el bebedizo ya preparado, el cual depositó en el altar y volvió a extender los brazos en alto en señal de entrega.” “- Cuando lleguen los jóvenes guerreros tomaremos la ayahuasca para empezar el ritual - dijo Topapende mirándome.” “Otro anciano le entregó una vejiga de animal en forma de odre conteniendo algún líquido. Mientras, otros preparaban una gran pira con troncos y hojas secas en la parte derecha del altar y colocaron una gran plataforma de ramas trenzadas sobre ella.” “De pronto se oyeron gritos en la lejanía del enmarañado follaje y apareció un grupo de jóvenes peleándose entre ellos. Todos querían llevar los animales
  • 63. 62 que traían atados por las extremidades en largos palos sobre los hombros y que colgaban boca abajo. Otros traían una especie de frazada de cuero que agarraba una persona por cada uno de las cuatro puntas del recipiente que iba salpicando agua.” “Al llegar hasta nosotros hincaron sus rodillas en la tierra saludando al chaman y depositaron en el suelo los animales. En ese momento pude comprobar que se trataba de un cuye, una especie de roedor de gran tamaño que habita en esta selva. También traían una especie de mono con sus cuatro miembros muy delgados y larga cola al que llamaban mono araña, era del tamaño de un conejo grande. Para finalizar en una especie de bolsa con agua llevaban un gran pez de más de un metro de largo, parecido a una anguila con unos dientes en forma de sierra y largos bigotes laterales.” “Los animales se retorcían en sus palos amarrados y gritaban sin cesar queriéndose escapar, en ese momento los jóvenes se incorporaron y se unieron al grupo de habitantes del pueblo.” “Topapende sacó el tapón del odre que le había sido entregado y mojando su mano derecha con el líquido que contenía se dirigió a los animales y los impregno pasándoles la mano humedecida por el lomo de los tres animales, mientras les pedía perdón. Les decía que comunicaran a los otros animales que era un honor dejarse cazar por los seres humanos.” “El chaman encendió con una tea ardiendo las hojas de tabaco que se hallaban sobre las tres grandes conchas, con sus manos esparcía el humo que salía y se llevaba las manos a la cara tapándosela de vez en cuando. Un niño a su lado aguantaba la tea ardiendo, se acercó con una concha donde quemaba el tabaco y se la puso uno a uno delante del hocico, lo cual repitió varias
  • 64. 63 veces. Fue entonces cuando estupefacto observé que dichos animales entraban en una especie de trance con los ojos abiertos y dejaron de moverse.” “Uno por uno soltó las ataduras de sus miembros y los fue colocando en el altar sin que ellos, inertes completamente hicieran cualquier movimiento. Primero puso a la izquierda el gran roedor, en el centro el primate y a la derecha el pez. Los saludó tres veces agachando su cuerpo y su cabeza hacia delante, volvió su rostro para mirarme y decirme.” “- Es el momento de tomar la ayahuasca - a lo que contesté saludando también.” “- Los dioses nos miran desde las alturas, empecemos.” “Me acercó el cuenco con la bebida y me dijo.” “- Tómalo tu primero, en honor de poder servir a nuestros dioses desde su lado en el paraíso.” “- Ellos te lo agradecerán, eres un gran servidor de todos y siempre serás recordado en la selva como el gran Topapende, gran chaman de los seres humanos.” “Bebí la mitad del contenido del cuenco y levantándolo después hacia el cielo con mis manos se lo entregué al hechicero. Por el sabor y el olor de lo que había tomado identifique el brebaje, era el mismo que tome para emprender este viaje. Las dudas asaltaron mi mente, si estaba bajo los efectos anteriores de dicha pócima ¿Qué pasaría por haberla tomado otra vez sin haber despertado mi consciencia?” “Topapende bebió todo de un trago sin apenas respirar y también saludó, puso sus manos sobre mis hombros desnudos, no sin tremenda dificultad por la estatura y musitó en voz baja.” “- Solo así podremos verles, sean los dioses o espíritus malignos - a lo que pregunté intrigado.”
  • 65. 64 “- ¿Solo nosotros podremos verles? ¿Qué notaran y sentirán los seres humanos que nos rodean?” “- Ellos no podrán ver ni sentir nada de lo que nosotros veamos, pero tienen una gran fe en lo que estamos haciendo, no necesitan pasar por este trance para poder adorarlos y seguir sus mandatos.” “Hacía rato que tomamos el bebedizo y parecía que no proporcionaba el mismo efecto que la vez anterior. Eso me preocupaba pero decidí dejar de pensar en ello, al fin y al cabo el también tomó lo mismo y yo estaba seguro de seguir hasta el final. Todos los avatares que había padecido valían la pena.” “Topapende agarró una especie de sonajas hechas de conchas de moluscos pequeños y las hizo sonar sobre todos los objetos y animales que en el altar se hallaban. Con movimiento rítmico y rápido estuvo unos minutos cantando y haciéndolas sonar. Paró de golpe, un silencio sepulcral reinaba en la selva.” “La cabeza empezó a darme vueltas, estaba muy mareado, trataba de fijar la vista al frente para no caerme al suelo. Entonces observé como el chaman tenía unas grandes convulsiones en su cuerpo y caía de rodillas a tierra. Al momento sentí que me pasaba lo mismo, mi cabeza se desvaneció y me desplomé junto a él, mi visión eran puntos destellantes de colores. Sin fuerzas agarré su brazo para intentar levantarme pero a duras penas me podía mover.” “Por fin logré ponerme de rodillas a su lado, sentía un gran vació en el cerebro, mirando a mi acompañante comprendí que estaba pasando por el mismo trance, balbuceando me dijo.” “- Debemos esperar de rodillas hasta que nuestras mentes logren tener contacto con los dioses y nos autoricen para hacer las ofrendas.”
  • 66. 65 “Pasados unos minutos todo volvió a la normalidad, al momento se volvieron a escuchar los sonidos de la selva y volvieron las fuerzas a nuestros cuerpos y mentes. Nos pusimos en pie y él se acercó al altar postrándose encima y profiriendo algunos rezos más.” “- Debemos empezar el ritual, los dioses nos ven y nos escuchan.” “Sacó de otro atillo alargado un gran machete de hierro con puño de madera y cuero y tomó el bastón de la mesa. Levantó el báculo en su mano derecha y la espada en la otra hacia el cielo y dijo mirando a toda la gente que permanecía arrodillada y con la cabeza agachada.” “- Los dioses están aquí, noto su presencia, rogad por todos los seres humanos.” “Todos al unísono rezaban plegarias rituales y uno a uno se aproximaron al altar depositando sobre él algún objeto personal para que sus dioses les tuvieran en cuenta en las oraciones. Mientras, Topapende había vuelto a dejar el bastón y la espada sobre la mesa y cogido el odre con aquel líquido que todavía no sabía de que se trataba. Se acercó primero hacia mí y untando su mano con él me lo pasó por la cabeza impregnándola. Olía a perfume de flores y uno por uno conforme iban pasando todos a depositar su ofrenda les hacía el mismo ritual, unciendo sus cabezas con el perfume hasta que terminaron todos y volvieron a ponerse de rodillas en el mismo sitio de donde venían.” “Los animales que esperaban el sacrificio parecían dormir, seguían inertes donde estaban colocados. Pensé que lo que había tomado ya no tenía efecto alguno, pero lo demás estaba por llegar y yo no lo sabía.”
  • 67. 66 “Se acercó lentamente hacia la gente y la saludó de nuevo. Se dispuso a coger los animales, mientras mis ojos veían el verdor de la selva un poco extraño, el verde brillaba como si se reflejasen luces en él. El cielo también brillaba intensamente, lo observaba todo y parecía que transcurría con una lentitud casi siniestra.” “Era aquel líquido con olor a flores el que como pude observar en los demás surtía este efecto casi alucinógeno. Podía ver a la gente como si tuvieran un aura brillante alrededor de ellos y comprobé que el hechicero también tenía las pupilas dilatadas - fue cuando le pregunté.” “- ¿Por qué se ve todo tan brillante?” “- Estamos viendo a los espíritus de cada ser humano para comprobar que no hay ninguno maligno.” “- ¿Y que pasaría si lo hubiera?” “- Los dioses no se manifestarían, no podríamos empezar las ofrendas sin apartar el mal de nosotros.” “Procedió entonces, empuñó el machete y poniendo boca arriba el primer animal que era el cuye, le hizo un corte limpio en su pecho de más de un palmo y tan perfecto como si fuera un cirujano. Introdujo su mano en la hendidura y con un estirón rápido y preciso le arrancó el corazón. Era increíble no salía ni gota de sangre de la herida, parecía que el animal estuviera disecado, ni un solo quejido ni tampoco ningún movimiento. Lo colocó encima de una de las tres grandes conchas donde habían quemado las hojas de tabaco, entonces pude ver que el corazón aun latía milagrosamente, no lograba entender nada de lo que pasaba, era algo sobrehumano.” “Se dispuso sin mediar palabra ni tiempo, a proceder con la misma operación, esta vez con el mono. Por último hizo exactamente lo mismo con el pez,
  • 68. 67 siempre dejando el corazón en las otras conchas, con la diferencia de que a éste le arrancó todas las vísceras.” “Limpió seguidamente el machete con el líquido sobrante del odre anterior y lo volvió a colocar sobre la mesa. Las tres vísceras seguían latiendo sobre sus respectivas conchas. Al principio pensé que era normal que lo hicieran un rato hasta su muerte, pero no, seguían igual que si estuvieran dentro de los cuerpos, tenían vida propia.” “Seguían las oraciones por enésima vez, cuando una vez acabado me ordenó.” “- Ayúdame a poner los cuerpos de los animales en la pira sagrada, gran Gigante Blanco.” “Fuimos colocando los animales en la plataforma sobre la hoguera, al coger el roedor note con sorpresa que aun respiraba y movía los ojos a veces pero sus extremidades colgaban como si estuvieran sin vida. Se me hacía muy difícil de creer lo que mis ojos estaban viendo, era la experiencia más esotérica de mi vida - entonces pregunté.” “- ¿Pero estos animales aun respiran, como es posible si hace un rato se les arrancó el órgano de la vida?” “- He arrancado el corazón como agradecimiento a éstos, para que no se ofendan los animales de servir de ofrenda a los dioses. Que anuncien a los otros animales de la selva que es un gran honor ser cazado por los seres humanos, sus cuerpos serán el tributo de los dioses y su corazón habitará en los nuestros.” “- No entiendo, ¿Qué haremos con los corazones?” “- Los corazones, símbolos de la vida en la tierra debemos comerlos mientras laten para asegurar que
  • 69. 68 moren dentro de nuestro cuerpo, así nos hermanamos con los animales.” “Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, por un momento pensé que esta tribu practicaba el canibalismo. Topapende prosiguió.” “- Solo comemos el corazón de las ofrendas, su cuerpo no nos pertenece. Igual que hacen los jefes de la tribu con sus enemigos después de acabar una batalla, para conseguir la fuerza y el poder que poseían.” “Esto último calmó un poco mi ansiedad, había empezado a asustarme, pero después de sus palabras comprendí porqué lo hacían.” “- Ahora encendamos el fuego sagrado con la antorcha que guardamos siempre. Es la antorcha de la vida, partida por un rayo ancestralmente y que siempre arde, sacrificio tras sacrificio. Los dioses aguardan, no debemos hacerles esperar más.” “Tapó los animales con grandes hojas verdes de algún tipo de palmera y recogió la tea ardiendo de manos del niño que la llevaba, prendiendo fuego a la base de la leña. Volvió al altar y recogiendo los corazones latientes los ofreció, uno a mi y otro al grupo de los tres jefes que estaban detrás nuestro, quedándose uno para él.” “Observé horrorizado como el gran jefe y Topapende asestaban un mordisco a cada una de sus vísceras y luego las entregaban al pueblo para que cada uno de ellos hiciera lo mismo.” “En esos momentos me miró fijamente esperando que yo también lo hiciera, no me lo podía creer, nunca había comido carne cruda y viva, me daban náuseas solo de tener ese órgano en mi mano latiendo y chorreando sangre, pero debía de hacerlo. Cerré los ojos y clave mi dentadura en el corazón del cuye, tragándome
  • 70. 69 rápidamente el pedazo para no notar su sabor a carne cruda. Mi boca tenía el sabor metálico de la sangre y mi cara estaba impregnada de ella al salpicar del mordisco. Se lo enseñé al brujo y procedí a entregárselo a él para que a su vez lo diera a quien creyera conveniente.” “Todos se arrodillaron al acabar este ritual y siguieron con sus rezos, el hechicero me tomó del brazo y me indicó que debíamos arrodillarnos también pues aun quedaba un tributo que ofrecer antes de que los dioses aceptaran las ofrendas.” “La selva quedó de nuevo en silencio, todos estábamos postrados de rodillas cuando levantaron los brazos en alto. Hice lo mismo mientras oía un murmullo de ramas moviéndose frente a nosotros. De pronto se oyó un fuerte rugido tras el follaje, era aun lejano pero estremecedor. La selva seguía viéndola brillante y todo lo de mi alrededor con un aura resplandeciente. Los ojos me brillaban, ese rugido ya lo conocía y no tenía recuerdos agradables de ello.” “Topapende me puso la mano en el hombro al ver que estaba asustado y me dijo.” “- No debes temer al dios de la jungla, no te hará nada, tu eres para el un ser humano invisible.” “Esto me tranquilizó un poco. Se abrieron los matorrales de golpe y apareció en la lejanía la cabeza de un jaguar que poco a poco caminaba hacia nosotros. Hice el gesto de levantarme pero me volvió a coger del hombro sonriéndome para que me calmara. El animal se acercaba cada vez más, lentamente llegó hasta el altar. Era gigantesco, más grande que un humano, no tenía nada que ver con el que me topé anteriormente. Sus ojos brillaban, yo volvía a estar paralizado de miedo mientras el chaman lo saludaba continuamente agachando la
  • 71. 70 cabeza hacia delante y abriendo sus brazos señalando el altar.” “El felino dio unas cuantas vueltas alrededor de la mesa y de pronto de un salto subió encima, olisqueó todo lo que se hallaba en ella, soltó otro gran rugido y empezó a lamer la sangre que había en las tres conchas que contuvieron los corazones. Poco a poco fue terminando con ella mientras la pira ardía completamente y se notaba el olor de la carne quemándose de los animales.” “El animal volvió a mirar a su alrededor y con otro gran salto bajó a tierra rugiendo varias veces. La gente seguía de rodillas, inmóvil, entonces el jaguar echó a correr hacia la espesura y desapareció en ella. El chaman sacó su mano de mi hombro y se levantó mirando hacia su pueblo.” “- El Gran Jaguar está feliz, el pueblo puede dar gracias a la benevolencia de los dioses, el espíritu maligno no osará aparecer mientras el nos proteja - yo asustado le pregunté.” “- ¿Por qué el Gran Jaguar no atacó a ninguno de los seres humanos?, estaban indefensos ¿no pudo verlos?” “- Porque es un dios y como tal no necesita devorar a los seres humanos, solo toma la parte de la ofrenda que le corresponde.” “Nos acercamos a la pira ardiendo, me dijo que me volviera otra vez a poner de rodillas y mirando al cielo gritó.” “- He aquí nuestras ofrendas ¡OH! Gran Eqeko, acéptalas y aparta de nosotros tu ira.” “La columna de humo cada vez era más grande a causa de las hojas verdes con que se habían tapado los animales. Al final de la gran columna de humo se iba
  • 72. 71 formando un hongo que a su vez, se iba bifurcando en brazos muy largos y se extendía lateralmente creando una figura que todavía no tenía un perfil definible. Poco a poco empezó a tomar forma. Era la imagen de un águila gigantesca moviendo lentamente sus alas. De súbito empezaron a escucharse todos los sonidos de la selva y una gran luz cegadora impregnó todo el cielo bajando un rayo luminoso sobre la pira.” “Incomprensiblemente los tres animales que habían ardido en la hoguera fueron subiendo suspendidos por el haz de luz pero con su cuerpo en forma gaseosa como si fueran dibujos hechos con humo hasta llegar a las garras del águila. Apenas se podía ver mirando hacia arriba, con las manos delante de los ojos haciendo de pantalla pude verlo todo.” “Cuando el águila tuvo a los animales en su garra salió volando, perdiéndose en el cielo mientras su cuerpo iba transformándose en una nube que se disipó lentamente. La gran columna de humo de la pira desapareció también de golpe. El cielo volvió a su luz normal, de pronto se oyó un gran trueno en lo alto de las copas de los árboles y un viento huracanado nos traspaso en un segundo y nos hizo caer al suelo a todos. Levanté la vista hacia arriba y quedé asombrado con lo que vi, unos copos de luz de varios colores caían sobre nosotros por toda la selva, disipándose al tocar el suelo. Una sensación de paz y alegría nos recorrió el cuerpo.” “La ceremonia había finalizado, todo el pueblo se iba levantando y se preparaba para dirigirse a la aldea, mientras una serie de ancianos recogían y limpiaban los enseres del altar. Topapende recogió su bastón y el machete mientras me decía.” “- Todo ha ido bien, sé que los dioses están contentos al habernos enviado a Waira, dios del viento y
  • 73. 72 a Khunu, dios de las nevadas. Ahora tenemos que volver para descansar, nuestros cuerpos están agotados. Mañana hablaremos antes de que vuelvas al lado de Eqeko.” “- No sé cuando tengo que volver, solo el sabe cuando mandará por mi.” “- Así sea, vayámonos entonces.” “Lentamente como si fuera una procesión la gente iba entrando en el poblado solitario hasta entonces, nosotros detrás cerrábamos la marcha en silencio. Cada uno siguió con sus quehaceres mientras las mujeres se afanaban en preparar una gran celebración para la noche.” “Topapende me saludó agachando la cabeza en la puerta de su choza diciendo.” “- Voy a descansar, ya soy viejo y estos rituales cada vez son más difíciles para mí, ¿quieres acompañarme?” “- Gracias, prefiero mirar lo que hace tu gente y pasear para meditar un poco sobre todo lo que ha pasado.” “- Nuestro hogar es tu hogar, haz lo que tengas en tu mente.” “Paseé por todo el poblado fijándome en todo para aprender, aprovechando que no me podían ver, intentaba averiguar algo sobre sus secretos pero no había indicios de nada que pudiera interesarme. Decidí sentarme y observar.” “Las mujeres preparaban la caza ya destripada por lo guerreros y las cuales atravesaban con largos palos para poder asar en el fuego. Otras molían en recipientes hechos de troncos huecos de árboles algo parecido a unos tubérculos grandes y alargados con la corteza marrón pero blancos como la leche por dentro.
  • 74. 73 Las más ancianas masticaban unos frutos parecidos a unas grandes bayas de color rojo que luego escupían dentro de una calabaza seca que servía de recipiente.” “Los niños seguían jugando a ser grandes guerreros, mientras los adultos se pintaban entre ellos con pinturas blancas y rojas que estaban colocadas en unos recipientes parecidos a la cáscara de un coco y arreglaban sus collares y amuletos para la ocasión. Solo los ancianos estaban sin hacer nada, sentados en el suelo unos enfrente de otros, hablaban y recordaban cuentos ancestrales. Servían de libros para que las generaciones siguientes supieran de su pasado.” “Me tumbé en una hamaca esperando que llegara la noche pero sin darme cuenta el sopor hizo presa en mi hasta quedarme completamente dormido. Estaba sereno y tranquilo, cuando de golpe sentí como alguien me zarandeaba. Me costó mucho abrir los ojos, estaba todo bastante oscuro, mire al cielo y no se veían estrellas, me giré rápidamente para comprobar quien me despertaba, había perdido la noción del tiempo.” Balsamo se sobresaltó cuando abrió los ojos y se encontró frente a mi, estábamos en el laboratorio con apenas una lámpara encendida, el yacía en el catre boca arriba igual que cuando se fue de viaje. Yo estaba sentado a su lado mirándole seriamente y acercándole la luz le dije. - ¿Cómo se encuentra? - Bien, estoy bien, tengo un poco de frío. - Tenga tápese y no se incorpore todavía, espere un rato. - He vuelto antes de lo previsto, ¿qué ha pasado?, ¿por qué?
  • 75. 74 - Primero de todo beba un poco de agua, le quitará el mal sabor de boca que dejan las hierbas. - ¿Qué hago aquí? - dijo Balsamo con voz temblorosa. - No se ha movido usted de aquí en ningún momento - contesté. - Quiero decir que he vuelto demasiado pronto, no he tenido tiempo suficiente para engañar al chaman y que me contara más cosas, solo he asistido a un ritual de ofrendas. - Lo sé, no me he movido de su lado en todo este tiempo. - Me quedé dormido después de participar en la celebración del sacrificio de animales al dios Eqeko. Cuando me despertó creía que era Topapende, el hechicero. - Ha sido muy instructivo escucharle relatar sus andanzas, en algunos momentos pensé en despertarlo, estaba usted delirando y lo pasaba mal, pero aprecié que supo solucionarlo. Balsamo se incorporó y empezó a vestirse mientras yo encendía más luces para poder sentarnos y hablar. - Estoy un poco mareado y me duele la cabeza, pero en general estoy bien. - ¿Quiere comer algo? - pregunté. - No gracias, tengo la lengua muy áspera y seca. - Beba, beba, eso le sentará bien. - ¿Por qué me ha despertado si aun no había conseguido gran cosa?, tengo que volver otra vez lo antes posible. - Tranquilícese, al despertar los efectos que notará son como la resaca de haber tomado demasiado licor.
  • 76. 75 - Pero solo he estado dos días, ya lo tenía completamente convencido de que me iba a quedar con él algún tiempo y hablar sobre sus rituales. - Ya lo sé - dije sonriendo de nuevo. - ¿Cuánto tiempo he pasado en ese estado?, según mi experiencia han pasado dos días. - Su viaje ha durado exactamente - dije mientras sacaba mi saboneta del bolsillo y abría la tapa - tres horas y cuarenta y cinco minutos señor Balsamo, y no hubiera durado mucho más pues los efectos habrían pasado en una media hora. - No puede ser, es increíble, debo volver. - Le he despertado antes de tiempo porque no tiene sentido seguir con el experimento de momento. Para ser la primera experiencia ya tiene suficiente. - Pero yo tomé otro cuenco de ayahuasca en mi sueño, tendría que haber durado más el efecto. - Se la tomó en su subconsciente, no era real. - Entiendo. Ha sido maravilloso, es lo más increíble que me ha pasado en la vida. - Ahora debe dormir y descansar, mañana tendrá las ideas más claras para hablar sobre el tema. Yo también me retiraré a descansar. Fuimos cada uno a nuestros aposentos a descansar. A Balsamo se le notaba cara de preocupación, se retiró cabizbajo y apesadumbrado, le costó mucho dormir pero al final el sopor pudo con él. Yo también lo intenté pero como siempre ese chasquido que yo esperaba oír en mi cerebro de desunión no llegaba. Me tumbé en mi cama y empecé a pensar en mis cosas, ya no era aquel hombre de antes, la huida de la hoguera hace años me dejó marcado y nunca volveré a ser el mismo. A veces cuando consigo conciliar el sueño me despierto sobresaltado al oír algún ruido a lo lejos o cuando llaman
  • 77. 76 a la puerta, mi mente vive en continuo estado de ansiedad. Hay demasiada gente en esta ciudad que puede denunciarme si no tengo cuidado en mi manera de comportarme, debo de representar mi papel de médico serio y solitario para que no haya comentarios ni habladurías por los barrios que frecuento. Solo los más pobres nunca preguntan nada, no cuestionan el funcionamiento de la medicina, para ellos era suficiente que los pueda curar sin ninguna clase de pago, ya que no poseen nada. Al amanecer me dispuse a salir de la habitación, apenas pude conciliar el sueño, mi vista estaba cansada y mi cabeza bastante espesa. Abrí la puerta de la calle y volví a cerrarla rápidamente, me molestaba la luz en los ojos, tantas horas trabajando y viviendo en la oscuridad hacían mella en mí. Balsamo salía también de su aposento en esos momentos con cara de cansancio y frotándose la frente con los dedos como si se masajeara, cuando le pregunté. - Buenos días, ¿Cómo ha dormido? - Fatal, no he podido pegar ojo en toda la noche, tengo un dolor de cabeza horrible y la boca muy seca. - Tomaremos algo para desayunar, le sentará bien un vaso de leche y un pedazo de pan recién hecho. Salí de casa y me dirigí a los puestos enfrente de la dársena del puerto, donde se ponían los aldeanos a vender productos del campo y compré el desayuno para ambos. Mientras, como siempre solía hacer, estuve paseando un rato a orillas del mar aspirando grandes bocanadas de aire, el olor a sal del ambiente me tranquilizaba y me despejaba la mente.
  • 78. 77 Regresé a casa al cabo de un rato. Balsamo sentado a la mesa leía los apuntes que yo estuve tomando la noche anterior sobre su viaje y me dijo. - Aquí hay muy poca cosa apuntada en el cuaderno, presiento que no fui muy explícito en mis comentarios mientras estaba en estado de inconsciencia. Dejé sobre la mesa lo que llevaba en las manos para el desayuno y le contesté. - Ahora mientras desayunamos le explicaré. En esos momentos llegó mi ama y dijo. - Buenos días señores, han madrugado mucho por lo que veo y ya han ido a buscar el desayuno. - Buenos días Braulia, haga usted el favor de prepararnos el desayuno, estamos rendidos de cansancio. - ¿Tuvo usted mucho trabajo anoche por lo que veo? - Si, hubo muchas visitas y casi no hemos dormido. - Enseguida les preparo el desayuno. Me dirigí mientras tanto al laboratorio abriendo la puerta con llave y me encerré en el sin mediar palabra. Al poco rato salí con varios cuadernos en las manos y cerrando la puerta de nuevo. - ¿Para qué son los cuadernos señor Ainoza? - En ellos se hallan todas las respuestas a las preguntas que seguro me va a hacer. - ¿Pero y los apuntes de anoche? - No sirven para nada. - Explíquese, me deja usted anonadado. - Comamos algo primero y después le contaré. Acabamos de desayunar, mientras Braulia seguía con sus quehaceres en las habitaciones, y por el rostro que tenía Balsamo de preocupación decidí empezar a contarle.
  • 79. 78 - Lo primero y más importante es que el viaje que usted hizo con la mente formaba parte de una prueba que debía pasar - me interrumpió preguntado. - ¿Por qué? ¿Aun no se fía usted de mí? - No es eso, era una experiencia que tenía que sentir para comprender el significado de estos hallazgos los cuales son muy difíciles de explicar. Tenía usted que probarlo para estar a mi altura y le sirviera de preparación para próximos viajes. - Entonces ¿no tenía que averiguar los secretos de estos pueblos?, la investigación quedó incompleta. - No hace falta terminarla, no le dije toda la verdad cuando le envié allí. Yo hace tiempo hice dos viajes parecidos al suyo, lo mismo que pudo comprobar lo hice yo más a fondo y aprendí cosas de su cultura, pero todo lo que había que saber está en estos cuadernos de mi padre, no hay nada más. - ¿Qué me quiere decir entonces con eso? - Que todos los rituales de los Chapapoyas, bebedizos, y demás cuestiones esotéricas están relatadas en los cuadernos de mi padre, el cual hizo muchos más viajes en la mente que nosotros. Todo esto solamente le ha servido para que compruebe que existe algo más allá de nuestros medicamentos y nuestras mentalidades cerradas. Ha servido para que usted se conciencie de lo que vivirá más adelante. - Le comprendo, era solo una experiencia sobrenatural por la que tenía que pasar, ¿Pero era necesario? - Dígame usted mismo si lo que pudo ver y sentir valió la pena. - Realmente fue indescriptible, si no fuera por eso estaría enfadado con usted por haberme mentido.
  • 80. 79 - Amigo, no es cuestión de pensar si fue una mentira lo que hice, todo lo que esta escrito es pura teórica, no puede nadie comprobarlo hasta que no lo ha sentido en sus carnes, por ese motivo no le dije toda la verdad. -¿Así entonces no es necesario volver a efectuar este viaje? - preguntó Balsamo. - De momento no. Estos datos que están en los cuadernos encima de la mesa es todo lo que va a necesitar para comprobar y ensayar los poderes de los grandes chamanes del Amazonas, los cuales dejo a su disposición para que los estudie. No hablaremos del próximo viaje hasta que esté preparado. - ¿Habrán otros viajes? - Los habrá, pero primero debe experimentar en pacientes, junto a mí, todas las fórmulas curativas que encuentre en sus estudios. Me acompañará a mis visitas nocturnas en los barrios pobres, donde la gente no le preguntará nunca nada, solo le agradecerá que les cure. - ¿No puede adelantarme algo del próximo viaje? - De ninguna manera, debe centrarse en el material que yo le proporcione y sólo entones hablaremos de ello. - ¿No se extrañará la gente que yo le acompañe en sus visitas?, no me conocen de nada. - Les diremos que es usted mi aprendiz y que viene de Londres, no necesitan saber nada más. - Pero me preocupa pensar que no confíe en mí. - Le estoy ofreciendo lo que más quería usted, el poder infinito de la curación humana, espero que no me defraude. Así que ya puede ir a conocer la ciudad, pasear por ella o visitar a su mujer, lo que prefiera, más tarde nos encontraremos aquí y comenzaremos con el material. - Me acompaña usted ¿no?
  • 81. 80 - De acuerdo le acompañaré un rato, así también me servirá para despejarme un poco - en esos momentos entró Braulia a la sala y comentó. - Doctor ayer una anciana me preguntó por usted, es la madre del herrero, me dijo que toda la familia estaba en cama a causa de unas fiebres muy altas. Viven en el barrio gótico detrás la catedral, la mujer estaba muy preocupada. - Cuando anochezca me acercaré a ver que les pasa, de momento dígale que les ponga paños húmedos en la frente. - Así lo haré señor. - Comenzaremos esta noche señor Balsamo visitando a esta familia en su casa, ahora salgamos. Procure no llamar mucho la atención, piense que aquí los extranjeros son víctima de la desconfianza entre la gente. Mientras la iglesia tenga tanto poder los científicos debemos andarnos con mucho cuidado. - No se preocupe, seré muy cuidadoso. - Le aconsejaría que se cambiara de ropas, póngase algo más sencillo, algo de trabajo para que las miradas no se vuelquen en usted. Tiene demasiado aspecto de caballero para que le vean conmigo. - Tengo algo de ropa de laboratorio, ahora mismo me la pongo. - Me adelanto paseando, pregunte usted por la taberna de Ambrosio, allí le esperaré, no tiene pérdida, todo el mundo la conoce. Así le presentaré algunos amigos, todos ellos marineros y muy fieles colaboradores. Son los que me consiguen los encargos que les hago de ultramar y sin cuyos materiales sería imposible realizar mis brebajes. Le entregué la llave de casa en la mano en señal de confianza.
  • 82. 81 - Tenga, por si acaso se fuera Braulia, cierre usted mismo y sobre todo recuerde que la puerta del laboratorio tiene que permanecer siempre cerrada, nos va la vida en ello.
  • 83. 82 Capítulo 5º EL APRENDÍZ Entré sigilosamente en la taberna y me acerqué a una mesa del fondo. Siempre llevaba la capucha de mi túnica puesta sobre la cabeza cuando iba por la calle, así las miradas pasaban desapercibidas. Me senté y me tiré la capucha hacia atrás. Al instante se dirigió hacia mi Ambrosio, dueño y tabernero del local, único empleado junto a su mujer que cocinaba y limpiaba en la trastienda. También estaba el padre de éste que siempre se encontraba en la puerta sentado en una silla tomando el sol o dormitando, era un hombre muy anciano, antiguo propietario de dicha taberna y bregado en mil batallas con los marineros que la frecuentaban. - Buenos días señor Pirria, ¿una jarra de vino como siempre? - Si, por favor, pero que sean dos, estoy esperando a un amigo. Muy pocas personas sabían que mi verdadero apellido era Ainoza, solo las que yo consideraba que podían serme fieles en todo momento. Para las demás era Francisco Pirria y provenía de Salamanca, donde creían que cursé mis estudios de Medicina y Botica. En el momento que traía las jarras Ambrosio entró Balsamo vestido con ropa de faena, más bien parecía un artesano, tenía aspecto de campesino, se había
  • 84. 83 soltado el lazo de su coleta y llevaba el pelo suelto y barba de varios días. Con mirada taciturna ojeó todo el interior de la taberna hasta que me encontró. Con paso cansino y casi sin mirar las mesas de alrededor, se dirigió hacia mi sentándose a mi lado y el tabernero preguntó. - ¿Es usted nuevo en la ciudad? nunca le había visto por mi taberna - a lo que me adelanté contestando. - Es un compañero de oficio que está de paso y aprovecha para echarme una mano y aprender alguna cosa de nuestro país. - Ah, ¿no es usted de aquí?, por sus ropas hubiera jurado que era usted herrero o zapatero. - Balsamo, me llamo Balsamo y vengo de Italia, no haga caso de mi vestimenta, me han robado mis maletas al bajar del barco y las que llevo son prestadas - Ambrosio enfadado le dijo. - Malditos rateros, siempre hacen quedar mal a nuestra ciudad con sus hurtos. - Gracias Ambrosio – dije - ahora déjenos solos, tenemos que hablar algunos de asuntos nuestros. Ambrosio asintió con la cabeza y se alejó para atender otras mesas, pensé que preguntaba demasiado y se lo comenté a mi compañero. - Tenemos que aparecer en público lo menos posible, la gente siempre pregunta demasiado y en estos locales el cotilleo está a la orden del día. Es la primera vez que me ven con alguna persona sin ser un paciente, saben que soy un solitario. Bebíamos nuestras jarras de vino cuando la mujer de Ambrosio salió de su cuchitril y al verme se acercó con paso raudo. Antonia era una mujer de pelo desaliñado, bajita y una de las más grandes chismosas del suburbio.
  • 85. 84 - Buenos días doctor. - Que usted los tenga señora Antonia, ¿qué se le ofrece? Tenía una voz muy chillona, eso me irritaba cada vez que hablaba con ella, todo el mundo acababa escuchando siempre nuestras conversaciones. - Mire usted, me han dicho que Régula y su familia están todos enfermos con fiebre altísima, pobrecillos. - Sí, señora Antonia, ya lo sé, me lo ha dicho mi ama - dije para quitármela de encima - los iré a ver hoy. - ¿No me presenta a su amigo? - Señor Balsamo le presento a la señora Antonia, la esposa del tabernero. - Mucho gusto señora - dijo Balsamo levantándose de su silla - es un placer conocerla. - Por el acento que tiene no debe usted ser español. - Vengo de Palermo para ayudar al señor Pirria. Como vi que esta mujer no había forma de que se fuera, apuré mi jarra de vino y levantándome dije. - Nos vamos señor Balsamo, tenemos mucha tarea todavía por delante, no se preocupe señora Antonia, Braulia le tendrá al corriente de todo. Marchemos paseando por las calles adyacentes al puerto. Mientras andábamos mi compañero me preguntó. - ¿Cuando empezaremos a probar nuestros preparados y curas?, tengo ganas de empezar cuanto antes. - De momento cuando lleguemos a casa tiene que ponerse manos a la obra con los apuntes de mi padre, luego cuando oscurezca me acompañará a mis visitas. Pero no hablaremos más de próximos proyectos hasta
  • 86. 85 que haya estudiado todo lo que en la mesa le dejé. Vamos tenemos muchas cosas que hacer. Fuimos caminando lentamente por las calles sin mediar palabra, cada uno de nosotros pensaba en sus cosas, paseábamos por la lonja de pescado, había demasiada gente. Me puse de nuevo la capucha, odiaba las muchedumbres. Al llegar a casa fuimos directamente al laboratorio y nos encerremos con llave. - Puede empezar cuando quiera, yo mientras leeré unos manuscritos que necesitan ser traducidos, si alguna cosa no comprende no dude en preguntarlo. - Siete, ocho y nueve, ¿estos son los cuadernos que debo estudiar?, ¿no sería mejor primero comentar el tema de lo que pasó en la selva? Hay cosas que todavía no logro entender de todo aquello. - Todo lo que debe hacer para entender lo ocurrido esta aquí escrito en estos apuntes y todo lo que no pudo averiguar, también. Balsamo me miró con cara de resignación y se dispuso a acomodarse en la silla con la mesa de trabajo al frente para comenzar a estudiar todo lo que se le había entregado. El tiempo pasaba inapelablemente, Balsamo leía y apuntaba en un cuaderno con gran avidez y ansia de aprender, mientras yo también leía bajo la luz de una lámpara un gran libro que en su tapa se podía leer “Dinastía XVIII”. Pasaron las horas rápidamente, no nos dimos cuenta que se había hecho de noche, no existía ninguna ventana para saberlo y pocas veces hacía uso de mi reloj. Un ruido conocido llegó a mis oídos, me devolvió al presente y dejé el libro en la mesa diciendo.
  • 87. 86 - La señora Braulia acaba de llegar, está dejando nuestra cena al pie de la puerta, conozco el sonido de arrastrar bandejas en el suelo, esta mujer es como un cronómetro. Eso quiere decir que anocheció, debemos prepararnos para salir, pero antes debemos cenar, ya nos hemos saltado la comida de la tarde. Déjelo todo de momento. - No me había dado cuenta que el tiempo pasaba tan rápidamente - espetó Balsamo. Cenamos ligeramente, algo de fruta y un poco de queso. Preparamos el maletín convenientemente para llevar todo lo necesario y nos dispusimos a salir. - Póngase esta capa por encima, aquí las noches tienen un ambiente bastante húmedo y le hará falta - Balsamo siempre tan amable dijo. - ¿Quiere que le lleve el maletín? - Sí, se lo agradezco. Este dichoso maletín cada día pesa más o debo de ser yo que tengo menos fuerza con el tiempo. - Pues sí que pesa, parece que lleve todo el laboratorio dentro – dijo soltando una carcajada alegremente Balsamo. - Nunca sabes lo que vas a necesitar y por eso llevo todo lo imprescindible dentro de él. - Tiene aspecto de tener muchos años este maletín, no había visto nunca uno igual. - Era de mi padre y creo que lo heredó del suyo. Ya ve si tiene historias y secretos para contarnos, normalmente suelen ser de tela estas maletas de mano, pero esta es especial, está hecha de cuero repujado, no verá otra igual. Para mi es un misterio saber quien fue el artesano que lo hizo. - Vayamos pues, estoy ansioso de empezar - comentó con mucho ánimo el joven.
  • 88. 87 Nos introducimos por las estrellas calles del Barrio Gótico de la ciudad, atravesando el Barrio Judío, en las calles casi no había gente, algún borracho y unas pocas prostitutas se divisaban a lo lejos. Calles sucias y faltas de higiene, húmedas y siempre con el suelo mojado, escaseaban los fanales y la luz era muy tenue, un olor a orina y excrementos inundaban el ambiente. Se nos acercó una prostituta y tomó del brazo a Balsamo, diciéndole. - Un cuarto de moneda guapo y serás más feliz que en el cielo - a lo que contestó. - Déjeme por favor tengo prisa señorita. - ¿Tal vez por diez reales? - contestó ella. En esos momentos me bajé la capucha y miré fijamente a la chica, era joven pero su aspecto era muy sucio, cuando sonreía se vislumbraban unos dientes negros, aunque su semblante era de una guapa moza, estaba muy estropeada. - Perdone doctor no le había conocido, siento haberles molestado señores, no me di cuenta. - Muchacha, me han dicho que hay una familia enferma por aquí, ¿has oído algo?, ¿sabrías decirnos donde viven? - Si señor, viven en la próxima calle a la derecha - dijo señalando con el dedo la joven – es la casa del herrero, no tiene perdida. - Gracias muchacha - contesté. Nos dirigimos con paso rápido hacia donde nos había indicado y al fondo de la calle encontramos la puerta grande de un establo, debía de ser allí. Junto a un gran portalón había una entrada pequeña tapada con una cortina burda de saco, no había nadie en la calle, todo estaba en silencio.
  • 89. 88 Me asomé retirando la cortina y vi a dos ancianas sentadas cada una de ellas en una silla de esparto, una frente a la otra, justo en la entrada de la casa. Sus cabezas cubiertas con pañuelos negros, cabizbajas, parecía que rezaban. En ese momento pensé que no era un buen augurio, que habíamos llegado demasiado tarde. Una de las ancianas se levantó con cierta dificultad al vernos entrar, se acercó a mí con los ojos llorosos y sollozó. - Señor doctor, mi hijo Pedro y su familia están hace dos días en cama, los cuatro tienen mucha fiebre y sus cuerpos están cubiertos de costras rojas, algunas con pus, les hemos puesto paños de agua fría en la frente durante los dos días, pero la fiebre no baja. - Lléveme hasta ellos por favor y vigile que no entre nadie, hay que comprobar si puede ser contagioso. - De acuerdo doctor, sígame. Ambos fuimos tras la anciana mujer por un pasillo angosto y con una vela como única luz. Cada vez era más intenso el olor a estiércol, había una entrada al final del pasillo que daba directamente al establo y a la derecha una habitación de pocas dimensiones con un camastro a cada lado. Apagó la vela al entrar y quedó la luz de una lámpara de aceite encima de un gran baúl de madera que separaba los camastros. En el camastro de la izquierda habitación yacían dos personas adultas, un hombre y una mujer de mediana edad y en el de la derecha dos niños de unos ocho y diez años. Todos estaban tapados hasta el cuello y con compresas en la cabeza. Acerqué la luz al matrimonio y los destapé completamente, portaban sendos camisones de dormir y estaban todos mojados a causa del sudor, deliraban,
  • 90. 89 musitaban palabras que no logré comprender. Miré a Balsamo y le dije. - Compruebe la fiebre de Pedro, reconózcalo y déme un diagnóstico, a mi me parece más serio de lo que pensaba - dije abriendo el camisón y analizando las pústulas del hombre. - De acuerdo, acérqueme la luz por favor - contestó. Le puso una mano en la frente y con la otra agarró su muñeca para tomarle el pulso, seguía sudando copiosamente y no dejaba de delirar. Analizó su pecho abriéndole todo el camisón y me dijo. - Acérqueme el maletín por favor. Sacó un pequeño bisturí y puso su parte cortante en la llama de la lámpara, unos instantes después hizo un pequeño corte en una de las pústulas del pecho, una de las más grandes, y con un paño limpió la herida. Asustado se levantó mientras limpiaba el bisturí con el mismo paño. - El pulso está muy acelerado y la fiebre es muy alta. Todo ello, más el tipo de pústulas que envuelven su cuerpo me hace llegar a la conclusión de que estamos ante un caso avanzado de viruela. No tiene buen aspecto, he visto otros casos antes y no me cabe la menor duda a lo que nos enfrentamos. - Dígame señora, ¿cuántos días llevan así? - Pues mire señor, así en cama llevan dos días, pero ya se encontraban mal hace una semana y unos pequeños puntos rojos en la cara fue el comienzo de las fiebres. Primero cayó el niño pequeño y después su hermano, luego al día siguiente los padres. Hemos intentado hacerles bajar la fiebre con todos los remedios que conocemos, pero ha sido inútil.
  • 91. 90 - Vaya usted a la entrada señora y no deje pasar a nadie a esta habitación, puede ser peligroso, esta enfermedad es muy contagiosa. Si alguien le pregunta de que enfermaron no diga usted nada todavía, si decimos que es la viruela la gente se asustará y se los podrían llevar al sanatorio para quemarlos. La anciana se echó las manos a la cabeza, no dejaba de llorar y de santiguarse. Silenciosamente fue a la puerta como le ordené, donde la otra más anciana todavía seguía rezando. - Dígame señor Balsamo que podemos hacer por ellos. - Por ellos no podemos hacer nada, como usted ya sabe la viruela se cura si el organismo es capaz de bajar la infección, de lo contrario morirán o con un poco de suerte solo quedaran ciegos. No tiene cura conocida, intentaremos todos los métodos conocidos para que la fiebre remita y poco más. - Correcto, veo que conoce el tema, hace años estuve luchando contra una epidemia de esta enfermedad, en el pueblo de la provincia de donde soy nativo, con poco éxito, casi murieron todos los infectados, al fin pudimos aislar la epidemia. Cuente entonces lo que haría para remitir la calentura. - Supongo que las ancianas habrán utilizado todos los remedios caseros conocidos, pero por si acaso yo conozco un par de ellos que podemos utilizar. - Yo conozco alguno más – dije - creo que lo mejor será hacer las pruebas en cada individuo de la familia y ver como responden. - Señora, venga un momento por favor - dijo Balsamo reclamando la presencia de la abuela. La anciana se acercó con paso cansino y sin dejar de sollozar miró fijamente a Balsamo.
  • 92. 91 - Necesito que ponga usted a hervir agua en un caldero y leche en otro, tiene que traerme cebolla, azúcar y ajos, luego me avisará cuando lo tenga todo. - ¿Eso es todo? - le dije sorprendido. - Bueno en realidad también necesito jengibre y hojas de astrágalo, pero no creo que la señora tenga estas plantas. - Mire en el maletín - le dije sonriendo - ve usted como valía la pena cargar con tan pesado equipaje. Como sabía lo de la fiebre puse todos los remedios necesarios. Balsamo lo abrió y buscó entre las bolsitas de hierbas comprobando que estaba todo lo que precisaban. - Señora ahora necesito que introduzca en el caldero junto a la leche, las cebollas, el ajo y el azúcar, y con el agua estas hierbas que le entrego. - Ahora dígame usted señor Ainoza que remedios conoce. - Uno de ellos es - dije sacando un frasquito con unos pétalos de flores blancas parecidos a la amapola y otro con unas bayas arrugadas y secas - esta flor, se llama Bobinzana y este fruto Toe, los cuales han llegado a mis manos a través de mis contactos desde ultramar. Aunque aun no he podido probarlos en seres humanos, si que lo he hecho en pequeños animales con resultado satisfactorio. Están detallados en un cuaderno de mi padre como cura para las infecciones, baja la fiebre y limpia también la sangre. - Pongámonos en ello entones, ¿cómo se preparan? - Hay que molerlo todo en un mortero e ingerirlo disuelto en agua cada tres horas como máximo - entonces me volvió a preguntar. - ¿Y la otra posibilidad que nos queda?
  • 93. 92 - Esa es la más complicada, nunca se ha probado y necesitamos algunas cosas difíciles de encontrar. En ese momento apareció de nuevo la abuela y le dijo a mi compañero. - Señor los calderos llevan rato hirviendo con todo lo que me dijo. - Traiga un vaso de cada caldero, le daremos a Pedro la que contiene la cebolla y a su mujer la de las hierbas. Déselos a beber cada tres horas y ahora tenga estas flores y estos frutos y los machaca en un mortero, cuando estén reducidos a polvo lo disuelve en un cuenco con agua y hace lo mismo con su nieto mayor. - ¿Y el pequeño señor? - Esto se lo explicará luego el señor Pirria. - Ahora tenemos que irnos, volveremos pronto no se preocupe, debemos encontrar una vaquería con bastantes cabezas de ganado. Balsamo se quedó con cara de asombro al escucharme. Me miró sonriendo, no entendía nada y pensó que era una broma, lo cual no procedía en aquellos momentos. - ¿Vacas?, ¿qué tienen que ver estos animales con el asunto que nos concierne? Le miré yo también, pero la seriedad de mi rostro le hizo comprender que hablaba en serio. - Así es, lo ha oído bien, debemos encontrar unas vaquerizas urgentemente, tengo que encontrar una cosa. - ¿Pero, de que se trata? Fui en busca de la anciana para preguntarle, mientras el recogía todos los instrumentos del maletín. - Señora mientras volvemos haga lo que le diré. Siga usted con los paños fríos en la frente y no se olvide de darles las infusiones que mi compañero le recetó.
  • 94. 93 La anciana estaba muy preocupada y seguía llorando sin parar, mientras rezaba y no paraba de santiguarse. - Señor entonces, ¿nos contagiaremos todos? - No se preocupe, no pasará nada, usted haga solamente lo que se le ha dicho y todo irá bien. - Por cierto ¿Sabe si alguien ha tenido contacto con su familia aparte de usted y la señora de la entrada? La anciana murmuró con cara pensativa y rascándose la cabeza, su memoria no era muy buena. - En estos dos días que se encuentran en cama creo que no, pero anteriormente mi hijo aun no encontrándose bien siguió trabajando. - ¿Y dentro de la casa? - No recuerdo bien, pero creo que no entró nadie. Me acerqué hasta ella y le tomé la mano en señal de cariño para despedirme hasta que encontrara lo necesario para ayudarles. - Bajo ningún concepto debe dejar entrar a nadie, ni en la casa ni en el establo, si alguien le pregunta diga que es orden del médico, sin ninguna explicación más. La mujer cabizbaja asintió con la cabeza y se dirigió hacia la habitación. - Balsamo, debemos irnos rápidamente, las horas van pasando y el trabajo que aun nos queda es complicado. Nos fuimos a toda prisa atravesando a oscuras el pasillo de la casa hasta llegar a la puerta. - ¿No puede explicarme algo más de lo que vamos a buscar? - Se lo contaré por el camino, ahora debemos encontrar un medio de transporte para salir de la ciudad. Nos dirigimos al Barrio Judío, allí sería más fácil encontrar una calesa que nos trasladase con rapidez.
  • 95. 94 Balsamo seguía pensativo mientras caminábamos con paso acelerado. A lo lejos una calesa de un caballo estaba parada, aceleramos más nuestra marcha hasta llegar a ella. - Cochero, cochero - grité al acercarme. - Perdonen señores, me estaba quedando dormido y no les había visto, la noche está bastante tranquila y cuando no hay trabajo suelo echar una cabezadita. Subimos rápidamente al carruaje y cuando estábamos acomodados le pregunté al cochero. - Buenas noches, aunque le parezca extraño, necesitamos encontrar alguna hacienda con vacas en las afueras de la ciudad y si es posible con bastantes cabezas de ganado. El hombre se quedó un poco pensativo, le parecía raro que a esas horas de la noche alguien buscara vacas. - Soy el doctor Pirria, ya sé que es muy tarde, pero necesito encontrar una cosa que solo en estos lugares hay. - Perdón doctor no le había reconocido. Mi acompañante, nervioso espetó al cochero - Es muy urgente, piense por favor. - Conozco varias, pero les llevaré a la del “Cojo” que es amigo mío y bastante grande por cierto. - Emprendamos la marcha sin pérdida de tiempo cochero, iremos a conocer a su amigo. - Sus deseos son órdenes – dijo el cochero. El pequeño hombrecillo arreó a su caballo con la fusta y partimos raudo después de mis palabras, era pequeño y vestía pantalón y casaca negros y un sombrero coronaba su cabeza tan pequeña que casi cubría sus orejas. Balsamo no pudo aguantar más la tensión que le embargaba y volvió a insistir en sus preguntas. Su cabeza
  • 96. 95 hacía cábalas imaginarias para intentar comprender lo que pasaba. - Me tiene usted en ascuas, ¿Quiere explicarme de una vez que diablos tienen en común las vacas y la viruela? - Se lo voy a contar a grandes rasgos mientras llegamos, pero no me extenderé mucho sobre el tema, no tenemos tanto tiempo. - Le escucho atentamente. - En unos apuntes de mi progenitor que se hallan en la estantería y todavía usted no ha visto leí hace años una historia que trataba de una tribu africana la cual se dedicaba al pastoreo de ovejas y un tipo de ganado vacuno diferente al nuestro, pero que los proveía de leche. El alimento esencial de esta gente era la leche y la sangre de la vaca, la cual era ordeñada cada día y se le procedía a extraer una pequeña cantidad de sangre haciéndole un corte en el cuello con sumo cuidado, luego se le taponaba la herida con una masa hecha de plantas y barro. Mi compañero cada vez tenía más cara de extrañeza, nunca había oído lo que le estaba contando. - Es algo muy interesante, siga, se lo ruego. - Las mujeres eran las encargadas de ordeñar las vacas y por falta de higiene unas pústulas parecidas a las de la viruela surgían con el tiempo en las ubres de estos animales, las cuales muchas veces acababan infectando las manos de las que las ordeñaban. - Entonces, ¿es la viruela por decirle algo, africana?, ¿la contagian aquí también las vacas? - Eso todavía no se lo puedo contestar, aun es un enigma para mí, pero deje que termine con mi relato por favor.
  • 97. 96 Mi joven amigo me desesperaba con tantas preguntas, era muy impaciente y siempre tenía prisa por aprender las cosas. Pensé que con el tiempo y la edad ya aprendería la gran norma de un científico, la paciencia. - Esa enfermedad era llamada por sus aborígenes con un nombre extraño que ahora no recuerdo, pero mi padre la llamo viruela boba, por la facilidad con la que se contagia y se vuelve a curar. - Por lo que veo sí que tiene cura, pero la nuestra es diferente, sus síntomas son más extremos. - En efecto, pero la bacteria puede ser parecida a la que conocemos, nunca pude probarla, en los seis años que llevo en esta ciudad no me he encontrado con ningún caso, hasta el momento. - Cuénteme como se curaban los indígenas. - Reventaban las pústulas de las manos o de las ubres y guardaban la secreción unos días, hasta que se habían secado. Luego la mezclaban con la sangre de la vaca y se las hacían beber a las mujeres contagiadas. - ¿Así de simple? - comentó Balsamo extrañado. - La persona que tomaba esta mezcla nunca volvía a tener dicha enfermedad por raro que le parezca. Balsamo seguía sin entender como podríamos hacer nosotros lo mismo con la variedad de esta enfermedad. - Pero nosotros no podemos hacer lo mismo, si el paciente ingiere más bacterias morirá rápidamente. - Mi padre desarrolló la teoría de que esta mezcla hacía de antídoto en la sangre del paciente. Pero también es verdad que no hay notas de haber sido probada en sus experimentos. - ¿Su padre también estuvo en África? - No lo sé a ciencia cierta, no tengo datos suficientes para saberlo, pero los detalles con los que
  • 98. 97 identifica a estas tribus son demasiado extensos para haberlos escrito de oídas. Habíamos salido de la ciudad, íbamos trotando por un sendero de tierra y solo la luz de la luna alumbraba el camino. - Estamos en la obligación de probarlo, igualmente morirán si no hacemos nada, es el momento para poder experimentar lo que luego le enseñaré en los apuntes. - Estoy dispuesto a todo, pero piense que lo más normal que puede pasar es el efecto contrario, acelerando la crisis final de la enfermedad. Aun así, quien nos asegura encontrar lo que buscamos en esa vaquería. Viendo su perplejidad, lo animé para levantarle la moral un poco y que creyera más en mis estudios científicos. - No sea usted derrotista hombre, yo de joven he visto estos mismos síntomas en personas que ordeñaban las vacas en mi pueblo, eso demuestra mi teoría, ellos nunca le habían dado importancia a esas llagas de las manos porque curaban solas con el tiempo. - En todos los continentes debe existir dicha enfermedad, pero nunca nos habíamos fijado, yo me di cuenta al estudiar los cuadernos de mi padre. El coche aminoraba poco a poco el paso, a lo lejos se veían luces en lo que podía ser una casa a nuestra derecha. El olor intenso a estiércol confirmó lo que pensaba, eran las tres de la madrugada, aun quedaba tiempo para intentarlo. - Me hubiera gustado conocer a su padre, era una persona muy interesante por lo que me cuenta. - Cuando le preguntaba después de alguna de sus grandes ausencias donde había estado o porque tardaba meses en aparecer, el sonreía y contestaba, “solo el
  • 99. 98 tiempo pasado vive en nuestro presente” y que su espíritu de investigación vivía en todos los tiempos, tardé mucho en comprenderlo. - Estamos llegando señores, ven aquellas luces de mi derecha, es la hacienda de el Cojo, tienen surte este hombre duerme muy poco para vigilar a su ganado. Estábamos ante una gran casona y un cercado oscuro, solo las luces de las ventanas se reflejaban en pleno valle. Salía humo de la chimenea cuando el ladrido de unos perros rompió el silencio. Me dispuse para apearme del carruaje, dando un salto desde el último escalón cuando el cochero me preguntó. - Señores, ¿quieren que les espere?, el camino de vuelta es muy largo para hacerlo a pie. - Sí, se lo ruego - le contesté – con las prisas no me había acordado de decírselo. - No tiene importancia doctor. Golpeé la puerta con los nudillos repetidamente hasta que se oyó una voz ronca dentro de la casa. - Va, va, ¿quién vive? - Soy el doctor Pirria, vengo de la ciudad, es muy importante que hable con usted de un asunto de vida o muerte. - ¿De qué?, ¿pasa algo? - Es sobre una enfermedad contagiosa que circula por Barcelona y tiene usted que ayudarnos. - ¿Cómo dice? El vaquero estaba muy reacio a abrir la puerta, la gente del campo no se fiaba de nadie. Precavida y asustadiza, más en plena noche, por miedo a los ladrones y forajidos que mataban o robaban su ganado. En ese momento el conductor de nuestra calesa se ofreció a hablar con él.
  • 100. 99 - Cojo abre la puerta, soy Agustín el cochero de Barcelona, abre por favor son gente de bien y los he traído yo hasta aquí. La puerta se abrió lentamente, tras ella apareció un hombre muy obeso y bajito, llevaba en su brazo derecho una muleta y en el izquierdo un candil, le faltaba la pierna derecha a la altura de la rodilla. Con voz muy ronca y apestando a vino nos invitó a pasar dentro de la casa a los tres con su brazo extendido indicando su conformidad. - Perdonen señores, pero no saben que tipo de gente anda de noche por estos lugares. - Gracias señor, ¿cómo se llama usted? - Me llamo José, pero todos me conocen por el Cojo. - Permítame que le haga unas preguntas José, es de vital importancia que nos ayude en todo lo que pueda. - Pasen dentro señores y les pondré un poco de vino mientras hablamos. Nos acompañó dentro de la estancia y nos invitó a sentarnos en la mesa mientras iba a buscar una jarra de vino. Un fuego con una gran chimenea alumbraba la estancia desde la esquina y un par de lámparas de aceite como única ayuda. Grandes manojos de maíz y otros alimentos secos colgaban de las vigas de madera del techo. Muebles muy viejos y gastados de madera sin pintar y varios cestos llenos de fruta y hortalizas se hallaban en fila contra la pared, también decorada con instrumentos de labranza. - Es un buen hombre, les ayudará - dijo el cochero con cara de pillo. - Eso espero - le contesté - de no ser así tendremos que buscar otra vaqueriza que lo haga.
  • 101. 100 Apareció de pronto saliendo de una habitación contigua el tal José, portando en la mano izquierda una jarra de vino y la puso en la mesa, luego se acerco a la alacena y también trajo cuatro vasos, se sentó frente a nosotros y apoyó la muleta tras la silla de burdo esparto. - Sírvanse ustedes mismos señores, están en su casa, y díganme ¿en qué les puedo ayudar? - Es urgente, debemos de comprobar si alguna de las personas que viven o trabajan en esta casa y se encargan de ordeñar a las vacas tienen algunas heridas o llagas en las manos, en el caso de que no fuera así también me serviría comprobar si alguna de sus vacas tiene pústulas en las ubres. - Pues mire, a mis tres hijas, que son las encargadas de estas labores, a veces en invierno sí que se le llenaban las manos de granos rojos con pus, pero sanan pasado el tiempo, en verano nunca les han salido. - En estos momentos - interrumpió Balsamo - ¿ninguna de ellas tiene las señales que le explica el doctor? Mientras apuraban sus vasos de vino, el cochero escuchaba perplejo toda la conversación, la paciencia de Balsamo era poca y su intranquilidad le hacía intervenir acalorado en la conversación. - Déjeme a mí que me entienda con José, no se ponga nervioso - le dije mientras me dirigía al vaquero. - Piense por favor es muy importante. - Creo que Aurora, mi hija pequeña, tiene ahora algo en las manos, su madre me lo comentó hace unos días. Me puse serio de pronto, necesitaba ver a esa niña para comprobar que la suerte estaba con nosotros. - Estamos tratando una enfermedad que se llama viruela, está a punto de matar a una familia entera en la
  • 102. 101 ciudad y creo que si pudiera enseñarme las manos de su hija Aurora podríamos tratar de curarlos. José pensativo se rasco la barbilla y llenándose otra copa de vino nos contestó después de beberla. - No sé que tiene que ver una cosa con la otra, pero si Agustín asegura que son médicos no pasa nada porque reconozcan las manos de mi hija, el único problema es que duerme, mañana debe levantarse temprano. - Es muy urgente, le rogaría que la despertara, no podemos esperar hasta mañana, compréndalo. - Bueno, sea - contestó el Cojo con aspecto de resignación, mientras se acercaba a una escalera tras la mesa que daba al piso superior donde dormían las personas de la casa. Sin subir más que un peldaño, se agarró a la escalera y gritó. - Luisa, mujer, despierta a la pequeña y que baje deprisa, un médico de la ciudad quiere verla. La mujer contestó también chillando, por unos momentos pensé que al final despertarían a todos. - Pero José, es muy tarde a la niña apenas le quedan dos horas para dormir, que vuelva mañana. - Luisa hazme caso o subiré yo por ella. - Solo será un momento señores, bajará rápidamente. José, seguía bebiendo vino y cada vez que llenaba su vaso nos ofrecía a nosotros también. - No, gracias no queremos beber más - le contesté. Luego miré hacia Agustín, el cochero y le susurré en voz baja. - Amigo Agustín, le agradecería que no contase nada de lo oído y visto esta noche aquí. Sería terrible que en la ciudad pensaran que esto es una epidemia y cundiera el pánico. Prométamelo.
