Al principio de su Mercury, Or the Secret and Swift Messen-ger, 
1641, John Wilkins cuenta la siguiente historia: 
Cuan extraño debió resultar este Arte de la Escritura en su primera 
Invención lo podemos adivinar por los Americanos recién descubier­tos, 
que se sorprendían al ver Hombres que conversaban con Libros, 
y a duras penas podían hacerse a la idea de que un Papel pudiera 
hablar... 
Hay una graciosa Historia a Propósito de esto, concerniente a un Es­clavo 
indio; el cual, habiendo sido enviado por su Amo con una ces­ta 
de Higos y una Carta, se comió durante el Camino gran Parte de 
su Carga, llevando el Resto a la Persona a la que iba dirigido; la cual, 
cuando leyó la Carta, y no encontrando la Cantidad de Higos de que 
se hablaba, acusó al Esclavo de habérselos comido, diciéndole lo que 
la Carta alegaba contra él. Pero el Indio (a pesar de esta Prueba) negó 
candidamente el Hecho, maldiciendo la Carta, por ser un Testigo fal­so 
y mentiroso. 
Después de esto, habiendo sido enviado de nuevo con una Carga igual, 
y con una Carta que expresaba el Número preciso de Higos que ha­bían 
de ser entregados, devoró otra vez, según su anterior Práctica, 
gran Parte de ellos por el Camino; pero antes de tocarlos, (para pre­venir 
toda posible acusación) cogió la Carta, y la escondió debajo 
de una gran Piedra, tranquilizándose al pensar que si no lo veía co­miéndose 
los Higos, nunca podría referir nada de él; pero al ser aho­ra 
acusado con mayor fuerza que antes, confiesa su Error, admiran­do 
la Divinidad del Papel, y para el futuro promete la mayor Fidelidad 
en cada Encargo (3.a ed., Nicholson, Londres 1707, pp. 3-4). 
Seguramente esta página de Wilkins suena diferente de otras 
páginas de nuestro tiempo donde la escritura se toma como ejem­plo 
supremo de semiosis, y todo texto escrito (o hablado) se consi­dera 
una máquina que produce una «deriva infinita del sentido». 
Tales teorías contemporáneas le objetan indirectamente a Wilkins 
que, una vez separado de su emisor (así como de su intención) y 
9
de las circunstancias concretas de su emisión (y por lo tanto del re­ferente 
al que alude), un texto flota (digámoslo así) en el vacío de 
un espacio potencialmente infinito de interpretaciones posibles. Por 
consiguiente, ningún texto puede ser interpretado según la utopía 
de un sentido autorizado definido, original y final. El lenguaje dice 
siempre algo más que su inaccesible sentido literal, que se pierde 
ya en cuanto se inicia la emisión textual. 
El obispo Wilkins —a pesar de su inquebrantable creencia de 
que la Luna estaba habitada— era un hombre de notable altura in­telectual 
y dijo muchas cosas aún importantes para los estudiosos 
del lenguaje y de los procesos semiósicos en general. Observemos, 
por ejemplo, la figura que aparece en la página 311 de su Essay To-wards 
a Real Character (1668). Estaba tan convencido de que una 
teoría del significado era posible que había intentado (no era el pri­mero 
pero por la forma fue, sin duda, un pionero, con extraordina­ria 
intuición visual) dar una manera de representar incluso el signi­ficado 
de los términos sincategoremáticos. Ese dibujo muestra que, 
admitiendo que condividamos algunas reglas convencionales sobre 
el uso de una lengua natural, cuando decimos encima queremos de­cir 
seguramente algo diferente de debajo. A propósito, su dibujo 
muestra también que esta diferencia de significado se basa en la 
estructura de nuestro cuerpo en un espacio geo-astronómico. Se pue­de 
ser radicalmente escépticos sobre la posibilidad de identificar 
universales del lenguaje, pero nos sentimos obligados a tomar en 
serio el grabado de Wilkins. Demuestra que en la interpretación de 
los términos sincategoremáticos debemos seguir ciertas «direccio­nes 
». Aunque el mundo fuera un laberinto, no podríamos atrave­sarlo 
sin respetar ciertos recorridos obligados. 
¿Qué habría podido objetar Wilkins a las contraobjeciones de 
muchas teorías contemporáneas de la lectura como actividad de-constructiva? 
Probablemente habría dicho que, en el caso que él 
citaba (supongamos que la carta dijera: «Querido Amigo, en esta 
Cesta, que te lleva mi Esclavo, hay 30 Higos que te mando como 
Regalo»), el Amigo estaba seguro de que la Cesta mencionada en 
la Carta era la que llevaba el Esclavo, que el Esclavo era exacta­mente 
aquél a quien el Amo había dado la Cesta, y que había una 
Relación entre la Expresión 30 escrita en la Carta y el Número de 
Higos contenidos en la Cesta. 
Naturalmente sería fácil refutar la parábola de Wilkins. Es su­ficiente 
imaginar que alguien haya mandado realmente un esclavo 
10
mmojF 
VQAjí, ithouk 
'••U 
con una cesta, pero que, por el camino, el esclavo original haya sido 
asesinado y sustituido por otro, de otro amo, y que también los trein­ta 
higos, como entidades individuales, hayan sido sustituidos por 
otros higos. Imaginemos, además, que el nuevo esclavo haya lleva­do 
la cesta a un destinatario distinto. Podemos suponer también 
que el nuevo destinatario no sepa de ningún amigo que cultive hi­gos 
y los regale con tanta liberalidad. ¿Habría podido decidir aún 
el destinatario de qué estaba hablando la carta? 
Yo creo que todavía tenemos el derecho de considerar que la 
reacción del nuevo destinatario habría sido, más o menos, de este 
tipo: «Alguien, sabe Dios quién, me ha enviado una cantidad de 
higos que es inferior a la mencionada en la carta que la acompa­ña. 
» (Supongo también que el nuevo Destinatario, siendo un Amo, 
11
habrá castigado al Esclavo antes de intentar resolver el Enigma: tam­bién 
esto es un Problema Semiótica, pero atengámonos a nuestra 
Cuestión Principal.) 
Lo que quiero decir es que, incluso separado de su emisor, de 
su indiscutible referente y de sus circunstancias de producción, ese 
mensaje hablaría aún de higos-en-una-cesta. 
Supongamos ahora (la imaginación narrativa no tiene límites) 
que no sólo el mensajero original hubiera sido asesinado, sino que 
sus asesinos se hubieran comido todos los higos, hubieran destrui­do 
la cesta, hubieran metido la carta en una botella y la hubieran 
tirado al Océano, de suerte que la encontrara, setenta años (más 
o menos) después de Wilkins, Robinson Crusoe. Ni cesta, ni escla­vo, 
ni higos, sólo una carta. A pesar de ello, apuesto a que la pri­mera 
reacción de Robinson habría sido: «¿Dónde diablos habrán 
ido aparar esos higos?» Sólo después de esta primera reacción ins­tintiva, 
Robinson podría haber soñado con todos los higos posi­bles, 
con todos los esclavos posibles, con todos los emisores posi­bles, 
así como con la posible inexistencia de cualquier higo, esclavo 
o emisor, con los mecanismos de la mentira y con su desafortuna­da 
suerte de destinatario separado definitivamente de todo Signifi­cado 
Trascendental. 
