El documento analiza la irrupción de nuevas generaciones en el ámbito laboral, enfocándose en las diferencias generacionales y la necesidad de adaptar las prácticas organizativas para gestionar el talento joven, especialmente los nacidos entre 1980 y 2000. Se postula que los líderes deben practicar la desobediencia inteligente y crear entornos laborales que fomenten la autonomía y el crecimiento personal, dado que las expectativas de trabajo han cambiado radicalmente. La llegada de la generación Z también plantea nuevos desafíos, impulsando la necesidad de una gestión multisectorial y humanizada del capital humano.
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