  • 103. 102 - Se lo prometo doctor, seré una tumba. Por la escalera se oyeron pasos al crujir la madera. Luisa la mujer del Cojo bajaba lentamente hasta llegar a nosotros. Llevaba un vestido muy pobre con delantal y cofia en la cabeza. - Buenas noches señores - dijo con voz de estar aun dormida, mientras se acercaba al fuego para atizarlo. Al momento se volvieron a escuchar los pasos de otra persona en la escalera, era la niña, aunque la luz de la estancia era escasa en esa zona comprobé que su cuerpo era menudo. Diez o doce años a lo sumo, llevaba el pelo recogido con un lazo y una bata hasta sus pies descalzos. - Mándeme usted padre. - Aurora ven aquí, el señor doctor tiene que mirar una cosa de tus manos. Era una niña muy guapa, con semblante muy serio y la cabeza gacha. Sus mejillas sonrosadas revelaban su vida en el campo, aunque parecía bien educada. - Mira hija, estos señores son médicos, no te van a hacer daño, no te preocupes solo quieren preguntarte una cosa de tus manos. - Pero padre, si lo que tengo siempre lo cura madre. - Si, ya lo sé, pero estos señores me están diciendo que puede ser algo malo, enséñaselas para que las vean. La niña alargó los brazos dirigiéndolos hacia mí, supongo que al ver mi vestimenta y mi edad pensó que era el médico más listo de los tres. Tomé sus manos entre las mías y las dirigí hacia la mesa donde había más luz para poder observarlas detenidamente.
  • 104. 103 - Siéntate Aurora, no tengas miedo, me llamo Francisco, déjame ver lo que tienes ahí. Acerqué el candil hacia nosotros y observé de cerca las manos de la pequeña, pude comprobar que eran pústulas con pus que estaban casi curando por lo resecas que estaban. Miré a Balsamo, hacía rato que estaba callado después de mi reprimenda. Balsamo asintió con la cabeza mirándome fijamente, desplacé la mirada hacia José y le dije en tono suplicante. - Tengo que pedirle dos favores, le rogaría accediera a dejarme tomar unas muestras de estas pupas de su hija, los necesito para hacer unas pruebas y poder salvar a una familia de una muerte segura. También necesito un recipiente con suero de vaca, en el caso de que prepare usted queso en su granja el líquido sobrante sería perfecto. - No hay ningún problema señor doctor, si piensa que puede servir para curar a alguien, a lo mejor también podría servir para que mis niñas no vuelvan a tener ese mal en las manos. - Cuando haya terminado de preparar esta medicación, si los resultados son satisfactorios, prometo volver y solucionar el problema de sus hijas. Nos miramos todos en silencio, mientras el dueño de la casa se dirigió hacia la puerta para ir a buscar lo que le había pedido. En el establo que estaba al lado de la casa tenía los toneles de leche, con los que preparaba el queso. Mientras en la casa, la niña sentada a la mesa tenía un poco de miedo, nunca le había visitado un médico, era nuevo para ella, estaba asustada pues jamás había enfermado.
  • 105. 104 - Tenga el maletín y proceda usted mismo a la extracción señor Balsamo, en el encontrará todo lo necesario. Sacó un paño blanco y limpio del maletín y lo extendió sobre la mesa como si fuera un mantel, realmente era para intentar que la niña no se infectara de tanta suciedad que flotaba en el ambiente. - Pon las manos sobre el lienzo con las palmas hacia abajo, no tengas miedo, seguro que no sentirás ningún dolor - le dijo Balsamo esbozando una gran sonrisa en su cara para tranquilizar a la pequeña. Escogió uno de los varios bisturís que había en el maletín, sacó un frasco con alcohol, retiró el tapón e introdujo el bisturí en él. Seguidamente colocó la parte cortante sobre una vela ardiendo hasta consumirse el alcohol para desinfectarlo. Yo saqué también una pequeña probeta con tapón de corcho, la cual serviría para guardar la secreción de las pústulas, y me acerqué a ellos para comprobar como mi compañero procedía a la extracción. Colocó el bisturí sobre el paño de la mesa para que se enfriase, se lavó las manos en una jofaina que le entregó la dueña de la casa. Recogiendo varios trozos de algodón de otro envase procedió a impregnarlos con alcohol y limpiar con ellos las manos de la niña, restregando suavemente toda la superficie. - Escuece un poco señor - dijo Aurora apartando las manos repentinamente. - Pasará enseguida - dijo Balsamo volviendo a tomar sus manos y poniéndolas sobre la mesa. -¡Ah! – chilló la niña al volverle a frotar las manos con el algodón. - ¿Verdad que no hace daño?, ahora mira para el otro lado que voy a curarte estas pupas. Tranquila no
  • 106. 105 sentirás dolor, yo sé que eres una muchacha muy valiente, ¿verdad? - Si doctor, lo intento. Balsamo procedió con mucho cuidado a ejecutar cortes muy leves en varias pústulas con la punta cortante de su pequeño utensilio, en la parte central, donde contenía la infección. - Acérquese con la probeta señor Pirria y depositaré todo este material en ella. Sosteniendo el recipiente con una mano y en la otra un pequeño palito plano de madera fui apretando y vaciando las llagas, depositándolo con la punta del palito dentro de la probeta. Una vez puesto el tapón en ella, la guardé dentro de mi maletín de consulta. Balsamo limpió todo el material con que se había trabajado y lo guardó. Impregnó de alcohol ambos lados del tapete donde tenía las manos puesta Aurora y le dijo. - Ves como no duele, ¿verdad que ha sido más fácil de lo que pensabas? - He pasado miedo, pero lo cierto es que casi no me ha dolido, ¿ahora curaran mis manos con lo que me ha hecho? - Dentro de unos días vendremos a verte y si no se han curado lo volveremos a intentar. Ahora tu madre doblará sobre tus manos el trapo de la mesa y volverá a escocerte un poco, pero debes aguantarlo un rato así. - Señor José, le recomiendo que no deje a su pequeña ordeñar ninguna vaca hasta que hayan secado todas las heridas de su mano, de lo contrario volverá a infectarse. Fue la recomendación que le hice al vaquero, mientras Balsamo recogía todos nuestros enseres para irnos. El Cojo había llegado momentos antes portando en
  • 107. 106 su mano el suero, en un recipiente a modo de jarra, desde el establo. - Un vasito de vino señores, dijo José, el camino de vuelta es muy largo y esto anima el cuerpo. Agustín asintió, nosotros se lo agradecimos pero no era el momento de beber, nuestras mentes debían estar muy despejadas. Aun quedaba mucha noche por delante. Debíamos despedirnos, tenía lo que necesitaba y mucha prisa por irme. Traté de no ser descortés con los que nos habían ayudado, pero me levanté de mi silla para que se dieran cuenta de que se nos hacía tarde. - Muchas gracias por todo José, no se puede imaginar el gran favor que nos ha hecho, pero debemos partir con premura, todavía falta mucho y solo hemos empezado. Saludé a la señora y a la niña mientras nos encaminábamos hacia la puerta a grandes pasos. Balsamo tuvo un gesto de cariño con la muchacha tocándole la barbilla y sonriendo. - Continua así de valiente, y haz caso del doctor y de lo que digan tus padres, volveremos a vernos pronto Aurora. Subimos al carruaje y le dije al cochero la dirección de mi casa. Se despidió con la mano desde su asiento mientras José lo hacía también desde la entrada de la puerta de su casa. - Arre, arre, gritó Agustín, ¡corre caballo! - Ahora cuénteme exactamente como prepararemos todo lo que llevamos al laboratorio. ¿Haremos un bebedizo?, según me contó usted dichos indígenas los hacían beber junto a la sangre del animal. Con mi cabeza ladeándola a ambos lados y el ceño fruncido le di a entender que no podía ser de esa manera.
  • 108. 107 - Me temo que no, pienso que no sería conveniente, pues aunque surtiera efecto posiblemente tardaría en curar. Pedro y su familia ya están en la última fase de la enfermedad y hay que agilizar. - ¿Entonces? cuénteme como - balbuceó Balsamo al no entender nada. - Debemos inocularlo directamente en la sangre. - ¿Sangre, leche, pus por la venas?, cada vez entiendo menos lo que está pensando, explíquese por favor. - Tenemos el suero de la leche de vaca, el cual tiene las suficientes propiedades para no espesar y tiene todas las proteínas de la sangre, espere a llegar y le contaré el resto de lo que vamos a probar. Transcurrida más de media hora la calesa entraba en la ciudad, aun faltaba un buen rato para amanecer, las calles seguían vacías y pronto llegaríamos a casa. Mi amigo seguía con la cara preocupada y dándole vueltas a la cabeza para resolver el problema que le había planteado. Por fin entramos en la calle donde estaba mi morada, me incorporé hacia delante y tocando el hombro del conductor le expliqué. - Agustín, déjenos por favor en esa esquina oscura, prefiero llegar a pie, cuanta menos gente nos vea mejor, usted siga camino de esa calle a la derecha. Frenó de golpe estirando de las riendas hacia él, las ató en la barandilla que rodeaba su asiento y bajó para abrirnos la portezuela. - Ya pueden apearse señores, si necesitan ustedes algo de mi más adelante pregunten a cualquier cochero, les dirán donde encontrarme. - Gracias Agustín
  • 109. 108 Introduje mi mano en el bolsillo derecho de la túnica y saqué una bolsa con monedas, una vez abierta le entregué cuatro al cochero, miré mi reloj para ver la hora. El cochero miró las monedas que tenía en la palma de su mano y se dirigió a mí con cara de extrañeza. - Esto es demasiado, señor. - No se preocupe amigo Agustín, es por la paciencia y la ayuda que nos ha prestado, se lo merece. - Gracias doctor, dijo mientras se alejaba calle abajo en la dirección que le había indicado. Entramos en casa, debíamos de darnos prisa antes que amaneciera no debían vernos entrar y salir tantas veces de casa del herrero, la gente podía empezar a sospechar algo y si morían tendríamos que explicar muchas cosas a las autoridades y yo no estaba dispuesto a permitirlo de ninguna manera. Todo lo que tenía planeado podría irse al traste y todos mis esfuerzos y estudios serían inútiles. Crucé el umbral de la puerta delante de Balsamo, las luces de los fanales cada vez eran más tenues y por suerte no se divisaba nadie por la calle, entré y cerré la puerta, Balsamo se adelantó y abrió con la llave que le había entregado. - Permítame que abra la puerta del laboratorio, pero mientras explíqueme alguna cosa más del asunto. - Prenda fuego al quemador del alambique y ponga alcohol hasta que coja temperatura, yo mientras buscaré mi jeringa en el baúl para desinfectarla. Balsamo obedeciendo mis ordenes comenzó con los preparativos. Saqué de mi maletín también la jarra del suero que tan amablemente me habían dado los campesinos y me acerqué a la mesa de trabajo con las dos cosas.
  • 110. 109 Abrí el paquete donde guardaba el artilugio mencionado y se lo enseñé a mi amigo, media docena de plumas de ave, de alas de gaviota para ser exacto, todas ellas sin pelo alguno, solo el cañón de estas servía como inyección por la parte acabada en punta y hueca como las de todas las aves. Al lado de ellas un odre redondo y pequeño como un puño y de forma redondeada, achatada por falta de aire en su interior y abierta por un lado con un agujero diminuto, no más grande que la parte gruesa del cañón de la pluma. Era un aparato de inyección que copié en un viaje a Paris por asuntos médicos que no vienen al caso. - Había visto alguno de ellos en Inglaterra, pero no lo he utilizado nunca, ¿Lo hizo usted o lo encargo a algún artesano? - Es de fabricación propia, ya tiene algunos años de servicio pero funciona perfectamente. Introduje una pluma y mi jeringa en una jofaina con el alcohol que había calentado Balsamo. Debía desinfectar el aparato antes de usarlo. Aparté la pluma rápidamente para que no se deformara por el calor y dejé un rato el odre hecho de vejiga de vaca. Me acerqué al maletín y me dispuse a coger el recipiente que contenía el pus de la niña. - En el alambique que ha calentado el alcohol, debemos introducir un poco de suero con el resultado de la infección. Servirá para matar todos los efluvios que hay en este líquido y también las del pus. El preparado ya hervía, Balsamo lo retiró del fuego mientras yo sacaba la parte de jeringa que aun estaba en remojo. Con paciencia y delicadeza fuimos llenando varios frascos con el líquido resultante de la cocción y tapando rápidamente con corchos para que no
  • 111. 110 entrase ni una sola mota de polvo ni parásitos que en la habitación se hallaran. Recogí todo lo necesario y lo introduje en mi maletín, por enésima vez miré mi reloj para saber la hora, algo más de las cinco y media. Nervioso puse la mano en la espalda de mi ayudante y lo empujé hacia la puerta. - Vamos a casa de Pedro lo más rápido posible, por el camino ya se enfriará el líquido de los frasquitos. Casi corriendo salimos de casa sin descanso alguno y sin tiempo para hablar. Vimos al fanalero mientras apagaba sus luces y poco más, todavía no empezaba a clarear pero estaba a punto de hacerlo. Una brisa fresca que venia del mar inundó mis sentidos, era mi olor preferido. Al llegar a la puerta de la casa del herrero me paré de golpe y abrí lentamente la cortina para mirar quien había allí. En la entrada estaban las dos ancianas dormitando en sus sillas, era muy tarde y sus cuerpos demasiado viejos no habían aguantado toda la noche. Agarré del brazo con delicadeza para no sobresaltar a la madre del enfermo y despertó de golpe asustada. - No se asuste señora soy yo, el doctor, ya estamos aquí de nuevo. Cuénteme como ha ido todo en nuestra ausencia. - Todo sigue igual señor, sigue la fiebre muy alta, hace un rato les cambié las compresas y les di a beber sus infusiones pero no han mejorado. - Balsamo haga el favor de comprobar el pulso y la fiebre de los enfermos, yo voy a preparar lo demás. El hedor cada vez era más agudo en la habitación, mientras reconocía a los padres comprobé que mi aprendiz sacaba un pañuelo de su bolsillo y lo colocaba sobre su boca para no respirar el olor tan desagradable
  • 112. 111 que flotaba en el ambiente. Continuó uno por uno su tarea mirándome cariacontecido y me susurró. - El matrimonio está peor, parece que están en el brete final de la enfermedad, el pulso es muy débil y Pedro ha perdido el conocimiento, en cambio el niño mayor tiene menos fiebre, ya no arde su frente como antes. Veo que las plantas que tomó han surtido efecto. - ¿Y el pequeño? - pregunté - El menor está más o menos como los padres, tenemos que hacer algo rápido o los perderemos. - No podemos inocularlos a todos, si algo fallara, si no estuviéramos en lo cierto morirían los cuatro. Probaremos en el pequeño, veremos como evoluciona el mayor y si todo funciona bien y los padres aguantan veinticuatro horas lo haremos a todos. Monté mi aparato para inocular sujetando una vez introducido el cañón en la perilla con un cordel para apretarlo y me dispuse para absorber el líquido de una de mis probetas con la seringa mientras conversaba con Balsamo. - Como yo estoy seguro de mis convicciones, y creo que las suyas son iguales o parecidas no voy a pedir a Dios que nos ayude, pues somos científicos y sabemos que solo los hombre son capaces de buscar y encontrar su destino. Balsamo sonrió y acercó su mano para estrecharla con la mía, dando a entender que estábamos de acuerdo en demasiadas cosas. Subí la manga del brazo derecho del niño y lo extendí sobre el lecho, estaba inerte, sin sentido y le enseñé a Balsamo el funcionamiento de dicho aparato. - Primero se van haciendo pliegues en la perilla hasta que salga el líquido por la punta del cañón de la pluma y aguantaremos esta posición para que no pueda
  • 113. 112 penetrar el aire dentro de ella, sería mortal si ocurriera. Ahora coja usted la punta de la pluma e insértela en la vena del brazo, solo un centímetro. - ¿No sería mejor que lo hiciera usted?, yo no lo he hecho nunca, no tengo experiencia. - Lo hará bien, no se preocupe, confío en sus cualidades y alguna vez tendrá que ser la primera. Insertó con mucho cuidado la punta en la vena, brotó un poco de sangre, levantó la cabeza y me miró. -Siga, siga, tiene que entrar un poco más, recuerde un centímetro más o menos. - Ya puede empezar cuando quiera, esto ya esta. - Mientras introducimos el suero en la sangre procure apretar el brazo del niño a la altura de la axila para cortar el flujo sanguíneo y no ponga esa cara de asustado, es usted médico ¿no? Comencé a replegar la perilla poco a poco hasta que ya no daba más de si y retiré la pluma del brazo colocando el dedo sobre la herida para que no perdiera más sangre. - Hemos acabado, póngale un vendaje en la herida cuando saque mi dedo y dóblele el brazo colocándolo encima del pecho. La suerte estaba echada, podría ocurrir cualquier cosa, pero lo importante es que se tenía que intentar para probar si el resultado podía ayudar a las generaciones venideras, en todo caso si no lo hubiéramos hecho nosotros tarde o temprano se hubiera desarrollado una cura para esta enfermedad. Guardé todo el material y me dispuse a salir de la estancia, el cansancio de mis huesos cada vez era más latente, el sueño y el mal olor asfixiaban a cualquier ser humano, incluso Balsamo tenía unas ojeras considerables, pero no se quejaba.
  • 114. 113 - Volvamos a casa - dije al abrir la cortina de la entrada y comprobando que la claridad del día era ya manifiesta - de momento no podemos hacer nada más aquí. La anciana se acercó a la puerta y entre sollozos dijo con la voz entrecortada. - ¿Que va a pasar doctor, cree que sanaran? - No lo sé aun, vaya dándole a los mayores el preparado que le dio el otro doctor y compruebe la fiebre constantemente, si hay alguna novedad estaremos en mi casa descansando, no dude en llamarnos. - Así lo haré señor. - Puede avisarme a través de mi ama, Braulia, si no recibo noticias volveré mañana al anochecer. Nos fuimos caminando hacia casa, lenta y pausadamente, no teníamos ganas de hablar, la noche había sido muy dura y larga, los habitantes salían de sus casas dispuestos a empezar otra dura jornada, mientras nosotros no hallábamos la manera de que nuestra vida fuera tan simple como las suyas. Dentro ya de casa encendí una lámpara y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo caímos de golpe sentados en nuestras respectivas sillas. - Estoy cansado pero a la vez nervioso, son demasiadas experiencias para mi en un solo día, si me lo permite me retiraré a descansar un poco, usted debería hacer lo mismo, a su edad no sé como puede estar tanto tiempo sin comer ni dormir. - Creo que será lo mejor, yo también estoy exhausto y sin fuerzas, será mejor dormir un rato, luego ya podrá seguir leyendo los cuadernos, sé que no podré dormir, pero por lo menos intentaré descansar. Cada uno de nosotros se levantó en silencio de su silla y desapareció en cada una de sus habitaciones. Tuve
  • 115. 114 que cerrar las ventanas ya que entraba luz de la calle, mis ojos cansados estaban demasiado acostumbrados a la noche y la claridad los cegaba. Unos golpes en mi puerta desviaron mi pensamiento, era Balsamo que tras ella me decía. - No me deje dormir mucho tiempo, no quisiera perder todo el día durmiendo cuando tengo tanto que hacer. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Me recosté boca arriba sobre la cama y apagué la vela de la mesilla, cerré los ojos e intenté dormir, no era tan fácil. Aunque estaba agotado muchas cosas daban vueltas en mi cabeza, sobre todo lo que había pasado en estos tres días con Ainoza, tenía en mis manos miles de fórmulas nuevas para curar enfermedades, pero no era esa la pesadumbre más importante que rondaba mi mente, sino que era la que guardaba en secreto el viejo Ainoza. Yo todavía no sabía cual podía ser, pero estaba seguro que era algo tan importante, incluso para él, que no se atrevía a desvelarlo a cualquiera, todavía no tenía la suficiente confianza en mi o me estaba poniendo a prueba para saber hasta donde podía llegar. Algo muy misterioso flotaba en el ambiente, no podía comprender porque me había llamado a Londres para que viniera, ¿qué era lo que no podía hacer solo?, ¿qué viaje era este tan extraño que no podía explicar todavía?, ¿por qué tantos manuscritos egipcios? Poco a poco mis preguntas se fueron desvaneciendo en mi
  • 116. 115 cerebro, el sueño pudo más que mi impaciencia y caí dormido. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Mientras en la otra habitación, sentado en la cama pensaba lo que había pasado esa noche. Como siempre no valía la pena acostarse e intentar dormir, hacía tiempo que no podía conciliar el sueño, mis preocupaciones por acabar de descifrar el secreto de mi padre no me dejaban vivir, ¿qué poder oculto encerraba cada uno de sus viajes? Mis preguntas no encontraban la respuesta adecuada, debía aleccionar a Balsamo para poder conseguirlo. Una vez acabada la tarea del aprendizaje de mi joven amigo, el cual utilicé para sumergirlo en mi enmarañada red, dándole toda la información en cuentagotas y haciéndole descubrir todo un mundo nuevo de formas de curación desconocidas para él y para la mayoría de personas doctas en el oficio, lo tendría a mis pies y dispuesto para ayudarme a descifrar todo lo que buscaba. Sabía de la inteligencia de este hombre, su mente ágil y ávida de sabiduría acabaría con mis secretos y con el de mi padre, y esto es lo que yo buscaba, pero debía tener cuidado, era un arma de doble filo pues quién me aseguraba a mi que no acabaría robándolo. Estuve horas con mis pensamientos, para mantenerme despierto tomaba a veces un preparado llamado Laudano, que aliviaba los dolores y quitaba el sueño. A veces lo utilizaba también en mis pacientes para aliviar algunos síntomas de sus enfermedades, dicho
  • 117. 116 bebedizo fue desarrollado hace doscientos años por el gran alquimista, astrólogo y médico suizo Paracelso y estaba compuesto de vino blanco dulce, azafrán, canela y sustancias del opio. Nunca dije a nadie que lo tomaba, era uno de mis secretos. Horas más tarde me incorporé de la cama al oír ruido de ollas y perolas en el salón, refresqué mi cara en el agua de la jofaina y volví a desinfectarme las manos con alcohol por seguridad, anoche no lo había hecho, no era cuestión por aquel olvido de infectar a nadie. Abrí mi puerta y me dirigí al salón, era Braulia que trabajaba en la cocina. - Buenos días doctor. - Buenos días Braulia - dije con voz bucólica. - ¿Ha dormido usted bien? - La verdad es que casi no he podido conciliar el sueño, llegamos muy tarde de casa de Pedro el herrero. ¿Qué hora es? - Son las diez señor, ¿cómo esta la familia de Pedro?, me ha dicho su madre esta mañana al pasar por allí y preguntar por ellos que aun tienen fiebre y que usted ha dicho que no se puede entrar a verles. Compungido y sin ánimo de que me preguntara más cosas sobre el asunto procuré ser ambiguo en mi contestación. - No se encuentran nada bien, la fiebre no remite, estuve haciendo las curas y les receté algunas medicinas pero no pinta nada bien. - ¿Sabe usted ya que enfermedad tienen? - De momento no hemos podido averiguarlo. Le dejé dicho a la anciana que si había alguna novedad se pusiera en contacto conmigo y si no me encontraba se lo dijera a usted, luego ya me lo comunicaría.
  • 118. 117 Braulia siempre dispuesta para hacer favores a cualquier persona que se lo pidiera, mujer de grandes principios y lealtad. - Si quiere doctor, cuando termine mi tarea aquí pasaré a preguntar como se encuentran y les llevaré unas tazas de caldo. - Lléveles el caldo si quiere, pero no se preocupe si pasa algo importante ya le avisaran, de momento déjeles descansar. - De acuerdo, ¿por cierto, donde está el señor Balsamo? - Es verdad - me había olvidado completamente de él - Está en la habitación durmiendo, prepare por favor el desayuno mientras voy a despertarle. Me dirigí hacia la habitación donde descansaba mi compañero, seguro que aun dormía, no estaba acostumbrado a tanto ajetreo. Golpeé la puerta suavemente. - Señor Balsamo, es hora de levantarse, salga y comeremos alguna cosa. Balsamo abrió los ojos tras escuchar mi llamada y soltó un resoplido, aun tenía sueño y estaba cansado igual que cuando se acostó. Hizo de tripas corazón y se incorporó lentamente en la cama, se atusó el cabello, recogiendo y arreglando su coleta y abrió la puerta. - Buenos días. - Tiene usted mala cara ¿cómo ha dormido? - Como un niño, pero me ha sabido a poco, ¿y usted? - Mejor no se lo cuento, ya sabe que me cuesta conciliar el sueño, pero no se preocupe, estoy bien. - Me arreglo un poco y salgo enseguida.
  • 119. 118 Salió un momento fuera y se dirigió a la letrina, mientras Braulia ya tenía preparado el desayuno, leche y pan que había traído recién hecho como solía hacer todas las mañanas. Nos sentamos a la mesa y comimos en silencio, teníamos bastante claro que no debíamos comentar nada de lo ocurrido estando Braulia por allí haciendo sus quehaceres. Balsamo estaba acabando su pitanza cuando decidió romper el silencio para preguntarme. - ¿Cuál es el plan de trabajo para hoy? - Usted siga leyendo los cuadernos, yo tengo que intentar hacer vida normal. Llevo dos días sin aparecer por mis lugares habituales de consulta para saber si hay alguien que necesita mis servicios. - ¿Pero, podré acompañarle en alguna ocasión a sus visitas diurnas?, quiero conocer bien la ciudad y sus barrios más elegantes. - No es conveniente que la gente pregunte cosas, no debemos responder de algunos asuntos y le aseguro que ese tipo de personas preguntan mucho, se mueven en un círculo demasiado peligroso para nosotros, conocen a gente importante, oficiales, clérigos y de más alto rango. Ya sabe usted que no me puedo permitir el lujo de que investiguen nada sobre ninguno de los dos. Debíamos ser muy cuidadosos, cualquier fallo podía acabar con nuestras investigaciones. - Tiene usted razón, con su permiso me retiro a mis quehaceres, ¿cierro por dentro o tiene que entrar para recoger algo? - Voy a entrar yo también, tengo que preparar el maletín para mis visitas y se halla todo dentro.
  • 120. 119 Preparé todas mis cosas mientras mi compañero hincaba los codos en la mesa del laboratorio leyendo los cuadernos. Me despedí al marcharme. - Volveré antes de anochecer, prepare todo lo necesario para nuestra visita al herrero y por precaución, no salga solo a la calle. Me alejé con paso cansado por la calle dirección a la Plaza Real, mi método de trabajo era pasar por los cuarteles militares y por la Catedral, allí es donde dejaban dicho si había alguna persona enferma y su dirección para poder visitarles, todas mis visitas eran a domicilio. Mientras Balsamo devoraba cuaderno tras cuaderno, iba tomando apuntes sin parar, era todo tan nuevo para él, no quería que se olvidara nada, de vez en cuando observaba a lo lejos otros cuadernos y libros que se hallaban en la estantería pero no se atrevía a cogerlos, no quería que yo me diese cuenta y pudiese enfadarme, tenía miedo que le dejase fuera de esta aventura. El día transcurrió sin nada que reseñar, un par de curas por heridas leves y algún catarro sin importancia, mediada la tarde paré a comer algo en casa de un amigo, artesano del cuero y a veces colaborador en mis inventos. Después de un rato de charla decidí antes de que anocheciera dirigirme para casa, tenía la vista cansada y me dolía la cabeza. Al abrir la puerta vi que no había nadie en la sala, me acerqué a la puerta del laboratorio y golpeé con los nudillos. - ¿Esta usted ahí dentro, Balsamo?. Unos pasos interiores se escucharon entonces, el ruido de la llave girando y tras la puerta el rostro del estudiante.
  • 121. 120 - BUF, me ha asustado, estaba tan enfrascado en la lectura y los golpes en la puerta han roto el silencio sepulcral de la habitación, he perdido la noción del tiempo. - Tiene que tomarse un descanso de vez en cuando, si no le pasará como a mí, perderá vista y tendrá que ponerse lentes. - Lo sé, pero es tan interesante la lectura que no te das cuenta de nada de lo que pasa a tu alrededor. Me senté un rato en la silla, estaba cansado, pero tenía que seguir con mi tarea, esta noche podría ser crucial. - Está a punto de anochecer, si quiere tomar algún tentempié antes de que nos vayamos se lo agradecerá su cuerpo, pues la noche será larga, yo ya lo he hecho. - No tengo hambre, gracias de todas formas. Nos dispusimos para hacer todos los preparativos y recoger todo el material que Balsamo había dejado en la mesa. - Cuando usted quiera podemos irnos - dije recogiendo la cajita con la jeringa que había estado todo el día desinfectándose, mientras él tomo el pesado maletín. Salimos de casa con todos nuestros aperos de trabajo, enfilando calle arriba hacia nuestro destino, la cara de nerviosismo de mi compañero era lógica, tenía ganas de saber que resultado nos encontraríamos al llegar a casa de Pedro. Su juventud e inexperiencia eran el resultado de tal angustia, la que no le dejaba vivir y estaba haciendo que perdiera el apetito y las ganas de dormir. Me recordaba a mí en muchos aspectos.
  • 122. 121 Capítulo 6º LA VIRUELA Al llegar a casa de los enfermos aparté la cortina como siempre para entrar, pero esta vez la puerta estaba cerrada, era extraño y decidí llamar para que abrieran mientras miraba a mí alrededor. La primera vez no contestó nadie. Insistí de nuevo. Una anciana abrió la puerta, no era la madre de Pedro sino la que vivía con ellos y habíamos visto el día antes, nos dijo que pasáramos dentro y le pregunté. - Señora, ¿dónde está la madre de Pedro? - Está dentro con los enfermos, creo que dándoles su medicina, a mi no me deja entrar. Recorrimos otra vez el oscuro y pestilente pasillo hasta llegar a la habitación acompañados por la anciana que hacía de guía con una vela en las manos. Se quedó al final y nos hizo pasar a la habitación. - ¡Ufff¡ - dijo Balsamo - no soporto este hedor tan agudo, nunca me acostumbraré a estas cosas. Allí estaba la anciana madre de Pedro dándole de beber la infusión en un cuenco a la mujer del herrero, sobresaltada giró la cabeza mirando hacia la entrada para ver quien era.
  • 123. 122 - Por fin esta usted aquí - dijo al vernos. - No se asuste señora, ya hemos llegado, ¿dígame como han pasado el día todos y como están ahora? Se acercó apesadumbrada con paso muy cansado y sollozando sin parar se dispuso a explicar lo que había acontecido durante la jornada. - Mi hijo y su mujer están peor, desde esta tarde creo que han perdido el conocimiento, la fiebre sigue muy alta y a mediados de la tarde estaban muy agitados y diciendo cosas que no entendía. Los niños también han tenido mucha fiebre, ahora parece que no tanto, el pequeño hace unas horas que duerme tranquilamente. - Vaya usted Balsamo a mirar a los niños, yo comprobaré el estado de los mayores, tenga la lámpara. Efectivamente, comprobé el pulso del matrimonio y su fiebre, habían empeorado. Sus frentes ardían considerablemente y las pústulas cada vez eran más grandes y llenas de pus. El corazón latía lentamente en el hombre y su respiración era muy pausada, posiblemente estaban en la última fase de la enfermedad. Cada vez empezaba a ser más preocupante y peligroso. - Venga usted aquí señor Pirria. Me acerqué hasta el catre de los niños y vi que el pequeño había abierto los ojos, puse mi mano en su frente y con sorpresa y alivio noté que su calentura había bajado bastante y ya no sudaba. - ¿Cómo te llamas? - le dije sonriendo. - Álvaro señor, tengo mucha sed. - Déle agua, pero a pequeños sorbos y que se incorpore un poco para poder reconocerlo mejor. Balsamo me miró con ojos saltones y una gran sonrisa se esbozó en su rostro, parecía un novato en su primera consulta.
  • 124. 123 - Creo que el resultado del experimento ha tenido éxito, ¿no cree usted que lo hemos conseguido? - Hay que ser prudentes, pero pienso que los efectos de la inyección empiezan a funcionar, en las próximas horas veremos como evoluciona. ¿Y el hermano como se encuentra? - Ahora duerme, aun tiene fiebre, pero no tanta como ayer, las perspectivas son mejores, pero no ha evolucionado tan bien como el pequeño. - El preparado que se administró no lo curará, pero ahora sabemos que las hierbas que tomó por lo menos sirven y son efectivas para la fiebre, lo cual es un buen resultado, ahora debemos hacer algo más. - La idea entonces, es inyectar a los tres con la vacuna que hemos preparado, ¿verdad? - preguntó Balsamo. - Mire, por el niño mayor no hay que temer de momento, podemos seguir dándole el preparado mientras seguimos la evolución del hermano pequeño, pero los padres están en la fase más crítica de la enfermedad. Solo quedan dos soluciones, primero podemos intentar bajar la fiebre, cosa que dudo en el estado en que se encuentran. También podemos inyectarles el suero directamente, lo cual tampoco es seguro. No sabemos como pueden reaccionar al introducir la bacteria en la sangre tan infectada y en fase tan crítica. -¿Qué le parece a usted?, ¿qué haría en este caso? - pregunté a mi joven ayudante para que me diera su opinión. Balsamo estuvo unos segundos pensativo, se mesaba el cabello continuamente cuando una duda le embargaba. - El caso es que si mueren por la enfermedad o por la inoculación del preparado tiene una importancia
  • 125. 124 poco relevante en estos momentos, es difícil que se salven. Yo sería partidario de intentarlo, no tienen nada que perder. En conclusión la verdad es que estoy seguro de que les quedan pocas horas de vida. - Lógica solución, hagámoslo, no perdamos más tiempo, ya casi estamos a punto de perderlos. Preparé los inyectables y administremos una dosis un poco más grande que la del niño a cada uno de ellos. Lo hizo Balsamo bajo mi responsabilidad, primero a la mujer y luego a su marido. Lo realizó tan bien como si fuera un especialista, este muchacho aprendía rápido. Luego hablé con la anciana para darle unas recomendaciones a seguir cuando nos marcháramos. - Señora, deje al matrimonio destapado y no los pierda de vista en toda la noche, si lo que le hemos puesto no funciona ya no tendremos tiempo real para volverlo a intentar. Todo depende de lo que pase en las próximas horas. La anciana compungida seguía preguntando, asustada y cansada de lo que estaba sufriendo. - ¿Piensa usted que se salvarán? - Solo el tiempo lo dirá, nosotros hemos hecho todo lo humanamente posible, ahora queda ver como evolucionan los niños, ahí está la clave para la curación de esta terrible enfermedad. - Ahora quiero que, pase lo que pase esta noche, pregunte usted con disimulo a sus vecinos si saben de alguien más que esté enfermo y tenga fiebres altas. Dígales que estoy a punto de irme de viaje a Madrid y que antes me gustaría reconocerles en el caso de que los hubiera, así podremos saber si solo es un brote o por el contrario se pudiera convertir en epidemia. Sobre todo no comente nada de la enfermedad de su familia, dígales que están un poco mejor y nada más.
  • 126. 125 La anciana mujer asintió con la cabeza y tomó mi mano para besarla como agradecimiento por todo lo que hacíamos por ellos. En su cara se reflejaba lo que estaba padeciendo y las noches sin dormir hacían mella en un cuerpo tan castigado por la vida, siempre trabajando. - Quiero que vaya usted a comer algo y a dormir un poco, nosotros nos quedaremos aquí un rato para observar como evolucionan y no aceptaré un no por respuesta. Balsamo seguía tomando el pulso a los niños sentado en una silla junto al catre y anotaba en su cuaderno los síntomas que observaba. Me miró a los ojos y se volvió a mesar sus cabellos. - Este niño puede ser la clave de todo, ¿cuántas horas será necesario para que la fiebre remita del todo? - Quizás unas cuantas, quien sabe. Tiene que tener usted preparada otra dosis para el mayor y varias más para nosotros y las ancianas, no se sabe si también estaremos infectados. - En casa he dejado diez dosis preparadas y aquí en el maletín quedan cuatro más, espero que no nos encontremos frente a una epidemia. Cogí una silla de un rincón y me senté junto a mi joven amigo, reposé la cabeza contra la pared, estaba cansado, la falta de sueño me estaba matando poco a poco. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada, mi vida no podía seguir así o acabaría enfermo. De pronto me desperté sobresaltado, me había quedado dormido un rato, busqué toda la sala y no encontré a Balsamo, fui caminando hacia la puerta de entrada, aun era de noche. Balsamo paseaba por la calle arriba y abajo cerca de la puerta, estaba fumando en pipa y con sus manos atrás cogidas parecía cavilar.
  • 127. 126 - ¿He dormido mucho rato? - le pregunté. - Un par de horas, son las cuatro de la madrugada y me daba pena despertarlo, estaba tan profundamente dormido. - ¿Alguna novedad? - Acompáñeme y le enseñaré. Golpeó su pipa en la pared para vaciar el tabaco ya quemado y la guardó en el bolsillo interior del chaleco. - ¿No sabía que fumaba? - Hace meses que me propuse dejarlo pero hoy realmente me hacía falta, los nervios han podido conmigo. Entramos los dos en la estancia, las ancianas no estaban, habían ido a descansar como les había ordenado. Al fondo pude ver como en el catre del matrimonio solo había dos bultos completamente tapados, incluso la cabeza, tuve el presentimiento que en mi ausencia lo más trágico había podido pasar. - ¿No hemos llegado a tiempo verdad? - pregunté mirando hacia el catre. - Hace apenas media hora murió Pedro y justo antes de despertarse usted lo hizo la mujer, efectivamente creo que no llegamos a tiempo, la infección estaba demasiado avanzada. - ¿Y los niños? - El pequeño casi no tiene fiebre, como verá está despierto y hasta me ha pedido algo para comer. Su hermano evoluciona muy lentamente, las pústulas son muy grandes y abundantes, espero que no se enfade conmigo pero cuando murió su padre pensé que debía ponerle una dosis del suero antes de que fuese demasiado tarde, no pude esperar a que usted despertara.
  • 128. 127 - Bueno, es un poco precipitado pero seguramente yo hubiera hecho lo mismo ante la gravedad del caso. - ¿Saben algo los niños y las ancianas de la muerte del herrero y su mujer? - No, no saben nada, las señoras duermen hace rato y a los niños les he dicho que sus padres también están dormidos. - Mejor así, tenemos que pensar que hacemos, debemos llevar este asunto con mucho sigilo, no podemos dejar ningún cabo suelto, si las autoridades se enteran que corre la viruela o que nosotros hemos experimentado alguna cura oculta sería nuestro fin, no lo entenderían. - ¿Qué podemos hacer? - Pensemos, tenemos tiempo antes de que amanezca, tiene que haber alguna manera de solucionarlo. Salimos los dos a la calle y nos apoyamos en la pared de la casa. Balsamo encendió otra pipa más mientras yo cavilaba y me estrujaba los sesos para pensar lo que hacer. - Creo que tengo la solución - dije, mientras el humo de su pipa inundaba mi cara. - Despierte a la madre de Pedro, mientras yo preparo los cadáveres para hacerlos desaparecer. - Esta usted loco, ¿qué piensa hacer? - Haga lo que le digo, le contaré todos los detalles sobre la marcha, no tenemos tiempo que perder. Despertó a la anciana y la trajo ante mí en el umbral de la puerta. - Vamos todos al establo, por favor - les dije a ambos. - ¿Ocurre algo señor doctor? - dijo la anciana medio dormida.
  • 129. 128 - Señora, no hemos podido salvar a su hijo ni a su nuera, la enfermedad estaba muy avanzada. Rompió a llorar desconsolada, Balsamo le dio un abrazo recostando su cabeza cana y desaliñada en su pecho, mientras daba palmadas en su espalda. Esperamos unos momentos a que se rehiciera un poco para seguir explicando. - Sé que es muy duro para usted, pero tenemos que ser muy cautos para que los demás no sepan lo sucedido. Si alguien se entera y llega a oídos de las autoridades, se podrían llevar a los niños por infectados y no tendríamos ocasión de salvarles. Aunque nos duela tiene que hacer lo que le diga y ha de ser ahora. Nos miramos los tres, ella seguía llorando, el joven siciliano esperaba impaciente mis órdenes. Yo sabía que era una medida muy drástica la que se iba a emplear pero si queríamos salir airosos de este trance no había otra solución. - Balsamo, usted vaya a buscar a Agustín, el cochero que nos llevó a las afueras de la ciudad la otra noche y dígale que necesitamos su ayuda urgentemente. Usted señora venga conmigo, tenemos cosas que hacer. Balsamo se fue raudo y veloz a cumplir mis ordenes, no sin antes volverme a preguntar cual era la resolución tan extraña que se me había ocurrido. - Cuénteme por favor que medida ha pensado para solventar este suceso. - Cuando vuelva con Agustín se lo contaré todo, si lo hiciera uno por uno perderíamos mucho tiempo y no lo tenemos. Encendí el fuego del horno del herrero y a golpe de brazo apreté sin parar arriba y abajo el gran fuelle atizando con el aire hasta que la fragua estuvo al rojo
  • 130. 129 vivo. Tomé a la anciana por el hombro y tragando saliva tuve que decirle lo único que se podía hacer. - Tenemos que sacar a los niños de esa habitación, ¿dónde podemos llevarlos y acostarlos? - En mi habitación, la que comparto con mi comadre. - Se que es muy duro para usted, pero tiene que ser fuerte, piense en esos pobres niños huérfanos. Entre los dos trasladamos a los pequeños en brazos hasta la habitación de la abuela, los desnudamos y pusimos ropa limpia. Depositándolos con cuidado en la cama, volvimos a la de los padres. - Hay que desnudarlos a los dos y llevar todas las ropas y los lienzos de las camas al establo. Lleve también todo lo que se ha utilizado en esta habitación, cuencos, compresas y demás enseres hasta allí, luego ponga a hervir agua en un caldero y limpie todo el mobiliario de esta habitación, suelos y demás objetos que aquí se hallan. Hay que desinfectarlo todo, si es necesario encontrará alcohol en mi maletín para que pueda usted después restregarse manos y brazos. La buena mujer, aun sin ánimos, se dispuso para hacer todo lo que le había recomendado, mientras yo hice un atillo con todo lo que se había sacado de la habitación y me dirigí al establo. Debíamos quemarlo todo, no podía quedar nada que pudiera causar el contagio. Mi cabeza no paraba de dar vueltas, no quería olvidar ningún detalle de aquella tremenda resolución tomada, con la tristeza que sentía por hacerlo, era cruel pero necesaria para todos. Una vez habíamos acabado cada nuestra labor, nos reunimos en el establo para concretar todo lo demás. - ¿Qué tenemos que hacer ahora doctor? - Confíe en mi, es lo mejor para todos.
  • 131. 130 Un ruido de cascos de caballos interrumpió la conversación en el silencio de la noche. Entraron al establo Agustín junto a Balsamo y al oírnos se reunieron con nosotros. El cochero asustado no pudo más que preguntar al vernos. - ¿Qué ha pasado doctor? - Lo que voy a contar debe quedar entre nosotros, nunca debe salir de este establo. Escúchenme atentamente. - Como ya sabe, pues estuvo usted con nosotros en casa de José “el Cojo”, aquí en esta casa se hallaban cuatro personas que padecían de viruela. Pedro y su mujer han muerto, no hemos podido hacer nada por ellos, sin en embargo los niños han logrado salvarse gracias al medicamento que hicimos con el material que nos proporcionó su amigo. Pero como no debemos crear el pánico en la ciudad y no queremos que nadie piense que se hallan ante una epidemia tenemos que hacer algo. Por eso necesitamos la ayuda de todos para poder encubrir lo que aquí ha pasado. Todos estaban pendientes de lo que acontecía y no perdían detalle de mi relato. - Deberán hacer todo lo que les diga, aunque parezca horrible, es la única manera de salvar esta familia de la ignorancia de las autoridades y del Clero. Ahora asientan si están dispuestos. Los tres agacharon la cabeza en señal de disposición, aunque ya me esperaba este tipo de preguntas. - Doctor, pero y si nos infectamos todos, yo tengo mujer e hijos que alimentar, ¿qué sería de ellos? - dijo Agustín.
  • 132. 131 - No debe preocuparse. En el dudoso caso de que se contagiara nosotros tenemos el remedio para el mal, si es cogido a tiempo. - He quemado todo lo que pudiera estar infectado y ahora en la casa no hay signos de la enfermedad. - Que quiere de nosotros, estamos dispuestos a asumir todo lo que se haya de hacer sin reparos - dijo Balsamo. - Tenemos que enterrar los cuerpos en la montaña fuera de la ciudad lo más profundo posible y sin que nadie pueda verlo. Rompió a llorar nuevamente la señora, era muy duro para ella que parte de su familia acabara el fin de sus días enterrados en un sitio no sagrado y sin la bendición de Dios, pero no le quedaba más remedio, los niños eran ahora lo más importante. Por otro lado, ya había previsto que no todos estuvieran de acuerdo. - Pero es muy peligroso, me podrían encerrar si me descubrieran enterrando los cadáveres y mi familia, ¿qué iba a ser de ellos? - dijo Agustín. Introduje la mano dentro del bolsillo derecho de mi túnica y saqué una bolsa que guardaba con monedas. Siempre solía llevar bastante dinero encima, nunca sabes si te puede hacer falta y en este caso ya pensaba que podría necesitarlas. Hay gente que necesita un aliciente para prestar ayuda. - Creo que esta bolsa podría resolver el problema, ¿no le parece Agustín?, aquí hay suficiente dinero como para no tener que trabajar durante un par de años. ¿Resolvemos entonces el problema? - Bueno, como soy tan buen samaritano creo que les ayudaré, me quedaré el dinero por si enfermara o para alguna cosa inesperada, pero conste que no lo hago por el dinero de la bolsa.
  • 133. 132 Ya conocía a este tipo de personas, solo se movían por asuntos monetarios. No les critico, se ganan la vida honestamente trabajando, pero lo que no soportaba era la falsedad de sus buenas acciones. La anciana preocupada escuchando lo que tratábamos no pudo por más que preguntar asustada. - ¿La gente preguntará, querrá saber de ellos?, y yo no sé que les voy a contar para que no sospechen. - Dentro de un par de días les dirá que ya se encuentran bien pero que han recibido una carta de un familiar muy enfermo y se han ido rápidamente a cuidarle. Usted se hará cargo de los niños en su ausencia, dígales que no sabe cuando volverán. - ¿Pero preguntarán a quién han ido a ver y dónde? - ¿Vive la madre de su nuera? - pregunté. - Si, vive en Valencia y son hortelanos, hace estuvo enferma y mi nuera fue a verla. - Perfecto pues, dirá que han marchado hacia allí avisados de que la madre de esta se encuentra muy grave, con eso ganaremos algún tiempo para pensar que hacer. - Usted y el cochero - le dije a Balsamo - irán en la parte delantera de la calesa y los cuerpos atrás tapados con mantas y sujetos al asiento, yo me quedaré aquí revisando todo para que no quede ningún cabo suelto. Agustín seguro que sabrá donde encontrarles sepultura. La pobre mujer se acercó hacia a mí destrozada y resignada a la vez para pedirme un ultimo favor, al cual no me pude negar ante el evidente dolor con que la vi pasar todo el trance. - ¿Ni siquiera me dejará que me despida de ellos y rece unas oraciones por sus almas?
  • 134. 133 - Claro que si señora, es lo menos que podíamos hacer, pero tiene que ser breve, tenemos que terminarlo todo antes de que amanezca. Colocaron los cuerpos del matrimonio en la parte trasera del coche, no sin antes vigilar entre todos las calles y aledaños, subieron también ellos con presteza y les entregué dos palas para cavar la tierra que había encontrado en el establo. El carruaje se alejaba mientras la mujer seguía rezando en la puerta. Al momento el ruido de los cascos desapareció en la noche. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- - No se preocupe caballero - le dijo Agustín a Balsamo - sé de un lugar bastante abandonado al pie de la montaña de Montjuïc, donde jugaba de niño con mis amigos, ahora ya nadie se acerca por allí. Hace muchos años se cavaron grandes fosas para enterrar a los afectados de la peste negra el año que hubo la epidemia y desde entonces ya casi nadie pasa por esos andurriales. Balsamo pensaba en el lío que se había metido, pero no le amedrentaba, era una persona demasiado codiciosa para que dos cadáveres se interpusieran en su camino, siempre pensó que “el fin justifica los medios” En silencio llegaron al pie de la montaña y el cochero paró debajo de unos árboles. Se apearon y tomaron las palas, caminaron por una pequeña vereda hasta encontrar el sitio idóneo para el enterramiento, solo la luz de la luna y un fanal que Agustín trajo del carruaje alumbraban sus pasos mientras el único sonido que se
  • 135. 134 escuchaba era el de los grillos y algún relincho del caballo a lo lejos. Agustín se paró bajo un pino enorme, en su base no había casi hierba y la tierra parecía adecuada para remover. - Lo haremos aquí, me parece el sitio perfecto y luego pondremos todas esas ramas y hojas secas sobre ellos. - Usted es el entendido, comencemos a cavar rápidamente - le contesté al chofer. Cavamos durante más de una hora, era agotador, pero estábamos terminando. El agujero ya tenía la suficiente profundidad para terminar con esta angustia y miedo que teníamos de que nos vieran. - Señor, le rogaría que fuera usted por los cuerpos para traerlos, es joven y fuerte y yo tengo un poco de miedo, podría infectarme. - No se preocupe iré yo, mientras vaya recogiendo maleza para taparlos después, solo debe faltar una hora para amanecer. Balsamo recorrió las dos veces los cincuenta metros más o menos que nos separaban desde la calesa y los depositó en el fondo de la fosa. De un salto salió de ella y espetó al cochero. - Rápido, cubramos el agujero con tierra y acabemos de una vez con esto. Cuando todo terminó salimos corriendo, sin apenas resuello y completamente en silencio, dando grades fustazos a su caballo. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
  • 136. 135 Mientras, yo repasaba todo con minuciosidad en la casa y también pensaba en todos los detalles para que no se me pasara nada por alto, me tomé un momento para descansar y le pedí un vaso de agua a la anciana. Pasaba el tiempo y la luz del día estaba apunto de romper, empecé a ponerme nervioso, tardaban demasiado. Miraba arriba y abajo la calle por si alguien aparecía por ella. Por fin escuché a lo lejos el ruido de los cascos del equino, respiré tranquilo y me puse tras la puerta, escondido comprobando que efectivamente era Agustín. El carruaje paró en la esquina y Balsamo descendió de él, con una manta bajo el brazo que envolvía las dos palas de los enterradores, se acercó a la puerta a paso rápido, mirando en todas direcciones y asegurándose que no le observaba nadie. Con un ademán moviendo su mano se despidió a lo lejos el cochero, éste hizo girar la calesa hacia la calle contigua y se alejó mientras comenzaba a amanecer. - El plan ha salido según lo previsto, ni yo mismo recordaría donde están enterrados los cuerpos. Solo sé que están en un bosque de pinos y poco más. - Bien, aquí está todo en orden y terminado, ahora solo queda esperar y controlar la evolución de los niños. Nos dispusimos a marchar, me despedí en la puerta de la angustiada mujer besándola en la frente y dándole un fuerte abrazo. - Mañana volveremos para ver como siguen los niños, recuerde todo lo que hemos hablado, es importante que tengamos calma y el problema se solucionará.
  • 137. 136 - De acuerdo doctor, confío en usted, sé que no tiene la culpa de lo que ha pasado, solo el destino manda en nosotros y Dios lo conduce. Balsamo se acercó a ella y dándole un fuerte abrazo le dio el pésame. Antes de despedirse le dijo unas palabras. - Sea fuerte señora, el mundo sigue girando y tiene usted dos muchachos que cuidar y educar. Agustín me dijo que le diera el pésame y dedicara una plegaria de su parte a sus seres queridos. - También me preguntó - dijo dirigiéndose a mí - en el caso de enfermar que debería de hacer. Le he dicho que si tuviera algún problema se pusiera en contacto con Braulia y acudiríamos en su ayuda. - Ha hecho usted lo correcto, ahora debemos irnos sin pérdida de tiempo. Adiós señora, hasta mañana. Atravesando pequeñas calles para atajar y no ser vistos, fuimos rápidamente camino de casa, la expresión de la cara de mi aprendiz denotaba la preocupación lógica de saber si se había hecho lo correcto. Por fin en la puerta de casa, la claridad del día era ya notoria y se podía ver a algún habitante por la calle, entramos sin vacilar, un pequeño suspiro salió de nuestras bocas, la noche había vuelto a ser muy larga y agotadora. Balsamo tenía sus ropas manchadas de polvo de la tierra que había levantado, esbozó una leve sonrisa al mirarme como si hubiera disfrutado de la macabra experiencia. Se cambió de ropas y se lavó a conciencia las manos y la cara, luego arregló correctamente su coleta. Parecía tranquilo, como si nada hubiera pasado, alargó su mano hacia mí para estrechármela. - Ha sido emocionante, permítame que le dé las gracias por hacerme partícipe de tal aventura.
  • 138. 137 - Es un honor trabajar con personas tan profesionales - estreché su mano - pero no es nada agradable vivir tales experiencias sin pensar en el dolor humano. Sólo el hecho de poderles ayudar me sirve para seguir adelante. Balsamo se dejo caer de golpe en la silla del salón, estaba cansado de tan tremendo esfuerzo y apenas podía seguir conversando. Me dirigí a la alacena buscando algo para ayudarnos un poco a olvidar lo sucedido. - ¡Una botella de coñac! Esto nos dará un poco de ánimo en el cuerpo, ¿quiere usted una copa? - Maravillosamente bien, sírvame por favor una copa, esto nunca se puede rechazar y más si es francés como este. Brindemos por el gran éxito conseguido. - ¿Brindar?, ¿es que no tiene usted corazón?, hay dos personas muertas y enterradas. Otras con un gran dolor en el alma que además se quedaron sin padres. - Sí, lo sé, pero siempre habrán bajas humanas cuando está por medio la investigación y los experimentos médicos. Piense que hemos encontrado el remedio a un mal que mata a miles de personas en todo el mundo cada vez que hay una epidemia, tiene usted que ser más práctico. - De que sirve tener una cura si no lo podemos decir a nadie. Si este hallazgo es aireado en este país, corremos el riesgo de que sea rechazada por La Inquisición, la cual forma parte de la Junta de Doctores de la ciudad, para todos ellos esto no es más que brujería y artes ocultas. Rápidamente acabarían con nosotros. - También está la envidia y el poder que tienen dichos médicos en La Junta, jamás dispuestos a consentir las investigaciones que personas como nosotros, según
  • 139. 138 ellos de dudosa procedencia, pudieran tener éxito y pasar por encima de sus vanidades. - Pero eso no va a ocurrir siempre, yo soy joven, tengo que labrarme un futuro y quiero que sea importante y por Belcebú, se que lo haré - dijo Balsamo. - Me voy a retirar a mi habitación un rato a descansar y repasar mis notas por si hubiera que modificar la fórmula. Usted si no tiene sueño puede seguir leyendo los cuadernos de mi padre, mi laboratorio es suyo. El día transcurrió normalmente, yo pude descansar un rato, pero apenas logré conciliar el sueño. Mientras Balsamo leía y leía sin parar dentro del laboratorio, todo lo que había pasado encendía más su espíritu de sabiduría y devoraba la lectura como si la vida le fuera en ello. Llegó la noche siguiente, nos encaminamos a casa del herrero como prometimos, entramos esta vez sin tener que llamar, no encontramos a nadie en su interior. En ese momento me temí lo peor, tuvimos que atravesar el pasillo a oscuras hasta el final. Por fin vimos un resplandor al entrar a la habitación donde habían yacido los difuntos. Los dos niños estaban sentados en la cama y tomando cucharadas de algún caldo que su abuela les daba pacientemente. El pequeño sonrió al vernos, la anciana aun con semblante serio dejó lo que estaba haciendo para venir a saludarnos. - Buenas noches doctor Pirria y compañía, pasen ustedes por favor. - ¿Cómo se encuentran estos muchachos? - dijo Balsamo con voz ronca para bromear con ellos.
  • 140. 139 - Niños os presento a los señores médicos que han curado vuestro mal. - Buenas noches - contestaron los dos al unísono. Tomé una silla y me senté junto a ellos, estuve mirando sus pústulas, estaban casi secas y su pulso era normal. La fiebre era ya muy poca, la cara de los dos simplificaba el diagnóstico. -¿Cómo te encuentras Álvaro? - pregunté al menor - Bien señor, mi abuela me ha dicho que padre y madre ya están bien, pero han tenido que marchar a casa de mis otros abuelos que están muy enfermos. - Bueno, ahora solo tenéis que pensar en poneros bien del todo, tenéis que ayudar mucho a vuestra abuela, ¿me lo prometéis? - Lo haremos señor, no se preocupe. - Balsamo, quédese un rato con los niños, yo tengo que conversar con la señora de unas cosas. En la puerta de la calle tuve una conversación con ella, lo que no le dije es que podría pasar mucho tiempo hasta volvernos a ver. - ¿Ha pasado alguien a visitar a su hijo desde ayer? - Solo algún vecino, pero les dije todo lo que usted me ordenó y no creo que sospecharan pues la anciana madre de mi nuera hace tiempo que tiene achaques. - A partir de mañana mi ama, Braulia, pasará por aquí todos los días a traerles comida. Esta bolsita que le doy contiene monedas para que no pasen ninguno de ustedes penalidades de momento, más adelante vendré a verla y piense que debemos seguir con todo lo pactado. En el caso de ocurrir alguna contrariedad no dude en ponerse en contacto conmigo.
  • 141. 140 - Es usted un santo, no sabré nunca como agradecérselo. - No tiene nada que agradecer, lo hago con mi más humilde agradecimiento hacia usted por todo lo que hemos pasado. En ese momento salió mi compañero a la puerta, me despedí de ella y decidimos encaminarnos paseando hacia otros barrios anexos para preguntar por algún enfermo. - Lastima de no poder airear dicho éxito, sería un gran bien para la humanidad y para la ciencia - dije al joven médico con resignación. - No se preocupe, cuando vuelva a Londres, suponiendo - dijo esbozando una gran sonrisa - que no acabemos en la cárcel o nos mate alguno de sus viajes, yo me encargaré de hablar con un joven colega, un investigador muy erudito que lleva tiempo intentando conseguir una vacuna contra La Peste Negra y la Viruela, se llama doctor Edgard Jenner y vive en Glocester. Tiene un importante círculo de amigos y mecenas que le ayudan en todo. - Me parece una idea excelente y muy altruista por su parte, cada día me sorprende usted más. - No tema, le diré que ha sido usted el descubridor de tal maravilla, y que hizo usted mismo las pruebas en enfermos de alto grado de infección. - No es eso lo que me preocupa, no me interesa en lo más mínimo que me pongan medallas ni que me aplauda ningún colega, puede decir que lo descubrió usted. Lo importante para mi es poder salvar a la gente. Balsamo me miró con cara de asombro, no comprendía que yo renunciara a la gloria y la riqueza de este mundo.