¿Dónde están esos higos? La carta dice que hay o había en al­guna 
parte 30 frutos así y asá, al menos en la mente (o en el Mun­do 
Posible Doxástico) de un presunto emisor de ese mensaje. Y aun­que 
Robinson hubiera decidido que esos garabatos sobre un trozo 
de papel eran el resultado accidental de una erosión química, ha­bría 
tenido ante sí sólo dos posibilidades: o pasarlos por alto como 
un acontecimiento material insignificante, o bien interpretarlos 
como si fueran las palabras de un texto escrito en una lengua co­nocida 
para él. Una vez tomada en consideración la segunda hipó­tesis, 
Robinson estaría obligado a concluir que la carta hablaba de 
higos, no de manzanas o unicornios. 
Ahora bien, supongamos que el mensaje de la botella lo en­cuentre 
un estudioso de lingüística, hermenéutica o semiótica. Este 
nuevo destinatario accidental (hombre de más letras que Robinson) 
podrá hacer gran cantidad de hipótesis mucho más sutiles, verbi­gracia: 
1. El mensaje está cifrado, cesta está en lugar de «armada», 
higo en lugar de «1.000 soldados» y regalo en lugar de «ayuda», 
12
con lo que el significado aludido por la carta es que el emisor está 
enviando una armada de 30.000 soldados en ayuda del destinata­rio. 
Pero también en este caso, los soldados mencionados (y ausen­tes) 
deberían ser 30.000 y no, digamos, 180; a menos que, para el 
código privado del emisor, un higo no equivalga a seis soldados. 
2. Higos puede entenderse (al menos hoy) en sentido retórico 
(expresiones como me importa un higo,) y el mensaje podría tole­rar 
otra interpretación. Pero también en este caso el destinatario 
debería contar con ciertas interpretaciones convencionales preesta­blecidas 
de higo que no son las previstas por, digamos, manzana 
o gato. 
3. El mensaje de la botella es una alegoría y posee un segun­do 
sentido oculto, basado sobre un código poético privado. Higos 
puede ser una sinécdoque de «frutos», frutos puede ser una metá­fora 
de «influencias astrales positivas», influencias astrales positi­vas 
puede ser una alegoría de «Gracia Divina», y así en adelante. 
En este caso el destinatario podría fraguar varias hipótesis discre­pantes, 
pero yo creo con firmeza que hay ciertos criterios «econó­micos 
» según los cuales determinadas hipótesis serán más intere­santes 
que otras. Para convalidar su hipótesis, el destinatario tendrá, 
como mínimo, que avanzar conjeturas preliminares sobre el posi­ble 
emisor y sobre el posible período histórico en el que el texto 
ha sido producido. Esto no tiene nada que ver con una investiga­ción 
sobre las intenciones del emisor, pero tiene que ver, segura­mente, 
con una investigación sobre el entorno cultural en el que 
introducir el mensaje. Ante el mensaje Señor, protéjeme, es espon­táneo 
y honesto preguntarse si ha sido pronunciado por una mon­ja 
en oración o por un campesino que rinde homenaje a un feu­datario. 
Con toda probabilidad nuestro intérprete debería decidir que 
el texto encontrado en la botella se refería, en una cierta ocasión, 
a unos higos existentes y apuntaba inicialmente hacia un determi­nado 
emisor, como hacia un determinado destinatario y un deter­minado 
esclavo, pero que, a continuación, había perdido todo po­der 
referencial. En consecuencia, podrá fantasear sobre esos actores 
perdidos, tan ambiguamente implicados en el intercambio de cosas 
o de símbolos (quizá enviar higos significaba, en un determinado 
momento histórico, hacer una alusión misteriosa), y, a partir de ese 
13
mensaje anónimo, podría intentar una variedad de significados y 
de referentes... Pero no tendría el derecho de decir que el mensaje 
puede significar cualquier cosa. 
Puede significar muchas cosas, pero hay sentidos que sería 
aventurado sugerir. No pienso que pueda haber nadie tan mal inten­cionado 
que infiera que el mensaje podría significar que Napoleón 
murió en mayo de 1821; contestar una lectura tan anómala puede 
ser también un punto departida razonable para concluir que existe 
al menos algo que el mensaje no puede efectivamente decir. 
Reconozco que, para hacer esta afirmación, es necesario, an­tes 
de nada, admitir que los enunciados pueden tener un «sentido 
literal», y sé lo controvertido que es este punto (véase alguna alu­sión 
en las notas sobre la interpretación de la metáfora, sección 3.3 
de este libro). Pero sigo pensando que, dentro de las fronteras de 
una lengua, hay un sentido literal de las voces léxicas, que es el que 
encabeza los diccionarios o el que todo hombre de la calle definiría 
en primer lugar cuando se le preguntara por el significado de una 
palabra determinada. Supongo, pues, que lo primero que diría el 
hombre de la calle es que un higo es un tipo de fruta así y asá. Nin­guna 
teoría de la recepción podría evitar esta restricción prelimi­nar. 
Cualquier acto de libertad por parte del lector puede produ­cirse 
después y no antes de la aplicación de esta restricción. 
Comprendo que hay diferencia entre hablar de la carta men­cionada 
por Wilkinsy hablar de Finnegans Wake. Comprendo que 
la lectura de Finnegans Wake puede ayudarnos a poner en duda 
incluso el sentido común del ejemplo de Wilkins. Pero no pode­mos 
ignorar el punto de vista del Siervo que ha dado testimonio 
por primera vez del milagro de los Textos y de sus Interpretaciones. 
* * * 
Los ensayos recogidos en este libro fueron escritos en la se­gunda 
mitad de los años ochenta. Puesto que todos versan sobre 
el mismo asunto, aunque desde puntos de vista diferentes, han sido 
amalgamados y, en algunos casos, sometidos a ajustes, cortes y adi­ciones 
para evitar repeticiones excesivas y favorecer referencias en­trecruzadas. 
' 
1. Esta edición italiana es parcialmente diferente de la americana (The 
Limits of Interpretation, Indiana University Press) que sale casi al mismo 
14
En la primera sección, el problema de la interpretación se per­fila 
tal como se ha planteado durante los últimos decenios en el 
ámbito de los estudios literarios. 
Un comentario aparte requiere la segunda sección, porque en­foca 
una preocupación que me ha acompañado en la pasada déca­da. 
A primera vista, trata de cuestiones históricas y cabe pregun­tarse 
cuál es su nexo con los temas de los demás ensayos. En el año 
académico 1986-87 di un curso monográfico, en el Instituto de Dis­ciplinas 
de la Comunicación de la Universidad de Bolonia, sobre 
la semiosis hermética,2 es decir, sobre esa práctica interpretativa del 
mundo y de los textos basada en la determinación de relaciones de 
simpatía que vinculan recíprocamente micro y macrocosmos. Para 
poder alimentar la confianza de que lo similar actúa simpatética-mente 
sobre lo similar es necesario que una metafísica y una física 
de la simpatía universal se rijan sobre una semiótica (explícita o 
implícita) de la semejanza. 
