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Historia de un pino
Reserva Natural Estricta San Antonio




                                                                                    Historia de un pino
                                                                                              Darío Lobos




                                                                           Isidro Ponce era un escritor mediocre de novelas y
                                                                        cuentos, que había dedicado su vida a la literatura y ni
                                                                        siquiera se había permitido enamorarse y formar una
                                                                        familia. Su único amor había sido la escritura, pero ahora
                                                                        –cuando ya la vejez había empezado a llenar su rostro de
                                                                        arrugas y sus cabellos de canas– se sentía desencantado.
                                                                                Hacía más de cuarenta años que había dejado su
                                                                                 San Antonio natal, en Misiones, porque creía que
                                                                                  su mundo estaba en Buenos Aires. Y hacia allá
“Historia de un pino”, de Darío Lobos                                               se había mudado, para encontrar el éxito.
Ilustraciones: Diego Florio
                                                                                        Escribió algunas novelitas que se vendie-
Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura
                                                                                       ron bastante: “Cita de amor en el obelisco”
Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos”                           (romántica), “Los enigmas del Riachuelo”
                                                                                           (policial), “Un ascensor a los cielos”
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología                                                      (romántica de ciencia-ficción). Y
Unidad de Programas Especiales
Campaña Nacional de Lectura
Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075
campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees

República Argentina, 2007
algunas otras que no valían gran cosa.                          –Hola, amigo... No, la verdad es que he venido a pen-
   Pero el tiempo pasaba y sus sueños de un verdadero        sar un poco en mi vida. Es que siempre soñé con escribir
reconocimiento no llegaban. ¿Tenía que aceptar que era       algo grandioso, y nunca pude.
un mal escritor, que no tenía talento, que en cuarenta          –Entonces ha venido al lugar ideal –dijo con entusias-
años la dichosa inspiración no lo había visitado nunca?      mo el pino–. Le aseguro que aquí encontrará grandes his-
   Deprimido y extraviado en sus amarguras, un día se        torias, historias de vida, de esfuerzos, y podrá llevar al
le ocurrió sacar pasaje para su San Antonio natal, allá en   papel cosas muy ciertas.
Misiones. Necesitaba un lugar tranquilo para reflexionar        El viejo poeta hizo un silencio, se sacó con lentitud los
un poco.                                                     lentes y sintió que quizá el duende que tanto había espe-
   El pueblo estaba cambiado, lo mismo que su entorno.       rado y buscado estaba delante de él en forma de pino.
Allí se enteró de que en el año 1990 se había creado una        –Quizá tengas razón –dijo con un suspiro–... Muy bien,
Reserva Natural Estricta, y a pesar de no admitirse el       amigo, adelante, contame tu historia.
acceso del público, habló con algunas personas influyen-        Al pino le corrió un frío de emoción por el tronco, se
tes y pudo ingresar en ella. Por pura curiosidad... Nunca    aclaró la voz y arrancó:
había sido demasiado amante de la naturaleza.                   –Nosotros aquí éramos una gran selva que cubría más
   Allí, deambulando entre las araucarias –que los guara-    de doscientas mil hectáreas –dijo–, pero la tala selectiva
níes llaman curí–, ejemplares de guatambó blanco y lau-      nos fue reduciendo. Y no sólo a nosotros, pues de nuestra
rel negro, el escritor sintió que ese lugar le llenaba el    protección dependen animales como el coludito de los
pecho de una cosa nueva, que nunca antes había sentido.      pinos, el loro pecho vinoso, el charao, el mono
O sí, quizá alguna vez, en su lejana infancia.               aullador y otros muchos, que sólo entre
   No había dado todavía demasiados pasos cuando escu-       nosotros pueden desarro-
chó que desde lo alto alguien le hablaba:                    llarse y vivir. Y ahora
   –Hola, señor escritor, bienvenido a la reserva.           hemos quedado redu-
   Isidro Ponce se sorprendió, miró alrededor y no vio a     cidos a esto.
nadie. Miró hacia arriba y tampoco. ¿Sería acaso la voz de
un duende, o de la musa inspiradora?
   –Aquí, aquí, señor escritor. Soy el pino Paraná, y
seguro que usted ha venido aquí para escribir sobre
todos nosotros.
   Isidro Ponce se quedó turbado, pensó unos instantes,
miró el follaje aparasolado y le sonrió.