  • 142. 141 - Se que no es muy honorable por mi parte, pero yo si que la busco, es mi manera de entender la vida. Comprendo su actitud pero para mi no hay nada más importante que el poder y la gloria, es usted demasiado altruista y en este mundo la gente que piensa así acaba siendo débil y termina sus días en el anonimato. Pero no tiene nada que ver con mi inmenso agradecimiento por compartir su sabiduría y sus logros conmigo y como no, a los descubrimientos de su padre. - Ya me habían contado como pensaba usted, con lo cual, no debe excusarse de nada de lo que dice, sabía el riesgo al que me enfrentaba al llamarle. - Siempre le escucharé y seguiré sus consejos médicos, iré a todos sitios que me ordene, pero cuando vuelva a Londres ya sabe el uso que haré de todos ellos. Quiero su aprobación para ello, le estoy siendo muy sincero. - Lo único que le pido es que nunca desvele el secreto de donde aprendió las cosas que usted desarrolle en un futuro, ha negar siempre que me conoce, es más seguro para los dos. Debe prometérmelo. A partir de ahora tiene mi complacencia para atribuirse todos los hallazgos que surjan en nuestros viajes. Puede probar, desarrollar e investigar todo lo que le enseñe. - Se lo prometo, me parece una condición más que lógica y diría que muy generosa por su parte. Estrechamos nuestra manos en señal de acuerdo entre caballeros y proseguimos nuestro camino, el cual debíamos de recorrer juntos pero sin saber cuando llegaría el momento de separarnos. Por fin habíamos tenido la conversación que dejaba claro lo que pensaba cada uno. Aun no siendo partidario de su manera tan egoísta de enfocar el poder de
  • 143. 142 la medicina, sabía que algún día tenía que pactar con el diablo para asegurar la empresa que perseguía.
  • 144. 143 Capítulo 7º EL ENIGMA Habíamos llegado a casa, aun no se vislumbraban las luces del alba y como siempre no tenía sueño. Mis últimos años habían pasado tan aceleradamente que mi cuerpo tenía decidido anular algunas necesidades vitales como el sueño y el hambre. Yo tenía asumido todo lo que me encargaba el destino, siempre pensé que este sufrimiento sería paliado por mis grandes descubrimientos en la investigación y por resolver el gran enigma que mi progenitor dejó encargado para mí. Sentía que mi tiempo se acababa y necesitaba llegar hasta el fondo del asunto, terminar lo que él no pudo, aunque era consciente que tenía que pagar el precio impuesto por la vida y el camino que había tomado, por este motivo nunca salió una queja de mi boca, el destino había decidido por mi. Balsamo también se estaba volviendo un búho como yo, no se acordaba nunca de comer y apenas dormía. Su cabeza estaba continuamente dándole vueltas al mismo asunto igual que la mía, pero resultaba más enigmático para él, porque no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir.
  • 145. 144 Se despojó de algo de ropa, venía un poco sofocado y refrescó su cara en un balde de agua, sentándose luego conmigo a la mesa. - Por lo que veo sus visitas nocturnas son un poco tediosas, casos muy simples y de fácil solución. - No siempre es así, realmente la noche a transcurrido con tranquilidad si obviamos a la familia del herrero. - ¿Cómo acabará este asunto, ahora que lo menciona? - Debemos olvidarnos de ese tema por el momento, en el peor de los casos disponemos de tiempo suficiente para intentar acabar nuestras investigaciones. Ahora lo esencial es que usted termine sus cuadernos y seguidamente pasaremos a otro asunto mucho más importante. Cuando le hablaba de asuntos venideros, Balsamo siempre respondía con cara de extrañeza, pero no volvía a insistir en sus preguntas porque había comprendido que sólo hablaría de ello en su momento. Sin mediar palabra llenó un vaso de agua, se lo bebió de un trago y se marchó directamente hacia el laboratorio para seguir con sus deberes, no sin un gesto de impaciencia en su serio rostro. Le seguí hasta el laboratorio y me dispuse a preparar y etiquetar todos los frasquitos del suero preparado estos días y guardarlos en un rincón ya reservado para estos fines en la fresquera. Una a una las guardé dentro de una caja con paja para que no se rompieran con el movimiento, entonces recordé que me había olvidado de comentarle algunas cosas a mi compañero. Bajo la mesa de trabajo había una caja de madera que contenía más frascos vacíos y al levantarla quedó una
  • 146. 145 portezuela cuadrada de unos cincuenta centímetros de largo. Tiré de la pequeña argolla que sobresalía y la levanté. - Mire Balsamo, este es mi escondite secreto. Quise decírselo antes pero se me olvidó. Balsamo sorprendido se acercó y agachándose bajo la mesa miró el hueco que había quedado al levantar la tapa. Tenía unos cuatro pies de profundidad y estaba muy oscuro, acercó una lámpara para poder ver su interior mientras pensaba que secretos podría guardar allí. Ya con luz pudo ver varios atillos envueltos con tela, atados con cuerda de varios tamaños, habían algunas bolsitas y frascos, pero a primera vista no parecía nada importante, por lo menos para esconderlo. - Si no es indiscreción, ¿qué guarda en este agujero? Así todo envuelto, no logro ver lo que es. - Escondo todo lo que no puede ver nadie que no esté preparado para ello y algunas fórmulas secretas con las que pude ensayar y tuvieron éxito. De momento no pueden salir a la luz, de eso se encargará usted. Cuando yo falte o terminemos los viajes programados con éxito, será todo suyo. La medicina se lo agradecerá, pero de momento deben seguir aquí ocultas. - También guardo dinero para momentos de verdadera necesidad y entre estos objetos se hallan algunas cosas que serán necesarias en nuestro próximo viaje. - ¿Nuestro, dice?, ¿iremos los dos juntos esta vez? - Así es, en el próximo viaje es necesario por seguridad que alguien me acompañe, por eso esta usted aquí.
  • 147. 146 - ¿No puede adelantarme algo más sobre esta aventura?, siento tanta curiosidad que cuando pienso en ello la impaciencia me supera. - Debemos ir por partes, lo primero es lo primero, todo llegará a su tiempo, no desespere, no iré a ningún sitio sin usted. Balsamo disgustado creyó que no debía seguir insistiendo sobre el tema, estaba claro que no iba a conseguir nada de mi hasta que yo considerara el momento oportuno y se alejó de la trampilla suspirando, aun le quedaba mucho por leer y debía finalizar en el menor tiempo posible. Escuché sonidos procedentes de la sala y supuse que era Braulia con sus quehaceres. Decidí salir para tantearla un poco sobre los acontecimientos ocurridos en casa del herrero. Buenos días doctor, ¿cómo se encuentra esta mañana? - Bien gracias, esta noche hemos estado en casa Pedro visitando a los niños y hemos llegado hace untar de horas. - ¿Se han recuperado de la enfermedad? - Ya se encuentran bien, la fiebre pasó y les dejé tomando un caldo de pollo con la abuela. - ¿Sabe usted que enfermedad tenían? - Está relacionado con algún alimento que han comido hace unos días, pero por suerte nada grave. - Esta mañana he pasado por su casa para preguntar por su estado, la anciana madre me ha dicho que los niños están aun en cama, pero se encuentran bien. - Así es - dije. - Me ha dicho la abuela que los padres han tenido que partir hacía Valencia con muchas prisas, ya que la madre de Susana está muy enferma, la pobre vieja está
  • 148. 147 muy preocupada, casi no se habían curado del todo y otro revés que les da la vida. Los pobres no tenemos tiempo de descansar ni siquiera de las penalidades. - Es cierto, me lo ha dicho la abuela esta noche, pero no se preocupe los padres estaban curados, solo un poco de fatiga por estar tantos días en cama, pero poca cosa más. Braulia suspiró con gran alegría al saber que todos estaban perfectamente y no era nada grave. - ¡Gracias a Dios! Luego pasaré a ver a los niños y les llevaré algo para comer, deben de estar desfallecidos. - Hágalo, se lo agradecerán mucho. Me miró con cara de enfadada y se dispuso a darme una regañina, como hacía a veces. - ¿Supongo que, como siempre no habrán comido nada? - Bueno, está bien, prepárenos algo si no la vamos a tener que oír todo el día refunfuñando, me voy dentro ya lo dejará usted donde siempre. Me introduje en el laboratorio, mi joven amigo seguía su lectura, ni siquiera me miró al entrar, concentrado en sus quehaceres. Por extraño que parezca no me volvió a preguntar por el escondite ni por lo que ahí guardaba. Tapé de nuevo el agujero con la tapa y volví a correr sobre ella la caja, retomé mis pergaminos con jeroglíficos y los estudié por enésima vez, siempre lo mismo, estaba estancado, necesitaba que Balsamo acabara con su trabajo para que me echara una mano, estaba ofuscado completamente en mi enmarañada investigación. El tiempo pasó inexorablemente, visita tras visita y la lectura de todo lo que iba cayendo en sus manos hizo
  • 149. 148 del joven Balsamo un gran descubridor de métodos de curación y preparación de brebajes, era fácil trabajar con él, aprendía muy rápido. Acabó con todos los cuadernos de notas de mi padre y con todo lo que allí se hallaba y valía la pena estudiar, métodos africanos y asiáticos de curación, remedios de los druidas galos y todo lo que mi padre escribió en sus viajes. Habían pasado unos meses y por fin decidí que estaba preparado. Habíamos ensayado todo tipo de curaciones en seres humanos durante las visitas nocturnas, no encontramos ninguna extraña enfermedad para poder desarrollar algunas teorías, pero sí pruebas de todo tipo, sencillas, aunque con ingredientes diferentes descubiertos en todos nuestros apuntes. El asunto de la viruela había quedado prácticamente olvidado, aunque seguíamos realizando alguna visita a la anciana para saber como se encontraban y cómo respondía la gente de su alrededor. Nuestra coartada fue tomando forma y pudimos olvidar ese suceso, dijimos a la gente que la suegra del herrero había muerto y estos se quedaban a vivir en el campo para hacerse cargo de la hacienda que tenían en Valencia, más adelante vendrían a buscar a sus hijos y a la abuela. Balsamo y yo habíamos llegado a tener una gran complicidad, con un simple gesto nos entendíamos y su gran maestría en aprender y desarrollar métodos curativos me hizo ver claro que sería un gran médico. Todo lo que hacía le llenaba de felicidad, trabajaba mucho y dormía poco, siempre obedeciendo y dando vueltas a las cosas para dar su opinión. Pensaba que solo con lo que había aprendido ya tenía suficiente para poder codearse con los grandes médicos franceses e ingleses, pero quería más, nunca tenía bastante. No volvió a preguntar nada sobre próximos viajes, todo lo
  • 150. 149 que estaba aprendiendo calmaba su ansiedad y sabía que lo demás vendría por si solo. Esa mañana anoté la fecha en un cuaderno, había llegado el momento en el que íbamos a iniciar la investigación de mi gran viaje, lo que Balsamo desconocía hasta el momento. “Barcelona, treinta de Julio de 1769 d.c., diario de Francisco Ainoza y Giuseppe Balsamo, viaje a través del tiempo. Balsamo había puesto fin al estudio y ensayos Había escrito, recopilando de todas sus experiencias, cinco grandes cuadernos, siempre asesorado por mi. Sus resultados eran para él más que satisfactorios y creyó que serían su gran tesoro, únicamente le faltaba la parte oculta de lo que aun no había estudiado. Son las doce del mediodía degustábamos un trozo de queso y un poco de vino para recuperar fuerzas de la noche anterior, pocas veces nos sentábamos en la mesa de la sala, pero hoy era un día especial, nuestra conversación giraba en torno de las últimas visitas a los enfermos. Aquella noche tuvimos que amputar un brazo a un pobre hombre por tener gangrena a causa de una herida mal sanada. Al finalizar el almuerzo observé como me miraba, estaba ansioso por hablarle de nuestra nueva aventura y parece que me leyó el pensamiento. - No quisiera que se lo tomara a mal, pero creo que deberíamos empezar con algún asunto nuevo, algo más importante, estoy terminando todo el material que me suministró y además lo veo a usted cada vez más preocupado. - Así es, estoy angustiado porque últimamente no me encuentro bien y tenemos demasiadas cosas que estudiar para nuestro próximo viaje.
  • 151. 150 La cara empezó a brillarle, quizás había llegado la hora de hablar de lo que estaba tan ansiosamente esperando. - ¿Vamos a comenzar pronto la gran aventura que me prometió? - Como pienso que ya está preparado, hoy mismo comenzaremos los preparativos para el viaje, por lo cual tiene usted que dejar aparte todo lo que aprendió, despejar su mente para empezar de cero y entonces hablaremos del tema que nos ocupa, el cual no tiene nada que ver con lo que ha estado haciendo hasta ahora. - Estoy preparado e impaciente, puede empezar cuando guste. - Se trata de un viaje a través del tiempo pasado. - ¿Cómo es posible eso? - Termine de comer, no es tema para discutirlo aquí, podría entrar alguien mientras hablamos. Balsamo ansioso se levantó de la silla rápidamente, no quería seguir comiendo, su cara de cansancio se tornó de golpe en satisfacción, parecía un niño cuando se le da un premio. - Ya veo que se ha quedado sin apetito, entremos entonces en el laboratorio y empezaremos con los detalles. Encendimos todas las luces que había dentro del laboratorio, la estancia se iluminó poco a poco hasta tener la claridad suficiente para trabajar adecuadamente con la lectura. - Cierre la puerta y venga aquí debajo, empezaremos por esto - dije dirigiéndome a mi amigo. Balsamo cerró la puerta y se agachó bajo la mesa de trabajo. Me ayudó a retirar la caja y le propuse que fuera él quien lo manejara todo, al fin y al cabo ya no era secreto.
  • 152. 151 - Levante la tapa y saque todo lo que vea atado o envuelto en tela, son cuadernos y objetos muy antiguos, los cuales necesitaremos para esta empresa. Fue sacando con mucho cuidado todo lo que halló con las referencias que le dije, se esmeró en su manipulación como si de algo frágil se tratara y los fue depositando uno a uno encima de la mesa, apartando los cuadernos que había en ella de sus últimos estudios. De nuevo un estremecimiento recorrió mi cuerpo al ver todo aquel maravilloso tesoro después de tanto tiempo. Me acerqué hasta la biblioteca y recogí algunos libros y pergaminos para la cuestión y también los deposité sobre la mesa, mientras Balsamo me miraba con cara de estupefacción. Nos sentemos a la mesa en silencio, solo las miradas se cruzaban continuamente entre nosotros. Empecé a desatar todo lo que había sacado de mi escondite, primero un atado en el cual se encontraban tres cuadernos con tapas duras en las que los enunciados estaban escritos a mano. Rompí el silencio para empezar a contarle al que yo había llamado mi aprendiz el comienzo de este rompecabezas. - Solo escúcheme, este entramado de cosas es muy complicado, de momento le voy a enseñar todos los componentes y elementos, después podrá hacer preguntas y comentarios. - Este primer cuaderno en el que pone “Libro de Amduat”, tiene una serie de apuntes del “Libro Sagrado del Antiguo Egipto”, que habla sobre los viajes nocturnos de Rha, Dios del Sol. - El segundo cuaderno trata sobre el “Libro de los Muertos” o también llamado “Libro Para Salir Al Día” y el tercero habla sobre “El Ojo De Horus”, del que luego
  • 153. 152 estudiaremos con más detenimiento. Sé que necesita hacer preguntas, pero de momento solo debe dejar que termine con mi relato. Balsamo estaba expectante a la vez que impaciente siguiendo el relato. - Estas anotaciones han sido traducidas de los jeroglíficos y provienen del idioma Opto, que era la lengua de los ancestros habitantes de la cuenca del río Nilo. Los libros a los que hacen referencia tienen alrededor de tres mil años. Nunca han sido encontrados pero puede tener la seguridad de que han existido, no le quepa la menor duda de ello, eran libros a los que solo podía acceder el Sumo Sacerdote de este pueblo, los cuales solo podían ser Faraones para ostentar dicho título, nadie más podía verlos ni tocarlos y pasaban de padres a hijos. Mientras hablaba iba pasando las páginas con sumo cuidado, no quería estropear tan valioso trofeo. - Fueron escritos por sacerdotes designados para tal efecto y a los cuales se les cortaba la lengua y se les confinaba de por vida en Palacio. A la muerte del Faraón eran enterrados vivos en la misma pirámide, para que nunca pudiera contar nada. No sé como pudo llegar este material a manos de mi padre, pero lo cierto es que siempre se habló de los profanadores de tumbas, que buscaban las riquezas enterradas en las pirámides, aunque nunca se supo si alguno pudo salir de ellas con vida. Tras mirar detenidamente a Balsamo, le dije. - Estos son los primeros apuntes a estudiar detalladamente porque pueden ser las claves de esta cábala.
  • 154. 153 Balsamo seguía callado, eso era casi un milagro, se pasaba todo el tiempo preguntando lo que no entendía, pero ahora había comprendido que debía escuchar en silencio. Continué desatando envoltorios bajo su atenta mirada. - También tenemos estos tres libros de historia escritos en latín hace dos siglos, por un viajero llamado Arcadius. En ellos se habla de la XVIII Dinastía de Faraones del Alto Egipto y se narran las vidas, obras y secretos de dos grandes Reyes de dicha dinastía. Coloqué todo ello en la mesa junto con los cuadernos y procedí a enseñarle los pergaminos. - Estos tres pergaminos los cuales no me atrevo a datar su antigüedad, también son originales, están escritos en jeroglíficos. Uno habla del calendario lunar, el otro de las grandes obras de construcción del más joven de los susodichos faraones y el último es el dibujo de la Piedra Roseta, piedra filosofal para traducir dichos epigramas. Volví a cerrar los pergaminos ante la curiosa mirada de Balsamo, eran muy antiguos y podían resquebrajarse de no tener cuidado al manipularlos, entonces seguí abriendo el resto del material. - Esta figura de piedra de color azul con forma de ojo humano es una réplica exacta tallada por los egipcios del Ojo de Horus, hijo de Osiris o también llamado Ojo de Udyat, que significa “el que está completo”, después le explicaré su historia. – Cogiendo la figura con la mano derecha proseguí - Este objeto es el primer elemento de los doce que se necesitan para resolver el enigma al que nos enfrentamos. Seis de los elementos son materiales y los otros seis son signos de ayuda, una vez los consigamos todos podremos comenzar nuestro viaje.
  • 155. 154 - El segundo elemento es este anillo de oro, en el cual como puede apreciar, sobresale una estrella de doce puntas, que es el signo del sol. Está confeccionado de oro sin pulir, para significar lo imperfecto del ser humano y en el centro de la imagen están los dos báculos de poder de los Faraones, por lo que deduzco que perteneció a uno de ellos. Balsamo seguía mi explicación con la boca abierta, casi pasmado de no entender como toda esta historia pudo llegar a manos de mi padre. ¿Qué poderes ocultos podía tener mi antecesor? Pero yo sabía que detrás de esa mirada, en lo más íntimo de sus entrañas sentía un inmenso deseo de empezar a trabajar con todo este material. Continué con mis explicaciones abriendo atillos uno tras otro. - Este maletín ya lo conoce, ha estado llevándolo noche tras noche en nuestras consultas médicas, es la pieza más importante de las doce y la más fantástica, si cabe la expresión. Fíjese en esto, parece normal y de cuero muy viejo, pero tiene algo oculto que no podría imaginarse. A pesar que se lo había prohibido, no pudo por más que interrumpir mi relato, pero fui benévolo en esta ocasión al verlo tan sumamente estupefacto. - No es posible, conozco ese maletín como la palma de mi mano. Vacié todo el interior del receptáculo y lo coloqué en la mesa con sumo cuidado, le di la vuelta y lo puse boca abajo. - Mire aquí – dije señalando la base - en el centro tiene un dibujo de un sol exactamente igual que el del anillo y del mismo tamaño, como puede comprobar el dibujo tiene un relieve exacto hacia dentro y sirve para
  • 156. 155 incrustar el sol del anillo en él. Esta pieza la podemos catalogar como la número tres. Me miraba y ponía cara de extrañeza, como si me estuviera riendo de él, que todo parecía un cuento después de lo del maletín. - Tenga paciencia esto solo es el principio y piense que yo nunca mentiría sobre algo tan importante para mi. - Esta bolsita parecida a la que utiliza la gente para llevar las monedas - dije abriéndola y vaciando su contenido sobre la mesa – guarda treinta números del cero al nueve, todos ello repetidos en serie de tres. Puede usted comprobar que diez son de plata, diez de bronce y otros tantos de piedra. Sé que está un poco desorientado, pero más adelante ya comprenderá, cuando acabe de explicarle para que sirve cada objeto de los que hay sobre la mesa. Estése tranquilo y tenga un poco de paciencia conmigo, este será para nosotros el cuarto elemento. - Hemos llegado al quinto elemento. Es una pirámide de piedra, a pequeña escala y réplica exacta de la pirámide donde yacen los restos mortales de Tutmosis III. Tiene una base cuadrada naturalmente de tres centímetros cada lado, lo cual suman doce. - El sexto y último de los elementos materiales, es el más extraño - dije sacando una urna con la forma y tamaño de un cáliz, hecho de piedra muy poco pesado, con una tapa cónica acabada en punta y cerrada a presión, la tapa tenía la figura de Isis - Esta urna contiene las cenizas de las vísceras del Faraón Menjeperra Dyehuthymose. - Buff - dijo Balsamo con rostro abatido - déme un momento para recuperarme, estoy completamente confuso, déme un respiro se lo ruego.
  • 157. 156 - Tranquilo, tómeselo con calma esto es solo la punta que sobresale de este enigma, falta mucho aun por comprender. Pensé que este hombre necesitaba descansar un momento de su agobio mental y me dispuse a servir un par de copas de vino para hacer un alto en el relato. La mesa estaba llena de objetos, todos ellos en fila, los cuales mi joven amigo tomaba y observaba con verdadera inquietud para comprender de donde habían llegado y quien los pudo traer. Yo tenía una gran satisfacción por poder enseñar todo lo que tras años oculto quemaba mi impaciencia, deseaba mostrárselo a alguien para que me creyera. Necesitaba saber que no me había vuelto loco y sobre todo, tener ayuda para mi gran investigación. Tras unos instantes de reposo continué relatando la historia de lo que me faltaba por enseñar. - Resumiendo, tenemos los seis elementos necesarios, uno aun por descubrir que será el último de ellos. También disponemos de tres elementos epigrafitos, los cuadernos, los libros y los pergaminos, total suman nueve y el décimo es - abriendo una pequeña arqueta de madera de algo más de un palmo de largo y de ancho - este pequeño libro. Tenga ábralo y dígame que pone en él. Balsamo abrió el pequeño libro con tapas de cuero lustrado y miró la primera página, leyó en voz alta el título superior y única frase que había en ella. - “Agosto de mil setecientos sesenta y nueve” - y debajo - “Viaje Místico” Balsamo me miró con cara de extrañeza, no entendía nada. Siguió pasando páginas pero todas estaban en blanco, no había nada escrito, tenía aspecto de un diario sin comenzar y dispuesto para ello.
  • 158. 157 - ¿Esto es suyo, verdad? - Todo lo que aquí se encuentra es mió, pero antes perteneció a mi padre, yo lo heredé de él como usted sabe. - ¿Este diario también? - Efectivamente - le dije esbozando una leve sonrisa. - ¿Pero si es de su padre, por qué viene esta fecha venidera en el libro y qué significa lo de Viaje Místico? - ¿No lo comprende? Es la fecha que decidió mi padre para dicho viaje a través del tiempo, sus motivos tendría, no lo sé, pero debemos respetar la fecha, estoy seguro de que es una señal. El tiempo pasaba sin darnos cuenta, no sabíamos que hora era, de todas maneras nos daba igual. Absortos en nuestros entresijos seguíamos preguntándonos demasiadas cosas y nuestro cerebro trataba de asimilar todo ello sin resultado alguno. Decidí terminar con la explicación. - Ahora solo nos faltan dos elementos, son los que debemos descubrir, yo les llamo intangibles, porque no se pueden ver. Se trata de la fecha exacta a la que debemos viajar y de las palabras que debemos utilizar para poder traspasar el agujero del tiempo. - Pero todo esto debe hallarse en la documentación que hay en la mesa - dijo mi joven amigo. - Cierto, pero después de estudiarlo cientos de veces no he conseguido dar con la respuesta adecuada. - ¿Y a través de que artilugio traspasaremos la barrera del tiempo? - comentó compungido al instante. - Aquí es donde entra el último elemento que me queda por mostrarle, el que habíamos catalogado como tercero.
  • 159. 158 Me acerqué al maletín e introduje la base del anillo en el interior de la muesca haciéndolo girar una vuelta entera hacia la izquierda hasta que hizo tope, en ese momento se soltó la base plana del maletín a modo de bisagra y quedó levantada un par de centímetros. Acabé de levantarla y apareció un compartimiento oculto de pequeño grosor donde se encontraba un objeto plano del mismo tamaño que la base del maletín, envuelto en una tela que parecía seda. - He aquí nuestro transporte - dije entregándole en mano a Balsamo el objeto aun sin desenvolver. Destapó el lienzo sobre la mesa y pudo ver el objeto a que me refería, parecía un cuadro, era exactamente un espejo de forma ovalada y de unos setenta y cinco centímetros de largo por cincuenta de ancho, completamente opaco, no reflejaba ninguna imagen. Lo rodeaba un borde de tres dedos de ancho haciendo de marco completamente dorado y con epigramas extraños, tenía varios huecos alrededor de él, esbozando figuras en relieve, huecas y una serie de números en la parte superior. Balsamo se quedó petrificado ante todos estos objetos, no sabía que decir, esto si parecía cosa de brujas. - No sé por donde empezar, quizás si me explica algo más de este material tan antiguo pueda comprenderlo mejor, aunque le aseguro que en estos momentos estoy completamente maravillado. - El fin no es otro que averiguar todo lo que sabían los antiguos egipcios, sanaciones, operaciones quirúrgicas e incluso la resurrección de los muertos a través de sus libros y enseñanzas. - ¿Está usted de broma supongo? Si no le conociera, diría que está realmente loco.
  • 160. 159 - Nunca bromearía con una cosa tan seria. Este tema ocupó toda la vida de mi padre y gran parte de la mía, además puede que me ayude a saber de verdad sobre si él estuvo allí y cual es su paradero actual. - Estamos hablando de miles de años, ¿sabe usted lo que me está diciendo? Nadie ha podido cruzar la barrera del tiempo, científicamente es imposible y ¿usted me dice que si es posible? Me levanté y di unas vueltas alrededor de la habitación pensando como convencerlo, como podía ser que este hombre no creyera en mí después de haberle contado todos mis secretos. Decidí extenderme más en mi explicación. - Le estoy hablando de un viaje astral a través del tiempo, volver al pasado, ni mi progenitor ni yo estamos locos, él es un hombre adelantado a su tiempo. De donde sacó todo esto no lo sé, le mentiría si le dijera que lo contrario, pero estoy seguro que cayó en sus manos de una manera que sólo él puede explicar y seguramente en este viaje podremos averiguarlo. Balsamo cambio de parecer y pensó que una vez acabado el relato decidiría que debía hacer. - De acuerdo, le creo, ahora explíqueme todo más minuciosamente, hay cosas que aun no las veo claras. ¿De qué manera podemos utilizar todos estos elementos y qué orden de trabajo siguió usted con los manuscritos? - Tendrá que leer los cuadernos y los libros para descifrar las claves, yo no he tenido suerte hasta la feche, se me escapan cosas importantes al traducirlos, confío en su agudeza para que me sirva de ayuda. Nos volvimos a sentar y antes de empezar la tarea comprendí que debía explicarle algún detalle más. - En primer lugar están los pergaminos que son muy importantes. Vamos a separar el que se dibuja la
  • 161. 160 piedra Roseta, sólo nos va a ayudar a traducir. En cuanto a los otros dos los debemos estudiar con detenimiento, ya que presiento que tienen las claves necesarias para la aventura. Por otro lado tenemos el calendario lunar que debería indicarnos la fecha deseada, o eso creo. Y por último tenemos este otro que contiene dibujos sobre la vida y obra del Gran Rey, no podemos pasar por alto a su padre Tutmosis II y a su madre Hatsheput, regente y primera mujer que gobernó Egipto hasta que su hijo cumplió la mayoría de edad. - De acuerdo, nos centraremos en ellos, pero ¿el espejo es el aparato a usar para el viaje?, no entiendo como, además ¿por qué no se reflejan nuestras caras en él? no tiene ningún sentido. - Las muescas del espejo están muy claras, es como si se tratara de un rompecabezas que hay que armar. Las tres muescas en la parte inferior tienen la misma forma que estos tres objetos, la pirámide, el ojo de Horus y el sol del anillo, por lo que deben ser encajadas en el espejo, en la parte superior tenemos diez muescas en forma de números del cero al nueve, aquí es donde entra nuestra primera investigación para averiguar la fecha. - ¿Pero nosotros tenemos treinta números en la bolsita? - Interrumpió Balsamo. - Si, es cierto, ésta es otra de las cosas que debemos investigar, al igual que también necesitamos saber para que sirve la urna con las cenizas. - Son muchas cosas por descifrar y poco tiempo para ello, recuerde que su padre fechó el diario que está en blanco en el mes de Agosto. - Debemos intentarlo, algo debe tener esa fecha de particular, quizás sea una fecha límite o simplemente hay una conexión magnética que no tienen otras.
  • 162. 161 Con el tiempo descubriría porque mi padre dató el diario y pude comprender que no lo había hecho al azar. Decidí ponerlo todo en orden para simplificar el trabajo y empezar con este asunto de una vez por todas, no quedaba tiempo que perder, Julio estaba terminando y nosotros no sabíamos por donde empezar. Separé a la izquierda de la mesa los tres pergaminos, junto a estos los tres libros y a continuación los tres cuadernos. A la derecha coloque el espejo, junto a la pirámide, el anillo, el ojo de piedra y la bolsa con los números. Guardé el diario en blanco dentro del maletín y la urna sagrada la situé en el centro de la mesa. - Recapitulemos señor Balsamo, nos quedan tres enigmas por descifrar, la urna y los dos elementos intangibles que nos ocupan, ya que no se pueden ver, uno lo llamaremos “año del viaje” y al otro “frase oculta” ¿le parece bien? - Estoy de acuerdo, seguro que todo lo que buscamos no lo ha podido encontrar porque todos los epigramas y jeroglíficos no lo dicen con claridad, además es posible que entre líneas haya algo escondido o con alguna conexión que se le ha podido pasar por alto en sus lecturas. - Ahí es donde entra usted, yo he viciado mi lectura de estos manuscritos y por mucho que los intente descifrar siempre vuelvo al punto de partida, es más complicado de lo que parece. - Aunque sigo encontrando todo esto una locura imposible, lo vamos a intentar, no tenemos nada que perder y mucho que ganar. Perdone si he dudado de usted, pero debe comprender que cada día no le ofrecen a alguien un viaje tan fantástico e increíblemente esotérico.
  • 163. 162 - Créame que es posible, solo hace falta que confíe usted a pie juntillas en mi y en lo que le cuento, verá como todo lo narrado es verdad. - Pongámonos a ello entonces, no perdamos más tiempo - dijo con voz muy seria mi aprendiz. - Necesitamos respirar aire puro y un buen ágape, ahora saldremos a pasear, no sabemos cuanto tiempo puede pasar sin que veamos la luz y de regreso, descansaremos para empezar con la mente lo más despejada posible. Mañana daré instrucciones a Braulia de lo que necesitamos y para que no se nos moleste bajo ningún concepto. Paseamos por la playa durante un par de horas, hacía mucho calor pero era muy gratificante, nunca pensé que podía enamorarme del mar hasta tal punto. Cómo podía haber vivido tantos años sin saber lo bonito y relajante que era vivir cerca de las olas, ahora comprendía un poco mejor a mi hijo cuando decidió que el mar sería su casa. Estábamos relajados, hablábamos de cosas banales por primera vez en varios meses, el contaba historias de su vida en Malta, algunas divertidas, reía sin parar, era joven y tenía un gran futuro por delante. Aunque yo no lo era, me hacía feliz viendo a la gente que podía reírse de sus problemas. Eran las tres de la tarde, decidimos acabar el paseo, le pregunté al joven doctor interrumpiendo su narración. - ¿Le gusta a usted el pescado? - Me encanta, piense que yo he vivido toda siempre cerca del mar e incluso salí varias veces a pescar con amigos. - Entonces iremos a casa de un viejo amigo mío, que es pescador y su mujer que parece haber nacido para
  • 164. 163 cocinar, de lo bien que lo hace, seguro que se alegrará de verme. Comimos opíparamente un plato característico de la zona a base de varios pescados en salsa y bien regado con vino y para celebrar nuestra visita nos puso unas copas de ron. Ya era media tarde cuando nos despedimos dando las gracias por tan suculenta comida. Balsamo resoplaba de lleno que estaba, habíamos pasado una tarde perfecta con el almuerzo y escuchando los relatos de mi amigo Saturnino. - No recuerdo la última vez que comí algo tan exquisito, desde luego tenía usted razón, no tiene nada que ver con la vianda tan austera que nos sirve Braulia, y conste que no es una queja. - La pobre sabe que soy de poco comer, por eso no se esmera tanto a la hora de cocinar. - ¿Qué hacemos ahora? - preguntó mientras nos alejábamos del puerto. - Debemos descansar, lo quiero en plenas condiciones antes de empezar a estudiar, yo antes tengo que pasar por algunos sitios para decir que me iré de viaje pronto y así no recelaran de mi falta. Al llegar a casa Balsamo ya se había retirado a su habitación, me acerqué al laboratorio para prepararme unas hierbas que me ayudaran a descansar, las tomé y me dirigí lentamente a mi alcoba para acostarme, el calor era sofocante y me despoje de casi toda la ropa que llevaba. Lentamente se fueron cerrando mis ojos, por fin el sueño podía conmigo, supongo que tras desvelar mis secretos y compartirlos con alguien pude aliviar mi angustia. Al despertarme vi la luna llena a través de la ventana, por fin había podido dormir varias horas seguidas, empecé a pensar lo mal que la vida me había
  • 165. 164 tratado y en que tipo de aventura me había embarcado mi padre, luego pensé si mi compañero estaría a la altura de lo esperado y si cambiarían nuestras vidas después de todo lo que estaba a punto de suceder. Decidí dejar de pensar y dar más vueltas al asunto. Me costó incorporarme, la vida tan desordenada que llevaba había causado estragos en mi cuerpo, me dolían los huesos, parecía un anciano con cincuenta y un años, pero eso no era lo que más me preocupaba en esta vida, solo deseaba acabar el trabajo que pensaba con certeza se me había encomendado. Fui hasta el laboratorio, por el camino mi cuerpo se estremeció súbitamente, tuve que sentarme en una silla del salón, de vez en cuando un mareo me sorprendía sin avisar, al principio pensé que era la edad, con el tiempo comprendí que los médicos también enfermaban, pero debía sobreponerme y seguir sin desfallecer. Al poco tiempo me incorporé, tomé un vaso de agua y abrí la puerta de la estancia, Balsamo ya estaba despierto, sentado a la mesa leía los cuadernos con tal ahínco que no se dio cuenta de mi presencia. - Veo que hoy se ha levantado antes que yo - sobresaltado se levantó de golpe y la silla cayó al suelo. - Perdone, me ha asustado, estaba tan enfrascado en mi lectura que no le he oído entrar. - Buenos días, señor Balsamo, veo que ha dormido poco. - Así es, no he podido dormir, llevo horas leyendo - contestó poniendo sus brazos en jarras y con semblante preocupado. La cabeza no me paraba de dar vueltas y decidí ponerme a trabajar y aquí me tiene intentando esclarecer algunos temas que no logro entender.
  • 166. 165 Viéndole tan preocupado traté de ser paciente y darle unos consejos para que no le pasara como a mí y se ofuscara con los libros nada más comenzar. - No se ponga nervioso, no conduce a nada. Tenemos que comprobar todo lo que hay escrito varias veces, si es necesario, hasta encontrar el resultado del enigma. Cifras, números y elementos deben ser cotejados hasta que cuadren todos ellos y poder empezar. Continué con mi charla para que pudiera serenarse, con ese estado de impaciencia no llegaríamos a ninguna parte. - Como mi padre dejó claramente escrito, tenemos los doce elementos necesarios para este engranaje: seis elementos antiguos, cuatro escritos y dos rompecabezas. Sabemos que algunos de ellos tienen que viajar con nosotros, en caso contrario no podríamos volver a casa. Debemos averiguar todo lo que debe viajar con nosotros y descartar el resto. Por su cara comprendí que lo había entendido, era de vital importancia no olvidarse de ningún detalle. - Si es así, los seis elementos antiguos deben ir todos con nosotros pero, supongamos que ponemos la fecha del viaje en el espejo, deduzco que tenemos que poner una cifra de cuatro números, la primera debe estar hecha de plata, la segunda de bronce y de piedra la tercera, ¿pero y la última? - No lo sé – contesté pensativo - su razonamiento lo encuentro correcto, pero tiene usted razón, ¿de que material se puede tratar? - Tengo también una segunda cuestión, ¿qué orden de metales debemos seguir a la hora de volver? Balsamo verdaderamente le había estado dando vueltas a su cabeza, comprendí que no me había equivocado de persona, era un gran acierto.
  • 167. 166 - Por un momento imagine que colocamos la fecha mil setecientos sesenta y nueve por el orden descrito, intentamos volver y resulta que nos envía a dicho año, pero antes de Cristo, volveríamos a viajar otra vez más allá en el tiempo. - Tiene usted razón, si solo reconociera el calendario egipcio estaríamos viajando a través de todos los siglos de su reinado y sería imposible traspasar el año cero, así que póngase otra vez a cavilar, este imprevisto no estaba entre mis resoluciones. - Primero trataremos de averiguar el cuarto número, tiene que haber una lógica, piense usted también - me espetó mi joven amigo. Fue al momento una vez pasada mi vista por la mesa que se me ocurrió la idea. - Tenemos un elemento que no sabemos para que sirve, piense un poco. Por el orden exacto que se supone que hay que incrustar los números, ¿después de la piedra qué quedaría? - insistí a Balsamo. - Para ellos el oro era lo más importante, era lo esencial para las joyas y las riquezas, por eso el marco del espejo es de oro, un signo de poder. Luego por este orden, la plata también servía para fabricar todo tipo de utensilios, joyas y demás. Después tenemos el bronce, material indispensable para fabricar sus armas, en mi lectura decía que todavía no conocían el hierro ni el acero, por eso el metal más duro que tenían era este y por último la piedra, material indispensable para sus grandes construcciones, que más nos queda entonces si no el polvo o la ceniza. - Efectivamente, tiene usted razón, pero no ha pensado en algo muy importante, no podemos rellenar el agujero del último número con lo que está pensando. - ¿Por qué?
  • 168. 167 - Evidentemente no puede usted mover el espejo sin que se caiga la ceniza de la urna, es una cuestión de lógica. Me rasqué la barba y poco a poco una sonrisa quedó latente en mi cara mientras lo miraba. - Veo que todavía no ha leído todos los cuadernos de este laboratorio, se le han pasado por alto los que hablan sobre la teoría de la alquimia, que escribió mi querido progenitor y yo he podido desarrollar. - A esa parte no he llegado, me puede explicar brevemente a que se refiere. - Naturalmente, venga conmigo y le enseñaré. Le hice levantar de su asiento y acompañarme hasta una estantería de la biblioteca, tomé un libro bastante grande y pesado donde se podía leer “Tabla de Esmeralda o Hermética”, al abrirlo por la primera página leyó “Teorías de Hermes Trimegisto” y “Notas de Bartolomé Ainoza”. Balsamo tomó en su mano el libro, y no pudo más que preguntarme, ante su extrañeza y perplejidad. - No he oído hablar de este tratado nunca, ¿quién es el tal Hermes? - Aun le queda mucho que aprender querido amigo. Trimegisto fue un alquimista griego que escribió este libro que muy poca gente ha tenido el privilegio de leer, es el más famoso tratado que se conoce y solo existen tres copias en todo el mundo. Por cierto, no vuelva preguntar como llegó a manos de mi padre, porque ya sabe la respuesta. - Tengo que leerlo rápidamente, es algo fantástico, debo aprender todo lo que contiene este tratado, la alquimia es mi verdadera pasión desde que era niño.
  • 169. 168 - Lo dejaremos para nuestra vuelta, no se preocupe, tendrá suficiente tiempo de leerlo más adelante. - ¿Pero, y si no volviésemos? Este hombre tenía razón, quien podía asegurarnos que este viaje no tuviera un fin catastrófico y todos estos años de lucha y sufrimiento no sirvieran para nada, aun así traté de calmar y poder razonar con él. - Pensar así no nos ayuda en nada, debemos creer en lo que hacemos y confiar en que somos demasiado inteligentes para no poder salir de cualquier situación, de todas maneras no tiene usted tiempo material para ello, debemos seguir con nuestra cábala sin distraernos. Lo aceptó porque no tenía otro remedio, pero le propuse para calmar sus ansias, una solución intermedia. - Si lo desea, durante las horas que me retire a descansar, puede aprovechar para leerlo, no le puedo ofrecer nada más, soy consciente de que es muy importante para sus estudios, por eso se lo propongo. - Es perfecto, gracias por no cerrarme la puerta a nada de lo que le pido, es usted una persona muy comprensiva. - Ahora señor Balsamo - le enseñé mientras abría el libro por el centro - voy a enseñarle una cosa que nunca podría imaginarse. Continué pasando páginas del libro hasta encontrar lo que buscaba y le señalé con el dedo donde debía leer. Balsamo leyó en voz alta. - “Transmutación de las cenizas humanas a material sólido a través del carbono, método utilizado en Oriente a partir del siglo IV del calendario chino”. - ¿Es eso posible?, esto es fantástico, cada día me sorprende más señor Ainoza, ¿hay algo que no sepa?
  • 170. 169 - No se lo tome a broma, claro que hay muchas cosas que aun no sé, pero le dije que aprendería mucho conmigo y nunca miento. - Resuma entonces lo que estas páginas explican y hagámoslo lo más pronto posible, en el caso de que tal experimento sea posible en corto espacio de tiempo. - Necesitaremos unos días para ello, pero seguimos teniendo un problema muy importante para poderlo hacer. - Tiene usted razón, nos hace falta el número exacto de la última cifra del año al que nos dirigimos, necesitamos saber un número más y solo tenemos el nueve que corresponde a la última cifra del año en que estamos y que precisamos para volver. Pero, ¿de qué manera haremos los números? - Primero deje que le explique como funciona esta transposición, debemos someter a la ceniza a un grado extremo de calor. Mientras esto ocurre debe ser prensado el material hasta comprimirse también al máximo, este es en resumen el sistema a utilizar. - ¿En qué se transforma la ceniza? – preguntó. - Exactamente lo que ocurre es que se separa la materia inservible del carbono y al prensarse dicho mineral se solidifica y se transforma en algo así como un diamante no natural, pero con la misma consistencia, como si fuera una piedra preciosa pero sin brillo alguno. - Es increíble ¿tanto carbono tiene nuestro cuerpo? - Es el resultado de la combustión del cuerpo o por el efecto del tiempo hasta llegar a cenizas, nunca lo he probado, pero este libro no miente, lo sé con seguridad. - ¿Cómo haremos el molde para los logaritmos? - cambió de tema de golpe el joven inquieto.
  • 171. 170 - Ese problema no me preocupa, lo tengo resuelto. Mario, mi amigo alfarero, nos hará los moldes. El material debe ser alabastro, resistente al calor y suficientemente poroso para comprimirse. - ¿No pensará enseñarle el espejo al alfarero?, pienso que sería una temeridad por su parte. - De ninguna manera, haremos un molde de los números nosotros con la cera de unas cuantas velas y se lo llevaremos. Me miró sonriendo, no sabía si era de mi idea o simplemente estaba contento con lo que estábamos haciendo, pero me lo aclaró al momento. - Realmente me da envidia la sabiduría que tiene y lo rápido que piensa y afronta los retos que se le cruzan por delante. Se lo digo muy en serio, es usted el espejo en el que me gustaría mirarme cuando tenga su edad. En estos momentos tan cruciales no le he visto perder la calma ni un solo momento, nunca podía haber tenido mejor maestro. Las palabras de mi amigo me halagaban, pero yo sabía que realmente nunca sería como yo, la ética no existía en su interior, por eso pensé que nunca llegaría a parecerse a mi, pero eso no estaba en mi mano. Le contesté para que no se sintiera ofendido. - Muchas gracias por su generosidad, pero no creo ser tan sabio como dice, solamente he tenido suerte de que las cosas más inverosímiles hayan caído en mis manos. - Debemos averiguar sin pérdida de tiempo la fecha escondida para hacer los moldes y enviarlos rápidamente - dijo Balsamo. - En primer lugar colocaremos todas las piezas en sus agujeros, por lo menos las que sabemos con
  • 172. 171 seguridad y volveremos a esconder el espejo mientras resolvemos el tema numérico. Balsamo cogió el espejo y lo levantó para ponerle un trozo de manta entre el y la mesa y que no sufriera ningún deterioro. Me miró y fue colocando las piezas una a una. - Ya estás todos los elementos en su sitio: la pirámide, el ojo y el anillo, cuatro elementos sin problema alguno, sabemos el uso de las cenizas de la arqueta, solo nos queda averiguar los números. Se quedó cavilando unos momentos, Balsamo le estaba dando vueltas a alguna cosa y se tomó su tiempo antes de decírmelo. - Ya sé que cada vez que abro la boca es para hacer una pregunta, pero sólo veo enigmas. Hay algo que se nos ha pasado por alto, el espejo no refleja nuestras caras al mirarnos, ¿debe ser así o se nos escapa alguna cosa? - Tiene razón, no había caído en ello. No debería de ser opaco, lo lógico es que el espejo reflejara a las personas que van a viajar. - Con lo cual se alargan los enigmas, cada vez está más complicado todo este asunto, no sé que pensar - me dijo. - No se desmoralice de esta manera, vayamos por partes, tome usted un paño limpio de ese baúl y frote el espejo para ver si es una capa de suciedad seca por los años. Tomó un lienzo blanco y limpio, frotó la superficie, primero suavemente y luego viendo que no surtía efecto lo hizo con más fuerza, todo fue inútil, el espejo seguía igual que estaba. - Lo único que he sacado en claro de este espejo es que su parte reflectante esta hecha de una fina capa de
  • 173. 172 plata, seguramente pulida o bruñida, por lo demás ya ve usted, no hemos tenido suerte. - Puede ser que la solución la encontremos escrita entre los documentos a estudiar, déjelo ya y pongámonos con la fecha, puede ser que buscándola aparezca alguna cita sobre la opacidad del espejo. Nos pusimos manos a la obra, ni siquiera sabíamos la hora ni el día en que nos hallábamos, no recuerdo bien cuando fue la última vez que descansamos para tomar algún tentempié, nuestro trabajo absorbía completamente nuestros cerebros. Él empezó con los cuadernos y yo con los mapas y pergaminos. - Iremos comentando sobre el asunto cada vez que alguno de los dos crea haber encontrado algo interesante o que veamos alguna pista que mencione los elementos de los que estamos tratando - le comenté al aprendiz antes de empezar. - De acuerdo, así lo haré. Oí ruidos en la sala contigua y aproveche para hablar con Braulia. Era una persona muy discreta, después de algunos años conmigo nunca tuve ningún problema con esta mujer, guardaba todos los secretos que yo podía mandarle sin preguntar nada ni pedir nada a cambio más que su salario. Ella sería mi mensajera en los momentos en que yo me fuese de viaje y debía prepararla a tal efecto. Entré en la sala sigilosamente, para cerciorarme que era ella. Braulia estaba recogiendo sus bártulos para irse a casa, ya era de noche y había terminado con su tarea. - Buenas noches Doctor, hace días que no le veo. La bandeja de comida de hace dos noches he tenido que recogerla sin que ustedes la hayan ni probado. ¿Se encuentran bien?
  • 174. 173 - Sí, estamos bien gracias, es el trabajo el que nos hace perder la noción del tiempo, no se preocupe le prometo que hoy nos lo comeremos todo. - Entonces me voy más tranquila. - Espere un momento, por favor, quiero hablar con usted de un asunto. Mire querida amiga, mi colega el doctor y yo tenemos que resolver una serie de problemas referente a unas medicinas que no podemos encontrar aquí. Estamos estudiando una enfermedad desconocida hasta el momento y queremos buscar, por si fuese necesaria una cura, de momento no se ha presentado ningún caso en este país, pero tenemos que estar prevenidos. Debemos viajar a Londres por este asunto. El día que partamos le avisaré y usted dejará la casa a punto para no volver hasta que nosotros regresemos de Inglaterra. - Se hará lo que usted mande señor. ¿Sabe cuando partirán? - No, todavía no, pero le avisaré con antelación. A quien le pregunte solo tiene que responder que he marchado a Londres por asuntos médicos y nada más. - En la alacena le dejaré una bolsa con monedas, es su salario de este mes. En Septiembre volverá par ver si hemos regresado, si tiene que hacer algo en casa lo dejo a su libre albedrío, en el caso de que no hayamos vuelto, usted vendrá de vez en cuando para comprobarlo. Como ya sabe, no debe dejar entrar a nadie en casa. Confío en su discreción, sé que puedo fiarme en usted. - Como usted mande doctor, ya nos veremos antes de que partan de viaje y le da recuerdos al señor Balsamo de mi parte. - Así lo haré, buenas noches Braulia. Le di un abrazo antes de marcharse, se quedó un poco perpleja, yo era una persona muy seria y distante,
  • 175. 174 no entendía la efusividad de mi gesto, nunca lo había hecho y eso le extrañaba. Se fue con semblante preocupado, era una mujer muy lista y pensó que había algo más en este asunto, rara vez le había estrechado la mano y ahora lo ocurrido no lograba entenderlo. De todas formas sabía que no debía preocuparme por ella, nunca me fallaría. Fui al encuentro de mi amigo en el laboratorio y cerré la puerta con llave, me paré a pensar por un momento si realmente esa puerta se abriría de nuevo. Balsamo leía y apuntaba con semblante pensativo, me senté enfrente de él sin decirle nada, la mesa nos separaba. Alzó la vista y con una leve sonrisa, señalando su cuaderno con el dedo dijo. - Llega usted tarde, he empezado sin esperarle – y yo contesté. - No se preocupe y disfrute de lo que está haciendo, es la única manera de aprender y piense que es un privilegiado por tener todo este material en sus manos, hay personas que matarían por ello. Esbozó otra ligera sonrisa y volvió con su lectura. - Por cierto – le interrumpí - el tema de nuestra ausencia ya esta solucionado, dije que nos íbamos a Londres unos días, Braulia no volverá hasta Septiembre, la alacena está bien surtida y estaremos solos. Leíamos y estudiábamos con ahínco, cientos de anotaciones se guardaban para comentarlas al final de la jornada. Yo traducía y el leía, devoraba uno a uno todos los apuntes que tenía en sus manos. Pasaban los días inexorablemente y con ellos un calor absolutamente pegajoso, estábamos a mediados de Agosto, la noción del tiempo no existía. Cual ratas de laboratorio íbamos de aquí para allá continuamente buscando apuntes en libros de historia.
  • 176. 175 Hacía apenas tres días me había despedido de mi ama, el tiempo se acababa y quisimos zanjar esa cuestión. Para el resto del mundo ya habíamos partido hacia Londres, la suerte estaba echada, si no lo conseguíamos en el plazo fijado no sabía que pasaría, por lo tanto el último tramo de este estudio era crucial. Nos turnábamos para dormir algún rato en el catre que teníamos dentro de la estancia, aunque se podían contar con los dedos de las manos las horas que habíamos podido descansar, el aun dormía menos horas que yo. A Balsamo se le veía radiante, al fin y al cabo estaba aprendiendo lo indecible y para él significaba un nuevo mundo que se abría ante sus ojos. Para mi era diferente, todo mi mundo se estaba resquebrajando poco a poco al no poder encontrar lo que buscaba, mis fuerzas flaqueaban. - Señor Balsamo deberíamos parar un rato la lectura y comer alguna cosa, debe estar desfallecido. Fue entonces cuando observé en su cara un halo de luz diferente a cuando soltaba alguna de sus sonrisas, intuí que esta noche iba a ser por fin diferente al resto de las demás. Levantó la vista de la mesa y dijo en voz baja. - En seguida acabo amigo mío, creo que tengo algo por fin y estoy con los últimos detalles. Yo decidí ir a mi habitación a buscar un frasquito de laudano que guardaba en la cómoda, el otro se había terminado y mis dolores de huesos eran cada vez más agudos, la cabeza estaba apunto de estallarme. Mientras tanto el joven se ofreció para ir a buscar la comida. Nos dimos un respiro, salió fuera a hurtadillas para coger algo que llevarnos a la boca, su comida preferida, queso, pan y vino. Parecíamos dos ladrones moviéndonos a oscuras por el interior de la casa. Se
  • 177. 176 reunió conmigo dentro del laboratorio y puso los comestibles en la mesa, me tenía en ascuas, necesitaba algo, le pregunté sin demora. - ¿Dígame que ha encontrado?, hace un momento lo he visto muy poco eufórico. - Después de leer y releer la historia de la vida de Tutmosis III, y darle vueltas a que no pudo reinar hasta la mayoría de edad. Su madres falleció en el parto y según parece su padre murió cuando el era un niño, al ser hijo único tomó las riendas del Estado su madrastra. Más tarde, al subir al trono decidió seguir con los proyectos que sus progenitores habían dejado en su legado sin empezar, fueron ambos recordados por sus grandes obras en la construcción de todo tipo, pero la más famosa fue la de los seis enormes obeliscos situados en la entrada de la ciudad - interrumpí para aseverarle. - Lo sé, he leído tantas veces esa historia que la conozco de memoria, siga, dígame que relación encuentra en esos datos. - Luego he cogido este pergamino que aun no había visto, aquí está dibujada la entrada a la ciudad de Luxor, y como puede usted comprobar están los seis obeliscos, dos filas de tres cada uno. - Siga, ¿a donde quiere usted ir a parar? - dije con impaciencia, conocía esos dibujos perfectamente. - Después de observar detenidamente los obeliscos me fijé que en la base cuadrada de cada uno, hay un dibujo que no se puede ver por lo diminuto que es. Tenga esta lupa y observe con detenimiento cada uno de ellos, verá que le es muy conocido. Tomé la lupa de su mano y limpiando mis lentes apresuradamente me puse a observar mientras Balsamo me iba enumerando.
  • 178. 177 - Como verá, empezando por la izquierda, en el primero hay un relieve de una pirámide, en el segundo un sol de doce puntas y el nombre de Amón Rha, en el tercero el ojo de Horus, luego en la parte derecha y por el mismo orden, una serie de números pintados de varios colores del cero al nueve, en el quinto se puede ver una urna funeraria y en el sexto el más increíble, una especie de espejo semejante al nuestro. Mi cara de asombro hizo que mi joven amigo dejase su relato un momento, como podía ser que yo no hubiera visto lo que me estaba enseñando, me quité los lentes y estrujé mis ojos y mis sienes con la cabeza agachada. - Es cierto sin duda, el tiempo y mi vista me han jugado una mala pasada, estaba aquí y no pude verlo, son los seis elementos antiguos que poseemos, esta clarísimo, creo saber ahora que quiere decir. Expóngame primero su teoría. - Pienso que la fecha a la que debemos viajar es la del año que se empezaron a construir los obeliscos, el cual está datado por su padre en este cuaderno y es 1452 a.c. ¿coincide conmigo? Todo un gran enigma había sido descubierto por este hombre en menos de un mes, era increíble, yo en seis años no había podido descifrarlo, en estos momentos me sentía inútil ante tanta destreza en la observación. - Es más listo de lo que pensaba, efectivamente yo pienso lo mismo, esta misma noche saldré a escondidas con los moldes a ver a mi amigo el alfarero. La cara de felicidad de Balsamo era evidente, como un niño jugando a los acertijos había logrado encontrar la primera cábala. - Aun hay más maestro.
  • 179. 178 - ¿Ha descubierto alguna cosa más? - le dije extrañado. - Hay una cosa que le estoy dando vueltas hace días, el uso que hacían los dioses con las cenizas de las vísceras de los Faraones. - Supongo que se refiere usted a una parte de la traducción del Libro de Los Muertos en la que se narra como podían volver a la vida - le contesté. - Exacto - dijo - según cuenta, la lucha entre ellos era continua y alguno de los dioses podía morir en el combate. Sus hijos podían volverlos a la vida frotándose todo el cuerpo con ellas y luego mirándose en el Espejo Sagrado, el cual servía para la transformación entre hijo y padre. El reflejo es una de las claves, por lo que ahora le toca a usted pensar sobre el tema, ya sabe por donde voy. Me quedé pensativo, no entendía que me quería decir, que podía reflejar el espejo si no la imagen de lo que se asoma a él. Al momento recapacité y le dije - Ahora empiezo a entender, a la hora de volver de este viaje no podemos poner el año 1769, no volveríamos nunca, nos perderíamos en el espacio tiempo, debemos poner la misma fecha a la del viaje, pero debemos invertir el tipo de metales en los números. - Explíquese, no entiendo nada, ahora si que me deja perplejo Ainoza, creía que esto que le contaba tenía relación con la frase que debemos vocalizar ante el viaje. - Espere, se lo mostraré para que lo vea claro, mire, coloco el uno de plata en el espejo, el cuatro de bronce y el cinco de piedra, de momento prescindiremos del último. Como puede observar si yo coloco otro espejo enfrente de los números ¿qué es lo que ve? - Pues veo los números al revés - dijo con cara de extrañeza y mirándome fijamente sin parpadear.
  • 180. 179 - Exacto, pero mire usted el orden de los metales que están hechos, primero se refleja el que está vacío, luego el de piedra, el de bronce y así sucesivamente. - Claro, ahora lo comprendo, para volver hay que invertir el orden de los metales, se supone que viajaremos desde la parte contraria a donde iremos, muy bien maestro ha sido una deducción sabia. - Balsamo ahora sí tenemos claros los dígitos que necesitamos fabricar, el uno y el dos. Yo me encargo de todo y usted siga con lo que estaba haciendo, va por muy buen camino. - Gracias maestro, formamos los dos un excelente equipo de estudios. Sin pérdida de tiempo fui en busca de Mario, el alfarero, con los dos moldes de cera que había preparado en casa. Era de madrugada y me costó que abriera la puerta, estuvimos hablando y le entregué los moldes de cera, advirtiéndole que era de vital importancia la rapidez y la discreción que constantemente hacía gala conmigo. Después de mirar todo el material me dijo que en dos días pasara a buscarlo. A punto de amanecer entraba en casa, otra vez a hurtadillas, el joven seguía estudiando y nuestra cena continuaba en la mesa de trabajo. - Deje eso Balsamo y coma algo, se ha ganado descansar un rato. Mi amigo dice que pasado mañana pasemos a por los moldes. - Perfecto, sirva usted unas copas de vino y charlemos un rato de lo que nos queda aun por encontrar - me dijo el joven muy contento. - Estamos muy cerca - le dije a mi entusiasmado amigo - sin usted estoy seguro que seguiría encallado en el mismo sitio y no lo habría logrado, aun así, tengo miedo de no llegar hasta el final de este acertijo, debe
  • 181. 180 usted seguir así, leyendo entre líneas y fijándose en todo lo que no vea claro. - Creo – dijo - que todas las claves que faltan deberían estar en los apuntes del “Libro de Los Muertos”, pero según escribió su progenitor, está incompleto y no tenemos todos los datos. Es posible que no lo hallemos. - No estoy de acuerdo, no se hubiera tomado la molestia de preparar un viaje de esta envergadura sin poderme dar todos los indicios necesarios. Tuvo que hacerlo de esta manera por miedo a que lo descubriera alguna persona con fines distintos a los de él, por eso preparó esta cábala. Tras la cena nos dio sueño, después de tanto tiempo en tensión el relajamiento y la tranquilidad de haber descubierto ago tan importante, pudo con Balsamo. - Con su permiso voy ha echarme un rato, me hace mucha falta, despiérteme cuando crea conveniente. Le miraba mientras dormía, solo envidiaba su edad. Su talento era suficiente para llegar a ser lo que el quisiera, tenía toda una vida por delante, no había tenido que luchar ante las adversidades ni huir de los fantasmas del pasado. Pasaron los dos días y al fin pude recoger los moldes que mi amigo tan afanosamente había hecho. Los fui a recoger de madrugada conforme habíamos pactado y le recompensé por sus servicios. No quería aceptar nada a cambio, insistía en que era suficiente con los favores prestados por mi a su familia, pero acabó consintiendo cuando le dije que era por la causa. Éramos un grupo de médicos y artesanos que nos reuníamos varias veces al año para explicar nuestro disgusto por la opresión del Estado y de La Iglesia. Recaudábamos dinero para ayudar a los perseguidos y marginados, todos éramos personas que en un momento
  • 182. 181 de nuestra vida habíamos tenido que huir de alguna injusticia y desaparecer de nuestras ciudades para empezar en secreto una nueva vida. Entre nosotros lo llamábamos la causa, no le poníamos ningún nombre al grupo para no ser descubiertos, aun siendo una causa altruista debíamos permanecer en secreto. Nunca hablé de ello con nadie, la discreción era nuestra bandera y moriré sin decir nada. Volví por las calles vacías de madrugada, mi vida se desarrollaba de noche y me había acostumbrado a ello, incluso mis sandalias estaban hechas de un cuero especial acolchado para que mis pasos no se escucharan en el silencio, igual que el murciélago podía recorrer toda Barcelona casi sin luz y conocía todos los recovecos de la ciudad. Al entrar en casa me dirigí al laboratorio, el salón estaba oscuro tal como había ordenado. Balsamo parecía pegado a la mesa como una estatua, leyendo sin cesar. - Traigo los moldes, ahora necesitamos desplazarnos a casa del herrero para encender la fragua, tenemos que conseguir la máxima temperatura en su fundición y aquí no podemos hacerlo. - ¿Quiere que le acompañe? - me preguntó Balsamo apartando la vista de sus escritos. - Si, venga conmigo, me ayudará y además le servirá para que le de un poco el aire, está usted muy pálido. Hacía mucho calor. Nos dirigimos a casa de Pedro, dónde seguía viviendo su madre con los niños. Debíamos pedirle ese favor a la abuela y a la vez interesarnos por su salud. Además nos serviría para preguntar como marchaba nuestro asunto. Balsamo encendió su pipa mientras caminábamos silenciosamente hacia nuestro destino.