De un paradigma de la semejanza se había ocupado ya Michel 
Foucault en Les mots et les choses, pero su atención se dirigía prin­cipalmente 
a ese momento umbral en el que el paradigma de la se­mejanza, 
entre Renacimiento y Barroco, se disuelve en paradigmas 
propios de la ciencia moderna. Mi hipótesis era históricamente más 
comprensiva y pretendía subrayar un criterio interpretativo cuya 
supervivencia señalaba a través de los siglos —como, por otra par­te, 
había sugerido ya en el ensayo sobre la Epístola XIII de Dante, 
publicado en mi libro precedente, De los espejos y otros ensayos 
(1985). Esa manera de pensar que llamo semiosis hermética ha adop­tado 
formas reconocibles y documentables en los primeros siglos 
de la era cristiana, se ha desarrollado de manera bastante clandes­tina 
en el período medieval, ha triunfado con el redescubrimiento 
humanístico de los escritos herméticos, se ha fundido en la más am-tiempo: 
en esa edición he añadido ensayos que en Italia habían aparecido 
ya en De los espejos y otros ensayos, y en ésta, artículos nunca publicados 
en italiano. Diferencias menores, dentro de cada ensayo, se deben a la preo­cupación 
de hacer comprensible uno u otro punto a ambientes culturales 
con distintos marcos de referencia. En todo caso, el esquema de base de 
ambas ediciones es el mismo. 
2. Los materiales del curso existen sólo mecanografiados y fotoco-piados, 
bajo el título Aspetti della semiosi ermetica, Universitá degli Studi 
di Bologna, Cátedra de Semiótica, a.a. 1986-87. 
15
plia corriente del hermetismo renacentista y barroco, no ha desapa­recido 
con el afirmarse de la ciencia cuantitativa galileana y ha ido a 
fecundar las estéticas románticas, el ocultismo decimonónico y, sos­tengo, 
muchas teorías críticas contemporáneas, como sugiero en 2.1.7. 
La tercera sección tiene una función de comentario. Si en la 
primera sección se defendía la posibilidad de una interpretación se­gún 
la intención del texto o intentio operis, en ésta se comentan, 
ante todo, casos en los que el exceso de interpretación produce un 
derroche de energías hermenéuticas que el texto no convalida. In­versamente, 
se intentan sugerir los criterios de economía aplicables 
a la lectura de los textos como mundo o del mundo como texto. 
Si puede parecer que estos criterios se fundan sólo en un recurso 
al sentido común y al principio del mínimo esfuerzo, recuerdo que 
no existen otros modos para decidir la intentio de un texto, cuando 
el texto es, al mismo tiempo, objeto y parámetro de sus interpreta­ciones 
—también porque la situación no se libraría de esta circula-ridad 
ni siquiera yendo en busca de la intentio auctoris. Por otra 
parte, como aclarará el ensayo final del volumen, ese mínimo es­fuerzo 
es el que podría ser aceptado por una comunidad de intér­pretes 
decidida a alcanzar algún acuerdo, si no sobre las interpreta­ciones 
mejores, al menos sobre el rechazo de las insostenibles. 
Siguen algunos ejemplos de cómo encaro cuestiones concer­nientes 
a la identidad, a lo falso y a lo auténtico, a las condiciones 
para formular una hipótesis interpretativa aceptable respecto de tex­tos 
o de acontecimientos, de experiencias actuales o de narraciones 
sobre experiencias admitidas como actuales en mundos posibles. 
Y llegamos a la cuarta y última sección, que los lectores teóri­camente 
más preocupados podrán leer en primer lugar. 
Los ensayos de las secciones previas habían sido concebidos 
como ponencias para congresos especializados y, por lo tanto, dan 
por sabidos muchos conceptos ya elaborados en otras obras mías. 
Así se explica por qué, en una serie de escritos sobre los límites de 
la interpretación, se puede recibir la impresión de que nunca se aclara 
la clase de interpretación cuyos límites se discuten. 
Se trata del concepto de interpretación inspirado por Peirce, 
que he discutido gradualmente y desarrollado en el Tratado de se­miótica 
general, 1975, en Lector in fábula, 7979, y en Semiótica y 
Filosofía del Lenguaje, 1984 —sin contar con varios escritos suel­tos, 
como muchos de los contenidos en De los espejos y otros ensa­yos, 
1985. 
16
La semiótica se ocupa de la semiosis, la cual es «una acción 
o influencia que es o implica una cooperación entre tres sujetos, 
como por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante; no pu-diendo 
resolverse de ninguna manera tal influencia tri-relativa en 
una influencia entre parejas» (Peirce, CP: 5.484). Como comenta­rio 
de tal definición véase el ensayo 4.1, que propone mi interven­ción 
en un congreso de inmunólogos. 
La citada ponencia fue elaborada en discusión con científicos 
que estudian los procesos de interacción a nivel celular porque, se­gún 
algunos de ellos, también se dan fenómenos de interpretación 
en lo que en el Tratado yo llamaba «umbral inferior de la semióti­ca 
». Desde entonces me he convencido de que, aun considerando 
difícil extender las categorías de la semiótica hasta ese nivel, no por 
ello puedo negar a priori que ello sea posible, y quedo en posición 
de cauta y curiosa espera. En cualquier caso, no excluyo, o mejor 
dicho, creo que hay semiosis, luego interpretación, en los procesos 
perceptivos. En este sentido la interpretación —fundada sobre la 
conjetura o sobre la abducción (cf, por ejemplo, el ensayo 4.2)— 
es el mecanismo semiósico que explica no sólo nuestra relación con 
mensajes elaborados intencionalmentepor otros seres humanos, sino 
también cualquier forma de interacción del hombre (y quizá de los 
animales) con el mundo circunstante. Precisamente a través de pro­cesos 
de interpretación nosotros construimos cognitivamente mun­dos, 
actuales y posibles. 
Son entonces evidentes las razones por las que debemos preo­cuparnos 
de las condiciones y los límites de la interpretación. Si, 
en el ámbito de la hermenéutica o de la teoría de la literatura, pue­de 
parecer provocador, pero a fin de cuentas sostenible, que la ini­ciativa 
de lectura esté completamente de la parte del sujeto inter­pretante, 
más aventurado parece afirmarlo a propósito de esos 
procesos que nos llevan a identificar a una persona o a un objeto 
a distancia en el tiempo y en situaciones distintas, a distinguir un 
perro de un caballo, a volver a encontrar el camino de casa cada 
día. En tales casos, admitir que la única decisión le corresponde 
al intérprete tiene, en la historia del pensamiento, un nombre: idea­lismo 
mágica Si la referencia parece románticamente obsoleta, pién­sese 
en la pretensión de postular un cerebro que —menos pasivo 
que el ideado por Putnam— no sólo viva aislado del cuerpo en una 
bañera, sino que haya incluso construido tanto la bañera como el 
universo que la contiene, y decida, minuto a minuto, los impulsos 
17
que debe recibir para poder tener la ilusión de un mundo que no 
existe fuera de sus percepciones. Sería un poco excesivo incluso para 
un idealista mágico. Por otra parte quien sostiene que de los textos 
no se da significado intersubjetivamente comunicable, se irrita mu­cho 
cuando alguien no acepta su propuesta, y se queja de no haber 
sido comprendido. Me pasa por la mente la paradoja de Smullyan: 
«Soy solipsista, como todos.» 