4
Un par de años después...
                                                                Isidro Ponce, con saco azul cruzado y una corbata
                                                             celestita, subió al escenario a recibir el premio “Pluma de
                                                             Oro”, al autor consagrado del año, y muy emocionado se
                                                             dirigió a los presentes.
                                                                –En el otoño de mi vida he recibido mi mayor ense-
                                                             ñanza en el lugar donde menos lo hubiera imaginado, y
                                                             de alguien a quien de niño había ignorado. Por eso, si me
                                                             permiten, leeré algunos fragmentos de mi libro “Historias
                                                             de un pino”:
                                                                “Caía la noche sobre la selva paranaense, y con ella lle-
                                                             gaba la paz. Era un día más de supervivencia. Cuando
                                                             despuntaba el sol mirábamos alrededor y veíamos los cla-
                                                             ros cada vez más grandes, y contábamos cuántos herma-
                                                             nos habían caído el día anterior... pero ¿cómo defendernos
                                                             del hacha y de las máquinas? ¿Cómo explicarles a nues-
                                                             tros asustados huéspedes –los animalitos a quienes servi-
                                                             mos de abrigo– que nos transformarían en inertes palos en
                                                             medio de tabacales o cultivos de tung? Las araucarias
                                                             caían heridas mortalmente en un combate desigual: sus
                                                             cuarenta metros de altura no asustaban al hacha, así
                                                             como tampoco su historia: ¿a quién le importaba que
                                                             ellas, en el período jurásico, hubieran convivido con los
                                                             dinosaurios, si ahora servían para madera y listo?
                                                                ¡Uy! Sobreviví a otro día, qué suerte... ¡Suerte! Qué
Por suerte, a los pinos Paraná se nos declaró Monumento      poca diferencia tiene con la palabra muerte, tan solo una
Natural dentro de la reserva, y puede decirse que en estas   letra, tan sólo el tajo de un hacha separaba la vida de la
cuatrocientos cincuenta hectáreas estamos a salvo.           extinción... ¿Faltará mucho para que alguien se apiade
  El escritor escuchaba maravillado, tanto que pasó          de nosotros?”
varias semanas en San Antonio, reencontrándose con su           Isidro Ponce hizo un silencio prolongado, salteó algu-
gente y yendo a charlar todos los días con su verde amigo.   nas páginas del libro y continuó leyendo:

6                                                                                                                      7
“El hachero tomó el hacha, juntó aire en sus pulmones,
sus brazos fuertes y su mirada dura se posaron sobre mí:
ya viene el golpe, que sea rápido; mis astillas serían como
lágrimas que salpicarían el suelo al que había vivido afe-
rrado, estreché mis ramas como buscando calor. ¿Será que
la muerte es fría?... El hachero elevó su hacha y en sus
ojos creí ver resignación y destellos de culpa. Sentí lásti-
ma por él, era su trabajo... ¿deberé caer para que otros
vivan? Era un buen pensamiento para aliviar mi dolor...
Sentí que mi cuerpo empezaba a mojarse: es mi sangre
transparente que se derrama a borbotones, pensé. Pero por
suerte era una lluvia repentina, que frenó al hachero. ¡Qué
suerte! Miré a mi compañero de al lado y ya no estaba, o
sí, estaba tendido cuan largo era sobre los helechos arbo-
rescentes. ¡Qué muerte! El macuco trepó a mis ramas
como aturdido. ¡Qué suerte! Tengo un amigo...”                    Cuando el escritor cerró su libro, el respetuoso silencio
                                                               que había acompañado la lectura fue reemplazado por
                                                               ruidosos aplausos. Isidro Ponce supo que el reconocimien-
                                                               to no era para él, que sólo había sido un instrumento, un
                                                               puente entre esa gente y su amigo el pino Paraná.
                                                                  Allá a lo lejos, en la reserva, el pino estaría sonriendo,
                                                               y por sus venas cargadas de noble savia habría una
                                                               inmensa paz interior, en tanto el macuco agitaría sus alas
                                                               como aplaudiendo también al poeta.
                                                                  Agarrado al suelo misionero, agarrado a la vida, el pino
                                                               Paraná, las araucarias, el laurel negro, el guatambú blan-
                                                               co y otros muchos –junto con toda la fauna que abrigan–
                                                               sienten vecinas las sombras de los depredadores, pero por
                                                               suerte brilla muy fuerte la luz protectora de la RESERVA
                                                               NATURAL ESTRICTA SAN ANTONIO, aunque sólo sea una
                                                               isla castigada por un mar tormentoso.