  • 183. 182 La puerta estaba abierta, la gente en estos barrios era muy confiada ya que no poseían nada para ser robado, entré en la estancia, estaba todo a oscuras y susurrando en voz baja musite. - Abuela, soy el doctor Pirria ¿está usted ahí? La casa estaba en silencio ahora roto por mis palabras, nadie contestaba y decidí adentrarme en el pasillo. Una voz en la lejanía me tranquilizó, era la madre de Pedro que contestaba. - En seguida salgo doctor, déme un minuto para vestirme por favor. Mientras, encendí una vela en la entrada y me dispuse a esperar que saliera de su habitación la anciana mujer. - ¿Ha pasado algo doctor? - Este usted tranquila, no pasa nada, solo quería saber como se encuentran y además pedirle un gran favor. - Estamos todos bien, gracias a Dios, de momento todo transcurre como nos dijo usted y la gente del barrio no sospecha nada. - Me alegro de que todo vaya bien señora, ahora le querría pedir que nos dejara usar la fragua para realizar un experimento que necesitamos hacer, por eso he pensado en usted y en su amabilidad. - Claro que si doctor, no hay ningún problema, dispongan de todo como si estuvieran en su casa. No podía esperar menos de ella, después de los malos ratos que habíamos pasado nuestros lazos eran bastante fuertes y sabía que debíamos permanecer unidos por una causa común. Encendimos la fragua y esperamos a tener la suficiente temperatura en las ascuas para poder efectuar nuestra prueba. Dos moldes de alabastro de un palmo de
  • 184. 183 largo cada uno y rellenados convenientemente con la ceniza por un agujero en forma de cánula en la parte superior y tapado posteriormente con un trozo del mismo material blando, calentado antes en nuestro alambique. Con unas grandes tenazas fuimos colocando una a una las dos piezas en la fragua y decidimos esperar las dos horas que nos recomendó mi amigo Mario antes de que pudiese resquebrajarse el material. Salimos mientras tanto al portal para tomar el fresco, allí dentro el calor era insoportable. Le dije a la anciana que volviera a acostarse, lo dejaríamos todo recogido antes de irnos. Balsamo sacó su pipa y la llenó de tabaco de una bolsita mientras pasaba el tiempo de la cocción. - Últimamente está usted fumando mucho - le dije para romper el hielo y tener algo de que hablar. - ¿Le extraña? - contestó - hace meses que nuestras vidas van por un camino tan aceleradamente extraño y peligroso, que los nervios me atenazan y es la única manera que tengo de calmarlos. - No se lo digo como reproche, solo es un comentario, no sé lo que se siente al fumar, nunca lo he probado y a estas alturas tampoco lo haré. - A veces pienso qué hubiera sido de mi vida si usted no se hubiera cruzado en mi camino con todas estas experiencias, posiblemente sería un médico más en Londres y con una vida bastante anodina. Lo tomé como un cumplido, ya que este hombre no solía ser muy afectivo y su frialdad era su gran arma para que nadie hurgara en su interior. Pasado el tiempo fuimos otra vez al establo para recoger las piezas, suponíamos que era suficiente desde su introducción, las volvimos a coger con las tenazas y
  • 185. 184 procedimos a sumergirlas en un balde de agua después de unos minutos. - Vamos rápidamente al laboratorio, debemos comprobar que todo ha salido bien, en caso contrario deberemos repetir la operación - le comenté a Balsamo. Ya en casa colocamos las piezas sobre la mesa y me dispuse a buscar un pequeño mazo y un cincel para partirlas, mientras mi amigo colocaba el espejo también a su lado, era el momento de la verdad. - Sujete esta pieza por ambos lados mientras trato de abrirlas para que no salte nada en el caso de no haberse fundido. Golpeé con mucho cuidado y suavemente la primera pieza por su parte lateral varias veces, hasta que al fin cedió y se partió en dos partes desiguales, muy suavemente las separé y maravillados comprobamos que el número uno se hallaba solidificado en su interior con restos de ceniza a su alrededor. Tenía de color grisáceo y un poco transparente al ponerlo a contraluz, era un gran éxito para la alquimia lo que habíamos ensayado, después de limpiarlo, aun caliente, lo coloqué en el hueco correspondiente del espejo, entraba perfectamente, la primera parte estaba correcta, lo volví a sacar para guardarlo, de momento este no sería necesario, luego le dije a mi compañero. - Balsamo, coja las piezas de alabastro sobrantes y vacíe los restos que han quedado de ceniza en su interior, dentro de la urna con el resto, nunca se sabe si puede hacernos falta. Con mucho cuidado hizo lo que le ordené y procedimos para hacer lo mismo con la segunda pieza golpeándola levemente hasta que también se partió. El numero dos también había quedado perfectamente moldeado y procedimos a probarlo igual que el anterior.
  • 186. 185 Encajaba correctamente, un leve suspiro salió de mi boca, íbamos por el camino correcto. Balsamo se acercó para recoger las piezas sobrantes cuando ocurrió una fatalidad, tropezó con la silla que se hallaba a su lado y se le cayeron sobre el espejo que descansaba en la mesa. - Lo siento, es una torpeza por mi parte, espero que no haya quedado el espejo dañado, no me lo podría perdonar. - Tranquilo amigo, lo recogeremos con sumo cuidado, esperemos que no haya sufrido ningún daño. Retiré con delicadeza los restos de alabastro de encima del espejo y los guarde junto a los otros. Tomé a Balsamo por el hombro para que no se preocupara más por ello y le emplacé a limpiar los restos de ceniza que habían quedado. - Ahora con un algodón vaya retirando hacia una esquina del espejo la ceniza y la recogeremos con algo plano de metal. - No se puede imaginar la angustia que tengo por esta torpeza mía, ahora lo limpiaré con mucho cuidado. Restregó suavemente el algodón en la cara del espejo para recogerlo, fue entonces cuando nuestros rostros se quedaron paralizados. El trozo de espejo por donde había pasado el algodón brillaba con reflejos plateados, nos miremos y una sonrisa de complicidad surgió espontáneamente. - Traiga más ceniza Balsamo, rápido, su torpeza se ha convertido en un golpe de suerte por una casualidad de la vida. - ¿Es lo que yo creo? - dijo balbuceando. - Apostaría mi vida en ello, el azar ha hecho que descifremos uno de enigmas que faltaban. - ¿Cómo se nos pudo pasar por alto? - preguntó.
  • 187. 186 - Estaba ahí pero se no supimos verlo, recuerda la cita que decía “frotando las cenizas de las vísceras del faraón se podía volver a la vida”, pues ahí tiene el significado, las cenizas abren también la puerta del espejo para volver a otra vida. Frotó con esmerado cuidado toda la parte opaca del espejo y después de un rato vimos con gran satisfacción que nuestras caras se reflejaban en él, nos disponíamos a retirar la ceniza de la esquina donde la habíamos apartado cuando ocurrió la cosa más sobrenatural que en mis años de vida había visto. Una ráfaga de aire como una turbulencia giro dentro del laboratorio y apagó todas las velas y candiles encendidos, de pronto se quedó todo a oscuras y un olor a podredumbre seguido de un estremecimiento en el cuerpo, nos dejó despavoridos. Estuvimos unos momentos sin reaccionar, cuando logré rehacerme volví a encender todas las lámparas para ver que había pasado, era imposible que pudiera entrar tal ventolera en esa habitación, no tenía ventanas y la puerta estaba cerrada. Nos miramos con cara de perplejidad y comprobamos que no todo seguía en su sitio. La ceniza del espejo había volado con el viento, fue entonces cuando Balsamo me señaló con el dedo. - Fíjese en ese libro que hay sobre la mesa, estaba cerrado antes de este fenómeno tan extraño. Me acerqué hacia él y miré el libro, estaba abierto por una de sus páginas centrales, era el primer libro de la vida de nuestro Faraón. Nunca entendí porque esta página estaba en blanco, nunca lo había comprendido hasta ahora. La página estaba en blanco y sobre ella había caído toda la ceniza que el viento trajo del espejo. En ese
  • 188. 187 momento tuve un presentimiento, por fin habíamos logrado todos nuestros objetivos. Balsamo estaba atónito no podía articular palabra alguna, no comprendía lo que había pasado y lo hice volver al presente zarandeándolo del brazo hasta que reaccionó y pudo mirarme. - No se da cuenta, esta era la señal que estábamos esperando, no ha sido el azar, esto tenía que ocurrir si descifrábamos los demás enigmas, es la última ayuda por haber llegado hasta aquí. - Si creyera en brujas diría que esto es magia negra - contestó reponiéndose del susto. - ¿Aun no lo entiende?, debe frotar esa página donde han caído las cenizas para encontrar la última cábala del misterio, es una señal de ultratumba. - Pero este fenómeno tiene que tener alguna explicación científica - insistió el joven perplejo. - No la tiene amigo, como no la tiene de científica la aventura a la que nos llevará, por eso no busque una respuesta lógica, déjese llevar por lo sobrenatural y lo podrá entender. Con el algodón que restregó el espejo Balsamo, repetí la misma operación en la hoja del libro. Conforme frotaba iban apareciendo varias líneas con pictogramas que cada vez se hacían más claros, soplé sobre la hoja para apartar la ceniza sobrante. Claramente se podían ver los dibujos, estaban ocultos a la espera de que alguien los encontrara. Tomé mi libro de traducción y empecé a descifrarlos. Balsamo seguía sin reaccionar. - Mire, aquí dice “Ruegos para Los Viajeros Del Inframundo” - me interrumpió en ese momento.
  • 189. 188 - ¿Me está diciendo que este es el rezo final para atravesar el espejo y viajar en el tiempo? no me lo puedo creer, al fin lo vamos a conseguir. - Eso es lo que creo, pero déjeme continuar. Deje su alegría para después, todavía no sabemos si es esto lo que estamos buscando. - Disculpe, tiene razón, siga se lo ruego. - Más abajo dice, “PERI-EM-HERU-RAN- DUAT” - ¿Y qué significa? - Esta es la frase que andábamos buscando y que gracias a su torpeza han desencadenado estos fenómenos por algún poder sobrenatural que desconocemos. - Es maravilloso, lástima no poder contárselo a nadie, aunque tampoco nos creerían. Pero siga con la lectura por favor. Repasé mi cuaderno de traducciones y uno por uno fui anotando en un papel todos los jeroglíficos de la página. - “Sal al día desde el Inframundo”, eso es todo lo que dice, lo demás son los nombres de todos los dioses de sus antepasados. - Lo hemos conseguido - dijo Balsamo eufórico - hagamos la prueba ahora mismo, no perdamos más tiempo. - No, todavía no, antes tenemos que prepararlo todo, no lo haremos hasta mañana, debemos dejar la casa y el laboratorio como si nos hubiéramos marchado de viaje. Hay que esconder la ropa y algunas cosas más para que piensen que no nos hemos marchado sin nada, hemos de ser prudentes. - ¿Cree usted que funcionará?, ¿podemos estar seguros de no haber cometido algún error en nuestros datos?
  • 190. 189 - Mañana hallará usted la respuesta, yo no lo sé, ojala estuviéramos en lo cierto, solo quedan catorce días para que acabe el mes y no podemos hacer muchos intentos en vano.
  • 191. 190 Capítulo 8º LOS ILUSTRADOS Nos dispusimos a comer algo antes de descansar, exhaustos y nerviosos a la vez, pero con la gran satisfacción de tener todo preparado para conseguir la odisea de nuestras vidas. Comíamos lentamente y de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, no nos atrevimos a preguntar como nos sentíamos en ese momento. Yo había recorrido un largo camino hasta llegar aquí, no tenía ninguna prisa, después de tantos años de trasiego me encontraba verdaderamente bien, estaba en paz conmigo mismo y por alguna extraña razón no me dolía nada y mi cabeza estaba más lúcida que nunca. No tenía miedo de lo que pudiera pasarme, era el viaje de mi vida, la certeza de que podía desvelar todos los secretos tanto tiempo soñados y de lo más importante, estaba seguro de poder averiguar porque mi padre preparó para mi este rompecabezas y si aun vivía encontrar, poder encontrar su paradero. Pensé por un momento que este ágape podría ser el último en el caso de que no funcionase lo que iba a ocurrir mañana, podíamos morir en este viaje o algo sobrenatural se cruzara en nuestro camino. Muchas veces
  • 192. 191 me pregunté si alguien había traspasado este espejo y si en caso positivo, si pudo regresar. Balsamo rompió el silencio sepulcral del laboratorio, estaba tan nervioso que no pudo aguantar más. - Nunca le había visto comer tanto y tan a gusto querido maestro. - Después de tanto tiempo de sufrimientos y angustias, debo decirle, realmente me siento bien y hasta yo estoy extrañado de degustar la comida con sumo placer y de que no sienta ningún dolor en mi cuerpo viejo y cansado. Sonrió con complacencia y siguió charlando de banalidades para calmar su inquietud y dejar de pensar en la aventura que nos esperaba. - Hace bien, el estómago era lo único que nos quedaba por alegrar, esto merece un brindis. - Este momento hay que regarlo con un buen vino - dije mientras me levantaba de la mesa, me dirigí hacia uno de mis baúles y saqué la botella de vino que me quedaba. Nos servimos unos vasos, era el momento de dar rienda suelta a todo lo que nos apetecía, había que celebrarlo a lo grande. - Brindo por la gran aventura que nos espera y por haberme hecho participe entre tantas personas, pero sobre todo para agradecerle toda la confianza que depositó en su momento en este su humilde aprendiz y ahora amigo. - Salud amigo, ha sido una ardua tarea, pero ha valido la pena y no se menosprecie, quizás sin usted no lo hubiera conseguido nunca, necesitaba un aliciente, alguien con la mente despierta, joven e inteligente y dispuesto para arriesgarlo todo por encontrar las cosas
  • 193. 192 más increíbles de este mundo, las que a mi se me pasaban por alto y no podía descifrar. - Es usted muy amable, de verdad, pero quisiera pedirle otro favor más si no le importa, será el último. - Diga, le escucho. - Quisiera visitar a mi esposa antes de irnos, nunca se sabe lo que nos puede pasar. Comprenda que es lógico después de tanto tiempo sin saber nada de mí, lo menos que puedo hacer es despedirme de ella. Asentí con la cabeza, antes de todas maneras debía darle un consejo importante a mi joven amigo. - Siempre que tenga cuidado de no ser visto de ninguna de las maneras, recuerde que se supone que está usted viajando a Londres. - Tendré cuidado se lo prometo, me moveré en la noche igual que un espectro, confié en mi. Volví a recordarle otra cosa, tanto o más importante que la anterior, aunque el ya lo sabía. - Y además recuerde que no debe decirle nada de nuestros proyectos, dígale que debe viajar conmigo por asuntos médicos y que volverá pronto, no debemos dejar ningún cabo suelto. - De acuerdo, esperaré muy entrada la noche y regresaré antes de que amanezca, y esté tranquilo, pasaré desapercibido por la cuenta que me trae. Entrada ya la noche Balsamo abrió la puerta de la casa con sigilo y la luz apagada, vestido con un hábito con capucha que le dejé para no ser reconocido. Hizo un ademán con la mano de despedida y salió desapareciendo en la oscuridad, llevaba un paquete en la mano, supuse que sería algún obsequio para su mujer. Mientras, me dediqué a poner en orden mis apuntes y preparar todo hasta nuestro regreso, el sigilo funcionaba de momento, pero la pesadumbre de que
  • 194. 193 pasara algo imprevisto no dejaba de rondar por mi cabeza. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Caminaba por las calles casi vacías y calurosas, encorvado para que no pudieran ver mi rostro, ya casi estaba llegando a la casa de huéspedes en la que se alojaba mi esposa, creo que nadie se había fijado en mí, ahora el problema era entrar sin ser visto. Me aposté junto a la ventana donde sabía que dormía y la golpeé suavemente con los nudillos, al momento la luz de una vela iluminó el interior de la habitación y el perfil de una mujer asomó por ella. Abrió levemente la puerta de la ventana, sonrió, mientras yo le dije que guardara silencio poniendo mi dedo vertical entre mis labios, entonces en voz muy baja musitó. - Giuseppe, ¿eres tú?, me ha parecido ver tu cara a través de la ventana. - Si, soy yo, déjame que entrar, ¿hay alguien despierto en la casa?, no deben saber quien soy, es importante. - No te preocupes, con la capucha puesta no te van a reconocer, cuando recibo clientes por las noches nadie pregunta, algunos incluso tapan su cara con las manos. - Ábreme date prisa, debo de hablar contigo de unos asuntos muy importantes.
  • 195. 194 Lorenza se apresuró por el pasillo hasta llegar a la puerta de entrada, solo un par de comadres se calentaban al fuego del hogar, no había ningún problema. Me tomó del brazo al entrar y sonriendo a las mujeres les deseó buenas noches, yo ocultaba mi cara con las manos cerrando los laterales de la capucha. Me llevó hasta su habitación y nos sentamos en el borde de la cama, aparté mi capucha y le sonreí. - Por fin, me estaba asfixiando de calor. La besé en los labios, mientras tomaba su cabeza entre mis manos, ella me abrazó fuertemente y continuó el beso largamente deseado. Me quería a pesar de todas las promesas de que un día todo iba a cambiar, eso le llenaban de esperanza. - Hablemos en voz baja, por favor, no debería estar aquí, si alguien me viera Ainoza podría enfadarse y lo que estamos haciendo se iría al traste. - Hace más de un mes que no vienes a verme, tenía miedo que te hubiera pasado algo amor mío. - He tenido que resolver unos asuntos muy importantes y no he podido venir, ya sabes como es el carcamal del viejo, apenas me ha dejado dormir hasta conseguir lo que quería. - ¿Pero estás bien? ¿Has cenado? - Si, no te preocupes ahora lo importante es que hemos acabado nuestro trabajo y debemos viajar a Londres para visitar unos compañeros. - Por fin volvemos a Londres, es una buena noticia, echo de menos mi ciudad. - No, tú no puedes venir, lo siento Lorenza. - ¿Por qué? - dijo enfadada, su cara había cambiado de golpe, toda su felicidad se convirtió en inquietud tras la desesperanza de mis palabras.
  • 196. 195 - Es un viaje secreto que puede poner fin a nuestras penurias, debo ir solo con él, pero no desconfíes te prometo que volveré. - Y ¿cuanto tardarás en volver?, no me fió de ese hombrecillo, ten mucho cuidado, esconde algo extraño en su mirada. - No te preocupes, me he ganado su confianza y me está enseñando muchos de sus secretos, lo estoy manejando con mucho tacto y hemos puesto las cosas muy claras entre nosotros. - Confío en ti cariño, pero prométeme que cuando acabe el viaje nos iremos los dos de este lugar, no me gusta mi manera de vivir - me dijo mirando al suelo. - No sé lo que tardaré en volver, un mes a lo sumo, pero debes tener paciencia y seguir mis instrucciones al pie de la letra. - Cuéntame que debo hacer y yo lo obedeceré, sea lo que sea. Lorenza estaba enamorada de mi hasta puntos inimaginables, aun después de la vida que le daba seguía haciéndolo, cualquier cosa que le pedía era una orden para ella, sabía manejarla siempre a mi gusto para lograr todo lo que necesitaba, era un instrumento más para mi carrera hasta llegar a realizar mis fines. Ella me quitó la ropa suavemente hasta quedarme desnudo, poco a poco y con la maestría que tenía logró excitarme como siempre lo hacía, recorrió con sus besos todo mi torso hasta el ombligo, entonces la separé hacia atrás cogiendo sus hombros y la miré fijamente. - Espera, todavía no, antes debemos hablar de un asunto. - No lo demores más, cuéntame lo que quieras, estoy tan excitada que no sé si podré aguantar.
  • 197. 196 Me levanté de la cama y tomé el paquete que había traído, volví a sentarme junto a ella y lo desenvolví hasta enseñarle su contenido. - Espero que el viejo no se haya dado cuenta de que he traído esto, escúchame bien es importante. - Estas libretas son el resultado de mis apuntes de todos estos meses de trabajo, aquí está toda la clave de la medicina, es nuestro billete a París para poder triunfar en La Corte y hacernos famosos y ricos. - ¿Entonces por qué no huimos con ellas? - me preguntó con una sonrisa pícara y graciosa mientras acariciaba mis muslos. - Todavía no, falta lo más importante, en el viaje al que nos dirigimos encontraremos las respuestas que nos faltan, es de suma importancia terminarlo y toda nuestra vida cambiará. - Hazlo entonces, dijo mientras acercaba su boca entre mis piernas. - Espera Lorenza, aun no he terminado lo que estaba contando, solo será un momento, y debes prestar atención. Por nuestra seguridad, nunca debe ver nadie estos cuadernos, tienes que esconderlos y solo yo puedo tener acceso a ellos, si algo ocurriera todos estos meses de trabajo serían inútiles y tu tendrías que seguir con la vida que llevas y ¿eso no te gustaría, verdad? - Si es necesario daré mi vida por ellos, no te preocupes, los esconderé donde nadie pueda encontrarlos, confía en mi - dijo Lorenza. Nuestras sonrisas al unísono certificaban el pacto que habíamos adquirido, me empujó lentamente hacia atrás hasta caer boca arriba en la cama y siguió con lo que había empezado antes y tanto deseaba. Cerré los ojos y disfruté del momento mágico que esa mujer me estaba
  • 198. 197 ofreciendo, yo gemía de placer, era una experta trabajadora en sus artes. Realmente no la quería, era otro instrumento más que utilizaba para conseguir mis fines, una sirvienta que se acostaba con gente importante para luego hacerme participe de las confidencias que conseguía. Pero mi necesidad de compañía la hacía cada vez más importante, nunca una mujer me había hecho disfrutar tanto, su gran lealtad hacía que me sintiera un gran hombre. Dejó un momento de hacer tan exquisito trabajo y se separó de mí para despojarse de su ropa, excitado y maravillado disfrutaba como siempre al verla desnudarse, todo lo hacía con tal exquisitez que me volvía loco. Subió sobre mí mientras le acariciaba sus senos pequeños y redondos, era una mujer muy menuda, pero su cuerpo era apasionante, dejó que yo disfrutara del momento mientras ella hacía todo el trabajo e hicimos el amor muy despacio. Lo repetimos varias veces durante horas, era un desenfreno tremendamente placentero y tras cambiar cien veces de posición nuestros cuerpos quedaron finalmente agotados y exhaustos, nos tendimos boca arriba, sin fuerzas y sin gota de aliento para poder hablar. - Debo irme Lorenza, es muy tarde y tengo que preparar muchas cosas antes de marcharme. - ¿No podrías quedarte esta noche conmigo?, voy a tardar mucho tiempo en volver a verte. Me levanté de la cama y me vestí poco a poco con aquella ropa tan estrecha que me había prestado Ainoza. - No puedo, debes comprenderlo, pronto estaremos juntos para siempre y nuestra vida será maravillosa.
  • 199. 198 Se levantó también ella e hizo el ademán de vestirse, la tomé por los hombros y con voz cariñosa le dije. - Quédate, saldré solo, descansa y recuerda todo lo que hemos hablado, esconde rápidamente este paquete y no te preocupes. Nos fundimos en un abrazo durante unos minutos, ella comenzó a llorar, la aparté de mi y acaricié su cara sonriendo. - Adiós querida, nos veremos pronto. - Prométeme que tendrás mucho cuidado, no podría soportarlo si te pasara algo y recuerda, no te fíes del viejo, tengo un mal augurio. Piensa que te estaré esperando con ansiedad - dijo sollozando. Traspasé el oscuro pasillo hasta la sala, ya no había nadie solo los rescoldos acababan de arder en el hogar iluminando la estancia, abrí la puerta con cuidado y asomé la cabeza para comprobar que no había nadie en la calle, era el momento, me coloqué la capucha y con paso acelerado atravesé las calles hacia mi destino. Mientras caminaba iba pensando en todo el enmarañado que estaba tramando, mi primer objetivo había tenido éxito, los cuadernos estaban a buen recaudo, solo quedaba pensar en lo siguiente, pero eso era más complicado y debía resolverlo sobre la marcha, no todo dependía de mí. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Escuché llamar a la puerta muy levemente, me dispuse a mirar quien era abriéndola sutilmente,
  • 200. 199 escondiéndome tras ella, era Balsamo que volvía de su visita nocturna. - Soy yo maestro, ábrame por favor. - Pase, ha tardado mucho, creía que le había pasado algo y empezaba a inquietarme. - No, todo ha ido bien - dijo Balsamo - ya sabe usted como son las mujeres, no paraba de llorar y tuve que estar un buen rato hasta que se calmó. - ¿Ha tenido algún problema?, ¿le ha visto alguien? - No, todo ha ido a pedir de boca, seguí al pie de la letra sus instrucciones y no encontré ningún contratiempo. - Mejor así, ¿ha logrado convencer a su mujer de todo lo que hablamos? - Con ella no hay problema alguno, ya le dije que mi mujer siempre obedecía mis órdenes como si la vida le fuera en ello, no debe preocuparse por este tema, está todo arreglado. En aquel momento tenía otro tema en la cabeza que me estaba preocupando, hacía unas horas había recibido una carta que podría hacernos cambiar nuestros planes. Le miré con cara contrariada, no tuve más remedio que contarle uno de mis grandes secretos que nadie sabía y que no tenía previsto revelarle, pero ante tal contratiempo debía hacerlo. - Lo siento pero hoy no podremos hacer nuestro viaje, ha surgido un imprevisto y debemos posponerlo. Balsamo con cara de extrañeza empezó su retahíla de preguntas que ya había previsto y debía contestar. - ¿Qué ha pasado maestro? - Debo reunirme la próxima noche con unos caballeros para un asunto urgente y de vital importancia.
  • 201. 200 - ¿Pero si nadie sabe que estamos aquí?, usted dijo que debíamos llevarlo estrictamente en secreto. - Así es, pero después de irse a visitar a su esposa oí como golpeaban en la puerta y pasaban una misiva por debajo de ella, esta que tengo en las manos. - ¿Tan urgente es como para tener que posponer algo tan importante como lo nuestro? - Es de suma importancia cuando recibo este tipo de avisos asistir a las reuniones, nuestra vida depende de ello. - ¿Qué dice la misiva? - Tenga, léala usted mismo, pero no hallará ninguna respuesta en ella, la discreción es nuestra norma. Leyó la carta Balsamo en voz alta tras mirar el sello que presidía el enunciado, un dibujo representando una paloma atrapada por una serpiente enroscada. - “Es urgente reunirnos mañana, rumores de peligro se ciernen últimamente por enfermedad” - decía la carta. - ¿Quiénes son estos señores? - dijo mi amigo preocupado al no entender nada del asunto. - Siéntese y le explicaré, piense que lo que voy a contarle puede ser muy peligroso, por lo que no debe contar nada de lo que oiga, si esto se supiera nuestro viaje terminaría en este mismo instante. - No se preocupe por ello, no sería capaz de destruir todo mi trabajo a su lado por nada del mundo. - Mejor así – dije mirándole con seriedad fijamente a los ojos - Pertenezco a una sociedad secreta llamada Los Ilustrados, mi padre era miembro en el Alto Aragón. Es muy difícil entrar a formar parte de ella, el único modo de conseguirlo es heredado de padres a hijos o bien captando a sus integrantes. Estamos situados en todo el país y nos reunimos regularmente cuatro veces al
  • 202. 201 año en distintas ciudades o, como en este caso, cuando existe alguna urgencia importante. - Pero, ¿quiénes son estos caballeros? - preguntó Balsamo. - Somos un grupo de ciudadanos, la mayoría somos gente de la ciencia que luchamos por la igualdad del hombre y su libertad de expresión, ayudamos a los pobres y protegemos a la gente como yo, que por sus creencias y maneras de trabajar están perseguidos por la justicia y La Iglesia. - Nunca había oído hablar de esta Sociedad, ¿son ustedes muchos integrantes? - Eso no se lo puedo decir, hay gente muy importante entre ellos y sería peligroso que usted los conociera. Tenemos arquitectos, científicos, astrónomos, médicos e incluso ecónomos y artistas integran esta sociedad secreta sin ánimo de lucro, queremos cambiar las reglas pacíficamente y solo con nuestras voces lograremos conseguirlo. - ¿Pero esto puede dar al traste con nuestros proyectos, tan urgente es dicha reunión como para demorar lo que tanto anhela? - Juré lealtad hasta la muerte, ellos me ayudaron en su día y yo debo dejarlo todo cuando me necesitan. Espero que se pueda solucionar, no disponemos casi de tiempo, pero primero debo ir a la reunión. - ¿Supongo que sería inútil decirle que me gustaría asistir? - Supone usted bien, no le dejarían entrar y desapareceríamos tras haber roto el secretismo de esta sociedad. - Cuénteme algo más de ellos, ya sabe que yo pertenezco a otra sociedad muy importante y tengo
  • 203. 202 curiosidad conocer más detalles, siempre que no me diga nada que lo pueda poner en peligro. - Poco más le puedo contar, mi padre perteneció a la Hermandad mientras se dedicaba a ejercer la medicina en otros ámbitos diferentes, antes de sus últimos años de carrera. Como usted ya sabe los últimos años dejó todo de lado para dedicarse a sus asuntos secretos y perdió todo contacto con el mundo, solo le puedo decir que hace algún tiempo me llevó en presencia de una de las reuniones para presentarme y decir que yo ocuparía su lugar permanentemente. No me pude negar, ni por amor a mi padre ni por los ideales que me fueron expuestos en esa junta. - ¿No preguntaron a su padre el motivo por el que abandonaba el puesto que ostentaba en dicha sociedad? - No lo sé, pero ellos no me han preguntado por su paradero y yo nunca quise hablar de ello ante tal secretismo. - ¿Contra quien luchan ustedes desde este grupo? - preguntó siempre ávido de sabiduría mi joven amigo. - En estos últimos tiempos tratamos de concienciar a la gente del pueblo de la mala gestión de nuestros gobernantes, nuestro Rey ha decidido que el pueblo sea analfabeto y no pueda acceder a ningún tipo de estudios, es la manera de tenerlos siempre bajo su hospicio, cargarlos de impuestos para que trabajen más tiempo diariamente y cuando vienen las vacas flacas poder quitarles sus tierras y dárselas a los nobles para poder explotarlas. - Pero eso pasa en muchos países de Europa maestro, es el escalafón social existente desde que se conoce la historia, no tiene nada de particular - comentó Balsamo con sonrisa burlona.
  • 204. 203 - Sí, lo sé, pero la mala gestión de este reinado ha agravado todo el sistema, las Órdenes Eclesiásticas siguen siendo las que escriben y guardan los libros en las bibliotecas y sólo unos pocos privilegiados tienen acceso a ellos. - También ofrecemos ayuda médica a los menos favorecidos, sólo la gente noble y sus familias tienen su médico particular, el cual trabaja para ellos en exclusiva, mientras tanto el pueblo se muere por cualquier tipo de enfermedad que tendría cura si se le tratara a tiempo o como es debido. - Es un fin muy altruista Ainoza, pero los pobres no deben tener acceso a todo lo que disfruta la gente con alcurnia, sería un caos tremendo el que todos fuéramos iguales. - No se trata de ser todos iguales, siempre habrá quien trabaje y quien gobierne, pero la población paga sus impuestos y debe tener acceso a lo más básico e imprescindible de su penosa vida, esto es lo que queremos. - No creía que hubiera personas con poder adquisitivo suficiente dispuestas a preocuparse de las miserias de los demás, los he visto ansiosos por atesorar cada día más, nunca tienen suficiente, lo cual me llena de extrañeza, pero tienen ustedes derecho a intentarlo, no seré yo quien se lo reproche. Mi idea de la vida es diferente, solo busco la grandeza, lo demás no tiene importancia - fanfarroneó sin ningún tipo de tacto el joven muchacho. Cada vez que Balsamo hacía alarde de sus pensamientos me mordía la lengua para no discutir, no quería entender que sin los ciudadanos de más bajo rango, gente como él jamás podría tener nada. Sin el
  • 205. 204 trabajo de los campesinos y pescadores no habría impuestos a quien cobrar. - Nosotros prestamos dinero a las personas que han perdido la cosecha o la barca, para que vuelvan a intentarlo, sé que no lo entiende, pero ha sido usted quien me ha preguntado, yo no trato de convencerle, conozco su manera de pensar y sabe que no la comparto. - ¿Pero y los judíos?, siempre han prestado dinero, ¿por qué no se lo piden a ellos? - Sabe usted muy bien que esos préstamos siempre se tienen que devolver con usura, no se lo pueden permitir, siempre acaban perdiendo sus tierras, nosotros lo hacemos sin interés alguno. Dejé por inútil la conversación, no tenía ningún sentido seguir contándole nada más sobre el asunto, presentía que Balsamo se reía en su interior de todo ello y no tenía ganas de enfadarme pues ya bastante preocupado estaba por la reunión y sabía que no sacaría nada en claro con este hombre. Decidimos pasar el día leyendo y repasando notas, apenas sin hablar entre nosotros, ansioso que llegara la noche para poder averiguar que estaba pasando. En todos los años anteriores solo una vez me llegó este tipo de misiva y fue por la desaparición de uno de nuestros miembros, encontrado más tarde ahorcado en un árbol en las afueras de la ciudad. De madrugada preparé mi maletín para no levantar sospechas con cualquier encuentro no deseado y me fui sin despedirme del joven que estaba durmiendo en el catre del laboratorio, no tenía ganas de que me hiciera más preguntas. Atravesé Las Reales Atarazanas del puerto y me dirigí hacia el palacete en el que residía el portavoz del grupo, era donde se mantenían las reuniones secretas.
  • 206. 205 Crucé el jardín hasta llegar a la puerta principal de la entrada, golpeé tres veces pausadas como contraseña con el aldabón y tras ver que era observado desde una ventana superior oí el ruido del cerrojo al abrirse. Un lacayo me condujo hacia la biblioteca tras pasar por el lujoso salón de la entrada, lleno de tapices y cuadros en las paredes, con una gran alfombra roja que cubría el suelo como un manto. El criado me hizo pasar y cerró la puerta a mi espalda. En la sala había una larga mesa de mármol negro presidida por el dueño de la casa y portavoz de la sociedad. Esta se hallaba llena de gente sentada que volvió la vista hacia mí al verme entrar. El anfitrión era un viejo noble de alto abolengo que había amasado su fortuna tras largos años en América y decidió regresar a España para pasar en casa lo que le quedaba de vida. Federico De Queiroz era su nombre y tenía título de Varón. Una veintena de hombres me esperaban sentados alrededor de una gran mesa tomando una copa de coñac, mientras el anfitrión se dirigió a mí con estas palabras. - Siéntese Ainoza, sírvase usted mismo una copa, ya podemos empezar, ha sido el último en llegar. - Buenas noches Varón y a todos los presentes, ruego excusen mi tardanza. Me miraron todos en silencio e hicieron el ademán de agachar sus cabezas como signo de bienvenida. - Vamos a ir al asunto directamente, la gravedad del caso lo requiere. Ha llegado a nuestras manos unos escritos procedentes de un confidente que tenemos en los calabozos, el cual dice que unos oficiales del ejército fueron a pedir los servicios del herrero y no lo hallaron en su casa. La familia cuenta que partió a Valencia hace
  • 207. 206 unos meses por asuntos familiares graves, ¿sabe usted algo de este asunto Ainoza? - Algo sé caballero, ¿pero cual es el problema? - El problema no existiría si no fuera porque hace unos días en las continuas batidas que hace la guardia, fomentadas por La Iglesia para salvar sus almas en los barrios de prostitutas, una de ellas, ante la tortura a la que fue sometida para obtener información de la existencia de algún hereje, dijo que en la casa de Pedro “el herrero” hubo continuas visitas nocturnas de dos hombres y uno de ellos llevaba un maletín. - ¿Y que relación hay entre estas dos cosas? - pregunté para saber hasta donde podía estar al tanto del asunto. - Señor Ainoza, tenemos una incógnita por resolver, la prostituta está encarcelada y anoche se llevaron al calabozo a la madre del herrero, que jura y perjura que esas visitas nocturnas eran para curar a sus dos nietos de una grave enfermedad y que su hijo está en Valencia. Antes de que la mujer se venga abajo y encarcelen a todos los componentes de esta hermandad por ejercer la medicina, debo saber todo sobre este asunto y creo que usted es la persona que están buscando. - Debo reconocerlo señores, soy el médico que les atendió, pero este asunto es más complicado de lo que parece. - Le escuchamos atentamente. - La familia entera estaba infectada por la viruela, no pudimos hacer nada por los padres, murieron tras varios días de agonía y los enterremos al pie de la montaña de Montjuïc. Era de suma importancia que no trascendiera la noticia. - ¿Pero está usted loco, por qué no dio parte a las autoridades?
  • 208. 207 - No lo hice por una razón de peso, pude salvar a sus dos hijos de una muerte segura administrándoles un remedio que había en los apuntes de mi padre y pensé que si daba cuenta de ello se los llevarían a todos y cundiría el pánico entre la población, me vi obligado a ello. - De nuevo aparece su padre en medio de este asunto. No ha traído más que problemas a esta sociedad, recuerde que por su culpa varios componentes fueron encarcelados. - Mi padre hizo lo que debía, nadie le puede reprochar nada, siempre fue el primero en ayudar, pero no lo entendía nadie. - Nuestro pacto era muy claro, nunca debía poner en peligro a ninguno de nosotros, ¿no lo recuerda?. Tenía que comunicarnos cualquier cosa fuera de lo común antes de probar ningún remedio y ahora nos ha puesto a todos en peligro. - Tuve que hacerlo, no había tiempo para reuniones, hubieran fallecido también los niños y decidí concretar con la anciana lo que se debía hacer para que se salvaran. - Ha quebrantado una de nuestras normas más importantes. Tiene que solucionar este problema rápidamente antes de que sea demasiado tarde. Vamos a realizar una votación y decidir la única solución que hemos hallado para zanjar este tema. Alcen la mano los que estén de acuerdo en que el señor Ainoza se entregue a las autoridades. Uno a uno y lentamente fueron alzando la mano en silencio hasta llegar a su totalidad, estaba claro que nadie me apoyaba, no podía contar con ellos, pensé que sería inútil discutir ni rebatir nada.
  • 209. 208 Ya habían decidido antes de que yo llegase cual sería mi destino, la reunión había terminado antes de empezar, era un terrible mazazo para mí, pero debía afrontarlo con dignidad. Me levanté de mi asiento, y lentamente me acerqué a la puerta de salida de la biblioteca, me volví hacia ellos y asintiendo varias veces les tranquilicé con mis palabras. - No se preocupen señores, haré lo que debo, en estos momentos dejo de ser miembro de esta hermandad, pero por decisión propia, no entienden el sufrimiento humano. Estaba equivocado al pensar que lo comprenderían. Yo juré muchas cosas cuando se me admitió en este círculo, pero veo que estaba equivocado, no son ustedes personas tan honradas como creía. De Queiroz se acercó hacia mí para despedirme en la puerta, siempre serio y adusto me comentó al oído. - Tenía la esperanza que no siguiera los pasos de su padre, pero veo que estaba equivocado, es usted fiel retrato de su padre y lo lamento. Ainoza usted es un buen médico pero los libros de su progenitor le han llenado la cabeza de pájaros y estas son las consecuencias. - Si de algo estoy orgulloso es de parecerme a mi padre, ustedes nunca le comprendieron, él llegó más allá de todo lo que cualquier hombre pueda buscar para remediar el mal de la humanidad. - Lo sé, pero en los tiempos que corren no podemos permitirnos ningún error, pronto La Iglesia dejará de tener el gran poder que ostenta y podremos salir a la luz, mientras tanto debemos esperar. Este asunto puede ser muy malicioso para la Sociedad, confió en su discreción. - ¿Qué será de los niños Varón?
  • 210. 209 - No debe preocuparse por ellos, nosotros nos encargaremos de todo, es el último favor que le podemos hacer. - Le quedo muy agradecido por todo, me voy sin rencor, cada uno de nosotros debe ser dueño de sus actos en la vida y yo debo seguir lo que empecé. - Por cierto Ainoza, ¿quién era la persona que le acompañaba en sus visitas a casa del herrero? - Solo un aprendiz que estaba de paso en nuestro país y por casualidad nos conocimos, un joven italiano sin importancia. - ¿Le ha contado algo de nosotros? - comentó preocupado el viejo noble arreglándose la peluca con las manos. - No tiene de que preocuparse, solo sabe lo que yo le estoy enseñando y no tiene ningún sobre de mi vida privada. - Buenas noches Ainoza, le deseo toda la suerte del mundo. - Buenas noches, pronto tendrá noticias mías, no se preocupe. Traspasé la roja alfombra hasta la salida, ya en la calle, hundido y preocupado fui paseando hasta el malecón, me senté sobre una gran piedra y empecé a pensar que solución debía tomar. No quería posponer el viaje, era la última posibilidad que me quedaba, pero tampoco podía olvidar a la anciana y su sufrimiento, era una terrible dualidad y debía tomar una decisión, por otra parte no dejaría que Balsamo hiciera solo la aventura, nunca lo conseguiría. Continué paseando, abrí mi maletín para tomar una dosis de laudano, volvía a tener dolor, toda la euforia anterior se había truncado de nuevo en sufrimiento, debía pensar sin demora que resolución tomar.
  • 211. 210 De pronto me vino una idea a la cabeza, era necesario agotar todas las posibilidades antes de tomar una decisión. Por la mañana me acerqué a la taberna de Ambrosio para tratar de investigar que estaba pasando en los calabozos. Cada día se reunía la milicia para beber y conversar entre ellos. Sería fácil averiguar alguna cosa, estaba convencido que Antonia estaría al corriente de todo. Era difícil que esta mujer no hubiera escuchado la conversación de la tropa. Pero antes debía informar a Balsamo de todo lo sucedido, tenía que estar preparado para iniciar el viaje en cualquier momento, antes de que alguien se presentara en casa buscándonos, en ese caso todo habría acabado sin remisión. Entré en casa a pie juntillas para no llamar la atención, el alba estaba cercana y debíamos tenerlo todo preparado. El joven seguía durmiendo en el catre y decidí despertarle sin contemplaciones. - Balsamo tenemos que hablar urgentemente, despierte. - Buenos días, ¿qué ha pasado?, le veo a usted con mucho desasosiego, tranquilícese y cuénteme que ocurre. - Tenemos un gran problema, se ha descubierto la desaparición de Pedro y su mujer, y han encarcelado a la abuela y a la prostituta que topó con usted la primera noche. - Diablos, que mala suerte y en la reunión de esta noche, ¿qué ha sucedido? - Me han comunicado el problema, al parecer las autoridades están investigando quien los estuvo visitando aquellos días. Después de torturar a la prostituta se llevaron a la anciana y están interrogándola. - ¿Han podido averiguar algo de nosotros?
  • 212. 211 - De momento parece que no, pero la abuela no aguantará mucho y hablará. - ¿Y de Agustín, saben algo? - No era mucho de fiar pero de momento no ha sido relacionado con nada, solo las dos mujeres están detenidas. - ¿Qué vamos ha hacer ahora? no podemos posponer más el viaje - comentó Balsamo. - Ya lo sé, pero no podemos dejar en la estacada a la pobre anciana, debemos hacer alguna cosa por ella, he pensado en realizar algunas preguntas al dueño de la taberna, seguro que su mujer nos podrá informar. Balsamo con las manos en la cabeza daba vueltas alrededor de la habitación, su inquietud era agobiante, no podía creer lo que estaba pasando. - Mire señor Ainoza, sé que es muy duro para usted, pero no podemos hacer nada por ella, si no empezamos ahora con nuestro viaje lo maldecirá toda su vida, es posible que queden solo horas para que vengan a prenderle. - Prendernos, querrá decir, saben que éramos dos los que estuvimos implicados, así que debemos resolver esto juntos. - Maldita sea, yo no puedo acabar así con mi carrera, si no quiere hacer el viaje huiré ahora mismo fuera del país. Traté de serenar los ánimos del joven, humanamente era imposible salvar a la anciana si no me entregaba, pero seguía teniendo la duda de que la culparan de cómplice. - Tranquilícese Balsamo, está amaneciendo, déme usted unas pocas horas para averiguar algo más en la taberna y le prometo que cuando vuelva tomaremos la mejor resolución posible.
  • 213. 212 - ¿Y si vienen a buscarnos mientras está usted fuera? - Póngase una de mis túnicas y acérquese a casa de mi amigo Mario, el marinero con el que estuvimos comiendo hace unos días. Cuando finalicé mi indagación iré a buscarle y tomaremos una decisión, ¿de acuerdo? - Si dentro de cuatro horas no ha regresado, recogeré a mi mujer y saldremos del país por el medio más rápido que encontremos, eso es lo máximo que puedo hacer por usted en estos momentos. - De acuerdo, pero antes lo dejará todo preparado para no perder tiempo si hiciera falta. Tenía el estomago encogido, no podía acabar todo de esta forma, era muy injusto después de tantas horas de trabajo ocupadas en el experimento, mi cabeza decía una cosa y mi corazón otra, pensé que era una pesadilla, esto no podía estar realmente pasando. La rabia contenida durante estos años me hizo dar un puñetazo en la mesa mientras maldecía a Dios en mi interior. Me dispuse a salir para dirigirme a la taberna, tomamos un vaso de leche casi sin mirarnos, la estancia estaba en silencio, nuestras caras reflejaban el temor y la duda de lo que iba a acontecer. - Balsamo, debemos irnos, salga usted primero y vaya a casa de Mario, yo lo haré unos minutos más tarde. - Recuerde maestro, debe volver antes de las dos de la tarde, si no es así, partiré inmediatamente. - No se preocupe, allí estaré. Unos minutos más tarde tomé rumbo a la cantina, me introduje por las callejuelas más recónditas y di un rodeo para que no se me viera por las calles principales. - Buenos días señor Pirria - dijo Ambrosio al verme entrar en la taberna.
  • 214. 213 Por suerte solo un par de tertulianos se hallaban en esos momentos tomando unos vinos dentro del recinto, suspiré aliviado y me senté en la mesa del fondo como siempre solía hacer cuando iba allí. - Buenos días Ambrosio, ¿qué tenemos de bueno por el barrio? - Todo va bien amigo, peleando siempre con la gente, ya sabe usted, esta vida es así de dura. - ¿Alguna noticia nueva?, no he visto ninguna nave mercante por el puerto, debe estar todo muy tranquilo. - Pues sí, últimamente no hay mucho movimiento en el puerto, sólo están los pescadores y salieron hace horas a faenar. - ¿Ninguna persona enferma conocida? - continué tanteándolo con mucho tacto esperando que no tardara en salir su mujer al oír que hablaba conmigo. - No sabría decirle, ahora en verano está todo muy tranquilo, la gente de alto linaje se ha ido a sus palacetes de verano y al acabarse la siega pocos campesinos vienen por aquí. En esos momentos entró por la puerta Antonia, que venía de la calle y estaba muy sofocada. Fue hacia su marido que ya se encontraba en el mostrador y le cuchicheó algo oído. Acto seguido se dirigió hacia mí para saludarme con su voz chillona. - Buenos días doctor, que tragedia más grande ha ocurrido, vengo con el alma encogida, que desgracia por Dios. - ¿Qué le ha pasado señora?, siéntese por favor, está usted muy nerviosa y le puede dar un vahído. - Que pena más grande, me han dicho que Rogelia la madre de Pedro “el herrero” ha muerto en prisión, se le paró el corazón de golpe a la pobre anciana.
  • 215. 214 - ¿Qué hacía presa la pobre señora?, ¿qué había hecho? - debía disimular y parecer que no sabía nada. Esta bruja era peligrosa, no se le podía confiar ningún secreto o al rato lo sabría toda Barcelona. - ¿No sabe usted nada de lo que pasó el otro día? - Pues no, cuénteme por favor. - Mire, el otro día fueron a su casa y la apresaron por culpa de una puta chivata que dijo haber visto cosas extrañas por las noches en su casa, y como su hijo y su nuera han desaparecido hace tiempo la han estado interrogando. - ¿Pero su hijo no estaba en Valencia? - continué disimulando. - Sí, pero se ve que hay algo extraño, cuentan que dos individuos estuvieron saliendo y entrando durante algunas noches en su casa y que toda la familia estaba muy enferma. - Yo mismo les curé de una enfermedad intestinal que tenían, pero no he sabido nada más de ellos. - El caso es que se dice por ahí que el herrero podría estar metido en algún asunto feo, algún grupo de herejes o contrabandistas, pero ahora se han quedado los pobres crios solos con la vieja comadre. - Es una pena, pero la vida siempre suele ser cruel con las personas más desvalidas, déle usted el pésame a la familia de mi parte. - Así lo haré señor Pirria, por cierto, había oído que estaba usted de viaje. - Habrá oído mal, el que marchó a Londres fue mi amigo y joven aprendiz que me ayudó durante una temporada. - Igual lo entendí mal, perdone la equivocación pero estoy tan apesadumbrada que no se lo que me digo.
  • 216. 215 - Supongo que ahora enviarán a los soldados a Valencia para prenderlos - le dije levantándome de la mesa para marcharme. - Dicen que están indagando entre todas las gentes que pudieron estar esas noches por el barrio, es posible que también le pregunten a usted doctor. - Debo irme, tengo mucha tarea por delante, despídame de su marido. Le deseo buenos días señora. Salí del local con mucha prisa, lamentando lo que había pasado, pero en el fondo sentía un gran alivio, esta desgracia serviría para darme el tiempo necesario y poder salir de viaje antes de que vinieran a preguntarme. Me encaminé directamente a casa de mi amigo en busca de Balsamo. Llegué a casa de Mario antes del tiempo previsto que me había dado mi aprendiz, llamé a la puerta y me abrió su mujer, me abrazó y me hizo pasar dentro de la sala donde Balsamo en pie miraba a través de la ventana con las manos cogidas a la espalda. - Amigo mió - dijo la señora - estoy al corriente de todo, no sabe que pena más grande tengo, ¿cómo ha ido todo? - Bien, bien, no se preocupe, de momento estamos a salvo. Balsamo se dirigió hacia mi, nervioso con la cara desencajada, parecía haber pasado un mal rato esperando. - Cuénteme que ha pasado por favor, me tiene con el alma en vilo. - Se lo contaré por el camino, no quisiera involucrar más a esta familia, puede ser peligroso para ellos. - ¿Dónde está su marido?
  • 217. 216 - Salió temprano a trabajar, no volverá hasta el atardecer si la pesca se le da bien, ¿quieren ustedes quedarse a esperarlo?, les prepararé algo para comer. - No gracias, se nos hace tarde y hemos de terminar unas cuantas cosas. Déle recuerdos a Mario y dígale que dentro de un tiempo me pondré en contacto con él, de momento es peligroso que nos vean juntos. - Así lo haré, no se preocupe y tengan mucho cuidado, el asunto anda un poco revuelto, lo he oído en la lonja. - Gracias y hasta pronto, le agradezco todo lo que ha hecho por mí. Salimos de casa de Mario intentando pasar desapercibidos. El calor era asfixiante y Balsamo me miraba continuamente esperando una explicación de todo lo ocurrido. - ¿Qué ha pasado Ainoza? - Supongo que ya se habrá enterado que la madre de Pedro ha muerto. Su viejo y cansado corazón no pudo aguantar el interrogatorio, por lo que me han contado están investigando a toda la gente de la zona y a los que rondaron por allí durante esas noches. - Entonces, ¿todavía no saben nada de nosotros? - continuó preguntado. - No, pero tienen a la prostituta y acabarán visitándonos también a nosotros, lo que nos da poco margen de tiempo. Lo importante es que lo tenemos y hay que apurarlo al máximo. - Vayamos pues sin retraso y empecemos de una vez todo el asunto antes de que sea demasiado tarde. - Estoy de acuerdo con usted, debemos empezar en cuanto lleguemos a casa.
  • 218. 217 Capítulo 9º A TRAVÉS DEL ESPEJO Por fin llegamos a casa, el nerviosismo seguía reflejado en nuestras caras. Albergábamos la duda de si habíamos levantado sospechas y como dos ladrones cerramos toda la casa para empezar el viaje. Encendí una sola vela en el laboratorio, la más gastada para que se apagara al cabo de unas horas de marchar y dejara el menor rastro posible de nuestro tiempo pasado en el laboratorio. - Ha llegado la hora Balsamo, ya no hay vuelta atrás, ¿está seguro de que quiere hacerlo? - No lo dude ni un momento, ha sido un camino demasiado largo para echarme atrás. - Pues empecemos ahora mismo, acerque a la cama el espejo con el maletín y que la suerte nos asista. Balsamo hizo caso omiso a mis palabras y lo trasladó todo, lo depositó en la cama y extendió su brazo y me ofreció su mano para estrechármela. - Pase lo que pase, quiero que sepa lo orgulloso que estoy de todas sus enseñanzas y lo agradecido de tenerle como maestro y amigo. Nunca podré
  • 219. 218 corresponderle lo suficiente la confianza que ha puesto en mí. Estreché su mano y mirándole a los ojos le dije. - Agradezco sus palabras, pero usted se ha ganado a pulso poder entrar en la historia con todos los honores. Nos sentamos uno junto al otro, pero a Balsamo aun le rondaban algunas dudas y me preguntó antes de empezar. - ¿Qué debemos hacer si aparecemos en sitios diferentes?, esta pregunta me ha estado dando vueltas a la cabeza últimamente. - Nos iremos juntos y usted me agarrará del brazo en el momento que traspasemos la puerta del tiempo. Pase lo que pase no debe soltarse de mí, así podremos llegar juntos al mismo sitio y con la otra mano agarrará fuertemente el maletín. Debe tener mucho cuidado, nuestra vida depende de ello. - Y el espejo, ¿cómo sabe usted que viajará con nosotros? - Asiré fuertemente el espejo con ambas manos y al cerrarse la puerta irá con nosotros, así que haremos el viaje los tres. Había llegado el momento. Balsamo me agarró del brazo izquierdo y tomó el maletín con el derecho, me sonrió y profirió un largo suspiro para tomar aliento. Tomé el espejo con ambas manos y lo acerqué a nuestros rostros. Tímidamente nos veíamos reflejados en él a causa de la poca luz que reinaba en la habitación. - “PERI EM HERU RAN DUAT” - salieron espontáneamente de mi boca, la suerte estaba echada. Tragamos saliva al unísono y esperamos pacientemente que ocurriera lo inexplicable.
  • 220. 219 Pasaron dos minutos, todo seguía igual, mi mente empezó a preocuparse, ¿habíamos hecho algo mal?, ¿nos habíamos olvidado de algo? - ¿Esto es normal? - preguntó el joven con cara de impaciencia. - Creo que nos falta algo, hay un punto en el que hemos errado, comprobemos de nuevo todos los elementos que estén correctamente colocados. Lo desmontamos todo: números, figuras y las piezas que estaban encajadas, parecía que estaba todo correcto. Entonces me pregunté si podía ser la fecha o las palabras las que no eran correctas. - Hay algo que no estamos haciendo bien, pero no sé que puede ser, maldita sea, no es el momento idóneo para este obstáculo, pensemos Balsamo. El joven tocó y retocó todas las piezas una y otra vez, no se nos ocurría nada, hasta que me vino a la memoria el momento en que liberé la trampilla secreta del maletín con el anillo. Recordé que debía de girar el anillo una vuelta hacia la izquierda para que se abriera. - Probemos de nuevo Balsamo, póngalo todo en sus sitio y trataré de girar el anillo en su hendidura una vuelta entera hacia la izquierda. Traté de girar el anillo y efectivamente noté que un mecanismo interior de la hendidura dejaba hacerlo. Complete la vuelta y me dispuse a repetir las palabras. - Hagamos la prueba rápidamente, el tiempo pasa y tengo un mal presentimiento - le dije preocupado al joven. Nos colocamos otra vez en nuestro punto de partida y empecé de nuevo con el sortilegio. - “PERI EM HERU RAN DUAT” De repente una luz cegadora inundó toda la estancia, un resplandor increíble, las partículas de polvo
  • 221. 220 que flotaban en la habitación brillaban como luciérnagas doradas y giraban continuamente. Apenas podíamos abrir los ojos con grandes esfuerzos, era como un gran estallido luminoso. No separábamos la vista del reflejo del espejo cuando vimos que nuestros rostros se iban diluyendo y difuminándose en él. De pronto un ahogo se apoderó de nuestras gargantas, parecía que faltase oxígeno en la habitación. La cabeza nos daba vueltas, un gran mareo llegó hasta nuestras mentes, las caras ya no se reflejaban en el espejo y desde su interior unas decenas de brazos en forma gaseosa, como si de largas y delgadas mangas de humo se tratara, nos envolvían hasta cubrirnos totalmente, serpenteaban y nos agarraban tirando de nosotros hacia el interior del espejo. Unos chillidos sordos machacaban nuestros oídos. De pronto un gran estallido, hizo desaparecer la luz cegadora que nos rodeaba, algo tiró fuertemente de nosotros en la oscuridad. Habíamos traspasado la puerta, el silencio y la nada se apoderó de nuestros cuerpos, una paz interior nos envolvía. Era lo más parecido a estar muerto pensé, no sentía mi cuerpo, solo la mente seguía funcionando, intentaba articular alguna palabra pero era inútil, no podía encontrar a mi compañero. Mi mente se fue apagando lentamente como si entrase en un profundo sueño, la oscuridad se había apoderado de mí. Desperté de golpe, una gran turbulencia de aire me arrastraba volteándome y girándome a gran velocidad, como una bala atravesando el cañón de un arcabuz. Luces de colores se apagaban y encendían continuamente a mi alrededor, me asfixiaba, no podía respirar, solo caía y caía en un pozo sin fin, otra vez la inconsciencia hizo presa en mi. Abrí los ojos, el sol abrasador quemaba mi cara, tuve que cerrarlos rápidamente, me sentía agotado física
  • 222. 221 y mentalmente. Estaba tendido boca arriba en algún sitio blando y caluroso. Traté de girarme pero las fuerzas me flaqueaban, al fin pude abrir los ojos lentamente, tenía los labios llenos de arena. Alcé la vista al horizonte y pude comprobar que no había nada a mi alrededor, solo un inmenso océano de arena. Estaba en pleno desierto, la temperatura era altísima y el ambiente irrespirable. Busqué en la lejanía a Balsamo, no lograba encontrarlo, mi cabeza daba vueltas y seguía mareado. Por fin pude incorporarme, oteé el horizonte y logré divisar un cuerpo tendido en la arena. Con gran esfuerzo me desplacé hasta él, me caí de rodillas varias veces, parecía que me hubieran apaleado, sin fuerzas, grité unos metros antes de llegar al cuerpo inerte. - Balsamo, Balsamo ¿es usted? El cuerpo yacía inmóvil en el suelo, pude llegar arrastrándome hasta donde estaba, era él, yacía tendido boca abajo. Lo zarandeé como pude varias veces pero no despertaba, tomé su pulso y respiré tranquilo, estaba vivo. Le di la vuelta para que no se asfixiara. Se fue despertando lentamente, le propiné unas palmadas en la cara para que volviera en sí. Tenía agarrado el maletín con fuerza y se asustó al despertar. Había cumplido todo lo que le ordené, pero yo no pude cumplir con mi objetivo, el espejo había desaparecido. - ¿Dónde estoy? - preguntó. - Tranquilícese amigo, está usted bien. Nos debemos de encontrar en algún desierto, solo vislumbro arena a nuestro alrededor. - ¿Ha salido todo bien maestro?, no logro incorporarme, me encuentro muy cansado y abatido. - Vamos a averiguarlo - dije mientras le ayudaba a levantarse - y suelte el maletín, el viaje ha terminado.