Si, por lo tanto, el problema filosófico de la interpretación con­siste 
en establecer las condiciones de interacción entre nosotros y 
algo que nos es dado y cuya construcción obedece a determinadas 
constricciones (es el problema de Peirce, de Merleau-Ponty, de Pia-get, 
de las ciencias cognitivas, pero, al fin y al cabo, era también 
el problema de Kant; así como es el problema de la epistemología 
de Popper a Kuhn), no veo por qué no deba mantenerse la misma 
actitud ante los textos producidos por nuestros semejantes y que, 
en algún sentido, como en la carta que llevaba el esclavo de Wil-kins, 
están ya allí, antes incluso de ser leídos, aunque sea bajo for­ma 
de huellas gramatológicas insignificantes para quien no conje­ture 
su origen. 
En torno a estos temas con valor de fundamentos rondan pre­cisamente 
todos los ensayos publicados en la última sección.3 Acla­ro 
que el Gedankenexperiment sobre los procedimientos interpre­tativos 
del computer Charles Sanders Personal hay que tomarlo muy 
en serio, o por lo menos, no ha sido pensado como ejercicio de re­tórica. 
Prevé reglas interpretativas para una criatura concebida como 
modelo de semiosis ilimitada y dotada de conexiones minimales con 
un universo externo. 
En la edición norteamericana me he visto obligado a unapun-tualización 
porque no hace más de un año que ha aparecido la tra­ducción 
inglesa de mi vieja Obra abierta de 1962. Aunque vuelva 
sobre el tema en la primera sección, no estará de más prever algu­nas 
posibles objeciones del lector. Pues puede parecer que, si en­tonces 
celebraba una interpretación «abierta» de las obras de arte, 
3. Me he permitido volver a publicar «Cuernos, cascos, zapatos», ya 
aparecido en Eco y Sebeok 1983, porque me parecía útil para recalcar al­gunos 
conceptos de base. 
18
admitiendo que aquélla fuera una provocación «revolucionaria», 
hoy en cambio, me atrinchero en posiciones conservadoras. No creo 
que sea así. Hace treinta años, partiendo también de la teoría de 
la interpretación de Luigi Pareyson, me preocupaba de definir una 
especie de oscilación, o de inestable equilibrio, entre iniciativa del 
intérprete y fidelidad a la obra. En el curso de estos treinta años, 
alguien se ha decantado en exceso en pro de la vertiente de la ini­ciativa 
del intérprete. El problema ahora no es decantarse en senti­do 
opuesto, sino subrayar, una vez más, la ineliminabilidad de la 
oscilación. 
En resumidas cuentas, decir que un texto carece potencialmente 
de fin no significa que cada acto de interpretación pueda tener un 
final feliz. Incluso el deconstruccionista más radical acepta la idea 
de que hay interpretaciones que son clamorosamente inaceptables. 
Esto significa que el texto interpretado impone restricciones a sus 
intérpretes. Los límites de la interpretación coinciden con los dere­chos 
del texto (lo que no quiere decir que coincidan con los dere­chos 
de su autor). 
Aun en el caso de textos autodestructivos (cf. 3.5) tenemos ob­jetos 
semiósicos que, sin sombra de duda, hablan de la propia im­posibilidad. 
Seamos realistas: no hay nada más significativo que un texto 
que afirma su propio divorcio del sentido. 
19

Más contenido relacionado

DOCX
Sintesis}
PDF
137253430-Evaluacion-La-Fabula.pdf
PDF
Taller de expresión escrita 2
PDF
Borges libro arena
PDF
ECUADOR: En el País del Pájaro Loco - El Estado contra los ciudadanos‏
PDF
DERECHO Y OTROS ENIGMAS. AUTOR: Andrej Kristan. ISBN: 9788491234272
PDF
Diario de clase
Sintesis}
137253430-Evaluacion-La-Fabula.pdf
Taller de expresión escrita 2
Borges libro arena
ECUADOR: En el País del Pájaro Loco - El Estado contra los ciudadanos‏
DERECHO Y OTROS ENIGMAS. AUTOR: Andrej Kristan. ISBN: 9788491234272
Diario de clase

La actualidad más candente (12)

PPTX
Comprensión de lectura.
DOC
Lovecraft
ODT
Trabajo Referentes
PPTX
Javier Ceballos Jiménez - Año de Gracia
PDF
Competencias En Lenguaje Ejemplos
PDF
Cuestionario para estudiar el quixote
DOCX
Dejar de ser mono
PDF
Reseña de tratado 5
DOC
Ib rfs ahim yoscfffssdeq
PDF
ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1
PPT
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
PDF
Folleto pinguino-gulpiyuri
Comprensión de lectura.
Lovecraft
Trabajo Referentes
Javier Ceballos Jiménez - Año de Gracia
Competencias En Lenguaje Ejemplos
Cuestionario para estudiar el quixote
Dejar de ser mono
Reseña de tratado 5
Ib rfs ahim yoscfffssdeq
ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1
Lazarillo primera-novela-moderna-1234969422116094-1
Folleto pinguino-gulpiyuri
Publicidad

Destacado (20)

PDF
Problema arroz verde munari
PDF
Diseño como núcleo significativo
PDF
PDF
Apa format 6th edition
PDF
La semiótica en el estudio de los objetos de diseño
PDF
Normas APA guía sexta edición
PPT
Paradigmas de investigación
PDF
Subliminal para comentario p 12-17
PDF
De cuerpos brillos y transparencias roberto flores
PDF
Elements inspanish
PDF
Guia propuestainv
PPTX
De cuerpos, brillos y transparencias
PDF
Apa guía de redacción
PDF
Análisis semiótico bridgestone
PDF
Sustratos el papel
PDF
Fundamentosdecomposicion
DOC
Como hacer un comentario
PDF
Carteles repeticion y similitud
PDF
Similitud elementos de diseño ww
PDF
Formas narrativas
Problema arroz verde munari
Diseño como núcleo significativo
Apa format 6th edition
La semiótica en el estudio de los objetos de diseño
Normas APA guía sexta edición
Paradigmas de investigación
Subliminal para comentario p 12-17
De cuerpos brillos y transparencias roberto flores
Elements inspanish
Guia propuestainv
De cuerpos, brillos y transparencias
Apa guía de redacción
Análisis semiótico bridgestone
Sustratos el papel
Fundamentosdecomposicion
Como hacer un comentario
Carteles repeticion y similitud
Similitud elementos de diseño ww
Formas narrativas
Publicidad

Similar a Introduccion -los_limites_de_la_interpretacion_eco umberto (20)

DOCX
Analisis mate trab
DOC
La doctrina secreta - Helena Blavatsky - Tomo 2
PDF
Análisis sociopolítico de robinson crusoe y los viajes de guilliver marcos ...
PDF
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
PDF
Finis gloriae mundi
PDF
La historia miente (Erich Von Daniken)
PDF
Ovnis
PDF
La-Inferencia-para-Quinto-Grado-de-Secundaria.pdf
PDF
Art.2 beltran grial
PDF
Aradia, evangelio de las brujas.