                                                                                                                          9
MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA

                 Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología
                              Lic. Daniel Filmus

                  Jefe de la Unidad de Programas Especiales
                             Prof. Ignacio Hernaiz

              Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura
                           Margarita Eggers Lan

                  Equipo de Campaña Nacional de Lectura
          Diseño Gráfico: Micaela Bueno, Juan Salvador de Tullio,
                  Mariana Monteserin y Paula Salvatierra.
       Comunicación: Leticia Zattara. Secretario: Gastón Havandjian.
    Administración: Alejandra Arnau, Bruno Rosenberg, Ignacio Infantino.

         Pizzurno 935 (C1020ACA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Tel: (011) 4129-1075 / campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees


               ADMINISTRACIÓN DE PARQUES NACIONALES

                                   Directorio
 Ing. Agr. Héctor Espina (Presidente); Juan Carlos Garitano (Vicepresidente);
Dra. Patricia Gandini (Vocal); Raul Chiesa (Vocal); Lic. Cristina Armata (Vocal)

           Director Nacional de Conservación de Áreas Protegidas
                           Lic. Roberto Molinari

              Directora de Interpretación y Extensión Ambiental
                                Florencia Lance

   Equipo de trabajo para la Campaña: Pablo Reggio, María Eugenia Nalé,
     Cristian Blanco, Gisela Jaure, Mariana Altamiranda y Alicia Liva.

         Alsina 1418 6º piso (1188) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: (011) 4381-8606 / educacion@apn.gov.ar - www.parquesnacionales.gov.ar


                              RED DE LECTORES
  Si querés conectarte con los chicos de las escuelas cercanas a la Reserva
 Natural Estricta San Antonio podés hacerlo escribiéndoles a Alvar Núñez y
 Gobernador Bermúdez. San Antonio. (C. P. N° 3366). Provincia de Misiones.
              Por correo electrónico a riopilcomayo@apn.gov.ar
Historia de un pino