  • 223. 222 Creo que hemos llegado a nuestro destino, tenemos que buscar algún signo de vida. Nos sacudimos la arena de nuestros cuerpos, el calor seguía abrasando inexorablemente. Nos volvimos a sentar y decidimos tomar un momento de respiro hasta recuperar las fuerzas. - Tengo sed, es increíble el calor que hace - balbuceó Balsamo con el cabello enmarañado y suelto tras el gran remolino que atravesamos durante el viaje. - Lo lamento pero no tenemos agua y tengo otra mala noticia que darle, no sé donde está el espejo, algo no ha salido bien y es de vital importancia encontrarlo. - Señor Ainoza, con este calor y sin agua no llegaremos muy lejos y si dejamos que caiga la noche será imposible encontrarlo. Abrí el maletín, por suerte teníamos una opción de urgencia, podíamos recurrir a una serie de frasquitos que traje con infusiones que había preparado para utilizar como remedios curativos. - Tenga, beba un poco de esta solución contra cólicos intestinales, no le hará daño y le servirá para refrescarse la boca. Bebimos un sorbo y nos pusimos en pie, todo lo que alcanzaba nuestra vista era igual, grandes dunas de arena hasta el final del horizonte, esto si que parecía la nada, incluso llegue a pensar que estábamos muertos y habíamos llegado al infierno. Una pregunta asaltó mi mente ¿Por dónde debíamos empezar a buscar el espejo? - Seguiremos el rastro que he dejado en la arena, debería de estar por esa zona, en algún momento del torbellino pudo escaparse de mis manos y caer cerca. - Me aligeraré de ropa, no soporto más este calor - dijo el joven mientras el sudor recorría todo su cuerpo.
  • 224. 223 - No lo haga, será peor, el sol podría quemarle y se resecará rápidamente. En los frascos no tenemos suficiente líquido para sobrevivir mucho tiempo. Caminamos lentamente tras las huellas que había dejado hasta llegar al punto donde me desperté. Fuimos girando lentamente oteando los alrededores, no se veía nada ni siquiera una maldita piedra. De pronto mi compañero me señaló hacia el este de donde estábamos. - Mire Ainoza allí, algo brilla como un reflejo resplandeciente. Nos miramos como si nos hubiéramos puesto de acuerdo echando a correr hacia ese punto. Al acercarnos un respiro de alivio salió de nuestras almas, era un canto dorado del espejo que estaba enterrado en la arena y brillaba con el sol. Lo desenterramos con mucho cuidado para comprobar que no había sufrido daño alguno, todas las piezas estaban en su lugar y no faltaba nada, volví a respirar tranquilo. - Por un momento pensé que se había ido todo al traste, no me perdonaría nunca que por mi culpa hubiéramos perdido el espejo, es nuestro salvoconducto para regresar y no debería haber tenido ese fallo. - No se preocupe amigo, le podía haber pasado a cualquiera, fue tremendo el impacto del viaje, no lo olvidaré nunca. Antes de guardar el espejo en su receptáculo secreto, giré el anillo hacia la derecha una vuelta, lo desacoplé del espejo y me lo coloqué en el dedo. Después procedí a sacar todos los elementos restantes. - El Ojo de Horus y la Pirámide los guardará usted en cada uno de sus bolsillos. Los números los guardaré yo en la bolsita. Debemos de llevar todos los
  • 225. 224 elementos por separado, así aseguraremos ante cualquier peligro que no sean fáciles de perder. Una vez todo guardado minuciosamente decidimos esperar a que cayera la noche para continuar nuestra marcha y no ser pasto de la voracidad de ese sol fuertemente abrasante, ahora solo hacía falta decidir el camino a tomar, pregunta que no tardó Balsamo en hacer. - ¿Cómo sabremos donde dirigirnos si no tenemos ningún punto de referencia? - Cuando anochezca utilizaremos la misma fórmula que hacen servir los navegantes cuando no tienen brújula, nos guiaremos por las estrellas. Al anochecer todo el calor del día se tornó en frió y ventisca de arena, aun así decidimos seguir la estrella Polar, era más probable encontrar vestigios humanos hacia el norte del desierto. Caminábamos lentamente, la tormenta de arena era muy fuerte y venía de cara, lo que hacía más difícil el camino. Los pies se hundían por completo en las dunas, a veces hasta la rodillas, subíamos y bajábamos interminables y costosas montañas de arena, cansados y ateridos de frió decidimos, al cabo de unas horas, poner fin a nuestra marcha e intentar dormir un poco. Espalda contra espalda nos sentamos y tapamos nuestras bocas con lo que pudimos para intentar dormir. No sabíamos cuanto tiempo más teníamos que seguir la marcha hasta llegar a un lugar civilizado y eso nos preocupaba. Me desperté con desasosiego, ya amanecía, la calma había llegado, era el momento más plácido del día. El sol estaba saliendo y no hacía frío ni calor, debíamos aprovechar esas horas para seguir caminando.
  • 226. 225 - Despierte Balsamo, tenemos que seguir ahora antes de que el sol esté muy alto y haga un calor sofocante. - Ainoza estoy agotado, lo poco que he dormido no me ha servido de nada - contestó al despertarse. - Ánimo, no hemos llegado hasta aquí para rendirnos ahora, es usted joven y se recuperará. Habíamos dejado nuestro calzado a unos metros de distancia en forma de flecha indicando el norte, para poder seguir la dirección adecuada, pero la arena los había tapado, ahora solo faltaba encontrarlos y no fue tarea fácil. Tras dar con ellos continuamos la marcha. Estuvimos unas horas andando hasta que con el sol de mediodía creí ver un espejismo a lo lejos, algo se movía en la lejanía y se acercaba hacia nosotros. No podía ver claramente de que se trataba, la reflexión del sol hacía toda la visión borrosa y ondulante. Indiqué a Balsamo la dirección y con las manos resguardándose los ojos del sol, trató de ver lo que era, él tenía mejor la vista que yo. - Parecen camellos, una caravana de camellos, al fin algo que no es arena, estamos salvados maestro. - No se precipite, no sabemos que intenciones tienen y para ellos somos gente extraña. Es seguro que no hablan nuestra lengua, así que nos comunicaremos por señas, procure no ponerse nervioso y déjeme hablar a mí. Efectivamente al acercarse a nosotros pudimos comprobar que era una hilera de camélidos, unos cuarenta más o menos, portaban alforjas a ambos lados y cerraba el séquito media docena de hombres armados con lanzas. Gente de tez oscura, vestidos con túnicas blancas y casco puntiagudo. Los que portaban los animales con la carga iban con la cabeza rapada y llevaban una túnica roja.
  • 227. 226 Los camellos estaban atados unos a otros formando una larga hilera. El grupo aminoró la marcha hasta llegar a nuestra altura, mientras los de la zaga arreaban su montura para adelantarles y acercársenos. Pude observar que aparte de las lanzas llevaban todos espadas al cinto, parecían soldados uniformados. La cosa no pintaba bien, agarré de la muñeca a Balsamo y tiré de ella antes de que se intentara acercar a ellos. - Calma amigo, son soldados, no se mueva y déjeme hablar a mi. No gesticule, ellos no saben quienes somos. - Esto no me gusta nada - dijo el joven. - No deben notar que estamos nerviosos ni que tenemos miedo, ya se me ocurrirá alguna cosa. Se apearon de sus monturas rápidamente y se dirigieron hacia nosotros. Llevaban el borde de los ojos pintados y sandalias entrelazadas con cuerdas hasta la rodilla, el gesto de sus caras me hizo temer lo peor. Nos rodearon totalmente y pusieron sus lanzas en nuestra espalda. Uno de ellos se acercó hacia mí y puso su frente casi tocando la mía en plan amenazador. Nos pinchaban en la espalda con sus armas para intimidarnos, mientras chillaban en algún idioma que no entendíamos. - Haga lo mismo que yo Balsamo, arrodíllese y no los mire a la cara, no deben creer que los desafiamos. Caímos de rodillas y abrí los brazos en forma de cruz para que vieran que no íbamos armados, pero el cabecilla seguía chillándome con tono amenazador, mirándonos con extrañeza y crueldad. - Salúdelos agachando la cabeza varias veces Balsamo, esto suele ser habitual en casi todas las civilizaciones - le dije a mi amigo, que sollozaba como un niño del miedo que tenía.
  • 228. 227 El jefe señalaba el maletín con su espada, Balsamo lo había dejado caer al suelo del susto. Lo recogí sin levantar la cabeza y se lo acerqué al individuo, cada vez notaba más la punta de la lanza clavarse en mi espalda, el miedo nos inundaba mientras seguían profiriendo amenazadores gritos. - No haga ningún movimiento brusco y déle todo lo que le pida, esto se está poniendo muy peligroso. - Estoy muy asustado maestro, creo que esto es el fin, nos van a matar. El jefe del grupo repitió varias veces la misma frase señalando el maletín, entonces Balsamo desencajado se derrumbó y mirándome muy asustado me gritó desconsoladamente. - Ábrales el maletín, por el amor de Dios, ábralo, no ve que nos van a matar si no obedecemos. Cuidadosamente abrí la bolsa de trabajo, con lentitud lo acerqué hasta sus pies, mientras cuatro soldados se disponían para atarnos las manos a la espalda. Una vez maniatados nos palparon la ropa para comprobar que no íbamos armados, fue entonces cuando aliviaron nuestras espaldas de las lanzas. Recogieron todo lo que había en nuestros bolsillos y lo guardaron en las alforjas de uno de sus camellos. El jefe hurgaba dentro del maletín, separaba las cosas sin ningún tacto para averiguar su contenido, por suerte no sacó nada de él, una vez comprobado lo ató también al estribo del animal. Nos alzaron bruscamente hasta ponernos en pie, su cara era desafiante, ordenó a sus soldados que nos ataran del cuello con una cuerda larga y nos amarraron a sus monturas. - Hemos tenido suerte amigo, nos van a llevar prisioneros hacia algún lugar poblado, creo que de
  • 229. 228 momento hemos salvado nuestro pellejo. Debe tranquilizarse, esa actitud no nos va a ayudar en nada. - Perdone Ainoza, he pasado un mal rato, estaba seguro de morir, lo siento. Pensé que iba a ser más fuerte pero me he derrumbado. - Trate de calmarse, tenemos que ahorrar fuerzas para el camino. - ¿Dónde cree que nos llevarán? - preguntó el joven. - No lo sé, pero por lo que veo vamos en dirección opuesta a la que nos encaminábamos nosotros. Dejaron pasar delante la caravana que llevaba la mercancía y la siguieron a paso lento por el tórrido desierto. Nosotros íbamos tras ellos, atados y caminando penosamente, sin fuerzas hacia nuestro nuevo destino. - ¡Ojala estemos cerca! sin agua no duraremos mucho, yo estoy muy viejo para estas penalidades. - No sé que es por - dijo Balsamo - que nos maten ellos o que lo haga el calor del desierto. - Deje de hablar Balsamo, gasta energías y le van a hacer falta, además si nos oyen se podrían enfadar y será peor. Tras todo el día caminando agotadoramente por fin llegó la noche, varias veces habíamos caído desplomados en la arena por el cansancio, pero ellos se apeaban de sus camellos, entre gritos y empujones nos hacían levantar de nuevo. Un verdadero calvario que estaba a punto de acabar con nuestras fuerzas. Cuando empezó a anochecer los soldados ordenaron detener la caravana, haciendo un círculo con los camellos y obligándoles a postrarse para descansar. En el centro procedieron a encender una hoguera, nos ataron espalda contra espalda y nos sentaron cerca del fuego. Un soldado se quedó a nuestro lado mientras los
  • 230. 229 otros se repartían la guardia nocturna, los personajes con la túnica roja se sentaron todos juntos y sacaron varios odres y canastos para ponerlos a su lado, se arrodillaron en torno al fuego y juntando las palmas de la mano entre si, se dispusieron a susurrar un buen rato algo parecido a unos rezos. La ventisca de arena ya había empezado, pero casi no se notaba gracias a la disposición de los camellos. Se iban repartiendo una especie de hogazas de pan plano y oscuro, con uva, manzanas y otro tipo de frutas que desconocíamos. Bebían de los odres mientras nosotros los mirábamos con cara desfallecida. Uno de ellos, algo más viejo que los demás se acercó a nosotros con un odre en la mano y se arrodilló para ofrecérnoslo, pero el soldado lo paró y le increpó gritando varias veces, el hombre lo miró fijamente y le dijo alguna cosa que le hizo retroceder, abrió el tapón y escanció un buen chorro a cada uno de nosotros en la boca, nos dirigió unas palabras que no entendimos, pero se lo agradecimos. - Gracias, señor, muchas gracias - le dije casi sin fuerzas para hablar y agachando la cabeza en tono de saludo. - Debemos dormir Balsamo, tenemos que recuperar fuerzas para mañana, no sabemos cuanto tiempo más tendremos que andar, recuéstese junto a mi, con el fuego a nuestro lado no pasaremos frío. No tardamos nada en dormirnos, nuestros cuerpos extenuados yacían en la arena. Totalmente agotados el sueño pudo con nosotros, ni siquiera tenía fuerzas para preocuparme por lo que nos podía pasar. Un golpe nos despertó, era ya de día y la caravana estaba a punto para continuar su marcha. Un soldado nos ayudó a incorporarnos y nos señaló con la lanza hacia los
  • 231. 230 camellos para que nos pudiera atar. Había dormido profundamente toda la noche, observé a Balsamo y lo vi muy pálido y ojeroso. - ¿Cómo ha pasado la noche?, he notado que a veces se convulsionaba y hablaba solo. - He tenido muchas pesadillas esta noche, además no me encuentro bien, me duele mucho el estomago y la cabeza. - No se preocupe, debe ser por los efectos del sol y la deshidratación, tiene que ser fuerte, no puede rendirse ahora. - Lo intentaré se lo prometo, si algo me ocurriera jure que seguirá con el viaje, aunque solo sea por mi. - No le va ha suceder nada, si un viejo como yo puede aguantarlo usted también, hay que sacar fuerzas de donde sea. Nos ataron de nuevo a los animales y empezaron la marcha tras las grandes dunas de ese gigantesco desierto. Durante horas anduvimos sin parar, la gran suerte que teníamos es que el paso lento y cansino de los camellos tiraba de nosotros sin brusquedad y no era tan costoso seguirles la marcha, pero notaba que Balsamo no estaba bien, sus piernas flaqueaban y tenía la mirada fija en la arena. - ¿Cómo se encuentra?, le veo muy cansado. - Creo que voy a desfallecer de un momento a otro, estoy mareado y sin fuerzas - contestó. - No se rinda ahora, siga se lo ruego. No creo que tardemos mucho en parar a descansar, el ardor de este sol los hará parar para beber. Subíamos una enorme duna cuando Balsamo cayó al suelo desplomado, el fuerte tirón al camello lo hizo frenar y relinchar. El soldado que iba montado en él volvió la vista rápidamente hacia atrás y al verle en el
  • 232. 231 suelo gritó a sus compañeros y paró. Se apeó y se dirigió hacia él con cara de pocos amigos, le puso la punta de la lanza en el cuello y gritándole le conminó a que se levantara. Me acerqué a él y le ayudé. - Un poco más amigo, aguante un poco más. Con gestos le pedí que le diera un poco de agua, nos dijo algo ininteligible señalando al horizonte tras la gran duna que estábamos atravesando y volvió a subirse a su camello, estaba claro que no iban a darnos de beber y que debíamos seguir en esa dirección. Tras la penosa subida se paró la caravana y se bajaron todos de las monturas, caímos desplomados en la arena, por fin un descanso, hablaban entre ellos, reían y bebían. Al momento se acercó el mismo hombre que nos había dado de beber esa noche y nos volcó un odre de agua sobre las cabezas para refrescarnos. - Gracias señor - le dije aunque no podía entenderme - menos mal que hay una persona compasiva entre tantos facinerosos. Balsamo se incorporó y sentado en el suelo trataba de respirar con normalidad, abrió los ojos y mirando sobre lo alto de la duna comenzó a gritar. - ¡Estamos salvados! ¡Estamos salvados! Mire Ainoza ahí abajo, no parece un espejismo, dígame que no. Levanté la vista y mi sorpresa fue cuando en el fondo al final de la montaña de arena que habíamos penosamente subido se vislumbraba una especie de pueblo con casas de barro y mucha vegetación a su alrededor, a su lado una laguna que brillaba bajo el cálido sol. - Si, hemos llegado, por fin una sombra para protegernos del sol, le dije que tuviera confianza y aquí lo tiene.
  • 233. 232 - Pero maestro, esto no era lo que buscábamos, no es más que un oasis perdido en el desierto. - Es cierto, pero no creo que toda esta carga que llevan sea para proveer un oasis, sería ilógico con tantos soldados, debe de ser una parada para tomar fuerzas y proseguir el camino. Se volvió a poner en marcha la caravana y nosotros tras ellos, fuimos bajando la extensa duna hasta llegar al poblado. Una decena de casas hechas de adobe de color rojizo se hallaban bajo una extensa planicie llena de grandes palmeras y todo tipo de vegetación. A su lado una laguna rodeada de cañas y algunas mujeres haciendo sus tareas que iban con túnicas de color azul oscuro, tapando sus cabezas. Saludaron a toda la comitiva mientras nos dejaban sentados alrededor de una palmera y se disponían a llevar a sus camellos a beber agua. Se fueron todos dentro de una de las casas de donde salió una vieja mujer y acercándose a nosotros nos ofreció un cuenco con fruta y un odre de agua. Un soldado nos desató y se quedó a poca distancia para vigilarnos. - Coma Balsamo tiene que recuperar fuerzas, los dátiles tienen muchas vitaminas y le ayudaran. Comimos afanosamente, bebimos y refrescamos nuestras cabezas, era un alivio después de tan largo camino. Balsamo se atusó el cabello, tenía barba de varios días e incluso alguna cana, me miró y sonrió sin mucho convencimiento. - Ainoza, ¿sabe usted lo que daría por darme un baño?, la arena dentro de la ropa me está matando. - Podemos intentarlo, le dije. Me incorporé y al ponerme en pie se acercó rápidamente el soldado que hacía guardia, indicándome con su lanza que me volviera a sentar. Con gestos
  • 234. 233 tocándome mi ropa y señalando hacia el lago quise hacerle entender nuestras intenciones, solo queríamos darnos un baño. Se quedó pensativo, no sabía si lo había comprendido, pero alargó su brazo y sonrió. Nos levantamos y nos dirigimos al agua mientras nos seguía pinchando con la punta de su lanza en la espalda. Nos despojamos de casi toda nuestra ropa y caminando por la orilla pudimos darnos un baño refrescante junto a los camellos que seguían bebiendo. No más de dos minutos tardó el soldado en increparnos con sus voceríos para que saliéramos del agua y obedecimos sin rechistar. Nos hicieron sentar otra vez bajo la palmera y nos ataron con sogas alrededor de ellas para pasar la noche. La oscuridad caía, los soldados hicieron una hoguera cerca de nosotros y se dispusieron a montar guardia en sitios estratégicos, no había nadie fuera de las casas, solo se veían las luces que salían de sus ventanas y el humo de las chimeneas. El murmullo de las conversaciones imposibles de entender era el único sonido que flotaba en el ambiente. La luna llena se reflejaba en la laguna como algo fantasmagórico y solitario. - ¿Cree que nos van a matar? - Supongo que no, no sería normal tomarse la molestia de llevarnos tan lejos para luego matarnos. - ¿Entonces a dónde nos llevan y para qué? - Pues no sé si su idea es vendernos como esclavos o quizás al vernos tan extraños y hablando una lengua desconocida quieran llevarnos en presencia de algún mandatario para interrogarnos, la verdad no sé que decirle. Debemos de ser muy cautos, esta gente es fiel a muchas de sus creencias religiosas y no podemos ofenderles.
  • 235. 234 - Pero no nos comprenden, ¿cómo haremos para poder explicarles quienes somos y de donde venimos? - Por señas y por dibujos, no hay otra manera, debemos hacerles entender que somos personas que curamos a la gente y tenemos poderes sobrenaturales, si no acabaremos de esclavos en alguna cantera. - Todo esto se está complicando demasiado, no entiendo como fuimos a parar tan lejos de nuestro destino, ¿qué pudimos hacer mal, Ainoza? - No tiene sentido, debíamos haber traspasado la puerta y salir a la luz en la ciudad de Luxor de donde viene el espejo. Algo pasó en el viaje que no logro entender, pero ahora eso no tiene importancia, nuestra misión principal es llegar allí como sea. - No lo veo nada claro, es muy difícil que nos lleven en presencia del Faraón, creo que es usted demasiado optimista. - No debe perder la confianza, ha estado a punto de fallecer en el desierto y no ha sido así, ¿verdad? - Tiene razón, sabíamos a lo que podíamos exponernos, no le daré más vueltas al asunto, ahora debemos dormir un poco, no sabemos lo que nos espera mañana. - Así es, procure descansar, le hace falta. Dormimos toda la noche, a veces nos despertaban los ruidos de los soldados y sus conversaciones, pero ante la gran fatiga de nuestros cuerpos volvíamos a caer dormidos, el calor de la hoguera aplacaba el frió que hacía por la noche. A la mañana siguiente nos despertó el ajetreo que había a nuestro alrededor, los soldados preparaban sus monturas mientras los demás sentados en el suelo oraban y las mujeres todas de oscura tez llenaban los odres de agua en la laguna. Debíamos emprender la marcha.
  • 236. 235 Bastante más descansados y repuestas nuestras fuerzas fuimos atados nuevamente y enganchados a los camellos, el horizonte que se veía tras del oasis era más llano, como si el desierto se hubiera humanizado, aunque seguía siendo el sol dueño y amo de todo el entorno. Comenzó el camino, Balsamo había cambiado de actitud, se le veía más animado, aunque supongo que en su interior seguía con sus dudas y temores, realmente no era una persona valiente, pero ciertamente quien lo podía ser ante un futuro tan dudoso y enigmático. Largas horas de calor y dura marcha nos estaban dejando exhaustos, por más que miraba el horizonte solo lograba ver arena, debía de contener mi desesperación, no podía flaquear ahora, eso no ayudaría a mi compañero, tenía que demostrar que era posible resistir hasta llegar al fin de mi búsqueda sorteando todas las adversidades necesarias. A mediodía volvimos a hacer un alto para beber y dejar descansar a los camellos, los soldados reían y bromeaban entre ellos, no comprendíamos porque estaban tan contentos después de tantas horas en el desierto. Los demás, siempre con cara seria y adusta, solo hablaban entre sí cuchicheando y en voz baja, fue entonces cuando pensé que podría tratarse de algún tipo de sacerdotes, pero no comprendía porque motivo viajaban con los soldados y su enigmático cargamento. Volvimos a emprender la marcha acabado el descanso y seguimos el arduo camino hacia el sur. Las sandalias me estaban destrozando los pies y me quemaba la arena. Balsamo había dejado atrás su casaca junto a la palmera, había decidido que era una carga para él, de vez en cuando le preguntaba como se encontraba para poder animarle, pero sin resuello siempre me contestaba asintiendo con la cabeza.
  • 237. 236 Empezaba a caer la noche cuando a lo lejos divisé un reflejo de luz muy grande que se iba haciendo más intenso cuanto más anochecía. Unos enormes edificios se adivinaban al fondo del valle, hacía rato que la arena empezaba a cubrirse poco a poco de algo de vegetación, era un terreno más duro y compacto. Conforme nos íbamos acercando mi alma se iba sobresaltando, aquello parecía una gran ciudad, por fin habíamos llegado. - Mire Balsamo, estamos llegando a una ciudad y parece muy grande. - Si, la veo, fíjese en la entrada, hacen de pórtico seis enormes obeliscos alineados antes de entrar en ella - dijo el joven. - Esto confirma mis sospechas – respondí - estamos ante la ciudad sagrada de Luxor, al fin hemos llegado a nuestro destino. Lo que no comprendo es porque fuimos a parar tan lejos de aquí, tal vez lo hizo a propósito mi padre para que no apareciéramos de repente dentro de la ciudad, rodeados de tanta gente. La caravana recorrió todo el tramo que quedaba entre el jolgorio de los que la componían, unos rezaban en voz alta y otros se expresaban con largos gritos guturales de alegría antes de pasar por en medio de los gigantescos obeliscos que franqueaban la entrada. Nosotros con las fuerzas muy mermadas nos mirábamos entre caras de asombro y de temor por lo que estábamos viendo y por lo que nos esperaba dentro de esta gran ciudad, pero al fin y al cabo habíamos llegado a nuestro destino y eso era lo importante del viaje. Dentro de la ciudad recorrimos sus calles empedradas a través de grandes edificaciones de piedra y estatuas de gran tamaño dedicadas a sus dioses hasta llegar a unas pequeñas casas de adobe donde nos esperaban más soldados. La gente flanqueaba nuestro
  • 238. 237 paso gritando y cantando de alegría mientras saludaba a la comitiva. - ¿Cómo haremos para que nos entiendan, maestro? Esto va a ser más complicado de lo que pensábamos. - Estoy igual de preocupado que usted, va a ser imposible poder explicarle de donde venimos, pero debemos intentarlo como sea, nuestra vida depende de ello. - Quizás cuando vean lo que llevamos piensen que somos sacerdotes o sabios procedentes de otras tierras. - Esperaremos primero a ver donde nos llevan y decidiremos sobre la marcha. Sobre todo no grite ni haga gestos extraños para que no piensen que queremos atacarles o huir. Nos desataron de los camellos y nos llevaron a las puertas de una casa larga y con la fachada llena de símbolos y jeroglíficos, donde unos grandes soportes se encontraban llenos de lanzas alineadas unas tras otras y una decena de soldados esperaban armados. Al frente de ellos un militar con ropaje más vistoso nos hizo pensar que se trataba de un oficial de alto rango. El jefe de los soldados que nos habían traído hasta allí se apeó de su montura y se acercó a él, doblando su brazo hasta golpearse el pecho con el puño en forma de saludo. El oficial escuchaba atentamente la explicación de su subordinado y señalándonos se acercaron los dos hasta nosotros, mientras otro soldado traía el maletín y todo lo que llevábamos en los bolsillos para mostrárselo. Se acercó a un palmo de nuestras narices y nos recorrió con su vista en silencio con cara de extrañeza. No lograba descifrar por nuestros ropajes de donde procedíamos. De pronto empezó a preguntarnos cosas en
  • 239. 238 voz alta y en tono amenazador, no sabía que decirle, no me entendería. - Venimos de tierras muy lejanas, más allá de los cofines de la tierra para hablar con el Faraón - contesté con voz temblorosa. Miró nuevamente a su subordinado y le gritó algo que hizo que éste subiera rápidamente a su camello y saliera disparado hacia el centro de la ciudad, mientras tanto abrió el maletín y sacó todo lo que había dentro. Otros soldados le trajeron un asiento y una pequeña mesa que parecían hechos de madera y esparto, se sentó y puso todo lo que encontró sobre la ella. Observaba detenidamente todas las piezas y los frasquitos que encontró en el interior, lo miraba todo con asombro, no entendía para qué podían servir y tocaba con su mano el exterior del maletín. Nunca había visto un bolso de cuero tan bien trabajado y curtido. En esos momentos tuve miedo, pensé que descubriría el espejo. Volvió dirigirse a nosotros, esta vez con un timbre de voz más agudo, casi gritando y nos señaló el suelo con el dedo. Los soldados que estaban detrás de nosotros nos empujaron para que nos pusiéramos de rodillas. Teníamos las manos fuertemente atadas a la espalda, lo que limitaba nuestros movimientos. Se levantó de su silla y lentamente traspasó la puerta del habitáculo hasta desaparecer, mientras los guardias hablaban entre ellos y se saludaban, nosotros yacíamos de rodillas en el suelo sin explicarnos que estaba sucediendo. - Han mandado un emisario para dar noticia de nuestra captura, creo que estos hombres solo son la guardia de la entrada a la ciudad y no tienen poder de decisión, por eso han ido a buscar a algún personaje más
  • 240. 239 importante para que nos interrogue o nos lleven a su presencia - dije en voz baja a Balsamo. - Tengo miedo maestro, estoy seguro que acabaran matándonos sin haber entendido nada de lo que les intentamos explicar, y creo que si supieran nuestras intenciones acabarían haciéndolo igualmente. Seguíamos postrados de rodillas en el suelo, el tiempo pasaba y nadie se acercaba a nosotros. La gente que paseaba por los alrededores se paraba un momento para observarnos y cuchichear. Para ellos éramos seres extraños, solo los dos guardianes seguían impasibles detrás nuestro. El sol era muy fuerte y nadie se había dignado a darnos un poco de agua. Allí en medio de la calle como perros atados parecían desvanecerse todas nuestras inquietudes y ansias de sabiduría con las que habíamos emprendido este viaje. El sol estaba en lo alto y el calor era sofocante cuando un soldado entró corriendo en busca del jefe de la guardia. Éste salió al momento arreglándose el casco y colocando al cinto su espada, pasó por nuestro lado sin mirarnos y tras un grito hizo que se formara la guardia. Se acercaban un grupo de soldados que portaban una especie de cama con dosel, sujetada por cuatro hombres, uno a cada esquina, como si fuera un trono portátil. Iban ataviados con una túnica blanca, las cabezas rapadas y los ojos pintados en color negro. Me fijé en la persona que se hallaba recostada en el interior del trono, parecía muy anciano, llevaba una túnica roja y en la mano portaba un báculo pequeño de oro. Los soldados lo saludaron hincando una rodilla en tierra y golpeándose el pecho con el brazo, lo ayudaron a bajar del pedestal y se apartaron caminando hacia atrás. El jefe se acercó hacia él y lo saludó de la misma forma.
  • 241. 240 El anciano le hizo un ademán con la mano para que se incorporara y mantuvieron una conversación. Al finalizar se acercó a nosotros y esbozando una leve sonrisa les indicó a los soldados que nos ayudaran a incorporarnos. Dio vueltas alrededor nuestro mirándonos de arriba a bajo, observándonos meticulosamente, siempre en silencio hasta que el jefe de los soldados le indicó con su mano todos los objetos que estaban sobre la mesa. Se dirigió hacia ella con las manos a la espalda, golpeándose con el báculo levemente. En ese momento vimos como su cara cambió de forma tajante, dijo alguna cosa al jefe de la guardia y este le contestó con su brazo cruzado en el pecho en señal de saludo y obediencia. Lentamente se dirigió hacia su medio de transporte, se volvió a recostar en él, levantó la mano y los porteadores levantaron la camilla. Dando media vuelta se marcharon por donde habían venido mientras toda la tropa se volvía a saludarlo rodilla en tierra. No entendíamos nada de lo que estaba pasando, tanto secreto estaba acabando con nuestros nervios, cerré los ojos en señal de cansancio, estaba realmente destrozado pero debía de pensar en algo, no podíamos rendirnos ahora. A la orden del jefe cuatro soldados bien armados nos hicieron levantar, pinchándonos con sus lanzas para que camináramos. Íbamos andando a través de las vastas calles de esa gran ciudad hacia algún destino que había decidido el hombre de la túnica roja. Nuestros enseres viajaban también con nosotros portados por uno de los soldados, era la clave por lo que todavía seguíamos con vida. La cara del anciano delataba su sorpresa al verlos y eso me había dado la idea de que en un tiempo no muy lejano habían tenido diferente dueño y el hombrecillo lo sabía.
  • 242. 241 Íbamos pasando junto a grandes construcciones, en cada recodo de las calles aparecían templos, grandes bloques de piedra eran arrastrados con cuerdas para ser depositados junto a las enormes construcciones que se estaban levantando, era algo colosal, más que una ciudad parecía un mausoleo dedicado a los dioses. Todo eran riquezas, grandes estatuas rodeaban la ciudad como vigilantes pétreos de este esplendor, miles de personas trabajaban sin descanso para levantar esa gran obra majestuosa que veían nuestros ojos atónitos. - Estamos viendo como se construyó la ciudad de Luxor amigo Balsamo, estamos viviendo la historia y no podemos hacer nada para entrar en ella, es desesperante toda esta situación, pero vale la pena solo por ver como una civilización pudo levantar este imperio con medios tan rudimentarios y solo con la fuerza de tanta gente que dejó su vida en ello. - ¿Dónde cree usted que nos van a llevar?, piense algo mientras tanto, se lo ruego, si nos encarcelan todo habrá acabado. Finalizaremos nuestros días como estos pobres obreros transportando piedras, soy demasiado joven para que mi vida acabe de esta manera. - No se preocupe, estoy seguro de que nos llevan en presencia de algún personaje más importante, somos demasiado insólitos para ellos y necesitan saber más de nosotros. Alguien cuyo encuentro no será algo nuevo, tengo la corazonada de que nos llevaremos una sorpresa mayúscula y que esta situación la han vivido anteriormente. - ¿Qué quiere decir con eso?, ¿piensa que saben de donde venimos o quienes somos? No creo que podamos entendernos nunca, para ellos solo somos extranjeros, mano de obra de balde parar sus fines.
  • 243. 242 Balsamo enseñaba su parte negativa, fruto de la desesperación y el miedo que había pasado, estaba abatido, no veía más allá, pero yo presentía que nuestro idioma había sido escuchado antes por estos habitantes de las orillas del Nilo. No era momento de razonar con mi aprendiz, sería mejor dejar transcurrir los acontecimientos que se avecinaban para que se diera cuenta de que estaba equivocado. Lentamente nuestro séquito fue llegando a las puertas de un colosal templo y unas largas escalinatas de piedra precedían su entrada. A ambos lados de ésta se elevaban dos grandes estatuas con la efigie de la diosa Isis, que nos hizo levantar la cabeza para poder admirar la increíble altura de las mismas y la majestuosidad de la construcción. Los soldados nos instaron a subir las escaleras, mientras nos precedía el hombrecillo de la túnica roja. Se paró un momento en el último peldaño antes de entrar al templo, saludó con las manos juntas como si estuviera orando y agachó la cabeza en señal de respeto. Entramos los cinco dentro del recinto y dos guardias que presidían la puerta se afanaron a cerrarla detrás de nosotros. Entramos en una inmensa sala en la que habían grandes murales de piedra pintada en varios colores, con signos, dibujos de dioses y jeroglíficos. Grandes columnas se elevaban alrededor de la sala y en el centro, tallada también en piedra, había una gran nave marina pintada con colores dorados. Estaba claro que nos hallábamos en el templo de la diosa Isis, pero no sabíamos el motivo. Nuestras miradas se cruzaron con expresión de extrañeza, no comprendíamos porque nos habían llevado allí, yo seguía mirando todo mi entorno con cara de estupefacción y maravillado por lo que veían mis ojos,
  • 244. 243 era todo tan real e impresionante que no podía articular palabra alguna. Me encontraba inmerso en la historia sin pertenecer a ella, esto lo hacía aun más fantástico y gratificante. En esos momentos no tenía miedo por lo que me deparara el futuro, solo pensaba que había merecido la pena todo mi esfuerzo y poder admirar esta maravilla. En ese momento nuestros vigilantes nos pusieron las puntas de sus lanzas en la espalda y nos empujaron para que nos arrodillásemos, el hombre con la túnica roja se había ido tras el monumento de la nave central, por unas escaleras y desapareció por ellas. Se oyeron unos pasos que se acercaban a nosotros, mientras las lanzas seguían pegadas en nuestras nucas. Al momento notamos un profundo silencio, los soldados se postraron también de rodillas junto a nosotros, mirando hacia el suelo. Levanté la mirada levemente sin mover la cabeza, ante mi vi un dosel parecido al anterior, portado por cuatro soldados que habían dejado suavemente sobre el suelo. Un anciano con la cabeza completamente rapada, estaba recostado en él, llevaba los ojos pintados completamente de azul y vestía una túnica blanca. En su mano derecha portaba un pequeño báculo dorado, coronado con una cabeza de serpiente, cuyos ojos eran dos gemas rojas brillantes y resplandecientes. Habló con los dos soldados y se pusieron en pie, nos hicieron levantar y acercarnos a unos metros del venerable anciano. Éste nos miró, una sonrisa alargó su rostro y con la mano izquierda nos señaló, como esperando que habláramos. - No sé quien sois vos señor - dije con voz serena - venimos de los confines de la tierra para ponernos al servicio del Gran Faraón, como sus más humildes esclavos.
  • 245. 244 Balsamo me miró con cara de extrañeza, no entendía porque le estaba diciendo tal cosa, pero yo sabía lo que estaba haciendo, tenía muy claro que la manera de poder introducirme en su mundo era a base de elogios y entrega, aunque no tenía nada claro que me hubiera entendido. La escolta le ayudó a bajar de su transporte y se acercó hacia nosotros lentamente, con paso cansino por su avanzada edad. Me miró fijamente a los ojos y me preguntó con voz entrecortada. - ¿Tu nombre? Todo mi cuerpo se estremeció, me quedé sin habla, ese anciano estaba hablando mi idioma, era algo increíble. Balsamo me agarró del brazo asustado, mi mente volvió a funcionar al instante y recuperándome de la impresión contesté rápidamente. - Mi nombre es Francisco Ainoza y mi acompañante se llama Balsamo, sería un honor saber con quien estamos hablando para que nos de su bendición y perdone la osadía de estos humildes humanos. - ¿Qué hacéis aquí en tierra sagrada? - volvió a preguntar sin hacer caso de mis palabras. - Como os he dicho venimos de los confines de la tierra y nuestro largo viaje ha llegado a su fin, hemos encontrado lo que buscábamos y ruego aceptéis que tengamos el honor de ser vuestros fieles esclavos. El anciano se rascó la barbilla y paseando a un lado y a otro de la sala parecía pensar en nuestras palabras. Tuve la duda si realmente nos había entendido, pero pronto lo supe. - Hace muchas estaciones tuvimos el honor de acoger a un hombre llamado como tu, nos enseñó muchas cosas y nosotros a el también, pero tu no puedes ser el
  • 246. 245 mismo, yo le conocí y tenía otra cara, ¿no serás un dios maligno que trata de engañarme? Balsamo iba a decir algo cuando yo le puse la mano en la boca para que callase, no era momento de meter la pata. Mi corazón se encogió al escuchar lo que el anciano me había dicho. - No somos nada maligno, se lo puedo asegurar. El que decís que se llama como yo no es otro que mi padre, del cual hace años que no sé nada. - Tendréis tiempo de demostrarlo, si en verdad no mentís. El que llamáis vuestro padre era un hombre bueno, nos enseñó a curar dolencias, a operar enfermedades incurables y también nos enseño su lengua, la lengua del otro mundo como el nos dijo. - Sabéis gran señor cual es su paradero, es muy importante para mí después de tantas penalidades. - De eso hablaremos después de que me halláis demostrado las intenciones que tenéis, y si sois realmente quien decís. - Apelo a vuestra benevolencia, por favor decidme ¿qué fue de él? - No toleraré más intromisiones - dijo el anciano - las cosas se harán como deben hacerse, estáis hablando con el sacerdote Sem y por el gran Horus que no permitiré ninguna insumisión más. Comprendí que debía guardar silencio, no debía echar por tierra las posibilidades que teníamos de lograr nuestro cometido, la suerte estaba con nosotros, nuestro calvario había terminado por fin, solo era cuestión de manejar correctamente el asunto y esperar un poco. - Ahora me retiraré al Sanctasantorum para meditar, seréis confinados en el Templo hasta que hallamos decidido que hacer con vosotros y consultar con los ministros del Faraón.
  • 247. 246 Una mezcla de inquietud junto a un sosiego contenido llenó todo mi ser, los acontecimientos se estaban desarrollando mejor de lo que pensaba. Desde que habíamos llegado todo tipo de vicisitudes se juntaron para que nos abocásemos a un fracaso sin vuelta atrás en nuestra misión, pero ahora todo había cambiado. El curso de los acontecimientos se parecía más a lo que yo tenía previsto, ahora solo quedaba tranquilizar a mi compañero y ponernos de acuerdo en nuestras consignas.
  • 248. 247 Capítulo 10º LA JOVEN DEIDAD Seguidos por nuestra ahora guardia personal, cuatro soldados nos llevaron a unas dependencias dentro del templo, atravesamos largos pasillos angostos con la única luz de las antorchas que portaban los dos vigilantes que nos precedían, hasta llegar a una estancia muy amplia a modo de habitación, donde habían dos hamacas de madera llenas de almohadones de seda de varios colores y en el centro había una mesa del mismo material. Las cuatro esquinas estaban presididas por efigies de sus dioses y dos lámparas de aceite, una pequeña en la mesa y otra más grande colgada en la pared donde se esbozaban dibujos en colores de escenas de la vida cotidiana de la corte del Faraón. La luz era pobre pero nosotros estábamos acostumbrados después de tanto tiempo encerrados en mi laboratorio. No nos dirigimos la palabra en todo el camino, mirábamos asombrados todo lo que nos rodeaba, era tan sorprendente que sobraban las palabras, sumergidos en un mundo fantástico y deseando averiguar todo sobre el gran enigma que estos antepasados nuestros consiguieron descifrar y esconder a lo largo de los tiempos. Era una estancia cerrada, no tenía ninguna salida, solo el estrecho pasadizo por donde habíamos entrado. A juzgar por las escaleras que habíamos descendido pensé
  • 249. 248 que se trataba de un piso inferior del templo, como un sótano que al parecer, por las muchas bifurcaciones que habíamos visto, era un lugar inmenso. Dos de los soldados se marcharon y los otros dos quedaron en la puerta de entrada para hacer la guardia. Sí, estábamos cautivos, pero las condiciones del lugar denotaba que no era una mazmorra, si no un lugar de recogimiento en espera de algo que no lográbamos imaginar. Me tranquilizaba el trato recibido, estaba seguro que querían saber de nosotros y que ya habían pasado por este trance alguna vez. Cansados y muertos de hambre nos sentamos en una de las camas. Después de atusarme mi blanca barba miré a mi compañero que noté cansado y extenuado e intenté tranquilizarlo. - Amigo, creo que debemos serenarnos, pienso que nuestra búsqueda comienza a partir de ahora, debe olvidar todos los malos momentos pasados y empezar a pensar que nuestro camino ha llegado al lugar indicado. Si hubieran querido acabar con nosotros ya lo hubieran hecho, pero tengo la certeza de que en estos momentos está siendo informado el Faraón de nuestra llegada. - Estoy de acuerdo con usted, pero aun tengo el miedo en el cuerpo, nunca pensé en pasar tales vicisitudes, espero que haya valido la pena. - Ahora debemos tranquilizarnos y pensar lo que queremos explicar cuando nos reciban para interrogarnos, tenemos que ser muy prudentes, hay que escuchar y sobre la marcha les contaremos lo que nos interese que crean de nosotros. En esos momentos entraron cuatro mujeres, todas ellas vestían túnicas blancas, llevaban un excelente maquillaje que resaltaba sus caras menudas y jóvenes, con una larga cabellera negra y unas arquetas de madera
  • 250. 249 en sus manos. Tras ellas un par de sirvientes, uno con una jofaina llena de agua y otro con una bandeja de plata repleta de todo tipo de frutas, fue entonces cuando por fin vi sonreír a Balsamo después de tantos días de agobio. Depositaron la bandeja de frutas en la mesa central junto a una gran jarra también de plata y dos copas del mismo metal, eran dos hombres de piel muy oscura, africanos tal vez, de gran corpulencia y considerable altura, un arete de metal colgaba de sus grandes y achatadas narices. Luego se acercaron a nosotros y mientras las mujeres permanecían de pie tras la mesa, se dispusieron con gran cuidado a despojarnos de nuestras vestimentas, sucias y harapientas hasta dejarnos desnudos. Mi compañero se tapó con las manos sus genitales con evidentes signos de rubor y volvió su cara hacia mí esbozando un gesto de ignorancia e incredibilidad. - No se preocupe joven amigo, tienen miedo de nosotros, quizás piensen que nos han enviado dioses malignos, pero está claro que quieren asearnos para ser presentados a alguien importante cercano a su Faraón y así poder asegurarse de quienes somos. - Espero que esté usted en lo cierto pero no me hace ninguna gracia estar desnudo y desprotegido ante tanta gente, soy bastante pudoroso. Nos señalaron una parte del habitáculo para que nos dirigiéramos hacia allí, una gran cortina de seda negra cubría ese rincón. Uno de los altos hombres de color la retiró y nos indicó que entráramos, en el suelo nos encontramos con una especie de terma parecida a un aljibe, entramos en ella con cuidado y permanecimos de pie con el agua hasta las rodillas. Los dos hombre procedieron entonces, uno aguantaba una jofaina con un líquido amarillento y de
  • 251. 250 muy buena olor, mientras el otro con una esponja marina en su mano la introdujo en el agua hasta quedar empapada, luego con delicadeza y precisión comenzó a restregarla por el cuerpo de Balsamo mientras este seguía tapándose sus genitales con las dos manos. Era una especie de espuma lo que chorreaba por su cuerpo al restregar la esponja y poco a poco fue aseándolo mientras la suciedad iba a parar al agua del aljibe. Realmente mi compañero estaba pasándolo mal, nunca pensé que un hombre con tan pocos escrúpulos tuviera tanta vergüenza y recato con su cuerpo, traté de romper el hielo para que se sintiera más cómodo. - Venga amigo, no se preocupe, estoy seguro de que muchas mujeres le han visto desnudo y no ha pasado este rato tan vergonzoso que estoy viendo. - Lo sé maestro, pero nunca me había aseado un hombre y jamás pensé que lo haría, es contranatural y humillante. - Pero no debe preocuparse - dije esbozando una sonrisa burlona - estos esclavos son eunucos, me he fijado en uno de ellos al abrir la boca y no tienen lengua, según la historia se les prohibía hablar y además eran castrados, con lo cual podían hacer tareas que a otras personas no se les estaba permitido. No debe tener miedo, no le harán nada que le pueda humillar - volviendo a sonreír al mirar su cara de espanto. - No es momento para bromas Ainoza, no tiene ninguna gracia, no me parece bien ni correcto que un hombre haga estas tareas, ni que alguien dude de mi honorabilidad como hombre. - Era una broma amigo, no se lo tome usted a la tremenda, después de lo vivido estos días debe relajarse y disfrutar de todo lo que ve y siente, es una ocasión única para ello.
  • 252. 251 Una vez acabado con Balsamo empezó conmigo mientras mi amigo se sumergía en el agua para deshacerse de toda la espuma que quedaba en su cuerpo. Tras secarnos con unos lienzos fuimos conducidos hasta donde estaban las cuatro hermosas mujeres y sus arquetas. Las abrieron y sacaron de ellas dos especies de faldas cortas hasta la rodilla y unas telas alargadas con las que nos vistieron ellas mismas, primero la parte baja y luego las telas a forma de túnica cruzada y sujeta con un broche lateralmente que tapaba todo el torso menos un lado del hombro. Sentí en mi cuerpo esas gasas suaves y limpias, de un blanco casi celestial. Agradecí esa sensación de bienestar que por fin sentí en mi cuerpo después de tanto tiempo pasado en la arena. Al finalizar nos pusieron en nuestros pies una especie de sandalias de cuero acordonadas un palmo más arriba del talón. Nos ofrecieron sentarnos en la mesa central y nos acercaron las bandejas de fruta, luego nos sirvieron en las copas metálicas un líquido semejante al vino y se retiraron rápidamente junto a los dos eunucos que habían estado recogiendo nuestras ropas sucias. Sólo quedamos los dos en la estancia y los vigilantes seguían en la puerta. Más tranquilos comimos hasta saciarnos y disfrutamos de aquel vino dulce de color tostado y oloroso, era momento de hacer algunas reflexiones. - Doy por sentado que estos individuos saben algo sobre el paradero de mi padre, están ocultando alguna cosa, pero no pararé hasta que me lo digan, es muy extraño el cambio en la manera de tratarnos, creo que no somos los únicos que deseamos averiguar lo que aquí se esconde. - ¿Quiere usted decir que puede estar prisionero por algún motivo y no quieren decirlo?
  • 253. 252 - No lo sé, pero hay algo extraño en su comportamiento que me está dando vueltas por la cabeza y no consigo deducir que puede ser. - Quizás su padre desveló algunos misterios que ellos no querían airear. Secretos y enigmas de sus dioses. - Lo averiguaré aunque me cueste la vida, ahora repongamos fuerzas para poder seguir con nuestro cometido, nos esperan acontecimientos muy importantes y debemos estar preparados para ello. - ¿En presencia de quien cree que nos llevaran para interrogarnos?, ¿quizás ante el mismísimo Faraón? - No lo creo, primero supongo que debemos comparecer ante sus grandes sabios, sacerdotes o militares, deben estar seguros que no vamos a hacerle ningún daño a su divinidad, ante todo debemos escuchar y averiguar que es lo que saben exactamente. Me levanté de la silla para poder examinar más detenidamente la sala, después de tan agradable ágape me sentía mucho mejor. Pude comprobar que la estancia era muy grande pero austera como debe ser una habitación de un templo donde hacer sus quehaceres diarios, solo los grandes dibujos y jeroglíficos de las paredes llamaban la atención y con aquella luz tan tenue parecía una sala de las que tantas veces vi en los dibujos de los apuntes de mi progenitor, se asemejaba a los compartimentos estancos del interior de una pirámide. Balsamo se había recostado mientras tanto en uno de los divanes y se había quedado dormido, el cansancio pudo con él, andaba escaso de fuerzas después de tantas emociones. Decidí sorber un último trago de aquel maravilloso elixir y recostarme también en el otro diván, debía esperar los acontecimientos con calma y un descanso era lo oportuno en esos momentos.
  • 254. 253 Cerré los ojos lentamente y con la imagen del recuerdo de mi padre caí en los brazos de Morfeo sin darme apenas cuenta, las imágenes de toda mi vida pasaron por mi mente, no era una pesadilla, simplemente un resumen de la vida tan dura que me tocó vivir y que yo acepté con toda resignación para poder averiguar los límites de la medicina y los del ser humano. Debía ayudar a todos en lo que fuera necesario. Abrí los ojos de golpe, asustado y sudoroso, no sabía donde me encontraba, alcé la vista y comprobé que seguía en la misma habitación y que mis vigilantes no se habían movido de su sitio, no sabía cuanto tiempo había pasado desde que me quedé dormido. La misma luz de las lámparas y sin ninguna ventana, hacían imposible saber la hora ni el día en que nos hallábamos, solo recordaba los sueños que había tenido y al final de ellos una pesadilla, la de que mi padre estaba muerto. - Despierte Balsamo - le dije a mi amigo zarandeándolo del brazo - tenemos que hablar de algunas cosas importantes. - ¿Qué hora es? me quedé dormido mientras usted paseaba por la habitación y he perdido la noción del tiempo. - No tengo ni idea del tiempo que hemos dormido, pero creo que ha sido mucho, ahora debemos acordar lo que tenemos que decirles, antes de que vengan a buscarnos y no creo que tarden mucho. Como puede comprobar sólo tenemos un vigilante en la entrada, supongo que el otro fue para avisar de que habíamos despertado. - Dígame que cree que es lo más acertado, algo que se parezca a la que contó su padre al venir aquí, sería muy conflictivo que creyeran que estamos mintiendo.
  • 255. 254 - Por eso debo pensar que pudo decirles mi padre para ganar su confianza, debo razonar del mismo modo como si estuviera dentro de él. Aunque nunca supe todo lo que pensaba, sé que creyó que lo mejor sería decirles la verdad, a su manera claro. Debían ser palabras que pudieran entender, la diferencia de épocas es demasiado grande y no creo que quisiera ser tomado como un brujo maligno o algo parecido. - Será mejor que hable usted, yo podría equivocarme, yo solo contestaré cuando me pregunten a mí, le seguiré el juego de todo lo que diga. Si me presenta como su ayudante ellos se dirigirán a usted directamente. - Así lo haremos, no se preocupe he salido bien parado de muchas situaciones conflictivas, la vida me ha enseñado mucho y de momento no han podido conmigo. En esos momentos entraron a la estancia cuatro soldados y dos sacerdotes con una túnica naranja, eran los dos muy jóvenes y también llevaban la cabeza rapada. Se dirigieron hacia nosotros y nos invitaron con gestos a que les acompañáramos y respondimos con el mismo saludo juntando las dos manos y agachando la cabeza. Fuimos tras ellos con los dos guardias que nos seguían y recorrimos el estrecho pasillo hasta llegar a la sala principal donde habíamos sido recibidos por primera vez. Cuando llegamos al centro del amplio mausoleo vimos que delante de la nave central se encontraban ocho personas sentadas en sus majestuosas sillas. Seis sacerdotes ancianos, cinco de ellos con la túnica blanca y el otro con una túnica dorada. Flanqueándoles en sus asientos había dos militares con arneses de cuero, adornos dorados, que llevaban gorros de cuero redondos y alargados, acabados en punta. Nuestros vigilantes nos
  • 256. 255 hicieron hincar las rodillas en el suelo y nos bajaron la cabeza para que no los mirásemos a la cara. Me había dado tiempo de observar todos los detalles necesarios para mis apuntes, antes de hacernos humillar en el suelo. Llevaban en su mano derecha un báculo dorado rematado con una punta de marfil semejando la efigie de un lobo y todos tenían la cabeza afeitada, con los bordes de los ojos pintados de color azul muy llamativo. El del centro con la túnica dorada portaba en el cuello un collar de oro y de éste sobresalía la figura de un sol de doce puntas semejante al de mi anillo. Esto me hizo comprender algunas cosas. Comenzó hablando en voz baja con las autoridades que lo flanqueaban y tras observarnos detenidamente me señaló con su báculo. Su voz, aunque grave y en tono bajo, resonó en toda la sala como un eco ensordecedor. - ¿Quién eres extranjero, y de dónde vienes? Contéstanos la verdad y seremos benévolos contigo y tu criado, estás ante el consejo de la ciudad divina de Egipto y los dioses están con nosotros. Habla, nosotros entendemos tu lengua. Miré de reojo a Balsamo, comprobé que seguía arrodillado mirando hacia el suelo y me dispuse a levantarme para contestar, al momento el guardia que tenía a la espalda clavó la punta de su lanza en mi cogote y comprendí que debía hablar en esa posición, sin mirar nunca la cara del sacerdote. - Mi nombre es Francisco Ainoza y soy viajero en el tiempo, vengo de otros pueblos allende del mar y de otra época futura. Tres mil años después de vuestro gran imperio. Iba a continuar cuando me interrumpió el Gran Sacerdote en tono sarcástico y riendo a carcajadas, al que
  • 257. 256 se unieron el resto de sus acompañantes sentados en sus tronos. - ¿Crees que somos ignorantes? quizás piensas que puedes engañarnos. - Nunca se me ocurriría pensar tal cosa, os digo la verdad, si no me creéis ponedme a prueba y os lo demostraré. - Necio, ¿intentas decirme que eres un dios y puedes viajar en la nave del Inframundo igual que Osiris? - No soy ningún dios, ni vengo enviado por ninguno de ellos, soy simplemente un mortal que encontró la llave para poder viajar a través del tiempo y buscar a mi padre. He venido para ponerme al servicio del Faraón en todo lo que sé y pueda enseñaros a cambio de que me instruyáis en vuestra cultura. - ¿Qué eres entonces, un brujo, un espíritu maligno? pagarás cara tu osadía con la muerte, mentirme a mi es como engañar a nuestro sumo sacerdote, el gran Tutmosis y a todos nuestros dioses. Balsamo temblaba, estaba muy asustado, comprendí que no iba por buen camino, tenía que convencerle pero sería nada fácil. En su cultura todo lo que no provenía de sus dioses era pagano y por lo tanto enemigo del Imperio. - Gran Sacerdote, ruego me dejéis demostrar todo lo que antes he podido explicar con vuestra benevolencia, no soy ningún espíritu maligno, solo soy un médico que cura las enfermedades del cuerpo igual que lo fue mi padre. - ¿Por qué dices que buscas a tu padre? - Estoy seguro que hace unos años mi padre, que se llamaba como yo, convivió con vosotros. Él me dejó la clave para poder venir hasta aquí, pero desconozco su paradero.