PDF
gramatica Gramatica
PDF
La Llamada de Cthulhu Autor H.P. Lovecraft.pdf
PDF
El-sueno-imposible-de-don-quijote
PDF
4.karlheinz deschner historia criminal del cristianismo
PDF
02. ladino-laudino
PDF
Cuando dios camino por el mundo
DOC
Espinosa, baruch etica demostrada segun el orden geométrico
DOC
Antropología en la selva
PDF
La conquista de chile en la encrucijada discursiva entre historia y literatura
PDF
Conferencia de borges sobre el quijote.
Analisis mate trab
La doctrina secreta - Helena Blavatsky - Tomo 2
Análisis sociopolítico de robinson crusoe y los viajes de guilliver marcos ...
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
Finis gloriae mundi
La historia miente (Erich Von Daniken)
Ovnis
La-Inferencia-para-Quinto-Grado-de-Secundaria.pdf
Art.2 beltran grial
Aradia, evangelio de las brujas.
gramatica Gramatica
La Llamada de Cthulhu Autor H.P. Lovecraft.pdf
El-sueno-imposible-de-don-quijote
4.karlheinz deschner historia criminal del cristianismo
02. ladino-laudino
Cuando dios camino por el mundo
Espinosa, baruch etica demostrada segun el orden geométrico
Antropología en la selva
La conquista de chile en la encrucijada discursiva entre historia y literatura
Conferencia de borges sobre el quijote.

Más de Gonzalo Ramírez Gómez (15)

PPTX
Actores y transformación
PPTX
PPTX
Percepción, teoría Gestald
PPTX
Fuentes primarias
PPT
Bauhaus and Vchutemas
PPTX
Prehistoria del diseño
PPTX
Objetos y semiótica
PPTX
Problema de investigación y objetivos
DOCX
Cómo plantear el problema de investigación
PPT
Trayectorias de objetos
DOCX
Estructura de anteproyecto o protocolo de investigación
PDF
Taxonomia bloomcuadro
PDF
Ruta para elaborar un anteproyecto. lectura 1
Actores y transformación
Percepción, teoría Gestald
Fuentes primarias
Bauhaus and Vchutemas
Prehistoria del diseño
Objetos y semiótica
Problema de investigación y objetivos
Cómo plantear el problema de investigación
Trayectorias de objetos
Estructura de anteproyecto o protocolo de investigación
Taxonomia bloomcuadro
Ruta para elaborar un anteproyecto. lectura 1

Último (20)

PDF
Texto Digital Los Miserables - Victor Hugo Ccesa007.pdf
PDF
Jodorowsky, Alejandro - Manual de Psicomagia.pdf
DOCX
Fisiopatologia bdjdbd resumen de cierta parte
PPTX
LOS RASGOS PRINCIPALES DE LA RELIGIÓN Y CULTURA BIZANTINA
PDF
Aprendizaje Emocionante - Begoña Ibarrola SM2 Ccesa007.pdf
PDF
Los10 Mandamientos de la Actitud Mental Positiva Ccesa007.pdf
PDF
UNIDAD 2 | La noticia como género: Informar con precisión y criterio
PDF
La lluvia sabe por qué: una historia sobre amistad, resiliencia y esperanza e...
PDF
MODULO I ENFERMERIA BASICA.pdf HIstoria en enfermeria
PDF
APUNTES DE SISTEMAS PSICOLOGICOS CONTEMPORANEOS
PDF
CURRICULAR DE PRIMARIA santa ursula..pdf
PDF
KOF-2022-espanol-mar-27-11-36 coke.pdf jsja
PPTX
BIZANCIO. EVOLUCIÓN HISTORICA, RAGOS POLÍTICOS, ECONOMICOS Y SOCIALES
DOCX
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - PRIMER GRADO.docx
PDF
ACERTIJO EL CONJURO DEL CAZAFANTASMAS MATEMÁTICO. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
DOCX
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - TERCER GRADO.docx
PDF
Didáctica de las literaturas infantiles.
PDF
E1 Guía_Matemática_5°_grado.pdf paraguay
PDF
KOF-2022-espanol-mar-27-11-36 coke.pdf tv
PDF
El Genero y Nuestros Cerebros - Gina Ripon Ccesa007.pdf
Texto Digital Los Miserables - Victor Hugo Ccesa007.pdf
Jodorowsky, Alejandro - Manual de Psicomagia.pdf
Fisiopatologia bdjdbd resumen de cierta parte
LOS RASGOS PRINCIPALES DE LA RELIGIÓN Y CULTURA BIZANTINA
Aprendizaje Emocionante - Begoña Ibarrola SM2 Ccesa007.pdf
Los10 Mandamientos de la Actitud Mental Positiva Ccesa007.pdf
UNIDAD 2 | La noticia como género: Informar con precisión y criterio
La lluvia sabe por qué: una historia sobre amistad, resiliencia y esperanza e...
MODULO I ENFERMERIA BASICA.pdf HIstoria en enfermeria
APUNTES DE SISTEMAS PSICOLOGICOS CONTEMPORANEOS
CURRICULAR DE PRIMARIA santa ursula..pdf
KOF-2022-espanol-mar-27-11-36 coke.pdf jsja
BIZANCIO. EVOLUCIÓN HISTORICA, RAGOS POLÍTICOS, ECONOMICOS Y SOCIALES
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - PRIMER GRADO.docx
ACERTIJO EL CONJURO DEL CAZAFANTASMAS MATEMÁTICO. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
TEXTO DE TRABAJO DE EDUCACION RELIGIOSA - TERCER GRADO.docx
Didáctica de las literaturas infantiles.