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Historia de un pino

  • 2. Reserva Natural Estricta San Antonio Historia de un pino Darío Lobos Isidro Ponce era un escritor mediocre de novelas y cuentos, que había dedicado su vida a la literatura y ni siquiera se había permitido enamorarse y formar una familia. Su único amor había sido la escritura, pero ahora –cuando ya la vejez había empezado a llenar su rostro de arrugas y sus cabellos de canas– se sentía desencantado. Hacía más de cuarenta años que había dejado su San Antonio natal, en Misiones, porque creía que su mundo estaba en Buenos Aires. Y hacia allá “Historia de un pino”, de Darío Lobos se había mudado, para encontrar el éxito. Ilustraciones: Diego Florio Escribió algunas novelitas que se vendie- Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura ron bastante: “Cita de amor en el obelisco” Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos” (romántica), “Los enigmas del Riachuelo” (policial), “Un ascensor a los cielos” Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (romántica de ciencia-ficción). Y Unidad de Programas Especiales Campaña Nacional de Lectura Pizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075 campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees República Argentina, 2007
  • 3. algunas otras que no valían gran cosa. –Hola, amigo... No, la verdad es que he venido a pen- Pero el tiempo pasaba y sus sueños de un verdadero sar un poco en mi vida. Es que siempre soñé con escribir reconocimiento no llegaban. ¿Tenía que aceptar que era algo grandioso, y nunca pude. un mal escritor, que no tenía talento, que en cuarenta –Entonces ha venido al lugar ideal –dijo con entusias- años la dichosa inspiración no lo había visitado nunca? mo el pino–. Le aseguro que aquí encontrará grandes his- Deprimido y extraviado en sus amarguras, un día se torias, historias de vida, de esfuerzos, y podrá llevar al le ocurrió sacar pasaje para su San Antonio natal, allá en papel cosas muy ciertas. Misiones. Necesitaba un lugar tranquilo para reflexionar El viejo poeta hizo un silencio, se sacó con lentitud los un poco. lentes y sintió que quizá el duende que tanto había espe- El pueblo estaba cambiado, lo mismo que su entorno. rado y buscado estaba delante de él en forma de pino. Allí se enteró de que en el año 1990 se había creado una –Quizá tengas razón –dijo con un suspiro–... Muy bien, Reserva Natural Estricta, y a pesar de no admitirse el amigo, adelante, contame tu historia. acceso del público, habló con algunas personas influyen- Al pino le corrió un frío de emoción por el tronco, se tes y pudo ingresar en ella. Por pura curiosidad... Nunca aclaró la voz y arrancó: había sido demasiado amante de la naturaleza. –Nosotros aquí éramos una gran selva que cubría más Allí, deambulando entre las araucarias –que los guara- de doscientas mil hectáreas –dijo–, pero la tala selectiva níes llaman curí–, ejemplares de guatambó blanco y lau- nos fue reduciendo. Y no sólo a nosotros, pues de nuestra rel negro, el escritor sintió que ese lugar le llenaba el protección dependen animales como el coludito de los pecho de una cosa nueva, que nunca antes había sentido. pinos, el loro pecho vinoso, el charao, el mono O sí, quizá alguna vez, en su lejana infancia. aullador y otros muchos, que sólo entre No había dado todavía demasiados pasos cuando escu- nosotros pueden desarro- chó que desde lo alto alguien le hablaba: llarse y vivir. Y ahora –Hola, señor escritor, bienvenido a la reserva. hemos quedado redu- Isidro Ponce se sorprendió, miró alrededor y no vio a cidos a esto. nadie. Miró hacia arriba y tampoco. ¿Sería acaso la voz de un duende, o de la musa inspiradora? –Aquí, aquí, señor escritor. Soy el pino Paraná, y seguro que usted ha venido aquí para escribir sobre todos nosotros. Isidro Ponce se quedó turbado, pensó unos instantes, miró el follaje aparasolado y le sonrió. 4