  • 258. 257 - Dices que estuvo entre nosotros, ¿acaso era un viajero del inframundo como vosotros? explícame como. - Señor, si comprobáis nuestras pertenencias, las que nos fueron confiscadas por los soldados, podréis comprobar que poseemos una serie de objetos sagrados con los que hemos realizado dicho prodigio. - ¿Te refieres a este odre de piel lleno de líquidos extraños? - Si, a ese me refiero, dentro hallareis todas las claves de nuestro viaje. Todo este material era de mi padre y me lo dejó al desaparecer. - Todo esto no es más que elixires o venenos, no podréis engañarme, no hay nada de sagrado en todo ello. - Mirad todas las estatuillas y objetos que hay en el fondo de la bolsa y podréis comprobar que no miento. Un soldado vació todo el contenido del maletín y fue depositando todas las piezas en el suelo, delante de sus pies uno por uno. Fue entonces cuando se hizo un gran silencio en toda la estancia, durante unos minutos oía como conversaban entre ellos en su lengua y luego volvió otra vez el silencio. - No mientas, ¿de dónde han salido todos estos objetos sagrados? - De mi padre, ya lo he dicho antes, no osaría mentiros, sé que en ello me va la vida, creedme os lo ruego. - Estas piezas fueron robadas hace años de la cámara secreta del Gran Faraón, decidme como sabíais para que servían o moriréis. - Sé que mi padre hizo más de un viaje con ellas a esta época del tiempo, estoy seguro. Dejó toda la información para utilizarla en unos libros y papiros que me fueron entregados junto con todo ese material, también dejó escrita la fecha en la que debía venir y por
  • 259. 258 ello he viajado, para averiguar qué hizo el aquí y por qué debía venir yo. Fue entonces cuando me dijo levantándose de su asiento y acercándose hacia mí con paso lento y cansino. - Levanta y mírame a los ojos, contesta, ¿dónde está el espejo? - Está perdido en el desierto donde fuimos capturados, estábamos buscándolo cuando vimos la caravana venir hacia nosotros. - No mientas gusano, nadie puede utilizar el conjuro sagrado sin poseer el número secreto, nadie sabe como se fabrica. Sólo el Sumo Sacerdote y nosotros sabemos resolver la cábala. Me miraba fijamente a los ojos, su anciana cara tenía un gesto de indignación, tuve miedo que creyera que le estaba engañando con el espejo, pero era una opción que no debía descubrir. No debía enseñar todas mis cartas, ya que éste era nuestro único salvoconducto para regresar y no estaba dispuesto a entregárselo. - Soy médico y alquimista. Logré fundir el número con las cenizas del Faraón y resolví el enigma, podéis comprobarlo entre las piezas que hay en el suelo. - ¿Acaso tu eres un sabio como nosotros? ¿Quieres que te arranquemos la lengua por no decir la verdad? - Jamás os mentiría, he venido para ser vuestro amigo y ayudaros en todo lo que mandéis, no me atrevería nunca a mentir a un sabio como vos. - Explícame una cosa, si el Faraón no está muerto ¿como puedes tener sus cenizas y haber resuelto el enigma? - De la época de donde yo vengo, del Faraón solo quedaban sus cenizas después de tantos siglos de su
  • 260. 259 muerte, si no preguntad a vuestros galenos y me darán la razón. - Si eso es verdad, ¿quién profanó su tumba para robar todos sus bienes terrenales? acaso, dudáis del trabajo de nuestros embalsamadores. El cuerpo de un Faraón nunca se corrompe. Quizás también lo quemasteis - Nada de eso es cierto, nunca profanaría la tumba de un dios, las cenizas estaban en una urna y son las de sus vísceras, éstas sí que se convierten en cenizas. - Sabéis demasiado, debo consultar con el Consejo para decidir que hacemos con vosotros. Mandaré a la guardia al desierto en busca del espejo y rezad a vuestro dios para que aparezca, de lo contrario será vuestro fin. - Apelando a vuestra benevolencia - dije poniéndome de rodillas - decidme por favor que fue de mi padre, os lo ruego. - Yo nunca he dicho nada de vuestro padre, apartad y dejad de hacerme preguntas o mandaré azotaros por vuestra insolencia. Se alejó lentamente mientras los soldados recogían las piezas del suelo y las introducían en un pequeño cofre de oro. Los asistentes al interrogatorio también se levantaron y entre conversaciones fueron desapareciendo por el fondo de la sala. Los soldados nos hicieron levantar con malos modos y nos escoltaron hasta la habitación donde habíamos pasado la noche. - Tranquilícese amigo - le dije al joven - lo peor ya ha pasado, como puede ver saben mucho más de lo que pensaba, quieren estar seguros de quienes somos, antes de confesar la existencia de otro anterior viajero. Balsamo aun temblaba, su poca experiencia en asuntos tan complicados le hacían pensar que nos iban a ejecutar allí mismo. No creía que tuviera preparada la
  • 261. 260 respuesta a la pregunta referente al espejo, sabía que debía ganar tiempo por si las cosas se ponían peor. Una vez sentados en el diván de la habitación el joven rompió a llorar a causa del mal trago pasado y entre sollozos balbuceó. - Como se le ha ocurrido decirle que habíamos perdido el espejo, podían habernos matado. - No amigo, mientras no tengan el espejo en su poder no nos harán nada. Hubiera sido nuestro fin si lo entregamos, ahora debemos esperar que no lo encuentren hasta que nosotros hallamos acabado nuestro trabajo o ganado su confianza. - Pero, debía habérmelo dicho, si me lo hubieran preguntado a mí probablemente me hubiera derrumbado. - Por eso no le dije nada, yo sabía que no se dirigirían a usted, ellos creen que es mi sirviente o mi esclavo. - ¿Y qué haremos ahora?, mi corazón ya no aguantará más sobresaltos, soy muy joven para morir. - Descanse y no piense más en ello, ahora solo queda esperar, ellos darán el siguiente paso y espero que sea pronto, la próxima vez seré yo quien los asuste un poco. Pensativo me recosté y empecé a darle vueltas a la cabeza pensando en la próxima comparecencia ante estos seres desconfiados y temerosos de lo que no comprenden. Ajeno a sus grandes creencias religiosas, otra vez el fanatismo se volvía a cruzar en mi vida, nunca comprendí porque mi agnosticismo era tan difícil de comprender y de tolerar. Mientras mi joven amigo seguía preocupado por su vida. Nunca pensé que este hombre iba a soportar tan desoladamente las adversidades de esta impresionante aventura, creí que sus grandes ansias de poder le harían
  • 262. 261 tan fuerte como yo, pero me equivoqué, de todas maneras serviría para mi empresa, era otra cosa la que yo buscaba en él. Traté de serenarlo y levantarle la moral, no me interesaba que se derrumbase y echara a perder todo lo que tenía planeado. - Pensé que era usted un poco más valiente ante las vicisitudes, después de lo bien que llevó su viaje mental en la Selva Amazónica. - No sé que me pasa, todo esto me supera, yo también creía que este sería el viaje de mi vida, pero tengo miedo, al fin y al cabo el viaje anterior no era exactamente real y eso me dio fuerzas. - No debe disculparse, sé que es muy duro, pero debe sobreponerse y no demostrarles que tiene miedo, será mucho mejor para las negociaciones. - Lo intentaré amigo, haré todo lo posible para que me vean sereno y tranquilo, pero aun tengo miedo, cada vez que nos pinchan con sus lanzas se me cae el alma al suelo. - Debe creerme, no nos harán nada, somos demasiado valiosos y quieren recuperar todo lo que les fue robado, aunque dudo que mi padre lo hiciera. He de intentar sonsacarles todo lo que saben. - ¿De cree qué estarán hablando ahora, amigo Ainoza? - Supongo que dudan todavía que hacer, saben que es verdad lo que digo, pero no se atreven a decírselo todavía al Faraón hasta que no hayan recuperado todos sus objetos sagrados, lo cual no nos interesa pues entonces dejaríamos de serles útiles. - ¿Cree que encontraran el espejo? - Esperemos que no, si ha podido pasar desapercibido tantos años en su escondite lo hará algún
  • 263. 262 tiempo más, de todas formas lo que está claro es que hay varias personas que conocen nuestra lengua, esto refuerza mi creencia de que mi progenitor o quizás alguna persona más de nuestro tiempo han estado aquí. - Mi teoría es que los visitantes fueron bien tratados y se relacionaron, compartieron secretos y aprendieron el idioma mutuamente - dijo Balsamo ahora mucho más sosegado, sentado a mi lado. - Por eso creo que no debemos temer nada, tarde o temprano lo tendrán que decir para conseguir que les contemos todos nuestros secretos, saben debemos alcanzar un acuerdo mutuo o no lograrán su objetivo. Pasaron tres días, tal vez cuatro, no lo podíamos saber con exactitud en aquella estancia cerrada sin una gota de luz natural y solo como referencia las veces con que éramos agasajados con ricos ágapes y vino. A alguna ocasión traían una bebida semejante a la cerveza pero mucho más turbia y ropa limpia, solo salíamos de la estancia para hacer nuestras necesidades orgánicas, aunque nos tapaban los ojos con una venda y nos guiaban hasta una pequeña salita donde un agujero en el suelo servía para ello. No querían que viéramos la serie de pasillos y entresijos que se hallaban bajo el templo, evitando que pudiéramos escapar. Balsamo seguía impaciente, la tranquilidad de aquel receptáculo y su comodidad no eran objeto de su complacencia, no paraba de repetir que estar preso en una jaula de cristal no era suficiente motivo para estar tranquilo y se desesperaba hasta perder la paciencia. Yo sabía que el objetivo primordial del sacerdote era encontrar el espejo y hasta que no lo hallara o agotara su búsqueda, no volvería a encontrarse con nosotros. A los pocos días nos encontrábamos comiendo y charlando de botánica con mi aprendiz cuando me
  • 264. 263 percaté que entraban varios soldados a la estancia. Sorprendidos no pusimos en pie, la guardia se apartó para dejar paso al anciano sacerdote ante nuestras muecas de asombro, rápidamente agarré a Balsamo por la nuca y lo empujé hacia delante para que se pusiera de rodillas como yo hice. - Levantad, podéis mirarme a la cara, debo hablar con vosotros, he venido solo porque quiero daros otra oportunidad y ésta será la última. La guardia le acercó un asiento para que descansara, andaba muy lentamente y casi no podía moverse por la edad. Con la mano hizo un ademán a los soldados y sin mediar palabra salieron todos, incluso nuestra guardia personal, estaba claro que sabía que no íbamos a escapar y no quería testigos de lo que iba a decir. - Sentaos, ¿es de vuestra complacencia la comida y la bebida que os traen? - Es excesivo para nosotros, le estamos muy agradecidos y espero que acepte nuestros respetos señor. - El espejo no ha sido encontrado, decidme donde está y os dejaré libres, pensad que los generales del ejército no serán tan benévolos con vosotros. - Os doy mi palabra de que yo no lo tengo ni nunca lo robé, ya os dije que fue la herencia de mi padre. - Entonces, decidme donde puede estar, no quisiera perder la paciencia, no le hemos comunicado todavía vuestra existencia a nuestro Faraón, el Gran Tutmosis, para evitarle ansiedad, todavía es muy joven e inexperto. - Decidme vos donde está mi padre y que trato tuvo con vosotros para poder vivir en la corte, es el precio que debéis pagar si deseáis tanto lo que me pedís.
  • 265. 264 - ¡Insolente! No sabéis con quien estáis hablando, ¿acaso soy yo el prisionero? - No quiero ofenderos, pero los dos sabemos que es la única manera de averiguar el paradero de mi padre. - Solo conseguirás que os maten, soy yo quien pone las condiciones, de lo contrario os entregaré a los soldados y os cortaran la cabeza para que vaguéis sin alma por el inframundo. - Ruego perdonéis mi osadía, pero sigo insistiendo, debéis darme algo a cambio, en caso contrario me llevaré mi secreto a la tumba. - De acuerdo, esto tiene que quedar entre nosotros tres, nadie más debe saber lo que os voy a contar. Decidme lo que queréis saber sobre el viajero del tiempo que estuvo con nosotros. - Primero decidme el motivo de tanto secreto, ¿por qué no sabe nada el Faraón y dejáis al margen a los demás sacerdotes y a los jefes militares? - Si mi visita llegara a oídos de ciertas personas moriríamos todos al instante. Acercaos un poco más, las paredes pueden tener oídos. - ¿Dónde está la guardia de la entrada? ¿No tiene miedo de que le oigan hablar con nosotros? han visto como ha entrado su excelencia en esta sala. - No debe preocuparte eso, mi guardia personal es infinitamente leal, además para estar a mi servicio se les corta la lengua, así nunca podrán delatar a nadie. - Le escuchamos con atención mi aprendiz y yo, pero debe contarnos toda la verdad, de lo contrario moriremos con nuestro secreto. - Me llamo Menjeperraseneb, soy el Gran Sacerdote, Profeta de Amón y Ministro de Finanzas del Faraón Tutmosis III, también soy su consejero desde niño. Nuestro dios en la tierra es muy joven, apenas
  • 266. 265 veintidós años y tiene muchos enemigos, su padre murió joven y lo puso en el trono siendo muy niño. El Consejo de Sacerdotes consintió que mientras no llegara a la mayoría de edad fuese su madrastra Hatshepsut quien gobernase el gran Imperio de Egipto hasta hace apenas dos años. Luchó con todo el Consejo para quedarse como reina ya que todos sabían que el joven rey no era legítimo, era hijo de una princesa Siria que fue amante de su esposo en tierras paganas durante las guerras en Asia y murió en el parto. Hay un complot contra el Faraón, su madrastra quiere que gobierne su hija Neferure y está intentando desestabilizar el gobierno con mentiras y sobornos, por eso es tan importante que podamos recuperar todos los objetos sagrados que nos fueron robados, si cayeran en manos de Hatshepsut sería el fin del joven dios y de los sacerdotes. Después de una breve vacilación, el sacerdote continuó. - Se me ha encomendado la misión de controlar a todos los grandes sacerdotes del país e intentar por todos los medios que no negocien con el enemigo, algunos de ellos tienen muchas riquezas escondidas y debo averiguar sus nombres, ayudadme y os recompensaré. - Lo entiendo señor, le ayudaremos en todo lo posible, pero antes de que me cuente la odisea de mi padre quisiera saber quien robo todas las piezas de tan mágico entramado, sabe que mi padre no pudo ser. - Sí, lo sé, si hubiera sido el no podría haber viajado en el barco de Osiris hasta nosotros, es un enigma que aun debo resolver. Su padre llamado por nosotros Naukratis, viajero del barco de la muerte, nos juró lealtad y devolvernos todos los elementos, pero dijo que nunca diría quien se lo dio, solo cuando volviera a su mundo desvelaría el secreto. Llegó hace doce años, apareció de
  • 267. 266 la nada ante nuestros ojos como venido del cielo, y estuvo entre nosotros cuatro estaciones hasta que un día desapareció de la misma forma y se llevó otra vez todo lo necesario para poder volver. Confiábamos en él, pero nos defraudó. - No creo que esté mintiendo pero le aseguro que mi progenitor nunca obraría de esa manera si no tuviese algún motivo para ello, cuénteme algo más sobre él por favor ¿qué hizo durante el tiempo que estuvo aquí? - Aun sigo pensando que era una persona de corazón digno y respetuoso, pero no logré entender nunca por qué desapareció con el espejo de Osiris, nosotros podríamos haberlo enviado a su mundo sin necesidad de llevárselo. - Cuénteme más sobre su paso por las tierras del Nilo, ¿qué vida llevó mi padre compartiendo su cultura? Por fin llegábamos a entendernos, muy desesperado debía estar el anciano sacerdote para confiarnos todos sus secretos casi sin conocernos. Mientras Balsamo seguía atónito toda la conversación sin intervenir en ella, su rostro era de extrañeza pero se le veía más tranquilo, por fin se había calmado, sus ojos volvían a tener ese brillo de maldad, mientras el sacerdote continuó su relato con voz pausada y semblante preocupado. - Cuando apareció ante nosotros nos ofreció de buen grado todos los símbolos sagrados que llevaba, se preocupó por nuestra cultura y fue presentado al jovencísimo Faraón y a su madrastra. Le aconsejé que toda la corte debiera aprender su lengua, ya que comprobamos que tenía muchos poderes, curaba a enfermos que nosotros habíamos desahuciado con sus remedios mágicos y sus plantas sagradas. Por las noches explicaba historias de su mundo a la joven deidad,
  • 268. 267 aprendió nuestra lengua y nuestras costumbres hasta el punto de ser uno más de nosotros, le enseñamos nuestros secretos, aunque muchos de ellos ya los conocía y fue ordenado sacerdote, incluso tuvo el honor de ser consejero de la corte. - Aun me parece más extraño después de su relato que desapareciese sin decir nada y volviera a robar todo lo necesario para el viaje sin dar ninguna explicación - dije interrumpiendo el relato del fatigado anciano. - Nosotros le enseñamos todo lo necesario para intervenir en operaciones de trepanación, curar males del cerebro y otras técnicas que solo nuestro pueblo conoce y él nos enseñó a curar enfermedades que hasta ahora habían matado a mucha gente y se habían convertido en plagas incurables, fue un acuerdo mutuo, con su sabiduría pudimos ser más poderosos de lo que ya éramos. Balsamo intentó interrumpir el relato, ansioso por intervenir en el diálogo, pero le tape la boca dándole a entender que callara. No quería que el sacerdote se sintiera ofendido ante las preguntas de un siervo. - Perdone al muchacho gran sacerdote, su ansia de sabiduría le ha traicionado pero no volverá a suceder, siga usted contando lo acaecido. - Su padre tenía un gran problema, la entonces reina de nuestro pueblo, Hatshepsut, no veía con buenos ojos el poder que se le había otorgado y siempre tuvo vigilancia especial por parte de su guardia personal. Muchas veces nos reuníamos a escondidas y tratábamos de aprender sobre su mundo aun a riesgo de ser encontrados por ella. - Mire señor, yo también soy médico y curandero como él, todo su legado pasó a mis manos y he podido desarrollar casi todas sus teorías, sé que era un gran
  • 269. 268 hombre y estoy aquí solo por él. Debo encontrarlo o saber que ha sido de él, de lo contrario más vale que vuelva a mi mundo y todos saldremos perdiendo. - Debemos llegar a un acuerdo, yo lavaré tus manos y vos las mías, debemos acabar con esta inquina que tantos años dura, servidme y os ayudaré. Solo hay una condición, el espejo sagrado debe volver a su sitio, es demasiado peligroso que alguien lo pueda encontrar y entre en la pirámide que se construye para nuestro dios Tutmosis desde su nacimiento. - De acuerdo, sellemos el trato, pero debo ser presentado a la corte, necesito hablar con el Faraón y saber de las historias de mi padre, también quiero ver sus objetos personales y vivir donde lo hizo él, es la única manera de averiguar todo este entramado y así poder ayudaros también en vuestro proyecto. - Será complicado, pero lo haremos como dices, deberéis ser muy precavido, los enemigos acechan y el tiempo está en nuestra contra. El Faraón tomó por esposa hace un año a una princesa de un país de oriente, llamada Merire y está a punto de darle un heredero, varón según los profetas, esto ha encolerizado más a su madrastra. - Mi aprendiz vendrá siempre conmigo, le necesito en todas mis tareas y debo tener acceso a todos vuestros libros sagrados y papiros de los dioses, incluso el Libro Sagrado de los Muertos, debo estudiar todos los pormenores para ayudarnos mutuamente, en caso contrario el pacto se romperá de inmediato. Una vez dicho esto respiré en mi interior, había tenido la osadía de ponerle condiciones a mi carcelero y todo se estaba desarrollando mejor de lo que pensaba, incluso no tendría que esconderme para robarles sus secretos. Agachó la cabeza, pensativo, por un momento creí que había ido demasiado lejos en mi intervención,
  • 270. 269 pero me lo había puesto demasiado fácil, tras unos segundos volvió a mirarme y me contestó. - Me estáis pidiendo demasiado, podría pasarme lo mismo que con tu padre, no puedo acceder a esa locura. - He estudiado todos vuestros secretos durante años y no debéis temer, vos tenéis las piezas que encajan en el espejo y yo sé donde se encuentra. Por otra parte soy el único que puede convertir las cenizas en los números necesarios para el viaje, debo insistir que aceptéis mi oferta. - Haré todo lo que esté en mis manos, pero no podrás acceder a los libros sagrados, no están en mi poder. -Me conformaré con los apuntes y enseres de mi progenitor para que veáis que yo también cedo en mis condiciones. - Intuyo que no me queda otro remedio que asentir a vuestras condiciones, para mi lo más importante es la vida de nuestro Faraón, ahora debo hablar con nuestros profetas y aleccionarlos para que digan que sois enviados por los dioses para redimir los pecados de vuestro padre y convencer al Consejo. Será una tares ardua y difícil pero es la única manera de engañarlos, sé que algún general del ejercito es afín a los traidores y debemos tener cuidado, luego le contaré toda la verdad al Faraón y seréis presentado ante él, confió en vosotros, no os atreváis a defraudarme. - Puede estar tranquilo, los dos deseamos lo mismo, sé que encontraré las claves de todo este entramado y vos podréis derrotar a vuestros enemigos. - Ahora os dejo, mañana seréis conducidos a las estancias en el Palacio Real, donde estuvo morando vuestro progenitor, debéis tener cuidado no sólo yo hablo
  • 271. 270 vuestra lengua, también la entiende el Faraón, su madrastra, algunos importantes sacerdotes, ministros y sobre todo tened cuidado con el general Hapset, también la aprendió y es la mano derecha de Hatshepsut. Ahora descansad, mañana vendrán a buscaros criados designados por mí y os vestirán de sacerdotes antes de salir del templo. - Os agradezco vuestra confianza, no os arrepentiréis. Por cierto, necesito que me devolváis el maletín con mis preparados, las piezas sagradas son vuestras, las devolvemos y deseamos que sirvan para mantener nuestra confianza. Que vuestros dioses os acompañen. - Buenas noches, recordad nuestro trato, ahora volverá la guardia para protegeros, sed cautos y comprobad que todos mis sirvientes tienen en la oreja derecha un colgante con la efigie de Isis, así podréis reconocerlos sin temor a ninguna treta del enemigo. Se alejó lentamente hacia el pasillo de salida mientras Balsamo y yo nos mirábamos con cara de estupefacción, había sido demasiado fácil, mi mente albergaba demasiadas dudas sobre lo que había pasado esa noche, pero debíamos arriesgarnos si queríamos averiguar lo que pasó. El joven por fin rompió el silencio sepulcral de la sala mientras comprobamos que volvía la guardia a la entrada. - ¿Qué consecuencia debemos sacar de todo lo que acaba de pasar, querido maestro? - No lo sé, desconfío de todos, ¿quién sabe si nos ha dicho toda la verdad? Ha sido demasiado fácil que accediera a nuestros deseos. - Reconozco que ha sabido llevar muy bien la conversación, tengo mucho que aprender de usted, ha
  • 272. 271 dejado que accediera al pacto para luego pedirle el maletín y no se pudiera negar. - He notado que estaba desesperado y podía sonsacarle cualquier cosa y he apostado fuerte, somos demasiado importantes para él y eso nos da un salvoconducto para proteger nuestras vidas ante ellos y sus enemigos. - ¿Qué espera encontrar en la sala donde vivió su padre? -Quizás nada, pero estoy seguro que conociendo su manera de dejar pistas secretas encontraré la solución a este rompecabezas, mientras tanto podremos tener acceso a todos sus libros y nuestro viaje por fin servirá para desentrañar todos los enigmas ocultos de esta civilización. Usted tomará notas en latín para que no lo entiendan y volveremos del viaje con todo el material que ellos poseen. - Es usted un genio, hace pocos días estábamos presos en el desierto y a punto de morir, pero ahora nosotros decidimos el futuro, permítame otra vez que le felicite y sea su más humilde servidor. - No hace falta que me adule, la edad y las circunstancias hacen que haya aprendido a manejar las cosas con mucho tacto y a estudiarlas sobre la marcha. Ahora dejémonos de pláticas y dispongámonos a descansar, mañana nos espera un día muy duro y debo pensar en todo lo ocurrido y poder convencer al Faraón. - Tiene usted razón, la empresa es demasiado arriesgada y debe pensar como resolverla, mañana al levantarnos espero que me explique su decisión. - Buenas noches Balsamo, procure dormir. - Buenas noches maestro y perdone mi impaciencia, no lo puedo remediar.
  • 273. 272 Recostado seguí pensando en lo sucedido, el vuelco impresionante y la suerte de llegar en estos momentos tan revueltos en el país, había hecho propicio la más impresionante empresa por mi emprendida. Quizás también mi padre tuvo algo que ver en la llegada a estas tierras en la fecha adecuada. No debía de extrañarme, el azar no tenía nada que ver, mi padre sabía cuando se iba a casar el joven Tutmosis y que la revuelta comenzaría con la llegada de su primer hijo, así lo dispuso mi anciano padre para que yo fuera parte de la historia y a cambio me llevara los secretos que él no pudo conseguir. El sueño pudo conmigo, aun en circunstancias tan extrañas después de tantos años de no poder dormir, por fin consigo conciliar el sueño cada noche, este viaje logró desquiciar mi vida antes de empezarlo, pero ahora todo ha vuelto a la normalidad, no me asusta nada, estoy a las puertas de mi meta y eso me llena de tranquilidad y sosiego. No le pido nada más a la vida, creo que ha sido demasiado generosa conmigo. Me despertaron unos pasos que procedían del final del pasillo, supuse que ya había amanecido, mi compañero seguía durmiendo en su cama y me incorporé para ver de quien se trataba. Cuatro hermosas mujeres de pelo negro y sedoso encabezaban la comitiva, tras ellas cuatro soldados armados con lanzas y espadas, un puntiagudo casco de cuero coronaba sus cabezas y sus rostros eran negros como el azabache. Efectivamente llevaban un arete en la oreja derecha. La guardia de la puerta se apartó dejando libre el acceso y tras ellos apareció un sacerdote muy alto que lucía en su frente una pintura igual a los pendientes de los soldados.
  • 274. 273 En esos momentos se despertó Balsamo que se sobresaltó al verles, se dirigió hacia donde me hallaba incorporado y dijo. - Vaya susto, el no saber la hora me hace dormir demasiado, ¿son ellos, verdad? El sacerdote se inclinó y nos saludó, hizo un ademán con la mano y se acercaron las muchachas hacia nosotros con majestuosas túnicas blancas y su borde realzado con hilo de oro. Sorprendidos y aturdidos vimos como nos desnudaban y nos colocaban con mimo nuestra nueva vestimenta, Balsamo ya se había acostumbrado y no puso reparo en ello. Los soldados se acercaron hacia nosotros, saludándonos agachando la cabeza y profiriéndose un golpe en el pecho. Con el brazo nos señalaron la entrada, colocándose dos de ellos delante nuestro y otros dos a nuestra zaga, les seguían las esclavas y cerraba la comitiva el sacerdote. Con antorchas atravesamos el largo pasillo hasta llegar a la sala principal del templo donde nos esperaba Menjeperraseneb con semblante de preocupación. En la entrada más soldados esperaban nuestra llegada, no tenía buen aspecto lo que estaba pasando. - He hablado con el Consejo, ha costado mucho convencerles de todo lo que hablamos y han decidido que deben estar en la audiencia que os concederá mañana el Faraón, asistirán todos los ministros junto a los seis generales del ejército. Yo deseaba que fuese un encuentro más privado pero Hatshepsut ha insistido en estar presente junto alguno de sus afines, no he podido hacer más, debemos ser prudentes, he tenido una larga conversación esta noche con el Faraón y le he aconsejado que tenga cuidado en sus preguntas, su vida corre peligro.
  • 275. 274 - ¿Y los guardias de la entrada? - pregunté al anciano sacerdote. - No he podido negarme, los generales han insistido que podéis ser peligrosos y escapar en cualquier descuido, como hizo su padre. - ¿Eso quiere decir que seguimos prisioneros? - No exactamente, yo tengo la custodia y decido, pero no se fían de mí y piensan que podéis atentar contra el Rey. - Así pues, la entrevista será una pantomima, tenemos que representar una farsa para no levantar sospechas. - Así debe ser, ya me encargaré más adelante de concertar un encuentro secreto con el joven dios para que os explique todos los detalles necesarios en vuestra investigación, él está de acuerdo. - No demoremos más el encuentro, seré juicioso, no se preocupe, ¿habéis traído mi maletín? - Ya lo tenéis en vuestros aposentos como quedamos ayer, he mandado también que os sean entregados todos los libros y enseres que dejó su padre. Espero sea de vuestra complacencia. - Gracias Ministro, se lo agradezco. Al salir por la puerta el destacamento de soldados recibió órdenes de que nos flanquearan para seguir nuestro recorrido hacia el palacio. La gente se paraba a mirarnos con extrañeza mientras comenzábamos nuestra marcha. Anchas calles empedradas con enormes losas parecían brillar con el reflejo del sol de la mañana. Vastos y magníficos edificios se hallaban ante nuestros ojos, piedra y mármol hacían de esta ciudad la más majestuosa vista por los humanos. Allí vivían los más ricos y poderosos de la ciudad, según me explicaba el sacerdote durante el recorrido, aunque la mitad de todos
  • 276. 275 los enormes edificios eran templos dedicados a cada uno de sus dioses. La gente humilde y trabajadora moraba en los alrededores de la ciudad en pequeñas casas de barro, junto a la ribera del río campesinos y ganaderos desarrollaban su actividad. El camino era largo, pero ya se veía al fondo un gran palacio y los destellos brillantes de las efigies de la entrada. Nunca pude imaginar tanta majestuosidad en la construcción, miles de obreros trabajaban a mi paso desplazando grandes bloques de piedra hacia las afueras de la ciudad, mientras Menjeperraseneb iba relatando el nombre del dios al que iba dedicado cada templo que cruzábamos y explicando sus bondades. Al fin llegamos a palacio, nuestra guardia fue sustituida por la que nos esperaba en la puerta, todos ellos con vistosas indumentarias y exóticas pinturas. Unas grandes escalinatas de mármol precedían la gigantesca entrada y fuimos invitados a subirlas junto con el sacerdote y la guardia real. Mientras los demás se quedaban al pie de ella, nuestra vista se perdía ante tan colosal monumento. Al final de la gradería dos soldados de gran envergadura empujaron las dos enormes puertas para que pudiéramos acceder al interior del edificio. - Tome nota Balsamo - le dije mirándolo de reojo - nunca sus ojos verán nada tan extraordinario como lo que estamos viviendo en estos días. Está usted siendo parte de la historia jamás vista por ningún ser humano de nuestra época y no podrá contárselo a nadie, jamás le creerían. Sonrió y tragó saliva, no era miedo lo que tenía, simplemente estaba anonadado ante tanta belleza y majestuosidad, ahora su cara reflejaba la felicidad inmensa de poder haber llegado hasta aquí, empezaba a sentirse importante, sus gestos lo delataban.
  • 277. 276 Fuimos conducidos a través de grandes salones donde el oro y el marfil adornaban todas las efigies y estatuas que se encontraban a nuestro paso. Fuentes y pequeños jardines se hallaban dentro de cada estancia y su altísimo techo estaba coronado con dibujos de sus grandes hazañas. Había sirvientes por todos lados que iban y venían sin cesar, al fondo del último salón entre grandes cortinas de gasa que el viento hacía ondear, había un grupo de personas que nos esperaban de pie y hablando entre ellos. Al llegar comprobé que se trataba de varios sacerdotes y militares de alto rango, seguramente toda la cúpula de personas que rodeaba al Faraón. Consejeros, generales y sacerdotes, algunos ya los conocíamos de la primera audiencia. Nuestro anciano amigo saludó a todos los concurrentes al acto y después de ser observados atentamente bajo sus atentas miradas procedimos a entrar a un inmenso salón donde un gran trono dorado lo presidía y a su lado vimos otro sillón más pequeño, ambos vacíos. Nos acercaron hacia los sitiales y nos dejaron de pie al borde de una pequeña escalinata. Todos los demás junto con Menjeperraseneb se quedaron rezagados musitando entre ellos durante algún tiempo, se notaba nerviosismo en el ambiente. El Faraón no se veía por ningún lado, tras una gran comitiva de esclavas apareció una mujer de edad madura ataviada con una larga túnica dorada. Llevaba una impresionante diadema de oro y piedras preciosas, rematada en el centro con la cabeza de una serpiente. Se sentó en el trono más pequeño y sus esclavas la rodearon. El anciano sacerdote se acercó a nosotros y se postró de rodillas ante la mujer. Al verlo hicimos lo mismo y permanecimos en silencio casi un minuto hasta
  • 278. 277 que la mujer hablando en su idioma comenzó a dirigirse a nuestro acompañante. Tras una larga conversación, y la mirada clavada en el suelo, nos dijo el sacerdote. - Es Hatshepsut, la madre del rey, el gran dios no vendrá, no tendréis el honor de poder hablar con él por el momento, una grave circunstancia se lo ha impedido, pero su honorable madre tiene que haceros algunas preguntas. - ¿La gran y honorable madre de Tutmosis entenderá nuestro lengua? - pregunté sin mirarla a la cara. - No hace falta que te dirijas al ministro, extranjero, yo hablo vuestra lengua pagana igual que todos ellos - dijo con voz grave la mujer. - Perdonad mi estupidez gran señora, no sabía que vos supierais hablar mi lengua. - Incorpórate y mírame cuando yo te pregunte, quiero ver si dices la verdad. Me levanté y miré fijamente su rostro, el gesto de su cara era de crueldad, las arrugas de su faz denotaban el paso del tiempo, sin embargo se percibía que hace algún tiempo había sido bella y hermosa. - Tu no, dijo gritando al ver que Balsamo también se incorporaba, los esclavos no pueden mirar a los dioses, a no ser que quieras morir ahora mismo. - Perdonadlo gran señora, viene de otras tierras y no sabe como comportarse ante las divinas deidades. - ¿Acaso son todos paganos en tu tierra? - No, adoran a otros dioses, pero hay que ser benévolos con ellos, no tienen ninguna cultura. - Me ha dicho Menjeperraseneb que vienes de otros mundos igual que el viajero que vivió con nosotros hace muchas estaciones ¿es cierto?
  • 279. 278 - Si divina señora, el extranjero que estuvo aquí era mi padre, he venido siguiendo su rastro y a pedirle consejo al Faraón, para ponerme a su servicio y ayudaros en todo lo que decidáis. - ¿No sabes entonces que tu padre nos robó todas las piezas sagradas de Osiris? - Os pido perdón en su nombre y quiero devolveros todo lo que os pertenece con mi más humilde pesar por lo sucedido. - Todo no ha sido devuelto, os ordeno que me entreguéis a mi personalmente el espejo, de lo contrario pagaréis las consecuencias de los errores cometidos por vuestro padre. - No se halla en mi poder gran señora, desapareció en el desierto al finalizar el viaje por el tiempo, pero os doy mi palabra de que lo encontraremos. - Mi hijo no hablará con vosotros hasta que esté en mi poder el objeto, mientras se os tratará con benevolencia por orden expresa del Faraón, pero no juguéis conmigo, os estaré vigilando y si se os ocurre escapar seréis decapitados al instante. Nunca me fié de vuestro padre y no lo haré de vosotros. - Os lo agradezco señora, se hará lo que vos digáis y no tema, no escaparemos, nuestra voluntad es ser sus humildes servidores. Comprendí el talante que gastaba dicha mujer y procuré ser lo más gentil que pude, ahora entendía al anciano sacerdote, nunca se había resignado a perder el poder que tenía mientras fue regente de su hijo y parecía empeñada a toda costa en destronarlo. Necesitaba el espejo para poderlo conseguir. - Podéis retiraros, más adelante hablaré con vosotros de algunas cosas importantes, de momento os alojaréis en palacio y me tendréis informada de todo.
  • 280. 279 Recordad que mi hijo es muy joven y algunos asuntos tengo que vigilarlos personalmente. - Que los dioses os protejan gran señora, gracias por vuestra benevolencia - le contesté mientras se marchaba con su séquito. Cuando se alejaba traté de averiguar preguntando al anciano porque motivo nos había recibido la madre y no el hijo. Me dirigí al sacerdote y le pregunté. - ¿Qué ha pasado ministro, cual es el motivo de este cambio tan repentino en el último momento? - Ahora no podemos hablar, sería muy peligroso que nos escucharan, os acompañaré a vuestros aposentos con mi guardia personal y allí podremos conversar con tranquilidad. - Levántese Balsamo, ya puede usted respirar. Ha podido ver como hay que tener mucho cuidado con esta mujer, hasta yo he tenido miedo cuando me preguntaba. - No se preocupe Ainoza, igualmente no habría podido articular palabra alguna, estaba realmente asustado. Toda la corte se fue marchando comentando cosas entre ellos y al momento apareció nuestra escolta personal, la del sacerdote que se unió a nosotros para conducirnos a nuestras habitaciones en una de las dependencias del palacio. Una vez en la majestuosa estancia los soldados se repartieron en la entrada y en el pasillo que llevaba a ella y cerraron la puerta, dejándonos dentro a los tres. Nos ofreció sentarnos en un gran diván de madera lacada, forrado de tela roja y empezó a contestar mis preguntas. - Ha ocurrido un extraño accidente, Merire, la esposa del Faraón parece ser que ha caído por las escaleras que conducen a su habitación y no vuelve en sí. Respira pero no es consciente y existe la posibilidad de
  • 281. 280 que su hijo nazca muerto. Ha ocurrido al amanecer, es un extraño suceso y temo por su vida. - ¿Cómo ha podido pasar precisamente hoy y faltando poco para dar a luz al nuevo rey? lo encuentro muy extraño. - Mucho me temo que detrás de todo esto hay una mano traidora y con vuestra llegada ha pensado en adelantar los acontecimientos. Debemos ser prudentes se avecinan tiempos difíciles, es el momento de averiguar cuanta gente es leal al joven Faraón. - Ahora comprendo porque ha tratado de amedrentarnos esa mujer, necesita urgentemente el espejo para poder derrocar a Tutmosis y hacerse con el poder. - Os lo avisé, habéis llegado en un terrible momento para la nación, es urgente que me digáis donde está el espejo sagrado antes de que caiga en manos extrañas. - Primero quisiera pediros un favor, dejadme intentar que salve a la esposa de la joven deidad y al hijo que están esperando. Si pudiéramos lograrlo frenaríamos los planes de los insurrectos y ambos tendríamos tiempo de averiguar cosas de mi padre, deberíamos correr ese riesgo. - Hablaré con el Faraón, pero no creo que acceda, confía en sus sabios y médicos, no os conoce para dejar en manos de un extraño la suerte de su futuro. - Decidle que tengo medicinas traídas de mi mundo que sus sabios no conocen, intentad convencerlo. - Lo probaré, esperad aquí mientras tanto, encima de la mesa tenéis vuestro maletín como os prometí. El Faraón no será fácil de convencer, su madre está en medio de todo y se negará.
  • 282. 281 El anciano marchó raudo con su cometido. Al salir por la puerta Balsamo y yo nos miramos con desasosiego y rápidamente fuimos a buscar el maletín, el corazón me latía aceleradamente, tenía miedo que no estuviera el espejo en su escondite y todo se hubiera acabado. Abrí el bolso y comprobé que estaba todo mi material, mis utensilios, mis brebajes y mis hierbas. Lo vacié rápidamente en la mesa y volteé el maletín, el fondo no estaba manipulado, respiré tranquilo. - Está todo amigo, aun tenemos el salvoconducto en nuestro poder - dije estrechando la mano de mi aprendiz que de nuevo estaba espantado. Le pregunté que le pasaba. - ¿Sabe usted lo que ha hecho maestro? si no salvamos a esa mujer de la muerte nosotros sí que moriremos. - Si no lo hacen ellos lo hará la madre, la cuestión es que no queda más remedio que intentarlo, es la única manera de salir de esta encrucijada, no podemos esperar que estalle una guerra civil en este país antes de poder volver a nuestro tiempo, quedaríamos atrapados aquí y no habría servido de nada haber pasado tantas penalidades. Confíe en mí, amigo, sabe que soy hombre de recursos. - Yo confío en usted pero no sabemos que vamos a encontrar, quizás estén muertos la madre y el niño. - Esté preparado para todo, puede ser que tengamos que intervenir quirúrgicamente, pero sobre todo, no pierda de vista el maletín, no mire ni hable con el Faraón y solo haga lo que yo le diga. - Está bien, estamos juntos en esto y lo solucionaremos como podamos, no oirá más lamentaciones de mi boca, seré fuerte se lo prometo.
  • 283. 282 - Ese es el Balsamo que yo quiero, recuerde la primera vez que nos vimos, esa seguridad y altivez es lo que necesito de usted. Esperando aviso del sacerdote, fuimos oteando todo lo que se hallaba en aquella habitación, nuestras camas de fino lienzo estaban separadas por unas gasas transparentes en forma de cortina, lujosas y grandes camas con dosel, divanes por toda la habitación y estanterías llenas de libros y rollos de papiros. Un largo mirador ajardinado, mesas llenas de frutas exóticas, jarras plateadas de vino, parecía la estancia de un Rey, pero a mi solo me interesaban los objetos de las estanterías, posiblemente otro gran legado de mi padre. - Va a ser difícil saber por donde empezar con tanto material, su padre no perdía el tiempo, mire esto - dijo el joven abriendo un papiro sobre la mesa de trabajo - parecen los planos de la entrada de la ciudad, y esta letra, es latín, creo que vamos a descubrir más secretos de su padre de los que usted imaginaba. Era cierto, lo que había encontrado era un boceto de las columnas y la entrada de la ciudad, no podía ser cierto, ¿Mi padre había diseñado los obeliscos de Luxor?, me quedé sin habla, que recónditos secretos iba a encontrar aquí, un temblor recorrió todo mi cuerpo, ¿quizás alguien pudo cambiar la historia? - Póngame una copa de vino, me hace falta, si todo esto es lo que aparenta, vamos a encontrar más cosas de las que yo pensaba y después de tantos años de lucha ahora creo que no estoy preparado. - Siéntese maestro, tiene usted mala cara, no es el momento, tiene que tener la mente lúcida si viene el sacerdote a buscarnos, ya comenzaremos más adelante a revisar todo, ahora siéntese y descanse.
  • 284. 283 Me senté, pero mi mente no dejaba de dar vueltas sobre el tema, todo el cariño que le profesaba a mi padre se estaba convirtiendo por momentos en admiración, nunca antes nadie pudo vivir lo que le aconteció y gracias a su bondad me estaba haciendo participe de ello, ahora si que debía saber de su paradero, tenía la obligación moral de encontrarlo. El tiempo pasaba y no había noticias del sacerdote, el sol iba cayendo y se acercaba la noche, yo seguía turbado y nervioso. Todo lo que había intentado inculcar en Balsamo, valentía y seguridad, se estaba tornando contra mi y ahora yo parecía el aprendiz asustadizo. La puerta se abrió de golpe y nos sobresaltó, estábamos en el mirador observando la puesta de sol y en silencio tomando unas copas de vino cuando entró el anciano con su sequito y se acercó hacia mí susurrándome en la oreja. - Ha sido tarea difícil, nuestros médicos dicen que ya no pueden hacer nada por ellos, el Faraón está muy nervioso y enfadado, así que podéis intentarlo. Pero me he enterado por mis confidentes que la madre está furiosa, sabed que nos va la vida en ello, si no lo conseguís nuestras vidas estarán acabadas. - Debéis confiar en mí, he pasado por estas situaciones y pienso que podemos salvar a alguno de los dos, he traído al mundo a muchos niños y no siempre ha sido fácil. - Venid conmigo, os llevaré en presencia del Faraón, no se ha movido del lado de su esposa en ningún momento. - Coja el maletín Balsamo, ha llegado la hora de la verdad, llévenos hasta allí señor y vaya rezando a su dios.
  • 285. 284 Recorrimos medio palacio hasta llegar a la puerta donde se hallaba la joven mujer de Tutmosis. La guardia se apartó de la puerta para que pudiéramos acceder a la sala y la cerro detrás de nosotros. Dentro de la habitación un grupo de ancianos de la ciudad rodeaban a la mujer, sentada en el fondo bebiendo de una copa se hallaba la madrastra con cara de pocos amigos y varias sirvientas dispuestas para ayudar en el pie de la cama. Mis ojos recorrieron la estancia buscando al joven Faraón, pero no había rastro de él. Hatshepsut se levantó al vernos y se encaminó hasta nosotros con la copa en la mano y seguida por dos de sus fieles esclavas aguantándole el gran velo que arrastraba por el suelo. Se puso frente a mí y sarcásticamente sonrió al decir. - ¿Sabéis a ciencia cierta lo que vais a hacer? la vida os va en ello, mi hijo mandará mataros si no cumplís vuestra fanfarronería y los salváis. - Solo sé, honorable reina, que haré todo lo posible y pondré todos mis conocimientos en ayudar ante tan tremenda situación. - Llamaré a mi hijo para saber si os da consentimiento - dijo riendo otra vez. Salió hacia el gran balcón por donde entraba aun un poco de claridad y al instante apareció con el hombre más poderoso de todo Egipto, joven, delgado y con una especie de falda blanca, alto y con el torso desnudo, su cabeza rapada y su gesto de dolor le hacía más humano de lo que la gente pensaba. Nos postramos todos de rodillas y saludamos sin levantar la cabeza hasta que vi sus pies vestidos con unas sandalias de cuero delante de mí, nadie se movió, el silencio era absoluto, solo el susurro de los ancianos
  • 286. 285 médicos y sabios se escuchaba al fondo de la sala. De pronto con voz altiva y sosegada escuchamos. - Así que tú eres el hijo del extranjero que convivió entre nosotros. - Si, gran Faraón - su madre interrumpió al momento gritándome. - Maldito pagano, habla solo cuando se te dé permiso ¿acaso no sabes quien tienes delante? - Dejadlo madre, quiero saber hasta donde está dispuesto a llegar para servirme. Levantaos, podéis mirarme y hablar pero tened cuidado con lo que decís, estáis hablando con un Dios. Me incorporé, solo yo tenía permiso, le miré a la cara y vi ese rostro acongojado que no era capaz de aguantar su altivez aunque lo intentaba, pensé rápidamente lo que debía de hacer y le dije con voz pausada y suave. - Gran señor soy médico en mi mundo y deseo paliar vuestro dolor, dejad que lo intente, esa será mi recompensa, serviros en todo. - Decidme que necesitáis y comenzad rápido, temo por la vida de ambos. Mis sabios dicen que no pueden hacer nada, que mi esposa y mi hijo han empezado el viaje hacia el barco de Osiris. - Necesito a mi ayudante, mi maleta con los instrumentos y algunas esclavas para que me traigan lo que preciso. Os ruego que me acompañe Menjeperraseneb para que me sirva de traductor y que se quede en la estancia la menor gente posible. - Decidme quien debe marcharse y lo ordenaré. - Deben marcharse los médicos, los sabios, vuestra madre y sus esclavas, necesito que la sala esté en calma.
  • 287. 286 La madre se acercó a él y se alejaron para tener una silenciosa discusión. Acalorada y en su lengua trataba de convencer a su hijo, pero este la mando postrase de rodillas y ella con malos modos salió de la sala con paso lento y firme, dedicándome una mirada de desprecio. - He hecho lo que me habéis aconsejado, pero debe quedar un médico elegido por mi madre para ver vuestra forma de curar, no hará falta la guardia, el ministro es vuestro valedor y confío en él ¿qué debo hacer? - Su divinidad debe quedarse, si despertara de su trance debe estar aquí para darle ánimos, pero debéis quedaros al fondo sentado y tranquilo, os necesito aquí por si hay que tomar alguna decisión. El joven dios se aposentó en la silla en la que había estado sentada su madre y se dispuso a esperar los acontecimientos, mientras yo ordenaba al anciano sacerdote que las esclavas trajeran agua caliente y muchos lienzos limpios para la ocasión. - Balsamo prepare todo el material, saque el alcohol, la aguja, el bisturí y el hilo de tripa, por si lo necesitamos. Me acerqué a la cama, era casi una niña, joven y bella, parecía que dormía, desnuda y tapada con una gasa, tenía hematomas en la cara y en un brazo. El golpe debía haber sido terrible al caer, aparté el lienzo que la tapaba y meneando la cabeza a ambos lados le comenté a mi joven aprendiz. - Como puede ver tiene todo el cuerpo lleno de cataplasmas de hojas que le han puesto los médicos, la raíz de su mal no está en el cuerpo, está en su cabeza donde ha recibido el golpe - le dije mostrándole la nuca al moverle la cabeza hacia un lado.
  • 288. 287 - Tiene usted razón maestro, no hay herida pero lo abultado de esta parte demuestra que el golpe es interno, lo que no sabemos es si hay hemorragia o ha dañado algún nervio del bulbo raquídeo. - Como siempre ha acertado en su diagnostico, este es el Balsamo que me gusta, ahora compruebe el ritmo de los latidos del corazón de la madre y del niño. Después de haberlo hecho Balsamo comprobó el ritmo cardiaco de ambos y me comentó compungido en voz baja, por temor a que le escucharan. - El corazón del niño no aguantará mucho tiempo, sus latidos son muy débiles, el de la madre lo encuentro estable, debemos hacer algo rápidamente querido Ainoza. - Estoy de acuerdo, compruebe que no tiene el cordón umbilical enrollado en su cuerpo mientras yo hablo con el Faraón del tema. Balsamo se lavó las manos en una jofaina de agua caliente, se secó pulcramente y se las untó con grasa animal que había mandado traer a las sirvientas, Para comprobar el estado del feto, introdujo su mano plana en el interior de la vagina. Tras esta operación me miró fijamente y me susurró. - Debemos intervenir rápidamente, esto está muy complicado, el niño se está asfixiando, maldita sea, nos ha metido usted en un buen lío. - Le tengo dicho que debe confiar en mí, nosotros llevamos ventaja comparados con ellos, si se hubiera dignado a leer todos los apuntes que le di sobre la XVIII Dinastía Faraónica sabría que Tutmosis III tuvo su primer hijo cuando tenía veintidós años con su esposa Merire y que fue llamado Amenofis II, el cual reinó durante veintiséis años, ¿lo comprende ahora?, debe confiar siempre en mí. - Es cierto, con los nervios lo había olvidado.
  • 289. 288 Me dirigí al fondo de la sala en compañía del anciano sacerdote, a quien le pregunté, antes de estar en presencia del joven rey. - Decidme señor ¿cuánto tiempo le faltaba a Merire para dar a luz? - Apenas dos o tres semanas creo - me comentó el anciano. Al llegar hasta el Divino, tomé aliento para contarle lo que debíamos hacer, cabizbajo y con la cabeza entre las manos su pesar se hacía latente, se levantó al verme y con su cetro de oro en la mano me dijo. - Podéis explicaros, tenéis autorización, decidme que pensáis de la situación y quiero la verdad, no me expliquéis vaguedades como mis sabios. - La situación es muy complicada y peligrosa, os pediría permiso primero para sacar el niño del útero materno antes de que pueda morir, luego trataremos el mal de vuestra esposa, su corazón aun esta fuerte y aguantará la operación. - ¿Cómo pretendéis sacar a mi joven hijo del vientre de su madre? nuestros médicos en estas situaciones optan por sacrificar a la madre ante tales situaciones. - No os preocupéis, no será necesario hacerlo, los métodos de mi mundo salvan vidas sin hacer tales sacrificios. - Hacedlo pues, tenéis mi permiso, si me engañáis moriréis, yo mismo me encargaré de ello. Me acerqué hacia la cama y le ordené al sacerdote que dijera a las sirvientas que estuvieran dispuestas. Incorporé las piernas de la mujer hacia arriba y dispusimos varios lienzos bajo ella a ambos lados hasta taparla, dejando sólo sus partes íntimas a la vista.
  • 290. 289 - Tráigame el alcohol Balsamo, vamos a empezar, yo haré la incisión y después usted coserá la herida, ¿supongo que lo la hecho alguna vez? - He cosido heridas de reyertas, pero nunca una de este tipo, aunque lo he visto hacer y creo que no tendré ningún problema. - Una vez hecha la incisión debemos sacar rápidamente al niño, con cuidado de no estrangularlo con el cordón, yo me encargaré de él, mientras usted coserá la herida con ayuda de las sirvientas. Preparé una jofaina vacía e introduje el bisturí y la aguja con la que íbamos a coser, rocié un chorro de alcohol sobre ellos y le prendí fuego con una antorcha que tenía preparada. El líquido quemó hasta consumirse y desinfectar los utensilios, mientras Balsamo preparaba el rodillo de cuerda hecha de tripa de cerdo secada y enrollada por mí para estas ocasiones. Me acerqué lentamente al vientre de la mujer y ordené que rociaran la barriga y las gasas con alcohol, mi ayudante procedió a abrirle las piernas y aguantarlas en esa posición. Me detuve un momento, limpié mis lentes empañados con el sudor de mi frente y procedí a la incisión. - ¿De cuántos centímetros hablamos para el corte maestro? - preguntó el joven. - Siendo primeriza debemos hacer el corte de unos seis dedos de largo o quizás más, eso dependerá de la postura del feto. Clavé con precisión el bisturí más abajo del ombligo e hice un corte limpio y recto hasta el final. Las esclavas se asustaban de la cantidad de sangre que salía, les señale con las manos que taparan la herida con las gasas laterales impregnadas en alcohol y así lo hicieron.
  • 291. 290 Miré a Balsamo mientras dejaba el bisturí a un lado y le apremié. - Es el momento, debemos intervenir, abra bien las piernas y yo intentaré sacar la cabeza hacia fuera. Introduje las manos en esa gran herida sangrante y tocando con cuidado la cabeza del niño aparté el cordón enrollado en su cuello hasta liberarla. La tomé por ambos lados y apreté hacia dentro sus hombros mientras tiraba de él, por fin salió la cabeza y poniéndolo con cuidado de lado estiré hasta sacarlo. Efectivamente era un niño, corté con mi bisturí su cordón umbilical y lo até haciendo un nudo. Me lo llevé hasta una mesa donde estaban dispuestos los calderos con agua caliente y los lienzos. Con mucho cuidado lo introduje en uno de ellos para limpiarlo con agua todo el cuerpo, parecía muerto. Puse mi oreja en su pecho y no se oían los latidos de su corazón, quizás habíamos llegado tarde, entonces pensé en uno de los partos a los que asistí con mi padre y me vino a la memoria alguna de sus enseñanzas. Lo tendí boca arriba, estirando sus brazos en todas direcciones: hacia atrás, hacia delante, a ambos lados, persistí durante más de un minuto e intenté escuchar sus latidos, sin éxito. Puse la palma de mi mano sobre su pecho y con la otra cerré el puño y golpeé varias veces hasta que creí conveniente, puse el oído en su pecho y por fin se oyó un lento golpeteo en su pequeño corazón. Lo sequé rápidamente con un lienzo y cogiéndole de los pies lo puse en el aire boca abajo durante un rato. Una pequeña palmada en sus nalgas no sirvió de nada, volví repetidas veces a efectuar la operación, hasta que al fin el nonato se puso a llorar, lo había conseguido. La historia podía seguir afortunadamente sin que se hubiera creado una paradoja mediando en ella, toda la estancia se llenó
  • 292. 291 de sonrisas de los asistentes, el Faraón estaba situado detrás mió. Envolviéndolo suavemente en ropas limpias se lo entregué a la sirvienta que me ayudaba, fue entonces cuando el joven dios estiró sus brazos para que se lo entregaran. Lo tomó y sonriendo con cara de dulzura suspiró tranquilo, luego me miró a mí y me dijo. - Habéis servido bien a vuestro amo, salvad también a mi esposa y os concederé cualquier deseo que tengáis. El anciano sacerdote me saludó juntando sus manos e inclinándose, mientras yo me acercaba donde yacía la joven mujer para comprobar si Balsamo tenía alguna dificultad con su cometido. Mientras el anciano me decía en voz baja. - Gracias a Osiris hemos podido salvar el reino por el momento, esto no va a ser del agrado de Hatshepsut, lograd salvar a la reina y los favores de Tutmosis serán vuestros, os lo prometo. Sin contestar y en silencio me hallé al pie de la cama, no era momento de lindezas y halagos, la tarea estaba a medias y no había tiempo que perder. Comprobé que mi aprendiz estaba finalizando la tarea mejor de lo que yo pensaba, tenía buena mano para la medicina. - Estoy terminando, todo ha ido bien pero ha perdido mucha sangre, no sobrevivirá si no hacemos algo pronto. - Termine y luego desinfecte la herida yo mandaré que se le cambie de lecho y velaremos toda la noche para ver los cambios que puedan ocurrir. Ahora he de hablar con el sacerdote, esta joven necesita urgentemente recuperar la sangre que ha perdido.
  • 293. 292 Llamé con la mano al anciano, estaba junto al Faraón observando al pequeño recién nacido, saludó a su amo y se acercó a mí lentamente. - Decidme, en que os puedo ayudar. - La esposa necesita un suministro de sangre urgentemente, necesitamos a un familiar de ella para extraerle sangre y ponérsela. Tiene que ser ahora, no podemos perder tiempo. - No podemos mandar a buscar ningún familiar, la princesa es de las tierras de oriente, de Siria y tardaríamos semanas en traerlos, por desgracia no hay nadie de su estirpe cerca. - Entonces debo hablar otra vez con el Faraón, habrá que hacerlo de otra manera y es muy arriesgado, deberá tomar una decisión. - De acuerdo, antes quería informaros de que el dios en la tierra quiere saber si su madre y nuestros galenos pueden entrar para ver al futuro Rey. - No es conveniente, aun tengo que intentar curar a la reina y no considero conveniente estar observado para poder intentar hacer bien mi trabajo, además debemos mantener al margen a la madre, no quisiera que intentara alguna felonía mientras trabajamos. Salid y decidles a todos que el niño se encuentra bien, pero que la madre se debate entre la vida y la muerte y si entraran correría peligro de infección, debéis ser convincente. - Así lo haré, se lo comunicaré al Faraón y luego saldré a decídselo a todos los demás. El Faraón había salido al mirador para tomar el aire después de haber presenciado la intervención de su esposa, el niño descansaba en una cuna de mimbre envuelta en sedas y cuidado por sus niñeras. Conversaba en su lengua con el anciano, mientras yo me acercaba a ellos para comunicarle la decisión que debíamos tomar.
  • 294. 293 El sacerdote terminó y con el saludo pertinente salió de la estancia para su cometido. Yo me aproximé con seguridad y aplomo, cuando se volvió y me dijo con cara de satisfacción. - Se llamará Aajeperura Amenhotep y será conocido por Amenofis II, en honor a un antepasado nuestro que nació de una madre muerta y por eso lo honraremos. - Todavía se puede salvar señor, necesito que toméis una decisión, vuestro ministro me ha dicho que Merire no tiene nadie de su familia cerca y es urgente hacerle una transfusión de sangre, no podemos esperar. - ¿De qué magia o poderes ocultos me estáis hablando? ¿qué significa transfusión? Hablad, rápido. - No es magia, ni tampoco maligno, en nuestro mundo es posible extraer sangre a una persona sana y dársela a otra persona que la ha perdido por cualquier motivo. - Me estás diciendo que daréis de beber la sangre de otra persona a mi esposa y así sanará. - No exactamente, debemos extraer la sangre a una persona a través de un artilugio médico sin que sufra daño alguno y al mismo tiempo introducirla en las venas de la reina. - No entiendo nada de lo que estás diciendo, pero no me queda otra alternativa, podéis continuar con vuestra curación. - El problema es que debe ser la sangre de una persona de la familia, tiene que tener lazos sanguíneos para que surta efecto. - Lo que me pides es imposible extranjero, nada puedo hacer en ese sentido por ayudaros.
  • 295. 294 - Por eso no puedo daros la seguridad de que todo salga bien, debemos arriesgarnos y hacerlo con la sangre de otra persona aun a riesgo de que muera. - Hacedlo, si no encontráis otra solución, dime la persona que debe hacer el honor de intentar dar la vida a mi esposa y la traeré. - Gracias gran señor, lo pensaré y se os comunicará. Había un riesgo importante, pero debía afrontarlo con aplomo y seguridad. Me acerqué al lecho donde Balsamo cuidaba a la joven y lo tomé del brazo para hablar con él, nos retiramos hacía un rincón de la estancia. - Amigo, tenemos el permiso del Faraón para hacer la transfusión, pero existe un gran problema, no hay nadie con lazos consanguíneos de la afectada. - Sabe usted maestro lo peligroso que es, la posibilidad de rechazo es muy elevada. - Si, pero no hay otra solución, prepare la cánula y todo lo necesario para proceder sin demora, ahora hay que pensar en la persona idónea para la extracción. - Tengo una idea Ainoza, déjeme que sea yo esa persona, piense que si todo va bien seremos aceptados íntegramente en su entorno y todo nos ira mejor, quizás nos enseñen sus secretos. - Me parece una sabía decisión, ahora debemos informar al Faraón. En esos momentos entraba el viejo sacerdote de su plática con los representantes del gobierno. Su rostro no era muy halagüeño, pero contaba con ello, esa bruja no consentiría quedarse al margen de nada que pudiera hacer peligrar sus planes. - Decidme señor, ¿cómo ha ido todo ahí fuera?
  • 296. 295 - Hatshepsut está furiosa, quiera hablar con su hijo, no tolerará que un extranjero le dé órdenes y está intentando convencer al Consejo para poneros en contra. - Contaba con ello, no os preocupéis, ahora debéis hablar con el Faraón que marchó a descansar a sus aposentos. Debéis comunicarle que tenemos al donante de sangre, mi propio sirviente será quien tenga el honor de ofrecerse voluntariamente, decidle que yo doy fe de que está sano y al ser joven surtirá mejor efecto. - Ahora mismo se lo comunicaré, he apostado más guardias en la puerta. De todas maneras no creo que sea capaz de entrar la madre sin permiso del divino. Nos dispusimos a empezar con los preparativos. Primero llené dos copas de vino de la mesa y le ofrecí una a mi amigo, mientras lo hacía sentar en la cama y tomaba mi maletín. - Tómese esa copa de vino, le hará bien, no sentirá dolor alguno. Esperaremos la venida del sacerdote para confirmar la decisión de su amo. Balsamo apuró su copa y sonrió. Le até una cuerda con un nudo muy apretado en el brazo derecho a la altura del hombro y le comenté. - Esta jeringa es de poco contenido, tendremos que hacerlo en tres o cuatro veces y debe de ser rápido, si la sangre se enfriara habría riesgo de coagulación. Cuando se la extraiga usted taponará con este algodón impregnado en alcohol el agujero que le haré con la pluma, ¿de acuerdo? Asintió con la cabeza, mientras le daba otra copa de vino y esperaba la presencia del enviado. - Nunca pude imaginar todas las aventuras que he vivido en estos meses, pase lo que pase ha valido la pena viejo amigo.