E1 Guía_Matemática_5°_grado.pdf paraguay
KOF-2022-espanol-mar-27-11-36 coke.pdf tv
El Genero y Nuestros Cerebros - Gina Ripon Ccesa007.pdf

Introduccion -los_limites_de_la_interpretacion_eco umberto

  • 1. Al principio de su Mercury, Or the Secret and Swift Messen-ger, 1641, John Wilkins cuenta la siguiente historia: Cuan extraño debió resultar este Arte de la Escritura en su primera Invención lo podemos adivinar por los Americanos recién descubier­tos, que se sorprendían al ver Hombres que conversaban con Libros, y a duras penas podían hacerse a la idea de que un Papel pudiera hablar... Hay una graciosa Historia a Propósito de esto, concerniente a un Es­clavo indio; el cual, habiendo sido enviado por su Amo con una ces­ta de Higos y una Carta, se comió durante el Camino gran Parte de su Carga, llevando el Resto a la Persona a la que iba dirigido; la cual, cuando leyó la Carta, y no encontrando la Cantidad de Higos de que se hablaba, acusó al Esclavo de habérselos comido, diciéndole lo que la Carta alegaba contra él. Pero el Indio (a pesar de esta Prueba) negó candidamente el Hecho, maldiciendo la Carta, por ser un Testigo fal­so y mentiroso. Después de esto, habiendo sido enviado de nuevo con una Carga igual, y con una Carta que expresaba el Número preciso de Higos que ha­bían de ser entregados, devoró otra vez, según su anterior Práctica, gran Parte de ellos por el Camino; pero antes de tocarlos, (para pre­venir toda posible acusación) cogió la Carta, y la escondió debajo de una gran Piedra, tranquilizándose al pensar que si no lo veía co­miéndose los Higos, nunca podría referir nada de él; pero al ser aho­ra acusado con mayor fuerza que antes, confiesa su Error, admiran­do la Divinidad del Papel, y para el futuro promete la mayor Fidelidad en cada Encargo (3.a ed., Nicholson, Londres 1707, pp. 3-4). Seguramente esta página de Wilkins suena diferente de otras páginas de nuestro tiempo donde la escritura se toma como ejem­plo supremo de semiosis, y todo texto escrito (o hablado) se consi­dera una máquina que produce una «deriva infinita del sentido». Tales teorías contemporáneas le objetan indirectamente a Wilkins que, una vez separado de su emisor (así como de su intención) y 9
  • 2. de las circunstancias concretas de su emisión (y por lo tanto del re­ferente al que alude), un texto flota (digámoslo así) en el vacío de un espacio potencialmente infinito de interpretaciones posibles. Por consiguiente, ningún texto puede ser interpretado según la utopía de un sentido autorizado definido, original y final. El lenguaje dice siempre algo más que su inaccesible sentido literal, que se pierde ya en cuanto se inicia la emisión textual. El obispo Wilkins —a pesar de su inquebrantable creencia de que la Luna estaba habitada— era un hombre de notable altura in­telectual y dijo muchas cosas aún importantes para los estudiosos del lenguaje y de los procesos semiósicos en general. Observemos, por ejemplo, la figura que aparece en la página 311 de su Essay To-wards a Real Character (1668). Estaba tan convencido de que una teoría del significado era posible que había intentado (no era el pri­mero pero por la forma fue, sin duda, un pionero, con extraordina­ria intuición visual) dar una manera de representar incluso el signi­ficado de los términos sincategoremáticos. Ese dibujo muestra que, admitiendo que condividamos algunas reglas convencionales sobre el uso de una lengua natural, cuando decimos encima queremos de­cir seguramente algo diferente de debajo. A propósito, su dibujo muestra también que esta diferencia de significado se basa en la estructura de nuestro cuerpo en un espacio geo-astronómico. Se pue­de ser radicalmente escépticos sobre la posibilidad de identificar universales del lenguaje, pero nos sentimos obligados a tomar en serio el grabado de Wilkins. Demuestra que en la interpretación de los términos sincategoremáticos debemos seguir ciertas «direccio­nes ». Aunque el mundo fuera un laberinto, no podríamos atrave­sarlo sin respetar ciertos recorridos obligados. ¿Qué habría podido objetar Wilkins a las contraobjeciones de muchas teorías contemporáneas de la lectura como actividad de-constructiva? Probablemente habría dicho que, en el caso que él citaba (supongamos que la carta dijera: «Querido Amigo, en esta Cesta, que te lleva mi Esclavo, hay 30 Higos que te mando como Regalo»), el Amigo estaba seguro de que la Cesta mencionada en la Carta era la que llevaba el Esclavo, que el Esclavo era exacta­mente aquél a quien el Amo había dado la Cesta, y que había una Relación entre la Expresión 30 escrita en la Carta y el Número de Higos contenidos en la Cesta. Naturalmente sería fácil refutar la parábola de Wilkins. Es su­ficiente imaginar que alguien haya mandado realmente un esclavo 10
  • 3. mmojF VQAjí, ithouk '••U con una cesta, pero que, por el camino, el esclavo original haya sido asesinado y sustituido por otro, de otro amo, y que también los trein­ta higos, como entidades individuales, hayan sido sustituidos por otros higos. Imaginemos, además, que el nuevo esclavo haya lleva­do la cesta a un destinatario distinto. Podemos suponer también que el nuevo destinatario no sepa de ningún amigo que cultive hi­gos y los regale con tanta liberalidad. ¿Habría podido decidir aún el destinatario de qué estaba hablando la carta? Yo creo que todavía tenemos el derecho de considerar que la reacción del nuevo destinatario habría sido, más o menos, de este tipo: «Alguien, sabe Dios quién, me ha enviado una cantidad de higos que es inferior a la mencionada en la carta que la acompa­ña. » (Supongo también que el nuevo Destinatario, siendo un Amo, 11
  • 4. habrá castigado al Esclavo antes de intentar resolver el Enigma: tam­bién esto es un Problema Semiótica, pero atengámonos a nuestra Cuestión Principal.) Lo que quiero decir es que, incluso separado de su emisor, de su indiscutible referente y de sus circunstancias de producción, ese mensaje hablaría aún de higos-en-una-cesta. Supongamos ahora (la imaginación narrativa no tiene límites) que no sólo el mensajero original hubiera sido asesinado, sino que sus asesinos se hubieran comido todos los higos, hubieran destrui­do la cesta, hubieran metido la carta en una botella y la hubieran tirado al Océano, de suerte que la encontrara, setenta años (más o menos) después de Wilkins, Robinson Crusoe. Ni cesta, ni escla­vo, ni higos, sólo una carta. A pesar de ello, apuesto a que la pri­mera reacción de Robinson habría sido: «¿Dónde diablos habrán ido aparar esos higos?» Sólo después de esta primera reacción ins­tintiva, Robinson podría haber soñado con todos los higos posi­bles, con todos los esclavos posibles, con todos los emisores posi­bles, así como con la posible inexistencia de cualquier higo, esclavo o emisor, con los mecanismos de la mentira y con su desafortuna­da suerte de destinatario separado definitivamente de todo Signifi­cado Trascendental. ¿Dónde están esos higos? La carta dice que hay o había en al­guna parte 30 frutos así y asá, al menos en la mente (o en el Mun­do Posible Doxástico) de un presunto emisor de ese mensaje. Y aun­que Robinson hubiera decidido que esos garabatos sobre un trozo de papel eran el resultado accidental de una erosión química, ha­bría tenido ante sí sólo dos posibilidades: o pasarlos por alto como un acontecimiento material insignificante, o bien interpretarlos como si fueran las palabras de un texto escrito en una lengua co­nocida para él. Una vez tomada en consideración la segunda hipó­tesis, Robinson estaría obligado a concluir que la carta hablaba de higos, no de manzanas o unicornios. Ahora bien, supongamos que el mensaje de la botella lo en­cuentre un estudioso de lingüística, hermenéutica o semiótica. Este nuevo destinatario accidental (hombre de más letras que Robinson) podrá hacer gran cantidad de hipótesis mucho más sutiles, verbi­gracia: 1. El mensaje está cifrado, cesta está en lugar de «armada», higo en lugar de «1.000 soldados» y regalo en lugar de «ayuda», 12