  • 4. Un par de años después... Isidro Ponce, con saco azul cruzado y una corbata celestita, subió al escenario a recibir el premio “Pluma de Oro”, al autor consagrado del año, y muy emocionado se dirigió a los presentes. –En el otoño de mi vida he recibido mi mayor ense- ñanza en el lugar donde menos lo hubiera imaginado, y de alguien a quien de niño había ignorado. Por eso, si me permiten, leeré algunos fragmentos de mi libro “Historias de un pino”: “Caía la noche sobre la selva paranaense, y con ella lle- gaba la paz. Era un día más de supervivencia. Cuando despuntaba el sol mirábamos alrededor y veíamos los cla- ros cada vez más grandes, y contábamos cuántos herma- nos habían caído el día anterior... pero ¿cómo defendernos del hacha y de las máquinas? ¿Cómo explicarles a nues- tros asustados huéspedes –los animalitos a quienes servi- mos de abrigo– que nos transformarían en inertes palos en medio de tabacales o cultivos de tung? Las araucarias caían heridas mortalmente en un combate desigual: sus cuarenta metros de altura no asustaban al hacha, así como tampoco su historia: ¿a quién le importaba que ellas, en el período jurásico, hubieran convivido con los dinosaurios, si ahora servían para madera y listo? ¡Uy! Sobreviví a otro día, qué suerte... ¡Suerte! Qué Por suerte, a los pinos Paraná se nos declaró Monumento poca diferencia tiene con la palabra muerte, tan solo una Natural dentro de la reserva, y puede decirse que en estas letra, tan sólo el tajo de un hacha separaba la vida de la cuatrocientos cincuenta hectáreas estamos a salvo. extinción... ¿Faltará mucho para que alguien se apiade El escritor escuchaba maravillado, tanto que pasó de nosotros?” varias semanas en San Antonio, reencontrándose con su Isidro Ponce hizo un silencio prolongado, salteó algu- gente y yendo a charlar todos los días con su verde amigo. nas páginas del libro y continuó leyendo: 6 7
  • 5. “El hachero tomó el hacha, juntó aire en sus pulmones, sus brazos fuertes y su mirada dura se posaron sobre mí: ya viene el golpe, que sea rápido; mis astillas serían como lágrimas que salpicarían el suelo al que había vivido afe- rrado, estreché mis ramas como buscando calor. ¿Será que la muerte es fría?... El hachero elevó su hacha y en sus ojos creí ver resignación y destellos de culpa. Sentí lásti- ma por él, era su trabajo... ¿deberé caer para que otros vivan? Era un buen pensamiento para aliviar mi dolor... Sentí que mi cuerpo empezaba a mojarse: es mi sangre transparente que se derrama a borbotones, pensé. Pero por suerte era una lluvia repentina, que frenó al hachero. ¡Qué suerte! Miré a mi compañero de al lado y ya no estaba, o sí, estaba tendido cuan largo era sobre los helechos arbo- rescentes. ¡Qué muerte! El macuco trepó a mis ramas como aturdido. ¡Qué suerte! Tengo un amigo...” Cuando el escritor cerró su libro, el respetuoso silencio que había acompañado la lectura fue reemplazado por ruidosos aplausos. Isidro Ponce supo que el reconocimien- to no era para él, que sólo había sido un instrumento, un puente entre esa gente y su amigo el pino Paraná. Allá a lo lejos, en la reserva, el pino estaría sonriendo, y por sus venas cargadas de noble savia habría una inmensa paz interior, en tanto el macuco agitaría sus alas como aplaudiendo también al poeta. Agarrado al suelo misionero, agarrado a la vida, el pino Paraná, las araucarias, el laurel negro, el guatambú blan- co y otros muchos –junto con toda la fauna que abrigan– sienten vecinas las sombras de los depredadores, pero por suerte brilla muy fuerte la luz protectora de la RESERVA NATURAL ESTRICTA SAN ANTONIO, aunque sólo sea una isla castigada por un mar tormentoso. 9
  • 6. MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología Lic. Daniel Filmus Jefe de la Unidad de Programas Especiales Prof. Ignacio Hernaiz Coordinadora de la Campaña Nacional de Lectura Margarita Eggers Lan Equipo de Campaña Nacional de Lectura Diseño Gráfico: Micaela Bueno, Juan Salvador de Tullio, Mariana Monteserin y Paula Salvatierra. Comunicación: Leticia Zattara. Secretario: Gastón Havandjian. Administración: Alejandra Arnau, Bruno Rosenberg, Ignacio Infantino. Pizzurno 935 (C1020ACA) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075 / campnacionaldelectura@me.gov.ar - www.me.gov.ar/lees ADMINISTRACIÓN DE PARQUES NACIONALES Directorio Ing. Agr. Héctor Espina (Presidente); Juan Carlos Garitano (Vicepresidente); Dra. Patricia Gandini (Vocal); Raul Chiesa (Vocal); Lic. Cristina Armata (Vocal) Director Nacional de Conservación de Áreas Protegidas Lic. Roberto Molinari Directora de Interpretación y Extensión Ambiental Florencia Lance Equipo de trabajo para la Campaña: Pablo Reggio, María Eugenia Nalé, Cristian Blanco, Gisela Jaure, Mariana Altamiranda y Alicia Liva. Alsina 1418 6º piso (1188) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel: (011) 4381-8606 / educacion@apn.gov.ar - www.parquesnacionales.gov.ar RED DE LECTORES Si querés conectarte con los chicos de las escuelas cercanas a la Reserva Natural Estricta San Antonio podés hacerlo escribiéndoles a Alvar Núñez y Gobernador Bermúdez. San Antonio. (C. P. N° 3366). Provincia de Misiones. Por correo electrónico a riopilcomayo@apn.gov.ar