  • 297. 296 En esos momentos vino el sacerdote y desde la puerta nos dijo. - La vida de Merire está en vuestras manos, podéis empezar. Las sirvientas seguían tras de nosotros esperando siempre prestas para ayudar y el anciano médico observaba atentamente todas nuestras acciones sin pestañear y en silencio, aunque hubiera dicho algo tampoco lo hubiéramos entendido, pero por su cara notaba que estaba completamente maravillado al ver nuestros aparatos y manera de trabajar. Tenían mucho que aprender de nosotros. Mi primer objetivo fue la joven a la que le hice la incisión en el brazo con mi cánula de pluma de ave, le puse luego un algodón y con un gesto mandé a otra mujer de mediana edad que parecía ser la encargada de todas ellas, que lo sujetara. Luego me dirigí hacia Balsamo e hice la misma operación, le dejé la cánula clavada en el brazo mientras hacía presión en la jeringa para soltar todo el aire. La coloqué en la cánula y procedí a la extracción, para inyectarla en la paciente poco a poco, así hasta cuatro veces calculando que podía ser más o menos un litro. Al finalizar le ofrecí algo de fruta a mi aprendiz para que se repusiera del mareo y me dirigí hacia la puerta para llamar al sacerdote. Era bien entrada la noche, un calor asfixiante inundaba toda la habitación, mientras dos de las sirvientas daban aire con unos grandes abanicos de palma a la enferma, siguiendo mis instrucciones. - Entrad señor, debo hablaros de algunas cosas - dije con voz solemne tras atravesar la puerta y viendo como ya solo quedaba la guardia, el anciano ministro y
  • 298. 297 un par de consejeros más, los demás se habían retirado a sus aposentos. El niño y su cuna habían abandonado también la estancia junto con el padre, era cuestión de organizarse y preparar lo que quedaba por delante, las próximas horas iban a ser cruciales para el desenlace. - Señor ministro, le he mandado llamar para decirle que durante la noche debe de quedar la estancia vacía, sólo quedaran dos sirvientas que yo mismo elegiré y si no queda más remedio también puede quedarse el médico que ha estado durante todo el día observando nuestro trabajo. Mi aprendiz y yo no nos moveremos de aquí hasta terminar con la curación de la reina, nadie puede entrar sin mi permiso, si alguien requiriera de mis servicios o alguna información lo hará a través de usted, vos seréis el encargado de que todo se cumpla al pie de la letra. - Me complace vuestra serenidad, se hará como vos decís, durante la noche extremaré la guardia y pasaré a visitaros de vez en cuando para que seamos informados con detalle, ¿no necesitáis nada más? - Si así fuera le informaré de ello al instante, buenas noches. El ministro apremió a las muchachas para que se marchasen. Él mismo me aconsejó a dos de ellas para que se quedaran a ayudarnos, una de mediana edad y otra más joven que no se separaba de ella. El viejo médico, como yo pensaba, decidió quedarse. Me fui en busca de Balsamo que se hallaba en el mirador y procedí a intercambiar opiniones con él. Por fin la sala se hallaba en silencio, el viejo médico recostado en un diván intentaba descansar su esquelético y derrotado cuerpo, las esclavas disponían la mesa para prepararnos algún ágape y no desfallecer
  • 299. 298 durante la noche, antes decidimos comprobar el pulso y el estado de la joven. Parecía dormida, su cara angelical no reflejaba el sufrimiento que estaba pasando y no dudo que para ella había sido mejor no estar despierta ante la operación quirúrgica que habíamos realizado. Después de comprobar la herida y el estado de salud de la joven, Balsamo me explicó. - Parece que se mantiene, la herida no sangra y no hay infección, creo que el problema del parto está resuelto, ahora debe usted contarme la manera de proceder para que deje su estado inerte. - Mientras comemos alguna vianda hablaremos sobre el tema, le contaré ciertas cosas que aun no he tenido tiempo de explicarle sobre algunas de las curaciones, no debe sorprenderse, son detalles que no deben salir a la luz, prométame que guardará el secreto. - Délo por hecho amigo mió, puede usted contarme lo que crea pertinente y le prometo total y absoluta discreción. Nos sentamos a la mesa, las dos esclavas vinieron prestas para prepararnos los avios y servirnos, apuré mi copa de un solo trago y procedí a la explicación. - El mal que aqueja a la joven es bien simple, se halla en estado inconsciente, muerta en vida, a causa de un coágulo de sangre en la nuca. Exactamente su localización se halla en el hipotálamo y puede morir en cualquier momento o pasarse años en este estado si se le va alimentando. - ¿Cómo ha llegado usted a concretar este diagnóstico, Ainoza? - He visto algunos casos de este tipo, lo que la gente llama vulgarmente desnucarse, pero no se encontró nunca el remedio para ello, un diez por ciento más o
  • 300. 299 menos de la gente que lo padecía volvió a la consciencia al cabo de algún tiempo, pero la mayoría de veces con problemas cerebrales. - ¿Hay algo más que podamos hacer? presiento que tiene usted alguna solución para este problema, ¿verdad, maestro? - La hay efectivamente, pero es tan peligrosa como rápida en su efectividad. Es un elixir preparado con una fruta llamada Guanábana, que crece en un árbol denominado Graviola y solo se encuentra en una parte de las Indias Occidentales. El zumo que se extrae de esta fruta se mezcla con limaduras de cinabrio y de oro, este compendio hace que rápidamente se disuelva el coágulo de sangre. El problema es que no sabemos como afectará al cerebro de la joven, todo depende del daño existente. - ¿De dónde ha sacado este remedio tan extraño? - preguntó el joven con asombro y estupefacción. - Venía en un tratado de brujería y santería que encontré entre los enseres de mi padre. Este brebaje procede de una isla llamada La Española, situada en las Indias Occidentales y ya lo he probado con éxito en alguna ocasión. - ¿No me dirá usted, que lleva todo lo necesario para su preparación en el maletín de trabajo? - Así es, acérqueme la maleta y se lo mostraré. Preparé todo lo que necesitaba a conciencia, soy un hombre previsor. - No me lo puedo creer, ha pensado usted en todos los detalles. Rebusqué entre mis cajitas donde guardaba entre algodones algunos frascos sellados y etiquetados para identificar el contenido de cada uno de ellos. Extraje uno que contenía un líquido amarillento con un poso en el fondo de limaduras brillantes.
  • 301. 300 - Aquí lo tiene, en la etiqueta pone Graviola, llevo siempre un frasquito preparado en todas mis visitas médicas. Este hace tiempo que lo guardo, espero que no haya perdido sus propiedades. - Está usted seguro de utilizarlo, antes tendrá que poner en antecedentes al Faraón y explicarle el riesgo que corre. - No, no lo entenderían, sería peor si no surtiese efecto, lo haremos por nuestra cuenta. Comprobaremos que el anciano médico duerme y las sirvientas estén despistadas, no debe saberlo nadie. Si se muere, podrían creer que la hemos envenenado. - De acuerdo, soy del mismo parecer, ante el riesgo debemos ser muy cautos. Aprovechemos ahora que el anciano dormita, mientras usted se lo hace ingerir y yo distraigo a las sirvientas. Se acercó hacia ellas y gesticulando se las llevó hasta la balconada. Al entrar me hizo una señal con la mano y rápidamente me acerqué a la enferma mientras agitaba el frasquito para que se mezclara el contenido. Abrí la boca de la joven con una mano y vacié el franco lentamente, mientras con la otra mano masajeaba su cuello para facilitar la ingesta. La suerte estaba echada, cerré su boca y acaricié su mejilla. Su tez blanca era casi de color de mármol, me hubiera gustado saber que sentía la gente que se hallaba en esos trances, nadie pudo conocer nunca si escuchaban las conversaciones de su alrededor o si sentían algún dolor físico, era un enigma para la ciencia. Salí al mirador tras haber comprobado el estado en que se encontraba la joven reina y viendo que dentro de la gravedad no empeoraba, llamé a Balsamo para que entrara. Debíamos descansar un poco, aun quedaba toda la noche por delante.
  • 302. 301 - Ahora descansaremos un poco, la medicina tardará algunas horas en surtir efecto, debemos mantenernos despejados y preparados para lo que pueda acontecer. - Tiene usted razón, dormiremos y dejaremos vigilando a una de las sirvientas, yo mismo se lo intentaré explicar con gestos para que me entienda - dijo Balsamo, que después de tanto tiempo de abstinencia parecía que había puesto el ojo en la más joven. A su edad era lo más normal del mundo, no sería yo quien se lo reprochara. Dormitamos hasta que un claro de luz entró por la ventana que estaba abierta toda la noche para paliar el tremendo calor de estas latitudes. Empezaba a amanecer cuando abrí los ojos, la sala se encontraba en calma y la joven sirvienta sentada al pie de la cama de la paciente vigilaba ante la posibilidad de algún movimiento por parte de ésta. Balsamo dormía placidamente y el viejo doctor también. Me aproximé hacia la cama de la joven reina y saludé a la sirvienta que velaba sus sueños, ella se levantó y se alejó al verme. Volví a tomar su pulso y a poner la oreja en su pecho para escuchar los latidos de su corazón. La destapé y aparté las gasas para comprobar que la herida no había sangrado durante estas horas a causa del anticoagulante que le había suministrado. Todo estaba bien, la suerte nos acompañaba, ahora solo cabía esperar acontecimientos, no tardarían mucho en venir para comprobar el estado de la reina. Desperté a mi ayudante, debíamos cambiar los vendajes de la enferma y necesitaba ayuda para incorporarla, quería que tuviera buen aspecto cuando apareciera su marido, mientras la joven esclava despertó a su compañera y al anciano y nos preparó el desayuno.
  • 303. 302 - Despierte, ya amaneció, debemos limpiar bien la herida, cambiar todos los lienzos y vendas. - Estaba soñando, ahora me levanto, me ha pillado usted en medio de un sueño, pero mejor no se lo cuento, ¿cómo se encuentra la enferma? ¿Ha habido algún cambio? - De momento todo transcurre normal, sigue inconsciente pero por lo demás su estado es bueno. - ¿Quiere que la examine maestro? - No es preciso, lo he hecho hace apenas un momento, tomemos algo para desayunar antes de que empiece el desfile de autoridades, hace rato que oigo voces tras de la puerta, han madrugado mucho. - ¿Qué les va a decir cuando vengan? - Necesitamos tiempo, hay que convencerles para que sigamos aquí el tiempo suficiente hasta que haya cambios apreciables en la enferma. Hablaré con el ministro cuando venga y le diré que necesitamos veinticuatro horas más para conocer el desenlace. Nos sirvieron un tazón de leche, pan, queso y miel. Que maravilla poder degustar tan ínfimos manjares, extrañados hace días por nuestro paladar, estaba todo realmente exquisito. Al momento la puerta se abrió e irrumpió Menjeperraseneb quien entró en la alcoba con cara de pocos amigos, se acercó hasta nosotros y nos saludó. Cuando intentamos levantarnos para devolverle el saludo, insistió en que siguiéramos sentados. - Perdonad que os moleste, no era mi intención, pero en la entrada está todo el Consejo reunido esperando al Faraón y a su madre para saber noticias de la reina. - Ya lo esperaba, ¿cómo se encuentra el niño? – le pregunté
  • 304. 303 - Varios médicos de la corte cuidan de su salud, el pequeño está bien. Tras un largo reconocimiento los sabios dicen que está sano. - Decidle al Faraón que la salud de su esposa no ha sufrido ningún cambio por el momento. Puede venir a visitarla, pero dada la grave situación debe entrar el solo. El Consejo debe esperar fuera igual que su madre, decidle que esta es mi recomendación, nadie debe tocar ni manipular ningún alimento ni medicina que yo no haya comprobado antes. Vos ya sabéis de lo que estoy hablando, confío en vuestra capacidad de persuasión ante el joven dios. - Gracias a los dioses aun confía en mí nuestro rey. Aunque no se acaba de creer las manipulaciones de su madrastra, casi siempre sigue mi consejo, pero nos hallamos ante una persona realmente malvada, con sus mimos y halagos trata de convencer a su hijo y lo manipula a su voluntad. - No tengo poder para dar ordenes, pero confío en su inteligencia señor ministro para resolver este asunto. Marchó al momento, mientras Balsamo había acabado su comida y estaba junto a la cama con las dos sirvientas haciendo las curas pertinentes que le había dicho. Me senté pensativo, ¿cómo podía acelerar los acontecimientos y volver a la vida a esta joven reina, antes de que todo este intento no sirviera de nada y tardara demasiado tiempo en despertar o morir? - No se preocupe maestro, todo saldrá bien, le estoy viendo cavilar demasiado, no podemos hacer nada más. - Ya lo sé, trataba de recordar todo lo que leí hace tiempo de esta dinastía, y por más que pienso no recuerdo nada de la suerte que corrió la primera mujer de Tutmosis III. Recuerdo que tuvo un hijo varón a los veintidós años
  • 305. 304 y que en sus cincuenta y cuatro años de vida tuvo tres esposas diferentes, pero no logro recordar si Merire murió en el parto. - Yo tampoco lo recuerdo, solo los datos que me está contando pero vagamente. Tendremos que creer en la suerte y esperar. Habían transcurrido varias horas, por la posición del sol calculé que era mediodía, cada media hora más o menos comprobábamos el estado de la muchacha, nadie había aparecido por esa puerta todavía. Por un momento pensé que ya no le daban importancia a la joven una vez nacido el heredero, pero luego recapacité y comprendí que se debía a las discusiones que seguramente estaban teniendo toda la mañana madre e hijo y el Consejo de Estado intentando mediar. La puerta se abrió de golpe, giré la vista hacia ella y observé como un gran grupo de gente se hallaba tras ella vociferando mientras el Faraón entraba y la guardia la cerraba por fuera. Las muchachas y el anciano se precipitaron corriendo para llegar hasta sus pies y postrarse de rodillas mirando hacia el suelo. Miré a Balsamo y le hice un gesto para que hiciéramos lo mismo y su voz rompió el silencio de la sala. - Marchaos mujeres, dime extranjero que noticias tenéis para contarme - mientras se acercaba al lecho de su esposa. - No ha sufrido ningún cambio todavía señor, estamos haciendo todo lo humanamente posible para curarla. - ¿Morirá?, dime la verdad, piensa que estás hablando con un Dios, no se te ocurra mentirme. - No puedo contestaros a esa pregunta, es demasiado pronto para saberlo, necesito más tiempo.
  • 306. 305 - ¿Más tiempo?, no sé que extraños y maléficos sortilegios estás utilizando para curarla pero necesito saber si vivirá. - Tenéis que darme un día más, es demasiado pronto para que hagan efecto los remedios que le he suministrado. - ¿Tenéis? sabes acaso con quien estás hablando maldito pagano. - Perdonadme gran rey no quise decir eso, quise decir que rogaría al gran Dios que me concediera un poco más de tiempo para sanar a su esposa. - Eso está mucho mejor, pero el país está en crisis política, mis enemigos piensan que en estos momentos soy más frágil y el Consejo está dividido. - Os lo vuelvo a rogar, si mañana a estas horas no hubiera ningún cambio podéis hacer con nosotros lo que os plazca. - Tienes mi palabra, no me falles, espero tener noticias vuestras en breve, mientras yo trataré de calmar al Consejo y a mi madre. Se sentó en la cama y tomó la mano de Merire mientras la miraba tiernamente, todos lo contemplamos en silencio, no podía engañarme, su seriedad y rigidez no eran más que fingidas para poder gobernar y no podía demostrar su flaqueza en aquellos momentos, pero yo sabía por sus ojos que la amaba, era muy duro para él todo lo que sucedía pero no podía mostrarlo en público. Se levantó sin más de la cama y con mirada seria se dirigió hacia la puerta sin despedirse. Desapareció tras ella y por fin pude respirar, no era mucho pero un nuevo plazo y debíamos aprovecharlo. - Ya ha oído Balsamo, tenemos un día para resolver el entuerto, por un momento tuve miedo, no sé como pude meter la pata diciéndole lo que debía darnos.
  • 307. 306 - Es cierto maestro, creí que su desliz fonético iba a tener consecuencias. - No debemos temer la ira del Faraón, a quien debemos temer es a su madre, estoy seguro de que intentará alguna treta mientras nos hallamos aquí dentro. Nos turnaremos para descansar y no dejaremos sola a la joven en ningún momento, ahora vaya hacia esa mesa y tome nota de todo lo acontecido desde antes del parto hasta este momento. Debemos dejar constancia por si algo nos sucediese. Balsamo se fue a tomar nota de sus apuntes, una mesa repleta de papiros en blanco, una pluma de ave y un pequeño cuenco conteniendo algo parecido a la tinta, de color morado le hacía el servicio suficiente para ello. Mientras seguía sentado en el diván me preparé para pasar las horas venideras sin perder de vista el lecho de la reina. Pasaron varias horas, hacía mucho rato que habíamos vuelto a comer y mi joven amigo descansar de sus apuntes, en la balconada tomábamos el aire los dos y hablábamos de cosas triviales para no pensar en el tiempo que pasaba inexorablemente sin mejoría alguna. - No sabe usted Ainoza lo que daría ahora mismo por tener aquí mi pipa y mi tabaco, me sirve para calmar los nervios y usted ¿cómo los calma cuando está en situaciones tan adversas? - Amigo mío, a mi me los calma la edad, tenemos que estar serenos en los momentos difíciles y haber vivido situaciones al límite para comprender lo que le digo, pero no se preocupe el tiempo hará de usted un gran médico y con la experiencia llegará su paz interior y no necesitará la pipa. - Me da usted envidia, quisiera tener su experiencia y capacidad de trabajo, pero ese ha sido
  • 308. 307 siempre mi gran problema, la impaciencia. De niño decidí que iba a ser alguien muy importante y desde entonces no he cejado en el intento. La providencia le puso a usted en mi camino y lo estoy aprovechando. Estaré ayudándole el tiempo que me deje, siempre que usted lo acepte, hasta aprender lo máximo posible. - Ya tendremos tiempo de hablar de todo ello cuando regresemos de este viaje, ahora debemos recopilar toda la información necesaria, y llevarnos todo el material posible de mi padre. - Es cierto, pero aun tenemos que salir de esta situación en la que nos hallamos. Da usted por hecho que volveremos, yo no estaría tan seguro, aunque siempre ha tenido razón cuando decía lo que pasaría, debo reconocerlo. Pasaban las horas, el ocaso del sol estaba cercano y seguía sin haber ninguna novedad. El joven aprendiz paseaba de arriba abajo como una fiera enjaulada, ya no sabíamos de que hablar, los nervios le estaban consumiendo. Unos gritos se oyeron de repente en la estancia, entramos los dos desde el mirador para ver de que se trataba, las sirvientas se abrazaban entre ellas con gran júbilo cuando dirigí la mirada hacia el lecho y con sorpresa pude ver como la joven enferma parpadeaba ligeramente y movía los labios intentando hablar. Nos miramos los dos, reímos a carcajadas y nos abrazamos. El anciano médico se levantó de su silla e intentó encaminarse hacia la puerta para comunicar a todos el desenlace. Dejé de abrazar a Balsamo y le apremié. - No deje que salga el anciano, rápido impídale que abra la puerta. Balsamo corrió hacia él, no fue difícil cogerlo, sus pasos lentos y pausados por la edad no le dejaban
  • 309. 308 moverse con soltura. Lo tomó por el brazo y lo acompañó otra vez hasta su asiento, mientras yo me acercaba a la joven Balsamo preguntó. - ¿Por qué no deja que se marche? - No quiero esto lleno de gente hasta que no haya comprobado cual es el estado de la joven. La miré a los ojos, intentaba decirme algo y acerqué mi oreja a su boca, no entendía lo que decía, abrí sus parpados para comprobar el estado de su iris y le tomé el pulso. Estaba acelerado, intentó levantarse pero no tenía fuerzas, le puse la mano en la frente y la calmé para que no hiciera esfuerzos, ella no sabía nada de lo que había pasado. - Es el momento de asegurarnos que todo va bien, necesito hablar con ella para ver si ha sufrido algún daño cerebral. Mientras yo sujeto al anciano, usted entreabra un poco la puerta para que el ministro le vea y hágale pasar. De momento no vamos a decirles nada, antes debemos asegurarnos. Así lo hizo. Volví a tomar la mano de la joven y me sonrió. Demasiadas emociones en tan poco tiempo, nuestras miradas y nuestro silencio lo decían todo, lo habíamos conseguido. La puerta se volvió a abrir para dejar paso a Menjeperraseneb, que se acercó a mí. - ¿Qué deseáis? - preguntó con voz lastimosa y apenada. - Necesito vuestro silencio y que me ayudéis a traducir lo que vais a oír. Quiero vuestra palabra de que no me engañareis. - Estamos en vuestras manos, decidme lo que hay que traducir, no diré nada de lo que aquí se hable, tenéis mi palabra.
  • 310. 309 Capítulo 11º EN BUSCA DE LA VERDAD El Anciano acercó el oído a la paciente, así se lo había ordenado, la joven dormía placidamente. Tomé la mano de la muchacha para intentar despertarla y abrió los ojos ante la atenta mirada del ministro. El sobresalto del pobre hombre fue mayúsculo, se incorporó y cambió su semblante serio por el de asombro. - ¡La habéis hecho volver! Estaba seguro que no me equivocaba con vos, sois igual que vuestro padre, siempre cumplía lo que prometía. - La joven está despierta, pero debemos reconocerla a fondo y antes quisiera saber lo que está diciendo. Susurra palabras casi inaudibles y no las entiendo, os ruego intentéis traducirme lo que musita. El anciano volvió a poner su oreja pegada a la boca de la muchacha y escuchó las palabras, no sin antes poner cara de extrañeza, eran difíciles de escuchar hasta que al fin se separó de ella y sonriente contestó. - Pregunta por su esposo y su hijo, quiere verles, eso repite continuamente. - Preguntadle como se encuentra, si siente mucho dolor y decidle que no debe moverse bajo ninguna
  • 311. 310 circunstancia, luego ya podréis explicarle todo lo sucedido. Le preguntó en su lengua todo lo que yo le había dicho y volvió a poner su oreja para escuchar. Le comenté a Balsamo que hablaría a solas con el sacerdote y que él se ocupase de comprobar todas las funciones de la joven antes de que abandonáramos la estancia. - Dice que el dolor invade todo su cuerpo, pero está feliz, solo repite que quiere ver a su esposo y a su hijo. - Venid conmigo señor debemos hablar. Nosotros hemos terminado nuestro trabajo, ahora debemos concentrarnos en lo que nos ha traído hasta aquí. - Decidme doctor, os escucho. - Vamos a retirarnos a nuestras habitaciones, debemos estudiar el legado de mi padre, nuestra función en este complicado parto ya no necesita de nuestros servicios, ahora debéis encargar a vuestros médicos de confianza que se ocupen de su recuperación. Pero debéis tener mucho cuidado, no se puede quedar sola, en su estado es muy peligroso y algunas visitas pueden tener consecuencias graves, vos sabéis de lo que hablo. No la dejéis a solas con la madre del Faraón ni con ninguna persona afín a ésta, si algo ocurriese vosotros seréis el responsable. Los médicos deben llamarnos en caso de gravedad, si todo siguiera su curso no hará falta que seamos molestados, tenemos mucha tarea por delante. - No os preocupéis así se hará, yo mismo comunicaré a nuestro amo la gran curación que habéis obrado y hablaré con el Consejo para que no seáis molestados, se os ayudará en todo lo posible, solo tenéis que pedir lo que necesitéis y me será comunicado. La conversación fue corta pero concluyente, sabíamos lo que queríamos cada uno y cómo podíamos
  • 312. 311 ayudarnos. Se marchó rápidamente de la sala, mi joven aprendiz seguía con su chequeo a la joven. - ¿Cómo la encuentra, ha comprobado también sus heridas? - Todo parece bien, incluso el bulto de su cabeza ha descendido considerablemente, creo que podemos respirar tranquilos. - ¿Ha escuchado lo que ha dicho la joven cuando el sacerdote ha hablado con ella? ¿No le ha parecido extraño amigo Balsamo? - ¿A que se refiere? no entiendo lo que quiere decir. - La joven ha preguntado por su esposo y su hijo, ¿No le parece raro que sepa que ya ha tenido el niño si estaba muerta cerebralmente? - No había caído en ello, es verdad, ¿cómo lo ha podido saber? - Me hace pensar que inconscientemente ha vivido todo el proceso con lucidez, escuchaba, pero no podía quejarse, su cuerpo estaba inerme, solo su mente sentía lo que pasaba a su alrededor. - Efectivamente es extraño, lo apuntaré en mis anotaciones y hablaremos sobre el tema más adelante. - Bien, debemos irnos, es necesario que iniciemos cuanto antes nuestras investigaciones, me he dado cuenta que hay demasiados conjuros en esta corte y no sabemos del tiempo que disponemos. Es posible que estén planeando algo en nuestra contra. Tomé del hombro al joven y nos dispusimos a salir de la estancia, no sin antes saludar a las amables sirvientas y despedirnos del anciano médico que seguía sentado en su silla sin entender nada. Tras la puerta nuestra guardia personal nos esperaba después de haber recibido las órdenes
  • 313. 312 pertinentes de Menjeperraseneb para escoltarnos a nuestros aposentos y después de la larga caminata por fin pudimos encontrarnos a solas para poder hablar tranquilamente una vez llegado a nuestro destino. - ¿Por dónde vamos a empezar? esto va a ser muy complicado, por lo que estoy viendo su padre dejó muchos manuscritos. - No lo sé, quizás lo primero que debíamos de encontrar sería algo parecido a un diario personal, alguna cosa que nos sirviera de referencia para encontrar el punto de partida. Usted comience por la estantería de abajo y yo por la siguiente, cuando veamos algo que pueda servir de guía pararemos para estudiarlo. Empezamos con la tarea, tomé todos lo cuadernos de apuntes que se hallaban en la segunda estantería y los puse sobre la mesa en la que íbamos a trabajar, siete grandes cuadernos numerados en los que comprobé que el número doce era el último de ellos. Faltaban cinco cuadernos sin orden ninguno, el numero uno, el dos, el tres, el siete y el once. No comprendía el significado, cuando de pronto pensé en varios de los que había dejado en mi laboratorio, eran exactamente iguales a estos, numerados y con un título en el frontal del libro. Miré todas las portadas para intentar saber de que trataban, cada uno de ellos hablaba de alguna técnica de trabajo médico que había aprendido en el lugar donde me encontraba. Por ejemplo, el número cuatro decía, “Técnica de Trepanación Ósea”, en el quinto y el sexto se podía leer “Soldadura de los huesos” y así hasta el doce. Varias técnicas diferentes. De pronto empecé a comprender. - Mire Balsamo, esta serie de manuscritos está incompleta, faltan cinco de libros, los cuales se hallan en
  • 314. 313 mi laboratorio. Esto demuestra la teoría de que mi padre hizo varios viajes y fue llevando material en cada uno de ellos. Ahora el problema es que no sabemos porque interrumpió este transporte continuo, aquí se hallan reflejadas todas las formas empleadas por estos médicos para operar el cuerpo humano. Exactamente esto no es lo que buscamos, pero debemos tenerlo en cuenta. - Yo solo he encontrado entre estos papiros dibujos y bocetos de lo que puede ser la ciudad de Luxor, de momento no hay nada que comentar, intento descifrarlos para ver si alguno de ellos tiene algún mapa o indicio de algo escondido por los Faraones que indique la situación de alguno de sus libros sagrados o algo que se le parezca. - Siga usted con eso amigo, yo rebuscaré entre los cuadernos de la parte superior de la biblioteca. Seguí abriendo libro tras libro y leyendo el enunciado y las primeras páginas para intentar hallar alguna clave que me sirviera de guía para saber por donde empezar. La noche caía sin que nosotros, tras muchas horas de trabajo, halláramos nada en concreto, solo grandes obras de medicina escritas por él y de valor incalculable, pero nada tan importante como para haber concebido este fabuloso viaje. Era algo más lo que aquí se escondía y debíamos encontrarlo. Se abrió la puerta ante nuestros cansados ojos después de tanto releer manuscritos, habían pasado las horas y nos traían la cena dos esclavas. Una de ellas fue reconocida rápidamente por Balsamo, era la joven que estuvo con nosotros en la sala de la reina. La depositó sobre la mesa que se hallaba al lado de los divanes y la sirvieron, luego se apartaron y siguieron en pie esperando hasta que la puerta se volvió a abrir y entró el viejo sacerdote.
  • 315. 314 - Buenas noches, el Faraón pregunta si la estancia es de vuestro agrado y os halláis cómodos en ella. Una vez finalicéis vuestro ágape, ordena comparezcáis ante él, también os envía estas dos sirvientas para cualquiera de vuestras necesidades, serán vuestras esclavas personales si lo deseáis. - Dadle las gracias en nuestro nombre, y decidle que nos place donde nos hallamos, no será necesario que se queden las sirvientas, se lo agradecemos de todas maneras. Será un honor ser recibidos por vuestro Dios. - Maestro - dijo Balsamo - ¿No creéis que sería más llevadero este trabajo si pudiéramos quedarnos con las sirvientas para ayudarnos? se lo ruego, no nos entienden, no pienso que pudiera ser peligroso y a mi me reconfortaría. - De acuerdo, pero con la condición de que deberán de salir cuando la ocasión lo requiera. Podéis marchad anciano, estamos dispuestos a ser recibidos cuando lo creáis conveniente. Una vez se marchó el sacerdote nos sentamos a la mesa para reponer fuerzas con aquellos ricos manjares, uva, codornices, dátiles y quesos de la tierra. Mi joven amigo estaba inquieto y contento, solo tenía ojos para una de las jóvenes. Bendita juventud, no me sentí con corazón de negárselo, al fin y al cabo después de lo que había sufrido se merecía un pequeño premio. - Sea usted discreto Balsamo, las paredes oyen y no deben pensar de nosotros que nos aprovechamos de las circunstancias, procure centrarse en el trabajo, después haga lo que quiera con sus ratos de descanso. - Gracias por acceder a mi petición, le aseguro que seré muy discreto, después de tanto tiempo necesito tener una mujer al lado que me alegre la vista - sonrió pícaramente mientras comía.
  • 316. 315 Era bien entrada la noche, seguíamos con nuestra lectura cuando golpearon la puerta tres veces y me acerqué a ella para mirar de quien se trataba. Al abrir la guardia del Faraón estaba esperando y su jefe me señaló con la mano que le siguiera, me giré para decírselo a Balsamo cuando éste se me adelantó y dijo. - Vaya usted amigo, yo seguiré con la lectura, no creo que haga falta mi presencia, ya me contará como ha ido todo. Esbocé una sonrisa al mirarle y el me contestó con otra. Entendí que quería aprovechar cualquier momento disponible para estar a solas con la joven, en fin, no valía la pena insistir, igualmente hubiera tenido que estar callado en la entrevista y no era estrictamente necesario que viniera. Tras los pasos de la guardia fui conducido hasta una estancia secreta después de muchos pasadizos y de comprobaciones oculares de la escolta de que no nos seguía nadie. La pequeña estancia tenía aspecto de ser unos baños termales de grandes dimensiones donde la joven deidad sentada al borde de un aljibe remojaba sus pies entre el humo que salía del agua caliente. Desnudo solo con un taparrabos de gasa miraba el agua como ausente, mientras el anciano sacerdote en un rincón lo observaba. No había nadie más en la habitación, era ya muy tarde y la gente dormía. Entré y me arrodillé ante él. - Incorpórate, ¿deseas bañarte mientras hablamos? - Os lo agradezco, pero no merezco tener la gracia de tantos favores - le contesté con voz sumisa. - Siéntate entonces y hablemos. - Decidme gran señor en que puedo ayudaros, los deseos del Faraón son órdenes para mí. - Te he mandado buscar para agradecerte todo lo que has hecho por mi familia, sé que mi ministro ya te ha
  • 317. 316 puesto en antecedentes de los rumores de conspiración de algunos militares a causa de la maquinación de mi madrastra. Si mi mujer o mi hijo hubieran muerto podría haber tenido graves consecuencias en mi reinado, espero que ahora las aguas vuelvan poco a poco a su cauce. - Estoy informado de todo gran rey, contad conmigo para lo que necesitéis. - Ahora solo nos quedan dos asuntos que zanjar, puedes pedirme cualquier cosa que desees y te lo concederé, los dioses no olvidan a quien los han servido bien. - No necesito nada, os ruego que me dejéis trabajar en mi estancia, si alguna vez fuera necesario estoy seguro que la recompensa que os pida será de vuestra complacencia, por el momento tengo todo lo necesario. - Muy bien, cuando llegue el momento y estés preparado zanjaremos ese tema, pero me queda otro por resolver y no permitiré ninguna excusa más. ¿Quiero saber dónde está el espejo? no puede caer en otras manos que no sean las mías, es muy peligroso, has de contestar. - El espejo está escondido en una zona del desierto que solo sabemos mi ayudante y yo, es nuestro salvoconducto y os lo entregaré en el momento que pueda realizar el viaje de vuelta, no puedo deciros más. - ¿Esperas acaso que te crea igual que a tu padre para luego traicionarme por tener el poder de Osiris? - Debéis confiar en mi, vos tenéis las piezas necesarias para el viaje y sin ellas no podré volver, cuando me marche lo haré delante vuestro y lo podréis recuperar, nadie más podrá otra vez viajar en el tiempo. No tengo ánimos de riquezas, mi viaje se resume fácilmente, saber que fue de mi padre y donde encontrarlo si aun vive.
  • 318. 317 Miró fijamente al sacerdote y este se acercó hacia nosotros, la duda le embargaba, era demasiado joven para tomar grandes decisiones y su gran soporte era ese viejo y cansado ministro que le había ayudado desde su niñez. - Debéis confiar en él, gran Faraón, mientras poseamos los cinco elementos restantes no podrá traicionarnos, le necesitamos tanto como el a nosotros, os aconsejo que accedáis a sus suplicas - argumentó el ministro en voz baja. - Bien, te daremos una oportunidad como a tu padre, no pienses que flaqueo, siempre he seguido los consejos de mi anciano siervo y lo haré también ahora, si me engañas moriréis los dos. Puedes marcharte. - Nos retiramos después de saludar, y volvimos a atravesar ese laberinto de túneles hasta llegar a la sala principal donde el anciano se dispuso a despedirse de mí. Yo aproveché para intentar sonsacarle más detalles de la desaparición de mi padre. - Decidme señor, ¿verdaderamente no sabéis el paradero de mi padre?, ¿por qué se fue de esa manera? - Siempre fue un enigma, os prometo que nunca entendimos porque se fue sin decir nada y nos robó tan preciado tesoro. Averiguadlo vos y limpiad su nombre si fuera necesario, os ayudaré en todo. - Ahora debo retirarme a mis aposentos, mi aprendiz sigue estudiando el material de mi padre y debo ayudarle. Buenas noches señor ministro, cualquier noticia le será comunicada. Me saludó y se retiró con dos de sus vigilantes y sus antorchas hacia otras estancias. Me dirigí hacia mi habitación lentamente y pensativo a causa de la anterior entrevista. No podía tardar mucho en devolver el espejo, cada vez que nos veíamos salía el mismo asunto, temí
  • 319. 318 que acabaran cansándose de esperar y tomaran medidas mucho más drásticas y preocupantes. Abrí la puerta con sigilo tras ser saludado por la guardia de la entrada y comprobé que casi no había luz en la habitación, apenas una lámpara de aceite en el fondo. Debían dormir todos, me acerqué hacia mi lecho para estirarme y descansar cuando vi la silueta de Balsamo en su cama abrazado a la joven esclava y desnudos, ambos dormían y no se dieron cuenta de mi entrada en la sala. Debían haber sido dos horas agotadoras para ellos. Sonreí y me recosté, debía dormir un poco, no quedaban muchas horas para el amanecer. Un ruido de risas me despertó. Me incorporé frotándome los ojos, se habían levantado todos, el joven desayunaba en la mesa mientras trataba de enseñar nuestro idioma a las jóvenes entre sonrisas y gestos. Volvió la cabeza al verme y me saludó efusivamente. - Buenos días maestro, veo que es el último en despertar, ¿ha dormido bien? - Buenos días, en verdad si he dormido placidamente, a usted no hace falta preguntárselo, veo que está de muy buen humor, ya comprobé anoche al llegar que todo había ido bien ¿no es así? - Me ruboriza usted amigo mío, espero que no viera nada desagradable, en fin, echaba mucho de menos el calor de una mujer, bueno usted ya comprende. - No se preocupe, aunque yo sea un viejo decrépito le entiendo perfectamente, es usted demasiado joven para tanta abstinencia - dije en tono burlón. - Cuénteme como le fue anoche la audiencia con el Faraón, ¿hay alguna novedad? - No, todo va bien, su esposa e hijo están perfectamente. Me hizo llamar para ofrecerme el favor que le pidiéramos por haber ayudado a su familia, yo le
  • 320. 319 dije en pocas palabras que lo guardara para cuando lo necesitáramos. Estuvimos hablando de los problemas de conspiración que se rumorean en la corte y como no, volvió a insistir con el asunto del espejo. Este es el resumen más o menos de la entrevista en la que sólo estuvimos tres personas por motivos de seguridad, la tercera fue Menjeperraseneb. - El asunto del espejo empieza a ser preocupante, debemos acelerar la tarea antes de que acaben con su paciencia. Anoche como comprobó no pude trabajar mucho, pero hoy le prometo dedicarme plenamente a ello, dejaré los amoríos para más adelante. - Acabe primero de desayunar, yo tomaré solo un vaso de leche y empezaremos cuanto antes. Después de mi austero desayuno nos pusimos manos a la obra. Leímos libro por libro, cuaderno por cuaderno, todos ellos en latín, lo cual no resultaba ningún problema para nosotros. Habíamos sido estudiosos de esta lengua y no necesitábamos traducción alguna. Comentábamos cosas importantes cuando las hallábamos y volvíamos a seguir, hora tras hora, día tras día e incluso algunas noches enteras seguíamos con los cuadernos. Pasó más de una semana y no hallábamos nada para poder empezar, entre comidas y paseos pasábamos los pocos ratos de asueto. Balsamo hacía alguna noche algo más que un paseo, pero era muy discreto, no tenía nada que objetar mientras hiciera bien su trabajo. Un día ocurrió algo inesperado, Balsamo tomo de la estantería un viejo y polvoriento cuaderno y al ponerlo sobre la mesa cayó una pequeña hoja de papel que se hallaba dentro. Creí que podía ser un apunte, lo desplegué y comencé a leerlo. Parecía más una poesía que una nota, la leí en voz alta para que la oyera mi joven amigo.
  • 321. 320 - “Doce son los animales del horóscopo, doce los meses del año, doce apóstoles, doce peldaños tuvo un Dios, doce peldaños de piedra hasta llegar al rey sol, cuando al mediodía brilla se refleja en Amón” Nos quedemos perplejos, parecía una poesía, pero ¿qué significado tenía esa oda tan corta y escondida entre las páginas de un libro? Nos miremos mutuamente con cara de no entender nada, podía ser una clave para descubrir algo, pero dada su ambigüedad nos dejó perplejos. - ¿Cree que tiene algún significado? - Estoy seguro que sí, mi padre no era poeta, tiene algo que ver con el numero doce, pero no sé a que se refiere, pensemos. - Si es una cábala para resolver debe estar entre estas cuatro paredes, no señala ningún lugar más que el sol, con lo cual debemos revisar lo que nos queda hasta hallar algún tratado que hable sobre el astro - deducía Balsamo. - No - le contesté - si estuviera en un libro lo encontraríamos al leerlo tarde o temprano. No está en ningún libro, usted lo ha dicho claramente la clave está en las paredes. Una ráfaga repentina de aire ondeó las cortinas de gasa que conducían hasta el balcón y el reflejo de la luz entró por un momento en la estancia. Fue entonces cuando me di cuenta de todos los grabados y dibujos con que estaban pintadas y adornadas las paredes de la estancia, ahí estaba la clave. - Amigo Balsamo creo que lo ha descubierto usted sin querer, fíjese bien en los grabados que nos rodean, jeroglíficos, dibujos de escenas de caza y de la vida cotidiana de esta gente y sobre todo la de sus dioses. Venga acérquese y mire este grabado.
  • 322. 321 - Es verdad, no le había dado importancia a estos dibujos ¿cree que puede estar aquí la solución al enigma? - Mire usted aquí, una escalera piramidal, cuente los escalones y dígame que ve en lo alto del último peldaño. - Es cierto, tiene doce peldaños, y sobre el último un sol como el del anillo de su padre pintado de color dorado ¿pero qué significa? ¿No entiendo donde quiere ir a parar? cuénteme. - Si no me equivoco este sol nos dará la clave del asunto, todo gira alrededor del número doce, y por último habla del reflejo del sol, ahí lo tiene. - Sigo sin comprenderlo maestro explíquese con más claridad. - Aparte usted las cortinas del balcón y esperaremos a que sea mediodía, exactamente las doce. Será entonces cuando descubramos el significado de tal acertijo. Cuando yo era un niño mi padre jugaba conmigo y lo que más nos gustaba eran los acertijos y los papeles con claves para encontrar una moneda que previamente el había escondido. Por eso se me ha ocurrido que podía tratarse de uno de sus juegos, de los cuales siempre salía airoso gracias a sus enseñanzas y explicaciones. - Cada día me sorprende usted más, ¿hay algo que no sepa hacer? creo que nunca podré aprender todo lo que usted sabe, tiene una mente privilegiada. - Déjese de cumplidos y abra la cortina, no creo que falte mucho para llegar el mediodía, y si no llegamos a tiempo deberemos esperar hasta mañana. Balsamo cumplió mis órdenes y apartó por completo la fina cortina hasta que la luz del sol inundó la habitación casi por completo. No cubría totalmente el dibujo de las escaleras pero le faltaba muy poco. Nos sentamos a esperar mirando fijamente el grabado como
  • 323. 322 dos necios que no tienen otra cosa que hacer, hasta que por fin la luz inundo el dibujo plenamente y vimos como un haz de luz reflejado en el sol dorado sobre la pirámide salía despedido hacia uno de los objetos que adornaban la estantería de los libros y que se hallaba en la parte contraria a la pared. No habíamos dado importancia a esos objetos, eran pequeñas figuras de algún material como la arcilla o alabastro, lacados en negro. Había varias piezas, todas de unos veinte centímetros de altura y representando cada una de ellas a un dios de su religión. El reflejo de la luz se acabó difuminando, pero habíamos visto sobre cual se había parado. Nos acercamos hacia ella, y la tomé en mis manos. Pesaba muy poco, posiblemente era de barro o arcilla y efectivamente era la efigie de Amón Rha, dios de los dioses de los egipcios. - ¿Esto nos lleva hasta otro acertijo, maestro? - me preguntó el joven abriendo los brazos. - Esta es la solución, compruebe que no pesa nada, debe de estar hueco, tenga mírelo. Lo agarró y lo miró de todas las formas posibles, boca arriba, boca abajo, seguía sin entender nada. Me lo devolvió y su rostro pensativo me demostraba que no tenía la menor idea de lo que hacer con ella. - Mire - dije dejando caer al suelo la estatuilla sin avisar. Se partió por varios sitios al caer, era roja por dentro, estaba hecha de arcilla, pero de su interior salía un atillo redondo, algún folio doblado en forma de canuto para que cupiese dentro y atado con una cinta negra. Separé las partes rotas de la figura hasta liberar completamente la misiva, le deshice el lazo con mucho cuidado y mientras la abría miré a Balsamo.
  • 324. 323 - Aquí tiene la respuesta al acertijo, ¿qué le parece? - Realmente subliminal, su padre era un artista montando cabalas y usted resolviéndolas, pero no me tenga en ascuas y léala por favor. Un espantó recorrió mi cuerpo mientras desdoblaba la carta, me embargaba la ansiedad de saber alguna noticia de mi padre. Lo único que esperaba era que no fueran malas noticias. El largo trecho de mi vida y sufrimientos no se merecía ningún fin que no fuera el esclarecimiento de la verdad. Eran dos hojas escritas y efectivamente era la letra de mi padre. Empecé a leer con voz temblorosa lo que allí explicaba. “Querido hijo, si estás leyendo esta carta significará que todo mi empeño en que viajaras al pasado ha tenido éxito, si es otro la que la está leyendo comprenderé que ha sido por algún motivo acertado, he convivido con estos habitantes durante un año y he realizado dos viajes en el tiempo, por lo menos eso es lo que ellos creen. Tuve que desaparecer a causa de la intriga que sufrí por parte de la madre del Faraón, reina regente en esos momentos. Sé que le fallé a algunas personas buenas que aquí encontrarás, pero el motivo era evidente. He estado viajando en secreto varias veces más a su mundo sin que ellos tuvieran constancia de ello. El viaje apenas duraba un día, ellos no me vieron pero he estado trayendo en cada uno de ellos el material que escribí. Por motivos que espero que averigües tu mismo, tuve que suspenderlos. En cuanto a los cuadernos que faltan di órdenes de que se te entregaran y espero que estén en tu poder, el resto se encuentra en mi biblioteca, en Luxor. Los cuadernos numerados del uno al doce tienen la clave que buscamos, en ellos están reflejados todos los escritos del Libro de los Muertos. Podrás
  • 325. 324 reunir el compendio anotando todas las líneas doce, de las páginas numero doce y sus múltiplos de cada uno de los cuadernos, una vez reunidos tendrás la trascripción completa. Comprobarás que es inquietante y maravilloso a la vez. Tu sabrás que hacer de su uso pero encontrarás cosas que no te van a gustar, sabrás que la inmortalidad tiene un precio, confío en ti. Una vez resuelto todo, debes volver para recuperar los libros que te entregué y acabar la tarea. Nunca debes decir nada de lo que posees, es muy peligroso. Al final del enigma encontrarás la verdad sobre mi y si aun vivo, te dirá donde encontrarme.” “Una cosa más, si carecieras de algún elemento para volver a tu época debes saber que se guardan en un arca. Está ubicada en la cripta secreta de la pirámide que se empezó a construir en el momento del nacimiento de Tutmosis III. He tenido la previsión de que puedas acceder a ella. Si sigues la fila de miniaturas de arcilla donde has encontrado esta carta, hallarás un busto de Isis, dentro encontrarás el elixir que probaste una vez, el que te salvo de la hoguera. La pócima de la transposición de cuerpos, úsala si es necesario para llegar hasta lo que necesites, pero como toda poción mística tiene un problema, debes saber que la persona que utilices para la conversión de tu cuerpo debe morir para que tu recuperes el tuyo.” “Espero que encuentres la verdad que tanto he buscado y la sepas utilizar por el bien de la humanidad, si no ocurriera así solo tu conciencia sería la culpable de vagar con ese peso tan grande. Sé que lo conseguirás, no debes flaquear en ningún momento. Hasta siempre hijo mío” Durante unos instantes el silencio se apoderó de nosotros, al fin había tenido noticias de mi querido padre pero no designaba su paradero. Estaba feliz y triste a la
  • 326. 325 vez, después de todos estos años sabía que él no había traicionado a nadie y que seguramente dio su vida para que yo pudiera concluir lo que el no pudo. Pensé que debía reponerme de todo y terminar con lo que había empezado. - Una gran persona su padre, un genio que vivió para buscar la verdad sobre la vida y la muerte. Sé que está usted muy afectado pero debe pensar que era su voluntad y depositó su confianza en usted. Debemos acabar con todo esto y volver. - Lo sé, soy consciente de ello, entre los dos podemos volver con el material necesario para acabar con el enigma. Debemos recuperar los cinco elementos restantes y regresar con los siete libros para terminar la cábala en casa. Aunque creo también que deberíamos dejar aquí todos ellos aquí para que nadie pueda repetir lo mismo. Mi cabeza piensa una cosa pero mi corazón otra. - Podíamos convencer a Menjeperraseneb para que él sostuviera el espejo mientras comenzamos el viaje, así todo volvería a caer en las manos de sus auténticos dueños. No traicionaría a su padre ni tampoco a usted mismo - propuso Balsamo. - Sería una solución, pero el problema que veo es que el anciano no accederá nunca a devolvernos los elementos, no creo que quiera sentirse traicionado de nuevo y fallarle a su dios, ya confió una vez en mi padre y está convencido de que le engañó. - Tiene razón, solo creo que pueda acceder si le decimos que poseemos los doce elementos, de esa manera confiaría en nuestra voluntad de devolverlos. - Pero ya ha escuchado lo que ha escrito mi padre, si utilizamos la pócima para introducirnos en la pirámide deberemos matar al poseedor de nuestro cuerpo. Yo no he matado nunca a nadie ni quiero hacerlo, toda la gente
  • 327. 326 que tiene acceso a esas dependencias nos han ayudado, sería incapaz de realizar ese acto. Balsamo se quedó pensativo, en esos momentos su parte más malvada empezaba a maquinar una solución al dilema. Sabía que sería incapaz de abandonar ahora que tenía todo el poder en sus manos y nada ni nadie iba a interponerse en su camino. Lo delataban sus ojos, ese brillo que había visto alguna vez y que nunca me gustó, pero debía acabar lo empezado como fuera, se lo debía a mi padre. Balsamo salió al mirador y se apoyó en un gran busto de piedra, su mente seguía maquinando la solución. Yo estaba bastante afectado, no podía pensar, esa carta había trastocado todo mi mundo y mis convicciones. En ese momento entraron las dos sirvientas para prepararnos la mesa, ni siquiera las miré, trataba de pensar pero mis recuerdos inundaban mi cabeza y me sentía incapaz de razonar. A los pocos minutos entró el joven a la sala, tras darle vueltas a la cabeza se sentó a la mesa mientras servía dos copas de vino y acariciaba la mano de la joven esclava. Su sonrisa me hizo temer que ya había pensado en todo y que no iba a tardar mucho en decírmelo por el rictus de sonrisa forzada que tenía en el semblante de su cara, me ofreció una copa y empezó su argumentación. - Siéntese maestro, beba una copa, le hace falta. Sé que su condición humana le hace tener un conflicto en su interior de difícil solución, créame que le entiendo, pero no hemos llegado hasta aquí para que un dilema de esa envergadura acabe con nuestras ilusiones. Tengo la solución, escúcheme atentamente y por favor no me interrumpa. Quizás no le guste lo que voy a decirle pero es la única posibilidad que tenemos de acabar con este problema.
  • 328. 327 - Le escucho atentamente - susurré mientras sorbía de mi copa. - Lo haré yo, es la única manera de que usted no se sienta culpable. Yo tomaré el elixir y buscaré las piezas restantes para el viaje mientras usted se encarga de guardar todos los cuadernos en algún pequeño baúl fácil de transportar. También le dejaré que hable con el viejo sacerdote para comunicarle nuestro regreso y si quiere estar presente para recuperar todos los objetos. - ¿Y en quién ha pensado para sacrificar en este trance amigo Balsamo? - Será el último favor que le hagamos al Faraón, la elegida será la madrastra, estoy seguro que ella sabe como llegar hasta la cripta secreta. - ¿Ha pensado usted como va a acceder a ella? ¿Qué treta se le ha ocurrido para poder ser recibido a solas ante semejante arpía? - He pensado en todo, usted a través del anciano debe averiguar todo lo que pueda sobre ella. Buscaremos su punto débil y entonces entraré yo en liza, será difícil, pero tengo muchas habilidades con las mujeres, se lo puedo asegurar. - Sabe usted que va a ser complicado. Mi querido amigo, no sé como va a poder hacerlo sin levantar sospechas. - Una vez pique el anzuelo intentaré ser recibido cuando todos se vayan a dormir. Creerán que duermo con ella y tendré toda la noche para cumplir con mi cometido. Usted me esperará junto con Menjeperraseneb en algún lugar acordado. - De acuerdo podemos intentarlo, le agradezco que se encargue usted de la parte más tenebrosa del asunto, ¿ha pensado cómo y cuándo acabará con ella?
  • 329. 328 - A la vuelta con las piezas en mi poder volveré a su estancia y la mataré mientras duerme, nuestra joven sirvienta le avisará cuando haya terminado el trabajo. - Veo que ha pensado en todo, realmente me parece una trama muy bien urdida. Sigo diciendo que no me gusta nada el asunto pero en estos momentos no encuentro otra solución alternativa a la suya. - Sé que no es de su agrado, pero es la única manera de conseguirlo teniendo que sacrificar una vida humana. Pienso que esa mujer es mala por naturaleza y no tardaría en morir en manos de su hijo antes que lo derrocara, por lo cual no vamos a cambiar la historia y le hacemos un gran favor a este país. - Siento reconocer que tiene usted razón, mañana mismo hablaré con el sacerdote para sonsacarle lo que pueda. Usted encárguese de la muchacha, yo prepararé un filtro con plantas de adormidera para que se lo dé a ella esa noche. Todo se había acelerado, nuestra estancia aquí tenía que ser más larga para aprender el máximo de lo que pudiéramos de sus maneras de curar y encontrar remedios a algunos males, pero dado el estado de la situación era mucho mejor irnos con los resultados que teníamos. Aquello era muy peligroso y el asunto del espejo no se podía demorar por mucho tiempo. Debía convencer al sacerdote de que confiara en mí por última vez y la tarea iba a ser difícil. Abrí uno de los siete libros que quedaban numerados y comprobé la página doce, veinticuatro, treinta y seis, etcétera, era correcto, hablaba de sortilegios de ultratumba y de materiales mágicos que no paré a descifrar. Lo importante era que estaba todo allí y debía guardarlos y protegerlos con mi vida si era necesario.
  • 330. 329 El día transcurrió con normalidad, leímos, apuntamos y preparamos todo el material necesario que debíamos transportar en nuestro viaje de retorno. Preparé el bebedizo con la adormidera y rompimos la figura con la efigie de Isis para rescatar el elixir que guardó mi padre de la transposición de cuerpos. Una vez escondido todo debidamente y sin nadie que nos viera decidimos repasar el plan para no tener ninguna duda. - Este es el frasco con el preparado de mi padre que tiene que tomar usted en el momento de contacto con ella, su líquido es viscoso y marrón. Este otro líquido verdoso, es la infusión que deberá tomar ella en el mismo momento que usted ingiera el suyo. Dispondrá de cinco o seis horas como máximo antes de que despierte. La manera de convencerla se la dejo a su libre albedrío, yo esperaré en la estancia de Menjeperraseneb con todo el material preparado, hasta que la joven muchacha me avise y realizaremos el viaje ante los ojos del anciano. - Espero maestro que sus dotes de convicción propicien la preparación del plan y que convenza al ministro de nuestra buena voluntad. Esta noche trataré de hacer entender a la pequeña Sira lo que debe hacer por mí. La noche extendía su manto sobre la ciudad. Lo contemplaba desde aquel maravilloso mirador, mientras Balsamo yacía en su lecho con la joven muchacha. Yo no podía dormir, aun siendo una traidora, no veía con buenos ojos esa parte del plan, era incapaz de matar a nadie por muy maquiavélica que fuera esa persona. No fui educado para quitar la vida si no todo lo contrario y era del parecer de que nadie tenía derecho a ser el ejecutor de otro de su misma especie. La noche era larga y oscura, sabía que me sería imposible dormir mientras mis pensamientos siguieran dándole vueltas al tema. En
  • 331. 330 mi interior sentía una rabia contenida pensando que había estado cerca de mi padre y no podía seguir buscándolo. Volver significaba perder su rastro y abandonar la quimera con la que emprendí este viaje. Lo confieso, para mi era mucho más importante encontrarlo que todos los poderes ocultos que podía obtener de esta gente. La noche transcurrió lenta y tediosamente, había vuelto otra vez a mi vida esa tremenda verdad. Esas largas noches de insomnio que fracturaban mi mente poco a poco hasta el desasosiego, nada había cambiado. Tremendamente angustiado vi como el alba hacía su aparición, desde el balcón había oído susurrar dentro de la estancia la alegre sinfonía de la vida. Balsamo complacido por la joven dormía después de los suaves gemidos del acalorado contacto compartido por ambos. Entre murmullos escuchaba como Balsamo trataba de hacerse entender en una larga y difícil conversación hasta llegar la somnolencia y quedarse dormidos. Decidí que antes de desayunar debía hablar con el sacerdote, debíamos zanjar el tema cuanto antes, pero pensé que lo dejaría para más tarde, primero debía averiguar algo de la madre, era mejor seguir los pasos pertinentes. Sin hacer ruido para no despertar a la pareja me aproximé a la puerta de entrada y la abrí con cuidado. Allí estaban nuestra guardia personal, pronuncié la palabra Menjeperraseneb, me entendieron y uno de ellos se encaminó a buscarlo. Entré otra vez intentando no hacer ruido alguno, Balsamo ya estaba en pie y la joven se vestía rápidamente al verme aparecer. - Siento haberles despertado, intenté ser sigiloso pero veo que no lo he conseguido.
  • 332. 331 - No se preocupe, hoy es un día importante para nosotros, madrugar no le hace daño a nadie y más si la noche ha sido fructífera. - No pude dormir en toda la noche, estuve pensando en el balcón, pero no pude evitar oírles. - Espero que no le hayamos molestado querido amigo, lamento que no haya podido dormir, pero lo de fructífero no era por lo que usted piensa. Me refería a que he logrado convencerla de que nos ayude en nuestros planes. - No esperaba menos de usted. H mandado llamar al ministro, no tardará en llegar, ahora me toca a mí ser convincente. Sería recomendable que no estuviera usted presente por si algún gesto nos delatara o pensara que tramamos alguna cosa. - Me quedaré desayunando fuera, espero que tenga suerte amigo. Se abrieron las puertas al cabo de un rato, el sacerdote entró con su habitual saludo y me deseó un buen día antes de preguntarme a que se debía mi llamada tan temprana. Al otro lado las sirvientas preparaban la mesa tras haber servido a Balsamo en la parte exterior. - Siéntese querido amigo, acompáñeme usted en este sabroso desayuno, es un honor poder hablar con vos. - Gracias, lo haré con sumo agrado, aunque el mío será más austero, hace tiempo que solo tomo fruta por la mañana, este viejo y gastado cuerpo no necesita gran cosa para mantenerse. - Sírvase usted mismo, tenía ganas de platicar con vos, explicarle un poco como van nuestros estudios y que preguntarle si hay alguna novedad en la Corte. Ya ve, aunque me supera en edad yo también tengo el cuerpo fatigado, apenas puedo dormir y ocupo la mayoría del día en mis pensamientos.
  • 333. 332 - ¿Algo os preocupa?, decidme en que puedo ayudaros. - No estoy preocupado, este oficio mío es el que me hace pensar demasiado, la ciencia y el estudio de las enfermedades, pero dígame, ¿cómo se encuentran la madre y el niño? - Sus médicos están maravillados con la rápida curación de ambos, están perfectamente y nuestros viejos galenos arden en deseos que acabéis vuestros estudios para conversar sobre las grandes curaciones que puede enseñarles. - ¿Y el Faraón?, - Siempre en sus quehaceres, pronto tendrá que partir a comprobar como van las guerras que mantenemos con los pueblos del oeste de Asia. Hace tiempo fueron conquistadas pero continuamente los rebeldes se levantan en armas y nos causan muchas bajas, es el precio de la conquista. Es necesaria su presencia para que las tropas no desfallezcan y también para controlar los bienes recaudados. - ¿Quién quedará al mando del reino cuando se vaya?, tiene que ser alguien que le inspire confianza, supongo. - Sé a que os referís. Los ministros se encargarán de que todo funcione y el Consejo decidirá todo cuanto sea necesario. En caso de extrema gravedad será consultado antes de tomar una decisión. Por disposición expresa de nuestro querido Dios, la madre deberá estar al margen de todo ello. Hace tiempo que la tolera solamente porque se lo pidió su padre al morir. - Cuénteme algo más de esa mujer, ¿cómo vive después de haber reinado y saber que su hijastro ocuparía su lugar?
  • 334. 333 - Vive rodeada de innumerables esclavas e intenta siempre estar en todos los grandes momentos de su hijo para tenerlo controlado. Tiene a su lado varios sacerdotes influidos por su ansia de poder y dos generales del ejército, que nosotros sepamos estarían dispuestos a seguirla. La gran suntuosidad de la que se rodea hace que la gente siempre hable de ella. Posee innumerables joyas y tesoros particulares que le regaló su esposo traídos de los más recónditos lugares del mundo. Su disipada y loca manera de comportarse tiene a la corte desquiciada. - ¿Su comportamiento no está a la altura de su rango? contadme amigo, me interesa mucho el tema para escribir sobre ello. - Se dice que muchas noches la visitan jóvenes soldados, incluso algunos esclavos también han yacido en sus aposentos. Noche tras noche su verdadera obsesión es la bebida, casi siempre está ebria hasta la madrugada. El jolgorio y la celebración nunca tienen fin según su estado de humor, son comentarios que circulan por palacio, nadie ha entrado nunca sin su permiso en sus aposentos, pero de esta mujer se puede creer cualquier cosa. - Me deja usted perplejo, pensé que una mujer que quiere gobernar debía ser lista y minuciosa en su comportamiento, supongo que su hijo lo sabe. - Lo es, es extremadamente lista, pero hace unos años su mente perturbada le hizo caer en la bebida y la perversión, de esta forma calma los placeres que buscaba en el poder. - En fin amigo, he disfrutado de la charla. Dígales a sus médicos que pronto podremos reunirnos para comentar los asuntos que ellos crean convenientes. Los estudios sobre el material de mi padre van por buen
  • 335. 334 camino, les agradezco la paciencia y la calma con la que nos dejan trabajar. - Yo también he disfrutado de la charla, siempre es gratificante hablar con alguien que vive en un mundo futuro, pero no se preocupe, no le preguntaré por el futuro de nuestro reino, no quiero saberlo, prefiero morir cuando los dioses quieran sabiendo que somos el gran Egipto, cuna de dioses y dueños del mundo. - Gracias por su visita, nos veremos pronto. - Que los dioses os ayuden a encontrar lo que buscáis - dijo mientras se marchaba lentamente. Salí hasta el Balcón en busca de Balsamo, sentado y mirando el paisaje parecía absorto y pensativo. A su lado las dos sirvientas esperaban órdenes para poder entrar y seguir con sus quehaceres. - ¿Ha escuchado la conversación? - Si, la he seguido con atención, es usted un maestro de la persuasión, lo ha llevado en un momento al terreno más propicio, ahora sabemos por donde podemos engañarla, debo convencer a Sira para que le hable de mi a esa mujer, decirle que estoy maravillado por su belleza y que me gustaría agasajarla, ese será nuestro caballo de Troya. Dispensadme de la lectura hoy, debo intentar hacer comprender lo que quiero a la joven y es difícil sin traducción, pero ya empezamos a entendernos. - Haga usted lo necesario, yo seguiré con la lectura y recuerde, sea discreto, sería terrible que su joven amiga explicara el asunto donde no debiera hacerlo, nuestras oportunidades desaparecerían por completo. Absorto en mi lectura contemplaba los mapas de la ciudad, todos los dibujos estaban realizados con gran precisión, fechas de construcción y bocetos de grandes monumentos. Era una lástima no poderse llevar todo el
  • 336. 335 material, pero debía de ser consciente de que solo podía viajar con nosotros lo imprescindible, exclusivamente lo que pudiéramos sujetar entre los dos y eran demasiados los documentos allí existentes. Libros con dibujos de complicadas operaciones en el cráneo y columna vertebral, aparatos para vaciar la sangre de las venas y sustituirlo por líquidos que podían conservar el cuerpo durante miles de años, oraciones sacerdotales y hechizos para hablar con los dioses. Mi padre no perdió el tiempo en su estancia aquí, hizo un gran compendio de sus investigaciones que pensó podía traer poco a poco sin tener que compartirlo con nadie que pudiera aprovecharse de tan maravilloso logro. Pasaban las horas, solo y abrumado por tanta maravilla no había tenido tiempo de comer y pronto anochecería. Balsamo seguía ausente con la joven y mi silenciosa sirvienta seguía en pie junto a la mesa, siempre dispuesta a las ordenes que le diera para servirme al instante. Entró Balsamo a la estancia mientras yo intentaba desentumecer mis músculos, después de tantas horas en la misma posición de lectura. Saludó con una sonrisa y corrió hacia la mesa para sentarse junto a mí. - Estoy hambriento maestro, ha costado mucho que entendiera lo que quería de ella, pero con paciencia se consigue cualquier cosa. - Eso quiere decir que todo ha ido bien ¿no? - Perfectamente amigo, no entiende el motivo pero sí lo que debe de hacer, con eso es suficiente. Me he pasado todo el día intentándolo y no he tenido tiempo de almorzar, pero ahora me comería una vaca entera. - ¿Todo el día para convencerla? no sea mentiroso Balsamo.