  • 5. con lo que el significado aludido por la carta es que el emisor está enviando una armada de 30.000 soldados en ayuda del destinata­rio. Pero también en este caso, los soldados mencionados (y ausen­tes) deberían ser 30.000 y no, digamos, 180; a menos que, para el código privado del emisor, un higo no equivalga a seis soldados. 2. Higos puede entenderse (al menos hoy) en sentido retórico (expresiones como me importa un higo,) y el mensaje podría tole­rar otra interpretación. Pero también en este caso el destinatario debería contar con ciertas interpretaciones convencionales preesta­blecidas de higo que no son las previstas por, digamos, manzana o gato. 3. El mensaje de la botella es una alegoría y posee un segun­do sentido oculto, basado sobre un código poético privado. Higos puede ser una sinécdoque de «frutos», frutos puede ser una metá­fora de «influencias astrales positivas», influencias astrales positi­vas puede ser una alegoría de «Gracia Divina», y así en adelante. En este caso el destinatario podría fraguar varias hipótesis discre­pantes, pero yo creo con firmeza que hay ciertos criterios «econó­micos » según los cuales determinadas hipótesis serán más intere­santes que otras. Para convalidar su hipótesis, el destinatario tendrá, como mínimo, que avanzar conjeturas preliminares sobre el posi­ble emisor y sobre el posible período histórico en el que el texto ha sido producido. Esto no tiene nada que ver con una investiga­ción sobre las intenciones del emisor, pero tiene que ver, segura­mente, con una investigación sobre el entorno cultural en el que introducir el mensaje. Ante el mensaje Señor, protéjeme, es espon­táneo y honesto preguntarse si ha sido pronunciado por una mon­ja en oración o por un campesino que rinde homenaje a un feu­datario. Con toda probabilidad nuestro intérprete debería decidir que el texto encontrado en la botella se refería, en una cierta ocasión, a unos higos existentes y apuntaba inicialmente hacia un determi­nado emisor, como hacia un determinado destinatario y un deter­minado esclavo, pero que, a continuación, había perdido todo po­der referencial. En consecuencia, podrá fantasear sobre esos actores perdidos, tan ambiguamente implicados en el intercambio de cosas o de símbolos (quizá enviar higos significaba, en un determinado momento histórico, hacer una alusión misteriosa), y, a partir de ese 13
  • 6. mensaje anónimo, podría intentar una variedad de significados y de referentes... Pero no tendría el derecho de decir que el mensaje puede significar cualquier cosa. Puede significar muchas cosas, pero hay sentidos que sería aventurado sugerir. No pienso que pueda haber nadie tan mal inten­cionado que infiera que el mensaje podría significar que Napoleón murió en mayo de 1821; contestar una lectura tan anómala puede ser también un punto departida razonable para concluir que existe al menos algo que el mensaje no puede efectivamente decir. Reconozco que, para hacer esta afirmación, es necesario, an­tes de nada, admitir que los enunciados pueden tener un «sentido literal», y sé lo controvertido que es este punto (véase alguna alu­sión en las notas sobre la interpretación de la metáfora, sección 3.3 de este libro). Pero sigo pensando que, dentro de las fronteras de una lengua, hay un sentido literal de las voces léxicas, que es el que encabeza los diccionarios o el que todo hombre de la calle definiría en primer lugar cuando se le preguntara por el significado de una palabra determinada. Supongo, pues, que lo primero que diría el hombre de la calle es que un higo es un tipo de fruta así y asá. Nin­guna teoría de la recepción podría evitar esta restricción prelimi­nar. Cualquier acto de libertad por parte del lector puede produ­cirse después y no antes de la aplicación de esta restricción. Comprendo que hay diferencia entre hablar de la carta men­cionada por Wilkinsy hablar de Finnegans Wake. Comprendo que la lectura de Finnegans Wake puede ayudarnos a poner en duda incluso el sentido común del ejemplo de Wilkins. Pero no pode­mos ignorar el punto de vista del Siervo que ha dado testimonio por primera vez del milagro de los Textos y de sus Interpretaciones. * * * Los ensayos recogidos en este libro fueron escritos en la se­gunda mitad de los años ochenta. Puesto que todos versan sobre el mismo asunto, aunque desde puntos de vista diferentes, han sido amalgamados y, en algunos casos, sometidos a ajustes, cortes y adi­ciones para evitar repeticiones excesivas y favorecer referencias en­trecruzadas. ' 1. Esta edición italiana es parcialmente diferente de la americana (The Limits of Interpretation, Indiana University Press) que sale casi al mismo 14
  • 7. En la primera sección, el problema de la interpretación se per­fila tal como se ha planteado durante los últimos decenios en el ámbito de los estudios literarios. Un comentario aparte requiere la segunda sección, porque en­foca una preocupación que me ha acompañado en la pasada déca­da. A primera vista, trata de cuestiones históricas y cabe pregun­tarse cuál es su nexo con los temas de los demás ensayos. En el año académico 1986-87 di un curso monográfico, en el Instituto de Dis­ciplinas de la Comunicación de la Universidad de Bolonia, sobre la semiosis hermética,2 es decir, sobre esa práctica interpretativa del mundo y de los textos basada en la determinación de relaciones de simpatía que vinculan recíprocamente micro y macrocosmos. Para poder alimentar la confianza de que lo similar actúa simpatética-mente sobre lo similar es necesario que una metafísica y una física de la simpatía universal se rijan sobre una semiótica (explícita o implícita) de la semejanza. De un paradigma de la semejanza se había ocupado ya Michel Foucault en Les mots et les choses, pero su atención se dirigía prin­cipalmente a ese momento umbral en el que el paradigma de la se­mejanza, entre Renacimiento y Barroco, se disuelve en paradigmas propios de la ciencia moderna. Mi hipótesis era históricamente más comprensiva y pretendía subrayar un criterio interpretativo cuya supervivencia señalaba a través de los siglos —como, por otra par­te, había sugerido ya en el ensayo sobre la Epístola XIII de Dante, publicado en mi libro precedente, De los espejos y otros ensayos (1985). Esa manera de pensar que llamo semiosis hermética ha adop­tado formas reconocibles y documentables en los primeros siglos de la era cristiana, se ha desarrollado de manera bastante clandes­tina en el período medieval, ha triunfado con el redescubrimiento humanístico de los escritos herméticos, se ha fundido en la más am-tiempo: en esa edición he añadido ensayos que en Italia habían aparecido ya en De los espejos y otros ensayos, y en ésta, artículos nunca publicados en italiano. Diferencias menores, dentro de cada ensayo, se deben a la preo­cupación de hacer comprensible uno u otro punto a ambientes culturales con distintos marcos de referencia. En todo caso, el esquema de base de ambas ediciones es el mismo. 2. Los materiales del curso existen sólo mecanografiados y fotoco-piados, bajo el título Aspetti della semiosi ermetica, Universitá degli Studi di Bologna, Cátedra de Semiótica, a.a. 1986-87. 15
  • 8. plia corriente del hermetismo renacentista y barroco, no ha desapa­recido con el afirmarse de la ciencia cuantitativa galileana y ha ido a fecundar las estéticas románticas, el ocultismo decimonónico y, sos­tengo, muchas teorías críticas contemporáneas, como sugiero en 2.1.7. La tercera sección tiene una función de comentario. Si en la primera sección se defendía la posibilidad de una interpretación se­gún la intención del texto o intentio operis, en ésta se comentan, ante todo, casos en los que el exceso de interpretación produce un derroche de energías hermenéuticas que el texto no convalida. In­versamente, se intentan sugerir los criterios de economía aplicables a la lectura de los textos como mundo o del mundo como texto. Si puede parecer que estos criterios se fundan sólo en un recurso al sentido común y al principio del mínimo esfuerzo, recuerdo que no existen otros modos para decidir la intentio de un texto, cuando el texto es, al mismo tiempo, objeto y parámetro de sus interpreta­ciones —también porque la situación no se libraría de esta circula-ridad ni siquiera yendo en busca de la intentio auctoris. Por otra parte, como aclarará el ensayo final del volumen, ese mínimo es­fuerzo es el que podría ser aceptado por una comunidad de intér­pretes decidida a alcanzar algún acuerdo, si no sobre las interpreta­ciones mejores, al menos sobre el rechazo de las insostenibles. Siguen algunos ejemplos de cómo encaro cuestiones concer­nientes a la identidad, a lo falso y a lo auténtico, a las condiciones para formular una hipótesis interpretativa aceptable respecto de tex­tos o de acontecimientos, de experiencias actuales o de narraciones sobre experiencias admitidas como actuales en mundos posibles. Y llegamos a la cuarta y última sección, que los lectores teóri­camente más preocupados podrán leer en primer lugar. Los ensayos de las secciones previas habían sido concebidos como ponencias para congresos especializados y, por lo tanto, dan por sabidos muchos conceptos ya elaborados en otras obras mías. Así se explica por qué, en una serie de escritos sobre los límites de la interpretación, se puede recibir la impresión de que nunca se aclara la clase de interpretación cuyos límites se discuten. Se trata del concepto de interpretación inspirado por Peirce, que he discutido gradualmente y desarrollado en el Tratado de se­miótica general, 1975, en Lector in fábula, 7979, y en Semiótica y Filosofía del Lenguaje, 1984 —sin contar con varios escritos suel­tos, como muchos de los contenidos en De los espejos y otros ensa­yos, 1985. 16
  • 9. La semiótica se ocupa de la semiosis, la cual es «una acción o influencia que es o implica una cooperación entre tres sujetos, como por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante; no pu-diendo resolverse de ninguna manera tal influencia tri-relativa en una influencia entre parejas» (Peirce, CP: 5.484). Como comenta­rio de tal definición véase el ensayo 4.1, que propone mi interven­ción en un congreso de inmunólogos. La citada ponencia fue elaborada en discusión con científicos que estudian los procesos de interacción a nivel celular porque, se­gún algunos de ellos, también se dan fenómenos de interpretación en lo que en el Tratado yo llamaba «umbral inferior de la semióti­ca ». Desde entonces me he convencido de que, aun considerando difícil extender las categorías de la semiótica hasta ese nivel, no por ello puedo negar a priori que ello sea posible, y quedo en posición de cauta y curiosa espera. En cualquier caso, no excluyo, o mejor dicho, creo que hay semiosis, luego interpretación, en los procesos perceptivos. En este sentido la interpretación —fundada sobre la conjetura o sobre la abducción (cf, por ejemplo, el ensayo 4.2)— es el mecanismo semiósico que explica no sólo nuestra relación con mensajes elaborados intencionalmentepor otros seres humanos, sino también cualquier forma de interacción del hombre (y quizá de los animales) con el mundo circunstante. Precisamente a través de pro­cesos de interpretación nosotros construimos cognitivamente mun­dos, actuales y posibles. Son entonces evidentes las razones por las que debemos preo­cuparnos de las condiciones y los límites de la interpretación. Si, en el ámbito de la hermenéutica o de la teoría de la literatura, pue­de parecer provocador, pero a fin de cuentas sostenible, que la ini­ciativa de lectura esté completamente de la parte del sujeto inter­pretante, más aventurado parece afirmarlo a propósito de esos procesos que nos llevan a identificar a una persona o a un objeto a distancia en el tiempo y en situaciones distintas, a distinguir un perro de un caballo, a volver a encontrar el camino de casa cada día. En tales casos, admitir que la única decisión le corresponde al intérprete tiene, en la historia del pensamiento, un nombre: idea­lismo mágica Si la referencia parece románticamente obsoleta, pién­sese en la pretensión de postular un cerebro que —menos pasivo que el ideado por Putnam— no sólo viva aislado del cuerpo en una bañera, sino que haya incluso construido tanto la bañera como el universo que la contiene, y decida, minuto a minuto, los impulsos 17
  • 10. que debe recibir para poder tener la ilusión de un mundo que no existe fuera de sus percepciones. Sería un poco excesivo incluso para un idealista mágico. Por otra parte quien sostiene que de los textos no se da significado intersubjetivamente comunicable, se irrita mu­cho cuando alguien no acepta su propuesta, y se queja de no haber sido comprendido. Me pasa por la mente la paradoja de Smullyan: «Soy solipsista, como todos.» Si, por lo tanto, el problema filosófico de la interpretación con­siste en establecer las condiciones de interacción entre nosotros y algo que nos es dado y cuya construcción obedece a determinadas constricciones (es el problema de Peirce, de Merleau-Ponty, de Pia-get, de las ciencias cognitivas, pero, al fin y al cabo, era también el problema de Kant; así como es el problema de la epistemología de Popper a Kuhn), no veo por qué no deba mantenerse la misma actitud ante los textos producidos por nuestros semejantes y que, en algún sentido, como en la carta que llevaba el esclavo de Wil-kins, están ya allí, antes incluso de ser leídos, aunque sea bajo for­ma de huellas gramatológicas insignificantes para quien no conje­ture su origen. En torno a estos temas con valor de fundamentos rondan pre­cisamente todos los ensayos publicados en la última sección.3 Acla­ro que el Gedankenexperiment sobre los procedimientos interpre­tativos del computer Charles Sanders Personal hay que tomarlo muy en serio, o por lo menos, no ha sido pensado como ejercicio de re­tórica. Prevé reglas interpretativas para una criatura concebida como modelo de semiosis ilimitada y dotada de conexiones minimales con un universo externo. En la edición norteamericana me he visto obligado a unapun-tualización porque no hace más de un año que ha aparecido la tra­ducción inglesa de mi vieja Obra abierta de 1962. Aunque vuelva sobre el tema en la primera sección, no estará de más prever algu­nas posibles objeciones del lector. Pues puede parecer que, si en­tonces celebraba una interpretación «abierta» de las obras de arte, 3. Me he permitido volver a publicar «Cuernos, cascos, zapatos», ya aparecido en Eco y Sebeok 1983, porque me parecía útil para recalcar al­gunos conceptos de base. 18
  • 11. admitiendo que aquélla fuera una provocación «revolucionaria», hoy en cambio, me atrinchero en posiciones conservadoras. No creo que sea así. Hace treinta años, partiendo también de la teoría de la interpretación de Luigi Pareyson, me preocupaba de definir una especie de oscilación, o de inestable equilibrio, entre iniciativa del intérprete y fidelidad a la obra. En el curso de estos treinta años, alguien se ha decantado en exceso en pro de la vertiente de la ini­ciativa del intérprete. El problema ahora no es decantarse en senti­do opuesto, sino subrayar, una vez más, la ineliminabilidad de la oscilación. En resumidas cuentas, decir que un texto carece potencialmente de fin no significa que cada acto de interpretación pueda tener un final feliz. Incluso el deconstruccionista más radical acepta la idea de que hay interpretaciones que son clamorosamente inaceptables. Esto significa que el texto interpretado impone restricciones a sus intérpretes. Los límites de la interpretación coinciden con los dere­chos del texto (lo que no quiere decir que coincidan con los dere­chos de su autor). Aun en el caso de textos autodestructivos (cf. 3.5) tenemos ob­jetos semiósicos que, sin sombra de duda, hablan de la propia im­posibilidad. Seamos realistas: no hay nada más significativo que un texto que afirma su propio divorcio del sentido. 19