  • 337. 336 - Bueno, también yacimos un rato, no le voy a engañar, la carne es débil y puede ser que no vuelva a verla, me estoy acostumbrando a ella. - ¿No se cansa usted nunca? las mujeres no traen más que problemas, acuérdese de lo que le digo, y a usted le gustan demasiado, no se lo digo por decir. Devoró todos los manjares de la mesa, parecía un lobo hambriento. Yo como siempre procuré que la última comida del día no fuese muy indigesta, tomé un poco de queso, pan y vino, con eso tenía suficiente y necesitaba dormir. Después de estar en vela la noche anterior mi cuerpo estaba cansado y ahora que la trama se empezaba a desarrollar lo requería más que nunca. - Me retiro a descansar Balsamo, estoy agotado y necesito que mi mente se relaje un poco, no creo que suceda nada esta noche. -Yo me quedaré un rato a tomar el fresco aquí fuera, no tardaré, duerma usted y no se preocupe, todo irá bien. Dormí placidamente toda la noche. Cuando me levanté Balsamo ya estaba despierto, era asombrosa la energía que poseía, me acordé de lo mal que lo pasó en el desierto y en el cautiverio, pero a este hombre le proporcionas buena comida y mujeres, y es todo brío. - Buenos días maestro. - ¿Hace mucho que está en pie? - Ainoza, la vida es bella y maravillosa, tenemos todo lo que necesitamos y seremos famosos en poco tiempo, ¿se puede pedir algo más? - Le veo muy optimista, ¿a qué se debe? - Amigo mió, hace un rato me he encontrado en secreto con mi amiga Sira y me ha dicho que alabó ante la madrastra mis habilidades y que ya que usted no se
  • 338. 337 digna en recibirla, le gustaría esta tarde que fuera a sus aposentos para hablar de nuestro mundo, ¿qué le parece? - Maldita arpía, ella cree que podrá sonsacarle algo sobre el espejo, pero no sabe lo que va a encontrar. - ¿Entiende ahora por qué estoy contento? - Es muy precipitado Balsamo, apenas tenemos el día de hoy para poder planearlo todo con minuciosidad. - Es cierto, pero tenemos que aprovechar la ocasión, quizás no tengamos otra oportunidad. - Debemos prepararnos para hacer el viaje esta misma noche, pediré audiencia con el ministro en sus aposentos y se lo comunicaré. Él deberá decidir como desea llevar este asunto, espero que entre en razón y en el caso de que no fuera así, realizaremos el viaje de vuelta de la misma manera que vinimos, con todos los elementos sagrados, la decisión está en sus manos. - Repasemos el plan, debemos coincidir en todo momento con al horario previsto. Usted maestro me esperará en las habitaciones de Menjeperraseneb hasta que la muchacha vaya para avisarle de que todo ha salido como estaba planeado, en ese momento vendrán hasta nuestros aposentos para proceder al viaje junto con el pequeño baúl y los libros que tenemos escondidos. En el caso de que el ministro no accediera, deberá usted atarle y amordazarle, eso nos dará el tiempo suficiente para ejecutar nuestro cometido. Sira lo vigilará si es necesario. - Espero que no sea preciso todo ello, casi prefiero darle algún bebedizo y dejarlo dormido, ya sabe que no soy partidario de la violencia, sería incapaz de maniatar a un anciano. - Hágalo como crea conveniente, pero no deje que todo el plan se vaya al traste, no es el momento de andar con remilgos, nos jugamos la vida en ello y yo tengo la
  • 339. 338 tarea más peligrosa, es importante que sigamos el plan al dedillo. - Tiene usted razón, no se preocupe ejecutaré mi parte del plan como hemos convenido, no flaquearé en ningún momento. Ahora quisiera, suponiendo que todo vaya bien y se gane su confianza, ¿cómo hará para poder acceder a la cámara secreta cuando sus cuerpos se hallen cambiados? ¿Quién le llevará hasta ella? - En mis largas conversaciones con Sira, bueno si se puede llamar así, ya que nos entendemos muchas veces a base de dibujos y gestos, he podido saber que Hatshepsut visita más de una noche la cripta secreta para comprobar lo que allí se guarda. No se fía de nadie y quiere ser la primera en saber si el espejo es guardado en aquel lugar sin que ella sea informada. - ¿Cómo puede ser que tenga acceso a la cámara sin permiso de su hijo? eso es imposible. - No lo es, esa esperpéntica mujer tiene sobornado al arquitecto que trabaja en la pirámide durante la noche. Le ha prometido riquezas y le ha dado su palabra de que no morirá cuando esté acabada dicha obra. Como usted bien sabe todos los que trabajan en el laberíntico entramado de las cámaras interiores de dichos monumentos deben morir para no desvelar nunca los secretos que allí se esconden, además varios oficiales de la guardia personal de Tutmosis son sicarios pagados por ella y estos son los que la llevan hasta allí. - Esto increíble, la corrupción de tanta gente hace peligrar este país más de lo que yo pensaba, ¿por qué no me lo dijo antes? - Tenía miedo que se lo contara usted al ministro, y eso complicaría nuestra estancia más de lo necesario. No se preocupe, una vez acabe esta noche los problemas de esta nación se habrán acabado.
  • 340. 339 La mente de Balsamo era terriblemente maquiavélica, lo tenía todo calculado, estaba viendo la cara más peligrosa de este hombre y me asustaba, no tenía limites en su búsqueda por el poder absoluto que podía tener en sus manos, tenía que tener mucho cuidado cuando volviéramos a nuestra época, no sé hasta que punto sería capaz de utilizar todo lo que averiguáramos en estos apuntes para su mayor gloria. Todo este material en manos de los Masones podía resultar un arma de doble filo para cualquier gobierno de mundo. Ahora no era el momento de pensar como debía llevar el asunto una vez llegado a Barcelona, pero debía concebir un plan para que no se me fuera de las manos. Decidí pasar el día recopilando apuntes que consideraba de gran importancia para utilizar en mis proyectos cuando estuviera en casa y así lo hice. Balsamo siguió con la muchacha tratando de repasar el plan y que no hubiera ningún error por parte de ella. Esperé a que cayera la tarde para entablar conversaciones con el sacerdote, debía darle tiempo al joven aprendiz para que cenara con Hatshepsut y ejecutara su plan. - Es media tarde Balsamo, debe prepararse, no tardaran en venir a buscarle para su cita. Compruebe el estado de los dos frascos y escóndalos hábilmente para que nadie se de cuenta y recuerde, no se vaya a equivocar al tomárselo. - Confíe en mí Ainoza, todo saldrá bien. Sira vendrá conmigo y se hará cargo de transmitir todo le que le he explicado, calcule usted unas seis horas más o menos después de que vengan a buscarme para que el plan se haya ejecutado con éxito. Si amanece y no he dado señales de vida debe tener cuidado, negaré a toda costa que sea un complot nuestro, acusaré de ello a la madre del Faraón y les diré que me sedujo y me sobornó.
  • 341. 340 - No admito discusiones, los dos lo empezamos y los dos seguiremos hasta el final, no hay más que hablar de este tema. - Como usted quiera, es usted muy testarudo, no hay manera de hacerle entrar en razón. - Ya que ha pensado usted en todo, ¿no cree que puede ser peligroso que la otra sirvienta nos delate si la joven se lo llega a contar? - No debe preocuparse tampoco por ello, la otra esclava es su madre, y no creo que aun sabiéndolo delatara a su propia hija. - Veo que no ha perdido usted el tiempo, ha pensado en todo, parece usted el maestro y yo el despistado aprendiz. - No se burle de mi, he puesto todo mi empeño en esta aventura para salir los dos airosos. Le tengo un inmenso respeto, a veces pienso que mi vida no sería nada si no le hubiera conocido. Dos fuertes golpes en la puerta delataban la llegada de alguien, tras el sonido se abrieron y media docena de soldados de uniforme muy liviano y con dorados brazaletes en sus antebrazos hicieron acto de presencia. Con ellos dos jóvenes esclavas se acercaron a Balsamo y le colocaron sendos brazaletes, le pusieron por encima una especie de capa dorada igual que la que portaban los soldados que venían a buscarlo, un casco de cuero que tapaba su cabeza y escondieron su larga coleta de cabello tras el vestido. La arpía lo tenía todo bien pensado, haría pasar a Balsamo por un soldado de su guardia, para no levantar sospechas y que nadie supiera que se entrevista con él. Balsamo sin mediar palabra se lo dejó hacer todo, ni se inmutó y antes de salir de la sala se giró y me sonrió con ese gesto burlón que yo reconocía después de tanto
  • 342. 341 tiempo juntos. Estaba dispuesto, realmente se encontraba como pez en el agua en esas situaciones, sabía manejar a las mujeres a su antojo, había que reconocerlo, por eso yo estaba tranquilo con esa parte del plan, lo difícil sería llegar hasta lo que buscábamos. Debían de ser las nueve y empezaba a oscurecer, tomé un folio de mi libreta de apuntes y escribí en él una nota para el anciano sacerdote. La joven había marchado con mi amigo y me quedé a solas su madre. Me senté a la mesa y mientras la mujer me llenaba una copa de vino empecé a escribir. Mi intención era cenar en los aposentos del ministro. “Honorable Menjeperraseneb, sería de mi alto agrado cenar con vos esta noche para comentar asuntos muy urgentes relacionados con mi investigación y que no requieren demora alguna. Espero contestación de su complacencia a dicho asunto que debe llevarse con riguroso secreto” - decía la misiva. Me aproximé hasta la puerta y salí de la estancia entregándole la nota doblada a uno de mis guardianes y diciendo la palabra clave, Menjeperraseneb, ellos ya sabían qué debían hacer. Volví a entrar y me senté de nuevo en la mesa, pensativo y absorto en mis cábalas le indiqué a la mujer que podía retirarse, no la necesitaría más esa noche. Una vez solo, volví a repasar todo el material guardado en el baúl, escondido dentro de otro gran baúl donde se guardaban nuestras antiguas ropas y enseres, y comprobé por enésima vez que todo estaba en orden. Paseé hasta el balcón y respiré profundamente, solo quedaba esperar noticias. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
  • 343. 342 Vestido como la guardia personal de Hatshepsut, fui conducido hasta sus aposentos. Mientras un soldado abría levemente la puerta para no hacer ruido, me quedé anonadado al observar la gran sala que apareció ante mis ojos. Tenía una mesa central de más de veinte metros de largada llena de ricos manjares y bebidas, adornada de exquisitas frutas y flores de todos los colores. Al fondo, entre doseles de transparentes gasas había una gigantesca cama redonda, llena de grandes almohadones, espejos y botes de perfumes que inundaban el salón. Esclavas por doquier, todas jóvenes y bellas, grandes estatuas de oro adornaban cada rincón de la gran estancia. Lo único que faltaba allí era la anfitriona, después de mirarlo todo desde la entrada con minuciosidad y recelo no lograba verla. De pronto oí una voz de mujer que hablaba en mi lengua, con un acento característico, sin ver de donde procedía. - Puedes despojarte de esas ropas y sentarte extranjero, en un momento estaré contigo. La voz salía de detrás de un biombo al lado de la cama donde algunas esclavas se afanaban en ayudarla a vestir para la ocasión. Dejé el ropaje militar encima de una especie de canapé junto a la entrada y me senté a la mesa, mientras una de las jóvenes me servía una copa de vino. Sira, que hasta aquel momento no se había movido de mi lado se apartó hacia una esquina y se quedó esperando por si se le diera alguna orden. En aquel momento apareció Hatshepsut, con un vestido casi transparente de gasa azul claro y un peinado recogido en una trenza muy gruesa, toda ella envuelta en hilos de oro. Una diadema también de oro rematada con gemas de color rojo ceñía su pelo negro como el
  • 344. 343 azabache, sus ojos maquillados con verdes llameantes y los labios de color fuego. No era muy alta, el paso del tiempo se notaba entre sus ropas, las arrugas de su cara y sus senos caídos delataban su edad, aunque se imaginaba al verla que tiempo atrás había sido muy bella. Me levanté rápidamente y la saludé agachando la cabeza igual que hacía con su hijo. - Levántate y siéntate aquí a mi lado, conversaremos mejor. - Es un gran honor ser recibido por la madre de vuestro dios, debéis saber que soy vuestro humilde servidor. - No hace falta que utilices ese tono de sumiso ante mi, te he hecho venir para hablar de la vida en vuestro mundo, quiero saber algo más de vosotros, no quiero que penséis que soy vuestra enemiga. - Tampoco quisiera yo que nos tomara a nosotros como tal, podéis estar segura que cualquier orden vuestra será para mí un placer obedecerla. - No estoy muy segura de ello, vuestro maestro parece bastante reticente a mi presencia, no ha tenido la delicadeza de tenerme informada de todo lo que ocurrió en el parto, es más, creo que fue por orden suya que debía mantenerme al margen, yo solo quería ayudar en tan tremenda desgracia. - No debéis afligiros por eso, es una persona muy reservada, tiene una mentalidad demasiado desconfiada y a través de los años se ha vuelto muy huraño, solo hay que saber como tratarlo. - Tú pareces diferente, mis espías me han dicho que te gusta la buena vida, las mujeres y todos los placeres terrenales. No hace falta que pongas esa cara de extrañeza, yo estoy informada de todo lo que sucede en palacio, no creas que me vas a engañar.
  • 345. 344 - No es esa mi intención, he venido para ponerme a vuestra disposición y a informaros de todos los avances que hemos conseguido con los estudios de todo la materia que dejó aquí el padre de mi amo, ¿lo conocisteis vos? - Más de lo que crees. Durante mucho tiempo fui la reina de los egipcios, nada de lo que se hiciera se podía realizar sin mi permiso. Era un hombre de gran valentía, tuve que usar la persistencia para obtener sus favores. - ¿Qué me podéis contar de él? - Veo que aun no te han informado de todo lo que pasó con el extranjero, me parece extraño que nadie os haya informado que fuimos amantes durante algún tiempo. Nunca pensé que me engañara de esa manera, lo mandé buscar para matarle pero había desaparecido. - No lo sabía y seguro que mi maestro tampoco. Menjeperraseneb es el único contacto con vuestro mundo al que el ha dado su confianza, pero nadie nos ha informado de eso. - Durante algún tiempo pude disfrutar de su sabiduría y de sus encantos, se volvió demasiado codicioso y tuve que elegir entre él y mi país. En aquellos tiempos yo luchaba contra el Consejo para conseguir ser nombrada reina y gobernante, pero no lo conseguí, solo pude estar de regente hasta la mayoría de edad de mi hijo. - Es muy interesante lo que me contáis pero, ¿estáis segura que era el padre de mi amo del que habláis? - No hay duda alguna, la nariz, sus ojos y esa manera de hablar atestiguan que no estoy equivocada. Nunca podré perdonarle el robo de nuestras preciadas joyas ocultas.
  • 346. 345 - ¿Lo volvisteis a ver más adelante?, ¿sabéis algo de su paradero? mi amo está intentando encontrarlo sin éxito. - Nunca más se supo de él, su habitación se vigiló durante algunos años por si regresaba de la misma manera que la vez anterior. Solo sé que sus apuntes fueron robados, pero nunca se supo quien había sido. Seguíamos la interesante conversación mientras degustábamos algunos de los manjares bajo la atenta mirada de Sira y las demás esclavas. Procuré no beber demasiado dado las circunstancias que me esperaban. Ella apenas comía, su copa era llenada continuamente por una de sus sirvientas, nunca vi a una mujer beber de tal manera y seguir sobria mientras conversaba. La plática había hecho romper la frialdad que yo me esperaba, ahora solo debía llevarla al terreno más propicio para seducirla y conseguir mi objetivo. - Cambiemos de tema, son heridas que no quiero volver a recordar. No me has dicho cual es tu nombre. - Me llamo Giuseppe, soy de un país llamado Italia, al norte de estas tierras cruzando el mar. - ¿Tienes alguna mujer que te espera en tu tierra? - No hay nadie que me espere, vivo de país en país buscando aprender la medicina para poder ser un famoso galeno y así poder resarcirme de la pobre infancia que tuve. - Un hombre tan alto y tan apuesto como tú debe volver locas a todas las mujeres, ¿no es así, Giuseppe? - No tengo tiempo para ello, mi carrera ocupa casi toda mi vida y las mujeres necesitan mucho mimo y tiempo para los romances. - Mejor así, ¿ya sabes que no podrás volver a tu tierra?, lo que necesitáis está en poder del Faraón y él no os lo dará nunca.
  • 347. 346 - Tal vez, pero nosotros poseemos la parte más importante de las piezas para realizar el viaje, sin el espejo el resto no valen nada. - ¿Lo tenéis escondido en palacio, tal vez? - Yo no sé el lugar donde está, pero mi viejo maestro si lo sabe. Confió en él plenamente, aunque últimamente lo encuentro muy reacio a explicarme las cosas. Seguía bebiendo sin parar, se acercaba el momento en que ella descubriría sus cartas, necesitaba que siguiera bebiendo para tenerla a mi merced. La noche pasaba sin remisión y el asunto no podía tardar mucho en zanjarse. Me entretuve un momento pensando cómo le iría a Ainoza en su intento de convencer al sacerdote. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Nervioso en mi estancia esperaba la llamada del ministro mientras mi mente hacía cábalas sobre todo este urdido plan. Esperaba que a Balsamo le fuera todo como estaba planeado y recorría la sala de punta a punta como animal enjaulado a la espera de noticias. Se oyó el ruido de las puertas al abrirse y por fin un soldado me señaló que le siguiera. Habían pasado ya dos horas desde que se marchó mi joven aprendiz y el tiempo se nos echaba encima inexorablemente. Debía actuar rápidamente, sin tapujos, tenía que comprender que era la única manera de solucionar este problema. Tras la guardia llegué hasta los aposentos del anciano, entré sin llamar, me estaba esperando sentado en
  • 348. 347 su diván y leyendo unos papiros que guardó rápidamente al verme y se incorporó para saludarme. - ¿Qué os acongoja tanto? me tiene preocupado desde que mandó la reseña, ¿qué asunto tan urgente le ha traído? - Necesito que me escuchéis con atención, es de suma importancia que comprendáis todo lo que voy a contaros y tratéis de decidiros lo antes posible. - Me asustáis con vuestras palabras, contadme y sentaos por favor, os veo bastante nervioso. - Después de estudiar todos los apuntes que dejó mi padre, no he hallado indicio alguno de su paradero. Debo confesaros que me duele amargamente pero he de seguir mi camino. - No sabe cuanto lo siento, tanto tiempo buscándolo y se encuentra usted en el mismo punto de partida, debe resignarse y pensar que dedicó su vida a los objetivos que se había marcado, y si estos eran traerle a usted hasta aquí debe pensar que lo consiguió y que se sentiría satisfecho si pudiera verle. - Cierto, debo zanjar ese tema en mi vida, pero hay algo más importante por lo cual he venido a verle. Nuestros estudios han finalizado, tenemos todos los apuntes necesarios para poder volver a nuestro tiempo, espero que no haya ningún impedimento por vuestra parte para poderlo realizar. - Todo lo referente a su padre ha sido estudiado por nuestros sabios, nada que pueda hacer peligrar nuestros secretos se hallan sus libros, por lo cual no hay ningún impedimento. El problema es que no podéis disponer de las piezas, los elementos necesarios para marcharos. - De ese tema quería hablar con vos, necesito todo el material para hacer este viaje y espero que me ayudéis.
  • 349. 348 - ¿Estáis loco?, ¿esperáis que os confiemos los elementos para que nos los volváis a robar? no quiero escucharos más, marchaos y haré como si no os hubiera oído. - Tenéis que escucharme os lo ruego, realizaremos el viaje delante de vos y al marcharnos quedaréis en posesión de los seis elementos, os doy mi palabra de honor. Debéis ser nuestro cómplice en lo que le pido y así ayudaréis al Faraón. - De ninguna manera, es mucho lo que me pedís, ahora que tenemos los elementos no podemos dejar escaparlos de nuevo. - Insisto, os ruego que confiéis en mí, está todo planeado para que cuando partamos Egipto pueda guardar sus secretos más ocultos y le doy mi palabra de que nunca serán desvelados. - Aun que accediera a vuestra proposición sería imposible que os pudiera entregar todo lo que me pedís. Sólo el Faraón y algunas personas con su permiso pueden acceder a la cámara funeraria donde están guardados. - Ya le he dicho que está todo planeado, yo poseo la formula de un elixir que hará que mi aprendiz se transforme en Hatshepsut y pueda introducirse en la cripta donde se hallan los elementos. Él los traerá y vendrá hasta aquí para realizar el sortilegio. - ¿Me estáis diciendo que con artes sobrenaturales lo podéis conseguir? - No puedo explicaros más de esta pócima ni entrar en detalles, solo quiero vuestro consentimiento para poder realizar el viaje. - Estoy aturdido, no entiendo nada, ¿y qué haréis con la madre del divino? - Este es el tema más peliagudo del plan, os prometo que no hay otra solución, mi compañero está
  • 350. 349 dispuesto a mataros si no accedéis a ello y llevarse todas las piezas otra vez a nuestro tiempo presente. He sido yo quien le ha convencido para resolverlo de esta forma. Ante todo quiero limpiar el pasado de mi padre y que lo recordéis como un buen hombre. - No habéis contestado a mi pregunta, ¿qué será de Hatshepsut si se transforma en su aprendiz? - No existe otro remedio, para que mi joven amigo vuelva a su cuerpo debe morir la instigadora. Es la única manera, créame que lo siento, pero como dice Balsamo le haremos un gran favor a Tutmosis, le libraremos de su nefasta madre traidora y recuperará todo el favor de su pueblo. - Es una locura lo que me estáis pidiendo, no puedo acceder a ello, la locura se ha apoderado de su mente igual que le pasó a su padre. - Sabéis que es un buen trato, usted se parece a mí en el sentido moral, yo también le estuve dando muchas vueltas a este asunto, pero no hay otra solución. - ¿Estáis seguro de que esa mujer puede acceder a la cámara secreta sin permiso de su hijo? yo no estaría tan seguro de ello. - Debéis confiar en mí, mi aprendiz ha indagado sobre ese tema y sabe que hay gente traidora al Faraón que tiene acceso a muchas más cosas de las que se imagina. - Debo pensarlo cuidadosamente, si todo esto llegara a oídos del gran dios sería el fin de todos nosotros. - Lo siento, pero no tenemos tiempo, debe decidirse cuanto antes, Balsamo ya ha empezado a ejecutar el plan. - Por todos los dioses, me ponéis en una gran encrucijada.
  • 351. 350 - Pensad que yo tengo el espejo y moriré antes de decir donde está. Le haría un flaco favor a su amo si no accediera. - ¿Qué puedo hacer entonces si vos lo tenéis todo decidido, no me dejáis ninguna alternativa, yo soy ya muy viejo, si todo saliera mal tampoco importaría, no le temo a la muerte. - Entiendo que está diciendo que accede, entonces. - Espero que Osiris me perdone cuando tenga que realizar el viaje al inframundo por todo esto que voy a consentir. Os pido que no me deis más detalles de cómo sucederá todo, no quiero saber nada, cumpliré mi parte del pacto y espero no veros nunca más por aquí, me habéis decepcionado. - Yo no empecé todo esto, pero debo terminarlo cuanto antes, me hubiera gustado ser su amigo y compartir todo lo que sé con vos. Las cosas no siempre son agradables. Elegí mi camino y no debo mirar atrás, espero que algún día me comprendáis y penséis que era lo mejor para todos. - Decidme que debo hacer ahora para que vuestros planes tengan el resultado que esperáis. - No debéis hacer nada, más que esperar.
  • 352. 351 Capítulo 12º- DOCE, LA LEYENDA DE LUXOR La arpía y yo seguíamos en su estancia, bebiendo, riendo y hablando sobre temas insignificantes, su estado de embriaguez era ya bastante acusado. De pronto se puso sería y se levantó, no sin muchas dificultades, miró a sus sirvientas y haciendo un ademán con la mano les instó a que se marchasen de la alcoba con una leve sonrisa. Sira y yo nos miramos y con un movimiento de mis ojos comprendió que también debía marcharse, hasta que yo le pudiera dar el aviso pertinente. - Podéis retiraros, no necesitaré de vuestros servicios esta noche - dijo tambaleándose a las esclavas. Se marcharon a una habitación contigua al fondo de la estancia, mientras Sira lo hacía la última y se escondió tras el biombo cuando no se dieron cuenta. De momento todo estaba sucediendo a pedir de boca y mi joven amiga parecía haber entendido su parte del plan. - Decidme mi querida señora cual es el asunto del que queríais hablar conmigo a solas - mientas la ayudaba a sentarse en un gran sofá y le servía otra copa. - Te he traído aquí porque quiero ser generosa contigo, necesito que me ayudes en algunas cosas, digamos un poco complicadas. - Os escucho con atención, pedidme lo que queráis.
  • 353. 352 - Quizás no te va a gustar, pero pareces un hombre inteligente y me gusta estar rodeada de gente como tu. Debes estar a mi lado en todo lo que te voy a proponer y yo colmaré de riquezas tus servicios, veo en ti a una persona ávida de poder y puedo ayudarte. - Seguid por favor, me tenéis intrigado. - Debes conseguir que tu maestro te diga donde esconde el espejo y traérmelo, si cayera en otras manos peligraría la vida de mi hijo ¿lo entendéis, verdad? - Tenéis razón señora. - Y vosotros no queréis que peligre la vida de mi querido hijo ¿no es así? - Por supuesto que no, el gran dios Tutmosis nos ha aceptado y ayudado para seguir nuestras investigaciones. - Pero el es muy joven querido amigo, yo debo velar por su reinado, no me gustaría que alguien usurpase su poder, sería terrible. Su lengua era peor que la de una serpiente, con tono maternal intentaba engatusarme haciendo creer que todo lo que hacía era para ayudar a su hijo. Haría cualquier cosa por conseguir su objetivo, no sabía que le estaba siguiendo el juego y pensó que yo también me encontraba en estado de embriaguez. Creía que sería fácil convencerme, nada más lejos de su corto entendimiento, no sabía con quien estaba tratando, era mi punto fuerte, la seducción y el engaño a las mujeres. - Pero me estáis pidiendo que traicione a mi maestro, él me lo ha enseñado todo y me acogió en su seno para ser su sucesor, no podría hacerlo. - Parece que no me has entendido bien, te he dicho que te colmaré de riquezas y podrás vivir con nosotros casi como un rey, ¿no crees que merece la pena?
  • 354. 353 - Por supuesto señora, nada anhelo más que el poder y la riqueza, pero ¿qué sería de mi maestro si yo le engañase? - Te prometo que no le pasará nada, hablaré con mi hijo para que tenga el honor de pertenecer al grupo de médicos de la corte. - Es una oferta muy halagadora, necesitaría tiempo para pensarlo, aunque es muy duro lo que me pedís. - No hay mucha elección, vosotros no podréis regresar nunca a vuestro mundo, debes hacerte a la idea de que el tiempo que te queda de vida debes pasarlo en nuestro reino. ¿No sería mucho mejor vivirlo con opulencia?, te estoy pidiendo que seas mi confidente en todo lo que se diga a mis espaldas. ¿Crees que es pedir demasiado? Aun ebria trataba de usar todo su poder de convencimiento, yo sabía que no debía acceder sin antes hacerme de rogar lo suficiente para que creyera que debía usar todas sus artes de persuasión y no pensara que yo estaba predispuesto, necesitaba que estuviera más embriagada para seguir con mi plan. Viendo que no accedía, trató de utilizar sus artes hasta el final y pensó que debía seducirme para que no pudiera negarme. Me tomó de la mano, me llevó hasta la gran cama redonda situada en el centro de la habitación y me hizo sentar en ella. Sonriendo, dejó caer su transparente túnica apartándola de sus hombros hasta quedarse desnuda, me agarró por el cuello y estrechó sus senos contra mi cara. - Disculpadme señora - dije levantando la vista y mirándola a los ojos. - ¿Acaso me rechazas?, ¿osas ofenderme extranjero?
  • 355. 354 - No mi gran señora, permitidme que me acerque hasta la mesa y sirva unas copas para celebrar este gran momento. Rompió a carcajadas y me estiró de mi largo cabello como si de un niño malo se tratara. Me soltó y se dejó caer en el lecho esperando que hiciera lo propuesto. Me levanté y me acerqué hasta la gran mesa al otro lado del salón. De espaldas a ella y con sigilo saque del cinturón que rodeaba la cintura de mi túnica los dos frasquitos que contenían los preparados correspondientes, los vertí en ambas copas y las llené de vino, colocando en mi mano derecha la que debía tomar ella. Me aproximé con una leve sonrisa mientras ella seguía riendo sin parar. Le ofrecí la copa y la vació de un trago mientras yo sostenía la mía en mi otra mano y la miraba con ternura y lujuria. - ¿No brindas tu también por este momento? - preguntó con la voz rota y embriagada. - Dejadme antes que me maraville con la vista de vuestro cuerpo y estudie cada rincón de vuestros sensuales atractivos. Rompió otra vez a reír, su estado era ya muy lamentable. Yo no sabía cuanto tardaría en hacer efecto el bebedizo, pensé que sería mejor complacer sus deseos carnales para darle tiempo, al fin y al cabo yo no era una persona remilgada, había yacido con mujeres más viejas y estropeadas que ella para conseguir mis fines, eso me daría el tiempo necesario. Me acosté junto a ella y me despojé de mi túnica. No se había dado cuenta que había dejado la copa en el suelo bajo la cama, suavemente le acaricie todo su cuerpo mientras ella gemía de placer y yo trataba de excitarme para poder seguir el plan. Al poco rato la penetre con mi miembro ya erecto sin dejarla de mirar esperando los
  • 356. 355 efectos del somnífero. Al cabo de unos minutos yacía inerte y dormida bajo mi cuerpo, entonces aceleré en mis penetraciones para llegar al clímax y terminar lo empezado, era cuestión de orgullo, nunca antes había dejado nada de esta índole sin finalizar y no iba a ser esta la primera. Había llegado el momento, me incorporé y tomé la copa de donde estaba escondida, lo bebí de un solo trago, amargo y nauseabundo. La incorporé y la tomé entre mis brazos antes de que me hiciera efecto la pócima, mientras con una mano le iba despojando de sus joyas para colocármelas y no llamar la atención. Sira salía en ese momento de detrás del biombo, lo había visto todo, se acercó hacia mí y me sonrió tímidamente, yo respondí besándole suavemente en señal de cariño. Ella sabía que no debía de intervenir hasta que se hubiesen producido cambios en nuestros cuerpos, estaba alertada de lo que yo sufriría, pero tenía orden de no hacer nada por ello. Poco a poco mi mente se fue nublando y un gran dolor empezó a recorrer todo mi cuerpo, parecía que me estaban despedazando desde el interior de mis entrañas, traté de no gritar y aguanté como pude el dolor hasta que me desvanecí. Desperté con un amargo sabor de boca y con un cierto mareo, lo primero que vi fue el rostro de Sira, asustada y zarandeándome para que volviera en mí. Me incorporé poco a poco y aunque lo sabía me sobresalté al ver mi cuerpo tendido en el lecho, desnudo y sin sentido. Miré mis manos y mi cuerpo, era una sensación inexplicable, nunca pensé como iba a sentirme en un cuerpo de mujer, era un sentimiento muy extraño, difícil de explicar. Me apresuré a vestirme y colocarme todas las alhajas de la reina. Le indiqué a Sira su cometido, debía
  • 357. 356 avisar a los oficiales de su guardia para que llamaran al arquitecto. Como muchas noches a esas horas la madre del Dios quería visitar de nuevo la cripta para asegurarse de que no había ninguna novedad. Salió rauda a su compromiso mientras yo me miraba al espejo y me sonreía a mi mismo al ver mi rostro. Tomé las pinturas que había en un cajón y me maquillé igual que haría ella para no levantar sospechas, debía repasar mi plan mentalmente, no podía hablar en ningún momento, Sira lo haría por mi alegando una tremenda afonía que me aquejaba, y debía traer un pequeño baúl vacío del tamaño que le había indicado. Al cabo de media hora entró Sira con el objeto que le pedí, me indicó que todos estaban dispuestos tras la puerta, era hora de marchar. No debía esforzarme en andar como una mujer, todos sabían la usual embriaguez de esta mujer a esas horas de la noche. Salimos hasta el pasillo de la entrada, dos oficiales y un hombre muy rechoncho de baja estatura nos esperaban y tras saludarme rodilla en tierra, les indiqué con el brazo que debíamos continuar. Era más de medianoche, en nuestro trayecto por los anchos pasillos y salas de palacio apenas se podían ver algunos soldados apostados en sitios estratégicos, la corte dormía y todo estaba en silencio. En la entrada del palacio habían dos extraños carruajes sin techo tirados por caballos que esperaban junto a la guardia. Subí con Sira a uno de ellos y los demás lo hicieron en el otro para iniciar la marcha hacia las afueras de la ciudad. A lo lejos, en pleno desierto vi una gran construcción, una pirámide inacabada por su parte superior se divisaba con el reflejo de la luna llena. Al llegar a la explanada donde se hallaba la construcción se detuvieron los carruajes, dos oficiales
  • 358. 357 nos ayudarnos a bajar de él. Sira que llevaba en sus manos el baúl vacío, les había explicado que eran unos presentes, joyas que deseaba guardar junto a los tesoros del Faraón, así no levantaría sospechas. Nos condujeron al interior del descomunal monumento funerario donde con antorchas atravesamos un laberíntico entramado de pasillos. Íbamos precedidos por el arquitecto y con los oficiales a la zaga hasta llegar a una pared sin salida. En ese momento el obeso hombre se puso a contar las piedras de izquierda a derecha hasta empujar una hacia dentro. Al instante pude ver como una puerta de piedra disimulada corría hacia un lado con gran estruendo y ruido hasta dejar al descubierto una entrada apenas de un metro de alto por medio metro de ancho. Algún mecanismo oculto la había provocado que se deslizara dejando al descubierto la entrada. Dentro no había luz, empezó a iluminarse al entrar los soldados con las antorchas. Mire a Sira y entramos una tras otra. Una sala gigantesca aun por terminar en sus detalles se iluminó, grandes arcones y estatuas de oro la llenaban. Mesas y tronos repletos de oro y piedras preciosas, jarrones y porcelana de todo tipo, era inmenso y poderosamente excitante estar rodeado por ese gran tesoro. Ordené a Sira que dejase el baúl en el suelo y despedí con la mano haciendo un gesto despectivo a los soldados y al arquitecto, que salieron dejándonos solas. Recorrí con la vista todos los objetos, buscaba el cofre donde se guardaban los elementos sagrados, habían demasiados objetos allí, iba a necesitar mucho tiempo para encontrarlo y no disponía de él. Empezamos a abrir todo lo que encontrábamos y comprobábamos su interior, joyas y más joyas, monedas de oro y plata, diademas y armas labradas en noble metal, no hallábamos lo que habíamos venido a buscar. Hasta que al fin dentro de un
  • 359. 358 gran cofre de madera encontramos uno más pequeño, más o menos del mismo tamaño del que habíamos traído. Lo destapé con cuidado anhelando en mi interior que fuese el que estábamos buscando. Suspiré tranquilo, allí estaban escondidos todo los elementos. Uno por uno los fuimos colocando en el cofre que trajimos nosotros, agarré a la joven del brazo y le indiqué con la cabeza que fuera a buscar a la guardia. De pronto se me ocurrió una idea, ¿por qué no buscar y ver como era el Libro de Los Muertos?, perder unos minutos más no sería de gran importancia. - Espera Sira y vigila que no entre nadie – le hice volver cuando se marchaba - he de buscar una cosa. Me acerqué al sarcófago ya preparado y vacío en el que supuse yacerían los restos de Tutmosis cuando muriera. La tapa estaba apoyada en la pared, toda pintada de oro y negro con su efigie. El sarcófago no contenía absolutamente nada, miré a los pies de éste y vi un pequeño baúl también dorado y a su lado unas pequeñas urnas funerarias. Lo intenté abrir, pero estaba cerrado con llave, tomé una espada de las que adornaban las paredes e hice palanca para intentar abrirlo. Después de muchos esfuerzos y procurando hacer el menor ruido posible la cerradura cedió. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, allí estaba, era muy grande y pesado con las tapas negras y gruesas de cuero, adornadas y escritas con letras doradas. Un pequeño cierre sellaba sus tapas, costó mucho menos de abrir que la otra cerradura. Me senté en un trono dorado que presidía el monumento funerario y acerqué una antorcha para verlo mejor. Abrí la tapa y la locura de mis sentidos envolvieron la estancia, un frió estremecedor se apoderó de mí dejándome helado, un sonido de susurros de
  • 360. 359 ultratumba hacían eco en toda la cámara. Sira cayó de rodillas y empezó a rezar, el miedo se apoderó de mi cuerpo y dejé caer el libro al suelo, algo del otro mundo se estaba apoderando del lugar. Unos pequeños hilos de humo empezaron a salir de las hojas del libro abierto que se hallaba en el suelo. Ese humo iba tomando formas humanas, transparentes y no paraban de susurrar frases que no entendía. Mi cuerpo estaba helado igual que mi mente, las almas de los faraones del inframundo me estaban avisando que había roto el sello de la cerradura del libro y se acercaban hacia mí lentamente flotando en el aire. Tomé aliento y salté sobre el libro cerrándolo de golpe, apretándolo contra mi cuerpo. El frió y las imágenes se disiparon, solo las voces se oían, cada vez con menos intensidad hasta que callaron. Todo volvió a la normalidad, me incorporé, aun me temblaban las piernas, el susto había sido fantasmagórico. Comprendí que la idea que se me había pasado por la cabeza de llevarme dicho libro era imposible, por el tamaño y el peso y porque solo el poseedor de la llave podría acceder a él sin ser atacado por las almas. Romper el sello no fue buena idea, podía haber acabado con todo mi plan. Lo volví a guardar en el cofre y me aproximé a la salida, agarré del brazo a Sira para levantarla de sus rezos y le indiqué que llamara a los soldados mientras le entregaba el pequeño cofre con los elementos. Salimos de la cámara, el arquitecto volvió a sellarla y nos dirigimos hacía el exterior por el mismo laberinto de pasillos por los que habíamos llegado y emprendimos el camino de regreso. Si Ainoza hubiera estado aquí se habría enojado enormemente por lo que había intentado hacer, debía tener más cuidado, en mis manos estaba el poder de la
  • 361. 360 vida y la muerte y casi lo echo a perder por esa tontería. Ya teníamos la trascripción y no hacía falta el libro, a veces mi insensatez me acarreaba algunos problemas. Volví a respirar tranquilo, todo había vuelto a la normalidad y el plan se estaba cumpliendo a la perfección. Una vez en palacio fuimos conducidas hasta las habitaciones de Hatshepsut, aun no había amanecido, no sabía a ciencia cierta de cuanto tiempo disponía, pero era crucial, tenía que suceder todo mientras la corte dormía. Entré con la joven a la habitación y al cerrarse la puerta respiré tranquilo. Me aproximé hasta el lecho de Hatshepsut y comprobé que seguía dormida. Mi cuerpo desnudo yacía en la cama igual que cuando me fui, había que proceder a la siguiente fase del plan. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- En la estancia del sacerdote, seguíamos esperando el aviso de Balsamo, habían pasado varias horas y aun no había dado señales de vida. Me empecé a intranquilizar, el sacerdote postrado de rodillas ante una estatua de Osiris rezaba, llevaba horas haciéndolo, el tiempo pasaba muy lento y yo me desesperaba. Aquel viejo no ayudaba mucho a calmar mi ansiedad, el siseo de sus rezos penetraban continuamente en mi cabeza. Debía esperar un poco más, sabía que la tarea de mi joven aprendiz no era fácil y estaba seguro que la llevaría a cabo con éxito.
  • 362. 361 -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Me senté en la cama con Sira antes de ejecutar lo más sangriento de este plan. Intenté hacerle comprender algunas cosas, ella no entraba en mis planes y decidí terminar con ese ridículo amorío. - Mira Sira, sé que no me entiendes, voy a tratar de explicarme como pueda. Para venir de viaje conmigo debes tomar esta bebida que te hará invisible para pasar hasta el otro mundo. Debes confiar en mí, yo ya la he tomado y estoy preparado. Sí, le había prometido que la llevaría conmigo, era la condición que me había impuesto ella para ayudarme. A base de signos se lo hice entender y accedió con una sonrisa en la boca. Llené una copa con el frasco que le había robado a mi maestro de su maletín y se lo ofrecí a ella, lo tomó sin rechistar y me abrazó cálidamente. Lo que le di para beber era arsénico, de aquí a unos minutos moriría casi sin dolor, no estaba dispuesto a llevarla conmigo, ya no necesitaba su ayuda y generosamente le ayudé a morir haciéndole un favor inmenso. Había servido lealmente a todo lo que le pedí, pero no estaba dispuesto a llevar una carga a cuestas en el viaje de vuelta, igualmente hubiera sido ejecutada por el Faraón después de saber que había participado en la trama. Quizás también le hice un favor a mi maestro, no estaba seguro del por qué esa sustancia se hallaba en su maletín, si lo tenía para utilizarlo en casos extremos de alguno de sus pacientes o simplemente lo guardaba para
  • 363. 362 poder utilizarlo cuando se viera acorralado en alguno de sus enfrentamientos con la Iglesia, para no darle el gusto de que lo mataran. Unos instantes después Sira cayó desplomada entre mis brazos, se marchó sin darse cuenta, un ahogo envolvió su ser y se desvaneció sin poder cumplir su sueño. La recosté en un diván y me despedí de ella con un beso en los labios, ya no había marcha atrás debía seguir con lo previsto. Busqué en la habitación cualquier cosa cortante para poder acabar con la vida de mi enemiga y poder recuperar mi cuerpo. Tras una infructuosa búsqueda decidí que no había más remedio que utilizar el cordel que rodeaba mi túnica, y así lo hice. Me acerqué hasta el cuerpo inerte en el lecho y rodeé su cuello con la cuerda. Di dos vueltas alrededor de éste y apreté con todas mis fuerzas. De pronto abrió los ojos y me asusté, trató de gritar pero la fuerza con que la asfixiaba no se lo permitía. Luchó dando patadas y cogiéndome del cabello para zafarse, pero todo fue inútil, seguí apretando con toda la fuerza del mundo hasta que un último suspiro salió de su garganta. Estaba muerta. Me desplomé ante los brutales dolores que acuciaban mi cuerpo y me retorcí en el suelo de sufrimiento hasta que vi que mis manos se estaban transformando. Todo mi cuerpo se estiraba y transfiguraba de nuevo en lo que era, el cambio había terminado. En su lecho yacía muerta Hatshepsut, con los ojos abiertos y la lengua fuera de su sitio parecía un monigote, una parodia de lo que había sido. La tapé con un lienzo y le desenrollé la cuerda de su garganta, me vestí con la misma ropa que había entrado en la habitación y me arreglé el pelo ligeramente para dar un aire de
  • 364. 363 tranquilidad a mi salida. Podía verme alguien pero ya tenía pensado hacia donde dirigirme, solo debía tener suerte de no ser visto Me quedé sentado un rato para pensar en todo lo que debía hacer y saqué todas las piezas del cofre, las puse en un atillo de ropa que encontré y me dirigí al jardín para cumplir con mis proyectos. Según me había contado Sira la habitación contigua a la de la madrastra era la que ocupaban sus esclavas para estar siempre dispuestas en cualquier momento a satisfacer sus caprichos o necesidades. Podía descolgarme entre unas enredaderas del balcón para saltar hasta el otro, allí solían tener su escape los amantes nocturnos de esa mujer y en la puerta de entrada solo había un guardia, que a esas horas solía estar dormido. Era un eunuco que cuidaba de ellas y nunca decía nada, no tenía lengua. Me enganché en el enramado hasta que, sorteando los salientes, accedí al balcón de las esclavas. Allí me deslicé con sumo cuidado y atravesé la habitación sin hacer ruido para no despertarlas, dormían placidamente todas agrupadas en tres grandes lechos. Agarré un jarrón metálico que había en una de las mesas y procedí a abrir la puerta con sumo cuidado. Saqué la cabeza para mirar en el corredor, efectivamente el guardián dormía sentado en una silla junto a la puerta de las mujeres. Me aproximé a él lenta y sigilosamente, lo golpeé en la cabeza con el jarrón fuertemente y perdió el sentido al instante. Con la puerta entreabierta deslicé el jarrón dentro de ella y la cerré con sumo cuidado. Primero acomodé bien al guardián para que pareciera dormido en su silla. No se iban a extrañar si lo veían, todos sabían que a esas dormía plácidamente. Pegado a las paredes me deslicé con mi atillo, vigilando y observando todo a mí alrededor hasta estar fuera de
  • 365. 364 peligro, entonces me dirigí directamente a mi estancia para terminar por fin con mi parte del plan. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Por fin Menjeperraseneb dejó de rezar, era un alivio después de la incertidumbre que estaba pasando. Necesitaba hablar con alguien, las horas transcurrían y ya no podía esperar más, me temía lo peor. Balsamo no había podido terminar su trabajo, era lo único que rondaba por mi cabeza. - Me estoy preocupando en grado extremo, ya tendría que haber vuelto regresado, falta poco tiempo para que amanezca, debemos estar preparados para loo que sea querido amigo. - He rezado toda la noche por mi dios para que todo lo que ha de pasar no lo haga caer en desgracia. Que la muerte de su madrastra sea solo un bien para la humanidad y no cause pena en su corazón. - Todo esto está apunto de acabar, si en una hora no aparece Balsamo tendremos que investigar que ha pasado, está a punto de amanecer y puede ser peligroso. - Antes de ponerme a rezar he ordenado la retirada de la guardia, tanto de mi puerta como de la vuestra, he pensado que así facilitaría los movimientos de su amigo y no levantaría sospechas. Aun así tengo el presentimiento de que algo va a ocurrir y no será nada que nos agrade. Ponga en paz su alma, igual lo necesita, la mía ya está preparada.
  • 366. 365 -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Entré en mi habitación con las piezas que había recuperado, no había guardia en la entrada, supuse que Ainoza se había encargado de ello. Lo dejé todo sobre la mesa y me dispuse a sacar de su escondite el espejo. Tomé el maletín y el pequeño baúl que contenía todos nuestros cuadernos para el viaje y lo coloqué también sobre la mesa. Busqué las ropas con la que emprendí esta aventura y procedí a vestirme, solté el nudo del paquete y saqué todos los elementos. A su lado coloqué la diadema y los brazaletes de oro y piedras preciosas que llevaba puestos la madre del rey, no iba a irme de allí sin llevarme algo de botín que me ayudara a empezar una nueva vida holgada y sin preocupaciones. Sé que mi maestro no lo hubiera permitido, pero esto no era de su incumbencia. Abrí el fondo secreto con el anillo en forma de sol y saqué con mucho cuidado el espejo. Lo puse boca arriba encima de la mesa. Fui colocando todas las piezas, número por número en su sitio correspondiente, luego coloqué las joyas junto con los escritos y miré alrededor de toda la sala como si me despidiera de todo ello. La suerte estaba echada. -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
  • 367. 366 En la habitación del sacerdote una pequeña claridad entraba por las ventanas, yo me acababa de desesperar y ya no podía esperar más, debía averiguar lo que estaba pasando antes de que volviera la guardia. - Acompañadme ministro debemos comprobar que ha ocurrido, el tiempo se acabó y la joven emisaria no ha venido a dar noticias. - Me temo lo peor, su amigo debe de estar cautivo y pronto vendrán a buscarnos también a nosotros. - Os lo ruego acompañadme, vayamos a las habitaciones de Hatshepsut y veamos que ha sucedido. Si me acompañáis la guardia no pondrá ningún obstáculo para que podamos entrar. - Seguidme, yo hablaré con la guardia. Atravesamos las salas contiguas hasta llegar a la puerta de la estancia de la madre de Tutmosis, donde cuatro guardias la custodiaban. El sacerdote conversó con ellos hasta que consintieron nuestra entrada, nos abrieron la puerta y entramos. En la cama yacía la mujer y la esclava estaba inerte en el diván. Me acerqué hasta la joven y la zarandeé para que despertara. Su cuerpo se movió como una marioneta sin vida. Le tomé el pulso, no tenía, estaba muerta. Ahora sí que empezaba a asustarme. Miré hacia el lecho y vi como el anciano se tapaba la cara con expresión de horror, la arpía yacía muerta boca arriba, con los ojos abiertos y su semblante era de terror. - Lo ha hecho, la ha matado, su joven amigo ha cumplido su propósito. - Dejadme comprobar algo anciano. Le tome el pulso y comprobé su temperatura poniéndole la mano en la frente, estaba fría, demasiado
  • 368. 367 fría, seguí sin explicarme porque estaba muerta la otra joven ¿qué había pasado para tan tremendo desenlace? - Están muertas los dos, Hatshepsut tiene marcas en el cuello, ha sido asfixiada y por su rigus mortis hace ya un rato. La joven no tiene señal alguna, quizás ha sido envenenada con algo letal. - ¿Qué haremos ahora? en cualquier momento despertarán sus esclavas y la verán, vos me habéis metido en todo esto. - Vayamos hasta mi estancia, comprobemos si mi aprendiz ha pasado por allí, si no, me temo lo peor. Salimos de la habitación con toda discreción y el anciano le dijo a la guardia que la madrastra no se encontraba bien y no debía ser molestada bajo ningún concepto. Nos dirigimos hasta mi aposento para comprobar lo que pasaba. Abrí la puerta de golpe, una luz cegadora nos deslumbró en ese momento. Al instante desapareció y dio paso a unas partículas doradas que flotaban dentro de la sala, mientras se apagaba el resplandor. Cerré los ojos y respiré, todo mi ser se tambaleó. Después de tantos años siendo firme y resolutivo no me sirvieron para nada. Me eché a llorar como un niño, Balsamo me había engañado, acababa de emprender el viaje abandonándome a mi suerte en este lugar. Lo tenía todo planeado y yo no fui capaz de darme cuenta, se había llevado todo lo que necesitaba, incluso los seis elementos que yo prometí devolver. Me acerqué lentamente hasta el escondite donde se hallaba el maletín y los libros, efectivamente se lo había llevado todo. En el baúl solo se hallaba una carta escrita por su puño y letra. La tomé y entre mis lágrimas empecé a leerla, mientras el sacerdote de rodillas rezaba y lloraba a la vez.
  • 369. 368 “Lo siento querido maestro, sé que le será difícil de comprenderme, su manera de pensar es demasiado altruista para mis fines. Este material es excesivamente valioso para compartirlo con alguien que antepone el sufrimiento de la gente a los principios básicos que yo deseo. El poder, la riqueza y la gloria son para mí la piedra filosofal de la vida y usted viejo y caduco en sus pensamientos no iba a permitir que me lucrara de todo ello. Por consiguiente he decidido emprender el regreso solo y con la satisfacción del deber cumplido. No le debo nada, nada en absoluto, fue usted el que vino a buscarme y se arriesgo para poder conseguir unos poderes sobrehumanos. Debe resignarse e intentar vivir el tiempo que le queda en armonía con la época en la que está. Sé que sabrá sobrevivir porque me lo ha demostrado, procure no convertir mi huida en algo que le lastre de por vida en su memoria. Cuando alguien me pregunte quien me enseñó todo lo que sé, les diré que fue el doctor Ainoza, que murió por sus convicciones y por dejarme este maravilloso legado.” Tragué saliva sin éxito, todo lo que sufrimos en este periplo pasó por mi mente en unos segundos. Confiado de mí, ¿cómo no pude darme cuenta del engaño? ¿Qué iba a ser de nuestro mundo con un monstruo de tal magnitud capaz de cualquier cosa por el poder y la sabiduría? ¿Qué iba a ser de mi?, la posición en la que me quedaba no era la más idónea para sobrevivir, pronto descubrirían todo lo ocurrido y nuestras vidas, la mía y la del pobre sacerdote, no valdrían ni un solo real. - Hemos sido víctimas del engaño anciano amigo, os juro que no sabía nada de lo que iba a suceder, ¿qué va a ser de nosotros?
  • 370. 369 - No lo sé, el Faraón no será comprensivo con nosotros Aun odiando a su madre como la odiaba, cuando sepa que han desaparecido otra vez los elementos arderá en cólera y mandará matarnos, ahora vuestras vidas no valen nada, ya no poseéis el espejo. - Quiero que me hagáis un último favor ministro. - A estas alturas pocos favores os puedo conceder, decidme. - Quiero que volváis a vuestras habitaciones y digáis cuando vengan a buscaros que no habéis tenido nada que ver con el asunto. Que cuando fuimos a las habitaciones de su madre usted se encontraba amenazado con una daga en su espalda y no pudo oponerse. Que este crimen y robo solo fue tramado por mí y mi ayudante, utilizando los poderes ocultos de que disponemos. Hacedme este último favor. - No creo que nadie pueda creerme, de todas formas ya os dije que estoy en paz con mi alma y preparado para lo que sea. - Intentadlo por favor, no tenéis nada que perder. - Me voy, me retiro a mis habitaciones, los dioses serán testigos de lo que tenga que acaecer. Después de todo lo que ha pasado quiero deciros que ha sido un placer conoceros, creo en vuestra buena voluntad y estoy seguro de que no tenéis culpa alguna de este engaño. Quizás encontréis a vuestro padre en el mundo de los muertos, decidle que lo habéis intentado. - Adiós querido amigo, yo también me alegro de haberle conocido, nos veremos donde vuestro dios quiera. Salió de la sala apesadumbrado y cabizbajo, había hecho todo lo que humanamente creía correcto, una vez más el destino había decidido por nosotros. Me senté sobre la cama y tapé mi cara con las manos pensando en
  • 371. 370 lo ocurrido y maldiciendo la hora en que se me ocurrió traerme ese muchacho conmigo, ¿por qué confiaba tanto en la naturaleza humana si nadie me había demostrado que lo merecía? Me sentí solo como nunca me había sentido, incluso maldije a mi padre por embarcarme en esta odisea. ¿Qué podía hacer yo en esos momentos?, solo la desesperación se encontraba en mi alma. Traté de hacer un resumen de mi azarosa vida mientras esperaba que vinieran a buscarme. Hice un recuento de toda mi existencia y no hallé ningún momento de felicidad. ¿Qué será de mi querido hijo? Nadie podrá explicarle que pasó con su padre, que fue de él, si murió con las mismas convicciones con las que vivió o si realmente mi vida no sirvió para nada. Balsamo poseía el espejo, quizás alguna vez regresara. No, dentro de mi ser sabía que no iba a ser así, no debía engañarme a mi mismo, pero en estos momentos de desesperación no había nada a que aferrarse. Si disponía de algún tiempo debía emplearlo en dejar una carta para mi hijo con la esperanza de que algún día pudiera llegar hasta sus manos. Me incorporé y me fui hasta la mesa donde tomé pluma y papel para escribirla. Me serví una última copa de vino y empecé. “Tengo la confianza de que algún día esta carta llegue hasta tus manos. Sé que nunca he sido un padre cariñoso y atento, pero no debes dudar que siempre os quise a tu madre y a ti. Las circunstancias de la vida me han llevado hasta un punto que no sé si podrás comprender. Tu abuelo me dejó un legado escondido de sabiduría y grandeza, yo seguí sus pasos para encontrarlo y poder utilizarlo en aras de la medicina, para ayudar a toda la gente necesitada. Esta búsqueda
  • 372. 371 se resume en unos largos viajes, algunos de ellos a través del tiempo pasado. Es cierto, créeme. Este último viaje iba a ser el definitivo, el más grande de todos, el que descubriría el poder absoluto sobre el bien y el mal, el de la inmortalidad. Estoy en Egipto, tres mil años antes de nuestra era, sé que parece increíble pero es así. Por circunstancias de la vida y de otras cosas que no vale la pena explicar he quedado atrapado en el tiempo y en esta civilización. No hay nada humanamente posible que se pueda hacer para remediarlo, debes resignarte como lo estoy haciendo yo en estos momentos de amargura.” “Sé que nunca te he dado grandes cosas, pero estoy seguro que lo que pude enseñarte sobre el sentido de la vida, el amor a tu prójimo y la seguridad con que debes llevar tus convicciones es el gran legado que puedo dejarte. Nunca he hecho daño a nadie y pienso que tú seguirás mis pasos. No te molestes en averiguar nada sobre mi paradero, no hallarás la respuesta, piensa solo que siempre estarás en mi pensamiento y que estoy muy orgulloso de ti. Mi única alegría sería que tú lo estuvieras también de mí. Todos los libros que hallarás en casa pueden ser muy peligrosos si caen en manos de algún desaprensivo, haz de ellos lo que mejor convenga, quémalos si es necesario, tuya es la decisión.” “Recuerda mis últimas palabras cuando te despediste para ser marino, el hombre no es lo que busca, siempre es lo que encuentra. Te llevaré en mi corazón y perdóname por todo lo que no fui.” Doblé las dos hojas escritas y las metí dentro de uno de los libros que aun quedaban en la estantería. Cansado y abatido no hallaba paz en mi mismo, ni siquiera tenía mi maletín para poder utilizar algún veneno con que quitarme la vida, no era capaz de utilizar ningún arma, ni siquiera contra mi mismo.
  • 373. 372 La recopilación de mis sufrimientos ni siquiera se asemejaba al dolor que sentía en estos momentos. Le había fallado a mi padre, no fui capaz de volver con todo su legado ni tampoco de encontrar alguna pista de su paradero. Me sentía decepcionado y pensaba que si él me viese también lo estaría, ahora solo quedaba esperar acontecimientos, no sé lo que harán conmigo, si por el azar de la vida pudiera salvarme de la muerte dedicaría todo el resto de mi existencia al estudio de esta maravillosa civilización y morir en el intento de saber que fue de mi amado padre. Pero esta es otra historia, si la hubiera. Solo el destino lo podrá decir y yo contarla si sobrevivo. El anterior relato es la más tenebrosa historia de la vida de ese hombre, Giuseppe Balsamo, el futuro se encargará de él. FIN
  • 375. Este libro fue distribuido por cortesía de: Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS hoy mismo, visita: http://espanol.Free-eBooks.net Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática, mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo: Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa, estaremos muy agradecidos si "publicas un comentario para este libro aquí". INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí: http://espanol.free-ebooks.net/tos.html